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ESCUELA INSTITUTO LINCOLN ESPAÑOL DIA DEL IDIOMA ESPAÑOL SEGUNDO PARCIAL/ PRIMER SEMESTRE MS. EVELYN PALACIOS SINDY CARRANZA 10 B 23-30-18


¿Por qué se celebra el 23 de abril? ¿A quién o quiénes les rinden homenaje? y ¿Por qué? El 23 de abril se celebra el Día Mundial del Idioma Español, en honor al escritor español Miguel de Cervantes. Cervantes murió en 1616, el 22 de abril. Pero, según la costumbre de la época, se registró su muerte el día de su entierro, el 23 de abril, por lo que históricamente se tomó esa fecha para conmemorar su fallecimiento. En 2010, la ONU decidió celebrar su diversidad cultural y multilingüismo a través del establecimiento de los "Días de las lenguas" para sus seis idiomas oficiales, dentro de los cuales está el español, el francés, chino, inglés, ruso, y árabe. Para celebrar el idioma español, la ONU eligió la fecha en la que se conmemora la muerte de Cervantes. El objetivo del día es divulgar "la historia, la cultura y el uso del español como idioma", según indica el sitio oficial de las Naciones Unidas. Cervantes está considerado la máxima

figura de la literatura española. Fue novelista, poeta, dramaturgo y soldado. Y autor de "El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha", una de las mejores obras de la literatura universal, y el libro más editado y traducido de la historia después de la Biblia. La celebración de este día fue una decisión espontánea tomada en la Conferencia General de la UNESCO que se celebró en París en 1995, para rendir un homenaje universal a los libros y a los autores antes mencionados, concientizando al mundo en general, acerca de la historia, la cultura y el uso del español como idioma oficial.


ESCRITORES William Shakespeare

(Stratford on Avon, Reino Unido, 1564 - id., 1616) Dramaturgo y poeta inglés. Solamente con sus versos hubiera ya pasado a la historia de la literatura; por su genio teatral, y especialmente por el impresionante retrato de la condición humana en sus grandes tragedias, Shakespeare es considerado el mejor dramaturgo de todos los tiempos. Tercero de los ocho hijos de John Shakespeare, un acaudalado comerciante y político local, y Mary Arden, cuya familia había sufrido persecuciones religiosas derivadas de su confesión católica, poco o nada se sabe de la niñez y adolescencia de William Shakespeare. Parece probable que estudiara en la Grammar School de su localidad natal, si bien se desconoce cuántos años y en qué circunstancias. Según el dramaturgo Ben Jonson, coetáneo suyo, William Shakespeare aprendió «poco latín y menos griego», y en todo caso parece también probable que abandonara la escuela a temprana edad debido a las dificultades por las que atravesaba su padre, ya fueran éstas económicas o derivadas de su carrera política.

Sea como fuere, siempre se ha considerado a Shakespeare como una persona culta, pero no en exceso, y ello ha posibilitado el nacimiento de teorías según las cuales habría sido tan sólo el hombre de paja de alguien deseoso de permanecer en el anonimato literario. A ello ha contribuido también el hecho de que no se disponga en absoluto de escritos o cartas personales del autor, quien parece que sólo escribió, aparte de su producción poética, obras para la escena. La andadura de Shakespeare como dramaturgo empezó tras su traslado a Londres, donde rápidamente adquirió fama y popularidad en su trabajo para la compañía Chaberlain's Men, más tarde conocida como King's Men, propietaria de dos teatros, The Globe y Blackfriars. También representó, con éxito, en la corte. Sus inicios fueron, sin embargo, humildes, y según las fuentes trabajó en los más variados oficios, si bien parece razonable suponer que estuvo desde el principio relacionado con el teatro, puesto que antes de consagrarse como autor se le conocía ya como actor. Su estancia en la capital británica se fecha, aproximadamente, entre 1590 y 1613, año este último en que dejó de escribir y se retiró a su localidad natal, donde adquirió una casa conocida como New Place, mientras invertía en bienes inmuebles de Londres la fortuna que había conseguido amasar.


