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La Cincuentena Pascual
1. LA CINCUENTENA PASCUAL
INTRODUCCIÓN
Estamos ante una tarea pendiente del Concilio Vaticano II: SC #107
“Revísese el Año Litúrgico… manténgase su índole primitiva…para
alimentar debidamente la espiritualidad de los fieles en la celebración de
los misterios de la redención cristiana, muy especialmente del Misterio
Pascual”.
Desde la Pascua contemplamos toda las historia de Salvación, el
Misterio Pascual nos precede, nos sobrepasa y nos orienta (P. Juan
Javier Flores); llevar la luz pascual a toda la vida cristiana; la pastoral
transida del Misterio Pascual; alcanzar una perfecta armonía entre el
celebrar y el vivir; el equilibrio entre el antes, en y después de la
celebración de los Misterios. Urge evitar dos escollos que afectan a
nuestra liturgia posconciliar: el ritualismo y el intimismo. Quedarnos
en el rito y las ceremonias externas, por muy bellas que hayan sido las
realizaciones y muy apegadas a los rituales posconciliares, pero sin
PENETRAR EN SU CONTENIDO TEOLÓGICO-SALVÍFICO. El
pietismo, que había llenado el hueco ante la incomprensión de la liturgia
preconciliar con la dificultad de la lengua desconocida para el pueblo
cristiano, está a flor de piel y a veces se pretende impregnar de ello la
acción celebrativa para satisfacer el anhelo de intimismo individualista y
pietismo subjetivo, ajeno a la celebración comunitaria y participativa de
los recursos de la renovación posconciliar. Con la auténtica participación
litúrgica se educa, ora, se expresa y enseña la vivencia de la vida en
Cristo. Urge descubrir y re-descubrir el sentido teológico de la liturgia
posconciliar, tarea pendiente todavía.
2. Recordemos los textos de S.C. 7,21 y 48: “POR MEDIO DE SIGNOS
Y RITOS SE SIGNIFICA Y REALIZA LA SANTIFICACIÓN DE
LOS HOMBRES. Los fieles participan consciente, piadosa y
activamente en la oración sagrada a través de RITOS Y
ORACIONES” Estos elementos celebrativos son como la ventana
abierta al Misterio que se esconde y se manifiesta en ellos. La ritualidad
no es un rubricismo trasnochado, ni alegorismo, ni exteriorismo, sino lo
constitutivo del ser humano, el hombre vive de ritos y los requiere para
toda relación; en la relación de fe con Dios requiere de palabras y
signos, así procedió el Señor en su revelación y así responde el hombre
desde la fe.
Con cuánta razón nuestros obispos en el Sínodo de 1985 afirmaron: “la
participación de la asamblea no consiste solo en actividad externa, sino
en primer lugar interna y espiritual, viva y fructuosa del Misterio
Pascual de Jesucristo. El Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra
debilidad y nos capacita para entrar en comunión con Dios Padre por
Cristo. Recordemos el prefacio de la Misa de Navidad: “para que
conociendo a Dios visiblemente, Él nos lleve al amor de lo invisible”.
Como auténticos adoradores del Padre en Espíritu y en Verdad: bajo el
dinamismo del Espíritu Santo y en la verdad de Jesucristo (Jn 4,23); tal
es el culto que busca Dios Padre. Con el Papa León Magno: “lo abatido
se levanta, lo viejo se renueva y vuelve a su integridad primera, por
medio de Jesucristo, de quien todo procede” (Misal Romano. Vigilia
Pascual, oración después de la séptima lectura).
Con este breve y conciso acercamiento al sentido teológico de la
Liturgia paso a considerar el tema que me encomiendan.
3. 1.- LA ACTUAL CELEBRACIÓN DEL TIEMPO PASCUAL.
