María del Pilar Montes de Oca Sicilia
Coordinadora
María del Pilar Montes de Oca Sicilia
Coordinadora
Manual de cabecera para hablar mejor, 2022
Obra original publicada como Manual para hablar mejor, 2009
D. R. © Editorial Otras Inquisiciones, S. A. de C. V.
Pitágoras 736, 1er. piso, Col. Del Valle
C. P. 03100, Del. Benito Juárez, Ciudad de México
Tel. 54 48 04 30
www.algarabiaeditorial.com
Primera edición: junio de 2009
Primera reimpresión: octubre de 2009
Segunda edición: agosto de 2015
Edición digital 2022
ISBN: 978-607-9192-15-0, Editorial Otras Inquisiciones
D. R. © Diseño e ilustración de portada: Jovany Cruz Flores
Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización escrita de los editores.
Impreso y encuadernado en México
Printed and bound in Mexico
Nota preliminar
La primera particularidad de este manual es que, a diferencia de otros,
está constituido por una variada recopilación de artículos —que conforman los capítulos— escritos por distintos autores, lo que le da un
toque diferente y único a cada texto de esta publicación. Su segunda
particularidad radica en que no está dirigido a un sector exclusivo de
la población, sino que está elaborado para que desde un estudiante
de educación básica hasta un investigador serio resuelvan sus dudas, con el objeto de comunicarse «mejor», porque la lengua es
eso, un medio de comunicación. La tercera responde precisamente
a este acto, ya que no es una reunión de prescripciones basadas en
las reglas que reconoce la Real Academia Española —rae—; por
el contrario, constituye una suma de los consejos más importantes,
apoyados y razonados en el uso real, práctico e indiscutible del español, una lengua —como todas— viva y en constante cambio.
Estamos seguros de que este manual le servirá oportuna y amablemente para precisar cuestiones del lenguaje y, además, se
divertirá mucho leyéndolo.
María del Pilar Montes de Oca Sicilia
Ciudad de México
Presentación
La expresión oral nos ha acompañado siempre. Desde la prehistoria, el
hombre empezó a comunicarse usando sonidos, y no sería hasta mucho,
pero mucho tiempo después cuando inventaría los signos gráficos. Aún en el
siglo xxi, existen comunidades enteras donde las personas no saben leer ni
escribir; y en las que ha sido la oralidad la que ha preservado sus tradiciones.
Desde el momento en que nacemos, comunicamos nuestras necesidades
básicas con llantos y gorgoritos hasta que, por imitación, empezamos a expresar
lo que queremos con balbuceos y, finalmente, con palabras. Seguramente no
recordamos cuál fue nuestra primera palabra, ni cuándo ni en qué situación
la dijimos, pero aprender a hablar fue un parteaguas en nuestra vida.
Quizá porque el español es nuestra lengua materna, damos por sentado su
uso adecuado. Nada más lejano a la realidad. El lenguaje es una herramienta,
y, al igual que un pincel, podemos utilizarla torpe y burdamente o crear un óleo
perfecto, expresivo, lleno de color, que conmueva a quien lo mire.
«Habla para que yo te conozca» decía Sócrates, y sus palabras encierran
mucha razón, ya que todo lo que decimos y la forma en la que lo hacemos nos
delata. Si hablamos sin claridad, usando un lenguaje burdo, demostraremos
una carencia de estudios o, probablemente, hasta de inteligencia.
Tan importante es la palabra que los místicos de la tradición cristiana la
comparaban con Dios: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios,
y el Verbo era Dios» (Juan 1:1).
Hablar bien no es un lujo sino una necesidad de primer orden. Aunque
no es posible hablar con faltas de ortografía, sí lo es expresarnos mal y tiene
el mismo efecto en quien nos oye que aquél que tiene que ver escrita una
tremenda falta de ortografía. Imaginen la cara del entrevistador cuando en
la conversación para conseguir un trabajo el interrogado dice: «Lo que pasa
es de que no pude traer mi currículu, pero le manejo lo que viene siendo...». Ya ni
mandarlo, pues seguramente causó una pésima impresión.
El lenguaje es algo vivo, dinámico, que cambia de comunidad en
comunidad. Con el tiempo, se vicia y se modifica por el uso de expresiones
de moda. Por ello, podemos dar por sentado que algo que constituye un error
es correcto después de oírlo varias veces y, a fuerza de usarlo, se vuelve parte de
la norma. Por eso hay que tener cuidado, porque nuestro hablar va haciendo
camino al andar y queda cincelado en el futuro.
El Manual de cabecera para hablar mejor ayuda a rescatar el uso canónico
y claro de la lengua, así como a entender el significado de las palabras.
Del mismo modo en que nos alejamos de las matemáticas porque creímos
que eran complicadas, algunos lo hacen del gusto de aprender a hablar correctamente porque carecen de maestros o libros que les enseñen lo fascinante
e importante que es usar adecuadamente el lenguaje. Contrario a la mayoría
de los libros de gramática, este manual está lleno de ejemplos cotidianos,
humor y frescura, que nos invitan a querer seguir conociendo nuestro idioma.
En temas de género nos explica por qué es correcto decir jueza, mas no
presidenta —ni oyenta, ni estudianta—. De modo simple nos explica cuándo hay
que utilizar la palabra tránsito y cuándo tráfico —que, como dice la canción: «No
es lo mismo, pero es igual»—. Nos lleva a comprender los vericuetos de los
diminutivos y los superlativos, sin pretensiones, y la regularidad o irregularidad
de los adjetivos «presumidos». Explica la escasez del uso de plurales: «¡lleve
el zapato, la sandalia!», pues con crisis o sin ella, necesitamos dos de cada uno,
y en eso sí que no podemos escatimar. Contesta dudas tan comunes como:
¿se dice coche, carro o auto?
En algún momento, todos deseamos conocer mejor nuestra lengua y las
motivaciones son variadas. Sea cual fuere la nuestra, el Manual de cabecera para
hablar mejor es el recurso para aproximarnos de una manera sencilla y divertida
a nuestra lengua madre, en lugar de tener con ella una relación distante
o incómoda, como la de una madrastra.
Fernanda de la Torre
Habla para que yo te conozca.
Sócrates
13
«Las lenguas, cuando son habladas en una vasta extensión
territorial, tienden a diferenciarse», afirma Raúl Ávila en La
lengua y los hablantes.
1
El español no es la excepción, pues se ha
extendido de Europa a América.
Las lenguas también cambian a través del tiempo; por ejemplo, el latín se diferenció en cada una de las lenguas romances2
y éstas con los años también han cambiado.
De igual forma, la lengua permite ubicar a los hablantes,
en relación con su nivel de cultura, en clases cultas o clases
populares, según su manera de expresarse.
Lo anterior comprende las variedades geográficas, históricas y sociales, respectivamente, que son parte del idioma
español en su totalidad y que permiten explicar sus cambios
y sus características.
Variedades geográficas
Son las variantes que pueden tener las palabras de una misma
lengua según las regiones o países en los que se usen, y ninguna
es mejor que otra, simplemente son distintas.
Por ejemplo:
México Argentina España
suéter pullover jersey
1 Raúl Ávila, La lengua y los hablantes, México: Trillas, 1977; p. 87.
2 Español, francés, portugués, italiano, rumano, etcétera.
Las lenguas, cuando
son habladas en una
vasta extensión territorial,
tienden a diferenciarse.
Variantes de la lengua: el caso del español
cambio lingüístico / variantes de la lengua
14
Variedades históricas
Las únicas lenguas que no cambian son las lenguas muertas. Las
demás, las que hablamos en la actualidad, sufren modificaciones, se adaptan, se ajustan, se enriquecen y permiten, gracias
a eso, que podamos nombrar los nuevos inventos, los nuevos
descubrimientos y las nuevas ideas del hombre. Sin embargo,
hay quienes piensan que el español es una forma degradada
del latín o que el español actual es una corrupción del español
clásico. Esta idea equivaldría a decir —si nos basamos en la
teoría de Darwin— que el hombre es una degeneración del
mono. No obstante, la lengua está viva y al ser utilizada por
muchos hablantes, evoluciona con ellos.
Veamos la evolución de una palabra del latín al español:
trifolium → trifoliu → trefoliu → trefol → trebol → trébol
variedades sociales
El idioma español no sólo es diferente de una región a otra o de
una época a otra, sino que también se habla de manera distinta
en cada nivel social.
Estas diferencias en la manera de hablar forman tres niveles
sociolingüísticos que se pueden observar en este ejemplo del
español mexicano:
trabajaste
trabajastes
trabajates
Lo más probable es que quien usa la primera forma pertenezca
a un nivel culto o más estudiado y quien usa la tercera, al nivel
más popular o con menos dominio.
No hay manera de hablar que se pueda considerar correcta.
Si la hay, no es una sola. Todos hablamos inevitablemente de
Variantes de la lengua: el caso del español
15
acuerdo con el uso o la norma lingüística de la comunidad y el
estatus al que pertenecemos.
Si nacimos y vivimos en Madrid o en la Ciudad de
México, hablaremos como madrileños o chilangos.
Si somos jóvenes, utilizaremos las expresiones propias
de esa generación.
Si somos ancianos, usaremos otras frases.
Si no sabemos leer, nos comunicaremos con gente
parecida a nosotros y hablaremos como ellos.
Variantes de la lengua: el caso del español
17
¡Qué bonito tu cabello!
La lengua es, sin duda, reflejo de lo que somos como seres humanos, ya que expone nuestra cultura, gustos y hábitos, en mayor
medida que los signos externos, tales como la ropa, la forma
de comer o el comportamiento. Los fenómenos lingüísticos nos
dan luz sobre actitudes sociales, como las diferencias de sexo,
las relaciones de poder en una comunidad y la segregación
o marginación de algunos grupos sociales.
Usar una lengua no implica sólo conocerla sino saber
«cuándo hablar y cuándo quedarse callado, cómo transmitir
e interpretar respeto, seriedad, humor, cortesía o intimidad»; más
aún, cómo comunicar nuestras aspiraciones, lo que admiramos,
lo que perseguimos, lo que quisiéramos ser.
William Labov, fundador de la sociolingüística moderna, descubrió los parámetros que tienen que ver con el comportamiento
de la lengua a nivel social, como el hecho de que la clase media
baja en Nueva York, al tratar de alcanzar a la clase culta, tiende
a usar formas que considera «más correctas» y apropiadas para
contextos formales. Determinó que esta actitud es el resultado
de una fuerza prescriptiva o de presión que actúa desde arriba al
calificar «lo que debe ser correcto» y que tiene una importancia
significativa en la evolución del lenguaje.
Labov descubrió que esto se debe a la inseguridad lingüística
de la clase media baja, que insiste en querer copiar patrones de
la clase culta y que es muy sensible a rasgos estigmatizados que
ella misma usaba, pero que considera «erróneos», sin olvidar
La ultracorrección ocurre
cuando, por deseo
de adoptar un estilo
culto o de prestigio, se
deforma una palabra o
construcción correcta.
Ultracorrección
cambio lingüístico / ultracorrección
18
la percepción inexacta de su propia habla.1
Este principio de
ultracorrección es mucho más fuerte en el caso de las mujeres
—posiblemente la madre de la clase media y la profesora de
educación básica sean los agentes primarios para acelerar la
adopción de estas formas.
En síntesis, a nivel social, la ultracorrección —o hiperurbanismo,
como algunos lingüistas la han nombrado— es un fenómeno
que ocurre cuando la gente pretende expresarse de una manera
más «educada», queriendo encajar en ciertos contextos sin saber
qué se necesita para ello, y trata de imitar formas de hablar que
no le son propias. Por su parte, en el nivel gramatical se trata
de la aplicación de una regla equivocada o no aprendida, cuya
intención original era evitar otros fallos más comunes.
En Sevilla —y en otras ciudades costeras de los países de
habla hispana—, la clase media baja quiere evitar la costumbre
de ignorar la d intervocálica en cansao, tumbao, bailao; y, por
lo tanto, la intercala en voces que no la llevan, como Bilbado
y bacalado —Bilbao y bacalao.
En Buenos Aires, para evitar la falta de s final en verbos como
vamoh, hacemoh, cantamoh, se utiliza la s en la segunda persona del
pretérito de verbos como fuistes, hicistes, cantastes.
2
En la Ciudad de México hay muchos ejemplos y muy
variados. La clase media baja tiende a decir varea, cambea, copea,
en lugar de varía, cambia y copia, para evitar el error de pronunciar
los hiatos como diptongos, en casos como tiatro y pior —teatro
y peor—; o para evitar errores muy propios del habla popular
como: «Creo no va venir, me dijo no venía —creo que no va
a venir, me dijo que no venía».3
Ultracorrección
1 Yolanda Lastra, Sociolingüística para hispanoamericanos, una introducción, México:
El Colegio de México, 1992; p. 317.
2 v. «Su simpática s»; p. 121.
3 v. «Creo ya se enojó Agustín»; p. 183.
19
De la misma manera, se tiende a corregir el partitivo en
oraciones como: «Deme un vaso de agua, quiero una taza de
leche, o un plato de arroz», al decir «un vaso con agua, una taza con
leche y un plato con arroz», arguyendo que «el vaso no está hecho
de agua ni el plato de arroz», pero se olvidan que, si se trata de
sustantivos de masa que no se pueden contabilizar, necesitamos
cuantificadores para indicar las cantidades y que la preposición
de significa muchas cosas, no sólo la materia de lo que está hecho
algo; por lo tanto, está bien —y muy bien— decir: «vaso de agua».
Español de Sevilla
7 Bilbado, bacalado Forma incorrecta
Cansa_o, tumba_o, rasga_o Forma que trata de evitar
Bilbao, bacalao Forma correcta
Español de Buenos Aires
7 Hablastes, comistes, hicistes Forma incorrecta
Hablamoh, vamoh, hacemoh Forma que trata de evitar
Hablaste, comiste, hiciste Forma correcta
Español de la Ciudad de México
7 Varea, cambea, copea Forma incorrecta
Tiatro, pior Forma que trata de evitar
Varía, cambia, copia Forma correcta
7 Deme un vaso con agua Forma incorrecta
Quiero una taza con leche
—que el vaso no está hecho Forma que trata de evitar
de agua ni la taza de leche—
Ultracorrección
20
Deme un vaso de agua o una Forma correcta
taza de leche
7 Él me dio su currícula Forma incorrecta
Leí los currículum Forma que trata de evitar
Él me dio su currículum, Forma correcta
o sus currículos
7 Es de que, creo de que, Forma incorrecta
pienso de que
Me dijo__venía Forma que trata de evitar
Creo__no va a ir
Es que, creo que, pienso que Forma correcta
Hay otras expresiones de la clase media baja que no pueden
considerarse ultracorrecciones propiamente dichas, pero son
artificiales y rebuscadas, ya que pretenden ser más elegantes
o «propias». Por ejemplo, demasiado, bastante en lugar de muy,
mucho, o mas sin encambio, mas sin embargo, en vez de sin embargo,
o cabello en lugar de pelo, mejilla en lugar de cachete —cuando
siempre se había llamado así.
En esta misma tendencia podemos incluir los pleonasmos en
los que se incurre cuando tratamos de estilizar el habla —el gusto
del mexicano por lo rebuscado—: aquí, en México; yo personalmente;
ojalá Dios quiera; señor don Javier Rodríguez, y te lo vuelvo a repetir,
4
o hacerla más «corporativa»: aperturar una cuenta, en lugar de
abrir una cuenta, u ofertar una acción, en lugar de ofrecer una
acción.
Como podemos observar, la ultracorrección es un fenómeno
interesante a nivel lingüístico y, en vez de abordarla con prejuicios sociales, vale la pena explicarla en vez de juzgarla.
Ultracorrección
4 v. «Pleonasmos escondidos»; p. 171.
21
¿Será verdad que, al igual que lo que se dice de la tierra, la
lengua debe ser de quien la trabaja o de quien la habla? Para
abordar el tema basta tomar como ejemplo el caso de ciertos
neologismos. ¿Qué ocurrió cuando comenzaron a aparecer en la
escena términos como implementar, escanear, faxear, agendar, estresar,
digitar, ofertar, posicionar, por sólo nombrar algunos? Los policías
lingüísticos pusieron el grito en el cielo. Ante una pregunta inocente como: «¿Me lo puedes faxear?», nunca faltaba un «defensor
del idioma» que contestara irritado: «¡Yo no te faxeo nada!».
Aunque la palabra faxear ya está en el diccionario, en las
últimas enmiendas que realizó hace unos meses la Real Academia Española, todavía muchas personas consideran que no está,
que no existe o que no debe emplearse. Admitirla equivaldría,
según ellos, «a faltarle el respeto a la lengua», algo así como si
se pisoteara algún símbolo patrio.
Por cierto, una de las palabras que sufrió más golpes fue
implementar. Allá por los años 80, algunas personas —incluidos
redactores, periodistas, correctores y traductores— se negaban
a emplearla, ya sea por decisión propia o porque en las mismas
editoriales se había armado un complot contra ella. Se decía que
era un anglicismo más y que por esa razón debía evitarse. En
vez de esto se proponía instrumentar o, peor aún, implantar, por la
sencilla razón de que estas últimas sí estaban en el diccionario.
No obstante, la gente seguía utilizando el verbo implementar
posiblemente por necesidad o, más bien, por el simple regocijo
de emplear una «palabra de moda».
Los fueros de los hablantes
cambio lingüístico / norma
Un neologismo es una
palabra que se crea ante
la necesidad de nombrar
nuevas realidades.
22
Los fueros de los hablantes
¿Qué sucedió después? En 1992, la Real Academia Española incluyó en su diccionario el verbo implementar y también
muchas otras palabras que habían escandalizado a las «buenas
conciencias», como ofertar, optimar, posicionar y hasta posicionamiento.
Más adelante, en 2001, aceptó optimizar, estresar, escanear,
digitar y también digitalizar, entre muchas otras. Probablemente en
la próxima edición, la Real Academia Española incluya agendar.
¿Qué significa todo esto? ¿Acaso la lengua está deformándose como insisten algunos? ¿Deberíamos los hablantes apegarnos
estrictamente al diccionario? ¿Esto fomentaría un verdadero
respeto a la lengua y también, como consecuencia, hablantes
del español mejor portados?
Para tratar el tema con mínima autoridad deberíamos, en
principio, conocer qué son las lenguas, cómo evolucionan, qué
tipo de transformaciones pueden sufrir. Así sabríamos, por boca
de los expertos en la materia, que las lenguas sí cambian y que
el dinamismo es parte de su esencia. Ya desde antes de Cristo,
Horacio decía que «al igual que los bosques mudan sus hojas
cada año, pues caen las viejas, acaba la vida de las palabras ya
gastadas, y con vigor juvenil florecen y cobran fuerza las recién
nacidas. […] Renacerán vocablos muertos y morirán los que
ahora están en boga, si así lo quiere el uso, árbitro, juez y dueño
en cuestiones de lengua».
A fin de comprender cabalmente estas palabras es necesario
valernos del término norma, tal como nos lo explica José G.
Moreno de Alba: norma, por un lado, tiene el sentido de «regla»
o «ley» y, por otro, el «sentido de hábito». Dice Moreno de Alba
que en el terreno de la lingüística hay una estrecha relación,
y no una antítesis, entre los dos sentidos. Esto significa que un
fenómeno de la lengua se convierte en regla o ley porque antes
se convirtió en hábito.1
Y, ¿cuál es la misión del diccionario? En
el sitio en Internet de la rae leemos: «Las lenguas cambian de
continuo, y lo hacen de modo especial en su componente léxico.
23
Los fueros de los hablantes
Por ello los diccionarios nunca están terminados: son una obra
viva que se esfuerza en reflejar la evolución registrando nuevas
formas y atendiendo a las mutaciones de significado».
Cuánta razón tenía Unamuno al decir: «El pueblo es el
verdadero maestro de la lengua […] que no hay academias ni
gramáticas, ni erudición ni escuelas que valgan contra la ley
de la vida».2
Como conclusión podemos afirmar: la lengua no pertenece
a las academias, ni a las gramáticas, ni a los diccionarios, ni a los
lingüistas, ni a los letrados, ni a los eruditos, ni a los exquisitos.
La lengua nos pertenece a todos por igual.
1 José G. Moreno de Alba, Minucias del lenguaje, México: Fondo de Cultura
Económica, 1995; p. 8.
2 Ángel Rosenblat, Nuestra lengua en ambos mundos, Barcelona: Salvat-Alianza, 1971;
p. 172.
25
Como lo mencionamos, «la lengua es de quien la trabaja».1
Sí, es de2
que estoy motivado por la idea de que lo que es la lengua
debe ser de quien la habla, inspirado por la causa de las víctimas
de los que siempre andan corrigiendo la forma de hablar y de
escribir de los demás, y, por lo mismo de su problema de ellos, he
decidido escribir esta defensa del uso al que tenemos derecho
de hacer los hablantes de nuestra lengua española.
Estamos hartos de los polecías lingüísticos que culpabilizan
a las gentes que supuestamente no saben hablar bastante y critican
demasiado a los locutores y a aquellos artistas que influencían con
sus vocablos de ellos a los mismos escuchas, desde la primer vez que
los escuchan.
Estas gentes no han aperturado sus mentes para poder accesar
a un verdadero conocimiento del lenguaje. No soy su fans, porque
creen que saben demasiado de lo que es la lengua, no entienden todo
lo que es la manera de hablar de las propias gentes. Pero la suya
es una victoria parcial en estas competiciones de la cotidianidad,
porque la belleza del lenguaje está donde debe estar y no en
otro lado, y si sus ideas no machean con el uso real de la lengua,
pues que lo hagan con su propio riesgo, eso es muy su problema
de ellos. Yo en lo personal me quedo con lo que creo que debe ser,
porque como digo una cosa digo la otra.
cambio lingüístico / errores comunes
¡Por los fueros! ¡Por los fueros!
Que habemos muchos
1 v. «Los fueros de los hablantes»; p. 21.
2 Todas las palabras en letra cursiva marcan los errores que el autor quiso
puntualizar por medio de la ironía en el texto.
26
Mas sin embargo, les prometo, de verdad les prometo, que lo
que sería la lengua no es así, no es como los que han estudiado
demasiado de ella dicen que es. Quizá el día de mañana la Academia va a tener que aceptar más o menos expresiones como lo que
serían «mas sin en cambio» o «cuantimás» o «cercioradamente»
o «sospechosismo», que suenan muy elegantes y realmente y de
verdad enfatilizan mucho más mejor la idea que se quiere decir;
o tendrá que admitir que eruptar también puede ser correcto,
porque deriva de erupción, o sea, lo que hacen los volcanes,
eruptar lava, aunque digan ellos que es eructar.
De esta manera, espero que después de que lean lo que es este
artículo de fondo, los defensores del lenguaje dejen de fijarse en
la viga ajena o en el azadón de palo propio, porque, de lo que
no cabe duda, es de que la lengua es de quien la habla, no de
ellos.
¡Por los fueros! ¡Por los fueros! Que habemos muchos
Policías lingüísticos 27
cambio lingüístico / errores comunes
Podríamos decir que, en términos generales, a todos nos
interesa usar nuestra lengua con propiedad. No obstante,
a veces da la impresión de que la mayoría de las personas está
más preocupada por los errores de los demás que por los propios.
El mensaje subliminal sería: «Si usted quiere liberarse de la culpa
que le causa su propia ignorancia lingüística y sentir que por fin
hace algo por su sacrosanta lengua española, dedíquese a corregir
el lenguaje de los demás, no importa si repara en nimiedades
o si habla sin bases.»
De este modo, los hablantes suelen recibir las reprimendas
de los policías lingüísticos, quienes a veces dan cátedras como
las siguientes:
Hablante: «Señorita, por favor, tráigame un vaso de
agua.»
Policía: «¿Vaso de agua? Dirás: Vaso con agua. Ni modo que
el vaso esté hecho de agua.»
Comentario: En cuanto al empleo de la preposición
bastará con dar una ojeada a los usos de la preposición de para
confirmar que esta partícula no sólo designa la materia de que
está hecha una cosa sino también el contenido de algo. Por lo
tanto, vaso de agua está perfectamente bien dicho.
Hablante: «Venía por unos papeles.»
Policía: «¿Venía o viene?»
Comentario: El copretérito venía, empleado en vez del
presente vengo, tiene en nuestro país una función muy clara:
28
moderar el rigor de las peticiones. José G. Moreno de Alba en
su obra Valores de las formas verbales en el español de México1
registra
el «copretérito de cortesía» con valor de presente y expresa que
es un uso que «sin duda se puede calificar de frecuente en el
español coloquial mexicano».
Hablante: «El evento se llevará a cabo en la sala Chopin.»
Policía: «Un evento es un suceso imprevisto, casual, ocasional,
algo que puede suceder o no. Por lo tanto, no puedes emplear el
término evento para referirte a algo que se ha programado con
antelación.»
Comentario: A partir de la xxii edición, el Diccionario de la
Lengua Española ya registra una nueva acepción de evento: «Suceso
importante y programado, de índole social, académica, artística
o deportiva.»
Hablante: «Es una mujer sofisticada.»
Policía: «Deberías saber que sofisticado proviene de sofisma.
Por lo tanto, estás diciendo que ella es una mujer falsa.»
Comentario: En el diccionario académico ya citado, el
adjetivo sofisticado tiene entre sus acepciones la de «elegante,
refinado».2 Hay que recordar que la lengua está en constante
transformación y que con el tiempo las palabras no sólo pueden
cambiar de forma sino también de sentido.
Hablante: «No te preocupes. Ya lo agendé.»
Policía: «El verbo agendar no está en el diccionario. Por lo
tanto no debes emplearlo. Puedes, en su lugar, decir calendarizar
o programar.»
Comentario: Ni calendarizar ni programar responden al
sentido de agendar, el cual parece expresar que el compromiso
1 José G. Moreno de Alba, Valores de las formas verbales en el español de México,
México: unam, 1978.
2 Sobre la evolución de la palabra sofisticado, -da, v. Antonio Alatorre,
Los 1001 años de la lengua española, México: Fondo de Cultura Económica, 1993; p. 314.
Policías lingüísticos
29
es seguro porque se ha anotado en la agenda. El que una
palabra no esté en el diccionario no significa precisamente que
no deba emplearse. Si es necesaria para expresar un concepto
que ninguna otra palabra ofrece, los hablantes la seguirán
usando y es muy probable que, con el tiempo, el diccionario
acabe incluyéndola.
Hablante: «Cóbrese la cuenta, joven.»
Policía: «Definitivamente no sabes hablar bien español.
Ni modo que el mesero se cobre la cuenta a sí mismo.»
Comentario: La partícula se no sólo funciona como
pronombre reflexivo; tiene muchos otros sentidos. Uno de ellos,
según estudios recientes,3
es el de indicar que la acción se ha
realizado de manera completa o con mayor involucramiento,
como cuando decimos: «Se tomó su medicina», en vez de
«Tomó su medicina» o «Me desayuné unos huevos rancheros»,
en vez de «Desayuné unos huevos rancheros». Este matiz resulta
imprescindible en muchas construcciones imperativas, como la
del ejemplo presentado, ¿o acaso sería natural decir: «Cobre
la cuenta, joven»?
Por todo lo expuesto, llego a la misma conclusión que Antonio
Hass4
cuando decía que primero habría que defender al idioma
de sus defensores. De este modo, aconsejamos precaución. Está
visto que muchos policías lingüísticos andan sueltos por ahí.
3 Para mayor información sobre el tema, consúltense: Ricardo Maldonado,
A media voz, problemas conceptuales del clítico se, México: unam, 1999 y Cristina
Sánchez López, Las construcciones con se, Madrid: Visor libros, 2002.
4 Antonio Hass, «No me defiendas, compadre», Excélsior, 5 de agosto de 1987.
Policías lingüísticos
31
Hace no tanto tiempo, la Real Academia admitió un par de
palabras en su célebre diccionario que publica: jueza y presidenta.
No podría decir que la primera represente un error, a pesar
de que a muchas personas les pareció una barbaridad que se
admitiera; pero acerca de la segunda tengo serias dudas:
Presidente es un adjetivo que, como oyente o estudiante, deriva
de un verbo: en el caso de oyente, de oír; o sea que significa «el
que o la que oye», y estudiante significa, a su vez, «el que o la que
estudia»; del mismo modo, presidente proviene de presidir, «el que
o la que va primero».
Hay otros adjetivos como inteligente, displicente o adolescente que
derivan también de un verbo, si bien aquél ya no está presente
en español, sí existió en latín: intellegere, «comprender, darse
cuenta», de donde derivó intelligens, intelligentis, que se convirtió
en inteligente; displicere, que significa «desagradar, disgustar»,
proviene de displicens, displicentis, de donde procede nuestro
displiscente; mientras que adolescente, que proviene del adjetivo
verbal adulescens, adulescentis, deriva de adolescere, que significa
«crecer, desarrollarse, ir en aumento», y no del verbo español
adolecer, como la gente erróneamente cree.
Como sea, es incorrecto decir:
7 estudianta
7 oyenta
Género y «génera»
sustantivo / género
32
Género y «génera»
Los sustantivos epicenos
designan seres vivos de
ambos sexos.
7 inteligenta
7 adolescenta
Del mismo modo debería serlo presidenta, a pesar de que la Real
Academia Española, por el uso, no lo considera de ese modo.
Sustantivos epicenos
Existen algunos sustantivos que se llaman epicenos, que designan
seres vivos de ambos sexos, como sapo, rana, ballena, pulga, hormiga,
mosquito, tortuga, etcétera. Lo importante de este concepto es
que nos ayuda a dejar claro que no siempre el sexo determina
diferencias de género, hablando, por supuesto, en términos gramaticales; es decir, que aunque la palabra catarina sea femenina,
no significa que sea hembra, pues puede ser que hablemos de
un macho, por lo que no decimos «la sapa, el rano, el balleno,
el pulgo, el hormigo, la mosquita, el tortugo o el catarino».
Epicenos son también criatura, víctima o persona, y nada tiene
de malo que a un hombre se le diga «esa persona».
Existen también adjetivos que poseen los dos géneros de
forma implícita, como oficinista, tenista, cuentista, y el que lo
determina es el artículo:
el o la oficinista
el o la tenista
el o la cónyuge
el o la pianista
el o la testigo
Hay otras palabras que —aunque nada nos lo impida— no
cambiamos de género, como músico, químico, físico... porque existen
disciplinas como música, química y física, cuyo nombre ya existía
antes de que las mujeres incursionaran en ellas, y si a esto se
33
le suma que estas profesiones han sido un ámbito masculino
durante muchos años, se entiende por qué existe aún una gran
reticencia a decir:
Margarita es física.
Mi prima es una excelente música.1
En lugar de eso se dice:
7 Margarita es físico.
7 Mi prima es una excelente músico.
Y respecto a sustantivos como jueza, cancillera, alcaldesa, edila...
dejo a su consideración su uso, porque en eso estriba que sean
admitidos o no como parte de la norma.
7 Lo que se dice: Proponemos:
7 La presidenta rechazó la La presidente rechazó la
moción. moción.
7 Soy oyenta en la clase de Soy oyente en la clase de
filosofía. filosofía.
7 La testiga identificó La testigo identificó
al culpable. al culpable.
7 La cancillera habló ante los La canciller habló ante los
diputados. diputados.
1 Y aún menos excelenta músico, pues excelente proviene del latín excelens, -tis, que
derivó a su vez del verbo excellere, que significa «sobresalir».
Género y «génera»
35
Existen palabras que, cuando se multiplican, les salen espinas,
como buró que, por ahí de la década de los ochenta, aguijoneó
el buen habla de un apuesto galán con corazón salvaje cuando,
al anunciar por televisión los encantos de una recámara, decía
que constaba de una cama y dos buroes.
Del estilo de la recámara no vamos a hablar. Lo que sí nos
interesa aclarar es eso del buró y de algunas palabras con plurales
espinosos.
Las reglas para formar plurales son sencillas, pero los
problemas comienzan en sus excepciones, por ejemplo, en
palabras como esquí, marroquí, tabú, israelí, cebú, bisturí, pie o café.
El truco para saber si se le añade -es o -s es observar si la vocal
es fuerte o débil.
Si la palabra termina en a, e, o —vocales fuertes—, se le añade -s:
café y cafés
pie y pies
buró y burós
Pero si termina en i, u —vocales débiles—, se le agrega -es:
esquí y esquíes
marroquí y marroquíes
tabú y tabúes
Para poder formar
plurales necesitamos
saber si se añade la
terminación -s o -es.
Las reglas que miden los buroes
sustantivo / plurales
36
Las reglas que miden los buroes
israelí e israelíes
cebú y cebúes
Pero hay más, por ejemplo, aquellas palabras «tramposas» que
nos cambian la acentuación al convertirse en plurales y luego
ya no sabemos si es carácter o caracter, porque el plural es caracteres;
régimen o regimen, porque el plural es regímenes. Así que aclaremos:
lo correcto es carácter y régimen.
Por último, los extranjerismos, ¿qué pasa con ellos? Pues
que si ya han sido incorporados al español, como suéter, siguen
las reglas normales para formar plurales: suéteres, por terminar
en consonante; o álbum y álbumes; bistec y bisteces. Pero si no han
sido integradas, entonces normalmente sólo se les añade -s: crack
y cracks; iceberg y icebergs.
