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DEL FIN DEL PORFIRIATO A LA

REVOLUCION EN EL SUR-SURESTE
DE MEXICO

Carlos MARTÍNEZ ASSAD


Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales

L A TRANSICIÓN

LoS AVANCES HISTORIOGRÁFICOS RECIENTES TIENEN dos ventajas:


se ha reconocido la pluralidad del país y se ha profundizado
en su conocimiento. Pero, en contraparte, existen dos pro-
blemas: no se sabe cuando e m p e z ó todo lo que permite i n -
terpretar el actual sistema político mexicano y cómo darle
coherencia a u n discurso que, por su diversidad, apenas nos
deja encontrar el hilo de una madeja a ú n sin deshilar com-
pletamente.
L a revolución mexicana puede tomarse como el inicio, el
parteaguas entre el M é x i c o decimonónico y el M é x i c o mo-
derno, el país de las tradiciones arraigadas y de los procesos
modernizadores. El paso de la sociedad de antiguos agrupa-
mientos a la sociedad en la que el individuo, el ciudadano,
1
p a s ó a convertirse en el actor central de los procesos. Sin
embargo, se puede volver la vista atrás y, para no remontar-
nos al M^éxico antiguo, asumir y entender el convulsionado
mundo político que porta el signo del liberalismo, en su pug-
na con el conservadurismo.
L a región del sureste e n c o n t r ó en esos dos momentos la
clave de su llegada al siglo X X , diferente a la de otras regio-

1
GUERRA, 1988.

HAtex, XLIII: 3, 1994


488 CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

nes tan distantes como los tiempos históricos que represen-


tan. R e g i ó n amplia compuesta por espacios menos diferen-
ciados entre Y u c a t á n , Campeche, Xabasco y Veracruz, a lo
largo de los siglos X I X y X X . Es cierto, sin embargo, que
mientras la colonia arraigaba en Veracruz, aun durante el
siglo X V I I , el resto de la región era asolada por la piratería.
Campeche y la isla del Carmen fueron escenarios de perma-
nentes saqueos, creándose fuertes tensiones en Veracruz,
Tabasco y Y u c a t á n , los cuales, pese a la presencia de las m i -
licias virreinales, t a m b i é n resultaron lugares atractivos para
la actividad ilegal. Las invasiones de la villa de Santa M a r í a
de la Victoria propiciaron el peregrinaje de la capital de la
provincia t a b a s q u e ñ a hacia otras localidades.
N o eran esos, sin embargo, los únicos contactos de la re-
gión; intensa actividad comercial u n í a a las provincias arti-
culadas en el golfo de M é x i c o . Numerosos barcos iban y ve-
n í a n transportando productos diversos, y ya en el siglo
X V I I I , Campeche y Xabasco utilizaron a Veracruz para re-
m i t i r productos que seguramente encontraban sus mercados
m á s allá de las fronteras de la Nueva E s p a ñ a .
El caso m á s conocido es el del comercio del palo de tinte
o árbol de Campeche, cuyo destino eran remotos países eu-
ropeos como Inglaterra, Francia, Alemania y Holanda y
que alcanzó incluso la región báltica para teñir sus m u y
apreciadas telas, por proceder de las fábricas de Lancashire,
de Alsacia y de Liverpool. A cambio de los quintales de palo
de tinte exportados llegaba el trigo necesario para el consu-
mo. De Xabasco, a d e m á s de ese producto obtenido incluso
por medio de la piratería interna —que se llevó t a m b i é n las
maderas preciosas de las selvas chiapanecas a Europa—, sa-
lía el cacao, el p l á t a n o y desde las postrimerías del siglo X I X
el h e n e q u é n de Y u c a t á n , que se impuso como el eje del desa-
rrollo agroexportador cuando la hacienda henequenera se
contaba entre las unidades m á s productivas. Con Xabasco
y Campeche, m a n t e n í a los índices m á s altos de p r o d u c c i ó n
2
agrícola per cápita en el p a í s .
Esos fueron los anos en que Y u c a t á n definió su carácter

