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Por Rafael ANDOLZ CANELA

PONENCIA 2

REFRANES, DICHOS, FRASES HECHAS Y EXPRESIONES EN ARAGONES Y EN CATALAN DE ARAGON

REFRANES, DICHOS, FRASES HECHAS Y EXPRESIONES EN ARAGONES Y EN CATALAN DE ARAGON

POR Rafael ANDOLZ CANELA

Y dicho así, como suena, el título de la ponencia resulta tan ambicioso que para tratarlo, aunque sea someramente, harían falta horas de disertación. No habrá más remedio que dar una idea de conjunto, para centrarnos solamente en unos pocos aspectos que, aun con todo, serán difíciles de tratar en profundidad. Querría que esta breve intervención abriese, sin más, horizontes para una serie de investigaciones que pueden ser interesantes tanto bajo el punto de vista del filólogo, como del antropólogo, el lingüista y el etnólogo.

Sólo el tema filológico ya nos llevaría muy lejos. El número de refranes, frases hechas,... en Aragón es incalculable y sería importante hacer una catalogación, teniendo en cuenta que

-Tenemos refranes en aragonés, a los que podríamos denominar auténticos:

•Bino rutiu a denguno ha feito mal.

•T'ande baigas, sayas belgas.

-Otros, en aragonés muy influenciado por el castellano:

•Fumera que s'arrastra, agua a canastas.

•M'han engañau: quereba abodejo y me dan estofau.

—Otros, en castellano, influenciados por el aragonés:

•El pan con güellos, el queso din d'ellos.

•Más vale apara a pocha que en trairás un saco.

—Otros, en catalán de la franja:

•Mars, Marsot, mata a la vella a la vora del foc y a la chove si pot.

•No digues bllat hasta que n'ol tingues al sac y ben lligat.

Naturalmente que no estamos de acuerdo con la visión simplista de Fernando y Ramón ZUBIRI cuando, en la colección que luego citaremos, afirman: "el lenguaje de nuestros refranes es afrancesado en el Pirineo, catalán en la Ribagorza, valenciano en todo el confín de Valencia y castellano en la parte restante de su suelo". Risum teneatis.

Este aspecto es interesante para la filología porque aporta un material vivo y castizo que nos puede ayudar a fijar las diferentes variaciones dialectales aragonesas —cheso, chistabín, ribagorzano,...— y, mediante un trabajo previo de datación de los refranes, nos llevaría a estudiar el proceso de evolución y deterioro del idioma.

Es un tema sugestivo y tentador pero que abandono por ahora para dar otro enfoque. En todo caso, urgiría esta recogida de refranes hecha con este criterio y que, por ahora, está sin realizar, aunque muchos de ellos andan dispersos por diferentes publicaciones.

1 ZUBIRI VIDAL, Fernando y ZUBIRI de SALINAS, Ramón, Refranero aragonés, Ed. Librería General, Zaragoza, 1980.

Otro sistema de recogida sería el temático, importante para el antropólogo y etnólogo. Así es como lo hizo ARNAL CAVERO en su obra Refranes, dichos, mazadas... en el Somontano y Montaña oscense (Zaragoza, 1953), que divide en diferentes apartados, como El tiempo y pronósticos, De comer y beber , Trabajo y ocupación, Egoísmo,... Tiene un mérito indiscutible, aunque, por otro lado, resulta incompleta, al reducir el marco geográfico considerablemente.

El mismo criterio de ordenación han seguido Fernando y Ramón ZuBIRI en su Refranero aragonés (Zaragoza, 1980), que reúne unos dos mil refranes. Dos arios antes habían editado también en Zaragoza Refranes médicos oídos en Aragón. Más antiguas son las colecciones de Gonzalo CORREAS y el Libro de Refranes de Pedro VALLES (Zaragoza, 1549), que siguió un criterio de orden alfabético.

José MI de JAIME LOREN prepara una Historiografía de la paremiología aragonesa, que sin duda supondrá una preciosa aportación a nuestro tema. Domingo YNDURAIN completó la obra de CORREAS en Más refranes aragoneses en el vocabulario de refranes y frases proverbiales del maestro Gonzalo Correas, Zaragoza, 1963. Finalmente, hay que incluir en la lista a Antonio BELTRAN, que trata el tema con nuevas aportaciones en su Introducción al folklore aragonés, Zaragoza, 1978.

