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ANTROPOLOGÍA
FlLOSÓF!CA
de
un
médico? ¿Qué hace buenas la decisión de
un
árbitro y la
sen
tencia de un juez? Solo esto:
la
verdad. Por consiguiente,
obr:ir
bi
en es obrar conforme a
la
verdad, conforme a lo que son
las cosas. Pero ese conocimiento no tiene nada de fácil.
De
hecho,
aunque
todos aspiramos a vivir bien, la palabra «bien»
no significa lo
mismo
para todos. Por eso debemos volver a pre-
guntarnos qué hace que las acciones
y la vida sean buenas.
Las
respuestas son múltiples. Desde los tiempos de
la
Grecia clá-
sica se ha dicho que el bien es
el
placer, y el placer la ausencia
de dolor flsico
y de perturbación anímica. Pero también los grie-
gos reconocieron que las cosas no son tan sencillas: muchas
ac-
ciones y conductas
profundamente
buenas
no
están libres de
dolores ni de sorpresas
y desasosiegos. Piénsese,
por
ejemplo,
en
el esfuerzo por superar con buenas calificaciones
un
curso
escolar, en la paciente tarea de educar a los hijos, en
el
trabaja-
dor
que se
ga
na
la
vida
en
el
barco o b mina, y
en
tantos otros
trabajos. ¿Acaso las llamas son
un
plac
er
para el bombero?
¿Es
malo
su
trabajo por
no
ser
placentero?
El
bi
en se puede definir como
lo
que conviene a
una
cosa,
lo
que
la
perfecciona, con independencia del placer o dolor que
pueda ocasion
ar.
Como es lógi
co,
no todo lo
que
perfecciona a
uno
perfecciona a otros
(el
ejercicio físico sienta bien a
la
s per-
sonas sanas, no a las enfermas), pero esto no significa
que
el
bien sea subjetivo:
la
conveniencia del deporte o del reposo, en
cada caso, no depende de lo que piensen o deseen esas perso-
nas. De igual
manera,
la
ne
cesidad del aire
que
respiramos o
del agua que bebemos
no
es
un
capricho, es
una
verdad inde-
pendiente de
nue
stra opinión
sub
jetiva. Asimismo, valores ob-
jetivos como
la
paz o
la
justi
cia
han de ser valiosos para todos,
aunque
un
loco pueda negarlo
s.
Aceptarnos en teoría
la
universalidad de ciertos bienes. Sin
embargo. contra esa aceptación
unánime
se alza con frecuencia
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el relativismo: culturas que tienen o
han
tenido por buenos los
sacrificios
humanos,
la
esclavitud, la poligamia, etc.
El
relati-
vismo representa la persistente objeción a
la
pre
tensión
de bus-
car
racionalmente
el contenido objetivo, no subjetivo,
ele
la
palabra «bueno».
La
realidad es
una
tupida red de relaciones entre hechos,
objetos
y personas que se relacionan en el espacio y
en
el
tiempo.
En este sentido es correcto afirmar que todo es relativo: relativo
a
un
antes, a
un
después, a
un
encima, debajo,
al
lado, cerca,
lejos, dentro, fuera
..
. Relativo, sobre todo, a
la
inevitable cadena
perpetua
ele
causas y efectos que todo
lo
ata. Pero relativo y relati-
vismo no significan
lo
mismo
. Más bien son conceptos opuestos,
porque lo relativo también es objetivo:
LÚ
eres objetivamente
una
chica de diecinueve años, pero
tambi
én eres objetivamente
alumna de tus profesores, hija de tus padres, amiga
ele
tus ami-
gas, nieta
ele
tus abuelos, cliente de
una
tienda de ropa. Y cada
cual te debe tratar como lo
que
objetiva y relativamente eres: el
profesor no puede tratarte como si fueras
su
hija, tus padres no
pueden tratarte como si fueras su alumna o
su
cliente
..
.
El
rela-
tivismo, por el contrario, tiende a confundir la realidad con
el
deseo,
lo
objetivo con
«lo
que a
uno
le
parece». Tiende a sustituir
el parentesco real
por
un
parentesco
ele
conveniencia: «Eso que
a ti te parece bacía de barbero
me
parece a
mí
el yelmo de Mam-
brino,
y a otro le parecerá otra cosa», decía don Quijote.
La
con-
ducta ética nace
cuando
la
libertad
-respetando
siempre
la
realidad-
puede escoger
e~tre
formas diferentes
ele
conducta,
apelando a lo mejor.
El
relativismo es peligroso porque pretende
la
jerarquía subjetiva de todos los motivos, la negación de cual-
quier
supremacía
real. Abre así
la
puerta del «todo vale», por
donde siempre podrá entrar
lo
descabellado e irracional. Con esa
lógica de papel, el drogadicto a quien se pregunta «¿Por qué
te
drogas?», siempre puede responder:
«¿Y
por qué no?»
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