Y aquí también hay excepciones, por ejemplo, en robot, que
ya está más que incorporada a nuestro idioma y su plural es
robots; lo mismo sucede con zigzag y zigzags, récord y récords.
Todavía falta decir que en aquellos términos extranjeros en
los que la adición de una -s dificulta su pronunciación, la palabra
se queda igual y el plural se lo da el artículo; por ejemplo: web
y las web, test y los test, blog y los blog, laptop y las laptop.
Por cierto, en los extranjerismos fue donde se perdió el
afamado actor, pues entre que buró viene del francés bureau
y que burós no tiene tanto caché, no cambió sus buroes ni ante la
punzante lunoa que, en otro anuncio, le espetó La Grandota de
Camargo, ni hablar, Lucha la lucha hizo.
37
Si la palabra termina en:
palabra se le añade queda
Vocal atónita, es decir, sin acento
sueño -s sueños
Consonante
capital -es capitales
-s y es aguda, es decir, la última sílaba es tónica
compás -es compases
-s y es monosílaba
as -es ases
-s y no es aguda, o sea, la última sílaba no es tónica
equis no se le equis
añade nada
Vocal tónica
buró -s burós
Vocal débil (i, u)
israelí -es israelíes
Vocal fuerte (a, e, o)
tupé -s tupés.
Las reglas que miden los buroes
39
«Sólo aquí, marchanta, sólo aquí puede encontrar el zapato de
cualquier número, modelo, color y marca a muy buen precio.
¡Anímese, marchanta!».
Y uno piensa realmente si animarse o no, pues eso de
adquirir un solo zapato no debe ser cómodo ni tampoco útil.
Entonces regresa la voz del marchante: «No, güerita, si le estoy
hablando de los dos zapatos, o sea, del par».
Y el tono es tan indulgente que me pregunto si el vendedor
no se habrá dado cuenta de que dijo: «El zapato de cualquier
número, modelo y color».
Sigo caminando por el bullicioso tianguis hasta que el
colorido me detiene:
—¿Éstos son los únicos modelos que tiene?
—Aquí sí, güerita, pero usted dígame qué necesita y yo se
lo consigo. No por presumirle, pero éste es el único puesto que
maneja1
toda la sandalia; sobre todo, la que está de moda.
Si mis ojos fueran más pequeños, se hubiera notado lo
grande que los abrí, pues creo que lo que está de moda es
comerse la s del plural… o será que estamos en escasez de letras
y yo, en plena inconsciencia, las ando desparramando por ahí
al decir los zapatos y las sandalias, o sea, «el par». Y, al decirlo,
me doy cuenta dónde está el problema; el asunto es que zapatos
y sandalias son nombres comunes que normalmente se usan en
plural, porque se refieren a objetos que están compuestos por dos
Cambio, vendo y compro… zapato usado
sustantivo / género
1 v. «Aprenda a manejar el manejar»; p. 115.
40
partes simétricas, como tijeras, pantalones, gafas… y aunque estos
dos elementos no estén unidos, es evidente que designan objetos
que necesariamente —y casi sin excepción— usamos en par.
Ahora bien, si retomamos el hecho de que el marchante
estaba hablando de un par de zapatos, lo que está usando es un
sustantivo colectivo, es decir, un sustantivo en singular que designa
un conjunto de objetos; en este caso, dos. ¿Otros ejemplos?: arroz,
gente, ejército, docena, muchedumbre, familia…
Así que, como finalmente sigue asaltándome la duda de si
al comprar zapato o sandalia terminaré sólo con uno en el pie
y no con el par, tomo camino hacia el puesto de periódicos más
próximo.
7—No, señorita, aún no nos llega revista. Quién sabe qué le pasó,
porque siempre llega a principios de mes.
¿Qué sucede con las palabras? ¿Acaso se agotaron? ¿O es una
crisis tan severa que ya no sólo se trata de omitir el nombre
en plural cuando es mejor usarlo, sino también los artículos?:
«las revistas», las que no llegaron fueron «las revistas», pero
este hombre, con cara de buena gente, me hace pensar que la
condescendencia del marchante de zapato es acertada y que
yo soy una irresponsable derrochadora, aunque no sea verdad,
porque, en este caso, revistas es un sustantivo que denomina
objetos contables, de tal forma que requiere la presencia del
artículo las.
El fin de semana se acabó. Por fin, la oficina. Comunicación
completa, oraciones normales, no más ahorro…
—Hola. ¿Lista para la entrega del proyecto?
—Lista.
7—¿En verdad? A mí me costó trabajo que nos cambiaran fecha,
pero tú te ajustaste rápidamente a calendario, ¿no?
Cambio, vendo y compro… zapato usado
Es incorrecta la omisión
del plural, ya que sólo
se trata de un vicio que
tiende a singularizar el
plural y prescindir de los
artículos que lo marcan.
Cónyuge 41
sustantivo / pronunciación
Existen en español varios términos distintos para designar
la relación que se establece entre los miembros de una pareja
unida en matrimonio: marido y mujer, esposo y esposa, casados, consortes
y cónyuges.
La etimología de esta última palabra resulta sorprendente;
procede del latín conjux, conjugis que, literalmente, significa «el que
lleva el mismo yugo».1
Pero, ¿qué significa yugo? El Diccionario de la
Real Academia nos da varias acepciones, ninguna muy halagüeña:
la primera, «instrumento de madera al cual, formando yunta,
se uncen por el cuello las mulas, o por la cabeza o el cuello, los
bueyes, y en el que va sujeta la lanza o pértiga del carro, el timón
del arado, etcétera». Los sentidos figurados tampoco son muy
alentadores: «ley o dominio que sujeta y obliga a obedecer»
o «carga pesada, prisión, atadura». Así es que, según la etimología, los cónyuges vamos por la vida, unidos por el yugo, jalando la
carreta o el arado —tarea pesada, ingrata y difícil de cumplir—.
Ahora bien, en esto, como en muchas otras cosas, podemos decir
que cada quien habla según le va en la feria, ¿verdad?
Por cierto, cónyuge es un cultismo latino que no siguió la
evolución normal en su paso al español; entró tardíamente
a esta lengua, pues el diccionario académico la registra por
primera vez en el siglo xix. En cuanto tal y aunque haya una
tendencia —incorrecta— a cambiar el sonido /x/ por /g/, debe
1 J. Corominas y J. A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico,
Madrid: Gredos, 1980.
Un cultismo es una
palabra que proviene
directamente del latín
o del griego y que en
la lengua receptora no
modificó ni su forma
ni su significado.
42
pronunciarse con /x/, es decir, con el sonido de la g como en
refugio, gelatina y ángel y debe escribirse y pronunciarse /kónyuxe/;
nunca cónyugue.
Cónyuge
43
¿Cuál de estas palabras es la adecuada para designar
a ese vehículo, tan utilizado hoy en día y del cual hay más de
22 millones en nuestro país? Podríamos atrevernos a decir
que cada una de ellas tiene un uso específico, de acuerdo con
la evolución del transporte, empezando desde los jalados por
animales hasta llegar a los movidos por motores, más los que se
vayan a inventar.
Carro
Si seguimos esta premisa, existió primero el carro1
—del latín
carrus—, que es un «carruaje de dos ruedas, con lanza o varas
para enganchar el tiro, y cuya armazón consiste en bastidor
con listones o cuerdas para sostener la carga, y varales o tablas
en los costados, y a veces en los frentes, para sujetarla». Carro, en
origen, era aquel vehículo que llevaba carga y era arrastrado por
animales; por ello, era utilizado en el trabajo de campo.
Coche
Mientras tanto, la palabra coche, así como el transporte del mismo
nombre, son de origen húngaro. Como declara Luis de Ávila en
1548: «Se puso a dormir en un carro cubierto, al que en Hungría
llaman coche». El término proviene del pueblo de Kocs, donde,
en 1518, se empezaron a construir carruajes especiales para
transportar gente de un lugar a otro. Así se formó la palabra kocsi
1 Las definiciones que se dan a continuación de carro, coche y auto son del Diccionario
de la Real Academia.
Un término no es más
correcto que otro, sólo
tienen usos específicos.
¿Carro, coche o auto?
sustantivo / léxico
44
/kóchi/, que los españoles empezaron a utilizar como coche2
en
escritos a partir de 1548, para referirse al carro cubierto. Es decir,
el coche es aquel vehículo que transportaba personas.
Auto
Por otro lado, auto es la apócope de automóvil: «Que se mueve por
sí mismo. Aplicándose principalmente a carruajes que pueden
ser guiados para marchar por una vía ordinaria sin necesidad de
carriles y llevan un motor, generalmente de explosión, que los
pone en movimiento». El término automóvil se utilizó por primera
vez en un editorial del The New York Times, el 3 de enero de 1899;
mientras que el primer antecedente del auto lo tenemos en 1771,
con la carretilla de vapor que inventó el francés Nicolas-Joseph
Cugnot; y luego, tal como lo conocemos, el de Karl Benz, en
1886, en Alemania.
Como vemos, lo que actualmente nos lleva y nos trae a todos
lados es un auto —automóvil—, ya que se mueve con ayuda de un
motor, pero también es un coche de pasajeros, de cinco y no más
de nueve personas, como el coche de tren —vagones con espacios
para dormir y viajar cómodamente—. Mientras que carro,
como vimos, es para los transportes de carga rural —carretas—
y puede utilizarse para referirse a los vagones del tren, al
transporte de los bomberos —no camión de bomberos, sino el carro
de bomberos—; en fin, lo que no tenga que ver con transporte
de gente, sino de objetos. Quizá hasta valga el término carro de
combate o carro acorazado para el vehículo militar que conocemos
como tanque, aunque también funcione con un motor y transporte personas y objetos —como armas.
Sin embargo, el uso de estas palabras depende mucho del
empleo del lenguaje en cada región y nivel socioeconómico,
incluso puede convertirse en un localismo. Así, en España es
2 «Carruaje de cuatro ruedas, con una caja, dentro de la cual hay asiento para dos
o más personas».
¿Carro, coche o auto?
45
coche y ningún otro, mientras que en la América hispanohablante
las tres palabras son entendibles, hasta se pueden encontrar
muchas otras, como tocomocho o fierro en Chile; carcacha, unidad,
mueble o nave en México. Pero, usted, querido lector, que ya sabe
la diferencia, practíquela.
Término De dónde viene Significado
carro del latín carrus Vehículo que
llevaba carga y
era arrastrado
coche del húngaro kocsi Carruaje
auto apócope de Que se mueve por
automóvil sí mismo.
¿Carro, coche o auto?
47
Depende de qué se quiera decir. Si lo que queremos decir
es que la autopista estaba abarrotada de automóviles o que el
Periférico parecía estacionamiento gratuito, entonces debemos
decir «había mucho tránsito»; pero si estamos interesados en las
cuestiones comerciales, al comentarle a un amigo que «en la
Ciudad de México hay mucho tráfico de automóviles», lo que le
estamos diciendo es que el comercio de coches —quizá ilegal—
se encuentra en su apogeo.
Tráfico
De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia, tráfico significa
«traficar»; es decir, comercializar o realizar un intercambio de
bienes; incluso, el Diccionario de uso del español de María Moliner
menciona que se emplea más bien para referirse al comercio
irregular: tráfico de armas, de animales, de drogas, en fin, de
muchas otras. Se trata de un italianismo que proviene de la
palabra traffico.
Tránsito
Tránsito, por su parte, se refiere a transitar, caminar, pasar
o circular «... personas y vehículos que pasan por una calle, una
carretera, etcétera».
Sin embargo —ahí viene el «pero» o la excepción—, tráfico
también se refiere, en una segunda acepción, a circulación de
vehículos por calles o caminos.
Entonces, ¿cuál debemos usar?
¿Tráfico o tránsito de automóviles?
sustantivo / léxico
48
En aras de la precisión del lenguaje, lo recomendable es
usar tránsito cuando queramos referirnos a una calle atestada de
coches y tráfico para lo relacionado con el comercio.
Tratemos, en la medida de lo posible, de usar cada palabra
dentro del contexto que le corresponde, no importa si el que nos
oye ni siquiera sabe que existe una diferencia.
¿Tráfico o tránsito de automóviles?
49
Juegos de manos son de villanos…
En la época de los pañales de tela y de los biberones de vidrio,
una señora entretenía a su puñado de hijos con la canción de
la mano: «Tengo manita, no tengo manita, porque la tengo
“desconchabadita”», y cuando la vecina venezolana, que
chistaba a la menor provocación, la escuchaba, decía: «Dirá
usted “manito”, así como esas plantas», y luego señalaba a las
madreselvas de su ventana —ésas a las que les dicen «manitos
de Dios»—. Pero, ¿cuál de ellas tenía razón?
Los diminutivos
Los diminutivos son afijos —pueden ir antes, prefijos,
o después, sufijos— o morfemas que no cuentan con un significado léxico por sí mismos, pero que al agregárselos a una raíz,
o sea, a la palabra, logran añadirle un significado específico.
Pueden expresar tamaño menor, como perro y perrito; juventud,
como el caso de señora y señorita; aprecio, como café y cafecito;
o desdén, como ladrón y ladroncito.
Los diminutivos regulares
Es importante establecer que si hay algo a qué prestarle atención
es a cómo se forma un diminutivo regular, y esto se basa en
reglas, que en realidad son simples.
Los diminutivos son
afijos que se adhieren a
una palabra léxica —con
significado— para darle
un significado específico.
Échame una manita
sustantivo / diminutivos
50
Las palabras que:
terminan en o/a/io/ia deben llevar el sufijo –ito o -ita:
perro/perrito; casa/casita; vacío/vaciíto; zanahoria/zanahorita
terminan en e/i/u, y que no llevan acento deben llevar el sufijo
-cito/-cita:
calle/callecita; pie/piececito
terminan en vocal acentuada se les agrega -cito/-cita:
mamá/mamacita; papá/papacito
terminan en n o r, el sufijo que se añade es -cito/-cita:
corazón/corazoncito; motor/motorcito
terminan en otra consonante llevan -ito/-ita:
papel/papelito
Por otra parte, una de las reglas que obedecen los diminutivos
regulares es que se forman a partir del masculino o singular, tal
es el caso de jefe/jefecito/jefecita, y no jefa/jefita.
Los diminutivos irregulares
Si volvemos con el debate inicial de la señora con muchos hijos
y de su vecina de Venezuela, y si nuestra base fuera la construcción de los diminutivos, podríamos decir que el diminutivo de
mano sería manito, al terminar en vocal; sin embargo, hay una
particularidad con este sustantivo que lo encasilla de inmediato
en los diminutivos irregulares: su género.
El género masculino de un sustantivo está formado por el
morfema de género, o sea, que cuenta con la letra o, como perro,
esposo y niño. Y cuyo artículo sería el. Por otra parte, el morfema
de género femenino se determina con la letra a, como perra, esposa
y niña, y su artículo sería la. Además, hay otro género, que es
el neutro, que se usa para referirse a conceptos principalmente
abstractos, tales como lo bueno, lo feo o lo malo. No obstante, hay
Échame una manita
51
1 Esta última tendría su explicación en su origen latino, pues manus era de género
femenino y al pasar al español la terminación us se convirtió en o, pero se mantuvo
el género primigenio de la palabra.
excepciones al género: una de ellas sería el día; otra, la mano.
1
Ésa es la principal razón por la cual en México y en España se
usa manita, atendiendo al principio del género del sustantivo,
mientras que en otros sitios de Latinoamérica se presta una
mayor atención a las reglas ya expuestas sobre la formación de
diminutivos y se usa manito.
Pero como el uso hace la norma, el diminutivo manita entró,
como campeón, desde la xxi edición del Diccionario de la Real
Academia, como un posible diminutivo de mano. El Diccionario
panhispánico de dudas no canta victoria: manito también es un
correcto diminutivo de mano y todavía le echa leña al fuego al
agregar que, aunque menos frecuente, el diminutivo manecita
también cuenta con toda la propiedad. Así que la pregunta
inicial se declara como un empate, si bien ya lejano a la época
y a la usanza, es un término sobre el cual el uso sí hizo justicia.
Curiosidades en diminutivo
Existen otros diminutivos muy particulares que resultan difíciles
de expresar, como el diminutivo de caliente. La mayoría de la gente
dice calientito, en vez del correcto calentito.
En el caribe es común el sufijo -ico o -ica, cuya procedencia es
aragonesa:
potro/potrico; gato/gatico
Otro más, -illo o -illa, de origen andaluz:
chico/chiquillo
De origen catalán y valenciano, se usa en España -ete y -eta:
amigo/amiguete; -ucho y -ucha: casucha; -ico e -ica, Pilarica; -uco
y -uca: nenuco.
Échame una manita
53
Existen unos celebérrimos adjetivos que hacen sentir muy
importante a cualquier palabra común y corriente, y todo
porque «la levantan por encima de lo demás». La verdad es
que por esta causa deberían ser medio antipáticos, pero no; de
hecho, a la gente le gusta mucho usarlos, sobre todo en estos
tiempos en que vamos oyendo que la fiesta estuvo superdivertida,
que el departamento de Claudia está padrísimo o que Joaquín
es lo máximo.
Estos adjetivos reciben el bien merecido nombre de superlativos —que proviene del latín superlativus y éste, a su vez, se deriva
de superferre, donde super significa «encima» y ferre, «llevar»1—
y son los que señalan que algo es muy grande y excelente en su
línea; por ejemplo:
Era una cosa tristísima ver cómo a su personaje favorito se le iba
cayendo el oropel.
Definitivamente creo que la manera óptima de arreglar un desacuerdo
es dialogar y concertar.
No tienes la más mínima idea de lo que te perdiste, la cena estuvo
riquísima.
En esta última oración hay tres superlativos diferentes: más,
riquísima y mínima, que, aunque pareciera ser un diminutivo,
1 Literalmente, y como se dice al principio de este texto, «levantar por encima,
hacer rebasar». Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana,
Madrid: Gredos, 1973.
Los adjetivos superlativos
denotan o asignan el
grado máximo o mínimo
de una cualidad.
Adjetivos presumidos
adjetivo / superlativos
54
está elevando al máximo la categoría del adjetivo pequeño y, de
hecho, es su superlativo.
Una vez establecidos los términos generales, comencemos
con los detalles; el primero es que hay dos tipos de superlativos:
Superlativos absolutos
Denotan sumo grado de cualidad:
¿Un actor muy guapo? Daniel Day-Lewis, quien, además de galán,
es interesantísimo.
¡Cómo que no lo conoces! Es un autor celebérrimo.
¡Imagínate, tenía un paupérrimo arreglo y se veía elegantísima!
Superlativos relativos
Son aquéllos que, junto con el artículo o el adjetivo posesivo,2
asignan el grado máximo o mínimo de la cualidad a una o varias
personas o cosas dentro de un conjunto:
Haber estado en Oaxaca ha sido mi vivencia más plena.
La versión menos real es la que nos narró el hombre que vendía
libros usados.
Su más grande ilusión es recorrer algún día ese muelle lleno de
pescadores.
Superlativos regulares
Además de los mencionados, hay superlativos regulares
e irregulares. Los primeros se forman añadiendo el sufijo -ísimo
a la raíz del adjetivo, por ejemplo:
2 El que indica la posesión, propiedad o pertenencia a una o varias personas
o cosas de lo significado por el sustantivo a que se refiere.
Diccionario de la Real Academia.
Adjetivos presumidos
55
Verlo hizo felicísimo mi día.
¡Ya quedó! Fue una decisión acertadísima.
Y, si se combina con la terminación -ble, se convierte en
-bilísimo:
De amable, amabilísimo:
Abraham subió las bolsas; te digo que es un niño amabilísimo.
De notable, notabilísimo:
Todos coincidimos en que esos dos dieron un notabilísimo
concierto.
Pero también hay que observar lo siguiente:
1. Si el adjetivo termina en -or, antes del sufijo -ísimo, se
incorpora una c y queda así:
Hay que contratarlo, sus referencias dicen que es un hombre
trabajadorcísimo.
2. Esa c también se incorpora cuando el adjetivo termina
en n:
Pídele que te haga una propuesta, es un tipo fregoncísimo.
Eso es lo que más nos sorprende, que Nadia, jovencísima, vino
a ganarse tal reconocimiento.
¡Qué fulano briboncísimo! Además de que invadió terrenos que
no eran suyos, ahora resulta que él es el damnificado.
3. Cuando el adjetivo termina en una sola vocal, ésta se
sustituye por la i de -ísimo:
De rápido, rapidísimo:
La rapidísima Castalia ganó su tercera carrera.
Adjetivos presumidos
56
De dulce, dulcísimo:
¡Mira!, también tiene su carácter la dulcísima Polly.
Pero tiene una excepción: cuando la vocal es tónica,
como en carmesí, no admite el sufijo -ísimo y se le tiene
que anteponer el adverbio muy:
El tono muy carmesí de sus labios le seducía intensamente.
Aquí, otro ejemplo:
Me gusta ese sillón, tiene un estilo muy rococó.
4. Si el adjetivo termina en los diptongos -ue, -uo y -ua,
pierde la última vocal:
De tenue, tenuísimo:
Su tenuísima voz hace de esa canción una delicia.
De exiguo, exigüísimo:
Aun la exigüísima corriente, disfrutaba de ver cómo navegaba
el barquito.
De ingenuo, ingenuísimo:
La ingenuísima actriz volvió a interpretar a Dorothy en El mago
de Oz.
Lo mismo sucede cuando la terminación incluye los
hiatos -ío e -ía:
De impío, impiísimo:
No creo que sea remunerativo ir por la vida cometiendo actos
impíos… Mucho menos impiísimos.
De frío, friísimo:
¡Qué desazón sentir siempre este friísimo ambiente!
Adjetivos presumidos
57
5. Por último, si termina en los diptongos -io e -ia, ambas
vocales se sustituyen:
De sucio, sucísimo:
Después del desfile, lo único que veías era una calle sucísima.
De turbia, turbísima:
Tantos dimes y diretes sólo dejan el agua turbísima.
Superlativos irregulares
1. Los que cambian su raíz cuando llevan los diptongos
ie o ue:
¿Cuándo se cambió de casa? Pues no sé… fue reciente; de
hecho, recentísimo.
Se me taparon los oídos con el fortísimo sonido del concierto.
Aunque también se aceptan en su forma coloquial, es
decir, cuando no cambia el diptongo:
¡Ciertísimo! Ése es el profundo motor que la mueve.
En lugar de:
¡Certísimo! Ése es el profundo motor que la mueve.
Prueba esta cerveza, ¡está buenísima!
En vez de:
Prueba esta cerveza, ¡está bonísima!
2. Los que provienen directamente del latín y tienen la
terminación -ísimo o -érrimo.
Es importante destacar que muchos de los superlativos de
este tipo admiten, asimismo, un uso menos culto, por lo
que igual podemos decir negrísimo o cruelísimo, pero nunca
Adjetivos presumidos
58
*fielísimo, *sabíisimo, *librísimo ni *miserísimo. Además,
diremos que los -érrimos se han puesto de moda en el
habla coloquial; ¿o nos va a decir que no ha escuchado
afirmar que Óscar no sólo está guapérrimo, sino buenérrimo?
3. Y terminamos con los irregulares, pero no con el tema
de los superlativos, porque hay que decir que, además,
se pueden formar con los prefijos super-, archi-, requetey extra-:
¿No has probado el pastel? Está como dirían en el comercial:
¡archirrequetecontrarrico!
Sí, sí prefiero trabajar en una Mac porque son requetebuenas.
O bien, con los adverbios3 muy, tan o sumamente:
Ha sido tan importante en mi vida, que siempre quedará su
huella en mi esencia.
Me la pasé riendo; es una chica sumamente alegre.
Sólo que estos términos no se pueden mezclar con otros que ya
tengan los sufijos -ísimo o -érrimo, porque el sufijo, por sí mismo,
ya forma superlativos absolutos. Por ello, si llega a escuchar que
Martín le recomienda probar el muy riquísimo pastel de chocolate,
acepte la invitación, pero conmínelo a leer este buenísimo
capítulo… sin ser presumidos.
Adjetivos presumidos
3 Es decir, las palabras que complementan lo que quiere decir un
verbo, un adjetivo u otro adverbio.
59
Es muy común, pero también desquiciante, oír que la gente
utiliza indistintamente —y de manera errónea— los adjetivos
ordinales primer, primero, primera; tercer, tercero, tercera, y postrer, postrero
y postrera;1
no obstante que su uso es muy fácil, hay que atender
a la concordancia de género. Reproducimos lo que dice al
respecto el afamado lingüista y profesor, don José Moreno de
Alba, en su libro Nuevas minucias del lenguaje.2
«Conviene insistir en el hecho de que primer, tercer y postrer
son apócopes de los masculinos primero, tercero y postrero, que
únicamente modifican a masculinos, sólo se pueden emplear
antes —y no después— del sustantivo —primer año, tercer intento,
postrer deseo— y no son apócopes de los femeninos, los cuales
deben conservar siempre el gramema -a y pueden ir antes
o después del sustantivo —la primera vez, la tercera ocasión, la postrera
intención, la vez primera, la ocasión tercera, la intención postrera.»
Masculino/ Forma Ejemplo
femenino apocopada
alguno/a algún Espero que algún invitado traiga
vino.
bueno/a buen ¿Crees que es un buen principio?
ciento cien Hay cien hombres en la plaza.
cualquiera cualquier Cualquier principiante sabe eso.
1 Este vocablo ha caído en desuso y quiere decir «último».
2 José G. Moreno de Alba, Nuevas minucias del lenguaje, México: Fondo de Cultura
Económica, Lengua y Estudios Literarios, 1996.
Primer, tercer y postrer
sólo se emplean para
modificar masculinos.
Primer, primera
adjetivo / género
60
Primer, primera
Masculino/ Forma Ejemplo
femenino apocopada
grande gran Tendrás un gran éxito, ya lo verás.
malo/a mal Tiene mal carácter.
ninguno/a ningún No espero ningún detalle de tu
parte.
primero/a primer Me pagan la primera semana del
mes.
santo/a san San Agustín escribió sobre el
tiempo.
tercero/a tercer La tercera parte no irá al evento.
Decir la primer vez, la primer parte, la primer novela no solamente suena
mal, sino que indica que la persona que lo dice no entiende la
diferencia de géneros, que es un conocimiento básico que debe
dominar cualquier hablante.
7 Se dice: Se debe decir:
7 La primer función de la tarde La primera función de la tarde
7 La primer hora del día La primera hora del día
7 La tercer vez La tercera vez
7 La tercer parte La tercera parte
Nota: Números partitivos y ordinales
Cuando queremos decir algo como: «Samuel llegó a la meta en el
lugar número 17», ¿deberíamos decir que fue el decimoséptimo
participante en cruzar la meta, o el diecisieteavo? Primero tendría
que darse cuenta de que no está utilizando un número partitivo —que
señala cada una de las partes en que está dividido un todo—, sino
un ordinal —que señala el lugar que ocupa algo, ya sea por orden
o sucesión—… Y todo resuelto.
61
Sentada frente al televisor o leyendo una de esas revistas que
en España se conocen como «revistas del corazón», mi madre
asevera: «¡Qué barbaridad, mira que decirle artista a esa pelada!».
Y cuando yo oigo esto, automáticamente pienso: «¡Cuánta razón
tiene!», y trato de remontarme a la etimología de la palabra.
La palabra artista deriva del sustantivo arte —del latín ars,
artis—, que se entiende como una «virtud, disposición y habilidad
para hacer alguna cosa»; un «acto o facultad mediante los cuales,
valiéndose de la materia, de la imagen o del sonido, el hombre
imita o expresa lo material o lo inmaterial, y crea copiando
o fantaseando»; o bien, el «conjunto de preceptos y reglas
necesarios para hacer bien alguna cosa». Artista es un adjetivo
que se aplica a una «persona dotada de la virtud y disposición
necesarias para alguna de las bellas artes», y también por ahí
nos encontramos que es la «persona que hace alguna cosa con
suma perfección».1
Y, hablando de las bellas artes, ¿cuáles son? A saber: música,
pintura, escultura, danza, literatura, arquitectura y algunos
agregarían la cinematografía como la séptima. Y es ahí donde
se empieza a joder la cosa, porque del cine al teatro sólo hay un
paso y del teatro a la tele otro más y, si quien actúa en el cine, el
teatro o la ópera —ya sea Liv Ullmann, Sarah Bernhardt o María
Callas— puede ser llamada artista por la forma excepcional de
sus interpretaciones, ¿por qué no le puedo decir artista a Lucía
1 Diccionario de la Real Academia, xxii edición, 2001.
Artista es un adjetivo que
califica a una persona
dotada para alguna de las
bellas artes.
¡Estamos rodeados de artistas!
adjetivo / género
62
Méndez o a José Luis Rodríguez «El Puma», en su momento,
o a Cristian Castro o a Anahí, hoy? Al fin y al cabo, ¿qué?,
¿a poco no son lo mismo?
Pues no, y para muestra permítanme contarles lo que le
pasó a mi tía, cuyo hijo —mi primo— es actor. Un día llegó
a visitarla una amiga a la que hacía varias décadas que no veía
y, al preguntarle por sus hijos, mi tía respondió:
—Bueno, Elenita, pues mi hija Lulú es socióloga, mi hijo Juan es
arquitecto y mi hijo Alberto es artista —a lo que la amiga contestó
con admiración—:
—Artista, ¡qué bien! ¿Pintor?
—No.
—¿Músico?
—No.
—¿Escritor?
—No, es actor. Sale en una telenovela.
—¡Ah! ¡Querrás decir cómico!
Bueno, para que no les pase eso, les recomiendo que la próxima
vez que se refieran a actrices o actores de culebrón —otro
nombre que se le da a las telenovelas—, a cantantillos de moda,
a seudorroqueros independientes o cualquier personaje público
que salga en la tele o en las revistas, díganles como quieran, por su
nombre de pila o por su código postal, pero no les digan artistas,
simplemente porque están muy lejos de serlo.
¡Estamos rodeados de artistas!
63
Lunes por la mañana, minutos antes de cualquier junta:
—¡El documento! ¡Todavía nos falta el documento!
—No falta. Ya está imprimido.
—Impreso. Se dice impreso.
—¡Me tienes freído con tanta corrección!
—¡Frita estoy yo!
¿Imprimido o impreso, freído o frito? ¿Cuál es el correcto, querido
lector? ¿Será que los verbos imprimir y freír, absorber, bendecir, abstraer
o maldecir se han corrompido? Puede que sí… o puede que no.
Primero hay que explicar que impreso, freído, bendecido, absorto,
maldecido y corrupto —entre otros— son participios, es decir, son
formas no personales del verbo que pueden funcionar como el
núcleo del predicado —el verbo— de una oración o desempeñar
otro papel: sustantivo, adverbio y, en el caso específico del
participio, adjetivo:
Es interesante ver cómo el pueblo entero venera al niño bendito.
El caso de estos verbos es especial, porque tienen dos participios,
uno regular y uno irregular, y ambos son correctos:
Verbo Participio regular Participio irregular
imprimir imprimido impreso
freír freído frito
absorber absorbido absorto
Los verbos imprimir,
freír, absorber, bendecir,
abstraer y maldecir tienen
dos participios, uno
regular y uno irregular,
y ambos son correctos.
¡Me tiene freído!
adjetivo / participio
64
Verbo Participio regular Participio irregular
bendecir bendecido bendito
abstraer abstraído abstracto
maldecir maldecido maldito
corromper corrompido corrupto
Lo importante aquí —como en muchos otros casos— es que,
como diría Eugenio Coseriu, «el uso hace la norma». Por ello,
hay participios que pueden desempeñar el papel de verbo
y otros que, por uso, sólo juegan en el lenguaje como adjetivos.
Así, no es común que escuchemos que un político ha corrupto
determinado partido. No obstante, sí podemos decir que un
político corrupto ha corrompido el partido al que pertenece.
Tampoco decimos que el pintor está abstracto en sus
pensamientos; en lugar de ello, decimos que el pintor va
a realizar una obra abstracta, así que está abstraído en su proyecto.
O bien, afirmamos que el pincel del pintor ha absorbido el color
necesario para comenzar a delinear la imagen de la niña absorta
en sus sueños.
Por el contrario, no hay diferencia cuando decimos que el
santo ha sido bendecido o bendito, o que la población entera ha
sido maldecida o maldita por la suerte, aunque la segunda opción
es la que más se usa.
Esto nos regresa al ejemplo con que iniciamos este capítulo,
porque lo cierto es que no es incorrecto decir que se ha imprimido
una carta; sin embargo, por uso se prefiere impreso, sobre todo si
se va a usar como adjetivo:
Era hermoso ver, por fin, la imagen impresa.
Por lo tanto, no se trata de ser arbitrarios con la lengua, sino de
usarla como se debe.
¡Me tiene freído!
65
Hace algunos días estuve ansiosa por gastar mi quincena
para comprar unos preciosos zapatos café. Sin más, llamé a una
amiga para pactar un encuentro y lograr tal cometido. Una vez
al teléfono, mientras compartía la ilusión de mi futura compra,
noté cierto desencanto en la voz de Martha. Estaba ausente, tal
vez molesta. Terminé la plática y luego de refundirle en la oreja
un fuerte «¡qué te pasa!», me dijo: Es que no se dice «quiero
unos zapatos café, sino quiero unos zapatos cafés…»
Aquélla no era la ocasión para explicar el rollo de la concordancia, pues lo que menos quería era ir sola a comprar mis
zapatos, pero ahora sí, un capítulo dedicado a Martha y, para
todos. Aquí dejamos algunas reglitas referidas a la concordancia
entre los adjetivos y los sustantivos que denotan la idea de color.
