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Pablo Villarrubia Mauso
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Pablo Villarrubia Mauso, 2003
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Este libro está dedicado al querido amigo Marcos Silva, «el
Marcão», entrañable ufólogo brasileño, chamán y humanista
tristemente desaparecido cuando aún disfrutaba del apogeo de
su vida.
NOTA DE LOS EDITORES: Este libro contiene imágenes explícitas y material forense que pueden
herir la sensibilidad del lector.
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¿Por qué publicamos este libro?
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documentos. Estos son un puñado de verdaderos expedientes X —que
superan a cualquier ficción televisiva, por cierto— que él y solo él ha
recuperado con la energía inimitable de aquellos que son capaces de llegar al
fin del mundo para completar la pieza de sucesos que otros muchos olvidaron.
Gracias a Pablo, y gracias a este libro, por fin he podido ver con mis
propios ojos cómo era aquella casa de amargos sueños infantiles donde todos
salieron como alma que lleva el diablo. Y advierto, ese es solo uno de los
capítulos. Cada imagen, cada diapositiva, lleva al reverso una historia cargada
de incógnitas. Por eso hay que mirarlas bien, con detalle, para captar toda su
inquietante esencia.
Hace años llegué a una de las pocas conclusiones firmes que tengo en esto
del periodismo y la comunicación: para estos menesteres no hay otro como
Pablo, capaz de serpentear rápidamente por zonas vedadas al resto, con
agallas de sobra para sumergirse en las favelas que cuelgan como costras por
los cerros que rodean las grandes urbes latinoamericanas y sin complejos ante
nada ni nadie en su sagrado objetivo de encontrar la verdad.
Sé de las muchas penurias que ha pasado en sus viajes tras la huella de lo
imposible. Sé que ha sido atracado, amenazado, perseguido… Sé incluso que,
sin alardes ni fantasmadas al uso, se ha jugado la vida solo por tomar un
carro, un autobús o el siguiente camino embarrado hasta donde le conducía la
última pista.
Y es que ser reportero de estas «otras realidades» en algunos lugares del
planeta no es un juego de niños. Lo sabemos bien quienes hemos rondado
aferrados a nuestra cámara por ciertas latitudes. Ahí el peligro no es un
recurso de opereta. Y lo sabes. Pero también sabes lo que disfrutarán los
lectores con la nueva aventura, con el último salto más difícil todavía. Como
se estremecerán al contemplar en estas hojas las imágenes, ya sepias, de los
enigmas que Pablo —quién si no— encontró al final de todas las selvas
perdidas.
Sí; definitivamente este libro es un compendio de misterios brutales, de
enigmas que destilan sangre y es también el resultado de todos los kilómetros,
sudores y lágrimas que se han vertido en el empeño.
Esto que tienen entre las manos es un auténtico manual del «periodista del
misterio», esa inusual vocación por la que tanto me preguntan, la mayoría de
las veces buscando un consejo con el que empezar. La mayoría de las veces,
sinceramente, no sé qué contestar ante tan extraño deseo. Me quedo
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pensativo, y algunas veces más lúcidas respondo con palabras como fe,
ilusión, búsqueda…
A partir de ahora lo tengo mucho más fácil y menos abstracto, pues para
empezar a aprender lo que significa ser buscador de estas cosas hay que leer
este libro en su sentido más profundo.
Sí, el que tienes ahora abierto. El de mi amigo Pablo, el último aventurero.
IKER JIMÉNEZ
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Introducción
Ovnis:
¿peligro a la vista?
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Sucesivos viajes a la selva amazónica, a las sabanas y las costas de
Suramérica me robaron el escepticismo total: hay muchas más cosas que no
podemos explicar que las que podamos conocer. La aparición de extraños
objetos voladores que aterrorizan o incluso matan a seres humanos es una
realidad: que lo digan los infelices familiares de las víctimas o aquellos que
han podido sobrevivir a los ataques. Sí, querido lector, no estamos hablando
de quimeras, de gente fantasiosa o de alucinaciones colectivas; estamos
tratando con la pura y dura realidad, muy material.
Esta aventura de ponerme cara a cara con la realidad del fenómeno ovni
obedeció, desde el principio, a una desconfianza ante todo aquello que la CIA
y otros órganos de inteligencia de varios países nos ofrecían sobre los ovnis.
Lo mejor —aconsejo— es sospechar, no admitir lo primero que te digan.
Desde que me dediqué a estudiar y a investigar el fenómeno ovni —a
partir de 1976— revisé un sinnúmero de veces los conceptos que había
aprendido sobre su existencia. Extraterrestres, viajeros del tiempo,
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alucinaciones, experimentos científicos de las grandes potencias, etc. Al
mismo tiempo me enriquecía con otros conceptos tomados de varios campos
del conocimiento humano.
Me percaté que estudiar a los ovnis era más que un simple ejercicio o
diversión de fin de semana o de ratos libres. El fenómeno me ponía cara a
cara con el desafío de la vida misma, de conocer la física, la psicología
humana o la biología, por ejemplo.
Mientras me reunía con mis amigos de escuela en un cuartito al fondo de
mi casa, en el barrio de Vila Guilherme —en São Paulo, Brasil— en 1977,
para discutir astronomía y ufología, nada sabíamos respecto a lo que sucedía
por aquellas mismas fechas en la lejana y remota región amazónica. Eran
tiempos de dictadura militar. La represión y la censura determinaban lo que
debía o no ser publicado, lo que debía ser más o menos divulgado.
Del sur del país no nos llegaron, en aquel momento, las informaciones a
las que solo años más tarde podríamos leer con más detalle. Se trataba de los
casos de los «chupa-chupa», o luces asesinas, algo que aparentemente nada
tiene que ver con el famoso chupacabras. En medio de la selva amazónica
brasileña extraños objetos voladores sobrevolaban las chozas de los
campesinos y pescadores. De pronto, disparaban un haz de luz que golpeaba
el pecho u hombros de las víctimas.
Como consecuencia sufrían quemaduras, mareos, dolores de cabeza y
vómitos. Algunos, menos afortunados, murieron tras los ataques de aquellas
luces asesinas. ¿Qué pasaba en la densa jungla? ¿Por qué sucedía aquello?
¿Quiénes eran los agresores? Eran preguntas que me planteé y decidí, a
mediados de los años noventa, investigar in situ las causas de estos tremendos
ataques como podrá verificar el lector en las páginas de este libro.
El asunto estuvo rodeado de mucho misterio y apenas trascendió. Brasil es
enorme; la amazonia, desconocida, y unas cuantas muertes y personas heridas
se diluyen en las páginas de los periódicos o en los noticiarios que, cada día,
nos comunican las muertes provocadas por otros motivos aparentemente más
frecuentes, como son los accidentes automovilísticos o la violencia urbana de
bandidos y atracadores.
Aún hoy sigo preguntándome: «¿Son los ovnis una amenaza para la
humanidad?» No os puedo contestar con un tajante «no» o «sí», pues para mí
entre el negro y el blanco hay muchos matices de gris. ¿Estaban los
norteamericanos ensayando nuevas armas en la selva amazónica? Y, si así lo
hicieron, ¿por qué no han empleado tales armas en otros lugares del mundo, o
incluso en las guerras?
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Portada de Contactos extraterrestres.
Ovnis: ¿peligro de muerte?
Ejemplar de Año Cero, número 74, sobre ovnis agresivos.
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Enigmas, número 10: ¿Ha
comenzado la invasión?
Más Allá, número 91: ¿Hostiles?
Cartel del I Congreso de Ufología
de Chihuahua (México), en 2003.
Los objetos vistos por cientos de personas eran de una tecnología muy
avanzada. Sus velocidades extrapolaban a la de los supersónicos y
evolucionaban en el cielo en contra de las leyes de la física. Su
comportamiento hacia los nativos era visiblemente intencionado y agresivo.
No obstante, hubo varios incidentes ocurridos en otras regiones de Brasil y
del mundo donde no queda muy claro si los trastornos físicos y psicológicos
padecidos por los testigos se debían a una acción premeditada o no de los
ovnis.
Tampoco sé hasta qué punto el fenómeno ovni influyó sobre el suicidio
del joven Adelino Roque y de su amante, Geusa, en Goiás, o en los dos
amigos que subieron el cerro del Vintém en Niteroi (Río de Janeiro), para
nunca más volver…
Otros no pidieron cita previa con extraterrestres, a ejemplo de las víctimas
del Vintém, sino que fueron atacados inesperadamente. Fue lo que le ocurrió
al malogrado João Prestes Filho en aquel lejano año de 1947 en
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Araçariguama. Su fatal desenlace duró varias horas de terrible sufrimiento.
Tampoco se lo esperaba José Correia, de veintinueve años, cuando dormía
tranquilamente a bordo de una embarcación en la misteriosa isla de los
Cangrejos. Cuando sus compañeros se despertaron, él ya estaba sin vida,
quemado. ¿Quién o qué quemó mortalmente a José?
Aparte de las víctimas mortales, se suman aquellas aquejadas por una
serie de dolencias que surgieron tras haber tenido algún tipo de contacto más
o menos cercano con un objeto volador no identificado o sus ocupantes:
dolores de cabeza, jaquecas, náuseas, vómitos, alteraciones psicológicas o
enfermedades de la piel, son algunos de los síntomas más comunes. Algunas
víctimas los arrastran de por vida y, tal vez, acorten drásticamente el tiempo
de su existencia como veremos a lo largo de este libro.
Todavía recuerdo la expresión de miedo reflejada en el rostro de los
campesinos amazónicos cuando se referían a las extrañas luces nocturnas que
los perseguían en medio de la selva. Creían que les chuparían la sangre, que
los consumirían sus fuerzas o que los matarían o los dejarían postrados
durante días, meses o años. Eran luces vampiras, o por lo menos así pensaba
aquella pobre gente. Y no lo decían en broma.
Todo lo que puedo decir es que los ovnis agresivos realmente existen, sea
cual fuere su origen. ¿A qué vienen? ¿A robamos nuestras vidas? ¿Para qué?
La doctora Wellaide Cecín Carvalho afirmaba seriamente que eran «ladrones
de energía». Los análisis de sangre que realizó en docenas de campesinos
atacados en el Estado brasileño de Pará mostraban, muy claramente, que la
tasa de glóbulos rojos de las víctimas de los «aparatos» voladores y de sus
haces luminosos era más baja de lo normal. ¿Qué pensar de esto? Quizás el
efecto de alguna radiación sobre el cuerpo humano, sobre su metabolismo.
Durante el I Congreso Internacional de Ufología de Chihuahua (México,
2003, organizado por Gilberto Rivera) encontré al veterano ufólogo cubano
Virgilio Sánchez Ocejo que había estudiado varios casos de agresiones del
enigmático chupacabras en Chile y en Estados Unidos. Sus investigaciones le
mostraron una faceta agresiva de un fenómeno que, aparentemente, parece
asociado al fenómeno ovni. Pero ¿qué demonios hacen tales criaturas
matando y chupando sangre de animales? ¿Habrán atacado a seres humanos y
aún no lo sabemos? En Guatemala parece que sí…
Ofrezco estas páginas llenas de misterio —de absurdo y locura para
muchos— para que cada uno juzgue por sí mismo estas extrañas situaciones.
Lo que pude hacer como periodista —y como curioso empedernido— es
rastrear los archivos ufológicos, además de recorrer y «empaparme» de
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algunos lugares donde se respiraba un aire diferente, donde se encontraba la
huella indefectible de «ellos», los que dejaron un rastro de sangre o de miedo
que algunos no podrán olvidar jamás.
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Capítulo 1
João Prestes:
muerte lenta y atroz
en Araçariguama en 1946
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Roque Prestes. En cuestión de minutos, y a paso acelerado, llegábamos a la
sencilla residencia del sexagenario Luis Prestes, en la periferia de São Roque.
Luis aún estaba enlutado por el reciente fallecimiento de su padre, Roque, un
ex soldado de la revolución constitucionalista de 1932.
—Hasta hace poco tiempo, antes de morir, mi padre recordaba el trágico
fin de su hermano en aquel lejano año de 1946. Yo era pequeño, tenía unos
nueve años, pero me acuerdo perfectamente lo que le pasó a mi tío João. Era
semana de carnaval y João, que odiaba tales festividades, decidió irse de
pesca montado en su carroza. Él vivía en Araçariguama, un pueblecito
cercano a tan solo siete kilómetros de São Roque y, a la sazón, un lugar muy
aislado y tranquilo. Mi tía se fue a las fiestas junto con los hijos y le dejó
hecha la cena en su casa —nos reconstruía los hechos Luis Prestes ante
nuestras miradas atentas.
»Yo estaba en Araçariguama cuando me dijeron que mi tío estaba
moribundo en casa de un pariente. Quise entrar, pero no me dejaron, pues era
muy niño y me podía impresionar por el estado físico de João. Mi padre sí
que habló con él y le contó que al volver a casa abrió la ventana y algo como
un fuego o «antorcha de fuego» entró en el cuarto donde se encontraba. Se
cayó al suelo y sintió cómo el cuerpo le ardía. Se enrolló en una manta y vino
caminando más de dos kilómetros hasta la villa. Mi padre decía que João solo
estaba quemado de la cintura hacia arriba, a excepción de los cabellos. Yo
llegué a ver a mi tío moribundo, cuando lo sacaban de la casa para llevárselo
en un camión a Santana do Parnaíba, donde existía un hospital. Me acuerdo
que estaba envuelto con unas sábanas ennegrecidas, quizá por lo quemado del
cuerpo. João murió antes de ingresar en el hospital —nos seguía contando
Luis Prestes mientras grabábamos su testimonio.
—Se ha publicado en varios libros, tanto en inglés como en japonés y
hasta en ruso, que João Prestes murió de una manera atroz, cayéndosele
trozos de su cuerpo, como las orejas o la carne de los brazos. ¿Esto es cierto?
—indagué.
—No. Su apariencia, según mi padre que lo acompañó al hospital, era
realmente penosa, pero no llegaba a eso. Presentaba quemaduras graves por el
cuerpo. La piel, la carne, estaba oscura. No presentaba ninguna lesión
corporal —reveló nuestro interlocutor, cambiando parcialmente la historia
que se había impreso en los libros y centenares de artículos publicados sobre
el caso.
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El ataque a João Prestes por la
extraña luz, tal como fue mostrado
en el boletín Stendek de junio de
1975.
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semejantes… —seguía contando Luis Prestes. En nuestras mentes se
configuraba la idea de que Araçariguama y la región de São Roque podría ser
una fantástica «zona ventana» por donde emergían una sorprendente cantidad
y variedad de fenómenos anómalos.
La teoría parecía cuadrar con los subsiguientes datos que nos daría nuestro
informante.
—A Emiliano Prestes, también tío mío y hermano de João Prestes, le
sucedió algo igualmente espeluznante. Algunos meses después de la trágica
muerte de su hermano estaba caminando por un bosque de Araçariguama, en
Agua Podre, el mismo lugar donde surgió en 1922 el lobisomen y la luz que
quemó a João, cuando se le apareció una antorcha de fuego en el aire.
Emiliano, espantado, se arrimó a una barranca cuando la cosa se le vino
encima. Lo único que pudo hacer fue arrodillarse y rezar por su vida. Nos
contó que sintió un intenso calor, pero, por suerte, la antorcha se apartó y
desapareció —nos explicaba Luis, añadiendo más misterios a la lista de la
región.
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La «antorcha» o «bola de fuego» también fue vista en varias ocasiones
por el padre de Luis durante su juventud, objeto que asustaba a los caballos y
caballeros que transitaban por las oscuras noches de Araçariguama para llegar
a sus humildes casas campesinas. «Las luces se veían más entre las tres y
cuatro de la madrugada, y eran tres o cuatro veces más grandes que la Luna.
Las personas sentían el calor de las luces aunque estuvieran lejos. Se
distanciaban a velocidades tremendas. Mi padre dejó de ir a las fiestas por la
noche a causa de estas luces», recordaba Luis Prestes.
***
Antes de terminar la entrevista, satisfechos por los nuevos datos que daban
nuevas luces sobre el caso João Prestes, y cuando no pensábamos añadir nada
más a las informaciones prestadas, Luis Prestes nos dio una valiosa pista: la
existencia de, posiblemente, el último testigo vivo de las postreras horas de
vida de João.
—Es un señor casi centenario, pero muy lúcido y fuerte. Vive cerca de mi
barrio, en São Roque. Esta es su dirección.
Inmediatamente nos dirigimos hasta la casa de Vergílio Francisco Alves.
Cuando llegamos, su hija nos comunicó que el padre estaba trabajando en el
huerto enfrente de la casa, cortando con una hoz la maleza. Al cabo de un rato
apareció Vergílio que, para nuestra sorpresa, nos mostró su carné de identidad
donde daba fe de sus noventa y dos años de existencia con plena salud.
Sentado en el raído sofá de su sencilla casa, Vergílio nos contó que era
primo segundo de João Prestes.
—Yo nací y me crié en Araçariguama. Allí empezó a trabajar en la mina
de oro de Morro Velho a los quince o dieciséis años. Había un ingeniero
inglés que no sabía escribir mi nombre y me llamaba «garoto de ouro» («niño
de oro»).
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Vergílio Francisco Alves fue testigo
del sufrimiento atroz de Prestes
hasta poco antes de su muerte.
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Pero os cuento lo que sé sobre la horrible muerte de João. Fue en 1946 y
era Carnaval. Se fue a pescar cerca de allí, en el río Tietê, montado en su
carroza, mientras que la esposa y los hijos se fueron a las festividades. Hacía
tiempo seco, no llovía. Cuando regresó puso su caballo en el corral y le dio de
comer maíz. Enseguida echó los peces en una cazuela y calentó en el homo a
leña el agua para lavarse en una palangana. Cuando se cambió de ropa se le
apareció, en un cuarto, una especie de rayo o luz amarilla que iluminó todo.
João sintió que su cuerpo ardía y que la barba, aún corta, estaba quemada.
Aterrado, y sin poder mover las manos, João levantó el pestiño de la puerta de
salida de la casa con los dientes y se lanzó descalzo a la calle, pues nunca
usaba calzado, corriendo más de dos kilómetros hasta llegar, a gritos, cerca de
la iglesia de Araçariguama, a la casa de su hermana María. Allí se tiró sobre
la cama y dijo que estaba quemado. Vino enseguida el comisario de policía,
João Malaquías, quien le dijo que no era para culpar a nadie por lo que le
había sucedido, pues lo que le había atacado no era «cosa de este mundo».
Después empezó a tronar, tronar y cayó una fuerte lluvia…
Esta parte del relato de Vergílio me recordó el caso Varginha, ocurrido en
1997, en Minas Gerais, cuando después de la aparición y supuesta captura de
una o más criaturas, supuestamente de origen extraterrestre, sucedió un
violento aguacero como jamás se había visto en Varginha. En muchos casos
«Fortianos» (en homenaje a Charles Fort, investigador de hechos insólitos),
suelen ocurrir cambios importantes atmosféricos.
—Entonces, ¿usted vio a João Prestes cuando agonizaba? —le indagó
Claudio Suegana a Vergílio Alves.
—Sí. Mi primo, Emiliano Prestes, era mi vecino y me llamó. Cuando
llegué a casa de María me encontré a João Malaquías, el comisario, hablando
con João, este tumbado en la cama y se le empezaba a trabar la lengua. Su
piel, que era blanca, estaba tostada, medio rojiza, como si se hubiera asado.
Lo más quemado eran las manos y el rostro. Las manos las tenía retorcidas.
Su pelo no se quemó y tampoco sus pies ni las ropas. Solo se quemó de la
cintura para arriba. Los pies los tenía desollados por haber venido corriendo y
pisado sobre piedras.
—¿En ningún momento usted vio que la carne de João se le cayera a
pedazos? —le pregunté.
—No, no. Tenía la piel y la carne quemadas, pero no se le caían. Creo que
fue cosa del boitatá, pues este ya le había atacado anteriormente a João… —
nos revelaba Vergílio.
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Claudio y yo nos mirábamos con estupefacción ante la novedosa
información del lúcido nonagenario.
—Cuéntenos esta otra agresión… —le dijimos casi al unísono.
—Cuando João era tropero [conductor de ganado], aún muy joven vivía
junto con el padre en Araçariguama. Un cierto día, al atardecer, cuando
conducía los burros por un cerro, vio un fuego que cayó del cielo, una bola de
fuego. Estaba cerca de una capilla, donde había una cruz, y sintió la bola
pasando a su lado, y casi lo golpeó. João me contaba que allí, a veces, se
veían diez o doce bolas que surgían en el cielo. Algunas eran rojizas, otras del
color de la luna. A veces, cinco o seis caían al suelo y explotaban. La gente
llamaba esas luces de boitatá… —seguía contándonos Vergílio.
Abro un paréntesis para explicar que la palabra «boitatá» es de origen
indígena y designaba misteriosas luces que solían perseguir y hasta matar a
los nativos, según las crónicas coloniales portuguesas y los relatos del padre
canario José de Anchieta en el siglo XVI.
El propio Vergílio fue testigo de la aparición de una de tales luces, que
surgió por detrás de la montaña donde estaban las minas de oro y cayó en otro
cerro, donde también siempre aparecen luces raras: el cerro de Saboão.
—También llamábamos de «mãe do ouro» [«madre del oro»] a esas bolas
de fuego. También había el «lagarto de oro», un fuego alargado que se movía
en línea recta, despacio, sin hacer ruido.
La misteriosa mina de oro de Morro Velho está hoy por hoy abandonada.
Allí, uno de los principales focos de apariciones de luces, vivió el general
canadiense George Raston, que fundó la mina en 1926 y fue cerrada a finales
de los años treinta.
Mientras comíamos algunos deliciosos plátanos cultivados por Vergílio en
su finca, este nos contaba que en Araçariguama se habían visto hombres-lobo,
confirmándonos las informaciones facilitadas por Luis Prestes.
—¿Quién se llevó a João al hospital? —le pregunté a Vergílio para
retomar y concluir nuestra entrevista sobre el caso.
—Malaquías, el comisario, se lo quería llevar a un hospital de São Paulo,
pero la carretera estaba muy mal y se fueron hasta Santana do Parnaíba.
Luego se le pidió una explicación a la policía técnica y no pudieron dar una
respuesta para el suceso, solo dijeron que no había nada quemado en la casa
de João, pues algunos aseguraron que se había quemado con un candil.
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Aún aturdidos por las nuevas informaciones que poseíamos sobre el caso
Prestes, nos subimos al único autobús que hace línea entre São Roque y
Araçariguama. Desde 1946, cuando era una villa sin luz, agua corriente ni
alcantarillas. Araçariguama no había crecido demasiado y todavía abundaban
las serpientes venenosas. Es uno de los pueblos más antiguos de la región y
tiene unos siete mil habitantes. Fue fundado hace casi trescientos cincuenta
años, donde vivían los «bandeirantes», los conquistadores de las
inmensidades territoriales de Brasil.
Según un informe publicado en los años sesenta por el ya fallecido
ufólogo Walter Bühler, la policía precintó la casa de João y fue luego
derrumbada, pues, aparentemente, sus familiares no tenían valor para volver
al hogar, quizá por interpretarlo como una casa maldita.
