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El erasmismo y la hispanofobia como error

epistemológico
Artículo de Juan Rodríguez Hoppichler

wikipedia

En los estudios de humanidades a menudo nos


topamos con prejuicios enraizados que se dan por
vá lidos a pesar de su notoria falsedad. Uno de ellos es
la hispanofobia. Parece ineludible que cualquier texto
académico que busque el aplauso tiene que echar
pestes contra Españ a y su legado. Es lo habitual. Si se
trata de comparar naciones europeas, por supuesto
que los ingleses, holandeses y franceses han pasado
por la historia cantando el “oh happy day” y regalando
cultura a desdichados ignorantes, mientras que los
españ oles se han dedicado a la rapiñ a y las hogueras
inquisitoriales.
Esto es algo tan integrado en la mentalidad europea, la
nuestra incluida, que nadie lo pone en duda. Sin
embargo hemos de preguntarnos cuá nto hay de cierto
en esta retó rica.
Cuando los documentos, los hechos y el sentido comú n
nos demuestran que no todo es blanco y negro en las
historias nacionales europeas, el planteamiento se
torna meramente epistemoló gico: ¿Có mo puede ser
que autores prestigiosos y libros de supuesto rigor
científico se empecinen en esta distorsió n del saber
occidental?¿Por qué nadie señ ala que las
interpretaciones malintencionadas nos hacen vivir en
el error?
Una muestra: el erasmismo españ ol.
Se nos dice que durante siglos Españ a fue un horizonte
de sombras, fanatismo religioso y estrechez de miras.
Se pone como ejemplo el fracaso del erasmismo patrio
y que el propio Erasmo de Rotterdam, el má s célebre
humanista del siglo XVI, no quiso nunca venir a Españ a,
un país demasiado retró grado para él, y que la carta
que envió al inglés Tomá s Moro explicá ndose y
diciendo aquello de “non placet Hispania” enuncia
claramente su merecido repudio a este territorio tan
ajeno a la civilizació n occidental.
Pero ¿por qué hasta los propios españ oles dan por
hecho que si un tipo del norte de Europa habla mal de
Españ a debe de tener necesariamente razó n?¿no
estamos ya en lo que se puede entender como
mentalidad colonizada?
Ya da que pensar, incluso si aceptamos esta versió n
“oficial” sobre la supuesta cerrazó n intelectual
hispá nica, cuando sabemos que fue el Cardenal
Cisneros, el hombre má s poderoso del Reino en aquél
tiempo, el que invita personalmente a Erasmo a
enseñ ar en la Universidad de Alcalá ; y que el receptor
de las quejas sea precisamente Moro, que fue
decapitado por oponerse al anglicanismo.

