Por escrito 4 web

Page 1


porescrito.org

1

POR ESCRITO

No. 4


ÍNDICE HABLANDO POR ESCRITO RITMOS Nocturnos

8

Ornitología encriptada

10

Pinceles que te anteceden

1115

Tormenta de arena

12

El muerto

13

Alzábase majestuosa

14

FIRMAS Lo vio venir

16

Sombras

22

La defensa del hiponiquio

23

Vaso

25

CECILIA DURÁN MENA

RICARDO BERNAL

MARÍA ELENA SARMIENTO

ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ


Un Matisse con sus matices

26

Sabor a sal

27

IMAGINARIO

30

ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

ANDREA FISCHER

VOCES Todo sobre mi madre… y la diversidad sexual

42

Rechazo

47

Andrei Rublev

50

Dos dracmas para el otoño

52

Entre dos siglos

54

Rhytis

55

Tomar café frío

59


HABLANDO POR ESCRITO

N

o creo en la igualdad. No es reflejo de la realidad. No somos iguales, ni siquiera las horas del día lo son. Hasta las estaciones del año tienen sus particularidades. Es más, nosotros no somos los mismos a los que fuimos hace un año o hace una semana. La velocidad con la que gira este mundo le imprime una aceleración vertiginosa y los sucesos globalizados hacen que cambiemos de punto de vista rápidamente. Lo que una mañana era una verdad incontrovertible, por la tarde puede haberse movido de lugar y ahora constituirse en la piedra fundacional de la duda. Después de las Torres Gemelas nada fue igual. No obstante, Madrid, Londres, París, Bruselas, Niza, Beirut, Abuya, Damasco, Nochixtlán, Ayotzinapa tienen algo en común. Es increíble pensar que las calles de un pueblo de Oaxaca se puedan parecer a un malecón en la Costa Azul. Resulta asombroso caer en la cuenta de cómo los pasos de un niño hondureño se asemejan a los de un nigeriano. La arena del Desierto del Sahara se puede confundir con la del Desierto de Altar. Una malla de púas en Ceuta es casi idéntica a la que está en San Diego. Aun así, no son lo mismo. Aunque el rifle que porta el oficial de la Guardia Fronteriza sea idéntico al que porta el de la Gendarmería. La declaración Universal de los derechos humanos dice en su artículo primero: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Y, a pesar de que entendemos que eso es lo correcto, sabemos que no es lo real. No somos iguales y las diferencias son 4

POR ESCRITO

No. 4


cada vez más marcadas. Más vale que nos vayamos haciendo cargo de ello. Thomas Picketty, economista francés, pone el dedo en el centro de la herida. Advierte: en el mundo se está forjando una creciente desigualdad que tarde o temprano será intolerable. Al igual que lo hizo Karl Marx en su tiempo, afronta el inevitable antagonismo entre una minoría cada vez más rica y una mayoría cada vez más relegada. En esta condición, estamos llamados a reflexionar sobre lo que pensamos y creemos acerca de la sociedad y las formas de convivir. Somos distintos y nuestras desigualdades son cada vez más profundas. Ser diferentes no está mal. La individualidad nos lleva a ser únicos. La identidad es un valor en el que nos podemos refugiar en tiempos de extravío. Tristemente, las diferencias en lugar de servir para enriquecer al otro, están fungiendo como motivo de desencuentro. En el peor escenario, están sirviendo de excusa para discriminar. Las brechas que se abren son hondas y están sirviendo a muchos oportunistas para exacerbar los ánimos y sembrar violencia. En 1928, Adolf Hitler dijo: Nuestro pueblo primero tiene que ser liberado de la confusión desesperada del internacionalismo y ser educado deliberada y sistemáticamente en un nacionalismo fanático. Hay un sólo derecho en el mundo, y este derecho está en la propia fuerza de uno.

Las palabras hechizaron a un pueblo que lo llevó a al poder con el Partido Nazi. Encabezó un régimen totalitario durante el periodo del Tercer Reich. La Alemania Nazi inició la Segunda Guerra Mundial con el propósito principal de cumplir los planes expansionistas en Europa. Esas líneas divisorias generan destrucción y debemos elevar la voz para alertar una posible repetición del patrón. La alquimia que mezcla la intolerancia con la desinformación está jugando a la perversidad. En realidad, la diversidad es riqueza. Existe una dicotomía al tratar las diferencias: o las armonizamos o las contrastamos.

No. 4

POR ESCRITO

5


La armonía se alcanza cuando los elementos se disponen de tal manera que se acentúan las similitudes y se produce una sensación de equilibrio. En tanto que el contraste se alcanza seleccionando y disponiendo los universos de forma que se acentúan las diferencias y produce tensión. Es necesario tener claro que la armonía o el contraste dependen de la intención. Da la impresión que la actualidad está optando más por el contraste que por la armonía y la Humanidad está conviviendo con esta manera de configurar al mundo. Pareciera que nos hemos empeñado en regresar al tenebrismo y nos gusta hacer aplicaciones radicales del claroscuro. Deambulamos dentro de un lienzo de Caravaggio en el que unas figuras brillan, iluminadas por una luz incandescente mientras otras se pierden en la oscuridad terrible. La polarización está marcando tendencias. Los discursos apelan a las vísceras, encienden emociones, ganan adeptos y el filtro del análisis queda a un lado. En la estridencia se pronuncian palabras que buscan el desprecio a quien no piensa como yo, al que no vive como yo, al que no cree lo que yo, al que no tiene mi color de piel. El veneno entra por el oído, tal como le sucedió al padre de Hamlet mientras dormía plácidamente en el jardín. Las palabras venenosas se mimetizan como buenas razones. El absurdo se sienta en el trono y nosotros seguimos distraídos. “Vivir en cualquier parte del mundo hoy y estar contra la igualdad por motivo de raza o de color es como vivir en Alaska y estar contra la nieve,” escribió William Faulkner a la vera del Mississippi. El antídoto no es tolerar. Tolerar es soportar una molestia, sufrir una incomodidad. La hierba sanadora es esa empatía que se logra al ponerse en los zapatos ajenos y ver el mundo desde ese extremo. Es aceptar las diferencias y abrazarlas en vez de eliminarlas. No se pueden borrar. Como dice Margaret Atwood, “si las personas finalmente nos diéramos cuenta de que solo hay una raza —la raza humana— y que todos somos miembros de ella, muchas de las demostraciones de desprecio se desvanecerían y tantas medidas de seguridad serían innecesarias.” El desprecio al diferente es un sinsentido, todos

6

POR ESCRITO

No. 4


somos distintos. Por ello, en este número se abordan los temas del contraste y la armonía. Exploramos las razones del que no es como yo, entramos a los gustos diversos, a las preferencias desiguales. La lucha contra la intolerancia no se gana elevando la quijada de burro sino generando información y difundiendo esos puntos de vista. Es verdad lo que dijo Orson Welles: “El odio a las razas no forma parte la naturaleza humana; más bien es el abandono de la naturaleza humana.” El contraveneno a la deshumanización es tender puentes de entendimiento que inhiban esas ganas de lanzar la primera piedra. En Por escrito, creemos firmemente que la lectura genera puntos de encuentro. La forma más elevada de empatía se da entre el autor y el lector por medio del texto. Uno es capaz de entrar al mundo del otro para encender imágenes y procrear ideas. Si nosotros pensamos en esta posibilidad, estaremos fincando las bases de algo mejor, en lo inmediato. Por esta razón, salimos a buscar lectores. Aquí, con esa intención de encuentro, está nuestro Número 4. La Editora General

No. 4

POR ESCRITO

7


RITMOS

NOCTURNOS DE HÉCTOR ÁVILA CERVANTES

I. Plenilunio. Oaxaca Fuego verde que se enciende en la penumbra, llamas tiernas de follaje soberbio, esmeraldas buscando la cima nocturna, espesura, viento de flujo frondoso. La noche se transfigura, es eterna. Su jade refleja la luz de una esfera en conjuntos que se mecen con el viento, puntas álgidas penetran la oscuridad. Así, entre las cumbres que azotan la noche, se tejen las líneas de una mar verdiazul, urdimbre hilada con trozos de negro, agujas trenzadas de sombra y tinieblas. Espinas traspasan la carne del sueño, brújulas guiadas por la luz infinita de un salto hacia el eterno vacío, fosco instante de perpetua quietud, silencio. III. El conejo se asoma. Cabo San Lucas El resol sobre la mar es un presagio, una gaviota arremete contra el agua y salpica estrellas que encienden la noche, una ola la devora, réquiem marino. El astro se mece en vaivén silencioso, casi mudo, aparece de repente agazapado con sus orejas gachas, el conejo nace de sal y de espuma. Acto de magia, gaviota por conejo,

8

POR ESCRITO

No. 4


viento estelar por ráfaga fulminante, mar y cielo rompen en la misma costa, ocaso y amanecer, un mismo instante. La puerta del Pacífico se despliega y abate sus puertas de agua y de roca, abre paso al fulgor taciturno, de un salto traspasa el umbral de la negra tiniebla. IV. Cuasi nocturno. Xochimilco Tarde violácea que sopla un malvarosa hilvanado de nubes de dulce, viento espiral cargado de azúcar, caramelo exquisito empalagoso se vierte. El firmamento queda inmerso en el momento preciso para su brote, de súbito un faro se inflama por razones de un apagón repentino, brusco. Anochece con el silbar de las hojas que se arremolinan en espirales concéntricas, choque de un viento del norte y otro del sur, todo se duerme, se mece. Ahora la noche se enciende, se apaga en un tintineo que hiende lo negro y vuelve a encenderse; una estrella vuela, se ilumina y se extingue una y otra vez.