En Araçariguama nos atendió Fabiana Matías de Oliveira, jefa de prensa
del pequeño Ayuntamiento, y nos llevó hasta su tío, Hermes da Fonseca, de
casi setenta años, conocedor profundo de la historia y de las gentes de la
región. Como muchos brasileños de su edad, seguía trabajando para ganarse
la vida haciendo algunas pequeñas reformas en una finca cercana al
Ayuntamiento. Hermes se sentó en un tronco y nos empezó a contar su vida,
su llegada a Araçariguama en 1945 y que una serpiente de cascabel le había
mordido, dejándole una profunda huella en el tobillo, que nos mostró con
orgullo.
—Yo conocí a João Prestes. Me acuerdo perfectamente de la fecha de su
muerte, el 5 de marzo de 1946. El difunto dejó cinco o seis hijos y la viuda.
Yo no llegué a ver su cuerpo, solo unas pocas personas, pero decían que tenía
el cuerpo quemado. Más tarde la prensa publicó que su cuerpo se había
derretido, se había caído a trozos —nos contó el septuagenario.
—Aquí siempre han ocurrido cosas raras. Un año después de la muerte de
João, su hermano, Emiliano Prestes, vio, cerca del cementerio, dos bolas de
fuego que subían, se golpeaban entre sí, volvían a subir y repetían la misma
acción. De repente las luces empezaron a rodearlo y sintió un calor muy
intenso. Se arrodilló y rezó hasta que las luces se fueron. Aún hoy en día, pero
con menos intensidad, se ven esas luces aquí cerca, en Ibaté, entre
Araçariguama y São Roque. Cuando se golpean sueltan chispas, pero no se
deshacen. Giomar Gouveia, campeón de hípica y dueño de unos establos en
Ibaté, vio una luz sobre sus animales que desprendía rayos de luz de color
naranja. Eso ocurrió en 1995 —nos contaba Hermes da Fonseca.
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Vista panorámica de las sierras de Araçariguama.
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cemento recubierta por tierra solamente sobraba una tosca cruz y un número
de identificación. Por un momento, Claudio y yo sentimos un nudo en la
garganta y nos vino a la mente lo que podrían ser las imágenes de los últimos
momentos de sufrimiento de João Prestes. Recompuestos, preguntamos a
Nelson —que desde 1976 trabajaba como enterrador— si había visto algo
raro en la región.
Nelson Oliveira, el enterrador de Araçariguama que vio un ovni en forma de sombrero sobre el
cementerio en 1989.
—Hacia 1989 vi una cosa rara, redonda, volando sobre el cementerio. Era
como un sombrero, pero al revés, hacia abajo. Era todo como de aluminio, y
destellaba a ratos cuando se movía, en línea recta, despacio pero
balanceándose. Iba en dirección a São Paulo —nos contaba el enterrador,
mostrándonos su propio sombrero, invertido, para ilustrar el avistamiento.
Según una entrevista personal que hice al ufólogo Antonio Ribera en
Barcelona, João Prestes pudo ser quemado por el sistema de propulsión de
una nave extraterrestre. «No creo que los alienígenas quisieran herir o matar
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al campesino. Simplemente no sabían lo que podía pasar si se acercaban
demasiado a los seres humanos», me contó Ribera.
Nos sobró tiempo para reflexionar sobre la terrible muerte de João Prestes
Filho a bordo de un destartalado autobús que dejaba atrás Araçariguama.
—¿Qué piensas que era la luz que mató a Prestes? —pregunté a Claudio.
—Quizás un relámpago globular o esférico —contestó.
—Pero ¿cómo explicar las otras luces y las criaturas de la región? —
insistí.
El historiador enmudeció, se encogió de hombros y lanzó una última
mirada sobre la torre de la iglesia de aquel pueblo maldito.
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vio una «bola de fuego» en las cercanías del cementerio.
Las declaraciones de Gomide se hicieron eco internacionalmente y la
mayoría de los relatos publicados en libros, revistas y boletines centraban el
caso Prestes solamente en este testigo. Muchas de las informaciones prestadas
por el ex aprendiz de enfermero no parecen coincidir con las de Luis y Roque
Prestes y Vergílio Francisco Alves. Gomide contaba que João, al llegar de la
pesquería, saltó por una ventana para entrar en su casa, pues su esposa había
cerrado la puerta al salir. En ese momento hubiera visto la luz intensa que le
quemó. Gomide, que había trabajado como enfermero en el ejército, fue
solicitado para atender a João Prestes, con el que mantuvo una conversación
durante su lenta agonía, que duró entre seis y nueve horas.
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Claudio Suenaga, ufólogo e
historiador, rescató el certificado de
defunción de Prestes.
Es autor de una tesis académica
sobre ufología.
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menos de 15 metros de los testigos. Su color mayoritario era amarillo y poseía
luces verdes y rojas centelleantes. Lo curioso es que dentro de la luz amarilla
se podía observar una presunta estructura metálica de forma ovalada
encimada por una especie de semicírculo a modo de cúpula. Lo que más
sorprendió a los niños fueron los movimientos bruscos y en zigzag que
describió el ovni al partir raudo y veloz.
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Boletín Supysáua de julio-septiembre de 1994; presenta los casos de avistamientos de ovnis sobre
Santana do Parnaíba; este recoge el de la niña Regiane Barbosa, que fue atacada por un ovni en 1993.
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Boletín Supysáua (enero-febrero), del Grupo Ufológico do Guarujá, muestra un caso de ovni visto por
varios chicos en Santana do Parnaíba en 1994.
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Una anciana japonesa, que residió durante su juventud en Santana do
Parnaíba, comentó a Suenaga que había visto a una criatura mixta de hombre-
lobo y centauro en las inmediaciones del Sitio do Morro. A finales de 1996 y
principios de 1997 en São Roque se vivió una de las más intensas oleadas de
ataques de chupacabras de toda Suramérica.
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Capítulo 2
Muerte misteriosa
en la isla de los Cangrejos
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Maranhense, una zona llena de pantanos y manglares cercana a la costa
atlántica, había una intensa oleada de apariciones de ovnis. En ese mismo año
varias personas habían sufrido quemaduras y otras habían fallecido en el
Estado vecino de Pará, en plena región amazónica. Estos ataques fueron
achacados a los ovnis. Conocidos como «chupa-chupa», los casos fueron
investigados por el Ejército del Aire brasileño, y hasta hoy no se ha dado a
conocer ninguna explicación oficial.
De regreso a São Luís, busqué más datos que pudieran aclarar el misterio.
En la biblioteca municipal —situada en una plaza repleta de vendedores
ambulantes— me dediqué a desempolvar antiguos ejemplares de periódicos
de la capital. Antes había intentado localizar a los médicos que examinaron
los cuerpos de las víctimas, pero o ya habían fallecido o no se tenía noticias
de ellos en el Consejo Regional de Medicina.
El primer titular que encontré decía: «Misterioso suceso en la isla de los
Cangrejos». El artículo, publicado por el Jornal Pequeño el 29 de abril de
1977, mostraba la foto de los tres supervivientes de la tragedia. El comisario
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de policía, José Argolo, era informado por Apolinario Correia, el único que
escapó sin heridas o quemaduras, que su hermano José estaba muerto, pero
sin marcas en el cuerpo, y que su otro hermano, Firmino, se hallaba en estado
de coma.
Aureliano, el cuñado de los hermanos Correia, apenas articulaba palabra
y, además de quemado, se encontraba muy debilitado. En el barco de madera
el comisario no encontró ningún vestigio de pelea o de objetos quemados.
Apolinario Correia pilotó heroicamente el barco María Rosa, de 15
metros de eslora, con una sola vela y 15 toneladas de peso hasta el muelle de
Itaqui.
El otro titular, «Supervivientes de la isla de los Cangrejos están
incomunicados», publicado por O Estado do Maranhao, de 1 de mayo de ese
mismo año, decía que los médicos del hospital municipal de São Luís
prohibieron la entrada a los extraños que querían ver y hablar con Aureliano y
Firmino, este último aún en coma.
Asimismo, contaba que el delegado José Argolo no había encontrado
policías voluntarios para llevar a cabo investigaciones en la isla, a excepción
del escribano Moacy Barros. Todos tenían miedo de ir a un lugar considerado
maldito. En el mismo diario, pero con fecha del 4 de mayo presentaba un
hecho anecdótico: otro delegado, Marcelino Ewerton, de la Tercera comisaría
de la capital, se había comprometido a ayudar a su colega Argolo en una
expedición hasta la isla.
Ewerton declaraba: «Amén de balas normales, llevaré una cartuchera con
cartuchos debidamente preparados con paja de ajo que, según los más
antiguos, tiene el poder de apartar las cosas del Anticristo», como si la fuerza
desconocida que atacó a los marineros fuera el mismísimo hombre-lobo. Lo
cierto es que ningún policía fue a la isla de los Cangrejos.
***
Página 36
Un policía técnico, Jucilmo Salazar, opinó que la causa de la muerte de
José se debía a una «descarga eléctrica procedente de un fenómeno natural»,
semejante a una «bola de fuego deambulando en el espacio». Salazar no pudo
explicar por qué tal fenómeno no quemó la cortina que tapaba la entrada de la
sentina del barco donde dormían José, Firmino y Aureliano; y tampoco aclaró
por qué la «descarga eléctrica» no quemó las bermudas de Aureliano, puesto
que poseía una amplia quemadura en su nalga derecha.
Apolinario, Firmino (en coma) y Aureliano, en una foto de un periódico de São Luís: heridas y traumas
de por vida.
***
Página 37
La isla de los Cangrejos está situada en la bahía de São Marcos, a 75
kilómetros al sur de São Luís. Rodeada de manglares, su centro está ocupado
por extensos campos y lagunas donde sólo habitan animales salvajes, como el
jaguar y enormes serpientes. Pero quizá lo peor de todo sean los fieros
mosquitos y las tenazas de millones de cangrejos gigantes que allí habitan.
La isla es relativamente grande, posee cerca de 22 kilómetros de longitud
y su anchura varía entre los 11 y los 16 kilómetros. Según los moradores del
pueblo de Penalva—cercano a la isla— a quienes entrevisté, los pocos
pescadores y madereros que allí se atreven a navegar escuchan, por las
noches, cantos religiosos, con salmos de lamentaciones, como si fueran las
voces de fantasmas que retumban dentro de las selvas de la isla.
Ya casi sin esperanzas de encontrar- supervivientes del caso y otras
personas directamente involucradas en las investigaciones policiales, casi cejé
en el empeño. Dos días antes de marcharme de São Luís logré localizar a tres
traductoras de inglés que habían trabajado para el periodista y ufólogo
estadounidense Bob Pratt (entonces del National Enquirer) y que
entrevistaron a las víctimas.
Página 38
São Luís: la vieja ciudad colonial
está cercana a una de las regiones
más activas en cuanto a ovnis de
todo el planeta.
Página 39
Isla de los Cangrejos: lugar maldito, según los pescadores.
Reconstrucción del presunto ataque de un ovni al barco María Rosa. (Dibujo de Jamil Vilanova.)
Página 40
horas después de la muerte. Cuando Apolinario encontró el cuerpo del
hermano ya llevaba muerto, como mínimo, tres horas.
—¿Hizo el forense una autopsia del cadáver?
—No. La «causa mortis», según los documentos del Instituto Médico
Legal, fue un accidente vascular cerebral causado por hipertensión arterial
como consecuencia de un choque emocional. Pero los médicos no dijeron qué
pudo provocarlo. Se especuló que fuera una «chispa cósmica», pero de eso no
quedó nada definido. Además, fuimos al aeropuerto de São Luís y allí
verificamos con el servicio meteorológico que no hubo mal tiempo por
aquellos días.
—El director del departamento, Natalino Filho, dijo que un rayo podría
caer al agua y pasar por el barco, pues el agua es buena conductora de
electricidad. Sin embargo, si esto hubiese ocurrido, Apolinario, que estaba en
la cubierta durmiendo, también debería haber muerto o, como mínimo,
haberse quemado… —puntualizó Ángela Hadad.
—¿Y qué iban a buscar en la isla? —pregunté.
—Iban a talar árboles para construir casas palafíticas. Sobre la
medianoche debían empezar los preparativos para levar ancla y salir un poco
más tarde con la subida de la marea. Pero eso nunca ocurrió, porque
Apolinario, el único que dormía fuera, sobre la cubierta, cuando se despertó
eran ya las cinco de la mañana, con los primeros rayos de sol. José dormía en
una hamaca, en la entrada de la sentina, cubierta esta por una cortina para
evitar la entrada de los mosquitos, junto con Aureliano y Firmino —me relató
Ángela Hadad.
Lo curioso —pensé para mis adentros— es que José no tenía ningún
rasguño y, según la hipótesis del rayo esférico, este tendría que pasar por la
cortina y quemar primero a José. Esto no ocurrió.
El examen médico realizado en Aureliano detallaba que este presentaba
varias quemaduras de segundo grado con bordes ennegrecidos. Una de ellas
medía 14 centímetros de largo por dos de ancho sobre el hombro derecho y
otra de 17 centímetros cubría el hombro izquierdo. Una tercera quemadura de
segundo grado marcaba la nalga derecha. Nadie supo explicar por qué la
bermuda no se había quemado.
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Artículo de Villarrubia en la revista Enigmas, donde se presentaban las nuevas investigaciones sobre el
caso de la isla de los Cangrejos.
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Reconstrucción de la situación a bordo del barco María Rosa: un ocupante muerto y los otros heridos.
(Dibujo de Jamil Vilanova.)
***
Página 43
—¡Pobre Apolinario! —exclamaba la mujer—. Después de aquello se
quedó con una pierna tiesa, y en uno de los brazos ya no tiene fuerza. Para
mayor desgracia, de los cien dólares que gana mensualmente dedica la mitad
a comprar medicamentos para un hijo de nueve años discapacitado mental.
—Y Firmino, ¿cómo está de salud?
—Hace tiempo que no tenemos noticias de él, pero vive en un pueblo del
interior. Yo le cuidé durante varios meses después de que saliera del hospital,
donde estuvo en coma. Yo lo bañaba, lo ponía a dormir, le limpiaba las
heces…; fue horrible, mal podía hablar. Con el tiempo fue mejorando,
recuperó los movimientos. Todavía hoy habla como un niño y su voz cambia
de un tono agudo al grave y su mano izquierda se quedó torcida. Su esposa se
lo llevó y le ayuda en un pequeño comercio.
—¿En qué condiciones estaba Firmino cuando usted le visitó en el
hospital? —le pregunté a Nazareth en el taxi.
—Tema varias ampollas llenas de agua en el brazo izquierdo y le habían
arrancado la piel y carne debajo del brazo, en las costillas. Las ampollas se
secaron pero hasta hoy tiene las cicatrices. Y el brazo afectado por las
quemaduras se quedó reseco.
—¿También le quedaron secuelas a Aureliano?
—Sí, también. Era un hombrón. Trabajaba cargando sacos en el muelle.
Enflaqueció a ojos vistos y dejó de trabajar allí.
Cuando llegamos, el taxista tuvo que dejar su vehículo a más de 200
metros de la casa de Apolinario a causa de los socavones que cubrían las
calles, pavimentadas únicamente con un denso barro rojo.
En la casa —poco más que un barracón levantado en ladrillo y con el
suelo de tierra— nos recibió en el portón un niño cuyos gritos eran
estremecedores. Se trataba del hijo enfermo de Apolinario. Luego vino el
padre, cojeando, rodeado de otros cuatro chiquillos y, amablemente, nos
invitó a entrar en su humilde vivienda.
El superviviente de la isla de los Cangrejos era un sexagenario de tez
morena, que solo vestía una bermuda blanca —toda la región es muy calurosa
— y se apoyaba en un bastón para caminar. La mano izquierda estaba
contraída hacia atrás y parecía paralizada. Nos sentamos para hablar en un
salón oscuro y con unas sillas como único mobiliario.
—Ahora tengo sesenta y dos años. Firmino, mi hermano, sesenta y cuatro.
Estoy casado en segundas nupcias. De mi primera esposa tengo ocho hijos y
con la segunda, seis. Este pequeño, a quien quiero mucho, jamás va a mejorar,
según los médicos —nos contaba con pesar su drama personal.
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—Cuénteme lo que le pasó en abril de 1977 allí, en la isla de los
Cangrejos.
—Aunque supiéramos que la isla estaba encantada, habíamos ido
muchísimas veces, siempre para buscar madera para construir palafitos. Aquel
día llegamos muy tarde, cortamos los troncos y los dejamos en la cubierta
para regresar al día siguiente con la marea alta. Después, José, que era nuestro
cocinero, nos preparó algunos cangrejos sobre una barbacoa improvisada.
Estuvimos charlando un rato. Yo y mi cuñado Aureliano nos fumamos un
cigarrillo cada uno y luego todos nos fuimos a dormir a eso de las ocho. Yo
me dormí sobre la cubierta y los demás en la sentina.
—Usted debía despertarse a media noche, pero solo lo hizo al amanecer…
—Sí, es cierto. Yo me extrañé, pues siempre me despierto solo, sin
necesidad de despertador. Escuché la voz de Careliano, que me llamaba en la
proa. Me pareció raro, pues no lo había visto salir de la cabina. Estaba muy
asustado y decía que no sentía los brazos y las piernas y, como no temamos
ningún medicamento, le froté con una cabeza de ajo. Entonces noté que tenía
varias quemaduras.
—¿Qué pasó cuando usted entró en la sentina?
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—Me encontré a José en la hamaca, con una camisa en la cara. Estaba con
el cuerpo de color morado y la boca llena de espuma, como cuando se mata a
un puerco. Intenté darle agua con azúcar, pero, ¡Dios mío!, estaba muerto.
—¿Y Firmino?
—Estaba tumbado cerca de José y gemía en tono muy bajo. Tema un
trozo de carne arrancado y se le veían las costillas. Era como la carne de
puerco en salmuera. Fue horrible. Además, tema quemaduras muy grandes en
el brazo izquierdo. Por un momento me desesperé, pues solo yo tema
condiciones para llevar el barco al puerto de Itaqui para pedir auxilio. Fue
muy difícil navegar entre los manglares, pero lo conseguí.
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—¿Estuvo usted en el médico últimamente?
—Sí. Me dijo que sufro una enfermedad en la espina dorsal, en el disco,
por eso no me puedo sentar. Me quitaron un líquido de la columna. Esta
enfermedad surgió hace poco tiempo. Pero cuando ocurrió aquello en la isla,
yo me sentí muy flojo durante mucho tiempo. Hasta hoy no puedo mover bien
la mano ni la pierna izquierda.
—¿Cómo abordó la policía el caso?
—Doce días después de morir José, un sargento de la policía militar me
condujo a un barracón en el muelle de Itaqui, sacó su revólver y me preguntó:
«Tú tienes que contarme la verdad. ¡Dime si estabas fumando marihuana!»
Yo le dije que ni yo ni mis hermanos y cuñados éramos marihuaneros. Pero él
insistió mucho, amenazándome con el arma.
Apolinario me sorprendió con otra noticia que destruye definitivamente la
hipótesis de una muerte provocada por la casualidad de un fenómeno natural.
—Mi hermano José no fue el único que murió allí en la isla por algo raro.
En 1986 ocurrió otra desgracia, también en un barco en el que estaban tres
hombres. Uno, un joven, murió. No sé su nombre, pero era pariente de un
amigo mío. Uno de los supervivientes quedó todo quemado.
Notamos que Apolinario se sentía un poco cansado. Con dificultad se
levantó, con ayuda del bastón, para caminar. Hicimos algunas fotos juntos,
casi siempre rodeados por los niños, que le tenían aprecio.
Dejamos su humilde vivienda. Caminando por las calles embarradas, me
sentí doblemente inquieto: Apolinario era un brasileño más en las estadísticas
demográficas de la pobreza del país, sin recursos y sobreviviendo a duras
penas. Los otros dos supervivientes padecen de algún tipo de trastorno hasta
hoy. ¿Qué era esa fuerza desconocida que hizo desaparecer troncos de árboles
y latas llenas de cangrejos, que quemó sin que nadie supiera cómo y que mató
sin dejar marcas visibles?
***
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El fallecido doctor Silvio Lago, en
1980.
A petición de Bob Pratt, llevó a
cabo sesiones de hipnosis con los
supervivientes de la isla de los
Cangrejos.
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Capítulo 3
La extraña desaparición
de Rivalino Mafra
y el muchacho cegado
por un ovni en Reunión
S I HAY UNA HISTORIA que me pone los pelos de punta cada vez que la
recuerdo esta es, sin duda, la intrigante desaparición de Rivalino Mafra
da Silva el 20 de agosto de 1962 en el interior del Estado brasileño de Minas
Gerais.
Allí, en una zona rural a 36 kilómetros de la ciudad de Diamantina
(entonces con 16.000 habitantes), vivían Rivalino y sus tres hijos en una
choza miserable. El mayor, Raimundo Aleluia Mafra, con doce años, ayudaba
a criar a sus dos hermanitos, puesto que la madre había fallecido hacía un año.
Eran tan pobres que no tenían tan siquiera un reloj.
El domingo 19 de agosto de 1962, Rivalino, Raimundo y los otros dos
niños (Fátimo y Dirceu) estaban acostados. Entonces Raimundo, desde su
catre, divisó una extraña sombra que se movía dentro de su habitación. La
silueta parecía tener cuatro piernas y parecía como un hombre que andaba a
cuatro. En su cabeza, Raimundo pareció discernir una especie de «flequillo» o
algo saliente que no supo precisar por la oscuridad.
El muchacho, asustado, llamó a su padre, que acudió con una vela en las
manos. La sombra parecía flotar en el aire, sin tocar suelo de tierra apisonada.
La silueta tenía forma de persona, pero con una altura de no más de un metro.
Raimundo se apercibió cuando la entidad se quedó quieta y parecía
mirarlos muy atentamente. Después, se desplazó hasta donde dormían sus
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hermanos pequeños; luego se retiró del dormitorio y pasó al comedor, para
salir al patio sin abrir la puerta. Después se oyó una voz que decía:
—Este parece ser Rivalino.
El padre de Raimundo gritó: «¿Quién anda ahí?» Y al no recibir respuesta,
el hombre se levantó de la cama, pasó al comedor y, entonces, volvieron a
oírse las voces, preguntando si él era realmente Rivalino.
—Mi padre replicó que sí lo era, pero no obtuvo respuesta. Entonces nos
volvimos a la cama y los oímos perfectamente y con toda claridad, diciendo
que matarían a papá. Entonces papá se puso a rezar en voz alta, pero las
formas de fuera dijeron que rezar no le serviría de nada —contaría el niño
Raimundo a la policía días después.
La familia oyó también un ruido semejante a un despertador, pero nadie
en casa —y estaban en un lugar aislado, sin otras residencias— poseía este
artilugio.
La familia se mantuvo despierta el resto de la noche del domingo al lunes.
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Rivalino Mafra, desaparecido
delante de su casa en medio de una
nube de arena y polvo.
Dibujo realizado por Raimundo Mafra, hijo de Rivalino, de los dos objetos que rodearon a su padre.
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La choza de Rivalino Mafra y el punto (señalado) de su desaparición.
Página 52
respondió. La polvareda se disipó enseguida, como por arte de magia, sin
dejar ninguna señal en la dura tierra; parecía como si aquel sitio hubiese sido
barrido con una escoba. Di la vuelta a la casa, tratando de encontrar a papá,
pero no había ni rastro de él ni del extraño objeto; tampoco vi pisadas. Dios
mío, pensé: ¿será esto obra del diablo? Papá se había esfumado en el aire. Fui
a ver si lo encontraba en unas cuevas que hay allí cerca, pero sin resultado. He
estado vigilando las bandadas de aves que comen carne (el urubu, el buitre
brasileño), pero hasta ahora no hay señales de papá. Hace ya seis días que ha
desaparecido, y no hay ni una pista. ¿Se llevaron las bolas a papá para
matarlo? Quiero que vuelva mi papá —decía inconsolable el niño ante los
atónitos hombres de la ley de Diamantina.
