LOS NIÑOS Y EL ASCO

niño asco 2El rechazo o asco no es una forma de renuncia al objeto, sino una fuerte vinculación con él. (Carlos Castilla del Pino: Teoría de los sentimientos)

Cuando se trata del asco, no hay cómo confundirse. Reacciones instintivas, que van desde la caída de la presión sanguínea a la sudoración repentina y las náuseas, obligan a reducir la exposición a objetos insalubres (organismos en descomposición, heces, sudoraciones, vómitos, mucosidades, supuraciones, etc.). El asco puede ser puntual, referido exclusivamente a la breve presencia de algo que repugna y alienta a eludirlo de inmediato, o prolongarse en el tiempo, hasta constituir un patrón fijo de conducta. Reaparece cada vez que alguien queda expuesto al mismo estímulo.
Tanto el olfato, como la vista y el tacto, son capaces de gatillar la repulsión, que los gestos faciales expresan de manera inequívoca, sin necesidad de recurrir a las palabras.
A pesar de que los niños son entrenados muy temprano para que no se llevan a la boca nada que esté en suelo, hasta los tres años no es raro que coman cualquier cosa que encuentren y les llame la atención, por ejemplo grillos, hormigas y gusanos (tal como hacen en México los conocedores de la cocina autóctona, mientras los adultos ajenos a esa cultura reaccionan con asco). Los niños experimentan para averiguar si algo les agrada o repele, mientras los adultos se encargan de entrenarlos, avisándoles con palabras y gesto, que tal cosa es mala y deben evitarla.asco mujer
Las embarazadas pueden experimentar ascos repentinos (y también lo contrario, apetitos incontenibles) ante una serie de alimentos que hasta poco antes las dejaban indiferentes y volverán a no interesarles, apenas el embarazo quede atrás. Cuando se trata de alimentos, lo intolerable cambia de acuerdo a las distintas culturas: la leche que se está agriando es rechazada de inmediato por las madres y los niños de América Latina, mientras que en centro Europa la disfrutan. Un pescado que huele más fuerte de lo habitual, queda excluido del consumo, por temor a envenenarse (no obstante lo cual en Vietnam o China lo dejan expuesto al sol, hasta que se convierte en lo que consideran una salsa deliciosa con la que condimentan cualquier plato).
Metafóricamente, pueden repugnar las ideas de otra persona o instituciones que el observador aborrece, con las que no coincidiría nunca, aunque se viera obligado a hacerlo, porque violentan sus convicciones más arraigadas. Si alguien no fue educado como caníbal, ¿comería carne humana a sabiendas, tal como hacen los ogros y las brujas en los cuentos de hadas? No, esos personajes son asquerosos y el lector comparte cualquier decisión que los destruya.

Piel de Asno

Piel de Asno

Suele hablarse de un asco moral, como el que despierta la proposición de incesto en el cuento Piel de Asno de Charles Perrault, que lleva a su protagonista a huir del padre viudo que pretende convertirla en su nueva esposa. La reacción no necesita ser explicada en la Europa medieval donde circulaba el cuento, como en la inmensa mayoría de las sociedades actuales, pero resulta inexplicable para otras culturas. El matrimonio entre consanguíneos era habitual en las clases dirigentes de los Imperios Egipcio e Inca, que de ese modo trataban de mantener el poder político que habían conseguido como grupo.
A pesar del fundamento instintivo, el asco se aprende (y desaprende). Identificar lo que debe considerarse asqueroso, a diferencia de lo que pasa con otros sentimientos, como por ejemplo la valoración estética o el espíritu de sacrificio, no requiere demasiado esfuerzo de parte de aquellos que lo enseñan, ni de aquellos que lo aprenden.
Si alguien vomita cerca de testigos, como para ser visto, oído y sobre todo olido o tocado por ellos, puede contagiar de inmediato esa reacción, aunque nada se sepa sobre la primera reacción. A la inversa, si alguien no demuestra ningún asco delante de testigos que instintivamente deberían experimentarlo, lo más probables es que su resistencia desensibilice a los otros.
Los estudiantes de Medicina son invitados a presenciar una autopsia, para determinar quienes son capaces de controlar la respuesta instintiva del asco, una circunstancia que les permitirá avanzar en una carrera que tarde o temprano los expondrá a la visión y el contacto con fluidos corporales malolientes. Aquellos que sucumben a la prueba, deben dedicarse a otra cosa.

