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Published on May 04,2022
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Published on May 04,2022
La primera particularidad de este manual es que, a diferencia de otros, está constituido por una variada recopilación de artículos —que con￾forman los capítulo — escritos por distintos autores, lo que le da un toque diferente y único a cada texto de esta publicación. Su segunda particularidad radica en que no está dirigido a un sector exclusivo de la población, sino que está elaborado para que desde un estudiante de educación básica hasta un investigador serio resuelvan sus du￾das, con el objeto de comunicarse «mejor», porque la lengua es eso, un medio de comunicación. La tercera responde precisamente a este acto, ya que no es una reunión de prescripciones basadas en las reglas que reconoce la Real Academia Española —rae—; por el contrario, constituye una suma de los consejos más importantes,
apoyados y razonados en el uso real, práctico e indiscutible del español, una lengua —como todas— viva y en constante cambio.
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P:01

María del Pilar Montes de Oca Sicilia

Coordinadora

P:05

María del Pilar Montes de Oca Sicilia

Coordinadora

P:06

Manual de cabecera para hablar mejor, 2022

Obra original publicada como Manual para hablar mejor, 2009

D. R. © Editorial Otras Inquisiciones, S. A. de C. V.

Pitágoras 736, 1er. piso, Col. Del Valle

C. P. 03100, Del. Benito Juárez, Ciudad de México

Tel. 54 48 04 30

www.algarabiaeditorial.com

Primera edición: junio de 2009

Primera reimpresión: octubre de 2009

Segunda edición: agosto de 2015

Edición digital 2022

ISBN: 978-607-9192-15-0, Editorial Otras Inquisiciones

D. R. © Diseño e ilustración de portada: Jovany Cruz Flores

Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización escrita de los editores.

Impreso y encuadernado en México

Printed and bound in Mexico

P:07

Nota preliminar

La primera particularidad de este manual es que, a diferencia de otros,

está constituido por una variada recopilación de artículos —que conforman los capítulos— escritos por distintos autores, lo que le da un

toque diferente y único a cada texto de esta publicación. Su segunda

particularidad radica en que no está dirigido a un sector exclusivo de

la población, sino que está elaborado para que desde un estudiante

de educación básica hasta un investigador serio resuelvan sus dudas, con el objeto de comunicarse «mejor», porque la lengua es

eso, un medio de comunicación. La tercera responde precisamente

a este acto, ya que no es una reunión de prescripciones basadas en

las reglas que reconoce la Real Academia Española —rae—; por

el contrario, constituye una suma de los consejos más importantes,

apoyados y razonados en el uso real, práctico e indiscutible del español, una lengua —como todas— viva y en constante cambio.

Estamos seguros de que este manual le servirá oportuna y amablemente para precisar cuestiones del lenguaje y, además, se

divertirá mucho leyéndolo.

María del Pilar Montes de Oca Sicilia

Ciudad de México

P:09

Presentación

La expresión oral nos ha acompañado siempre. Desde la prehistoria, el

hombre empezó a comunicarse usando sonidos, y no sería hasta mucho,

pero mucho tiempo después cuando inventaría los signos gráficos. Aún en el

siglo xxi, existen comunidades enteras donde las personas no saben leer ni

escribir; y en las que ha sido la oralidad la que ha preservado sus tradiciones.

Desde el momento en que nacemos, comunicamos nuestras necesidades

básicas con llantos y gorgoritos hasta que, por imitación, empezamos a expresar

lo que queremos con balbuceos y, finalmente, con palabras. Seguramente no

recordamos cuál fue nuestra primera palabra, ni cuándo ni en qué situación

la dijimos, pero aprender a hablar fue un parteaguas en nuestra vida.

Quizá porque el español es nuestra lengua materna, damos por sentado su

uso adecuado. Nada más lejano a la realidad. El lenguaje es una herramienta,

y, al igual que un pincel, podemos utilizarla torpe y burdamente o crear un óleo

perfecto, expresivo, lleno de color, que conmueva a quien lo mire.

«Habla para que yo te conozca» decía Sócrates, y sus palabras encierran

mucha razón, ya que todo lo que decimos y la forma en la que lo hacemos nos

delata. Si hablamos sin claridad, usando un lenguaje burdo, demostraremos

una carencia de estudios o, probablemente, hasta de inteligencia.

Tan importante es la palabra que los místicos de la tradición cristiana la

comparaban con Dios: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios,

y el Verbo era Dios» (Juan 1:1).

Hablar bien no es un lujo sino una necesidad de primer orden. Aunque

no es posible hablar con faltas de ortografía, sí lo es expresarnos mal y tiene

el mismo efecto en quien nos oye que aquél que tiene que ver escrita una

P:10

tremenda falta de ortografía. Imaginen la cara del entrevistador cuando en

la conversación para conseguir un trabajo el interrogado dice: «Lo que pasa

es de que no pude traer mi currículu, pero le manejo lo que viene siendo...». Ya ni

mandarlo, pues seguramente causó una pésima impresión.

El lenguaje es algo vivo, dinámico, que cambia de comunidad en

comunidad. Con el tiempo, se vicia y se modifica por el uso de expresiones

de moda. Por ello, podemos dar por sentado que algo que constituye un error

es correcto después de oírlo varias veces y, a fuerza de usarlo, se vuelve parte de

la norma. Por eso hay que tener cuidado, porque nuestro hablar va haciendo

camino al andar y queda cincelado en el futuro.

El Manual de cabecera para hablar mejor ayuda a rescatar el uso canónico

y claro de la lengua, así como a entender el significado de las palabras.

Del mismo modo en que nos alejamos de las matemáticas porque creímos

que eran complicadas, algunos lo hacen del gusto de aprender a hablar correctamente porque carecen de maestros o libros que les enseñen lo fascinante

e importante que es usar adecuadamente el lenguaje. Contrario a la mayoría

de los libros de gramática, este manual está lleno de ejemplos cotidianos,

humor y frescura, que nos invitan a querer seguir conociendo nuestro idioma.

En temas de género nos explica por qué es correcto decir jueza, mas no

presidenta —ni oyenta, ni estudianta—. De modo simple nos explica cuándo hay

que utilizar la palabra tránsito y cuándo tráfico —que, como dice la canción: «No

es lo mismo, pero es igual»—. Nos lleva a comprender los vericuetos de los

diminutivos y los superlativos, sin pretensiones, y la regularidad o irregularidad

de los adjetivos «presumidos». Explica la escasez del uso de plurales: «¡lleve

el zapato, la sandalia!», pues con crisis o sin ella, necesitamos dos de cada uno,

y en eso sí que no podemos escatimar. Contesta dudas tan comunes como:

¿se dice coche, carro o auto?

En algún momento, todos deseamos conocer mejor nuestra lengua y las

motivaciones son variadas. Sea cual fuere la nuestra, el Manual de cabecera para

hablar mejor es el recurso para aproximarnos de una manera sencilla y divertida

a nuestra lengua madre, en lugar de tener con ella una relación distante

o incómoda, como la de una madrastra.

Fernanda de la Torre

P:11

Habla para que yo te conozca.

Sócrates

P:13

13

«Las lenguas, cuando son habladas en una vasta extensión

territorial, tienden a diferenciarse», afirma Raúl Ávila en La

lengua y los hablantes.

1

El español no es la excepción, pues se ha

extendido de Europa a América.

Las lenguas también cambian a través del tiempo; por ejemplo, el latín se diferenció en cada una de las lenguas romances2

y éstas con los años también han cambiado.

De igual forma, la lengua permite ubicar a los hablantes,

en relación con su nivel de cultura, en clases cultas o clases

populares, según su manera de expresarse.

Lo anterior comprende las variedades geográficas, históricas y sociales, respectivamente, que son parte del idioma

español en su totalidad y que permiten explicar sus cambios

y sus características.

Variedades geográficas

Son las variantes que pueden tener las palabras de una misma

lengua según las regiones o países en los que se usen, y ninguna

es mejor que otra, simplemente son distintas.

Por ejemplo:

México Argentina España

suéter pullover jersey

1 Raúl Ávila, La lengua y los hablantes, México: Trillas, 1977; p. 87.

2 Español, francés, portugués, italiano, rumano, etcétera.

Las lenguas, cuando

son habladas en una

vasta extensión territorial,

tienden a diferenciarse.

Variantes de la lengua: el caso del español

cambio lingüístico / variantes de la lengua

P:14

14

Variedades históricas

Las únicas lenguas que no cambian son las lenguas muertas. Las

demás, las que hablamos en la actualidad, sufren modificaciones, se adaptan, se ajustan, se enriquecen y permiten, gracias

a eso, que podamos nombrar los nuevos inventos, los nuevos

descubrimientos y las nuevas ideas del hombre. Sin embargo,

hay quienes piensan que el español es una forma degradada

del latín o que el español actual es una corrupción del español

clásico. Esta idea equivaldría a decir —si nos basamos en la

teoría de Darwin— que el hombre es una degeneración del

mono. No obstante, la lengua está viva y al ser utilizada por

muchos hablantes, evoluciona con ellos.

Veamos la evolución de una palabra del latín al español:

trifolium → trifoliu → trefoliu → trefol → trebol → trébol

variedades sociales

El idioma español no sólo es diferente de una región a otra o de

una época a otra, sino que también se habla de manera distinta

en cada nivel social.

Estas diferencias en la manera de hablar forman tres niveles

sociolingüísticos que se pueden observar en este ejemplo del

español mexicano:

trabajaste

trabajastes

trabajates

Lo más probable es que quien usa la primera forma pertenezca

a un nivel culto o más estudiado y quien usa la tercera, al nivel

más popular o con menos dominio.

No hay manera de hablar que se pueda considerar correcta.

Si la hay, no es una sola. Todos hablamos inevitablemente de

Variantes de la lengua: el caso del español

P:15

15

acuerdo con el uso o la norma lingüística de la comunidad y el

estatus al que pertenecemos.

 Si nacimos y vivimos en Madrid o en la Ciudad de

México, hablaremos como madrileños o chilangos.

 Si somos jóvenes, utilizaremos las expresiones propias

de esa generación.

 Si somos ancianos, usaremos otras frases.

 Si no sabemos leer, nos comunicaremos con gente

parecida a nosotros y hablaremos como ellos.

Variantes de la lengua: el caso del español

P:17

17

¡Qué bonito tu cabello!

La lengua es, sin duda, reflejo de lo que somos como seres humanos, ya que expone nuestra cultura, gustos y hábitos, en mayor

medida que los signos externos, tales como la ropa, la forma

de comer o el comportamiento. Los fenómenos lingüísticos nos

dan luz sobre actitudes sociales, como las diferencias de sexo,

las relaciones de poder en una comunidad y la segregación

o marginación de algunos grupos sociales.

Usar una lengua no implica sólo conocerla sino saber

«cuándo hablar y cuándo quedarse callado, cómo transmitir

e interpretar respeto, seriedad, humor, cortesía o intimidad»; más

aún, cómo comunicar nuestras aspiraciones, lo que admiramos,

lo que perseguimos, lo que quisiéramos ser.

William Labov, fundador de la sociolingüística moderna, descubrió los parámetros que tienen que ver con el comportamiento

de la lengua a nivel social, como el hecho de que la clase media

baja en Nueva York, al tratar de alcanzar a la clase culta, tiende

a usar formas que considera «más correctas» y apropiadas para

contextos formales. Determinó que esta actitud es el resultado

de una fuerza prescriptiva o de presión que actúa desde arriba al

calificar «lo que debe ser correcto» y que tiene una importancia

significativa en la evolución del lenguaje.

Labov descubrió que esto se debe a la inseguridad lingüística

de la clase media baja, que insiste en querer copiar patrones de

la clase culta y que es muy sensible a rasgos estigmatizados que

ella misma usaba, pero que considera «erróneos», sin olvidar

La ultracorrección ocurre

cuando, por deseo

de adoptar un estilo

culto o de prestigio, se

deforma una palabra o

construcción correcta.

Ultracorrección

cambio lingüístico / ultracorrección

P:18

18

la percepción inexacta de su propia habla.1

Este principio de

ultracorrección es mucho más fuerte en el caso de las mujeres

—posiblemente la madre de la clase media y la profesora de

educación básica sean los agentes primarios para acelerar la

adopción de estas formas.

En síntesis, a nivel social, la ultracorrección —o hiperurbanismo,

como algunos lingüistas la han nombrado— es un fenómeno

que ocurre cuando la gente pretende expresarse de una manera

más «educada», queriendo encajar en ciertos contextos sin saber

qué se necesita para ello, y trata de imitar formas de hablar que

no le son propias. Por su parte, en el nivel gramatical se trata

de la aplicación de una regla equivocada o no aprendida, cuya

intención original era evitar otros fallos más comunes.

En Sevilla —y en otras ciudades costeras de los países de

habla hispana—, la clase media baja quiere evitar la costumbre

de ignorar la d intervocálica en cansao, tumbao, bailao; y, por

lo tanto, la intercala en voces que no la llevan, como Bilbado

y bacalado —Bilbao y bacalao.

En Buenos Aires, para evitar la falta de s final en verbos como

vamoh, hacemoh, cantamoh, se utiliza la s en la segunda persona del

pretérito de verbos como fuistes, hicistes, cantastes.

2

En la Ciudad de México hay muchos ejemplos y muy

variados. La clase media baja tiende a decir varea, cambea, copea,

en lugar de varía, cambia y copia, para evitar el error de pronunciar

los hiatos como diptongos, en casos como tiatro y pior —teatro

y peor—; o para evitar errores muy propios del habla popular

como: «Creo no va venir, me dijo no venía —creo que no va

a venir, me dijo que no venía».3

Ultracorrección

1 Yolanda Lastra, Sociolingüística para hispanoamericanos, una introducción, México:

El Colegio de México, 1992; p. 317.

2 v. «Su simpática s»; p. 121.

3 v. «Creo ya se enojó Agustín»; p. 183.

P:19

19

De la misma manera, se tiende a corregir el partitivo en

oraciones como: «Deme un vaso de agua, quiero una taza de

leche, o un plato de arroz», al decir «un vaso con agua, una taza con

leche y un plato con arroz», arguyendo que «el vaso no está hecho

de agua ni el plato de arroz», pero se olvidan que, si se trata de

sustantivos de masa que no se pueden contabilizar, necesitamos

cuantificadores para indicar las cantidades y que la preposición

de significa muchas cosas, no sólo la materia de lo que está hecho

algo; por lo tanto, está bien —y muy bien— decir: «vaso de agua».

Español de Sevilla

7 Bilbado, bacalado Forma incorrecta

Cansa_o, tumba_o, rasga_o Forma que trata de evitar

Bilbao, bacalao Forma correcta

Español de Buenos Aires

7 Hablastes, comistes, hicistes Forma incorrecta

Hablamoh, vamoh, hacemoh Forma que trata de evitar

Hablaste, comiste, hiciste Forma correcta

Español de la Ciudad de México

7 Varea, cambea, copea Forma incorrecta

Tiatro, pior Forma que trata de evitar

Varía, cambia, copia Forma correcta

7 Deme un vaso con agua Forma incorrecta

Quiero una taza con leche

—que el vaso no está hecho Forma que trata de evitar

de agua ni la taza de leche—

Ultracorrección

P:20

20

Deme un vaso de agua o una Forma correcta

taza de leche

7 Él me dio su currícula Forma incorrecta

Leí los currículum Forma que trata de evitar

Él me dio su currículum, Forma correcta

o sus currículos

7 Es de que, creo de que, Forma incorrecta

pienso de que

Me dijo__venía Forma que trata de evitar

Creo__no va a ir

Es que, creo que, pienso que Forma correcta

Hay otras expresiones de la clase media baja que no pueden

considerarse ultracorrecciones propiamente dichas, pero son

artificiales y rebuscadas, ya que pretenden ser más elegantes

o «propias». Por ejemplo, demasiado, bastante en lugar de muy,

mucho, o mas sin encambio, mas sin embargo, en vez de sin embargo,

o cabello en lugar de pelo, mejilla en lugar de cachete —cuando

siempre se había llamado así.

En esta misma tendencia podemos incluir los pleonasmos en

los que se incurre cuando tratamos de estilizar el habla —el gusto

del mexicano por lo rebuscado—: aquí, en México; yo personalmente;

ojalá Dios quiera; señor don Javier Rodríguez, y te lo vuelvo a repetir,

4

o hacerla más «corporativa»: aperturar una cuenta, en lugar de

abrir una cuenta, u ofertar una acción, en lugar de ofrecer una

acción.

Como podemos observar, la ultracorrección es un fenómeno

interesante a nivel lingüístico y, en vez de abordarla con prejuicios sociales, vale la pena explicarla en vez de juzgarla.

Ultracorrección

4 v. «Pleonasmos escondidos»; p. 171.

P:21

21

¿Será verdad que, al igual que lo que se dice de la tierra, la

lengua debe ser de quien la trabaja o de quien la habla? Para

abordar el tema basta tomar como ejemplo el caso de ciertos

neologismos. ¿Qué ocurrió cuando comenzaron a aparecer en la

escena términos como implementar, escanear, faxear, agendar, estresar,

digitar, ofertar, posicionar, por sólo nombrar algunos? Los policías

lingüísticos pusieron el grito en el cielo. Ante una pregunta inocente como: «¿Me lo puedes faxear?», nunca faltaba un «defensor

del idioma» que contestara irritado: «¡Yo no te faxeo nada!».

Aunque la palabra faxear ya está en el diccionario, en las

últimas enmiendas que realizó hace unos meses la Real Academia Española, todavía muchas personas consideran que no está,

que no existe o que no debe emplearse. Admitirla equivaldría,

según ellos, «a faltarle el respeto a la lengua», algo así como si

se pisoteara algún símbolo patrio.

Por cierto, una de las palabras que sufrió más golpes fue

implementar. Allá por los años 80, algunas personas —incluidos

redactores, periodistas, correctores y traductores— se negaban

a emplearla, ya sea por decisión propia o porque en las mismas

editoriales se había armado un complot contra ella. Se decía que

era un anglicismo más y que por esa razón debía evitarse. En

vez de esto se proponía instrumentar o, peor aún, implantar, por la

sencilla razón de que estas últimas sí estaban en el diccionario.

No obstante, la gente seguía utilizando el verbo implementar

posiblemente por necesidad o, más bien, por el simple regocijo

de emplear una «palabra de moda».

Los fueros de los hablantes

cambio lingüístico / norma

Un neologismo es una

palabra que se crea ante

la necesidad de nombrar

nuevas realidades.

P:22

22

Los fueros de los hablantes

¿Qué sucedió después? En 1992, la Real Academia Española incluyó en su diccionario el verbo implementar y también

muchas otras palabras que habían escandalizado a las «buenas

conciencias», como ofertar, optimar, posicionar y hasta posicionamiento.

Más adelante, en 2001, aceptó optimizar, estresar, escanear,

digitar y también digitalizar, entre muchas otras. Probablemente en

la próxima edición, la Real Academia Española incluya agendar.

¿Qué significa todo esto? ¿Acaso la lengua está deformándose como insisten algunos? ¿Deberíamos los hablantes apegarnos

estrictamente al diccionario? ¿Esto fomentaría un verdadero

respeto a la lengua y también, como consecuencia, hablantes

del español mejor portados?

Para tratar el tema con mínima autoridad deberíamos, en

principio, conocer qué son las lenguas, cómo evolucionan, qué

tipo de transformaciones pueden sufrir. Así sabríamos, por boca

de los expertos en la materia, que las lenguas sí cambian y que

el dinamismo es parte de su esencia. Ya desde antes de Cristo,

Horacio decía que «al igual que los bosques mudan sus hojas

cada año, pues caen las viejas, acaba la vida de las palabras ya

gastadas, y con vigor juvenil florecen y cobran fuerza las recién

nacidas. […] Renacerán vocablos muertos y morirán los que

ahora están en boga, si así lo quiere el uso, árbitro, juez y dueño

en cuestiones de lengua».

A fin de comprender cabalmente estas palabras es necesario

valernos del término norma, tal como nos lo explica José G.

Moreno de Alba: norma, por un lado, tiene el sentido de «regla»

o «ley» y, por otro, el «sentido de hábito». Dice Moreno de Alba

que en el terreno de la lingüística hay una estrecha relación,

y no una antítesis, entre los dos sentidos. Esto significa que un

fenómeno de la lengua se convierte en regla o ley porque antes

se convirtió en hábito.1

Y, ¿cuál es la misión del diccionario? En

el sitio en Internet de la rae leemos: «Las lenguas cambian de

continuo, y lo hacen de modo especial en su componente léxico.

P:23

23

Los fueros de los hablantes

Por ello los diccionarios nunca están terminados: son una obra

viva que se esfuerza en reflejar la evolución registrando nuevas

formas y atendiendo a las mutaciones de significado».

Cuánta razón tenía Unamuno al decir: «El pueblo es el

verdadero maestro de la lengua […] que no hay academias ni

gramáticas, ni erudición ni escuelas que valgan contra la ley

de la vida».2

Como conclusión podemos afirmar: la lengua no pertenece

a las academias, ni a las gramáticas, ni a los diccionarios, ni a los

lingüistas, ni a los letrados, ni a los eruditos, ni a los exquisitos.

La lengua nos pertenece a todos por igual.

1 José G. Moreno de Alba, Minucias del lenguaje, México: Fondo de Cultura

Económica, 1995; p. 8.

2 Ángel Rosenblat, Nuestra lengua en ambos mundos, Barcelona: Salvat-Alianza, 1971;

p. 172.

P:25

25

Como lo mencionamos, «la lengua es de quien la trabaja».1

Sí, es de2

que estoy motivado por la idea de que lo que es la lengua

debe ser de quien la habla, inspirado por la causa de las víctimas

de los que siempre andan corrigiendo la forma de hablar y de

escribir de los demás, y, por lo mismo de su problema de ellos, he

decidido escribir esta defensa del uso al que tenemos derecho

de hacer los hablantes de nuestra lengua española.

Estamos hartos de los polecías lingüísticos que culpabilizan

a las gentes que supuestamente no saben hablar bastante y critican

demasiado a los locutores y a aquellos artistas que influencían con

sus vocablos de ellos a los mismos escuchas, desde la primer vez que

los escuchan.

Estas gentes no han aperturado sus mentes para poder accesar

a un verdadero conocimiento del lenguaje. No soy su fans, porque

creen que saben demasiado de lo que es la lengua, no entienden todo

lo que es la manera de hablar de las propias gentes. Pero la suya

es una victoria parcial en estas competiciones de la cotidianidad,

porque la belleza del lenguaje está donde debe estar y no en

otro lado, y si sus ideas no machean con el uso real de la lengua,

pues que lo hagan con su propio riesgo, eso es muy su problema

de ellos. Yo en lo personal me quedo con lo que creo que debe ser,

porque como digo una cosa digo la otra.

cambio lingüístico / errores comunes

¡Por los fueros! ¡Por los fueros!

Que habemos muchos

1 v. «Los fueros de los hablantes»; p. 21.

2 Todas las palabras en letra cursiva marcan los errores que el autor quiso

puntualizar por medio de la ironía en el texto.

P:26

26

Mas sin embargo, les prometo, de verdad les prometo, que lo

que sería la lengua no es así, no es como los que han estudiado

demasiado de ella dicen que es. Quizá el día de mañana la Academia va a tener que aceptar más o menos expresiones como lo que

serían «mas sin en cambio» o «cuantimás» o «cercioradamente»

o «sospechosismo», que suenan muy elegantes y realmente y de

verdad enfatilizan mucho más mejor la idea que se quiere decir;

o tendrá que admitir que eruptar también puede ser correcto,

porque deriva de erupción, o sea, lo que hacen los volcanes,

eruptar lava, aunque digan ellos que es eructar.

De esta manera, espero que después de que lean lo que es este

artículo de fondo, los defensores del lenguaje dejen de fijarse en

la viga ajena o en el azadón de palo propio, porque, de lo que

no cabe duda, es de que la lengua es de quien la habla, no de

ellos.

¡Por los fueros! ¡Por los fueros! Que habemos muchos

P:27

Policías lingüísticos 27

cambio lingüístico / errores comunes

Podríamos decir que, en términos generales, a todos nos

interesa usar nuestra lengua con propiedad. No obstante,

a veces da la impresión de que la mayoría de las personas está

más preocupada por los errores de los demás que por los propios.

El mensaje subliminal sería: «Si usted quiere liberarse de la culpa

que le causa su propia ignorancia lingüística y sentir que por fin

hace algo por su sacrosanta lengua española, dedíquese a corregir

el lenguaje de los demás, no importa si repara en nimiedades

o si habla sin bases.»

De este modo, los hablantes suelen recibir las reprimendas

de los policías lingüísticos, quienes a veces dan cátedras como

las siguientes:

Hablante: «Señorita, por favor, tráigame un vaso de

agua.»

Policía: «¿Vaso de agua? Dirás: Vaso con agua. Ni modo que

el vaso esté hecho de agua.»

Comentario: En cuanto al empleo de la preposición

bastará con dar una ojeada a los usos de la preposición de para

confirmar que esta partícula no sólo designa la materia de que

está hecha una cosa sino también el contenido de algo. Por lo

tanto, vaso de agua está perfectamente bien dicho.

Hablante: «Venía por unos papeles.»

Policía: «¿Venía o viene?»

Comentario: El copretérito venía, empleado en vez del

presente vengo, tiene en nuestro país una función muy clara:

P:28

28

moderar el rigor de las peticiones. José G. Moreno de Alba en

su obra Valores de las formas verbales en el español de México1

registra

el «copretérito de cortesía» con valor de presente y expresa que

es un uso que «sin duda se puede calificar de frecuente en el

español coloquial mexicano».

Hablante: «El evento se llevará a cabo en la sala Chopin.»

Policía: «Un evento es un suceso imprevisto, casual, ocasional,

algo que puede suceder o no. Por lo tanto, no puedes emplear el

término evento para referirte a algo que se ha programado con

antelación.»

Comentario: A partir de la xxii edición, el Diccionario de la

Lengua Española ya registra una nueva acepción de evento: «Suceso

importante y programado, de índole social, académica, artística

o deportiva.»

Hablante: «Es una mujer sofisticada.»

Policía: «Deberías saber que sofisticado proviene de sofisma.

Por lo tanto, estás diciendo que ella es una mujer falsa.»

Comentario: En el diccionario académico ya citado, el

adjetivo sofisticado tiene entre sus acepciones la de «elegante,

refinado».2 Hay que recordar que la lengua está en constante

transformación y que con el tiempo las palabras no sólo pueden

cambiar de forma sino también de sentido.

Hablante: «No te preocupes. Ya lo agendé.»

Policía: «El verbo agendar no está en el diccionario. Por lo

tanto no debes emplearlo. Puedes, en su lugar, decir calendarizar

o programar.»

Comentario: Ni calendarizar ni programar responden al

sentido de agendar, el cual parece expresar que el compromiso

1 José G. Moreno de Alba, Valores de las formas verbales en el español de México,

México: unam, 1978.

2 Sobre la evolución de la palabra sofisticado, -da, v. Antonio Alatorre,

Los 1001 años de la lengua española, México: Fondo de Cultura Económica, 1993; p. 314.

Policías lingüísticos

P:29

29

es seguro porque se ha anotado en la agenda. El que una

palabra no esté en el diccionario no significa precisamente que

no deba emplearse. Si es necesaria para expresar un concepto

que ninguna otra palabra ofrece, los hablantes la seguirán

usando y es muy probable que, con el tiempo, el diccionario

acabe incluyéndola.

Hablante: «Cóbrese la cuenta, joven.»

Policía: «Definitivamente no sabes hablar bien español.

Ni modo que el mesero se cobre la cuenta a sí mismo.»

Comentario: La partícula se no sólo funciona como

pronombre reflexivo; tiene muchos otros sentidos. Uno de ellos,

según estudios recientes,3

es el de indicar que la acción se ha

realizado de manera completa o con mayor involucramiento,

como cuando decimos: «Se tomó su medicina», en vez de

«Tomó su medicina» o «Me desayuné unos huevos rancheros»,

en vez de «Desayuné unos huevos rancheros». Este matiz resulta

imprescindible en muchas construcciones imperativas, como la

del ejemplo presentado, ¿o acaso sería natural decir: «Cobre

la cuenta, joven»?

Por todo lo expuesto, llego a la misma conclusión que Antonio

Hass4

cuando decía que primero habría que defender al idioma

de sus defensores. De este modo, aconsejamos precaución. Está

visto que muchos policías lingüísticos andan sueltos por ahí.

3 Para mayor información sobre el tema, consúltense: Ricardo Maldonado,

A media voz, problemas conceptuales del clítico se, México: unam, 1999 y Cristina

Sánchez López, Las construcciones con se, Madrid: Visor libros, 2002.

4 Antonio Hass, «No me defiendas, compadre», Excélsior, 5 de agosto de 1987.

Policías lingüísticos

P:31

31

Hace no tanto tiempo, la Real Academia admitió un par de

palabras en su célebre diccionario que publica: jueza y presidenta.

No podría decir que la primera represente un error, a pesar

de que a muchas personas les pareció una barbaridad que se

admitiera; pero acerca de la segunda tengo serias dudas:

Presidente es un adjetivo que, como oyente o estudiante, deriva

de un verbo: en el caso de oyente, de oír; o sea que significa «el

que o la que oye», y estudiante significa, a su vez, «el que o la que

estudia»; del mismo modo, presidente proviene de presidir, «el que

o la que va primero».

Hay otros adjetivos como inteligente, displicente o adolescente que

derivan también de un verbo, si bien aquél ya no está presente

en español, sí existió en latín: intellegere, «comprender, darse

cuenta», de donde derivó intelligens, intelligentis, que se convirtió

en inteligente; displicere, que significa «desagradar, disgustar»,

proviene de displicens, displicentis, de donde procede nuestro

displiscente; mientras que adolescente, que proviene del adjetivo

verbal adulescens, adulescentis, deriva de adolescere, que significa

«crecer, desarrollarse, ir en aumento», y no del verbo español

adolecer, como la gente erróneamente cree.

Como sea, es incorrecto decir:

7 estudianta

7 oyenta

Género y «génera»

sustantivo / género

P:32

32

Género y «génera»

Los sustantivos epicenos

designan seres vivos de

ambos sexos.

7 inteligenta

7 adolescenta

Del mismo modo debería serlo presidenta, a pesar de que la Real

Academia Española, por el uso, no lo considera de ese modo.

Sustantivos epicenos

Existen algunos sustantivos que se llaman epicenos, que designan

seres vivos de ambos sexos, como sapo, rana, ballena, pulga, hormiga,

mosquito, tortuga, etcétera. Lo importante de este concepto es

que nos ayuda a dejar claro que no siempre el sexo determina

diferencias de género, hablando, por supuesto, en términos gramaticales; es decir, que aunque la palabra catarina sea femenina,

no significa que sea hembra, pues puede ser que hablemos de

un macho, por lo que no decimos «la sapa, el rano, el balleno,

el pulgo, el hormigo, la mosquita, el tortugo o el catarino».

Epicenos son también criatura, víctima o persona, y nada tiene

de malo que a un hombre se le diga «esa persona».

Existen también adjetivos que poseen los dos géneros de

forma implícita, como oficinista, tenista, cuentista, y el que lo

determina es el artículo:

el o la oficinista

el o la tenista

el o la cónyuge

el o la pianista

el o la testigo

Hay otras palabras que —aunque nada nos lo impida— no

cambiamos de género, como músico, químico, físico... porque existen

disciplinas como música, química y física, cuyo nombre ya existía

antes de que las mujeres incursionaran en ellas, y si a esto se

P:33

33

le suma que estas profesiones han sido un ámbito masculino

durante muchos años, se entiende por qué existe aún una gran

reticencia a decir:

Margarita es física.

Mi prima es una excelente música.1

En lugar de eso se dice:

7 Margarita es físico.

7 Mi prima es una excelente músico.

Y respecto a sustantivos como jueza, cancillera, alcaldesa, edila...

dejo a su consideración su uso, porque en eso estriba que sean

admitidos o no como parte de la norma.

7 Lo que se dice: Proponemos:

7 La presidenta rechazó la La presidente rechazó la

moción. moción.

7 Soy oyenta en la clase de Soy oyente en la clase de

filosofía. filosofía.

7 La testiga identificó La testigo identificó

al culpable. al culpable.

7 La cancillera habló ante los La canciller habló ante los

diputados. diputados.

1 Y aún menos excelenta músico, pues excelente proviene del latín excelens, -tis, que

derivó a su vez del verbo excellere, que significa «sobresalir».

Género y «génera»

P:35

35

Existen palabras que, cuando se multiplican, les salen espinas,

como buró que, por ahí de la década de los ochenta, aguijoneó

el buen habla de un apuesto galán con corazón salvaje cuando,

al anunciar por televisión los encantos de una recámara, decía

que constaba de una cama y dos buroes.

Del estilo de la recámara no vamos a hablar. Lo que sí nos

interesa aclarar es eso del buró y de algunas palabras con plurales

espinosos.

Las reglas para formar plurales son sencillas, pero los

problemas comienzan en sus excepciones, por ejemplo, en

palabras como esquí, marroquí, tabú, israelí, cebú, bisturí, pie o café.

El truco para saber si se le añade -es o -s es observar si la vocal

es fuerte o débil.

Si la palabra termina en a, e, o —vocales fuertes—, se le añade -s:

café y cafés

pie y pies

buró y burós

Pero si termina en i, u —vocales débiles—, se le agrega -es:

esquí y esquíes

marroquí y marroquíes

tabú y tabúes

Para poder formar

plurales necesitamos

saber si se añade la

terminación -s o -es.

