La Política de Inmigración del Dictador Trujillo, agosto 2022

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Estudio sobre la creación de una imagen humanitaria

LA POLÍTICA DE INMIGRACIÓN DEL DICTADOR TRUJILLO

C. Harvey Gardiner

Santo Domingo, República Dominicana

2022 CLÁSICOS DE LA MIGRACIÓN DOMINICANA

LA POLÍTICA INMIGRACIÓNDE

DEL DICTADOR TRUJILLO

Estudio sobre la creación de una imagen humanitaria

Primera edición, 1979

ISBN impreso: 978-9945-9295-6-0 ISBN online: 978-9945-9295-7-7

Banco de Reservas de la República Dominicana Av. Winston Churchill esq. Porfirio Herrera, Piantini Tel.: +1 809-960-4100 Correo electrónico: contacto@banreservas.com Sitio web: www.banreservas.com

Traducción del inglés: Irma Guzmán de Sanabia Corrección de estilo: Daniel García Santos Diseño y diagramación: Pia Menicucci & Asoc., SRL Diseño de colección: Laura Longa M. Diseño de cubierta: Laura Longa M. Imagen de cubierta: Fototeca del Archivo General de la Nación de la República SantoImpresión:Dominicana.AmigodelHogarDomingo,RepúblicaDominicana

© C. Harvey Gardiner De la presente edición: © Instituto Nacional de Migración y Banco de Reservas de la República Dominicana, 2022

Tomado de la edición de 1979, Dirección de Publicaciones, Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), Santo Domingo, República Dominicana. Esta edición revisada, corregida y actualizada cuenta con la aprobación del Consejo Científico de la UNPHU y la autorización de su rector Arq. Miguel Fiallo Calderón. Agradecemos a las autoridades universitarias la posibilidad de incluir esta obra en la colección Clásicos de la Migración Dominicana, proyecto editorial del Instituto Nacional de Migración (INM RD) y el Banco de Reservas (Banreservas).

Instituto Nacional de Migración C/ Manuel Rodríguez Objío, núm.12 Gazcue, Santo Domingo, D. N. República Dominicana Tel.: Correo+1809-412-0666electrónico: info@inm.gob.do Sitio web: www.inm.gob.do

La llegada 55

La próxima década y media: 1946-1961 158

Capítulo IV. Centroeuropeos: Judíos (1) 121

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ÍNDICE

Presentación .................................................................................. 9 Prólogo ........................................................................................ 13 Introducción ................................................................................ 25

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La siguiente media década: 1941-1945 143

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Capítulo I. La masacre 29

Capítulo III. Los españoles republicanos (2) 91

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Aspecto político 65

La partida 107

La historia, escrita y no escrita 91

El primer año 130

Capítulo V. Centroeuropeos: Judíos (2) 143

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El trabajo de los educadores 72

Capítulo II. Los españoles republicanos (1) 55

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Las bellas artes 79

El acuerdo 122

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284 Periódicos ............................................................................... 285 Abreviaturas .............................................................................. 287

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Capítulo VIII. Los españoles: otra estirpe 211

Capítulo VI. Sobre mitos y propaganda

281 Expedientes

Capítulo X. Los japoneses: Granjeros y pescadores 241 impresos periodística de publicaciones

Conclusiones ............................................................................. 265 Apéndice bibliográfico ............................................................... 275 Bibliografía ............................................................................. 275 Manuscritos 276 Documentos

......................................... 173

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Capítulo VII. Política y práctica en transición 197

Capítulo IX. Los húngaros: «Luchadores por la libertad» 227

277 Libros ..................................................................................... 278 Literatura

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Desde su constitución histórica como comunidad nacional y sobre todo como comunidad de cultura, las migraciones han ocupado un papel articulador en la trayectoria histórica dominicana. En sus orígenes el Santo Domingo colonial se expande en virtud de oleadas migratorias españolas y africanas, tras el comercio de esclavos hacia el Caribe en el siglo XVI. Definida la sociedad propiamente dominicana a finales del siglo XVIII y en el inicio de la modernidad en la segunda mitad del XIX y en el XX, las migraciones acrisolaron procesos que contribuyeron a la formación de la personalidad cultural de la nación dominicana. Españoles, judíos, norteamericanos, chinos, japoneses, haitianos, ára bes, turcos, italianos, venezolanos, puertorriqueños y alemanes, por solo referir las nacionalidades más importantes, enriquecieron la vida nacional. Conscientes de la importancia que tiene para el país el fenómeno migratorio, el Instituto Nacional de Migración (INM RD) y el Banco de Reservas (Banreservas) de la República Dominicana han articulado esfuerzos e impulsado un proyecto editorial tras el cual se persigue ofrecer a los lectores dominicanos y, en general, a los estudiosos del fenómeno migratorio, un conjunto de estudios fundamentales para el conocimiento del papel de las migraciones internacionales en la historia del pueblo dominicano.

PRESENTACIÓN

Esta colección inicia con la publicación de nueve volúmenes de respetados autores nacionales y extranjeros escogidos entre las obras más representativas sobre este tema en los últimos 50 años: Colonización y política: Los japoneses y otros inmigrantes en la República Dominicana de Valentina Peguero; Garveyismo y racismo en el Caribe: El caso de la población cocola en la República Dominicana de Humberto García Muñiz y Jorge L. Giovannetti; De Baní a Boston: construyendo comunidad a través de fronteras de Peggy Levitt; Presencia judía en Santo Domingo de Alfonso Lockward (editor); Entre dos islas. La migración internacional dominicana de Sherri Grasmuck y Patricia R. Pessar; Migración internacional y economía cafetalera. Estudio sobre la migración estacional de trabajadores haitianos a la cosecha cafetalera en República Dominicana de Wilfredo Lozano y Franc Báez Evertsz; Braceros haitianos en la República Dominicana de Franc Báez Evertsz; La política de inmigración del dictador Trujillo. Estudio sobre la creación de una imagen humanitaria de C. Harvey Gardiner, y La inmigración española a República Dominicana de Juan Manuel Romero Valiente. Más adelante se irán incorporando otros textos y autores.

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En sus ochenta años de existencia, el Banco de Reservas se ha caracte rizado por su serio compromiso con la cultura y resulta notable, especial mente, su labor editorial, la cual ha permitido dotar al pueblo dominicano de importantes obras de autores nacionales. En esta ocasión, se une al Ins tituto Nacional de Migración —como ha hecho a lo largo de estos años con prestigiosas instituciones gubernamentales de diferentes ámbitos— para rescatar textos clásicos sobre el tema migratorio, algunos de ellos publica dos por el Banco de Reservas en su primera edición.

La colección Clásicos de la Migración Dominicana ofrece al lector estudios de alta calidad académica donde se puede apreciar el fenómeno migratorio en su diversidad de orígenes nacionales y culturales, en la multiplicidad de orientaciones de los flujos de inmigración y emigración y los diversos problemas envueltos en este proceso, como es el caso de los propios del mercado laboral, el plantacionismo azucarero, la dinámica de la emigración y el surgimiento y evolución de la diáspora dominicana, el mecanismo de inclusión/exclusión, las transformaciones culturales, entre otros asuntos cruciales.

C. Harvey Gardiner

Wilfredo Lozano

El Banco de Reservas y el Instituto Nacional de Migración aspiran, con esta colección de libros clásicos, a realizar una modesta contribución al conocimiento de nuestra historia contemporánea en ese fascinante capítulo de la construcción de la nación y la modernidad dominicana que son las Samuelmigraciones.PereyraRojas

Administrador General Director Ejecutivo Banco de Reservas Instituto Nacional de Migración de la República Dominicana de la República Dominicana

La política de inmigración del dictador Trujillo

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Ambas instituciones coinciden en el propósito de rescatar y divulgar estos relevantes estudios que apoyarán a la formación de jóvenes investigadores y el fortalecimiento de las ciencias sociales en el país y fomentarán estudios comparados sobre las principales comunidades de inmigrantes radicadas en República Dominicana, así como las de dominicanos residentes en otros países y su evolución e impacto en la vida nacional.

Esta colección permitirá apreciar la complejidad y riqueza del fenóme no migratorio, sus momentos culturales y contribuciones sociales y eco nómicas más significativas, su trayectoria histórica en suelo dominicano y, sobre todo, fortalecerá la formación cultural de nuestro pueblo, propósito final de este empeño conjunto.

El autor toma como punto de partida las acciones emprendidas por Trujillo para solucionar la secular cuestión de los límites fronterizos con Haití, el programa de dominicanización y blanqueamiento de la franja fronteriza, así como la promulgación de una nueva ley de inmigración que consignaba una tasa de 500 pesos para todos los inmigrantes de Mongolia y para los negros de origen africano que ingresaran al país, cuota tributaria bastante elevada para la época cuya finalidad era desestimular el ingreso de haitianos. Este proceso culminó con el brutal asesinato de una cantidad oscilante entre cuatro y seis mil haitianos y domínico-haitianos que habitaban la porción norte de la frontera, dedicados de forma pacífica a la agricultura en pequeña escala, la ganadería y el comercio.

La publicación de este libro del historiador y escritor estadounidense Clinton Harvey Gardiner representó un acontecimiento significativo en el campo de la historiografía dominicana. Desde que salió a la luz en 1979 se convirtió en una referencia ineludible para el conocimiento de la política inmigratoria desarrollada por la prolongada dictadura de Trujillo, cuyo propósito subyacente es vinculado por el autor al esfuerzo incesante de este para forjarse una apariencia humanitaria hacia el exterior y presentarse como un demócrata ante los círculos de poder de los Estados Unidos, acción que implicó la apertura del país al exterior y una reorientación de las prácticas recurrentes del despotismo.

PRÓLOGO

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Por este horripilante hecho numerosos países desataron una miríada de protestas en demanda de la salida de Trujillo del gobierno. La prensa internacional —sobre todo los principales medios periodísticos de los Estados Unidos— condenó de forma contundente la bestial acción del dictador. El gobierno haitiano, luego de convencerse de que Trujillo no realizaría una investigación seria ni admitiría su responsabilidad en la masacre, también desató una intensa campaña mediática junto a monseñor Canon Joseph Le Couaze, arzobispo de Puerto Príncipe. Además de esto, Trujillo fue objeto de presiones solapadas de grupos dirigentes de los Estados Unidos, como el entonces presidente Franklin Delano Roosevelt, el canciller Cordell Hull y el diplomático Sumner Welles, quien se convirtió en uno de sus principales opositores.

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De modo que para Trujillo constituía un imperativo atenuar la presión internacional sobre su gobierno, pero sobre todo proyectar una imagen pública de demócrata en los círculos de poder de la gran nación del norte, para lo cual adoptó una batería de medidas. A los tres meses de la matanza anunció su decisión de no reelegirse y en lo sucesivo nombró presidentes títeres para insinuar que no tenía un control absoluto del poder, realizó diversos viajes a los Estados Unidos, disolvió el Instituto Científico Domínico-Alemán fundado en 1937 y empezó un proceso de distanciamiento progresivo de todos los símbolos característicos del Reich que había asumido, incluido su vestuario, para contrarrestar el cariz fascista que proyectaba su régimen. En mayo de 1938, el canciller dominicano reiteró al Departamento de Estado la preocupación de Trujillo por los rumores aparecidos en la prensa norteamericana de que el país era un foco de actividades nazistas y fascistas.1

En esta acuciante empresa para labrarse un perfil humanitario favora ble, Gardiner considera que los refugiados e inmigrantes ejercieron el pa pel más «persistente y exitoso». La certeza fundamental que recorre este li bro es que en la determinación del dictador de atraer inmigrantes primó el criterio de realzar su fisonomía humanitaria en el plano externo, certidum bre que ha sido acogida por muchos de los estudiosos posteriores del tema. Asimismo, Gardiner ha señalado otras dos motivaciones de Trujillo. Una de carácter económica, vinculada al «imperfecto programa de colonización» que impulsaba y cuyo cometido era incrementar la producción agrícola me

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En el invierno de 1936-1937 Trujillo había expresado públicamente su interés en acoger 400 huérfanos de la guerra civil española y, en el

La oportunidad para Trujillo acometer su empresa de atracción de inmigrantes se presentó luego de la ocupación de Austria por Adolfo Hitler, que motivó al presidente Franklin D. Roosevelt a proponer la creación de un comité internacional para propiciar la emigración de refugiados políticos de Alemania y Austria. En la Conferencia de Evian, celebrada en la localidad francesa de Évian-les-Bains a principios de julio de 1938, el representante dominicano se ofreció para recibir inmediatamente de 50 a 100 mil inmigrantes y conceder facilidades para su asentamiento, sobre todo a colonos agrícolas blancos. Sin embargo, la propuesta dominicana fue impugnada por George Warren, del Comité Consejero de Refugiados Políticos, quien destacó los escollos que imponían las leyes migratorias, las cuales estipulaban un impuesto de entrada de $500.00, la obligatoriedad de emplear el 70 % de dominicanos en cualquier negocio, a lo que se sumaba la cantidad excesiva de años para obtener la ciudadanía. Warren fue más lejos y expresó que a Trujillo solo le interesaba una prensa favorable en los Estados Unidos y que era capaz de utilizar el tema de los inmigrantes para presentarse como un humanitario y de este modo borrar lo relativo a la matanza de haitianos.

diante el establecimiento de asentamientos en áreas no explotadas de la zona fronteriza, y otra de naturaleza sociodemográfica, destinada a coad yuvar al blanqueamiento de la raza y la elevación de su semblante cultural hispánico, para así realzar la diferencia con los haitianos africanizados, que era una vieja aspiración de los nacionalistas dominicanos.2 Algunos analis tas, sin embargo, han disentido de esta interpretación de Gardiner.

Un reputado historiador dominicano ha planteado que, aunque Truji llo se interesó por los republicanos españoles antes de que concluyera la Guerra Civil Española, y antes de que enfrentara las evidentes turbulencias políticas en el exterior, no hubo otras motivaciones, fuera de las políticas, que condujesen al ingreso de esos republicanos. Por el manejo del proceso inmigratorio, descarta que este fuera el resultado de impulsos de «fomento económico» o «demográfico» o debido a una «agenda racial» «que respon diera en forma inversa a la matanza de haitianos de 1937». Agrega que previo a la llegada de los refugiados republicanos españoles ya había el precedente de los judíos alemanes y austríacos que escapaban del régimen de Hitler.3

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otoño de 1938, cuando ya se vislumbraba la derrota de los republicanos por los fascistas en la Guerra Civil,4 firmó un convenio con representantes del Gobierno republicano en el exilio para acoger tres mil refugiados republicanos a quienes les cobrarían 6 dólares por el permiso de residencia. Luego de haber pactado con el Servicio de Emigración de los Refugiados Españoles (SERE) y la Junta de Auxilio de Republicanos Españoles (JARE) las condiciones de ingreso y permanencia de los refugiados, el 7 de noviembre de 1939 llegaron al país 288 refugiados a bordo del Flandre, mientras el último contingente lo hizo el 16 de mayo de 1940 con 500 más para totalizar 3,056. Esta cifra difiere de los cálculos realizados por Juan Alfonseca que los sitúa en 3,003, y de Natalia González,5 quien da una cifra mucho más verosímil de 2,896 a partir de la revisión de la lista de desembarco. Aunque, por lo que Gardiner llama «nebulosa» o «incertidumbre estadística», se desconoce el número exacto de refugiados republicanos que efectivamente arribaron al país a consecuencia del desorden suscitado por la guerra, la falta de estatus definido, la retención de los registros del SERE y el hecho de que solo el cónyuge tenía que llenar los requisitos de inmigración y de que antes y después de los desembarcos ocurridos en el lapso de tiempo supraindicado llegaron al país numerosos refugiados republicanos, quienes lo hicieron «con una crasa ignorancia sobre la realidad de la vida dominicana contemporánea, e incluso carecían de la más elemental información acerca de Trujillo y su régimen».6

¿Cuál fue el destino de estos refugiados republicanos que confiaron en la vocación democrática de Trujillo? Para Gardiner la tentativa de convertir españoles urbanos en labradores resultó un gran fiasco, tal como era previsible, pues estos desertaron masivamente de cinco de las colonias donde fueron asentados, dadas las adversas condiciones allí predominantes, echando a pique de este modo el programa de blanqueamiento de la frontera. De acuerdo con Vicente Llorens, los auténticos campesinos, braceros andaluces, aragoneses y catalanes se quedaron en gran parte en Francia. De los 274 refugiados que arribaron a Santo Domingo a bordo del Flandre, agrega Llorens, 40 eran profesionales (médicos, abogados, profesores, ingenieros, periodistas); otro tanto, empleados de banca y comercio, mecanógrafas, contables, etc., y el mismo número de obreros y artesanos. Del grupo solo uno figuraba como agricultor. Sin embargo,

En julio de 1940 el dictador impidió el desembarco de más de 600 refugiados republicanos que arribaron al país a bordo del trasatlántico francés Cuba, procedentes de los campos de concentración franceses de Vernet y Colluire, acción con la cual virtualmente anulaba la apertura

Llorens admite que en expediciones posteriores llegaron algunos grupos de agricultores, como los anarquistas catalanes que lograron plantar viñedos en Dajabón.7 Los improvisados labradores se encontraron con diversos escollos, tales como la escasez e improductividad de la tierra, la carencia de suficientes implementos agrícolas, el fracaso de las primeras siembras, un exiguo fondo de subsistencia, además de ser víctimas de enfermedades tropicales, como la malaria, los insectos y un inclemente clima. Ante esto muchos se marcharon a Santo Domingo y otros pueblos del país, donde fueron objeto de improperios por la prensa trujillista.

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Los refugiados republicanos, que no estaban supuestos a inmiscuirse en cuestiones internas del país, desplegaron diversas actividades sociales, políticas y culturales, fundaron periódicos como Democracia, Ozama, Por la República, Juventud Española, Catalonia, que contenían ataques contra las dictaduras fascistas de Hitler y Franco, por quienes sentían aversión, pero tenían implicaciones para la tiranía y, además, divulgaron las ideas marxistas en el país, hecho que transgredía las directrices ideológicas del régimen totalitario. Para el doctor Cassá, Trujillo utilizó una «táctica muy refinada» con los españoles, pues explotaba su presencia para «demostrar su vocación democrática y pro occidental», pero al mismo tiempo procedía a denunciarlos como portadores de «ideas extrañas y peligrosas», como un virus que amenazaba su régimen, embestida que los colocaba a la de fensiva y de este modo evitaba que pudieran incidir de forma negativa en la reproducción de la dictadura.8 A mediados de 1940 el tirano inició una campaña de descrédito contra los refugiados a través de la prensa adicta al régimen que manejaba los conceptos de decepción inmigratoria y la peli grosidad política de los refugiados, además de lanzarles otras imposturas. Gardiner estima que Trujillo se hallaba en una encrucijada, ya que no podía reprimir el activismo político de estos sin lesionar su pretendido semblan te humanitario y demócrata ante los Estados Unidos y su identificación en la guerra contra Hitler y Mussolini. Para combatir este activismo político reforzó aspectos de la Constitución y legislaciones contra los comunistas.

En el proceso de negociación el ministro Andrés Pastoriza había acla rado que la República Dominicana no actuaba por impulsos humanitarios

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inmigratoria.9 Pero antes de esto ya muchos refugiados habían optado por abandonar el país. El primer grupo lo hizo en noviembre de 1939; en mayo de 1940 el número se aproximaba a los 500 y a fines de 1945 la casi totalidad de ellos había salido; se estima que solo el 5 % permaneció en el país. Es evidente que la desazón que le provocaba el ordenamiento autoritario a los refugiados republicanos estimuló su partida, tal como expresó treinta años después de vivir la experiencia dominicana la republicana Helen Pereña de Malagón: «No dejamos a España para vivir en una dictadura».10 A muchos de ellos les otorgaron facilidades para desplazarse a países como México, Venezuela, Ecuador, Cuba, entre otros, al ponderar el régimen los riesgos exagerados de su presencia frente a las eventuales ventajas que podrían derivarse. En julio de 1944, el canciller Peña Batlle informó al embajador norteamericano en el país que de los 600 republicanos que quedaban en territorio dominicano el gobierno estaba dispensando todo tipo de facilidades para 300 de ellos y el experimento con los refugiados republicanos había fracasado porque muchos eran campesinos para dedicarse a la agricultura y «demasiado de ellos» eran agitadores.11

Los judíos centroamericanos fueron el segundo contingente que arri bó al país luego de 15 meses de celebrada la Conferencia de Evian12 en la cual se propuso a 32 países recibir judíos, pero solo Trujillo se ofreció para acoger la rocambolesca cantidad de 100,000 inmigrantes. El presidente Roosevelt y su canciller Cordel Hull secundaron el gesto del dictador do minicano, mientras los judíos sionistas consideraban que Palestina era su destino natural. El contrato entre el Estado y la Asociación de Asentamien tos de República Dominicana (DORSA) se firmó el 30 enero de 1940, pero solo para 500 inmigrantes. Varios meses después la población ascendió a 757, a quienes les cobraron 500 pesos por el permiso de residencia, pues así lo establecía la Ley 95 de Migración. En 1947 la colonia de Sosúa recibió el último grupo de refugiados compuesto por 90 personas, unas doce fami lias alemanas, procedentes de Shanghái. A juicio de Gardiner la República Dominicana difería de esta inmigración por el idioma, la religión, las cos tumbres, etc., y representaba un pacto sin precedentes entre el Gobierno dominicano y una organización filantrópica, extranjera y privada.

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Al igual que a los refugiados republicanos españoles, a los inmigrantes centroeuropeos urbanos (artistas, profesionales, comerciantes e intelec tuales) les resultaba difícil asumir las operaciones de labranza y los rigores de la vida en el campo en poco tiempo mellaron sus energías. Los prime ros tuvieron la posibilidad de trasladarse a Santo Domingo, pero no así los alemanes, checos, austríacos y polacos por las diferencias de idioma, reli gión, prácticas culturales, etc. A esto se sumó la asimetría en términos de género, pues el 74 % eran hombres y el 26 % mujeres, por lo cual algunos se casaron con mujeres dominicanas, aunque en general mantuvieron la endogamia. En menos de una década los profesionales judíos de Berlín y Viena, «que nunca habían puesto un pie en una granja en el viejo continen te, se habían convertido en exitosos colonos». Basándose en un esquema agrario socialista implantado en Europa del este, establecieron una coo perativa ganadera cuyos productos lácteos vendían en todo el país y así la colonia alcanzó niveles considerables de prosperidad económica.14

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y los refugiados estarían involucrados en el progreso del país. Mientras Trujillo, en la inauguración del proyecto Sosúa, para el cual donó 26,685 acres, expresó que esperaba que los futuros colonos contribuyeran al me joramiento racial de la población, aunque en el fondo, afirma Gardiner, subyacía el persistente designio de mejorar su imagen en los Estados Uni dos. De hecho, «los grandes periódicos publicaron reportajes y editoriales, los últimos insistiendo en que la República Dominicana había señalado el camino para otros gobiernos».13

Ahora bien, diversos factores provocaron el declive progresivo de la colonia judía de Sosúa. Esta nunca desarrolló una educación propia y luego de concluir los estudios primarios los estudiantes debían viajar a Puerto Plata, Santiago y Santo Domingo para continuar sus estudios. Por esto, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, muchas familias abandonaron la colonia procurando mejorar las perspectivas futuras de sus descendientes, quienes se hallaban en edades críticas de formación. Como la educación constituía una prioridad para la familia, los colonos se vieron compelidos a emigrar junto a sus hijos a los Estados Unidos. A mediados de 1960 apenas quedaban 35 familias y 150 residentes. «Sosúa representaba una experiencia embrutecedora para una juventud ansiosa y enérgica», dice Gardiner, que acoge las palabras de un propagandista de los refugiados en

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En el contexto posbélico, en el marco de la guerra fría, Trujillo continuó explotando el tema de los refugiados como táctica propagandística, aunque esta vez orientado a promover su imagen de anticomunista, con la que adquirió simpatía en círculos políticos estadounidenses. En 1952 asumió la representación del país en las Naciones Unidas y de inmediato lanzó su campaña anticomunista y projudía y la disposición del país de recibir entre 20,000 y 25,000 víctimas de la persecución comunista. Para Gardiner su estadía en Nueva York y Washington fue la más fructífera en cuanto a publicidad en el tema de los refugiados. Al final de la guerra de Corea, hizo a las Naciones Unidas la inaudita propuesta de recibir renegados del comunismo, la cual, para suerte suya, no llegó a cristalizarse. Atento a todas las oportunidades, en 1956, a raíz de la crisis de Suez, el déspota también ofreció admitir y proteger en su país a 5,000 judíos egipcios. A lo largo de su trayectoria como gobernante, Trujillo hizo una docena de ofertas que nunca resultaron en la llegada de un inmigrante refugiado.

el país y el extranjero, para quien Sosúa devino en «un triunfo más para la crónica dorada de los logros de Trujillo», al tiempo significaba «un triunfo en el campo de las relaciones públicas para Trujillo».15

De 1955 a 1956, tras la firma de un convenio con el dictador Francis co Franco, arribó al país el tercer grupo de inmigrantes compuesto por 5,000 agricultores españoles que fueron distribuidos en catorce colonias. Muchos no lograron aclimatarse a las condiciones ambientales del trópi co, al poco tiempo se desvanecieron sus expectativas por las fallas en el proceso de colonización y decidieron retornar a España; el desencanto fue tan fuerte que a principio de 1960 quedaban menos de una cuarta parte. Sobre el reflujo de estos inmigrantes, Gardiner puntualiza que una parte rehusaba integrarse a cualquier actividad laboral y señaló la posibilidad de que estos hubieran realizado amaños para poder abandonar su país de origen. Por esta razón, fueron anatemizados por el régimen al igual que los refugiados republicanos.

El cuarto grupo de inmigrantes llegó al país en 1957, con la mediación del húngaro Alexander Kovacs, y estaba constituido por 582 refugiados húngaros, de los cuales el 83 % declaró ser granjero y fueron instalados en la remota colonia de Duvergé. La mayoría carecía de experiencia agrícola y

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ese mismo año abandonaron el país como resultado de su incapacidad para las labores agrarias, las inhóspitas condiciones ambientales, las elevadas temperaturas, la humedad, los insectos (mosquitos, moscas, etc.), la baja calidad de las tierras, la carencia de riego, así como el abismo cultural entre estos húngaros urbanos y los campesinos dominicanos. Solo el restante 17 %, compuesto por ingenieros, técnicos y mecánicos, permaneció en el país y pasó a laborar en la fábrica de armas instalada por Trujillo en San Cristóbal, junto a técnicos yugoeslavos, italianos y de otras nacionalidades. Los japoneses, el último y quinto colectivo de inmigrantes atraídos por Trujillo, arribaron al país en julio de 1956. Gardiner los califica como los únicos auténticos labradores, pues les fascinaba trabajar la tierra. Es tos combinaron «la innovación con la energía» e incorporaron cosechas y técnicas que resultaron beneficiosas para la economía dominicana. Las diferentes hortalizas que introdujeron confirieron variedad a la cocina do minicana y contribuyeron a modificar los hábitos alimenticios de los habi tantes fronterizos. Decepcionados por la baja calidad de las tierras que le habían asignado, con la excepción de Constanza —donde fue asentado un grupo de hortelanos—, ponderada como el ejemplo perfecto del éxito de la política de Trujillo, los labradores y pescadores japoneses comenzaron a abandonar el país a mediados de 1961. Paradójicamente, los inmigrantes que constituyeron el mejor factor de inmigración para la República Domi nicana fueron los que menos aportaron para proyectar el talante humani tario de Trujillo, a juicio de Gardiner, que ya había estudiado tanto la inmi gración japonesa a la República Dominicana (1971) como al Perú (1975).16

Con gran agudeza analítica, Gardiner pone de relieve en este libro los inconmensurables recursos utilizados por Trujillo para construir una imagen positiva y expresa su asombro por cómo los sectores de los Estados Unidos, invulnerables a la propaganda de los dictadores europeos, fueron capaces de aceptar los artificios propagandísticos del dictador dominicano. Además de cómo este logró llenar el vacío sobre temas dominicanos predominante en la prensa norteamericana. Su capacidad para alucinar al público de ese país fue una empresa inusual de una grande y distante nación por una más pequeña, concluye el autor.

La política de inmigración del dictador Trujillo

La publicación de este libro hace más de cuatro décadas representó un verdadero hito en el campo de las ciencias sociales en República

RafaelDominicana.Darío Herrera

C. Harvey Gardiner

Dominicana y, por su riqueza de contenido y grata lectura, es un referente imprescindible para los estudiosos de los fenómenos migratorios, como se puede constatar en la casi totalidad de los textos posteriores a su salida a la luz en 1979. Por tal razón, su reedición se convirtió prácticamente en un imperativo y ha sido seleccionado certeramente como el primer libro para ser publicado por el Instituto Nacional de Migración y el Banco de Reservas en su colección Clásicos de la Migración

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Sobre la guerra civil español véase el clásico texto de Pierre Vilar, La guerra civil española, Barcelona, Crítica, 2000, y a Julián Casanova, España partida en dos. Breve historia de la guerra civil española, Barcelona, Crítica, 2013.

1

6

C. H. Gardiner, La política de inmigración del dictador Trujillo, Santo Domingo, 1979, pp. 42-43. El proceso de documentación de los refugiados republicanos generó pingües beneficios a Virgilio Trujillo, ministro en Madrid y hermano del dictador, quien percibía un estipendio de 50 dólares por persona.

La política de inmigración del dictador Trujillo

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4

Roberto Cassá, «Incidencia de la política de los republicanos españoles en República Dominicana», en Reina C. Rosario (coordinadora), El exilio republicano español en la sociedad dominicana, Santo Domingo, Comisión Permanente de Efemérides Patrias, Archivo General de la Nación, Vol. CXIII y Academia Dominicana de la Historia, Vol. LXXXIX, 2010, p. 115.

23

5 N. González Tejera, Exiliados españoles en República Dominicana, 1939-1943: Descripción y análisis socio económico y demográfico, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, Vol. XCLX, 2012, p. 32.

3

7 V. Llorens, Memoria de una emigración. Santo Domingo 1839-1945, Barcelona, Ariel, 1975, pp. 41-42. Un listado de los oficios declarados por los refugiados en el permiso de residencia lo encontramos en Natalia González Tejera, Exiliados españoles en República Dominicana,

Una de las publicaciones más emblemáticas en este sentido es la de Francisco J. Peynado, «Por la inmigración. Estudio de la reforma que es necesario emprender para atraer inmigrantes a la República Dominicana», en Papeles y escritos de Francisco J. Peynado (1867-1933). Prócer de la Tercera República, Santo Domingo, 1994, compilación de Juan Daniel Balcácer.

NOTAS

Bernardo Vega, Nazismo, fascismo y falangismo en la República Dominicana, Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1985, p. 105.

C. H. Gardiner, op. cit., pp. 145 y 159.

Roberto Cassá, op. cit., p. 115.

B. Vega, La migración española de 1939 y los inicios del marxismo leninismo en la República Dominicana, Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1984, p. 164.

13

1939-1943: Descripción y análisis socioeconómico y demográfico, pp. 125135.

8

15

14

Los dos principales estudios sobre la inmigración japonesa a Repúbli ca Dominicana son el de Alberto Despradel, La migración japonesa a la República Dominicana, Santo Domingo, Editora de Colores, 1994, y el de Valentina Peguero, Colonización y política: los japoneses y otros inmi grantes en la República Dominicana, Santo Domingo, Colección Banre servas, Serie histórica, segunda época, Vol. I, Alfa y Omega, 2005.

24

Allen Wells, op. cit., p. 34.

11

Al poco tiempo de la Conferencia de Evian, Trujillo solicitó al Gobierno de los Estados Unidos el envío de tres técnicos para confeccionar una ley de migración, quienes, al cabo de seis meses, en abril de 1949, entregaron un proyecto que se convirtió en Ley de Migración, la cual se mantuvo vigente hasta 2004. Véase Bernardo Vega, prólogo al libro de Allen Wells, Un Sion tropical: el general Trujillo, Franklin Roosevelt y los judíos de Sosúa, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, Vol. CXVII, 2014, p.13.

C. Harvey Gardiner

C. F. Gardiner, op. cit., p. 109.

16

12

C. F. Gardiner, op. cit., p. 89.

Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos, El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia del exilio republicano en la sociedad dominicana, 1938-1944, Santo Domingo, Archivo General de la Nación, Vol. CLXII y Comisión de Efemérides Patrias, 2012.

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Por casi quinientos años de historia, el hemisferio occidental ha atraí do a inmigrantes-refugiados. Muchos vinieron para mejorar económica mente, como hicieron los sin tierra. Otros vinieron por causa de fuertes convicciones religiosas, para profesar a su antojo o para cambiar la vida re ligiosa de los nativos. Muchos buscaban posición social que se les denega ba en otra parte. Con el tiempo, cuando las áreas del Nuevo Mundo fueron independientes y los gobiernos del Viejo Mundo repudiados, otros emigra ron por razones políticas. Al alborear el siglo XX muchos gobiernos, desde Canadá hasta Chile, habían formulado políticas y legislaciones para atraer inmigrantes. Las razones para desearlos variaban bastante, lo mismo que

INTRODUCCIÓN

Nosotros los americanos, como la mayoría de las personas en cualquier parte del mundo, nos obsesionamos con crear una imagen de nuestra personalidad en política, deportes, negocios, entretenimiento, medicina, derecho; en una palabra, en cualquier actividad. En realidad, somos bombardeados constantemente por técnicas y creaciones de imágenes. A la postre quedaremos preguntándonos cuánto de la imagen resultante es real y cuánto es ficción. Para que no concluyamos que este dilema es un fenómeno nuevo, un aspecto de la carrera de un dictador vanidoso, es preciso que sepamos la forma en que se creó una imagen, y explicarnos así, al propio tiempo, los motivos previos que lo indujeron a ello.

C. Harvey Gardiner

Casi inmediatamente las circunstancias en Europa permitieron a Tru jillo utilizar a manera de ardid la buena disposición a recibir inmigrantes y refugiados en su país, lo que, difundido, hizo maravillas por su buen nom bre. Otras consideraciones, especialmente ventajas económicas poten ciales, influyeron en este programa, pero el mayor éxito de sus esquemas de refugiados-inmigrantes se relacionaba con la creación de una imagen favorable. En el lapso de dos décadas, el movimiento sucesivo de espa ñoles republicanos, centroeuropeos —principalmente judíos alemanes y austríacos—, granjeros españoles, húngaros «luchadores por la libertad», granjeros y pescadores japoneses y otros hacia la República Dominicana representó no solo muestra de su persistente recurrencia a este juego hu manitario, sino también el relativo éxito que acompañaba el uso y abuso de desventurados extranjeros.

La masacre haitiana de 1937 pintó a Trujillo como un ogro en la prensa extranjera, que era para él la más importante. El hombre que en el proceso de consolidar su posición en su país se había establecido como eminentemente aceptable en los altos círculos políticos de Washington, repentinamente sufrió un catastrófico desprestigio, a tal punto que, a comienzos de 1938, la pregunta para el vanidoso hombre fuerte era esta: ¿Cómo puede una persona crearse una imagen favorable en el extranjero, reemplazando la de monstruo inhumano con la de generoso humanitario?

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el grado del éxito para atraerlos. De todos los programas de inmigrantes del hemisferio occidental, posiblemente no hubo ninguno igual, en términos de motivación, originalidad y resultados, que los instituidos por el por lar go tiempo dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina antes de la Segunda Guerra Mundial, durante la misma y después de ella. Un con temporáneo cuya autoridad se estima indiscutible en el conocimiento de Trujillo lo calificó de «duro, competente, corrupto, rudo e increíblemente vanidoso». Anteriormente el mismo observador había declarado: «La vani dad del tirano, que numerosas veces dicta el curso de sus acciones, es colo sal». En su país una prensa servil contribuyó obedientemente a satisfacer esa vanidad, pero en el extranjero el buen nombre a que él aspiraba resultó difícil de conseguir después que un episodio ampliamente difundido oscu reció su imagen.

En la costa norte de la República Dominicana, donde como dice la cal comanía «Yo estuve en Sosúa», recibimos la hospitalidad y ayuda generosa del Sr. y Sra. Erich Benjamín, Sr. y Sra. Walter Biller, Sr. Josef Eichen, Sr. y Sra. K. Luis Kess, Sr. Otto Kibel y Sr. Félix Koch.

En Washington, D.C., recibimos la generosa hospitalidad del Lic. Rafael Supervía y la Sra. Guillermina Medrano de Supervía y su ayuda por medio de registros y memorias. Allí también fueron muy útiles el Dr. Javier Malagón Barceló y la Sra. Helena Pereña de Malagón, así como Milton O. Gustafson, jefe de la Rama Diplomática, División Civil de Archivos del Archivo Nacional y Servicios de Registros.

La política de inmigración del dictador Trujillo

Durante repetidos viajes a la República Dominicana, numerosas personas han ayudado en esta investigación. En primer lugar, nuestro aprecio para el Sr. Pedro Gil Iturbides, director de la Biblioteca Nacional, y para Carmen E. Henríquez, Rosell de la misma institución; al embajador Enrique de Marchena; de la Secretaría de Relaciones Exteriores, al subdirector Safi Chaín Azar, y a Eva Camacho, de la Dirección General de Migración; a Sannosuke Yasunori, director del Servicio de Emigración del Japón; a Mario Álvarez D., director ejecutivo del periódico El Caribe; al Ing. Pedro Pablo Bonilla y a Franklin Polanco, de USIS. También la hospitalidad y ayuda del señor José Atoche y señora son recordadas con cordial aprecio.

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En Filadelfia, el Comité de Servicio de los Amigos Americanos (AFSC) concedió el acceso a los importantísimos registros de sus archivos. Se

En San Cristóbal, la conversación con el Sr. Ernst Klink nos resultó útil. En los Estados Unidos, muchas personas, organizaciones y bibliotecas nos suministraron una cooperación indispensable. En la ciudad de Nueva York, agradecemos la recibida del Dr. Maurice B. Hexter, quien fue por largo tiempo presidente de la Asociación de Asentamientos de la República Dominicana (DORSA), y del director ejecutivo del Comité de Distribución Unión Américo-Judío (JDC), Samuel Haber, a través de quienes se consiguieron los registros de la DORSA. Al trabajar con ese material, recibí la cooperación sin restricciones de la Sra. Rose Klepfisz, directora de los archivos de la JDC. También en Nueva York los archivos personales y memorias del profesor E. F. Granell enriquecieron la investigación, lo mismo que la correspondencia sostenida con el Sr. Manolo Pascual.

la ayuda del profesor Jenaro Artiles, de St. Louis, Missouri, del Sr. Leon Falk, Jr., de Pittsburgh, Pensilvania, y de la Sra. Ida Langman, de Somers Point, New Jersey.

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Muchas bibliotecas americanas, algunas visitadas y otras frecuentadas a través de préstamos entre bibliotecas, sumaron una valiosa aportación a este estudio. Muy importantes fueron las reuniones dominicanas en la Universidad de Florida, en Gainesville, y la ayuda extendida allí en repetidas visitas por la Dra. Irene Zimmerman y por el Sr. Peter S. Bushnell de la Colección Latinoamericana.

En la Universidad de Southern Illinois, en Carbandale, el Sr. Charles Holliday se destacó en los préstamos entre bibliotecas de las siguientes instituciones: Universidad de Chicago, Biblioteca Columbus Memorial de la Unión Panamericana, Biblioteca del Congreso, Bibliotecas del Consor cio de Investigación Universidad de Florida, Universidad de Harvard, Uni versidad de Illinois, Universidad de Kansas, Universidad de Missouri, Uni versidad de Carolina del Norte, Biblioteca Pública de St. Louis, Universidad de St. Louis, Universidad de Texas en Austin, Universidad de Washington y Universidad de Yale. Nuestro aprecio a todas ellas por compartir generosa mente sus Tambiénposesiones.recibimos

En Jacksonville, Florida, apreciamos por su utilidad las conversaciones con acceso a materiales sostenidas con la Sra. Hana Rosenzweig.

dedica un agradecimiento muy especial al archivista Jack Stters de la AFSC y al Sr. Kenneth Bills del Colegio Haverford.

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La rica y muy visitada colección general de la Universidad de Illinois, en Urbana, fue extremadamente útil. La colección de documentos de la Universidad de Colorado, en Bouldet, suministró mucho material valioso, lo mismo que la Biblioteca del Congreso.

Se extienden palabras especiales de aprecio para la Sociedad Filosófica Americana por la asistencia financiera concedida para uno de los varios viajes a la República Dominicana; al editor Simon G. Hanson, por el permiso de usar mi artículo «The Japanese and the Dominican Republic» (Interamerican Economic Affairs, Vol. 25, No. 3, pp. 23-27), así como a todas aquellas personas, veteranos de la llamada Era de Trujillo, que leyeron críticamente varias partes del manuscrito.

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Cuando la colonia francesa obtuvo su independencia, una mezcla de motivos animaron a los haitianos —como prefirieron ser conocidos los negros libres— a conquistar la parte oriental menos poblada de la isla. Los

CAPÍTULO I LA MASACRE

Nadie extrañó cuando un viajante desembarcó en Jamaica en octubre de 1937 y reportó una discordia de frontera entre haitianos y dominicanos.1 Sin confirmación oficial, el reporte simplemente hacía constar que apro ximadamente la semana anterior unos soldados habían matado a varios haitianos mientras conducían a algunos de ellos, intrusos en territorio dominicano; un incidente al parecer insignificante en vista de la historia domínico-haitiana.Casidesdeque Francia arrebató una porción de la isla La Española a España e introdujo africanos de acuerdo con su política de plantaciones, las relaciones entre los pobladores de la isla quedaron impregnadas de profunda hostilidad. Mientras que la negligencia administrativa caracteri zaba al lazo imperial entre España y la parte oriental de la isla, los planifi cadores franceses habían convertido su relativamente pequeño paraje en una gigantesca taza de azúcar con la ayuda de innumerables cargamentos de esclavos negros. Entre la población, sobre todo entre aquellos más es trechamente asociados con España y Francia, la animosidad por el color, la raza y la cultura aumentó.

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colonizadores españoles sufrieron invasiones en 1801, 1805 y 1822 durante esta primera etapa de una intentada haitianización. Sin embargo, las dos primeras incursiones palidecieron ante la «etiopianización» que produjo la ocupación de 1822 a 1844, «el capítulo más efectivo en la acusación dominicana contra los haitianos». Entonces, los negros gobernaron a los blancos, el lenguaje francés reemplazó oficialmente al español, los títulos de la tierra cambiaron, las iglesias perdieron su clero, la Universidad y las escuelas cerraron y el comercio languideció.2 El odio de los dominicanos hacia los haitianos se intensificó.

Con el tiempo, los disturbios en Haití facilitaron el surgimiento de una República Dominicana independiente, cuyos ciudadanos, sobrepasados en media docena de haitianos por cada dominicano, continuaron temiendo a los haitianos. A mitad de siglo, el emperador Faustino Soulouque, va nidoso y decidido en su determinación de gobernar la isla entera, dirigió primero entre 5,000 y 18,000 haitianos hacia el este. Derrotado, renovó su ofensiva en 1855 con 18,000 a 30,000 hombres.3 De nuevo los dominicanos derrotaron a los invasores, pero los temores enraizados en medio siglo de pesadillas militares subsistieron. Políticos dominicanos temerosos flirtea ron repetidamente con propósitos de renunciar a la soberanía nacional para salvar la identidad racial y cultural. A mediados de la década de 1850 un tratado incompleto con los Estados Unidos hubiera convertido sustan cialmente a la república en un protectorado americano. Después, el miedo a Haití indujo a reanudar el estatus colonial como parte del imperio de la España decadente. Tras la Guerra Civil Americana, por cuya época los dominicanos habían reconquistado su independencia, los pobladores de ambas partes de la isla se empantanaron en deficientes administraciones de corto tiempo. Al paso de varias décadas, con el mayor progreso domi nicano, la vieja amenaza de invasión por los militares haitianos dio paso a otra clase de invasión: la de obreros haitianos desempleados. Especialmente en los años del siglo XX, después que la hegemonía americana en el área del Caribe favoreció la operación de numerosas plantaciones azucareras en la República Dominicana, la amenaza impuesta por los trabajadores intrusos de Haití, aumentada por la creciente renuencia de los dominicanos a cortar la caña de azúcar, reforzó la necesidad de mano de obra agrícola importada. Entre una y otra cosecha, que los hacía

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Provincias Población provinciasHaitianosenesas

Por ciento en haitianosconrelaciónlosentodalaRD

A comienzos de 1930, mientras Rafael Leónidas Trujillo Molina con solidaba su autoridad a través de la República, haitianos intrusos, econó micamente desesperados, se iban acumulando en los registros: durante

Los funcionarios dominicanos decidieron asegurar el control de la zona fronteriza por medio de la colonización. El reporte de los comisionarios nombrados en 1925 para estudiar la frontera y determinar la localización de futuras colonias de inmigrantes blancos precipitaron el establecimiento, en 1927, de seis colonias experimentales agrícolas, cuatro en el noroeste y dos en el suroeste. Para cuando Trujillo sube al poder en 1930, el total se había elevado a nueve.6

El primer censo dominicano realizado en 1920 documentó el corroyente temor que representaba el nuevo sistema de haitianización. Aunque los 28,258 haitianos solo representaban un 3.2 por ciento de la población total de 894,665, su fuerza en las tres provincias de la frontera llegó a inquietar a las autoridades dominicanas (ver cuadro 1).

Cuadro 1. Haitianos en las provincias fronterizas de la República Dominicana, 19205

La política de inmigración del dictador Trujillo

Azua 101,144, 4,545 4.5 16.1 Barahona 48,182 4,492 9.3 15.9 CristyMonte 67,073 10,972 16.4 38.8 216,399 20,009 30.2 70.8

bienvenidos, los haitianos tendían a permanecer en áreas despobladas de la frontera de la República Dominicana. Los dominicanos gradualmente concluyeron que tenían un problema de frontera que los amenazaba racial y culturalmente. A pesar del esfuerzo legislativo de 1907 para inducir a colonos blancos extranjeros o domésticos con el fin de que se asentaran a lo largo del mal definido lindero y fomentaran la dominicanización de esa zona y el blanqueamiento de la población, se fracasó miserablemente.4

Por ciento de haitianos en laprovinciaspoblacióndeesas

En quince años, los haitianos habían aumentado del 3.2 al 3.6 por cien to de la población y el cambio en su distribución geográfica causaba una alarma adicional. En 1920, las tres provincias de la frontera contenían el 70 por ciento de todos los haitianos, pero en 1935, cuando 24,399 haitianos adicionales vivían entre los dominicanos, solamente el 52.4 por ciento de esos negros habitaban en provincias de la frontera. Más de 52,000 haitianos residían en otras provincias, entre ellas Puerto Plata, en el norte, y San Pe dro de Macorís y El Seibo, en el extremo este. Los haitianos, en una región productora de azúcar, El Seibo, totalizando 14,260, se habían aumentado en un 721 por ciento.8 Al transformarse en un problema menor regional con características nacionales, la dominicanización requería más atención.

Haitianos 28,258 52,657

Mientras tanto, tres deseos expresados por Trujillo, uno relacionado con la inmigración y los otros dos con la colonización, habían puesto de manifiesto su interés por el color étnico, impulsándolo a «blanquear» la población. La Ley de Inmigración establecía impuestos de entrada de RD$500.00 para los inmigrantes de Mongolia y para los de origen negro africano, y las leyes para la colonización agrícola prescribían que solo

el período de 1910-1937, 2,445 con cargos delictivos en un área fronteriza, la provincia noroestana de Monte Cristy.7 Los delitos contra la propiedad, como robo de ganado, cosechas y madera, y los crímenes contra personas —asesinatos, violaciones, asaltos—, amenazaban el bienestar físico y eco nómico de numerosos dominicanos. Otros actos criminales, incluyendo brujería y profanación de cadáveres, amenazaban sus principios religiosos y su herencia cultural. Además, los dominicanos resentían la carga de cientos de «haitianos inútiles» —los ciegos, sordos, mudos, paralíticos, locos, lisiados y retrasados.

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Cuadro 2. Haitianos en la población de la República Dominicana, 1920 y 1935 1920 1935

Mientras tanto, el censo de 1935, publicado en 1937, justificaba el continuo temor a los haitianos (ver cuadro 2).

Población total 894,665 1,479,417

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extranjeros blancos podían unirse a los dominicanos nativos en las colonias. La dominicanización de la frontera, una idea precursora de estas leyes, encuestas y colonias del siglo veinte, se derivó de temores profundamente enraizados y actitudes que persisten. Una evaluación juzgaba a los despreciados inmigrantes haitianos como abrumadoramente negros, mal vestidos, analfabetos, desnutridos, enfermos, nómadas, supersticiosos, inmorales e incultos —devotos del vudú—, que amenazaban con africanizar un sector del paisaje dominicano y una parte de la población dominicana, a menos que la última se adhiriera a la ley de propia conservación. Décadas han fomentado la hostilidad, la cual el generalísimo Trujillo nominó luego como «sin lugar a duda la mayor negrofobia existente»,9 la que justificaría un capítulo sangriento de su programa de dominicanización.

La política de inmigración del dictador Trujillo

Las circunstancias que rodean la matanza de haitianos de octubre de 1937 en la República Dominicana demuestran una relación imprecisa y discutible de los eventos. La mayoría murió en áreas remotas, más allá del alcance de la investigación de los periodistas interesados. Además, ni el presidente Stenio Vincent, de Haití, ni el presidente Rafael Trujillo, podían beneficiarse sometiendo de inmediato los detalles a un amplio y público escrutinio. El régimen de Vincent, crecientemente represivo desde su acceso al poder en 1930, se sentía lo suficientemente amenazado dentro del mismo Haití para no reconocer que hubiese sido un error enfrentarse a los dominicanos. Algunos creían que el presidente mulato de un país, en el que una trágica tirantez marcaba las relaciones entre negros y mulatos, simplemente consideraba que los miserables negros eran sacrificables. Por otro lado, Trujillo, en los finales del segundo término de cuatro años, y manipulando los acontecimientos para beneficiar al títere sucesor escogido, buscaba ansiosamente retener su imagen de «benefactor». Aun siendo el más poderoso dictador de la historia dominicana, se mantenía dependiente de la benevolencia de Washington, un hecho que reforzaba su deseo personal de cultivar una imagen favorable en el extranjero. Desde el punto de vista dominicano, sin embargo, una clasificación como benefactor podía fácilmente incluir la eliminación de haitianos. Mientras tanto, las prensas reguladas servían a la causa del silencio en ambos países.

A pesar de eso, los reportes públicos aumentaron, lo mismo que el número de víctimas. El primer reporte publicado, el de octubre 21 de

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La responsabilidad de estos eventos en tierra dominicana naturalmente gravitó hacia el generalísimo Trujillo, el alma de la autoridad dominicana.

1937, hablaba de «varias» víctimas. Cuatro días más tarde, se hablaba de 300 muertos y un número igual de heridos, junto con un reporte sin confirmación de 1,700 víctimas. El 8 de noviembre apareció otro reporte con un número no oficial de 2,700 muertos. El día siguiente, funcionarios haitianos sostenían que las víctimas eran entre 3,000 y 5,000. Veinticuatro horas más tarde, 5,000 víctimas representaban un estimado moderado. Al 27 de noviembre, esta cifra se había elevado a 8,000, y diez días más tarde las víctimas estimadas se extendían a una cifra tan elevada como 20,000.10 Entre estas crecientes estadísticas, uno se preguntaba, exactamente: ¿Qué habíaLospasado?sucesos sangrientos de octubre 2-4 de 1937 ocurrieron dentro de un área muy amplia. Trabajando con los reportes de los sobrevivientes, un historiador haitiano señaló 60 localidades dominicanas que fueron escenario de la matanza en un lapso de 36 horas. Muchos eran poblados pequeños e incomunicados, situados a lo largo de la mitad septentrional de la frontera domínico-haitiana, entre los pueblos de Bánica y Copey. Ataques simultáneos ocurrieron en, y cerca, de comunidades grandes y distantes, entre ellas Puerto Plata y Monte Cristy, en la costa norte, y Mao, Esperanza, Santiago y San Francisco de Macorís en la fértil región del Cibao, entre las cordilleras central y septentrional. Los disturbios antihaitianos se concentraron abrumadoramente en la región noroeste del país.

Los reportes sangrientos y los increíbles rumores alertaron la atención del público. El ministro de Relaciones Exteriores de Haití, Georges N. Leger, describió cómo un grupo de 1,200 trabajadores fue «segado hasta el último hombre por ametralladoras». Un americano expresó que la policía rural dominicana formaba grupos de haitianos de aproximadamente 150 y los llevaba a los bosques cerca de Dajabón, donde eran asesinados con garrotes, machetes, tridentes y bayonetas. Los despojos de muchas víctimas fueron lanzados a los tiburones, mientras que partidas de cientos de cadáveres cada una eran arrojadas en zanjas. En Santiago, una capital de provincia, 1,900 haitianos que residían por largo tiempo en el área «fueron reunidos en manadas, llevados a un patio y exterminados».11

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Las autoridades dominicanas arreglaron la mejor de las excusas para los asesinatos en masa, con un sello civil y extraoficial en vez de uno oficial y militar. Cinco semanas después de la masacre, una nota de prensa oficial dominicana insistía en que «este incidente es similar a otros que han sucedido en el pasado entre ciudadanos haitianos decididos a mantener residencia ilegal en el territorio dominicano y terratenientes dominicanos interesados en la defensa de sus propiedades y del fruto de su trabajo». El presidente Trujillo se refirió asimismo al episodio como «encuentros sangrientos entre pobladores de dos países vecinos».14 Media década más tarde, Joaquín Balaguer, en aquel entonces embajador dominicano

En la noche del 2 de octubre, él se había detenido en Dajabón, una comunidad fronteriza, en la que expresó repetidamente sus sentimientos y se había involucrado en actividades indirectamente dirigidas hacia los haitianos. En abril de 1931, había ofrecido garantías de seguridad adicional para los habitantes de Dajabón. A corta distancia, al sur de Dajabón, su gobierno había cambiado nombres que parecían haitianos. Luego su programa de colonización en expansión extendió invitaciones para visitas, inspecciones y maniobras militares.12

En su reporte oficial, Arnold Fabré, cónsul haitiano en Dajabón, declaró que el ataque allí siguió a un mitin organizado en honor del Generalísimo. Reportes dominicanos casi oficiales, aseguraban que el presidente Trujillo, en un discurso patriótico improvisado, declaró que no iba a tolerar por más tiempo la depredación de los haitianos en el área fronteriza. Una versión no oficial colocaba a Trujillo en Monte Cristy, cuando ordenó la masacre, en una fiesta en la casa de la confidente Isabel Mayer. Allí él escuchó una vez más narraciones de los saqueos realizados por haitianos y de las pérdidas de ganado. Golpeando con el puño en una mesa, declaró que él pondría fin a esto de una vez por todas y ordenó que todos los haitianos fueran ejecutados. Mientras se continuaba bebiendo en la casa de doña lsabel, la Guardia Nacional se encaminó a su misión mortal.13 La masacre simultánea de miles, en menos de dos días y en tantas localidades, sobre un área tan amplia, indicaba claramente que para áreas con tan pobre comunicación y tan poca cohesión cívica se habían coordinado cuidadosamente los planes que precedieron a los sangrientos eventos. ¿Cuántos más habían planeado los perpetradores?

La política de inmigración del dictador Trujillo

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en Colombia, repitió esa versión oficial cuando explicó «los sucesos del 1937» a colombianos interesados, declarando que aquellos incidentes se derivaron de la actitud defensiva de campesinos que protestaban por la continuación del pillaje de 400,000 haitianos, que abarcaba más de cuatro siglos. El diplomático combinó la exageración estadística con la cenagosa historia. Por aquel tiempo, Stanley Walker, uno de los escritores americanos fijos empleados por Trujillo, arrojó poca luz sobre la matanza de 1937, con su sucinta declaración de que «el incidente fue una insurrección espontánea de parte de los hostigados pequeños granjeros dominicanos a lo largo de la frontera».15 En el país y en el extranjero, el gobierno dominicano quitaba persistentemente importancia al incidente y lanzaba la responsabilidad sobre los ciudadanos privados. El hecho de que la mayoría de los asesinatos se realizaron con machetes y con otros instrumentos civiles en manos de hombres vestidos de civil provocó dos explicaciones: 1) Estos hechos excusaban aún más al gobierno de estar implicado, y 2) tales pasos subrayaban únicamente los extremos a los que habían llegado los funcionarios oficiales para estamparles la marca de una actividad civil.

C. Harvey Gardiner

De todas formas, Trujillo se esforzó, antes y después de la masacre, en reducir la reacción haitiana. Casi desde 1930, había cultivado la amistad de Vincent y de otros haitianos prominentes, mientras determinaba cuidadosamente la vulnerabilidad de su régimen. Mensajes amistosos, regalos y visitas acompañaban los esfuerzos que Trujillo inició para sosegar el problema de la frontera. Con la ostentación y encanto que comúnmente desplegaba en ocasiones públicas, agasajó a madame Vincent. A escondidas

La eliminación rápida y sistemática del cuerpo del delito también olía a planeamiento premeditado. Por esto, la eliminación de cadáveres reducía, si es que no eliminaba, cualquier reporte de los que pudieran tropezar con cuerpos en estado de descomposición. Las autoridades, que mantuvieron al público dominicano sin conocimiento de estos hechos por varias semanas, también evitaron que el público viera evidencia incriminatoria. Internacionalmente, la ausencia del cuerpo del delito reforzó la simplificación del incidente por parte de los dominicanos y apoyó su insistencia de que era solamente otro pequeño episodio de la larga historia de las fricciones existentes.

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cortejó, otros dirían que corrompió, al ministro haitiano en Santo Domingo, Elie Lescot. En 1935, después de la conclusión del acuerdo de la frontera, Trujillo unió su nombre al de Vincent cuando la Facultad de Derecho de la Universidad de Santo Domingo y el Congreso Nacional Dominicano impulsaron la candidatura de ambos al Premio Nobel de la Paz. Conocedor del tamaño y distribución del ejército haitiano, y del faccionalismo político que hacía dudosa su lealtad a Vincent, el dictador dominicano supuso que un ataque sangriento contra los haitianos en la República Dominicana no produciría una respuesta de consideración de parte de Haití.16

Luego, en una nube de silencio diplomático similar a la que encubría las actividades de la policía dominicana, surgió un acuerdo domínicohaitiano. Simultáneamente con la introducción de sus funcionarios legales y judiciales en el asunto, Trujillo había citado al ministro haitiano el 9 de octubre. Mientras tanto, Vincent no había iniciado ningún reclamo. En vez de una protesta, el diplomático haitiano había entregado una nota a Trujillo expresando la creencia haitiana de que las autoridades dominicanas no habían perpetrado la masacre, pero que investigarían y estarían listos para recibir compensación. El líder dominicano tenía razones para creer que tenía el asunto bajo control.

Cinco días de intercambios sin publicaciones ni anuncios produjeron el 15 de octubre un acuerdo en Ciudad Trujillo. Sin cohesión y en una forma casi casual, el comunicado enfatizaba que «las relaciones cordiales entre la República Dominicana y la República de Haití no han sufrido ningún deterioro». La razón del comunicado, claramente reconocida en el mismo, era restringir informaciones exageradas en relación con «algunos incidentes que ocurrieron en la frontera noroestana».18 El comunicado conjunto, además de hacer poco caso del asunto, también proveía control del episodio, al citar la satisfacción de Haití con la iniciativa dominicana de investigar el incidente.

Inmediatamente después de la masacre, mientras la censura de prensa escondía las noticias de esta a los dominicanos, Trujillo inició las medidas administrativas que lo identificaran con las fuerzas de la ley y el orden. El ministro de Justicia, Lic. Julio Ortega Frier, obedientemente instruyó al Pro curador General para que prestara atención preferencial a los «hechos ocu rridos entre dominicanos y haitianos en la región fronteriza noroestana».17

La política de inmigración del dictador Trujillo

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Como para contradecir la creciente indignación pública, los funcio narios dominicanos y haitianos conjuntamente deploraron los «exagera dos» reportes y enfatizaron sus amistosas relaciones. Pero cuando el Time declaró que «se toma un largo tiempo para que las noticias se filtren de la jungla», dicho periódico sugirió que habría más.20 El constante batir de la conciencia pública también empujó al Departamento de Estado.

Sin embargo, en menos de una semana, un despacho de prensa publi cado sacó el asunto de los controlados canales diplomáticos y lo entregó al mundo. A su vez, los esfuerzos dominicanos por restarle importancia pronto impulsaron al ministro Andrés Pastoriza, de la Legación dominica na en Washington, a citar el reciente comunicado para enfatizar las rela ciones cordiales entre los vecinos países de la isla.19

En vista de la política de no intervención de la administración de Roo sevelt, Washington se sentía renuente a iniciar una mediación. Sin embar

No obstante, la capacidad de Trujillo para refrenar el incidente rápi damente se redujo, y luego se desplomó, cuando los reportes de prensa aumentaron las víctimas a una cifra tan elevada como 20.000, y afectando a tantos sectores. Los funcionarios haitianos, enfrentados a la creciente insistencia local de que se hiciera algo, y seguros de que ya el asunto no se limitaba a la isla, se envalentonaron. Los funcionarios americanos, por su parte, habituados a posturas diplomáticas que perseguían la estabi lidad en el área del Caribe, se convencieron de que no podían ignorar el episodio. Los dominicanos —y especialmente Rafael L. Trujillo, que deseaba una buena imagen en el exterior— consideraron el influjo que aquellas perturbadoras noticias, que reportaban tanto el Consulado Ge neral en New York como la Embajada en Washington, podían ejercer so bre la opinión pública norteamericana, creando una crisis perjudicial en el área más importante de sus relaciones internacionales: las relaciones con los Estados Unidos.

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En este período, el papel de la prensa con respecto a la masacre, no obstante que esta era imposible de determinar con precisión, resultaba monumental e inexorable. Al reflejar los despachos cablegráficos, amplia mente difundidos, la magnitud del baño de sangre, surgieron más artícu los y editoriales y más periodistas visitaron la escena.

Mientras el diplomático trataba de encubrir el episodio, los funcio narios dominicanos locales se movieron para ponerle punto final. En un período de veinticuatro horas, en la clase de coincidencias que caracteri zaba la prisa dominicana para cumplir la orden de un dictador, tres cosas sucedieron: 1) El ministro de Justicia, Ortega Frier, remitió al Procura dor General dos expedientes marcados «Investigación del Incidente de la Frontera Noroestana, noviembre 1937», uno de noventa y cinco páginas, que cubría las investigaciones policiales, y el segundo, «mucho más volu minoso», consistía de documentos y papeles relacionados; 2) el Congreso títere de Trujillo vagamente declaró a cuatro dominicanos como traidores por sus actividades relacionadas con los incidentes fronterizos; y también el 9 de noviembre, 3) la prensa dominicana publicó su primera reseña del incidente ocurrido hacía más de un mes.23

El despacho del 8 de noviembre del ministro Pastoriza, otro esfuerzo de oponerse a la prensa con la prensa, reflejaba el sistema general en el que Trujillo había forjado el incidente fronterizo, clasificándolo como similar a los demás e insistiendo que fue el resultado de medidas defensivas tomadas por terratenientes dominicanos. Declarando a las llamadas «matanzas colectivas» como algo enteramente absurdo, el diplomático insistía en que su gobierno tenía pruebas de que los enemigos políticos, tanto de Trujillo como de Vincent, estaban aprovechando el incidente. Expresando un sentimiento de pesar por el asunto, Pasteriza concluía: «…el Gobierno dominicano considera el incidente cerrado y además juzga que no existen bases para considerarlo como un incidente internacional».22

Por otra parte, el primero de una oleada de editoriales anti-Trujillo, uno titulado «Tengamos la verdad completa acerca de la carnicería de Trujillo», invitaba a una amplia consideración del asunto, insistiendo en que «un Comité elegido por organizaciones de los Estados Unidos y de los países Latinoamericanos podría descubrir los hechos». Al mismo tiempo, el ministro dominicano en Londres, Max Henríquez Ureña, ofrecía al público

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go, el ministro R. Henry Norweb regresó a su puesto en Ciudad Trujillo y el recientemente designado ministro de Haití, Ferdinad L. Mayer, salió hacia Puerto Príncipe. Mientras que, como secretario de Estado en funciones, Sumner Welles conferenciaba con el ministro haitiano, el representante de Trujillo en Washington emitía una extraordinaria declaración.21

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Casi inmediatamente, mientras los presidentes Laredo Bru, Cárdenas y Roosevelt interponían sus buenos oficios para cumplir la solicitud haitia na, Trujillo rechazó su involucramiento. Dando largas al asunto, con des armadora ingenuidad, le escribió a Roosevelt que «hasta este momento el Gobierno haitiano no ha notificado al Gobierno dominicano ni le ha indi cado nada que le permita saber en qué consiste la controversia». Cuando los mediadores suministraron prontamente las copias de la solicitud hai tiana a la que ellos habían accedido, Trujillo tozudamente mantuvo su te rreno, reforzando su personal en las capitales de los Estados mediadores.26 Cuando las conversaciones informales y confidenciales sostenidas en Washington por los representantes de los dos países y de los tres mediadores resultaron improductivas, estos últimos propusieron la formación de una comisión que visitaría tanto a Haití como a la República Dominicana. Haití aceptó la propuesta enseguida, pero la República Dominicana esperó más de una semana, y luego presentó un largo memorando que no solamente sostenía que la solicitud de buenos oficios de Haití era injustificada, sino que también insistía en que el acuerdo domínico-haitiano del 15 de octubre fuera reafirmado. Actuando bajo recomendaciones de los mediadores,

C. Harvey Gardiner

inglés la simple versión oficial del incidente, además de la advertencia de que «cualquier información contraria es errónea». Simultáneamente, un americano reportaba que los dominicanos habían ensartado a niños haitianos en bayonetas y un dominicano declaraba: «Los reportes son tan fantásticos que ningún lector inteligente puede creerlos».24

Consciente del amplio conocimiento de la masacre y de la inclinación anti-Trujillo de las noticias, el presidente Vincent apeló a tres gobiernos americanos, los de Cuba, México y los Estados Unidos. Las autoridades dominicanas replicaron con una lluvia de información sobre la prensa americana y mundial, incluyendo una comunicación previamente secreta, de hacía 23 días, de Trujillo a Enrique Jiménez, su representante en Puerto Príncipe. La Legación dominicana en Washington emitió un emotivo comunicado en el que el ministro de Relaciones Exteriores, Balaguer, insistía, incorrectamente, que «más de 60,000 haitianos viven pacíficamente entre los dominicanos». Simultáneamente, el ministro Pastoriza emitió un despacho de prensa que empequeñecía el incidente y censuraba las exageraciones de la prensa.25

La política de inmigración del dictador Trujillo

Luego del rechazo de mediación por parte de Trujillo y el recurso de Vincent al Tratado Gondra, el asunto de la masacre asumió mayores dimensiones cuando el Departamento de Estado informó sobre el caso a sus misiones en toda Latinoamérica. Mientras tanto, Trujillo había apelado

Haití prontamente invocó el Tratado de Gondra de 1923 y la Convención sobre Conciliación de 1929.27

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Este período entre mediados de noviembre y mediados de diciembre le facilitó a la prensa tiempo adicional para montar su postura antidomi nicana. Uno decía: «El asesinato una vez más trae a la luz pública al tirano General Rafael Leónidas Trujillo Molina, el dictador más sediento de san gre que Latino América jamás había tenido». Otro escritor aseguraba que «el presente incidente promete convertirse en un monumento a la inicia tiva dominicana», y una publicación semanal ampliamente leída concluía que «las masacres en Santo Domingo constituyen uno de los mayores crí menes de la historia». La pleamar periodística que ennegreció el nombre e imagen de Trujillo siguió su curso, fue denunciado como un «Hitler en miniatura» y surgió el reclamo de «una concienzuda ventilación de este horrendo episodio».28

Ni siquiera el anuncio de que 30 haitianos habían incursionado en una comunidad fronteriza dominicana matando o hiriendo a «un gran núme ro» pudo ganarle mucho apoyo a la República Dominicana. ¿Cómo podía alguien darle crédito a un reporte que era preciso en lo referente al nú mero de invasores haitianos fugitivos, pero que no podía contar y mucho menos identificar a las víctimas dominicanas? Mientras tanto, la atención se dirigía hacia los campesinos haitianos que habían perdido «media doce na de parientes en la masacre por medio de machetes, tridentes, garrotes o raramente fuego de rifle». Más golpes adversos se recibieron cuando el presidente Vincent, discutiendo el episodio por primera vez con la prensa extranjera, declaró que los asesinatos «definitiva y positivamente no eran un incidente fronterizo».29 Para contrarrestar los pronunciamientos oficia les dominicanos, el cónsul general de Haití en la ciudad de Nueva York, Charles B. Vincent, salió a rectificar «la fuente de información unilateral de la prensa americana». Mientras tanto, Edward Tomlinson, un observa dor respetado e imparcial de la escena latinoamericana, había declarado: «Ningún celoso dictador va a aceptar que se ha equivocado en algo».30

C. Harvey Gardiner

Diez días después, la prensa husmeó las discusiones entonces en pro ceso en la capital dominicana. En círculos diplomáticos circularon los ru mores de una oferta de $300,000 a Vincent para que se pusiera fin de una vez por todas a la controversia. Mientras las partes regateaban por dólares, la enfermedad «diplomática» del representante de Trujillo demoraba las

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tanto a la Iglesia como al Estado. El arzobispo. Pittini llegó a declarar a la prensa que los haitianos disfrutaban de bienestar, paz y buen tratamiento en todas partes en la República Dominicana, y los enviados Pastoriza y Manuel de Jesús Troncoso compraron espacios en los periódicos, hasta páginas enteras, para hacer constar con lujo de detalles la posición dominicana. Casi inmediatamente después de haber publicado la defensa pagada dominicana, la misma publicación editorializó: «La elaborada explicación defensiva emitida por la República Dominicana ayer no tiene posibilidades de cambiar la impresión prevaleciente en los Estados Unidos y a través de Latino América». Un rumor que subrayaba la fea imagen que la gente se estaba formando de Trujillo fue el que selló como evidentes sus planes de anexarse a Haití. Como si el juego diplomático necesitara de otra movida realizada por un obispo, el J. M. Jan, obispo de Cabo Haitiano, reportando «los horrores de Monte Cristy», se refirió a «salvajismos sin nombre que la pluma no puede describir».31

Luego, de acuerdo con Trujillo, el Nuncio del Papa, monseñor Mauri lio Silvani, fue a verlo con noticias de que el presidente Vincent deseaba una solución rápida del problemático episodio por vías de negociaciones directas.32 Aferrándose a la oferta, el astuto dominicano socavó apresura damente la Comisión de Consulta de cinco hombres, formada de acuerdo con el Tratado Gondra.

Rápidamente, luego de haber hecho constar su buena disposición de cooperar con una comisión nombrada por el Tratado Gondra, Trujillo aprovechó una oportunidad en la temporada navideña e invitó a Vincent a suscribir un Pacto de Honor, proclamando que incidentes fronterizos nunca conducirían a los dos países a la guerra. Vincent contestó afirmativamente y los dominicanos utilizaron el reabierto canal de comunicación para reiterar su creencia de que las negociaciones directas entre las capitales de la isla constituían el mejor y más rápido método para conseguir una solución definitiva del asunto de la frontera.

Sobre las presiones que forzaron a Trujillo a llegar a un acuerdo, el ministro Norweb escribió: «La primera de estas fue la presión de la prensa, la cual dio con considerable exactitud de detalles una imagen dramática de los salvajes asesinatos en masa». Esa prensa antitrujillista continuó y fue testigo de un artículo, impregnado de un carácter dramático y emotivo, escrito por Quentin Reynolds, quien después de visitar la isla y de hablar con Vincent, Trujillo y otros, resultó mordazmente prohaitiano y antidominicano. Otro escritor, resumiendo, resaltó: «La historia es una de las más horripilantes que se hayan escrito».35

Cuando la Unión Panamericana, a fines de enero, fue anfitriona del acuerdo domínico-haitiano, los trágicos sucesos resultaron lamentados y deplorados, pero la responsabilidad no fue establecida. Sin embargo, los dominicanos aceptaron pagarle a Haití $750,000.34 El acuerdo dio pie amuchas preguntas, entre ellas, por qué aceptó Vincent una suma tan mezquina y qué cantidad de dinero realmente pagó la República Dominicana a Haití.