La iglesia del posconcilio ha querido restablecer el tiempo de Pascua
con una cincuentena pascual, culminando con la solemnidad de
Pentecostés, con la que termina este tiempo sagrado. Las ferias de la
octava de Pascua conservan su importancia ritual y teológica como los
aspectos de un ÚNICO DÍA, EL HOY DE LA SALVACIÓN QUE
NOSOTROS MARCADOS POR LA SOCIEDAD DE CONSUMO NO
SABEMOS CELEBRAR, nos es dificultoso celebrar al margen de las
fechas exactas.
Los domingos recuperan todo el sentido gozoso del día de Pascua, se
ubica la Ascensión del Señor dentro de un único misterio, se suprimió la
octava de Pentecostés y se enriqueció la fase después de la Ascensión
por textos pneumatológicos con sentido histórico y mistérico, en
consonancia con la espera y la oración de los apóstoles en el Cenáculo
con María, madre de la Iglesia, como un itinerario para recibir el don del
Paráclito.
El tono y colorido de esta celebración se ha sustentado en los textos del
leccionario y en los textos eucológicos del Misal Romano, es un tiempo
marcado por el don del Espíritu Santo fruto del Misterio Pascual y es
también un elemento constitutivo. Que el pueblo de Dios al celebrar la
Pascua cada año profundice el Misterio y como afirma el Papa Pablo VI
(Missale Romanum p.X): “la Palabra de Dios constituya para todos una
fuente perenne de vida espiritual” por eso la reforma ha ofrecido lecturas
más abundantes y ricas en contenido salvífico para que los creyentes
conozcan más profundamente la fe que profesan. Por eso se privilegió,
como es tradición oriental y occidental, la proclamación del libro de los
Hechos de los Apóstoles y del Evangelio de San Juan en el santo tiempo
pascual pues ahí queda patente que la vida de la Iglesia encuentra sus
orígenes en el Misterio Pascual: “Esta obra de la redención humana y
de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas
4. que Dios obró en el Pueblo de la Antigua Alianza, Cristo el Señor la
realizó principalmente por el Misterio Pascual de su
bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa
ascensión. Por este misterio con su muerte destruyó nuestra muerte
y con su resurrección restauró nuestra vida” (SC 5).
La vida de Cristo no es solo una simple sucesión cronológica de hechos,
sino un todo con el que responde a su Padre celestial con la totalidad de
su vida a la Misión señalada y cuyo culmen es el Misterio Pascual, bajo
la unción del Espíritu Santo; toda su vida se orienta hacia dicho
Misterio, éste es el principio de cohesión de toda la vida de Cristo, es
el momento culmen de su vida de entrega única e irrepetible realizada
por AMOR DE TOTALIDAD (cuerpo que se entrega y sangre que se
derrama), Cristo es el SÍ DE DIOS Y EL SÍ A DIOS PADRE (2Co
1,20), el HOY DE LA SALVACIÓN, KAIRÓS DE SALVACIÓN. De
aquí nos viene el efecto salvífico del único Misterio que transforma,
vivifica y sostiene a los discípulos de Cristo en su Iglesia.
De aquí la liturgia se nutre, como de su savia, ahondando en sus propias
raíces el alimento que la sustenta: el Misterio Pascual - Misterio
Salvífico, éste es el centro de la historia de la Salvación y es el centro de
toda la liturgia (P. Salvatore Marsili); así la Redención se introduce en el
plano ritual y celebrativo mediante ritos y oraciones actualizando el
efecto de dicho Misterio Pascual. Por eso celebramos la PASCUA
ANUAL CON SU CINCUENTENA, LA PASCUA SEMANAL,-
DOMINGO Y LA PASCUA DIARIA, LA EUCARISTÍA.
Por eso, el discípulo de Cristo encontrará en las celebraciones del triduo
pascual, en su preparación cuaresmal y en su prolongación pascual
(SIETE SEMANAS), la médula de su auténtica espiritualidad y el lugar
de su renovación anual de la fe.
