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ALVARO ARMANDO VASSEUR

Al MAFUERTE
y OTROS MARTIRES
BIBLIOTECA DE CULTURA
URUGUAYA

COLECCION NUEVA
I. — Miriha Gandolfo:
CRISTAL EN LLAMAS.

COLECCION M O DERN A
I. — Alejandro C. Arias:
MUSICA DE LA SOMBRA.
II. — Juan Parra del Riego:
POESIA.
III. — Juan Parra del Riego:
PROSA.
IV. — Pedro Leandro Ipuche:
EL YESQUERO
DEL FANTASMA
V. — Javier Gomensoro:
FIGURAS Y ESTAMPAS
DE MONTEVIDEO.
VI. — Juan de Lara:
COSAS VISTAS Y OIDAS.
VII. — Herminia Herrera y
Reissig:
VIDA INTIMA DE JULIO
HERRERA Y REISSIG.
VIII. — Gil Salguero:
IDEARIO DE RODO.
IX. — José Serrato:
VIDA PUBLICA.
X. — Josefina Lerena de
Blixen:
CARLOS REYLES.

COLECCION CLASICA
L — IDEARIO DE ARTIGAS.
Selección y prólogo de
Juan B. Silva Vila.
Al MAI HEUTE
Y OllíU.S MAUTIliES
ALVARO ARM ANDO VASSEUR

ALM AFUERTE
Y OTROS MARTIRES

E D I T O R I A L A M E R I N D I A
ALVARO ARMANDO VASSEUR

Al MAI U KRTE
V ( ) I U< >N MAU llliIiS

R I) 1 T O n I A L A M E R I N D I A
D E R E C H O S EXCLUSIVOS
IMPRESO EW EL URUGUAY

HECHO EL DEPOSITO OUE


MARCA LA LEY N? 9739
Al ni'AU I n M I'A N M Ill ItK. T A N T A S Y

i mu I H 11 ill11AI i AH, g i l í A L O S 20

I <MU » MI A lili 14 i I I T I V A M U N T I C s il

■ c ni i 11 i iiui'iM gilí' huía i'iu/nm A;


U illlim lili IIIIHIII I,IMPIO KN HKH-
> UI i IIMII I N HAMEII IMIIIIUKU, INSUPE-
liAIII l l'lll 1V11 iKINCI A NUESTRA, HELYOS
u i MANI n i VAHHKU1I OORRITI, ESTAS Y

< il IIAM I'IIOSAH TANTAS VECES COMEN­


TADAS JUNTOS.

A. A. V.
Almafueríe

MALLARME - VERHAEREN

1854 - 1917

EVOCACION DE UN GRANDE EMOTIVO

Inesperadam ente, a casi m edio siglo, com pelido, an te


datos erróneos y juicios inadecuados, trazo esta evocación
del gran argentino.
P edro Palacios, de los 15 a los 20 años actúa de a y u ­
d an te en u n a escuela de C hacabuco o de Ju n ín . Allí, un a
m añana, S arm iento lo so rp ren d e aseando la escuela, para
la recepción oficial del M inistro, o del P residente. Se habla
anunciado que S arm iento v isitaría la escuela, de 5 a G de
la ta rd e. A las 10 de la m añ an a P alacios con algún chico
concluye la lim pieza del local. En esos m enesteres, llegan
S arm iento con su ay udante m ilita r y algún reprcH cnlnnte
de las auto rid ad es locales. En plena sorpresa, el Joven l’n-
lacios, m anifiesta al procer que él es el m onitor, y (jim lia
p reparado u n saludo oratorio. S arm iento lo invita n Iwu lo,
en ta n to él y sus acom pañantes se sientan a imciuliiir lu
Palacios lee su saludo; el ay udante aprueba rubei'nimilii, y
S arm iento, estrecha en sus brazos al Joven i'titimliiNlu la-
hace varias preguntas, le pide el m anuscrito y le [iiumclu
que se in se rta rá en “El N acional".
Y a gris, Palacios am a rec o rd a r el etqiuldm uio |irdngó
glco de Sarm iento. Jo v en , él ha tenido ese contacto ex cep ­
cional.
Comienza a escrib ir en los periódicos locales. F lu y e su
don oratorio, desenvuelto en el ejercicio d e la enseñanza
oral. Esto, iníluye en sus prosas, y en su m anera poética.
Su m aestro esp iritu al es R icarda G utiérrez; el can to r de " L i­
jara", de "S antos Vega", el glorificador de "El Misianaro". La
influencia del grande elegiaco, es el orgullo de su m adurez.
Dos o tres veces le oímos re p e tir a Unes do ItíftO: "Una es­
trofa de Ricardo G utiérrez, vale todas las nuestrns". Es d e ­
cir, todas las de él, p orque las m ías, publlcndns, no pasaban
de tres. U na de ellas, en “El T rib u n o ” do La l ’lntn, dedicada
a ex a lta r la personalidad de A lm afucrie, firm ada con el
pseudónim a elegido por él.
De “El Misionero", de Ricardo G utiérrez, toma él la e x ­
presión expiatoria: “Y ahora, escúpem e In lie n to ”. En P ala­
cios como en G utiérrez, esa ansia de ingratitu d es, es como en
los volcanes activos, la unción de las fuerzas n aturales: g ra ­
nizos, torm entas, rayos. H om enajes de las energías errátiles
a las grandezas “inm obiliarias”, a su im pasibilidad elem ental.
Cuando llegam os a conocerle, ya C. Prieto, en au "A l­
m anaque Poético" de 1895, había publicado la trem enda o ra ­
ción: “El árduo m onte, en cuyo pétreo seno, G érm en fa ­
ta l de cataclism os guarda, — El h uracán que gem ebundo
em igra, — Q uién sabe a qué región y a qué distancio; —
los m undos del sistem a — viejos m undos. Q ue el astro
rey — desde a lo eterno am ansa; — y el m ar, el ancho mal'
de los contrastes, — De la onda azul y de las ondas bravas,
— Que la estrella del cielo solicita, Y la ley del n i­
vel doma y aplasta, — Lo mismo que ohoii sueños de la
gloria — E ncrespan la m area de las alma«, Lo mismo que
esos leyes de la carne — Al espíritu uudnz co rtan las alas;
— No valen m ás que yo, porque yo siento, — P aroxism os
horribles y nostalgias, — Rebeliones salvajes y am arg u ras, —
Aquí, en mi carne vil, y no m e doblan, — A quí, en m i co-
iii/ún, y no me aplastan,
” Nul No tiene ese m ar m si amargura — A pesar de la
•al que liny en sus aguas, — No albergon esos m undos má*
4 » « l» lio , A pesar de la ley que los am arra , — No brama
■ Inn neón más hondam ente, — A pesar de su etern a reso-
.....No en cierran m ás dolor aquellos m ontes — No
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obstante sus flam ígeras entrañas. — Qué lorlurai disbóll


ca* mi pecho — M i pecho ru in que de dolor no estalla, —
Que el profundo gemir de mis nocturnos. — Gemidos, ayl
que al huracán espantan; — Que la protesta heroica da mi
▼ida, — Protesta que los mundos no levantan; — Que la hiel
de inis lágrim as feroces, — De una sola sidérea de mis lá ­
grimas!
“No! No son m ás que yo, ni nunca fueron— Si se m ide
la m ía y su desgracia, — Si se pesa mi ser y su grandeza, —
Vientos, m ares, p lanetas y m ontañas!"
Cascadas de “elocuencia'1, al modo inflam ado de D ’Au-
bigné, de de Vigny, de Hugo; d irán los que p refieren com ­
prim idos abstractos, o vitam inas de poesía alusiva o p iro ­
tecnia incoherencial. Más la elocuencia, concentrada en p a ­
nes de hielo lírico, vuelve en "La Jaune Parque" y en el "Ci-
m eliere Marín", algunas de cuyas estrofas — las m enos g la­
ciales— , evocan otras de "La Maison Roulanle" de de Vigny.
Años m ás ta rd e D arío glosará el tem a en dos e s­
tancias m elancólicas: “Dichoso el árbol que es apenas se n ­
sitivo, — y más la piedra —■porque ésta ya no sien te — P u es
"no hay m ay ar desgracia que la de estar vivo” — Ni “ m a­
y o r dolor que la de ser consciente”. Lo de Palacios es fuego
aním ico; lo de Darío, rescoldo tem ático. C om prender la c a ­
lidad de ios resortes mágicos, la natu raleza o estado de los
elem entos líricos, es cosa de experiencia y de sensibilidad
críticas. Se siente lo original, como lo sugerido, lo autén tico
como lo asim ilado. El que descubre y ra stre a penosam ente
la veta virgen; y los que siguen la huella, o la buscan scgun
la técnica de los ap ro v e ch ad o res. . .
Los gustos poéticos son ta n variados como los guHtru
nómicos. Unos gustan com er o beber condim entos poco inc
nos que h irvientes; otros, tibios, otros, fríos. Estos, asados,
esos, guisados, aquéllos, fritos. Algunos, medio crudos, “snig-
n a n t s . . . ” Salados o insípidos, agrios o dulces, áspcroK o
suaves.
Palacios, joven, como los jóvenes, tiene sus p red ilec­
ciones, sus modelos. Así elabora versos elegiacam ente am a­
torios al modo de las elegías típicas de R icardo G u tiérrez:
“Sola, como la palm a del desierto, — M uda, como su som ­
b ra desolada,” etc. Luego, altern a con las estrofas de ritm o
y acento becquerianos; “Yo se un him no gigante y ex trañ o ,
— Q ue anuncia en la noche del alm a, u n a au ro ra — Y estas
notas, son de ese him no, — C adencias qu e e l alm a d ila ta en
la som bra”.
M ás ta rd e , en p le n a m adurez, en endecasílabos, d esarro ­
lla la inflam ada ca tilin aria : "La Sombra de la Patria"; q u e
re c ita en u n festiv al celebrado en el salón d el sem inario
"El Salvador", de B uenos A ires.
“Yo la siento cru z ar an te m is ojos, — Y la p u p ila tra s
de si m e arran ca, — C ual si su im agen desgreñada y to rv a
— E n vez de su visión fuese u n a g arra; — Yo la siento c ru ­
za r sobre m is ojos — E n procesión fan tá stic a — D e b ib lias
d el d eb er q u e ya no enseñan, — D e apóstoles d el b ien q u e
y a no h ab lan — D e la u re les de honor q u e y a no h o n ran , —
De inspirados de Dios q u e ya no cantan ; — D e estolas q u e
envilecen, — D e p aten a s que m anchan, — D e eucarísticos
panes que envenenan, — De banderas Celestes que se arras­
tran!. . . — Yo la siento c r u z a r .. . ¡Seres felices — Q ue ca­
recéis de luz en la m irada! — Ah! yo no puedo so p o rtar la
m ía — A n te e l fan tasm a h o rrib le de la patria!
“ ¿D ónde estás, Jeh o v á? ¿D ónde te ocultas? — ¿Q ué?
¿No vuelves tu s ojos, y la salvas? — ¿Qué? ¿No ex tien d es
tu d ie stra y la levantas? — ¿M iras ech ar so b re la p a tria
n u e stra — E l hediondo capote del esb irro — Q ue h a d e
se r su señor, y no le m atas? — ¿Y el ray o d e tu enojo n o
descuelgas? — ¿T u Cielo fu lg u ra n te no obscureces? ¿T us
esferas ató n itas no paras?
“¿D ónde estás Je h o v á q u e así m e d ejas — B lasfem ar
y callas? — ¿Y callas como u n ídolo sin len g u a — A q uien
supuso v ida el fanatism o — Y atrib u y ó ju sticia la igno­
rancia?
“V osotros los m ancebos, — Q ue todav ía h o n ráis a v u es­
tr a s m adres — C ircuyendo de besos y d e lág rim as — L a
espléndida corona de sus canas, — V olved los rostros a la
rein a ilu stre — Q ue m anoseada po r los ru in es, pasa; — Y
si a l p o n er los ojos en los suyos, — O jos d e diosa q u e d el
polvo no alza, — No sentís el dolor qu e a los v arones —
A n te el dolor de la m u je r asalta; — S i al escu ch ar sus ay es
angustiosos — No sentís u n a fu erza prodigiosa — Q ue os
im pele a la lucha, a la venganza — A rran cao s a puñados —
^ E sas cobardes ju v en iles b arb a s — y d ejad esco ltar a v u es­
tr a s novias — L a som bra de la p a tria ”.
Algo acaso de esta to rren cial exaltación pro v ien e de
aquella m ás le jan a nostálgica v ertien te : “A llá voy, allá voy
sobre las olas, — A llá voy, allá voy sobre la pam pa, — A n ­
te el cañón del enem igo injusto — A le v an ta rte u n trono
en sus m uralla, — P ágina etern a de arg en tin a gloria —
M elancólica im agen de la p a tr ia . . .
¿Qué poeta de los actuales, sería capaz de crear, u n apo­
calipsis análogo, y recitarlo en u n festiv al pedagógico, de
algún In stitu to N acional? H ab er sentido y realizado ta l épos,
explica el rencor de los discípulos de aquellos escolapios de
1890, redivivos en las m om ias que señorean las instituciones
d e ahora.
P o r esa época, Palacios va a L a P la ta a d irig ir "E l P u e ­
blo", diario que com bate el desgobierno de u n cierto Sr.
Costa. Palacios escribe los editoriales. De entonces datan
la am istad, la adm iración del v iril uruguayo Acevedo Díaz.
T odavía en 1896, Palacios conserva p arte de la colección de
su diario. C iertas noches, después de la cena, escoge algún
núm ero y declam a su editorial. Ignoro si "E l P ueblo" cesó,
ju n to con el cese constitucional del gobernador zaherido; o
si sobrevinieron circunstancias que lo obligaron a d e ja r la
dirección. Poco después le fué ofrecido u n refugio de m aes­
tro r u ra l en la aldea de T renque L auquen. Y allá se
encam inó.

* *

T renque L auquen: al m argen de la L aguna. A llí, le n ta ­


m ente, según acostum bra, rum ia y da form a rítm ica, d ep u ­
rada, en el ritm o ondulante, en cierto sentido íntim o, m arcial,
de B ecquer, a la "In ie rro g an ie", a "O lím picas". (En el v olu­
m en que m e llega de sus "P oesías", el poem a análogo, "C ris­
tian as", aparece como escrito en Salto A rgentino en 1891.
Desconozco la estadía de Palacios en el Salto. T am bién
aparece fechada en 1893, en el Salto, la "? " que es la prim er
com posición enviada anónim am ente a “La N ación”, de
B uenos A ires. Y publicada, con u n encom io de Ju lio P iquet,
— que Palacios atrib u y e a “B a rto lito ”. D e ah í la dedicato­
ria de "E l M isionero" (La P la ta 1905) “a B artolito M itre, en
la G loria”.
S i las d atas d e los nuevos testam en tario s d e Palacios,
son exactos, lo que G roussac llam a in flu en cia becq u erian a,
h a b ría com enzado d u ra n te su estad a en e l S alto, an tes de la
p a tria d a cívica en “E l P ueblo” de la P la ta . E n e l volum en
de la “B iblioteca N ueva”, "Incontrastable" ap arece como es­
c rita en L a P la ta en 1891. Son residencias y fechas c o n tra ­
dictorias. H ab ría q u e ac la ra r eso, dando a cada poem a, la f i­
liación regional y te m p o ral q u e le corresponde.
E n T ren q u e L auquen, m ed ita algunas de sus ev angéli­
cas, como p reparación subconsciente del p lan , d el sentido y
d el ritm o del poem a "Jesús". E sta la rg a y com pleja d ise rta ­
ción, m ístico filosófica, en el m arco de la apologética tr a d i­
cional, va organizándose, constituyéndose, en u n proceso
cread o r q u e se ex tien d e d e 1894 a 1897. T o d av ía a fines d e
1896, en su estudio de la calle 7, casi esq u in a 53, o 54, tra b a ja
en las ú ltim as redacciones. G roussac publica el poem a en "La
Biblioteca" con su n o ta bibliográfica u n ta n to restrictiv a,
acentuando lo de la influencia becqu erian a. L a influ en cia
es sim plem ente m étrica, accidental. Poco d e sim ilar, en tre
el soñador enferm izo, subjetivo, fin alm en te roído p o r los
pálidos espiroquetas; y el vocero que aho n d a en los geiseres
de la acción y de la am bición. E l la R ochefocauld vernáculo,
q u e tru ec a en p ied ras preciosas idiom áticas, “la d ensidad
de su p en sar poético”. Q ue diam antiza “en la m ás a lta y
p u ra poesía intelectu alista, “los sudores de la p leb e”, las lá ­
grim as de la p atria, los latidos m etafísicos de su conciencia
presio n ad a po r los am bientes en que no pu ed e m enos de
vegetar! No es él, uno de esos cucos, resabidos, tostados en
el g ril room universitario, q u e m ira n ac tu a r y p a sa r los re ­
gím enes como quien m ira llover. Cucos a lo E cclesiaste, q u e
tie n e n tan to s registros erudíticos, como contradicciones d e
hecho y de pensar. De esos q u e enseñan “a a b rir el ojo” y
“a no p e rd e r la o c a sió n .. . ” “Y a q u e todo es a z a r . . . ” y “com ­
b in a c ió n ...” J u rista s braguetarios, d e re c h is ta s ... am b i­
dextros . . . Entom ólogos ideológicos, q u e coleccionan ideas,
perspectivas, m aneras d e “bien p en sar”, como insectos o
crustáceos. E spiritistas que presum en de espiritualistas!
E n el "Jesús" como en las "Milongas", y en "La Inmor­
tal", las estrofas cristalinas p are cen sim ples p o r su tra n sp a ­
rencia; algunas poseen, p a ra quienes las considera, la com ple­
jid ad , fisioquím ica de los astros. Rayos adivinativos qu e des­
garran la en v o ltu ra de las ap ariencias m íticas, cu ltu rales,
sociales, vitales:
“N ebulosa de am or, — S in la paz d el hogar, q u e co ar­
t a — N i la fie l am istad, que suprim e, — N i aq u el in efab le
deleite, q u e sacia!” .
“N o asirás, h o m b re fó rm u la y ergo — su inasible figu­
r a esfumada; — Como polen de au ro ra, difuso, — D ifuso en
e l tuyo su esp íritu v ag a”.
E sta estancia, condensa en su b rev e d ad lap id aria, el
resultado de la exégesis cristológica de Loisy. P a r a a p re ­
ciar su estupefaciente acierto, es m enester h ab e r dedicado
varios lustros, a l estudio del tem a. Cosa q u e n atu ra lm e n te
no h a n soñado in te n ta r, n i aun, fam osos “intelectu ales” eu ­
ropeos. . .
Y aquella o tra m edia estrofa q u e ilum in a las secretas
vivencias de su m isoginism o: “No logró la m u je r a b lan d a rle
— N ada m ás q u e cu b ierta de faltas; — y a sus pies p a lp ita ­
ron de angustia, — L as propias, m a tern as sag rad as e n tra ­
ñ as”. G laciar ascético, q u e suele p a sa r desapercibido, p a ra
los q u e n avegan en yates de recreo estético o hedonístico!
Y ta n ta estrofa, digna del m e jo r L eopardi, de d e Vigny,
N erval, M allarm é, o V alery: “Sí. L a fie ra d e a y e r la n g u i­
dece. — Sólo es puro el am or que no am a — No son m ás
q u e reso rte s que cru jen , — Los padres, los hijos, la aldea,
la raza! — Como y a construidos los arcos, — L as in ú tiles
cim bras arrancas, — S o b rará m ucho barro de bestia — L a
vez q u e despliegues del todo, las alas!”.
P oesía de u n rigor, de u n a conciencia ta n rad ian tes,
q u e quem a su p ropia en v o ltu ra. D e ta n to despellejarse, se
consum e en su propio fuego. C uando se la h a gustado, en
los diversos idiom as en que logra e n c a rn a r en algún a rtífi­
ce, lo dem ás, resulta literatura! _