1. Lo primero que hay que apuntar es que la idea de
color no sólo puede expresarse a través de adjetivos,
que originaria y exclusivamente indican tal idea, sino
también por medio de sustantivos:
La idea de color se puede expresar a través de:
Adjetivos azul, amarillo, verde,
rojo...
Sustantivos nombres de frutos café, naranja, fresa...
nombres de flores violeta, rosa, malva...
La idea de color no
sólo puede expresarse
a través de adjetivos,
que originaria y
exclusivamente indican
tal idea, sino también por
medio de sustantivos.
Un listón, ¿de qué color?
adjetivo / color
66
2. Si la idea de color se expresa con adjetivos, éstos siempre
concuerdan con el sustantivo:
Sustantivo Adjetivo
bufanda amarilla
calcetines verdes
3. El adjetivo de color no pluraliza si aparece modificado
por un matiz de ese color:
7 Incorrecto: Correcto:
7 Los trajes azules marino. Los trajes azul marino.
7 Sus labios rojos carmesí. Sus labios rojo carmesí.
4. Si la idea de color se expresa por medio de un sustantivo, éste conserva su categoría y no concuerda con el
sustantivo, ya que se trata de una contracción.
Aquí las tonalidades
de los colores —como
marino y carmesí—
mantienen invariable
al adjetivo.
Un listón, ¿de qué color?
7 Incorrecto: Correcto:
Contracción de la
que proviene:
7 Quiero unos
zapatos cafés.
Quiero unos
zapatos café.
Quiero unos
zapatos del color
café.
7 Me gustan
los pantalones
rosas.
Me gustan los
pantalones
rosa.
Me gustan los
pantalones del
color rosa.
7 Regalaré
vestidos violetas.
Regalaré
vestidos
violeta.
Regalaré
vestidos del color
violeta.
67
Estamos a punto de presenciar la extinción de una de las
palabras más útiles de la lengua. Es verdad que es una unidad
átona y dependiente que necesita de otra para tener sentido,
pero lo cierto es que sin este corto término, el sustantivo —de
quien es eterno compañero— poco puede hacer para dejar de
ser impreciso, vago e inseguro y convertirse en «la cosa»: exacta,
clara, determinada. Por eso, y en su honor, hemos decidido
escribir una apología del artículo, cuyo uso no es un lujo.
El artículo es un determinante, una palabra que va antes del
nombre en una oración y que nos ayuda a especificar los objetos,
ya sean personas, animales o cosas, a los que nos queremos referir.
Dicho de otra manera —pero en términos más refinados—,
un artículo es un determinante, cuya función es actualizar1 el
sustantivo al que acompaña.
Lo anterior significa que no es lo mismo decir:
No encuentro libro para leer.
Que:
No encuentro el libro para leer.
En la primera oración, lo que no encuentro es un libro «cualquiera» que me ayude a matar el ocio leyéndolo. En la segunda,
1 Actualizar es hacer que los elementos lingüísticos, abstractos o virtuales se
conviertan en concretos e individuales y en mensajes inteligibles, —Diccionario de la
Real Academia.
El artículo es un
determinante, es decir,
una palabra que va antes
del sustantivo en una
oración y nos ayuda a
especificar los objetos.
Artículos de lujo
artículo / omisión
68
ya tenía ese libro específico con el que mataba el ocio, sólo que
ahora no lo tengo a la vista. Es una gran diferencia, ¿verdad?
Malas influencias
Pero sucede que, ya lo dice Javier Marías,2
quizá por un mal calco
del inglés o por una incorrecta traducción del mismo, o simplemente por su «permanente contaminación», hemos comenzado
a excluir este necesario elemento y terminamos diciendo cosas
como: «Yo te conozco todo lo que es colonia Nápoles y Roma»,
en vez de darles a ambas demarcaciones geográficas el «lugar»
definido que tienen: «Yo conozco las colonias Nápoles y Roma».
O titulamos libros como: El libro completo de vampiros, en lugar
de entender que si el título en inglés dice The Complete Book of
Vampires, es porque en esa lengua no hay necesidad de señalar
con un artículo como the el sustantivo vampires, mientras que en
español sí, por lo que es necesario traducir: El libro completo de los
vampiros, teniendo en cuenta que esta obra habla de ellos como
entidad única.
Así que no nos dejemos engañar cuando un locutor nos diga
que «Estados Unidos es el país que más medallas ha conseguido
en historia de Juegos Olímpicos», y creamos que está hablando
acertadamente, pues esa historia de la que habla no es cualquier
historia, sino «la historia» de «los Juegos Olímpicos».
«Nuestra lengua se está llenando de estupideces superfluas»,
dice también Marías, y uno se indigna verdaderamente cuando
nombramos a secas cualquier sustantivo y nos olvidamos de su
artículo.
Así que no hagamos mutis ni sustituyamos el artículo con
cualquier cosa —como con el sesquipedalismo «lo que es»— 3
sumiéndolo en el silencio eterno. Mejor emprendamos la cruzada
por su permanencia.
Artículos de lujo
2 v. el siguiente capítulo.
3 v. «“Ser” o “venir siendo”, he ahí el dilema»; p. 125.
69
Mi buen y esgrimista compañero de páginas, el señor Duque
de Corso,1
me sorprendió hace unas semanas en su columna,
sobre todo teniendo en cuenta el castellano de ley que se gasta
normalmente, incluso cuando le sale un poco demasiado la jerga
recia, con palabras que no entiendo y que siempre imagino
mucho más brutales de lo que serán, seguramente.
Lo cierto es que sorprendió por dos motivos. El primero
carece de importancia y allá cada cual con sus lealtades,
pero no pude por menos de quedarme estupefacto cuando calificó
de «decente» el alma de un periodista tan calumnioso en lo que
a mí respecta, que la próxima vez que me lo encuentre —y ojalá
no la haya nunca—, me temo que no tendré más remedio que
cruzarle la cara —Pérez-Reverte sabe de sobra que a algunas
indecencias sólo puede contestarse con un sopapo, aun en estos
tiempos supuestamente civilizados—. También, dicho sea
de paso, afirmaba mi camarada que el individuo en cuestión
«escribía como Cristo bendito». No sabía que Cristo hubiera
sido un cursi embotellado.
Pero mi sorpresa principal fue otra, al leer el título de su
bonita columna, «La carta de Brasil». No descarto que hubiese
ahí una errata de El Semanal —a mí me caen unas cuantas
mensuales—,2
como tampoco descarto que el Duque Arturo
se confundiera de nombre al referirse al «decente». En todo
artículo / uso
Caballero de Mancha
1 Se refiere a Arturo Pérez-Reverte. [N. del E.]
2 Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte
publican una columna en este semanario. [N. del E.]
70
caso: como soy muy maniático con las cosas de la lengua, cada
vez que oigo o leo «Brasil» en contexto castellano, los oídos
o la vista se me sobresaltan espantados. Porque en nuestro
idioma nunca se ha llamado así a este país, o no al menos
hasta que la permanente contaminación del inglés ha llevado
a muchos periódicos, escritores y locutores a suprimir el artículo
determinado que el español ha puesto tradicionalmente a unas
cuantas naciones, regiones y ciudades. En inglés se dice, en
efecto, Brazil, Japan, India, China y demás. Pero en castellano, lo
siento, hemos hablado siempre del Brasil, el Japón, la China, la
India. Y también del Perú, la Argentina, el Uruguay, el Rosellón,
la Lombardía, el Piamonte, la Renania, el Véneto, la Borgoña,
el Languedoc, la Crimea, las Bahamas y las Bermudas, La Rochelle, La Mancha, La Rioja, La Coruña y El Escorial. Y si ustedes
ven un documento oficial brasileño, verán que ellos mismos le
ponen el artículo a su país y que, por ejemplo, su embajada es do
Brasil, esto es, «del Brasil». También los peruanos se indignan si
su nación se la llama «Perú» a secas, tanto como los mexicanos
si ven el nombre de la suya escrito con j, sobre todo porque la
anticuada grafía con x no impide la pronunciación como j en
ciertas excepciones, y lo sé bien porque a mí me pusieron Xavier
y así me lo escribía siempre mi madre en sus cartas, lo cual no
la llevó nunca a llamarme otra cosa que Javier, con el sonido
j actual —otro tanto ocurre con Ximena o Ximénez.
En algunos de los casos mencionados la cosa parecería
clara, porque se presupone la omisión de un sustantivo: así, la
(República) Argentina, las (islas) Bahamas y las (islas) Filipinas.
La costumbre, con todo, es propia de nuestra lengua y de
otras romances, ya que un inglés dirá siempre que ha ido «a
Bahamas» o «a Bermudas», o por supuesto «a Argentina»,
y por tanto el contagio podría acabar por alcanzarnos también
aquí. Estoy convencido de que a Pérez-Reverte le parecería un
tremendo soplapollas3
o un pijo4
inefable quien le dijera que ha
Caballero de Mancha
71
pasado del verano «en Rioja» o se ha comprado un piso «en
Escorial», o que se liga mogollón «en Baleares», o que lo tiene
fascinado «India», o que Don Quijote cabalgó «por Mancha».
Y estoy igualmente seguro de que habrá pasado la infancia —
como yo, de la misma quinta— leyendo aventuras que ocurrían
en la India, en la China, en el Yucatán o en el Canadá —apuesto
tres dedos a que nunca dijo «la Policía Montada de Canadá»—;
y de que gran parte del misterio y el riesgo de esos lugares nos
provenía de ese artículo determinado que el español les ha
antepuesto, hasta estos tiempos imitativos y cursis.
Nuestra lengua se está llenando de estupideces superfluas.
Hay muchas más, sólo mencionaré una segunda: en inglés hay
un tipo de títulos que requieren el artículo indeterminado A o An,
y así tendríamos A History of the World o An Idea of Time, para
indicar que no se trata de La (The) historia del mundo o La de la
filosofía, las únicas verdaderas y posibles. Pero en castellano resulta que la ausencia de artículo ya indica eso, y por consiguiente
esa clase de libros se han titulado siempre Historia de la filosofía,
Historia del arte, Historia de Grecia. Pues bien, últimamente nos
encontramos con montones de obras, con títulos mal traducidos
del inglés, que se llaman Una historia del ajedrez o Una historia del
prepucio, algo tan ridículo como redundante.
En fin, que no se me rebote Corso, pero es que en él suelo ver
uno de los escasos focos de resistencia ante la continua invasión
de chorradas5
que nuestra lengua sufre. No me vuelva a fallar
en estas lides, compadre, por favor se lo pido.
Caballero de Mancha
3 Persona tonta o estúpida. [N. del E.]
4 Dicho de una persona que en su vestuario, modales, lenguaje, etcétera, manifiesta
gustos propios de una clase social acomodada. [N. del E.]
5 Necedad. [N. del E.]
73
No está usted para saberlo ni yo para contarlo, pero hay
sustantivos que no nos dejan muy en claro si delante de ellos va
el o la, un o una. Normalmente empiezan con a y siendo ésta una
vocal abierta, uno puede confundirse y a veces hasta tropezarse
diciéndole él a ella y ella a él.
Ejemplos hay varios: agua, alma, arte, arena, aula, águila;
y, aunque otros incluso esconden tanta apertura con una h que
precede a la a —como haba, hacha, hada, hamaca o harina—, lo
cierto es que ni con ella logran disipar la incertidumbre.
La verdad disimulada de estas palabras es que son sustantivos
femeninos, aunque algunos, efectivamente, son ambiguos.
De acuerdo con el Diccionario panhispánico de dudas, a pesar de
que una palabra sea femenina, se debe anteponer el artículo
el —o un— cuando el sustantivo comienza con a tónica, es decir,
la que lleva el acento fonético, aunque no sea gráfico y aunque
vaya precedida de h. Por ello se dice:
El águila es un ave majestuosa.
Águila y ave son dos términos femeninos que comienzan con
a tónica, por lo que se les anteponen los artículos el y un. Aquí
tiene más ejemplos:
Volteó a ver el aula y vio la puerta abierta.
El niño pensó que el hada era muy caprichosa.
Siempre creí que un haba era lo mismo que una habichuela.
Existen sustantivos
ambiguos que no dejan
claro si son de género
masculino o femenino.
¿El o la?
artículos / género
74
No obstante, si el sustantivo no comienza en a tónica, se debe
atender al género al que pertenece, como en los casos de
aguamarina, arena, harina o hamaca:
La variedad más apreciada del berilo es la aguamarina.
La hamaca caía apenas unos centímetros sobre la arena.
Usó la harina sin cernir.
Ahora bien, todo cambia cuando entre el artículo y el sustantivo
se escribe un adjetivo, porque entonces también se respeta el
género del término, ya sea masculino o femenino:
Se antojaba sumergirse en la transparente agua.
Sería asqueroso sentir el filo de la sucia hacha en su cuello.
¿Un alma pura o un alma en pena? No se podía distinguir, por ello
sólo decidí nombrarla «La Intrigante Alma».
Y también varía cuando se trata del derivado de uno de estos
sustantivos y la sílaba tónica cambia de lugar:
Se estiraba y, con débil voz, pedía: «La agüita, la agüita».
Finalmente, tenemos que decirlo: es cierto, sí hay términos
ambiguos que en ciertos casos pueden ser muy femeninos y luego
muy masculinos, como azúcar, que, a pesar de su ambigüedad,
se prefiere en masculino:
El café tenía un sabor singular, confundió la sal con el azúcar.
O arte, que, cuando va en singular, se usa como masculino:
Es bueno… de hecho, es genial en el arte de la guerra.
Y cuando va en plural, se usa como femenino:
No sabes todas las artes que empleó para convencerla.
¿El o la?
75
«¿Cómo crees que se debe decir: “Sufro de no gozar como
debiera” o “Sufro de no gozar como debería”?». Fue la pregunta
que me hicieron hace algunos meses acerca de una frase de Jorge
Cuesta escrita en una pared de la oficina, a la que contesté:
«Ambas construcciones son correctas, pero significan cosas
distintas».
Aun con desenfadados conocimientos académicos sobre
la lengua, sabemos que los verbos conjugados, por su forma,
indican voz, tiempo,1
persona y número.
Por ejemplo:
Tengo = voz activa, tiempo presente, 1a
persona (yo), número singular
Sin embargo, para explicar —a mi modo— aquella opaca
y hermética respuesta mía, debemos saber que —no por su
forma, sino por su semántica y su significado— un verbo
conjugado también tiene variaciones de modo y de aspecto. En
esta ocasión, sólo hablaremos del modo.
Modos verbales
El modo es la variación que «expresa cuál de estas actitudes
toma el hablante ante el hecho del que habla»:2
real, no real
1 Para efectos de mayor claridad, usaremos la nomenclatura de Andrés Bello
—presente, pretérito, futuro, copretérito...— que fue la que casi todos aprendimos
en nuestros años de primaria, y no la de la Real Academia Española —presente,
pretérito perfecto simple, futuro simple, pretérito imperfecto..., por ser las más
tradicionales y básicas, que no las únicas.
2 Manuel Seco, Gramática esencial del español, Madrid: Espasa, 2002; p. 271.
Los verbos conjugados
indican voz, tiempo,
persona, aspecto
y número. Y pueden tener
variación de aspecto y de
modo.
A mi modo
verbos / modo
76
o de mandato. En español, los modos verbales son tres: el
modo «real», que llamamos indicativo; el modo «no real», que
se denomina subjuntivo, y el «de mandato», que es el imperativo.
Modo indicativo
En este modo se expresa con certeza que determinada persona
realizó, realiza, realizará, realizaba o realizaría una acción
determinada.
Por ejemplo:
Él teme a la oscuridad.
Decimos «se expresa con certeza», y Manuel Seco lo nombra
modo «real», porque se trata de asegurar que las personas
efectúan las acciones. Esta acción puede ocurrir en distintos
tiempos.
Modo subjuntivo
Es el modo «no real» en el cual se expresa la acción como un
deseo o petición; o bien, como una posibilidad. En este caso, las
personas no realizan las acciones expresadas por el verbo, sino
que desean realizarlas o que otra persona las haga. Igual que el
anterior, este modo tiene distintos tiempos. Se utiliza para dar
al verbo la expresión de ruego, petición, deseo o posibilidad en el
momento, pero la acción a realizar siempre tendrá un matiz de
futuro: «¡Ojalá que todo salga bien!», y también plantea la acción
del verbo como un deseo o una posibilidad desde el pasado de
acciones que no se realizaron, pero que se desea que así fueran,
y que, de ocurrir, tendrían lugar en el futuro:
Si estudiaras un poco más, pasarías el examen.
A mi modo
77
Modo imperativo
En este modo existe una persona que ordena a otra realizar
determinada acción. Por tanto, la acción no se realiza efectivamente: sólo queda expresada la orden o sugerencia. En este
modo únicamente existe un tiempo, el presente, aunque la acción
a realizar sea en este momento o en el futuro:
Limpia tu cuarto.
También es importante señalar que este tiempo no se conjuga
en primera persona singular, ya que es imposible darse órdenes
a uno mismo.
Para concluir, y de regreso a la pregunta que motivó este
capítulo, diremos que en el primer caso, «Sufro de no gozar
como debiera», el verbo está en subjuntivo, lo que equivale
a decir que la acción no se realiza, pero se desea que así fuera;
mientras que en el segundo, «Sufro de no gozar como debería», el
verbo está en indicativo, lo que implica una certeza en la acción
expresada por el verbo, algo así como una certidumbre de que
es necesario gozar más.
Queda claro que a Jorge Cuesta le sobraban las palabras
bellas, pero le fallaba eso del gozo, ya sea real o hipotéticamente.
Y, ahí sí, ni cómo echarle la mano.
A mi modo
79
En el capítulo anterior, dedicado también a los verbos,
conocimos las particularidades de los mismos en cuanto a su
modo. En esta ocasión, hablaremos de los significados temporales
de algunos verbos;1 por lo que hay que recordar —una vez
más— que los tiempos verbales no sólo tienen valor por la
forma y el nombre que les corresponde, sino porque adoptan
varios significados. Por ejemplo, en la oración: «El siguiente
lunes comienza mi curso de francés», el verbo comienza está en
tiempo presente, sin embargo, su significado temporal es el de
futuro, pues no se trata de un hecho actual, sino de uno que se
realizará posteriormente.
Conocer estos significados temporales de los verbos permitirá evitar la monotonía y la carencia de los valores básicos de
cada uno de ellos. Por esta razón, a continuación se explican
y ejemplifican los significados temporales de los tiempos verbales
principales y más comunes.
Significados temporales del presente
Presente histórico
Se usa el presente por pasado. Es útil para dar cercanía a las acciones de un relato —no sólo histórico— y para evitar la repetición.
Por ejemplo:
Conocer el significado
de los tiempos verbales
nos permite evitar la
monotonía y ser más
precisos en lo que
queremos comunicar,
sobre todo en la
temporalidad de una
acción.
¡Qué tiempos aquellos!
verbo / tiempo
1 Mismos que pueden ser controvertidos dentro de las corrientes más actuales
del estudio del español. Nosotros nos apegamos a la clasificación tradicional por
considerarla más explícita y útil para este manual.
80
Cristóbal Colón descubre América en 1492.
Presente por futuro
Iniciamos el capítulo con una oración de este tipo: un presente
con valor futuro. Aquí un ejemplo más:
En 2010 inauguran el restaurante argentino.
Presente de mandato
Ocasionalmente, para sustituir un imperativo, se usa el presente
de mandato. Por ejemplo:
Tienes que limpiar tu recámara.
Significados temporales del pretérito
Pretérito absoluto
Se le llama así y tiene un solo significado temporal, porque
refiere siempre a una acción anterior al momento en que se
habla o escribe.
Por ejemplo:
Miguel Ángel nació en 1475 y murió en 1564.
Significados temporales del futuro
Futuro de mandato
Se usa para sustituir a un imperativo.
Por ejemplo:
Después de picar las verduras, añadirá aceite de oliva al gusto.
¡Qué tiempos aquellos!
81
Futuro de probabilidad
Sirve para hablar de una duda o conjetura.
Por ejemplo:
Probablemente, el agua dulce se acabará en el año 2020.
Futuro de concesión
Se usa cuando se quiere negar y al mismo tiempo aceptar una
afirmación.
Por ejemplo:
Será un buen cantante, pero cuando habla siempre comete
errores.
Significados temporales del copretérito
Copretérito de cortesía
Se usa para expresar una acción, pero la expresamos en este
tiempo para dejar su consumación a la voluntad de la persona
a la que nos dirigimos.
Por ejemplo:
Quería tramitar mi seguro social.
Suena más cortés que:
Quiero tramitar mi seguro social.
Aunque los funcionarios públicos no lo entiendan y nos «corrijan» con las típicas respuestas:
Por ejemplo:
7 ¿Quería o quiere?, ¿venía o viene?
¡Qué tiempos aquellos!
82
Copretérito por futuro
En algunas oraciones condicionales se usa el copretérito con
valor de futuro.
Por ejemplo:
Si cambiara el gobierno, mejoraba la situación económica de este
país.
Copretérito habitual
Se utiliza para describir una acción que se lleva a cabo habitualmente. Se parece a una de las formas del presente, sólo que
referida al pasado. Pues si decimos algo así como:
El hombre estudiaba minuciosamente el comportamiento
de la niña.
Queremos expresar que se trata de algo acostumbrado en
el pasado. Sin embargo, si usamos otro tiempo del pasado
como el pretérito perfecto analizó, se entendería que estamos
hablando de una acción que aconteció una sola vez y no un
hecho permanente.
Significados temporales del pospretérito
Pospretérito, como pasado hipotético
Implica que toda acción futura está rodeada de incertidumbre.
Si decimos:
Los asistentes sumarían alrededor de 300 personas.
Esto significa que probablemente eran 300.
¡Qué tiempos aquellos!
83
¡Qué tiempos aquellos!
2 Hay que señalar que es un tiempo poco usual, debido a que puede sustituirse
por otros tiempos.
Significados temporales del antepresente
Antepresente, un pasado reciente
Este tiempo plantea la posibilidad de un pasado reciente, así
como la de un pretérito que se extiende hasta el presente. Además,
no se trata de un hecho durativo o habitual, sino intermitente.
Por ejemplo, la oración:
Juan elaboraba pan dulce —con verbo en copretérito.
Frente a:
Juan ha elaborado pan dulce.
Significa que se trata de una acción habitual, en la primera,
y de una acción intermitente o reiterada, pero no necesariamente
habitual en la segunda.
Significados temporales del antepretérito
Antepretérito, como un pasado anterior2
Se le llama también pretérito anterior e indica una acción anterior
a otra en el pasado que siempre tiene una sucesión inmediata
entre dos acciones. Por ejemplo:
Cuando hubo terminado, concluyó que estaba cansado.
Significados temporales del antefuturo
Antefuturo hipotético
Esta forma —al igual que el antepretérito— está desapareciendo
y únicamente se conserva en textos legales y de muy antigua
84
procedencia. Samuel Gili Gaya en su Curso superior de sintaxis
española aporta este ejemplo:
Si alguien infringiere esta disposición, será castigado...3
Significados temporales del antecopretérito
Antecopretérito indefinido
Expresa una acción anterior a otra realizada también en el
pasado.
En la oración:
García Márquez había escrito mucho cuando ganó el premio
Nobel.
La acción había escrito es anterior a ganó. Se llama indefinido, ya
que no importa el lapso transcurrido entre ellas.
Significados temporales del antepospretérito
Antepospretérito, como pasado hipotético
Su valor de futuro se establece siempre en relación con un
pasado. Tiene el mismo valor que el pospretérito. Veamos el
siguiente ejemplo:
La temperatura habría llegado alrededor de los 45 ˚C.
Esto significa que probablemente hubieran sido 45 ˚C.
Hasta aquí, los significados temporales de todos los tiempos
en modo indicativo. Los valores de los tiempos en modo subjuntivo e imperativo no tienen mayor problema, debido a que sólo
tienen el significado de la forma y el nombre que les corresponde
y no adoptan otros significados temporales.
3 Samuel Gili Gaya, Curso superior de sintaxis española, Barcelona: Vox, 2003; p.153.
¡Qué tiempos aquellos!
85
Los verbos prepositivos, también llamados de régimen preposicional,
son aquellos que se construyen obligatoriamente con una
preposición, de tal manera que si ésta se suprime, el significado
del verbo se afecta. Por ejemplo, en «acabó con su fortuna»
acabó con denota la idea de «consumir»; mientras que en «acabó
la lectura», el verbo acabó significa «concluir». De esta forma,
en una oración, el complemento de estos verbos se introduce
mediante la preposición. Por ejemplo, en «habla de llegar temprano»
llegar temprano es el completo de régimen prepositivo del verbo
habla de.
Para identificar si un verbo es preposicional podemos
realizar la siguiente prueba: hacer una pregunta que contenga
el verbo prepositivo y si en ella se incluye la preposición, el
verbo, obviamente, es preposicional. Por ejemplo, cuando
convertimos en interrogativa la oración «María se casó con
Pablo», preguntaríamos: «¿Con quién se casó María?». Entonces
vemos que para elaborar la pregunta forzosamente necesitamos
recuperar la preposición con. Por lo que el verbo casarse resulta
de régimen preposicional.
En nuestra lengua existe una amplia lista de verbos que se
construyen con una preposición. Así que, si queremos hablar mejor
es importante aprendernos cuándo usar la preposición correcta
con el verbo adecuado.
Por eso, adjuntamos una lista de verbos preposicionales con
su construcción correcta:
Verbos de régimen preposicional
verbo / preposiciones
Los verbos de
régimen preposicional
aquellos que requieren
forzosamente la presencia
de una preposición para
tener el significado que
quieren expresar.
86
Verbo + preposición = Ejemplo
verbo preposicional
Hablar de José Antonio habla de política.
Pensar en Siempre pienso en ti.
Dudar de Dudo de su sinceridad.
Acordarse de Me acuerdo mucho de mi
abuela.
Preocuparse por No te preocupes por tu crisis
amorosa; es pasajera.
Confiar en ¿Puedo confiar en mi
sabiduría?
Soñar con Cristal sueña con tener una
casa en Francia.
Necesitar de Mi hermano necesita de
cuidados.
Verbos de régimen preposicional
87
Alguna vez alguien me dijo que lo correcto sería decir «hay
nada», pues al utilizar la expresión «no hay nada» se manifiesta
una doble negación. Si apelamos a la tabla lógica de verdades
que uno aprende en preparatoria, parecería que mi interlocutor
estaba en lo cierto, pues, según ésta, una doble negación da como
resultado una afirmación.
Si partimos de lo anterior, cuando decimos «no hay nada»,
lo que estamos diciendo es que «hay algo», y lo mismo sucedería
con la frase «no hay nadie». Sin embargo, después de analizar
y estudiar la situación, llegué a un interesante descubrimiento
que, a continuación, explico.
En español tenemos los vocablos nada y nadie como sinónimos
de no o vacío. Sin embargo, en el antiguo español de Cervantes, el
adverbio no iba acompañado de: jamás, cuyo sentido es «ya más»;1
nadie, que significa «persona nacida»;2
y nada, cuya acepción
es «cosa nacida».3 Así, estas voces no hablaban de una «no
existencia», hasta que, con el tiempo y la costumbre, cada una
pudo usarse indistintamente, sin la necesidad del no.
Al decir «no hay nada», decimos literalmente «no hay cosa
nacida», lo que no significa que «no haya algo», más bien que,
1 Joan Corominas y José A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico,
Madrid: Gredos, 1980.
2 Pues viene del latín nati —plural de natus: «nacido»—, que al español pasó como
nadi; después cambió a naid, de ahí a naide
y, como una reacción contra el vulgarismo, a nadie.
3 Porque viene del latín res nata, «cosa nacida», que ya se usaba con el sentido
de «el asunto en cuestión» y que, en el español del siglo x, había derivado como
«cosa nada». Probablemente siguió el mismo camino que nadie.
En la expresión «no hay
nada» se manifiesta una
doble negación, que es
correcta en español.
No hay nada que temer
verbo / negación
88
de todas las cosas que pudiera haber, «todo no está». Por eso, si
dijéramos «hay nada», es decir, «hay cosa nacida», estaríamos
suponiendo que, de todas las cosas que pudieran existir, «están
todas», algo que, dentro de las leyes de la física o la lógica,
es imposible.
También, al decir «no hay nadie», estamos diciendo «no
hay alguien nacido», y si decimos «hay nadie», es decir, «hay
persona nacida», damos a entender que, de todas las personas
que pudieran estar, «están todas» al mismo tiempo, hecho que
tampoco, según la teoría de Einstein, puede suceder.
Cuando nos preguntan: «¿Qué quieres comer?», y decimos:
«Quiero nada, gracias», es decir, «quiero comer cosa nacida,
gracias», estamos diciendo que, de todas las cosas que pudiéramos comer, «queremos todas», y eso no es cierto, porque lo
que en realidad queremos es no comer. Por ello, cuando nuestra
respuesta es «sí» y nos preguntan «¿qué?», respondemos «algo»,
que es una parte específica del todo.
De igual forma se nos pregunta: «¿Hay alguien?», es decir,
«de todas las personas, ¿está una?»; y nosotros respondemos: «No
hay nadie», o sea, «no hay persona nacida». Si dijéramos: «Hay
nadie» —«hay persona nacida»—, estaríamos en un gran lío,
pues se encontrarían todas las personas y, honestamente, aunque
el espacio fuera enorme, es definitivo que no cabríamos todos los
seres humanos existentes del planeta en un solo lugar.
Además, lo que nuestro interlocutor quiere saber es si no
hay persona o si hay una en particular y, para ello, usamos los
adverbios alguno, alguien y algo, palabras que indican que, de todo
el universo de «cosas nacidas» —nada—, o de todo el universo de
«personas nacidas» —nadie—, escogemos una en particular. Por
eso es incorrecto decir «hay nadie» y no lo es «hay alguien».
En el idioma de Shakespeare se dice «there is nothing», lo que
en una traducción literal significa «hay “no cosa”». Como bien
No hay nada que temer
89
se ve, esta frase no dice que «hay nada», simplemente que «hay
no algo» y nunca niega la existencia de la «nada».
Por otro lado, si hablamos del nunca, podemos afirmar
que éste sí es un adverbio de negación, pues trabaja con el
tiempo. Debido a que es lineal y sin dimensiones superpuestas,
el nunca implica una elección constante de ese momento inexistente, mientras que el siempre es la elección de todo el tiempo
existente, lo que, si no es imposible, sí es dudoso.
Pero el que sí es verdaderamente improbable es el gran
ahorita mexicano, pues no determina en qué momento empieza
y cuándo va a acabar. Se podría decir que el ahorita es escoger
todo el tiempo no existente y abstenerse de elegir un momento
del tiempo existente. Por eso, cuando en las dependencias
gubernamentales le digan: «Ahorita pasa usted», esté preparado
para entrar en una dimensión desconocida que puede durar para
siempre… o nunca.
No hay nada que temer
91
«¿Sabías que las palabras saber y sabor tienen la misma etimología?». Así comenzaba un artículo que tuvo a bien enviarme un
querido amigo. Explicaba por qué el verbo saber se conjuga del
mismo modo en todas sus acepciones, o sea, con el sentido de
«tener sabor a alguna cosa» o con el de «conocer algo o tener
noticia o conocimiento de algún asunto».
La primera persona del presente de indicativo es sé —y no
sepo ni sabo.
Por ejemplo:
Sé a chocolate: «tengo sabor a chocolate».
Del mismo modo:
Sé química: «tengo conocimientos de química».
Esta forma de primera persona del singular del presente de
indicativo debe escribirse con acento para distinguirla del
pronombre átono se:
Juan José se arrepiente de sus palabras.
Indicativo / Presente
Saber Saber
(tener conocimiento (tener sabor a
de algo) algo)
yo sé sé
Saber y sabor tienen la
misma etimología, por
lo que el verbo saber se
conjuga del mismo modo
en todas sus acepciones.
El que sabe, sabe
verbo / conjugación
92
Indicativo / Presente
tú sabes sabes
él sabe sabe
nosotros sabemos sabemos
ustedes saben saben
ellos saben saben
Ahora bien, regresemos a la etimología. Decíamos que saber
y sabor comparten el mismo origen, porque ambas palabras
proceden del verbo latino sapere «saber» y éste, a su vez,
del indoeuropeo1 sap- «tener sabor». Por ello, tener sabor
o conocimiento de algo, se conjuga igual en español, incluso, el
Diccionario etimológico de la lengua española afirma que los términos
guisante, insípido, quizá, quizás, resabio, sabio, sabor y sabroso provienen
de la misma raíz.2
guisante Del latín pisum sapidum, «guisante sabroso».
insípido, da Del latín insipidus, a, um, «falto de sabor».
quizá y quizás Del latín qui sapit, «quién sabe».
resabio Del latín resapere, «tener sabor», «saber a».
sabio, bia Del latín sapidus, «persona que posee la
sabiduría».
sabor Del latín sapor, oris, «sensación que ciertos
cuerpos producen en el órgano del gusto».
sabroso, sa Del latín saporsus, de sapor, «sazonado y
grato al sentido del gusto».