No. 4

POR ESCRITO

9


RITMOS

ORNITOLOGÍA ENCRIPTADA DE GIANCARLO BONILLA MERLO

Verosímil mendaz aguzanieves, Fulgor color albo, falaz pizpita, Ave que camelar, sorpresa: cuita. Torva: una mezcla con apuranieves. Gélida cellisca puede aterir. Y soy un carámbano volador, Congelado y ahogado en tristor, Transido, sin brío, que va a transir.

10

POR ESCRITO

No. 4


PINCELES QUE TE ANTECEDEN DE GIANCARLO BONILLA MERLO

Para Valeria Más me hundo en los óleos de Sorolla cuanto más sus playas y almas admiro; nadando en sus pontos azul zafiro, mi mente ignara, de ideas borbolla. Soy un Capricho grabado por Goya: sátira al mundo demente que aspiro; reflexión que brota cuando respiro. Negro fulgor que mi razón embrolla. El David exhibiendo su braveza; El beso y tres edades que caminas. Hay magnificencia en vuestra tristeza. Cuando el mundo quede en fuego y en ruinas, entre estas muestras de ingente belleza se encontrarán tus amadas Meninas.

No. 4

POR ESCRITO

11


RITMOS

TORMENTA DE ARENA DE LORAY BOJORQUEZ

Tú, viento de completa intensidad, que sopla profundo en mis arenas, y, realiza la polvareda sin faenas, lleva a cero mi visibilidad. Tormenta de polvo, anormalidad, el único dueño de mis condenas, el que puede matar mis azucenas, o convertirlas en benignidad. Tú, mi desierto, mi sequía bendita, complemento de mí que soy la lluvia, nosotros, la lluvia de barro inédita. Tú, mi pampa seca, antropología, Yo, tu Taklamakán, tierra exquisita, solos, remolino de greda, asfixia.

12

POR ESCRITO

No. 4


EL MUERTO DE ALBERTO IBARROLA OYÓN

Mención de Honor en el Concurso Internacional Instituto Cultural Latinoamericano.

Un muro irrompible de fresas y vinos yace lívido en su triste morada, en el ocaso de sus sueños extinguidos, en el albergue de la derrota más lacerante. ¡Cuánto deseó que este temible momento no lo presenciaran jamás sus ojos! Pero ha de hacerle frente con su vida, condenado a una soledad errante, aislado en el más triste infortunio. Quizás se conforme con el recuerdo de un placer que generoso trajo el viento. Quizás se decida a luchar por la bondad como la imagen más bella del universo. Quizás ponga fin a su letanía con un leve sorbo del veneno asesino de la muerte que el futuro le ofrece sonriente a modo de esperanza. En cualquiera de los casos, muerto está y, entretanto, las chillonas risas de los cuerdos pululan en sus oídos atormentados, como una sangrienta procesión de mil penetrantes cuchillos afilados. Sin embargo, el Camino, la Verdad y la Vida se aparece ante él, sin mostrarle su rostro divino, le atrae hacia sí con rectísimo ademán y le solicita su corazón apesadumbrado y abatido y le señala el centro de su alma doliente y le dona lo que ha ansiado vehementemente desde que era un niño: un gozo imperecedero en lo más profundo de su ser instalado, a modo de don inmerecido e inesperado. No. 4

POR ESCRITO

13


RITMOS

ALZÁBASE MAJESTUOSA DE MATEO MANSILLA MOYA

Alzábase majestuosa como los árboles en la vereda. Podía verla en lo alto. Podía escucharla desde abajo. Sus palabras: un canto. Su voz: una melodía. Sus frases: versos que componían mi día. Combinaban sus colores con la sonrisa que esbozaba. Combinaban sus ojos con el cielo que la abrazaba. Descendía de lo alto y se paraba a mi lado. Me miraba a los ojos y me atrapaba con su encanto. Hablaba de historia y de arte. Me contaba historias de versos compilados en Marte. Se entrelazaba con mis sueños, se desprendía del mundo real. Se aparecía en mis recuerdos siéndome siempre leal. Al final volvía a ascender Regresaba con sus amigas, por verdes senderos, allá por donde se le ve al sol caer.

14

POR ESCRITO

No. 4


No. 4

POR ESCRITO

15


FIRMAS

LO VIO VENIR DE CECILIA DURÁN MENA

A

manecí con ese estremecimiento que me da en las vísperas. Ése que me deja con la sensación de vivir minutos antes del presente de algún suceso. Era algo que ya pesaba en el ambiente, pero que no podía precisar de qué se trataba. Sentí una molestia sobre los hombros, una opresión en la garganta, una especie de tela de araña invisible que se me había enredado entre las pestañas. Sabía que las palabras no estaban de mi lado. No lograba encontrar la expresión que explicara con exactitud la certeza de que esos minutos adquirirían un aire cinemático que me harían revisitar esas imágenes siempre y por muchos años. La brisa del mar soplaba con suavidad. Había pocos turistas asoleándose en la playa. Un parachute se elevaba sobre el cielo. Las nubes algodonadas parecían un rebaño de borregos que dócilmente caminaba rumbo a las montañas. Sentada a la orilla, con los pies metidos en la alberca, perdía la mirada tratando de contar el número interminable de olas que se formaban en la superficie. Pasaría el tiempo, y aunque el recuerdo perdería precisión y cada quién contaría su propia versión de las cosas, en ese momento sentí que el presente perdía límites y sus fronteras se desdibujaban. Por un instante creí que si me paraba de puntitas, alcanzaría a ver el devenir del futuro próximo. Ese que ya se había alojado dentro del corazón. En el chapoteadero, los niños estaban jugando con pelotas de colores y cubetas de plástico. En el bar había mucha gente bebiendo, charlando, sonriendo. Escuchaban la voz de Bob Marley y las ondas de regué entraba por todos los poros de la piel. Piernas y brazos desnudos, bikinis, trajes de baño de colores brillantes, un clamor de voces festivas y muchos jóvenes que no cabían de felicidad se esparcían en la orilla de la piscina. Un hombre leía una revista de negocios, la portada tenía en letras 16

POR ESCRITO

No. 1


rojas una sola palabra: Brexit. Algunos lunamieleros festejaban su cambio de vida. El brillo que les iluminaba el corazón rebotaba los mosaicos azules de la piscina, subía hasta los techos de palapa y hacía eco en todos los huéspedes del hotel. El reflejo del sol se absorbía en la piedra caliza y el azul del cielo estaba a tono con el entusiasmo estival. El hueco en el estómago se me hacía más profundo. Imaginé que una sensación así habría impulsado a Henri Matisse a cambiar el color a las cosas que pintaba o a Marc Chagall para buscar esa combinación de luces que impactaran al alma. Vivir en Niza debió facilitarle mucho el camino a las musas. Pensar en la Costa Azul me dio escalofríos. Me sentí como una especie de conejo observado por un gran lobo. Es posible que sea esa la sensación que experimenta la presa antes de encontrarse entre las fauces de su depredador. La cotidianidad no da señales de estar a punto de ser interrumpida. No hay avisos de la tragedia en ciernes. Una chica muy arreglada, con el uniforme bien planchado, caminaba con esa urgencia que da el querer estar en todos lados al mismo tiempo. Iba ofreciendo bebidas y anotando pedidos en su libretita. Desaparecía y reaparecía con la charola repleta. Las piernas bronceadas se movían rápido, el chasquido de las sandalias sobre el adoquín daban cuenta de una prisa mal disimulada. Noté que llevaba las uñas pintadas de rojo. Percibía el aroma cítrico del perfume que se puso en la mañana cada que pasaba a mi lado. El espesor del aire era diferente para cada una de nosotras. Ella sonreía mostrando una dentadura perfecta, se movía ligera. A mí me quemaba la nuca y algo me achicharraba la calma. La chica se detuvo a verme, una vez más me ofreció una piña colada o una margarita de tamarindo. Tenía seca la garganta, gruesa como cuando se está a punto de decir adiós. La sensación de un tiempo dilatado flotaba entre las palmeras. Sin saberlo supe que ese instante se transformaría del dramatismo hasta el humor, llegaría a las primeras planas de los periódicos de todo el mundo, abandonaría las ocho columnas y pasaría a ser un relato pintoresco. ¿Será posible que hagan chistes al respecto? Así son

No. 4

POR ESCRITO

17


FIRMAS

las cosas. La sombra de las copas de los árboles parecía ocultar el porvenir. Pero el futuro se escurría por las esquinas. Los segundos se derretían a treinta y dos grados Celsius. Era como si siempre hubiera tenido esa consciencia, incluso antes de que sucedieran las cosas. Pasarían algunos años antes de entender: hay sucesos que no tienen explicación y más vale no pedirla. Ahora pienso que las cosas pasan para contarlas. Tal vez las mejores historias no son las que elige uno, sino las que uno no tiene más remedio que narrar. La piel me empezó a picar. Los rayos solares habían aumentado sus potencias. Tenía sed. La chica se había alejado. Traía la libreta guardada en las bolsas del mandil. Era la tercera vez que quería retomar la lectura y no podía. No eran las risas de los niños, ni los gritos de las madres dando instrucciones a sus hijos, ni los arrumacos de los recién casados lo que se entrometía. Había algo más que impedía la comunión entre el autor y el lector. A veces ni todo el esfuerzo vale. Aparté el libro y lo guardé en la bolsa de playa. Recogí la toalla, me puse las chanclas y me fui a sentar a la barra del bar. Un niño pidió que encendieran el televisor: quería ver un partido de futbol. A unos cuantos pasos, la gente seguía disfrutando de la playa en un magnífico día de Julio. La empleada apuntó el control a la enorme pantalla. En el bar se dejó de ver el mar que en esos momentos cobraba un azul de diorama. Se lo pierden. Hasta yo me concentré en las observaciones previas al encuentro. El comentarista de deportes interrumpió la transmisión. Apareció la imagen. Un tráiler de caja blanca. Un malecón. La bandera francesa. Un loco. Una ruta en zigzag. Es Niza. Es el Paseo de los ingleses. Muertos. Muchos muertos. La cifra va subiendo. Una entrevista. Es una mujer. Es anciana. Lo vi venir, no sé cómo escapé. La familia que caminaba a mi lado quedó arrollada sobre el pavimento. Venimos a celebrar las fiestas de la toma de la Bastilla. Venimos a pasear, a ver los fuegos pirotécnicos. Otra vez muestran el tráiler. Va a toda velocidad. Ahora, el Ministro Valls en la pantalla. Da una

