1. El documento describe las principales herejías gnósticas que amenazaron al cristianismo en sus primeros siglos, incluyendo el valentinianismo, marcionismo y maniqueísmo.
2. Los concilios ecuménicos, especialmente el Concilio de Nicea en 325, jugaron un papel clave en combatir estas herejías gnósticas y establecer la ortodoxia trinitaria.
3. El documento analiza los máximos exponentes gnósticos como Valentín, Basílides y Marción, así como herejías como
Harvey, David. - Paris capital de la modernidad [2008].pdf
Las principales herejías gnósticas del siglo II
1. INTRODUCCIÓN
■ La Iglesia, ha tenido que soportar diversos acontecimientos que
la han hecho tambalear. Sin embargo siempre ha sido auxiliada
por aquel que prometió el Espíritu Santo. Muchos hechos
históricos, la han marcado de manera que hoy por hoy la
conozcamos tal cual es, y siga siendo auxiliada por lo Divino, y
así́ siga cumpliendo con la tarea que el Señor le encomendó.
■ Muchos pensamientos, producto de la diversidad de culturas del
imperio romano intentaron contaminar la fe que profesaban
aquellos que por sucesión recibieron del Señor sus enseñanzas,
pero al igual que estos diversos pensamientos, también
surgieron hombres llenos de Espíritu que pusieron punto final a
estas corrientes supuestamente cristianas.
■ Entre estas corrientes de pensamiento, nos encontramos con
una de las más grandes amenazas que duró varios siglos y que
gracias a la atinada predicación de los pastores fui mitigada;
esta es el Gnosticismo.
2. 1. EL GNOSTICISMO
■ A través de la historia de la Iglesia, han surgido diversas concepciones de la
persona de Jesucristo. Estas corrientes de pensamiento que amenazaron la
fe que se profesaba por parte de los testigos y de las comunidades
nacientes, hicieron surgir de hombres llenos del Espíritu Santo la respuesta
a estas corrientes y además del fortalecimiento de la fe.
■ Una de estas corrientes fue el gnosticismo. Este movimiento surge de la
“gnosis” o conocimiento oculto que ha sido revelado solo a unos pocos. “Es
una doctrina que define la salvación por medio del conocimiento; es un
conocimiento perfecto, obtenido por revelación e iluminación en el curso de
una experiencia interior”.
■ Otros autores afirman que el gnosticismo es “un movimiento filosófico-
religioso anterior al cristianismo, que engloba dentro de su denominación
más de treinta doctrinas, que parten de la fusión de la filosofía platónica y la
anterior doctrina persa”
3. ■ Hay que identificar dos corrientes de gnosticismo: la precristiana y la
cristiana propiamente dicha. Ciertamente este gnosticismo cristiano se
debió a la infiltración de ciertas corrientes filosóficas dentro de la fe del
pueblo, y esto se debió a que muchos pensadores convertidos, quisieron
unir el pensamiento gnóstico con la fe cristiana.
■ El fundamento del Gnosticismo era par a la del cristianismo, pues al igual,
quería: “ofrecer al hombre religiosamente inquieto una inteligencia válida
del mundo y de sí mismo, que se le presentaba en una literatura, a
menudo, de alto nivel formal, y se le predicaba por maestros y jefes de
escuela de nombre prestigioso”.
■ En un sentido más amplio, “es una tendencia profunda y constante del
espíritu humano; por tanto se puede hablar de gnosis eterna”.
■ La gravedad de esta herejía que se presentaba con sus variadísimas
manifestaciones y multitud de variantes nos hace comprender fácilmente
la seriedad de la lucha que mantuvo la Iglesia contra las manifestaciones
del espíritu gnóstico, que en el fondo era el espíritu pagano.
4. ■ No hay certeza del origen propio de esta
corriente, pero de lo que hay certeza es
que se extendió tanto que se convirtió en
una gran amenaza del Cristianismo
naciente del Siglo II.
5. 1.1 Gnosticismo Cristiano.
