Manejo de áreas anegadizas en la Argentina

Ing. Agr. (M. Sc.) Francisco Damiano –
M.N. 12.371 –fdamiano52@hotmail.com

Riesgo Hídrico

En todos los mecanismos de flujo en movimiento el objetivo fundamental es el monitoreo y/o control del “fluido”. Este fluido tiene diversas características según su naturaleza; puede denominarse gas, vapor, corriente eléctrica, radiación electromagnética, líquido, residuo sólido, sedimentos, etc. En nuestro análisis, el objeto fluido a controlar es el agua de anegamiento.

El anegamiento “flujo superficial de saturación” es el proceso de saturación con agua del perfil por efecto del ascenso del nivel freático, generando además de salinización-sodificación, condiciones de anoxia para las raíces e inestabilidad al tránsito (falta de piso). Es un proceso de recarga rápida de la freática, en especial por precipitaciones, y es principal problema en términos económicos, ya que puede afectar tierras de alta productividad.

La inundación “flujo superficial hortoniano”ocurre cuando ingresa agua por escurrimiento superficial a un área proveniente de otras zonas y se reconocen en general tres tipos: i) la inundación torrencial y súbita, ii) la de tipo aluvial o lenta (producida principalmente por desbordes de ríos y arroyos y asociado a lluvias intensas) y iii) la inundación tipo encharcamiento produce también el anegamiento del perfil por saturación. Este proceso requiere, para su compresión, una visión amplia de la cuenca hidrológica y de su red de drenaje, a los fines de identificar las zonas con riesgo de sufrir este tipo de fenómeno. El agua de inundación puede ser además una importante fuente de sales, y responsable, junto con la freática, del proceso de salinización del suelo.

La variabilidad climática que se viene acentuando año tras año, está produciendo  cambios en parámetros climáticos tales como temperatura y precipitación que están impactando fuertemente sobre los suelos y el ambiente. Así en nuestra región están aumentando en ocurrencia e intensidad los eventos extremos como sequías y lluvias torrenciales. Fenómenos periódicos como “La Niña” y “El Niño”, que provocan  sequías e inundaciones en Argentina y países vecinos, se estima que aumentarán en un futuro cercano por la emisión de Gases de Efecto Invernadero (CIMA, 2015).

En la Figura 1 (a) se puede observar las zonas de la Argentina donde tuvieron lugar excesos hídricos entre 1970 y 2016, cuantificados mediante el Índice de Vulnerabilidad Social frente a Desastres (IVSD) (https://www.senado.gob.ar/upload/26448.pdf). El NEA y el NOA son las regiones más afectadas donde las lluvias causan el desborde de los principales ríos de la región (Figura 1 b). En estas regiones y Centro del país se producen también inundaciones en áreas bajas de llanura de notable extensión, derivadas especialmente de los procesos de transformación y cambio en el uso del suelo. En su gran mayoría, las inundaciones regionales que afectan a nuestro país se vinculan a la fase cálida del fenómeno El Niño-Oscilación Sur (ENOS).

Figura 1. Mapa de inundación (a) y red hidrográfica (b) de la República Argentina.  Fuente: Dirección Nacional de Análisis de Riesgo.

El territorio nacional presenta regiones geomorfológicas con una vasta superficie de suelos afectados por hidromorfismo y halomorfismo. Dentro de la región pampeana y extrapampeana pueden distinguirse 6 grandes áreas anegables: Pampa Deprimida y Pampa Arenosa Plana (Este y Noroeste de Buenos Aires, respectivamente), Pampa Arenosa Anegable (Sudeste de Córdoba), Bajos Submeridionales (Norte de Santa Fe), Llanura Deprimida occidental y oriental (Centro y Este de Tucumán), y sectores de Ramal y Valles Templados (Jujuy). Estas regiones comparten las siguientes características: i) régimen climático húmedo-subhúmedo, ii) geomorfología de llanura preferiblemente de planicie extrema con pendiente menor al 0,5 % (baja energía cinética del agua), iii) capa freática en la zona radical, y vi) suelos salinos y alcalinos con limitaciones de drenaje superficial y subsuperficial severas y susceptibles al ascenso de sales en superficie.

En la Figura 2 se presenta el Mapa de Unidades Cartográficas clasificadas según el porcentaje de suelos potencialmente anegables. Las regiones con riesgo hídrico mayor al 70 % se relaciona con el índice de inundación superior a 40 (Figura 1 a).

Figura 2. Mapa de porcentaje ocupado por suelos potencialmente anegables por Unidad Cartográfica, cubriendo una superficie de 42 Mha. Fuente: Godagnone y de la Fuente.

Modelo hidrológico conceptual

El manejo de áreas anegadizas es siempre una intervención que puede tener mayor o menor grado de impacto. El impacto se mide cuantificando cambios de comportamiento de variables de interés (generalmente son variables físicas y/o biológicas) que pueden ser monitoreadas dentro del sistema.

El sistema de referencia que se adopta para comparar esos cambios es el “sistema natural” que corresponde a “intervención = cero”. En la literatura el sistema natural se lo identifica también como “manejo ecologista estricto”.

En el otro extremo está la intervención sistemática, que focaliza su acción en la reducción del impacto de una serie muy limitada de efectos, y que generalmente no considera efectos colaterales de tal intervención. En el tema de las calamidades naturales, estas intervenciones son usualmente iniciadas por presiones políticas y muchas veces conducen a soluciones muy costosas y con efectos devastadores.

En el medio de estos dos extremos encontramos una gama variada de propuestas que intentan respetar los principios conservacionistas atacando los efectos perjudiciales que reclaman solución. Habitualmente se presentan en forma de “planes integrales de manejo”, que en su generalidad adoptan la condición de “manejo ecológico”, cuyo objetivo es mantener un balance sustentable del recurso.

