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LENGUA Y SOCIEDAD
                                        Jesús Sánchez Lobato



                ¿Una lengua más pobrel Ante el interrogante que nos ha reunido hoy
            aquí, y que da paso a mi disertación, tendré que contestar afirmando que
            no existe motivo alguno para una consideración negativa de la lengua ac-
            tual. No, no es más pobre la lengua que en nuestros días sirve de vehículo
            de comunicación a una comunidad hispana cercana a los trescientos millo-
            nes de hablantes. Intentaré fundamentar el porqué de mi afirmación a lo
            largo de esta exposición.

                La lengua de nuestros mejores escritores -la de aquellos que se expresan
            en lengua española, que es de la que hablo-, y, por ende, la lengua que
            cristaliza en nuestra mejor literatura actual no es más pobre que la de otras
            épocas. No hay razón alguna para que lo sea. Es otra, como es otra la so-
            ciedad; ni mejor ni peor, es diferente. No vale decir -como algunos se em-
            peñan en afirmar, simplificando al máximo- que es más pobre como resul-
            tado de una comparación con el uso artístico que de la lengua han hecho
            escritores de épocas pasadas, estén próximos o lejanos en el tiempo. La
            materia artística, la lengua, pese a estar inmersa en el mismo sistema lin-
            güístico, ha caminado por diferentes derroteros. Y mejor que así sea. Len-
            gua y sociedad en su lento o rápido caminar, según se mire, guardan entre
            sí una cierta relación que cristaliza en la cultura global de la época, y de
            ella, no nos olvidemos, forman parte los hombres que la hacen posible y su
            medio de comunicación por excelencia: la lengua.

                Me refiero a la lengua que, en cualquier época, moldean los escritores
            de genio, de las obras literarias de aquellos escritores tanto del pasado
            como actuales que utilizan los recursos lingüísticos que les proporciona el
            sistema al máximo, es decir, la de aquellos que son capaces de rotular nue-
            vas vías expresivas, de abrir nuevos caminos que subyacen en la lengua, en
            definitiva, de domeñar la lengua artísticamente. Tal aserto no significa no
            reconocer que ha habido, y hay en la actualidad, nos es más fácil recono-
            cerlo por el desarrollo de las técnicas de impresión y de los medios de co-
            municación, personas sin demasiados escrúpulos frente al hecho gramati-

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ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
JESÚS SÁNCHEZ LOBATO




           cal, que más que ejercitarse en el proceso de creación de una obra literaria,
           se ejercitan en una muy particular lucha contra la sintaxis, morfología y
           léxico de nuestro sistema de comunicación. Es obvio que, en nuestros días
           pocos lo pondrían en duda, dicha turbamulta, parapetada tras el rótulo de
           "literato", abunda, desgraciadamente, con escandalosa frecuencia. Los me-
           dios de comunicación, con su influencia, y la sociedad, con su receptabili-
           dad, no son ajenos a tal cúmulo de despropósitos.

               Pero volvamos al hilo anterior. No, no tiene sentido el afirmar sin más,
           extrapolando la base de comparación y obviando la vivencia cultural de la
           época, que la lengua de la que partieron Cervantes, Lope de Vega, Que-
           vedo, y otros, para la realización de sus obras literarias, por ejemplo, era
           más rica, culta, precisa y elegante, tanto en sus construcciones sintácticas
           como en el léxico, que la lengua que sirve de punto de partida para los es-
           critores actuales. Lo que Cervantes, Lope y demás, hicieron fue elevar la
           lengua de su época -la del mundo que por razones históricas les tocó pate-
           arse- a categoría artística. Y a fe que lo consiguieron con resultados sor-
           prendentes, inclusive para nuestro gusto actual. La obra de arte, como es
           bien sabido, es atemporal. Sería improcedente, atípico y fuera de toda ló-
           gica lingüística, pretender que los escritores de nuestro tiempo intentaran
           valerse de la lengua que aquéllos utilizaron en su quehacer literario; el re-
           sultado de tal intento, a buen seguro, sería catastrófico a nivel lingüístico.

               Detengamos, si bien brevemente, nuestra mirada en ejemplos más
           próximos. Me atrevo a afirmar que no hallaríamos escritor alguno de reco-
           nocido estilo literario en el momento presente que pretendiese construir el
           discurso literario en su complejidad como en su momento lo construyó Pe-
           reda; no entro explícitamente en una valoración de la obra de Pereda: sería
           -exclamaríamos todos- un anacronismo. Y, sin embargo, creo que todos los
           que nos deleitamos con la literatura pretenderíamos poseer el genio lin-
           güístico de Valle, por continuar con las citas. En el primero de los ejemplo
           aportados, no dudamos en afirmar que existe un salto atrás en el uso de los
           elementos -el lenguaje, sobre todo-, que configuran su creación literaria; en
           Valle, por el contrario, todos estamos de acuerdo en afirmar que hay un
           salto hacia adelante, que el carácter que él imprime a la materia lingüística
           -que no olvidemos corresponde a la de su tiempo- y su configuración lite-
           raria como resultado final responden a una determinada sensibilidad que él

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LENGUA Y SOCIEDAD




           atisbo en medio de otras posibilidades que la época le ofrecía. Valle nos es
           próximo desde muchos ángulos, también por su lenguaje, y no por ello nos
           resultaría fácil imitarlo.

