Los límites de la racionalidad ilustrada marx, nietzsche, freud

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Los límites de la racionalidad ilustrada

3.6.3. Platón, contra la realidad. La ficción metafísica Pero la gran referencia de esta crítica es el discípulo de Sócrates, Platón, verdadero arquitecto de la metafísica occidental y objeto de alusión permanente por parte de Nietzsche. Es él quien reacciona de modo expreso contra la intuición dionisíaca de la realidad, negándola con la exigencia y el postulado de otro mundo. Nace así la gran ficción de Occidente: la existencia de un mundo suprasensible, de un orden racional de formas y relaciones conceptuales, idénticas y eternas; de un espacio de realidad sustraído al devenir, no acontecido, opuesto ontológicamente al espacio de la vida, al que sirve de fundamento, de causa, de finalidad: de�origen. La resistencia a la realidad, la denegación de la verdad del mundo ("no puede ser eso, debe haber otra cosa") se revela entonces como la fuerza reactiva que empuja el discurso platónico. Un engaño que, en alianza con el cristianismo –platonismo para el pueblo, le llama Nietzsche– sostiene realmente el edificio cultural europeo. La definición de las Ideas como verdadero conocimiento de la realidad implica un nuevo sentido de las relaciones políticas, otra forma de gobernar los asuntos humanos. Se precisa, pues, un nuevo programa educativo, enfrentado con todo rigor a la paideia clásica –tal es el verdadero asunto de La República –. Platón asume esa consecuencia con toda lucidez, con la mayor seriedad. Disociar el cuerpo y la palabra, elaborar un acto de discurso descarnado, un proceso de significación y decisión puramente lógicos, será el objeto de esta nueva educación. Su finalidad, reconocida expresamente por su autor, confirma con toda elocuencia la perspectiva crítica de Nietzsche. En efecto, dice Platón, hay que aprender a gobernar la vida desde el lugar que corresponde a ese nuevo discurso: la muerte. 3.6.4. Descartes y la conciencia. El discurso científico moderno Con Descartes el pensamiento moderno desplaza el fundamento del sentido, la instancia originaria de la realidad, del mundo de las Ideas al sujeto autoconsciente. Pero una vez más la crítica de Nietzsche descubre en esa institución de la conciencia un recurso de la debilidad, un signo de las fuerzas reactivas, la expresión sintomática, en fin, de una voluntad de poder negativa. En efecto, el advertimiento de sí, el estar alerta y consciente, la capacidad siempre actual de apercibirse, de percatarse de sí mismo, es la facultad constitutiva de quien, respecto al mundo, lo primero que de entrada "puede" –debe– es justo reaccionar. A este respecto, los fuertes no valoran de modo especial el "ser

Platón (427 a. C. – 347 a. C.)


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