Cuaderno de campaña / 6. No olvidemos al Partido Abstencionista, con más de 12 millones de «afiliados»

América invertida, dibujo de Joaquín Torres García, 1943, Museo Juan Manuel Blanes, Montevideo (i) / Mapa de España invertida (d) – Fotocomposición de JA COBEÑA.

Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. Al fin del milenio, el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies.

Eduardo Galeano, en Patas arriba. La escuela del mundo al revés.

Sevilla, 12/VII/2023

Hace nueve siglos, un geógrafo, botánico y polígrafo de origen andalusí, concretamente malagueño y nacido en Ceuta, Al-Idrisi (1100-1165), tal y como lo cuenta Eduardo Galeano en su obra Patas arriba. La escuela del mundo al revés, hizo una interpretación invertida del Universo: En el siglo doce, el geógrafo oficial del reino de Sicilia, Al-Idrisi, trazó el mapa del mundo, el mundo que Europa conocía, con el sur arriba y el norte abajo. Eso era habitual en la cartografía de aquellos tiempos. Y así, con el sur arriba, dibujó el mapa sudamericano, ocho siglos después, el pintor uruguayo Joaquín Torres García. Nuestro norte es el sur, dijo. Para irse al norte, nuestros buques bajan, no suben. Si el mundo está, como ahora está, patas arriba, ¿no habría que darle vuelta, para que pueda pararse sobre sus pies? Cuando me aproximo a la abstención en las ultimas convocatorias electorales pienso, efectivamente, lo que debo hacer viviendo en el Sur, el Norte del mundo, de mi país, porque amo y defiendo la óptica del progreso y de los avances sociales para todos, sin excepción alguna.

En estos momentos tan difíciles y confusos de la campaña electoral, con una España al revés, que no valora lo que ha supuesto para toda su población lo conseguido para el Estado de Bienestar de este país, en la legislatura que ahora finaliza, recuerdo especialmente que el gran vencedor de las elecciones locales del pasado 28 de mayo, fue el Partido Abstencionista, enemigo público número uno de toda convocatoria electoral democrática, casi en idéntica proporción a lo ocurrido en las elecciones de 2019, convirtiéndose en una constante muy preocupante en este país. Según los datos oficiales del Gobierno, la abstención fue del 36,09% del censo electoral, lo que sumó un total de 12.822.326 personas que no emitieron su voto, sobre un total de 35.535.887 electores, sacando una gran distancia sobre los datos del partido vencedor, que obtuvo un 31,50% del total de electores, hasta alcanzar la cifra de 7.046.634 votantes. En cifras absolutas, la abstención creció en relación con los datos de 2019, la convocatoria anterior, que fue del 34,80%, recayendo la misma sobre un total de 12.278.917 electores.

En la citada campaña publiqué un artículo, Necesitamos la ideología no inocente, mediante el voto, para transformar la sociedad, en el que analizaba que la ideología es una proyección fantástica de la inteligencia, entendida ésta como la capacidad que tiene todo ser humano para resolver problemas, gran objetivo de la política a través de programas electorales. La inteligencia que vehiculizamos a través de la ideología podemos llamarla inteligencia social o inteligencia política, porque es evidente que ésta no es ni puede ser algo que flota por encima del desarrollo social, algo neutral o imparcial, sino que refleja lo que está pasando en el mundo que nos rodea y cómo se reacciona ante estos momentos electorales donde se decide cómo se van a abordar los problemas reales y actuales de este país, por ejemplo, a través de los programas de los partidos que participen en esta convocatoria para la participación ciudadana mediante el voto. Es lo que aprendí hace ya muchos años del pensador neomarxista Georg Lukács, tantas veces citado en este cuaderno digital, cuando decía que “no hay ninguna ideología inocente: la actitud favorable o contraria a la razón decide, al mismo tiempo, en cuanto a la esencia de una filosofía como tal filosofía en cuanto a la misión que está llamada a cumplir en el desarrollo social. Entre otras razones, porque la razón misma no es ni puede ser algo que flota por encima del desarrollo social, algo neutral o imparcial, sino que refleja siempre el carácter racional (o irracional) concreto de una situación social, de una tendencia del desarrollo, dándole claridad conceptual y; por tanto, impulsándola o entorpeciéndola” (1).

También indicaba que hay que pensar en el día después de las elecciones, porque detrás del voto debe haber siempre un compromiso activo con mi voto fiado a terceros que probablemente ni conozco, a través de un papel de color blanco, alargado como la sombra ética y decente que lo protege. Es decir, pase lo que pase con las elecciones, tengo que mantener activo el compromiso diario de mi opción a través de la participación activa, como ciudadano o ciudadana que vive en un ámbito local concreto, en la consecución de aquellos objetivos que me han llevado a elegir una determinada opción política volcada en un programa, que nunca se debe entender como flor de un día. El éxito político, como el campo, es para quien lo trabaja y no hay que olvidar que cuando la política se entiende así podemos ser protagonistas de la misma en mi casa, mi barrio, mi trabajo, mi ciudad, mi país o, simplemente, entre mis amigos o familia del alma. Somos, como bien decía Aristóteles, animales políticos queramos o no decirlo o sentirlo en lo más íntimo de nuestra intimidad.