18

POR ESCRITO

No. 4


versión atropellada de los hechos. El presidente Hollande: Francia está fuerte. Un comentarista opina. Si es imposible exterminar a un enemigo sin rostro, mucho más lo es anticipar sus acciones, evitar sus ataques. La violencia no será una respuesta. Seguir con arengas intolerantes no parece ser la opción. Vivir atormentados por el miedo y con medidas de seguridad excesivas no ha dado buenos resultados. Ante el choque de culturas, lo mejor es informarse y tratar de entender. El conductor del programa pregunta que qué se debe hacer en estos casos. Los expertos engolan la voz, apuntan la mirada a la cámara y se dedican a ilustrar al mundo. Casi todos improvisan, utilizan palabras que no existen, pero que lanzan al aire para darle potencia a sus opiniones. Interrumpen al experto para leer el tuit del Presidente Obama. Son condolencias y palabras cuidadosas que dejan ver que se puede tratar de un ataque terrorista sin llegar a asegurarlo. Cuidado, la diplomacia es lo primero. Otra vez muestran el Paseo de los ingleses. Muertos enrollados en sábanas. Lo vi venir, no sé cómo escapé. Otro experto está a cuadro. Entrelaza los dedos, suspira y emite el dictamen: El mundo está perdiendo docilidad. Estuvimos tan acostumbrados a ver un mundo obediente en el que los vencidos aceptaban dócilmente las instrucciones y los vencedores emitían instrucciones tiránicas sin que nadie opusiera resistencia. El conductor lo interrumpe. Hollande y Valls están en una conferencia de prensa. El sentir de la clase política en Francia dice que nos tenemos que acostumbrar a vivir así. Repiten la imagen de la anciana: lo vi venir, no sé cómo me escape. Se me puso la piel de gallina. No me gustaría acostumbrarme. Todavía no identifican al conductor del tráiler. El Jefe de la Policía emite una declaración: el vehículo iba cargado con armas. ¿De dónde habrá sacado esas armas? ¿Quién se las vendió? Nadie hace esas preguntas. El conductor de la emisión especial le pregunta a otra experta que por qué pasan esas cosas. Creo que hay cuestiones

No. 4

POR ESCRITO

19


FIRMAS

que no tienen respuesta. Doy un trago largo a mi margarita de tamarindo. Los efectos del tequila entran al cuerpo y se distribuyen por las venas. El comentarista habla de tolerancia. Mucha gente salió de la alberca para ver las noticias. La chica sigue corriendo de un lado al otro con su charola, ahora llena, ahora vacía. El encargado del bar recibe una propina, y más allá una familia pide que la cambien de mesa, no les gusta estar sentados junto al grupo que acaba de llegar. Son tan diferentes. ¿Y el partido de futbol?, pregunta el niño. El hueco en estómago se hunde y se hace aún más profundo. En la pantalla, sigue la imagen de la anciana: lo vi venir, no sé cómo me salvé. Sí. Amanecí con ese estremecimiento que me da en las vísperas. Ése que me deja con la sensación de vivir minutos antes del presente de algún suceso. Era algo que ya pesaba en el ambiente, pero que no podía precisar de qué se trataba. Lo vi venir, no sé cómo, pero lo vi venir.

20

POR ESCRITO

No. 4


No. 4

POR ESCRITO

21


FIRMAS

SOMBRAS DE RICARDO BERNAL

I El guerrero se pierde en un bosque de lluvia: sus pasos recorren senderos invisibles, entre árboles de piedra y piedras de luna. II El guerrero llega a la cima del montículo, la lluvia arrecia, convirtiéndose en espadas de agua glacial y gritos sin eco. Arriba: un cielo morado donde danzan esqueléticos relámpagos; abajo: el guerrero inmóvil sosteniendo su catana, la arcaica cuerda que ata a los cielos para que no huyan. III Lentamente llegan las sombras, se colocan a prudente distancia, miran sin ojos, escuchan sin oídos; en silencio, las fieras del aire y las fieras de la tierra aguardan el desenlace. IV Pero no hay batalla… ninguna sangre beberá la tierra, ninguna sombra volará hacia el cielo: todo se congela en un instante perpetuo. Conforme se adelgaza la lluvia, el guerrero se transforma en sombra. Allá lejos, el amanecer avanza con pasos de tortuga.

22

POR ESCRITO

No. 4


LA DEFENSA DEL HIPONIQUIO DE MARÍA ELENA SARMIENTO

A Vale, que me inició en los misterios del hiponiquio

D

os clientas entran a la estética donde trabajo. La pelirroja viene hablando; la de cabello negro escucha con cara de aburrimiento. —Un sólo varón jamás es suficiente —le dice a su acompañante, mientras recorre a los presentes con la mirada—. Si quieres variedad de placeres, necesitas dos o tres. Después de un periodo de cohabitar juntos, nadie te dará suficientes ósculos, escarceo, regocijo, conversaciones nutritivas para el intelecto y buen mantenimiento a tu libido. Por eso, no debes comprometerte con ningún ser en específico. —Las dos queremos manicure y pedicure —señala la otra con voz baja. Mi compañera se apresura a llevar a la discreta a su módulo. Yo preparo la bandeja para poner a remojar los pies de la que habla hasta por los codos. —Criatura del Señor —me advierte tan pronto se sienta en el sillón del spa para pies—, no vayas a cercenarme el hiponiquio. Lo tengo delicado y es muy importante mantenerlo intacto porque constituye un sello impermeable que protege de las infecciones al lecho ungular. Yo asiento con una sonrisa que seguro me hace ver bobalicona y me voy a buscar el diccionario para dejar de sentirme así. No me juzgues. El que tú seas culto y hayas aprendido esas palabras domingueras en tu vida no te hace mejor que yo. Al

No. 4

POR ESCRITO

23


FIRMAS

menos, tengo el ánimo de buscarlas para cuidarle el hiponiquio a la señora. Leo: hipónimo… hipotiroidismo. No. No viene. ¿Será sin h? Tampoco. Ni hablar. No le voy a preguntar qué fregados es eso. Tendré cuidado con todo y punto. Ni que fuera la primera vez que hago este trabajo. Le preparo un cappuccino con dos de Splenda, que es lo único que le entendí a lo que me dijo después de su palabreja que no aparece ni en el tumba burros. Me pongo en posición. Le pido el pie derecho y se lo seco con delicadeza. Apenas empiezo a cortar las uñas, me grita: —¡Engendro del demonio! ¡Estuviste a punto de hacerme sangrar el hiponiquio! Todos me ven como si yo fuera una asesina de hiponiquios, lo que sea que eso signifique. Tengo que tomar el control. Si no, al rato me van a agarrar del puerquito de la estética. —Usted tiene el hiponiquio muy delicado —le digo a mi clienta con la voz más dulce de la que soy capaz—. Dejémoslo remojando otro rato. Con firmeza, vuelvo a meterle el pie a la tina y me dispongo a arreglarle las manos. Espero que no haya hiponiquio ahí. ¿O sí?

24

POR ESCRITO

No. 4


VASO

DE ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

E

staba ahí parado y sin hacer nada, dentro de la alacena, cuando el niño abrió la puerta y, al querer cogerlo, se le resbaló de las manos. Quedó hecho cachitos sobre el piso de la cocina. Lo bueno es que estaba vacío, si no, se habría sentido realmente culpable de no cumplir hasta el último día con su oficio continente. La mamá recogió sus huesos y los tiró en la fosa común del bote de basura. Un trozo, sin embargo, permaneció durante algún tiempo al pie de una pata de la mesa. Nunca rasguñó a nadie, ni siquiera al perro de la casa. Heredó la mansedumbre del vaso del que procedía. Sólo que a menudo reflejaba la luz de las ocho con tal intensidad sobre quien estuviera desayunando a esa hora en la cocina, que a veces se oyó decir a alguien: hoy amanecí con ganas de tapar el sol con un dedo. Y acto seguido iba a la alacena por otro vaso, tal vez tío del cristal del suelo, y lo llenaba de sueños despedazados por el vidrio sutil de la nostalgia.