REFRANES, DICHOS, FRASES HECHAS, MAZADAS, INTERJECCIONES,...

El tema supone ya un análisis de todo el idioma, ya que estas formas están acuñadas por el pueblo, que es quien en definitiva hace una lengua, y porque, además, aquilatan claramente su propio pensamiento. El material es tan abrumador que sería preciso sistematizarlo de alguna manera. Proponemos esta división:

Refranes.

Cuando alguien quiere valorar una observación, dándole además autoridad, echa mano del refrán: es la experiencia hecha sentencia.

—Pa llegar al inte, andar aspazico (chi va piano, va lontano).

—No hay abadejo sin aijada (no hay rosas sin espinas).

Perogrullada.

Con frecuencia, se ha abusado tanto del refrán que el aragonés ridiculiza el refrán con otro. Es la perogrullada:

—O glorioso San Bernardo, que con agua y con tierra fizo bardo.

—Fornigas en ringlera, u temporal u sequera.

—Cuando la aloda canta, agua viene. Pero aún es señal mas clara, cuando llueve.

Mazada.

Si esta observación encierra un sarcasmo o lleva una carga de razón definitiva, tumbativa, el pueblo crea la mazada. La mazada —el mazazo— no admite réplica y adorna el comentario con un rictus de amargura. Pero como el aragonés tiene una disposición anímica para reír ante las situaciones, por duras que sean, le presta un ribete de humor a todo, como hemos demostrado en otro sitio3. Resulta así un comentario agridulce, un aspecto risueño con un trasfondo de dolor:

—El hijo de Bertolé, que le enseñaba a fer fillos a su padre.

—Dimpués de muerto Pascual le daban caldo.

—A cura va bien; pero el ojo lo perderá.

—Cuando no tengo lomo, de todo como.

3 ANDOLZ CANELA, Rafael, El humor aragonés (en prensa).

fiere roncar. A esto llamo yo un concepto distinto de entender las cosas. Y naturalmente ha de reflejarse en la lengua.

Otro ejemplo: A la expresión nuestra de tomar el pelo, los franceses traducen por faire la barbe —afeitar—, relativamente parecido. El inglés, en cambio, traduce por to pull the leg, estirarle a uno la pierna.

Se ha podido observar que los franceses —orgullosos-- todo lo hacen; los españoles —generosos— todo lo dan; los ingleses —avariciosos— todo lo toman:

dar un paseo faire une promenade to take a walk dar una noticia faire savoir to take a notice dar un salto faire un bond to take a leap

Los aragoneses apretamos: te preto un biaje; apretó a correr; prétale fuego.

Decía que el latín chocó violentamente con nuestra lengua autóctona. Naturalmente. Era una mentalidad completamente diferente a la nuestra. Hasta en la forma de mirar la vida. El latino iba por la vida y la historia caminando de espaldas (la marcha el soguero, decimos nosotros); mirando siempre hacia lo transcurrido, no a lo que estaba por venir. Por eso, al hablar del futuro decía:

In posterum (=en lo de la espalda)

El aragonés caminaba al revés, de cara al futuro; decía d'asti entaban, muy probablemente traducido del euskera emendik aurrera y que pasó al castellano con de aquí en adelante,...

Este concepto es interesante incluso para comprender la prelación y la preferencia de lo sustantivo con lo adjetivo. Como el latino camina hacia atrás, sitúa lo importante al final. Y así lo hacen normalmente casi todas las lenguas europeas. El aragonés —y arrastrando al castellano—, que mira adelante, invierte el orden. Esto aparece clarísimo en los compuestos de sustantivo y adjetivo

Frase hecha.

Tanto el refrán como la mazada ilustran un pensamiento y —lo que es más importante— una intención. Pero, para matizar una descripción, un estado de ánimo, utilizamos la frase hecha, que se usa a todas las horas con un grafismo impresionante:

—Escobar ta drento.

—Atarse las alpargatas.

—Ir alcanzau.

—Fer azafrán.

—Isto me fa honra.

—Lo izes con a boca pequeña.