2
V é a s e Yucatán, 1 9 8 1 .
DEL FIN DEL PORFIRIATO A LA REVOLUCIÓN 489

como entidad federativa, luego de vencer la inestabilidad


mareada por la guerra de castas, cuando se separo de Cam-
peche y reorganizo la actividad productiva con la disponibi-
3
lidad masiva de mano de obra i n d í g e n a , gracias al acuer-
do de los poderes civil y militar decididos a salvaguardar la
4
estabilidad. '
El comercio de la región permitió el contacto con embar-
caciones procedentes de todas partes del orbe, de Nueva
O r l e á n s , de Galveston, de Nueva Y o r k , de L a Habana, de
E s p a ñ a , de Inglaterra, etcétera, lo cual significaba la pre-
sencia de extranjeros de m u y diferente procedencia, hom-
bres que v e n í a n tras las riquezas del Nuevo M u n d o , algunos
con m á s suerte que otros. L o importante de estos vínculos
fue el aire cosmopolita que recorrió el Golfo durante tantos
a ñ o s y que le dio a sus habitantes la posibilidad de encuentro
con otras formas de pensamiento, de apertura a nuevas
ideologías en lo pedagógico, en lo religioso y, desde luego,
en lo político.
A la muerte del presidente Benito J u á r e z , apenas se i n -
tento definir la tendencia que prevalecería al final del siglo.
C o n el Plan de Xuxtepec, la estrella del general Porfirio
D í a z , uno de los m á s fuertes defensores del país frente a las
agresiones externas, como la del efímero imperio de M a x i -
miliano, c o m e n z ó a brillar por sí misma. Pero a ú n debía ha-
cer frente a los partidarios de Sebastián Lerdo de Tejada,
quienes m a n t e n í a n algún arraigo en esta región.
El movimiento tuxtepecano, sin embargo, avanzo pese a
las manifiestas contradicciones de sus seguidores, las cuales
se resolvieron al haber elecciones en casi todos los estados;
cuando la época que Daniel Cosío Villegas llamó tuxtepeca-
dora llegó a su f i n , al comienzo del periodo del general M a -
nuel G o n z á l e z en la presidencia de la R e p ú b l i c a (1880¬
1884). D í a z h a b í a nombrado al general Juan de la Luz
E n r í q u e z jefe de la línea militar de Xabasco, Campeche y
Y u c a t á n . Pero al llamar a elecciones el candidato oficial re-
sultó J o a q u í n Baranda, nada menos que el secretario de Jus-

^ RODRÍGUEZ nÑA, i9y0.


4
SIERRA, 1981, pp. 24-25.
GARLOS MARTINEZ ASSAD

ticia e Instrucción Publica del gobierno del general G o n z á -


lez. Por lo tanto,

No es de sorprender que la prensa local oficiosa acogiera su


candidatura como el único remedio para curar las divisiones
hasta entonces irreconciliables de los liberales del Estado. Es
más, se usa como el argumento más contundente para apoyar
su candidatura el que Baranda fuera ministro; si daba la me-
dida en una Secretaría de Estado, lógicamente le sobraba ca-
pacidad para gobernador ínsula tan modesta. Así consiguió
Baranda un sufragio " u n á n i m e " ; tomó posesión el 1 6 de sep-
tiembre de 1883, y al poquísimo tiempo pidió licencia para re-
5
cuperar su cartera de Justicia".

Baranda se q u e d ó dos años en la cartera de Justicia e iba


y venía del ministerio a su gubernatura. Descendiente de
una familia arraigada y poderosa, su padre h a b í a sido go-
bernador de Y u c a t á n y de Campeche de 1871 a 1877, y u n í a
a su personalidad

. . . una experiencia política personal muy completa en diversos


puestos, una red de conocimientos y de parentela muy amplia,
y una habilidad política consumada que hace de él un personaje
clave en los nombramientos de los puestos públicos y más parti-
cularmente de los concernientes a Campeche y Yucatán. Por
ejemplo, logra allí hacer nombrar gobernador, en 1898, a su
cuñado Francisco Cantón, cuando éste había sido uno de los
principales caudillos conservadores e imperialistas de la penín-
sula [cargo al cual dimitió por su oposición a la candidatura
6
presidencial de Limantour].

Por cierto, Baranda, en su papel de ministro, envió la re-


c o m e n d a c i ó n de una reforma educativa en 1891 a varios es-
tados, algo que resultaba puntual en la p r o b l e m á t i c a de ese
momento, por ser u n canal indispensable en el reforzamien-
to de una ideología nacional. L a misiva, enviada al gobierno
provisional de Campeche, decía:

5
C o s í o V I L L E G A S , 1 9 7 0 , p. 5 9 3 .
GUERRA, 1 9 8 8 , p. 86.
DEL FIN DEL PORFIRIATO A LA REVOLUCIÓN

Me alienta la esperanza que quizá encuentre usted entre los


preceptos, algunos que pudieran ser aplicables a ese Estado a
su digno cargo, y si fuera así, se conseguiría uniformizar en
toda la República la enseñanza primaria, caracterizándola
7
como un elemento nacional de fuerza de paz y de progreso.

Las ideas de Justo Sierra y de Gabino Barreda, en sus dos


acepciones del positivismo, h a b í a n impregnado el ambiente
de la necesidad de u n cambio para alcanzar una educación
moderna. Por eso, otros teóricos de la pedagogía encontra-
r o n tanto arraigo en M é x i c o . Las ideas de R é b s a m e n y su
educación liberal se identificaron con la e n s e ñ a n z a moder-
na, iniciándose en el sureste u n proceso de adopción de pe-
8
dagogías novedosas, vigentes todavía muchos años d e s p u é s .
Por otra parte, la situación en Y u c a t á n parecía de m á s d i -
fícil solución porque cuando a principios de 1877 Díaz nom-
b r ó gobernador a A g u s t í n del R í o , éste declaró que por p r i -
mera vez en su vida pisaba suelo yucateco. N o obstante,
otros gobernadores fueron elegidos antes de terminar el si-
glo. D e l R í o fue ante todo u n buen agente electoral, tal se
desprende de la misiva enviada a D í a z en la que le informa-
ba sobre sus procedimientos, los cuales coincidían desde lue-
go con los del r é g i m e n :

Fueron llamados los jefes políticos. A cada uno se le dio un plie-


go cerrado con la lista respectiva. Ese pliego debía ser abierto
en las respectivas cabeceras de sus partidos. Aquí —en Méri-
da— se guardó absoluta reserva respecto de las listas. Todos los

Cosío VILLEGAS, 1970, p. 309.


