Noches de solsticio

Akelarre, el ritual de las brujas: realidad o ficción

Entre los siglos XV y XVII, miles de mujeres fueron acusadas de haber participado en akelarres y condenadas por brujería. Pese a todo, no existen pruebas de que estas reuniones se llegaran a celebrar.

Francisco de Goya y Lucientes   Witches Sabbath   Google Art Project

Francisco de Goya y Lucientes Witches Sabbath Google Art Project

CC

Según afirman las investigaciones más recientes, entre los siglos XV y XVIII, medio millar de personas fueron condenadas por brujería en Europa. La gran mayoría de los acusados, un 75% aproximadamente, fueron mujeres. Los demás, hombres e incluso algunos animales. De ahí que este fenómeno fuera bautizado la “caza de brujas”, destacando la mayoría femenina que pereció entre las llamas de las hogueras que la Inquisición prendió en pueblos y villas.

Una de las principales acusaciones que se hacía contra las víctimas era haber participado en “akelarres”, los supuestos rituales en los que las brujas y los brujos se reunían para realizar sus conjuros y adorar a satanás. Sin embargo, pese a que las actas acusatorias se conservan, no ha llegado a nuestros días ningún documento escrito que confirme la veracidad de estos rituales. 

Nadie llegó a ver jamás un akelarre: ni los inquisidores, ni los gobernantes, ni los civiles que señalaron a sus vecinas. Por lo tanto, la única aproximación que tenemos a ellos se halla en los procesos inquisitoriales publicados durante aquellos siglos, textos en los que los inquisidores describieron los akelarres basándose en las confesiones hechas por las brujas bajo el dolor y la presión de la tortura.

Artículo recomendado

Brujas de pesadilla. Pintura de Francisco Goya que muestra a un grupo de brujas practicando diversos maleficios. Museo Lázaro Galdiano, Madrid.

La inquisición y la caza de brujas

Leer artículo

El origen de la palabra “akelarre”

Pese a que el origen de la palabra “akelarre” es incierto, una de las teorías más sonadas es la que afirma que este término proviene del euskera, en concreto, de la unión de las palabras “aker” y “larre”, en español “macho cabrío” y “prado”, respectivamente. Según esta teoría, la palabra “akelarre” podría traducirse como “el prado del macho cabrío”, haciendo referencia al animal en el que Satanás se encarnaba durante estos rituales. 

Otra hipótesis, defendida por el antropólogo Mikel Azurmendi, es la que asegura que la palabra “akelarre” no tiene ninguna relación con el euskera y que el inventor de dicho término fue el inquisidor Juan del Valle Alvarado. Según Azurmendi, este vocablo es una construcción culta que emana del lenguaje jurídico culto, empleado por primera vez a comienzos del siglo XVII.

Por otro lado, a lo largo de los siglos, a las reuniones de brujas también se les ha llamado Sabbat. Esta denominación conecta directamente con el viejo prejuicio antijudío por el cual los gobernantes cristianos medievales quisieron relacionar el día de descanso judío con las reuniones satánicas de las brujas (decían que el Sabbat se celebraba en la noche del viernes al sábado, terminando justo al inicio del día sagrado judío).

John William Waterhouse   Magic Circle

John William Waterhouse Magic Circle

El círculo mágico, John William Waterhouse (1886). 

CC

La celebración del akelarre

En su libro Las brujas en la historia de España, el antropólogo Carmelo Lisón Tolosana describe las distintas etapas en las que se desarrollaban los akelarres basándose en el proceso inquisitorial publicado en Logroño a inicios de 1611, hecho a propósito del caso de las Brujas de Zugarramurdi. Este proceso se publicó meses después de que seis mujeres fueran acusadas de brujería y quemadas vivas en una ejecución pública, y muchas otras fueran absueltas tras confesar bajo tortura. 

Según el proceso, los akelarres se celebraban tres veces por semana, los lunes, miércoles y viernes a partir de las nueve de la noche. Primero se daba la convocatoria que avisaba a las brujas y los brujos que debían asistir. Para algunos era una sensación de escozor en la “marca el diablo” (stigmata diaboli), la supuesta señal que el diablo había marcado en el cuerpo de cada bruja y que las identificaba como tal. Para otros, el sonido de una campana que solo oían los adeptos o el aviso del sapo que cuidaba cada bruja, cuyo ungüento se frotaban por el cuerpo para salir volando por la ventana y dirigirse al akelarre guiadas por el animal.

Luis Ricardo Falero   Vision of Faust

Luis Ricardo Falero Vision of Faust

Vision of Faust, Luis Ricardo Falero.

Al llegar al akelarre, las brujas realizaban sus homenajes al diablo, se arrodillaban frente a él y le besaban por todo el cuerpo. Luego, las congregadas se mezclaban para danzar en círculo. El baile comenzaba con una coreografía organizada alrededor de la hoguera y, poco a poco, se iba convirtiendo en una danza caótica de sacudidas. Si alguien decía “Jesús”, el akelarre se desvanecía y la bruja o el brujo en cuestión era ajusticiado en la reunión siguiente.

En fechas señaladas, tales como San Juan, la víspera de Reyes o la noche de Todos los Santos, se celebraba en el akelarre una misa negra seguida de una orgía entre las brujas y el diablo. "Brujos y brujas se mezclan sexualmente y aparean unos con otros en total promiscuidad, sin consideraciones de sexo ni grados de parentesco", señala Lisón Tolosana en su libro. Además, durante el akelarre, los asistentes devoraban un banquete en el que había cuerpos de víctimas de sus malos actos o incluso de brujos fallecidos recientemente.

La congregación terminaba al amanecer, junto a las primeras campanadas de la iglesia o al canto del gallo. Así, el misterioso akelarre, jamás presenciado por ningún testigo que pudiera demostrar su existencia, se desvanecía, con la misma falta de verosimilitud que los inquisidores condenaron a miles de "brujas".