(Aunque ya sabemos, gracias a Elvira Roca, que si el


rey de Inglaterra manda matar a un cató lico, o miles,
no es por intolerancia religiosa, es que es un visionario
político avanzado a su tiempo, nos explica la serie de
televisió n Los Tudor; porque lo de asesinar vilmente es
cosa de cató licos, que son unos carcas todos, para los
protestantes matar es el no va má s de la modernidad y
el realismo político).
Pero si indagamos un poco má s profundamente -o sin
ir má s lejos leemos el Erasmo y España de Marcel
Bataillon, título por cierto harto específico para el libro
canó nico que se supone que todo el mundo tendría que
consultar para hablar del tema-, vemos qué es lo que
realmente sucedió : El Cardenal Cisneros quiso contar
con el pensador holandés para su recién inaugurada
universidad, pero éste, que por muy progre avant la
lettre que fuera también era un antisemita furibundo,
no quiso venir porque le parecía que aquí había
demasiados judíos, o como dice en una carta a un
amigo: “Los judíos abundan en Italia; en Españ a apenas
hay cristianos. Tengo miedo de que la ocasió n presente
haga que vuelva a levantar su cabeza esa hidra que ya
ha sido sofocada”.
O sea, que el gran humanista para el que nuestro
retró grado país no estaba preparado sencillamente
lamentaba que aquí hubiera demasiado converso y
poco cristiano de abolengo; ademá s por lo que parece
le aterraba bajar al sur de Europa porque temía que
unos diabó licos narizotas se escondieran debajo de su
cama y le hicieran la circuncisió n a traició n mientras
dormía.
En cuanto al celebérrimo “non placet Hispania”,
aparece en efecto en un pá rrafo de una carta a Moro
cuyo contenido completo es: “Todavía no he tomado
una decisió n alguna en cuanto a la elecció n de mi
residencia. España no me seduce; pues has de saber que
el Cardenal de Toledo me llama allá de nuevo:
Alemania, con sus estufas y sus caminos infectados de
bandidos, no me dice nada tampoco. Aquí [en Lovaina],
demasiados ladridos y ninguna recompensa: aunque
tuviera el mayor deseo de ello, no podría mantenerme
aquí demasiado tiempo. En cuanto a Inglaterra, me
asustan sus motines y me horroriza la servidumbre”.
O sea, que de hecho Flandes, Alemania e Inglaterra
salen peor paradas en sus inclementes diatribas. Sin
embargo lo que se cita hasta la ná usea es el “non placet
Hispania”, ¡que llegó a encabezar
una exposició n reciente en Salamanca inaugurada por
los Reyes!
Así que tenemos claro que Erasmo era un botarate, por
decirlo en términos clá sicos, y que su repulsa a nuestro
país se basaba en criterios deleznables. Su obra sin
embargo es buena; estamos todos de acuerdo en que es
humanística, bella y ejemplo de liberalidad. De ahí que
el hispanó fobo sonría tranquilo porque eso significó ,
sostiene, que no pudo tener eco en la península y los
pocos erasmistas que hubo fueron perseguidos por la
malvada Inquisició n; o sea, el tó pico de que “el
erasmismo fracasó en Españ a”.
Estamos ante otra falsedad que se acepta como buena a
pesar de que todas las evidencias en contra.
La verdad es que no hubo país europeo donde el
erasmismo cuajara tanto. Como dice José Luis Abellá n:
“Erasmo fue holandés pero el erasmismo fue españ ol”.
Se puede entender como el Renacimiento españ ol, sin
nada que envidiar a otros. Aquí la visió n erasmista
llegó a todo el mundo, desde el ú ltimo letrado del
ú ltimo pueblo hasta al propio Carlos V, que conoció
bien el erasmismo y convirtió su teoría de la
“universitas christiana” en nada menos que la narrativa
de poder de su imperio. Por supuesto todos los clérigos
medios e incipiente burguesía, principalmente los que
no podían probar pureza de sangre, abrazaron la idea
erasmista del “cuerpo místico de Cristo”, que igualaba
en una proyecció n metafó rica horizontal a todos los
cristianos, formando indistintamente parte de un
cuerpo cuya cabeza era el hijo de Dios. Tampoco hace
falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que la
locura de don Quijote, esa que no sabe mentir y así
desvela inocentemente las hipocresías sociales, viene
directamente del Elogio de la locura de Erasmo, libro
que Cervantes claramente conocía.
Y por si quedara alguna duda, Erasmo de Rotterdam en
persona, al final de su vida, reconoció que en ningú n
país se le había leído y comprendido tan bien como en
Españ a. En una de sus ú ltimas cartas, cuando un
discípulo le describe desde Toledo la gran aceptació n
que su obra está teniendo, exclama, melancó lico: “¿Por
qué no me habré dirigido allá , en lugar de haberme
marchado a Alemania?”.

El asunto mencionado es, si se quiere, baladí. Pero no


deja de ser representativo de la hispanofobia como
error epistemoló gico. Cualquier manual de historia o
filosofía que diga que Erasmo no enseñ ó en la
Universidad de Alcalá porque era demasiado "liberal"
para ello, o que en un país tan tenebroso nunca pudo
tener repercusió n una obra tan humanística, es
sencillamente un mal manual que perpetú a falsedades.
Cuando esto se hace masivamente, con otros períodos
histó ricos y en todos los campos del saber, estamos
ante un serio problema para las ciencias humanas y la
manera que tienen de interpretar los asuntos de la
contemporaneidad.
La hispanofobia es racista, ridícula y aburrida; pero
sobre todo es erró nea y merma la credibilidad de
cualquier autor que caiga en ella.

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