Por seis meses la prensa americana, especialmente, había denunciado a la República Dominicana. Las principales agencias de noticias diseminaron cientos de despachos sobre el incidente y sus consecuencias. Los principales periódicos habían asignado corresponsales en Washington, La Habana, Ciudad de México, Puerto Príncipe y Ciudad Trujillo, para cubrir la espantosa historia. La cobertura resultante predeciblemente inspiró numerosos editoriales. Revistas formadoras de opinión debatieron la masacre. Un impacto excepcionalmente fuerte resultó de aquellos reportes que combinaban reportajes verbales y gráficos. La prensa había condenado abiertamente a la República Dominicana y el hombre cuyo nombre era sinónimo de ese país, Rafael L. Trujillo, sufrió el oscurecimiento de su imagen. Vanidoso, paranoide y ambicioso, deseaba restaurar el nombre que lo había hecho aceptable en aquellos círculos de poder que más le interesaban: los del Washington oficial. ¿Qué podía hacer?

La política de inmigración del dictador Trujillo

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labores de la Comisión de Consulta. El 10 de enero, el presidente Vincent informó al ministro norteamericano Mayer que el Gobierno dominicano había aceptado pagar $750,000 a Haití, además de lo cual Haití esperaba re cibir una expresión de pesar, castigo para los culpables y garantías para los haitianos en territorio dominicano. Pronto, Trujillo, el otro confidente de las exitosas negociaciones, informó al ministro Norweb sobre las mismas.33

Pocas semanas antes, H. d’Hartoy, representante de Trujillo en una reunión auspiciada por la Oficina de Trabajo Internacional, había delineado la política de inmigración de su país. Obligados a cultivar la tierra que les ofrecía el gobierno, el inmigrante recibiría «un préstamo, con cepas, implementos agrícolas y las semillas necesarias para la inmediata operación». Luego de firmar un contrato con el Ministro de Agricultura, el inmigrante recibiría «disfrute libre de seis hectáreas de terreno, el cual podría usar durante ese período». Como propietario, no podría vender el terreno durante los siguientes cinco años. Aun cuando indicaba que «en caso de inmigración planificada, el Gobierno de la República Dominicana estaría dispuesto a conceder nuevos y mayores privilegios», d’Hartoy recalcó su deseo de agricultores, porque «los llamados granjeros recibidos como tales con los brazos abiertos por nuestro país, nos han desilusionado considerablemente». A ese hecho unió una nota de optimismo sin fundamento, señalando que «varios asentamientos están haciendo una fortuna allí con bastante rapidez».37

La Conferencia de Evian, de mediados de 1938, respuesta del presidente Roosevelt a la situación de millones de personas en Europa, suministró un peldaño en la escalera del humanitarismo para Trujillo. Poco tiempo después del acuerdo domínico-haitiano, cuando él comenzaba a darse cuenta del amplio deterioro de su imagen pública en el extranjero, otro movimiento de Hitler provocó reacción en Washington. Al espantoso estado de los judíos alemanes, Hitler agregaba ahora su ataque a Austria. En respuesta, la administración Roosevelt apremió la creación de un comité internacional para facilitar la emigración de refugiados políticos desde Alemania y Austria. Se enviaron invitaciones prudentemente redactadas a gobiernos seleccionados de Europa occidental y a los veinte Estados latinoamericanos. Los Estados Unidos sugirieron que, aunque fueran los gobiernos los que nombraran los representantes para el comité, el financiamiento resultaría de organizaciones privadas y el recibimiento de inmigrantes sería dentro del alcance de la legislación existente. La República Dominicana rápidamente indicó su disposición de cooperar.36

44 C. Harvey Gardiner

Un problema de gigantescas y crecientes proporciones enfrentó a los representantes de treinta y dos países que se reunieron en julio en Evianles-Bains, en el suroeste de Francia. Varios gobiernos habían establecido

límites legales y complicados en relación con la cantidad de personas que admitirían anualmente, pero Hitler estaba demostrando una demoníaca capacidad para aumentar la cantidad de deseosos de salir de Europa en una época en que gobiernos teóricamente receptivos para los indigentes y perseguidos enfrentaban la oposición de millones de desempleados dentro de sus propios países. El manejo de los procedimientos y el establecimiento de una fórmula de ayuda que no molestara a Alemania eran doblemente importantes, para evitar que Hitler bloqueara la salida de futuros inmigrantes y aplicara represalias comerciales. El proyecto de refugiados principalmente ayudaría a los judíos, pero tenía que ser no sectario para ganar amplio respaldo. Recíprocamente, en una época en que muchos judíos, especialmente sionistas, consideraban a Palestina su válvula de seguridad, razones políticas habían arrinconado ese explosivo asunto. Para colmo, la reserva necesaria para conducir la conferencia ocasionó críticas inútiles.

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La política de inmigración del dictador Trujillo

Esperanza y tinieblas caracterizaron los procedimientos y resultados. Los europeos casi unánimemente significaron la incapacidad física de sus pueblos de admitir grandes cantidades de refugiados, mientras que Lati noamérica señaló que, además de temer represalias alemanas y tener altos grados de desempleo y bajas escalas de salarios, lo que necesitaban eran obreros agrícolas, no profesionales urbanos. La desesperación convergió en considerar a Kenya como un posible sitio para una colonia judía. La Conferencia de Evian produjo declaraciones compasivas, pronunciamien tos morales, lamentos humanitarios y algo más. Su resolución final reco mendaba la continuación de las labores a través del Comité Interguberna mental con asiento en Londres.38

En su reunión inicial, el Comité lntergubernamental eligió un británico como presidente y ocupó las cuatro vicepresidencias con representantes de los Estados Unidos, Francia, Brasil y los Países Bajos. Igual que en Evián, el delegado dominicano fue conspicuo. Su posición fue más discreta durante la maniobra de las grandes potencias para encaminar el acercamiento a Alemania y establecer las relaciones entre el Comité y las agencias de refugiados de La Liga de las Naciones. Tampoco tuvo la tierra caribeña un enfoque especial cuando el director, George Rublee, se dirigió a los Estados individualmente en relación con sus políticas y el propuesto recibimiento de los inmigrantes.

46 C. Harvey Gardiner

Cuatro semanas después de la clausura de la Conferencia de Evian, el portavoz dominicano «hizo una oferta en el más estricto secreto al presidente del Comité lntergubernamental para recibir inmediatamente de cincuenta a cien mil de los involuntarios emigrantes y proveer las facilidades para su asentamiento». Considerando el tamaño de la República Dominicana, su falta de éxito con los inmigrantes y su más bien simbólica presencia en Evian y en Londres, la oferta sobrepasaba lo que hubiera sido posible imaginar. Los gobiernos británico y norteamericano, dudosos, pidieron rápidamente información a sus misiones en Santo Domingo. Al reportar de que la República Dominicana estaba extremadamente ansiosa de asegurar colonos agrícolas «neo-blancos fácilmente asimilables», Norweb, el ministro americano, agregó: «La oferta dominicana es simplemente un gesto [...] y no debería tomarse al pie de la letra». Sin embargo, poco tiempo después, Max Henríquez Ureña, el hombre de Trujillo en Ginebra, ganó un puesto electivo en el Consejo de la Liga de las Naciones.39 ¿La oferta de aceptar inmigrantes habría influido ya favorablemente sobre la imagen internacional de Trujillo? El tiempo determinaría si esa oferta, inducida por la Conferencia de Evian, constituía un gesto vacío y publicitario o era una propuesta sincera y humanitaria.

La oferta que preveía la incorporación exitosa de una cantidad tan elevada como cien mil refugiados en un pequeño país tropical, demandaba un estudio más profundo y el Comité Intergubernamental, otras entidades y personas individuales, se dedicaron al asunto apresuradamente. La Corporación Económica de los Refugiados y el Comité Consejero sobre Refugiados Políticos, del presidente Roosevelt, comenzaron en colaboración a investigar la factibilidad del asentamiento en la República Dominicana. Especialistas en terreno, floresta y cosechas, elegidos por el presidente de la Universidad John Hopkins, Isaiah Bowman, una autoridad en asuntos de asentamientos, condujeron una investigación y en la primavera de 1939 rindieron informes favorables. Estudios adicionales incluyeron a otros funcionarios, entre ellos el Dr. Joseph A. Rosen, quien había estado asociado largo tiempo con el programa de Agro Joint, que trabajó durante catorce años en asentamientos de Rusia; George L. Warren, del Comité Consejero sobre Refugiados Políticos; y el presidente del Comité de Distribución Unida Judío-Americana, Paul Baerwald. Los

Reuniones privadas, principalmente en la ciudad de Nueva York, exploraron los aspectos financieros y de otra índole del proyecto dominicano. En una de esas sesiones, George L. Warren compartió algunas verdades desagradables cuando citó leyes desfavorables a los judíos: los impuestos de entrada de $500.00, la reglamentación de que el 70 % de los empleados en cualquier negocio establecido fuera dominicano y la cantidad de años requerida antes de poder obtener la ciudadanía. «Este Gobierno, con excepción del mismo General —dijo—, no quiere judíos». Para colmo, Warren agregó que Rafael L. Trujillo, interesado en una prensa favorable en los Estados Unidos, era capaz de explotar el tema de los inmigrantes para «erigirse como un humanitario y borrar los recuerdos del incidente haitiano».41 Cualquiera podría suponer cuánto de esta política futura de inmigración estaría descansando sobre un sombrío espectro del pasado.

informes favorables evidenciaron un aspecto relacionado con el asunto, o sea, los fondos necesarios no gubernamentales.40

Mientras tanto, los refugiados judíos, individual y privadamente, habían descubierto la República Dominicana. En 1938, Abraham Staiman, un fabricante de telas de Ciudad Trujillo, había buscado ansiosamente la manera de formar un comité para hacer frente a los problemas de los refugiados. Numerosas familias centroeuropeas se sentían financieramente tensas al tener que estirar sus recursos para cubrir costosos requerimientos de visa y de entrada. Un año más tarde, época en que ya existía un comité de refugiados, Staiman reportó que algunos posibles inmigrantes estarían interesados en los proyectos de colonización que estaban recibiendo amplia publicidad a raíz de las encuestas y las noticias. Como un freno para los planificadores estaban las palabras de Staiman: «La situación de los refugiados en Santo Domingo se está poniendo peor. Muchos no pueden encontrar trabajo».42

En la primavera y el verano de 1939, los refugiados en Ciudad Trujillo aumentaron en cantidad y su situación empeoró. Un pedido a la oficina de Nueva York del Comité Nacional de Coordinación para Ayuda a los Refugiados de Alemania planteaba: «[nos sentimos] obligados a solicitarles de nuevo más recursos para ayudar a nuestros inmigrantes». Otro reclamo a la oficina de Nueva York de la Sociedad de Ayuda a Inmigrantes y de Protección a los Judíos informaba: «Durante los últimos meses muchas

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El tiempo demostraría que estos refugiados tipificaban la diversidad ocupacional, los objetivos esenciales y otras muchas situaciones con las que tendría que enfrentarse cualquier programa de asentamientos formalmente estructurado en la República Dominicana.

víctimas de la situación política en Europa Central han estado refugiándose en la República Dominicana, siendo su número de alrededor de 300 en la actualidad. Se esperan muchos más. Las condiciones generales aquí claman por acción inmediata. Se necesita ayuda con urgencia». 43

Un reporte estadístico en relación con esos inmigrantes cubría 108 casos (personas solteras y familias), que totalizaban 203 personas, de las cuales 164 eran judíos, 23 protestantes, 13 católicos, 2 sin religión y uno bautista. Cuarenta casos esperaban entrar en los Estados Unidos y 47 mostraban interés en la colonización. Entre las 203 personas, una cifra que incluía comerciantes, profesores, fabricantes, ingenieros, médicos, carniceros, enfermeras, cerrajeros, aseguradores, arquitectos, secretarias y rabinos, solo 18 poseían algún conocimiento sobre trabajos agrícolas.44

2 Rayford W. Logan, Haiti and the Dominican Republic, New York and London: Oxford University Press, 1968, pp. 32-33. Véase también M. de J. Troncoso de la Concha, La ocupación de Santo Domingo por Haití, Ciudad Trujillo: La Nación, 1942.

1

4

Emilio Rodríguez Demorizi, Invasiones haitianas de 1801, 1805 y 1822, Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1955, p. 47.

5

7

NYT, October 21, 1937, p. 17.

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8 RD, Primer censo... 1920, pp. 142, 146 y RD, Población de la República Dominicana distribuida por nacionalidades: Cifras del censo nacional de 1935, Ciudad Trujillo: n. pub., 1937, pp. 1- 5.

Derived from RD, Primer censo nacional de la República Dominicana 1920, Santo Domingo: Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1975, pp. 124, 126.

3

John E. Baur, «Faustin Soulouque, Emperor of Haiti: His Character and His Reign», The Americas, VI No. 2 (October1949), pp. 141-144; Logan, Haití and the Domínican Republic, pp. 34-37; y Emilio Rodríguez Demorizi (ed.), Guerra dominico-haitiana; documentos para su estudio, 3.a ed., Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1957, pp. 19, 22.

NOTAS

6

9 RD, Colección de leyes... 1934, Santo Domingo: Imprenta de J. R. Viuda García, sucesores, 1935, pp, 90-95, 151-157, 179- 183; Rodríguez Demorizi, Invasiones, p. 46; y Wenzell Brown, Angry Men-Laughing Men, New York: Greenberg, 1947, p, 139.

DR, Comisión para estudiar las tierras de la frontera y señalar los sitios en que se han de establecer las colonias de inmigrantes, Informe que presenta al poder ejecutivo la Comisión..., Santo Domingo: Imprenta de J. R. Vda. García, 1925; John P. Augelli, «Agricultura! Colonization in the Dominica Republic», Economic Geography, Vol. 38, No. 1 (January 1962), p, 17; y Manuel A. Machado Báez, La dominicanización fronteriza, Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1955, pp. 230-231.

Vicente Tolentino R., «Report on the Capacity of the Dominican Republic to Absorb immigrants», in DR, Capacity of the Dominican Republic to Absorb Refugees, Ciudad Trujillo: Editora Montalvo, 1945, pp. 46-47.

17

«DR Legation, Statement (November 8, 1937) of the Minister of the Dominican Republic Señor Dr. Andrés Pastoriza, Concerning the Incident of October Last, in one Section of the Haitian-Dominican Border and RO», Mensaje... 1937, Ciudad Trujillo: Imp. Listín Dario, 1938, pp. 24-25.

18

11

NYT, Octubre 21, 1937, p. 17, October 25, 1937, p, 1, November 9, 1937, p. 12; Daily Worker (New York), November 10, 1937, pp. 1, 4; NYHT, noviembre 10,1937, pp. 1, 2; (anon.), «Caribbean Nightmare», The Nation, Vol. 145, No. 22 (November 27, 1937), p. 577; y Life, Diciembre 6, 1937, p. 74.

Daily Worker, November 10, 1937, PP 1, 4; NYHT, November 10, 1937, pp. 1, 2; Sunday Worker, November 14, 1937, p. 6 (anon.); «Caribbean Nightmare», The Nation, November 27, 1937, p. 577; y Harold Courlan der, «Not in the Cables: Massacre in Santo Domingo», New Republic, No. 1197 (November 24, 1937), p. 67.

13

Jean Price-Mars, La Republique d’Haiti et la Republique Dominicaine, 2 Vols., Port-au-Prince: L’Imprimerie Held of Lausanne, 1953, II, pp. 311-312; Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 201; Albert C. Kicks, Blood in the Streets; the Life and Rule of Trujillo, New York: Creative Age Press, lnc., 1946, pp. 105-106; William Krehm, Democracia y tiranías en el Caribe, Buenos Aires: Editorial Palestra, 1959, p. 271; y Luis F. Mejía, De Litis a Trujillo; historia contemporánea de la República Dominicana, Caracas: Editorial Elite, 1944, pp. 315- 316.

16

14

E. Rodríguez Demorizi, Cronología de Trujillo, 2 Vols., Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1955, I, pp. 70, 72, 77, 96, 179, 196.

Robert D. Crassweller, Trujillo: the Life and Times of a Caribbean

15

José Almoina Mateos, La frontera de la República Dominicana con Haití, Ciudad Trujillo: Editorial La Nación, 1946, pp. 158-159, y Stanley Walker, Journey Toward the Sunlight, New York: The Caribbean Library, 1947, p. 129.

50 C. Harvey Gardiner

10

12

Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 201.

Rodríguez Demorizi, Cronología, I, pp. 87, 99, 103, 117, 121-124, 134-135, 140, 142, 153-155, 162-163, 166-167, 179, 187; League of Nations, Treaty Series, Vol. CLXXI, 1936-1937, pp. 104-109; y RD, Candidatura... para el Premio Nobel... en 1936, Ciudad Trujillo: Editorial La Nación, 1935.

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25

28

31

27

Daily Worker, November 10, 1937, pp. 1, 4, 6; The Times (London), November 10, 1937, p. 10; y NYHT, November 10, pp. 1, 2, November 11, 1937, p. 16.

26

Rodríguez Demorizi, Cronología, I, pp. 208, 209 y RD, Mensaje... 1937, p. 28.

20

30

NYT, November 7, 1937, p. 36, November 12, 1937, p.21.

Ibid., p. 1, October 26, 1937, p. 3; Christian Science Monitor, October 25, 1937, p. 3, October 27, 1937, p. 3; y Time, November 1, 1937, p. 28.

NYHT, December 11, 1937, p. 12; NYT, December 13, 1937, p. 26; y New York Journal American, December 12, 1937, p. 17.

24

Dictator, New York: The Macmillan Company, 1966, pp. 156-157; Rafael L. Trujillo, Discursos, mensajes y proclamas, 11 vols., Santiago, RO: Editorial El Diario, 1946-1953, IV, p. 211; y NYT, octubre 23, 1937, p. 5.

NYT, October 23, 1937, p. 5.

«DR, Legation, Statement (Noviembre 8, 1937)..., Pastoriza…».

51

FRUS 1937, V, pp. 133-138; Trujillo, Discursos, IV, pp. 200-202; y Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 205.

La política de inmigración del dictador Trujillo

NYHT, December 12, 1937, p. 20, December 21, 1937, p. 9; Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 208; NYT, December 17, 1937, pp. 20, 21; Louisville Courier Journal, December 19, 1937, p. 14; 5t. Louis Post Dispatch, December 21, 1937, p. 10A.

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29

FRUS 1937, V, Washington: GPO, 1954, p. 133; RD, Comunicaciones oficiales…, pp. 2-5, 14-16; y DR Legation, Press Releases, noviembre 9 y 12, 1937.

21

22

32

19

23 Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 204 y RD, Comunicaciones oficiales del Gobierno Dominicano, en relación con el incidente ocurrido en la fron tera domínico-haitiana, Guatemala: Imprenta Hispania, 1937, pp. 6-7.

38

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42

Lawrence Berenson to Joint Distribution Committee, New York, April 12, 1938, y A. Staiman et al. to American Jewish Joint Distribution Committee, Ciudad Trujillo, May 10, 1939, DORSA 1937-1941, JDC Archives, y Erika Mann and Eric Estorisck, «Private and Government Aid to Refugees», in Francis J. Brown, Refugees, pp. 148-149.

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DORSA, Concerning Refugee Settlement in the Dominican Republic, No. 1, New York: n. pub., 1940, pp. 3-5.

34 (Anon.), «Settlement of the Dominican-Haitian Controversy», BPAU, LXXII. No. 3, March 1938, pp. 152- 156.

41

FRUS 1938, I, Washington: GPO, 1955, pp. 740-741, y U.S. Department of State, «Problem of Political Refugees», Press Releases, Washington: GPO, 1938, pp. 426-427.

52 C. Harvey Gardiner

36

43

W. A. Frey, for the Joint Relief Committee of Ciudad Trujillo, to the National Coordinating Committee for Aid to Refugees Coming from

35

FRUS 1938, V, p. 197; Quentin Reynolds, «Murder in the Tropics», Collier’s, January 22, 1938, pp. 14-15, 34-36; y (anon.), «Massacre River», The Nation, Vol. 146, No. 6, February 5, 1938, p. 146.

37 lnternational Labour Office, Technical and Financial lnternational Cooperation with Regard to Migration for Settlement: Technical Conference, Geneva, 1938, pp. 129- 130, y RD, Boletín... Relaciones Exteriores, IV, Nos. 4-5, marzo-abril 1938, pp. 62- 63.

40

39

Memorandum far JCC Record, by J. H. Schwartz, of Meeting Concerning the Dominican Republic at Home of Arthur Lamport, New York, August 15, 1939, DORSA 1939, JDC Archives.

33

FRUS 1938, V, Washington: GPO, 1956, pp. 178-192 passim.

Germany, Ciudad Trujillo, June 29, 1939, y Centro de Inmigrantes de la República Dominicana to the Hebrew Sheltering and lmmigrants Aid Society, Ciudad Trujillo, July 15, 1939. DORSA 1937-1941, JDC Archives. 44 W. A. Frey to the American Jewish Joint Distribution Committee, Ciudad Trujillo, August 14, 1939, DORSA 1937-1941, JDC Archives.

LOS REPUBLICANOSESPAÑOLES(1)

La contienda que había envuelto a casi toda España envió refugiados desde todas las provincias al extranjero, algunos hacia Francia, otros al norte de África: granjeros y mineros, médicos, abogados, profesores y estudiantes, diestros artesanos y aldeanos incultos.

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La reiterada posición de Trujillo a favor de la tradición y la cultura his pánicas garantizaba un animado interés en la Guerra Civil Española. Pre

Durante muchos meses las monstruosas actuaciones de Hitler habían acrecentado la lista de europeos con intenciones migratorias. A fines del caliente verano de 1939, la guerra haría erupción, elevando la necesidad de migración y haciendo más difíciles las perspectivas. Mientras tanto, así como las horribles circunstancias intensificaban las malas condiciones de innumerables centroeuropeos, cientos de miles de otros europeos, sobrevivientes de la amarga Guerra Civil Española que duraba ya tres años, estaban inmigrando. Víctimas de la derrota militar y sufriendo desilusión política, angustias financieras y las privaciones materiales derivadas de la subsistencia en campos de refugiados, números incalculables de hispanos conformaron una reserva especial e inmediata de inmigrantes.

CAPÍTULO II

LA LLEGADA

A mediados de 1937, el Gobierno dominicano, vanagloriándose del trabajo humanitario que su Benefactor había inspirado, proclamó que la Legación dominicana en Madrid había salvado más de mil vidas. El gobierno prometió un documento formal, un Libro Blanco, relacionado con las actividades de su misión, pero, como lo de los huérfanos, el libro nunca apareció. La actividad de la Legación incitó a un español republicano, el Dr. Elfidio Alonso, de Madrid, a buscar refugio en la república del Caribe. Una extensa consideración sobre la República Dominicana como lugar de refugio se produjo cuando el diplomático Salvador Echeverría Brañas visitó la Cuandoisla.2al

viamente, había amenazado con romper relaciones con España si violaba el principio de asilo, por lo cual la legación dominicana se había conver tido en un refugio para muchos enemigos de la República. En el invierno de 1936-1937, el generalísimo Trujillo hizo público su deseo de traer cua trocientos huérfanos de guerra a la República Dominicana, prometiendo cubrir los gastos de mantenimiento y educación con su propio peculio. El proyecto de los huérfanos nunca se materializó, pero las anunciadas bue nas intenciones del hombre fuerte recibieron publicidad. Un panegírico de primera plana insistía: «El esfuerzo humanitario a favor de los huérfa nos de guerra no puede ser más noble ni más hermoso».1

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tercer año de combate resultaba claramente predecible la muerte de la República, el impulso humanitario de Trujillo emergió de nuevo. En el otoño de 1938, corto tiempo después que el Dr. Femando de los Ríos, el embajador español en los Estados Unidos, lo visitara, el Gene ralísimo anunció que había enviado un embajador con un cheque perso nal de $5,000 para las viudas y huérfanos de la guerra española.3 Durante el invierno de 1938-1939, la dolorosa emigración de refugiados españoles se intensificó.Desgraciadamente, el papel de los funcionarios dominicanos en Fran cia, y ciertos rumores acerca de que facilitaban la salida de refugiados es pañoles hacia la isla del Caribe, no pueden examinarse a fondo por carecer de documentación. Virgilio Trujillo, el inútil hermano mayor del dictador, presidía entonces la misión dominicana en París. En menos de tres años, la naturaleza codiciosa y deshonesta de Virgilio había sido motivo para que Trujillo lo removiera sin ceremonias de puestos del gabinete y legislati

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Cuadro 3. Entrada de españoles republicanos en la República Dominicana

Nov. 7, 1939

El 7 de noviembre, el barco francés Flandre desembarcó 288 refugiados españoles en la capital dominicana y cuarenta y ocho horas más tarde el St. Domingue desembarcó 140 en la costa norte, en Puerto Plata. El primer gran contingente, de 770, vino a bordo del buque De la Salle. En menos de dos meses, aproximadamente mil doscientos republicanos españoles habían penetrado al país, muchos de los cuales permanecieron en la capital dominicana. El nuevo año trajo más refugiados. En enero el barco francés Cuba desembarcó 547 personas, el último contingente en llegar a la capital. Seis semanas después De la Salle depositó en Puerto Plata su segundo cargamento de734 refugiados, hombres, mujeres y niños. Para evitar una congestión adicional en la capital, la ciudad de la costa norte continuó como puerto de entrada. Allí, 77 hispanos llegaron en el Cuba y el 16 de mayo, aproximadamente quinientos; el último grupo de grandes proporciones vino en el De la Salle. En junio, la puerta que el Gobierno dominicano cerró para los inmigrantes europeos excluyó adicionalmente a los hispanos.5 El cuadro 3 resume este movimiento de españoles.

vos. Reiterados rumores afirmaban que, entre 1939-1940, mientras miles de refugiados salían de Francia hacia el dominio de su hermano Trujillo, Virgilio exigía entre $50 y $100 por persona para la obtención de los pape les indispensables. Si pagos comprometedores fueron a parar a sus manos, probablemente provinieron del Servicio de Emigración para Republicanos Españoles (llamado comúnmente SERE), cuyas arcas suministraban los fondos de la República en desintegración para el pago del pasaje y honora rios de inmigración, exigidos entonces por los funcionarios dominicanos bajo la Ley de Inmigración No. 96.4

Flandre Ciudad Trujillo 288

Durante los quince meses que siguieron a marzo de 1939, la República Dominicana recibió aproximadamente tres mil refugiados españoles, una cifra que muchos elevarían a cuatro mil, cinco mil y aun a seis mil. La mayoría llegó a finales de 1939 y en la primera mitad de 1940.

Fecha

La política de inmigración del dictador Trujillo

Barco Puerto Cantidad

Nov. 9, 1939 St. Domingue Puerto Plata 140

Ciudad Trujillo 770

La cálida bienvenida que el pueblo dominicano dio a los refugiados se fijó en la memoria de muchos españoles republicanos. Dos años después, un antiguo inspector de escuelas en España publicó palabras de aprecio por el refugio encontrado en la República Dominicana. En 1944, año de la celebración del centenario de la independencia dominicana, un refugiado anónimo declaró: «Desde el día de nuestra llegada, cada día ha sido un intercambio de bondades. La República Dominicana nos dio sin que le pidiéramos». Después de treinta años, Eugenio Fernández Granell podía recordar el día que desembarcó en Puerto Plata —la música, los cigarrillos, los refrescos, las banderas ondeantes—, la hospitalidad de gente generosa y amistosa.7Elnúmero exacto de hispanos llegados no puede ser determinado en razón del desorden generado por la guerra, también por la falta de estatus definido y por la retención inadecuada de los registros por parte tanto de SERE como del Gobierno dominicano. Según dos estudios, sin embargo, los refugiados generalmente coincidían en que las preguntas embarazosas acerca del estado de salud, condición económica, ocupación, filosofía política o cualesquiera otras, no retrasaban ni el embarque ni el desembarco. Para algunos, la única pregunta al desembarcar era: «¿Tiene usted armas de fuego?».8 Cont.

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Enero 11, 1940 Cuba

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Ciudad Trujillo 547

Dic. 19, 1939 De la Salle

Feb. 24, 1940 De la Salle Puerto Plata 734

Fecha Barco Puerto Cantidad

Abril 21, 1940 Cuba Puerto Plata 77

Mayo 16, 1940 De la Salle Puerto Plata 500 (aprox.)

Cada grupo de pasajeros representaba una mezcolanza de granjeros, estudiantes, obreros, químicos, militares profesionales, comerciantes, políticos profesionales, actores, maestros, arquitectos, periodistas, y otros, una muestra completa de la nación española.6

La República Dominicana, a su vez, no estaba preparada para estos re fugiados. La actitud capitalista y conservadora de Trujillo, ilustrada políti camente por su reconocimiento del régimen de Franco y económicamente por su arrogante dependencia de los Estados Unidos, no estaba sujeta a alteraciones o adaptaciones, ni siquiera había consejeros liberales ni una prensa libre que lo presionara con ideas diferentes.

Contrario a México, donde el público no fue sorprendido por la situa ción española, puesto que la conoció con bastante antelación a la llegada de los refugiados, aun cuando generara tanto aprobación como desaproba ción, en la República Dominicana no existía conciencia pública sobre los refugiados españoles y el arribo de los primeros grupos sorprendió com pletamente a la población nativa.10

La política de inmigración del dictador Trujillo

Muchos españoles republicanos habían ido a la República Dominicana confundidos, y aun desmedidamente imaginativos. Como decía uno: «Pensábamos en esa isla como las novelas románticas europeas describen las islas tropicales. Para nosotros, era en nuestra imaginación como un paraíso encantado donde la gente, el paisaje y el clima duplicaban la impresión recibida en la infancia en el Jardín de las Delicias». Todos llegaban con una crasa ignorancia sobre la realidad de la vida dominicana contemporánea, e incluso carecían de la más elemental información acerca de Trujillo y su régimen. No obstante, en la República Dominicana, a pesar de la dictadura, el clima y otros inconvenientes, los españoles podrían reiniciar sus vidas en vez de languidecer en prisiones españolas o en campamentos de prisión franceses.9

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En esa época, Trujillo estaba revigorizando su frecuentemente elogia do pero imperfecto programa de colonización. Como consecuencia de la masacre haitiana, proyectaba asentamientos adicionales en la zona fronte riza para conservar la tierra y dominicanizar allí el modo de vida. Además, mientras la guerra europea suscitaba incertidumbre en relación con em barques, fuentes de suministro y mercados, el dictador buscaba autosufi ciencia a través del incremento de la producción agrícola. Los españoles, en muchas de sus colonias agrícolas —y eran más de media docena— po dían servir admirablemente para estos y otros propósitos, incluyendo el deseo de mejorar la raza, aclarándola y elevando su tono cultural.11

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En una época en que el Ministro de Agricultura se quejaba de su limitado presupuesto para las 14 colonias existentes, 8 de las cuales estaban en un estado de declinación, se acometieron, no obstante, cuatro nuevas, entre ellas, El Llano, que estaba localizada cerca de la frontera haitiana. Gran parte del proyectado asentamiento existía solamente en las gavetas de los burócratas. Las pocas casitas con sus pisos de cemento y techos de cana se mezclaban con la primitiva aspereza del lugar. El hecho de que las familias españolas en los asentamientos mixtos eran excedidas en número

La llegada del De la Salle con sus 770 refugiados marcó un cambio. Anteriormente, aquellos que desembarcaron en la costa norte se habían dirigido libremente hacia la capital. Pronto, sin embargo, esa pauta varió, en razón de la escasez de viviendas en la capital, el impacto económico de cientos de extranjeros sin trabajo, el deseo de Trujillo de identificar a los recién llegados con la producción agrícola y su plan de reforzar la posición dominicana a lo largo de la frontera haitiana. Además, la dispersión de los españoles republicanos prevenía sutilmente cualquier acción concertada por disidentes y promovía la más rápida dominicanización de los recién llegados. La resultante de esta dispersión también convenía a SERE, puesto que la salida apresurada y confusa de los refugiados desde Francia no había permitido que sus ingenieros prepararan un plan de asentamiento en relación con la República Dominicana.

A medida que los pasajeros de De la Salle salían de las aduanas de la capital, recibían boletos indicando el sitio de sus domicilios provisionales. Esto conllevó el traslado inmediato por autobús de cientos de ellos a San Pedro de Macorís, una comunidad de la costa sur en el distrito azucarero, situada alrededor de cincuenta millas al este de la capital. Allí, al principio, los refugiados ocuparon barracas construidas por el Gobierno. Otra ayuda surgió cuando el Ministro de Agricultura ofreció tierra a los que quisieran cultivarla en la región de Los Llanos de esa provincia. El desembarcó de los 547 refugiados que venían en el Cuba, continuó el programa de dispersión; algunos fueron enviados al norte de la capital, hacia La Vega y Constanza. En todas partes, los españoles, más de los que en realidad se sentían inclinados a la agricultura, trataron de hacer este trabajo temporalmente, en vista del deseo oficial dominicano y de la terminación del escaso sostén económico que aportaba el SERE.12

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La política de inmigración del dictador Trujillo

por las dominicanas, en más de ocho por una, y sin embargo habían recibido catorce de las veintitrés casas, no las hizo bien recibidas por los nativos. El Llano desanimó a los labradores y maltrató a los no labradores, apresurado su movimiento hacia los pueblos.13

El Llano y El Libertador no fueron las únicas experiencias agrícolas de los españoles, pero evidenciaron el total desencanto que tenían estos refugiados por las zonas rurales. De ocho colonias agrícolas, los republicanos españoles escaparon rápidamente de cinco de ellas, huyendo de la malaria, disentería, lombrices intestinales, anemia y de la tierra improductiva en esas zonas desoladas. La vida de las tres restantes colonias, debido a la escasez de implementos, suministros médicos, ropa y comida, parecía más de campo de concentración que de oportunidad económica. La necesidad de fondos operativos se combinó con todos los otros problemas y aceleró la emigración del campo hacia la ciudad. En 1944, una comisión dominicana admitió que «como casi todos los inmigrantes estaban preparados solamente para ocupaciones urbanas, y como no existía ninguna coacción para que permanecieran en colonias agrícolas, aquéllos originalmente establecidos en las mismas, las han abandonado gradualmente para establecerse en las ciudades».15

A la larga, todos los esfuerzos dominicanos para convertir españoles urbanos en labradores fracasaron, ninguno tan rápida y completamente como el proyecto El Libertador. Aproximadamente quinientos de los 734 refugiados que desembarcaron en Puerto Plata, fueron llevados en camiones del ejército hacia propiedades gubernamentales en la zona fronteriza de Dajabón, un área rememorativa de la masacre y objetivo del programa de dominicanización de Trujillo. El reforzado rechazo de los españoles por el desierto y la falta de planificación aceleraron la temprana desaparición de esta colonia agrícola. El alojamiento era crítico, la mayor parte estancada en el nivel de proyecto para una futura ejecución. También escaseaban la tierra cultivable, los tractores y otros equipos necesarios. Siembras sucesivas probaron ser casi totales fracasos. Aun cuando recibían una modesta asignación de subsistencia, una buena cantidad de españoles ociosos se mantuvo alrededor del pueblo de Dabajón. Finalmente, cuando emigraron hacia la capital, resultaron objeto de frecuentes comentarios insultantes.14

Un pequeño contingente de españoles que decidió irse difería de los demás, ya que estaba formado por agricultores expertos. Como grupo organizado, estas personas se dirigieron al Ecuador, estimulados por el Fondo de Reasentamiento del Nuevo Mundo, una organización neoyorquina, y su representante americano, el escritor John Dos Pasos. En su búsqueda de familias españolas para el proyecto ecuatoriano, el Fondo de Reasentamiento del Nuevo Mundo encontró que la suspensión de fondos de manutención por parte de SERE y las limitadas oportunidades ofrecidas en la República Dominicana inspiraban un interés genuino en ese programa de colonización.19

Otros españoles simplemente usaron a la República Dominicana como punto de tránsito. Ya a mediados de noviembre de 1939, un reporte declaraba que «unos quince salieron hoy para Venezuela y se espera que más sigan su ejemplo». Un reporte presumiblemente confiable insistía en que «el General Trujillo se ha sentido defraudado con los tipos de españoles enviados y se preocupará de que los indeseados aquí salgan del país».16

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Ninguna limitación dominicana obstaculizaba la salida de cualquier español defraudado. Aquellos que se dirigieron a Venezuela y México re velaron la verdad: «Muchos de estos refugiados consideran a la República Dominicana simplemente como un punto de tránsito hacia otra parte». Un fuerte rumor sugería que SERE estaba desarrollando planes mediante los cuales la mayoría de los españoles proseguirían hacia Chile. El Agregado Na val Americano, un observador interesado, informó «un constante éxodo de españoles hacia Venezuela, México y Cuba». A fines de mayo de 1940, fecha de los últimos arribos, el número de salidas ya se aproximaba a quinientas.17

Ciertos artistas e intelectuales llamaron la atención acerca de esa con tinua migración, entre ellos el dramaturgo Francisco Martínez Allende, el abogado José Mingarro y San Martí, el poeta y ensayista Bernardo Claria na, el periodista y educador Felipe Andrés Cabezas y el jurista Luis Fernán dez Clérigo. Mientras que algunos apenas se reponían se mudaban hacia otro lugar, otros se demoraban meses antes de partir. Entre estos estaban el pintor vasco Ricardo Arrué Valle, el eminente pintor Joan Junyer, la es pecialista en cuidados del niño Dolores Cavalo de Junyer, el escritor Ma riano Estornés Lasa y el profesor Francisco Vera Fernández de Córdoba.18

La política de inmigración del dictador Trujillo

Para personas acostumbradas a Madrid, Barcelona, Valencia y otras grandes ciudades de España, la pequeñez de la capital dominicana y de otros centros urbanos, y su nivel de desarrollo económico, presentaban un problema que preocupó a la mayoría durante todo el tiempo que permanecieron en el país: ¿Podrían encontrar las oportunidades que buscaban para las destrezas y profesiones que dominaban? En reuniones entre intelectuales, la sofisticación de muchos dominicanos sorprendió y agradó a los españoles, que admiraron su conciencia literaria, sus bibliotecas personales, su capacidad de confortar el espíritu bajo condiciones de represión política. En los planos intelectual y artístico, se desarrollaron muchas amistades hacia los comienzos de 1940, momento de renacimiento intelectual, «una edad dorada de la República». Gran parte de los logros profesionales de los refugiados se debió a la cooperación y generosidad dominicanas, profundamente apreciadas. Otro caso que persistía en el recuerdo del refugiado era aquel en que, viéndose obligado a guarecerse en la choza de un nativo por una lluvia repentina, había sido objeto de cálida bienvenida y de muestras de hospitalidad.20

La vida de trabajo en común acentuó estos lazos. Educadores afortu nados ayudaron a otros que aspiraban a puestos en la enseñanza. Los pe riodistas avisaban a sus colegas, fotógrafos e impresores acerca de opor tunidades cuando un periódico o revista se iniciaba o se expandía. Los es

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Para todos estos españoles en tránsito en la República Dominicana, la isla significaba una primera escala. En el siglo XVI había sido la base inicial y el trampolín para los buscadores de oportunidades, tales como Ponce de León, Balboa y Cortés. Al igual que aquellos antepasados, los españoles actuales, en busca de oportunidades, usaban la isla como estación de paso hacia un hemisferio.

De mucho beneficio para los refugiados y de perturbación para Trujillo resultaron las múltiples manifestaciones de unión entre los españoles republicanos. El contacto durante los embarques contribuyó a esto y los patrones de vida subsecuentes les otorgaron aún mayor significación. La limitación de recursos animó a las familias y a las personas a buscar alojamiento juntos. El compartir casas y vecindarios, reforzó los lazos de la comunidad española republicana.21

La unidad artística e intelectual se desarrolló rápidamente entre aque llos pertenecientes a sectores educativos, los que impartían conferencias y asistían a ellas, los poetas que encontraban una publicación y los perio distas que sacaban un periódico, aquellos con cuyas pinturas creaban una

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La unidad social se complementaba cuando las familias «adoptaban» compatriotas solteros y ayudaban a otras familias que recién llegaban al país o que habían abandonado recientemente una colonia agrícola. Muchos refugiados se reunían habitualmente para tomar café en sitios públicos que hacían las veces de clubes para ellos. Otros encuentros sociales, a menudo limitados por la situación económica, se celebraban en las casas. También las familias se ayudaban unas a otras, cuidando los niños cuando marido y esposa tenían que trabajar para poder mantener la casa. Muchas relaciones sociales prosperaron, entre otras cosas, basadas en recuerdos o el parecido de un joven a una sobrina o sobrino dejado en Europa, y en compartir las cartas recibidas de más allá del Atlántico. Algunos refugiados que disfrutaban de mejores condiciones económicas —entre los que se pueden contar a Alfredo Matilla, Rafael y Guillermina Supervía, José Vela Zanetti, y los doctores Agustín Cortés Martínez y Antonio Román Durán— suministraban a sus compatriotas menos afortunados comida, alojamiento, cuidados de salud y ayuda financiera. Los nacimientos, muertes y aniversarios de cualquier clase representaban motivaciones sociales gregarias para reunir a los refugiados. Sin embargo, en ellos se distinguían dos grupos distintos y separados: el pequeño y muy unido grupo comunista y la mucho mayor no comunista.23

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pañoles intercambiaban capital, experiencia v deseos para emprender un negocio de panadería o cualquier otra modesta aventura. Auspiciaban los restaurantes y bares donde sus conciudadanos españoles trabajaban. La mayoría detestaba el comunismo de Clemente Calzada, pero, como con ciudadanos, lo apoyaban en su lucha por sobrevivir vendiendo zapatos, chancletas y sandalias por las calles. «Debía haber varias familias de refu giados de los que vivían en la entonces llamada Ciudad Trujillo —recuerda E. F. Granell—, entre cuyos miembros no hubiese ninguno que no hubiera usado alguna vez los zapatos Calzada». De la misma forma, aunque mu chos refugiados repudiaban el anarquismo de Gabriel Soda, compraban los cigarrillos que él pregonaba por las calles de la capital.22

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exhibición y entre los que conformaban una orquesta con sus instrumen tos de cuerda y percusión.

La política de inmigración del dictador Trujillo

Ninguno de los ingredientes de la unidad española en la República Dominicana, rivalizó en importancia con el consenso político. Llegó el momento en que no importaba que uno fuera anarquista, comunista, socialista o alguna menos definida tendencia; lo importante era que se había abandonado España por la negativa a aceptar una dictadura fascista. La oposición a Franco y el deseo de regresar a España superó diferencias políticas profundas. La prueba de que el futuro de España constituía el factor de unidad más importante radicaba en el hecho de que, cuando la esperanza del regreso no pudo ser materializada, todas las demás áreas de unidad —económica, social, intelectual y artística— no impidieron la dispersión de los refugiados a través del Nuevo Mundo.

Mientras tanto, a comienzos de 1940, los españoles republicanos se sostenían y unían por su firme creencia de que regresarían muy pronto a España. Reforzando esa creencia estaba el desarrollo de la guerra, que situaba a Rusia y a los Estados Unidos al frente en la batalla por aniquilar a Franco, Hitler y Mussolini, y a sus aliados. Aun cuando la esperanza en el futuro de España los unía, algunas de sus convicciones políticas los separaban, no solo de los dominicanos, sino entre ellos mismos.

ASPECTO POLÍTICO

Los ideales políticos dividían a los refugiados entre grupos realmente antagónicos y claramente perceptibles. Los socialistas, en una posición intermedia, como exponentes de la democracia republicana, sobrepasaban en número a los otros. Los españoles comunistas, desde el momento de su llegada, vivían aparte de los demás refugiados. Mientras la agitación comunista, a la cual muchos comunistas cubanos y nativos contribuían, provocaba una actitud antiespañola en relación con el resto de los refugiados, los demócratas socialistas evitaban la mayor parte de la represión inducida por los comunistas. De la misma forma, un segundo grupo de menor tamaño, los anarquistas, favoreciendo más la retórica que la acción, también se colocó aparte. Las diferencias que habían hecho

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difícil la lealtad durante la Guerra Civil Española imposibilitaban la armonía política en la República Dominicana, a causa de las divisiones instigadas por políticos intransigentes y capacitados publicistas. Una denuncia oficial dominicana de esta naturaleza insistía con alguna exageración, diez años después, que más del noventa y nueve por ciento de los españoles había salido del territorio dominicano porque, con su llegada, «más de veinte grupos políticos comenzaron a operar en territorio dominicano».24

El presidente del Partido Socialista en la república isleña era el Dr. Agustín Cortés Martínez. Representante de la tradición humanística que alineó a muchos médicos españoles con la República, Cortés, «el médico de la emigración»,25 servía como el delegado designado de SERE a la vez que atendía a compatriotas enfermos que carecían de medios para pagar sus servicios profesionales. Su adhesión a las pautas políticas que consi deraba propias para España irritó a su anfitrión pro-Franco, Trujillo. Otra fuerza activa, la Confederación Nacional del Trabajo de España, dirigida por Luis Romero Vásquez, diputado en tiempos de la República, Ramón Camino Vásquez y José Galindo, secretario general, también resultó poco apetecible para los funcionarios dominicanos. Elementos del Partido So cialista Obrero Español eran dirigidos por José M. Campa, presidente, y José Sánchez Toscano, como secretario. Otro elemento político incluía a Rafael Supervía, un abogado-político profundamente interesado en el pe riodismo; Alfredo de la Cuesta Martín, escritor compulsivo y prolífico, y José Atoche Andreu, quien luego ayudaría a cientos a salir del país. Los primeros líderes de la Acción Republicana Española incluían a Rafael Su pervía, presidente, y Vicente Ruiz Penadés, secretario general. A su tiem po, Supervía, un demócrata liberal, dirigió la facción dominicana de la Junta Española de Liberación, organización que reunía todas las fuerzas políticas españolas en el exilio, excepto a los comunistas; además, publicó y apoyó sus programas en las columnas del periódico Democracia.26 Una organización fundamental de los comunistas españoles, el Centro Español Democrático, establecido en Ciudad Trujillo en diciembre de 1941, pron to organizó ramificaciones donde quiera que los comunistas españoles se asentaban. Sus programas incluían actividades sociales y culturales, junto con ataques cortantes al fascismo de Franco. Por la República publicó estos y otros empeños comunistas. Relacionado con el Centro, e inaugurado en

enero de 1942, estaba el Club Juvenil España. Entre los líderes comunis tas españoles se encontraban los siguientes: Francisco Acuña, quien luego partió para México; Francisco Antuña, quien sirvió como presidente del Centro Español Democrático; José Montalvo, Mariano Ramírez y Rogelio Rodríguez, todos activos en Santiago, la segunda ciudad de importancia, y Germán Pérez, el primer presidente del Club Juvenil España. No sería necesario alargar la verdad histórica incrementando este muestreo de los comunistas españoles e incluir a aquellos así catalogados en publicaciones oficiales y de inspiración gubernamental. Trujillo y sus secuaces literarios calumniaron a varios refugiados españoles anticomunistas.27

Trujillo atacó el activismo político de los refugiados en muchas formas. Reforzamientos vigorosos de aspectos de la Constitución y legislaciones contra los comunistas constituyeron manifestaciones de cierta represión. Los grupos teatrales que presentaban dramas de matiz comunista fueron los primeros objetivos. La eliminación del teatro de fondo comunista también provocó la reglamentación y temprana desaparición del programa de teatro que los socialistas habían elaborado para contrarrestar a los comunistas.

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Varios refugiados también sustentaban el regionalismo que habían fa vorecido en España. El periodista Ramón Suárez Picallo, en una ocasión diputado por Galicia, nunca abandonó su punto de vista regional. Los ca talanes hasta fundaron una publicación, Catalonia, para propagar sus cri terios en su apreciado idioma. El más ampliamente conocido representan te regional fue Jesús de Galíndez, quien, aunque frecuentemente escribía sobre otros asuntos, siempre guio orgullosamente a sus paisanos vascos. Consecuentes con su regionalismo, los vascos, gallegos y catalanes hasta establecieron sus propias organizaciones.28 Para Trujillo, estos grupos de refugiados y sus actividades —presentaciones teatrales, declamaciones, conferencias y publicaciones— representaban un virus que amenazaba su dictadura, ya que los dominicanos inclinados a la controversia podrían actuar. Sin embargo, el hombre fuerte se encontraba en una situación em barazosa. Reprimir toda la actividad política y sofocar los sentimientos de mocráticos de los refugiados convertirían en algo claramente absurdo su asociación con los Estados Unidos y su identificación con la guerra contra Hitler y Mussolini. Por otro lado, los españoles republicanos políticamen te activos, sin restricción, podrían amenazar su bienestar.

La política de inmigración del dictador Trujillo

Democracia, foro de pensadores políticos, que lo diferenciaba clara mente de la prensa nativa, trató de ser «la voz de la libertad para todos los

Dos periódicos, Democracia y Por la República, compendiaban la intensidad y alcance de la perspectiva política de los refugiados. Democracia, que reflejaba ideales socialistas democráticos, comenzó primero, duró más tiempo, tenía más lectores y perseguía pautas periodísticas más dignas de confianza que Por la República, el órgano comunista.

Mientras la gratitud por la acogida de los españoles escapados de Eu ropa se reducía y el absolutismo de Trujillo se expandía, muchos refugia dos, cuando se presentaba la oportunidad, lograban la salida, a menudo facilitada por las autoridades. Extrañamente, la táctica de reducir el abas tecimiento de papel para periódicos, que podría haber eliminado el mayor factor unificador entre los refugiados, nunca ocurrió. Mientras la guerra rugía en el extranjero y la tensión crecía en el país, las publicaciones de refugiados continuaron.

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De esta manera, las autoridades dominicanas, al atacar primero las posiciones ideológicas más radicales, gradualmente restringieron y hasta eliminaron áreas completas de las actividades de los refugiados.

Los setenta y un ejemplares de Democracia, publicados entre enero de 1942 y septiembre de 1945, ofrecen un panorama del periodismo español republicano en el exilio.29 Dependiendo totalmente del apoyo de la comu nidad de refugiados, Democracia, a mediados de 1942, cesó de publicarse momentáneamente, ante la incapacidad de cubrir los costos de impresión. Cuando Juan José Zamora se retiró, su dirección y financiamiento recayó principalmente en Rafael Supervía y José M. Campa.

La geografía proveyó otro medio para restringir a los refugiados. En razón de que los españoles eran menos numerosos y menos organizados en las comunidades fuera de la capital, no tenían influencia con la prensa y no disfrutaban de contactos con dominicanos poderosos y simpatizantes, las autoridades trujillistas a menudo ejercitaron las primeras y más represivas medidas en regiones tales como Puerto Plata, en la costa norte, San Pedro de Macorís, La Romana y El Seibo en el este, y Santiago, La Vega, Moca y otros pueblos de la región del Cibao. En San Cristóbal, cerca de la capital y muy querida para Trujillo, no hubo obstáculo que se enfrentara a las fuerzas de la represión.

E. F. Granell informaba con liberalidad sobre diversos temas del campo de las artes a los lectores de su columna «Ventana». Otro habitual colabora dor, Malaquías Gil Arantegui, adelantó varios temas en sus «Perspectivas». Algunos artículos ensancharon aún más la brecha entre muchos de los españoles y los dominicanos. Luis Romero Solano, diputado en tiempos de la República, que servía como presidente de la Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles (llamada comúnmente JARE), ayudó a lanzar la postura antifascista de Democracia en su primer número. El periódico publicó declaraciones del Comité del Grupo Socialista Español, consiguió el apoyo de los refugiados para la Junta Española de Liberación radicada en México, imprimió proclamas políticas y reprodujo discursos socialistas. Quizá la mayor afrenta a Trujillo fue la indiferencia del periódico con respecto al dictador, cuyo retrato siempre aparecía en los periódicos dominicanos, pero nunca en Democracia. Aun cuando implícitamente se oponía al sistema que Trujillo había erigido, esta publicación fomentó el amor por la independencia, lo que la indujo, junto con la colonia española republicana, a unirse a la nación dominicana en 1944, durante las celebraciones por el centenario de su Independencia.30

La política de inmigración del dictador Trujillo hombres». Renombrados escritores escribían contribuciones para sus co lumnas. El humanista literario Vicente Llorens publicó una serie de varios artículos sobre la poesía española en el exilio. Bastante relacionado con su trabajo en la Escuela Diplomática del Ministerio de Relaciones Exterio res, el Dr. Alfredo Matilla sacó una sucesión de artículos que abordaban el nacionalismo y el internacionalismo, la política exterior alemana y las grandes crisis contemporáneas. Mientras Antonio Fomán Durán discutía temas psiquiátricos, los ensayos de Fraiz Grijalva informaban a los lectores sobre los artistas españoles en el país.

Como declaró Vicente Llorens, un perceptivo intelectual que pasó seis años en el dominio de Trujillo: «Para entender hasta donde es posible lo que era el Santo Domingo [léase República Dominicana] de aquellos años, debemos primero olvidar todo lo que sabemos acerca del Estado en la nación moderna». E insistía: «La República Dominicana de entonces no era más que una hacienda privada, casi propiedad exclusiva del tirano que la sojuzgaba».31 Una simple ojeada al absolutismo político, al completo dominio económico, la megalomanía, el nepotismo y el servilismo que

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caracterizaron el régimen de Trujillo, ilustraba el dilema que tenían que enfrentar y tolerar los refugiados e inmigrantes.

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Similaresmonumental.asudominio político fueron los tentáculos económicos de Trujillo. Cuando los enemigos de su régimen sufrían la confiscación de sus bienes, como comúnmente sucedía, una hábil manipulación los filtraba rápidamente a través de los canales gubernamentales hacia sus manos. Se apoderó de enormes bienes y mantuvo el control en casi todos los aspectos imaginables de la economía: era la principal participación, a menudo monopólica, en antiguas actividades, tales como la producción de leche, carne, tabaco, azúcar y sal, así como en otras modernas, como banca, seguros, transportación y mercadeo. Cuando surgía algo nuevo, como las agencias de automóviles, las estaciones de radio y proyectos de construcciones, los expoliaba. Trujillo corrientemente confundía el tesoro público con su peculio personal. El robo, el latrocinio y la manipulación de leyes y reglamentaciones para su beneficio lo hicieron uno de los individuos más acaudalados del mundo.

Trujillo era el supremo poder y su más mínimo capricho activaba las decisiones de los jueces y la expedita aprobación de las leyes por los legisladores. En todos los niveles, los funcionarios elegidos retenían sus puestos solamente mientras gozaban de su favor. Antes de asumir un cargo, como candidatos seleccionados del único partido político, los congresistas firmaban su renuncia. Trujillo solo necesitaba fecharla para cancelarlos. El también arreglaba los nuevos nombramientos con la misma diplomacia. Todos los adornos de un Estado moderno y liberal existían, pero una vez traspasada la fachada democrática, se revelaba un absolutismo

Complaciéndose en su incuestionable poder político y su inigualable fuerza económica, Trujillo desarrolló una naturaleza megalomaníaca de proporciones increíbles. Él era Generalísimo, Benefactor, «el primero y mayor de los Jefes de Estado», «el primer Periodista» y el Restaurador de la Independencia Financiera. El período de la historia dominicana que comenzó en 1930 se convirtió oficialmente en la Era de Trujillo y él se erigió en el Padre de la Patria Nueva. La ciudad más antigua del hemisferio fundada por europeos se desprendió del nombre de Santo Domingo para ostentar el suyo. El nombre de una provincia directamente lo honraba.

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Estos cuatro ominosos ingredientes —absolutismo político, dominio económico, megalomanía y nepotismo— engendraron una quinta plaga: servilismo. Los periódicos nadaban en adulación por el Jefe. Lo retrataban diariamente, repetían sus expresiones, le atribuían liderazgo mundial, dedicaban editoriales a su sabiduría, publicaban cartas prometiendo lealtad inmortal y anunciaban avisos de hombres de negocios, solícitos de su favor. Las apariciones públicas de Trujillo literalmente paraban la industria, la educación y todo lo demás, mientras los fieles formaban líneas para saludarlo o para desfilar frente a él. Rivalizando con el progreso real isabelino, sus frecuentes viajes a través del país hacían que los gobernadores provinciales y otros funcionarios pasaran muchos días y gastaran mucho dinero planeando cómo agasajarlo y preparando la representación ritual esperada por parte de los humildes e impotentes. Dirigidos por el arzobispo Pittini, los obispos y sacerdotes postraron la Iglesia ante el dictador; alababan cuando no era necesario y fallaban en condenar lo que merecía censura. No pasaba ni un mes sin que hubiera

Mientras se llenaba de poder, se enriquecía y se exaltaba a sí mismo, Trujillo dio rienda suelta a su nepotismo. De sus numerosos hermanos, so lamente el insulso Héctor (Negro) ganó su confianza. Virgilio perpetuó su desconfianza; José Arismedi (Petán) era bruto; Aníbal, errático; Pedro, un pelele ladrón, y Romeo (Pipí), un rapaz rufián. A pesar de eso, en ocasio nes figuraron prominentemente en política, diplomacia, comunicaciones, negocios y en la milicia. Al predecible Héctor le confiaría la silla presiden cial. Los parientes también abordaron el tren de la abundancia, de la mis ma forma que, a su debido tiempo, lo hicieron los vástagos. El año antes de que el primer español republicano llegara, Rafael (Ramfis), el hijo mayor de Trujillo se convirtió en general de brigada a la edad de nueve años.

Otras tres provincias también lo hacían: Benefactor, Libertador y San Rafael. Creó e intercambió Ordenes de Mérito con gobiernos extranjeros de la misma forma que los niños pequeños intercambian sellos postales. La montaña más alta, el nuevo puente, el edificio público en proyecto, todos constituían acciones en su homenaje. Premios para niños escolares, compositores, artistas y autores eran usualmente los Premios Trujillo. Plazas, calles y edificios llevaban su nombre. Su retrato adornaba millares de paredes. Su busto ocupaba centenares, luego infinidad de lugares.

La política de inmigración del dictador Trujillo

En la historia de cuatrocientos años de emigración española al Nuevo Mundo, una particularidad marcó a estos refugiados republicanos, y fue que nunca tan alto porcentaje de individuos profesionalmente preparados había arribado en breve tiempo a un paraje americano tan limitado. Nunca la vida artística e intelectual de una comunidad sencilla, en este caso la capital dominicana, había experimentado en igual medida el impacto de talentosos refugiados. Mientras que los granjeros, impresores, panaderos y otros simplemente encajaron como mejor pudieron en la vida dominicana, los intelectuales y los artistas encendieron horizontes de creatividad que invitan a ser enfatizados.

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En una población en la que los analfabetos sobrepasaban a los que sabían leer en aproximadamente tres por uno, una necesidad evidente de aprendizaje ofrecía oportunidades para los educadores. Por años, las escuelas fundadas y administradas por extranjeros habían enriquecido la vida dominicana en La Vega, Santiago y San Pedro de Macorís, y complementado el sistema básico de instrucción pública introducido décadas antes por el renombrado educador y filósofo Eugenio María de Hostos. La demanda de escuelas privadas abundaba en la capital, donde numerosos extranjeros —diplomáticos, oficiales consulares, hombres de negocios y la élite nativa identificada con el gobierno, las profesiones, los negocios y el comercio—, buscaban educación superior para sus hijos.

misas especiales consagradas a él: a su buena salud, larga vida y buen gobierno. Esta era la tierra de «Dios y Trujillo», con más de unos pocos dispuestos a revertir la consigna.32

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EL TRABAJO DE LOS EDUCADORES

La emigración española prontamente ofreció su talento docente para escuelas tanto establecidas como recién organizadas. Además, el sentido de comunidad entre intelectuales republicanos alentó la creación de nuevas escuelas, muchas de ellas situadas en Ciudad Trujillo. Allí, Juan

Un abyecto servilismo marcó a las personas individualmente y a las instituciones. Este cenagal dictatorial recibió a los españoles republicanos y a otros refugiados que aún llegarían, amantes de la libertad.

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Pablo García, un abogado asturiano, fundó el Instituto Cristóbal Colón, la primera y mejor de las escuelas primarias y secundarias dirigida por inmigrantes. A mediados de 1940, con un personal de veintidós maestros, diecinueve de los cuales eran refugiados españoles, el Instituto ofrecía enseñanza desde el kindergarten hasta la escuela secundaria, una sección comercial, un programa de entrenamiento para mecánicos y electricistas, y cursos especiales de idiomas, dibujo y pintura. Con capacidad para recibir hasta seiscientos estudiantes, ganó la rápida aceptación de las familias influyentes. Su personal incluía a Alfredo Pereña, su hermana Helena y al crítico Fraiz Grijalva, al periodista Ramón Suárez Picallo, al diplomático Alfredo Matilla y a Jesús de Galíndez.

De todas las escuelas en Ciudad Trujillo que contaban con refugiados españoles, probablemente la más interesante, importante y próspera fuera el Instituto Escuela, fundado y dirigido por Guillermina Medrano de Supervía, quien introdujo métodos psicológicos, la filosofía pedagógica, los métodos de la educadora italiana María Montessori y los conceptos de pruebas individuales. En vez del aprendizaje de memoria rígidamente disciplinado y sin imaginación, tradicional en los métodos dominicanos y español, el Instituto Escuela estimuló la autoexpresión y el entrenamiento

Otra escuela primaria-secundaria que se apoyaba fuertemente en las capacidades de los españoles, el Instituto Escuela Juan Pablo Duarte, de corta duración, también funcionó en Ciudad Trujillo. Bajo la dirección de los refugiados Felipe Andrés Cabeza y José María Casasas, esta escuela, cuyo nombre honraba a uno de los padres de la independencia domini cana, incluía doce españoles en un personal de trece, entre ellos el histo riador-geógrafo Malaquías Gil Arantegui, Antonio Regalado González y el matemático Amós Sabrás Gurrea, en un tiempo diputado a las Cortes espa ñolas. Otra escuela en la capital con personal predominantemente español fue el Colegio Sagrado Corazón de Jesús. El Dr. Jaime Roig Padró, antes mé dico militar, que también hacía las veces de representante oficial de JARE, formó parte de su personal, junto con su esposa Antonia. También en este colegio servía la pareja formada por el director Enrique Darnell Martí y su esposa Rosario,33 ejemplo de la participación de marido y mujer en muchas escuelas que entonces funcionaron, así como de la presencia de numero sas mujeres profesionales en las filas de los españoles republicanos.

de los sentidos que promovía la educación propia. Esto sucedía en clases pequeñas, que nunca excedían de quince estudiantes. Música, pintura, dibujo, gimnasia y otras áreas de autorrealización recibían considerable énfasis, así como el inglés, el francés y otras áreas de instrucción más complejas. El Instituto Escuela creció rápidamente, y preparó el terreno para una nueva y mayor estructura. El estudiantado incluía a hijos de diplomáticos y de otros personajes prominentes, entre ellos la hija del agregado militar americano y la hija del ministro de Estados Unidos Avra Warren, Ana. Una estudiante muy especial, no obstante los esfuerzos por considerarla de otra forma, era la hija del Generalísimo, Angelita, quien se encontraba ocasionalmente en la Escuela con su hermano menor Radhamés y sus siempre presentes guardianes. La aversión a la dictadura de la directora Supervía se demostró con la eliminación del usual retrato de Trujillo, colocando en el espacio que este debía ocupar una gran copia del escudo dominicano.

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El Instituto Escuela, maniobrando su precario financiamiento, contra tó tantos refugiados como sus operaciones y limitados recursos le permi tieron, lo mismo que ocurría en la mayoría de las otras escuelas privadas. No obstante, muchos estudiantes conservan memorables experiencias del Instituto Escuela, incluyendo las lecciones de dibujo y pintura de José Vela Zanetti, un joven pintor que ganaría rápidamente una reputación in ternacional. El método pedagógico y la durabilidad marcaron al Instituto Escuela como institución poco usual. Filosóficamente representaba una innovación dentro de la escena dominicana, dado que la escuela lanzó su tiles ataques al patrón de vida dominicano prescrito por la dictadura, a pesar del hecho de que el plan de estudios evitaba la política. Aun cuando algunas de las escuelas españolas desaparecieron mucho antes de que los involucrados en ellas salieran de República Dominicana, el Instituto Es cuela sobrevivió la partida de su fundadora, perduró durante la Era de Tru jillo y aún ahora, bajo un nombre distinto, continúa su funcionamiento.34

Ni todos los educadores españoles, ni todas las escuelas con las cuales se asociaron, estaban situadas en la capital. Hacia el extremo oriental, en La Romana, la Escuela Cervantes, dirigida por Tiburcio Millán López, funcionó por años. En el Instituto de Estudios Técnicos de San Pedro de Macorís, los españoles dominaban la enseñanza, que se especializaba en

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instrucción secundaria y materias vocacionales. También en San Pedro de Macorís, los refugiados españoles enseñaron en la Academia Minerva y en la Normal Secundaria. En la región del Cibao, en La Vega, el Centro de Enseñanza Primaria y Secundaria Nueva Institución de Cultura, que ofrecía educación primaria, secundaria y alguna instrucción especial, de sus siete profesores, cuatro eran españoles. Educadores españoles también laboraron en numerosas otras localidades, incluyendo a Santiago, Barahona y San Cristóbal. En San Cristóbal, lugar del nacimiento del dictador, Luis Leal, antiguo director de una escuela en Oviedo, enseñó en la Escuela Normal Benefactor.35 Ninguno de los colegios fundados por españoles en el interior se igualaba en popularidad al Instituto Cristóbal o al Instituto Escuela en importancia. Además, los españoles identificados con ellos perdían fuerza al trasladarse a la capital en busca de nuevas oportunidades, un patrón de migración profesional que muchos habían utilizado previamente en España.

Ciertos acontecimientos hicieron particularmente propicia la entrada de educadores españoles a la escena, sobre todo al aproximarse el 400 aniversario de la fundación de la Universidad de Santo Domingo. Por años, esta institución, tradicionalmente académica, y dirigida por hombres cuya lealtad incuestionable había sido demostrada en altos puestos políticos, había apoyado al trujillismo. Todos los miembros dominicanos de las facultades tenían que pertenecer al partido de Trujillo: el Partido Dominicano. La vieja Universidad y la educación dominicana en general no parecía que fueran a experimentar cambios de significación. No obstante, en los momentos finales de 1930 y a principios de la siguiente década, cuando el Lic. Julio Ortega Frier ocupó las influyentes posiciones de ministro de Educación y rector de la Universidad de Santo Domingo, un cambio invadió la educación dominicana. Su liderazgo en la Universidad, en momentos en que la mayor parte de los españoles republicanos se habían identificado con esta institución, garantizó su voluntad de cambiarla. Motivado por su amor a la patria, que retaba su lealtad a Trujillo, la amplia concepción del mundo de Ortega Frier contribuyó a la transformación educativa que emprendió. Muy importante fue haber recibido educación en los Estados Unidos y su identificación, como consejero legal, con varias compañías extranjeras.

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Casi inmediatamente después de su llegada, un grupo de españoles fueron reunidos y nombrados consultores del Servicio Técnico Pedagógico del Ministerio de Educación. Entre ellos,Luis Alaminas Peña, Fernando Sainz, Guillermina Medrana de Supervía y Aniceto Garre.36

Mucho del material más profesionalmente desafiante que se hubiese publicado alguna vez en el órgano oficial del Ministerio, la Revista de Educación, fue producto de plumas españolas. Alaminas escribió en relación con las facultades perceptivas y la inspección de las escuelas primarias; Sainz explicó el entrenamiento de los profesores, la función del Estado en la educación y los problemas educativos de Latinoamérica, y Guillermina Supervía discutió el entrenamiento del profesorado en relación con la educación de niños anormales. El esfuerzo de Supervía para crear un centro de adaptación social no solamente no ganó el apoyo oficial, sino que supo que Trujillo, muy enfáticamente, insistía en que no había niños dominicanos anormales. Mientras tanto, otros refugiados consideraban la introducción, reorganización y mejoramiento de los programas de profesores y estudiantes, así como una ley fundamental para la educación pública.37

Al mismo tiempo, adicionales esfuerzos infundían nueva vitalidad a la Universidad de Santo Domingo. Por invitación, aproximadamente una docena de intelectuales republicanos fueron acogidos allí, entre ellos Je sús de Galíndez, Vicente Herrero, Vicente Llorens, Javier Malagón, Alfre do y Aurelio Matilla y Ortega Frier; al convocar a estos y otros letrados, intentaba encontrar personal para la recién creada Facultad de Filosofía. Muchos españoles republicanos ganaron transitoriamente puestos «es peciales» de enseñanza. A mediados de enero de 1940, la facultad incluía a Vicente Llorens, Javier Malagón, Vicente Herrero, Laudelino Moreno Fernández y Fernando Sainz. Tempranos nombramientos recayeron en Constancio Bernaldo de Quirós, Antonio Regalado González, Amós Sa brás Gurrea, Ramón Martorell Otzet y Aurelio Matilla. En la medida que aumentaba su afiliación a la institución, los españoles fueron enrique ciendo el plan de estudios e impartiendo diversidad de cursos: Lógica, Ética, Teoría de la Educación, Filología Española, Literatura Española, Teoría de la Literatura, Historia del Mundo, Idioma Portugués, Trigono metría, Álgebra Avanzada, Astronomía, Geodesia, Cartografía, Ley Ro

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Oportunidadesexcelente».39adicionales surgieron con la reorganización de la Facultad de Cirugía Dental y la creación, en junio de 1940, del Instituto Geográfico y Geológico dentro de la Universidad. Ramón Martorell Otzet, ingeniero militar oriundo de Cataluña, fue el primer director del Instituto y quien escribió la primera publicación realizada por esta institución. Estaban además otros prominentes españoles: el diputado regente Aurelio Matilla y el antiguo diputado socialista Amós Sabrás Gurrea, director de la Sección de Astronomía y Geofísica. En la Facultad de Farmacia y Ciencias Químicas se elevó al profesorado al farmacéutico Ricardo Martín Serra. Otras áreas de la vida académica que se enriquecieron con los refugiados incluían al Servicio Sismológico, del cual se encargaba el topógrafo Domingo Martínez Barrio, y el Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas, al que contribuía Luis Alamines.40

La política de inmigración del dictador Trujillo mana, Criminología, Legislación Penal Comparativa, Pedagogía, Medici na y Farmacia. Pronto, una comisión del Gobierno diría: «por lo menos una cuarta parte del profesorado de nuestra Universidad está formado por Unarefugiados».38oportunidad muy especial favoreció a ciertos españoles cuando el Ministerio de Relaciones Exteriores estableció un programa sobre la teoría y la práctica del derecho diplomático y consular. Alfredo Matilla sirvió a la nueva escuela como profesor de historia general diplomática. Otros españoles que laboraron para fortalecer el profesionalismo en el servicio extranjero eran Jesús de Galíndez y José Almoina, cuyas muertes llamaron la atención de varios servicios extranjeros. Treinta y cinco años más tarde, diplomáticos dominicanos de carrera recuerdan la escuela y la catalogan como «buena…

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Julio Ortega Frier, el mejor amigo dominicano de los artistas e intelectuales españoles, hasta se ocupó de darles a estos un tratamiento preferencial. Por ejemplo, los dominicanos designados para el profesorado de las Escuelas de Derecho y de Medicina trabajaban sin remuneración; la afiliación universitaria era signo de prestigio, pero no de ingresos. Sin embargo, refugiados necesitados, impedidos de ejercer sus profesiones en virtud de las leyes dominicanas, recibían salarios de $100 mensuales, una suma razonable en la capital antes que se sintiera el impacto de la inflación de tiempo de guerra.

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Ciertas circunstancias premiaron a los intelectuales españoles. En su hogar, en España, a causa de su juventud —muchos tenían menos de treinta y cinco años—, los habrían relegado ante los mayores, forzándolos a aceptar puestos subalternos con menores responsabilidades mientras alcanzaran la edad y experiencia que les permitirían aspirar a cargos de prestigio. En la República Dominicana, la escasez de intelectuales fuertes permitió a los jóvenes españoles moverse rápidamente hacia la cima. Para muchos, su experiencia dominicana representó un invernadero, que forzó el rápido crecimiento y la temprana maduración. Una vez que las puertas de posiciones importantes se les abrieron, se apresuraron a sustanciar su trabajo por medio de la investigación, las publicaciones y las conferencias públicas. Las conferencias, a cargo de extranjeros, como las dictadas por Alfredo Matilla y media docena de otros españoles, fomentaban tanto las carreras de los refugiados como la imagen de Trujillo.42 Las conferencias, generalmente en el Ateneo Dominicano, también promovían la unidad de la colonia de refugiados. Las publicaciones de estos intelectuales, por su parte, alimentaban el prestigio de la República y de su líder.

Aun cuando estos españoles apreciaban las oportunidades de trabajo, sufrían ultrajes que continuamente les recordaban la naturaleza del régimen de Trujillo. La categoría especial de sus nombramientos indicaba su vulnerabilidad. La deducción automática del 10 % del salario que iba al Partido Dominicano ilustraba el tremendo e insidioso poder de un hombre, de un partido. Aquellos llamamientos a reuniones políticas no constituían invitaciones, sino órdenes.41

Al poco tiempo de su llegada, algunos intelectuales se endeudaron con Trujillo. En las Navidades de 1939, el dictador les había facilitado sumas de dinero. A cambio, insistía en recibir muestras públicas de su aprobación. Una de esas ocasiones fue en septiembre de 1940, cuando el Tratado Trujillo-Hull finalizó la larga administración americana de las aduanas dominicanas. Una carta alabando al Generalísimo por esa conquista llevaba la firma de muchos prominentes refugiados. Sin embargo, algunos de los presuntos signatarios no reconocían haber firmado, y sugerían que sus nombres habían sido añadidos por algún servil burócrata empeñado en demostrar su adulación a Trujillo.

