La Semana de Turismo comienza con una tradicional y atractiva convocatoria: Cinemateca llega a la 34ª edición de su Festival Internacional de Cine, con menos “pesos pesados” y énfasis en creadores poco conocidos que sorprendieron con sus últimos trabajos, aunque hay nombres como los del iraní Jafar Panahi, los franceses Michel Gondry y Robert Guédiguian, y los argentinos Raúl Perrone y Juan Villegas.

María José Santacreu, coordinadora general de Cinemateca, explicó a la diaria que la primera selección se da a partir de lo que se logra ver en otros festivales. Ni bien termina el que organizan aquí, van al BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente), entre otros, “y aquellas películas que nos interesan ya las gestionamos. Pero también nos van llegando por distintos medios, como recomendaciones de programadores de otros festivales -argentinos, españoles, holandeses-, ya que en todos estos años hemos generado una red de contactos”, señaló. Otra fuente son plataformas como Festival Scope, a las que las distribuidoras suben sus películas.

En cuanto a esta nueva apuesta, Santacreu cuenta que hay “menos directores consagrados, y una programación que incluye películas que descubrimos, nos gustaron y quisimos difundir”. Aclara que el festival también contempla a los “completistas”, o sea, a quienes siguen la carrera de determinados creadores y dicen: “Si hay una nueva de Guédiguian, la quiero ver”. Pero también están los que se juegan por films de los que casi no tienen referencias, más allá de lo que conozcan de su director o de alguna reseña. “Hay propuestas muy interesantes de directores nuevos o menos conocidos, y quisimos enfatizar más ese perfil, para que no compita un consagrado con uno que recién presenta su primera película. Así que hay mucho para descubrir”, comenta.

Habrá competencias internacionales de largometrajes, de cine de derechos humanos, panoramas, ciclos dedicados a distintos países y tres secciones temáticas: “Ensayo de orquesta” (música), “Ojo con el cine” (obvio) y “Una habitación propia: mujeres y cine”. Esta última no se planificó a priori, sino que se impuso cuando descubrieron la cantidad de buenas películas que entraban en esa categoría. “Son cerca de 20 que tienen que ver con las mujeres, con una mirada femenina o que abordan una problemática de la mujer. Fueron seleccionadas por derecho propio; después nos dimos cuenta de que se podían agrupar y que de hecho estaba bueno hacerlo”.

La apertura, mañana a las 21.30, estará a cargo del español Jonás Trueba con Los exiliados románticos, centrada en el viaje de tres amigos y, según se dice, marcada por el cine de Éric Rohmer. En la cuantiosa programación (174 largometrajes y 71 cortos, de una larga lista de países), se destacan La camarera Lynn, de Ingo Haeb, presentada como la versión alemana de Cincuenta sombras pero que se trata de una empleada de un hotel fascinada por la vida de los clientes de los cuartos que limpia; la rusa Bajo las nubes eléctricas, de Aleksey German Jr, con el mundo al borde de una gran guerra; y Tangerine, del estadounidense Spike Lee, un llamativo retrato de Los Ángeles a partir de dos amigas transexuales.

El cierre (el 2 de abril a las 21.30) será un esperadísimo film del iraní Jafar Panahi, Taxi. Cuando ganó el Oso de Oro del Festival de Cine de Berlín, en 2015, el presidente del jurado, Darren Aronofsky, dijo que había hecho “una carta de amor al cine, una prueba de que aun en las situaciones más adversas el cine no tiene límites”. Panahi sufre fuertes restricciones desde 2009, cuando fue detenido por “actuar en contra de la seguridad nacional y hacer propaganda contra el Estado”, debido a que se manifestó en contra del gobierno. En 2010, el cineasta fue condenado a seis años de cárcel y 20 de inhabilitación para hacer cine, viajar al exterior u ofrecer entrevistas. Un año después, haciendo caso omiso de su arresto domiciliario, realizó Esto no es un film, rodada íntegramente dentro de su casa y calificada de obra maestra. En su nueva obra Panahi se transforma en un taxista y recorre las coloridas y movidas calles de Teherán.

Las sedes serán las salas de Cinemateca, otras de Cine Universitario, la Zitarrosa y Life 21 -ex Casablanca.

Santacreu destacó que el festival es un llamador y que muchos aprovechan para asociarse, quizás atraídos por la oferta concentrada y por lo accesible de los precios. “Cuando nos piden abonos, les respondemos que en este caso no funcionan, porque si hacemos uno de diez o 15 películas, ya les conviene: la entrada sale $ 180, y si el abono las ofrece a $ 100 y es por 20 películas, asciende a $ 2.000 o $ 1.500. Y hacerse socio sale la mitad”.