La obra de Shakespeare La publicación, en 1593, de su poema Venus y Adonis, muy bien acogido en los ambientes literarios londinenses, fue uno de sus primeros éxitos. De su producción poética posterior cabe destacar La violación de Lucrecia (1594) y los Sonetos (1609), de temática amorosa y que por sí solos lo situarían entre los grandes de la poesía anglosajona. Con todo, fue su actividad como dramaturgo lo que dio fama a Shakespeare en la época. Su obra, en total catorce comedias, diez tragedias y diez dramas históricos, es un exquisito compendio de los sentimientos, el dolor y las ambiciones del alma humana. Tras unas primeras tentativas, en las que se transparenta la influencia de Christopher Marlowe, antes de 1600 aparecieron la mayoría de sus «comedias alegres» y algunos de sus dramas basados en la historia de Inglaterra. Destaca sobre todo la fantasía y el sentido poético de las comedias de este período, como en El sueño de una noche de

verano; el prodigioso dominio del autor en la versificación le permitía distinguir a los personajes por el modo de hablar, amén de dotar a su lenguaje de una naturalidad casi coloquial.


Inca Garcilaso de la Vega. Considerado el más emblemático representante del mestizaje hispanoamericano como proceso cultural y como estímulo para la creación, el Inca Garcilaso de la Vega es también ejemplo paradigmático del humanismo renacentista inserto en (y en conflicto con) el contexto de la conquista y colonización de América. Esta Biblioteca dedicada al autor, realizada en el marco de la colaboración con la Biblioteca Nacional del Perú, nace el año en que se

conmemora el IV centenario de la publicación de su obra cumbre, Comentarios Reales de los Incas (1609), con el objetivo de ofrecer un acercamiento a su figura atento tanto a su producción historiográfica y literaria como a las tensiones vitales, históricas, políticas y culturales que la determinaron y han condicionado también su fama posterior como uno de los grandes clásicos de la cultura hispanoamericana


Teresa de la Parra

(Ana Teresa Parra Sanojo; París, 1889 - Madrid, 1936) Escritora venezolana considerada, junto a Rómulo Gallegos, la novelista más importante de la primera mitad del siglo XX en su país. Su padre, Rafael Parra Hernáiz, era cónsul de Venezuela en Berlín; su madre, Isabel Sanojo Ezpelosín de Parra, descendía de una rancia familia de la sociedad caraqueña. "Tanto mi madre como mi abuela pertenecían por su mentalidad y sus costumbres a los restos de la vieja sociedad colonial de Caracas", escribía Teresa de la Parra en 1931, en una breve reseña autobiográfica. En esa misma reseña declaraba haber nacido en Venezuela, y aunque París dista nueve mil kilómetros de Caracas, apenas puede decirse que mintiera, ya que la infancia de Ana Teresa transcurrió cerca de la capital venezolana, en la hacienda familiar de Tazón. Poco después de morir su padre, en 1900, se trasladó con su madre y hermanos a España, y en 1902 ingresó en el valenciano internado del Colegio del Sagrado Corazón de Godella. Estos años formativos, los de su infancia y adolescencia, dejaron una profunda huella en la escritora: los recuerdos de Tazón darían vida a la hacienda Piedra Azul de Las memorias de Mamá Blanca (1929), y el internado se convertiría en el marco formativo de María

Eugenia Alonso, la heroína de Ifigenia.La carrera literaria de Teresa de la Parra presenta tres momentos claramente diferenciados. Sus primeras incursiones fueron unos breves cuentos, de tema fantasioso más que fantástico y tintes vagamente orientalizantes, y el diario apócrifo "de una caraqueña por el Lejano Oriente", publicado en la revista Actualidades, que dirigía Rómulo Gallegos. El relato MamáX, que le valió en 1922 el premio literario de un diario de Ciudad Bolívar, pasó luego a formar parte de una narración más extensa, el Diario de una señorita que se fastidiaba (matriz narrativa de Ifigenia) publicado ese mismo año en revista La lectura semanal, que dirigía por José Rafael Pocaterra. Posteriormente, Teresa de la Parra recordaría ese año de 1922 como el del inicio de su verdadera vocación de escritora.En París llevó el género de vida que convenía a una señorita de la buena sociedad caraqueña: asistir a recepciones en embajadas y frecuentar a escritores hispanoamericanos. Inició entonces con el diplomático y escritor ecuatoriano Gonzalo Zaldumbide una amistad, amorosa primero, después entrañable y fraternal, que ha quedado documentada en un nutrido epistolario. Cabrera la acompañó hasta el último momento durante su dolorosa peregrinación por sanatorios suizos y españoles, en busca de la imposible curación de su tuberculosis. La enfermedad, cuyos primeros síntomas se manifestaron en 1931, modificó de raíz su personalidad y su vida. Con respecto a su obra, sería más acertado decir que la enfermedad agravó cierto giro que la autora había comenzado a dar desde su ciclo de conferencias del año anterior. "Acomodar las palabras a la vida, renunciando a sí mismo, sin moda, sin