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Durante los primeros seis años surgió una increíble cantidad de insti tuciones y programas: La Orquesta Sinfónica Nacional, el Conservatorio Nacional de Música y Declamación, la Escuela Nacional de Bellas Artes, la Galería Nacional de Bellas Artes, la Escuela Elemental de Música, el Teatro Escuela de Arte Nacional y las Academias de Música.

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LAS BELLAS ARTES

El impacto de los profesores españoles republicanos, aunque no pueda evaluarse su contribución con exactitud, significó mucho para un número considerable de dominicanos. En adición a la variedad de sus cursos, los españoles introdujeron modelos de escolaridad más exigentes, que contribuyeron a mejorar la calidad profesional de las futuras generaciones de educadores dominicanos. Y, de paso, trasmitieron a jóvenes dominicanos ese virus democrático al que tanto temía Trujillo. Galíndez tomó nota especial, seguramente con cierta satisfacción, de la presencia, entre los invasores de Luperón en 1949, de Horacio Ornes, «un antiguo alumno mío».43 De la misma manera, los españoles sembraron inquietantes semillas acerca de la verdad, la justicia, la humanidad y muchas otras cosas que prometían una cosecha de descontentos dentro de la tierra de Trujillo.

Es posible que el desempeño más ampliamente aclamado de los refugiados españoles en la República Dominicana fuera en el mundo de la música, de la pintura y del teatro. Cuando el Generalísimo aprobó programas culturales dentro de la Secretaría de Educación y Bellas Artes, identificó a su gobierno con las áreas de la actividad creativa intocadas por previas administraciones. Poco tiempo después de la exposición en la que participaron numerosos refugiados, así como nativos, con pinturas y esculturas, surgió la base administrativa para toda futura actividad con la Ley No. 311, del 19 de julio de 1940, que creaba la Dirección General de Bellas Artes. El nombramiento del sofisticado y sensible Dr. Rafael Díaz Niese para el puesto de director general realzó grandemente las perspectivas futuras.44

Seis meses después del primer programa sinfónico, las autoridades crearon el Conservatorio Nacional de Música y Declamación. La supervisión inicial estuvo a cargo del oriundo de Leipzig, Edvard Fendler. Entre los primeros profesores estuvieron los refugiados Rudy del Moral

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La Orquesta Sinfónica Nacional, fundada por el Gobierno, fue concebida no simplemente como adorno cultural de la capital, sino como el ápice de la vida musical de la nación. Su director-conductor fue el refugiado Enrique Casal Chapí, hábilmente asistido por el subdirector dominicano, E. Mejía Arredondo. El joven músico madrileño poseía un rico historial como pianista, compositor y director, y cumplió su deseo de llevar al público en general la música de sus 57 instrumentistas. Veinte años después, el Dr. Díaz Niese declaró que la orquesta constituyó «el punto de partida de una verdadera regeneración de la música nativa».45

En pos de dos objetivos: el desarrollo y mantenimiento de los gustos y habilidades musicales, Casal Chapí expuso los trabajos de reconocidos maestros extranjeros y de compositores nativos. Para la primera presentación pública de la orquesta, el 23 de octubre de 1941, en honor del 50 cumpleaños del dictador, el maestro Casal Chapí ofreció un programa completo de música nativa dominicana: composiciones de L. E. Mena, J. D. Cerón, E. Mejía Arredondo, Luis Rivera, Ramón Díaz, José de Jesús Ravelo y Rafael Ignacio. Los compositores vivos se sentían muy animados por el reconocimiento que se les hacía, y la nueva oportunidad de ser escuchados estimulaba la composición musical en la RepúblicaDominicana.46

Casal Chapí y Mejía Arredondo buscaron los instrumentistas más hábiles. Varios españoles, entre ellos los muy talentosos E. F. Granell y Jesús Poveda, ambos violinistas, actuaron en la orquesta; pero fueron los dominicanos desde el principio quienes dominaron en cantidad. Esta búsqueda de músicos competentes, acompañada de la expansión de la membresía de la orquesta, que aumentó en un 50 %, incentivó el nivel general de los músicos en el país. En 1944, el juvenil violinista dominicano, Carlos Piantini, ejecutó con la orquesta el difícil Concierto en E Menor, de Mendelsohn; treinta años después, se desempeñaba como primer violinista de la Orquesta Sinfónica de Nueva York.47 La Orquesta Sinfónica Nacional representaba, tanto para compositores como para instrumentistas, la oportunidad del presente y el reto del futuro.

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(Declamación) y Alfredo Matilla (Historia de la Música). Contrario a la Orquesta Sinfónica, que daba conciertos ocasionales en áreas distantes del país, el programa del Conservatorio Nacional operaba rutinariamente en el interior a través de escuelas y academias elementales de música. A su vez, la institución de la capital aspiraba a atraer los estudiantes más talentosos y Mientrasprometedores.48laOrquestayel

Conservatorio enriquecían la vida musical dominicana, la Escuela Nacional de Bellas Artes fungía como el mecanis mo impulsor del desarrollo e integración de las artes plásticas. Inaugura da a mediados de agosto de 1942, otro refugiado español, Manolo Pascual, asumió la dirección, tomando como modelo la Academia de Bellas Artes San Francisco de Madrid. El escultor, oriundo de Bilbao, entregó su expe riencia, como artista con la exhibición de su obra y como administrador. La oficialidad dominicana, jactándose ante todo el ámbito internacional, y en especial ante los americanos, reclamaba reconocimiento por la funda ción de la escuela. Su claustro inicial, de cuatro profesores, incluía a tres refugiados europeos: Pascual, José Gausachs y Georg Hausdorf, oriundo de Berlín. Todos eran practicantes activos, lo mismo que profesores. La vanidad de Trujillo y el servilismo de sus seguidores se combinaron para encargar una abundante cantidad de retratos y bustos del Generalísimo. Llegaban pedidos desde pueblos, provincias, agencias nacionales, escue las e instancias superiores. En parte por su nuevo cargo, pero básicamente por su extraordinaria fuerza intelectual, Pascual se convirtió en el escultor más conocido por los dominicanos. Entre otras piezas, creó numerosos bustos de bronce del dictador y sus padres, que un aliviado público des truyó después del asesinato del Benefactor. Luis Soto fue otro escultor, del que no se conservan muchos trabajos en la actualidad; entre ellos, bustos conmemorativos de Trujillo en piedra y bronce, lo mismo que del padre del dictador. Quince años después de su fundación, el crítico de arte Ma nuel Valldeperes insistía en que la Escuela Nacional de Bellas Artes había formado la mayoría de los jóvenes artistas dominicanos.49

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Relacionada con la Escuela Nacional de Bellas Artes y su esfuerzo por elevar la conciencia artística, estaba la Galería Dominicana de Arte Moderno. Trujillo puso a disposición del Ministerio de Educación $3.500 para adquirir la Galería, y entre las 44 más notables piezas seleccionadas

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para la Primera Exposición Nacional de Bellas Artes, se incluían las de los refugiados Alloza, Gausachs, Hausdorf, Pascual y Vela Zanetti.

Las actividades y exhibiciones públicas de algunos extranjeros en Ciudad Trujillo no solamente satisfacían las aspiraciones artísticas de estos, sino que también formaban el gusto estético y estimulaban el esfuerzo de los dominicanos, a la vez que otorgaban crédito cultural al país. Un vigoroso autodidacta surrealista español, E.F. Granell, mostró ser increíblemente productivo, en contraste con las privaciones económicas que podrían haber inspirado doblemente a los esforzados artistas dominicanos. Sus cuadros, en numerosas exhibiciones, se convertían en motivos de discusión y debate.50 El surrealismo de Granell escandalizaba y desconcertaba tanto a los dominicanos educados, como a sus paisanos españoles, artistas de gustos románticos y tradicionales. Sin embargo, su trabajo, más allá de su valor intrínseco, sirvió para que muchos dominicanos fueran más perceptivos en relación con Picasso, Miró y el surrealismo en general.

Un pintor eminentemente afortunado, José Vela Zanetti, nativo de León, representaba un reto especial para los artistas dominicanos; habiendo llegado como luchador juvenil, llegó a ganar la aclamación internacional ante sus propios ojos. Muralista muy admirado, sus trabajos adornan las paredes de muchas iglesias y de edificios gubernamentales. Su disponibilidad para el público le ganó rápidamente un amplio reconocimiento y un nombramiento en el creciente profesorado de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Además de las numerosas exhibiciones de sus cuadros en la capital, sus trabajos también se expusieron en Puerto Rico y en Nueva York. La Fundación Guggenheim lo llevó a la metrópoli americana, donde realizó un mural para las Naciones Unidas. Regresó a la República Dominicana, pero incentivado por su creciente reputación, pronto emprendió nuevos viajes para terminar residiendo en el extranjero.51

Premios y competencias, junto con los ejemplos presentados, alentaron un rendimiento artístico mejor y más abundante. Los premios naturalmente incluían alguno que honraba a Trujillo, como el Gran Premio Trujillo en pintura y escultura. Las exhibiciones anuales de los estudiantes se hacían a finales del periodo docente. Las más importantes de todas fueron las exposiciones nacionales celebradas cada dos años en Ciudad Trujillo. La segunda, la de 1944, primera después de la apertura

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de la Escuela Nacional de Bellas Artes, claramente reflejaba el impacto de esa institución y el talento extranjero laborando en ella. De los veintiséis artistas, once eran refugiados: nueve españoles, un alemán y un austríaco. En la tercera exhibición bienal, la figura en terracota de una mujer reclinada, del director Pascual, recibió merecidamente el primer premio: $1,000 y una medalla de oro. Más de doce años después, cuando la Novena Exposición Bienal ya se había celebrado, eran patentes numerosos cambios. Muchos de los extranjeros habían partido y casi todos los artistas eran de origen dominicano. Calidad y vigor caracterizaban la dominicanización de este esfuerzo artístico, pero el sello de Pascual, Gausachs, Hausdorf, Vela Zanetti y otros refugiados, aparecía fuertemente sobre la Escuela Nacional de Bellas Artes, cuyos estudiantes triunfaban, no solamente ganando primeros premios, sino también puestos de profesores.52

Hasta ese tiempo, el clan Trujillo no había invadido esta revolución cultural, no obstante su práctica del nepotismo, de meter sus manos en casi

La política de inmigración del dictador Trujillo

La última conquista de esta oleada de promoción cultural, gracias a nuevos programas de estudios y al funcionamiento institucional, se produjo en mayo de 1946, cuando la Dirección General de Bellas Artes estableció el Teatro Escuela de Arte Nacional bajo la dirección de Emilio Aparicio, otro refugiado español. Históricamente, el teatro dominicano se había quedado atrás, muy por debajo de los niveles de interés y participación con respecto a la música y al arte. Coincidentemente, el teatro también sufrió entre los españoles republicanos. No obstante, el creciente gusto por el teatro precedió al establecimiento del Teatro Escuela. En 1940, durante una conferencia que había atraído a la isla a dignatarios extranjeros, se presentó con éxito notable la obra La dama boba, de Lope de Vega. Fue ejecutada por una compañía ad-hoc, formada casi sin previo aviso por estudiantes y profesores de la Universidad y otros voluntarios, la mayor parte de los cuales eran españoles. El Centenario de la Independencia Dominicana encontró al teatro nacional sirviendo a fines políticos, mezclados con los artísticos. Su capacidad para un doble entendimiento, potencialmente explosivo, un ingrediente raras veces encontrado en las artes plásticas y totalmente ausente en la música, ayuda a explicar el nivel tan primitivo del teatro durante la Era de Trujillo. Aun así, el director Aparicio pronto ofreció a las audiencias dramas de Cervantes, García Lorca y otros.

todo. Pero ahora aparecía un intento de conquistar el mundo del teatro. Mordida por el gusanillo literario, la tercera esposa del Generalísimo, María Martínez de Trujillo, había sorprendido al público dominicano con un volumen titulado Meditaciones morales. En el estilo servil de la época, la proclamaron Primera Dama de la Literatura Dominicana, y luego Primera Dama de la Literatura del Caribe. Los pocos que sabían que José Almoina, el hábil español que intimó más con los Trujillo que ningún otro refugiado, era el autor del volumen, no se atrevían a detener la cascada de alabanzas. Cuando se le ocurrió realizar una obra de teatro, doña María recurrió una vez más a la fuente de su éxito literario. Almoina, obedientemente, consintió, y puso la obra Falsa amistad bajo el nombre de ella. La ironía está unida a ambos títulos: lo inmoral aproximándose a la moralidad por medio de un escritor fantasma, y en camino la falsa amistad con que se le pagó a Almoina, haciéndolo asesinar a tiros en una calle mejicana.53

En el transcurso de varios años, los primeros directores de la Orquesta Sinfónica Nacional, de la Escuela Nacional de Bellas Artes y del Teatro Escuela partieron de la escena dominicana. Sin embargo, las sólidas y productivas instituciones que ellos habían guiado sobrevivieron, son monumentos al talento español republicano y a los deseos y esfuerzos de los dominicanos. Ese afecto por la tradición cultural española, ese hispanismo al que Trujillo se suscribió principalmente por motivos políticos, había pagado dividendos más allá de las desenfrenadas fantasías de cualquiera.

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3 Rodríguez Demorizi, Cronología, I, pp. 198, 232, 233.

5 Charge d’affaires a. i. Eugene M. Hinkle to Secretary of State, Ciudad Trujillo, December 20, 1939, 852.48/522, January 13, 1940, 852.48/537, February 29, 1940, 852.48/570, y May 17, 1940, 852.48/646; Minister Robert McG. Scotten to Secretary of State, Ciudad Trujillo, July 10, 1940, 852.48/693 NA-W; Canciller Arturo Despradel a los miembros de Cuerpo Diplomático y Consular de la República, Circular No. 11, Ciudad Trujillo, junio 20, 1940; y LD, noviembre 9, 1939, pp. 3, 7; deciembre 20, 1939, pp. 1, 2; enero 13, 1940, p.3; febrero 26, 1940, p. 6; y febrero 28, 1940, p. 12.

7 Democracia, Ciudad Trujillo, enero 31, 1942, p. 6; febrero 27, 1944, p. 3, y E. F. Granell a CHG, New York, diciembre 6, 1975.

4 Crassweller, Trujillo, pp. 28, 138, 140, y Pericles Franco Ornes, La tragedia dominicana (análisis de la tiranía de Trujillo), Santiago de Chile: Talleres Gráficos Santiago, 1946, p. 47.

9 E. F. Granell to CHG, New York, December 6, 1975, y Llorens, Memorias, pp. 22-23.

11 RD, Memoria... Agricultura... 1939, San Cristóbal: Imp. Listín Diario, 1940, pp. 136-137.

10 NYT, December 21, 1939, p. 5.

1 Rodríguez Demorizi, Cronología, I, pp. 175, 177, 185 and LD, May 29, 1937, p. 1.

La política de inmigración del dictador Trujillo

NOTAS

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6 E. F. Granell a CHG, New York, diciembre 6, 1975.

2 Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 195; Trujillo, Discursos, III, pp. 138-139; Ambassador Enrique De Marchena to CHG, Santo Domingo, February 6, 1976; Elfidio Alonso, Un europeo en el Caribe; la República Dominicana, Ciudad Trujillo: La Nación, 1943, p. 16; y E. F. Granell a CHG, New York, May 11, 1976.

8 Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 263; Vicente Llorens, Memorias de una emigración; Santo Domingo, 1939-1945, Barcelona: Editorial Ariel, 1974, pp. 18-20; Alonso, Un europeo, p. 17; y conversaciones con Dr. Javier Malagón y Helena Pereña de Malagón, Washington, October 12, 1975.

18

20

21 Llorens, Memorias, pp. 81-82.

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23

Charge d’affaires a.i. Eugene M. Hinkle to Secretary of State, Ciudad Trujillo, December 20, 1939, 852.48/522; December 23, 1939, 852.48/523, y May 25, 1940, 852.48/654, y Naval Attaché Captain John A. Butler’s Report, Ciudad Trujillo, March 25, 1940, 852.48/641.

Minister R. Henry Norweb to Secretary of State, Ciudad Trujillo, November 18, 1939, 852.48/512 y November 23, 1939, 852.48/513.

19

16

Conversación con el embajador Enrique de Marchena, Santo Domingo, enero 24, 1975, y E. F. Granell a CHG, New York, diciembre 6, 1975.

15

Minister Boaz Long to Secretary of State, Quito, May 8, 1940, 825.48/460, y December 4, 1940, 852.48/803, y Minister Robert McG. Scotten to Secretary of State, Ciudad Trujillo, January 3, 1941, 852.48/831.

Conversación con Rafael Supervía y Guillermina Medrana de Supervía, Washington, octubre 4, 1975; E. F. Granell a CHG, New York, diciembre 6, 1975; y Llorens, Memorias, p. 79.

86 C. Harvey Gardiner

24 E. F. Granell a CHG, New York, diciembre 6, 1975 y RD, Libro blanco del comunismo en la República Dominicana, Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1956, y su traducción: White Boock of Communism in Dominican Republic, Madrid: Gráficas Rey, 1958, p. 29.

Llorens, Memorias, p. 40; Time, March 3, 1941, pp. 30, 32; y DR, Capacity... to Absorb Refugees, p. 16.

Julián Amo y Charmion Shelby, La obra impresa de los intelectuales españoles en América 1936-1945, Stanford: Stanford University Press, 1950, pp. 11, 23-25, 30, 39-40, 70, 75, 124, y Llorens, Memorias, pp. 27, 55, 60, 122.

Conversaciones con Rafael Supervía y Guillermina Medrana de Supervía, Washington, octubre 4, 1975; E. F. Granell a CHG, New York, diciembre 6, 1975; y Llorens, Memorias, p. 47.

14

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17

13 RD, Memoria... Agricultura... 1939, pp. 118, 120, 125-131, 136- 137.

Charge d’affaires a.i. Eugene M. Hinkle to Secretary of State, Ciudad Trujillo, February 28, 1940, 852.48/570 y May 25, 1940, 852.48/654.

Charge d’affaires a.i. Eugene M. Hinkle to Secretary of State, Ciudad Trujillo, December 20, 1939, 852.48/522, December 23, 1939, 852.48/523, y January 13, 1940, 852.48/537.

31 Llorens, Memorias, p. 86.

Conversaciones con Guillermina Medrano de Supervía, Washington, octubre 3-4, 1975, y Llorens, Memorias, pp. 59-60, 120.

Llorens, Memorias, pp. 191, 198; Carlos Martínez, Crónica de una emigración (la de los republicanos españoles en 1939), México: Libro Mex. 1959, p. 317; LD, diciembre 20, 1939, p. 2; y Vergés Vidal, Trujillo... anticomunista, pp. 33- 34.

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29

RD, White Book of Communism, p. 31, y Pedro L. Vergés Vidal, Trujillo, Prócer Anticomunista, Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1958, pp. 3334, 37-38.

30

Un término aplicado por Rafael Supervía en conversaciones sostenidas en Washington, octubre 3, 1975.

33 (Anon.), «Registro de las escuelas particulares semioficiales», RE, XII, No. 56, marzo-abril 1940, p. 64, y No. 57, mayo-junio 1940, pp. 64, 6669, 71, 73-74; Llorens, Memorias, pp. 26, 49-50, 57-59, 67, 99-101, 155, 191; y Malaquías Gil Arantegui, «Filosofía y realizaciones de la política educativa de Trujillo», Renovación, I, No. 4, octubre-diciembre 1953, pp. 66-67.

34

Una colección de Democracia, probablemente la única completa, propiedad de Rafael Supervía, de Washington, D.C.

27

Democracia, enero 22, 1942, p. 1; enero 31, 1944, p. 1, abril 14, 1944, p. 6, Julio 4, 1944, p. 3, abril 5, 1945, pp. 1 y 2, agosto 3, 1945, p. 8, y RD, White Book of Communism, p. 29.

Democracia, enero 31, 1942, pp. 1, 2, diciembre 6, 1942, p. 5, enero 6, 1943, pp. l, 7, febrero 8, 1943, pp. 5, 11, mayo 14, 1943, p. 1, junio 12, 1943, p. 8, enero 31, 1944, pp. l, 7, julio 4, 1944, p. 3, abril 5, 1945, pp. 1, 4 y 5, y conversaciones con Rafael Supervía, en Washington, octubre 3, 1975.

87

Jesús de Galíndez (ed. Russell H. Fitzgibbon), The Era of Trujillo: Dominican Dictador, Tucson: University of Arizona Press, 1973, pp. 175, 181-202; Crassweller, Trujillo, pp. 130, 133, 137-143; Llorens, Memorias, pp. 45, 86-93; Elena de la Souchere, Crime a Saint-Domingue; l’affaire Trujillo-Galindez, Paris: Editions Albin Michel, 1972, pp. 98- 100; y Brookings lnstitution, Refugee Settement in the Dominican Republic, Washington: Brookings lnstitution, 1942, p. 79.

Vergés Vidal, Trujillo... anticomunista, pp. 29- 30, 32-33; José Almoina, Yo fui secretario de Trujillo, Buenos Aires: Editora y Distribuidora del Plata, 1950, pp. 275-276; LD, febrero 29, 1940, p. 2, y marzo 4, 1940, p. 1; y Llorens, Memorias, p. 73.

37 Vea RE, XI-XII, passim, y Guillermina Medrana de Supervía a CHG, Washington, marzo 24, 1976.

Llorens, Memorias, pp. 49-51, 57, 97, 174; LD, enero 15, 1940, pp. 1, 6; RD, Anuario de la Universidad de Santo Domingo 1940-1941, Ciudad Trujillo: Imprenta Montalvo, 1940, pp. 30-31, y Anuario de la Universidad de Santo Domingo 1944-1945, Ciudad Trujillo: Editora La Nación, 1945, pp. 37-41, 48-51; y DR, Capacity... Absorb Refugees, p. 17.

88 C. Harvey Gardiner

43

Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 265; LD, enero 5, 1940, p. 2; Llorens, Memorias, pp. 57, 97, 102; G. Pope Atkins y Larman C. Wilson, The United States and the Trujillo Regime, New Brunswick: Rutgers University Press, 1972, p. 71; y embajador Enrique de Marchena a CHG, Santo Domingo, febrero 6, 1976.

40 Rodríguez Demorizi, Cronología, I, pp. 284-285; Llorens, Memorias, pp. 51, 200; Ramón Martorell Otzet, Características de la carta preliminar del territorio nacional, 2.a ed., Ciudad Trujillo: Editora Montalvo, 1947; y Amo y Shelby, La obra impresa, pp. 4, 70, 106.

Jesús de Galíndez, «Un reportaje sobre Santo Domingo», Cuadernos Americanos, LXXX, No. 2, marzo-abril 1955, p. 55.

35

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41 Llorens, Memorias, pp. 51, 53, y Conversaciones con el Dr. Javier y Helena Malagón, Washington, D.C., octubre 12, 1975, y Rafael y Guillermina Supervía, Washington, D.C., octubre 3-4, 1975.

44

Manuel de Valldeperes, «Las artes en la Era de Trujillo», Renovación, V, No. 19, octubre- diciembre 1958, p. 86; Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 281; RD, Memoria... Educación... 1941, Santiago: Editorial El Diario, 1945, pp. 185-189; y Llorens, Memorias, p. 63.

36 Galíndez (ed. Fitzgibbon), The Era of Trujillo, pp. 170-171; conversaciones con Guillermina y Rafael Supervía, Washington, D.C., octubre 3-4, 1975; y Llorens, Memorias, pp. 25, 50 y 67.

(Anon.), «Registro de las escuelas...», RE, XII, No. 57, mayo-junio 1940, pp. 7274; Democracia, marzo 18, 1943, p. 6, y mayo 16, 1943, p. 5; Llorens, Memorias, pp. 59-60, y Amo y Shelby, La obra impresa, p. 92.

42

39

Armando Osear Pacheco, La obra educativa de Trujillo, 2 Vols., Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1955, II, pp. 213-214; Llorens, Memorias, p. 63; Valldeperes, «Las artes…», Renovación, V, No. 19, octubre-diciembre 1958, p. 90; y EC, agosto 5, 1961, p. 21.

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45

47 Llorens, Memorias, p. 65, y E. F. Granell a CHG, New York, diciembre 6, 1975.

La política de inmigración del dictador Trujillo

RD, Memoria... Educación... 1941, p. 187; Pacheco, La obra educativa, pp. 224-22_5; y RE, XIV, No. 73, enero-marzo 1944, pp. 19-20.

RD, Memoria... Educación... 1942, Santiago: Editorial El Diario, 1945, pp. 220- 221; Valldeperes, «Las artes...», Renovación, V, No. 19, octubrediciembre 1958, pp. 89-90; Pacheco, La obra educativa, pp. 226-229; RD, El homenaje de los músicos al Excelentísimo Presidente Trujillo Molina, Ciudad Trujillo: Editora Montalvo, 1945, p. 20; Juan Francisco García, Panorama de la música dominicana, Ciudad Trujillo: Imp. San Francisco, 1947, p.41; y Llorens, Memorias, p.65.

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48

RD, Memoria... Educación... 1942, pp. 223-224; Valldeperes, «Las artes...», Renovación, V, No. 19, octubre-diciembre 1958, p. 87; (anon.), «Acto de inauguración de la Escuela Nacional de Bellas Artes», RE, XIII, No. 67, julio-septiembre 1942, pp. 36-39; Llorens, Memorias, pp. 61-63; Pacheco, La obra educativa, pp. 215-216; RD, Segunda exposición nacional de artes plásticas... de 1944, Ciudad Trujillo: Editora Montalvo, 1944; Democracia, abril 11, 1942, p. 5, y febrero 27, 1944, p. 6; Venezuela, Exposición J, Gausachs. Inauguración 14 de octubre de 1945, Caracas, 1945; RD, Exposición de George Hausdorf. Oleos, temples y aguafuertes. Del 21 de diciembre de 1945 a 3 de enero de 1946, Ciudad Trujillo, 1945; RD, IV exposición de George Hausdorf del 12 al 23 de diciembre del 1947, Ciudad Trujillo: Imp. Montalvo, 1947; y LD, noviembre 24, 1939, pp, 1, 4. 50 RD, Memoria... Educación... 1942, pp. 224-225; RD, Segunda exposición; RD, Exposición de E. F. Granell del 15 al 26 de noviembre de 1945, Ciudad Trujillo: Imp. Montalvo, 1945; Puerto Rico, Pinturas de Eugenio F. Granell. Sala de Exposiciones de la Universidad. 23 de abril-7 de mayo 1946, San Juan, 1946; Martínez, Crónica de una emigración, p. 142; Llorens, Memorias, pp. 40-41; y RD, Memoria... Educación... 1945, Ciudad Trujillo: Luis Sánchez Andújar, 1947, p. 103.

90 C. Harvey Gardiner

53 Llorens, Memorias, pp. 124-126; Valldeperes, «Las artes...», Renovación, V, No. 19, octubre-diciembre 1958, pp. 90-91, y Excelsior, México City, mayo 6, 1960, p. 45A.

51 RD, Segunda exposición; Llorens, Memorias, pp. 34-35; Democracia, febrero 27, 1944, p. 7; embajador Enrique de Marchen a CHG, septiembre 22, 1975; RD, Memoria... Educación... 1945, p. 106; José Vela Zanetti, Pinturas murales del Consejo Administrativo del Distrito de Santo Domingo, Ciudad Trujillo: Montalvo, 1946; y EC, mayo 13, 1951.

52 Valldeperes, «Las artes...», Renovación, V, No. 19, octubre-diciembre 1948, p. 88; Manolo Pascual a CHG, New York, diciembre 20, 1975; RD, Segunda exposición; Manuel Valldeperes, «Esencia y trascendencia de las artes plásticas en la Era de Trujillo», Renovación, VIII, No. 28, eneromarzo 1961, pp. 60-63; y Carlos Curiel, «Inauguran IX Exposición Bienal», RE, XXVIII Nos. 1-2, enero-agosto 1958, pp. 37-40.

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LA HISTORIA, ESCRITA Y NO ESCRITA

Varios talentosos españoles republicanos ocuparon posiciones de consi derable importancia bajo el régimen de Trujillo. En la mayoría de los casos su trabajo, por muy especializado, enriquecía a la nación en vez de al dic tador, una circunstancia que hacía aceptable su desempeño.

En el campo de la educación, donde la apariencia de liberalismo y el énfasis en lo elemental dejaron el programa nacional en su mayor parte intocado, ciertos españoles trataron por todos los medios de efectuar un cambio dentro de la Secretaría de Educación. Allí trabajaron Luis Alaminas como asistente técnico y Fernando Saínz como consejero. Las escasas pertenencias de la Biblioteca de la Universidad de Santo Domingo necesitaban urgentemente la experta administración que les dedicó Luis Florén. Como bibliógrafo, Florén estimuló a los dominicanos a preocuparse por alcanzar un índice básico de actividad intelectual. Durante los comienzos de la década del 1940, cuando la Universidad. y su publicitado programa se expandían, Javier Malagón, quien había demostrado habilidad para administrar el programa de publicaciones durante la celebración del Centenario de la Independencia Dominicana, se convirtió en el director técnico de Publicaciones de la Universidad.1

CAPÍTULO III

LOS REPUBLICANOSESPAÑOLES(2)

C. Harvey Gardiner

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Un hombre, José Almoina, menos especializado en sus profusos trabajos bajo el régimen de Trujillo, favoreció el rápido juego de la conveniencia, mientras luchaba por fama, fortuna y supervivencia. Almoina, una de las personalidades más complejas entre los españoles republicanos, rápidamente se abrió camino a través de una variedad de puestos. En la Universidad fue el único entre sus compatriotas que escapó a la categoría de profesor «especial». También formó parte del profesorado en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en la Escuela Diplomática, y fue tutor de

En los círculos gubernamentales, las contribuciones de los españoles republicanos también aportaban relevantes habilidades e intereses. Un ingeniero industrial de Barcelona, Eduardo Barba Gosé, se convirtió en el director de Industria dentro de la Secretaría de Trabajo y Economía Nacional. El infortunado Jesús de Galíndez laboró en la Secretaría de Relaciones Exteriores desde principios de 1940, hasta muy entrado 1945, como conciliador laboral. López de Haro instaló y operó el suministro de agua potable de Ciudad Trujillo, y Ramón Martorell Otzet laboró como director de Obras Topográficas para la Comisión Nacional de Fronteras. Por años, José Montesino Samperio utilizó sus destrezas estadísticas como jefe de la Sección de Estudios Especiales de la Dirección General de Estadísticas. El banquero-economista Alfredo Lagunilla lñarritu — quien una vez comentó, bastante privadamente: «Este hombre [Trujillo] administra el país como si fuera de su propiedad privada»—, se ocupó de los asuntos fiscales y comerciales del gobierno por casi media década. José Sorribes Soler, un antiguo empleado del Departamento del Tesoro español, dirigió la Escuela de Administración y Contabilidad en la Secretaría de Comercio, mientras hacía las veces de director de la revista Finanzas. Significativa, en una forma menos obvia, fue la habilidad de Rafael Supervía mientras ayudaba a Julio Ortega Frier en la preparación de la fundación legal del Banco Nacional de Reservas. María Ugarte de Brusiloff introdujo procedimientos. organizadores y administrativos que elevaron la eficiencia burocrática del Archivo General de la Nación y de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores. Bajo la Secretaría de Estado de Educación y Bellas Artes, la Orquesta Sinfónica Nacional, la Escuela de Bellas Artes y el Teatro Escuela fueron dirigidos por Enrique Casal Chapí, Manolo Pascual y Emilio Aparicio, respectivamente.2

Ramfis, el hijo del dictador. Rafael L. Trujillo también lo designó como su secretario privado y María Martínez de Trujillo lo utilizó, anónimamente, para producir dos obras que fueron publicadas con su nombre. En 1949, en Guatemala, bajo el seudónimo de Gregario R. Bustamante, Almoina publicó un mordaz relato del régimen de Trujillo, pero al siguiente año, se retractó, justificando y aprobando la dictadura.3

La política de inmigración del dictador Trujillo

Las publicaciones representaron uno de los imperecederos monumen tos que los españoles republicanos erigieron en la República Dominicana. Abarcan desde la evocación y la efusión emocional contemporánea de poe tas, hasta las fibras más documentadas de la historia remota. Muchos histo riadores, para apartarse completamente del período de Trujillo, buscaron refugio en la era colonial, una tendencia que sus propias naturalezas espa ñolas reforzaban. A veces un tema recibía la atención de más de una per sona, como resultó con el Código Negro de 1784. Los escritos de Javier Ma lagón giraron más sobre historia colonial que los de otros refugiados, y su estudio sobre la Audiencia de Santo Domingo4 fue probablemente el primer libro histórico de los españoles republicanos en la República Dominicana.

Tres españoles republicanos cuyos escritos sobre temas contemporá neos evitaron el servilismo fueron Fraiz Grijalva, Ramón Martorell Otzet y José Montesino Samperio, pero un cuarto refugiado, Manuel Valldepe res, solo ocasionalmente escapó a la necesidad de postrarse ante Trujillo. En sus contribuciones literarias —especialmente poesías y novelas— y en pintura, poseía y frecuentemente probaba una preparación nacida de al

El período de la independencia inspiró estudios históricos especiali zados, en especial los temas acerca de la frontera dominico-haitiana, el desarrollo constitucional, la evolución sísmica del país y la trayectoria de la educación dominicana. Una historia ilustrada dedicada al Centenario de la Independencia combinó los esfuerzos de dos refugiados españoles.5

En una gran cantidad de escritos de amplio alcance se trataron temas contemporáneos dominicanos. Dos de los principales colaboradores fueron el criminólogo Constancio Bernaldo de Quirós y el bibliógrafo Luis Florén. Los textos del primero se enfocaban en criminología, ley penal y legislación penal comparativa, mientras que las bibliografías de Florén hicieron algo más que simplemente catalogar la actividad publicitaria en el país. Dos de sus muchos estudios se inclinaban a adular al dictador.6

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Muchos de los escritos en favor de Trujillo eran de naturaleza fútil, producidos bajo la compulsión de la elemental necesidad humana de sobrevivir y mantener una familia. Otros no tenían excusas para lo que decían y escribían. Manuel Valldeperes, destinado a vivir toda su vida en la República Dominicana al servicio del dictador, que le había conferido, tanto a él como a su esposa, la ciudadanía privilegiada, repetidamente lisonjeó al Generalísimo, desbordándose en inmerecida alabanza en más de un artículo sobre las artes plásticas, lo mismo que en sus escritos acerca de la política social de Trujillo.9 Tres trabajos de Almoina lo relegan al papel de esclavo de la dictadura: los dos libros que escribió a nombre de la señora Trujillo y su Yo fui secretario de Trujillo. Como Valldeperes, Almoina disfrutó de la privilegiada ciudadanía que solo Trujillo podía conferir.

tos patrones.7 Malaquías Gil Arantegui se separaba de la dictadura cuando escribía sobre historia o geografía, pero no cuando tocaba temas pedagógi cos. El refugiado bohemio, Baltasar Miró, en ocasiones sirvió a los propó sitos de Trujillo, como cuando elogió su conducta sobre política exterior.8

Dos españoles republicanos alinearon su oposición a Trujillo en páginas impresas. Aparentemente, Una satrapía en el Caribe daba a entender los verdaderos sentimientos de Almoina, su disgusto por el trujillismo. Jesús de Galíndez, por su parte, tan pronto salió del dominio de Trujillo, publicó ataques contra el dictador años después de que lo hiciera Almoina. Su artículo criticaba suavemente al dictador; su libro lo infamaba tanto a él como a su dictadura.10 La desaparición y muerte de Galíndez, a principios de1956, bajo circunstancias que implicaban a Trujillo, perjudicaron doblemente al orgulloso y rencoroso hombre de Ciudad Trujillo. El caso Galíndez generó un sentimiento de hostilidad internacional y reanimó el papel de monstruo que Trujillo había desempeñado a raíz de la masacre. Haciendo un examen en perspectiva de la fuerza de Trujillo, la venganza dictatorial contra un intelectual español republicano contribuyó decisivamente a su desmoronamiento y declinación por media década, hasta desembocar en su asesinato.

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Sin embargo, algunas reflexiones sobre temas contemporáneos, enfo cados más bien hacia aspectos diversos y conflictivos, dejaron translucir en los escritos pedagógicos de varios refugiados, entre ellos Alaminos, Gil Arantigui, Luis Leal, Palacín, Sainz y Guillermina Supervía, la esperanza de

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Las energías de los refugiados españoles también ayudaron a fundar un número de publicaciones de corta vida.

un futuro mejor para los dominicanos.11 Sin embargo, aparte de asistir coti dianamente a la escuela y al salón de clases, como había hecho Guillermina Supervía en el Instituto Escuela, estos pedagogos, teóricos y filósofos, no provocaron sino un impacto limitado en las prácticas educativas dominica nas. Trujillo toleraba sus ideas, pero como realmente le preocupaban poco los temas educativos —no obstante las campañas ocasionales, con mucha publicidad, aunque mal organizadas, contra el analfabetismo—, su actitud desinteresada hacía que la reforma educacional se convirtiera en una espe cie de fuego fatuo.

Pese a que muchos poetas no dilataron su salida del país, aquellos que permanecieron no trabajaron en el vacío. Como los dominicanos eran entusiastas frecuentadores del arte, algunos refugiados no tardaron en unirse a poetas nativos para dar salida a sus versos. La revista La Poesía Sorprendida rápidamente ganó un caluroso apoyo. Alberto Baeza Flores, en esa época funcionario chileno en Ciudad Trujillo, el refugiado E. F. Granell, los dominicanos Freddy Gatón Arce, Franklin Mieses Burgos y cerca de una docena más, fueron colaboradores y editores de la publicación. A menudo las producciones poéticas eran ilustradas por artistas españoles refugiados. Granell, por ejemplo, colaboraba de ambas formas con la revista. Su circulación fue limitada y su vida corta, pero La Poesía Sorprendida ganó el respaldo entusiasta de la crítica surrealista y del poeta André Breton, quien declaró: «Esta publicación debe hacerse conocer en Europa. Pueden estar seguros de que en Hispano América no existe una revista de tan descollante calidad».13

La política de inmigración del dictador Trujillo

Hubo otro campo, la escritura imaginativa de poetas y novelistas, en donde los refugiados españoles aportaron a los dominicanos. Enrique López Alarcón dedicó algunos sonetos a Trujillo, ganó la ayuda del dictador y pronto dejó el país. Nacidos de la Guerra Civil española, los versos de Agustín Bartra sugerían que no podía tolerar a Trujillo. José Ramos Arana escribió poéticas evocaciones de España. Ambos, junto con Baltasar Miró y Alberto Paz, compusieron líneas rebosantes de soledad y pena, mientras que el hombre de negocios y poeta, Roque Nieto Peña, mezclaba su nostalgia por España con el regocijo por la victoria aliada de 1945.12

Primero, en orden cronológico, estaba Panorama, una revista literaria que Segundo Serrano Poncela lanzó y editó en Santiago, la ciudad en la que él también figuraba como redactor del periódico La Información. A pesar de su endémica pasión por la vida errante, el poeta Baltasar Miró se asentó lo bastante como para fundar y dirigir Ágora, una revista de artes y letras en la que colaboraron sus compatriotas, entre los que estaban Fernando Alloza, E. F. Granell, Alberto Paz y Jesús Poveda. Otra de corta existencia, Ozama, dirigida por Antonio Deltoro, su esposa Ana María y Ángel Muñoz Custodio, publicó los escritos de hombres de tan diversos intereses como el criminólogo Constancio Bernaldo de Quirós y el compositor Casal Chapí. Una cuarta publicación fundada por refugiados, Rumbo, dirigida por Ricardo Mella Serrano, difundió textos, tanto de Constancio como de Juan Bernaldo de Quirós, Casal Chapí, el economista Alfredo Lagunilla, el coronel Aurelio Matilla, el psiquiatra Román Durán, el activista político, abogado y editor Rafael Supervía y Pablo María Yusti.14

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La Revista de Agricultura, otra publicación especializada dominicana, escasamente publicó un número entre 1941 y 1945. Los documentados es critos del ingeniero industrial Eduardo Barba Gosé acerca del uso indus trial del aceite de girasol, féculas, lechosa, guineos, ácidos vegetales, yuca y varias fibras naturales,17 probablemente fueron calificados por algunos lectores como frutos de la imaginación. Sus recomendaciones requerían

La prestigiosa Revista Jurídica Dominicana publicó numerosos artículos de españoles republicanos sobre temas tales como criminalidad femenina, leyes laborales, ley agraria, la divulgación e interpretación de las leyes, el conflicto de leyes en relación con el matrimonio y el divorcio, y la teoría de los procesos legales en las leyes de las Indias.16

Los escritores españoles republicanos cooperaron además con publi caciones dominicanas establecidas y otras de salida irregular. Cuadernos Dominicanos de Cultura, fundada en 1943, contó con la colaboración de mu chos refugiados, entre los que se encontraban Constancio Bemaldo de Qui rós, José Ramón Estella, Gregorio B. Palacín, Alberto Paz, Fernando Saínz, Segundo Serrano Poncela, María Ugarte de Brusiloff, Manuel Valldeperes, Vicente Llorens y Luis Florén Lozano. Sin embargo, Clío, el órgano de la Academia Dominicana de la Historia, atrajo poca atención de los españo les, excepto por los artículos de Luis Florén Lozano y Jesús de Galíndez.15

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La política de inmigración del dictador Trujillo

capital que no estaba disponible, pero como desafíos para la industriali zación de los productos agrícolas, las ideas de Barba representaban un re fuerzo potencial de la economía nacional. Otra escritora altamente espe cializada, María Ugarte de Brusiloff, publicó varios artículos en el Boletín del Archivo General de la Nación.18

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La mayoría de los españoles asociados con la Universidad publicaban en los Anales de la Universidad de Santo Domingo. Entre ellos estaban, durante el período de 1940-1946, Antonio Regalado, Laudelino Moreno Fernández, Constancio Bernaldo de Quirós, Amós Sabrás Gurrea, Javier Malagón Barceló, Malaquías Gil Arantegui, José Almoina Mateos, Segundo Serrano Poncela y Luis Florén Lozano.19

Después de la racha inicial de contribución española a la Revista de Educación, esa publicación oficial recibió la atención de pocos refugiados. Quizá esta reacción fue causada por la desilusión que les produjo la indiferencia con que eran acogidas sus propuestas y la poca atención prestada por Trujillo a las necesidades escolares. Sin embargo, Gregario B. Palacín, Luis Florén Lozano, Malaquías Gil Arantegui y Manuel Valldeperes continuaron publicando en ella. 20 Renovación, la dócil publicación del adulador Instituto Trujilloniano, comenzó a publicarse en 1953, largo tiempo después del éxodo de casi todos los españoles republicanos. Por consiguiente, solo un trío, Valldeperes, Florén Lozano y Gil Arantegui, todos los cuales tenían posiciones que dependían del capricho del dictador, colaboró en esa publicación.21

Dos intelectuales españoles que apenas habían subsistido en colonias agrícolas cerca de la frontera haitiana incorporaron después en sus obras referencias a la actividad agrícola y a la República Dominicana, e informaciones similares en las novelas que escribieron en distintos lugares. Mariano Viñuales se había marchado a México antes de que apareciera su Blanquito, que refleja la huella de su experiencia dominicana. Más de doce años después de la partida de E. F. Granell para Guatemala, luego para Puerto Rico y finalmente para la ciudad de Nueva York, su experiencia dominicana fue tan influyente que permeó todo su trabajo literario. Sobre su obra La novela del indio Tupinambo, Granell afirmó: «Estoy seguro que se encontrará saturada, del comienzo hasta el final, de nostalgia y experiencias dominicanas».22

En razón de que el periódico publicaba editoriales con interpretacio nes de noticias extranjeras y ensayos sobre variadas materias, muchos es pañoles aportaron sus textos. Una serie de artículos de Fernando Sainz so bre psicología y educación dominicana, publicados primero en La Nación —entonces único diario en el país que pagaba $5.00 por artículo—, atrajo la pluma de otros refugiados, entre ellos Almoina, Alloza, Aparicio, Cons tancio Bernaldo de Quirós, Bernardo Clariana, Sainz, Llorens, Malagón, Román Durán, Serrano Poncela y Vicenç Riera Llorca. Francisco Rivero Gil y Antonio Bernad (Toni) sirvieron en La Nación como caricaturistas. En contraste, aun cuando uno de sus compatriotas, José Ramón Estella, se ha bía casado con la hija del dueño de La Opinión y había ganado la adminis tración de ese periódico, solo unos cuantos refugiados, entre ellos Alfredo Matilla, publicaron en sus columnas.23

98 C. Harvey Gardiner

Algunos refugiados, como Ramón Suárez Picallo, quien sirvió de editor internacional, y Manuel Valldeperes, consiguieron puestos claves en el periódico. Mientras que Valldeperes se ceñía gradualmente a Trujillo, un colega suyo, E. F. Granell, tenía a su cargo una sección de temas artísticos sin capitular políticamente.

En todos los tiempos, y aún más dentro de los confines de una dicta dura, el impacto de la palabra escrita desafía la evaluación precisa. Los trabajos publicados por los españoles republicanos representaron aportes esenciales para el renacimiento intelectual de principios de la década del 1940en la capital dominicana, estimulando a mentes jóvenes e impresiona bles y aguijoneando a las viejas y aletargadas. Para algunos, las contribu ciones españolas constituían invitaciones a la erudición y la concomitante

Al mismo tiempo que llegaban y se asentaban los refugiados, el periodismo dominicano experimentaba un cambio fundamental, a tono con los deseos del Generalísimo. En su capital, Trujillo quería un periódico diario de más vigor y apología que el Listín Diario o La Opinión. Surgido el 19 de febrero de 1940, con la ayuda de Elfidio Alonso, perteneciente antes a las Cortes españolas y al periódico madrileño ABC, y bajo la dirección de Rafael Vidal, un cercano confidente del dictador, La Nación se convirtió en el deseado superpregonero del trujillismo. En razón de que el periódico requería personal capacitado, y como los españoles necesitaban trabajo, muchos se unieron a La Nación en varias especialidades.

La política de inmigración del dictador Trujillo

El impacto de los españoles republicanos en las artes plásticas permaneció por largo tiempo después de su salida del país. Entre los principales trabajos de Manolo Pascual que se conservan para deleite del público en general y para inspirar a jóvenes artistas, se encuentran los siguientes: el relieve en bronce de la tumba de Alonso de Ojeda a la entrada de las ruinas de la Iglesia de San Francisco, el relieve en mármol del ilustre José Núñez de Cáceres en la Catedral, el monumento en bronce a María Trinidad Sánchez en la plaza triangular de la calle General Luperón y el retrato esculpido de Madarne Okuniwska, todos en la capital. También están los murales de José Vela Zanetti en el Ayuntamiento, en la Universidad de Santo Domingo y en la Logia Cuna de América. Las telas de Vela Zanetti están presentes en casi toda la República; por ejemplo, en una escuela en Sosúa, donde trabajó brevemente con la joven colonia judía, y en las casas de dominicanos amantes del arte. Mejor conocidas y más ampliamente alabadas son las pinturas en las paredes y techo de la iglesia de la población de San Cristóbal, que reflejan la vida de Cristo. Las pinturas de Vela Zanetti, brillantes, románticas y tradicionales se convirtieron en las favoritas de muchos. Lo mismo pasa con trabajos de Gausachs, Granell, Antonio Prats Ventós y otros. Coleccionistas privados dominicanos se han unido en este continuo aprecio de las obras de artistas refugiados.25

insistencia sobre la integridad intelectual. Los ataques posteriores contra Trujillo, lanzados por Galíndez y Almoina suministrarían combustible para una revolución política. Y aun permaneciendo en Santo Domingo, tranqui la pero persistentemente muchos otros españoles republicanos introdu jeron patrones de actividad y superación que favorecieron un despertar intelectual, otra forma de revolución. Con posterioridad a Trujillo, muchos de estos residentes, antaño refugiados, tienen la más cálida unión con los nacionales y hasta se sienten como una especie de «dominicanos».24

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Más duradero y desde el punto de vista nacional más importante, sin embargo, resulta el trabajo de los dominicanos cuyos logros artísticos maduraron bajo la enseñanza y empuje de los españoles republicanos. El magisterio de Casal Chapí en composición enriqueció los talentos musicales de muchos compositores nativos, incluyendo a Enrique de Marchena, cuyo poema sinfónico Arco Iris ganó el premio en el Concurso Nacional de Música de 1944. Treinta años después, Manolo Pascual

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Desde ambos aspectos, para los jóvenes españoles que maduraron como intelectuales, músicos y artistas plásticos, y para los jóvenes domi nicanos, interesados en la oportunidad y el reto, la historia escrita y no es crita sobre la presencia española republicana en la República Dominicana resulta

recuerda cálidamente a Gilberto Hernández Ortega, Luis Martínez Richiez, Clara Ledesma, Marianela Jiménez, Luz María Castillo y muchos otros que seguramente apreciaron su presencia entre ellos.26

Mientraspródiga.un pequeño número de españoles republicanos dejaban un registro claramente discernible, no ocurrió lo mismo con la experiencia dominicana en otros refugiados. La historia generalizada de penalidades y miserias sobrevivió en los registros de las agencias de asistencia que los auxiliaron.Despuésde preparar el terreno para el éxodo desde Europa, SERE y JARE continuaron guiando a numerosos españoles republicanos, pero diversos acontecimientos minaron sus buenas intenciones, entre ellos los cargos y contracargos relacionados con el tesoro salvado por los españoles republicanos y la indigna lucha de facciones entre el primer ministro Juan Negrín y su enemigo político Indalecio Prieto, y sus respectivas organizaciones, SERE y JARE. Duplicación, negligencia, ineficiencia y favoritismo plagaron los servicios que ambos ofrecían. La dispersión de los refugiados por más de una docena de países generó costos y problemas administrativos. Y la incierta duración de la Segunda Guerra Mundial y sus implicaciones económicas, hicieron difícil la adaptación de los refugiados en todos los Concluidopaíses.suviaje trasatlántico, muchos recibieron ayuda financiera adicional, que comenzó con $50.00 por persona para facilitar la adaptación. A esta suma se añadían estipendios para subsistencia, cuidado médico y, si era solicitado, la preparación y pago de documentos, así como un segundo pago de transporte. No todos requerían un segundo traslado, pero fueron tantos los que lo pidieron, incluyendo a los de la República Dominicana, que numerosas demandas enfrentaban tanto a SERE como a JARE Bajo estas circunstancias, algunos bajaban al mínimo sus esfuerzos por adaptarse y mantenerse por sí mismos, confiando en SERE y JARE para cubrir sus necesidades. A su vez, las sobrecargadas agencias españolas

tuvieron que reducir, y a veces hasta omitir, pagos con los que contaban los refugiados, provocando amargas recriminaciones. En consecuencia, la magnitud, complejidad y duración del problema atrajo creciente atención de otras agencias de ayuda.

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Otra alerta en relación con los refugiados también se había dirigido a los cuáqueros. Un sacerdote americano declaró que «la condición de los refugiados españoles que han venido a San Pedro de Macorís es penosa», refiriéndose a personas que carecían de fondos y de trabajo en un pueblo incapaz de absorberlos. Ante la urgente solicitud de ropa de verano usada, la AFSC prometió enviar algunas.28

A principios de 1940, un grupo de organizaciones americanas comenzó a tomar nota de los españoles republicanos. Al su regreso de la firma de un contrato con funcionarios dominicanos, que prometían una colonia para centroeuropeos en la costa norte de la isla, James N. Rosenberg, de la Asociación de Asentamientos en la República Dominicana (DORSA), escribió: «La situación total allí es bastante desesperada en cuanto a los refugiados españoles».27 Con el nombramiento en la Junta de Directores de DORSA de dos personas íntimamente asociadas con el Comité de Servicios de Amigos Americanos (AFSC), Rosenberg se sintió seguro de que su carta provocaría preocupación.

En esta época, la AFSC no tenía ni personal ni programa en República Dominicana. Sus actividades en la región del Caribe se centraban en una escuela agrícola en Cuba y una granja en México. Por tanto, se recurrió a un hombre de instintos humanitarios, con diez años de experiencia en República Dominicana, el Dr. Barney N. Morgan, superintendente de la Junta para Trabajo Cristiano en Santo Domingo. A él se le envió el cargamento de ropas, lo cual favorecería la identificación de la AFSC con las penalidades de los españoles republicanos. Y en parte, comprobarían los canales de distribución disponibles. «Yo pensaría —escribió John F. Rich— que sería importante resolver el problema de los refugiados españoles si va a existir un procedimiento ordenado en el programa de reasentamiento de refugiados en Santo Domingo».29

La AFSC comenzó a dedicar recursos financieros al problema domi nicano y envió $5,000 para ser administrados por el Dr. Joseph Rosen, un oficial de DORSA que aún estaba esperando la llegada de los primeros cen

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En respaldo de la sugerencia de Conover de que había trabajo para la AFSC, se sumó el llamado de un pequeño grupo de refugiados cristianos, judíos alemanes, que aseguraban estar en grandes aprietos. La Asociación de Refugiados Cristianos Centroeuropeos en República Dominicana, que se había organizado en 1940 en Ciudad Trujillo, intentó adelantar su participación en la distribución de los $10,000, pero la pequeña colonia de alrededor de cincuenta personas solo llegó a recibir $90.00 antes de que las autoridades dominicanas disolvieran el Comité. De ahí en adelante, el grupo hizo reiteradas solicitudes de ayuda.32

troeuropeos para el asentamiento en Sosúa. Al mismo tiempo, una entidad caritativa católica igualó el donativo de la AFSC, y el Dr. Rosen se dedicó a crear un comité para administrar los fondos en beneficio de los refu giados españoles. Sin embargo, este comité internacional rápidamente se disolvió cuando las autoridades de Trujillo insistieron en que solo los funcionarios dominicanos podrían manejar fondos para la ayuda de los refugiados. Mientras se familiarizaba con los manejos de la dictadura, la AFSC también captaba necesidades específicas de los refugiados. Una lista incluía aceite de hígado de bacalao, tabletas de quinina, mercurocromo, jabón, pasta dental, papel de escribir y casi todos los artículos imaginables de ropa para hombres, mujeres y niños.30

En 1941, la AFSC comprendió la situación de los refugiados. Chase Conover, uno de sus representantes en Cuba, fue a Ciudad Trujillo, se puso en contacto con el Dr. Morgan y estudió y reportó los problemas de los españoles. En relación con los cargamentos de ropa informó que «algunos les llegan a veces». De los españoles escribió: «Algunos viven en casi las mismas condiciones insalubres donde la malaria, la tuberculosis y otras enfermedades son muy comunes». A Morgan, para su trabajo, le fueron otorgadas facilidades y recursos limitados. El miedo a la censura dominicana retrasó el reporte de Conover hasta que regresó a Cuba.31

La AFSC había recibido, a través de vías tortuosas, una conmovedora relación de las penalidades de los refugiados españoles en las colonias agrícolas (ver cuadro 4).

La AFSC aumentó su compromiso con los españoles refugiados. Mien tras el Dr. Morgan recibía más dinero para casos individuales, la AFSC esperaba transferir por un año a Randolph Hutchins, en ese entonces en Cuba, hacia la República Dominicana y apoyar su trabajo con contribu ciones mensuales de cerca de $1,000. La Campaña de Ayuda a los Refugia dos Españoles, con base en Nueva York, ofreció a la AFSC $500 mensuales para fomentar su trabajo. Regocijándose por la decisión de la AFSC, el Dr. Morgan dijo: «La gente tiene confianza en su organización y no existirá el obstáculo de estar ligados a algún grupo político, como la mayoría de las organizaciones españolas».34 Esta misma afirmación guiaría a otros grupos a canalizar ayuda a los españoles republicanos a través de la AFSC.

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Dajabón 63

Medina 31

La Cumbre 73

La tierra en Pedro Sánchez era considerada insuficiente para el propio sostenimiento y la de La Cumbre era tan pobre que no producía más que yuca. San Juan de la Maguana estaba funcionando bien con sus cosechas de arroz y maní. Las colonias de Dajabón y Medina se consideraban bastante buenas, pero la de Constanza estaba sujeta a una gran interrogante, ya que las temporadas de lluvias hacían las carreteras intransitables, impidiendo el traslado de las cosechas al mercado. Muchos refugiados esperaban visas para viajar a México.33

Mientras la organización cuáquera se preparaba para traer su propio representante a la escena dominicana, llamados y reportes adicionales aumentaron su conocimiento acerca de la situación. José A. Weissberger solicitó ayuda económica para el profesor Vicente Llorens, cuya paga de $90 mensuales en la Universidad, de la cual tenía que gastar entre $12 a

Pedro Sánchez 120

Cuadro 4. Españoles en colonias agrícolas, marzo de 1941 Colonia Cantidad

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San Juan de la Maguana 120 Constanza 40

Dos meses después de su llegada a Ciudad Trujillo, Randolph Hutchins reportó que casi la mitad del dinero procedente de la Unión Española había sido gastado con el traslado de refugiados a Cuba, Panamá y Bolivia. Él había consumido más de $550 de los fondos de la Campaña de Ayuda a los Españoles Refugiados para cubrir varias necesidades de una colonia agrícola de cuarenta y cuatro personas. En apoyo a las estadísticas, Hutchins escribió: «Varios españoles sufren de tuberculosis y no tienen ni comida adecuada ni medicinas». Y continuaba: «Casi el ciento por ciento de los españoles que he conocido no tienen bastante que comer. Los niños, en muchos casos, sufren de infección en la piel, infección de la sangre, parásitos y lombrices intestinales. La condición física puede resumirse con las palabras inmundicia, enfermedad, alojamientos inadecuados y lentaLosinanición».37mesesdurante los cuales Hutchins medió y atacó los problemas, también redujeron los recursos financieros con los que podía cumplir sus propósitos. Resultó evidente que la contribución de $1,200 de la Unión Española era un regalo único y no la primera de una serie de contribuciones. Por su parte, la Campaña de Ayuda a los Refugiados Españoles se iba desvaneciendo; su contribución se limitó a un total de $1,200 en un período

$15 mensuales para libros necesarios, en vista de la triste situación de la biblioteca, no le alcanzaba para cubrir los crecientes gastos causados por la mala salud de su esposa. La AFSC apenas había enviado fondos para ayudar con el tratamiento, a lo que se sumaba el reporte del Dr. Morgan asegurando que los problemas de los 1,500 refugiados españoles se agudi zaban, especialmente los de las colonias agrícolas expuestas a la malaria.35

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Con conocimiento de causa y con diplomacia, la AFSC, mientras preparaba su propio representante para República Dominicana, buscaba la simpatía de otras organizaciones interesadas. En Nueva York, preparó una reunión entre Randolph Hutchins e Ignacio Zugadi, de las Sociedades Españolas Confederadas. Casi simultáneamente, la Unión Española de California contactaba a la AFSC. Esa organización de la costa occidental envió $1,200, con los que la AFSC aseguraría pasajes hacia México, Ecuador y Chile para refugiados españoles en República Dominicana. Al mismo tiempo, el grupo cristiano judío-alemán expresó su reconocimiento por la ayuda financiera que le fue extendida por la AFSC a través del Dr. Morgan.36

En el reporte de las actividades de Hutchins durante septiembre, los mayores gastos cubrían comida y ayuda de alquiler, emigración, donativos y préstamos para trabajos constructivos, cargos hospitalarios, medicinas y mobiliario. «Cualquier empleo que parece ser seguro es, como mucho, tem porario y puede haberse esfumado pasado mañana», declaró. También en ese mes, JARE había reducido su presupuesto dominicano en $1,000. Mu chos refugiados estaban por debajo de las condiciones físicas aceptables.39

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Pasaron varios meses y los problemas persistieron —afortunadamen te para cada vez menos refugiados por la continua emigración—, y Hut chins completó el año que la AFSC había dispuesto para su permanencia en el país. Entre mediados de 1942 y la primavera de 1943, la AFSC, sin representante, continuó su trabajo en República Dominicana, asignan do recursos al recientemente organizado Fondo para los Refugiados en Latinoamérica, que la AFSC administraba. Con este cambio de fachada, pero con una política inmutable —un aparente esfuerzo para fortalecer la floja ayuda financiera—, la AFSC respondió a la solicitud de fondos hecha por el ministro de Estados Unidos, Avra M. Warren, para los refugiados españoles necesitados de atención médica. Durante los nueve meses de existencia del Fondo para los Refugiados de Latinoamérica, aproximada mente el 40% de sus ingresos fue dedicado a los refugiados españoles en la República Dominicana.41

A fines de 1941, el trabajo del representante de la AFSC despertó tanto la atención de las autoridades dominicanas que los amigos se sintieron obligados a ponerse en contacto con el Departamento de Estado. Mientras tanto, la AFSC trataba de recoger cabos sueltos cuando la JARE dejó de pagar sus acostumbrados subsidios a algunos refugiados.40

de cinco meses, en vez de los prometidos $500 mensuales.38 Solo la AFSC se mantuvo firme en el cumplimiento de su promesa.

Por faltarle al Fondo el nivel deseado de apoyo público, entre otras razones, la AFSC se vio obligada a fijar de nuevo su asignación mensual al destino dominicano. La urgente solicitud de recursos del Dr. Morgan, el reporte de que por lo menos cuatrocientos españoles no tenían programas de asimilación y debían ser enviados a otras áreas, y el aviso de que la disponibilidad combinada de SERE y JARE, que se aproximaba a $2,500

En el otoño de 1943 comenzó a cristalizar otro movimiento americano para enfrentar el problema de los refugiados republicanos. El Comité para Refugiados Américo-Cristiano (ACCR) consideró la posibilidad de agran dar su campo de trabajo en Latinoamérica, especialmente ante el hecho de que la AFSC, con ningún programa Latinoamericano como tal, gustosa mente ofrecía las posesiones, lista de nombres y otras facilidades que per tenecieron al desaparecido Fondo para los Refugiados de Latinoamérica.43

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mensuales, era insuficiente para efectuar la emigración, subrayaban la necesidad de renovar los esfuerzos de la AFSC.42

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Luego de evaluar la situación de los refugiados españoles, un funcionario especial para la ayuda fue establecido en Ciudad Trujillo, patrocinado por la ACCR, el Comité de Ayuda y Rescate Internacional y el Comité de Servicio Unitario. Una vez más resultó muy útil el Dr. Barney N. Morgan. Entre febrero de 1944 y octubre de 1945, la oficina abrió 602 expedientes de 1,571 individuos. Gracias al programa de evacuación que envió a 1,181 refugiados fuera de la República Dominicana en el mismo período, los expedientes se referían solo a 273 individuos cuando la oficina cerró. Esta operación altamente exitosa gastó un total de $137,606.84 en el transcurso de veinte meses para sufragar mantenimiento, alojamiento, ropa, ayuda médica, asistencia vocacional y migración. Los médicos españoles continuaron ofreciendo sus habilidades profesionales, entre ellos Dr. Agustín Cortés, aún patrocinado por México; Dr. Antonio Sánchez Rodríguez, dentista; Dr. Rafael Troyano de los Ríos, psiquiatra, y Dr. Enrique Jubes Bobadilla, especialista en el corazón y en enfermedades de los pulmones.44Paramuchos españoles, los años en la República Dominicana tuvieron olor a privación, enfermedad, frustración y desencanto. Con notoria falta de generosidad, no se abstuvieron de censurar a los grupos humanitarios dedicados a proveerlos de medios para sobrevivir. Pero sin esas acciones humanitarias las historias que tuvieron oportunidad de escribir hubieran permanecido totalmente ignoradas. Sin esos solidarios compatriotas españoles, norteamericanos y otros, tal vez hubiera sido imposible la solución final, la que representaba la salida de la República Dominicana.

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LA PARTIDA

Para la inmensa mayoría, cuyo odio a las dictaduras era precisamente lo que los había llevado al Nuevo Mundo, era imposible aceptar lo que repudiaban en el Viejo, y por eso la experiencia dominicana la padecían como una pesadilla que debía terminarse cuanto antes mejor.

Para algunos, el interludio dominicano terminó más pronto de lo que esperaban. El Dr. Enrique García, un veterinario cuya habilidad para tratar los preciados animales de Trujillo le granjeó la estimación del dictador, al punto que le concedió la ciudadanía privilegiada, fue de los que sufrió la cólera del Generalísimo.

Una noche en el hipódromo, en el que también se encontraban los Trujillo, el Dr. García y otros jueces descalificaron un caballo propiedad de Ramfis. Inmediatamente Trujillo respondió despojando a García de su ciudadanía y obligándolo a escapar de inmediato, en cuestión de días, hacia Guatemala. Un destino similar le sobrevino al Dr. Antonio Román Durán, quien tuvo la audacia de continuar su amistad con el vicerrector Antonio Bonilla Atiles, en momentos en que la postura política de este, en oposición a Trujillo, lo había obligado a buscar asilo en la legación mexicana para salvar su vida. Bonilla Atiles se trasladó a los Estados Unidos, donde emprendió, desde Washington, una incesante campaña anti-Trujillo. El Dr. Antonio Román, expulsado, viajó a Guatemala, donde participó en varios proyectos armados para derrocar a Trujillo.

Mientras la represiva naturaleza del régimen de Trujillo y las limitadas oportunidades económicas daban lugar al incrementado desencanto de

Con anterioridad, fue más siniestra la causa, relacionada con la libertad intelectual, que implicó al profesor Vicente Herrero Ayllón, un individuo de impresionantes credenciales. Casi en un abrir y cerrar de ojos se convirtió, por vía administrativa, en persona non grata en una Universidad. Este acto de hostilidad apresuró a Herrero a partir hacia México y a divulgar cuáles eran las condiciones de trabajo en una institución educativa dominicana dominada por la dictadura. Cuando el bibliotecario-bibliógrafo Luis Flores salió del país, lo hizo temeroso de las consecuencias que le traería la postura antitrujillista de uno de sus parientes.45

No es posible documentar en qué medida el gobierno dominicano incentivaba indirectamente la salida de los españoles. Por ejemplo, invita a pensar el hecho de que era muy riguroso el procedimiento mediante el cual un extranjero obtenía el costoso permiso de residencia, que tenía que ser renovado cada enero. En la primavera de 1944, cuando la Segunda Guerra Mundial entraba en un momento climático y pocos inmigrantes llegaban al país, el gobierno, en caso de que llegara alguno, requería que

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los españoles republicanos, los extranjeros ayudaban cada vez en mayor medida a lograr el éxodo. En enero de 1941, por ejemplo, mientras la AFSC se preparaba a terminar un programa de refugiados en México, recibió una solemne promesa confidencial de Prieto de que «poco a poco los españoles serían trasladados de Santo Domingo a México». Sin embargo, la realización de esa idea requería considerable tiempo. En primer término, porque el rápido y total traslado de los refugiados habría ofendido a Trujillo. En este período, el Dr. Jaime Roig Padró, representante de JARE, recibió $3,500 mensuales para ayuda a los refugiados, y una parte considerable de ese dinero facilitó la salida de muchos de ellos. Considerando el abrumador peso de los riesgos frente a las ventajas que podrían derivarse de los refugiados, las autoridades de Trujillo favorecieron su salida. Otorgaron visas de tránsito a cualquier refugiado en posesión de una visa válida para países del hemisferio occidental, con la esperanza de que las utilizaran en la primera oportunidad para continuar viaje.46

En 1942, cuando menos de la tercera parte de los españoles en la República Dominicana se autosustentaba, JARE subvencionaba, en una u otra forma, a más de la mitad de la colonia. Ese drenaje de recursos limitados llevó a una evaluación a largo plazo de la situación: ¿Deberían ser usados los fondos para crear empleos o para la evacuación de la gente? Si se tomaban en cuenta las incertidumbres de la economía dominicana —acentuadas, además, por las circunstancias de tiempos de guerra y por ser una economía básicamente agrícola en un país pequeño, sin mencionar los impedimentos políticos de la dictadura—, la mayoría de los españoles republicanos, que eran profesionales, diestros técnicos y artesanos, venían a constituir en la escena dominicana algo así como tarugos cuadrados para agujeros redondos. No era una sorpresa, por tanto, que JARE abogara por la evacuación en la primera oportunidad.47

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Pocos de los españoles-dominicanos fueron a otro sitio en Suraméri ca, pues la distancia y los gastos desanimaban a aquellos que deseaban dirigirse a Argentina y Chile. El pequeño grupo que partió hacia Ecuador constituyó una rara excepción. En el Caribe, varios se dirigieron a Colom bia, mientras que otros viajaron a Cuba y algunos a Puerto Rico. Las di

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En algunos aspectos, la salida de los españoles se asemejó a su llegada, auxiliada con fondos y organizaciones extranjeros a manera de punta de lanza. A igual que su arribo a la isla del Caribe, los próximos destinos parecían accidentales. Pero, en cuanto otra circunstancia, su salida difería de su entrada, pues habían llegado en cantidades considerables, mientras que salían individualmente o en grupos familiares.

Por muchas razones, México tenía una atracción especial para ellos: sus antecedentes de generosa hospitalidad a los españoles republicanos; la acogida de otros refugiados, que hablaban de oportunidades en un país mayor y más populoso; y la hostilidad de México al régimen de Franco, subrayada por el asilo político concedido al gobierno republicano en el exilio. Todo ello reforzaba los sentimientos antifascistas. Finalmente, México atraía refugiados por su proximidad geográfica y su papel de base de operaciones de JARE.

Con el tiempo, el cambio de la política de inmigración por parte de Venezuela también hizo que se enfocara la atención hacia ese país. El Comité Internacional de Ayuda publicó las regulaciones del Departamento de Inmigración según las cuales el gobierno venezolano asumía los gastos de viaje por barco y por quince días los de alojamiento de los inmigrantes recién llegados.49 Al continuar el tono moderado de la administración del presidente Isaías Medina (1941-1945), que había permitido el surgimiento de partidos políticos, la inclinación liberal adoptada por el presidente Rómulo Betancourt y Acción Democrática se demostró con la cálida acogida ofrecida a muchos españoles republicanos, así como con el nivel de los ingresos individuales y por las esperanzadoras perspectivas económicas.

los extranjeros fueran personalmente ante las autoridades de inmigración y presentaran declaraciones completas de sus propiedades e ingresos mensuales.48 ¿Eran las nuevas regulaciones resguardos en tiempos de guerra, o se utilizaban para hostilizar a extranjeros no deseados, entre los que los españoles republicanos se destacaban como los más numerosos?

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La CASAE (Comisión Administradora de la Solidaridad con los Antifascistas Españoles), con asiento en Ciudad Trujillo, dirigida por Luis Romero Vásquez, presidente, y José Atoche Andreu, como secretariotesorero, proporcionó un estudio de casos de este éxodo. Dependiendo completamente de fondos extranjeros, la CASAE solicitó y obtuvo contribuciones de varias personas e instituciones. Una de sus principales sostenedoras, las Sociedades Hispanas Confederadas, conocidas por las siglas SHC, utilizaba las columnas semanales de España Libre, de la ciudad de Nueva York, para dar a conocer el problema y solicitar fondos. España Libre publicaba habitualmente las listas de los contribuyentes y de sus contribuciones, bajo el título «Los que ayudan a los refugiados de Santo Domingo». Aunque varios grupos en el Nueva York metropolitano aportaban con frecuencia, el apoyo tuvo un alcance nacional, y hasta se atestiguaron envíos de sumas de dinero desde Filadelfia, Tampa, Chicago y Los Ángeles. La conciencia promovida por España Libre logró el apoyo internacional, gracias a lo cual se recibieron contribuciones desde Cuba y Panamá, entre otros lugares.

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En Nueva York, la SHC abrió una cuenta bancaria especial para la operación dominicana. Una vez recibida la lista elaborada por CASAE de futuros evacuados y la suma para pagar la totalidad o parcialmente sus pasajes, un comité estudiaba la solicitud. Por cada lista aprobada, la SHC transfería la suma necesaria desde su cuenta en New York al banco corresponsal en la capital dominicana, donde CASAE completaba el trámite requerido para visas y boletos de viaje.51

La nebulosa estadística que existe acerca de la cantidad de españoles que entraron y salieron de República Dominicana también enmascara otros asuntos. La cantidad exacta de los que acompañaron a Aurelio Matilla y a García del Barrio (1872?-1942) en sus tumbas dominicanas es desconocida. Sin embargo, el número de nacimientos, aunque también vago, excedió al

Un momento de alza en este movimiento gradual y continuo desde la República Dominicana ocurrió en 1944-1945. Entre febrero de 1944 y octubre de 1945, varias agencias ayudaron a la salida de 1,181 refugiados: 705 hacia Venezuela, 415 hacia México y 61 hacia otros países.50

ferencias culturales, unidas a la barrera del lenguaje y las restricciones a inmigrantes, limitaron la emigración española hacia los Estados Unidos.