■. .. . ' .■•■■■■■ ' * v ;■ ; ■


* *

E n la hondonada pam peana, al m a rg en d e la L aguna,


que d a su n o m b re al pueblo, — donde u n bote re sq u e b ra ja ­
do, m edio anegado, es u n sím bolo m ás, d el am biente, d el
erm itañ o y d e su destino— , los chicos llegan, unos descal­
zos, otros m a l calzados. P alacios resu elv e qu e los chicos
asista n a clase, en alp arg atas. A dq u iere u n a p a rtid a d e ellas,
y las d istrib u y e e n tre los escolares. Los p ad re s d e los des­
calzos se e x tra ñ a n d el obsequio, q u e n a tu ra lm e n te re su lta
fugaz. Los d e los chicos calzados, se m olestan, y algunos
suspenden el envío de la prole. E l m aestro se explica, a fin
d e q u e no sea p o r él, q u e dism inuya la asistencia. P o r algo
h a ido él, “a se m b ra r abecedario, allí m ism o d o nde crecen
los trig a les” .
Lo cierto es, q u e en los alrededores de la L aguna, —
q u e v aria s m añ an as rec o rrí a caballo, en 1896— , sólo h ab ía
cam pos baldíos, prom ontorios d e horm igueros, o v iejas v is­
cacheras, desde donde avizoraban m i paso, lechuzas y ca­
ranchos. C uanto a la ta p era, yacía d eshab itad a. C onstaba
de dos piezas, de piso n a tu ra l. U na, h ab ía servido d e coci­
n a y com edor. U na rin co n era de chalas, rec u b ierta con u n a
fra za d a y u n poncho, hacía las veces de y acija. L a otra,
m ayor, de escuela. A llí, el L eopardi argentino, hispano-am e-
ricano, h ab ía concebido algunas de sus lúg u b res "Evangéli­
cas". R epensado, la labor apostólica bisecular, personificada
en la fig u ra estelar d e su "Jesú s".
Cuando a fines d e 1898, re fe ría a B. R oldán, en su es­
tudio d e B. A ires, éstos y otros olvidados azares, d e las so­
ledades pam peanas de A lm afuerte, sus ojos se hum edecían.
V arios de esos lances atroces m e h ab ían sido referid o s p o r
el escribano del pueblo, am igo del poeta. E l m ism o qu e m e
d ie ra la c a rta de p resentación p a ra éste, cuando cu m plida
la em b ajad a que m otivó el viaje, regresé a L a P lata.
H acía varios m eses que Palacios, designado Sub S ecre­
tario de la C ám ara provincial de D iputados, resid ía en L a
P la ta . Instalado m odestam ente en la casita d e la calle 2,
p ró x im a al Bosque, se adscribe u n a cocinera, q u e lo se rv irá
d u ra n te ese año.
A poco de llegar, h a ido a to m a r posesión d e su cargo.
Se h a enterado de sus com etidos, h a saludado a sus jefes
y colegas burocráticos. H a concurrido algu n as ta rd e s a la
S ecretaría del P . L egislativo. E l contacto de ta n diversos
personajes h a rebasado su capacidad de adaptación. Se r e ­
trae , d eja “de h a c e r acto de presen cia”. P asa n sem anas.
P a sa n meses, T ra n sc u rre e l año. L a n u ev a le g isla tu ra no
sanciona el presupuesto. Se suspende e l abono de los em o­
lum entos. Palacios v a adaptándose al bloqueo social y fi­
nanciero. L lega u n fin de m es en e l que se v e forzado a
re n u n c ia r a los servicios de la fám ula. U n antiguo am igo
suyo, escribano en C hacabuco o Ju n ín , le envía u n p a r de
hijo s suyos a títu lo de pensionistas. S on chicos, d e 10 a 12
años. Palacios v u elv e a m a d ru g a r, se ocupa d e los m enes­
te re s dom ésticos, p re p a ra y cocina lo poco que le es dado:
In terv ie n en en su ayuda algunos viejos amigos.
U na noche del ca rn av al de 1896, o del 97, salim os a
p asear hacia la calle 7, donde com enzaban a d esfilar las
carrozas. A penas llegados a la esquina, donde se h allab a
in stala d a la redacción del diario "B uenos A ires" desde u n
carro, u n m ascarón gritó a l p asar: "C hé M elenudo ¿D ónde
d ejaste el violín?". E vid en tem en te el tipo no lo conocía.
P o r el cham bergo, la m elena y la traz a, supuso qu e sería
músico.
“ ¡Qué insolencia! ¿H a oído? ¿No ve que no puedo salir?
Yo les voy a en señ a r quién es A lm afuerte. Y a m e v a n a o ír
d en tro de unos días. Y a tengo casi term inad o el discurso.
M i gran Discurso, Etc., E tc.”. (Días an tes los estu d ian tes
h ab ían logrado acep tara to m a r p a rte en u n festiv al literario
m usical que p royectaban re a liz a r en el T eatro A rgentino).
R egresam os a su casa, en tanto, Palacios, com entaba
cada vez m ás enconadam ente el ex ab ru p to del desconocido.
C uando llega su am igo el d iputado M artínez, y a el d ic h ara­
cho se h a convertido en u n a agresión.
¡Así estaba, así era, la sensibilidad del g ran N eura!
A traía, como los seres geniales cargados d e secretas
neurosis. S u fría con las críticas, su fría p o r ciertos elogios.
Im p lacab le con los dem ás, como con él, casi todo lo to rtu ­
rab a.
A l instalarse, h ab ía ubicado la m esa escritorio e n la
habitació n que d ab a a la calle 2. U n am plio ta b ló n d e pino,
apoyado sobre dos caballetes como los tablones q u e u san
los d ib u jan tes y em papeladores. M edio cu b ierta d e papeles,
m anuscritos, im presos, revistas, algunos libros, y los ú tiles
d e escribir.
Yo solía lleg ar de m añana, y re tira rm e de noche, salvo
cuando sobrevenían v isitas; o la s conversaciones o las lec­
tu ra s —recitales— se prolongaban h a sta las 12. E n las no­
ches de v erano se sacaban sillas a la acera, y e l p aliq u e
co n tinuaba b ajo las estrellas. A lm afuerte, q u e h a b ía pasado
Darte de su v ida al a ire libre, solia sacarle chispas a los
tem as estelares. P a ra él, la posibilidad de m undos poblados
por organism os v iv ien tes era inseparable d e la lucha a
m uerte, de las especies, de la ad aptación a los am bientes
n atu rales, de la supervivencia de los m ás feroces y fec u n ­
dos; de la u n iversalidad del dolor, proporcional a la sen si­
bilidad; de la fatalid ad creadora de lo que llam ám os el m al:
físico, m oral, espiritual.
“M igración a la cum bre del Cosmos — Cuyas niv eas
regiones m ás altas — C ruzarán, sino abdican, los pueblos,
— Cual cándidas tro p as de lirios, con alas”.
Y concretando en su héroe, en cierto modo au to b io g rá­
fico, la evolución aním ica alcanzada po r el dolor de las e x ­
periencias terrestre s: “ Su p erfil soñador de azucena — C o­
ronando la cúpula hum ana, — Como luz hecha flor, sim bo­
liza, — La fúlgida serie de soles que avanzan !” .
Su mesa de trab a jo era su a lta r. Tonin en tre los p ap e­
les esparcidos, tres o cuatro "estados" o copias diferen tes
del " J e iú s" . adem ás de la últim a, en algunas de cuyas estro ­
fas iba dando las pinceladas finales. Un anochecer, luego
de revolver en tre sus m anuscritos exclam ó: “ me falta mi
"Jesú s": el últim o ”. La cosa era serio. Siguió buscando, —ya
apartando, ya tiran d o papeles e im presos— , con aq u ella
propensión a irritarse, antagónica de su pasada pedagogía.
De pronto, encarándose conmigo: — “Vd. m e lo h a llevado!'*.
—“No señor, no lo he llevado, ni lo he visto” . — "Vd. debe
haberlo llevado p ara leerlo a sus am igos”. —“No señor. N in­
guno de sus b o rra d o re s”.
Siguió buscando. F ué a su alcoba. A nduvo revolviendo
en su arm ario. F in alm en te dió con los originales. E stab an
debajo de la alm ohada de su cam a. Vino ra d ia n te con ellos;
y queriendo b o rra r la penosa im presión, dijo: “Siéntese, se
lo voy a le e r”. Y com enzó a leerlo, con su religioso énfasis:
“Como bro ta del charco som brío — A conjuros de luz m e­
rid ian a — Yo no se por qué afán de lo triste — G racioso
n e n ú fa r de flores de nácar; — L a presión secu lar e x p ri­
m iendo — De la fétida chusm a, la en tra ñ a, — C onjuró de
aquel b arro sublim e. — L a noble, la p u ra azucena de su
alm a” .
E n tan to recitab a llegaron sus amigos, M artínez y Saenz.
Palacios refirió el extravío, supuesto, del m anuscrito, agre-
10

(•inli) "N a tu ra lm e n te pensé que alguno de Vds. lo te n d ría ” .


I ir modo que tam b ién había pensado en ellos, ya q u e lo
viiitnhon ta rd e a tarde, o noche a noche. C ontinuó recitando
lumia el final.
*
* *

F lchte aconseja no d ejarse te n ta r por el dem onio de la


Im provisación; o sea, “filosofar difícilm ente”, consejo que
no practica en los “D iscursos" a su Nación. Boileau encom ia
lu ' ficacia de “ hacer d ifícilm ente versos fáciles”. Palacios
• •i mu apogeo sigue ta l norm a. No obstante sus repentism os
di- felino, es tard o y lento, en la expresión lírica. R eform a,
i rpulo sin cesar. P osee conciencia de artífice de la em o­
ción, de la ía n tasia, del m ás in telectu al y sistem ático pen-
■rt En esto es del lin aje de Spinoza, de L eopardi, de Q uen-
lul Es harto m enos “sim ple” que V erlaine, o F. Jam m es,
Núiicz de A rce o A ndrade. “Sencillos M aestros” tam b ién lo
Inrron M allarm é y Carduce!. Sencillos como hom bres y pro-
(i'nnres; com plejos, difíciles, como artífices. Sobre todo, M a­
llín mé en cuyo crisol acaban por evaporarse todos los tem as:
nuliirales y abstractos.

*
* *

Bien. En H egel rehallam os una de las ideas de H eráclito


|tu twm fecundado la cu ltu ra del siglo X IX : la idea del d ev e­
nir im plicada en la del Dios que se hace, del Dios que va
il<ndo. El “inculto” Palacios h ace reflorecer poéticam ente,
• » i electro dinám ica, en las ú ltim as estrofas del "Jesú s": “Mi-
inlición a las cum bres del Cosmos — cuyas niveas altu ras
unir. nltas, — C ruzarás, si no abdicas, tan puro —
ilpln tropa de lirios con alas” . ¿ / ,c * “ - o ,
.'ícliopcnhauer no llam a Dios a la V oluntad /Ii}{ttaDdht«4 ^
<c »
pinipn- ésta, en el plano orgánico sólo deviene.y^ní^di^tnte el
» ’o
• n ti iinn uto, por los antagonism os que suscita i 1 m ql. Nyps- - ri
liu pin la, cu el "Homenaje a Guido Spano" —esfcrfto en T re b - n
uní I iiinpu-n en 1896— , lo concreta así: “SÍ £1 "Soler no h: -
i «■!ni 1 1 muh frutos, — No es nim bo, n i laurb, ;jsi;;crqz, n i,
i mu ruuuii". ^ y,
\ •:
' -i- v >
V
I,a sensibilidad, que v a suscitando el sentido hum ano
del bien, q u erría la extinción del m al. La supresión del ju e ­
go de los antagonism os que prom ueven los procesos sidéreos,
geológicos, vitales, históricos. P o r ah í se va al n irv an a, a la
“n ad a de n a d a ” de Molinos, al “no se r” de S chopenhauer,
a “la N ada sin nada de la N ada” de Palacios. P ero la v o lu n ­
tad creadora es casi ta n im periosa como el instinto g erm i­
nal. Esa vo lu n tad expiatoria que los videntes h an id en tifi­
cado con “la Luz, la verdad, la v id a ”.
El substrato m etafísico del últim o de los poem as de
M allarm é: Jam ais u n coup de dés n'ab o lira le H asard se
resum e en dos octavillas de "L a In m o rtal": “Así v an las b u r ­
b ujas de gloria, — las virtu d es m ás bellas y m ansas; —
A sí espera la pulpa del genio — La presión del azar, q u e
decrete — Su toga, su lauro, su cetro, su tia ra. — Y cual
brotan del m a r esas nubes — Que sim ulan p aisajes de
nácar, — No son m ás que v apor de sí mismos, — Im perios,
alcurnias, leyendas y famas. F lo tará n esas nubes arrib a —
El tiem po que floten abajo las aguas.” L a im agen fin a l es
platónica. A lude a la relación, en tre los m itos filosóíicos de
origen cu ltu rales y la im personal realidad m etafísica.
L as diferencias e n tre el técnico herm ético y el m aestro
evangélico son m últiples, como las sim ilitudes. Uno a b a n ­
dona la expresión a l desarrollo verbal, cru d am en te directo
de alusiones. E l otro ensaya una poesía de sugerencias la ­
cónicas. Conversión de colores en m atices; de sentidos tr a ­
dicionales, en velados; de sím bolos n atu ra les en doblem ente
sim bólicos.
El mismo M allarm é, en 1862, llam a a esta estética “e x ­
ceso de lujo m o ral”. Si ha de “h ab e r divulgación c u ltu ra l —
escribe— que sea la del Bien, nunca la del A rte. Es p referib le
que las m asas sean profanas, y no profanadoras. ¡Oh poetas
que siem pre habéis sido tan orgullosos, dejad qu e los m aes­
tro s vulgaricen la moral! No déis al pueblo v u estra poesía. No
practiq u éis esa im piedad: la vulgarización del arte. ¿Q uié­
nes releen y com prenden a Corneille, a M oliere, a Recine?
Sólo los artistas. V uestro destino no es difundiros, es elev a­
ros.” Es el criterio de las herm an d ad es secretas, u n aspecto
poético del ideal de la cu ltu ra clásica. Ocaso de esa cu ltu ra,
por sus propias exigencias técnicas. E n Palacios, cu ltu ra y
dem ocracia son consubstanciales. No es profesor de idiom as;
lii • tic p rim eras letras. Sus m aestros h an vivido y ense-
inicio t u el pueblo, p ara el pueblo. R ivadavia, A lberdi, Eche-
w -ni.i. S arm iento, M itre, A ndrade, G utiérrez. C ontinúa la
lindlción lite ra ria nacional. P rosa de em píricos, de pragm a-
llilnx, de lo rjad o res de pueblos rusticanos. Poesía esp o n tá­
nea, tradicionalista. O ratoria en A ndrade, m ás concentra-
■I.i en G utiérrez, m ás lapidaria en Guido. D iscursiva, clarí-
una, en Palacios, como en sus m odelos hispano am ericanos.