pretensiones de éxito personales, es lo único que me atrae por el momento", escribía en 1930 al historiador venezolano Vicente Lecuna. Surgió entonces el proyecto, que no alcanzó a realizar, de escribir una "biografía íntima" de Simón Bolívar que evitara las facilidades de la novela histórica, que Teresa decía detestar. Salvando las distancias entre autores tan disímiles, puede decirse que Teresa de la Parra fue la primera en concebir una idea que ejecutarían, en muy distintos registros, Álvaro Mutis en su cuento El último rostro y Gabriel García Márquez en El general en su laberinto. Hasta su muerte en 1936, Teresa de la Parra no dio nada más a la imprenta. Sus escritos inéditos, sin embargo, tienen el peso y la importancia de su obra editada. Su epistolario, sobre todo, es un monumento de madurez reflexiva y un impecable ejercicio de diálogo amoroso y amistoso. En 1947 sus restos fueron trasladados a Caracas e inhumados en el Cementerio General del Sur. El 7 de noviembre de 1989 fueron sepultados en el Panteón Nacional, convirtiéndose en la primera mujer venezolana en penetrar en este mausoleo. Brillante mezcla de diario y novela epistolar, Ifigenia plantea el drama de una joven mujer de buena familia venida a menos, en medio de una sociedad que no le permite expresar sus ideas ni elegir su destino, y el desengaño estoico con el que su heroína, especie de Emma Bovary caraqueña al modo de Flaubert, acaba asumiendo otro que le viene impuesto por su entorno y circunstancias. No es sólo la gracia, vivacidad y animación del estilo en que está escrita (a Teresa de la Parra merece llamársela uno de los clásicos de la joven literatura venezolana) lo que la ha hecho tan popular, sino el conflicto que plantea. Ifigenia quiere expresar el choque entre las

antiguas formas de vicia de la aristocracia criolla y la emergencia de nuevas fuerzas económicas y sociales. La tragedia se personifica en María Eugenia Alonso, una hermosa muchacha de la sociedad de Caracas que, después de haber estudiado en Europa, vuelve a Venezuela a sufrir la pobreza disimulada y el enclaustramiento convencional que le impone su rigurosa y muy puritana familia. Ella quisiera liberarse por el trabajo y la cultura, pero le acosan los intolerantes jefes de la tribu. Muchas mujeres venezolanas del pasado vivieron así, en resignación y sin protesta, y así ha de vivir la protagonista de la novela, comparada simbólicamente con la heroína griega del título. Con arte admirable, la novela interpreta el mundo desde un ángulo completamente femenino y narra desde él, con ironía y agudeza, la vieja querella de los sexos. La popularidad de Ifigenia se mantiene por la veracidad e ingenio (que no excluye el patetismo) con que describe el problema de la mujer venezolana a comienzos del siglo XX. Al alto mérito literario de la obra se añade el de expresar un momento de crisis y cambio en la sociedad criolla. Desde este punto de vista histórico, vale la pena comparar otras soluciones y análisis del problema femenino en novelistas venezolanos posteriores a Teresa de la Parra, como Trina Larralde, en su novela Guataro (1937), y Antonia Palacios en su libro Ana Isabel, una niña decente (1950). Inspirándose en recuerdos personales y en las vicisitudes de su propia familia, vividos largamente en una extensa y patriarcal "hacienda" venezolana antes de establecerse en Caracas, Teresa de la Parra teje en Las memorias de Mamá Blanca una elegía del mundo encantado de la infancia que, semejante al paraíso antes del pecado, está satisfecho de