■ Con el intento de los filósofos cristianos por unir la doctrina
gnóstica con la doctrina cristiana, el cristianismo pasaría a
un plano superior y alcanzaría una fuerza expansiva mayor.
■ Algunos cristianos marcados por el dualismo griego que
opone la materia al espíritu y obsesionados por el problema
del mal, reinterpretaron radicalmente el Antiguo y el Nuevo
Testamento.
■ A mediados del siglo II la historia del gnosticismo cristiano
se ilumina con sus dos grandes figuras: Valentín9 y
Marción10. Marción consideraba que el vino nuevo del
Evangelio no puede conservarse en los viejos odres que él
rechaza. El Padre lleno de amor de Jesús no puede ser el
mismo que el Dios vengador de la antigua Alianza.
■ “Frente a este movimiento, la fe cristiana se comprendió
ordinariamente como la verdadera gnosis. La idea de
conocer y de salvación por el conocimiento está también
presente en el Evangelio de Juan (Jn 17,3). Ireneo
denunciaba la falsa Gnosis.”
6. Las corrientes gnósticas paganas originaron otras tantas corrientes en el
gnosticismo cristiano, aunque se pueden agrupar todas en estas cuatro:
■ 1.1.1. Gnosis oriental:
Se resalta el ebionismo, elkesaismo y Cerinto, mencionadas ya
anteriormente y algunas otras como los ofitas, peratas naasenos,
cainitas, setianos, barbelognosticos, impugnadas por los autores anti
gnósticos.
■ 1.1.2. Gnosis helenista:
El iniciador de esta corriente fue Basílides quien enseñó en Alejandría.
Pero fue Valentín quien mejor formuló sistemáticamente su doctrina
■ 1.1.3. Gnosis propiamente cristiana:
Se resalta a Marción, que fue considerado como santo por sus propios
seguidores que fueron muchos, y fundó la Iglesia Cismática.
■ 1.1.4. Gnosis persa o Maniqueísmo:
Se resalta en este conjunto de estas corrientes a Manes o Mani, un
mago persa de alta alcurnia.
7. 1. 2. MÁXIMOS EXPONENTES
GNÓSTICOS DE LA ÉPOCA.
Ya habiendo descubierto el concepto del gnosticismo desde una mirada global y
habiendo estudiado sus peculiaridades y características, ahora se presentaran las
principales ramificaciones del gnosticismo de la época.
8. Retoma las
especulaciones de
Basílides. Como
Basílides, retoma el
problema del mal.
También él buscó la
solución en la hipótesis
de germen espiritual
sembrado en la
materia
El problema que
planteaban sus
investigaciones, y
las de todos los
gnósticos que
vendrán después de
él, es el origen del
mal. ¿De dónde
viene el mal y cómo
ha nacido
Cerinto
Cerinto, Saturnilo y Cerdón
no han dejado en la
historia, más que sus
propios nombres. Había
perturbado muy
profundamente, sin
embargo, las iglesias del
Asia menor y el vigor con el
que San Juan lo combate,
muestra que la cristología
docetista que maneja,
constituía un peligro para
los cristianos.
Valentín
Basílides
9. Tolomeo
Discípulo de
Valentín;
distingue en el
pentateuco tres
inspiraciones
diferentes y, en
dependencia de
esas fuentes, tres
elementos cuyo
valor no es igual
Heracleón
Presenta el mismo esquema
teológico que Tolomeo en la
división del pentateuco a
través de los textos de san
Juan, por ejemplo, en la
historia de la samaritana. El
Dios supremo, el Padre, está
simbolizado por el Dios
espíritu, a quien se debe
adorar en espíritu y en
verdad. El dios de los judíos,
a quien se adora en
Jerusalén, es el demiurgo; el
que se adora en la montaña
Marci
No puede ser
llamado gnóstico
propiamente
dicho, sin
embargo admitió
tantas ideas
gnósticas en su
doctrina, que no
sin razón se lo
clasifica aquí
como
representante de
un gnosticismo
10. 1.3 HEREJIAS DE LA ÉPOCA.