Las reglas que miden los buroes

sustantivo / plurales

P:36

36

Las reglas que miden los buroes

israelí e israelíes

cebú y cebúes

Pero hay más, por ejemplo, aquellas palabras «tramposas» que

nos cambian la acentuación al convertirse en plurales y luego

ya no sabemos si es carácter o caracter, porque el plural es caracteres;

régimen o regimen, porque el plural es regímenes. Así que aclaremos:

lo correcto es carácter y régimen.

Por último, los extranjerismos, ¿qué pasa con ellos? Pues

que si ya han sido incorporados al español, como suéter, siguen

las reglas normales para formar plurales: suéteres, por terminar

en consonante; o álbum y álbumes; bistec y bisteces. Pero si no han

sido integradas, entonces normalmente sólo se les añade -s: crack

y cracks; iceberg y icebergs.

Y aquí también hay excepciones, por ejemplo, en robot, que

ya está más que incorporada a nuestro idioma y su plural es

robots; lo mismo sucede con zigzag y zigzags, récord y récords.

Todavía falta decir que en aquellos términos extranjeros en

los que la adición de una -s dificulta su pronunciación, la palabra

se queda igual y el plural se lo da el artículo; por ejemplo: web

y las web, test y los test, blog y los blog, laptop y las laptop.

Por cierto, en los extranjerismos fue donde se perdió el

afamado actor, pues entre que buró viene del francés bureau

y que burós no tiene tanto caché, no cambió sus buroes ni ante la

punzante lunoa que, en otro anuncio, le espetó La Grandota de

Camargo, ni hablar, Lucha la lucha hizo.

P:37

37

Si la palabra termina en:

palabra se le añade queda

Vocal atónita, es decir, sin acento

sueño -s sueños

Consonante

capital -es capitales

-s y es aguda, es decir, la última sílaba es tónica

compás -es compases

-s y es monosílaba

as -es ases

-s y no es aguda, o sea, la última sílaba no es tónica

equis no se le equis

añade nada

Vocal tónica

buró -s burós

Vocal débil (i, u)

israelí -es israelíes

Vocal fuerte (a, e, o)

tupé -s tupés.

Las reglas que miden los buroes

P:39

39

«Sólo aquí, marchanta, sólo aquí puede encontrar el zapato de

cualquier número, modelo, color y marca a muy buen precio.

¡Anímese, marchanta!».

Y uno piensa realmente si animarse o no, pues eso de

adquirir un solo zapato no debe ser cómodo ni tampoco útil.

Entonces regresa la voz del marchante: «No, güerita, si le estoy

hablando de los dos zapatos, o sea, del par».

Y el tono es tan indulgente que me pregunto si el vendedor

no se habrá dado cuenta de que dijo: «El zapato de cualquier

número, modelo y color».

Sigo caminando por el bullicioso tianguis hasta que el

colorido me detiene:

—¿Éstos son los únicos modelos que tiene?

—Aquí sí, güerita, pero usted dígame qué necesita y yo se

lo consigo. No por presumirle, pero éste es el único puesto que

maneja1

toda la sandalia; sobre todo, la que está de moda.

Si mis ojos fueran más pequeños, se hubiera notado lo

grande que los abrí, pues creo que lo que está de moda es

comerse la s del plural… o será que estamos en escasez de letras

y yo, en plena inconsciencia, las ando desparramando por ahí

al decir los zapatos y las sandalias, o sea, «el par». Y, al decirlo,

me doy cuenta dónde está el problema; el asunto es que zapatos

y sandalias son nombres comunes que normalmente se usan en

plural, porque se refieren a objetos que están compuestos por dos

Cambio, vendo y compro… zapato usado

sustantivo / género

1 v. «Aprenda a manejar el manejar»; p. 115.

P:40

40

partes simétricas, como tijeras, pantalones, gafas… y aunque estos

dos elementos no estén unidos, es evidente que designan objetos

que necesariamente —y casi sin excepción— usamos en par.

Ahora bien, si retomamos el hecho de que el marchante

estaba hablando de un par de zapatos, lo que está usando es un

sustantivo colectivo, es decir, un sustantivo en singular que designa

un conjunto de objetos; en este caso, dos. ¿Otros ejemplos?: arroz,

gente, ejército, docena, muchedumbre, familia…

Así que, como finalmente sigue asaltándome la duda de si

al comprar zapato o sandalia terminaré sólo con uno en el pie

y no con el par, tomo camino hacia el puesto de periódicos más

próximo.

7—No, señorita, aún no nos llega revista. Quién sabe qué le pasó,

porque siempre llega a principios de mes.

¿Qué sucede con las palabras? ¿Acaso se agotaron? ¿O es una

crisis tan severa que ya no sólo se trata de omitir el nombre

en plural cuando es mejor usarlo, sino también los artículos?:

«las revistas», las que no llegaron fueron «las revistas», pero

este hombre, con cara de buena gente, me hace pensar que la

condescendencia del marchante de zapato es acertada y que

yo soy una irresponsable derrochadora, aunque no sea verdad,

porque, en este caso, revistas es un sustantivo que denomina

objetos contables, de tal forma que requiere la presencia del

artículo las.

El fin de semana se acabó. Por fin, la oficina. Comunicación

completa, oraciones normales, no más ahorro…

—Hola. ¿Lista para la entrega del proyecto?

—Lista.

7—¿En verdad? A mí me costó trabajo que nos cambiaran fecha,

pero tú te ajustaste rápidamente a calendario, ¿no?

Cambio, vendo y compro… zapato usado

Es incorrecta la omisión

del plural, ya que sólo

se trata de un vicio que

tiende a singularizar el

plural y prescindir de los

artículos que lo marcan.

P:41

Cónyuge 41

sustantivo / pronunciación

Existen en español varios términos distintos para designar

la relación que se establece entre los miembros de una pareja

unida en matrimonio: marido y mujer, esposo y esposa, casados, consortes

y cónyuges.

La etimología de esta última palabra resulta sorprendente;

procede del latín conjux, conjugis que, literalmente, significa «el que

lleva el mismo yugo».1

Pero, ¿qué significa yugo? El Diccionario de la

Real Academia nos da varias acepciones, ninguna muy halagüeña:

la primera, «instrumento de madera al cual, formando yunta,

se uncen por el cuello las mulas, o por la cabeza o el cuello, los

bueyes, y en el que va sujeta la lanza o pértiga del carro, el timón

del arado, etcétera». Los sentidos figurados tampoco son muy

alentadores: «ley o dominio que sujeta y obliga a obedecer»

o «carga pesada, prisión, atadura». Así es que, según la etimología, los cónyuges vamos por la vida, unidos por el yugo, jalando la

carreta o el arado —tarea pesada, ingrata y difícil de cumplir—.

Ahora bien, en esto, como en muchas otras cosas, podemos decir

que cada quien habla según le va en la feria, ¿verdad?

Por cierto, cónyuge es un cultismo latino que no siguió la

evolución normal en su paso al español; entró tardíamente

a esta lengua, pues el diccionario académico la registra por

primera vez en el siglo xix. En cuanto tal y aunque haya una

tendencia —incorrecta— a cambiar el sonido /x/ por /g/, debe

1 J. Corominas y J. A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico,

Madrid: Gredos, 1980.

Un cultismo es una

palabra que proviene

directamente del latín

o del griego y que en

la lengua receptora no

modificó ni su forma

ni su significado.

P:42

42

pronunciarse con /x/, es decir, con el sonido de la g como en

refugio, gelatina y ángel y debe escribirse y pronunciarse /kónyuxe/;

nunca cónyugue.

Cónyuge

P:43

43

¿Cuál de estas palabras es la adecuada para designar

a ese vehículo, tan utilizado hoy en día y del cual hay más de

22 millones en nuestro país? Podríamos atrevernos a decir

que cada una de ellas tiene un uso específico, de acuerdo con

la evolución del transporte, empezando desde los jalados por

animales hasta llegar a los movidos por motores, más los que se

vayan a inventar.

Carro

Si seguimos esta premisa, existió primero el carro1

—del latín

carrus—, que es un «carruaje de dos ruedas, con lanza o varas

para enganchar el tiro, y cuya armazón consiste en bastidor

con listones o cuerdas para sostener la carga, y varales o tablas

en los costados, y a veces en los frentes, para sujetarla». Carro, en

origen, era aquel vehículo que llevaba carga y era arrastrado por

animales; por ello, era utilizado en el trabajo de campo.

Coche

Mientras tanto, la palabra coche, así como el transporte del mismo

nombre, son de origen húngaro. Como declara Luis de Ávila en

1548: «Se puso a dormir en un carro cubierto, al que en Hungría

llaman coche». El término proviene del pueblo de Kocs, donde,

en 1518, se empezaron a construir carruajes especiales para

transportar gente de un lugar a otro. Así se formó la palabra kocsi

1 Las definiciones que se dan a continuación de carro, coche y auto son del Diccionario

de la Real Academia.

Un término no es más

correcto que otro, sólo

tienen usos específicos.

¿Carro, coche o auto?

sustantivo / léxico

P:44

44

/kóchi/, que los españoles empezaron a utilizar como coche2

en

escritos a partir de 1548, para referirse al carro cubierto. Es decir,

el coche es aquel vehículo que transportaba personas.

Auto

Por otro lado, auto es la apócope de automóvil: «Que se mueve por

sí mismo. Aplicándose principalmente a carruajes que pueden

ser guiados para marchar por una vía ordinaria sin necesidad de

carriles y llevan un motor, generalmente de explosión, que los

pone en movimiento». El término automóvil se utilizó por primera

vez en un editorial del The New York Times, el 3 de enero de 1899;

mientras que el primer antecedente del auto lo tenemos en 1771,

con la carretilla de vapor que inventó el francés Nicolas-Joseph

Cugnot; y luego, tal como lo conocemos, el de Karl Benz, en

1886, en Alemania.

Como vemos, lo que actualmente nos lleva y nos trae a todos

lados es un auto —automóvil—, ya que se mueve con ayuda de un

motor, pero también es un coche de pasajeros, de cinco y no más

de nueve personas, como el coche de tren —vagones con espacios

para dormir y viajar cómodamente—. Mientras que carro,

como vimos, es para los transportes de carga rural —carretas—

y puede utilizarse para referirse a los vagones del tren, al

transporte de los bomberos —no camión de bomberos, sino el carro

de bomberos—; en fin, lo que no tenga que ver con transporte

de gente, sino de objetos. Quizá hasta valga el término carro de

combate o carro acorazado para el vehículo militar que conocemos

como tanque, aunque también funcione con un motor y transporte personas y objetos —como armas.

Sin embargo, el uso de estas palabras depende mucho del

empleo del lenguaje en cada región y nivel socioeconómico,

incluso puede convertirse en un localismo. Así, en España es

2 «Carruaje de cuatro ruedas, con una caja, dentro de la cual hay asiento para dos

o más personas».

¿Carro, coche o auto?

P:45

45

coche y ningún otro, mientras que en la América hispanohablante

las tres palabras son entendibles, hasta se pueden encontrar

muchas otras, como tocomocho o fierro en Chile; carcacha, unidad,

mueble o nave en México. Pero, usted, querido lector, que ya sabe

la diferencia, practíquela.

Término De dónde viene Significado

carro del latín carrus Vehículo que

llevaba carga y

era arrastrado

coche del húngaro kocsi Carruaje

auto apócope de Que se mueve por

automóvil sí mismo.

¿Carro, coche o auto?

P:47

47

Depende de qué se quiera decir. Si lo que queremos decir

es que la autopista estaba abarrotada de automóviles o que el

Periférico parecía estacionamiento gratuito, entonces debemos

decir «había mucho tránsito»; pero si estamos interesados en las

cuestiones comerciales, al comentarle a un amigo que «en la

Ciudad de México hay mucho tráfico de automóviles», lo que le

estamos diciendo es que el comercio de coches —quizá ilegal—

se encuentra en su apogeo.

Tráfico

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia, tráfico significa

«traficar»; es decir, comercializar o realizar un intercambio de

bienes; incluso, el Diccionario de uso del español de María Moliner

menciona que se emplea más bien para referirse al comercio

irregular: tráfico de armas, de animales, de drogas, en fin, de

muchas otras. Se trata de un italianismo que proviene de la

palabra traffico.

Tránsito

Tránsito, por su parte, se refiere a transitar, caminar, pasar

o circular «... personas y vehículos que pasan por una calle, una

carretera, etcétera».

Sin embargo —ahí viene el «pero» o la excepción—, tráfico

también se refiere, en una segunda acepción, a circulación de

vehículos por calles o caminos.

Entonces, ¿cuál debemos usar?

¿Tráfico o tránsito de automóviles?

sustantivo / léxico

P:48

48

En aras de la precisión del lenguaje, lo recomendable es

usar tránsito cuando queramos referirnos a una calle atestada de

coches y tráfico para lo relacionado con el comercio.

Tratemos, en la medida de lo posible, de usar cada palabra

dentro del contexto que le corresponde, no importa si el que nos

oye ni siquiera sabe que existe una diferencia.

¿Tráfico o tránsito de automóviles?

P:49

49

Juegos de manos son de villanos…

En la época de los pañales de tela y de los biberones de vidrio,

una señora entretenía a su puñado de hijos con la canción de

la mano: «Tengo manita, no tengo manita, porque la tengo

“desconchabadita”», y cuando la vecina venezolana, que

chistaba a la menor provocación, la escuchaba, decía: «Dirá

usted “manito”, así como esas plantas», y luego señalaba a las

madreselvas de su ventana —ésas a las que les dicen «manitos

de Dios»—. Pero, ¿cuál de ellas tenía razón?

Los diminutivos

Los diminutivos son afijos —pueden ir antes, prefijos,

o después, sufijos— o morfemas que no cuentan con un significado léxico por sí mismos, pero que al agregárselos a una raíz,

o sea, a la palabra, logran añadirle un significado específico.

Pueden expresar tamaño menor, como perro y perrito; juventud,

como el caso de señora y señorita; aprecio, como café y cafecito;

o desdén, como ladrón y ladroncito.

Los diminutivos regulares

Es importante establecer que si hay algo a qué prestarle atención

es a cómo se forma un diminutivo regular, y esto se basa en

reglas, que en realidad son simples.

Los diminutivos son

afijos que se adhieren a

una palabra léxica —con

significado— para darle

un significado específico.

Échame una manita

sustantivo / diminutivos

P:50

50

Las palabras que:

terminan en o/a/io/ia deben llevar el sufijo –ito o -ita:

perro/perrito; casa/casita; vacío/vaciíto; zanahoria/zanahorita

terminan en e/i/u, y que no llevan acento deben llevar el sufijo

-cito/-cita:

calle/callecita; pie/piececito

terminan en vocal acentuada se les agrega -cito/-cita:

mamá/mamacita; papá/papacito

terminan en n o r, el sufijo que se añade es -cito/-cita:

corazón/corazoncito; motor/motorcito

terminan en otra consonante llevan -ito/-ita:

papel/papelito

Por otra parte, una de las reglas que obedecen los diminutivos

regulares es que se forman a partir del masculino o singular, tal

es el caso de jefe/jefecito/jefecita, y no jefa/jefita.

Los diminutivos irregulares

Si volvemos con el debate inicial de la señora con muchos hijos

y de su vecina de Venezuela, y si nuestra base fuera la construcción de los diminutivos, podríamos decir que el diminutivo de

mano sería manito, al terminar en vocal; sin embargo, hay una

particularidad con este sustantivo que lo encasilla de inmediato

en los diminutivos irregulares: su género.

El género masculino de un sustantivo está formado por el

morfema de género, o sea, que cuenta con la letra o, como perro,

esposo y niño. Y cuyo artículo sería el. Por otra parte, el morfema

de género femenino se determina con la letra a, como perra, esposa

y niña, y su artículo sería la. Además, hay otro género, que es

el neutro, que se usa para referirse a conceptos principalmente

abstractos, tales como lo bueno, lo feo o lo malo. No obstante, hay

Échame una manita

P:51

51

1 Esta última tendría su explicación en su origen latino, pues manus era de género

femenino y al pasar al español la terminación us se convirtió en o, pero se mantuvo

el género primigenio de la palabra.

excepciones al género: una de ellas sería el día; otra, la mano.

1

Ésa es la principal razón por la cual en México y en España se

usa manita, atendiendo al principio del género del sustantivo,

mientras que en otros sitios de Latinoamérica se presta una

mayor atención a las reglas ya expuestas sobre la formación de

diminutivos y se usa manito.

Pero como el uso hace la norma, el diminutivo manita entró,

como campeón, desde la xxi edición del Diccionario de la Real

Academia, como un posible diminutivo de mano. El Diccionario

panhispánico de dudas no canta victoria: manito también es un

correcto diminutivo de mano y todavía le echa leña al fuego al

agregar que, aunque menos frecuente, el diminutivo manecita

también cuenta con toda la propiedad. Así que la pregunta

inicial se declara como un empate, si bien ya lejano a la época

y a la usanza, es un término sobre el cual el uso sí hizo justicia.

Curiosidades en diminutivo

Existen otros diminutivos muy particulares que resultan difíciles

de expresar, como el diminutivo de caliente. La mayoría de la gente

dice calientito, en vez del correcto calentito.

En el caribe es común el sufijo -ico o -ica, cuya procedencia es

aragonesa:

potro/potrico; gato/gatico

Otro más, -illo o -illa, de origen andaluz:

chico/chiquillo

De origen catalán y valenciano, se usa en España -ete y -eta:

amigo/amiguete; -ucho y -ucha: casucha; -ico e -ica, Pilarica; -uco

y -uca: nenuco.

Échame una manita

P:53

53

Existen unos celebérrimos adjetivos que hacen sentir muy

importante a cualquier palabra común y corriente, y todo

porque «la levantan por encima de lo demás». La verdad es

que por esta causa deberían ser medio antipáticos, pero no; de

hecho, a la gente le gusta mucho usarlos, sobre todo en estos

tiempos en que vamos oyendo que la fiesta estuvo superdivertida,

que el departamento de Claudia está padrísimo o que Joaquín

es lo máximo.

Estos adjetivos reciben el bien merecido nombre de superlativos —que proviene del latín superlativus y éste, a su vez, se deriva

de superferre, donde super significa «encima» y ferre, «llevar»1—

y son los que señalan que algo es muy grande y excelente en su

línea; por ejemplo:

Era una cosa tristísima ver cómo a su personaje favorito se le iba

cayendo el oropel.

Definitivamente creo que la manera óptima de arreglar un desacuerdo

es dialogar y concertar.

No tienes la más mínima idea de lo que te perdiste, la cena estuvo

riquísima.

En esta última oración hay tres superlativos diferentes: más,

riquísima y mínima, que, aunque pareciera ser un diminutivo,

1 Literalmente, y como se dice al principio de este texto, «levantar por encima,

hacer rebasar». Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana,

Madrid: Gredos, 1973.

Los adjetivos superlativos

denotan o asignan el

grado máximo o mínimo

de una cualidad.

Adjetivos presumidos

adjetivo / superlativos

P:54

54

está elevando al máximo la categoría del adjetivo pequeño y, de

hecho, es su superlativo.

Una vez establecidos los términos generales, comencemos

con los detalles; el primero es que hay dos tipos de superlativos:

Superlativos absolutos

Denotan sumo grado de cualidad:

¿Un actor muy guapo? Daniel Day-Lewis, quien, además de galán,

es interesantísimo.

¡Cómo que no lo conoces! Es un autor celebérrimo.

¡Imagínate, tenía un paupérrimo arreglo y se veía elegantísima!

Superlativos relativos

Son aquéllos que, junto con el artículo o el adjetivo posesivo,2

asignan el grado máximo o mínimo de la cualidad a una o varias

personas o cosas dentro de un conjunto:

Haber estado en Oaxaca ha sido mi vivencia más plena.

La versión menos real es la que nos narró el hombre que vendía

libros usados.

Su más grande ilusión es recorrer algún día ese muelle lleno de

pescadores.

Superlativos regulares

Además de los mencionados, hay superlativos regulares

e irregulares. Los primeros se forman añadiendo el sufijo -ísimo

a la raíz del adjetivo, por ejemplo:

2 El que indica la posesión, propiedad o pertenencia a una o varias personas

o cosas de lo significado por el sustantivo a que se refiere.

Diccionario de la Real Academia.

Adjetivos presumidos

P:55

55

Verlo hizo felicísimo mi día.

¡Ya quedó! Fue una decisión acertadísima.

Y, si se combina con la terminación -ble, se convierte en

-bilísimo:

De amable, amabilísimo:

Abraham subió las bolsas; te digo que es un niño amabilísimo.

De notable, notabilísimo:

Todos coincidimos en que esos dos dieron un notabilísimo

concierto.

Pero también hay que observar lo siguiente:

1. Si el adjetivo termina en -or, antes del sufijo -ísimo, se

incorpora una c y queda así:

Hay que contratarlo, sus referencias dicen que es un hombre

trabajadorcísimo.

2. Esa c también se incorpora cuando el adjetivo termina

en n:

Pídele que te haga una propuesta, es un tipo fregoncísimo.

Eso es lo que más nos sorprende, que Nadia, jovencísima, vino

a ganarse tal reconocimiento.

¡Qué fulano briboncísimo! Además de que invadió terrenos que

no eran suyos, ahora resulta que él es el damnificado.

3. Cuando el adjetivo termina en una sola vocal, ésta se

sustituye por la i de -ísimo:

De rápido, rapidísimo:

La rapidísima Castalia ganó su tercera carrera.

Adjetivos presumidos

P:56

56

De dulce, dulcísimo:

¡Mira!, también tiene su carácter la dulcísima Polly.

Pero tiene una excepción: cuando la vocal es tónica,

como en carmesí, no admite el sufijo -ísimo y se le tiene

que anteponer el adverbio muy:

El tono muy carmesí de sus labios le seducía intensamente.

Aquí, otro ejemplo:

Me gusta ese sillón, tiene un estilo muy rococó.

4. Si el adjetivo termina en los diptongos -ue, -uo y -ua,

pierde la última vocal:

De tenue, tenuísimo:

Su tenuísima voz hace de esa canción una delicia.

De exiguo, exigüísimo:

Aun la exigüísima corriente, disfrutaba de ver cómo navegaba

el barquito.

De ingenuo, ingenuísimo:

La ingenuísima actriz volvió a interpretar a Dorothy en El mago

de Oz.

Lo mismo sucede cuando la terminación incluye los

hiatos -ío e -ía:

De impío, impiísimo:

No creo que sea remunerativo ir por la vida cometiendo actos

impíos… Mucho menos impiísimos.

De frío, friísimo:

¡Qué desazón sentir siempre este friísimo ambiente!

Adjetivos presumidos

P:57

57

5. Por último, si termina en los diptongos -io e -ia, ambas

vocales se sustituyen:

De sucio, sucísimo:

Después del desfile, lo único que veías era una calle sucísima.

De turbia, turbísima:

Tantos dimes y diretes sólo dejan el agua turbísima.

Superlativos irregulares

1. Los que cambian su raíz cuando llevan los diptongos

ie o ue:

¿Cuándo se cambió de casa? Pues no sé… fue reciente; de

hecho, recentísimo.

Se me taparon los oídos con el fortísimo sonido del concierto.

Aunque también se aceptan en su forma coloquial, es

decir, cuando no cambia el diptongo:

¡Ciertísimo! Ése es el profundo motor que la mueve.

En lugar de:

¡Certísimo! Ése es el profundo motor que la mueve.

Prueba esta cerveza, ¡está buenísima!

En vez de:

Prueba esta cerveza, ¡está bonísima!

2. Los que provienen directamente del latín y tienen la

terminación -ísimo o -érrimo.

Es importante destacar que muchos de los superlativos de

este tipo admiten, asimismo, un uso menos culto, por lo

que igual podemos decir negrísimo o cruelísimo, pero nunca

Adjetivos presumidos

P:58

58

*fielísimo, *sabíisimo, *librísimo ni *miserísimo. Además,

diremos que los -érrimos se han puesto de moda en el

habla coloquial; ¿o nos va a decir que no ha escuchado

afirmar que Óscar no sólo está guapérrimo, sino buenérrimo?

3. Y terminamos con los irregulares, pero no con el tema

de los superlativos, porque hay que decir que, además,

se pueden formar con los prefijos super-, archi-, requetey extra-:

¿No has probado el pastel? Está como dirían en el comercial:

¡archirrequetecontrarrico!

Sí, sí prefiero trabajar en una Mac porque son requetebuenas.

O bien, con los adverbios3 muy, tan o sumamente:

Ha sido tan importante en mi vida, que siempre quedará su

huella en mi esencia.

Me la pasé riendo; es una chica sumamente alegre.

Sólo que estos términos no se pueden mezclar con otros que ya

tengan los sufijos -ísimo o -érrimo, porque el sufijo, por sí mismo,

ya forma superlativos absolutos. Por ello, si llega a escuchar que

Martín le recomienda probar el muy riquísimo pastel de chocolate,

acepte la invitación, pero conmínelo a leer este buenísimo

capítulo… sin ser presumidos.

Adjetivos presumidos

3 Es decir, las palabras que complementan lo que quiere decir un

verbo, un adjetivo u otro adverbio.

P:59

59

Es muy común, pero también desquiciante, oír que la gente

utiliza indistintamente —y de manera errónea— los adjetivos

ordinales primer, primero, primera; tercer, tercero, tercera, y postrer, postrero

y postrera;1

no obstante que su uso es muy fácil, hay que atender

a la concordancia de género. Reproducimos lo que dice al

respecto el afamado lingüista y profesor, don José Moreno de

Alba, en su libro Nuevas minucias del lenguaje.2

«Conviene insistir en el hecho de que primer, tercer y postrer

son apócopes de los masculinos primero, tercero y postrero, que

únicamente modifican a masculinos, sólo se pueden emplear

antes —y no después— del sustantivo —primer año, tercer intento,

postrer deseo— y no son apócopes de los femeninos, los cuales

deben conservar siempre el gramema -a y pueden ir antes

o después del sustantivo —la primera vez, la tercera ocasión, la postrera

intención, la vez primera, la ocasión tercera, la intención postrera.»

Masculino/ Forma Ejemplo

femenino apocopada

alguno/a algún Espero que algún invitado traiga

vino.

bueno/a buen ¿Crees que es un buen principio?

ciento cien Hay cien hombres en la plaza.

cualquiera cualquier Cualquier principiante sabe eso.

1 Este vocablo ha caído en desuso y quiere decir «último».

2 José G. Moreno de Alba, Nuevas minucias del lenguaje, México: Fondo de Cultura

Económica, Lengua y Estudios Literarios, 1996.

Primer, tercer y postrer

sólo se emplean para

modificar masculinos.

Primer, primera

adjetivo / género

P:60

60

Primer, primera

Masculino/ Forma Ejemplo

femenino apocopada

grande gran Tendrás un gran éxito, ya lo verás.

malo/a mal Tiene mal carácter.

ninguno/a ningún No espero ningún detalle de tu

parte.

primero/a primer Me pagan la primera semana del

mes.

santo/a san San Agustín escribió sobre el

tiempo.

tercero/a tercer La tercera parte no irá al evento.

Decir la primer vez, la primer parte, la primer novela no solamente suena

mal, sino que indica que la persona que lo dice no entiende la

diferencia de géneros, que es un conocimiento básico que debe

dominar cualquier hablante.

7 Se dice: Se debe decir:

7 La primer función de la tarde La primera función de la tarde

7 La primer hora del día La primera hora del día

7 La tercer vez La tercera vez

7 La tercer parte La tercera parte

Nota: Números partitivos y ordinales

Cuando queremos decir algo como: «Samuel llegó a la meta en el

lugar número 17», ¿deberíamos decir que fue el decimoséptimo

participante en cruzar la meta, o el diecisieteavo? Primero tendría

que darse cuenta de que no está utilizando un número partitivo —que

señala cada una de las partes en que está dividido un todo—, sino

un ordinal —que señala el lugar que ocupa algo, ya sea por orden

o sucesión—… Y todo resuelto.

P:61

61

Sentada frente al televisor o leyendo una de esas revistas que

en España se conocen como «revistas del corazón», mi madre

asevera: «¡Qué barbaridad, mira que decirle artista a esa pelada!».

Y cuando yo oigo esto, automáticamente pienso: «¡Cuánta razón

tiene!», y trato de remontarme a la etimología de la palabra.

La palabra artista deriva del sustantivo arte —del latín ars,

artis—, que se entiende como una «virtud, disposición y habilidad

para hacer alguna cosa»; un «acto o facultad mediante los cuales,

valiéndose de la materia, de la imagen o del sonido, el hombre

imita o expresa lo material o lo inmaterial, y crea copiando

o fantaseando»; o bien, el «conjunto de preceptos y reglas

necesarios para hacer bien alguna cosa». Artista es un adjetivo

que se aplica a una «persona dotada de la virtud y disposición

necesarias para alguna de las bellas artes», y también por ahí

nos encontramos que es la «persona que hace alguna cosa con

suma perfección».1

Y, hablando de las bellas artes, ¿cuáles son? A saber: música,

pintura, escultura, danza, literatura, arquitectura y algunos

agregarían la cinematografía como la séptima. Y es ahí donde

se empieza a joder la cosa, porque del cine al teatro sólo hay un

paso y del teatro a la tele otro más y, si quien actúa en el cine, el

teatro o la ópera —ya sea Liv Ullmann, Sarah Bernhardt o María

Callas— puede ser llamada artista por la forma excepcional de

sus interpretaciones, ¿por qué no le puedo decir artista a Lucía

1 Diccionario de la Real Academia, xxii edición, 2001.

Artista es un adjetivo que

califica a una persona

dotada para alguna de las

bellas artes.

¡Estamos rodeados de artistas!

adjetivo / género

P:62

62

Méndez o a José Luis Rodríguez «El Puma», en su momento,

o a Cristian Castro o a Anahí, hoy? Al fin y al cabo, ¿qué?,

¿a poco no son lo mismo?

Pues no, y para muestra permítanme contarles lo que le

pasó a mi tía, cuyo hijo —mi primo— es actor. Un día llegó

a visitarla una amiga a la que hacía varias décadas que no veía

y, al preguntarle por sus hijos, mi tía respondió:

—Bueno, Elenita, pues mi hija Lulú es socióloga, mi hijo Juan es

arquitecto y mi hijo Alberto es artista —a lo que la amiga contestó

con admiración—:

—Artista, ¡qué bien! ¿Pintor?

—No.

—¿Músico?

—No.

—¿Escritor?

—No, es actor. Sale en una telenovela.

—¡Ah! ¡Querrás decir cómico!

Bueno, para que no les pase eso, les recomiendo que la próxima

vez que se refieran a actrices o actores de culebrón —otro

nombre que se le da a las telenovelas—, a cantantillos de moda,

a seudorroqueros independientes o cualquier personaje público

que salga en la tele o en las revistas, díganles como quieran, por su

nombre de pila o por su código postal, pero no les digan artistas,

simplemente porque están muy lejos de serlo.

¡Estamos rodeados de artistas!

P:63

63

Lunes por la mañana, minutos antes de cualquier junta:

—¡El documento! ¡Todavía nos falta el documento!

—No falta. Ya está imprimido.

—Impreso. Se dice impreso.

—¡Me tienes freído con tanta corrección!

—¡Frita estoy yo!

¿Imprimido o impreso, freído o frito? ¿Cuál es el correcto, querido

lector? ¿Será que los verbos imprimir y freír, absorber, bendecir, abstraer

o maldecir se han corrompido? Puede que sí… o puede que no.

Primero hay que explicar que impreso, freído, bendecido, absorto,

maldecido y corrupto —entre otros— son participios, es decir, son

formas no personales del verbo que pueden funcionar como el

núcleo del predicado —el verbo— de una oración o desempeñar

otro papel: sustantivo, adverbio y, en el caso específico del

participio, adjetivo:

Es interesante ver cómo el pueblo entero venera al niño bendito.

El caso de estos verbos es especial, porque tienen dos participios,

uno regular y uno irregular, y ambos son correctos:

Verbo Participio regular Participio irregular

imprimir imprimido impreso

freír freído frito

absorber absorbido absorto

Los verbos imprimir,

freír, absorber, bendecir,

abstraer y maldecir tienen

dos participios, uno

regular y uno irregular,

y ambos son correctos.

¡Me tiene freído!

adjetivo / participio

P:64

64

Verbo Participio regular Participio irregular

bendecir bendecido bendito

abstraer abstraído abstracto

maldecir maldecido maldito

corromper corrompido corrupto

Lo importante aquí —como en muchos otros casos— es que,

como diría Eugenio Coseriu, «el uso hace la norma». Por ello,

hay participios que pueden desempeñar el papel de verbo

y otros que, por uso, sólo juegan en el lenguaje como adjetivos.

Así, no es común que escuchemos que un político ha corrupto

determinado partido. No obstante, sí podemos decir que un

político corrupto ha corrompido el partido al que pertenece.

Tampoco decimos que el pintor está abstracto en sus

pensamientos; en lugar de ello, decimos que el pintor va

a realizar una obra abstracta, así que está abstraído en su proyecto.

O bien, afirmamos que el pincel del pintor ha absorbido el color

necesario para comenzar a delinear la imagen de la niña absorta

en sus sueños.

Por el contrario, no hay diferencia cuando decimos que el

santo ha sido bendecido o bendito, o que la población entera ha

sido maldecida o maldita por la suerte, aunque la segunda opción

es la que más se usa.

Esto nos regresa al ejemplo con que iniciamos este capítulo,

porque lo cierto es que no es incorrecto decir que se ha imprimido

una carta; sin embargo, por uso se prefiere impreso, sobre todo si

se va a usar como adjetivo:

Era hermoso ver, por fin, la imagen impresa.

