Cuando Nueva York fue propuesta como capital de EEUU y Thomas Jefferson se opuso rotundamente

Es mundialmente sabido que la ciudad de Washington DC es la capital de los Estados Unidos y que allí se encuentran los principales edificios gubernamentales del país: la Casa Blanca (residencia oficial y lugar de trabajo del presidente de la nación) y el Capitolio (edificio que alberga las dos cámaras del Congreso de los EEUU). Su capitalidad fue declarada oficialmente a partir de 1790, aunque en aquellos momentos el nombre que se le asignó fue el de Georgetown y aún tardaría una década en estar totalmente operativa como ciudad (ya que esta se levantó desde cero en el denominado como ‘Distrito de Columbia’, de ahí las iniciales DC).

Nueva York fue durante varios años la capital provisional de los EEUU y el Federal Hall se convirtió en el Capitolio del país, siendo el lugar donde George Washington tomó posesión de su cargo como primer presidente de la nación (imagen vía Wikimedia commons)
Nueva York fue durante varios años la capital provisional de los EEUU y el Federal Hall se convirtió en el Capitolio del país, siendo el lugar donde George Washington tomó posesión de su cargo como primer presidente de la nación (imagen vía Wikimedia commons)

Hasta el momento en que Washington DC pudiera asumir plenamente ser la capital de la nación se decidió que otras poblaciones de los EEUU deberían asumir ese rol, siendo declarada la capitalidad como itinerante. Las obras de construcción de la Casa Blanca no se iniciaron hasta el octubre de 1792 y las del Capitolio hasta septiembre de 1793, finalizando ambos edificios en 1800.

De hecho, esa alternancia en la capitalidad de los Estados Unidos se inició en 1774, siete meses antes de que se iniciara la Guerra de Independencia, cuando se reunió por primera vez en Filadelfia los representantes de doce de las Trece Colonias (el de Georgia fue el que faltó) en lo que se denominó como ‘Primer Congreso Continental’ y en el que se escogería a Peyton Randolph (representante de la Colonia de Virginia) como presidente de ese Congreso Continental y máximo responsable del gobierno provisional que surgiría dos años después tras la Declaración de Independencia.

Se podría decir que Filadelfia fue, durante dos años la primera capital de lo que posteriormente se constituiría como Estados Unidos de América. Después los iban siendo otras poblaciones en las que residía alguno de los políticos que llegaron a encabezar los diferentes gobiernos provisionales hasta que se convocaron las elecciones de 1788 que ganó George Washington.

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Durante todo ese periodo de años, Nueva York fue capital de EEUU en varias etapas (la más larga e importante de un lustro, entre 1785 y 1790) y muchos fueron los representantes políticos que apoyaron la idea de que esta ciudad quedase designada definitivamente como centro político y económico del país.

Incluso George Washington, tras ganar las elecciones, celebró la investidura de su cargo como primer Presidente de los Estados Unidos en el Federal Hall de Nueva York, el 30 de abril de 1789; un edificio que se encuentra ubicado en el barrio de Wall Street (frente al de la Bolsa) y que fue usado como primer Capitolio de la nación.

A pocos metros del Federal Hall se encontraba la ‘Fraunces Tavern’, una taberna que sirvió durante varios años de lugar de reunión de muchos de los políticos revolucionarios y, posteriormente, congresistas, en el que pasaron largas hora debatiendo sobre cómo debía ser la nueva nación en la que acabaría convirtiéndose los EEUU. Según documentación de la época, llegaron a pasar más tiempo allí reunidos que el en propio Capitolio neoyorquino.

Muchos fueron quienes apostaron por convertir a Nueva York en la capital permanente del país. Uno de sus mayores defensores fue Alexander Hamilton, fundador del Banco de Nueva York y amigo personal de George Washington (años después éste lo nombraría Secretario del Tesoro de los Estados Unidos).

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En el lado opuesto y apoyando la alternativa de trasladar la capital a un lugar de nueva construcción (lo que hoy en día conocemos como Washington DC) se encontraba Thomas Jefferson, Secretario de Estado, uno de los ‘padres fundadores de la nación’ y con gran fuerza dentro de la toma de decisiones políticas.

Jefferson sentía una inexplicable animadversión hacia la ciudad de Nueva York y puso todo su empeño para conseguir que dejara de ser la capital del país. Célebres fueron las disputas públicas y desencuentros que mantuvo con Hamilton por culpa de esta cuestión.

Finalmente Thomas Jefferson se salió con la suya y consiguió que el 16 de julio de 1790 se aprobase que la capitalidad del país fuese trasladado al Distrito de Columbia. Pero como la nueva capital estaba aún por construir, ésta fue mudada provisionalmente (y a lo largo de una década) a Filadelfia.

En noviembre de 1800, un año después del fallecimiento de George Washington y tres desde que había dejado de ser presidente, Washington DC empezó a ejercer como capital oficial de la nación bajo el mandato de John Adams. El día 1 de ese mes se inauguró el edificio de la Casa Blanca y el 17 el del Capitolio.

Pero Adams tan solo pudo disfrutar, como presidente, cuatro meses de la nueva capital y, sobre todo, de la flamante nueva residencia presidencial (hasta el 4 de marzo de 1801), debido a que fue derrotado en las urnas (en las elecciones presidenciales celebradas entre el 31 de octubre y el 3 de diciembre) por Thomas Jefferson, su adversario político pero al mismo tiempo su vicepresidente.

Aunque oficialmente se le atribuye a John Adams el haber sido el presidente que inauguró tanto la Casa Blanca (como residencia presidencial) y Washington DC como capital de la nación, numerosos son los libros e historiadores que indican (y reconocen) que ese mérito realmente debe corresponderle a Thomas Jefferson, el principal valedor de que la ciudad se convirtiera en el centro político del país.

Fuente de la imagen: Wikimedia commons

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