Papa Francisco besando a enfermo

Papa Francisco besando a enfermo

San Francisco de Asis besaba las manos de los leprosos, para consolarlos de su sufrimiento generado en ellos por el rechazo de la sociedad (un gesto repetido en el 2013 por el Papa Francisco con un enfermo de neurofibromatosis). Lady Di abrazaba a los niños mutilados por las bombas de fragmentación. Jesús de Nazaret lavaba los pies de sus seguidores. La supresión voluntaria del asco suele indicar en el ámbito del cristianismo superioridad moral, liberación de los impulsos elementales que llevan a otros a no pensarlo más y poner la mayor distancia posible entre ellos y aquello que se considera repulsivo.

Dime lo que te da asco y te diré quién eres. (Amélie Northomb: Metafísica de los tubos)

Madre limpiando a bebé

Madre limpiando a bebé

Los padres contagian tempranamente sus propias ansiedades y ascos a los niños, les dan a entender qué opinan de ellos, cuando advierten que no controlan sus esfínteres, un aprendizaje que puede llevarle años de intentos, fracasos y reprimendas. Al hacerlo, dejan una huella duradera en la imagen que los hijos adquieren de sí mismos. Les informan que son sucios, muy pronto advierten que van a ser evaluados por comportamientos de lo que no consiguen entender que sean responsables. Pueden resultar repugnantes, es el mensaje perturbador que reciben de los mismos que se han acostumbrado a ver como quienes los alimentan y protegen.
Para los niños es normal que se juegue con excrementos y basura; si eso se encuentra disponible, ¿por qué no hacerlo? Luego llegan los adultos y les enseñan que deben evitarlo. Si algo es designado como “caca”, en el léxico elemental de la infancia, deben apartarse de eso, a pesar de que muchos casos proviene de sus propios cuerpos y han llegado a experimentar placer al producirlo.

La modernidad, que ante los consumidores de sus bienes y servicios, se presenta como liberadora de un sistema educativo dedicado a reprimir los impulsos naturales, ha decidido intervenir en ese conflicto que se da entre lo repulsivo y lo placentero. El asco es emocionante. Quiebra la rutina. Por lo tanto, atrae. Puede ser utilizado para concentrar la atención de la infancia.

Hay muchos niños a los que les gusta sentir asco y hay toda una industria que fabrica juguetes asquerosos, con olores desagradables para niños. Y también hay adultos a los que les gusta sentir asco. (Paul Ekman)

Niño asqueado

Niño asqueado

Los niños son espectadores atentos, que probablemente habrán de imitar el comportamiento de los adultos, porque no se encuentran en condiciones de cuestionar. De hacerlo y quedar en descubierto, pronto aprenden que les aguarda algún castigo que les conviene evitar de algçun modo, por ejemplo, simulando una conducta que pueda ser aceptada.

Sentirse atraído por algo que en el contexto social se considera desagradable, que de intentar seguir disfrutándolo debe hacerse a escondidas, no es una experiencia tan rara para los niños como pudiera creerse.

No deben escupir como forma de agredir a otros niños, les han advertido, por eso los escupen cuando los adultos no los miran. No deben vomitar, les enseñaron, por eso dan vueltas y vueltas con una comida que les disgusta en la boca y finalmente se van de la mesa y se liberan de ella donde no los descubran. No deben tocarse los genitales, por lo tanto lo hacen cuando no hay testigos. El sistema del asco impuesto por los adultos es complejo, contradictorio, desconcertante por la cantidad de excepciones que incluye.