Por lo tanto, no se trata de ser arbitrarios con la lengua, sino de

usarla como se debe.

¡Me tiene freído!

P:65

65

Hace algunos días estuve ansiosa por gastar mi quincena

para comprar unos preciosos zapatos café. Sin más, llamé a una

amiga para pactar un encuentro y lograr tal cometido. Una vez

al teléfono, mientras compartía la ilusión de mi futura compra,

noté cierto desencanto en la voz de Martha. Estaba ausente, tal

vez molesta. Terminé la plática y luego de refundirle en la oreja

un fuerte «¡qué te pasa!», me dijo: Es que no se dice «quiero

unos zapatos café, sino quiero unos zapatos cafés…»

Aquélla no era la ocasión para explicar el rollo de la concordancia, pues lo que menos quería era ir sola a comprar mis

zapatos, pero ahora sí, un capítulo dedicado a Martha y, para

todos. Aquí dejamos algunas reglitas referidas a la concordancia

entre los adjetivos y los sustantivos que denotan la idea de color.

1. Lo primero que hay que apuntar es que la idea de

color no sólo puede expresarse a través de adjetivos,

que originaria y exclusivamente indican tal idea, sino

también por medio de sustantivos:

La idea de color se puede expresar a través de:

Adjetivos azul, amarillo, verde,

rojo...

Sustantivos nombres de frutos café, naranja, fresa...

nombres de flores violeta, rosa, malva...

La idea de color no

sólo puede expresarse

a través de adjetivos,

que originaria y

exclusivamente indican

tal idea, sino también por

medio de sustantivos.

Un listón, ¿de qué color?

adjetivo / color

P:66

66

2. Si la idea de color se expresa con adjetivos, éstos siempre

concuerdan con el sustantivo:

Sustantivo Adjetivo

bufanda amarilla

calcetines verdes

3. El adjetivo de color no pluraliza si aparece modificado

por un matiz de ese color:

7 Incorrecto: Correcto:

7 Los trajes azules marino. Los trajes azul marino.

7 Sus labios rojos carmesí. Sus labios rojo carmesí.

4. Si la idea de color se expresa por medio de un sustantivo, éste conserva su categoría y no concuerda con el

sustantivo, ya que se trata de una contracción.

Aquí las tonalidades

de los colores —como

marino y carmesí—

mantienen invariable

al adjetivo.

Un listón, ¿de qué color?

7 Incorrecto: Correcto:

Contracción de la

que proviene:

7 Quiero unos

zapatos cafés.

Quiero unos

zapatos café.

Quiero unos

zapatos del color

café.

7 Me gustan

los pantalones

rosas.

Me gustan los

pantalones

rosa.

Me gustan los

pantalones del

color rosa.

7 Regalaré

vestidos violetas.

Regalaré

vestidos

violeta.

Regalaré

vestidos del color

violeta.

P:67

67

Estamos a punto de presenciar la extinción de una de las

palabras más útiles de la lengua. Es verdad que es una unidad

átona y dependiente que necesita de otra para tener sentido,

pero lo cierto es que sin este corto término, el sustantivo —de

quien es eterno compañero— poco puede hacer para dejar de

ser impreciso, vago e inseguro y convertirse en «la cosa»: exacta,

clara, determinada. Por eso, y en su honor, hemos decidido

escribir una apología del artículo, cuyo uso no es un lujo.

El artículo es un determinante, una palabra que va antes del

nombre en una oración y que nos ayuda a especificar los objetos,

ya sean personas, animales o cosas, a los que nos queremos referir.

Dicho de otra manera —pero en términos más refinados—,

un artículo es un determinante, cuya función es actualizar1 el

sustantivo al que acompaña.

Lo anterior significa que no es lo mismo decir:

No encuentro libro para leer.

Que:

No encuentro el libro para leer.

En la primera oración, lo que no encuentro es un libro «cualquiera» que me ayude a matar el ocio leyéndolo. En la segunda,

1 Actualizar es hacer que los elementos lingüísticos, abstractos o virtuales se

conviertan en concretos e individuales y en mensajes inteligibles, —Diccionario de la

Real Academia.

El artículo es un

determinante, es decir,

una palabra que va antes

del sustantivo en una

oración y nos ayuda a

especificar los objetos.

Artículos de lujo

artículo / omisión

P:68

68

ya tenía ese libro específico con el que mataba el ocio, sólo que

ahora no lo tengo a la vista. Es una gran diferencia, ¿verdad?

Malas influencias

Pero sucede que, ya lo dice Javier Marías,2

quizá por un mal calco

del inglés o por una incorrecta traducción del mismo, o simplemente por su «permanente contaminación», hemos comenzado

a excluir este necesario elemento y terminamos diciendo cosas

como: «Yo te conozco todo lo que es colonia Nápoles y Roma»,

en vez de darles a ambas demarcaciones geográficas el «lugar»

definido que tienen: «Yo conozco las colonias Nápoles y Roma».

O titulamos libros como: El libro completo de vampiros, en lugar

de entender que si el título en inglés dice The Complete Book of

Vampires, es porque en esa lengua no hay necesidad de señalar

con un artículo como the el sustantivo vampires, mientras que en

español sí, por lo que es necesario traducir: El libro completo de los

vampiros, teniendo en cuenta que esta obra habla de ellos como

entidad única.

Así que no nos dejemos engañar cuando un locutor nos diga

que «Estados Unidos es el país que más medallas ha conseguido

en historia de Juegos Olímpicos», y creamos que está hablando

acertadamente, pues esa historia de la que habla no es cualquier

historia, sino «la historia» de «los Juegos Olímpicos».

«Nuestra lengua se está llenando de estupideces superfluas»,

dice también Marías, y uno se indigna verdaderamente cuando

nombramos a secas cualquier sustantivo y nos olvidamos de su

artículo.

Así que no hagamos mutis ni sustituyamos el artículo con

cualquier cosa —como con el sesquipedalismo «lo que es»— 3

sumiéndolo en el silencio eterno. Mejor emprendamos la cruzada

por su permanencia.

Artículos de lujo

2 v. el siguiente capítulo.

3 v. «“Ser” o “venir siendo”, he ahí el dilema»; p. 125.

P:69

69

Mi buen y esgrimista compañero de páginas, el señor Duque

de Corso,1

me sorprendió hace unas semanas en su columna,

sobre todo teniendo en cuenta el castellano de ley que se gasta

normalmente, incluso cuando le sale un poco demasiado la jerga

recia, con palabras que no entiendo y que siempre imagino

mucho más brutales de lo que serán, seguramente.

Lo cierto es que sorprendió por dos motivos. El primero

carece de importancia y allá cada cual con sus lealtades,

pero no pude por menos de quedarme estupefacto cuando calificó

de «decente» el alma de un periodista tan calumnioso en lo que

a mí respecta, que la próxima vez que me lo encuentre —y ojalá

no la haya nunca—, me temo que no tendré más remedio que

cruzarle la cara —Pérez-Reverte sabe de sobra que a algunas

indecencias sólo puede contestarse con un sopapo, aun en estos

tiempos supuestamente civilizados—. También, dicho sea

de paso, afirmaba mi camarada que el individuo en cuestión

«escribía como Cristo bendito». No sabía que Cristo hubiera

sido un cursi embotellado.

Pero mi sorpresa principal fue otra, al leer el título de su

bonita columna, «La carta de Brasil». No descarto que hubiese

ahí una errata de El Semanal —a mí me caen unas cuantas

mensuales—,2

como tampoco descarto que el Duque Arturo

se confundiera de nombre al referirse al «decente». En todo

artículo / uso

Caballero de Mancha

1 Se refiere a Arturo Pérez-Reverte. [N. del E.]

2 Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte

publican una columna en este semanario. [N. del E.]

P:70

70

caso: como soy muy maniático con las cosas de la lengua, cada

vez que oigo o leo «Brasil» en contexto castellano, los oídos

o la vista se me sobresaltan espantados. Porque en nuestro

idioma nunca se ha llamado así a este país, o no al menos

hasta que la permanente contaminación del inglés ha llevado

a muchos periódicos, escritores y locutores a suprimir el artículo

determinado que el español ha puesto tradicionalmente a unas

cuantas naciones, regiones y ciudades. En inglés se dice, en

efecto, Brazil, Japan, India, China y demás. Pero en castellano, lo

siento, hemos hablado siempre del Brasil, el Japón, la China, la

India. Y también del Perú, la Argentina, el Uruguay, el Rosellón,

la Lombardía, el Piamonte, la Renania, el Véneto, la Borgoña,

el Languedoc, la Crimea, las Bahamas y las Bermudas, La Rochelle, La Mancha, La Rioja, La Coruña y El Escorial. Y si ustedes

ven un documento oficial brasileño, verán que ellos mismos le

ponen el artículo a su país y que, por ejemplo, su embajada es do

Brasil, esto es, «del Brasil». También los peruanos se indignan si

su nación se la llama «Perú» a secas, tanto como los mexicanos

si ven el nombre de la suya escrito con j, sobre todo porque la

anticuada grafía con x no impide la pronunciación como j en

ciertas excepciones, y lo sé bien porque a mí me pusieron Xavier

y así me lo escribía siempre mi madre en sus cartas, lo cual no

la llevó nunca a llamarme otra cosa que Javier, con el sonido

j actual —otro tanto ocurre con Ximena o Ximénez.

En algunos de los casos mencionados la cosa parecería

clara, porque se presupone la omisión de un sustantivo: así, la

(República) Argentina, las (islas) Bahamas y las (islas) Filipinas.

La costumbre, con todo, es propia de nuestra lengua y de

otras romances, ya que un inglés dirá siempre que ha ido «a

Bahamas» o «a Bermudas», o por supuesto «a Argentina»,

y por tanto el contagio podría acabar por alcanzarnos también

aquí. Estoy convencido de que a Pérez-Reverte le parecería un

tremendo soplapollas3

o un pijo4

inefable quien le dijera que ha

Caballero de Mancha

P:71

71

pasado del verano «en Rioja» o se ha comprado un piso «en

Escorial», o que se liga mogollón «en Baleares», o que lo tiene

fascinado «India», o que Don Quijote cabalgó «por Mancha».

Y estoy igualmente seguro de que habrá pasado la infancia —

como yo, de la misma quinta— leyendo aventuras que ocurrían

en la India, en la China, en el Yucatán o en el Canadá —apuesto

tres dedos a que nunca dijo «la Policía Montada de Canadá»—;

y de que gran parte del misterio y el riesgo de esos lugares nos

provenía de ese artículo determinado que el español les ha

antepuesto, hasta estos tiempos imitativos y cursis.

Nuestra lengua se está llenando de estupideces superfluas.

Hay muchas más, sólo mencionaré una segunda: en inglés hay

un tipo de títulos que requieren el artículo indeterminado A o An,

y así tendríamos A History of the World o An Idea of Time, para

indicar que no se trata de La (The) historia del mundo o La de la

filosofía, las únicas verdaderas y posibles. Pero en castellano resulta que la ausencia de artículo ya indica eso, y por consiguiente

esa clase de libros se han titulado siempre Historia de la filosofía,

Historia del arte, Historia de Grecia. Pues bien, últimamente nos

encontramos con montones de obras, con títulos mal traducidos

del inglés, que se llaman Una historia del ajedrez o Una historia del

prepucio, algo tan ridículo como redundante.

En fin, que no se me rebote Corso, pero es que en él suelo ver

uno de los escasos focos de resistencia ante la continua invasión

de chorradas5

que nuestra lengua sufre. No me vuelva a fallar

en estas lides, compadre, por favor se lo pido.

Caballero de Mancha

3 Persona tonta o estúpida. [N. del E.]

4 Dicho de una persona que en su vestuario, modales, lenguaje, etcétera, manifiesta

gustos propios de una clase social acomodada. [N. del E.]

5 Necedad. [N. del E.]

P:73

73

No está usted para saberlo ni yo para contarlo, pero hay

sustantivos que no nos dejan muy en claro si delante de ellos va

el o la, un o una. Normalmente empiezan con a y siendo ésta una

vocal abierta, uno puede confundirse y a veces hasta tropezarse

diciéndole él a ella y ella a él.

Ejemplos hay varios: agua, alma, arte, arena, aula, águila;

y, aunque otros incluso esconden tanta apertura con una h que

precede a la a —como haba, hacha, hada, hamaca o harina—, lo

cierto es que ni con ella logran disipar la incertidumbre.

La verdad disimulada de estas palabras es que son sustantivos

femeninos, aunque algunos, efectivamente, son ambiguos.

De acuerdo con el Diccionario panhispánico de dudas, a pesar de

que una palabra sea femenina, se debe anteponer el artículo

el —o un— cuando el sustantivo comienza con a tónica, es decir,

la que lleva el acento fonético, aunque no sea gráfico y aunque

vaya precedida de h. Por ello se dice:

El águila es un ave majestuosa.

Águila y ave son dos términos femeninos que comienzan con

a tónica, por lo que se les anteponen los artículos el y un. Aquí

tiene más ejemplos:

Volteó a ver el aula y vio la puerta abierta.

El niño pensó que el hada era muy caprichosa.

Siempre creí que un haba era lo mismo que una habichuela.

Existen sustantivos

ambiguos que no dejan

claro si son de género

masculino o femenino.

¿El o la?

artículos / género

P:74

74

No obstante, si el sustantivo no comienza en a tónica, se debe

atender al género al que pertenece, como en los casos de

aguamarina, arena, harina o hamaca:

La variedad más apreciada del berilo es la aguamarina.

La hamaca caía apenas unos centímetros sobre la arena.

Usó la harina sin cernir.

Ahora bien, todo cambia cuando entre el artículo y el sustantivo

se escribe un adjetivo, porque entonces también se respeta el

género del término, ya sea masculino o femenino:

Se antojaba sumergirse en la transparente agua.

Sería asqueroso sentir el filo de la sucia hacha en su cuello.

¿Un alma pura o un alma en pena? No se podía distinguir, por ello

sólo decidí nombrarla «La Intrigante Alma».

Y también varía cuando se trata del derivado de uno de estos

sustantivos y la sílaba tónica cambia de lugar:

Se estiraba y, con débil voz, pedía: «La agüita, la agüita».

Finalmente, tenemos que decirlo: es cierto, sí hay términos

ambiguos que en ciertos casos pueden ser muy femeninos y luego

muy masculinos, como azúcar, que, a pesar de su ambigüedad,

se prefiere en masculino:

El café tenía un sabor singular, confundió la sal con el azúcar.

O arte, que, cuando va en singular, se usa como masculino:

Es bueno… de hecho, es genial en el arte de la guerra.

Y cuando va en plural, se usa como femenino:

No sabes todas las artes que empleó para convencerla.

¿El o la?

P:75

75

«¿Cómo crees que se debe decir: “Sufro de no gozar como

debiera” o “Sufro de no gozar como debería”?». Fue la pregunta

que me hicieron hace algunos meses acerca de una frase de Jorge

Cuesta escrita en una pared de la oficina, a la que contesté:

«Ambas construcciones son correctas, pero significan cosas

distintas».

Aun con desenfadados conocimientos académicos sobre

la lengua, sabemos que los verbos conjugados, por su forma,

indican voz, tiempo,1

persona y número.

Por ejemplo:

Tengo = voz activa, tiempo presente, 1a

persona (yo), número singular

Sin embargo, para explicar —a mi modo— aquella opaca

y hermética respuesta mía, debemos saber que —no por su

forma, sino por su semántica y su significado— un verbo

conjugado también tiene variaciones de modo y de aspecto. En

esta ocasión, sólo hablaremos del modo.

Modos verbales

El modo es la variación que «expresa cuál de estas actitudes

toma el hablante ante el hecho del que habla»:2

real, no real

1 Para efectos de mayor claridad, usaremos la nomenclatura de Andrés Bello

—presente, pretérito, futuro, copretérito...— que fue la que casi todos aprendimos

en nuestros años de primaria, y no la de la Real Academia Española —presente,

pretérito perfecto simple, futuro simple, pretérito imperfecto..., por ser las más

tradicionales y básicas, que no las únicas.

2 Manuel Seco, Gramática esencial del español, Madrid: Espasa, 2002; p. 271.

Los verbos conjugados

indican voz, tiempo,

persona, aspecto

y número. Y pueden tener

variación de aspecto y de

modo.

A mi modo

verbos / modo

P:76

76

o de mandato. En español, los modos verbales son tres: el

modo «real», que llamamos indicativo; el modo «no real», que

se denomina subjuntivo, y el «de mandato», que es el imperativo.

Modo indicativo

En este modo se expresa con certeza que determinada persona

realizó, realiza, realizará, realizaba o realizaría una acción

determinada.

Por ejemplo:

Él teme a la oscuridad.

Decimos «se expresa con certeza», y Manuel Seco lo nombra

modo «real», porque se trata de asegurar que las personas

efectúan las acciones. Esta acción puede ocurrir en distintos

tiempos.

Modo subjuntivo

Es el modo «no real» en el cual se expresa la acción como un

deseo o petición; o bien, como una posibilidad. En este caso, las

personas no realizan las acciones expresadas por el verbo, sino

que desean realizarlas o que otra persona las haga. Igual que el

anterior, este modo tiene distintos tiempos. Se utiliza para dar

al verbo la expresión de ruego, petición, deseo o posibilidad en el

momento, pero la acción a realizar siempre tendrá un matiz de

futuro: «¡Ojalá que todo salga bien!», y también plantea la acción

del verbo como un deseo o una posibilidad desde el pasado de

acciones que no se realizaron, pero que se desea que así fueran,

y que, de ocurrir, tendrían lugar en el futuro:

Si estudiaras un poco más, pasarías el examen.

A mi modo

P:77

77

Modo imperativo

En este modo existe una persona que ordena a otra realizar

determinada acción. Por tanto, la acción no se realiza efectivamente: sólo queda expresada la orden o sugerencia. En este

modo únicamente existe un tiempo, el presente, aunque la acción

a realizar sea en este momento o en el futuro:

Limpia tu cuarto.

También es importante señalar que este tiempo no se conjuga

en primera persona singular, ya que es imposible darse órdenes

a uno mismo.

Para concluir, y de regreso a la pregunta que motivó este

capítulo, diremos que en el primer caso, «Sufro de no gozar

como debiera», el verbo está en subjuntivo, lo que equivale

a decir que la acción no se realiza, pero se desea que así fuera;

mientras que en el segundo, «Sufro de no gozar como debería», el

verbo está en indicativo, lo que implica una certeza en la acción

expresada por el verbo, algo así como una certidumbre de que

es necesario gozar más.

Queda claro que a Jorge Cuesta le sobraban las palabras

bellas, pero le fallaba eso del gozo, ya sea real o hipotéticamente.

Y, ahí sí, ni cómo echarle la mano.

A mi modo

P:79

79

En el capítulo anterior, dedicado también a los verbos,

conocimos las particularidades de los mismos en cuanto a su

modo. En esta ocasión, hablaremos de los significados temporales

de algunos verbos;1 por lo que hay que recordar —una vez

más— que los tiempos verbales no sólo tienen valor por la

forma y el nombre que les corresponde, sino porque adoptan

varios significados. Por ejemplo, en la oración: «El siguiente

lunes comienza mi curso de francés», el verbo comienza está en

tiempo presente, sin embargo, su significado temporal es el de

futuro, pues no se trata de un hecho actual, sino de uno que se

realizará posteriormente.

Conocer estos significados temporales de los verbos permitirá evitar la monotonía y la carencia de los valores básicos de

cada uno de ellos. Por esta razón, a continuación se explican

y ejemplifican los significados temporales de los tiempos verbales

principales y más comunes.

Significados temporales del presente

Presente histórico

Se usa el presente por pasado. Es útil para dar cercanía a las acciones de un relato —no sólo histórico— y para evitar la repetición.

Por ejemplo:

Conocer el significado

de los tiempos verbales

nos permite evitar la

monotonía y ser más

precisos en lo que

queremos comunicar,

sobre todo en la

temporalidad de una

acción.

¡Qué tiempos aquellos!

verbo / tiempo

1 Mismos que pueden ser controvertidos dentro de las corrientes más actuales

del estudio del español. Nosotros nos apegamos a la clasificación tradicional por

considerarla más explícita y útil para este manual.

P:80

80

Cristóbal Colón descubre América en 1492.

Presente por futuro

Iniciamos el capítulo con una oración de este tipo: un presente

con valor futuro. Aquí un ejemplo más:

En 2010 inauguran el restaurante argentino.

Presente de mandato

Ocasionalmente, para sustituir un imperativo, se usa el presente

de mandato. Por ejemplo:

Tienes que limpiar tu recámara.

Significados temporales del pretérito

Pretérito absoluto

Se le llama así y tiene un solo significado temporal, porque

refiere siempre a una acción anterior al momento en que se

habla o escribe.

Por ejemplo:

Miguel Ángel nació en 1475 y murió en 1564.

Significados temporales del futuro

Futuro de mandato

Se usa para sustituir a un imperativo.

Por ejemplo:

Después de picar las verduras, añadirá aceite de oliva al gusto.

¡Qué tiempos aquellos!

P:81

81

Futuro de probabilidad

Sirve para hablar de una duda o conjetura.

Por ejemplo:

Probablemente, el agua dulce se acabará en el año 2020.

Futuro de concesión

Se usa cuando se quiere negar y al mismo tiempo aceptar una

afirmación.

Por ejemplo:

Será un buen cantante, pero cuando habla siempre comete

errores.

Significados temporales del copretérito

Copretérito de cortesía

Se usa para expresar una acción, pero la expresamos en este

tiempo para dejar su consumación a la voluntad de la persona

a la que nos dirigimos.

Por ejemplo:

Quería tramitar mi seguro social.

Suena más cortés que:

Quiero tramitar mi seguro social.

Aunque los funcionarios públicos no lo entiendan y nos «corrijan» con las típicas respuestas:

Por ejemplo:

7 ¿Quería o quiere?, ¿venía o viene?

¡Qué tiempos aquellos!

P:82

82

Copretérito por futuro

En algunas oraciones condicionales se usa el copretérito con

valor de futuro.

Por ejemplo:

Si cambiara el gobierno, mejoraba la situación económica de este

país.

Copretérito habitual

Se utiliza para describir una acción que se lleva a cabo habitualmente. Se parece a una de las formas del presente, sólo que

referida al pasado. Pues si decimos algo así como:

El hombre estudiaba minuciosamente el comportamiento

de la niña.

Queremos expresar que se trata de algo acostumbrado en

el pasado. Sin embargo, si usamos otro tiempo del pasado

como el pretérito perfecto analizó, se entendería que estamos

hablando de una acción que aconteció una sola vez y no un

hecho permanente.

Significados temporales del pospretérito

Pospretérito, como pasado hipotético

Implica que toda acción futura está rodeada de incertidumbre.

Si decimos:

Los asistentes sumarían alrededor de 300 personas.

Esto significa que probablemente eran 300.

¡Qué tiempos aquellos!

P:83

83

¡Qué tiempos aquellos!

2 Hay que señalar que es un tiempo poco usual, debido a que puede sustituirse

por otros tiempos.

Significados temporales del antepresente

Antepresente, un pasado reciente

Este tiempo plantea la posibilidad de un pasado reciente, así

como la de un pretérito que se extiende hasta el presente. Además,

no se trata de un hecho durativo o habitual, sino intermitente.

Por ejemplo, la oración:

Juan elaboraba pan dulce —con verbo en copretérito.

Frente a:

Juan ha elaborado pan dulce.

Significa que se trata de una acción habitual, en la primera,

y de una acción intermitente o reiterada, pero no necesariamente

habitual en la segunda.

Significados temporales del antepretérito

Antepretérito, como un pasado anterior2

Se le llama también pretérito anterior e indica una acción anterior

a otra en el pasado que siempre tiene una sucesión inmediata

entre dos acciones. Por ejemplo:

Cuando hubo terminado, concluyó que estaba cansado.

Significados temporales del antefuturo

Antefuturo hipotético

Esta forma —al igual que el antepretérito— está desapareciendo

y únicamente se conserva en textos legales y de muy antigua

P:84

84

procedencia. Samuel Gili Gaya en su Curso superior de sintaxis

española aporta este ejemplo:

Si alguien infringiere esta disposición, será castigado...3

Significados temporales del antecopretérito

Antecopretérito indefinido

Expresa una acción anterior a otra realizada también en el

pasado.

En la oración:

García Márquez había escrito mucho cuando ganó el premio

Nobel.

La acción había escrito es anterior a ganó. Se llama indefinido, ya

que no importa el lapso transcurrido entre ellas.

Significados temporales del antepospretérito

Antepospretérito, como pasado hipotético

Su valor de futuro se establece siempre en relación con un

pasado. Tiene el mismo valor que el pospretérito. Veamos el

siguiente ejemplo:

La temperatura habría llegado alrededor de los 45 ˚C.

Esto significa que probablemente hubieran sido 45 ˚C.

Hasta aquí, los significados temporales de todos los tiempos

en modo indicativo. Los valores de los tiempos en modo subjuntivo e imperativo no tienen mayor problema, debido a que sólo

tienen el significado de la forma y el nombre que les corresponde

y no adoptan otros significados temporales.

3 Samuel Gili Gaya, Curso superior de sintaxis española, Barcelona: Vox, 2003; p.153.

¡Qué tiempos aquellos!

P:85

85

Los verbos prepositivos, también llamados de régimen preposicional,

son aquellos que se construyen obligatoriamente con una

preposición, de tal manera que si ésta se suprime, el significado

del verbo se afecta. Por ejemplo, en «acabó con su fortuna»

acabó con denota la idea de «consumir»; mientras que en «acabó

la lectura», el verbo acabó significa «concluir». De esta forma,

en una oración, el complemento de estos verbos se introduce

mediante la preposición. Por ejemplo, en «habla de llegar temprano»

llegar temprano es el completo de régimen prepositivo del verbo

habla de.

Para identificar si un verbo es preposicional podemos

realizar la siguiente prueba: hacer una pregunta que contenga

el verbo prepositivo y si en ella se incluye la preposición, el

verbo, obviamente, es preposicional. Por ejemplo, cuando

convertimos en interrogativa la oración «María se casó con

Pablo», preguntaríamos: «¿Con quién se casó María?». Entonces

vemos que para elaborar la pregunta forzosamente necesitamos

recuperar la preposición con. Por lo que el verbo casarse resulta

de régimen preposicional.

En nuestra lengua existe una amplia lista de verbos que se

construyen con una preposición. Así que, si queremos hablar mejor

es importante aprendernos cuándo usar la preposición correcta

con el verbo adecuado.

Por eso, adjuntamos una lista de verbos preposicionales con

su construcción correcta:

Verbos de régimen preposicional

verbo / preposiciones

Los verbos de

régimen preposicional

aquellos que requieren

forzosamente la presencia

de una preposición para

tener el significado que

quieren expresar.

P:86

86

Verbo + preposición = Ejemplo

verbo preposicional

Hablar de José Antonio habla de política.

Pensar en Siempre pienso en ti.

Dudar de Dudo de su sinceridad.

Acordarse de Me acuerdo mucho de mi

abuela.

Preocuparse por No te preocupes por tu crisis

amorosa; es pasajera.

Confiar en ¿Puedo confiar en mi

sabiduría?

Soñar con Cristal sueña con tener una

casa en Francia.

Necesitar de Mi hermano necesita de

cuidados.

Verbos de régimen preposicional

P:87

87

Alguna vez alguien me dijo que lo correcto sería decir «hay

nada», pues al utilizar la expresión «no hay nada» se manifiesta

una doble negación. Si apelamos a la tabla lógica de verdades

que uno aprende en preparatoria, parecería que mi interlocutor

estaba en lo cierto, pues, según ésta, una doble negación da como

resultado una afirmación.

Si partimos de lo anterior, cuando decimos «no hay nada»,

lo que estamos diciendo es que «hay algo», y lo mismo sucedería

con la frase «no hay nadie». Sin embargo, después de analizar

y estudiar la situación, llegué a un interesante descubrimiento

que, a continuación, explico.

En español tenemos los vocablos nada y nadie como sinónimos

de no o vacío. Sin embargo, en el antiguo español de Cervantes, el

adverbio no iba acompañado de: jamás, cuyo sentido es «ya más»;1

nadie, que significa «persona nacida»;2

y nada, cuya acepción

es «cosa nacida».3 Así, estas voces no hablaban de una «no

existencia», hasta que, con el tiempo y la costumbre, cada una

pudo usarse indistintamente, sin la necesidad del no.

Al decir «no hay nada», decimos literalmente «no hay cosa

nacida», lo que no significa que «no haya algo», más bien que,

1 Joan Corominas y José A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico,

Madrid: Gredos, 1980.

2 Pues viene del latín nati —plural de natus: «nacido»—, que al español pasó como

nadi; después cambió a naid, de ahí a naide

y, como una reacción contra el vulgarismo, a nadie.

3 Porque viene del latín res nata, «cosa nacida», que ya se usaba con el sentido

de «el asunto en cuestión» y que, en el español del siglo x, había derivado como

«cosa nada». Probablemente siguió el mismo camino que nadie.

En la expresión «no hay

nada» se manifiesta una

doble negación, que es

correcta en español.

No hay nada que temer

verbo / negación

P:88

88

de todas las cosas que pudiera haber, «todo no está». Por eso, si

dijéramos «hay nada», es decir, «hay cosa nacida», estaríamos

suponiendo que, de todas las cosas que pudieran existir, «están

todas», algo que, dentro de las leyes de la física o la lógica,

es imposible.

También, al decir «no hay nadie», estamos diciendo «no

hay alguien nacido», y si decimos «hay nadie», es decir, «hay

persona nacida», damos a entender que, de todas las personas

que pudieran estar, «están todas» al mismo tiempo, hecho que

tampoco, según la teoría de Einstein, puede suceder.

Cuando nos preguntan: «¿Qué quieres comer?», y decimos:

«Quiero nada, gracias», es decir, «quiero comer cosa nacida,

gracias», estamos diciendo que, de todas las cosas que pudiéramos comer, «queremos todas», y eso no es cierto, porque lo

que en realidad queremos es no comer. Por ello, cuando nuestra

respuesta es «sí» y nos preguntan «¿qué?», respondemos «algo»,

que es una parte específica del todo.

De igual forma se nos pregunta: «¿Hay alguien?», es decir,

«de todas las personas, ¿está una?»; y nosotros respondemos: «No

hay nadie», o sea, «no hay persona nacida». Si dijéramos: «Hay

nadie» —«hay persona nacida»—, estaríamos en un gran lío,

pues se encontrarían todas las personas y, honestamente, aunque

el espacio fuera enorme, es definitivo que no cabríamos todos los

seres humanos existentes del planeta en un solo lugar.

Además, lo que nuestro interlocutor quiere saber es si no

hay persona o si hay una en particular y, para ello, usamos los

adverbios alguno, alguien y algo, palabras que indican que, de todo

el universo de «cosas nacidas» —nada—, o de todo el universo de

«personas nacidas» —nadie—, escogemos una en particular. Por

eso es incorrecto decir «hay nadie» y no lo es «hay alguien».

En el idioma de Shakespeare se dice «there is nothing», lo que

en una traducción literal significa «hay “no cosa”». Como bien

No hay nada que temer

P:89

89

se ve, esta frase no dice que «hay nada», simplemente que «hay

no algo» y nunca niega la existencia de la «nada».

Por otro lado, si hablamos del nunca, podemos afirmar

que éste sí es un adverbio de negación, pues trabaja con el

tiempo. Debido a que es lineal y sin dimensiones superpuestas,

el nunca implica una elección constante de ese momento inexistente, mientras que el siempre es la elección de todo el tiempo

existente, lo que, si no es imposible, sí es dudoso.

Pero el que sí es verdaderamente improbable es el gran

ahorita mexicano, pues no determina en qué momento empieza

y cuándo va a acabar. Se podría decir que el ahorita es escoger

todo el tiempo no existente y abstenerse de elegir un momento

del tiempo existente. Por eso, cuando en las dependencias

gubernamentales le digan: «Ahorita pasa usted», esté preparado

para entrar en una dimensión desconocida que puede durar para

siempre… o nunca.

No hay nada que temer

P:91

91

«¿Sabías que las palabras saber y sabor tienen la misma etimología?». Así comenzaba un artículo que tuvo a bien enviarme un

querido amigo. Explicaba por qué el verbo saber se conjuga del

mismo modo en todas sus acepciones, o sea, con el sentido de

«tener sabor a alguna cosa» o con el de «conocer algo o tener

noticia o conocimiento de algún asunto».

La primera persona del presente de indicativo es sé —y no

sepo ni sabo.

Por ejemplo:

Sé a chocolate: «tengo sabor a chocolate».

Del mismo modo:

Sé química: «tengo conocimientos de química».

Esta forma de primera persona del singular del presente de

indicativo debe escribirse con acento para distinguirla del

pronombre átono se:

Juan José se arrepiente de sus palabras.

Indicativo / Presente

Saber Saber

(tener conocimiento (tener sabor a

de algo) algo)

yo sé sé

Saber y sabor tienen la

misma etimología, por

lo que el verbo saber se

conjuga del mismo modo

en todas sus acepciones.