8
Es interesante la p r e o c u p a c i ó n de D í a z p o r l a e d u c a c i ó n , concebida
c o m o parte e s t r a t é g i c a del desarrollo del p a í s . E n su mensaje al Congreso
del 30 de n o v i e m b r e de 1896, a n u n c i ó u n a reforma: " E l p r o b l e m a de la
e d u c a c i ó n p u b l i c a presentaba, entre nosotros, u n a dificultad doble y exi-
g í a u n a doble s o l u c i ó n . P o r u n a parte, u r g í a d i f u n d i r l a para hacerla llegar
al m a y o r n u m e r o de ciudadanos y m u l t i p l i c a r las escuelas para d a r en
ellas h o s p i t a l i d a d a los i n n u m e r a b l e s desheredados del saber; por l a o t r a ,
era indispensable m e j o r a r l a en calidad, desterrar los procedimientos r u t i -
narios, rehacer los programas y los m é t o d o s , acabar con la a n a r q u í a do-
cente u n i f i c a n d o a l a vez l a m a t e r i a y la f o r m a de l a e n s e ñ a n z a . " C o s í o
VILLEGAS, 1970, p. 406.
CARLOS MARTINEZ ASSAD

circuios estaban desorientados, preguntando que n a n a el go-


b i e r n o . N a d a c o n t e s t á b a m o s a eso, y e l r e s u l t a d o fue q u e c u a n -
d o c o n o c i e r o n las c a n d i d a t u r a s n u e s t r a s , e r a t a r d e p a r a q u e n a -
d i e h i c i e r a n a d a e n c o n t r a . Se v e r i f i c a r o n a y e r las elecciones e n
9
u n a p a z o c t a v i a n a y les d i m o s c a p o t e a t o d o s .

Poco importa que el elegido fuese J o s é M a n a Iturralde;


lo significativo eran los m é t o d o s que los tuxtepecanos utili-
zaban para asumir el control político del país y la profigura-
ción, hasta cierto punto, del sistema político mexicano como
se caracterizaría muchos años después, incluso luego de ha-
ber pasado por una revolución. Y comienza ese juego entre
el poder central y las regiones cuando el gobernador Rome-
ro Ancona declaró estar dispuesto a hacer su lista de dipu-
tados " s i n intervención alguna"; lo que quizás de manera
intuitiva q u e r í a decir respeto a la soberanía estatal.
Mientras tanto, en Tabasco, S i m ó n Sarlat no veía con
s i m p a t í a la candidatura de G o n zález para la presidencia,
antes de que J o s é Francisco Lantz se considerara el primer
gobernante constitucional electo y cuando estaba por ini-
ciarse la larga época en que A b r a h a m Bandala dirigió los
destinos de ese estado.
Las formas que revistió el porfiriato en toda la región no
parecen tan diferentes. L a situación política cambio en u n
decenio, lapso en el cual se paso de u n gobierno disputado
por los intereses locales a u n gobierno centralizado que,
cuando convenía a sus intereses, respetaba a las partes.
Durante el gobierno de Juan de la L u z Enriquez en Vera-
cruz, hubo varios conflictos debido a la peculiar manera de
entender la relación con el centro. Surgieron numerosas
quejas de los veracruzanos por las cargas impositivas de su
10
gobierno. Sin embargo, las que m á s preocuparon a D í a z
fueron las de los señores de la tierra, porque una ley de H a -
cienda del estado g r a b ó cada hectárea de terreno, según su