*
D *

Veamos las analogías íntim as: “N ecesidad de la m ás


illenciosa soledad del alm a” , de un olvido desconocido pa-
iii oir ca n ta r en sí, ciertas notas m isteriosas” (M. 1864). Lo
i|ue les in teresa —m ás que la vida, el bienestar, la dicha,
► • vivir su destino espiritual, la av e n tu ra d e su lib e rtad
poética”. Ello explica la expresión de Palacios: “Soy un
m uerto que no q uiere que lo consideren m uerto". In e x is­
tentes p ara lo que no sea atención a la “fee rie”, a las te n ­
siones del d ram a interior.
A rtífices de una cierta religiosidad, intelectu al, im p reg ­
nados en diversas dosis de lo que antaño se llam ab a “es­
píritu de D ios”. H edonisticam ente, pesim isticam ente poético
en Uno; religiosam ente, pesim isticam ente oratorio en el O tro.
M áxim a lucidez consciente, pugna desigual contra la
propensión a la espontaneidad. R igor en las gestaciones co­
mo en los tran ces de los alum bram ientos
H ubieron varios M allarm és, como varios Palacios!
Ambos h an sido poseídos y luego h an poseído v an o s
lipón de alm as: de entusiastas ingénuos, de delicados, de a r-
lllIces, según la tradición c u ltu ra l de cada am biente. Uno
Irndicndo a ev itar la pasión, los tum ultos, la “in sp iració n ",
(rival», m editativo, evasivo, elíptico, esfum ando, sus en ig ­
ma*. R etinando sin cesar. O tro, esforzándose en sus rem a-
i lien potentes, retum b an tes “p orque tan to repican las cosas
«luí* ya no p e n e tra n ni a golpes de m aza” . A m bos conscien-
lei. del c a rácter expiatorio de su destino. A islam iento de
uipicl en los glaciares de su E stética. De este en los de su
I‘"»'llcii, ya docta ya popular.
Je te dirais q u e ’ je s u i s .. . daus les plus pu rs gla-
ciers de l’E sthetique; q u ’apres avoir trouvé le N eant, j'a i
tro u v é L e B e a u . . . ” 1866. “Es profundizando, cavando en
la m étrica que he tropezado con los dos Abismos; uno es
el Vacío —le N éant— , al cual he arrib ad o sin conocer el
Budismo. Y m e siento tan desolado q u e no puedo ni creer
en m i poesía, ni tengo ánim o p ara volver al trab a jo . Sí, lo
se, “je le sais, nous ne som m es que de vaines form es de
la m a tie re ”; pero sublim es, ya que hemos in v en tad o a
Dios y a n u estra Alma! P ero ante la N ada, que es la V e r­
dad, “ devant Le R ien qui est la V erité” voy a h u n d irm e
en el Ensueño de lo que se que no existe, cantando el A l­
m a y las divinas ilusiones inm em oriales, consciente d e ta n
gloriosas m en tiras: M i libro deberá llam arse La gloria da
la Mentira. El otro vacío que he descubierto es el de mi
pecho!”. M allarm é 1806.
"Estn certidum bre, esta visión del absoluto, como v a ­
cio. la convierte on sú rce n te de su renovada poética: se p ro ­
pone glorificar lo que sabe que solo es m iraje, p ero q u e
constituye la razón de vivir, del poeta idealista que es.
“ D ará valor a la alménela, pin tará el “d estierro in ú til”, los
salones desiertos, loa vasos sin flores, los lechos vacíos, las
v entanas solitarias o p in tad as’' .Símbolos m ultiform es de la
ausencia, de la Inexistencia de lo Esencial”.
En una crónica de mayo de IIIII2 al "National Observer".
de Londres, M allurmó protesta contra la idea de que le
consideren m ístico: "Lo mío es m uy distinto de la re su ­
rrección tom ista que obsede a tantos escritores contem po­
ráneos. Son —“a leur ínsu" convocados por la n eg ra ag o ­
nía del M onstruo que no quiero m orir. . . "C elte m alad rese
que je crois une im pericia critique, me re n d ra it oh! an ticle­
rical, sí le besoin s ’im posall. . ., sim plem ent p o u r n ’e tre pas
m y stiq u e”.
M allarm é tiene lo lucidez del m elafisico. Sus crisis de
agotam iento, de esterilidad creadora, em anan de la cons­
ta n te presencia del juicio critico. Su cu ltu ra filosófica, su v i­
sión del vacío, de la inexistencia (le todo Verbo Inteligible, es
de la m ás trágica sinceridad.
"Todo lo que mi ser ha sufrido en esta larg a agonía, es
in e n arra b le . F elizm ente ya estoy perfectam en te m uerto, y
la región m ás im pura en la que m i esp íritu p u ed a av e n tu ­
rarse, es la E ternidad: Mi espíritu, ese solitario h ab itu al
do iu propia P ureza, que ya no obscurece ni el reflejo del
T kr»i «pe ‘”
“He llegado a ello, por u n a horrible sensibilidad; es
hora de que la envuelva en una indiferencia ex terio r, que
reem place p a ra m í la fuerza perdida. D espués de u n a sín ­
tesis suprem a m e hallo en esta le n ta adquisición d e la fu e r­
za. Incapaz aún de distraerm e. P ero lo que he sufrido m e­
gos atrás, d u ran te m i lucha te rrib le con ese viejo y m a l­
vado plum aje, —desplum ado felizm ente, Dios!— Y si no fu era
porque m e reveo en u n espejo, m ientras escribo, v olvería
a ser la N ada. “Je redeviendrais le N ea n t”. Esto p ara que
sepas que ahora soy im personal. Y nunca m ás el E steban
q ue has conocido; solo soy una ap titu d que posee el U ni­
verso esp iritu al de verse y d esarrollarse al trav és de lo qu e
fui yo, "ce q u i fu t m oi” .
F rágil como m i aparición te rre s tre solo puedo so p o rtar
los desarrollos necesarios p ara que el U niverso reh a lle en
ese yo, su identidad. Asi en esta síntesis voy a an ticip arte
la obra que será la im ágen de dicho desenvolvim iento. T res
poem as en verso —e n tre los cuales— “ H eiodias“ y la “Over-
lu r a ”. pero de una pureza que el hom bre no ha alcanzado,
ni acaso alcanzará, au n q u e quizá sea ju g u ete de una ilu ­
sión y la m áquina h um ana no sea capaz de alcanzar tales
resultados. Y cuatro poem as en prosa, acerca de la concep­
ción e sp iritu al de la N ada: “du N eant!''
N ecesito diez años. ¿Los alcanzaré? “J e sou ffre to u jo u rs
d e la p o itrin e . . . ” H arto hondo ha sido mi descenso en la
N ada p ara poder h a b la r con certid u m b re. Solo hay la B e­
lleza —y esta solo tiene una expresión perfecta— la 1 oesia.
“II n'y a que la B eauté —et elle n ’a q u ’une expression par-
fecte la Poesie. T out le reste est m ensonge. "Lo dem ás es
m en tira. E xcepto el am or p ara los que viven co rp o ralm en ­
te y la am istad, este am or e sp iritu a l”.
"P a ra mí, la Poesía hace las veces de am or, porque
ella se am a a sí m ism a; y porque su voluptuosidad se v ierte
deliciosam ente en mi alm a; pero confieso que la ciencia que
he adquirido o rehallado en el fondo del hom bre, que fui,
no me b astaría; y no seria sin se n tir a p re tarse el corazón,
qu e m e desvanecería en la D esaparición S uprem a, si an tes
lio hubiera dado fin a m i obra, que es la O bra. “La grande
<ilii a", como decían nuestros antepasados, los alquim istas .
(M allarm c, Besancon, mayo 1867).
Las peripecias angustiosas, agotadoras de estas crisis
espirituales reg istrad as en las cartas que M allarm é escri-
bia a sus amigos, — Cazalis, D ierx, M ondor, A ubanel, M is­
tral, L ahor,— dieron m argen al supuesta de que se tra ta b a
de enagenaciones m ísticas. No era eso. Su clarividencia co­
mo observan M auclair, T hib au d et y Noulet, no era de las
que se consuelan con esos alcaloides teoverbales, suced á­
neos del antiguo espectro divino: A bsoluto, Tiempo, In fi­
nita, Logos, U nidad, N oche total.
Ya no anda a gatas. Se ha puesto de pie, y cuando se
cansa de cam inar, planea, vuela. P o nerse de p ie es e je rc i­
ta r la razón crítica. En “insom nio perm anente", con su luz
que es fuego. Busca el sueño rep a ra d o r; reposo, silen ­
cio. Y poco a poco, la salud va dism inuyendo su neura, la
v o luntad im poniéndose “al viejo m onstruo de su Im p o te n ­
cia”. Así tran sc u rre n varios años, im productivos. H ubiera
podido seguir acoplando versos fáciles, en los estilos en bo­
ga. El anhela o tra cosa: S u p erar el lenguaje. Seleccionar
sus m edios lingüísticos. In v e n ta r algo que no sea trasu n to
de Poe, B audelaire, Le Com te o B anville.
Su problem a no es que dirá, puesto que n ad a hay qu e
decir. Es como decir, que sea m ás sugestivo: p o éticam ente
hechicero: Algo elíptico, enigm ático, —cortina de hum o r ít­
mico— , m isterio de m úsica y de olvido, e n tre el lector y él.
Como Todo es N ada, poco hay que decir. Solo expresar,
de ta l su e rte que la expresión poética sea como el culto:
canto y m úsica. En vez de se r el canto, en idiom a ex tra ñ o
a los ca n tan tes y oyentes, sea la poesía, en idiom a sibilino,
doble ilusión, “gloriosa m e n tira. . . " P uesto que todo es a p a ­
riencia, m iraje, im aginería. La Poesía: reverb eració n esp i­
ritu a l.
M aestro de inglés en liceos provinciales. Luego en uno
de P arís, su hábito de trad u c ir las p alab ras in v ertid as d el
vocabulario anglosajón, y algún m órbido desconectarse de
los centros nerviosos lingüísticos, re sq u e b ra jan su sin tasis,
en giros hiperbatónicos, en circunloquios enigm áticos. P o é­
tica de trip le protección, necesita ciertas sugestivas incohe­
rencias, lejanías o v aria n tes del sentido literal, y a qu e su
objeto, es en can tarlo con su m úsica de m isterio y olvido;
y d espistar al contem poráneo.
No tien e q u e h abérselas con un geiser elem ental, fu l-
g u ral como en Palacios. E l suyo ya es apenas u n trem u lo
su rtid o r sim bólico que las heladas interiores h an ido a h ila n ­
do hasta co n v ertir sus juegos en íilig ran as de hum o
A náloga coincidencia en tre M allarm é, V illets y P ala­
cios. en punto a su idealism o absoluto: “P o rq u e luz y color
y sonido Sólo son cerebrales fantasm as; m ien tras v ib ran
espacios y soles. Sum idos en m udas tinieblas heladas; Asi
toda tu ciencia y la mía. N ada m ás que im presión com pa­
rada. N ada m ás que ilusiones eternas. Q ue aloja en nos­
otros el caos que no acaba".
“La cabal creación que proclam as, con la m ism a In­
consciencia que vives. D ebajo del cráneo ru in necio, la f ra ­
guas. Allí está el U niverso. Allí puso “Dios ' su ta lle r y su
p atria. D esde esa falaz m adriguera — Colora el Vacio, y ea-
culue la N a d a !... (“ Jesús". 1896).
“Sache — dice en 1910 el perso n aje de V alery— qu il
n ’est d’a u tre U nivers que la conception qui s en ieflech it
au forni ue tes penai és. .. “
“Cést a toi de ren d re reel ce qui, sans ton vouloir, n 'est
qu e posible”.
U ro de los analistas que m ás adm irablem ente h an es­
tu diad o a M allarm é se preg u n ta: “¿Q uién escribe tales con­
clusiones? V illers?, M allarm é?, W ilde?. V alery .'”. Yo a g r e ­
go: A lm afuerte, en 1896, casi al p a r de O scar W ilde "De
Profundis" (p. 88). En la confesión escrita en la cárcel de
Rceding, W ilde recu erd a lo que escribía en "Donan Gray" —
IHlK): 'Todas las cosas se realizan en el cerebro. Sabem os
que no vemos con los ojos, ni oimos con los oídos. Estos
son m eros canales. Es en el cerebro que la am apola e n ro ­
jece la m anzana arom a, y la alondra canta '.
E ste idealism o "es el que presiente A ristóteles, el qu e
S. A nselm o y D escartes trad u cen en el lenguaje dogmatici.!
de sus épocas, el que B erkeley rev alo n za, en el axiom a.
"No hay más realidad que la del pensar!".
Tal el ideario que vive el desterrad o de la ta p e ra , el
héroe que au n en n uestros días, d ejan a la intem p erie a n to ­
lògica Y que algunos de sus fieles consideran ' p rim ario ".
P en sarán algunos cual h ab ría podido ser la reacción in-
tlmn do M allarm é, si conociendo n uestro idiom a h u b iera
releído "Infsrrogants". "Olímpicas". "Noclurno,'i "Jesús" o la
g alería de paisajes aním icos, de caracteres La B ruyeranos,
■expuestos en las estrofas d e "L a In m o rtal" <1910).
De estupefacción, de deslum bram iento, a n te la hondura
y la diversidad de los sondeos psieom orales; la riq u ez a n a­
tu ral, los esplendores vitales de la fan tasía, el ab isal a l­
ca n ce m etafisico del pensar. S obre todo, lo q u e h a b ría ac a ­
bado de conquistarlo, el rigor clásico de la form a.
P orque M allarm é, ta n grácilm ente chino, en su s ú lti­
mos lustros, gustaba de los estilos m ás antitéticos. A sí p. j.
del verso lib re y de los tum ultos rítm icos d e V erh aeren . En
1889, com entaba "Les D ebaclei” : “Lo m ilagroso, es la in v en ­
ción p erpetua del verso, que no se inm obiliza nu n ca; no
se ve m oldeado, definitivo, como fu¿ al a tro r b asta ah o ­
ra, sino que se esfuerza en crearse a si mismo, uno tras
otro, como la vida!” . Lo que sorprende es que no resu lta
-verboso; antes sabe a canto puro". (1862).
"El verso se retem pla en la palabra, según la fu ria de
vu estro instinto que deviene un elem ento nuevo, desnudo,
d evorando sus propias voces. Comienzo a creer qua era oso
lo que siem pre debió hacerse. “Je com m ence a cro ire que
c ’est cela, que de to u t tem ps il y av a it a faire. J ’en suis
h eu re u x pous vous que j'aim e f o rt”. (1891). En 1897: “El
ru m o r m arino de vuestros versos lo escucho con oídos de
m uchedum bre: “On est m ille a les lire, scul; tan le u r voix
est infinie” .
F inalm ente, en 1898, le escribe: “A dm iro ese in te rcam ­
bio superior o grandioso de gritos hum anos, soliviantados
p o r el latido ex tra o rd in ario de vuestro Verso, del cual, solo
vos sois capaz, habiéndolo el prim ero, lanzado con tan to ím ­
petu de esp an to ”.
Com entando alguna vez su predilección por el ritm o
d e 10 y 12 sílabas, tres versos de 10 y uno de doce — m e d e­
cía Palacios: Las grandes obras clásicas lo propio q ue las
góticas y renacentistas — Uiada, Odisea, Eneida, la d e L u cre­
cio, D ante, A riosto, etc., desarrollan sus episodios en u n
m etro uniform e. Lo que dem uestra que en un ritm o dado, se
puede realizar una gran obra U niform idad form al, especi­
fica; diversidad de tem as e inspiraciones. De ahí sus m ú l­
tiples com posiciones análogam ente ritm ad as y asonantadas.
No fue fiel a la norm a estética de 1896-97. A ntes y d es­
pués practicó otros ritm os; h asta cayó en la tram p a del
soneto, a semejanza de otras aves, tan pesadas como él: “las
aves de gran vuelo alzan su vuelo. Después de algunos pa­
sos por el s u e l o . .. ", <1910 a 1012*
R equerido por un amigo, m odula e n tre 1890 y 1892, el
prodigioso "Nocturno", digno del m ás puro M allarm c, cada
una de cuyas estrofas es un cuadro, un poem a: "N octurno
canto de am or — Que ondulas en m is pesares — Como en
los negros p inares — L as notas del ruiseñor. — C oloración
sin g u lar — Que m i tristeza ilum inas — Como al desierto
y las ruinas — L a claridad estelar. — N ube q ue cruzas ca­
llad a — La extensión indefinida — D ulcem ente p erseg u i­
da — P o r la luz de mi m irada. — Id eal d eslu m b rad o r —
En el esp íritu m ío — Como el nim bo de rocío — Con que
am anece la flor. — Sum isa palom a fiel — Que en mi p e­
cho te has dorm ido — Lo m ism o que sobre un nido — De
m irtos y de laurel. — Albo jazm ín en tre tules — Y form as
blancas prendido — P o r m i pasión circuido — D e pensa
m ientos azules. — C elaje, nube, ideal — Ave, estrella, b lan
ca flor — A rom a, gracia, fulgor — D e otro m undo e sp iri­
tu a l' — A qui m e postro y m e ves — A quí m e tienes y es
1;oy — Como tu esclavo que soy — A bandonada a tu s pies '.
Canción predilecta que acom pañaba n uestro s QuIUii'reoK
juveniles. L a sabíam os an tes de conocer al creador. A lgu­
na vez quisim os saber como le había salido esa m arav illa.
“La escribí como regalo de bodas p ara un am igo”. Difícil
m enfe un “deficien te” es susceptible de segrega! ta les p^t
la s Acaso "el am igo” fué uno de los “yos” de sus m oce­
dades O del com ienzo de la m adurez. Uno de aquellos a v a ­
la re s que había gustado “ de aquel inefable deleite que s a ­
cia ” Verso rebosante de significado, de experiencia v i­
vida, como otros de su autobiográfico "Jesú s", y de la in fla­
m ada glosa al "Cantar de los Cantares" (1908).
Cuando se deja decir que el "Nocturna" es un regalo
n u p cial”, hace años que vive su personaje inhum ano, so­
brehum ano. ¿Cómo va d ec la ra r una debilidad tan o rien ­
t a l ’ No. El no ha sido trovero ni p aje de castellan a algu
na. Si ha incurrido en ello, ha sido en los días en que aun
no era el cruzado de su Causa. Más, no se escriben las d e­
cimos de S antos Vega, ni las estancias de Lazaro, cuando
no so ha pasado por la p rueba del fuego. Cuando no se ha
ininido bien, pero m uy alto. Sí. T am bién él alguna vez h a
m irado bien, pero m uy alto. Luego, el desuso del “abolii
bib elo t” (M allarm é) ha ido transform ando aquella p oten­
cia en energía aním ica.
En el "H om enaje a G uido" (1890) hallam os nuevas sig ­
nificaciones: “S acerdote del Dios rubicundo — Q ue gobier­
na las V írgenes sabias, — Q ue has alzado tu a lta r allí
m ism o — Do yacen gim iendo la m ar y la p am p a’’. “H ém e
aquí con m i vida vacia — Como cántaro roto a la esp al­
da, — P a ra izarla a ln faz de la tu y a — De la tu y a cho­
rre a n te de savia — Como puede u n a brizn a sin rum bo —
C ruzar po r el disco del sol a te rra d a ” .
“H ém e aquí con mi rústica L ira — Que ciñó la pasión
de guirnaldas, — La pasión que al arar distribuye — L a u ­
reles o azotes que u nadie co n sag ran ” .
E xpresa no lo que es, ni lo que sabe ser; m elo d ram á­
ticam ente inclina su soberbia an te “las crines de p lata “d el
anciano, — “Como duro lección que él im pone — A la f r á ­
gil virtu d de la F am a” . “La delicadeza, la sobriedad de
G uido m ás de una vez deben hab er conm ovido, la v io len ­
cia desenfrenada de su e s tr o ...
El hom enaje sale de la ta p era: “vibración del d esier­
to!” . “Si el dolor no re p a rte sus frutos. No es fuerza n i
lauro, ni cruz, ni enseñanza” . H om enaje “del g ran poeta
anónim o de la lengua castellana!”.
Amigo de los niños, como tantos solitarios. “C’est une
consolation de viv re avec les enfants. lis n ’ont encore ríen
trah i, ríen deshonoré” . Sabe que la soledad es su elem ento
vital. Los hom bres se rehacen, d entro de ellos, nunca fu e ­
ra. C uanto se hace, como creación, se h ace en la soledad,
en la intim idad del creador.
Los resortes neuropáticos colum pian su hum or, d e la e x ­
tre m a hum illación. “Como puede una bruna sin rum bo —
C ruzar por el disco del sol, aterrada? A la ex tre m a a n d a ­
luzada: “Me quebré, m e rom pi, como u n a clara — Copa
de cristal sonante — Pero m e queda, inspiración b astan te.
— P ara encender el sol. — St se apagara!". Na sospechó
que d e h ab e r poseído m enos inspiración cu a n titativ a —m e­
nos elocuencia racial, como en el A pòstrofe,— y m ás c u a li­
ta tiv a , h ab ría sido poéticam ente m ejor. M enos inspiración,
m ás r e f le x ió n .. .
No h ab ría incurrido en tantos prosaísm os.
De los tres tipos de castid ad —el de C astelar, el de P a ­
lacios, y el de Rodó— , p robablem ente el de Palacios es el
único de ascesis v o lu n taria. No es caso de “desdicha' , co­
mo presum e el M onterland argentino; lo es de superación,
de v irilidad expiatoria: sacerdus magno.
No falta quien h ay a em parejado a N ietzsche con P a ­
lacios. Sin duda, lo supera por la riqueza, la calidad, el
genio especulativo. P ero el hom bre es un fantoche, a n h e ­
lan te de am or, de am istades, de bienestar, de prestigio, de
“g lo ria”. Palacios, en esto A lm afuerte, señorea todas esas
nostalgias. No padece derram es epistolares, no solicita p ro ­
paganda, no acusa recibe de los libros, ni siqu iera p ublica
los suyos. Es insobornable. N ietzche tiene m ad re y h e r­
m ana. Palacios, ha perdido todo. P or eso ha hecho del Yo
pienso. Yo soy, su Dios. Y perdida toda fe En la N ada,
sin nada de la N ad a”, ha seguido cantando, las E senciales,
p ara los dem ás.
De los prohom bres argentinos de la época los que se
m e aparecieron como m áxim os condensadores de en erg ía m o­
ra l —la calidad visual, el porte facial suelen re v e la r la ca­
lid ad del potencial aním ico,— los m ás sim ilares, en este as­
pecto electropsíquico, fueron Roca, P ellegrini y A lm afu erte.
El yo Urico p ara d o jal de P alacios sim ula hin carse ante
cu alq u iera “C risto N egro o Jo b in te rn o ” . Su yo viv ien te,
no se agacha ante nada, ni an te nadie. Si pud iera d o b lar
lu voluntad, como sim ula re n d ir el intelecto, h ab ría sido un
alto b urócrata, provincial, nacional. E l “path o s” de su ser
es que no puede a te n d e r reg u larm en te n inguna labor, que
ex ija convivencia, con iguales o superiores jerárq u ico s. Su
caso neuropático, acentuado po r la costum bre del aislam ien­
to, ex ije soledades lústrales, quietud, independencia, un cli-
mu de excepción. Tam poco sabe colaborar con reg u larid ad
••• diarios o en revistas. No podría ad a p ta r su esp íritu al
tono convencional, a tem as em píricos generales, a m edias
Untas, a gradaciones escolásticas; fin u ra , crítica, m atizada
lionln o a escarceos erudíticos. N ada m ás distan te de su
mo puritano, que las prestidigitaciones culturales, co n tra-
ilti tortas, los contrastes dialécticos, de un Sorel, un U n a­
muno Ni ei frívolo p a tin a r periodístico de otros poetas y
niunliitas célebres.
I' m poilble que de 1930 a 1940, lejos de su espacio
:in

