Vous êtes sur la page 1sur 3

LA AVENTURA A WELLINGTON

Una vez en los profundos valles de Nueva Zelanda, vivía una niña de
cabello azul reluciente, que se encontraba, recolectando algunos puerros
para su posterior degustación, a lo lejos vio una cascada que le resultaba
muy intrigante, además vio que se encontraba merodeando un alígero
pájaro, fue así como sin más dilación investigo, su sorpresa fue tal que
vio unas cabañas de un espesor muy nemoroso, decidió entrar muy
vigorosamente ya que su curiosidad la carcomía.

Y esa fue mi historia de cómo llegue a este oscuro lugar con gran
similitud al limbo, me encuentro escondida con los pobladores que me
acogieron y me trataron con mucha hospitalidad, ahora solo quiero irme
porque ya no me siento segura al estar siendo acechada por ese maligno
y despreciable ser llamando Wendigo. Alguien tocaba la puerta yo con
mucha seguridad la abrí y me encontré con el Hombre de madera, que
vino a tratar de sacarme de esta dimensión, acabada la larga charla el
Glabro señor de leño, se quedó y no paso mucho tiempo cuando se
quedó profundamente albanado, por mi parte subí al ático y me quedé
mirando al astrífero cielo.

- “Como juzgar a este inmenso lugar donde se intenta sobrevivir a


cualquier precio, Nadie puede juzgar, Solo uno sabe la dimensión de su
propio sufrimiento, o de la ausencia total de sentido de su vida”

Recorrimos desiertos, manglares, mesetas hasta que llegamos a nuestro


destino final cabe recalcar que pasar tiempo con el jocundo señor de
madera fue agradable no solo por su compañía sino por su estupenda
mente culinaria y artística, como una demostración en el camino me
horneo un pie de arándanos que cumplió mis expectativas.
Pero era el momento de irse y volver a casa, la despedida fue muy
nostálgica pero no había tiempo de lamentarse en un abrir y cerrar ojos
ya me encontraba viajando por este raro laberinto galáctico.
Cuando llegué a mi viejo y cálido bosque me dirigí hacia la ciudad donde
vivía mi tía Mercela, cuando caminaba me resultaba muy extraño todo
mi entorno, tal vez es por que pasé mucho tiempo en ese lugar, pero
notaba que todo el bosque al que yo llamaba hogar se notaba muy
raramente “falso” antes me divertía esculpiendo en los bellos troncos de
caoba, pero ahora no hacen más que cuestionarme, cuál es el sentido de
todo esto, sentía que perdía todo tipo de intereses que para la gente
común y corriente se les hacía divertido, invadida por mi anhedonia
soledad, venia mi principal problema, el desconocimiento de mi misma,
me llego a deprimir y a sentirme muy en soledad. Sumergida en mi
tristeza recuerdo aquellos momentos con mi madre que desde aquel
fatídico día no la volví a ver.

Viaje junto a mi tía a Wellington en busca de algún psicólogo que me


ayudara a superar esta faceta indescriptible e interminable que me
preocupaba. Pero todo fue en vano nadie pudo ayudarme, caminando
triste por las calles inmensas y repletas de cosas mundanas vi a lo lejos
un vagabundo que se encontraba físicamente mal pero que al parecer
disfrutaba de todo lo que se enfrentaba. Extrañada me acerco y le
pregunto por qué sonríe si usted sufre por el trato y necesidades, el con
una sonrisa me dijo.

A veces decimos que la vida es aburrida o mala y de cierta manera esto


es relativo cada uno crea su propio destino esto claro forjada con los
recursos que cada uno dispone, pero la verdad es que los humanos dicen
esto por lo complicada o fácil que llega a ser su vida cotidiana. Si bien es
cierto que gran parte de madurar es cuestionar, cuestionando no
solucionamos nada, porque de que nos favorece cuestionar si al final no
hacemos algo para solucionar esto.

Me quedé pensando y encontré mi respuesta, estuve viviendo del


pasado todo este tiempo, recordar es volver a vivir, pero el pasado no
necesita ser borrado, editado o cambiado, solo necesita ser aceptado,
superado y continuar adelante ante lo que el destino nos deparé.

Gustavo Aron Sobrado Retuerto

Vous aimerez peut-être aussi