Rivalino Mafra nunca más retomó. El párroco de la catedral de
Diamantina, José Ávila García, creía que el niño tuvo un sueño y que su padre
fuera víctima de unos asesinos.
—Por una extraña coincidencia, durante la semana que precedió a la
desaparición del señor Rivalino Mafra, el señor Antonio Rocha me contó algo
muy extraño. Me dijo que en el curso de una visita que efectuó al río Manso,
sitio cercano a Duas Pontes, había visto unas bolas de fuego que emitían
curiosos destellos, y que pasaron volando sobre la casa de Rivalino. En
confirmación de estos hechos, Antonio Rocha puso por testigos a otras dos
personas, que le acompañaban y a quienes señaló aquellos objetos. Antonio
Rocha es una persona totalmente digna de crédito. Quizá él mismo podría
ampliar esta información —dijo el cura a la prensa de Minas Gerais.
Los periodistas que entrevistaron a Rocha recibieron la misma
información, añadiendo que los extraños objetos volaban en círculo a gran
velocidad, y a muy baja altura, sobre la casa de Rivalino Mafra.
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Mapa de la región de Diamantina, en Minas Gerais (Brasil).
Página 54
El ufólogo y psicólogo Húlvio Brant Aleixo, investigador del caso Rivalino Mafra.
Página 55
Carta de Húlvio Aleixo enviada al
autor del libro aclarando algunos
aspectos del caso Rivalino Mafra.
Página 56
—En el lugar de los hechos —recordaba Húlvio ante mi atenta mirada—,
en Duas Pontes, estaba la residencia de los Mafra, que era casi una choza,
situada en un lugar completamente aislado. Docenas de veces el niño repitió
su historia al teniente Wilson Lisboa, al juez del Tribunal Regional, a los
médicos, sacerdotes, periodistas y a un sinfín de personas que, a pesar de
desacreditar la versión de Raimundo, quedaron perplejos por su coherencia,
tranquilidad y convicción. Él afirmaba a pies juntillas que su padre había
desaparecido ante sus ojos, rodeado por un remolino de polvo amarillo y
levantado por dos pequeños objetos delante de la puerta de la casa. Y lloraba
mansamente, convencido de que su padre jamás volvería.
—¿Cuándo empezó la policía a buscar a Rivalino? —pregunté.
—En el mismo día de la desaparición. Y siguieron por mucho tiempo.
Perros de la policía militar llegaron desde Lelo Horizonte, pero no
encontraron ni rastro del hombre Tras el examen clínico que se realizó a
Raimundo, el médico João Antunes de Oliveira dijo que no encontró nada de
anormal en el niño, aparte del estado de desnutrición. Raimundo poseía, a
pesar de eso, buenas condiciones mentales.
Por iniciativa del juez de menores, Raimundo fue conducido a Lelo
Horizonte. Allí, en la comisaría, el comisario Antonio Cruz pidió a Húlvio
que entrevistara al niño.
—Se lo llevaron después para un orfanato, donde el juez solicitó un
examen psiquiátrico y pruebas psicológicas, cuyos resultados no sirvieron
para llegar a nuevas conclusiones, pues el niño parecía mentalmente normal.
El médico João Antunes le tendió una «trampa» a Raimundo para verificar si
mentía o no. Condujeron al menor a una sala donde estaba una persona que se
fingía muerta y que tenía la cara y el cuerpo tapados. Le dijeron que era su
padre, muerto, y que él, Raimundo, había mentido. El niño volvió a repetir la
misma historia…
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Secuencia de la revista Duda
mostrando cómo desapareció
Rivalino Mafra.
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Dibujos de Rafael Merino para la
revista Duda, ilustrando el caso
Rivalino Mafra.
Página 59
—Entonces, ¿no se encontró ningún vestigio de Rivalino?
—Unos meses después surgió la noticia de que cinco cazadores habían
encontrado un esqueleto cerca de la casa de Rivalino, en un lugar de difícil
acceso. El rumor, divulgado por un periódico, se refería también a que
Rivalino hubiera huido o que habría sido víctima de un asesinato. Pero estos
rumores no pudieron ser confirmados.
—¿Usted cree que eran ovnis los que se llevaron a Rivalino?
—En la literatura ufológica hay referencia a pequeños objetos
teledirigidos, de forma y comportamiento semejantes a los descritos por el
niño. Es muy difícil que él conociera, por la literatura ufológica de entonces,
algo sobre la existencia de aquellos artefactos. Por eso, sería muy difícil
inventárselos. Además, el avistamiento de luces que sobrevolaron su casa una
semana antes nos hace sospechar del acercamiento de vehículos voladores de
origen desconocido.
—¿El Gobierno brasileño se interesó por el caso?
—Sí. Una copia de mi informe fue enviada a un coronel del Ejército del
Aire.
***
Página 60
En la novela O retrato do reí (1991), la escritora Ana Miranda menciona
la existencia de las mães-do-ouro a principios del siglo XVIII en los Estados
de São Paulo y de Minas Gerais. Se trataba de un alma en pena que aquejaba
a los buscadores de oro y piedras preciosas muy avaros con terribles fiebres
que los llevaba a la muerte. Solía aparecer bajo la forma de una mujer
emanando luminosidad amarilla. Esa era la época del «ciclo del oro», cuando
los bandeirantes buscaban riquezas por todo el Brasil.
Uno de los primeros relatos sobre tales apariciones lumínicas en el pasado
se lo debemos al jesuita canario José de Anchieta, en una carta escrita en la
villa de San Vicente en mayo de 1560. Se trataba de la aparición del Mbai-
tatá («cosa de fuego»), un extraño fuego que a veces hería a los indígenas y
los hacía correr aterrorizados.
El poeta Olavo Bilac, en su obra Últimas conferencias y discursos (1924),
escribe: «[…] pero cuando el viajero persigue al Mbai-tatá, él huye, intangible
[…] pero cuando, al contrario, el hombre huye, el Mbai-tatá lo persigue, lo
aterroriza, lo enloquece y lo mata…»
Otra tradición de esa misma época, que sobrevive hasta nuestros días, es
que la aparición de esferas luminosas en el cielo, especialmente las amarillas,
señalarían la existencia de tesoros enterrados y filones auríferos. Su
comportamiento, en muchos casos, era previsible: una bola de luz recorría
lentamente el espacio entre una montaña y otra, con o sin ruidos, a veces con
fuertes estruendos.
Ese último hecho había sido relatado por dos naturalistas alemanes, Spix y
Martius, que estuvieron viajando por el territorio brasileño entre 1817 y 1820.
A causa de los fuertes estampidos, llamaron «montañas roncadoras» a los
lugares asociados a la existencia de riquezas minerales.
Otra versión de la madre del oro es la que nos ofrece el ufólogo de la
ciudad de Passa-Tempo (Minas Gerais) Antonio P. Faleiro en su libro Ovnis
no folclore brasileño (1979), presentándola como una luz errabunda, un
espíritu de una «máter» protectora de tesoros ocultos que, según la
concepción popular, es vista como una virgen.
Cuando entrevisté a Faleiro en el tranquilo pueblecito de Passa-Tempo,
me contó que, en 1964, un campesino regresaba a su casa cuando vio, a ras
del suelo, una pequeña esfera luminosa que producía un ruido semejante a un
zumbido. Al intentar agarrarla varias veces, la esfera lo esquivó y, después de
un rato, salió disparada hacia un depósito de agua donde desapareció.
A juicio de Faleiro, estos objetos son sondas extraterrestres cuyos
diámetros pueden variar desde escasos milímetros hasta unos pocos metros,
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casi siempre entre 80 centímetros y 1,5 metros. «Suelen aparecer
cíclicamente, generalmente son más frecuentes entre agosto y diciembre», me
dijo.
***
Página 62
de tipo «bip- bip». Vio entonces el objeto, en forma de platillo, a unos 15 o 20
metros de distancia, suspendido en el aire.
El aparato tenía dos ventanas rectangulares en la parte superior, mientras
que en la parte de abajo se encontraba inclinada una corta escalera de tres
peldaños. El 17 de febrero, a las ocho horas, todavía sin poder emitir palabra,
Antoine quiso llevar a los gendarmes al lugar de observación del ovni, pero
con la condición de que estuvieran armados. Aunque esa fuera su voluntad, su
condición física se lo impidió.
El día 16 el coronel de la gendarmería de Reunión ordenó realizar un
informe, redactar un cuestionario ovni y proceder a verificaciones de los
servicios de la torre de control del aeropuerto de Oillot Saint-Denis, a fin de
conocer si aviones o helicópteros estaban en vuelo entre las doce y trece horas
del 14 de febrero de 1975.
Página 63
Antonio Faleiro, estudioso del
folclore brasileño, relacionado con
las apariciones de luces inteligentes.
Página 64
contador Geiger de radiactividad sobre Antoine y sus ropas. El resultado es
negativo.
Una vecina de la familia condujo en ese mismo día a los oficiales hacia el
campo de maíz donde se vio el ovni, pues había descubierto tres agujeros en
el suelo. Estaban espaciados entre sí un metro y dispuestos en triángulo
isósceles, con una profundidad entre dos y tres centímetros. El control de
radiactividad en ese sitio también fue negativo.
Al día siguiente vuelven los oficiales a la casa de Antoine para
interrogarlo. Durante algunos segundos caía en estado inerte y, cuando
recuperaba la lucidez, su cuerpo se estremecía. Hizo gestos para decir que
estuvo en comunicación con el objeto: había oído, en un sueño, los sonidos
«bip-bip» y que esto lo había intrigado y enervado. Aclaró otros aspectos
sobre el primer humanoide que apareció, que tenía la forma del «enano
Michelin» (el muñequito de los neumáticos) y que su andar era torpe.
El día 20 de febrero Antoine se ve con fuerzas como para acompañar en
un todoterreno a los gendarmes al lugar de los hechos. Antoine da algunos
pasos por el campo, con la mirada dirigida al fondo de la parcela, cerca del
bosque de filaos. Se detiene de pronto, se lleva las manos a las orejas
apoyándolas muy fuertemente, luego vacila y se derrumba en el suelo. Su
pulso latía débilmente, sus manos estaban frías y sus ojos trastornados. Es
llevado de inmediato a su casa y solo se recupera parcialmente media hora
más tarde. Explicó que una fuerza desconocida le impedía avanzar en la
dirección del lugar preciso donde observó el ovni.
Página 65
Revista Duda número 483:
reconstrucción del caso de la isla
Reunión.
Página 66
sonidos le «destrozaban los oídos» y tuvo que pedir a su jefe (de un negocio
de transportes y entregas a domicilio) la tarde libre.
—Antes de dejar el negocio tomé un paquete de «grattons», luego me fui
corriendo, pasé delante del estadio, luego cerca del cementerio, mi itinerario
habitual. Los sonidos se acentuaban cada vez más, a veces disminuía mi
velocidad y luego seguía corriendo. Estaba solo. Luego, en un momento dado,
me vi obligado a detenerme como retenido por una fuerza sobrenatural. Me
encontraba en ese momento en el sendero que lleva a mi cabaña y a la de mis
padres, pero todavía en el camino transitable. Tenía la impresión de que mis
tímpanos iban a estallar. Entonces giré lentamente para salir del camino y
avanzar- algunos metros en un campo de maíz. Sentí entonces un calor
extraño, acompañado de un aliento ardiente. Yo estaba rígido, como
paralizado, no podía hacer un gesto, y entonces percibí un artefacto que tenía
la forma de un gran sombrero o de una taza apoyada boca abajo en un plato.
Este objeto brillaba intensamente. Tenía color aluminio y se encontraba a más
o menos 1,50 metros del suelo. Luego, apareció una escalera con tres
peldaños por debajo del plato. Este se inclinó unos 45 grados, pero no tocaba
la tierra.
Página 67
Ilustración de Luis Chávez Peón para la revista Duda. Huellas dejadas por el ovni que cegó al
muchacho.
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otro ser que parecía estar cómodo, pero apenas estuvo en la tierra, su paso se
hizo diferente, torpe; el sujeto se desplazaba con los pies juntos.
Seres «Michelin» que atacaron al joven isleño de Reunión, según Luis Chávez.
Página 69
segundo. Los tres tenían antenas en la cabeza de cada costado. Los veía de
perfil. En un momento dado, vi al tercer hombre que giraba para hacerme
frente. Sus antenas se movieron. En ese mismo momento me di cuenta en
realidad de lo que veía. De pronto mi mirada se dirigió a lo alto del plato, a la
torre. A través de la ventana circular vi la cabeza de un cuarto robot, que tenía
una especie de casco, del tipo de una escafandra. Pienso que el tercer hombre,
al verme, dio la alerta. Entonces fui proyectado hacia atrás por un potente
relámpago. Pude ver a los hombrecitos que subían más rápido que para bajar.
La escalera fue retirada haciendo un ruido hidráulico. Enseguida el aparato se
elevó, provocando un silbido muy fuerte. No pude ver qué dirección tomaba.
Ignoro cuánto tiempo quedé en el suelo. Entonces remangué mi pantalón y fui
directamente a la casa de mis padres llevando el paquete de «grattons». No
recuerdo haber perdido el uso de la voz ni haber quedado ciego. Esa tarde
preferí relatárselo, ya que es real, porque temo quedarme ciego y mundo.
Pensé que al día siguiente, de día, podía llevarlos al lugar donde había sido
testigo de la aparición del objeto en cuestión.
Esto fue lo que contó Antoine el día 23 de febrero de 1975 a los oficiales
de la gendarmería. Los documentos secretos fueron divulgados —con
omisión de los nombres de las personas— por el famoso ufólogo francés
Jean-Claude Bourret, que tuvo acceso a los mismos, pero manteniendo en
secreto los apellidos de los protagonistas.
En uno de los interrogatorios a la madre de Antoine, Marie, declaró lo
siguiente:
Página 70
mano, el segundo tenía una especie de cornete, igualmente
brillante, y el tercero parecía no llevar nada. Veía a esos
hombres de perfil. Los tres tenían vestimentas brillantes con el
aspecto del muñeco Michelin.
Tenían antenas en la cabeza —seguía contando la madre a
los oficiales—. Cuando el tercero giró en dirección de mi hijo,
las antenas se movieron. Fue entonces cuando un relámpago
muy poderoso salió de la parte superior de la bola,
proyectándolo hacia atrás. Antoine no sabe cuánto tiempo
estuvo acostado boca arriba. Se levantó, se remangó los
pantalones y salió corriendo directamente a casa…»
Página 71
Capítulo 4
Ovnis asesinos
en la Amazonia
Página 72
Daniel Rebisso es biólogo y trabajaba para el Museu Emilio Goeldi de
Belém, el más importante centro de estudios amazónicos de Brasil. Además,
es profesor de biología de la Universidad Federal de Pará. El prestigioso
ufólogo Jacques Vallée consultó a Daniel Rebisso para su libro
Confrontations (1990).
Fue mi amable amigo quien me puso en contacto con la doctora Wellaide
Cecim Carvalho, uno de los testigos clave que atendió a casi cuarenta
personas heridas por los enigmáticos «chupa-chupa».
En la Secretaría de Sanidad Pública de Belém, junto con Daniel, entrevisté
a Wellaide —entonces directora de aquel órgano público—, que me aportó
nuevas revelaciones sobre el caso «chupa-chupa». La doctora tenía
veinticuatro años cuando el alcalde de la pequeña localidad de Colares —en
la isla de Colares, en la costa de Pará— decretó el «estado de emergencia»
entre la población, que constaba de unos 800 habitantes, y quedó reducida a
unos 200 a raíz del pánico provocado por la aparición de extraños objetos
agresivos.
Wellaide era la única médica de la isla, en donde permaneció hasta el final
de los incidentes atendiendo a los heridos.
—Todo ocurría a escasos centenares de metros de donde yo vivía en
Colares. La gente recién atacada venía corriendo, algunos llorando o presos
de pánico. Presentaban quemaduras cuyo diámetro variaba entre 2,5 y 12
centímetros, algunas con pequeños orificios, semejantes a los producidos por
una aguja. Generalmente se situaban sobre el tórax y más raramente en el
cuello, con señales de alopecia, o sea, caída de vello, con la destrucción del
folículo. Por eso el vello no volvía a crecer en la región de la quemadura.
Extrañamente ocurría una rápida descamación de la piel del área afectada, al
contrario de las quemaduras normales que suelen despellejarse al cabo de
unos cinco días. Pasadas algunas semanas no había huella de las quemaduras
—me dijo Wellaide en su despacho.
Página 73
Belém, capital de Pará, en la Amazonia brasileña. La población de su periferia sufrió los ataques del
«chupa-chupa».
Página 74
es decir, hallé una reducción de casi la mitad. Yo deduje que hubo una
disminución o destrucción de los glóbulos rojos, aunque no tuviera un equipo
adecuado para hacer un hemograma.
El biólogo y otólogo Daniel Rebisso Gíese y Villarrubía en el Museo Emilio Goeldi, de Belém.
Página 75
La doctora Wellaide Cecim Carvalho atendió a las víctimas de los ovnis.
Página 76
aparentemente descabellada, pero como el mismo fenómeno ovni es tan
alucinante e irracional, cabe no excluir en principio esta osada teoría.
Según me contó el célebre investigador argentino Fabio Zerpa durante el
congreso internacional de ufología en Chihuahua[2] (México) de septiembre
del 2003, hubo casos semejantes al «chupa-chupa» en el sur de Argentina
también en la década de los setenta. En concreto, una mujer fue atacada por
una entidad que le sacó sangre. Yo mismo, en 1998, descubrí un caso
interesantísimo en la provincia de Tucumán (Argentina), en el pueblo de
Amaicha del Valle. Allí, en las alturas andinas, una pastora de cabras me
contó cómo dos humanoides que flotaban en el aire la paralizaron y uno le
sacó sangre del brazo con una especie de jeringuilla.
Esto había ocurrido a principios de los años noventa. Aquella simple
pastora de ovejas vio, además, el ovni en forma ovalada, al igual que otros
vecinos del pueblo y algunos camioneros. Jamás un periodista o investigador
estuvo en el lugar, y la mujer me contó aquella historia con mucha
espontaneidad y sinceridad. Casos semejantes de extracción de sangre con
jeringuillas o algo parecido habían ocurrido en los años ochenta en la región
de Parnarama, en el Estado de Maranhão, vecino al de Pará.
***
Página 77
Gilberto Rivera, el conocido
ufólogo mexicano que investiga
casos de extraños ataques a
animales en el desierto de
Chihuahua.
—Una señora que vivía detrás del puesto de salud murió de un paro
cardiaco seis horas después de haber sido atacada por uno de los objetos
voladores. La llevamos al hospital de los Servidores del Estado, en Belém,
donde falleció. Otra víctima fue un hombre que descansaba a la entrada de su
casa. Tras recibir el disparo del haz de luz del ovni estuvo en estado de coma
durante dos horas hasta que murió. Era epiléptico —me dijo Wellaide.
Las muertes, según la doctora, pudieron haber sido producidas
indirectamente por los disparos. Otros casos de muertes provocadas por los
«chupa-chupa» también se divulgaron en la región de la bahía de São Marcos,
en Maranhao y en la zona de Parnarama, en el mismo Estado donde en 1995
cayó un objeto no identificado que hasta ahora no ha podido ser localizado
pese al cráter que dejó.
La propia Wellaide fue testigo de las graves quemaduras en las manos de
una chica que hacía ganchillo en el alpendre de su casa. Se trataba de otra
víctima del «chupa-chupa». En otra ocasión, al volver de atender a un niño
que se había roto la clavícula, la doctora vio algo que jamás olvidará.
—Un día de aquel año de 1977, sobre las seis de la tarde, y con todo el
pueblo desierto —pues las personas se encerraban en casa por miedo a ser
atacadas por los «chupa-chupa»—, vi en el cielo, muy cerca de mi casa, un
objeto volador cilíndrico, girando en espiral, con apariencia de metal
plateado. Mi sirvienta me sacudió el hombro: en su rostro se reflejaba un
Página 78
rictus de pavor. Por debajo aquel objeto poseía anillos de luz de color violeta,
rosa, azul y amarillo. Estaba a unos 20 metros de altura sobre mi cabeza y
parecía tener una especie de ventana, pero no vi nada dentro, quizás debido al
movimiento. Debía tener unos cinco o seis metros de largo.
—¿No sintió miedo?
—No. Estaba extasiaba. Sin embargo, la gente, desde dentro de sus casas,
me gritaba: «¡Corra, doctora, corra!» Eso duró poco tiempo, pues el objeto
voló hacia la bahía y desapareció a lo lejos. Enseguida llegaron los militares
del Ejército del Aire, que estaban acampados en una playa cercana y que lo
habían observado todo, y me dijeron que yo no había visto nada, que todo
aquello era una ilusión. Era lo mismo que decían a los demás habitantes; eso o
que eran helicópteros de los comunistas. Me quedé indignada.
Periódico de Belém que relata los ataques de los «chupa-chupa» en la isla de Mosqueiro.
Página 79
—Creo que no fui atacada por el objeto por ser la única persona rubia de
la isla. Tal vez me hayan confundido con uno de ellos. Solo de esta manera
puedo explicar que durante más de media hora observé el primer objeto en la
playa sin que haya pasado nada—reflexionó la doctora.
En la villa de Colares sucedió otro caso estremecedor aquel final de 1977.
El comerciante Newton de Oliveira Cardoso, que entonces tenía veintisiete
años, se despertó de noche sintiendo que el cuerpo le «ardía», como si
estuviera abrasado por dentro. Acercó la mano al cuello y notó que estaba
quemado, en el lado izquierdo. Los familiares lo llevaron al día siguiente al
médico del pueblo.
—Me quedé muy flojo y sin ánimo durante varios días y aún me siento
mareado y con dolor de cabeza —confesó Oliveira a la doctora.
Otro caso en la misma región es el de Claudomira Rodrigues Paixão, que
tenía cuarenta y tres años. Había sido alcanzada por la luz del «chupa-chupa»
sobre uno de los pechos cuando dormía en casa de unos parientes, en una
hamaca al lado de la ventana. Fue sorprendida por un gran resplandor y, de
inmediato, sintió un intenso calor sobre su cuerpo, que también se paralizó.
La mujer observó cómo un haz de luz verde se proyectó del exterior hacia su
pecho izquierdo.
Durante varios días sintió «flojera» física y fuertes dolores de cabeza que
volvían inesperadamente. Más tarde acudió al Instituto Médico Legal Renato
Chaves (de Belém), donde fue sometida a varias pruebas. También recibió la
visita de dos investigadores extranjeros que llegaron a la isla en un avión
monomotor, junto con un intérprete. Claudomira recordó:
—Mientras el haz de luz me alcanzaba el pecho, sentí como punzadas de
agujas. Después no sentí dolor, salvo los dolores de cabeza y una laxitud muy
grande que me dejó postrada en la hamaca durante varios días.
***
Página 80
Daniel entró en su coche y vino con una gruesa carpeta. Dentro, varias
fotografías de ovnis —algunas inéditas y que se publican en este artículo—,
muchas con un sello al dorso que aquí se reproduce:
Sobre este sello aparecía otro, circular y más pequeño, donde se destacaba
el lema del Ejército del Aire brasileño (una espada con alas), alrededor del
cual se leía: I Comando Aéreo Regional, 2.a Sección.
