Antigua Roma

La conjura contra Tiberio

En los últimos años de su reinado, Tiberio vivió retirado en la isla de Capri. Al descubrir que Sejano, su mano derecha, conspiraba en Roma contra él, movió hábilmente los hilos para tenderle una trampa y liquidarlo

El emperador Tiberio

El emperador Tiberio

Al poco tiempo de retirarse a la isla de Capri, Tiberio empezó a mostrar cada vez menos interés en la vida política romana, lo que Sejano aprovechó para intentar hacerse con las riendas del poder en Roma. Estatua de Tiberio vestido con toga. Museo del Louvre, París.

Foto: DEA / Scala, Firenze.

Cronología

El sucesor del gran Augusto

14

Tiberio, que tiene 56 años, sucede en el trono a su padre adoptivo, Augusto, el primer emperador de Roma.

23

Muere Druso el joven, hijo de Tiberio y de su primera esposa Vipsania. Algunos rumores apuntan que Sejano está tras su muerte.

26

Durante un derrumbamiento en la gruta de Sperlonga, donde Tiberio tiene una villa, Sejano protege la vida del emperador.

27

Tiberio se retira a la isla de Capri. Mientras el emperador se desentiende del gobierno, en Roma aumenta el poder de Sejano.

1-I-31

Sejano es nombrado cónsul junto al emperador. Antes del nombramiento, Tiberio es advertido de que Sejano conspira contra él.

18-X-31

Se lee en el Senado una carta de Tiberio que certifica la caída en desgracia de Sejano, quien es arrestado y ejecutado.

16-III-37

El emperador Tiberio muere en Capri a los 77 años, sin haber regresado a Roma. Calígula, su nieto, lo sucede en el trono imperial.

A los 69 años, el emperador Tiberio decidió retirarse a la isla de Capri. Allí poseía doce villas en las que podía alojarse y disfrutar de una vida llena de comodidades y placeres. Le atraía el clima de aquel lugar, suave en invierno y de agradable temperatura en verano, junto a las insuperables vistas sobre la bahía de Nápoles. Pero el factor decisivo para elegir Capri fue el de la seguridad, ya que la isla no tenía grandes puertos, sino algunos pequeños refugios para barcos de poco calado. Además, cualquiera que deseara acercarse era avistado desde lejos por los cuerpos de guardia.

Villa Jovis

Villa Jovis

El palacio de Tiberio en Capri seguía un esquema constructivo helenístico y se situaba en la cima del monte Tiberio, a 334 metros sobre el mar.

Foto: WestenD61 / Getty Images

Algunos decían que Tiberio se había alejado por propia voluntad del bullicio de Roma y de sus deberes como princeps (príncipe o primer ciudadano), el nombre con el que se conocía a los emperadores romanos. Nunca le había gustado la idea de suceder a su padrastro Augusto y se le hacían pesadas las cargas del gobierno. Las fuentes, normalmente hostiles a su figura, hablan de su crueldad y sus vicios, que deseaba llevar a cabo en un lugar oculto y apartado. Se decía, además, que en su vejez se avergonzaba de su aspecto: era alto, pero flaco y encorvado, calvo y con la cara llena de úlceras que untaba con medicamentos.

Otros, en fin, atribuían la decisión de su retiro a la mala influencia del intrigante Lucio Elio Sejano, mano derecha de Tiberio y miembro de la clase de los caballeros, cuyo poder había ido creciendo. Se creía que Sejano deseaba alejar a Tiberio de Roma y mantenerlo aislado para tener las manos libres y controlar el acceso a la persona del emperador. Algo que convenía al propio Tiberio, que prefería dejar el ejercicio del poder en manos de su ministro mientras él permanecía en su isla en una relativa tranquilidad.

Moneda de Tiberio

Moneda de Tiberio

Templo de la concordia en una moneda de Tiberio.

Foto: Scala, Firenze.

El ascenso de Sejano

Esa tranquilidad se vio sobresaltada hacia finales del año 30. Fue entonces cuando a Tiberio le llegaron noticias de que su fiel colaborador conspiraba contra él. ¿Cómo aquel hombre al que él consideraba su socius laborum, su compañero en los trabajos del gobierno, se atrevía a alzarse contra su persona después de tantos favores recibidos? Tiberio recordaba con claridad cómo en el año 26, justo en el momento en que empezaba a desear alejarse de Roma, había recalado en una de sus villas de la costa del Lacio, llamada Spelunca («la cueva»), cerca de la actual Sperlonga. El lugar tenía un suntuoso cenador en una cueva natural decorada con estatuas relacionadas con la Odisea. Mientras comían en aquel idílico paraje, de repente unas enormes rocas se desprendieron del techo y aplastaron a algunos sirvientes. Los comensales salieron huyendo despavoridos buscando su propia seguridad, pero Sejano se mantuvo junto a Tiberio y, arriesgando su propia vida, lo cubrió con sus rodillas, rostro y manos. Aquel gesto le granjeó la confianza total del emperador.

