¿Para qué sirve la Astronomía?

Texto de opinión

¿Para qué sirve un astrónomo o una astrónoma? Imaginemos que, como profesionales de la Astronomía, nos encontramos en un juicio ante un tribunal implacable y se nos hace esa pregunta terrible. Imaginemos que, si no respondemos satisfactoriamente, estará en riesgo nuestra amada ciencia y hasta nuestra propia existencia. ¿Para qué sirve la Astronomía?

Es que si fuéramos médicos, la respuesta sería inmediata: “para ayudar a sanar a la gente”. Si fuéramos arquitectos, también: “para construir casas acogedoras”. Si fuéramos ingenieros, diríamos: “para diseñar máquinas que nos ayuden en nuestra vida”. Y así, tantas profesiones dignas y altruistas. Pero, desde la Astronomía, ¿a quién podemos ayudar, a quién podemos sanar, a quién podemos hacer la vida más confortable? Cerramos los ojos por unos instantes, ante una condena que parece inexorable…

Pensamos en Astronomía y se nos aparecen en la mente, distancias interminables, planetas que vagan por el frío vacío, estrellas remotas y rojas, agujeros negros rodeados de portentosos aludes de materia, galaxias ocultas y majestuosas. ¡Todo tan remoto! ¡Tan lejano a nuestro confort! ¿Cómo podemos servir a la gente, si nos dedicamos a algo tan distante? ¿Nos estamos desentendiendo de la humanidad?

Sin embargo, no todo es tan lejano en realidad. El espacio frío y vacío está sorprendentemente cerca. Por dar un ejemplo tonto, en unas vacaciones previas a la pandemia, viajamos con mi familia en auto, desde La Plata hasta Necochea. El recorrido sumó alrededor de 400 km hacia el sur; a cuyo final llegamos a unas playas muy tranquilas y descansadas. En la palanca de cambios de mi auto se leía: “R – 1 – 2 – 3 – 4 – 5”. Y yo siempre me pregunté qué sucedería si también hubiera una marcha que se llamara “A” ¡Arriba! Porque si hubiéramos viajado 400 km para arriba, en lugar de ir al sur, habríamos llegado a la altura por donde pasa la Estación Espacial Internacional. Felizmente, no lo hicimos (¡mi auto no es tan poderoso!) porque nos hubiéramos encontrado sin aire para respirar, con una presión atmosférica prácticamente nula, sometidos al bombardeo de partículas muy peligrosas y… ¡flotando en ingravidez, como esos astronautas que sonríen y nos saludan desde el interior de la Estación Espacial! Es decir, a la misma distancia que separa La Plata de Necochea, está el espacio exterior, el dominio de la Astronomía. El cosmos está ahí nomás. Pero es tan vasto, tan grande para nuestras pequeñas vidas, que se nos encoge el corazón en nuestro vano intento de abarcarlo. Y nuestra vida transcurre, más o menos cómodamente, sobre un planeta hospitalario, en un entorno amable, tan diminuto como frágil. ¿Cómo es posible que ignoremos lo que sucede a apenas 400 km de distancia sobre el techo de nuestras casas?

La Estación Espacial Internacional, a poco más de 400 km sobre nuestras cabezas. Imagen de dominio público tomada desde la SpaceX Crew Dragon.

¿Podemos confiar en que este, nuestro delicado entorno, no será golpeado por algún evento que venga del espacio y que nos sacuda para siempre? El límite está tan cerca… ¿Podemos anticipar un acontecimiento como el que ocurrió en agosto de 1859, el “evento Carrington”? Por esos días, al Sol se le ocurrió expulsar al espacio una increíble cantidad de gas, produciendo una intensa tormenta solar. La Tierra se vio afectada de tal manera que las escasas lámparas eléctricas de alumbrado público en los países del norte se encendían solas, y las chispas saltaban de los aparatos de telégrafo, provocando incendios. En nuestros días, un suceso de tales proporciones nos dejaría en segundos sin satélites de comunicación, sin GPS y, quizás, con grandes apagones en extensos territorios. Y eso es poca cosa, si se la compara con un evento como el que ocurrió en la mañana del 30 de junio de 1908 en Tunguska, Siberia, donde más de 2.000 km2 de bosque fueron (literalmente) aplastados por el impacto de un cuerpo proveniente del espacio… ¿Podemos dar la espalda a los peligros que vienen desde afuera?