5. 2.- LA PASCUA ES VIDA Y LA VIDA ES PASCUA: en Cristo
resucitado está contenido el pasado, el presente y el futuro. Todo se
concentra en su humanidad gloriosa. La Iglesia celebra esta realidad
salvífica durante el tiempo pascual desglosando los múltiples aspectos
de la multiforme gracia de Cristo en cada una de sus celebraciones, sin
agotar jamás esa plenitud del misterio, así lo expresa en la estupenda
Oración colecta del 2° Domingo de Pascua: “la inestimable riqueza del
bautismo que nos ha purificado, del Espíritu que nos ha hecho
renacer y de la sangre que nos ha redimido”.
Si vivimos con Él, vivimos de Él. Cristo nos ha introducido ya en su
gloria. La vida del discípulo participa ya de la eternidad en la que Cristo
vive y actúa. La vida es un paso, una pascua gozosa en la que los
momentos pasajeros se van incrustando en la eternidad, porque las obras
del cristiano, cumplidas a impulsos del Espíritu, tienen ya dimensión de
eternidad. (P. Jesús Castellano, Año Litúrgico. CPL. Barcelona 1996).
3.- LA IGLESIA, PRESENCIA DE LOS MISTERIOS DEL
RESUCITADO.
La liturgia de la Iglesia en el tiempo pascual nos hace percibir la verdad
misma que el ritual de la Iniciación cristiana de adultos recuerda al
hablarnos de este tiempo de la mistagogía. Toda la vida cristiana es
mistagogía: experiencia de la gracia que nos ofrecen los misterios;
iniciar, acompañar y enseñar a gozar esa experiencia propia del
discípulo. La comunidad introduce al discípulo en esa experiencia, lo
acompaña en su proceso de gestación, le ayuda ante los obstáculos de
caminar como discípulo y lo ayuda en la asimilación de la vida nueva
que inició como germen o semilla en su bautismo, por eso es una
MISTAGOGÍA paulatina, procesual, dinámica y transformadora del
discípulo que dará como resultado un laico maduro capaz de acompañar
a otros discípulos asumiendo la corresponsabilidad: “vayan y hagan
discípulos” (Mt 28,19).
6. Si se da un espacio especial a los neófitos en este tiempo, como lo
confirma la selección de textos del ciclo A, con las Misas propias para
ellos, es también para indicar a todos los cristianos que la vida
sacramental de la Iglesia es simplemente vivir lo que se nos ha dado una
vez para siempre en el Bautismo y en la Confirmación a través del
misterio de la Eucaristía, en su dimensión cotidiana o en su referencia
dominical. San León Magno nos confirma el sentido de plenitud que
tiene la Iglesia, Cuerpo del resucitado, y lugar en el que se han
acumulado todos los Misterios del Redentor, ya que “todas las cosas
referentes a nuestro Redentor que antes eran visibles, han pasado a
ser ritos sacramentales” (Serm.54,2:PL54,398; Oficio de lectura,
viernes de la 6° semana de Pascua).
Lo que pocos elegidos pudieron ver y experimentar en el tiempo de los
acontecimientos salvadores de Cristo, ahora se hace nuestro en el don de
la liturgia, que nos hace revivir todos los misterios, las palabras y los
gestos salvadores del Señor. Todo ello en virtud de la Pascua. Es la
Buena y Gran noticia: Cristo resucitado vive en la Iglesia, que es su
cuerpo. Por lo cual tomamos de la antropología celebrativa elementos
que hacen “tocable” las realidades trascendentes: la luz del Cirio Pascual
(evoca la luz que no tiene ocaso), el altar, la fuente bautismal, la cruz
gloriosa (resumen del Misterio Pascual), el Evangeliario (como un
tabernáculo de Cristo-Palabra), el ambón (símbolo de la Iglesia docente)
y de manera peculiar la asamblea orante que escucha y se ofrece con
Cristo para gloria del Padre.
El tiempo pascual festeja ritualmente, en su Iglesia, la presencia de
Cristo Resucitado, vitalidad del Pueblo Bautizado y confirmado.