Cueva de Sperlonga

Cueva de Sperlonga

Esta cavidad, de 22 metros de diámetro y tallada en la misma roca, se incorporó al proyecto arquitectónico de la villa de Tiberio en Sperlonga, en la costa del Lacio. Se compone de dos piscinas entre las que se colocaron diversos grupos escultóricos.

Foto: Ivan Vdovin / Awl images

En realidad, el ascenso de Sejano en la estructura de poder romana había empezado años antes. Aunque pertenecía a la clase de los caballeros (inferior a la de los senadores), su madre, Cosconia, procedía de una poderosa familia de rango senatorial. Cuando Tiberio accedió al poder le encomendó el mando de la guardia pretoriana, que primero compartió con su padre Estrabón y luego ejerció en solitario, cuando un año más tarde Estrabón se convirtió en gobernador de Egipto. Una de las primeras decisiones de Sejano, en el año 20 o 23, fue reunir en un solo campamento en la colina Viminal a los cerca de 10.000 soldados que estaban dispersos por la ciudad. Con ello reforzó su poder: ahora disponía de una poderosa fuerza militar cuya sola presencia podía atemorizar a sus oponentes.

El mismo año 23 murió Druso, hijo de Tiberio, y parece ser que entonces comenzaron la ambición de Sejano y sus maquinaciones. Incluso corrieron rumores de que el propio Sejano había asesinado a Druso en connivencia con la esposa de éste, Livila, con la que mantenía una relación adúltera.

Juno Ludovisi

Juno Ludovisi

Representación idealizada de Antonia la Menor, viuda de Druso el Mayor, el hermano de Tiberio fallecido en Germania. Palacio Altemps, Roma.

Foto: BKP / Scala, Firenze.

El historiador romano Tácito traza un retrato poco favorable de este personaje astuto y maquinador que ponía todas sus cualidades al servicio de su secreta ambición: «Al exterior un afectado recato, por dentro la ambición del máximo poder, y para lograrlo usaba unas veces de la prodigalidad y el fasto, y más a menudo de la industria y la vigilancia, no menos dañinas cuando se fingen por apetencia de reinar». Tácito añade que Sejano «sedujo con artes varias a Tiberio, de manera que logró para sí solo la abierta confianza de aquel que tan sombrío resultaba para los demás».

Se descubre la conjura

No podemos saber a ciencia cierta si Sejano, cegado por su ambición y por los honores recibidos, tramó realmente una conspiración contra Tiberio. Lo único que conocemos es la reacción de Tiberio cuando le informaron del peligro que supuestamente corría. El historiador judío Flavio Josefo explica que el emperador recibió en Capri una carta enviada por su cuñada Antonia la Menor que ésta le hizo llegar por medio de un esclavo de confianza llamado Palas, en la que constaban todos los datos de la conspiración urdida por Sejano. Al parecer, esta noticia hizo que el astuto emperador comenzara a preparar secretamente la caída del que hasta entonces había sido el segundo hombre más poderoso del Imperio. Indeciso y siempre temeroso de maquinaciones contra su persona, Tiberio no dudó en dar crédito a una misiva que, por otro lado, procedía de una persona de su más completa confianza.

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Otro historiador, Dión Casio, sin mencionar la carta de Antonia, dice simplemente que Tiberio se enteró de que los senadores y todos los demás trataban a Sejano como si fuera el verdadero gobernante de Roma. Hasta tal punto había llegado su poder que parecía que Sejano era el emperador y Tiberio, tan sólo el gobernador de la minúscula isla de Capri. Sabido esto, el emperador decidió maniobrar contra él en secreto.

No cabía precipitarse, puesto que Sejano tenía el mando de la guardia pretoriana y durante sus largos años de influencia se había atraído la voluntad de muchos senadores, bien por medio de favores, bien infundiéndoles temor. Por ello, Tiberio recurrió a una de sus más eficaces armas: el disimulo. Para hacer creer a Sejano que seguía contando con toda su confianza, hizo que el 1 de enero del año 31 fuera nombrado cónsul, la máxima magistratura romana; su colega sería el propio Tiberio, que sólo había disfrutado de ese cargo en dos ocasiones. Un poco más adelante en ese mismo año se concedió a Sejano compartir con el emperador el imperio proconsular, un poder especial sobre las provincias y el ejército. Tan sólo le quedaba obtener la potestad tribunicia, un honor civil que era el paso definitivo para asociarse del todo al poder imperial de Tiberio.