El que sabe, sabe

verbo / conjugación

P:92

92

Indicativo / Presente

tú sabes sabes

él sabe sabe

nosotros sabemos sabemos

ustedes saben saben

ellos saben saben

Ahora bien, regresemos a la etimología. Decíamos que saber

y sabor comparten el mismo origen, porque ambas palabras

proceden del verbo latino sapere «saber» y éste, a su vez,

del indoeuropeo1 sap- «tener sabor». Por ello, tener sabor

o conocimiento de algo, se conjuga igual en español, incluso, el

Diccionario etimológico de la lengua española afirma que los términos

guisante, insípido, quizá, quizás, resabio, sabio, sabor y sabroso provienen

de la misma raíz.2

guisante Del latín pisum sapidum, «guisante sabroso».

insípido, da Del latín insipidus, a, um, «falto de sabor».

quizá y quizás Del latín qui sapit, «quién sabe».

resabio Del latín resapere, «tener sabor», «saber a».

sabio, bia Del latín sapidus, «persona que posee la

sabiduría».

sabor Del latín sapor, oris, «sensación que ciertos

cuerpos producen en el órgano del gusto».

sabroso, sa Del latín saporsus, de sapor, «sazonado y

grato al sentido del gusto».

1 Lengua madre de la que procede la familia de lenguas indoeuropeas que

comprende los siguientes grupos: anatolio, balcánico, báltico, celta, eslavo,

germánico, griego, indoiranio, itálico y tocario. El español —junto con las demás

lenguas romances— pertenece al grupo itálico.

2 Guido Gómez de Silva, Diccionario etimológico de la lengua española, México:

El Colegio de México/Fondo de Cultura Económica, 1998; p. 618.

El que sabe, sabe

P:93

93

La segunda persona del singular del pretérito de indicativo

del verbo venir, en el español mexicano actual, tiene al menos

cuatro maneras de expresarse: venistes, veniste, vinistes, viniste. Y es

al menos porque aún pervive en algunas hablas rústicas la forma

venites, aunque cada vez es más desusado.

Sin hacer referencia a lo correcto y lo incorrecto, sino simplemente a lo que sucede en el español culto medio, es evidente que

las formas con –s son rechazadas por el hablante medianamente

culto, no sólo en el verbo venir sino en cualquier otro.

En la conjugación española, todas las segundas personas de

los tiempos verbales terminan en –s, como en cantas, cantabas,

cantarás, excepto en el pretérito de indicativo —cantaste—. Todo

permite suponer que, desde el mismo latín vulgar, se tendió

a igualar todo el paradigma verbal, añadiendo a cantaste una –s

—cantastes—, de carácter analógico y no etimológico. Sin

embargo, esta modificación, hoy, no se acepta por los hablantes

de cultura media.

En cuanto a veniste/viniste, en latín clásico la forma correspondiente era venisti, que debería producir en español veniste. Pero

interviene la analogía, es decir, la necesidad de igualarse con el

resto y, desde los más antiguos tiempos, se da la forma viniste.

Aquí la analogía opera en razón de las formas del pretérito: en

veni, la i larga final inflexiona —cierra en un grado— la e tónica,

produciendo vine; vinimus produjo primero la forma viniemos

y después vinimos; finalmente, venerunt dio vinieron. En resumen,

estas tres personas con i (vine, vinimos, vinieron) atrajeron a sí a las

Veniste(s) / viniste(s)

verbo / conjugación

Un paradigma es un

conjunto de elementos

lingüísticos relacionados

entre sí, ya sea por su

similitud formal o por la

idea que expresan.

P:94

94

otras tres que tenían una e etimológica (veniste = viniste, veno =

vino, venisteis = vinisteis) y hoy, según esta explicación histórica, la

forma normal es con i en todas las personas.

En el español mexicano esto se respeta generalmente sólo en

tres de las formas y en otras dos se usa la e. Así, aunque lo más

común es conjugar el pretérito de venir de la siguiente manera:

vine, veniste, vino, venimos, vinieron, con la obvia omisión de vinisteis

o venisteis, que no se usa; no por ser más correcto, sino por ser

más sistemático, es recomendable conjugar el verbo venir de la

siguiente forma:

Pronombre Presente Pretérito

Yo vengo vine

Tú vienes viniste

Él viene vino

Nosotros venimos vinimos

Ustedes vienen vinieron

Ellos vienen vinieron.

Veniste(s) / viniste(s)

P:95

95

El español puede clasificarse como una lengua flexiva; esto

significa que algunas de sus palabras cambian su forma para

expresar si se habla de algo que es singular, plural, femenino,

masculino, grande, pequeño —niñ-a, niñ-ita, niñ-ota, niñ-ería—,

o si pasa hoy o pasó hace tiempo —com-o, com-ieron.

Existen dos tipos de flexión: la nominal y la verbal. En la

primera, el sustantivo —nombre con el que llamamos a las

personas y a las cosas— y las palabras que lo acompañan y

modifican, como el adjetivo y el artículo, se modifican para

indicar si son plurales o singulares, masculinos o femeninos.

En la segunda, el verbo tiene otros cambios, pues indica no sólo

el número, sino también la persona que realiza la acción, el

tiempo en el que la hizo y el modo como la pudo haber hecho.

Esto significa que una parte del verbo es distinta si se refiere

al momento en que se efectuó la acción, es decir, si se hizo

en el pasado, si se hará en un futuro, si se hace en el presente

o cualquier otro tiempo que el español sea capaz de expresar; o

si se trata de algo que hiceyo o hicieron ustedes, lo cual es la persona,

y, por último, si se trata de un acto realizado «realmente», o bien,

un mandato o ruego, o algo que se desea, se espera o es posible,

lo cual se conoce como el modo del verbo.

El verbo siempre tiene que concordar con el sujeto de

la oración.

Así, si decimos:

Las oscuras golondrinas...

El español puede

clasificarse como una

lengua flexiva: sus

palabras cambian para

expresar si se habla de

algo que es singular,

plural, femenino,

masculino, grande,

pequeño; si pasa hoy

o pasó hace tiempo.

La parvada de oscuras golondrinas no volverán

verbo / concordancia

P:96

96

Debemos agregar:

...no volverán.

En realidad, la concordancia es algo que los hablantes hacen

automáticamente y no tiene mayor chiste para ellos —nadie

diría, creo, «los oscura golondrina no volviste».

Es tal el caso de los sustantivos colectivos que se forman

junto con una frase nominal en plural. Se trata de palabras

que se usan para referirse a un grupo o conjunto, y que, por lo

mismo, significan «más de uno», «varios» o «muchos»; pero cuyo

número es singular: el grupo, la mayoría, la muestra, la serie, el conjunto,

la muchedumbre, la retahíla, etcétera, y, que, cuando se construyen

junto a una frase adnominal que incluye el sustantivo en plural,

resultan en un error de concordancia a la hora de ponerles

verbo. Así, algunas veces, la gente suele hacer construcciones

como ésta: «La mayoría de los chavos prefieren el rock». Esta

oración es incorrecta porque la mayoría —sujeto de la oración— es

la que prefiere el rock y no los chavos, y es el sujeto con el que

debe hacer concordancia. En realidad, «de los chavos» es sólo

una frase adnominal que modifica al núcleo de la oración, el

cual es casi siempre un sustantivo —en este caso, un sustantivo

colectivo: mayoría.

Por eso, si se dice: «la parvada de oscuras golondrinas», en

realidad ésa... no volverá.

7 Incorrecto Correcto

7 La mayoría de las La mayoría de las

personas vieron el partido. personas vio el partido.

7 El grupo de los diez El grupo de los diez

votaron en contra. votó en contra.

7 El conjunto de reformas El conjunto de reformas

fueron aceptadas. fue aceptada.

La parvada de oscuras golondrinas no volverán

P:97

97

7 Incorrecto: Correcto:

7 La muchedumbre de rijosos La muchedumbre de rijosos

destruyeron el estadio. destruyó el estadio.

7 La serie de trabajos La serie de trabajos

fueron suspendidos. fue suspendida.

7 Una gran cantidad de Una gran cantidad de

personas asistieron personas asistió a la

a la presentación. presentación.

7 La retahíla de insultos La retahíla de insultos

fueron una exageración. fue una exageración.

La parvada de oscuras golondrinas no volverán

P:99

99

Porque acceder no es lo mismo que accesar, querido lector;

acceder es:

Significado Ejemplo

Consentir en lo que Paulina accedió a hacer aquí

alguien solicita. la fiesta.

O quiere ceder y convenir ¡Vamos! Accede y dale la

en el propio parecer. razón.

Entrar en un lugar No es difícil acceder a los

o pasar a él. camerinos.

Tener acceso a una Después de muchas

situación, condición o audiciones, Laura por

grado superiores. fin accedió al papel

protagónico.

Y accesar… Pues accesar ni siquiera existe en el diccionario, aunque

son muchos quienes lo usan como una mala traducción del verbo

inglés to access —«tener acceso a, entrar a»—, que sólo se usa

en informática; de ahí que su uso más común sea en lo relativo

a este tema:

No pude accesar a la página de Internet.

Así, no es difícil oír en cualquier conversación:

Para accesar a la fiesta tienes que cooperar.

Accesar no existe en

el diccionario, aunque

son muchos quienes lo

usan como una mala

traducción del verbo

inglés to access.

Y usted, ¿accede o accesa?

verbo / anglicismos

P:100

100

Porque, además, es un término que se ha generalizado tanto,

que ya no sólo se usa con el sentido de acceder, sino con todos

los que manifiestan haber alcanzado un objetivo:

¡Estoy feliz! Por fin logré accesar a su número telefónico.

Aunque es cierto que tanto acceder como to access provienen del

término latino accedere —«acercarse»—, también lo es que cada

uno cumple una función distinta en la lengua a la que pertenece,

por lo que no es posible ni sustituir uno por el otro ni, mucho

menos, usarlo para todo y, además, incorrectamente.

Por ello, cada vez que pueda, procure dejar de accesar y

acceda a utilizar la palabra correcta. Verá cómo ello le abrirá

más puertas por las cuales podrá acceder a un mejor uso del

lenguaje.

Y usted, ¿accede o accesa?

P:101

101

Fernando del Paso, en Palinuro de México, nos habla de un

temor que casi todos hemos tenido alguna vez: el terror de que

nos entierren vivos, «o enterrados y medio vivos si nos pasa lo

que al señor Valdemar del cuento de Poe y se te empieza a pudrir

el cuerpo teniendo el alma viva». Y vaya qué clase de temor;

no obstante, hay otra clase de temores menores, pero igual de

consistentes como el no saber si se dice pudrir o podrir.

Podríamos decir que ésta es una de esas palabras llamadas

biformes, que son aquellas que se pueden escribir de dos modos

distintos, pero provienen de una misma etimología, en este

caso al tener su origen en el latín putrere y al llegar al español

medieval y clásico con dos formas en el infinitivo: podrir y pudrir, y

alternaron las formas con -u- y -o- en la raíz. Así que hoy quedan

resabios de esas dos costumbres, y ambas palabras son definidas

como la «acción sobre una materia orgánica para que se altere

o descomponga», o «el consumir, molestar, causar impaciencia o

fastidio», y en otra acepción secundaria «el haber muerto o estar

sepultado». En el caso de pudrir, se sugiere que su morfología, en

participio irregular, sería podrido. Así que en primera instancia

diríamos que se dice podrir, y que pudrir ya no tiene cabida.

Pero como en muchas cosas, todo depende del cristal con que

se mire, o más bien de qué lado del charco se encuentre, pues

en la norma culta española, podrir sólo se usaría en una de las

formas no personales del verbo: en participio, así que tal norma

sólo admite hoy las formas con -u-; sin embargo, en la norma

culta americana —dice el Diccionario panhispánico de dudas— en

El término latino putrere

llegó al español medieval

en dos formas en el

infinitivo: podrir y pudrir,

que alternaron las formas

con -u- y formas con

-o- en la raíz.

De podridos están llenos los panteones

verbo / irregularidades

P:102

102

el infinitivo y en algunas formas conjugadas de este verbo se

presenta la alternancia -u- / -o- en la raíz. De cualquier modo,

en una contradicción que resulta ventajosa para quienes son

partidarios del podrir, en las tablas de conjugaciones verbales

de la misma Real Academia Española, sí hay espacio para que

ambas formas coexistan del siguiente modo:

Presente

Persona Pudrir Podrir

yo pudro pudro

tú pudres pudres

él pudre pudre

nosotros pudrimos podrimos

ellos pudren pudren

El Diccionario panhispánico de dudas en esta ocasión también

prescribe, ya que las formas con -u-, o sea, pudrir, suelen ser las

preferidas en el español americano, pues pertenecen a su norma

culta, aunque no para Jodorowski, nuestro chileno favorito: «Has

enflaquecido, pierdes el pelo, tus dientes comienzan a podrirse,

tus cartílagos están inflamados». Aunque sin duda, ¿a quién le

gustaría aceptar que nuestro podrir nos hace pertenecientes a la

norma inculta?, por lo que sospecho que el mundo se llenará

de voces que exclamen: ¡pudrir!, ¡pudrir!...

Podridas curiosidades

Si queremos referirnos a la acción y al efecto de pudrirse, los

sustantivos de todos los días son podredumbre y un bonito cultismo:

putrefacción. Otras formas menos comunes, pero igualmente

válidas, serían pudrición y pudrimiento.

De podridos están llenos los panteones

En algún momento se

usaron podredumbre,

podrición y podrimiento;

hoy son anticuadas e,

incluso, casi inexistentes.

P:103

103

La confusión entre vertir

o verter es un caso

particular del infinitivo.

Un caso de confusión en un infinitivo es si lo correcto es decir

vertir o verter. El diccionario sólo tiene registrado este último y

proviene del latín vertere, que significa «volver, pasar, cambiar»,

y tal vez la existencia de verbos de la misma familia latina como

advertir, convertir, divertir, invertir o pervertir sea la causa de que, por

analogía, se diga erróneamente vertir.

Ahora que si usted duda de si se dice nieva o neva, fuerza o

forza, suelda o solda, sólo debe recordar lo siguiente: nevar derivó

del latín vulgar nivare, cuya i dio e, y ésta, a su vez, se diptongó

al momento de conjugarla, tal y como sucede con los verbos

hervir: hiervo, hierves, hiervo..., o sentir: siento, sientes, siente... Lo mismo

pasó con los verbos forzar, torcer y soldar, que deben conjugarse

de la siguiente manera:

Torcer

yo tuerzo

tú tuerces

él tuerce

nosotros torcemos

ustedes tuercen

ellos tuercen

Entre verter, nevar, soldar, torcer y forzar

verbo / irregularidades

P:104

104

Entre verter, nevar, soldar, torcer y forzar

Forzar

Correcto 7 Incorrecto

yo fuerzo forzo

tú fuerzas forzas

él fuerza forza

nosotros forzamos fuerzamos

ustedes fuerzan forzan

ellos fuerzan forzan

Soldar

Correcto 7 Incorrecto

yo sueldo soldo

tú sueldas soldas

él suelda solda

nosotros soldamos sueldamos

ustedes sueldan soldan

ellos sueldan soldan

Verter

yo vierto

tú viertes

él vierte

nosotros vertemos

ustedes vierten

ellos vierten

P:105

105

Entre verter, nevar, soldar, torcer y forzar

Nevar

yo nievo

tú nievas

él nieva

nosotros nevamos

ustedes nievan

ellos nievan

P:107

107

Una de las lecciones escolares que no podremos olvidar

aquellos que tuvimos la suerte de hacer uso del artículo tercero

constitucional y nos pasamos la vida en las escuelas públicas, sin

duda, es la lectura de Platero y yo: «Platero es pequeño, peludo,

suave… tan blando por fuera que se diría todo de algodón».

Así que entre el pelaje blanquecino de Platero, las efemérides de cada lunes y el jalón de las patillas masculino y el de

coletas femenino, no hay muchos recuerdos de donde escoger.

No obstante, si hay algo que recordar de Platero y yo es que,

en cierto momento, narra que en «la paz brillante, se oye el

hervor de la olla que cuece en el campo, la brama de la dehesa

de los caballos, la alegría del viento del mar en la maraña de

los eucaliptos».1

Ante eso, algunos compañeros señalaban el

error, pues según ellos, sus abuelas y tatarabuelas decían que

los alimentos se «cocen» en la olla. ¿Por qué en tal obra se

cometería tal error?

La confusión

Si queremos rastrear esa histórica confusión, entonces tendríamos

que darnos cuenta de que los verbos cocer y coser son homófonos,

por lo menos para nosotros los hispanohablantes de América

—pues los españoles tienen su propia forma de distinción

prosódica: el ceseo—, y a pesar de que existe tal relación sonora,

su significado es diferente: mientras que el primero se refiere en

1 Juan Ramón Jiménez, Platero y yo (elegía andaluza), Madrid: Ediciones Didáctica,

1992; p. 330.

Los verbos cocer y coser

son homófonos para los

hispanohablantes de

América.

Quien cuece y amasa, de todo le pasa

verbo / irregularidades

P:108

108

sus primeras acepciones a «hacer comestible un alimento crudo

sometiéndolo a ebullición o a la acción del vapor o al someter

pan, cerámica, piedra caliza a la acción del calor en un horno»,

y su origen es del latín coquere; el segundo se refiere a «unir con

hilo, generalmente enhebrado en la aguja, dos o más pedazos de

tela, cuero u otra materia», y proviene del latín consuele.

La conjugación

Otra de las claves principales para la distinción entre «coser» y

«cocer» es la conjugación, pues en ella se evidencian sus diferencias y sus similitudes, para así entender por qué son distintos

y por qué la ropa se «cose» y el pollo se «cuece».

Presente

yo cuezo coso

tú cueces coses

él cuece cose

nosotros cocemos cosemos

ustedes cuecen cosen

ellos cuecen cosen

El romance

El motivo de que la carne comestible no se «coce», pero sí se

«cuece», y de que la carne humana, si está herida, se «cose», sin

duda se la debemos al latín, en este caso, de cocer, del latín coquere

—que se expresa en el español en presente y en indicativo— cuyo

romanceamiento fue:

cóceo > cuecio > cuezo

Quien cuece y amasa, de todo le pasa

P:109

109

Todos hemos visto en las carreteras los letreros que anuncian

«Utilice el cinturón de seguridad». Sin embargo, pocos de

nosotros hemos reparado en que esta advertencia está mal

construida, ya que el verbo utilizar —según el Diccionario de la

Lengua Española— significa «aprovecharse de algo».

Ahora bien, si usted quiere referirse a «emplear algo para

hacer alguna cosa», es correcto cualquiera de los dos verbos:

utilizar y emplear, ya que usar y ocupar implican otros significados

que se alejan de esta idea.

Por ejemplo, cuando queremos referirnos a «llevar cierta

ropa o ciertos accesorios», empleamos el verbo usar. Así,

decimos:

Él usa corbatas rayadas.

Y no:

7 Él utiliza corbatas rayadas.

Ni:

7 Él ocupa corbatas rayadas.

Este verbo además es válido cuando queremos nombrar una

costumbre:

Abuela, ¡eso ya no se usa!

Cada uno de estos

verbos posee un

significado representativo,

que nos ayuda a distinguir

qué verbo elegir a la hora

de hablar.

«Utilice» el cinturón de seguridad

verbo / contexto

P:110

110

El verbo ocupar refiere la idea de «llenar un espacio».1 Cuando

asistimos al cine, por ejemplo, preguntamos:

¿Está ocupado este lugar?

Y no:

¿Está siendo utilizado este lugar?

Ni:

¿Está siendo usado este lugar?

Otro de los significados comunes que posee el verbo ocupar es el

de «estar realizando un trabajo, ejercicio o tarea». Por ejemplo:

«Disculpa, ¿estás ocupado?». En tales casos, es preferible el verbo

ocupar, que usar y utilizar.

En suma, observemos que cada verbo posee un significado

representativo, que nos ayuda a distinguir qué verbo elegir a la

hora de hablar. A continuación, ofrecemos un recuadro que nos

ayudará a recordarlo.

«Utilice» el cinturón de seguridad

Rasgos de significado

Verbos «Emplear una «Llevar cierta «Tener la «Llenar un «Estar realizando

herramienta» ropa o accesorio» costumbre» espacio» un trabajo»

Emplear + - - - -

Utilizar +/- - +/- + -

Usar +/- + + - -

Ocupar +/- - +/- + +

1 En los diccionarios que consultamos —Diccionario del español usual en México,

Diccionario de la Lengua Española y El Pequeño Larousse Ilustrado—, ese significado

aparece mucho antes que «emplear algo para hacer alguna cosa».

P:111

111

Existe una regla coloquial que establece la presencia de un

pariente incómodo en todas y cada una de las familias mexicanas,

y la mía no es la excepción. En el último festejo de cumpleaños

de mi papá contamos con la espectacular visita de la tía Beta.

En aquella ocasión, la tía tomó por tema el divorcio de su hija

Cristina, a la cual no paraba de repetir:

—Una vez que téngamos el dinero nos salimos de su casa. Te

lo digo, Cristina, una vez que lo téngamos.

Con mucha frecuencia oigo a las personas cometer la misma

incorrección y yo, como la madre de Cristina, no puedo parar

de repetir para mis adentros «tengamos, tengamos, tía».

Las construcciones en presente de subjuntivo son muy

comunes en español, sin embargo su uso es irregular porque

en la 1a

persona del plural el acento sale de la raíz verbal. Todo

será más claro con el siguiente ejemplo, la conjugación del verbo

volver en presente de subjuntivo:

Singular Plural

1a

persona, vuelva volvamos, no vuélvamos

2a

persona, vuelvas vuelvan

3a

persona, vuelva vuelvan

Aquí es donde ocurre el problema, el acento que en el español

suele ser grave, se va a la sílaba correspondiente —volvamos— pero

desajusta el parecido con todas las otras formas de las demás

personas que son graves y tienen el acento donde está la raíz

Téngamos: un pariente incómodo

verbo / acentuación

P:112

112

verbal. En este caso los hablantes regularizan el paradigma1

y mantienen el acento en el lugar en el que todas las demás

personas de ese tiempo lo tienen. Por lo anterior es tan común

escuchar vuélvamos en lugar de la forma correcta volvamos,

téngamos en lugar de tengamos o váyamos en lugar de vayamos.

Estamos frente a un problema de analogía verbal, que no

es otra cosa que el afán que tenemos todos los hablantes por

regularizar lo que es irregular.2

Así, la próxima vez que desee utilizar la primera persona

del subjuntivo, recuerde siempre que el acento recae fuera de

la raíz, y sí es lo correcto.

En la gramática, el

significado del modo

subjuntivo se basa en

la oposición de realidad

que plantea el modo

indicativo.

Téngamos: un pariente incómodo

1 Conjunto de todas las formas de la conjugación de un verbo.

2 Acerca del concepto de analogía, el Diccionario panhispánico de dudas refiere que

es la creación de nuevas formas lingüísticas o la modificación de las existentes a

semejanza de otras.

P:113

113

Los verbos afectivos son los que usamos para expresar el agrado

o desagrado que sentimos por un objeto, persona, animal o cosa.

Son maravillosos, pero también se pueden quedar cortos porque

resulta que es muy difícil para la lengua expresar sentimientos.

Por ejemplo, para dar a entender que algo nos complace

usamos verbos como:

amar

deleitar

maravillar

encantar

fascinar

enloquecer

gustar

En cambio, cuando queremos expresar el rechazo que sentimos

por algo, usamos verbos como:

odiar

despreciar

desdeñar

aborrecer

detestar

En este tipo de verbos se distingue un matiz que permite diferenciarlos. Este matiz es la intensidad que sentimos por aquello

Los verbos afectivos

son los que usamos

para expresar agrado

o desagrado.

Yo amo los verbos afectivos

verbo / afectivos

P:114

114

que amamos o despreciamos. Por ejemplo, el verbo fascinar tiene

una carga mucho más afectiva que el verbo gustar.

Observemos:

Me fascinan las crepas con cajeta.

Es más efusivo que:

Me gustan las crepas con cajeta.

Lo mismo ocurre con los verbos de carga negativa odiar, despreciar,

aborrecer, detestar. Aborrecer expresa un rechazo mucho más intenso

que odiar.

Por ejemplo:

«Te aborrezco» es aún más fuerte que «te odio».

Lo anterior, querido lector, invita a reflexionar sobre nuestra

lengua. De ahora en adelante escuchemos lo que los verbos nos

dicen, ya que cada verbo afectivo expresa una intención que

debemos considerar.

A continuación, proponemos una especie de termómetro en

el que medimos la intensidad de cada verbo afectivo con carga

positiva y negativa.

amar

deleitar

maravillar Verbos con

encantar carga positiva

fascinar

enloquecer

gustar

odiar

despreciar Verbos con

desdeñar carga negativa

aborrecer

detestar

Yo amo los verbos afectivos

P:115

115

¿No lo ha notado? En la actualidad, todos somos expertos, pues

«manejamos» todo y de todo: el estrés, las empresas, el dinero

y ¡hasta a nuestra pareja!

Decimos Es mejor decir

7 Tips para manejar el estrés. Tips para tratar el estrés.

7 Slim recomienda manejar Slim recomienda dirigir

Pemex como una empresa Pemex como una empresa

privada. privada.

7 Aprenda a manejar e Aprenda a organizar e

invertir su dinero. invertir su dinero.

7 Sedúcelo y aprende Sedúcelo y aprende

a manejarlo. a manipularlo.

Lo insólito es que ya no sólo los sujetos animados y humanos

manejamos esto y aquello, sino que incluso los sujetos inanimados lo hacen. ¡¿Puede usted creerlo?!

7 El programa maneja anuncios dirigidos a niños y adolescentes.

En el programa se transmiten anuncios dirigidos a niños y

adolescentes.

7 En el estudio no se maneja esa información.

En el estudio no se recopila esa información.

Aprenda a manejar el manejar

verbo / contexto

P:116

116

7 Este test maneja las reacciones al trabajo bajo presión.

Mediante este test se obtienen las reacciones del examinado cuando

se enfrenta al trabajo bajo presión.

7 Encuéntralo. Es un cartel que maneja las gráficas sobre las

prestaciones.

Encuéntralo. Es un cartel que tiene las gráficas sobre las

prestaciones.

7 Estamos en la estación de autobuses del sur, mejor conocida

como Taxqueña, con rutas al estado de Morelos, la cual maneja

destinos como Cuernavaca y Tepoztlán.1

Estamos en la estación de autobuses del sur, Taxqueña, que tiene

rutas hacia Cuernavaca y Tepoztlán, poblaciones del estado de

Morelos.

Manejar es una palabra que viene del italiano maneggiare y su

definición es:

1. Usar algo con las manos:

El pintor maneja con destreza el pincel.

2. Usar, utilizar, aunque no sea con las manos:

Alma maneja muy bien el idioma inglés.

3. Conducir o guiar un automóvil.

Me gusta manejar cuando llueve.

4. Gobernar, dirigir:

Es un buen político, sabe muy bien cómo manejar a sus

partidarios.

1 Muchos de estos ejemplos son reales y fueron recopilados por la edición.

Aprenda a manejar el manejar

Manejar no sólo se

refiere a «operar algo

con las manos», sino

a «manipular, usar,

conducir, guiar, gobernar,

moverse»; por eso en

el habla común es tan

usado, aunque a veces

incorrectamente.

P:117

117

Aprenda a manejar el manejar

5. Como verbo pronominal,2

moverse con cierta soltura

después de haber tenido algún impedimento:

Después del accidente, la maquinaria debe manejarse con

mucho cuidado.

Podemos ver, entonces, que manejar no sólo se refiere a «operar

algo con las manos», sino a «manipular, usar, conducir, guiar,

gobernar, moverse»; por eso en el habla común es muy usado,

tanto, que hemos caído en el exceso de decir cosas vagas y sin

sentido o, definitivamente, incorrectas.

Para aprender a usar el verbo manejar debemos considerar

que existen otros términos más precisos para decir lo que

deseamos y que ni podemos manejarlo todo ni, mucho menos,

todo se puede manejar.

2 El que se construye en todas sus formas con un pronombre átono —me, nos, te,

los, lo, le, les, la, las, se— que concuerda con el sujeto y que no desempeña ninguna

función sintáctica oracional.

P:119

119

A estas alturas del camino ya debería de saber qué es lo que

debo hacer y qué es lo que no. Pero la vida no es sino este sendero

lleno de curvas, dudas, caídas y levantones… y siempre existe el

deber, ese activo verbo que nos lleva a realizar acciones y cumplir

obligaciones. A propósito, ¿debería de o sólo debo?

Pues la verdad es que todo depende de si es real o sólo

una suposición.

Por ejemplo:

María debe de estar enamorada, pues lleva varios días distraída y

mirando al horizonte.

Es decir, como cada vez que le hablo, María no me contesta y me

doy cuenta de que su mirada está perdida en el vacío, «supongo»

que está enamorada y uso la fórmula de verbo y preposición

para expresarlo: «debe de».

Otros ejemplos:

Catalina ya ha leído el libro dos veces. Debe de haberle gustado

mucho.

He visto a Nicolás leyendo en el parque todas las mañanas, debe

de estar de vacaciones.

Pero el «deber» no sólo se circunscribe a la suposición, sino

también a la obligación, a la exigencia o la necesidad; por lo

que si de este «deber» hablamos, entonces la forma correcta de

referirnos a él es sin la preposición de.

Deber de circunscribe a

la suposición y deber a la

obligación, a la exigencia

o la necesidad.

Debería de saber

verbo / preposición

P:120

120

Por ejemplo:

Alma debería llamar, me tiene realmente preocupada.

Y aquí estoy hablando de una obligación, la de Alma, que se

pierde en el espacio y me deja con la imaginación a todo lo que

da… Aunque, si estoy tan preocupada, aparece otra exigencia,

la mía, porque yo debería buscarla y preguntarle si está bien.

Más ejemplos:

René sabe bien que debe entrenar todos los días, si desea ganar

la competencia.

Debo decirle a Carlos que tomé sus discos, para llevarlo siempre

en mi mente.

Para explicarlo lingüísticamente: el verbo deber funciona como

auxiliar cuando se une a otro que se encuentra en infinitivo

—perífrasis verbal— para indicar:

1. Suposición o probabilidad: deber de + verbo en

infinitivo.

Ejemplo:

Debe de haber algo de magia en este lugar, siempre que vengo

me siento renovada.

2. Obligación: deber + verbo en infinitivo.

Ejemplo:

Si no quiero que los músculos me duelan durante la semana,

debo ir al gimnasio todos los días.

Debería de saber

P:121

121

Ayer conocí a la mujer de mis sueños: rubia, alta y atractiva;

con donaire y soltura en sus movimientos; mirada dulce, pero

profunda; perfume discreto e inolvidable; simpática, alegre,

garbosa, desenfadada… En fin, un ángel. Sólo tiene un pequeño

defecto que, como el frijolazo en los dientes, lo afea todo, incluso,

a ella: la «simpática» s que agrega al final de cada verbo en

pretérito perfecto de indicativo en segunda persona:

7 ¿Y tú, dónde estudiastes?

7 ¿De qué te recibistes?

7 ¿Dónde conocistes a mi amiga?

7 ¿Qué me dijistes?

¡¿Por qué nada es perfecto?!

Este común error es un resabio del español antiguo que, a su

vez, heredó del latín. Antiguamente, para la forma reverencial de

la segunda persona, vos, se utilizaba la conjugación con -éis: vos

venistéis o vos contestastéis. En los lugares donde actualmente se

usa el voseo —vos— en lugar del tuteo —tú—, se emplea la

conjugación de la segunda persona del plural sin diptongar:

volvistes; sin embargo, pese a ser ésta la forma etimológica —latín:

volvistis, español clásico: volvisteis—, aun en regiones plenamente

voseantes se prefiere el uso de la forma de la segunda persona del

singular: volviste, debido a que la otra connota mala educación,

vulgaridad e ignorancia.

La s final, sobrante

en dijistes, es un error

común por el resabio del

español antiguo que, a su

vez, heredó del latín.

Su simpática s

verbo / uso

P:122

122

Asimismo, este fenómeno se produce por asimilación,

es decir que, como otros verbos que están en segunda persona

terminan en s —cantas, comes, haces—, los hablantes agregan

ésta también al pretérito.

Así que, como nuestro país es predominantemente tuteante,

les recomiendo omitir esta «simpática» s al finalizar las formas

verbales descritas, porque, cuando entablamos una charla

—formal o informal, en una entrevista de trabajo, con la familia

o amigos, y, principalmente, con esa persona especial—, puede

marcar «la diferencia», pues aunque de repente pase inadvertida,

sobre todo en España o Argentina —como cuando el grupo

Mecano con naturalidad arroja ese: «Te dije: “Nena, dame un

beso”, y tú contestastes que no», en la canción La fuerza del destino—,

generalmente provocará uno que otro mal pensamiento, una que

otra crítica constructiva o una que otra burla despectiva.

Su simpática s

P:123

123

No hay diferencia más grande que la que existe entre los

términos diferencia y diferencía, porque diferencia puede ser la

conjugación del verbo diferenciar en presente de la tercera persona

del singular —él o ella:

Norberto no diferencia bien entre combinar y armonizar los

colores.

O el sustantivo femenino que denomina la «cualidad o accidente

por el cual algo se distingue de otra cosa», «la variedad entre

cosas de una misma especie o la controversia», «la disensión u

oposición de dos o más personas entre sí»:

La diferencia entre las bromas de Pedro y Juan es que las de Pedro

sí caen bien.

En tanto que el término diferencía simplemente no existe.

Ahora bien, ¿por qué decimos diferencía o diferencío? A

ciencia cierta, no lo sabemos. Suponemos que ocurre porque

eufónicamente parece mejor, porque es una manera de romper

el diptongo, o porque creemos que el acento nos sirve para

diferenciar el verbo conjugado del sustantivo; pero no tenemos

una razón exacta. Sea como sea, la única manera correcta

de conjugar este verbo es sin acento, como en el siguiente

ejemplo:

Todavía no diferencio muy bien entre lo que para ti es que yo haga

un juicio de valor o sólo te dé una opinión.