Pero no. Esa no es la respuesta correcta a la pregunta de “¿para qué sirve la Astronomía?” Esos son solo algunos ejemplos de catástrofes que el cosmos podría enviarnos, pero definitivamente, “evitar catástrofes” no es la razón por la que estudiamos el universo. Algunos colegas que vigilan el cielo, pueden advertirnos de posibles tormentas solares, pueden rastrear asteroides y cometas peligrosos… Pero son solo unos pocos astrónomos los que se dedican a esa vigilancia. Y no es esa la manera en que la Astronomía puede servir a la sociedad. Además, no debemos asustar a la gente con amenazas de eventos que tienen poca probabilidad de ocurrencia. La gente ya está asustada por los peligros humanos con los que convive a diario, mucho más cercanos… Esa no es la respuesta.

Veo al jurado esperando impaciente y me esfuerzo por encontrar otra razón de peso… Quizás tenga un nuevo hilo. Cuando éramos pequeños, a la gran mayoría de los adultos de hoy, nos hubiera gustado ser astronautas. Andar en una nave espacial, recorrer planetas, luchar contra extraterrestres, ser aplaudido por multitudes al finalizar alguna misión riesgosa. Porque eso es lo que, más o menos, hacen los astronautas (según las películas). Sin embargo, para que una nave espacial recorra el extenso vacío del espacio, es necesario que tenga una trayectoria extremadamente bien calculada. No podemos hacer grandes correcciones en la ruta durante un viaje espacial, ni cambiar de destino a mitad de camino. La opción mínima es estrellarnos, la más probablemente es seguir de largo en un viaje silencioso y eterno. ¿Y quiénes pueden calcular con total precisión esas órbitas que aseguren la llegada de los astronautas a la Luna o a Marte? ¡Los astrónomos! Son la garantía de éxito en una misión espacial… Sin embargo, solo algunos de los profesionales de la Astronomía se dedican a la mecánica celeste. Unos pocos calculan órbitas. Así que esa tampoco es la respuesta sobre la utilidad de la Astronomía… ¿Y los satélites? ¿Quién hace los cálculos para ponerlos en órbita? Sin satélites no veríamos noticias del otro lado del mundo o a la selección de fútbol ganar un Mundial. No nos enteraríamos de cada tormenta que amenace a nuestra ciudad. No nos orientaríamos en nuestros viajes con el práctico GPS. No veríamos cómo cambia, día a día, nuestro planeta debido al calentamiento global. Pero, sin embargo, pienso… yo no trabajo con satélites. Yo investigo astros lejanos. La aplicación en satélites y tecnología espacial incluye a un pequeño puñado de astrónomos. A mí y a muchos colegas más, no nos representa.