No. 4

POR ESCRITO

25


FIRMAS

UN MATISSE CON SUS MATICES DE ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

D

etrás de la hoja aparece un diseño de líneas curvas entrelazadas. El niño dibuja en completa soledad. Vuelve a cada tanto la hoja para perseguir con la vista o con el dedo el trayecto de las líneas, con el fin de trazarlo luego en la parte blanca. No es una calca, sino una imitación libre inspirada en la seducción que ejerce en un niño la línea curva sinuosa. Su dibujo es raro: una especie de mesa oblicua formada por el entrelazamiento de numerosas líneas ligerísimas; sobre la superficie, un florero redondo; debajo, una rueda llena de gajos amorfos. Si el niño no hubiera estado solo habría sufrido la intrusión de su madre (mandándolo a cenar), de su padre (preguntándole cualquier tontería sobre la idea del dibujo más que sobre el dibujo en sí) o de su hermana (que quizá le habría roto la página). Pero el niño estaba solo y dibujaba en una hoja con figuras curvas al reverso figuras curvas semejantes. Estuvo en ello hasta que se hizo noche cerrada y entonces fue a la cocina y se sirvió un vaso de leche. Cuando volvió al cuarto, por más que la buscó, ya no encontró la hoja. La mesa, la rueda y el florero estaban ahí, pero no la hoja blanca con el dibujo, que jamás volvería a aparecer. El florero, sin embargo, le preguntó si había cenado; la mesa lo sostuvo en brazos, le dio un beso y luego lo llevó a la cama; la rueda lloró toda la noche, impidiéndole dormir. Al día siguiente la vida siguió dando vueltas, como de costumbre.

26

POR ESCRITO

No. 4


SABOR A SAL DE ANDREA FISCHER

I Mira cómo se deshace el cielo en tonos violáceos: un golpe, una llaga viva que se funde en el mar y entre las estrellas. Una herida que arrastra consigo una oscuridad inconstante. Que nos trae silencio. Que se hunde también en la superficie estática de la alberca. Que nos vacía. Que nos lleva consigo. II Es el constante ir y venir que te abruma. Estuviste todo el día sumergida en ese verdor absoluto, y saliste con la piel salada. Sentiste la orilla tan lejos y las piernas tan cansadas, pero estabas bien. Ahí, flotando a tu propia deriva: con la mente tan suave, tan tranquila y tan frágil que dejaste de pensar. Te perdiste en esos tonos de azul que no tocan fondo, aunque vieras aún la línea de costa. Era la gama verdosa, y nada más. III Oíste cómo te llamaban. Que ya era hora, que ya tenían hambre, que ya querían irse. Y para ti, sólo era el ir y venir: el flujo constante de la marea que te mecía sobre ti misma. Las voces a lo lejos se confundían con el estrellar de las olas. Ecos inestables, unívocos, irresolutos. IV Tus pulmones minerales, tu cara árida, tus hombros ardidos, tu espalda escamosa. Las horas se escurren, los demás se espantan. Tu respiración se acompasa al mismo ritmo de las ondas saladas. No. 4

POR ESCRITO

27


FIRMAS

V Ya ni siquiera sientes la tabla con la que te sostenías. Parecía más bien parte de ti, como un miembro inmemorial, perpetuo. Desde el momento en que te metiste, el agua te aceptó como un todo: adentro no hay distinciones, las barreras no existen. Ahí no se sabe de cielo y mar, no hay colores, no hay sal. Todo funciona con un mismo nombre, todo se reduce al ir y venir, ir y venir, ir y venir, ir y venir. VI Y en ese compás asíncrono es que te adentras. El mar tiene huecos, el mar tiene espacios negativos, esquinas, rincones. El mar tiene perspectivas, formas rígidas, ángulos: el mar es cubista. Te das cuenta mientras la sal te golpea la cara: tratas de nadar más adentro, pero te das cuenta de que haces esfuerzos en vano. Son las olas las que te meten, te jalan, te avientan. El cielo pierde profundidad y las olas te consumen. VII Es la gama verdosa, y nada más. Los gritos se suspenden, y la luz se filtra diferente. Ya no te quema la piel, sino que te acompaña, ligera. Ya no necesitas ver ni entender nada. El agua te rodea por completo, y no podrías estar más feliz. Nunca lo has estado, nunca te habías sentido así. Ya no hay sonidos, ya no hay fuerzas: te sostiene el absoluto y te sientes infinita. Pareciera que pierdes contacto con una parte superficial, de aire, sin esencia: ahora entiendes la superficie, pues la puedes ver desde abajo. Eres verde, te sientes verde, inhalas verde, transpiras verde, ves verde, verde todo, verde tú, verde los demás, verde limón, verde tierra, verde mar, verde agua, verde verde, verdeverde, verde. Y entonces, un suspiro blanco. 28

POR ESCRITO

No. 4


VIII Chapotear. Sientes que respiras de nuevo un agua diferente: menos pesada, menos líquida, sin esencia. Los brazos no te obedecen, las piernas patalean, tienes los ojos desorbitados y tu cuerpo no hace sentido. No concuerda con el sentimiento estable que te embarga: no hay congoja, no hay pesar, y pareciera que no te puedes conjugar con la mirada de los demás. Sus ojos están tiesos, a la expectativa: como si esperaran que algo extraordinario sucediese. Suspiras, y parece que el mundo empieza una vez más. IX El sol ya no existe para ti. Ves únicamente lo que tienes enfrente: decidiste que es mejor así. Pero aquí estás, bien metida: mirando cómo el cielo se hace cada vez más negro y las aguas del mar no pierden tono. La alberca infinita te lleva lejos, a otros colores, a otros estratos, y parece que no pasó el tiempo. Te llevas un dedo a la boca y sonríes: sí, todavía sabe a sal.

No. 4

POR ESCRITO

29


IMAGINARIO

OTRA LÍNEA DEL GOLFO Federico Accerboni

30

POR ESCRITO

No. 4


RODEADO Federico Accerboni

No. 4

POR ESCRITO

31


IMAGINARIO

PUHPUKATEPETL Héctor Ávila Cervantes

32

POR ESCRITO

No. 4


CAMPOS DE AVENA I Héctor Ávila Cervantes

No. 4

POR ESCRITO

33


IMAGINARIO

ALAS DE TELA Adriรกn Marquina

34

POR ESCRITO

No. 4


OTRO PERFIL Adriรกn Marquina

No. 4

POR ESCRITO

35


IMAGINARIO

DIFERENTES PLANOS DE TINTA Valeria Flores

36

POR ESCRITO

No. 4


UN CAMPANARIO QUE SE ASOMA Valeria Flores

No. 4

POR ESCRITO

37


IMAGINARIO

INFINITUD Raúl Albright

38

POR ESCRITO

No. 4


ROPA SUCIA Y LA INDEPENDENCIA Raúl Albright

No. 4

POR ESCRITO

39


IMAGINARIO

PARÍS ENCORE Estela Alberte

40

POR ESCRITO

No. 4


No. 4

POR ESCRITO

41


VOCES

TODO SOBRE MI MADRE… Y LA DIVERSIDAD SEXUAL DE FERNANDO BERMÚDEZ BARREIRO

T

oco el timbre de la puerta. Generalmente tengo que esperar. Ella, ya no lo oye. Me abre su muchacha y me dirijo a su cuarto. Ahí está, como siempre. Esta vez estrena una bata de terciopelo morado, está perfectamente peinada de crepé, una técnica cada vez más poco utilizada en los salones. Me recuerda a Barney. Es sábado, como todos los sábados, su peinadora, Yola, de cuando aún iba al salón, la peina en casa. Es fascinante verlo: utiliza desde la secadora de pie en la que metes la cabeza, los tubos prensados propios para hacer el permanente, hasta aquel olor extraño de los químicos ―todo casi desaparecido entre los implementos de una estética moderna. Hoy borda junto a su enorme ventanal iluminado por el sol, tiene más de quinientos bordados. A veces los extiende por toda la cama y me enseña todos su modelos, otras veces la encuentro pintando, según ella. Más bien colorea libros infantiles, y unas más, copia en un montón de libretas que tiene, las noticias del periódico que se lee de cabo a rabo, nunca se aburre. De sus amigas, ya no queda ninguna, la Sra. Geni, fue la última que enterramos. Siempre que me la encontraba en el elevador me decía, tengo amigas más jóvenes que tu mamá, pero ninguna tan bien informada. Me hacía reír, desenmarañar luego la cantidad de noticias que lee, luego interpreta y luego te cuenta, nunca es tarea fácil, no llegas ni a entender quién mató a quien. Parece que el tema de hoy en los periódicos fue la diversidad sexual. Me ve y sin mucho preámbulo comienza: ―Yo sé algo que ustedes no saben, ni se imaginan ―hay una larga pausa propia de una película de misterio― mi muchacha es lesbiana. Me saca de contexto, de qué me habla. Le digo que a ella que qué más le da si es o no, y muy seria me responde: ―Yo no tengo ningún problema con que sea o no. Mi problema es porque no me lo dice. Mira bien, a mí no me gusta

42

POR ESCRITO

No. 4


vivir con alguien que no es honesto sobre quién es. Eso es ser hipócrita. Y no me gusta, no me gusta, nada. Me quedo de una pieza. Le pregunto si en su casa con mis abuelos, alguien hablaba de estas cosas y me dice que ni siquiera se las imaginaban. Ha recorrido un gran trecho. Pero no, sin grandes baches. Mientras yo estudiaba en el extranjero, cada fin de semana que llamaba insistía en preguntarme que si ya tenía novia. Tal era la insistencia que le decía que no todo mundo estaba hecho para tener novia, o casarse, que habíamos gente con otro tipo de intereses. La pregunta era recurrente, como al tercer sábado soltó el teléfono y contesto mi papá, no severo, sólo serio, me dijo: ―Yo entiendo lo que le quieres decir a tu mamá, no creas que no lo sé, pero no sé cómo lo estás haciendo, que no te está saliendo, cuelga contigo y se va a llorar al baño. Yo no tengo problema con lo que quieras hacer de tu vida, pero me la dejas muy descontrolada y me cuesta mucho calmarla. Mi tono de broma cambio a preocuparme por pensar lo que significaba que tu primogénito decidiera no casarse, no tener hijos o buscar su vida con alguien de su propio sexo. Hoy nos suena menos rudo, pero cada avance en los derechos de grupos minoritarios sean mujeres, indígenas, negros o personas GLTB es en realidad una larga historia de asumir otredades con varios momentos, ajustes, héroes, triunfos y derrotas, y muchas sorpresas. La causa GLTB de algún modo ha sido de las luchas en ver logros a corto plazo, si a tiempo nos referimos. La historia es compleja de explicar en el caso de México, con infinitas variables que van desde la proximidad geográfica con EEUU, hasta la educación laica, y un grupo intelectual muy cercano al poder que siempre mantuvo una posición liberal de manera muy valiente, Best Maguard, Salvador Novo, Nancy Cárdenas, Luis González de Alba, y por supuesto, Carlos Monsiváis, solo por nombrar algunos de nuestros intelectuales que siempre defendieron el derecho de las minorías por orientación sexual. Y esto, sucediendo así, no en los 70s sino desde el México Revolucionario. Y luego, coexistiendo, la otra cara de la moneda, la Iglesia homofóbica pero con mucha cola que le pisen, las familias

