Episodios de la Reconquista

Guzmán el Bueno, el héroe del asedio de Tarifa

Decidido a defender la fortaleza del Estrecho frente a los musulmanes, Alonso Pérez de Guzmán no quiso rendirse ni siquiera cuando los sitiadores amenazaron con degollar a su propio hijo frente a las murallas. Es más, el caballero llegó a lanzarles su propio puñal para que llevasen a término su amenaza.

Guzmán el Bueno arroja el puñal con el que será ajusticiado su hijo desde el castillo de Tarifa. Óleo por Salvador Martínez Cubells. 1884. Universidad de Zaragoza.

Guzmán el Bueno arroja el puñal con el que será ajusticiado su hijo desde el castillo de Tarifa. Óleo por Salvador Martínez Cubells. 1884. Universidad de Zaragoza.

Guzmán el Bueno arroja el puñal con el que será ajusticiado su hijo desde el castillo de Tarifa. Óleo por Salvador Martínez Cubells. 1884. Universidad de Zaragoza.

PD

La juventud de Alonso Pérez de Guzmán fue la de tantos caballeros de la Castilla medieval que buscaron fortuna en las guerras de Reconquista. Hijo ilegítimo del adelantado mayor de Castilla, de quien tomó el apellido, no había cumplido aún los veinte años cuando, dejando atrás su tierra natal en León, se enroló en las tropas castellanas de don Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, y se dirigió con ellas a Andalucía, a la tierra de frontera con el reino de Granada. El objetivo de la expedición era frenar las terribles algaradas que llevaban a cabo por el bajo Guadalquivir los benimerines, dinastía bereber que dominaba el norte de África.

Ocupaba entonces el trono de Castilla Alfonso X, quien había encargado la dirección de las operaciones en el sur a su primogénito, don Fernando de la Cerda. Al fallecer este inopinadamente, la responsabilidad recayó en el hijo segundo del monarca, el infante don Sancho, futuro Sancho IV. Este bloqueó el estrecho de Gibraltar y frenó a los invasores en la batalla de Martos. Este choque fue el bautismo de fuego de Alonso Pérez de Guzmán. El joven caballero ya nunca más regresaría a los lejanos dominios leoneses; por el contrario, se instaló en Sevilla, dispuesto a servir a Alfonso X.

Al servicio del rey moro

Sin embargo, se produjo por entonces un incidente que relataron los cronistas posteriores del linaje de los Guzmán. Tras ser insultado en la corte regia por miembros de su propia familia a causa de su condición de bastardo, el caballero leonés decidió exiliarse "para ganar honra y acrecentar su fama y adquirir hacienda". Con un grupo de amigos y allegados leales marchó a Marruecos, donde se puso al servicio del emir benimerín Abu Yusuf.

Tras ser insultado en la corte por miembros de su propia familia a causa de su condición de bastardo, el caballero leonés decidió exiliarse.

Escena de batalla. Cantigas de Santa María.

Escena de batalla. Cantigas de Santa María.

Escena de batalla. Cantigas de Santa María.

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En África, Pérez de Guzmán fue guarda mayor de la casa del emir y también capitán de todos los cristianos que allí residían como mercenarios. Combatió junto a los benimerines en el norte de África, protagonizando acciones que lo rodearon de un halo legendario, como el combate con una serpiente a la que dio muerte y que quedó representada en el escudo de armas de los Pérez de Guzmán. Alonso también combatió en Andalucía.

En 1281, encabezó las tropas norteafricanas que el emir de Fez mandó en ayuda del Rey Sabio, enfrentado entonces con su hijo, el infante don Sancho, por los derechos de sucesión al trono. En recompensa a sus gestiones y buenos oficios, Alfonso X le casó con la noble sevillana María Alfonso Coronel

El regreso del soldado

Pérez de Guzmán volvió a Marruecos, mientras su esposa permanecía en Sevilla. La muerte en 1286 del emir Abu Yusuf debilitaría su posición, dado que el nuevo emir, Abu Yaqub, mostró pronto una manifiesta antipatía hacia los mercenarios cristianos. Además, en Castilla reinaba ya Sancho IV; era el momento de ofrecer su experiencia y servicios militares al nuevo monarca castellano, embarcado en lo que sería una larga batalla por el control del estrecho de Gibraltar. Por otra parte, el antiguo caballero leonés seguramente pensó que había alcanzado ya la fama, el prestigio y, sobre todo, las riquezas necesarias para reparar su honra y su honor sin vergüenza entre sus iguales andaluces y castellanos.

En 1291, Alonso Pérez de Guzmán estaba ya en Sevilla, al servicio del monarca Sancho IV. Habida cuenta de sus conocimientos sobre los benimerines, tal vez participó ya en la conquista de Tarifa por los castellanos en 1292. En cualquier caso, tan solo dos años más tarde encontramos al noble leonés como alcaide de Tarifa, dispuesto a defender con su vida la fortaleza ante el implacable cerco al que la sometieron benimerines y granadinos, empeñados en recuperar aquella plaza estratégica.

En 1294, encontramos al noble leonés como alcaide de Tarifa, dispuesto a defender con su vida la fortaleza.