1 Lengua madre de la que procede la familia de lenguas indoeuropeas que
comprende los siguientes grupos: anatolio, balcánico, báltico, celta, eslavo,
germánico, griego, indoiranio, itálico y tocario. El español —junto con las demás
lenguas romances— pertenece al grupo itálico.
2 Guido Gómez de Silva, Diccionario etimológico de la lengua española, México:
El Colegio de México/Fondo de Cultura Económica, 1998; p. 618.
El que sabe, sabe
93
La segunda persona del singular del pretérito de indicativo
del verbo venir, en el español mexicano actual, tiene al menos
cuatro maneras de expresarse: venistes, veniste, vinistes, viniste. Y es
al menos porque aún pervive en algunas hablas rústicas la forma
venites, aunque cada vez es más desusado.
Sin hacer referencia a lo correcto y lo incorrecto, sino simplemente a lo que sucede en el español culto medio, es evidente que
las formas con –s son rechazadas por el hablante medianamente
culto, no sólo en el verbo venir sino en cualquier otro.
En la conjugación española, todas las segundas personas de
los tiempos verbales terminan en –s, como en cantas, cantabas,
cantarás, excepto en el pretérito de indicativo —cantaste—. Todo
permite suponer que, desde el mismo latín vulgar, se tendió
a igualar todo el paradigma verbal, añadiendo a cantaste una –s
—cantastes—, de carácter analógico y no etimológico. Sin
embargo, esta modificación, hoy, no se acepta por los hablantes
de cultura media.
En cuanto a veniste/viniste, en latín clásico la forma correspondiente era venisti, que debería producir en español veniste. Pero
interviene la analogía, es decir, la necesidad de igualarse con el
resto y, desde los más antiguos tiempos, se da la forma viniste.
Aquí la analogía opera en razón de las formas del pretérito: en
veni, la i larga final inflexiona —cierra en un grado— la e tónica,
produciendo vine; vinimus produjo primero la forma viniemos
y después vinimos; finalmente, venerunt dio vinieron. En resumen,
estas tres personas con i (vine, vinimos, vinieron) atrajeron a sí a las
Veniste(s) / viniste(s)
verbo / conjugación
Un paradigma es un
conjunto de elementos
lingüísticos relacionados
entre sí, ya sea por su
similitud formal o por la
idea que expresan.
94
otras tres que tenían una e etimológica (veniste = viniste, veno =
vino, venisteis = vinisteis) y hoy, según esta explicación histórica, la
forma normal es con i en todas las personas.
En el español mexicano esto se respeta generalmente sólo en
tres de las formas y en otras dos se usa la e. Así, aunque lo más
común es conjugar el pretérito de venir de la siguiente manera:
vine, veniste, vino, venimos, vinieron, con la obvia omisión de vinisteis
o venisteis, que no se usa; no por ser más correcto, sino por ser
más sistemático, es recomendable conjugar el verbo venir de la
siguiente forma:
Pronombre Presente Pretérito
Yo vengo vine
Tú vienes viniste
Él viene vino
Nosotros venimos vinimos
Ustedes vienen vinieron
Ellos vienen vinieron.
Veniste(s) / viniste(s)
95
El español puede clasificarse como una lengua flexiva; esto
significa que algunas de sus palabras cambian su forma para
expresar si se habla de algo que es singular, plural, femenino,
masculino, grande, pequeño —niñ-a, niñ-ita, niñ-ota, niñ-ería—,
o si pasa hoy o pasó hace tiempo —com-o, com-ieron.
Existen dos tipos de flexión: la nominal y la verbal. En la
primera, el sustantivo —nombre con el que llamamos a las
personas y a las cosas— y las palabras que lo acompañan y
modifican, como el adjetivo y el artículo, se modifican para
indicar si son plurales o singulares, masculinos o femeninos.
En la segunda, el verbo tiene otros cambios, pues indica no sólo
el número, sino también la persona que realiza la acción, el
tiempo en el que la hizo y el modo como la pudo haber hecho.
Esto significa que una parte del verbo es distinta si se refiere
al momento en que se efectuó la acción, es decir, si se hizo
en el pasado, si se hará en un futuro, si se hace en el presente
o cualquier otro tiempo que el español sea capaz de expresar; o
si se trata de algo que hiceyo o hicieron ustedes, lo cual es la persona,
y, por último, si se trata de un acto realizado «realmente», o bien,
un mandato o ruego, o algo que se desea, se espera o es posible,
lo cual se conoce como el modo del verbo.
El verbo siempre tiene que concordar con el sujeto de
la oración.
Así, si decimos:
Las oscuras golondrinas...
El español puede
clasificarse como una
lengua flexiva: sus
palabras cambian para
expresar si se habla de
algo que es singular,
plural, femenino,
masculino, grande,
pequeño; si pasa hoy
o pasó hace tiempo.
La parvada de oscuras golondrinas no volverán
verbo / concordancia
96
Debemos agregar:
...no volverán.
En realidad, la concordancia es algo que los hablantes hacen
automáticamente y no tiene mayor chiste para ellos —nadie
diría, creo, «los oscura golondrina no volviste».
Es tal el caso de los sustantivos colectivos que se forman
junto con una frase nominal en plural. Se trata de palabras
que se usan para referirse a un grupo o conjunto, y que, por lo
mismo, significan «más de uno», «varios» o «muchos»; pero cuyo
número es singular: el grupo, la mayoría, la muestra, la serie, el conjunto,
la muchedumbre, la retahíla, etcétera, y, que, cuando se construyen
junto a una frase adnominal que incluye el sustantivo en plural,
resultan en un error de concordancia a la hora de ponerles
verbo. Así, algunas veces, la gente suele hacer construcciones
como ésta: «La mayoría de los chavos prefieren el rock». Esta
oración es incorrecta porque la mayoría —sujeto de la oración— es
la que prefiere el rock y no los chavos, y es el sujeto con el que
debe hacer concordancia. En realidad, «de los chavos» es sólo
una frase adnominal que modifica al núcleo de la oración, el
cual es casi siempre un sustantivo —en este caso, un sustantivo
colectivo: mayoría.
Por eso, si se dice: «la parvada de oscuras golondrinas», en
realidad ésa... no volverá.
7 Incorrecto Correcto
7 La mayoría de las La mayoría de las
personas vieron el partido. personas vio el partido.
7 El grupo de los diez El grupo de los diez
votaron en contra. votó en contra.
7 El conjunto de reformas El conjunto de reformas
fueron aceptadas. fue aceptada.
La parvada de oscuras golondrinas no volverán
97
7 Incorrecto: Correcto:
7 La muchedumbre de rijosos La muchedumbre de rijosos
destruyeron el estadio. destruyó el estadio.
7 La serie de trabajos La serie de trabajos
fueron suspendidos. fue suspendida.
7 Una gran cantidad de Una gran cantidad de
personas asistieron personas asistió a la
a la presentación. presentación.
7 La retahíla de insultos La retahíla de insultos
fueron una exageración. fue una exageración.
La parvada de oscuras golondrinas no volverán
99
Porque acceder no es lo mismo que accesar, querido lector;
acceder es:
Significado Ejemplo
Consentir en lo que Paulina accedió a hacer aquí
alguien solicita. la fiesta.
O quiere ceder y convenir ¡Vamos! Accede y dale la
en el propio parecer. razón.
Entrar en un lugar No es difícil acceder a los
o pasar a él. camerinos.
Tener acceso a una Después de muchas
situación, condición o audiciones, Laura por
grado superiores. fin accedió al papel
protagónico.
Y accesar… Pues accesar ni siquiera existe en el diccionario, aunque
son muchos quienes lo usan como una mala traducción del verbo
inglés to access —«tener acceso a, entrar a»—, que sólo se usa
en informática; de ahí que su uso más común sea en lo relativo
a este tema:
No pude accesar a la página de Internet.
Así, no es difícil oír en cualquier conversación:
Para accesar a la fiesta tienes que cooperar.
Accesar no existe en
el diccionario, aunque
son muchos quienes lo
usan como una mala
traducción del verbo
inglés to access.
Y usted, ¿accede o accesa?
verbo / anglicismos
100
Porque, además, es un término que se ha generalizado tanto,
que ya no sólo se usa con el sentido de acceder, sino con todos
los que manifiestan haber alcanzado un objetivo:
¡Estoy feliz! Por fin logré accesar a su número telefónico.
Aunque es cierto que tanto acceder como to access provienen del
término latino accedere —«acercarse»—, también lo es que cada
uno cumple una función distinta en la lengua a la que pertenece,
por lo que no es posible ni sustituir uno por el otro ni, mucho
menos, usarlo para todo y, además, incorrectamente.
Por ello, cada vez que pueda, procure dejar de accesar y
acceda a utilizar la palabra correcta. Verá cómo ello le abrirá
más puertas por las cuales podrá acceder a un mejor uso del
lenguaje.
Y usted, ¿accede o accesa?
101
Fernando del Paso, en Palinuro de México, nos habla de un
temor que casi todos hemos tenido alguna vez: el terror de que
nos entierren vivos, «o enterrados y medio vivos si nos pasa lo
que al señor Valdemar del cuento de Poe y se te empieza a pudrir
el cuerpo teniendo el alma viva». Y vaya qué clase de temor;
no obstante, hay otra clase de temores menores, pero igual de
consistentes como el no saber si se dice pudrir o podrir.
Podríamos decir que ésta es una de esas palabras llamadas
biformes, que son aquellas que se pueden escribir de dos modos
distintos, pero provienen de una misma etimología, en este
caso al tener su origen en el latín putrere y al llegar al español
medieval y clásico con dos formas en el infinitivo: podrir y pudrir, y
alternaron las formas con -u- y -o- en la raíz. Así que hoy quedan
resabios de esas dos costumbres, y ambas palabras son definidas
como la «acción sobre una materia orgánica para que se altere
o descomponga», o «el consumir, molestar, causar impaciencia o
fastidio», y en otra acepción secundaria «el haber muerto o estar
sepultado». En el caso de pudrir, se sugiere que su morfología, en
participio irregular, sería podrido. Así que en primera instancia
diríamos que se dice podrir, y que pudrir ya no tiene cabida.
Pero como en muchas cosas, todo depende del cristal con que
se mire, o más bien de qué lado del charco se encuentre, pues
en la norma culta española, podrir sólo se usaría en una de las
formas no personales del verbo: en participio, así que tal norma
sólo admite hoy las formas con -u-; sin embargo, en la norma
culta americana —dice el Diccionario panhispánico de dudas— en
El término latino putrere
llegó al español medieval
en dos formas en el
infinitivo: podrir y pudrir,
que alternaron las formas
con -u- y formas con
-o- en la raíz.
De podridos están llenos los panteones
verbo / irregularidades
102
el infinitivo y en algunas formas conjugadas de este verbo se
presenta la alternancia -u- / -o- en la raíz. De cualquier modo,
en una contradicción que resulta ventajosa para quienes son
partidarios del podrir, en las tablas de conjugaciones verbales
de la misma Real Academia Española, sí hay espacio para que
ambas formas coexistan del siguiente modo:
Presente
Persona Pudrir Podrir
yo pudro pudro
tú pudres pudres
él pudre pudre
nosotros pudrimos podrimos
ellos pudren pudren
El Diccionario panhispánico de dudas en esta ocasión también
prescribe, ya que las formas con -u-, o sea, pudrir, suelen ser las
preferidas en el español americano, pues pertenecen a su norma
culta, aunque no para Jodorowski, nuestro chileno favorito: «Has
enflaquecido, pierdes el pelo, tus dientes comienzan a podrirse,
tus cartílagos están inflamados». Aunque sin duda, ¿a quién le
gustaría aceptar que nuestro podrir nos hace pertenecientes a la
norma inculta?, por lo que sospecho que el mundo se llenará
de voces que exclamen: ¡pudrir!, ¡pudrir!...
Podridas curiosidades
Si queremos referirnos a la acción y al efecto de pudrirse, los
sustantivos de todos los días son podredumbre y un bonito cultismo:
putrefacción. Otras formas menos comunes, pero igualmente
válidas, serían pudrición y pudrimiento.
De podridos están llenos los panteones
En algún momento se
usaron podredumbre,
podrición y podrimiento;
hoy son anticuadas e,
incluso, casi inexistentes.
103
La confusión entre vertir
o verter es un caso
particular del infinitivo.
Un caso de confusión en un infinitivo es si lo correcto es decir
vertir o verter. El diccionario sólo tiene registrado este último y
proviene del latín vertere, que significa «volver, pasar, cambiar»,
y tal vez la existencia de verbos de la misma familia latina como
advertir, convertir, divertir, invertir o pervertir sea la causa de que, por
analogía, se diga erróneamente vertir.
Ahora que si usted duda de si se dice nieva o neva, fuerza o
forza, suelda o solda, sólo debe recordar lo siguiente: nevar derivó
del latín vulgar nivare, cuya i dio e, y ésta, a su vez, se diptongó
al momento de conjugarla, tal y como sucede con los verbos
hervir: hiervo, hierves, hiervo..., o sentir: siento, sientes, siente... Lo mismo
pasó con los verbos forzar, torcer y soldar, que deben conjugarse
de la siguiente manera:
Torcer
yo tuerzo
tú tuerces
él tuerce
nosotros torcemos
ustedes tuercen
ellos tuercen
Entre verter, nevar, soldar, torcer y forzar
verbo / irregularidades
104
Entre verter, nevar, soldar, torcer y forzar
Forzar
Correcto 7 Incorrecto
yo fuerzo forzo
tú fuerzas forzas
él fuerza forza
nosotros forzamos fuerzamos
ustedes fuerzan forzan
ellos fuerzan forzan
Soldar
Correcto 7 Incorrecto
yo sueldo soldo
tú sueldas soldas
él suelda solda
nosotros soldamos sueldamos
ustedes sueldan soldan
ellos sueldan soldan
Verter
yo vierto
tú viertes
él vierte
nosotros vertemos
ustedes vierten
ellos vierten
105
Entre verter, nevar, soldar, torcer y forzar
Nevar
yo nievo
tú nievas
él nieva
nosotros nevamos
ustedes nievan
ellos nievan
107
Una de las lecciones escolares que no podremos olvidar
aquellos que tuvimos la suerte de hacer uso del artículo tercero
constitucional y nos pasamos la vida en las escuelas públicas, sin
duda, es la lectura de Platero y yo: «Platero es pequeño, peludo,
suave… tan blando por fuera que se diría todo de algodón».
Así que entre el pelaje blanquecino de Platero, las efemérides de cada lunes y el jalón de las patillas masculino y el de
coletas femenino, no hay muchos recuerdos de donde escoger.
No obstante, si hay algo que recordar de Platero y yo es que,
en cierto momento, narra que en «la paz brillante, se oye el
hervor de la olla que cuece en el campo, la brama de la dehesa
de los caballos, la alegría del viento del mar en la maraña de
los eucaliptos».1
Ante eso, algunos compañeros señalaban el
error, pues según ellos, sus abuelas y tatarabuelas decían que
los alimentos se «cocen» en la olla. ¿Por qué en tal obra se
cometería tal error?
La confusión
Si queremos rastrear esa histórica confusión, entonces tendríamos
que darnos cuenta de que los verbos cocer y coser son homófonos,
por lo menos para nosotros los hispanohablantes de América
—pues los españoles tienen su propia forma de distinción
prosódica: el ceseo—, y a pesar de que existe tal relación sonora,
su significado es diferente: mientras que el primero se refiere en
1 Juan Ramón Jiménez, Platero y yo (elegía andaluza), Madrid: Ediciones Didáctica,
1992; p. 330.
Los verbos cocer y coser
son homófonos para los
hispanohablantes de
América.
Quien cuece y amasa, de todo le pasa
verbo / irregularidades
108
sus primeras acepciones a «hacer comestible un alimento crudo
sometiéndolo a ebullición o a la acción del vapor o al someter
pan, cerámica, piedra caliza a la acción del calor en un horno»,
y su origen es del latín coquere; el segundo se refiere a «unir con
hilo, generalmente enhebrado en la aguja, dos o más pedazos de
tela, cuero u otra materia», y proviene del latín consuele.
La conjugación
Otra de las claves principales para la distinción entre «coser» y
«cocer» es la conjugación, pues en ella se evidencian sus diferencias y sus similitudes, para así entender por qué son distintos
y por qué la ropa se «cose» y el pollo se «cuece».
Presente
yo cuezo coso
tú cueces coses
él cuece cose
nosotros cocemos cosemos
ustedes cuecen cosen
ellos cuecen cosen
El romance
El motivo de que la carne comestible no se «coce», pero sí se
«cuece», y de que la carne humana, si está herida, se «cose», sin
duda se la debemos al latín, en este caso, de cocer, del latín coquere
—que se expresa en el español en presente y en indicativo— cuyo
romanceamiento fue:
cóceo > cuecio > cuezo
Quien cuece y amasa, de todo le pasa
109
Todos hemos visto en las carreteras los letreros que anuncian
«Utilice el cinturón de seguridad». Sin embargo, pocos de
nosotros hemos reparado en que esta advertencia está mal
construida, ya que el verbo utilizar —según el Diccionario de la
Lengua Española— significa «aprovecharse de algo».
Ahora bien, si usted quiere referirse a «emplear algo para
hacer alguna cosa», es correcto cualquiera de los dos verbos:
utilizar y emplear, ya que usar y ocupar implican otros significados
que se alejan de esta idea.
Por ejemplo, cuando queremos referirnos a «llevar cierta
ropa o ciertos accesorios», empleamos el verbo usar. Así,
decimos:
Él usa corbatas rayadas.
Y no:
7 Él utiliza corbatas rayadas.
Ni:
7 Él ocupa corbatas rayadas.
Este verbo además es válido cuando queremos nombrar una
costumbre:
Abuela, ¡eso ya no se usa!
Cada uno de estos
verbos posee un
significado representativo,
que nos ayuda a distinguir
qué verbo elegir a la hora
de hablar.
«Utilice» el cinturón de seguridad
verbo / contexto
110
El verbo ocupar refiere la idea de «llenar un espacio».1 Cuando
asistimos al cine, por ejemplo, preguntamos:
¿Está ocupado este lugar?
Y no:
¿Está siendo utilizado este lugar?
Ni:
¿Está siendo usado este lugar?
Otro de los significados comunes que posee el verbo ocupar es el
de «estar realizando un trabajo, ejercicio o tarea». Por ejemplo:
«Disculpa, ¿estás ocupado?». En tales casos, es preferible el verbo
ocupar, que usar y utilizar.
En suma, observemos que cada verbo posee un significado
representativo, que nos ayuda a distinguir qué verbo elegir a la
hora de hablar. A continuación, ofrecemos un recuadro que nos
ayudará a recordarlo.
«Utilice» el cinturón de seguridad
Rasgos de significado
Verbos «Emplear una «Llevar cierta «Tener la «Llenar un «Estar realizando
herramienta» ropa o accesorio» costumbre» espacio» un trabajo»
Emplear + - - - -
Utilizar +/- - +/- + -
Usar +/- + + - -
Ocupar +/- - +/- + +
1 En los diccionarios que consultamos —Diccionario del español usual en México,
Diccionario de la Lengua Española y El Pequeño Larousse Ilustrado—, ese significado
aparece mucho antes que «emplear algo para hacer alguna cosa».
111
Existe una regla coloquial que establece la presencia de un
pariente incómodo en todas y cada una de las familias mexicanas,
y la mía no es la excepción. En el último festejo de cumpleaños
de mi papá contamos con la espectacular visita de la tía Beta.
En aquella ocasión, la tía tomó por tema el divorcio de su hija
Cristina, a la cual no paraba de repetir:
—Una vez que téngamos el dinero nos salimos de su casa. Te
lo digo, Cristina, una vez que lo téngamos.
Con mucha frecuencia oigo a las personas cometer la misma
incorrección y yo, como la madre de Cristina, no puedo parar
de repetir para mis adentros «tengamos, tengamos, tía».
Las construcciones en presente de subjuntivo son muy
comunes en español, sin embargo su uso es irregular porque
en la 1a
persona del plural el acento sale de la raíz verbal. Todo
será más claro con el siguiente ejemplo, la conjugación del verbo
volver en presente de subjuntivo:
Singular Plural
1a
persona, vuelva volvamos, no vuélvamos
2a
persona, vuelvas vuelvan
3a
persona, vuelva vuelvan
Aquí es donde ocurre el problema, el acento que en el español
suele ser grave, se va a la sílaba correspondiente —volvamos— pero
desajusta el parecido con todas las otras formas de las demás
personas que son graves y tienen el acento donde está la raíz
Téngamos: un pariente incómodo
verbo / acentuación
112
verbal. En este caso los hablantes regularizan el paradigma1
y mantienen el acento en el lugar en el que todas las demás
personas de ese tiempo lo tienen. Por lo anterior es tan común
escuchar vuélvamos en lugar de la forma correcta volvamos,
téngamos en lugar de tengamos o váyamos en lugar de vayamos.
Estamos frente a un problema de analogía verbal, que no
es otra cosa que el afán que tenemos todos los hablantes por
regularizar lo que es irregular.2
Así, la próxima vez que desee utilizar la primera persona
del subjuntivo, recuerde siempre que el acento recae fuera de
la raíz, y sí es lo correcto.
En la gramática, el
significado del modo
subjuntivo se basa en
la oposición de realidad
que plantea el modo
indicativo.
Téngamos: un pariente incómodo
1 Conjunto de todas las formas de la conjugación de un verbo.
2 Acerca del concepto de analogía, el Diccionario panhispánico de dudas refiere que
es la creación de nuevas formas lingüísticas o la modificación de las existentes a
semejanza de otras.
113
Los verbos afectivos son los que usamos para expresar el agrado
o desagrado que sentimos por un objeto, persona, animal o cosa.
Son maravillosos, pero también se pueden quedar cortos porque
resulta que es muy difícil para la lengua expresar sentimientos.
Por ejemplo, para dar a entender que algo nos complace
usamos verbos como:
amar
deleitar
maravillar
encantar
fascinar
enloquecer
gustar
En cambio, cuando queremos expresar el rechazo que sentimos
por algo, usamos verbos como:
odiar
despreciar
desdeñar
aborrecer
detestar
En este tipo de verbos se distingue un matiz que permite diferenciarlos. Este matiz es la intensidad que sentimos por aquello
Los verbos afectivos
son los que usamos
para expresar agrado
o desagrado.
Yo amo los verbos afectivos
verbo / afectivos
114
que amamos o despreciamos. Por ejemplo, el verbo fascinar tiene
una carga mucho más afectiva que el verbo gustar.
Observemos:
Me fascinan las crepas con cajeta.
Es más efusivo que:
Me gustan las crepas con cajeta.
Lo mismo ocurre con los verbos de carga negativa odiar, despreciar,
aborrecer, detestar. Aborrecer expresa un rechazo mucho más intenso
que odiar.
Por ejemplo:
«Te aborrezco» es aún más fuerte que «te odio».
Lo anterior, querido lector, invita a reflexionar sobre nuestra
lengua. De ahora en adelante escuchemos lo que los verbos nos
dicen, ya que cada verbo afectivo expresa una intención que
debemos considerar.
A continuación, proponemos una especie de termómetro en
el que medimos la intensidad de cada verbo afectivo con carga
positiva y negativa.
amar
deleitar
maravillar Verbos con
encantar carga positiva
fascinar
enloquecer
gustar
odiar
despreciar Verbos con
desdeñar carga negativa
aborrecer
detestar
Yo amo los verbos afectivos
115
¿No lo ha notado? En la actualidad, todos somos expertos, pues
«manejamos» todo y de todo: el estrés, las empresas, el dinero
y ¡hasta a nuestra pareja!
Decimos Es mejor decir
7 Tips para manejar el estrés. Tips para tratar el estrés.
7 Slim recomienda manejar Slim recomienda dirigir
Pemex como una empresa Pemex como una empresa
privada. privada.
7 Aprenda a manejar e Aprenda a organizar e
invertir su dinero. invertir su dinero.
7 Sedúcelo y aprende Sedúcelo y aprende
a manejarlo. a manipularlo.
Lo insólito es que ya no sólo los sujetos animados y humanos
manejamos esto y aquello, sino que incluso los sujetos inanimados lo hacen. ¡¿Puede usted creerlo?!
7 El programa maneja anuncios dirigidos a niños y adolescentes.
En el programa se transmiten anuncios dirigidos a niños y
adolescentes.
7 En el estudio no se maneja esa información.
En el estudio no se recopila esa información.
Aprenda a manejar el manejar
verbo / contexto
116
7 Este test maneja las reacciones al trabajo bajo presión.
Mediante este test se obtienen las reacciones del examinado cuando
se enfrenta al trabajo bajo presión.
7 Encuéntralo. Es un cartel que maneja las gráficas sobre las
prestaciones.
Encuéntralo. Es un cartel que tiene las gráficas sobre las
prestaciones.
7 Estamos en la estación de autobuses del sur, mejor conocida
como Taxqueña, con rutas al estado de Morelos, la cual maneja
destinos como Cuernavaca y Tepoztlán.1
Estamos en la estación de autobuses del sur, Taxqueña, que tiene
rutas hacia Cuernavaca y Tepoztlán, poblaciones del estado de
Morelos.
Manejar es una palabra que viene del italiano maneggiare y su
definición es:
1. Usar algo con las manos:
El pintor maneja con destreza el pincel.
2. Usar, utilizar, aunque no sea con las manos:
Alma maneja muy bien el idioma inglés.
3. Conducir o guiar un automóvil.
Me gusta manejar cuando llueve.
4. Gobernar, dirigir:
Es un buen político, sabe muy bien cómo manejar a sus
partidarios.
1 Muchos de estos ejemplos son reales y fueron recopilados por la edición.
Aprenda a manejar el manejar
Manejar no sólo se
refiere a «operar algo
con las manos», sino
a «manipular, usar,
conducir, guiar, gobernar,
moverse»; por eso en
el habla común es tan
usado, aunque a veces
incorrectamente.
117
Aprenda a manejar el manejar
5. Como verbo pronominal,2
moverse con cierta soltura
después de haber tenido algún impedimento:
Después del accidente, la maquinaria debe manejarse con
mucho cuidado.
Podemos ver, entonces, que manejar no sólo se refiere a «operar
algo con las manos», sino a «manipular, usar, conducir, guiar,
gobernar, moverse»; por eso en el habla común es muy usado,
tanto, que hemos caído en el exceso de decir cosas vagas y sin
sentido o, definitivamente, incorrectas.
Para aprender a usar el verbo manejar debemos considerar
que existen otros términos más precisos para decir lo que
deseamos y que ni podemos manejarlo todo ni, mucho menos,
todo se puede manejar.
2 El que se construye en todas sus formas con un pronombre átono —me, nos, te,
los, lo, le, les, la, las, se— que concuerda con el sujeto y que no desempeña ninguna
función sintáctica oracional.
119
A estas alturas del camino ya debería de saber qué es lo que
debo hacer y qué es lo que no. Pero la vida no es sino este sendero
lleno de curvas, dudas, caídas y levantones… y siempre existe el
deber, ese activo verbo que nos lleva a realizar acciones y cumplir
obligaciones. A propósito, ¿debería de o sólo debo?
Pues la verdad es que todo depende de si es real o sólo
una suposición.
Por ejemplo:
María debe de estar enamorada, pues lleva varios días distraída y
mirando al horizonte.
Es decir, como cada vez que le hablo, María no me contesta y me
doy cuenta de que su mirada está perdida en el vacío, «supongo»
que está enamorada y uso la fórmula de verbo y preposición
para expresarlo: «debe de».
Otros ejemplos:
Catalina ya ha leído el libro dos veces. Debe de haberle gustado
mucho.
He visto a Nicolás leyendo en el parque todas las mañanas, debe
de estar de vacaciones.
Pero el «deber» no sólo se circunscribe a la suposición, sino
también a la obligación, a la exigencia o la necesidad; por lo
que si de este «deber» hablamos, entonces la forma correcta de
referirnos a él es sin la preposición de.
Deber de circunscribe a
la suposición y deber a la
obligación, a la exigencia
o la necesidad.
Debería de saber
verbo / preposición
120
Por ejemplo:
Alma debería llamar, me tiene realmente preocupada.
Y aquí estoy hablando de una obligación, la de Alma, que se
pierde en el espacio y me deja con la imaginación a todo lo que
da… Aunque, si estoy tan preocupada, aparece otra exigencia,
la mía, porque yo debería buscarla y preguntarle si está bien.
Más ejemplos:
René sabe bien que debe entrenar todos los días, si desea ganar
la competencia.
Debo decirle a Carlos que tomé sus discos, para llevarlo siempre
en mi mente.
Para explicarlo lingüísticamente: el verbo deber funciona como
auxiliar cuando se une a otro que se encuentra en infinitivo
—perífrasis verbal— para indicar:
1. Suposición o probabilidad: deber de + verbo en
infinitivo.
Ejemplo:
Debe de haber algo de magia en este lugar, siempre que vengo
me siento renovada.
2. Obligación: deber + verbo en infinitivo.
Ejemplo:
Si no quiero que los músculos me duelan durante la semana,
debo ir al gimnasio todos los días.
Debería de saber
121
Ayer conocí a la mujer de mis sueños: rubia, alta y atractiva;
con donaire y soltura en sus movimientos; mirada dulce, pero
profunda; perfume discreto e inolvidable; simpática, alegre,
garbosa, desenfadada… En fin, un ángel. Sólo tiene un pequeño
defecto que, como el frijolazo en los dientes, lo afea todo, incluso,
a ella: la «simpática» s que agrega al final de cada verbo en
pretérito perfecto de indicativo en segunda persona:
7 ¿Y tú, dónde estudiastes?
7 ¿De qué te recibistes?
7 ¿Dónde conocistes a mi amiga?
7 ¿Qué me dijistes?
¡¿Por qué nada es perfecto?!
Este común error es un resabio del español antiguo que, a su
vez, heredó del latín. Antiguamente, para la forma reverencial de
la segunda persona, vos, se utilizaba la conjugación con -éis: vos
venistéis o vos contestastéis. En los lugares donde actualmente se
usa el voseo —vos— en lugar del tuteo —tú—, se emplea la
conjugación de la segunda persona del plural sin diptongar:
volvistes; sin embargo, pese a ser ésta la forma etimológica —latín:
volvistis, español clásico: volvisteis—, aun en regiones plenamente
voseantes se prefiere el uso de la forma de la segunda persona del
singular: volviste, debido a que la otra connota mala educación,
vulgaridad e ignorancia.
La s final, sobrante
en dijistes, es un error
común por el resabio del
español antiguo que, a su
vez, heredó del latín.
Su simpática s
verbo / uso
122
Asimismo, este fenómeno se produce por asimilación,
es decir que, como otros verbos que están en segunda persona
terminan en s —cantas, comes, haces—, los hablantes agregan
ésta también al pretérito.
Así que, como nuestro país es predominantemente tuteante,
les recomiendo omitir esta «simpática» s al finalizar las formas
verbales descritas, porque, cuando entablamos una charla
—formal o informal, en una entrevista de trabajo, con la familia
o amigos, y, principalmente, con esa persona especial—, puede
marcar «la diferencia», pues aunque de repente pase inadvertida,
sobre todo en España o Argentina —como cuando el grupo
Mecano con naturalidad arroja ese: «Te dije: “Nena, dame un
beso”, y tú contestastes que no», en la canción La fuerza del destino—,
generalmente provocará uno que otro mal pensamiento, una que
otra crítica constructiva o una que otra burla despectiva.
Su simpática s
123
No hay diferencia más grande que la que existe entre los
términos diferencia y diferencía, porque diferencia puede ser la
conjugación del verbo diferenciar en presente de la tercera persona
del singular —él o ella:
Norberto no diferencia bien entre combinar y armonizar los
colores.
O el sustantivo femenino que denomina la «cualidad o accidente
por el cual algo se distingue de otra cosa», «la variedad entre
cosas de una misma especie o la controversia», «la disensión u
oposición de dos o más personas entre sí»:
La diferencia entre las bromas de Pedro y Juan es que las de Pedro
sí caen bien.
En tanto que el término diferencía simplemente no existe.
Ahora bien, ¿por qué decimos diferencía o diferencío? A
ciencia cierta, no lo sabemos. Suponemos que ocurre porque
eufónicamente parece mejor, porque es una manera de romper
el diptongo, o porque creemos que el acento nos sirve para
diferenciar el verbo conjugado del sustantivo; pero no tenemos
una razón exacta. Sea como sea, la única manera correcta
de conjugar este verbo es sin acento, como en el siguiente
ejemplo:
Todavía no diferencio muy bien entre lo que para ti es que yo haga
un juicio de valor o sólo te dé una opinión.
El término diferencía
simplemente no existe.
¡Que viva la diferencia!
verbo / acentuación
124
Y lo mismo podemos decir de los verbos financiar y negociar, porque
no les puedo contar que:
Mi padre financia mi educación.
Quien realmente financia mis estudios es mi madre.
Javier no negocia bien la venta de los espacios publicitarios.
Es Matías el que realmente los negocia muy bien.