No. 4

POR ESCRITO

43


VOCES

de ultraderecha, una visión cristiana poco analizada emanada del Levítico y nuestra, muy nuestra, cultura machista latina. Un balance extraño de acontecimiento y diferente al resto de América Latina. Como al mes o dos mi hermana me visitó en Nueva York, yo ya tenía una relación estable, y “jugábamos a la casita” -como tratando de evitar profundizar en el tema me dijo mi papá en alguna ocasión- en un inmejorablemente ubicado departamento enfrente del Flat Iron Building, y sin preámbulos que mi mamá ya sabía. Con la misma naturalidad le pregunté qué dijo, que ya ni modo. Todo parece ser que mi papá le fue explicando en detalle, y finalmente todos su años de internado, desde los 6 hasta los 20 y tantos, en el Sagrado Corazón, El Asunción, y ya de adulta, en Our Lady of the Lake College en San Antonio, Texas, pudieron desvanecerse hasta un deseable resignación. Pero el tiempo la fue transformando más, y haciéndola sorpresivamente activista, en el tema. Dos grandes cambios paradigmáticos la hacen sentirse hoy muy orgullosa, su respeto por la diversidad sexual, claro, con miles de “asegunes” porque tampoco es magia, y el vencer el prejuicio contra la gente de color. De ello hay un signo único, la foto que conserva, con especial regocijo de triunfo, en el tocador, peinando a la muchacha de servicio que acompañaba a su vecina española, y era senegalesa. Primero se acercó a ella con extrañeza, luego la invitaba a cenar y finalmente el personaje le fascinó de tal forma que se obsesionó por platicar con ella y sobre ella. Muy probablemente esta chica le hizo ver que todas las diferencias raciales con las que ella había crecido, eran puras construcciones para esconder en el otro, un ser humano igualito a mí. El cambio no fue tan súbito en su apertura a la diversidad sexual, cuando terminé mi Maestría y regrese a México, sus preguntas ingenuas rebasaban todo límite de lo normal. Algún día salí a bailar y me preguntó si bailábamos hombre con hombre, le respondí que no, que a la entrada nos daban una muñeca inflable y con ella bailábamos toda la noche, a lo que me contestó que eso era ridículo. Mayor trance fue cuando me visitó mi pareja y

44

POR ESCRITO

No. 4


pedí pusieran una cama matrimonial en mi cuarto, me pregunto qué para qué. Jamás me recriminó nada. El susto inicial se fue desapareciendo, no sin encontrarme en su Buró diferentes libros sobre el tema. Quería entender mejor. Llegó el día en que sentada en ese mismo reposet junto al ventanal y con alguna de sus otras batas y sus 80 y tantos años, sintió la necesidad de sincerarse y me dijo con una extraordinaria elocuencia: “Yo tengo que hablar contigo, quiero que sepas que yo no tengo ningún problema con la comunidad gay, y menos contigo y tu pareja, los veo mucho más armónicos y unidos que a tu hermano o tus hermanas con su pareja. Es más admiro a los gays, que a pesar de la discriminación, son talentosos y siempre tan tipos, tan bien vestidos, tan distinguidos...Quiero que lo sepas porque para nada ha cambiado lo que siento por ti por eso.” Me quede de una pieza, pensarlo, es una cosa, sentirlo es otra, pero enunciarlo requiere de una auténtica reflexión que se dio a través del tiempo en donde no dejo leer libro, articulo o ensayo que le permitiera comprender que pasaba y cotejarlo con todo lo que había aprendido con las monjas. No todas sus batallas en contra de todos los prejuicios que aprendió de niña han sido vencidas, sus opiniones sobre la virginidad, el divorcio, las diferencias sociales, tienen todavía mucha reflexión por realizar. Pero algo me sorprende de ella, está consciente, a pesar de no poder cambiar muchas de sus posturas, las corrige en sus nietos diciendo, eso lo puedo decir yo que soy de otra época, decir eso ahora cae mal. El mundo está repleto de miles de formas de discriminaciones y xenofobia construidas históricamente sobre bases, más que débiles, estas ideas nos poseen y conducen todas nuestras vidas sin parar a hacer una reflexión de qué es exactamente lo que nos molesta del otro. Puede ser por género, raza, orientación sexual, religión, etnia, discapacidad, enfermedad mental o física, en fin, sobran pretextos para que alguien nos caiga mal. ¿Pero podemos hacer algo nosotros antes que sólo esperar el papel de los gobiernos, las iglesias, el sistema educativo? Muy probablemente sí, y en nuestro entorno inmediato. Tal vez, admitir como lo hacen los títeres de Avenue Q , la obra de Broadway, We Are All a Bit Racist (todos somos un poco racistas), sea un excelente No. 4

POR ESCRITO

45


VOCES

inicio, posteriormente siempre retomó la frase del sociólogo estadounidense Todd E. Bernhardt: “No podemos ser culpados por la mala información que aprendimos desde niños, pero si somos totalmente responsables de repetir esa desinformación a sabiendas que es falsa y daña a una persona”. Mi madre, usted y yo no somos culpables de la infinita gama de prejuicios con que, de las manera más sutiles, nos educaron; desde “el pelo largo es para niñas”, “los tatuajes son para nacos”, “las princesas no juegan así”, “recoge las cosas de tu hermanito para eso eres niña”, y un sin fin más, pero una vez que sabemos que dentro de cada uno de estos mensajes se encierra las barreras para un mundo mejor, más justo y equitativo en oportunidades, derechos y deberes, es totalmente nuestra responsabilidad. Nunca olvidemos, lo que parece estar presente de formas varias en los textos de Octavio Paz, cada sociedad por marginal que parezca, representa una versión única, enriquecedora y preciosa del género humano.

46

POR ESCRITO

No. 4


RECHAZO

DE JUAN SEBASTIÁN SABOGAL PARRA

E

l calor en el apartamento era intenso. Giré la cabeza y allí estaba: la última cerveza, sobre la mesa. Me puse en pie, y mientras me acercaba, miré de reojo a mi chica: dormía apaciblemente en el sofá. Llegué a la mesa, estiré el brazo y logré palpar la botella con la punta de los dedos ―aún estaba fría. Humedecí mis labios con la lengua, mi chica suspiró, la miré y aún estaba profunda. Tomé la botella y la llevé conmigo, por un instante volví la vista al sofá. La dejaré dormir, allí se ve cómoda, pensé y caminé hacia la habitación con aquella fría botella entre las manos. Al entrar en el cuarto una ráfaga de aire frío golpeó mi rostro. Observé la ventana, que estaba completamente abierta, y coloqué la botella sobre la mesa de noche. Me acerqué a la ventana y noté que algunas personas aún caminaban en la calle. Volví la mirada hacia la esquina y logré divisar un par de putas que conversaban. Me puse a pensar sobre qué hablarían, y mientras las observaba fijamente, pasó un auto y se llevó a una. La otra se despidió y continuó en su esquina, sola, esperando algún cliente. No me interesó más aquella escena, cerré la persiana y me recosté en la cama. Giré la vista y allí estaba: la última cerveza. Posé mis ojos sobre ella por un largo rato. Ya comenzaban a resbalar unas cuantas gotas de agua por el cristal. La agarré. Estaba fría, muy fría. Encendí el televisor. Repetían un juego de fútbol, de nuevo. Lo habían pasado como diez veces en la semana. Agarré fuerte la botella, puse la tapa contra el borde de la mesa y la golpeé desde arriba. Tras una corta expulsión de gas, la tapa cayó al suelo. Cambié el canal varias veces: deportes, más deportes, un documental, un hombre viejo cocinando, una pareja follando, un perro corriendo por un prado, chicas bailando, un religioso, otro religioso, un religioso más curando personas. Canal tras canal sólo hallaba basura. ¡Vaya mierda!, me dije. Tomé un corto sorbo de cerveza mientras un religioso le quitaba las muletas a una anciana y ésta lograba caminar. ¡Ojalá y te caigas, No. 4

POR ESCRITO

47


VOCES

anciana!, dije, mirándola fijamente. Pero nada de esto ocurrió. Más bien, todos aplaudieron y bajó caminando como si nada. Qué gran mierda, 30 dólares al mes por ver a una anciana dejar sus muletas, no pagaré más. Lo sé, hablaba solo, nadie me escucharía, pero qué más da. Tomé otro sorbo, un poco más largo. Aquel líquido amargo y burbujeante se deslizaba por mi garganta. Poco a poco el nivel de la cerveza bajaba. Levanté la botella, la observé y dije al aire, la última cerveza, y un eructo salió de mis entrañas. Me senté en la cama, abrí el pequeño cajón de la mesa y tomé un sobre. Tenía un logo, un círculo con una mano que sostenía una pluma, el sobre ya lo había abierto, tomé el trozo de papel que estaba dentro, lo releí, era ya la quinta vez que lo hacía en el día, miré fijamente cada una de las palabras que contenía la nota. Apreciado señor Diego Duarte: Agradecemos profundamente el material que nos ha enviado durante los últimos meses. Sus obras siempre son interesantes, sin embargo, dada la cantidad que nos ha enviado, lo invitamos, amablemente, a no enviar más material, pues como hemos expresado en anteriores mensajes, la línea narrativa que usted maneja no cabe en nuestra publicación. Atentamente, El comité editorial

Tomé otro sorbo de cerveza, esta vez, uno más largo. Pronto se acabaría el líquido. La última, me repetí mirando fijamente la botella. Regresé la nota al sobre y a su vez el sobre al cajón, por un largo rato sólo estuve allí, acostado, mirando el techo, intentando, tal vez, alejarme un poco de la realidad. De pronto, los puntos aleatorios que observaba comenzaron a transformarse en figuras. Gracias a las sombras que ofrecía la luz de la habitación, logré ver un balón, una flor, un ojo gigante que me observaba fijamente, cabrón, no me mires, sin embargo el ojo no reaccionó a mis palabras. Deseé lanzarle algo, pero no tenía nada a la mano más que la botella, de la cual tomé otro sorbo largo.

