Alberto Durero: El Grabado, La Xilografía, El Aguafuerte

Durero ha sido tildado de materialista. En algunos artículos se habla de su fijación vendiendo sus grabados y xilografías, aparece su mamá en la plaza cambiando imágenes por dinero, aparece también su esposa. Durero provino de una familia de orfebres y pronto aprendió el arte del grabado. Sabía tallar el taco de madera, clavar el buril en la lámina de cobre y más adelante aprendió la técnica del aguafuerte. Cuando su padre advirtió el talento del muchacho, le ayudó a que emprendiera un viaje en busca de maestros. Pronto lo supo todo: conservamos sus ejercicios de juventud, donde copia y mejora los grabados que llegan a sus manos; tenemos sus primeras obras, donde se advierte una evolución considerable frente a los maestros. En el grabado su talento es único. Además era el más rentable: las largas jornadas tallando un bloque para una xilografía eran más rentables que las jornadas pintando un cuadro: el cuadro era uno solo; la xilografía y sus reproducciones, casi infinitos. Por el cuadro le pagaban una vez; por la xilografía y el grabado podía recibir siempre.


Con la invención de la imprenta de tipos móviles y las distintas técnicas para reproducir una imagen, las plazas de mercado recibieron otros productos. Las Iglesias dejaron de ser el único lugar para mirar la imagen de un santo, los adornos de una Biblia, los vitrales y las historias que cuentan en sus reflejos. Ahora la gente del común podía acceder a un mundo desmesurado de imágenes; comienzan a publicarse a un menor costo los libros ilustrados, en las plazas se venden grabados de toda índole, existen grabados sacros y laicos. El mundo es otro. La gente podía comprar estas imágenes. Alberto Durero trabajó por encargos a lo largo de su vida, pero también fue independiente. En los encargos había un control más minucioso sobre sus obras, desde los colores de la Virgen hasta la misma composición. En cambio en el grabado que hacía por su cuenta, como la serie sobre el Apocalipsis, no sólo había más dinero, había más libertad…

Mientras para conocer los dibujos de Leonardo había que viajar a Florencia o a Milán, los grabados de Durero comenzaron a viajar a los puertos del mundo. Pronto su nombre cobró una popularidad extraordinaria, algunos lo llaman el primer artista internacional. En la mayoría de sus grabados aparece su monograma: AD. Está escrito en un tablero, en la losa de un edificio en ruinas, colgado de una rama, sobre una pared. Casi siempre: AD. Durero gana muchísimo dinero y en alguna oportunidad se queja porque con el tiempo que le dedicó a un solo encargo, le hubiera dedicado más tiempo a sus grabados y hubiera ganado, claro, más dinero. Desde luego no todo fueron rosas: en Venecia alguien falsificó sus grabados. Durero viajó por segunda vez a Italia para disputar esta copia delante de las leyes. Algunos insisten que este es el primer pleito por derechos de autor en la historia. Durero consiguió un triunfo: podían copiar los grabados, pero las siglas AD del autor, no.


Aquí tenemos una de sus mejores obras. Estamos en el paraíso y ante nosotros aparece el hombre y la mujer en su mayor esplendor. Sus proporciones son majestuosas, corresponden a la perfección de tipo escultórico. Estás imágenes están llenas de alegorías y símbolos que le han dado trabajo durante décadas a los intérpretes. Aparece el gato cerca del ratón, el mundo terrenal todavía no los ha enemistado; aparecen también un buey, un alce y un conejo, que junto con el gato serían la alegoría de los cuatro humores: melancólico, flemático, sanguíneo y colérico. Aparece también un papagayo, las noticias del nuevo mundo, quizá. Más allá de cada detalle, del árbol que está en el medio, de la serpiente, me llama la atención una parte especial. Lleve su mirada a la esquina superior de su derecha. 

Adán y Eva, 1507.

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