La clave, según el Diccionario panhispánico de dudas, es conjugar
estos verbos como lo haríamos con el verbo anunciar:
El presidente anuncia que a partir del primero de agosto se subsidia
el costo de la leche.
Les anuncio que hoy es el último día para pagar.
Algo semejante sucede con licuar y evacuar, pues no se dice:
7«Yo licúo los tomates» sino «Yo licuo los tomates».
Tampoco podemos decir:
7«Los niños evacúan el salón de clases» sino «Los niños evacuan
el salón de clases».
Para que no quede duda debemos tener en cuenta que estos
verbos se conjugan como averiguar:
Persona Licuar Evacuar
yo licuo evacuo
tú licuas evacuas
él licua evacua
nosotros licuamos evacuamos
ustedes licuan evacuan
ellos licuan evacuan
¡Que viva la diferencia!
125
Al contrario —prosiguió Tweedledee—,
si era así, podía serlo; y si fuera así,
lo sería; pero como no lo es, no lo es.
Es totalmente lógico.
Lewis Carroll
Desde hace muchos años —bueno, «algunos», para no asustarlos— oigo un noticiero gracias al cual me empapo del diario
acontecer, mientras plancho mi blusa o limpio la toronja que
voy a desayunar. Es algo que disfruto hasta que oigo al locutor
anunciar «lo que vendría siendo» la siguiente nota; entonces, la
blusa se arruga o la toronja se agria.
Es un programa que he seguido de cerca y a través suyo,
sorprendentemente, he aprendido sobre la lengua. Pero en
los últimos tiempos sus reporteros y presentadores se han
contagiado de un mal que aqueja a muchos otros: los vicios
del lenguaje.
Así, mientras veo si la blusa combina con el pantalón, oigo
que el periodista dice: «Ahora vamos a hablar de “lo que viene
siendo” el aumento al maíz y, por tanto, de “lo que es” la tortilla».
Mientras decido si tomo el camión o el metro, oigo en el informe
vial que el reportero me dice: «Estamos en “lo que sería” la calle
de Eulalia Guzmán, esquina con “lo que vendría siendo” avenida
Insurgentes...». Entonces me pregunto: «¿Es o no la esquina de
Eulalia Guzmán e Insurgentes? ¿Y luego? ¿Tomo el camión o
“lo que sería” el metro?» ¡Válgame! ¡Que esto se pega!
El sesquipedalismo es
el error que de manera
usual se comete cuando
se pretende ser elegante
y, por ello, se alarga
absolutamente todo lo
que se dice.
«Ser» o «venir siendo», he ahí el dilema
verbo / uso
126
Pero esto no para allí; ya en la oficina, suena el teléfono, descuelgo y oigo a una operadora: «Sí, mire, le venimos ofreciendo
“lo que es” la mejor tarjeta de crédito, pues tiene “lo que vienen
siendo” los mejores planes de crédito y tasas de interés, razones
suficientes para que “aperture” una cuenta con nosotros y
obtenga esta novedosa tarjeta...». Ante tan «acicalado» discurso,
¿quién no se rinde?
¿Qué impulsa al ser humano al «mal del sesquipedalismo»?
¡¿Del qué?! Del sesquipedalismo, término acotado por Julio
Somoano y David Álvarez,1 que nomina la forma absurda
en que se modifica una palabra para que se oiga mejor, sin
lograrlo. Un ejemplo es el «innovador» término aperturar, que
erróneamente se usa en lugar de abrir, que es la palabra usual.
Lo mismo podemos decir de las oraciones que se alargan
innecesariamente con frases como «lo que es»2
o «lo que vendría
siendo», fenómeno al que estos mismos autores denominan
«sesquipedalismo sintáctico».
Seguro, el impulso se encuentra en el mismo significado del
sesquipedalismo; es decir, ante la carencia de recursos —entiéndase:
pobreza en el lenguaje—, se busca adornar los pocos que se
tienen llenándolos de oropel y redundancia, de modo que
una oración que debería tener nueve palabras: «Estamos en
la esquina de Eulalia Guzmán e Insurgentes», se alarga hasta
convertirla en otra de 18 términos, en los que la mitad sale
sobrando, y realmente no aporta nada nuevo.
Pero asumamos nuestra propia responsabilidad, porque
resulta que, como lo dicen en la «tele» y todo el mundo lo repite,
ya nada es lo que es, sino «lo que vendría siendo» y, si todo
vendría siendo, pues nada es.
1 Julio Somoano y David Álvarez, Dándole a la lengua, Madrid: Maeva, 2003;
pp. 49-58.
2 Respecto a «lo que es», el Diccionario panhispánico de dudas dice que es una
«construcción propia del habla popular que se emplea para presentar en primer
lugar, con una intención enfática, un determinado elemento de la oración». No
obstante, ello no la exime de ser sesquipedalista.
«Ser» o «venir siendo», he ahí el dilema
127
Me acuerdo de que Gerardo, mi compañero de prepa que
más tarde ascendió a amigo, siempre «se recordaba de algo». «Se
recordaba» de no haberle enumerado al cliente de la mañana
todos los beneficios de obtener una bomba para el agua en su
empresa, «se recordaba» de lo divertido que había sido ir a
comprarle refacciones a su vieja camioneta morada llamada
La Lupita, «se recordaba» de comprar boletos para el juego
Pumas-América y también decía: «Me recuerdo de esos días
de prepa con Chucho, Salvador, El Chino, Miguelón y, por
supuesto, con Martha».
A mí me causaba gracia oírlo y, en el afán de la buena
amistad, siempre se me quedaba en la punta de la lengua
decirle: «Más bien, “te acuerdas”, ¿no?». Y es que, aunque los
verbos acordar y recordar comparten el significado de «tener algo
presente en la memoria», la forma en que se construyen, es decir,
la manera en que se unen a las demás palabras para formar las
oraciones, es distinta.
Todo comienza en cómo se clasifican, pues acordar es un
verbo reflexivo y recordar no, lo que significa que el primero
expresa una acción que realiza el sujeto y que recae sobre él
mismo —acordarse—, para lo que requiere los pronombres me,
te, se o nos:
Ayer [yo] me acordé de cuando mi abuelo me llevaba al deportivo.
¿Te [tú] acuerdas de Olivia?
Los verbos acordar y
recordar comparten el
significado de «tener algo
presente en la memoria»,
pero la manera en que se
construyen es distinta.
¿Recordar o acordarse?
verbo / contexto
128
Salieron corriendo [ellos]. Se acordaron de que tenían una cita.
Cada vez que vamos a ese café [nosotros] nos acordamos mucho
de ti.
En cambio, recordar no necesita los pronombres, pues la acción
recae sobre lo que se recuerda, es decir, un objeto directo:
Iván recordó el procedimiento.
Además, acordar es un verbo intransitivo que no requiere la
presencia de un objeto directo que reciba la acción para tener
significado —pues la acción recae sobre sí mismo— y recordar
es un verbo transitivo que necesita un objeto directo que reciba
la acción. De esta manera nos acordamos de algo:
¡Claro que [yo] me acuerdo de ti!
Y, en cambio, recordamos algo:
Recuerdo que siempre íbamos a cenar a Los Panchos después de
las tocadas.
En ambas oraciones estamos trayendo a la memoria un hecho;
pero, en la primera, la acción de acordarse no recae en nadie,
pues soy yo quien se acuerda, y, en la segunda, yo recuerdo «algo»
en lo que recae mi acción.
La última clave de todo este asunto está en la preposición de,
pues al verbo acordar debe seguirlo esta preposición:
Se acordó de alcanzar a Silvia.
Pero de no debe ir con el verbo recordar:
Recordaba esos días con mucha melancolía.
Finalmente, la clave más sencilla es que no hay que recordar de
algo, sino recordar algo y acordarse de algo.
¿Recordar o acordarse?
129
Es un hecho que el lenguaje está siempre en constante
evolución y somos los hablantes quienes generamos ese cambio,
pero a veces abusamos y nos pasamos de la raya, lo manoseamos
a nuestro antojo, y resultan usos como el de tráfico, cuando
debería decirse tránsito.
1
No es lo mismo escuchar que oír, aunque en la actualidad se
usen indistintamente y escuchar esté a punto de reemplazar a
oír. Escuchar —del latín ascultare— se refiere a «prestar atención
a lo que se oye, estar atento a lo que se dice, aplicar el oído»;
mientras que oír —del latín audire— significa «percibir con el
oído los sonidos, sin darse por enterado».
En conclusión, escuchar es una acción que va mucho más allá
de sólo captar con el sentido, de ahí que la frase «Te oigo, pero
no te escucho», sea atinada, pues decimos: «Estoy dejando que
hables y hables, pero no te estoy haciendo caso».
Lo que no es preciso es usar el verbo escuchar para decir
que se oye o no la señal en el celular, o el ruido de un avión, o el
timbre, o cosas por el estilo.
7 Se dice: Se debe decir:
7 No te escucho No te oigo.
—en el teléfono—.
7 Estoy escuchando Estoy oyendo
las noticias. las noticias.
No es lo mismo escuchar
que oír, aunque en la
actualidad se usen
indistintamente y el primer
término esté a punto de
reemplazar al segundo.
Te oigo, pero no te escucho
verbo / contexto
1 v. «¿Tráfico o tránsito de automóviles»; p. 47.
130
7 Acabo de escuchar que Acabo de oír que
lo asaltaron. lo asaltaron.
7 Sé que me hablaste, Sé que me hablaste,
pero no escuché el celular. pero no oí el celular.
7 Ya te escuché... Ya te oí...
7 No escucho que venga No oigo que venga
el tren. el tren.
Valga esta nota para aclarar que en el imperativo del verbo oír
se dice oye y no oi:
Oye el avión.
Y no:
7 Oi el avión.
Te oigo, pero no te escucho
131
Existe un error del lenguaje muy común y muy grave, pues incurre en una profunda confusión de papeles de interlocución.
Usted imagine que una persona le rompe el hígado a otra
a patadas y luego, como si esto no fuera suficiente, ahí mismo,
con su víctima en el suelo sufriendo aún el dolor de sus heridas
y escupiendo sangre hepática —tal vez al borde de la muerte
misma—, el victimario le «ofrece», además, sus disculpas por
todas las ofensas recibidas. ¡Vaya cretino!
Es decir, no puede uno ofrecer una disculpa a quien uno
mismo ha ofendido, pues eso es equivalente a matar a la vaca
y además disculparla por no estar todo lo suave que cualquier
buen paladar exige. Ofrecer una disculpa a quien ofendimos
tiene quizá que ver con una irresponsable tendencia de ofrecer
lo que no se tiene o no se puede dar. No importa que se
cometa con premeditación o por ignorancia, esta imprecisión del
lenguaje denota una actitud irreverente, lo cual en una palabra,
es un ultraje, pues confunde profundamente los papeles entre
quien comete una ofensa y el ofendido. Ésta es una relación
unidireccional, que distingue claramente a quien es culpable
de haber cometido un abuso de aquel que recibió el maltrato,
quien es el único que puede otorgar el perdón.
Me refiero a la frase que se repite una y otra vez en medios
de comunicación y discusiones menos ventiladas que reza:
7 Te ofrezco —o le ofrezco— una disculpa.
Ofrecer una disculpa
a quien es nuestro
ofendido se comete
por premeditación o
ignorancia.
El perdón se pide, se ruega, se suplica...
pero nunca se ofrece
verbo / contexto
132
Y es una pena, porque en el fondo existe buena voluntad
por parte de quien profiere tales cortesías pero, bien visto, se
está insultando por doble partida, pues la disculpa es algo que
debe solicitar humildemente aquel que hirió o abusó y que sólo
puede conceder el ofendido, por lo que si el que ofende ofrece
además una disculpa, estrictamente, deberá entenderse que no
sólo no se siente mal por lo que hubiera hecho, sino que además
le concede al ofendido el privilegio de disculparle de las ofensas
que hubiere infringido, aunque ni aquél ni éste sepan aún en qué
consisten exactamente.
Extraña costumbre la del ser humano de abusar y luego
disculpar al ofendido, ¿no creen?
Otro riesgo no menos grave que corre quien anda por la
vida ofreciendo disculpas, es que sería como entregar un cheque
en blanco a posibles futuros victimarios. Y es que en esto de
ofender y disculpar el orden sí altera el producto, pues quien
disculpa por adelantado puede recibir cualquier tipo de agresión
y no tiene derecho a reclamar nada, pues ya ha dispensado a su
verdugo por adelantado, lo cual además de generoso, lo vuelve
un estúpido, pues cuando el perdón es sincero, no puede darse
marcha atrás.
El perdón se pide, se ruega, se suplica... pero nunca se ofrece
133
«La adverbialización de los adjetivos es otra tendencia propia de la lengua española que ha alcanzado en México un alto
grado de desarrollo»,1
afirma Juan M. Lope Blanch.
7 Caminó tranquilo por la plaza.
En lugar de:
Caminó tranquilamente por la plaza.
El adjetivo
La función peculiar del adjetivo consiste en determinar o calificar
al sustantivo, cualquiera que sea el oficio que éste desempeñe
en la oración. Esta determinación puede expresarse, bien por
simple atribución asindética:
El perro negro y viejo.
O bien, por medio de una oración atributiva con el verbo
copulativo ser o estar:
El perro es negro y viejo.
En español, el adjetivo puede preceder o seguir al sustantivo al
que se refiere, pero su valor cambia en uno u otro caso, y ambos,
sustantivo y adjetivo comparten género y número.
La adverbialización de
un adjetivo es un error
común cada vez mayor
en español.
Y usted camina ¿tranquilo?
adverbio / adjetivación
1 Juan M. Lope Blanch, Estudios sobre el español de México,
México: unam, 1972; p. 20.
134
El adverbio
Los adverbios coinciden con los adjetivos en que son palabras
calificativas o determinativas, aunque estas modificaciones
afectan directamente al verbo, al adjetivo o a otro adverbio y no
sólo al sustantivo, como en el caso de los adjetivos.
La mayor parte de los adjetivos españoles posee la propiedad
de formar adverbios de modo, mediante su agrupación con el
morfema -mente.
Adverbialización del adjetivo
La adverbialización del adjetivo puede observarse en las
oraciones formadas con verbos intransitivos.2
En el caso del
adjetivo rápido, éste debe calificar a un sujeto; sin embargo, en
la oración:
7 El joven corrió rápido.
Rápido no califica al sujeto, sino modifica el verbo corrió, pues
rápido, que es un adjetivo, funciona como adverbio de modo,
como si respondiera a la pregunta: ¿cómo corrió el joven? Sin
embargo, esta pregunta sólo debería contestarse con un adverbio, en este caso, rápidamente, aunque en el uso no sea así:
El joven corrió rápidamente.
7 Se dice: Se debe decir:
7 El tío comió tranquilo. El tío comió tranquilamente.
7 El niño duerme plácido. El niño duerme plácidamente.
7 El señor leyó fresco. El señor leyó frescamente.
7 Claudia salió feliz. Claudia salió felizmente.
Y usted camina ¿tranquilo?
2 Que carecen de objeto directo.
135
Y usted camina ¿tranquilo?
Hay adverbializaciones del adjetivo en las que es imposible
cambiarlo por un adverbio terminado en –mente; no obstante,
pueden ser sustituidos por un adverbio o una frase adverbial,
que se ha integrado completamente a la lengua. Lope Blanch
aporta los siguientes ejemplos:
7 Se dice: Proponemos:
7 Lo veo seguido. Lo veo frecuentemente.
7 Iba muy recio. Iba de prisa.
7 Canta suave Canta bien.
3
3 v. el siguiente capítulo.
Está bien 137 bueno
adverbio / intensificadores
Si usted es de las personas que piensa que es incorrecto
decir cosas como: «Tu suéter está bien bonito», este capítulo,
indudablemente, es para usted.
Empecemos diciendo que bien es un sustantivo que también
funciona como adverbio de modo y significa: correcta y adecuadamente, «Cierra bien la ventana, por favor»; y satisfactoriamente,
«No he dormido bien esta noche».
Para hacer una oración comparativa, es preferible usar mejor
que bien:
Desde que hago ejercicio me encuentro mejor.
7 Desde que hago ejercicio me encuentro bien.
Por su parte, es preferible evitar más bien como comparativo:
7 Ahora duermo más bien que antes.
Pues se puede confundir con los usos apropiados de la locución
adverbial más bien.
1
Ahora sí, es momento de acabar con el mito de que decir
«bien» es incorrecto en oraciones como:
La charla resultó bien interesante.
El pastel estuvo bien rico.
La carne de puerco es bien mala.
1 No era tonto sino más bien distraído; Era la una de la mañana, hora más bien
inoportuna para hacer visitas; Si yo fuera tú, usaría más bien un vestido azul.
Es un mito decir que
bien es incorrecto en
oraciones como: «Tu
suéter está bien bonito».
138
El niño es bien chistoso.
La película estuvo bien padre.
Afirmar que es un mito creer que estas oraciones son incorrectas
se debe al desconocimiento de que el adverbio bien funciona,
además, como «intensificador enfático, con valor equivalente
a muy».²
José Manuel González Calvo afirma en Estudios de morfología
española: «Por lo que respecta a bien, puede tomar valor cuantitativo superlativo: “Es bien listo”».³
Como intensificador enfático, como un adverbio cuantitativo
superlativo o como queramos definirlo, debemos saber que bien
es correcto en oraciones en las que modifica a un adjetivo.
De este modo es lo mismo decir:
Pues está bien claro…
Que:
Pues está muy claro…
Y:
Fueron unas vacaciones bien merecidas.
Que:
Fueron unas vacaciones muy merecidas.
Está bien bueno
2 Diccionario panhispánico de dudas.
3 José Manuel González Calvo, «Las partes de la oración, una expresión
engañosa», en Estudios de morfología española, Cáceres: Universidad de
Extremadura,1988; p. 37.
139
En el español de México, en todos los ámbitos y sin importar
la clase social, profesión o escolaridad del hablante, los adverbios
de cantidad mucho, demasiado y bastante son frecuentemente confundidos entre sí y, por ende, mal empleados. Esto sucede sobre
todo en la televisión, la radio u otros medios de comunicación
y, más todavía, en la publicidad, lo que no ayuda a solucionar el
problema. Este error, demasiado común y que pasa inadvertido,
no debería cometerse ni mucho ni bastante, es más, no debería
cometerse del todo. La forma de evitarlo es saber a qué se refieren
cada una de estas palabras; las tres nos indican cantidad, pero
no la misma.
Mucho
«Abundante, numeroso, o que excede a lo ordinario, regular
o preciso», según el Diccionario de la Lengua Española. ¿Qué tan
grande es esa cantidad? No está determinado; sólo se sabe que
el número, el tamaño o cualquier otra medida es mayor de lo
normal.
Demasiado
Demasiado nos indica una enorme cantidad, más de la necesaria o
más de la que se debería emplear: «algo en demasía, en exceso».
De forma que, cuando una persona bebe demasiado, puede estar
despedazando su hígado; cuando carga algo demasiado pesado,
puede desgraciarse la espalda; y cuando come demasiado, puede
provocarse una indigestión pavorosa.
Mucho, demasiado y
bastante son adverbios
de cantidad, pero no
sinónimos.
Mucho, demasiado y bastante
adverbio / contexto
140
Bastante
Al contrario de lo que la gente cree, no significa «mucho», sino
«suficiente»; «ni mucho ni poco, ni más ni menos de lo regular,
ordinario o preciso», exactamente lo requerido para una cosa,
de cantidad también indeterminada. Así que al decir: «Hay
bastante vino para todos los invitados», lo que quiere decir, que
hay suficiente.
¿Qué pensaríamos de un hombre que le dice a la mujer de
su vida: «te amo bastante». Es decir, la ama lo suficiente para
ser su novia o su amiga cariñosa, ni más ni menos, su amor
pasa sin pena ni gloria... ¿Y qué tal si dice: «te amo demasiado»?
O sea que la ama más de lo que debería, más de lo que se merece,
despedazándose y desgraciándose todo él... Querida lectora: si
alguien le dice eso, ¡habría que darle un bofetón muy fuerte!
7 Se dice: Se debe decir:
7 Me gustó bastante el video. Me gustó mucho el video.
7 Esa chava es demasiado Esa chava es muy guapa.
guapa.
7 Había mucha comida, Había demasiada comida,
pues sobró. pues sobró.
Mucho, demasiado y bastante
141
Teodelina Villa cometió el solecismo
de morir en pleno barrio sur.
Jorge Luis Borges
Solecismos
Un solecismo no tiene que ver con una preferencia por morir en
el sur, tampoco con un mal bronceado y, mucho menos, con una
preferencia por tejer a solas: es una incorrección gramatical, que
se manifiesta en una mala construcción sintáctica o semántica.
A los solecismos —que se nombraron así porque los habitantes
de Soli, una colonia en Sicilia, hablaban de modo pésimo el
griego—1 podemos encontrarlos todos los días, pero el solecismo
que nos atañe ahora es aquel que se refiere al uso incorrecto
de preposiciones. Justo como el caso de Miguel de Unamuno y
Jugo, que a la par que la fama, perdió «preposición, conjunción y
segundo apellido para llegar a ser nada menos que “Unamuno”
a secas».
Una preposición es una palabra con las siguientes
características:
Invariable, o sea, no tiene modo ni tiempo ni persona
Introduce el sintagma preposicional, el cual está formado por una
preposición y un sintagma nominal, cuyo núcleo es un sustantivo,
como: El perro de Roberto.
Un solecismo es
aquel que se refiere al
uso incorrecto de las
preposiciones.
Preposiciones presentan...
léxico / preposiciones
1 Nos cuenta Arrigo Coen Anitúa, a través de Gloria Cervantes
Sánchez en «Solecismos: A propósito de malhablados», Tiempo y escritura.
142
Dirige adjuntos y a veces complementos obligatorios, que ligan el
nombre con un verbo o con otro nombre que los antecede.
Sirve para denotar la relación que une palabras entre sí. Ésta es la
característica general y primordial de las preposiciones.
Las preposiciones simples
En nuestro idioma, las preposiciones se clasifican en simples o
compuestas. Las simples son:
a ante bajo
cabe con contra
de desde durante
en entre hacia
hasta para por
pro según sin
so sobre tras
Las preposiciones compuestas
También se llaman pluriverbales. Se conocen, asimismo, como
locuciones prepositivas; están compuestas por dos o más palabras
que forman un conjunto que jamás debe seccionarse.
Éstas son:
encima de debajo de junto a
detrás de delante de para con
respecto de por encima de a fin de
a causa de frente a de acuerdo con
Preposiciones presentan...
143
Preposiciones presentan...
Las preposiciones y sus solecismos
Con el objeto de conocer y entender cómo es que se usan
en forma correcta las preposiciones, para que reflejen lo que
realmente quiere decir, presentamos este apéndice con solecismos
de todos los días y el modo de solucionarlos.
7 Solecismo Uso correcto
7 a la mayor brevedad con la mayor brevedad
7 al extremo de hasta el extremo de
7 al objeto de con objeto de
7 al punto de que hasta el punto de que
7 al respecto de, respecto de respecto a, con respecto a
7 a buen fin con buen fin
7 a cuenta de por cuenta de
7 a excepción hecha de excepción hecha de
7 a la brevedad con la brevedad
7 a la hora por hora
7 a lo que se ve por lo que se ve
7 a lo que veo por lo que veo
7 a pretexto de bajo pretexto de
7 a provecho en provecho
7 a reacción de reacción
7 a vapor de vapor
7 a virtud de en virtud de
7 al objeto de con el objeto de o para
7 al respecto de respecto de, respecto a
144
7 Solecismo Uso correcto
7 antes de ahora hasta ahora
7 bajo el punto de vista desde el punto de vista
7 bajo la base sobre esta base
7 bajo las circunstancias en las circunstancias
7 bajo la condición en o con la condición
7 bajo el aspecto en el aspecto
7 bajo el concepto en el concepto
7 bajo el supuesto en el supuesto
7 cerca a cerca de
7 de abajo a arriba de abajo arriba
7 de acuerdo a de acuerdo con
7 de arriba a abajo de arriba abajo
7 de conformidad a de conformidad con
7 de corto/medio/largo plazo a corto/medio/largo plazo
7 de ex profeso ex profeso
7 de gratis gratis o de balde
7 de sitio a sitio de sitio en sitio
7 de sí de por sí
7 en razón a en razón de
7 en relación a en relación con, con relación
7 en vistas a con vistas a, en vista de
7 mayor a mayor que
7 en base a con base en
Preposiciones presentan...
145
Ya teníamos las maletas en la cajuela del auto; el dinero de
las vacaciones se había agotado y la última parada era Bogotá,
donde dormiríamos en la casa de unos viejos amigos de mi papá.
En el hotel nos dijeron que tuviéramos precaución, porque el
camino Villavicencio-Bogotá estaba en reparación, así que, ni
tardos ni perezosos, le preguntamos a una amable guía de turistas
española cuáles eran los horarios de la carretera, a lo que ella
respondió: «La vía está habilitada hasta las 2:00». «Ah, bueno,
dijo mi papá, todavía tenemos tiempo».
Nos resguardamos bajo una sombra y gastamos los últimos
pesos en raspaos, cholaos y chichas, pero, cuando llegamos, la
carretera ya estaba cerrada. ¿Qué diantres había pasado?
Hasta
La preposición hasta es el punto final de una trayectoria, ya sea
temporal, espacial o de cantidad. Tal es el caso de:
Caminé hasta la calle de Lebrija.
Estuve preocupado por mi abuela hasta hoy.
Llené la lavadora hasta la línea roja.
Cuando hasta va unido a un verbo en infinitivo —aquellos
con la terminación -ar, -er, -ir— o a la conjunción que,
introduce una oración subordinada, la que es responsable de complementar los elementos de los que carece la
oración principal:
La preposición hasta
es el punto final de
una trayectoria, ya sea
temporal, espacial o de
cantidad.
Ella dijo hasta las 2
léxico / preposiciones
146
Bebí agua hasta que me sacié.
Y lo mismo puede ocurrir si la oración es negativa, como:
No se fue hasta que no llegó el médico.
Otra característica es que puede ser utilizada como un sustituto
de incluso:
Hasta por el bien del gato podría hacerlo.
Y sólo es costumbre mexicana el uso de palabras adelante y atrás
precedidas de la preposición hasta, con la intención de señalar el
primer lugar o el último:
7 Los de hasta adelante del camión se cayeron cuando frenó.
La confusión
Es un hecho, en México y en otros países latinoamericanos, hasta
sirve para marcar el inicio de algún acontecimiento; de ahí la
expresión: «Hasta que usé una Manchester, me sentí a gusto». Por
ejemplo, no la usamos para indicar la hora de cierre —como lo
harían el resto de los hablantes de español—, sino que estamos
diciendo que a esa hora se abre. Para que hasta se entienda
en cualquier lugar hispanohablante, es necesario eliminar las
posibles inconsistencias y vaguedades. Una manera de hacerlo
es usando la preposición desde, para expresar el inicio de algo,
ya sea en tiempo o espacio:
Caminé desde la Plaza de la Constitución.
Estuve desde el martes preocupado por mi abuela.
Desde puede combinarse con hasta, con lo que el primer término
indica el inicio de una acción y el segundo nos dice cuándo es
el final:
Ella dijo hasta las 2
147
Desde 1994 hasta 1999 estuve en una escuela religiosa.
Otra manera de evitar cualquier tipo de confusión es haciendo
uso de la negación:
La hora de visita no es hasta las 12:00.
Por último, en un caso más práctico, convendría sustituir la
preposición hasta por a:
La hora de visita es a las 12:00.
Era evidente que mi padre no sabía que su hasta era diferente del
hasta de la chica. Lo imaginé como en una pelea de venados, sólo
que las astas no cortaban tanto como el silencio de esa noche,
mientras nos esforzábamos por dormir en los asientos del carro
de alquiler.
Ella dijo hasta las 2
149
Se puede conocer una lengua desde dos perspectivas:
diacrónicamente, a través del tiempo, o de manera sincrónica,
sin tener en cuenta la evolución histórica, sino contemplándola
en su momento, en una determinada época; sin embargo, para
acercarnos al léxico, a las palabras, es importante contemplar
esta doble perspectiva, pues en el vocabulario que usamos diariamente los cambios históricos se aprecian con mayor claridad.
El español es una lengua romance, es decir, procede del
latín —como el catalán, el rumano y el francés, entre otras—; por
eso, el porcentaje de palabras que tienen origen latino es de 73%,
aproximadamente. Pero no todos los términos de este origen se
han incorporado de la misma forma ni han sufrido los mismos
cambios; de hecho, se distinguen dos vías de incorporación:
la patrimonial o vulgar y la culta, y ambas se mezclan en una
tercera.
Vía patrimonial
Palabras patrimoniales o vulgares
Son aquellas que han evolucionado desde que los romanos
llegaron a la Península Ibérica y permanecen hasta hoy; por
lo que podríamos decir que nuestra lengua no es sino el latín
del siglo xxi. Se trata de vocablos que se han modificado
fonéticamente hasta el punto en que, ocasionalmente, no se
puede reconocer su «paternidad». Así, la palabra hominem es
nuestra actual hombre, pero, en medio de ambas, hay toda una
El español es una lengua
romance.
El 73% del léxico del
español proviene del latín.
Las palabras heredadas
léxico / etimologías
150
evolución1 —homine > hom’ne > homre > hombre—. Otros ejemplos de palabras patrimoniales son los siguientes: filium > hijo,
lactem > leche, y lupus > lobo.
Vía culta
Cultismos
Son aquellas palabras procedentes del latín que en su origen eran
propias de personas letradas, pero la mayoría pasó pronto a la
lengua estándar, siendo hoy, desde una perspectiva sincrónica,
términos de uso y significado muy común que, debido tal vez a su
introducción tardía —y por vía culta, intelectual, de diccionarios
o académica—, apenas han evolucionado fonéticamente; por
ejemplo: fraternus > fraterno, incredulum > incrédulo, y postumum
> póstumo.
Vía culta - patrimonial
Semicultismos
En algunos casos, la evolución de ciertas palabras patrimoniales
se detuvo en sus mismos orígenes, generalmente por la presión
cultural que se ejercía sobre éstas: los clérigos, conocedores
del latín, seguían aplicándolas con su fonética latina, pero eran
palabras patrimoniales que el pueblo siempre había utilizado.
De este modo, seculus hubiera dado lugar a sejo —seculo > sec’lo
> seglo > sieglo > sejo—, sin embargo, la presión culta detuvo la
evolución en siglo; fructus, que hubiera evolucionado a frucho,
se detuvo en fruto; secular que hubiera evolucionado hasta siglar,
pero se detuvo en seglar, o cupiditia, que hubiera dado como
resultado codeza, mas se quedó en codicia.
Las palabras heredadas
Del latín, contamos con
palabras patrimoniales
y cultismos.
1 Además de toda una evolución, hay vacilación entre las diferentes soluciones,
pues se han propuesto varias formas para explicar el procedimiento por medio del
cual se ha llegado a las palabras del español actual.
151
Dobletes léxicos
En varios casos, una misma palabra o étimo latino dio lugar
a dos términos en español: uno patrimonial —vulgar— o de
evolución normal, y otro culto.
Palabra Cultismo Palabra
patrimonial
amplus amplio ancho
animalia animalia alimaña
auricula auricular oreja
auscultare auscultar escuchar
bestia bestia bicha
cathedra cátedra cadera
causa causa cosa
clavicula clavícula clavija
clavis clave llave
colecta colecta cosecha
colocare colocar colgar
computare computar contar
concilium concilio consejo
cripta cripta gruta
cumulum cúmulo colmo
delicatu delicado delgado
digitu dígito dedo
directum directo derecho
fastidium fastidio hastío
Las palabras heredadas
152
Palabra Cultismo Palabra
patrimonial
femina fémina hembra
generi género yerno
frigidu frígido frío
limitare limitar lindar
litigare litigar lidiar
materia materia madera
masticare masticar mascar
recitare recitar rezar
sagitta sagitario saeta
sigillum sigilo sello
solitario solitario soltero
spathula espátula espalda
vigilare vigilar velar
vinculum vínculo brinco
Las palabras heredadas
153
Como mencionamos en el capítulo anterior, la mayoría de las
palabras del español procede del latín —73%, aproximadamente—, mientras que la parte restante proviene de otras lenguas.
El español no es más que un latín que ha evolucionado; es,
digámoslo así, un latín moderno. Entonces, ¿cómo explicamos la
existencia de estas otras palabras, cuyo número es considerable?
En realidad, se trata de préstamos lingüísticos, es decir, de algunas
palabras o partículas que han sido tomadas de otras lenguas,
ya sea por la influencia cultural de otros países, ya por nuevos
hallazgos que necesitan un nombre y se recurre a otras lenguas
para dárselo, ya porque el hablante se encuentra ante unas
circunstancias específicas cuyo idioma no alcanza a nombrar, por
lo que precisa de tomar préstamos de otra lengua.
Desde el griego hasta el inglés, las otras palabras que componen el español también nos hablan de la historia de la lengua y de
la cultura hispanoamericana, todo lo cual ha quedado registrado
en nuestra manera de hablar. Por eso, no está de más echar un
vistazo a la procedencia de esas otras palabras heredadas que
constituyen el idioma de Cervantes, y cómo fue que llegó a ser
tal y como lo hablamos en la actualidad.
