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Movilizaciones en todo el país contra la Ley ómnibus y el DNU: las fuerzas de abajo

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Pocas horas después de que la Cámara de Diputados haya dictaminado sobre la Ley Ómnibus, en todo el país hubo movilizaciones que quienes la vivieron las definen así: “Nunca vi una tan grande”. Enorme fue la marea en Mar del Plata, Rosario, Neuquén, Bariloche, Córdoba, y grandes también las de aquellas ciudades que suelen tener menos protagonismo en este tipo de protestas, como Comodoro Rivadavia, San Martín de los Andes o las playas de Mar de Ajó y Mar Azul. Mendoza también tuvo su jornada histórica (ver crónica) y hasta en el fin del mundo, allá en Ushuaia, se escuchó cantar: “la patria no se vende”. El dato: son todas localidades donde el actual Presidente obtuvo un triunfo arrollador hace menos de dos meses.Las protestas expresan un rechazo que logró un primer objetivo: la sesión que pretende la media sanción iba a ser mañana, pero se demora hasta el próximo martes. ¿Qué expresaron esas voces?

Fotos: Martina Perosa para lavaca

El Congreso Nacional fue hoy el epicentro de un grito que pretendía que allí resonara. Se trata de voces que quisieron hacerse oír por quienes deben representarlas.

Comprender lo que expresaron es un desafío para la política y para la democracia.

Algunas de esas voces las escuchó lavaca

“Hay que volver a hablar con todo el mundo, hay que volver a hablar con este pueblo, explicar todo de vuelta, volver a las prácticas asamblearias”, dice la artista Susy Shock en medio de la enorme ola que se autoconvocó al punto de cita de “la cultura”, apretadísima en la zona de Avenida de Mayo y Sáenz Peña. Lo que dice se comprueba al instante: por la calle lateral pasan los vecinos y vecinas de todas las asambleas de la ciudad. 

Sigue Susy: “Lo nuevo no va a venir con recetas viejas. No queremos que nos inviten a resistir de la misma manera. Queremos nuevas aventuras y queremos escuchar a la gente joven, a la disidencias, a los transfeminismos no burocratizados. Y también una crítica a ese sector feminista que se vendió por un asiento, se quedó cómodo y se olvidó del pueblo, y sin el pueblo nada es posible”. 

Movilizaciones en todo el país contra la Ley ómnibus y el DNU: las fuerzas de abajo
Susana Reyes, mamá de Cecilia Basaldúa, Carla Morales Ríos y Daniel Basaldúa. Foto: Martina Perosa

Susy ahora exige: ”Quiero que con la diversidad que soy, con el cuerpo trava que porto, me inviten a discutir todos los temas. Ser parte de la discusión general y no quedar en una de género y nada más. Ese es el desafío. ¿Lo próximo? El 24 de marzo. Y que al lado de Norita esté Marlene Wayar”.

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Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo. Foto: Martina Perosa

Norita es Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, que está a media cuadra de Susy, diciendo. “Quiero futuro para el pueblo, para mis hijos y mis nietos: quiero una mesa digna para todos”. ¿Cómo lograrlo? Norita propone tener esperanza, creer en nosotros mismos y salir a la calle: “Tenemos que juntarnos”.  

Movilizaciones en todo el país contra la Ley ómnibus y el DNU: las fuerzas de abajo

La mesa y la comida también son temas que menciona una jubilada que llegó desde Ramos Mejía con 81 años a cuestas. dice que aunque tiene una jubilación y pensión que le permiten vivir, hoy marcha por “la gente que tiene que ir al supermercado y no puede comprar para comer: eso es lo que me duele”. La acompaña una amiga -misma cantidad de primaveras- que agrega: “Soy agnóstica, pero creo en nosotros. Ojalá esta humanidad mejore”. 

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A su alrededor hay un desfile incesante de columnas y más columnas que intentan sumarse a la marea de Avenida de Mayo. Hay tanta gente que no se avanza hacia el Congreso: lo que se convocó como una marcha se transforma entonces en una ocupación del espacio público, una inmensa ola que, gota a gota, ha inundado calles principales y laterales, avenidas y transversales, imponiendo con los pies otro protocolo: el del abrazo. Hay preocupación, hay reclamos, hay gritos, sí, pero sobre todo hay alegría por ese gigante “estamos”.

