Árabe Euskera Geografía Prehistoria Toponimia

El esquivo “Gua”

Entre las mil incógnitas que presentan la Etimología y la Toponimia, hay un morfema que se escabulle como pocos cada vez que está “casi cercado”. Se trata de “gua” y sus variantes “cua”, “uga”, “guá”, “cúa” y “hua”, porque la existencia de variantes es innegable dada la antigüedad de los nombres, las evoluciones de los dialectos y los caprichos epigráficos.

El señalamiento de “gua” como origen y el orden de la secuencia que se aporta, se basa en la mucho mayor frecuencia con que aparecen en la Base de Datos del IGN, que de un total de casi millón y medio de nombres, da a esta forma canónica el 57%, a la forma sorda, “cua”, el 27%, a la metastizada, “uga”, el 15% y para las otras tres, apenas un 3% para cada una.

Este morfema suele acompañarse de “a y e” precursoras y de “r, s y d”, preferentemente, como remate sufijal, presentando la mayor variedad de nombres de lugar con la forma “guad” que se puede entender como la interjección “ad” (atención) que acompaña al encuentro del agua “u”.

En España hay una tradición cultista que asigna al Árabe “wad” (واد), barranco, el significado de río, cuando la verdadera transcripción árabe de río, es “nahr” (نهر), tradición que ha calado tanto que hace imposible cualquier discusión. Cuando Covarrubias escribió su Diccionario, tenía un asesor sobre Árabe, que se despachó a gusto con esta definición y una cincuentena de nombres aparentemente derivados con sus explicaciones, documento que -sin duda- ha colaborado mucho a afianzar las convicciones actuales que aquí se ponen en duda.

Así que todo el mundo se cree que “guad” equivale al genérico de río y que es de origen árabe, pero en la geografía hay casi tantos “guad…” que no son ríos, como los que son.

Abundantísimo en la toponimia, se presenta tanto a principio del nombre: Guacharra, Guadaira, Guadalajara, Guadalupe…, como en medio, Arguayo, Arroyo Reguapero, Baguandi, Chinguaro… o al final como en Iregua, Antigua, Yegua, Pantagua…, juntando docenas de miles de nombre que contienen ese formante.

Ya de una primera revisión de topónimos, se encuentran docenas que comenzando por “guad”, son pueblos o lugares, pero no corrientes de agua: Guadalcanal, Guadalcázar, Guadalema, Guadalerzas, Guadalest, Guadalhito, Guadalmar, Guadalmedina, Guadalmez, Guadalmina, Guadalón, Guadalpedro (lavajo), Guadalperal (varios), Guadalperalejo, Guadalperalón, Guadalquejigo, Guadalupe, Guadamañín, Guadamelgo, Guadamella, Guadamielgo, Guadamolinos, Guadamur, Guadanillos, Guadaña, Guadañal, Guadañas, Guadaño, Guadaperal, Guadaperales, Guadapero, Guadaperosa, Guadasespe, Guadasilos, Guadassequies, Guadassuar, Guadaxierra, Guadelara, Guadevil, Guadiar, Guadije, Guadilla, Guadimoro, Guadinilla, Guadisa, Guadix…

Y aunque solo aparezca un “buadil”, cuando se esperaban muchos más y lo haga en un lugar remoto del río Navia, en Los Ancares, contra dos centenares de “Boada, Boade, Boadilla y Boado, sigue la mosca en la oreja, zumbando que “buad y guad” siendo lo mismo, la “g” a elegido a la “u” como compañera, en tanto que la “b”, ha preferido a la “o”.

Porque las curiosidades son muchas; en Asturias, en la frontera entre Ribadesella y Llanes, hay un pequeño río de apenas cinco kilómetros en el que yo ni siquiera me percaté cuando estudiaba el trazado para una gran línea entre Soto de Rivera y Penagos en la década de los ochenta. Se llama Guadamía y lo descubrí por casualidad décadas después cuando se inauguró su tramo de autovía y colocaron su nombre al comienzo del viaducto que lo cruzaba.

Los hipercultos asturianos que defienden la esencia de la denominación exógena de los lugares de España, trataron de forzar a los vecinos, cambiándole el nombre por el insustancial de “agua de mía”, porque era imposible que según el axioma del “guada” Árabe, el nombre de ese río hubiera sido puesto por las huestes de Alqama, que solo anduvieron por allí una semana…, pero los vecinos lo defendieron a pesar de que les afearan su “apología de un nombre árabe”.

