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ASI HABLAN

EN MI TIERRA

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CONSEJO EDITORIAL DEL GOBIERNO


DEL ESTADO DE TABASCO
México, 1981
ASI HABLAN
EN MI TIERRA

CONSEJO EDITORIAL DEL GOBIERNO


DEL ESTADO DE TABASCO
México, 1981
Este*’' no sale
de la L^Iioteca
Fondo Tabaseo

PEPE B U L N E S

EL AUTOR

Muy poco tenemos a mano para hablar de Oscar G. Carrera,


además de esta huella de sus inquietudes lingüísticas. El nació en
San Juan Bautista de Tabaseo (Villahermosa actualmente),
donde estudió hasta la secundaria. Luego emigró a los Estados
Unidos de América; de allá volvió -al parecer médico cirujano-
en los treinta, pero no pudo, adaptarse de nuevo al medio tabas-
queño. Como que la diferencia entre Villahermosa y Chicago era
un poco notable.
Se ha dicho que “al parecer médico cirujano”, porque tai se
ostentaba, pero sin ejercer la profesión en su ciudad natal. Sí,
en cambio, pretendió practicar la llamada Simpáticoterapia, aque­
lla broma traída a México por un charlatán argentino apelli­
dado Gómez Llueca, a quien las autoridades federales expul­
saron.
La falta de clientela hizo a Carrera establecerse en el Distrito
Federal y dedicarse a traductor al servicio de una empresa editora
internacional importante.
Poco después volvió a los Estados Unidos de América, a donde
murió en uno de los años cincuenta.
Así Hablan en Mi Tierra es un trabajo modesto, al que asiste más
lo empírico que lo científico, puesto que esto último no auxilió a
Carrera en esta actividad. Su manejo de diccionarios, gramáticas
V

1 4 1 U G ;,
y derivados en su oficio de traductor le abrió el camino, por
donde él desahogó una inquietud contribuyente al conocimiento
del lenguaje vernáculo de San Juan Bautista en sus tiempos
mozos y algunos años después.

México, D. F., octubre de 1980


Consejo Editorial del Gobierno
del Estado de Tabasco
PR Ó LO G O

Por don Rafael D O M ÍN G U E Z

En manera alguna podía negarme a escribir este prólo­


go, en el que pondré, ya que no autoridad en la materia, por
no tener ninguna, sí — cuando menos— el elogio que merece
el autor de estas páginas tan llenas de estudio y sabiduría.
El nombre del autor de este libro interesante y útil me
transporta a aquellos días lejanos en que nos conocimos en
el aula de Lengua Nacional, allá por los años de 1911 a 1913,
más o menos, en el Instituto “ Juárez” de Tabasco. Casi cua­
renta años, como quien no dice nada. Cuatro décadas que han
dejado, para mí, huella profunda en el camino de la vida.
Por aquellos días conocí como alumno de mí cátedra de
Español a Oscar G. Carrera, el autor de esta obra. Le co­
nocí en unión de veinticinco o treinta muchachos más, com­
pañeros suyos, que, como él, concurrían a clase. El solo he­
cho de poder evocar tiempos remotos que se fueron para
siempre, es más que suficiente para poner en estas líneas
amor de ensueño y sabor de leyenda. Todo lo que se ha des­
prendido definitivamente de nosotros tiene ese amor y ese
sabor, cuyos fulgores, aunque empalidecidos, no se pierden
nunca.
Por otra parte, escribo estas líneas, casi con cariño pa­
ternal, porque veo con harto contentamiento de mi parte que
para Oscar G. Carrera, hoy ilustre médico, ha sido de gran­
de estímulo y provecho la conocida frase, casi conminato­
ria, que dice: A y del discípulo que no supere al maestro!”
Porque, efectivamente, el autor de esta obra ha superado
con creces a aquel modestísimo catedrático de Lengua Na­
cional que apenas puede enorgullecerse de haberlo orientado,
sin saberlo, en la escabrosa ruta de las especulaciones lin­
güísticas y filológicas.
¿ Qué mucho entonces que yo reincida, una vez más, en
el pecado de poner en estas líneas, más que ciencia y sapien­
cia, un temblor de emoción que es lo único con que puedo
llenar el vacío de mi insuficiencia intelectual? Cuando ya
se ha traspuesto la cumbre de la serenidad, los años mismos
que gravitan sobre nuestra vida nos obligan a escribir algo
serio, sobrio si se quiere, pero hondo, muy hondo, que ilustre
y guíe y prepare y oriente para la lectura y comprensión de
una obra como ésta. Con todo, lector amigo, debo confesar,
imitando al inmenso procer de la arpada lengua, que con
ser mucho el deseo de que esta atrevida prefación fuera lo
más hermosa, lo más gallarda y lo más discreta que pudiera
imaginarse, no he podido contravenir la orden de la natura­
leza, y así ¿qué podía engendrar el estéril y mal cultivado
ingenio mío sino este hijo enteco y avellanado como todos
los de su estirpe? Como quiera que sea, me daré el gusto,
cuando menos, de consagrar al alumno de hace cuarenta
años, unas cuantas palabras de encomio.
*
❖ $

Esto del idioma español es algo que tiene sus dificulta­


des como todos los idiomas; pero su estudio produce tam­
bién no pocas horas de arrobamiento. En general, todas las
especulaciones científicas tienen angustias y alegrías. Si no
fuera por estas últimas de fijo no habría quien se dedicara
en cuerpo y alma a tan arduos estudios. ¿Se concibe una
alegría más justa y honda que la de Leverriere después de
descubrir el planeta Neptuno? ¿No es también inefable la
satisfacción de los esposos Curie frente a la prodigiosa apa­
rición del radio? ¿O la de Pasteur o la de Edison, o la de
Marconi, o la de tantos investigadores de la humana especie,
muchos de los cuales llegaron al sacrificio de sus propias
vidas en aras de un ideal ?
Pues así de ardua es la labor de los lexicógrafos y así de
honda su satisfacción después del descubrimiento de una
raíz etimológica o de cualquier misterio de lenguaje. ¡ Y qué
noble es, además, esta labor tenaz, constante, infatigable!
Labor tanto más importante cuanto que, por lo general, ca­
rece de recompensa, a no ser la muy pobre de la admiración
pública. Pero, a pesar de todo, los investigadores de lin­
güística se multiplican. Unos, luchando hasta más no po­
der, como el Padre M ir y Noguera, por la pureza del idioma;
otros, por descubrir raíces o etimologías, como — entre nos­
otros— Marcos Becerra; otros, por conservarlo dentro de
normas y cánones perfectos, como Bello y Cuervo; otros,
en fin, como Membreño, Restrepo, Amunátegui, Garzón,
Malaret, Santamaría y cuántos más, dedicados a los provin­
cialismos y americanismos que forman legión y constituyen
el habla peculiar de la América.
Entre los últimos, por lo que a esta obra se refiere, po­
demos colocar al Dr. Carrera. Con paciencia benedictina se
ha dedicado por luengos años a espigar en el habla popular
tabasqueña, refranes, dichos y dicharachos de uso común y
corriente en el terrón nativo, dignos de darlos a conocer, de
perpetuarlos en un libro como éste, porque sirven para for­
mar, por decirlo así, la fisonomía del pueblo tabasqueño.
Hecha excepción del P R O V IN C IA LIS M O TA B A SQ U E ­
ÑO de Santamaría, que recogió mucho de ese material po­
pular, me parece que A S Í H A B L A N E N M I T IE R R A es la
obra más seria que se ha escrito hasta el sol de hoy acerca
del habla popular de Tabasco. Y a algo se ha escrito, por
supuesto, sobre el particular. La culta conterránea nuestra
Rosario Gutiérrez Eskildsen nos dio a conocer desde 1932
su PROSODIA Y FO N É TIC A DE TABASCO, donde— en­
tre otras cosas— hace una explicación muy justa y atinada
de los diversos usos que en Tabasco tiene la palabra “ mero”
( “ Ese es el mero bueno” ; “ ya mero me caía” ; “ ya mérito te
sacabas la rifa ” ; “ ese es el mero mero” , etc.) ; y en 1942,
dos lustros después, el Marqués de Villahermosa publicó LO
QUE Oí E N TABASCO, folleto en verdad interesante por
lo que mira a la parte folklórica de la patria chica. Pero la
obra del Dr. Carrera es más amplia; da pruebas de mayor
estudio, de mayor perseverancia en la investigación, de más
hondura de pensamiento; tiene anécdotas, chascarrillos y
tradiciones que le dan amenidad y sirven, por otra parte,
para explicar y entender algunas frases del habla tabasque-
ña. No es ni con mucho una obra completa, claro está. En
línea de lenguaje las investigaciones son infinitas, no se
acaban nunca. La labor humana se va sucediendo, se va es­
labonando y concatenando; pero, ni aun así, puede decirse
acabada, perfecta. Sobre este punto nunca se llega a la per­
fección.
N i podría ser de otra manera. El lenguaje de los pue­
blos es de los conocimientos humanos de mayor evolución,
y la semántica es la encargada muchas veces de explicarnos
su proceso evolutivo. Hay neologismos que entran como
Pedro por su casa en el idioma, a pesar de que el léxico ofi­
cial les cierre sus puertas, porque las ciencias, las artes, las
industrias, los imponen como una necesidad ineludible. Y
hay también términos que, por viejos, por anticuados, se
hacen hechizos y contentibles. De este modo el lenguaje tie­
ne a fuerza que alterarse y modificarse, aunque conservando
en lo posible, su pureza. He aquí la labor de los lexicógra­
fos, de los filólogos, de los hablistas; en una palabra, de los
estudiosos y de los eruditos.
Sin mayor esfuerzo se echa de ver que en cada lugar
hay sus modismos peculiares en lo que al idioma oficial se
refiere: modismos que lo alteran y modifican, y que a las
ocasiones lo afean y corrompen. Mas hay algunos dichos y
dicharachos tan significantes y expresivos, muchos de ellos
nacidos de la inventiva popular, de suyo ingeniosa, que, a
decir verdad, enriquecen el lenguaje y, sin género de duda,
le dan gracia y donaire.
Recoger estas flores populares y formar con ellas un
ramillete para perfumar y aderezar de cierto modo la len­
gua de Cervantes, es labor de meritísima prestancia; y es
esto, justamente, lo que Carrera— como algunos otros— ha
hecho en Tabasco. Ha recogido muchos vocablos de la patria
de Rovirosa y Sánchez Mármol, muchas frases que son ver­
daderas turquesas, gemas preciosas que brillan con fulgo­
res propios y que pueden considerarse como nobles y legíti­
mos galardones de la amada provincia.

En el lenguaje común y corriente de Tabasco entra por


mucho la variedad de lenguas indígenas que han servido en
gran manera para enriquecerlo. En efecto, creo que ningún
otro Estado de la Federación cuente con un factor tan im­
portante como la patria chica nuestra, donde tanto el ná­
huatl, como el maya, el tsoque, el quiché, el chonta!, etc., han
contribuido a formar el habla popular de la tierruca, así en
nombres geográficos, como en los de animales y de todos
géneros.
Bastará una breve enumeración de tales nombres para
demostrar esta verdad incostrastable e incontrovertible. Del
náhuatl o mejicano son casi todos los nombres de las pobla­
ciones del Estado, los de algunos animales y plantas y los de
ciertos utensilios de uso común, como Comalcalco, Cundua-
eán, Jalapa, Jalpa, Jonuta, Macuspana, Nacajuca, Tacotal-
pa, Teapa, apaste, cacaxte, cój olita, comal, chachalaca, me-
capal, papalota, tepescuinte; del maya tenemos Balancán,
Tenosique, bacal, henequén, bush, cocolbosh, chaya, checho,
chinchín, chombo, chuchumo, chuchulito, j oloche, macal, mi-
sho, murusho, toloque, zozquil; del tsoque: Goconá, Chacui-
ba; Chaspa, Guabac, Mure, Poposá, Sagüino... ¿ Y a qué
continuar esta interminable lista de palabras de indígena
procedencia, vinculadas en el lenguaje popular de Tabasco?
Pues todo este variadísimo acervo de voces ajenas al
romance español es parte esencialísima en la formación de
frases y dichos del habla tabasqueña. Así, irse al acahual,
por ejemplo; o ser un niño checho, o bien: estar una 'persona
como agua para chocolate; no tener una persona ni lo que le
da sombra al cacao; darse piedra con cocoyol; empinar chi­
charra; pegársele a uno el petate; la .pita revienta siempre
por lo más delgado; tumbar el guapaque, son frases todas
formadas con términos procedentes de esas lenguas indíge­
nas. Aparte, es claro, las innúmeras locuciones formadas
con el español antiguo y moderno.
La admirable paciencia del Dr. Carrera en la compila­
ción de tanta frase peculiar y extraña del hablar tabasque-
ño, es digna de toda alabanza. Solamente los que de algún
modo hemos agotado esta paciencia en determinada disci­
plina, sabemos lo ímprobo de tan ardua labor y somos capa­
ces de aquilatarla.
Nótese el empeño, el estudio, la fuerza investigadora
que ha debido desplegar el autor para llegar a la clarifica­
ción de ajuchar, atujar, chumar, domingo siete, ser una per­
sona un huevo de mulita o mulito, los diversos usos de jalar,
quedarse uno a medio palo, rebollón, sobar y sobón, para no
decir más. Eso de “ quedarse uno a medio palo” -, como se di­
ce en Tabasco, es doblemente expresivo si se tiene cuenta
con la significación vulgar con que se conoce y aplica la
palabra “ palo” .
Obras como ésta deberían escribirse en todos los Es­
tados de la República. Ello contribuiría a conocernos y
entendernos mejor, pues hay vocablos y giros y frases o lo­
cuciones que, por ser tan típicas y peculiares de una región
cualquiera, ni se conocen ni se entienden en el resto del
país. Recuerden los tabasqueños, por ejemplo, que las plan­
tas que en Villahermosa conocemos con los nombres de “ con-
tí” y “ tumbilé” , en la región de la Sierra (Tacotalpa y Tea-
pa) del mismo Estado son conocidas con los de “ casmoya” y
“ luya” respectivamente.

* * *p e p e b u l n s oes

Esta obra, A S Í H A B L A N E N M I T IE R R A , e s — por


muchos conceptos— digna de la mayor loa. Lo es por la in­
negable utilidad que viene a prestar en el habla general
de M éjico; y lo es también, por el esfuerzo que, sin duda
alguna, significa su ejecución.
¿Que el trabajo no es perfecto? ¿Que no es completo?
Y a se dijo antes que en materia de labor humana la perfec­
ción no existe. Y por lo que hace a que el trabajo no es aca­
bado, recuérdese el Diccionario de construcción y régimen
de la lengua castellana, por Cuervo, del cual sólo se llegaron
a publicar las dos primeras letras del alfabeto, pues la muer­
te del inmenso colombiano truncó el esfuerzo, obra respecto
de la cual nadie hasta hoy se ha sentido con coraje bastante
para continuarla. Y así mismo recuérdese que la sinfonía
Inconclusa de Schubert es acaso lo más bello que escribió el
genial y fecundísimo vienés.
Así, la obra del Dr. Carrera, por imperfecta e incom­
pleta que se la quiera suponer, lleva en sí misma méritos de
subidos quilates que la perpetuarán.

H. Yeracruz. / ¿T &
A D V E R T E N C IA A L LECTOR

No pretendí, cuando empecé a pergeñar estas apunta­


ciones, hacer un estudio completo ni mucho menos erudito
(coisa que, por otra parte, no habría logrado, dados mi flaco
ingenio y mis escasos conocimientos), del habla popuiar de
Tabasco. Mi solo propósito fue el de compilar unos cuantos
dichos y refranes más usuales en mi tierra, si no genuina-
mente tabasqueños, cuando menos que fuesen alguna va­
riante de locuciones castellanas o tuvieran algún sello carac­
terístico de la región.
No ignoro que son relativamente pocas las voces y ex­
presiones a que se pueda aplicar estrictamente el nombre
de provincialismo o tabasqueñismo, pues muchas (acaso las
más) palabras o frases vernáculas que parecen serlo, si
bien se estudian y escudriñan se llega a la conclusión de que
no son sino mejicanismos o americanismos, y aun multitud
de veces variantes de vocablos o dichos castellanos antiguos
caídos en desuso en el lenguaje culto o literario, que aun
conserva el lenguaje popular. De ahí la dificultad de hallar
un tratado, siquiera sea somero y carente de méritos lin­
güísticos como el presente, que se pueda apellidar en rigor
estudio o compilación de provincialismos.
Para obviar esta dificultad, en primer lugar di a este
libro el título que lleva: A S Í H A B L A N E N M I T IE R R A , y
en segundo lugar, escogí de entre la gran multitud de voca­
blos, dichos y refranes de que se compone el pintoresco len­
guaje tabasqueño los que me parecieron más típicos de Ta-
basco o de la región sureste de Méjico, y que rara vez o nunca
he oído en otras comarcas que conozco del territorio mejica­
no, o bien los que, siendo reliquias semánticas del castellano
antiguo, llevan en sí algún matiz regional que los caracte­
riza y distingue de las voces o expresiones de que proceden.
Huelga decir que no siempre pude ver cumplido tal
propósito, ya que van incluidas algunas frases que son idén­
ticas a las originales y que quise presentar como ejemplos
de dicción castiza que aun conserva su lozanía y belleza, en
tierra tabasqueña (como sin duda las conserva en otras par­
tes de América y en la propia España), o que por su gracia
y donosura no pude excluir aun a sabiendas de que no son
tabasqueñismos.
Excusado también es el decir que muchedumbre de pa­
labras y locuciones que a otros habrían parecido muy apro­
piadas para que fueran incluidas en una compilación de esta
índole, no tuvieron cabida en estas apuntaciones, o porque
no me vinieron a la memoria en tiempo y sazón, o porque no
quise alargar demasiado lo que al principio pensé iba a ser
una mera cartilla o brevísima memoria de frases y voqui­
bles usuales en mi tierra tabasqueña. Quizás otra razón de
tales omisiones haya sido que a las veces no me pareció que
tenían bastantes méritos para ser comentadas como provin­
cialismos de Tabasco, no obstante el común uso que de ellas
se hace en aquel jirón tropical. Con todo, el principal mo­
tivo fue el temor de alargarme demasiado y cansar más de lo
prudente a mis benévolos lectores.
De entre las voces y locuciones que algunos tabasqueños
echarán menos en veste mamotreto quizás merezcan ser men­
cionadas las siguientes: acartonarse (los tuberculosos),
apergollar (variante o corrupción de apercollar), agujetero
(cañuto para guardar agujas, y semejante en su construc­
ción a alfiletero, acepción distinta de la que trae el Diccio­
nario: el que hace agujetas), amacharse (encapricharse,
obstinarse), apalabrar (no idéntico en Tabasco al de la
Academia), atipujarse, butaque, caedizo, o caidizo (tejadi­
llo saliente de una pared, salidizo, colgadizo), cocotazo, cu­
cayo, culipandearse, desecho (atajo), doncito (diminutivo
de don) chombo (el zopilote o aura) oscurana, fustán, mero
(adjetivo y adverbio), nuégano, orfana-torio, papujo, plana­
zo, retobado. sarazo o zarazo o zarazón (medio ebrio, y tam­
bién afeminado), sisóte (o sizote, cisote o cizote, cierto pan
blanco, cuyo origen y grafía desconozco, y que no hallo por
ninguna parte, incluso el D ICC IO N ARIO G E N E R A L DE
A M E R IC A N IS M O S ), talludo (correoso), tapiarse, tapia-
dura (estreñirse, estreñimiento total u “ obstipación” ) , tete-
reshar (¿teterexar, mayismo?) (por trasquilar, cortar el
cabello de mala manera, tijeretear), zurumato (por zurum­
bático). A costillas de, canela pura, enredar la pita, está
bueno de ancho por lo que encoja, estar más arrancado que
una cebolla, fina lana, fulano ele tal y demás yerbas, hacer
la llorona, hacer picadillo, otro que bien baila, pasarle a
uno e-1 cepillo (o cepillarlo) (por darle coba), ¿qué le vamos
a asar si todo es hueso?, ¿qué te-a-ele-tal?, tirarse a fondo,
¡tras qué.' (por ¡ahora que me acuerdo!, ¡ciertamente!, ¡sí
por cierto!), ¡x o ! (pronunciado ¡sho!, por ¡cállese!, ¡silen­
cio!) y muchas más.
Claro que no faltará crítico rigorista que me acuse de
haber procedido con poca seriedad científica al referir anéc­
dotas o chascarrillos, algunos de los cuales quizás no vengan
al caso. A los que así me juzgaren sólo podré repetir lo que
ya dije al principio de esta entrada, es a saber: que no pre­
tendí escribir un tratado de lingüística provincial, escueto
y árido como suelen ser para el común de las gentes las espe­
culaciones lexicográficas, que sólo tienen interés para los que
se dedican a estudios filosóficos de esta índole o son versados
en ellos, sino tan sólo presentar a mis paisanos un librito
sencillo, sin el menor asomo de erudición, o por mejor decir
pedantería— pues pedantería fuera en mí el intentar si­
quiera hacer alarde de conocimientos que no poseo en un
tema tan difícil y complicado como el de la lingüística— ;
unos breves apuntes, digo, si no amenos, pues que la ameni­
dad supone elegancia, perfección y hermosura, por lo menos
variados y entretenidos, fáciles de leer en horas de ocio y
que les hagan rememorar horas gratas de un ayer venturoso
pasadas en el amado rinconcito del suelo mejicano donde
aprendieron a balbucir las primeras palabras del dulcísimo
romance que nos dio el destino por lenguaje.
Si en ti, caro lector, produce este efecto la lectura de
algún pasaje de estas torpes apuntaciones, si alguna de estas
páginas te hace vivir nuevamente horas felices de tu niñez,
tu adolescencia o tu juventud, daréme por satisfecho y com­
placido y me sentiré orgulloso de esta obrita defectuosa y
sin valor literario ni científico alguno, que sólo ambiciona
hacerse merecedora de tu benevolencia.

OSCAR G. CARRERA.

Méjico, D. F., 1952.


A
ACAHUAL
Irse al acahual, coger el acahual, andar en el acahual. En
Tabasco es andar huyendo, ser prófugo de la justieiá.
En otras partes de Méjico se dice coger el monte, irse
al monte o al cerro. Según la Academia, acahual es
“ hierba alta y de tallo algo grueso de que suelen cubrir­
se los barbechos” . Yo sólo he oído la voz en Tabasco,
donde significa monte, bosque, no tan espeso ni corpu­
lento como la selva tropical virgen, pero sí bastante alto
y tupido. Dice Santamaría en su D ICC IO N AR IO GE­
N E R A L DE A M E R IC AN ISM O S que es “ el bosque me­
nor hasta los ocho o diez años. Es voz tomada del
azteca acahualli, yerbas secas y grandes para encender
hornos. También se dice irse al acahual (al monte o
a,l cerro, en otras partes de Méjico) por levantarse en
armas, sublevarse contra el gobierno. En Cuba dicen
irse a la manigua.

ACHECHADO, CHECH, CHECHE, CHECHÓN


Estar un niño achechado o cheche, o ser un achechado,
chech o chechón, es en el lenguaje vernáculo de Tabas-
co estar muy mimado, excesivamente consentido, chi­
queado, echado a perder con tanto mimo. Se dice tam­
bién de los adolescentes, y aun de los jóvenes y adultos:
es un chech o cheche, y entonces denota, es un “ niño
bonito” , un regalón, un “ tía Melindres” , un afeminado,
marica, mariquita o maricón.
La palabra chech es uno de tantos mayismos que
se usan comúnmente en Tabasco, y de que se han sacado
muchas otras voces: achechar, achechado, achecha-
miento, cheche, checho, chechón, etc.

AC H IC H IG U AR

Véase el artículo CHICHIGUA, AC H IC H IG U A R .

AC H ISPAR SE

Achisparse, chisparse, estar chispo o coger una chispa. Em­


borracharse, estar ebrio o coger una pítima, papalina,
jumera o borrachera.

AD ELANTE

¡ Adelante con la cruz, que el diablo se lleva al muerto! Frase


con que se expresa la urgente ejecución de alguna cosa
que se debe llevar al cabo inmediatajnente, so pena de
que suceda algo grave o irremediable. Santamaría
en su D ICC IO N ARIO DE AM E R IC AN IS M O S dice
“ A D E L A N T E CON L A CRUZ, QUE E L D IABLO SE
L L E V E A L M U E R TO , refr. que en Méjico se dice
para expresar que a uno le importa nada una cosa” . A
mí me parece que no es tal el sentido de la frase (que
debe decir lleva y no lleve), sino, antes al contrario:
“ hay que darse prisa con la cruz para ahuyentar con ella
al diablo, que se está llevando el alma del difunto” , y en
sentido traslaticio: “ debemos darnos prisa para dejar
terminado este negocio, antes que sea tarde y otros
nos ganen la delantera o, por falta de oportunidad, fra ­
casen nuestros esfuerzos” .

rn r> B TJ L N S
A F L IG IR

N o te aflijas ni te aflojes. Juego de palabras con que iró­


nica y festivamente se consuela a la persona que ha
tenido algún contratiempo o padecido un revés, y se le
estimula para que no ceje en su intento sino, antes bien,
redoble sus esfuerzos hasta lograr lo que se propone.

A G A L A B A M B A O o A G A LA M B A D Q

Estar, ser o andar agalambao o ágalambado. Estar, ser o


andar de malas trazas y sin rumbo, como un idiota; an­
dar alelado.
Nada cierto se sabe del origen de este vocablo, que
parece ser privativo del habla popular tabasqueña. San­
tamaría en su P R O V IN C IA LIS M O TABASQUEÑO
cita tres frases allegadas por Rodríguez Marín de es­
critores clásicos en que entra la voz galambao, que sin
duda es de donde derivó nuestro agalambao. En estas
frases, que a continuación trasladaré, el galambao pa­
rece hacer sentido de tonto, lelo, idiota, mentecato,
aunque en la del Romancero no está muy claro el sig­
nificado. Las citas mencionadas son:
“ Vocablos del tiempo viejo,
Como, d iga m os....................

Galambao, calamorrate,
Trincapiñones, choclón” .
B A L T A Z A R DEL A L C Á Z A R : Poesías.

Muy antigua ha de ser la voz galambao, de que no


da noticias la Academia en su Diccionario, para que
Baltazar del Alcázar, poeta español que escribió en el
siglo X V I, la haya incluido entre los “ vocablos del tiem­
po viejo” , junto con calamorrate, trincapiñones, y cho­
clón, con el significado de “ acción de choclar” (choclar
es “ En el juego de la argolla, introducir de golpe la bola
por las barras” ). De calamorrate no da cuenta el Dic­
cionario, que sólo trae calamorra oveja que tiene lana
en la cara, y en sentido figurado cabeza), calamorrada
(cabezada) y calamorrazo (golpe en la cabeza). Las
otras citas clásicas son:

“ Y esotro gran poeta galambao,


De memoria asinina (asnina o asnal), gran bergante,
Mayor que hay de Sevilla hasta Bilbao..
FRANCISCO PAC H EC O : Sátira Apologética.

“ ¡ Cuántas veces remojado


Me vi como un bacallao.
Limpiando lágrimas tristes
Con un lienzo de Bilbao,
Hecho a su puerta un retrato,
Al vivo, de un galambao,
Que con el cebo decía,
como el gato, «m arram ao»!”
AGORZOMAR, AG O R ZO M ARSE ; AGORZOMADO
En Tabasco, agorzomarse, verbo reflexivo, vale en­
tristecerse, apesadumbrarse, abatirse. Es palabra se­
mejante, por su significado, al agüitarse del centro de
Méjico. Es de notar que en otras partes de la Repúbli­
ca se emplea agorzomar como verbo transitivo por aco­
sar, importunar, fastidiar, molestar en demasía una
persona a otra, y también algunas veces por atemori­
zar, amedrentar, acobardar, y así se dice fulano tiene
agorzomado a sutano. En tierra tabasqueña agorzoma­
do significa triste, mustio, abatido. Ignoro la proce­
dencia de estos vocablos. El Diccionario Manual de la
Academia trae agorzomar como mejicanismo, con el
sentido de acosar.

A G R A V IO

Sin agravio de lo presente. Según digo en el artículo F R A ­


SES D E L C A S T E LLA N O A N TIG U O E N TABASCO,
el tabasqueño de la clase humilde conserva aún multi­
tud de frases corteses del castellano clásico, que son
verdaderos dechados de lenguaje. Digna de mención
es la frase sin agravio de lo presente, que se dice cuan­
do a una persona se alaban o encarecen las buenas cua­
lidades morales o físicas de otra. Por ejemplo, cuando
el tabasqueño humilde al hablar con uno dice: “ don fu­
lano es una persona muy buena y caritativa” , invaria­
blemente añade sin agravio de lo presente, o “ la seño­
rita fulana es muy bonita, sin agravio de lo presente” .
En otras partes de Méjico se dice la misma frase con
distinta forma como sin ofender a su merced, o sin
ofensa de lo presente, o mejorando lo presente.
AGUA
Cambiar agua a las aceitunas. Dicho con que discreta, gra­
ciosa y festivamente se alude al acto de orinar. No me
acuerdo haberlo oído en otras partes de Méjico, aunque
es de suponer que no sea expresión tabasqueña sino
traída de España.
Estar una persona como agua para chocolate. Estar muy eno­
jada, colérica, irritada, furiosa, como un chico, que echa
chispas, que muerde, que patea, que masca vidrio; estar
sulfurado; estar que hierve o hirviendo, porque el agua
debe estar muy caliente para hacer el chocolate, los que
gustan de tomar el chocolate con agua que, según dicen,
es la manera clásica, aunque a mí dénmelo con leche,
canela (o vain illa), aunque no sea chocolate sino “ lecha­
da de cacao” , como dijo el otro (y el otro en este caso
fue Santamaría, que considera un verdadero sacrilegio
estropear el cacao mezclándolo con leche).
Mandar agua. Se dice de alguna cosa, empresa, negocio,
etc. que manda agua, cuando se desea encarecer su di­
ficultad o magnitud, o los riesgos que ofrece su ejecu­
ción, esto es, una cosa o empresa peliaguda, grave, ar­
dua, enrevesada, que tiene sus bemoles, que tiene rabia,
timba y jiribilla.

AGUACATE
Con la suavidad del aguacate. Frase que alude a la blandura
del aguacate (Persea americana o gratis sim a), que se
corta sin el menor esfuerzo, y que significa con faci­
lidad, sin trabajo alguno, sin hacer ruido, a la chitica­
llando, sin ostentación, sin que se eche de ver, con disi­
mulo, sin alarde. Es algo parecida a la expresión cu-
baña resbalado en el tablero, y también algo semejante
a otro dicho tabasqueño no muy bien oliente:
Como quien se caga y no lo siente.

B U L N E S
AGUANTAR
Aguantarse como se aguantó Peralta; algunos añaden: ocho
días bajo el agua. No cejar; mantenerse firme en su
dictamen, propósito o resolución; no dar uno su brazo
a torcer; no achicopalarse, no rajarse, persistir en sus
designios aunque las circunstancias parezcan o sean ad­
versas. Es incierto el origen de este dicho que yo só­
lo he oído en Tabasco. Santamaría (D IC C IO N AR IO ,
tomo III, página 329) dice que sin duda (cuando me­
nos probablemente) la frase alude al marino e inge­
niero español, Isaac Peral y Caballero, inventor del
submarino de su nombre, sino que en Tabasco se dijo
Peralta, por ser este apellido más conocido en aquella
región. El caso es que Isaac Peral nunca permaneció
ocho días, ni siquiera un día bajo el agua, sino algo más
de una hora, en los primeros ensayos que se hicieron
del aparato inventado por él, allá por 1889 ó 1890, en el
cual período recorrió unas cuatro millas a diez metros
de profundidad; aunque para el caso es enteramente
igual que permanezca uno por bajo del agua una hora
u ocho días, digo, en lo tocante al fenómeno originado
por la suspensión de todas las funciones vitales ocasio­
nado por el aflujo del líquido cuya fórmula química es
H uO a los órganos principales de la función respirato­
ria, que impide el que continúe la oxigenación de la san­
gre y de los centros vitales, indispensable para el man­
tenimiento de la vida (o lo que en términos vulgares se
nombra “ estirar la pata” o “ pelar gallo” ) ; que cuanto
a los demás, bien puede suceder que después de ocho
días ya no pueda uno salir a flote, ya no digamos para
llevar a término el propósito que con tanto empeño se
había uno hecho, mas ni siquiera para recibir cris­
tiana sepultura. Con todo, es posible que el dicho ori­
ginal hubiese sido aguantarse como se aguantó el “ Pe­
ral” (el submarino llamado P e ra l): una hora bajo el
agua, y que el vulgo que todo exagera o lo trastrueca,
lo hubiera convertido en “ Peralta” y “ ocho días bajo el
agua” , como convirtió en el dicho español la necesidad
tiene cara de hereje, la sentencia latina que decía Ne-
cessitas caret lege, esto es, “ la necesidad carece de ley” ,
o “ no reconoce ley” .

AG U IN A LD O
Pedir aguinaldo. Según los diccionarios, aguinaldo es el re­
galo que se da en la Navidad, el Año Nuevo o la E pifa­
nía, mas en Tabasco tiene otra significación algo más
lata, o diferente, si bien relacionada con la Navidad.
¡ Navidad! El símbolo más hermoso de amor y acer­
camiento a sus semejantes que conserva el hombre y
de que aun se acuerda año tras año, a despecho y pe­
sar de las hecatombes causadas por él mismo, conse­
cuencia de su diabólica imaginación y su “ atómica”
inventiva. Época blanca como la nieve del Norte que en
esos días suele cubrir la tierra, como queriendo amor­
tecer los ruidos de las ciudades y hacer los días más
propicios a la meditación y el recogimiento.
¡ Aguinaldo I Regalos que se dan a las personas que­
ridas y que simbolizan las beatíficas palabras del dulce
Nazareno: “ Amaos los unos a los otros” .
Entre los viejos recuerdos que guardo con reveren­
cia casi devota (yo que nunca tuve el fervor religioso)
en el arcón venerando de mis memorias, quizás el que
trae a mi espíritu las más dulces evocaciones, el que pro­
duce en mi alma las más tiernas y sentidas añoranzas
es el de la Navidad, de las sencillas celebraciones pas­
cuales que en ese tiempo se hacían en el viejo San Juan
Bautista de mi niñez, desde una semana antes de la N o­
chebuena -hasta el día de Reyes, de las fiestas navideñas
tan ansiosamente esperadas por los chicos y tan in­
genua y alegremente celebrada por chicos y grandes;
las Pascuas de la Natividad, con sus nacimientos y v i­
llancicos, sus misas de Aguinaldo (así llamadas en Ta-
basco, y que se celebraban con gran algazara en la Igle­
sia de Esquipulas, a las cinco de la madrugada, desde
varios días antes de la Nochebuena), sus “ peregrina­
ciones5' nocturnas de jóvenes, muchachos y hasta adul­
tos que iban alegremente por las calles visitando naci­
mientos. delante de los cuales cantaban los tradiciona­
les villancicos y pastorelas, de los que aun quedan al­
gunos en un rinconcito de mi memoria, acaso alterados
por el tiempo o desfigurados por la amnesia que trae
consigo la niebla de los años5' :
Pastorcitos somos,
Del monte bajamos.
Y a vemos la luz,
Y a vamos llegando.
Somos pastorcitos,
Vamos a Belén,
A ver a María
Y al Niño también.
Pastorcitos somos,
Del monte bajamos,
A coger venimos
Frutas de los ramos.
La Virgen lavaba,
San José tendía
Los ricos pañales
Que el Niño tenía.

Así iban los alegres grupos de muchachas y muchachos,


visitando las casas donde había nacimientos y donde
eran esperados con cariñosa hospitalidad y agasajados
con dulces, pastelitos, tamales, refrescos y alguna que
otra copita de vino generoso o de caldo de nance, tam­
bién generoso y confortante. Que todas las casas donde
se ponía el nacimiento, ricas o pobres, tenían por las
noches abiertas sus puertas a los visitantes, y sus des­
pensas prontas a ofrecerles alguna golosina. Y ahí en­
traban los simpáticos grupos, como bandadas de pája­
ros canoros, con sus corazones rebosantes de alegría y al
mismo tiempo henchidos de fervoroso recogimiento, lle­
vando la regocijada melodía de sus voces juveniles que
entonaban una y otra vez los ingenuos cantos alusivos
al nacimiento del Niño Jesús.
Largo era el recorrido que hacían estos bullangue­
ros peregrinos: désde Santa Cruz hasta Mayito, pues
era de rigor visitar el nacimiento de doña Chica Pérez,
que sentada en su cómodo butaque desde donde presidía
como una emperatriz, noche tras noche, las tertulias,
repartía golosinas a los chicos, buñuelos o turuletes a
los jóvenes, y su copita de “ fuerte” o de caldo de nance
a los mayores; y seguía luego la procesión desde la Pun­
ta hasta Esquipulas, para admirar el nacimiento del
padre Mallol, verdadera obra de arte, y bajar luego por
la loma de la Encarnación o por la calle de Zaragoza
y pasar por la casa de don Enrique Gil Hinójar, para
terminar en las casas del Centro, ya bien entrada la
noche, con las gargantas resecas, los cuerpos fatigados
y el alma llena de dulces emociones.
Y no se me quede sin recordar aquí el nacimiento
de Chel Pellicer, el hoy eminente poeta Carlos Pellicer
Cámara, cuya exquisita sensibilidad de artista empe­
zaba ya a despuntar con las fuertes tonalidades de los
amaneceres tropicales, y que aun hoy día, año tras año
emprende con dedicación tesonera de iluminado artí­
fice la tarea de plasmar el nacimiento, para deleite y
admiración de todos cuantos lo contemplan.
Pues bien, de la procesión de peregrinos que iban de
casa en casa cantando villancicos o pastorelas, se decía
que andaban pidiendo aguinaldo o posada. La ceremo­
nia, según el D ICC IO N AR IO DE A M E R IC AN ISM O S
de Santamaría representaba “ la huida de la Virgen con
el Niño, cuando la persecución de los judíos” . Pero es
necesario hacer una pequeña enmienda a lo asentado
en el antedicho libro (página 62 del tomo I ) . La ce­
lebración del “ aguinaldo” , como se llamaba en Tabasco
a la visita que se hacia a los nacimientos, en procesio­
nes y cantando villancicos, y que equivale a las posadas
que se celebran ( antes de la Navidad) en la capital y
otras partes de Méjico, representa la peregrinación de
la Virgen María y San José, cuando se encaminaban de
Nazaret, lugar de su morada, a Belén, para cumplir
con el mandato de César Augusto, emperador romano,
de empadronarse todos los habitantes del entonces Im­
perio Romano al que pertenecía la Palestina. Dice San
Lucas: “ Y aconteció en aquellos días que salió un edicto
de César Augusto para que fuese empadronado todo el
mundo. Este primer empadronamiento fue hecho bajo
Cirino, gobernador de S iria : e iban todos a empadronar­
se, cada quien a su ciudad de origen. Y subió también
José, de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la
ciudad de David que se llama Belén, porque era de la ca­
sa y familia de David, para empadronarse con María,
su esposa, que estaba encinta” . LU C AS II, 1-2, citado
por F E R D IN A N D P R A T : Jesucristo, su Vida, su Doc­
trina, su Obra, tomo I. Sucedió, pues, que el viaje que
emprendieron San José y la Virgen para empadronarse
en Belén, coincidió con la fecha en que María debía
dar a luz, y estando próximo a efectuarse este aconte­
cimiento que había de ser memorable, pidieron aloja­
miento en un mesón o posada en las goteras de Belén,
donde se les informó que el lugar hallábase totalmente
lleno, como en efecto estaba, con motivo del gran nú­
mero de forasteros llegados a la ciudad para dar cum­
plimiento al edicto de César Augusto. Viéronse enton­
ces María y José obligados a buscar albergue en una
cueva o gruta cercana, conocida de los viajeros que
atravesaban el desierto de Libia, o de él venían, y en
la que se albergaban algunos fatigados caminantes
(F E R D IN A N D P R A T , obra citada). Fue en esa gruta
donde nació Jesús, y es tal petición de hospedaje que
hicieron María y José la que se conmemora con nues­
tras posadas, y se rememoraba en Tabasco con la cele­
bración arriba descrita muy brevemente.

AH IJAD O
Muerto el ahijado, se acabó el compadrazgo (o murió el
ahijado, se acabó el compadrazgo;. Refrán con que se
significa que en terminando las causas, cesan los efec­
tos, o que faltando el motivo de algún favor, gracia,
apoyo o beneficio que se concedía a uno, se termina
éste. Se emplea también para reprochar al que se apar­
ta u olvida de una amistad cuando deja de serle pro­
vechosa, conveniente o lucrativa.
Santamaría (DICC. GRAL. DE A M E R IC A N IS ­
MOS, artículo A H IJ A D O ) dice que es refrán peruano.
Y o lo oí en Tabasco muchos años há y poquísimas veces
lo he vuelto a oír en otras partes de Méjico, o a per­
sona que no sea tabasqueña. Con todo, no es ni ta-
basqueño ni peruano, sino castellano muy antiguo.
Esteban de Terreros y Pando lo trajo en su DICCIO­
N A R IO C A S T E LLA N O publicado en Madrid en 1786,
en el artículo C O M P A D R A J E , COMPADRAZGO,
C O M PA TE R N ID A D (página 471 del tomo primero).
Dice así la parte conducente: “ M UERTO ES E L A H I­
JADO PO R QUIEN TE N ÍAM O S E L C OM PAD RAZ­
GO, refrán que denota, que en faltando el motivo para
algún favor, falta éste por lo común.” Y, aunque no
exacto en la forma, es sin género de duda el origen del
proverbio en su forma americana, muerto el ahijado
se acabó el compadrazgo.

AHOGADO
Estar dando patadas de ahogado. Se dice de quien está ha­
ciendo el último esfuerzo, aunque con poca o ninguna
probabilidad de tener buen éxito, por salir avante en
alguna empresa en que está a punto de fracasar. De
los últimos esfuerzos que hace dicha persona se dice
que son patadas (o pataditas) de ahogado. Se aplica
también al sujeto que está ya en el ocaso de la vida, y
olvidándose de que ya “ no sopla” aparenta ser joven
o quiere hacer cosas propias de la juventud.
Tener más suerte que un ahogado. Sentencia con que iró­
nicamente se encarece la buena suerte de una persona.
AJO
Morder el ajo y tragarse el caldo. Verse una persona en la
precisa necesidad de aceptar alguna cosa que le mor­
tifica y repugna o está reñida con sus ideas o princi­
pios, o que ha de redundar en perjuicio de su persona,
honra o intereses; y así se dice: no tuve más remedio
que morder el ajo y tragarme el caldo; o bien, si es
forzoso ceder a ciertas exigencias o imposiciones ine­
luctables: no me queda siiio morder el ajo y tragar
el caldo, esto es, quiera o no quiera tengo que hacer de
tripas corazón y obedecer, cerrar los ojos y echarme
ese mal trago.

AJU CH AR
En Tabasco es muy común oír el verbo transitivo
ajuchar por estimular, incitar, instar, provocar, irritar,
importunar, asediar, una persona a otra.
La voz, que parece ser usada también en Centroamé-
rica, es indudablemente el ahuchar (con la h aspirada)
que se dice en Colombia, según la Academia, y proba­
blemente en otras partes de la América del Sur.
El diccionario académico desde su primera edición
trajo ahuchar, derivado de hucha, con el significado de
guardar el dinero o cosas que se ahorran poniéndolas en
la hucha, arca grande que tienen los labradores para
guardar sus cosas, o vasija de barro (alcancía) para
guardar dinero. Nunca el léxico académico ha dicho
que el verbo ahuchar se use por azuzar en España. El
Diccionario Manual trajo ahuchar como colombianismo
por azuzar, oxear. El Diccionario grande hasta la déci-
maquinta edición sólo dio a ahuchar el significado recto
de guardar en hucha y el figurado de guardar en parte
segura el dinero, etc. En la décimasexta edición añadió
otro artículo, a saber: “Ahuchar. tr. Llamar al halcón
al grito repetido de ¡hucho!”
Cuervo (Apunt. crít. sobre el leng. bogot., § 785, 996
y 998) dice que ahuchar por azuzar es voz dialéctica
aragonesa, y no lo dice pero lo da a entender que es de
uso corriente en América, por lo menos en algunos paí­
ses, como Colombia. Dos cosas son para mí evidentes:
que ahuchar con el sentido de guardar viene de hucha
o alcancía, y que ahuchar por azuzar proviene de hucho,
húchoho, interjección de que se valían los cazadores de
la volatería (caza de aves con halcones u otros pájaros
enseñados) para llamar al pájaro amaestrado cuando
se remonta. De la propia interjección nació el verbo in­
transitivo huchear, a que el léxico académico dio ca­
bida antes que a ahuchar con el sentido de llamar a
voces al pájaro cazador. La décimaquinta edición del
Diccionario concedió al intransitivo huchear las acep­
ciones de “ llamar, gritar, dar grito” y “ lanzar los perros
en la cacería, dando voces.” Esta voz huchear debe de
haberse formado desde hace ya mucho tiempo, aunque
la Academia no la haya aceptado sino hasta 1925 (15a.
edic. del Dice.). Barcia, en su Diccionario General E ti­
mológico publicado en 1881 trajo huchear y dijo que
huchoar era “ activo anticuado. H U C H E A R ” (ni el Dic­
cionario de Autoridades ni ninguna otra edición del dic­
cionario académico han traído nunca el verbo huchoar,
si bien desde las primeras ediciones dieron cabida a la
palabra onomatopéyica huchoho, “ voz de que se sirven
los cazadores de la volatería para llamar al páxaro,
quando se les ha remontado, y cobrarle.” ) Es posible
que huchear haya sido formada por el español a imita­
ción del francés hucher, “ llamar gritando, o silbando:
dícese en la caza (N U E V O D ICC IO N AR IO FRANCÉS-
ESPAÑOL, por D. A N T O N IO DE C A P M A N Y , 1805),
lo cual no quita que huchear sea tan castellano como
francés es hucher, puesto que el español tenía desde muy
antiguo la voz hucho o fyúchoho para sacar de ella hu­
chear.
Hice toda esta digresión tratando de rastrear el ori­
gen de ahuchar, de que casi seguramente se formó el ta-
basqueñismo ajuchar, por aspiración de la h. Para mí
es cosa clara que ahuchar y huchear tuvieron el mis­
mo origen, esto es, el grito ¡hucho! o ¡hñchoho! de los
cazadores de volatería. También me parece evidente
que del primer significado de llamar al pájaro amaes­
trado haya nacido la acepción extensiva de lanzar los
perros en la cacería dando voces, esto es, azuzar, y tam­
bién oxear. En América, adonde llegó el ahuchar traído
por aragoneses o por quienes hayan sido, tomó otro
significado metafórico, si es que no lo trajo ya de Espa­
ña, a saber, el de estimular, incitar, provocar, irritar,
animar, mover, excitar una persona a otra, y por aspi­
ración de la h adquirió la forma ajuchar que tiene en
Tabasco.
Santamaría dice en el artículo ajuchar de su DIC­
CIO NARIO G E N E R A L DE A M E R I C A N I S M O S :
“ (Var. de ahuchar o de ajotar, por ahotar, o ahotarse,
verbo antiguo de uso clásico por atreverse.)” En el ar­
tículo atojar dice el citado lexicógrafo: “ En Tabasco se
usa atujar y en sentido doctoral, ahuchar o ajuchar,
que es de uso antiguo muy castizo (RODR. M A R ÍN ,
2500 Voces). G A G IN I (Dice, de costarriqueñismos) di­
ce que ATO JAR o atujar es metátesis de atojar por
ahotar, que no recoge aún la Academia, o por enhotar.
Por alteración fonética de atujar nació achujar, y por
igual causa ahuchar, y ajuchar, del castizo ahotar, tron­
co común semántico.”
No tengo a la vista para consultar los libros 2500
Voces de Rodríguez Marín, ni Diccionario de costarri­
queñismos de Cagini, ni tiempo para buscarlos en libre­
rías públicas, donde seguramente no los hallaría. Mas
aunque los tuviera y aunque lo digan todos los Caginis
del mundo se me hace cuesta arriba creer que de ahotar
haya salido ajuchar, mediante una sucesión de metáte­
sis, síncopas, epéntesis y otros metaplasmos, tales como
los siguientes: ahotar, tronco semántico común; por as­
piración de la h: ajotar; por metátesis o transposición
de letras: atojar; por mutación de la o en u: atujar; por
mutación de la t en ch: achujar; por mutación de la j en
ch: achuchar; por supresión de la c de la primera ch:
ahuchar, y por aspiración de la h: ajuchar. Mucho más
fácil me parece, y más lógico, que ahuchar haya tenido
su origen en la interjección hucho, o húchoho, o huchohó
y que de ahí, por aspiración de la h se formara el aju­
char. Que de ahotar saliera ajotar y de esta voz se fo r­
mara por metátesis o transposición de letras atojar y
después, por conversión de la o en u, atujar, me parece
lógico y probable, según acabaré de exponer en el ar­
tículo atujar.
Otra cosa que deseo sacar a luz en este artículo, ya
que me metí en este berenjenal, es que ajuchar y atujar
no tienen en Tabasco iguales significados. Según me
acuerdo, ajuchar se aplica a personas por estimular, in­
citar, excitar, instar, provocar, y así se dice: “ no estés
ajuchando a fulano contra sutano porque puede hacer
una barbaridad” ; “yo haré lo que debo hacer sin que
nadie me ajuche” ; “ Pedro sabe trabajar pero es muy
perezoso y hay que estarlo ajuchando constantemente” ;
“ tanto me ajuchó Luis para que me metiera en ese ne­
gocio que acabó convenciéndome y me hizo perder todo
mi dinero” ; “ fulana tuvo que ajuchar a sutano para
que se le declarara” ; “ aunque ajuches mucho a Pablo
no vas a conseguir que te diga el secreto” , etc.
Por otra parte, atujar es azuzar, excitar a los perros
para que persigan la caza, aunque también se dice en
lenguaje festivo hablando de personas, como en la fra se :
“ Luisa, cansada de los impertinentes galanteos de Juan
le atujó a su hermano Pedro, y éste le dio a aquél una
buena moquetiza” , “ le atujaron a la policía” , etc., según
diré en el artículo atujar. No son, pues, voces sinóni­
mas ajuchar y atujar.