               Les estoy proponiendo ni más ni menos que el escritor, por perogru-
           llada que sea, pertenece a una época concreta, y utiliza y maneja -no podría
           ser de otra manera- la lengua que le es común, la lengua que "vive" con
           sus señas de identidad en la colectividad que la sustenta. Al igual que par-
           ticipa de las inquietudes culturales, políticas y sociales, visceral o reflexiva-
           mente, del mundo en el que, a gusto o a su pesar, le ha tocado vivir. Si el
           escritor posee inteligencia o talento, producirá creaciones literarias origina-
           les y de excepcional valor. Del mismo modo su pensamiento y visión cul-
           turales además de ser vigorosos, nos serán presentados con extraordinaria
           habilidad. Estamos hablando del hombre nada común, del escritor que po-
           see genio, genio para transformar el idioma, genio para transformar la rea-
           lidad. Y no todos los que escriben y publican no todos los llamados escri-
           tores literarios poseen dichas cualidades en grado sumo. En un país como
           España, con una nómina tan extensa de escritores, estaríamos aturdidos y
           confundidos los hombres de a pie, es decir, los no creadores literarios, con
           la aparición de tanto genio a nuestro alrededor; reconocer que son pocos
           los hombres de verdadero talento en cada época, no significa no reconocer
           un nivel medio bastante elevado -y de genialidades- en la producción lite-
           raria española en el presente y en el pasado. No reconocer que nuestro país
           tiene excelentes creadores literarios en la actualidad sería injusto, de la
           misma manera que no reconocer que existen malos, mediocres escritores.
           Estos últimos se nos presentan inequívocamente en sus obras: desconocen
           la sintaxis, morfología y léxico elementales de la lengua española. No es
           que trabajen con una lengua más pobre, no, es que atentan gravemente
           contra los principios básicos de la colectividad: su lengua. La lengua, por
           definición, es el punto de partida del escritor; el desconocimiento de sus
           reglas internas, de sus posibilidades de combinación, nunca pueden posi-
           bilitar un resultado feliz.

              La lengua es vehículo de comunicación social -no lo olvidemos- y cada
           etapa histórica acomoda el lenguaje al medio en el que se desenvuelve,
           tanto el lenguaje del pensamiento como el de la técnica, para que la co-
           municación sea la mejor posible entre los miembros de la colectividad. La

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JESÚS SÁNCHEZ LOBATO




           literatura, en mucho mayor grado que otras manifestaciones artísticas, está
           por definición obligada a tomar el lenguaje de la sociedad a la que perte-
           nece y devolvérselo a la sociedad convertido en materia artística para que
           exista comunicación, ya que constituye su fin.

              El escritor modela el lenguaje, es cierto, pero a partir de los materiales
           lingüísticos que la propia lengua le ofrece aquí y ahora y, por supuesto,
           dentro de su unívoco cauce de expresión. La perfección de la obra artística
           se consigue cuando el orfebre, aprovechando los materiales de que dispone
           en el momento de la creación -nunca ex nihilo-, logra combinarlos de tal
           forma que consigue la extrañeza en toda su plenitud.

               La lengua española, materia prima en la configuración literaria, presenta
           en el mundo hispánico una serie de características lingüísticas que no son ni
           mejores ni peores que en otros momentos, sino que responden a la socie-
           dad actual y a las formas de comunicarse entre los hablantes de esa socie-
           dad. Por poner un ejemplo, no olvidemos -como a buen seguro los escrito-
           res no lo olvidan- que vivimos con el cinematógrafo y la televisión, por ci-
           tar algunos de los factores que han incidido en la conformación del len-
           guaje literario actual.

               Un segundo aspecto sobre el que quisiera hacer hincapié descansa en la
           consideración del sistema, del idioma español. La lengua española se halla
           hoy más viva y pujante que nunca, con mayor fuerza creativa y en plena
           expansión demográfica. Recordemos que la lengua española es el sistema
           de comunicación por excelencia de un reino (España), dieciocho repúbli-
           cas americanas (Méjico, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador,
           Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Panamá, Venezuela, Colombia,
           Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay), un país
           asociado a EE.UU. (Puerto Rico) y la minoría de origen hispano en
           EE.UU., aparte de los enclaves africanos. Las posibilidades que ofrece el
           sistema desde su variedad son inmensas. Es la lengua de comunicación de
           unos trescientos millones de hablantes.

              En una situación lingüística como la anteriormente descrita vale expo-
           ner, al igual que en todas, que existen divergencias, que hemos de tener en
           cuenta sus aspectos diatópicos y diastráticos; a saber: la lengua española,

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LENGUA Y SOCIEDAD




            desde la diatopía, presenta diferencias geográficas (España frente a Hispa-
            noamérica para expresar las más llamativas, pero no las únicas) y, desde la
            diastratía, diferencias de registro (culto, coloquial, popular, vulgar, estu-
            diantil, de argot, etc.), que se reparten por igual, con sus rasgos peculiares ,
            en ambos mundos.

                Reconocer que el español de América agrupa matices muy diversos (no
            es igual el habla cubana que la argentina, ni la de un mejicano es igual a la
            de un boliviano, etc.), no significa no reconocer una misma comunidad
            idiomática: las variedades lingüísticas (aquéllas que se separan de la norma
            culta), tanto desde la perspectiva diastrática como desde la perspectiva dia-
            tópica antes señaladas, son menos divergentes entre sí en Hispanoamérica,
            por ejemplo, que los dialectalismos peninsulares (leonés, aragonés, anda-
            luz...), y, por supuesto, poseen un menor arraigo histórico. Hoy en día, los
            estudios de A. Zamora Vicente y Rafael Lapesa, entre otros, nos lo confir-
            man: está fuera de toda duda que parte de los rasgos más peculiares del es-
            pañol atlántico se encuentran en la variedad andaluza. Por lo demás, en su
            conjunto, no existen diferencias apreciables en sintaxis; sí en el empleo pe-
            culiar del léxico, como es normal.

               Pues bien, pese a las diferencias apuntadas en la comunidad hispana,
           inclusive teniendo en cuenta que tales diferencias son más reconocibles en
           la manifestación oral -no sólo en el plano del idiolecto sino en el del sub-
           sistema: la norma castellana frente a la andaluza, por ejemplo-, en la norma
           culta, en la norma que sirve de pauta para la escritura artística, para la litera-
           tura de los hombres que la hacen posible desde la lengua española, encon-
           tramos una cierta nivelación del idioma, que no significa empobrecimiento,
           sino que hace patente una realidad: estamos, con nuestras diferencias geo-
           gráficas, políticas y culturales, participando de un mismo sistema lingüís-
           tico. La norma culta difumina diferencias, permite fácilmente la interco-
           municación entre los hablantes de un mismo sistema lingüístico y su ex-
           presión artística por excelencia: la literatura. La lengua de los García Már-
           quez, Vargas Llosa, Borges, Rulfo, Cortázar, (y otros) nos es tan próxima
           porque se presenta en el mismo registro que la de los Cela, Delibes, Goyti-
           solo, Alberti, Zamora Vicente, etc., y a la inversa. La norma culta desde la
           literatura, desde los medios de comunicación (prensa, radio, televisión),
           desde la escuela, además de posibilitar la comunicación entre los miembros

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JESÚS SÁNCHEZ LOBATO




           del sistema, frena la posible fragmentación del idioma, como no ha mucho
           voces preclaras del hipanismo se atrevieron a pronosticar. Posibilidad que,
           dicho sea de paso, no vislumbro en estos momentos por la facilidad de co-
           municación que existe entre los distintos colectivos de la comunidad his-
           pana. La Academia Española y las asociadas de Hispanoamérica, recono-
           ciendo sus variantes y estimándolas como patrimonio común, trabajan en
           salvarguardar el sistema de comunicación.