Lietnjxj, a catedráticos habituados al estudio de pensado­


ra! m odernos, el conglom erado de la obra de Palacios, les
produzca una im presión de “ideario v u lg a r”.
Se ha repetido m ucho, ha insistido dem asiado, con p e­
sim ismo de predicador, en la búsquedu, en el d escu b rim ien ­
to de los m óviles m ezquinos de las acciones, de los re so r­
tes delictuosos de las grandezas gerórquicas; en el tra n s­
fondo feroz de las apariencias y de las glorias. Como en la
enum eración u n iv e rsa l de las labores plebeyas que su sten ta n
la actividad del m undo. Y que ól cree que pocos p arecen
p ercibir y estim ar. E sta faz negativa, inquisitorial de su
genio suele chocar como vulgar. Son hechos h arto sabidos
esas bases de la economía, de "in paz arm uda", d e la
“g uerra civil” de las clases, de las gu erras de las naciones.
No es un genio N aturaleza como W liitm an, que acepta y
glorifica todo; dfas y noches, bonanzas y tem pestades, gue­
rra s y paces, vencidos y vencedores, derro tas y victorias,
bandidos y trab ajad o res, sabios y rústicos, m u jeres y h om ­
bres, enferm os y sanos, héroes y m endicantes. No es ge­
nio “lin y e ra”, de ca rre teras y granjas, cabotajes y a m b u ­
lancias. Ni genio hom osexual, a quien no preocupa la n a tu ­
raleza del com pañero de ham aca o de p ajar, d e ru ta o
travesía.
Palacios es un señor que se resp eta y resp eta. “Me
basta m i profundo propio respeto” . No ama salir d e su
cubil, ni exponerse a dicharachos, ni m ezclarse con desco­
nocidos, ni p e n e tra r en casas ajenas, aún cuando lo adm i­
re n y lo esperen. No sospecha que se pueda an d a r en com ­
pañerism o fratern ales, como en tiem po do m igraciones fo r­
zadas, de levas guerreros o por dep o rte “dem ocrático”. A
pesar de su vigor orgánico, no es oxbuberan te. No esparce
a m anos llenas la alegría de vivir, los am aneceres estiv a­
les que W hitm an irrad ia de su corazón. El sol suyo, in v e r­
nal, cuando desgarra su brum a, “brilla y tiem b la roto so ­
bre esa fuente h elad a”.
Es un descendiente de aquellos rabinos q ue arrin co ­
naron las persecuciones; puritano, de pocos libros. De re-
>rvas y altan erías, de silencios y de m ira r distanciador.
A sem ejanza del hidalgo, forzado al ayuno qu e sale de p a ­
iro. como si hub iera comido, Palacios ayuna, v ita l y cultu-
i rím e n le. No fum a, no bebe, no se divierte, n i juega.
En la ta p e ra pam peana no se le o curre que p o d ría
tra n sfo rm a r en h u e rta las tie rra s vírgenes qu e lo in v itan
con su v erd o r p rad ia l. No se concibe roturand o , se m b ra n ­
do, escardando, cultivando hortalizas. D ando ese ejem plo
m agisterial a los chicos de los m ercaderes y proletarios v e ­
cinos. El, es m aestro de abecedario. No enseñ aré cultivos
p a ra com er. A sí d irá después: “D elante de un redil de
v ien tres llenos, prefiero yo, una h um anidad h a m b rie n ta ” .
("Sin T regua". 1910).
Ha hecho suya la m áxim a de P aserga: Solo los gran­
des sirven para solitarios. Su R etórica, es su retórica. El,
es El: El Unico y su Unicidad. En esto coincide con K ier-
kegaard, S chopenhauer, L eopardi, C arlyle.
H ubo en su ju v e n tu d “ un d esastre” como el qu e e n ­
lutó la vida del gran m édico, su m aestro y que in sp ira ra
el patético prólogo de "Lázaro": “Ah! la desgracia de la v id a
en tera — Q ue p a rte el corazón como una espada; — El co­
razón m isántropo, que nada — Aguarda, ni en su orfandad,
espera!".
En los días de la del "N octurna", del "Jesú s". A lm a-
fu erte irra d ia los tres heroísm os del realism o ingenuo de q u e
h abla Diaz M irón: “El heroísm o del sentim iento, del p en sa­
m iento; y de la expresión”.
En Bergson ("Les Deux Sources", 19301, como en su
m aestro R ibot ("Psi des SenlimentB", 1880. "Ev. des Idees G e­
nerales", 1885), la su rg en te del progreso m oral es la emoción.
La m oral se va haciendo, es una creación, como la m úsica
o la poesía. Sus iniciadores, sus inventores, son los em o ti­
vos, los que poseen m ás activos elem entos sensitivos. Es
m enester una em oción p otente que haga obrar, y p o r con­
tagio com unique a los dem ás el nuevo im pulso. A ntes qu e
a lo que es concebido, o descubierto, el avance es p ro p o r­
cional a lo que es sentido."
“S uponer que una idea, una abstracción, sin reso­
nancias afectivas, como una noción geom étrica tenga in ­
fluencia en la conducta, en la inspiración lírica, o m usical,
de loa em otivos es un absurdo psicológico. Con frecu en cia
ln obra genial h a surgido de una em oción única, en su gé­
nero, que se había creído inexpresable, y que se quiso e x ­
p resar.”
"Al lado de la em oción, efecto de la representación,
a c tú a la emoción causa, la em oción q u e la contiene v irtu a l-
m e n te. Em oción susceptible de cristalizar en rep resen tacio ­
nes. Si u n a religión ap o rta u n a m o ral nueva, antes d e la
n u ev a m o ral y de la n u ev a m etafísica ha actuado la em o­
ción. E sta em oción cread o ra q u e solivian ta ciertas alm as
privilegiadas es desborde de v italid ad . E ntusiasm o co n ta­
gioso que se enciende y p ropaga” .
“A sí como h an surgido hom bres de genio qu e h an e n ­
sanchado las fro n te ras de la inteligencia, h an surgido alm as
•escogidas que se sentían em paren tad as con las dem ás, e ib an
hacia ellas a im pulsos de su am or. L a ap arició n d e cada
u n a de ellas era como la creación de u n a especie nu ev a,
com puesta de u n solo individuo.” (Lo que P alacios denom ina
e n su "Misionero" (1905) “la sublim e segunda n a tu ra le z a ”).
“Yo se que au n es sueño, sim ple belleza — Lo que im p u lsa a
l a especie po r senda vaga; — Q ue p a sa rá n m il siglos antes
q u e se haga — L a sublim e segunda Naturaleza! — Yo sé
q ü e los m ás viles au n son dueños — D e los p lan es m ás
altos q u e el genio frag u a: — C u alquier m iserab le m a ta los
sueños — N egando a los q u e sueñan la sal y el ag u a”.
“H ay u n fin, h a y u n cam ino, — H ay u n plan, h ay u n
m iraje. — H ay u n afán de búfalo salvaje: E l a fá n m ig ra­
to rio del destino!” “B ien estar general, v ie n tres sin n o m bre
— Consigna de ru m ia n tes y d e enanos. — L a perfección
e n sí d el cuadrum ano — T alvez h a b ría suprim ido a l H om ­
b re !”
E sta intuición del ca rá c te r accid en tal de n u e stra E s­
pecie, h a inspirado m edia docena de grand es obras d e c rí­
tic a antropológica, de la m ás im p resio n an te “n o v ed ad ” :
(1915-1930).
“A sí el proceso v ita l —prosigue B ergson en 1932,—
alcanzaba, de ta n to en tanto, en u n h o m b re determ inado,
u n resu ltad o excepcional. C ada u n a de ta les alm as m a r­
ca b a así u n cierto n iv e l alcanzado por la evolución d e la
v id a; y cada u n a de ellas m anifestaba en u n a fo rm a o ri­
ginal, un amor que parecía se r la esencia m ism a d el es­
fu erzo creador” . P alacios ca n ta b a en 1905 en el "Misionero":
“No soy el C risto Dios que te perdona: Soy un C risto m e­
jo r; soy el que te ama".
“H oy —p arece p a ra fra se a r Bergson— cuando evocam os
con el pensam iento esos grandes hom bres d e bien, cuando
loa escucham os h a b la r y los contem plam os actu ar, sentim os
que nos com unican sus ardores, que nos a rra s tra n en au
m ovim iento: no es un m andato, es u n a irresistib le a tra c ­
ción” .
*
* *

B audelaire, que era u n enferm o, dotado de excepcio­


n al agudeza crítica, escribe, a propósito de Poe: ‘‘Todo m ís­
tico padece algún achaque s e c r e to ..." .
“Celui ci, l ’ivrognerie, celui-Iá, la goinfrerie, ce tro isiè­
m e la p aillard ise. . ". Más la vo lu n tad de m an ten er lím ­
pido el su rtid o r m ístico o m etafísico, explica el sentido de
justificación, del epitafio que q u ería se g rab a ra en la tu m ­
ba del can to r de U lulum e y de A nnie:
“Vosotros, cuantos os habéis ard ie n tem en te esforzado
en descubrir las leyes de vuestro ser, que habéis aspirado
al infinito, y cuyos sentim ientos reprim idas h u b iero n de
buscar algún espantoso alivio en el alcohol o en la lu ju ria ,
orad por él. Digo de Poe, y de algunos hom bres como él,
lo que se ha dicho de n u estro Señor: “H a sufrido m ucho
por nosotros.”
Si consideram os el modo ascético, con que Palacios so ­
portó la presión de su n atu raleza, sin otro consuelo qu e el
de sus desahogos oratorios, que e l orgullo de su volu n tad
estoica, de paladin superior a todo alivio: bo rrach era, lu ­
ju ria , gula, envidia, pereza, iras m ezquinas. C onsciente de
su “pecado” socrático, trocado en v irtu d apostólica, de p r e ­
dicar, de am onestar; pero escudado en la n orm a ejem p lar.
“El que rep ren d iere, en lo posible, p ro cu re ser irre p re n ­
sible.”
“Yo rechacé al feliz, al potentado. Al honesto, al a r ­
mónico y al fuerte.
P orq u e pensé que les tocó la S uerte. Como a cu alq u ier
ta h ú r afortunado!
“Yo deliré de ham bre, m uchos días. Y no dorm í d e frío,
m uchas noches.
P a ra lib ra r a Dios de los reproches. De su h am b re h u ­
m an a y de sus noches frías.
“Sin ley, ni hogar, ni p atria, n i destino, — como la h o ­
ja ra sc a de la selva—.
“D ejaré de su frir cuando me vuelvo polvo bien piso­
teado del cam ino” .
“F ui grande en el soñar, y ful pequeño El día de la
acción, y eso m e pierde]".
A cerca de la confusión en tre lo Ideal y lo rea l observa
M allarm é en 1863: “La torpeza de un jioetu m oderno le h a
llevado a desolarse de que lu noción rio hch la h erm an a del
E nsueño” . Que “la actión ne luí pnn ln socur du R ev e” .
Dios mío, si no fucru usl, ;.i i I IImnui.'Ao fuera re b a ­
jado y desflorado, dónde non rcfuglni Inuion, nosotros los d es­
dichadas a quienes disgusta la llrrin ; que no tenem os m ás
refugio que en el Ensueño? Q iici Ido amigo, "ab reu v e-to i
d 'id eal!” S áciatc de ideal! La v rnliiln cotidiana es ignoble;
harto callosas huy <¡uc ti-nci la . riuinoi: para recogerla.
D ecir “soy feliz" cu decir "»oy cobarde'', o m ás am e­
nudo, "soy tonto". “ J* m ía nl«U", I1 no ver por encim a de
ese techo de venlnrn, d ciclo ild Ideal, o es c e rra r e x ­
presam ente los oj oh A ri'ira de <ido lu* elaborado u n p e ­
queño poem a que te envían l,«a I a n a ira a . . .". L ondres
1863). Solo el arte Justifico dignam ente el vivir: Es decir
el P ensar, que tran sp aren tó ne ln.... form a u rtistica. “Q ue
la v itre soil l'a rt, solt la mli.liclli ' Mlrrticldud ca a m isti­
cismo, lo que religiosidad a religión."

* *

Es la vocación del pensar, contcrriplativo la q ue lo v u el­


ve “pequeño el día do la Acrclóri". SI no fuera así, no coexis­
tiría n en él como presenciar, m agnéticos las Id eas G uías:
el Bien y la Belleza hechos l’ocnlu. En los m om entos de
conm oción, ellas encienden bu lám para facial de varicloide,
le infunden esa m agia que Irradian los rostros elegidos.

*
* i

Le faltó en la adolescencia el sostén fam iliar q ue h a ­


b ría podido fac ilitarle el acceso a la cu ltu ra u n iv ersitaria,
al logro de u n a “profesión Liberal”. En la m adurez, la am is-
tad, la inteligencia clariv id en te de alguno de esos “estadis­
tas profesionales!” .
Q ue com prendiendo su “caso” excepcional, en cau sára
pedagógicam ente, cu ltu ralm en te, los tesoros d e su tensión
« u p ' i l l u n l .