ALEGRÓN
El alegrón da para calzón, el aventurero da dinero, y la co­
secha es fortuna hecha. Dicho tabasqueño en que se
alude a las cosechas del cacao, de las cuales la principal
es la que produce más, y se hace en Tab'asco entre abril
y junio. La cosecha del cacao aventurero (o venture­
r o ) se efectúa en el invierno, que en dicho estado es la
temporada de las lluvias, y rinde menos que la cosecha
principal, pero no deja de ser importante; y entre estas
dos hay una de menor cuantía, que es la del cacao ale­
grón, que sólo da para calzón, esto es, muy poca cosa.
Es refrán algo parecido al proverbio español: fortuna
y aceituna, a veces mucha y a veces ninguna.

ANDAR
Andar andando. Ir, caminar sin rumbo fijo ni dirección,
andar a la deriva. De ahí la frase picaresca de doble
sentido: cuando se le pregunta a alguien que no va a
ningún lugar determinado, “ ¿qué haces por acá?” o
“ ¿qué andas haciendo?” , responde: por aquí me ando
andando.

Andarle arañando a una cosa. Andarle muy cerca, estar muy


próxima a ella, y así se dice, por ejemplo: fulanita ya
le a,nda arañando a los cuarenta.

ANDANZA
En Tabasco la andanza es la enfermedad epidémica.
Según el Diccionario de la Academia, en Méjico y Ve­
nezuela se dice andancia, y en Cuba, León y Salamanca
(España) es andancio, enfermedad epidémica leve. En
Tabasco yo oí andanza.
Es la andanza que anda, dicen las comadres para significar
el mal que anda por todas partes, esto es, la epidemia,
generalmente benigna.

ANDAVETE
Tocar el andavete. En Tabasco se dice, o se decía así, por
tocar la orquesta o la banda la última pieza de música
en las serenatas (retretas) que se celebran en los ja r­
dines públicos (el parque Juárez, la plaza de armas),
y que indica que ya terminó el concierto, o bien la
última pieza que se toca en los bailes y que es la señal
de que ya deben irse los bailadores.

ANCHETA
La palabra ancheta la trajo el Diccionario de la
Academia desde su primera edición (1726), y la definió
de la siguiente manera: “ En el comercio de Indias se
llama así la porción corta de mercaderías, que algún
particular no comerciante lleva, o envía a Indias para
su despacho.” En Tabasco, donde es bastante usual,
ha conservado el vocablo la acepción de baratija, chu­
chería, cosa de poco valor, y de ahí que se diga bonita
ancheta, por “ linda paparrucha” , y ser la misma an­
cheta, por ser la misma cosa insubstancial o sin impor­
tancia. Se formaron también el verbo anchetear por
hacer negocios de poca monta, y el substantivo anche-
tero, buhonero, el que se dedica a vender baratijas.
Con parecidos significados se usa la palabra an-
clfieta en otros países hispanoamericanos, como Vene­
zuela, Colombia, Bolivia, etc.

A N G E LIT O
Tener un angelito. Dícese de los padres o la familia a quien
se muere un niño. Entre la gente del campo se acos­
tumbra llamar angelito al pequeño que muere en muy
tierna edad, aludiendo a la creencia religiosa de que,
en virtud de su inocencia, pureza y falta de pecados,
al fallecer la criatura se va al cielo a unirse con los
ángeles. Santamaría en su DICCIONARIO dice que es
chilenismo ( “ En Chile dice así la gente del pueblo del
cadáver de un párvulo.” ) Yo oí la expresión muchas
veces en Tabasco, y para ser más puntual, en Cundua-
cán, donde era común (supongo que también en otras
partes del estado) el oír: fulano tiene un angelito, o
en casa de sutano hay un angelito.
Por cierto que tal frase era casi sinónima de “fulano
tiene holgorio esta noche” , pues invariablemente al an­
gelito se le acompañaba al cielo con música toda la no­
che, aguardiente, tamales, chocolate y los típicos e
imprescindibles turuletes.
Volver (o hacer,) a una persona angelito. Este dicho signi­
ficaba en aquellos tiempos de que hablo, no vestir luto
por ella después de su muerte, aludiendo a la creencia
o costumbre que tienen algunas gentes de que a los
niños que mueren en tierna edad (angelitos) no se les
guarda luto.
Se dice también por hacer menos a uno, hacer caso
omiso de él, ningunearlo, tirarlo a Lucas (loco), como
se dice en otras partes.

APODOS
Fecunda es generalmente la imaginación popular
para inventar apodos, y sería labor muy entretenida e
interesante el recoger los motes peculiares de una re­
gión, aunque, claro, muchos de ellos no serían publica-
bles. En Tabasco oí multitud de apodos por demás
oportunos y graciosos que lamento no recordar, o no
poder estampar en letras de molde, pues aunque el ta-
basqueño no es tan dado a los motes como el yucateco
(en Yucatán casi no hay persona que no tenga apodo),
sí gusta de echar a volar su imaginación y buscar algún
nombre festivo, burlón o cariñoso qué dar a sus amigos
o enemigos. Quiero trasladar aquí unos cuantos de los
muchos que oí en Tabasco y que no llevan en sí ofensa
ni insulto alguno.
Aplanadora. Llamóse así a cierto sujeto sin oficio ni bene­
ficio que andaba siempre de holgazán. Aludía el mote
a que de tanto caminar por una misma calle terminaba
aplanándola. A esta clase de sujetos llamábaseles tam­
bién ingenieros aludiendo a que andaban midiendo las
calles.
Barbas de chivo. Apodo que se dio al general Abraham
Bandala, compadre de don Porfirio, que fue goberna­
dor de Tabasco puesto por la voluntad del elector único,
su compadre, y que, por supuesto, tenía barbas pare­
cidas a las de dicho animal caprino. De este goberna­
dor porfirista (que, de paso sea dicho, después de
gobernar a Tabasco por cerca de veinte años, al morir
dejó un capital que llegó apenas a cincuenta mil pesos,
según oí decir), ignorante como buen soldado que se
hizo en las filas y malhablado como carretero, pero bo­
nachón y hasta patriarcal a las Veces, se contaban mu­
chas y muy graciosas “ anécdotas” , las más de ellas
apócrifas, que llenarían muchas páginas harto entre­
tenidas ; como la que se le atribuía del teodolito: cuando
le presentaron un presupuesto de equis cantidad (d i­
gamos, quinientos pesos) para comprar uno de dichos
instrumentos destinados a la Estación Agrícola Expe­
rimental, dijo: “ no sean animales (aquí una palabro­
ta ), no se gasten tanto dinero en un teodolito; tomen
mil pesos y compren de una vez un teodolón” . O como
el cuento de las estrellas: viajaba en cierta ocasión a
bordo del lujoso barco fluvial “ Sánchez Mármol” , en
una bella noche estrellada, cuando de repente se quedó
mirando atentamente al cielo y al cabo de un rato dijo
a uno de sus acompañantes: “ mira, mira De la Rosa,
qué bonitas esas tres estrellas formando cuadrilátero” .
Esta anécdota tiene otra versión que me fue dada por
don Francisco J. Santamaría, y que parece ser la ori­
ginal : corría el año 1910 y todo el mundo estaba asom­
brado por la aparición del cometa Halley; una tarde
paseaba el general Bandala en una de las “ jardineras”
que hacían el recorrido llamado “ del circuito” (ca­
rruaje descubierto tirado por muías), cuando una seño­
rita que trabó conversación con él le preguntó: — “ Ge­
neral, ¿ya vio Ud. el cometa que sale en la madrugada?”
— “ Y a lo vi — repuso el gobernador. Precisamente esta
mañana, formando un triángulo enteramente cuadri­
látero con Venus y la luna” .
Se dijo que un empleado del gobierno firmó en 1907,
junto con otros revolucionarios, una hoja suelta que se
tituló “ Dos Palabras” . Enteróse de ello el General y
mandó llamar al único empleado público que había
firmado el manifiesto, a quien habló de aquesta guisa:
— “ ¿Conque dos palabras, no?
— ¡Sí, señor, dos palabras! — repuso el interpelado.
— ¡Pues dos palabras también: R E N U N C IE , C H IN ­
GADO !”
Bello Narciso. Este fue el apodo que se le puso a cierto le­
chuguino español muy presuntuoso y, por cierto, bas­
tante bien parecido, que llegó a Tabasco y que, según
el decir de los que bien lo conocían, empleaba más
tiempo del que pide la decencia que dedique el sexo
masculinó a la compostura de su persona, en acicalarse,
perfumarse y ponerse toda clase de afeites y pomadas,
de suerte que cuando salía a la calle más parecía un
figurín de la cofradía de los “ equivocados sexuales” que
un hombre.
Cachot (palabra francesa que se pronuncia cashó y significa
calabozo). Con este apodo fue muy conocido entre los es­
tudiantes del Instituto “ Juárez” , uno de los profesores
que en mis tiempos explicaba la clase de raíces griegas
y latinas, y que antes fue en alguna ocasión profesor
de francés. Le vino este mote de la costumbre que
tenía, cuando era catedrático de francés, de encerrar
en el calabozo, o covacha, como se le llamaba en jerga
estudiantil, a sus alumnos por la menor falta cometida,
para lo cual decía la frase que se hizo célebre: allez
á la cachot, vaya Ud. al calabozo, o vaya a que lo en­
cierren en la covacha.
Era Cachot un hombre de vastos conocimientos (se­
gún opinión autorizada, de “ enciclopédica cultura’’ )
que, tengo entendido, estudió la Medicina en Europa,
hablaba varios idiomas y era un erudito en latín y grie­
go, pero qué con todo su caudal de conocimientos, ni
sabía enseñar, ni tenía la inclinación, la tolerancia, la
paciencia, el genio sosegado, la comprensión ni el tino
que se requieren para ejercer la difícil arte de la Pe­
dagogía. A él debo el no haber aprendido en mis dos
cursos de latín y griego casi ni palabra del primero y
poquísimo del segundo, cosa que después deploré y sigo
deplorando cuando en mis horas de ocio trato de satis­
facer mi curiosidad en asuntos lingüísticos, afición en
que con gran sabiduría y cariño me ha orientado un
verdadero maestro: don Francisco J. Santamaría. De
genio destemplado y violento, irascible en sumo grado,
un verdadero atrabiliario, no supo Cachot atraerse ya no
digamos la voluntad, el cariño, mas ni siquiera la aten­
ción de sus discípulos, y convertía sus clases en risibles
galimatías de que no sacábamos ni jota en limpio. Y
para reprender nuestra falta de atención y hasta de res­
peto, originada por sus extravagancias e iracundia, lle­
gaba hasta el extremo de sacar en la clase la pistola,
una pistola antediluviana tomada de orín que llevaba
envuelta en un mugroso paliacate, para conminarnos
a guardar compostura, él que con sus años, sabiduría y
experiencia no sabía ser circunspecto ni mesurado con
sus alumnos.
Calzón bastante. Se puso este apodo a un señor que acos­
tumbraba usar los pantalones muy anchos, que hacían
señalado contraste con las prendas de vestir masculi­
nas tan estrechas que se llevaban en aquel entonces.
Cebollino. En aquellos tiempos en que apenas empezaba a
dar sus primeros pasos la cinematografía, hubo un
actor cuyas “ vistas” se hicieron muy populares y al
que nombraban Cebollino., Me parece que este actor
cómico se distinguía por alguna prenda de vestir, si
mal no me acuerdo por el sombrero hongo o bombín
que siempre llevaba. Pues Cebollino se le llamó a cier­
to sujeto que vestía con sombrero hongo y que debe
haberse parecido al actor de cine.
Cincorreales. En aquellos dorados tiempos en que fui alum­
no de la Escuela Superior “ Romero Rubio” , donde se
estudiaban el quinto y sexto años de instrucción pri­
maria, y que estaba situada en la calle de Zaragoza,
al lado de la tienda “ El Número 9” de don Esteban
López (esquina de Zaragoza y Rosales), era director
de la escuela y maestro del sexto año don Francisco J.
Santamaría, a la sazón profesor (aun no se recibía de
abogado), y para nosotros sus alumnos “ el señor Santa­
maría” , pues en Tabasco nunca se acostumbró, como
en la Capital, anteponer el “ maestro” al nombre de los
profesores. Este joven maestro tan severo y estricto
en la clase, pero al mismo tiempo ameno y cautivador
en sus explicaciones, como campechano, amigable y bro­
mista con sus alumnos fuera del aula, que lo mismo nos
daba un buen tirón de orejas o una morrocotuda “ re-
gliza” , que jugaba saltaburro o corría apuestas con
nosotros, era amantísimo de las excursiones campestres
con sus alumnos, algunas de las cuales duraban varios
días. Uno de esos que llamábamos paseos lo hicimos a
los pueblos de Macultepec y Ocuilzapotlán, distantes
algunas leguas del entonces San Juan Bautista. Por
tanto, hubimos de efectuar a caballo la excursión, que
fue de tres días; para lo cual cada quien se procuró su
cabalgadura lo mejor que pudo, unos pidiéndola pres­
tada y otros alquilándola de don Rafael Castro, que
tenía el negocio de alquiler de bestias. A uno de mis
compañeros, Manuel Gutiérrez, le tocó en suerte un
rocinantesco caballo de la pica, verdadero esqueleto an­
dante, más parecido a la caricatura de un grillo que
a un cuadrúpedo, que don Rafael Castro le alquiló los
tres días por la módica suma de cinco reales; este des­
dichado solípedo apenas podía con sus huesos y fue
motivo de risas y chirigotas por todo el camino, el
cual logró hacer Cincorreales, que con tal nombre bau­
tizamos al caballo, por verdadero milagro. Por cierto
que al cruzar el primer paso de río, acabando apenas
de salir de San Juan Bautista, estuvo a punto de pe­
recer ahogado Cincorreales que, si apenas podía cami­
nar, menos podía nadar. Esto ocasionó entre todos los
excursionistas gran conmoción y un susto morrocotudo
a su jinete, quien al ver en trance de muerte a su caba­
llería, daba gritos desaforados pidiendo auxilio y di­
ciendo casi con lágrimas en los ojos: “ ¡se ahoga Cin­
correales !” , mientras cogido desesperadamente de la
cola del animal, como si en ello estuviera su propia
salvación, procuraba desde el cayuco en que él iba, man­
tenerlo a flote, pues había oído la noción de que a las
caballerías, al ahogarse, no les entra el agua por las
narices ni por la boca sino por el extremo opuesto del
tubo digestivo. Desde entonces se le quedó al jinete el
apodo de Cincorreales.
Y no se me quede en el tintero una anécdota: tenía
en la escuela fama de perezoso y de no saberse nunca
la clase Cincorreales (el jinete, no el caballo), y suce­
dió que una tarde, en la clase de Derecho Civil, al pre­
guntarla el “ señor Santamaría” , Manolín (que así lo
llamaba el maestro) nos dejó a todos asombrados al
levantar fogosamente el dedo en señal de que él la sa­
bía. El tema era “el matrimonio” . — “ A ver, Manolín,
¿qué cosa es el matrimonio?” , preguntó el maestro. Y
el alumno, poniéndose en pie muy orondo, con aire de
triunfador empezó a recitar lo que se había aprendido
quién sabe por qué equivocación: “ el matrimonio es el
contrato civil en virtud del cual se unen con vínculo
indisoluble dos hom bres...” No pudo terminar Ma­
nolín, pues interrumpiéndolo el profesor le gritó con
gesto de manifiesto disgusto: “ ¡siéntate, cochino!” .

Conejito. Así llamábamos a un compañero de escuela, Juan


Lezcano, de cuerpo diminuto, genio alegre y guasón,
y rostro tan parecido al de un conejo, que no había ni
que preguntar por qué se le puso tal apodo. Este Co­
nejito es hoy día estimadísimo profesional de rele­
vantes méritos, y uno de los ejemplos más encomiables
de perseverancia, tesón y ahinco de que tengo noticias.
Y así le continuamos llamando sus viejos camaradas de
ayer, que le queremos.
ChinchimbacaL Con este apodo conocíamos a un sujeto de
muy corta estatura, cuasi enano. El chinchimbacal (pa­
labra derivada del maya) es un pájaro pequeñín y cu­
rioso que abunda en Tabasco.
Chintul. Éste era un individuo algo parecido al “Bello Nar­
ciso” , que gustaba de andar siempre muy oloroso a
perfumes baratos. El chintul es una planta de olor fuer­
te que la gente del campo acostumbra poner entre las
ropas para perfumarlas (véase el artículo C H IN T U L ).
Chismecaliente. Llamóse así a cierta persona muy amiga
de andar siempre averiguando vidas ajenas, y tan ar-
(jüendera, según se dice en el centro de Méjico, como
el barbero y boticario de pueblo, la comadre de vecin­
dad y la verdulera, todo junto.
Doctor Wintersmith. Muy conocido fue hace algunos años
cierto medicamento de patente estadounidense, llamado
“ vino tónico de Wintersmith” (un alcoholato de quina
y otras plantas), que se anunciaba mucho contra el
paludismo y como “ tónico” . Y había en San Juan Bau­
tista cierto médico que no tenía fama de haber inven­
tado la pólvora y que, según el decir de las gentes, rece­
taba a todos sus enfermos un frasco de dicha medicina
de patente, así padecieran sabañones, dolor de barriga
o pediculosis (en lenguaje común, “ piojera” ). Lo que
fue razón más que bastante para que se le endilgara el
apodo de doctor Wintersmith.
A propósito de este discípulo de Hipócrates que, co­
mo antes dije, no se destacaba por su inventiva, por
no decir que era renombrado por sus pocos alcances
y sus muchos yerros, conocí una anécdota que no puedo
resistir la tentación de transcribir. Ejercía entonces
la Medicina en San Juan Bautista otro médico que sí
tenía fama de acertado en sus diagnósticos y atinado
en sus curaciones, y que fue llamado cierta vez- para
que tuviera una junta de médicos con el doctor W inter­
smith. En aquellos días todos los médicos salían a
caballo a hacer sus visitas en la ciudad. Llegó primero
el cansultante a la casa del enfermo, y tras de aguardar
breve rato anunció alguien de la familia, al oír el trote-
crito del caballo, que acababa de llegar el doctor X
(W in tersm ith ). A lo que replicó el consultante, que era
hombre de viva inteligencia, agudeza de ingenio y a las
veces crítica mordaz: “ bueno, bueno, pues que amarren
al doctor y que pase el caballo.”
Doña Casualisiempre. Este fue el apodo de una señora ha-
ragana y vividora, cuya única ocupación era llegar
“ por casualidad” a las casas de personas acomodadas,
a la hora del almuerzo o la cena, para que la invitaran
a comer (véase el artículo C A S U A L ID A D ).
Dulcesmeneos. Cierto sujeto afeminado, o que lo parecía,
que andaba por la calle contoneándose y remilgándose
como una damisela presumida.
El Chato. Mote irónico y cariñoso con que fue generalmente
conocido don Lorenzo Calzada, de quien pudo muy bien
decirse, por su luenga nariz: “ érase un hombre a una
nariz pegado” , uno de los personajes más simpáticos
y bienqueridos en todas las esferas sociales, de quien
don Rafael Domínguez escribió: “ . . . este hombre, sin
haber.llegado a ser— es verdad— extraordinariamente
superior en ninguna de sus actividades, con su solo
nombre — y esto es verdaderamente maravilloso— llenó
casi medio siglo de vida provinciana, por su amabili­
dad, por su charla amena y bondadosa, por su carácter
jovial y franco, por la blancura de su alma, por su
envidiable popularidad, por una larga serie de circuns­
tancias y de atributos individuales que lo hicieron es­
timadísimo. A este respecto no podemos olvidar las
palabras de Manuel García Jurado en una atinadísima
semblanza del Chato: “ Cordialmente bueno— dice— y
sanamente informal, no aprenderá a negar nunca, aun­
que tenga la seguridad de no poder cumplir todo lo
que promete.” Y en efecto, así era el Chato: “ cordial­
mente bueno y sanamente informal.”
El método Górritz. Hubo años há una comedia o zarzuela
del género chico llamada “ El Método Górritz” , cuyo
argumento creo que era algo así como un profesor muy
pulcro en su indumentaria que obligaba a sus alumnos
a vestir muy atildadamente. A la sazón había en San
Juan Bautista una escuela comercial de un señor espa­
ñol llamado don Felipe Ranero, que había introducido
la moda de uniformar a sus discípulos, quienes anda­
ban siempre vestidos con mucha pulcritud, de blanco y
con gorra o quepis también blanco. Lo que dio coyun­
tura a que, cuando se conoció en Tabasco el sainete
mencionado, se pusiera a los alumnos de dicho colegio
comercial el apodo de Método Górritz, que algunos
aceptaban con buen humor y a otros causaba grande
enojo.
El Niño de la Palma. Quizás algunos taurófilos se acuerden
todavía de un matador de toros, según he oído decir
(yo en esos años vivía en los Estados Unidos) de al­
guna fama, cuyo sobrenombre era “ el Niño de la Pal­
ma” . En esa época vivía en Villahermosa un joven
campechano muy apreciable, con quien años después
trabé excelente amistad que aun conservo, y que era
novio de la que hoy es su estimabilísima esposa. Esta
señorita era hija de un señor tabasqueño, propietario
de conocido establecimiento comercial llamado “ La
Palma” , y quien en una ocasión fue a una corrida de
toros en Villahermosa acompañado de su futuro yerno.
Más tardaron en presentarse ambos en los tendidos de
sombra que en gritar algún chusco, de esos que siem­
pre abundan en las corridas y que son, con su genio y
gracia, la sal y la pimienta de la función: ya llegó el
N iño de la Palm a!”
Hijo del Sol. Así se le llamaba en Villahermosa a cierto
sujeto albino, y así decíamos cuando nos enojábamos
mis hermanos y yo, a mi hermano mayor, que era muy
rubio. Quiero recordar aquí lo que quizás no sea una
mera coincidencia con lo que acabo de decir, es a saber:
los antiguos mejicanos, a la llegada de los conquista­
dores españoles, los consideraban “ hijos del Sol” , por
lo blanco de su tez, y al conquistador Pedro de Alva-
rado, que era rubio, le dieron el sobrenombre de Tona-
tiuh, que quiere decir sol.
Juchimán. Este es el nombre con que desde hace mucho se
conce el ídolo indio, el mayor de los dos monolitos que
desde 1896 se hallan en el patio del Instituto “ Juárez” ,
al pie del monumento “ al ciudadano modelo” que se
erigió a don Benito Juárez en 1910 (según datos toma­
dos del libro AÑ O R AN ZAS D E L IN S T IT U T O JUÁ­
REZ, del ilustre escritor tabasqueño, Lie. don Rafael
Domínguez). Y fue éste el apodo con que llamábamos
a un compañero, de cuerpo voluminoso y rostro como
empedrado a causa de los muchos barros que le salían.
Las Fosforitos. Así se les llamó a ciertas jóvenes (que ha­
bían sido) llegadas a San Juan Bautista no sabría de­
cir de dónde, por la “ esbeltez” de sus cuerpos espiri­
tuales (espiritifláuticos, dirían en la Capital), que les
daban semejanza a palos de fósforos. Por cierto que
las Fosforitos deben de haber padecido laceria crónica,
y al parecer no supieron nunca de “ olla de algo más
vaca que carnero” , ni de “ salpicón las más noches” , ni
de “ duelos y quebrantos los sábados” , ni de “ lentejas
los viernes” , ni mucho menos de “ algún palomino de
añadidura los domingos” , pues, según me acuerdo, es­
taban siempre a tres menos cuartilla y andaban de casa
en casa, cuando se acercaba la hora del pipiiin, pidien­
do “ bocaditos” , aunque sin declarar nunca la verdadera
intención de su solicitud, pues tenían una manera muy
discreta de disimular lo que era tan claro como la luz
del día, ya que harto conocida era su arte pedigüeña:
cada una de las tres (pues tres eran, si mal no me
acuerdo, los angelitos que con la madre hacían cuatro
bocas que debían dar trabajo a las mandíbulas) llama­
ban a una puerta del vecindario, y aquí pedía “ un po­
quito de masa como para especie” (nunca se supo el
significado que querían dar al vocablo especie), allá
“ un poquito de caldo como para especie'’, acullá “ un
poquito de carne como para especie” , y así sucesiva­
mente hasta completar la ración necesaria para el al­
muerzo o la cena, sin descuidar el postre ni los mon­
dadientes. Pero eso sí, a pesar de vivir siempre a la
cuarta pregunta, y de tener más cuentas pendientes
que arroz se da por medio, pues le debían hasta al se­
reno de la esquina, que ya no se atrevía a pasar frente
a su casa por temor de que le pidieran prestado “ un
quinto como para especie” , andaban siempre muy peri­
puestas y con las mejillas pintarrajeadas, incluso su
señora madre, a quien por su extravagante figura,
ridicula indumentaria y salud rebosante que le salía
por el rostro apergaminado a tanto frotárselo con hojas
de higo o con papel de China colorado, dio el pueblo
en apellidar la Mama Mica.
Las Seis en Punto. Ésta era otra señorita sanjuanense, tan
delgada como las Fosforitos, a quien el ingenio popular
vio semejanza con las manecillas del reloj cuando son
las seis en punto, pues entonces forman una línea recta.
Muchos años después (más de tres decenios) oí a un
amigo que acababa de regresar de un viaje a Yucatán,
comentar este mismo apodo, que oyó en Mérida y que,
en efecto, tiene mucho de lo ingenioso.
Mediopollito. Así llamábamos a un chico poco más 0 menos
de nuestra edad, por lo diminuto de su cuerpo raquí­
tico, y que se volvía medio demonio cuando oía su
apodo.
Polloloco. Éste fue uno de los sujetos más pintorescos y
populares desde que Villahermosa era San Juan Bau­
tista y mucho después que San Juan Bautista fue Villa-
hermosa, y que, como Juan Charrasqueado, era “ borra­
cho, parrandero y jugador.” Polloloco se le llamó por
su manera alocada de hablar, de caminar, de gesticular
y de vivir. Por supuesto,, él que era un guasón de siete
suelas, nunca tomó a mal su apodo, y hasta, seguro
estoy, había muchas personas que lo trataban y nom­
braban Polloloco sin saber su verdadero apellido. Por
cierto, que una de sus habituales parrandas le ocasionó
un susto morrocotudo y el que se viera envuelto en un
consejo de guerra que llevó al patíbulo a muchos ino­
centes o irresponsables, si bien condenó a muerte a
algunos culpables que merecían el “ paredón” como cau­
santes directos del asesinato de un hombre bueno, va­
liente y honrado que a la sazón era gobernador de
Tabasco. Sucedió que por aquel entonces era muy po­
pular un danzón llamado “ El Tábano” , que Polloloco
gustaba de cantar y bailar en sus holgorios, y que co­
menzaba con estas palabras “ catacatapún que te pica
el tábano” . Y sucedió también que el comisario de
policía de Atasta, pueblo cercano a Villahermosa (en­
tonces San Juan Bautista) tenía puesto el apodo de
Tábano, ignoro por qué razón. Y por malo de sus pe­
cados, escogió Polloloco una noche el pueblo de Atasta
como teatro de sus parrandas, y hallábase cantando
muy feliz y contento “ catacatapún que te pica el tába­
no” cuando acertó a oírlo el comisario de policía, quien
acto continuo le echó mano a Polloloco y lo metió en el
bote; con tan mala suerte para éste que esa misma
noche se sublevó parte de la guarnición militar de la
plaza. Los sublevados pusieron en libertad al coronel
Gil Morales, hombre rudo y feroz que se hallaba en la
cárcel procesado no sé por qué causa, y dieron muerte
vil y cobardemente al gobernador General Colorado y
a otro hombre bueno y querido por todo el mundo, el
civil don Felipe Peña, que volvían con numerosa comi­
tiva del pueblo de Atasta, adonde fueron a acompañar
a dos desposados que acababan de celebrar su boda.
Los asesinos rebeldes huyeron de San Juan Bautista,
pero poco a poco fueron cayendo prisioneros de las
fuerzas leales. Y por obra no sé si del vengativo co­
misario el Tábano o de qué inexplicable maniobra,
cuando se juzgó en consejo de guerra sumario a los
prisioneros, casi todos los cuales fueron inmisericor-
demente condenados a muerte, entre los acusados esta­
ba Polloloco, con gran asombro de toda la población
pues nadie creía que sujeto tan guasón e inofensivo
hubiese tenido ninguna ingerencia en el levantamiento.
La manera cómo Polloloco salió absuelto de tan rigu-
ros consejo de guerra que condenó a treinta y ocho de
los cuarenta acusados, puso la nota chusca en tan lú­
gubre función que se celebró en el teatro Merino y a
la que tuvo entrada libre el público curioso. Cuando
el presidente del consejo interrogó al “ acusado” sobre
las causas de por qué había sido hecho prisionero, P o-
lloloco respondió con sorna y picardía que por haber
bailado “ El Tábano” . Y entre las risas mal contenidas
de los miembros del consejo de guerra, explicó gracio­
samente su correría nocturna, la coincidencia del nom­
bre del danzón y el apodo del comisario de policía de
Atasta, e incluso trató de hacer una demostración prác­
tica a los miembros del jurado de la forma en que
había bailado y cantado “ E l Tábano” . Después de lo
cual fue absuelto incontinenti Polloloco, quien, pasado
el susto del consejo tabanídeo, continuó su vida de
frasca y desenfreno.
Polmerón. Tal fue el apodo con que se conoció a cierto “ per­
sonaje” de suposición (en su casa), que andaba siem­
pre muy emperejilado y luciendo en el ojal de la solapa
la rosa de mayor tamaño y más encendida que podía
haber. Es de advertir que en Tabasco se llama polmerón
(palabra que no sé de dónde salió) a una rosa muy
grande y de vivos colores.
Refresquito. Decían, pero no me consta, que Refresquito
era un sujeto gorrón, aunque estimable en otros respec­
tos, que se complacía, como se complacen algunos, en
disfrutar de alguna cosa sin que le costara, de diver­
tirse a costa ajena, quizás aun teniendo dinero en el
bolsillo con qué pagar lo que se comía, bebía o disfru­
taba de alguna otra manera. La versión que yo oí acer­
ca del origen de su apodo es la siguiente: se decía que
Refresquito se las agenciaba siempre de algún modo
para “ pegar la gorra” cuando entre amigos iba a tomar
o comer alguna cosa a la cantina y, por cierto, que se
valía de un ardid que debe de haberle parecido muy
ingenioso para apagar su sed con algo que no fuese
agua y que no le costase ni un centavo. Llegaba Re-
fresquito a una cantina (la “ Cantina del Teatro” o
“ La Vega de la Portilla” , por ejemplo, donde además
de licores, y principalmente, se vendían helados y re­
frescos), se acercaba al mostrador como quien no quie­
re la cosa, y con aire despreocupado y aparentando no
darle importancia al asunto, pedía al cantinero o de­
pendiente que le regalase un vaso de agua. Nadie, por
egoísta o avaro que fuese, habría negado a un sediento,
con aquellos calores del trópico, un vaso de agua; aun
más, ningún tabasqueño, ni siquiera el cantinero, hu­
biese pensado en escatimar al sediento un trozo de
hielo, teniéndole a la mano a tutiplén. Y henos ahí a
nuestro Refresquito con su vaso de agua helada por
delante que, por mucha que fuera su sed, no se la to­
maba al punto, sino que, con fingido disimulo reservaba
para cuando pasase cerca de él su buen samaritano
con la botella de j ugo de limón o con la jarra de guaná­
bana o de piña machacada, para pedirle que le “ echara
un poquito de jugo en su vaso” ; cosa a que accedía el
cantinero, o porque estaba muy atareado para reparar
en “ gorronerías” , o porque se le hacía demasiada mez­
quindad negarle a un prójimo un miserable poco de
jugo que no valía ni cuartilla. Mas le faltaba a nuestro
“ gran tacaño” el toque final para dar el dulzor a su
ardid convertido ya en cuasirrefresco, lo cual conseguía
la próxima vez que pasaba a distancia conveniente su
dador, con la botella de jarabe en la mano, para de­
cirle con tono displicente: “ pst, oye fulano, échame
aquí un poquito de s i r o p e Y he ahí cómo apagaba
Refresquito su sed, y he ahí el origen de su apodo, que
Sea verdad, sea invento,
Como me lo contaron te lo cuento.
Sueñito. La blefaroptosis o caída de los párpados es una
parálisis de los músculos elevadores de los párpados
superiores. Las personas que la padecen no pueden
levantar dichos párpados y para mirar con los ojos me-
dioabiertos tienen que inclinar la cabeza hacia atrás.
A un señor que tenía la desgracia de padecer esta des­
agradable enfermedad lo bautizaron en Tabasco con el
apodo de Sueñito.

Tachuela. Había en San Juan Bautista un señor muy res­


petable y bastante acomodado y voluminoso, que tenía
la costumbre de salir todas las tardes, sin faltar una,
excepto los días de norte, a tomar el fresco, para lo
cual desde hora muy temprana de la tarde y cuando
empezaban a circular las jardineras vespertinas de la
Compañía de Tranvías de Nieto, o de vía angosta, se
sentaba cómodamente en uno de estos tranvías descu­
biertos “ de mulitas” , conocidos también con el nombre
de “ tranvías del circuito” , y se ponía a dar vueltas y
más vueltas hasta bien entrada la noche. Tan arraiga­
da era la costumbre de este señor, que sin duda fue el
mejor cliente que tuvieron los “ tranvías del circuito” ,
y tan asidua era su asistencia a las jardineras en uno
de cuyos asientos se pasaba muy largas horas como si
estuviera en él clavado, que la gente acabó nombrán­
dolo Tachuela.

A R R A N Q U E R ITIS

Tener o padecer arranqueritis. Padecer pobreza. Arranque­


ra, como se sabe, es americanismo por laceria, pobreza,
inopia. El Diccionario Manual de la Academia dice
que en Cuba, Honduras y Perú se usa arranquitis por
arranquera. ¿Que no habrá oído mal, esta como mu­
chas otras voces, la Academia ? Porque de arranquera e
itis, en lenguaje festivo, lo lógico es que salga arran-
queritis, como se dice en Tabasco.

ARREAR
El que venga atrás, que arree. Frase con que se expresa el
¡qué me im porta! de la persona egoísta que sólo vive
para sí y que actúa sin miramiento para los demás,
sin importarle que sus actos ocasionen inconveniencias,
desagrados o dificultades a su prójimo, pues en salién­
dose con la suya o haciendo su gusto, poco o nada le
va en que los demás “ carguen con el muerto” .

Á S IN IT A
Quedarse asinita. Quedarse chiquito o corrido, sentirse hu­
millado. El asinita es diminutivo del anticuado asina,
muy usual entre la gente del pueblo. Generalmente se
acompaña la frase de una acción de la mano en que casi
se juntan los dedos índice y pulgar, con que se significa
“ pequeñito” .

ATU JA R , ATUJAD O R
Según empecé a decir en el artículo ajuchar, en Ta­
basco es muy usual el verbo transitivo atujan' (y su
derivado atujador) por azuzar, huchear, oxear, excitar
a los perros con voces o 'en cualquiera otra forma para
que rastreen y persigan la caza, o para que acometan a
un malhechor o persona indeseable, y así se dice atujar
los perros o atujarle los perros a una persona. Si no me
equivoco es voz privativa de la cacería u ocupaciones
campestres conexas, aunque alguna vez se emplea en el
lenguaje familiar y festivo refiriéndose a personas,
como en frases de este jaez: “ no le andes haciendo el
amor a fulanita, pues corres el riesgo de que te atuje
a su papá, que es hombre de pelo en pecho” , “ le atuja­
ron a la policía y tuvo que poner pies en polvorosa” ,
“ fulano le atujó el matachín X a perengano para que
le diera una paliza.” En las cuales frases hace el papel
traslaticio de azuzar, oxear, echar encima, mover a una
persona para que acometa a otra.
Es probable, según afirman eminentes lexicógrafos,
que atujar sea una corrupción de ahotar, que primero
se convirtió en ajotar, por aspiración de la h, luego, por
metátesis o transposición de sílabas en atojar, y úl­
timamente, por mutación de la o en u, se formó nuestro
atujar.
El verbo transitivo ahotar, de que nunca quiso dar
cuenta la Academia en ninguna de las ediciones de su
Diccionario, es voz anticuada. Barcia (DIC. ETIM OL.,
1881) lo trajo con el epíteto “ activo anticuado. A N I­
M AR .” Terreros y Pando, en su D ICC IO N ARIO CAS­
T E L L A N O (1786) remite de A H O T A R a animar, y en
el artículo A N IM A R dice, entre otras cosas: “ Antigua­
mente se decía en Castellano Ahotar.”
Dice Santamaría (D IC C IO N A R IO G E N E R A L DE
A M E R IC A N IS M O S ) que en la América Central y las
Antillas se usan los verbos ajotar y atojar, corrupción
o variantes del antiguo ahotar, de donde derivó tam­
bién nuestro ajuchar (en esto último no estoy de acuer­
do, según queda dicho en el artículo respectivo, en que
expongo mis razones para disentir de tan alta autori­
dad, en este punto).
Del verbo atujar se formó el substantivo atujador,
para designar a la persona o personas que en una ca­
cería se encargan de azuzar los perros para que ahu­
yenten o levanten la caza y la conduzcan al lugar que
se desea.

AV ISO
¡Y a te aviso! Expresión ponderativa del lenguaje familiar:
“ un día de estos fulano le va a dar a sutano una tun­
da. .. que ¡ya te aviso!; “ la fiesta de mañana va a es­
tar. .. que ¡ya te aviso!” ; “ parece que va a caer un
aguacero... que ¡ya te aviso!” .

¡AY!
¡ A y miau! ¡A y misho! Expresiones exclamatorias fam ilia­
res e irónicas con que una persona se burla del dicho
de otra, o expresa en tono festivo incredulidad o duda
de que sea verídico lo que ésta dijo. Son frases usuales
entre gente bien hablada, por supuesto, en el lenguaje
familiar. Misho o mixo [quizás del náhuatl mixto, m ix-
tón (pronunciado mishto, mishtón), leoncito, como lla­
maron los aztecas al gato que trajeron los españoles]
es nombre popularísimo del gato en Tabasco (¿qué ten­
drá el gato que con tanta frecuencia lo meten en líos,
a él o sus maullidos?; los cubanos tienen la exclama­
ción ¡pa’l gato! o /para el gato!, y a cada rato se oye
por ahí andarle buscando tres pies al gato, ahí hay gato
encerrado, dar gato por liebre, mío dijo el gato y se
quedó frío en el garabato, e tc.). En cambio, estas otras
dos:
¡A y mojo! ¡A y juela!, sin llegar a pertenecer al lenguaje
cocheril, son expresiones vulgares y consideradas de
mal tono entre gente de oídos delicados. Lo de ¡ay
m ojo! nunca he podido entender (m ojo es la variante
popular de moho, y también la salsa con que se adere­
zan ciertas comidas, como el mojo de ajo para poner al
pescado, o a las piguas). El ¡ay juela! es contracción
de ¡ah hijo de l a . . . ! (¡a h hijo ’e l a . . . ! , ¡ah hijue
l a . . . ! , ¡ai jue l a . . . ! ) , manera menos cruda de decir
lo que Sancho Panza repetía con bastante frecuencia:
¡ah hideputa!

AZO CATARSE o E NZO C ATARSE


Azocalarse una fruta es ponerse zocata, esto es, acorchada
y amarilla sin madurar (se dice también que se pas­
ma). El Diccionario Manual de la Academia trajo zo­
catearse.

AZUL
Entre azul y buenas noches. Se aplica al color impreciso 0l
borroso que casi puede ser cualquier color, y se dice
también de las situaciones dudosas o inciertas, y de las
personas vacilantes que no se deciden por una cosa ni
por otra. Úsase asimismo en lugar de la frase entre
pintón y maduro (q. v . ) , y se emplea también la forma
entre el azul del cielo y buenas noches.

B
BARCO
Cada barco que aguante su vela. Dicho con que se expresa
que cada quien debe sufrir sus propias penas o resol­
ver por sí solo sus dificultades o conflictos. En Vene-
zuela se dice: cada palo aguante su vela (RÓMULO
G ALLEG OS: . .se me ha ordenado cerrarlo so pre­
texto de que los servicios públicos deben de llevarse a
cabo dentro de un sistema planificado. . . ¡ Es la can­
ción de ahora: plan, técnica! Y mientras tanto que
cada palo aguante su vela.” Sobre la misma Tierra,
3a. parte, I ) .

B A R R IG A
Tener barriga de músico. Aunque esta expresión no es pro­
piamente tabasqueña, pues se usa en otras partes, la
incluyo entre los dichos tabasqueños en virtud de ha­
berla oído por primera vez en Tabasco, además de que
es tan expresiva que merece algún comentario. Signi­
fica ¿quién no lo sabe? ser un tragón, glotón, comilón,
tragaldabas, tripasinfondo o hambre vieja. Mas ¿poi­
qué se pensó en la barriga del músico para ponderar
la desmedida hambre canina del goloso que nunca se
sacia por más que coma?
La razón la hallo en lo siguiente: el de la frase no
es el músico común y corriente ( “ profesor” se empeñan
en llamarlo algunos, aunque sólo toque los platillos o
el bombo), que recibe un sueldo fijo o una buena re­
muneración cada vez que toca, ni el aristócrata del jazz
que gana muy buen dinero, ni mucho menos el artista
de nombre, mimado de los públicos. N o: es el pobre
trompa de hule, noctivago y trashumante, de categoría
aun inferior a la del mariachi que pasa la noche ron­
dando por el Tenampa, en la capital de Méjico, espe­
rando que caiga cliente, que algún trasnochador lo con­
trate para llevar un gallo o serenata, o ir a cantar (ya
le cambiaron el nombre a berrear) las mañanitas. Es,
digo, el desdichado tr o m p a de h u le que por un mísero
estipendio que apenas le sirve para acabalar sus in­
gresos como oficial de barbería o sastrería, va cuando
se le presenta la oportunidad a rascar su violín des­
vencijado o a soplar su clarinete o su trombón abollado
en algún velorio o fandango de barrio humilde o de
ranchería donde, por pobres que sean los tertulianos o
b o c h in c h e ro s , no faltan nunca las panzudas ollas reple­
tas de tamales de gallina o de pavo envueltos en hojas
de plátano, o los tamalitos de chipilín o de pejelagarto,
o la cochinita horneada, con acompañamiento de rebo­
santes jicaras de chocolate y turuletes, todo ello rocia­
do generosamente cuando menos con el aguardiente
“ blanco” , o de yerbabuena, o con “ caldo de nance” .
Pues bien, a mí se me antoja que fue de esas comi­
lonas, holgorios o jo lg o r io s , o como se les quiera llamar,
de donde nació el dicho te n e r b a r r ig a de m ú s ic o , ya que
es ahí donde los pobres filarmónicos de la legua se des­
quitan de hambres pasadas y sacan el vientre de mal
año. Después de cada tocata se escurren, disimulada­
mente unos, ostensiblemente otros, a la cocina a cobrar
su parte de la cazuela (y de la botella), a buscar algo
que los corrobore y tonifique, para recuperar las fuer­
zas y poder continuar haciendo ruido. Y así una y otra
vez van engullendo todo lo que pueden, zampándose
cuanto se les ofrece, que no es poco, y lo que no, se los
ofrecen ellos mismos, hasta to c á rs e lo c o n e l dedo, hasta
q u e d a r pa n d os y p a r e jo s pero nunca satisfechos.
Mas hay que hacer una excepción, que no todos los
músicos de pueblo o de ranchería embaulan en sus ba­
rrigas de ídem según la alusión del dicho. Los hay, y yo
los he visto, que no tienen coyuntura ni para resollar,
cuanto menos para embutirse un capón o una ternera
en barbacoa. Y aquí permítaseme bosquejar, siquiera
sea (no, no te alarmes, lector, que no voy a decir “ con
mi torpe pluma” , que esa frasecita está ya muy gasta­
da, además de que la pluma no es la torpe, sino el torpe
sería y o ) ; permítaseme — decía— pintar siquiera sea
con tonos descoloridos, uno de los sucesos más típicos y
sencillos de que tengo memoria y que presencié en un
lugar de Tabasco de cuyo nombre no viene al caso acor­
darme (perdón, divino manco). Y así, haciendo retro­
ceder varios lustros las manecillas del reloj, me traslado
al sitio de los acontecimientos.
Por la noche hay gran juerga pueblerina. En uno
de los barrios de la población comienzan esta noche los
bailes de carnaval. “ Bailes de enramada” les llaman.
En una de las calles, la principal, se levanta un cober­
tizo de guano. Esta es la enromada, bajo la cual se bai­
la zapateo todos los domingos de carnaval. Ahí acuden
todos los habitantes del pueblo, ricos y pobres, burgue­
ses o plebeyos. Los gastos se pagan por subscripción,
esto es, los de la música, pues la enramada se construye
sin costo alguno. Cada quien da lo que puede o lo que
tiene: unos los postes, otros la madera, otros las sogas
o cordeles, pues todo se hace con ataduras y no se em­
plea ni un solo clavo. Y el que menos coge una coa y se
pone a abrir los agujeros o a trabajar en cualquiera
otra forma. Es una verdadera romería la construcción
de la enramada. Se comienzan los trabajos con una se­
mana de anticipación, y desde ese momento empiezan
las salvas con un cañoncito viejo que atacan de pólvora
y estopa. Todo el pueblo desfila por la enramada en
construcción y todos opinan acerca de ella. Quién pien­
sa que es muy chica, quién que muy larga, aquél que
muy estrecha, éste que muy ancha. Y todos toman igual
empeño y con la mayor seriedad dirigen o comentan u
observan, como si fuese una obra trascendental de que
dependiese la vida de la población.
La noche de la inauguración la gente acude desde
las primeras horas. No menos de dos o tres mil almas
se congregan en el pequeño espacio frontero a la enra­
mada. Hombres, mujeres y niños pululan por entre los
numerosos puestos de comida y de fritangas, cada una
de las cuales tiene su indispensable fuego de leña que
vomita humo desaforadamente, y uno o más mecheros
(candiles) de petróleo. Y el humo, el olor a comida y
el bióxido de carbono de las fogatas y los candiles se
mezclan con el olor a humanidad de los feriantes y las
emanaciones odoríferas de los sudorosos e infatigables
bailadores.
La “ orquesta” consta de cinco músicos: clarinete,
cornetín, trombón, un tambor y un rascabuche o güiro.
Los músicos se colocan en un entarimado para que la
música domine el conjunto. Cada pieza és, sin hipér­
bole, una carrera de resistencia entre los músicos y los
zapateadores, en la que los primeros salen siempre de­
rrotados. A una pieza le conté cuarenta y cinco mi­
nutos. En todo ese lapso los tres instrumentos de vien­
to son resoplados con furia que linda en estoicismo,
por los abnegados filarmónicos que toman posturas
verdaderamente dramáticas y trágicas. Porque no de­
ja de ser dramático ver al cornetín, con los carrillos
inflados, la cara amoratada, los ojos encarnizados,
adherido al instrumento como si éste tuviera potentes
ventosas, y dando la impresión de que va a estallar de
un momento a otro. N i tampoco me podrá decir nadie
que no es trágica la figura estrafalaria del clarinete,
con su traje dominguero y su camisa de ceremonias
hechos una sopa, la cara enrojecida y destilando grue­
sas gotas de sudor, los ojos entrecerrados como si estu­
viera ya en las últimas.
Después de cada pieza kilométrica viene un descanso
de diez o quince minutos, al cabo de los cuales vuelven
a sonar los acordes de “ El torito” o del “ Lum ijá” o
de la “ Caña brava” , y vuelven los bailadores a colo­
carse en cuatro filas, los hombres en las de dentro, las
mujeres en las de fuera, cada una frente a su respec­
tiva pareja. Y hay que verlds, con la impasibilidad y
el tesón con que zapatean. Son incansables: ni uno
solo se sienta mientras dura la música. Los más bailan
en silencio; la mujer sin mirar al hombre, como si éste
no fuera, o mirándolo de reojo. Algunas bailadoras
permanecen impertérritas, en la misma posición, inte­
rrumpida sólo por los constantes movimientos trepida-
torios del zapateo. Los hombres son los que más en
serio toman el baile, y los que más “ trabajañ” . Algunos
hacen contorsiones, y dan saltos y hacen cabriolas que
son verdaderos prodigios de agilidad. Sus rostros se
llenan de sudor, y sus camisetas de manta o sus cos­
tosas camisas de seda se adhieren a la piel. Pero ellos
son incansables y continúan saltando hasta que los
pobres músicos lanzan con sus instrumentos un sonido
destemplado para indicar que la pieza va a concluir...
Siguen luego los diez o quince minutos de descanso,
para repetirse a continuación el mismo trepidar de
cuerpos con diferente sonsonete, hasta las tres o cuatro
de la madrugada.. .
He ahí por qué dije que era preciso hacer una excep­
ción, pues estos desdichados, por más barriga de músico
que tengan, no tienen tiempo ni para medio llenarla.
Además de que, como todo mundo está tan divertido
o atareado, nadie se acuerda de ellos ni para ofrecerles
una limionada.
Se decía también la frase
Tener barriga de demandante, que, como dice don Rafael Do­
mínguez, alude sin duda a la ambición desmedida con
que exigen del demandado las perlas de la Virgen.

B ARRIO
Ser una persona del barrio. Ser de la clase baja, de la plebe,
de condición plebeya o humilde.

BOBO
Hacerse el bobo (o el tonto, u otra cosa que se dice con pa­
labra dura) por dormir enmedio. (Compilación inédita
de refranes, de Santamaría.) Dícese de la persona que
se hace el inocente o mosquita muerta para sacar ven­
taja de su bobería.

BOCADITO
Bocadito, en ollita, y véngamelo Ud. a dar. Expresión fami­
liar con que se critica a las personas que quieren que
todo se les dé ya hecho, pues ellas no se quieren tomar
el trabajo de hacer nada, o que, al pedir un favor, pa­
rece como si quien se los va a hacer fuera el que lo
recibiese, o que exigen demasiado de quienes las favo­
recen y nunca quedan satisfechas ni complacidas con
nada.
E l bocadito es la porción de comida que se da, bien
porque la persona que lo recibe es un menesteroso, o
bien como una demostración de cariño. En Tabasco
era comunísima entre las familias la costumbre de
mandarse b o ca d ito s cada vez que en casa de alguna
de ellas se guisaba algún platillo sabroso, fuera de lo
corriente, confio, digamos, tortuga en verde, patillos en
pipián, c h ir m o l, p ib ip o llo s , c h a n c h a m ito s , etc. Y , por
supuesto, el b o ca d ito era a veces una ración como para
toda una fam ilia entera. Acuérdome del gusto que me
daba, a mí que desde niño tuve la debilidad de la gas­
tronomía, cuando llegaba a mi casa alguna criada con
el consabido recado: “ que dice doña fulanita que aquí le
manda este b o ca d ito a doña sutanita.” Y la boca se
me hacía agua saboreando de antemano el b o ca d ito ,
que debía de ser algo muy sabroso para que mereciera
este título.
El dicho ( b o c a d ito , en o llita , etc.) es algo semejante
al otro de lim o s n e ro y co n g a r r o t e y no muy diferente
de co n f a v o r y co n tro m p e ta .
Dice Santamaría (DICC. DE A M E R .) que c o n v i­
dado y c o n o llita es expresión familiar mejicana. Yo
nunca he oído fuera de Tabasco la de b o ca d ito , en o llita
y v é n g a m e lo U d . a dar.