               El escritor, desde su mundo, con sus rasgos peculiares culturales e idio-
           máticos, cuando aspira a ser entendido por la mayoría de su entorno cultu-
           ral, parte del eje del sistema, de la norma culta, como el asidero más firme,
           o, si parte de variantes, acomete la tarea lingüística y literaria de encauzarlas
           en la expresión artística. En un caso como en otro, al escritor -no sobrado
           de genio creador-, en mayor medida que al resto de los hablantes, lo único
           que le podemos exigir es un profundo conocimiento de la lengua que le
           sirve de comunicación. Conocimiento de la lengua que no exime a nadie,
           todos tenemos la obligación y el derecho de participar en la cultura, de co-
           nocer lo mejor posible el medio que lo hace realidad: la lengua. Ningún
           grupo social puede acapararla de la misma manera que ningún status social
           puede vivir al margen de ella. La lengua nos pertenece a todos por igual,
           pertenece a la colectividad y, por tanto, a los individuos que en conjunto la
           sustentan.

               Sin embargo, es obvio reconocer que, en la sociedad española actual, la
           lengua, su conocimiento, la corrección idiomática, no figuran precisamente
           entre los valores que ésta aprecie y destaque. El triunfo social anhelado por
           los que no lo han conseguido no incluye -ni presupone- el valor social del
           lenguaje. Las clases sociales dirigentes orientan su energía a la consecución
           del dominio económico y político, como ya lo hicieron en le pasado; las
           clases sociales más deprimidas deambulan por un mundo hostil que les im-
           posibilita no sólo el acceso a la cultura, sino el mínimo necesario para vivir
           con dignidad; y la elástica franja de tejido social, ocupada por la denomi-
           nada clase media, aspira a conseguir la meta deseada: el triunfo económico.
           La cultura, la sensibilidad por la lengua que la posibilita, se refugia -como
           ha venido ocurriendo hasta la fecha- en un espectro social muy reducido.
           Ni los políticos de nueva hornada -el poder económico sigue estando
           donde estaba-, ni los medios de comunicación, en su conjunto, se preocu-


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LENGUA Y SOCIEDAD




           pan lo más mínimo del hecho lingüístico. No hay política a este respecto,
           como no existe ningún interés por inculcar en la sociedad que la lengua,
           por ser patrimonio común, es un bien de incalculable valor para la socie-
           dad.

              Ante la lengua sólo cabe adoptar en todo momento una actitud de res-
           peto. Frente a lo foráneo, ni el casticismo ni la permeabilidad a ultranza
           son buenos consejeros. El sistema lingüístico -como organismo vivo enrai-
           zado perfectamente en la sociedad- se encargará en cada momento de
           adoptar aquello que, venido de fuera, le sea necesario, o de rechazar lo que
           no le convenga. Son multitud las voces -arabismos, germanismos, ameri-
           canismos, galicismos, anglicismos- que son tan nuestras, tan del español
           actual, como las voces estrictamente patrimoniales; otros muchos neolo-
           gismos se quedaron en el camino, no arraigaron en el sistema. En nuestros
           días nadie se extraña de convivir con el carné o carnés que la sociedad nos
           pide ante las múltiples ventanillas que visitamos; sí nos causaría extrañeza la
           invitación, por muy amable que fuera, a que nos aposentáramos en el li-
           ving. La sociedad no puede vivir a espaldas de otras culturas si no quiere
           suicidarse colectivamente; y más en el mundo actual en el que la pluralidad
           de relaciones -culturales, políticas, económicas, científicas, técnicas- condi-
           cionan y caracterizan el vivir de los pueblos que se desenvuelven en la
           misma área de intereses.

               En palabras de Alonso Zamora Vicente [1987, 51-52], "(...) Llevamos
           una larga temporada que se nos habla constantemente de que el español
           está amenazado. De que la penetración del inglés es imparable, etcétera.
           Los periódicos publican, más o menos pedagógicamente, largos y sesudos
           artículos sobre el mal hablar, el peor escribir. Se olvidan los que así hacen
           algo muy importante: de que ese matiz de dómine ilustrado no se corres-
           ponde con la ocasión. Para eso está la escuela, la formación rigurosa y
           paulatina, la constante dedicación. (...) En primer lugar, hay que dejar muy
           clarito que la gran amenaza que tenemos encima está favorecida por la pe-
           culiar actitud ante el trabajo de la comunidad hispanohablante. (...) Mien-
           tras no tengamos una producción original en nuestra tarea científica como
           colectividad, tendremos que someternos, queramos o no, a esa llamada que
           llega de fuera. Hay que crear aquí, dentro de nuestras fronteras. Así lo cre-
           ado irá bautizado en español, y tendrá que ser aceptado por todos".