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El disgusto por el trujillismo apresuró la partida y la dispersión a través de las Américas. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la compulsión ideológica de tiempos de guerra y el constante cortejo a Roosevelt y Hull, mientras proclamaba los principios de las Naciones Unidas, no lograron prolongar más el disimulo ante la naturaleza represiva de Trujillo. Entonces, los republicanos españoles atentos se dieron cuenta de que las democracias, fatigadas por la guerra, no tenían intenciones de derribar el régimen de Franco para facilitar su regreso a España. En resumen, no puede precisarse exactamente cuánto contribuyeron el antagonismo con la ideología española republicana y las realidades políticas de la postguerra a la evacuación de la República Dominicana.

Se deduce entonces que, además de la atracción de otras tierras, la inhabilidad y la resistencia para adaptarse a la vida de la República Dominicana aceleraron la partida de aproximadamente el 99% de los españoles republicanos en un período de seis años a contar desde su llegada. Esa incapacidad para adaptarse emanaba de numerosas circunstancias: algunos refugiados carecían de disposición para soportar el calor, la humedad y el ritmo de vida del trópico; otros eran muy viejos para hacerlo; algunos, por ejemplo, políticos, profesionales y militares, no recibían

de las muertes. En enero de 1945, época en la cual la mayor parte de los re fugiados se había marchado, veinticinco de cuarentaitrés niños refugiados, cuyas edades fueron determinadas a partir de un llamado para donación de juguetes, tenían cinco años o menos. Otras incertidumbres estadísticas se refieren a la cantidad de españoles republicanos que permaneció indefini damente bajo el régimen de Trujillo. Malaquías Gil Arantegui continuaría en la capital dominicana por más de treinta años, aun después de su retiro de la enseñanza activa. Varios republicanos que se quedaron estaban fe lizmente casados con dominicanas y llevaban existencias prósperas, que les permitían evitar identificarse con Trujillo políticamente. Sin embargo, uno que había dejado a España con fuertes inclinaciones por la libertad, la democracia y la dignidad humana, se convirtió de por vida en un servil defensor del dictador, ese fue el caso de Manuel Valldeperes (1902-1970). Treinta años después de su experiencia dominicana, numerosos españoles republicanos aún comparten el sentimiento expresado por Helena Pereña de Malagón: «No dejamos a España para vivir bajo una dictadura».52

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A igual que lo hicieron durante su estancia en el país, muchos espa ñoles republicanos escondieron sus verdaderos sentimientos hasta el mo mento de la salida. Cuando la SHC comenzó a enumerar los nombres de los evacuados en el España Libre, indicaba que la partida había sido el re sultado de esfuerzos empeñados muchos meses antes y que, en virtud de las circunstancias, se habían realizado en silencio. Un perfil relativamen te poco acentuado caracterizó la mayor parte de la operación CASAE en República Dominicana. Interesados en la cooperación de las autoridades dominicanas, la SHC y CASAE se sentían obligadas a emitir declaraciones conciliatorias, manifestando: «Nuestra propaganda a favor de los refugia dos españoles residentes en Santo Domingo no constituye descrédito para esa República. Por el contrario, los españoles republicanos estarán siem pre agradecidos del Estado dominicano, de su gente y de su gobierno, por su generoso tratamiento a los refugiados». La República Dominicana había dado la bienvenida a los españoles en momentos desesperados de 1939 y 1940, cuando muy pocos países lo hubieran hecho. Si se toman en cuenta su área, población y recursos, el pequeño Estado del Caribe había abierto sus puertas a un grande e inesperado número de refugiados. Cualquier es pañol que recuerde el desastre político y militar de España, y las penalida des económicas y sociales de los campos de Francia —¿y quiénes podrían olvidarlo?—, tendría razones para estar verdaderamente agradecido de la República Dominicana, aun cuando encontrara inaceptable su forma de vida. Después de haberse trasladado hacia otro lugar, el periodista y mé dico Elfidio Alonso expresó su profundo aprecio al escribir: «El Gobierno dominicano fue generoso y cordial y merece la gratitud de España».54

Algunas de las motivaciones que acompañaban el interludio de los españoles republicanos en la República Dominicana eran obvias y

oportunidades; aun otros se sentían incómodamente acorralados por perspectivas limitadas. Mientras aquellos que encontraron alternativas, se rehusaban a adaptarse y también tenían múltiples rezones para su partida. La más importante era el indigerible contraste entre sus ideales políticos y las realidades del régimen de Trujillo. La supervivencia de Franco señaló claramente el tiempo de partir para los tozudos idealistas. La trayectoria de la Segunda Guerra Mundial había sido un factor de unificación para ellos, y el resultado de la contienda una causa para la dispersión.53

C. Harvey Gardiner

simples, y otras no. La supervivencia física, y no la elección nacida del conocimiento, los había guiado hacia ella. Las aspiraciones económicas y las preferencias políticas explicaban su partida. La motivación de la parte dominicana, basada únicamente en la voluntad de Trujillo, no era tan simple. Permitió la salida de los refugiados por las innumerables razones por las que no se ajustaban a las normas de su dictadura, pero una pregunta persiste: ¿Qué explicaba la aceptación inicial de hombres y mujeres, muchos de los cuales sabía que estarían claramente definidos en su contra? ¿Dio Trujillo la bienvenida a los españoles como parte de su jugada para borrar la horrible imagen que la masacre haitiana había unido a su nombre o lo impulsó la esperanza de «blanquear» la población de la República Dominicana o fue para mejorar su situación frente a la administración de Roosevelt? Al pretender escudriñar lo inescrutable, las motivaciones ocultas de Trujillo solo pueden ser dejadas a la imaginación de cada cual. Otro capítulo de carácter inmigratorio, escrito por Trujillo, el de los centroeuropeos en Sosúa, difiere considerablemente.

La política de inmigración del dictador Trujillo

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5 Javier Malagón Barceló y Malaquías Gil Arantegui, «La Constitución y las Reformas Constitucionales de la República Dominicana, en su primer período como nación independiente (1844-1861)», Universidad, Panamá, No. 23, 1944, pp. 7-39 y artículos relacionados de estos autores que aparecieron en la Revista Cubana XVIII, enero-diciembre 1944, pp. 105-126, y AUSD, VIII, Nos. 31-32, julio-diciembre 1944, pp. 247-277; Domingo Martínez Barrio, Consideraciones sobre la historia sísmica de la República Dominicana, Ciudad Trujillo: Edit. La Nación, 1946; G.B. Palacín, «Cien años de enseñanza pública», RE, XIV, No. 73, enero-marzo 1944, p. 39-69, No. 74, abril- junio 1944, p. 7-31, y No. 76, octubre-diciembre 1944, p. 40-57; José Ramón Estella (ilus. por José Alloza), Historia gráfica de la República Dominicana, Ciudad Trujillo: Imprenta de la Opinión, 1944. Ver a Llorens, Memorias, p. 188.

6 Constancio Bernaldo de Quirós, Curso de Criminología y Derecho Penal, Ciudad Trujillo: Universidad de Santo Domingo, 1940); Constancio Bernaldo de Quirós, Lecciones de Legislación Penal Comparada, Ciudad Trujillo: Universidad de Santo Domingo, 1944; Luis Florén Lozano, Bi bliografía bibliotecológica dominicana, 1930-mayo 1952, Ciudad Trujillo:

2 lbid., pp. 51, 63, 66, 97; Crassweller, Trujillo, p. 312; embajador Enrique de Marchena a CHG, Santo Domingo, septiembre 22, 1975; y E. F. Granell a CHG, New York, mayo 11, 1976.

1 Llorens, Memorias, pp.177- 178.

3 José Almoina (pseud. Gregorio R. Bustamante), Una satrapía en el Caribe, Guatemala: Ediciones del Caribe, 1940; Almoina, Yo fui secretario…; Llorens, Memorias, pp. 101-106, 161-171; y Crassweller, Trujillo, p. 208.

4 Constancio Bernaldo de Quirós, «Penalidad en el Código Negro de la Isla Española», BAGN, V, No. 23, agosto 1942, p. 271-281; Javier Malagón Barceló, Código Negro Carolina (1784), Santo Domingo: Museo del Hombre Dominicano, 1974; y Javier Malagón Barceló, El Distrito de la Audiencia de Santo Domingo en los Siglos 16 al 19, Ciudad Trujillo: Editora Montalvo, 1942, una segunda edición de la cual apareció en Santiago, RD, en 1975.

NOTAS

7 Fraiz Grijalva, Artistas españoles en Santo Domingo, Ciudad Trujillo: Sin dicato Nacional de Artes Gráficas, 1942; Martorell Otzet, Características de la carta; José V. Montesino Samperio, Estudio estadístico de algunos aspectos del comercio exterior de la República Dominicana, Ciudad Truji llo: Dirección General de Estadística, 1941; Manuel Valldeperes, «Dos poetas dominicanos», CDC, No. 8, abril 1944, pp. 9-27; y Manuel Vallde peres, «Evolución de la pintura», RE, XXVII, No. 3, septiembre-diciem bre 1957, pp. 70-74.

10 Galíndez, «Un reportaje sobre Santo Domingo», Cuadernos America nos, LXXX, No. 2, marzo-abril 1955, pp. 37-56; Jesús de Galíndez, La Era de Trujillo. Un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana, Santiago, Chile: Editorial del Pacífico, 1956, y Galíndez, The Era of Tru jillo, Ed. Fitzgibbon.

La política de inmigración del dictador Trujillo

Ver los artículos de Renovación, I, V-VI, 1953, 1958-1959, passim.

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13

Ibid. pp. 191-192; E. F. Granell a CHG, Nueva York, diciembre 6, 1975; y Stefan Baciu, «André Breton y los surrealistas en Santo Domingo», LD, Artes y Letras, mayo 24, 1975, pp. 2-3.

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Diez publicaciones de estos autores aparecen en RE, XII-XVI (19401945), passim.

Llorens, Memorias, pp. 110- 115, 120- 122, 166.

8 Gil Arantegui, «Filosofía y realizaciones de la política educativa de Trujillo», Renovación, I, No. 4, octubre-diciembre 1953, pp. 46-67; Llorens, Memorias, p. 115; y RD, Libro Blanco del Comunismo, p. 31.

Editora Librería Dominicana, 1952; Luis Florén Lozano, Bibliografía de la bibliografía dominicana, Ciudad Trujillo: Roques Román, 1948; Luis Florén L., «Las publicaciones periódicas en la bibliografía trujillista», Renovación, I, No. 1, enero-marzo 1953, pp. 138-158; y Luis Florén Lo zano, «La bibliografía del pensamiento político de un estadista», Reno vación, I, No. 2, abril-junio 1953, pp. 156-157.

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11

Contribuciones representativas de los refugiados aparecen en CDC, Nos. 3-8, 1943-1944, passim, y en Clío XI, 1943, y XX, 1952.

Llorens, Memorias, pp. 144-145, 172, 186, 188, 197-199, 201-203.

Vea los artículos de Constancia Bernaldo de Quirós, Juan Bernaldo de Quirós, Jesús de Galíndez, Javier Malagón Barceló y Alfredo Matilla y Jimeno en RJD, II-VI, 1940-1944, passim.

Siete artículos de Barba Gosé aparecen en RA, XXXII-XXXV, 19411944, passim.

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22 Llorens, Memorias, pp. 128-132, y E. F. Granel a CHG, Nueva York, diciembre 6, 1975.

Nueve artículos que aparecen en Renovación, I-VIII, 1953- 1961, passim.

Para doce artículos, ver AUSD, IV-XII, 1940-1947, passim, y Nos. 4952, 1949.

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20

Alonso, Un europeo, p. 7; Llorens, Memorias, pp. 32, 33, 187-191; Manuel Valldeperes, Acción y pensamiento de Trujillo, Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1955; E. F. Granell a CHG, Nueva York, diciembre 6, 1975; Fernando Saínz, Un estudio sobre psicología y educación dominicanas, Ciudad Trujillo: Pol Hnos., 1945; y Almoina (pseud. Bustamante), Una satrapía..., p. 75.

24 E. F. Granell a CHG, Nueva York, diciembre 6, 1975.

Embajador Enrique de Marchena a CHG, Santo Domingo, septiembre 22, 1975; Manolo Pascual a CHG, Nueva York, diciembre 20, 1975; y (anon.), «Concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional», RE, XIV, No. 75, julio-septiembre 1944, p. 80.

Ver BAGN, V-VII, 1942-1943, passim.

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23

Llorens, Memorias, pp. 37, 73; conversación con el embajador Enrique de Marchena, Santo Domingo, 24 de enero de 1915; y Manolo Pascual a CHG, Nueva York, 20 de diciembre de 1975.

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17

John F. Rich a James Rosenberg, Philadelphia, March 26, 1940, AFSC Foreign Service, Refugees, Spanish Refugees, General Files 1940, AFSC Archives.

30

James N. Rosenberg a AFSC, New York, February 13, 1940, AFSC Foreign Service, Refugees, Spanish Refugees, General Files 1940, AFSC Archives.

Clarence E. Pickett a Joseph (sic) Rosenberg, Philadelphia, May 8, 1940, Committees and Organizations, Dominican Republic Settlement Assn., General Files 1940, AFSC Archives; Joseph A. Rosen a James N. Rosen

Dieciséis artículos aparecen en RE, XII-XXVII, 1940-1957, passim.

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116 C. Harvey Gardiner

Helen M. Eklund a Jennie Callister, New York, February 9, 1940, y John F. Rich a Mrs. J. Henry Callister, Philadelphia, March 5, 1940, AFSC Foreign Service, Refugees, Spanish Refugees, General Files 1940, AFSC Archives.

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36

John F. Rich a Chase Conover, Philadelphia, January 16, 1941, y Chase L. Conover a John y Mary Rogers, Habana, Cuba, February 24, 1941, AFSC Foreign Service, Refugees-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives.

La política de inmigración del dictador Trujillo

John F. Rich a Ignacio Zugadi, Philadelphia, May 2, 1941; Dr. L. Eloesser a John Rich, San Francisco, May 10, 1941; Antonio Ríos y Víctor de Diego a AFSC, San Francisco, May 12, 1941; John F. Rich a Dr. L. Eloesser, Philadelphia, May 14, 1941, y Asociación de los Refugiados Cristianos Centraleuropeos en la República Dominicana a John F. Rich, Ciudad Trujillo, May 17, 1941, AFSC Foreign Service, Refugees-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives.

José A. Weissherger a Dr. Eloesser (copy), Ciudad Trujillo, marzo 28, 1941, AFSC Foreign Service Refugees-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives.

31

Asociación de los Refugiados Cristianos Centraleuropeos en la República Dominicana a Rufus M. Jones, Ciudad Trujillo, febrero 11, 1941 y a John F. Rich, Ciudad Trujillo, marzo 24, 1941, AFSC Foreign Service Refuges-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives.

berg (copy), Ciudad Trujillo, June 6, 1940, AFSC Foreing Service, Refu gees, Resettlement A-Z, General Files 1940, AFSC Archives; y Margaret C. Wagner a Eleanor Stabler Clark, Ruxton, Md, October 15, 1940, Refu gee Services, Dominican Republic, General Files 1940, AFSC Archives.

H. F. Reissig a John Rich, New York, April 8, 1941, Committees and Organizations, Spanish Refugee Relief Campaign, General Files 1941, AFSC Archives, y John F. Rich a Dr. Barney Morgan, Philadelphia, April 10, 1941, y Barney N. Morgan a John F. Rich, Ciudad Trujillo, April 12, 1941, AFSC Foreing Service Refugees-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives.

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J. A. Weissberger a John Rich, New York, April 17, 1941; John F. Rich a Dr. Barney N. Morgan, Philadelphia, April 18, 1941, y Barney N. Morgan a John F. Rich, Ciudad Trujillo, April 24, 1941, AFSC Foreign Service, Refugees- Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives.

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John F. Rich a E. S. Money, Philadelphia, October 10, 1941, y Randolph Hutchins a John Rich, Ciudad Trujillo, December 16, 1941, AFSC Foreign Service, Refugees-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives.

41

Randolph Hutchins a John Rich, Ciudad Trujillo, August 16, 1941. Más anexo al Report on Santo Domingo Project, April 1st. to August 15th, 1941, AFSC Foreign Service, Refugees-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives.

42 Memorandum de la AFSC, Philadelphia, March 9, 1943; memorandum de Marjorie Page Schauffler referente al Latin America Refugee Fund., lnc., Philadelphia, May 6, 1943; memorandum de M. Schauffler sobre su reunión con Helen Bryan en New York, Philadelphia, June 8, 1943, y memorandum de M. Schauffler referente al viaje a New York, Philadel phia, June 10, 1943, Refugee Services, Committees and Organizations, Latin America Refugee Fund., General Files 1943, AFSC Archives.

John F. Rich a Randolph Hutchins, Philadelphia, September 5, 1941, AFSC Foreign Service, Refugees-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives, y J. Randolph Hutchins a Marjorie Page Schauffler, Ciudad Trujillo, September 16, 1941, Refugee Services, Dominican Republic, General Files 1941, AFSC Archives.

38

Randolph Hutchins a John Rich, Ciudad Trujillo, October 2, 1941, incluido en el Report of Santo Domingo Project, September 1st to September 20th, 1941, AFSC Foreign Service, Refugees-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives.

Memorandum referente a la asignación de la AFSC para ayuda en América Latina, Philadelphia, March 9, 1943, Refugee Fund, General Files 1943, AFSC Archives; John F. Rich a Avra M. Warren, Philadelphia, December 3, 1942, Refugee Services, Dominican Republic, General Files 1942; y John F. Rich a Dr. Barney N. Morgan, Philadelphia, February 15, 1943 y Financial Statement of the Latin America Refugee Fund, lnc. por el período June 1, 1942-February 28, 1943, Refugee Services, Committees and Organizations, Latin America Refugee Fund., General Files 1943, AFSC Archives.

39

43 Extraído del acta de la reunión del Consejo Directivo del ACCR, October 14, 1943, y John F. Rich a Dr. Samuel Guy lnman, Philadelphia,

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51

John F. Rich a Chase Conover, Philadelphia, January 16, 1941, y J. S. Weissberger a John Rich, New York, April 17, 1941, AFSC Foreign Service, Refugees-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives, y J. Randolph Hutchins a Marjorie Page Schauffler, Ciudad Trujillo, September 16, 1941, Refugee Services, Dominican Republic, General Files 1941, AFSC Archives.

49

EL, abril 27, 1945, pp. 1, 4; septiembre 21, 1945, p. 6; marzo 29, 1946, p. 6.

October 14, 1943, Refugee Services, Committees and Organizations, Latin America Refogee Fund., General Files 1943, AFSC Archives.

Reporte final de la Oficina de Trabajo de la ACCR, IRRC, USC en la República Dominicana por Willy A. Steiner, Ciudad Trujillo, octubre 15, 1945, Dominican Repúblic, Foreign Service 1945, AFSC Archives.

Llorens, Memorias, pp. 39, 41.

52

48

Galíndez, «Un reportaje sobre Santo Domingo», Cuadernos Americanos, LXXX, No. 2, marzo-abril 1955, p. 52, y Llorens, Memorias, pp. 49-51.

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46

RD, Colección de leyes... 1944, II, Ciudad Trujillo: Imprenta J. R. Vda García sucesores, 1946, pp. 162-164.

53

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Reporte final de la Oficina de Trabajo de la ACCR, IRRC, USC en la República Dominicana por Willy A. Steiner, Ciudad Trujillo, octubre 15, 1945, Dominican Republic, Foreign Service 1945, AFSC Archives.

47

EL, abril 27, 1945, pp. 1, 4; octubre 5, 1945, p. 8, y Alonso, Un europeo…, p. 42.

lbid., Febrero 9, 1945, pp. 1, 6; Llorens, Memorias, pp. 26, 50, 59-60; y conversaciones con Helena Pereña de Malagón, Washington, octubre 12, 1975.

EL, New York, February 2, 1945, pp. 1, 6.

Alonso, Un europeo…, p. 40. Para un estudio de casos relacionados con este tema, ver José Gaos, «La adaptación de un español a la sociedad hispanoamericana», Revista de Occidente, Madrid, 2.a época, año IV, No. 38, mayo 1966, pp. 168-178. Interrogado en 1953, acerca de los españoles republicanos, Trujillo explicó que «la mayoría de ellos resultaron comunistas y partieron hacia los Estados Unidos y México», República Dominicana, No. 171, febrero 15, 1953, p. 3.

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La política de inmigración del dictador Trujillo

CAPÍTULO

Pocas áreas de América Latina habían recibido grupos numerosos de inmigrantes judíos. El movimiento, que había asumido significación solo alrededor de 1880, totalizaba aproximadamente 150,000, la mayoría emigraba a Suramérica meridional, donde Argentina, con su población de descendencia predominantemente europea, clima moderado y relativamente temprana industrialización, había probado ser el sitio más atractivo. En años recientes prevalecieron las mismas preferencias, pero las cantidades habían estado limitadas por restricciones económicas, políticas, religiosas y raciales.2

La República Dominicana tenía escasa identificación con esta migración. En el primer cuarto del siglo XIX, miembros de alrededor de veinte familias judías habían emigrado hacia esa isla del Caribe desde

CENTROEUROPEOS:IVJUDÍOS(1)

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Mientras la guerra arrasaba a Europa y miles de españoles republicanos huían hacia el Nuevo Mundo, el interés judío en la República Dominicana se intensificaba. En la época en que desanimados líderes europeos cuestionaban la conveniencia de continuar el Comité lntergubernamental,1 James N. Rosenberg y otros líderes judíos en Nueva York confirieron finalidad a la organización, dirigiéndola hacia la República Dominicana como posible lugar para una colonia de refugiados. Sin embargo, la historia dominicana, pasada y presente, invitaba a la precaución.

James N. Rosenberg se enteró por primera vez de la posibilidad de emigrar a Dominicana mientras se desempeñaba como presidente de la Corporación Agrícola Unida Judío-Americana (Agro-Joint), una institución subsidiaria del Comité de Distribución Unido Américo-Judío (JDC). AgroJoint, fundada en el 1924 para llevar a cabo un programa de asentamiento judío en Rusia, había ubicado más de cincuenta mil familias principalmente en Crimea.En1938, habiendo completado ese trabajo, Agro-Joint tenía fondos sin usar en sus reservas. Cuando la proposición dominicana fue sometida a sus directores, prontamente aportaron $200,000. Con respaldo económico para lanzar el programa, Rosenberg lo explotó luego políticamente. Pre viendo «una genuina oportunidad de inmigración» para el país caribeño,

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EL ACUERDO

Curazao, donde los judíos sefarditas habían vivido desde mediados del siglo XVII. En razón de que los emigrantes eran en su gran mayoría masculinos, sin un rabino y más interesados en el comercio que en la religión, tendían a separarse de su religión judía. Los matrimonios con dominicanas y su deseo de ser aceptados en la comunidad católica acentuaban esa pérdida de identificación. En medio de esta amalgama cultural, un líder dominicano, el general Gregario Luperón, concibió un proyecto de inmigrantes judíos. Encontrándose en misión diplomática en París, a principios de 1882, informó a la Alliance Israélite Universelle que la República Dominicana daría la bienvenida a judíos europeos. Aunque divulgada repetidamente, la invitación no apresuró el movimiento de judíos hacia el país caribeño. Mientras tanto, los descendientes de los judíos de Curazao prosperaban. Al avance económico unieron el amor al estudio, creando bibliotecas que mostraban la preocupación sincera por las tradiciones culturales judías. Cuando la Segunda Guerra Mundial puso en primer plano el asunto de la emigración judía hacia República Dominicana, las carreras profesionales de Max Henríquez Ureña, Haim López-Penha, Enrique de Marchena y otros dominicanos prominentes, de ascendencia judía, habrían reconfortado a los dudosos.3

Al tiempo que Rosenberg encaminaba sus esfuerzos hacia la formación de la corporación, Trujillo consideraba el proyecto de refugiados una realidad. En Washington, informó a la prensa que el Gobierno dominicano había suscrito un acuerdo para el establecimiento de una colonia de refugiados, agregando que los inmigrantes estarían exentos del pago normal de derechos de $500.00 por persona. Al parecer llevado por la publicidad que estaba recibiendo, Trujillo alardeó acerca de una contradicción entre los términos establecidos por él y sus diplomáticos al declarar: «Me haré personalmente responsable del mantenimiento y educación de una

Rosenberg indagó si el Gobierno de Estados Unidos aprobaba tal empresa. «Le aseguro —le replicó el Secretario de Estado— que este proyecto está en armonía con las ideas del Departamento de Estado y que no hay objeción de nuestra parte para esta empresa».4

Un mes después, las negociaciones habían avanzado bastante, y el mi nistro Andrés Pastoriza detalló la posición dominicana, que comprendía lo siguiente: 1) Se invitó a realizar más visitas a la República Dominicana, siguiendo las encuestas preliminares, para promover la rápida realización de los planes; 2) la selección de un contingente inicial de aproximadamen te quinientas familias de refugiados, judías y no judías, bajo condición de idoneidad como pioneros; 3) seguridades de las autoridades dominicanas en relación con sus derechos civiles, económicos y religiosos, más el pri vilegio de obtener la ciudadanía; y 4) la formación de una corporación por parte de Rosenberg y sus colegas que a) seleccionaría los refugiados, su jetos a la aprobación dominicana, b) pagaría todos los gastos de transpor tación y mantenimiento, y c) dispondría de un personal para guía de los asentados. Pastoriza concluyó expresando que «mi Gobierno está prepa rado para llegar a un acuerdo definitivo con la Corporación a formarse».

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La política de inmigración del dictador Trujillo

«Deseamos, sin embargo, aclarar —escribió el ministro Pastoriza— que el Gobierno de la República Dominicana no está actuando solamente por impulsos humanitarios». Todos los refugiados estarían implicados en «progreso constructivo» del país. Tres meses después, en las ceremonias de inauguración del proyecto de Sosúa, Rafael L. Trujillo, siempre pendiente de los haitianos, aclaró que esperaba que los asentados con tribuyeran al mejoramiento racial de la población. Aunque sin expresarlo, estaba el deseo del Generalísimo de mejorar su imagen en los Estados Unidos.5

cantidad de jóvenes que vendrán con esas familias por un período de dos años». No bien llegaron estos anuncios prematuros del proyecto al público americano, la Federación Pro-Palestina de América, insistiendo en que Palestina tenía cabida para 2,000,000 más de asentados, se opuso a que se considerara a la República Dominicana como refugio para los judíos. En otros campos, sin embargo, emergía una imagen favorable de Trujillo, como en la declaración: «El acto de misericordia de Santo Domingo puede también interpretarse como propio de un verdadero estadista».6

La aceptación de Sosúa, apresuradamente inspeccionada, parecía justificarse por varios motivos: su locación era increíblemente hermosa y ofrecía terreno cultivable, excelente existencia de madera, buena agua y edificios que podían alojar al menos a doscientas personas. Pero también tenía inconvenientes: situada en la subdesarrollada parte norte de la isla,

A mediados de enero, una gran delegación visitó Ciudad Trujillo para las ceremonias que formalizarían el proyecto. En último momento, la búsqueda de sitios por parte de Rosen resultó inútil, pues Trujillo ofreció una extensión de 26,685 acres en la costa norte, en Sosúa. Estos terrenos eran gratis y el donativo del dictador no podía ser desairado. Según expresó Rosenberg luego: «Aunque otras áreas son más fértiles, Sosúa, por muchas razones, fue seleccionada».8

El estado de Nueva York emitió la carta constitucional para la Asocia ción de Asentamientos de la República Dominicana Inc. (DORSA), organi zación sin fines de lucro para el asentamiento de judíos, y Rosenberg se convirtió en su presidente y el Dr. Joseph A. Rosen en vicepresidente. La Junta de Directores incluía tanto judíos como no judíos; entre los últimos estaban Rufus M. Jones y Clarence E. Pickett de la AFSC. Al tiempo que DORSA se dedicaba a levantar fondos, a $1,000 por acción, el Dr. Rosen y el experto en agricultura Frederick Perlstein se dirigieron a la República Do minicana para examinar lugares apropiados para los asentamientos. Des de Washington se recibieron los mejores deseos del presidente Roosevelt, quien describió el proyecto como «un giro constructivo en la historia de los trabajos a favor de los refugiados».

Como fuente de información para Agro-Joint y JDC en esta época mientras evaluaban la perspectiva dominicana, figuraba un reportaje de 46 páginas, que, a su vez, aceleró los sumarios, los análisis y las discusiones.7

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La política de inmigración del dictador Trujillo

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Sosúa era remota y estaba incomunicada, y al no satisfacer a la United Fruit Company como lugar de plantación, representaba, desde el punto de vista agrícola, una interrogación. El regalo del dictador, que insistía en haber pagado $50,000 por el terreno e invertido casi igual cantidad en él, colocaba a DORSA en posición de permanecer para siempre agradecida.9 El dictador, que tenía una capacidad infinita para usar a los hombres y las circunstancias en su propia ventaja, iniciaba así una relación que explotaría por décadas.

El acuerdo de enero 30 de 1940 fue un pacto sin precedentes entre un Gobierno nacional y una corporación filantrópica, extranjera y privada, que requirió una legislación especial para el beneficio de los extranjeros. Además, representaba un esfuerzo minuciosamente detallado para dar protección a los Acontecimientosrefugiados.recientes, sin duda influyeron tanto en el Gobierno dominicano como en DORSA para la formulación del documento. La experiencia de los refugiados españoles republicanos había puesto a Trujillo al tanto del caos que podía resultar de la admisión no planificada de gran número de extranjeros, los dolores de cabeza que acompañaban al fortuito financiamiento de la migración, el malestar económico resultante por insuficiente adaptación de los futuros inmigrantes, y las quejas en relación con programas de colonización inadecuados. El planeamiento detallado era ahora más aceptable para Trujillo porque colocaba la responsabilidad principal, financiera y de otra clase, sobre los promotores de losDesdeasentamientos.elpuntode vista de DORSA, con su profunda, aunque exclusiva preocupación por los refugiados judíos, así como por las referencias a la historia contemporánea, eran indispensables las garantías que James N. Rosenberg, hábilmente asistido en la capital dominicana por el refugiado español Luis Hess, insistía en conseguir. La contribución extraordinaria de Rosenberg al acuerdo final se derivó de su ascendencia judía, que le permitía reconocer las expectativas y necesidades de los refugiados, y tomar en cuenta lo ocurrido en anteriores programas filantrópicos de reasentamientos de judíos, además de sus notables conocimientos y habilidades como abogado.

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La selección de colonos se dejó a DORSA. La República Dominicana prometió expedir todos los documentos necesarios y admitir a los asentados sin cargos; concesiones estas que requerían cambios en leyes dominicanas existentes. El primer contingente, que se esperaba llegara a cien mil colonos, comprendía aproximadamente quinientas familias.

Las obligaciones y derechos de DORSA incluían: a) Ocuparse de la vida económica de los inmigrantes; b) mantener una oficina y represen tantes en la República Dominicana; c) exención de los impuestos domi nicanos sobre la propiedad; d) pago de los «gastos de transporte de los colonos, su desembarco y sus necesidades en la República, hasta que pudieran mantenerse por sí mismos»; e) comprar y vender propiedades, prestar dinero a los colonos, reglamentar sus actividades económicas y tratar con ellos cuando fuera preciso de acuerdo con las leyes domini canas; f) construir las estructuras requeridas por los colonos y super

El breve artículo primero del acuerdo, en realidad una declaración de derechos, provocó la oposición dominicana y suscitó interrogantes y luego considerable publicidad. Ese artículo garantizaba a los «asentados y sus descendientes absoluta oportunidad de continuar sus vidas y ocupaciones libres de ser molestados, discriminados o perseguidos, con completa li bertad de cultos y de ceremoniales religiosos, con igualdad de oportunida des y con derechos civiles, legales y económicos, así como otros derechos inherentes a los humanos». La República Dominicana insistía en que se reiteraban innecesariamente principios que formaban parte de su Consti tución y de ciertas leyes. DORSA, por su parte, no dejaba de abogar por la formulación directa de esos mismos derechos, ya que, pisoteados en otros lugares, habían producido la ola de refugiados que necesitaban ahora ser protegidos. Aún más, su clara enunciación, agregaba, atraería la aproba ción del público y el sostenimiento financiero para el asentamiento. Final mente, esta declaración formal de derechos le proporcionó a DORSA in fluencias en los círculos oficiales americanos para estar prevenida, si fuera necesario, al tratar con un dictador cuya historia no alejaba precisamente las sospechas. Trujillo también podía beneficiarse de la declaración de de rechos, porque, al convenir en tan excelsos ideales, le facilitaba convencer al mundo de su humanidad y contribuir, de esa manera, a la creación de la imagen que anhelaba.

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El generoso acercamiento de Trujillo a DORSA, mientras reparaba su prestigio en el extranjero, no ponía en peligro su control dictatorial en la isla. El programa de DORSA giraba alrededor de un asentamiento permanentemente aislado e incomunicado.

Las autoridades dominicanas manifestaron su buena voluntad para fa cilitar el desarrollo del programa de DORSA y prometieron que cualquier concesión que se extendiera a otros grupos de inmigrantes automática mente se aplicaría a DORSA y sus colonos. En un plazo de tres semanas, el Congreso dominicano ratificó y puso en vigor el acuerdo.10

visar y promover «el bienestar físico, social, económico y espiritual de los asentados»; g) mantener nexos con los funcionarios dominicanos im portantes; h) no asumir responsabilidades personales o individuales por concepto del acuerdo; i) considerar a los colonos como beneficiarios y no como empleados de DORSA; j) solicitar al Gobierno dominicano lo nece sario en relación con los colonos hasta que adquirieran la ciudadanía; k) considerar el acuerdo, a la luz de la Constitución dominicana, a salvo de cualquier legislación futura; y 1) comprometerse «en las actividades le gales que fueren necesarias o convenientes para cumplir este acuerdo».

La firma del contrato, una ocasión de gala, se llevó a cabo en el Pala cio Nacional. Asistieron los principales dignatarios gubernamentales, el cuerpo diplomático y líderes religiosos, además de una numerosa dele gación de los Estados Unidos, que incluía funcionarios de DORSA y repre sentantes del Departamento de Estado y del Comité Intergubernamental sobre Refugiados. Una oleada de publicidad cubrió la firma del acuerdo. Los mensajes de felicitación llovieron sobre la capital dominicana, pro cedentes del Comité Intergubernamental, del Comité Consejero sobre Refugiados Políticos, del secretario de Estado Cordell Hull a nombre del presidente Roosevelt y muchos otros. James N. Rosenberg, uno de los firmantes en representación de DORSA, cablegrafió a varios de los princi pales periódicos norteamericanos y le informó a un colega neoyorquino: «El impetuoso Generalísimo Trujillo, que ha estado magnífico, debe re cibir el crédito apropiado».11 Los grandes periódicos publicaron reporta jes y editoriales, los últimos insistiendo en que la República Dominicana había señalado el camino para otros gobiernos. Una publicación judía editorializó: «¿Por qué mantenerlo en secreto para el público?».12

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Tales expresiones de mutua amistad fueron el comienzo de una peculiar sociedad de admiración recíproca. La cálida hospitalidad, los dignos procedimientos y la fanfarria periodística que acompañaron la firma del contrato, serían repetidos en los aniversarios y en otras ocasiones, tanto en Ciudad Trujillo como en Nueva York. El nombramiento del Dr. Rosen como consejero honorario de la Secretaría de Estado de Agricultura, un honor esencialmente vacío, se convirtió en mención habitual en las relaciones públicas. La DORSA correspondió con la conferencia de Rosen sobre «La Inmigración en la República Dominicana», en la Universidad de Santo Domingo. Su discurso, en idioma inglés, acerca del reciente acuerdo, no estuvo dirigido a un pequeño grupo de académicos interesados en el tema, sino que la audiencia que lo escuchó repetir su encomio de Trujillo la formaban numerosos dignatarios.13

Los subproductos del tratado DORSA-Dominicana aparecieron casi enseguida. Trujillo, como de costumbre, extrajo serviles alabanzas de sus subordinados, que llegaron a su punto culminante cuando su títere en la presidencia dijo al Congreso: «Ese trabajo [el acuerdo] que ha colocado tan alto el nombre de nuestro país constituye una gloriosa realización más para el Generalísimo Trujillo». Antes que el primer refugiado llegara a Sosúa, la comunidad judía en la capital dominicana, dirigida por Wolf Paiewonsky, solicitó y obtuvo del Gobierno dominicano la incorporación.14El presidente de DORSA, por su parte, recibió un grado académico honorífico y una Universidad americana le confería honor similar a Trujillo.

El Dr. Joseph Rosen, de DORSA, emitió un memorando detallando seis ventajas del terreno de Sosúa: clima, accesibilidad, disposición de asentamiento inmediato, eliminación de penurias extremas para los primeros colonos, buenas posibilidades económicas y la oportunidad de expansión. El complacido Generalísimo nombró al Dr. Rosen consejero honorario de la Secretaría de Estado de Agricultura.

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Rosenberg regresó a Nueva York y lanzó su campaña para familiarizar al público con el proyecto de Sosúa y sus necesidades financieras. En el Town Hall Club recordó a la audiencia que «en tales tareas el humanitarismo se cae en pedazos si no cuenta con una sólida base agrícola y económica». Y agregó: «Podemos tener un verdadero comienzo con $500,000». «El éxito aquí —declaró— significa que existe una esperanza real de que las puertas

Mientras DORSA buscaba financiamiento, el Dr. Rosen formulaba criterios para la selección del primer grupo de 150-200 colonos, 80 % de los cuales se pretendía que fueran expertos en agricultura, o por lo menos acostumbrados al trabajo duro. Sus preferencias incluían gente joven entre las edades de veinte y treinta y cinco años, parejas casadas sin hijos, y más hombres solteros que mujeres en el mismo estado. Un subcomité de DORSA en Nueva York, ampliamente dispuesto hacia los refugiados, expresó interés en un campamento de entrenamiento, y recomendó priorizar profesionales antes que aquellos que considerarían a la República Dominicana como tránsito en ruta hacia los Estados Unidos y que personas ancianas necesitadas de una residencia permanente. Los entrenadores serían jóvenes judíos que habían sido enviados apresuradamente a Inglaterra por seguridad desde sus hogares en Alemania y Austria.16 La amplia variedad de los refugiados suscitaba tantos requisitos distintos en materia de política y planeamiento, que la fundación y operación de una colonia en Sosúa no iba a resultar fácil.

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cerradas del mundo occidental se abrirán». Al llamado de Rosenberg se unió el respaldo de Robert T. Pell, del Departamento de Estado, cuando afirmó: «Se determinó en Washington que este era un esquema realizable y que merecía la aprobación, apoyo y cooperación del Departamento de Estado». En la misma vena optimista, James G. McDonald, del Comité Consejero sobre Refugiados Políticos insistió, declaró: «El éxito de esta aventura en Santo Domingo haría más para abrir las puertas de la Argentina, Brasil y los países del Norte y el Oeste que cualquier clase de argumentos».15 El proyecto dominicano había asumido una gran significación tanto hemisférica como mundialmente.

Otros obstáculos para lograr una perspectiva unificada surgieron desde fuera de DORSA. Algunos judíos dirigían de modo tan absoluto su atención hacia Palestina como la potencial válvula de seguridad para el mundo judío, que desvalorizaban cualquier otro proyecto dominicano bajo una luz Mientrasborrosa.17tanto,la acción oficial dominicana para llevar a cabo el proyecto desarmó a algunos críticos. La Ley No. 218 exoneraba a los inmigrantes y a las compañías de navegación que los transportaran del pago de depósitos; la Ley No. 219 eximía a los inmigrantes de los impuestos

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Los primeros refugiados europeos seleccionados comenzaron a llegar en el mes de mayo, y el primero en registrarse en el programa, Jacobo Winberg, arribó a la capital dominicana. Con alrededor de cuarenta años, por encima de la edad que prefería el Dr. Rosen, Weinberg se convirtió en el número uno en los registros de DORSA, que asignaba un dígito a cada refugiado. Un temprano segundo refugiado, Alfredo Rosenzweig, nacido en Viena, había llegado a la República Dominicana a través de Cuba, después de la toma de Austria por Hitler. Otro joven judío, deseoso de cambiar las inciertas perspectivas del experimento de Sosúa, Luis Hess, trabajó en la capital dominicana no como colono sino como empleado de DORSA. De este trío, Weinberg, que nunca fue un líder comunitario, se convirtió en un colono más; Hess, cuyo dominio del español lo hacía invaluable para DORSA, tanto para conducir sus asuntos administrativos como en el programa educacional de todos los colonos, niños y adultos, se convirtió en un factor fundamental en el programa escolar de Sosúa; mientras que Rosenzweig estaba destinado a ser el primer administrador de Sosúa, el hombre que sirvió a DORSA por más tiempo que nadie en esa posición.19 Estos hombres, junto a otros, como los Klingers, un matrimonio de médicos oriundos de Viena, ayudaron a lanzar los programas creados por el Dr. Rosen, David J. Schweitzer y Frederick Perlstein. Por algún tiempo, varios refugiados españoles republicanos, entre ellos el artista José Vela Zanetti, supervisaron a los obreros dominicanos que preparaban los edificios de Sosúa para ser ocupados. Un raro ejemplo de mezcla entre los dos grupos de refugiados, los españoles y

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de importación de mobiliario, aperos y otros efectos personales, y la Ley No. 220 excluía a las asociaciones de inmigrantes del pago de todos los impuestos locales y nacionales. Algunas de estas cláusulas legales, como la exoneración de impuestos en mobiliario y aperos, tenían poca relevancia para personas que escapaban de Europa con poco más que una muda de ropa. No obstante, esta legislación, lograda en un período de cinco días, llamó favorablemente la atención en los Estados Unidos.18

La experiencia no tardó en frustrar parte de este optimismo. Perlstein, el experto agrónomo alemán, tipificó un aspecto del problema al apoyarse

Al mismo tiempo, los expertos americanos en agricultura tropical enfocaban la atención hacia la siembra de cacao, café, yuca y guineos como cosechas potenciales para la economía. La expectativa en relación con la producción de guineos no resultó realizable, en tanto una corporación americana, de bastantes recursos, determinó que la propiedad no era adecuada para la explotación económica de ese fruto. Otra fuente de optimismo se apoyó sobre la favorable colocación de la República Dominicana con respecto a presuntos mercados, como el de los vegetales hacia Puerto Rico. Sosúa contribuiría a la revitalización del puerto de la vecina Puerto Plata, cuya importancia había declinado desde que Trujillo puso mayor atención a las facilidades de embarque en Ciudad Trujillo.

En mayo, llegó a Sosúa el primer grupo de refugiados, 26 hombres, 10 mujeres y el niño de catorce meses de nacido Denny Herberg. Los padres constituían la única pareja del grupo. Mucho después, Rudolf Herzberg re sultó ser una fortaleza como presidente de las cooperativas que imprimie ron viabilidad económica a la colonia.

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los centroeuropeos, puso de relieve la necesidad y la dependencia de la colonia de Sosúa de la mano de obra dominicana. También en este período de transición, Antonio Imbert, un servidor de Trujillo de menor categoría que había cuidado la propiedad para el dictador, continuó brevemente en el desempeño de ese papel para la DORSA. Veintiún años después, el asesinato de Trujillo por Imbert y otros amenazaría la seguridad de Sosúa.

El optimismo abundaba mientras llegaban los primeros colonos, a pesar del hecho de que miles de españoles republicanos sufrían penali dades en República Dominicana. Las nueve estructuras estilo barracas, el abastecimiento de agua y otras facilidades, reducían al mínimo ciertas penalidades usualmente sufridas por los pioneros. Aun así, el Dr. Rosen se preguntaba si esos pobladores blancos podrían cumplir la tarea que se esperaba de ellos.20

La asignación de trabajos era la principal preocupación de los administradores Rosen, Schweitzer y Perlstein. Un regalo de Trujillo, 70 cabezas de ganado Holstein y Guernsey en cruce con ganado nativo, marcó el temprano desarrollo de una industria de queso y mantequilla.

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Alfred Wagg reportó que los funcionarios de Washington pensaban «en términos de desarrollo agrícola primero y desarrollo industrial después», y que habían estado «preparando una propuesta de artículos que podrían producirse en la República Dominicana». Poniendo de relieve la necesidad de alimentos naturales en tiempos de guerra, Wagg vislumbró oportunidades en Estados Unidos, Puerto Rico, Colombia y Venezuela. El Dr. Atherton Lee, del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, quien había participado en sondeos anteriores en la escena dominicana, precisó una cantidad de productos que la situación de guerra hacía aún másEldeseables.cursode la guerra parecía agrandar el papel de la colonia de Sosúa en las mentes de los hombres de Washington y de Nueva York. Los planificadores sobrepasaban a los colonos, como en todo proyecto demasiado planeado y muy poco dotado. El aspecto humano no se definía bien. Aunque 250 colonos habían sido seleccionados en Europa por el Dr. Kurt Bondy, el Ing. Solomon Trone y Morris C. Troper, este último director

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A mediados de junio, la agenda de la Junta de Directores de DORSA re velaba la preocupación por la situación en tiempos de guerra, que dificul taba conseguir suficientes colonos para la República Dominicana, y por el diagrama del desarrollo del asentamiento. Leon Falk Jr., representante de la segunda generación de una filantrópica familia de Pittsburgh, con inte reses industriales, se inclinaba más hacia la organización económica y las posibilidades industriales. Algunos de sus proyecciones a largo plazo eran sorprendentes: la producción de telas a partir del bagazo de caña, así como de alcohol derivado del azúcar, lo bastante barato como para competir con la gasolina como combustible. Deseoso de una sólida base para futuros esfuerzos, Falk hizo contactos preliminares con organizaciones de investi gación, algo que planeaba continuar después de su próximo viaje a la isla.

demasiado en su experiencia de zonas templadas. Faltándole disposición para escuchar las recomendaciones de los expertos granjeros dominicanos, a través del intérprete Luis Hess, Perlstein insistió en cosechas, métodos y horarios europeos. Ningún dominicano, consciente de la larga temporada de sequía que se avecinaba, hubiera plantado tomates en abril, pero Perlstein lo hizo.21 El temerario agrónomo no estaba solo: Trujillo pensaba que un granjero era un granjero y lo mismo pensaba DORSA.

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Los problemas de mediados de 1940 moderaron el optimismo inicial. La entrada repentina de Mussolini en la guerra, mientras las fuerzas de Hitler precipitaban la caída de Francia, bloqueó el movimiento de refugiados. Sin embargo, en medio de esta confusión, el Gobierno dominicano confirmó su apoyo al proyecto de DORSA. A Washington, en medio de su creciente preocupación ante la avasalladora agresión de Hitler sobre tantas naciones europeas, llegaron rumores de «quinta columna» entre los colonos ya asentados en Sosúa; rumores fortalecidos por el hecho de que dos de esos colonos «fueron encontrados inapropiados y devueltos a la capital». El Dr. Rosen, por su parte, tenía que combatir los temores ante la amenaza de enfermedades como la lepra, sífilis y malaria en Sosúa, a la vez que enfrentarse a la fantástica historia de que dos colonos habían saltado al océano, prefiriendo ser comidos por los tiburones que vivir en la colonia.23

de la JDC en Europa, solamente habían llegado 37. El embarque constituyó un obstáculo sin solución. Sin embargo, las afirmaciones del Dr. Rosen de que podía reclutar inmediatamente 500 jóvenes de ambos sexos para ser entrenados en Sosúa si se conseguían fondos adicionales, encontró respaldo. Cuando el ministro dominicano Pastoriza, distinguido invitado a una reunión, se lo informó al Generalísimo, este enseguida le comunicó a Rosenberg que planeaba ofrecer asilo en Sosúa a una cantidad de niños y jóvenes del sexo masculino como del femenino. En términos del acuerdo de enero, la búsqueda de jóvenes para ser entrenados en el programa de refugiados estaba claramente dentro de las obligaciones de DORSA, pero, aun así, Trujillo, consciente de la publicidad y de la creación de imagen, rápidamente se identificó con la propuesta.

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Mientras las ideas se desplegaban de manera acelerada, se buscaban dólares y las condiciones de tiempos de guerra complicaban el movimiento de los refugiados, los escasos colonos de Sosúa ordeñaban, araban y sem braban. Ocupados antes que todo en su propia subsistencia, habían sem brado remolachas, repollos, zanahorias, coliflor, pepinos, lechuga, melo nes, molondrones, cebollas, auyamas, rábanos, calabazas, vainitas, batatas, tomates, judías amarillas y yuca. Los refugiados se enfrentaban también a cambios en su dieta, sustituyendo arroz y habichuelas por pan y carne, y aprendiendo a comer frutas y vegetales extraños.22 Sosúa prometía más choques culturales que los que muchos colonos gustosamente tolerarían.

A mediados de septiembre, Sosúa solo tenía 54 colonos. A la fecha, se había comprobado que los gastos fijos de la operación eran excesivos, lo cual requería decisiones acerca de la política a seguir y sobre las finanzas. Satisfecho al ver que los centro-europeos podían mantenerse saludables y trabajar en el trópico, Rosen acogió todas las sugerencias que el Dr. Lee enviaba a Nueva York. El Dr. Rosen esperaba preservar la continuada cooperación de los Gobiernos americano y dominicano, en parte porque «el Gobierno dominicano sabe que el Gobierno de los Estados Unidos, particularmente los Departamentos de Estado y de Agricultura, están vitalmente interesados en el desarrollo de este proyecto». Aun así, se preguntaba si se estaba gastando demasiado dinero en tan pocos colonos, pero uno después del otro, los directores lo instaban: «Siga adelante».24

La actividad agrícola de los colonos complacía al Dr. Atherton Lee, del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Apoyaba el logro de una agricultura beneficiosa a través de la mecanización, a partir de su consideración de que la calidad de los colonos era tan elevada que estos no podían estar sujetos para siempre a una labor puramente manual. Para conseguir altos niveles de vida, recomendaba proyectos cooperativos en vez de la labranza individual. Y en aspectos específicos, proponía el cultivo de ciertas cosechas, desechando otras. Además, impulsó el uso de la irrigación y de los fertilizantes, así como el desarrollo de semilleros para el cultivo. El optimismo y experiencia de Lee acentuaron el entusiasmo de los planificadores en los Estados Unidos, cuya ignorancia tanto de la agricultura como del trópico los colmaba de dudas.

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Otras acciones ya se encontraban en vías de hecho. Leon Falk Jr., al regresar de su segundo viaje a Sosúa, esta vez acompañado por el Dr. Dana G. Munro, una autoridad en el Caribe, informó que la Institución Brookings había aceptado hacer una investigación detallada del asentamiento de refugiados en la República Dominicana. Financiada por un donativo de $50,000 de la Fundación Laura y Maurice Falk, de Pittsburgh, el estudio Brookings, dirigido por Munro y con un personal de siete empleados, se enfocaría en la economía, agricultura e industria. Atherton Lee, que encabezaba el trabajo agrícola, era el único investigador con identificación previa con el proyecto de Sosúa.25 Dos años pasaron antes de que las conclusiones de los investigadores se conocieran.

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Además del generoso gesto que había permitido a los funcionarios del gabinete dominicano aumentar la publicidad favorable a Trujillo, y del aprecio de DORSA, frecuentemente hecho público, hacia la generosidad del tirano, el otoño de 1940 trajo otro gesto de DORSA favorable a las relaciones domínico-americanas: Cuando Trujillo negoció el tratado que restauraba la soberanía fiscal de la República Dominicana, Rosenberg cablegrafió al Generalísimo sus cálidas congratulaciones.28 La continuidad de la guerra y la más íntima asociación de Trujillo con la administración Roosevelt, garantizaban, en igual forma, el importante papel de Sosúa para las relaciones domínico-americanas.

Seis meses después de la llegada de los primeros colonos, los que ya estaban asentados en Sosúa se manifestaban preocupados por la falta de enseñanza del creciente número de niños entre ellos. En la inauguración de su escuela, el Lic. Víctor Garrido, ministro de Educación, viajó a través de la isla para leer un panegírico en alabanza del Benefactor. Un refugiado español republicano se desempeñó durante un corto periodo como director de la escuela, pero al emigrar hacia Venezuela, Luis Hess asumió la responsabilidad, que mantuvo por décadas, Desde el comienzo, la escuela no solamente llenó el requerido plan de estudios dominicano, sino que también ofreció estudios religiosos judíos.27

Al mejorar el tráfico marítimo, y pese a que ningún barco iba directo desde Europa hasta la República Dominicana, aumentó la población de Sosúa. A mediados de septiembre, 18 refugiados llegaron a Nueva York, desde Inglaterra. Mientras que Rosenberg refutaba «rumores de que los colonos estaban incómodos, infelices e inadaptados», los 18 colonos fueron acogidos por breve tiempo en la Asociación para Niños Judíos de Nueva York antes de zarpar para la República Dominicana. Un mes después, 44 checos, alemanes y austríacos, salidos de Europa vía Italia y Lisboa, hicieron un viaje similar y accidentado. A mediados de otoño los colonos llegaban aproximadamente a 170. En razón de que varios individuos a quienes se les permitió desembarcar en Nueva York se habían escondido para quedarse allí, se dispuso que los futuros refugiados con rumbo a Sosúa permanecieran en la isla Ellis entre uno y otro viaje.26

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A nivel individual, el pesimismo de los refugiados rivalizaba con el op timismo de los burócratas y filántropos. El caso de Franz Blumenstein, cuya

Perlstein se ufanaba de las yuntas de bueyes y vagones, de las vacas, becerros, novillas y otro ganado. La producción de leche promediaba 1,000 litros diarios. Además de enumerar las cosechas plantadas, reportó un moderno abastecimiento de agua en operación y planes para los depósitos necesarios. La construcción incluía casas, dormitorios, lavanderías, casa comunitaria, escuela, fábrica de queso, caseta de bombeo y la oficina del médico. Perlstein declaró: «El éxito de esta empresa ha sido probado».30 Su ostentación era el juicio de alguien personalmente comprometido.

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Un doble enfoque sobre Sosúa apareció a finales del año. Leon Falk Jr., en el curso de su tercer viaje a la isla, continuaba haciendo indagaciones, en contraste con Frederick Perlstein, que informaba a DORSA de los logros del asentamiento, citando la ardua labor invertida en la construcción de diez millas de carretera.

esposa e hijo aún estaban en Europa, tipificaba los temores y angustias que hacían imposible la adaptación. Para Walter Biller, eran mayores los desen cantos. Había volado desde su hogar austríaco hasta Suiza, luego a través de Francia y España hasta Lisboa, en ruta hacia Sosúa, donde el trabajo duro —limpiar, sembrar y cultivar la tierra— le había producido, como ingreso inicial, trece atados de rábanos con un valor de trece centavos.

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En Sosúa, hacia finales de 1940 se necesitaba más organización a nivel de comunidad. Los colonos estaban elevando tan cúmulo de quejas y solicitudes, que aquellos que esperaban acceder a los administradores de DORSA no solamente impedían la administración normal del proyecto, sino que reducían el balance diario del trabajo constructivo. En consecuencia, se estableció un Consejo para servir de resguardo a los administradores y a manera de conducto para las preocupaciones de los colonos. Compuesto inicialmente por tres colonos, más tarde su membresía se incrementó. Al principio, la unión por nacionalidad era fuerte y los miembros del Consejo se consideraban individualmente como parte del grupo alemán, austríaco, suizo, luxemburgués o inglés, con el que habían llegado; de modo que algunos expresaron puntos de vista de grupo. Sin embargo, elegidos para representar la comunidad completa, después llegaron a adoptar esa más amplia perspectiva. En ocasiones se presentaban antagonismos profundos y amargos entre el Consejo y los administradores de DORSA en Sosúa, pero para todos el Consejo de Colonos resultó útil.29

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La operación de Sosúa era observada por otros interesados en su buen desarrollo. Clarence E. Pickett, funcionario de la AFSC en la Junta de Directores de DORSA, expresó una opinión comúnmente compartida cuando escribió: «Si surgen eventuales oportunidades para colonias en otros países, particularmente en Estados latinoamericanos, probablemente se deberá en su mayor parte al éxito de la aventura en la República Dominicana». Sosúa era un experimento, un campo de entrenamiento.31

Al igual que muchas personas viajaban frecuentemente de los Estados Unidos a la República Dominicana, Trujillo realizó repetidas visitas a los Estados Unidos. Después de la firma del contrato con el secretario Hull y de una visita a la Casa Blanca, se apresuró a regresar al país para saborear la aclamación de sus ciudadanos. Pronto se dirigió de nuevo hacia el norte, y se alojó en Nueva York, en Park Avenue. Días antes de Navidad, el Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos le extendió a su gobierno un crédito por $3,000,000. Se presumía que la economía dominicana estaba mejorando en parte a causa de su política a favor de los refugiados. Esa suposición invitaba a la duda, pero la creciente capacidad de Trujillo para lograr sus propósitos en Washington no permitía vacilaciones de ninguna clase. La contribución exacta de la política dominicana con respecto a los refugiados a las relaciones domínico-americanas desafía cualquier evaluación. Cuatro días después que el Tío Sam demostrara su generosidad al Generalísimo, el líder dominicano, manifestando preocupación acerca de la salud de los colonos, informó a Rosenberg su deseo de donar terreno en una zona elevada «como contribución gratis a la asociación».32

Los planes avanzaban y la población crecía. Una de las actividades de los colonos era dar nombres a varias porciones de la propiedad. Conocida como el Batey antes de que los refugiados llegaran, el área que una vez fuera el núcleo de la United Fruit continuó conociéndose con el mismo nombre y en ella se levantaban los nueve grandes edificios que se convirtieron en los dormitorios y oficinas principales para la colonia de DORSA. Casi inmediatamente al lado, el terreno elevado con magnífica vista hacia la bahía donde fueron construidas las primeras diez casas recibió el nombre de Bella Vista. Detrás del arco de arena que conducía hacia la bella bahía, estaba Garden City, el sitio concebido para la casa de huéspedes-hotel, cuyo recuerdo destaca mucho más en la memoria de algunos. Un poco más

lejos se extendía la tierra de la cual dependería la viabilidad económica del asentamiento. Cerca de la costa, DORSA construyó una carretera a lo largo de la ruta en la que la United Fruit Company tenía antes los rieles de la plantación, de ahí el nombre de Ferrocarril.

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Un poco más tierra adentro, a lo largo de la carretera hacia río San Juan, se transitaba sucesivamente a través de áreas nombradas Laguna, Bombita y La Goleta; las primeras dos bastante deseables, la tercera demasiado arenosa en el norte y muy cenagosa hacia el interior. Otra carretera construida por DORSA llevaba tierra adentro y hacia arriba hasta Atravesada, en camino hacia El Choco, una zona rocosa con tierra delgada y escasez de agua que, no obstante, recibiría atención cuando aumentó la necesidad de pastos.33 El proyecto Sosúa exigía esfuerzos hercúleos, en un pequeño mundo en el cual los antiguos residentes de Viena y Berlín tuvieron que adaptarse a la rusticidad y penalidades del Batey y de Bombita.

A pesar de todos los obstáculos, los administradores se enfrentaban al futuro con optimismo en la medida que se aproximaba el primer aniversario del programa. El presidente Rosenberg consideró que la oportunidad estaba solamente limitada por la cantidad de dinero disponible. «Este proyecto —declaró— puede convertirse en un hogar salvador, a gran escala, para muchos miles de gente oprimida en Europa». Los despachos de prensa y los reportajes proclamaron el regalo de Trujillo de más de 50,000 acres adicionales para el asentamiento. Rosenberg, anticipando que llegarían «hasta 1,000 colonos para el 1941», se regocijó cuando a mediados de enero 50 refugiados alemanes, la mayoría «en sus veinte», llegó a Sosúa. Un importante regalo de $125,000.00 a DORSA de la familia Rosenwald, «como muestra de aprecio por su espléndido trabajo constructivo», destelló más regocijo y optimismo.34

4 James N. Rosenberg a George L. Warren, New York, October 11, 1937, DORSA 1939, JDC Archives; DORSA, Concerning Refugee Settlement..., No. 1, pp. 5- 6; y FRUS 1939, II, pp. 148- 149.

5 Andrés Pastoriza a James N. Rosenberg, Washington, October 19, 1939, publicado como «Projected Colonization of Refugees in Santo Domingo», Contemporary Jewish Record, II, No. 6, November-December 1939, pp. 49- 51; RD, Memoria... Relaciones Esteriores... 1940, Ciudad Trujillo: n. pub., n. d., p. 87; y John Gunthre, «Hispaniola», Foreign Affairs, XIX, No. 4, July 1941, pp. 772- 773.

2 Jacob Shatzky, Comunidades judías en Latinoamérica, Buenos Aires: Talleres Gráficos Julio Kaufman, 1952, pp. 9-63, 70-90, 113-124; Frederick R. Lachman, «Jewish lnmigration to Latin American Countries», Isaac Landman (ed.), The Universal Jewish Encyclopedia, 10 Vols., New York: KTAV Publishing House, 1969, X, pp. 1450-1451; The American Jewish Committee, The American Jewish Year Book (for the years 1941, 1942, 1943, 1944), Philadelphia: The Jewish Publication Society of America, 1940-1943, pp. 620-621, 686, 687, 440-441 y 580-581 respectivamente; y Samuel Guy lnman, «Refugee Settlement in Latin America», Francis J. Brown (ed.), Refugees, pp. 183-186.

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3 Mark Wischnitzer, «The Historical Background of the Settlement of Jewish Refugees in Santo Domingo», Jewish Social Studies, IV, No. 1, January 1942, pp. 45-58; Hyman J. Kisch, «Proud Sepahardim of the Dominican Republic», Conservative Judaism, XXVIII, No. 2, Winter 1974, pp. 54-58; Enrique Ucko, «Los judíos de Santo Domingo», Judaica, XII, No. 144, June 1945, pp. 211-226, y Shatzky, Comunidades judías, pp. 163-165. El Dr. Maurice B. Hexter sugiere que Trujillo abrigaba una opinión favorable de los judíos alemanes desde 1930-1932 en virtud de un episodio en relación con su hija Flor de Oro. Mientras asistía a un colegio en Europa, Flor fue desairada por todas sus compañeras excepto por una joven alemana judía. «Esa bondad —le dijo su padre a Hexter—, nunca he podido olvidarla», Maurice B. Hexter a CHG, Saranac Lake, June 17, 1976.

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NOTAS

1 FRUS 1939, II, Washington: GPO, 1956, pp. 144-146.

13 Primer memo del Dr. Joseph A. Rosen sobre las ventajas de Sosúa y planes para su desarrollo, Ciudad Trujillo, febrero 1, 1940, y Joseph Rosen y James N. Rosenberg a la JDC, Ciudad Trujillo, febrero 3, 1940, DORSA enero-junio 1940, JDC Archives y AUSD, IV No. 1, enero- marzo 1940, pp. 85 y 86.

14 RD, Mensaje... 1940, Ciudad Trujillo: Imprenta Listín Diario, 1941, p. 10, y D, Colección de leyes... 1940, Ciudad Trujillo: Imprenta de J. R. Vda García, sucesores, 1941, II, p. 101.

7 Solomon Arons, «The Dominican Republic: Agriculture, Climate, and Economic Conditions», y Mrs. Rebecca H. Reyher a James N. Rosenberg, New York, December 9, 1939, DORSA 1939, JDC Archives.

140 C. Harvey Gardiner

12 NYTH, January 31, 1940, p. 4; NYT, January 31, 1940, pp. 1, 7; February 1, 1940, p. 20. Una traducción al español del editorial aparece en LD, February 9, 1940, pp. 1, 7; y Jewish Day, February 1, 1940, una copia mecanografiada del cual, firmada por H. Rosenfeld, aparece en DORSA, January-June 1940, JDC Archives.

8 Franklin D. Roosevelt a James N. Rosenberg, Washington, December 12, 1939, DORSA 1939, JDC Archives; DORSA, Concerning Refugee Settlement..., No. 1, pp. 6- 8; y NYT, December 13, 1939, p. 12, December 14, 1939, p. 29, January 11, 1949, p. 12.

11 RD, Memoria... Relaciones Exteriores... 1940, pp. 9-10, 87-88; DORSA, Concerning Refugee Settlement..., No. 1, pp. 10-11; y James N. Rosenberg a Paul Baerwald, Ciudad Trujillo, January 30, 1940, DORSA JanuaryJune 1940, JDC Archives.

15 DORSA, Concerning Refugee Settlement..., No. 1, pp. 12-15, 19.

6 Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 261; NYT, October 26, 1939, p. 11, y October 27, 1939, p. 5; copias de la Jewish Telegraphic Agency, VI, Nos. 68 y 69, October 26-27, 1939 en DORSA 1939, JDC Archives; y (anon.), «Mercy and Statesmanship», The Nation, Vol. 149, No. 22, November 25, 1939, p. 568.

9 DORSA, Concerning Refugee Settlement…, No.1, pp. 8-10.

10 Textos completamente accesibles del acuerdo aparecen en Brookings, Refugee Settlement, pp. 404-410 y RD, Compilación Trujillo de tratados y convenciones de la República Dominicana, 9 Vols., Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1958, VII, pp. 329-336.

18 RD, Colección de leyes... 1940, I, pp. 19-25.

NYT, April 24, 1940, p. 8, y conversación con Luis Hess, Sosúa, February 8, 1976.

James N. Rosenberg al Consejo de Directores de DORSA, New York, February 23, 1940; Dr. Joseph A. Rosen, «Selection of Settlers for the Dominican Project», February 20, 1940, y Subcommittee a James N. Rosenberg, New York, April 15, 1940, DORSA, January-June 1940, JDC Archives; y conversación con Josef Eichen, Sosúa, February 8, 1976.

24

22

Atherton Lee a James Rosenberg, Mayagüez, Puerto Rico, July 10, 1940, DORSA, July-December 1940, JDC Archives, and DORSA, Con cerning Refugee Settlement in the Dominican Republic, No. 3, New York: n. pub, 1940.

Freda Kirchwey, «Caribbean Refuge», The Nation, Vol. 150, No. 15, April 13, 1940, p. 466; Mark Wischnitzer, «The Sosua Settlement», ORT Economic Bulletin, II, No. 3, May-June 1941, pp. 2-4; NYT, March 27, 1940, p. 8; May 9, 1940, p. 10; May 10, 1940, p. 10; y conversaciones con Walter Biller, Sosúa, February 6, 1976 y con Luis Hess, Sosúa, February 8, 1976.

La política de inmigración del dictador Trujillo

19

21

DORSA, Concerning Refugge Settlement in the Dominican Republic, No. 2, New York: n. pub., 1940, y joseph A. Rosen, «New Neighbors in Sosua», Survey Graphic, XXX, No. 9, September 1941, pp. 477-478,

16

Conversaciones con Mrs. Hana Rosenzwig, Jacksonville, Florida, January 25, 1976, con Walter Biller, Sosúa, February 6, 1976, y con Luis Hess, Sosúa, February 8, 1976.

Dr. Theodore N. Lewis, «San Domingo-Another Biro-Bidjan», AJC, I, No. 8, March 1, 1940, p. 5, y M. Lazarson, «The Settlement in San Domingo Must Be Safegurded by Law», The Day, June 13, 1940; una traducción mecanografiada del mismo aparece en DORSA, enerojunio 1940, JDC Archives; y NYT, February 4, 1940, IV, p. 9.

20

17

23 Ministro de Relaciones Exteriores Arturo Despradel a los Oficiales del Cuerpo Diplomático y Consular de la República, Circular No. 11, Ciudad Trujillo, junio 20, 1940; Mrs. Rebeca Hourwich Reyher a Robert T. Pell, Nueva York, julio 31 de 1940; y Declaración —conferencia de prensa— por el Dr. Joseph A. Rosen, Nueva York, agosto 27, 1940, DORSA, juliodiciembre 1940, JDC Archives.

141

26

31

29

NYT, November 26, 1940, p. 25; November 29, 1940, p. 14, y December 1, 1940, p. 43.

32

NYT, September 19, 1940, p. 13; September 20, 1940, p. 5; November 16, 1940, p. 2; November 20, 1940, p. 39; y conversación con Walter Biller, Sosúa, February 6, 1976.

30

Víctor Garrido, «Discurso de Licdo. Víctor Garrido... con motivo de la inauguración de la casa-escuela de Sosúa..., 24 de noviembre de 1940», RE, XII, No. 60, November-December 1940, pp. 12-14; y conversación con Luis Hess, Sosúa, February 8, 1976.

27

25

James N. Rosenberg a Rafael Trujillo, New York, October 19, 1940, DORSA, July-December 1940, JDC Archives y FRUS 1940, V, Washington: GPO, 1961, pp. 792-830.

33

Franz Blumenstein a John Rich, Sosúa, November 9, 1940, y John F. Rich a Franz Blumenstein, Philadelphia, November 20, 1940, AFSC Foreign Service, Refugees, Resettlement A-Z, 1940, General Files 1940, AFSC Archives; y conversaciones con Walter Biller, Sosúa, February 6, 1976, y con Josef Eichen, Sosúa, February 8, 1976.

34

142 C. Harvey Gardiner

Un recorrido por estas propiedades con Felix Koch, un veterano de 35 años en Sosúa, es recordado con agradecimiento.

Jemes N. Rosenberg, «The Story of Sosua», The American Hebrew, Vol. 147, No. 25, November 1, 1940, pp. 12, 13; DORSA, Press Release, New York, January 10, 1941, y James N. Rosenberg a Paul Baerwald, New York, January 13, 1941, DORSA, January-September 1941, JDC Archives; y NYT, January 11, 1941, p. 15, January 15, 1941, p. 7, January 24, 1941, p. 20, January 31, 1941, p. 9.

NYT, December 13, 1940, p. 9; December 22, 1940, p. 25; y Rafael L. Trujillo a James N. Rosenberg, New York, December 26, 1940, DORSA, July- December 1940, JDC Archives.

lbid., p. 3 y Broodings, Refugee Settlement, pp. vii-viii.

28

Clarence E. Pickett a James Rosenberg, Philadelphia, December 2, 1940, Committees and Organizations, Dominican Republic Settlement Association 1940, General Files 1940, AFSC Archives.

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CENTROEUROPEOS:VJUDÍOS(2)

LA SIGUIENTE MEDIA DÉCADA: 1941-1945

Hechos y fantasías nacidos de las circunstancias de la guerra, y anhelos personales, influyeron a menudo negativamente sobre Sosúa. Dado el rumor de que Sosúa estaba llena de espías nazis, el Departamento de Estado le informó a DORSA lo desaconsejable que era traer a nadie desde Alemania. Un segundo y posiblemente más amenazador desafío fue reportado por Rosenberg al Comité Intergubernamental cuando escribió: «Numerosos colonos han hecho solicitud de visado o han requerido información del Cónsul Americano en Ciudad Trujillo, con vistas a la posibilidad de irse a los Estados Unidos».1 Las operaciones de labranza en Sosúa carecían de atractivo para los centroeuropeos urbanos, al igual que ciertas colonias agrícolas carecían de atracción para los españoles republicanos. Los intelectuales de habla española podían trasladarse con esperanzas hacia Ciudad Trujillo, pero los alemanes, austríacos, checos, polacos y otros en Sosúa no podían albergar esperanzas equivalentes. Además, contrariamente a los españoles, que habían zarpado hacia la República Dominicana sin hacer escalas que pudieran tentarlos, los refugiados de DORSA tuvieron una significativa, aunque breve experiencia intermedia. La visión de Nueva York y los ecos de

CAPÍTULO

su vitalidad, la acogida amistosa y su propia y fértil imaginación, alentaron el creciente interés en los Estados Unidos.