No fu é apreciado, aprovechado a tiem po. P o rq u e hay


t|u< rec o rd a rlo a los que no p arecen p ercib ir la g era rq u ia
de su m agisterio. L a culpabilidad g eneral de los d irig en tes
de su época. F ué, u n p rec u rso r de la argen tin id ad in teg ral:
culto de los héroes, de la gesta em ancipadora d e la re o r­
ganización civilista, de lo p robidad adm in istrativ a, d el ju e ­
ga 1murió, en lo Integración de los directorio!, de los p a r ­
tidos; en "los sagrados actos com iciales” ; y en el llam ado a
la Inm igración productora, industriosa, civilizad'ira
I .a O ración » la "Som bra do »u P o tria" es el n ublado de
borrasca civica, q u e va incubándose desde an tes d e 1890.
T rem enda explosión del am or patrio argentin o d e su ge
neración. D estacada, in teg rad a así, en el proceso d el des
arrollo social, la F igura del g ran d e em otivo evangélico, h o n ­
ra su p edestal, en la sucesión de los m áxim os guias cu l­
tu rales. L ab o ra según la trad ició n apostólica y h u m a n ísti­
ca: “L a C uestión social es u n a cuestión m o r a l'; las re­
form as institucionales exigen la refo rm a ind iv id u al 'S o
b rn iá m ucho barro de bestia. L a vez que despliegues del
todo las Alas."
H ab er dejado que ta l su rg en te en vez de tran sfo rm arse
y de enriquecerse se e n tu rb iara, en cierto m odo se ap le­
beyara en el m ito de "M i C husm a", en “gem idos" de Ecle-
siastes de penal, es “com plejo” colectivo, del falseam iento
del ideal de libertad que encendió las alm as de los héroes
de 1810 De la vuelta “al antiguo rég im en ”, d enunciada
por A gustín G arcía, en "L a C iudad In d ian a": por A A lva-
rez en el "M anual de Im becilidades Cisplalm as : D e esa
m iseria afectiva, de los sim uladores de dem ocracia, que
hace de ellos autóm atas de los advenedizos ungidos por el
A zar; que p ara serlo necesitan silenciar las trib u n a s, es­
cam otear el fallo de la soberanía, m ediante el juego sucio
electoral. •*

•*
C ierta vez, P alacios, señalando su lecho exclam a: “Los
paroxism os que m e asaltan a llí algunas noches” . U n joven,
h ab itu ad o desde n iño a m a d ru g a r p a ra a fro n ta r faen as de
hom bre; p a ra el cual acostarse es dorm ir, no com prende.
P a ra a c la ra r el sentido de la confidencia, h a b ría q u e sos­
p echar, su tran scen d en cia fu tu ra . A dem ás, ¿qué crisis p u e ­
d e n a s a lta r a u n hom bre com o él? A ños después, rep e n ­
sando en aq u e lla explosión, la conectaba con los verso s de
"Incontrastable”: “P o rq u e yo siento — P aroxism os h o rrib les
y nostalgias, — R ebeliones salv ajes y am arg u ras, — A llá
en m i ca rn e ru in , — y no m e postran, — A llá en m i co ra­
zón, y no m e m atan .”
¿Qué p o d rían ser? ¿O presiones d e angina? ¿D escargas
epileptiform es, de los cúm ulos cotidianos? ¿R eviviscencias de
los rap to s d eliran te s de la afección variolosa, cuyas p ú stu ­
las acaso h a b ría n afectado sus im plem entos? ¿De las vigilias
arm ad as en previsión de los atropellos nocturnos a la red a c­
ción d e “E l P ueblo”, d u ra n te el últim o año, cuando algunos
am igos se tu rn a b a n p a ra h acerle com pañía? “A saltos d e la
ca rn e que, a l esp íritu audaz co rta n las alas? L o m ism o qu e
esos sueños de la gloria. E ncrespan la m a re a de las alm as?”.
E n el tra to diario, parecía ser, —como A verro is o Je h u -
d d a B en H alevy— todo razón apolínea. M ás q u e agraciado
con “u n a razón de firm eza y luz como c rista l d e ro ca”, lo
e ra de fuego luzbélico. . .
No del L uzbel rom ántico de L am artin e o d e D e Vigny,
q u e desciende a sed u cir a las h ija s de los hom bres; o el
fáustico, que por rejuvenecer, y ac ariciar alguna, v en d e a
M efisto lo que nun ca h a poseído. . . Razón feérica, análoga
a la de M allarm é, cuya delectación es g u starlas m o ralm en ­
te, en el ensueño?
“Ces N im phes je v eu x les p e rp e tu e r”. P e rp e tu a rla s en
la p asto ra l lírica, no m u ltip licarlas e u g e n ésica m en te.. . No
in tim ar, con beato sadism o, a la m a n era d e esos déspotas
confesionales, en quienes la v o lu n tad de dom inio h ace las
veces d e “frisson” m e d u la r .. . Y a en 1876, la nostalgia de
M allarm é distingue: “P a ra la m ayoría, gozar físicam ente;
p a ra pocos, m o r a lm e n te ...”.
E n P alacios no percibim os nostalgia del sexo com ple­
m en tario : n i física, n i m o ral n i intelectu al: “E sas e tern as
sensuales y secundarias — celosas de mis noches tan so lita­
rias.”
El gozo, si lo hay, es de represión señorial, de desti-
lución pasional. La presión volcánica reprim id a, ex p lica ría
la función com pensadora de las descargas electropsíquicas,
las fu rias o r a to r ia s ... Com plejo de Ju v en al, de Q ueve-
do. E sclarecería el sentido e sp iritu al del pseudónim o: A l-
m afuerte! T am bién esto se relacionaría con sus crisis n o c­
tu rn a s ”. P ablo de T arso no las ignora: ‘‘Vale m ás casarse
que a rd e r” . Es m ás hum ano que el evangelista que acon­
seja la m utilación: ‘‘Si un m iem bro te traicio n a o puede
ser causa de tu “perdición”, lo c o rta rá s”. "El reino de los
cielos, vale m ás” . P alacios canta: “S obrará m ucho b arro de
bestia — L a vez que despliegues del todo tu A lm a” .
Son perspectivas de la "E volución C readora", en tre v ista s
en la pam pa, antes de que llegaran al P lata, “el anhelo del
su p erh o m b re”, y “la m áquina de h acer dioses". Ese d es­
pliegue energético del alm a es lo que Bergson denom ina
“La creación de si, p o r sí, el acrescentam iento in terio r, qu e
e x tra e m ucho de poco, y com plejiza sin cesar la riqueza es­
p iritu a l del m un do”. R iqueza en personalidades selectas, en
genios técnicos, en creadores éticos y estéticos.
E sta página, una de las m ás hegelianam ente poéticas de
Bergson, eco plotiniano de “La evolución p ere n n e” de S.
A gustín, es contem poránea, de las tesis del “Jeiús" p am ­
peano!
Si p ro testa contra las form as orgánicas del m al, sabe
q u e este es consubstancial a l devenir. Sin m al no hay v o ­
luntad v ital, ni antagonism os selectivos. No hay h isto ria
n atu ra l, ni h istorias geniales. Lo voluntad se realiza en el
dolor. Y aunque en o tra época, exige al creador, qu e el
lia creado: "¡Págame m i dolor!" en "Sin Tregua" (19101
confiesa: “Dolor, santo dolor, — Sol iracundo, — Que las
alm as estólidas caldea; — P a d re de lo m ejor, A m o del m u n ­
do, — G enerador suprem o de la Idea, — D raga de rem o ­
ción, L lam a ex p iato ria — Que convierte las p ú stu las en
G loria!". Ya lo decía en el "Homenaje a Guido" (18901: "Si
el dolor no re p a rte sus frutos, — No es fuerza, ni lauro,
o 1 cruz, ni enseñanza”.
Inspirado por el ancestral in stin to guerrero, de los li-
u njci que le han legado, hom bría, lengua, apellido, com-
b a te e l dogm a de las d octrinas ig u a lita rias y pacifistas:
“G enios de la igualdad, — por cobardía. — Q ue q u i­
sie ra n u n m undo sin porfía — M undo como e l E dén, p u ra
am brosia”. ("Sin Tregua". 1910). Y olvidando el m ás sacro de
los dolores — el de los alum bram ientos, — q u e le h a h e ­
cho em erg er a la luz de la vida, — blasfem a: “No d esarro ­
lla n genio las m ujeres, — P o rq u e sin gran dolor tie n en p la ­
ceres”. (Idem , 1910).
“P a rto ”. “P a rtirs e ”. “D ar a luz”. P a la b ra s sím bolos de
toda creación. L a m adre, im agen de todo creador. ¿Cómo
p u ed e olvidarlo, *él que ta n to h a honrado a la suya? E n
"Ante el Abismo" (1910) confiesa: “Yo respeto en la M u jer
— a la M adre, n a d a m ás — Y jam ás, nu n ca jam ás. Por
su igual m e ha de tener". (Años antes, — h ac ia 1904— can ­
ta : “T am bién yo pienso q u e la D erro ta — M erece su s la u ­
reles y arcos triu n fale s: — C ualq u ier dolor que sea, siem ­
p re re b o ta — S obre el alma futura d e los m ortales. — Es­
ca la r las cum bres, i r a l A bism o — Son in stan te s fugaces,
son b reves pasos — No es en la p ropia carne, no es en sí
m ism o. — Q ue h a de sentirse el golpe de los fracasos! —
El mártir, el Cristo, será la Idea, — No e l esqueleto donde
n au frag a : — C uando se q u ie b ra el brazo qu e alza u n a
te a — L a luz es la q u e sufre, po rq u e se apag a — A m í no
m e co n stern an las am arguras, — A m í no m e in te resa la
p ro p ia vida; — Lloro las adm irables prédicas p u ra s — Q ue
p ie rd e n su prestigio con m i C aída. — Lloro sobre la dulce
la b lan ca lu m b re — Q ue se h a trocado en ro ja n ie b la m a­
cabra, — M e llen a de tristeza la m u chedum bre — Q ue o l­
v id a rá el cam ino de m i p alab ra. — P o r m ás q u e m e com ­
p aro con ta n to m undo — N unca doy con el tipo q u e b ien m e
cuad re: Yo he nacido sin duda para ser Madre". ("Confí­
teor". 1904).
M i conocim iento, de las décim as "Ante el Abismo", pos­
terio res a l "Jesús", se rem o n ta a 1920 en M ontevideo: “Me
p ides am or, y voy — S in p o n er y sin q u ita r — A h o ra m is­
mo a m o stra r — L o q u e por adentro s o y . .. — P a ra q u e
p uedas ro m p er — Ese cam arín rosado — D onde m e tie n e
g u ardado — T u corazón de m u je r”. — Yo soy el negro
p in a r — Cuyo som brío follaje — Como u n colosal ra m a je —
No cesa de reso n a r — Soy e l resuello d el m a r, — E l fo rm i­
d able concierto — D el ancho pulm ón ab ierto — D e la p am -
|iu «otituibi — La m ujcstad, In piegarla, — La vibración
d el DeM rrtn", La «scéais de li» soledad lo h a Ido deshum a-
nlzando, convirtiendo en algo elem ental: pin ar, rr.nr, p am ­
pa, jaiinpero, silencio, m irajes del desierto." Se siento des
poblado, en celados aním icos en los que re v e rb e ra n sus ga­
ses m egalom aníacos.
“Yo soy u n p alm ar plan tad o — S obre cal y p ed reg u ­
llo — La floración del orgullo — D el orgullo su b lim ad o . .
— M eteoro sid eral — Q iiu en su soi se precip ita; — Viejo
«mi q u e necesita — L as fu entes de lo inm ortal".
O esto, a u n m ás significativo: “Yo soy u n m u erto que
quiero — l¿ue no lo tengan |x>r n u iert i".
La generalidad de los conceptos, hiperbólicam ente sim ­
bólicos, con sus jactan cias antitéticas, señalan la cu rv a m o r­
bida del yoisfoo, del rnisuginistno, del nudismo. P ero estas
situaciones, m ás parecen circunstanciales qu e d efin itiv as;
im puestas po r los azares del v iv ir económico social, qu e in ­
trínsecas, neurocentrífugas.
“M i hogar —si tu v ie ra hogar— S ería un h u erto sella ­
do — T an solem ne, Ion sitiado — Como uno roe« on el
m a r — Nido azul, nido y a lia r, — Todo on él luz y arm o
nía — P ero a la p rim er falsía, — Todo en él espanto y
duelo — Como si alma de Otelo — R esplandeciese en la
m ía!". <WI6>.
Si aun no posee hogar es porque no h a h allado como
crearlo, ni con quien crearlo. No os tullo do 01, Incapaci
d ad suya. No dispone de un dom inio ululado cunto unn r o ­
ca en el rnar, ni ha hallado la Andróm ac». lu C ornelia que
no lo exponga u obscurecer su aureola; u h acer d e F.l, no
el Humlot que dice u Ofcllu: “Velo a un c o n v e n to ..," El
moru de Vernicili, de quien Yago al poner el pie encim a
rechina m efistofèlicam ente: “Ecco il leone!".
Otelo, m aestro de escuela. Otelo, represen tan d o el "M i­
sionero", abandonado de todos, salm odiando uM uyuit iiioLí -
fislcas al "A gnus O ei". A doctrinando « lo« pueblos: "Como
polvo de a u ro ra difuso, — D ifuso en el tuyo mi esp íritu
se h a l l a " .. . Ya, Y». P ero m otejando de “ vírgenes ro ja s”
a las obreras de los talleres, de “catedrático* d e besos” , z
la 5 m aestras: De su e rte q u e O telo adem ás de m isogino es
untifem im stu. Ni “logas ilu stres en los procesos", — Ni
"verbos en los Congresos", — Ni genios en las Artos: — P or
q u e a llí y e n todas p a rte s — C ated ráticas d e besos!".
Vemos aq u í h a sta donde p u eden conducir los juegos
solitarios, las actitudes im perativas. T an nefastas como la
m iseria y los resentim ientos en la m adurez.
R om ánticam ente, a l m odo de las p ara lela s d e su m aes­
tro G utiérrez, cantó en su ju v e n tu d a l am or: “Como b rilló
u n a luz en el desierto — P a ra sa lv a r u n a nación esclava, —
Como cruzó u n a estrella los espacios — A l com enzar la
redención hum ana, — A sí en la noche — D e m i d esg ra­
cia — S urgió sobre m i cielo, tu sonrisa — Y alu m b ró m is
p en u m b ras tu m irad a.”
“V irgen d el cielo — L len a de gracia — Q ue b a ja ste
a s u frir con los m ortales — Y has hecho d e m i esp íritu
tu A lcázar — Yo te h a ré d e m i gloria u n a diadem a, — D e
m i m en te u n a tú n ic a de g ra n a —D e la u re les y aplausos u n a
alfo m b ra — D e m i pecho y m i sangre u n a m u ralla; — P o r­
q u e yo tengo — V irtu d en m i alm a — P a ra lle n a r d e ad ­
m iració n a l O rb e — S i u n a sonrisa tu y a m e lo m an d a!”.
H acia e l ocaso de la m adurez C iterea acab a p o r h a ­
cerle se n tir su te rrib le m agia. P arec e h a b e r sido m ás u n a
crisis de o rfan d ad m oral, de ted iu m an te qu e d e sen su ali­
d ad ”, /
“J e dem ande a ton lit, le lo u rd som m eil san s songe:
. . .T oi q u i s u r le N éant, en sais plus q u e les m o rts” . A q u e­
lla b ú squeda aú n m ás atroz: E t tro u v e r ce N éa n t q u e tu
n e connais p a s . . . " (M allarm é, Angoisse).
E l fá tu m es que, en M a n c h a .. . S olar, n u estro b eluario,
solloza "L a T raición de u n a M ujer!" “L lam é, g e m í. . . No
salió. — E n la p u e rta de su alcoba — G rab é con sa n g re su
n o m b re — Y e n tre besos, gritó u n hom bre: —■ Cam bió d e
re y esta alcoba” .
“Roto esta b a el p o strer cable, — Y e l b a je l ro to en
astillas — D esplom ado, de rodillas — Ja m á s m e se n tí m ás
solo — Y sonám bulo, som brío — T om é la sen d a d el río —-
B uscando la paz, lo in e rte — L a supresión d el dolor: P e n ­
sa b a q u e lo m e jo r — Es la Vida de la Muerte."
“M u e r to ... Sí, yo estu v e m u erto — Y a sin la fie l so­
b rev e ste — B usqué la ciudad celeste — Q ue es recom pen­
sa y es p uerto: M e h u n d í en e l é te r desierto — C om o palo­
m a ex tra v ia d a — Q ue busca la P u e rta P ía: Y a l en g o lfar­
m e no h ab ía — N i Luz, n i P u e rta , n i N a d a ! ...
D esde aq u ella neg ra cu ita — E n la m ás h elad a calm a
— O tra vez resid e m i alm a — E n esta carn e m a ld ita ; —
A quí está, la p o brecita — S in e n say a r n in g ú n vuelo — Co­
m o la m onja en su velo, — Como el reo en su cadalso —
P u es sabe que todo es falso — E n la tie rra y en cielo.”
“Y como el can d elincuente — Q ue reg resa h acia la
A u ro ra — L am iendo la p u e rta llora — L arg am en te, am ar­
g am ente — E n m í covacha doliente — Y acu rru cad o en su
quicio — T a l vez e l D ía del Juicio — M e h a b rá d e encon­
tr a r e l m undo — Como u n triste , gem ebundo — P a lp ita n te
desperdicio!”
Estos espolios autobiográficos que ilum in an y resq u e­
b ra ja n con rayos ígneos la e statu a d el héroe, p arecen es­
cenas de pesadilla. P rovocadas p o r e l m ás dem oníaco d e
sus contradictores subjetivos. T errib le venganza d e C iterea,
sobre su re ta rd a d o idólatra. E sta poesía q u e n u n ca debió
ru m ia r, n i conservar, n i publicarse, aparece a l fin d el vo­
lum en, con fecha de 1905. S in em bargo, algunos versos evo­
can la p erspectiva pam peana. A ntes o a l p a r d e la p rim e ra
elaboración d el "Jesús". “E l alm a flotando a le rta — P u se m i
faz e n la p u e rta — D el p atern o rancho m ío, — Y e l r a n ­
cho estab a vacío — Sobre la pampa desierta."
C onsterna e l d erru m b e d e la to rre cuya arm a d u ra creía­
m os de acero! S obre todo, si rea lm en te es ta n a n te rio r a
" L a In m o rtal", fechada en 1909. S infonía dig n a d e l m ás som ­
brío H ugo, d el m ás g rav e V erhaeren.
“¿No llo ra u sted se ñ o r M allarm é, en su s versos? —
p re g u n ta u n a d am a en 1880.
—No señora. No lloro, ni gimo, n i estornudo, n i m e
sueno.
—Eso empobrece la poesia. V ea usted como Musset,
Corbière, Laforgue o Verlaine saben llorar y rezar, 4
pous le pauvre Gaspar”. O m on Dieu vous m ’avez bléSsez'-
d’amor. Et la blessure est encore la qui-tonne”. .Y Corbiérèî!
e l solitario Tristan des "Amours Jaunes":

“V iens pleurer, si m es vers ont pu te faire r


V iens rire, s’ils tont fa it pleurer:
Il pleut dans mon foyer; dans m on coeur il
Viens. Ma chandelle est morte. Je n’ai plus de
R im baud: “Vrai, j ’ai tro p pleuré. Les aubes sont r o u ­
v ran tes. T oute lu n e est atroce, et tout soleil am er”.
—Ve usted cu án ta herm osura?
—Si señora. Yo tam bién tuve don de lágrim as y otros
dones m ás o m enos g u tu r a le s ... H asta creo h ab e r solloza­
d o alguna vez, a la sordina.
“L ’oiseau q u ’on n ’ouit jam ais. . . Voix étran g ère; cela a
du éclater la haut, com me mon e s p o ir ... J e ne sais, si le
sanglot a ja illit de m on sein, au du s i e n . . . ” ("Petit Air II).
P ero esos dones hace años se han hecho hum o. . . “M al, tu,
p a r l'encre, m em e, en sanglots sibylins”. ("Hommags a W ag­
ner").
—F um a m ucho? No será eso lo que lo evapora?
—F u m a r es uno de mis m odos abstracto s de o rar. Y de
ensoñar.
E l ensueño, es lo único digno del verbo. E n sus volutas
h an surgido, y surgen los m undos artificiales del A rte: m ís­
tico, litúrgico, artístico, p o é tic o ... Así, "La Pipe" “H ier j ’ai
trouvé m a pipe, en rêvant u n e longe soiree d e tra v a il. . Y
en, Tout Orgueil fum e —t-il du Soir;— T orche dans un b ra n ­
le etoufée. . Y aquel velar: "Sans eco u ter M inuit qui jete
son vain nom bre, U ne veille t'e x a lte a n e pas ferm er l’oeil.
A vant que dans le b ras de l ’ancien fau teu il. Le suprêm e ti­
son n ’iet éclairé m on O m bre. . .
Pou» revivre, il su ffit q u ’a tes levres j'em p ru n te . Le
souffle mon nom, m u rm u ré to u t un soir.” O aq u el otro
verso poem a: “Le pied su r quelque guivre, on n o tre am our
t i s o n n e . .. ” F inalm ente, en Tout l'ame résumée, el h um o
que exhala cl fum ador es alm a de lo que piensa. Y sua
soplos "ce vain souffle que j ’exclu»" en rond as evanescentes,
tra su n ta n el sentido sibilino del juego poético: alig erarlo
de lo real, de lo anecdótico; "Da sen» trop précis ra tu re —
Ta vague littérature
V aldría la apena ap re n d er el francés, si ello b astara,
p ara poder c a ta r la exquisitez de estas quintaesencias que
h an tran sfig u rad o la poesía m oderna.

