Los lenguajes del amor

¿Sabías que el amor tiene un efecto analgésico? Calma el dolor físico y emocional.

Nos hemos atrevido a cuestionar y a comprender a uno de los sentimiento más movilizadores y potentes del ser humano, el amor. Solo haciéndole una disección es posible hacerlo útil y poderoso.
— Filosomi

No hay sentimiento más determinante en la vida de una persona que el AMOR. No hay uno que nos inquiete y que nos conmueva tanto.

Quizás por eso, desde el siglo XIX, las personas siguen enviando cartas de amor a Verona, Italia, a la casa donde está intacto el mítico balcón en el que Romeo y Julieta, los personajes de William Shakespeare, se declararon amor eterno.

Los escritos son para Julieta, la mujer revolucionaria para su época, que cuestionó a su familia, a la sociedad y hasta a la mismísima iglesia y la ley divina, para amar libremente. Julieta no existe; sin embargo, hay un grupo de 15 mujeres, sus secretarias, que responden cerca de 6000 misivas al año, con historias como estas:

¿Qué motiva a alguien a escribir una carta al viento, contando su historia más íntima, aquello que tal vez no le ha contado a nadie más? El amor y sus historias, como la de las cartas a Julieta, tienen su razón de ser en la necesidad más profunda del ser humano, CONECTAR.

¿Aprendemos a amar?

Según la psicología, sí, en base a lo que llaman: la teoría del apego, que deja claro que nuestras experiencias de afecto desde la infancia le dan forma a cómo amamos a lo largo de la vida. Estos son 3 de sus pilares:

  1. La calidad de nuestras relaciones está determinada por el vínculo creado con nuestros cuidadores cuando fuimos bebés. De ellos aprendimos las capacidades de brindar seguridad y protección, los comportamientos que fomentan o no lazos emocionales.

  2. Llevamos esas experiencias en el mundo del subconsciente. Se expresan durante nuestra edad adulta, condicionando la calidad de nuestras relaciones y estableciendo el patrón de cómo construimos una conexión.

  3. La ausencia de una relación de apoyo en la niñez tiene un impacto negativo muy profundo en nuestro desarrollo emocional.

Es este origen el que permite darle forma al amor, desde tres vertientes, ampliamente estudiadas por la filosofía:

Se dice que la presencia de estos tres tipos de amor es la clave para una relación romántica duradera. ¿Pero qué hay con el resto de nuestros vínculos? ¿El de los padres, los hermanos, los hijos, los amigos?

Para ambos casos, tanto el romántico como el resto de los afectos, existe una analogía que marca el territorio del amor que nos conecta y el que no es amor y es fácil de confundir, es literalmente el sentimiento que nos aísla, incomunica y separa, tanto del otro como de uno mismo.

¿Cómo crear una conexión amorosa real?

El amor, cómo se desarrolla y en qué concluye, sigue siendo uno de los grandes misterios de la existencia humana; sin embargo, no nos cansamos de pensarlo y repensarlo porque, como bien dicen, es la fuerza que lo puede todo, que moviliza sociedades, que nos hace trascender más allá de nosotros mismos.

En el libro “Una mochila para el universo” de Elsa Punset, la autora nos da algunas pistas de cómo forjar una conexión amorosa real:

  • Los sentidos que más pesan cuando conectamos son la vista, el tacto y el oído: Ver, tocar y escuchar, en ese orden.

  • Ser generoso en lo grande y en lo pequeño, como cuando todo lo queríamos compartir con el otro.

  • Derrochar a consciencia sentido del humor, porque la risa y la sonrisa son una fuente de alegría cómplice, fantástica y gratuita.

  • Reavivar el placer sencillo del contacto físico: caricias, miradas, abrazos…Un abrazo de al menos seis segundos es capaz de consolidar un proceso químico cerebral, que mejora la salud física y mental, alivia la soledad y nos hace envejecer despacio.

En un tono más íntimo, no queda duda, aunque parezca cliché, que la conexión saludable de este sentimiento parte del amor propio, de esa capacidad de enamorarse primero del espejo, porque como bien dijo Aristóteles: “la persona noble sabe hacer un buen uso de su tiempo y es amante de sí misma”. Así como: “el amor se convierte en el encuentro de personas nobles que se hacen mutuamente el bien”.

¿El amor también duele?

Fueron los físicos árabes del siglo X y XI quienes formalizaron el concepto de “mal de amor”, como parte de un amor imposible o que no ha sido consumado. Si bien era un deseo noble, con el tiempo su intensidad podía causar la enfermedad de la melancolía, con presión en la cabeza, confusión mental y falta de memoria. Hoy, el amor hasta se compara con un desorden obsesivo-compulsivo.

Pero más allá de los desbalances físicos y emocionales, muchos han reflexionado sobre el poder del amor para la transformación y el aprendizaje personal. En el amor se gestan esos momentos de verdadera vulnerabilidad y la posibilidad real de cambio. En este sentido Punset, nos vuelve a sorprender con esta reflexión:

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