9
C o s í o V I L L E G A S , 1 9 7 0 , p. 462.
l u
C o l e c c i ó n U-enerai P o r f i r i o D í a z , leg. 1 2 , caja 3. Por ejemplo, i a
del 1 6 de febrero de 1 8 8 7 , cuando los empleados del Banco N a c i o n a l se
quejaban de contribuciones que n o p o d í a n soportar.
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11
calidad. Los problemas de la relación de Veracruz con el
centro fueron tan serios que Díaz escribió al gobernador:
" . . . los estados son tanto m á s fuertes cuando m á s cuentan
con la F e d e r a c i ó n , y se ha visto m u y claro, sobre todo en los
ú l t i m o s días el firme apoyo y hasta la solicitud con que el
Gobierno General ha procedido en auxilio, innecesario, de
12
ese Estado".
En cambio, la situación en la subregión tierradentro,
como Ghiapas, era otra, en parte porque el gobierno de
Emilio Rabasa h a b í a sabido interpretar los designios del
presidente. E n una carta que le dirigió al comienzo de 1894,
le informaba: " n o hay necesidad de que se prolongue m i
destierro". Aunque tenía razones personales para separarse
del gobierno chiapaneco, Rabasa informaba haber arregla-
do los asuntos de la tesorería y que el estado había elevado
su presupuesto de 180 000 pesos en 1891, cuando a s u m i ó la
gubernatura, a 359 000 pesos en 1894.
El estado p o d í a poner a disposición de la federación a m á s
de 1 000 hombres. L a instrucción pública mejoró notable-
mente. Cuando Rabasa llegó a Ghiapas, la federación soste-
n í a una sola escuela en el pueblo de H u i s t á n , y en tres años
paso a sostener m á s de 100 de segunda y tercera clases
(anunciaba que podían aumentar a 174), dos escuelas pre-
paratorianas, u n colegio de e n s e ñ a n z a superior para ninas
y la escuela industrial militar.
Las comunicaciones mejoraron con la canalización del rio
Mczcalapa. para facilitar la relación con la población de Co-
mitan, con el estado de Tabasco y con el Golfo. Aunque el
mismo gobernante confesaba, planeando su regreso a la ciu-
dad de M é x i c o , que sólo se atrevería a transitar por Tabasco
a c o m p a ñ a d o por señoras en los meses de marzo y abril. N o
obstante, aceptaba su responsabilidad y estar disponible en

1 1
A s í lo demuestra la carta del presidente al gobernador J u a n E n r í -
quez del 19 de febrero de 1887, p i d i é n d o l e derogar esa ley y atender las
protestas. C o l e c c i ó n General Porfirio D í a z , leg. 12, caja 3.
1 2
Las m a y ú s c u l a s son del texto. C a r t a del general P o r i i r i o D í a z al
general J u a n de l a L u z E n r í q u e z del 6 de agosto de 1895. C o l e c c i ó n Gene-
ral P o r f i r i o D í a z , leg. 12, caja 3.
CARLOS MARTINEZ ASSAD

cualquier momento para regresar a Chiapas, si su presencia


13
fuese indispensable en ese alejado estado.
El rejuego del poder que tantos elementos tuvo durante
la era tuxtepecana pareció decrecer al finalizar el siglo X I X ,
y ya a comienzos del X X la política tenia embragues que
anunciaban descomposturas y el cansancio de u n modelo
que por reiterado se agotaba y permitía rupturas por las cua-
les se empezaron a colar las críticas al r é g i m e n . Los espacios
no cubiertos por la dictadura fueron aprovechados por mo-
vimientos reivindicadores de clase o por simples manifesta-
ciones y denuncias de la miseria y la explotación. A h í esta-
ban para muestra los peones acasillados que crearon la
riqueza de los señores del h e n e q u é n , los trabajadores de las
m o n t e r í a s en Xabasco, los peones acasillados de Chiapas,
los numerosos indígenas desposeídos de sus tierras en Oaxa-
ca, los estibadores de Veracruz y de Campeche.
Incluso la clase política se preguntaba, como en el caso de
los t a b a s q u e ñ o s : " ¿ E l gobierno central ya ha decretado fría-
mente nuestra ruina?" Y con mayor angustia, se dirigían al
general D í a z :

No simpatizamos con el sistema de gobierno que habéis im-


plantado en el país, pero tenemos suficiente buen juicio y recto
criterio para no pensar en revueltas ni en postulaciones
ridiculas, dado que no es el pueblo quien ha de resolver sobre
14
el candidato que rija sus destinos.

1 3
C o l e c c i ó n General P o r f i r i o D í a z , carta de E m i l i o Rabasa al presi-
dente, 1 2 de enero de 1 8 9 4 , leg. 1 2 , caja 3. A n t o n i o G a r c í a de L e ó n pien-
sa que Rabasa fue u n " D í a z local [quel supo perfectamente u t i l i z a r los
deseos de a u t o n o m í a y s o b e r a n í a t a n caros a los finqueros [ - • • ] E l régi-
m e n que c o n t r i b u y ó a fortalecer fue u n a ' d i c t a d u r a d e m o c r á t i c a ' , necesa-
r i a para el posterior a d v e n i m i e n t o de la 'era i n s t i t u c i o n a l ' que a l g ú n d í a
sustituirla al viejo d i c t a d o r . . . ' G A R C Í A DE L E Ó N , 1 9 8 5 , v o l . 2 , p . 1 6 .
T h o m a s L o u i s B e n j a m í n coincide: " E l p r o g r a m a i n i c i a d o por Rabasa en
1 8 9 1 s e n t ó las bases para l a posterior e x p a n s i ó n e c o n ó m i c a , si b i e n des-
p u é s de 1 9 0 0 d i s m i n u y ó la p r e s i ó n en favor de u n gobierno a c t i v o " ,
BENJAMÍN, 1990.
1 4
TARACENA, 1974.
DEL FIN DEL PORFIRIATO A LA REVOLUCIÓN 495

Y apenas corría el a ñ o de 1905.