Al menos numéricamente, la perspectiva de éxito en Sosúa se hizo más brillante, al elevarse el número de colonos a 348. Poco tiempo después, el Algonquín desembarcó a 58 personas, los vieneses, llamados el grupo de Luxemburgo por residir allí. Ellos también habían realizado el accidentado

Sosúa se convertía en el creciente tema de evaluaciones periodísticas, que fluctuaban desde las demasiado benévolas hasta las cínicamente pesimistas. Un enfoque increíble y superficial sugería que la necesidad de nuevas industrias había inducido a Trujillo a invitar refugiados hacia el país. Otro periodista intentaba un recuento multifacético y real. Al establecer comparación entre Palestina y Sosúa, mostraba a los refugiados como carentes de la exuberancia y el fervor de los sionistas. «Sosúa no puede en ningún sentido ser considerada como rival de Palestina», escribió Syrkin. Y añadía: «No se pretende resolver el problema judío o construir un futuro judío».3

C. Harvey Gardiner

DORSA también enfrentó otras duras realidades. La administración local en Sosúa requería reorganizarse y ciertas políticas de DORSA necesitaban ser revisadas y quizás eliminadas. La experiencia había demostrado que una familia compuesta por marido, mujer y varios hijos, era preferible para ubicar en el asentamiento. Esto significaba la eliminación del programa de entrenamiento de esos jóvenes descontentos cuya experiencia del inglés aumentaba su deseo de irse a los Estados Unidos. Se necesitaba una rectificación de la proporción de los sexos, pues generó más inquietud social que eficiencia económica la presencia de solo 12 mujeres solteras entre un total de 124 colonos solteros. La escasez de mujeres solteras causó quejas, apatía laboral y creciente acercamiento a mujeres nativas. La atención dirigida a las jóvenes del país también creció al establecerse contactos comerciales, en razón del avance económico de Sosúa, con Puerto Plata y otras regiones cercanas. La prueba de que no utilizó su dominio del español solamente en asuntos oficiales y en las aulas de la escuela, la dio Luis Hess al casarse con Ana Julia Silva, de Puerto Plata, la primera de numerosas uniones que introdujeron a mujeres dominicanas en la comunidad judía.2

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La política de inmigración del dictador Trujillo

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Entre los recién llegados se encontraba Heinz Jacoby, de 18 años, cuya experiencia y reacciones no se limitaron a sí mismo. «Vine aquí creyendo que encontraría una solución no para toda mi vida, pero sí por un largo tiempo, pero esto ha sido una de mis primeras grandes desilusiones», escribió. A pesar de la dosis diaria de quinina que recibían todos los refugiados, Heinz contrajo malaria y estuvo enfermo casi la mitad de sus primeros tres meses y medio en Sosúa, considerada como una especie de selva por el jovencito de la ciudad. Insistía en que no había ningún programa de enseñanza agrícola y que las relaciones entre los administradores y los colonos eran malas. «Nadie trabaja realmente en serio —declaró—, todos se quieren ir de aquí porque reconocen el disparate de este experimento». El conocimiento del régimen de Trujillo se unió a su desilusión: «Aquí no tenemos posibilidades de conseguir un buen nivel de vida. Todo es monopolio del presidente. Hoy todo Santo Domingo le pertenece».5

Ese verano, un tumulto de actividad ocupó a los colonos. Los grupos dirigidos por Drucker, Freundlich, Degen, Kibel, Katz, Scheer y Sonnes chein atacaban los matorrales para limpiar los pastos. Los grupos de Bom bita cercaban terreno. Los grupos de Drucker y Freundlich preparaban las tierras en La Goleta, y el grupo de Drucker estaba aprendiendo a arar con bueyes. El grupo de Degen experimentaba con retoños de guineos; espera ban producir plantas más vigorosas en menos tiempo. Un equipo de perfo ración, trabajando bajo contrato, había abierto algunos pozos y tenía otros en proyecto. Un pozo requería una bomba manual y tenía un promedio de producción de «una parte de esfuerzo por tres partes de agua». Casi toda la actividad era asignada a grupos de cinco hombres. Según recordaba Josef Eichen, un veterano del asentamiento, aquel fue un período caótico, du rante el cual cinco hombres usualmente abrigaban siete ideas distintas.6

En 1941, una empresa cooperativa, ampliamente fundamentada, consiguió el dulce aroma del éxito casi desde el comienzo. Walter Biller encabezó el movimiento para establecer la Cooperativa Industrial Lechera, C. por A., mejor conocida por las siglas CILCA. La escasez financiera estaba a la orden del día, y cuando CILCA comenzó y sus cien acciones podían ser compradas a $10.00 cada una, los colonos carecían del dinero

viaje desde Lisboa a la isla Ellis y a Puerto Plata. En la misma temporada un reporte de DORSA registraba siete salidas y dos muertes.4

C. Harvey Gardiner

La Cooperativa Industrial Lechera promovió la cooperación económica, que contribuyó notablemente a la viabilidad económica del asentamiento. También alentó el uso del extenso terreno, el cual, aunque inapropiado para la agricultura, podía ser usado para hacienda y lechería. Fomentó el mercadeo de los productos lácteos en una escala que fue desde el nivel local al nacional. Finalmente, el éxito de CILCA estimuló la creación de otras cooperativas, entre ellas la ganadera.

Hacia mediados de 1941, la vida en Sosúa tenía también sus momentos brillantes. Los nacimientos incluyeron el de los gemelos Lesser. La organizada escuela ofrecía instrucción en inglés para niños y cursos de español se impartían para los adultos.8

Las necesidades y las preocupaciones reflejaban la naturaleza pionera de la vida en Sosúa. Una tarea sin fin era el suministro de carbón para cocinar. Solamente en el mes de junio se consumieron 571 barriles de carbón, obtenidos de los propios bosques de la colonia. La sequía obligó al transporte de agua por medio de carruajes tirados por bueyes. Para asegurar la salud de los animales, se ordenó quitarles las garrapatas a todos los caballos y vacas cada dos semanas. Con el fin de facilitar la recuperación del ganado, cada caballo, mulo y vaca era marcado. Y para proteger a los colonos, todos recibieron vacunas contra la tifoidea.

Para esta época ya DORSA había emitido los detalles del programa de hogares en alemán, español, polaco y checo. Cada colono que llegara antes de finales de 1941 recibiría ayuda por un año: comida, alojamiento, ropa de trabajo, atención médica, entrenamiento agrícola y enseñanza del español, más $3.00 mensuales en efectivo. En el transcurso de seis meses, DORSA esperaba aclimatar y entrenar al colono, preparándolo para que se trasladara a su propio hogar. Luego, durante los seis meses restantes, el colono recibía un crédito gratis en la tienda DORSA o de $9.00 mensuales

necesario. DORSA voluntariamente avanzó la suma de dinero que los colonos aceptaron pagarle a razón de $0.20 semanales en los recibos de la leche. Alrededor de 1944, para conseguir capital de trabajo adicional, CILCA necesitó $15.00 por colono. De nuevo, la escasez monetaria apresuró a DORSA a avanzar el dinero que los colonos acordaron pagar semanalmente. El éxito de CILCA, sujeto a los trabajos de Biller, Martin Katz, el contable Kurt Teller y otros, redundó en beneficio para Sosúa.7

146

A fines de agosto de 1941, las construcciones incluían sesenta casas para colonos, nueve dormitorios, veinte casas para trabajadores, doce ta lleres y almacenes, un pequeño e inadecuado hospital, un edificio escolar y un establo para lechería. De los aproximadamente 26,000 acres, 100 esta

Cuadro 5. Provisiones del programa de hogares ($)

Dos vacas 45.00

La política de inmigración del dictador Trujillo

Al tener éxito económico, DORSA esperaba que esa medida permitiría el eventual pago de las sumas invertidas y avanzadas a los colonos.

Los niños, una preocupación especial en todas las etapas, recibían manutención durante el primer año: comida, alojamiento, ropa, atención médica y enseñanza. Cuando la familia se establecía en su propio hogar, se continuaba otorgando un crédito gratis de $6.00 mensuales en la tienda o almacén de DORSA a los niños de más de diez años. Durante ese primer año, las madres de niños de pocos meses de nacidos recibían créditos de $3.00

Una hectárea adicional de terreno de jardín 35.00

en el almacén, en vez de la comida y alojamiento que recibía previamente mientras se encontrara en las barracas del Batey. La decisión de si el colono estaba preparado para irse a su propio hogar o no, podía ser tomada por los administradores o por el Consejo de Colonos.

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Casa en una hectárea de terreno 800.00

Pequeña ganadería 25.00

Equipo misceláneo 1.600.00500.0015.00

Losmensuales.hogares

Mobiliario, adornos y aperos de jardinería 120.00

hacia los cuales se intentaba que todos los colonos se mudaran, cubrían las necesidades de una familia granjera (ver cuadro 5).

Un caballo, una mula 45.00

Una montura 15.00

Después de casi dos años, DORSA enfrentó cambios tanto de política como de personal. Dos acontecimientos fueron sintomáticos de la deserción: la partida de un matrimonio hacia Ciudad Trujillo, porque «no podían trabajar y no trabajarían», y la sugerencia del Dr. Walter Baum de que se estableciera una pequeña granja de refugiados, con varios talleres asociados para unas cuarenta a cincuenta personas, fuera de la capital dominicana.10 En una época en que los ingresos agrícolas de la colonia eran infinitesimales —$39.56 para las lechosas, lechugas, remolachas, zanahorias y otros productos producidos durante el mes de junio—, los colonos temían que les fueran cargados los costos de la administración. Sin embargo, no tardaron en enterarse de que no serían gravados con esos gastos. En medio de todo, era evidente que la cooperación crecía, como lo demostraban la creación de un departamento de bomberos voluntarios, la conservación del agua y la organización de un sistema de transporte.11

A fines de 1941, un templado optimismo comenzó a penetrar los círculos interiores de DORSA. Cuando Lean Falk Jr. reemplazó a James N. Rosenberg en la presidencia, DORSA registraba un gasto de alrededor de $850,000 y anticipaba $600,000 más en 1942. Mientras el conocimiento directo que tenía Falk de Sosúa moderaba un optimismo desenfrenado, el ministro Pastoriza catalogaba a Sosúa como un éxito, «como tubo de ensayo», y Atherton Lee pronosticaba un «tremendo éxito en los próximos cinco a diez años».12

En ese tiempo, los españoles republicanos se situaban a la vanguardia de un renacimiento intelectual y artístico al cual los residentes de Sosúa podían contribuir muy poco. Esas 150 a 175 millas entre ellos y Ciudad Trujillo resultaron una barrera constante, como también lo fue el idioma. Los españoles ejemplificaron las tradiciones culturales con las que Trujillo

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C. Harvey Gardiner

ban bajo cultivo intenso, 250 se encontraban listos para semilleros y plan taciones, 415 acres de tierra virgen había sido limpiados y 3,800 habían sido preparados para pastos. Los espacios para la ganadería, que la admi nistración deseaba aumentar, necesitaban más de siete millas de cercas. El abastecimiento de agua requería molinos y pozos. La terminación de la instalación de energía eléctrica, a la cual contribuyeron George Roewe y la Administración de Electrificación Rural de los Estados Unidos, auguraba un futuro mejor para Sosúa.9

La política de inmigración del dictador Trujillo

y los dominicanos educados se identificaban, pero tal privilegio no existía para los de origen germánico y no hispano. Sin embargo, la limitada capacidad de Sosúa para contribuir al enriquecimiento de la cultura dominicana no significaba que los colonos fueran culturalmente estériles.

Los colonos trataban de vivir como lo habían hecho en Europa, lo que resultaba un consuelo para algunos refugiados y un dolor de cabeza para sucesivos administradores. Entre ellos había ejecutantes talentosos, cuyos recitales musicales, presentaciones teatrales, exhibiciones de arte y conferencias agregaban deleite a las reuniones en el centro recreativo. Algunos se unieron a los dominicanos en su afición a la lotería. Muchos asistían a la exhibición de películas tres veces a la semana. La sinagoga se utilizaba para los servicios, bar mitzvah y otras ceremonias relacionadas con sus prácticas religiosas.13

La actividad periodística, dirigida a informar y unir a la comunidad, labor a cargo del Comité de Educación y Recreación, resultó variada, pero de corta duración.14 Al principio, el Bulletin era publicado en alemán y en español. Sin embargo, el alemán llegó a predominar casi de manera absoluta, y el chauvinismo cultural también emergió. En la capital, varios cientos de refugiados judíos editaban un pequeño periódico mimeografiado, el Achduth, que era rechazado por algunos judíos porque estaba «en el idioma de los tiranos de nuestra tierra natal».15

En Sosúa, la publicación en idioma alemán, después de varios cambios de nombre, se convirtió en La Voz de Sosúa. Este órgano comunitario se especializó en el debate de los problemas y temas que acosaban a los habitantes de Sosúa, temas que comenzaban usualmente de manera verbal en las cercanías de las oficinas de DORSA. Los vigorosos desacuerdos reflejaban diferentes antecedentes y aspiraciones, así como las frustraciones de tiempos de guerra. La Voz de Sosúa también ofrecía, a cargo de Luis Hess, «Español para colonos» («Spanisch füir Siedlers»), además de crucigramas, chispas de humor judío, cuentos para niños, recetas de comidas nativas, resumen de películas atractivas por llegar y reportes sobre religión y deportes.

Sosúa, geográficamente aislada, esperanzada en lograr la autosufi ciencia en el plano económico y ser diferente en lo cultural, se convirtió en un nuevo gueto para la mayoría de los colonos. A algunos, Sosúa no los

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La participación de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial afectó de varias formas la posición de los refugiados inmigrantes en la Re pública Dominicana. El interés del Gobierno dominicano y el de los refu giados, españoles y centroeuropeos, coincidieron de manera tan completa en su entusiasta apoyo a la participación americana, que los manejos de Trujillo contra los nacionales del Eje no los alcanzó. Para Trujillo, que cua tro meses antes había recibido la autorización de Préstamo y Arriendo por valor de $1,600,000, y que se encontraba en los Estados Unidos en momen tos en que los ataques japoneses precipitaron las hostilidades américo-ja ponesas, la prolongación de la guerra auguraba buena perspectiva para estrechar más los lazos domínico-americanos.18

Ante los rumores de que el apoyo a Sosúa declinaba, un americano preocupado insistía: «No nos elevamos en la consideración del Departa mento de Estado si los judíos de este país no pueden mantener este com parativamente pequeño pero importante proyecto». Un refugiado no resi dente en Sosúa, menos apasionado declaraba: «Sería un error inexcusable suspender ahora un experimento tan prometedor y valioso».17

satisfizo. El presidente Falk reconoció esa insatisfacción al afirmar: «Un relativamente pequeño número de colonos fueron encontrados inadecua dos para granjeros y tendrían que ser sacados de Sosúa: algunos física y temperamentalmente inadecuados, otros con no muy buena salud, y dos o tres que podrían ser calificados como incorregibles».16

C. Harvey Gardiner

Una Sosúa más unida, determinada y preocupada, recibió el año 1942, momento en que la República Dominicana estimulaba a los colonos a pro ducir alimentos y no a comprarlos, y en que se exigía el registro de apara tos de radio, cámaras y otros artículos. La entrada de Estados Unidos a la Guerra bloqueó aquellos esfuerzos mediante los cuales se había requerido el apoyo diplomático para llevar a los refugiados a través del Atlántico. Las perspectivas empeoraron después de Pearl Harbar, cuando los judíos mal decían a los judíos. La crítica a Sosúa por parte de Mr. Archibald Silver man, malicioso y falso en ciertos aspectos, hizo surgir varias preguntas, de las cuales la menor no era esta: ¿Por qué financiar un experimento tan incierto? Impresa en Detroit y en Filadelfia, la declaración Silverman atra jo considerable atención, que DORSA trató de reducir no dando respuesta

pública alguna.19 ¿Estaba Sosúa, con apenas más del 50 % de los esperados 100,000 colonos, destinada a un estancamiento y quizá a un colapso?

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Con dos años de operación, el proyecto completo era aún considerado como experimental. Como testimonio de ese estado de cosas estaba el reporte del director Solomon Arons al Lic. Julio Ortega Frier, acerca de que las plantaciones experimentales de habas habían fracasado, fiasco que ilustraba uno de los problemas de Sosúa. Aunque los expertos agrícolas indicaron la producción de aceites esenciales y no habían sugerido las habas, administradores inexpertos, ignorantes de la elaboración de aceites, intentaron hacer de las habas un proyecto de importancia.22

A mediados de 1942 los problemas de Sosúa habían asumido propor ciones críticas. Joseph C. Hyman, en una reunión del Comité Ejecutivo de DORSA, declaró que la situación requería un profundo estudio del estado financiero y administrativo del asentamiento. Sintomática de las funestas perspectivas era la disposición de Falk de renunciar a la presidencia de DORSA. Ese mismo día, Rayford W. Logan, un competente observador de la región del Caribe y reciente visitante de Sosúa, declaró que entre los habitantes del Batey «uno encuentra el deseo abiertamente expresado de irse a los Estados Unidos». La visión oficial americana agregó complicacio nes. Mientras en principio el gobierno de los Estados Unidos simpatizaba con el proyecto de Sosúa, a causa de la guerra comenzó a temer a posibles elementos subversivos y a su propaganda, deploraba la falta de disciplina en Sosúa y se oponía a cualquier aumento de la colonia.21

La política de inmigración del dictador Trujillo

En Sosúa, la ampliación de la guerra produjo fijación de precios y escasez, y por parte de DORSA el aviso de que los colonos tendrían que vivir sin ciertas cosas. Aunque estos problemas eran muy reales, algún alivio los acompañó. Los preocupados por el arte aumentaron sus actividades y se organizaron cursos sobre labranza, contabilidad, música, gimnasia y español. Una especie de salida humorística insistía en que, como Alemania, resentida por la expresión «Japs» hacia sus aliados, había comenzado a llamar a los británicos «Brits», era hora de denominar a los alemanes «Germs». Un ocasional éxito económico fue la primera cosecha de tomates para exportación, que permitió un embarque de 2,100 libras hacia Aruba y Curaçao.20

Cuadro 6. Análisis de los colonos de Sosúa al 31 de octubre de 1942

Elegidos por DORSA antes de llegar a Sosúa 399 Reclutados en Inglaterra y en los Estados Unidos 34 Aceptados localmente, no elegidos a su llegada 14 Niños nacidos en Sosúa 32 Parientes llegados desde Europa 91 Parientes nacidos en Sosúa

En diferentes aspectos —el reducido número de colonos, los que no se adaptaron al programa de hogares, los despedidos porque no eran apropiados, los descontentos que reemigraron y la carga de personas mayores e improductivas— los planes de Sosúa se habían torcido. El joven Heinz Jacoby explicó a cabalidad las calamidades que aquejaban a los refugiados, las reorganizaciones y demoras de los nuevos administradores,

A mediados de año la población del asentamiento totalizaba 472 per sonas, una cifra que subió a 571 cuatro meses después. Además, en Ciudad Trujillo permanecían muchas personas que planeaban irse a Sosúa cuando sus familiares se establecieran en sus propios hogares y los pudieran man tener. Para analizar a los refugiados establecidos en Sosúa, consúltense los cuadros 6 y 7.23

152

5711

En hogares 158

En el Batey 336

En Jarabacoa (casa de recreación del gerente) 4 Colonos despedidos, en cualquier sitio del país 48 Salidos de la República Dominicana 18

La distribución de esas personas se muestra en el siguiente cuadro:

Fallecidos

Cuadro 7. Distribución de los colonos de Sosúa al 31 de octubre de 1942

5717

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Fundamentado en investigaciones meticulosas, el estudio Brookings, de 410 páginas, representaba para muchas personas la última palabra sobre el caso, pero suscitó refutaciones de parte de las autoridades dominicanas. «Para evaluar» el estudio Brookings, un encolerizado presidente Trujillo nombró una comisión de cuatro hombres, formada por el expresidente Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, dos personas cuyas importantes funciones hacen casi inútil mencionarlas: Julio Ortega Frier y Virgilio Díaz Ordóñez, y el bien conocido historiador Emilio Rodríguez Demorizi.26 Sus labores requirieron los siguientes dieciocho meses, durante los cuales Sosúa, interesada, también trabajó.

La política de inmigración del dictador Trujillo

las condiciones desesperanzadoras en todas partes de la isla, donde los nativos solo ganaban de $0.30 a $1.00 por día. En relación con la administración de la colonia, Jacoby aseguraba: «No vale la pena protestar». Mientras tanto, el ministro norteamericano Warren había informado a Washington: «La verdad en este asunto es que el gobierno dominicano, con lo que quiero decir el presidente Trujillo, no desea ningún refugiado adulto más en este país».24

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Justo cuando la perspectiva declinante de Sosúa y la creciente atención en la guerra parecían relegar el programa de refugiados a un olvido casi total, la aparición del estudio Brookings, tan largamente esperado, titulado «Asentamiento de refugiados en la República Dominicana», provocó publicidad y discusiones. El estudio afirmaba: «Principalmente luce claro que, a pesar de la generosa invitación del Gobierno dominicano, la capacidad de la República para absorber y mantener refugiados colonizadores se calcula ahora que no es mucho más de 5,000 personas». En cuanto a la conveniencia del país para asentamiento de refugiados, los investigadores, aunque no le atribuían al clima tropical una desventaja muy seria, citaban otros obstáculos, como la presencia de malaria, disentería, lombrices intestinales y otras enfermedades, la cantidad limitada de tierra desocupada y el bajo nivel de vida de la mayoría de los nativos. Al enfocar más de cerca el asentamiento de Sosúa, el estudio insistía en que la colonia debía depender principalmente de la agricultura en un ámbito que condujera a negocios e iniciativas privadas. Otra conclusión aún sostenía: «Luce probable que el terreno de Sosúa no puede acomodar más de la cantidad de colonos que ya están establecidos allí».25

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Directo, agudo y detallado en su reporte, el director Solomón Arons catalogó el estudio Brookings como bueno, aunque incompleto en algunos aspectos. En adición, a la vez que los colonos cuestionaban la capacidad del director para administrar el asentamiento, Arons cuestionaba la capa cidad de adaptación de muchos refugiados, que lo medían casi todo a par tir de estilos agradablemente evocados de Viena y como justificación para esquivar la labranza. Arons también creía que demasiados colonos consi deraban a Sosúa como «una pequeña república separada». Y continuaba: «Esto crea naturalmente una sensación de superioridad y un menosprecio hacia los Algunasdominicanos».27delasdeclaraciones de Arons crasamente exageraban las condiciones. Los excedentes de la granja y los productos de lechería promovían los contactos comerciales; las enfermedades obligaban a los dominicanos a frecuentar el médico y el hospital del Batey; y los hijos de los trabajadores dominicanos dentro de la colonia asistían a la escuela secundaria dominicana de Puerto Plata y la desproporción entre hombres y mujeres solteros fue cubierta, por parte de los hombres, con novias dominicanas. Las relaciones entre los habitantes de Sosúa y los dominicanos eran multifacéticas y básicamente armoniosas.

De la misma forma que implicó a numerosos españoles republicanos, la cercana celebración del Centenario de la Independencia Dominicana involucró a la comunidad judía. Instados por el gobernador de Puerto Plata, Manuel A. Batista C., que había solicitado que Sosúa organizara algunas celebraciones, los colonos crearon un Comité Pro-Centenario, el cual acordó que el asentamiento expresara su gratitud al Benefactor y demostrara sus progresos a los visitantes. En consonancia con tal acuerdo, decidieron erigir una piedra grabada en honor de Rafael L. Trujillo y organizar una exposición que mostrara todas las actividades de la colonia.

El pesimismo tuvo un giro significativo en el verano de 1943. Leon Falk Jr. y otros, no convencidos de que se atraería el público para apoyar el proyecto dominicano de DORSA, se opusieron a la publicación de un proyectado panfleto que resumía la historia de Sosúa. Además, el viaje del director Arons a Nueva York, para discutir problemas administrativos, pareció alentar expresiones de descontento en Sosúa.28

C. Harvey Gardiner

Tanto en Nueva York como en Sosúa, funcionarios apresurados en busca de una nueva evaluación del proyecto de asentamiento, recurrieron al agrónomo David Stern, cuya experiencia incluía el trabajo con refugiados en Palestina. Sus reportes preliminares de julio y agosto de 1944, a base de acuerdos con los colonos, carreteras, cercas, subvenciones y otros asuntos, incentivó una reunión altamente confidencial entre Agro-Joint y DORSA en Nueva York. En ella se produjeron considerables discusiones en torno a la disolución de DORSA. Sin embargo, antes de que esa idea pudiera recibir una seria consideración, las relaciones de Agro-Joint con los contratos de DORSA requerían ser aclaradas y se necesitaba alguna fórmula para que los títulos de terrenos pudieran ser transferidos mediante contratos a los poseedores de hogares.31 Ninguno de estos problemas fue resuelto, y no se tomó ninguna medida encaminada a la disolución de DORSA, pero resultó evidente que el optimismo se había deteriorado y que se necesitaba una nuevaDaviddirección.Sternsería reconocido como la persona cuyas ideas contribuye ron más a la viabilidad económica de Sosúa. Invitado por el Dr. Maurice B. Hexter, incansable promotor del proyecto de DORSA, vino desde Palestina, estudió la situación en Sosúa e hizo recomendaciones que contradecían su reciente experiencia. Mientras Palestina, que pronto se convertiría en Israel, tenía una población refugiada judía consagrada a la construcción de una nación y capaz de avances gigantescos a través de esfuerzos coo

La política de inmigración del dictador Trujillo

Otras actividades de menor importancia fueron también planeadas. Los colonos, además, trataron de aprender las palabras en español del Himno Nacional dominicano.29

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Los datos reunidos por el director William L. Bein, sucesor de Arons, consciente del valor de las estadísticas, censó la colonia de Sosúa al 1.o de enero de 1944 como sigue: de un total de 476 personas, 137 eran hombres solteros, 37 mujeres solteras, 232 casados y 70 niños. Cuarenta y seis de los niños habían nacido en Sosúa. Las posesiones ganaderas de los 175 individuos con hogares incluían 1,000 vacas, 750 terneras, 450 becerros, 500 ejemplares de ganado de carne, 425 cerdos, 172 caballos y 75 mulas. Alrededor de 6,830 acres de tierra estaban siendo utilizados, 530 bajo cultivo y 6,300 para pastos. La producción diaria de leche, siete litros y medio por vaca, era casi el doble del promedio de cuatro litros en el resto del país.30

La propuesta de Stern de entregar la propiedad de la tierra tenía el propósito de aumentar el nivel de producción sin molestar en lo más mínimo el punto de vista cooperativo de procesamiento y mercadeo que había hecho surgir a CILCA. De hecho, el continuo éxito de CILCA estimuló, durante la aplicación inicial del programa de Stern, el establecimiento de cinco cooperativas adicionales.33

Titulado Capacidad de la República Dominicana para absorber refugiados, la réplica al volumen Brookings apareció tres o cuatro años más tarde, entre 1945 y 1946. Veinticinco páginas de «descubrimientos» insistían en que el reporte estaba «plagado de errores e injusticias». La Comisión cuestionaba los motivos del reporte: ¿Fue para frustrar al presidente Trujillo, para sembrar semillas de disensión en el camino de DORSA? Después de revelar resentimiento por lo que el reporte decía acerca de tópicos como dieta, salud, educación, raza y religión, fustigaba el estimado de que 5,000 representaba el número máximo de refugiados que el país podía acomodar. Al insistir, sin documentación, en que la República Dominicana ya había recibido

perativos, basados en las granjas colectivas (kibbutz), los judíos de Sosúa vivían en una tierra que les negaba cualquier perspectiva equivalente a la fundación de una nación. Les faltaba el fervor solidario del naciente Israel, que nunca podría conseguirse en Sosúa. Consciente de las diferencias de motivación entre los ambos grupos de refugiados, Stern, sin dudarlo, re comendó un programa mediante el cual la iniciativa individual facilitaría el progreso en Sosúa y permitiría la retirada de DORSA en una fecha aún imprecisa. Para Sosúa, indicó que se terminara con la labranza de grupo y se introdujeran granjas privadas, de propiedad individual, y tenencias de 30 hectáreas (aproximadamente setenta y cinco acres). Colonos que antes no estaban interesados, se convirtieron en propietarios. La implementa ción del programa de Stern, como fuera expresado por un colono vetera no, constituía «el motor para Sosúa».32

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Mientras la Segunda Guerra Mundial llegaba a su final y el nuevo giro de Sosúa hacía surgir una respuesta favorable, Trujillo lanzó una racha de propaganda más bien sin sentido. El reporte de la comisión que había de signado para evaluar el estudio Brookings fue publicado en español, inglés y francés. En vista de que era obvio que buscaba una especie de aprobación universal, el carácter del documento resultó sorprendente y desilusionante.

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La política de inmigración del dictador Trujillo

6,214 refugiados de guerra, la Comisión omitía el hecho de que casi todos los españoles republicanos habían abandonado el país. Las conclusiones del estudio Brookings fueron catalogadas de pesimistas, basadas en datos aproximados, pero el optimismo de la réplica carecía completamente de datos sustentantes. Testimonio de optimismo indocumentado fue la insistencia de la Comisión de que un sexto del territorio, la mayor parte en estado virgen, era cultivable.

Para apoyar los pocos organizados, a veces ilógicos y raramente documentados «descubrimientos», la Comisión suplió su breve declaración con afirmaciones tales como la conclusión de Vicente Tolentino, en 1937, de que la República Dominicana podía absorber 500,000 inmigrantes, y el estimado del refugiado español Eduardo Barba, tres años después, de 315,000 inmigrantes en un período de veinte años. También se incluía una carta de Atherton Lee, el miembro minoritario del equipo de encuestas Brookings, que sostenía que la República podía absorber al menos 10,000 refugiados. En general, estos datos no concordaban entre sí y constituían un escaso apoyo para los «descubrimientos».34

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El lector que examinara la tardía réplica dominicana a la encuesta Brookings se quedaba con interrogantes. El intervalo entre los dos reportes no había producido un crecimiento significativo de Sosúa, cuya población era de menos de 500 personas. El marcado éxodo de otros inmigrantes debilitó adicionalmente el alegato dominicano. Si el documento fue planeado como una respuesta convincente y bien razonada, falló tanto en estilo como en sustancia. Si sirvió como una declaración defensiva para proteger los nombres de Trujillo y de la República Dominicana, no logró ni defensa ni apoyo. Si la réplica era simplemente formal, para evitar que la ausencia de respuesta sugiriera una aquiescencia que empañara la reputación del dictador y de la República, logró con sus versiones en español, inglés y francés una presentación conspicuamente mediocre. Aún más, el documento no indujo el movimiento de inmigrantes adicionales hacia la República Dominicana. En resumen, de la misma manera que uno se pregunta acerca de los motivos que condujeron a Trujillo a recibir ciertos inmigrantes, puede quedar en la duda las causas del débil intento por defender una política incumplida. Si las circunstancias de guerra

En vista del temprano énfasis por el ganado, que la naturaleza de gran parte de la tierra de Sosúa había aconsejado, surgió la creación de la cooperativa Ganadería, y casi todos los dueños de hogares se convirtieron en sus accionistas. DORSA subsidió la cooperativa, la cual, hacia 1946, operaba su propio matadero y enviaba dos tercios de su producción fuera del asentamiento.Otracooperativa, el Colmado, había comenzado sus operaciones. Obtuvo un éxito tan inmediato que seis meses después pagaba un 6 % de dividendos a sus 160 miembros en proporción a sus compras. A los quince meses de su apertura, el Colmado abrió una sucursal a dos kilómetros de Sosúa.

Sin embargo, ninguna repercusión de este intercambio perjudicó las relaciones entre Trujillo y DORSA ni el asentamiento de Sosúa. Esta guerra de palabras no hizo nada que afectara el destino de los colonos y DORSA pudo continuar trabajando por ellos en la era de posguerra.

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convirtieron el estudio Brookings en casi inútil, también mostraron que la respuesta dominicana era completamente ineficaz.

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LA PRÓXIMA DÉCADA Y MEDIA: 1946-1961

Los concienzudos planificadores, como Rosen y Lee, habían propugnado la conveniencia de establecer cooperativas, pero estas existían ya desde 1946, antes de que el programa realmente floreciera en Sosúa. El nuevo desarrollo reflejaba las urgencias no solo de DORSA, mientras buscaba una base económica firme para el asentamiento, sino también de los colonos, que habían atestiguado y participado en la provechosa operación de CILCA. Esa cooperativa había sido administrada por DORSA aproximadamente durante tres años, después de lo cual se convirtió en una operación independiente, a cargo de sus colonos miembros. La producción y las ganancias aumentaron, y CILCA relevó a DORSA de su obligación cuando compró tres camiones nuevos para transportar los productos del asentamiento, así como los de la cooperativa. Ampliando sus actividades aún más, CILCA asumió la responsabilidad por el taller de mecánica y el garaje, que tenían a su cargo la reparación y mantenimiento de los vehículos y del equipo agrícola.

El éxito de las tres cooperativas íntimamente relacionadas con la producción principal y el consumo básico dentro del asentamiento produjo tres esfuerzos altamente especializados, iniciados en 1946. Uno llamado STILL, dedicado a la producción de aceite de hojas de limón y de cidronela, los cuales se exportaban a los Estados Unidos. Una cooperativa de crédito emitía préstamos a corto y largo plazos para fines de construcción; sus operaciones, que rápidamente se expandieron hacia Ciudad Trujillo y Santiago, estaban abiertas para todos los inmigrantes en República Dominicana. Otra cooperativa prometía mejores facilidades hoteleras en Sosúa. El acelerado crecimiento de estas cooperativas eran un buen augurio para el futuro económico de la comunidad.35

Después de siete años, con tantos administradores, varios cambios de política, la llegada y salida de muchos refugiados, y otros factores que habían contribuido al descontento y la fricción en el manejo del asentamiento, Sosúa logró su primer administrador oriundo de allí. Se trataba de Alfred Rosenzweig. Sus catorce años de servicios —todo el periodo restante de la Era de Trujillo— atestigua su aceptación ante DORSA y su estabilidad dentro del Rosenzweigasentamiento.trajomás que persistencia en supuesto, pero ni sus destrezas administrativas y comerciales ni su historial urbano —había abandonado una factoría textil en Graz— le fueron de utilidad a su llegada a Sosúa. Sin embargo, resultó tan adaptable como enérgico. En cuestión de meses se casó con una colega refugiada, Hana, nacida en Praga, que había viajado primero a Inglaterra y luego hacia Sosúa. Los Rosenzweig ocuparon un hogar a una milla aproximadamente del Batey. Tenía dos habitaciones

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La primavera de 1947 trajo a Sosúa el último grupo de consideración de refugiados, cerca de 90: doce familias alemanas que residieron por largo tiempo en Shanghái. Representativos de este grupo eran los Erich Benjamins, cuyos hijo e hija habían nacido en China durante los ocho años que allí permanecieron. Los Benjamín, junto a las demás familias procedentes de Shanghái, experimentaban cierta sensación de satisfacción social y de determinación económica, de las que carecían muchos de los refugiados solteros. Décadas más tarde, un alto porcentaje de integrantes de aquel contingente de Shanghái, podría ser encontrado en Sosúa más fácilmente que los de otros grupos.36

La política de inmigración del dictador Trujillo

Después de casi dos años, el buen trabajo de Alfred lo avaló lo suficiente como para convertirse en un empleado de la DORSA. Como tal, exploró las posibilidades de desarrollar El Choco, una parte agreste y montañosa de Sosúa. Allí estableció un aserradero, encontró una fuente de agua, supervisó la construcción de una estación de bombeo y la instalación de tuberías, así como la limpieza del bosque y la creación de pastos para las manadas en crecimiento. DORSA repartió entre los colonos la tierra así puesta en producción. Toda esta actividad de Rosenzweig, sus planes, su energía y sus logros, eran observados y apreciados por los directores de DORSA, especialmente por el Dr. Maurice B. Hexter. No fue una sorpresa, por tanto, que DORSA lo designara como administrador de Sosúa.37

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Una estadística dominicana revelaba que de los 705 individuos que ha bían llegado a Sosúa, casi la mitad ya no estaban allí. Habían muerto 23, 47 vivían en otras partes de la República y 262 emigraron del país. Durante el mismo período de siete años, 9 hombres de Sosúa contrajeron matrimo nio con mujeres dominicanas y siete de esas parejas residían en el asenta miento. Un viejo problema persistía, al haber más hombres que mujeres.38

En el ámbito del trabajo cotidiano, CILCA procesaba enormes canti dades de leche; Ganadera crecía libre del apoyo de DORSA; STILL expor taba sus aceites de limón y de cidronela; las cooperativas de Colmado y sus sucursales tenían éxito, y la cooperativa de hotel recibía creciente nú mero de huéspedes. Los trabajadores fabricaban colchones y almohadas, varios artículos de vestir, objetos de concha de carey, mobiliario y otros productos de madera. Los experimentos incluían la plantación de fruta les, una parcela de vegetales, cría de aves y un proyecto de alimentación de ganado.Fuerade la esfera de trabajo, los colonos tenían acceso a una biblioteca de cerca de 1,500 volúmenes, a muchas revistas americanas, a discos de música clásica y a las actividades religiosas en la sinagoga. El club deportivo ofrecía futbol, baloncesto, pingpong y bádminton, juegos que habían

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con cocina y terraza-comedor, bastante cómoda. Alfred se concentró en la ganadería, atendía sus vacas y cultivaba vegetales. Hana le ayudaba, hasta que el nacimiento de su hijo Fritz colocó otras responsabilidades sobre sus hombros. La casa, la familia, el trabajo, todo marcaba los Rosenzweig como una común familia de refugiados en Sosúa.

Los eventos que honraban al dictador también marcaron el decimosexto aniversario del bien conocido acuerdo de 1940. El Dr. Maurice B. Hexter, presidente de DORSA, pródigamente alabó a Trujillo, aclamándolo por la protección constante que había otorgado a la colonia de Sosúa. Hexter declaró que Trujillo había erigido un monumento indeleble en los corazones de los hombres. Otro reconocimiento le fue otorgado al hombre fuerte,

estimulado las relaciones entre grupos en varias ciudades dominicanas. La vida aún era dura en Sosúa, pero claramente había mejorado.39

Seis meses después de la creación del estado de Israel, un reporte de DORSA de finales de 1948 expresaba: «Existen ahora alrededor de 300 colonos. Se espera que cerca de 25 familias sean asentadas en Sosúa». Esta limitada previsión se derivó del hecho de que la mayoría de los inmigrantes judíos se dirigirían a Israel. «En consecuencia —el reporte continuaba—, no podemos predecir ningún aumento en gran escala del trabajo de DORSA. Sería mejor, por tanto, que planeáramos gradualmente la conclusión de este esfuerzo, surgido en una hora oscura y el cual, actuando bajo el humanitarismo del presidente Trujillo, ha salvado muchas vidas».40 En vez de rendirse, DORSA entró en una nueva etapa en sus relaciones con Sosúa, mientras que la organización de Nueva York elegía al activo Dr. Maurice B. Hexter como su presidente.

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En 1949, DORSA, en el proceso de su retirada, deseaba que el Consejo de Colonos asumiera las responsabilidades administrativas. Así se estableció la Cooperación de Sosúa para hacerse cargo de los asuntos internos, sobre todo del hospital y de la escuela. Gradualmente asumió la responsabilidad de sanidad, electricidad, agua y control de malaria. Hacia 1956 ya rentaba las granjas de DORSA, compraba vacas y expandía la producción de CILCA. Cooperación de Sosúa continuó siendo lo más importante en la administración y prosperidad de la colonia.41

La política de inmigración del dictador Trujillo

El año veinticinco de la Era de Trujillo, 1955, designado como el Año del Benefactor, generó una serie prolongada de actos adulatorios hacia la figura de Rafael Leónidas Trujillo Molina. Rosenberg, expresidente de DORSA, anunció en Nueva York la intención de la colonia de erigir un monumento a Trujillo. Un año después se materializó este propósito, un monumento excepcional en una tierra que podía entonces contar por miles los erigidos durante la Era de Trujillo.

Al paso de los años, se produjeron cambios en la posesión de tierra, pues, como era natural, las partidas y las muertes de colonos los fueron imponiendo. Una de las estadísticas periódicas, la de abril de 1958, indicaba que 32 propietarios tenían una sola parcela, 21 dos parcelas cada uno, cuatro tres parcelas cada uno y DORSA tenía 19. La mayor parte de la tierra se dedicaba a la cría de ganado y a la lechería, y los propietarios estaban asociados a las dos principales cooperativas: CILCA y Ganadera. Estos propietarios de tierra en 1958, hombres que habían permanecido en Sosúa entre diez y dieciocho años, podían ser considerados como miembros permanentes del asentamiento.43

Los datos estadísticos vitales de la última década de la Era de Trujillo claramente reflejaban el aspecto humano de este singular y duradero asen tamiento de refugiados (ver cuadro 8).

Vistos en retrospectiva, y en relación con la mayoría de los asuntos, los años de la Era de Trujillo después de la Segunda Guerra Mundial en realidad representaron una acción retardataria para DORSA y para el asentamiento de Sosúa. Correspondió a DORSA mantenerse firme en su compromiso de ayudar y sostener el asentamiento, el que crecientemente prosperó mediante la combinación de la producción de propietarios de tierra independientes y del procesamiento y mercadeo asumido por las cooperativas. Por parte de Trujillo, correspondió continuar cumpliendo con los términos del acuerdo de 1940.

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ensalzándolo como «Generalísimo», «Doctor», «Benefactor» y «Padre de la Patria Nueva». Como expresión pública de su gratitud, DORSA y la colonia judía develaron el monumento de dos columnas cuadradas de mármol gris con dos placas de bronce, cada una de las cuales tenía grabado el texto del primer artículo del acuerdo de 1940, uno en español y el otro en inglés. El monumento era doblemente impresionante en su sobria simplicidad y su expresa sinceridad.42 La ocasión y el monumento honraban al hombre que había mantenido firmemente una promesa, el hombre fuerte cuyo apoyo había permitido la permanencia de la colonia.

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inmigración

Total al finalañodel 1952 7 1 1 18 181 1953 14 3 1 5 192 1954 13 5 0 7 203 1955 0 4 1 10 196 1956 0 1 3 7 187 1957 0 2 0 5 184 1958 6 12 2 26 174 1959 0 1 1 10 164 1960 0 0 0 9 156 1961 0 0 0 1 155 40 29 9 98

Cuadro 8. La colonia de Sosúa, 1952 – Junio 30, 196144

Año Llegadas Nacimientos Muertes Partidas

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En esta década ninguno de los cuarenta recién llegados podía ser catalogado como refugiado en el sentido original del surgimiento de Sosúa. El total de los seis europeos que llegaron en 1958 eran parientes de miembros de la comunidad. Los 18 procedentes de Israel se dividieron en dos grupos; uno comprendía los que habían fracasado en adaptarse a la vida israelí, pero que aún deseaban ser colonos, y el otro, formado por personas insatisfechas con las perspectivas de Israel e imposibilitados de entrar directamente en las cuotas de inmigración norteamericanas, planeaba usar a Sosúa como una etapa intermedia, que era lo que hacían y continuaban haciendo muchos (ver cuadro 9).

La política de del dictador Trujillo

1 1955 8

1956 5 2 1957 5 1958 4 19 3 1959 8 2 1960 2 7 1961 1 22 54

1952

3

164 C. Harvey GardinerCuadro

1953 5 1954 3

Año DominicanaRepública EstadosUnidos PuertoRico Europa Canadá Israel 13 2 3 3 2 5 11 3

Durante esta década, los Estados Unidos, al acoger el 55 % de los emigrantes de Sosúa, resultó el objetivo principal de los colonos. El clima político y las facilidades educativas se unían a numerosos atractivos urbanos y oportunidades económicas más amplias. Para muchas familias, el factor que inclinaba la balanza a favor de abandonar Sosúa era la preocupación acerca del futuro de sus hijos, su educación y perspectivas de carrera. En grado considerable, Sosúa, un asentamiento aislado y asilo seguro para antiguos refugiados, representaba una experiencia embrutecedora para una juventud ansiosa y enérgica. Es imposible determinar cuántas familias se marcharon buscando mejorar las perspectivas futuras de sus hijos, pero no puede negarse que muchos de esos hijos estaban en edades críticas de formación. Algunos se mudaban de Sosúa con una sensación de que regresaban a casa. Su judaísmo probablemente motivó a los que cambiaron una colonia judía en un país católico por Israel. Aunque la mayoría de los colonos de Sosúa eran originalmente alema nes, muy pocos regresaron a Alemania después de la guerra, probablemente porque compartían el sentimiento de un eminente compatriota. Durante la

9. Destino de los que partían de Sosúa, 1952 – Junio 30, 196145

La política de inmigración del dictador Trujillo

Segunda Guerra Mundial, Emil Ludwig visitó Sosúa y una vez concluida su conferencia, le preguntaron: «¿Consideraría usted un regreso a Alemania después que sea vencida?». Sin dudarlo un momento, contestó: «Nunca vol vería a un club del cual he sido expulsado».46 Sin embargo, para diez de los colonos alemanes, el llamado de su tierra sin Hitler resultó irresistible.47

Un suceso de 1957 ilustra más completa y claramente el aspecto po lítico de Rosenzweig. Un día, a fines de abril, el administrador de Sosúa fue llamado a la capital por el asistente de Trujillo, Manuel de Moya. Allí Rosenzweig fue instruido para dirigirse a Barahona, un distante pueblo costero en la parte suroeste del país. En Barahona, donde Trujillo aguar daba a bordo de su yate, Rosenzweig se enteró de que había sido «elegi do» para un puesto en la Cámara Baja del Congreso, que antes había ocu pado el diputado Polibio Díaz. Esta caprichosa ocurrencia del dictador, por la cual Rosenzweig se convertiría en el primer judío miembro del Congreso dominicano, sucedió justamente en el momento en que una delegación de congresistas americanos no oficial, formada por cuatro hombres, todos judíos, visitaba la tierra de Trujillo. Los cuatro crédulos visitantes ayudaron a Trujillo a aprovechar publicitariamente al máxi mo, tanto en el país como en el extranjero, aquella «elección». Alrededor de dieciocho meses después, un día se le avisó a Alfred Rosenzweig que ya no era diputado. El mismo hombre que lo había hecho «diputado» lo había eliminado como tal. Mientras tanto, las semanas que se dedicó a asuntos políticos habían intensificado esa inclinación de la naturaleza

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Durante la década de 1950, Alfred Rosenzweig, mientras administraba los asuntos de DORSA, se fue convirtiendo cada vez más en una persona política. Sus contactos con autoridades dominicanas y sus viajes a Ciudad Trujillo se multiplicaron. A fines de 1952, bajo condiciones excepcionales, un procedimiento de naturalización en masa, en Puerto Plata, le confirió la nacionalidad dominicana a alrededor de 80 residentes de Sosúa. 48 Rosenzweig, como orador, pronunció muchas palabras de aprecio hacia Trujillo. Por cierto, algunos habitantes de Sosúa sostenían que Rosenzweig se había unido a las autoridades dominicanas para organizar la ceremonia en un esfuerzo de dar a Trujillo una publicidad favorable. Se rumoraba que, interrogado sobre qué podía hacer Trujillo por los colonos, había replicado: «Hacernos dominicanos».

Mientras los sucesos se acumulaban —la abortada expedición rebelde de junio de 1959, la carta pastoral condenatoria leída desde los púlpitos católicos a principios de 1960, y la ruptura diplomática y las sanciones económicas adoptadas por la Organización de Estados Americanos (OEA)—, Trujillo se aferró a todo y a todos los que pudieran auxiliar su supervivencia. Corrieron rumores, recordados por más de un refugiado, de que Trujillo abrigaba entonces la siguiente secuencia de pensamientos: 1) Los judíos tienen mucha riqueza y gran poder en los Estados Unidos; por tanto, un judío podría hacer algo por él en relación con la actitud del gobierno americano; y 2) Rosenzweig debería ser capaz de facilitar la compra de armas por parte de Trujillo y ayudar a terminar el boicot de los Estados Unidos. Tales conclusiones, si realmente se tomaron en consideración, se apoyaban en premisas incorrectas, la menor de las cuales no era la impotencia de Rosenzweig. Mientras tanto, un insalvable cisma separaba más y más a los dominicanos y a Trujillo. El 30 de mayo de 1961, el asesinato de Rafael L. Trujillo finalizó una Era, tanto para la República Dominicana como para la colonia DORSA en Sosúa. El asentamiento se balanceó entre un accidentado pasado y un incierto futuro. En el transcurso de sus veintiún años, había enterrado a 36 de sus refugiados. Solo 50 de los 130 niños nacidos allí permanecían en Sosúa, pero más del 28% de las 154 personas establecidas en1961 eran menores de 16 años. Era concebible que el pequeño asentamiento pudiera sostenerse indefinidamente. Sin embargo, la muerte del dictador demostró que el futuro diferiría del pasado. Aquellos que habían convivido

de Rosenzweig. No se opuso a la erección del monumento a Trujillo en Sosúa en 1958.49

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C. Harvey Gardiner

Los asuntos internos de Sosúa tipificaban crecientemente a Rosenzweig como una persona opuesta a los deseos de numerosos colonos. Se le acusó de ser dictatorial y de tener favoritos que recibían tierras adicionales. Bajo la superficie aparentemente serena de su administración de DORSA, Rosenzweig se enfrentó a dos elementos hostiles: los dominicanos que detestaban su subordinación a la dictadura, la cual estaba siendo atacada tanto en el país como en el extranjero, y los colonos que deseaban una relación apolítica entre la colonia y la República Dominicana, y un ejercicio más democrático dentro del asentamiento.

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La política de inmigración del dictador Trujillo

armoniosamente e incluso cooperando con las autoridades dominicanas durante la Era de Trujillo, se convirtieron en sospechosos. Nadie en Sosúa había contribuido más a esto que Alfred Rosenzweig. Consciente de que el odio de los dominicanos hacia su persona ponía su vida en peligro, y de que su continua presencia solo podía estorbar las relaciones de DORSA y de la colonia con el cambiante escenario político, renunció y emigró hacia la Florida.Amediados de 1961, beneficiados por todas esas millas que separaban a Sosúa de la capital, azotada por la guerra, y que una vez más ostentaba el nombre de Santo Domingo, los refugiados veteranos que habían sobrevivido tanto al dictador europeo del cual habían huido, como al dictador dominicano, cuya búsqueda de una imagen humanitaria había sido su salvación, abrigaban esperanzas de Santo Domingo, de Nueva York, de Washington, pero aún más importante, de sí mismos.

8 Bulletin (Sosúa), July 16, 1941, pp. 3-8, y conversación con Luis Hess, Sosúa, February 8, 1976.

168 C. Harvey Gardiner

2 James N. Resenberg a Sir Herbert Emerson, Ciudad Trujillo, February 6, 1941, DORSA, January-September 1941, JDC Archives; Time, March 3, 1941, pp. 30, 32; y conversaciones con Josef Eichen y Luis Hess, Sosúa, February 8, 1976.

1 Robert T. Pell a Mrs. Rebecca H. Reyher, Washington, January 18, 1941, y James N. Rosenberg a Sir Herbert Emerson, Ciudad Trujillo, February 6, 1941, DORSA, January- September 1941, JDC Archives.

6 Bulletin (Sosúa), July 16, 1941, pp. 1- 2; y conversación con Josef Eichen, Sosúa, February 8, 1976.

9 DORSA, Sosua; Haven for Refugees in the Dominican Republic, No. 4, New York: n. pub., 1941, pp. 19-20.

3 Earl P. Hanson, «The Americas and the Refugees», The American Mercury, LII, No. 205, January 1941, p. 52; y Marie Syrkin, «Rebirth in San Domingo?», Jewish Frontier, VIII, January 1941, pp. 9-13.

10 Michael Bodkin a Mrs. Rebecca H. Reyher, Sosúa, September 2, 1941, y memorandum del Dr. Walter Baum a Mrs. Schweitzer y Falk, Ciudad Tru jillo, August 30, 1941, DORSA, January-September, 1941, JDC Archives.

5 Heinz Jacoby a Margaret E. Jones (copy), Sosúa, September 28, 1941, y Margaret E. Jones a Clarence E. Pickett, Philadelphia, October 10, 1941, AFSC Foreign Service, Refugees-Resettlement, Santo Domingo, General Files 1941, AFSC Archives.

11 Bulletin (Sosúa), August 1, 1941, pp. 2, 3, 5, y agosto 16, 1941, pp. 3, 4.

12 DORSA, Sosua; Haven…, pp.4, 13, 15, 16, 21.

NOTAS

4 NYT, March 23, 1941, p. 19; memorandum interno de Mrs. R. H. Ryber a Joseph C. Hyman, New York, June 23, 1941, y Michael Bodkin a Mrs. Rebecca H. Reyher, Sosúa, July 31, 1941, DORSA, January-September, 1941, JDC Archives; Bulletin (Sosúa), July 16, 1941, p. 1; y conversación con Felix Koch, Sosúa, February 4, 1976.

7 Conversaciones con Walter Biller, Sosúa, February 6, 1986, y con Josef Eichen, Sosúa, February 8, 1976.

18

Actas del Comité Ejecutivo, DORSA, New York, May 14, 1942; y Rayford W. Logan a Dr. Jacob Billikopf, Washington, May 14, 1942, DORSA, 1942, JDC Archives; FRUS 1942, I, Washington: GPO, 1960, pp. 450-452.

21

13

La siguiente discusión del periodismo en Sosúa está basada en un expediente en posesión de Félix Koch de Sosúa. El mismo consiste en veintitrés ejemplares completos en el período comprendido entre julio 1941 y mayo 1945.

Boletín (Sosúa), Vol. II, No. 2, febrero 1942, p. 11, y Vol. II No.3, Marzo15, 1942, pp. 8. 9, 12.

Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 320; FRUS 1941, VII, Washington: GPO, 1962, pp. 253-257; y Minister Robert McG. Scotten (No. 824) a secretario de Estado, Ciudad Trujillo, December 26, 1941, 740.00115 European War/1674 y Tel. No. 16, January 24, 1942, 740.00115 European War/1765.

15 Achduth, Ciudad Trujillo, noviembre 14, 1941. Este periódico estuvo patrocinado por la Parroquia Israelita de la República Dominicana (Julius Sander, presidente, y José Engel, secretario), el Comité de Ayuda Unido (Egon Birnbaum, presidente, y W. Baum, secretario) y el Fondo Lamport (Walter Bauchwitz, presiden- te, y Arthur Philippsborn, secretario), todos de Ciudad Trujillo.

Carl J. Austrian a Joseph Hyman, New York, November 24, 1941; y Dr. Paul van Zeeland, «Report on a Visit to the Sosua Settlement», Sosúa, November 20-23, 1941, DORSA, October-December, 1941, JDC Archives.

19

Boletín de Sosúa, Vol. 2, No. 1, enero 1942, pp. 2, 5-8; Mrs. Archibald Silverman, «What I Found in Sosua», Detroit Jewish Chronicle, December 19, 1941 (clipping); Joseph C. Hyman a James N. Rosenberg, New York, December 24, 1941, DORSA, October-December, 1941, JDC Archives; y Albert H. Lieberman a Joseph C. Himan, Philadelphia, Decembcr 30, 1941, DORSA, 1942, JDC Archives.

Hana Rosenzweig a CHG, Jacksonville, Florida, December 24. 1975; Syrkin, «Rebirth», Jewish Frontier, VIII, January 1941, p. 11; y Sosúa Bulletin, Vol. 2, No. 1, January 1942, p. 12.

16 Notas de Evelyn M. Morrisey de la dicusión con Lean Falk Jr., Nueva York, 30 de octubre de 1941, DORSA, January-September, 1941, JDC Archives.

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DR, Capacíty... to Absorb Refugees, pp. 9, 10- 16, 25, 26, 46, 75, 100.

29

William L. Bein a Mrs. Ruby F. Moses, Sosúa, March 4, 1944, DORSA, July 1943-September 1944, JDC Archives.

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33

Kol… Mitteilungsblatt der Juedischen Gemeinde, Sosúa, May 17, 1945, p. 5.

28

24

Resumen de dos reportes preliminares de julio 31, 1944 y agosto 7, 1944 por Sr. David Stern en relación con Sosúa, Nueva York, verano, 1944; y actas de la reunión de Agro-Joint y DORSA, Nueva York, septiembre 20, 1944, DORSA, julio 1943-septiembre 1944, JDC Archives.

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32

Heinz Jacoby a Margaret E. Jones (traducción del alemán), Sosúa, November 16, 1942, Refugee Services, 1942, Dominican Republic, General Files 1942, AFSC Archives; FRUS 1942, I, pp. 471 - 473.

26 DR, Capacity… to Absorb Refugees, p. 7.

25

35

La Voz de Sosúa, julio 17, 1943, pp. 1-3, 13.

RD, Memoria... Agricultura... 1947, Ciudad Trujillo: Luis Sánchez Andújar, n. d., pp. 257-263.

23 1942 Budgeting Bulletin of the Council of Jewish Federations y Welfare Funds on DORSA, July 1942; Solomon Arons a Moses Lesvitt, Sosúa, October 6, 1942; y H. Schanapek a William L. Bein, October 31, 1942, DORSA, 1942, JDC Archives.

Solomon Arons a Lic. Julio Ortega Frier (copy), Sosúa, September 28, 1942, DORSA, 1942, JDC Archives, y DR, Capacity... to Absorb Refugees, p. 111.

Conversaciones con Walter Biller, Sosúa, February 6, 1976, con Josef Eichen y con Luis Hess, Sosúa, February 8, 1976.

Brookings, Refugee Settlement, pp. 331-332, 334-336, 340.

22

Leon Falk, Jr. a James N. Rosenberg, Pittsburgh, July 24, 1943; William L. Bein a Solomon Arons, Sosúa, August 23, 1943; Solomon Arons a Moses A. Leavitt, New York, September 28, 1943; y James N. Rosenberg a William L. Bein, New York, February 16, 1944, DORSA, July 1943-September 1944, JDC Archives.

30

Solomon Arons a James N. Rosenberg, Sosúa, October 19, 1942; Solomon Arons a James N. Rosenberg y Mrs. R. H. Reyher, Sosúa, por el Director Solomom Arons, Sosúa, Noviembre 1, 1942, DORSA, November 1942-June 1943, JDC Archives.

34

Estadísticas Vitales al 30 de noviembre de 1954, Alfred Rosenzweig a Dorothy Speiser, Sosúa, diciembre 16, 1954, y Estadísticas Vitales al 30 de noviembre de 1944, Alfred Rosenzweig a Dorothy Speiser, Sosúa, di ciembre 14, 1955, DORSA Estadísticas Vitales 1952-1961, JDC Archives.

49

DORSA, Informe del... Rosenberg, Ciudad Trujillo: Editora Montalvo, 1949, p. 15; conversación con Erich Benjamin, Sosúa, February 4, 1976; y RD, Memoria… Agricultura… 1947, p. 255.

Conversación con Erich Benjamín, Sosúa, February 4, 1976, y NYT, May 18, 1947, p. 38

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DORSA, Report, December 15, 1948, firmado por James N. Rosenberg, JDC Archives.

48 (Anon.), «Colonos hebreos de Sosúa adquieren la nacionalidad dominicana», Revista de la Secretaría de Estado de Trabajo, Economía y Comercio, No. 32, enero- febrero 1954, pp. 32-33.

LN, diciembre 16, 1954, p. 5; EC, enero 29, 1956, p. 1, enero 30, 1956, pp. 1, 2, enero 31, 1956, pp. 1, 2, 5; y (anon.), «Monumento dedicado a la política de “puertas abiertas” de Trujillo», Un vistazo a la República Dominicana, Vol. 1, No. 2, febrero 1956, pp. 10-11.

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Estos datos fueron extraídos del mapa y texto acompañante en la ofici na de Erich Benjamín, en las oficinas de CILCA y Ganadera en Sosúa.

Derivado de fecha en RD, Memoria... Agricultura... 1947, p. 253. Ibid. pp. 257-272.

Ibid; LN, abril 27, 1957; U. S. 85.vo Congreso, l.a sesión, CR, Vol. 103, Pt. 5, Washington: GPO, 1957, p. 6137; EC, octubre 26, 1958, p. 4; y conver saciones con Hana Rosenzweig, Jacksonville, Florida, enero 25, 1976.

Relatado por Luis Hess a CHG, Sosúa, febrero 8, 1976.

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Ibid. 46

44 Extraído de reportes mensuales y trimestrales de Alfredo Rosenzweig a DORSA; ver DORSA Vital Statistics, 1952-1961, JDC Archives. En 1960 aparece un error aritmético menor; el total debe ser 155 y el de 1961 debería ser 154.

Hana Rosenzwig a CHG, Jacksonville, Florida, December 24, 1975.

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CAPÍTULO VI SOBRE MITOS Y PROPAGANDA

El arte de la propaganda era conocido desde hacía mucho por Trujillo, y requería la exageración de la realidad, por muy pequeña que fuera, pero no la fabricación de lo totalmente inexistente. Ciertas trampas de la democracia ayudaron a convencer a muchos extranjeros, políticos y ciudadanos privados, para que aceptaran sin críticas su dictadura. Las indicaciones de avance económico, tales como la reconstrucción de la capital, mejoramiento de muelles, construcción de carreteras y puentes, y la bienvenida ofrecida a la inversión privada, animaron a muchos a ignorar la completa miseria que sufrían tantos dominicanos. De la misma forma, operando desde la realidad del pequeño asentamiento en Sosúa, y de la favorable publicidad que su acogida de refugiados había generado, Trujillo supuso que podía adornar su limitado humanitarismo y cosechar recompensas incalculables en el mundo de las relaciones públicas. Si Sosúa servía de ejemplo, el gesto importaba, no el resultado. Escoger el momento oportuno resultaba importante, y si era considerado generosísimo por solo realizar la oferta, materializada o no, entonces, ¿por qué no hacer más gestos libres de costo? Multiplicando palabras de bienvenida a los refugiados del mundo, podría ampliar su propia imagen en el extranjero. Durante más de una década, Trujillo, de manera intermitente, exageró las

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En junio de 1940, una combinación de circunstancias en Europa, la República Dominicana y los Estados Unidos hizo posible la explotación del tema de los refugiados por Trujillo. Cuando las tácticas de guerra relámpago de los nazis predijeron la prematura caída de Francia, DORSA tenía 37 refugiados en Sosúa y el optimismo, especialmente el expresado por el Dr. Rosen, era elevado. Mientras se aproximaba la celebración de una reunión de DORSA en Nueva York, Rosen cablegrafió que «como resultado de la gran hospitalidad de la República Dominicana, podría tomar inmediatamente 500 jóvenes para ser entrenados, siempre que se pudieran asegurar $130,000 adicionales para los gastos, y 500 niños de menos de 16 años, de ambos sexos, con financiamiento adicional de $1 00,000». En menos de una semana, Trujillo cablegrafió a Rosenzweig: «He recomendado al Gobierno dominicano... un plan... ofrecer asilo... a varios niños, hombres y mujeres jóvenes... en Sosúa...».1 La propuesta de Trujillo, evitando estudiadamente cualquier compromiso financiero, no solo duplicaba de manera innecesaria la propuesta de DORSA, que ejercía con ella su derecho bajo el acuerdo de enero, sino que también estaba inspirada por la acción de DORSA. Quizá la idea ayudó a ambas partes: a DORSA, para obtener fondos y publicidad favorable, y a Trujillo para conseguir expresiones de gratitud. Sin embargo, como fue mencionado antes, el experimento con un pequeño número de jóvenes para ser entrenados en Sosúa resultó en fracaso. Por otro lado, Trujillo nunca hizo que su propuesto plan fuera adoptado formalmente por el Gobierno con la publicidad suficiente para él.

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semillas de la verdad en relación con los refugiados, e inauguró un nuevo aforismo: el de que las palabras eran más convincentes que las acciones.

A mediados del otoño de 1940, otro gesto dominicano se relacionó con los refugiados europeos ansiosos de dejar el continente. En esa época, el Lic. Julio Ortega Frier, quien había ayudado a la formulación del acuerdo del pasado enero, era huésped de Rosenzweig, presidente de DORSA, durante su estancia en Nueva York. Allí anunció el proyectado asentamiento de católicos austríacos en la República Dominicana, bajo las mismas condiciones de los judíos centro-europeos, que sumaban entonces alrededor de 170 en Sosúa. Nada surgió de esta oferta, pero un año después, esta empresa austríaca emergió, presumiblemente por la intervención

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A mediados de 1942, Trujillo, sin ruborizarse, a veces se ensalzaba a sí mismo y luego hacía cosas que animaban a otros a amontonar alabanzas sobre él. Aunque el acuerdo de DORSA con la República Dominicana fue un asunto de muy poca importancia, dado el clima de tiempos de guerra que influía en las relaciones de Estados Unidos con la República Dominicana, Trujillo, al recibir las credenciales del ministro americano, Avra M. Warren, no obstante declaró: «La existencia en nuestro país de la colonia de Sosúa, cuya tierra fue cedida por mí para esos fines benéficos, es un ejemplo práctico y una manifestación elocuente de nuestros profundos sentimientos humanitarios».3

En Ciudad Trujillo, donde el suceso asumió enormes proporciones, preparadas por y para el vanidoso hombre fuerte, la ceremonia adquirió matices de espectáculo, con la asistencia del cuerpo diplomático, el rebaño de funcionarios oficiales cumplidores de su deber, la subordinada comunidad académica, y otros, incluyendo representantes de los medios de comunicación. Para completar todo esto, una publicación bilingüe de 80 páginas inmortalizó el evento. Trece años después, esta ceremonia fue aclamada como un hito en la historia de la Universidad dominicana.4 En cierto sentido, se trataba de reciprocidad académica, ya que el grado dominicano otorgado en 1941 a Rosenberg, abrió el camino para el grado americano de 1942 otorgado a Trujillo; pero fue totalmente desigual

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Seis semanas después, el ministro Warren presidía la ceremonia académica, en la cual el grado honorífico conferido a Trujillo le honraba principalmente en razón del acuerdo con DORSA y del asentamiento de Sosúa. Aunque la mención alababa a Trujillo por logros relacionados con la educación, construcción de autopistas, desarrollo del comercio, creación de un banco nacional, etc., fue su oferta de «un hogar en la República Dominicana para 100,000 refugiados» lo que habría impulsado a Lean Falk Jr., el reciente presidente de DORSA y miembro directivo de la Universidad de Pittsburgh, a recomendar que este centro de estudios concediera al dictador un Doctorado Honorario.

La política de inmigración del dictador Trujillo

personal del archiduque Otto de Austria. Numerosos obstáculos, entre ellos el problema de las visas y del embarque, obstruyeron su realización. Un cierto carácter nebuloso marcó el asunto, el cual estuvo acompañado de muy poca publicidad y de resultados nulos.2

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la publicidad y la imagen humanitaria que lanzó Trujillo a la luz de la publicidad masiva que se generó, lo que le permitió subrayar el honor que le confiriera una importante universidad extranjera por medio de un funcionario americano de alto nivel. Los elogios que algunos le propinaban, como Falk y la DORSA por ejemplo, Trujillo los exageraba.

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A pesar del hecho de que no se habían obtenido resultados mediados de 1940 con el oportunista proyectos con jóvenes, Trujillo, dos años después, amplificó el mismo recurso. Al mes de haber recibido el honor académico, ofreció ayuda y protección a 3,500 niños europeos, entre las edades de 3 y 14 años.Elministro de Relaciones Exteriores, Despradel, al discutir esta oferta de Trujillo con el ministro Warren expresó, según palabras de Warren, que el «gobierno lo que pretende es hacer un gesto, pero no contempla ningún arreglo práctico». En la misma época, la situación de los niños europeos había hecho surgir otras ofertas de hospitalidad: Estados Unidos, 5,000; Argentina, 1,000; Canadá, 500 y Sudáfrica, 250. Trujillo hasta ofreció fletar un barco para traerlos a la República Dominicana. Esta generosa ocurren cia fue hecha a través de canales diplomáticos al mariscal Henri Philippe Petain, jefe de Gobierno de Francia en Vichy. Enseguida, la Universidad de Nueva York, aparentemente actuando por reportes publicados en los pe riódicos locales, se apresuró a expresar gratitud a Trujillo por su perspica cia y filantropía. Sin embargo, la ocupación de África del norte por tropas de las Naciones Unidas bloqueó los arreglos para sacar los niños de Fran cia. No se fletó ningún barco, y en realidad no hubiese habido ninguno dis ponible, aun haciéndose el esfuerzo. De esta manera, Trujillo no tuvo que utilizar ningún dinero de su propio peculio. Cuando Reynolds Packard lo entrevistó, Trujillo hasta magnificó su voluntad de acoger de 3,000 a 4,000 de las víctimas, que nunca llegaron. Como señal de su humanitarismo, in sistía, en momentos en que la población de Sosúa no llegaba a quinientos individuos, que la colonia contaba entonces «con más de quinientas fa milias».5 El uso de los refugiados por parte de Trujillo como juego de pro paganda unía esperanzas irrealizables a realidades amplificadas. En tiem pos tan lamentables, el público creía las buenas noticias que él inventaba. Desafortunadamente, los periodistas parecían estar tan satisfechos con las perspectivas de su humanitarismo, que ni investigaciones subsecuentes ni

El progreso de la Segunda Guerra Mundial afectó el problema de los refugiados y las relaciones domínico-americanas. La entrada de los Estados Unidos en la guerra detuvo el flujo de refugiados, frustrando las cálidas esperanzas de DORSA. Al mismo tiempo, la preocupación de la estabilidad política y la seguridad militar en el Caribe en tiempos de guerra hizo a Trujillo más agradablemente aceptable que nunca para los Estados Unidos. Sin embargo, la fructífera ofensiva en África del norte y el relajamiento del dominio de Hitler sobre Francia revirtieron tanto la situación militar que Washington no siguió considerando al Caribe como una región amenazada. El cambio de circunstancia, a su vez, permitió que los Estados Unidos reevaluaran al régimen de Trujillo, degradándolo de aliado indispensable a estorbo político. Una de las primeras indicaciones de esa transformación vino en un despacho del embajador Ellis O. Briggs. Desde Ciudad Trujillo, escribió: «A pesar de la dedicación de Trujillo y su Gobierno, internacionalmente, al principio de la libertad, justicia y democracia, su administración del país muestra un cínico desprecio a la mayor parte de esos principios. Su régimen es un negocio operado principalmente para su personal enriquecimiento, el de sus parientes y satélites. Su ambición causa el empobrecimiento de los dominicanos, económica y moralmente. La vanidad del dictador, que no pocas veces dicta el curso de sus acciones, es colosal».16

La política de inmigración del dictador Trujillo

Meses después del último disparo de la Segunda Guerra Mundial, cuando el embarque se convirtió en un problema menor y los refugiados en uno mayor, Trujillo se aprovechó de la temporada festiva judío-cristiana de diciembre para ofrecer a la República Dominicana como refugio para todas las personas amenazadas a causa de persecuciones raciales, religiosas o políticas. La embajada dominicana en Washington publicó la propuesta, que el Benefactor exageró el establecer un Comité Nacional Pro-Inmigración Hebrea, compuesto por seis hombres distinguidos. Su presidente, y único miembro hebreo, Haim H. López-Penha, era un próspero residente de Ciudad Trujillo. Otro miembro del Comité era el entonces omnipresente ayudante del dictador, el español republicano

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reportajes revelaban lo hueco de la mayor parte de lo que el dictador ex presaba sobre los refugiados. Este hábil dictador reiteradamente embaucó a un público emotivo, crédulo y distante.

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José Almoina. Este gesto impresionó a muchos en virtud del Decreto No. 321.3, que creaba el Comité, publicado en la Gaceta Oficial y con su eventual introducción en la Colección de Leyes Dominicana. Un educador hebreo en Nueva York rápidamente se adhirió a la propuesta y sugirió que con $20,000,000 podrían asentar a 20,000 judíos y a sus familias «en ricos terrenos vírgenes de la República Dominicana».7

La DORSA y su acuerdo de 1940 con el Gobierno dominicano desempe ñaron un persistente papel en los asuntos entre Estados Unidos y la Repú blica Dominicana, a veces en desacuerdo con la política americana en rela ción con Trujillo. El dictador, por ejemplo, durante la prolongada campaña presidencial de 1944-1947, hábilmente usó el tema de los refugiados en fun ción de su aparente humanitarismo. En esa época, la embajada de Esta dos Unidos en Ciudad Trujillo bloqueaba la ayuda americana, tanto privada como empresarial, para la campaña reeleccionista del dictador. Desde la embajada se había emitido la prohibición de que los americanos contribu yeran a los fondos de la campaña de cualquier partido político, ni deberían permitir el uso de sus nombres o el de sus compañías para peticiones de reelección. «En resumen —escribió el embajador Briggs a sus superiores—, están por primera vez en la reciente historia dominicana declinando in tervenir en los asuntos políticos domésticos de este país».9 Aunque DORSA nunca contribuyó con fondos a la campaña ni permitió el uso de su nombre para llamados a la reelección, su entusiasmo por recordar los aniversarios de ese acuerdo permitió al dictador «usar» a DORSA para su beneficio en entrevistas, mensajes al Congreso dominicano, artículos en las publicacio nes de la embajada y del consulado general, y en otras formas.