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Sergio Maldonado, hermano de Santiago, lo nombra por su autora: “Estoy acá en primer lugar por el protocolo que quiere implementar Patricia Bullrich. Ella no fue elegida por el pueblo, entró por la ventana en un gobierno neoliberal que está haciendo estragos”. Un instante después la policía lo justifica: sin razón ni justificación -la calle está desbordada y en orden- irrumpe en malones, en una performance que incluye desfile de motos acelerando: un show para las cámaras que siguen a los uniformados. Le dirá entonces una integrante de la columna de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) al oficial a cargo: “Justo cuando va a hablar Moyano: mirá qué casualidad.” El escenario está a más de diez cuadras y nadie en la calle le presta atención a lo que allí se dice, pero lo que expresa la trabajadora es otra cosa: que los pies en el asfalto le alcanzan para leer la realidad y le sobran para la ironía: “Andá tomar la teta,  bebé”.

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Nati Cejas, de la mesa nacional de la UOM Foto Martina Perosa

Su predicción: “Esta es la primera de las grandes movilizaciones que va a haber. El cambio que necesitamos no es este, pero no supimos contarle a la gente qué era lo que nos convenía como trabajadores y como sociedad. Ahora dicen del feminismo que somos un estorbo, cuando en realidad somos las que movemos la economía, y muy especialmente en momentos de crisis. Por eso al resto de mis compañeras les digo: vengan, las esperamos en la calle”. 

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A su lado está  Natali Cejas –que llegó de Santa Fe y es parte del comité nacional del gremio–quien detalla: “Tenemos 250.000 afiliados, 16.000 son mujeres”. La primera fila de la columna está ocupada por ellas. Describe Natali: “Ya hay despidos, hay recesión, hay sectores en donde, por ejemplo, ya se está trabajando menos horas o se adelantaron vacaciones. Estamos acá como trabajadoras y como mujeres:  sabemos que cuando viene el recorte se empieza por nosotras, y sabemos que la lucha es en las calles. Hay que hacernos sentir, que sepan que no nos representan”. 

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Con ambo y delantal moviliza la Asamblea de Residentes de Ciudad de Buenos Aires. “Yo estoy en el Hospital Elizalde y ahora no hay medicación para les niñes –sí: dice “les niñes”– que se van de alta. A partir de ahí, imagine el resto”, dice Virginia, una de las médicas. Alerta, además, que como consecuencia del desfinanciamiento de la salud pública, “es muy probable que no se empiecen a abrir los cargos” y que por efecto de los discursos de odio presidenciales “esa violencia se expande: la gente llega al hospital muy rota, es muy difícil contener lo emocional si además recortan recursos”. ¿Qué hacer? “Hay que estar en la calle: Hay que apoyarnos como colectivo de trabajadores”. 

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Con delantal también está Claudia, 58 años, docente de Soldati. “El presidente Milei habla de achicar el Estado, pero el Estado somos también las docentes: yo doy un servicio que es la educación, el Estado me paga. Cuando él dijo que iba a achicar el Estado, me está achicando a mí, y a tus derechos”, sintetiza. Trabaja en un programa que recibe infancias y adolescentes, entre 9 y 14 años, que han dejado la escolaridad por diferentes motivos. Se supone que los grados pueden tener hasta 12 alumnos, pero en 2023 Claudia tuvo a su cargo 18. “Efecto pandemia”, arriesga. “Estamos rodeados por 10 barrios populares, la mayoría de los pibes están ahora cartoneando con sus padres”. 

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¿Cómo afecta la ley Ómnibus a la docencia? “Ya hay despidos. En la ciudad más rica del país se cuelgan de lo que dice el gobierno: que no hay plata. Empiezan a despedir a docentes contratados. Yo hace 15 años que trabajo en el grado de nivelación y todavía no soy titular: podría ser la próxima afectada”. En la escuela los pibes no solo estudian, también comen: Claudia advierte sobre los recortes a los comedores. “Nuestra escuela es de jornada simple, pero tiene comedor, y te repito: tenemos 10 barrios populares alrededor. Si recortan en comedores, nos recortan en la alimentación de los pibes. Sin la alimentación, no estudian. Si no tienen para comer, el sistema cognitivo no funciona”. 