En Yucatán, la voluntad política de Olegario Molina, quien
llegó a ser secretario de Agricultura y Fomento de Díaz, i n -
fluía en las decisiones sobre los gobernadores de esa entidad.
Ebpaso vertiginoso de varios de ellos, al igual que en Tabasco,
ponen en evidencia la inestabilidad con la que el porfiriato
llegó a su fin.

L A REVOLUCIÓN

Frente a las intrincadas luchas de los principales grupos co-


bijados por el antiguo r é g i m e n , reunidos alrededor de figu-
ras p a r a d i g m á t i c a s como Bernardo Reyes, J o s é Ivés de L i -
mantour, R a m ó n Corral, el maderismo resultó una opción
inicial aglutinadora de las disidencias fuera del aparato esta-
tal, y en cada rincón del país fueron gestándose movimien-
tos que llegaron a la unificación en torno a las ideas expresa-
das en el libro de Francisco I . Madero, La sucesión presidencial
en 1910. Dos movimientos de esta amplia región del sureste
s e r á n considerados precursores: el del presbiteriano Ignacio
G u t i é r r e z , en L a Chontalpa t a b a s q u e ñ a y la rebelión de V a -
lladolid, en j u n i o de 1910," aunque queda mucho por acla-
rar sobre sus vínculos con el maderismo o con una propuesta
m á s estructurada, o si se trataba de conflictos que aparecie-
ron naturalmente al final de la dictadura, como lo ejempli-
fica el caso de Oaxaca. De ese estado eran originarios los
hermanos Flores M a g ó n y algún efecto tuvo que dejar su
p r é d i c a expandida en todo el país por medio de su diario de
circulación nacional Regeneración. L o que todavía no sabe-
mos de manera contundente es hasta q u é punto lograron i n -
fluir en el movimiento precursor.
El gobernador M i g u e l Bolaños Cacho fue considerado
opositor de los " c i e n t í f i c o s " y su disidencia puede tomarse
m á s como parte del juego político en los últimos tiempos del
porfiriato que como movimiento precursor, porque en Oa-
xaca el maderismo no tuvo tanto efecto. De hecho, Madero
realizó una breve visita, pero es posible que los o a x a q u e ñ o s

1 5
V é a n s e B A S T Í A N , Í 9 8 9 y A4ENÉNDEZ, 1919.
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no le perdonaran el sacrificio de su c o m p a ñ e r o inicial de


fórmula Francisco V á z q u e z G ó m e z , hermano de Emilio,
con fuerte presencia en la política del estado, de donde eran
16
originarios.
Esta primera etapa de la Revolución fue r á p i d a m e n t e
cancelada por el cuartelazo de Victoriano Huerta. Madero
no h a b í a podido desarticular el ejército de línea, n i hacer
una alianza decidida con los campesinos, y p a g ó m u y r á p i d o
las consecuencias. A b r i ó , no obstante, nuevos espacios
políticos; por ejemplo, de Y u c a t á n surgió el Club Antirree-
leccionista cuyo presidente, el licenciado J o s é M a r í a Pino
S u á r e z , se convertiría en su c o m p a ñ e r o de fórmula para la
vicepresidencia. El proceso yucateco generó nuevos actores
sociales y revueltas locales, sin embargo

. . . m i e n t r a s q u e e n b u e n a p a r t e d e l resto de r v í e x i c o estas c o n -
m o c i o n e s locales f u e r o n el p r e l u d i o i n e x o r a b l e d e l a g u e r r a c i v i l
y la d e s t r u c c i ó n del orden o l i g á r q u i c o tradicional, en Y u c a t á n
el a n t i g u o r é g i m e n s o b r e v i v i ó . E n consecuencia, l a R e v o l u c i ó n
17
m e x i c a n a t u v o q u e i m p o n e r s e desde a f u e r a .

El carrancismo fue la tendencia dominante en una segun-


da etapa, en la cual no se logro la unidad incipiente que al-
c a n z ó Madero, pero de su seno surgió el grupo que m á s tar-
de encabezó el general Alvaro O b r e g ó n . L a diaspora de
movimientos y de filiaciones políticas que surgieron enton-
ces fueron muy amplias. Carranza tuvo que enviar a sus co-
laboradores m á s p r ó x i m o s a poner orden en las diferentes