Y es precisamente en la frase hecha quizás donde mejor se plasma la mentalidad de un idioma, que en definitiva supone la idiosincrasia de un pueblo.

Es increíble la cantidad de frases hechas que utiliza un aragonés en su conversación ordinaria y una recogida de ellas creo que llenaría tomos enteros. El resultado es la agilidad que le da a su modo de hablar; una frase hecha aplicada a tiempo suple muchas palabras. Ejemplo:

Y tratando de este tema no debía izir esta boca es mía , pero bien tendré que fer un poder. Estoy abiau si quiero dejar las cosas claras y me pienso que no levantaré cabeza, dimpués de poneros en canción. En la vida de Dios teneba que haber aceptau este trabajo. Pero aunque esté más atau qu'un gato con un menudo y, con o culo preto, me liaré la manta a la cabeza, m'ataré las alpargatas y, sus cuaque u no este discurso tan mal acotraziau, yo, a belas benir, y si me mandáis a escampar boiras, no haberos fiau de mí: a mí ray.

Creo que queda claro el alcance de la frase hecha.

Expresión adverbial.

Y tan de uso es que todavía, para dar más agilidad, la frase hecha ha quedado aún más condensada mediante la expresión adverbial, eminentemente descriptiva.

—Ancha patatera.

—Ya se viste de alibio.

—A dos velas.

—En una sentada.

—De güen implaz.

—Echar l'arranque.

Interjección.

Parece que ya no se puede condensar más el pensamiento. ¡Cuenta! Pues parece que sí; el pueblo ha inventado la interjección. Tanto que si quisiéramos hacer un diccionario de interjecciones tendríamos que dar un sin número de circunstancias y aclaraciones, total para quedamos en agua de borrajas, porque en la interjección lo importante es el tono con que se dice y eso ya no se puede explicar: ¡Aibá! ('sorpresa'), que no es lo mismo que "¡ahí va!" 'aparta' (que hemos llegado a convertir en el verbo albar. aibcrros de allí); ánsiamela; arrea; abiara,...

No termina aquí, ni mucho menos, la manera de expresarse. Forzosamente tendremos que aludir a las comparanzas, los dichos y los peñazos.

La comparanza es una frase hecha, por lo tanto usadísima en el lenguaje coloquial, que define conceptos o cualidades por semejanza con otros. Inicialmente, es una comparación completa: Paize un abadejo de canto, dicen de una persona muy flaca; para indicar la inseguridad de algo, aplican corno el agua en una cesta ; al chaval nervioso y movido, que paize que tié azogue. Cuando una cosa está apelmazada, se dice que está preto

como un codizo. Pero luego se simplifica esquivando la forma comparativa, que, sin embargo, subyace a modo de metáfora; así se habla de un mosqueta muerta, un vino cabecero, uno que tiene poca alma; fé sogueta 'picotear continuamente'; pesá figues 'dar cabezadas por amodorramiento': color rompiu, al descolorido; caixal abelláner, al colmillo,...

Los dichos serían una foma más académica, si estuvieran hechos por académicos. Quiero decir que son repensados, no pertenecen al lenguaje coloquial, sino que se originan con motivo de pastoradas a cargo del hombre ingenioso del pueblo, que hace de repatán y pone en solfa a todo el que ha tenido un patinazo durante el año.

Cuando los dichos se sueltan contra los de otro pueblo, generalmente vecino, ridiculizando sus defectos —reales o supuestos—, aparece el peñazo, superabundante en nuestra tierra:

Los de Antillón, largos de gola y cortos de sermón.

Los de Aísa, sin camisa.

En Azlor, mala color.

Almuniente, buen pueblo, pero mala gente.

Albalatillo, en cada casa un pillo.

Ontiñena, tripa llena, si no de pan, de arena.

En Fiscal, servilletas blancas pero poco pan.

Las mozas de Cuatrocorz cuando van a Cananillo debajo del delantal

llevan la bota de vino.

Pá y crostó, el almorsá d'Altorricó.

Camporrells, ciudad bravía, cuarenta tascas y ninguna librería.

Alcampell, mala pell, Tamarit, ñic.