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Soledad Barruti Foto: Martina Perosa

La periodista y escritora Soledad Barruti lleva un cartel reclamando por los bosques, y otro por los glaciares. Puede sostener uno en cada mano, pero quisiera llevar muchos más: “Esto arrasa con todo, con derechos absolutamente necesarios y conquistados durante mucho tiempo. Nos quita de plano lo que nos queda de lugar vivo, de lugar de resistencia”. La imagen que ofrece es de tierra arrasada. “Este gobierno pretende entregar lo último y para entregarlo tiene que destrozar todos los derechos conquistados hasta ahora, tiene que pasarle una topadora a todas las luchas que hace tanto tiempo tantas personas venimos encarnando. Hay que poner un límite ya, porque si esto avanza, barre con todo”. 

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La escritora Dolores Reyes Foto: Martina Perosa

Junto a Soledad está la escritora Dolores Reyes, quien llegó desde Pablo Podestá, donde también trabajaba como docente. Desde ahí, escribe: sus libros tienen al barrio y a sus jóvenes como protagonistas. “El proyecto deroga la Ley del Libro, que no le molesta absolutamente a nadie, entre muchas otras leyes: no va a quedar nada de Argentina. La industria del libro en nuestro país es muy particular: hay una ecosistema que está medianamente protegido por la Ley del Libro. Esto implica que hay un precio único y entonces, por ejemplo, los supermercados no pueden intervenir tirando el precio para abajo para fundir al resto de las librerías independientes. Si se toca la Ley del Libro este hermoso ecosistema no va a existir más. Y algo que me duele muchísimo en particular es que con esta devaluación y con el papel –que está dolarizado–, los precios de los libros ya se han vuelto absolutamente privativos: Cometierra pasó de 4.800 a 14.000 pesos. Es delirante”. 

Tus libros están muy atravesados por la realidad de los barrios. ¿Cómo se ve esta realidad desde allí? 

-Se empieza se empieza a ver un ataque infernal a las condiciones de vida de las clases populares. Los elementos de las canastas más básicas, en un mes se han duplicado o triplicado, y los ingresos claramente no. Entonces en los barrios, la gente está decidiendo qué come y qué deja de comer. Y ni hablar el tema de medicamentos: desregularon para que todo también se triplicara. Estoy viendo vecinos que salen de la farmacia o que están en la cola del supermercado y hablan de todo lo que no pueden comprar”. 

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El dirigente Eduardo Vasco Murúa, referente del sector de fábricas recuperadas, dice que en el sector “al igual que a todos los sectores, lo afecta el plan económico desatado”, pero en particular lo que se siente es la baja de la demanda y el aumento de los costos. Todavía, aclara, falta que lleguen los tarifazos. Otra alerta: “El salario de los trabajadores, que con la inflación no pudimos acompañar”. 

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¿Qué papel pueden jugar las fábricas recuperadas en este escenario? 

-Estamos preparados para jugar dos papeles: centralmente, estar acompañando a los trabajadores que sufran un cierre de fábrica, acompañarlos en su recuperación, ordenar las fábricas en unidad y con la organización que tenemos para que no se nos caigan. Y por otro lado, pelear con todas las fuerzas para que se vayan lo más pronto posible. Pero con la idea y la convicción de que no va alcanzar con que se vayan, sino que hay superar el fracaso anterior y la catástrofe actual, con una organización política de los trabajadores y trabajadoras y para el pueblo. No lo vamos a lograr mientras la representación que tenemos sea tan flaca. Todo el sector progresista parece que está esperando que el hambre y la sangre la ponga el pueblo y preparar la curita para después. Les decimos entonces que vamos a tener con ellos la misma actitud que tenemos con Milei y con el poder económico nacional: no hay tiempo para que vengan ellos nuevamente con curitas. Lo que queremos es un modelo que asegure el trabajo para todos. Y creemos que lo podemos hacer: lo único que falta es la organización política”. 

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La calle le habló así hoy a la política. 

La hizo.

Lo que sigue es Historia y está aún por escribirse.

Mendoza contra el DNU

Mendoza, la provincia donde Milei sacó el mayor porcentaje de votos, también se movilizó masivamente contra el DNU. Para gambetear el protocolo, las citas se dieron en distintos puntos de la capital provincial. Uno de ellos, como es costumbre, arrancó en el Kilómetro 0: organizaciones sociales, asamblearias y políticas, organizaron un breve acto para luego marchar hacia la Legislatura, donde confluyeron con el resto de los grupos políticos y sindicales.