7. 4.- TIEMPO PASCUAL, TIEMPO DEL ESPÍRITU SANTO: el
mismo día de Pascua es día también de la efusión del Espíritu (Jn 20,19-
23), día de la glorificación de Jesús y de la salvación escatológica para la
Iglesia: Dios es glorificado toda vez que el hombre es santificado; o
bien, la gloria de Dios es el hombre viviente (S.Ireneo). Un llamado a
descubrir en la Liturgia de las Horas del tiempo pascual, (aquí con
mayor abundancia: himnos, antífonas, salmos, responsorios, oraciones,
etc.) y en los textos de la celebración de la Eucaristía; hay un énfasis
peculiar sobre el culto en espíritu y verdad reflejado en la comunidad
pascual que desarrolla una espiritualidad pneumatológica tanto en el
oriente como en el occidente católicos.
En esta perspectiva se lee durante la celebración Pascual el libro de los
Hechos que es como “el evangelio del Espíritu Santo”, es necesario
recuperar toda la riqueza litúrgica de esta veta pneumatológica, un tanto
descuidada en la vida eclesial.
5.- TIEMPO DE LA IGLESIA COMO NUEVA HUMANIDAD:
encontramos también enfatizada la novedad bautismal de la vida
cristiana, expresión en la historia de la vitalidad de Cristo resucitado,
nos impacta una antropología de la Resurrección: revela la prolongación
de Cristo vivo habiendo vencido la muerte y el imperio del pecado.
La realidad vivificante y transformante de la Pascua se refleja en la
eucología de nuestras celebraciones: 6° Domingo de Pascua, Oración
colecta: “que los misterios que venimos celebrando se manifiesten en
nuestras obras”.
Se revela la última palabra de Cristo: resucitaré y los resucitaré,
festejamos que la muerte no tiene la última palabra, sino la penúltima;
desde el acontecimiento de la Resurreción hay una nueva humanidad
renovada por el Espíritu Santo.
8. Se toman algunas lecturas del Apocalipsis para proclamar con los
Ángeles en la Ascensión la anticipación de la vida nueva y de la espera
gozosa del cumplimiento definitivo en Cristo. La fiesta pascual nos
ofrece la gracia de la anticipación, degustamos ya el banquete
eucarístico, el pan de la Palabra nos hace saborear el agasajo celebrativo
de este tiempo de salvación.
6.- LOS TEXTOS PROCLAMADOS EN LA LITURGIA
PASCUAL.
Recordemos que la atención simultánea a la Escritura y a la asamblea ha
hecho nacer en la Iglesia este lenguaje particular llamado
EUCOLOGÍA, que se ha elaborado a lo largo de la historia como
resultado de la ruminatio verbi: el rumiar de la Iglesia sobre la
Palabra de Dios. Las oraciones, los prefacios, los himnos, las antífonas,
las anáforas, las bendiciones vuelven a decir, con su matiz característico,
lo dicho por la Sagrada Escritura, con el genio del lenguaje eucológico:
por medio de citaciones y de alusiones recursos del dominio del
lenguaje.
TEMÁTICA TEOLÓGICA SUBYACENTE EN LA EUCOLOGÍA
PASCUAL:
1. EL MISTERIO LITÚRGICO.
2. VICTORIA SOBRE EL PECADO Y LA MUERTE.
3. NUEVAS CREATURAS.
4. LA ADOPCIÓN FILIAL.
5. EL PUEBLO DE LOS BAUTIZADOS.
6. REGENERADOS PARA LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA
ETERNA.