48

POR ESCRITO

No. 4


Ya se veía casi vacía. Si acaso, quedaría sólo uno más. Volví la mirada al techo nuevamente, y no hallé el ojo más. Me levanté y observé la calle una vez más: aún estaba aquella chica en la esquina, sola, todavía sin hallar cliente. Levanté la botella y bebí el último trago. Ya no había nada en ella. La coloqué sobre el círculo de agua que dejó en la madera y fui al baño. Cerré la puerta con seguro, oí nuevamente un suspiro de mi chica en la sala, metí la mano tras el tanque del sanitario y allí estaba, tal como la había dejado. La tomé con fuerza. No leeré una carta más de esos cabrones, me dije, mientras me miraba el rostro reflejado en el espejo. Acerqué aquella cosa a mi cabeza, me temblaba un poco el pulso. Mejor antes una meada. Luego de ello continué. Espero que esta vez sí les gusté mi línea narrativa. Escuché un fuerte estruendo en el apartamento. Me levanté de golpe. ¡Diego! ¿Qué mierda fue eso?, grité, pero no obtuve respuesta. Por un momento pensé que el sonido había sido únicamente parte de un sueño. Decidí ir al baño. La puerta estaba cerrada, con seguro. Era una chapa antigua, y con poco esfuerzo logré abrirla. ¿Qué mierda hiciste?, allí estaba él, su sangre, aún tibia, se esparcía lentamente por todo el suelo. Sentí su calor en mis pies descalzos, que pronto se ahogaron en medio de aquel líquido espeso y rojo, no tuve fuerzas para gritar o correr en busca de ayuda. Simplemente me dejé caer, las lágrimas igualmente comenzaron a brotar de mis ojos, lo abracé en medio de aquella escalofriante escena, con fuerza apreté mi cuerpo al suyo. El último abrazo, pensé, el último.

No. 4

POR ESCRITO

49


VOCES

ANDREI RUBLEV DE MANUEL SENTIES REYES RETRANA

A

ndrei Tarkovsky es un cineasta-poeta que no narra: evoca. Sus imágenes se hunden en un silencio que las codifica más allá del plano sobre el que se proyectan, en un espacio que ha de ser recogido siempre en el interior. El cine de Tarkovsky es cine en el sentido más puro, y puro en el sentido más cinematográfico: sus imágenes no suceden en un tiempo lineal que se recorre de un extremo a otro, horizontalmente, sino que vibran desde lejanías inmemoriales, se revelan constantemente en un estado diferente del tiempo, y vuelven, constantemente vuelven desde el otro lado del cine, donde lo que hay son signos en rotación como diría Octavio Paz: gemas de la memoria, del hombre, del olvido. Representar lo divino es nombrar lo innombrable, interpretar el silencio, hacer piedra el viento; estos actos escapan a las posibilidades del hombre en términos estrictos de la lógica discursiva, pero tratar con materia divina genera un clima diferente. Acercarse al numen transfigura las cosas, modifica los signos, y modela un universo diferente. Y acercarse al numen es acercarse a uno mismo, a los lugares que uno mismo desconoce, y ahí, en la oscuridad, tomar su mano. Andrei Rublev la tomaba cuando tomaba el pincel, Andrei Tarkovsky cuando tomaba la cámara. Representar es vehicular el valor de lo representado, una operación de captura de las esencias, y la captura requiere del reconocimiento de la presa, en primer lugar, y en segundo, del conocimiento del método de captura; ya que aquí se trata de capturar lo más esencial: lo divino, el método es el de la sustracción de elementos, hasta llegar al cuerpo desnudo, esencial. Este ejercicio de reducción, paradójicamente, en su proceso substractivo hincha al objeto de potencia, de su propia luz, su luz esencial, hasta elevarlo sobre sí mismo al centro del infinito. Las imágenes poéticas tienen la propiedad de expresarse en terrenos de la infinidad, en contactos cósmicos, porque despojadas de cualquier artificio, su propia correspondencia consigo misma la lanza fuera de sí con toda su potencia interna. En la Edad Media pintar un ícono suponía un

50

POR ESCRITO

No. 4


problemática teológico filosófica. En 1966, para Andrei Tarkovsky, hacer una película también. En Andrei Rublev hay una doble poética, un desdoblamiento del sentido mismo de la imagen: el conflicto filosófico-teológico que acontece en la “narrativa” de la película se extiende y se constituye también en la película como tal. El conflicto: el hombre y lo divino. Aquí Tarkovsky opera como el mismo Rublev, en el ejercicio de vehicular lo divino por medio de un ícono, de una imagen. El contenido de la película aborda de manera casi naturalista el contexto social, político e ideológico del momento histórico en que Rublev producía sus íconos, pero no de una manera meramente ilustrativa, sino que, estando dividida en capítulos muy sugestivos poéticamente, el autor plantea relaciones de estos tres temas de la sociedad medioeval en la configuración de un evento como representativo de todo el momento histórico: la creación de un ícono. Se podría decir que en la película, Rublev es el pretexto a través del cual el espectador abstrae y recoge los factores esenciales (en el sentido poético) que la época concebía alrededor del valor simbólico de la creación de un ícono; o más aún, se podría decir que la película trata sobre Tarkovsky haciendo una película como Rublev un ícono. Andrei Rublev y Andrei Tarkovsky en la película son el mismo, en la vida, sólo tentadores del poder divino de las imágenes: “escultores del tiempo”.

No. 4

POR ESCRITO

51


VOCES

DOS DRACMAS PARA EL OTOÑO DE OMAR GONZÁLEZ

E

l frío viento del otoño arrancaba las hojas de los árboles. ―Mira ―le dijo Manuel Acuña a su hermano de letras, Juan de Dios Peza, también poeta―, ¡una ráfaga helada la arrebató del tronco antes de tiempo! Faltaban veintiséis días para el final de 1873. Habían pasado casi dieciocho meses de la muerte del Presidente Juárez, y Sebastián Lerdo de Tejada gobernaba al país. Acuña y Peza habían pasado juntos buena parte del día. Al caer la tarde caminaban por la Alameda en la Ciudad de México. Mientras caminaban, Acuña recitó El génesis de mi vida y luego, ya sentado junto a Peza en una banca, le dictó el soneto A un arroyo. ―Este soneto ―escribe Peza en 1897— es el último que escribió, muchos creen que es el Nocturno, inspirado en quien dicen que fue su musa más preclara: Rosario De la Peña. …el sol de la mañana/detrás del campanario,/ chispeando las antor-chas,/humeando el incensario,/y abierta allá a lo lejos/la puerta del hogar... Así escribe Acuña en el Nocturno que dedica a Rosario rememorando su infancia en Saltillo, cuando al fondo de su calle la iglesia de espaldas al oriente recibía los rayos del sol. Una suerte de extraña vuelta a Ítaca pero de la mano de Rosario o acaso de su deseo por volver a ese punto de no retorno llamado infancia, ese espacio donde los poetas creen haber sido felices. Nacido en 1849, Acuña pasó al lado de sus padres Francisco Acuña y Refugio Narro los primeros años de su vida. En 1865, en pleno Segundo Imperio, se trasladó a la Ciudad de México para ingresar al Colegio de San Ildefonso. Al año siguiente se inscribió en la Escuela de Medicina donde se “distinguió por su notable aptitud y su constante empeño para profundizar la ciencia médica” sin dejar de lado su vocación poética ni su ánimo para crear empresas culturales como la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl que “inauguró sus sesiones en un patio del ex convento de San 52

POR ESCRITO

No. 4


Jerónimo”. De aquella sociedad que presidió en distintas etapas, Acuña fue también guía y maestro hasta su muerte. Estaba llamado a ser un poeta mucho más memorable de lo que hasta antes de su deceso ya era. Sus amigos, que nunca le dejaban solo, sabían de su talento y vocación literaria la cual no fue ajena a la elaboración de alguna obra teatral El pasado, aun cuando debió esperar que ésta alcanzara el éxito que una compañía teatral le había regateado inicialmente. El día de su estreno, sin embargo, la puesta en escena fue loada por la crítica y saludado el autor con palmas de éxito. Sin embargo, algo debía atormentar a Acuña. Alguna estrechez económica; alguna pena de amor, algún desaire. ¿Qué agobia el alma de un poeta? ¿Qué golpe destroza el corazón del hombre? ¿Acaso la distancia? ¿La ausencia de Refugio, su madre? ¡Ah, el frágil corazón del artista es un laberinto! ―Te espero mañana, a la una de la tarde, en punto ― dijo a su hermano Juan de Dios Peza aquel cinco de diciembre en la Alameda. ―¿En punto? ¿Por qué en punto? ―Si tardas un minuto más... — ¿Qué sucederá? —Que me iré sin verte. —¿Te irás adónde? —Estoy de viaje... sí... de viaje... lo sabrás después. Dos dracmas de cianuro cegaron su vida el seis de diciembre de 1873: “Lo de menos será entrar en detalles sobre la causa de mi muerte, pero no creo que le importe a ninguno; basta con saber que nadie más que yo mismo es el culpable” escribió Acuña. Peza ha sido puntual. En la Alameda siguen cayendo las frágiles hojas del otoño, a la espera del invierno, arrancadas de cuajo, para siempre.