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Nada sustancial se derivó de la publicidad, del decreto y del Comité o de cualquier otro aspecto de este gesto de Trujillo, pero aun así el asunto no había llegado a su final con respecto a la utilidad de la propaganda. En una de las primeras reuniones organizadoras de las Naciones Unidas en Londres, el representante dominicano informó de la intención de su país de re novar su invitación de antes de la guerra a los inmigrantes hebreos. Andrés Pastoriza anunció un objetivo inmediato de 25,000 inmigrantes, mientras reiteraba la aspiración de llegar a un total de 100,000, planteamiento que había sido atacado críticamente hacía mucho por el estudio Brookings.8

Con el tiempo, los hechos se empañaron con distorsiones y exagera ciones en relación tanto al número de refugiados como al alcance del éxito

Apartando la politiquería dominicana, que después de todo era espectáculo y fraude en vez de verdadera actividad política, DORSA recibía sinceras expresiones de gratitud anualmente. En 1950, por ejemplo, cuando el asentamiento contaba con una reducida población de alrededor de 225 colonos, la celebración del décimo aniversario del Acuerdo DORSADominicano estuvo fuera de toda proporción con respecto a la pobre historia del relativamente minúsculo y desteñido proyecto. No obstante, DORSA envió una declaración al The New York Times que beneficiaba la imagen de Trujillo. Las ceremonias que atrajeron a funcionarios de DORSA desde Nueva York y dominicanos desde Ciudad Trujillo hacia Sosúa para pronunciar discursos, redundaron en beneficio de Trujillo. Hasta una delegación especial de colonos de Sosúa, encabezaba por Alfred Rosenzweig, que visitó a Trujillo en el Palacio Nacional, se convirtió en una ceremonia de adulación, aclamación y apoyo, por las que el dictador tenía tanta debilidad. Hubiera sido comprensible que la Embajada americana repitiera su lamento de 1947: «Desafortunadamente, él ha sido capaz, por uno y otro medio, de persuadir a prominentes americanos y extranjeros, en público, en negocios o en su vida privada, para defender su causa y apoyarlo».10 El otro lado de la moneda sugería que DORSA divulgaba su continuada relación con el Gobierno dominicano para generar opinión pública, como manera de presionar a Trujillo para que continuara cumpliendo con el Acuerdo. Si así fuera, DORSA, en beneficio de su colonia, había ignorado la actitud serena y correcta expuesta por Washington.

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Para completar la imagen favorable dispensada a Trujillo por DORSA y los colonos de Sosúa, estaban las palabras de conscientes propagandistas de los refugiados en el país y en el extranjero, como Joseph Francis Thor ning. En el mismo estilo adulatorio, un panegírico dominicano en alaban za al humanitarismo de Trujillo se refería a la colonia de Sosúa como: «Un triunfo más para la crónica dorada de los logros de Trujillo».11 Como quiera que esto no fue un factor primordial para la mitigación de las desgracias de los refugiados, ¿podía un conocedor y cínico dominicano haber querido decir realmente que Sosúa constituía un triunfo en el campo de las relacio nes públicas para Trujillo?

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en Sosúa, a la vez que surgían dramáticos anuncios de nuevos proyectos con refugiados. En el transcurso de su campaña para su cuarto período en la presidencia, a Trujillo se le acreditaron cosas que no realizó. El discurso de su campaña también pintó el experimento de Sosúa con un ideal tinte rosado. Dos días después de su triunfo, en una elección en la cual no tenía oponentes, Trujillo anunció un nuevo plan para asentar de cinco a diez mil personas desplazadas de Yugoeslavia. Su anuncio tenía doble intención: rescatar a los anticomunistas y asentarlos cerca de la frontera haitiana. Como ningún yugoeslavo apareció, no se pudo asegurar ninguna parte de la frontera. Algo más tarde, en 1947, cuando la población de Sosúa era me nor cuatrocientos colonos, un órgano propagandístico oficial de la Emba jada dominicana en Washington publicó un reportaje que presentaba a la colonia como solución al problema de los refugiados. Siete años después de la fundación de la colonia, cuando su población no llegaba ni al 50 % de los 100,000 inmigrantes que Trujillo había proclamado que resultarían bienvenidos, su mensaje anual al Congreso continuaba enfocando especial atención hacia Sosúa.12

C. Harvey Gardiner

Después de la guerra, los gestos de Rafael L. Trujillo a nombre de los refugiados parecían oscilar entre la preocupación acerca de los hebreos, que lo identificaban con el asentamiento de DORSA en Sosúa, y la atención a las Naciones Unidas y otras agencias internacionales, que se inclinaban hacia las necesidades de la niñez. Una visita efectuada a mediados de junio de 1948 a Ciudad Trujillo inclinó la balanza, una vez más, a favor de los niños. Se trataba de que el dictador informó a Mrs. Oswald B. Lord, presidente del Comité Norteamericano del Fondo Internacional de Emergencia para los Niños, que su gobierno estaba dispuesto a recibir, alojar y educar a varios miles de niños europeos. Dos meses después, en una comunicación dirigida a esa misma organización, ofreció, específicamente, alojamiento en San Cristóbal para 2,000 niños. Su embajador ante las Naciones Unidas, Enrique de Marchena, trasmitió personalmente la oferta al secretario general, Trygve Lie, añadiendo que la escuela-dormitorio para los niños, valorada en $400,000, ya se encontraba lista y estaría disponible tan pronto las Naciones Unidas pudieran trasladarlos a República Dominicana. Aún más, de acuerdo con De Marchena, una estructura doble para alojar otros 2,000 niños desamparados se encontraba en construcción. Como para

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subrayar que no existía en Trujillolandia discriminación en relación con la raza o la religión, el diplomático se identificó a sí mismo como «de extracción sefardita judía, mulato y católico».13 Esta oferta, se le recordó al mundo, se identificaba con la interminable historia de palabras muy generosas y acciones predominantemente estériles.

James N. Rosenzweig, en un escrito que le envió al dictador, en la épo ca del décimo aniversario del acuerdo DORSA, unió dos temas que Trujillo consideró apropiados para explotar durante la mayor parte de la década. Después de formular su frecuentemente expresado aprecio, esta vez con las palabras: «El Gobierno y los habitantes de la República Dominicana han actuado de acuerdo con esta Carta Magna de libertad humana en su tratamiento para con nuestros colonos», Rosenzweig añadió: «Nos hemos enterado, horrorizados, de la actual persecución de judíos detrás de la Cortina de Hierro».14 Trujillo tenía aún otra razón para utilizar a los judíos como víctimas del comunismo. A mediados de 1950, la resistencia ameri cana al ataque comunista de Corea del Norte contra Corea del Sur le brindó a Trujillo la oportunidad de mejorar su posición frente a Washington. De la misma manera que el fascismo y el problema de los refugiados había unido una vez en armonía a Trujillo, los Estados Unidos y DORSA, parecía que una década después el comunismo produciría un resultado similar.

Por los años 1950, la campaña anticomunista de Trujillo, ligada al tema de los refugiados, mostró signos de avances. En 1945-1946, cuando los Estados Unidos se desembarazaban de la cálida aceptación previamente otorgada a Trujillo, este había enarbolado repetidamente el calificativo de «comunista», pero sin resultados. Como los Estados Unidos no tenían una perspectiva similar, diplomáticos americanos moderados reconocieron la tendencia de Trujillo de catalogar a todos y cada uno de sus oponentes políticos como comunistas, lo que en realidad era un estigma difamatorio. Sin embargo, a raíz de la crisis de Berlín en 1948 y la intensificación de la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia, el anticomunismo de Trujillo lo fue haciendo simpático a cada vez más políticos americanos.

La política de inmigración del dictador Trujillo

La asunción por parte de Trujillo, en diciembre de 1952, de las funciones de representante dominicano ante las Naciones Unidas permitía muchas interpretaciones. En el aspecto privado, posiblemente extrañaba la vida regalada que se llevaba en Nueva York. Desde el punto de vista

Tras las primeras acciones del nuevo acercamiento con la alta jerar quía americana, Trujillo lanzó su campaña anticomunista y projudía a las cuarenta y ocho horas de su llegada a Nueva York. Por medio de la prensa, ofreció a la República Dominicana como refugio para los judíos que huían de la persecución desatada detrás de la Cortina de Hierro. Al mismo tiem

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político doméstico, se sentía seguro en cuanto al manejo de los asuntos presidenciales por su hermano Héctor. Ahora, desde el punto de vista internacional, una serie de objetivos requerían su atención. Casi desde la renuncia de Hull (1944) y la muerte de Roosevelt (1945), las relaciones domínico-americanas se habían agriado. El dictador no había triunfado en el cultivo de la amistad de los embajadores Briggs, McGurk y Butler ni de los secretarios de Estado Stettinius, Byrnes, Marshall y Acheson. Sin embargo, consciente de la victoria del Partido Republicano en las elecciones, del apaciguamiento del conflicto coreano y de la postura anticomunista del entrante secretario de Estado, John Foster Dulles, pensaba que podía cortejar a la administración Eisenhower con renovada esperanza de éxito. Además, desde su base diplomática en Nueva York, tendría la oportunidad de expresar vigorosa y simultáneamente su anticomunismo en dos planos, en las Naciones Unidas y en la prensa americana.

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Inmediatamente después de su llegada a Miami, Trujillo enarboló la consigna anticomunista y antiadministración de Truman, al declarar: «No sotros no tenemos actualmente problemas comunistas, y probablemente nunca los hubiéramos tenido si no hubiese sido por los líderes prosovié ticos de otros países y por Spruille Braden, en 1945». Expuso muchos de sus planes futuros en el Hotel Mayflower, de Washington, en la ocasión en que invitó a generales americanos a cenar y en conversaciones con varios miembros republicanos del Congreso. Entusiasmó a su naturaleza vanidosa oír al presidente de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, Fred M. Vinson, brindar por él «como uno de los pocos hombres que habían te nido el privilegio de iluminar el mundo con la antorcha de la civilización, como hizo Washington en los Estados Unidos, para asegurar el bienestar, progreso y prosperidad de sus ciudadanos».15 En los momentos iniciales de la administración de Eisenhower, estas y otras actividades sugerían que los acercamientos diplomáticos habían sido superados y que la estrella de Tru jillo de nuevo tomaba un giro ascendente en los círculos oficiales.

po, declaró que elevaría el problema del antisemitismo soviético ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, solicitando a dicha organi zación ayuda para las víctimas de los soviéticos. Enseguida, el presidente de DORSA visitó a Trujillo en la suite que ocupaba en el Hotel Plaza y lo felicitó por su noble actitud en relación con los judíos. El ampliamente leído columnista Cholly Knickerbocker, por su parte, ensalzó a Trujillo por su lucha contra el comunismo y su deseo de liberar a los judíos persegui dos. Como para robustecer sus últimos pronunciamientos en favor de los judíos, el dictador anunció públicamente la formación, en Ciudad Trujillo, de un comité prohebreos perseguidos por el comunismo, que presidiría él mismo. Entre los cinco miembros del comité estarían Manuel de Jesús Troncoso de la Concha y Haim López-Penha, miembro de la comunidad judía en la capital dominicana que no era extraño a los ardides políticos de Trujillo, según se había hecho ya costumbre. El futuro catalogaría a este comité como otro juego de publicidad, entidad que duplicaría al inútil Co mité Nacional para Inmigración Judía de 1945. Durante un apresurado via je a Washington, informó a la prensa: «He conversado con Foster Dulles, como siempre, en contra del comunismo», y regresó a Nueva York, donde continuó presentándose en su papel de humanitario.16

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Tiempo después declaró que la República Dominicana recibiría 25,000 judíos perseguidos, y el Día de la Independencia Dominicana, el 27 de Febrero, el tema de los refugiados emergió de nuevo. Su hermano Héctor hablaba al Congreso de «la próspera colonia de Sosúa», y el Benefactor, por su lado, era el centro de la atención en Nueva York, donde, a nombre de DORSA, Rosenzweig le entregó un pergamino en reconocimiento a sus servicios en favor de los judíos perseguidos. Un mes después, reportando desde Sosúa, Herbert L. Matthews declaró: «Esta pequeña colonia de refugiados se ha ganado una fama en el hemisferio occidental mucho mayor que su tamaño o importancia». El periodista podía muy bien haber tenido en mente utilizar la publicidad acerca de Sosúa, generada por Trujillo y DORSA, para beneficio propio. Durante los restantes años de la dictadura de Trujillo, no se reportaron registros de la llegada de judíos a Sosúa desde detrás de la Cortina de Hierro. Sin embargo, como forma de recordarle al mundo que las puertas dominicanas estaban abiertas a todos

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Durante el período Nueva York, el tamaño de la comitiva de Trujillo, que muchos llamaban guardaespaldas, sus actividades en las Naciones Unidas y su manía por la cobertura de prensa atrajeron la atención de hombres y grupos que, a su vez, indujeron a Trujillo a expresar más propuestas humanitarias. Por ejemplo, la visita del presidente del Comité Americano sobre Inmigración Italiana apresuró su anuncio de que la República Dominicana estaba dispuesta a recibir a 100,000 inmigrantes italianos. De nuevo, ese gran número redondo atrajo aún más publicidad que los propios inmigrantes. Dos meses después, el dictador agasajó a los representantes del Comité Italiano de Inmigración durante su visita para estudiar las facilidades y perspectivas que ofrecía el país. Aun cuando se anunció que se había llegado a un arreglo, no se realizó ningún movimiento organizado de inmigrantes italianos.18 Los meses en Washington y Nueva York, productivos en cuanto a la favorable publicidad para Trujillo en el tema de los refugiados, ilustraban la sentencia de que las palabras pueden hablar más alto que los hechos.

Además de los innumerables encomios recibidos en los Estados Unidos, los cuales saboreó con un regocijo especial, su propia prensa estuvo a la altura de sus usuales normas de servilismo adulatorio. En Ciudad Trujillo, Ramón Marrero Aristy aclamó el brillante futuro que los inmigrantes italianos traerían a la República Dominicana. Y evocando la importancia que tenían en Argentina, catalogó a los inmigrantes italianos como los más deseables que un país podía obtener. Con la gradual absorción de 100,000, declaró: «Trujillo le habría dado al país el impulso definitivo para ganar un siglo de progreso en varios años». Manuel A. Machado Báez consideró las declaraciones de Trujillo en Nueva York como manifestaciones «una vez más del espíritu generoso y humanitario del Benefactor». Lo que Trujillo había expresado a favor de los judíos se convirtió en «la noble cruzada». Otro panegírico que acentuaba la causa de los judíos fue el de J.B. Lamarche, quien declaraba que Trujillo había convertido a la República Dominicana en «la tierra de los brazos abiertos».19

No obstante sus ataques contra el comunismo tanto en el país como en el extranjero, Trujillo nunca identificó a un solo dominicano con la lucha,

los oprimidos del mundo, el dictador declaró solemnemente que su país recibiría de 20,000 a 25,000 víctimas de la persecución comunista.17

Mientras se afianzaban varias fases del renovado énfasis en inmigra ción, continuaba explotando el tema de los refugiados como táctica pro pagandística. La publicidad favorable era muy deseada en razón de que,

La política de inmigración del dictador Trujillo

bajo los auspicios de las Naciones Unidas, contra los comunistas coreanos y los chinos. Después del armisticio, sin embargo, el dictador abrió sus puertas y ofreció completa protección a aquellos prisioneros comunistas de la guerra coreana que, habiendo expresado su oposición al comunismo, desearan trasladarse a Estados neutros. Como su gesto no obtuvo respuesta y recibió muy poca publicidad, lo repitió. Cuando el presidente Maurice B. Hexter y otras personalidades de DORSA lo visitaron para ofrecerle su continuo aprecio y homenaje con motivo del decimocuarto aniversario del acuerdo DORSA-dominicano, el recuento del dictador, entresacado de la Conferencia de Evian de 1938, y sus bondadosas palabras para Sosúa y sus colonos, que recientemente habían obtenido la ciudadanía dominica na, se entrelazaron con otra declaración acerca de su propuesta de recibir prisioneros coreanos renegados del comunismo.20 Este gesto, que nunca resultó en la llegada de un solo asiático, era a la vez la más extravagante y la más segura de todas las ofertas sobre refugiados que Trujillo realizara. Extravagante en términos de los problemas que se debían enfrentar si se materializaba: un grupo predominantemente masculino, de tamaño des conocido, sin depuración en cuanto a sus capacidades ocupacionales y de tradiciones culturales radicalmente distintas a las de los dominicanos. Y segura, porque, aunque Trujillo hubiese requerido de las Naciones Uni das la cobertura de los gastos de transporte y otros más, la operación, de hecho, requeriría tales sumas que, tomando en cuenta todas las posibili dades, nunca se materializaría. La oferta sobre la recepción de los prisio neros de la guerra de Corea constituyó una infecunda complementación de su profesado anticomunismo.

A mediados de los años 50, en parte por un viaje a Europa que recibirá consideración en otra parte, el interés de Trujillo en los refugiados se centró de nuevo en el movimiento de grandes grupos hacia República Dominicana. Sin embargo, el amplio plan que había anunciado en enero de 1955, en la época del decimoquinto aniversario de su acuerdo con DORSA, comprendía tantas nacionalidades —alemanes, italianos, españoles y japoneses— que parecía ser una pieza fortuita de propaganda.

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A raíz de la crisis de Suez de mediados de 1956, la toma del canal por Nasser y el ataque tripartito, francés, inglés e israelí contra Egipto, los reportajes anunciaban que los judíos egipcios se encontraban en una situación tan difícil que deseaban emigrar. Como era de esperar, Trujillo se aprovechó de la situación y ofreció hospitalidad a 5,000 judíos egipcios. Bien conocido por no desarrollar sus políticas sin el expreso tanteo a los probables implicados, o al menos ofreciendo alguna información preliminar, el dictador reveló primero esta propuesta a un cuarteto de congresistas judíos de los Estados Unidos. El nombramiento y juramentación del diputado judío Alfred Rosenzweig, programado en atención a esos congresistas, fue la oportunidad para anunciar el tema de los judíos egipcios.

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Los cuatro sofisticados congresistas, abogados de ciudad y de extrac ción judía, fueron los primeros en ser involucrados en una campaña de pu blicidad basada en los refugiados y favorable al dictador bajo ataque. Los congresistas Herbert Zelenco, Isidore Dollinger, Earl Chudoff y Samuel N. Friedel, de Manhattan, Bronx, Filadelfia y Baltimore, respectivamente, du rante su visita no oficial a República Dominicana, fueron ostensiblemen te acogidos como huéspedes de la colonia de Sosúa. La fuente exacta que propuso la invitación permanece en la oscuridad, pero la lógica sugiere que provino de DORSA. Sin embargo, la visita fue conocida con suficiente antelación por Trujillo para maniobrar la «elección» del diputado Rosen zweig y organizar la bienvenida a los congresistas y a sus esposas. Nada en los antecedentes profesionales ni en las asignaciones de los comités a los que pertenecía, indicaba que estos cuatro hombres tuvieran: a) conoci miento en relación con la agricultura y la lechería, fundamento económico de la colonia de Sosúa; b) experiencias en los asuntos egipcios, y c) viven cias en relación con el régimen de Trujillo. En virtud de la combinación de su ignorancia con su naturaleza judía, estaban listos para ser explotados, oropeles perfectos para un digno dictador. Los congresistas se creyeron

comenzando con la desaparición de Jesús de Galíndez en Nueva York, la mística de Trujillo se estaba deshilachando rápidamente en el exterior. El año 1957 reflejó sus dos últimos intentos sobre refugiados, uno de ellos transparentemente multifacético y colosal.

la historia de la elección del diputado y se convencieron de que Trujillo se preocupaba seriamente por los egipcios judíos.

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A su regreso a Washington, el congresista Zelenko incluyó en el Con gressional Record un recuento de su viaje, en el que escribió sobre la feliz y próspera comunidad de Sosúa, el cumplimiento por parte del Generalí simo de promesas hechas en 1940, la «histórica y significativa» juramen tación del diputado Rosenzweig y la oferta de Trujillo de conceder refugio inmediato en Sosúa a 5,000 egipcios judíos. Zelenko dijo algunas verdades, pero todo, aun lo que en aquel entonces era incierto y nunca sucedería, re dundó en crédito para el dictador dominicano. El recuento de Zelenko fue reproducido en el órgano propagandístico de la Embajada dominicana.22

Una palabra bondadosa a favor de Trujillo en esa época era más que simple simpatía hacia el tema humanitario relacionado con Sosúa, forma ba parte de la defensa total al bloqueado dictador. Meses antes, el congre sista de primer período, Charles O. Porter, de Oregón, había comenzado lo que se convirtió en un inexorable ataque contra Trujillo que se exten dió por cuatro años, una de las más prolongadas y comentadas agresiones lanzadas nunca por un congresista americano contra un líder extranjero. La indignación de Porter emanaba, principalmente, del caso Galíndez y la consecuente desaparición del piloto Gerald Murphy, oriundo de Oregón. Otros se unieron a Porter en sus esfuerzos por dar a conocer la ruda natu raleza del régimen de Trujillo al público americano. Artículos y editoriales condenatorios aparecieron a lo largo de toda la nación. Esta ofensiva pe riodística, que colocaba a Trujillo una vez más en el papel de monstruo, asignado con anterioridad por la propia prensa americana cuando la ma sacre de haitianos, era reproducida en el Congressional Record.23 Destinado a enconarse en los círculos políticos americanos por años, el tema de Trujillo contó, no obstante, con numerosos congresistas entre sus firmes defensores. George S. Long, de Luisiana, consideraba a Trujillo «un baluarte vital y necesario contra la intrusión del comunismo ateo». B. Carroll Reece, de Tennessee, aceptó la declaración del periodista H. L. Var ney de que la prensa liberal americana estaba intentando «el linchamien to periodístico de Trujillo». Glenn Cunningham, de Nebraska, respaldó el criterio de que «el Departamento de Estado, que ha mantenido buenas relaciones con este profundamente anticomunista y pro-Estados Unidos

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Mientras estos y otros hombres se oponían al ataque dirigido por Por ter, la defensa de Trujillo que hacían frecuentemente apelaba a su aparente imagen humanitaria. John W. McCormack, de Massachusetts, que conside raba al dictador dominicano como uno de los amigos más leales de los Es tados Unidos y que había recibido una condecoración de Trujillo, enfatizó la buena voluntad del dictador en un artículo sobre Sosúa, la elección de Rosenzweig y la visita de la delegación de congresistas judíos, el cual inclu yó en en el Congressional Record. El líder mayoritario tenía una voz podero sa en la Cámara de Representantes y la Embajada dominicana se apresuró a reproducir su encomio de Trujillo. Otra fuerte voz apoyando a Trujillo era la del congresista judío Abraham J. Multer, de Brooklyn. Además de haber visitado Sosúa, Multer tenía una preocupación personal acerca de la vida hebrea, y su actuación claramente excedía la del cuarteto judío que había visitado el asentamiento y a Trujillo en la época de la «elección» de Rosen zweig y de la «invitación» a los egipcios judíos. Multer insertó tres artículos escritos por Arthur L. Jacobs, otro visitante de Sosúa, en el Congressional Record. Todo lo que Jacobs había escrito, incluyendo algunos errores y exa geraciones, alababa a la colonia judía y al dictador dominicano. En el de bate congresional, la gratitud de los judíos por Sosúa, desafortunadamente parecía extenderse a la totalidad del régimen de Trujillo.25

hombre del Caribe, se siente embarazado por el martilleo contra él». En el Senado, Olin D. Johnston, de Carolina del Sur, resultó ser un confiable defensor del dictador. En febrero, mientras vacacionaba con su esposa en República Dominicana, recibió un tratamiento preferencial por parte de una comisión de congresistas y de Trujillo, en calidad de persona que rei teradamente había elogiado las políticas del Generalísimo. Cuatro meses después, Johnston demostró su constancia, diciendo a sus colegas de Was hington: «La República Dominicana es nuestra leal amiga, un constante adversario del comunismo en el Caribe. Representa estabilidad y buen go bierno en un área destrozada por la agitación. Se encuentra confrontada diariamente con nuevos y falsos cargos desde nuestro medio».24

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Cuando el Dr. Maurice B. Dexter, líder de DORSA durante la década anterior, realizó su decimoctavo viaje a la República Dominicana, lo hizo para asistir a las ceremonias de inauguración del Centro Comunitario Judío en Ciudad Trujillo. El dictador haría donaciones por $60,000 a la colonia

judía. Meses antes, cuando se dio el primer picazo para la construcción del Centro, Bruno Phillip, un industrial judío de Ciudad Trujillo, declaró: «Los judíos del mundo consideran a este gran estadista [Trujillo] como único en el mundo».Enlainauguración del Centro Comunitario Judío, el filántropo y humanista Hexter reconoció el cumplimiento del acuerdo, de dieciocho años de antigüedad, por parte de Trujillo, y agregaba: «Me siento orgulloso de poder considerarlo mi amigo». Sin embargo, aunque la gratitud de Hexter hacia Trujillo en la esfera limitada de la vida judía en la República Dominicana reapareció en el debate congresional acerca de su régimen, la política propagandística que representaba nunca fue ejecutada con esa intención. El congresista Multer, que también asistió a la inauguración del Centro Comunitario Judío, al dirigirse a sus colegas en relación con «el grandioso y benevolente Generalísimo Trujillo» y permitir que sus expresiones aparecieran en la publicación de la Embajada dominicana, se había dejado llevar por generalizaciones injustificadas con respecto al tratamiento dado por el dictador a varios cientos de judíos.26

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Durante los veintiún años que transcurrieron entre la firma del contrato de 1940 y el asesinato de Trujillo, nunca ocurrió violación y mucho menos repudio de los términos de ese acuerdo. En 1948, James N. Rosenberg, quien dedicó la mayor parte de sus 74 años al servicio humanitario a favor del prójimo, dijo la verdad cuando declaró: «No existen elogios lo suficientemente grandiosos para las relaciones que hay entre el Gobierno dominicano y nuestra colonia».27 Una década después, el acuerdo aún seguía intacto y las relaciones se mantenían buenas, pero habían ocurrido cambios. El monumento en Ciudad Trujillo, regalo de DORSA a la República Dominicana, y el Centro Comunitario Judío, regalo de Trujillo a los judíos de la capital, habían fortalecido y ensanchado los lazos américo-judíos con Trujillo en una época en que el dictador, crecientemente desacreditado a los ojos del mundo, necesitaba defensores. En consecuencia, cuando el Dr. Hexter catalogó a Trujillo como «un benefactor no solo para su país sino para la humanidad», se implicaba mucho más que en referencia a la colonia de Sosúa. El uso por parte de Trujillo de las palabras de Rosenberg, Hexter, Zelenco, Multer y otros americanos judíos, y su estratagema de imponer a Rosenzweig como diputado, convirtieron a esos hombres en

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Por veintiún años, Trujillo obtuvo una publicidad favorable con respecto a una colonia de refugiados que nunca visitó. El acuerdo de enero de 1940 impulsó una relación en la que DORSA, en busca de la seguridad y el éxito de su proyecto, y consciente de la naturaleza megalomaníaca del dictador, ayudó a Trujillo en la consecución de la imagen humanitaria que ambicionaba. Bastante comprensible fue la ola de publicidad que cubrió la firma del acuerdo en la capital dominicana: la gran delegación de funcionarios de Estados Unidos, que incluía representantes del Comité Intergubernamental y funcionarios de DORSA, los telegramas y los reportes entregados a la prensa. En una época en que la oferta de los 100,000 inmigrantes era insuperable, cuando los Estados Unidos buscaba identificarse con la causa humanitaria y el Comité Intergubernamental esperaba que el éxito coronara su primer esfuerzo, para cuyo inicio necesitaba apoyo financiero público, la publicidad sirvió a muchos propósitos, además del ensalzar a Trujillo. Sin embargo, el modelo de publicidad desplegado lo colocó en la posición principal, a pesar de tener menos merecimientos. Pocas veces el líder de un país ha hecho tan poco y ha ganado tanta publicidad favorable.

instrumentos para propósitos más amplios del régimen dictatorial. El humanitarismo de Trujillo en relación con Sosúa, una resaltada, pero entendible demostración de generosidad de un hombre egoísta, no era el gesto altruista que tanto él como sus propagandistas tan frecuentemente describían. El tratamiento de los judíos por parte de Trujillo era, en el aspecto de construcción de imagen, una expiación parcial por la masacre haitiana. Fue también un escudo disponible, constante y de significación contra la crítica dirigida a su régimen. Corto tiempo después de su muerte, un miembro prominente de la comunidad judía en la capital dominicana declaró: «Mantuvimos nuestros ojos cerrados. No vimos maldad. No oímos maldad. Como dicen en su país: “Nos tomaron el pelo”».28

A través de los años 40 y 50, los gestos humanitarios de Trujillo en re lación con los refugiados que nunca llegaron a su país recibieron amplia cobertura. Su control de la prensa garantizaba un flujo continuo de artícu los y editoriales alabando tan generosas ofertas. Además de los servicios cablegráficos propicios al dictador, El Caribe y La Nación recibieron cola boraciones a favor de Trujillo debidas a las plumas de Manuel A. Machado

Báez, Antonio Morales Castillo, J. B. Lamarche, Francisco Prats-Ramírez, Ramón Marrero Aristy, Sixto Espinosa Orozco, Pedro L. Vergés Vidal, Ale jandro Sux y otros. Durante todos estos años, la Embajada dominicana en Washington y el Consulado General en Nueva York produjeron numerosas publicaciones en idioma inglés, en las cuales frecuentemente se incluían artículos que favorecían a Trujillo reproducidos del Congressional Record. En esa publicación, el tema de los refugiados y especialmente la historia de Sosúa aparecían repetidamente, a menudo adornada con estadísticas exageradas, titulares burdamente engañosos y conclusiones injustifica bles. Por ejemplo, los refugiados judíos en Ciudad Trujillo, Sosúa y el resto del país nunca llegaron a tantos como 2,000, pero a menudo aparecía as cendían a 4,000. De la misma manera se trató el caso de los judíos egipcios, que no pasó de ser una oferta; el título del artículo en el que apareció era «Paraíso proveído a 5,000 judíos de Egipto por el Generalísimo Trujillo», como si fuera un hecho consumado. En 1956, contando Sosúa solo con alrededor de 200 personas, un propagandista sin titubear declaró: «Este asentamiento es hoy uno de los más florecientes en el Caribe».29

Además de los órganos propagandísticos de la capital, de su embajada en Washington y de su consulado general en Nueva York, Trujillo usó agentes de prensa, cabilderos, periodistas, investigadores y abogados que concebían la propaganda en diferentes formas. Algunos utilizaron suplementos periodísticos como los del New York Herald Tribune. En Nueva York, la fuente de la mayor parte de la guerra de palabras de Trujillo, el Sindicato de Noticias Nacionales, sirvió como publicitaria de relaciones públicas para el Centro Dominicano de Información que, a su vez, funcionaba con los mejores periodistas que el dinero de Trujillo podía comprar. La Biblioteca del Caribe, un negocio del Gobierno dominicano en Nueva York publicó trabajos tales como el panfleto The Open Door, de Harry Klemfuss Jr., y el libro Journey toward the Sunlight, de Stanley Walker. Ambos escritores eran americanos, experiodistas de la ciudad de Nueva York. Mientras sus problemas crecían, a mediados de los años 50, el dictador sumó a Franklin D. Roosevelt Jr. y Morris Ernst a la lista de sus colaboradores americanos. Del primero, aprovechaba la influencia de un nombre carismático; del segundo, un hábil abogado, esperaba ayuda en el caso Galíndez. En resumen, resulta difícil desentrañar los gastos

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En cada caso, aunque los refugiados nunca llegaran, una enorme publicidad favorable era derramada sobre la imagen del dictador.

Mientras tanto, bastantes refugiados e inmigrantes iban a la República Dominicana creyendo en su campaña propagandística.

y el personal dedicados a establecer el buen nombre de Trujillo en el extranjero, pero para esa operación constante de creación de imagen el tema de los refugiados siempre fue una eficaz contribución.30

Una fábula bien conocida nos recuerda que se puede gritar ¡lobo! falsamente y ser creído, pero después nadie lo va a creer. No sucedió así con el grito ¡humanitario! que acompañó los gestos de hospitalidad de Trujillo hacia los refugiados en desgracia. Casi una docena de veces hizo ofertas que nunca resultaron en la llegada de algún inmigrante refugiado a República Dominicana (ver cuadro 10).

Cuadro 10. Los míticos refugiados de Trujillo, 1940-1957

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1940 Jóvenes a entrenar y niños 1,000 1940 Católicos austríacos Desconocida 1942 Niños 3,500 1946 Judíos 25,000 1947 Yugoeslavos 5,000-10,000 1948 Niños 2,000 1953 Judíos 20,000-25,000 1953 Italianos 100,000 1954 Coreanos Miles 1957 Judíos egipcios 5,000

Año Categoría Cantidad

Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 336; Trujillo, Discursos, IV, pp. 193194; League of Nations. High Commissioner for Refugees, lnternational Assistance to Refugees, C. 19, M.19, 1943, xii, Geneva: League of Nations, 1943, p. 4; y NYT, August 29, 1942, p. 5, y September 23, 1942, p.11. FRUS 1942, pp.466-467.

5

NOTAS

7

Rodríguez Demorizi, Cronología, II, p. 206, y EC, diciembre 25, 1952, p. 5.

12 A. R. Nanita, hijo, Una pregunta y cien respuestas, Ciudad Trujillo: Editorial La Opinión, 1946, p. 47; «Haven for Jewish Refugees»,

6

FRUS 1944, VII, Washington: GPO, 1967, p. 1015.

2 James N. Rosenberg a Joseph C. Hyman, New York, November 4, 1940, DORSA, July-December, 1940, JDC Archives; NYT, November 16, 1940, p. 2; Walter von Schusching a AFSC, New York, October 4, 1941, y Angelina Di Tullio’s Office Memorandum, Philadelphia, November 10, 1941, Refugee Services 1941, Dominican Republic, General Files 1941, AFSC Archives; y RD, Memoria... Relaciones Exteriores... 1947, Ciudad Trujillo: n. pub., n. d., p. 81.

1 DORSA, Concerning Refugee Settlement, No. 2, pp. 12, 19; Rodríguez Demorizi, Cronología, I, p. 282; y NYT, June 18, 1940, p. 16.

NYT, January 29, 1946, p. 8.

9

RD, Gaceta Oficial, diciembre 22, 1945; RD, Colección de leyes... 1945, II, Ciudad Trujillo: Imprenta J. R. Vda. García, sucesores, 1947, p. 627; RD, Memoria... Relaciones Exteriores... 1945, Ciudad Trujillo: Luis Sánchez Andújar, 1946, pp. 141-143; y NYT, December 22, 1945, p. 13, y January 26, 1946, p. 12.

FRUS 1945, IX, Washington: GPO, 1969, pp. 977- 978.

4 RD, Edición homenaje en conmemoración de la investidura del... Trujillo... como Doctor Honoris Causa en Leyes..., Ciudad Trujillo: Universidad de Santo Domingo, 1942, pp. 13- 16, 27-28, 31; Trujillo, Discursos, IV, pp. 176-179; y Juan Francisco Sánchez, La Universidad de Santo Domingo, Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1955, pp. 151-153.

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3 Trujillo, Discursos, IV, p. 151.

8

10

Rodríguez Demorizi, Cronología, II, pp. 166-167; NYT, February 23, 1950, p. 26; y FRUS 1947, VIII, Washington: GPO, 1972, p. 635.

11

193

Rodríguez Demorizi, Cronología, II, pp.123, 127; EC, junio 15, 1948, p. 1, agosto 19, 1948, p. l., y agosto 20, 1948, p. 7; Dominican Republic, No. 60, July 1, 1948, p. 1, No. 65, September 15’ 1948), p. 1; y NYHT, august21, 1948, p.5.

194

21

14

FRUS 1946, XI, Washington: GPO, 1969, p. 827; FRUS 1947, VIII, p. 634; NYT, February 23, 1950, p. 26.

17

18

22

16

NYT, February 11, 1953, pp. 1, 6; Rodríguez Demorizi, Cronología, II, pp. 232- 234; EC, febrero 12, 1953, p. 1., y febrero 17, 1953, pp. 1, 7; Dominican Republic, No. 171, February 15, 1953, pp. 1-3.

Rodríguez Demorizi, Cronología, II, pp. 225-227.

20

85.vo Congreso de E U A, 1.a Sesión, CR, Vol. 103, Pt. 5, p. 6137; «Haven Provided for 5,000 Jews from Egypt by Generalissimo Trujillo», A Look at the Dominican Republic, II, No. 5, May 1957, pp. 3-4; EC, abril 24,

Rodríguez Demorizi, Cronología, II, pp. 237, 242; EC, marzo 14, 1953, p. 1., mayo 14, 1953, p. 1; Domincan Republic, No. 173, April 1, 1953, p. 4; y NYT, May 16, 1953, p. 21. Dos años después el gobierno italiano expresó su aprecio del impulso generoso de Trujillo confiriéndole una condecoración; ver Cronología II, p. 324.

«Haven Provided for 5,000 Jews from Egypt by Generalissimo Trujillo», A Look at the Dominican Republic, II, No. 5, May 1957, pp. 3-4; y EC, abril 25, 1957, pp. 1-2.

13

15

Dominican Republic, No. 36, March 24, 1947, p. 2; NYT, May 78, 7947, p. 38; «Sosua-a Solution to the Refugee Problem», Dominican Republic, No. 43, October 15, 1947, pp. 1-2; y RD, Mensaje... 1947, Ciudad Trujillo: Talleres Tipográficos de Virgilio Montalvo, 1948, p. 106.

Rodríguez Demorizi, Cronología, II, p. 235; EC, febrero 12, 1953, p. 1; Homenaje de la Colonia Hebrea de New York al Generalísimo Dr. Rafael L. Trujíllo Molina, Benefactor de la Patria, Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1935; Rafael Trujillo, Discursos, mensajes y proclamas, Madrid: Ediciones Acies, 1957, p. 18; y NYT, March 29, 1953, p. 40.

19 EC, febrero 17, 1953, p. 7, junio 5, 1953, p. 5, junio 7, 1953, p. 11; y LN, febrero 23, 1953, p. 5.

Rodríguez Demorizi, Cronología, II, pp. 259- 261; EC, enero 13, 1954, pp. 1, 7; LN, enero 13, 1954, p. l; y Trujillo, Discursos, mensajes y proclamas, 1957, p. 53.

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U. S. 85th Cong. 1st Sess., CR, Vol. 105, Pt. 18, pp. A 751-752; EC, Julio 1, 1957, pp. 1, 2, diciembre 28, 1957, p. 15, diciembre 30, 1957, p. 15; y Abraharn J. Multer, «Dominican Republic’s Open Door Policy Lauded in U.S. Congress»’, A Look at the Dominican Republic, III, No. 2, February 1958, pp. 10-11.

27

23 Materiales ilustrativos antitrujillistas en el CR durante los primeros meses de 1957 existen en el Vol. 103, Pt. 15, A494; Vol. 103, Pt. 16, pp. A1671; Vol. 103, Pt. 17, pp. A2137, A2291, A2774, A2775; Vol. 103, Pt. 18, pp. A3011-3012; Vol. 103 Pt. 19, pp. A3840-3841, A4392- 4393, A45764577, A4602; Vol. 103, Pt. 20, A5112-5113, A5350, A5522; Vol. 103, Pt. 18, pp. A3011-3012; Vol. 103, Pt. 19, pp. A3840- 3841, A4392-4393, A45764577, A4602; Vol. 103, Pt. 20, A5112-5113, A5350, A5522.

28 «Jewish Refugees Hail Progress of Dominican Republic: Dedicate Monument to Trujillo’s “Open Door” Policy», A Look at the Dominican Republic, I, No. 2, February 1956, p. 10, y Selden Rodrnan, Quisqueya: a Hiswry of the Dominican Republic, Seattle: University of Washington Press, 1964, p. 149.

Harry Klemfuss, Jr., The Open Door, New York: The Caribbean Library, 1955, p. 6 y ss.; A Look at the Dominican Republic, II, No. 5, May 1957, p. 3, y I, No.11, November 1956, p. 8. Refutando la declaración de que el Generalísimo Trujillo nunca visitó a Sosúa, derivada de observaciones

1947, pp. 1, 8; y German E. Ornes, Trujíllo, Little Caesar of the Caribbean, New York: Thomas Nelson & Sons, 1958, p. 264.

24 85.vo Congreso de E U A, l.a Sesión, CR Vol. 103, Pt. 4, pp. 4944-4946; Vol. 103, Pt. 20, pp. A5141-5143; Vol. 103, Pt. 21, pp. A6513-6514; Vol. 103, Pt. 8, pp. 10299-10300; EC, febrero 12, 1957, pp. 1, 2, 4; y Arturo R. Espaillat, Trujillo, the Last Caesar, Chicago: Henry Regnery Co., 1963, p. 171.

195

25 C, febrero 11, 1956, pp. 1-2; U.S. 85th Cong. lst Sess., CR, Vol. 103, Pt. 9, pp. 12205-12208; Vol. 103, Pt. 18, p. A3496; y John W. McCormack, «Humane Leadership», A Look at the Dominican Republic, II No. 6, June 1957, p. 10.

29

DORSA, Informe del Presidente Honorario, Señor james H. Rosenberg, Ciudad Trujillo: Editora Montalvo, 1949, p. 16. La traducción y publicación del reporte de Rosenberg no hubiese ocurrido si el contenido no hubiese agradado a Trujillo.

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y recuerdos de individuos que residieron allí por más de veinte años en el período 1940-1961, está la certeza del Dr. Maurice B. Hexter de que él acompañó una vez personalmente a Trujillo, quien viajaba de incógnito por razones de seguridad, de Puerto Plata a Sosúa (Maurice B. Hexter a CHG, Saranac Lake, junio 17, 1976). Esta perspectiva hace surgir dos preguntas: ¿Por qué el aficionado a la aclamación pública que a menudo visitó a Puerto Plata, Montecristi, Dajabón y otros centros noroestanos con considerable fanfarria, la evitó al visitar a Sosúa? Y ¿por qué unos refugiados acogedores inspiraron tal medida de seguridad como una apresurada visita de incógnito?

C. Harvey Gardiner

30 En relación con los esfuerzos propagandísticos de Trujillo, ver Alrnoina (seud. Bustarnante), Una Satrapía, pp. 72-75, 177-191; Crassweller, Trujillo, pp. 320-326; Espaillat, Trujillo, the Last Caesar, pp. 170- 171; y Fletcher Knebel, «How Trujillo Spends a Million in the United States», Look, August 20, 1957, pp. 61-63. Una copia de la prepublicación del último reportaje nombrado, aparece en el 85.vo Congreso en EUA 1ra. Sesión, CR, Vol. 103, Pt.10, pp.13406- 13407. Para uno de los suplementos de periódicos, ver «Dominican Republic Progress Report», NYHT, June 8, 1958, Section 11, 48 pages.

CAPÍTULO VII POLÍTICA Y PRÁCTICA EN TRANSICIÓN

En la época en que los norteamericanos eran impermeables a la propa ganda de los dictadores europeos, demostraron una susceptibilidad recu rrente a los ardides propagandísticos del dictador dominicano. ¿Cómo era posible que una nación fuera a la vez sofisticada e ingenua ante la arreme tida de la propaganda extranjera? La experiencia durante la Primera Gue rra Mundial con la propaganda alemana ayudó a endurecer a los norteños contra cualquier esfuerzo de Hitler, como lo demostró la regular y espesa cobertura de sus periódicos sobre los asuntos nazis. Pero en lo referente al régimen de Trujillo, no se había establecido en el público ni el conoci miento ni la crítica. Ningún periódico, servicio de cable o emisora de radio mantenía contacto regular con la República Dominicana. Nuevas organi zaciones periodísticas carecían aún de los llamados stringers, o sea, infor madores locales que periódicamente reportaran los hechos importantes. Un evento extraordinario podría atraer apresuradamente a un periodista neoyorkino a la isla, pero un tratamiento tan limitado y esporádico de los asuntos dominicanos dejaba a los americanos abismalmente ignorantes y en extremo vulnerables a cualquier propaganda que Trujillo generara. Los asuntos dominicanos, visualizados como triviales en el ámbito internacio nal, constituían un vacío periodístico que Trujillo hábilmente llenó.

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La capacidad del Generalísimo para embaucar al público americano representó una conquista poco usual de una grande y distante nación por una más pequeña. El logro de una prensa favorable en los Estados Unidos, exaltándolo como «gran humanitario», era aún más marcado en razón de lo persistente que fue su exitosa campaña de creación de imagen. A causa de que muchas de las generosas, aunque vacías ofertas fueron lanzadas en la ciudad de Nueva York, numerosos reporteros asumieron su veracidad sin pisar nunca la República Dominicana y mucho menos implicándose en un periodismo de investigación. Nunca examinaron las posibilidades de esas grandiosas ofertas a los refugiados. Una lejana y perezosa prensa americana fue utilizada a menudo por las maniobras de Trujillo.

A mediados de los años 40, mientras las tensiones entre la guerra y la paz acentuaban la incertidumbre de los refugiados, las relaciones entre Estados Unidos y los dominicanos también sufrieron cambios radicales. El embajador Briggs, cuyo temprano reporte sobre un cambio de postura hacia Trujillo había sensibilizado a los funcionarios de Washington, continuó martilleando a la dictadura dominicana. Caracterizaba a Trujillo como «duro, competente, corrupto, rudo e increíblemente vanidoso».1

Tres meses después de concluida la Segunda Guerra Mundial, la presión que ejerció el hermano del hombre fuerte, Héctor, entonces ministro de Guerra, sobre los agregados militares y navales de los Estados Unidos, en la esperanza de que facilitaran municiones a la República Dominicana, ocasionó que se formulara una firme postura anti-Trujillo en Washington. El Departamento de Estado, al considerar que el potencial uso de esas deseadas municiones desorganizaría el área del Caribe, adoptó una política opuesta al embarque de armas y municiones hacia la República Dominicana, por lo que los funcionarios americanos rehusaron expedir las necesarias licencias de exportación para el armamento.

El resentimiento dominicano aumentó cuando un memorando auxiliar detalló las razones para la negativa: 1) La creencia de que las armas podían ser utilizadas contra los nacionales dominicanos o los vecinos haitianos; 2) la convicción de que las armas no eran esenciales para la defensa hemisférica; y 3) el conocimiento de que el suministro de las armas no conduciría al desarrollo de la democracia y la libertad. Aturdido por esta cruda condena al régimen, el embajador Emilio García Godoy dijo a los

La política de inmigración del dictador Trujillo

El cambiante orden mundial, que alteró las relaciones entre los Estados Unidos y los dominicanos, también marcó la transición de una organización mundial, la Liga de las Naciones, a otra, las Naciones Unidas, así como cambios en la posición de Trujillo en relación con los refugiados. En los años previos a la guerra, la membresía dominicana en la Liga, que databa de 1924, nunca influyó de manera determinante en la política extranjera de su gobierno. Mientras los Estados Unidos permanecieran sin ser miembros y los intereses principales del Estado del Caribe gravitaran hacia Washington, el pequeño país actuaba como miembro indiferente de la organización de Ginebra. Nunca en los años anteriores a la Conferencia de Evian, que había sido convocada por Estados Unidos, no por la Liga, la República Dominicana había expresado seria preocupación por los problemas de los refugiados europeos. Pero el interés de Trujillo en esos asuntos después de la Conferencia de Evian sirvió simultáneamente a varios propósitos: como correctivo para la mala imagen que le había conferido la masacre haitiana, como evidencia de la cooperación con la administración de Roosevelt en un período de creciente crisis internacional y, quizás de manera marginal, como acercamiento para fortalecer la economía dominicana.

funcionarios de Washington que el memorando auxiliar «crearía muy mala impresión en Ciudad Trujillo». Cuando los Estados Unidos rechazaron el deseo dominicano de renovar el acuerdo para una misión naval en la república isleña, las relaciones entre las dos capitales empeoraron.2

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La terminación de la guerra y el surgimiento de las Naciones Unidas originarían una nueva organización en reemplazo del remodelado IGCR. Sin embargo, antes de que fuera sustituido, el 30 de junio de 1947 por la nueva Organización Internacional de Refugiados (IRO), el IGCR había des pachado cuatro misiones a Suramérica para explorar las posibilidades de inmigración para personas desplazadas. Muy probablemente la omisión

Sin embargo, al prolongarse y expandirse la guerra se paralizaron de tal forma las perspectivas del Comité Intergubernamental sobre Refugiados (IGCR) que se estimó deseable su reorganización. Después de agosto de 1943, su mandato fue extendido, sus funciones ampliadas, sus responsabilidades financieras aumentadas y sus miembros incrementados. En el futuro, el problema global de los refugiados europeos sería su preocupación, incluyendo los europeos en Shanghai.3

C. Harvey Gardiner

de la República Dominicana en tal actividad exploratoria surgió de la ex periencia con los españoles y centroeuropeos en el período 1939-1946. En junio de 1947, en la séptima y final sesión plenaria del IGCR en Londres, Andrés Pastoriza, que había participado en los asuntos de los refugiados por muchos años, representó a la República Dominicana y sirvió como diputado vicepresidente. En esa época, Perú, que planeaba admitir alre dedor de 5,000 inmigrantes, tenía a sus comités de selección trabajando en Italia. Venezuela, al activar más rápidamente su programa, ya había re cibido a un grupo de inmigrantes procedentes de catorce nacionalidades.4

En enero de 1947, como uno de los primeros firmantes de la constitu ción de IRO, que remplazaría a IGCR a mediados de año, la República Do minicana estuvo representada en la reunión de la Comisión Preparatoria en Ginebra. La República Dominicana asumió .05 % de los gastos administra tivos y .04 % de los gastos operacionales del primer presupuesto de IRO. En la misma época, sin relación con la nueva agencia de refugiados, el mencio nado contingente de judíos europeos se había movilizado desde Shanghái hasta Sosúa a costa de DORSA, y Trujillo había emitido su hueca invitación a los yugoeslavos anticomunistas a través de la prensa americana.6

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Mientras tanto, en la sesión inicial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la República Dominicana, en el primero de sus gestos de posguerra a favor de los refugiados, reiteraba el deseo de Trujillo de suministrar asilo a los judíos. Insistiendo en que la colonia de refugiados judíos «exitosamente probada» había «crecido hasta ser un próspero asentamiento», la delegación dominicana citaba la creación del Comité Nacional para Inmigración Judía en 1945 como prueba adicional de la intención de su gobierno de ayudar a esos refugiados.5

Para mediados de 1947, las variables circunstancias insuflaron fuerza a la posición de Trujillo y apresuraron cambios en la postura hostil que mantuvo de Estados Unidos durante dieciocho meses. La reelección de Trujillo a la presidencia por un período de cinco años significaba que Washington tendría que tolerarlo. Además, la postura anticomunista que antes parecía tan amañada ahora era coincidente con el creciente sentimiento anticomunista en los Estados Unidos. En consecuencia, el dictador, que se presumía fuerte en la derecha, fue cada vez más aceptable para los americanos. Con el propósito de mejorar sus oportunidades

La política de inmigración del dictador Trujillo

En este período de transición, uno de los esquemas más imaginativos e improductivos patrocinados por Trujillo surgió del fértil cerebro de un rumano errante, Henry Helfant. Exfuncionario de menor categoría del servicio exterior rumano, Helfant llegó a Ciudad Trujillo a fines de 1946 con muchas ideas. Deseaba establecer una revista al estilo de Reader’s Digest. También veía a la República Dominicana como el lugar adecuado donde podrían recibir entrenamiento a corto plazo los inmigrantes judíos para ser dispersados posteriormente a través de las Américas. Una tercera iniciativa preveía el asentamiento en gran escala de yugoslavos no comunistas en el país. Helfant se sentía seguro de que podía convencer al depuesto rey Pedro y sus seguidores de que la República Dominicana

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La solicitud del embajador Julio Ortega Frier de que los Estados Unidos cambiaran su posición en relación con la entrega de armas a República Dominicana, pronto desembocó en beneficio de Trujillo. El dictador es taba determinado a adquirir armas en los primeros años posteriores a la guerra, época en que el virtual monopolio americano sobre el suminis tro de armas ya no existía. En consecuencia, por razones pragmáticas que tan frecuentemente han derrotado las consideraciones democráticas en la política de los Estados Unidos con respecto al Caribe, los funcionarios de Washington aprobaron licencias de exportación para ciertas cantidades de armas y municiones. Estas concesiones, relativamente menores, aumen taron el deseo de los dominicanos de conseguir más y pronto solicitaron que se dieran licencias para equipo aéreo militar, bajo amenaza de que un rechazo dirigiría las compras hacia Canadá. Entretanto, la animosidad domínico-venezolana continuaba en estado crítico, y los Estados Unidos intentaban prevenir un conflicto entre la democracia (República Domini cana) y el comunismo (Venezuela). Por esto, al visualizar agitaciones en el área del Caribe, Trujillo continuó presionando para comprar barcos, aero planos, rifles y municiones americanas a pesar de que sus gastos militares estaban causando estragos en la economía.7

de conseguir armas, el Generalísimo insistía en que operaban fuerzas antidominicanas en los Estados Unidos, Puerto Rico, Canadá, Cuba, Haití, México, las Antillas Holandesas y Venezuela. La complicidad de Trujillo con los planes de un ataque armado contra el gobierno de Betancourt alentaba toda actitud hostil de Caracas.

Ninguna actividad de los refugiados europeos en República Dominicana estuvo más envuelta en el misterio y el rumor que la relacionada con el establecimiento y operación de una armería en el pueblo natal de Trujillo, San Cristóbal. Alexander Kovacs, nacido en Hungría, alimentó el aire enigmático de la operación. En su pasado se vislumbraba que durante la Segunda Guerra Mundial había resuelto problemas de transporte para los británicos en Burma. Se ignora dónde, cuándo y por quién fue reclutado para los propósitos de Trujillo, así como bajo cuáles términos se convirtió en el director de la armería. Con 70 años al ponerse en servicio del dictador, este fabricante de herramientas anticomunista estaba acompañado por una bella esposa rubia mucho más joven, quien a los ojos de Trujillo constituía una ventaja en la transacción. Kovacs reclutó y trajo a San Cristóbal a cerca de noventa técnicos experimentados en armas, húngaros, yugoeslavos, italianos y otros. Más tarde las nacionalidades y las cantidades se multiplicaron. Su trabajo inicial, en 1947-1948, comprendía el arreglo de armas.

La operación dirigida por Kovacs se expandió gradualmente mientras Trujillo suministraba las grandes sumas requeridas para la construcción de diez edificios y la importación de los últimos modelos de maquinarias europeas y de mano de obra, que continuaba siendo reclutada bajo el mayor secreto. La maquinaria y la gran cantidad de diestros técnicos

era el sitio ideal para su exilio. Trujillo favoreció la idea, que incluía la promesa de un beneficio personal en fábricas y barcos y que elevaba su imagen humanitaria. Sin embargo, Helfant, creador principal de este programa de explotación de los refugiados yugoeslavos, rápidamente desvió sus energías y actividades, y el sueño de los refugiados yugoeslavos se desvaneció.8Mientrassus enemigos en el Caribe se multiplicaban, a raíz de la abor tada expedición de Cayo Confites de 1947, su acceso a las armas america nas se mantenía restringido y su política con los refugiados continuaba, Trujillo comenzó a idear la realización de alguna medida de autosuficien cia militar utilizando técnicos refugiados. Al hacer esto simplemente esta ba adoptando una práctica ejercida entonces por los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países, cuando rivalizaban unos con otros por los servicios de un científico atómico alemán o italiano.

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A mediados de 1950 estalló el resplandor de la publicidad sobre este programa de armamentos. En La Habana, un húngaro conversador, que había huido de San Cristóbal, dijo muchas cosas acerca de Kovacs, la ar mería y su producción. Gyula Kemeny, el técnico fugitivo, denunció que unos trescientos trabajadores eran virtuales prisioneros en el arsenal de San Cristóbal. A la vez que pedía una investigación de IRO, la que nunca se materializó, Kemeny detalló las operaciones del arsenal: la producción mensual de 800 a 1,000 ametralladoras livianas basadas en una patente ita liana y de 50 ametralladoras pesadas Browning, y la fabricación de repues tos para rifles alemanes Máuser. La capacidad de la armería de San Cris tóbal era tanta que algunos rifles, fuertemente embalados, estaban siendo exportados. Kemeny reveló que después de huir de Hungría, en noviembre de 1947, donde había sido técnico en una fábrica que producía ametralla doras para Rusia, agentes del Gobierno dominicano se habían reunido con él en la frontera austriaco-suiza y habían contratado sus servicios.9

La política de inmigración del dictador Trujillo

Esta explosión de publicidad antitrujillista provocó la inmediata refutación. Acostumbrado a catalogar a cualquier opositor como comunista, Trujillo declaró que Kemeny había sido despedido de la fábrica de armas cuando se descubrió que era comunista. Para aminorar la sorprendente noticia de la existencia del arsenal, las autoridades dominicanas informaron que habían anunciado la operación de la planta de municiones del Estado

permitieron una derivación, desde el arreglo a la fabricación de armas. En el verano de 1948, la armería producía una ametralladora ligera basada en patentes existentes, y pronto el Centro Dominicano de Información, en Nueva York, alardeaba de que la fuerza militar dominicana había sido aumentada en diez veces durante los últimos doce meses. Cuando Trujillo asistió, en agosto de 1949, al festival domínico-húngaro de San Cristóbal, honraba a sus técnicos no comunistas y no al régimen de Hungría. Kovacs inclinó su atención hacia un nuevo tipo de arma automática y dos años después la experimentación y las pruebas dieron paso a la producción de una carabina calibre 30 con un efectivo alcance de 700 yardas. Este desarrollo del armamento de Trujillo se producía paralelamente al estallido del conflicto coreano y le pisaba los talones al fracasado segundo esfuerzo expedicionario antitrujillista, de mediados de 1949, por Luperón en la costa norte del país.

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En San Cristóbal, Milton Levenson visitó la planta de sesenta acres, en la cual los dominicanos habían invertido unos $7,000,000. El director Kovacs aseguró que dentro de los próximos tres meses esperaba a cien técnicos más desde Europa, lo que elevaría el personal a aproximadamente mil personas para finales del verano. Los trabajadores del arsenal, por su parte, calificaban de estúpida la idea de que eran mantenidos como prisioneros y hablaban con satisfacción sobre sus pagas y beneficios adicionales. Kovacs propuso a los Estados Unidos, tal como lo hubiese hecho Trujillo, que: «Si los Estados Unidos nos lo solicita, podríamos producir 50,000 y aún 100,000 de estas armas [automáticas] al año». Adelantando su oferta de convertir a la República Dominicana en suplidor de las necesidades militares americanas, agregó que el arma era superior a cualquiera de las disponibles de igual tamaño en los Estados Unidos.10

Con el comunismo aún como tema central, otro grupo de húngaros vendría a la República Dominicana; pero mientras tanto, a mediados de siglo, los demás esfuerzos de Trujillo a favor de los refugiados giraban alrededor de la identificación dominicana con la IRO. A través de los cuatro años y medio de existencia de la IRO, la República Dominicana había sido uno de sus miembros y pagaba $209,826 para ayudar a financiar el organismo. Con motivo de la renovada invitación a los refugiados, recientemente expresada en las Naciones Unidas, un representante especial del director General de IRO visitó la tierra del Caribe para explorar las futuras posibilidades de asentamiento. En marzo de 1949, el gobierno dominicano aceptó la temporal admisión de hasta 800 refugiados que habían sido evacuados ese año de Shanghái hasta Samar, en las Filipinas. En tanto refugiados a causa del avance comunista chino, estos desventurados errantes llamaban especialmente la atención de los sentimientos anticomunistas de Trujillo. De nuevo, los dominicanos indicaron su preferencia por los agricultores. En noviembre de 1949, un total de 190 inmigrantes llegaron a Ciudad Trujillo, cuyos gastos de transporte fueron cubiertos por la IRO. Este grupo incluía 180 rusos blancos y 10 chinos.

en el verano de 1949. Kemeny ripostó a través de la prensa, desafiando a los dominicanos aprobar que era un espía comunista. Y aunque las cosas quedaron así, las noticias del arsenal atrajeron una fugaz visita de los americanos para un reportaje periodístico.

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Estos exresidentes de Shanghái representaban uno de los grupos menos asimilables que se pudiera imaginar. Aunque el deseo de los dominicanos era recibir granjeros, los recién llegados incluían médicos, abogados, contables, profesores, geólogos, mineros, camareros y barberos, casi todas las ocupaciones urbanas. Aparentemente, el Ministro de Interior dominicano, que había ido a Samar a entrevistar a los futuros colonos, los había catalogado mal. Su investigación posiblemente se enfocó casi de manera exclusiva en la posición política de los refugiados. Ese grupo, además de que no era lo que la República Dominicana necesitaba económicamente, en muchos casos sus integrantes resultaron indiferentes al trabajo de cualquier clase.

A sus lagunas económicas, ciertos refugiados sumaban calamidades sociales que ninguna autoridad dominicana había previsto. Docenas de ellos eran adictos a las drogas o alcohólicos. Entre las mujeres, abundaban las prostitutas. Muchos de los rusos blancos, que habían estado en China casi desde la revolución bolchevique, parecían actuar y vivir como si el mundo les debiera comodidades sin fin. El dirigente de IRO para el área del Caribe declaró que los refugiados «habían recibido el más cordial recibimiento y la mayor consideración para sus necesidades materiales, sociales y espirituales dispensado a ningún grupo del área».11 Una apreciación más nacionalista los hubiera declarado como uno de los grupos menos deseables recibidos alguna vez por cualquier país a través de una agencia internacional.

La política de inmigración del dictador Trujillo

Alrededor de seis meses después de su llegada a la República Dominicana, la situación empeoró. Algunos de los recién llegados comenzaron a denunciar a otros como espías comunistas, y la policía dominicana tuvo que intervenir, arrestando e investigando a un número considerable de refugiados. Aunque los informantes eran cuestionables por sí mismos y la verdad no era una de sus virtudes preferidas, la hostilidad dominicana hacia el comunismo, combinada con la sospecha, propició la aplicación de una justicia irregular. A los que eran detenidos por motivos de seguridad, las autoridades los transportaban a la desierta isla Saona, situada fuera de la punta sureste del país. Entre los inocentes —y las investigaciones probaban que muchos no eran culpables—, tal tratamiento injustificado aumentó la insatisfacción con la vida en los

Cuadro 11. Reasentamiento de refugiados en la República Dominicana bajo la IRO por país de origen y nacionalidad, 1.0 de julio de 1947-31 de diciembre de 195113

Checoslovaquia 4 Filipinas 196 Estonia 2 Shanghai 14 Alemania 7 Francia Hungría 130 Alemania Latvia 2

Zona americana 23 España 9

La decisión de IRO de trasladar del país a cualquiera del grupo que de seara partir fue bien recibida tanto por las autoridades dominicanas como por los refugiados. Con excepción de tres familias, con un total de siete per sonas, el contingente casi completo de Shanghái-Samar quiso partir.12 En cierta forma, la batalla de Trujillo por estos refugiados traducía su guerra contra el comunismo en una época en que muchos otros soldados antico munistas peleaban en Corea. Inútil es decir que la oferta dominicana de aceptar varios cientos más de refugiados, mencionada cuando los 190 aca baban de llegar, nunca fue renovada. En lugar de eso, este desagradable episodio muy probablemente reforzó la postura anticomunista de Rafael L. Trujillo cuando encabezó la delegación de su país ante las Naciones Unidas. Entre el 1.0 de julio de 1947 y el 31 de diciembre de 1951, la República Dominicana aceptó un total de 413 personas desplazadas, bajo los auspicios dela IRO. Casi la mitad de ellos estaba compuesta por el mencionado grupo de Shanghái-Samar. Aunque esa cifra representaba un segmento muy pequeño del problema de los refugiados, era una muestra estadística de una complejidad cultural tal que amerita ser tabulada (ver cuadro 11).

Zona británica 5 Polonia 31

Zona francesa 11 Rumania 5

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Salidas desde:

trópicos americanos. A los enviados a Saona, los dominicanos agregaron en agosto de 1951 a diez rusos que habían abandonado, sin permiso, la colonia agrícola a la cual habían sido asignados.

Ciudadanos o residentes de: Austria 40 Austria 14

Bélgica 52

La política de inmigración del dictador Trujillo

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La cronología de la llegada de estos refugiados sugiere que la identificación dominicana con el programa de la IRO, aunque persistente, se aflojó considerablemente a raíz de la desagradable experiencia con el grupo de Shanghái-Samar (ver cuadro 12).

Enero 1, 1949-junio 30, 1949 41

Julio1, 1947-diciembre 31, 1947 41

Julio 1, 1950-diciembre 31, 1950 63

Julio 1, 1951-diciembre 31, 1951 2

Número refugiadosde

Italia 18 Ucrania 8 África Oriental 2 Rusia 169 Egipto 8 Yugoeslavia 8 Medio Oriente Estado Nansen 1 No reportados 2 Indeterminado 2 Holanda 14 Misceláneos 1 Portugal 1 No reportados 20 Reino Unido 3 413 413

Total: 413

Cuadro 11. Reasentamiento de refugiados en la República Dominicana bajo la IRO por país de origen y nacionalidad, 1.0 de julio de 1947-31 de diciembre de 1951 (Cont.)

Enero 1, 1951-junio 31, 1951 4

Enero 1, 1948-junio 30, 1948 27

Julio 1, 1949-diciembre 31, 1949 200

Julio 1, 1948-diciembre 31, 1948 25

Enero 1, 1950-junio 30, 1950 10

Salidas desde:

Cuadro 12. Reasentamiento de refugiados en la República Dominicana bajo IRO por intervalos de tiempo14

Ciudadanos o residentes de:

Periodo

A principios de 1952, entre los dieciséis miembros del gobierno de IRO asistentes a la sesión final de su Consejo, el representante dominicano era uno de los tres latinoamericanos. El país del Caribe había recibido pocos refugiados y retenido solo una fracción de ellos, y las oficinas de IRO en Ciudad Trujillo habían funcionado solamente varios meses durante la culminación de los problemas del grupo de ShangháiSamar. Sin embargo, la República Dominicana había sido constante en su identificación con la IRO, una organización que representaba la naturaleza de la transición de los primeros años de posguerra en relación con los problemas de los refugiados.15

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11 EC, Noviembre 27, 1949, p. 1, Noviembre 28, 1949, p. 5; Louise W. Holborn, The international Refugee Organization... its History and Work 1946-1952, New York and London: Oxford University Press, 1956, pp. 122, 405, 425; «Dominican Republic, Is Haven for Refugees from Communist China», Dominican Republic, No. 102, April 1, 1950, pp. 1-

1

9 EC, octubre 5, 1948, p. 1; NYT, June 4, 1950, p. 7, July 13, 1950, p. 15; Rodríguez Demorizi, Cronología, II, p. 148; y Almoina (pseud. Bustamante), Una satrapía, p. 187.

NOTAS

2 Ibid., pp. 987-988, 993-994, 996-997, y FRUS 1946, Xl, pp. 816, 819-821, 923-824, 825.

6 Comité lntergubernamental sobre refugiados, Memorandum: from the American Resident Representative (Martha H. Biehle), No. 14, January 31, 1947, pp. 1, 5; y NYT, May 18, 1947, p. 38.

FRUS 1945, IX, p. 982.

10

4 Martha H. Biehle, «Sixth Penary Session of lntergovernmental Committee on Refugees», U. S. Department of State Bulletin, XVI, No. 396, February 2, 1947, p. 211; lntergovernmental Committee on Refugees, Memorandum: from the American Resident Representative (Martha H. Biehle), No. 22, June 30, 1947, pp. 3, 4, 5.

7 FRUS 1947, Vlll, pp. 634, 637-639, 642, 648, 658-659, 660, y FRUS 1948, IX, Washington L GPO, 1972, pp. 160-161, 166, 171.

5 Naciones Unidas. Tercer Comité, «Problems of Refugees: Statement by the Delegation of the Dominican Republic», Official Records of the First Part of the First Session of the General Assembly-Trird Committee: Social, Hemanitarian and Cultural Questions, Annex 8, New York: United Nations, 1947, pp. 63-65.

NYT, June 7, 1950, p. 10, June 9, 1950, 7, July 13, 1950, p. 15.

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3 Liga de las Naciones. Comisionado principal para refugiados, International Assistance to Refugees, C. 23, M. 23, 1944, XII (Geneva: League of Nations, 1944), pp. 2-3, y League of Nations. High Commission er for Refugees, lnternational Assistance to Refugees, A, 10, 1946, XII (Geneva: League of Nations, 1946), p. 4.

8 Almoina (pseud. Bustamante), Una satrapía, pp. 185-187.

13 Extraído de cuadros, The international Refugee Organization, de Holbarm, pp. 433-440. Relativo a toda Latinoamérica, ver Vernant, The Refugees in the Post-War World, p. 595.

210 C. Harvey Gardiner

3; Rodríguez Demorizi, Cronología, II, pp. 153, 154; y NYT, March 23, 1950, p. 19.

14 Naciones Unidas. Consejo Económico y Social, 14th Sesion. Item 18 (c), Report of the international Refugee Organization, Annex II-Resettlement Statistcs, New York, 1952, p. 33.

Jacques Vernant, The Refugee in the Post-War World, New Haven: Yale University Press, 1953, pp. 646-647; y Holborn, The international Refugee Organization, pp. 405- 406.

12

15 George L. Warren, «Residual Problem of Refugees on Termination of IRO», U. S. Department of State Bulletin, XXVI, No. 665, March 24, 1952, p. 460; y Holborn, The lnternational Refugee Organization, p. 763.

CAPÍTULO VIII

LOSOTRAESPAÑOLES:ESTIRPE

Por largo tiempo, debido a las circunstancias de la Segunda Guerra Mun dial, escasearon los testimonios oficiales acerca del alto aprecio que Tru jillo abrigaba por su colega dictador Francisco Franco, pero en el período de la posguerra dio rienda suelta a su actitud proespañola. La partida de los españoles republicanos de la República Dominicana, unida a la cre ciente postura anticomunista de Trujillo, introdujeron entusiasmo en las relaciones que anteriormente habían sido correctas pero amortiguadas. Además, razones personales ejercieron su influjo en estos acontecimien tos internacionales. Aunque Rafael L. Trujillo tenía una educación muy pobre —posiblemente por esa misma razón—, desarrolló una preocupa ción casi mística acerca de la cultura hispánica, lo que, a su vez, lo hacían a él y a su país objetivos adecuados del imperialismo cultural implícito en la «hispanidad» de Franco. Parte de su afecto por España surgía de un in culto romanticismo, aun cuando en definitiva servía a su naturaleza prag mática, al igual que su percepción de que los hispanos ofrecían las mejo res perspectivas de asimilación en razón de la afinidad cultural. Además, después de vivir por años bajo la dictadura de Franco, probablemente los inmigrantes españoles no cuestionarían el trujillismo. Por descontado, también su presencia podría «aclarar» la población mientras resguarda ban la frontera y desarrollaban las colonias agrícolas que habitarían.

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Los gobiernos de Franco y de Trujillo concluyeron tres acuerdos formales dentro de un período de catorce meses. El Tratado de la Amistad, negociado en la capital dominicana, donde también se intercambiaron ratificaciones, realizó la imagen de Trujillo como estadista. Luego, Ciudad Trujillo fue sede de la firma de un convenio cultural domínico-español dedicado a la conservación de los valores comunes. Un tercer acuerdo comprendía el tema, más práctico, del comercio a través de una sucesión de promesas recíprocas de tratamiento como nación más favorecida.3 Para la época de la firma de este documento, en enero de 1954, Trujillo planeaba un viaje a España; y cuando dicho acuerdo comercial fue efectivo, había realizado el viaje.

En un nivel muy personal, Trujillo tenía razones adicionales para su afecto por España, que tan frecuentemente expresó en público. Como representante de la tercera generación de su familia, promovió la historia de que su abuelo español había sido un eminente personaje y su padre un patriota y estadista sin precedentes. Al hacer esto, enfatizaba sus orígenes españoles. Como menospreciaba no solo a los haitianos negros, sino también a su propio origen mulato, subrayaba lo más posible su herencia española y la de la nación dominicana en general.

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Durante su estancia en Estados Unidos, a fines de 1952 y comienzos de 1953, como jefe de la delegación dominicana ante las Naciones Unidas, el Generalísimo reiteradamente ensalzó a Franco y propugnó la admisión de España en esa organización.1 Nada sucedió de primera intención, pero el curso de los acontecimientos favoreció esa propuesta, al disminuir los sen timientos antifascistas que habían aislado por largo tiempo a España y le habían denegado la calidad de miembro de la nueva organización interna cional, y al crecer el sentimiento anticomunista en Occidente. La reciente guerra de Corea había impulsado tanto a los Estados Unidos a reforzar las defensas de Occidente, que las negociaciones de 1953 para establecer ba ses en España redujeron, si es que no eliminaron, la frialdad oficial de los norteamericanos hacia el régimen de Franco. En diciembre de 1955, el os tracismo de España se redujo lo suficiente como para permitir su ingreso en las Naciones Unidas mediante un acuerdo en cuya formulación la República Dominicana, a pesar del favor de Trujillo, no jugó un papel de importancia.2 Sin embargo, el acercamiento dominico-español avanzó marcadamente.