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JESÚS SÁNCHEZ LOBATO




               Rafael Lapesa en "Kahlahtahyood. Madariaga ha puesto el dedo en la
           llaga" [1966, 373] en contestación a "¿Vamos a Kahlahtahyood?" del pro-
           pio Madariaga afirma: " (...) Sí, estamos inmersos en extranjerismo lingüís-
           tico. Nos rodea, nos aturde, nos invade. Se interpone entre las cosas y noso-
           tros, se infiltra en muestra manera de verlas. Modifica paulatinamente la
           estructura de nuestra lengua y la configuración de nuestro pensamiento.
           Ocurre así en gran parte por frivolidad o ignorancia; en otra gran parte por
           cuquería propagandística: el marchamo foráneo deja boquiabiertos a los
           papanatas, y éstos abundan tanto que es práctico deslumhrarlos. Pero hay
           otra causa innegable y más profunda, y es que desde hace tres siglos vamos
           a remolque del restante mundo occidental, tanto en las innovaciones con
           que la ciencia y la técnica han cambiado las condiciones de la vida hu-
           mana, cuanto en la exploración de nuevos derroteros para las ideas".

               No es admisible en ningún caso el descuido en el empleo de la lengua.
           Inadmisibles serán, pues, las páginas adornadas con usos como : "pienso de
           que estuvo bien" (por "pienso que estuvo bien"), "habrán quienes cuenten"
           (por "habrá quienes cuenten"), "me olvidé_traerlo" (por "me olvidé de tra-
           erlo"), "la política de nuestro partido es mejor a la de otros" (por "la política
           de nuestro partido es mejor que la de otros"), "estamos muy seguros de que
           ésta sea la forma más óptima de protestar", (por "estamos muy seguros de
           que ésta sea k forma óptima de protestar"), "en la actualidad, es de temer
           nuevas subidas de precios" ("por en la actualidad son de temer nuevas su-
           bidas de precios"), sustitución del verbo por el verbo más complemento:
           dar comienzo por comenzar, intentar detener por detener; locuciones pre-
           positivas en lugar de las posiciones: a través de. en lugar de por, viajar a
           bordo en lugar de en; los adverbios siguen el mismo camino: en el día de
           hoy en lugar de hoy; reducción y cambios en el léxico: los atracadores re-
           caudaron por robaron, el equipo realizó un juego virtuoso por fácil; y
           tantos otros más que sería prolijo enumerar por estar en la mente de todos.
           La lengua; como expresión del proceso de libertad en el hombre, merece,
           cuando menos, nuestro respeto.

               "No, no hay lengua pobre, y el español mucho menos. Lo que creo es
           que hay una evidente confusión y un manejo jeremíaco de algo que no se
           puede negar o disimular: la mala lengua de unos cuantos, exhibida orgu-
           llosamente, jactanciosamente. Y coreada y divulgada por los poderosos

                                                 -66-


ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
LENGUA Y SOCIEDAD




           medios de comunicación. El que la radio o la televisión o el periodismo
           medio empleen una lengua vergonzante en muchas ocasiones (conviene
           distinguir, no siempre: también hay en esos medios gente consciente, que
           lo hace lo mejor que puede, y a veces, con éxito), no quiere decir más que
           eso: que hay gente que no sabe bien su idioma y se empeña en demostrar-
           nos su ignorancia o su falta de seriedad o de responsabilidad. Pero nada
           más. El hecho de que haya quien proteste ante los dislates prueba que la
           conciencia de la propia lengua está viva." [Zamora Vicente 1987, 51].

               ¿Cómo, caracterizar la lengua hoy? La lengua española es eminente-
           mente popular, lo ha sido siempre. Si alguna característica sobresale en su
           devenir histórico, es la de que se ha ido conformando de abajo arriba, a di-
           ferencia, por ejemplo de la lengua francesa. La variante popular, artística-
           mente elaborada y devuelta a la colectividad, ha constituido el punto de
           partida de nuestra mejor veta literaria tanto del pasado como en el presente.

              La sociedad española actual es el resultado de las grandes convulsiones
           sociales que se han operado en España a lo largo del presente siglo. Ello ha
           originado, entre otros aspectos, el fin del secular aislamiento, tanto interno
           como externo. La guerra civil, al fondo.

               Las migraciones internas especialmente articuladas en torno a los gran-
           des núcleos urbanos han conformado en nuestros días relaciones sociales
           anteriormente inexistentes. Este nuevo entramado social, más urbano que
           rural, más activo y participativo por la nueva relación derivada del trabajo,
           más igualitario en sus valores y en sus relaciones, más abierto a los aconte-
           cimientos que acaecen allende sus fronteras, ha tenido que encontrar en el
           sistema lingüístico el cauce expresivo adecuado para la realidad presente.
           La variante coloquial -desde el registro culto al más descuidado- bien
           puede ser destacada a este respecto.

              "El español corriente, que se habla y oye todos los días, no difiere tanto
           de la lengua escrita como para ser considerados dos sistemas distintos. La
           lengua hablada puede acercarse mucho a la literaria, por ejemplo en una
           conferencia. En ambas clases de lengua pueden darse varios registros, se-
           gún sea la intención y el grado de cultura del que se expresa." [Canellada,
           M.J. y J. Kuhlmann 1987].

                                               -67-


ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
JCSÚS SÁNCHEZ LOBATO




               Andaluces, castellanos, extremeños, gallegos, leoneses, vascos han de-
           jado de lado, las más de las veces, sus características divergencias de origen,
           tanto de habitat como lingüísticas, y se han aglutinado en los extrarradios
           de las grandes ciudades, guiados, y a la vez uniformados, por un único fin:
           la ascensión económica y social de la familia.

               Por ello, podemos afirmar que las grandes ciudades -Madrid, en parti-
           cular, por su peculiar situación geográfica, política y económica- constitu-
           yen un excelente marco para el estudio de los fenómenos más sobresalien-
           tes del habla coloquial. Sin olvidar que, debido a la movilidad social, rapi-
           dez en las comunicaciones, influencia de los medios de comunicación so-
           cial, los fenómenos lingüísticos pueden observarse, en general, en cualquier
           zona geográfica de los pueblos que se expresan en español.

              Sin entrar en detalles sobre qué sea el habla coloquial y sus característi-
           cas lingüísticas más notables -suficientes estudios existen al respecto-, sí po-
           demos afirmar que en la literatura actual se da un mayor acercamiento lin-
           güístico a la variante hablada, al hilo del discurso comunicativo. Y esto, a
           mi modo de ver, no sólo no empobrece la escritura, sino que la realza: los
           ejemplos están en el ánimo de todos. No, no puede hablarse de una lengua
           más pobre. Sí, de que la sociedad ha cambiado, como no podía ser de otra
           manera, y ello ha permitido en la lengua nuevos cauces de expresión. El
           escritor, además de ser portador de la tradición cultural-lingüística que le es
           propia, es hijo de su tiempo.