1 6
V é a s e M^ARTÍNEZ V Á Z Q U E Z , 1993.
1 7
JOSEPH, 1993, p . 7. Es ésta u n a de las h i p ó t e s i s m á s interesantes so-
b r e el proceso r e v o l u c i o n a r i o en el sureste y el m i s m o autor la maneja con
r i g o r en JOSEPH, 1992. N o deja de ser curiosa la coincidencia con los go-
biernos posrevolucionarios sobre el sentido de i m p o r t a r la R e v o l u c i ó n a
estados donde, desde l a perspectiva oficial, no la h u b o ; p o s i c i ó n ejemplifi-
cada cuando M o i s é s S á e n z visitó Q u i n t a n a R o o en 1929: " M e preocupo
por hacer que la R e v o l u c i ó n llegue al t e r r i t o r i o . A q u í se ha estado como
e s t á b a m o s en 1910. A q u í no ha h a b i d o a g i t a c i ó n . Es necesario r e p a r t i r
tierras. H a y que crear el ejido. Necesitamos p r o d u c i r m a í z . H a y que i r
c o n t r a los explotadores, contra los concesionarios. H a y que c o m b a t i r a los
reaccionarios y a los c u r a s " . SÁENZ, 1939, pp. 57-58.
DEL FIN DEL PORFIRIATO A LA REVOLUCION

regiones donde el poder se h a b í a desarticulado y las tensio-


nes entre los grupos locales h a b í a n aumentado; así llegó Sal-
vador Alvarado a Y u c a t á n en marzo de 1915, respaldado por
7 000 soldados constitucionalistas; Francisco J . M ú g i c a , a
Tabasco, y J o a q u í n M u c e l , a Campeche. En Veracruz, la
presencia de C á n d i d o Aguilar, yerno del primer jefe, le
18
garantizó su temprana inserción en ese estado. Claro que
para Veracruz la Revolución "desde afuera" no tenía senti-
19
do. Allí, el descontento rural tenía una larga historia.
Esos avances fueron significativos por dos razones: para
el carrancismo, porque en esos estados, atareados en resol-
ver sus propias diferencias internas, el poder del centro era
p r á c t i c a m e n t e ignorado, debido a su lejanía y a la dificultad
de las comunicaciones en el interior del país, así como por
la riqueza agrícola, necesaria en el proceso de reconstruc-
ción nacional. Tanto Alvarado como M ú g i c a t e n d r í a n u n
éxito relativo, que se manifestó en la mirada crítica con la
cual sus respectivos gobiernos enfrentaron los privilegios he-
redados del pasado, la explotación de los trabajadores, y de-
cidieron aplicar los postulados desprendidos de las leyes de
Reforma en lo relativo a la libertad de e n s e ñ a n z a , a la sepa-
ración de la Iglesia y del Estado, así como en la aplicación
de los reglamentos respecto a los bienes del clero y a la regu-
lación de su actividad civil. T a m b i é n propusieron ambos la
solución a los problemas de una organización e c o n ó m i c a en-
20
frentada a los avances del mundo moderno.
L a aplicación de los postulados de la Constitución de
1857, pese a las criticas internas, les valió dejar sus cargos
como gobernadores provisionales para asistir como delega-

1 8
A b u n d a en datos sobre la i m p l a n t a c i ó n del carrancismo en V e r a -
c r u z y en p a r t i c u l a r sobre l a figura del y e r n o de C a r r a n z a , el l i b r o de
C O R Z O , G O N Z Á L E Z SIERRA y S K E R R I T , 1986.
1 9
H e a t h e r F o w l e r Salamani caracteriza m u y b i e n las condiciones que
h i c i e r o n de V e r a c r u z u n t e r r i t o r i o p r o p i c i o para l a R e v o l u c i ó n . S e g ú n
ella, a m a n e r a de ejemplo, la s u b l e v a c i ó n de 1 9 0 6 " r e p r e s e n t ó la conti-
n u a c i ó n de formas de revuelta del siglo x i x en la cual las fuerzas de la
m o d e r n i z a c i ó n p o r f i r i a n a h a b í a n conducido a numerosas rebeliones i n d í -
genas de c o n s i d e r a c i ó n " , en S A L A M I N I , 1 9 9 3 .
^MARTÍNEZ ASSAD, 1979.
498 CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

dos al Congreso Constituyente convocado por Carranza a f i -


nales de 1916. L a actuación de Alvarado ya h a b í a dejado
huella en la p e n í n s u l a yucateca, alcanzando su influencia a
Campeche, donde a finales de 1915 Mucel pasó al estado el
control de la C o m i s i ó n Reguladora del Mercado del Hene-
q u é n , u n paso similar al dado en M é r i d a para desarticular
el poder de la oligarquía.
Así como la acción de M ú g i c a en Tabasco preparo el ca-
mino para la instauración del poder de Tomas Garrido Ca-
nabal, Alvarado diseñó el escenario para los espectaculares
tiempos de Felipe Carrillo Puerto, y J o a q u í n M u c e l Acera-
to, de alguna manera, sentó las bases para la futura acti-
vidad "socialista" de R a m ó n Félix Flores en Campeche.
M u c e l llegó a Campeche el 10 de septiembre de 1914, nom-
brado gobernador y comandante militar por Carranza,
1
preocupado por la ' alarmante concentración de la tierra y
la riqueza", y como otros enviados desde el centro, realizó
una serie de reformas para contribuir a la emergencia de los
21
sectores populares.
El sureste se inflamó con una corriente revolucionaria no
siempre incondicional del poder central, que se fortalecía.
Elementos históricos y culturales daban a esta región u n
contenido revolucionario diferente a la R e v o l u c i ó n que
venía del norte, asociada sobre todo con los proyectos agra-
nstas y obreristas, con referencia al zapatismo y al obreris-
mo veracruzano. D e l sureste, en cambio, surgieron las pro-
puestas m á s radicales de u n proyecto emergente en t é r m i n o s
burgueses, asociado a la aplicación del jacobinismo, no re-
ducido sólo al anticlericalismo sino en su m á s amplia acep-
ción. De a h í , la instauración de u n nuevo liderazgo político
con u n fuerte potencial ideológico en cuanto a la organiza-
ción social, la lucha por lo que debería ser la nueva sociedad
surgida del proceso revolucionario y su reclamación prag-
m á t i c a de mayor a u t o n o m í a respecto a las decisiones centra-
listas, amparados primero en la aplicación de los postulados
de la C o n s t i t u c i ó n de 1857 y luego en la de 1917.
Entre 1920 y 1924, el obregonismo dominante dio pauta