No. 4

POR ESCRITO

53


VOCES

ENTRE DOS SIGLOS DE TONY CANTERO

A

l doblar de cada esquina hay una acera, si hay más casas siguen ventanas y puertas, o una tapia que separa la vereda, de las quimeras y las tristezas. A la vuelta del olvido nada queda, pues las penas ya no rondan la cabeza, no hace falta ni lavarla y aunque huela, los protones nos redimirán con fuerza. Que florezca la alegría, que florezca, que retoñe con placer la flor de hiedra; y que irradie en la expresión que al suelo aqueja. ―Pues la vida entre dos siglos nos demuestra, que no hay mareas eternas, ni amor que muera, ni sol sin tierra ni luna llena, si parte de ella nació de un delta, entre las piernas. ―¡Por vivir cada poeta trae leyendas, fabrican sueños, se dan y prestan pero no ruegan! Al caer la estrella sabe a dónde vuela, cada punta tiene flechas que se entierran, la ilusión que la hace ver puede ser cierta, pero sin ojos, todos la niegan. Al subir las naves rosan los cometas, arman bullicios, el aire queman y cuando bajan se condensan, sin necesidad de que llueva. Que se enciendan las sonrisas, que se enciendan, que los labios se den besos primavera, dándose lenguas, locos y revueltos, en miel d e abeja. - Pues la vida entre dos siglos trae maletas, de años de encuentros y de querellas, de humor ajeno y de tormentas; y en el destierro las manos buenas, cumplen promesas y se desvelan. – ¡Nadie es profeta, ni en tierras huérfanas, ni en extranjeras, sin que lo entiendan!

54

POR ESCRITO

No. 4


RHYTIS DE BARUCH MARTÍNEZ TREVIÑO

B

uenas noches, usted y yo ya nos conocemos… bueno, no exactamente. Yo le conozco a usted antes que naciera, cualquiera de los dos, incluso lo acompañé en su primera muerte, esa que los humanos le dicen “vida”. No haré muy larga mi presentación, mejor voy a decirle una primera parte de quién soy yo. Preste atención por favor. Historia de α. Soy escritor y estoy perdido, no tengo mi bolígrafo rojo, no puedo hacer esa curva que levanta con fuerza la letra de mi nombre: el pictograma. Sostengo, con un ojo entrecano, el recuerdo de la bala, ese punto, esa minúscula esfera que se roza con mis espacios de finuras blanquecinas. Ahora yo soy otro lenguaje, me disculpo con los trazos. Soy sordo, soy mudo, soy infiel a la historia del ojo. ¿Dónde estoy? recorriendo la dermis, tomando distancia, pausas que brillan espaciando un punto, una repetición, un intento de figurarse sobre el ir de un aborto de representación. Mi espejo artrítico, opaco y lítico, incapaz de satisfacer el regreso. He asesinado mis secretos: lo jamás escrito, la escoria que me muestra tal cual soy: impotente. Mi dios me sepultó en el rechazo, sea zurdo o diestro. Deslizo mi mano desde mi centro hacia la parte superior de la hoja (gotea el lavabo, un perro ladra, el sol permanece en lo seco de mi ciudad quien singulariza mis dedos, mis rastros), mis dedos encabezando la muerte se anclan al borde de la hoja y halan sus fibras y su celulosa, con fuerza y orden de puño que se cierra y hace crujir ese pedazo de no-memoria, toma la simetría de un caos imperdonable. El filo del rectángulo me folia los dedos, me presumen un color rojizo, una leve herida. Un sonido más, el de la línea que surge en la frente. La hoja es deshecha, eso que no pudo representar la falta de tinta roja. Una condensación de una falsa sensibilidad mostró su potencial en el rechazo: sensible al fin. Imperceptible el trazo rasgó una línea más. Un tenue descubrimiento de humanidad en mi frente de escritor. La hoja en el piso con forma esférica; el sol que seca la tinta; la tinta que fue roja; disfraces de colores pardos; pardas son las sombras de las arrugas. Yo No. 4

POR ESCRITO

55


VOCES

escritor me encontré, entré y vio mi rostro, entre piedras y neblina. Soy mi propio palimpsesto. Historia de β. La miseria se arrastra en los vagones, va limpiando el camino por donde piso, va lamentando silencios encajonados. Yo tengo tomada con fuerza la bolsa con verduras, tengo apretado el corazón, volviéndolo impasible ante los estímulos de mi ciudad-mercado. Aquí todo se vende, en cada esquina se quiebra un florero de humanidad volviéndose añicos: animalidad, palabras, olores, un cuerpo tibio y palpitante, tactos, vómitos de drenaje emanados en el perfume de la ciudad, facciones, humores de entrepiernas manejando la vida en el asfalto incapaz de reflejar un silencio. Aurora extraviada, permanece en llanto por la muerte del viento, ingresa en nuestros orificios. Apuro el paso rumbo a casa, dejo una sonrisa por ahí, un saludo más adelante que las ratas toman agua del parque, que las hojas de los árboles ya no pigmentan la vida en verde, aquí sólo tenemos dos estaciones: gris y negro. Voy al santuario y pongo mi rodilla en el zumo de pecados, que la mirra sea mi estela cuando llegue al umbral de nuestro vientre. Bienvenidos a mi casa, las cortinas de la sala están abiertas, el frío se transmuta con la fricción de la descripción ¿qué ves? Ahí está la mesa libre, sin una palabra. La cocina rústica, iluminada, brillosa, un caleidoscopio de aromas, una cuchara sucia: la del café. ¿A qué huele? El agua del grifo hela mis manos, la espuma suficiente que recorre desde mis muñecas, las palmas, el dorso, entre los dedos y entre las uñas y la carne trata de quitar todo rastro de ciudad. Afuera se escucha un grillo, unos pájaros trinar, el silbato del cartero, el sol debilitado por la lluvia vestida de gris. Un pavimento, una azotea que ensucia purezas húmedas. ¿Qué escuchas? Cortar, eso escuchas. Tomo la tabla y un cuchillo. La barra, los instrumentos, las papas: tierra de mi tierra, color de mi piel entre el cuchillo y mi tabla: ese desierto árido por lo salado de mis lágrimas. ¿Lo escuchas?, zup-tap, ese sonido del acero que escinde la papa hasta topar con la tabla y formar un surco más: repetir hasta obtener el corte deseado. Repetir entre la división de cada trazo, entre la muerte que continuamos, abrimos el día y se retorna hasta el pecho ¿qué recuerdas? El cuchillo tiene el filo insuficiente, la garganta

56

POR ESCRITO

No. 4


se corta con la memoria, con la imagen de la miseria que se arrastra por el vagón del tren sin operador. Cada silencio es rebanado en una mirada que fija la monotonía de un presente insípido. No es vida, no es muerte: es dividir tu tierra, es cortar tu piel y convertirte en pliegues, papiros de un pasado inmediato, vueltos al viento hijos de Aura. Somos un proceso, una esencia de remembranzas ¿a qué sabe el corte? No soy la papa, no soy el filo del acero, no soy el desierto salado. Aquí solo soy una tristeza más en las marcas de mí mirar. Un pliegue, una obertura por donde escapan los regresos, el no querer sentir mi ciudad. Son las feromonas de mi tristeza, la humectación de la insistente herida de mí ser en el mundo. Aquí, entre mis mejillas y mi boca dejan su rastro, ¿qué observas? Historia de γ. Es un libro que habla de corazones, de viajes, de escapes, de transparencias, de una mujer que le danza al amor con vestidos de versos flamencos, de vidas que a veces uno no sabe vivir y se conforma con tomar una pizca de similitud y expandirlo por todo el cuerpo. Lo único que me sostiene es el sillón. Si, estoy sentada en el sillón debajo de la luz de la lámpara de mi estudio, tengo las piernas dobladas hacia mi sexo, tengo la esperanza enramada con mis plantas lunáticas que brillan bajo su profundo blanco. No sé y no quiere saberlo, es la espera mientras sostengo el libro con una mano y con la otra una taza con café caliente, cuando dejé que se siguiera reproduciendo un preludio de Chopin, sube encaramándose a las letras que se adhieren a mi palpitación. Sujeto con fuerza la taza por temor a que se insensibilicen mis brazos ante las imágenes que corroen mis suspiros. El reflejo del libro taladra el nido de nostalgia, perfora y cava buscando mis vivencias: un vacío me sostiene impávida, al borde del quiebre. Ahí, en ese espacio el mundo se roe a sí mismo: el ulular de las sirenas como la burla de la inmortalidad, los temblores se guardan en cajas de cristal, el premio al empresario por robar con calidad, una pareja pelea, un gato maúlla, unos frijoles se sirven, un árbol es plantado, una madre corta una cebolla. Todo pasa y soy marcada por mi mismidad en nostalgias ajenas. Ahí, en el corazón, el detalle del tiempo putrefacto.