Así que sigo buscando en mi mente una explicación que no parezca una excusa. Y encuentro un nuevo camino, aprovechando lo que terminé de reflexionar. Nuestro planeta tiene problemas. El calor se acumula día a día y lo vuelve poco a poco más inhóspito. No tenemos muchas esperanzas de que quienes nos gobiernan hagan algo efectivo para cambiarlo, o que los mismos codiciosos de siempre que depredan el mundo, dejen de hacerlo por pensar en sus propios hijos. Son razonamientos utópicos. Entonces… si algún día nuestro planeta se vuelve demasiado desapacible, con aire irrespirable y calor agobiante, cuando animales y plantas digan su triste adiós… quizás sea necesario tener una “Tierra 2”. Justamente hoy se invierten muchos esfuerzos en encontrar planetas girando alrededor de otras estrellas y se hacen notables descubrimientos. Y hay que confesarlo: quienes buscan exoplanetas tienen la mirada puesta en el futuro. Parece de ciencia ficción pensar en un arca que traslade a la humanidad a un nuevo planeta, para empezar de nuevo (ojalá que con más respeto por la naturaleza). Parece de ciencia ficción, pero la pregunta acuciante es, en realidad, ¿tenemos otra alternativa? Más de 5.000 planetas girando alrededor de otras estrellas, descubiertos en las últimas décadas, y casi 200 planetas semejantes a la Tierra. Esa es la cosecha que tenemos hasta el momento, gracias a nuestros telescopios. Una búsqueda loable de un hogar para el futuro. Sí, muchos astrónomos y astrónomas buscan planetas. Pero esa tampoco es la respuesta. No todos hacemos eso. ¿Y entonces…?

Hmm…, probemos otra posibilidad. Quien busca planetas alrededor de otras estrellas, también participa de una búsqueda más trascendental para la especie humana: la búsqueda de vida extraterrestre. ¿Habrá planetas habitados? El universo, ¿será fértil en vida, lleno de jardines y seres que corretean, o la vida será algo tan raro que solo se encontrará en nuestro precioso planeta? Desde la Astronomía quizás podamos dar respuesta a esa pregunta tan desconcertante y perturbadora. Y cualquiera sea la respuesta, seguramente le dará a la humanidad un buen propósito para unirse de una vez por todas, después de tanta discordia irracional como muestra la historia. Tendremos la opción de abandonar nuestras disputas mezquinas y actuar como una especie unida, valiosa y única. Hasta quizás tengamos la oportunidad de aprender de los extraños del universo, a comportarnos éticamente. O, en el peor de los casos, esa unión será para enfrentar nuevas amenazas…

Creo notar una mirada más compasiva en el jurado. Aunque los argumentos que voy presentando parecen fragmentarios, solo los podemos conquistar mediante la Astronomía. Pero aún podemos ensayar algunas soluciones más al dilema. Podría preguntarle a los miembros del jurado “¿cuántos años tienen?” La respuesta muestra que la edad de una persona se mide en términos de un evento astronómico: la traslación de la Tierra alrededor del Sol. También podría preguntarles a qué hora se levantan, almuerzan o van a trabajar. Todos sus actividades se organizan de acuerdo al hecho de que vivimos en un planeta que gira sobre su eje, y que una estrella cercana (¡el Sol!), ilumina alternativamente cada una de sus caras. Para insistir, podría preguntarles “¿cada cuánto cobran sus sueldos?” Me dirán que cada mes. Y el mes es, aproximadamente, el tiempo que le lleva a la Luna completar sus cuatro fases: creciente, llena, menguante y nueva. Entonces podré decirles que establecer el tiempo de nuestros relojes y almanaques, y sincronizarlo con nuestros ritmos de vida, ¡es tarea de la Astronomía!

El tiempo y su sincronización con las actividades humanas es tarea de la Astronomía. Imagen basada en el cuadro “Las Espigadoras” de Jean François Millet.

Parecen muchos argumentos sueltos… Ya estoy muy nervioso, así que empiezo a indagar en la historia buscando otras justificaciones. ¿Para qué sirve la Astronomía? Recuerdo que, cuando se empezaron a conocer los distintos elementos químicos, hubo uno que fue descubierto por astrónomos. El “helio”, el segundo elemento más abundante del universo, fue encontrado primero en el Sol que en la Tierra (donde existe con mucha menor abundancia). Para encontrarlo, se requería que se desarrollaran técnicas para determinar la composición química de objetos tan lejanos como el Sol. Y quienes lo descubrieron, no planeaban encontrar elementos químicos nuevos y desconocidos. No era “el hacer algo para tener tal resultado definido”. Nada es directo e inmediato en un universo inmenso. El cosmos se revela ante nosotros, a cuentagotas, si tenemos la valentía de examinarlo.