B O N IL L A
Irse a casa de Bonilla. Morirse, e s tir a r la p a ta . Bonilla fue
un sujeto de conciencia no muy limpia, llegado a Ta­
basco no sé si de Puebla o del infierno, sin escrúpulos
y sin moralidad, que por muchos años tuvo a su cargo
la administración del cementerio de San Juan Bautista,
al que consideraba como su propiedad personal. Y de
ahí que la gente haya apellidado al camposanto, casa
de B o n illa .
BO TIJA

Decirle a una persona botija verde (o hasta botija verde).


Ponerla como digan dueñas, d e c irle h a sta la despedida,
maltratarla de palabra, h a c e rla v e r su s u e rte sa in s u lto s ,
d e ja rla co m o c h in ín ju g u e te n d o de z o r r o , p o n e r la co m o
D io s p u so al p e ric o .

BRINCO
¿Para qué son tantos brincos, estando el suelo tan parejo?
Expresión que se dice cuando se hacen muchos aspa­
vientos y se le dan muchos rodeos a un asunto que no
ofrece dificultad ni complicación alguna.

BRUJO
Meterse a brujo sin conocer las yerbas. (Colección inédita
de refranes de Santamaría.) Querer terciar en alguna
discusión cuyo tema se ignora, meter su cucharada en
un asunto que se desconoce por. entero, o acometer al­
guna empresa de que no se tiene el menor conoci­
miento.

BURRO
El miedo no anda en burro. Refrán que alude al andar lento
del borrico, comparándolo con las alas que da el miedo,
pues cuando una persona es acometida de terror, no
corre sino vuela.
c
CA
En ca fulano, en ca doña sutanita. Muy común es (o era)
en el lenguaje popular de Tabasco el ca por apócope de
casa, omitida también la preposición de, en frases como
estas: — “ ¿Adonde vas? — “ Voy a ca Luis.” — “ ¿Dónde
es el^velorio?” — “ E n ca don Pedro.” “ Lo compré en ca
Forteza.” “ Voy a comer a ca la tía Toncha, que tiene
casa de a s is te n c ia ” “ No todos los días en ca tu tía”
(dicho popular, véase debajo del encabezado T Í A ) .
Esta manera de expresión parece ser corriente en
España, según dice Cuervo [A P U N T A C IO N E S CRÍ­
T IC A S : “ «En toda España se usa e n ca f u la n o .» (Me-
néndez Pidal.) «E ra yo la que amasaba en ca mi amo»
(Fernán Caballero, L á g r im a s , X X I ) ” ].
El Diccionario de la Academia y el de Barcia dan
como anticuado el cas. Dice Barcia (artículo CAS) :
“ ETIM OLOGÍA. Casa. « E n C A S d el buen o, el r u in tra s
f u e g o : en C A S d el m e z q u in o , m ás m a n d a la m u je r que
e l m a r id o : a llá darás, ra y o , en C A S de T a m a y o .»”

Cuervo (A P U N T A C IO N E S , § 458) cita:


“ D e casa d el a b oga d o
A cas del procurador.”
(Castillejo, R im a s , lib. III, D iá lo g o .)
Y agrega don Rufino: “ Este último ejemplo nos ofre­
ce la locución a cas de ( e n cas de, de cas d e ), frecuente
en obras literarias antiguas y usada ahora popular y fa ­
miliarmente en España y en varias partes de Am érica:
“ Toda, señor esta gente
D e cas de vuestra merced
Se queja terriblemente
De la hambre y de la sed.
(Castillejo, u b i s u p r a .)

“ Cuando llegué a la posada,


Y a el estaba en cas de Judas.
(TIRSO, L a v illa n a de V a lle ca s , acto I, esc. X .)
“ Es notable la omisión de la preposición delante o
después de casa, por cuanto muestra que esta palabra
se halla en estado de transición, y que puede llegar a
ser preposición, lo mismo que sucedió con la voz fran­
cesa cognada ch e z . ..”
Del a cas, de cas, en cas formó el vulgo en España
a ca, de ca, en ca, que pasó a América y que se conserva
en Tabasco, como parece conservarse en España.

C AB ALLO
Tener salida de caballo árabe y parada de burro. Con esta
frase figurada e irónica Se moteja a la persona que
empieza con mucho ímpetu y fogosidad alguna empre­
sa, pero muy pronto se desanima y ceja en su intento.
Equivale al dicho de otras partes de M éjico: te n e r
a rra n q u e s de ca b a llo b uen o y pasos de b u r r o cansado,
o s e r co m o los ca ba llos costeñ os, que e n tra n f u e r t e y
después se “a g u a d a n ”.

CACAO
No haber cacao. No haber dinero, aludiendo al valor que los
indígenas de la época precortesiana daban al cacao,
cuyos granos les servían de moneda. Y como cosa cu­
riosa viene aquí a cuento el símil que la imaginación
popular hizo entre el vocinglero canto de la chachalaca
(O r t a lid a M a c -c a lli, fam. Gallináceas), la alegría del
campo tabasqueño, y la frase n o ha y ca ca o. Estas ga­
llináceas generalmente andan en parejas, y por parejas
cantan, de ordinario al amanecer y a la puesta del sol.
Pues bien, el canto o ch a ch a la q u eo de la hembra es
enteramente diferente del del macho: el de la primera
es agudo, rápido, chillante y bullanguero; el del macho
es más ronco y lento, y puando están cantando a dúo
parece como si la hembra dijera, “ me quiero casar, me
quiero- casar, me quiero casar” , y le respondiera el
macho, n o hay cacao, n o hay cacao.
No tener una persona lo (o ni lo) que le da sobra al cacao.
Eufemismo que expresa una frase ofensiva con que se
insulta al que no tiene vergüenza, delicadeza ni digni­
dad. Proviene de que el cacao, planta que necesita de
sombra para que se desarrolle y produzca, se siembra
en terreno preparado de antemano y sembrado con ár­
boles bastante frondosos. Y al árbol bajo cuya sombra
crece el cacao se le llama en Tabasco m ad re.
Pedir cacao. Pedir gracia o perdón, rendirse, darse por ven­
cido. Dice Cuervo (A P U N T ., 6a. ed., § 659) que es ono-
matopeya alusiva a la voz del gallo que sale huyendo.

C AJE TA
Ver una persona lo que es cajeta. Expresión de amenaza
que se dice para dar a entender que si la persona per­
siste en sus malos intentos o insiste en molestar o
provocar, le sucederá algo que le ha de doler o lasti­
mar, que la h a rá v e r su s u e rte o a co rd a rs e hasta d el día
Así, era muy común entre muchachos
en q u e n a c ió .
decir: “ si te sigues metiendo conmigo ya vas a v e r lo
q u e es c a je ta

CALAG UALA
No curarse una persona ni con la calaguala o no salvarla
ni la calaguala. Se dice de la persona cuyo mal físico
o moral no tiene remedio, que “ no lo cura ni el médico
chino” , como dicen en Cuba. Se dice también de otros
males que no son del cuerpo ni del espíritu. El dicho
alude a las supuestas virtudes curativas de la calagua­
la, helécho polipodiáceo tenido por la gente del campo
casi como una panacea. Hoy, en lugar de la ca la g u a la ,
bien podría decirse n i c o n la p e n ic ilin a , pues por des­
gracia no tan sólo el vulgo sino aun muchos médicos
han llegado a creer que este potentísimo y eficacísimo
remedio contra ciertas y determinadas infecciones, cu­
ra todas las enfermedades, desde los romadizos y jua­
netes hasta el cáncer y la alferecía.

CALDO ÍSPB B u L NT JE 8
Nunca faltan pelos en el caldo. Con que se da a entender
que en la vida nunca falta algún inconveniente, des­
agrado o contratiempo. He oído también en otras par­
tes : n u n c a f a lt a u n b u r r o (o u n a v a c a ) en la c a rre te ra ,
o que se a tra v ie s e en el c a m in o .

¡P a (para) con caldo, compadrito! Cuchufleta con que se


mofa uno de la persona que sale de improviso con al­
guna cosa enteramente inoportuna de que no se está
hablando en aquel momento, o que vuelve a traer a la
conversación algún asunto de que se trató mucho tiem-

69
Nscioaal de Bibliotecas Pública*
po atrás y que ya estaba olvidado. El origen del dicho
es el siguiente cuento: viajaban juntos dos campesinos
compadres que deben de haber sido tan parlanchines
como la esfinge. Camino haciendo pasaron por un c h i­
la r que atrajo la atención de uno de ellos, quien exclamó
con toda la vehemencia que le permitía su sangre de
atole: “ mire compadre, ¡qué lindo chilar. .. y qué her­
mosos chiles!” El otro se limitó a mirar con ojos de
codicia el sembrado, pero sin decir palabra. Caminaron
luego los dos compadres muchas horas sin decir nin­
guno de ellos ni “ esta boca es mía” , y ya cuando iban
llegando al final de su jornada, se dignó el segundó
romper el silencio y dijo: “ ¡ v a c o n ca ld o c o m p a d r ito ,
p a c o n c a ld o ¡ — “ ¿Qué cosa, compadre?” , preguntó el
otro, asombrado. Y la respuesta fu e : “— pues los chiles
aquellos que me mostró Ud.”

CALENTURA
Sudar uno la calentura. Esta frase significa en Tabasco
cargar uno con la responsabilidad, las inconveniencias,
molestias o sinsabores que acarrea un asunto del que
sacó poco o ningún provecho o en el que no tuvo parte
alguna, c a r g a r c o n é l m u e r to , s e r e l pacano. En otras
partes de América se dice s u d a r c a le n tu ra s a je n a s.

C A N D IL E A R
Copio del P R O V IN C IA LIS M O TABASQUEÑO, de
Santamaría: “ Pescar de noche alumbrando las aguas
con un candil que se lleva dentro de un farol o cosa que
haga sus veces, teniendo ésta una sola cara abierta, de
tal suerte que la luz dé al agua para ver al pez, pero
no al candileador, que debe quedar en la obscuridad pa­
ra no ser visto a su vez por el pescado. La pesca se
hace clavando al animal con fisga o arpón, más co­
múnmente con aquella. La gente del campo suele hacer
el farol con cáscaras o cortezas de calabazos especiales
muy alargados que se llaman marimbas, las cuales por­
tan asiéndolas del cuello.”

CANGREJO
Corrida de cangrejos. Dice Santamaría en su PR O V IN C IA­
LISM O TABASQUEÑO (pág. 405) que con este nom­
bre Se conoce en Tabasco la migración hacia el mar
que suelen hacer los cangrejos, cada año, en julio y
agosto principalmente en la región de Paraíso, Comal-
calco y Cárdenas. Dice el texto original: “ Como una
gran manga, los cangrejos que moran de ordinario por
los bosques de la costa, en sus conocidos agujeros o
cuevas, emprenden en común caminata, yendo a sumer­
girse al mar de donde nadie los ve salir. Se supone
que sea la época del celo en este animal, y que vaya al
mar con el objeto de reproducirse allí. La CORRIDA
es ruidosa y alarmante: los cangrejos irritados e in­
quietos, produciendo un ruido especial que a cierta
distancia anuncia la proximidad de la multitud, inva­
den todo, campos y casas, hogar y techo, no siendo po­
cos los que perecen víctimas del fuego en las cocinas.
La casa de setos y guano del campesino sufre entonces
un verdadero asedio, del que sólo pueden el morador y
su familia librarse metiéndose al lecho y cercando cui­
dadosamente el pabellón.”
Y ya que de cangrejos se trata, quiero trasladar
aquí un pasaje de DON SEGUNDO SOMBRA, por Ri­
cardo Güiraldes (cap. X V I I ), que habla de cangrejos y
cangrejales:
“ Si quiere ver toito el cangrejerío rezando a la
puesta’el sol, puedo llevarlo aquí cerca. Son cangre­
jales grandes. Los que usté vido ayer no alcanzan a
ser más que retazos. ..
“ De lejos ya, vimos negrear las largas franjas de
barro. Arrimándonos las veíamos agrandarse, y era
algo así como si el mundo creciera. Pero ¡qué mundo!
Un mundo muerto, tirado en el propio dolor de su cuero
herido. . . De diversos tamaños, también, eran unos
cangrejos chatos y patones que se paseaban ladeados
en una actitud compadrona y cómica. Esperó que, cer­
ca, un bicho de esos saliera de la cueva y hábilmente
le partió la cáscara con un golpe del cuchillo. Pata­
leando todavía, lo tiró a unos pasos sobre el barro.
Cien corridas de perfil, rápidas como sombras, con­
vergieron a aquel lugar. Se hizo un remolino de redon-
delitos negruzgos, de pinzas alzadas. Todos, ridicula­
mente, zapateaban un malambo con seis patas, sobre
los restos del compañero. ¡Qué restos! A l ratito se
fueron separando y ni marca quedaba del sacrificado.
En cambio, sobreexcitados por su principio de banque­
te, se atacaban unos a otros, esquivaban las arremeti­
das que llegaban de atrás, se seguían frente a frente
con las manos en alto y las tenazas bien abiertas. . .
“ . . . ahá. . . , ahurita va a ver los rezadores. . .
“ Así fue. El sol se ponía. De cada cueva salía una
de esas repugnantes arañas duras, pero más grandes,
más redondas que las del cañadón. E l suelo se fue cu­
briendo de ellas. Y caminaban despacio, sin fijarse
unas en otras, dadas vuelta todas hacia la bola de fuego
que se iba escondiendo. Y se quedaron inmóviles, con
las manitas plegadas sobre el pecho, rojas como si es­
tuvieran teñidas de san gre... ¿Qué pedían? Segura-
mente que algún vacuno o yeguarizo, con jinete, si mal
no venía, cayera en aquel barro fofo minado por ellos.
“ Levanté la vista, y pensé que por leguas y leguas
el mundo estaba cubierto por ese bichero indigno.”
Nunca he visto una de esas c o r r id a s de c a n g re jo s
en Tabasco que describe Santamaría en su P R O V IN ­
C IALISM O TABASQUEÑO, pero me imagino, por lo
que relata Güiraldes en DON SEGUNDO SOMBRA,
lo temible que ha de ser la feroz m a n c h a de crustáceos,
que irá dejando la devastación por donde pasa.

CANTAR
Tú cantarás muy bonito pero a mí no me diviertes. Véase
en la entrada SERENO el artículo S e r á s e ren o . En
otras partes se dice: t ú h a b la rá s m u y b ie n v e r o a m í
n o m e con ven ces.

C AÑA
Estar en las vivas cañas. Igual que e s ta r en la v rá n g a n a ,
en la in o p ia , en las c u a tro esquinas, a la cuarta pre­
gunta, sin blanca.

C AR A
En Tabasco, como en otras partes, son muchas las
comparaciones que se hacen entre la cara del sujeto
humano y muy variadas cosas y circunstancias. Quiero
anotar aquí sólo unas cuantas de las expresiones más
típicas de la región, que se usan en el lenguaje ver­
náculo, además de las ya conocidas ca ra s de pascuas,
de p o c o s a m ig o s , de h e r r e r o m a l p a g a d o, de h e re je , etc.
Cara de butaque. La del individuo prognato, esto es, de
quijada saliente y por añadidura chato. El b u ta q u e es
la silla o butaca baja, de asiento que forma curva con
el respaldo, forrados ambos con cuero de una sola pie­
za, y patas en forma de tijera. Es muy cómodo y
sumamente común tanto en el campo como en la ciu­
dad, y el asiento preferido por las personas de edad.
Cara de cereque. El ce re q u e es una variedad de a g u t í o
a c u tí, llamado también en Méjico tu z a r e a l (D a s y p r o c -
ta p u n c ta ta Gray, o D . m e x ic a n a De Sauss., según San­
tamaría), de color pardo obscuro, con pintas blancas
muy menudas (DICC. DE A M E R .). Es un animalito
muy curioso y retozón, de movimientos muy rápidos,
hocico corto y ojillos muy vivos.
Cara de chancleta. La de mala catadura, cara de vinagre.
Cara de Dios me lo perdone. La de pocos amigos; la del in­
dividuo malencarado, que causa temor y espanto.
Casa de fiesta. La del sujeto risueño y placentero.
Cara de gendarme. Lo mismo que c a ra de h e r r e r o m a l p a ­
ga do.

Cara de limón podrido. Cualquiera cara desagradable, sobre


todo si es de color cetrino. Me acuerdo de una vieja
canción que decía, entre otras cosas:
Enamorado de a tlaco
Cara de limón podrido,
Que cuando le piden medio
Se queda descolorido.
Cara (o carita) de marañón. La muy pequeña y en despro­
porción con el cuerpo, por lo general de frente y men­
tón salientes, a semejanza de la almendra del marañón
( A n a c a r d iu m o c c id e n ta le ).
Cara de palo. Lo mismo que c a ra de g e n d a rm e .
Cara de suegra. Que no necesita comentario.
Cara de vaqueta. Dícese de la persona desvergonzada, alu­
diendo a la dureza y correosidad (ta llu d e z , se dice en
Tabasco) del cuero.
Cara de vieja. La muy arrugada, o del individuo desden­
tado o prognato.
Cara empedrada. La cacarañada o cacarisa, como dicen en
el centro de Méjico.
Ser una persona tortilla de dos caras. Ser un hipócrita, te­
ner cara de dos haces, o tener dos caras: con una apa­
rentar una cosa (mansedumbre, bondad, dulzura, amis­
tad) y con la otra todo lo contrario. Algunos se valen
del retruécano y dicen t o r t i ll a de dos ca ra s, c a ra de dos
t o ft illa s .

CARBÓN
Echarle carbón al barco. Azuzar, irritar, hostigar, incitar
a una persona.

C A S U A LID A D
Con las palabras ca su a lid a d y s ie m p r e se hacía en Ta­
basco haplología y se formaba en el lenguaje familiar y
festivo la palabra c a s u a lis ie m p re , para significar que
una cosa que alguien quiere aparentar es casual, no lo
es sino, antes bien, premeditada y prevista, como la.
visita del sujeto gorrón que con frecuencia llega p o r
ca su a lid a d a casa de un amigo a la hora del almuerzo
y, por supuesto, se queda a almorzar. Se dice entonces
que es una c a s u a lis ie m p re . De igual manera, aunque
con Sentido contrario, se forma la palabra ca su a lin u n ca .
CEREQUE
Será cereque. Véase en la entrada SERENO el artículo
Será sereno.

C LA R ID A D
Claridad de la calle y obscuridad de su casa. Se aplica al
sujeto que con las personas extrañas o que no son de
su familia procura siempre ser afable, cortés, servicial,
dadivoso y, en cambio, con los de su casa es desatento,
incivil, malcriado, egoísta y despótico.
Este es el proverbio que en el centro y otras partes
de Méjico se corrompió y transformó en c a n d il de la
calle y o b s cu rid a d de su casa. Y digo que se corrompió
porque considero una corrupción de lenguaje , llamar
c a n d il a la araña de luz, lámpara o candelero que se
cuelga del techo, como se le llama en la capital y en
muchos otros lugares de Méjico.
Santamaría en su DICC. GRAL. DE A M E R IC A ­
NISMOS y en su P R O V IN C IA LIS M O TABASQUEÑO
sólo trae la forma c a n d il de la ca lle , etc. Yo, por mi
parte, no me acuerdo haber oído en Tabasco c a n d il de
la ca lle y o b s cu rid a d de su casa, sino c la rid a d de la
ca lle, etc., que es forma más elegante y sobre todo co­
rrecta.
Mas aclaremos en qué radica la incorreccióii del
dicho capitalino. C a n d il no es ni ha sido nunca lo que
el mejicano del centro quiere que sea, esto es, araña de
luz o lámpara o candelabro que se cuelga del techo (si
cuelga de un pescante o arbotante ya no es c a n d il).
C a n d il es un utensilio, por cierto bastante primitivo y
rústico que, según el Diccionario, consta de “ dos reci­
pientes de metal superpuestos, cada uno con su pico;
en el superior se ponen el aceite y la torcida, y en el
inferior, una varilla con garfio para colgarlo.” ( “ Me
dijo que la alumbrase con un c a n d il a sacar de un bo­
degón todo lo que había escondido.” L a P íc a r a J u s tin a ,
III, 2, 2.) En Tabasco siempre se ha dado el nombre
de c a n d il a un utensilio también rústico y primitivo,
aunque muy usual, sobre todo en el campo, sumamente
parecido al que define el Diccionario, pero que no cons­
ta de dos recipientes, sino de uno, donde se pone el
aceite o petróleo, y que termina en cuello algo estrecho
en que se ajusta o sobrepone la parte superior que es el
pico por donde pasa la mecha o el torcido para remo­
jarse en el combustible del depósito; éste de ordinario
está provisto de un asa en forma circular o de gancho
para sujetarlo, o bien lleva un respaldo o lámina con
su agujero para colgar el candil de un clavo o garfio.
Como se ve, es una variedad del c a n d il que define la
Academia, de suerte que muy lícito es y muy propio
llamar así al utensilio tabasqueño. Por lo contrario,
muy incorrecto, y sobre incorrecto feo y desgarbado, es
apellidar c a n d il a un candelabro o araña de luz, gene­
ralmente elegante, bella y costosa, como las que se es­
tilan en las casas de gente rica o acomodada.
Pues bien, es de suponer que por alusión a esos
candelabros que despiden raudales de luz, se dijo ca n d il
de la c a lle , pues nadie hubiera pensado en el humilde
c a n d il de mecha y aceite o petróleo, cuya flama ama­
rillenta despide raudales, pero de humo, y alumbra
apenas el modesto y aun paupérrimo recinto en que
se enciende, para compararlo metafóricamente con la
dadivosidad, largueza o cortesía. Y no creo que a nin­
gún tabasqueño que conozca el c a n d il de su tierra se le
ocurra hacer semejante símil. Lo contrario sí podría
suceder, v. g r .: que el tabasqueño dijera c la rid a d de la
ca lle y c a n d il (esto es, s e m io b s c u rid a d ) de su casa.
Mucho más castizo y elegante es el refrán en la for­
ma enunciada al principio de este artículo, y que fue la
que yo oí en mi niñez en tierra de Tabasco.

CLU ECA
Estar con la clueca y la ponedora. (Colección inédita de
refranes de Santamaría.) Semejante a e s ta r a las d u ra s
y las m a d u ra s.

COBRE

Dar, enseñar o mostrar el cobre. Expresión familiar con que


se da a entender que una persona que alardea de ins­
truida, importante o principal muestra con sus dichos
o hechos su ignorancia, su condición baja, su linaje
grosero o la falta de las cualidades que aparenta po­
seer. Alude el dicho a las joyas y demás artículos de
ínfima clase hechos con metales de mala calidad (en
los que antes predominaba el cobre), pero más o menos
vistosos por el revestimiento muy superficial que tienen
de algún metal precioso, como el oro o la plata, que
con muy poco uso o con sólo rascarles un tanto la su­
perficie dejan ver la materia tosca o de muy poco pre­
cio de que están hechos. Es locución equivalente al
dicho castizo d e s c u b r ir o e n s e ñ a r la o r e ja .

COCO
Es común en Tabasco llamar coco a la cabeza en el
lenguaje festivo, como lo es también c h o lla , término
fam iliar muy antiguo, y de ahí que se formen muchas
frases con la palabra c o c o , entre otras las siguientes:
A coco, a coco pelado (o cocopelado), o pelado a coco, por
pelado al rape o a raíz, rapado, p ela d o c o n la m á q u in a
d el cero .

Tener el coco duro. Ser cabezadura o cabezudo, testarudo,


obstinado, terco. Ser tonto, mentecato, falto de enten­
dimiento. También se dice te n e r d u ra la ch o lla .
Tener el coco vacío, o no tener nada en el coco. No tener
seso, ser tonto.
Además del sentido figurado para designar la ca­
beza, que se da a coco en las frases arriba comentadas,
tiene otra acepción, como en la frase que oí en mis
mocedades y cuyo origen desconozco hasta la hora pre­
sente :
Si quieres te vas al coco, y si no al coco te vas, o si querés
te vas al coco, etc., en que coco parece denotar algo así
como lugar donde se pasa la pena negra, como si se
dijera : s i q u ie re s te vas a l in f ie r n o , y s i n o a l in f ie r n o
te vas, esto es, que de una manera u otra, queriendo o
no queriendo le ha de ir mal a uno. Como antes dije,
ignoro el origen del dicho, aunque tengo la noción muy
vaga de que aludía a uno de esos infiernos de la éra
porfiriana, llamados en Tabasco m o n te ría s , u otro si­
tio semejante, perteneciente a cierto cacique, señor de
horca y cuchilla, dueño de vidas y haciendas, adonde
iban a parar mal de su grado los delincuentes (juzga­
dos según el código porfiriano) a quienes se imponían
largas condenas, tan largas que de ahí no salían sino pa­
ra ser roídos por los gusanos. Creo acordarme haber
oído hablar de uno de esos lugares llamado El Coco, fa­
moso y temido por las crueldades que en el se cometían
con los trabajadores que eran tratados peor que escla­
vos. Si, en efecto, existió El Coco, bien podría suceder
que de ahí se hubiese originado el dicho s i q u ie re s te vas
a l C o c o , y s i n o a l C o co te vas. Aun más, se cantaba en
aquel entonces una canción popular de la que sólo re­
cuerdo los siguientes versos:
Porque querés te vas al Coco,
Donde te pica, donde te araña
La cucaracha de la montaña,
que quizás haya tenido relación con el mismo asunto,
aunque esto es una mera conjetura mía.
El maestro Kafael Domínguez dice haber oído la
siguiente variante:
Porque querés te vas al Coco
Porque debés cincuenta pesos. . ., etc.
y en efecto, yo también me acuerdo haberla oído.

COCOL
Acuérdome haber oído en mi niñez, en Tabasco, una
canción popular de la que sólo conservo en la memoria
los siguientes versos:
“ ¡A y coco l,
Ya te olvidaste cuando eras ch im is clá n ,
Y ahora que tienes tu a j o n j o lí
Y a no te quieres acordar de m í!”
Esa canción sin duda fue llevada a Tabasco del centro
de Méjico, probablemente de la capital, pues en tierra
tabasqueña era poco usual la palabra c o c o l y descono­
cida la voz c h im is c lá n .
Los antedichos versos populares, aunque se me gra­
baron en la memoria, siempre fueron para mí incom­
prensibles, hasta que en la ciudad de Méjico supe que
c o c o l es nombre que se da a cierto pan de figura de
rombo, que tiene superficie lustrosa y adornada con
semillas de ajonjolí. Y no fue sino hasta há poco tiem­
po cuando vine a saber que c h im is c lá n es otro pan se­
mejante al c o c o l, pero sin lustre ni ajonjolí en la su­
perficie. Con lo cual quedó claro, al cabo de muchos
años, el sentido traslaticio de la canción que oí en mi
niñez, en la cual se lamenta un amante de que lo haya
olvidado la que fue su novia cuando era pobre ( c h im is ­
c lá n ), y ya no lo quiere ahora que anda bien vestida
y tiene dinero (el a j o n j o lí con que se adorna el c o c o l).

COCOYOL
Darse piedra con cocoyol. Encontrarse dos potencias igua­
les. Refrán típicamente tabasqueño que alude a la du­
reza del cocoyol, que sólo con una piedra se puede
romper. El cocoyol es la planta y particularmente el
fruto de la palmera A c r o c o m i m e x ic a n a Karw., A . v i-
n if e r a , Oerst (según Santamaría), que en otras partes
de la República Mejicana se llama c o y o l (del nahoa
c o y o lli). Da racimos de un fruto redondo, de unos 2 ó
3 cm de diámetro, que consta de una semilla o cuesco
grande (ocupa la máxima parte del fru to ), negro, su­
mamente duro, en cuyo interior contiene una almendra
aceitosa y de buen sabor. Por fuera el cuesco está re­
vestido de pulpa carnosa, como de medio centímetro
de espesor, dulce, cubierta de pericarpo delgado y que­
bradizo. La pulpa es manjar apetitoso en dulce, hecho
principalmente con panela.
El dicho es semejante al refrán castellano e n c o n ­
tr a r s e u n o la h o r m a de su za p a to, esto es, darse con
alguien que contraría, resiste o contrarresta eficaz­
mente sus intenciones o propósitos o echa por tierra
sus determinaciones o designios que no habían tenido
eficaz oposición. Es posible que el dicho provenga de
que: “ En esta época hubo (en Tabasco) dos partidos
denominados L a P ie d r a y el C o c o y o l, allá por los años
1851 a 1852. Triunfó el primero que era el que pro­
clamaba la candidatura de D. Justo Santa-Anna” (G IL
Y SÁ E N Z: H is t o r ia de T a b a s co , 2a. edición, página
214). Santamaría (D IC C IO N AR IO DE A M E R IC A ­
NISMOS, tomo III, página 832) opina que “ Más arri­
ba está el origen: en que el c o c o y o l se quiebra con
piedra” , y que primero se fundó el partido del C o c o y o l
e inmediatamente después el partido contrario tomó el
nombre de L a P ie d r a , como queriendo significar que
ésta “ daría en la torre” — como graciosamente se dice
hoy en Méjico— al cocoyolesco partido. Sin duda al­
guna ese fue el origen de la designación de los partidos,
mas a mí me parece más probable que el refrán haya
nacido de esta lucha política, en que L a P ie d r a “ que­
bró” o le dio una tunda al C o c o y o l (ya dijimos que el
primer partido mencionado fue el triunfador).

COLA
No le sueltes la cola, aunque te cague la mano (o, menos
rudamente, aunque te ensucie o te zurre la mano). Fra­
se vulgar pero expresiva, algo semejante a la de la
canción “ aunque me espine la mano he de comerme esa
tuna.” Alude al vaquero de a pie o al jinete o c h a r r o
que sujeta por la cola a la res para derribarla y no la
suelta hasta lograr su intento. En sentido traslaticio
significa que no debe una persona cejar en el propósito
de llevar al cabo alguna empresa a que dio comienzo,
aunque tropiece con inconvenientes o tenga muchos
sinsabores. También denota, cuando el de la cola me­
tafórica es una persona, por ejemplo, un deudor, que
debe uno acosarlo, perseguirlo sin tregua ni reposo has­
ta que pague lo que debe; o si es algún personaje de
quien se espera obtener un servicio, prebenda, valedura
o cosa semejante, que se ha de persistir en la solicitud
hasta lograr lo que se desea.
El Lie. Rafael Domínguez me dice: “ Con relación
a este artículo conocí hasta una quintilla histórica y
humorística que dice:
“ Hoy llegó Moisés Urquiola
por vapor José Romano.
No tengas cuidado, hermano,
que no le suelto la cola
aunque me cague la mano.”

COLETO
En Tabasco se aplica el calificativo coleto, usado
también como substantivo, en general a los habitantes
de Chiapas o a los que son oriundos de ese estado, pero
especialmente a los indios chiapanecos, y en particular
el chamula, raza muy antigua y numerosa de indígenas
que viven aún en estado muy primitivo y casi incivili­
zado en el municipio de San Cristóbal y sus cercanías.
Los chamulas son gente laboriosa, grandes andari­
nes, resistentes cargadores, algunos de los cuales se
dedican a pequeñas industrias rudimentarias, como la
fabricación de juguetes de madera muy primitivos, de
zapatos fuertes pero toscos con pieles que ellos mismos
curten, la elaboración de pan y dulces, como los ani-
sillos, confites que llevan en el centro granos de anís,
las cajetas de diversos sabores, o las frutas cristaliza­
das, principalmente tejocotes, así como algunos artícu­
los rústicos de cerámica, y el tejido de telas de lana
cardada por ellos mismos. Las cuales mercaderías lle­
van a vender a lugares cercanos y distantes; pues las
grandes distancias no arredran a estos infatigables
andarines que se echan a las espaldas sus pesadas car­
gas y, cogiendo su trotecito peculiar (trote de indio o
de chamula), atraviesan serranías, suben cuestas em­
pinadas, bajan espeluznantes despeñaderos por veredas
inverosímiles de tan estrechas y peligrosas, donde no
pasaría un caballo ni una muía.
Más de una vez oí referir a los que habían viajado
por las sierras de Chiapas a lomo de chamula, la se­
guridad con que el indio salva los pasos más defíciles
y peligrosos, sin dejar nunca su trotecito, en los cuales
el viajero, sentado incómodamente en la silla que el
indígena lleva a las espaldas, atado como fardo al lomo
de una asémila, tiene que cerrar los ojos para no pa­
decer desvanecimiento, para no sentir el vértigo de la
altura y del peligro.
Hay que ver desde las alturas, desde el aeroplano
que vino a substituir en parte al chamula — transición
harto súbita— mucho antes que estuviesen transitables,
como están ahora, algunos tramos de carretera moder­
na que sólo comunican unos cuantos lugares del bello
y montañoso estado de Chiapas, pero deja sin comuni­
cación la máxima parte de él; hay que ver desde la
altura, digo, aquellos vericuetos para percatarse de lo
difícil y azaroso que debe ser el transitar por ellos con
una carga pesada a cuestas. Mirando el paisaje desde
unos tres mil metros de altura es bellísimo, imponente,
casi fantástico. Por doquiera que se vuelvan los ojos
se ve la Sierra Madre, majestuosa, con sus picos enor­
mes, tan altos que parece como si fueran a tocar al
pájaro de acero. Los ríos, riachuelos y arroyos son
siluetas serpenteantes como cintillas de plata que co­
rretean caprichosas por cien despeñaderos, por mil
barrancos y por otros tantos vallecillos y praderas.

La sierra desde esa altura se antoja uno de esos


cuadros de arte cubístico ultramodernista: los cerros se
ven como enanos y su cúspide como sumida dentro de la
base, lo que les da apariencia de enormes gigantes ena-
nificados por el peso de los siglos que les ha hundido
la columna vertebral. Y esos gigantescos enanos se
van sucediendo uno tras otro, de suerte que sólo los
que quedan perpendicularmente por debajo del aero­
plano, por un fenómeno de óptica, se ven aplastados
simétricamente, pues los otros que quedan fuera de la
perpendicular parece como si se cayeran los unos sobre
los otros en direcciones opuestas. De vez en vez un
vallecillo pintoresco, un pequeño poblado como de na­
cimiento, con su alfombra verde esmeralda sobre la
que se mueven muchos puntos diminutos apenas per­
ceptibles : el ganado que pace tranquilamente. Una que
otra casita de paja se ve prendida en la cúspide de un
cerro o en la falda de una gran altura, semejando
un nido de águilas. Las escarpaduras de la sierra for­
man enormes precipicios por cuyos bordes se ve aquí
y acullá una delgada línea blanquecina que se retuerce
y sube y se desliza por cuestas y pendientes, por desfi­
laderos y breñales, por el filo de los cerros y por la
falda de la montaña: es sin duda la vereda por donde
transita el paciente y sufrido chamula, con su pesada
carga de chucherías y baratijas que lleva a vender a
lugares distantes, tras de largas y fatigosas jornadas
que duran muchos días, para obtener de ellas exiguas
ganancias.
Así llegaba (y quizá llega aún) al entonces San
Juan Bautista y a otros lugares del estado, la tropa de
cole to s , como aves viajeras, con sus guacales a las es­
paldas, sudorosos, polvorientos y mugrosos (la mugre
tradicional del c o le t o ), a tender sus puestos de golosi­
nas, de juguetes, calzado tosco y artefactos rústicos de
barro, en las ferias tabasqueñas que tenían tanto colo­
rido, antes que la intolerancia y el jacobinismo de un
fanático “ desfanatizador” las destruyese y substituyera
por las “ ferias de cacao” , y “ de la yuca” , y “ del tomate”
(aunque en la región en que se celebrara no se hallase
un tomate n i p a r a r e m e d io ), en las que todo se volvía
discursos anticlericales y alarde de “ alegría sana, sin
aguardiente y sin curas” , y “ vivas” al caudillo.
Así llegaban los coletos, llevando la alegría a los
muchachos, que corríamos a sus puestos a comprarles
los a n is illo s (a n is ío s , les llamaban ellos), y las c a je ta s ,
y los tejocotes, los tr é p a te m ic o s y los ridículos y pinta­
rrajeados muñecos de barro: pastores con aspecto de
ídolos egipcios, niños dioses grotescos, sanjosés que mo­
vían a risa y borregos que parecían elefantes o hipopó­
tamos blancos, para la próxima temporada de naci­
mientos. Y allá iban también las mamás económicas
a comprar por cinco o seis reales los za p a tos co le to s
que hacían a no pocos chicos tener más de cuatro ra­
bietas y pasar más de una vergüenza cuando al caminar
por la calle, iban (o mejor diré, íbamos, que yo también
los usé alguna vez) con el rechinido y el tufo del cuero
mal curtido anunciando a más y mejor: “ yo llevo za­
patos coletos.”
No es, pues, de extrañar que, siendo o habiendo sido
el coleto parte tan importante de las ferias tabasqueñas,
imprescindible en las fiestas de Atasta y Tamulté, del
Tres Viernes y Cuatro Viernes, en la de Santa Cruz y
de Esquipulas, y en los días de la Navidad y el Año
Nuevo, hubiese sido tema de algún dicho o refrán como
los que a continuación traslado:
Como pan coleto, para significar muy maltratado o estro­
peado, de muy mal talante, cual digan dueñas, como
chinín jugueteado de zorro, hablando tanto de cosas
como de personas. El origen del dicho es obvio, pues
cualquiera podrá imaginar cómo llega el 'pan coleto a
la última estación de los andariegos comerciantes, des­
pués de recorrer éstos muchas leguas, manosearlo cen­
tenares de veces con sus manos que no son mugrientas
sino la misma mugre, sacarlo y ponerlo a la vista en
una y otra feria para que lo manoseen los mirones y
compradores y lo caguen miríadas de moscas.
Luego dicen que el coleto es malo, cuando le roban sus ani-
síos (anisillos). Que alude a que la persona más su­
frida, buena y tolerante, de condición más mansa, dócil
y apacible, tiene o puede tener sus arranques de rebel­
día o de furiosa acometividad cuando se le hiere en
los sentimientos más íntimos o se le hostiga, ofende o
molesta hasta sobrepasar todo límite de humana tole­
rancia.
Rechinar (o sonar,) más que zapato coleto, que no necesita
comentario después de lo que va dicho. Y por último,
trasladaré una redondilla que oí en mis mocedades y
que no nos deja muy bien parados a los tabasqueños
ni a los coletos (chiapanecos), ni mucho menos a los
guatemaltecos. Dice a sí:
No hay guatemalteco fiel,
N i tabasqueño discreto,
N i dulce como la miel,
N i puerco como el c o le to .

COLMOYOTE
Ser una persona un colmoyote. Ser muy enfadosa, enojosa,
molesta, fastidiosa; ser un m o ló n , un f r e g ó n , una p o s ­
te m a . C o lm o y o te (del mejicano o c u ilin , gusano y m o -
y o tl, mosco) es el nombre que se da en Tabasco al
tumor que se forma por debajo de la piel del hombre
y algunos animales, y que es ocasionado por la -larva
del insecto del mismo nombre que se introduce en los
tejidos donde se desarrolla. Dice el D IC C IO N AR IO
DE AM E R IC AN ISM O S de Santamaría en la defini­
ción del insecto c o lm o y o te , que es un “ m o s q u ito g ra n d e
de e x tre m id a d e s m u y la rg a s que al picar deposita una
larva o gusano (del mismo nombre) . . . ” N o: el c o l­
m o y o te no es m o s q u ito de e x tre m id a d e s m u y la rg a s , ni
pica, ni deposita ninguna larva al picar.
El c o lm o y o te es una mosca, esto es, un insecto del or­
den de los D íp te r o s , familia de los É s trid o s , género D e r -
m a to b io s , el nombre técnico de una de cuyas especies es
D e r m a to b ia c y a n iv e n tr is (Macquart, 1843), que tiene
el vientre azul, no chupa sangre y es bastante parecido
a la mosca doméstica o común. No pica al hombre ni
los animales para depositar sus huevos, sino que los
pone sobre las hojas, en lugares húmedos frecuentados
por la especie de mosquito J a n th in o s o m a lu tz i, éste sí
de patas largas, que es el que transmite dichos huevos
a la piel del hombre y los animales. Según las inves­
tigaciones más recientes (Pinto y da Fonseca), no tan
sólo dicho mosquito sino también otras especies de in­
sectos, pueden transportar los huevos de la D e r m a to b ia
c y a n iv e n tr is , entre otras la Sarc o p h a g a te r m in a lis , la
mosca doméstica, el S to m y x c a lc itr a n s ; una garrapata:
el A m b ly o m a ca je n n s e , y otros mosquitos: P s o r o p h o r a
p o s tic a ta , P . t o v a r i y G celd ia lo n g ip e s . Los conglo­
merados o paquetes de huevos están encerrados en uno
como cemento, que se ablanda con la humedad y enton­
ces los huevecillos se adhieren al tórax del insecto por­
tador o de la propia mosca D e r m o t o b ia c y a n iv e n te r,
y de esta manera son transportados a la piel del hom­
bre y otros vertebrados. Después que incuban los hue­
vos, las larvas perforan la piel, se introducen en los
tejidos subcutáneos y producen la hinchazón o tumor
alrededor del agujero de entrada, por donde exuda un
líquido seropurulento que contiene los excrementos ne­
gros de las larvas: tal es el tumor llamado c o lm o y o te
(M A N S O N -B A H R : M a n s o n ’s T r o p ic a l D isea ses, 10a.
edic. p. 934 y 935).
La larva del c o lm o y o te es conocida también con el
nombre de m a ca co (en francés v e r m a c a q u e ) en las Gua-
yanas, y también con el de to r c e l y b e rn e (en francés),
y según Santamaría (obra citada) tanto el insecto como
el tumor se llaman asimismo m a y o c u il (del mismo ori­
gen azteca, m o y o tl y o c u ilin ) en Centroamérica y Mé­
jico, tó rs a lo o t o r c e l en Costa Rica, n u ch e y gusano de
monte en Colombia. Se la halla comúnmente en el ga­
nado vacuno, el cerdo, perro, agutí, jaguar, varias
especies de monos, la ardilla, etc., pero según se dice,
rara vez o nunca ataca al caballo. Llega a tener más
de un centímetro de largo cuando alcanza su máximo
desarrollo, y ocasiona dolor intensísimo, sobre todo
cuando se mueve el animal.
COMER
Comer dos o más personas en un mismo plato. Tener amis­
tad muy íntima, estar a pa rtir un piñón, ser uña y car­
ne, estar ten con ten.
Dejar de comer por haber comido
No hay nada perdido.
Con que se da a entender que nada se pierde con que
se deje de hacer a su hora una cosa que ya se hizo
antes.

C O M PAR TIR
El que comparte o reparte
Y en el partir tiene tino,
Siempre tiene por destino
Lo mejor y mayor parte.
Este refrán en verso, que seguramente nos vino de
España, se decía mucho en Tabasco al hacer alguna
persona alguna repartición, principalmente de algo de
comer, como significando que el repartidor merecía la
mejor parte por haber sido él sobre quien recayó el
trabajo, que a las veces no es poco, como cuando una
persona se encarga de cortar, digamos, un pavo y dis­
tribuir las raciones a diez o doce comensales, o de cortar
un pastel de bodas y repartirlo entre cincuenta o más
invitados. Una variante, que me parece haber sido la
forma original en que oí el verso es:
El que comparte y reparte
Y en el partir tiene tino,
Siempre deja de contino
Para sí la mejor parte,
en que, como se ve, entra la voz anticuada contino en la
locución advervial de contino, por de continuo, conti­
nuamente.

CONOCER
Conocer a una persona hasta en chirmol. Conocerla muy
bien, incluso sus virtudes y defectos, principalmente los
segundos. Se dice en particular cuando otro sujeto, que
la conoce menos o desea ocultar sus defectos, alaba sus
buenas cualidades. También al individuo marrullero
que pretende engañar a otro haciendo elogios de sí mis­
mo o simulando sinceridad para conseguir algún favor
o ventaja, le dice éste: “ no me vengas de mosquita
muerta que te conozco hasta en chirmol” . Dícese tam­
bién en tono festivo y sin intención de ofender cuando
alguien desea hacer la presentación de dos personas que
ya son buenos amigos y le pregunta a uno de ellos: “ ¿ya
se conocen ustedes?” , responde el interpelado: “ lo co­
nozco hasta en chirmol” .
El chirmol o chirmole es un guiso muy sabroso con­
dimentado con chile, tortilla tostada (casi quemada) y
molida, y no sé cuántos ingredientes más. La expre­
sión es semejante a esta otra:
Ya te conozco pepita, antes que fueras melón, que oí en
Tabasco, o la del centro de Méjico, en verso:
Te conozco, mosco,
Y aunque cambies de vestido
Te conozco en el sumbido;
o a esta otra: no te infles tanto melón, que te conocí
'pepita.
C O N TRA
Dar la contra o pedir la contra. En Tabasco era comunísima
la expresión dar la contra por dar la adehala ( ñapa o
pilón, como se dice en otras partes de M é jic o ), esto es, el
premio en dinero q mercancías que acostumbraban dal­
los comerciantes a sus clientes por cada compra que ha­
cían. Y digo “ que acostumbraban” porque no creo que
en estos tiempos de precios fabulosamente crecidos
( “ estratosféricos” , según ahora se dice) y ambición
desmedida de los comerciantes, que tienen mucha prisa
por enriquecerse, haya ninguno que dé adehala o con­
tra, así se le compre toda la tienda ( contra el suelo qui­
zás darían al cliente que se atreviera a pedirla).
Tan generalizada estaba en Tabasco la costumbre
de la contra, que todos los comerciantes al por menor
(salvo uno que otro peninsular— o criollo— atrabilia­
rio) tenían en sus establecimientos un sistema especial
para “ apuntar las contras” a los clientes que preferían
irlas acumulando para cobrarlas al fin de la semana
o del mes, además de tener una buena provisión de dul­
ces, frutas en conserva, pasas, ciruelas pasas y otras
golosinas para los muchachos impacientes que reclama­
ban la contra cada vez que sus madres los mandaban a
comprar un kilo de azúcar o de frijol. El sistema de
contabilidad consistía en un tablero provisto de buen
número de alcayatas de las que se colgaban unas cajitas
cilindricas, generalmente de hojalata, llamadas contre-
ros, cada uno de los cuales tenía su número. Cuando un
cliente asiduo pedía su contrero se le asignaba uno, que
reconocía por su número y en el cual se le iban apun­
tando las contras con granos de frijo l o con chícharos
o garbanzos, en proporción al monto de cada compra
que hacía. Llegado el fin de la semana, o del mes, o
cuando al cliente se le antojaba, pedía que se le hiciesen
efectivas sus contras. El comerciante, con absoluta
honradez, contaba entonces los granos que contenía el
contrero, y que representaban centavos o fracciones de
centavos, y el cliente recibía en dinero contante o en
géneros el importe de sus contras acumuladas.

? ^ ? E E TJ L N E 3
C O R R E Q U E TE ALCANZA, DIEZ R E ALE S, P R IN G A P IÉ
Tener una persona correquetealcanza (o corre que te alcan­
za). Es la expresión festiva que se dice de quien pa­
dece diarrea. Y a fe que es gracioso y oportuno el di­
characho, pues nadie ignora que cuando se padece sol­
tura de vientre puede uno verse en el trance de tener
que encaminarse más que corriendo a la “ casa de los
desagravios” so pena de que la intrusa le gane a uno
la delantera y llegue primero. Se dice también tener
diezreales o pringapié. Lo de pringapié o pringapiés
proviene de que en el Sureste de Méjico, como en Cen-
troamérica, se emplea el verbo pringar no con el sentido
castizo de salpicar o soltar la grasa que suelta el tocino
u otras comidas grasosas cuando se cuecen o fríen, sino
con la acepción más general y abusiva de salpicar agua,
lodo o cualquier otro líquido, y también de lloviznar.
Según el Diccionario, en España se emplea el verbo in­
transitivo pingar por “ gotear lo que está empapado en
algún líquido” . Dice Rubio (A N A R Q U ÍA D EL L E N ­
G U AJE ) que “ En España, los salmantinos usan pingar
por PR IN G A R , gotear. Pingar usan también los ara­
goneses, pero significa: «Caer el agua pluvial en los te­
jados», en la frase: «pingar los canales», dice Borao.”
COSA
¿Será cosa? Frase interrogativa con que se expresa duda
que haya sucedido o suceda algo, como si se dijera:
“ ¿será posible?”

C REC IEN TE
Estar esperando creciente (o la creciente). Di cese de los
muchachos que llevan los pantalones demasiado cortos,
por alusión a que en tiempo de inundaciones, llamadas
en Tabasco crecientes (en Sudamérica y también en Es­
paña, según el Diccionario, crecidas), los hombres se
arrollan los pantalones hasta donde sea necesario para
no mojárselos al andar entre el agua. En el centro de
Méjico se les dice a estos niños, brincacharcos.