Al alborear 1955, los dominicanos alabaron obedientemente el nuevo programa de inmigración inspirado y anunciado por el Benefactor. Equipos y mobiliario para viviendas llegaron a la costa norte de la isla para 756 inmigrantes españoles, destinados a la sección de Arroyo Salado, de Baoba del Piñal, en la jurisdicción de Cabrera, que pronto se convirtió en

La política de inmigración del dictador Trujillo

Dos destinos e igual número de propósitos ocupaban al dictador mientras visitaba España y el Vaticano junto con su comitiva. Al pisar tierra española, declaró: «Amar y defender a España ha sido un deber que siempre he cumplido sin titubeos, como descendiente que soy de una tercera generación de españoles». En Madrid escuchó a la radio española proclamar: «El Generalísimo Trujillo es un amigo de nuestro país, un amigo de nuestro Caudillo, un amigo en tiempos difíciles». Cuando Franco aclamó a su visitante como «un paladín anticomunista de las Antillas», Trujillo respondió: «Nuestra política está inspirada en los mismos ideales que la política española».4

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Pronto se supo que, en Valencia, Trujillo había visitado, en la región de Albufuera, a granjeros productores de arroz que estaría dispuesto a recibir como inmigrantes. Para complementar su renovado interés en los inmigrantes, Trujillo adquirió un barco que rebautizó con el nombre de España y prometió dedicarlo al transporte de granjeros españoles hacia la República Dominicana. A los futuros inmigrantes les prometió tierra, alojamiento y equipo agrícola.6

Luego, el Generalísimo se dirigió hacia el Vaticano para la firma del Concordato, que por largo tiempo había deseado suscribir. De regreso a España, viajó ampliamente como un turista de clase especial. Y a manera de culminación de la detallada información del triunfante viaje de su jefe, los periódicos dominicanos reprodujeron, en forma de folleto, varios editoriales que lo elogiaban.5

Hasta la fecha, los inmigrantes españoles de la posguerra, aun cuando más del 90 % de ellos se dirigió a Latinoamérica, le habían dado una atención muy limitada a República Dominicana. Para 1954 se habían recibido algo así como el 1 % de esa emigración española. Sin embargo, en ese año, el repentino ascenso que envió más hispanos a la República Dominicana que en años anteriores, hizo mucho para revigorizar la preocupación de Trujillo con respecto a los inmigrantes.

Entre preparaciones a medias, 756 granjeros españoles llegaron desde Valencia y Burgos. Antes de que los inmigrantes partieran hacia la costa norte, Trujillo y su esposa apadrinaron dos niños nacidos a bordo del España durante su travesía trasatlántica. Los recién llegados fueron todos aclamados como señal de «una nueva y vigorosa corriente de solidaridad en las relaciones domínico-españolas».7

A pesar de las incertidumbres, Trujillo proclamó una ampliación del programa de inmigración. Menos de dos meses después de la llegada de los 756 españoles, anunció el despacho del España para traer mil inmigrantes más, entre los cuales habría 200 profesores de secundaria. El hombre que había lanzado varias campañas de alfabetización, bien divulgadas, pero pobremente ejecutadas en el transcurso de un cuarto de siglo, de nuevo proponía un programa nacional que eliminaría el analfabetismo.8

En el periodo de celebraciones que marcaban el Año del Benefactor, el vigesimoquinto aniversario del gobierno de Trujillo, el presidente Eisenhower incluyó a la República Dominicana en el viaje a diez naciones de Centroamérica y del Caribe que realizaría el vicepresidente Richard M. Nixon. Por lo menos en un punto importante, Nixon, consciente del peligro

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la zona principal de asentamiento. El optimismo abundaba, lo mismo que las alabanzas para Trujillo.

El asentamiento de Baoba del Piñal era recepcionado de manera diferente por Trujillo y por las 260 familias allí ubicadas. El Generalísimo ordenó el desembolso de más de $500,000 que su gobierno había asignado al proyecto, lo que ponía más de 15,000 hectáreas de tierra a la disposición de los granjeros. Los recién llegados, además de tratar de adaptarse al clima tropical, se enfrentaban con otros problemas. Una encuesta reveló tanto el deseo como la necesidad de una escuela, pues había 173 niños entre las edades de 5 a 15 años, además de muchos otros que deseaban educación. Una de las primeras oportunidades para ciertos adultos fue la visita a una estación experimental de arroz, ya que algunos sembradores de la gramínea en España, hasta habían traído semillas. Además de sus actividades agrícolas, los colonos ayudaron a construir casas y carreteras. El incompleto acomodo de la colonia pronto alimentó el descontento de los colonos; descontento que podían permitirse en razón de que los términos del contrato estipulaban su regreso a España si resultaba necesario.

del comunismo, estaba predispuesto a considerar favorablemente a Trujillo. Varios días antes de su llegada a Ciudad Trujillo, había visitado Guatemala, escenario de una reciente cruzada anti-comunista protagonizada por el secretario de Estado John Foster Dulles y su hermano, el director del CIA, Allen W. Dulles, y ese tema estaba muy presente en su mente cuando habló en una sesión conjunta del Congreso dominicano. Al Generalísimo y a sus legisladores les dijo: «Deseamos que ustedes aprecien cuánto les agradecemos —nuestro Gobierno y nuestro pueblo— por la ayuda de su pueblo y de su gobierno en la Organización de Estados Americanos y en las Naciones Unidas para combatir las fuerzas perniciosas del comunismo». Tan en sintonía estuvo el dignatario visitante con el punto de vista del arzobispo Pittini, de 79 años, uno de los fieles aliados de Trujillo, que el eclesiástico le dijo a Nixon: «Esperamos que vuelva cuando ya sea presidente». Rafael L. Trujillo, que había llenado las calles con ondeantes banderas dominicanas para recibir a Nixon, declaró: «Me siento celoso de usted porque ha conquistado a mi pueblo y creo que podría ser elegido presidente aquí».9 A eso muy bien pudo haberle agregado, por supuesto: «Si es apoyado por mi Partido Dominicano».

La política de inmigración del dictador Trujillo

La cálida bienvenida y la fachada de democracia presentada por el Congreso, por mucho que impresionaron a Nixon y ayudaron a Trujillo, palidecieron ante los aspectos emocionales, patrióticos y humanitarios del tema de los refugiados, y ante la campaña de alfabetización, evocados por el Generalísimo. Esos dos proyectos, anunciados en presencia de Nixon, con seguridad iluminaron la reacción americana hacia Trujillo. Quien creyera que los inmigrantes habían enriquecido la vida americana, y Nixon lo creía, valoraría favorablemente el prospecto dominicano. Y quien creyera que las oportunidades educativas representaban piedras fundamentales para la democracia, y Nixon lo también creía, apreciaría igualmente el proyecto de alfabetización. Por supuesto, ni el vicepresidente ni otro funcionario oficial americano constataría los logros del Generalísimo en cuanto a la materialización de sus promesas: ¿Llegaron los inmigrantes? Y si llegaron, ¿se quedaron? ¿Se incluían entre ellos esos cientos de profesores de secundaria? ¿Cuán seriamente y por cuánto tiempo continuaría el impulso de la alfabetización, si es que va a ser emprendido realmente? Nixon, al aceptar las promesas de Trujillo, demostró su credulidad. Dos años

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En las catorce áreas que ocuparon los españoles había, de acuerdo con el principal ejecutivo dominicano, «863 magníficas casas de blocks, asbes

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El hermano Héctor, al presentar su mensaje presidencial relativo a los eventos del año 1955, tocó el programa de inmigrantes españoles del Generalísimo de una forma tan aduladora que hacía a uno dudar de la veracidad de gran parte del recuento, tanto estadístico como general. Las autoridades dominicanas habían distribuido a los inmigrantes en un total de catorce colonias. Baoba del Piñal, cerca de la costa noreste, contenía los primeros y mayores grupos de asentamientos. Por su tamaño, mayor tiempo de existencia y la especial atención oficial sobre él, Baoba del Piñal serviría como barómetro de esta inmigración española. Lejos, al oeste de la provincia central de San Juan de la Maguana, los asentamientos en Guanito y Vallejuelo se apiñaban en regiones subdesarrolladas entre la Sierra de Neiba y la Cordillera Central. Otras localizaciones para los recién llegados incluían a Azua y Constanza; esta última poseedora de superiores posibilidades desde el punto de vista topográfico. Ninguno de los asentamientos estaba próximo a la frontera haitiana.

Por alguna razón, después de la partida de Nixon, los periódicos suprimieron sus reportajes acerca de los inmigrantes que se esperaban, pero transcurridas unas semanas, entre alabanzas a Trujillo y referencias sobre Sosúa, la expectativa por el arribo de 650 hispanos, hombres solteros, para fines de abril, recibió publicidad. Más elogios y publicidad mereció la visita del Generalísimo a los colonos españoles de Baoba del Piñal. Uno podría cuestionar el origen del «espontáneo tributo» que se le rindió allí, pero no se puede poner en duda el hecho de que este programa de inmigración estaba recibiendo más atención de su persona que los anteriores asentamientos de españoles republicanos y judíos centroeuropeos en colonias agrícolas. Durante 1955, cuatro grupos de inmigrantes españoles, que totalizaron 3,612, llegaron a República Dominicana.

después, Trujillo, habiendo engañado a un vicepresidente, dirigiría sus fuerzas de persuasión hacia cuatro congresistas judíos. Aunque concluida la visita de Nixon, Trujillo la continuaría explotando. Distribuyó grandes fotos de Nixon y de sí mismo, con la frase de Nixon: «Un brindis por este gran país y su ilustre gobernante».10 El vanidoso hombre fuerte había dibujado todos los rasgos para su ultimo diseño de una imagen favorable.

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La política de inmigración del dictador Trujillo to cemento y madera». Los asentamientos estaban dotados de hospitales, escuelas, iglesias, almacenes, sistemas de acueducto, facilidades de irri gación y otros servicios públicos. Además de la concesión oficial de tierra cultivable, casas y mobiliario, implementos agrícolas, semillas y ganado, cada recién llegado recibía un subsidio mensual de $18.00, o sea, $0.60 dia rios. Un regalo especial de $150.00 se otorgaba a cada hombre soltero que se casara con una dominicana. Aunque no existían asentamientos en loca lidades militarmente estratégicas, otra de las preocupaciones de Trujillo, el «aclaramiento» de la población, evidentemente inspiraba este subsidio es pecial de matrimonio, que también promovía la más completa asimilación de los recién llegados y su permanente identificación con el país. Esto era sobre todo deseable con respecto a hombres libres y solteros, en un país cu yos ciudadanos, lo mismo que otros latinos, resultaban bien conocidos por sus breves estadías en el extranjero y el pronto regreso a la madre patria. Aun cuando Trujillo parecía determinado a enraizar a estos recién llegados en la República Dominicana, uno de sus actos, la entrega de radios a 350 residentes de Baoba del Piñal, no parecía incentivar la permanencia en la granja. En la República Dominicana, como en todas partes de Latinoaméri ca y en gran parte del mundo subdesarrollado, el radio constituía un imán que promovía la despoblación rural y la rápida urbanización.11

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A fines de enero de 1956, el barco italiano Auriga trajo el quinto grupo desde España, aproximadamente trescientos inmigrantes. Las autoridades los distribuyeron inmediatamente entre en los asentamientos de Baoba del Piñal, Guanito y Azua. Estos hispanos, como sus predecesores, eran supuestos granjeros. Sin embargo, después de doce meses se demostró que muchos habían falsificado su declaración de ocupación. Algunos desafiaban la adaptación a cualquier clase de actividad laboral, y otros tenían dudosos antecedentes políticos; hasta los había orientados al comunismo. Al parecer, la depuración de los hispanos antes de su embarque había sido muy superficial y uno se pregunta si, a veces, los funcionarios españoles a nivel local habrían aprovechado la ocasión para desembarazarse de los inconformes.Encualquier caso, muchos hispanos estaban siendo repatriados. Algunos, desencantados, solicitaban el viaje de regreso a que tenían derecho; otros, una cantidad vagamente indefinida, eran desalojados por

Tanto los funcionarios españoles como los dominicanos supervisarían el embarque de los grupos de inmigrantes. Estos podían traer ropa, efec tos personales y útiles e implementos, libres de impuestos, y el Gobierno dominicano reembolsaría a España los gastos por concepto de útiles e im plementos suministrados a los inmigrantes. En la República Dominicana, los derechos civiles y económicos de los recién llegados se igualaban a los

Mientras tanto, las autoridades dominicanas tenían que especificar: a) La ocupación de los inmigrantes deseados, b) el empleo que obtendrían, c) los períodos de sus contratos, que tenían que precisar derechos de revocación, y d) la cantidad de individuos en cada grupo específico. Estos y otros detalles intentaban eliminar las dificultades que habían ocasionado los inmigrantes españoles el año anterior. Muchas más promesas y garantías llenaban la nueva convención.

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los dominicanos. Algunos que habían incumplido sus contratos como agricultores probaban ser trabajadores honestos en otras actividades y se les permitía quedarse. El plan de Trujillo, cercano al desastre, necesitaba una Durantereparación.laFeria de la Paz y de la Confraternidad del Mundo Libre, de la cual fue anfitriona la República Dominicana como continuidad de las celebraciones por el Año del Benefactor, la misión española visitante se ocupó del problema de los inmigrantes.12

En una semana, representantes de los dos gobiernos formaron una prolija Convención de Emigración, el único acuerdo binacional en relación con los inmigrantes durante la Era de Trujillo. La Convención reflejaba la seria preocupación de Trujillo acerca del tema de la inmigración española y también, indirectamente, los problemas que entonces plagaban ese movimiento. El documento resultante, de diecisiete artículos, detallaba las obligaciones de los dos gobiernos, de los inmigrantes y de los empleadores dominicanos en cualquier migración futura de hispanos. Los inmigrantes se agruparían en dos categorías: los que tenían profesiones u oficios de interés para el gobierno dominicano u otros patronos, y los que como agricultores recibirían donaciones de tierra. Se esperaba que la mayoría perteneciera a la última categoría. Las autoridades españolas aceptaron chequear a cada solicitante en cuanto a la edad, estado de salud, historia médica anterior, naturaleza moral y política, aptitudes y adaptabilidad.

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de los nativos. Los hispanos podían transferir fondos a España y formar asociaciones, sociedades y otras organizaciones de acuerdo con las leyes del país. Los dominicanos prometieron repatriar a los que sufrieran enfer medades serias, así como a los que no resultaran capaces de adaptarse al clima. En caso de agitación social, insubordinación y otras formas de mala conducta, los culpables serían repatriados.13

La política de inmigración del dictador Trujillo

No obstante, la acostumbrada racha de optimismo oficial que acom pañó la firma de este documento,14 muchas preguntas se quedaron sin re puesta: ¿Continuaría aumentando la emigración española, la que, en base a su comportamiento general, había alcanzado su punto más alto de la posguerra en 1955? ¿Los hispanos echarían raíces en la República Domi nicana, tomando en cuenta su tendencia a parecerse a aves de temporada más que a inmigrantes permanentes en economías agrícolas? ¿Las nuevas regulaciones impulsarían la migración, en razón de sus rasgos paternalis tas, o la desanimarían en razón del formalismo que se les imponía? ¿Los empleadores se sentirían disuadidos de contratar los servicios de los in migrantes dado que tenían que depositar las sumas que garantizarían sus pasajes de regreso? ¿El mal precedente de los inmigrantes españoles de 1955 anularía los serios esfuerzos de los gobiernos para introducir mejores políticas y prácticas?

A mediados de abril, en sus rutinarios recorridos para afianzar su poder y satisfacer su vanidad, el Generalísimo incluyó a Baoba del Piñal. Cientos de inmigrantes españoles, en representación de los seis lugares poblados en la colonia agrícola, se reunieron para expresar su gratitud «por los múltiples beneficios recibidos».15

Quince meses después de la llegada de los primeros colonos, las autoridades declararon que Baoba del Piñal había comenzado a producir los resultados apetecidos. En sus campos había arroz, habichuelas, melones, maní, yuca y batata, y el arroz y el maní eran las siembras principales. Un 80 % de los 1,200 inmigrantes se encontraban aptos para el trabajo. Se estaban construyendo sesenta casas para la esperada llegada de las esposas e hijos de muchos de aquellos hombres. El artículo de Sixto Espinosa Orozco, publicado bajo el título de «Trujillo y los extranjeros», rebosaba en su homenaje a Trujillo —alabanza, gratitud y admiración— por su política de inmigración de «puertas abiertas». En junio llegó un

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grupo de esposas y niños, detallado entre 215 y 223 personas, para unirse a los esposos y padres en las colonias.16

Al poner de relieve el subsidio diario de 60 centavos para cada recién llegado y el derecho de cada inmigrante a un contrato por una parcela de tierra de 50 tareas, el presidente sumó otras instalaciones y servicios dis ponibles, como agua potable, correo, iglesias, escuelas, hospitales y carre teras. Sin embargo, solo 519 inmigrantes habían llegado durante 1956, y su número en los últimos dos años, de 4,131, se había reducido a 1,369 por solicitudes de repatriación. No obstante estos datos, más bien pesimistas en relación con los inmigrantes españoles, el Gobierno dominicano abría los capítulos húngaro y japonés en su programa de inmigración. La persis tencia y el optimismo caracterizaban los esfuerzos de Trujillo.18

Al tercer año del programa español, Baoba del Piñal continuaba recibiendo la mayor atención. Allí, en el segundo año de su instalación, 1,125 personas ocupaban 457 casas. En una ocasión en que los colonos de la sección San Rafael de Baoba del Piñal, cuyo nombre honraba el día del santo del dictador, le rendían homenaje a Trujillo reiterando sus expresiones de gratitud, el ministro de Agricultura, Luis Mercado, declaró que Trujillo «tenía fe absoluta en los inmigrantes españoles».19

La próxima exhibición de homenaje por parte de los inmigrantes ocurrió durante la visita de Trujillo al asentamiento de Guanito. Establecido a mediados de septiembre de 1955, Guanito contaba con un total de 540 inmigrantes. Se esperaba a 50 familias más y se construían alojamientos para ellas. Numerosos oradores, dirigidos por el director de Asentamientos, José Trujillo Subiña, derramaron las esperadas loas al Generalísimo. Héctor Trujillo, en su resumen al Congreso el año anterior, dijo: «Ningún otro país del mundo ha ofrecido nunca tales facilidades a los inmigrantes». Y agregó: «Todo esto se debía a la magnanimidad ilimitada del Generalísimo, doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva».17

Sin embargo, después de la oleada de inmigrantes que había inspirado el acuerdo, al cabo de cuatro años completos (1957-1960) de la operación iniciada con la Convención de Inmigración Domínico-Española, esta, antes del deceso de Trujillo, le estampó a esa fase del programa el sello de un fracaso total (ver cuadro 13).

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Cuadro 13. Tendencias de posguerra de la migración española a Latinoamérica 1955-196020

República Dominicana 3403 838 212 13 Toda Latinoamérica 61996 52799 57602 46783 33662 31906

La política de inmigración del dictador Trujillo

Área 1955 1956 1957 1958 1959 1960

Por lo menos varios avances en el programa de las colonias agrícolas dieron notas de esperanza. Un continuo optimismo llenó el revigorizado programa de inmigrantes ahora que los húngaros y los japoneses se sumaban a los españoles. Durante 1958, el Gobierno creó trece nuevas

Como las circunstancias le negaban grandes cantidades adicionales de hispanos, Trujillo no solo prestó más atención a los húngaros y a los japoneses, sino que enfatizó los logros de los colonos españoles en el país, con especial atención a la colonia de Baoba del Piñal, que era «una excelente manifestación de la política de inmigración y desarrollo agrícola», trazada por el Generalísimo y el gobierno del presidente Héctor Trujillo.21 Mientras tanto, el presidente acomodó su reporte anual en los siguientes términos: «En el desenvolvimiento de este importante programa de desarrollo agrícola, las mejores condiciones contractuales que fueron originalmente ofrecidas a miles de inmigrantes españoles, también están presentes para los japoneses, húngaros y dominicanos que han sido asentados en las distintas colonias del país». Una estadística exacta indicaba que 607 hispanos, ahora autosuficientes, ya no recibían el subsidio diario. A finales de 1957, el número total de granjeros —hispanos, japoneses, húngaros y dominicanos— en todas las colonias agrícolas era de 3,264.22 Durante el último lustro de la dictadura de Trujillo, la actividad promedio de un grupo específico de inmigrantes no podía separarse de la de los demás grupos de inmigrantes ni de las actividades de los colonos dominicanos. Muchos aspectos del programa de inmigración fueron cada vez más fusionándose con el fluctuante programa de colonias agrícolas.

La hostilidad internacional, como consecuencia del asunto Galíndez, y el boicot de inspiración americana de la OEA contribuyeron a que se redujera el acceso de inmigrantes hispanos a la república del Caribe.

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Sin embargo, en 1959, el Congreso español, al cual asistieron cuatro delegados de los asentamientos españoles en República Dominicana, abordó los problemas de los inmigrantes españoles y puso en evidencia que no toda la publicidad se concentraba en alabanzas excesivas al programa de Trujillo. Un reportaje de primera plana de un periódico de Madrid, inspirado por hispanos que habían regresado, condenaba en tal forma las

Mientras numerosas preguntas permanecían sin respuesta, las colo nias agrícolas, y ninguna otra como Baoba del Piñal, recibían publicidad con insistencia, parte de una campaña oficial para convencer al público dominicano de su éxito. Por lo demás, los reportes detallaban las áreas cul tivadas y el producto de las cosechas. Tales reportes aparecían en la prensa al menos trimestralmente, en ocasiones adornados con el valor monetario de las cosechas.24 Sin embargo, las estadísticas nunca expresaron el ingre so per cápita de los colonos.

colonias agrícolas para dominicanos nativos y rehabilitó dieciocho de las más antiguas. La inexplicada preferencia hacia estas últimas al parecer tenía su origen en la retirada de sus anteriores colonos. A la luz de la perspectiva dominicana, las razones no expresadas para esas salidas incluían la incomunicación, pobres condiciones del terreno, limitada disponibilidad de irrigación, inadecuadas alternativas de transporte y mercadeo, disgusto por la vida rural y la falta de cumplimiento, por parte del gobierno, de los planes anunciados. En 1958, sin embargo, las colonias agrícolas contaban con un total de 6,173 dominicanos, 1,239 hispanos, 1,183 japoneses y 103 húngaros, muchos de los cuales se encontraban en asentamientos nuevos.23

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La promoción de una imagen favorable continuaba uniendo el nombre de Rafael L. Trujillo con el programa de inmigrantes. Un reportaje, publicado dos veces para los lectores americanos, examinaba dos décadas de la historia de inmigración dominicana, presentando una vez más a Sosúa y también a los hispanos, húngaros y japoneses. Al aludir a la expectativa de que la política de «puertas abiertas» de Trujillo aún tenía más que ofrecer, ratificó la invitación a los 5,000 egipcios judíos. En el frente local dominicano, las publicaciones tituladas «Avances de la política inmigratoria de Trujillo» resumían los recientes pronunciamientos oficiales y encomiaban al Generalísimo.

prácticas de inmigración dominicana que provocó una respuesta oficial del ministro Manuel V. Ramos. Sin embargo, el Generalísimo continuó visitando las colonias y recibiendo mensajes de gratitud de los colonos hispanos. Una reseña del otoño de 1960 presentaba a dos labradores de Valencia, cuyo éxito con el cultivo de papas les había permitido adquirir equipo especializado y abrigar grandes esperanzas en relación con operaciones futuras. Uno de ellos, José Pascual Roselló, declaró: «Todo esto se lo debemos a Trujillo». Dos semanas antes del asesinato de Trujillo, otros inmigrantes desfilaron en su honor, agradecidos por toda clase de garantías, bienestar, paz y facilidades económicas, que se aunaban para proporcionarles una vida confortable.25 Estas calculadas expresiones de gratitud y adulación de los inmigrantes, ingredientes fundamentes en la creación de imagen del vanidoso hombre, persistieron hasta el final de la Era de Trujillo.

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4 Rodríguez Demorizi, Cronología, II, pp. 272, 273.

10 Rodríguez Demorizi, Cronología, II, p. 329; y Earl Mazo, Richard Níxon: A Política and Personal Portrait, New York: Harper & Brothers, 1959, p. 251

7 (Anon.), «Fifteen Years of Spanish Emigration (1946-1960)», Migration Facts and Figures, No. 22, March-April 1962, pp. 2-3; EC, enero 5, 1955, p. 1, enero 6, 1955, p. 1, enero 7, 1955, p. 1, enero 8, 1955, pp. 1, 2, 7, enero 10, 1955, p. 2, enero 15, 1955, p. 2, enero 17, 1955, p. 2; LN, enero 6, 1955, p. 3, enero 8, 1955, pp. 1, 6, enero 11, 1955, p. 5; y Rodríguez Demorizi, Cronología, II, p. 322.

9

EC, enero 29, 1956, p. 1, febrero 5, 1956, p. 8, febrero 6, 1956, p. 1, febrero 7, 1956, pp. 1, 7, febrero 8, 1956, pp. 1, 2, febrero 9, 1956, p. 1 y RD, Mensaje... 1956, Ciudad Trujillo: n. pub., 1956, p. 74.

12

8 EC, enero 6, 1955, pp. 1, 2, enero 10, 1955, p. 2, marzo 1, 1955, p. 1, marzo 3, 1955, p. 1; LN, enero 11, 1955, p. 3, enero 12, 1955, p. 1, marzo 4, 1955, p. 1; y Rodríguez Demorizi, Cronología, II, p. 328.

3 RD, Compilación Trujillo, III, pp. 341-344, 347-349, IV, pp. 99-103.

2 Naciones Unidas, Yearbook of the United Nations 1955, New York: Columbia University Press, 1956, pp. 22- 27.

5 Ibid., pp. 274-283; Crassweller, Trujillo, pp. 270-274; y Trujillo: un viaje de reafirmaciones, Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1954.

6 EC, diciembre 14, 1954, p. 1, y LN, diciembre 15, 1954, p. 1, enero, 6, 1955, p. 3.

1 Rodríguez Demorizi, Cronología, II, pp. 226, 227.

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El texto del Convenio de Emigración está disponible en RD, Compilación Trujillo, VII, pp. 309-316.

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NOTAS

11 EC, marzo 24, 1955, p. 1; LN, marzo 25, 1955, p. I; Rodríguez Demorizi, Cronología, II, pp. 333, 339; y RD, Mensaje... 1955, Ciudad Trujillo: Taller del Ejército Nacional, 1956, pp. 74- 75.

Richard M. Nixon, «Meeting the People of Central America», U. S. Department of State Bulletin, XXXII, No. 824, April 11, 1955, pp. 587594; NYT, March 2, 1955, p. 25, March 3, 1955, p. 14; y Rodríguez Demorizi, Cronología, II, p. 327.

16

23

EC, abril 15, 1956, p. 1, abril 17, 19.56, p. 4, abril 19, 1956, p. 10.

RD, Mensaje... 1958, Ciudad Trujillo: Talleres del Ejército Nacional, 1959, pp. 83-86. Un observador extranjero, John P. Augelli, expresó optimis mo en relación con las colonias agrícolas dominicanas. En la época de esta investigación (1959), este optimismo estaba garantizado, ¡pero para la época en que apareció su artículo («Agricultura Colonization in the Dominican Republic», Economic Geography, Vol. 38, No. 1, January 1962, pp. 15-27), estas perspectivas habían desaparecido virtualmente.

24 EC, mayo 23, 1958, p. 21, septiembre 14, 1958, p. 4, octubre 19, 1958, p. 8, diciembre 9, 19.58, p. 4, diciembre 17, 1958, p. 4.

25

20

EC, septiembre 22, 1956, p. 14, septiembre 26, 1956, p. 13, enero 10, 1957, p. 15 y RD, Mensaje... 1956, p. 73.

225

NYHT, June 8, 1958, Section 11, p. 26; (anon.), «Hundreds of Refugees Find Haven in Republic», A Look at the Dominican Republic, III, No. 6, June 1958, p. 8; y EC, junio 6, 1958, p. 10, junio 13, 1958, p. 4, junio 21, 1958, p. 4, octubre 4, 1959, p. 12; abril 27, 1960, p. 13; abril 28, 1960, p. 13,

Extraído de «Fifteen Years of Spahish Emigration (1946-1960)», Migration Facts and Figures, No. 22, March-April 1962, pp. 2-3. Se notará que las cifras para la República Dominicana en el período 1955-1956 exceden ligeramente a las reportadas por el gobierno dominicano.

EC, febrero 12, 1956, pp. 1, 2, 16, febrero 13, 1956, p. 4; los textos de los discursos del ministro de Relaciones Exteriores, Porfirio Herrera Báez, y del ministro Raimundo Fernández Cuesta aparecen en el Boletín... Relaciones Exteriores... República Dominicana..., No. 75, enero- marzo 1956, pp. 89-93.

RD, Mensaje... 1957, Ciudad Trujillo: n. pub., 1958, pp. 98- 99.

21 EC, marzo 13, 1958, p. 4.

19

22

EC, enero 16, 1957, p. 14, febrero 1, 1957, p. 11, marzo 23, 1957, p. 4, marzo 24, 1957, p. 4.

La política de inmigración del dictador Trujillo

15

Ibid., abril 19, 1956, p. 10, abril 20, 1956, p. 2, junio 6, 1956, p. 16; y LN, junio 6, 1956, p. 12.

14

17

18 RD, Mensaje... 1956, pp. 74-77. Mucha incertidumbre, tanto de parte del punto de vista español como del dominicano, existe en relación con el número de inmigrantes repatriados.

226

C. Harvey Gardiner

mayo 15, 1960, p. 15, septiembre 5, 1960, p. 7, mayo 19, 1961, p. 9. Para antecedentes en relación con la evaluación de la emigración española, ver Javier Pérez de San Román, «El Instituto de Emigración Española», Noticias de Migración, 6.o año, No. 2, marzo-abril 1957, pp. 9-12.

227

CAPÍTULO IX

Mientras las necesidades económicas por sí solas inspiraban la migración de los hispanos, una combinación entre la situación económica y la po lítica comunista caracterizó la emigración de húngaros hacia la Repúbli ca Dominicana. Los acontecimientos en Hungría habían ido agravándose hasta desembocar en la revuelta que lanzó a miles de ellos al cauce inter nacional de refugiados. Una vez que los comunistas tomaron posesión del gobierno, el sistema económico húngaro fue paulatinamente sovietizado y colectivizado. La reforma agraria, la industrialización y la colectivización fomentaron resentimiento y resistencia, y dieron paso a la revolución que, iniciándose en círculos intelectuales, se extendió rápidamente hasta impli car a estudiantes, trabajadores urbanos y campesinos hambrientos de tie rra. Esta revolución, que empezó en junio de 1956 como algo más bien en el ámbito intelectual, se convirtió en un sangriento combate en octubre, y los rusos, demasiados y cercanos, prontamente batieron a los húngaros hastaLaderrotarlos.atenciónmundial se enfocó en Hungría. Los inmisericordes asaltos masivos de las tropas soviéticas y el incontenible flujo de refugiados hacia Austria y Yugoeslavia, impusieron la discusión de la situación de Hungría en el seno de las Naciones Unidas. En el primer día de la sesión de emer gencia, los Estados Unidos introdujeron una resolución de ocho puntos,

LOS POR«LUCHADORESHÚNGAROS:LALIBERTAD»

Consecuente con el apoyo dominicano a los húngaros anticomunistas en los círculos de las Naciones Unidas, el embajador De Marchena amplió el ataque de su gobierno al comunismo internacional y llamó la atención hacia el aporte dominicano de $10,000 a la Agencia de las Naciones Unidas para la Reconstrucción de Corea. Sin embargo, la bienvenida que una vez se extendió a los prisioneros anticomunistas del conflicto de Corea no figuró por mucho tiempo entre las propuestas de Trujillo para acoger refugiados. A mediados de noviembre, varios países, entre ellos República Dominicana, abrían sus puertas a los refugiados húngaros.4

la cual, entre otras cosas, reconocía los derechos de la nación húngara, apremiaba a abrir una investigación de los hechos y hacía un llamado a los miembros de las Naciones Unidas para que ayudaran a satisfacer las necesidades del pueblo húngaro. La República Dominicana desempeñó un papel de poca importancia, pero dio su apoyo a la resolución inicial y a los esfuerzos subsiguientes.1

228

C. Harvey Gardiner

El representante dominicano ante las Naciones Unidas, el embajador Enrique de Marchena, intervino en el debate de las Naciones Unidas, reiterando la política prohúngara y antisoviética de su gobierno e incorporando en su discurso a la Asamblea General el texto completo de la carta del presidente Trujillo al presidente de la Asamblea de las Naciones Cautivas Europeas. Al mismo tiempo, Marchena declaró que «el gobierno de la República Dominicana ha decidido, y así lo ha informado ya a los departamentos correspondientes del secretario de las Naciones Unidas, que está preparado para recibir a miles de refugiados húngaros».3

Vilas Masens, presidente de la Asamblea de las Naciones Cautivas Europeas, había solicitado ayuda a la República Dominicana, tal como lo había hecho con todos los Estados no comunistas. Masens recordó al presidente Héctor Trujillo que la falta de acciones efectivas para detener la agresión soviética produciría resultados perjudiciales para todos. El presidente dominicano prometió cooperar en lo necesario para terminar el conflicto y hacer efectiva la resolución de las Naciones Unidas. Además, manifestó que, consecuente con la política dominicana trazada desde la Conferencia de Evian, las puertas de la República Dominicana estaban abiertas para los húngaros y de todas las demás nacionalidades que sufrieran persecución por parte de los comunistas.2

Pocas semanas después, la oferta «imprecisa» de la República Domini cana dio paso a una promesa de asilo para 20,000 húngaros. La publicidad, tanto en Nueva York como en República Dominicana, exaltó este gesto a la vez que recordaba, con elogios vulgarmente exagerados, la pasada ge nerosidad dominicana hacia los refugiados. El país, sin embargo, no ha bía recibido a 7,000 hispanos ni tampoco «unos 6,000» habían aceptado la invitación extendida a 100,000 centroeuropeos. Los dominicanos también leyeron en la prensa que su país había ofrecido hospitalidad a 20,000 huér fanos de guerra, una cifra cinco veces mayor a la propuesta lanzada una década atrás que resultó totalmente improductiva.5 Si la oferta dominicana a los húngaros reflejaba una política tradicional, como insistían los perio distas locales, se podría especular que resultaba ser más bien una ficción para crear imagen que un verdadero gesto humanitario.

La política de inmigración del dictador Trujillo

229

Ante la magnitud del problema que representaban los 200,000 refugia dos, muchos países aumentaron la cuota que aceptarían y otros desecha ron sus vagas promesas e hicieron propuestas específicas. De esta mane ra, se elevó a 36 el número de países que prometió asilo a los refugiados. En enero de 1957, mientras numerosos refugiados se dirigían a Brasil, el primer país latinoamericano que los recibiría, y miles llegaban a los Esta dos Unidos, la República Dominicana utilizó al húngaro Alexander Kovacs para dar cumplimiento a la oferta de Trujillo. En ruta hacia Europa, el anti guo refugiado y fabricante de armas, que había obtenido el rango de Mayor General como director de los servicios técnicos de las Fuerzas Armadas dominicanas, estudió el plan de Trujillo. Kovacs ayudaría en la depuración

La emigración diaria de seis a ocho mil húngaros hacia Austria, ade más de otros huyendo hacia Yugoeslavia, agudizó el problema de los refu giados y puso en primer plano la demanda de solución. Varias decisiones permitieron la rápida dispersión de los húngaros, que se agolpaban en los puestos fronterizos. Por un lado, se aceptó que, después que los refugia dos hubieran elegido países de residencia, el Comité Intergubernamental para Migración Europea (CIME) proveería transporte a Austria a cualquier refugiado con razones válidas para regresar. El permiso de moverse sin papeles de identificación también ayudó a romper la concentración de personas en Austria.

En mayo, el vapor italiano Franca desembarcó a 582 refugiados en Ciudad Trujillo. Las autoridades dominicanas habían asumido los gastos del viaje por ferrocarril y por barco. El 83 % declaraba ser granjeros. En contraste con los primeros húngaros, que no habían sido depurados en lo político ni recibidos públicamente, la llegada de estos «luchadores por la libertad» causó gran conmoción. El ministro de Agricultura, Mercado, les dio la bienvenida junto a conciudadanos húngaros que laboraban en la armería. El mayor general Kovacs tradujo las palabras de saludo a los refugiados, quienes aplaudieron vigorosamente cuando mencionó la postura anticomunista del Generalísimo., Al ser mencionados nuevamente en los periódicos los hispanos y los centroeuropeos, se les recordó a los dominicanos que este nuevo gesto confirmaba la tradicional política enunciada por el Padre de la Patria Nueva, Rafael L. Trujillo. «En un hermoso gesto democrático», el presidente Héctor Trujillo y su hermano, el hombre fuerte, posando para los fotógrafos, estrecharon la mano a todos los refugiados. Con el «¡Viva Trujillo!» en los labios, los húngaros se dirigieron después a la iglesia, alzando pancartas con lemas como «Trujillo, los húngaros te saludan» y «Gracias a Trujillo tenemos nuevo hogares, comida y trabajo».8

Antes de la aceptación del primer refugiado húngaro y aun antes de que el general Kovacs comenzara el proceso de selección, la dimensión de la oferta dominicana indujo a grupos e individuos crédulos a colmar de encomios al Generalísimo. La Orden Católica de los Caballeros de Malta lo elogió por ser el primero de Latinoamérica en ofrecer hospitalidad a los húngaros. Casi simultáneamente, la contribución dominicana de $25,000, presentada de manera tal que parecía aportada por el peculio personal del dictador, apresuró al visitante vizconde William Astor a exclamar: «En relación con su población, la República Dominicana es el país que ha recibido el mayor número de refugiados húngaros».7

230

Los planes comprendían el movimiento inmediato de 483 refugiados a la colonia agrícola mixta de Duvergé, donde se unirían a los colonos dominicanos e hispanos. El Generalísimo, a principios de 1955, había proclamado que la colonia de Duvergé, fundada en 1957, sería una de las

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mediante la cual el Generalísimo esperaba conseguir labradores no comu nistas en grupos de 500.6

La política de inmigración del dictador Trujillo

últimas adiciones a los revitalizados programas de inmigración y agricultura. Levantada en un área suficientemente árida como para requerir labores de irrigación, que aún no se habían realizado, Duvergé estaba situada cerca de la frontera haitiana, por lo que cumplía uno de los objetivos de las políticas largamente trazadas por Trujillo.9 El aislamiento de la colonia y su cuestionable potencial como operación agrícola amenazaron desde el mismo principio el asentamiento de los húngaros. Estos, por otro lado, representaban otro elemento de incertidumbre, puesto que se ignoraba cuántos se habían hecho aceptables a Kovacs proclamando falsamente que eran labradores. Uno podría preguntar: ¿No serían, en su mayoría, individuos de clase urbana, procedentes de Budapest, en vez de granjeros?

231

El absoluto silencio en relación con los cien húngaros que no irían a la colonia agrícola, grupo formado por ingenieros, técnicos y mecánicos, sugería que serían adicionados a la producción de armas en San Cristóbal. A raíz del episodio Galíndez, la hostilidad hacia Trujillo y su creciente sensación de aislamiento habían apresurado medidas adicionales para garantizar la permanencia en el poder. Al tiempo que su generoso gesto humanitario y su postura anticomunista recibían amplia publicidad, presumiblemente para mejorar su imagen en Washington, Trujillo fue lo bastante realista como para reforzar su poderío militar.

En el transcurso de varios meses su controlada prensa aclamaba el programa de inmigración en general y el éxito particular de la colonia de Duvergé. El entusiasmo y la gratitud, de acuerdo con los escritores dominicanos, se difundía entre los refugiados. En las Naciones Unidas, el embajador De Marchena sostenía la oposición de su país al régimen postrevolucionario de Hungría. Al aproximarse el primer aniversario de la revuelta de Budapest, dos cosas resultaban evidentes: Trujillo, que había calificado la llegada de mayo como un primer contingente, ya no mantenía el interés por recibir húngaros adicionales, y, en segundo lugar, algunos de los labradores húngaros, quizás insatisfechos en Duvergé o elegidos por las autoridades dominicanas para que sirvieran de pantalla, habían sido reubicados en la menos remota y más fértil área de Constanza, conjuntamente con hispanos, japoneses y dominicanos.10

Una inesperada y altamente bienvenida explosión publicitaria favoreció a Trujillo cuando el senador William Langer publicó el reporte sobre el

Extrañamente, mientras se verificaban las condiciones que dieron lugar a un reporte titulado «Hungarian Refugee Resettlement in Latin America», la investigadora americana resumía la historia del asentamiento de DORSA en Sosúa con tal prolijidad, que la colonia judía rivalizaba con los recién llegados húngaros en el espacio que ocupaban en el escrito. En el recuento, Rafael Trujillo recibió un nivel de alabanzas que recordaba los más escogidos elogios literarios de sus propios escritores a sueldo, dominicanos y americanos. Si cualquier miembro del subcomité de Langer o del más amplio Comité abrigaba dudas, sociales o de otra clase, acerca

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232

Subcomité Judicial para la Investigación de los Problemas Relacionados con la Emigración de Refugiados y Evadidos. La consejera general, Eleanor C. Guthridge, había visitado en nombre de esa organización seis países latinoamericanos: República Dominicana, Brasil, Argentina, Chile, Perú y Venezuela. El reporte de Langer, basado en esa experiencia, alababa pródigamente a República Dominicana. En todos los países, excepto en el de Trujillo, los inmigrantes dependían completamente de ellos mismos desde su llegada. En República Dominicana, sin embargo, «se hacen preparaciones gubernamentales para su llegada y son recibidos con un calor genuino». Perú fue criticado por admitir solamente a familiares cercanos de individuos residentes ya en ese país, y Venezuela por sus incómodos procedimientos de inmigración. Brasil, en vez de aceptar grupos familiares, al principio solo admitió al cabeza de familia, quien, después de establecido, podría traer a su esposa e hijos. Argentina fue acusada de condiciones inestables, de aguda escasez de viviendas y de otros inconvenientes. En Chile la creciente inflación y el alto grado de desempleo se combinaron para rechazar a todos los que no tuvieran parientes cercanos allí.

En cambio, la investigadora del subcomité americano estaba cautivada, posiblemente embaucada, por su experiencia dominicana. A ella le faltó visitar al remoto Duvergé, donde la mayoría de los húngaros acumulaban resentimientos que conducirían a un desenlace dramático. Tampoco mencionó a los trabajadores de San Cristóbal. En vez de eso, solo vio a los pocos húngaros de Constanza en sus pequeñas casas pintadas de vivos colores. Allí, cada refugiado recibía el subsidio de 60 centavos diarios hasta que la unidad familiar se convirtiera en autosuficiente.

233

País

Cuadro 14. Países Latinoamericanos elegidos y los refugiados húngaros hasta septiembre de 1957

Brasil 10,000 1,035 Argentina 2,000 901 Chile 1,000 Aprox. 300

A fines de 1957, sin embargo, numerosos húngaros descontentos se habían aprovechado de la promesa del CIME y expusieron razones válidas para regresar a Austria. Muchos, en su deseo de huir de Europa, hicieron lo que desde tiempos inmemoriales hacían los refugiados que escapaban de situaciones mortales: mentir acerca de sus capacidades para ser aceptados por sus posibles anfitriones. En su mayoría, los húngaros carecían de experiencia agrícola. En gran número procedentes de zonas urbanas, encontraron el trabajo y el aislamiento de las colonias agrícolas particularmente desagradables. Unido a sus insatisfacciones económicas, culturales y climáticas, estaba el creciente rechazo a la dictadura de Trujillo. Tomando en consideración que solo 17 húngaros llegaron al país como pasajeros y que 419 salieron en 1957, posiblemente 400 de los

Perú 1,000 Alrededor de 50 Venezuela 5,000 293

República Dominicana 20,000 580

Recibieron

La política de inmigración del dictador Trujillo

de los esfuerzos a favor de los refugiados por parte de Trujillo, con este reporte las liquidaba fácilmente. Trujillo también lo encontró tan lisonjero que ordenó a uno de sus órganos de propaganda, con base en Estados Unidos, que se apresurara a reimprimirlo.

El reporte Langer también suministraba estadísticas provisionales, y no oficiales, en relación con el movimiento de húngaros a Latinoamérica (ver cuadro 14).11

Acordaronaceptar

parte de los húngaros de República Dominicana se produjo sin secreto. Sin embargo, la muerte del mayor general Kovacs invitaba a la especulación, tanto su final, lo mismo que su llegada al país y su vida anterior quedaron cubiertos con un velo de misterio. Seis meses después de la llegada de los refugiados que él había ayudado a seleccionar, Kovacs murió. Al poco tiempo, el autor del reporte senatorial sobre los refugiados húngaros, William Langer, informó haber recibido «una extraña carta de Puerto Rico, en la que se aducía que un húngaro que había alcanzado el rango de mayor general en el Ejército de la República Dominicana había fallecido bajo circunstancias misteriosas».

C. Harvey Gardiner

Cuando la viuda del general, Rosa Batta Kovacs, fue entrevistada, su respuesta, aunque favorable a Trujillo, resultó reveladora en relación con los «luchadores por la libertad». Después de calificar de «calumniosos, despreciables y absurdos» los rumores de que su esposo había sido «eliminado», y de referirse a la historia clínica de este y a los médicos que lo habían atendido, atacó fuertemente a sus conciudadanos húngaros. Para ella, «sus continuos actos de rebelión contra las leyes de la República Dominicana» representaban una «gran vergüenza para la raza húngara». Y consideraba su comportamiento como una ingratitud colosal, en vista del hecho de que la República Dominicana les había dado «paz y trabajo». A cada uno de ellos se le facilitó «una casa, mobiliario y efectos caseros junto con un pedazo de tierra fértil». Y agregó: «Pronto se descubrió que la mayoría había cometido perjurio y solo un porcentaje muy pequeño era realmente de labradores». «Estas circunstancias extremadamente desfavorables —concluía— contribuyeron en gran medida a la declinación de la resistencia física de mi esposo».13

La declaración de la Sra. Kovacs invita a ciertas conclusiones y especu laciones. Al alegar que su esposo, quien murió el 21 de noviembre de1957, había estado atormentado por cierto tiempo a causa de la dificultad o ne gativa de muchos refugiados húngaros de adaptarse a la vida dominicana, ella revelaba indirectamente la insatisfacción de los refugiados desde los

inmigrantes refugiados abandonaron el país el mismo año de su llegada. Los 120 húngaros que regresaron a Europa a bordo del vapor italiano Ascania, sin titubear calificaron al régimen de Trujillo como «inferior al de Hungría».12Lasalidade

234

primeros momentos. Demostraba, de la misma manera indirecta, la false dad de los escritos serviles de los periodistas dominicanos en relación con los «agradecidos inmigrantes». El repudio por las condiciones en que vi vían en el país, así como algún acto ilegal cometido por los refugiados, pe saron fuertemente sobre el General Kovacs, que se sentía engañado. Pero algo tenía que hacerse para contrarrestar el ataque anti-Trujillo lanzado por los refugiados a su regreso a Europa, y así se hizo.

Casi como si fuera un solucionador de problemas pagado por el Generalísimo, el senador Langer introdujo en el Congressional Record un bloque de cartas y peticiones pro-Trujillo, que eran suministrados por el embajador dominicano en Washington, Manuel A. de Moya. Desde Ciudad Trujillo, dirección extraña para un labrador húngaro que habitara la distante colonia agrícola de Baoba del Piñal, se recibió una carta. Con expresiones de gratitud eterna para Trujillo, el labrador mencionaba sus perspectivas de buena cosecha y prometía «permanecer en este país y ayudar a mi nueva patria a través de mi trabajo», esperando cicatrizar la herida causada por sus ingratos conciudadanos. Desde Constanza, procedía la declaración, firmada por dieciséis húngaros, que protestaba por la propaganda anti-Trujillo que habían generado los refugiados salientes. Para los labradores de Constanza, Trujillolandia se había convertido en «este amado, pequeño país, quizás la única tierra en el mundo en que los húngaros habían encontrado tan buena fortuna». Desde la «factoría de San Cristóbal», diecinueve húngaros, cuatro de los cuales llevaban el apellido Kovacs, rechazaban las «calumnias y mentiras que atacan a un país que, en proporción a su tamaño, población y recursos económicos, había contribuido con la mayor cantidad de ayuda para la causa húngara».14

235

La política de inmigración del dictador Trujillo

De nuevo surgían preguntas en relación con las técnicas propagan dísticas de Trujillo. Tomando en cuenta que a la prensa dominicana le estaba prohibido publicar noticias desfavorables al Generalísimo, y que los refugiados salientes habían expresado sus sentimientos solamente a la prensa europea, ¿cómo era posible que los granjeros del interior del país estuvieran suficientemente enterados de los acontecimientos como para reaccionar ante ellos? La carta del húngaro fechada en la capital estaba di rigida a «mi querido coronel». Resultaba obvio que su disposición a escri bir una carta a través de canales oficiales se derivaba de la presión oficial.

Cuadro 15. Latinoamérica y los refugiados húngaros. Hasta mayo de 195816

1160 0 0 1160 Brasil 1620 0 0 1620 Chile 280 0 0 280 Colombia 230 0 0 230 Costa Rica 20 0 0 20 Cuba 10 0 0 10

580 400 0 180 Uruguay 40 0 0 40 Venezuela 690 0 0 690

La inspiración para la declaración de los dieciséis granjeros satisfechos de Constanza debió haber surgido igualmente de los funcionarios oficiales. La de los diecinueve trabajadores de la armería, que ellos preferían iden tificar como «la fábrica», estaba dirigida al «Altamente Estimado Director General», la persona de quien probablemente provino la idea y quizá hasta su redacción. Cualquiera que estuviera familiarizado con los métodos y propósitos de la propaganda trujillista, todo el que supiera que ninguna de estas piezas utilizadas por el senador americano había aparecido en la prensa dominicana, habría cuestionado su origen, exactitud y ejecución.

DominicanaRepública

Argentina

En mayo de 1958, exactamente al año de la llegada del contingente húngaro a República Dominicana, las Naciones Unidas publicaron un reporte que evaluaba objetivamente la respuesta latinoamericana al problema de esos refugiados (ver cuadro 15).

236

C. Harvey Gardiner

País

Mientras tanto, en la República Dominicana se daba publicidad a ciertas expresiones húngaras de gratitud y afecto. La Sra. Lukacsovics había trabajado durante un mes en las efigies bordadas en tela de Rafael y Héctor Trujillo, las cuales ella, su esposo y Fr. Andrés de Nemeth, le obsequiaron al Generalísimo durante una audiencia.15

Llegadas Partidas Repatriaciones Permanecieron

237

La ausencia de partidas en ocho de los nueve países latinoamericanos sugería satisfacción por parte de los refugiados, menos en uno. Antes de doce meses, aproximadamente el 70 % del único grupo de refugiados en República Dominicana había preferido marcharse. Se reconocía que los países latinoamericanos a los cuales habían emigrado los húngaros ofrecían mejores perspectivas económicas, sin aludir a la opresión política que caracterizaba la dictadura dominicana. Nada en relación con el decreciente número de colonos húngaros aparecía en el reporte del año 1958 del presidente Héctor Trujillo, en el que se indicaba la presencia de 103 húngaros solamente en las colonias agrícolas. Cuando los húngaros que aún trabajaban en la armería celebraron su décimo aniversario ofreciendo una misa por la salud de Rafael Trujillo, probablemente tendrían en mente tanto su propia salud como a los descontentos compatriotas que ya se habíanLosmarchado.17«luchadores por la libertad» de 1956 escribieron un capítulo muy breve en la historia de los refugiados en República Dominicana, pero poseía un marcado parecido con los otros capítulos de esta historia. De nuevo el amplio abismo entre promesas muy publicitadas y su muy escaso cumplimiento caracterizaron el episodio: solo 580 de 20,000 prometidos. Desde el comienzo, Trujillo probablemente había deseado más publicidad que Otrahúngaros.vezlos europeos habían fallado en adaptarse al país de Trujillo. El fracaso persistente de ese episodio influiría en su decisión de volverse hacia Asia, hacia los japoneses.

La política de inmigración del dictador Trujillo

2 «Presidente Trujillo ofrece apoyo para poner fin a la agresión en Hun gría», Boletín de Información Diplomática de la Secretaría de Estado de Re laciones Exteriores y Culto, No. 77, agosto-septiembre 1956, pp. 22-24.

238 C. Harvey Gardiner

1 El téxto de la resolución y subsecuentes documentos relacionados se encuentran en Naciones Unidas, Official Records of the General Assembly Second Emergency Special Session (4-70 November 1956). Plenary Meeting and Annex, New York: United Nations, 1957.

6 James M. Read, «lnternational Action for Hungarian Refugees», Migration News, 6th year, No. 2, March-April 1957, pp. 1-4; y EC, enero7, 1957, p.14, enero8, 1957, p.1, enero 21, 1957, p.1.

5 «Trujillo Offers Haven to 20,000 Hungarians», A Look at the Dominican Republic, I, No. 11, November 1946, p. 8; y EC, diciembre 6, 1956, p. 7.

NOTAS

11 U. S. 85th Cong. 1st Sess., Hungarian Refugee Resettlement in Latin America, a report by Senator William Langerto the Subcommittee to Investigate Problems Connected with Emigration of Refugees end

8 EC, mayo 5, 1957, pp. 1, 2, mayo 6, 1957, pp. 1, 8, 9, mayo 7, pp. 1, 2; y «Llegan 582 inmigrantes húngaros víctimas del Soviet», Boletín de Información Diplomática de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores y Culto, No. 79, abril-junio 1957, pp. 23-26.

9 RD, Mensaje... 1957, p. 98; y EC, mayo 5, 1957, pp. 1, 2, mayo 7, 1957, pp. 1, 2, junio 20, 1957, p. 12.

3 Naciones Unidas, Official Records of the General Assembly. Eleventh Session. Plenary Meetings (12 November 7956-8 March 7957), I, New York: United Nations, 1957, pp. 98-100.

10 EC, agosto 31, 1957, p. 5, septiembre 2, 1957, p. 2, octubre 5, 1957, p. 4; y Naciones Unidas, Official Records of the General Assembly. Eleventh Session. Plenary Meetings, III, pp. 1449-1450.

7 Ibid., enero 27, 1957, pp. 1, 2, enero 28, 1957, pp. 1, 2; «Generalissimo Trujillo Aids Hungarians Fleeing Communist Terror», A Look at the Dominican Republic, II, No. 3, March 1957, p. 8; y «Generalissimo Trujillo’s “Open-Door” Policy at Work», A Look at the Dominican Republic, II, No.4, April 1957, p. 3.

4 Ibid. p. 584 and EC, November 15, 1956, p. 1, November 21, 1956, p. 1.

14 Ibid., Vol. 104, Pt. 5, Washington: GPO, 1957, pp. 6736-6737.

12 RD, Estadística Demográfica 1957, Ciudad Trujillo: Sección de Publicaciones, 1959, pp. 11, 15; y NYT, enero 7, 1958, p. 3. En 1958, 90 refugiados- inmigrantes partieron y 87 lo hicieron en 1959 (ver RD, Estadística Demográfica 1958, Ciudad Trujillo, Sección de Publicaciones, 1960, p. 21, y RD, Estadística Demográfica 1959, Ciudad Trujillo: Sección de Publicaciones, 196, p. 19).

239

13 U. S. 85th Cong. 2d Sess, CR, Vol. 104, Pt. 2, Washington: GPO, 1958, pp. 2213-2214.

17 RD, Mensaje... 1958, p. 84, y EC, octubre 81 1958, p. 13.

16 Extraído de Naciones Unidas, Asamblea General, Report of the United Nations High Commissioner for Refugees, New York: United Nations, 1958, p.5.

15 EC, febrero 26, 1958, pp. 1, 2.

La política de inmigración del dictador Trujillo

Escapees, Washington: GPO, 1957; y William Langer, «Hungarian Refugee Resettlement in Latin America», A Look at the Dominican Republic, II, No. 12, December 1958, pp. 12-17. Además, de Langer, dos miembros de su subcomité, los senadores Olin D. Johnston y William E. Jenner, fueron extremadamente pro-Trujillo, como también lo fue el senador James O. Eastland, presidente del Comité Judicial.

CAPÍTULO X

241

LOS JAPONESES: GRANJEROS Y PESCADORES

El tercer componente en el renovado programa de inmigración de Trujillo, los japoneses, apelaba a los inmigrantes más insólitos y los más aptos para triunfar. En su mayoría, los hispanos habían caído en una de dos categorías: los poco interesados en las colonias agrícolas y se habían trasladado hacia los pueblos, y los que, con su temprano regreso a España, habían demostrado total indiferencia por cualquier área de la vida dominicana. Contrario al bien manejado viaje a España, que Trujillo, en retrospectiva, podía continuar considerando un triunfo, los refugiados españoles constituyeron un fracasado esfuerzo para consolidar su proclamada política. En el mismo período, los húngaros no significaron ninguna ganancia apreciable ni para la nación ni para su dictador. El abismo cultural entre los húngaros urbanos y los campesinos dominicanos era de tal magnitud que desafiaba cualquier esfuerzo para superarlo. Además, con los húngaros, Trujillo carecía de los lazos que lo atraían hacia España y los hispanos. Por ende, su manejo de ese asunto era un ejemplo descollante de su pretensión de crearse una imagen favorable. Aparte de episódicos actos periodísticos, la inmigración de los hispanos y los húngaros resultó un fracaso. Pero los inmigrantes japoneses, mucho más extraños que cualquiera de los grupos europeos, ofrecían la mejor perspectiva a largo plazo.

La disposición de los japoneses para tomar en consideración el asentamiento en República Dominicana, aunque podía ser una nueva señal de interés en la región del Caribe, provenía también de su larga familiaridad con numerosas áreas de Latinoamérica. Durante los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, los 242,982 japoneses que habían emigrado hacia Latinoamérica se distribuían como sigue: Brasil 77.7 %, Perú 12.9 %, México 6.0 %, Argentina 2.2 % y todos los demás países 1.1 %.1 En los años de posguerra, los japoneses redujeron su interés en México y Perú, mantuvieron su contacto con Brasil y Argentina y descubrieron tres nuevas áreas: Paraguay, Bolivia y República Dominicana. Una vez firmado el tratado de paz con Japón, acto en el cual participó República Dominicana como beligerante, las relaciones entre Tokio y Ciudad Trujillo se desarrollaron más bien con rapidez. Una misión comercial japonesa precedió a las fuertes compras de azúcar que dieron a Trujillo una favorable impresión de los japoneses y un fructífero balance de comercio que se mejoró al paso de los años. En el otoño de 1954, tiempo después que Trujillo anunciara su intensificado programa de inmigración, Tsukasa Uetsuka visitó al Generalísimo como representante semioficial del gobierno de Tokio. Se llevó a su patria la promesa de que los inmigrantes japoneses recibirían toda suerte de derechos, alojamiento y ayuda financiera. Uetsuka también reportó que unas 5,000 familias japonesas podrían asentarse en el país.2

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A mediados de los años 50, las circunstancias de la posguerra conti nuaban marcando el flujo migratorio de los japoneses. El caos causado por la derrota militar y la postración económica contribuyeron a que muchos, frustrados, recurrieran a la emigración de la tierra natal. Además, la patria japonesa aún se mantenía superpoblada y los granjeros, siempre prevale cientes en los movimientos migratorios de los japoneses, sentían la pre sión adicional de la urbanización e industrialización a la que muchos no sabían ni podrían ajustarse. En consecuencia, la clase de población de la que el Japón podía desprenderse y la que más necesitaba la República Do minicana felizmente coincidieron. No obstante, surgieron interrogantes: ¿El haber recurrido a los asiáticos no sería admitir que los programas de Trujillo para atraer y mantener a los europeos habían fracasado? ¿Podrían los japoneses adaptarse al sistema de vida de República Dominicana?

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Mientras Trujillo proponía su renovado programa de inmigración, el comercio dominico-japonés se expandía y los diplomáticos japoneses estudiaban propuestas de asentamientos. 3El reacercamiento continuaba ininterrumpidamente.Lasnotasoficiales intercambiadas el 27 de marzo de 1956 entre el ministro Yoshida y el ministro dominicano de Agricultura, Mercado, establecieron la base de la presunta inmigración japonesa. Menos formal y sin la publicidad del reciente convenio diplomático entre España y la República Dominicana, este acuerdo especificaba las responsabilidades de los respectivos gobiernos. Trujillo prometió a cada familia de granjeros hasta 300 tareas de tierra, que podían ser aumentadas cuando los resultados lo justificasen. También prometió viviendas con los requisitos acordados con el gobierno japonés. Además, las autoridades isleñas asumieron la preparación de la tierra para la siembra, el suministro de las semillas necesarias y el otorgamiento a cada inmigrante el mismo subsidio de 60 centavos que se les entregaba a todos los inmigrantes agrícolas hasta que sus tierras se convirtieran en productivas. No se cobrarían impuestos sobre los aperos, equipos y efectos personales que trajeran los recién llegados. Los japoneses, por otro lado, prometieron pagar los gastos de transporte, no solamente hacia República Dominicana, sino también para sacarlos del país si llegara a ser necesario.4

Mientras las autoridades japonesas procesaban las solicitudes de los destinados a formar el primer contingente, las relaciones domínicojaponesas eran objeto de creciente atención. Cuando el primer secretario Shigeyochi Fukushima finalizó su viaje oficial de 28 meses a Ciudad Trujillo, declaró que Trujillo era un gran estadista, una clase de hombre que pocas veces aparece en el mundo. Como tantos otros procedentes de numerosas partes del globo, Fukushima creyó ver en el Generalísimo las perspectivas de un continuo progreso para la República Dominicana. Trujillo, por su parte, buscó expertos de los astilleros japoneses y asistencia para el desarrollo de las industrias que producían artículos de consumo. En reciprocidad, y para halagar la vanidad del hombre cuyo guardarropa estaba lleno de uniformes militares, los japoneses le obsequiaron el maniquí samurái que había adornado su exhibición en la reciente Feria de la Paz y de la Confraternidad del Mundo Libre.5 Los presuntos inmigrantes, por muy

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La política de inmigración del dictador Trujillo

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Los primeros asentados se familiarizaban con la sección de La Vigía en la provincia de Dajabón. Recibidos por el gobernador Alberto Valentín, posaron para fotos frente a sus asignadas residencias. Los japoneses expresaron gratitud por las facilidades —30 casas, el almacén, la sede de un teatro-club y otras instalaciones—. De las 9,000 tareas de tierra preparadas para el cultivo, 3,000 de las cuales se habían analizado y eran agrícolamente

numerosos que fueran, no constituían sino una parte de los amplios lazos entre los dos pueblos.

Estos japoneses albergaban grandes esperanzas, pero la expectativa de que las negociaciones produjeran un acuerdo formal de inmigración no se materializó. El deseo de Trujillo de conseguir labradores fuertes y no comunistas quedó satisfecho. Las autoridades dominicanas se limitaban a esperar el desarrollo del país, mientras los japoneses aguardaban que hasta 50,000 japoneses, una cifra que los periodistas americanos elevaron a 50,000 familias, fueran admitidos en República Dominicana en los próximos años. La euforia alcanzó su punto culminante cuando Naboru Uda, uno de los inmigrantes, le informó a un amigo en Yamaguchi City que República Dominicana era casi un paraíso. «Todo es como un sueño», escribió. Y agregó: «No creo que yo desee regresar nunca al Japón».7

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A fines de julio, el primer grupo, veintiocho familias que comprendían un total de 185 personas, llegó a Ciudad Trujillo a bordo del Brasil Maru. A principios de ese mes, trabajadores dominicanos habían limpiado 2,500 de las 6,000 tareas y estaban construyendo treinta casas en La Vigía, a seis kilómetros y medio de Dajabón, para el asentamiento inicial de japoneses. El alboroto público con que se había recibido a los hispanos y que pronto daría la bienvenida a los húngaros, también marcó la llegada de los orientales. La prensa dominicana obedientemente aclamó su llegada como una evidencia de «los altos y humanitarios principios» de Trujillo. Ondeando pequeñas banderas dominicanas mientras desembarcaban, los recién llegados, la mayoría de los cuales eran jóvenes y vigorosos, sabían bastante español como para gritar: «¡Viva el Generalísimo Trujillo!». El presidente Héctor Trujillo alabó la política de puertas abiertas de su hermano y los hábitos de trabajo y honradez de los japoneses, y se reunió con una delegación de los inmigrantes antes de que fueran llevados hacia la frontera noroeste, lugar de su asentamiento.6

Dos meses después del primer grupo, llegó a Ciudad Trujillo un segun do contingente de 23 familias que comprendía 157 personas. Estos colonos fueron ubicados como sigue: una familia hacia La Vigía para unirse al pri mer grupo, 17 familias a una colonia agrícola a un kilómetro de Constanza y 5 familias de pescadores a Pepillo Salcedo en la costa norte, en la desem bocadura del río Masacre. De nuevo, los inmigrantes recibieron bastante publicidad, con énfasis en los pescadores, que habían traído botes, moto res Diesel y eléctricos, avíos de pesca, una máquina para hacer harina de pescado y un camión de tres ruedas. Alrededor de este puñado de pesca dores expertos se cifraron las esperanzas dominicanas para el inicio de un programa que produciría harina de pescado para ganadería y avicultura.8

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Hacia fines de 1956, La Vigía ofrecía la perspectiva de una buena cose cha. Otra clase de cosecha, publicidad favorable para Trujillo, surgió cuan do los periódicos dominicanos reprodujeron el reportaje de un periódico japonés, en el que otro colono aclamaba a la República Dominicana como un paraíso terrenal, y animaba a todos sus amigos a unírsele tan pronto como les fuera posible, porque la comida era abundante, los niños habían crecido saludables y su familia de siete disfrutaba de un subsidio diario de $4.20 (Y 1,400). Era probable que mucho de lo que escribió surgiera de su

La política de inmigración del dictador Trujillo prometedoras, cada familia recibió inicialmente 100 tareas. Sin embargo, los recién llegados enfrentaron numerosas dificultades, entre ellas la cuestionable calidad de parte de la tierra y el sistema de irrigación sin terminar, así como la dureza de la vida fronteriza. En menos de diez días, los japoneses estaban sembrando y desde los primeros domingos asistieron a misa en Dajabón. Con respecto a la religión, se adaptaron fácilmente a las normas dominicanas, como habían hecho consistentemente sus compatriotas en Latinoamérica a través de décadas.

Con su proyecto piloto, los colonos japoneses de La Vigía atraían considerable atención de los funcionarios de alto nivel. Menos de tres meses después de la inauguración de la colonia, el ministro Kenichi Yoshida visitó a sus paisanos y resaltó su diligencia en un reporte. Con posterioridad a la visita del diplomático japonés, el mismo Generalísimo honró a La Vigía con su presencia. Al hacerlo, concedía a los japoneses en menos de cuatro meses más atención personal directa que la que los centroeuropeos de Sosúa habían recibido en dieciséis años.

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corazón, pero parte de su hábilmente explotada carta, así como su declara ción de que el Benefactor y el presidente de la República Dominicana eran grandes amigos del Japón, y que su hijo de cinco años, Yoshiashi, decía: «Seré un buen dominicano», olían al acostumbrado servilismo de la pren sa dominicana. Otra cosecha más fue la publicidad al puñado de pescado res en Pepillo Salcedo. Durante el mes de diciembre habían pescado 5,323 libras de pescado, demostración para los dominicanos de que las aguas de la Bahía de Manzanillo constituían una zona apta para una próspera indus tria pesquera. En los días finales del año, un tercer grupo de japoneses —13 familias que incluían 67 personas—, llegaron, y exceptuando una, todas las demás se dirigieron a Constanza.9

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Conscientes del poder del Generalísimo y conocedores de su vanidad, estos japoneses casi se postraron ante él. Aclamado por los colonos de La Vigía, Trujillo también recibió la más alta condecoración concedida por el gobierno japonés. A mediados de enero, los colonos se unieron a sus vecinos dominicanos para celebrar el Día del Benefactor, mientras las autoridades de Tokio hablaban de enviar 1,170 colonos adicionales hacia la República Dominicana durante el año 1957. El gobierno japonés envió además una exhibición de pinturas ukiyo-e y dibujos de niños, y prometieron que su feria comercial itinerante incluiría a Ciudad Trujillo. El comportamiento de los colonos se derivaba del sentimiento dócil, casi servil, que los llevó a trasladar al Generalísimo la figura paternal que habían dejado atrás en la persona del emperador Hirohito. La motivación de las autoridades japonesas, a medida que cultivaban la amistad del dictador, era más compleja. Los inspiraba, además de ayudar y mantener a sus conciudadanos en el extranjero, el comercio, la inversión y el sutil objetivo del prestigio internacional. Contrariamente a la experiencia con los inmigrantes de Europa central, España y los que pronto llegarían desde Hungría, estos del Japón se relacionaban con un reacercamiento económico y diplomático. Pronto el Japón se uniría a la República Dominicana para elevar sus respectivas misiones diplomáticas al nivel de embajadas. Ocurría esto en la época en que la investigación pesquera japonesa, realizada por el vapor Toko Maru, reportaba que las aguas dominicanas eran ricas en bonitos y merlines.10

En la primavera, que marcó la llegada de los refugiados húngaros, entre las oleadas de publicidad a los sentimientos humanitarios y anticomunistas albergados por Trujillo, se producía un acercamiento menos difundido, y casi inadvertido, entre los japoneses y los dominicanos, en el cual pequeñas y sucesivas oleadas de inmigrantes desempeñaron los principales papeles. En 1955, dos niños españoles, nacidos en ruta hacia la República Dominicana, habían sido bautizados con los nombres del dictador y de su hermano; ahora, un niño japonés, el primero nacido en el país, recibió el nombre de Rafael Leónidas Ueno, una nueva forma de gratitud de los inmigrantes. En Constanza, desde donde la cosecha de sus hortalizas iba a numerosos pueblos, los japoneses eran aclamados como «amigables e industriosos». Mientras algunos dominicanos se mezclaban con estos inmigrantes de origen rural, los apetitos nativos se despertaban con las exposiciones comerciales en Ciudad Trujillo, que mostraban cámaras fotográficas, motores, bicicletas, equipo dental, juguetes, radios, utensilios domésticos y muchos otros artículos de consumo. La visita a La Vigía del ministro Yoshida y del ministro de Agricultura, Mercado, se produjo en medio de impresionantes estadísticas que ensalzaban el progreso de esta colonia. Aprovechando la oportunidad ofrecida por Trujillo mediante su política de «puertas abiertas», como cada informe destacaba, los japoneses de La Vigía agradaron mucho más a las autoridades cuando su identificación con la República Dominicana incluyó la edificación de una iglesia en su colonia, que sería visitada por el obispo Taguchi, de Osaka, durante su itinerario por el Nuevo Mundo.11

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A fines del verano de 1957 los periodistas dominicanos estaban extasiados alabando sin reservas, con sus artículos y editoriales, el programa de inmigración de Trujillo. En realidad, todo no iba tan bien — muchos hispanos eran trabajadores de temporada, en vez de inmigrantes

En la primavera de 1957, las autoridades consideraron al asentamiento de La Vigía en condiciones de absorber colonos adicionales. Cuando llegó el cuarto contingente de japoneses —151 personas distribuidas en 29 familias—, se enviaron 28 familias a La Vigía y una a Constanza. La Vigía totalizaba entonces 58 familias. Durante el año fiscal japonés de 1956-1957, que finalizaba el 31 de marzo, un total de 565 japoneses habían emigrado hacia la República Dominicana.

La política de inmigración del dictador Trujillo

Los asentamientos de japoneses estaban lo suficientemente distantes entre sí, de manera que no era posible el contacto regular entre ellos. Nunca se ofreció una razón convincente de esto, pero varias explicaciones lógicas vienen a la mente: el deseo de garantizar su dominicanización, manteniéndolos separados en pequeñas colonias, y la intención de que el ejemplo de dedicación al trabajo de los recién llegados inspirara a trabajadores dominicanos menos laboriosos. Un indicio de la integración de los jóvenes japoneses a la vida dominicana era la asistencia de diez de ellos al Colegio San Luis Gonzaga, donde, gracias a becas otorgadas por la parte dominicana, cursaban estudios agrícolas. Los jóvenes, que llevaban

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Situada a varios kilómetros del poblado de Neiba, localizado aproxi madamente a cien millas hacia el oeste de Ciudad Trujillo, la colonia que daba en la región suroeste del país. Allí los dominicanos habían preparado las edificaciones necesarias —casas, almacenes, y demás—. Casi seis mil tareas de tierra, parte de las cuales sería distribuida entre las quince fami lias, se habían preparado para el cultivo. Para mitigar la opinión negativa sobre el lugar, basada en el hecho de que esta tierra había «producido esca sas riquezas agrícolas» con anterioridad, se divulgó que las facilidades de irrigación proporcionadas la hacían ahora productiva.