sí mismo, porque ignora aquello que existe más allá de sus propios y dichosos confines. Las refinadas cualidades de la autora se revelan por su conciencia literaria, sutil y omnipresente, que transfigura y llena de símbolos a sus más sencillos personajes: Blanca Nieves, la protagonista, llamada por burla de sus hermanas "boca abierta", es soñadora y "poeta", habiendo heredado de su madre un estupor atónito y un romántico desdén frente a la realidad, estupor y desdén que aparecen en ella teñidos de un pudor más íntimo y trepidante. Lo contrario de Blanca es Evelyn, la nodriza mulata, con algo de sangre anglosajona en sus venas, que representa el espíritu positivo y emprendedor y no deja de tener discípulos entre las mismas hermanas de Blanca. Revestidos de una simbología literaria, a veces velada de ironía, y sobre un fondo, en cierto modo alegórico, del Edén de la infancia, se mueven los personajes principales, a los cuales la autora añade otros como concesión a cierto gusto por la galería de tipos destinados a presentar una visión sintética de la sociedad campesina venezolana a finales del siglo XIX: el primo Juancho, tipo del político utopista, docto y distraído, amable y anglófilo hasta la locura; el viejo jardinero Vicente Cochocho, que vive "con la serena confianza de los vegetales y de los dioses" en una intacta y homérica sabiduría; el vaquero Daniel, poeta popular de gusto romántico a juzgar por los nombres dados a las bestias que tiene a su cuidado. La serie de estos personajes, que a veces parece disolverse en el gusto autónomo por el esbozo, se conserva sólidamente, junto con el tenue pero resistente hilo de la memoria, por la emoción evocadora, que unifica en una atmósfera de mágico realismo los datos esparcidos del recuerdo. Pero Blanca tiene, de

acuerdo con su nombre, todos los cabellos blancos y en este momento todo su mundo infantil y remoto constituye una conquista duradera y, al mismo tiempo, una pérdida irreparable. Ya que (y esta es la sustancia de toda la historia) "debemos conservar los recuerdos en nuestro interior, sin volver nunca a posarlos imprudentemente sobre cosas y personas que mudan con los cambios de la vida". La obra de Teresa de la Parra Teresa de la Parra fue la primera escritora venezolana que obtuvo reconocimiento crítico fuera de su país. Sus dos novelas tuvieron una amplia difusión en Francia, España e Hispanoamérica inmediatamente después de su publicación en los años veinte, y la autora recibió el homenaje de Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez. El filósofo vasco le envió una serie de pormenorizadas anotaciones a su novela Ifigenia, y uno de sus agudos comentarios hace referencia al tema del espejo, recurrente en esta obra: "Como uno se olvida de sí mismo, Teresa, desdoblándose y vaciándose, es a fuerza de mirarse en el espejo". El poeta de Moguer redactó una honda nota obituaria, que publicó El Sol de Madrid un mes después de la muerte de la escritora, acaecida en 1936 en el sanatorio de Fuenfría, en la sierra de Guadarrama, tres meses antes de estallar la guerra civil española. Cuando el mundo literario español comenzó a levantar cabeza, tras el largo túnel del franquismo, los españoles que admiraron a la venezolana habían desaparecido de escena. Además, el estruendoso boom latinoamericano impuso rápidamente otros nombres y novedades.


En Venezuela, la suerte póstuma de su obra no fue más propicia. El año de la muerte de Teresa de la Parra fue también el de la liquidación del régimen de Juan Vicente Gómez en Venezuela. El país despertaba de casi tres décadas de una dictadura que lo había mantenido en un aislamiento casi total del resto del mundo. En pocos años Venezuela dejaría de ser "la enorme hacienda" de Gómez para iniciar una frenética transformación de sus instituciones políticas y estructuras económicas y sociales. Para los venezolanos que repudiaron el gomecismo, la figura y la obra de Teresa de la Parra poco o nada se avenían a las exigencias del momento. Sus dos novelas, así como el ciclo de conferencias que sobre "La importancia de la mujer americana durante la Colonia, la Conquista y la Independencia" dictó en Bogotá y Barranquilla en 1931, dejaban la imagen de una escritora que miraba hacia atrás y recreaba en su obra comportamientos y códigos sociales que muchos venezolanos de entonces asociaban con el provincianismo y atraso que querían superar. A estas circunstancias, y al hecho de que fuera considerada durante largos años como la afrancesada autora de obritas menores, se sumó la lluvia de anatemas que desató entre los críticos venezolanos más conservadores su primera novela, Ifigenia (1924), la cual, según contaba la misma autora, fue calificada de "volteriana, pérfida y peligrosísima en manos de las señoritas contemporáneas".Si algo caracteriza a la escritura de Teresa de la Parra es su limpidez y transparencia. Su narrativa, que nace en el momento álgido de la modernidad literaria, se señala por su rechazo de la experimentación formal y lingüística. Ella misma admitía, sin trazo de pudor o arrogancia, que el