El apodo. También el peñazo se ha condensado. Así, ha surgido el apodo. Nosotros mismos hemos recogido más de 650 apodos de los pueblos, en nuestro Diccionario, que pueden suponer un material de estudio tanto filológico como antropológico. Y está sin realizar la recopilación de apodos de las casas dentro de cada pueblo, que también proporcionaría un material interesante. Recordemos que en los lugares pequeños se utiliza mucho más el apodo de la casa que el apellido. Como brevísimo ejemplo, comento algunos de un pueblo cercano a Huesca. Los hay de toda clase, de cualidades físicas (casa la Peque, casa Pechudo, casa Cintureta). Otros, muchos, hacen referencia a oficios: casa Tablajero, casa del Rey, del Conde (atención, no se trata de la nobleza, sino del título que tenían los dalladores que marcaban la segada cuando la hacían a tajo parejo). Otras veces matizan con mucha intención la profesión, dándonos un material precioso: casa Panflorido, casa Malmetefierros,...

Y termino aquí, ya que tampoco estoy muy seguro de no estar saliéndome del tema. Pero, en cambio, sí que encajan en él las debinetas.

Las debinetas o adivinanzas, eminentemente populares y también sin copilar.

Una benasquesa:

—Una cosa qu'els pobres chéten y els rics replieguen, ¿qué ye? —Els mocs.

Una de la tierra baja:

—Tapete sobre tapete tapete de filo fino no l'endebinarás aunque te güelbas tozino. —La cebolla.

Y otra literana:

—Palm t'aquí palm ent'allá y un altre que pendre. —El forrallat.

Hasta aquí una posible clasificación del abundante material de que disponemos y que podría constituir un programa de estudio, que algún día tendrían que emprender los lingüistas.

Pero yo querría ahora moverme en otra dimensión, rozando un aspecto tal vez descuidado, con el fin de que sirva para profundizar en la mentalidad de nuestra gente; tema del etnólogo y el antropólogo junto con el filólogo.

Del etnólogo, buscando las raíces de los refranes y demás medios de expresión que hemos descrito; nos darían la clave del mundo ocupacional, laboral, de asueto,..., por una parte; por otra, ayudarían a formar esa pequeña gran historia que cimenta la mitología de un pueblo.

Cuando a uno se le dice, por ejemplo, que no tiene vela en este entierro hay algo más hondo que decirle que no le importa un bledo, como dicen los castellanos. Todavía queda la costumbre en muchos lugares —y antes la hubo en todos— de la participkión de las cofadrías en los entierros. Tienen una importancia, vigente aún, de integración dentro de una sociedad local. Es la garantía de acompañar en la hora suprema y el paso a la eternidad a la persona que se va (entierro), el apoyo a la familia que padece el desenlace (velatorio), el recuerdo del ausente (la misa anual por los cofadres difuntos). En una palabra, el sentirse piña todos los del lugar, ya que en todas

las casas había un miembro de la cofadría y de todas las casas tenían que acudir a las ceremonias rituales con la capa y el cirio, incluso bajo pena de multa, en algunos sitios. Decirle a uno que no tiene vela en este entierro era algo más que decirle que estorbaba; subyacía la idea de desarraigo, insolidaridad, marginación. Y es casi como una excomunión de la comunidad, que participaba en todo este ritual, desde el uso de la capa negra hasta la colación del entierro —siempre la misma: almendras en el velatorio, sopas hervidas con huevo y carne a la pastora en la comida, con un simbolismo repetido que tal vez ahora se nos escapa—.

Cuando en Albelda exclaman salut y forra al canut , con una clara intención sexual, tal vez se desconoce el origen, muy distinto. Albelda siempre fue ahorradora y, tal vez desde las andanzas de Barder, el bandolero de Binéfar que tenía su refugio en la Aireta de Albelda, desconfiada en cuanto al dinero. Tanto, que cuando la gente pescaba un doblón de oro lo echaban en una tinaja pequeña —una tenalleta— que se guardaba bajo tierra; del que se le ve en la abundancia se dice que ha encontrado una tenalleta. Pues bien, otro escondrijo del dinero era el bastón, con frecuencia una caña hueca. A veces, el canut tenía dos compartimentos: uno para los doblones y el otro como vaina de una daga para defenderse. Estos trucos los aprendían de los contrabandistas, cuando iban a Francia a trabajar o a las ferias. Con esta aclaración adquiere una perspectiva nueva y más auténtica el dicho de saitit yforsa al canut.