              BIBLIOGRAFÍA.

           • CANELLADA, M.J. Y J . KUHLMANN, 1987, Pronunciación del español., Castalia, Madrid.
           • LAPESA, R. 1966, "Kahlahtahyood. Madariaga ha puesto el dedo en la llaga", Revista de
             Occidente, Madrid, Marzo.
           • ZAMORA VICENTE, A., 1987, República de las Letras, Madrid, julio,.




                                                    -68-

ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad

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  • 1. LENGUA Y SOCIEDAD Jesús Sánchez Lobato ¿Una lengua más pobrel Ante el interrogante que nos ha reunido hoy aquí, y que da paso a mi disertación, tendré que contestar afirmando que no existe motivo alguno para una consideración negativa de la lengua ac- tual. No, no es más pobre la lengua que en nuestros días sirve de vehículo de comunicación a una comunidad hispana cercana a los trescientos millo- nes de hablantes. Intentaré fundamentar el porqué de mi afirmación a lo largo de esta exposición. La lengua de nuestros mejores escritores -la de aquellos que se expresan en lengua española, que es de la que hablo-, y, por ende, la lengua que cristaliza en nuestra mejor literatura actual no es más pobre que la de otras épocas. No hay razón alguna para que lo sea. Es otra, como es otra la so- ciedad; ni mejor ni peor, es diferente. No vale decir -como algunos se em- peñan en afirmar, simplificando al máximo- que es más pobre como resul- tado de una comparación con el uso artístico que de la lengua han hecho escritores de épocas pasadas, estén próximos o lejanos en el tiempo. La materia artística, la lengua, pese a estar inmersa en el mismo sistema lin- güístico, ha caminado por diferentes derroteros. Y mejor que así sea. Len- gua y sociedad en su lento o rápido caminar, según se mire, guardan entre sí una cierta relación que cristaliza en la cultura global de la época, y de ella, no nos olvidemos, forman parte los hombres que la hacen posible y su medio de comunicación por excelencia: la lengua. Me refiero a la lengua que, en cualquier época, moldean los escritores de genio, de las obras literarias de aquellos escritores tanto del pasado como actuales que utilizan los recursos lingüísticos que les proporciona el sistema al máximo, es decir, la de aquellos que son capaces de rotular nue- vas vías expresivas, de abrir nuevos caminos que subyacen en la lengua, en definitiva, de domeñar la lengua artísticamente. Tal aserto no significa no reconocer que ha habido, y hay en la actualidad, nos es más fácil recono- cerlo por el desarrollo de las técnicas de impresión y de los medios de co- municación, personas sin demasiados escrúpulos frente al hecho gramati- -59- ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
  • 2. JESÚS SÁNCHEZ LOBATO cal, que más que ejercitarse en el proceso de creación de una obra literaria, se ejercitan en una muy particular lucha contra la sintaxis, morfología y léxico de nuestro sistema de comunicación. Es obvio que, en nuestros días pocos lo pondrían en duda, dicha turbamulta, parapetada tras el rótulo de "literato", abunda, desgraciadamente, con escandalosa frecuencia. Los me- dios de comunicación, con su influencia, y la sociedad, con su receptabili- dad, no son ajenos a tal cúmulo de despropósitos. Pero volvamos al hilo anterior. No, no tiene sentido el afirmar sin más, extrapolando la base de comparación y obviando la vivencia cultural de la época, que la lengua de la que partieron Cervantes, Lope de Vega, Que- vedo, y otros, para la realización de sus obras literarias, por ejemplo, era más rica, culta, precisa y elegante, tanto en sus construcciones sintácticas como en el léxico, que la lengua que sirve de punto de partida para los es- critores actuales. Lo que Cervantes, Lope y demás, hicieron fue elevar la lengua de su época -la del mundo que por razones históricas les tocó pate- arse- a categoría artística. Y a fe que lo consiguieron con resultados sor- prendentes, inclusive para nuestro gusto actual. La obra de arte, como es bien sabido, es atemporal. Sería improcedente, atípico y fuera de toda ló- gica lingüística, pretender que los escritores de nuestro tiempo intentaran valerse de la lengua que aquéllos utilizaron en su quehacer literario; el re- sultado de tal intento, a buen seguro, sería catastrófico a nivel lingüístico. Detengamos, si bien brevemente, nuestra mirada en ejemplos más próximos. Me atrevo a afirmar que no hallaríamos escritor alguno de reco- nocido estilo literario en el momento presente que pretendiese construir el discurso literario en su complejidad como en su momento lo construyó Pe- reda; no entro explícitamente en una valoración de la obra de Pereda: sería -exclamaríamos todos- un anacronismo. Y, sin embargo, creo que todos los que nos deleitamos con la literatura pretenderíamos poseer el genio lin- güístico de Valle, por continuar con las citas. En el primero de los ejemplo aportados, no dudamos en afirmar que existe un salto atrás en el uso de los elementos -el lenguaje, sobre todo-, que configuran su creación literaria; en Valle, por el contrario, todos estamos de acuerdo en afirmar que hay un salto hacia adelante, que el carácter que él imprime a la materia lingüística -que no olvidemos corresponde a la de su tiempo- y su configuración lite- raria como resultado final responden a una determinada sensibilidad que él -60- ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