*
* *

E scritas estas, y otras páginas, m e llega el volum en de


"Poesías" de P alacios que acaba de ed itar la "B iblioteca
N ueva” de Buenos A ires. Rectifico algunos párrafos, incluyo
o com pleto ciertas estro fas de poetnni» olvidados. A lgunas
m ejoradas, o tras desfiguradas.
L a im presión general, influenciada por los años y el
estudio de tan to s poetas y filósofos, persiste no o b sta n te la
m onotonía tem ática Salvo en el caso de Mancha o E clipse
Solar. D eplorable inclusión, po: cuanto no hay modo de
alegorizar los besos de ese tipo ie m ujer, ni de elev ar “un a
traición do alcoba" al pb.no sim bólico en que se d esarro lla
al dram a de "La Sombra da la Patria".
F igúram e su m ortificación, si hubiera podido conoclw
esta noche; oír este Laudamut, y reconocer al oficiante que
inicia MI transfiguración. Tal qu'an lui mama on fin »«
Poesía le T ange!
P o rq u e tú, viejo Bardo, ya eres como esa b andera, v i­
sión de la p atria.

(Febrero, 1942).

*
* *

V éanse los m iles de cagalares que viene su p u ran d o la


c u ltu ra cisp latin a an tes de poder p rese n tar al Sonado de
las Inteligencias criticas, un Ramos M ejíu, u n A gustín A l­
v a r « , un Junto, un Ju a n A gustín G arcía, un A rgerlch. un
Lugones, u n Ingenieros, u n M ouchet, u n K orn.
Escolios
—La personalidad m ás esp iritu al —escribe H egel— no
puede v iv ir sin vida colectiva; sin em bargo se opone a ella.
Las contradicciones de la conciencia m oral, y de la so­
cial; fu e n te de lo trágico, y del progreso del espíritu.

*
* *

"U n apologista de tipo pontificio, debe ser ignorante,


ciego o sin escrúpulo, en p u n to a sinceridad. A m enos que
posea u n a dosis feliz de esas tres v irtu d e s católico rom anas.
Todo el secreto del arte laudatorio, consiste en a d o rn a r las
tesis tradicionales, y en rid iculizar la crítica. No se tra ta de
ser v erd a d eram e tn e sabio, sino de sa lv ar las ap arien cias” .
(Loisy: "La Iglesia y la Francia", pág. 76).

*
*

En 1908 el poeta de E spaña b ab ía dicho en su A u to ­


biografía:
“Llevo en las venas gotas de san g re ja co b in a”.
P ero mi verso b ro ta de m a n an tial sereno".

*
* *

En 1913 otro es el ca n tar:


"E spaña q u iere ser, surgir. Toda u n a E spaña em pieza,
Y a de h elarse en la E spaña q u e se m uere?
H a de ahogarse en la E spaña q u e bosteza?

*
* *

P a ra sa lv a r la n u ev a epifania,
H ay q u e acudir, es hora,
Con e l h ach a y e l fuego a l nuevo D ía:
No oyes c a n ta r los G allos d e la A uro ra?

* *

Y en 1917:
“M as o tra E sp añ a nace,
L a E sp añ a del cincel y d e la m aza,
Con esa e te rn a ju v e n tu d q u e se hace
D el pasado m acizo de la raza.
U na E spaña im placable y redentora,
E sp añ a q u e alborea,
Con u n h ac h a en la d ie stra vengadorá,
E spaña del fu ro r y de la Id ea”.

*
* *

A ram is, no estab a p a ra evocar “los gallos d e la A u ro ra--


que ta n b ellam ente lo g raran h ac er re b u llir “e l m a n an tial se­
ren o ” . . .
*
* *

:,E il m ió C anto m iglior sem pre e qu el


Desso. Q uel che n on feci m ai”. — C arducci.

*
* *
SI loa “buenas c a u sa s” dispusieran de la m itad de la
elocuencia que sirve a la s m alas causas, cam biaría la t->en
<u de la* cosas del m u n d o . — Giacosa.

*
* *

1485 - 1499: —In stitu c ió n de la Inquisición G en eral,—


Expulsión de los J u d ío s , —C onquista de G ran ad a,— D escu­
brim iento de A m érica.

La Inquisición in flu y e g ravem ente en la consolidación del


Estado absoluto, con Is a b e l y F em a n d o . D ecir con U nam uno
que el pueblo no q u e r ía lib e rtad de conciencia, sino unidad
de fe Y que los R e y es accedieron al pedido, expulsando n
los judíos, y crem an d o a los disidentes, es un D ecir ad usum
d e lp h in i.. .

*
* *

Q uienes hacen la s opiniones de los pueblos? Donde st>


fra g u an los serm ones, Ins rogativa», lúa suplicas, los tuniiil-
uis p o p u la re s’ CuAl es la etern a función de los cleros? Q uié­
nes inspiran la p o lític a de los reyes católicos? Qué es lo que
caracteriza “la sa n ta alian za del tro n o y del a lta i" ?

*
* *

Inscripción g r a íf it« en ln pared de una tab ern a de l'uni-


peyu. “A fricanus m o rilu r; Q uid d olet africana*?" R u m Iridi»
m uritu r; Qui dolet R a z a India?

*
* *

Roy ne puys, D u c ne deygne, R ohan suys. . .


N osotros colgarem os sobre tu cenotafio O h Nicolai! p al­
mus y laureles. Y d u ran te la cerem onia tratarem o s de no
re ir. . . (Heine).

*
* *

H ipócrates escribe acerca de la adivinación: “M ediante


las cosas m aniíiestas, conoce las ocultas; m edian te las ocul­
tas, las m anifiestas. M ediante las que son, las qu e serán. M e­
d ian te las d ifu n ta s las q u e viven. M ediante el q ue no com ­
prende, el que sabe com prender rectam ente. Y el que no
sabe, u nas veces de u n modo, otras de o tro ”.

*
* *

Cada cual in v en ta su YO, que es la m em oria de un a his­


to ria. L a rep resentación com ienza por ser im personal, p a ra
convertirse al fin en n u estra representación. E l modo inicial
es an terio r a la diversíficaeión en sujeto y en objeto.
N uestra actividad m ental consiste en av a lu a r o en tra n s ­
valuar. Solo se pueden q u erer cualidades. Solo una cualidad
puede querer. L a potencia su b jetiv a suscita la objetiva. Así
vo lu n tad de potencia se tru ec a en v o lu n ta d de valor. Y p o r el
valor, potencia m ental, se tru ec a la vida p en san te en p en sar
viviente.
Todo acto creador es selección de intuiciones, im ágenes,
etc. E n ciencia, en filosofía, in v e n tar es descubrir. Filosofar
es d a r batallas, como decía D escartes.

*
* *

T oda doctrina original im plica una transform ación d e la


m anera de concebir la realidad. O de c re ar la nu ev a re a li­
dad. H ay pues u n dev en ir de la Razón. L a realid ad d e la
personalidad reside en su capacidad de creación, en la c a ­
lidad del tipo de concentración.
C alidad de vida, calidad de voluntad, calidad de en to n a,
ción m oral, calidad de esp íritu . . .

+
* *

H asta h ace diez años se creia p oder describ ir los hechos


m ediante im ágenes analógicas.
Homo faher, hom o religiosus, hom o artife x , homo sapiens,
hom o técnicus.

*
• «

L a edad, el siglo de un pensador, corresponde a la época


en q u e floreció la capa ideológica en la que in te le ctu a l­
m ente continúa arraig ad o . . . (Brunsvichg)

*
« *

H acia el fin al de sus fatigas —Schopenhauer,— conclu­


ye: n ad a tie n e sentido.
E l estado sum o, consiste en no q u erer, en lib e rarse del
q u ere r. Es una experiencia filosófica y m oral, análoga a la de
el E cclesiaste, de P lotino, de San Ju a n , de Molinos.

*
* *

L as tres Biblias, T alm udes, Coranes, petrificados, d escu­


biertos en u n a de las cavernas patagónicas. E laboradas por
algún M am m uth de o tra época geológica.
La A m érica tie n e en ellas los blasones m ás arcaicos de
uno de sus m ayores linajes. Q ue son al lado de esas rum ias
ilol Ignoto Eclesiastes patagónico, los tesoros recogidos en las
m in as de A ssur o Ixión, de L uchksor o de E ctbhana? N unca
■ni ningún m useo, hallazgo alguno, m e h a m arav illad o tanto,
nI rrducido a u n a m ás sú b ita hum ildad!
Esiis rum ias convertidas en jo y a s sobrenaturales, riv a li-
en potencia sugestivo con las (otogrullas tduscópicus d e
Zitri
lus galaxias. ,Qué síntesis de los sentidos cardinales de la
Vida! ¡Qué filosofía de la historia de la T ierra!

D« T ristan C orbiera

V iens p le u re r si m es v ers en t pu te faire rire,


V iens rire, s ’il ton fa it p leurer,
11 p leut d ans m on foyer; D ans m on coeur il pleut,
V iens; m a chandelle est m ort, j'a i ne plus de f e u . . .

*
* *

“V rai, j'a i tro p p le u ra it. L es aubes son n av ran tes,


T roite lun e est atroce, et tout soleil am er”.

(R im baud — 1870).
De M allarm é

Nous naviguons, o m es divers


Amis, moi deja sur la poupe,
Vous l’a v a n t fastuex qui coupe
Le flot de foudres et d ’eclairs.

NA VIG AV IM U S. . .
S. A gustín.
*
A -A

“En la vida se dicen h a rta s cosas inutiles, se hacen h a r ­


tos gestos sunérfluos. No h ay situaciones claras. N ada acon­
tece tan sim plem ente, tan b ellam ente como querríam os. Loa
escenas se superponen, se m o ld a n ; las cosas lio com ienzan
ni term in an No h ay desenlaces en teram e n te satisfactorios,
n i gestos decisivos, ni fra<cr d efin itiv as Los efectos se con­
traponen. Tnl ee la vida hu m an a. Y ta l en sin dildn, a los
ojos de W. Jam es la realid ad en g e n e r a l . .. ” (B ergson'.
Las íorm as de lo divino, hipostasiadas en toda cu ltu ra
superior, que los filósofos antiguos creían ta n vivientes, ta n
im perecederas, como el "nous” o daim on personal, se hacen,
se definen, se estilizan a lo largo de la historia. La idea egip­
cia acerca de la belleza, difiere de la idea griega. La id ea del
bien, búdhico, no se asem eja a la del bien egipcio, o h elé­
nico. Ni m u e stra idea acerca de la verdad, es sem ejan te a la
de los góticos, los neoplatónicos o los socráticos.

*
* *

Este hacerse de las ideas, de los ideales, es el hacerse


divino a que alu d e H egel: su idea del Dios que se hace, qu e
deviene, que se tran sfo rm a. Idea que pasa a N ieszchte, a
Bergson. En este tom a diversas direcciones teóricas,

Este modo, viene de H eráclito y de la in te rp retació n de


Sexto E m pírico acerca del “universo que v a siendo, qu e d e­
viene. De que su continuo dev en ir es su se r”.

Asimismo son de R ibot y de D urkhein la in terp retació n


■ociológica de la actividad in dividual: “Sabem os qu e la m a­
yor p arte de n u estra fuerza procede de la sociedad. D ebem os
n las exigencias sin cesar ren o v ad as de la vida social, esta
tensión in in terru m p id a de n u e stra energía, esta constancia de
dirección en el esfuerzo, que asegura el m ás alto rendim iento
•i toda ac tiv id ad ”. — ("Las dos S urgenles").

*
* *

A ristóteles había escrito u n a obra estudiando las Cons-


lIIiit'fnncs de los Estados A ntiguos. P arece que p asab an de
i’llll Constituciones.

Nunca pudo hallarse un ejem p lar griega, ni la versión


Amlii1 de que hablan algunos co m entaristas judeo ára b es. . .
“L a potencia inventiva, ue discernir, identificar, p ercib ir
sem ejanzas m ás o m enos ocultar, que con la potencia de ab s­
tracción im plica capacidad de p en sar con analogías, im áge­
nes, sobre todo con Im ágenes minediuUis A q u í el sabio coin­
cide con el poeta; el práctico con e l especulativo,

T enem os necesidad de im ágenes para com prender. En


ocasiones no se tra ta de im ágenes sensibles. Se tra ta d e es­
quem as intuitivos, stngenerLs, cuyas im ágenes visuales, re p re ­
se n tan v agam ente lo intuido. A sí lo nuevo es preim ag in ad o ".
— "El P ensar y lo M óvil”.

* *

"Espacio esp iritu al" v “espacio conceptual” son sin ó n i­


m os: “B lague serieu;>ii", como decía nu estro am igo T aillhade,
el del "beau geste".

*
* *

La indeterm inación no está en los fenóm enos; está en


nu estro modo de representárnoslo.

*
* *

“E l tra b a jo liublttinJ de p en sar —escribo Bergson— es


fácil; se p u ed e p rolongar' lu intuición es penosa, no puede
d u ra r.
L a idea em ergida de un» intuición, com ienza por ser
obscuros, sea cu a l fu e re n u e stra enegría pensante.
Es q u e existen doa especies d e c la r id a d e s ..
Jam es y Bergson h ab lan de verdades sentidas an tes de
p e n s a d a s .. ."

«
* *

‘L a te o ría rela tiv ista tiene im portancia en fisica - m ate-


m ítica . P ero !a realid ad de su espacio tiem po sólo es m a te­
m ática.
No podríam os co n vertirla en realidad m etafísica, o en
"rea lid a d ”, sin atrib u ir a esta p alab ra un significado n u e ­
v o ”. Ídem., p. 46.

Un 28 de Ju n io en el B eain.

A noche a la s ocho, el sol desaparecía a un m etro a p a ­


ren te sobre el nivel del m ar, en una fra n ja de invisible n e­
blina crepuscular. Y a un poco antes, aparecía sin lam pos,
como u n gran plenilunio, de oto m uerto, cortado por u n as f i­
nas b a rra s horizontales.
De lo que parecía ser, el pen sar pasaba a Id que o cu rri­
ría, electro dinám icam ente, gravitacíonalm ente, si el sol tu v ie­
ra la edad espectroscópica que anoche parecía ten er.
M illones de siglos acaso p asarán antes que llegue a m a­
n ifestar a sim ple vista, tam añas arru g as intrínsecas. C uantas
generaciones de m illares de m illones de organism os, vivientes,
h ab rán coexistido debajo de su incubadora. C uantas revolucio­
nes plan etarias, geológicas, atm osféricas, in traató m icas en su
sistem a. C uantas variaciones de clim as, de tem p eratu ra s, de
nntüralezas. C uantos cam bios radicales de floras y de faunas;
de b ac terias y toxinas.
La consistencia ac tu al intraatóm ica, se m odificara al des­
electrizarse los cúm ulus m oleculares en los cien cuerpos sim ­
ples. L a tensión, heliocéntrica, que determ ina la e stru c tu ra
tensorial de las cosas, actuales, h a b rá dism inuido de ta l guisa
que los átom os d ejaran de ac tu a r según h ab itu alm en te ac­
túan, en sus relaciones fenom énicas: "des rap p o rts sans sup-
port-"
P ues no son, ni están; actú an según su actu al so lid arid ad
lensorial. Ya no v ib ra rá n según el tem ple que los c a racte­
riza en n uestro espacio tiem po. Q ue hace posible n u estra
ex periencia sensorial, que constituye n u e stra razón.
Todo ap arecerá destem plado, flojísim o, occiduo. N a tu ra l­
m ente yu no ex istirán seres sensibles, n euro psíquicos, su s­
ceptibles de com prender lo que sienten, ni de realizar actos
de conelencia desinteresada, técnica.
M illones de años antes, h ab rá n desaparecido las actuales
furnias vitales.
E n la te rra z a d e la p la y a de los vascos, a n te la p u esta d el
sol, escandinava, en u n a fra n ja horizontal d e b ru m a. A bs­
tra íd o considerando las potencias electro dinám icas, electro
vitales, electro psíquicas, q u e h a derrochado d u ra n te estos se­
se n ta y dos años. A bstraído a n te el arcan o so b re n a tu ra l de
esta coexistencia ígneo v ital, neuro espiritu al.
L as torrenciales colum nas te n tac u la re s con las q u e hace
rev o le ar sus boleadoras p lan etarias, son com pensadas p o r
o tras atracciones cósmicas? S e consum e en p u ra p érd id a, como
creía Spencer? O de tan to en tanto, com pensa sus derroches,
con nuevos com bustibles com etarios, con obscuras p o lv are­
das d e asteroides, de nebulosas en form ación o en disolución?
P o rq u e él tam bién, sigue u s a tray e cto ria orgánica, obedece a
u n destino cíclico; transform ándose, consum iéndose, acaso r e ­
haciéndose. E xpuesto a accidentes estelares. D errochador, con­
sum idor, tran sm u tad o r.
R eligiosam ente elevo, —p o r h ere d itario reso rte m ístico
de g ratitu d ,— elevo la im perceptible voz, d e uno d e los ta n ­
tos m illares de m illones de voces, q u e v ib ra n unos instantes,
a l conjuro de sus irra d ia c io n e s .. .

La emoción — bomba p irotécnica.. .