El término diferencía

simplemente no existe.

¡Que viva la diferencia!

verbo / acentuación

P:124

124

Y lo mismo podemos decir de los verbos financiar y negociar, porque

no les puedo contar que:

Mi padre financia mi educación.

Quien realmente financia mis estudios es mi madre.

Javier no negocia bien la venta de los espacios publicitarios.

Es Matías el que realmente los negocia muy bien.

La clave, según el Diccionario panhispánico de dudas, es conjugar

estos verbos como lo haríamos con el verbo anunciar:

El presidente anuncia que a partir del primero de agosto se subsidia

el costo de la leche.

Les anuncio que hoy es el último día para pagar.

Algo semejante sucede con licuar y evacuar, pues no se dice:

7«Yo licúo los tomates» sino «Yo licuo los tomates».

Tampoco podemos decir:

7«Los niños evacúan el salón de clases» sino «Los niños evacuan

el salón de clases».

Para que no quede duda debemos tener en cuenta que estos

verbos se conjugan como averiguar:

Persona Licuar Evacuar

yo licuo evacuo

tú licuas evacuas

él licua evacua

nosotros licuamos evacuamos

ustedes licuan evacuan

ellos licuan evacuan

¡Que viva la diferencia!

P:125

125

Al contrario —prosiguió Tweedledee—,

si era así, podía serlo; y si fuera así,

lo sería; pero como no lo es, no lo es.

Es totalmente lógico.

Lewis Carroll

Desde hace muchos años —bueno, «algunos», para no asustarlos— oigo un noticiero gracias al cual me empapo del diario

acontecer, mientras plancho mi blusa o limpio la toronja que

voy a desayunar. Es algo que disfruto hasta que oigo al locutor

anunciar «lo que vendría siendo» la siguiente nota; entonces, la

blusa se arruga o la toronja se agria.

Es un programa que he seguido de cerca y a través suyo,

sorprendentemente, he aprendido sobre la lengua. Pero en

los últimos tiempos sus reporteros y presentadores se han

contagiado de un mal que aqueja a muchos otros: los vicios

del lenguaje.

Así, mientras veo si la blusa combina con el pantalón, oigo

que el periodista dice: «Ahora vamos a hablar de “lo que viene

siendo” el aumento al maíz y, por tanto, de “lo que es” la tortilla».

Mientras decido si tomo el camión o el metro, oigo en el informe

vial que el reportero me dice: «Estamos en “lo que sería” la calle

de Eulalia Guzmán, esquina con “lo que vendría siendo” avenida

Insurgentes...». Entonces me pregunto: «¿Es o no la esquina de

Eulalia Guzmán e Insurgentes? ¿Y luego? ¿Tomo el camión o

“lo que sería” el metro?» ¡Válgame! ¡Que esto se pega!

El sesquipedalismo es

el error que de manera

usual se comete cuando

se pretende ser elegante

y, por ello, se alarga

absolutamente todo lo

que se dice.

«Ser» o «venir siendo», he ahí el dilema

verbo / uso

P:126

126

Pero esto no para allí; ya en la oficina, suena el teléfono, descuelgo y oigo a una operadora: «Sí, mire, le venimos ofreciendo

“lo que es” la mejor tarjeta de crédito, pues tiene “lo que vienen

siendo” los mejores planes de crédito y tasas de interés, razones

suficientes para que “aperture” una cuenta con nosotros y

obtenga esta novedosa tarjeta...». Ante tan «acicalado» discurso,

¿quién no se rinde?

¿Qué impulsa al ser humano al «mal del sesquipedalismo»?

¡¿Del qué?! Del sesquipedalismo, término acotado por Julio

Somoano y David Álvarez,1 que nomina la forma absurda

en que se modifica una palabra para que se oiga mejor, sin

lograrlo. Un ejemplo es el «innovador» término aperturar, que

erróneamente se usa en lugar de abrir, que es la palabra usual.

Lo mismo podemos decir de las oraciones que se alargan

innecesariamente con frases como «lo que es»2

o «lo que vendría

siendo», fenómeno al que estos mismos autores denominan

«sesquipedalismo sintáctico».

Seguro, el impulso se encuentra en el mismo significado del

sesquipedalismo; es decir, ante la carencia de recursos —entiéndase:

pobreza en el lenguaje—, se busca adornar los pocos que se

tienen llenándolos de oropel y redundancia, de modo que

una oración que debería tener nueve palabras: «Estamos en

la esquina de Eulalia Guzmán e Insurgentes», se alarga hasta

convertirla en otra de 18 términos, en los que la mitad sale

sobrando, y realmente no aporta nada nuevo.

Pero asumamos nuestra propia responsabilidad, porque

resulta que, como lo dicen en la «tele» y todo el mundo lo repite,

ya nada es lo que es, sino «lo que vendría siendo» y, si todo

vendría siendo, pues nada es.

1 Julio Somoano y David Álvarez, Dándole a la lengua, Madrid: Maeva, 2003;

pp. 49-58.

2 Respecto a «lo que es», el Diccionario panhispánico de dudas dice que es una

«construcción propia del habla popular que se emplea para presentar en primer

lugar, con una intención enfática, un determinado elemento de la oración». No

obstante, ello no la exime de ser sesquipedalista.

«Ser» o «venir siendo», he ahí el dilema

P:127

127

Me acuerdo de que Gerardo, mi compañero de prepa que

más tarde ascendió a amigo, siempre «se recordaba de algo». «Se

recordaba» de no haberle enumerado al cliente de la mañana

todos los beneficios de obtener una bomba para el agua en su

empresa, «se recordaba» de lo divertido que había sido ir a

comprarle refacciones a su vieja camioneta morada llamada

La Lupita, «se recordaba» de comprar boletos para el juego

Pumas-América y también decía: «Me recuerdo de esos días

de prepa con Chucho, Salvador, El Chino, Miguelón y, por

supuesto, con Martha».

A mí me causaba gracia oírlo y, en el afán de la buena

amistad, siempre se me quedaba en la punta de la lengua

decirle: «Más bien, “te acuerdas”, ¿no?». Y es que, aunque los

verbos acordar y recordar comparten el significado de «tener algo

presente en la memoria», la forma en que se construyen, es decir,

la manera en que se unen a las demás palabras para formar las

oraciones, es distinta.

Todo comienza en cómo se clasifican, pues acordar es un

verbo reflexivo y recordar no, lo que significa que el primero

expresa una acción que realiza el sujeto y que recae sobre él

mismo —acordarse—, para lo que requiere los pronombres me,

te, se o nos:

Ayer [yo] me acordé de cuando mi abuelo me llevaba al deportivo.

¿Te [tú] acuerdas de Olivia?

Los verbos acordar y

recordar comparten el

significado de «tener algo

presente en la memoria»,

pero la manera en que se

construyen es distinta.

¿Recordar o acordarse?

verbo / contexto

P:128

128

Salieron corriendo [ellos]. Se acordaron de que tenían una cita.

Cada vez que vamos a ese café [nosotros] nos acordamos mucho

de ti.

En cambio, recordar no necesita los pronombres, pues la acción

recae sobre lo que se recuerda, es decir, un objeto directo:

Iván recordó el procedimiento.

Además, acordar es un verbo intransitivo que no requiere la

presencia de un objeto directo que reciba la acción para tener

significado —pues la acción recae sobre sí mismo— y recordar

es un verbo transitivo que necesita un objeto directo que reciba

la acción. De esta manera nos acordamos de algo:

¡Claro que [yo] me acuerdo de ti!

Y, en cambio, recordamos algo:

Recuerdo que siempre íbamos a cenar a Los Panchos después de

las tocadas.

En ambas oraciones estamos trayendo a la memoria un hecho;

pero, en la primera, la acción de acordarse no recae en nadie,

pues soy yo quien se acuerda, y, en la segunda, yo recuerdo «algo»

en lo que recae mi acción.

La última clave de todo este asunto está en la preposición de,

pues al verbo acordar debe seguirlo esta preposición:

Se acordó de alcanzar a Silvia.

Pero de no debe ir con el verbo recordar:

Recordaba esos días con mucha melancolía.

Finalmente, la clave más sencilla es que no hay que recordar de

algo, sino recordar algo y acordarse de algo.

¿Recordar o acordarse?

P:129

129

Es un hecho que el lenguaje está siempre en constante

evolución y somos los hablantes quienes generamos ese cambio,

pero a veces abusamos y nos pasamos de la raya, lo manoseamos

a nuestro antojo, y resultan usos como el de tráfico, cuando

debería decirse tránsito.

1

No es lo mismo escuchar que oír, aunque en la actualidad se

usen indistintamente y escuchar esté a punto de reemplazar a

oír. Escuchar —del latín ascultare— se refiere a «prestar atención

a lo que se oye, estar atento a lo que se dice, aplicar el oído»;

mientras que oír —del latín audire— significa «percibir con el

oído los sonidos, sin darse por enterado».

En conclusión, escuchar es una acción que va mucho más allá

de sólo captar con el sentido, de ahí que la frase «Te oigo, pero

no te escucho», sea atinada, pues decimos: «Estoy dejando que

hables y hables, pero no te estoy haciendo caso».

Lo que no es preciso es usar el verbo escuchar para decir

que se oye o no la señal en el celular, o el ruido de un avión, o el

timbre, o cosas por el estilo.

7 Se dice: Se debe decir:

7 No te escucho No te oigo.

—en el teléfono—.

7 Estoy escuchando Estoy oyendo

las noticias. las noticias.

No es lo mismo escuchar

que oír, aunque en la

actualidad se usen

indistintamente y el primer

término esté a punto de

reemplazar al segundo.

Te oigo, pero no te escucho

verbo / contexto

1 v. «¿Tráfico o tránsito de automóviles»; p. 47.

P:130

130

7 Acabo de escuchar que Acabo de oír que

lo asaltaron. lo asaltaron.

7 Sé que me hablaste, Sé que me hablaste,

pero no escuché el celular. pero no oí el celular.

7 Ya te escuché... Ya te oí...

7 No escucho que venga No oigo que venga

el tren. el tren.

Valga esta nota para aclarar que en el imperativo del verbo oír

se dice oye y no oi:

Oye el avión.

Y no:

7 Oi el avión.

Te oigo, pero no te escucho

P:131

131

Existe un error del lenguaje muy común y muy grave, pues incurre en una profunda confusión de papeles de interlocución.

Usted imagine que una persona le rompe el hígado a otra

a patadas y luego, como si esto no fuera suficiente, ahí mismo,

con su víctima en el suelo sufriendo aún el dolor de sus heridas

y escupiendo sangre hepática —tal vez al borde de la muerte

misma—, el victimario le «ofrece», además, sus disculpas por

todas las ofensas recibidas. ¡Vaya cretino!

Es decir, no puede uno ofrecer una disculpa a quien uno

mismo ha ofendido, pues eso es equivalente a matar a la vaca

y además disculparla por no estar todo lo suave que cualquier

buen paladar exige. Ofrecer una disculpa a quien ofendimos

tiene quizá que ver con una irresponsable tendencia de ofrecer

lo que no se tiene o no se puede dar. No importa que se

cometa con premeditación o por ignorancia, esta imprecisión del

lenguaje denota una actitud irreverente, lo cual en una palabra,

es un ultraje, pues confunde profundamente los papeles entre

quien comete una ofensa y el ofendido. Ésta es una relación

unidireccional, que distingue claramente a quien es culpable

de haber cometido un abuso de aquel que recibió el maltrato,

quien es el único que puede otorgar el perdón.

Me refiero a la frase que se repite una y otra vez en medios

de comunicación y discusiones menos ventiladas que reza:

7 Te ofrezco —o le ofrezco— una disculpa.

Ofrecer una disculpa

a quien es nuestro

ofendido se comete

por premeditación o

ignorancia.

El perdón se pide, se ruega, se suplica...

pero nunca se ofrece

verbo / contexto

P:132

132

Y es una pena, porque en el fondo existe buena voluntad

por parte de quien profiere tales cortesías pero, bien visto, se

está insultando por doble partida, pues la disculpa es algo que

debe solicitar humildemente aquel que hirió o abusó y que sólo

puede conceder el ofendido, por lo que si el que ofende ofrece

además una disculpa, estrictamente, deberá entenderse que no

sólo no se siente mal por lo que hubiera hecho, sino que además

le concede al ofendido el privilegio de disculparle de las ofensas

que hubiere infringido, aunque ni aquél ni éste sepan aún en qué

consisten exactamente.

Extraña costumbre la del ser humano de abusar y luego

disculpar al ofendido, ¿no creen?

Otro riesgo no menos grave que corre quien anda por la

vida ofreciendo disculpas, es que sería como entregar un cheque

en blanco a posibles futuros victimarios. Y es que en esto de

ofender y disculpar el orden sí altera el producto, pues quien

disculpa por adelantado puede recibir cualquier tipo de agresión

y no tiene derecho a reclamar nada, pues ya ha dispensado a su

verdugo por adelantado, lo cual además de generoso, lo vuelve

un estúpido, pues cuando el perdón es sincero, no puede darse

marcha atrás.

El perdón se pide, se ruega, se suplica... pero nunca se ofrece

P:133

133

«La adverbialización de los adjetivos es otra tendencia propia de la lengua española que ha alcanzado en México un alto

grado de desarrollo»,1

afirma Juan M. Lope Blanch.

7 Caminó tranquilo por la plaza.

En lugar de:

Caminó tranquilamente por la plaza.

El adjetivo

La función peculiar del adjetivo consiste en determinar o calificar

al sustantivo, cualquiera que sea el oficio que éste desempeñe

en la oración. Esta determinación puede expresarse, bien por

simple atribución asindética:

El perro negro y viejo.

O bien, por medio de una oración atributiva con el verbo

copulativo ser o estar:

El perro es negro y viejo.

En español, el adjetivo puede preceder o seguir al sustantivo al

que se refiere, pero su valor cambia en uno u otro caso, y ambos,

sustantivo y adjetivo comparten género y número.

La adverbialización de

un adjetivo es un error

común cada vez mayor

en español.

Y usted camina ¿tranquilo?

adverbio / adjetivación

1 Juan M. Lope Blanch, Estudios sobre el español de México,

México: unam, 1972; p. 20.

P:134

134

El adverbio

Los adverbios coinciden con los adjetivos en que son palabras

calificativas o determinativas, aunque estas modificaciones

afectan directamente al verbo, al adjetivo o a otro adverbio y no

sólo al sustantivo, como en el caso de los adjetivos.

La mayor parte de los adjetivos españoles posee la propiedad

de formar adverbios de modo, mediante su agrupación con el

morfema -mente.

Adverbialización del adjetivo

La adverbialización del adjetivo puede observarse en las

oraciones formadas con verbos intransitivos.2

En el caso del

adjetivo rápido, éste debe calificar a un sujeto; sin embargo, en

la oración:

7 El joven corrió rápido.

Rápido no califica al sujeto, sino modifica el verbo corrió, pues

rápido, que es un adjetivo, funciona como adverbio de modo,

como si respondiera a la pregunta: ¿cómo corrió el joven? Sin

embargo, esta pregunta sólo debería contestarse con un adverbio, en este caso, rápidamente, aunque en el uso no sea así:

El joven corrió rápidamente.

7 Se dice: Se debe decir:

7 El tío comió tranquilo. El tío comió tranquilamente.

7 El niño duerme plácido. El niño duerme plácidamente.

7 El señor leyó fresco. El señor leyó frescamente.

7 Claudia salió feliz. Claudia salió felizmente.

Y usted camina ¿tranquilo?

2 Que carecen de objeto directo.

P:135

135

Y usted camina ¿tranquilo?

Hay adverbializaciones del adjetivo en las que es imposible

cambiarlo por un adverbio terminado en –mente; no obstante,

pueden ser sustituidos por un adverbio o una frase adverbial,

que se ha integrado completamente a la lengua. Lope Blanch

aporta los siguientes ejemplos:

7 Se dice: Proponemos:

7 Lo veo seguido. Lo veo frecuentemente.

7 Iba muy recio. Iba de prisa.

7 Canta suave Canta bien.

3

3 v. el siguiente capítulo.

P:137

Está bien 137 bueno

adverbio / intensificadores

Si usted es de las personas que piensa que es incorrecto

decir cosas como: «Tu suéter está bien bonito», este capítulo,

indudablemente, es para usted.

Empecemos diciendo que bien es un sustantivo que también

funciona como adverbio de modo y significa: correcta y adecuadamente, «Cierra bien la ventana, por favor»; y satisfactoriamente,

«No he dormido bien esta noche».

Para hacer una oración comparativa, es preferible usar mejor

que bien:

Desde que hago ejercicio me encuentro mejor.

7 Desde que hago ejercicio me encuentro bien.

Por su parte, es preferible evitar más bien como comparativo:

7 Ahora duermo más bien que antes.

Pues se puede confundir con los usos apropiados de la locución

adverbial más bien.

1

Ahora sí, es momento de acabar con el mito de que decir

«bien» es incorrecto en oraciones como:

La charla resultó bien interesante.

El pastel estuvo bien rico.

La carne de puerco es bien mala.

1 No era tonto sino más bien distraído; Era la una de la mañana, hora más bien

inoportuna para hacer visitas; Si yo fuera tú, usaría más bien un vestido azul.

Es un mito decir que

bien es incorrecto en

oraciones como: «Tu

suéter está bien bonito».

P:138

138

El niño es bien chistoso.

La película estuvo bien padre.

Afirmar que es un mito creer que estas oraciones son incorrectas

se debe al desconocimiento de que el adverbio bien funciona,

además, como «intensificador enfático, con valor equivalente

a muy».²

José Manuel González Calvo afirma en Estudios de morfología

española: «Por lo que respecta a bien, puede tomar valor cuantitativo superlativo: “Es bien listo”».³

Como intensificador enfático, como un adverbio cuantitativo

superlativo o como queramos definirlo, debemos saber que bien

es correcto en oraciones en las que modifica a un adjetivo.

De este modo es lo mismo decir:

Pues está bien claro…

Que:

Pues está muy claro…

Y:

Fueron unas vacaciones bien merecidas.

Que:

Fueron unas vacaciones muy merecidas.

Está bien bueno

2 Diccionario panhispánico de dudas.

3 José Manuel González Calvo, «Las partes de la oración, una expresión

engañosa», en Estudios de morfología española, Cáceres: Universidad de

Extremadura,1988; p. 37.

P:139

139

En el español de México, en todos los ámbitos y sin importar

la clase social, profesión o escolaridad del hablante, los adverbios

de cantidad mucho, demasiado y bastante son frecuentemente confundidos entre sí y, por ende, mal empleados. Esto sucede sobre

todo en la televisión, la radio u otros medios de comunicación

y, más todavía, en la publicidad, lo que no ayuda a solucionar el

problema. Este error, demasiado común y que pasa inadvertido,

no debería cometerse ni mucho ni bastante, es más, no debería

cometerse del todo. La forma de evitarlo es saber a qué se refieren

cada una de estas palabras; las tres nos indican cantidad, pero

no la misma.

Mucho

«Abundante, numeroso, o que excede a lo ordinario, regular

o preciso», según el Diccionario de la Lengua Española. ¿Qué tan

grande es esa cantidad? No está determinado; sólo se sabe que

el número, el tamaño o cualquier otra medida es mayor de lo

normal.

Demasiado

Demasiado nos indica una enorme cantidad, más de la necesaria o

más de la que se debería emplear: «algo en demasía, en exceso».

De forma que, cuando una persona bebe demasiado, puede estar

despedazando su hígado; cuando carga algo demasiado pesado,

puede desgraciarse la espalda; y cuando come demasiado, puede

provocarse una indigestión pavorosa.

Mucho, demasiado y

bastante son adverbios

de cantidad, pero no

sinónimos.

Mucho, demasiado y bastante

adverbio / contexto

P:140

140

Bastante

Al contrario de lo que la gente cree, no significa «mucho», sino

«suficiente»; «ni mucho ni poco, ni más ni menos de lo regular,

ordinario o preciso», exactamente lo requerido para una cosa,

de cantidad también indeterminada. Así que al decir: «Hay

bastante vino para todos los invitados», lo que quiere decir, que

hay suficiente.

¿Qué pensaríamos de un hombre que le dice a la mujer de

su vida: «te amo bastante». Es decir, la ama lo suficiente para

ser su novia o su amiga cariñosa, ni más ni menos, su amor

pasa sin pena ni gloria... ¿Y qué tal si dice: «te amo demasiado»?

O sea que la ama más de lo que debería, más de lo que se merece,

despedazándose y desgraciándose todo él... Querida lectora: si

alguien le dice eso, ¡habría que darle un bofetón muy fuerte!

7 Se dice: Se debe decir:

7 Me gustó bastante el video. Me gustó mucho el video.

7 Esa chava es demasiado Esa chava es muy guapa.

guapa.

7 Había mucha comida, Había demasiada comida,

pues sobró. pues sobró.

Mucho, demasiado y bastante

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141

Teodelina Villa cometió el solecismo

de morir en pleno barrio sur.

Jorge Luis Borges

Solecismos

Un solecismo no tiene que ver con una preferencia por morir en

el sur, tampoco con un mal bronceado y, mucho menos, con una

preferencia por tejer a solas: es una incorrección gramatical, que

se manifiesta en una mala construcción sintáctica o semántica.

A los solecismos —que se nombraron así porque los habitantes

de Soli, una colonia en Sicilia, hablaban de modo pésimo el

griego—1 podemos encontrarlos todos los días, pero el solecismo

que nos atañe ahora es aquel que se refiere al uso incorrecto

de preposiciones. Justo como el caso de Miguel de Unamuno y

Jugo, que a la par que la fama, perdió «preposición, conjunción y

segundo apellido para llegar a ser nada menos que “Unamuno”

a secas».

Una preposición es una palabra con las siguientes

características:

Invariable, o sea, no tiene modo ni tiempo ni persona

Introduce el sintagma preposicional, el cual está formado por una

preposición y un sintagma nominal, cuyo núcleo es un sustantivo,

como: El perro de Roberto.

Un solecismo es

aquel que se refiere al

uso incorrecto de las

preposiciones.

Preposiciones presentan...

léxico / preposiciones

1 Nos cuenta Arrigo Coen Anitúa, a través de Gloria Cervantes

Sánchez en «Solecismos: A propósito de malhablados», Tiempo y escritura.

P:142

142

Dirige adjuntos y a veces complementos obligatorios, que ligan el

nombre con un verbo o con otro nombre que los antecede.

Sirve para denotar la relación que une palabras entre sí. Ésta es la

característica general y primordial de las preposiciones.

Las preposiciones simples

En nuestro idioma, las preposiciones se clasifican en simples o

compuestas. Las simples son:

a ante bajo

cabe con contra

de desde durante

en entre hacia

hasta para por

pro según sin

so sobre tras

Las preposiciones compuestas

También se llaman pluriverbales. Se conocen, asimismo, como

locuciones prepositivas; están compuestas por dos o más palabras

que forman un conjunto que jamás debe seccionarse.

Éstas son:

encima de debajo de junto a

detrás de delante de para con

respecto de por encima de a fin de

a causa de frente a de acuerdo con

Preposiciones presentan...

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143

Preposiciones presentan...

Las preposiciones y sus solecismos

Con el objeto de conocer y entender cómo es que se usan

en forma correcta las preposiciones, para que reflejen lo que

realmente quiere decir, presentamos este apéndice con solecismos

de todos los días y el modo de solucionarlos.

7 Solecismo Uso correcto

7 a la mayor brevedad con la mayor brevedad

7 al extremo de hasta el extremo de

7 al objeto de con objeto de

7 al punto de que hasta el punto de que

7 al respecto de, respecto de respecto a, con respecto a

7 a buen fin con buen fin

7 a cuenta de por cuenta de

7 a excepción hecha de excepción hecha de

7 a la brevedad con la brevedad

7 a la hora por hora

7 a lo que se ve por lo que se ve

7 a lo que veo por lo que veo

7 a pretexto de bajo pretexto de

7 a provecho en provecho

7 a reacción de reacción

7 a vapor de vapor

7 a virtud de en virtud de

7 al objeto de con el objeto de o para

7 al respecto de respecto de, respecto a

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144

7 Solecismo Uso correcto

7 antes de ahora hasta ahora

7 bajo el punto de vista desde el punto de vista

7 bajo la base sobre esta base

7 bajo las circunstancias en las circunstancias

7 bajo la condición en o con la condición

7 bajo el aspecto en el aspecto

7 bajo el concepto en el concepto

7 bajo el supuesto en el supuesto

7 cerca a cerca de

7 de abajo a arriba de abajo arriba

7 de acuerdo a de acuerdo con

7 de arriba a abajo de arriba abajo

7 de conformidad a de conformidad con

7 de corto/medio/largo plazo a corto/medio/largo plazo

7 de ex profeso ex profeso

7 de gratis gratis o de balde

7 de sitio a sitio de sitio en sitio

7 de sí de por sí

7 en razón a en razón de

7 en relación a en relación con, con relación

7 en vistas a con vistas a, en vista de

7 mayor a mayor que

7 en base a con base en

Preposiciones presentan...

P:145

145

Ya teníamos las maletas en la cajuela del auto; el dinero de

las vacaciones se había agotado y la última parada era Bogotá,

donde dormiríamos en la casa de unos viejos amigos de mi papá.

En el hotel nos dijeron que tuviéramos precaución, porque el

camino Villavicencio-Bogotá estaba en reparación, así que, ni

tardos ni perezosos, le preguntamos a una amable guía de turistas

española cuáles eran los horarios de la carretera, a lo que ella

respondió: «La vía está habilitada hasta las 2:00». «Ah, bueno,

dijo mi papá, todavía tenemos tiempo».

Nos resguardamos bajo una sombra y gastamos los últimos

pesos en raspaos, cholaos y chichas, pero, cuando llegamos, la

carretera ya estaba cerrada. ¿Qué diantres había pasado?

Hasta

La preposición hasta es el punto final de una trayectoria, ya sea

temporal, espacial o de cantidad. Tal es el caso de:

Caminé hasta la calle de Lebrija.

Estuve preocupado por mi abuela hasta hoy.

Llené la lavadora hasta la línea roja.

Cuando hasta va unido a un verbo en infinitivo —aquellos

con la terminación -ar, -er, -ir— o a la conjunción que,

introduce una oración subordinada, la que es responsable de complementar los elementos de los que carece la

oración principal:

La preposición hasta

es el punto final de

una trayectoria, ya sea

temporal, espacial o de

cantidad.

Ella dijo hasta las 2

léxico / preposiciones

P:146

146

Bebí agua hasta que me sacié.

Y lo mismo puede ocurrir si la oración es negativa, como:

No se fue hasta que no llegó el médico.

Otra característica es que puede ser utilizada como un sustituto

de incluso:

Hasta por el bien del gato podría hacerlo.

Y sólo es costumbre mexicana el uso de palabras adelante y atrás

precedidas de la preposición hasta, con la intención de señalar el

primer lugar o el último:

7 Los de hasta adelante del camión se cayeron cuando frenó.

La confusión

Es un hecho, en México y en otros países latinoamericanos, hasta

sirve para marcar el inicio de algún acontecimiento; de ahí la

expresión: «Hasta que usé una Manchester, me sentí a gusto». Por

ejemplo, no la usamos para indicar la hora de cierre —como lo

harían el resto de los hablantes de español—, sino que estamos

diciendo que a esa hora se abre. Para que hasta se entienda

en cualquier lugar hispanohablante, es necesario eliminar las

posibles inconsistencias y vaguedades. Una manera de hacerlo

es usando la preposición desde, para expresar el inicio de algo,

ya sea en tiempo o espacio:

Caminé desde la Plaza de la Constitución.

Estuve desde el martes preocupado por mi abuela.

Desde puede combinarse con hasta, con lo que el primer término

indica el inicio de una acción y el segundo nos dice cuándo es

el final:

Ella dijo hasta las 2

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147

Desde 1994 hasta 1999 estuve en una escuela religiosa.

Otra manera de evitar cualquier tipo de confusión es haciendo

uso de la negación:

La hora de visita no es hasta las 12:00.

Por último, en un caso más práctico, convendría sustituir la

preposición hasta por a:

La hora de visita es a las 12:00.

Era evidente que mi padre no sabía que su hasta era diferente del

hasta de la chica. Lo imaginé como en una pelea de venados, sólo

que las astas no cortaban tanto como el silencio de esa noche,

mientras nos esforzábamos por dormir en los asientos del carro

de alquiler.

Ella dijo hasta las 2

P:149

149

Se puede conocer una lengua desde dos perspectivas:

diacrónicamente, a través del tiempo, o de manera sincrónica,

sin tener en cuenta la evolución histórica, sino contemplándola

en su momento, en una determinada época; sin embargo, para

acercarnos al léxico, a las palabras, es importante contemplar

esta doble perspectiva, pues en el vocabulario que usamos diariamente los cambios históricos se aprecian con mayor claridad.

El español es una lengua romance, es decir, procede del

latín —como el catalán, el rumano y el francés, entre otras—; por

eso, el porcentaje de palabras que tienen origen latino es de 73%,

aproximadamente. Pero no todos los términos de este origen se

han incorporado de la misma forma ni han sufrido los mismos

cambios; de hecho, se distinguen dos vías de incorporación:

la patrimonial o vulgar y la culta, y ambas se mezclan en una

tercera.

Vía patrimonial

Palabras patrimoniales o vulgares

Son aquellas que han evolucionado desde que los romanos

llegaron a la Península Ibérica y permanecen hasta hoy; por

lo que podríamos decir que nuestra lengua no es sino el latín

del siglo xxi. Se trata de vocablos que se han modificado

fonéticamente hasta el punto en que, ocasionalmente, no se

puede reconocer su «paternidad». Así, la palabra hominem es

nuestra actual hombre, pero, en medio de ambas, hay toda una

El español es una lengua

romance.

El 73% del léxico del

español proviene del latín.

Las palabras heredadas

léxico / etimologías

P:150

150

evolución1 —homine > hom’ne > homre > hombre—. Otros ejemplos de palabras patrimoniales son los siguientes: filium > hijo,

lactem > leche, y lupus > lobo.

Vía culta

Cultismos

Son aquellas palabras procedentes del latín que en su origen eran

propias de personas letradas, pero la mayoría pasó pronto a la

lengua estándar, siendo hoy, desde una perspectiva sincrónica,

términos de uso y significado muy común que, debido tal vez a su

introducción tardía —y por vía culta, intelectual, de diccionarios

o académica—, apenas han evolucionado fonéticamente; por

ejemplo: fraternus > fraterno, incredulum > incrédulo, y postumum

> póstumo.

Vía culta - patrimonial

Semicultismos

En algunos casos, la evolución de ciertas palabras patrimoniales

se detuvo en sus mismos orígenes, generalmente por la presión

cultural que se ejercía sobre éstas: los clérigos, conocedores

del latín, seguían aplicándolas con su fonética latina, pero eran

palabras patrimoniales que el pueblo siempre había utilizado.

De este modo, seculus hubiera dado lugar a sejo —seculo > sec’lo

> seglo > sieglo > sejo—, sin embargo, la presión culta detuvo la

evolución en siglo; fructus, que hubiera evolucionado a frucho,

se detuvo en fruto; secular que hubiera evolucionado hasta siglar,

pero se detuvo en seglar, o cupiditia, que hubiera dado como

resultado codeza, mas se quedó en codicia.

Las palabras heredadas

Del latín, contamos con

palabras patrimoniales

y cultismos.

1 Además de toda una evolución, hay vacilación entre las diferentes soluciones,

pues se han propuesto varias formas para explicar el procedimiento por medio del

cual se ha llegado a las palabras del español actual.

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151

Dobletes léxicos

En varios casos, una misma palabra o étimo latino dio lugar

a dos términos en español: uno patrimonial —vulgar— o de

evolución normal, y otro culto.

Palabra Cultismo Palabra

patrimonial

amplus amplio ancho

animalia animalia alimaña

auricula auricular oreja

auscultare auscultar escuchar

bestia bestia bicha

cathedra cátedra cadera

causa causa cosa

clavicula clavícula clavija

clavis clave llave

colecta colecta cosecha

colocare colocar colgar

computare computar contar

concilium concilio consejo

cripta cripta gruta

cumulum cúmulo colmo

delicatu delicado delgado

digitu dígito dedo

directum directo derecho

fastidium fastidio hastío

Las palabras heredadas

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Palabra Cultismo Palabra

patrimonial

femina fémina hembra

generi género yerno

frigidu frígido frío

limitare limitar lindar

litigare litigar lidiar

materia materia madera

masticare masticar mascar

recitare recitar rezar

sagitta sagitario saeta

sigillum sigilo sello

solitario solitario soltero

spathula espátula espalda

vigilare vigilar velar

vinculum vínculo brinco

Las palabras heredadas

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153

Como mencionamos en el capítulo anterior, la mayoría de las

palabras del español procede del latín —73%, aproximadamente—, mientras que la parte restante proviene de otras lenguas.

El español no es más que un latín que ha evolucionado; es,

digámoslo así, un latín moderno. Entonces, ¿cómo explicamos la

existencia de estas otras palabras, cuyo número es considerable?

En realidad, se trata de préstamos lingüísticos, es decir, de algunas

palabras o partículas que han sido tomadas de otras lenguas,

ya sea por la influencia cultural de otros países, ya por nuevos

hallazgos que necesitan un nombre y se recurre a otras lenguas

para dárselo, ya porque el hablante se encuentra ante unas

circunstancias específicas cuyo idioma no alcanza a nombrar, por

lo que precisa de tomar préstamos de otra lengua.