Entonces pienso: “mi ciencia hoy parece que no es útil, pero mañana seguramente lo será”. Lo que pueda aprender hoy del universo, abrirá nuevos caminos en el futuro. La Astronomía es una ciencia que se hace poniendo las esperanzas en el futuro, no para un uso inmediato. No sirve para el confort ni para sanar. Es “ciencia pura”, a diferencia de la “ciencia aplicada”.

¿Cómo no estudiar al Sol y las estrellas, si nuestros mismos átomos (carbono, oxígeno, nitrógeno, calcio y mucho más) nacieron en el interior de estrellas antiguas que ya no están? ¿Cómo no indagar en la naturaleza del Sol, si este permite que nuestro mundo sea habitable con su luz gentil, que hace funcionar el ciclo del agua y produce la lluvia y el recorrido de los ríos? ¿Cómo no estudiar las estrellas que explotan, si damos tanto valor al oro y otros minerales escasos, cuyo origen estuvo en esas colosales explosiones?

En este momento, nos sentimos tentados a cuestionar el verbo “servir”. Jugamos un poco en los segundos que nos quedan antes del veredicto. ¿Para qué sirve “La Gioconda”? La Gioconda…, es un cuadro. No hace nada. Se queda donde lo cuelguen y si no lo miramos, de poco nos ayuda en nuestras vidas… ¿Y si lo miramos…?

Y si lo miramos, nos devuelve la mirada con su insondable sonrisa y nos trae recuerdos de un tiempo vago y remoto. Nos cautiva con su belleza misteriosa, brotada del pincel de un genio. Solo los que han perdido la razón podrían destruir esa obra de arte porque no “sirve”. Descartarla, solo porque estimula nuestros sentidos y alimenta al corazón, pero no a nuestros estómagos… Ese cuadro, pequeño en dimensiones, es fruto de lo mejor de la humanidad, de la capacidad de transmitir belleza, de despertar algo diferente dentro nuestro.

Porque nuestra vida no consiste solo de un cúmulo de necesidades básicas a satisfacer. Nuestra vida no puede ser una rutina de repetir incansablemente las mismas actividades, procurando tener más dinero, más bienes, más poder. Nuestra vida debería ser algo más profundo, más contemplativo. Nacimos a la vera de un vasto universo para admirarlo, para explorarlo, para descubrirlo. Dentro de una sociedad que se mira a sí misma, en Astronomía miramos hacia afuera. Pero no lo hacemos de manera egoísta y arrogante. Ponemos nuestro esfuerzo en compartir esas hermosas visiones del cosmos con nuestros hermanos de planeta. Con la Astronomía podemos rescatar paisajes nunca vistos: enormes nubes coloridas de gas interestelar, estrellas recién nacidas que brillan con un azul cegador, planetas helados vagando sin su estrella madre, cometas que despliegan un abanico de cola interminable. Con la Astronomía, podemos descubrir la historia de cómo nació todo, nuestro planeta, nuestra galaxia, el universo mismo, y cómo seguirá en el futuro. Podemos anticipar eventos con exactitud, así como aprendimos a predecir los eclipses. Podemos tranquilizarnos sabiendo que el Sol brillará por millones de años y no terminará mañana. Esas imágenes tomadas por telescopios que todos disfrutamos, esos descubrimientos que surgen de nuestros estudios, de artículos científicos interminables e intrincados, de modelos de computadora sofisticados que nos han llevado noches de trabajo… Ese trabajo difícil, por momentos agotador o lleno de desesperantes intentos improductivos…

Ese trabajo que finalmente enciende una pequeña luz de conocimiento sobre un universo imponente. Ese es nuestro sacrificio para la sociedad. Ese es nuestro servicio.

El jurado puede leer la sentencia.

Autor de la nota: Dr. Roberto O. J. Venero (IALP – CONICET, FCAG – UNLP)