El castellano dice piensa el ladrón que todos son de su condición. No necesita comentarios. Si acaso la alusión peyorativa que puede encerrar hacia la persona a quien se aplica. En Aragón, decimos en las mismas circunstancias: piensa o flaire que toz son de su aire . Y encierra otros matices más sutiles; el flaire es de un mundo aparte, a mitad de camino entre el cielo y la tierra, incapaz muchas veces de entender las valencias y baremos del que no lo es; una mezcla de ingenuidad angelical y agudeza picaresca. Al utilizar el refrán, parece que insinuamos: toca tierra. El mismo refrán, cambiando la profesión y la rima, con ese su aire, que equivale a su estilo, su personalidad, su modo de valorar las cosas,... El mismo refrán, digo, y una mentalidad diferente, que nos evoca toda una trastienda personalísima. Y estamos entrando en el terreno del antropólogo.

Antes, una observación entre paréntesis: ¿Por qué esa obsesión del aragonés en trastrocar las letras al asimilar palabras castellanas?

flaire... cofadría... aduyar... pazenzia... alderredor... pedricar y pedricadera... cudiar por cuidar, bariado por averiado, ajo lata por hojalata, achocase, por acocharse, agacharse...

¿Hay unas leyes lingüísticas que lo expliquen? ¿O unas explicaciones psicológicas? ¿Es una rebeldía ante una mentalidad diferente que nos oprime, avasalladora? ¿Hay una jerarquía de valores arcana que nos obliga a la metátesis? Porque el fenómeno se repite y se acentúa en la misma sintaxis: "Dámelo" = da lo me. ¿Es que es más importante el objeto directo que el indirecto? "Se me ocurre" = Me s'ocurre. Ahora estamos ante el fenómeno inverso. ¿Es que ahora es más importante el objeto indirecto? Bueno, eso sin contar que los latinos tenían otro concepto de prioridad: cuanto más importante, más atrás; el verbo al final. Pero ya hablaremos del latín, que fue la primera gran fuerza de presión.

¿Es rebeldía, pues? Ya claudicamos ante la prosodia castellana: transformación del sonido x en j: xada - jada; Xaca - Jaca, xobe - joven,..., y estamos claudicando ante el sonido ya-ye-yi-yo-yu, que elimina al aragonesísimo ll, que en Ribagorza funciona hasta como oclusivo —pllaza, clleta, cllau— y que los chavales de ahora ya no saben ni pronunciar,...

Bueno, creo que éste es terreno del sociólogo. Cerramos el paréntesis y volvemos con el antropólogo...

¿La cultura influye en la lengua, o la lengua influye en la cultura? Este problema ya se lo planteaba LEVY-STRAUSS y observaba que tanto la antropología como la lingüística andan disociadas y trabajando con métodos diversos; aquélla, empírico; ésta, deductivo. Oigamos brevemente su opinión:

«Me parece que aun desde el punto de vista teórico podemos afirmar que entre lenguaje y cultura debe existir alguna relación. Ambos han tardado varios milenios en desarrollarse y esta evolución se ha desenvuelto en los espíritus humanos de forma paralela. Dejo sin duda a un lado los casos frecuentes de adopción de una lengua extranjera, por parte de una sociedad que hablaba antes otra lengua. En el punto en que nos encontramos, podemos limitarnos a los casos privilegiados donde la lengua y la cultura han evolucionado una junto a otra durante un cierto tiempo, sin intervención notoria de factores externos». (Antropología Estructural, Ed. Universitaria, Buenos Aires, 1973, pp. 65-66).

Hasta aquí la cita de LEVY-STRAUSS. Por desgracia no es ése nuestro caso. En primer lugar, está la formación del aragonés; como todas las lenguas romances, se creó con la mezcla del latín y la lengua autóctona que aquí encontró. Un ejemplo casero para ilustrar lo que quiero decir. Si tenemos unos tarros con pintura de diferentes colores —amarilla, azul, blanca,...—, y echamos en todos algo de pintura roja, obtendremos colores nuevos —naranja, morado, rosa,...— diferentes entre sí, aunque no tanto como antes de recibir el rojo, porque tendrán todos en común la presencia del color añadido. Algo así pasó con el latín que se mezcló con las lenguas autóctonas presentes en cada región. Todas son diferentes pero todas tienen esa presencia latina que las hermana.

