Doña María se casa con Don Abel Correa, un capitán violento y celoso que la maltrata. María aprende brujería para vengarse de su marido. Usa sus poderes para enloquecerlo y aterrorizar al vecindario, haciendo que su esposo quede atado y muriendo en el suelo. Cuando los vecinos invaden su casa, María ha huido y dejan a su marido muerto.
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Leyenda potosina - LA CALLE DE LOS ESPANTOS
1.
2. La calle de los espantos
(esta algo larga.. be patient)
Para la anhelante de Doña María de Ayala,
tomar estado y meterse por la fragosa vía de
la amargura, fue todo uno. El casorio, para
ella, fue todo alreves de lo que esperaba, y
espero mucho. Durante años fue
amontonando con inacabable paciencia y
terca laboriosidad, ilusiones y mas ilusiones;
primero, como adolescente ensoñadora,
enseguida, como vehemente moza casadera
y, por fin, como hembra madura finitima a la
desesperanza. Tardaron mucho en cuajar las
ilusiones, tanto que, cuando ya veía como
segura, llena de pabido asombro e ineludible
asombro, el quedarse a vestir santos, apareció,
3. asomandose a la claraboya de su expectante
corazon, el recio y curtido milite Don Abel
Correa, capitan segundo de milicias.
Cargada de mil ansias, y por si era el ultimo, no
se detuvo a considerar la de Ayala las bondades
o maldades del futuro consorte. A la embestida
inicial, respondio con una provocativa y feble
resistencia, para rendirse luego, con armas y
bagajes. Las ardorosas palabras de su amador
los fornidos juramentos, las copiosas muestras de
ternura, si endoblaron sus brios para llegar a
donde ansiaba llegar, el altar, del que bajo
convertida en mujer legitima de su hombre, ahí
mismo. Y fue cuando el amor cogió por una
vereda insospechada.
4. El corazón aquel, todo arrobos y ternuras antes,
resulto aposentamiento de un alma pavorosa y
rebufante, a la que carcomian los celos. La que
esperaba ser reyna de una mansion llena de
atuendos, paro en reclusa. Ni a la ventana
permitia el milite que se asomara la mujer. Y,
ademas de reclusa, en esclava. El tálamo, solo
lo ocupaba en ratos, por que su colchon
ordinario era el vivo suelo. Por cualquier
nonadilla, la tundía a puntapiés; de caricias,
unicamente probo la doliente Doña Maria,
continuos atronadores y feroces mamporros.
El alacranado milite aislo a la mujer de todo y de
todos. Ni a la iglesia, siquiera en cuaresma la
dejaba ir; menos al
5. mercado. Bastimentos, ropa, enseres, todo le
acarreaba el esposo y carcelero. Y, para quitarle
de cuajo la ocurrencia de una evasion, con
descomunal candado el Correa estuchaba la
puesta de su hogar. Con tamaño calvario, a la de
Ayala se le seco el vientre, y no dio hijos. Hasta de
ese legitimo y natural consuelo se vio desposeida.
Pero, como las cosas de esta vida no tienen
permanencia y como es bien sabido que no hay
mal que cien años dure ni enfermo que los
aguante, todo se trastoco en la sufrida mujer. El
amor de una principio, se le huyo del corazon y se
avecindo en el, entonces, un extraño y sutil odio
llevado con mucha manderecha; dio de través a
los lamentos y deseco sus ojos; de ahi
6. para adelante, ni una lagrima, ni una queja, una
actuosa sumision y mansedumbre.
En su corazon ayermado, empezó a urdir la
venganza. Aprovechando que el marido, muy
de mañana, con los luceros se iba al cuartel -
que entonces era el de la estacada - se dio a
vagar por las azoteas, en busca de una casa
vacía por donde ganar las calles. Fue cosa de
días y días. Aun que siempre lo mismo, todas con
gente, no callo en desanimo, el que persevera
alcanza, asienta - y asienta muy bien - un dicho.
Habiendo dado con lo que precisaba, lo
7. casa habitacion, en la hombrosa calle de la
Colmeca o del Testerazo, como también la
nominaron - hoy 2 de abril - vivía una mujer
maleficiosa, llena de habilidades indecibles, que
ejercia el arte cisorio, una de esas que se dedica
a la nigromancia, a la sorteria y a las cerradas
artes divinatorias, y que predecia futuros,
cortaba males, desleia a ojos, y enderezaba
entuertos con sus astrologias, sus geomancias y
sus cábalas. Se hizo diligente discípula de esta y
se inicio en el tenebroso arte de la brujería. En
menos de nada, compelida por las dinámicas
ansias bindicativas, aprendio a manejar polvos
nefiticos, pociones, toda clase de mezclas,
pestilentes brebajes, elixires conformativos,
muñecos de trapo, sortilegios, ensalmos,
afrodisiacos, narcoticos y simpaticos, triacas,
8. amuletos, talismanes, conjuros, emplastos,
mensures, y todos los menesteres y ritos útiles
necesarios para el cabal ejercicio de la
diabólica magia negra.