7. NUESTRA VICTORIA.
9. a)EL MISTERIO LITÚRGICO: el Misterio de la Pascua no es
solo una celebración conmemorativa sino que se trata de una
actualidad transformante, “a revivir nuevamente este año el
misterio pascual (COLECTA DEL MIÉRCOLES 2ª semana de
pascua).La redención continúa, no es un mero recuerdo;
“concédenos conservar siempre en nuestra vida y en nuestras
costumbres la alegría de estas fiestas de Pascua”(Colecta del
sábado de la 7° semana de Pascua); “que los misterios que
estamos celebrando se manifiesten en nuestras obras” (Colecta
del 6° domingo de Pascua); la obra del Espíritu Santo en dicha
transformación: “que tu Espíritu, Señor, nos penetre con su fuerza,
para que nuestro pensar te sea grato y nuestro obrar concuerde
con tu voluntad”(Colecta del lunes de la 7° semana de Pascua); los
que han sido iniciados en los misterios son aptos para pasar a una
vida nueva, transformada: “ya que nos has iniciado en los
misterios de tu reino, haz que abandonemos nuestra antigua vida
de pecado y vivamos, ya desde ahora, la novedad de la vida
eterna);el efecto transformante del Misterio Pascual: “Derrama
sobre nosotros, Señor, tu espíritu de caridad, para que vivamos
siempre unidos en tu amor los que hemos participado en un mismo
sacramento pascual” (Poscomunión de la Vigilia Pascual);los
frutos del Sacramento Pascual se multiplican en nosotros a lo largo
de la vida: “Te pedimos, Señor, que los dones recibidos en esta
Pascua den frutos abundantes en toda nuestra vida”
(Poscomunión del 2° domingo de Pascua).
b) Victoria sobre el pecado y la muerte: Somos liberados de
nuestros errores, del pecado, de la muerte, del mundo caído,
“Concede a quienes has librado de las tinieblas del error,
adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad” (Colecta del
jueves 3ª semana de Pascua); Cristo vencedor nos libera, somos
vencedores con Él, “Porque Jesús, vencedor del pecado y de la
muerte ha ascendido hoy … para que nosotros, miembros de su
10. Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su
Reino” (Prefacio de la Ascención); destruyó el mundo caído,
inmolado venció a la muerte (Prefacios 4° y 3°); muriendo
destruyó nuestra muerte (Prefacio Pascual 1°); la Pascua es para
nosotros, como fue para los israelitas, una Noche de Liberación
(Exultet).
c) Nuevo ser: el aspecto más celebrado en la Pascua pues en
Cristo resucitado somos nuevas creaturas, en la novedad del
Misterio Pascual. Esa renovación trastoca no solo a la humanidad
sino a toda la creación, la eternidad nos pertenece. “Que la
participación en los sacramentos de tu Hijo nos libre de nuestros
antiguos pecados y nos transforme en hombres nuevos”
(Poscomunión, miércoles de la Octava de Pascua). El autor de
dicha renovación, de esa transformación única es el Espíritu Santo
(Oración después de la 3ª lectura, Vigilia Pascual); Somos
recreados con la creación entera (Oración después de la 1ª lectura,
Vigilia Pascual); es una total renovación de lo que somos (Oración
después de la 7ª lectura, Vigilia Pascual); hay un nuevo nacimiento
y somos constituidos hombres nuevos (Oración de bendición del
agua bautismal).
d) Adopción filial: todo el proceso de la historia de la salvación
tiende en realidad a hacer de nosotros hijos de adopción. Así lo
concibe la eucología del tiempo pascual, en la que son numerosas
las alusiones a dicha filiación. La adopción se alcanza por la fe
unida a la libertad y con la vida eterna que pertenece al que renace
el agua y del poder del Espíritu Santo: “Señor, tú que te has
dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, miranos
siempre con amor de Padre y haz que cuantos creemos en Cristo,
tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna
(Colecta, 5°domingo de Pascua); otras oraciones recuerdan la
dignidad de hijos recuperada en Cristo Resucitado: “la alegría de
11. haber recuperado la adopción filial (Colecta del 3° Domingo de
Pascua); “multiplica sobre la tierra los hijos de tu promesa con
la gracia de la adopción” (Oración después de la 2ª lectura,
Vigilia pascual); dicha adopción se da en raíz pero se realiza
progresivamente como todo proceso de crecimiento: “aumenta en
nosotros el espíritu filial”, “haz que lleguemos a la
plenitud”;”que llegue a la cumbre de la resurrección por la
acción renovadora del Misterio Pascual”(Colecta del domingo de
Pascua).