Sello de la aeronáutica brasileña en el dorso de una foto de un ovni. Exigencia, bajo amenaza, de
silencio ante los ataques de los «chupa-chupa».
Página 81
Estaba delante de una muestra de una época sombría de la historia de
Brasil, cuando la dictadura militar —que duró hasta ya entrados los años
ochenta— sesgó miles de vidas y torturó a un sinnúmero de personas en sus
oscuros calabozos, ejerciendo además una implacable represión psicológica e
ideológica desde sus comienzos, en 1964. La doctora Wellaide y otros
habitantes de la isla de Colares fueron testigos de las medidas represivas de
los militares que les impedían hablar en público o con otras personas sobre el
fenómeno. Algunos periódicos tuvieron —bajo la intervención de censores—
que «rectificar» noticias sobre agresiones, atribuyéndolas a episodios de
histeria y locura de algunos adolescentes.
También es curioso verificar cómo el caso «chupa-chupa» no trascendió
las fronteras de Para y Maranhão.
—Los militares no querían que, a través de los medios de comunicación,
se creara una situación de pánico. Querían llevar a cabo sus investigaciones
con el mínimo de contaminación informativa. Sin embargo, era imposible
detener, por lo menos en la zona de los hechos, la información boca a boca
que llegaba a las aldeas y pueblos sobre los ataques de las luces —me
comentó Daniel Rebisso en su casa, a las afueras de Belém.
Según este investigador, el Cuartel General del Primer Comando Aéreo
Regional de la Aeronáutica, el 1.er COMAR, con sede en Belém (Para), puso
en alerta su segunda sección —como lo demuestran varios documentos y
relatos de militares y civiles que recabó— para la elaboración de un informe
completo sobre el fenómeno que tenía como filosofía el más absoluto secreto.
El resultado fue un informe de casi 500 páginas, incluidas centenares de
fotografías de ovnis y de testigos, dibujos, mapas y relatos, además de varias
películas en 8 milímetros.
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Foto confidencial realizada por
miembros de la «operación Plata».
Parte de este material está
clasificado en la base de Campo dos
Afonsos, en Río de Janeiro.
Imagen de un «chupa-chupa», es
decir, de un ovni agresivo en la
Amazonia brasileña. Se cree que
existen muchas más fotos
archivadas en la base aeroespacial
de Alcántara, en el Estado de
Maranhão.
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Parte de los informes fueron entregados a Daniel y son encabezados por el
nombre de los testigos, su condición cultural, seguidos de la fecha, hora del
suceso y después de un relato corto y objetivo sobre el avistamiento o
agresión sufrida por la víctima.
—Durante las entrevistas que hice a varios militares, cuyos nombres me
pidieron que no divulgara, quedó claro que ellos pensaban, al principio que
las noticias sobre casos de gente herida por luces eran una tontería. Solo la
alarma de los alcaldes de los pueblos los movilizó, ante la duda de que el
espacio aéreo nacional estuviera siendo violado por aeronaves o por artefactos
secretos extranjeros, o que los guerrilleros que entonces presuntamente se
escondían en las selvas estuvieran ahuyentando a los campesinos y
pescadores para controlar el contrabando de armas —me dijo Daniel.
Cuando los militares se percataron de que estaban delante de un fenómeno
totalmente desconocido fue cuando surgió el término «operación Plato» para
denominar sus actividades de campo que durarían desde mediados de 1977
hasta principios de 1978 en el Estado de Pará, aunque otras operaciones
semejantes se hayan realizado hasta 1982.
—Solo algunos militares creían que el fenómeno «chupa- chupa» era de
origen extraterrestre. El informe secreto termina diciendo que los objetos
voladores provocaban histeria colectiva y que eran cuerpos luminosos de
origen desconocido que no representaban peligro para la nación —añadió
Daniel.
A casi tres mil kilómetros de distancia de Belém, al sur de Brasil, en Porto
Alegre, entrevisté, antes de empezar el viaje por la Amazonia, al conocido
periodista Femando G. Sampaio, autor de varios libros de divulgación
científica. Durante la dictadura militar, Sampaio mantuvo buena relación con
los militares y, como investigador del fenómeno ovni, fue llamado a Belém
para estudiar la documentación secreta sobre el «chupa-chupa».
—Yo no creo que existan platillos volantes visitando nuestro planeta. Los
informes sobre lo que el pueblo llamó «chupa- chupa» me hacen pensar en la
posibilidad de que alguna superpotencia se puso a experimentar algún arma
secreta en las regiones aisladas y poco pobladas de la Amazonia. Podían ser
helicópteros… —me aseguró.
Sampaio, que me confirmó la existencia del informe secreto, en cambio
no supo explicarme cómo algunos helicópteros podrían hacer maniobras
extraordinarias en el cielo, acelerar en microsegundos a velocidades
inestimables y tener un formato que para nada recuerda a estos aparatos.
Página 84
***
Isla de Mosqueiro: incidentes violentos y luces errantes en los cielos de Para entre 1977 y 1978.
Página 85
Durante mi viaje a Para fui hasta Soure en una avioneta, saliendo desde
Belém. Allí hablé con varios trabajadores del aeropuerto que me confirmaron
las versiones de los pilotos publicadas en la prensa en 1984. Ellos también
añadieron que vieron sobre la pista bolas de luz haciendo vuelos rasantes.
Algo semejante ocurrió en el aeropuerto de la ciudad de Santarém, a casi
1.500 kilómetros de distancia de Belém, a las orillas del río Amazonas.
Rusilene Valois da Silva entrevistada por Villarrubia en la isla do Mosqueiro: avistamiento de ovni
cilíndrico en los cielos.
***
Página 86
Después se desplazaron hacia Para, pasando por los municipios de Visen,
Augusto Correa, Colares y Mosqueiro, hasta llegar en la periferia de Belém,
donde aparecieron personas heridas. Acto seguido, las apariciones que venían
de la costa se fueron haciendo más frecuentes en el interior de Pará,
avanzando a lo largo del río Amazonas, como en Santarém y Monte Alegre.
Algunas noticias dispersas hacen referencia a que los «chupa-chupa» llegaron
hasta el Estado del Amazonas y que «subieron» hasta Venezuela.
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Vista aérea de la isla de Marajó, en la desembocadura del río Amazonas, sobrevolada por el autor,
escenario de frecuentes apariciones de ovnis.
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El autor al lado de la avioneta que le llevó a la isla de Marajó para investigar avistamientos de ovnis.
El doctor José Monteiro, de Alenquer, a orillas del río Amazonas: atendió a una mujer que abortó tras
avistar un ovni.
—Los nativos dicen que allí bajó una gran luz del cielo y que quemó la
selva virgen. Cuentan también que militares del Ejército del Aire estuvieron
allí estudiando el fenómeno —me contó el médico.
A unos 2.000 kilómetros de Belém, en el Estado de Paraiba (en la costa
atlántica brasileña), entrevisté al ufólogo suizo Jorge Hans Kesselring —que
se había carteado con el famoso ufólogo Hynek—, quien me contó que hacia
1977 y 1978 aparecieron objetos luminosos en la costa de Paraiba que él
mismo, su esposa e hijo pudieron ver. Para Daniel Rebisso el fenómeno pudo
tener su dispersión original en el océano Atlántico o en África, «pero no
tenemos informaciones al respecto».
Página 89
Capítulo 5
Página 90
desconocido disparó un haz de luz sobre uno de los cazadores, que fue
socorrido por los otros dos amigos y que partieron rápidamente en una lancha
perseguidos por el ovni, que después desapareció en medio a la selva.
Durante dos semanas los militares se instalaron en la región, donde
obtuvieron fotos impresionantes de los ovnis. Casos de avistamientos de
humanoides como este fueron raros durante la oleada de los «chupa-chupa» y
de dudosa verificación, según me dijo el mismo Daniel Rebisso.
Otro caso de humanoides fue publicado por el periódico O Estado do
Maranhao en 1977, aludiendo a un hacendado llamado João Batista Souza
que hubiera sido atacado por una criatura de un metro de altura. Esta, a través
de una especie de linterna, le disparó un haz de luz violeta. En la otra mano
llevaba un aparato no identificado. Según la descripción del mismo testigo, la
criatura tenía el cuerpo «peludo» y llevaba un casco con antenas que le
ocultaba el rostro.
El escritor Antonio Jorge Thor relató un extraño caso en su libro
Contactos con extraterrestres na Amazonia, que le fue contado por una tal
María Lopes, de la aldea Vila Gorete, situada a orillas del río Tapajós, cerca
de la ciudad de Santarém (Pará), lejos de la costa del Atlántico.
Página 91
Jorge Thor: haces luminosos en su
tienda de campaña.
Página 92
Ataques con haces de luz: ovnis agresivos en la Amazonia brasileña.
Página 93
aterrizar en medio de un claro cualquiera. Dos semanas después de estas dos
muertes, en el extrarradio de Belém aparecieron dos «bolas enormes y
amarillas» que asombraron a los vecinos. Uno de los testigos dijo que vio a
tres hombres cerca del lago Utinga, con ropas extrañas, de color bronce.
Página 94
nativos como hombres que usaban una ropa que les cubría el cuerpo y un
extraño sombrero con antenas. Su piel era color cobre…
Thor cuenta su propia experiencia vivida en la Ilha do Algodoal, una isla
que está en frente a la isla de Marajó, en la desembocadura del río Amazonas,
también en el Estado de Pará:
—Creo que debían ser casi las tres de la madrugada, pues escuché el gallo
cantar (en esta isla los gallos cantan a las tres de la madrugada, pues es la hora
en que los pescadores salen al mar), cuando un fuerte zumbido retumbó en
mis oídos y una luz, una suerte de haces luminosos paralelos, inundó mi
tienda de campaña. Me sentí «pesado»; aun así, me levanté y salí de la tienda.
Cuando miré hacia arriba, me quedé perplejo, al mismo tiempo que me agarró
una violenta taquicardia, mis músculos se tensaron y no conseguía hablar:
estaba observando fijamente una gigantesca nave, con luces multicolores que
salían de todas las direcciones. Sin poder moverme o gritar, debo haber
desfallecido, pues al poco rato no pude ver o sentir nada más. Cuando me
desperté, estaba en mi hamaca, con mucho frío, destapado y con los pies
mojados. El día ya despuntaba y algunas hierbecitas típicas de la región
estaban entre los dedos de mis pies. Me pregunté inmediatamente: ¿Qué había
ocurrido conmigo? ¿Dónde estuve? ¿Habría sido un sueño? ¿Por qué estoy
con frío? ¿Por qué mis pies están mojados? No era sudor, con certeza. Intenté
reconstruir todo, y la duda permaneció. No estaba con miedo, sin embargo
una inquietud no me dejaba razonar con lucidez sobre lo sucedido. Me
acordaba tan solo de la nave gigantesca, de aproximadamente ciento
cincuenta metros de diámetro, del zumbido, de las luces sobre mi cuerpo.
Thor preguntó a los pescadores sobre la aparición de tal objeto, y uno le
contestó:
—De madrugada yo vi una enorme bola de fuego pasar hacia aquella
dirección y desaparecer.
Después de esta experiencia, Jorge Thor no podía tocar los relojes, pues
estos se atrasaban, se adelantaban o se paraban. Al ponerse algún tipo de
alhaja metálica, como pulseras de oro o anillos, estos le producían escozores y
se oscurecían. Además, le apareció una huella circular y roja en su espalda
que no era atribuida a la picadura de un mosquito.
***
Página 95
departamento del Ministerio de la Aeronáutica de Brasilia, el Condabra. Otra
parte está en el Campo dos Afonsos, una importante base militar en Río de
Janeiro y en la base de Alcântara, en Maranhão. Entre el vasto material
recabado por los militares, figuran fotos de las víctimas de los ovnis, análisis
y estudios médicos, películas de 8 milímetros en color y otros datos de los que
los ufólogos ni siquiera se plantean. Hasta el momento las autoridades
brasileñas no han dado señales de querer desclasificar este material.
—Lo más extraño —afirmaba Daniel, en una de las tantas noches que
estuvimos charlando en Belém— es que algunos militares que participaron en
la «operación Plato» sufrieron trastornos mentales e, incluso, llegaron a la
locura. No me preguntes, pues no tengo respuesta para este hecho.
***
Casi dos años después de haber hablado con Daniel, ocurrió algo
verdaderamente inquietante y fatídico. A finales de 1997 el ex comandante
Uyrangê Bolívar Soares Nogueira de Hollanda Lima concedió una histórica
entrevista para la revista brasileña UFO a su prestigioso director Ademar
Gevaerd, y al ufólogo carioca Marcos Petit. Reveló que él era el jefe de la
«operación Plato» y una serie de impresionantes avistamientos. Una semana
después se suicidó. ¿Era entonces cierto aquello sobre los disturbios mentales
entre los que habían participado en las investigaciones militares en la
Amazonia?
Página 96
El comandante Uyrangé Soares de
Hollanda, jefe de la «Operación
Plato», se suicidó una semana
después de revelar públicamente
varios secretos. (Foto: Adhemar
Gevaerd.)
Página 97
dos o tres posiciones de observación en la selva. Estábamos
siempre en contacto por radio.
Era siempre la misma cosa: una luz venía de la nada y
seguía a alguien, generalmente una mujer, que era herida en el
seno izquierdo. A veces eran hombres que se quedaban con
marcas en los brazos y en las piernas. De cada diez casos, eran
más o menos ocho mujeres y dos hombres.
Página 98
Bob Pratt, el gran ufólogo
estadounidense, llegó a viajar
con Uryrangês por Paré en
busca de testigos del «chupa-
chupa».
Página 99
impresionante […] fue en noviembre de 1977, en el inicio de la
operación. El objeto poseía una luz que parecía un soldador de
metales, como un soldador eléctrico […].
[…] En muchas de las fotografías no aparecían las luces de
los objetos, pero sí su parte sólida, quizá en función del tipo de
emisión de ondas electromagnéticas, no sé. Hicimos más de
quinientas fotografías […], logramos fotografiar objetos
grandes y de formatos que nosotros éramos incapaces de
imaginar […].
[…] Había un cura estadounidense, Alfredo de la O. párroco
de Colares y que hablaba de una sonda que había visto varias
veces. Según Alfredo, era más o menos del tamaño de un
tambor de aceite de 200 litros. Esta sonda presentaba vuelo
irregular […] volaba oscilando de un lado a otro y despedía una
luz. A veces volaba junto con otras que se movían de un punto
a otro […]. Un día esta sonda se acercó a nosotros […]
Parecía que nos buscaban [los ovnis], pues cuando menos
esperábamos estaban sobre nosotros. A veces el equipo se
desplazaba de un sitio a otro y ahí iban ellas, acompañándonos
casi todo el tiempo, como si supieran de nuestros movimientos
[…].
Página 100
Portada de la revista brasileña
UFO, número 54, última
entrevista al comandante
Uyrangé revelando los
avistamientos de ovnis en la
Amazonia.
***
Página 101
MINISTERIO DE AERONÁUTICA
1.er Comando Aéreo Regional.
Comentarios
Página 102
Volvía de la Vila de Santo Antonio do Tauá hacia su residencia
(ramal km 12 PA-16), situado a 6 kilómetros de la carretera.
Caminaba a pie, fumando sosegadamente, cuando percibió que
una «luz» amarillenta, bastante fuerte (tamaño comparado a una
luz de automóvil), bajaba de lo alto hacia su dirección. Corrió,
abandonó el sendero y se metió en la selva, perseguido por la
«luz»; en determinado punto, al toparse con un matorral de
tucumãs (palmeras con espinos), allí se echó, permaneciendo
inmóvil.
El «aparato» seguía buscándolo, emitía destellos azulados
orientados a diversas direcciones, destellos que comparó [el
testigo] a una linterna muy potente. No logró observar la forma
del aparato, por estar muy amedrentado; no oyó ruido fuerte
producido por el objeto en desplazamiento, percibió leve silbido
que recuerda al de una bomba de regadío existente en una finca
próxima. El aparato se desplazó a baja altura rumbo a la Vila
(NW), inicialmente procedía el naciente hacia el ponente
(E/W). Perdió todas sus compras. Sintió un leve aturdimiento
que duró algunos días.
Página 103
velocidad era variable, llegando a veces a parar, y aumentan
bruscamente la velocidad y desaparecen rápidamente.
Página 104
algunas veces aceleraba hasta alcanzar la velocidad de un avión
reactor.
Doña Amelia es bastante lúcida a pesar de su edad, y fue
muy firme en su relato.
***
Página 105
costado, orientó un haz luminoso de color rojo hacia el grupo;
fue alcanzado directamente, sintió fuerte calambre (como una
descarga eléctrica) que empezó por los pies hasta la cabeza;
enseguida se sintió paralizado (inmovilidad de los miembros
inferiores y superiores) y semi-insconsciencia. El aparato se
apartó gradualmente aumentando su velocidad; Manoel volvió a
moverse, pero se sintió aturdido durante algunos minutos.
***
Página 106
años y sucedieron el 16 y 22 de octubre de 1977 a las 18.30 y 19,30 horas,
respectivamente. Transcribo literalmente las palabras del informe:
Y seguía el informe:
Página 107
Informe de la «operación Plato» donde se recoge el testimonio
de los avistamientos de ovnis en Pará.
Página 108
***
Página 109
Tenía la forma de un «homo» (de harina) con un «pico» arriba de color
azulado y unas bandas negras en la parte inferior, Su diámetro no sobrepasaba
el metro y medio y no hacía mido fuerte; su movimiento era giratorio, «como
si fuera una rueda».
Coronha volvió a su dormitorio y regresó al exterior con una escopeta con
la que intentó disparar contra el ovni. Se quedó boquiabierto al percibir que el
arma no funcionaba a la vez que sentía su cuerpo paralizarse paulatinamente.
No pudo volver a trabajar durante algunos días. Estuvo en cama y sentía el
sistema nervioso debilitado (temblores).
Otros informes de la «operación Plato» mencionaban al sacerdote Alfredo
de la O, de cuarenta y ocho años, con «instrucción superior» (medicina, física,
mecánica y teología) que, el día 13 de octubre de 1977, en Colares, sobre las
3.25 horas de la madrugada se despertó a causa de los ladridos de los perros
cercanos a la parroquia. El padre observó un objeto luminoso que se
desplazaba del mar hacia la tierra a una altura de unos veinte metros.
El padre Alfredo se hallaba a unos 75 metros del punto más cercano a la
trayectoria del objeto volador, cuyo tamaño no superaba el de la «boca de un
tonel», es decir, poco más de medio metro. La parte superior del objeto emitía
una luz roja y en la parte inferior despedía una luz azulada muy intensa, que
iluminó todo el terreno por donde pasó.
Página 110
Capítulo 6
Página 111
Nunes, acostumbrado a todo tipo de crímenes en la violenta región de
Guanabara, frunció el ceño ante la escena que tema delante de él. Los cuerpos
de los dos hombres ya se encontraban en avanzado estado de descomposición,
tumbados plácidamente uno al lado del otro, de espaldas, uno de ellos con una
extraña y tosca máscara de plomo sobre el rostro —más bien un antifaz— y la
otra máscara caída en el suelo. Estaban semicubiertos por la maleza y vestían,
sobre los trajes limpios, chubasqueros de plástico.
Las víctimas llevaban sus documentos, lo que permitió identificarlos. Se
trataba de Miguel José Viana, de treinta y cuatro años, y Manuel Pereira da
Cruz, de treinta y dos años, ambos técnicos en electrónica, casados y
residentes en la ciudad de Campos dos Goytacases, a 279 kilómetros al norte
de Río de Janeiro.
Página 112
Manuel Pereira da Cruz, de treinta y
dos años: ¿asesinato o suicidio?
Página 113
Miguel José Viana, de treinta y
cuatro años, encontrado muerto al
lado de su amigo Manuel da Cruz.
***
Página 114
grafotécnico reveló que los escritos eran de puño y letra de Miguel José
Viana.
Pero aún había más vestigios inusuales junto a los cadáveres. Un pañuelo
con las iniciales AMS, una hoja de papel azul y blanco medio aplastado y
cuadraditos de papel celofán impregnados de una sustancia desconocida. Los
relojes metálicos de pulsera se encontraban guardados en los bolsillos.
Los policías se llevaron los cuerpos a Campos, donde recibieron sepultura
en el cementerio local no sin antes realizarles la autopsia en el Instituto
Médico Legal. Antes de hablar de los resultados de esta investigación,
veamos lo que los investigadores recabaron en sus conversaciones con los
parientes, amigos y conocidos de Miguel Viana y Manuel da Cruz.
Supieron que los dos eran buenos profesionales —arreglaban radios y
otros aparatos eléctricos en un pequeño taller— y fueron los autores de un
estudio de recepción de señales televisivas en Campos en 1965 que conllevó
la instalación de antenas de retransmisión.
***
La policía trató de reconstruir el itinerario de los dos amigos antes del triste
desenlace. Miguel y Manuel salieron de Campos a las nueve de la mañana del
miércoles 17 de agosto, rumbo a Niterói, en un autocar. Dejaron un mensaje a
sus familiares avisando que pretendían ir a São Paulo para comprar un
automóvil y algunos equipos electrónicos. Llevaban casi 2,3 millones de
cruceiros, entonces más de 1.000 dólares.
El autocar llegó a Niterói a las dos de la tarde bajo la lluvia. En una tienda
compraron dos chubasqueros y en un bar una botella de agua. Hacia las 15.15
horas enfilaron en dirección al morro do Vintém, donde fueron vistos con
vida por última vez a las cinco de la tarde.
Página 115
Reportaje de la revista O Cruzeiro, del 4 de mayo de 1968, donde se exponían nuevos enigmas del caso
de las máscaras de plomo.
Cuerpos de los dos amigos, tal como fueron encontramos en la cima del Morro do Vintém
Página 116
Los bomberos examinan el cuerpo
de una de las víctimas.
Página 117
Página 118
Arriba: Los bomberos de Niterói preparan los cuerpos para el transporte.
Abajo: Bomberos cariocas llevan los cuerpos en ataúdes hacia la base da la montaña.
***
Página 119
—¿Qué me puede decir sobre la posibilidad de que Miguel y Manuel
pertenecieran a una secta secreta?
—Los dos amigos realizaban extraños experimentos me- diúmnicos en sus
casas en la playa de Atafona, en Campos y en Macaé. Intentaban contactos
mentales con otros mundos o con fuerzas sobrenaturales. También realizaban
experimentos peligrosos. El padre de uno de ellos enseñó a la prensa un
agujero en el patio de la casa provocado por una explosión. No se aclaró el
motivo. La policía recogió vestigios de estas bombas domésticas, como tubos
galvanizados, cables y pólvora.
Según Saulo Gomes, meses después la policía encontró un sospechoso.
Era Elcio Correia Gomes, amigo cercano de los dos fallecidos, que confesó
que los tres realizaban «experimentos paranormales». Elcio dijo ser médium,
pero el comisario que le arrestó lo tachó de farsante.
De izquierda a derecha: André Carneiro, Villarrubia, el periodista Saulo Gomes —que investigó el caso
de las «máscaras de plomo»— y el decano de ufología brasileña Flavio Pereira, en un programa de radio
en São Paulo.
Página 120
La policía carioca detiene a un sospechoso del asesinato de los técnicos, el médium Elcio Correia
Gomes.