CUANDO
Cuando vengajté a ve, ya vajté a ve (cuando venga Ud. a
ver, ya va Ud. a v e r ). Esta expresión, tomada del habla
de la gente iletrada y que se emplea alguna vez entre
personas de bien hablar en sentido festivo, significa la
facilidad con que se puede hacer alguna cosa, o la pro­
babilidad de que se efectúe en menos que canta un gallo
o suceda cuando uno menos se lo piense. He oído por lo
menos dos chascarrillos en que entra la frase, uno de
ellos que se atribuye a cierto personaje contemporáneo
bastante conocido, buen guitarrista, “ cantador” (no tan
bueno, o más malo que bueno) y compositor de algunas
bonitas canciones populares. Se dice de él que fue con­
tratado en cierta ocasión para enseñar a tocar la gui­
tarra a una damisela, pero después de las primeras cla­
ses se desanimó la discípula porque la pareció que te­
nía muchos bemoles eso de hacer música con seis cuer­
das y moviendo los dedos. Para reanimarla el maestro
y convencerla de que no era tan dificultoso el apren­
dizaje del arte guitarresco sino, antes al contrario, cosa
muy fácil, le habló de esta guisa: “ sólo tiene ujté que
hacé lo que yo le diga, y cuando vengajté a ve, ya vajté
a ve.”
El otro cuentecillo, picaresco por cierto, es el de una
mujer del pueblo que se presentó ante un juez de paz
a pedirle que mandara detener inmediatamente a un
sujeto que se acababa de raptar a su hija. Como el juez
le respondiera que necesitaba la acusadora presentar
pruebas o testigos para que él pudiera dictar la orden
de aprehensión, le alegó airada la demandante que todo
eso requería tiempo y que era de suma urgencia que
aprehendieran inmediatamente al raptor pues ya hacía
cosa de una hora que se habían juido los novios, “ por­
que si no, señor ju ez— añadió encarándose con el repre­
sentante de la autoridad— cuando vengajté a ve, ya
vajté a v e ”
Pero cuándo! ¡Pero cuándo, mamita! Es muy común en
Tabasco, quizás más común que en otras partes de Mé­
jico, convertir el adverbio cuando en interjección, para
denotar imposibilidad de que suceda una cosa o en sen­
tido negativo, como en las frases: “ ¿ Que yo te venda mi
caballo? ¡Pero cuándo!; “ /cuándo que te deje yo de
querer!” , o en tono festivo: “— fulano quiere que seas
su novia,” — “ ¡Pero cuándo, mamita, pero cuándo!”
También se dice, hablando con un hombre ¡pero cuán­
do, tatita! Esta forma de locución se halla en la copla
popular que no sé si es tabasqueña pero que sólo la he
oído en Tabasco:
Dicen que me han de quitar
La vereda por donde ando.
La vereda quitarán
Pero la querencia ¡ cuándo!

C U A R TA
Tener tres cuartas. Frase elíptica que deja sobreentendido,
de miedo.

C U A R T IL L A , MEDIO, R E A L
De a cuartilla. De poco valor, de tres al cuarto. Frase des­
pectiva con que se pondera el poco aprecio o estimación
de una cosa. Se dice también comúnmente, tal cosa no
vale ni cuartilla. Provino el dicho de la antigua moneda
mejicana equivalente a un cuarto de real, y que valía
tres y un octavo centavos. De ahí que se generalizara
la costumbre de llamar cuartilla a la cantidad de tres
centavos. Esta costumbre persiste aún en nuestros días,
y no es raro en Tabasco (y supongo que también eli
otros lugares apartados de Méjico) oír a la gente del
campo decir cuartilla para expresar tres centavos.
Estar una persona a tres menos cuartilla. Estar muy pobre,
sin dinero, sin blanca, sin un cuarto, sin petate en qué
caerse muero, a la cuarta pregunta, en las cuatro esqui­
nas, en la chilla, en la prángana, en la inopia, en la fuá­
cata, muerto de hambre, abundante de escasez.
¿No quieres medio por tu gracia?, o te voy a dar medio por
la gracia. Frase irónica con que se burla uno del que
dice algún chiste sin gracia o de mal gusto, o que sale
con su domingosiete, o bien con que se moteja al que
comete una barrabasada creyendo con ello ser gracioso.
Así, al niño que hace alguna travesura que no es muy
del agrado de su madre, le dice ésta irónicamente: ¿no
quieres medio por tu gracia? El medio fue una moneda
mejicana antigua que valía medio real, esto es, seis cen­
tavos y cuarto, puesto que el real valía la octava parte
de un peso, o doce y medio centavos. En el lenguaje
familiar y burlón se decía también alguna vez, imi­
tando la manera de hablar de la gente del pueblo: ¿que-
rés medio por la gracia?
En Tabasco era muy común, y creo que aun no se
pierde enteramente la costumbre, sobre todo entre la
gente humilde o del campo, pero sin que de ello estuvie­
ra exenta la “ gente de la ciudad” y aun las personas “ leí­
das y escribidas” , contar el dinero por reales, medios y
cuartillas, esto es, doce, seis y tres centavos, respecti­
vamente. Así, de lo que valía un peso se decía frecuen-
tísimamente que costaba ocho reales, y al valor de medio
peso se daba el de cuatro reales (de ahí que la moneda
de a cincuenta centavos, llamada vulgarmente en otras
partes tostón, fuese en el lenguaje vernáculo tabasque-
ño un dea-cuatro, esto es, moneda de a cuatro reales).
Doce reales eran un peso y cincuenta centavos; catorce
reales un peso, setenta y cinco centavos; veinte reales
dos pesos, cincuenta centavos; diez reales uno veinti­
cinco; seis reales setenta y cinco centavos; tres reales
treinta y seis centavos; dos reales veinticinco centavos
(esto último dio origen a la expresión el centavo de la
peseta, de que trato en otro artículo), etc., etc. Y ve­
nían luego las cantidades que se contaban por reales y
fracciones, por ejemplo: real y medio eran dieciocho
centavos; real y medio y cuartilla, veintiún centavos;
dos reales y medio, treinta centavos, etc.
Fácil es, pues, imaginar la complicada contabilidad
que tenían que llevar las amas de casa cuando, muy de
mañanita, se iban al mercado a hacer su compra (su
mandado, se dice muy sin razón en la capital de la Re­
pública), y tener que convertir en centavos o pesos los
reales, medios y cuartillas. Porque ningún choco de la
ribera habría, ni por pienso, vendido sus verduras, sus
gallinas, sus pejelagartos ni sus frutas si no fuese con
este complicado sistema. En aquel entonces los huevos
fresquecitos (no de paloma, sino de gallina adulta y
bien criada que no defraudaba a sus consumidores) se
compraban a tres (y cuando muy caros, a dos) por me­
dio. Un pejelagarto (pez muy sabroso y abundante de
los ríos tabasqueños), casi de una vara de largo y con
el que había para que comiese una familia entera, cos­
taba medio, o cuando mucho medio y cuartilla. Un
pollo se compraba por real y medio o real y cuartilla.
Las gallinas valían dos o tres reales, si acaso con su
medio o su cuartilla, pero con algún regateo se reducía
el precio a lo primero, o aun menos, si no era que la po­
bre vendedora, acosada por el regateo, le salía debiendo
a la compradora de tanto bajar el precio. Nunca he po­
dido olvidarme de la chiquilla del pueblo, como de unos
ocho años de edad que, siendo yo niño, fue en cierta
ocasión a mi casa a vender una gallina. Cuando se le
preguntó el precio respondió ingenuamente la mozuela:
“ puej dice mi mama que la da en tre j realej, y lo menoj
en doj realej y medio y cuartilla, y lo menoj menoj en
doj realej y medio” . — “ ¿ Y cuánto sería lo menos, me­
nos, menos?” le preguntó riendo mi madre, a quien
había hecho gracia la ingenuidad de la precoz vendedo­
ra. — “ Puej hajta doj realej,” respondió ella sin titu­
bear.
Un pavo, guajolote o mulito (como se llama tam­
bién en Tabaseo: del chontal mulu o del maya mulut o
m u lit) costaba cuatro o cinco reales. Las mojarras y
t enguayacas, vi vitas y coleando, se adquirían a razón de
dos o tres por un real. La pigua o langostino tabasque-
ño se compraba por un real menos cuartilla, y en algu­
nos lugares por mucho menos. Todavía en 1933, para
que se vea que no estoy resucitando la historia antigua,
presencié la siguiente escena entre un rico hacendado
avaro (en cuya casa tuve la desgracia de ser hospedado
“ galantemente” en uno de mis viajes, y donde pasé más
hambres y privaciones que el Buscón en casa del licen­
ciado Cabra, pues ahí no se comía plátano por no tirar
la cáscara) y un muchachillo del pueblo que a la hora
del desayuno llegó a vender piguas con un enorme ca­
nasto lleno de grandes ejemplares vivos de este crustá­
ceo:
— “ ¿A cómo las das?” , preguntó don Torcuato al
niño vendedor.
— “ A doj por un rial.” Y había que ver aquellas
piguas, que parecían ballenas, con tamañas tijerotas lle­
nas de carne sabrosa.
— “ ¿Por qué tan caras?”
— “ Puej asina me dijo mi tata que yo laj diera por­
que da mucho quihacer cogerlas áhora que está crecido
el río.”
— “ Vaya, qué le vamos a hacer ! Así tan caras no te
las compro. Si las das a tres por un real. ..
— “ Vay puej, tómelaj ujté.”
Y y o — crédulo de mí— que me estaba imaginando
que el rico ganadero y potentado, dueño de haciendas y
monterías, iba a comprar todo el canasto de piguas
para darnos a mí y a sus otros tres huéspedes, aquel
domingo, una buena comida siquiera por esa única vez,
con inmenso desconsuelo y tristeza lo vi sacar del ca­
nasto las tres piguas más grandes que pudo hallar o se
dejaron coger, y pagarle al chicuelo los doce centavos
a que equivalía el real en que le había dejado aquellos
tres gigantes. Y para el almuerzo (que en Tabasco es
la comida del mediodía) tuvimos un platoncito mi­
núsculo de “ ensalada” de pigua con jugo de naranja
agria y sin aceite, además de la ración microscópica de
arroz blanco y frijoles negros.
Y así podría continuar enumerando esos precios
complicados (en los que no quise incluir las cantidades
representadas por una o más operaciones de Aritm éti­
ca, como un real menos cuartilla, tres reales menos me­
dio y cuartilla, etc.) y asombrosamente bajos que dejan
a uno boquiabierto cuando piensa en los ridiculamente
crecidos de hoy día, y que permitían a una familia bas­
tante numerosa hacer con ocho o diez reales (un peso
o uno veinticinco) la compra para todo el día, esto es,
para el desayuno, almuerzo y cena; aunque, claro está,
las familias pobres podían comer, sin riesgo de que­
darse a medio llenar el buche, con cuatro o cinco reales,
y aun con menos.
Y no puedo quedarme sin decir algo de los vendedo­
res ambulantes que a todas horas del día, pero siempre
ciertas clases a determinadas horas, iban por las calles
“ pregonando” su mercadería con la entonación peculiar
de cada grupo, y por lo común anunciando a voz en cue­
llo su precio. Por ejemplo, los domingos por la mañana,
más que los demás días, muy temprano (entre seis y
ocho), se oían los “ pregones” de los vendedores de ta­
males, los ricos tamales de gallina o pavo, envueltos en
hojas de plátano, que decían: tamalej de mulzto a me-
diooo. Y todos los demás días, desde las nueve o diez de
la mañana hasta las dos o tres de la tarde, pasada ya la
hora del almuerzo, que en Tabasco es entre 12 y 1 p.m.,
los vendedores de dulces, con su chillante y peculiar
sonsonete: dulce y merengue y caramelo de goma y
dulce ’e coco y panal de azúcar y nuégano y cocada;
dulce de cocoyol (este humilde pero sabroso dulce no se
compraba por medio ni por cuartilla, sino a dos o tres
cocoyoles, con su respectiva miel de panela, por un cen­
tavo, y cuando la venta llegaba a tres centavos, se le
ponía a manera de contra un buen trozo de coco). Y así
los demás “ dulceros” . Por las tardes, a la puesta del
sol, salían los vendedores de empanadas, panuchos, ta-
malitos, ckanchamitos, etc.: “ empanaditaj de pejela-
garto a tre j por meeedioo” , o “ panucho a medio” , o bien
“ tamalitoj de puerco picao a tre j por medio” , pregones
que se oían hasta las ocho o nueve de la noche.

CUATRO
Ser padre de más de cuatro. Esta expresión fanfarrona del
“ mejicano valiente” es una de las muchas baladronadas
que se oyen en boca de gente baja, sobre todo cuando
empieza a producir efectos el alcohol. El decirle a una
persona que es uno su padre equivale a decirle que es
uno más valiente o que puede más que ella, que ésta
le hace a uno los mandados, que no le sirve ni para el
arranque. Lo de más de cuatro es locución castiza muy
antigua con que se significa muchos, en número con­
siderable.
Y vienen aquí muy a cuento, ya que hablamos de
fanfarronadas, padres y borracheras, los tres períodos
en que algún gracioso, psicólogo y observador, dividió
la papalina del mejicano valiente; son a saber: el de la
amistad, el de la fraternidad y el de la paternidad. En
efecto, cuando el borrachito empieza a sentir que los
humos del tequila o del pulque (en Tabasco, del zorro o
del blanco) se le están trepando a la cabeza, le dice al
compañero empinacodos: yo soy tu amigo. Algún tiem­
po después, más o menos largo, según sea lo nutrido del
tiroteo o la resistencia del sujeto al alcohol, cuando ya
son más perceptibles los efectos de éste, le dice: yo soy
tu hermano. Y por último viene el tercer período en
que, inhibidos los sentimientos de amistad y ofuscadas
las nociones de consideración al amigo, quedan tan sólo
los instintos del valentón, que exclama: ¡yo soy tu
padre!

CUERDA
Darle cuerda a una persona. Frase familiar que tiene signi­
ficación parecida a soltar la tarabilla, por hablar mu­
cho, hablar largo y tendido, soltar la sinhueso. Y así se
dice: ya le dieron cuerda a fulano, o cuando a sutano le
dan cuerda no tiene cuándo acabar, o bien, no le des
cuerda a perengano porque ya tendrás para largo.

CH

C H A PA LE O
Se da este nombre en Tabasco a la temporada en
que aova el pejelagarto (Lepidosteus viridis), pez que
abunda mucho en los ríos tabasqueños, muy apreciado
por el buen sabor de su carne. Santamaría (D IC C IO ­
N A R IO GRAL. DE A M E R IC A N IS M O S ) lo describe de
la siguiente manera: “ El nombre alude a que el pez va
agitando con la cola la superficie del agua, a medida
que suelta la hueva. El C H A PA LE O es un suceso y una
ocasión de pesca peculiarísimos y alegres en Tabasco.
Los peces invaden en nutridos eardumos los campos
inundados, las playerias de pancalientales, donde las
aguas de la creciente súbita alcanzan profundidad ma­
yor de medio metro. A las hembras sigue el cortejo
de los machos, que van comiéndose (s ic) las huevas, y
las gentes a pie, por entre la multitud de los peces, van
con machetes haciendo cruel exterminio a lomazos ele
collin, procurando asestar el golpe en la cabeza del pez,
para evitar el rebote del arma sobre el que la esgrime,
y que es a veces peligroso. Se hace pesca nutridísima
en esta forma. El ruido del chapaleo alegra los campos
y so oye a gran distancia. No dura sino unas cuantas
horas del día, las primeras de la mañana; se debilita
por la tarde y concluye por la noche.”

CHAPAYA
En chapaya o en chapayita. Se aplica a los maizales cuando
se empieza a formar la mazorca, y así se dice: ya la
milpa está en chapaya. La expresión equivale a la del
centro y otras partes de M éjico: la milpa está jilotean­
do. Chapaya es el jilote o mazorca tierna del maíz.

C H A P U L ÍN
Caerle a uno el chapulín. Expresión familiar que se dice
cuando inesperadamente llegan a la casa de uno varias
personas a la hora de comer, y a quienes se ve uno obli­
gado a invitar por compromiso, las cuales aceptan sin
más trámites 1 la invitación y arrasan con todo lo que
ven sobre la mesa, o también de los parientes, por
ejemplo, la adorable suegra con sus tres o cuatro chi­
quillos glotones y malcriados a más no poder, el cuñado
haragán y golfito, pero eso sí, altanero y exigente, y la
cuñadita remilgosa, la criada y la “ nana” , el gato y
el perico, que se presentan inopinadamente y sin ser
invitados, por sólo el derecho que les asiste, a pasarse
una temporadita (no más de cuatro o cinco semanas),
y se extienden por toda la casa como verdolaga en sem­
brado de indio, y acaban con todo cuanto hallan a su
paso, incluso la paciencia del pobre yerno. El dicho,
claro está, alude a la voracidad del chapulín o langosta
de tierra que no deja hoja verde en el sembrado en que
cae la mancha. Por supuesto que en el caso de la suegra
y demás queridísimos parientes políticos, decir que le
cayó a uno el chapulín es usar de una metáfora muy
piadosa e impropia. Harto mejor sería decir que le
cayó una manada de panteras feroces, de tigres famé­
licos y de lobos hambrientos. Se dice también caer
como chapulín.

CHARCH A, CHERCHA, C H IR O LA
Estos son tres de los muchos nombres que se dan a
la cárcel. Los dos primeros no sé qué origen tengan.
Cuanto a chirola es variante de chirona, que trae el
Diccionario como palabra figurada familiar por cárcel,
prisión, pero cuyo origen calla la Academia. De chirola
se formó el verbo enchirolar.

1 Véase bajo el encabezado TRÁMITE el artículo Sin más trámite.


Es curioso que la palabra chercha tenga en Centro-
américa y Venezuela la significación de chacota, bur­
la, y que chirola se use en Argentina y Chile para de­
signar cierta moneda.

CHERNA
Boca de chema. Epíteto que se da a la persona de boca
grande, sin duda por la semejanza que vio el vulgo entre
ésta y la del pez así llamado.

C H ÍA
No hay de chía. Expresión negativa del lenguaje popular,
equivalente a nones, naranjas, o a los dichos de otras
partes de México, no hay de limón, o no se va a poder.
Tú lo dirás de chía, pero es de horchata. Tú estarás ha­
blando en broma, pero va en serio; aunque tú creas que
es chacona, es verdad.

CHIBOLUDO
Estar chiboluda una cosa: en sentido real, estar dispareja,
tener bodoques, chuchumos (protuberancias) o chibóles
(del maya tzibol, chichón). En sentido figurado, ser di­
ficultoso un negocio, cosa o punto, esto es, de difícil
comprensión o de no fácil ejecución, y en este sentido
equivale a tener bemoles, estar peliagudo; y también te­
ner sus riesgos o peligros.
Lo que es parejo no es chiboludo, con que se da a entender
que cuando una cosa está clara o es equitativa no ofrece
dificultad en su comprensión o ejecución, ni lesiona ni
es enfadosa a nadie.
CHICO
Estar más enojado (o ser más bravo) que un chico. En Ta-
basco se da el nombre de chico a una especie de mapa-
che o tejón, y es fama que este animalito es muy feroz
en estado salvaje. De ahí que la persona que está muy
enojada o que es muy cascarrabias se diga que está más
enojada o es más brava que un chico.

C H IC H AR R A
Empinar chicharra. Si mal no me acuerdo, se decía o se
dice esta frase del que en cualquier juego empieza con
nada o casi nada y gana mucho dinero.

CHICHIGUA, AC H IC H IG U AR
Voz procedente del azteca chihihua o chichihualli
(Santamaría, DICC. GRAL. DE A M E R .), que significa
nodriza, y de que se formó el verbo achichiguar, criar,
amamantar a un niño y, por extensión, dar demasiados
cuidados, mimar con exceso a un niño y también a una
persona mayor.

C H IF L A R
Quedarse uno como el que chifló en la loma. Modo adverbial
figurado, semejante a quedarse a la luna de Valencia,
esto es, frustradas las esperanzas de lo que se proyecta­
ba lograr u obtener. Se usa también con el verbo dejar.

C H IN C H U R R E TA
Ser una cosa una chinchurreta, ser una baratija, cosa de po­
ca entidad o aprecio, de mala calidad. El DICCIONA-
RIO G E N E R A L DE AM E R IC AN ISM O S, de Santama­
ría, trae la explicación que da a la palabra chinchurreta
el abogado y literato tabasqueño don Rafael Domínguez,
el galano artífice de la prosa sencilla y tersa: “ Hace
algunos años hubo en el puerto de Veracruz una firm a
social — en la que figuraba el apellido español Chinchu­
rreta— que fabricaba licores de no muy buena calidad
por cierto. De aquí diose en llamar despectivamente
C H IN C H U R R E TA, tanto a esos licores como a todo
producto que por su clase poco recomendable pudiera
asimilársele.” De lo que se sigue que la frase es una
chinchurreta o de chinchurreta pasó de Veracruz a Ta-
basco.

C H IN G A M U R R IA
Ser una cosa una chingamurria. Comunísima es (o era) en
Tabasco la palabra chingamurria, que no es vocablo
soez, aunque parezca, para denotar baratija, friolera,
cosa de poco valor o aprecio. Dije que no es palabra del
lenguaje procaz, o por lo menos no se toma como tal,
aunque sí lo es del lenguaje familiar, y pocas veces o
nunca se dice en presencia de damas. Se usa con fre ­
cuencia en su forma diminutiva: chingamurHta.

C H IN ÍN
Estar una cosa como chinín jugueteado de zorro (dícese tam­
bién de persona). Estar de muy mal talante, desaliña­
do, tener mal aspecto o el semblante descompuesto, o
muy malas trazas. Alude este dicho al fruto de la P e r­
sea schiedeana- o Persea pittieri llamada en Tabasco
chinín, y en otras partes aguacate xinene, ciguacatón,
chinini, etc., que es manjar delicioso, algo parecido al
aguacate pero de carne más suave y sabrosa; razones
que hacen suponer que sea muy apetecido por el zorro
de Tabasco, o tlacuache, especie de zarigüella (D idel-
phys virginiana o D. californica, fam. Didelfídeos), ani­
malito nocturno, trepador que, excusado es el decir,
cuando se topa con un chinín maduro lo ha de d e ja r ...
eso, como chinín jugueteado de zorro.
De ahí que se diga de la persona a quien le dieron una
buena tunda y lo dejaron como “ almas blancas” , que la
pusieron o la dejaron como chinín jugueteado de zorro.
Sacar o poner el chinín. Enojarse uno, aludiendo a que las
personas enojadas ponen la boca como el cuello del chi­
nín, que es alargado y en figura de trompa. En otras
partes de Méjico dicen: ponerse trompudo, sacar la
trompa, o darle a uno (a comer) trompa y espinazo.

CHINO
Engañar a uno como a un chino: engañarlo como a un niño,
tomarle el pelo, chasquearlo como a la persona más cré­
dula o ingenua. Es frase que trae el Diccionario de la
Academia, lo que indica que es usual en España.

C H IN T U L
Oler una persona a chintul. Oler a perfume barato o de ma­
la calidad; estar demasiado perfumada. El chintul (Cy-
perus articulatus Linneo, según el DICC. GRAL. DE
AM ER. de Santamaría), es una planta ciperácea “ que
produce un bulbo radical de color morado y olor fuerte
y penetrante, agradable, semejante al del sándalo, por
lo cual las gentes del campo la emplean, machacada, pa­
ra perfumar sus ropas en el baúl.”

CHIQ UEAR
Estar un niño muy chiqueado. Estar muy mimado, malcria­
do, consentido en. exceso.

CHIRRIÓN
Hazte arco, chirrión del diablo. Cierto estoy de que más de
un lector curioso, después de leer este artículo, si alguna
vez estas apuntaciones un tanto cuanto deshilvanadas
que ahora escribo tienen la buena fortuna de verse con­
vertidas en libro, y si ya en esta forma tienen la fortu­
na aun mejor de ser leídas por otro que no sea el que
las compuso; seguro estoy, iba diciendo, de que más
de un lector se preguntará a qué propósito vino este
artículo. Y a fe que en buen aprieto me pondría si a
mí me hiciera tal pregunta, pues no sabría responder
sino que lo metí al propósito (o “ despropósito” ) de te­
ner coyuntura para referir algún chascarrillo de los
muchos que corrían muchos años há en el viejo San
Juan Bautista, y que se achacaban a un señor tan “ pul­
cro y casticista” , según él, en el decir que incurría,
según sus críticos, en extravagancias quijotescas seme­
jantes a las del inmortal Caballero de la Mancha cuan­
do, pongamos por caso, habló en lenguaje altilocuente a
los cabreros — que ni media palabra entendieron de sus
razonamientos— de la “ dichosa edad y siglos dichosos
aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dora­
dos” (arenga que, de paso sea dicho, es uno de los más
bellos discursos que se han escrito jamás en el incom­
parable idioma castellano); las cuales extravagancias le
valieron (al tabasqueño, no al manchego) las bromas y
cuchufletas que las gentes de buen humor le hacían o le
atribuían. Y, hecha esta advertencia a manera de in­
troducción o petición de venia, que yo mismo doy por
concedida, va de cuento:
Corría en boca de muchachos, por aquel entonces, el
dicho que sirve de encabezado a este artículo, cuando
agitaban en el aire un látigo (o chirrión, en el lenguaje
popular) para que hiciera el peculiar chasquido. Y dice
la conseja que en cierta ocasión acertó a pasar nuestro
“ pulcro hablistán” junto a un grupo de muchachos que
jugaban con sus látigos, y oyó que uno de ellos excla­
maba al sacudir en el aire el suyo: hazte arco, chirrión
del diablo; “ atropello” imperdonable al lenguaje que no
pudó sufrir el quijotesco personaje que, queriendo dar
una lección al “ deslenguado” , lo corrigió diciéndole que
en buen romance aquel dislate se decía: conviértete en
semicírculo, látigo del espíritu maligno.
Decíase de tan pintoresco sujeto, que era además
hacendado de posibles, que hasta para hablar a los mo­
zos o sirvientes de su finca usaba de lenguaje altiso­
nante, sin descender nunca de las alturas a que lo había
encaramado el prurito de ensartar palabras y frases
rebuscadas, metáforas, hipérboles y elipsis. Por ejem­
plo, se refería que para instruir a uno de sus mozos so­
bre sus deberes y obligaciones le habló en estos térmi­
nos : “ al despuntar la aurora te encaminarás al humilde
recinto donde habitan las hijas de Ceres, y provisto de
un recipiente les extraerás de sus exúberos senos el
blanco y espumoso líquido que luego se habrá de mez­
clar con el negro y perfumado néctar de la Arabia” , con
lo cual y de manera tan peregrina le ordenaba levantar­
se muy temprano a ordeñar. Mas el pobre gañán que no
entendió ni jota de lo que le dijo el amo, y que de la
retahila de palabras para él incomprensibles sólo se
le grabaron las primeras (al despuntar la aurora) y las
últimas (lo de néctar de la Arabia con que el señorón
designó el café), se fue presuroso a la caballeriza y al
cabo de breve rato volvió a decirle: “ mi amo, ya' ensillé
la bestia para llevar el recado a don Héctor Sarabia, y le
dije a los muchachos que fueran a despuntar la novilla
mora.”
De labios de uno que decía haber sido testigo pre­
sencial, oí el siguiente relato: hallábanse almorzando
en casa del pomposo hacendado varias personas, entre
otras un su sobrino, bromista a carta cabal, aunque no
muy versado en achaques de lenguaje, a quien a media
comida dijo el tío con su acostumbrada prosopopeya:
“ sobrino, hazme favor de apropincuarme la fuente
de viandas.” Medio aturdido quedóse el sobrino sin en­
tender lo que se le decía, pero acudió en su auxilio su
vecino de mesa que ya conocía las mañas del tío y le dijo
al oído: “ que le pases el platón de frutas, so animal”
(es de advertir que en Tabasco se le llaman frutas a los
“ frutos de huerta” que dice la Academia, esto es, las
verduras, entre las que se incluyen la yuca, el chayóte,
macal, plátano, calabaza, etc., etc., que se comen cocidos
y que en Cuba llaman viandas). Pasóle el sobrino lo que
le pidió, diciéndole al mismo tiem po: “ con mucho gusto,
tío ; y Ud. me hace favor de arrimarme el manantial de
fr ijo le s ”
En cierta ocasión en que nuestro personaje estaba
de paseo en la capital de la República, tuvo necesidad de
tomar uno de los coches de sitio (de bandera azul), ca­
rruajes de caballos que hacían el servicio público en el
Méjico de antaño (los había también de bandera roja,
que eran los más baratos) ; y quieren decir que habló al
cochero en este pintoresco lenguaje: “ mi buen auriga,
habrás de conducirme cuan presto puedas a la calle del
natural melancólico, guarismo fa ta l” A lo que respon­
dió el cochero rascándose la cabeza: “ siento mucho, je-
fecito, que le duela la barriga, pero no puedo llevarle a
esa calle donde dice Ud. que curan el cólico porque nun­
ca he oído hablar de ella, ni conozco a ese señor don
Faustino Pascual ” “ — Digo, buen hombre, que me lle­
ves a la calle del Indio Triste, número 13,” le dijo un
tanto mosqueado nuestro héroe. Y con una sonrisa de
complacencia le replicó el auriga: “ ahí sí le puedo lle­
var, jefecito, y allá vamos como de ra y o ”

CHISME
Chisme caliente o chismecaliente. Se aplica al sujeto dado a
la chismografía, que más tarda en oír alguna especie o
murmuración que en ir a contarle a todo mundo, estan­
do aún “ calentito el chisme” . Chismecaliente es de idén­
tica construcción y de significado muy similar a corre­
veidile.

C H ISPA
No dar chispa una cosa. No servir para lo que estaba desti­
nada, no surtir efecto. Se dice también no dar la talla.

CHO LLA

Darle a uno en la cholla. Darle una buena vapuleada, darle


su estatequieto, derrotarlo, vencerlo. En la capital de
Méjico se dice darle en la torre.
(Véase el artículo Pozol.)

CHUCULÚN
Chuculún es voz onomatopéyica que imita el ruido
del agua al caer en ella un cuerpo pesado. Se usa co­
múnmente en la frase ¡chuculún, al agua! De manera
muy parecida: chupulún, se dice en Venezuela, según
RIVODÓ: Voces nuevas, pág. 262.

CHUCHUMO
Este es otro de los mayismos muy usuales en Tabas-
co (del maya chuchum), para nombrar al chichón, hin­
chazón que se forma de resultas de un golpe, y también
a cualquier otro tumor. Se aplica asimismo a cualquier
bodoque o protuberancia, y así se dice, por ejemplo,
que un colchón está lleno de chuchumos, o que de la pa­
liza que le dieron a alguien le dejaron el cuerpo lleno de
chuchumos. Tan usual como bodoque o chibol.

CHUCHUPICHE
Otro mayismo, usual en Tabasco así como en Yuca­
tán y Campeche, y con que se designa el orzuelo o pe-
rvilla (inflamación, generalmente supurada, de una de
las glándulas sebáceas de los párpados).

CHUM AR
Chumarse, chumado o chumao, chumo. Comunísimos son en
Tabasco el verbo reflexivo chumarse (también jumarse)
por emborracharse, y los adjetivos y substantivos chu-
mao o chumado y chumo (también jum,ao o jumado -y
ju m o). Cuervo (Apuntaciones críticas sobre el lenguaje
bogotano, § 643) nos informa que en Colombia se dice
juma, jumarse o ajumarse por borrachera, embriagar­
se, y que estas voces “ con h aspirada representan humo,
el cual se usa en frases como «subírsele a uno el humo a
la chimenea» equivalente de tomarse del vino.” Dice
Cuervo que de igual manera se dice en Canarias y Cuba,
y en Andalucía jumera. La Academia trae en su Dic­
cionario Manual ahumarse por emborracharse, jumera
que remite a “ humera, i. fam. Borrachera. Pronúncia-
se aspirando la h.” (¡A h qué cosas tiene la Academia:
si humera se pronuncia aspirando la h, no es humera
sino jum era!) De jumarse sólo dice que es verbo re­
flexivo familiar de Colombia y Cuba, por emborrachar­
se. Que ajumarse es voz conocida en España lo demues­
tra la cita que trae Cuervo de Pío Baroja, escritor con­
temporáneo ( “ Doña Casiana está ajumada con el aguar­
diente de feto” , La Busca, p. 37), pero ello es que el
Diccionario académico no dio cabida al vocablo (a ju ­
marse, que remite a ahumarse, según se dijo) sino has­
ta en sus tres o cuatro últimas ediciones.
Dice Santamaría (DICC. GRAL. DE A M E R IC A ­
NISM OS) que achumarse “ es verbo popular criollo del
Ecuador, Perú y Chile, usual también en Tabasco, por
embriagarse, emborracharse. Lo mismo en Argentina.
(L a voz debe tener ascendencia quichua, en relación con
achuma, planta cuyo fruto produce embriaguez o ener­
vamiento.)” De chumarse dice que proviene de achumo
(seguramente error de imprenta, y debe de ser achu­
ma), que dio chumo.
N i discuto ni contradigo el que achumarse y chu­
marse provengan de achuma, la planta narcótica, como
tampoco niego ni afirmo que jumarse, ajumarse pro­
vengan de humo, que dio ahumarse y luego por aspira­
ción de la h, ajumarse. Sólo deseo comentar la probabi­
lidad de que achumarse, chumarse, ajumarse, jumarse,
chumo, jumo, achumado, chumado, jumado, jumera ten­
gan todos un mismo origen, bien sea éste humo o achuma
(la planta), pues me parece que sería mucha casualidad
que dos grupos de voces, a saber, achumarse y sus deri­
vados (incluso chumarse y los derivados de él), y aju­
marse y sus derivados, tan semejantes, tuviesen oríge­
nes tan diversos como serían achuma (voz quichua, por
fruto de la planta narcótica) y humo, respectivamente.
Es muy común la aspiración de la h en ciertas voces
como albajaca, por albahaca, pitajaya por pitahaya, de
suerte que no tendría nada de raro el que, habiéndose
formado ahumarse (de humo), el pueblo hubiese dicho
luego ajumarse y después por aféresis, jumarse, jumo,
jumera, etc.; como tampoco tendría nada de raro que
la h de ahumarse se hubiera convertido en ch en boca
del vulgo y resultase achumarse, etc., y luego por afére­
sis se suprimiera la a inicial y se dijera chumarse, chu­
mado, chumo.
Por otra parte, bien podría suceder que, como dice
Santamaría, “ todo proviniese de achumó” , el fruto que
narcotiza (no es lo mismo narcotizar que emborrachar),
del cual se formara achumarse, luego en algunas partes
por aféresis chumarse, en otras por conversión de la ch
en h y ésta en j, ajumarse, y aun en otras por aféresis
(supresión de ac) y aspiración de la h, jumarse.
Mas-si, en efecto, todas estas voces se originaron de
achuma, esto es, si achumarse, ajumarse, chumarse, ju -
marse y sus derivados son quechuismos, tendríamos que
ahumarse, ajumarse y jumera que se usan en España
son americanismos. A mí me parece más lógico supo­
ner que todos estos vocablos son derivados o modifica­
ciones de ahumarse, ajumarse, y que la achuma nada
tuvo que ver con su formación. De lo contrario,,¿cómo
se explicaría el uso de achumarse, chumo, achumarse,
chumado, ajumarse, jumo, etc., en Tabasco donde es
desconocido el vocablo quichua achuma? Tendríamos
que aceptar la teoría poco probable de que achumarse,
chumarse, etc., fueron llevados a Tabasco desde Ecua­
dor, Perú y Chile.
Variantes de achumarse también usuales en Tabas­
co:
Chumado o chumao (más usual el segundo)
Chumarse
Chumo
Jumado o jumao
Jumarse
Jumo
Menos usuales:
Achumarse
Ajumarse

D
DAÑO
Hacerle a uno daño hasta lo que no come. Afligirse, acongo­
jarse o preocuparse en exceso por las penas, desgracias
o padecimientos de los demás, como el cura de Jalatlaco,
que murió de cuidados ajenos, según el decir mejicano.
En España hay el dicho parecido, como el alcalde de
Trebujena, que murió de una pesadumbre ajena, o bien
como la judía de Zaragoza, que cegó llorando duelos
ajenos.

DEBER
El que la debe la teme. Dicho sentencioso que alude al que
comete una falta y está temeroso de que le llegue su
justo castigo.
Sin deberla ni temerla. Locución que se usa con igual sen­
tido que sin comerlo ni beberlo, que trae el Diccionario
de la Academia, y que significa sin haber tenido parte
alguna en la causa o motivo del daño o provecho que se-
sigue. Desde muy antiguo se ha dicho ni teme ni debe
para expresar “ la temeridad, arrojo, e intrepidez de al­
guna persona en sus operaciones, sin consultarlas con
la prudencia, ni mirar respetos” (Diccionario antiguo
de la Academia), pero yo he oído el mismo dicho ni te­
me ni debe, o al revés, ni debe ni teme con el significado
de que la persona que no ha cometido ningún delito,
ofensa ni falta, y tiene la conciencia tranquila, no teme
que le sobrevenga ningún daño en castigo de culpas.

DESCOLAR

Salir descolado. Salir desairado, despreciado, con el rabo


entre las piernas (o “ rabo entre piernas” , como dice el
Diccionario, pero que no se usa en Méjico en esta fo r­
ma) . La razón del dicho la ignoro. Descolar es cortar
la cola a un animal. Quizás haya alguna alusión a lo de
“ rabo entre piernas” , rabón, esto es, de cola corta, con
la cola cortada, descolado.
Estar desmañanado, es sentirse amodorrado, soñoliento, por
haberse levantado uno muy de madrugada. Desmaña­
narse es voz que no trae el Diccionario, pero de buena
formación y muy significativa, pues denota que por
haberle negado al cuerpo (la partícula dis, des) el sue­
ño de la mañana o madrugada, se siente uno amodorri­
do o modorro.

D ESPICARSE
En Tabasco se usa el verbo reflexivo despicarse por
desprenderse alguna cosa del conj unto de que era parte,
principalmente las frutas que forman racimo, y por ex­
tensión cualquiera cosa. No sé de dónde haya venido
esta modalidad del verbo despicarse, cuya acepción cas­
tiza es quebrarse el pico las aves (además de la de ven­
garse, desquitarse, quitarse el pique). Es posible que el
vulgo haya visto alguna semejanza entre el pedúnculo
o pezón de algunas frutas, como el plátano, y el pico
de las aves, y que haya dicho despicarse al quebrarse de
dicho pedúnculo y desprenderse el fruto del racimo.

DESPUÉS
Para mi despuesito. Costumbre muy común es del tabas-
queño, como del mejicano en general, usar y aun abusar
de los diminutivos. Así, en Tabasco son muy comunes
las expresiones por vida suyita, oiga doncito, váyase
por la sombrita, adiosito, hasta lueguito, etc. Entre la
gente campesina oí más de cuatro veces el diminutivo
de después empleado en casos como el siguiente: cuan­
do se da, digamos, un cigarro o algo de comer a un cam-
pesino o persona de la clase humilde, que no desea fu­
ndárselo o comérselo inmediatamente, lo acepta y res­
ponde poco más o menos en estos términos: “ muchas
gracias, señor, sino que con su venia lo voy a guardar
para m i despuesito” , esto es, para comérmelo o fumarlo
después.

D IABLO
Donde perdió la cachimba el diablo. Expresión familiar con
que se expresa lo apartado o distante de un lugar, y que
equivale a en los quintos infiernos, donde dio el chiflido
el diablo. En Chile y Argentina se dice donde el diablo
perdió el poncho.
En casa del diablo, o de los mil diablos, o del demonio, o de
los mil demonios. De significado similar a la frase an­
terior.
Que se lo lleve el diablo, o los mil demonios, o sesenta mil
demonios. Frase con que se impreca a una persona por
enfadosa o importuna. Dijo don Quijote: “ ¡Sesenta mil
satanes te lleven a tí y a tus refranes.” Q-uij., II, cap.
X L II.
Ver al diablo en calzoncillos. Con que se pondera el susto o
asombro que padece uno. Se dice también en son de
amenaza: yo te haré ver el diablo en calzoncillos.

DICHOS Y JUEGOS DE NIÑOS


A, B, C, D
La cartilla se me fue
Por la calle de Mercé,
No me pegue usted maestrita
Que mañana la traeré.
-oOo-
A l ánimo, al ánimo
La fuente se rompió.
A l ánimo, al ánimo
Mandarla componer.
A l ánimo, al ánimo
No tenemos dinero.
A l ánimo, al ánimo
Nosotras les daremos.
A l ánimo, al ánimo
¿De qué se hace el dinero?
A l ánimo, al ánimo
De cascarón de huevo, etc.
Tocante a este juego, dice Santamaría en su P R O V IN ­
CIALISM O TABASQUEÑO: “ Juego de niños en que
éstos se dividen en dos, bandos y entonan un canto cuya
primera palabra es ésta (A L A L IM Ó N ), la cual es co­
rrupción de Hola lirón, según Borao: «alálimon, alali­
món, la torre se me ha caído,» cantan las de un grupo,
y contestan las otras: «alálimon (b is), ya la levantare­
mos.» Compárense los versos que siguen, algo distintos
en Aragón y en Vizcaya:
“ No tenemos dinero.
Nosotras los daremos.
¿De qué son los dineros?
De cascarón de huevo, etc.
“ Ño tenemos dinero.
Nosotras ya tenemos.
¿ Con qué se hace el dinero ?
Con cascarón de huevo, etc.”
En Tabasco yo oí la tonada con la forma “ Nosotras les
daremos” , etc., según dejé asentado, y el juego parece
ser idéntico al de España, sino que en Tabasco se decía
al ánimo, y no alálimón ni hola lirón.
-oOo-
Come camote y no te dé pena,
Cuida tu casa y deja la ajena.
Sentencia que, aunque yo la aprendí de niño, y entre ni­
ños se decía mucho, encierra gran filosofía y predica
la sabia enseñanza de que nadie debe andar metiendo las
narices donde no le va ni le viene, o como dicen los in­
gleses to mincl your own business.
-oOo-
Culito que quiere cuero
Solito lo anda buscando.
Que se le dice a los niños cuando cometen más de una
falta y se hacen acreedores a una azotaina o limpia, co­
mo se dice en Tabasco. Por supuesto, el cuero es el lá­
tigo o la vara de membrillo, que se dice en el centro de
Méjico.
-oOo-
De Méjico salí un día,
Yéndome por Santa Fe,
Y en el camino encontré
Un letrero que decía:
De Méjico salí un día
Yéndome por . . . etc.
(Se repite hasta nunca acabar.)
-oOo-
El que come y canta
Loco se levanta.
-o Oo-
El que come y no convida
Tiene el diablo en la barriga.
Entre chicos se dice este versecito al que está comiendo
alguna cosa y no convida de ella a sus compañeros. A lo
que responde el aludido si no quiere compartir de su
m anjar:
A l que comió y convidó
El diablo se lo llevó.
-oOo-
El que se fue a la villa
Perdió su silla.
Si alguien se levanta de su asiento en un lugar donde
escasean éstos, y lo ocupa otro, cuando vuelve el prime­
ro se le dice esta frase rimada, que tiene también la si­
guiente form a:
El que se fué a la ciudad
Perdió su lugar.
-o Oo-
Esta noche es Nochebuena,
Noche de comer tamales.
En tu casa no los comen
porque son muy animales.
-oOo-
Florentino, tino, tino
Rompió un vaso en el camino.
Pobre vaso, pobre vino,
Pobre culo de Florentino... tino, tino
Rompió... etc.
-oOo-
Ini ini manimó
Quecheneque palestó
Anjisgali lestingó
Ini ini manimó.
Esta retahila de palabras incomprensibles la oí y repetí
muchas veces en mi niñez, en diversos juegos, general­
mente para sortear la mano o la “ cola” , sin saber nunca
su significado, y grande fue mi sorpresa cuando muchos
años después, viviendo en los Estados Unidos de Norte­
américa, oí en inglés el mismo verso que decían los ni­
ños en Tabasco imitando, aunque estragadamente, el
sonido de las palabras de que consta; dice así:
Inie, inie, meyniemoh,
Catch the nigger by his toe,
And if he howls let him go,
Inie, inie, meyniemoh,
cuya pronunciación es poco más o menos la siguiente:
Eni, eni, mainimó,
Quetch the níguer bay jis to
End if ji jauls let’im go,
Eni, eni, mainimó.
(Es de notar que la palabra nigger, pronunciada níguer
es voz despectiva por negro, que se pronuncia nigro.)
Cuya traducción literal sería:
Ini, ini, mainimó (sin ningún significado),
Coge al negro por el dedo (del p ie ),
Y si grita déjalo ir, Etc.
-oOo-
Jilito, j ilito de oro,
Yo jugando un ajedrez
Le dije a una gran señora
Qué lindas hijas tenéis.
— Que las tenga o no las tenga
Y o las sabré mantener,
Pan y chile que yo coma
Comerán ellas también.
— Y a me voy muy enojado
Por los palacios del rey,
Que de todas vuestras hijas
No me dais una a escoger.
— Vuelva, vuelva caballero,
No sea tan descortés,
Que entre las hijas que tengo
Una escoja por mujer.
— No la escojo por bonita
N i tampoco por mujer,
Lo que vengo yo buscando
Es un ramo de clavel.
Y escogiendo una del grupo se la lleva consigo para re­
petir los versos y llevarse otra, hasta terminar el j uego
no me acuerdo en qué forma.
-oOo-
Manzanas son manzanas
Peras son peras
(también la variante:
Palabras son palabras,
Cartas son cartas...)
Palabras de las niñas
Son verdaderas,
Palabras de los hombres
siempre son falsas.
Antes que te quería
Era por el pelo,
Ahora que estás pelona
Ya no te quiero.
Don Pantaleón que cuántas son
Veinticinco y el carbón.
Herradura para las muías,
Coche de oro para los moros,
Cinta de plata para la rata,
Cucuruyún que te vires tú.
(Se vuelve de espaldas
una de la rueda)
Salto de cabra, así decía
Que te salude con cortesía
(Se saludan inclinándose)
Yo tengo una canasta
De chicharrones
Para darle al burro
Porque no comes.
Y o tengo una canasta
De chiles verdes,
Para darle al burro
Porque no muerdes.
Yo tengo una canasta
De calabazas,
Para darle al burro
Porque no abrazas...
Todas procuran abrazar a una compañera, y como las
que juegan son en número impar, una tiene que quedar­
se de “ burro” .
-oOo-
María Techosena
Techaba su casa,
Techaba la ajena,
Techaba la casa
De María Techosena
Etc. (se rep ite).
Mañana domingo
Se casa Benito
Con un pajarito.
¿Quién es la madrina?
Señá Catalina.
¿Quién es el padrino?
Don Juan Botijón.
Dale que dale con el bordón.
A lo que algunos añadían:
Antes que salga la procesión.
-oOo-
— Marti nejo (o Martinillo).
— Señor amo.
— ¿ Y las muías?
— En el prado.
— ¿ Y el pan que te di?
— Me lo comí.
— ¿ Y el que le di a tu esposa?

— Se lo comió esta perrita golosa...
A l decir esto último trata de coger a la niña más próxi­
ma, pero todas procuran evitar el ser cogidas.
-oOo-
Mío
Dijo el gato
Y se quedó frío
En el garabato
(Véase el artículo GATO.)
-oOo-
Paca Pica era una chica
Que dicen nunca pecó,
Y dice Juan que la oyó
Que decía poco peca Paca Pica.
-oOo-
Pasó un pajarito
Volando, volando,
Echó tres pelotitas:
Una para Juan,
Otra para Pedro
Y otra para aquél que hable primero.
En este juego de niños, después de dichos los anteriores
versos todos deben callar, y el que habla primero se
supone ser el que se come la pelotita que no le tocó a
Juan ni a Pedro.
-oOo-
Pelón, pelado
¿ Quién te peló
Que las orejas te dejó?
Con que se hacía mofa del chamaco a quien pelaban a
coco. Mas si éste era listo y conocía el complemento,
respondía:
El burro que me lo dice
¿Por qué no me las quitó?
-oOo-
Pirulico, matancico
¿Quién te dio tan largo pico?
Mi señor Cristobalico
Pa’ robar los cucharones
A la vieja Matampica.
Cesta, vallesta
Martín de la Cuesta,
Mi madre me manda
Que yo caiga en esta.
Manera de sortear el primer lugar o la salida en algún
juego; según se dicen los versos se van señalando a los
niños que van a entrar en él, y al que le caiga la palabra
“ esta” le corresponde el primer lugar.
-oOo-
Por la señal
De la cañal,
Cayó una vieja
En el comal
Tostando pepitas
Pa’ su tamal.
-o O o -
Sabadito alegre,
Domingo galán,
Lunes perezoso
A la escuela van.
-oOo-
Si la col tuviera cara
Como tiene el caracol
Se juntara col con cara
Si la col tuviera cara
Como tiene el caracol.
-o O o -
¿Tienes frío?
se le pregunta al que parece tenerlo, y si responde “ sí” ,
se le dice:
Ponte la capa de tu tío
Y tírate al río.
O bien:
¿Tienes calor?...
Ponte la capa del emperador
Y siéntate al sol.
A l que manifiesta tener mucho apetito se le pregunta :
¿Tienes hambre?
Y si dice que sí se le responde:
Chúpate el dedo grande.
-o Oo-
Tortolita de la mar, de la mar,
Si me dejaras pasar.
Pasarás, pasarás con todas tus hijas,
Pero una dejarás,
La de adelante corre mucho
Y la de atrás se quedará.
Van pasando las niñas unas tras otras por debajo de las
manos en alto de las que hacen de tortolitas, y al pasar
la última tratan de atraparla como entre una jaula
con las manos cogidas, pero la otra procura deslizarse
y huir. Si no me equivoco es el mismo juego que en
otras partes se juega cantando “ La víbora, víbora de la
mar” , etc.
-o O o -
Unica, dosica, tresica, cuartana,
Color de manzana,
Unica la fe
Con esta son diez.
A l ir recitando los versos pausadamente y en sonsonete
se va contando con los dedos, y al llegar a cliez son, en
efecto, diez los “ golpes” de enunciación (no las palabras
ni las sílabas). De igual manera se cuenta recitando
los siguientes versos:
Una niña muy bonita
Se casó con un inglés,
Y su madre le decía
Que contara diez y seis.
O con otros que dicen: “ una, dola, tela, canela, cabito
de vela,” etc... hasta llegar a veinte (termina diciendo:
“ cuéntalas bien que las veinte son” ).
-o O o -
Vamos a la huerta Milano no esta aquí,
Del toro toronjil, Está en su verjel,
A ver a milano Abriendo la rosa
Comiendo perejil. Y cerrando el clavel.
Etc.

D IE N TE
Diente frío o dientefrío. Se dice de la persona muy risueña
o muy bobalicona, que de todo se ríe. Se emplea tam­
bién la expresión
Pelar el diente, que significa sonreír la mujer por coquetería,
hacerle carita a un hombre, como se dice en Tabasco, y
Estar con el diente pelado, por estar una persona siempre
dispuesta a sonreír para adular o halagar al poderoso
o “ al de arriba” .

D IF IC U L T A R
Dificulto que venga fulano, dificulto que esto salga bien, etc.
En Tabasco es usual, como en Campeche y Yucatán el
dar a dificultar, como verbo transitivo, uno de sus sig­
nificados castizos, cual es el de dudar, acepción que po­
cas veces se da a dicho verbo en otras partes de Méjico.

D INERO
Hasta donde costó el dinero. Véase en el artículo X IX
(shish), Hasta el xix.