  • 3. LENGUA Y SOCIEDAD atisbo en medio de otras posibilidades que la época le ofrecía. Valle nos es próximo desde muchos ángulos, también por su lenguaje, y no por ello nos resultaría fácil imitarlo. Les estoy proponiendo ni más ni menos que el escritor, por perogru- llada que sea, pertenece a una época concreta, y utiliza y maneja -no podría ser de otra manera- la lengua que le es común, la lengua que "vive" con sus señas de identidad en la colectividad que la sustenta. Al igual que par- ticipa de las inquietudes culturales, políticas y sociales, visceral o reflexiva- mente, del mundo en el que, a gusto o a su pesar, le ha tocado vivir. Si el escritor posee inteligencia o talento, producirá creaciones literarias origina- les y de excepcional valor. Del mismo modo su pensamiento y visión cul- turales además de ser vigorosos, nos serán presentados con extraordinaria habilidad. Estamos hablando del hombre nada común, del escritor que po- see genio, genio para transformar el idioma, genio para transformar la rea- lidad. Y no todos los que escriben y publican no todos los llamados escri- tores literarios poseen dichas cualidades en grado sumo. En un país como España, con una nómina tan extensa de escritores, estaríamos aturdidos y confundidos los hombres de a pie, es decir, los no creadores literarios, con la aparición de tanto genio a nuestro alrededor; reconocer que son pocos los hombres de verdadero talento en cada época, no significa no reconocer un nivel medio bastante elevado -y de genialidades- en la producción lite- raria española en el presente y en el pasado. No reconocer que nuestro país tiene excelentes creadores literarios en la actualidad sería injusto, de la misma manera que no reconocer que existen malos, mediocres escritores. Estos últimos se nos presentan inequívocamente en sus obras: desconocen la sintaxis, morfología y léxico elementales de la lengua española. No es que trabajen con una lengua más pobre, no, es que atentan gravemente contra los principios básicos de la colectividad: su lengua. La lengua, por definición, es el punto de partida del escritor; el desconocimiento de sus reglas internas, de sus posibilidades de combinación, nunca pueden posi- bilitar un resultado feliz. La lengua es vehículo de comunicación social -no lo olvidemos- y cada etapa histórica acomoda el lenguaje al medio en el que se desenvuelve, tanto el lenguaje del pensamiento como el de la técnica, para que la co- municación sea la mejor posible entre los miembros de la colectividad. La -61- ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
  • 4. JESÚS SÁNCHEZ LOBATO literatura, en mucho mayor grado que otras manifestaciones artísticas, está por definición obligada a tomar el lenguaje de la sociedad a la que perte- nece y devolvérselo a la sociedad convertido en materia artística para que exista comunicación, ya que constituye su fin. El escritor modela el lenguaje, es cierto, pero a partir de los materiales lingüísticos que la propia lengua le ofrece aquí y ahora y, por supuesto, dentro de su unívoco cauce de expresión. La perfección de la obra artística se consigue cuando el orfebre, aprovechando los materiales de que dispone en el momento de la creación -nunca ex nihilo-, logra combinarlos de tal forma que consigue la extrañeza en toda su plenitud. La lengua española, materia prima en la configuración literaria, presenta en el mundo hispánico una serie de características lingüísticas que no son ni mejores ni peores que en otros momentos, sino que responden a la socie- dad actual y a las formas de comunicarse entre los hablantes de esa socie- dad. Por poner un ejemplo, no olvidemos -como a buen seguro los escrito- res no lo olvidan- que vivimos con el cinematógrafo y la televisión, por ci- tar algunos de los factores que han incidido en la conformación del len- guaje literario actual. Un segundo aspecto sobre el que quisiera hacer hincapié descansa en la consideración del sistema, del idioma español. La lengua española se halla hoy más viva y pujante que nunca, con mayor fuerza creativa y en plena expansión demográfica. Recordemos que la lengua española es el sistema de comunicación por excelencia de un reino (España), dieciocho repúbli- cas americanas (Méjico, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay), un país asociado a EE.UU. (Puerto Rico) y la minoría de origen hispano en EE.UU., aparte de los enclaves africanos. Las posibilidades que ofrece el sistema desde su variedad son inmensas. Es la lengua de comunicación de unos trescientos millones de hablantes. En una situación lingüística como la anteriormente descrita vale expo- ner, al igual que en todas, que existen divergencias, que hemos de tener en cuenta sus aspectos diatópicos y diastráticos; a saber: la lengua española, -62- ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
  • 5. LENGUA Y SOCIEDAD desde la diatopía, presenta diferencias geográficas (España frente a Hispa- noamérica para expresar las más llamativas, pero no las únicas) y, desde la diastratía, diferencias de registro (culto, coloquial, popular, vulgar, estu- diantil, de argot, etc.), que se reparten por igual, con sus rasgos peculiares , en ambos mundos. Reconocer que el español de América agrupa matices muy diversos (no es igual el habla cubana que la argentina, ni la de un mejicano es igual a la de un boliviano, etc.), no significa no reconocer una misma comunidad idiomática: las variedades lingüísticas (aquéllas que se separan de la norma culta), tanto desde la perspectiva diastrática como desde la perspectiva dia- tópica antes señaladas, son menos divergentes entre sí en Hispanoamérica, por ejemplo, que los dialectalismos peninsulares (leonés, aragonés, anda- luz...), y, por supuesto, poseen un menor arraigo histórico. Hoy en día, los estudios de A. Zamora Vicente y Rafael Lapesa, entre otros, nos lo confir- man: está fuera de toda duda que parte de los rasgos más peculiares del es- pañol atlántico se encuentran en la variedad andaluza. Por lo demás, en su conjunto, no existen diferencias apreciables en sintaxis; sí en el empleo pe- culiar del léxico, como es normal. Pues bien, pese a las diferencias apuntadas en la comunidad hispana, inclusive teniendo en cuenta que tales diferencias son más reconocibles en la manifestación oral -no sólo en el plano del idiolecto sino en el del sub- sistema: la norma castellana frente a la andaluza, por ejemplo-, en la norma culta, en la norma que sirve de pauta para la escritura artística, para la litera- tura de los hombres que la hacen posible desde la lengua española, encon- tramos una cierta nivelación del idioma, que no significa empobrecimiento, sino que hace patente una realidad: estamos, con nuestras diferencias geo- gráficas, políticas y culturales, participando de un mismo sistema lingüís- tico. La norma culta difumina diferencias, permite fácilmente la interco- municación entre los hablantes de un mismo sistema lingüístico y su ex- presión artística por excelencia: la literatura. La lengua de los García Már- quez, Vargas Llosa, Borges, Rulfo, Cortázar, (y otros) nos es tan próxima porque se presenta en el mismo registro que la de los Cela, Delibes, Goyti- solo, Alberti, Zamora Vicente, etc., y a la inversa. La norma culta desde la literatura, desde los medios de comunicación (prensa, radio, televisión), desde la escuela, además de posibilitar la comunicación entre los miembros -63- ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