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Lucas tiene 30 años y estaciona su bici en la esquina. Lleva calzas y una remera que dice: “Son 30 mil y uno es mi abuelo”. Forma parte de HIJOS Mendoza, y es trabajador de la secretaría de Cultura; dos frentes que, asume, están en tensión desde la asunción del nuevo gobierno. Parece observar las banderas del Polo Obrero, el PTS y otras de partidos de izquierda que intentan colmar la escena, y dice: “Yo creo que más que una manifestación política partidaria es momento de hablar a favor de la Argentina y del pueblo, del bienestar general. Lo de hoy nace de una convocatoria de CGT, pero esto lo excede; ya nos venimos movilizando aquí en Mendoza, organizando en asambleas”.

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¿Qué te preocupa del DNU? 

-Todo. Me preocupa la liberación para que los extranjeros puedan comprar tierras, la reforma penal, la baja de imputabilidad, la liberación de precios. A todo el mundo le baja la calidad de vida. Y ahora lo último es la cantidad de gente que va a pagar impuesto a las ganancias, contradiciéndose con su propio discurso político. También me preocupa lo que es ambiental: no reconocer la crisis ambiental mundial es inhumano.

¿Por qué la misma Mendoza que salió a las calles por el agua, votó 4 años después masivamente a Milei?

 -Creo que el cansancio social fue por la falta de respuestas, eso hizo que la gente emitiera un voto castigo. El tema es que ese voto castigo nos castigó a todos: vemos las repercusiones ahora.

¿Conocés gente que votó a Milei? 

-Lamentablemente tengo familiares que lo han votado. Es una discusión constante: tenemos a mi abuelo desaparecido y tener que hablar del curro de los derechos humanos, de que no fueron 30 mil… es duro.

¿Lo siguen bancando? 

-No. Porque más allá del voto castigo mi familia tiene conciencia social, conciencia ambiental. Es un voto arrepentido.

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La policía mantiene un carril libre mientras la gente continúa agrupándose en el otro y en la peatonal. El micrófono avisa que en unos minutos será el turno de distintos oradores de las organizaciones, y que luego comienza la marcha.

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Entre otra de las columnas que nutren al Kilómetro 0 está la cultural. Mariela es teatrera y lleva una nariz de payasa, pero habla en serio: “Ha habido toda una discusión de si nos sumábamos porque convoca la CGT, pero ante el panorama que estamos viviendo yo creo que podemos hacer un frente común porque los perjudicados somos las mayorías”.

¿Cómo se organizan desde la cultura?

 -En el ámbito cultural se ha armado una asamblea multisectorial mendocina hace casi un mes y ya ha activado dos movilizaciones. Es multisectorial porque hay banderas políticas de todos los colores y distintos sectores del arte: música, teatro, audiovisual, literatura, artesanos, etc.

Llevás un cartel que dice “Sin cultura no hay libertad”. ¿Por qué creés que el DNU se mete puntualmente con organismos culturales? 

-La cultura abre cabezas, te pone a pensar y a cuestionarte y a cuestionar lo que las autoridades y tus propios representantes definen. Entonces, es peligrosa la cultura, por eso nos quieren borrar, porque les molesta. La cultura nos da identidad, lo contrario a lo que ellos quieren imponernos: una cultura extranjera que no tiene nada que ver con nosotros. Lo nuestro, nuestra verdadera identidad, lo que somos, lo que queremos ser, eso plantea el arte. El arte no solamente sana y salva: abre cabezas, y eso es jodido.

Más atrás de las columnas partidarias están Nelly y Claudina, dos jóvenes jubiladas que llevan un cartel que dice: “Jubiladxs en lucha – No al DNU”. Son parte de un colectivo más grande que se reunió en otros puntos de la capital, para confluir en la Legislatura. Ellas eligieron el Kilómetro 0 porque “nos queda más cerquita, las piernas no nos dan ya para tanto”, bromean, aunque luego se las verá también frente al edificio que queda a más de diez cuadras de este lugar. Allí estarán descansando en un banco de plaza, fumando un cigarrillo como quien ha culminado su tarea: luchar.

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Dicen: “Recién estábamos recordando : nosotras tenemos historias de lucha desde los 80. Siempre luchando por nuestros bienes comunes, nuestros derechos”. 

¿Qué recordaban? 

-Todos los momentos que hemos tenido que salir para luchar por nuestros derechos, incluso en la terrible dictadura. 

¿Esto les recuerda a aquello? 