Todas las herejías trinitarias tienen el
denominador común del monarquianismo, en
cuyo favor, o se sacrifica la divinidad del Hijo o
se niega la distinción real de las tres personas
divinas
11. Monarquianismo Adopcionista
Esta herejía, afirma que Cristo fue un puro hombre, pero nació milagrosamente de la
Virgen María; y en el bautismo del Jordán, Dios le infundió un poder sobrenatural y lo
adoptó como hijo. Ireneo habla de los ebionitas, para los que Cristo es un simple
hombre, engendrado por José y María.
Estos judíos convertidos al cristianismo veían en Jesucristo a un profeta elevado por Dios a
la dignidad del Hijo de Dios.
De esta herejía, se resaltan: Teodoto el curtidor, Teodoto el Joven, Pablo de Samosata.
12. Monarquianismo modalista o patripasiano.
Por modalismo, se entiende una doctrina que, en nombre del
monoteísmo, elimina más o menos radicalmente el número en Dios,
es decir, niega en él la existencia de tres personas eternamente
distintas los autores de esta herejía enseñan que Dios Padre, Dios
Hijo, y Dios Espíritu Santo, son una sola y misma persona.
Esta única persona, el Padre, se manifiesta de distintos modos en la
historia de la salvación: Creador, Redentor y Santificador.
Se resaltan en este tipo de herejía a: Noeto, Práxeas, Epígono, Berilo de
Bostra y Dionisio de Alejandría.
13. Arrianismo
La doctrina teológica de Arrio, giraba en torno a la unidad de Dios; y, tomando esta
unidad de Dios como fundamento, había que repensar todo lo demás. Dios es el
uno por antonomasia. Cristo es Dios, pero solamente en cierta medida, porque
para él, solamente el Padre es Dios.
El Logos es prototipo de la creación, una criatura plena, a imagen y semejanza de
Dios invisible, pero no puede pertenecer plenamente al ámbito de lo divino, sino
al ámbito de la creación propiamente dicho; y por consiguiente, hubo un
momento en que el Logos no existía.
“Jesús es por tanto un Dios inferior, ya que un Dios verdadero no habría soportado
tratos semejantes”
14. Monofisismo.
El monofisismo mantiene que en Cristo existen las dos naturalezas,
«sin separación» pero «confundidas», de forma que la naturaleza
humana se pierde, absorbida, en la divina.
Apolinarismo
Apolinar fue el primero en plantear la cuestión de la
ontología de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
La planteo bajo la forma de una aporía. ¿Cómo puede
coexistir en Cristo con un espíritu propiamente humano
aquel verbo encarnado, que acaba de ser proclamado en
Nicea, verdadero Dios y verdadero hijo consustancial al
Padre?
15. Monotelismo.
Se conoce bajo este nombre al conjunto de doctrinas desarrolladas en el s. VII por el
patriarca de Constantinopla, Sergio. Este, con la finalidad de combatir la herejía
Monofisista, propuso que en Cristo había una sola voluntad y dos naturalezas.
Sus doctrinas fueron apoyadas por el emperador Heraclio y recepcionada por la Iglesia
Armenia y por los monofisistas de Egipto . Propone que se proscriban los términos de
monoenergía o de duoenergía, ya que el mismo Verbo realizó lo divino y lo humano sin
división.
Montanismo
Montano, acompañado por Priscila y Maximila, recorrieron el Asia
menor, anunciando la nueva profecía. Este movimiento rigorista
y fanatico, por sus austeras costumbres, que impresionaba a la
gente sencilla, encontró muy pronto seguidores, sobre todo en
el Asia menor.
19. 1.4.1. El concilio de Nicea (325)
El emperador Constantino, después de su
victoria sobre Licinio, se encontró las
Iglesias de Oriente sumidas en ásperas
controversias, tanto de carácter doctrinal
(arrianismo), como disciplinar (la disputa
sobre la fecha de la Pascua). Sin duda, la
promovida por el sacerdote Arrio era la
más importante.