Lo asqueroso no solo provoca rechazo y aversión, sino también fascinación y atracción, el tipo de fascinación que llamamos morbo. (Adriana Gil Juárez: El asco desde la mira psico-social: emociones y control social)

De acuerdo a la experiencia generalizada, la intimidad del sexo y el parentesco suprimen los reflejos habituales del asco. Una madre no puede abandonarse al asco que le producen las babas, vómitos, orines y deyecciones de sus hijos pequeños, porque de dejarse llevar por el primer impulso, arruinaría el apego que fundamenta la relación entre ellos. Mientras sean sus hijos, le dará lo mismo cuán repugnante sea eso para el resto del mundo, porque su compromiso ante la sociedad es higienizarlos, curarlos, consolarlos. Si fueran ajenos, tal vez la tolerancia ilimitada que demostró sin quejarse, no fuera tan amplia.
En la actividad sexual, la barrera que podría suponerse invariable entre aquello que disgusta y aquello que atrae, suele borrarse o invertirse, mientras la relación se encuentra en pie. Una pareja comparte fluidos corporales, olores, proximidades que en el trato social se eluden o prohíben. Lo que ocurre a solas y gracias al consentimiento de las partes, no suele molestar a nadie que se encuentre involucrado. No obstante, resulta muy desagradable para sus protagonistas, que la intimidad se quiebre (como se advierte en las reacciones airadas que provocan la difusión de videos de aficionados que documentan esos actos en You Tube).

Existe una fascinación infantil y adolescente hacia el asco. En el caso de los niños, se manifiesta en la vida diaria ante el interés por las heces, escarabajos, mocos, etc. Y también, de manera indirecta en la publicación de libros infantiles sobre el tema. En el caso de los adolescentes, se manifiesta en el interés que muestran en navegar por internet a la búsqueda de imágenes repugnantes que compartir con los amigos, así como en la existencia de páginas web y grupos de discusión que ofrecen justamente este servicio. Y por supuesto, en la existencia de todo un género cinematográfico de lo asqueroso, el gore, y en las muertes escabrosas de los video juegos. En todos estos casos, el asco no deja de ser un dato político, dado que la fascinación por el asco no puede sino provenir de (…) un viaje a los límites de nuestro orden social. (Adriana Gil Juárez: El asco desde la mira psico-social: emociones y control social)

Basuritas

Basuritas

Gracias a las tarjetas de Garbage Pail Kids (Basuritas), publicadas a mediados de los años ´80, el asco de los niños consumidores y causado por los niños dibujados en ellas, pasó a convertirse en imágenes que se suponían divertidas y (para colmo) adictivas, intercambiables entre aquellos que comparten los mismos gustos, coleccionables en álbumes. Puesto que hay tantas formas de causar asco y rebelarse simbólicamente contra la disciplina impuesta por los padres y maestros, se preguntaron los directivos de la editorial Topps ¿por qué no explorarlas todas, para que no fuera posible detener el impulso de adquirirlas?
En apenas tres años, se diseñaron 1200 tarjetas distintas. Las quejas de los educadores que las consideraban degradantes para los niños, a la vez protagonistas y consumidores, no impidió que fueran un estupendo negocio multinacional durante tres años. La exhibición de una película que utilizaba el tema, derivó en un rotundo fracaso de crítica y público. La serie animada de televisión no llegó a ser presentada nunca en los EEUU.
Jugar con el asco podía ser divertido para que los niños sociabilizaran fuera de la vigilancia de los adultos, al mostrárselas unos a otros e intercambiarlas, pero de ahí a convertir la idea en un espectáculo audiovisual había una gran distancia. En la pantalla, la broma carente de desarrollo se volvía menos transgresora.

Acerca de oscar garaycochea

Dramaturgo, guionista de cine, libretista de TV, docente especializado en dramaturgia audiovisual, blogger empecinado en aprovechar lo que le queda de vida en comunicarse.
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