“Es una dictadura neofascista” arriesga Nelly. Claudina agrega: “Pero peor, porque fue elegida por el pueblo”. Sigue Nelly: “A veces este punto de tensión es para ver si podemos reaccionar, sobre todo las generaciones nuevas. 

¿Salieron durante el gobierno anterior?

-Salimos con cada gobierno… con el anterior también: con todos….

¿Cómo ven esta marcha, en comparación con aquellas? 

-Es la más masiva a la que fuimos. Mirá que Mendoza es una provincia muy conservadora, eh, cuesta movilizar- dice Claudina. 

¿Qué les preocupa del DNU?

 -La situación de todo el país, estamos en un abismo, no solamente la movilidad jubilatoria: es la pérdida del poder adquisitivo, los bienes naturales- enumera Nelly.

¿Sus jubilaciones, les preocupan? 

-Lo que nos preocupa es el Fondo de Garantía y Sustentabilidad, que es dinero que nadie se animó a tocar hasta ahora. Macri lo intentó y no pudo. 

¿Podrán?

 -Esperemos que no salga la ley, pero hay tantos traidores…. 

Nelly confía en algo: que entre la movilización local y el apoyo internacional, los sectores llamados dialoguistas “entren en razón, o por lo menos, que tengan un poquito de miedo”.

Comienza el acto en el que distintos oradores de las organizaciones dirán unas palabras. Por ejemplo, Sergio Onofrio, de la Asamblea Popular por el Agua: “Nos necesitamos entre todos para poner un freno. En el 2019 lo logramos, algo que parecía imposible. Desde la asamblea hacemos hincapié en el ambiente porque es de todos. Y está en peligro”.

Onofrio culmina gritando “El agua de Mendoza, no se negocia” y la consigna se transforma en el grito que continuará sonando durante la marcha rumbo a la Legislatura.

La movilización comenzará pasadas las 13 y la policía la acompañará durante las diez cuadras. Un hombre al megáfono dice: “Este operativo es una ridiculez total, si ya saben cómo son las marchas de Mendoza. Es un circo para seguir las órdenes de Bullrich. Los mismos policías saben lo que cuesta que estén ellos acá”.

A dos cuadras de la Legislatura, las calles se angostan y las personas no alcanzan a amucharse en un solo carril. Se toma la decisión, entonces, de tomar toda la calle. La forma de romper el protocolo oficial es simple: las personas pasan por al lado de la policía, por el costado, por donde no llegan a cubrir. De repente, ya están del otro lado, y los efectivos no llegan a detener a cada manifestante.

Roto el protocolo, la marcha llega finalmente a la plaza frente a la Legislatura, donde se reúne con la columna de los sindicatos.

Allí, dos mujeres que se mantienen al margen de la movilización, charlan entre ellas. “¿Vos estás a favor o en contra?”, “¿De qué?”, “De esto” dice señalando a la marcha. “A favor” responde tímida la otra. “¡¡¡Yo también!!!” se entusiasma la entrevistadora.

Ambas superan los 60. Una lleva un carrito de compras: dice que le mintió a su hijo que iba al súper y vino acá, “para hacer bulto”. La otra, si bien parece vestida de gala, vino para manifestarse. Y revela: “Yo empecé siendo fanática de Milei”. Confiesa que lo seguía en las redes sociales cuando ella vivía en Nueva York. “Me gustaba por cómo hablaba, lo prepotente, el empuje”.

¿Cuándo cambió?

-Me dejó de gustar porque le vi la verdadera personalidad. No es un político, es un economista. Cuando se empezó a pelear con los chinos, dije no; como yo he vivido en el exterior, conozco a todas las razas, eso no se hace.

María Teresa Guni Cañas, integrante de la Asamblea Popular por el Agua protagonista de la gran movilización que hubo en esa provincia durante el gobierno de Alberto Fernández, asegura con experiencia que hoy hubo “muchísima gente en la calle en un clima de resistencia y de alegría”.

¿Qué significa?  

-Que hay que seguir estando en la calle a pesar de todas las traiciones. Es fuerte la cantidad de legisladores que han votado en las comisiones a favor del DNU, pero también hay mucha resistencia. Esperamos que no siga avanzando esta depredación, y que haya una percepción de que lo importante no era solo que perdiera el kirchnerismo.

¿Qué busca este gobierno? 

El gobierno de MIlei busca dejar en manos de las empresas nuestros bienes comunes, la cultura, la educación y que todo sea mercantilizable: a eso nos estamos oponiendo.