Durante los últimos cuatro años de la Era de Trujillo, desde la llegada de los húngaros en mayo de 1957 hasta el asesinato del dictador en mayo de 1961, solo los japoneses contribuyeron a la continua vitalidad del programa de inmigración. Para el quinto contingente, que llegó en noviembre de 1957, las autoridades habían planificado una tercera colonia agrícola. La Vigía, en la frontera, era considerada un éxito; y la colonia mixta de hispanos, húngaros y japoneses en el valle de Constanza era juzgada como extremadamente exitosa. Parte del éxito japonés en Constanza, que excedía el de sus vecinos inmigrantes europeos, constituiría luego un bumerang. Los últimos recién llegados, 15 familias que totalizaban 71 personas, fueron recibidos por el ministro de Agricultura, Miguel A. Dájer S., y conducidos a la colonia Plaza Cacique.

permanentes, y los húngaros pronto se irían en un éxodo masivo—, pero los periodistas dominicanos, que nunca serían los que cuestionaran y mucho menos expusieran las limitaciones de los programas de Trujillo, no se molestaron en mirar debajo de la superficie.

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A fines de 1957, momento en que un representante de la Oficina Exterior japonesa inspeccionaba en el suroeste otro lugar en preparación para el próximo contingente de inmigrantes, la República Dominicana constituía ya un destino fundamental para los japoneses que emigraban a Latinoamérica (ver cuadro 16).

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El sexto grupo de colonos japoneses —36 familias que sumaban un total de 150 personas— llegó en diciembre; cuatro de esas familias fueron a Plaza Cacique y las 32 restantes se ubicaron en la colonia mixta de Duvergé, otro lugar aislado en la región suroeste de la República. Aunque las colonias de Plaza Cacique y de Duvergé diferían en que la primera era completamente japonesa, mientras la segunda un asentamiento mixto, ambas se asemejaban por haber sido recientemente inauguradas.12

Paraguay 2,936

Perú 90

País Cantidad País Cantidad

DominicanaRepública 781 Venezuela 42

en el país menos de dieciocho meses, habían hecho, sin embargo, grandes progresos lingüísticos.

México 73

Cuadro 16. Migración japonesa a Latinoamérica, 1952 - 195713

En 1958, como en los dos años precedentes, tres contingentes de colonos llegaron desde el Japón para asentarse en viejas y nuevas colonias agrícolas. En enero, 88 inmigrantes, alrededor de dieciocho familias, se dispersaron como sigue: 5 familias fueron desplazadas hacia el oeste, a la colonia de Duvergé, y las otras 13 a un nuevo asentamiento a dos kilómetros de Jarabacoa. A treinta millas aproximadamente al norte del asentamiento de Constanza, el de Jarabacoa se parecía mucho a este, dado que en él se mezclaban los japoneses con los hispanos y los húngaros, y además estaba

Argentina 389 Colombia 32 Bolivia 378 Chile 3

Brasil 19,391

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Cuando el embajador retirado Kenichi Yoshida habló de sus años en la República Dominicana, su enfoque del programa de inmigración derramó generosas alabanzas sobre Trujillo y sobre su nación, catalogándola como un paraíso terrenal que llamaba la atención de los inmigrantes japoneses. La pena de Yoshida, al dejar a los 860 colonos japoneses se mitigaba, dijo él, por la seguridad de que tenían «un padre tan benévolo como el Generalísimo Trujillo». Mientras los japoneses mantenían su personal más importante en Ciudad Trujillo, los dominicanos se disponían a construir 200 casas para inmigrantes en las regiones Flor de Oro y Agua Negra, de la provincia de Pedernales, en el rincón suroeste del país cercano a la frontera haitiana.

situado en una mejor zona agrícola que las colonias de La Vigía, Plaza Cacique y Duvergé. Mientras el séptimo grupo se acomodaba, los de Plaza Cacique ganaban reconocimiento por los tres meses de trabajo durante los cuales habían logrado cultivar 1,879 tareas. Al mismo tiempo, en la colonia de Constanza se cosechaba ajo, papas, remolachas, zanahorias, lechuga, vainitas, coliflor y varias frutas, productos que estaban ganando amplio mercado en diferentes comunidades.

El nuevo embajador, Yutaka Konagaya se familiarizó rápidamente con los asentamientos japoneses en anticipación a la llegada del octavo contingente de inmigrantes. A fines de mayo, 28 familias, un total de 158 individuos, arribaron a Ciudad Trujillo y, como sus predecesores, apenas tomaron un respiro antes de dirigirse a las colonias agrícolas. Todos fueron desplazados hasta Agua Negra, una zona que parecía propicia para el cultivo del café. A treinta kilómetros del pequeño poblado de Pedernales,

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Además de mejorar la calidad de varios productos alimenticios con los que los dominicanos estaban familiarizados e introducir algunos nuevos, los japoneses empleaban técnicas que atraían la atención. Un ejemplo de esto ocurrió en La Vigía, donde los recién llegados construyeron secadores de estilo asiático hechos de madera, pajilla de arroz y barro, en los que curaban el tabaco, que alcanzaba así una calidad superior. Otra innovación en las colonias más pobladas era la formación de cooperativas para comprar camiones que facilitaran el mercadeo de sus productos. Quizá la decisión de ampliar la colonia de La Vigía para incluir dominicanos perseguía estimularlos a partir de la laboriosidad y el ingenio japonés.

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Como manifestación de cierta reciprocidad, el presidente Héctor Trujillo expresó la satisfacción oficial dominicana con las colonias agrícolas en su mensaje anual al Congreso. Los japoneses, más numerosos que los húngaros, pero inferiores numéricamente a los hispanos, representaban el único factor estable del programa de colonias agrícolas de Trujillo. No obstante, el hasta ahora rápido y regular flujo de inmigrantes japoneses, pasaron doce meses antes de que arribara el décimo contingente. En junio de 1959, 20 familias, con un total de 92 personas, fueron distribuidas entre Constanza, la colonia mixta de La Altagracia, en la provincia de Pedernales, y Plaza Cacique, en la provincia de Bahoruco.15 Como este fue también el último grupo en emigrar hacia la República Dominicana, se hace a continuación un resumen general (ver cuadro 17).

estos colonos estaban confinados en un desalentador aislamiento. Cuatro semanas después, en el noveno grupo, 32 familias, con un total de 174 personas, se ubicaron en las colonias de Agua Negra y La Altagracia, este último un asentamiento mixto que incluía a dominicanos. La rápida introducción de más de 325 japoneses en esa región sugería el intento de Trujillo de lograr un desarrollo acelerado del programa de café. Durante la bienvenida a este grupo, el embajador Konagaya cubrió a Trujillo con extravagantes loas. Declaró que la República Dominicana, donde los japoneses eran hijos adoptivos del Generalísimo, constituía el país que les había extendido las manos más generosas. Todo se debía, insistía, a la noble política del Generalísimo Trujillo, quien era amado y respetado por toda la nación dominicana.14 Si las lisonjeras alabanzas a Trujillo por parte de los diplomáticos ayudaban a la causa de los inmigrantes, los diplomáticos japoneses en Ciudad Trujillo apoyaron a sus conciudadanos como nadie lo había hecho.

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Marzo 1957 151 La Vigía Dajabón

Provincia

Diciembre 1956 68 La Vega

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Junio 1959 92 Constanza La PlazaAltagraciaCacique

La Vega Monte Cristi

Cuadro 17. Resumen de los colonos japoneses llegados a la República Dominicana entre 1956 y 1959 Llegada Cantidad Colonia

Noviembre 1957 61 Plaza Cacique Bahoruco

Julio 1956 185 La ConstanzaVigía Dajabón

Octubre 1956 157 PepilloConstanzaSalcedo

La PedernalesVegaBahoruco

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Diciembre 1957 150 Duverge Independencia

Enero de 1958 88 JarabacoaDuverge La IndependenciaVega

En el transcurso de tres años, las cambiantes circunstancias, tanto en Japón como en República Dominicana, afectaron el programa de inmigración. Hacia finales de los años 50, Japón comenzó a experimentar su milagro económico y, mientras los empleados aumentaban y la prosperidad sobrevenía, el deseo de emigrar se redujo considerablemente (ver cuadro 18).

Mayo de 1958 157 Agua Negra Pedernales

Junio 1958 174 Agua Negra La Altagracia PedernalesPedernales

La de inmigración del dictador Trujillo

política

Cuadro 18. Llegada de inmigrantes japoneses a República Dominicana16

Este colapso de la migración japonesa, que excedía a la declinación registrada en cualquier otro país latinoamericano, se derivaba también de circunstancias locales, enmascaradas en los favorables reportes sobre las operaciones de inmigrantes. En contraste con los reportes dominicanos sobre las actividades agrícolas, que con optimismo enfatizaban la cantidad de tareas cultivadas en vez del volumen de la producción o el valor monetario de las cosechas por tarea, ciertas actividades sugerían que todo iba bien solo de manera superficial. Un anuncio pagado implicaba a los inmigrantes japoneses en las celebraciones oficiales por el cumpleaños del Generalísimo. Una misión económica oficial de Tokio incluía a las colonias japonesas en su itinerario, pero las colonias visitadas, las de Constanza y Jarabacoa, eran las que se encontraban por encima del promedio en todos los aspectos. Por consiguiente, cualquier información que circulara en Japón acerca de las colonias resultaría optimista. De la misma manera, al exhibir a la familia de Shunzo Yamamoto, de Constanza, como típicos colonos japoneses en un reportaje con numerosas fotografías, los reporteros dominicanos laceraban abusivamente la verdad.17

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Año fiscal japonés Cantidad 1956 565 1957 299 1958 331 1959 123 1960 1 1961 2 1962 0

Las familias de inmigrantes de Agua Negra, La Altagracia, Plaza Cacique y La Vigía no habían sido tan afortunadas. No todos conocían las ventajas de cooperativas fructíferas, tierra fértil y arable, agua en

Al cabo de años de diversas y frustrantes experiencias en República Dominicana, que alimentaban el creciente pero aún oculto desencanto de muchos colonos japoneses, los acontecimientos en el país y en el extranjero añadían dificultades a la dictadura de Trujillo, al punto que desafiaban su absolutismo. En 1959, la preocupación ante el comunismo hizo que el Generalísimo uniera como enemigos a personalidades y regímenes del Caribe tan diferentes como el de Castro en Cuba, Betancourt en Venezuela, Figueres en Costa Rica y Muñoz Marín en Puerto Rico. Su obsesión anticomunista requería renovados votos de lealtad y solidaridad, declaraciones de que él era «el escudo de los dominicanos», y que las alternativas estaban entre «Trujillo o el comunismo». La mayor parte de esta campaña, que enfatizaba temas extranjeros, sonaba como el traqueteo de esqueletos en un armario tratando de aunar una nación que apoyaba a su problemático líder. Para muchos, esto ponía en evidencia la creciente inseguridad del hombre fuerte.

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El siguiente año se caracterizó no solamente por la inexorable postura de Trujillo en relación con el comunismo, sino también por el cúmulo de esfuerzos de reafirmación de su propio liderazgo. Casi diariamente los aduladores demandaban que fuera candidato a la presidencia en 1962. Su anunciado retiro como presidente del Partido Dominicano, el único legal del país, atrajo repetidas protestas, alusivas a su papel de «indispensable». La idea de que fuera designado como Benefactor de la Iglesia se elevó como un globo de prueba, pero despertó más el ridículo que el apoyo. La megalomanía, el servilismo y la inseguridad acechaban al dictador dominicano. A mediados de 1960, la OEA condenaba a su régimen, varios países latinoamericanos rompían relaciones diplomáticas con Ciudad Trujillo y el Generalísimo trataba frenéticamente de ganar simpatías liberando a los prisioneros políticos en medio de las ostentaciones publicitarias por su generosidad. En ese entonces, el futuro del régimen de Trujillo se presentaba tan incierto que diplomáticos expertos, entre ellos los japoneses, adoptaron una cauta actitud. Durante este período,

abundancia, buenas carreteras y mercados convenientes. La situación de las colonias variaba, como también las perspectivas de los colonos, y se divulgaban impresiones falsas, basadas en los asentamientos y en los colonos más afortunados.

mientras luchaba por mantener su poder y su prestigio —en realidad tratando de sobrevivir—, su interés en los asentamientos fronterizos, en el aclaramiento racial de la población, en las colonias agrícolas, en los programas de inmigración y en todos los asuntos periféricos, virtualmente desapareció.

En mayo de 1961, una semana antes del asesinato de Trujillo, un contingente de 76 labradores y pescadores japoneses insatisfechos se preparaban a dejar el país. Los pescadores insistían en que, después de varios meses, las posibilidades de su industria en la Bahía de Manzanillo se habían agotado. Los labradores buscaban la repatriación en razón de la pobre condición de la tierra que se les había asignado. Un segundo grupo de 29 desalentados japoneses, más pescadores y familias labradoras, regresaron a su país en noviembre. Un labrador se expresó con furia sobre su experiencia. En 1958, él había aceptado, pensaba, la oferta de una plantación de café, pero pronto descubrió que, en vez de convertirse en propietario de la tierra, tenía que pagar alquiler al gobierno dominicano por la propiedad. Al cabo de tres años comprobó no solo que el terreno era improductivo, sino que otros dos colonos habían sufrido allí igual desengaño antes que él. Kawamura, el labrador en cuestión, hizo más que insinuar que la Oficina Exterior japonesa había realizado una investigación errónea del lugar propuesto para la colonia.18

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Una creciente incertidumbre sombreaba el porvenir de Trujillo y las cautelosas autoridades japonesas consideraban enviar futuros inmigrantes a otros lugares, si es que en realidad lo hicieron en vista de la creciente pros peridad de su país. Grupos de colonos japoneses evidenciaron altos niveles de descontento, que precedieron a su partida de República Dominicana.

En diciembre de 1961 partió un tercer grupo, compuesto de 100 colo nos. Años de trabajo improductivo cerca de la frontera haitiana provocaron su rechazo hacia el irresponsable programa promovido por los gobiernos japonés y dominicano. «Desafiamos a las piedras y a la arena —dijeron—, pero finalmente encontramos que era imposible convertir el área en tierra arable después de una lucha desesperada de cuatro años contra una natura leza inmisericorde». Al siguiente mes, cuando las 139 personas que compo nían el cuarto contingente de repatriados llegó a Yokohama, los jefes de las

La política de inmigración del dictador Trujillo

29 familias rehusaron desembarcar y demandaron al gobierno compensa ción por sus pérdidas y sufrimientos en República Dominicana.19

En febrero de 1962, mientras otros infelices japoneses se preparaban a partir del área del Caribe, el gobierno del Japón consideró evaluar el pro blema dominicano. Siete antiguos colonos presentaron serios cargos. In chinosuke Mine declaró que había cultivado la tierra que le fue asignada durante dos años y nunca logró alguna cosecha. Luego los dominicanos lo transfirieron a otro lugar, pero era tan pantanoso que resultaba imposible de cultivar, a pesar de sus muchos esfuerzos por desaguarlo. Otros denun ciaron que la tierra que les fue asignada era seca y rocosa, completamente inapropiada para la agricultura. Durante el año siguiente, el gobierno japo nés se movilizó para reestructurar sus agencias emigratorias, y hay fuertes razones para creer que la creación del Servicio de Emigración Japonés fue una respuesta a la desastrosa experiencia dominicana.

Los colonos japoneses seguían abandonando República Dominicana. En abril de 1962, salieron 207 antiguos inmigrantes, elevándose el número total de repatriados a más de 600, aproximadamente la mitad de la cifra total de asentados al inicio en las colonias agrícolas. A las quejas conoci das, los japoneses agregaban una nueva razón para su partida: la incerti dumbre política.20

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La localización de las colonias japonesas, una razón básica de su fracaso, reflejaba los persistentes objetivos de Trujillo. La mayoría de los asentamientos, desde La Vigía en el norte hasta La Altagracia y Agua Negra en el sur, se amontonaban cerca de la frontera haitiana, lo que demostraba la posición antihaitiana del Generalísimo y su deseo de dominicanizar la zona fronteriza. En 1958, refiriéndose a varias de estas colonias de la región fronteriza, el ministro de Agricultura, Manuel V. Ramos, declaró que eran «parte de la grandiosa política de dominicanización de la frontera felizmente iniciada por Trujillo».21

Factores adicionales, presentes antes y después de la muerte del dictador, también contribuyeron a la salida de japoneses. Durante los diez años previos a su asesinato, Trujillo favoreció a los colonos japoneses y ellos, a su vez, se manifestaban abiertamente pro-Trujillo. El dictador servía de padrino en ceremonias de bautismo de niños japoneses; sus periodistas ensalzaban los éxitos individuales de estos

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inmigrantes y de colonias completas, lo cual nunca hicieron con los colonos dominicanos; los japoneses eran citados como ejemplo, y esto catalogaba a sus conciudadanos dominicanos como inferiores; y Constanza fue alabada como el ejemplo perfecto del éxito de la política de Trujillo. Los dominicanos, que en cantidades ascendentes bullían en oposición a Trujillo y su régimen, alimentaron más su odio en razón de su claro favoritismo hacia los extranjeros recién llegados. Sin embargo, los colonos japoneses continuaban siendo partidarios vocingleros de Trujillo. En La Vigía ofrecieron una misa por su salud; todas las colonias celebraban colectivamente su cumpleaños; un orador unió las expresiones de gratitud eterna con el deseo de que Trujillo continuara dirigiendo los asuntos dominicanos por muchos años más; y en una nueva demostración «espontánea» otro orador declaró que los colonos deseaban vivir en esta «bendita tierra hasta el último día de nuestras vidas».22 Este manifiesto servilismo convertía el creciente número de dominicanos antitrujillistas en antijaponeses.Envistadelas insatisfacciones de numerosos colonos japoneses, que solamente expresaron después de regresar al Japón, uno se pregunta si muchas de sus expresiones y acciones a favor de Trujillo en realidad fueron sugeridas o impuestas por las autoridades dominicanas para que honraran al dictador expresándole su gratitud. Los colonos resultaron víctimas fáciles de los funcionarios: del administrador de la colonia, que deseaba emitir reportes favorables sobre las cosechas; del Ministro de Agricultura, que anhelaba el continuado favor del hombre fuerte, y de los propios japoneses, que deseaban el veredicto favorable para un programa con el que estaban íntimamente identificados. En resumen, colonos pobres, dependientes, aislados y dóciles, fueron los instrumentos perfectos para las autoridades que conocían la imagen que dominicanos y japoneses deseaban aparentar. Una prueba final y amarga de esta vulnerabilidad y del servilismo se hizo evidente siete semanas después de la muerte de Trujillo, cuando aún sus herederos mantenían las riendas del gobierno. Jeeps suministrados por el Ministro de Agricultura condujeron a numerosos colonos de La Vigía hasta cientos de millas de distancia para que colocaran una ofrenda floral sobre la tumba del dictador. La acción se asemejaba a aquellas innumerables ocasiones en las que los campesinos dominicanos habían sido acarreados

La política de inmigración del dictador Trujillo

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Tanto las llegadas como las salidas de los japoneses se sucedieron a lo largo de años. Es muy reveladora y sugerente la tabulación final (ver cuadro 19).

en camiones hacia pueblos y ciudades para engrosar la multitud que daría la bienvenida al dictador.

Cuadro 19. Salida de los inmigrantes japoneses de República Dominicana24

Destino Cantidad

América del Sur 377

Japón 672

258

Menos de trescientos colonos permanecieron en el país. En 1963 un japonés declaró que, aunque la de él había sido una entre las 45 familias de la colonia de Pedernales en 1958, solo 7 permanecían en ella en el momento de su partida.25

C. Harvey Gardiner

Más tarde, cuando algunos de los japoneses que quedaban se trasla daron a sitios urbanos, el colapso de sus empresas agrícolas fue total, a un gran costo para el pueblo dominicano. Más que otros inmigrantes que Trujillo atrajo hacia las colonias agrícolas, los japoneses eran verdaderos

Asediados por las deterioradas condiciones posteriores al asesinato, el clan Trujillo huyó de la isla. Y, mientras elementos antitrujillistas tomaban el poder, individuos y grupos íntimamente relacionados con el régimen se encontraron en una situación comprometida. En Sosúa esto desencadenó la partida de Alfred Rosenzweig. Algunos japoneses sintieron los efectos de la inestabilidad y hostilidad políticas. En Constanza, lugar de su colonia de mayor éxito, se concentró la actividad antijaponesa. Allí los dominicanos estaban resentidos por el favoritismo hacia los orientales, a quienes se les habían entregado buenas propiedades, mientras los dominicanos eran enviados a colonias agrícolas menos promisorias. Amargados, pensaban erradamente que los colonos japoneses habían recibido todo por nada y, en represalia, les robaban, apedreaban sus casas, invadían sus cosechas con el ganado, y en la medida que figuras antitrujillistas tomaban el gobierno, las denuncias de los japoneses a la policía caían en oídos sordos.23

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La política de inmigración del dictador Trujillo

Extrañamente, los extranjeros que constituyeron el mejor factor de inmigración para la República Dominicana fueron los que menos hicieron para respaldar internacionalmente la imagen de Trujillo, sobre todo donde más importaba, en los Estados Unidos. Mientras que la protección a los españoles republicanos había dado a su régimen un momentáneo matiz de liberalismo y de apego a la democracia, que la acogida a los judíos centroeuropeos lo había ayudado a mantener cálidas relaciones con la administración Roosevelt, y que el recibimiento a los húngaros «luchadores por la libertad» anticomunistas le había ganado la estimación de John Foster Dulles y la administración Eisenhower, así como la bienvenida a

granjeros trabajadores. Habían combinado la innovación con la energía, introduciendo cosechas y técnicas que beneficiaron a la economía domi nicana. Al igual que sucedió en California con el confinamiento de japone ses-americanos durante la Segunda Guerra Mundial, la salida de los camio nes llenos de frutos y hortalizas de los japoneses del mercado dominicano rebajó apreciablemente la calidad y cantidad de los alimentos disponibles. Al contrario de los españoles republicanos, los judíos centroeuropeos y los húngaros, refugiados de origen urbano que se sintieron infelices e insatisfe chos en los asentamientos agrícolas, a los japoneses les encantaba trabajar la tierra. Como inmigrantes voluntarios trajeron al escenario dominicano una norma de tolerancia y adaptabilidad no igualada por los refugiados ur banos, para los cuales tanto la elección de sus destinos en el Nuevo Mundo, como la salida hacia Europa, tuvieron un sentido accidental en vez de inten cional. Contrariamente a los labradores españoles de la España de Franco, los japoneses llegaron desde el principio en núcleos familiares completos y evidenciaban disposición a asimilarse a su nueva Patria, circunstancias que los distinguían del carácter migratorio temporal de muchos hispanos. Además, el abismo cultural entre los japoneses y los dominicanos era tan grande que, también a la inversa de los hispanos, que preferían trasladarse a la ciudad, ayudados por su dominio del idioma y la afinidad cultural ge neral, las condiciones de los japoneses se presentaban más favorables para que se mantuvieran como granjeros por tiempo ilimitado. Al compararlos con los inmigrantes de cualquier otra nacionalidad traídos al país durante la Era de Trujillo, los japoneses representaron la ventaja más predecible y deseable en relación con la economía dominicana.

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los granjeros de Franco había sido aclamada en España, la inmigración de los japoneses, en cambio, no le dio a Trujillo un crédito similar como humanitario. Si el rápido abandono del país de aquellos que lo ayudaron a crear su imagen resultó una pérdida personal para el Generalísimo, el prematuro retiro de los labradores japoneses resultó una pérdida para la nación entera.26

1 Nihonjin Aruzentein ijushi hensan iikai (Japanese-Argentine lmmigra tion History Compilation Committee), Nihonjin Aruzantein ijushi (Japa nese-Argentina Immigration History), Tokyo, 1971, p. 263.

4 RD, Mensaje... 1957, pp. 75-76; y Akira Nagata, «Dominika ijushano gaikyo (A General Account of the lmmigrants in the Dominican Republic)», ljú Kenkyú (Emigration Research), No. 9, March 1973, p. 69.

C. Harvey Gardiner, «The Japanese and the Dominican Republic», Interamerican Economic Affairs, Vol. 25th, No. 3, Winter 1971, pp. 24-26.

8 EC, agosto 1, 1956, p. 3, agosto 11, 1956, p. 6, septiembre 26, 1956, p. 4 septiembre 28, 1956, p. 1, octubre 2, 1-56, p. 14, octubre 3, 1956, p. 9; y C. Harvey Gardiner, The japanese and Perú, 1873-1973, Alburquerque: The University of New México Press, 1975, pp. 73, 90, 103.

NOTAS

2

EC, enero 26, 1956, p. 9, enero 27, 1956, p. 2, enero 28, 1956, p. 12, febrero 15, 1956, pp. 1, 2.

6 EC, julio 4, 1956, p. 1, julio 9, 1956, p. 3, julio 25, 1956, p. 1, julio 27, 1956, p. 9, julio 28, 1956, pp. 1, 2, julio 29, 1956, p. 1, julio 30, 1956, pp. 1, 12.

7 Nippon Times, March 11, 1956, p. 3; embajador Enrique de Marchena a CHG, Santo Domingo, febrero 6, 1976; EC, 9, 1956, p. 3, julio, p. 3, julio 28, 1956, pp. 1, 2; y Gardiner, «The japanese and the Domincan Republic», Interamerican Economic Affarirs, Vol. 25, No. 3, Winter 1971, pp. 26-27.

10 Ibid., enero 1, 1957, p. 1, enero 16, 1957, p. 14, enero 22, 1957, p. 1, febrero 8, 1957, p. 12, febrero 10, 1957, p. 11, febrero 11, 1957, p. 1, marzo 6, 1957, pp. 1, 2; Japan Times, Tokyo, March 6, 1957, p. 3; y Gardiner, «The Japanese and the Dominican Republic», Interamerican Economic Affairs, Vol. 25, No. 3, Winter 1971, p. 28.

EC, Marzo 28, 1956, p. 6, abril 15, 1956, p. l, mayo 13, 1956; y Nippon Times, Tokyo, mayo 10, 1956, p. 6.

11 EC, marzo 8, 1957, p. 2, marzo16, 1957, p. 4, marzo 31, 1957, p. 20, abril 1, 1957, p. 1, abril 8, p. 5, abril 15, 1957, p. 2, abril 16, 1957, p. 5, junio 17, 1957, p. 12, agosto 24, 1957, p. 9, enero 5, 1958, p. 2.

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9 EC, octubre 5, 1956, p. 4, noviembre 22, 1956, pp. 1, 10 enero 9, 1957, p. 9, marzo 8, 1957, p. 2.

3

5

Mainichi Daily News, Tokyo, December 22, 1961, p. 3; y Gardiner, «The Japanese and the Dominican Republic», Interamerican Economic Affairs, Vol. 25, No. 3, Winter 1971, p. 33.

22

18

19

20

Ibid., agosto 29, 1957, p. 7, agosto 30, 1957, p. 8, agosto 31, 1957, p. 8, septiembre 1, 1957, p. 4, septiembre 2, 1957, pp. 2, 14, septiembre 22, 1957, p. 11, noviembre 2, 1957, p. 1, noviembre 3, 1957, p. 5, noviembre 5, 1957, p. 4, noviembre 14, 1957, p. 5, noviembre 27, 1957, p. 4, diciembre 1, 1957, p. 5, diciembre 2, 1957, p.2, diciembre 3, 1957, p. 4; y RD, Mensaje... 1957, p. 98.

17 EC, septiembre 20, 1958, p. 10, octubre 19, 1958, p. 8, noviembre 4, 1958, p. 4, diciembre 9, 1958, p. 4, junio 4, 1959, p. 5, junio 10, 1959, p. 5, octubre 24, 1959, sin numerar p., diciembre 4, 1959, p. 6, enero 11, 1960, p. 15.

13 EC, diciembre23, 1957, p. 21, diciembre 29, 1957, p. 24.

12

15 RD, Mensaje... 1958, p.84; y EC, junio20, 1959, p. 16, junio 29, 1959, p. 11, julio 1, 1959, p. 5.

262 C. Harvey Gardiner

16 «Japanese Emigration (1946-1969)», Migration Facts / Figures, No. 88, November-December 1972, pp. 2-3.

Gardiner, «The Japanese and the Dominican Republic», Interamerican Economic Affairs, Vol. 25, No. 3, Winter 1971, p. 32.

14 Ibid., enero 25, 1958, p. 17, enero 30, 1958, p. 5, febrero 6, 1958, p. 4, fe brero 23, 1958, p. 4, febrero 26, 1958, p. 11, febrero 27, 1958, p. 41, marzo 29, 1958, p. 8, abril 10, 1958, p. 12, mayo 5, 1958, p. 6, mayo 29, 1958, p. 13, junio 26, 1958, p. 15, junio 28, 1958, p. 14, julio 2, 1958, p. 9, julio 4, 1958, p. 20; y Gardiner, «The Japanese and the Dominican Republic», Interamerican Economic Affairs, Vol. 25, No. 3, Winter 1971, p. 31.

Japan Times, February 9, 1962, p. 4, April 24, 1962, p. 3; Mainichi Daily News, February 9, 1962, p. 2, April 24, 1962, p. 3; y Gardiner, «The Japanese and the Dominican Republic», Interamerican Economic Affairs, Vol. 25, No. 3, Winter 1971, pp. 33, 35.

21 EC, noviembre 22, 1958, p. 4.

Ibid., agosto 4, 1959, p. 4, octubre 24, 1959, sin numerar p., enero 9, 1960, p. 10, enero 11, 1960, p. 15, julio 19, 1960, p. 11, agosto 10, 1960, p. 7, septiembre 5, 1960, p. 7, octubre 16, 1960, p. 7, abril 26, 1961, p. 1, abril 27, 1961, p. 17.

Gardiner, «The Japanese and the Dominican Republic», Interamerican Economic Affairs, Vol. 25, No. 3, Winter 1971, p. 34.

25

Ibid., junio 16, 1961, p. 3, julio 22, 1961, p. 12; embajador Enrique de Marchena a CHG, Santo Domingo, February 6, 1976; y Gardiner, «The Japanese and the Dominican Republic», Interamerican Economic Affairs, Vol. 25, No. 3, Winter 1971, p. 34.

23

Embajador Enrique de Marchena a CHG, Santo Domingo, February 6, 1976.

Nagata, «Dominika ijusha no gaikyo», Ijú Kenkyú , No. 9, March 1973, p. 69.

26

24

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A lo largo de su dictadura, Rafael L. Trujillo, en su vanidad, fue consciente de la conveniencia de crearse y preservar una imagen favorable. Desde los primeros momentos esa pretensión resultaba evidente en sus uniformes vistosos, la comitiva que siempre arrastraba, las deslumbrantes recepcio nes oficiales, las funciones públicas minuciosamente preparadas, que in cluían la participación organizada de las masas, así como en la intermina ble lista de títulos y la enorme cantidad de retratos y bustos en sitios públi cos. Cada aspecto de la vida dominicana reflejaba la vanidad de Trujillo y su propósito de hacerse de una imagen favorable. Su nombre, presente en todo, desde calles y premios escolares hasta montañas, provincias y la ca pital nacional, era constantemente exaltado. A su tiempo, buscó también en el extranjero la clase de atención, respeto y admiración que conseguía en su país. En el escenario internacional, los refugiados e inmigrantes des empeñaron el papel más persistente y exitoso en la creación de esa anhe lada imagen del dictador.

CONCLUSIONES

Los motivos, dentro y fuera de la República Dominicana, que llevaba a los extranjeros a ese país del Caribe, eran tanto simples como complejos. Como objetivo inmediato, los españoles republicanos, huyendo de la odiada victoria de Franco en España, buscaban la supervivencia física. Para los judíos de Alemania y de Austria, que huían de la persecución desplegada

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Si los propósitos personales de estas migraciones aparecían mezclados, aquellos motivos que excitaban el interés de Trujillo en los inmigrantes lo estaban aún más. La llegada de los inmigrantes sirvió a la consecución de por lo menos de cinco de sus objetivos. En primer lugar, la pérdida de prestigio del vanidoso hombre fuerte a causa de la matanza de haitianos debía ser contrarrestada por una publicidad que destacara su humanitarismo. En segundo lugar, y relacionado con el tema de la apariencia, necesitaba cortejar a los funcionarios de Washington. En la búsqueda de afianzar los lazos entre Estados Unidos y la República Dominicana, que le dieran a

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por un demente desde Berlín, la motivación principal era, de nuevo, la supervivencia física. El otro grupo de inmigrantes, los «luchadores por la libertad» húngaros, habiéndose opuesto y huido de un represivo ataque soviético sobre su patria, también buscaban la supervivencia en República Dominicana. La convulsión política, sentida fuertemente por los hispanos de mente democrática, los judíos centroeuropeos antifascistas y los húngaros anticomunistas, cuyas huidas de Europa habían sido provocadas por Franco, Hitler y Kadar, respectivamente, pronto volvió a emerger en República Dominicana. Aun cuando el nivel de sus perspectivas económicas no se igualaba a sus esperanzas en ese país, los refugiados e inmigrantes podían sobrevivir físicamente, pero en semejante feudo dictatorial no podían respirar el aire de libertad política que también buscaban. El abismo entre los ideales políticos de los españoles republicanos, los judíos centroeuropeos y los «luchadores por la libertad» húngaros, por un lado, y la realidad de la dictadura de Trujillo, por el otro, culminó en la insatisfacción que promovió el temprano abandono del suelo dominicano.

La motivación de los dos grupos que entraron en la República Dominicana durante los años 50 —los hispanos a mediados la década y los labradores japoneses algo más tarde— difería de los otros grupos en varios aspectos. Ninguno de estos había emigrado por razones bélicas ni políticas. Los hispanos de la España de Franco simplemente cambiaron una dictadura por otra, y los japoneses, acostumbrados a reverenciar a un emperador, se sentían políticamente cómodos en presencia de un dictador que demandaba reverencia pública. Los movimientos de los hispanos de Franco y los japoneses imperiales hacia la República Dominicana tenían razones económicas.

En el transcurso de veinte años no se adoptó ninguna norma para los problemas que imponía promover y dirigir el movimiento de los refugiados e inmigrantes.Carentesde protección gubernamental y convertidos en objetivos de publicidad, los españoles republicanos viajaron por cuenta de SERE, con fondos que provenían del erario de la difunta República Española. Los judíos centroeuropeos también carecían de protección gubernamental, pero disfrutaban no solo de la ayuda financiera y de los bien cimentados acuerdos contractuales realizados por DORSA, sino también del apoyo moral del IGCR y del Departamento de Estado de los Estados Unidos,

La política de inmigración del dictador Trujillo

La mayoría de los refugiados e inmigrantes provenía de centros ur banos a menudo muy grandes: los españoles republicanos de Madrid, Barcelona y Valencia; los judíos centroeuropeos de Viena, Berlín y Praga; los «luchadores por la libertad» húngaros, desde Budapest. Estos antece dentes representaban mayores problemas para la adaptación. Los mejores equipados para el cambio eran aquellos hispanos procedentes de las zonas rurales de Burgos y Valencia y los auténticos labradores japoneses.

su gobierno una independencia más amplia, mayores cuotas azucareras, materiales de préstamo y arriendo y otras concesiones de tiempo de guerra, la imagen que se creó como factor estabilizador en el Caribe y de defensor del Canal de Panamá contribuyó al logro de esos fines entre los poderosos círculos americanos. Un tercer motivo para recibir inmigrantes y refugiados tenía por causa el fortalecimiento de la economía dominicana, especialmente mediante el aumento de la producción agrícola en las colonias oficialmente patrocinadas, a las que asignó muchos de los recién llegados. Dos razones más se basaban en su reacción ante el antiguo problema de los haitianos. En la medida que haitianos desesperados cruzaban la frontera para trabajar en los campos dominicanos, y otros hacían presión sobre la frontera asentándose ilegalmente, la tez de la población dominicana se fue oscureciendo. En consecuencia, Trujillo recibía con agrado a inmigrantes blancos en parte por su potencial efecto «blanqueador». Además, ese potencial «blanqueador» lo llevaba a las colonias agrícolas cercanas a la frontera haitiana, creyendo que el éxito agrícola allí sería una firme barrera en la línea demarcadora que bloquearía la penetración de los odiados negros.

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mientras entraban a la República Dominicana en medio de oleadas de publicidad internacional que Trujillo y otros continuamente nutrían. La inmigración de granjeros españoles de mediados de los años 50 fue objeto de varios arreglos, antes y después de formalizarse el acuerdo entre Franco y Trujillo en tal sentido. Ese documento preveía el pago de los gastos de transporte por parte de República Dominicana, y ponía a la Madre Patria en una favorable posición para intervenir a nombre de los inmigrantes. El convenio domínico-español fue el único arreglo formal entre gobiernos efectuado por Trujillo en relación con los inmigrantes. El afecto por España y por Franco contribuyó a la avalancha de publicidad de la prensa dominicana que cubrió la llegada de este segundo grupo de hispanos. Casi simultáneamente, y financiados por los propios dominicanos, los «luchadores por la libertad» húngaros carecieron del apoyo de un gobierno, pero disfrutaron del respaldo de agencias internacionales. La postura anticomunista de Trujillo garantizaba amplia publicidad para los húngaros que llegaron en 1957, mientras aquellos que habían arribado una década antes, costeando sus gastos, como técnicos de armería, no habían recibido ninguna. Los arreglos para los últimos inmigrantes de Trujillo, los japoneses, fueron casi oficiales y diferentes a los anteriores. Al no tener ni el afecto ni los lazos con el Japón que tenía con España, Trujillo se acercó a los japoneses más cautelosamente, en un acuerdo lo suficientemente informal como para que cualquier fracaso no le resultara personalmente dañino. Poca publicidad obtuvo la llegada de los japoneses, cuyos gastos de viaje fueron cubiertos por autoridades de su país.

Con respecto a las localidades en las que Trujillo estableció a los inmigrantes, tanto la variación como la similitud marcaron el programa total. Los españoles republicanos, uno de los contingentes más grandes, tuvieron que enfrentarse a una escasa e improvisada preparación. Cuando tendieron a congregarse en Ciudad Trujillo, muchos fueron enviados a colonias agrícolas ampliamente dispersas, algunas de las cuales desempeñaban el papel de guardianes a lo largo de la frontera. Sin embargo, la facilidad del idioma permitía a los españoles mudarse hacia pueblos y ciudades. En el mismo período de guerra, la mayoría de los judíos centroeuropeos, sin la facilidad lingüística de los hispanos y literalmente asignados por el contrato de DORSA a un área específica y desolada,

La adaptación implicó experiencias variadas para los diferentes grupos de inmigrantes. Los españoles republicanos, políticamente incómodos y, presionados económicamente, afluyeron hacia las ciudades, donde los educadores y otros profesionales utilizaron sus habilidades de manera tan completa como las limitadas oportunidades lo permitían. No obstante lo lazos culturales y el lenguaje en común, que hacían más fácil la asimilación, pocos españoles republicanos permanecieron por largo tiempo en el país. Para los judíos centroeuropeos la adaptación implicaba muchos problemas más. Su aislamiento era doble, en una colonia casi exclusivamente judía y en la costa norte, bastante lejos de los centros de actividad dominicana. Varias circunstancias propiciaron la adaptación, entre ellas la preponderancia de hombres, que alentó las relaciones sociales con mujeres dominicanas, el diario intercambio con los trabajadores dominicanos en las propiedades de DORSA y la eventual prosperidad de la colonia, que dirigió a los habitantes de Sosúa a buscar y desarrollar mercados para sus productos a través de la República. La generación más joven de Sosúa arrojó un balance mixto en cuanto a la adaptación. La preocupación por la educación avanzada de los hijos a menudo envió a los jóvenes hacia el extranjero, para nunca regresar como colonos permanentes. Por otro lado, varias hijas de los colonos de Sosúa, al casarse con dominicanos, se habían adaptado más completamente a la vida dominicana que sus padres y sus hermanos. Con respecto a los húngaros, el personal de la armería siempre permaneció

conformó la colonia agrícola de Sosúa. Algunos otros, aquellos que habían emigrado con sus propios recursos y que se encontraban presionados y vulnerables al capricho y la negligencia dictatoriales, se habían localizado principalmente en la capital. Los agricultores hispanos de mediados de la década del 50, sin excepciones, fueron a las colonias agrícolas, pero al igual que sus predecesores, la afinidad cultural les permitió desafiar la permanencia en las localidades prescritas. En cuanto a los dos grupos de inmigrantes húngaros, algunos habían sido solicitados desde el comienzo para las operaciones de la armería de San Cristóbal, pero el grueso de los «luchadores por la libertad» fue a las colonias del interior. Los inmigrantes japoneses se dirigieron en su totalidad a las localidades asignadas, unos pocos como pescadores, la mayoría como labradores, pero todos en localizaciones estratégicas a lo largo de la frontera.

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En resumen, las motivaciones, los orígenes, los arreglos de migración, las áreas de asentamiento, las capacidades de adaptación y el porcentaje de partidas varían de nacionalidad en nacionalidad y de grupo en grupo. En razón de que muchos capítulos de la historia de los inmigrantes reflejan sus aportes a las tierras que adoptaron, surge la pregunta: ¿Qué significaron estos extranjeros, de los cuales tan pocos se quedaron, para la República Dominicana?

Al contar con gran cantidad de intelectuales, los refugiados españoles republicanos ayudaron a los dominicanos a alcanzar mayores horizontes culturales. Los educadores hispanos vigorizaron la Universidad y en mayor medida el programa educacional. Con su participación en la Orquesta Sinfónica Nacional y en la Escuela Nacional de Bellas Artes, contribuyeron a un renacimiento artístico del país. De modo efectivo y real, los españoles

Más pronto para algunos que para otros, la mayoría de los componen tes de cada grupo inmigrante partió de la República Dominicana. Casi la totalidad de los españoles republicanos lo hicieron, yéndose principal mente hacia México y Venezuela. La dispersión judía, que fue más gradual, se concentró en los Estados Unidos. Más del 70 % de los «luchadores por la libertad» húngaros partió dentro de los ocho meses de su llegada y 1,369 labradores hispanos lo hicieron en un solo año. Los japoneses, económi camente desencantados antes del asesinato de Trujillo, y señalados como grupo cuya asociación con el dictador lo hacía objeto de discriminación y persecución después de su ejecución, redujeron su permanencia en el país en más de un 50 %.

aislado, situación muy difícil de investigar y evaluar, mientras que los «luchadores por la libertad», además de repudiar las colonias agrícolas, se sintieron tan insatisfechos política y culturalmente que apresuraron su partida. Los hispanos de mediados de los años 50 y los japoneses tenían varios factores que reducían los problemas de adaptación; específicamente su sólida unidad familiar y su precedente identificación con la agricultura. Ambos grupos, sin embargo, se descorazonaron al ser colocados en varias colonias agrícolas que estaban aisladas y de tierra infecunda. Para los japoneses, las diferencias culturales hicieron especialmente difícil su rápida asimilación. Ningún grupo de inmigrantes consideró el clima dominicano como una ventaja.

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Desafortunadamente para la República Dominicana, las experiencias de dos clases de inmigrantes hispanos, de los judíos centroeuropeos, de dos grupos de húngaros, de los labradores japoneses y de otros, demos traron la realidad de que los programas de inmigración sin planificación o mal planeados, alentados por un pequeño país tropical, con muy bajos ingresos individuales y perspectivas económicas limitadas, estaban desti nados al fracaso, mucho más si se toman en cuenta las ventajas ofrecidas en otros lugares.

Un tercer grupo de inmigrantes de corta duración, los labradores japoneses, también ofrecieron a los dominicanos más de lo que a ellos les importaba recibir. Como los judíos, y aún más, ya que eran genuinos labradores, los inmigrantes del Japón mostraron el ejemplo de una labor diligente con fructíferos resultados. Aunque muchos se enfrentaron a asentamientos muy difíciles, en los de Constanza y Jarabacoa probaron ser magníficos hortelanos. Por en periodo muy breve, enriquecieron la dieta de miles de dominicanos con productos tanto nuevos como superiores en calidad. Con el tiempo, si se les hubiese permitido, pudieron haber revolucionado áreas importantes de la agricultura.

La política de inmigración del dictador Trujillo

Los judíos de Sosúa, que hicieron que un área desolada floreciera, brindaron a los dominicanos un ejemplo digno de estudio acerca de los buenos resultados que pueden surgir del esfuerzo individual y cooperativo, Con respecto al futuro, uno imagina, en vista de la limitada cantidad de colonos de Sosúa, que sus descendientes se incorporarán a la vida dominicana tan completamente como lo hicieron los judíos sefarditas de la era anterior. Dada la naturaleza reacia al trabajo de muchos dominicanos y su enfoque vital a base de comer-beber-y ser feliz, lo que excluye el sacrificio y el planeamiento para lograr beneficios a largo plazo, a lo que se añade el aislamiento en que vivían y trabajaban los judíos, explican el hecho de que se malgastara lo mucho que Sosúa pudo haber significado para los dominicanos.

Algo persistió, en diversos niveles, a través de los sucesivos programas de inmigrantes y refugiados: El interés de Trujillo en desventurados ex tranjeros desplazados respondía primordialmente a su propaganda perso

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republicanos hicieron que los dominicanos se sintieran crecientemente orgullosos de ser descendientes de hispanos.

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nal, que lo hacía aparecer bajo un aspecto generoso y humanitario. Sin em bargo, los medios noticiosos extranjeros que aclamaron su humanitarismo fallaron en investigar, y aún más en relatar, la historia completa de sus programas. El esfuerzo consciente de Trujillo, y la falta de profundidad por parte de periodistas crédulos, ampliaron la proyección de imagen de sus planes de inmigración, los cuales estaban muy lejos de ser provechosos en cualquier otro sentido. Al principio y al final, la preocupación básica de Trujillo era contribuir al incremento de su prestigio personal.

Por más de veinte años, desde el 1940 hasta su asesinato, Trujillo, un hombre que frecuentemente violó y destruyó con impunidad a hombres y organizaciones, permaneció fiel al pacto que respaldaba la colonia de Sosúa. Esa colonia, minúscula entre los proyectos de asentamientos, probó ser gigantesca en lo tocante a las relaciones públicas. Trujillo utilizó al administrador Rosenzweig, a ingenuos congresistas americanos y a

En 1940, cuando el acuerdo DORSA-dominicano se puso en operación, Trujillo fue aclamado por muchos como un generoso humanitarito. Recibió elogios por su aceptación de los refugiados de Shanghai-Samar, patrocinados por la IRO, y darles oportunidades en el Nuevo Mundo a los labradores japoneses y españoles, extender hospitalidad a los «luchadores por la libertad» húngaros y dar la bienvenida a millares de personas que nunca vieron la República Dominicana. A causa del fallido manejo de la mayor parte de los grupos de refugiados, la aclamación a Trujillo fue de corta duración, pero los judíos de Sosúa recibieron una atención especial durante muchos años. Los directivos y presidentes de DORSA, desde Rosenberg hasta Hexter, expresaron su aprecio hacia Trujillo a través de palabras, de visitas y de monumentos. Trujillo también dio a conocer su generosidad personal hacia la colonia. La continua publicidad de DORSA, expresión de gratitud genuina por la hospitalidad dominicana, advertía al mismo tiempo a Trujillo que el incumplimiento del acuerdo provocaría una publicidad negativa. La continua adherencia y propaganda por parte de Trujillo al convenio que fundó la colonia judía sirvieron igualmente a múltiples propósitos. Esa publicidad subrayó su imagen humanitaria y, principalmente en Washington y Nueva York, fue enfocada hacia las bases que formaban las opiniones de los centros de poder americano, ayudándolo en las relaciones con sus autoridades.

prostituidos e insensibles periodistas para sus propósitos egoístas, pero la generosidad de sus relaciones con DORSA era un falso resplandor de honestidad e integridad sobre una carrera pública podrida en deshonestidad y duplicidad. Los funcionarios de DORSA conocían al dictador solo a través de sus relaciones con su organización y su colonia, pero en ese pequeño ámbito, tanto James N. Rosenberg como el Dr. Maurice B. Hexter consideraban a Rafael L Trujillo como un amigo. Hacia el interior de República Dominicana, en donde el hombre fuerte del Caribe ejercía un control absoluto, lo que prevaleció, sin embargo, fue la percepción del dictador manipulando a los refugiados inmigrantes. Solamente sus propósitos eran los que importaban, y para alguien tan vanidoso y egoísta como Rafael L. Trujillo resultaba suficiente la creación de su imagen.

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BIBLIOGRAFÍA

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APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO

En razón de la naturaleza extremadamente diversa de los grupos de inmigrantes tratados, y de la ausencia de literatura publicada sobre el tema de la creación de imagen en relación con los programas de inmigrantes, la investigación del presente estudio fue de una amplitud inesperada. La siguiente declaración de fuentes utilizadas es selectiva; no incluye todas las citadas, y mucho menos todas las que fueron de utilidad.

Se utilizaron tres clases de bibliografías. Las que trataban amplia mente la Era de Trujillo, útiles por consiguiente para materiales de apoyo, incluyen las siguientes: Enid M. Baa (comp.), Tesis sobre tópicos del Caribe 1778-1968 (San Juan: Instituto de Estudios del Caribe, 1970); Wolf Graben dorff, Bibliographie zu Politik and Gesellschaft der Dominikanischen Repubkik; neuere studien 1967-1971 (Munchen: Weltforum Verlag, 1973); Lewis Hanke et al. (eds.), Manual de Estudios Latinoamericanos, 1935 (Cambridge: Har vad University Press, 1951); Deborah Hitt y Larman C. Wilson, A Selected Bibliography of the Domlnican Republic; a Century after the Restoratlon of In dependence (Washington: Center for Research in Social Systems, 1968); y Howard J. Wiarda, Materiales para el estudio de la política y gobierno en la

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República Dominicana, 1930-1936 (Santiago, RD: Universidad Católica de Santiago, 1968).

Los manuscritos utilizados caen también dentro de tres categorías: 1) registros gubernamentales, 2) los expedientes de agencias de ayuda or ganizadas, y 3) la correspondencia y notas de conversaciones resultantes de los contactos del escritor con los refugiados-inmigrantes. La Dirección General de Migración y el Servicio de Emigración de Japón, ambos en la capital dominicana, suministraron correspondencia diplomática en rela ción con los inmigrantes. Dos organizaciones humanitarias, el Comité de Servicio de los Amigos Americanos (Filadelfia) y el Comité de Distribución Unida Américo-Judía (Nueva York), poseen archivos prolijos, voluminosos y bien ordenados; la primera, en relación con los españoles republicanos, y la última en relación con el asentamiento de Sosúa. En ambos casos, se concedió el acceso irrestricto a materiales muy relevantes. Numerosos via jes a la República Dominicana y a los Estados Unidos, y correspondencia y conversaciones con funcionarios oficiales dominicanos, españoles repu blicanos tanto dentro como fuera de la República Dominicana, residentes en la comunidad de Sosúa y de otros lugares, y con un veterano de la ope ración de la armería en San Cristóbal, ayudaron a personalizar el registro.

Un segundo grupo de bibliografías, girando en torno a Trujillo, incluye a Luis Florén Lozano (comp.), «La bibliografía del pensamiento político de un estadista», Renovación, I, No. 2, abril-junio 1954, pp. 153- 167, y E. Rodríguez Demorizi, Bibliografía de Trujillo (Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1955). Una tercera categoría de bibliografía, la que trata sobre los intelectuales españoles republicanos, incluye a Julián Amo y a Charmion Shelby (comps.), La obra impresa de los intelectuales españoles en América 1936-1945 (Stanford: Stanford University Press, 1960), y Luis Florén Lozano (comp.), «Bibliografía de los profesores universitarios (1945-1947) y una lista de las publicaciones de la Universidad de Santo Domingo en el período», Anales de la Universidad de Santo Domingo, 12, enero-diciembre 1947, pp. i-xiii.

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MANUSCRITOS

DOCUMENTOS IMPRESOS

La dispersión, la edad avanzada y el fallecimiento de muchos, limitaron grandemente el acopio y empleo de recursos verbales directos de los anti guos refugiados-inmigrantes. Sin embargo, la abrumadora mayoría de los que por esa época contaban sesenta años, estaban aún vigorosos de mente y de cuerpo y fueron excesivamente cooperadores.

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Estos materiales son producto de lo siguiente: los gobiernos de la República Dominicana y de los Estados Unidos, el Comité Intergubernamen tal de Refugiados, la Oficina de Trabajo Internacional, la Liga de las Nacio nes y las Naciones Unidas. Los materiales dominicanos más útiles incluye ron a Capacidad de la República Dominicana para absorber refugiados (Ciudad Trujillo: Editora Montalvo, 1945), despachos de prensa de la delegación dominicana / embajada en Washington, un expediente del Boletín de la Se cretaría de Estado de Relaciones Exteriores y Cultos de República Dominicana, la Colección de leyes, decretos y resoluciones emanados de los poderes legislativo y ejecutivo de la República Dominicana (años 1907-1948) (Santo Domingo: Ciudad Trujillo: 1925-1950), un expediente de la Gaceta Oficial, los registros de los censos de 1920, 1935, 1950 y 1960, expedientes de memorias corres pondientes a los Ministerios de Agricultura, Educación y Bellas Artes, In terior y Policía, y Relaciones Exteriores, un expediente de los Mensajes de la Presidencia, la Compilación Trujillo de tratados y convenciones de la Repú blica Dominicana (9 Vols. Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1958), un ex pediente del Anuario de la Universidad de Santo Domingo, Rafael L. Trujillo, Discursos, mensajes y proclamas (Madrid: Ediciones Acies, 1957), y Héctor B. Trujillo Molina, Discursos y mensajes 1952-1957 (2 Vols., Madrid 1957).

Los documentos de los Estados Unidos contienen: Congressional Record, para las 75th, 83th, 84th, 85th, 86th y 87th Congresos (Washington: GPO, 1938-1961), Forein Relations of the United States de los años 1937-1948 (Washington: GPO, 1954-1972), Department of State, Press Releases, XVIII, Nos. 444-446, April 2-16, 1938; y 85th Cong. lst Sess. Sub-committee Print, Hungarian Refugee Resettlement in Latin America (Washington: GPO, 1957).

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Otros valiosos documentos impresos incluyen, del Comité Interguber namental de Refugiados, Memoranda: from the American Resident Represen tative, Martha H. Biehle, 22 números (Washington: mimeografiado, 19461947); The International Labour Office, Technical and Financial lnternatio nal Co-operation with Regard to Migration far Settlement: Technical Conference of Experts (Geneva, 1938); Liga de las Naciones, Treaty Series, Vol. CLXXI (1936-1937), Official Journal (19th y 20th años); Liga de las Naciones, Board of Liquidation, Final Report (Ceneva, 1947), y Liga de las Naciones. High Commissioner for Refugees, International Assistance to Refugees: Report, para los años 1937-1945 (Geneva, 1938- 1946).

Documentos de las Naciones Unidas, referentes a los húngaros «luchadores por la libertad» incluyen: Official Records of the General Assembly. Second Emergency Special Session (4-70 November 1956). Plenary Meeting and Annex (New York: United Nations, 1957); Official Records of the General Assembly. Eleveth Session. Plenary Meetings (12 November 1956 -8 March 1957), 2 Vols. (New York: United Nations, 1957); Report of the United Nations High Commissioner for Refugees, de la 12th y la 13th sesiones (New York: United Nations, 1958-1959); United Nations. Economic Commission for Latin America. Third Session, Situation and Prospects of lmmigration in Selected Latin American Countries (New York: United Nations, 1950); International Refugee Organization: Second Annual Report to United Nations (Geneva, 1950, New York, 1952); Demographic Yearbook, años 1954, 1957, 1959 (New York: United Nations, 1954-1959).

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LIBROS

Para las relaciones domínico-haitianas en general, y específicamente para el tema fronterizo y la masacre, el autor usó una variedad de fuentes, con fuerte énfasis en la versión dominicana de los sucesos, por cuanto la creación de imagen lanzaba un enfoque principal sobre Trujillo. El caso dominicano está basado en: José Almoina Mateos, La frontera de la Repú blica Dominicana con Haití (Ciudad Trujillo: La Nación, 1946); Manuel A. Machado Báez, La dominicanización fronteriza (Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1955); Frank Moya Pons, La dominación haitiana 1822-1844

No hay disponible, de la parte dominicana, una historia general de la inmigración. El mejor estudio del potencial inmigrante es de la institución Brookings, Refugee Settlement in the Dominican Republic (Washington: The Brookings Institution, 1942). Entre los amplios estudios de historia de la in migración que probaron ser útiles, tanto para argumentos como para pro pósitos comparativos, se encuentran: Fernando Bastos de Ávila, Inmigra ción en Latino-América (Washington: Pan American Unión, 1964); J. Francis Brown (ed.), Refugees, Vol. 203 de Los Anales de la Academia Americana de Ciencias Sociales y Políticas (Filadelfia: Academia Americana de Ciencias Sociales y Políticas, 1939); Louise W. Holborn, The lnternational Refugee Or ganization... Its History and Work 1946- 1952 (Nueva York y Londres: Oxford University Press, 1956); intergovernmental Committee for European Mi gration, Twenty Years Dedicated to the Free Movement of People (n.p., 1971 ); Malcolm J. Proudfoot, European Refugees: 1939-52-A Study in Forced Popu lation Movement (Evanston: Northwestern University Press, 1956); Jacques Vernant, The Refugee in the Post-War World (New Haven: Yale University Press, 1953), y David S. Wyman, Paper Walls; America and the Refugee Crisis, 1938- 1941 (Amherst: University of Massachusetts Press, 1968).

Un trabajo altamente informativo en relación con la inmigración y residencia de los españoles republicanos en la República Dominicana, especialmente en lo referente a su actividad intelectual, es la obra de Vicente Llorens, Memorias de una emigración, Santo Domingo, 1939-1945 (Barcelona: Editorial Ariel, 1975), que abarca el período de permanencia del autor. Un trabajo menor de un emigrado español es el de Elfidio Alonso, Un europeo en el Caribe; la República Dominicana (Ciudad Trujillo: La Nación, 1943). Para fines comparativos y el significativo movimiento de españoles republicanos hacia México, los siguientes fueron muy útiles: Patria W. Fagen, Exiliados y ciudadanos. Españoles republicanos en México

(Santo Domingo: Editora Cultural Dominicana, 1972); Manuel Arturo Peña Batlle, Historia de la cuestión fronteriza domínico-haitiana (Ciudad Trujillo: Casa Editora de Luis Sánchez Andújar, 1946); M. de J. Troncoso de la Con cha, La ocupación de Santo Domingo por Haití (Ciudad Trujillo: La Nación, 1942). Desde el punto de vista haitiano, existe una declaración completa en la obra de Jean Price-Mars, La Republique d’Haiti et la Republique Dominicai ne, 2 Vols. (Puerto Príncipe: L’Imprimerie Held, Lausanne, 1953).

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La naturaleza concéntrica de la inmigración judía, a nivel mundial, a través de Latinoamérica y en República Dominicana, está basada en los siguientes trabajos: Herbert Agar, The Saving Remnant: An Account of Jewish Survival (New York: The Viking Press, 1960); Jacob Beller, Jews in Latin America (New York: Jonathan David Publisher, 1969); Martín A. Cohen (ed.), The Jewish Experience in Latin America, 2 Vols. (New York: KTAV Publishing House, Inc., 1971); Saul S. Priedman, No Haven for the Oppressed. United States Policy toward Jewish Refugees, 1938- 1945 (Detroit: Wayne State University Press, 1973); Jacob Shatzky, Comunidades judías en Latinoamérica (Buenos Aires: Talleres Gráficos Julio Kaufman, 1952); Mark Wischnitzer, To Dwell in Safety. The Story of Jewish Migration since 1800 (Philadelphia: The Jewish Publication Society of America, 1948), y Mark Wischnitzer, Visas to Freedom: the History of HIAS (Cleveland and New York: World Publishing Co. 1956). No se dispone de un récord de libros sobre la inmigración judía en la República Dominicana.

(Austin: University of Texas Press, 1973); Mauricio Fresco, La emigración republicana española, una victoria de México (México: Editores Asociados, 1950); Carlos Martínez, Crónica de una emigración (la de los republicanos españoles en 1939) (México: Libro Mex, 1959) y Louis Elwyn Smith, México y los españoles republicanos (Berkeley: University of California Press, 1955).

Con pocas excepciones, los numerosos libros que se enfocan en Trujillo y su dictadura son altamente parciales, y lo describen como un dios o diabólicamente. El tratamiento más balanceado de Trujillo y su Era es la obra de Robert D. Crassweller, Trujillo: The Life and Times of a Caribbean Dictator (Nueva York: The McMillan Company, 1966), que trata a algunos de los inmigrantes de un modo abocetado e ignora a otros completamente. Un recuento equilibrado, de alcance limitado, es el de Howard J. Wiarda, Dictatorship and Development; the Methods of Control in Trujillo’s Dominican Republic (Gainesville: University of Florida Press, 1968). El relato dominicano más sobrio es probablemente el de Germán E. Ornes, Trujillo, Little Caesar of the Caribbean (Nueva York: Thomas Nelson & Sons, 1958). Con relación a los movimientos de Trujillo, una compilación extremadamente útil fue la de E. Rodríguez Demorizi, Cronología de Trujillo, 2 Vols. (Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1955).

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En relación con los inmigrantes, la literatura periodística se enfoca abrumadoramente en los centroeuropeos. El público lector inglés, que constituía una audiencia especial para estos materiales, conoció a Sosúa a

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Fueron utilizados los siguientes recuentos adulatorios de Trujillo: José Almoina Mateos, Yo fui secretario de Trujillo (Buenos Aires: Editora y Distribuidora del Plata, 1950); Virgilio Díaz Ordoñez, La política exterior de Trujillo (Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1955); Ramón Fernández Mato, Trujillo o la transfiguración dominicana, 2 Vols. (México: Veritas, 1945); Pedro González-Blanco, La Era de Trujillo (Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1955); Abelardo René Nanita (ed.), La Era de Trujillo, 2 Vols. (Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1955); Abelardo René Nanita, Trujillo: La biografía de un Gran Líder (Nueva York: Vantage Press, c. 1957); J. A. Osario Lizarazo, Así es Trujillo (Buenos Aires: Artes Gráficas, 1958); J. A. Osorio Lizarazo, Nacimiento y crecimiento del anti-trujillismo en América (Madrid, 1959); Rafael L. Trujillo, Las políticas básicas de un régimen (Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1960); Pedro L. Vergés Vidal, Trujillo, prócer anticomunista (Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, 1958), y Stanley Walker, Viaje hacia la luz (Nueva York: The Caribbean Library, 1947).

LITERATURA PERIODÍSTICA

Los siguientes libros, altamente críticos de Trujillo, también sirvieron de fuentes: José Almoina Mateas (pseud. Gregario R. Bustamante), Una satrapía en el Caribe (Guatemala: Ediciones del Caribe, 1949); Pericles Franco Ornes, La tragedia dominicana (análisis de la tiranía de Trujillo) (Santiago de Chile: Talleres Gráficos Santiago, 1946); Jesús de Galíndez, La Era de Trujillo. Un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana (Santiago de Chile: Editorial del Pacífico, 1956); Noel Henríquez, La verdad sobre Trujillo (capítulos que se le olvidaron a Galíndez) (La Habana, Imprenta Económica en General, 1959); Albert C. Hicks, Sangre en las calles, la vida y Gobierno de Trujillo (Nueva York: Creative Age Press lnc., 1946); Juan Isidro Jimenes Grullón, Una Gestapo en América, 2.a ed. (La Habana: Editora Lex, 1947), y William Krehmm, Democracias y tiranías en el Caribe (Buenos Aires: Editorial Palestra, 1959).

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Un área especial de la literatura americana periodística, la producida por y para la comunidad judía, le prestó su atención a la República Dominicana a través de artículos tales como el de Hyman J. Kisch, «Proud Sephardim of the Dominican Republic», Conservative Judaism, Vol. 28, No. 2, Winter 1974, pp. 54-58; James N. Rosenberg, «The Story of Sosua», The American Hebrew, Vol. 147, No. 25, November 1, 1940, pp. 4, 10-13, 16; Marie Syrkin, «Revirth in San Domingo? », Jewish Frontier, Vol. 8, January, 1941, pp. 9-13; Enrique Ucko, «Los judíos de Santo Domingo», Judaica, Vol. 12, No. 144, June, 1945, pp. 211-226; Mark Wischnitzer, «The Historical Background of the Settlement of Jewish Refugees in Santo Domingo», Jewish Social Studies, Vol. 4, No. 1, January, 1942, pp. 45-58; y (anon.), «A New Haven in the Dominican Republic», The Jewish Exponent, November 10, 1939. Además, la Asociación de Asentamientos de la República Dominicana, de inspiración judía, produjo una cantidad de panfletos altamente informativos; entre ellos Concerning Refugee Settlement in the Dominican Republic, Nos. 1-3 (1940), y Sosua, Haven for Refugees in the Dominican Republic (1941).

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Ningún grupo de hispanos ni los republicanos ni los granjeros de Franco recibieron mucha consideración en la literatura periodística. Sin embargo, los españoles republicanos fueron por sí mismos fuertes contri buyentes, a principios de los años 40, de numerosas publicaciones perió dicas en la República Dominicana, un tema discutido exhaustivamente en el presente estudio. Los húngaros fabricantes de armas también fueron descuidados en las publicaciones periódicas, pero los «luchadores por la libertad» figuraron prominentemente en los órganos propagandísticos ofi ciales dominicanos en los Estados Unidos. En relación con los inmigrantes japoneses, ver C. Harvey Gardiner, «Los japoneses y la República Domini cana», Asuntos Económicos lnter-americanos, Vol. 25, No. 3, invierno 1971,

C. Harvey Gardiner

través de artículos tales como los siguientes: Earl P. Hanson, «New World Colony on Trial», lnteramerican Monthly, I, No. 8, December 1942, pp. 1015; Freda Kirchwey, «Caribbean Refuge», The Nation, Vol. 150, No. 15, April 13, 1940, pp. 466-468; Joseph A. Rosen, «New Neighbors in Sosua», Survey Graphic, Vol. 30, No. 9, September, 1941, pp. 474-478; «Sosua, A Triumph of Human Fraternity and Equality», Auge, August 16, 1955, pp. 298-302; y Mark Wischnitzer, «The Sosua Settlement», ORT Economic Bulletin, Vol. 2, No. 3, May-June, 1941, pp. 2-4.

pp. 23-37, y Akira Nagata, «Dominika Ijúsha no gaikyó (Recuento general de los inmigrantes en la República Dominicana)», Ijú Kenkyú (Investigación sobre la Emigración), No. 9, marzo, 1973, pp. 69-73. El programa dominica no de colonias agrícolas, que frecuentemente combinó varios elementos extranjeros con nativos dominicanos, se presenta en el artículo «Coloni zación agrícola en la República Dominicana», de John P. Augelli, Geografía Económica, Vol. 38, No. 1, enero, 1962, pp. 15-27.

La política de inmigración del dictador Trujillo

El tremendo volumen de artículos en relación con Rafael L. Trujillo ha sido reemplazado con creces por los estudios a nivel de libros. Sin embargo, la siguiente muestra de artículos merece ser mencionada en razón de que aparece en publicaciones ampliamente leídas: de Carleton

Durante la Era de Trujillo, las misiones dominicanas en Washington y Nueva York publicaron una serie de órganos de propaganda, la mayoría con carácter mensual. En ellos aparecieron numerosos artículos en rela ción con el programa de inmigración de Trujillo, principalmente sobre los judíos en Sosúa y los húngaros «luchadores por la libertad». Citamos los si guientes: «First Refugee Colony Marks Tenth Year in Dominican Republic», Dominican Republic, No. 98, February 1, 1950, p. 2; «Generalisimo Truji llo Aids Hungarians Fleeing Communist Terror», A Look at the Dominican Republic, II, No. 3, March, 1957, p. 3; «Generalisimo Trujillo Combats An ti-Semitism Abroad and Offers Haven for lts Victims», Dominican Republic, No. 171, February 15, 1953, pp. 1-2; «Haven Provided for 5,000 Jews from Egypt by Generalisimo Trujillo», A Look at the Dominican Republic, II, No. 5, May, 1957, pp. 3-4; Peter Kihss, «2,000 Children Get Dominican Republic’s Aid», Dominican Republic, No. 65, September 15, 1948, p. 1; William Langer, «Hungarian Refugee Resettlement in Latin America», A Look at the Domi nican Republic, II, No.12, December, 1957, pp. 12-17; John W. McCormack, «Humane Leadership», A Look at the Dominican Republic, II, No. 6, June, 1957, p. 10; Abraham J. Multer, «Dominican Republic’s Open Door Podicy Lauded in U. S. Congress», A Look at the Dominican Republic, III, No. 2, Fe bruary, 1958, pp. 10-11; «Sosua-A Solution to the Refugee Problem», Domi nican Republic, No. 43, October 15, 1947, pp. 1-2; y «Trujillo Offers Haven to 20,000 Hungarians», A Look at the Dominican Republic, I, No. 11, November, 1956, p. 8. También emanaron panfletos de las plumas pagadas por Truji llo; entre ellos, Harry Klemfuss, Jr., The Open Door (New York, 1955).

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Numerosos diarios dominicanos sirvieron para establecer el registro de publicaciones de los españoles republicanos, la evaluación dominicana del programa de inmigración y las tendencias generales de la inmigración.

Beals, «Caesar of the Caribbean», The Reader’s Digest, Vol. 32, No. 192, April, 1938, pp. 20-22; John Gunther, «Hispaniola», Foreign Affairs, Vol. 19, No. 4, July, 1941, pp. 764-777; George Kent, «Trujillo, Tyrant of the Antilles», The Reader’s Digest, Vol. 48, No. 288, April, 1946, pp. 60-66; Fletcher Knebel, «How Trujillo Spends a Million in the United States», Look, August 20, 1957, pp. 61-63; y Quentin Reynolds, «Murder in the Tropics», Collier’s, January 22, 1938, pp. 14-15, 34-36.

Las siguientes publicaciones fueron examinadas para artículos sobre los españoles republicanos: Anales de la Universidad de Santo Domingo (19401946), Boletín del Archivo General de la Nación (1938-1956, 1959-1960), Clío (1937-1961), Cuadernos Dominicanos de Cultura (1943-1951), Finanzas (19411944), Revista de Educación (1939-1949, 1952, 1955-1958) y Revista Jurídica Dominicana (1940-1943).

Las siguientes publicaciones financiadas por Trujillo, editadas en inglés en los Estados Unidos, fueron consultadas: La República Dominicana (1934-1939), República Dominicana (semanal, luego bimensual, 1946-1953), República Dominicana (mensua1,1952-1955), Un Vistazo a la República Dominicana (1956-1960) y Esta es la República Dominicana (1954).

EXPEDIENTES DE PUBLICACIONES

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Los materiales de las siguientes publicaciones no dominicanas resul taron útiles: Boletín de la Unión Panamericana (1938-1961), Registro Contem poráneo Judío (1938- 1944), Hechos y Cifras de Migración (1956-1972), y Noti cias de Migración (1957-1964).

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Tres clases de periódicos dominicanos fueron consultados para este proyecto, los más importantes de la capital, el principal periódico republi cano español y varios de los editados por la comunidad de Sosúa.

La cobertura de los inmigrantes japoneses fue obtenida de tres pu blicaciones de Tokio, Japan Times (1956-1961), Mainichi Daily News (19611962) y Nippon Times (1955-1956).

PERIÓDICOS

Los diarios dominicanos fueron el Listín Diario (1939-1940), La Nación (1940- 1957) y El Caribe (1948-1961). Una colección completa de Democra cia (1942-1945), el órgano principal de los españoles republicanos en Ciu dad Trujillo, fue estudiada, lo mismo que coleccciones incompletas de publicaciones sucesivas de los habitantes de Sosúa: El Boletín (1941-1942), Boletín (1941), Sosúa Boletín (1942), Die Sosúa Zeitung (1943) y La Voz de Sosúa (1943). Ejemplares de Achduth (1941), publicado por la comunidad judía de Ciudad Trujillo, también fueron consultados.

Los periódicos americanos más frecuentemente consultados fueron el Dayly Worker (Nueva York, 1937-1938), España Libre (Nueva York, 19451946), New York Herald Tribune (1937) y New York Times (1937-1961).

EL España Libre (Nueva York)

AJC Crónica Américo-Judía

JDC Comité de Distribución Unido Américo-Judío

NYT New York Times

AFSC Comité de Servicio de los Amigos Americanos

RJD Revista Jurídica Dominicana

DR Dominican Republic (República Dominicana)

LN La Nación (Ciudad Trujillo)

DORSA Asociación de Asentamientos de República Dominicana

RA Revista de Agricultura

RD República Dominicana

CR Registro Congresional

FRUS Relaciones Exteriores de los Estados Unidos GPO Oficina Impresora Gubernamental

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LD Listín Diario (Ciudad Trujillo)

BAGN Boletín del Archivo General de la Nación

ABREVIATURAS

BPAU Boletín de la Unión Panamericana

CDC Cuadernos Dominicanos de Cultura

NYHT New York Herald Tribune

AUSD Anales de la Universidad de Santo Domingo

EC El Caribe (Ciudad Trujillo)

NA-W Archivos Nacionales de Washington

RE Revista de Educación

Este libro se imprimió en los talleres gráficos de Amigo del Hogar en el mes de enero de 2022. Santo Domingo, República Dominicana.

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