Blog de Jose Antonio Martin

Esta crisis del capitalismo ha topado con la paradoja de encontrar Europa, prácticamente en todos los países, a la derecha gobernando. Aprovechando esta crisis en países como España se está aplicando la hoja de ruta de máximos, justificando todo ello en la necesidad de recortes y austeridad que los organismos internacionales advierten una y otra vez que es un error. Uno de los más importantes es la privatización del sector público, en algunos casos hasta límites insoportables, en sectores tan sensibles como la educación, la sanidad o los servicios sociales.

Analicemos en general el tema de las privatizaciones desde el punto de vista económico, viendo por un lado las supuestas justificaciones, las consecuencias y lo que sucede en la realidad. Se puede definir privatización como la transferencia total o parcial al sector privado de la propiedad de una empresa pública. Quienes la defienden se basan en dos premisas: las empresas públicas no son competitivas y como una forma de obtener liquidez vendiendo estas empresas. Algunos objetivos que teóricamente se marcan,  entre otros, son:

• Desregular la economía.
• Aumento de la competencia y la calidad
• Reducir las distorsiones económicas provocadas por las interferencias políticas.
• Reducir deuda y el déficit públicos.
• Desarrollar los mercados de capitales nacionales.
• Extender el universo de población propietaria de acciones (Margaret Thatcher denominaba capitalismo popular).
• Entrada de capitales extranjeros.

Lo cierto es que esas empresas públicas tuvieron que crearse ante el fracaso del libre mercado previo, donde ninguna empresa privada fue capaz de ponerlas en marcha, ante la necesidad de prestar sobre todo servicios básicos a la población, independientemente del lugar donde vivieran y sin tener en cuenta criterios de rentabilidad. En determinados territorios no existirían servicios como telefonía, electricidad o sanidad, que para una empresa privada no serían rentables.

A pesar de ello estas empresas eran rentables generando beneficios: Repsol, Tabacalera, Telefónica, Endesa,….etc, mientras prestaban sus servicios a todo el territorio. Estas empresas fueron privatizadas diciéndonos que a partir de ese momento al aumentar la competencia y dejar de operar en monopolio, tendríamos servicios más baratos y de mayor calidad. Sin embargo observamos como cada vez la factura para el consumidor es más abultada, la supuesta competencia es un oligopolio donde los precios entre compañías son los mismos y la mejor calidad del servicio no se nota, salvo en los avances tecnológicos que se hubiesen producido igualmente de manera natural con el tiempo. Mientras, los sueldos de sus directivos son escandalosos y no dejan de ser personas próximas al poder político que en su momento las privatizó.

Por otro lado, aparte de esas empresas, son escasas las que han nacido del propio mercado nacional, sino que han venido de fuera del territorio, simplemente se ha puesto en manos privadas unos servicios que pagamos igualmente, aunque no sea con nuestros impuestos. Han dejado fuera el poder de decisión a la sociedad provocando que los intereses en muchos casos de estas empresas y los sociales estén enfrentados.

Luego está la falacia de que una empresa pública no es rentable (socialmente, se entiende) y sin embargo sí lo es privadamente (beneficios económicos). Esto sucede, bien porque se cobra un precio que el regulador no es capaz de recaudar mediante impuestos (que serían inferiores) o bien porque manifiesta su incapacidad de gestión o control para hacerla viable. Una empresa pública no necesita tener beneficios, sólo los sociales y sus precios deben cubrir los costes en el caso que estos no estuviesen cubiertos por nuestros impuestos, mientras una empresa privada aparte de cubrir costes debe tener beneficios para sus socios, esto se hace subiendo precios y restringiendo servicios a quienes no se lo puede pagar.

Mientras privatizar determinadas empresas públicas dedicadas a actividades no básicas puede ser muy discutible, cuando se trata de servicios básicos como sanidad, educación o servicios sociales (que ha permitido de esta manera llegar donde no es rentable de forma privada), en estos casos es más grave. Sobre todo viendo experiencias de otros países donde su sanidad privatizada es infinitamente más cara, presta peores servicios y menos personas tienen acceso a ella.

En definitiva estamos asistiendo a una privatización del sector público de tipo ideológico y a veces con precios políticos, que no tienen nada que ver con los de mercado. Esto hará que  cada vez más personas tengan un acceso restringido a estos bienes y servicios. Se basan en supuestos falsos que podrían ser corregidos gestionando adecuadamente y recaudando impuestos, pues de otra forma podemos comprobar con resultados palpables que resultan más caros aunque ese precio no se pague en forma de impuestos. Tampoco es cierto que generen más empleos, sino al contrario generan empleo más precario peor pagado mientras sus dirigentes cobran unos sueldos que jamás hubiese soñado el sector público. Al mismo tiempo sus estrategias no están al servicio de la sociedad, que pierde su poder de decisión, sino al servicio de intereses económicos privados.

Las empresas públicas propiciaron el crecimiento de la industria privada. El sector privado no tenía la capacidad o no estaba dispuesto a financiar e invertir lo suficiente (y producir a nivel de costo) para satisfacer las necesidades crecientes  como sanidad, educación, agua potable o transporte baratos. Las empresas del sector público produjeron bienes y servicios para venderlo barato al estar subsidiado a los productores privados. Esto les permitió competir y hacer grandes fortunas. Los proyectos de construcción para proporcionar un servicio público, como carreteras, presas, puertos, etc. se han asignado por subcontratación al sector privado; lo que estimuló su crecimiento. Sin el gran empujón del sector público, para establecer infraestructura básica e industria, y su financiación, es difícil imaginar dónde estaría ahora el libre mercado de los grandes empresarios neo-liberales actuales.

La privatización ha polarizado la estructura de clase, los compradores de empresas públicas han pasado de millonarios a multimillonarios y al despido de empleados públicos «excedentes». La subida de precios de los servicios, energía eléctrica, transporte, etc.  ha causado una caída en los niveles de vida, los monopolios públicos se han convertido en monopolios privados. Estas empresas privatizadas se han beneficiado de subvenciones públicas al mismo tiempo que se han socializado sus pérdidas privadas, las grandes decisiones la toman los grandes grupos financieros pasando por encima de los estados y los parlamentos  que sólo les queda reaccionar ante ellas, con la consecuente pérdida de democracia.

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