¿Cómo se explica que aquí haya tenido tanto apoyo? 

-Lamento que Mendoza haya sido de las más votantes de Milei. Pero también hay mucha resistencia, así que vamos a seguir apostando a sembrar conciencia y a seguir estando y defendiendo los valores de la comunidad. Al odio y a la destrucción se los enfrenta así: con comunidad.

Córdoba contra el DNU

Copleras, músicos, actrices, circenses, brigadistas forestales de las sierras, trabajadores del CONICET, estatales, docentes, ferroviarios, trabajadores de la economía popular, de la salud… mucha gente bajo el sol. Se escucha repetidas veces el comentario sobre la gran convocatoria, tal vez la mayor pos pandemia en la ciudad de Córdoba. El cálculo es entre 50 y 60 mil personas.

A Córdoba le pesa ser el distrito donde porcentualmente más votos obtuvo el presidente Javier Milei, más le pesa sobre todo a quienes hoy estaban en la calle: laburantes. A medida que avanzan los días entre los trabajadores se va silenciando el mandato “hay que esperar”, los dirigentes gremiales y de sindicatos que hoy hablaron sobre un escenario improvisado arriba de un camión frente a Patio Olmos ahora apelan a expresiones dignas de una letra de cuarteto “nos engañó feo” “Que venga a dar la cara después del verso de la casta”. Pero también hubo mensajes para el gobernador Llaryora, pero lo más contundente por parte del movimiento por el ambiente y el territorio que, por ejemplo, señala la reciente creación de la Agencia CórdobaAgro, un organismo que estará exento del control del Tribunal de Cuentas, y según asambleístas se trata “ de una privatización del campo y del monte,  fondos públicos provenientes de impuestos que estarán administrados por privados del agronegocio. Y serán quienes resuelvan sobre recursos comunes”. Con la nuestra.

Transferencia de recursos y riquezas.

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La Ronda en la mirada de Alejandra López

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Octava entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Alejandra López.

Toda la producción de La Ronda será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Por Alejandra López

Cuando Claudia Acuña me propuso que fotografiáramos la Ronda de las Madres con un grupo de colegas, acepté sin dudar con gran alegría por varias razones. Por una lado, la urgencia del registro ahora que se nos van poniendo viejitas, y por otro, la necesidad de emprender un proyecto colectivo.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

He ido muchas veces a la Ronda. Una de mis primeras veces, yo fotógrafa debutante, lloré durante toda la cobertura y una de las Madres (no sé quién fue) me retó con ternura: “Sin llorar”, me dijo, y repitió: “Sin llorar”. 

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Siempre hay algo de esa primera vez: la emoción, la admiración sin límites, y,  sobre todo, el asombro ante esa capacidad increíble de sostener el ritual de lucha durante 47 años.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Hice mis fotos el jueves 21 de marzo, en la Ronda número 2397.

Hoy más que nunca #memoriaverdadyjusticia.

Mi humilde homenaje a estas mujeres que, junto con Abuelas, son nuestro faro.

La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López

Sobre Alejandra López

Retratista.

Empezó a trabajar profesionalmente en 1990 haciendo fotografía teatral y en la revista El Porteño.

Durante 14 años fue fotógrafa de staff de la revista Viva del diario Clarín, donde fotografió a innumerables personajes del espectáculo y ha publicado en revistas como Elle, La Nación Revista, Brando, Harper’s Bazaar, Le Figaro Magazine, Bacanal.

Actualmente se dedica a la fotografía para gráficas de teatro y cine, colabora con la revista L’Officiel y es reconocida además por sus retratos de escritor, algunos ya icónicos, para editoriales de libros como Penguin Random House y Planeta.

Ha realizado numerosas muestras: Retratos (2001), La máscara (en el Festival Internacional de Teatro), Retratos de la Memoria, (imágenes de sobrevivientes del Holocausto) en el Museo Judío de Frankfurt, Calendario FOE 2009 y en junio del 2011, la exposición Algunos escritores, en la Fotogalería del Teatro San Martín. En 2021, realizó Ese día, una serie de retratos de víctimas sobrevivientes del atentado a la Amia. En 2023, Belleza Marrón, en el Centro Cultural Borges, (ensayo en colaboración con la agrupación Identidad Marrón).

Para ver más: en Instagram @alejandralopezfotografa

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La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

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Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

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Nota

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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