21 A . n n 1QQC1
DEL FIN DEL PORFIRIATO A LA REVOLUCIÓN

a la radicalizacion del proceso político para la conformación


del nuevo Estado. L a intención centrifuga con la cual se or-
g a n i z ó el Estado liberal se deterioró con la caída de Díaz y
r e p e r c u t i ó en las regiones, abriendo posibilidades de alcan-
zar cierta a u t o n o m í a . El caso extremo fue el del movimiento
de la S o b e r a n í a en Oaxaca, para demostrar la incapacidad
del movimiento encabezado por Carranza de lograr u n pro-
ceso h e g e m ó n i c o que le permitiera legitimar su dirección po-
lítica. Los soberamstas ocuparon diez meses la capital de
Oaxaca en 1915 y su p e q u e ñ a guerra civil sólo t e r m i n ó con
22
las negociaciones realizadas por el general O b r e g ó n . Des-
p u é s vino la institucionalización o, en todo caso, la imposi-
ción de una lógica nacional que predominara sobre los inte-
reses y motivaciones locales. E n el r é g i m e n de M a n u e l
G a r c í a V i g i l se llevó a cabo una nueva negociación política
que buscó oficializar la R e v o l u c i ó n consolidada; por ejem-
plo, realizó una reforma agraria que nunca p r e o c u p ó dema-
siado n i a los revolucionarios o a x a q u e ñ o s n i a sus vecinos
m á s próximos.
L a vida política en el sur-sureste t a m b i é n estuvo asociada
con la organización partidista regional. Los partidos regio-
nales s u r g í a n por todo el país; pero sus programas resul-
taban mas coherentes e impactantes para la sociedad allí
donde estuvieron vinculados tanto con la presencia de desta-
cados líderes —que c o n f o r m a r í a n lo que luego se conoció
como el caciquismo revolucionario—, como con la existen-
cia de movimientos sociales de cierto alcance, arrastrando
tras de sí a los campesinos, a los obreros, a los profesores,
a las mujeres, etcétera. El Partido Socialista Radical Xabas-
q u e ñ o se convirtió en el brazo articulador del garridismo; el
Partido Socialista de Y u c a t á n — y luego del Sureste—, en el
apoyo fundamental de Carrillo Puerto, así como la figura de
R a m ó n Félix Flores q u e d ó asociada al Partido Socialista
Agrario en Campeche; mientras, en Veracruz, Adalberto
Tejeda buscó poner en práctica u n modelo organizativo si-
milar, primero con u n partido agrarista y luego con otro de

2 2
R u i z CERVANTES, Í986.
500 CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

corte popular m á s ideologizado, como lo fue el Partido So-


cialista de las Izquierdas.
Son demasiadas coincidencias en torno al t é r m i n o de so-
cialismo como para pasarlo por alto, pero no se trata de u n
concepto claro y h o m o g é n e o , como m á s tarde se entendería;
n i siquiera hubo una definición teórica previa. El socialis-
mo, en u n sentido p r a g m á t i c o , designaba la preocupación
de los gobernantes por las clases trabajadoras y por la aplica-
ción de medidas para resolver sus problemas, usando con
demagogia la idea de una sociedad igualitaria y sin caren-
cias. Definiciones que no eran contrarias a los contenidos
populares en las regiones, pero que en el sureste fueron m á s
ideologizadas y, con la excepción de Veracruz, distrajeron
la aplicación real de esos proyectos. Desde luego, la revolu-
ción soviética, entonces en boga, auspició esos contenidos
políticos y, paradójicamente, la d e n o m i n a c i ó n peyorativa de
bolcheviques a quienes q u e r í a n llevarlos a la práctica.
A diferencia de la R e v o l u c i ó n en el centro y norte del
país, donde tuvo una importancia primordial la cuestión
agraria, que hizo de los campesinos y de los rancheros acto-
res centrales, en el sur y sureste los grupos sociales emergen-
tes dieron u n perfil distinto al cuadro de los revolucionarios.
En Tabasco se revelaron los exponentes de una clase social
que no h a b í a podido completar todas sus expectativas para
enfrentar nuevas formas de p r o d u c c i ó n y otros mercados.
E n Y u c a t á n , fue la lucha de intereses de grupos que no lo-
graron radicar en Campeche, mientras que Quintana Roo
b u s c ó lograr cierto reconocimiento como parte integrante de
23
la federación.
E n todo caso, se trató de expresiones sui generis sin carac-
terísticas que identificaran la situación social con la que
prevaleció en el centro y norte de M é x i c o . Con excepción de
Veracruz, donde los campesinos se convertieron en brazo
armado de la Revolución en ese estado, en Y u c a t á n , Tabas-
co y Campeche, lo social se expresó de otra manera. No
quiero decir que en el sureste no existieran los hombres del
campo, que vivían del trabajo agrario, sino que el campesi-

