¿Qué creen los confucianistas?

confucionismo

El confucianismo fue fundado por Kong Zi (o Kong Fu Ze), nombre que sería latinizado por los primeros misioneros jesuitas como «Confucio». No obstante, serán sus discípulos o seguidores los que sistematizarán las creencias morales y religiosas tras la muerte de Confucio.[1] Confucio nació en el 551 a. C. en el estado feudal de Lu. Si vida virtuosa y sabias enseñanzas impactaron a muchos hombres, hasta tal punto de llegar a considerarlo «el más grande de los hombres» o «el hombre perfecto».[2] Tras la muerte de sus padres, Confucio dejó a su familia para ser un maestro itinerante, cuyo éxito fue asombroso. Con la muerte de Confucio (479 a. C.), sus ideas se diseminarían con rapidez por medio de sus seguidores.[3]

Confucio no solo trataba de enseñar sobre sus ideas morales y éticas, sino también conseguir que los gobernantes las pusieran en práctica. Esta fue la razón por la que él y sus discípulos salieron del país de Lu para viajar a diferentes estados y convencer a los gobernantes de poner en prácticas las ideas de Confucio. Sin embargo, ningún gobernante pareció prestarle atención y catorce años después regresó a Lu desilusionado. Posteriormente, con el emperador Wu Ti, el confucianismo llegaría a convertirse en el culto estatal. De hecho, «solo los que conocían bien los clásicos confucianos se les seleccionaba para ser funcionarios estatales, y el que quisiera empleo con el gobierno tenía que aprobar exámenes sobre los clásicos confucianos, unos exámenes accesibles en toda la nación. Los ritos y rituales confucianos se convirtieron en la religión de la casa real».[4] De esta forma, esta fe fue cobrando fuerza en toda China, llegando incluso en el 630 d. C. a erigirse un templo estatal a Confucio bajo el emperador T’ai Tsung. Con el fin de la gobernación dinástica de China en el año 1911, el confucianismo comenzó a decrecer, acusado de favorecer el feudalismo.[5] Para este año, el confucianismo alcanzaba los 300 millones de seguidores, pero con la «Revolución Cultural» de Mao Zedong en el año 1951-1952, se erradicó en gran medida esta religión, puesto que era considerada una expresión de aristocracia antirrevolucionaria y decadente. Sin embargo, los regímenes subsiguientes, mucho más aperturistas, han permitido que el confucianismo recupere parte de su influencia en el país.[6]

El confucianismo cree en la existencia de multitud de espíritus en la naturaleza (espíritus de montañas, ríos, árboles, sol, estrellas, etcétera), pero todos ellos están subordinados y al servicio del Dios-cielo (T’ien). El Dios-cielo lo controla todo y todo lo ve. Debido a que creen que el Dios-cielo castigará sus malas acciones con muerte o maldiciones, se sienten motivados a obrar con virtud. Además, consideran que la felicidad de las almas de sus familiares difuntos depende en gran manera de la conducta de sus descendientes vivos. No obstante, Confucio enfatizaba la importancia de la práctica de la virtud por el amor a la virtud misma. Entre sus creencias no se encuentra la del pecado original, sino aquella que dice que en el nacimiento todos los niños son buenos. Si alguien es malo es porque ha sido pervertido por el mal ambiente que le rodeaba o por el mal ejemplo. Ni si quiera parece reconocer una innata inclinación al mal.

La esencia de sus enseñanzas se condensa en la buena conducta en la vida, el buen gobierno del Estado (caridad, justicia, y respeto a la jerarquía), el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación. Las máximas virtudes son: la tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al prójimo y el respeto a los mayores y antepasados. Si el príncipe es virtuoso, los súbditos imitarán su ejemplo: gobernante/súbdito, marido/mujer y padre/hijo. Una sociedad próspera sólo se conseguirá si se mantienen estas relaciones en plena armonía. La base de la doctrina confuciana es recuperar a los antiguos sabios de la cultura china e influir en las costumbres del pueblo.[7]

Su creencia en la divinidad se acerca al monoteísmo, considerando que el Dios supremo es el Dios-cielo y que todos los espíritus están sujetos y subordinados a él.[8]

Entre las prácticas religiosas más comunes del confucianismo se encuentra la de dar culto a los antepasados. Suelen tener en casa una pequeña cámara (denominada «templo de los antepasados») donde se guardan unas tablillas de madera con el nombre del difunto. Para honrarlos, cada cierto tiempo ponían ante ellas alimentos u otras ofrendas. También, cada cierto tiempo, se hacían fiestas en memoria de los familiares difuntos. También se hacen sacrificios a los espíritus de la tierra por cuidar la fertilidad de sus campos.[9] (7) Entre los ritos y observancias ceremoniales más importantes se encuentran las coronaciones (cuando un hijo llega a los veintiséis años de edad, su padre le da un nombre especial y pone sobre él un gorro de cuatro puntas, símbolo de su virilidad madura), los matrimonios (tener hijos es una obligación para todo hijo, por lo que el joven debe casarse a los treinta años y la chica a los veinte), los rituales de duelo (son muy importantes y su duración varía del rango del fallecido y de su relación con los dolientes), los sacrificios (ofrenda de alimentos en reverencia a los espíritus), las fiestas y las entrevistas.[10]