  • 6. JESÚS SÁNCHEZ LOBATO del sistema, frena la posible fragmentación del idioma, como no ha mucho voces preclaras del hipanismo se atrevieron a pronosticar. Posibilidad que, dicho sea de paso, no vislumbro en estos momentos por la facilidad de co- municación que existe entre los distintos colectivos de la comunidad his- pana. La Academia Española y las asociadas de Hispanoamérica, recono- ciendo sus variantes y estimándolas como patrimonio común, trabajan en salvarguardar el sistema de comunicación. El escritor, desde su mundo, con sus rasgos peculiares culturales e idio- máticos, cuando aspira a ser entendido por la mayoría de su entorno cultu- ral, parte del eje del sistema, de la norma culta, como el asidero más firme, o, si parte de variantes, acomete la tarea lingüística y literaria de encauzarlas en la expresión artística. En un caso como en otro, al escritor -no sobrado de genio creador-, en mayor medida que al resto de los hablantes, lo único que le podemos exigir es un profundo conocimiento de la lengua que le sirve de comunicación. Conocimiento de la lengua que no exime a nadie, todos tenemos la obligación y el derecho de participar en la cultura, de co- nocer lo mejor posible el medio que lo hace realidad: la lengua. Ningún grupo social puede acapararla de la misma manera que ningún status social puede vivir al margen de ella. La lengua nos pertenece a todos por igual, pertenece a la colectividad y, por tanto, a los individuos que en conjunto la sustentan. Sin embargo, es obvio reconocer que, en la sociedad española actual, la lengua, su conocimiento, la corrección idiomática, no figuran precisamente entre los valores que ésta aprecie y destaque. El triunfo social anhelado por los que no lo han conseguido no incluye -ni presupone- el valor social del lenguaje. Las clases sociales dirigentes orientan su energía a la consecución del dominio económico y político, como ya lo hicieron en le pasado; las clases sociales más deprimidas deambulan por un mundo hostil que les im- posibilita no sólo el acceso a la cultura, sino el mínimo necesario para vivir con dignidad; y la elástica franja de tejido social, ocupada por la denomi- nada clase media, aspira a conseguir la meta deseada: el triunfo económico. La cultura, la sensibilidad por la lengua que la posibilita, se refugia -como ha venido ocurriendo hasta la fecha- en un espectro social muy reducido. Ni los políticos de nueva hornada -el poder económico sigue estando donde estaba-, ni los medios de comunicación, en su conjunto, se preocu- -64- ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
  • 7. LENGUA Y SOCIEDAD pan lo más mínimo del hecho lingüístico. No hay política a este respecto, como no existe ningún interés por inculcar en la sociedad que la lengua, por ser patrimonio común, es un bien de incalculable valor para la socie- dad. Ante la lengua sólo cabe adoptar en todo momento una actitud de res- peto. Frente a lo foráneo, ni el casticismo ni la permeabilidad a ultranza son buenos consejeros. El sistema lingüístico -como organismo vivo enrai- zado perfectamente en la sociedad- se encargará en cada momento de adoptar aquello que, venido de fuera, le sea necesario, o de rechazar lo que no le convenga. Son multitud las voces -arabismos, germanismos, ameri- canismos, galicismos, anglicismos- que son tan nuestras, tan del español actual, como las voces estrictamente patrimoniales; otros muchos neolo- gismos se quedaron en el camino, no arraigaron en el sistema. En nuestros días nadie se extraña de convivir con el carné o carnés que la sociedad nos pide ante las múltiples ventanillas que visitamos; sí nos causaría extrañeza la invitación, por muy amable que fuera, a que nos aposentáramos en el li- ving. La sociedad no puede vivir a espaldas de otras culturas si no quiere suicidarse colectivamente; y más en el mundo actual en el que la pluralidad de relaciones -culturales, políticas, económicas, científicas, técnicas- condi- cionan y caracterizan el vivir de los pueblos que se desenvuelven en la misma área de intereses. En palabras de Alonso Zamora Vicente [1987, 51-52], "(...) Llevamos una larga temporada que se nos habla constantemente de que el español está amenazado. De que la penetración del inglés es imparable, etcétera. Los periódicos publican, más o menos pedagógicamente, largos y sesudos artículos sobre el mal hablar, el peor escribir. Se olvidan los que así hacen algo muy importante: de que ese matiz de dómine ilustrado no se corres- ponde con la ocasión. Para eso está la escuela, la formación rigurosa y paulatina, la constante dedicación. (...) En primer lugar, hay que dejar muy clarito que la gran amenaza que tenemos encima está favorecida por la pe- culiar actitud ante el trabajo de la comunidad hispanohablante. (...) Mien- tras no tengamos una producción original en nuestra tarea científica como colectividad, tendremos que someternos, queramos o no, a esa llamada que llega de fuera. Hay que crear aquí, dentro de nuestras fronteras. Así lo cre- ado irá bautizado en español, y tendrá que ser aceptado por todos". -65- ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