Desde el griego hasta el inglés, las otras palabras que componen el español también nos hablan de la historia de la lengua y de

la cultura hispanoamericana, todo lo cual ha quedado registrado

en nuestra manera de hablar. Por eso, no está de más echar un

vistazo a la procedencia de esas otras palabras heredadas que

constituyen el idioma de Cervantes, y cómo fue que llegó a ser

tal y como lo hablamos en la actualidad.

Los primeros elementos, incorporados al latín vulgar que se

convertirían en español, marcarían la diferencia entre las otras

lenguas romances; y proceden de los idiomas hablados en la

Península Ibérica antes de la romanización: del vasco o euskera,

ibérico, celta y del tourdetano o celtíbero. Si de estos últimos no se

sabe mucho, el vasco dejó rastros patentes. Las palabras izquierdo

Español

73% latín

17% otras lenguas

Las otras palabras heredadas

léxico / etimologías

P:154

154

y zurdo tienen esta base y fueron preferidas desde entonces sobre

siniestro, por las connotaciones negativas que poseía este término

latino; también los sufijos –rro y -rra, y su inclusión en palabras

como pizarra, cerro, cazurro, guijarro tienen este origen.

La Península Ibérica era un punto estratégico para el

comercio en el Mediterráneo; por ello, pueblos como los fenicios,

cartagineses y griegos se establecieron en ella. La actual ciudad

de Cádiz, «Gádir», de origen fenicio, fue una importante ciudad

comercial debido a su privilegiada ubicación. De los cartagineses

quedaron en el español algunos topónimos —que son los

nombres de los lugares— como Eivissa, «Ibiza» o Cártago Nova,

«Cartagena», al igual que de la colonización griega.

Los vocablos griegos presentes en el léxico español llegaron

por distintas rutas. La primera fue por intermedio del latín,

que ya había adoptado algunas palabras del griego, sobre todo

por la admiración que los romanos le prodigaban a la cultura

helénica.

La mayoría está relacionada con las artes, la filosofía y los

vocablos que remiten a la vida cotidiana.1

Palabras de origen griego

idea melodía metáfora

museo barranca bodega

chisme frijol propina

La vía del cristianismo fue otra ruta más, pues durante una época,

que más o menos coincide con la primera parte del Imperio

Romano, el griego fue la lengua franca, esto es, el idioma común

de los pueblos que hablaban distintas lenguas; por lo que el

Evangelio —también una palabra de origen griego— y las demás

1 Todo lo referente a las palabras de origen griego fue tomado de Agustín Mateos

Muñoz, Compendio de etimologías grecolatinas, México: Esfinge, 1998; pp. 36-38.

Las otras palabras heredadas

P:155

155

obras que constituyen el Nuevo Testamento, fueron escritos en

esta lengua. Así, tenemos en español palabras como:

Palabras eclesiásticas de origen griego

ángel apóstol bautismo

blasfemia católico cisma

cristiano Cristo diablo

... y muchas más.

Otras palabras del español proceden del hebreo, debido a

la religión; algunas son:

Palabras de origen hebreo

cábala hosanna jubileo

mesías querubín sábado

Los pueblos germánicos —aquellos a los que los griegos llamaban bárbaros— dejaron su impronta en el léxico castellano. Las

palabras de origen germánico llegaron al español desde antes

de la caída del Imperio Romano de Occidente, por el contacto

que el pueblo romano tenía con ellos y, luego, por su presencia

y dominio en la Península Ibérica.

Algo que subsistió de estos pueblos fue la terminación -ez

de algunos apellidos —lo cual equivale a «hijo de»—, tales como:

Hernández, López, Ramírez.

El dominio de la Península Ibérica durante ocho siglos dejó

cerca de 4000 vocablos en el español. Los ejemplos darán una

idea de los distintos ámbitos de los que proceden:

Las otras palabras heredadas

P:156

156

Arabismos

algarabía aljibe abalorio

aceituna acelga aceña

acequia alacena alacrán

Del árabe, destacan aquellos vocablos que se relacionan con

los objetos que ahora nos parecen imprescindibles en el hogar,

como almohada o alfombra y palabras de las matemáticas, como

cero, cifra y álgebra.

Otras palabras del árabe son aquellas que usamos para

referirnos a una persona cuyo nombre no importa o que no

queremos decir: fulano, zutano y perengano; también es arabismo la

palabra ojalá y significa «Alá quiera», a pesar de lo cual ha sido

empleada por todos los cristianos de habla hispana.

Las primeras palabras americanas que el Nuevo Mundo

adoptó, después del descubrimiento de América, provenían de

las lenguas que se hablaban en las islas de las Antillas —el arauco,

taíno y caribe—, como las siguientes:

Palabras de origen antillano

tabaco huracán caribe

barbacoa hamaca maíz

tiburón papaya guateque

El náhuatl tiene una importante presencia en el español,

especialmente en México y Centroamérica.

Ninguna otra lengua indígena revela tanta fuerza en el léxico

del español. Sin embargo, pueden aparecer términos del maya o

del purépecha, pues según Pedro Henríquez Ureña, de lenguas

Las otras palabras heredadas

P:157

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como el otomí, el zapoteco o el huasteco «ningún vocablo llega

hasta las clases cultas».2

Palabras de origen náhuatl

petaca huacal tequila

totopo mitote milpa

papalote tiza cuate

tecolote tepache quetzal

Palabras de origen maya

cigarro chicle yuca

cenote nene henequén

Palabras de origen purépecha

timbiriche huarache choncho

guango charal pingüica

También muchas otras palabras cuya presencia es mayor en

países en los que el antiguo idioma de los incas tiene aún una

enorme importancia.

Del quechua encontramos palabras como:

carpa llama alpaca

puma coca cóndor

Acercándonos más, algunas lenguas modernas como el inglés,

francés, italiano y alemán, principalmente, han contribuido con

algunos vocablos a nuestro léxico. De los llamados anglicismos

Las otras palabras heredadas

2 El fragmento y las palabras derivadas de otras lenguas de México fueron tomados

de «El español de México y sus vecindades», en Estudios mexicanos, de Pedro

Henríquez Ureña.

P:158

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—palabras del inglés—, cada día abundan más, gracias a la

popularización de la cultura de Estados Unidos y al uso cada

vez más extendido del inglés como lengua franca.

Anglicismos

estrés congratulación tenis

checar tráiler comité

devaluación whisky fólder

vagón manager récord

Otros vocablos que se han integrado, aunque en menor cantidad,

son los provenientes de las lenguas modernas. A continuación

algunos ejemplos:

Galicismos

garage silueta élite o elite

buró cabaret mobiliario

Italianismos

chao espagueti bizarro

tesitura ópera mafia

Palabras de origen alemán

kínder vagón kitsch

vals valquiria nibelungo

Las otras palabras heredadas

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159

Todo parece indicar que, pues sí, necesitamos bastones para

hablar… ¿Bastones o muletas? Porque, bueno, esto de comunicarnos... ¿Cómo le explico?... Parece como de lo más sencillo,

pero es como muy complicado, ¿a poco no?

Y, ¿de qué hablamos? Pues de las muletillas, o sea, de las

palabras y frases que invaden como plaga nuestros discursos.

Y mire que hay muchas: desde el inevitable y omnipresente

«este… este» hasta el no menos abundante «bueno». De hecho,

y siendo honestos, todos usamos «de menos» una que nos saca

del atolladero cada vez que nuestra mente se queda en blanco

y nuestra lengua se sigue de largo. Sin embargo, el verdadero

meollo del asunto es cuando las muletillas dejan de servir de

apoyo y se convierten en la sustancia de la conversación, por

lo que uno ya no sabe si el orador ha dominado su uso en el

lenguaje o son más bien las muletillas las que lo han dominado

a él, dando paso a lo que se conoce como «cantinfleo». Un

muy buen ejemplo lo tenemos en la película Águila o sol (1937),

en la escena en que el instituidor de este término, Cantinflas

—como Polito Sol—, explica a Manuel Medel —como Carmelo

Águila— por qué le contestó a un juez lo que le contestó: «Porque

el juez, hombre, me preguntó. Muy bien, si el juez está ahí y

usted como hombre, entonces, ¡vamos!, que ya porque es juez

y uno lo que es... ¡y muy bien que es!».

Así, como Cantinflas, tenemos una serie de personajes que

se da a conocer por la forma en que cojean —o usan su muletilla

favorita— al hablar. ¿Ejemplos? Aquí le van.

Una muletilla es una voz o

frase que se repite mucho

por hábito.

Dime de qué pie cojeas...

léxico / muletillas

P:160

160

Primero, por supuesto, el soberbio, que cree firmemente

que de su boca sólo brotan complejas parábolas y profundos

silogismos —o que quien lo escucha tiene serios problemas de

comprensión—: «¿Cómo te explico? Lo importante no sólo es

que hagas el trabajo, ¿me entiendes?, sino que lo hagas bien. ¿Sí

me explico? Porque este proyecto es muy importante… ¿estás

de acuerdo?».

También está el que es un «tentalón»: «Entonces, que agarra

y que me grita, y yo que agarro y que me quedo callada, porque

realmente no quería pelear»; o el que dice y no dice: «Que me

dice: “¡No!”, y que le digo: “¡Pues sí!”, y que me dice: “¡Pues

como quieras!”» —porque, digo, uno tiene su propia personalidad, ¿no?—. Y no podemos dejar atrás al que «güeyea» a todo el

mundo: «No, güey, y que el rata me apaña y me pone la pistola

en la jeta, güey, y que me dice: “¡Que aflojes la lana, güey!”, y

que le digo: “No, güey, aguanta, güey, que no traigo lana, güey”,

y que me grita: “¡No me digas güey, que te mato!, güey”; y que

le digo, güey: “No, güey, no me mates, güey. Ya no te digo güey,

güey, pero no me mates, güey”, y que se enoja más, güey, pero

es que no podía dejar de decirle güey, güey».

¿Lo ves, güey?… ¡Perdón, querido lector!, es que esto es

contagioso. Pero lo peor es que ahí no para la cosa, porque, las

muletillas aparecen por doquier: en la exposición del locutor:

«Estamos en lo que es, por así decir, la entrada al Congreso de

la Unión»; en la de la niña bien: «¡¿Nooo?! ¿Me juras que te dijo

eso, y shalalá, shalalá?»; en la de aquella que sustituye su escaso

léxico con expresiones armadas: «Y yo así de... [expresión facial

indescifrable]. O sea, ¿cómo?… Ni cómo ayudarle, es un x en

la vida, está en el hoyo…»; y hasta en la del profesor, quien,

por cierto, a veces pareciera que articula muletillas sólo para

su propio balconeo y diversión de sus pupilos, pues mientras

en su versión ochentera él expresa sale, para decir «de acuerdo»,

su alumno declara: «Va que va», en su versión más moderna.

Dime de qué pie cojeas…

P:161

161

¡Qué tal! Porque las muletillas también son de época y se ponen

de moda, ¿que no?

Pero seamos honestos, hablar con el apoyo de muletillas,

aunque esté de moda, no es lo mejor, porque su abuso le quita

sabor, el verdadero sabor, a lo que quiere decir. Por ello le

proponemos que se olvide de ellas y hable limpiamente; no vaya

a ser que en una de ésas se encuentre con el que, para descubrir

sus demonios, le diga: «Dime de qué pie cojeas... y te diré qué

muletilla usas».

Lista de muletillas comunes

Pues es de que... Por eso te digo...

¿Cómo se llama?... ¿Me explico?

...¿ok? Me dice... y le digo

...y así... Esto...

Sí, mire... Lo que pasa...

Pero, bueno... Mira...

...¿verdad? Pues...

...o sea... En definitiva...

...por así decir... ...y tipo...

...etcétera... Básicamente...

Te ando diciendo... Me anda diciendo...

¡Qué onda! Y me sale con este...

Queda claro... No sé si quiera...

Más que nada... ...¿estamos?

De cierta manera... ...ajá.

Oyesss... ...¿o qué?

Dime de qué pie cojeas…

P:162

162

Lista de muletillas comunes

...¿eh? ...es decir...

... no sé... De pronto...

...digo yo. ...es como...

«La» Mónica Yo, principalmente...

... y luego... ...tipo «tal cosa»

Ojalá y... Si te pones a ver...

...¡gracias! Finalmente...

...y demás... Va y...

Como le decía... Bueno, pues...

...por ejemplo... Evidentemente...

...porque... Bueno, no sé, yo...

...y yo así... Le traemos...

Más que nada... «Este» Nacho

Aluego... Y entonces...

¿Cómo te explico Correcto, correcto, correcto.

/ digo / ayudo?

Lo que pasa es que... ...shalalá... / ...bla bla bla...

Valga la expresión Agarra y... / cogió y...

/ valga la comparación

Dime de qué pie cojeas…

P:163

163

«Si se recorre, de favor…», nos dice el chofer del microbús,

y a ninguno parece sorprenderle. Luego me acuerdo de que

Gertrudis, la de Como agua para chocolate, le pidió de favor a Tita que

le ayudara con sus labores, porque sudaba frío. Y, de inmediato,

también pienso en esa cubanita que le dice a Chola que ellas

siempre han sido buenas amigas, pero que le pide, de favor, que

no ofenda al Creador delante suyo. Entonces recuerdo a mi

abuelita aseverando que, bajo cualquier circunstancia, hay que

pedir las cosas por favor. ¿Acaso es el fin de la preposición por

como la conocemos en esta expresión? ¿Será el principio de un

cambio lingüístico?

En el diccionario, el término favor puede significar:

1. Acto que se realiza para ayudar a otra persona:

¿Podrías hacerme el favor de recogerme a las 4?

2. Ayuda, apoyo o privilegio que una autoridad u otra

persona con influencia otorga a alguien:

Él siempre trata de obtener el favor de las autoridades.

3. Situación de la persona que recibe ayuda, apoyo o

privilegio:

En el teatro, el actor goza del favor de la audiencia.

4. A favor de o en favor de:

Se declaró a favor del equipo rojo.

Por favor, no diga de favor

léxico / solecismos

P:164

164

5. A favor de aprovechar lo que se expresa:

Deja que sople el viento a favor.

6. Hacer el favor de, a la que se le añade el verbo en

infinitivo:

¡Haz el favor de callarte!

7. Por favor es una fórmula de cortesía para pedir algo:

Por favor, dibújame un cordero.

Con ello queda claro que de favor no es una fórmula de cortesía

ni una alternativa que se encuentre en los diccionarios. A este

inadecuado uso de preposiciones —entre otras peculiaridades—

se le llama solecismo,

1

fenómeno que se debe a que aprendemos

las preposiciones de manera individual, con la cantaleta: «a,

ante, bajo, cabe, con, contra…», pero pocas veces relacionamos

certeramente su significado y su uso con el verbo.

Por favor, no diga de favor

De favor no es una

fórmula de cortesía

ni una alternativa que

se encuentre en los

diccionarios.

1 v. «Preposiciones presentan...»; p. 141.

P:165

165

Un latinajo es una voz o

frase latina que se usa

en castellano o el latín

usado en forma burlesca

y defectuosa.

A veces, cuando consultamos alguna fuente especializada,

encontramos unas palabras misteriosas en letra cursiva —itálica—

que intentan decirnos algo en lengua inexpugnable y que, si no

sabemos descifrar, nos pueden parecer —si el día es negro y el

ánimo otro tanto— la clave inaccesible que buscábamos y que se

nos va, por no tener a la mano ni un diccionario ni un manual

de investigación.

A continuación expongo, a manera de lista, las expresiones

latinas más comunes, para que usted se familiarice con ellas

y éstas no lo sorprendan la próxima vez que se las encuentre

por ahí —le recomiendo que las repase en la tina, dentro del

agua tibia, tratando de no mojar este texto y de que el vapor

no perturbe su lectura.

El latín en la tina

léxico / etimologías

Latín Significado / abreviatura

a contrario sensu en sentido contrario

a posteriori después de

ad hoc para un fin determinado, a propósito, al efecto

ad interim provisionalmente / a. i.

ad calendas graecas a saber cuándo, sin una fecha concreta

ad libitum a gusto, a voluntad

alea jacta est la suerte está echada

alter ego el otro yo

P:166

166

Latín Significado / abreviatura

animus injuriandi con ánimo de injuriar

ante meridiem antes del mediodía / a. m.

bis dos veces

campus conjunto de terrenos y edificios pertenecientes a una

universidad

carpe diem siembra el día, aprovecha el momento

cogito, ergo sum pienso, luego existo

coitus interruptus coito interrumpido

cum laude con laureles, con alabanza

curriculum vitae carrera de la vida, datos biográficos que califican a una

persona

de auditu de oídas

Deo gratias gracias sean dadas a Dios

desideratum lo deseado y apetecido

dixi he dicho

errare humanum est cometer errores es propio de los humanos

ex abrupto dicho o ademán brusco, inesperado, sin preparación

ex catedra en tono doctrinal, con suficiencia, con autoridad de

maestro

ex professo a propósito

factum el hecho, en contraste con el dicho o con lo pensado

—está en desuso, hoy en día no se usa

grosso modo de manera burda, de bulto, sin detalle

El latín en la tina

P:167

167

Latín Significado / abreviatura

habeas corpus derecho del detenido a comparecer de inmediato ante

un juez para que, oyéndolo, resuelva si su arresto fue

o no legal

hic et nunc aquí y ahora

horror vacui horror al vacío

idem, ibidem allí mismo, el mismo, lo mismo / ib. o ibid. id.

id est esto es / i. e.

in dubio pro reo en caso de duda, debe irse a favor del acusado

in fraganti en el momento de cometerse el delito

ipso facto por el hecho mismo, en el acto

item también, además, de igual modo, pero se usa para

distinguir artículos o capítulos en una escritura

lapsus equivocación cometida por descuido

locus citatus en el lugar citado / loc. cit.

magister dixit el maestro lo ha dicho

mea culpa culpa mía

modus operandi modo de obrar, de actuar

modus vivendi manera de vivir o de ganarse la vida, arreglo

motu proprio voluntariamente

sine lege no hay delito si antes no ha sido prefigurado por la ley

numerus clausus número cerrado, limitación del número de plazas

establecido por un organismo o institución

opus citatus obra citada / op. cit.

El latín en la tina

P:168

168

Latín Significado / abreviatura

pandemonium capital imaginaria del reino infernal

peccata minuta error, falta o vicio leve

per capita por persona, por cabeza

per se por sí, por su propia sustancia

post meridiem que ocurre después del mediodía / p. m.

post scriptum después de lo escrito / p. s.

res, non verba hechos, no palabras

rigor mortis rigidez cadavérica

sancta sanctorum lugar secreto y reservado al que sólo acceden unos

cuantos privilegiados

semper idem siempre lo mismo

sic sí, tal cual, de este modo, literalmente

sine die o sine data sin fijar fecha, aplazado indefinidamente

sine qua non condición indispensable

stadium estadio

statu quo se usa como sustantivo masculino, especialmente

en la diplomacia, para designar el estado de las

cosas en un determinado momento o estado actual

status estado o condición de una cosa, persona

stricto sensu en sentido estricto o riguroso

sub voce bajo la palabra

sui generis de su género, de su especie, muy especial

El latín en la tina

P:169

169

Latín Significado / abreviatura

superavit exceso o excedente

supra arriba

surge et ambula ¡levántate y anda!

sursum corda ¡ánimo!, arriba los corazones

symposium conferencia o reunión en la que se examina y discute

determinado tema

tacet indica que un instrumento musical debe permanecer

en silencio

tandem conjunto de dos elementos que se complementan

testis unus un solo testigo, ningún testigo

testis nullus —un solo testigo no sirve—

ubi bene, ibi patria donde esté el bien, allí está la patria

ultimatum advertencia terminante y definitiva, último plazo

urbi et orbi a los cuatro vientos; a la ciudad y al mundo

uti, non abuti usar, no abusar

vade retro Satana! para rechazar una tentación, ¡retrocede!

et omnia vanitas vanidad de vanidades y todo vanidad

verba volant scripta manent las palabras vuelan, lo escrito permanece

verbi gratia por ejemplo / v. g. o v. gr.

versus en dirección a, hacia o contra / vs.

vide véase / vid.

vox populi rumor popular, voz del pueblo

El latín en la tina

P:171

171

Para la «hermandad universal de todas las naciones».

En primera instancia, pleonasmo proviene del griego

πλεονασμoς /pleonasmós/. Es una figura retórica que, según

el Diccionario de la Lengua Española, «consiste en emplear en la

oración uno o más vocablos innecesarios para que tenga sentido

completo, pero con los cuales se añade expresividad a lo dicho»,

y agrega el siguiente ejemplo: «Lo vi con mis propios ojos».

La mayoría de los hablantes de español —por no aseverar

que todos— ha sentido pena, por lo menos una vez en su vida,

al pronunciar un pleonasmo tan evidente como:

subir para arriba bajar para abajo

salir para afuera entrar para adentro

orillarse a la orilla porque en efecto

acercarse más cerca pero sin embargo

mas sin embargo volver a empezar de nuevo

volver a repetir otra vez alejarse más lejos

lustro de cinco años decenio de diez años

Sin embargo, otros pleonasmos no son tan evidentes como

los de la lista anterior y tampoco se usan como figura retórica,

pero aparecen en el discurso. Casi siempre provienen de la

ignorancia de la etimología de una palabra o del afán del

hablante por precisar lo que ya está explícito y no necesita de

más aclaraciones.

Pleonasmos escondidos

léxico / redundancia

P:172

172

volar por los aires camellón en medio

hemorragia de sangre panorama general

particularidad individual hábito cotidiano

mojigata recatada el papelote grande

convivencia en conjunto el mes de octubre

grandes megápolis mendrugo de pan

consenso general idilio de amor

breve resumen hija mujer

sumergirse en el agua atinarle a distancia

lapso de tiempo melómano de música

funcionario público panacea que cura

pavonearse orgullosamente en mi particular punto de vista

parámetro de medición duda curiosa

salidas foráneas perspectiva a distancia

milanesa empanizada aquí en México

ejemplo prototípico juicio de valor

dogma religioso exhalar un suspiro

testigo presencial embajada extranjera

obsequio gratuito previsto de antemano

Escondidos o no, los pleonasmos resultan un grave problema a la

hora de hablar, pues aunque parecen palabras que se complementan, técnicamente son redundantes, pues su uso con frecuencia

aclara el significado que ya posee la palabra misma.

Pleonasmos escondidos

P:173

173

Existen en español palabras que suenan elegantes o raras,

pero que quizá no se usan con su acepción original o con el

significado que etimológicamente tienen, a estas palabras se les

llama equívocos. Por ejemplo, cuando usamos la frase «lo hizo con

premeditación, alevosía y ventaja». ¿Sabemos qué es alevosía?

A continuación presentamos el significado de ésta y de otras

palabras equívocas:

albedrío

Todos —principalmente los que estudiamos catecismo de

chiquitos— hemos escuchado la frase «libre albedrío», pero

¿qué quiere decir exactamente? Según el Diccionario de la Lengua

Española, albedrío es un sustantivo masculino que se refiere a la

facultad que posee el hombre de decidir y obrar por voluntad

propia. En algunos otros diccionarios es la voluntad no gobernada por la razón, sino por el apetito, antojo o capricho, la

libertad de resolución.

alevosía

En la frase «fue con premeditación, alevosía y ventaja», está

claro qué es premeditación y ventaja pero, ¿qué es alevosía? En

términos legales, se refiere a la sorpresa. Se refiere a la cautela

que toma un delincuente para asegurar la comisión de un

delito, sin correr riesgo o habiéndose asegurado de que no hay

peligro para él al cometerlo, ni por la reacción del atacado ni

por ninguna otra causa.

Se les llama equívocos a

las palabras que suenan

elegantes o raras, pero

que quizá no se usan

con su acepción original

o con el significado que

etimológicamente tienen.

Equívocos

léxico / equívocos

P:174

174

álgido

Cuando decimos «la discusión llegó a su punto más álgido»,

muchos entendemos que es el punto más acalorado de la

discusión. Pero álgido quiere decir realmente «muy frío», viene

del latín algidus, que significa acompañado de frío glacial. Fiebre

álgida o periodo álgido, se refiere al periodo más frío.

craso

Si le dicen «cometiste un craso error», lo que quieren decir es

que cometiste un error muy grueso. Craso viene del latín crassus

y significa grueso, gordo o espeso. Se entiende también, que

unido a los sustantivos error, ignorancia, engaño, disparate, entre otros,

significa «indisculpable».

efímero

Cuando alguien nos dice que «tuvo una pasión efímera» entendemos que fue corta. Pero, la acepción original de esta palabra

se refiere a lo que duró un solo día. Viene del griego eφeμερος

/efémeros/, que significa «día».

lacónico

Algunos piensan que lacónico se refiere a melancólico o raro, un

escritor lacónico es un escritor raro; o que una persona que sufre

de laconismo es melancólica o está triste. Pero, en realidad, esta

palabra se aplica a la persona que, por inclinación habitual o

debido a las circunstancias, dice las cosas hablando poco. Se

trata de un adjetivo que significa «breve, conciso, compendioso»

y que se aplica al lenguaje, al modo de hablar o al estilo: una

carta o respuesta lacónica. Viene del griego Λακωνικoς,

/laconicós/, es decir, natural de la Laconia, ciudad que en la

antigua Grecia comprendió una porción del Peloponeso, cuya

ciudad más importante fue Esparta. Lacónico llegó al español a

través del latín laconicus.

Equívocos

P:175

175

lívido

Cuando decimos «se puso lívido», muchos piensan que es pálido,

impávido o pasmado. Pero lo que realmente quiere decir es que

se puso morado o amoratado. El adjetivo lívido proviene del latín

lividus, que significa «lo mismo». María Moliner dice que significa

«amoratado, cárdeno, morado aplicado al color que toma la

carne por el frío o alrededor de una herida y también al color

de algunos crepúsculos».1

parsimonia

Cuando alguien dice que otro hace las cosas «con mucha parsimonia», muchos entienden que es aparatosamente, con mucha

faramalla y artificiosamente. Pero no es así, es simplemente algo

que se hace con cachaza, calma y lentitud y, sobre todo, con

moderación, prudencia y ahorro de recursos. Hacer las cosas

parsimoniosamente quiere decir con frugalidad y moderación

en los gastos. También con circunspección —seriedad, decoro

y gravedad en acciones y palabras, y templanza—. Proviene del

latín parsimonia, derivado de párcere, que quiere decir «parquedad,

cualidad de parco».

sendos

Muchas veces escuchamos frases como «traían sendas tazas» o

«se comieron sendas tortas» refiriéndose al tamaño y calidad de

las tazas o de las tortas. Es decir, se entiende que si se comieron

sendas tortas es que eran muy buenas o muy grandes. Pero lo

que se quiere decir realmente es que «se comió una cada uno».

Sendos viene del latín singulos; es un adjetivo que significa «uno o

una para cada cual de dos o más personas o cosas».

1 Muchas personas confunden lívido con libido. La primera palabra es un adjetivo

masculino, mientras que la segunda es un sustantivo femenino que significa «deseo

sexual, considerado por algunos autores como impulso y raíz de las más varias

manifestaciones de la actividad psíquica».

Equívocos

P:177

177

La gramática tradicional que nos enseñaron en el tercer

año de primaria afirma que el objeto indirecto —oi; también

conocido como dativo— es aquel que nombra al ser u objeto

que recibe daño o provecho de la acción del verbo; es decir,

nombra al ser u objeto sobre el que recae la acción del verbo

en forma indirecta.

También nos enseñó que para reconocer al oi se debe tener

presente que siempre comienza con las preposiciones a o para,

además de hacer una de las siguientes preguntas, de acuerdo

con la preposición que tenga la oración:

¿a quién(es) + verbo + sujeto?, o ¿para quién(es) + verbo + sujeto?

La última lección sobre el oi consistía en poder sustituirlo por

los pronombres le o les, y nos ponían el ejemplo:

Llevé una rosa a María. Le llevé una rosa.

Sin embargo, hay algo más acerca del oi que, aunque lo

usamos frecuentemente, la mayoría no registra. Se trata de

un uso mediante el cual el sujeto de la acción se involucra en

ésta, indicando un vínculo estrecho de sentimiento o de interés

respecto de lo sucedido en expresiones como:

cuídamelo mucho

estúdiame la lección

te me lo tomas todo

El objeto indirecto,

también conocido como

dativo, es aquel que

nombra al ser u objeto

que recibe daño o

provecho de la acción del

verbo.

Te me lo tomas todo

pronombre / adjetividad

P:178

178

no me le des de comer tanto al niño

me duele mi cabecita

El me es una forma de oi comúnmente llamado «dativo ético»,

que añade un matiz subjetivo al implicar al hablante como

persona vivamente interesada y profundamente afectada por el

proceso o la acción a que hace referencia el enunciado. De ahí

que el dativo ético se considere habitualmente un elemento de

carácter muy expresivo y enfático, que encontramos sobre todo

en la lengua coloquial, exclusiva del español y muy característica

del español mexicano.

«Te me lo tomas todo» es más expresivo que «tómatelo todo»,

pues significa: «no quiero que te lo tomes, sino espero, deseo

y me interesa que te lo tomes». Por medio del me, el hablante

se incluye en la acción que se desarrolla. ¿Quién no escuchó en su

infancia «te me vas a lavar las manos» o, ya más grande, «te me

vas a molestar a la más fea de tu casa»? Expresiones como éstas

no implican que el hablante esté a punto de una crisis nerviosa o

a punto de quitarle la vida a quien lo escucha, pero sí formulan

quejas, preocupaciones o requerimientos, que son más explícitas

y expresivos que si se omitiera el adjetivo pronominal posesivo

con función de dativo ético me.

El dativo ético —también conocido como «dativo superfluo»

o «dativo de interés»—, como ya se dijo, es una construcción

propia del español. Por ejemplo, los franceses dicen «lloran mis

ojos» —ils pleurent mes yeux—, mientras que nosotros decimos con

dativo ético: «Me lloran los ojos», como si dijéramos: «Lloran

mis ojos, los que yo estimo tanto por ser míos», y todo esto se

condensa en la forma de interés afectiva del dativo ético: «Me

lloran los ojos», y a veces en español mexicano, para darle mayor

afectividad, se construyen oraciones como: «Me lloran mis ojos»,

Te me lo tomas todo

P:179

179

que es el extremo del involucramiento, y que constituyen otro

fenómeno al duplicar el posesivo.1

Probablemente, el mayor encanto del dativo ético radica en

la posibilidad de transmitir, mediante una palabra monosílaba,

todo un desgarrón emotivo que, seguramente, no se podría

expresar por medio de otras palabras de más arresto, fuerza

y enjundia.

Te me lo tomas todo

1 Algo parecido sucede con construcciones como «su mamá de él». En este caso, el

hablante marca doblemente la posesión porque el pronombre su puede referirse a

su de él, su de ella, su de usted o su de ustedes.

P:181

181

Uno de los vicios más comunes del lenguaje es el dequeísmo,

error que se comete cuando se antepone indebidamente a

la conjunción que la preposición de. Lamentablemente, esta

incorrección, tan fácil de detectar, se ha ido extendiendo por

todos los ambientes sociales, invadiendo, incluso, esferas de profesionales universitarios e infiltrándose en las páginas de periódicos

y revistas.

Es éste un campo de batalla en el cual nos damos muchos

encontronazos, pues la construcción de verbos con un complemento preposicional encabezado por de que ha invadido todos

los ámbitos, en particular el de profesionistas en ascenso que

consideran grandilocuentes este tipo de expresiones: «opino de

que el panorama es muy poco favorable», sin saber que están

cometiendo dequeísmo, porque a ese de que lo han metido de

contrabando, podrían habérselo ahorrado, pues la expresión

correcta es: «Opino que...».

Para algunos especialistas en el uso del idioma, el dequeísmo es

una variante del abuso de la preposición de. Ejemplo de este yerro

son las frases: «Es necesario de que...», «es inútil de que...», «es

raro de que...». Por lo regular, las formas gramaticales «con tal

que...» y «a menos que...» también se mal acostumbra escribirlas

con la preposición de.

El uso incorrecto de la preposición de ante una proposición

subordinada introducida por la conjunción que se ha extendido

enormemente en la lengua hablada —aunque ya aparece también

en algunos medios impresos— y en general suele aflorar cuando

El dequeísmo es un error

que se comete cuando se

antepone indebidamente

a la conjunción que la

preposición de.

El dequeísmo

pronombre / adjetividad

P:182

182

la proposición principal introduce un verbo con el significado

general de decir o pensar: «Me dijo de que...», «sabía de que...»,

«cree de que...», etcétera.

Sin embargo, debe evitarse el error de suprimir sistemáticamente la preposición de para no caer en el queísmo,

1

ya que

en muchos casos la preposición viene exigida por el verbo, un

adjetivo, un adverbio, o por otro elemento; de tal suerte que es

erróneo decir: «Antes que te vayas hazme un favor», lo adecuado

es: «Antes de que te vayas hazme un favor».

En este sentido, el periodista español, Alex Grijelmo, obstinado defensor del idioma, asegura que el principal problema

del queísmo y el dequeísmo nace en lo que se llama ultracorrección, al

huir de las palabras de y que, incorrectas en muchos casos, y no

aplicarlas cuando sí se deben emplear.

7 Forma incorrecta Forma correcta

7 Creo de que no está bien Creo que no está bien

7 Dijo de que no podía venir Dijo que no podía venir

7 Temo de que no Temo que no

lo hagan bien lo hagan bien

7 Comprendo de que Comprendo que

esto es así esto es así

7 Pienso de que Pienso que no

no tienes razón tienes razón

7 Creo de que voy Creo que voy

a llegar tarde a llegar tarde

7 Es de que Es que

El dequeísmo

1 v. el siguiente capítulo.