DIOS
Con la palabra Dios se forman en Tabasco, como en
cualesquiera otras partes donde se habla la bella lengua
castellana (¡tú qué dijiste, lector: ya salió este con la
concebida muletilla, la lengua de Cervantes!), multitud
de frases, algunas sumamente usuales en el lenguaje
familiar y casi todas del español antiguo, con más o me­
nos variaciones o en su prístina forma, que dicen ora
las personas devotas, ora los descreídos en sentido iró­
nico, o bien por la sola costumbre y sin intención de
ofender creencias religiosas ni tampoco de invocar la
misericordia divina. Como ejemplo quiero citar a con­
tinuación unas cuantas de dichas frases o exclamacio­
nes.
A Dios rogando y con el mazo dando. Refrán antiguo que
Barcia (DICC. GR A L. E T IM O L.) explica de la siguien­
te manera: “ que nos amonesta hagamos de nuestra par­
te cuanto alcancen nuestras fuerzas para el logro de
nuestros deseos, y sin exigir que Dios haga milagros.”
(C E R V A N T E S : . .que un asno cargado de oro sube
ligero por una montaña, y que dádivas quebrantan pe­
ñas, y a Dios rogando y con el mazo dando” Quijote, II,
X X X V .)
A l que no habla (o al que no pide,) Dios no lo oye. Con que
se reprende la timidez de los que nada consiguen por
no atreverse a exponer sus solicitudes. De igual sentido
que el que no llora no mama.
Amanecer Dios, por amanecer, en frases como estas: desde
que Dios amanece, o en amaneciendo Dios.
Como Dios guarde y libre. Expresión que dicen algunos en
sentido comparativo, aplicada a la persona con quien se
habla: “ es una buena persona, como Dios guarde y li­
bre” (esto es, tan buena como Ud., a quien Dios guar­
de) . Otros dicen, mala la comparación, y también sin
agravio de lo presente (véase el artículo F R A SE S D EL
C A S T E LLA N O A N T IG U O E N T A B A S C O ).
Creer que la madre de Dios es Chepa. (Compilación de re­
franes inédita, de Santamaría.) Expresión vulgar pa­
recida a creer que lá luna es queso porque se ve redon­
da, que alude a las personas que ereen cosas inverosí­
miles, o que pueden lograr lo imposible.
Creer una persona que tiene a Dios cogido por las barbas.
Creer que puede o vale mucho. Se dice también, creerse
la divina garza.
Creerse un Dios. Estar muy engreído o envanecido, tener
muy buena opinión de sí mismo, creerse la divina garza.
Dios castiga sin cuero ni palo. También Dios castiga sin pie­
dra ni palo. Expresión que se dice para significar que
Dios no ha menester aplicar castigos materiales para
manifestar su poder omnímodo.
¡Dios me ampare, me valga y me favorezca! Exageración
de la frase ¡ Dios me ampare! o ¡ Dios me libre!
Dios queriendo. Esto es, con la ayuda de Dios, o si Dios quie­
re. C ER VAN TE S: “ N i ella es puta, ni lo fue su madre,
ni lo será ninguna de las dos, Dios queriendo, mientras
yo viviere.” Quijote, II, X III.
Dios se lo pague y le dé más. Frase con que algunos mendi­
gos agradecen la limosna que se les da. Se dice también
en lenguaje festivo: Dios pague la caridad y aumente
la devoción.
Estando bien con Dios, aunque los santos se enojen. Expre­
sión con que se significa que poco o nada importa que
no goce uno del favor de personas sin importancia o de
poca valía, si tiene uno el apoyo del personaje principal,
del mandón, de quien las puede, o de la persona que a
uno le interesa. Por ejemplo, el galán que está seguro
del amor de su pretendida pero que no tiene la aproba­
ción de los padres dice: “ me importa muy poco, pues
estando bien con Dios, aunque los santos se enojen (o
no quieran).
La de Dios es Cristo. Con los verbos haber, armarse, etc.:
bulla, rebumbio, disputa, zafarrancho, tremolina.
¡ Mala Pascua me dé Dios! Exclamación parecida a ¡ que el
diablo me lleve!
N i a Dios ni al diablo. Se dice no servir ni a Dios ni al diablo.
para ponderar la inutilidad o ineptitud de alguna perso­
na o cosa.
No pido a Dios que me dé, sino que me ponga donde hay. (Co­
lección inédita de refranes, de Santamaría). Que de­
nota que el hombre apto y trabajador no necesita que
le hagan favores ni se le dé nada que no sea adquirido
por su propio esfuerzo, pues en teniendo la oportunidad
él sabrá bastarse a sí mismo.
Por Dios y en mi conciencia. Juramento para aseverar la
veracidad de una cosa: “P o r Dios y en mi conciencia
que si me dura el gobierno (que no durará, según se me
trasluce), que yo ponga en pretina a más de un nego­
ciante.” C E R V A N T E S : Quijote, II, X L V II.
Por la misericordia de Dios. Con que se atribuye o se da
gracia a la misericordia divina de las cosas que se tienen
o se reciben en el mundo: “ Es, pues, el caso, señor
— prosiguió el labrador,— que yo, por la misericordia de
Dios, soy casado.” C E R V A N T E S ; Quijote, II, X L V II.
¡Quiera Dios! Con que se denota vivo deseo de que suceda
una cosa.
¡ Sea por Dios y venga más! Frase irónica de conformidad o
resignación; como si se d ijera: “ estoy conforme con mi
mala suerte, y si más males me vinieren también sabré
resignarme.” Se dice asimismo cuando, sin uno espe­
rarlo ni procurarlo, le resulta algún bien como si le
lloviera del cielo.
¡Sepa Dios! Para denotar ignorancia o inseguridad de algu­
na cosa, o para encarecerla. Igual a ¡ sabe D ios! o ¡ Dios
sabe!: “ ¿dónde está fulano?” — “ ¡Sepa D ios!” Tam­
bién en lá frase: “ ¡sepa Dios cuándo sanaré de este
m al!”
Si Dios fuere servido. Igual que si Dios me ayuda o si Dios
quiere o me da licencia.
Si Dios me ayuda. En locuciones como la de Sancho Panza:
.si Dios me ayuda, y yo hago lo que debo con buena
intención, sin duda que gobernaré mejor que un geri­
falte.” C E R V A N T E S : Quijote, II, X X X IV .
Si Dios me da licencia. Igual que la anterior.
Suerte me dé Dios, que el saber poco me importa. Con que
se expresa que muchas (quizá las más) veces consigue
mejores cosas en la vida y medra más el ignorante pero
audaz, el gaznápiro pero atrevido y desvergonzado, el
impreparado pero “ oportunista” y socaliñero, el palurdo
pero descarado, y sobre descarado adulador (sobón, co­
mo se dice en Tabasco), y sobre sobón tramposo, y mal­
intencionado y bribón y picaro, como hay muchos, so­
bre todo en la política (que todas estas bellas cualidades
suelen traer consigo la buena suerte), que el sabio, el
estudioso, el hombre Bien preparado, decente, digno y
honesto.
Tener cara de Dios me lo perdone. Que ya comenté en el
artículo CARA.
Todos somos hijos de Dios y herederos de su gloria. Senten­
cia con que se expresa que todos tenemos derecho a go­
zar de las cosas buenas de la vida, o bien que la justicia
se debe impartir a todos por igual. Es parecida a cuan­
do Dios amanece, para todos amanece, o el sol sale para
todos.
Ya estaría de Dios. Parecido a ¡sea por Dios y renga más!
Se dice tanto en sentido serio como festivo.

DOM INGOSIETE
Ser una persona un domingosiete (o domingo siete). Es co­
nocida la frase salir uno con su (o con un) domingo
siete. El Diccionario de la Academia la trae en sus edi­
ciones décimaquinta, décimasexta y décimaséptima
(acaso en la décimacuarta, que no tengo a la vista; no
la trajo en las primeras ediciones, que yo sepa hasta la
duodécima). Dice la Academia: “ Salir con un domin­
go siete, fr. alusiva a cierto cuentecillo de brujas. Salir
con una pata de gallo” , esto es, con una patochada o
disparate.
El Diccionario académico no especifica que sea ame­
ricanismo, con lo que da a entender que es también
expresión conocida en España. Santamaría (DICC.
GRAL. DE A M E R .) trae domingo siete con la signifi­
cación substantiva de despropósito, patochada, en la
frase salir con domingo siete (y, por cierto, da el Diccio­
nario de Americanismos una interpretación soez que
nunca había yo oído y no creo haya tenido nunca). Mas
en ninguna parte hallo el adjetivo domingosiete (usado
también como sustantivo), aplicado a persona en el sen­
tido de bobalicón, tonto, lelo, mentecato, sandio, simple,
gaznápiro, que yo oí muchas veces en mis mocedades y
no he vuelto a oír en ninguna otra parte de Méjico, ni
fuera de él; lo que me hace creer que es un tabasque-
ñismo.
Voy a dar una versión, cuanto al origen de la frase
salir con su domingo siete, que oí en mi tierra tabas-
queña cuando era yo niño: decíase que en cierta tertulia
en que los concurrentes procuraban a más y mejor hacer
gala de ingenio, y se hacían y decían cosas agudas, opor­
tunas y graciosas, alguien dijo la fra se : “ lunes y martes
y miércoles tres” , para que sirviera de pie a un ver­
so ; y, en efecto, otro de los ahí presentes, haciendo gala
de ingenio, halló la consonante y completó el verso aña­
diendo: “ jueves y viernes y sábado, seis.” A lo que una
de las tertulianas, queriendo también ser aguda, añadió
el gracejo: “ y domingo siete” , aditamento fuera de con­
sonancia, y de metro, y de todo, que movió a risa a los
demás tertulianos, mas no por lo gracioso sino por lo
inoportuno y desgarbado.
Hay otra versión o leyenda acerca del origen del di­
cho; es a saber, el que alude la Academia ahí donde
dice: “ frase alusiva a cierto cuentecillo de brujas”
(muy diabla fue esta vez, como muchas otras, la Acade­
mia, que volvió brujas a los diablos, según verá el lector
por lo que adelante se dirá, ofensa que no ha de perdo­
nar Lucifer y que pagará caro el señor académico que
tal cosa escribió, si por acaso acierta a llegar a sus do­
minios), y que es el siguiente:
Érase que se era un pobre leñador jorobado que vol­
vía cierta tardecita del bosque, con su carga de leña a
cuestas (o a jorobas, si más te place, caro lector), cuan­
do oyó rumor de voces a la distancia. Acercóse caute­
losamente para no ser visto ni oído al sitio de donde sa­
lían éstas, y pudo ver gran número de diablos congrega­
dos que repetían el estribillo lunes y martes y miércoles
tres, con visibles muestras de impaciencia y enojo, pues
que, a pesar de ser muy diablos, no hallaban la conclu­
sión que hiciera consonancia con la frase. Quedóse por
algún rato nuestro jorobado oyendo y viendo tales dia­
bluras, hasta que se le vino a las mientes un verso muy
a pelo con el que tantas veces había oído, y que sin darse
cata de ello dijo a viva voz: jueves y viernes y sábado
seis. Grande fue el alborozo del endiablado congreso al
oír tan galana conclusión de su estribillo, y en premio
de tan prestante servicio quitaron la joroba al leñador,
que se fue muy derechito y ufano camino de su aldea,
ansioso de referir lo sucedido a sus vecinos, y de que
lo viesen tan esbelto como una palmera (cuando no está
intoxicada con los rayos actínicos del rubicundo febo,
como las de L a r a ).
A l conocer tan satánica hazaña, un envidioso quiso
probar fortuna con los discípulos de Luzbel y se enca­
minó al sitio en que el leñador dijo haberse encontrado
con los hijos del averno. Y, en efecto, no tardó en dar
con ellos, pues como de mil demonios era la algarabía
que armaban cantando todos a uno:
Lunes y martes y miércoles, tres ;
Jueves y viernes y sábado, seis.
Y queriendo ser oportuno para ganarse con su ingenio
la admiración y el favor de ellos, dijo a voz en grito la
patochada:
“ Y domingo siete.”
Oír los diablos tan soberana sandez, apoderarse furiosos
del que la profirió y, en castigo de su necedad, ponerle
la joroba que le quitaron al leñador, todo fue uno. ¡ Cas­
tigo merecido que debieran tener muchos envidiosos!
♦ Pues bien, si se dice salir con un domingo siete, muy
lícito es apellidar domingosiete (mejor que domingo
siete) al que sale con él y, aun más, formar la voz do-
mingosietada, que oí alguna vez, de igual manera que
de Pedro Grulla, o Pero Grullo, o Per'ogrullo salió pero­
grullada.

DORMIR
Dormir de una sola pieza. Dormir de un tirón, como un ben­
dito, sin despertar en toda la noche, como un topo o como
un lirón. Se dice también
Dormir a pata tirante.

DUDA
Por las dudas, mama. P o r si las moscas, se dice en la capital
de Méjico; por un si acaso, decíamos los muchachos en
mis tiempos, atropellando de lo lindo la Gramática. El
origen del dicho por las dudas, mama es el siguiente
cuento picaresco. Dícese que un niño, que debe de haber
tenido inteligencia precoz, al ver en su barrio ciertas
escenas violentas entre los agentes del “ Consejo de Sa­
lubridad” y algunas mujerzuelas a quienes las obligaban
a encaminarse adonde no quisieran ir, después de inda­
gar a la razón de por qué se las llevaban, se fue más que
volando a su casa y le dijo a su madre: escondéte
mama, que allá vienen los agentes del Consejo a llevarse
a todas las mujeres.” “— No, hijito, le replicó su madre,
es sólo a las mujeres malas a las que se llevan.” A lo
que respondió el chicuelo muy pensativo: “— ¡ pues por
las dudas, mama!”

DURO
El que está a las duras está a las maduras. Variante de
estar a las duras y alas maduras, o tomar las duras con
las maduras, forma esta última que trae el Diccionario
(y que me parece la más lógica), con que se da a enten­
der que en cualquier asunto, como en todas las cosas de
la vida, quien desea recibir el provecho o las ganancias
debe también estar dispuesto a aceptar los contratiem­
pos o las pérdidas que se puedan tener. Lo he oído tam­
bién en la forma no rimada: estar a las verdes y a las
maduras. A mí me parece que el refrán más lógico
y que hace sentido es tomar las duras con las maduras,
esto es, aceptar las ganancias (que son las maduras) pe­
ro también estar dispuesto a recibir las pérdidas (las
duras). Paréceme asimismo que no hace sentido el di­
cho él que está a las duras está a las maduras, ni estar
a las duras y a las maduras, pues que es tanto como
decir el que quiere (o acepta) las pérdidas, acepta tam­
bién las ganancias, que es un absurdo. Dicho al revés sí
tendría pies y cabeza: el que está a las maduras, está a
las duras, o tomar las duras con las maduras.

E
E CH AR
¡Échale copal al santo aunque se le ahúmen las barbas! (Re­
franero inédito de Santamaría.) Dicho con que se azu­
za, instiga o incita a uno para que lleve al cabo alguna
empresa, concluya la comisión de una fechoría, etc. Pa­
recido a ¡adelante con la cruz que el diablo se lleva al
muerto!
Son más las echadas que las que están poniendo. Frase con
que se alude a las mentiras o baladronadas que echa un
fanfarrón o mentiroso, comparándolas con las gallinas
que se echan para incubar sus huevos. El substantivo
echada se toma por fanfarronada o alarde, y al fanfa­
rrón se le llama echador. Proviene este modismo de una
de las muchas acepciones que tiene el verbo echar, a sa­
ber, lanzar, pronunciar, publicar, proferir, como en las
frases echar maldiciones, echar bravatas, echar rayos y
centellas. Así, pues, el substantivo echada es una elipsis
de la frase mentira, balandronada echada, y el adjetivo
echador, que se usa también como substantivo, es elipsis
de individuo echador de bravuconadas o fanfarronadas.
Según la Academia, echada se usa con igual o semejante
sentido en Argentina y, de acuerdo con Santamaría,
también en Cuba.

EM BICAR
Embicarse una taza, una botella, vasija, etc., significa em­
pinarla, inclinarla para beber su contenido. Embicar,
verbo transitivo e intransitivo, es vocablo que trae el
Diccionario moderno de la Academia (no lo trajo el an­
tiguo) como término de marina con la acepción de “ Po
ner una verga en dirección oblicua respecto a la hori­
zontal. U. a bordo como señal de duelo,” también con
la de orzar (inclinar la proa hacia la parte de donde
viene el viento). Sin duda de este concepto de inclinar
(las vergas, la proa) nació la acepción que se le dio en
Tabasco, y que parece tener también en Cuba. Se dice
también, fulano se la embica (o se las embica) por fu­
lano empina el codo, bebe mucho.

E M PE R R AR SE
El emperrarse tabasqueño no es idéntico al empe­
rrarse castizo que, según dijo el Diccionario antiguo de
la Academia, es “ ponerse rabioso, sin querer ceder, ni
darse a partido.” En Tabasco no es necesario que una
persona se ponga rabiosa para que se emperre; basta
que se obstine, encapriche o aferre en alguna cosa y no
quiera ceder.

E N G A LLO TA R S E
Estar una persona engallotada, significa estar engreída, en­
vanecida, ensoberbecida, haberse vuelto altanera. Sin
duda el verbo engallotarse es corrupción del castizo en­
golletarse, que dice envanecerse.

E N G E N TAR SE
Denota este verbo atolondrarse, aturdirse una per­
sona, generalmente el rústico, el campesino, el insocia­
ble, cuando va a la ciudad. Es de formación similar a
encandilarse. Por extensión se usa por turbarse, cor­
tarse, confundirse, avergonzarse, correrse cualquiera
persona cuando se halla entre mucha gente, o está en­
tre personas de elevada alcurnia.

E N JA R R A R SE
Enjarrarse una persona, es en Tabasco ponerse de jarra, en
jarra o en jarras, según dice el Diccionario de la Aca:
demia, esto es, con los brazos encorvados y las manos
en la cintura como las asas de una jarra. Y a fe que no
puede ser más expresivo, gracioso ni bien formado el
verbo enjarrarse.

ENJORQUETAR, ENJORQUETARSE ENJORQUETA-


M IE N TO
El verbo enjorquetar, que es el enhorquetar que da
el Diccionario académico como americanismo (o provin-
cionalismo de Argentina, Cuba y Puerto R ic o ), mudada
la h en j por aspiración, denota poner o ponerse a hor­
cajadas, y también llevar a un niño a horcajadas en la
cintura, costumbre sumamente común en la gente del
pueblo, principalmente entre los indígenas. Cuanto a
enjorquetamiento, según Santamaría, es una curiosa ce­
remonia que celebran los indígenas cuando un niño llega
a la edad en que puede ser enjorquetado, o cargado a
horcajadas en la cintura por una persona mayor. Copio
del D ICC IO N ARIO G E N E R A L DE A M E R IC A N IS ­
MOS del mencionado ilustre lexicógrafo la siguiente de­
finición de enjorquetamiento: “ Hasta los cuatro o seis
meses de edad no puede enjorquetarse al niño la madre
o la mujer que hace veces de aya; entonces se hace una
ceremonia de ritual: una fiesta familiar, con música,
baile y comilitona, en la cual se reúnen principalmente
los mayores de la fam ilia; se coloca al muchacho en
medio de la sala, dentro de una batea grande, en la cual
se le ponen toda clase de utensilios de diversos oficios:
anzuelo, fisga, atarraya, soga, machete, etc., y se le deja
que eche mano de cualquiera de ellos para jugar. El ob­
jeto por él preferido simboliza su oficio para el futuro,
y así se le preconiza como pescador, leñero, vaquero o
boga. Pasado aquel acto, la madre lo levanta y se lo
pone a horcajadas en la cintura, quedando ya el mucha­
cho también desde ese día en posibilidad de ser llevado
en tal forma.”

E N TR E V E R AD O
Si mal no me acuerdo, más de una vez oí en Tabasco
el adjetivo entreverado, principalmente en diminutivo,
empleado para denotar medianamente, ni bien ni mal,
así así, o como dice la gente del campo, un poquitó me­
dio rigular, o entre pintón y maduro. Por ejemplo, al
preguntarle a un gañán: “ ¿cómo te va Pedro?” , respon­
día: “ pues, así, señor, entren eradito” (al mismo tiempo
que hacía ciertos altibajos con la mano abierta movién­
dola sobre la muñeca).

ESCASEZ
Abundancia de escasez. Dicho burlón con que disimulada­
mente se pondera la pobreza o laceria. El clásico Espi­
nel dijo abundante de necesidad: “ Estábamos después
desto tres compañeros al barrio de San Vicente tan
abundantes de necesidad, que el menos desamparado
de las armas reales era yo, por ciertas lecciones de can­
tar que yo daba.” Marcos de Obregón, reí. la., dése. 12.

E SPIC H AR
El Diccionario trae el verbo espichar como voz del
lenguaje familiar por morir, estirar la pata, escupir el
alma, o, como se dice en el centro de Méjico, pelar gallo,
doblar el petate, irse al otro barrio, pero yo lo he oído
rara vez (o nunca) fuera de Tabasco, donde es, o era
bastante común.

ESTÓMAGO
Tener el estómago pegado al espinazo. Dicho del lenguaje
familiar que denota tener mucha hambre, tener el es­
tómago en un hilo, tener hambre canina, ver bizco, co­
merse los codos de hambre. En el centro de Méjico se
dice anclarle a uno de hambre.
E N V ID IA
Si la envidia fuera tiña, todos fuéramos tiñosos. Esta es una
variante que oí en Tabasco, cuando era niño, del cono­
cido proverbio si la envidia fuera tiña ¡cuántos tiñosos
hubiera!, y que era muy común entre muchachos cuan­
do querían echar en cara a un compañero el pesar que le
causaba el bien ajeno, o el deseo morboso de poseer
lo que otros tenían y de que él carecía. Y a fe que .es
harto significativa la generalización de todos fuéramos
tiñosos, pues si nos pusiésemos a hacer un escrutinio ri­
guroso de las conciencias, cuán pocos fueran los que
pudiesen decir con verdad no haber sentido nunca la
inquietud, el malestar morboso que ocasiona el bien aje­
no, y haber practicado siempre la bella enseñanza que
encierran estos versos de Fray Luis de León:
“ Holgar con el bien ajeno
Es ser partícipe d’él,
Piedra de toque fiel
En que se conoce el bueno.”
Es de notar que en Tabasco, como en otras partes de
Méjico, se nombra tiña no a la enfermedad de la piel o el
cuero cabelludo causada por microbios fungoides (gene­
ralmente tricofitosis, como se llama en Medicina), sino
al mal del pinto o carate, que probablemente es origi­
nado por un treponema.

E STATE Q U IE TO , TE N E M E AC Á

Dar a una persona su estatequieto, es darle su merecido,


pararle los pies, como se dice en la jerga toreril, darle
una buena tunda para que se deje de baladronadas, po­
nerla como digan dueñas para que no ande con amena-
zas ni fanfarronadas, poner el hasta aquí a sus fecho­
rías. La palabra estatequieto es tan bien formada y tan .
expresiva como tapaboca.
De igual formación, aunque de construcción defectuo­
sa, por ser defectuoso el elemento verbal, es la palabra
tenemeacá, que sólo he oído en Tabasco (en otras partes
he oído tenmeacá), y que se dice a los niños cuando de­
sea uno mantenerlos alejados de algún sitio en que es
inoportuna o inconveniente su presencia: “ dile a fula­
na que te dé un poco (o un pedazo) de tenemeacá” . Lo
Lo correcto sería tenmeacá (construcción semejante a
tentempié), esto es, que me tengas acá. Sino que alguT
ñas personas toman el tiempo de verbo con que forman
la voz compuesta en su forma bárbara tené, en lugar de
ten, pues sabida es la tendencia de la gente del pueblo
en algunas regiones de Tabasco, como en Argentina, a
volver aguda la segunda persona no sólo del modo Impe­
rativo sino también del presente de Indicativo. Por
ejemplo, se dice: “ ya sabés que no podés dir hoy al pue­
blo” ; “ ¿pa qué querés que me case contigo (o con vos)
si no tenés con qué mantenerme?” ; “ oí, Juan, tomá este
recado y lleváselo a mi compadre Agapito” . Idéntica
manera de hablar se nota en la Argentina, según se
puede ver en estos versos de M A R T ÍN FIERRO, de
José Hernández:
“ Vos no cuidás tu familia
N i les das los menesteres;
Visitás otras mujeres,
Y es preciso calavera,
Que aprendás en la frontera
A cumplir con tus deberes.”
O en esta frase de DON SEGUNDO SOMBRA, de Ri­
cardo Güiraldes:
“ — Y a has corrido mundo y te has hecho hombre, mejor
que hombre, gaucho. El que sabe los males de esta tie­
rra por haberlos vivido se ha templado para domarlos.
Anclé nomás. A llí te espera tu estancia y, cuando me
necesités, estaré cerca tuyo. Acordáte.” . . . “ Te podéh’
enderezar si así es tu gusto,'porque estás vendao por
alguien que sabe y no tenés peligro alguno.” (Cap.
X V III.) Sabés, podés, tenés, cuidas, visitas, en el pre­
sente de Indicativo, aprendas en el presente de Subjun­
tivo, y toma, llevé, andá, acoixláte, podés en el Impe­
rativo no son sino la corrupción de los tiempos castizos
de la tercera persona del plural, que en los siglos X V I
y X V II se aplicaron también al singular: sabéis, podéis,
queréis, tenéis, cuidáis, visitáis, aprendáis, suprimidas
la i de la última sílaba, o de oicl, tomad, llevad, andad,
poded, por supresión de la el final. El acordáte es co­
rrupción de acordaos, por substitución del os final con
te.

F
FACHOSO
Comunísimo es en Tabasco apellidar fachoso al in­
dividuo ostentador, jactancioso, vanidoso, que gusta de
hacer cosas, hablar o vestir de manera, que atraiga siem­
pre la atención. El adjetivo (usado también como subs­
tantivo) puede ser una haplología o simplificación de
fachendoso (jactancioso), o bien una ampliación o ex­
tensión del significado del castizo fachoso, que dice “ de
mala facha, de figura ridicula” , ya que el fachendoso
hace gestos ridículos, se viste ridiculamente, se pone en
facha con tal de atraer la atención y ser “ el personaje
más importante” en la calle por donde camina haciendo
contoneos y remilgos de pavo real, en el sarao lujoso, la
tertulia modesta o la humilde congregación en que se
presenta con la pompa de un maharajá indio.

FAV O R
Con favor y con trompeta. Frase familiar que alude a los
que piden favores poniendo condiciones o exigiendo que
se les hagan de acuerdo con sus deseos. Es locución
parecida a esta o tra : limosnero o mendigo con garrote.
Y a propósito de esto, permíteme lector paciente
hacer una digresión y referir algo que, venga o no vi­
niere al caso, se me acaba de venir a la memoria: yo co­
nocí en el viejo San Juan Bautista a uno de esos men­
digos de garrote, o por mejor decir, de garrochas, con
toda la barba, que pedía sus limosnas con trompeta ¡y
qué trompeta! Era un pordiosero (o pidecaridad, como
decíamos algunas veces en Tabasco) que iba de casa
en casa arrastrando los pies lenta y pausadamente, apo­
yado en dos largas varas como garrochas para picar
toros; llegaba a la puerta de una casa, con una de sus
varas daba numerosos y fuertes golpes, que se repetían
impaciente e insistentemente si no acudían presto a su
llamado. A l mismo tiempo que aporreaba la puerta de­
cía con voz de trueno que trataba de hacer plañidera y
que hacía “ retemblar en su centro la tierra” : “ buenos
días señoOoora, una caridáaaa por el amor de Dioooos.”
Y eran de oír (o de no oír) los ajos y cebollas que pro­
fería aquel bárbaro cuando se le negaba la limosna pe­
dida, o se le daba algo que no era de su agrado.
Pues bien, los muchachos de mi pandilla y yo le
cogimos ojeriza a ente tan odioso y nos dimos a sospe-
char que no era un inválido sino un impostor que se
hacía pasar por tal. En efecto, pudimos confirmar
nuestras sospechas cuando una tarde, tras de seguirlo a
buena distancia para que no se maliciara que lo espiá­
bamos, vimos que en los aledaños de la población, cami­
no para Tierra Colorada, enderezaba el cuerpo como
por obra de magia, se ponía sus dos picas debajo del
brazo, y cargando su morral repleto de la cosecha del
día, echaba a caminar con paso ágil y ligero rumbo a su
ranchito, donde tenía su buena cría de gallinas y puer­
cos, milpa, etc. A la tarde siguiente, poco más o menos
a la misma hora, estaba nuestra pandilla en pleno, unos
con los bolsillos cargados de piedras y otros provistos
de chinas y tiradores (resorteras o tirahules; tirago­
mas, según la Academia), emboscados en lugar estra­
tégico, dispuestos a dar una buena batida al embauca­
dor mendigo con garrochas. A l llegar éste al punto en
que, según habíamos visto, efectuaba su metamorfosis,
enderezar los tres dobleces del cuerpo y ponerse las ga­
rrochas bajo el brazo, cargamos sobre él a pedradas y
chinazos, sin darle ni tiempo para santiguarse y sin
decirle agua va. Viéndose descubierto y agredido de tan
súbita manera, y, supongo yo, al sentir los primeros ti-
radorazos, soltó las varas, dejó el morral con todo y las
limosnas de que iba lleno y, gritando desesperadamente,
con su voz de trueno, “ i auxilio, santo Dios, que me ma­
tan !” , puso pies en polvorosa como alma que lleva el dia­
blo, con rapidez tal que nos dejó a todos azorados de la
agilidad de sus extremidades podálicas. Lo cual no
le quitó el que se llevara buenos chinazos de nuestros
certeros tiradores y, a buen seguro, más de cuatro pe­
dradas.
Desde entonces no se volvió a oír por las calles de
San Juan Bautista el pesado y lento caminar del men­
digo con garrochas, ni volvieron a escuchar las amas de
casa la sonora y plañidera voz de bajo que decía: “ bue­
nos días señooora: una caridáaa por el amor de Diooos” .

FIDEO
Estar una persona hecha un fideo. Estar muy delgada o
flaca.

¡F O !

El Diccionario de la Academia trae esta interjección


de la siguiente manera: “ ¡F O ! ínterj. de asco.” Parece
ser corriente en España (Asturias y Galicia), así como
en Colombia y otras partes de América. Y o muy pocas
veces, o nunca, la he oído en el centro de la República
donde es comunísima la exclamación ¡fu c h i!) pero es
muy usual en el Sureste y corriente en Tabasco, como
lo son las locuciones:
Hacer un fo, por hacer un gesto o demostración de desagrado
o asco, v

Hacerle fo a una cosa, esto es, no aceptarla, despreciarla,


desecharla con desagrado, rehusarla con disgusto, dar
muestras de aversión a una cosa .
Dice don Rufino J. Cuervo que es común en Andalu­
cía y cita en sus A P U N T A C IO N E S estas frases de Fer­
nán Caballero: “ Aquí tienes arroz y azúcar, regala a tus
hijos con arroz con leche, que no le harán fo ” (Casa
cumplida, I ) y “ Delicadita de gusto había de ser, a fe
mía, la que a Ud. le hiciese fo ” (Gaviota, X I I ).
FR ASE S DELL C A S T E LLA N O A N T IG U O E N TABASCO
En Tabasco sucede lo que en otras partes del mundo
de habla española, incluso la propia España, es a saber,
que en los lugares apartados de los grandes centros de
población se conservan aún multitud de voces y modis­
mos del castellano antiguo o clásico que se han perdido
en las ciudades, donde el lenguaje está muy contamina­
do con vocablos y locuciones extranjeras, principal­
mente francesas e inglesas, que han venido a reemplazar
los bellos y expresivos modismos castellanos de que con
tanta gallardía y elegancia usaron nuestros antepasa­
dos, que hablaban y escribían con admirable sencillez
y naturalidad, empleando las voces y expresiones del co­
mún de las gentes.
Larga pero interesante sería la tarea de compilar
las palabras y los modismos o hispanismos, muchos d@
ellos ya olvidados o desconocidos por los habitantes
de las grandes ciudades, que aun son de uso corriente en
Tabasco, o en cualquiera otra región apartada de Mé­
jico o Hispanoamérica. Como ejemplo del rico y colo­
rido ramillete castizo que podría formar el observador
que se dedicara a ramonear en la pintoresca habla del
pueblo, citaré tan sólo unas cuantas expresiones de pu­
rísima cepa castellana que me vienen a la memoria y
que son comunes en el lenguaje de la sencilla gente del
pueblo tabasqueño.
A la tercera va la vencida. Con que se da a entender que
quien persiste en su intención y repite cada vez con más
empeño su esfuerzo, tiene probabilidades de lograr a la
postre lo que se propone. Este dicho es una variante
del castizo a tres va la vencida: “ Sosególa el marido lo
mejor que pudo, y pudo muy bien, porque las mujeres
honradas cuando tropiezan y no caen en el yerro, caen
en la cuenta, que habiendo de ser muy estrecha, es de
perdones; y como vio que a tres va la vencida, y ella
lo quedó saliendo mal dellas, no quiso probar la cuarta.”
E S P IN E L, Vida de Marcos de Obregón, reí. la., des­
canso 3o.

¡Arredo vaya! El arredo de la exclamación tabasqueña es co­


rrupción de arredro o arriedro que se dijo en la anti­
güedad, y que significó atrás, hacia atrás (del latín ad,
hacia y retro, atrás). El Diccionario académico antiguo
dijo de arredro: “ Úsase de ordinario esta voz para ahu-.
yentar al demonio.” Parece ser que se usó también la
forma a redro, según se ve en esta cita que trae Santa­
maría en su PR O V IN C IA LISM O TABASQUEÑO (art.
“ ¡AR R E D O V A Y A !” ) : “ Sobre el diablo ¡A redro va­
ya!” LO PE DE V E G A : Los donaires de Matico, acto
2o. El clásico QUEVEDO escribió arriedro-. “ .. .llegóse
a él el estudiante, y dijo: « Arriedro vayas, Satán, cata
la cruz.» E l Buscón, cap. IV. En Tabasco se usa en el
lenguaje familiar y festivo para denotar el disgusto o
enfado que ocasiona alguna persona o cosa. Así, del
sujeto contentible o despreciable, o simplemente moles­
to, guasón o impertinente, se dice ¡arredo vaya! O bien,
al muchacho que con sus dichos o hechos causa enfado
o disgusto, pero sin llegar a la cólera, se le dice ¡arredo
vayas!, como si se le dijera vete a la gorra, vete muy
lejos, no molestes ?nás.
Como con la mano. Con mucha facilidad, sin mayor esfuerzo,
en un abrir y cerrar de ojos. ( “ A l mozuelo, con los pe­
ligros y los dientes del braco, se le quitó el poco amor y
desvanecimiento como con la mano.” E S P IN E L : Vida
de Marcos de Obregón, reí. la., dése. 3o. En Tabasco se
usa de idéntica manera: “ el Dr. X le curó sus males
como con la mano” , “ fulanito amaneció muy malo hoy,
pero tan pronto como pasó la hora de ir a la escuela se
le quitó el dolor de barriga como con la m ano”
Con perdón sea dicho. Esta frase de cortesía que se dice an­
tes de pronunciar alguna palabra fea, dura, malsonante,
grosera o indecente, era comunísima en el Siglo de Oro
de las letras castellanas, y se halla con frecuencia en los
libros y escritos de los autores clásicos. He aquí un
ejemplo de los muchos que podría presentar: “ — Seño­
res, yo soy un pobre ganadero de ganado de cerda, y
esta mañana salía deste lugar de vender, con perdón sea
dicho, cuatro puercos... ” C E R V A N T E S : Quijote, parte
II, cap. X LV.
El tabasqueño de la clase humilde es la propia cor­
tesía personificada. A l oír su fabla, sus expresiones y
modismos le parece a uno estar leyendo algún pasaje
del Quijote, que es uno de los libros clásicos que encierra
mayor acopio de locuciones genuinamente españolas, de
voces y modismos del habla popular. El campesino ta­
basqueño, por ignorante o iletrado que sea, tiene siem­
pre en su rústico vocabulario vocablos y frases que son
dechados de casticismo, y que dejan a uno asombrado
por lo correcta y oportunamente empleadas. “ Fulano de
tal, para servir a Dios y a su merced” , “ buenos días le
dé Dios” , “ si Ud. me da licencia” , “ su merced no tiene
más que mandar y yo obedecer” , “ por Dios y mi con­
ciencia” , “ señor mío de mi ánima” , “ con licencia de su
buena persona” , “ ¿cuál es la gracia de su merced?” ,
“ con la venia de Ud” , “ Dios le ha de pagar y yo le he de
agradecer esta merced que Ud. me hace” , y muchas más
son frases corteses que oí en Tabasco mucho antes de
haberlas leído en los clásicos españoles.
Pues bien, el hombre rústico de Tabasco hace uso
frecuente de las frases con 'perdón sea dicho, con perdón
de Ud. y de la mala palabra, perdonando la mala pala-
labra antes de decir alguna qüe le parece baja o mab
sonante: “ tengo, con perdón sea dicho, cría de gallinas
y puercos” , “ me dejaron la casa, con perdón de los pre­
sentes, hecha un asco de sucia” , “ el hijo de mi compadre
murió, perdonando la mala palabra, de un cólico” , etc.
Hasta me acuerdo haber oído una broma a los nacaju-
quenses, u originarios de Nacajuca (municipio y pueblo
de Tabasco), en el sentido de que cuando se les pregun­
ta de dónde son, responden cortésmente: “ soy, con per­
dón sea dicho, de Nacajuca.” Lo que no tendría nada de
raro, pues en el Quijote se halla la siguiente fra se: “ Que
yo, con perdón de los presentes, soy sastre examinado,
que Dios sea bendito.” Parte II, cap. X LV.
Dar un embión. Embión por empujón es palabra que no trae
el Diccionario moderno de la Academia, pero que traje­
ron las primeras ediciones, y en cuyo lugar dice hoy el
léxico moderno envión. Con todo, en la clásica anti­
güedad se dijo, como se sigue diciendo en Tabasco, y se
escribió embión, según atestiguan estas frases tomadas
del libro de Mir, FRASES DE LOS AUTORES CLÁSI­
COS : “ Cerré con él y le aparté de un embión del cerrojo
y la puerta” , CÉSPEDES, E l Soldado Píndaro, 1. 2,
12; “ Dábale un embioncito hacia el otro lado” , Pícara
Justina, f. 101; “ Si el demonio diere el embión” , HOR-
TENSIO , Cuar., f. 31.
Decir o salir con una pachotada. La palabra pachotada es
corrupción o metátesis de patochada, disparate, despro­
pósito, necedad, sandez: “ Bien será— dijo don Quijo­
te— que vuestras grandezas manden echar de aquí a
este tonto, que dirá mil patochadas.” C ER VANTE S,
Quijote, parte II, cap. X X X I; “ Dijo dos mil patocha­
das.” Q U E VE D O : Musas 6, r. 88.
En la colada. Dice el DICCIONARIO DE AM E R IC A N IS ­
MOS de Santamaría, en el artículo COLADA, que lle­
várselo a uno en la colada significa en Méjico “ arras­
trarlo consigo en un desastre.” Nada dice de las frases
irse en la colada y salir en la colada, que yo oí multitud
de veces en Tabasco muchos años há. El irse en la co­
lada (o de colada) significaba en mis tiempos meterse
a escondidas en alguna parte, como cuando los mucha­
chos entrábamos a hurtadillas y sin pagar en el teatro,
el circo, las corridas de toros, etc. Colada es substantivo
derivado de colar, pasar un líquido por cedazo, cuyo sen­
tido figurado es introducirse a escondidas en algún
lugar.
El salir en la colada tenía otro significado del todo
distinto: denotaba que, al fin y al cabo, a la hora de ha­
cer las cuentas (pasar las ganancias por el tamiz, o ha­
cer la colada), y dejarlas limpias de polvo y paja, algún
provecho había uno de recibir. Si no me equivoco, este
es el significado que tiene la frase metafórica todo sal­
drá en la colada que escribió Sancho a su mujer Teresa
Panza en la carta que le envió desde el castillo del duque,
poco antes de partirse a gobernar la ínsula Barataría.
Decía entre otras cosas la carta: “ De aquí a pocos días
me partiré al gobierno, adonde voy con grandísimos de­
seos de hacer dineros, porque me han dicho que todos
los nuevos gobernadores van con ese mesmo deseo... No
ha sido Dios servido de depararme otra maleta con otros
cien ducados, como la de marras; pero no te dé pena,
Teresa mía, que en salvo está el que repica, y todo sal­
drá en la colada del gobierno;... así que, por una vía o
por otra, tú has de ser rica.” C ER VANTE S, Quijote,
parte II, cap. X X X V I. En mi humilde opinión no pene­
tró del todo la Academia el significado de la frase
figurada todo saldrá en la colada, pues en su Dicciona­
rio sólo le dio las connotaciones de “ averiguarse, des­
cubrirse lo que ya había pasado y estaba olvidado y
oculto” , “ ponerse en claro o averiguarse las malas ac­
ciones” , “ pagar de una vez las malas acciones en tiem­
pos diversos” , etc., significados que no tiene dicha frase
en la carta de Sancho. M ejor la entendió Terreros y Pan­
do, quien en su D ICCIO NARIO C A S T E LLA N O (1786)
dijo: “ TODO SA LD R Á E N L A COLADA, lo mismo,
que todo se pagará, ó saldrá al fin, y al cabo” , que sí
aclara la frase de Cervantes, y con lo que concuerda
exactamente el dicho que yo oí en Tabasco.
En paz y compaña. En Tabasco aun se dice como se decía en
los buenos tiempos del romance castellano. Escribió
C E R V A N T E S : “ Y sacando en esto lo que dijo que
traían, comieron los dos (Sancho y don Quijote) en
buena paz y compaña.” Quijote, parte I, cap. X.
En la tardanza está el peligro. Que no necesita comentario
cuanto a su significación: “ .. .y pues se dice común­
mente que en la tardanza está el peligro, y que cuando
te dieren la vaquilla acudas con la soguilla...” CER­
V A N T E S , Quijote, parte III, cap. X LI.
Meter a una persona el dedo en la boca, a ver si muerde. Dí-
cese en sentido irónico cuando alguien se hace el mos­
quita muerta, o se da un baño de pureza respecto de
algún negocio no muy limpio que se le imputa, y él trata
de hacer creer que es inocente. Se le dice: pónganle el
dedo en la poca, como significando, a ver si es cierto
que es tan inocente como una criatura que aun no tiene
dientes con qué morder. Se aplica también al individuo
astuto, de expedientes o mañoso que simula ser muy
ingenuo, y a quien se dice en son de broma: pónganle el
dedo en la boca, a ver si muerde. ( “ .. .sin duda que go­
bernaré mejor que un gerifalte. ¡No, si no pónganme
el dedo en la boca, y verán si aprieto o n o!” C E R V A N ­
T E S : Quijote, parte II, cap. X X X IV .)
Ponerse hueco. Envanecerse. “ Él se puso muy hueco del con­
suelo que yo le di en alabarle de su disparate.” E S P I­
N EL, Marcos de Obregón, reí. la., dése. 8o.
Señor mío (o señora mía) de mi ánima. Tratamiento que se
da a la persona a quien se pondera algún sucedido, o
simplemente a quien se desea encarecer el respeto que
por ella se tiene. “ Sepa vuestra alteza, señora mía de m i
ánima, que yo tengo escrita una carta a mi mujer Te­
resa Panza...” C ER VANTE S, Quijote, parte II, cap.
X X X V I.
Soltar la tarabilla. Hablar hasta por los codos, hablar más
que un perico. Q U E VE D O : “ Un hablador plenario...
estaba anegando en prosa su barrio, desatada la tarabi­
lla en diluvio de conversación.” Los Sueños, tomo III,
La Hora de Todos. Id .: “ Cuando Mercurio, soltando la
tarabilla, dijo que todo se remediaría, y que no turbasen
el banquete celestial.” Ibid. También se llama tarabilla
a cualquiera cosa molesta o que persistentemente y de
continuo causa enfado. Viene esta acepción figurada
de que tarabilla es en algunas partes de España, ma­
traca pequeña, y en América trompo zumbador.
Somos o no somos.' Frase con que se da a entender que no
debemos hacer tal o tal cosa por ser quien somos. El
sentido es algo semejante a: seamos hombres honrados
(o valientes, o francos, etc.), o dejaremos de ser quie­
nes somos, esto es, o somos honrados, valientes, etc., o no
somos lo que aparentamos. Dijo Sancho Panza: “ Lo
que el maestresala puede hacer es traerme estas que lla­
man ollas podridas... que yo se lo agradeceré, y se lo
pagaré algún d ía; y no se burle nadie conmigo, porque
o somos o no somos” C ER VAN TE S, Quijote, parte II,
cap. X L IX .

FRIJO L
Comer frijoles y eructar jamón. Este dicho vulgar alude y
censura a la persona jactanciosa que alardea de rique­
zas y no tiene petate en qué caerse muerta. En otras
partes se dice: como San Sebastián, encuerado pero con
banda.

FU M AR
No fumar, o no fumar ni montar en burro. Expresión vulgar
y jocosa que se dice cuando se niega uno resueltamente
a aceptar un negocio o proposición que le parece indeco­
rosa o que le ha de redundar en detrimento de sus inte­
reses o reputación. Por ejemplo, Juan le dice a Pedro:
“ dice Luis que en aquel «asuntito» que te propuso pue­
den ganar mucho dinero,” y responde Pedro: “ pues dile
que no fumo, o bien, que no fumo ni monto en burro” .
Equivale a decir nones, o ¡naranjas!

G
G A L L IN A
Acostarse uno con las gallinas. Acostarse muy temprano.
Es refrán español antiguo.
Gallina que come huevo ni que le quemen el pico. Refrán
que enseña que cuando un vicio está muy arraigado, o
una persona es de mala índole, es inútil cuanto se haga
por corregir aquél o enmendar a ésta. También se dice
gallina, que come huevo aunque le corten el pico. En el
centro de Méjico he oído la variante perro que come hue­
vo aunque le quemen el hocico.

G A L L O G A L L IN A

Ser un gallogallina. Ser un cobarde.

G AN C H E TE

De medio ganchete. El Diccionario dice que esta frase ad­


verbial denota “ Desaliñadamente, sin la perfección de­
bida. Dícese de la postura del que se sienta insegura­
mente, sin ocupar todo el asiento.” En Tabasco no da­
mos a la frase significación de desaliño, desgarbo ni im­
perfección, sino tan sólo el sentido de inseguridad, inmi­
nencia de que caiga una cosa o persona, real o figurada­
mente. Así, del yucateco que fue a ver la torre inclina­
da de Pisa, se dice que cuando el guía lo invitó a que
subieran, le respondió asustado: “ ¡N o seas caballo, box,
qué había yo de subir! ¿ Que no ves que ya está de me­
dio ganchete y se va a caer de un momento a otro?”

GATO
Andar buscando tres pies al gato. Éste es el viejo refrán
castellano, que se aplica al que provoca la ira de otro
con riesgo de que éste le dé una buena tunda, o a la per­
sona que temerariamente acomete empresas peligrosas
que pueden ocasionarle grave daño. Mas en Tabasco
yo oí una variante rimada de este proverbio; por ejem­
plo, cuando de muchacho cometía yo algún desaguisado,
me decía mi padre: tú le andas buscando tres pies al
gato, y el gato no tiene tres sino cuatro, con que se me
prevenía que mi mal comportamiento habría de costar-
me un buen castigo.
Estar con un ojo al gato y el otro al garabato (o en el gara­
bato). Este refrán lo oí en Tabasco mucho tiempo há, y
nunca lo he vuelto a oír en ninguna parte. Le he pre­
guntado a algunas personas de la capital y centro de
Méjico, pero nunca lo han oído, si bien algunas de pro­
vincia me aseguran conocerlo; algunos españoles cultos
me informaron no conocer el refrán, aunque oyeron en
España dichos o refranes semejantes. El que más se le
parece es el que trajo la primera edición del Dicciona­
rio académico y que dice un ojo a la sartén y otro a la
gata. La expresión significa literalmente estar vigilan­
do al gato pero al mismo tiempo no perder de vista al
garabato, esto es, el gancho de una o más puntas en
semicírculo, vueltas hacia arriba, que servía — o sirve
aún en algunos lugares— para colgar o sostener fuera
del alcance de niños o animales, ciertas cosas o carnes
fiambres, como cecina, jamón, tocino, etc. Por supuesto,
la vigilancia del garabato es para evitar que el felino se
coma lo que de aquél está colgado. En sentido metafó­
rico la frase tiene dos significados, si bien muy simila­
res, a saber: lo. tener uno dos intenciones a un tiempo;
estar observando con vigilancia o atención dos cosas a
la vez; tener puestos los ojos en dos asuntos; andar
a barba sobre hombro por dos cosas; no quitar la mi­
rada de un negocio, pero sin dejar de observar otro
que tiene para uno igual interés; estar con el ojo tan
largo en dos asuntos. 2o. Simular, que tiene uno puesta
toda su atención en una cosa para poder más libremente
y engañando a quien lo vigile, dedicarse a observar lo
que tiene para él más interés; hacer la vista gorda a
una cosa pretextando estar muy atareado con otra, pero
en realidad de verdad vigilarla u observarla con aten­
ción. Así, por ejemplo, cuando un niño está con sus
libros delante, haciéndose el estudioso y fingiendo que
está muy diligentemente tratando de aprender sus lec­
ciones, pero en realidad mirando con el rabillo del ojo
el juego de su hermanos, el ir y venir de sus compañe­
ros u oyendo la conversación de personas mayores, se
dice que está con un ojo al gato y otro al garabato.
Es muy probable y aun casi seguro que este refrán
haya llegado a Tabasco procedente de España, aunque
no lo hallo en ninguno de los pocos libros sobre lenguaje
de que consta mi raquítica biblioteca, si bien nada raro
sería que se hubiese forjado en este lado del charco, a
semejanza de un ojo a la sartén y otro a la gata, pero
buscando la consonante de gato con garabato. En Ta­
basco se nombra garabato a varios artículos, a saber:
un sencillo instrumento de labranza que consta de una
vara larga que tiene una rama corta en la punta for­
mando ángulo agudo con la primera, de que se valen los
peones de campo para ir sujetando y apartando la hier­
ba que van cortando con el machete, y que manejan con
entrambas manos: el garabato con la izquierda y el ma­
chete con la derecha; instrumento con dos o más puntas
vueltas hacia arriba que, atado a la extremidad de una
cuerda, sirve para sacar del pozo algún cubo (balde se
dice por allá, voz castiza, mucho más correcta que cu­
beta, que se dice en la capital de M éjico) o cosa seme­
jante que acierta a desprenderse de la soga (lía le llama
el tabasqueño con cierto sabor castizo, pues que lía ha
sido desde tiempo inmemorial “ cierto género de soga,
hecha de esparto machacado, del grueso de una pulgada,
texida como trenza, que sirve para atar y asegurar los
fardos, cargas y otras cosas” (la . edición del Dicciona­
rio de la Academia, 1726). Garabato tiene también en
Tabasco otras acepciones castizas: “ Instrumento de hie­
rro, cuya punta vuelve hacia arriba en semicírculo.
Sirve para colgar y sostener algunas cosas, o para asir­
las, o agarrarlas” (la . edic. del Dice.).
Otro refrán español muy antiguo menciona tanto al
gato como al garabato, y dice así: “ NO E STÁ L A CAR-
, N E E N E L G AR AB ATO POR F A L T A DE GATO. ref.
con que se explica que se mantiene y se niega alguna
cosa voluntariamente, y no porque no haya muchos que
la quieran, ó la pretendan” (la . edic. del Dice. acad.).
Por último diré que en Tabasco oí en mi infancia otro
dicho o refrán de gato y garabato, que era común entre
I g s niños: cuando uno dice “ esto es mío” , le responde

otro que duda de la veracidad de tal aseveración, o que


le disputa la posesión de la cosa:
Mío, dijo el gato y se quedó frío en el garabato. Otro dicho
un tanto semejante es
Ojo al Cristo que es de plata, que alude a la vigilancia que
se debe tener en ciertos casos para no caer en algún
engaño ni venir a dar en algún peligro o desgracia, co­
mo vigilante ( aguzado, chango, dice el vulgo capitalino,
águila dice el tabasqueño) se debe estar con un crucifi­
jo de plata para que no se lo roben.
Si no es gato es gata, y si n o... levántale la colita. Refrán
con que graciosa e irónicamente se hace mofa de la per­
sona que, por desconocer el asunto de que se trata, da
varias respuestas a la pregunta que se le hace, entre las
cuales debe estar la correcta (como cierto médico que
yo conocí — y que sigo conociendo— que cuando no sa­
bía lo que tenía su enfermo, que era las más veces, le
recetaba media docena de medicamentos distintos para
ver si uno de ellos daba en el clavo, y se recuperaba o se
recupelaba el paciente).