Los primeros elementos, incorporados al latín vulgar que se
convertirían en español, marcarían la diferencia entre las otras
lenguas romances; y proceden de los idiomas hablados en la
Península Ibérica antes de la romanización: del vasco o euskera,
ibérico, celta y del tourdetano o celtíbero. Si de estos últimos no se
sabe mucho, el vasco dejó rastros patentes. Las palabras izquierdo
Español
73% latín
17% otras lenguas
Las otras palabras heredadas
léxico / etimologías
154
y zurdo tienen esta base y fueron preferidas desde entonces sobre
siniestro, por las connotaciones negativas que poseía este término
latino; también los sufijos –rro y -rra, y su inclusión en palabras
como pizarra, cerro, cazurro, guijarro tienen este origen.
La Península Ibérica era un punto estratégico para el
comercio en el Mediterráneo; por ello, pueblos como los fenicios,
cartagineses y griegos se establecieron en ella. La actual ciudad
de Cádiz, «Gádir», de origen fenicio, fue una importante ciudad
comercial debido a su privilegiada ubicación. De los cartagineses
quedaron en el español algunos topónimos —que son los
nombres de los lugares— como Eivissa, «Ibiza» o Cártago Nova,
«Cartagena», al igual que de la colonización griega.
Los vocablos griegos presentes en el léxico español llegaron
por distintas rutas. La primera fue por intermedio del latín,
que ya había adoptado algunas palabras del griego, sobre todo
por la admiración que los romanos le prodigaban a la cultura
helénica.
La mayoría está relacionada con las artes, la filosofía y los
vocablos que remiten a la vida cotidiana.1
Palabras de origen griego
idea melodía metáfora
museo barranca bodega
chisme frijol propina
La vía del cristianismo fue otra ruta más, pues durante una época,
que más o menos coincide con la primera parte del Imperio
Romano, el griego fue la lengua franca, esto es, el idioma común
de los pueblos que hablaban distintas lenguas; por lo que el
Evangelio —también una palabra de origen griego— y las demás
1 Todo lo referente a las palabras de origen griego fue tomado de Agustín Mateos
Muñoz, Compendio de etimologías grecolatinas, México: Esfinge, 1998; pp. 36-38.
Las otras palabras heredadas
155
obras que constituyen el Nuevo Testamento, fueron escritos en
esta lengua. Así, tenemos en español palabras como:
Palabras eclesiásticas de origen griego
ángel apóstol bautismo
blasfemia católico cisma
cristiano Cristo diablo
... y muchas más.
Otras palabras del español proceden del hebreo, debido a
la religión; algunas son:
Palabras de origen hebreo
cábala hosanna jubileo
mesías querubín sábado
Los pueblos germánicos —aquellos a los que los griegos llamaban bárbaros— dejaron su impronta en el léxico castellano. Las
palabras de origen germánico llegaron al español desde antes
de la caída del Imperio Romano de Occidente, por el contacto
que el pueblo romano tenía con ellos y, luego, por su presencia
y dominio en la Península Ibérica.
Algo que subsistió de estos pueblos fue la terminación -ez
de algunos apellidos —lo cual equivale a «hijo de»—, tales como:
Hernández, López, Ramírez.
El dominio de la Península Ibérica durante ocho siglos dejó
cerca de 4000 vocablos en el español. Los ejemplos darán una
idea de los distintos ámbitos de los que proceden:
Las otras palabras heredadas
156
Arabismos
algarabía aljibe abalorio
aceituna acelga aceña
acequia alacena alacrán
Del árabe, destacan aquellos vocablos que se relacionan con
los objetos que ahora nos parecen imprescindibles en el hogar,
como almohada o alfombra y palabras de las matemáticas, como
cero, cifra y álgebra.
Otras palabras del árabe son aquellas que usamos para
referirnos a una persona cuyo nombre no importa o que no
queremos decir: fulano, zutano y perengano; también es arabismo la
palabra ojalá y significa «Alá quiera», a pesar de lo cual ha sido
empleada por todos los cristianos de habla hispana.
Las primeras palabras americanas que el Nuevo Mundo
adoptó, después del descubrimiento de América, provenían de
las lenguas que se hablaban en las islas de las Antillas —el arauco,
taíno y caribe—, como las siguientes:
Palabras de origen antillano
tabaco huracán caribe
barbacoa hamaca maíz
tiburón papaya guateque
El náhuatl tiene una importante presencia en el español,
especialmente en México y Centroamérica.
Ninguna otra lengua indígena revela tanta fuerza en el léxico
del español. Sin embargo, pueden aparecer términos del maya o
del purépecha, pues según Pedro Henríquez Ureña, de lenguas
Las otras palabras heredadas
157
como el otomí, el zapoteco o el huasteco «ningún vocablo llega
hasta las clases cultas».2
Palabras de origen náhuatl
petaca huacal tequila
totopo mitote milpa
papalote tiza cuate
tecolote tepache quetzal
Palabras de origen maya
cigarro chicle yuca
cenote nene henequén
Palabras de origen purépecha
timbiriche huarache choncho
guango charal pingüica
También muchas otras palabras cuya presencia es mayor en
países en los que el antiguo idioma de los incas tiene aún una
enorme importancia.
Del quechua encontramos palabras como:
carpa llama alpaca
puma coca cóndor
Acercándonos más, algunas lenguas modernas como el inglés,
francés, italiano y alemán, principalmente, han contribuido con
algunos vocablos a nuestro léxico. De los llamados anglicismos
Las otras palabras heredadas
2 El fragmento y las palabras derivadas de otras lenguas de México fueron tomados
de «El español de México y sus vecindades», en Estudios mexicanos, de Pedro
Henríquez Ureña.
158
—palabras del inglés—, cada día abundan más, gracias a la
popularización de la cultura de Estados Unidos y al uso cada
vez más extendido del inglés como lengua franca.
Anglicismos
estrés congratulación tenis
checar tráiler comité
devaluación whisky fólder
vagón manager récord
Otros vocablos que se han integrado, aunque en menor cantidad,
son los provenientes de las lenguas modernas. A continuación
algunos ejemplos:
Galicismos
garage silueta élite o elite
buró cabaret mobiliario
Italianismos
chao espagueti bizarro
tesitura ópera mafia
Palabras de origen alemán
kínder vagón kitsch
vals valquiria nibelungo
Las otras palabras heredadas
159
Todo parece indicar que, pues sí, necesitamos bastones para
hablar… ¿Bastones o muletas? Porque, bueno, esto de comunicarnos... ¿Cómo le explico?... Parece como de lo más sencillo,
pero es como muy complicado, ¿a poco no?
Y, ¿de qué hablamos? Pues de las muletillas, o sea, de las
palabras y frases que invaden como plaga nuestros discursos.
Y mire que hay muchas: desde el inevitable y omnipresente
«este… este» hasta el no menos abundante «bueno». De hecho,
y siendo honestos, todos usamos «de menos» una que nos saca
del atolladero cada vez que nuestra mente se queda en blanco
y nuestra lengua se sigue de largo. Sin embargo, el verdadero
meollo del asunto es cuando las muletillas dejan de servir de
apoyo y se convierten en la sustancia de la conversación, por
lo que uno ya no sabe si el orador ha dominado su uso en el
lenguaje o son más bien las muletillas las que lo han dominado
a él, dando paso a lo que se conoce como «cantinfleo». Un
muy buen ejemplo lo tenemos en la película Águila o sol (1937),
en la escena en que el instituidor de este término, Cantinflas
—como Polito Sol—, explica a Manuel Medel —como Carmelo
Águila— por qué le contestó a un juez lo que le contestó: «Porque
el juez, hombre, me preguntó. Muy bien, si el juez está ahí y
usted como hombre, entonces, ¡vamos!, que ya porque es juez
y uno lo que es... ¡y muy bien que es!».
Así, como Cantinflas, tenemos una serie de personajes que
se da a conocer por la forma en que cojean —o usan su muletilla
favorita— al hablar. ¿Ejemplos? Aquí le van.
Una muletilla es una voz o
frase que se repite mucho
por hábito.
Dime de qué pie cojeas...
léxico / muletillas
160
Primero, por supuesto, el soberbio, que cree firmemente
que de su boca sólo brotan complejas parábolas y profundos
silogismos —o que quien lo escucha tiene serios problemas de
comprensión—: «¿Cómo te explico? Lo importante no sólo es
que hagas el trabajo, ¿me entiendes?, sino que lo hagas bien. ¿Sí
me explico? Porque este proyecto es muy importante… ¿estás
de acuerdo?».
También está el que es un «tentalón»: «Entonces, que agarra
y que me grita, y yo que agarro y que me quedo callada, porque
realmente no quería pelear»; o el que dice y no dice: «Que me
dice: “¡No!”, y que le digo: “¡Pues sí!”, y que me dice: “¡Pues
como quieras!”» —porque, digo, uno tiene su propia personalidad, ¿no?—. Y no podemos dejar atrás al que «güeyea» a todo el
mundo: «No, güey, y que el rata me apaña y me pone la pistola
en la jeta, güey, y que me dice: “¡Que aflojes la lana, güey!”, y
que le digo: “No, güey, aguanta, güey, que no traigo lana, güey”,
y que me grita: “¡No me digas güey, que te mato!, güey”; y que
le digo, güey: “No, güey, no me mates, güey. Ya no te digo güey,
güey, pero no me mates, güey”, y que se enoja más, güey, pero
es que no podía dejar de decirle güey, güey».
¿Lo ves, güey?… ¡Perdón, querido lector!, es que esto es
contagioso. Pero lo peor es que ahí no para la cosa, porque, las
muletillas aparecen por doquier: en la exposición del locutor:
«Estamos en lo que es, por así decir, la entrada al Congreso de
la Unión»; en la de la niña bien: «¡¿Nooo?! ¿Me juras que te dijo
eso, y shalalá, shalalá?»; en la de aquella que sustituye su escaso
léxico con expresiones armadas: «Y yo así de... [expresión facial
indescifrable]. O sea, ¿cómo?… Ni cómo ayudarle, es un x en
la vida, está en el hoyo…»; y hasta en la del profesor, quien,
por cierto, a veces pareciera que articula muletillas sólo para
su propio balconeo y diversión de sus pupilos, pues mientras
en su versión ochentera él expresa sale, para decir «de acuerdo»,
su alumno declara: «Va que va», en su versión más moderna.
Dime de qué pie cojeas…
161
¡Qué tal! Porque las muletillas también son de época y se ponen
de moda, ¿que no?
Pero seamos honestos, hablar con el apoyo de muletillas,
aunque esté de moda, no es lo mejor, porque su abuso le quita
sabor, el verdadero sabor, a lo que quiere decir. Por ello le
proponemos que se olvide de ellas y hable limpiamente; no vaya
a ser que en una de ésas se encuentre con el que, para descubrir
sus demonios, le diga: «Dime de qué pie cojeas... y te diré qué
muletilla usas».
Lista de muletillas comunes
Pues es de que... Por eso te digo...
¿Cómo se llama?... ¿Me explico?
...¿ok? Me dice... y le digo
...y así... Esto...
Sí, mire... Lo que pasa...
Pero, bueno... Mira...
...¿verdad? Pues...
...o sea... En definitiva...
...por así decir... ...y tipo...
...etcétera... Básicamente...
Te ando diciendo... Me anda diciendo...
¡Qué onda! Y me sale con este...
Queda claro... No sé si quiera...
Más que nada... ...¿estamos?
De cierta manera... ...ajá.
Oyesss... ...¿o qué?
Dime de qué pie cojeas…
162
Lista de muletillas comunes
...¿eh? ...es decir...
... no sé... De pronto...
...digo yo. ...es como...
«La» Mónica Yo, principalmente...
... y luego... ...tipo «tal cosa»
Ojalá y... Si te pones a ver...
...¡gracias! Finalmente...
...y demás... Va y...
Como le decía... Bueno, pues...
...por ejemplo... Evidentemente...
...porque... Bueno, no sé, yo...
...y yo así... Le traemos...
Más que nada... «Este» Nacho
Aluego... Y entonces...
¿Cómo te explico Correcto, correcto, correcto.
/ digo / ayudo?
Lo que pasa es que... ...shalalá... / ...bla bla bla...
Valga la expresión Agarra y... / cogió y...
/ valga la comparación
Dime de qué pie cojeas…
163
«Si se recorre, de favor…», nos dice el chofer del microbús,
y a ninguno parece sorprenderle. Luego me acuerdo de que
Gertrudis, la de Como agua para chocolate, le pidió de favor a Tita que
le ayudara con sus labores, porque sudaba frío. Y, de inmediato,
también pienso en esa cubanita que le dice a Chola que ellas
siempre han sido buenas amigas, pero que le pide, de favor, que
no ofenda al Creador delante suyo. Entonces recuerdo a mi
abuelita aseverando que, bajo cualquier circunstancia, hay que
pedir las cosas por favor. ¿Acaso es el fin de la preposición por
como la conocemos en esta expresión? ¿Será el principio de un
cambio lingüístico?
En el diccionario, el término favor puede significar:
1. Acto que se realiza para ayudar a otra persona:
¿Podrías hacerme el favor de recogerme a las 4?
2. Ayuda, apoyo o privilegio que una autoridad u otra
persona con influencia otorga a alguien:
Él siempre trata de obtener el favor de las autoridades.
3. Situación de la persona que recibe ayuda, apoyo o
privilegio:
En el teatro, el actor goza del favor de la audiencia.
4. A favor de o en favor de:
Se declaró a favor del equipo rojo.
Por favor, no diga de favor
léxico / solecismos
164
5. A favor de aprovechar lo que se expresa:
Deja que sople el viento a favor.
6. Hacer el favor de, a la que se le añade el verbo en
infinitivo:
¡Haz el favor de callarte!
7. Por favor es una fórmula de cortesía para pedir algo:
Por favor, dibújame un cordero.
Con ello queda claro que de favor no es una fórmula de cortesía
ni una alternativa que se encuentre en los diccionarios. A este
inadecuado uso de preposiciones —entre otras peculiaridades—
se le llama solecismo,
1
fenómeno que se debe a que aprendemos
las preposiciones de manera individual, con la cantaleta: «a,
ante, bajo, cabe, con, contra…», pero pocas veces relacionamos
certeramente su significado y su uso con el verbo.
Por favor, no diga de favor
De favor no es una
fórmula de cortesía
ni una alternativa que
se encuentre en los
diccionarios.
1 v. «Preposiciones presentan...»; p. 141.
165
Un latinajo es una voz o
frase latina que se usa
en castellano o el latín
usado en forma burlesca
y defectuosa.
A veces, cuando consultamos alguna fuente especializada,
encontramos unas palabras misteriosas en letra cursiva —itálica—
que intentan decirnos algo en lengua inexpugnable y que, si no
sabemos descifrar, nos pueden parecer —si el día es negro y el
ánimo otro tanto— la clave inaccesible que buscábamos y que se
nos va, por no tener a la mano ni un diccionario ni un manual
de investigación.
A continuación expongo, a manera de lista, las expresiones
latinas más comunes, para que usted se familiarice con ellas
y éstas no lo sorprendan la próxima vez que se las encuentre
por ahí —le recomiendo que las repase en la tina, dentro del
agua tibia, tratando de no mojar este texto y de que el vapor
no perturbe su lectura.
El latín en la tina
léxico / etimologías
Latín Significado / abreviatura
a contrario sensu en sentido contrario
a posteriori después de
ad hoc para un fin determinado, a propósito, al efecto
ad interim provisionalmente / a. i.
ad calendas graecas a saber cuándo, sin una fecha concreta
ad libitum a gusto, a voluntad
alea jacta est la suerte está echada
alter ego el otro yo
166
Latín Significado / abreviatura
animus injuriandi con ánimo de injuriar
ante meridiem antes del mediodía / a. m.
bis dos veces
campus conjunto de terrenos y edificios pertenecientes a una
universidad
carpe diem siembra el día, aprovecha el momento
cogito, ergo sum pienso, luego existo
coitus interruptus coito interrumpido
cum laude con laureles, con alabanza
curriculum vitae carrera de la vida, datos biográficos que califican a una
persona
de auditu de oídas
Deo gratias gracias sean dadas a Dios
desideratum lo deseado y apetecido
dixi he dicho
errare humanum est cometer errores es propio de los humanos
ex abrupto dicho o ademán brusco, inesperado, sin preparación
ex catedra en tono doctrinal, con suficiencia, con autoridad de
maestro
ex professo a propósito
factum el hecho, en contraste con el dicho o con lo pensado
—está en desuso, hoy en día no se usa
grosso modo de manera burda, de bulto, sin detalle
El latín en la tina
167
Latín Significado / abreviatura
habeas corpus derecho del detenido a comparecer de inmediato ante
un juez para que, oyéndolo, resuelva si su arresto fue
o no legal
hic et nunc aquí y ahora
horror vacui horror al vacío
idem, ibidem allí mismo, el mismo, lo mismo / ib. o ibid. id.
id est esto es / i. e.
in dubio pro reo en caso de duda, debe irse a favor del acusado
in fraganti en el momento de cometerse el delito
ipso facto por el hecho mismo, en el acto
item también, además, de igual modo, pero se usa para
distinguir artículos o capítulos en una escritura
lapsus equivocación cometida por descuido
locus citatus en el lugar citado / loc. cit.
magister dixit el maestro lo ha dicho
mea culpa culpa mía
modus operandi modo de obrar, de actuar
modus vivendi manera de vivir o de ganarse la vida, arreglo
motu proprio voluntariamente
sine lege no hay delito si antes no ha sido prefigurado por la ley
numerus clausus número cerrado, limitación del número de plazas
establecido por un organismo o institución
opus citatus obra citada / op. cit.
El latín en la tina
168
Latín Significado / abreviatura
pandemonium capital imaginaria del reino infernal
peccata minuta error, falta o vicio leve
per capita por persona, por cabeza
per se por sí, por su propia sustancia
post meridiem que ocurre después del mediodía / p. m.
post scriptum después de lo escrito / p. s.
res, non verba hechos, no palabras
rigor mortis rigidez cadavérica
sancta sanctorum lugar secreto y reservado al que sólo acceden unos
cuantos privilegiados
semper idem siempre lo mismo
sic sí, tal cual, de este modo, literalmente
sine die o sine data sin fijar fecha, aplazado indefinidamente
sine qua non condición indispensable
stadium estadio
statu quo se usa como sustantivo masculino, especialmente
en la diplomacia, para designar el estado de las
cosas en un determinado momento o estado actual
status estado o condición de una cosa, persona
stricto sensu en sentido estricto o riguroso
sub voce bajo la palabra
sui generis de su género, de su especie, muy especial
El latín en la tina
169
Latín Significado / abreviatura
superavit exceso o excedente
supra arriba
surge et ambula ¡levántate y anda!
sursum corda ¡ánimo!, arriba los corazones
symposium conferencia o reunión en la que se examina y discute
determinado tema
tacet indica que un instrumento musical debe permanecer
en silencio
tandem conjunto de dos elementos que se complementan
testis unus un solo testigo, ningún testigo
testis nullus —un solo testigo no sirve—
ubi bene, ibi patria donde esté el bien, allí está la patria
ultimatum advertencia terminante y definitiva, último plazo
urbi et orbi a los cuatro vientos; a la ciudad y al mundo
uti, non abuti usar, no abusar
vade retro Satana! para rechazar una tentación, ¡retrocede!
et omnia vanitas vanidad de vanidades y todo vanidad
verba volant scripta manent las palabras vuelan, lo escrito permanece
verbi gratia por ejemplo / v. g. o v. gr.
versus en dirección a, hacia o contra / vs.
vide véase / vid.
vox populi rumor popular, voz del pueblo
El latín en la tina
171
Para la «hermandad universal de todas las naciones».
En primera instancia, pleonasmo proviene del griego
πλεονασμoς /pleonasmós/. Es una figura retórica que, según
el Diccionario de la Lengua Española, «consiste en emplear en la
oración uno o más vocablos innecesarios para que tenga sentido
completo, pero con los cuales se añade expresividad a lo dicho»,
y agrega el siguiente ejemplo: «Lo vi con mis propios ojos».
La mayoría de los hablantes de español —por no aseverar
que todos— ha sentido pena, por lo menos una vez en su vida,
al pronunciar un pleonasmo tan evidente como:
subir para arriba bajar para abajo
salir para afuera entrar para adentro
orillarse a la orilla porque en efecto
acercarse más cerca pero sin embargo
mas sin embargo volver a empezar de nuevo
volver a repetir otra vez alejarse más lejos
lustro de cinco años decenio de diez años
Sin embargo, otros pleonasmos no son tan evidentes como
los de la lista anterior y tampoco se usan como figura retórica,
pero aparecen en el discurso. Casi siempre provienen de la
ignorancia de la etimología de una palabra o del afán del
hablante por precisar lo que ya está explícito y no necesita de
más aclaraciones.
Pleonasmos escondidos
léxico / redundancia
172
volar por los aires camellón en medio
hemorragia de sangre panorama general
particularidad individual hábito cotidiano
mojigata recatada el papelote grande
convivencia en conjunto el mes de octubre
grandes megápolis mendrugo de pan
consenso general idilio de amor
breve resumen hija mujer
sumergirse en el agua atinarle a distancia
lapso de tiempo melómano de música
funcionario público panacea que cura
pavonearse orgullosamente en mi particular punto de vista
parámetro de medición duda curiosa
salidas foráneas perspectiva a distancia
milanesa empanizada aquí en México
ejemplo prototípico juicio de valor
dogma religioso exhalar un suspiro
testigo presencial embajada extranjera
obsequio gratuito previsto de antemano
Escondidos o no, los pleonasmos resultan un grave problema a la
hora de hablar, pues aunque parecen palabras que se complementan, técnicamente son redundantes, pues su uso con frecuencia
aclara el significado que ya posee la palabra misma.
Pleonasmos escondidos
173
Existen en español palabras que suenan elegantes o raras,
pero que quizá no se usan con su acepción original o con el
significado que etimológicamente tienen, a estas palabras se les
llama equívocos. Por ejemplo, cuando usamos la frase «lo hizo con
premeditación, alevosía y ventaja». ¿Sabemos qué es alevosía?
A continuación presentamos el significado de ésta y de otras
palabras equívocas:
albedrío
Todos —principalmente los que estudiamos catecismo de
chiquitos— hemos escuchado la frase «libre albedrío», pero
¿qué quiere decir exactamente? Según el Diccionario de la Lengua
Española, albedrío es un sustantivo masculino que se refiere a la
facultad que posee el hombre de decidir y obrar por voluntad
propia. En algunos otros diccionarios es la voluntad no gobernada por la razón, sino por el apetito, antojo o capricho, la
libertad de resolución.
alevosía
En la frase «fue con premeditación, alevosía y ventaja», está
claro qué es premeditación y ventaja pero, ¿qué es alevosía? En
términos legales, se refiere a la sorpresa. Se refiere a la cautela
que toma un delincuente para asegurar la comisión de un
delito, sin correr riesgo o habiéndose asegurado de que no hay
peligro para él al cometerlo, ni por la reacción del atacado ni
por ninguna otra causa.
Se les llama equívocos a
las palabras que suenan
elegantes o raras, pero
que quizá no se usan
con su acepción original
o con el significado que
etimológicamente tienen.
Equívocos
léxico / equívocos
174
álgido
Cuando decimos «la discusión llegó a su punto más álgido»,
muchos entendemos que es el punto más acalorado de la
discusión. Pero álgido quiere decir realmente «muy frío», viene
del latín algidus, que significa acompañado de frío glacial. Fiebre
álgida o periodo álgido, se refiere al periodo más frío.
craso
Si le dicen «cometiste un craso error», lo que quieren decir es
que cometiste un error muy grueso. Craso viene del latín crassus
y significa grueso, gordo o espeso. Se entiende también, que
unido a los sustantivos error, ignorancia, engaño, disparate, entre otros,
significa «indisculpable».
efímero
Cuando alguien nos dice que «tuvo una pasión efímera» entendemos que fue corta. Pero, la acepción original de esta palabra
se refiere a lo que duró un solo día. Viene del griego eφeμερος
/efémeros/, que significa «día».
lacónico
Algunos piensan que lacónico se refiere a melancólico o raro, un
escritor lacónico es un escritor raro; o que una persona que sufre
de laconismo es melancólica o está triste. Pero, en realidad, esta
palabra se aplica a la persona que, por inclinación habitual o
debido a las circunstancias, dice las cosas hablando poco. Se
trata de un adjetivo que significa «breve, conciso, compendioso»
y que se aplica al lenguaje, al modo de hablar o al estilo: una
carta o respuesta lacónica. Viene del griego Λακωνικoς,
/laconicós/, es decir, natural de la Laconia, ciudad que en la
antigua Grecia comprendió una porción del Peloponeso, cuya
ciudad más importante fue Esparta. Lacónico llegó al español a
través del latín laconicus.
Equívocos
175
lívido
Cuando decimos «se puso lívido», muchos piensan que es pálido,
impávido o pasmado. Pero lo que realmente quiere decir es que
se puso morado o amoratado. El adjetivo lívido proviene del latín
lividus, que significa «lo mismo». María Moliner dice que significa
«amoratado, cárdeno, morado aplicado al color que toma la
carne por el frío o alrededor de una herida y también al color
de algunos crepúsculos».1
parsimonia
Cuando alguien dice que otro hace las cosas «con mucha parsimonia», muchos entienden que es aparatosamente, con mucha
faramalla y artificiosamente. Pero no es así, es simplemente algo
que se hace con cachaza, calma y lentitud y, sobre todo, con
moderación, prudencia y ahorro de recursos. Hacer las cosas
parsimoniosamente quiere decir con frugalidad y moderación
en los gastos. También con circunspección —seriedad, decoro
y gravedad en acciones y palabras, y templanza—. Proviene del
latín parsimonia, derivado de párcere, que quiere decir «parquedad,
cualidad de parco».
sendos
Muchas veces escuchamos frases como «traían sendas tazas» o
«se comieron sendas tortas» refiriéndose al tamaño y calidad de
las tazas o de las tortas. Es decir, se entiende que si se comieron
sendas tortas es que eran muy buenas o muy grandes. Pero lo
que se quiere decir realmente es que «se comió una cada uno».
Sendos viene del latín singulos; es un adjetivo que significa «uno o
una para cada cual de dos o más personas o cosas».
1 Muchas personas confunden lívido con libido. La primera palabra es un adjetivo
masculino, mientras que la segunda es un sustantivo femenino que significa «deseo
sexual, considerado por algunos autores como impulso y raíz de las más varias
manifestaciones de la actividad psíquica».
Equívocos
177
La gramática tradicional que nos enseñaron en el tercer
año de primaria afirma que el objeto indirecto —oi; también
conocido como dativo— es aquel que nombra al ser u objeto
que recibe daño o provecho de la acción del verbo; es decir,
nombra al ser u objeto sobre el que recae la acción del verbo
en forma indirecta.
También nos enseñó que para reconocer al oi se debe tener
presente que siempre comienza con las preposiciones a o para,
además de hacer una de las siguientes preguntas, de acuerdo
con la preposición que tenga la oración:
¿a quién(es) + verbo + sujeto?, o ¿para quién(es) + verbo + sujeto?
La última lección sobre el oi consistía en poder sustituirlo por
los pronombres le o les, y nos ponían el ejemplo:
Llevé una rosa a María. Le llevé una rosa.
Sin embargo, hay algo más acerca del oi que, aunque lo
usamos frecuentemente, la mayoría no registra. Se trata de
un uso mediante el cual el sujeto de la acción se involucra en
ésta, indicando un vínculo estrecho de sentimiento o de interés
respecto de lo sucedido en expresiones como:
cuídamelo mucho
estúdiame la lección
te me lo tomas todo
El objeto indirecto,
también conocido como
dativo, es aquel que
nombra al ser u objeto
que recibe daño o
provecho de la acción del
verbo.
Te me lo tomas todo
pronombre / adjetividad
178
no me le des de comer tanto al niño
me duele mi cabecita
El me es una forma de oi comúnmente llamado «dativo ético»,
que añade un matiz subjetivo al implicar al hablante como
persona vivamente interesada y profundamente afectada por el
proceso o la acción a que hace referencia el enunciado. De ahí
que el dativo ético se considere habitualmente un elemento de
carácter muy expresivo y enfático, que encontramos sobre todo
en la lengua coloquial, exclusiva del español y muy característica
del español mexicano.
«Te me lo tomas todo» es más expresivo que «tómatelo todo»,
pues significa: «no quiero que te lo tomes, sino espero, deseo
y me interesa que te lo tomes». Por medio del me, el hablante
se incluye en la acción que se desarrolla. ¿Quién no escuchó en su
infancia «te me vas a lavar las manos» o, ya más grande, «te me
vas a molestar a la más fea de tu casa»? Expresiones como éstas
no implican que el hablante esté a punto de una crisis nerviosa o
a punto de quitarle la vida a quien lo escucha, pero sí formulan
quejas, preocupaciones o requerimientos, que son más explícitas
y expresivos que si se omitiera el adjetivo pronominal posesivo
con función de dativo ético me.
El dativo ético —también conocido como «dativo superfluo»
o «dativo de interés»—, como ya se dijo, es una construcción
propia del español. Por ejemplo, los franceses dicen «lloran mis
ojos» —ils pleurent mes yeux—, mientras que nosotros decimos con
dativo ético: «Me lloran los ojos», como si dijéramos: «Lloran
mis ojos, los que yo estimo tanto por ser míos», y todo esto se
condensa en la forma de interés afectiva del dativo ético: «Me
lloran los ojos», y a veces en español mexicano, para darle mayor
afectividad, se construyen oraciones como: «Me lloran mis ojos»,
Te me lo tomas todo
179
que es el extremo del involucramiento, y que constituyen otro
fenómeno al duplicar el posesivo.1
Probablemente, el mayor encanto del dativo ético radica en
la posibilidad de transmitir, mediante una palabra monosílaba,
todo un desgarrón emotivo que, seguramente, no se podría
expresar por medio de otras palabras de más arresto, fuerza
y enjundia.
Te me lo tomas todo
1 Algo parecido sucede con construcciones como «su mamá de él». En este caso, el
hablante marca doblemente la posesión porque el pronombre su puede referirse a
su de él, su de ella, su de usted o su de ustedes.
181
Uno de los vicios más comunes del lenguaje es el dequeísmo,
error que se comete cuando se antepone indebidamente a
la conjunción que la preposición de. Lamentablemente, esta
incorrección, tan fácil de detectar, se ha ido extendiendo por
todos los ambientes sociales, invadiendo, incluso, esferas de profesionales universitarios e infiltrándose en las páginas de periódicos
y revistas.
Es éste un campo de batalla en el cual nos damos muchos
encontronazos, pues la construcción de verbos con un complemento preposicional encabezado por de que ha invadido todos
los ámbitos, en particular el de profesionistas en ascenso que
consideran grandilocuentes este tipo de expresiones: «opino de
que el panorama es muy poco favorable», sin saber que están
cometiendo dequeísmo, porque a ese de que lo han metido de
contrabando, podrían habérselo ahorrado, pues la expresión
correcta es: «Opino que...».
Para algunos especialistas en el uso del idioma, el dequeísmo es
una variante del abuso de la preposición de. Ejemplo de este yerro
son las frases: «Es necesario de que...», «es inútil de que...», «es
raro de que...». Por lo regular, las formas gramaticales «con tal
que...» y «a menos que...» también se mal acostumbra escribirlas
con la preposición de.
El uso incorrecto de la preposición de ante una proposición
subordinada introducida por la conjunción que se ha extendido
enormemente en la lengua hablada —aunque ya aparece también
en algunos medios impresos— y en general suele aflorar cuando
El dequeísmo es un error
que se comete cuando se
antepone indebidamente
a la conjunción que la
preposición de.
El dequeísmo
pronombre / adjetividad
182
la proposición principal introduce un verbo con el significado
general de decir o pensar: «Me dijo de que...», «sabía de que...»,
«cree de que...», etcétera.
Sin embargo, debe evitarse el error de suprimir sistemáticamente la preposición de para no caer en el queísmo,
1
ya que
en muchos casos la preposición viene exigida por el verbo, un
adjetivo, un adverbio, o por otro elemento; de tal suerte que es
erróneo decir: «Antes que te vayas hazme un favor», lo adecuado
es: «Antes de que te vayas hazme un favor».
En este sentido, el periodista español, Alex Grijelmo, obstinado defensor del idioma, asegura que el principal problema
del queísmo y el dequeísmo nace en lo que se llama ultracorrección, al
huir de las palabras de y que, incorrectas en muchos casos, y no
aplicarlas cuando sí se deben emplear.
7 Forma incorrecta Forma correcta
7 Creo de que no está bien Creo que no está bien
7 Dijo de que no podía venir Dijo que no podía venir
7 Temo de que no Temo que no
lo hagan bien lo hagan bien
7 Comprendo de que Comprendo que
esto es así esto es así
7 Pienso de que Pienso que no
no tienes razón tienes razón
7 Creo de que voy Creo que voy
a llegar tarde a llegar tarde
7 Es de que Es que
El dequeísmo
1 v. el siguiente capítulo.
183
El Agustín creo no viene porque le duele la panza; dijo iba ir al
hospital —justificó el crédulo.
