Atril Digital

Ensayos y revisión de temas psicométricos y metodológicos en psicología


De la costumbre de adscribir caracteres al gentilicio

Monumento al inmigrante en Andalucía, por Pedro Monje.
Se levantan monumentos en épocas frías y se desata la turba en otras más tibias.

Crecí en una ciudad caracterizada por la multiplicidad de orígenes de sus habitantes. Podían encontrarse familias provenientes de la golpeada Europa de aquel entonces, pero también de aquellas que provenían de algo más al sur de donde nací. Andantes de ciudades golpeadas por la guerra, por la persecución política y por catástrofes económicas.

Sé que es fácil asociar determinadas maneras de ser, ocupaciones y hasta incluso condiciones como para catalogar a otras personas como «humanas», un adjetivo que se empeña en ser esquivo, para quienes no están en posiciones de vulnerabilidad ciudadana, racial, religiosa o de género; y de prácticamente cualquier características que sirva para aglutinar a personas, a familias.

Esa facilidad es una condición humana, forma parte de nuestros heurísticos que reducen el esfuerzo cognitivo necesario para lidiar con las diferencias, con la otredad. También ensancha la distancia de un «nosotros» frente a un «ellos». Podría ser ancestral tal mecanismo y útil frente a grupos amenazantes, algo que no deja de tener reminiscencias en nuestros procesos cognitivos y en cómo estos se complejizan a nivel social.

Pero ese heurístico, puede impedirnos comprender a dicha otredad, de hecho invisibiliza lo semejante que puede llegar a ser. Así que si bien categorizamos a los «otros» para facilitar la interacción, con ello también se resaltan las supuestas diferencias.

Hoy en las redes sociales se habla de una purga de inmigrantes venezolanos que son perseguidos por dicha condición en un país cuyos ciudadanos fueron recibidos en ciudades al norte, hace ya algunas décadas. Esta persecución ocurre mientras escribo estas líneas y fueron despertadas por la acción de una persona que para ojos de quienes ahora persiguen, representa a todo el gentilicio. Algo similar a perseguir a personas que profesan una religión, a partir de atrocidades de un correligionario; perseguir a las personas cuya piel tiene determinada tonalidad, a partir del crimen de una persona. La sobregeneralización en todo su práctica termina por segregar a grupos minoritarios y en condiciones de vulnerabilidad.

La turba se enceguece y se muestra como «justiciera» avasallando a estas familias. El manejo político acelerado, improvisado y por tanto irresponsable, lejos de atajar tales pasiones, las acrecienta con señalamiento que revictimizan a estas familias.

Una ciudad más que no recibe, personas que nos les reconocen como tal, un nuevo dolor para estas familias que en la oscuridad y en la penumbra son perseguidas por su gentilicio. Un mundo más pequeño y la inevitable visión de nuevas tierras, nuevas personas, entre las cuales invisibilizarse.

Un nuevo episodio de esos procesos ancestrales, que lejos de estar acotados por los nuevos saberes, se ensañan de nuevo mostrando la bestilidad a la que la turba puede llegar. Una turba que hoy está precisamente en la línea central del planeta, como un recordatorio de la pequeñez del neoencéfalo frente a la gigantesca masa que representa el paleoencéfalo.



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Sobre mí

Consultor en evaluación psicológica, psicoterapeuta y profesor universitario en las áreas de: práctica basada en la evidencia, análisis de datos, psicometría, evaluación psicológica.

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