20. El primer concilio ecuménico fue el punto de llegada de un proceso
anterior en el que la Iglesia buscaba la formulación del dogma trinitario
y algunos elementos disciplinarios que tuvieran validez universal. Entre
sus objetivos estaban: solucionar el problema arriano, buscar la
pacificación general y la organización de la Iglesia, limar la diferencia
en relación a la celebración de la pascua, entre otras. Entre los Padres
conciliares brilla con luz propia el entonces diacono Atanasio, uno de
los más firme defensores de la ortodoxia de Nicea contra el arrianismo.
El problema del fondo en relación a la fe era la cuestión de términos
“homousius” aplicado a Jesús, es decir, que él era consubstancial con el
Padre que fue aceptado por algunos obispos presentes, entre ellos
Arrio.
21. Antes del concilio la Iglesia vivió la polémica trinitaria en cuyo
contexto se inserta el arrianismo, herejía que por no formular
bien la encarnación del Hijo de Dios negaba su divinidad y
eternidad al considerarlo como un semidios y demiurgo que se
manifestaba en Jesucristo, porque es divino por participación y
adicción al ser creado en el tiempo para servir como
instrumento en la creación del universo; por estas afirmaciones
también negaba el dogma trinitario. La presencia de esta
herejía y las controversias que suscitó son fundamentales para
entender la importancia del Concilio de Nicea convocado por el
emperador Constantino hacia el 325.
22. Los enfrentamientos religiosos fueron reflejo de las luchas políticas e
ideológicas hasta que por fin se impuso una concepción ortodoxa que dio
origen a la Iglesia católica de Roma. Entre las herejías, el gnosticismo
ocupa un lugar importante. Se trata del primer intento de exponer una
filosofía cristiana de la religión y de la historia. Posiblemente, los
acontecimientos posteriores hubieran sido muy distintos si los principios
gnósticos se hubieran impuesto. Éstos, en palabras de Teodoto, pretendían
responder a las preguntas:
¿Qué éramos?
¿Qué hemos venido a ser?
¿Dónde estamos?
¿Adónde hemos sido arrojados?
¿Adónde vamos?
¿De qué nos liberamos?
¿Qué es nacer?
¿Qué es renacer?
23. Este sacerdote alejandrino inspirándose en la doctrina de Luciano de
Samosata comenzó a predicar que el Logos, la segunda Persona de la
Trinidad, no era eterno, sosteniendo que hubo un tiempo en que no existía.
Fue condenado varias veces por su obispo Alejandro y por algunos sínodos
provinciales, como el de Antioquía del 324-325. A pesar de estas
condenas, Arrio continuó aferrado a sus tesis.
El emperador trató de solucionar este asunto, pero sin evaluar el calado real de
la disputa doctrinal sobre el arrianismo, pensó que era un asunto de poca
relevancia e intentó resolverlo por la vía de una exhortación amistosa. Envió
sendas cartas al obispo Alejandro de Alejandría y a Arrio. Osio fue el encargado
de llevar la carta al obispo de Alejandría.
A) Precedentes
24. El intento de resolver el conflicto resultó fallido. Constantino no se desanimó y
tomó la decisión personal de convocar un concilio ecuménico, cuyo orden del
día fuera la controversia arriana y la fiesta de la Pascua. Posiblemente en la
decisión constantiniana habría influido también el obispo de Alejandría que era
partidario de realizar un sínodo ecuménico, que zanjara la cuestión.
Aunque para nuestra mentalidad actual puede resultar chocante la
convocatoria de un concilio por un emperador, no lo era para
Constantino y sus contemporáneos. Desde Augusto los emperadores
romanos habían acumulado en su persona la magistratura
de pontifex maximus, de ahí que Constantino, aún siendo un simple
catecúmeno, se considerara pontifex, «obispo puesto por Dios para
los asuntos de fuera» y entendiera que su actuación caía dentro de
las competencias asumidas por un emperador.