Tiberio recurrió a una de sus más eficaces armas: el disimulo

Falsas promesas

Para acentuar su estrecha relación, Tiberio llamaba a Sejano «compañero de sus desvelos», y a veces incluso «mi Sejano». Esta mayor identificación entre el príncipe y su segundo hizo que se levantaran a ambos estatuas de bronce por doquier y que sus nombres se escribieran juntos en los documentos oficiales. Se llegaron a hacer sacrificios delante de las imágenes de Sejano, del mismo modo que se hacían ante las de Tiberio.

Sin embargo, a veces el emperador se comportaba de un modo ambiguo: si por un lado confería honores a algunos protegidos de Sejano, a otros los deshonraba. De igual modo, unas veces elogiaba al prefecto y otras lo censuraba. Esta actitud ambivalente contribuía a crear incertidumbre y restar apoyos al emergente Sejano, que también se sentía confundido. La simulación de Tiberio alcanzó su cénit cuando, habiendo recibido a Sejano en su villa de Capri, fingió hallarse enfermo y le dijo que se adelantara a Roma y que él le seguiría enseguida. Al despedirse, el emperador abrazó a Sejano y lo besó entre lágrimas declarando que era como si se separara de una parte de su cuerpo y de su alma.

El prefecto del pretorio no podía imaginar lo que le vendría encima al llegar a Roma, y ello pese a que en los meses precedentes toda una serie de presagios desfavorables parecían anunciarle una catástrofe personal. Los historiadores romanos concedían gran importancia a estos hechos extraordinarios y los consignaban en sus obras. Así, el primer día del año 31, el triclinio donde se recostaban los invitados en la casa de Sejano se rompió por el peso de los convidados. En otra ocasión, después de hacer un sacrificio en el Capitolio, Sejano quiso bajar al Foro y los sirvientes que lo escoltaban se desviaron por el camino de la prisión, situada cerca, y al bajar las escaleras Gemonías, por las que se arrojaban los cuerpos de los condenados, resbalaron y cayeron al suelo. Más tarde, cuando Sejano en persona consultaba los auspicios en el Foro observando el vuelo de las aves para ver si la suerte le era favorable, sólo vio una bandada de cuervos que, volando en círculo y graznando, fueron a posarse en su propia casa. Eran signos de que el todopoderoso ministro había perdido el favor de los dioses.

Una bandada de cuervos negros que se posó en su propia casa manifestó a Sejano que pronto sufriría una desgracia

La caída del favorito

Tiberio planeó el golpe de gracia a Sejano para el 18 de octubre del año 31. La víspera, el emperador envió a Macrón, prefecto de los vígiles, la guardia nocturna de la ciudad, a conspirar con Régulo, uno de los cónsules en ejercicio que le era favorable. En secreto, Macrón tomó el control de la guardia pretoriana y pasó su anterior cargo a un tal Lacón, hombre de su confianza. Los pretorianos no debían de estar demasiado unidos a Sejano, dada la facilidad con que dejaron de apoyarlo, o quizá se daban cuenta de que su caída era inminente y optaron por seguir al seguro vencedor a cambio de ciertas recompensas.

Tiberio

Tiberio

Busto de Tiberio en su juventud. En su vejez, Tiberio sufrió de diversas afecciones cutáneas que le acomplejaron. Museo del Louvre, París.

Foto: S. Maréchalle / RMN

Al amanecer, Macrón subió al templo de Apolo en el Palatino, donde iba a celebrarse la reunión del Senado. Por el camino se encontró con un vacilante Sejano, que se tranquilizó cuando Macrón le dijo que traía una carta de Tiberio en la que se le concedía la ansiada potestad tribunicia. Cuando Sejano estuvo dentro del templo, Macrón retiró a la guardia pretoriana que protegía a Sejano y colocó en su lugar a los vígiles, más fieles a su persona. Luego dejó a Lacón al mando de esta fuerza y él se retiró al cuartel general de los pretorianos.

En la reunión del Senado se procedió a leer la carta de Tiberio, una larga misiva que primero criticaba levemente a Sejano y terminaba abruptamente declarando que dos senadores partidarios de Sejano debían ser castigados y él mismo detenido de inmediato. El cónsul Régulo, quizá por orden directa del astuto Tiberio, decidió no someter a votación de todos los senadores la condena a muerte, ya que en el Senado había muchos partidarios y parientes de Sejano. Así que sólo preguntó a uno su parecer y éste dio el voto favorable de que fuera llevado a prisión.