Aun así, el policía condujo a Elcio Correia a la casa del doctor Silvio
Lago, ilustre investigador del fenómeno ovni —actualmente fallecido—, para
ser sometido a una hipnosis regresiva con la intención de descubrir si ocultaba
datos.
Silvio Lago se negó a hipnotizarlo alegando que sólo lo haría bajo el
consentimiento de la persona para no vulnerar los derechos del ciudadano.
El comisario Venancio creyó entonces que Elcio era el culpable. Aducía
que el arrestado era «umbandista». La umbanda es una religión afrobrasileña
que mezcla el espiritismo kardecista, catolicismo y religiones africanas. El
comisario añadía que Elcio embaucó a Miguel curándole, supuestamente, el
asma. Este arrastró a su amigo Manuel a las sesiones mediúmnicas
organizadas por Elcio en una confusa mezcla de elementos de la brujería y de
la electrónica.
Los padres de Manuel le habían aconsejado no mantener contacto con
Elcio Gomes, puesto que sospechaban de sus timos: sabían que el umbandista
había pedido dinero prestado a Miguel sin devolvérselo.
Pero las sospechas recaídas sobre Elcio, o por lo menos su implicación
directa en el crimen, cayeron por tierra: había testigos de que el hechicero no
salió de la ciudad de Campos el día 17 de agosto, posible fecha de la muerte
de los dos amigos.
Página 121
No obstante, el detective Saulo Soares de Souza sospechó que había aún
otro hombre, todavía oculto, quien posiblemente dio las órdenes a las dos
víctimas. Pero hasta hoy nadie descubrió quién podía ser este otro hombre. El
detective también sospechó que el motivo del viaje a São Paulo no debía ser
la compra de un automóvil.
Otra incógnita: ¿A quién pertenecía el pañuelo con las iniciales AMS?
Saulo Soares llegó a la conclusión de que se referían a Alexandre Monteiro da
Silva, conocido farsante, alias «Conde Ramayana». En la fecha del crimen
estaba preso en Niterói acusado de varias estafas perpetradas contra infelices
crédulos de sus hechizos y brujerías.
***
***
Página 122
El Morro do Vintém es hoy un lugar temido incluso por la misma policía
carioca. Dominado por «favelas» (barrios de casas paupérrimas) y por los
agentes del narcotráfico, allí se siguen perpetrando todo tipo de delitos.
Cuando el historiador y ufólogo nipobrasileño Claudio Suenaga y yo
llegamos a Río de Janeiro para recabar más pistas sobre el caso, buscamos a
la profesora Irene Granchi, una de las decanas de ufología brasileña, que
dedicó su tiempo a investigar el caso de las máscaras de plomo, como pasó a
denominarse.
¿Qué relación teman los experimentos con la enorme explosión? Más tarde
verificamos que la explosión tuvo lugar en la playa de Atafona, el 13 de junio
de 1966, poco más de dos meses antes de la muerte de los técnicos.
Según el catálogo ufológico de Jacques Vallée, hubo otra explosión el 10
de mayo del mismo año. El público de un cine fue preso del pánico cuando
explotó un objeto desconocido, lo que hizo creer a los espectadores que se
trataba de un terremoto (inexistentes en esta región). Según la policía, en el
lugar del incidente quedó un olor a azufre y se encontró una huella de 25
centímetros de profundidad por 35 centímetros de ancho.
Vadée también nos habla de otra explosión en su libro Confrontations
(1990), ocurrida el 13 de junio de 1966 en la playa de Atafona, en Campos.
Allí estuvieron Miguel, Manuel, Elcio y un amigo llamado Valdir que
testimoniaron la explosión en el cielo de un objeto luminoso, como si fuera un
destello deslumbrante. Pescadores de la región dijeron ver un platillo volador
que cayó en el mar. El estruendo fue tan fuerte que se oyó en toda la ciudad.
Percibimos que la octogenaria se sentía incómoda —¿quizá con miedo?—
al hablar sobre el caso. Tal vez tuviera sus motivos, pues, según el detective
Página 123
Saulo Soares, por lo menos nueve personas involucradas directa o
indirectamente en el caso tuvieron muerte violenta o misteriosa.
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Sebastião da Cruz y el agujero
dejado por una de las explosiones
practicadas por los técnicos en
Campos.
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Uno de los papeles encontrados
junto a los cadáveres con
enigmáticas instrucciones.
Abajo: La veterana ufóloga Irene
Granchi, en su residencia de Río de
Janeiro: explosiones e intrigas.
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—Pues sí. Y lo más interesante es que el dibujo lo había hecho la niña y
se lo quedó la maestra antes de que se diera a conocer la noticia de la muerte
de los dos hombres. Esto quiere decir que los testigos del ovni no sabían nada
sobre lo sucedido hasta que el caso apareció en la prensa. No mintieron. Y es
más: días y meses antes del trágico suceso hubo varios casos de apariciones
de ovnis sobre el Vintém.
Irene nos contó una experiencia que ella misma vivió el 22 de septiembre
de 1966 en la localidad de Massambar, cerca de Vassoura (Estado de Río de
Janeiro), donde ella y su marido poseían una finca en el campo.
—Vimos un ovni del tamaño y color de una naranja que dejó un rastro
azulado. Cruzó por encima de nuestras cabezas, del sur hacia el este. Eran las
19.30 horas. De pronto se apagó.
Izquierda: Gracinda Coutinho de Souza observó un ovni sobre el Morro do Vintém a la hora en que los
técnicos se encontraban sobre la montaña. Una de sus hijas, Dense, dibuja el objeto que vieron.
Derecha: El comisario Venancio Betancourt: crimen inexplicable.
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Exhumación de los cuerpos de Manuel y Miguel: sin rastro de veneno en los cuerpos.
***
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Una hipótesis más osada es la que plantea la posibilidad de que los dos
amigos fueran víctimas de su curiosidad: no sospecharon que la cita con una
nave extraterrestre les podría resultar mortal, aunque se protegieran con las
máscaras de plomo. De ser cierto el avistamiento de Gracinda Coutinho de
Souza y de sus tres hijos, el ovni enfocó uno o más rayos sobre el cerro en el
momento en que Miguel y Manuel se encontraban allí arriba.
Antes de salir de casa y subirse al autobús que lo llevaría con su amigo a
Niterói —para nunca más volver—. Manuel Pereira da Cruz dijo a su padre lo
siguiente: «Papá, voy a asistir a un experimento definitivo. Después de esto,
yo le diré si creo o no». ¿Creer en qué o en quién? ¿En los supuestos
extraterrestres? ¿En fuerzas sobrenaturales? Quizá jamás lo sabremos.
***
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Arriba: Nelly la viuda de Manuel da Cruz.
Abajo: Muertes trágicas sin resolver: ¿Conocerían Manuel y Miguel el peligro que afrontarían?
Página 130
había un detalle misterioso: los cuerpos estuvieron varios días
abandonados al aire libre y se encontraban prácticamente
intactos, salvo el proceso normal de descomposición. Ningún
animal les había atacado. Eso es muy raro, sabiendo que en la
zona existen ratas, insectos y buitres.
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Reconstrucción del presunto
contacto de Miguel y Manuel con
un ovni en el Morro do Vintém, en
la noche trágica de su muerte.
(Dibujo: Jamil Vilanova.)
***
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Son raros, pero en la corta historia de la ufología ya existen algunos casos en
los que el fenómeno ovni —interpretado como de origen extraterrestre—
induce al suicidio de algunas personas. Algunas similitudes no dejan de
sorprendernos y aún no se tiene respuesta para tales muertes. Ante la duda,
deseamos que casos como estos no vuelvan a repetirse, haciendo un
llamamiento de cordura a todos aquellos que se sienten tentados de quitarse la
vida ante este tipo de fenómenos.
Uno de los más conocidos es el caso Terrassa. A las 5.30 de la madrugada del
día 20 de junio de 1972 se descubren los cuerpos sin vida de dos hombres
decapitados sobre los railes de Renfe entre los apeaderos de Mas Comet y
Torre Alvedra (Terrassa). Uno era José Rodríguez Montero, de cuarenta y
siete años, y el otro de Juan Tura Valles, de veintiún años. Las víctimas
aparecieron sobre los raíles.
Sobre el cuerpo de una de las víctimas se encontró el siguiente mensaje:
«Los extraterrestres nos llaman. WKTS 88». Rodríguez aferraba en una
mano, cuando fue descubierto su cadáver, un algodón impregnado de
cloroformo o una sustancia adormilante similar. La policía barajó dos
hipótesis: que los cadáveres fueron depositados sobre los raíles, después de
haberse producido las muertes, o bien que uno de ellos mató al otro y después
se suicidó.
El ufólogo catalán Màrius Lleget reconoció haber recibido dos cartas
póstumas de los presuntos suicidas, fechadas ambas el 19 de junio, y
destinadas una a él mismo y otra a la sede europea de las Naciones Unidas.
Según el libro Los guías del Cosmo, de Javier Sierra (Madrid, 1996), una de
las misivas anunciaba: «Hace ya algún tiempo que tenemos contactos directos
con esos seres que, de una forma u otra, usted y todos los terrícolas han
estudiado: los extraterrestres. Nos han ido mutando lentamente, aunque no en
las mismas fechas; no obstante, ahora entienden cómo nosotros somos unos
extraños en este planeta. De ahí que nos llaman y que nosotros, identificados
hace tiempo como amigos suyos, partamos con la alegría más inmensa que
jamás soñáramos. Nos dirigimos al Centro Galáctico».
Rodríguez tenía conocimiento sobre las cartas e informaciones de los
ummitas, presuntos extraterrestres que enviaban cartas mecanografiadas a
muchos ufólogos o esotéricos en España y otros países.
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La autopsia de los cuerpos fue realizada por el forense Manuel Baselga.
En el sumario del caso se daba a conocer el hallazgo, en la mano derecha de
José Rodríguez, de algodón limpio que no fue analizado y que había
permanecido en ayuno. Los mismos policías involucrados en las pesquisas
dijeron que estas fueron muy escuetas. Sobre Juan Turu, este se había
separado de la que hubiera sido su esposa poco antes de su muerte.
El caso Terrassa sigue sin solucionar, lo único seguro, como se desprende
de las cartas, es que Rodríguez y Vallé pretendían llegar al planeta Júpiter. El
caso fue reinvestigado dieciocho años después por Manuel Carballal y Josep
Guijarro.
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Capítulo 7
Página 135
La chica me trajo uno de los enormes tomos encuadernados de periódicos
y quitó el polvo, espeso, con una gamuza. Inquieto me volqué a hojear las
amarillentas hojas de una historia que el tiempo se había encargado de
olvidar. Algunos nombres de parientes y amigos me dieron las pistas
necesarias para emprender la búsqueda de nuevos testimonios.
Todo comenzó el 20 de abril de 1969, cuando Adelino había
desaparecido, supuestamente secuestrado por un «platillo volador», y
apareció a centenares de kilómetros de distancia, a orillas de un río. Parecía
ser un caso más del ámbito de «secuestro alienígena» y desplazamiento en el
espacio por un ovni.
Empecé a reconstruir el suceso al localizar en el pueblo de Guapó —
situado a 60 kilómetros de la capital del Estado, Goiânia— a uno de los
testigos clave de los acontecimientos: el anciano José Marcório, de setenta y
cuatro años, enfermo pero aún muy lúcido, y que recordó unos hechos
imborrables de su memoria.
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Riachuelo donde Adelino Roque desapareció en Goiás.
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la tarde Adelino apareció en Itauçu, en un autobús procedente de Itumbiara, a
cerca de trescientos kilómetros de distancia, en la frontera con el Estado de
Minas Gerais.
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iluminó el agua. El animal se asustó, pero luego se recompuso y siguieron
marcha. Un poco más adelante, cuando pasaba por debajo de un árbol de
mangos, surgió otro destello y Adelino dijo: «¿Qué desgracia era esa?»
Entonces tuvo la sensación de estar dentro de un barril, donde se oía un
zumbido. Después no pudo acordarse de nada más. A las cinco horas de la
mañana del día siguiente, mi sobrino amaneció en Itumbiara, estirado sobre
una piedra a orillas del río Paranaiba. Por allí pasaba un lechero que lo
recogió, aún aturdido, y se lo llevó al pueblo. Lo puso dentro de un autobús
que lo dejó en Goiânia. Allí tuvo que hacer trasbordo hasta Itauçu. Los
conductores, al ver su lamentable estado, no le cobraron el billete. Además,
regresó con el mismo dinero que llevaba en el bolsillo antes de salir de mi
casa. Ese dinero se lo iba a entregar a la hermana, Adelina, que vivía a medio
camino entre Itauçu y su casa, en la hacienda de un tal Zeca —añadió el
anciano.
—¿Era posible que Adelino hubiera recorrido los 300 kilómetros de ida y
otros tantos de vuelta hasta Itumbiara entre las 19.30 horas del domingo para
regresar a las 16.30 horas del día siguiente? —pregunté a José Marcório.
—No, no era posible —me contestó—, porque en 1969 los autobuses eran
escasos y se tenía que hacer transbordo en Goiânia. Además, las carreteras
eran malas y el recorrido era muy lento y lleno de paradas. Adelino volvió
con la misma ropa, con los calcetines y zapatos limpios, como si no hubiera
caminado por aquellos caminos polvorientos sin su caballo.
Solo mucho más tarde reflexioné sobre la extraña experiencia vivida por
Adelino. El hecho de que se sintiera como dentro de «un barril, oyendo un
zumbido, recuerda mucho las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM)
estudiadas por muchos psicólogos, médicos y otros especialistas. Según
cuentan los que vivieron una ECM, se sienten como caminando dentro de un
túnel, o por un pasillo estrecho. Adelino vivió también algo que muchos
abducidos experimentan: la sensación de «tiempo perdido de traslado.
Cuando se despiertan pueden estar a varios metros o incluso kilómetros del
último lugar donde se recuerdan haber estado.
Desgraciadamente, Adelino ya no está entre nosotros para que pudiéramos
realizarle una hipnosis regresiva o un estudio más profundo de su perfil
psicológico para determinar hasta qué punto lo sucedido aquella noche le
afectó en el poco tiempo de vida que le restaba.
***
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Treinta años antes de mi entrevista, José Marcório contó a la Folha de Golds
que Adelino Roque viajó dos kilómetros cuando «… me afirmó haber
percibido una luz que lo perseguía. No dio importancia al hecho y siguió su
viaje normalmente. Doscientos metros después el foco bajó más y, cuando su
caballo bebía en el río Serradinho, Adelino volvió a notar cómo una luz
clareaba las aguas; hasta el caballo se asustó. Sin embargo, mi sobrino pudo
dominarlo y seguir viaje. Al cabalgar unos cien metros más, Adelino sufrió un
verdadero impacto y se consideró hipnotizado por un chorro frío de luz que le
golpeó bruscamente las espaldas. Continuó, para luego recibir un nuevo
chorro de luz a la altura del tórax, pero en esa ocasión notando mucho calor.
En ese momento, me afirmó, bajó sobre su cabeza un objeto extraño, que lo
dejó totalmente paralizado…; en aquel momento vio una cosa acercarse y
descabalgarle lentamente del animal, ascendiendo con rapidez…
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El periodista Willy Silva, José Marcório y Villarrubia: misteriosa desaparición de Adelino.
Página 141
***
Tras algunas peripecias pude localizar —junto con mi amigo Willy Silva— a
Ivaní de Freitas Roque, la viuda de Adelino Roque, en el poblado de Inhumas,
también en Goiás, cerca de Itauçu. Es una mujer flaca, de mirada triste y que
aparentemente aún no había remontado aquel lejano suceso luctuoso. Allí, en
Itauçu, la viuda nos contó su versión de los sucesos.
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Abajo: Adelino Roque e Ivaní de Freitas el día de su boda.
Izquierda: La viuda de Adelino Roque entrevistada por el autor; nunca se contentó con las explicaciones
sobre el trágico final del marido.
Derecha: Ivaní contempla el cadáver de su marido dentro del ataúd; ¿enloqueció Adelino tras el
secuestro por un ovni?
—Adelino me comentó que la luz era como «una linterna», como un foco
muy fuerte, y que sintió frío cuando lo iluminó. Al despertar, aún llevaba el
revólver en la cintura y estaba con la carne enrojecida en función de la
presión que ejercía su cuerpo contra la laja de piedra sobre la que estaba
apoyado al borde del río donde se despertó. Es habitual entre los hombres del
campo que lleven su arma para la defensa personal —nos dijo la viuda en su
modesta residencia donde trabaja como zurzidora.
Pregunté a Ivaní si su esposo tomaba bebidas alcohólicas o sufría de
pérdida de memoria.
—Nunca tuvo problemas de memoria. Antes del incidente bebía
moderadamente, en compañía de los amigos, pero nunca llegó ebrio a casa.
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Cuando volvió de Itumbiara sí que le dio por beber mucha «cachaca», un
aguardiente de caña de azúcar; dejó de trabajar y estaba como perdido, no
prestaba atención a nada… —comentó la viuda sacando algunas fotos de un
viejo álbum.
Una mostraba al joven Adelino Roque en su ataúd, rodeado por Ivaní, que
entonces tenía veinticuatro años, y uno de sus cuatro hijos. Ella aún no se
conformaba con lo que había sucedido y siguió contándonos su tragedia
personal.
—Mi esposo volvió a desaparecer sobre el día 23 de junio. Pero esta vez
no se lo llevó ningún platillo volante… —dijo con cierto sarcasmo y acritud
—; se había ido con mi joven sobrina, Cleusa. Ella tenía un novio y se iba a
casar en breve. Me contaron más tarde que mi marido y ella se habían ido a la
sierra. Solo regresaron el 12 de julio de 1969. Él llegó a la casa de la hermana,
Adelina, pero ya estaba moribundo, vomitando. Murió en los brazos del
cuñado, Alcino Francisco Raimundo, a quien tenía gran estima, y le dijo
balbuceando que le diera un revólver para dispararse —seguía recordando
Ivaní mientras las primeras lágrimas se adivinaban en sus ojos.
La joven sobrina de Ivaní falleció al cabo de pocas horas en el hospital de
Itauçu. Según los comentarios de los testigos de la muerte de la pareja, ésta
habría ingerido un fuerte veneno, quizá un raticida, circunstancia que no pudo
comprobarse al no realizarse autopsia alguna sobre sus cadáveres.
La viuda nos reveló un detalle que en aquel entonces no llegaron a
conocer los periodistas: Adelino Roque, cuando niño, incorporaba espíritus,
«estuvo espiritado» (sic) según las palabras de Ivaní. Detalle importante para
los defensores de la teoría de las abducciones por entidades extraterrestres,
puesto que antes de ser secuestrados muchos de los abducidos y contactados
sufrieron estados alterados de consciencia transitorios, o incluso una
abducción que no recordaron hasta ser sometidos a una sesión de hipnosis
regresiva.
—¿Cree usted que la historia del platillo volante era una excusa para
desaparecer con la sobrina? —pregunté.
—No, no, de ninguna manera. Adelino no mintió. Me ocultó que estaba
enamorado de mi sobrina, pero no mintió
¿Qué pruebas podría haber a favor de la versión de la extraña luz que
Adelino vio? La viuda nos contestó:
—En el lugar donde mi marido desapareció, algunos árboles tenían las
hojas chamuscadas. Además, donde se dieron los destellos el suelo también
presentaba quemaduras. Eso lo vio un periodista.
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Otro aspecto a favor de la tesis de que algo verdaderamente insólito le
ocurrió a Adelino es que Churchil (el periodista) y José Marcório se
desplazaron hasta Itumbiara y allí confirmaron, mediante el testimonio de un
vendedor de billetes de autobuses, que Adelino había estado allí un día
después de desaparecer. El citado periodista mencionaba en su artículo que la
4.a Zona Aérea Regional de São Paulo envió un documento al comisario de
Itauçu, en el que exponía la intención de investigar directamente el caso y
localizar a Adelino para interrogarlo.
Según Flávio Pereira, uno de los decanos de la ufología brasileña, a quien
entrevisté en São Paulo, en la 4.a Zona Aérea varios oficiales llevaban a cabo
una labor investigadora del fenómeno ovni y disponía de un archivo
importante de casos ocurridos en todo Brasil.
José Marcório nos contó que el comisario de Itauçu fue despedido por
«incompetencia». Añadió que la policía científica llegó al pueblo y solicitó el
cuerpo para una autopsia. El comisario les dijo que no podían hacer nada,
pues el cuerpo ya había sido enterrado el mismo día del fallecimiento y que la
viuda desautorizaba la exhumación.
Según el reportaje de Churchil, este solicitó la presencia de dos policías
científicos en Itauçu. Los agentes requeridos en la localidad se quejaron a las
autoridades de la capital, Goiânia, pues no pudieron desarrollar ni su trabajo
ni la autopsia de ninguna de las dos víctimas.
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Acta de defunción de Adelino
Roque.
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Muerte en Crixás
Página 147
Caso Crixás: muerte del campesino atacado por ufonautas.
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Capítulo 8
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Joaquim Sebastião Gonçalves: muerte aterradora en la presa Billings, en São Paulo.
Página 150
mismo por un primo suyo perito criminalista. Rubens me enseñó siete fotos
escalofriantes de un cadáver. Me percaté, con la ayuda de una lupa, que sus
cortes eran parecidos a los que presentan los animales mutilados
supuestamente en contacto con inteligencias alienígenas. Luego, el
criminalista me puso en contacto con José Roberto Cuenca, funcionario de
justicia, encargado del caso. Inesperadamente, el señor Cuenca se mostró muy
interesado en que yo pudiera, de alguna manera, colaborar con la solución del
caso —me dijo hace unos años, en São Paulo, Encarnación Zapata, la primera
ufóloga que tuvo acceso al informe policial.
El informe detallaba que la parte superior del rostro del cadáver había sido
desollada, los ojos arrancados, al igual que una parte de las orejas (y el
interior del oído), la lengua y otros músculos bucales. Entre los dedos de las
manos y pies se encontraron perforaciones de hasta dos centímetros de
diámetro. Curiosamente —y como yo mismo pude verificar en Goiás, Brasil-,
existen casos de ganado muerto en circunstancias desconocidas cuyo único
órgano extirpado es la lengua. Incluso se habla de un misterioso ser llamado
«Arrancalínguas» (arrancalenguas), una especie de monstruo semejante a un
gran simio, como responsable de tales mutilaciones.
—La piel del rostro fue cortada en una sección rectangular y sobre los
restos de carne había sido untada una sustancia de color negro que no pudo
Página 151
ser analizada e identificada por falta de presupuestos para estos casos —me
dijo Encarnación moviendo negativamente la cabeza.
Según la ufóloga, la víctima fue enterrada como un indigente por la
policía hasta que más tarde se descubrió su identidad y la familia lo enterró
dignamente en otro cementerio. Pertenecía a un hombre casado, de cincuenta
y tres años, «católico practicante», de baja condición económica, que habitaba
en la orilla de la presa killings. Trabajaba como celador de una finca cercana.
Solía ir a pescar en la represa, y estuvo desaparecido tres días hasta que
encontraron su cuerpo mutilado.
Izquierda: Cortes quirúrgicos casi perfectos. ¿Qué instrumentos se emplearon para la mutilación?
Derecha: La uretra de la víctima fue penetrada por algún instrumento explorador. ¿Para qué?
Página 152
Arriba: ¿Quién mutiló al pobre ciudadano brasileño?