A dem ás, de los rad io activos y de los rad io activados, de


los radio poéticos, y de los rad io poetizados, p o r satu ració n
rad io lírica, p o r sugestión cu ltu ral. E n unos y e n otros ac­
tú a n el ím petu in m a n en te de la genialidad, o d e la activ id ad
v o lu n ta rista , d el ejercicio m etódico. E sta n ecesidad de p ro ­
greso, refinación, superam iento. Concepto éste, de m ás en
m ás capital, en lo psíquico como en lo m etafísico; del h a ­
cerse de la personalidad, análogo a l d el Dios q u e se h a ­
ce, d el D ios q u e deviene. Concepto q u e B ergson e x tra e de
H egel, —a l tra v é s de R enan—, como H egel lo e x tra e d e H e-
ráclito , al trav é s de S exto E m pírico.
Como B ergson recoge de R ib o t la idea de la fun ció n esen­
c ial d e la em oción, en todo proceso d e invención, d e crea­
ción, de renovación de valores.
Ritos, m oral, poesía, teofilosofla, se v an haciendo, por
gracia de los incesantes descubrim ientos. Sus iniciadores,
sus inventores, son los em otivos, los poseedores de m ás e n e r­
géticos tensores neuropsíquicos:
“La diferencia e n tre la inteligencia literaria, com ún, y
la que consum e en su fuego la em oción original y única: En
la prim era el espíritu tra b a ja en frió, com bina las ideas. En
la segunda, los m ateriales, en tra n en fusión, y luego se so­
lidifican en ideas recarg ad as de espíritu. Solo entonces el
esp íritu se siente y se cree creador. La obra genial, con f re ­
cuencia ha surgido de una em oción única en su género. Q ue
se habia creído inexpresable, y que se quiso ex p resar. Así
la em oción creadora que solivianta ciertas alm as, p riv ile ­
giadas, m anifiesta un am or que p arece ser la esencia del es­
fuerzo cread o r“ . ("Las Dos F u en te s" — pág. 43).
A nálogam ente se expresa Ribot, m edio siglo antes, en su
"Psicología de los sanlim ienioí" y en su "Evolución C rea­
dor a".
*
* *

Esto no quita que en unos como en otros, el proceso


de creación o de recreación, e x ija d e stila r toneladas de v e r­
bosidad, p ara e x tra e r algunos m iligram os de radio poético o
m usical.

Virtuosos y parodistas.

Dos ejem plos de sentido critico acerca de la poesía: De


F aguet sobre la lírica de M endés: “—C atu lle M endés era el
virtuoso por excelencia.
E scribía en la lengua, en el estilo de quien le interesaba.
Así M endés era ya Hugo, ya M usset, ya G autier, ya Le C om ­
te de l ’Isle. Sin duda m ás h ab ría valido que h u b iera a p o rta ­
do a su época un nuevo poeta, que se hubiera llam ado C a tu ­
lle M endés’’.

*
* •

De otro crítico sobre la poesía de A pollinaire. "L a


Intuicioniem o de Losky

Según el intuicionista ruso L osky — (Boletín Soc. F ran .


agosto 1931) — si el acto de atención es modo de conciencia,
el acto m ás concentrado de conciencia, dicho acto no es exclu­
sivo de las especies m am fferas superiores. Solo la doble a te n ­
ción consciente parece ser específicam ente hum ana.
A bundan las especies zoológicas capaces de atención sen.
sorial, e intencional, tan prolongada y en ocasiones intensa
como en los salvajes y en los bárbaros. Todos los tipos de a te n ­
ción vitalista, belicista, om nívora. . .
Losky atrib u y e la atención al sujeto, en vez de atrib u irlo
al acto de conciencia. P arece concordar con H usserl, qu ien
luego de definir el m odo atencional de conciencia, postula
“ un yo puro, como centro activo de conciencia, que constituye
su unidad, y le im prim e su dirección.
En análogo sentido, otro ruso, G urvich en tiende que se
im pone la distinción de dos sujetos. S ujeto su p erio r y sujeto
inferior, de la conciencia. Q ue la intuición o coordinación en ­
tre el sujeto y el objeto, si es un elem ento esencial d el cono­
cim iento, no lo es todo. El objeto del conocim iento se b asaría
en una doble síntesis categorial. F ijado luego por el acto de
atención se h aría objeto de conocim iento; y asi sería cons­
tituido, form ado por segunda vez: objeto real, objeto ideal.
Según este intuicionism o h ab ría que avan zar m ás allá del
idealism o y del realism o.
Estos intuicionism os no tienen en cuenta los resultados
de la psicología experim ental. La elim inación del concepto de
conciencia; su substitución por los “diversos p lanos de con­
cien cia” (—Bergson 1896—) o po r diversos tipos de actos de
conciencia. La tesis revolucionaria de B inet: (1900) “El espí­
ritu no es un yo, que tiene conciencia: es el acto de con­
ciencia”.

* *

Las evoluciones de la especie han suscitado las m etam o r­


fosis de los gestos prim itivos en signos expresivos, luego en
signos verbales.
En toda civilización de tipo cu ltu ral, de im perio de la
escritu ra, de eficacia literaria , la im agen es ta n indispensable
en el plano de la ética de los valores como en el de la esté­
tica o en el de la m etafísica. Ya P lató n an tes que Bergson
da su preferencia a la im agen sobre el concepto. Sin im áge­
nes sensibles, no podríam os describir las cualidades m orales,
como sin vocablos derivados del conocim iento em pírico, no
sabríam os e x p re sar las nociones éticas, ni las intuiciones o
abstracciones m ás m etafísicas. Sólo con sím bolos concretos,
logram os p e rfila r significados, e in te n ta r que los perciban.
C uanto m ás abstractos los sím bolos, m ás d istan tes del plano
sensorial, m ás evanescentes e im precisos son. El juego de las
sim ilitudes, hace su rg ir del psiqueo subsconciente, las más
ab stractas fantasm agorías, a las cuales nos rem ontam os sim ­
bólicam ente. Lo peligroso de estas ascensiones, de estos p la ­
neos sim bólicos, poéticos, m ísticos, m etafísicos, es que suelen
hacernos olvidar la h um ildad de sus orígenes coexistencia-
les. . . antropológicos. . .

A dem ás de los significados exotéricos de los sím bolos, de


los m itos, estos suelen doblarse, tra n sfig u ra rse en g racia de
sentidos esotéricos, Sin el em pleo de significaciones fig u ra ­
das, no podríam os rem ontarnos a las m áxim as abstracciones,
ni d efin ir nuestros juicios al respecto. C uantos m atices de
sentim ientos, cuantas variedades de intelección d istin tas del
sentido literal, expresam os m ediante los modos figurados. Es
tos modos intencionales, sobreañadidos, son ta n esenciales,
como el literal, p ara el desarrollo y el enriquecim iento m en ­
tales. De esta su e rte los esfuerzos de la genialidad han ido
decorando inteligiblem ente, lo Desconocido.

A si hem os llegado a considerar el Conti/>úd,' cómo P asa \


Espacio y P asa Tiem po. A entrev erlo , com o' P u jó Juego. A_
com prender en este Juego Integ ral, todas la ^ jiiguotoqas R ela-r ,
tlvidades.
F ra y L uis, cree q u e la fin alid ad de los nom bres es h a c e r
q u e las cosas q u e designan, estén en nosotros. P rocede d e l
nom ina num ina. E l nom bre, crea la cosa. No h ace fa lta qu e
exista, b asta suponer q u e existe. C reado e l nom bre, y a la
cosa, el dios supuesto, asum en existencia m ítica, esto es
teológica. A hora, con los catadores de “esencias”, vu elv e a
ap a rece r este nuevo ju g la ris m o .. . v e r b a l ...

*
* *

“J e n e sais p as quand, je n e sais plus ou,


M aitre Ivou so u fíla it d ans son b iniou ”.
(Hugo).

F u é acaso en el n o rte, o en el m ediodía?


? (Darío).

*
* - *

Psicología del Acto: P en sa r es actu ar. U n p en sar es


acto. Concibe el tipo consciente como instrum en to p ara
ejecución de actos. E l objeto es aquello a q u e se aplica
consciencia, e l objetivo d e su intención. No es u n contenido
d e la consciencia, n i u n com plejo d e contenidos. No e s tá
en la consciencia. E stá a disposición del acto consciente. A
objetos específicos, corresponden actos específicos.


* *

; ?
E n tre el fluido psíquico y la espum a ca p ilar: alm as, a l­
m illas, alm ejas.
*
* *

“Jerusalem ! Jeru salem ! q u e lap id as a los p ro fetas y m a­


ta s a los q u e son enviados a ti! C uántas veces q uise ju n ta r
a tu s hijo s como la g allin a ju n ta a sus polluelos debajo d e
las alas, y no quisiste!”. (Mateo, 23, 27; L ucas, 13, 34).
U n cronista q u e en vez de p rese n tarse como ág u ila o
león, lo h ace como gallina — q u e ju n ta a sus polluelos,— es
m á s bien u n tipo de S ibila o de P itonisa. L a fra se p arece
em an a r de alguno d e aquellos eunucos episcopales d e las
p rim e ra s épocas o rien tales o alejan d rin as.

*
* *

Todo sujeto v a siendo sucesivam ente otro, d e n iño a


anciano. Yo soy aq u el —suele decirse— a l m e m o rar sus m o­
dos físicos y neuropsíquicos anteriores. M as aq u e l q u e era,
fu é ; y el q u e es, v a dejando sucesivam ente d e ser, según fué.
E sto es lo q u e enseña H eráclito. Lo q u e red icen H egel,
S chopenhauer, N ietzsche, W undt, Ribot, C ajal, V asseur.
<Este desde 1908). Y a en 1901, p ensaba d iv id ir la H isto ria
en 1res épocas: arlef acción, arteficción, aríeiní élection.
E sto es, la H istoria como evolución d el esp íritu deportivo.

*
* *

— “Si je t ’aim e est ce q u e celá te regarde? — escribe G oethe.


—S ans doute, en p e u t aim er sans reg ard er;
— M ais, alors il fa u t av o ir b ien re g a rd é . . .
— C’est plus facile de re g a rd e r sans aim er
Q ue d ’aim er, sans av o ir r e g a r d é ...
A ussi, com biens del fois, on aim e, p arce q u e on n ’a pas
[bien, b ien r e g a r d é ...

*
’ * *

L a distan cia q u e separa el id eal cristian o prim itivo, es­


crito , y e l paganism o católico rom ano, vivido, —es análoga
a u n q u e no ta n enorm e,— a la d istancia q u e se p ara el ideal
cristiano q u e in sp ira las leyes p a ra la s Indias, y la d ev as­
ta d o ra irru p ció n d e los D escubridores, Invasores, y E scla­
v ista s en LA S IN D IA S. P o r algo u n A póstol, con 25 años
d e apostolado en las A m éricas, in titu la su testim onio: D e la
D ESTRU C CIO N D E LA S IN D IA S.
De ahí, los seculares fu ro res de todos los lin ajes d e c a r­
nívoros de la INVASION: g uerreantes, encom enderos, reg i­
dores, m ercaderes, frailes, párrocos, y dem ás hom bres d e
r e d . . . y tr id e n te .. .

* *

“L a C om pañía” se fu n d a en 1536 en la C olina d e M ont-


m a rtre . P o r eso la pluto cracia in tern acio n al h a lev an tad o
a llí el tem plo m arm óreo q u e dom ina la c a p ita l... T am b ién
hem os estado en la B asílica d e Loyola, en A speitía; hem os
recorrido sus alrededores. Conocemos e l lad o p en iten cial,
sem i secreto d e la C om pañía; y el lado m undano, social,
crem atístico, d e sus em presas m u n d ia le s .. .
H em os tenido la m ás an tig u a h isto ria acerca d e la v id a
d e L oyola y d e los prim ero s cien años d e la C om pañía.

*
* *

E rasm o y su ideario hum anístico: Q u iere re a liz a r la


CTVTTAS DEL L a h um anización d e la hum an id ad . S u d eb e r
d e se r cada vez m ás h u m an a, m ás espiritu al. Esto, m ie n tras
el héroe com unista Tom ás M unzer defiende a sa n g re y fuego
la ciudad asaltad a p o r los caballeros y los arq u ero s coaliga­
dos. M ientras L u te ro azuza a las h uestes ducales e im p e­
riales co n tra los p ro testan tes in te g ra le s. . . Cómo se h a fa l­
seado todo aquello. Q ué g ran m ovim iento d e alm as y de
corazones.
E l girondino M ontaigne, no puede so p o rtar e l h o rro r qu e
le in sp ira n las atrocidades g u erreras y sectarias d e s u época.
C ontinúa como E rasm o la préd ica del ideario de la Con­
cordia. Id eario q u e m ás ta rd e p roseguirá Spinoza. Es como
p re d ic a r a las m a re as in v e rn a le s. . . C uando los n ublados
descargan sus a lta s tensiones electrodinám icas, las aves d es­
a p a r e c e n ...
*
* * ■

E scribe S iegfrid: “L a fa lta de genio inventivo d e los


A m arillos, la indiferencia en punto a calidad de los am eri­
canos, aseguran larg as décadas de preem inencia a E u ro p a.
Lo que h a pasado es la fase de la dom inación absoluta.


* *

"Q uedan a E uropa su genio creador, su afición a la


cu ltu ra d esinteresada. Dispone aún de aquella su p erio rid ad
técnica, que desde el siglo XVI le diera el cetro del m u ndo."

*
* *

Ya verem os si la superio rid ad técnica, el am or a la cu l­


tu ra d esinteresada, a la calidad artística, y el genio in v en ­
tivo, no h a n em igrado desde 1940. Verem os lo qu e Queda,
y lo que se ha ido. ..

*
* *

"No conozco al h o m b re”, —escribe De M aistre.— “Sólo


conozco hom bres.” Lo mismo rep ite S tim e r, p ara a firm a r
la unicidad de su Unico.

*
* *

Ja u ré s escribía: “El juego de las oligarquías q u e rep re-


«cntn an te los pueblos la com edia de la soberan ía.'1

A sem ejanza de Dionisio A reopagita, Tom ás de A quino


loiipildern que la inteligencia puede llegar a ver ú DIÓS en
mi e s e n c ia ... (A e n tre v e r la intuición que áe hacen, 0 q ue
bini heredado cultualm ente.) A dm ite la posibilidad de la
v ¡ilún de: "la esencia d iv in a” , como ah o ra los S cbeller, pos-
<il Iti 11 In Intuición de las e s e n c ia s ... \ v i ì o "'-
Esta tradición d e visionarios intelectivos, caracteriza
ciertos tipos góticos. Luego sobrevienen los “ilum inados” más
o m enos profanos: Bacones, Nostrodamus, Lulios, Paracelsos,
Faustos. Algunos con secretas crisis heterodoxas. Creyentes
e n potencias mágicas.

*
* *

El químico Henderson, concluye: “si se modificaran algo


las propiedades del agua o d el carbono, m ás que modificarse,
l a vida planetaria cesaría inmediatamente."
A sí, las propiedades d el carbono y d el agua, —sus equi­
librios moleculares actuales,— condicionan la posibilidad de
la vida orgánica.
*
* *

La tesis de los “planos de conciencia” es d e 1896 ("M a­


teria y Memoria").

*
* *

E l nitrógeno, substancia básica del protoplasma: bacte­


rias biotínicas, engendradoras de la Flora.

*
* *

La biotina procede del bios, cristalino, ácido pantoténico


d el bios.

*
* * -

Células d e-la levadura: substancia básica esencial para


lo s procesos vitales.
" I o d a época aplica a las obras de las épocas anteriores,
el tipo de valoración que em plea p ara c re ar sus propias
obi as. Am a en las obras pasadas lo que puede se rv irle de
ju stificación.”
*
* *

'H ay que ir a las obras difíciles, secretas, negras, vio­


lentas, cargadas de peligros y de sorpresas. A las obras
difíciles, por reservadas, po r sabias, por tem erarias. En el
tesoro de sus honduras, ferm en tan los devenires; sueña lo
p o rv en ir.”
“No hay m ás sitio, en la dialéctica n i en el espíritu,
p ara la abstracción de la ca u sa''.

*
* *

E n el método coexistencial, tenem os la causa en lo obje­


tivo; la razón, en lo m ental. U na, como determ in an te del
d evenir cosmogónico; otra, como colaboradora en el devenir
m ental. Razón, im aginación creadora, em anan de la fe en la
necesidad, en la irrev ersib ilid ad causales. Sin causalidad, no
h a b ría fenóm enos, lo que llam am os "cosas”. Sin razón cau ­
sal, no h ab ría ideas coordinadoras. Esta correspondencia es
lo que hace posible los su jetos y los objetos: nuestro ser
psíquico y el no yo, extrínseco. Sin estas coordenadas, no
h abríam os pasado del sensorialism o espacial, al m isticismo.
De las variedades místico teológicas, a los diversos idealis­
mos. Ni de estos, a la psicología em pírica. Y de ésta, fin a l­
m ente, al descubrim iento de la psicología experim ental: a la
consciencia de la coexistencia del sujeto objeto.
No habríam os relacionado la coexistencia de la célula
y de su m edio nutricio, que ha hecho posible el progreso
de la vida orgánica; la coexistencia de cada especie, con
su am b ien te n atu ra l. La coexistencia de la atención, con
el m edio en que actúa, creando sentidos que hacen posible
las percepciones, im ágenes, experiencias, basta la co n stitu ­
ción de los hábitos racionales. La coexistencia del p en sar y
de lo pensado, del sujeto y del objeto, por el acto de cons­
ciencia q u e los vincula.
Estados, que han ido estabilizando los tesoros cu ltu rales;
i l m undo de los valores m entales; planes, teorías, hipótesis,
mótodos, técnicas.

*
* *

P o r fin, la revolución e sp iritu al d eterm in ad a por el h a ­


llazgo del análisis m atem ático, —base de las físicas m a te ­
m áticas,— ha sido ta n radical, como la revolución m e ta fí­
sica que im plica el método de la psicología ex p erim en tal.
M étodo que h a anticuado los idealism os seculares, y conso­
lidado la n u ev a filosofía coexistencial.
Ello no significa que d esaparecerán esos tipos de u n i­
versitario s que sim ulan creer en la veracidad, en la rea lid ad
intrín seca de las m etafísicas escolásticas.
E n tanto subsistan sem inarios y universidades confesio­
nales, su b sistirán esos ejem plares de la fau n a m edioeval. Es
e n tre ellos, que aparecen esos energúm enos im p erialistas,
q u e llenan el m undo de la cu ltu ra m edia, con sus divagacio­
nes de catolicidad, de germ anidad, de hispanidad, etc.
P ero como se ha observado, “no es que la ontología gó­
tica se haya adorm ecido; es que ha dejado de ex istir, como
m étodo y como filosofía, por incom patibilidad con el esp íritu
y la orientación de las ciencias m odernas.”
Según lo reconoce el propio G ibson, “del p unto de v ista
cartesiano, la física de A ristóteles — que es la d e la esco­
lástica,— se basa en la hipótesis de que el universo del
niño, es el univ erso rea l.”
En este sentido, ta n ta s conversiones, son “ p ositivas”
in v e rsio n es. . .

