Odio el Guernica porque siendo dibujo coloreado más que pintura, es uno de los cuadros más famosos del siglo XX.
Detesto al Guernica porque es un cartelón y porque, como sucede a todo mediocre cartelón, su imagen es posible copiarla y multiplicarla al infinito.
Detesto al Guernica porque a pesar de las balas y las bombas, su imagen de luto y de oficio de tinieblas podrá perpetuarse.
Detesto al Guernica porque es ante todo un decorado y que este telón de fondo pertenece a una obra cuyo final aún no ha acontecido.
Detesto al Guernica porque no siendo un cuadro de historia es tristemente una de las composiciones más extraordinarias de la historia del arte.
Detesto al Guernica porque una horrible lágrima roja recortada en papel fue entregada a Bergamín para que lo siguiera y fuera colocada en cualquier parte de su superficie.
Odio al Guernica porque a su llegada a Madrid a las 8:35 en el jumbo Lope de Vega tras una espera de 44 años fue escoltado por la fuerza pública.
Desprecio al Guernica porque va a ser presentado en un salón de baile del siglo XVII cuya alta bóveda “multiplicará los efectos ópticos del cuadro”.
Odio a los helicópteros que acompañando al Guernica a su llegada recordaron otros vuelos de gozoso recuerdo.
Odio la osamenta del Guernica que regresa a la patria con honores castrenses “para ocupar su nicho en el cementerio de los desmemoriados proboscídeos nacionales”.
Odio a los políticos vascos y a Aurelio Arteta que no consiguieron la sustitución del Guernica en le pabellón español de 1937.
Odio a Francia porque el Guernica es la “manifestation du genie” de aquel país.
Detesto el Guernica porque el avión donde viajaba aterrizó con 45 minutos de retraso.
Odio al “Casón del Buen Retiro”, también llamado en otros tiempos “Museo de reproducciones artísticas” por su predestinación, como sus dos nombres indican, para acoger el espantapájaros gris y negro del Guernica.
Detesto las pinturas de Lucas Jordán que ornan el Casón del Buen Retiro porque al decir del director del Museo del Prado se producirá entre ellas y el Guernica “si no una simbiosis, sí un feliz maridaje”.
Odio al Guernica y su canto de Viva la Muerte.
Odio al Guernica porque a pesar de su rompecabezas desajustado recordará para siempre los insultos proferidos en su nombre.
Odio al Guernica, embajador de concordia.
Odio al Valle de los Caídos del Guernica.
Odio a los Estados Unidos porque a pesar de continuar lanzando plagas dejó partir el Guernica después de 42 años de prisión.
Odio al pueblo catalán y al pueblo vasco porque reclaman el Guernica.
Desprecio a Málaga, patria demasiado chica del pintor, que prefiere que el cuadro, en lugar de agusanarse, “se quede en Madrid para que sea contemplado por muchas más personas”.
Odio el nuevo exilio del Guernica.
Detesto al Guernica “porque nosotros pusimos los muertos y ellos disfrutan del cuadro”.
Desprecio al Guernica en su Ronda de Noche encristalada.
Odio al Guernica porque su despreciable padre cumple cien años de ignominia.
Odio a Instituto de Cultura Hispánica del Guernica.
Odio al Guernica porque “representa la consolidación de la democracia y el fin de la transición”.
Desprecio a Jacqueline Picasso porque todos los días 8 de cada mes conmemora el fallecimiento de su amante.
Odio a quien diciendo “Ahí te entrego el paquete” entregó efectivamente sana y salva tan odiosa carga.
Detesto al Guernica porque el avión donde viajaba, y a pesar de los temores de la policía neyorquina, no fue raptado y llevado a Cuba.
Desprecio a quien tras acompañar al Guernica en su viaje afirmó: “hoy puedo expresar mi satisfacción política y artística por haberlo logrado”.
Odio las figuras recortadas y salidas del cuadro, tal como las pintó el Equipo Crónica, velando la noche de guerra en el Museo del Prado.
Desprecio al Guernica porque por fin puede descansar en paz en su panteón inmerecido.
(…)
Intermedio. Diario del Caribe. Barranquilla. 29 de Noviembre de 1981. Págs. 14-15.
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