El problema se complica porque, al estar contiguos los colores, se produjo como una especie de ósmosis que interinfluyó las lenguas, que fueron recibiendo elementos no sólo del latín sino de las lenguas vecinas.

El filólogo tendrá que ir analizando qué cantidad de rojo —latín— tiene esta lengua, pero también qué proporción de rosa, granate,... de las lenguas colindantes. Y a veces no tan colindantes, sino que aparecieron como fuerzas de presión, como es el caso del árabe durante siglos. Y eso sin contar con elementos culturales nuevos. Tengamos en cuenta que se nos metió de rondón una cultura nueva, ajena a la nuestra tradicional, que era exclusivamente agrícola y ganadera, aportando un sinfín de neologismos que pronto dejaron de serlo.

Pero hay otro fenómeno más importante que es preciso analizar aquí: el latín se mezcló con nuestra lengua autóctona de forma terriblemente violenta, porque suponía el choque, no ya de dos culturas diferentes —que ya es mucho—, sino de algo más profundo: el choque de dos mentalidades diferentes, de dos modos distintos de entender la vida, de ver el mundo, de interpretar los acontecimientos; en una palabra, el choque de dos idiosincrasias.

Un ejemplo: La idea de 'dormir profundamente' un español la emite así de expresiva: dormir a pierna suelta . Un francés en cambio dirá dormir sobre las dos orejas (dormir sur les deux oreilles ); un inglés, dormir sonoramente (to sleep soundly). Es decir, el español quiere dormir espatarrado, relajado, los miembros distendidos. El francés concibe su descanso con la cabeza bien colocada, bien asentada, hundida en la almohada. El inglés pre-

Latín cderipedes breviloqucns altisonus Francés Brand-pére petit-fils 1)0n-17111rd:e Inglés longhand speedway fitlItime Alemán Dunkelbier Halbinsel Grosspapa

Pero, en cambio,

Castellano manoinocha caradura patizambo barbarroja Euskera gibelaundi txapelgorri belarrinzotra surruandi Aragonés garrilargo calzapreto casamuda aiguachirle

El reloj, que no el tema, me dice que debo terminar.

No hemos hecho otra cosa que apuntar direcciones de investigación:

P Copilación de refranes, frases hechas, comparanzas, mazadas, ... Son muchos los que quedan todavía sin recoger. Y de algunos todavía no nos hemos estrenado.

24 Catalogación de los mismos, según la división propuesta u otra que parezca más adecuada.

31 Clasificación dentro de cada bloque por temas, orden alfabético, vivencias, como se quiera.

44 Examen del material bajo todos los puntos de vista:

a) del lingüista, que fijará las mugas de las variaciones dialectales; las fronteras del idioma, con sus zonas de transición; la pureza de la lengua o su deterioro; la gramática histórica, con un material vivo, castizo, personalísimo, salvado milagrosamente del olvido.

b) Estudio, por parte del filólogo, de ese filón colosal que conecta nuestra cultura actual con la pasada y con culturas paralelas. Selección de las diferentes aportaciones e incluso fijación del idioma autóctono prelatino, o al menos sus características. En otros artículos dispersos, hemos invitado a reflexionar sobre el prefijo az-,

aiz-=piedra; sobre el fonema ba relacionado tal vez con la humedad (labaco, babada, esbandir, badina, babosa, arba, esbafar, basa, bardo, embanar, babu, badallar,...); sobre el diminutivo y afectivo aragonés en cho o en on, que en castellano resultan despectivo el uno, aumentativo el otro,...

c) Investigación por parte del etnólogo del sinfín de sugerencias que nos dan los refranes, frases hechas,... para elaborar las premisas de nuestra cultura, nuestro estilo de vida, nuestras creencias, nuestras valoraciones,...

d) Reflexión por parte del antropólogo sobre ese inmenso caudal que, en contacto con la filología, la lingüística y la etnología, nos puede llevar a encontrar nuestro modo de ser, nuestro modo de ir, nuestra idiosincrasia, nuestras raíces.

Muchas gracias.