Dión Casio describe de modo dramático la enseñanza moral de la fulminante caída de Sejano: «Al mismo hombre que al amanecer todos habían acompañado a la curia como si fuera su superior, lo llevaban ahora por la fuerza a prisión como a un cualquiera […]. Y llevaban a ejecutar a ese ante el que se arrodillaban y ante el que sacrificaban como a un dios». Poco después en el mismo día, el Senado volvió a reunirse y lo condenó a muerte. Sejano fue estrangulado y arrojado por las escaleras en las que se exponía a los criminales, las mismas en las que habían resbalado y caído sus sirvientes. Allí su cadáver fue ultrajado por el pueblo durante tres días antes de ser arrojado al Tíber.

La muerte de Sejano

La muerte de Sejano

El pueblo de Roma se ensaña con el cadáver de Sejano en las escaleras Gemonías, en el año 31. Grabado de una obra de Jan Luyken y de Jan Claesz ten Hoorn. 1698.

Foto: Artokoloro / Age Fotostock

Mientras tanto, el emperador permanecía inquieto en Capri, pues temía que su plan fracasara, que Sejano se apoderara de Roma y acudiera a la isla para acabar con él. Incluso tenía algunos barcos preparados para la fuga. Cuando por fin le llegaron noticias, se alegró con la muerte de Sejano, pero no quiso recibir a la embajada enviada por el Senado ni tampoco al cónsul Régulo, que quería organizar su regreso seguro a la ciudad. Tiberio, una vez superada esta conspiración, real o supuesta, no regresó jamás a Roma y murió seis años y medio después en Campania.

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Salvado in extremis

En sus anales, Tácito cuenta de este modo el desprendimiento del techo de la cueva de Sperlonga: «Las rocas de la entrada se derrumbaron de repente aplastando a varios de sus servidores [...]. Sejano, cubriendo al César con sus rodillas, rostro y manos, se opuso a las piedras que caían, y en tal actitud fue hallado por los soldados que habían llegado a prestar ayuda».

Sejano y Tiberio

Sejano y Tiberio

Sejano salva a Tiberio en Sperlonga. Grabado de la historia romana de Pinelli.

Foto: AKG / ALBUM

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La guardia, bajo control

En el año 23 d.c., Sejano, prefecto del pretorio, inauguró un nuevo campamento para esta guardia situado a las afueras de Roma, cerca de una puerta de las murallas, la Viminalis. Allí, Sejano concentró a las distintas cohortes de la guardia pretoriana en un solo grupo de barracones permanentes con el objetivo de consolidar aún más su posición.

Pretorianos

Pretorianos

Grupo de pretorianos. Relieve procedente del foro de Trajano. Louvre, París.

Foto: Enrich Lessing / Album

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El dueño del Senado

En ausencia de Tiberio, Sejano logró hacerse con el control absoluto del Senado. Hizo que los senadores juzgaran y condenaran a muerte a muchos de sus rivales, como el caballero Ticio Sabino, quien tras la sentencia fue arrastrado por las calles de Roma con una soga al cuello mientras gritaba: «Así se inaugura el año y tales son las víctimas que caen en honor de Sejano».

Senado Romano

Senado Romano

Un debate en el Senado. Grabado por Severino Baraldi. 1930.

Foto: Bridgeman / ACI

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El fin de la familia de Sejano

La venganza de Tiberio no se limitó a Sejano. Alcanzó también a sus hijos, que fueron condenados a muerte por decreto, según anota Dión Casio. El mismo historiador explica que a la joven hija de Sejano, Junila, que tenía tan sólo once años, el verdugo la violó antes de ejecutarla, «según el principio de que era ilegal dar muerte a una virgen en prisión». La esposa de Sejano, Apicata, quedó en principio a salvo de la venganza, pero al ver el destino de sus hijos decidió suicidarse. Antes escribió una carta a Tiberio en la que le revelaba la implicación de su sobrina Livila en la muerte de su hijo Druso. Tiberio se contuvo a duras penas de matar él mismo a Livila, dejando que lo hiciera su cuñada Antonia, que dejó morir de hambre a su propia hija.

Gran Camafeo de Francia

Gran Camafeo de Francia

En esta representación de la dinastía Julio-Claudia, realizada hacia el año 23, aparece Tiberio sentado en el trono y frente a él su hijo y heredero Druso, que moriría poco después en circunstancias sospechosas.

Foto: ALBUM

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Este artículo pertenece al número 196 de la revista Historia National Geographic.