Como ya se ha dicho, el confucianismo en 1911 alcanzaba los 300 millones de seguidores, pero con la «Revolución Cultural» de Mao Zedong en el año 1951-1952, se erradicó en gran medida esta religión, puesto que era considerada una expresión de aristocracia antirrevolucionaria y decadente. Sin embargo, los regímenes subsiguientes, mucho más aperturistas, han permitido que el confucianismo recupere parte de su influencia en el país.[11] En la actualidad, es imposible definir a ciencia cierta el número de confucianistas pues muchos de ellos no se reconocen como tales o practican varias de las religiones tradicionales chinas (ya que muchas de ellas forman parte de la cultura).

En el confucianismo no hay sacerdocio. Son de vital importancia los reyes o emperadores, denominados «Hijo del Cielo». «Él sería quien mediaría entre el Cielo y los hombres. El gobernante chino tiene el mandato y con él la autoridad de celebrar ritos».[12] En el confucianismo, a pesar de que se fomenta la monogamia como la situación ideal, se permite tener concubinas o esposas secundarias, especialmente cuando tu primera mujer no pueda tener hijos.[13]

Aunque el confucianismo ha incentivado un buen estándar de moralidad y una noble concepción de la divinidad, la creencia en los espíritus de la naturaleza y su superstición no han pasado la prueba de la crítica moderna. Además, no responde adecuadamente a las necesidades espirituales, pues no encuentra utilidad en la oración, ni entiende conceptos como la gracia o una enseñanza definida respecto al más allá.

[1] Fenomenología e historia de las religiones. Módulo de estudio nº7 del Centro de Investigaciones Bíblicas de Santa Cruz de Tenerife, p. 261.

[2] Ibíd., pp. 261-262.

[3] El hombre en busca de Dios. New York: Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania, 1990, pp. 176-183.

[4] Ibíd., p. 183.

[5] Ibíd., pp. 183-184.

[6] Fenomenología e historia de las religiones. Módulo de estudio nº7 del Centro de Investigaciones Bíblicas de Santa Cruz de Tenerife, p. 272.

[7] https://es.wikipedia.org/wiki/Confucio#Filosof.C3.ADa [En línea: consultado el 19/02/2016].

[8] Fenomenología e historia de las religiones. Módulo de estudio nº7 del Centro de Investigaciones Bíblicas de Santa Cruz de Tenerife, p. 265.

[9] Fenomenología e historia de las religiones. Módulo de estudio nº7 del Centro de Investigaciones Bíblicas de Santa Cruz de Tenerife, pp. 268-271.

[10] Ibíd.

[11] Fenomenología e historia de las religiones. Módulo de estudio nº7 del Centro de Investigaciones Bíblicas de Santa Cruz de Tenerife, p. 272.

[12] https://es.wikipedia.org/wiki/Confucianismo#Doctrina [En línea: consultado el 19/02/2016].

[13] Fenomenología e historia de las religiones. Módulo de estudio nº7 del Centro de Investigaciones Bíblicas de Santa Cruz de Tenerife, p. 269.

Acerca de José Daniel Espinosa Contreras

José Daniel Espinosa Contreras (B.Th., M.Th.) nació en Jaén (provincia andaluza), en 1993. Se graduó en Teología por la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios de España en La Carlota (Córdoba). Máster Universitario en Teología por la Universidad de Murcia. Masterando en Teología Dogmática por el Centro de Investigaciones Bíblicas (CEIBI). Fue formado por la Universidad de la Laguna (Tenerife) en un curso de «Religiones en España». Sirve a Dios en el ministerio pastoral desde el año 2018, en un pequeño pueblo del sur de España, Torredelcampo. Es profesor de Historia del Nuevo Testamento en la Facultad de Teología A. D. (Córdoba) y de la Epístola a los Hebreos en la Escuela Evangélica de Teología (EET), y colabora como docente de la asignatura de «Fenomenología e Historia de las Religiones» en el CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas). Autor de «¿A quién adoran los cristianos? Historia y teología de la Trinidad en el culto cristiano» (2017) y «Evangelización en un mundo posmoderno» (2021). Escribe como articulista en Protestante Digital y en otros medios digitales. Está felizmente casado con Natalia y es padre de dos hijos.
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