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Tipos Nacionales.—Mantequero, Carni- cero, Panadero, etc., etc

CUADEOS DE COSTUMBRES.

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No he podido investigar de dónde procel a la facultad de un Ministro ejecutor para conducir personalmente á un reo de la Dipuación á la Acordada, mediante la retribución e Un peso. Sin duda esa circunstancia consituía un abuso de la facultad expresada en la cláusula 2a que he hecho constar en el presente rtlculo. Que tal costumbre existió es un hecho evidente, según lo comprueba el caso que v°y á feferir.

L n famoso criminal que había caldo en las (les de la justicia, creyó posible su evasión haciéndose conducir á la Acordada por el Ministro ejecutor, á efecto de lo cual ofreció á t e la recompensa de diez pesos. Las renomadas hazañas del reo, por una parte, y la r gueza del ofrecimiento, por otra, infundie0 n . como era natural, la desconfianza al ejeUtor y al juez, por lo que éste dijo á aquél Hue si el expresado pájaro de cuenta se le esaPaba, recaería sobre él todo el peso de la ley. " A i t e r e s, más que la amenaza del juez, ofluyó en el ánimo del ejecutor, quien á fin - no perder la propina ofrecida y de evitar responsabilidad que pudiera sobrevenirle, ctó al reo las dos siguientes proposiciones 8ugeridas por su ingenio. &ra la primera, que los diez pesos habían d e darse adelantados. &ra la segunda, que había de dejarse arran r los botones de los pantalones y las correas los zapatos que eran de oreja, según el uso d e !a época.

Aceptadas las dos proposiciones por el reo 1 ei sin duda, se tuvo por más ladino que el ' rial, entregó los diez pesos, que al caer uno tto en la mano de éste dejaban oír su argen1,0 y agradable sonido, y permitió con indiferencia suma que los botones del pantalón dejasen huérfanos los ojales y que las correas abandonasen las aletas de los zapatos.

En tal estado, el reo echó á andar, paso á paso, oprimiendo con ambas manos la pretina del pantalón y seguido del curial que empuñaba el bastón, muy prevenido para armarle zancadilla á la primera tentativa de evasión.

Tú te figurarás, caro lector, que no haciéndose esperar ésta mucho tiempo, el reo, aprovechándose del gentío que se aglomeraba en la esquina del portal, diese á coirer y que, á impulsos del instinto, echase atrás los codos, y abandonase en tal virtud los calzones, que cayendo abajo y enreclándose en los pies, faltos de sujeción por los zapatos sin amarras, hiciéranle dar un soberano vuelco sobre el pavimento, lo que no podía menos que excitar la burla y algazara de todos los presentes.

Mas la cosa no pasó así, según te la has figurado, sino de la manera que voy referirte. El desventurado reo caminaba con inseguro paso á causa de la demasiada holgura de los zapatos y sin apartar sus manos, para nada, del lugar en que cierra la pretina del pantalón, actitud por la que parecía que un fuerte cólico le aquejaba; seguía adelante, perdiendo el equilibrio y tropezíindo aquí y allí, renegando de su suerte y seguido de su inflexible guardian, hasta que al fin pudo llegar á la Acordada, para ser inscrito en el número de los presos.

Al despedirse del Ministro ejecutor, convencido de que éste había sido más astuto que él, articuló estas x'ahibras, entre risueño y mohíno. ¡Valedor, bien merece los <v ,z pesos que le di, por lo mañoso!

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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.

ZXIVIII

MAS TIPOS NACIONALES.

SA D E M ÁS de los (¡pos que ni ninuciosamen- E L CARNICERO, que apresuradamente conte he d ¡ido te H conocer, mi buen lector. ' ducía del almartigón una mula ciiyos lomos soo t r o s m u c n os iban presentándose duran- portaban un aparato de hierro, con garfios, de te el día por las di versas cal les y pinzas d é la ciu- ; los que pendían los desollados cuerpos de las dad. i reses.

El IcjH'rHlo de camisa y calzón de manta, con la frazada al hombro, reclinado en el guardacantón de una esquina,, fumando su cigarrillo, y en plática con su mujer.

Ei, F R U T E RO con su canasta llena de frutas de la estación, también en la cabeza.

EL MAXT.F.(HICI:O. De mandil y blusa de manta, caminaba por las calles, sosteniendo en la cabeza la aljofaina de hoja de lata, con dos ('i tres arrollas de manteca apilada. Antiguamente era el tal individuo verdaderamente asqueroso, sin más prenda en su vestido q ue el calzón arremangado, tan grasicnto conto su

cuerpo, viéndosele, cruzado en su desnudo y E L V E L E R O, sosteniendo horizontalmeid6 mantecoso pecho un rosario. | en sus hombros un largo bastón de cuyas es-

'trinidades colgaban varios racimos de velas «lo sebo.

EL PESCADERO, que igualmente llevaba al «ombro un palo cilindrico, en cuya extremi(''ld superior estaba fijo un aro del qm pendía la red, y además, en la mano el cesto con 1 1Qs pescados.

Los CABECEROS, que en vez de llevar en anë'irilla todo lo concerniente A su comercio, uno a t e n t a ba en alto una tabla de madera y so-

re ésta el horno con las cabezas de carnero, y otro cargaba, como el aguador el chochocol y el cántaro, dos canastas con Ja'salsa, la ensalada y otros condimentos, ó bien ambos llevaban en una angarilla, el horno de hojadelata, la. salsa y la pimienta.

EL ARRIERO, guiando su recua, de ínulas, con carga ó sin ella, ó bien vélasele recibiendo la que confiadamente, y amparada por su buena fe se lá entregaba.

Los INDIOS DE ROMERÍA,que se dirigían aun santuario ó regresaban de él, llevaban un largo bastón en cuyo extremo aparecía, en estampa la imagen del Señor de Chalina, ó de la Virgen de los Remedios, entre ramajes de oyamel.

EL NEVERO que llevaba en equilibrio sobre la cabeza el cubo de la nieve y en la mano una canasta con platos y cucharitas de metal y no anunciaba su mercancía como los de hoy, gritando: "Helados de nieve" sino que la voceaba diciendo: "Xiere de Limón y leche, al nevero! A los canutos nevados ¿quién se refresca ?

EL PANADERO, que llevaba sobre la cabeza un gran cesto lleno de pan y cubierto con una red.