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¡Como brincar un río de un salto!

Brincar de un salto
2 min. de lectura

Hace algunos años participé en una reunión en la que mujeres empresarias tratábamos de tomar decisiones de interés común. Claramente habían dos grupos, las integrantes a nivel nacional y responsables legítimamente de cualquier consecuencia y las organizadoras del evento, que si bien eran de la misma organización, se enfocaban exclusivamente al éxito del evento.

Yo estaba en medio, simplemente porque fui la integrante de confianza impuesta al comité organizador por el consejo nacional. Mi participación en la reunión, (más conciliadora que cualquier otra cosa) no es el motivo de este escrito. Hasta aquí solamente estoy poniéndolos en contexto.

La razón de este escrito es contarles lo que yo me llevé de lección en esa reunión.

El punto más importante a tratar, era la firma de los contratos de servicios, las organizadoras argumentaban la necesidad de no seguir ahondando en cláusulas que alargaban la ejecución de las actividades y en la otra esquina, la abogada del consejo nacional:

- Firmar el contrato bajo estas condiciones es un riesgo que no podemos asumir.

- Posiblemente no está en el contrato, pero yo doy fe que es un proveedor que cumple su palabra.

Dijo una de las organizadoras, con gran convicción. Lo que produjo un ambiente de suspenso... A lo que la abogada, integrante del consejo nacional, contestó:

- Todos mis años de estudio y ejercicio de mi profesión, corroboran que la palabra del ser humano no es suficiente para garantizar los hechos.

La firmeza en su voz para tan concreta contestación me heló las emociones y mi parte racional tuvo que contener el aplauso.

Por supuesto, si se quería acelerar el proceso, había que ocuparse de este contrato de inmediato, en lugar de tratar de omitirlo.

Desde ése entonces, entiendo un poco mejor a los abogados...

En mi familia, la palabra era sumamente importante, eran pactos inquebrantables, y quién lo dudara era un traidor en potencia. Iniciar cualquier proyecto, especulando la posible traición, demerita la acción, es como tomar impulso para cruzar un río de un salto, pero preparándose para mojarse. Sin embargo, ¡¿Cuántos problemas me hubiera evitado de no haber  tenido vergüenza de exigir firmas?!

Y aunque duele la cruel realidad, hay que aceptarla.

A menudo me viene en mente la culminante frase de la experimentada Dra. de derecho que decidió la reunión.

Ahora firmo contratos hasta conmigo misma.

Asumo riesgos, considerando la peor de las expectativas también, ya sea un proyecto con un nuevo cliente, un nuevo colaborador, etc.

Defino mis propias cláusulas para proteger mi reacción, a menudo, prevenir que no se cumplirán las expectativas, conlleva a que no se haga con la misma convicción, pero no quiero que mis actos se rijan por la apatía.

¡Me concentro en esperar lo mejor, dando lo mejor! y si no se cumple con la expectativa deseada, lo enfrentaré como lo amerite la situación, sabiendo que siempre conservaré mis principios y con eso puedo sobrevivir para afrontar el próximo reto.

La inocencia que reina en la infancia, se agota con los años. Es lo que la gente denomina "ser maduro", cuando el adulto se llena de apatía y se niega a las aventuras.

No soy inocente, pero sigo aventurándome. 

No dejes de dar lo mejor de ti, aún cuando temas decepcionarte.

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