—Me alegro no venga, porque creo me va a tocar más pastel
—farfulló el ambicioso.
—No seamos ingratos, visitémoslo, no vaya a ser esté muy
enfermo —suplicó el compasivo.
—Me enoja nunca venga a mis cumpleaños —dijo el
rencoroso.
Y mientras tanto, Agustín salía del cine con su celosa novia,
quien le decía:
—Me molesta no vengas a verme y prefieras ir con tus amigos.
Si me entero me engañas, te aseguro me las vas a pagar.
De Agustín sólo se oía el pasar de la saliva espesa al bajar
por su garganta. No estaba dispuesto a decirle a su novia que
algo faltaba en sus oraciones. ¿Usted sabe qué es?
La omisión del que
Agustín sabe que lo que se omite en los diálogos anteriores es
el que. La principal característica de esta conjunción es que
funciona como un nexo importante en el uso de las oraciones
subordinadas o dependientes, que son aquellas que carecen
de un elemento —ya sea sujeto, verbo o complemento—, y
que únicamente pueden obtenerlo cuando entra en juego otra
estructura, como el que.
Creo ya se enojó Agustín
conjunción / contexto
184
Que funciona como sujeto:
Me molesta que no quieras ir al cine.
Los que mandaron cartas obtuvieron respuesta.
Como objeto directo:
Creo que me bañaré.
Dime que no regresarán.
Como predicativo o atributo adverbial:
Eso es lo que me preocupa.
Las monedas de oro son las que más valen.
Que funciona para dos elementos gramaticales semejantes, como
una aposición:
El escultor, el que trabaja con arcilla, está de viaje.
Vi huir un gato, el que te arañó.
El uso correcto del que
Agustín se puso sus pantaloncitos de fin de semana y, aunque su
novia cambiaba, cual camaleón, del verde más chillante al rojo
más sangriento, le explicó probablemente la última cosa que
ella quería escuchar: «Mi vida, mi cielo, mi amor, se dice: “Me
enoja que no vengas a verme”», y también, que la manera más
sencilla de saber cuándo utilizamos que de una forma correcta
es convertir en enunciados interrogativos aquellos afirmativos
que nos causen dudas, por ejemplo:
¿Qué opinas? Opino que…
¿Qué consideras? Considero que…
La manera más sencilla
de saber cuándo utilizar
que correctamente es
convertir los enunciados
afirmativos en
interrogativos.
Creo ya se enojó Agustín
185
Creo ya se enojó Agustín
¿Qué te preocupa? Me preocupa que…
¿Qué te enoja? Me enoja que…
Tras recibir un sonoro bofetón, Agustín descubrió que es mejor
estar solo que mal acompañado…
187
Se dice que de músico, poeta y loco todos tenemos un poco,
y vale la pena saber qué recursos utilizamos, cómo se llaman y
descubrir, si se puede, o se sabe, recursos nuevos. Por ello, si de
conocer figuras retóricas se trata, no será necesario remitirnos
sólo a las ilustres enseñanzas del arte de la persuasión propuesta
por Aristóteles, Cornificio, Cicerón o Quintiliano, tampoco ir
a la literatura de los Siglos de Oro para encontrar los mejores
ejemplos en los exquisitos poemas de Garcilaso, Fray Luis de
León, Góngora, Quevedo o Sor Juana, ya que las figuras retóricas
no son asunto exclusivo de la literatura, sino que forman parte
imprescindible del habla cotidiana, tanto que pueden describirse
como mecanismos del pensamiento y de la comunicación sin
los cuales la mayoría de los conceptos no podrían crearse y
tampoco transmitirse.
Suele ser bastante frecuente la división de las figuras retóricas
en figuras de pensamiento y figuras de dicción; o bien, semánticas y formales, o de fondo y de forma. Las de pensamiento
—o semánticas— requieren una elaboración más compleja en
términos del discurso, y exigen, por tanto, una interpretación. Las
figuras de dicción —o de forma— son alteraciones que experimentan las palabras por aumento, disminución, transposición o
alteración de los sonidos que las componen. Sin embargo, existe
otra clasificación más detallada, basada en el tipo de recurso
empleado según el nivel lingüístico, es decir, podemos dividir
las figuras retóricas en figuras de recursos sintácticos, fonéticos
o semánticos. A grandes rasgos, la mayoría de los recursos de
Las figuras retóricas no
son asunto exclusivo
de la literatura, sino
que forman parte
imprescindible del habla
cotidiana.
De músico, poeta y loco...
retórica de la vida diaria / figuras retóricas
188
significado se corresponden con las figuras de pensamiento y
los recursos sintácticos con las figuras de dicción.
Ahora bien, la intención de este capítulo no es hacer un
listado de figuras retóricas —no sólo inoperante sino también
inútil—, sino mencionar las figuras que son más frecuentes en el
lenguaje cotidiano y los ejemplos distintivos de otros lenguajes,
como el literario.
Figuras de dicción
Aliteración: Del latín letra -ae. Figura que se comete empleando,
en una cláusula, voces en las que frecuentemente se repiten una
o unas mismas letras, lo cual, si no tiene por objeto producir
alguna armonía imitativa, no es figura retórica, sino vicio del
lenguaje.
Ejemplos:
Coloquial
Del dicho al hecho hay mucho trecho.
Literario
Vivo pajizo y no visito nicho; en lo que ahorro está mi buen despacho,
y cátame dichoso, hecho y dicho.
Francisco de Quevedo
Onomatopeya: Es casi lo mismo que la aliteración. Empleamos
los sonidos de nuestro lenguaje para imitar un ruido:
Ejemplos:
Coloquial
Crash, splash, toc-toc, bruummm, tictac, boom
De músico, poeta y loco...
189
Literario
Tamba, tamba, tamba, tamba,
tamba del negro que tumba;
tumba del negro, caramba,
caramba, que el negro tumba:
¡yamba, yambó, yambambé!
Nicolás Guillén
Elipsis: Del griego eλλειψις, /eleipsis/, «falta». Figura de
construcción, que consiste en omitir en la oración una o más
palabras, necesarias para la correcta construcción gramatical,
pero no para restar claridad al sentido.
Ejemplos:
Coloquial
Ojalá pase algo que te borre de pronto: una luz cegadora, un disparo
de nieve. Ojalá por lo menos que me lleve la muerte.
Silvio Rodríguez
Literario
Sangrientas son sus palabras y su sonrisa fatal; sangrienta, el agua
que bebe; sangriento, todo manjar.
Leopoldo Lugones
Hipérbaton: Alterar el orden sintáctico normal de los elementos de una frase.
Ejemplos:
Coloquial
Para realizar mi sueño, ¿qué haré?, ¿por dónde empezar?, ¿cómo
realizaré tu tan lejano amor?
Juan Gabriel
De músico, poeta y loco...
190
Literario
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Sor Juana Inés de la Cruz
Sinonimia: Es una acumulación de sinónimos. Suele indicar
el deseo de precisión conceptual.
Ejemplos:
Coloquial
Te amo, te quiero, te adoro, te idolatro…
Literario
La gloria, el éxito, la popularidad, el espejismo de ser conocido,
estimado y admirado, se presenta de distinta manera a los ojos de
los escritores.
Pío Baroja
Epíteto: Es, comúnmente, un adjetivo que expresa una cualidad
propia y habitual de la persona o cosa a la cual se aplica. Puede
también suprimirse sin detrimento del sentido, pero sí del vigor
o de la gracia. Generalmente se antepone al sustantivo.
Ejemplos:
Coloquial
Era una hermosa rosa blanca.
Literario
Cual queda el blanco lirio cuando pierde su dulce vida entre la
hierba verde.
Garcilaso de la Vega
De músico, poeta y loco...
191
Anáfora: Repetición de una o más palabras al comienzo de la
frase o del verso.
Ejemplos:
Coloquial
Aquí corrió, aquí murió.
Literario
Aquí fue Troya, aquí mi desdicha y no mi cobardía se llevó mis
alcanzadas glorias; aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y
revueltas; aquí se oscurecieron mis hazañas, aquí, finalmente, cayó
mi ventura para jamás levantarse.
Miguel de Cervantes
Epífora: Repetición de una o varias palabras al final de frases
sucesivas.
Ejemplos:
Coloquial
Por aquel humilde amor que yo te tuve, caray cuando te tuve, caray
cuando te tuve.
Juan Gabriel
Literario
No digáis que la muerte huele a nada, que la ausencia de amor huele
a nada, que la ausencia del aire, de la sombra huelen a nada.
Vicente Aleixandre
Epanadiplosis: Empezar y terminar un verso o frase con la
misma palabra.
Ejemplos:
De músico, poeta y loco...
192
Coloquial
Por amor soy de ti, y seré toda la vida. Mientras viva, por amor soy
de ti, por amor.
Carlos Rey
Literario
¡Hurra, cosacos del desierto, hurra!
José de Espronceda
Retruécano: Repetir en una frase, con orden inverso, los
elementos de otra.
Ejemplos:
Coloquial
Muchos de los que viven merecen la muerte, muchos de los que
mueren merecen vivir.
Literario
Al que ingrato me deja, busco amante; al que amante me sigue,
dejo ingrata; constante adoro a quien mi amor maltrata; maltrato a
quien mi amor busca constante.
Sor Juana Inés de la Cruz
Paronomasia: Es un juego de palabras que consiste en
utilizar dos palabras de sonidos parecidos, aunque de distinta
significación.
Ejemplos:
Coloquial
Los libros nos hacen libres.
De músico, poeta y loco...
193
Literario
El sacerdote ora, el labrador ara.
Fray Antonio de Guevara
Figuras de pensamiento
Muchos de los recursos semánticos están relacionados con la
polisemia, es decir, con aquella palabra que posee más de un
significado. Así pues, en este apartado tenemos la dilogía o silepsis,
que consiste en jugar con los dos significados de una palabra.
Son muy frecuentes en la publicidad y corresponden, como se
dijo al principio, a las figuras semánticas.
Antítesis: Emplear palabras de significado opuesto.
Ejemplos:
Coloquial
Como y me da un sueño, duermo y me da una hambre.
Literario
Con mayor frío vos, yo con más fuego.
Julio Herrera
Paradoja: Es una antítesis que encierra una contradicción
aparente.
Ejemplos:
Coloquial
Era tan pobre que no tenía más que dinero.
Joaquín Sabina
De músico, poeta y loco...
194
Literario
Mira al avaro en sus riquezas, pobre.
Juan de Arguijo
Oxímoron: En esta figura no se juega con ideas, sino con
términos que, no sólo parecen irreconciliables, sino que lo son.
Ejemplos:
Coloquial
Y cómo alejarme de ti si estás tan lejos.
Ricardo Arjona
Literario
Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada había en su andar
—si el oxímoron es tolerable— una como graciosa torpeza, un
principio de éxtasis.
Jorge Luis Borges
Gradación: Es una serie significativa ordenada de menos a
más o de más a menos.
Ejemplos:
Coloquial
Si matas a una persona, te mandan a la silla eléctrica; si matas a
una docena, te llaman asesino en serie y ruedan una película, y si
matas a cien mil, te invitan a Ginebra, a negociar.
Dan Rather, periodista estadounidense
Literario
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Luis de Góngora
De músico, poeta y loco...
195
Hipérbole: Consiste en exagerar en la presentación de la
realidad que se quiere representar.
Ejemplos:
Coloquial
Sé que voy a enloquecer si no te tengo aquí, si no te puedo hablar
si no estás junto a mí, si no te puedo ver yo voy a enloquecer, amor,
vuelve a mí.
Rafael Pérez Botija
Literario
Tanto dolor se agrupa en mi costado, que, por doler, me duele
hasta el aliento.
Miguel Hernández
Símil o comparación: Consiste en comparar explícitamente
el término real con el objeto poético.
Ejemplos:
Coloquial
Comes, como troglodita.
Literario
Sus muslos se me escapaban,
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Federico García Lorca
Metáfora: Traslado, mediante una comparación implícita, del
sentido recto de las palabras a otro figurado.
Ejemplos:
De músico, poeta y loco...
196
Coloquial
No cabía ni un alfiler.
Literario
Este armazón de huesos y pellejo, de pasear una cabeza loca, se
haya cansado al fin, y no lo extraño. [Se refiere al cuerpo.]
Gustavo Adolfo Bécquer
Tropos: En estas figuras retóricas existe siempre una relación de
proximidad entre el objeto real y el objeto representado. Como la
palabra proximidad es muy ambigua, procederemos a la clasificación
clásica de los tropos. Suelen dividirse en dos bloques:
Sinécdoque
a) La parte por el todo o viceversa: mil cabezas por mil reses.
b) El singular por el plural o viceversa: el español es valiente.
c) El individuo por la especie: es un Nerón, un Mecenas, un
Quijote.
d) El número determinado por el indeterminado: había cinco
gatos en la fiesta.
Metonimia
a) La causa por el efecto: las canas merecen respeto.
b) El autor por su obra: he comprado un Picasso.
c) El símbolo por lo simbolizado: La espada (el ejército), la cruz
(el cristianismo).
d) El lugar por la cosa que de él procede: un Jerez.
e) Lo específico por lo genérico: no se gana el pan.
f) Lo abstracto por lo concreto: el amor es egoísta.
g) El instrumento por quien lo maneja: el primer violín de la
orquesta.
h) El continente por el contenido: ¿Tomamos unas copas?
De músico, poeta y loco...
197
O de cómo decir lo que piensa sin morir en el intento.
Son las seis de la tarde de un caluroso día de mayo. Los
ventiladores no funcionan, las ventanas están atascadas, los
pupitres se adhieren a las ropas y la exposición parece eterna.
Mientras la señora continúa su perorata sin sentido, los espectadores nos hacemos señas y gestos de fastidio, alternamos miradas
inquisidoras entre el reloj y el moderador que no se atreve a
parar la verborrea de la expositora. Finalmente, en un arrebato
de inusitada valentía, aquél irrumpe en un intersticio de la
lectura y dice:
—Me parece buena idea, pero creo que podría apegarse un
poco más a los lineamientos requeridos; además, tu propuesta es
quizá demasiado innovadora: desafía el marco teórico establecido
y la hipótesis implica una empresa monumental. Sin embargo, si
te encargaras de estas pequeñas inconsistencias, tu trabajo daría
un giro positivo de manera considerable. Felicidades.
Lo que para los asistentes fue una clara muestra de censura,
para ella fue un amable listado de sugerencias, observaciones y,
por supuesto, felicitaciones por el tiempo y esfuerzo dedicados
al estudio: un final feliz para todos. Como éste, existen infinidad
de ejemplos, en los que uno debe «parar su tren», valorar las
situaciones y evaluar el lenguaje a utilizar. Ciertamente, de estar
en mis manos, la interrupción hubiera sido infinitamente menos
diplomática: ¡bendita retórica!
La cena con los suegros, la reunión de las 12 con importantes
ejecutivos o el brindis de fin de año, obligan a moderar el uso
El eufemismo
retórica de la vida diaria / eufemismo
198
de jerga, de palabras bochornosas o inapropiadas. Para ello,
el lenguaje, en su infinita sabiduría, hace uso del artilugio
lingüístico conocido como eufemismo. Esta estrategia discursiva,
cuya etimología se compone de dos palabras griegas «eu»
/eu/, «bien» y φημι /femi/, hablar: euφημισμoς /eufemismós/
«consiste en sustituir una expresión dura, vulgar o grosera por
otra suave, elegante o decorosa»:1
es, pues, «la metáfora que
estimula, sublima, eleva, ennoblece, aunque también puede
utilizarse para disimular, ocultar, distorsionar».2
Para tales efectos, empleamos y combinamos una amplia
gama de recursos o mecanismos lingüísticos sin siquiera notarlo.
A continuación los eufemismos más comunes, con ejemplos del
español de México, principalmente:
Sinonimia3
Figura retórica que consiste en crear equivalencias semánticas
entre distintas palabras. En este caso, busca suplir una palabra
con su semejante más amable:
regurgitar por vomitar
veneno por ponzoña
caduco por podrido
Metáfora4
Tropo medular del lenguaje poético que consiste, principalmente,
en aplicar una palabra o expresión a un objeto o concepto, con
el fin de sugerir una comparación:
cotorro por solterón
No hace falta ser un
erudito para hacer uso del
eufemismo. De hecho,
no hay día en que no lo
utilicemos de manera
indiscriminada, casi
inconsciente.
1 Helena Beristáin, Diccionario de retórica y poética, México: Porrúa, 1998; p. 202.
2 Mauro Rodríguez Estrada, Creatividad lingüística, México: Editorial Pax, 1999; p. 7.
3 v. el capítulo anterior; p. 190.
4 Ibid.; p. 195.
El eufemismo
199
bombón por guapa
pepino por tonto
Lítote
Consiste en que, para afirmar algo mejor, se disminuye, «se
atenúa o se niega aquello mismo que se afirma, es decir, se dice
menos para significar más»:5
no es muy guapo por es feo
creo que no has entendido del todo por no has entendido nada
es poco usual por es extraño
Alusión
Expresa «una idea con la finalidad de que el receptor entienda
otra, es decir, sugiriendo la relación existente entre algo que se
dice y algo que no dice pero que es evocado»:6
ser de Monterrey por ser avaro
trabajar de noche por ser prostituta
ser quijotesco por ser ingenuo
Ambigüedad
Permite «más de una interpretación simultánea sin que predomine ninguna»,7
para que el emisor privilegie alguna de ellas.
Esto, aquello o lo otro para referirse a casi cualquier cosa, por lo
general de connotación sexual:
5 v. Beristáin, op. cit.; p. 305.
6 Ibid.; p. 28.
7 Ibid.; p. 31.
El eufemismo
200
Voy a hacer aquello
Háblame de aquellito
Si no fuera por estos momentos y por los otros...
Circunloquio
Pretende decir lo que hay alrededor de una frase o una palabra
para señalarla implícitamente:
asistente operativa por secretaria
débil visual por ciego
persona con capacidades diferentes por discapacitado
Sinécdoque8
La parte por el todo o el todo por sus partes, significando
por inclusión:
mover el bigote por comer
sacudir la polilla por bailar
echar ficha por jugar dominó
Antonomasia
Sustituye el nombre propio por el apelativo, o viceversa:
donjuán por mujeriego
ser una Callas por cantar bien
es el Luismi de Argentina por es el ídolo
8 v. el capítulo anterior; p. 196.
El eufemismo
201
Ironía
«Para burlarse, el significado a la forma de las palabras en
oraciones, declarando una idea de tal modo que, por el tono, se
pueda comprender otra, contraria»:9
Decir «¡qué buenas respuestas!» al alumno que contestó mal.
«Tu vigoroso estado atlético contrasta con mi débil figura», cuando en
realidad es al revés.
Paronomasia
Consiste en la relación de dos o más palabras que presentan una
semejanza fonética:
música por mula o malo
estar mamá Dolores por musculoso
estar o ser federal por feo
Tecnicismos
Términos o voces técnicas que se emplean en el lenguaje
científico y tecnológico:
ser trisómico del par 21 por tener síndrome de Down
ser oligofrénico por ser idiota
ser fisicoculturista por ser musculoso
Préstamos lingüísticos
Sustituyen una palabra de idioma natal por otra de alguna lengua
con más «prestigio»:
gay por homosexual
El eufemismo
9 v. Beristáin, op. cit.; p. 277.
202
boutique por tienda de ropa
host por anfitrión
Evidentemente, si disponemos de tantos recursos para disfrazar o
embellecer algunas palabras, es porque existen diversos factores
—psicológicos, religiosos, morales y/o sociales— que obligan a
ello. Por ende, podemos clasificar los usos del eufemismo en dos
grandes grupos: los tabúes y el lenguaje políticamente correcto.
Los tabúes
Sin importar cuán abiertos de mente nos jactemos de ser, la
muerte y el sexo serán siempre temas delicados. Detengámonos
unos momentos a analizar las referencias a la muerte. Para ésta,
hay por lo menos dos campos semánticos con infinidad de frases
que la nominan:
Dormir
El sueño eterno, el último sueño, descansa en paz, poner a
dormir, descansar en el Señor, dormir el sueño de los justos…
Viajar
Irse al otro mundo, ir al paraíso, ir a un lugar mejor, ir al seno
de Abraham, dejar este mundo, ir al cielo, ir con el Señor, ir a
la Gloria, liar el petate, ya no estar con nosotros…
Ahora que si los recursos son amplios en temas mortuorios, en
los sexuales parecen inagotables:
Coito
Hacer el amor, tener relaciones, acostarse, poseer a alguien,
tirarse a alguien, hacerlo, ir a un entierro, echar pata…
El eufemismo
203
Genitales masculinos
Pizarrín, instrumento, tiliche, palo, pajarito, pito...
Genitales femeninos
Flor, chocho, cachucha, sonrisa vertical, coño, chauchera...
La genitalidad en general
Entrepierna, asunto, partes pudendas, bajo vientre, donde la
espalda pierde su casto nombre...
Los temas que circundan a la sexualidad
Felación, sodomía, ser de ambiente, lesbiana, dildo, mujer
pública, de la vida alegre o de tacón dorado, proxeneta, celestina, concubina, amigo con derechos, preservativo, la pastilla,
interrupción del embarazo, abusar de alguien, estar en sus días,
reglar, onanismo, sátiro, ninfómana... y párele de contar.
Por otra parte, la educación, la amistad y, en ocasiones, el
secreto placer de la ironía obligan a matizar ciertos términos de
naturaleza ofensiva para el receptor, pero catártica para quien
los profiere.
El lenguaje políticamente correcto
Así, si llamamos a alguien iluso, distraído, lento, poco perspicaz, no
muy brillante, falto de atención, o listo como él solo, además de no muy
agraciado, grosero a la vista, federal, no nuestro tipo o guapo con menos luz;
quizá se sienta menos ofendido que si la llamamos simplemente
tonto y feo. Empero, existen voces que, si bien no son ofensivas
per se, la diplomacia obliga a embellecer, como cuando…
Se eleva la dignidad de algún oficio o empleo:
ingeniero técnico por perito
El eufemismo
204
Cuando, simplemente, se quiere ser políticamente correcto:
afroamericanos por negros
Después de lo anterior, la imaginación se dispara y los términos
y juegos de palabras se vienen a la mente como créditos de película. No negaré que la semblanza anterior pretende sintetizar
de manera rigurosa el objeto de estudio, por lo que quizá se
antoje incompleta y cuadrada. Debe creer, amable lector, que
nada complacería más a su servidor que extenderse hasta el
infinito en combinaciones e hipótesis ingeniosas que involucrasen
todo tipo de situaciones, implicaciones y tropos. Empero, el tema
supera por mucho la brevedad de estas páginas y si he omitido
algo no es por olvido ni por descuido: son las prisas del mundo
en que vivimos y el deseo de no complicarle la vida al lector.10
El eufemismo: el arte de hablar «bonito»
El río conceptual del lenguaje fluye con tal fuerza que diluye los
límites entre una modalidad eufemística y otra. Decir, por ejemplo, que únicamente utilizamos la sinonimia o el circunloquio
para un tabú determinado o para ser políticamente correctos,
es igual a decir que la boca sólo sirve para comer o las manos
para trabajar: también se besa, se acaricia, se respira, se escribe,
se habla. «El eufemismo es un lenguaje»11 y como tal, crece,
anda, evoluciona y se renueva constantemente.
Las contaminaciones van y vienen, las implicaciones se
mueven de arriba para abajo: lo que es permitido decir en ciertos
círculos puede ser reprobado en otros; lo que hoy son formas de
cortesía, el día de mañana serán tabúes y viceversa.
Sólo nos queda vivir el lenguaje y hablar nuestras vidas, ya que
somos lo que hablamos. Todo, pues, depende del contexto.
El eufemismo
10 Aquí, el escritor se justifica educadamente, haciendo uso de recursos
eufemísticos para evitar parecer iletrado o incapaz. [N. del E.]
11 Roland Barthes, S/Z, México: Siglo xxi, 1980; p. 100.
205
50 tips para hablar y escribir bien
El Nuevo manual para escribir bien y el Nuevo manual para hablar
mejor fueron creados para aquellos lectores que gustan de hablar
y escribir con propiedad. Este apartado compendia los cincuenta
ejemplos más significativos para que no se quede con la duda
cuando intente emplear la lengua irreprochablemente.
1. Mas y sin embargo
¿Sabía que mas y sin embargo son sinónimos? Por lo tanto, no se
deben unir en un masinembargo. Mejor quitarle la «elegancia» y
sólo decir: sin embargo, pero o mas.
2. Monosílabos no acentuados
«El próximo més tendré un poco de fé y confiaré en que Diós te
haga reaccionar a tí en el uso de los monosílabos»… Porque
resulta que éstos no llevan acento escrito —a menos que su tilde
sea diacrítica—. 1
Por lo tanto: mes, fe, Dios, ti.
3. Primer o primera
¿Primer o primera? Depende de la preferencia de género de nuestro
sustantivo, porque si es masculino, por supuesto que se debe
decir —y escribir— primer, pero si es femenino, lo correcto es
decir primera: «La primera revista se publicó en 2001» o «Mi primer
danzón lo bailé con tu abuelo».
1 v. tip 50; p. 220.
206
4. Conjugación del verbo venir
Conjugar el verbo venir es para algunos la cosa más compleja
del mundo, porque si ayer Miguel se trasladó de allá hacia acá,
algunos no saben si lo que se tiene que decir es: «Te lo di ayer
que veniste» o «Te lo di ayer que viniste».
La solución:
Pronombre Presente Pretérito
Tú vienes viniste
Nosotros venimos vinimos
5. De que
Usted puede pensar de que es mejor no caer en el dequeísmo… y
caer redondito. Y también puede creer que evitar toda preposición de es la mejor manera de evitar rodar en él y cometer en
el error de omitir una preposición que sí se necesita. Por eso,
mejor hacer la pregunta:
7 Se dice: Pregunta Se debe decir:
7 Creo de que Juan ¿Qué crees? Creo que Juan
ya no vendrá. ya no vendrá.
7 Tengo miedo que ¿De qué tienes Tengo miedo
no vuelva. miedo? de que no vuelva.
6. Mayúsculas acentuadas
Cuando la gente escribía en máquinas de escribir, resulta que el
cuerpo de la grafía mayúscula no permitía que ésta se acentuara,
así se estuviera cometiendo una falta de ortografía, porque la
letra era tan grande que se superponía a la tilde. Sin embargo,
50 tips para hablar y escribir bien
207
en esta era moderna, la computadora nos permite hacerlo. Así
que lo correcto es escribir: Ángel, Ósculo, Índigo, Ébano.
7. Números partitivos y ordinales
Si lo que queremos es manifestar que Samuel llegó a la meta en
el lugar número 17, ¿deberíamos decir que fue el decimoséptimo
participante en cruzar la meta, o el diecisieteavo? Primero tendría
que darse cuenta de que no está utilizando un número partitivo
—que señala cada una de las partes en que está dividido un
todo—, sino un ordinal —que señala el lugar que ocupa algo, ya
sea por orden o sucesión—… Y todo resuelto.
8. Sustantivos colectivos
Se trata de palabras que se usan para referirse a un grupo o
conjunto, y que, por lo mismo, significan «más de uno», «varios»
o «muchos»; pero cuyo número es singular. Por lo que si una
oración empieza «La mayoría de las personas...», debe continuar
«piensa» con el verbo en singular.
9. «Ofrecer» disculpas
Imagine usted que una persona le rompe el hígado a otra a
patadas y luego, como si esto no fuera suficiente, el victimario
le «ofrece» sus disculpas por todas las ofensas recibidas. Ofrecer
una disculpa es concederle al ofendido el privilegio de disculparle
de sus ofensas, así que el perdón se pide, se ruega, se suplica…
pero, definitivamente, nunca se ofrece.
10. Tráfico y tránsito
Cada vez que un taxista me hace el comentario de cajón:
«Cuánto tráfico hay hoy, ¿verdad?», y yo le contestó con un: «Sí,
muchísimo tránsito», el «agraviado» taxista me mira por el espejo
retrovisor con los ojos saltados y yo me pregunto qué dije tan
mal. El asunto es que, aunque la Real Academia Española nos
50 tips para hablar y escribir bien
208
diga que tráfico y tránsito ya son sinónimos, siempre será mejor
usar tránsito para denominar la actividad de personas o vehículos
que pasan por una calle y tráfico para nombrar la acción de
comerciar y negociar con el dinero y las mercancías.
11. Aun y aún
Sabemos que aún no está seguro de cuándo aun lleva o no tilde,
así que aquí le va de nuevo:
Aún como sinónimo de todavía
Pero si aún no Pero si todavía no
termino la tarea. termino la tarea.
Aun como sinónimo de incluso o hasta
Aun sabiendo que Incluso sabiendo que es difícil
es difícil quiero intentarlo. quiero intentarlo.
12. Cónyuge
Siempre que mi tía Rosario nos cuenta que su cónyugue la hizo
rabiar, ya porque dejó la toalla fuera de lugar, ya porque se quejó
de los ricos huevos en salsa que ella con tanto amor le preparó,
qué ganas de, en medio de la perorata, decirle: «¡Cónyuge, tía!
¡Se dice [y se escribe] cónyuge!».
13. Mucho, demasiado y bastante
Cuando algo nos gusta lo suficiente como para expresarlo con
enjundia, sólo hay que decir: «Me gusta bastante», porque si se
cae en lo demasiado o en lo mucho, estará pecando de exagerado.
Para entenderlo mejor:
Palabra Significado
Mucho Abundante, numeroso o que
excede a lo ordinario, o preciso.
50 tips para hablar y escribir bien
209
Palabra Significado
Bastante Suficiente.
Demasiado Algo en exceso.
14. Cartas e e-mails
La estructura básica para escribir una carta tiene los siguientes
elementos: fecha, vocativo, saludo, texto, despedida, firma
y posdata —post scriptum—. Para escribir un e-mail debemos
considerar los elementos de la carta, el asunto y omitir la fecha
debido a que el sistema la agrega automáticamente.
15. Oír y escuchar
Seguramente usted oye el celular y escucha a su mejor amigo
cuando le platica sus penas de amor, porque oír y escuchar no
son lo mismo: oír es «percibir con el oído los sonidos, darse por
enterado» y escuchar, «prestar atención a lo que se oye, estar
atento a lo que se dice, aplicar el oído».
16. Solo y sólo
Sólo cuando se enfrenta solo a la hazaña de explicar cuándo
solo —¿o sólo?— lleva tilde, puede descubrir que en realidad es
sencillo encontrar la diferencia:
Definición Ejemplo
Sólo como sinónimo Te daré dinero sólo si vienes
de solamente. sin espectadores.
Solo cuando se refiere Joaquín terminó haciendo
algo único o a alguien sin todo el proyecto solo, pues
compañía y tiene variaciones Sara prefirió hacer sola otra
de género y número. propuesta.
50 tips para hablar y escribir bien
210
17. Coche, carro y auto
¿Viaja en coche, carro o auto? Primero lea lo siguiente: carro,
«vehículo o armazón con ruedas que se emplea para transportar
carga»; coche, «vehículo automóvil de tamaño pequeño o mediano, destinado al transporte de personas»; auto —automóvil—,
«que se mueve por sí mismo y lleva un motor, generalmente
de explosión, que lo pone en movimiento».
18. Concordancia nominal
Esta concordancia se da entre el sustantivo y las palabras que
lo acompañan y modifican como el adjetivo, el artículo, su atributo
o predicativo, y el pronombre y su antecedente o consecuente. Por si las
dudas aquí le tenemos una serie de consejos:
Para saber cuál es el antecedente o consecuente del pronombre debe
cambiar al plural uno de los sustantivos de la oración y las palabras
que lo acompañan:
«Al mejor cazador se le va la liebre» por «A los mejores cazadores se
les va la liebre» y no «Al mejor cazador se les van las liebres».
Recuerde que cuando un adjetivo califica a varios sustantivos de
diferente género, aquél debe ser masculino plural:
Tiene los pies y las manos sucios.
Pero cuando se concibe a cada elemento como parte de una
unidad, el adjetivo sólo concuerda con el último sustantivo.
La crisis y la inestabilidad social.
El habla y la cultura mexicana.
50 tips para hablar y escribir bien
211
19. Haz y has
Palabra Definición Ejemplo
Haz Imperativo del verbo ¡Haz trampa!
hacer
Has Forma verbal en ¿Acaso nunca
presente indicativo lo has hecho?,
del verbo haber escuchaba que
sin tregua me
decía una absurda
voz interior.
Haz de luz Conjunto de Vi cómo el haz
partículas, o rayos de luz
luminosos cruzaba la
ventana.
Haz Cara o rostro Miré otra vez el
haz de mis cartas
y pensé:
«Iluminado,
no. Me rehúso a
tocar la
oscuridad».
20. Participios
Como ya se ha mencionado, el uso hace la norma, lo que
también se aplica al empleo de los participios, que son formas no
personales del verbo que pueden funcionar como núcleo del
predicado —el verbo— de una oración o como adjetivos.
50 tips para hablar y escribir bien
212
Participio Como adjetivo Como verbo
Impreso o Tu libro ya fue ¿Has imprimido
imprimido impreso. en esta
impresora?
Frito o freído ¡Qué ricas papas Ya he freído la
fritas! carne.
Maldecido o ¡Esta maldita suerte Ha sido maldecido
maldito que me acompaña! por sus errores.