La ecuación de balance hídrico discretizada (1) permite identificar los términos sobre los cuales se puede intervenir para manejar el anegamiento y aquellos en que solo se puede monitorear su progreso:

   Los volúmenes entrantes (favorecen el anegamiento) al sistema son:

  • Precipitaciones (R), una entrada vertical.
  • Entrada de aguas del medio externo que pueden ser superficiales o subsuperficiales (genéricamente Qe), entrada horizontal.
  • El ascenso freático (Af), agua que ingresa al sistema desde el agua del subsuelo por el borde inferior del sistema, entrada vertical

Los volúmenes salientes (eliminan agua) del sistema son:

  • Salida de aguas al medio externo que pueden ser superficiales o subsuperficiales (genéricamente Qs), salida horizontal.
  • La evaporación (E), proveniente de la evaporación del agua del suelo y de la vegetación, salida vertical.
  • La percolación profunda (P), agua que sale del sistema hacia el subsuelo por el borde inferior del sistema, salida principalmente vertical.

Los volúmenes de almacenamiento (favorecen la mitigación del anegamiento) dentro del sistema son:

  • Volúmenes de almacenamientos en superficie (ΔVsup): cubetas, lagunas, depresiones e intercepción en la vegetación.
  • Volúmenes de almacenamiento de agua en el suelo que pertenece al sistema. Se traduce con un incremento o disminución de humedad en el suelo edáfico (ΔVsue).

Los esquemas de manejos de intervención sistemática e integrales para el control del anegamiento y drenaje actúan decididamente sobre los términos factibles de ser intervenidos: Qs, ΔVsup, ΔVsue y Af. La sostenibilidad del sistema definirá la proporción de la intervención de cada uno de estos parámetros. El sistema tiene un balance que puede romperse interviniendo sobre los términos equivocados.

Prácticas de manejo

En el Manual de Buenas Prácticas de Conservación del Suelo y del Agua en Áreas de Secano (FECIC, 2019), se describieron 12 prácticas esenciales para dar solución al problema de los excesos de agua superficial y subterráneo (hidromorfismo), agrupadas según el tipo de control:

  1. Sistematización superficial: conjunto de estructuras hidráulicas de tipo ingenieril-rural (badenes, canales, presas) diseñadas en circuitos agrohidrológicos independientes (Figura 3). Las provincias de Buenos Aires  y Santa Fe reportaron 94.000 has. Tucumán posee una superficie potencial de aplicación de 135.000 has.
Figura 3. Proyecto Agrohidrológico predial (color marrón) superpuesto sobre mapa de riesgo hídrico e imagen satelital Landsat RGB en el partido de Carlos Tejedor, noroeste de la provincia de Buenos Aires.

2. Drenaje parcelario y zonal para mantener el nivel freático fuera de la zona radical mediante:

– Biodrenaje forestal (Figura 4). Solamente en la provincia de Córdoba la superficie potencial de aplicación es de casi 3 Mha.

Figura 4. a) Plantación de Taxodium sp. y b) recuperación de suelo en área de expansión de laguna en el partido de Chascomús, Pampa Deprimida.

– Drenes: canales abiertos (Figura 5), topo y tubos (Figura 6 a y b). Las provincias de Jujuy y Santa Fe informaron 16.000 has. En Tucumán la superficie con problemas de drenaje es de 259.000 has.

Figura 5. Drenes a cielo abierto, Puesto Viejo. Valles Templados de Jujuy. Foto: Carlos Torres.

Una vez solucionado el problema de los excesos hídricos, se torna imprescindible poner foco a las 12 Mha cubiertas por suelos salino-sódicos en zonas húmedas (Figura 2). Existen distintas tecnologías disponibles para manejar, recuperar o rehabilitar estos campos, las que difieren en cuanto a su grado de efectividad y deben ser puestas a prueba en cada caso particular. Los principios básicos que guían a la mayoría de ellas son: i) regulación y encauzamiento de los excedentes hídricos, ii) reducción del ascenso capilar desde la capa freática, iii) incremento de la captación de agua de lluvia o infiltración, iv) recuperación o creación de cobertura vegetal y v) mejora de la condición física y química de los suelos. La superficie total reportada bajo rehabilitación de suelos y manejo hídrico asciende a 410.000 has.

Consideraciones finales

  • El corrimiento de la frontera agrícola en nuestro país ha venido en aumento desde principio del siglo XXI, a expensas de suelos frágiles deforestados y rotura de praderas naturales, entre otros.
  • Las buenas prácticas propuestas por los especialistas en las diferentes regiones con riesgo de hidromorfismo y halomorfismo, indican claramente que existen tecnologías probadas a nivel provincial para habilitar tierras anegables y producir de manera sustentable (huellas de carbono e hídrica y emisión de gases de efecto invernadero).
  • A pesar de los esfuerzos de la comunidad técnico-científica todavía hoy existe un abanico importante en cuanto al grado de aplicación en el terreno, pese a estar demostrada la eficacia para mejorar el manejo y conservación de suelos y aguas.
  • Los programas conservacionistas continúan enfatizando aspectos de recolección de datos y generación de nueva información, en perjuicio de trabajos de transferencia a campo de tecnologías que intervengan sosteniblemente sobre los recursos naturales. Si bien aquellos  aspectos son relevantes y naturalmente resulta importante mantenerlos, se considera que los conocimientos y tecnologías desarrollados por organismos oficiales, universidades, organizaciones no gubernamentales, asociaciones de productores y actores del sector privado, resultan suficientes para continuar aumentando la producción agropecuaria de nuestro país, evitando o reduciendo a un mínimo compatible con los umbrales de tolerancia el deterioro de los suelos y demás recursos naturales.