25. B) Desarrollo del concilio
Aunque no se han conservado las actas de este concilio, sin embargo, han llegado hasta
nosotros algunos documentos sinodales: el símbolo, listas de obispos, cánones y una carta
sinodal. Las sesiones conciliares se celebraron en Nicea de Bitinia, en el palacio de verano
del emperador.
En cuanto al número de participantes suele aducirse el de 318. Este número se hizo
proverbial y dicha cifra la repitieron los papas Liberio y Dámaso. Otros autores, como
Eusebio de Cesarea hablan de 250. S. Atanasio calcula que fueron más de 300. Tan
considerable número de asistentes se vio favorecido al poner Constantino a disposición de
los padres conciliares el cursus publicus.
La mayor parte de los asistentes procedían del Oriente cristiano: Asia Menor, Palestina,
Egipto, Siria, Mesopotamia, provincias danubianas, Panonia, África y Galia. De Occidente
sólo estuvieron presentes cinco representantes, entre los que destacaban dos legados del
obispo de Roma y Osio de Córdoba.
26. Comenzaron las sesiones el 20 de mayo y terminaron el 25 de junio del 325. Constantino
inauguró la asamblea, con un discurso en latín exhortando a la concordia, luego dejaría la
palabra a la presidencia del Concilio que, casi con seguridad, fue desempeñada por Osio de
Córdoba, cuya firma aparece en las listas en primer lugar, y tras él las de los representantes
del obispo de Roma.
El obispo cordobés encarnó la ortodoxia a lo largo de la controversia arriana; a él hay que
atribuir el que la política de Constantino, aún con todo su intervencionismo y su ignorancia en
temas teológicos, fuera en general acertada y favorable al bien de la Iglesia. Las primeras
actuaciones corrieron a cargo de Arrio y sus secuaces, que expusieron su doctrina de la
inferioridad del Logos divino.
Tras largas deliberaciones terminó imponiéndose la tesis ortodoxa sobre la consubstancialidad
del Verbo con el Padre. Defendieron esta doctrina Marcelo de Ancira (Ankara), Eustacio de
Antioquía y el diácono Atanasio de Alejandría. Sobre la base del credo bautismal de la Iglesia
de Cesarea se redactó un símbolo de la fe, que recogía la afirmación inequívoca de considerar
al Logos como «engendrado, no hecho, consubstancial (homoousios) al Padre».
Este símbolo fue suscrito por los Padres conciliares, a excepción de Arrio y de dos obispos,
Teonás y Segundo, que quedaron excluidos de la comunión de la Iglesia y desterrados.
27. C) Legislación canónica
El concilio de Nicea legisla también sobre la ejemplaridad de los préstamos otorgados por los
clérigos, prescribiedo que no perciban usuras por esos contratos, so pena de perder su condición
clerical (c. 17) (cf. Elvira, cc. 19 y 20; Arlés [314], c. 12).
Los Padres de Nicea también se ocuparon de la readmisión de cismáticos y herejes (cc. 8 y 19) y
de la penitencia pública (cc. 11, 12, 13 y 14). Llama la atención la benevolencia de los
legisladores de Nicea con los pecadores, frente al rigorismo de sínodos anteriores de Elvira y
Arlés. El c. 11 se ocupa de los lapsi de la última persecución de Licinio, y les impone tres años
de penitencia.
Los cc. 18 y 20 son de índole litúrgica. El c. 18 determina que los diáconos reciban la comunión
de manos de un obispo o de un sacerdote (cf. Arlés [314], c. 18). Por su parte, el c. 20 recuerda
que la postura del orante es de pie, no de rodillas.
Por último, el concilio niceno trató también de un cisma que había dividido la Iglesia de Egipto
en los comienzos del siglo IV, por obra de Melecio, obispo de Licópolis, que se había arrogado el
derecho de consagrar obispos y presbíteros sin conocimiento del obispo de Alejandría, en contra
de la disciplina vigente. Los Padres conciliares trataron con benignidad a los consagrados de
forma irregular, autorizándoles a continuar en su actividad eclesiástica, pero ocupando un lugar
a continuación de los miembros de la jerarquía regular (Epistula nicaeni concilii ad Aegyptios).