GOLPE, G O LPEAR
Ir a dar un golpe o a ver a su golpe o a golpear. Se dice, o se
se decía en mis tiempos, por ir a ver a la pretendida o
novia, hacer la ronda para ver a la dueña de su corazón;
de lo que resultaba que ésta era el golpe, eufemismo, si
así puede llamarse, no muy elegante que digamos, pero
muy común en Tabasco.

GOMA

Curarse la goma o estar uno de goma o engomado. En Ta­


basco se llamaba goma al malestar o desazón que se ex­
perimenta luego que pasan los efectos inmediatos del
alcohol, ingerido hasta causar embriaguez, y que tam­
bién se nombra cruda. Como si se dijera: curarse (o
padecer uno) la crudeza que deja el vino.

G UAPAQ U E

Tumbar el guapaque. Dice don Francisco J. Santamaría en


su D ICC IO N ARIO G E N E R A L DE A M E R IC A N IS ­
MOS que esta frase se usa en Tabasco y Chiapas “ para
expresar en estilo festivo una acción ímproba o lo inter­
minable principalmente de una charla muy larga. Cayó
el guapaque, cuando dos o más personas dieron por ter­
minada una conversación sostenida por mucho tiempo.”
En una compilación inédita de refranes y frases
proverbiales de uso común en Tabasco, con que bonda­
dosamente me obsequió el mencionado lexicógrafo y de
los cuales escogí algunos que me parecieron típicos de la
región para incluir en este libro, hallo también la frase
estar duro el guapaque. Yo confieso que nunca oí nin­
guna de estas expresiones en Tabasco, y respecto de la
última supongo que denota las dificultades que ofrece
alguna empresa, aludiendo, como en los demás casos, a
la dureza del árbol llamado guapaque ( Ostrya V irgin ia -
na Mili., O. guatemaltensis Winkl. u O. m exicana Rose,
según el propio Santamaría).

GUAYABA
Cuando el mal es de cagar, no valen guayabas tiernas (o
verdes). Dicho un tanto cuanto procaz pero sumamente
expresivo con que se da a entender que hay algunos
males irremediables, circunstancias o desgracias irre­
parables, sea cual fuere el remedio que se trate de po­
nerles. Alude a la propiedad astringente de la guayaba
(Psidium pyriferum y P. pomiferum) verde, fruta que
algunas personas del campo toman, cruda o en coci­
miento, contra las diarreas, y que puede ser eficaz en
virtud del ácido tánico y la pectina que contiene, con­
tra ciertas diarreas simples (no infecciosas ni parasi­
tarias). Se dice que los niños, y aun los adultos, que
comen mucha guayaba verde padecen fuerte tapiadura
o estreñimiento.
G U AYAB O

Atenéte al santo y no te trepes al guayabo (atente al santo


y no te trepes al guayabo). Locución con que se pre­
viene al inadvertido o imprudente que en caso de peli­
gro no se debe confiar en auxilios ni refugios de eficacia
dudosa, sino valerse de los medios más seguros cuya efi­
cacia ya haya sido comprobada. No sé cuál sea el origen
de la frase, mas para mí es.muy expresiva, y me ima­
gino a dos campesinos tabasqueños caminando por una
sabana en que la única vegetación arbórea es un cor­
pulento guayabo a cuya sombra descansan dos fatigados
y acalorados caminantes, cuando de repente ven venir
hacia ellos un bravísimo toro con la más sana intención
de embestirlos y hacerlos añicos. El más prudente de
los dos no pierde ni un segundo en treparse ágilmente
(con la agilidad que da el miedo) al guayabo, donde
queda más seguro que un torero detrás de un burladero.
Mas el otro, pusilánime pero confiado en que la Divina
Providencia ha de salvarlo, se queda al pie del árbol
encomendándose al santo de su devoción, como se eñco-
mendaba el valeroso don Quijote, lleno de fe, a su se­
ñora Dulcinea, seguro de que con su protección saldría
con bien de tan descomunal y nunca vista empresa como
estaba a punto de acometer. Insístele su compañero en
que se deje de niñerías y se encarame al árbol, que no
hay instante que perder pues el toro se aproxima con
velocidad vertiginosa, hasta que viendo la proximidad
del furioso animal y la renuencia del otro, le grita desde
arriba: “ ya yo te lo divertí, pero allá tú ... ¡atenéte al
santo y no te tremés al guayabo!”
Lo que sucede luego es fácil de colegir, y seguro
estoy de que nadie pensará que el que se quedó abajo,
por obra y gracia del santo de su devoción se convirtió
de improviso en un Armillita o un Manolete.
Subir a uno, o subirse uno (o treparse) al guayabo. Varian­
te de subir o subirse al guayo, por azuzar, hacer enojar
a una persona, enojarse.

GUAYO

Subir a una persona al guayo, o subirse uno al guayo. Enfa­


dar, enojar, molestar, provocar, picar a una persona, o
enojarse, enfadarse uno. Ignoro la razón de por qué se
vio algún símil entre el enojo o berrinche y el subirse
al árbol de la guaya (Melicocca bijuga Linneo,.fam. Sa-
pindáceas). Se dice también:
Treparse o encaramarse al guayo o al guayabo.

GUINDAR

Guindarle a uno la galleta. Es muy usual en Tabasco el


guindar en el sentido de colgar, pender, suspender una
cosa de otra, como en las frases guindar una hamaca,
guindar a una persona por ahorcarla (allá dejaron a
fulano guindado de un árbol), las frutas guindan de la
mata.
Esta acepción de guindar (por colgar), tanto tran­
sitiva como intransitiva, proviene sin duda de la signi­
ficación castiza que siempre ha tenido el vocablo, cual
es la de subir e.n alto una cosa que se ha de colgar. La
acepción figurada de colgar es castiza, según atestigua
la primera edición del Diccionario académico. Así
pues, la expresión guindarle a uno la galleta es la ver­
sión tabasqueña del dicho colgar la galleta que, según
Santamaría, “ es expresión marítima española” , lo cual
es muy verosímil ya que la galleta es el pan cocido sin
levadura que suelen llevar las embarcaciones por razón
de que se puede conservar por mucho tiempo sin que se
altere. Con todo, yo no he podido hallar la frase en
ninguna de las pocas obras que he consultado, aparte
el D ICC IO N AR IO G E N E R A L DE AM E R IC AN ISM O S,
que lo trae en la sola forma de colgar la galleta.
Pues bien, guindarle a uno la galleta (me parece ha­
ber oído también la forma alzarle la galleta) significa
dejarlo sin empleo, quitarle la colocación que tenía, de­
jarlo sin chamba, quitarle el hueso; suspenderle el suel­
do, la prebenda o canonjía de que disfrutaba, dejarlo
a la luna de Valencia, o como el que chifló en la loma.
Es curioso notar que desde muy antiguo guindar tu­
vo el sentido figurado de “ lograr una cosa en concurren­
cia de otros pretendientes; y así se dice: fulano les
guindó la plaza, o empleo” (DICC. DE A U T O R ID A ­
D E S), esto es, fulano les ganó el empleo por competen­
cia u oposición a los demás concursantes, los privó de la
oportundad de obtenerlo; y es posible que este guindar
el empleo o la plaza haya sido el origen de guindarle a
uno la galleta, esto es, privarlo de la oportunidad de
seguirse comiendo esa galleta.

GUISAR
Guisársele a uno aparte. Tiene el mejicano en su lenguaje
vernáculo ciertas expresiones fachendosas a baladrona­
das, algunas de las cuales están llenas de gracia y agu­
deza, si bien otras pertenecen al lenguaje pornográfico
y no se pueden trasladar por más que no carecen de in­
geniosidad. Entre las que se pueden citar y que me
vienen a la memoria se hallan las siguientes: yo soy
muy macho o muy diablo, yo las puedo, soy tu padre,
soy padre de más de cuatro, yo soy quien soy y no me
parezco a nadie, a m í me hacen (o me haces) los man­
dados, etc. Este afán de alardear de valentía o “ machis-
mo” ha dado motivo a multitud de bonitas coplas y can­
ciones populares, como la que dice:
“ Y ya vine porque yine
A la feria de las flores,
No hay perro que se me empine
N i cuaco que se me atore.”
Y en otra cuarteta:
“ En mi caballo retinto
He venido de muy lejos
Y traigo pistola al cinto
Y con ella doy consejos.”
O la copla que fue muy popular en tiempos de revolu­
ción:
“ Dicen que por tus amores
La vida me han de quitar.
No importa que sean el diablo,
Y o también me sé matar.”
O como aquella otra exclamación callejera llena de
arrogancia y a la vez de ironía: ¡Jalisco nunca pier­
d e ... y cuando pierde arrebata!
A esta categoría de locuciones fanfarronas perte­
nece la frase guisársele a uno aparte que no sé si es ta-
basqueña pero que no he oído en ningún lugar de Mé­
jico fuera de Tabasco. Acuérdome que en mis tiempos
solíamos decir los muchachos: a m í se me guisa aparte,
a lo que añadían algunos y en perol nuevo, para hacer
alarde inocente de algo que poseíamos y que despertaba
la admiración o envidia de nuestros compañeros, o para
vanagloriarnos de alguna gracia que nos concedía la
buena fortuna, o de algún pequeño triunfo que alcan­
zábamos con nuestros esfuerzos. Y también la oí de bo­
ca de sujetos engreídos de su valor o valer, para hacer
ostentación de sus propios méritos, o en son de desafío o
menosprecio a otras personas.

GUSTO
Sobre el tema del gusto hay en Tabasco, como en
otras partes de Méjico, muchos proverbios y dichos,
casi todos variantes de refranes españoles. Citaré aquí
unos cuantos:
Cogerle gusto a una cosa: aficionarse a ella, tomarle sabor,
gustarle a uno.
Dar a uno por la vena del gusto: complacerlo, halagarlo,
adularlo; obrar otras personas como uno desea; se dice
también:
Dar a uno por el gusto.
El que por su gusto muere ni que lo entierren merece. Con
que se significa que cuando se padece un mal, contra­
tiempo, desgracia o sinsabor por voluntad propia, o que
uno mismo se ha buscado con su mal comportamiento o
sus acciones depravadas, no merece la conmiseración
ni la ayuda de los demás. Este refrán tiene muchas va­
riantes, entre otras:
Al que por su gusto muere, aunque lo entierren parado (o
de cabeza).
Al que por su gusto muere hasta la muerte le sabe (parecido
en su significado a este otro: el que por su gusto es
buey hasta la coyunda lame).
Al que por su gusto muere la mortaja lo ennoblece.
Al que por su gusto muere la muerte le sabe a dulce.
El que por su gusto muere ni camposanto merece.
En gustos se rompen géneros y
Sobre gustos no hay nada escrito. Que explican que no hay
ninguna norma ni criterio alguno para calificar los gus­
tos ni juzgar de ellos, pues son tan variados que pocas
veces coinciden los de una persona con los de otra.
Tener el gusto del zopilote o tener gusto de zopilote. Tener
mal gusto. Alude a que este vultúrido gusta de comer,
entre otras cosas repugnantes, excrementos humanos,
animales muertos, etc. Es similar al dicho español hay
gustos que merecen palos o ¡a tu gusto muía, y le daban
de palos!

H
HOCICO
Restregarle a uno una cosa en el hocico (o el jocico, en el
lenguaje callejero). Echarle algo en cara, decirle cosas
frente a frente y sin andarse con paños calientes, he­
rirlo en el rostro con palabras ásperas, darle en cara
con sus malas acciones.

HORMIGA
Estar la cosa (o las cosas) color de hormiga. Haber gran in­
quietud respecto de futuros acontecimientos que se es­
pera sean funestos, tener mal semblante las cosas, haber
presagio de malos sucesos. Se dice también de lo pre­
sente. Es frase parecida a esta otra: estar la cosa que
arde.

HUEVO
Hasta huevos coge el cura. Dicho de corte parecido al del
antiguo refrán castellano a falta de pan buenas son tor­
tas, que en Méjico el vulgo convirtió en .. .buenas son
gordas (tortillas gruesas, o simplemente tortillas), o al
otro a buena hambre no hay mal pan. Alude a que las
personas necesitadas o codiciosas (avorazadas, dice en
la capital la voz del pueblo) no hacen melindres a lo que
se les ofrece o tienen oportunidad de obtener, como el
cura de pueblo, más que necesitado ambicioso que, no
pudiendo cobrar en dinero los bautizos, casorios, etc.,
acepta que le paguen con huevos, gallinas, vaquitas, etc.
El refrán es también usual en otras partes de Méjico.
Huevo abotonado. En Tabasco huevo pasado por agua o
tibio que se dice en la ciudad de Méjico y otras partes
del centro de la República. Se le llama así porque antes
de poner el huevo en el agua hirviente se le hace un
agujero muy pequeño en ambos extremos, por cada uno
de los cuales, al salir un poco de la clara y coagularse
con el calor, se forma uno como botón.
No tener uno ni sal para un huevo. Igual a no tener uno ni
petate en que caerse muerto, o no tener ni un cuarto.
Ser una persona un huevo de mulita o mulito. Tener el ros­
tro lleno de pecas, ser pecosa. Nómbrase vulgarmente
en Tabasco mulito al pavo o guajolote y, dado que el
huevo de pava está moteado de puntos o manchitas ne­
gras parecidas a las pecas, a la persona pecosa se le lla­
mó huevo de pava o de mulito (o mulita) . Y aquí no
puedo resistir la tentación de relatar al lector el cuento
o sucedido que le oí referir al Dr. Daniel Gurría Urgel,
genial por su talento y por su fino humorismo. Decía
este ilustre “ tabasqueño de Pichucalco” que en cierta
ocasión en que viajaba por los ríos de Tabasco entre
otras personas con un amigo suyo de la capital de M éji­
co no familiarizado con el lenguaje vernáculo, uno de los
del grupo, que debe haber sido tabajqueño genuino iba
mostrando al capitalino las bellezas del paisaje o las co­
sas interesantes de las riberas, al paso que avanzaba el
cayuco, o canoa o lancha de motor, o lo que haya sido
en que viajaban. Entre otras de las cosas que el cice­
rone mostró al visitante había un árbol o palo mulato,
que le atrajo la atención por lo corpulento, o por el ex­
traño color morado de su corteza o métase Ud. a saber
por qué. Poco más adelante comentó el parlanchín acer­
ca de la excelencia de unos muletos (mulos de poca
edad) que pastaban y triscaban cerca de la ribera. A
poco navegar y a vista de una manada de guajolotes
bonitos y bien criados, exclamó nuestro hombre: “ ¡ mi­
ren ustedes cuántos y qué lindos m u litos" A lo que re­
plicó el capitalino observador que estaba atento a las
conversaciones y a las bellezas del camino, pero un tanto
confuso al oír la retahila de términos para él descono­
cidos: “ barájemela más despacio y váyame explicándo­
me eso de mulato, muleto y mulito ”

HUMO
Llenarse la casa de humo. Dícese cuando improvisamente
llegan a una casa muchas visitas, tantas que llenan la
casa. (Véase también bajo el encabezado C H A P U LÍN
el artículo Caerle a uno el chapulín.)
IM PO R TA R
No importa que nazcan ciegos, ellos pedirán limosna.
No importa que nazcan tuertos, con tal que vean la luz del
sol.
No importa que nazcan chatos, con tal que respiren bien.
Estas tres variantes de un mismo refrán, a las que
podrían agregarse algunas otras, a mi entender son hi­
jas de la filosofía popular que trata siempre de buscar
alguna compensación a las grandes calamidades o des­
gracias. Mas también me parece, aunque no podría ase­
gurarlo, que se usan o se usaban asimismo en son de
bravuconada o baladronada, o desprecio al peligro que
alguien trata de encarecer, con sentido algo semejan­
te al dicho de la canción: no importa que sean él diablo,
yo también me sé matar (o m o rir). Así, por ejemplo,
si alguien dice a un valentón: “ fulano anda muy bien
armado y es muy buen tirador, y dice que donde te vea
te mata” , responde el valiente: no importa que nazcan
ciegos, ellos pedirán limosna, o alguna de sus variantes.
Hay otro dicho que encierra igual desprecio a las ame­
nazas, o al peligro que ofrece un enemigo, y que alude
a las gallinas:
No importa que duerman alto, echándoles maíz se apean.

IND IO
No tiene la culpa el indio sino quien lo hace compadre. Este
refrán, que se conoce con igual forma en otras partes de
Méjico, reprende la inadvertencia o falta de tino de la
persona que se confía imprudentemente de quien no de-
biera, por ser bien conocidas su mala condición y cos­
tumbres perversas. Alude a la índole traicionera e in­
noble y solapada de algunos indígenas mejicanos; y digo
de algunos, porque los hay leales, nobles y dignos de
toda confianza.

IR
Tan bien que íbamos. He dicho ya, si mal no me acuerdo, y
si no, lo digo aquí, que este librito o libraco no tiene
normas estrictas ni inflexibles, sino que es tan sólo una
compilación, uno como baturrillo de cosas y casos de la
tierruca, dicharachos, refranes y sucedidos, reales o fic ­
ticios que voy escribiendo según se me van viniendo a
la memoria y que me parecen lo bastante graciosos, ocu­
rrentes u oportunos para pasárselos al costo al benévolo
lector. El dicho tan bien que íbamos no sé si será popu­
lar en Tabasco, pero sí sé que de allá nació, o por lo
menos fue concebido por mente tabasqueña, u “ oído”
por oídos tabasqueños, si es que en realidad de verdad
fue expresado de palabra alguna vez y escuchado por
persona distinta del procer destronado a quien se supo­
ne haber sido dirigida la frase, con tan pueril candidez
que linda con la mentecatería. Sé decir, además, que
en la capital de la República se ha venido conociendo y
repitiendo el dicho entre un grupo de amigos míos, ta­
basqueños y no tabasqueños, a quienes he referido su
origen con todos sus pelos y señales. A lo que se deben
añadir los amigos de esos amigos, y los amigos de otros
tabasqueños de buen humor que sin duda han hecho lo
mismo que yo, pues para eso de propalar secretos a vo­
ces o “ sospechas comprobadas” se nos guisa aparte a los
paisanos de la Mal inche (aunque dicen que esta dama
no era tabasqueña).
Pero, decía yo que sin duda algunos tabasqueños, bue­
nos humoristas y guasones, hallaron igual gracia en el
dicharacho y se lo han pasado a sus amigos; y al decir
otros no quiero yo incluirme entre los “ buenos” , por
más que no me falta el buen humor, si no para referir
cuando menos para gozar el relato hecho, digamos, por
un Manuel Andrade Priego, o un Manuel Casao también
Priego, o un Miguelito Hernández, “ para no mencionar
nombres.”
Y no Se me quede en el tintero decir que si no es ve­
rídico el sucedido que, según las malas lenguas (y la mía
que no es muy buena) dio origen a la frasecita histórica
y memorable, tiene trazas de serlo, o como dicen los ita­
lianos, “ se non é vero é ben trovato” . Por otra parte, si
farsa fue y no hecho auténtico, el originador del chasca­
rrillo debe haber sido un excelente psicólogo, uno de esos
privilegiados sujetos de sutil ingenio, fina observación y
fácil inventiva, que por suerte abundan en Méjico y de
los que hay no pocos en nuestro amado rincón tropical,
que hallan siempre una flor entre las espinas y marañas
de la vida, que oyen el trino medio burlón y melancólico
del cenzontle en el rebumbio y la trapisonda en que hoy
día se vive, y convierten en carcajadas zumbonas y con­
tagiosas nuestros infortunios, azotes o calamidades.
Hecha la breve introducción antecedente, que no
quiero (aunque puedo) alargar un tanto, para no impa­
cientar a mis pacientes lectores o lectores pacientes,
paso a referir cuan fielmente pueda lo que me relataron,
no sin antes traer a la memoria algunos hechos históri­
cos. Allá por el año 35 gobernaba la ínsula Garridaria,
que compró de barato, un “ buen señor” electo por la
voluntad de todo el pueblo tabasqueño interpretada y
paternalmente encauzada por su procer tutelar, Tomás
Garrido, quien con gran sabiduría creyó era oportuno
cargar de lastre la embarcación para poderla timonear
mejor desde el viejo Palacio de Minería adonde fue lle­
vado por su ilustre admirador que dio su voto por él en
las elecciones presidenciales. Mas sucedió que las cosas
no salieron tan bien como el protector y el protegido
esperaban, y héteme ahí que tras de una breve, desati­
nada e inicua gestión gubernamental (creo que así dicen
los eruditos), de la noche a la mañana, con motivo de
funestos y lamentables sucesos, el “ buen señor” fue
puesto de patitas en la calle por una voluntad algo más
voluntariosa que la que lo había llevado al gobierno de
la ínsula, a saber, la de las cámaras federales, que des­
conocieron los poderes en Tabasco y arrojaron el lastre
que don Tomás había puesto. A l verse el émulo de San­
cho Panza sin su gobierno y sin su ínsula, haciendo
pucheritos, cariacontecido y pesaroso fue a rendir cuen­
tas a su protector. Y al presentarse ante el alicaído Ex­
secretario de Agricultura, como el niño que acaba de
romper su flamante juguete y teme la justa reprensión
y el merecido castigo, espetó balbuciente, casi con lágri­
mas en los ojos, la histórica frase: “ ya ves, Masho, ¡qué
lástima! ¡Tan bien que íbamos!
Sic transit glo7'ia mundi, como decían los latinos,
que, hablando en plata, se traduce: a cada 'puerco le
llega su San Martín.

J
JA L A R
El jalar americano, corrupción del halar por aspira­
ción de la h, y que en América significa lo que el halar
en Andalucía (según el Diccionario, en otras partes es
término de marina que sólo denota “ tirar de un cabo,
de una lona o de un remo” ), esto es, tirar de alguna
cosa hacia uno, hacer tracción de ella, atraer hacia sí
una cosa con más o menos fuerza, ha dado origen a mu­
chas frases figuradas familiares y a uno que otro sen­
tido metafórico.
Por ejemplo, en Tabasco, como en otras partes de
América (pocas veces, o nunca, en la capital mejicana
y centro de M éjico), es muy común el decir
Jalarse, se jaló, está jalado o jalao, le jala duro al aguardien­
te, por emborracharse, se embriagó, está ebrio, bebe
mucho.
El adjetivo jalado o jalao se substantiva algunas ve­
ces, y así se dice “ ahí viene un jalao” , o “ se llevaron a
la chercha a un jalado” . Con el verbo jalar, transitivo o
reflexivo, o con el substantivo jalón se forman algunas
expresiones como estas:
Cada quien jala para su lado. Con que se significa que cada
quien procura obtener para sí el mayor provecho, y
también que a cada persona le parece que las cosas
materiales o inmateriales que le pertenecen son las me­
jores. En este sentido es semejante a cauda viejito alaba
su bordón.
De un jalón, que de dos revienta: de una buena vez, de un
golpe, de un tirón, o como dicen en la capital de la Re­
pública, de un hilo.
Jalar parejo: obrar con equidad, no hacer distingos, tratar
a todos por igual en una empresa o repartición (véase
adelante: O jalan parejo o no hay testamento).
Jalarse (o jalárselas) bien con alguna persona: tener buena
amistad con ella, llevarse muy fuerte con ella, ser su
amigo íntimo.
No jalarse (o jalárselas bien) con alguna persona: lo contra­
rio de lo anterior.
No jalen que (porque) descobijan. Esta expresión, aunque
la oí por primera vez en Tabasco, debe de ser importa­
da de otras partes, pues el tabasqueño no acostumbra
decir cobijar, descobijar, como se dice muy comúnmente
en el centro de la República. Significa: no metan el
desorden porque a algunos les irá mal, como cuando
varias personas están tapadas con un mismo cobertor o
“ cobija” y alguien empieza a tirar de un extremo de la
manta: alguno se tiene que quedar destapado en el otro
extremo.
O jalan parejo o no hay testamento: o entramos todos por
parejo en el trato o negocio (no del todo limpio), o no
se lleva a efecto lo convenido.
Esta expresión que oí en mis años mozos quizás no
debiera ser incluida en una compilación de dichos y ex­
presiones corrientes, por más que en aquellos tiempos
debe de haber sido bastante popular. Pero como este
librito no pretende ajustarse a ningunos cánones y pues­
to que, además, me parece muy gracioso el origen que
se le atribuye, ahí va el cuento.
Dícese que se decía (para no repetir la de “ érase
que se era” ) que en el viejo San Juan Bautista de Ta­
basco hubo (y sí que lo hubo, que yo lo conocí, aunque
no me consta que haya hecho la graciosísima fullería
que se le achacó) un sujeto taimado, chapucero y polié­
drico, quiero decir, aprendiz de todo y oficial de nada,
que lo mismo promovía un juicio de testamentaría, re­
dactaba y escribía por dos reales una carta amorosa a
un choco de Tamulté para la choquita ( changuita se di­
ce hoy) de sus sueños, que cortaba y cosía un traje o
tocaba el violín o la trompeta o el tololoche en un velo­
rio o juandango de barrio; y digo de barrio (o de arra­
bal) pues nunca se atrevió, o acaso mejor, nunca se
atrevieron a llamarlo para que tocase, digamos, en un
baile de gente bien (de gente “ del centro” , como se de­
cía en aquel entonces para diferenciar a los “ del barrio”
o plebe de la gente decente), ni a un concierto, acaso
por temor de que desconcertara; en otras palabras, era
nuestro hombre un 'perfecto... estuche de monerías,
pues verdaderas monerías (piruetas o contorsiones de
monos) eran las que hacía para ganarse la vida, en lo
cual no era muy melindroso.
Y perdona, caro lector, que me haya andado tan por
las ramas para describirte al personaje del cuento, pero
es que todo cuanto se diga es poco para bosquejar a este
pintoresco sujeto. Mas te prometo que de aquí en ade­
lante te diré el cuento mondo y lirondo, sin más digre­
siones que las necesarias (que pueden ser muchas).
Decíase que nuestro tinterillo músico tenía título de
notario público, y que cierto día fue llamado a un ran­
cho fuera de la capital tabasqueña, no para que tocara
el violín en ningún velorio, sino para que ejerciendo su
oficio notarial, otorgara ante él su testamento un cam­
pesino ricachón que se hallaba in extremis, es decir, que
estaba ya boqueando o escupiendo el alma. Mas he ahí
que el ranchero no estaba in extremis sino que hacía
rato había llegado al extremo de su vida, pero, habiendo
estirado la pata sin testar y queriendo los hijos del di­
funto hacer mangas y capirotes con los bienes que dejó,
idearon una treta que les pareció infalible, a saber,
decirle al notario que su padre estaba aún vivo pero
que ya no podía hablar sino tan sólo menear la cabeza
para responder a las preguntas que le hiciera con res­
pecto a la repartición de los bienes. Y al efecto, ataron
al cuello del difunto una soga que ocultaron lo mejor
que pudieron por debajo de las sábanas, y de la que
uno de ellos, oculto en cierta forma, debía tirar para
que el muerto moviera la cabeza como en sentido afir­
mativo.
Pero si los hijos del difunto eran astutos y taima­
dos, más lo era nuestro tinterillo, quien no tardó mucho
en percatarse de la treta; mas con todo y eso, no Va­
ciló un instante en llevarla a término, y luego de levan­
tar el acta con todas las de la ley, empezó a hacer al
muerto las preguntas que los hijos habían preparado de
antemano: “ ¿está Ud. conforme en dejar a su hijo fu ­
lano el rancho tal, con tantas hectáreas de terreno, tan­
tas cabezas de ganado, etc., etc. ?” Hay que advertir que
a las cantidades especificadas en las preguntas quitaba
el confiesamuertos cierto número, pero como el encar­
gado de tirar de la soga o reata no tenía a la mano las
preguntas ni en la memoria las cantidades, tiraba de la
cuerda y el muerto movía la cabeza en sentido afirma­
tivo. Así fue haciendo todas las preguntas que se le
pidió hiciese al “ moribundo difunto” , pero cada una con
su correspondiente descuento de cabezas de ganado va­
cuno y caballar, marranitos, gallinas, zontles de maíz
almacenados en la troje, etc., hasta que, terminado el
interrogatorio respecto de los hijos, disparó la siguien­
te pregunta que dejó pasmados a los que creyeron en la
ingenuidad del personaje, y hasta hizo al muerto estre­
mecer de espanto: “ ¿está Ud. conforme en dejar al no­
tario fulano de tal (aquí su nombre) como remunera­
ción de sus buenos servicios, tantas vacas, caballos, co-
chinos, etc., además de tal cantidad en dinero contante
y sonante?” Y puesto que tal pregunta estaba fuera del
programa, el cómplice jalador de la reata no tiró de la
cuerda, y el testador se quedó tan tieso e impávido
como un muerto. Repitió una y otra vez la pregunta
nuestro “ gran tacaño” hasta que, viendo que el muerto
no manifestaba su asentimiento, poniéndose en pie y ce­
rrando el libro de actas dijo tranquila pero sentenciosa­
mente: “ señores, ¡o jalan parejo o no hay testamento!”
Y a buen seguro que al oír tal disyuntiva, el “ cam­
panero” no tuvo más remedio que jalar parejo.

JU AN CALD ITO
En tiempo de Juan Caldito, o los tiempos de Juan Caldito, o
ser una cosa del tiempo de Juan Caldito. En tiempo
muy atrás, hace ya mucho tiempo, de muy antiguo.
Frases que equivalen a los tiempos de Maricastaña, o
del tiempo de Maricastaña, o, como dicen en la capital,
del tiempo del caldo, y en varias partes de Méjico, inclu­
so Tabasco, cuando se amarraban los perros con lon­
ganiza y no se la comían.
Juan Caldito es en Tabasco (de no muchos años a
esta parte) el personaje proverbial, símbolo no tan sólo
de antigüedad sino también de simpleza o bobería; algo
así como el Pero Grullo o Pérogrullo, o el Gedeón tabas-
queño. Y así se llama a un amigo íntimo, en cierta oca­
sión y con tono festivo o cariñoso, Juan Caldito, sin la
menor intención de ofenderlo (al amigo, no a Juan
Caldito) ; o bien se dice que tal o tal cosa la hizo o la
dijo Juan Caldito. Dícese también, como diría o dijo
Juan Caldito, equivalente de como dijo el otro.
L
LÁTIG O
Tener ya el látigo (la cuarta, en Tabasco), y sólo faltar el
caballo. Dicho del lenguaje irónico o festivo que se apli­
ca al sujeto que borda en el vacío, forja muchos pro­
yectos ilusorios ( “ castillos en el aire” ), y se propone
hacer cosas de mucha entidad pero comienza trazando
las de importancia secundaria o nula, como el que an­
hela vehementemente adquirir un caballo, pero antes de
tener el dinero que ha de costarle éste, se compra el lá­
tigo. Sobre el mismo o semejante asunto hay muchos
cuentos graciosos; por ejemplo, el de la familia muy
pobre que dio en la tema de comprar una casa de dos
pisos (casa de alto, se dice en Tabasco), y como los ni­
ños eran muy traviesos, empezó el padre azotándolos
todos los días para que no se fueran a subir a los balco­
nes con riesgo de caerse y hacerse tortillas. O como el
campesino que estaba a la cuarta pregunta, que un buen
día se le ocurrió ponerse a pensar en voz alta lo bueno
que sería si se pudieran comprar un ranchito; a lo que
añadió su m u jer: “ sí, sí, y entonces podríamos tener
una vaca que nos diera bastante leche.” Y como uno
de los niños se pusiera muy alegre de pensar que se iba
a dar el gran gusto montando el becerro, el padre le dio
su buena azotaina tras de decirle muy sentencioso: “ ya
ves niño, por eso se hacen pandos los becerros.”

LO TE R ÍA
Sacarse la lotería, es frase irónica con que se expresa lamen­
tación de algún mal, una calamidad, perjuicio o daño
inesperado que le sobreviene a uno. Por ejemplo, cuan­
do al “ amado” yerno le cae el chapulín, quiero decir, se
le presenta la adorable suegra, sin previo aviso que
amortiguase un tanto el “ choque” , a pasarse una tem-
poradita en su casa, exclama aquél para sus adentros:
¡ahora sí que me saqué la lotería!

LL
L L U V IA
Hay en español muchos refranes o expresiones alu­
sivas a la lluvia, pero sólo me vienen a la memoria unas
cuantas de las que oí en Tabasco. Acuérdome, por ejem­
plo, de dos adagios rimados que dicen:
Agua de arco no hace charco, que expresa la creencia popu­
lar de que cuando empieza a llover y sale el arco iris es
señal de que no ha de seguir lloviendo, y que la poca
agua que caiga no será bastante para que se encharque,
esto es, que no lloverá a raudales; y
Cielo empedrado, cielo mojado, que expresa otra noción po­
pular, que también debe de ser común en España pues
que el Diccionario trae este refrán, es a saber: que
cuando el cielo se cubre de nubecillas blancas como co­
pos de algodón que se tocan unas con otras (cirros,
creo que les llaman los meteorólogos) y que le dan el
aspecto de empedrado, es signo de que pronto va a
llover.
Estarse polveando una vieja. Se dice así cuando llueve con
sol. En la capital y centro de Méjico dicen que están
pagando los drogueros y tomando chocolate los zapate­
ros. Lo de los drogueros, esto es, las personas trampo­
sas y cargadas de deudas, va por lo raro que es el ver
a estos sujetos pagar a sus acreedores, como raro es el
ver que llueva cuando está alumbrando el sol.
Ponerse el agua. Nublarse el cielo como anunciando lluvia.
Soplar viento de agua. Correr con fuerza el aire poco antes
que empiece la lluvia. Esto me trae dulces recuerdos
de mi infancia y de la vieja casona de la esquina de
Zaragoza y Aldama donde pasé casi toda mi niñez, la
vetusta morada que aun existe, aunque convertida en
cuatro casas, con sus enormes habitaciones y su her­
moso patio lleno de flores, y su traspatio plantado de
árboles frutales: matas de plátano, naranja, guanába­
na, papaya, guayabas manzanas y guayabas peras, las
“ niñas de los ojos” de mi padre y de cuyos frutos pocas
veces disfrutaba, pues mis hermanos y yo nos los co­
míamos mucho antes que madurasen.
Acuérdome que cuando alguno de mis hermanos o
yo estaba convaleciente del paludismo (malaria dicen
ahora los pedantes) u otro de.los muchos padecimien­
tos que son el azote del trópico, y, aburrido del obligado
y en aquél entonces exageradamente largo reposo en
cama, empezaba al fin a corretear por nuestro amado
y para nosotros edénico patio, nuestra nana Lucía,
crianza de la casa y que era como un miembro de la
familia, siempre atenta y cuidadosa de nuestra salud,
tan pronto como veía que empezaba a nublarse el cielo
nos decía: “ métete ya en la cama que está soplando
viento de agua y te va a hacer daño” (aunque no se
moviera ni una hoja de los árboles), o bien: “ entra que
ya sopla viento de agua y se viene la turbunada (así,
turbunada por turbonada, como se decía en Tabasco en
el lenguaje popular). (Anota don Rafael Domínguez:
“ No sólo turbunada Se dice en Tabasco. Se dijo y creo
que todavía se dice tribunada.” )
M
M AD R U G AR
No por tanto madrugar amanece más temprano. Esta es una
variante del antiguo refrán castellano que dice no por
mucho madrugar amanece más aína (presto o tempra­
no), y que da a entender que algunas cosas se deben
efectuar en su debida oportunidad, y que cualquiera
diligencia que se haga con anticipación o fuera de
tiempo no consigue que se precipiten los aconteci­
mientos.
“ Mas debéis considerar
Que no toda medicina
Obra bien a la contina,
N i por mucho madrugar
Amanece más aína.
C A S T ILLE JO S : Rimas, Lib. II.

M AÍZ

Poner su maíz a veinte (o en tono festivo, poner su máiz»


etc.), esto es, vender cara su mercancía, venderse uno
caro, darse a desear, darse importancia, hacerse de ro­
gar, fingirse enojado o indiferente para que le insten
a uno o le pidan por gracia una cosa. Así, por ejemplo,
cuando riñen dos novios y ella finge estar muy enojada
tan sólo para que él la mime y halague, se dice que
aquélla le está poniendo al galán su maíz a veinte. Huel­
ga decir que con ello se aludía al precio del maíz (a vein­
te centavos el kilogramo), cuando se compraba este
grano por la módica suma de cinco o seis centavos el
kilogramo, no como ahora que cuesta un ojo de la cara.
M ALDICIÓN
Maldición de perro flaco no llega. Frase con que los niños
(y me sospecho que también los no niños y aun los vie­
jos) replican a quien les profiere un insulto o maldi­
ción. En Sudamérica dicen maldición de cuervo no
alcanza al carancho. Carancho es el zopilote o aura.

M AM AR
Estar mamando y estar llorando,
como los hijos de Obando.
(Refranero inédito de Santamaría.) Expresión rimada
con que se alude a las personas ambiciosas que nunca
se satisfacen con lo que tienen, y se lamentan siempre
o hablan de miseria aunque estén nadando en dinero.
Por supuesto, lo de Obando se añade tan sólo para bus­
car el consonante. Se dice también que una persona
quiere mamar y beber leche.

M ANDADO
Comerle a uno el mandado. Ganarle la delantera, anticipár­
sele en la ejecución de algún intento o empresa.
Llegar tarde, hacerle a uno los mandados y cogerse el vuelto.
Esta es la variante tabasqueña (o lo que yo oí en Tabas-
co y no he vuelto a oír en ninguna otra parte) de la
frase despectiva y acaso un tanto soez por su alusión
muy velada, hacer a uno los mandados, una de las ba­
ladronadas del ‘‘mejicano valiente” , de que hablé en
el artículo guisársele a uno aparte. Con ella se significa
el desprecio que se siente por una persona a la que con­
sidera uno inferior, ora respecto de cualidades o méri­
tos personales, ora tocante a valor o ánimo para en­
frentarse con uno. Así, por ejemplo, si alguien advierte
al valentón: “ fulano dice que te va a dar tu moquetiza” ,
responde despectivamente: “ pues dile que llega tarde,
me hace los mandados y se coge el vuelto>>. La razón
evidente del dicho es, claro está, que la persona que
hace los mandados (mandadero, mozo, criado, achichin­
cle) es un sujeto humilde, un pobre diablo inferior a
uno en todos respectos, que sólo sirve para los más
bajos menesteres y a quien gobierna uno a su antojo.
Mas en el fondo la frase encierra cierta alusión del
lenguaje pornográfico. (N ota: me dice el maestro Ra­
fael Domínguez que el oyó también: tú me haces los
mandados y te comes las contras.)

M A N D IN G A
La muía mandinga,
Que no puede con uno
Y con dos respinga.
Este refrán alude a las personas que están cargadas
de obligaciones con que no pueden cumplir y, ello no
obstante, aceptan o buscan nuevos compromisos, cre­
yendo o haciendo creer que les darán debido cumpli­
miento; o que no pudiendo ejecutar algún trabajo por
ineptitud o por falta de tiempo, o por cualquiera otra
circunstancia, se hacen cargo de otro u otros trabajos
que mucho menos podrán ejecutar.
Y o me acuerdo haber oído este refrán rimado sólo
en Tabasco. Santamaría (DICC. DE A M E R IC A N IS ­
MOS) dice que es refrán tabasqueño, y quizás lo sea,
aunque la palabra mandinga no es ni tabasqueña ni
mejicana, sino de origen africano y es más usual en las
Antillas, donde abunda la raza negra, pues se aplica
a cierta casta de negros (del Sudán occidental, dice la
Academia), según se ve en el dicho cubano el que no
tiene de mandinga, tiene de carabalí, con que se quie­
re significar que, quien más, quien menos, todos tienen
algo de sangre negra, que en Puerto Rico (según el
D IC C IO N A R IO DE AM ERICANISM O S, de Santama­
ría) expresan en la forma el que no tiene dinga, tiene
mandinga. Con todo, en Tabasco es usual el adjetivo
mandinga, aplicado a individuos de raza negra (negro
mandinga), y también a patetas o el demonio (¡que se
lo lleve mandinga!, o me está llevando mandinga). Yo
me acuerdo haber oído en mi niñez cierta canción o
estribillo o sonsonete, me parece que de un zapateado
o zapateo, como lo llamamos en Tabasco, que decía algo
así como:
“ Vieja mandinga (o zurra mandinga) señá Teresa,
Zurra mandinga, la llevan presa,”
cuya música volví a oír cuando fui a Tabasco después
de muchos años de ausencia, pero no pude hallar a
nadie que me diera razón de la letra.

M ASC AD A
A flojar (echar, soltar, largar) la mascada. Entregar el di­
nero, pagar, rendir cuentas. Frase parecida a soltar
la mosca. Ignoro el origen de aflojar o soltar la mas­
cada, pero tocante a soltar la mosca, quiero trasladar
aquí la anécdota o el chascarrillo que, según leí u oí
en alguna parte, le dio origen. Érase un cura de pueblo
taimado y receloso, que tenía sospechas comprobadas
de que su sacristán le sisaba buena parte de las limos­
nas recogidas en las misas. Y para precaverse del
del hurto de su fiel ayudante ideó la siguiente treta:
cuando le daba la bandeja para recoger las limosnas de
los fieles después de la misa, le ponía en una mano la
bandeja y en la otra le daba, para que la retuviese con
los dedos cerrados, una mosca viva que luego debía
devolver vivita y coleando. Recogidas las limosnas y
cuando el sacristán iba a entregárselas al señor cura,
le decía éste después de recibir la bandeja: ahora suel­
ta la mosca. Si ésta salía volando y contenta de reco­
brar su libertad, era señal de que el sacristán no había
tenido ocasión de embolsarse parte de las limosnas con
la mano que no sostenía la bandeja y donde llevaba la
mosca, a no ser, claro está, que el muy pillo con gran
disimulo dejara por un instante la bandeja sobre un
asiento, un altar o en el suelo y, sin soltar la mosca
que llevaba en la otra mano, con la que le quedaba libre
del estorbo de la bandeja se birlara algunos tostones
o pesetas, o por lo menos unos miserables quintos. Lo
cual no es parte del cuento.

M ATAR

Lo que no mata engorda. Frase del lenguaje festivo que se


dice a una persona que hace melindres de una cosa por
temor de que si la come le haga daño, y con que se le
insta para que se la zampe, pues lo peor que le puede
suceder es que estire la pata.

M E AR

Mearse fuera del tiesto. Este dicho, que expresa salirse del
punto que se discute, andarse por las ramas, hablar sin
ton ni són, decir algo que no viene al caso, valerse de
evasivas o subterfugios para no hablar de algo, o porque
se desconoce el asunto o porque no conviene dilucidarlo,
fue llevado de España a Tabasco. Las primeras edicio­
nes del Diccionario académico no lo trajeron, pero en
las postreras se lee en el artículo tiesto: “ M EAR FU E ­
R A D E L TIE STO , fr. fig. fam. Salirse de la cuestión,
decir algo que no viene al caso.”

M ED ID A
No dar la medida. No servir. Véase T A L L A . N o dar la talla.

M ED IO D ÍA
Estar una cosa de mediodía para abajo. Frase familiar con
que se da a entender que una cosa está ya medio des­
vencijada o derruida, casi cayéndose a pedazos, a punto
de venirse abajo de vieja, o recién vieja, como se decía
también en lenguaje festivo. Equivale al dicho español
“ estar de la vuelta afuera” .

M ELIND RES
Tía Melindres. Apodo que se da a la persona excesivamente
delicada, regalona, melindrosa, afectada o fingida.

M E N TIR
Para mentir y comer pescado
Hay que tener mucho cuidado.
Sentencia con que se advierte al mentiroso que es arries­
gado el faltar por costumbre a la verdad, porque el que
mucho miente suele incurrir en contradicciones que lo
dejan en ridículo por embustero, a menos que tenga
excelente memoria y sea tan cauto al decir sus mentiras
como el que procede con gran maña, atención y diligen­
cia al comer pescado, para no tragarse ninguna espina.

MIEDO
Tener mucho miedo y poca vergüenza. Dícese de la persona
malévola y sin escrúpulos que no vacila en cometer
cualquier villanía, pero que a la hora de rendir cuentas
se muestra cobarde y sin ánimo. Aplícase también a
los niños que gimotean, chillan, patalean, piden mise­
ricordia y prometen “ no volverlo a hacer” , cuando el
padre o la madre les da una buena tunda por alguna de
sus travesuras. Dice éste: “ ¡sí, mucho miedo y poca
vergüenza!”

M IS A
Mañana hay misa para los sordos. Que se dice a alguna per­
sona cuando no oye o no quiere oír lo que se le dice y
pregunta una o más veces “ ¿qué dices?” . Se le respon­
de: que mañana hay misa para los sordos. Era muy
común entre muchachos.
Quedarse uno en misa. Dicho semejante a quedarse o estar
uno en Babia, por quedarse embobado, distraído y como
si no entendiese palabra de lo que se trata.

MONO
El último mono se ahoga. Refrán popular que sólo he oído
en Tabasco, muchos años há, y con que se expresaba, si
mal no me acuerdo, que en una empresa o competencia
en que hay varios contendientes, el que por ser menos
activo o apto, por holgazán o poco empeñoso se queda
en último lugar, es el que lleva todas las probabilida­
des de perder. Entre muchachos se decía en ciertos
juegos, o cuando los de un grupo trataban de llegar pri­
mero a cierto sitio para coger el mejor lugar, tener la
primacía sobre los demás, o disfrutar de mejores pre­
rrogativas o ventajas.
Lo que hace el mono hace la mona. Imitar en todo a otra
persona. Se dice también lo que hace el mono hace el
mico. En Cuba: mono ve, mono hace.

N
N AC E R
El que nació para real nunca llega ni a peseta. Dicho seme­
jante al de al que nace para tamal del cielo le caen las
hojas, o el que nace para maceta no pasa del corredor,
o al que nace barrigón ni que lo faje (o lo cinche) un
arriero, o el que nació para tarugo nunca llega ni a
baqueta, o al que nació para buey del cielo le caen los
cuernos. Su significado es parecido al de este refrán
castellano en verso:
Todos los palos del monte
Traen su designación:
Unos nacen para santos
Y otros para ser carbón,
y que es la expresión fatalista de los que creen que en
la vida todas las personas traen ya su sino o destino
que ha de regir todos los actos o las cosas de su vida,
y contra el cual es inútil luchar. Por supuesto, el re­
frán tabasqueño (o mejicano) alude no tan sólo al sino
mas también a la estupidez, necedad o testarudez de
algunas personas que por sus pocos alcances o su ter ­
quedad insensata labran su propio destino, que es el de
no pasar nunca de perico perro.

NADA
A cada nada, se dice en lenguaje familiar por con mucha
frecuencia, muy a menudo, cada poquísimo tiempo.
Nada de eso trajo el barco. Entre las locuciones que guardo
con los recuerdos de mis años mozos está la que sirve de
tema a este artículo, y que se decía como frase negativa
para significar no hay tal, erraste de todo en todo, an­
das tan lejos de la verdad como por los cerros de Úbeda.
En Cuba oí el dicho ningún de eso.

O
ojo
Ojo al Cristo. Véase el artículo GATO. Ojo al Cristo, que es
de plata.

OLER
jsjj huele ni jiede. Así, con al h aspirada. Equivale a los
dichos españoles ni toca ni compone, ni pinta ni da co­
lor, no es chicha ni limonada, n i-fu ni fa. Es bastante
común en Tabasco, como en otras partes, la aspiración
de la h en el lenguaje popular, como en jorcón, jolgorio,
jaliar, etc., por horcón, holgorio, hallar, etc. Casi huel­
ga decir que el dicho se aplica a la persona que nada
vale, que es muy conocida en su casa, un don nadie,
que no ha inventado la pólvora, que ni suena ni truena,
que es un chícharo; o bien del sujeto de opiniones inde­
finidas, vacilante, que no se declara en pro ni en contra
de una idea, de una proposición o de algún personaje,
para luego irse del lado que más le convenga.