e) El pueblo de los bautizados. No es una gracia individual, sino
que se distribuye para formar un pueblo, el Reino está abierto para
los que renacen del agua y del Espíritu: “Señor, tú que abres las
puertas de tu Reino a los que han renacido del agua y del
Espíritu” (Colecta del martes de la 3ª semana de Pascua); con esta
efusión de gozo pascual el mundo entero se desborda de alegría
(Prefacio de Pentecostés); Cristo, cabeza de la Iglesia, ha sido
glorificado y su Cuerpo, la Iglesia, participa de su gloria y camina
hacia la perfecta consumación de esta gloria: “por la comunión de
estos santos misterios afiánzanos en la esperanza de que toda la
Iglesia alcanzará aquello que ya recibió su cabeza” (Oración
poscomunión del 7° domingo de pascua). Al celebrar el misterio de
la Pascua, pide la Iglesia que todo el pueblo de Dios alcance la
gloria celestial: “concédenos también la alegría eterna del reino
de tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte
en la admirable victoria de su Pastor” (Colecta del 4° domingo de
Pascua).
f) Regenerados para la resurrección y la vida eterna: se ha
obrado en nosotros un cambio radical y se nos ha dado la dignidad
de hijos de adopción, participantes de la naturaleza divina, nos
conduce a nuestra propia resurrección y a la plenitud de la vida
eterna. “en la resurrección de Jesucristo nos has dado renacer a la
12. vida eterna” (Poscomunión del jueves de la 4ª semana de Pascua;
un tema recurrente durante este tiempo); dicha Resurrección ha
llegado a ser también nuestra, sin embargo a ésta la miramos
todavía como una esperanza: “concede a este pueblo afianzar su
esperanza de resucitar gloriosamente” (Poscomunión del 3°
domingo de Pascua); nuestra debilidad continúa pero la
resurrección está ante nosotros como un objetivo que podemos
alcanzar, la resurrección es una gracia: “concédenos la gracia de la
resurrección” (Colecta del viernes de la 2ª semana de Pascua).
g) Nuestra victoria. La liturgia pascual subraya en múltiples
formas que la resurrección que se nos comunica en el bautismo es
una victoria pues pasamos de la muerte a la vida en Cristo
vencedor de la muerte y del imperio del pecado: “Jesús, el Señor,
el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte” (Prefacio
1° de la Ascensión), también: “inmolado ya no vuelve a morir,
sacrificado vive para siempre” (Prefacio 3° de Pascua); esa
victoria de Cristo nos pertenece, alcanzamos dicho triunfo, lo
afirma la oración colecta del día de la Ascensión: “porque la
ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria”;
recordemos que en Cristo somos gloria de Dios, esa victoria ha de
resplandecer en nosotros, ha de ser visible para los que nos rodean,
resplandeciente en nuestra manera de vivir, decidir y actuar: “Te
pedimos que nos hagas capaces de anunciar la victoria de Cristo
resucitado” (Colecta del martes de la 2ª semana de Pascua); dicho
triunfo nos abre a la vida eterna: “en este día nos has abierto las
puertas a la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte”
(Colecta del día de Pascua).
La historia de la Iglesia constata que se requiere un largo período
de tiempo para que nuestras celebraciones lleguen a la conciencia
operativa del pueblo de Dios, falta tiempo y recursos celebrativos
elocuentes que formen al discípulo que celebra el Misterio y
13. asimila el contenido salvífico: textos, frases, aclamaciones, cantos
coherentes con la fase del Misterio celebrado, falta todavía tiempo
para lograr la profundización suficiente del tiempo pascual. Y por
supuesto, si los cantos de pascua continúan siendo cantitos para
salir de paso sin contenido pascual o con pobreza de contenido
teológico-pascual… saquen ustedes conclusiones.
7.- Leccionario del Tiempo Pascual: la elaboración de todos los
leccionarios en la reforma litúrgica posconciliar ha sido una labor
interdisciplinaria, lo atestigua un héroe de dicha reforma: MONS,
ANNIBALE BUGNINI que nos ha legado un tesoro en su espléndido
libro editado por BAC en 1999: La Reforma de la Liturgia (1948-
1975) y entender el cuidado que se tuvo para la preparación, consultas,
edición típica y traducciones de los libros litúrgicos.