Lo que no se comprende es la abstención masiva, como ha vuelto a ocurrir en las últimas convocatorias electorales, dejando pasar una ocasión mágica de la democracia, no depositando el voto, dejando que la política global de este país viaje posiblemente, de nuevo, hacia lugares en los que miles de ciudadanos no tienen ni arte ni parte por su abstención, como si la cosa política, la res pública, no fuera cosa de todos, a pesar de lo que muchas personas piensan en la actualidad, que la política es uno de los principales problemas de este país. Dije exactamente que «el Partido Abstencionista prepara ya, apasionadamente, estas elecciones en todo el país, en Andalucía, en barras de bares y reuniones de amigos y amigas, donde se prohibe desde hace ya mucho tiempo «hablar de política», proyectándose el reino de opinadores y opinadoras mayores del Reino de la Abstención en redes sociales que harán su 23 de julio especial, con una descalificación permanente de la política y de los políticos «porque todos son iguales» y de la peor calaña. Porque a ellos y son más de doce millones de presuntos implicados en las urnas, constitucionalmente hablando, «ni les va no les viene». Craso error.

Lo que es indudable es que ante estos datos escandalosos de abstención, aunque estemos avisados por convocatorias anteriores, es que que algo grave está pasando cuando se está dando este espectáculo antidemocrático, en el sentido etimológico del término «democracia», que conlleva siempre la participación en las cosas de la ciudad, porque la gran mayoría de los abstencionistas alardean de que “no son políticos” y no están de acuerdo con la política tal y como está y se ejerce, olvidando que tienen la posibilidad de hacerlo en blanco, pero no renunciar a un derecho fundamental, constitucional (Constitución Española, Art.23.1), de «participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal» y a un deber inherente a todo ciudadano responsable.

En segundo lugar, estamos todavía recuperándonos del desastre electoral de la llamada «izquierda» del pasado 28 de mayo, porque aunque ha transcurrido muy poco tiempo es evidente que era obligado analizar lo que ocurrió también con la derrota, sin paliativos, de la izquierda global. La democracia nos enseña que hay que respetar de forma casi reverencial el resultado de las urnas y ante estas elecciones creo que había una gran lección que aprender en la memoria ética de la izquierda: su fractura en múltiples partidos, agrupaciones y coaliciones, ahora unidas en SUMAR, no ha hecho otra cosa en los últimos años, que entorpecer con su división la noble tarea que la caracteriza: la transformación social. Como con estas elecciones tenemos la gran oportunidad, desde la izquierda global, de no conformarnos con lo ocurrido y dejar que todo siga igual y recuperar la identidad de clase como militancia activa y pasiva en torno al espectro de lo que denominamos «izquierda», hay que salir en tromba para convencer a los abstencionistas que merece la pena que voten a pesar de los pesares, porque el país es cosa de todos. La ausencia pavorosa de ideología política en general y en la izquierda en particular, conlleva la obligación en esta campaña de analizar detalladamente los programas políticos y defender lo que beneficia a todos en general, salvando siempre el interés general y ahí es un hecho evidente que todos los programas no son iguales. Será la única ocasión próxima para que determinados políticos honrados y cabales, lleven adelante los programas más dignos que podamos considerar y acordes con nuestro conocimiento, sentimiento y emociones, a pesar del fenómeno de “mediocracia”, el gobierno de los mediocres, por el que los eternos mediocres nos invaden por tierra, mar y aire y a la que he dedicado bastantes artículos en este cuaderno digital.

Es probable que los mediocres, que además votan, salgan huyendo porque no soportan dignidad alguna que les pueda hacer sombra. Si es que alguna vez tuvieron cuerpo presente de altura de miras, que no es el caso. Ni de los que los eligen para puestos claves en la sociedad. ¿Qué quiere decir esto? Que entre tibios, mediocres y tristes anda el juego mundial de dirigir la vida a todos los niveles, nuestro país incluido, con especial afectación en los que nos gobiernan. Cuando se instalan en nuestras vidas, hay que salir corriendo porque no hay nada peor que un mediocre, además triste y tibio. Pero es necesario estar orientados y correr hacia alguna parte, hacia la dignidad en todas y cada una de sus posibles manifestaciones.

Por último, vuelvo a mi rincón de pensar y a intentar colaborar en el resurgimiento de la ideología de izquierda en esta campaña electoral, que nos permita volver a creer que unidos por la ideología común política, no seremos vencidos por los abstencionistas y por la derecha cavernícola que nos asola, porque es posible transformar la sociedad, no sólo cambiarla, estando muy cerca de los nadies de Galeano, en particular, a los que no pienso olvidar, así como de la lucha por un mundo mejor, en el que superemos este momento gris y amargo en el que la desolación y el abandono del barco de la izquierda pretenden imponerse. Lo hago porque creo que mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas de este país, de Andalucía, por donde pasarán las personas que colaboren a construir una sociedad mejor, sin excluir a nadie en esta preciosa tarea. De ahí el interés social para extenderla a través del boca a boca, para reducir el número de abstencionistas el 23 de julio próximo, en beneficio de todos.

(1) Lukács, G. (1976). El asalto a la razón. Barcelona: Grijalbo, pág. 5.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!