No. 4

POR ESCRITO

57


VOCES

Quizá aún no sepan quién soy, pero les aseguro que tenemos el gusto de habernos conocido desde que usted no tiene memoria hasta que la memoria se le escape de entre los alientos surcados. En algún otro momento me presento personalmente, mi lugar favorito es la intimidad de su reflejo.

58

POR ESCRITO

No. 4


TOMAR CAFÉ FRÍO DE ANDREA FISCHER

T

omar café frío y remover las cenizas con la mano. Pensar en el campo, porque el sol de una mañana trae el recuerdo de la tierra infértil y los pájaros cruzando el cielo blanquecino. Sentir la aspereza de las piedras en las piernas, porque tal vez la silla no es cómoda, o quizá, porque la taza se siente demasiado dura en los labios. Correr los ojos en la cocina desalojada, y recordar con pesar las horas distantes en las que los atardeceres todavía cambiaban de color: cuando todavía se sentían auténticos. Sentir el correr de un escalofrío por la espalda, porque tal vez fue demasiado rápido: las reuniones, las risas y el silencio que dejó un comentario desafortunado. ¿Dónde quedaron los cubiertos sucios? Dejar la silla de lado y abandonar la mesa con los trastes sin usar. Ir hacia la ventana helada y deslizar los ojos al paisaje gris de árboles sin hojas y plantas secas. Volverse hacia la pared con un suspiro. Masajearse las sienes con los dedos: presionar fuerte, porque la advertencia de una migraña más sugiere otra mala noche. Abrir los ojos. Mirarse en el espejo que descansa en la pared de mosaicos blancos y sentir el efecto dominó sobre los hombros. Respirar con dificultad. Exhalar a ratos, con la mirada perdida entre las letras del texto eterno que quiebra lentamente con el tiempo. Siempre ha estado ahí, pegado: es un poema sin autor ni fecha de nacimiento. Lo que está impreso nunca se modifica. Lo que dice cambia a ratos. Pensar en la posibilidad de una aspirina para aguantar el día, y luego el frío sobrecogedor de un amanecer de enero. ¿Dónde quedó el suéter? En la cama no: se sacó antes de bajar al primer piso. Dejarse de divagaciones, y tomar, mejor, una pastilla que induzca un sueño profundo. No hay nada que hacer, nada que arreglar: ya se encontrará una manera. Después, después habrá tiempo de pensar en cómo acomodar la vida. Pensar en otra cosa, pensar en la pastilla. Seguro hay: siempre está el botiquín abierto, sin usarse. No ha sido necesario todavía. Los sonidos del campo vuelven: una bala perdida y el grito de pájaros despavoridos. ¿A quién fue a buscar? Más aún: ¿encontró en dónde detenerse? Volver: quedaron cenizas en las yemas de los dedos. Epifanía: son restos de tabaco, No. 4

POR ESCRITO

59


VOCES

no de pólvora. La boca no sabe a nicotina. Es más bien saliva desgastada en palabras innecesarias. Y ahora el silencio ineluctable, extrínseco. ¿Dónde quedó su valor original? Y aun así, la voz no sale, no vuelve. Ha firmado su acta de renuncia irrefutable. Salir de la cocina y encontrar la sala con manchas rojas que no estaban antes. Círculos perfectos de rojo carmín que luego cambian a ser verdes. Buenos días, dolor de cabeza. La televisión se desconectó sola. Las bocinas se jubilaron en un hilo de voz. La alfombra quedó inmaculada: por ahí no pasaron las botas despavoridas. Vinieron buscando algo y algo se llevaron. Ojalá se hubieran llevado sólo eso, y el remordimiento también. Es más valioso: dura más. Entonces vuelve el sentimiento de vacío con un estremecimiento: aún se escucha el eco de los pasos rebotando en el cielo. Pesados, como sus rifles, y como los cadáveres que dejaron atrás. Cabos sueltos, palabras en desuso. Ya fueron demasiadas. Olvidar la pastilla y sentarse en el sillón de tela blanca. Sentir el temblor mortecino de las manos, y ver en las articulaciones un patrón ineludible: las venas quieren salirse de ahí. Luego el adormecimiento en los pómulos que se extiende al pecho. Hay algo en el cuerpo sutil que huele a quemado, y luego preguntarse nuevamente de dónde vinieron las manchas cenicientas de las yemas de los dedos. Un hilito de sangre se escapa de las comisuras —uno de cada lado, como la cadena de un medallón— y va a dar al espacio vacío entre las costillas. ¿Dónde está el ritmo calmado que había ahí antes? Silencio. Hay una mesa de vidrio frente al sillón. Percatarse del reflejo que ahí se desdibuja, y mirar con curiosidad las líneas que se forman alrededor de los ojos. Ya no hay consuelo en el olvido del nombre, ni la sensación de seguridad en la soledad. Son unos ojos cavernosos, como desgastados de tanto mirar. Y luego los labios, que se curvan en una sonrisa caída, y la flacidez de las mejillas que ya casi se extinguieron. La piel está cenicienta, como todo lo que se olvida en un rincón oscuro, y no vuelve a ver la luz hasta mucho tiempo después, cuando el polvo toma posesión creando una capa fina. Una capa que permite cada vez menos el paso de aire. Una capa que sella los labios. Una capa que cubre los ojos, pero que no ciega

60

POR ESCRITO

No. 4


por completo: permite ver lo evidente ―pero en siluetas: sombras que pretenden ser, pero no alcanzan nunca lo que realmente es. Así trabaja el polvo. Convierte lo conocido en irreconocible, en ajeno, en lejano, y da paso para que el olvido lo consuma todo. Escuchar un sonido en la planta de arriba. Es algo punzante que choca contra el piso de madera, y que se escucha como un golpeteo rítmico a intervalos largos, marcados. Dejar la imagen polvorienta del reflejo y salir del trance. Los puntos de colores se acentúan en la sala blanca. Redondos, magníficos: circunferencias perfectas que cambian de tono al ritmo del ruido de la planta superior. Subir los escalones mirando siempre al frente, tratando de evadir los puntos cambiantes con los ojos clavados en el mismo plano. Tocar la madera debajo de los pies. Frotarse las manos y sentirlas sucias, como con una capa fina que recubre las palmas. Sentir las sienes pesadas, filosas: agujas que quisiesen traspasar la piel. Llevarse los dedos ahí, y olvidarse de todo: el dolor escala y las manos se sienten plúmbeas. Pero el sonido persiste, con ese mismo ritmo castrante que no deja de ser. Seguir el golpeteo con los ojos cerrados. La planta superior es un pasillo, nada más, con tres habitaciones cerradas: la primera, el cuarto; la segunda, el de visitas; la tercera, un baño común que ya nadie usa. Si acaso se prende la regadera una vez cada tantos días. El ruido se enfatiza en el silencio de la casa: se hace más grave y más pesado, como si fueran puños que pegan contra un muro falso, hueco. Caminar hacia él, sintiéndolo cada vez más cerca conforme el pasillo se alarga. Percibir las puertas cerradas: la primera, la segunda, y un golpe. Retroceder y consumir el impacto de la nariz: resuena aún en la cabeza, pero no se sintoniza jamás con el golpeteo, que ahora parece estar a una puerta de distancia. Correr las manos por los párpados cerrados. Abrir los ojos. Sentir un arranque de energía súbito y empujar la puerta de madera blanca. Encontrar el baño vacío con la cortina de la tina corrida. Silencio. Entrar y dejar correr el agua del lavabo. Recargarse en él, y dejar caer el peso sobre las muñecas. El ruido persiste, y se siente cerca, muy cerca: como si pudiese enredársele detrás de las orejas. Como si

No. 4

POR ESCRITO

61


estuviese detrás, en ese vacío entre la bañera y la pared. Vuelven los puntos de colores, y entonces, se escucha una exhalación. Volverse y sentir un impacto en medio de los ojos. Una mancha roja, un golpe contra el suelo, y un cuerpo, inerte, contra las baldosas heladas. Pasos en el pasillo blanco, en los escalones, un portazo. Un charco se forma sobre el piso del baño, y entonces, se hace el silencio. Es la mañana blanquecina, unas pupilas dilatadas, y nada más.

62

POR ESCRITO

No. 4


No. 4

POR ESCRITO

63


CONSEJO EDITORIAL Editora General Cecilia Durán Mena Cecilia@porescrito.org Editora Ejecutiva Andrea Fischer Durán Andrea@porescrito.org Diseño Editorial Oh la lab! Laboratorio Creativo S.A. de C.V. Fotografía de portada Kristin Ellis Digital www.porescrito.org Ventas y Suscripciones ventas@porescrito.org Contacto contacto@porescrito.org

Los textos e ideas que aquí se publican son responsabilidad de quien los firma. Pretextos literarios por escrito es una revista bimestral. Número Cuatro. Editora responsable Dra. Cecilia Durán Mena. Número de Certificado de Reserva de Nombre otorgado por el Instituto Nacional de Derecho de Autor 04-101416143900-102. Número de Certificado de Licitud de Título y Contenido #16609. Domicilio de la Publicación: Centenario 66, Col. Del Carmen, Coyoacán, C.P. 04100, México, D.F. Impresor: Imprecen SA de CV, carretera Guanajuato-Juventino Rosas, Km 12, Col. La Carbonera Guanajuato, Guanajuato. Distribuidor: Grupo Mangolu, S.A. de C.V. Centenario 66, Col. Del Carmen, Coyoacán, C.P. 04100, México, D.F.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.