arte de su época (el cubismo o el dadaísmo, que había conocido en sus años parisinos) no le decía absolutamente nada.Ajena a la modernidad, su obra es una puerta abierta hacia el pasado. Pero no al ominoso pasado de los historiadores, cargado de heroicidades sangrientas, sino a su cuerpo y voz vivos, a los relatos, anécdotas y cuentos familiares. Su bisabuela había sido realista; su tía, Teresa Soublette, descendía de Carlos Soublette, uno de los próceres de la Independencia; su mejor amiga, Emilia Ibarra, de un edecán de Bolívar. La historia de Venezuela no era para Teresa de la Parra la descarnada relación de los manuales sino una memoria viva; si aquélla era asunto de hombres, ésta vivía y se transmitía de abuela a madre y de madre a hija. Su feminismo, que ella misma calificaba de "moderado", se nutría de estas fuentes. A diferencia de Rómulo Gallegos, lo criollo y americano de su obra no es un axioma más en la demostración de una tesis, sino la asunción plena de una tradición vivida que encarna en una lengua y unas formas.


Maurice Druon

Lo bueno que tiene la derecha francesa, la que ahora encarna Nicolas Sarkozy, es que si rascas un poco encuentras el antifascismo. Es el caso del escritor, académico y político Maurice Druon, fallecido el 14 de abril, a los 91 años, y cuyo obituario en Liberation ha sido genialmente titulado por Laurent Joffrin de esta manera: 'Viejo reaccionario, joven resistente'. En efecto, el Druon misógino, conservador y chauvinista de las últimas décadas se había enfrentado como un valiente en 1940 a las tropas del III Reich y luego, una vez consumada la derrota de Francia, se había negado a plegarse a Hitler y su lacayo Petain, para escaparse a Londres y sumarse allí a la Francia libre del general De Gaulle. Fue secretario perpetuo de la Academia Francesa entre 1985 y 1999. Se opuso a toda reforma ortográfica o gramatical de la lengua O sea, Druon, más conocido como el secretario perpetuo de la Academie Française que se

oponía a cualquier reforma ortográfica o gramatical de la lengua de Moliére y a la entrada de mujeres en esa institución, supo demostrar buenas dosis de panache en su juventud, siendo ésa una palabra intraducible a cualquier otra lengua y que implica tanto valentía como modales teatrales, los atributos de Cyrano de Bergerac.Tuvo una vida novelesca y burguesa, en suma, muy francesa. Su padre biológico fue Lazare Kessel, un actor de la Comedie-Française de ascendencia judeo-rusa que se suicidó de un disparo en el corazón. Su madre se casó luego con un notario, René Druon, que educó y dio el apellido al pequeño Maurice. Éste, según contó en su autobiografía, no conocería la historia completa de sus orígenes hasta los 18 años. Tras una infancia y adolescencia provincianas y acomodadas en Normandía, se instaló en París en los años treinta para estudiar Letras y Ciencias Políticas. Allí, a través de su tío Joseph Kessel, conoció a Antoine de Saint-Exupéry y otros maestros del panache. Y con esa actitud, iniciada la II Guerra Mundial, Druon participó como cadete de caballería en un heroico, y fracasado, combate contra la Wehrmacht. Derrotada Francia, se escapó a Londres, donde trabajó con Joseph Kessel en el programa gaullista de la BBC Honor y patria. Juntos, tío y sobrino escribieron el texto del Chant de partisans, que se convertiría en el himno de los movimientos de resistencia al fascismo.Al término del conflicto, Druon regresó a París y se consagró a la literatura. Fue de éxito en éxito: consiguió en 1948 el premio Goncourt con la novela Les grandes familles, ingresó en la Academie Française y publicó su obra magna, Les rois maudits (Los reyes malditos, Arauxo), seis tomos de novela histórica ambientada en las cortes de Francia e