Abajo: Las alimañas no devoraron el cuerpo de Gonçalves. Algo había vaciado el interior de su cuerpo
como si fuera una «poderosa aspiradora».
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abandonados en lugares llenos de alimañas como los alrededores de la presa
de Guarapiranga.
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Lo único que quedó dentro de la víctima fue un pedazo de pulmón, que
fue cortado «como si de mantequilla se tratara». Por esta y otras señales, la
ufóloga llegó a la conclusión que el muerto de Guarapiranga presentaba
muchas similitudes con los casos de mutilaciones de animales ocurridas en
varias partes del mundo. Y no parecía faltarle razón.
***
Página 155
mutilación durante meses e incluso años. No creo que esto sea una simple
casualidad —me seguía contando la ufóloga.
Lo más terrible y espeluznante de este caso es lo que los forenses
determinaron respecto a las condiciones de la muerte del desdichado hombre:
este debió ser torturado y estaba aún vivo cuando sus órganos fueron cortados
y arrancados con un método desconocido por los científicos. El forense Jorge
Pereira, de São Paulo, dijo a Encarnación «que nunca había visto un caso
semejante, era como si un motor de doscientos caballos le hubiera succionado
los órganos internos».
***
Página 156
Derecha: Informe de la policía de São Paulo sobre el cuerpo encontrado en la presa Billings.
Izquierda: Otra página del informe que detalla las condiciones en que se encontró el cadáver de
Gonçalves.
Página 157
—Es un absurdo hacer este tipo de experimento con un cuerpo que estuvo
enterrado durante un año. Sería muy difícil determinar alguna similitud de los
orificios y otros cortes provocados por los animales con los que el cadáver ya
poseía a causa del avanzado deterioro de su cuerpo.
Recientemente se descubrió que el experimento de Desgualdo no había
sido realizado con el cadáver del hombre, sino con el de un peno. Tenía por
objetivo verificar si las alimañas podrían mutilar el perro de manera similar al
hombre. En el cuerpo del perro se realizaron incisiones y cortes semejantes a
los de la víctima humana y colocado en el mismo lugar de la represa.
Efectivamente, el cadáver del cánido fue atacado y devorado. Pero el
experimento no explica quién pudo haber hecho los cortes con características
quirúrgicas en el hombre.
Derecha: Revista UFO, número 80, donde Claudeir Covo da por resuelto el caso Billings.
Izquierda: Claudeir Cavo, detractor de la versión extraterrestre del caso Billings. Según él, las alimañas
fueron las responsables de las heridas de Gonçalves.
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Revista UFO, número 25, donde
Encarnación Zapata comunicaba la
extraña mutilación. Años más tarde
se intentaría, en vano, rebatir su
hipótesis.
***
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Mapa de la situación de las presas Billings y Guarapiranga, en la periferia de São Paulo.
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La ciudad de São Paulo vista desde el mirador de la Cantareira.
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encontraron otros restos en el lugar de los hechos, como debería haber
ocurrido en caso de que el ataque hubiese sido efectuado por una alimaña.
La epidermis del rostro fue retirada dejando al descubierto los músculos
de la cara: la oreja izquierda estaba parcialmente mutilada y el cadáver no
tenía una sola gota de sangre. Lo más espeluznante fue constatar que en la
región derecha de su cuello presentaba dos profundas incisiones por donde se
supone que le había sido succionada la sangre.
Claudia Hernández y su equipo del programa «Ocurrió así», son los
virtuales descubridores de una cadena de sucesos que comenzó con una
matanza de aves en Estanzuela, Zacapa, desde donde el mal se extendió. Y
ahora cabe preguntarse de nuevo si las matanzas de los «chupacabras» están
relacionadas con la agresividad del fenómeno ovni y si forman parte de un
plan de experimentación. En el caso del zapatero asesinado, la descripción de
la criatura voladora parece coincidir con la de algunos «chupacabras» vistos
en Centroamérica, México y Caribe. Pero ¿es el chupacabras una entidad
extraterrestre o vinculada a seres superiores que vienen de otros planetas? ¿Se
trata de una especie desconocida de animal?
Caso del zapatero guatemalteco: ¿atacado por el chupacabras? Rostro del cadáver de Manuel José
Francisco: ¿mutilación con instrumentos especiales?
***
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En julio de 2002 el caso Guarapiranga volvería a la palestra, ahora de la mano
del Instituto Nacional de Investigaçao de Pesquisas Ufológicas (INPU,
www.inpu.hpg.ig.com.br) de São Paulo, capitaneado por Claudeir Covo y
Paola Lucherini. Ambos, con Tânia da Cunha, publicaron un extenso artículo
en la prestigiosa revista UFO, donde ponían en entredicho las investigaciones
y conclusiones de Encarnación Zapata.
El INPU llegó a la conclusión de que las mutilaciones provocadas a la
víctima eran obra de animales, de alimañas. El 15 de octubre de 1997 el
conocido periodista Saulo Gomes anunció en un programa televisivo que el
cuerpo del mutilado no había sido encontrado en la represa Guarapiranga,
sino en la Billings.
Los miembros del INPU empezaron entonces a indagar más
profundamente sobre el caso. Descubrieron que la víctima, Joaquim Sebastião
Gonçalves, sufría de la enfermedad de Chagas, provocada por un protozoo
llamado Tripanosoma crucis y que afecta el corazón. Gonçalves tomaba un
medicamento llamado Gardenal, un paliativo, pues la enfermedad no tiene
cura y, por lo general, el afectado termina sus días con el corazón
completamente hinchado y reventado.
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Periódico Extra, donde se publicaba la misteriosa muerte del zapatero de San Antonio Suchitepéquez.
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Comisaría de Homicidios y Protección a la Persona (DHPP), tras recibir el
informe número 645/88 del IML, redactó un documento para aclarar algunas
dudas respecto al instrumento utilizado, manchas y reacciones vitales. Jamás
se publicó el contenido.
Otro médico, Eduardo Roberto Alcántara Del Campo, cree que la víctima
pudo haber sido fulminada por un rayo, o quizá parcialmente. Esto explicaría
las partes oscuras del rostro. Los miembros del INPU insisten en la teoría de
que los animales produjeron los cortes y heridas, y que los ratones podrían
haberse introducido dentro del cuerpo comiéndose los órganos vitales.
El sargento Guedes informó al INPU que diez días después de la muerte
de Gonçalves se descubrió otro cuerpo humano desangrado, pero este sí en la
represa Guarapiranga. Los buitres se cebaban con el cadáver. Según la
Policía, las represas de Guarapiranga y Billings son conocidas por ocultar
cuerpos de personas asesinadas por bandidos. Entre 1970 y 1998 se
registraron más de mil cadáveres en sus orillas o aguas.
Un reportero del periódico Noticias Populares enseñó en 1997 las fotos de
Gonçalves al famoso forense Fortunato Badam Palhares, responsable por la
identificación del cuerpo del médico de las SS nazis Josep Menguele y de
otros personajes macabros. Palhares aseguró que se trataba de la acción de
alimañas. Sin embargo, entre los mismos ufólogos brasileños, el médico no
goza de mucha confianza, puesto que se rumoreó su complicidad en encubrir
la presencia de presuntos cadáveres de alienígenas capturados en la ciudad de
Varginha, en Minas Gerais, en 1995. La prensa brasileña puso igualmente en
entredicho sus autopsias y conclusiones con relación a la misma identidad de
Menguele y de la causa de la muerte de un famoso colaborador del
expresidente Fernando Collor de Mello, supuestamente asesinado por su
amante.
Así las observaciones de Palhares con relación al caso Gonçalves podrían
quedar bajo sospecha… El grupo GEPUC/ CIPEX[3] de Curitiba (Estado de
Paraná, www.gepuc.hpg.ig.com.br) opina en su página web —en un artículo
de Jackson Luiz Camargo— que los cortes encontrados en el pescador son
muy parecidos a las que aparecen en los casos de mutilaciones de ganado
provocadas, supuestamente, por el fenómeno ovni. Y sus miembros comparan
una y otra forma: cuencas oculares vaciadas de ojos, axilas perforadas,
ombligo recortado, labios arrancados, orificio anal recortado y remoción de
vísceras.
El CIPEX también afirma que los cortes visibles en las fotos del pescador
no corresponden en absoluto a dentelladas de animal, y para constatar eso no
Página 166
hace falta ser médico o especialista. Tampoco queda muy clara la extraña
carbonización del rostro, y la hipótesis del rayo no aparece en los documentos
firmados por los forenses: se trata solo de una especulación. Tampoco se
puede explicar la simetría de las perforaciones en las axilas y en los pies,
donde se encontró una incisión del mismo tamaño entre el segundo y el tercer
dedos de ambos pies. Sería demasiada casualidad. Para el CIPEX, el
matrimonio Claudeir y Paola ha sido acometido por el «síndrome del
escéptico».
Lo cierto es que el caso Guarapiranga —ahora caso Bilings— no está
cerrado. Hay mucho más que investigar. La muerte de Gonçalves puede ser
un punto importante de partida para investigar otros casos que,
desgraciadamente, pueden haber ocurrido en otros lugares, como el de Santa
Izabel o el de Guatemala.
Página 167
Capítulo 9
Página 168
Poco después, siete adultos y seis niños acudieron al lugar donde estaban
Mauricio y Enrique. Boquiabiertos, aún intentando digerir la carne asada,
vieron que la luz se movía de este a oeste. A Mauricio se le ocurrió enfocar su
linterna hacia la luz imitando la «clave morse». En ese preciso momento el
objeto luminoso se lanzó hacia la casa con gran celeridad ante el asombro
general.
Rosa Ortiz, la tía de los niños, les gritó:
—¡Apaga esa linterna, Mauricio, la cosa se nos viene encima!
Tan solo cuando el muchacho paró de señalizar fue cuando el objeto se
detuvo entre los árboles de un cerro, a unos 60 metros de la finca. El padre de
uno de los niños, Arcesio Bermúdez, estaba dispuesto a desvelar aquel
misterio: temerario, agarró la linterna y se encaminó a paso firme hacia el
cerro para investigar el fenómeno.
Cuando el granjero se acercó, vio un objeto en forma oval, con una altura
aproximada de dos metros y color amarillo-anaranjado. Tenía dos patas de
color azul luminoso y verde en la parte inferior. Además, estaba circundada
por un aro de luz mucho más brillante que el resto del aparato. Situado entre
los árboles, el ovni permaneció de cinco a diez segundos sin emitir sonido
alguno.
Arcesio se acercó a menos de siete metros de distancia del objeto. En el
interior y en su parte superior y transparente vio con claridad a una persona
pequeña. De la cintura para arriba parecía una persona normal, pero su parte
inferior semejaba a una letra «A» mayúscula que brillaba con alguna
intensidad. Todo eso ocurrió cuando enfocó con el haz de luz de la linterna el
objeto que, enseguida, se iluminó por completo y desapareció volando.
Arcesio volvió aterrado junto a los suyos y, balbuceando, narró lo que había
visto.
Cinco minutos más tarde los trece presentes pudieron ver otro objeto, o tal
vez el mismo, de color rojo que pasaba a una altura de 100 metros. Se dirigía
a Bogotá, manteniendo una velocidad lenta y uniforme.
***
Página 169
que lo examinaron le diagnosticaron gastroenteritis aguda. A las 11.45 horas
Arcesio Bermudez fallecía en el hospital.
En Colombia la gastroenteritis es la tercera enfermedad que más muertes
provoca y, por esta razón, los médicos dieron carpetazo al caso sin ahondar
más o hacerle una autopsia a Bermudez. Sin embargo, uno de los médicos que
lo atendió en su granja, el doctor Luiz E. Borda, sospechó que la muerte de su
paciente era algo «rara».
Por ello envió una carta al ufólogo John Simhon, de la APRO (Aerial
Phenomenon Research Organization), de Estados Unidos, explicando que fue
llamado por la familia Bermudez a las 9 horas del día 12 de julio de 1969.
Cuando llegó, a las 11 horas, se encontró al paciente vomitando y con diarrea.
Su pulso era casi imperceptible y su rostro pálido. Le suministró dos
centigramos de emetina, puesto que el hígado estaba inflamado y le recetó un
tónico para el corazón.
Página 170
sufrido problemas renales —orinaba sangre—, pero ya estaba curado. Por lo
demás, Arcesio era una persona saludable.
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Dibujo del ovni visto por el niño
Andrés Franco, en Anolaima, bajo
hipnosis, para el representante de
APRO en Colombia.
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Pero había más elementos extraños situados en una zona nebulosa, entre
la leyenda y la realidad. Pude averiguar que una de las más importantes
civilizaciones prehispánicas de Colombia, los chibchas, narraron a los
cronistas una extraña leyenda, la del «Niño de Oro». Los sacerdotes indígenas
lo mantenían escondido en las cuevas de Furatena para librarlo de la codicia
de los españoles.
Según la misma leyenda, aún se le oye llorar por los vericuetos de
aquellas montañas y los campesinos se persignan y comienzan a rezar. El
«Niño» para de llorar al amanecer. Dicen que con su llanto desorienta a los
buscadores de fortuna, pero si un «guaquero» (ladrón de piezas
arqueológicas) consigue atraparlo y le traza una cruz en la frente,
pronunciando las palabras rituales del bautismo católico, el niño se transmuta
en «tunjo» (objeto precolombino) de oro.
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Dibujo hecho por la niña Marina
Osório, también bajo trance
hipnótico, del objeto que afectó
mortalmente a Arcesio Bermúdez.
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En Colombia también existían entidades llamadas mohanes —o mejor
mojanes—, mencionados por cronistas como Cieza de León y Fernández de
Oviedo, que los registran como espíritus de los ríos y lagunas. Eran
guardianes de tesoros y otras riquezas ancestrales. En la Laguna de Ubaque
un moján se dejó engañar: un cura español supo fingir exactamente la voz de
un genio de la laguna; el anodadado guardián se distrajo ante la visita
inesperada y así el listo sacerdote se apoderó de las riquezas de un cacique…
Durante mis investigaciones, junto con el ufólogo y historiador Cláudio
Suenaga, en São Francisco de Salles (Brasil, en 2002), pude verificar sobre el
terreno que existía una aldea indígena justo donde ocurrió el primer caso
oficial de abducción de la historia de la ufología, en 1957, el del campesino
Antonio Villas-Boas[4]. Tanto allí como en Tocarema los colonos practicaron
un verdadero genocidio contra los indígenas. ¿Estaríamos ante una venganza
ancestral de los espíritus guardianes que se perpetuó en el tiempo y en el
espacio en ambos sitios? ¿O es todo pura casualidad?
***
Página 175
No deja de ser curioso observar que en los años setenta se personaron en
Araçariguama (Brasil) unos franceses que exhumaron el cuerpo —y se lo
llevaron— de otra víctima de una «luz extraña», João Prestes Filho, fallecido
en 1947, según averiguó recientemente el ufólogo Carlos Alberto Machado.
La rareza del caso Arcesio Bermúdez llevó a los doctores Luis E.
Martínez García (también hipnólogo) y José Barreto, psicólogo, a hipnotizar a
cinco de los niños que vieron el ovni en 1969. Cada uno de ellos dibujó el
objeto por separado y después se hicieron las comparaciones encontrando
similitud en los rasgos básicos. Al día siguiente de la sesión hipnótica, los
doctores llevaron las ropas de los niños, el reloj y la linterna de Arcesio al
Instituto de Asuntos Nucleares de Colombia. Allí los especialistas Toro,
Sendales y Guzmán los examinaron, sin encontrar residuos radiactivos ni
actividad neutrónica en ellos.
Pero había un dato importante que corroboraría con lo que los niños y
adultos vieron. El investigador John D. Simon recogió una grabación
realizada en el aeropuerto de Bogotá el 4 de julio de 1969 —la fecha de la
aparición del ovni— en la que un piloto preguntaba si había un helicóptero
sobre Anolaima, porque estaba en contacto visual con una luz amarillenta, la
misma que había contestado con luces intermitentes cuando el avión encendió
por unos segundos sus luces de aterrizaje La torre de control no tenía
conocimiento de ningún otro avión o helicóptero que estuviese sobrevolando
la zona.
El encuentro ocurrió a las 20.30 horas. La distancia entre el avión y la luz
fue entre cinco y ocho kilómetros, según el piloto. La posición se estimó
teniendo en cuenta el radio-faro existente en las cercanías de la población de
Anolaima. Los campesinos Clemente Bolívar y Rosalba Prieto, residentes en
el municipio de La Florida, a tres kilómetros de la finca de los Bermúdez,
también habían visto el ovni aquella misma noche.
***
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De repente, se encontraron con el paso cerrado por una esfera luminosa de
2,40 a 3 metros de diámetro y que flotaba a unos dos metros de altura del
suelo. González bajó del vehículo para inspeccionar el extraño aparato. Lo
que no se esperaba es que su curiosidad le llevara a pelear con un «enano» de
cuerpo rígido y velloso que, pese a ser muy ligero, resultó tan fuerte que
empujó González a más de cuatro metros de distancia.
El iracundo enano se abalanzó sobre el asustado humano con los dos ojos
como en brasas. El camionero sacó su cuchillo y le asestó una puñalada, pero
el arma resbaló por su cuerpo como si este fuera de acero. Entonces salió otro
ser de la esfera, el cual cegó a González con un rayo de luz deslumbradora
despedida por una suerte de tubo pequeño.
Mientras tanto, José Ponce vio cómo otras criaturas salían de la maleza
con las manos llenas de lo que parecía ser tierra o piedras. Con gran agilidad
saltaron al interior de la esfera luminosa que seguía flotando en el aire. Todos
aquellos grotescos seres llevaban unos simples taparrabos.
Ponce acudió a la comisaría de policía más próxima en la que poco
después se presentó González, agotado y asustado. La policía pensó que se
trataba de dos borrachos. Sin embargo, los dos se serenaron y contaron lo
sucedido. González presentaba un largo y profundo arañazo en el costado.
Tuvieron que administrarle sedantes a ambos y ponerlos en observación
médica durante varios días.
Uno de los médicos que los atendió les confesó más tarde que creía en lo
sucedido, pues presenció el incidente al pasar por allí con su automóvil,
cuando regresaba de una visita nocturna. Él y su hijo se detuvieron para
observar a dos hombrecillos que corrían hacia una espesura, y poco después
vieron alzarse un objeto luminoso detrás del bosque y salir disparado hacia el
espacio acompañado de un agudo siseo. Según un corresponsal de la Aerial
Phenomena Research Organitation (APRO) en Venezuela, este médico fue
después a Washington para comentar el caso con las autoridades
estadounidenses.
Página 177
Humanoide que atacó a los dos
comerciantes cerca de Petare
(Venezuela), el 24 de noviembre de
1954.
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Pocos días después, el 10 de diciembre de 1954, dos campesinos, Lorenzo
Flores y Jesús Gómez, jóvenes cazadores ambos, se hallaban en las
proximidades de la autopista Transandina, entre Chico y el Cerro de las Tres
Torres —también en Venezuela—, cuando vieron un objeto luminoso de unos
tres metros de diámetro y que se sostenía inmóvil a un metro del suelo. Tenía
forma de «dos enormes palanganas encaradas» y emitía llamas por la parte
inferior.
Al acercarse, vieron que bajaban de la nave cuatro hombrecitos de un
metro aproximadamente de estatura. Acto seguido fueron atacados por ellos;
hubo luego lucha, y Gómez se desmayó. Los enanos trataron entonces de
secuestrar a Gómez, a quien arrastraban hacia el platillo, cuando Flores,
usando su escopeta a manera de maza —pues estaba descargada—, le asestó
un golpe tan tremendo a uno de los hombrecillos, que soltó su presa,
retirándose los cuatro extraños seres apresuradamente a la nave.
El golpe fue tan fuerte que la escopeta se partió. No parece, sin embargo,
que los hombrecillos hayan sufrido mucho daño, por ser de constitución
sumamente fuerte y estar dotados, además, según pudieron comprobar Gómez
y Flores, de fuerza extraordinaria.
Los dos amigos cazadores se apresuraron a regresar al pueblo cuanto
antes, con las camisas destrozadas por los arañazos. Al visitar el lugar del
suceso, la policía halló señales de lucha. Los médicos que reconocieron a los
dos jóvenes los hallaron presa de un ataque de histerismo agudo, provocado
por el miedo.
Aún por aquellas fechas, el 16 de diciembre de 1954, por la noche, el
joven Jesús Paz iba en automóvil por las proximidades de San Carlos de
Zulia, también en Venezuela. Cuando pasaba por el Parque de la Exposición,
adjunto al Ministerio venezolano de Agricultura, Paz pidió al que conducía
que detuviese el vehículo para hacer sus necesidades… De pronto, sus amigos
oyeron que lanzaba un grito penetrante y, corriendo hacia él, lo encontraron
tendido en el suelo e inconsciente, viendo al mismo tiempo a un hombrecillo
velludo que corría hacia un objeto aplanado y brillante que se cernía a unos
palmos del suelo. La máquina desapareció con un silbido ensordecedor.
En el hospital se comprobó que Jesús Paz presentaba largos y profundos
arañazos en el costado derecho y en la espalda, y pensaron que había sido
atacado por un animal salvaje. Pasó el resto de la noche en el hospital, donde
le apreciaron un fuerte choque nervioso. El caso fue registrado también por la
APRO.
Página 179
Por ironía del destino, en aquella misma noche, pero en Estados Unidos,
el presidente Dwight D. Eisenhower, en una conferencia de prensa, afirmó
que los platillos voladores no procedían de los espacios interplanetarios y solo
existían en la imaginación de los observadores…
El 19 de diciembre de 1954 —tres días después del incidente con el joven
Jesús Paz—, un jockey de dieciocho años llamado José Pana corría para
entrenarse por una nueva carretera entre Valencia y Caracas, también en
Venezuela. Entonces vio a seis hombrecillos que recogían piedras al lado de
la cuneta y las cargaban en un aparato discoidal suspendido en el aire a menos
de tres metros del suelo. Emprendió prudentemente la retirada, pero quedó
inmovilizado por un rayo color violeta que surgió de un artefacto con el que
le apuntaba uno de los pequeños seres.
Parra se quedó allí, inmóvil e impotente, mientras los humanoides
saltaban ágilmente a bordo del disco, que desapareció velozmente en el cielo.
Varias personas vieron el objeto entre la medianoche y las 3.15 horas de la
madrugada. Estaba suspendido a unos palmos del suelo cerca del Sanatorio
Antituberculosis de Bargolla, en la región de Valencia. La policía examinó el
lugar señalado por Parra y descubrió numerosas pisadas que no se podían
atribuir a seres humanos ni animales.
¿Pertenecen estos casos a lo imaginario del pueblo venezolano?
Aparentemente las heridas y golpes eran muy reales… Durante mi viaje a
Honduras, en 1998, cuando visitaba el parque nacional de Pico Bonito, en la
costa atlántica de aquel país, me topé con un guarda forestal que me contó una
historia increíble que ahora asocio con los extraños seres enanos y peludos de
Venezuela. Se trataba de José Saba Martínez, de setenta años.
Página 180
Montañas de San Francisco de la Paz (Honduras), región donde los sipes —enanos peludos y peleones
— supuestamente atacan a los humanos.
Página 181
usted va a cazar con los perros, los matan a todos —me decía con el divertido
lenguaje de los lugareños.