  • 8. JESÚS SÁNCHEZ LOBATO Rafael Lapesa en "Kahlahtahyood. Madariaga ha puesto el dedo en la llaga" [1966, 373] en contestación a "¿Vamos a Kahlahtahyood?" del pro- pio Madariaga afirma: " (...) Sí, estamos inmersos en extranjerismo lingüís- tico. Nos rodea, nos aturde, nos invade. Se interpone entre las cosas y noso- tros, se infiltra en muestra manera de verlas. Modifica paulatinamente la estructura de nuestra lengua y la configuración de nuestro pensamiento. Ocurre así en gran parte por frivolidad o ignorancia; en otra gran parte por cuquería propagandística: el marchamo foráneo deja boquiabiertos a los papanatas, y éstos abundan tanto que es práctico deslumhrarlos. Pero hay otra causa innegable y más profunda, y es que desde hace tres siglos vamos a remolque del restante mundo occidental, tanto en las innovaciones con que la ciencia y la técnica han cambiado las condiciones de la vida hu- mana, cuanto en la exploración de nuevos derroteros para las ideas". No es admisible en ningún caso el descuido en el empleo de la lengua. Inadmisibles serán, pues, las páginas adornadas con usos como : "pienso de que estuvo bien" (por "pienso que estuvo bien"), "habrán quienes cuenten" (por "habrá quienes cuenten"), "me olvidé_traerlo" (por "me olvidé de tra- erlo"), "la política de nuestro partido es mejor a la de otros" (por "la política de nuestro partido es mejor que la de otros"), "estamos muy seguros de que ésta sea la forma más óptima de protestar", (por "estamos muy seguros de que ésta sea k forma óptima de protestar"), "en la actualidad, es de temer nuevas subidas de precios" ("por en la actualidad son de temer nuevas su- bidas de precios"), sustitución del verbo por el verbo más complemento: dar comienzo por comenzar, intentar detener por detener; locuciones pre- positivas en lugar de las posiciones: a través de. en lugar de por, viajar a bordo en lugar de en; los adverbios siguen el mismo camino: en el día de hoy en lugar de hoy; reducción y cambios en el léxico: los atracadores re- caudaron por robaron, el equipo realizó un juego virtuoso por fácil; y tantos otros más que sería prolijo enumerar por estar en la mente de todos. La lengua; como expresión del proceso de libertad en el hombre, merece, cuando menos, nuestro respeto. "No, no hay lengua pobre, y el español mucho menos. Lo que creo es que hay una evidente confusión y un manejo jeremíaco de algo que no se puede negar o disimular: la mala lengua de unos cuantos, exhibida orgu- llosamente, jactanciosamente. Y coreada y divulgada por los poderosos -66- ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
  • 9. LENGUA Y SOCIEDAD medios de comunicación. El que la radio o la televisión o el periodismo medio empleen una lengua vergonzante en muchas ocasiones (conviene distinguir, no siempre: también hay en esos medios gente consciente, que lo hace lo mejor que puede, y a veces, con éxito), no quiere decir más que eso: que hay gente que no sabe bien su idioma y se empeña en demostrar- nos su ignorancia o su falta de seriedad o de responsabilidad. Pero nada más. El hecho de que haya quien proteste ante los dislates prueba que la conciencia de la propia lengua está viva." [Zamora Vicente 1987, 51]. ¿Cómo, caracterizar la lengua hoy? La lengua española es eminente- mente popular, lo ha sido siempre. Si alguna característica sobresale en su devenir histórico, es la de que se ha ido conformando de abajo arriba, a di- ferencia, por ejemplo de la lengua francesa. La variante popular, artística- mente elaborada y devuelta a la colectividad, ha constituido el punto de partida de nuestra mejor veta literaria tanto del pasado como en el presente. La sociedad española actual es el resultado de las grandes convulsiones sociales que se han operado en España a lo largo del presente siglo. Ello ha originado, entre otros aspectos, el fin del secular aislamiento, tanto interno como externo. La guerra civil, al fondo. Las migraciones internas especialmente articuladas en torno a los gran- des núcleos urbanos han conformado en nuestros días relaciones sociales anteriormente inexistentes. Este nuevo entramado social, más urbano que rural, más activo y participativo por la nueva relación derivada del trabajo, más igualitario en sus valores y en sus relaciones, más abierto a los aconte- cimientos que acaecen allende sus fronteras, ha tenido que encontrar en el sistema lingüístico el cauce expresivo adecuado para la realidad presente. La variante coloquial -desde el registro culto al más descuidado- bien puede ser destacada a este respecto. "El español corriente, que se habla y oye todos los días, no difiere tanto de la lengua escrita como para ser considerados dos sistemas distintos. La lengua hablada puede acercarse mucho a la literaria, por ejemplo en una conferencia. En ambas clases de lengua pueden darse varios registros, se- gún sea la intención y el grado de cultura del que se expresa." [Canellada, M.J. y J. Kuhlmann 1987]. -67- ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad
  • 10. JCSÚS SÁNCHEZ LOBATO Andaluces, castellanos, extremeños, gallegos, leoneses, vascos han de- jado de lado, las más de las veces, sus características divergencias de origen, tanto de habitat como lingüísticas, y se han aglutinado en los extrarradios de las grandes ciudades, guiados, y a la vez uniformados, por un único fin: la ascensión económica y social de la familia. Por ello, podemos afirmar que las grandes ciudades -Madrid, en parti- cular, por su peculiar situación geográfica, política y económica- constitu- yen un excelente marco para el estudio de los fenómenos más sobresalien- tes del habla coloquial. Sin olvidar que, debido a la movilidad social, rapi- dez en las comunicaciones, influencia de los medios de comunicación so- cial, los fenómenos lingüísticos pueden observarse, en general, en cualquier zona geográfica de los pueblos que se expresan en español. Sin entrar en detalles sobre qué sea el habla coloquial y sus característi- cas lingüísticas más notables -suficientes estudios existen al respecto-, sí po- demos afirmar que en la literatura actual se da un mayor acercamiento lin- güístico a la variante hablada, al hilo del discurso comunicativo. Y esto, a mi modo de ver, no sólo no empobrece la escritura, sino que la realza: los ejemplos están en el ánimo de todos. No, no puede hablarse de una lengua más pobre. Sí, de que la sociedad ha cambiado, como no podía ser de otra manera, y ello ha permitido en la lengua nuevos cauces de expresión. El escritor, además de ser portador de la tradición cultural-lingüística que le es propia, es hijo de su tiempo. BIBLIOGRAFÍA. • CANELLADA, M.J. Y J . KUHLMANN, 1987, Pronunciación del español., Castalia, Madrid. • LAPESA, R. 1966, "Kahlahtahyood. Madariaga ha puesto el dedo en la llaga", Revista de Occidente, Madrid, Marzo. • ZAMORA VICENTE, A., 1987, República de las Letras, Madrid, julio,. -68- ASELE. Actas III (1991). JESÚS SÁNCHEZ LOBATO. Lengua y sociedad