P:183

183

El Agustín creo no viene porque le duele la panza; dijo iba ir al

hospital —justificó el crédulo.

—Me alegro no venga, porque creo me va a tocar más pastel

—farfulló el ambicioso.

—No seamos ingratos, visitémoslo, no vaya a ser esté muy

enfermo —suplicó el compasivo.

—Me enoja nunca venga a mis cumpleaños —dijo el

rencoroso.

Y mientras tanto, Agustín salía del cine con su celosa novia,

quien le decía:

—Me molesta no vengas a verme y prefieras ir con tus amigos.

Si me entero me engañas, te aseguro me las vas a pagar.

De Agustín sólo se oía el pasar de la saliva espesa al bajar

por su garganta. No estaba dispuesto a decirle a su novia que

algo faltaba en sus oraciones. ¿Usted sabe qué es?

La omisión del que

Agustín sabe que lo que se omite en los diálogos anteriores es

el que. La principal característica de esta conjunción es que

funciona como un nexo importante en el uso de las oraciones

subordinadas o dependientes, que son aquellas que carecen

de un elemento —ya sea sujeto, verbo o complemento—, y

que únicamente pueden obtenerlo cuando entra en juego otra

estructura, como el que.

Creo ya se enojó Agustín

conjunción / contexto

P:184

184

Que funciona como sujeto:

Me molesta que no quieras ir al cine.

Los que mandaron cartas obtuvieron respuesta.

Como objeto directo:

Creo que me bañaré.

Dime que no regresarán.

Como predicativo o atributo adverbial:

Eso es lo que me preocupa.

Las monedas de oro son las que más valen.

Que funciona para dos elementos gramaticales semejantes, como

una aposición:

El escultor, el que trabaja con arcilla, está de viaje.

Vi huir un gato, el que te arañó.

El uso correcto del que

Agustín se puso sus pantaloncitos de fin de semana y, aunque su

novia cambiaba, cual camaleón, del verde más chillante al rojo

más sangriento, le explicó probablemente la última cosa que

ella quería escuchar: «Mi vida, mi cielo, mi amor, se dice: “Me

enoja que no vengas a verme”», y también, que la manera más

sencilla de saber cuándo utilizamos que de una forma correcta

es convertir en enunciados interrogativos aquellos afirmativos

que nos causen dudas, por ejemplo:

¿Qué opinas? Opino que…

¿Qué consideras? Considero que…

La manera más sencilla

de saber cuándo utilizar

que correctamente es

convertir los enunciados

afirmativos en

interrogativos.

Creo ya se enojó Agustín

P:185

185

Creo ya se enojó Agustín

¿Qué te preocupa? Me preocupa que…

¿Qué te enoja? Me enoja que…

Tras recibir un sonoro bofetón, Agustín descubrió que es mejor

estar solo que mal acompañado…

P:187

187

Se dice que de músico, poeta y loco todos tenemos un poco,

y vale la pena saber qué recursos utilizamos, cómo se llaman y

descubrir, si se puede, o se sabe, recursos nuevos. Por ello, si de

conocer figuras retóricas se trata, no será necesario remitirnos

sólo a las ilustres enseñanzas del arte de la persuasión propuesta

por Aristóteles, Cornificio, Cicerón o Quintiliano, tampoco ir

a la literatura de los Siglos de Oro para encontrar los mejores

ejemplos en los exquisitos poemas de Garcilaso, Fray Luis de

León, Góngora, Quevedo o Sor Juana, ya que las figuras retóricas

no son asunto exclusivo de la literatura, sino que forman parte

imprescindible del habla cotidiana, tanto que pueden describirse

como mecanismos del pensamiento y de la comunicación sin

los cuales la mayoría de los conceptos no podrían crearse y

tampoco transmitirse.

Suele ser bastante frecuente la división de las figuras retóricas

en figuras de pensamiento y figuras de dicción; o bien, semánticas y formales, o de fondo y de forma. Las de pensamiento

—o semánticas— requieren una elaboración más compleja en

términos del discurso, y exigen, por tanto, una interpretación. Las

figuras de dicción —o de forma— son alteraciones que experimentan las palabras por aumento, disminución, transposición o

alteración de los sonidos que las componen. Sin embargo, existe

otra clasificación más detallada, basada en el tipo de recurso

empleado según el nivel lingüístico, es decir, podemos dividir

las figuras retóricas en figuras de recursos sintácticos, fonéticos

o semánticos. A grandes rasgos, la mayoría de los recursos de

Las figuras retóricas no

son asunto exclusivo

de la literatura, sino

que forman parte

imprescindible del habla

cotidiana.

De músico, poeta y loco...

retórica de la vida diaria / figuras retóricas

P:188

188

significado se corresponden con las figuras de pensamiento y

los recursos sintácticos con las figuras de dicción.

Ahora bien, la intención de este capítulo no es hacer un

listado de figuras retóricas —no sólo inoperante sino también

inútil—, sino mencionar las figuras que son más frecuentes en el

lenguaje cotidiano y los ejemplos distintivos de otros lenguajes,

como el literario.

Figuras de dicción

Aliteración: Del latín letra -ae. Figura que se comete empleando,

en una cláusula, voces en las que frecuentemente se repiten una

o unas mismas letras, lo cual, si no tiene por objeto producir

alguna armonía imitativa, no es figura retórica, sino vicio del

lenguaje.

Ejemplos:

Coloquial

Del dicho al hecho hay mucho trecho.

Literario

Vivo pajizo y no visito nicho; en lo que ahorro está mi buen despacho,

y cátame dichoso, hecho y dicho.

Francisco de Quevedo

Onomatopeya: Es casi lo mismo que la aliteración. Empleamos

los sonidos de nuestro lenguaje para imitar un ruido:

Ejemplos:

Coloquial

Crash, splash, toc-toc, bruummm, tictac, boom

De músico, poeta y loco...

P:189

189

Literario

Tamba, tamba, tamba, tamba,

tamba del negro que tumba;

tumba del negro, caramba,

caramba, que el negro tumba:

¡yamba, yambó, yambambé!

Nicolás Guillén

Elipsis: Del griego eλλειψις, /eleipsis/, «falta». Figura de

construcción, que consiste en omitir en la oración una o más

palabras, necesarias para la correcta construcción gramatical,

pero no para restar claridad al sentido.

Ejemplos:

Coloquial

Ojalá pase algo que te borre de pronto: una luz cegadora, un disparo

de nieve. Ojalá por lo menos que me lleve la muerte.

Silvio Rodríguez

Literario

Sangrientas son sus palabras y su sonrisa fatal; sangrienta, el agua

que bebe; sangriento, todo manjar.

Leopoldo Lugones

Hipérbaton: Alterar el orden sintáctico normal de los elementos de una frase.

Ejemplos:

Coloquial

Para realizar mi sueño, ¿qué haré?, ¿por dónde empezar?, ¿cómo

realizaré tu tan lejano amor?

Juan Gabriel

De músico, poeta y loco...

P:190

190

Literario

Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,

dulce ficción por quien penosa vivo.

Sor Juana Inés de la Cruz

Sinonimia: Es una acumulación de sinónimos. Suele indicar

el deseo de precisión conceptual.

Ejemplos:

Coloquial

Te amo, te quiero, te adoro, te idolatro…

Literario

La gloria, el éxito, la popularidad, el espejismo de ser conocido,

estimado y admirado, se presenta de distinta manera a los ojos de

los escritores.

Pío Baroja

Epíteto: Es, comúnmente, un adjetivo que expresa una cualidad

propia y habitual de la persona o cosa a la cual se aplica. Puede

también suprimirse sin detrimento del sentido, pero sí del vigor

o de la gracia. Generalmente se antepone al sustantivo.

Ejemplos:

Coloquial

Era una hermosa rosa blanca.

Literario

Cual queda el blanco lirio cuando pierde su dulce vida entre la

hierba verde.

Garcilaso de la Vega

De músico, poeta y loco...

P:191

191

Anáfora: Repetición de una o más palabras al comienzo de la

frase o del verso.

Ejemplos:

Coloquial

Aquí corrió, aquí murió.

Literario

Aquí fue Troya, aquí mi desdicha y no mi cobardía se llevó mis

alcanzadas glorias; aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y

revueltas; aquí se oscurecieron mis hazañas, aquí, finalmente, cayó

mi ventura para jamás levantarse.

Miguel de Cervantes

Epífora: Repetición de una o varias palabras al final de frases

sucesivas.

Ejemplos:

Coloquial

Por aquel humilde amor que yo te tuve, caray cuando te tuve, caray

cuando te tuve.

Juan Gabriel

Literario

No digáis que la muerte huele a nada, que la ausencia de amor huele

a nada, que la ausencia del aire, de la sombra huelen a nada.

Vicente Aleixandre

Epanadiplosis: Empezar y terminar un verso o frase con la

misma palabra.

Ejemplos:

De músico, poeta y loco...

P:192

192

Coloquial

Por amor soy de ti, y seré toda la vida. Mientras viva, por amor soy

de ti, por amor.

Carlos Rey

Literario

¡Hurra, cosacos del desierto, hurra!

José de Espronceda

Retruécano: Repetir en una frase, con orden inverso, los

elementos de otra.

Ejemplos:

Coloquial

Muchos de los que viven merecen la muerte, muchos de los que

mueren merecen vivir.

Literario

Al que ingrato me deja, busco amante; al que amante me sigue,

dejo ingrata; constante adoro a quien mi amor maltrata; maltrato a

quien mi amor busca constante.

Sor Juana Inés de la Cruz

Paronomasia: Es un juego de palabras que consiste en

utilizar dos palabras de sonidos parecidos, aunque de distinta

significación.

Ejemplos:

Coloquial

Los libros nos hacen libres.

De músico, poeta y loco...

P:193

193

Literario

El sacerdote ora, el labrador ara.

Fray Antonio de Guevara

Figuras de pensamiento

Muchos de los recursos semánticos están relacionados con la

polisemia, es decir, con aquella palabra que posee más de un

significado. Así pues, en este apartado tenemos la dilogía o silepsis,

que consiste en jugar con los dos significados de una palabra.

Son muy frecuentes en la publicidad y corresponden, como se

dijo al principio, a las figuras semánticas.

Antítesis: Emplear palabras de significado opuesto.

Ejemplos:

Coloquial

Como y me da un sueño, duermo y me da una hambre.

Literario

Con mayor frío vos, yo con más fuego.

Julio Herrera

Paradoja: Es una antítesis que encierra una contradicción

aparente.

Ejemplos:

Coloquial

Era tan pobre que no tenía más que dinero.

Joaquín Sabina

De músico, poeta y loco...

P:194

194

Literario

Mira al avaro en sus riquezas, pobre.

Juan de Arguijo

Oxímoron: En esta figura no se juega con ideas, sino con

términos que, no sólo parecen irreconciliables, sino que lo son.

Ejemplos:

Coloquial

Y cómo alejarme de ti si estás tan lejos.

Ricardo Arjona

Literario

Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada había en su andar

—si el oxímoron es tolerable— una como graciosa torpeza, un

principio de éxtasis.

Jorge Luis Borges

Gradación: Es una serie significativa ordenada de menos a

más o de más a menos.

Ejemplos:

Coloquial

Si matas a una persona, te mandan a la silla eléctrica; si matas a

una docena, te llaman asesino en serie y ruedan una película, y si

matas a cien mil, te invitan a Ginebra, a negociar.

Dan Rather, periodista estadounidense

Literario

En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Luis de Góngora

De músico, poeta y loco...

P:195

195

Hipérbole: Consiste en exagerar en la presentación de la

realidad que se quiere representar.

Ejemplos:

Coloquial

Sé que voy a enloquecer si no te tengo aquí, si no te puedo hablar

si no estás junto a mí, si no te puedo ver yo voy a enloquecer, amor,

vuelve a mí.

Rafael Pérez Botija

Literario

Tanto dolor se agrupa en mi costado, que, por doler, me duele

hasta el aliento.

Miguel Hernández

Símil o comparación: Consiste en comparar explícitamente

el término real con el objeto poético.

Ejemplos:

Coloquial

Comes, como troglodita.

Literario

Sus muslos se me escapaban,

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.

Federico García Lorca

Metáfora: Traslado, mediante una comparación implícita, del

sentido recto de las palabras a otro figurado.

Ejemplos:

De músico, poeta y loco...

P:196

196

Coloquial

No cabía ni un alfiler.

Literario

Este armazón de huesos y pellejo, de pasear una cabeza loca, se

haya cansado al fin, y no lo extraño. [Se refiere al cuerpo.]

Gustavo Adolfo Bécquer

Tropos: En estas figuras retóricas existe siempre una relación de

proximidad entre el objeto real y el objeto representado. Como la

palabra proximidad es muy ambigua, procederemos a la clasificación

clásica de los tropos. Suelen dividirse en dos bloques:

 Sinécdoque

a) La parte por el todo o viceversa: mil cabezas por mil reses.

b) El singular por el plural o viceversa: el español es valiente.

c) El individuo por la especie: es un Nerón, un Mecenas, un

Quijote.

d) El número determinado por el indeterminado: había cinco

gatos en la fiesta.

 Metonimia

a) La causa por el efecto: las canas merecen respeto.

b) El autor por su obra: he comprado un Picasso.

c) El símbolo por lo simbolizado: La espada (el ejército), la cruz

(el cristianismo).

d) El lugar por la cosa que de él procede: un Jerez.

e) Lo específico por lo genérico: no se gana el pan.

f) Lo abstracto por lo concreto: el amor es egoísta.

g) El instrumento por quien lo maneja: el primer violín de la

orquesta.

h) El continente por el contenido: ¿Tomamos unas copas?

De músico, poeta y loco...

P:197

197

O de cómo decir lo que piensa sin morir en el intento.

Son las seis de la tarde de un caluroso día de mayo. Los

ventiladores no funcionan, las ventanas están atascadas, los

pupitres se adhieren a las ropas y la exposición parece eterna.

Mientras la señora continúa su perorata sin sentido, los espectadores nos hacemos señas y gestos de fastidio, alternamos miradas

inquisidoras entre el reloj y el moderador que no se atreve a

parar la verborrea de la expositora. Finalmente, en un arrebato

de inusitada valentía, aquél irrumpe en un intersticio de la

lectura y dice:

—Me parece buena idea, pero creo que podría apegarse un

poco más a los lineamientos requeridos; además, tu propuesta es

quizá demasiado innovadora: desafía el marco teórico establecido

y la hipótesis implica una empresa monumental. Sin embargo, si

te encargaras de estas pequeñas inconsistencias, tu trabajo daría

un giro positivo de manera considerable. Felicidades.

Lo que para los asistentes fue una clara muestra de censura,

para ella fue un amable listado de sugerencias, observaciones y,

por supuesto, felicitaciones por el tiempo y esfuerzo dedicados

al estudio: un final feliz para todos. Como éste, existen infinidad

de ejemplos, en los que uno debe «parar su tren», valorar las

situaciones y evaluar el lenguaje a utilizar. Ciertamente, de estar

en mis manos, la interrupción hubiera sido infinitamente menos

diplomática: ¡bendita retórica!

La cena con los suegros, la reunión de las 12 con importantes

ejecutivos o el brindis de fin de año, obligan a moderar el uso

El eufemismo

retórica de la vida diaria / eufemismo

P:198

198

de jerga, de palabras bochornosas o inapropiadas. Para ello,

el lenguaje, en su infinita sabiduría, hace uso del artilugio

lingüístico conocido como eufemismo. Esta estrategia discursiva,

cuya etimología se compone de dos palabras griegas «eu»

/eu/, «bien» y φημι /femi/, hablar: euφημισμoς /eufemismós/

«consiste en sustituir una expresión dura, vulgar o grosera por

otra suave, elegante o decorosa»:1

es, pues, «la metáfora que

estimula, sublima, eleva, ennoblece, aunque también puede

utilizarse para disimular, ocultar, distorsionar».2

Para tales efectos, empleamos y combinamos una amplia

gama de recursos o mecanismos lingüísticos sin siquiera notarlo.

A continuación los eufemismos más comunes, con ejemplos del

español de México, principalmente:

Sinonimia3

Figura retórica que consiste en crear equivalencias semánticas

entre distintas palabras. En este caso, busca suplir una palabra

con su semejante más amable:

regurgitar por vomitar

veneno por ponzoña

caduco por podrido

Metáfora4

Tropo medular del lenguaje poético que consiste, principalmente,

en aplicar una palabra o expresión a un objeto o concepto, con

el fin de sugerir una comparación:

cotorro por solterón

No hace falta ser un

erudito para hacer uso del

eufemismo. De hecho,

no hay día en que no lo

utilicemos de manera

indiscriminada, casi

inconsciente.

1 Helena Beristáin, Diccionario de retórica y poética, México: Porrúa, 1998; p. 202.

2 Mauro Rodríguez Estrada, Creatividad lingüística, México: Editorial Pax, 1999; p. 7.

3 v. el capítulo anterior; p. 190.

4 Ibid.; p. 195.

El eufemismo

P:199

199

bombón por guapa

pepino por tonto

Lítote

Consiste en que, para afirmar algo mejor, se disminuye, «se

atenúa o se niega aquello mismo que se afirma, es decir, se dice

menos para significar más»:5

no es muy guapo por es feo

creo que no has entendido del todo por no has entendido nada

es poco usual por es extraño

Alusión

Expresa «una idea con la finalidad de que el receptor entienda

otra, es decir, sugiriendo la relación existente entre algo que se

dice y algo que no dice pero que es evocado»:6

ser de Monterrey por ser avaro

trabajar de noche por ser prostituta

ser quijotesco por ser ingenuo

Ambigüedad

Permite «más de una interpretación simultánea sin que predomine ninguna»,7

para que el emisor privilegie alguna de ellas.

Esto, aquello o lo otro para referirse a casi cualquier cosa, por lo

general de connotación sexual:

5 v. Beristáin, op. cit.; p. 305.

6 Ibid.; p. 28.

7 Ibid.; p. 31.

El eufemismo

P:200

200

Voy a hacer aquello

Háblame de aquellito

Si no fuera por estos momentos y por los otros...

Circunloquio

Pretende decir lo que hay alrededor de una frase o una palabra

para señalarla implícitamente:

asistente operativa por secretaria

débil visual por ciego

persona con capacidades diferentes por discapacitado

Sinécdoque8

La parte por el todo o el todo por sus partes, significando

por inclusión:

mover el bigote por comer

sacudir la polilla por bailar

echar ficha por jugar dominó

Antonomasia

Sustituye el nombre propio por el apelativo, o viceversa:

donjuán por mujeriego

ser una Callas por cantar bien

es el Luismi de Argentina por es el ídolo

8 v. el capítulo anterior; p. 196.

El eufemismo

P:201

201

Ironía

«Para burlarse, el significado a la forma de las palabras en

oraciones, declarando una idea de tal modo que, por el tono, se

pueda comprender otra, contraria»:9

Decir «¡qué buenas respuestas!» al alumno que contestó mal.

«Tu vigoroso estado atlético contrasta con mi débil figura», cuando en

realidad es al revés.

Paronomasia

Consiste en la relación de dos o más palabras que presentan una

semejanza fonética:

música por mula o malo

estar mamá Dolores por musculoso

estar o ser federal por feo

Tecnicismos

Términos o voces técnicas que se emplean en el lenguaje

científico y tecnológico:

ser trisómico del par 21 por tener síndrome de Down

ser oligofrénico por ser idiota

ser fisicoculturista por ser musculoso

Préstamos lingüísticos

Sustituyen una palabra de idioma natal por otra de alguna lengua

con más «prestigio»:

gay por homosexual

El eufemismo

9 v. Beristáin, op. cit.; p. 277.

P:202

202

boutique por tienda de ropa

host por anfitrión

Evidentemente, si disponemos de tantos recursos para disfrazar o

embellecer algunas palabras, es porque existen diversos factores

—psicológicos, religiosos, morales y/o sociales— que obligan a

ello. Por ende, podemos clasificar los usos del eufemismo en dos

grandes grupos: los tabúes y el lenguaje políticamente correcto.

Los tabúes

Sin importar cuán abiertos de mente nos jactemos de ser, la

muerte y el sexo serán siempre temas delicados. Detengámonos

unos momentos a analizar las referencias a la muerte. Para ésta,

hay por lo menos dos campos semánticos con infinidad de frases

que la nominan:

Dormir

El sueño eterno, el último sueño, descansa en paz, poner a

dormir, descansar en el Señor, dormir el sueño de los justos…

Viajar

Irse al otro mundo, ir al paraíso, ir a un lugar mejor, ir al seno

de Abraham, dejar este mundo, ir al cielo, ir con el Señor, ir a

la Gloria, liar el petate, ya no estar con nosotros…

Ahora que si los recursos son amplios en temas mortuorios, en

los sexuales parecen inagotables:

Coito

Hacer el amor, tener relaciones, acostarse, poseer a alguien,

tirarse a alguien, hacerlo, ir a un entierro, echar pata…

El eufemismo

P:203

203

Genitales masculinos

Pizarrín, instrumento, tiliche, palo, pajarito, pito...

Genitales femeninos

Flor, chocho, cachucha, sonrisa vertical, coño, chauchera...

La genitalidad en general

Entrepierna, asunto, partes pudendas, bajo vientre, donde la

espalda pierde su casto nombre...

Los temas que circundan a la sexualidad

Felación, sodomía, ser de ambiente, lesbiana, dildo, mujer

pública, de la vida alegre o de tacón dorado, proxeneta, celestina, concubina, amigo con derechos, preservativo, la pastilla,

interrupción del embarazo, abusar de alguien, estar en sus días,

reglar, onanismo, sátiro, ninfómana... y párele de contar.

Por otra parte, la educación, la amistad y, en ocasiones, el

secreto placer de la ironía obligan a matizar ciertos términos de

naturaleza ofensiva para el receptor, pero catártica para quien

los profiere.

El lenguaje políticamente correcto

Así, si llamamos a alguien iluso, distraído, lento, poco perspicaz, no

muy brillante, falto de atención, o listo como él solo, además de no muy

agraciado, grosero a la vista, federal, no nuestro tipo o guapo con menos luz;

quizá se sienta menos ofendido que si la llamamos simplemente

tonto y feo. Empero, existen voces que, si bien no son ofensivas

per se, la diplomacia obliga a embellecer, como cuando…

Se eleva la dignidad de algún oficio o empleo:

ingeniero técnico por perito

El eufemismo

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204

Cuando, simplemente, se quiere ser políticamente correcto:

afroamericanos por negros

Después de lo anterior, la imaginación se dispara y los términos

y juegos de palabras se vienen a la mente como créditos de película. No negaré que la semblanza anterior pretende sintetizar

de manera rigurosa el objeto de estudio, por lo que quizá se

antoje incompleta y cuadrada. Debe creer, amable lector, que

nada complacería más a su servidor que extenderse hasta el

infinito en combinaciones e hipótesis ingeniosas que involucrasen

todo tipo de situaciones, implicaciones y tropos. Empero, el tema

supera por mucho la brevedad de estas páginas y si he omitido

algo no es por olvido ni por descuido: son las prisas del mundo

en que vivimos y el deseo de no complicarle la vida al lector.10

El eufemismo: el arte de hablar «bonito»

El río conceptual del lenguaje fluye con tal fuerza que diluye los

límites entre una modalidad eufemística y otra. Decir, por ejemplo, que únicamente utilizamos la sinonimia o el circunloquio

para un tabú determinado o para ser políticamente correctos,

es igual a decir que la boca sólo sirve para comer o las manos

para trabajar: también se besa, se acaricia, se respira, se escribe,

se habla. «El eufemismo es un lenguaje»11 y como tal, crece,

anda, evoluciona y se renueva constantemente.

Las contaminaciones van y vienen, las implicaciones se

mueven de arriba para abajo: lo que es permitido decir en ciertos

círculos puede ser reprobado en otros; lo que hoy son formas de

cortesía, el día de mañana serán tabúes y viceversa.

Sólo nos queda vivir el lenguaje y hablar nuestras vidas, ya que

somos lo que hablamos. Todo, pues, depende del contexto.

El eufemismo

10 Aquí, el escritor se justifica educadamente, haciendo uso de recursos

eufemísticos para evitar parecer iletrado o incapaz. [N. del E.]

11 Roland Barthes, S/Z, México: Siglo xxi, 1980; p. 100.

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205

50 tips para hablar y escribir bien

El Nuevo manual para escribir bien y el Nuevo manual para hablar

mejor fueron creados para aquellos lectores que gustan de hablar

y escribir con propiedad. Este apartado compendia los cincuenta

ejemplos más significativos para que no se quede con la duda

cuando intente emplear la lengua irreprochablemente.

1. Mas y sin embargo

¿Sabía que mas y sin embargo son sinónimos? Por lo tanto, no se

deben unir en un masinembargo. Mejor quitarle la «elegancia» y

sólo decir: sin embargo, pero o mas.

2. Monosílabos no acentuados

«El próximo més tendré un poco de fé y confiaré en que Diós te

haga reaccionar a tí en el uso de los monosílabos»… Porque

resulta que éstos no llevan acento escrito —a menos que su tilde

sea diacrítica—. 1

Por lo tanto: mes, fe, Dios, ti.

3. Primer o primera

¿Primer o primera? Depende de la preferencia de género de nuestro

sustantivo, porque si es masculino, por supuesto que se debe

decir —y escribir— primer, pero si es femenino, lo correcto es

decir primera: «La primera revista se publicó en 2001» o «Mi primer

danzón lo bailé con tu abuelo».

1 v. tip 50; p. 220.

P:206

206

4. Conjugación del verbo venir

Conjugar el verbo venir es para algunos la cosa más compleja

del mundo, porque si ayer Miguel se trasladó de allá hacia acá,

algunos no saben si lo que se tiene que decir es: «Te lo di ayer

que veniste» o «Te lo di ayer que viniste».

La solución:

Pronombre Presente Pretérito

Tú vienes viniste

Nosotros venimos vinimos

5. De que

Usted puede pensar de que es mejor no caer en el dequeísmo… y

caer redondito. Y también puede creer que evitar toda preposición de es la mejor manera de evitar rodar en él y cometer en

el error de omitir una preposición que sí se necesita. Por eso,

mejor hacer la pregunta:

7 Se dice: Pregunta Se debe decir:

7 Creo de que Juan ¿Qué crees? Creo que Juan

ya no vendrá. ya no vendrá.

7 Tengo miedo que ¿De qué tienes Tengo miedo

no vuelva. miedo? de que no vuelva.

6. Mayúsculas acentuadas

Cuando la gente escribía en máquinas de escribir, resulta que el

cuerpo de la grafía mayúscula no permitía que ésta se acentuara,

así se estuviera cometiendo una falta de ortografía, porque la

letra era tan grande que se superponía a la tilde. Sin embargo,

50 tips para hablar y escribir bien

P:207

207

en esta era moderna, la computadora nos permite hacerlo. Así

que lo correcto es escribir: Ángel, Ósculo, Índigo, Ébano.

7. Números partitivos y ordinales

Si lo que queremos es manifestar que Samuel llegó a la meta en

el lugar número 17, ¿deberíamos decir que fue el decimoséptimo

participante en cruzar la meta, o el diecisieteavo? Primero tendría

que darse cuenta de que no está utilizando un número partitivo

—que señala cada una de las partes en que está dividido un

todo—, sino un ordinal —que señala el lugar que ocupa algo, ya

sea por orden o sucesión—… Y todo resuelto.

8. Sustantivos colectivos

Se trata de palabras que se usan para referirse a un grupo o

conjunto, y que, por lo mismo, significan «más de uno», «varios»

o «muchos»; pero cuyo número es singular. Por lo que si una

oración empieza «La mayoría de las personas...», debe continuar

«piensa» con el verbo en singular.

9. «Ofrecer» disculpas

Imagine usted que una persona le rompe el hígado a otra a

patadas y luego, como si esto no fuera suficiente, el victimario

le «ofrece» sus disculpas por todas las ofensas recibidas. Ofrecer

una disculpa es concederle al ofendido el privilegio de disculparle

de sus ofensas, así que el perdón se pide, se ruega, se suplica…

pero, definitivamente, nunca se ofrece.

10. Tráfico y tránsito

Cada vez que un taxista me hace el comentario de cajón:

«Cuánto tráfico hay hoy, ¿verdad?», y yo le contestó con un: «Sí,

muchísimo tránsito», el «agraviado» taxista me mira por el espejo

retrovisor con los ojos saltados y yo me pregunto qué dije tan

mal. El asunto es que, aunque la Real Academia Española nos

50 tips para hablar y escribir bien

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208

diga que tráfico y tránsito ya son sinónimos, siempre será mejor

usar tránsito para denominar la actividad de personas o vehículos

que pasan por una calle y tráfico para nombrar la acción de

comerciar y negociar con el dinero y las mercancías.

11. Aun y aún

Sabemos que aún no está seguro de cuándo aun lleva o no tilde,

así que aquí le va de nuevo:

Aún como sinónimo de todavía

Pero si aún no Pero si todavía no

termino la tarea. termino la tarea.

Aun como sinónimo de incluso o hasta

Aun sabiendo que Incluso sabiendo que es difícil

es difícil quiero intentarlo. quiero intentarlo.

12. Cónyuge

Siempre que mi tía Rosario nos cuenta que su cónyugue la hizo

rabiar, ya porque dejó la toalla fuera de lugar, ya porque se quejó

de los ricos huevos en salsa que ella con tanto amor le preparó,

qué ganas de, en medio de la perorata, decirle: «¡Cónyuge, tía!

¡Se dice [y se escribe] cónyuge!».

13. Mucho, demasiado y bastante

Cuando algo nos gusta lo suficiente como para expresarlo con

enjundia, sólo hay que decir: «Me gusta bastante», porque si se

cae en lo demasiado o en lo mucho, estará pecando de exagerado.

Para entenderlo mejor:

Palabra Significado

Mucho Abundante, numeroso o que

excede a lo ordinario, o preciso.

50 tips para hablar y escribir bien

P:209

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Palabra Significado

Bastante Suficiente.

Demasiado Algo en exceso.

14. Cartas e e-mails

La estructura básica para escribir una carta tiene los siguientes

elementos: fecha, vocativo, saludo, texto, despedida, firma

y posdata —post scriptum—. Para escribir un e-mail debemos

considerar los elementos de la carta, el asunto y omitir la fecha

debido a que el sistema la agrega automáticamente.

15. Oír y escuchar

Seguramente usted oye el celular y escucha a su mejor amigo

cuando le platica sus penas de amor, porque oír y escuchar no

son lo mismo: oír es «percibir con el oído los sonidos, darse por

enterado» y escuchar, «prestar atención a lo que se oye, estar

atento a lo que se dice, aplicar el oído».

16. Solo y sólo

Sólo cuando se enfrenta solo a la hazaña de explicar cuándo

solo —¿o sólo?— lleva tilde, puede descubrir que en realidad es

sencillo encontrar la diferencia:

Definición Ejemplo

Sólo como sinónimo Te daré dinero sólo si vienes

de solamente. sin espectadores.

Solo cuando se refiere Joaquín terminó haciendo

algo único o a alguien sin todo el proyecto solo, pues

compañía y tiene variaciones Sara prefirió hacer sola otra

de género y número. propuesta.

50 tips para hablar y escribir bien

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17. Coche, carro y auto

¿Viaja en coche, carro o auto? Primero lea lo siguiente: carro,

«vehículo o armazón con ruedas que se emplea para transportar

carga»; coche, «vehículo automóvil de tamaño pequeño o mediano, destinado al transporte de personas»; auto —automóvil—,

«que se mueve por sí mismo y lleva un motor, generalmente

de explosión, que lo pone en movimiento».

18. Concordancia nominal

Esta concordancia se da entre el sustantivo y las palabras que

lo acompañan y modifican como el adjetivo, el artículo, su atributo

o predicativo, y el pronombre y su antecedente o consecuente. Por si las

dudas aquí le tenemos una serie de consejos:

Para saber cuál es el antecedente o consecuente del pronombre debe

cambiar al plural uno de los sustantivos de la oración y las palabras

que lo acompañan:

«Al mejor cazador se le va la liebre» por «A los mejores cazadores se

les va la liebre» y no «Al mejor cazador se les van las liebres».

Recuerde que cuando un adjetivo califica a varios sustantivos de

diferente género, aquél debe ser masculino plural:

Tiene los pies y las manos sucios.

Pero cuando se concibe a cada elemento como parte de una

unidad, el adjetivo sólo concuerda con el último sustantivo.

La crisis y la inestabilidad social.

El habla y la cultura mexicana.

50 tips para hablar y escribir bien

P:211

211

19. Haz y has

Palabra Definición Ejemplo

Haz Imperativo del verbo ¡Haz trampa!

hacer

Has Forma verbal en ¿Acaso nunca

presente indicativo lo has hecho?,

del verbo haber escuchaba que

sin tregua me

decía una absurda

voz interior.

Haz de luz Conjunto de Vi cómo el haz

partículas, o rayos de luz

luminosos cruzaba la

ventana.

Haz Cara o rostro Miré otra vez el

haz de mis cartas

y pensé:

«Iluminado,

no. Me rehúso a

tocar la

oscuridad».

20. Participios

Como ya se ha mencionado, el uso hace la norma, lo que

también se aplica al empleo de los participios, que son formas no

personales del verbo que pueden funcionar como núcleo del

predicado —el verbo— de una oración o como adjetivos.

50 tips para hablar y escribir bien

P:212

212

Participio Como adjetivo Como verbo

Impreso o Tu libro ya fue ¿Has imprimido

imprimido impreso. en esta

impresora?