 

A los que manejamos el Euskera, la forma alternativa y muy frecuente, “uadi”, nos suena familiar porque “u a”, es el agua y “di” indica concentración, así que “uadi” equivale a aguazal, un fenómeno geográfico que antes de que la agricultura comenzara a desecar las ciénagas, era frecuentísimo en estas latitudes. En la imagen, ciénaga o juncal.

Pero aparte de los doscientos “Guadi” entre los que algunos son cerros, collados, cuestas o dehesas y hasta picos, sí que hay una decena de ríos (aparte del Guadiana), pero eso no aclara todas las dudas.

Por ejemplo, Gúa es una aldeíta al borde del río Somiedo a casi 1.200 metros de cota. Los nombres tan cortos son muy difíciles de interpretar, pero “gue” (sonido gu e) indica un límite en Euskera, siendo posible que en algún momento tuviera sentido para alguna actividad.

Y en el mundo paralelo de la Etimología, “gua” está en la cabeza de algunos de los adjetivos más recurridos, “guapo”, “guarro”; en el primero, por ser una evolución de “gü apó”, donde “gü “ es la piel, el tejido corporal y “apó” indica tersura, plenitud, así que se consideraba guapos a los individuos de facciones redondeadas, de piel tersa, lo contrario que el segundo, que, para nada tiene que ver (como dicen los sabios de almanaque) con el gruñido “guarr… guarr…” de los cerdos, pobres ellos!, sino con la alteración de “ugarr o”, donde “ugar” es la mugre, las cascarrias y “o” la plenitud, es decir, “todo cascarrias”.

Pruebe el lector a decir varias veces, muy seguido, “ugarro… ugarro…” y comprobará como se parece a guarro.

También está en americanismos y en anglicismos y se cuela en otras muchas palabras del Castellano, Catalán, Italiano y Euskera, es escaso en Portugués y Gallego, pero no se encuentra en Latín, Francés ni Rumano.

En Euskera hay un variado repertorio, desde los “guaia”, corriente de agua, flujo diferenciado en el mar, hasta los “guait…” que indican vigilancia, pasando por “guartu”, recordar y por útiles como “guar”, robador ó “guare”, cencerro.

En Castellano, alguacil, enagua, la propia agua y enjaguar, fragua, guacamol, guácharo, guachimán, guadaña, guaita, gualda, guanche, guano, guante, guapo, guarda, guardilla, guarismo, guarro, guasa, guateque, guayabo, iguana, jaguar, legua, lengua, mengua, pazguato, tregua, vaguada, yegua…

El modesto alguacil que solo llamamos así en Castellano y Catalán, el personajillo que actualmente hace los recados del ayuntamiento y antes, poco más, se explica desde la hipercultura como degeneración de “al wazir”, el ministro, pero los propios árabes le llaman “sharif” lo mismo que -con ligeras variantes- se llama en casi todas las lenguas latinas, germánicas, eslavas y hasta en el Húngaro y en las indias, con contadas excepciones en alguna de la célticas, así que es obligado pensar que cuando el alguacil era el carcelero del señor, cuando era un matón que no andaba con bromas, su nombre quizás fue tomado del Euskera “agu atxi eille”, como ahora mismo se le llama burlonamente en Bermeo, voz compleja formada por “agú”, indicativo de célere, rápido, “atxi”, apresar, echar mano y “eille”, autor, el que lo hace, compleja pero precisa y descriptiva.

Otrosí de la enagua estaba en el primer verso que aprendí en la escuela y trataba sobre dos ratones: “Ella lleva enaguas, el lleva calzones”; ni la maestra ni mi madre sabían qué eran las enaguas… Los académicos nos dicen que es voz taína (nauga) y que significa “falda blanca”… Explicación dudosa, porque en Cuba, centro de esas lenguas, la llaman “sayuela” y porque la prenda tenía la función de aislar las partes “sucias” del cuerpo respecto de la ropa exterior, especialmente durante la menstruación de las jóvenes; así, según el Euskera, “ená” es lo pútrido, lo sucio y “kua, gua” es una especie de genitivo que indica correspondencia, así que “ená gua” es, simplemente, “la de lo sucio”, lo oculto como diferencia de lo externo, de lujo o elegancia. En la imagen, enagua de algodón.

Otro día seguiremos con el agua, la fragua, la tregua y la yegua.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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