Adoctrinada por su preceptora, Doña Maria
alcanzo a llegar hasta lo mas intrinseco de la
brujeria. Aprendio, lo primero, y de cuerito a
cuerito, el libro infernal de Jonas Sufurino, que es
como la cartina de la geomancia; el libro de
San Cipriano, o el tesoro del hechicero, un
voluminoso manual, indispensable en la libreria
de cualquier brujo que se respete; los admirables
secretos de Alberto el Grande, y otros libracos
de este jaez.
Aprendio tambien, la rigurosa jerarquia y trato
con los espiritus infernales que
9. amuletos, talismanes, conjuros, emplastos,
menjurges, y todos los menesteres y ritos útiles
necesarios para el cabal ejercicio de la diabolica
magia negra.
Adoctrinada por su preceptora, Doña Maria
alcanzo a llegar hasta lo mas intrinseco de la
brujeria. Aprendio, lo primero, y de cuerito a
cuerito, el libro infernal de Jonas Sufurino, que es
como la cartina de la geomancia; el libro de San
Cipriano, o el tesoro del hechicero, un voluminoso
manual, indispensable en la libreria de cualquier
brujo que se respete; los admirables secretos de
Alberto el Grande, y otros libracos de este jaez.
Aprendio tambien, la rigurosa jerarquia y trato
con los espiritus infernales que
10. todo nigromante debe tener a su disposicion
mediante el pacto: Lucifer, emperador; Belcebú,
principe; Astorotch, Gran Duque; y los espiritus
superiores subordinados a estos y todas las
funciones de c/u de los entes del averno, y
todas las mañas de estos seres de la
nigromancia.
Con esta larga cauda de conocimientos
niogromanticos, Doña Maria, enderezo todas sus
terribles baterias en contra de su mal humorado
conyuge para deslavarle los impetus y satisfacer
su ansia ardiente maciza y tras añeja de
vindicta. Ni que decir que volco en el, ya en
efigie, ya en persona, todas sus habilidades. Los
indomitos brios, y el fosforico temperamento, lo
insufrible, se fue enmolleciendo poco a poco
hasta quedar nada. Dejo de ser el de antes. Ya
no volvio a masticar oscuras
11. palabras a somormujo o a grito abierto. Olvido el
candado, francas dejo todas las puertas, no
volvio a ponerle las manos encima a su mujer, ni a
gritarle cosas, paro todo en miel, conmedimientos
sin fin y amabilidades exquisitas.
Y Doña Maria volvio al sol. de triguito de dolores
que parecia recobro las chapas y embarnecio
muy saludadora y parlera, se dio a conocer a las
vecinas, y con sus buenos modos les robo la
voluntad. Muy bien quista por sus amables
procederes, entraba y salia de todas las casas de
vecindario, no dejando detras de si mas que muy
honrosos comentarios. Atesoraba simpatias. Era
como el gorron sobre el cua lgiraba la vida
entera de la pava
12. comunidad del callejon de Zarzosa, apellidado
asi desde muy antiguo.
El marido mientras tanto por las satanicas
hechicerias de su mujer, proseguia
adentrandose en una indefinida insanidad, cual
si se le stuviera zafando la razon. Ya no tenia
nada de aquella preterita impetuosidad y
dureza. Todo mansedumbre,no hacia mas que
escagularse en el patio de la casa a chupar sol.
De pronto, el callejon de Zarzosa, tan lleno de
quietud, tan vacio de estrepitos, tan colmado
de amisisimos afectos, se inundo de sobresaltos
y temores. En las noches, y mas en las noches
umbrosas de menguante, o en las argentadas
de plenilunio se cernian sobre toda la calleja
emanaciones
13. comunidad del callejon de Zarzosa, apellidado asi
desde muy antiguo.
El marido mientras tanto por las satanicas
hechicerias de su mujer, proseguia adentrandose
en una indefinida insanidad, cual si se le stuviera
zafando la razon. Ya no tenia nada de aquella
preterita impetuosidad y dureza. Todo
mansedumbre,no hacia mas que escagularse en
el patio de la casa a chupar sol.
De pronto, el callejon de Zarzosa, tan lleno de
quietud, tan vacio de estrepitos, tan colmado de
amisisimos afectos, se inundo de sobresaltos y
temores. En las noches, y mas en las noches
umbrosas de menguante, o en las argentadas de
plenilunio se cernian sobre toda la calleja
emanaciones
14. pestiferas, insoportables, ruidos de resquebrajar
los timpanos, de cadenas, de tambores, de
fogonazos, roncos unos chillones otros, ayes
despavoridos de arrugar el corazon, y clangores
de partir el alma; humos negros, morados rojos;
sombras en vuelo; carreras por las azoteas como
de todo un tropel desbocado arrastrando
cadenas; retumbares so tierra , de tambalearse
las casas.