28. 1.4.2. El concilio de Constantinopla
(381)
Después del Concilio de Nicea, a pesar de su
condena del arrianismo, éste consiguió sobrevivir
durante unos años gracias a los emperadores que
sucedieron a Constantino.
Es más, gracias a Constancio II la influencia
arriana se extendió por Occidente, a través de
algunos sínodos promovidos por dicho
emperador, lo que favoreció una cierta confusión
doctrinal y la consiguiente aparición de fórmulas y
29. A este concilio se le debe que el resultado doctrinal de Nicea fuera asumido definitivamente
como patrimonio común de las Iglesias en Oriente y Occidente; el primer punto que trató fue
la organización de la Iglesia en Constantinopla, sometidas durante varios decenios a una línea
oficial que comenzó a ser superada con la presencia de Gregorio Nacianceno. Después de
tratar este asunto se abrió un paréntesis para afrontar la cuestión de los macedonios sobre la
divinidad del Espíritu Santo que estaba siendo cuestionada por los pneumatómacos; en este
contexto fue presentado un nuevo símbolo que seguía al de Nicea, pero agregaba elementos
precisos para recalcar la consustancialidad del Espíritu Santo.
Se habla del credo niceno-constantinopolitano que es una gran paradoja: es el documento
más significativo y enigmático en cuento que ninguna fuente del concilio habla de él; de toda
manera los dos elementos más representativos que diferencias este símbolo del niceno son: la
cláusula “cuyo reino no tendrá fin”, dirigida contra Marcelo de Ancira, y algunas afirmaciones
sobre el Espíritu Santo: “Señor y dador de vida, precedente del Padre, adorado y glorificado
junto con el Padre y del Hijo”.
30. 1. Precedentes
Uno de estos movimientos sectarios fue el llamado de los «pneumatómacos»,
que negaban la consustancialidad del Espíritu Santo con el Padre y, por tanto, su
divinidad. Partían del presupuesto arriano de considerar que el Hijo era una
criatura y, en consecuencia, el Espíritu Santo era una criatura del Hijo. Los
seguidores de esta herejía recibieron también el nombre de «macedonianos»
derivado de Macedonio, obispo de Constantinopla (342-360), que fue su principal
mantenedor.
Finalmente, con la muerte de Constancio (361) y de Valente (378) los arrianos
perdieron sus más fuertes apoyos y se quedaron reducidos a una débil minoría. A
la muerte de Valente el imperio oriental pasó a manos de Graciano (375-383),
quien extendió al nuevo territorio las medidas favorecedoras de la ortodoxia, que
antes había aplicado en Occidente.
31. Graciano confió posteriormente a Teodosio (379-395) el Imperio de Oriente. El nuevo
emperador se mostró un celoso defensor de la fe de Nicea, porque entendía que era la fe
predicada por San Pedro a los romanos, profesada por el Pontífice Dámaso y por el obispo
Pedro de Alejandría, como él mismo pone de manifiesto en su famosa constitución Cunctos
populos del 380.
Por eso, no es de extrañar que deseara terminar con los restos de arrianismo en Oriente. Para
lograr ese objetivo convocará un sínodo en el 380, que se reunirá en Constantinopla al año
siguiente. En Occidente, entre tanto, se habían celebrado algunos sínodos con idéntico
propósito. Bástenos recordar el sínodo de Aquileya (381) que congregó a unos treinta y cinco
obispos occidentales, entre ellos, a S. Ambrosio, que condenaron los últimos focos de
arrianismo latino.
32. 2. Desarrollo del concilio
El concilio de Constantinopla se inauguró en el mes de mayo del 381 y duró hasta junio
de ese mismo año. Las sesiones se celebraron en los locales del palacio imperial, según
nos insinúan las fuentes de la época. Estuvieron presentes un total de 150 obispos, todos
ellos orientales. Entre los padres conciliares mencionaremos algunos de extraordinaria
notoriedad, como Gregorio de Nacianzo, Gregorio de Nisa, Cirilo de Jerusalén, Diodoro
de Tarso y Pedro de Sebaste.