Frito o freído ¡Qué ricas papas Ya he freído la

fritas! carne.

Maldecido o ¡Esta maldita suerte Ha sido maldecido

maldito que me acompaña! por sus errores.

21. Ves y vez

«¿Ves —forma verbal en presente indicativo del verbo ver— lo

bello que es vivir así?», le dije a mi amada por quinta vez

—cada realización de un suceso o de una acción en momento

y circunstancias distintas—. Y al tiempo pensaba: «Ahora me

ha tocado a mí claudicar en sus brazos. Es lo justo: una vez

—alternación de las cosas por turno u orden sucesivo—, ella; la

siguiente, yo».

22. Manejar

Aunque en la actualidad manejamos todo, este dirigente verbo sólo

debe usarse cuando nos referimos a usar algo con las manos,

a conducir o guiar un automóvil, o a gobernar o dirigir algo;

así que cuando nos gane el impulso de aplicarlo a otra cosa,

consideremos los otros términos que existen para expresar

precisamente lo que deseamos:

7 Se dice: Se debe decir:

7 Aquí no manejamos Aquí no hablamos de

esos temas. esos temas.

50 tips para hablar y escribir bien

P:213

213

7 Se dice: Se debe decir:

7 Los resultados que Los resultados que obtuvimos

manejamos fueron fueron distintos a los del

distintos a los del primer estudio.

primer estudio.

23. Acceder y accesar

Y usted, ¿accede o accesa? Porque podrá hacer lo primero sin dificultad, pero no lo segundo… Accesar ni siquiera existe en el

diccionario, aunque sean muchos quienes lo usan como una mala

traducción del verbo to access, «tener acceso a, entrar a».

24. Sesquipedalismo

Sesquipedalismo: oropel y redundancia del hablante ante su

carencia de recursos —o pobreza en el lenguaje—. Por él, una

palabra puede modificarse absurdamente para, supuestamente,

oírse mejor, como aperturar en vez de abrir —sobre todo las

cuentas de banco—, o una oración puede alargarse con términos

y construcciones innecesarias, como «lo que es», «lo que vendría

siendo» o «es por eso que», por poner sólo algunos ejemplos.

25. Mayusculismo

El mayusculismo, dice Amado Nervo, es una rara enfermedad

que nos hace escribir todas las palabras que consideramos

importantes con mayúscula, aunque no la necesiten. Por ejemplo,

cuando un amigo suyo escribía a su criado: «paco, mándame las

Cartas que hayan llegado para Mí». ¿La cura? Recordar que las

mayúsculas no sirven para dar privilegios a las palabras.

26. Sustantivos que denotan color

La idea de color no sólo puede expresarse a través de adjetivos,

sino también por medio de sustantivos:

50 tips para hablar y escribir bien

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214

Si la idea de color se expresa con adjetivos, éstos siempre

concuerdan con el sustantivo:

Bufanda amarilla

El adjetivo de color no pluraliza si aparece modificado por un

matiz de ese color:

Sus labios rojo carmesí

Si la idea de color se expresa por medio de un sustantivo éste

conserva su categoría y no concuerda con el sustantivo, ya que

se trata de una contracción.

Lo que sí: 7 Lo que no: Contracción de la

que proviene:

Quiero unos 7 Quiero unos Quiero unos

zapatos café. zapatos cafés. zapatos del color

del café.

Me gustan los 7 Me gustan los Me gustan los

pantalones rosa. pantalones rosas. pantalones del

color de rosa.

27. Abreviaturas

Como abreviar está de moda recuerde que las abreviaturas cierran

con punto y mantienen la ortografía de la palabra abreviada.

28. El artículo

Ante la posible extinción, la cruzada por su permanencia:

¡salvemos el artículo!, la partícula que va antes del sustantivo

en una oración y nos ayuda a especificar los objetos a los que

nos estamos refiriendo. Así, digamos abiertamente: «¿Cómo

encontrar la manera de salir de este eterno retorno?», y no:

«¿Cómo encontrar manera de salir de este eterno retorno?».

50 tips para hablar y escribir bien

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215

29. Plurales irregulares

Ser plurales no es tan sencillo, porque hay palabras que nomás no

se dejan. O dígame si le queda claro que el plural de buró es burós,

porque hay palabras, como esquí, tabú, café o buró, en las que el

truco es observar si la vocal en que termina es fuerte, porque sólo

se le añade -s, o si es débil, para agregarle -es: marroquí - marroquíes.

Y, ¿qué me dice de esas palabras tramposas que cambian su

acentuación cuando se convierten en plurales?: carácter - caracteres;

espécimen - especímenes; régimen - regímenes. No puede perder de vista

los extranjerismos, que, si ya han sido incorporados al español,

deben seguir las reglas que sigue cualquier palabra «normal»:

suéter - suéteres; pero que si no han sido integradas, sólo se les

agrega -s: crack - cracks; aunque si la pronunciación se dificulta,

no se les agrega nada.

30. Deber de

El real deber es saber que hay ocasiones para usar deber de y otras

para usar deber. Pero vayamos al deber lingüístico y expliquemos

que el verbo deber funciona como auxiliar cuando se une a

otro que se encuentra en infinitivo: «Debo salir más temprano si

quiero mantener mi salud mental». Ahora bien, se escribe sin la

preposición de cuando indica una obligación: «Debo controlar mi

mal carácter», y se escribe acompañado con de cuando indica

una suposición o probabilidad: «Debe de estar muy cansada,

nunca llega tarde».

31. Ay y hay

«¡Ay, ay, ay, ay!» —interjección que expresa sorpresa, dolor,

aflicción, miedo o conmiseración—, fue lo que dije cuando

leí: «¡Hay, hay, hay, hay! Canta y no llores» en el titular de esa

nota futbolera. Y no se puede negar que, dado que hay —que

algo existe— tantos homófonos de esa interjección, su uso

50 tips para hablar y escribir bien

P:216

216

puede llegar a ser confuso; pero equivocarse precisamente ahí

—adverbio que precisa un lugar—, y confundir esta interjección

con hay, la forma verbal en presente indicativo del verbo haber…

¡Hay que ver las cosas con las que uno se topa!

32. ¿La o el alma?

A pesar de ser femenina, cuando una palabra comienza con a

tónica —con acento fonético y no necesariamente gráfico— debe

anteponérsele el artículo el, aunque vaya precedida de h: «El

niño lloró, porque el haba cayó en el agua». En cambio, si su

sustantivo femenino que comienza con a no empieza con a tónica, debe respetar el género: «Antes debes cernir la harina». Sólo

nos quedan dos casos: azúcar y arte, que son términos ambiguos.

El primero se prefiere nombrar en masculino: «No encuentro el

azúcar», y el segundo es un caso todavía más especial, porque,

cuando va en singular se usa como masculino: «Siempre termina

diciéndome que torear es “el arte”»; y cuando va en plural se

usa como femenino: «Las artes son su pasión».

33. Por que, por qué, porque y porqué

Ella pidió por que —preposición por seguida de la conjunción que— no se rompiera ningún otro corazón. ¿Por qué —unión

de la preposición por y del pronombre o adjetivo interrogativo

qué—? Pues porque —conjunción que introduce la causa de una

acción— era mucha la sangre derramada. Ya no era importante

saber los porqués —sustantivo masculino que significa «causa,

razón o motivo»; debe ir precedido por el o los—, ya era

improductivo investigar por qué —unión de la preposición por y

del pronombre o adjetivo interrogativo qué— se había llegado a

tanto. Sólo había que orar por que —conjunción final cuyo sentido

equivale a para que y va seguida de un verbo en subjuntivo— no

se rompiera otro corazón.

50 tips para hablar y escribir bien

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34. Verbos de régimen preposicional

Son aquellos que se construyen obligatoriamente con una

preposición.

Para identificar si un verbo es preposicional, podemos realizar

la siguiente prueba: hacer una pregunta que contenga al verbo

prepositivo y si en ella se incluye la preposición, el verbo,

obviamente, es preposicional. Por ejemplo, cuando convertimos

en interrogativa la oración «María se casó con Pablo», preguntaríamos: «¿Con quién se casó María?». Entonces vemos que

para elaborar la pregunta forzosamente necesitamos recuperar

la preposición con. Por lo que el verbo casarse resulta un verbo

preposicional.

35. Recordar y acordar

Cuando Malena me contó sobre lo mucho que se recordaba de

Ismael, no pude evitar sonreír. Y no porque fuera insensible a su

melancolía, sino porque acordar no se puede usar igual que recordar,

aunque ambos signifiquen «tener algo presente en la memoria».

Acordar es un verbo reflexivo, es decir, expresa una acción que

realiza el sujeto y que recae sobre sí mismo, por lo que requiere

de los pronombres me, te, se o nos: «Se acordó de nosotros en

cuanto nos vio». En cambio, la acción de recordar recae en algo

más: «Recuerdo cómo inició toda esta historia». Así que lo mejor

es que Malena se acuerde de Ismael o que sólo lo recuerde.

36. Por favor

Se dice por favor y no de favor. Por favor es una fórmula de cortesía

para pedir algo: por favor no diga de favor.

37. Saber

Saber y sabor tienen la misma etimología, por lo que el verbo saber

se conjuga del mismo modo en todas sus acepciones, y se dice

«Yo sé química» y «Yo sé a chocolate».

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38. Doble negación

En la expresión «no hay nada» se manifiesta una doble negación,

que es correcta en español.

39. Tengamos

Se dice tengamos y no téngamos debido a que en la persona del

plural el acento sale de la raíz verbal. Todo será más claro con

el siguiente ejemplo, la conjugación del verbo volver en presente

de subjuntivo:

Singular Plural

1ª persona, vuelva volvamos, no vuélvamos

2ª persona, vuelvas vuelvan

3ª persona, vuelva vuelvan

40. Eses

Es estudiaste, no estudiastes; y viste, no vistes… Conclusión: no ande

repartiendo simpáticas eses y malas hablas.

41. Hasta

«Hasta que usé una Manchester, me sentí a gusto», es decir,

a partir del momento en que aquel galán setentero usó dicha

camisa se sintió cómodo. Pero esto sólo en México y algunos

países de América Central, porque en España y Argentina no

tendría sentido, tomando en cuenta que, para ellos, hasta equivale

a «no antes de». Sólo se trata de ubicar dónde usará el hasta.

42. Diferenciar, financiar y negociar

Usted no puede diferenciar, financiar o negociar con acento. Así que

si se le hace sencillo decir diferencío o diferencía, financío o financía,

o negocío o negocía, piénselo dos veces y aténgase a esto: ¿cómo se

conjuga anuncia?: yo anuncio - diferencio; él anuncia - financia.

50 tips para hablar y escribir bien

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43. Conjugaciones difíciles

¿Problemas con verbos difíciles? Aquí tiene la solución. Si lo

que desea conjugar es el verbo forzar, recuerde cómo conjuga el

verbo almorzar: yo almuerzo - yo fuerzo. Si lo que desea es conjugar

el verbo soldar, entonces apele a la conjugación del verbo contar:

yo cuento - yo sueldo. Si lo que busca es la conjugación del verbo

verter recuerde que entender es la forma más fácil: yo entiendo - yo

vierto. Para conjugar torcer use mover: yo muevo - yo tuerzo. Y si va

por la conjugación de nevar, acierte a ver cómo lo hace con acertar:

que acierte - que nieve.

Dos verbos más: licuar y evacuar. Este par debiera conjugarse

como el verbo averiguar: él averigua - él licua - él evacua.

44. Concordancia verbal

Se establece entre el verbo y el sujeto de una misma oración, los

cuales deben coincidir en número y persona. Por ejemplo cuando un

sujeto tiene varios sustantivos singulares el verbo va en plural:

La soledad y la tristeza tiñeron su vida.

45. Podrir

Pudrir y podrir son palabras biformes debido a que el término

latino putrere llegó al español medieval en dos formas en el

infinitivo: podrir y pudrir, que alternaron las formas con u y formas

con o en la raíz. Actualmente en el caso de pudrir, se sugiere

que su morfología, en participio irregular, sería podrido. Así que

en primera instancia diríamos que se dice podrir, y que pudrir ya

no tiene cabida.

46. Signos que abren y cierran

Hablemos de puntos importantes: los signos de admiración e

interrogación son dos, uno que abre y otro que cierra, y no se vale

escribir: «Vienes hoy?» o «Qué gusto verte!». ¡Ah!, y si cierran

50 tips para hablar y escribir bien

P:220

220

la oración, no necesitan que los siga un punto, pues estos signos

ya llevan su punto incluido: «¿Sabías que mirar al cielo y ver su

inmensidad me hace sentir libre? ¡Es como volar!».

47. Con base en

Con base en y no en base a. Pues si lo que se está diciendo se

fundamenta en algo, entonces lo toma como apoyo; por lo tanto,

las preposiciones correspondientes son con y en, y no en y a.

48. Verbos afectivos

Son los verbos que usamos para expresar agrado como: amar,

deleitar, maravillar, encantar, fascinar, enloquecer y gustar; o desagrado

como: odiar, despreciar, desdeñar, aborrecer y detestar. Para usarlos

adecuadamente es importante saber que cada uno tiene un

nivel de intensidad.

49. Adverbialización de los adjetivos

Se recomienda no adverbializar los adjetivos y cambiarlos por un

adverbio:

7 Usted camina tranquilo.

Usted camina tranquilamente.

50. Monosílabos acentuados

Los monosílabos no llevan acento, pero hay unos que sí, porque

esa tilde ayuda a distinguir la función de la palabra en el texto.

A este acento se le llama diacrítico y he aquí unos ejemplos:

Palabra Definición Ejemplo

te Pronombre personal Te invito un té.

té Infusión

50 tips para hablar y escribir bien

P:221

221

Palabra Definición Ejemplo

si Conjunción Si ya se lo

condicional prometió a

sí Pronombre reflexivo sí mismo,

sí Pronombre es seguro que sí

afirmativo lo cumpla.

sé Foma de presente Sé que se va, y al

del indicativo irse se despide

del verbo saber diciendo: «Sé lo que

la vida te pida ser».

se Pronombre reflexivo

sé Imperativo del verbo ser

50 tips para hablar y escribir bien

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223

Créditos

«A mi modo»

«El que sabe, sabe»

«Está bien bueno»

«De músico, poeta y loco...»

«Variantes de la lengua: el caso del español»

«Las palabras heredadas»

«Pleonasmos escondidos»

«¡Qué tiempos aquellos!»

«Te me lo tomas todo»

Modesta García Roa

Es editora de Otras Inquisiciones y una joven

estudiosa de la palabra, egresada de la licenciatura

en Lengua y Literaturas Hispánicas de la Facultad

de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional

Autónoma de México, que dispone su vida a disfrutar

del resplandor de los versos, la sabiduría del lenguaje,

los misterios de la cocina y el arte de la amistad.

«Adjetivos presumidos»

«Aprenda a manejar el manejar»

«Artículos de lujo»

«Cambio, vendo y compro... zapato usado»

«Dime de qué pie cojeas...»

«¿El o la?»

«Las reglas que miden los buroes»

«¡Me tiene freído!»

«¡Que viva la diferencia!»

«¿Recordar o acordarse?»

«“Ser” o “venir siendo”, he ahí el dilema»

«Y usted, ¿accede o accesa?»

Karla Bernal Aguilar

Es una comunicóloga que cree —como dogma

de fe— que hablando se entiende la gente. En esa

creencia fue que dedicó algunos años de vida al

hablar y escribir bien de la revista Algarabía. Y es que

pocas cosas son tan apasionantes como saber de las

palabras, su origen, su devenir, su función y cómo

hacen de cada frase «un algo» inteligible.

«Caballero de Mancha»

Javier Marías

Además de ser un gran portento literario y un gran

observador del género humano, Javier Marías es un

académico de la lengua y una autoridad lingüística

en cuestiones tanto de lengua española, como de

la inglesa. Sus novelas se han traducido a decenas

de idiomas y han sido merecedoras de numerosos

premios en Europa y América.

«El eufemismo»

Juan José Nuño

Joven producto de las comedias televisivas y los

libros en oferta, más que por su, llamémosle, poca

aproximación a la perfección física, se distingue

por su estilo prosístico-prosaico tan contrario a los

cánones establecidos para lograr la perpetuidad.

Gusta de admirar y elogiar la belleza femenina al

recorrer las calles de la ciudad, lo cual le ha valido

algunos apelativos poco favorables por parte de las

involucradas. En fin, este joven es amante de todo

aquello que crea puede expandir los horizontes,

y tal pasión se ve reflejada en la esterilidad de su

producción literaria. Empero, promete dejarse de

cosas y escribir más seguido.

«Creo ya se enojó Agustín»

«De podridos están llenos los panteones»

«Échame una manita»

«Ella dijo hasta las 2»

«Por favor, no diga de favor»

«Preposiciones presentan...»

«Quien cuece y amasa, de todo le pasa»

Sofía Reyes

Comunicóloga egresada de la Facultad de Ciencias

Políticas y Sociales, tiene una fascinación absoluta

por las palabras bien dichas y jamás objetaría lo que

dice Pessoa de ellas: «Son cuerpos tocables, sirenas

visibles, sensualidades incorporadas». Pero a pesar de

lo que éstas le provocan, ella todavía tiene amigos y

va al cine.

«El dequeísmo»

«Equívocos»

«¡Estamos rodeados de artistas!»

«Ultracorrección»

María del Pilar Montes de Oca Sicilia

Estudió la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas

en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad

Nacional Autónoma de México, porque «le gustaba

leer». Nunca pensó que en ella descubriría la lengua

y sus vericuetos que, desde entonces, fueron y han

sido su pasión, misma que la empujó a estudiar un

posgrado en Lingüística Teórica. Es la directora

editorial de la revista Algarabía.

P:224

224

«El latín en la tina»

Luis Ernesto González

Es licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas.

Actualmente es jefe de redacción de la revista Vuelo,

da clases en la Universidad La Salle de Cuernavaca y

participa en programas radiofónicos de divulgación

de la literatura.

«El perdón se pide, se ruega, se suplica...

pero nunca se ofrece»

«¡Por los fueros! ¡Por los fueros! Que habemos muchos»

Ernesto Bartolucci

Es maestro en Lingüística Hispánica por la

Universidad Nacional Autónoma de México.

Fue coordinador de arte y humanidades en la

Dirección de educación continua de la Universidad

Iberoamericana, y es admirador de Maradonna.

«Género y “génera”»

«Entre verter, nevar, soldar, torcer y forzar»

«Las otras palabras heredadas»

Cintia Calderón Bustamante

Es egresada de la Maestría en Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. El amor por la

literatura la ha llevado por extraños vericuetos, pero

siempre al mismo destino: verse frente a la página

escrita o la pantalla pensando sobre palabras.

«No hay nada que temer»

Mario Trigo García

Es de profesión abogado y de pasión hablantín.

Amante de los gatos, la música, las nubes y la

memoria, siempre está dispuesto a dialogar con

quien se deje, ya sea de todo o nada. Actualmente

cursa la maestría en derecho fiscal, y entre números

y requerimientos, tribunales e impuestos, suelen

ocurrírsele ciertos cuentos, que algún día publicará.

Agradece a su familia, en especial a su madre, el

haberle inculcado el verdadero arte de leer y escribir.

«Su simpática s»

José Said Arellano Sabag

Siente que las eses y las «ésas» tienen mucho que

ver… Sobre todo, si se toma en cuenta la pronunciación de las curvas.

«Un listón, ¿de qué color?»

«Téngamos: un pariente incómodo»

Alejandra Garrido Santos

Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas

Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma

de México. Como la mayoría de los estudiantes

de letras, sucumbió ante la implacable Filología

Hispánica y más de una vez lloró su poca fortuna con

el corpulento Español Superior. Sin embargo, de su

interés y dedicación hacia ellos, han surgido algunos

artículos mediante los cuales busca aprehender sus

múltiples encantos.

«Y usted camina ¿tranquilo?»

Alejandrína Díaz Sánchez

Estudia Lingüística y Literatura en la Universidad

Nacional Autónoma de México. A pesar de que lo

suyo es la literatura mexicana del siglo xix, ha tenido

que dedicar muchas horas de su existencia al arduo

estudio de la lengua española en todas sus expresiones

y desde todos sus niveles.

«“Utilice”el cinturón de seguridad»

«Yo amo los verbos afectivos»

«Verbos de régimen preposicional»

Reyna Cristal Díaz Salgado

Es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas,

egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la

Universidad Nacional Autónoma de México, amante

de la semántica, la terminología y la lexicografía. En

2008, tuvo la fortuna de ser correctora de estilo de

algunas obras que escribió el rector de su universidad.

«Cónyuge»

María Ángeles Soler Arechalde

Es doctora en Lingüística. Trabaja como investigadora en el Centro de Lingüística Hispánica del Instituto

de Investigaciones Filológicas de la Universidad

Nacional Autónoma de México y forma parte del

Consejo editorial de la revista Algarabía.

«Los fueros de los hablantes»

«Policías lingüísticos»

Silvia Peña-Alfaro

Es consultora empresarial en Lingüística aplicada. Se

ha especializado en la capacitación para profesionales

de la lengua española y para todo aquel que requiera

un uso impecable de la lengua. En sus ratos de ocio se

divierte observando el circo, maroma y teatro de los

defensores del idioma.

Créditos

P:225

225

Índice de términos

A

a 142, 147, 177, 220

acceder 99, 100, 213

acordar 86, 127, 128, 217

adjetivo 28, 31, 32, 53, 54,

55, 56, 57, 58, 59, 61,

63, 64, 65, 66, 74, 95,

133, 134, 135, 174,

175, 178, 182, 190,

210, 211, 212, 213, 214,

216, 217, 220

adjetivo pronominal 178

adjetivos superlativos 53, 54, 55, 57, 58

adverbialización 133, 134, 135, 220

adverbio 56, 58, 63, 75, 87, 88, 89, 134, 135,

137, 138, 139, 182, 216, 220

adverbios de cantidad 139

adverbios de modo 134, 137

adverbio de negación 89

agendar 28

albedrío 173

alemán 158

alevosía 173

álgido 174

aliteración 188

alusión 199

ambigüedad 74, 199

anáfora 191

anglicismo 158

antecopretérito 84

antecopretérito indefinido 84

antefuturo 83

antefuturo hipotético 83

antepospretérito 84

antepresente 83

antepretérito 83

antítesis 193

antonomasia 200

aposición 184

árabe 156

arabismos 156

artículo 32, 36, 40, 50, 54, 67, 68, 69,

70, 71, 73, 74, 95, 210, 215, 216

artista 61, 62

asimilación 122

atributo adverbial 184

auto 43, 44, 45, 210

B

bastante 20, 139, 140, 208, 209

bien 137, 138

C

cantinflear 159

carro 43, 44, 45, 210

circunloquio 200, 204

cocer 107, 108

coche 43, 44, 45, 210

comparación 195

complemento preposicional 181

con 85, 217

concordancia 59, 65, 96, 210, 219

concordancia de género 59

conjunción 145, 181, 183, 216, 217

cónyuge 41, 208

copretérito 27, 28, 81, 82, 83

copretérito de cortesía 28, 81

copretérito habitual 82

copretérito por futuro 82

coser 107, 108

craso 174

cultismo 41, 102, 150, 151

D

dativo 177, 178, 179

dativo de interés 178

dativo ético 178, 179

dativo superfluo 178

de 20, 27, 85, 119, 128, 181, 182, 206, 215

deber 77, 119, 120, 215

demasiado 20, 139, 140, 208, 209

dequeísmo 181, 182, 206

desde 142, 144, 146, 147

determinante 67

diferenciar 123, 124, 219

diminutivos 49, 50, 51

diminutivos irregulares 50

diminutivos regulares 49, 50

doble negación 87, 218

dobletes léxicos 151

E

efímero 174

elipsis 189

emplear 109, 110

enfático 178

P:226

226

epanadiplosis 191

epífora 191

epíteto 190

equívocos 173, 174, 175

escuchar 129, 130, 209

etimología 41, 61, 91, 101, 171, 198, 218

eufemismo 197, 198, 199, 200, 201, 202, 204

evento 28

extranjerismos 36, 215

-ez 155

F

faxear 21

fenómenos lingüísticos 17

figuras de dicción 187, 188

figuras de pensamiento 187, 188, 193

figuras retóricas 187, 188, 196

financiar 124, 219

flexión nominal 95

flexión verbal 95

forzar 103, 104, 219

futuro 80, 81, 82

futuro de concesión 81

futuro de mandato 80

futuro de probabilidad 81

G

galicismo 158

género 31, 32, 50, 51, 73, 74

gradación 194

griego 141, 154, 155, 171, 174

H

hasta 142, 143, 144, 145, 146, 147, 218, 219

hebreo 155

hipérbaton 189

hipérbole 195

homófonos 107, 216

I

imperativo 76, 77, 84, 91, 93, 112, 121

implementar 21

indicativo 70, 71, 73, 82, 89, 106, 112, 121

indoeuropeo 92

infinitivo 101, 102, 103, 120, 215, 220

inglés 22, 68, 99, 158

intensificador enfático 138

ironía 201

italianismo 158, 47

italiano 116, 158

J

jerga 198

L

lacónico 174

latín 13, 14, 57, 92, 93, 121,

129, 149, 150,153, 154, 165,

166, 167, 168, 169

latín vulgar 93, 103, 153

latinajo 165

lengua flexiva 95

lenguas romances 13, 149, 153

lítote 199

lívido 175

locuciones prepositivas 142

M

manejar 115, 116, 117, 212

mejor 137

metáfora 195, 198

metonimia 196

modos verbales 75, 76

morfema 49, 50, 134

mucho 20, 139, 140, 208

muletillas 159, 160, 161

N

nada 87, 88, 89, 218

nadie 87, 88

náhuatl 157

negociar 124, 219

nevar 103, 105, 219

norma 22

O

objeto directo 128, 184

objeto indirecto 177

obligación 120, 215

ocupar 109, 110

ofrecer 20, 131, 207

oír 31, 129, 130, 209

onomatopeya 188

oración subordinada 145

oxímoron 194

Índice de términos

P:227

227

P

palabras biformes 220

palabras de origen antillano 156

palabras heredadas 149, 150, 151, 152, 153,

154, 155, 156, 157, 158

palabras patrimoniales 149, 150

para 177

paradoja 193

paronomasia 192, 201

parsimonia 175

participio 63, 64, 101, 211, 212

participio irregular 63, 101, 220

participio regular 63

partitivo 20, 207

perífrasis verbal 120

pleonasmo 171, 172

plurales 35, 36, 215

por 163, 217

posesivo 54, 178, 179

pospretérito 82

pospretérito como pasado hipotético 82

predicativo 210

preposición 27, 85, 119, 128, 141,

142, 143, 145, 146, 147, 163, 164, 177, 181,

182, 206, 216, 217, 220

preposiciones compuestas 142

preposiciones simples 142

presente 79, 80, 91, 102, 111

presente de mandato 80

presente histórico 79

presente por futuro 80

préstamos lingüísticos 153, 201

pretérito 80, 93, 94, 121

pretérito absoluto 80

primer 59, 60

primera 59, 60

probabilidad 120

pronombre 29, 91, 127, 128, 177, 210, 217, 221

pronombre átono 91

pronombre reflexivo 29, 221

Q

que 145, 181, 183, 216, 217

quechua 157

R

raíz 54, 57, 92, 101, 102, 111, 112, 218, 220

recordar 127, 128, 217

recursos semánticos 193

recursos sintácticos 187, 188

retórica 171, 187, 188, 196, 198

retruécano 192

romance 13, 108, 149

S

semicultismos 150

sendos 175

sesquipedalismo 68, 125, 126, 213

sílaba tónica 74

símil 195

sinécdoque 196, 200

sinonimia 190, 198, 204

sintagma nominal 141

sintagma preposicional 141

sociolingüística moderna 17

sofisticado 28

soldar 219, 103, 104

solecismo 141, 143, 164

subjuntivo 76, 77, 84, 111, 112, 217, 218

sufijo 49, 50, 51, 54, 55, 56, 58, 154

superlativos absolutos 54, 58

superlativos irregulares 57

superlativos regulares 54

superlativos relativos 54

suposición 120

sustantivo 32, 33, 40, 50, 51, 59, 63, 65, 66,

67, 68, 73, 74, 95, 96, 123, 133, 137, 205, 207,

210, 213, 214

sustantivos ambiguos 73

sustantivos colectivos 96, 207

sustantivos epicenos 32

sustantivos femeninos 73

T

tabú 35, 202, 204, 215

tecnicismo 201

término latino 100, 101, 154, 220

tiempos verbales 79, 93

topónimos 154

torcer 103, 219

tráfico 47, 48, 129, 207, 208

tránsito 47, 48, 129, 207, 208

tropos 196, 204

Índice de términos

P:228

228

U

ultracorrección 17, 18, 19, 20, 182

usar 109, 110

utilizar 109, 110

V

variedades geográficas 13

variedades históricas 14

variedades sociales 14

venir 93, 94, 206

verbo pronominal 117

verbo reflexivo 127, 217

verbos afectivos 113, 114, 220

verbos conjugados 75

verbos de régimen preposicional 85, 86, 217

verbos prepositivos 85

verter 103, 104, 219

vocal atónita 37

volver 111, 218

Índice de términos

P:229

Índice general

Presentación 9

Cambio lingüístico

Variantes de la lengua: el caso del español 13

Ultracorrección 17

Los fueros de los hablantes 21

¡Por los fueros! ¡Por los fueros!

Que habemos muchos 25

Policías lingüísticos 27

Sustantivo

Género y «génera» 31

Las reglas que miden los buroes 35

Cambio, vendo y compro... zapato usado 39

Cónyuge 41

¿Carro, coche o auto? 43

¿Tráfico o tránsito de automóviles? 47

Échame una manita 49

Adjetivo

Adjetivos presumidos 53

Primer, primera 59

¡Estamos rodeados de artistas! 61

¡Me tiene freído! 63

Un listón, ¿de qué color? 65

Artículo

Artículos de lujo 67

Caballero de Mancha 69

¿El o la? 73

P:230

Verbo

A mi modo 75

¡Qué tiempos aquellos! 79

Verbos de régimen preposicional 85

No hay nada que temer 87

El que sabe, sabe 91

Veniste(s) / viniste(s) 93

La parvada de oscuras golondrinas no volverán 95

Y usted, ¿accede o accesa? 99

De podridos están llenos los panteones 101

Entre verter, nevar, soldar, torcer y forzar 103

Quien cuece y amasa, de todo le pasa 107

«Utilice» el cinturón de seguridad 109

Téngamos: un pariente incómodo 111

Yo amo los verbos afectivos 113

Aprenda a manejar el manejar 115

Debería de saber 119

Su simpática s 121

¡Que viva la diferencia! 123

«Ser» o «venir siendo», he ahí el dilema 125

¿Recordar o acordarse? 127

Te oigo, pero no te escucho 129

El perdón se pide, se ruega, se suplica...

pero nunca se ofrece 131

Adverbio

Y usted camina ¿tranquilo? 133

Está bien bueno 137

Mucho, demasiado y bastante 139

P:231

Preposición

Preposiciones presentan... 141

Ella dijo hasta las 2 145

Léxico

Las palabras heredadas 149

Las otras palabras heredadas 153

Dime de qué pie cojeas... 159

Por favor, no diga de favor 163

El latín en la tina 165

Pleonasmos escondidos 171

Equívocos 173

Pronombre

Te me lo tomas todo 177

Conjunción

El dequeísmo 181

Creo ya se enojó Agustín 183

Retórica de la vida diaria

De músico, poeta y loco... 187

El eufemismo 197

50 tips para hablar y escribir bien 205

Créditos 223

Índice de términos 225

P:232

Colofón

Manual de cabecera para hablar mejor de Editorial Otras Inquisiciones

se convirtió a formato digital en mayo de 2022

en la Ciudad de México.

Se formó con la familia Baskerville y Helvetica Neue.

Equipo editorial

Dirección editorial: María del Pilar Montes de Oca Sicilia

Dirección de arte: Victoria García Jolly

Edición y corrección: Erika Elizabeth Rivera Jordán

Diseño editorial: Jovany Cruz Flores y Estela M. Pérez Bernal

Asistencia editorial: LuzErandy Márquez Vidrio,

Mónica López Fernández, Alicia Gómez Andrade

y Jorge Sánchez y Gándara.

P:234

El Manual de cabecera para hablar mejor

es un compendio sencillo y ameno de consejos

que debemos tener en cuenta a la hora de

comunicarnos, pues es bien sabido que hablar bien

no es un lujo sino una necesidad de primer orden. Ya

lo decía Sócrates: «Habla para que yo te conozca», por

ello, este manual ayuda a rescatar el uso canónico y claro

de las palabras y expresiones que usamos todos los días, y

—contrario a la mayoría de los libros del lenguaje— está

lleno de ejemplos cotidianos que, con humor y frescura,

nos invitan a conocer con entusiasmo nuestro idioma.

Explica cuándo hay que usar la palabra tránsito y cuándo

tráfico; nos lleva a comprender los vericuetos de los

participios: impreso o imprimido, frito o freído; nos aclara

aquellas preguntas que surgen cuando encontramos

un verbo «mal puesto»; aborda sin pretensiones, pero

exitosamente, la escasez del uso de los artículos y los

plurales: «vendo zapato y bolsa a muy buen precio»; no

escatima muletillas y vicios como el queísmo y su primo,

el dequeísmo; nos «echa la mano» con los diminutivos;

nos regala una desprendida dosis de figuras retóricas de

la vida diaria y una vasta recopilación de eufemismos,

para decir lo que pensamos sin morir en el intento.

ISBN: 978-607-4534-62-7

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