Recientemente tocamos en nuestra sección el punto de “achocón”, esa persona sin ninguna vergüenza que se mete en todo, que anda husmeando donde hay buena bulla o gran banquete de políticos para introducirse en ellos sin ninguna invitación oficial.
El truco es viejo: descuidan al portero y sigilosamente se introducen al local: al Bancarios, al Country Club (de otros días), hoy este último al Club Campestre, y buscan con la vista a algún conocido o por conocer con una sonrisa Colgate y le meten plática.
Al rato, ya simpatizaron (por lo menos en apariencia) y han comenzado a brindar por cualquier cosa y a poco llega la comida, que es por lo general, espléndida. Y entonces el achocón se aprovecha y entra trago y trago, le mete a una gorda pierna de jamón o a cualquier delicia que estaba servida sobre la mesa.
Pero además de achocón, que viene de achocar, obviamente, existen otros significados emanados de dicho verbo. Eso de achocar. Y para ello brindamos un simple ejemplo:
Conversan en el Parque Hidalgo Justino y don Pantaleón sobre diversos tópicos, en especial, sobre el próximo cumpleaños del segundo, viejo podrido en dinero:
-¿Y qué hace Ud. en el Parque Hidalgo, don Pantaleón? Ud. es de liga grande.
-Y de pequeñas también.
-Qué bueno, pues Ud. es un hombre generoso y le tiende la mano a todo el mundo.
-Claro, Justino, como para mi próximo santo.
-¿Invitará Ud. a su chofer Gandolfo?
-Noooo… Claro que no. No sabe comportarse. En los banquetes se “achoca” la comida.
-¡Es un cerdo!