El Papa Dámaso (366-384) no asistió, ni envió representantes. Sin embargo, se considera
ecuménico este concilio al reconocerlo como tal el concilio de Calcedonia (451). Ocupó
la presidencia Melecio de Antioquía, y a su muerte le sustituiría san Gregorio de
Nacianzo, recién elegido obispo de Constantinopla, aunque por poco tiempo, porque
debido a una serie de intrigas tuvo que dejar la sede constantinopolitana y se retiró a
Nacianzo. Como sucesor de Gregorio fue elegido un anciano senador llamado Nectario
(Sozomeno, Historia Ecclesiastica, VII, 8). Dado que el elegido era un simple
catecúmeno, después de recibir el bautismo se le consagró seguidamente como obispo
de Constantinopla.
33. Desde el punto de vista doctrinal, este Concilio supuso el golpe de gracia contra el
arrianismo, que –a pesar de la condena de Nicea– había tenido una amplia difusión al
amparo de los emperadores Constancio (337-361) y Valente (364-378). Pero además se
enfrentó a una nueva herejía: el macedonianismo, que negaba la consubstancialidad del
Espíritu Santo. El documento más importante de este Concilio es, sin duda, el llamado
«símbolo niceno-constantinopolitano».
Este símbolo parece que tiene su origen en el que se utilizaba en la Iglesia de Jerusalén
para la administración del bautismo, con algunas adiciones relativas al Espíritu
Santo: «Señor y vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es
igualmente adorado y glorificado, que habló por los profetas». Este símbolo fue
proclamado durante el concilio.
En el debate doctrinal debió promulgar el concilio un Tomo en el que aparecerían
anatematismos contra las herejías recientes, sobre todo contra los arrianos y
macedonianos. Esta noticia nos ha llegado a través de una carta del sínodo de
Constantinopla celebrado en el 382.
34. Legislación canónica
A falta de las auténticas actas del concilio, los investigadores se inclinan por
las colecciones canónicas latinas, por ser las más antiguas. En ellas se
reproducen cuatro cánones disciplinares. El c. 1 reafirma la fe de Nicea y
condena toda herejía, especialmente la de los eunomianos, anomeos,
arrianos, eudoxianos, semiarrianos, pneumatómacos, sabelianos, marcelianos,
fotinianos y apolinaristas.
La fórmula indirecta “que hay que anatematizar” y el hecho de no decir en
qué consisten esos errores hacen pensar que se tratase de un resumen de los
anatemas contenidos en el Tomo del que nos habla la sinodal del sínodo del
382.
El c. 2 establece que los obispos de una «diócesis» no deben entrometerse en
los asuntos de otras circunscripciones eclesiásticas. Conviene precisar que la
palabra «diócesis» no tiene el sentido que actualmente le damos, sino que
significa la agrupación civil de varias provincias. El canon enumera las
diócesis civiles existentes en Oriente: Tracia, Asia, Ponto, Oriente, Egipto.
35. Entre los canones disciplinares destaca el c. 3 en el que se
afirma que «el obispo de Constantinopla, por ser ésta la nueva
Roma, tendrá el primado de honor, después del obispo de
Roma». Como se puede observar la razón que se alega es
política, no eclesiástica. La Iglesia occidental rechazó siempre
este canon, que originaría luego una serie de enfrentamientos
y disensiones.
El c. 4 declaraba nula la ordenación de Máximo, el intrigante
colaborador de S. Gregorio de Nacianzo.
A estos cuatro cánones se suelen añadir otros tres que figuran
en algunas colecciones canónicas griegas. Dos de ellos
proceden del sínodo de Constantinopla del 382, y el tercero es
una carta de la Iglesia de Constantinopla a la de Antioquía.