Algunos relatos de apariciones de sipes muestran que tales enanitos
tienen, al igual que algunos sisimites —el abominable hombre de las selvas
centroamericanas—, «los pies hacia atrás». En su libro Por cuentas aquí en
Nacaome, las folcloristas Karen Ramos y Melissa Valenzuela (Tegucigalpa,
1996) recogen relatos de la región de Nacaome, donde los sipes se infiltran en
las casas y se comen las cenizas de los hornos. Una de sus informantes les
contó cómo un hombre capturó a un sipe y lo encerró en un barril. Por la
noche le echó agua bendita y al día siguiente la criatura amaneció muerta.
Página 182
Capítulo 10
Página 183
El día 7 de enero de 1948 estaba reservado para la historia de la ufología
como una fecha trágica. En ese día el capitán de la Fuerza Aérea
Norteamericana Thomas Mantell fue víctima de un extraño accidente aéreo.
Todo empezó en el Estado de Kentucky, en las cercanías del Fort Knox,
conocido por ser el lugar donde el Gobierno de Estados Unidos guarda sus
reservas de oro.
El sargento Balckwell, de la policía militar de Godman Field, sobre las
13.30 horas, señaló en el cielo un objeto circular de unos noventa a cien
metros de diámetro. Un cuarto de hora más tarde este objeto sobrevoló el
aeropuerto. Inmediatamente una escuadrilla de cazas partió de la base de Fort
Knox con órdenes de perseguir al intruso aéreo, de capturarlo o abatirlo.
Arriba: El piloto Thomas Mantell, trágicamente muerto durante una persecución a un ovni en 1948.
Abajo, el Mustang F-51, avión que pilotaba Mantell antes de morir.
Página 184
—El disco está sobre mi avión y se desplaza a cerca de trescientos
kilómetros por hora.
Poco después se oyó la voz de uno de sus colegas, que preguntaba:
—¿Qué demonios estamos buscando?
Unos minutos después, Mantell volvía informar:
—El objeto parece metálico y terriblemente grande. Mientras, los otros
dos pilotos, B. Hammonds y A. Clements, habían abandonado la persecución
para reabastecerse de combustible y conseguir máscaras de oxígeno. Mantell
se quedó solo persiguiendo al objeto.
A las 15.15 horas, llegaba a la torre de control una nueva transmisión de
Mantell:
—Sigo subiendo. El disco se mantiene sobre el avión y se desplaza a mi
velocidad, es decir, a unos quinientos setenta kilómetros por hora.
Poco tiempo después de esta comunicación los otros aviones aterrizaron
en la pista del aeródromo. El temerario capitán Mantell no «tiró la toalla» y
fue subiendo progresivamente hasta que pareció claudicar:
—Estoy a seis mil metros de altura. Ya no puedo acercarme más. Voy a
regresar.
Estas fueron las últimas palabras de Mantell. El teniente Clements volvió
a despegar de Standford en busca de su comandante. Ascendió a 10.000
metros y llegó hasta 150 kilómetros al sur de Godman, pero no consiguió
avistar el avión de Mantell ni el ovni. Poco después llegó la terrible noticia: el
avión se había estrellado cerca de la localidad de Franklin, a unos 140
kilómetros al sudoeste de Fort Knox, junto a la frontera de Tennessee. Su
reloj se había parado a las 15.18, tres minutos después de la última
comunicación recibida por la torre de Godman.
Cuando encontraron el avión destrozado en el suelo, el altímetro señalaba
10.000 metros, es decir, 4.000 más de lo que informaba en su última
transmisión. Es posible que, a aquella altitud, el avión se encontrara en un
espacio de aire muy escaso y cayó en picado, sin control. En realidad, nunca
se supo la verdadera causa del desastre. Mantell, de todas formas, a pesar de
sus veinticinco años, tenía más de 3.000 horas de vuelo y había combatido en
la Segunda Guerra Mundial, mereciendo una condecoración.
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En pedazos…, así fue encontrado el
avión que pilotaba Mantell…
Página 186
Lugar donde fue hallado el Mustang F-51 de Mantell.
Página 187
Distribución de los restos del avión y del cuerpo de Mantell.
***
Página 188
Periódico que publicó la noticia de
la primera víctima aérea de los
ovnis.
Página 189
precisar, el piloto logró retomar los mandos y el motor volvió a funcionar.
Regresó tranquilamente al aeropuerto. Este caso, sin nombres ni lugares, lo
narró el escritor Harold T. Wilkins en la Contemporary Review.
23 de noviembre de 1953.
Página 190
en la última transmisión grabada (Gene) estaba diciendo, estoy acercándome
para echar una ojeada más cerca».
Hoy, tras casi cinco décadas de su desaparición, en el memorial a Felix
Monda, levantado en el cementerio católico del Sagrado Corazón, en
Moreauville, se puede leer: «Desaparecido el 23 de noviembre de 1953, en la
interceptación de un ovni sobre a frontera canadiense, como piloto de un
avión a reacción Northrop F-89.»
Dos cazas Mig cubanos perseguían a un ovni que entró en el espacio aéreo de
la isla. Uno de los aviones recibió orden de preparar los misiles para derribar
el invasor, pero súbitamente, tras comunicar que estaba listo para disparar,
explotó en pleno vuelo ante la aterrada mirada del otro piloto que lo seguía.
Página 191
Abajo: Frederick Valentich, desaparecido en Australia en 1978.
Arriba: El Cesnna 182, pilotado por Valentich antes de su desaparición, tras ver un ovni.
Página 192
dividió en dos secciones triangulares que luego se alejaron en el espacio
infinito.
Página 193
Capítulo 11
Página 194
«La necesidad de investigación se transformaría en una emergencia
urgente a fin de aislar el desafío y determinar su exacta naturaleza. Usted se
vería obligado a desarrollar medidas adecuadas de defensa en un mínimo de
tiempo. Al parecer, se requiere aplicar algo más esta actitud de supervivencia
para afrontar el problema de los ovnis.»
El informe fue severamente censurado antes de permitir su publicación, y
no indica quiénes lo escribieron ni a quién está destinado. Sin embargo, y en
tiempos más recientes, en el año 2000, salió a la luz, con nombres y apellidos,
el informe Cometa, firmado por un nutrido grupo de militares y científicos
franceses de alto rango. Yo estaba en París por aquellas fechas, cuando salió
en los quioscos la revista VSD especial que, en realidad, era la transcripción
del informe que fue entregado al presidente francés Jacques Chirac y a su
primer ministro, Lionel Jospin.
El «rapport» (informe) del grupo Cometa fue redactado por una
asociación privada —oficiosa y no oficial— compuesta por antiguos auditores
militares del Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional (IHEDN) y
científicos, algunos del CNES (Centro Nacional de Estudios Espaciales), la
«NASA» francesa. Muchos de los datos proceden de la Gendarmería
Nacional, de la Armada y del SEPRA (organismo del CNES que se encarga
de los informes de ovnis). Cometa está presidido por el general Denis Letty,
del Ejército del Aire, y tiene entre sus colaboradores más ilustres al físico
Jean-Jacques Velasco, director del SEPRA (antiguo GEPAN), entidad que
investiga oficialmente el fenómeno ovni.
El informe tiene en cuenta la posibilidad de que los ovnis amenacen la
seguridad de los Estados y ciudadanos terrestres. En el apartado «¿A qué
situaciones debemos preparamos?» se propone la elaboración de las
siguientes estrategias: «Aparición de ovni y voluntad extraterrestre de
establecer un contacto oficial y pacífico; descubrimiento fortuito o no de una
microbase o de una base sobre un punto cualquiera del territorio o de Europa
(actitud a adoptar de cara a una potencia amiga o no); invasión (poco probable
teniendo en cuenta el hecho de que podría haber sido conducida antes del
descubrimiento del átomo) y ataques localizados o masivos sobre puntos
estratégicos o no; manipulación o desinformación deliberada con vistas a
desestabilizar otros Estados».
Y Cometa no se limita a describir las posibilidades, sino también a
presentar soluciones. Por ejemplo, ante la aparición de un ovni, el ciudadano
debe «… dejar a los visitantes la iniciativa de un eventual contacto y evitar
una mediación prematura». También advierte que el testigo de un ovni debe
Página 195
adoptar una cierta discreción ante la prensa para que los científicos puedan
estudiar el caso sin despertar la «… curiosidad del gran público que puede
conducir a la desaparición de elementos importantes».
Veamos algunas de las conclusiones del informe Cometa:
Página 196
Años antes, en 1993, el Centre National de Recherches Scientifiques (CNRS),
el máximo organismo de investigaciones científicas francés, había realizado
un sondeo sobre los ovnis y fenómenos paranormales, mostrando una gran
aceptación por parte de la opinión pública del fenómeno ovni.
***
Página 197
informaciones que circulan sobre los platillos voladores son generadas y
puestas en circulación por el propio poder político de algunos países —como
Estados Unidos—, empeñado en mantener el control sobre la población a
través de noticias falsas y tendenciosas.
La idea que reparte Hollywood, por ejemplo, de que los alienígenas son
una clara amenaza para la humanidad forma parte de esta propaganda.
Recientemente hemos visto una película que sigue esa línea, Signs (Señales),
que desaprovechó uno de los temas más interesantes y reflexivos de la
ufología para transformarlo en una esperpéntica invasión de extraterrestres
malos.
Según muchos ufólogos, esta y otras ideas inculcadas directa o
indirectamente por las fuerzas gubernamentales tienden a mostrar que los
alienígenas son «un enemigo que hay que combatir», pero sin afirmar que
existen. De esta manera, el Pentágono puede aprobar y justificar programas
como la Guerra de las Galaxias u otros que ni siquiera conocemos.
La llamada «teoría del enemigo externo» apunta hacia un primer contacto
de los gobiernos que dominan el mundo con los extraterrestres como un
cambio radical en la humanidad. Posiblemente, el poder establecido se
vendría abajo ante civilizaciones más evolucionadas que la nuestra.
El poder ejercido actualmente por Estados Unidos en el ámbito mundial
demuestra que no está dispuesto a perderlo, incluso ante una probable
amenaza extraterrestre. Para el analista Leonard C. Lewin, autor de «Informe
desde Iron Mountain», eminentemente político, muestra que ningún grupo
político dominante ha conseguido mantener su autoridad tras haber fracasado
en la tarea de presentar como creíble una amenaza externa.
Esto se aplica claramente a la situación de la última guerra de Estados
Unidos contra Irak: el Pentágono tuvo que buscar una excusa —aunque fuera
falsa o forjada— para atacar al país petrolero. En este caso se nos «vendió» la
idea de que Sadam Husein ocultaba armas de destrucción masiva.
Las inteligencias que se ocultan tras el fenómeno ovni representan una
amenaza para las actuales estructuras de poder y, por ello, deben ser
presentadas como hostiles. Como ya hemos dicho, Hollywood se encarga
desde tiempos de la «guerra fría», hace más de cincuenta años, de hacer esta
propaganda demonizadora de los extraterrestres. ¿Quién no recuerda
Independence Day?, un alegato a la protección que ofrece al mundo el
Gobierno y las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
De hecho, la CIA (Central Intelligence Agency) perpetúa una política de
debunking, es decir, de descrédito sistemático aplicado al fenómeno ovni. Eso
Página 198
explica por qué la USAF expresó oficialmente que «ningún estudio,
investigación o análisis sobre los ovnis realizados por la Fuerza Aérea de
Estados Unidos ha descubierto nunca ninguna amenaza para la seguridad
nacional».
En 1953 un comité gubernamental, el jurado Robertson, indicó la
necesidad de vigilar las actividades de los grupos privados de investigación
sobre los ovnis, «a causa de su gran influencia potencial sobre la opinión
pública, en caso de que la difusión del fenómeno llegue a ser más masiva». El
mismo jurado proponía «… confiar en que el descrédito sistemático
determine una reducción del interés del público en los platillos volantes […]
con el fin de reducir la actual credulidad de la población y en consecuencia su
susceptibilidad a ser influenciada por una hábil propaganda hostil […].»
Página 199
En resumen, el comité llegó a la conclusión de que no había pruebas de
que los ovnis fueran de origen extraterrestre, o de que representaran una
amenaza para la seguridad nacional. Como medidas, proponía, como ya se ha
dicho, tranquilizar a la población en lo referente al carácter hostil del
fenómeno y poner en marcha un proceso de debunking, esto es, de descrédito
sistemático de los ovnis, con el objeto de mermar el interés público por el
tema. La existencia de este grupo se mantuvo en sigilo hasta 1958 y el
informe final no fue redactado integralmente hasta 1975.
Para muchos ufólogos, la tendencia en Estados Unidos de minimizar y
ridiculizar el problema de los ovnis a través de la política del descrédito tiene
un claro matiz anticomunista y maccartiano (la época del senador MacCarthy,
en los años cincuenta) típico de los años de la «guerra fría». Posiblemente
muchos investigadores hayan sido víctimas de esta política sucia de
descrédito: el famoso caso UMMO[6] pudo ser —al menos en buena parte—
un experimento planeado por la Inteligencia estadounidense, transformando a
muchas personas en conejillos de Indias de un gran laboratorio global
psicosociológico.
***
Página 200
En el caso del código estadounidense la pena prevista para los
transgresores varía entre una sanción de 10.000 dólares hasta diez años de
prisión. Para casos de excepcional gravedad se contemplan ambas penas. De
esto se deduce que para el Ministerio de la Marina de los Estados Unidos las
comunicaciones sobre ovnis se consideran informaciones que afectan a la
defensa nacional, y que su divulgación puede ser perseguida por ley.
Según muchos ufólogos, todo esto respaldaría la tesis de una conjura del
silencio sobre los ovnis por parte de altos cargos militares norteamericanos.
Otro aspecto curioso —que también entra en plena contradicción con las
posiciones gubernamentales oficiales— es la Guía de Protección Civil de
Estados Unidos (bomberos). Sostiene que los avistamientos de ovnis y sus
Página 201
ocupantes podrían generar problemas de seguridad social. La guía, redactada
por William M. Kramer y Charles V. Bahme (1992), recuerda en su capítulo
13, titulado «Ataque enemigo y potencial OVNI», la «gran incursión aérea del
26 de agosto de 1942 sobre Los Ángeles», en el curso de la cual las Fuerzas
Armadas situadas a lo largo de las costas de California dispararon durante dos
horas contra 15 a 20 objetos voladores que se movían con desviaciones y
movimientos muy rápidos.
La guía expone los principales peligros relacionados con los ovnis. Los
más comunes son los campos electromagnéticos generados por los ovnis que
provocan interrupciones en el funcionamiento de vehículos aéreos, terrestres
o marítimos, bloquean instrumentos de comunicación electrónica y pueden
causar cortes de energía eléctrica.
Otro problema es el pánico que los ovnis producen sobre las poblaciones,
con posibilidad de huida, histeria colectiva, etcétera. La guía también apunta
las consecuencias nefastas para animales (quizá las mutilaciones de ganado,
por ejemplo), los efectos psicofisiológicos sobre seres humanos, al igual que
quemaduras, radiaciones, parálisis momentáneas, pérdida de memoria, etc.
Todo esto lo he podido comprobar, como hemos visto anteriormente.
Página 202
Izquierda: Manual de Control de Desastres de los Bomberos: Instrucciones para actuar ante los ovnis.
Derecha: Capítulo 13 del Manual de Bomberos de Estados Unidos: «Ataque enemigo y potencial de los
ovnis».
Página 203
A mí me parecen muy pertinentes los consejos de Edwards porque
estamos delante de algo desconocido, cuyas consecuencias pueden ser
nefastas para el ser humana. Frente a esto lo mejor es la prudencia.
***
Página 204
analizar casos de personas que fueron afectadas. «Poco a poco la gente va
cayendo en la cuenta de que las cosas no son tan angélicas ni tan ingenuas
como antes se creía y van apareciendo libros en los que se trata de una manera
específica el tema de la peligrosidad», ya decía en 1985 el investigador en su
Visionarios, místicos y contactos extraterrestres (Ed. Quintá). Freixedo cree
que estamos siendo engañados por los tripulantes de los ovnis, y «que ellos
nos están tomando el pelo».
***
Página 205
de grandes naves aéreas piramidales (triangulares) en órbita
terrestre durante más de un año, hasta escuadrillas de objetos
voladores de «tres en tres», que parecían «brasas de fuego», que
se movían contrariando la mecánica celeste (de occidente hacia
oriente). Y así llegamos a la página 321, que es lo que yo quiero
contar, respondiendo a la pregunta: «EL AÑO DE 1511
APARECIERON EN EL AIRE HOMBRES ARMADOS QUE
PELEABAN UNOS CONTRA LOS OTROS Y SE
MATABAN». ¿Por casualidad asistieron los aztecas a una
batalla aérea librada contra nuestro planeta por facciones
extraterrestres? ¿Qué hombres eran estos que volaban en el año
1511? ¿Qué guerra interplanetaria era esta? ¿Si para el cura
Juan de Torquemada (no lo confundáis con el de la Inquisición)
y Bernardino de Sahagún solamente los «ángeles» volaban por
la Gracia de Dios, ¿por qué estos «ángeles» armados se estaban
matando?
El mayor de los ufólogos —que no llegó a saber que lo era
—, el maestro de los ufólogos, Charles Fort, que nació en
Albany (Nueva York) el 9 de agosto de 1874 y falleció en
Nueva York el 3 de mayo de 1932, escribió en 1918, en su
Libro de los malditos (una especie de Biblia para los ufólogos),
cosas que aún hoy nos impactan: «Diré que pertenecemos a
alguna cosa. Que en alguna época esta Tierra era una tierra de
nadie y que otros mundos la exploró y la colonizó y
combatieron entre sí para obtener su posesión, pero que hoy en
día está poseída por alguna cosa […] y que todos los otros
recibieron un aviso para mantenerse a distancia. Mas hay
noticias de visitas clandestinas a esta Tierra, esclavos y
controladores que nos dirigen, según instrucciones recibidas…
vaya uno a saber de dónde…»
Volviendo —dice Durá— a mencionar al ufólogo Budd
Hoppkins, termino esta «oculta» respuesta con sus palabras:
«Ellos no comprendieron ingenuamente casi nada en relación
con la psicología humana básica, se quedaron sorprendidos
completamente con la furia y el odio que un secuestrado siente
contra ellos».
Página 206
Capítulo 12
Página 207
Nicolás Sánchez Martín recorría a lomos de un viejo percherón un camino
en Ribera Oveja cuando, inesperadamente, de las aguas de un embalse
cercano surgió una pequeña luz. Era semejante a «una escoba de palma»,
estrecha de arriba y ancha en su parte inferior. La luz vino hacia él y se lanzó
a las patas del animal. Este, evidentemente asustado, arrojó a su dueño al
suelo. Nicolás volvió al pueblo y cayó enfermo. Según el médico que lo
examinó, su sangre parecía coagularse en las venas. Al cabo de tres días
Nicolás falleció en su catre.
Página 208
motorista. Tenían una cabeza desproporcionada con relación al cuerpo y los
ojos muy grandes, redondos.
Johannis se acercó y se detuvo a unos 20 metros de las criaturas. Alzó la
mano que empuñaba un piolet. Les señaló el disco a los humanoides y les
preguntó quiénes eran y de dónde venían. Uno de los seres reaccionó
llevándose una mano a la altura de su cinturón, del que salió un rayo que
derribó al testigo, dejándolo sin fuerzas. Los seres se le acercaron y se
detuvieron a unos dos metros del hombre caído. Uno recogió el piolet dejando
ver una mano con ocho dedos. Después se apartaron, subieron al ovni y se
desencajó de la grieta rocosa. Se elevó en el aire, permaneció inmóvil durante
alguno segundo y se alejó.
Página 209
En la comarca de La Vera, en Garganta la Olla (Cáceres, España), extrañas
luces surcaban el cielo por aquellas fechas. Los campesinos vivían aterrados.
Uno de ellos, el cabrero José Pancho Campo se topó con un ser gigantesco
cubierto por ropas negras y con extremidades parecidas a las «patas de
chivo». Estaba en la entrada de un cobertizo existente en los montes que
circundan el pueblo.
El testigo empezó a chillar hasta que la extraña criatura huyó del lugar
rápidamente. Pancho enfermó tras el encuentro. Perdió la vitalidad y falleció
quince años después de haber padecido durante todo ese tiempo de dolencias
crónicas. El caso fue investigado por Iker Jiménez.
Página 210
Durante la célebre oleada ufológica de Francia de 1954, uno de los encuentros
más insólitos lo vivieron varios empleados de la empresa automovilística
Renault que se dirigían al trabajo a primeras horas de la mañana. Vieron un
objeto luminoso posado en el suelo, cerca de la carretera al este de Le Mans.
Experimentaron una sensación de «cosquilleo» y «una especie de parálisis».
El objeto emitió un intenso resplandor verde y se alejó, volando a baja altura
sobre los campos.
Página 211
1954, 14 de noviembre: Ladrones de conejos en Italia
En la misma fecha del caso anterior, pero en Isola (cerca de Spezia, norte de
Italia), un campesino vio aterrizar a un brillante aparato en forma de cigarro.
El testigo se escondió. Después vio salir del aparato a tres enanos vestidos
con escafandra metálica, que examinaron las jaulas de los conejos mientras
hablaban entre ellos en un idioma desconocido.
Creyendo que se proponían robarle los animales, el labriego se fue
sigilosamente en busca de su escopeta, volvió con ella y encañonó a los
intrusos. El disparo falló y, al mismo tiempo, el arma se hizo tan pesada que
al campesino se le cayó de las manos. Comprobó también que no podía
moverse ni hablar. Entre tanto, los seres se apoderaron de los conejos y se
fueron en el ovni, que dejó una estela brillante en el cielo.
La víctima pudo moverse de nuevo. Recogió la escopeta y disparó, pero
ya era demasiado tarde.
Página 212
Informe sobre el caso Itaipú emitido
por las autoridades brasileñas a las
de Estados Unidos.
Página 213
soldados que permanecían con sus ametralladoras inactiva, estupefactos ante
el objeto discoidal de unos 30 metros de diámetro y rodeado por una luz
naranja a la vez emitía un monótono zumbido.
Inesperadamente, un golpe de calor abrasador alcanzó a los vigilantes que
huyeron despavoridos. Uno cayó sofocado e inconsciente. El otro creyó estar
con su uniforme en llamas y gritaba para alertar a los demás.
Los militares se despiertan, pero sin atinar con lo que sucedía: habían
sufrido un apagón. Los cañones, los ascensores, los aparatos de radio, todo se
quedó sin funcionar. Los oficiales y los soldados se desplazaron, perplejos,
por los corredores y escaleras totalmente oscuras. En tres minutos se reanudó
el suministro eléctrico y algunos oficiales lograron ver el ovni ascender a los
cielos rápidamente.
Los dos vigilantes presentaban quemaduras de primero y segundo grados
en más del 10 por 100 del cuerpo, pero solamente en las zonas protegidas o
tapadas por los uniformes. Los militares brasileños pidieron ayuda a la
Embajada de Estados Unidos en Río de Janeiro. Oficiales del servicio secreto
brasileño y más tarde oficiales estadounidenses hicieron su investigación que
no fue divulgada. Se supo que, después del incidente, aviones de la Fuerza
Aérea brasileña despegaron de una base y sobrevolaron la región, pero no
lograron ver el ovni. Recientemente, a raíz de la Ley de Libertad de
Información (FOIA, de Estados Unidos) se desclasificó un documento, en
inglés, que resumía lo ocurrido.