21. Ves y vez
«¿Ves —forma verbal en presente indicativo del verbo ver— lo
bello que es vivir así?», le dije a mi amada por quinta vez
—cada realización de un suceso o de una acción en momento
y circunstancias distintas—. Y al tiempo pensaba: «Ahora me
ha tocado a mí claudicar en sus brazos. Es lo justo: una vez
—alternación de las cosas por turno u orden sucesivo—, ella; la
siguiente, yo».
22. Manejar
Aunque en la actualidad manejamos todo, este dirigente verbo sólo
debe usarse cuando nos referimos a usar algo con las manos,
a conducir o guiar un automóvil, o a gobernar o dirigir algo;
así que cuando nos gane el impulso de aplicarlo a otra cosa,
consideremos los otros términos que existen para expresar
precisamente lo que deseamos:
7 Se dice: Se debe decir:
7 Aquí no manejamos Aquí no hablamos de
esos temas. esos temas.
50 tips para hablar y escribir bien
213
7 Se dice: Se debe decir:
7 Los resultados que Los resultados que obtuvimos
manejamos fueron fueron distintos a los del
distintos a los del primer estudio.
primer estudio.
23. Acceder y accesar
Y usted, ¿accede o accesa? Porque podrá hacer lo primero sin dificultad, pero no lo segundo… Accesar ni siquiera existe en el
diccionario, aunque sean muchos quienes lo usan como una mala
traducción del verbo to access, «tener acceso a, entrar a».
24. Sesquipedalismo
Sesquipedalismo: oropel y redundancia del hablante ante su
carencia de recursos —o pobreza en el lenguaje—. Por él, una
palabra puede modificarse absurdamente para, supuestamente,
oírse mejor, como aperturar en vez de abrir —sobre todo las
cuentas de banco—, o una oración puede alargarse con términos
y construcciones innecesarias, como «lo que es», «lo que vendría
siendo» o «es por eso que», por poner sólo algunos ejemplos.
25. Mayusculismo
El mayusculismo, dice Amado Nervo, es una rara enfermedad
que nos hace escribir todas las palabras que consideramos
importantes con mayúscula, aunque no la necesiten. Por ejemplo,
cuando un amigo suyo escribía a su criado: «paco, mándame las
Cartas que hayan llegado para Mí». ¿La cura? Recordar que las
mayúsculas no sirven para dar privilegios a las palabras.
26. Sustantivos que denotan color
La idea de color no sólo puede expresarse a través de adjetivos,
sino también por medio de sustantivos:
50 tips para hablar y escribir bien
214
Si la idea de color se expresa con adjetivos, éstos siempre
concuerdan con el sustantivo:
Bufanda amarilla
El adjetivo de color no pluraliza si aparece modificado por un
matiz de ese color:
Sus labios rojo carmesí
Si la idea de color se expresa por medio de un sustantivo éste
conserva su categoría y no concuerda con el sustantivo, ya que
se trata de una contracción.
Lo que sí: 7 Lo que no: Contracción de la
que proviene:
Quiero unos 7 Quiero unos Quiero unos
zapatos café. zapatos cafés. zapatos del color
del café.
Me gustan los 7 Me gustan los Me gustan los
pantalones rosa. pantalones rosas. pantalones del
color de rosa.
27. Abreviaturas
Como abreviar está de moda recuerde que las abreviaturas cierran
con punto y mantienen la ortografía de la palabra abreviada.
28. El artículo
Ante la posible extinción, la cruzada por su permanencia:
¡salvemos el artículo!, la partícula que va antes del sustantivo
en una oración y nos ayuda a especificar los objetos a los que
nos estamos refiriendo. Así, digamos abiertamente: «¿Cómo
encontrar la manera de salir de este eterno retorno?», y no:
«¿Cómo encontrar manera de salir de este eterno retorno?».
50 tips para hablar y escribir bien
215
29. Plurales irregulares
Ser plurales no es tan sencillo, porque hay palabras que nomás no
se dejan. O dígame si le queda claro que el plural de buró es burós,
porque hay palabras, como esquí, tabú, café o buró, en las que el
truco es observar si la vocal en que termina es fuerte, porque sólo
se le añade -s, o si es débil, para agregarle -es: marroquí - marroquíes.
Y, ¿qué me dice de esas palabras tramposas que cambian su
acentuación cuando se convierten en plurales?: carácter - caracteres;
espécimen - especímenes; régimen - regímenes. No puede perder de vista
los extranjerismos, que, si ya han sido incorporados al español,
deben seguir las reglas que sigue cualquier palabra «normal»:
suéter - suéteres; pero que si no han sido integradas, sólo se les
agrega -s: crack - cracks; aunque si la pronunciación se dificulta,
no se les agrega nada.
30. Deber de
El real deber es saber que hay ocasiones para usar deber de y otras
para usar deber. Pero vayamos al deber lingüístico y expliquemos
que el verbo deber funciona como auxiliar cuando se une a
otro que se encuentra en infinitivo: «Debo salir más temprano si
quiero mantener mi salud mental». Ahora bien, se escribe sin la
preposición de cuando indica una obligación: «Debo controlar mi
mal carácter», y se escribe acompañado con de cuando indica
una suposición o probabilidad: «Debe de estar muy cansada,
nunca llega tarde».
31. Ay y hay
«¡Ay, ay, ay, ay!» —interjección que expresa sorpresa, dolor,
aflicción, miedo o conmiseración—, fue lo que dije cuando
leí: «¡Hay, hay, hay, hay! Canta y no llores» en el titular de esa
nota futbolera. Y no se puede negar que, dado que hay —que
algo existe— tantos homófonos de esa interjección, su uso
50 tips para hablar y escribir bien
216
puede llegar a ser confuso; pero equivocarse precisamente ahí
—adverbio que precisa un lugar—, y confundir esta interjección
con hay, la forma verbal en presente indicativo del verbo haber…
¡Hay que ver las cosas con las que uno se topa!
32. ¿La o el alma?
A pesar de ser femenina, cuando una palabra comienza con a
tónica —con acento fonético y no necesariamente gráfico— debe
anteponérsele el artículo el, aunque vaya precedida de h: «El
niño lloró, porque el haba cayó en el agua». En cambio, si su
sustantivo femenino que comienza con a no empieza con a tónica, debe respetar el género: «Antes debes cernir la harina». Sólo
nos quedan dos casos: azúcar y arte, que son términos ambiguos.
El primero se prefiere nombrar en masculino: «No encuentro el
azúcar», y el segundo es un caso todavía más especial, porque,
cuando va en singular se usa como masculino: «Siempre termina
diciéndome que torear es “el arte”»; y cuando va en plural se
usa como femenino: «Las artes son su pasión».
33. Por que, por qué, porque y porqué
Ella pidió por que —preposición por seguida de la conjunción que— no se rompiera ningún otro corazón. ¿Por qué —unión
de la preposición por y del pronombre o adjetivo interrogativo
qué—? Pues porque —conjunción que introduce la causa de una
acción— era mucha la sangre derramada. Ya no era importante
saber los porqués —sustantivo masculino que significa «causa,
razón o motivo»; debe ir precedido por el o los—, ya era
improductivo investigar por qué —unión de la preposición por y
del pronombre o adjetivo interrogativo qué— se había llegado a
tanto. Sólo había que orar por que —conjunción final cuyo sentido
equivale a para que y va seguida de un verbo en subjuntivo— no
se rompiera otro corazón.
50 tips para hablar y escribir bien
217
34. Verbos de régimen preposicional
Son aquellos que se construyen obligatoriamente con una
preposición.
Para identificar si un verbo es preposicional, podemos realizar
la siguiente prueba: hacer una pregunta que contenga al verbo
prepositivo y si en ella se incluye la preposición, el verbo,
obviamente, es preposicional. Por ejemplo, cuando convertimos
en interrogativa la oración «María se casó con Pablo», preguntaríamos: «¿Con quién se casó María?». Entonces vemos que
para elaborar la pregunta forzosamente necesitamos recuperar
la preposición con. Por lo que el verbo casarse resulta un verbo
preposicional.
35. Recordar y acordar
Cuando Malena me contó sobre lo mucho que se recordaba de
Ismael, no pude evitar sonreír. Y no porque fuera insensible a su
melancolía, sino porque acordar no se puede usar igual que recordar,
aunque ambos signifiquen «tener algo presente en la memoria».
Acordar es un verbo reflexivo, es decir, expresa una acción que
realiza el sujeto y que recae sobre sí mismo, por lo que requiere
de los pronombres me, te, se o nos: «Se acordó de nosotros en
cuanto nos vio». En cambio, la acción de recordar recae en algo
más: «Recuerdo cómo inició toda esta historia». Así que lo mejor
es que Malena se acuerde de Ismael o que sólo lo recuerde.
36. Por favor
Se dice por favor y no de favor. Por favor es una fórmula de cortesía
para pedir algo: por favor no diga de favor.
37. Saber
Saber y sabor tienen la misma etimología, por lo que el verbo saber
se conjuga del mismo modo en todas sus acepciones, y se dice
«Yo sé química» y «Yo sé a chocolate».
50 tips para hablar y escribir bien
218
38. Doble negación
En la expresión «no hay nada» se manifiesta una doble negación,
que es correcta en español.
39. Tengamos
Se dice tengamos y no téngamos debido a que en la persona del
plural el acento sale de la raíz verbal. Todo será más claro con
el siguiente ejemplo, la conjugación del verbo volver en presente
de subjuntivo:
Singular Plural
1ª persona, vuelva volvamos, no vuélvamos
2ª persona, vuelvas vuelvan
3ª persona, vuelva vuelvan
40. Eses
Es estudiaste, no estudiastes; y viste, no vistes… Conclusión: no ande
repartiendo simpáticas eses y malas hablas.
41. Hasta
«Hasta que usé una Manchester, me sentí a gusto», es decir,
a partir del momento en que aquel galán setentero usó dicha
camisa se sintió cómodo. Pero esto sólo en México y algunos
países de América Central, porque en España y Argentina no
tendría sentido, tomando en cuenta que, para ellos, hasta equivale
a «no antes de». Sólo se trata de ubicar dónde usará el hasta.
42. Diferenciar, financiar y negociar
Usted no puede diferenciar, financiar o negociar con acento. Así que
si se le hace sencillo decir diferencío o diferencía, financío o financía,
o negocío o negocía, piénselo dos veces y aténgase a esto: ¿cómo se
conjuga anuncia?: yo anuncio - diferencio; él anuncia - financia.
50 tips para hablar y escribir bien
219
43. Conjugaciones difíciles
¿Problemas con verbos difíciles? Aquí tiene la solución. Si lo
que desea conjugar es el verbo forzar, recuerde cómo conjuga el
verbo almorzar: yo almuerzo - yo fuerzo. Si lo que desea es conjugar
el verbo soldar, entonces apele a la conjugación del verbo contar:
yo cuento - yo sueldo. Si lo que busca es la conjugación del verbo
verter recuerde que entender es la forma más fácil: yo entiendo - yo
vierto. Para conjugar torcer use mover: yo muevo - yo tuerzo. Y si va
por la conjugación de nevar, acierte a ver cómo lo hace con acertar:
que acierte - que nieve.
Dos verbos más: licuar y evacuar. Este par debiera conjugarse
como el verbo averiguar: él averigua - él licua - él evacua.
44. Concordancia verbal
Se establece entre el verbo y el sujeto de una misma oración, los
cuales deben coincidir en número y persona. Por ejemplo cuando un
sujeto tiene varios sustantivos singulares el verbo va en plural:
La soledad y la tristeza tiñeron su vida.
45. Podrir
Pudrir y podrir son palabras biformes debido a que el término
latino putrere llegó al español medieval en dos formas en el
infinitivo: podrir y pudrir, que alternaron las formas con u y formas
con o en la raíz. Actualmente en el caso de pudrir, se sugiere
que su morfología, en participio irregular, sería podrido. Así que
en primera instancia diríamos que se dice podrir, y que pudrir ya
no tiene cabida.
46. Signos que abren y cierran
Hablemos de puntos importantes: los signos de admiración e
interrogación son dos, uno que abre y otro que cierra, y no se vale
escribir: «Vienes hoy?» o «Qué gusto verte!». ¡Ah!, y si cierran
50 tips para hablar y escribir bien
220
la oración, no necesitan que los siga un punto, pues estos signos
ya llevan su punto incluido: «¿Sabías que mirar al cielo y ver su
inmensidad me hace sentir libre? ¡Es como volar!».
47. Con base en
Con base en y no en base a. Pues si lo que se está diciendo se
fundamenta en algo, entonces lo toma como apoyo; por lo tanto,
las preposiciones correspondientes son con y en, y no en y a.
48. Verbos afectivos
Son los verbos que usamos para expresar agrado como: amar,
deleitar, maravillar, encantar, fascinar, enloquecer y gustar; o desagrado
como: odiar, despreciar, desdeñar, aborrecer y detestar. Para usarlos
adecuadamente es importante saber que cada uno tiene un
nivel de intensidad.
49. Adverbialización de los adjetivos
Se recomienda no adverbializar los adjetivos y cambiarlos por un
adverbio:
7 Usted camina tranquilo.
Usted camina tranquilamente.
50. Monosílabos acentuados
Los monosílabos no llevan acento, pero hay unos que sí, porque
esa tilde ayuda a distinguir la función de la palabra en el texto.
A este acento se le llama diacrítico y he aquí unos ejemplos:
Palabra Definición Ejemplo
te Pronombre personal Te invito un té.
té Infusión
50 tips para hablar y escribir bien
221
Palabra Definición Ejemplo
si Conjunción Si ya se lo
condicional prometió a
sí Pronombre reflexivo sí mismo,
sí Pronombre es seguro que sí
afirmativo lo cumpla.
sé Foma de presente Sé que se va, y al
del indicativo irse se despide
del verbo saber diciendo: «Sé lo que
la vida te pida ser».
se Pronombre reflexivo
sé Imperativo del verbo ser
50 tips para hablar y escribir bien
223
Créditos
«A mi modo»
«El que sabe, sabe»
«Está bien bueno»
«De músico, poeta y loco...»
«Variantes de la lengua: el caso del español»
«Las palabras heredadas»
«Pleonasmos escondidos»
«¡Qué tiempos aquellos!»
«Te me lo tomas todo»
Modesta García Roa
Es editora de Otras Inquisiciones y una joven
estudiosa de la palabra, egresada de la licenciatura
en Lengua y Literaturas Hispánicas de la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México, que dispone su vida a disfrutar
del resplandor de los versos, la sabiduría del lenguaje,
los misterios de la cocina y el arte de la amistad.
«Adjetivos presumidos»
«Aprenda a manejar el manejar»
«Artículos de lujo»
«Cambio, vendo y compro... zapato usado»
«Dime de qué pie cojeas...»
«¿El o la?»
«Las reglas que miden los buroes»
«¡Me tiene freído!»
«¡Que viva la diferencia!»
«¿Recordar o acordarse?»
«“Ser” o “venir siendo”, he ahí el dilema»
«Y usted, ¿accede o accesa?»
Karla Bernal Aguilar
Es una comunicóloga que cree —como dogma
de fe— que hablando se entiende la gente. En esa
creencia fue que dedicó algunos años de vida al
hablar y escribir bien de la revista Algarabía. Y es que
pocas cosas son tan apasionantes como saber de las
palabras, su origen, su devenir, su función y cómo
hacen de cada frase «un algo» inteligible.
«Caballero de Mancha»
Javier Marías
Además de ser un gran portento literario y un gran
observador del género humano, Javier Marías es un
académico de la lengua y una autoridad lingüística
en cuestiones tanto de lengua española, como de
la inglesa. Sus novelas se han traducido a decenas
de idiomas y han sido merecedoras de numerosos
premios en Europa y América.
«El eufemismo»
Juan José Nuño
Joven producto de las comedias televisivas y los
libros en oferta, más que por su, llamémosle, poca
aproximación a la perfección física, se distingue
por su estilo prosístico-prosaico tan contrario a los
cánones establecidos para lograr la perpetuidad.
Gusta de admirar y elogiar la belleza femenina al
recorrer las calles de la ciudad, lo cual le ha valido
algunos apelativos poco favorables por parte de las
involucradas. En fin, este joven es amante de todo
aquello que crea puede expandir los horizontes,
y tal pasión se ve reflejada en la esterilidad de su
producción literaria. Empero, promete dejarse de
cosas y escribir más seguido.
«Creo ya se enojó Agustín»
«De podridos están llenos los panteones»
«Échame una manita»
«Ella dijo hasta las 2»
«Por favor, no diga de favor»
«Preposiciones presentan...»
«Quien cuece y amasa, de todo le pasa»
Sofía Reyes
Comunicóloga egresada de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales, tiene una fascinación absoluta
por las palabras bien dichas y jamás objetaría lo que
dice Pessoa de ellas: «Son cuerpos tocables, sirenas
visibles, sensualidades incorporadas». Pero a pesar de
lo que éstas le provocan, ella todavía tiene amigos y
va al cine.
«El dequeísmo»
«Equívocos»
«¡Estamos rodeados de artistas!»
«Ultracorrección»
María del Pilar Montes de Oca Sicilia
Estudió la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas
en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional Autónoma de México, porque «le gustaba
leer». Nunca pensó que en ella descubriría la lengua
y sus vericuetos que, desde entonces, fueron y han
sido su pasión, misma que la empujó a estudiar un
posgrado en Lingüística Teórica. Es la directora
editorial de la revista Algarabía.
224
«El latín en la tina»
Luis Ernesto González
Es licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas.
Actualmente es jefe de redacción de la revista Vuelo,
da clases en la Universidad La Salle de Cuernavaca y
participa en programas radiofónicos de divulgación
de la literatura.
«El perdón se pide, se ruega, se suplica...
pero nunca se ofrece»
«¡Por los fueros! ¡Por los fueros! Que habemos muchos»
Ernesto Bartolucci
Es maestro en Lingüística Hispánica por la
Universidad Nacional Autónoma de México.
Fue coordinador de arte y humanidades en la
Dirección de educación continua de la Universidad
Iberoamericana, y es admirador de Maradonna.
«Género y “génera”»
«Entre verter, nevar, soldar, torcer y forzar»
«Las otras palabras heredadas»
Cintia Calderón Bustamante
Es egresada de la Maestría en Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. El amor por la
literatura la ha llevado por extraños vericuetos, pero
siempre al mismo destino: verse frente a la página
escrita o la pantalla pensando sobre palabras.
«No hay nada que temer»
Mario Trigo García
Es de profesión abogado y de pasión hablantín.
Amante de los gatos, la música, las nubes y la
memoria, siempre está dispuesto a dialogar con
quien se deje, ya sea de todo o nada. Actualmente
cursa la maestría en derecho fiscal, y entre números
y requerimientos, tribunales e impuestos, suelen
ocurrírsele ciertos cuentos, que algún día publicará.
Agradece a su familia, en especial a su madre, el
haberle inculcado el verdadero arte de leer y escribir.
«Su simpática s»
José Said Arellano Sabag
Siente que las eses y las «ésas» tienen mucho que
ver… Sobre todo, si se toma en cuenta la pronunciación de las curvas.
«Un listón, ¿de qué color?»
«Téngamos: un pariente incómodo»
Alejandra Garrido Santos
Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas
Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma
de México. Como la mayoría de los estudiantes
de letras, sucumbió ante la implacable Filología
Hispánica y más de una vez lloró su poca fortuna con
el corpulento Español Superior. Sin embargo, de su
interés y dedicación hacia ellos, han surgido algunos
artículos mediante los cuales busca aprehender sus
múltiples encantos.
«Y usted camina ¿tranquilo?»
Alejandrína Díaz Sánchez
Estudia Lingüística y Literatura en la Universidad
Nacional Autónoma de México. A pesar de que lo
suyo es la literatura mexicana del siglo xix, ha tenido
que dedicar muchas horas de su existencia al arduo
estudio de la lengua española en todas sus expresiones
y desde todos sus niveles.
«“Utilice”el cinturón de seguridad»
«Yo amo los verbos afectivos»
«Verbos de régimen preposicional»
Reyna Cristal Díaz Salgado
Es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas,
egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional Autónoma de México, amante
de la semántica, la terminología y la lexicografía. En
2008, tuvo la fortuna de ser correctora de estilo de
algunas obras que escribió el rector de su universidad.
«Cónyuge»
María Ángeles Soler Arechalde
Es doctora en Lingüística. Trabaja como investigadora en el Centro de Lingüística Hispánica del Instituto
de Investigaciones Filológicas de la Universidad
Nacional Autónoma de México y forma parte del
Consejo editorial de la revista Algarabía.
«Los fueros de los hablantes»
«Policías lingüísticos»
Silvia Peña-Alfaro
Es consultora empresarial en Lingüística aplicada. Se
ha especializado en la capacitación para profesionales
de la lengua española y para todo aquel que requiera
un uso impecable de la lengua. En sus ratos de ocio se
divierte observando el circo, maroma y teatro de los
defensores del idioma.
Créditos
225
Índice de términos
A
a 142, 147, 177, 220
acceder 99, 100, 213
acordar 86, 127, 128, 217
adjetivo 28, 31, 32, 53, 54,
55, 56, 57, 58, 59, 61,
63, 64, 65, 66, 74, 95,
133, 134, 135, 174,
175, 178, 182, 190,
210, 211, 212, 213, 214,
216, 217, 220
adjetivo pronominal 178
adjetivos superlativos 53, 54, 55, 57, 58
adverbialización 133, 134, 135, 220
adverbio 56, 58, 63, 75, 87, 88, 89, 134, 135,
137, 138, 139, 182, 216, 220
adverbios de cantidad 139
adverbios de modo 134, 137
adverbio de negación 89
agendar 28
albedrío 173
alemán 158
alevosía 173
álgido 174
aliteración 188
alusión 199
ambigüedad 74, 199
anáfora 191
anglicismo 158
antecopretérito 84
antecopretérito indefinido 84
antefuturo 83
antefuturo hipotético 83
antepospretérito 84
antepresente 83
antepretérito 83
antítesis 193
antonomasia 200
aposición 184
árabe 156
arabismos 156
artículo 32, 36, 40, 50, 54, 67, 68, 69,
70, 71, 73, 74, 95, 210, 215, 216
artista 61, 62
asimilación 122
atributo adverbial 184
auto 43, 44, 45, 210
B
bastante 20, 139, 140, 208, 209
bien 137, 138
C
cantinflear 159
carro 43, 44, 45, 210
circunloquio 200, 204
cocer 107, 108
coche 43, 44, 45, 210
comparación 195
complemento preposicional 181
con 85, 217
concordancia 59, 65, 96, 210, 219
concordancia de género 59
conjunción 145, 181, 183, 216, 217
cónyuge 41, 208
copretérito 27, 28, 81, 82, 83
copretérito de cortesía 28, 81
copretérito habitual 82
copretérito por futuro 82
coser 107, 108
craso 174
cultismo 41, 102, 150, 151
D
dativo 177, 178, 179
dativo de interés 178
dativo ético 178, 179
dativo superfluo 178
de 20, 27, 85, 119, 128, 181, 182, 206, 215
deber 77, 119, 120, 215
demasiado 20, 139, 140, 208, 209
dequeísmo 181, 182, 206
desde 142, 144, 146, 147
determinante 67
diferenciar 123, 124, 219
diminutivos 49, 50, 51
diminutivos irregulares 50
diminutivos regulares 49, 50
doble negación 87, 218
dobletes léxicos 151
E
efímero 174
elipsis 189
emplear 109, 110
enfático 178
226
epanadiplosis 191
epífora 191
epíteto 190
equívocos 173, 174, 175
escuchar 129, 130, 209
etimología 41, 61, 91, 101, 171, 198, 218
eufemismo 197, 198, 199, 200, 201, 202, 204
evento 28
extranjerismos 36, 215
-ez 155
F
faxear 21
fenómenos lingüísticos 17
figuras de dicción 187, 188
figuras de pensamiento 187, 188, 193
figuras retóricas 187, 188, 196
financiar 124, 219
flexión nominal 95
flexión verbal 95
forzar 103, 104, 219
futuro 80, 81, 82
futuro de concesión 81
futuro de mandato 80
futuro de probabilidad 81
G
galicismo 158
género 31, 32, 50, 51, 73, 74
gradación 194
griego 141, 154, 155, 171, 174
H
hasta 142, 143, 144, 145, 146, 147, 218, 219
hebreo 155
hipérbaton 189
hipérbole 195
homófonos 107, 216
I
imperativo 76, 77, 84, 91, 93, 112, 121
implementar 21
indicativo 70, 71, 73, 82, 89, 106, 112, 121
indoeuropeo 92
infinitivo 101, 102, 103, 120, 215, 220
inglés 22, 68, 99, 158
intensificador enfático 138
ironía 201
italianismo 158, 47
italiano 116, 158
J
jerga 198
L
lacónico 174
latín 13, 14, 57, 92, 93, 121,
129, 149, 150,153, 154, 165,
166, 167, 168, 169
latín vulgar 93, 103, 153
latinajo 165
lengua flexiva 95
lenguas romances 13, 149, 153
lítote 199
lívido 175
locuciones prepositivas 142
M
manejar 115, 116, 117, 212
mejor 137
metáfora 195, 198
metonimia 196
modos verbales 75, 76
morfema 49, 50, 134
mucho 20, 139, 140, 208
muletillas 159, 160, 161
N
nada 87, 88, 89, 218
nadie 87, 88
náhuatl 157
negociar 124, 219
nevar 103, 105, 219
norma 22
O
objeto directo 128, 184
objeto indirecto 177
obligación 120, 215
ocupar 109, 110
ofrecer 20, 131, 207
oír 31, 129, 130, 209
onomatopeya 188
oración subordinada 145
oxímoron 194
Índice de términos
227
P
palabras biformes 220
palabras de origen antillano 156
palabras heredadas 149, 150, 151, 152, 153,
154, 155, 156, 157, 158
palabras patrimoniales 149, 150
para 177
paradoja 193
paronomasia 192, 201
parsimonia 175
participio 63, 64, 101, 211, 212
participio irregular 63, 101, 220
participio regular 63
partitivo 20, 207
perífrasis verbal 120
pleonasmo 171, 172
plurales 35, 36, 215
por 163, 217
posesivo 54, 178, 179
pospretérito 82
pospretérito como pasado hipotético 82
predicativo 210
preposición 27, 85, 119, 128, 141,
142, 143, 145, 146, 147, 163, 164, 177, 181,
182, 206, 216, 217, 220
preposiciones compuestas 142
preposiciones simples 142
presente 79, 80, 91, 102, 111
presente de mandato 80
presente histórico 79
presente por futuro 80
préstamos lingüísticos 153, 201
pretérito 80, 93, 94, 121
pretérito absoluto 80
primer 59, 60
primera 59, 60
probabilidad 120
pronombre 29, 91, 127, 128, 177, 210, 217, 221
pronombre átono 91
pronombre reflexivo 29, 221
Q
que 145, 181, 183, 216, 217
quechua 157
R
raíz 54, 57, 92, 101, 102, 111, 112, 218, 220
recordar 127, 128, 217
recursos semánticos 193
recursos sintácticos 187, 188
retórica 171, 187, 188, 196, 198
retruécano 192
romance 13, 108, 149
S
semicultismos 150
sendos 175
sesquipedalismo 68, 125, 126, 213
sílaba tónica 74
símil 195
sinécdoque 196, 200
sinonimia 190, 198, 204
sintagma nominal 141
sintagma preposicional 141
sociolingüística moderna 17
sofisticado 28
soldar 219, 103, 104
solecismo 141, 143, 164
subjuntivo 76, 77, 84, 111, 112, 217, 218
sufijo 49, 50, 51, 54, 55, 56, 58, 154
superlativos absolutos 54, 58
superlativos irregulares 57
superlativos regulares 54
superlativos relativos 54
suposición 120
sustantivo 32, 33, 40, 50, 51, 59, 63, 65, 66,
67, 68, 73, 74, 95, 96, 123, 133, 137, 205, 207,
210, 213, 214
sustantivos ambiguos 73
sustantivos colectivos 96, 207
sustantivos epicenos 32
sustantivos femeninos 73
T
tabú 35, 202, 204, 215
tecnicismo 201
término latino 100, 101, 154, 220
tiempos verbales 79, 93
topónimos 154
torcer 103, 219
tráfico 47, 48, 129, 207, 208
tránsito 47, 48, 129, 207, 208
tropos 196, 204
Índice de términos
228
U
ultracorrección 17, 18, 19, 20, 182
usar 109, 110
utilizar 109, 110
V
variedades geográficas 13
variedades históricas 14
variedades sociales 14
venir 93, 94, 206
verbo pronominal 117
verbo reflexivo 127, 217
verbos afectivos 113, 114, 220
verbos conjugados 75
verbos de régimen preposicional 85, 86, 217
verbos prepositivos 85
verter 103, 104, 219
vocal atónita 37
volver 111, 218
Índice de términos
Índice general
Presentación 9
Cambio lingüístico
Variantes de la lengua: el caso del español 13
Ultracorrección 17
Los fueros de los hablantes 21
¡Por los fueros! ¡Por los fueros!
Que habemos muchos 25
Policías lingüísticos 27
Sustantivo
Género y «génera» 31
Las reglas que miden los buroes 35
Cambio, vendo y compro... zapato usado 39
Cónyuge 41
¿Carro, coche o auto? 43
¿Tráfico o tránsito de automóviles? 47
Échame una manita 49
Adjetivo
Adjetivos presumidos 53
Primer, primera 59
¡Estamos rodeados de artistas! 61
¡Me tiene freído! 63
Un listón, ¿de qué color? 65
Artículo
Artículos de lujo 67
Caballero de Mancha 69
¿El o la? 73
Verbo
A mi modo 75
¡Qué tiempos aquellos! 79
Verbos de régimen preposicional 85
No hay nada que temer 87
El que sabe, sabe 91
Veniste(s) / viniste(s) 93
La parvada de oscuras golondrinas no volverán 95
Y usted, ¿accede o accesa? 99
De podridos están llenos los panteones 101
Entre verter, nevar, soldar, torcer y forzar 103
Quien cuece y amasa, de todo le pasa 107
«Utilice» el cinturón de seguridad 109
Téngamos: un pariente incómodo 111
Yo amo los verbos afectivos 113
Aprenda a manejar el manejar 115
Debería de saber 119
Su simpática s 121
¡Que viva la diferencia! 123
«Ser» o «venir siendo», he ahí el dilema 125
¿Recordar o acordarse? 127
Te oigo, pero no te escucho 129
El perdón se pide, se ruega, se suplica...
pero nunca se ofrece 131
Adverbio
Y usted camina ¿tranquilo? 133
Está bien bueno 137
Mucho, demasiado y bastante 139
Preposición
Preposiciones presentan... 141
Ella dijo hasta las 2 145
Léxico
Las palabras heredadas 149
Las otras palabras heredadas 153
Dime de qué pie cojeas... 159
Por favor, no diga de favor 163
El latín en la tina 165
Pleonasmos escondidos 171
Equívocos 173
Pronombre
Te me lo tomas todo 177
Conjunción
El dequeísmo 181
Creo ya se enojó Agustín 183
Retórica de la vida diaria
De músico, poeta y loco... 187
El eufemismo 197
50 tips para hablar y escribir bien 205
Créditos 223
Índice de términos 225
Colofón
Manual de cabecera para hablar mejor de Editorial Otras Inquisiciones
se convirtió a formato digital en mayo de 2022
en la Ciudad de México.
Se formó con la familia Baskerville y Helvetica Neue.
Equipo editorial
Dirección editorial: María del Pilar Montes de Oca Sicilia
Dirección de arte: Victoria García Jolly
Edición y corrección: Erika Elizabeth Rivera Jordán
Diseño editorial: Jovany Cruz Flores y Estela M. Pérez Bernal
Asistencia editorial: LuzErandy Márquez Vidrio,
Mónica López Fernández, Alicia Gómez Andrade
y Jorge Sánchez y Gándara.
El Manual de cabecera para hablar mejor
es un compendio sencillo y ameno de consejos
que debemos tener en cuenta a la hora de
comunicarnos, pues es bien sabido que hablar bien
no es un lujo sino una necesidad de primer orden. Ya
lo decía Sócrates: «Habla para que yo te conozca», por
ello, este manual ayuda a rescatar el uso canónico y claro
de las palabras y expresiones que usamos todos los días, y
—contrario a la mayoría de los libros del lenguaje— está
lleno de ejemplos cotidianos que, con humor y frescura,
nos invitan a conocer con entusiasmo nuestro idioma.
Explica cuándo hay que usar la palabra tránsito y cuándo
tráfico; nos lleva a comprender los vericuetos de los
participios: impreso o imprimido, frito o freído; nos aclara
aquellas preguntas que surgen cuando encontramos
un verbo «mal puesto»; aborda sin pretensiones, pero
exitosamente, la escasez del uso de los artículos y los
plurales: «vendo zapato y bolsa a muy buen precio»; no
escatima muletillas y vicios como el queísmo y su primo,
el dequeísmo; nos «echa la mano» con los diminutivos;
nos regala una desprendida dosis de figuras retóricas de
la vida diaria y una vasta recopilación de eufemismos,
para decir lo que pensamos sin morir en el intento.
ISBN: 978-607-4534-62-7