Revista Diferencia(s) - Nº3 - Ensambles - Noviembre 2016

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24 valor que resultan del proceso de diferenciación característico de la modernidad. El rechazo religioso del mundo, entonces, atañe tanto a los ámbitos dilectos de la acción racional con acuerdo a fines (esferas económica, política e intelectual) como a los poderes intramundanos de raíz no racional o antirracional (esferas estética y erótica). La espiral adopta su mayor claridad en la esfera económica. De hecho, la magia, forma primigenia de la religión, incluye a la multiplicación de la riqueza como objetivo legítimo de sus operaciones. En cambio, las religiones de salvación promueven el conflicto con el ámbito progresivamente racionalizado de la economía de mercado. Si comparten la tendencia a la impersonalidad, a derribar la moralidad selectiva propia de las comunidades fundadas en la vecindad o el parentesco, la ética religiosa racionalizada lo hace en nombre de la fraternidad universal, mientras la economía aplica un prerrequisito del cálculo abstracto. El acosmismo del amor poco tiene que ver con la frialdad contable. Según Weber, de allí emergió el rechazo virtuoso de la posesión económica. Por una parte, la ascética organizó su huida del mundo en torno al trabajo para la subsistencia y la reducción al mínimo de las necesidades. Por otra, la mística adoptó una modalidad contemplativa del retiro, llegando al extremo de limitar el sustento a lo ofrecido espontáneamente por los hombres y la naturaleza5. A pesar de sus similitudes, estos caminos se bifurcan en un punto fundamental. Mientras la mística soporta una dependencia del mundo de la que querría librarse definitivamente, la ascética afronta la paradoja que la asedia: desinteresada e incluso contraria a la riqueza, tiende inevitablemente a producirla y acumularla (Raulet, 2012:88). En esta línea, Weber discrimina dos modos de lidiar con el avance de la economía de mercado. El primero corresponde a la ética profesional puritana. Dejando de lado al universalismo del amor, el ascetismo intramundano acomete la actividad económica como espacio de comprobación de la gracia, reservada en lo sucesivo al grupo de los elegidos. El segundo, en cambio, evita el particularismo, tendiendo a

5 En el Excurso, Weber identifica dos modalidades de la huida religiosa. Por un lado, la huida ascética, que evita la intervención en el mundo y se aboca a la superación de la corrupción en el propio cuerpo del asceta. Por otro, la mística, que constituye una forma radical de huida del mundo de carácter contemplativo (Weber, 1987:439). Esta calificación como “radical” insinúa una afinidad especial entre mística y abandono del mundo. La hipótesis es planteada abiertamente en el pasaje de Economía y sociedad dedicado a la diferencia entre el ascetismo negador del mundo y el ascetismo intramundano. Allí, Weber confirma que, en el caso del ascetismo, “la misma huida del mundo no es psicológicamente ninguna huida sino una victoria continuada sobre renovadas tentaciones, contra las que tiene que luchar constantemente. El asceta que ‘niega el mundo’ tiene, por lo menos, la relación interna negativa de una supuesta lucha contra el ‘mundo’. Por eso se habla con mayor propiedad de ‘negación del mundo’ que no de ‘huida del mundo’, que caracteriza más bien a los místicos contemplativos” (Weber, 1964:430). Aún cuando percibe al mundo como el campo propio de la criatura, dotándolo por eso de connotaciones peyorativas, el asceta propende a la vida activa. En esta línea, la intervención en el plano terrenal y pecaminoso adopta la forma de un obrar capaz de asegurar o confirmar la salvación. Por eso, la separación ascética del mundo nunca puede ser radical y comporta, a los ojos del místico, un elemento contradictorio.


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