Varios criterios han entrado en juego en el momento de preparar el
actual leccionario, el primero y más significativo es: PRESENTAR EL
MISTERIO PASCUAL CON MÁS CLARIDAD Y ABUNDANCIA
DE TEXTOS. Esto permite ver múltiples facetas de dicho misterio
inefable, imposible de apreciar en la pobreza del anterior leccionario. Se
ha asegurado la fidelidad a la tradición por eso se estudió
cuidadosamente las listas de las lecturas bíblicas en las liturgias latinas
del siglo VI al XII, así como la tradición de los libros orientales de unos
quince ritos. El sentido ecuménico tampoco estuvo ausente, pues se
tuvieron en cuenta igualmente los leccionarios en uso de las Iglesias de
la Reforma del siglo XVI a nuestros días.
Ahí está la riqueza de textos abundante y variada distribuida durante el
curso de tres años consecutivos: ciclos A, B y C y además se ha tenido
en cuenta el progresivo proceso de revelación histórica de la salvación:
profetas, apóstoles y Cristo. El libro de los Hechos de los Apóstoles ha
reemplazado al antiguo testamento. Había un precedente en este rico
14. sentido, conforme al uso de las liturgias orientales, la ambrosiana y la
hispánica.
Se presenta en la primera lectura a lo largo de cada ciclo los fragmentos
más importantes de los Hechos de la primitiva comunidad cristiana, así
como los discursos kerigmáticos de Pedro y Pablo. Aquí percibimos el
valor catequético de dichas perícopas ilustrando el Misterio Pascual: la
Iglesia que se constituye y vive por el anuncio y la celebración de
Cristo, muerto y resucitado (P. Dionisio Borobio, La celebración de la
Iglesia III, Edic. Sígueme.).
La segunda lectura es la semicontinua de la primera Carta de S. Pedro,
de la primera de S. Juan y del Apocalipsis, en los respectivos ciclos A, B
y C. Las razones pastorales y catequéticas aparecen claras: la primera
por su sentido bautismal; la segunda para iluminar el ejercicio del
caminar cristiano en la fe y la caridad; y la tercera, como la gran visión
del glorificado que conserva las señales de la pasión (unidad del
misterio) y da sentido a la historia de los hombres.
La eucología de la Liturgia de las Horas es sumamente elocuente por
ella misma: himnos, antífonas, responsorios, oraciones de alabanza e
intercesión. Las lecturas patrísticas nos transmiten la riqueza sobre la fe
de la Iglesia en la Pascua.
Se trata, en fin, de una historia, una teología, y una pastoral muy bien
asumidas por la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, que afirma
refiriéndose a la cincuentena pascual: “Los cincuenta días que van desde
el Domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés, han de
ser celebrados con alegría y exultación como si se tratara de un solo y
único día festivo, más aún, como un gran domingo”. (Normas
universales sobre al año litúrgico y sobre el calendario, 14.Febrero.1969.
22 y 23-26).
15. BIBLIOGRAFÍA: 1) Jesús Castellano, El año litúrgico. Memorial de
Cristo y Mistagogía de la Iglesia. CPL Barcelona 1996. 2) Adrien
Nocent, Celebrar a Jesucristo, El año litúrgico IV. Semana Santa y
Tiempo Pascual. Sal Terrae. Santander 1979. 3) Juan Javier Flores,
Traducir en la vida el Misterio Pascual. Ediciones Paulinas, Madrid
1992. 4) Dionisio Borobio, La celebración en la Iglesia, III Ritmos y
tiempos de la celebración. Ediciones Sígueme, Salamanca 1990. 5)
Félix María Arocena, En el corazón de la Liturgia, Ediciones Palabra,
Madrid 1999.
+Jonás Guerrero Corona
Obispo de Culiacán
03.02.15.