Inglaterra en vísperas de la Guerra de los Cien Años. Gaullista histórico, Druon fue ministro de Cultura en 1973-1974, bajo la presidencia de Pompidou. Sus enfrentamientos con los intelectuales, escritores, actores y directores progresistas fueron sonados. Una frase suya pasó a la historia francesa: "La gente que viene a este ministerio con una escudilla en una mano y un cóctel molotov en la otra, tendrá que escoger". La indignación fue tan grande que, el 13 de mayo de 1973, el mundo de la cultura se manifestó en su contra en las calles de París. El ex resistente no supo estar a la altura de sus

predecesores gaullistas en el cargo, André Malraux y Jacques Duhamel. Destituido tras la victoria electoral de Giscard d'Estaing, Druon se dedicó al mundo académico. Secretario perpetuo de la Academie Française entre 1985 y 1999, se hizo célebre por su resistencia a las reformas de la lengua y la introducción de neologismos, y por su oposición a la entrada de mujeres en esa institución. Sin éxito, al menos, en lo último: no pudo impedir la incorporación de Marguerite Yourcenar. "Algunos", ha escrito Joffrin, "cometen errores de juventud; él cometió sobre todo errores de vejez. Y esto merece indulgencia".


Halldor K. Laxness

Muere a los 95 años el premio Nobel islandés Halldór Laxness. El novelista islandés,ganador del Premio Nobel de Literatura en 1955, falleció en la noche del domingo, a los 95 años, en un centro hospitalario en las afueras de Reikiavik. El itinerario vital de Laxness es paralelo al de la nación islandesa hacia la independencia, que él acompañó a través de sus obras. Fue un controvertido personaje en su país por su compromiso con el comunismo durante la guerra fría y sus posturas radicales. Halldór Laxness nació el 23 de abril de 1902 como Halldór Kiljan GudJonsson, pero más tarde adoptó como apellido el nombre del caserío en las afueras de la capital islandesa donde nació.Viajero apasionado y afincado durante gran parte de su juventud fuera de Islandia, las antiguas sagas de su tierra fueron siempre su principal fuente de

inspiración. En 1919 publicó su primera novela, El hijo de la naturaleza, aunque su fama internacional se debió ante todo a tres ciclos de novelas escritas en la década de los años treinta: Salka Valka (1931-1932), retrato de una madre y su hija, trabajadoras en una planta de salazón de anguilas; Gente independiente (1934-1935), en la que muestra los esfuerzos desesperados de un campesino pobre por ganar a los campos desertizados un espacio para sembrar, y La luz del mundo (1937-1940), en la que traza el perfil de un poeta proletario. Todas ellas criticaron la sociedad islandesa desde un punto de vista socialista. En Campanas de Islandia (1943-1946) un hombre salva de la destrucción los valiosos, manuscritos medievales de las sagas heroicas. Otra de sus obras importantes es Estación atómica (1948), una novela en la que protesta por la cesión de bases aéreas islandesas a Estados Unidos.

Cambio de ideas Laxness, que a los veinte años se convirtió del luteranismo al catolicismo, residió en varios países de la Europa continental, donde se sintió vivamente influenciado por el surrealismo y el expresionismo alemán. Su posterior estancia en Estados Unidos le desengañó de la fe católica y una nueva ideología entró con fuerza a acaparar su intelecto. El socialismo fue el prisma a través del que observó el mundo durante los años treinta y cuarenta. Fue defensor de la Unión Soviética hasta que se produjo la invasión soviética de Hungría en 1956. Una desilusión que le encaminó nuevamente hacia la filosofila: en los años sesenta


evolucionó hacia un taoísmo moderado.Laxness ha sido una figura dominante en la literatura de su país a lo largo de este siglo. Feroz individualista y defensor de la propia originalidad, fue duramente atacado por la sociedad conservadora y defensores de la corrección de la lengua islandesa, que él escribía a su antojo. Pero los jóvenes de la segunda mitad, del siglo vieron en él al personaje capaz de dar nuevos valores a la sociedad a través de una relectura de su pasado.

Después de unos años dedicados al teatro, Laxness recibió el Premio Nobel en 1955 por "su vivo poder épico, que renovó el gran arte narrativo de Islandia". A finales de los

años cincuenta, Laxness empezó a dejar de lado los asuntos sociales y su literatura se hizo más lírica e introspectiva. En 1957 publicó El pez puede cantar, en 1960, El paraiso reclamado, y en 1968, El cristianismo en el glaciar. El literato dedicó sus últimos años productivos a escribir sus memorias y a la construcción de su propio mausoleo con multitud de objetos y recuerdos. Algunas de sus obras han sido traducidas al español: Salka Valka (Sudamericana, 1957); Campanas de Islandia (SAPE de Promoción y Ediciones, 1989), Paraíso reclamado (Orbis, 1983), Novelas escogidas (Aguilar, 1982) y La base atómica (Altaya 1995). Cien años de cuentos nórdicos (Ediciones de la Torre) incluye relatos suyos.