Los vecinos, converito el silente y recoleta
callejon en saturnal o aquelarre del averno, se
vieron forzados a poner las cosas en oidos de la
utoridad. El alcalde mando al jefe de los serenos
a observar los extraños acontecimientos. Y en la
misma noche al apretar la oscuridad, una bolas
15. igneas, como de una vara de diametro,
empezaron a rodar por las azoteas. Salian
pegando brinquitos de la casa del capitan
Correa, y despues de rondar por los demas
pretiles, volvian a ella; las arreaban unos silvos
fortisimos revueltos con palabras malsonantes de
la peor calidad. De cuando en ves, aparecian
pestiferas tulfaradas e informes lenguas de humo
que borraban las bolas, se quedaban
remeciendose en los aires, al par que unos gritos
destemplados que no parecian salidos de
ningun pecho humano, atronaban los aires. A
estos se sumaron el llanto de los niños, las
exclamaciones de las mujeres y los denuestos de
los hombres, todos se apiñaron en el medio del
callejon y de los labios espantados barbotaban
oraciones a las benditas animas y a
16. todos lo santos.
Cuando se hubo desvanecido aquello les fue
volviendo el alma a los cuerpos. Todos se
sintieron entonces cargados de osadia, y como
vieren que de la casa del capitan Correa salian
las causas de espanto y de alli no se asomo
nadie, decidieron violarla.
Con recias aldabas llamaron muchas veces a la
puerta; la zarandearon con impaciencia,
sacudieron las ventanas. Ninguna señal, ninguna
respuesta. Ya no les cupo la duda, juntaron mas
y mas enojo, se lleno el callejon de curiosos
dispuestos al asalto, como no les abrieron se
derramaron por las casa vecinas para ganar las
azoteas y meterse a las de los Correa.
Un enjambre de valientes metiches
17. comandados por el sereno, se apretaron al
abordaje, y cuando buscaban el modo de bajar
al patio, un deslumbrante fogonazo los lleno de
luz, quitandoles la facultad de ver; una sombra
negra con una larga estela de chispazos salto
hacia los aires y una carcajada violenta
larguisima cerro el tranquilizo. A los valientes
violadores se les fue todo ejercicio de la voz, del
movimiento, del repiro, los volvio a recoger el
miedo. Algunos se fueron de aguas, y los mas
quedaron agarrotados.
El puntillo de la honra los vio en si, les aflojo la
lengua y el cuerpo, les despercudio el seso, y
como eran muchos, pronto enderezaron sus
animos para dar cabal fin al abordaje.
18. Con sogas y escaleras alcanzaron el patio,
donde se arracimaron todos para reparar
miedos. Un espantoso silencio emanaba de las
piezas con las puertas destrancadas y oscuras,
oscurisimas. La recorrieron sin encontrar persona
alguna, y fue en la ultima, en la del corral,
donde a la mortecina luz de las lamparas de
cebo, encontraron la oficina de la correa, bien
abastada en cuanto a menester para el
ejercicio de la magia negra; y en el suelo, sobre
una cruz de tierra con las extremidades
fuertemente amarradas con cuero crudo a
sendas estacas, al infeliz consorte, con el cuerpo
transido por largas y afiladas espinas, vomitando
liquidos mal olientes y espumosos y los
desorbitados ojos clavados en inalcanzables
lejanias. Como no encontraron a la mujer, los
maliciosos
19. concluyeron que, cuando ellos estaban para
bajar el patio, la bruja huyo montada en una
escoba y por eso el fogonazo.
Con tamañas muestras de criminalidad a la
mano, las autoridades entraron de lleno en el
asunto. Al capitan lo condujeron al hospital, por
esa noche cerraron y sellaron la casa; y , al
llegar la claridad, cuando de nuevo con notario
que diera fe y testigos, entraron a la desolada
mansion, encontraron a la bruja tirada en la
puerta del taller, inhundada de sudores y
carente de sentido. Bajo fuertes custodias, la
llevaron a Las Recogidas, donde, en el mas
seguro calabozo, la cargaron de grillos y
cadenas.
20. Largos meses corrieron mientras se le
sustanciaba la causa a la bruja, esta se refugio
en un consistente mutismo que no rompió ni la
aplicación del potro y el garrote. Al
adementado milite, no hubo como sacarlo de
su insania, unos parientes radicados en el
nuevo reino de León, lo recogieron y no se
supo mas de el. La nigromantica mujer al poco
tiempo, se convirtio en una vieja carcamal,
espantable y repelente, que solo sabia
derramar miedos entre las reclusas. Jamás dijo
palabra. Sello su boca para siempre. Y solo se
abrió para que le huyera el alma, el Callejón
Zarzosa, se vacio. Ni los perros osaban transitar
por el, durante mucho tiempo, mientras
siguieron los ruidos y las diabólicas apariciones
que cesaron del todo al morir la mal famada y
21. malaventurada Doña María de Ayala. Y, Por
eso, las gentes del viejo San Luis, apellidaron
a esa parva y recóndita rúa: "La Calle de los
Espantos"
Gabriela Yoselin Salazar Tello