Patio del castillo de Guzmán el Bueno en Tarifa.

Patio del castillo de Guzmán el Bueno en Tarifa.

Patio del castillo de Guzmán el Bueno en Tarifa.

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Entre las tropas sitiadoras se encontraban algunos cristianos que habían roto con el monarca castellano y se habían aliado con los musulmanes, como años antes lo había hecho el propio Pérez de Guzmán. Uno de estos era el turbulento infante don Juan, hijo de Alfonso X, quien desde 1293 tenía bajo su custodia al niño Pedro Alonso Pérez de Guzmán y Coronel, el hijo mayor de Alonso Pérez de Guzmán y su esposa María Coronel. Surge aquí la historia que ha hecho de Pérez de Guzmán –o Guzmán el Bueno, como pasaría a llamársele a partir de entonces– una figura de leyenda en la historia de la España medieval.

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El triunfo del bastardo

Se cuenta, en efecto, que el infante don Juan y los benimerines, ante la resistencia que presentaba Tarifa, pusieron al hijo de Pérez de Guzmán frente a las murallas y amenazaron al alcaide con degollarlo si no se rendía. Guzmán respondió que sacrificaría cien hijos antes que rendir la plaza a los infieles, y arrojó desde lo alto de las murallas un puñal para que ejecutaran con él a su vástago. Los sitiadores cumplieron la amenaza. Algunas versiones añaden que, tras arrojar la daga, Guzmán se fue a comer hasta que al poco tiempo, cuando el castillo se llenó de gritos, subió a las murallas y, viendo cuál era la causa del alboroto, declaró sin inmutarse: "Creía que los enemigos habían asaltado la fortaleza". Y bajó de nuevo para seguir con la comida.

Guzmán dijo que sacrificaría cien hijos antes que rendir la plaza a los infieles, y desde las murallas arrojó un puñal para que ejecutaran con él a su vástago.

Guzmán el Bueno representado en un grabado de 1791.

Guzmán el Bueno representado en un grabado de 1791.

Guzmán el Bueno representado en un grabado de 1791.

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No hay duda de que esta historia fue aderezada por los cronistas y los poetas posteriores con muchos detalles imaginarios para realzar el heroísmo en la lucha contra el enemigo religioso. Por ejemplo, Juan de Mariana, un historiador del siglo XVI, elogiaba a Guzmán por el control de sus emociones, "digno de ser comparado con los varones más señalados de la Antigüedad". Sin embargo, los historiadores han comprobado que el episodio del sacrificio del hijo con el cuchillo de su propio padre es completamente cierto.

Tampoco cabe duda de que el éxito en defender Tarifa le valió a Pérez de Guzmán toda clase de reconocimientos. Fue nombrado ricohombre del reino (el rango más elevado de la nobleza castellana): en 1297, el nuevo rey de Castilla, Fernando IV, le concedió la villa de Sanlúcar de Barrameda; y en ese mismo año, Guzmán participó en el tratado de Alcañices como uno de los consejeros más destacados de la reina regente doña María de Molina.

Emboscada mortal

Aunque la carrera militar de Pérez de Guzmán no terminó con este episodio. En 1304 debió defender de nuevo la ciudad frente a los granadinos, y cinco años más tarde, mientras Fernando IV de Castilla y Jaime II de Aragón lanzaban una ofensiva naval conjunta contra dos plazas estratégicas del reino de Granada –Algeciras y Almería–, recibió la orden regia de marchar por tierra y mar hacia la plaza de Gibraltar. Junto a él fueron Juan Núñez de Lara y las tropas del concejo y el arzobispo de la ciudad de Sevilla.

El 9 de septiembre de 1309 se produjo el asalto definitivo de los cristianos; los gibraltareños no tuvieron más remedio que capitular y entregar la villa. El 12 de septiembre, Guzmán el Bueno entró solemnemente en Gibraltar acompañando al victorioso monarca castellano. Fernando IV nombró a Guzmán alcaide de Gibraltar y lo instó a asegurar el control del territorio circundante para permitir que prosiguiera el cerco de Algeciras.

Guzmán el Bueno entró solemnemente en Gibraltar acompañando al victorioso monarca castellano Fernando IV.

Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, donde se encuentra la tumba de Guzmán el Bueno.

Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, donde se encuentra la tumba de Guzmán el Bueno.

Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, donde se encuentra la tumba de Guzmán el Bueno.

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Pero tan solo siete días después de la conquista de Gibraltar, en una expedición militar de reconocimiento y castigo, Alonso Pérez de Guzmán cayó en una emboscada en un lugar llamado el Puerto del León, cerca de la actual localidad malagueña de Gaucín. Murió, oculto en la espesura del bosque, asaetado por los musulmanes. Sus soldados llevaron el cadáver al campamento real en Algeciras, de donde fue trasladado a Tarifa y a continuación a Sanlúcar de Barrameda. Allí lo embarcaron rumbo a Sevilla, donde fue depositado por fin en el monasterio cisterciense de San Isidoro del Campo de Santiponce, que él mismo fundara como panteón familiar en 1301.