Oler a chicozapote. Dícese del que ha estado ingiriendo be­


bidas embriagantes, por el aliento alcohólico que se
parece un tanto al olor del chicozapote fermentado.
También se dice:

Oler a trapiche.
Oler a jobo» Se aplica a las personas que despiden malos
olores del cuerpo, ora por desaseo o bien a causa de que
padecen bromhidrosis (jedentina, para decirlo claro),
o bien porque pertenecen a la raza que, como dicen en
Cuba, “ tiene su pestecita” . El fino olfato popular sin
duda halló semejanza entre el olor del jobo (Spondias
lútea), árbol anacardíaceo que da frutos algo parecidos
a la ciruela de tierra caliente, y que tiene cierto olor
peculiar, y el del chivo, pues que también se dice en
igual sentido:

Oler a chivo. Y algo de eso debe de haber tenido la mucha­


cha pueblerina o ranchera, no del todo desagraciada,
que en cierto baile permanecía sentada todas las piezas,
al parecer comiendo pavo, como se dice muy castiza­
mente en Tabasco, pero que rehusaba todas las invita­
ciones a bailar que le hacían los galanes. Un rondador
persistente, de esos que parecen garrapta, insistió en
sacarla pero ella estaba en sus trece que no salía.
“ — ¿ Que no sabe Ud. bailar ?” Sí, sí sabía bailar.
“ — ¿Acaso no la deja su mamá? Yo le pediré su venia” .
Tampoco era eso. “— ¿Su novio quizás?” Menos que me­
nos. Y tras de mucho instarla el moscardón, dijo la chi­
ca un tanto corrida: “ es que mi mama me ha dicho que
no baile porque cuando me zangoloteo sudo mucho y me
jieden muy feo los zobacos.” A la quintaesencia del
jobo debe de haber olido el angelito.

ORDEN
Orden y nos amanece. Frase irónica que se dice cuando
quiere uno meter el orden en un grupo o congregación.
Alude el dicho a las fiestas o fandangos, que cuando se
efectúan en paz y buena compaña pueden durar hasta
el amanecer, mas si comienzan las “ discusiones amisto­
sas” entre borrachitos y salen a relucir los cuchillos o
las pistolas, de lo que resultan algunos “ muertitos” , lo
probable es que se termine el guateque y tengan que
salir los convidados como ratas por tirante.

OVEJA
Cada oveja con su pareja. Este antiguo refrán castellano tie­
ne en Tabasco igual significado que en España, a sa­
ber : “ que enseña que cada uno se contenga en su estado,
igualándose sólo con los de su esfera, sin pretender ser
mayor, o bajarse a ser menor, de lo que le compete.”
(B A R C IA , Dice. Gral. Etimol.) Pero además se usa
para significar simplemente que, digamos en una fies­
ta, cada caballero debe ir (o iba) con una dama, o para
ordenar que cada quien busque su pareja. El vulgo en
la capital de Méjico dice cada quien con su cada cual.
p

PAJA
Quitarle a uno la pajita. Expresión usual entre muchachos
para incitar a dos de ellos a que peleen. Se le pone una
pajita a uno de ellos en el hombro y se le dice al otro:
“ a que no le quitas la pajita” , en señal de provocación.
Y si éste se acerca al que la tiene con intención de qui­
társela, lo recibe a puñetazos y empieza la tremolina.

PAJARITO
Quedarse uno cogiendo pajaritos, es quedarse en Babia,
quedarse alelado o distraído, sin entender una palabra
de lo que se habla.

PALACIO
Eso es del “ Palacio de Cristal” . La 'gloriosa dio origen, en­
tre muchas otras cosas buenas y malas— que “ de todo
hubo en la viña del Señor” — a varios vocablos o neolo­
gismos que estuvieron muy en boga en aquellos días
aciagos, tales como carrancear, por robar, depredar, ca­
rranclón por el que practica lo mismo; zapatista y zapa-
tismo por bandolero, bandido, salteador, asesino y ban­
dolerismo, bandidaje, respectivamente. En Tabasco, al
triunfar la revolución carrancista que derrocó al Santa
Ana más monstruoso, contentible y odiado de todos
cuanto ha tenido Méjico al frente de su gobierno (que
no han sido pocos), y entrar en la capital, San Juan
Bautista a la sazón, las fuerzas revolucionarias se sus­
citó un incidente que los guasones aprovecharon para
sacarle punta y de que resultó el dicho eso es del Palacio
de Cristal, que se decía alguna vez, o por lo menos que
yo oí entre muchachos más de cuatro, para significar
que alguna cosa había sido adquirida ilícitamente, o,
dicho en plata, por medio del despojo o latrocinio. El
incidente mencionado fue el que a continuación relato:
había en aquel entonces en San Juan Bautista una casa
de comercio llamada “ El Palacio de Cristal” , de la fir ­
ma Pedrero, Molí y Compañía, tienda de ropa y nove­
dades que era una de las mejores y más prósperas, la
cual fue “ confiscada” y saqueada por las huestes cons-
titucionalistas.
Y como este es un hecho histórico que para muchos
fue inexplicable, pues no acertaron a dar con la razón
de por qué “ El Palacio de Cristal” fue la única tienda de
San Juan Bautista que corrió esta suerte cuando ya ha­
bía triunfado la revolución, voy a dar aquí una versión
de los motivos que movieron a la gloriosa de Tabasco a
cometer un acto que no pudo sino redundar en desdoro
y oprobio de la revolución.
Sucedió que en cierta fecha (no me acuerdo si a raíz
del asesinato de Madero y Pino Suárez, presidente y vi­
cepresidente de Méjico, respectivamente, por el feroz
dipsómano y marihuano Victoriano Huerta, o al cele­
brarse el primer aniversario de dicho luctuoso aconte­
cimiento, aunque me parece que lo primero) ocurriósele
en mala hora a la negociación Pedrero, Molí y Compañía
(integrada por un mejicano, Pedrero y dos españoles,
o por mejor decir, un español, Rafael Molí, y un gachu­
pín, Manuel del Corte) anunciar una barata en el esta­
blecimiento de su propiedad, a cuyo efecto salió por las
calles de San Juan Bautista una banda de música lan­
zando a los cuatro vientos destemplados resoplidos de
murga de arrabal y echando cohetes por los aires. Este
acto fue una nota discordante que llenó de indignación
a todos los que profesábamos ideas revolucionarias (y
digo profesábamos porque, aunque era yo un chamaco,
me sentía más revolucionario que el propio Madero),
pues se interpretó como un escarnio a la memoria de los
nobles caudillos que cayeron, convertidos en mártires,
asesinados vil y traidoramente por los esbirros de
Huerta.
Si hubo o no hubo en la mente de los tres propieta­
rios del mencionado establecimiento el propósito de ce­
lebrar con música y cohetes, so pretexto de anunciar
una barata, la muerte de Madero y Pino Suárez, no po­
dría decirlo, aunque me resisto a creer que los tres ha­
yan tenido tan perverso propósito. Pero sí se decir que
la intención de uno de ellos, Manuel del Corte, sí tuvo
todos los visos de haber sido la del escarnio. Y digo es­
to porque en más de una ocasión oí de labios del propio
del Corte frases durísimas al hablar de don Francisco
Madero. En efecto, aconteció que, siendo yo estudiante
del Instituto “ Juárez” , y maderista de hueso colorado,
en unas vacaciones mi padre me puso a trabajar como
“ meritorio” con sueldo de treinta días al mes, platos
embrocados y ropa sucia, como se decía en aquel enton­
ces del que no recibía ningún emolumento por sus ser­
vicios, en “ El Palacio de Cristal” . Con tal motivo tuve
muchas oportunidades para oír de los propios labios de
Manuel del Corte los epítetos duros y aun soeces y las
frases despectivas que eyaculaba este ibero desprecia­
ble contra el hombre noble y bueno que fecundó con su
sangre el patriótico ideal de sufragio efectivo y no ree­
lección, y que hoy por hoy es una de las figuras más
limpias de que se enorgullece la historia de Méjico. Y
hasta acuérdome haber oído a dicho ente contentible
vanagloriarse de ser él quien concibió la macabra idea
de la música y los cohetes; y también me acuerdo de
las palabras de Rafael Molí o de Salvador Pedrero que
al oír a su socio tales baladronadas le dijeron muchas
veces: “ cállate, Manuel, no digas burradas, que no fue
sino una coincidencia.” También conservo en la memo­
ria la ocasión en que, no pudiendo sufrir más las blas­
femias de del Corte contra Madero, le lancé con mi voz
de adolescente y delante de algunos clientes que había
en el establecimiento, no sé cuántas injurias, apellidán­
dolo extranjero 'pernicioso, y dispuesto a partirle en la
cabeza un metro de los que estaban en el mostrador
para medir las telas, del que habíame apoderado, por
si, como en efecto lo intentó, tratase de castigar mi
“ osadía” con sus asquerosos puños. Mas intervino en
mi defensa Rafael Molí, quien reprochó a del Corte
su indiscreción y falta de tino al hablar de política en un
establecimiento comercial, y no pasó a más el incidente
si no fue el haberme captado el odio del peninsular
ofendido, odio y despecho que demostró en muchas oca­
siones en las que Molí, mi defensor espontáneo, “ entró
siempre al quite” y hasta trabó reñida disputa con el
otro. Merced a la intervención del primero no fui
arrojado a la calle, como eran los deseos de del Corte,
cosa que, por otra parte, me habría venido de perilla y
hasta la deseaba, pues si bien me hubiese ganado una
buena tunda de mi padre, habríame dejado siquiera
unos días para disfrutar de mis vacaciones.
Mas volviendo al asunto de la música y los cohetes,
parece haber sido ese el motivo de que los revoluciona­
rios (no digo que todos, pero cuando menos algunos),
no olvidando la injuria, determinasen castigar de tan
dura suerte a los ofensores, y despojarlos de su propie­
dad, como en efecto lo hicieron desvalijando el sobredi­
cho establecimiento, no en provecho de la causa triun­
fante, sino en beneficio propio, pues de él vimos salir
a los Gil Morales y a los Sosa Torres y a los demás, al­
gunos de los cuales están “ vivitos y coleando” , cuyos
nombres no viene al caso mencionar, cargados de casi­
mires finos, de sombreros y de calzado de lujo, y de mil
cosas más de las muchas buenas y costosas que se ven­
dían en la próspera negociación. De ahí el dicho eso es
del “ Palacio de Cristal” .
Perdóname, lector paciente, si fui demasiado largo
en este relato y traje acaso por los cabellos cosas perso­
nales que habría podido obviar, pero aun a riesgo de ser
enfadoso quise dejar liquidada, siquiera fuese a des­
tiempo, una deuda de gratitud que contraje con la per­
sona buena y noble, o que lo fue para mí, que en vida se
llamó Rafael Molí, socio de la antedicha firma comer­
cial, que siempre estuvo dispuesto a salir en mi defensa
contra la tiranía y la brutalidad del troglodita ibero
Manuel del Corte, que, desatendiendo mi experiencia y
mis pocos años, se empeñaba en tratarme con feroz des­
potismo (aun antes que lo llamara extranjero pernicio­
so), y que incluso me defendió en más de una ocasión
de las inconsecuencias y el extremado rigor del otro so­
cio, pariente político mío, ya también fallecido (mag­
nífica persona a quien muchos años después tuve oca­
sión de tratar en otro terreno), que quizás siguiendo
conmigo la antigua doctrina, cruel y dura, de los viejos
preceptores de la niñez y la adolescencia de que “ la letra
con sangre entra” que con él siguieron, fue severo en
demasía con el pobre estudiante que, privado de sus va­
caciones, fue encerrado en un establecimiento comercial
a desempeñar duros trabajos de mozo de escritorio o
“ meritorio” , cobrador, corresponsal, mandadero, carga­
dor y cuanto hay, sin una mísera remuneración ni de
cuatro reales los domingos para pasearse. Quise, digo,
expresar en unas líneas mi gratitud, que nunca pude
expresarle en vida, a ese hombre bueno que se convirtió
en mi protector, siquiera por el breve tiempo que duró
mi encierro disciplinario, y arrostró la furia provocada
en sus socios por mi inexperiencia e ineptitud, y se en­
caró a mis “ verdugos” y les echó en cara su severidad
en reprenderme y su “ celo” en enseñarme. De él fueron
los únicos reales que recibí, salidos de sus propios bol­
sillos, algún domingo, y de él es el único recuerdo grato
que conserva mi corazón de aquellos meses de esclavitud
y trabajo arduo.
Y ya que hablé de revolución y de vacaciones que no
tuve, para que me acabes de perdonar el haber leído
este largo artículo, si es que lo lees, creyendo hallar en
él algo ameno e interesante, o te acabes de fastidiar y
arrojes este mamotreto en la cesta de lo inservible, dé­
jame referirte otro incidente que me aconteció siendo
estudiante del Instituto “ Juárez” , también en otras va­
caciones que para mí no fueron.
Era en aquel entonces Tesorero General del Estado un
señor muy amigo de mi padre a quien éste pidió me
diera colocación en la tesorería “ para que no estuviese
yo ocioso los meses de vacaciones” . Y fue así como en­
tré a trabajar en la tesorería general del estado, con
el crecido sueldo de cuarenta y cinco pesos al mes, papel
büimbique. Todo fue a pedir de boca los primeros días,
mas por malo de mis pecados sucedió entonces que el
gobierno federal decidió retirar de la circulación el pa­
pel moneda o bilimbique de ciertas denominaciones, de
que había muchos billetes falsificados, y canjearlo por
nuevos billetes a que se dio el nombre de revalidados.
Con tal motivo, una buena mañana, al llegar a la
oficina me encontré con la novedad de que, por orden
del señor tesorero, sería yo uno de ios empleados que
se encargarían de efectuar el canje de bilimbiques por
revalidados. A l efecto, se me instaló en una mesa colo­
cada en una de las puertas de la tesorería que daban al
patio del viejo Palacio Municipal, con no sé cuántos
paquetes de resellados que importaban varios miles de
pesos. Excusado es el decir que yo, un mozuelo inex­
perto que jamás había soñado ver entre mis manos tan,
para mí, fabulosa cantidad de dinero, me llené de espan­
to al tener que manejar tantos billetes, siquiera fueran
bilimbiques. También debo decir que de nada valió mi
súplica al jefe para que me relevara de tan delicada
tarea pues no me hallaba capacitado para desempe­
ñarla. O por mejor decir, sí valió un buen regaño que
me dio don Rodolfo— que así se llamaba el tesorero—
quien me dijo que si sabía yo contar no había razón
alguna por qué no pudiera hacer el canje.
Toda la mañana y la tarde entera estuve sudando
la gota gorda, canjeando los condenados bilimbiques,
hasta que llegó la hora de cerrar la tesorería. Al ir a
entregar cuentas a don Rodolfo y contar éste los bilim­
biques que le entregué a cambio de los revalidados que
recibí de él y que había yo canjeado, me dijo que me
faltaban cien pesos, con los consiguientes epítetos (que
no faltaron sino sobraron) que no se pueden trasladar
al papel. Y , por supuesto, me advirtió que “ para que
aprendiese a ser cuidadoso” iba yo a pagar de mi sueldo
los cien pesos perdidos. Una semana más duró para mí
el tormento del canje endemoniado, en el que no tuve ya
más desfalco que los cien pesos del primer día, los que.
bastaron para que no pudiera yo disfrutar sino de unos
míseros y mugrosos pesos bilimbiques (eso sí, “ revali­
dados” ) de mis dos meses y medio de sueldos, que casi
se fueron íntegros para reponer la cantidad perdida.
¡ He ahí cómo disfruté ese año mis ansiadas vacaciones
del Instituto “ Juárez” !
Y si te fastidié mucho, lector paciente, con mi largo
relato, te aconsejo que pases por alto este artículo y leas
otro que acaso sea más enfadoso.

P A LO
Estar uno a palo y sin zacate, o tener a una persona a palo
y sin zacate. Dos interpretaciones se pueden dar a la
alusión que se hace en este dicho que, si no me equivoco,
es tan tabasqueño como la “ Caña Brava” o el chorote.
La primerá se relaciona con el animal que recibe mu­
chos palos en el trabajo y al que se da muy poca pastura
para que se alimente. La segunda es la res vacuna, ca­
ballar, etc., que está atada a un palo o poste sin qué
comer. (Según el Lie. Domínguez en este caso debe ser
“ al palo” y no “ a palo” .) Mas sea cual fuere la alusión,
se aplica metafóricamente a la persona que hace traba­
jos recios y recibe muy escasa remuneración, por la ta­
cañería y mezquindad de quien la explota; o a quien
injusta o merecidamente, por castigo se le limita sobre­
manera la ración alimenticia o el estipendio que ordina­
riamente recibe y se le deja imposibilitado para que
pueda agenciarse la uno o el otro por otros medios.
Quedarse uno a medio palo. Quedarse a medio comer, o de­
ja r un trabajo o alguna otra cosa a medio hacer o medio
acabada. Se dice también estar a medio palo por estar
medio borracho, a medias cañas o a medios chiles, como
se dice en otras partes.

P Á M PA N O
Pámpano fresco o pámpanofresco. Acuérdome haber oído
este epíteto aplicado, si la memoria me es fiel, a la per­
sona rubia, que en Tabasco se llama chelo y en Yucatán
chel (voz m aya), quizás por cierta similitud con el co­
lor plateado del pez pámpano.

PAN
De pan bendito, poquito. Dicho con que se justificaba la pe­
queña ración que se daba a las personas entre quienes
se repartía alguna cosa de que había poca cantidad.

PA N D O R G A
Caerle a uno alguna persona o cosa en pandorga. Se dice por
caerle mal, serle desagradable; causarle disgusto, en­
fado, enojo, desagrado, fastidio alguna persona o cosa.
Equivale a lo que en otras partes de México se dice
caerle gordo, caerle como patada de burro, o como pa­
tada en la boca del estómago, o como mentada de madre.
Pandorga, según el Diccionario académico es, entre
otras cosas, en sentido figurado, “ mujer muy gorda y
pesada, o floja en sus acciones” . Acaso el dicho original
haya sido caerle a uno como pandorga.

PANTALO NES
Bajarse los pantalones. Así se decía, medio en broma, medio
en serio, cuando los muchachos empezaban a ponerse
pantalones largos. Y hablo en tiempo pasado porque
hoy en día desde que comienzan a caminar ya los llevan
largos, con lo cual ha perdido dos cosas la niñez: el as­
pecto infantil que dan los pantalones cortos (muy dife­
rente de la apariencia de enanos que dan los largos), y
el placer que ocasiona el ponerse por primera vez panta­
lones largos o bajarse los pantalones.
Pantalones de creciente. Dícese de éstos cuando son dema­
siado cortos, y del que los lleva se dice que está espe­
rando creciente (véase C R E C IE N TE. Pantalones de
creciente). En la capital y centro de Méjico se les llama
de brinca charcos.

PARAGUAS
Aguantar o tener el paraguas a alguien. Esta expresión, que
fue muy común en Tabasco, y quizá lo siga siendo, sig­
nifica ayudar o acompañar una persona a un amigo en
algún galanteo amoroso, facilitarle la ocasión para que
vea o hable a su pretendida. Por ejemplo, cuando salen
juntas de paseo dos damiselas, pongamos por caso a la
retreta o serenata en la Plaza de Armas, y el enamo­
rado de una de ellas quiere platicar con su pretendida
sin verse importunado por la conversación o los oídos
de la compañera, le pide a un amigo que le tenga o
aguante el paraguas, esto es, que hable con la otra y la
entretenga mientras el primero charla a sus anchas con
la dueña de sus pensamientos. De igual manera, Pedro
le aguanta el paraguas a Luis cuando el primero acom­
paña al segundo a rondar la casa de la moza a quien
éste galantea, etc.
La frase y la intención son del todo inocentes, y no
encierran malicia, bellaquería ni solapa alguna, sino el
caritativo y desinteresado propósito de facilitar a un
enamorado la coyuntura de estar cerca de la bienama­
da, o de repetirle esas futilezas y naderías que, cuanto
más simples e ingenuas, tanto más dulces suenan en los
oídos dé quien las escucha, si quien las escucha está tan
perdida y bobamente enamorado como quien las dice.

PATA
A pata (o patita) galana. A pie. Por ejemplo: “ en la fiesta
de Tres Viernes en Tamulté me pelaron hasta el último
cobre jugando al chingolingo y me tuve que venir (a
San Juan Bautista) a patita galana.”

PATADA
En dos patadas. En un dos por tres, en un abrir y cerrar de
ojos, en menos que canta un gallo, en un santiamén.

PATO
Pagar el pato. Pagar culpas ajenas, ser el pagano o el
cochinito.
Ser pato y pesarle la cola. Frase ofensiva que se dice a otra
persona para significarle que es cobarde, que nada pue­
de contra uno, o que quien la dice no le tiene miedo.

PATU LECO
El adjetivo despectivo patuleco, que se usa también
como substantivo, significa varias cosas: patituerto, es­
to es, de piernas torcidas; que tiene los pies muy gran­
des (patojo, patón, patudo) ; que mueve desproporcio­
nadamente los pies para caminar o imita al pato cuando
camina meneando el cuerpo de un lado a otro; que co­
jea al caminar (paticojo) ; que anda descalzo (patarra-
jada, que dicen en el centro de Méjico, o sinzapatos,
que se decía o dice en Tabasco), y por último, en sentido
figurado, patán, rústico, desharrapado, andrajoso, esto
es, que anda descalzo.
Ignoro el origen del vocablo que no trae el Dic­
cionario de la Academia. Barcia (DICC. GR A L. ETI-
MOL.) cita patuleque como americanismo por renco. Ri-
vodó (Voces Nuevas, 6a. parte, Venezolanismos, dice:
“ PATU LECO , P A T U LE Q U E A R . Por renco o rengo,
renquear o renguear. El Diccionario trae patojo, cuya
significación equivale o se acerca a la de patuleco ”
Cuervo (Apuntaciones, 6a. edic., §900) dice: “ El sufijo
gentilicio -eco, propio de la lengua azteca, se aplica en
los países en que se ha sentido su influencia, para deno­
tar defectos (dundo y dundeco, tonto, patueco, p ateta);
de igual formación es patuleco (pateta), conocido en
Méjico, en Cuba, en Venezuela, etc.”
Y como el conjeturar no cuesta nada, pienso yo si no
vendrá patuleco de pata, hule y el sufijo eco que, según
Cuervo «es propio de la lengua azteca». Yo me acuerdo
haber oído en Tabasco el término pata de hule (como
trompa de hule) para nombrar al sujeto que cojea o
tiene las piernas o los pies defectuosos. Y también me
acuerdo haber oído y dicho muchas veces patahuleco
o patauleco.

PE
De pe y pe y doble u. De excelente calidad, de clase superior,
hablando de ciertas cosas. Se usa también con el verbo
venir, y entonces es sinónimo de venir de perilla. Ig ­
noro el significado de P. P. y W.

P E LA R S E
Pelarse por no peinarse. En caló provinciano esta frase sig­
nifica irse.

PERRO
Andar como perro de otro barrio. Sentirse una persona fue­
ra de lugar; no estar en su medio; o también sentirse
solo, andar meditabundo y solitario, como alma en pena.
Salir (o andar) como perro que tumba la olla. (Refranero
inédito de Santamaría.) Huir lleno de miedo; salir de
estampida, como alma que lleva el diablo; decir, pies
¿para qué les quiero? (En Michoacán oí hace muchos
años: salir a cholamocha.)

PESETA
Dar, o pedir (o quedarse con) el centavo de la peseta. En los
tres o cuatro primeros lustros del siglo presente, al­
gunos comerciantes de Tabasco (y acaso también de
otras partes de Méjico) tenían una mala costumbre al
dar la vuelta (en Tabasco el vuelto, en la capital el cam­
bio) a los clientes que pagaban con cierta moneda, cos­
tumbre que se designaba con la frase quedarse con el
centavo de la peseta. Veamos en qué consistía ésta que
bien podía llamarse birlada de un centavo.
Había a la sazón unas monedas de plata de a veinti­
cinco centavos que, según me acuerdo, continuaron en
circulación aun después de haber sido retiradas por el
gobierno y substituidas por las de veinte centavos. A
tales monedas de a veinticinco el pueblo dio en llamar
■pesetas, lo cual fue el origen y motivo de la birlada,
pues alegaban algunos, o por ignorancia o por mala fe,
que la peseta valía dos reales, y que dos reales eran
veinticuatro centavos, puesto que un real eran doce; por
consiguiente, cuando un parroquiano compraba, diga­
mos, un kilogramo de azúcar que valía ocho centavos
y pagaba con una de las monedas de a veinticinco, lla­
madas por el vulgo pesetas, el comerciante le daba die­
ciséis centavos de cambio o vuelto, en lugar de los
diecisiete que legalmente le correspondían. Y era en­
tonces cuando se entablaba la discusión: el cliente recla­
maba el centavo de la peseta, y el comerciante replicaba
que él se quedaba con dicho centavo. Y como en aque­
llos dorados tiempos un centavo valía lo que quizás hoy
no vale medio peso, he ahí que el parroquiano no quería
dejarse robar (que no era sino un verdadero robo) ni
un cobre, como también se llamaba en Tabasco aí cen­
tavo, y porfiaba hasta obtener lo que en razón le co-
respondía, o hasta dar una buena maltratada, que bien
valía un centavo, al peninsular o al criollo o choco que
se quedaba con su centavo de la peseta.
Generalizadísima era la costumbre, que aun no se
olvida del todo, de contar el dinero por pesetas, reales,
medios y cuartillas, según queda dicho en el artículo que
lleva el encabezado C U A R T IL L A , MEDIO, R E A L.

PETATE
Pegársele a uno el petate. Variante de pegársele las sába­
nas, por levantarse más tarde de lo debido o de lo
acostumbrado.
PLA TO
Echarse a uno al plato. Matar a una persona. También ven­
cerla en alguna lid, apuesta o competencia.

PLÁTANO
Estar una cosa como plátano maduro. Dícese también par­
ticularmente de una mujer bonita. Locución con que
se alaba lo que está muy bien dispuesto o preparado
para algún fin, lo que es a propósito para determinado
objeto, que no le falta ni le sobra, que está a punto y
sazón, a pedir de boca, como hecho a la medida, que
ni mandado a hacer. Se aplica asimismo a una cosa
bella o bien proporcionada (en el centro de Méjico se
dice alguna vez puritita miel en penca), y particular­
mente a la mujer bonita, atractiva o sensual. En Cuba
oí con este último sentido la expresión muy similar:
está como plátano para sinsonte.

PIC A R
Al que le pique, que se rasque. Dicho de connotación seme­
jante a la de al que le venga el guante, que se lo plante,
que también se usa en Tabasco, cuando alguien hace
alguna alusión o dice una indirecta que puede aplicar­
se a uno o más de los presentes; otro de los circuns­
tantes, con quien no reza nada de lo dicho (o el propio
decidor de la indirecta) exclama: al que le pique que
se rasque. En otras partes de Méjico se dice: al que
le venga el saco (esto es, la americana) que se lo ponga,
y en Argentina: al que le caiga el sayo, que se lo ponga.
P ID E C A R ID A D Y OTRAS P A L A B R A S COM PUESTAS
La palabra compuesta pidecaridad, que tanta gra­
cia les ha hecho (por no decir “ que tanta irrisión les ha
causado” ) a unos buenos amigos míos que se la oyeron,
como muchos otros tabasqueñismo, a una fam ilia tabas-
queña, con que se nombra también a los mendigos en
Tabasco, es de igual formación que pordiosero, corre­
veidile, cascarrabias, o que tantas otras voces compues­
tas que tiene el castellano; y en mi opinión es más
puntual que limosnero, como se dice en la capital m eji­
cana y en otras partes de América, y que en mis tiem­
pos se decía pocas veces o nunca en Tabasco, ya que
limosnero ha sido desde muy antiguo en español preci­
samente lo contrario de mendigo, esto es, el que da
limosnas, y no el qué las recibe, el encargado de recoger
las limosnas de las personas caritativas y distribuirlas
entre los pobres o mendigos, y en los palacios de los
reyes, príncipes, etc., la persona que tenía a su cargo
el dar o distribuir las limosnas. En Tabasco, como en
cualesquiera otras partes de habla española, se usan
multitud de voces compuestas, castizas las unas, fo r­
jadas en la turquesa del habla popular las otras, unas
festivas o irónicas, otras serias, casi siempre de correc­
tísima formación. Quiero trasladar aquí unas cuantas
de las palabras compuestas más usuales en Tabasco,
de la mayor parte de las cuales trato en artículos se­
parados :

Aguafiestas Cocopato
Andavete Correquetealcanza
Bocabierta Chicozapote
Buscapiés Chicheciega
Cocopelado Chismecali.ente
Chupaflor (el colibrí, que Lenguafloja
en otras partes se llama Lengualarga
también chupamirto) Pansinsal
Chuparrosa (el colibrí) Pidecaridad
Deacuatro (medio peso o Polloloco
moneda de a cincuenta Pringapiés
centavos) Siemprelisto
Dientefrío Sietecueros
Diezreales Sietepresas
Domingosiete Sinzapatos
Espantavenado Tenmeacá (o éntre el vuL
Estatequieto go, tenémeacá)
Gallogallina Tragaldabas
Hambrevieja Trépatemico
Lameplato (o su forma Tripasinfondo
vulgar lambeplato) Trompadehule

PIE
Pedirle permiso a un pie para levantar (o mover) el otro.
Aplícase a la persona cachazuda o perezosa, que hace
las cosas con excesiva lentitud o de mala gana, o que
camina muy despacio, y así se dice: fulano es de los que
le piden permiso a un pie para levantar el otro.

PIG UA
El general Pigua. Esta expresión tabasqueña, aunque fue
poco usual, bien valido lo vale el recordarla por su ori­
gen gracioso y al mismo tiempo espeluznante. Hay en
Tabasco, cerca de Villahermosa, un río llamado La Pi­
gua, que muchos años há fue un canal o zanja que se
podía atravesar de un salto, después un arroyo cauda­
loso y por último se convirtió en río torrencial (pigua
es en Tabasco el langostino de r ío ). Aconteció allá por
el año 1913, en el entonces San Juan Bautista, un motín
armado o sublevación de las fuerzas que guarnecían
la capital pertenecientes al 31<> Batallón de la Guardia
Nacional, que tenían su cuartel en el viejo caserón que
fue antes la planta eléctrica, frente al parque de La
Paz y la iglesia de Santa Cruz.
Poco después de una medianoche, casi a raíz del ase­
sinato del presidente Madero y vicepresidente Pino
Suárez, siendo gobernador el Dr. Manuel Mestre Ghi-
gliazza, comenzó el motín en el cuartel de Santa Cruz.
Los primeros disparos fueron para dar muerte al ca­
pitán de guardia, Carlos Rosado, que en esos momen­
tos dormitaba en una silla de extensión, y que no tenía
parte en la conspiración encabezada por un subteniente
llamado Rafael la Granja. Consumado el asesinato, los
rebeldes se lanzaron a las calles de San'Juan Bautista
disparando sus armas al aire, y se dedicaron al latro­
cinio y el pillaje. Varias casas comerciales importantes
fueron robadas, y también fue asaltada la sucursal del
Banco de Méjico, de cuyas cajas sacaron los amotinados
fuerte suma de dinero.
Mi padre era a la sazón cajero del Banco de Tabas­
co, situado en la calle de Juárez, a unos cuantos pasos
de la Sucursal del Banco Nacional, y acuérdome que,
en medio de la trifulca, sonaron unos golpes en la puer­
ta de mi casa. Indecible fue el temor que se apoderó
de todos nosotros, pues temíamos que fueran los suble­
vados que iban por mi padre para que les abriera las
cajas del banco. Mas no eran los rebeldes sino el con­
serje de la institución que iba con un recado del ge­
rente, don Teodoro Abaúnza, quien le mandaba decir a
mi padre que se había sublevado la Guardia Nacional
y que debía esconderse porque en esos momentos esta­
ban asaltando la sucursal del Banco Nacional. Mi pa­
dre, en la incertidumbre de si debía esconderse para
no verse obligado a abrir las cajas fuertes del banco,
y dejar abandonada a su familia, expuesta a la ira y
a las represalias de los alzados, si al ir en su busca no lo
hallaban en su casa, decidió esperar, y al cabo de algún
rato se fue al banco a salvar lo que pudiera esconder
para que no cayera en manos de los asaltantes. Horri­
bles fueron las horas de angustia que pasamos mi ma­
drastra, mis cinco hermanos, tres de ellos pequeños, y
yo, esperando de un momento a otro oír sonar los gol­
pes en la puerta o que nos llevaran alguna noticia
funesta. Mas por suerte los sublevados, en su embria­
guez y desenfreno, o no se acordaron del Banco de
Tabasco, o se conformaron con lo que habían substraí­
do del Banco Nacional y de las casas de comercio, y
creyeron que no valía la pena asaltar el de Tabasco.
El coronel Juan A. Poloney, comandante del Bata­
llón 31°, y el Comandante de la Policía de San Juan
Bautista trataron de organizar un cuerpo armado que
atacase a los rebeldes, pero sólo se lograron juntar unos
cuantos hombres armados con rifles antiguos y he­
rrumbrosos de un solo tiro que había arrumbados en
algún rincón de la comandancia, y que no llegaron
siquiera a presentar combate (los pocos hombres ar­
mados, no los rifles herrumbrosos), ni mucho menos
pudieron evitar la depredación que padecieron las ca­
sas comerciales.
“ La del alba sería” cuando los amotinados, ya en­
teramente ebrios, para emprender la fuga se metieron
en un barquichuelo de que se habían apoderado pre­
viamente y que acertó a ser el único que estaba ama­
rrado en uno de los muelles. Era éste uno de los barcos
de río más pequeños que hacían el servicio fluvial en­
tre San Juan Bautista, Frontera y otras poblaciones, y
que llevaba el nombre de Macuspana.
Meterse todos los sublevados, cuyo número ascendía
a dos o tres centenares, en aquella embarcación dema­
siado pequeña para tan gran número de pasajeros, sin
contar con el botín, fue obra de la mente obtusa de sus
cabecillas, ofuscada por los humos del alcohol y por el
afán de huir de la capital; osadía que pagaron bien
caro los amotinados, quienes en su premura de escapar
aproaron la embarcación a toda máquina río abajo, con
el propósito de remontar luego las aguas turbulentas
del caudaloso río de La Pigua para salir al río Gonzá­
lez y quizás emprender luego la fuga hacia La Chon-
talpa o alguna otra región del interior del estado. Ex­
cusado es el narrar los excesos de todo género, princi­
palmente en el de Baco, que ya habían cometido y
siguieron cometiendo esos insensatos en su breve fuga
desde San Juan Bautista hasta La Pigua; yo me acuer­
do haber oído referir de labios de quienes vieron pasar
la embarcación con su carga exagerada de soldadesca
ebria y enardecida, cómo se ladeaba el barquichuelo
ora a babor, ora a estribor, según que los que en ella
iban se apiñaran hacia un lado u otro.
Y sucedió lo inevitable: al tratar la embarcación,
con su carga desigual, movediza y desequilibrada, de
remontar las caudalosas aguas del río La Pigua, se
volcó en una de tantas cabriolas y fue a parar al fondo
del río con todo y su cargamento que a su vez iba bien
“ cargado” de aguardiente, armas, municiones y del bo­
tín robado. Las escenas dantescas que entonces presen­
ciaron las sombras de la madrugada serían dignas de
ser relatadas por un Rómulo Gallegos o un José Eus­
tasio Rivera, pintores magistrales del trópico, sus be­
llezas y sus horrores, y se me antojan algo así como un
símil de la noche del 30 de junio de 1520, la Noche
Triste del ejército conquistador, en que perecieron, se­
gún relata la historia, varios millares de fugitivos, en­
tre españoles e indígenas sus aliados, en horripilantes
escenas de espanto y de terror, ahogados en las aguas,
en el lodo y en la sangre, en su desordenada fuga de la
Gran Tenochtitlán.
Cuántos sublevados murieron en La Pigua. aquella
madrugada trágica, es cosa que ignoro, pero, según se
aseguró en aquel entonces, pasaron sobradamente de
doscientos, y lo cierto fue que con ello quedó liquidado
el motín de la Guardia Nacional; suceso horripilante
que llenó de espanto y al mismo tiempo de alegría a la
azorada San Juan Bautista. Pocos días después, cuando
se recibió en la capital del estado la prensa capitalina,
leimos los sanjuanenses con gran algazara, entre risas
y graciosos comentarios, el relato del motín que hacía
uno de los grandes diarios de la ciudad de Méjico, que
después de referir a su manera la sublevación y fuga
de los amotinados, terminaba diciendo que de San Juan
Bautista había salido el General Pigua al mando de
un nutrido destacamento de tropa en persecución de los
rebeldes, a los que logró dar alcance, derrotar, desban-
dar totalmente y hacerles muchos prisioneros.

Desde entonces y por algún tiempo se dijo con iro­


nía el general Pigua, al hablar de las muchas subleva­
ciones que en aquel entonces eran en Méjico el “ platillo
del día” , o de alguna grave dificultad que requería ac­
ción enérgica; de ahí frases como estas: eso lo arregla
el general Pigua, o bien, que le manden al general
Pigua.

P IL L O T E
A pillóte o de a pillóte. En abundancia, en montón, por mon­
tones, o como dice el vulgo en el centro de Méjico, de
a bola, reharto.

PIN TÓ N
Entre pintón y maduro. Frase familiar que denota mediana­
mente bien, así, así, o como dicen en Tabasco las gentes
del campo entrever adito, sobre todo cuando se responde
a la frase de cortesía: “ ¿cómo te va?” o “ ¿cómo te ha
ido?” , se dice: entre pintón y maduro. Pintón es cali­
ficativo que se da a cualquier fruto cuando empieza
a tomar color poco antes de madurar. El Diccionario
dice que en España sólo se aplica “ al racimo de uvas
cuyos granos van tomando color.”

P IT A
La pita revienta siempre por lo más delgado. Ya los latinos
expresaron un concepto algo semejante en la frase locus
minoris resistentise, es decir, el sitio de menor resis­
tencia, que es siempre el más vulnerable. Este dicho
tabasqueño, la pita revienta siempre por lo más delga­
do da a entender que las dificultades, los asuntos gra­
ves se resuelven o redundan en perjuicio del más débil,
del menos preparado, o del que tiene menos expedientes
o medios para luchar contra la adversidad. En otras
partes se conoce el adagio en la forma él hilo revienta
por lo más delgado. En Tabasco es común llamar pita
al hilo o cordel hecho con la fibra de ciertas plantas
de la fam ilia Amarilidáceas, a la que pertenecen el he­
nequén, el maguey, etc., y por extensión a cualquier
hilo.

PITO
Andar con pitos y flautas. Andarse por las ramas o con ro­
deos ; evadir el asunto de que se trata o se debe tratar;
dar pretextos vanos y que no vienen al caso, para no
entrar en materia y dilucidar un asunto.
Tener una persona voz de pito rajado. Tener voz chillante,
destemplada o desagradable. Se dice también:
Voz de pito coleto.

POBRE
Cuando al pobre le va mal, ni presa le halla al tamal. Pro­
verbio parecido a citando está uno de malas hasta los
yerros lo . .. miran, sino que alude en particular a la
mala suerte del hombre pobre. Otro refrán alusivo es
en las manos del pobre la plata se vuelve cobre.
En el pobre es borrachera y en el rico es alegría. Dicho que
alude a la “ mala suerte” del pobre, que todo cuanto
hace o dice le parece al mundo ridículo, indigno o vi­
tuperable y, en cambio, si lo hace o dice un rico hay
muchos que lo celebran como una gracia, una obra de
ingenio o, cuando mucho, como una extravagancia o un
capricho. Y a Cervantes lo dijo en su inmortal obra:
“ Las necedades del rico, pasan en el mundo por senten­
cias.” Quij., II, X L III.
Ir una cosa como entierro de pobre. Ir muy a prisa, viento
en popa, a todo trapo. Alude, claro, a que los entierros
modestos, por los que se pagan cuotas módicas, las
agencias funerarias procuran despacharlos lo más
pronto posible, que puede necesitarse la carroza fúne­
bre para otro m uertito; muy a diferencia de los entie­
rros costosos que, aunque el cortejo y la ceremonia du­
ren más que la esperanza del pobre, todo entra en el
tanto más cuanto de la paga.

POCHITOQUE
Pochitoque jahuactero, se dice de la persona cascarrabias,
enojadiza, atrabiliaria, refunfuñona, colérica, aludiendo
a la fiereza que se atribuye a esta especie de quelonio,
variedad mucho menor que la tortuga, que vive entre
los jahuactales o lugares donde abunda el jahuate, que
es una palma (Bactris hórrida y otras especies) de
grandes espinas durísimas y largas, cuyos tallos se pa­
recen a la Caña, y crece en lugares húmedos y panta­
nosos.

PO N C H E R A
Ponchera por palangana, aguamanil, jofaina, es uno
de los americanismos que se usan en Tabasco. Rivodó
(Voces nuevas, pág. 276) incluye la voz entre los vene-
zolanismos. Se dice también con igual sentido en Co­
lombia, según Santamaría (DICC. GR AL. DE A M E ­
R IC A N IS M O S ), donde significa también bañera o tina
de baño. Sin duda se dijo así por la semejanza de la
palangana con el “ vaso, generalmente semiesférico, en
el cual se prepara el ponche” (DICC. de la Acad.).
Acaso nos haya venido de España. En la capital de
Méjico se comete otra incorrección al llamar bandeja a
la palangana.
POZOL

Se le olvidó el pozol, pero no el meneíto. Este dicho genui-


namente tabasqueño critica con fina ironía a las per­
sonas que, por necia vanidad o presunción ridicula, nie­
gan la cruz de su parroquia, no obstante que hasta por
encima del vestido estáp mostrando su desgarbada con­
dición provinciana o sus palurdos modales; quiero
decir, que simulan desconocer o haber olvidado las co­
sas o costumbres del terruño, cuando, después de corta
(o larga) ausencia, pasada quizás en la capital de la
República o en el extranjero, vuelven a la patria chica
haciendo vana ostentación de las novedades allá apren­
didas, de los modos y usos de esas tierras extrañas
que apenas conocieron, y manifiestan sorpresa cuando
alguien trata de las cosas propias, tanto más evocado­
ras y placenteras cuanto más distante vive o ha vivido
uno del amado rinconcito en que pasó los primeros
años, que son siempre los más felices de la vida.

Proviene el irónico decir del cuento aquel que oí


muchos años há y que procuraré referir tal y como lo
conserva mi memoria. Decíase que uno de esos f if ir i­
ches, lechuguinos o pisaverdes, después de vivir por
corto tiempo en la “ capital” , acaso paseando sus mise­
rias por el entonces barrio de Tepito o de los Indios
Verdes, volvió a Tabasco tan inflado como un cama­
león y hasta haciendo alarde del cadencioso dejo capi­
talino, que más se parecía al cantinflesco tonillo del
peladito mejicano que al musical acento de la gente
fina. Y sucedió que, estando nuestro papanatas con su
familia o con sus amigos (que para el caso es lo mismo)
a la hora del pozol, al ver que servían en las típicas
jicaras el espumante líquido, poniendo cara de sorpresa
y con fingida candidez preguntó qué eran aquellos ex­
traños utensilios y para lo que servían. Alguien, que
pareció más cándido de lo que él se hacía, pero que en
realidad era bien ladino y sólo quería llevar adelante
la guasa, le explicó por menudo lo que eran las jicaras,
y el uso que se daba a su refrescante contenido. Tomó
el simplón su jicara y empezó a sorber con no fingido
deleite y maña el agradable chorote, entreverando los
tragos con buenos bocados de la exquisita conserva de
Tornolargo, la panela de pataste o el turrón de coco.
A l llegar al final de la bebida, no queriendo dejar ni
el asiento o xix (que se pronuncia shish y se toma dán­
dole un meneíto a la jicara), hizo lo que era de rigor,
a saber, imprimió al recipiente los indispensables mo­
vimientos circulares para mezclar bien el asiento y
empinar luego la jicara. Lo cual fue motivo para que
el “ crédulo” panegirista del pozol y la jicara, que no
había dejado de observar al lechuguino, soltando la
carcajada exclamase: ¡se le olvidó el pozol, pero no el
meneíto!

NOTA para el lector que no sea de Tabasco, que el tabasqueño,


a menos que tenga tan mala memoria como el bobalicón del cuento,
r¡o necesita que le digan que el pozol o pozole, en el Sureste de Mé­
jico, desde Tabasco hasta Yucatán, es una bebida que se prepara
diluyendo en agua fría una masa gruesa hecha de maíz cocido y
reventado, que en Tabasco se suele servir en jicaras. Cuando se le
añade cacao tostado y molido se llama chorote. En Yucatán se acos­
tumbra prepararlo también con leche fría. Es curioso notar que en
Venezuela se da el nombre de chorote, voz que ya registra el Diccio­
nario de la Academia, al chocolate que se hace cociendo el cacao solo,
molido, con agua y endulzándolo con papelón, que es nuestro pilon­
cillo o panela. En Colombia (y también en Venezuela) se llama cho­
rote a la vasija de la loza sin vidriar, y en Cuba a cualquiera bebida
espesa.
Q
QUEDAR
Quedar (o quedarse,) como perrito atasteco. Comer con glo­
tonería y exageradamente, hasta quedar como los pe­
rros callejeros, generalmente famélicos y entecos que,
cuando se les presenta la ocasión, no muy frecuente por
cierto, comen casi hasta reventar y les queda el vientre
tan abultado que apenas pueden moverse. En mis tiem­
pos, cuando se quería decir de un perro que no era de
casta sino ordinario, corriente, “ sin árbol genealógico”
(sin pedigree, como dicen los pedantes), se le daba la
designación de perro atasteco, que es como si en la ca­
pital de Méjico se dijera perro de Xochimilco o de
C m utitlán (Atasta es un pueblo cercano a Villaher-
mosa). Tiene el dicho las siguientes variantes: quedar
como perro atasteco: flaco y barrigón, y quedar como
perro atasteco: flaco pero barrigón. Se decía también
en igual sentido:
Quedar (o estar,) uno pando y parejo, expresión que sólo he
oído en Tabasco, o
Quedarse como sordomudo, o Comer hasta tocárselo.

QUEM A
El día de la quema. Era bastante usual en el lenguaje fami­
liar de Tabasco, cuando alguien alababa la bondad de
alguna persona que a uno le parecía no tener ninguna
cualidad que justificase la alabanza, añadir incrédula­
mente el comentario para el día de la quema. Así, cuan­
do alguien decía, por ejemplo, fulanita es muy buena,
decía irónicamente algún guasón que no creía en tal
bondad: ¡sí, pa’l dí’e la quema!
QUERER
Cuando yo quería tú no querías, ahora que tú quieres yo ya
no quiero, o cuando yo quise tú no quisiste, etc. Frase
en que se repite el verbo querer, que se explica por sí
sola, y que se decía mucho en mis tiempos, principal­
mente entre muchachos.

QUIEN
Darse el ¡quién vive! Se dice así en sentido comparativo
de dos personas de iguales fuerzas físicas o valor per­
sonal, o que tienen similares cualidades buenas o malas,
y de las que, al hacer una comparación, sería difícil
decir cuál saca la ventaja. Es dicho parecido al tabas-
queñísimo darse piedra con cocoyol.

R
RANA
Cuando la rana críe pelos. Expresión vulgar con que se ex­
presa duda de que suceda o se cumpla alguna cosa:
“ fulano te va a pagar ese dinero cuando la rana críe
pelos” , que equivale a decir: no te pagará nunca, ya
puedes acostarte a esperar que te pague, te pagará el
30 de febrero, o el día de las calendas griegas.

REBOLLÓN
Meterse uno en el rebollón, salirse de él; haber un rebollón,
por meterse en el barullo o rebumbio, salirse de él, o ha­
ber una pelotera, barahunda, un gran gentío o alboroto.
La palabra rebollón es (o era) común en Tabasco para
significar barullo, aglomeración desordenada de gente,
y así se dice: allá en la esquina hay un rebollón de
gente, o simplemente un rebollón; en un momento se
form ó él rebollón.
Es posible que la voz provenga de rebullir, vocablo
castizo con la acepción de empezar a moverse lo que
estaba quieto, y que en algunas partes de Méjico (no
en Tabasco) se emplea, por extensión, con el significado
de alborotar, agitar, inquietar. Santamaría dice que
rebullir es “ solecismo por menear, revolver, alborotar,
inquietar” (DICC. GRAL. DE AM E R IC A N IS M O S ). A
mi me parece una acepción muy legítima y ajustada 2
la-índole del castellano por las razones siguientes: re­
bullir viene de bullir, hervir un líquido, menearse, agi­
tarse una cosa con movimiento y ruido semejantes a
los del agua que hierve, y en sentido metafórico, agi­
tarse, moverse una persona, o bien, como verbo tran­
sitivo, menear, mover alguna cosa. Ahora bien, la
partícula inseparable o prefijo re tiene, entre otros
significados, los sentidos tanto iterativo o reiterativo
(v. gr. en recostarse, renuente, rehacer, reparar, resu­
citar, representar), como intensivo, frecuentativo o
aumentativo, según se ve en reconocer, redundar, relu­
cir, resplandecer, etc. Y si, por razón de la partícula
re se da a rebullir la acepción de empezar a moverse
lo que está quieto, que es un sentido aumentativo o
intensivo, no hay razón para negarle el sentido itera­
tivo o reiterativo que tiene cuando se le emplea para
connotar revolver, mover con suma violencia, agitar,
alborotar, inquietar.
Mas, dejada aparte esta disquisición filológica, de
la voz rebullir bien pudo sacarse rebulla (como de bullir
salió btdla), cuyo aumentativo sería rebullón que. tro­
cando la u en o, se volvería rebollón; o bien, es posible
que todas estas mutaciones las haya efectuado in mente
el hombre del pueblo y que de su turquesa imaginativa
haya nacido rebollón, como se dice en Tabasco. Ningu­
na de estas voces (rebollón, rebullón) traen el DICCIO­
N A R IO G E N E R A L DE AM E R IC A N IS M O S ni ningún
otro de los diccionarios ni vocabularios que he consul­
tado.
Rómulo Gallegos pone en boca de Juan Prim ito la
palabra rebullón, pájaro fantástico ( “ Una especie de
materialización de los malos instintos de doña Bárba-
ra” ; “ Ya van alborotando otra vuelta los rebullones” .. .
“ ¡Y a están aquí los rebullones! ¡A v e María Purísima!
Aguaiten, muchachos, como viene esa bandada de bi­
chos negros escureciendo el cielo!” , DOÑA B ÁRBARA,
segunda parte, cap. I I I ) . ¿Es el vocablo invención de
Juan Primito (esto es, de Rómulo Gallegos), o era ya
conocida la palabra en Venezuela, y con qué acepción?