2 3
Véanse RAMAYO, 1992.y W E L L S , 1985.
DEL FIN DEL PORFIRIATO A LA REVOLUCIÓN 501

nado, en su forma de p e q u e ñ o propietario de una parcela de


tierra que le permitió su subsistencia, no existía, debido a las
24
condiciones de producción y los recursos existentes.
M á s familiarizados con el cultivo de la plantación y cono-
cedores de la necesidad de u n trabajo que r e u n i ó a multitud
de trabajadores, acostumbrados a lidiar con el h e n e q u é n en
Y u c a t á n y el p l á t a n o en Xabasco, la solicitud de tierras no
adquirió mucho sentido; independientemente que, de acuer-
do con las estadísticas, Y u c a t á n estaba entre los tres prime-
ros lugares de reparto agrario hasta el cardenismo, q u i z á
m á s por las grandes extensiones destinadas para los ejidos
colectivos que por sus propias condiciones ecológicas.
Esto puede contribuir a explicar por que, pese a proceder
de una posición de peones acasillados, de trabajadores cauti-
vos, siguieron la voz de líderes interesados en resolver no so-
lamente la situación social y económica sino la política para
que por medio de una revolución cultural, mantener movili-
zadas a sus huestes en una acción destinada a transformar
la vida cotidiana, las pautas de conducta y , sobre todo, la
mentalidad que les permitiera transitar del mundo del atra-
so y del oprobio al siglo X X , a la modernidad del individuo
capaz de defender sus m á s elementales derechos como ciu-
dadanos.
Este es el contexto en el cual la lucha anticlerical a d q u i r i ó
u n significado particular, para transformar los antiguos
vínculos sociales en relaciones en las que predominaron las
instituciones modernas. L a p r e o c u p a c i ó n por la introduc-
ción de nuevas pautas educativas, acordes con el cambio que
se estaba operando, llevaron a Y u c a t á n , Tabasco y Vera-
cruz a insistir en u n modelo pedagógico que reforzara la
concepción de crear u n "hombre nuevo", pero t a m b i é n a
manifestar una relación equilibrada con el centralismo polí-
tico que Porfirio D í a z h a b í a llevado a sus ú l t i m a s consecuen-
cias y que los gobiernos revolucionarios —en la misma con-

2 4
Se cuenta que c u a n d o Evaristo M a d e r o v i s i t ó el estado p r e g u n t ó
por los grandes ranchos, y no salía de su asombro cuando le explicaban
que no e x i s t í a n p o r q u e las condiciones del suelo y del c l i m a h a c í a n i m p o -
sible l a c r í a de ganado v a c u n o .
CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

cepcion liberal— vieron corno una necesidad para el reorde-


namiento que se impuso a la caída de la dictadura.
L a única alternativa de instrucción a la expuesta por el
centralismo hegemonico, representado por las figuras de
Carranza y O b r e g ó n , fue la surgida precisamente en Yuca-
tán. L a escuela racionalista cubrió en u n breve lapso toda la
franja del Golfo, de Y u c a t á n , pasando por Campeche, X a -
basco, Veracruz e incluso Xamaulipas, propuesta educativa
25
hipotéticamente vinculada a cierto impulso regionalizador.
Si los constituyentes de 1824 estuvieron influidos por dos
tendencias —la de una república federal que, paradójica-
mente, centralizaba, y aquella que otorgaba el mayor peso
a la soberanía de los estados para conformar la r e p ú b l i c a — ,
en el norte y centro del país prevaleció la primera y en el sur
tuvo m á s arraigo la segunda.
Desde luego, el factor geográfico fue determinante, pues
la lejanía del centro era amplia, tanto hacia el norte como
hacia el sur, pero el porfirismo dio m á s relevancia a las co-
municaciones que u n í a n a las entidades n o r t e ñ a s . E l sur
p e r m a n e c i ó con mayores dificultades para comunicarse con
el centro del país, salvo Veracruz por el puerto y Oaxaca por
ser el estado nativo de Porfirio D í a z . Xabasco, todavía en los
años cincuenta de este siglo, seguía siendo u n estado inco-
municado.
El centralismo se impuso finalmente y Quintana Roo
—en su paso de territorio a estado de la federación— es u n
ejemplo importante de las dificultades de ese proceso, que la
fuerza h e g e m ó n i c a de la revolución mexicana impuso a esa
vasta región.

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