propiamente dicha. Sus modificaciones entrañan y explican los cambios profundos en la
historia. Así, el taller corporativo resultó superado por la manufactura con su división
del trabajo; y ésta a su vez fue reemplazada al poco tiempo por la gran industria
moderna, hija de la máquina a vapor. Tal es el sentido material de la revolución
productiva que sepulta a la sociedad feudal y abre el paso a la sociedad moderna,
industrial y, utilizando terminología marxista, a la “sociedad burguesa”. La idea central
del razonamiento en cuestión es que las fuerzas productivas se hallan en permanente
avance, y generan para sí “relaciones de producción” (empleador-empleado), que se
traducen jurídicamente en relaciones de propiedad y que generan clases sociales
específicas —definidas por su relación con los medios de producción— en pugna. Pero
el problema sobreviene cuando la evolución de las fuerzas productivas —es decir, el
desarrollo de las nuevas tecnologías y maneras de producir— llega a un punto en el
cual las formas de propiedad privada terminan frenando la productividad; en esa
instancia las sociedades se conmueven y se dan las condiciones materiales para una
revolución. De ahí que se pensara que el capitalismo se conduciría a sí mismo hacia su
propia crisis, pues llegaría el día en que la propiedad privada sería un estorbo para el
propio sistema: la revolución comunista, en virtud de todo ello, sería inexorable
suponían sus cultores.
Ahora bien, y por otro lado, lo que en la jerga marxista se conoce como
“materialismo histórico” ha quedado resumido por Engels en el prefacio a la edición
alemana de 1883 del Manifiesto Comunista que aquél redactara tras la muerte de su
socio y colega Karl Marx: “Toda la historia (…) ha sido una historia de la lucha de
clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, en las
diferentes fases del desarrollo social; y que ahora esta lucha ha llegado a una fase en
que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede ya emanciparse de la
clase que la explota y la oprime (la burguesía), sin emancipar, al mismo tiempo y para
siempre, a la sociedad entera de la explotación, la opresión y la lucha de clases”.[16]
Hay que destacar que el denominado materialismo histórico ofrece una sucesión
de etapas necesarias en el desarrollo de la historia que culminaría según sus autores
con la revolución del proletariado, pero que pasan, antes de llegar a ella, por las
revoluciones burguesas como la que el mundo había visto en la Francia de 1789, apenas
veintinueve años antes del nacimiento del propio Marx. El mismísimo Manifiesto
Comunista que ya hemos citado dice que “la burguesía ha desempeñado en la historia
un papel altamente revolucionario”.[17] La burguesía, en efecto, poseyó una tarea
histórica concreta: la de desmantelar las formas de organización feudales. Pero además,
el “capitalismo burgués” es necesario para la historia, en tanto que, al tiempo que
acelera de manera impresionante las fuerzas productivas[18], simplifica las
contradicciones existentes en la sociedad en dos grupos antagónicos fáciles de