En una fecha indeterminada de ese mismo año, hacia las 6.30 horas de la
tarde, tres empleados ferroviarios de un tren de carga que iba de Presidencia
La Plaza a Resistencia vieron a un personaje de gran estatura, «que tenía más
de dos metros de altura» y vestía un traje rojo de una pieza. Iba caminando
por la vía férrea hacia los tres hombres.
La criatura tenía aspecto humano, rostro pálido, cabellos rubios largos y
sostenía algo en ambas manos, «como si hiciese una ofrenda». Parecía el
cuerpo de un niño de corta edad. De pronto, cuando la locomotora estaba a
menos de cinco metros de la entidad, esta «salió disparada hacia arriba como
arrebatada por un torbellino» y desapareció.
Mientras tanto, en Resistencia y a la misma hora del día, Justo Masín y su
hijo estaban sentados en el jardín de su casa, cenando, cuando «un extraño
descendió hacia ellos». Su descripción del incidente, dada por ellos al
Página 214
periódico La Prensa, coincidía absolutamente en todo con la descripción
facilitada por los ferroviarios. Yo añado a este caso la extraña similitud entre
el personaje que llevaba un niño en sus brazos —como si fuera una ofrenda—
y los sacerdotes olmecas de piedra que vi en la Venta de Huimanguillo, en el
Estado mexicano de Tabasco.
Se trata de seres con un casco estrafalario que emergen de una suerte de
cueva portando, entre sus brazos, un niño con rasgos felínicos, de ojos
achinados. ¿Un sacrificio a los dioses?
Página 215
Acto seguido aterrizó un aparato transparente, del que salieron cinco
«marcianos», los cuales solo tenían un ojo en el centro de la frente, a modo de
cíclopes. Sobre la cabeza llevaban instrumentos que despedían destellos de
diferentes colores. Entraron en una casa de labor y trataron de apoderarse de
un hombre, pero tuvieron que retirarse ante la enérgica actitud de los
aldeanos. Después subieron a su aparato y se fueron.
Sin embargo, el 6 de febrero regresaron y fueron vistos por muchas
personas. De nuevo intentaron, en vano, secuestrar a un hombre, el cual
consiguió huir para dar la alarma. Los habitantes salieron en tropel y
dispararon sus escopetas contra los «marcianos», al parecer sin ningún efecto.
Página 216
La brigada de gendarmería de Valensole y más tarde la de Digne
interrogaron a Maurice y encontraron siete huellas en el suelo que
correspondían a las patas y al cilindro del ovni. El objeto dejó, al despegar, un
rastro de espliego quemado de una centena de metros.
A las once de la noche cinco personas que viajaban en automóvil vieron una
luz cegadora, oyeron un espantoso bramido y acto seguido un ovni aterrizó en
la carretera, exactamente enfrente de su vehículo, parando el motor del
mismo.
La deslumbradora luz blanca del ovni se convirtió en roja, después en
verde y luego en amarilla, paulatinamente, tras de los cual se apagó lo
bastante para que los testigos viesen que lo que tenían delante era un objeto
de color plomizo de unos tres metros de altura y que ocupaba todo lo ancho
de la carretera. Estaba únicamente a tres o cuatro metros de su automóvil.
Tres de los testigos se desmayaron, mientras los otros dos permanecían
petrificados de terror.
En el interior del ovni había una luz verde, que les permitió ver a tres
seres de aspecto humano, que se movían de un lado a otro agitando los
brazos. Súbitamente, surgieron llamas rojo- amarillentas de los costados de la
máquina, esta se alzó un metro sobre la carretera y el terrible bramido
recomenzó. Después la máquina salió disparada hacia lo alto, perdiéndose de
vista.
Página 217
levantarse minutos después de su desvanecimiento. Hasta este punto nada de
anormal. Sin embargo, una llamada telefónica del hospital de Barra da Tijuca
requería una ambulancia del doctor Moráis para socorrer un nuevo caso de
repentina pérdida de conocimiento.
Al llegar el doctor al lugar indicado, la víctima se encontraba ya bien y se
sostenía por su propio pie. El caso no acaba aquí: otra llamada telefónica le
indicaba que se dirigiera al distrito llamado Barra dos Pescadores, en donde
una tercera persona se había visto afectada por el mismo tipo de malestar.
La ambulancia recibió otras llamadas: un cuarto y luego un quinto
desvanecimientos fueron notificados en otros barrios de la ciudad. El quinto
caso era un niño de tres años. Acompañaba a su madre a buscar agua a la
fuente cogido por la mano cuando, sin razón explicable, se desmayó. Al llegar
el doctor, el chico presentaba los mismos síntomas que las demás personas
socorridas: desvanecimiento repentino de corta duración.
Sin embargo, el niño fue conducido esta vez al hospital para someterlo a
un examen más minucioso. Para entrar al hospital, la ambulancia efectuó
marcha atrás. Fue en este momento cuando el doctor vio, justo enfrente del
hospital, a un objeto brillante inmóvil en el cielo. Poco después este objeto se
puso en movimiento y desapareció con velocidad del rayo. ¿Estaban
asociados aquellos extraños desvanecimientos con aquél objeto no
identificado?
Página 218
1969: Chillan (Chile): Dos coches desplazados 50 metros por un ovni
Dos vehículos cuyos dueños los habían dejado estacionados cerca del lugar
donde dormían, contiguos a unas termas donde veraneaban, fueron
misteriosamente trasladados a cincuenta metros de distancia.
Esta inexplicable experiencia ocurrió a principios de febrero de 1969 y la
vivieron el alto jefe de la municipalidad de Chillan y un profesor de liceo. Se
trataba de Emiliano Escalona y su amigo Arturo Sepulveda, quienes
acompañados de sus respectivas familias se dirigieron a veranear al sector
denominado «Las Trancas», a pocos kilómetros de las termas de Chillan.
Viajaron en dos coches, uno antiguo y otro más nuevo.
En las primeras horas de la madrugada, la esposa de Emiliano Escalona,
María, sintió funcionar el motor de coche de su marido. Pensó que se trataría
de ladrones, pero no logró despertar a su marido. El ruido se hizo más intenso.
Eran los motores de los dos vehículos que funcionaban entonces. María logró
despertar a Emiliano, quien, pistola en mano, se dirigió al lugar donde había
dejado su coche.
Ni el vehículo de él ni el de su amigo estaban en el lugar en que los habían
dejado. Habían sido extrañamente trasladados a cincuenta metros de distancia,
sin dejar huella de las ruedas en el pasto. Con linterna en mano, tanto
Escalona como su amigo Sepúlveda comprobaron que ambos coches
ostentaban una extraña pintura en los parachoques. Mientras la examinaban
fueron sorprendidos por un estruendo y un gran resplandor. Una inmensa bola
plateada ascendía por la montaña próxima.
Lo curioso es que los vehículos fueron encontrados funcionando mientras
sus baterías continuaban desconectadas.
Página 219
velocidad acercándose hacia su rostro. «Se movió hacia mí como si le
hubieran tirado de una hilo», le dijo a Du Silvan.
Ermelina, incrédula, se restregó los ojos dos veces seguidas y se apartó de
la ventana donde estaba apoyada. Pero volvió a asomarse y se topó con el
objeto luminoso más pequeño que un balón de fútbol. Intentó,
infructuosamente, capturarlo con las manos, pero se escabullía girando sobre
sus manos. La mujer llamó a su marido, Nicodemos, entonces con treinta años
de edad, y, al acercarse a la ventana, eran dos los objetos allí ubicados.
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Dibujo hecho por Nicodemos de las esferas voladoras de Manaos.
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Cicatriz dejada por el ovni en la
frente de Nicodemos.
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Danilo du Silvan, investigador del
caso Nicodemos y Ermelinda.
En esa fecha dos irlandeses estaban descansando durante una carrera de esquí
en una zona de un bosque cuando observaron un objeto volador en forma de
disco con una cúpula superior. Estaba rodeado de una niebla con un haz de
luz que se movió hacia el lugar donde estaban los dos testigos.
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Cuando la luz tocó la nieve, saltaron chispas y, repentinamente, apareció
un pequeño humanoide con brazos y piernas delgados, nariz ganchuda, mono
verde y botas, con un casco cónico y brillante, con menos de un metro de
altura. Apuntó una suerte de caja haca uno de los esquiadores, Aarne
Heinonen. Luego, tanto el ser como el haz de luz que lo cubría desaparecieron
en dirección al platillo que se esfumó en pleno aire. Heinonen estuvo varios
meses enfermo.
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paralizado y cegado por los rayos lanzados por un ovni el 30 de agosto de
1970.
Las autoridades militares de la Aeronáutica brasileña lo mantuvieron
aislado, internado en el hospital de la Cruz Roja de Guanabara. Un
reconocimiento psiquiátrico diagnosticó que Altamirano no sufría ninguna
anormalidad psíquica. El oculista diagnosticó que el guarda sufría lesiones
graves en la vista al cabo de cinco días de internamiento: se quedó totalmente
ciego.
En el lugar donde fue atacado el guarda había un espacio seco en medio
de la tierra encharcada que estuvo cercada por los militares, que no
permitieron el acercamiento de los civiles. Allí estuvo un general-aviador, del
comando del Segundo Ejército del Aire, con sede en la ciudad de São Paulo.
El alcalde de Resende —municipio al que pertenece Itatiaia— también
llevó a los militares un memorial sobre «extraños fenómenos detectados en
las inmediaciones de la presa», cuyo contenido no se especificó. El jefe de
vigilancia del complejo de Itatiaia, Odair da Silveira, también presentó un
memorial a la aeronáutica. Rezaba lo siguiente:
Página 225
quemaduras en el cuerpo, parálisis momentánea y parcial y perturbaciones en
la vista.
La mujer caminaba sola, bajo la lluvia por una carretera, cuando sintió un
fuerte calor en la espalda. Se volvió y vio cómo un foco de intensa luz
dirigido hacia ella, desde unos 50 metros de distancia. Además, percibió que
por detrás del foco había «algo» que no supo precisar pero que estaba en el
aire y se movía. Cuando la mujer huyó despavorida, la «cosa» cambió la luz
blanquiazulada, volviéndose anaranjada, y se remontó en el espacio.
Página 226
objeto empezó a girar alrededor del enmudecido testigo. Tenía la forma de un
sombrero boca abajo con algunas ventanillas.
Durante uno de los giros del objeto, Emiliano percibió «una luz o
fogonazo muy claro» despedido por el ovni que prácticamente lo cegó. Acto
seguido se escuchó un impacto de algo que chocaba contra un cristal del
tractor. El espejo retrovisor izquierdo había sido perforado por algo parecido
a un proyectil.
Ante aquella situación, Emiliano puso en marcha el tractor y no miró
hacia atrás hasta llegar a la sede de la finca. Tembloroso, denunció los hechos
ante la Guardia Civil. Al día siguiente los agentes encontraron un círculo
perfecto en el retrovisor en tomo al cual no se podía observar ningún tipo de
grieta o fisura radial. El padre Antonio Felices hizo un estudio del orificio y
se sorprendió por la perfección con que había sido hecho. J. J. Benítez fue el
primer reportero a divulgar el caso.
Velasco no quiso volver al lugar del encuentro y comenzó a perder visión
y oído. Con el tiempo tuvo que dejar de trabajar a causa del deterioro físico
acompañado de una progresiva hemiplejía izquierda. Falleció el 8 de junio de
1978 como consecuencia de una «artrosis cervical complicada por un tumor
cerebral progresivo». ¿Tuvo algo que ver su repentino decline físico con el
encuentro con el ovni?
Página 227
paralizadas, a excepción la extraña levitación. Al final el objeto se alejó hacia
el río Paraiba. Llegaron a sus casas caminando con dificultad. Noemia tuvo
mucha sed tras el suceso. Algunos días después sufrió una caída y se rompió
la rodilla. La operaron y, al quitarle la escayola, exactamente siete meses
después de la aparición, murió. Causa de la muerte: un paro cardiaco.
Página 228
Algunos testigos aseguraron haber visto un ovni caer en un bosque a 96 kms
al sur de Sidney y provocar un importante incendio a finales de mayo de
1976. Dos helicópteros de la Marina sobrevolaron la zona incendiada, cerca
de la localidad de Robertson, pero los observadores no advirtieron nada
anormal.
Un habitante de Robertson, Cliff Brien, dijo a los periodistas que el objeto
observado volaba a muy poca velocidad, mucho más lento que un meteorito o
una estrella fugaz. «Tenía una larga cola como la de un meteoro, pero cuando
se estrelló, a unas millas de distancia, el sonido que se oyó era como
metálico», dijo Brien.
Página 229
Santiago Laco Ozano: ropas y
cabellos quemados por un ovni en
Uruguay, en 1977
Un ovni esférico de aspecto metálico que emitía una luz intensa roja
sobrevoló, a tan solo tres metros del suelo, un barrio periférico de la ciudad.
Arrasó todo lo que encontró a su paso. Mató a 28 personas y dejó malheridas
a otras cien. Durante los días siguientes se detectó en la zona el doble de
radiactividad de lo que debería ser normal. Intenté verificar esta información
Página 230
junto al profesor Peregrino da Costa, de Goa (India), pero la respuesta fue
negativa: «En India no se suele hablar sobre ufología o se ridiculizan tales
informaciones en la prensa», me contestó.
Página 231
provocando la caída de los dos hermanos al mar. El cable de acero se rompió,
ocasionando el hundimiento. En aquella madrugada no había ningún gran
pesquero en la región. La barca, examinada por expertos, no mostraba
ninguna señal de colisión, tan solo la rotura del guardin del timón y algunas
abolladuras debidos a los cabos de recuperación. Toda aquella región del
Adriático ya era famosa por los frecuentes avistamientos de ovnis.
Este pequeño Estado brasileño vivió una verdadera oleada ufológica durante
ese año. Situado en la «punta» nordeste de Brasil, este territorio semiárido
recibió la visita de numerosos objetos luminosos —raramente con forma
definida— que solían iluminar la víctima humana.
El periodista y ufólogo estadounidense Bob Pratt entre testigos ovnis de Brasil: ataques a seres humanos
en Río Grande do Norte.
Página 232
1980, septiembre: Norte de Senegal
Página 233
1980, 29 de diciembre: Casi abrasados por un ovni en Texas (Estados
Unidos)
Betty e Vichkie Landrum, junto con su hijo Colby, afirmaron que estuvieron
expuestos al calor, llamas y humo de un ovni. El objeto —según los testigos
— era más grande que el vehículo donde viajaban y tenía forma de
«diamante». Apareció sobre una carretera desierta cerca de Huffman, al
nordeste de Houston, en Texas (Estados Unidos).
Después del avistamiento, dijeron haber sufrido problemas de salud,
según publicó el Miami Herald de 4 de septiembre de 1985.
Página 234
«como un ciprés grande», de más de treinta metros, cuyo diámetro era mayor
que el de «una ceiba», es decir, unos dos metros. En la punta de la nave había
una especie de foco rojizo muy intenso (esta observación recuerda algunos
avistamientos de ovnis en el Estado amazónico brasileño de Pará durante la
oleada de los chupa-chupa entre 1977 y 1978).
El objeto se iluminó y también todo a su alrededor: era una «luz diáfana,
transparente» y Agapito cerró los ojos por el dolor causado, y vio «todo
morado». Al abrir los ojos percibió que no podía ver nada. El autobús lo
recogió en la carretera y luego se lo llevaron al hospital de Cuilapa, donde le
comunicaron al campesino que tenía quemaduras de segundo grado en las
córneas. Pero lo que más impresionó al galeno fue observar que la víctima no
tenía ninguna irritación en la piel ni en los párpados.
Posteriormente los ojos se fueron curando, pero, desde aquella fatídica
madrugada, Agapito siempre siente molestias en sus ojos.
Los miembros del Grupo Ufológico del Guarujá (GUG) Edson Boaventura y
Jamil Vilanova investigaron un caso espectacular de descenso de un objeto no
identificado. Los pescadores Fernando Bezerra y Wilson da Silva Oliveira
Página 235
vieron, asustados, cómo descendía una luz amarilla muy intensa en la isla Do
Major, situada en el río Piaçabuçu, entre los municipios de Praia Grande y
São Vicente.
«Cuando la luz estaba sobre nuestras cabezas, cambió de dirección y se
fue a la isla, donde bajó. Casi morimos de miedo. Intentamos huir, pero el
motor del barco no arrancaba. Nos escondimos en el sótano del barco»,
contaba Wilson, el pescador.
Dibujo realizado por un testigo del ovni visto a orillas del río Piaçabuçu, en Brasil.
Página 236
Fernando Becerra sobre la huella dejada por un ovni cerca del río Piaçabuçu, en Brasil.
Página 237
En el centro, Claudeir Covo sujeta un molde de la huella del ovni de Piaçabuçu, rodeado por Jamil
Vilanova (izquierda) y Edson Boaventura (derecha), principales investigadores del caso.
Página 238
Vilanova, desde hacía varios meses se observaron luces de origen
desconocido en la población de la costa del estado de São Paulo.
Según nota divulgada por la Associated Press (AP) y por la Press Trust of
India, en la noche del 10 de agosto varias personas que dormían al aire libre
en Allahabad, India, afirmaron haber sido quemdas poor una misteriosa esfera
voladora. El mismo ovni, que emitía luces rojas y azules, habría causado la
muerte de por lo menos siete personas en el Estado de Uttar Pradesh. En
Shawna, el joven Ramji Pal murió dos días después de haber sido atacado por
el objeto que parecía un «balón grande de fútbol», y muchos sufrieron
quemaduras.
El doctor Narrotam Lal, de la Escuela de Medicina Rey George, en
Lucknow, dijo que todo era resultado de la histeria en masa. Cree que
«muchas personas crean los síntomas de forma inconsciente». La policía
buscó otra explicación: todo era a causa de unos extraños insectos alados, con
casi 10 centímetros de largo, que producía heridas superficiales. Pero no
supieron explicar la causa de las muertes. Amrit Abhijat, magistrado del
distrito de Mirzapur, dijo que logró filmar el paso de un ovni en el cielo.
Página 239
hacia las 17.30 horas del 2 de agosto de 2002, en el Condado de
Northumberland, próximo a Northumberland, Pennsylvania (Estados Unidos).
La víctima, Todd Sees, de 39 años, sufrió la abducción seguida de muerte
en Montour Ridge. Durante dos días los policías, médicos, buceadores y 200
voluntarios ayudaron a buscar el hombre que había desaparecido en la
montaña. Su coche estaba en la cima, cerca del tendido eléctrico. Se
emplearon perros adiestrados, pero sin resultados.
Al segundo día de búsquedas, el cuerpo fue encontrado entre arbustos en
las inmediaciones de un lago que había sido explorado por el equipo de
rescate. Todo estaba semidesnudo y presentaba un rictus de miedo. Treinta
minutos después del hallazgo, el FBI asumió las investigaciones y no permitió
que la esposa del fallecido viera el cadáver. Tres hacendados afirmaron que
vieron un objeto silencioso volador, grande y luminoso, parado sobre los
cables eléctricos en el día de la desaparición de Todd. Dijeron que algo había
sido absorbido por el objeto por medio de un rayo de luz vertical.
Dos autopsias y exámenes toxicológicos se realizaron, pero no se encontró
nada de anormal. Aun así, la viuda fue avisada que solo dispondría del cuerpo
para proceder a su entierro al cabo de ocho semanas.
Contactos
e-mail: pvilmau@teleline.es
Página 240
PABLO VILLARRUBIA MAUSO es periodista —actualmente prepara su
tesis doctoral sobre periodismo arqueológico—, fotógrafo e investigador de
campo. Desde hace dieciséis años viaja por América Latina, África y Europa
en busca de lo insólito y misterioso. Su curiosidad lo llevó a seguir la pista de
misteriosas muertes y agresiones ocurridas en América del Sur y atribuidas a
extrañas luces y objetos voladores. Para realizar este libro, ha recorrido miles
de kilómetros por selvas, desiertos y montañas en busca de datos y testigos in
situ. Es autor de los libros Un viaje mágico por los misterios de América
[EDAF] y Brasil insólito. Además, publica periódicamente sus reportajes en
revistas como Más Allá, Año Cero o Enigmas.
Página 241
IKER JIMÉNEZ (Vitoria, España, 1973) es el director de esta colección.
Periodista, licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad
Complutense de Madrid y la Universidad Europea. Es autor de los libros
Enigmas sin resolver I y II, Fronteras de lo imposible, El Paraíso maldito y
Encuentros, todos ellos con enorme éxito de crítica y ventas.
Se inició en la radio con 17 años y desde entonces compagina su labor de
«reportero a la vieja usanza» con su trabajo en prensa escrita, radio, televisión
e Internet, medio en el que es webmaster del portal www.ikerjimenez.com,
visitado cada día por personas de setenta países distintos.
En la última década ha investigado en el lugar de la noticia cientos de casos,
además de trabajar en todos los grandes medios de comunicación españoles,
entre los que se cuentan Antena 3 Televisión, Cadena SER, Localia TV —
cadena en la que lleva el programa Enigmas sin resolver— o Tele 5.
Actualmente presenta y dirige cada domingo MILENIO 3 para todas las
emisoras de la Cadena SER, programa líder de audiencia a nivel nacional. EL
ARCHIVO DEL MISTERIO es su último gran reto.
Página 242
Notas
Página 243
[1]Coleçao Biblioteca UFO, una publicación de la revista UFO del Centro
Brasilero de Pesquisas de Discos Voadores, Campo Grande, 1998. <<
Página 244
[2]Este congreso fue el más importante que se realizó desde 1977 en
Acapulco. Su organizador, el ufólogo Gilberto Rivera, logró convocar a
nombres tan sonados como el mismo Zerpa. Virgilio Sánchez Ocejo, Luis
Ramírez Reyes, Mel Podeíl, Stanton Friedman. Rubén Orí arte. Femando
Téllez, Carlos Guzmán, Dino de Labra, Jerónimo Flores. Josep Guijarro y
Pablo Villarrubia, amén de los contactados Dante Franch, Sixto Paz y Martha
Rosenthal. <<
Página 245
[3]
El CIPEX está formado por excelentes ufólogos, entre ellos Carlos Alberto
Machado y Julio César Godar. <<
Página 246
[4] «¿Existió una implicación del Gobierno de Estados Unidos? Antonio
Villas-Boas, la historia oculta de una abducción», en Año Cero. Madrid
(España), número 153, marzo de 2003, y «Nuevos y sorprendentes datos:
historia de una abducción», en Enigmas del Hombre y del Universo. Madrid
(España), núm. 91. 2003. ambos de Pablo Villarrubia Mauso. <<
Página 247
[5]En 1952 se creó este comité que reunió 1593 informes de avistamientos,
429 de los cuales sin explicación científica. El capitán Edward Ruppelt era el
director del comité. <<
Página 248
[6]En los años sesenta surgieron varias cartas y receptores de las mismas
cuyos autores eran presuntos «ummitas», seres de otro planeta que enviaban
informaciones a los humanos. Cientos de estas cartas circularon por todo el
mundo —y aún siguen apareciendo en algún que otro país— con el objeto de
informar a la humanidad los cambios del porvenir. Las primeras aparecieron
en España. Uno de sus receptores era Fernando Sesma, el primer
«contactado» español. Este, con un grupo de amigos y conocidos, se reunía
para leer tales cartas en la calle Alcalá, en Madrid, en una conocida cafetería,
en la sala «Ballena Alegre». <<
Página 249
[7] Testimonios ovnis, Ed. Plaza y Valdés, México D.F., 1996. <<
Página 250