R E B U ZN AR
No rebuznar por miedo a que le pongan el aparejo. (R efra­
nero inédito de Santamaría.) Se dice de la persona
muy escasa de entendimiento, y es expresión semejante
a no es más bruto porque no es más grande, o sólo le
falta andar en cuatro patas o rebuznar.

R E C U L A T IV A
No ha lugar a la reculativa. Los vocablos, locuciones y mo­
dismos más donairosos y expresivos, y a las veces más
bellos del idioma, suelen nacer del habla popular, del
sencillo y pintoresco lenguaje dé la gente común que
con su intuición, perspicacia y viveza de ingenio forja
voces, inventa dichos, agudos unos, oportunos otros,
que enriquecen el caudal lingüístico de las naciones.
Como ejemplo de la naturalidad y espontaneidad
con que nacen de la inventiva del pueblo las voces nue­
vas, que el Diccionario haría muy bien en recoger,
quiero citar esta fra se : no ha lugar a la reculativa, de
corte curialesco y de intachable puntualidad, que allegó
un fino observador y consumado lexicógrafo, don Fran­
cisco J. Santamaría, en un pueblo de Tabasco, y que
le oí expresar y comentar mucho antes que la incluyese
en su D IC C IO N AR IO G E N E R A L DE A M E R IC A N IS ­
MOS como curioso ejemplo del ingenio popular en asun­
tos lingüísticos.
La frase fue escrita en documento oficial por un indí­
gena leído y escrebido del pueblo de San Carlos, a la
sazón comisario de policía del lugar, con motivo de cier­
ta pena cuya revocación se le pedía. Vistas y conside­
radas las circunstancias del caso, y no hallando el
funcionario motivos bastantes para la casación o dero-.
gación del mandato, dictaminó en los términos antes
méncionados: no ha lugar a la reculativa, con que quiso
significar no se acepta la anulación de lo acordado,
no cabe el desdecirse o echarse atrás.

RES
Ser una persona una res peluda. Comunísimo es en Tabasco
llamar a una persona res peluda cuando se la quiere
apellidar gaznápiro, palurdo, zopenco, bestia. Es frase
despectiva semejante a ser una vaca echada, como se
dice en el centro de Méjico. Con esta frase comenzó
su famoso soneto el N egro melenudo, Salomé Taracena,
poeta populachero, agudo improvisador, más conocido
en Tabasco por sus versos picarescos, algunos de ellos
pornográficos, bohemio sin gran cultura literaria pero
de un sutil ingenio, que escribió cosas tan bellas como
esta:
“ Ojos negros que tenéis
corrientes de magnetismo,
ojos de color de abismo
¡por Dios, no me atormentéis!
Quiero que consuelo deis
a mi triste escepticismo,
y que sean mi bautismo,
mi fe y redención sagradas,
vuestras profundas miradas,
ojos de color de abismo

Ojos negros, hechiceros,


ojos llenos de ilusión,
ojos de ébano y carbón
con pupilas de luceros.
Ojos que sois los primeros
que inflaman mi corazón,
tened de mí compasión
y cuando triste sucumba,
llorad en mi humilde tumba,
ojos de ébano y carbón.”
Sucedió que el Negro melenudo tuvo cierta polé­
mica en verso con el llamado vate Rosario (José N ati­
vidad R osario), que no era vate sino un pobre copiador
(y copeador) de todo lo que se le venía a la mano,
recitador callejero de versos de Antonio Plaza y de
Manuel Acuña, cuando los humos del alcohol lo hacían
sentirse poeta, y a quien la ironía popular bautizó con
el apodo de “ vate” . En la cual polémica Taracena de­
dicó al vate Rosario un soneto que éste contestó con
unos esdrújulos disparatados a más y mejor, que se
hicieron muy populares en el entonces San Juan Bau­
tista. El primer cuarteto del soneto dice:
“ Es una res peluda el choco Nato *
A quien va dirigido este soneto,
Por ser un fardo que del peso neto
Sólo he encontrado un ente mentecato.”
De los esdrújulos del Choco Nato no puedo resistir
la tentación de trasladar aquí el primer cuarteto:
“ Jamás pensaba que tu musa crítica
Iba a arrastrarse por el lodo fétido
Como se arrastran los odiosos réptiles,
Así te miro con dolor recóndito. . . ”
Se dice también por eufemismo:
Ser una res.. . petable persona.

ROM PER
De rompe y raja. Esta es la forma tabasqueña del dicho
español de rompe y rasga, que denota, según la Aca­
demia, “ de ánimo resuelto y gran desembarazo” , sino
que la frase tabasqueña tiene más lata connotación
pues que se usa en mala parte para significar de hábi­
tos desordenados, de conducta reprobable y escandalosa,
de mala nota. En la capital de Méjico se usa la forma
que trae el Diccionario pero con significado igual que
se da en Tabasco al de rompe y raja.

* Choco, en Tabasco, indio, indígena. Nato, diminutivo de Nati­


vidad, cuando éste es nombre de hombre.
s
SÁBANA
Cada quien se tapa hasta donde le alcanza (o le da) la sá­
bana. Frase que explica que cada quien hace las cosas
en proporción con sus posibilidades.
Taparse con una misma sábana. Ser dos o más personas de
la misma calaña, cojear del mismo pie y encubrirse
unas a otras. Por lo general se toma en mala parte. Se
dice también comer en un mismo plato, aunque esto
último no encierra alusión despectiva como lo primero.

SALUDES
Enviar saludes, mandar saludes una persona a otra. Así se
expresa en Tabasco muy castizamente lo que en la ca­
pital y centro de Méjico se dice enviar o mandar salu­
dos. Cuando una persona que está lejos de otra desea
enviar a ésta expresiones de cortesía, de respeto o
afecto le dice por escrito o por conducto de un tercero
que le manda o le envía saludes o muchas saludes.
Correctísima y casticísima es esta manera de ha­
blar, según atestiguan el Diccionario de la Academia y
la lectura de los clásicos, en cuyos escritos se halla
esta locución que aun conserva el habla popular tabas-
queña en su prístina forma como, supongo, se conserva
en España pues el Diccionario la trae en el artículo
Saludar, allí donde dice “ enviar saludes” . Esto se lee
en el Diccionario académico desde la sexta edición (no
tengo a la vista la cuarta ni la quinta; no lo trajeron
las tres primeras ediciones) : “ SA LU D AR , DO. v. a.
Hablar a otro cortésmente deseándole la salud, o mos­
trarle con algunas señales benevolencia o respeto...
— Enviar saludes. Salutem daré” La última edición
de dicho léxico académico dice: “ Saludar. (Del lat. sa-
lutare.) tr. Hablar a otro cortésmente deseándole salud,
0 mostrarle con algunas señales benevolencia o res­
peto . . . | j 4. Enviar saludes. . . ”
En la carta que don Quijote escribió desde Sierra
Morena a Dulcinea dijo: “ El ferido de punta de ausen­
cia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dul­
cinea del Toboso, te envía la salud que él no tie n e .. . ” ,
C E R V A N T E S : Quijote, I, X X V. Y en el capítulo
X X V I de la propia primera parte del mencionado libro
se le e : “ Así es, dijo Sancho. Luego, si mal no me acuer­
do : «el llego y falto de sueño, y el ferido besa a vuestra
merced las manos ingrata y muy desconocida hermosa»,
y no sé qué decía de salud y de enfermedad que le en­
viaba”
M ir y Noguera, en su libro FRASES DE LOS A U ­
TORES CLÁSICOS ESPAÑOLES trae en el artículo
Saludar, entre otras, estas dos: “Le envía mil salu­
des. . . ” , “ Usar de las saludes antiguas” , VEGA, Salmo
5, c. 7, disc. 3. En lo antiguo se dijo también beber
saludes, por brindar, como se ve en estas frases: QUE-
VE D O : “ Para beber saludes imperiales, Orlando,
cant. I ; E S T E B A N IL L O : “Bebiendo a santas saludes” ,
cap. 8.1
En efecto, saludes ha significado en castellano desde
muy antiguo “ actos y expresiones corteses” , según di­
jo el Diccionario académico en su primera edición (ar­
tículo “ SALU D . . . 5. p. Los actos y expresiones corte-

1 Estas formas de dicción nos vienen del latín, en que eran usua­
les las frases salutem daré, salutem dicere (en la pluma de Cicerón,
según De Miguel y Morante: Dice. Latino-Español Etimológico), mi-
ttere salutem alicui (en la de Ovidio, según los mencionados latinis­
tas), salutem bibere (en la de Ausonio), etc.
s e s ...” ), y según sigue diciendo en sus postreras
ediciones ( “ . . . || pl. Actos y expresiones corte­
s e s ...” ) ; por manera que al decir que se envían salu­
des se significa que se mandan las dichas expresiones
afables o de urbanidad con que se demuestra el respeto
o cariño que se tiene a una persona.
No sé si me equivoque pero me parece que la frase
mandar o enviar saludes fue la forma original castiza,
y que por corrupción se dijo en ía capital y centro de
Méjico, y acaso también en otras partes, mandar o en­
viar saludos. Aun más, me tengo para mí que mandar
saludos no.es ni castizo ni correcto, antes neológico y
estragado. Saludo es la acción o el efecto de saludar,
el disparo de las armas para saludar, según los diccio­
narios antiguo y moderno. Y mal se puede mandar o
enviar saludos (una acción o un efecto) sino, cuando
mucho, hacer saludo, además de que el Diccionario de
la Academia jamás ha concedido al singular ni al plu­
ral saludos la acepción de “ los actos y expresiones cor­
teses” como la tiene concedida a saludes desde la pri­
mera hasta la última edición.
Vean, pues, los que critican la expresión tabasqueña
enviar saludes tachándola de incorrecta y extravagante
cuán lejos están de atinar. ¡Ojalá que mis paisanos
nunca se olviden de sus frases enviar saludes, mandar
muchas saludes, enviar m il saludes, tan graciosas, tan
españolas, tan castizas, ni las cambien por la otra en­
viar saludos que nos quieren vender de barato los me­
jicanos del centro de la república!

S A N T A T E C LA
¡Santa Tecla la cacarañada! Era en mi tiempo exclamación
festiva de asombro, sorpresa o gusto.
SANTO
Comer santo y cagar diablo. (Refranero inédito de Santa­
maría.) Dicho vulgar que se aplica a las personas hi­
pócritas que aparentan ser muy santurronas pero, en
realidad, son perversas y malévolas.

SAPO
Según es el sapo así es la pedrada. Con que se da a entender
que ciertas cosas están o deben estar de acuerdo y en
proporción con las circunstancias, o que los trabajos
suelen ser proporcionados a las fuerzas de quienes los
emprenden. Es equivalente al refrán español Dios da
el frío conforme a la ropa, que en Méjico tomó esta
otra forma, conforme a la cobija es el frío.

SA R AG U ATO
El sol del saraguato. Dice Santamaría en su DICC. GRAL.
DE AM ERIC AN ISM O S, art. SOL: “ Así se dice, en Ta-
basco, del moribundo sol ya próximo al ocaso. Y más o
menos lo mismo dicen en Venezuela los llaneros: «el sol
del araguato». (GALLEGOS, en Cantacla.ro, p. 222: « f i­
jaron sus miradas en una polvareda distante que do­
raban los rayos del SOL DE LOS A R A G U A T O S .»)”
El saraguato es un “ cuadrumano del orden de los pri­
mates, abundante en la región sureste de Méjico y Cen­
tro América; mayor que el mono común y que parece
una especie distinta del araguato.. Santamaría, obra
citada, art. SARAGUATO.
SERENO
Será sereno. Sonsonete o juego de palabras con que se de­
nota oposición o contrariedad de sentido, opinión o
concepto, que se dice cuando, por ejemplo, una persona
trata de explicar a otra ciertas razones de por qué debe
mudar de parecer o resolverse a hacer lo que se le pide
que haga: exclama: “ pues será sereno, pero a mí no me
convences.” Se dice también será cereque (el cereque
es un animalito parecido al agutí o acutí, o variedad de
éste). Dícese asimismo en sentido similar: tú cantarás
muy bien yero a m í no me diviertes, y en el centro de
Méjico, en lenguaje popular: no le aunque. (Dice don
Rafael Domínguez que él nunca oyó tú cantarás muy
bien.. sino tú cantarás muy bonito... De ambos mo­
dos acuérdome haber oído el dicho).

S IN
Chocolate sin dulce,
Pan sin sal,
Tamal sin presa. Estas tres frases, que tienen significados
similares, se aplican juntas o por separado a la persona
sosa, insulsa, sin gracia ni viveza. Y o las oí aplicadas
a una misma persona en el siguiente orden: es un pan-
sinsal, chocolatesindulce, tamalsimpresa.

S IN Z A P A T O S
Ser un sinzapatos, se dice alguna vez en Tabasco, o se decía
cuando yo era niño, por ser un peladito, un patarrajada,
como se dice en la capital, un descamisado. (Véase el
artículo P A L A B R A S COM PUESTAS USU ALES E N
TABASCO.)
so
En Tabasco, como en España, es muy usual en el
lenguaje familiar la voz so antepuesta a ciertos adjeti­
vos, como aumentativo o despectivo, para encarecer la
mala calidad o el defecto que expresa el calificativo; por
ejemplo, so animal, so bruto, so babieca, so bribón, so
canalla, so bárbaro, so desvergonzado, so sinvergüenza,
so idiota, etc. Esta manera de dicción, que también se
usa en otras partes de América, creo no haberla oído
en otros lugares de Méjico, fuera de Tabasco, por lo
menos en el centro de la República.
Según Cuervo (A P U N T A C IO N E S CRÍTICAS, 6a.
edic. § 784 y 822), el so usado en tales casos, es una al­
teración semántica o contracción de señor, señora, se­
mejante a la que experimentaron vuestra señoría, vues­
tra merced, que se convirtieron en usía, usted, al pasar­
se rápidamente por la parte inacentuada y conservarse
las partes más perceptibles o sonoras de las palabras.
La alteración semántica es la siguiente: de señor, seor,
sor, so; de señora, sora, sor, sa. Dice don Rufino J.
Cuervo en la obra citada (§ 784): “M i so, m i sa eran
en los buenos tiernos de la lengua abreviaturas lacayu­
nas o fregoniles, o por lo menos harto familiares, de
m i señor, m i señora; usábase también so sin el pose­
sivo:
“ Mi sora Cristiana, demos...
— ¿ Qué hemos de dar, m i so Ocaña.

(C E R V A N T E S , La Entretenida, Jorn. 1.)

Que se quema, so Teniente!


( ALARCÓN, La Cueva de Salamanca, acto I.) ”
Y continúa Cuervo: “ A este so, usado como proclítico
a manera de tratamiento, refiere acertadamente D. Z.
Rodríguez (1875) el so que, antepuesto a voces de insul­
to, se usa en España y en Am érica; el título empleado
así encarece la mala calidad, presentando al sujeto como
eminente en ella. No de otra suerte el barbero de quien
ganó D. Quijote el yelmo de Mambrino, al reconocer
su albarda en poder de Sancho, le dice: «¡A h don la­
drón, que aquí os tengo! venga mi bacía, y mi albarda
con todos mis aparejos que me robastes!» (Q uij., pte. I,
cap. X L IV .) Lo más curioso es que so se ha hecho in­
variable, aplicándose lo mismo a hombres que a muje­
res y usándose con nombres plurales.” Hasta aquí
Cuervo.
Por manera que, al decir so bribón, so animal, so
bárbaro, so desvergonzado, es como si se dijera en tono
festivo y de encarecimiento, don bHbón, señor animal,
don bárbaro, señor desvergonzado.

SOBAR, SOBÓN
Sobar a una persona, o ser un sobón. En Tabasco dícese
sobar a alguien, en sentido metafórico, por adularlo,
“ barbearlo” o “ hacerle la barba” ; esforzarse de mil mo­
dos y maneras por agradar a la persona de quien se
puede o se desea sacar provecho o beneficio. Equivale
al muy expresivo también lambisconear del centro de
Méjico (voz que sin duda es la corrupción de lamiscar,
de donde el pueblo sacó lambiscar, y luego el aumenta­
tivo lambiscón, y de éste lambisconear) .
A l adulador se le llama sobón, y a fe que es harto
expresivo el término, extensión del sentido metafórico
que se da en castellano a estas dos voces, ya que en sen­
tido figurado sobar es palpar o manosear con demasia­
da familiaridad o frecuencia a una persona, y se dice
sobón del que por su excesiva familiaridad, caricias y
halagos se vuelve fastidioso y contentible. En efecto,
nada hay más enfadoso, además de ruin, bajo y des­
preciable, que la persona que se deshace en mil genu­
flexiones y dorsiflexiones, lisonjas, cortesías, halagos
y carantoñas (sobonerías, dice el tabasqueño; lambis-
conerías, dice el mejicano de la capital), para compla­
cer al poderoso, para agradar al mandón, para captarse
la benevolencia del cacique, del político encumbrado (mi­
nistro, gobernador, etc.) y conseguir de él algún “ hue­
so” , alguna gracia, un favor, un mendrugo.

SOL
N i el sol lo calienta ni el agua lo enfría. (Refranero inédito
de Santamaría.) Dícese de la persona que es indife­
rente a todo, que nunca manifiesta sus emociones, que
es un sangre de atole.

SO M ATAR, SOM ATARSE, SOMATÓN

Somatarse, darse un somatón, se dice con bastante frecuen­


cia en el lenguaje familiar de Tabasco por caerse apara­
tosamente, darse un fuerte golpe, un costalazo o costa­
lada. Somatar es voz tan bien formada como soasar,
por medio asar, y sofreír, medio freír. En el centro de
Méjico se dice en sentido festivo, dar el changazo o azo­
tar la res.
Somatar se usa también como transitivo con la
acepción de dar una persona una buena tunda a otra,
hasta dejarla medio muerta, y en sentido figurado por
malvender una cosa, malbaratarla, venderla a muy bajo
precio.

SO M B R ILLA

Sombrilla del diablo. Así se llama en Tabasco a cierto hon­


go, por su forma parecida a una sombrilla, quitasol o
paraguas. En Venezuela dicen paragüitas del diablo,
que es lo mismo (RIVODÓ, Voces Nuevas, pág. 256).

SUELDO
Rebájame el sueldo. Frase irónica con que se replica a la
persona que le habla a uno en tono descompuesto, co­
mo si lo estuviera reprendiendo o reconviniendo, y con
la cual se da a entender al regañón que aunque fuera
uno su sirviente, preferiría que le pagase menos dinero
por sus malos servicios y no que lo regañara.

SUPE
Estar supe una cosa (de comer), es estar sosa, pasada, agria,
descompuesta, y también estar zocata una fruta, esto
es, como acorchada, amarillenta y de mal sabor o insí­
pida. En algunas partes de Sudamérica se dice estar
suche.

SÚPITO
Quedarse uno súpito. En Tabasco, generalmente entre el vul­
go iletrado, quedarse atónito, estupefacto, pasmado, ale­
lado, como si de improviso o de súbito lo sobrecogiese el
espanto o el temor. Súpito se dijo en lo antiguo por sú­
bito, repentino, improviso, según la primera edición del
Diccionario (1728), y en su forma antigua se quedó en
América, pero mudada su significación. Se usa también
en Colombia con idéntico significado que en Tabasco.
Dice don Rufino José Cuervo en sus A PU N TA C IO N E S
C RÍTIC AS SOBRE E L LE N G U AJE BOGOTANO, 6a.
ed., §599: “ Súpito significó antiguamente súbito...;
nosotros lo tomamos por lelo, turulato, como la persona
a quien sobreviene algo súbitamente: «me quedé súpi­
to.»” Es posible que el súpito por atónito haya sido
traído a América por los españoles, pues no de otra
manera se explica el que sea usado en lugares tan dis­
tantes como Colombia (y quizás algunos otros países
sudamericanos) y Tabasco.

SAN M A R T ÍN

A cada puerco le llega su San Martín. Expresión familiar


que se aplica a la persona de mal vivir o de costumbres
licenciosas, o bien al fullero que vive de engaños y far­
sa, o al matasiete que tiene aterrorizado a medio mundo
con sus baladronadas o fechorías, a quien tarde o tem­
prano le llegará la hora en que padezca las consecuen­
cias de sus vicios y despiltarros, de sus fullerías y em­
bustes, o pague todas juntas sus malas acciones.
En lo antiguo se dijo a cada puerco le viene su San
Martín, según se lee en la primera edición del Dicciona­
rio de la Academia, que explicó el refrán en los siguien­
tes términos: “ ref. que advierte y enseña, que de lo que
a otro sucede, ninguno se alabe, porque no lo experimen­
ta; pues llegará su tiempo, aunque le parezca que se
retarda.” El Diccionario moderno dice: “Llegarle o ve­
nirle a uno su San Martín, fr. fig. fam. con que se da
a entender que al que vive en placeres le llegará día
en que tenga que sufrir y padecer.” Barcia (DÍCC.
GR AL. ETIM OL., 1881) dice que San Martín es “ La
temporada en que se matan los cerdos” , y Monláu
(DICC. ETIM OL., 1881, 2a. e d ic.): “ San Martín se lla­
ma también la temporada de matanza de cerdos en uno
de cuyos días celebra la Iglesia la festividad de San
Martín.”
Es refrán parecido al que se dice en la capital y
centro de Méjico: a cada capilUta le llega su fiestecita.
Se usa también en el sentido original que trajeron las
primeras ediciones del Diccionario, esto es, que no debe­
mos burlarnos ni alegrarnos de las desgracias, miserias
o contratiempos ajenos, pues nadie está a salvo de que
un día u otro le suceda lo mismo.

T
TAGUA
Ser de tagua una cosa (dícese también de las personas). Ser
una cosa de mala calidad, o ser una persona de poca o
ninguna importancia. Esta expresión era muy usual en
Tabasco, cuando el tabasqueño tenía su propio y pinto­
resco lenguaje vernáculo, antes que el radio y las co­
municaciones aéreas le vinieran a quitar, en parte, su
sello peculiar y personalísimo y lo contaminara con
el del resto de la República.
Acuérdome muy bien que en el entonces San Juan
Bautista (hoy Villahermosa), de Tabasco, había dos
empresas de tranvías de muías (o si gustas, culto lec­
tor, “ de tracción animal” ; yo prefiero decir como decía
el pueblo, “ de muías” o aun mejor, “ de mulitas” ), que
nacían el servicio de pasaje y carga (los tranvías, no
las empresas) entre la capital, San Juan Bautista, y
At&sta, Tamulté, Tierra Colorada, etc., además de tener
ambas sus respectivos circuitos en la ciudad. Las em­
presas eran la de Maldonado, de tranvías de vía ancha,
y la de Nieto, de vía angosta. A los tranvías de la se­
gunda, que eran bastante más pequeños que los de la
primera, el pueblo dio en llamar los tagüitas (diminu­
tivo de taguas).
i Ah, y qué tiempos aquellos, señor don Simón! Como
si los estuviera viendo. Los tagüitas pasaban por frente
a mi casa, en la calle de Zaragoza, y no se me olvidan los
gritos ni el sonido labial del cochero que, con acompaña­
miento de palabrotas soeces, mas para él muy naturales
y hasta necesarias para hacer entender a las muías que
debían echar los bofes, sonaba más aparatosa y ruidosa
que cruelmente su látigo (su cwarta) en los lomos de
las tres pobres acémilas rocinantescas, que en los días
de lluvias, de aquellos nortes tabasqueños que duraban
hasta una semana en que llovía incesante y furiosa­
mente, hacían esfuerzos indecibles por subir la loma de
Los Pérez tirando de su tranvía, que hoy movería a risa
por lo pequeño y extravagante, cargado de chocos y ta-
multecos y de uno que otro catrín. N i tampoco podré
olvidar las jardineras, tranvías abiertos que hacían la
delicia de las tardes de Tabasco, cálidas como el propio
trópico pero incomparablemente bellas y transparentes,
recorriendo su aristocrático circuito que abarcaba desde
La Punta hasta la Quinta de los Chinos, cerca de La
Ceiba, pasando por la Plaza de Armas, y por la Avenida
del Grijaiva y por la calle de Juárez y la de Aldama y de
Zaragoza y de La Libertad; en que por solos cinco cen­
tavos, que entonces valían más que uno de los pesos des­
valorados de hoy, podía uno gozar por media hora y
acaso algo más del “ caluroso fresco” tropical.
N i cómo olvidar las jardineras de Maldonado, que
“ corrían” con vertiginosa velocidad de tortuga por el
Playón, a orillas del Gr ijal va, hasta La Islita y el Ase­
rradero, en la caída de la tarde, al arrullo del estridente
chillido de los grillos y el monótono croar de las ranas.
¡ Ah, tiempos aquellos, felices como la propia adolescen­
cia, tan libres de las inquietudes y de las preocupacio­
nes del hoy y del mañana como despejado de nubes era
ese cielo azul añil del trópico!
Mas, volviendo a lo que te truje Petra, es curioso el
uso que en Tabasco se dio al vocablo tagua (según unos
del quichua tahua, y según otros del araucano). El Dic­
cionario académico, que por una de esas casualidades in­
explicables recogió el vocablo, le da dos acepciones: la
de cierta ave y de semilla de una palma de la cual se ex­
trae el marfil vegetal. Santamaría en su D IC C IO N A­
RIO G E N E R A L DE AM ERIC AN ISM O S, trae con este
nombre dos variedades distintas de plantas: la Phyte-
lephas macrocarpa, arbusto ciclantáceo parecido a una
palmera, propia de Sudamérica, desde Venezuela hasta
Perú, que da el fruto “ llamado también, como la planta
misma, marfil vegetal” , y el Psittocanthus arboreus o
Loranthus arboreus Mutis, de la familia de las Loran-
táceas. Cómo llegó a Tabasco desde Sudamérica la voz
tagua, al igual que han llegado otros vocablos, sería
cosa interesante aunque difícil de averiguar. Y aun más
difícil sería investigar la razón de por qué el tabas-
queño aplicó la voz no a planta ni ave alguna, sino a
cosas y también a personas en el sentido despectivo
que arriba se dijo. Acaso haya tenido parte en ello la
noción de “ marfil vegetar’, esto es, marfil espurio,
bastardo, falso, sin el valor ni el aprecio que se da al
marfil genuino, como falta de valor y estima es la per­
sona o cosa de quien se dice que es de tagua.

TALLA
No dar una persona o cosa la talla. No servir para la ocu­
pación, empleo o servicio a que se destina. Se dice tam­
bién no dar la medida.

TENATE
El que carga su tenate sabe lo que lleva dentro. Con que se
da a entender que nadie mejor que uno mismo sabe las
causas que lo mueven a hacer determinada cosa a ejecu­
tar ciertos actos. Se le puede dar también el sentido de
que cada quien sabe lo que le conviene hacer, y en este
caso equivale al viejo dicho español saber uno dónde le
aprieta el zapato. El tenate (del mejicano tenatl) es en
Tabasco lo mismo que tompiate (o tompeate) en el cen­
tro de Méjico, esto es, cesta honda y cilindrica de palma
tejida. En otras partes se dice: el que carga su morral
sabe lo que lleva dentro. Es algo parecido a estotro:
nadie sabe más de la olla que el cucharón que la menea.

TENÉM EACÁ, T E N M E A C Á
Véase ESTÁTEQUIETO.

T ÍA
No todos los días a casa de tu tía. Dicho común, principal­
mente entre la gente menuda, con que se niega alguna
cosa que otro desea o pide con demasiada frecuencia, y
para expresarle que no siempre se le han de cumplir sus
deseos. Se dice también: “ no todos los días en ca tu
tía” . (Véase el artículo Ca.)

T IE R R A
Echarle a uno tierra. Denunciarlo, comprometerlo alguna
persona con sus declaraciones, hacerle cargos.

TIG RE
Hijo de tigre sale pinto, o algunas manchitas tiene. (R e­
franero inédito de Santamaría.) Refrán popular seme­
jante a hijo de gato caza ratón, o a de tal 'palo tal astilla,
o bien a no lo htirta sino lo hereda.

TINGO, TANGO
Andar (o estar) del tingo al tango. Ir de una parto a otra,
de aquí para allá y de allá para acá, de la Ceca a la Me­
ca, de Heredes a Pilatos, de zocos en colodros. Es
curioso que en Venezuela, cuyo lenguaje popular tiene
muchas voces muy parecidas o idénticas a las que se
usan en Tabasco y que no son usuales en otras partes
de Méjico, se diga del timbo al tambo (RIVODÓ: Vo­
ces Nuevas, p. 282). Y ya que mencioné esta coinci­
dencia de “ venezolanismos” y “ tabasqueñismos” , quiero
citar algunas voces regionales que son usuales tanto en
Tabasco como en Venezuela (según Rivodó, obra cita­
da), y que no se conocen en otras partes de Méjico:
Ancheta
Butaque
Cogotazo (como se dice en Venezuela, muy parecido
a nuestro cocotazo, golpé dado en la cabeza o
coco, no con la mano abierta sino con el puño)
Cuchara (paleta de albañil)
Chorote
Dar lo vuelto (en Venezuela; en Tabasco igualmen­
te o dar el vuelto)
Despernancarse (esparrancarse, abrirse de pier­
nas)
Dos en dos (en Venezuela, paso de caballo; en Ta­
basco, dos y dos)
Español, etc., de agua dulce.
Facistor (presumido; también fachoso, en Tabas­
co)
Fondeado (rico, plateado, con dinero)
Fustán (falda, enagua, sino que en Tabasco el fus­
tán es falda interior o refajo, y en Venezuela
falda exterior)
Jipato (macilento, pálido).
Papagayo (papalote, cometa de papel que encum­
bran los muchachos)
Papujo (pálido)
Pelizcar (por pellizcar)
Planazo (golpe dado de plano con el machete o la
espada)
Ponchera (por palangana)
Tataratear (por tartalear, moverse sin orden o con
movimientos trémulos, trastabillar. Se dice en
Tabasco, por ejemplo, que un trompo tataratea
o está tataratoso, cuando está bronco, que salta
mucho; lo contrario de estar hecho una seda o
sedita. También se emplea el adjetivo tatara­
toso por tartajoso, tartamudo).
TOCAR
A mí no me toquen dianas, porque soy tambor mayor. (Re­
franero inédito de Santamaría.) Frase semejante en
su significado a no me vengas con pitos ni flautas, esto
es, no me andes con rodeos, o con aspavientos, o con di­
simulos, que ya conozco tus intenciones.
De toque Ud. maestro. Dicho que se suele acompañar con el
ademán como si con la izquierda se sujetase el violín
y con la derecha se moviese el arco. De violín, de oquis,
de balde, de coca, de golilla, de guagua, gratis, sin costo
alguno.
Hasta tocárselo con el dedo. Con que se expresa el haber co­
mido demasiado, engullido con exceso.

TO R EAR
Que lo toree Juan Diego. Frase que oí en Tabasco y que
nunca pude entender pues, que yo sepa, el indio Juan
Diego nunca fue torero ni tuvo la menor noticia del
arte de Cuchares y Pepe Hillo; con ella se expresaba
(con la frase, no con el arte de Cúchares) que no esta­
ba uno dispuesto a tolerar las majaderías o inconse­
cuencias de una persona, la cual se podía ir con la mú­
sica a otra parte.
Si lo torean embiste. Con que se da a entender que una per­
sona está tan furiosa como un toro de lidia, o que es
muy cascarrabias o malgeniosa.

TR Á M IT E
Sin más trámites. No es precisamente una locución usual del
lenguaje popular tabasqueño esta frase curialesca tan
llevada y traída en Méjico por los picapleitos, los jue­
ces de alta y baja alcurnia y los secretarios y escribien­
tes de juzgados. Aquí en la capital de la República yo
be sido instrumento para que se conozca y divulgue un
tanto el dicho entre mis amigos tabasqueños y capita­
linos a quienes he hecho el relato del incidente desgra­
ciado que motivó un curioso informe del agente muni­
cipal de cierta ranchería o poblado tabasqueño, y que
le oí relatar en mi último viaje a Villahermosa al enton­
ces Jefe o Inspector de la Policía. Tiene tanta gracia el
relato, en que se mezclan lo chusco y lo trágico, que
no puedo menos que pasarlo al costo a mis pacientes
lectores, ya que es de esta manera como nacen los dichos
y refranes que luego corren de boca en boca y pasan a
la posteridad.
Decía el antedicho funcionario que pocos días antes se
había recibido en la Jefatura de Policía un informe del
agente municipal de la ranchería X, redactado (supon­
go que con no muy buena ortografía ni sintaxis) poco
más o menos en los siguientes términos: “ Tengo el ho­
nor de informar a Ud. que en la madrugada de hoy el
ciudadano Crisóstomo García salió de este lugar en un
cayuco, acompañado de su mujer y sus tres hijos, con
rumbo a esa capital, pero estando el río crecido, en el
primer tomo chocaron con un gran tronco que arras­
traba la corriente, y al volcarse el cayuco se fueron to­
dos al agua y sin más trámites se ahogaron.”
Y , como el cuento no necesita comentario, sin más
trámites lo doy por terminado.

TUERTO
¿Con qué ojos, divino tuerto? Dícese así para significar que
está uno sin dinero; por ejemplo, si se le pregunta a al-
guien por qué no hace alguna cosa cuya ejecución ha
menester el gastar algún dinero que no tiene, responde:
¿con qué ojos, divino tuerto?
Estar tuerto el gallo. Estar en la prángana, en la chilla, a la
cuarta pregunta, sin blanca, estar bruja, en las cuatro
esquinas.

TORNO
Un torno y otro torno, y ahí está tu casa. En el lenguaje fa­
miliar se emplea algunas veces la anterior expresión to­
mada del vocabulario rústico del boga o remero tabas-
queño, para significar que el sitio a que se encamina
uno queda a corta distancia, o que ya falta poco para
llegar a él; pero también se dice en sentido irónico
cuando la distancia que se ha de recorrer es bien larga,
o aun faltan muchas horas de camino.
Proviene el sentido irónico de que el campesino de
Tabasco, como en general el de cualquiera parte, por lo
común no tiene noción cabal de las distancias, y para
él cualquier lugar queda ahí no más, tras lomita, aun­
que para llegar a él sea menester caminar muchas ho­
ras. Así, cuando se le pregunta a un boga o a cualquier
indígena que en ligero cayuco gobernado por sus des­
trísimas manos y fuertes brazos, navega intrépida­
mente en los caudalosos ríos tabasqueños, a qué distan­
cia queda su rancho, casi invariablemente da la cortés
y tradicional respuesta: “ allá nomasito, un torno y
otro torno y ahi está tu casa” , aunque cada torno se ha­
lle con muchas leguas de intervalo y haya que viajar de
sol a sol para alcanzarlos.
TO R TE A R
¡Adentro, que están torteando! Este dicho popular creo ha­
berlo oído por primera vez en Tabasco, allá en mis años
mozos, y acaso lo he oído también en otras partes de la
República. Es frase con que se estimula a alguien para
que acometa alguna empresa^ sobre todo cuando se pre­
senta buena oportunidad de llevarla a feliz término.
Equivale a ¡adentro los de Colima! o ¡adent?'o los do­
rados! o ¡a darle que es mole de olla!, que dicen en otras
partes de Méjico.
Para mí es frase, aunque vulgar, muy expresiva que
denota algo así como “ ¡ entren muchachos, que ya están
torteando, es decir, haciendo las tortillas y, por consi­
guiente, ya debe estar próxima la hora del yantar y te­
nemos buena ocasión para sacar el vientre de mal año!”
Es algo parecida a la expresión familiar española ¡a
ello o sobre ello, morena!

TO RTU G A
Tener todavía sangre la tortuga. Locución sentenciosa con
que se significa que, aunque una persona parezca estar
derrotada, aun tiene ánimo para seguir luchando, o
que aunque parezca que las cosas le son adversas, aun
puede contrarrestarlas y salir avante. En otras partes
de Méjico se dice todavía pica m i gallo.

TR U E NO
Con esos truenos ¿quién duerme? Expresión con que se ex­
plica el temor que ocasiona alguna cosa espantable, la
amenaza de un gran peligro, que hace perder el sosiego
y la ecuanimidad e introduce en los ánimos el terror y la
zozobra. Así, por ejemplo, del sujeto que anda tamañito
temblando como un azogado, que está metido en un za­
pato, poseído de gran pavor, sin gota de sangre en el
cuerpo, que si le aprietan la nariz se muere, hecho un
archigallina, más muerto que vivo de miedo por la ame­
naza que le hizo algún perdonavidas de matarlo donde
lo encontrara, para justificar irónicamente sus recelos
se dice: “ pero también ¿con esos truenos quién duerme?
I Para cuándo son los truenos si no para cuando llueve! (Re­
franero inédito de Santamaría.) Locución con que se
expresa que se ha de esperar que las cosas sucedan a su
debido tiempo o en su propio lugar.

y
VALER
Vale más arrear el macho que llevar la carga, o es mejor
arrear el macho que llevar la carga a cuestas. Dicho
con que se expresa la conformidad que se debe tener
con el trabajo que uno desempeñe, o con las penas que
uno tenga, pues hay otros que trabajan más o pasan
más penalidades.
Vale más caer en gracia que ser gracioso. Frase con que se
advierte al que pretende ser agudo diciendo chistes de
mal gusto, que para ser gracioso no basta decir grace­
jos sino que es preciso tener el don natural que hace
agradable a la persona que lo posee.
Vale más llegar a tiempo que ser convidado. Locución festi­
va que dice la persona que, sin estar advertida e impen­
sadamente se presenta en una casa a la hora del yantar
o en el memento en que se celebra alguna fiesta o ter­
tulia de la que es invitado a participar.

Vale más paso que dure y no trote que canse (o que ma­
dure). Con que se da a entender que por lo común es
preferible hacer despacio las cosas pero bien hechas,
para no correr el riesgo de cansarse y quedarse a medio
camino, o de tener que regresarse a enmendar lo que se
dejó mal hecho. Los italianos dicen chi va piano va lon-
tano (quien camina despacio llega le jo s ).

V A L IE N T E

El valiente dura hasta que el cobarde quiere. Sentencia po­


pular llena de sabiduría que expresa el ímpetu de cólera
que tiene la persona tolerante o de naturaleza apacible,
cuya prudencia toma el bravucón por cobardía, cuando,
cansado de las baladronadas y amenazas del perdona­
vidas, decide poner coto a éstas y con serenidad y forta­
leza de ánimo, se convierte de agredido en agresor (o
como dicen en la capital de Méjico, se vuelve él chirrión
por el palito), y deja a su agresor con él rabo entre las
piernas, vencido y acobardado.
Este adagio lo vi elocuentemente ejemplificado en
mi niñez, según verá quien lea lo que a continuación diré.
Había en el viejo San Juan Bautista un muchacho de
costumbres desenfrenadas e instintos ingobernados que
era la aflicción de su madre, la pesadilla de los tecolo­
tes, el coco de los tenderos, la rémora de los vecinos y
el terror de los mozuelos de su misma edad o aun mayo­
res, pues con sus “travesuras” , que a veces eran verda­
deros atracos a la propiedad ajena, y sus correrías y
constantes riñas tenía en perpetuo jaque a toda la ciu-
dad, y atemorizados a los muchachos que sabíamos de
sus fechorías y lo mirábamos con temor y respeto.
Mi hermano, algo mayor que yo, era un chico sose­
gado y pacífico, poco inclinado a buscar camorra, pero
resuelto y animoso cuando, sin buscarla, se encontraba
con algún camorrista. Pues bien, al parecer también a
él lo tenía agorzomado el valentón y temible Curruma-
na, que tal era el apodo que habíamos puesto a nuestro
“ héroe” .
En cierta ocasión hallábame frente a mi casa en la
calle de Zaragoza, jugando a las canicas con unos de
mis compañeros, cuando de súbito un guijarro lanzado
por mano traicionera se encontró en su trayectoria con
mi pobre cholla, a la que causó la consiguiente descala­
bradura, con acompañamiento de gritos y exclamaciones
míos y de los que conmigo estaban. ¿Qué había sucedi­
do? Que Currumana, apostado tras de la esquina del
teatro Merino, sin haber tenido antes la menor reyerta
conmigo ni con ninguno de los de mi grupo, queriendo
hacer una de sus “ gracias” , había arrojado la piedra
con tan certera puntería que fue a dar directamente a
mi cabeza.
Mi hermano que por allí cerca estaba, al reconocer
al autor de tamaña fechoría, con la rapidez del rayo sa­
lió en su persecución y, a pesar de ser Currumana agi­
lísimo corredor, y a despecho de la distancia que le lle­
vaba de ventaja, le dio alcance en un santiamén. Lo
que entonces sucedió, aunque no lo vi pude bien conje­
turarlo, pues jamás el valentón Currumana volvió a
meterse con mi hermano ni conmigo, además de que el
ojo morado que llevó por muchos días indicaba muy
a las claras cuál había sido el final de aquella agresión
tan traicionera como gratuita y cobarde.
VAREJÓN
¡Y dale Juana con el varejón! Dicho o exclamación que alu­
de a la terquedad de una persona que insiste neciamen­
te en algo que otra no quiere aceptar o reconocer. Equi­
vale al dicho de otras partes de M éjico: ¡y vuelta la bu­
rra al trig o ! u ¡otra vez la burra al trigo!, a lo que
añaden algunos .. .y la acaban de sacar!

Esta expresión acuérdome habérsela oído a mi ma­


dre, que era campechana pero vivió muchos años en
Tabasco. Es posible que haya sido más usual en Cam­
peche que en Tabasco, aunque no me ha sido posible
aclarar este punto. He preguntado a varios tabasqueños
de mis tiempos si conocieron el dicho y me aseguran no
haberlo oído nunca.
Tocante a varejón dice la Academia que es “ vara
larga y gruesa” , y que en América meridional se le da la
acepción de “ vardasca, vergueta” (la Academia en
la definición de varejón remite a vardasca y en el ar­
tículo vardasca remite a verdasca. Esto sucede en mu­
chos lugares del Diccionario. ¿Por qué, si la segunda
es la voz preferible, no remite desde el principio a ver­
dasca? ¡ Cosas de la Academia!), “ varita delgada” (ver­
gueta) .
El que varejón con la acepción de vara delgada (que
puede servir, entre otras cosas, para avivar las caba­
llerías) sea provincialismo de la América meridional es
inexacto, como lo demuestra el dicho ¡dale Juana con el
varejón! que yo oí en Tabasco (América del N o rte ). Ni
tampoco es americanismo sino castellano antiguo, según
se ve en esta cita de Góngora (1561-1627) que trae
Cuervo (A P U N T A C IO N E S , 6a. ed., § 721:
“ Pues a un árbol de aquel prado
Pidió apriesa un varejón,
Para llevarle en compás;
Mas el macho no aguardó.”
Romances burlescos, I.

Aquí el “ varejón para llevarle en compás” se supone


tendría que ser una vara delgada y corta, no vara larga
y gruesa, que sirviera de batuta “ para llevar el com­
pás” (o “ llevarla en compás” ), como graciosamente di­
ce Góngora aludiendo al azotar del macho.
Que todavía debe ser usual en España lo indica esta
otra cita de Cuervo de 1806 (vide supra):

“ Monterilla redonda atravesada


De alguna gruesa aguja con bramante,
Varejón en el cinto por espada.. . ”
F. G. de S A L A S : Pint. y descrip. del traje del arriero.

Es muy probable que el dicho, como el vocablo, nos ha­


ya venido de España.

VE ND E R SE

Venderse uno caro, es en lenguaje familiar dejarse vqr poco,


dejar de frecuentar una casa, no dejarse tratar a me­
nudo por las personas que desean su amistad. Es frase
figurada antigua.

VERDAD
La verdad no ofende pero incomoda. Refrán con que se sig­
nifica el disgusto que causa a una persona que le digan
ciertas verdades o le saquen sus trapitos al sol, aunque
con ello no se le haga ofensa alguna. En otras partes
tiene la form a: el que dice la verdad no peca pero in­
comoda.

V E R D O LAG A
Extenderse como la verdolaga en sembrado de indio. Yo oí
esta expresión, si mal no me acuerdo, aplicada a lo que
se propaga con presteza, como incendio en cañaveral,
que cunde rápidamente, como un chisme “sensacional”
acerca de algún personaje importante, un “ secreto a
voces” , una noticia inquietante, etc. Lo oí también apli­
cado a alguna señorona muy empingorotada y pagada
de sí misma, de las que, como dice el refrán, “nunca han
tenido y llegan a tener, y locas se quieren volver” , que
llega a un lugar (salón, teatro, etc.) tan inflada que el
local es poco para ella y no hay sitio bastante capaz pa­
ra darle cabida. Se dice entonces que la señorona está
más extendida que la verdolaga o que la verdolaga en
sembrado de indio.

VE R
Ser un sin v e r .. . las cosas. Eufemismo por ser un sinver­
güenza.

V ID A
Por vida suyita. Frase de encarecimiento. Es el dicho cas­
tizo por vida suya en diminutivo. C E R V A N T E S : “ Por
vida vuestra, hijo, que volváis pronto de Tembleque.”
Quij., II, X X X I.
VISIÓN
El que no quiera ver visiones que no salga de noche. Senten­
cia con que se previene a las personas que no gustan de
presenciar cosas desagradables, ni de experimentar mo­
lestias, dificultades o contratiempos, o bien que son ti­
moratas y no se atreven a arrostrar los peligros, que
deben quedarse en casita y evitar los lugares o las oca­
siones en que pueden presentarse las unas o los otros.

VUELTA
Darse una persona tres (o las tres) vueltas con alguien. No
poder con éste, ser inferior a él en fuerzas, arbitrios,
sabiduría, astucia o “ influencias” . Equivale a darse
piedra con cocoyol o encontrarse la horma de su zapato.
Así, cuando quiere uno alardear de que no le teme a
fulano porque tiene la certeza de que éste se ha de es­
trellar contra sus expedientes, su maña o sus puños,
dice: fulano conmigo se da las tres vueltas. La metá­
fora, supongo yo, es que al ser vapuleado quedará tan
zurumbático que en su aturdimiento dará tres vueltas
sobre sí mismo, como pollo tonto, antes de caer o darse
por vencido.

X
X IX (se pronuncia schisch o shish)
Hasta el xix. Expresión vulgar que significa hasta las heces
(como en la frase apurar una cosa hasta las heces); así
se dice beberse el chocolate, el pozol o chorote hasta el
xix, comerse una cosa hasta el xix, esto es, sin dejar
nada.
X ix ó shish es un mayismo muy usual en Tabasco,
como en Yucatán y Campeche, que denota asiento, bo­
rra, sedimento, heces que dejan algunos líquidos. Por
extensión sobras de comida y otras cosas sólidas, miga­
jas, cómo del pan (boronas), desperdicios, etc.
En sentido figurado se dice hasta el xix para signi­
ficar todo, íntegramente, sin que nada quede, con todo
empeño, con todo el esfuerzo y vigor posibles. Es frase
parecida a hasta verte, Cristo mío, hasta la última gota,
hasta más no poder, a todo poder. Es también usual en
Tabasco la expresión hasta donde costó el dinero, y has­
ta el ju jo.

Y
YA
¡Y a la refruenefrún revuelto con sase sase! Frase que le oí
a algunos viejos tabasqueños, allá en mi niñez, que nun­
ca he podido descifrar, con que expresaban en sentido
festivo asombro o contrariedad, como si dijeran: ¡ya la
amolamos! o ¡ya la fregamos! u otra cosa más dura.

z
ZAC A TE
Cuando el zacate se críe ya el caballo se murió. (Refranero
inédito de Santamaría). Locución festiva que censura
a las personas que titubean y tardan mucho en tomar
determinaciones sobre cosas urgentes; o bien a las cosas
inoportunas, los auxilios que tardan tanto en llegar que
cuando llegan ya no se necesitan; las disposiciones que
se dictan a destiempo, después de mucho vacilar, y
cuando ya no remedian el mal porque el mal ya está he­
cho, como el que tapa el pozo después que se ahoga el
niño.
¿Quién te echó zacate? Frase que se dice a la persona en­
tremetida para indicarle que no se ande metiendo en ca­
misas de once varas, donde no le va ni le viene, adonde
nadie lo llama.

ZAPO TE
Caérsele el zapote al mico. Frase que se aplica a la persona
a quien le quitan el empleo jugoso que tenía (en este
sentido es similar a guindarle a uno la galleta, o a que­
darse como el que chifló en la loma), o no se realiza lo
que ya tenía la seguridad de lograr (y entonces equivale
al refrán castellano quedarse con él pie o con un pie
en el estribo).
Este libro se terminó de imprimir el mes de enero de 1981, en los talle­
res de E dimex, S. A., Calle 3, N° 9, Naucalpan de Juárez, Estado de Mé­
xico. Consta de 264 páginas en papel Cultural de 60 kilogramos y forros
en cartulina Couché Cubiertas de 123 kilogramos. Se imprimieron 2,000
ejemplares encuadernados a la rústica.
RED ESTATAL DE BIBLIOTECAS
PUBLICAS DE TABASCO
FECHA DE DEVOLUCION
RED NACIONAL DE BIBLIOTECAS
PÚBLICAS >//£ ¿
0425c
F T / 4 6 7 .9 7 2 6 3 / C 3 7
CARRERA, OSCAR G
ASI H A B L A N E N MI T I E R R A

Fecha de
Nombre del lector
devolución
Después de cada pieza kilométrica viene un descanso de diez o
quince minutos, al cabo de los cuales vuelven-a^sonar los acordes de
"El torito" o del "Lumijá" o de la "Caña brava", y vuelven los bailado­
res a colocarse en cuatro filas, los hombres en las de dentro, las
mujeres en las de fuera, cada una frente a su respectiva pareja. Y hay
que verlos, con la impasibilidad y el tesón con que zapatean. Son
incansables: ni uno solo se sienta mientras dura la música. Los más
bailan en silencio; la mujer sin mirar al hombre, como si éste no fuera,
o mirándolo de reojo. Algunas bailadoras permanecen impertérritas,
en la misma posición, interrumpida sólo por los constantes movi­
mientos trepidatorios del zapateo. Los hombres son los que más en
serio toman el baile, y los que más "trabajan". Algunos hacen con­
torsiones, y dan saltos y hacen cabriolas que son verdaderos prodi­
gios de agilidad. Sus rostros se llenan de sudor, y sus camisetas de
manta o sus costosas camisas de seda se adhieren a la piel. Pero ellos
son incansables y continúan saltando hasta que 196 pobres músicos
lanzan con sus instrumentos un sonido destemplado para indicar
que la pieza va a concluir... Siguen luego los diez o quince minutos
de descanso, para repetirse a continuación/él mismo trepidar de
cuerpos con diferente sonsonete, hasta lastres o cuatro de la ma­
drugada ...

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