Josep Pla

(Palafrugell, España, 1897-Llofriu, id., 1981) Escritor español en lenguas catalana y castellana. En 1918 se trasladó a Barcelona para estudiar la carrera de medicina, que abandonó poco después, para licenciarse finalmente en derecho. Colaboró regularmente en distintas publicaciones (Las Noticias y La veu de Catalunya) y ejerció como corresponsal de prensa en varios países de Europa. Finalizada la guerra civil española, colaboró en la revista Destino y escribió algunas obras en castellano. Su obra, muy extensa, abarca la crónica de viajes, los estudios biográficos e históricos, la novela y el relato, aunque su temperamento era poco dado a la ficción literaria. Enemigo de la retórica y la falsa ornamentación, su estilo se caracteriza por su equilibrio y por una aparente sencillez, al

servicio de una aguda capacidad de observación, por lo que sus descripciones, de gran plasticidad, son capaces de captar los más leves matices de la realidad con características anti convencionales salpicadas de pintoresquismo. De entre los títulos que forman su extensa bibliografía, destacan Linterna mágica (1926), Cartas de lejos (1928), Francesc Cambó (1928-1930), Viaje a Cataluña (1934), La calle estrecha (1951) y Contrabando (1954). En 1956 inició la publicación de sus Obras completas, encabezadas por su dietario El cuaderno gris, título capital que consagra su importancia como escritor. Entre sus últimas obras cabe destacar Notas para Sílvia y Ver Catalunya.


Manuel Mejía Vallejo

Manuel Mejía Vallejo nació en Jericó, Antioquia, Colombia, el 23 de abril de 1923. Con tan solo veintidós años publicó su primera novela, La tierra éramos nosotros. Durante muchos años, Mejía Vallejo fue profesor de literatura en la Universidad Nacional de Colombia, seccional Medellín. Fue director de la Imprenta Departamental

de Antioquia y desde 1978 dirigió el taller de escritores de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. La obra de Mejía representa la vertiente andina de la narrativa colombiana contemporánea. Su obra se fraguó en varias etapas. La primera, caracterizada por ficciones tradicionales, va de 1945 a 1957 Comprende La tierra éramos nosotros y Tiempo de sequía. La segunda se caracteriza por la innovación en la técnica, va de 1959 a 1964. Comprende, entre otras, Al pie de la ciudad y El día señalado. La tercera corresponde a la producción madura, esta fase comprende su producción desde 1967, marcada por Cuentos de zona tórrida, y transita hasta su obra maestra, La casa de las dos palmas. Murió en El Retiro, Antioquia, Colombia, el 23 de julio de 1998

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Argumentación: Al principio del festín que realizaron de lo cual llego mucha gente, estaban dándole gracias a Sancho por ser un buen amigo para Don Quijote ya que siempre lo ayudaba y también cuando se dieron cuenta que Sancho había gobernado todos los invitados se quedaron asustados. Don Quijote quedo asombrado de la virtud y propiedad de la cabeza, y estuvo por no creer a don Antonio, pero cuando vio que quedaba poco tiempo había para hacer la experiencia no quiso decirle otra cosa sino que le agradecía el haberle descubierto tan gran secreto.

Interpretación: Había un de los huéspedes de Don Quijote que quería que el mismo se diera cuenta de todas las locuras que decía y cometía pero buscaba la manera en la que él no saliera perjudicado, todos estaban entusiasmados por un festín que había ese día a lo cual llegaron muchos invitados al final el huésped no dijo nada de sus locuras y Don Quijote le dio las gracias por guardar su secreto.

Palabras desconocidas: 1. Acamuzado. Es un adjetivo de uso anticuado y obsoleto o de color de gamuza, amarillo pálido, amarillento o de color dorado o de color similar o parecido a ella. 2. Libreas. s el vestido con colores y adornos distintivos que los nobles hacían llevar a sus criados. 3. Menudo. Que es de pequeño tamaño.


4. Labrar. Hacer en la tierra las labores agrĂ­colas necesarias para plantar en ella plantas y semillas o para cuidar lo plantado y obtener frutos de ello. 5. Holgar. Descansar para reponerse del cansancio despuĂŠs de un esfuerzo. 6. Perjuicio. DaĂąo moral o material que una persona o una cosa causa en el valor de algo o en la salud o el bienestar de alguien.


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