“Los progresos de la vida no conocen las etapas g ra­


duales de lo m ediocre a lo m ejor, de éste a lo excelente;
surgen por saltos. En unos casos, como avances, en otros
como retrocesos. El océano tiene sus flujo s y reflujos. La
vida, ese otro océano, m ás insondable que el de las aguas,
ha tenido los suyos. ¿T endrá otros?” — F abre.
Los teólogos afirm ab an la inm ovilidad de la tie rra , en
tanto ésta se deslizaba a 30 kilóm etros por segundo. Los
teólogos de las m atem áticas y de la astrofísica afirm an la
unicidad de L a Lus, en tan to existen ta n tas especies de
luces como especies de gases; y ta n tas velocidades de p ro ­
pagación, como in tensidades típicas de radiación.

*
• *

C ada sistem a de referencia, cada campo electro m agné­


tico, posee su frecuencia v ib rato ria, su ritm o tensorial, su
tiem po típico.

*
* *

"Vous, in tra nos, sp iritu s” , — dice Crissipo. "Dios, es el


rsp lritu que anim a cada h o m b re”, glosa E urípides. “E l vous,
anim a el nous” , — “eso que razona en nosotros”— enseña
A ristóteles. Siglos después rep iten los cristianos: “Deus eat
m nobis.”

*
* *

Cada tradición cultual, luego, cu ltu ral, elabora sus cer-


i i lum bres, sus verdades, como cada sapiencia, su física, y
vico v e rs a . . .
La m agia de los “juicios falsos” , de los "conceptos con-
Inidlcturlos”; de los que se deduce lo que se quiere. Es como
' i poder sugestivo de los prejuicios, de los “supuestos” he-
i o ililnrlos. . .

*
* *

III tiem po electro físico: gases, m asas, fuegos, polvos,


liimioM
i I llomiio electropsiquico: floras, faunas, especies, razas,
i« lil|irlii orillan.
P ara algunos filósofos, la v erd a d era psicología se con­
funde con la m oral. T iende a la form ación de ideas guías,
únicas capaces de revolucionar el m undo m oral.

*
* *

El avance, —escribe Bergson— seria proporcional a lo


sentida, en vez de serlo a lo concebido. E l anim ism o es la
su rgente de los m itos y de las artes. Los nom bres, se tr u e ­
can en seres, en dioses: nom ina num ina. (1932).
Casi toda la cu ltu ra trad icio n al de O ccidente es diabó­
lica. Reposa sobre cuatro falsedades seudo históricas, y cu a­
tro falsedades “do ctrin ales”.

*
* *

D e ahí la necesidad de las búsquedas, d e las correccio­


nes continuas, por obra no de la razón ab stracta, si de la
razón critica, de la razón experim ental.

*
* *

“L a revolución de Copérnico, al su b stitu ir el geocentris­


mo tradicional —que ap aren tem en te hacia g ira r el sistem a
so la r alrededor de la tie rra , por la ley de rotación de los
p la n eta s en torno del sol,— es una revolución que cada
m ente debe realizar en sí, en lo físico, en lo m oral, en lo
e sp iritu a l.”
Esta revolución, aventa la hojarasca d e los prejuicios,
prep ara el espiritu p ara la búsqueda u n iv e rsa l de la ex a c ­
titud, como fin alid ad de las nuevas técnicas, surgidas del
cjci'i'lcio de la razón crítica.
En este sentido, nada m ás difícil q u e la veracidad. S er
Iii< l i i'N más difícil que se r sencillo. Sólo la com petencia
<< iih v Ihii, sólo el real saber es sencillo.
Este avance técnico, no puede trocarse en revolución
m oral, en ta n to no logra sum ergir la egolatría qu e im plica
toda “educación” confesional cultivada desde la infancia por
los Intereses te rren a le s disfrazadas de intereses “e sp iri­
tu ales” .
Los hom bres niños, p refieren an d a r gateando — con el
salvavidas ficticio de la fe,— que ponerse de pie, rac io n al­
m ente, y an d a r como andan los H om bres hom bres. D e esta
su e rte se produce el hecho p arad o jal: los que se creen de
01 ¡gen angélico, son los que gatean. Los que consideran que
sólo son ascendientes de los prim ates, son los qu e han ap re n ­
dida a a n d a r de pie.

* *

"Esa poesía semi espontánea, sin las deform aciones de


“las m en tiras convencionales”. Sin el adobo de las estiliza­
ciones. Suele ser la que m ejor evoca las m aneras, los p re ­
juicios de u n a generación, de una época. Su p in tu ra m ás
veraz. C ontinúan la tradición de los fondos de hum anidades.
Ni sabios ni vulgares, se expresan en una lengua arom ada,
con el b ouquet característico de los vinos añejos. A rtistas
<|iie ( rean an tes p ara distraerse, por recrearse, que p o r v a-
nldnd o am bición. Ignorantes de los artificios de estilo, des­
criben según sienten y ven.”
A lejandro com probó que los F araones se hacían ad o rar
i orno rep rese n tan tes de la divinidad. A doptó ta l sistem a po-
IIIleo religioso; se hizo ad o ra r como la im agen filial de
AMON. Los Ptolom eos siguieron su ejem plo. T am bién Ju lio
í ’rí.ni aprovechó el ejem plo alejandrino.
A m enophis IV había expulsado a A m on R at, dios de los
Irlm nos, reem plazándole con el disco solar de A ten. Se hizo
llm nnr hijo de A ton: el que place a A ton.

*
* *

Algunos aacerdos egipcios dicen a P lu tarc o que Osiria


el el Nllo, c luis es la tie rra . P lu tarc o asim ila O siris a H ádes
•* Pliilim, dios de Iob m uertos.
La m etafísica de los ‘‘principios” ha concluido ju n to con
la física de los principios. Ni sujeto en sí, n i objeto en sí,
ni Quisicosa en sí. S uprim ida la abstracción d e la Causa,
se esfum a el universo de los conceptos clásicos.

* *

La verdad técnica depende del valor de las re p re se n ta ­


ciones. ¿De qué se tra ta ? ¿Cómo decir que es, sino sabem os
lo qué es, según es? Lo que no se rep rese n ta, no se explica.
C om prender es re p rese n tar los hechos, las ideas, las in tu i­
ciones. Esto suele ser lab o r de las im ágenes, del juego de
las representaciones.

* *

L as delicadezas, las fio ritu ras sentim en tales constituyen


la m itad de la poesía.
R enunciar a ellas no es proeza com ún. Sólo un a u té n ­
tico gran poeta es capaz de ren u n c iar a esos adornos, con
riesgo de em pobrecerse, de parecer agotado.

*
* *

Su lirism o llev a el peso de su ciencia. Lo lleva, pero


se ve que va cargado. L irism o sincero, m onótono, no o b s­
ta n te su v ariedad. Pasión, sinceridad de sabio, y de “sage” .

* *

En la teoría de la relativ id ad restrin g id a —p. 65— el


supuesto de la constancia de propagación de “la LU Z”, en
el “vacío”, es una de las dos hipótesis básicas. E n la tesis
de la rela tiv id a d generalizada, —p. 82— el supuesto de la
constancia de propagación ya no es exacto. En ésta, la velo­
cidad depende de las coordenadas, cuando ex iste u n campo
de gravitación.”
Más de un helen ista considera que sin P lató n no h ab ría n
existido, según fueron, ni A ristóteles, ni C arneades, n i Filón,
ni P lotino, n i A gustín. De suerte, que el problem a se agrava.
Sin P lató n , ¿h a b ría podido su rg ir algún tipo de cristian is­
mo? ¿Con qué elem entos h a b ría podido constituirse? P lató n
es m ás esencial que la leyenda galilea.

*
* *

Las m entes banales h an m enester visiones banales, ído­


los banales, ideales banales.

*
* *

Los cultos populistas ignoran el problem a del an tag o ­


nism o e n tre el Dios P ersona y el Dios S ubstancia; e n tre el
Dios de los filósofos, y el Dios de los creyentes; e n tre el
Dios de las religiones y filosofias personalistas, y el p en sar
cre ad o r de las religiones y las filosofías pantelstas.


* *

"H abla Isom aco”, dice S ócrates: “Me es m ás grato, sab er


algo de las v irtu d e s de u n a m u je r viva, que co n tem p lar el
retrato de otra, em bellecida por X eu ris.”

*
* *

E xisten cosas —escribe B ergson— de las cuales el filó ­


lo fo se siente seguro. Nos com unicará su certid u m b re en la
m edida en que nos tra n sm ita la intuición q ue lo inspira.
"!■« intuición debe ser la g ara n tía del sistem a de ideas que
m igrndrn.”
1.11 LUZ U nica no es fru to de u n a intuición; n i de m úl-
111'lo i observaciones. Es una antiquísim a abstracción.
( •• que es fru to de una intuición es el d escubrim iento
iln Iuo diversidades de radiaciones cósmicas, ta n gásicam ente
v ariad as como los tensores de energia electrom agnética.
De ahi la im posibilidad de m edir los cosmos galácticos. ..

*
* *

Como se recordará, uno de los tem as de la fenom eno­


logía de H usserl es el concepto de la "intuición de la esen­
cia". . . Así, "conocer no es d a r form a, no es estab lecer re la ­
ciones. Conocer es v er por intuición. V er in tu itiv a m en te.”
Es una doctrina p ara teólogos filosóficos, y p ara poetas
místicos,

*
* *

"C ada vez q u e considero — Que m e tengo de m orir, —


H echa la capa por tie rra — y no m e h arto de dorm ir."

*
* *

T angage et roulis, — Roulis et tan g aje. — L a fleu r de


Lys, — E t le Lys du Sage. ..

*
* *

Evoca los m onstruos arcaicos, los inm em oriales ovípa­


ros, —congelados en los glaciares árticos,— desecados en las
en tra ñ as de las selvas carboníferas. ..

* *

C onsiderando la m ateria como energía, y la vida com o


estru c tu ra funcional de esa energía, el p en sar va ad q u i­
riendo consciencia de lo que es.

*
• *
L as culturas, sistem as de valores sociales. De bases con­
trad ictorias. Conservas de tradiciones. . .

• •

L as proyecciones solares: electro m agnéticas, electro v i­


tales, electro neuropsíquicas. La acción gravfdica decrece
según su alejam iento. Es la ley de la proyección de las
diversas energías rad ian tes. A unque algunos físicos su p o ­
n en que el peso o b raría como acelerador. Acaso h asta cierta
distancia, y luego, am ortiguándose.

El concepto del orden cósmico: providencial, m o ral,


físico, técnico.

V ariedad de poesías como varied ad es de vinos, licores,


alcoholes.

B acterias abisales con vida laten te d u ran te m illones de


afios, debajo del légam o oceánico.

La cualidad, no la intensidad, diferencia las/sensaciones.


C ualidad, es tono afectivo, grado de conciencia.|
T

Itulru el gran bailarín.


A zafrán, ajo, pim entón, clavo, ají;
—Maíz, m ani, cacao, papas, tabaco;—

*
* *

“E l genio de la raza", “el alm a de los p ueblos”, “el ge­


nio del idiom a” : flatu s vocis.

*
* *

Las antiguas esencias: BIEN, BELLEZA, JU ST IC IA .

*
* *

L a escuela trad icio n a ü sta define las leyes de la v id a so ­


c ia l como “prejuicios necesarios” , de u n pueblo, de una raza,
d e una civilidad.

*
* *

E l desear, v irtu a l, l’inassouvi, su rg en te poética. — Hoff-


m anthal.
*
* *

Pasos de arm as, torneos, justas; “le doux p r i x " . .. fa-


blleau x .
Biblias, bestiarios, naves, sueños, cuidades, árboles, ro ­
sales: La nef d a i foli.

*
* *

F ab re afirm e que m uchos insectos poseen sentidos des­


conocidos, inconcebibles p ara el hom bre. Esto choca a los
d arw in istas, cuya tesis postula, la analogía sensorial y neuro
psíquica de los anim ales y del hom bre.
Esa quím ica —escribe F ab re— que de la basura, su s­
cita la flor, o el fru to , alegría de las m iradas; y el élitro de
los escarabajos, ornam ento de las p rad e ra s prim averales.

*
* *

En vano in te n ta n su p erar o corregir la H istoria, p ara so­


m eterla al prejuicio de u n a razón intem poral, de una fin ali­
d a d inteligible.

E nvejecim iento de la s form as artísticas, apogeo de cier­


tas m aneras. Cuando la m an era se extiende, constituye el
“poncif”. Como tal, pasa al dom inio com ún. E l arte d e los
escritores originales, consiste en evitarlos.

*
* *

“No es cierto que K a n t haya sido fiel a un genio” . T am ­


poco lo fué Hegel, al h a b itu a rse a co nsiderar la razón, al
trav é s de la escolástica de los conceptos, como h ab ían hecho
Bacon, luego R erkeley y H um e en el 18. Tam poco lo fué
W. Jam es, fascinado por el hegelianism o que im peraba en los
sem inarios de su tie rra ; ni Bergson, en ciertos m om entos
d e depresión senil.

*
* *

Dos volúm enes de poesías, intitulados: ''Precursor*« dal


Modernismo Cisplalino": 11890 - 1900). E x trae rlo s de los “A l­
m anaques P rie to ”, de la rev ista “Buenos A ires”, de o tras re ­
vistas, de “La R evista N acional” de M ontevideo, 1895-1897).
No poetizar espontáneam ente, como el filósofo no filo­
sofa fácilm ente: señ o rear el genio y el arte: ser difícil con­
sigo mismo.

E tre chez soi: La p ara d o ja de la poesía consiste en no


sen tirse líricam ente chez soi, en no estar, ideológica, m e­
tafórica, ni rítm icam ente en su h ab itu alid ad . En ev ad irse de
su hogar.
E tre “chez soi” es lo contrario de la originalidad, de la
inspiración consciente.

*
* *

L a sentencia délfica significaría: D esenm ascárate. D espó­


ja te de los velos cultuales, culturales, gregarios.

*
* *

E n la M arsellesa. —de Rouget - de L 'Isle— (1889) ap a­


recen “Las F alanges m e rcen arias” .
“Quoi? Ces phalanges m ercenaires, feraie n t la Loi dans
nos foyers? Des vils despotes devien d raien t les m a itres de
nos destinées? M a rc h o n s. . . ! L eu r sang im p u r ab reu v e nos
s illo n s ... A m our sacré de la p atrie —Com bat, soutiens nos
b ra s vengeurs. L iberté. L îbe-lé cherié, C om bats avec tes
d efen d eu rs”.

*
* *

"R eine poesie”, poesía pu ra: Tieck, (1808).


L ib e ra r la poesía de las m áscaras tradicionales. D es­
cortezarla de lo que no sea carne y piel. P u rific arla. A sce-
ii«mo del verbo. Concisión, concentración, intensidad.
"Q ue la vida suele fu n cio n ar en niveles o altitu d es di­
ferentes, o en tonos diversos.
Según el grado de atención a la vida, su cercanía o su
alejam iento de la acción” .

*
* *

La m ayoría de los poetas suele serlo, de p rim e r grado


sensorial. Conviven d en tro del plano de las apariencias e x te ­
riores; según las refracciones, concretadas en los prejuicios
idiom áticos y sociales am bientes. Pocos se elevan, o ahondan
fu era de esas zonas gregarias. U nas veces, lo logran a
b ase de cultura, de sa b er; otras, de potencia m ental, de
fluencia ideológica, de u n a m ayor concentración, o de más
refinadas intuiciones estáticas. O sim plem ente, p o r azares de
nacim iento, de residencia, en am bientes superiores; de
am istades con esp íritu s rea lm en te excepcionales.

*
* *

In tu ir la rea lid ad com o m ovim iento, el m ovim iento co­


mo cam hio. S iem pre que m e ponía a inducir o a deducir,
tropezaba con el m ovim iento. No podía concebir el S er in ­
móvil, ni el P e n sa r que se piensa; ni orígenes n i fines to ta ­
litarios. . .
No podía su p erp o n er a la realidad energética, o tra re a li­
dad, m oral o intelectual.

*
* *

lie W agner a un am igo. "C om puse T ristón bajo el im perio


di' una gran pasión; después de varios m eses de m ed ita­
ción te ó rica”. Dos estados: pasional e intelectu al.
La natu raleza electrodinám ica de lo que llam am os "m a-
li'ilu", explica la n atu ra lez a electropsíquica de lo qu e 11a-
iiiiiiiKiR "e sp íritu ”.
"MI músico m ás genial, utiliza en acordes, intervalos,
Iones, figuras, la m a teria sonora que ex istía antes de
t i . Lo nuevo será cierto orden que introduzca en tre esos
elem entos antiguos” . Bergson.

*
* +

‘‘Je voudrias q u ’un jo u r m es vers dans un b rev ie re com ­


me ceau d ’an tan ,—
Soient lus p a r quelque belle enfant— Qui m e gard e en ca­
chette— E t s'en souviene s o u v e n t ...”

P. Louyi.

*
* *
A cerca de las causas de la Revolución F ran cesa de 1789,
escribe L am artine:
“Se engañan quienes creen que la revolución surgió de
ab ajo . .. Las ideas siem pre vienen de arrib a. No es el p u e ­
blo quien hace la revolución. . . Es la nobleza, el clero, y la
p arte p ensante de la N a c ió n ... La R evolución F ran cesa es
una filo s o fía .. .”

*
* *

‘‘T enía siete alm as, —y siete veces mi siglo m e ha ase­


s i n a d o .. . ” — La M artine.

«
• *

En "Las Ilusiones E volucionistas", L alande escribe: “¿P o r


qué el ritm o cósmico se m odelaría sobre el de la razón h u ­
m ana? En lo universal, la vida aparece como u n azar, u n
in cidente in fin itam en te poco p ro b ab le”. En vez de m anifes-
I i i i j i c como el resultado de un esfuerzo m as o m enos cons-
i n »iln, com enzado desde el origen. Lo mismo, en el m undo
ib ■11 vida, la razón hum ana aparece como un invento m ara-
v111...... producido por una convergencia de azares. Concebir
<1 ili'v n ili. n sem ejanza del progreso del p en sar reflexivo,
no es en el fondo, q u e re r explicar el todo, por la parte? Y
así recom enzar una vez más, la te n tativ a de las antig u as fi­
losofías n atu ralistas?
L a razón es la re su lta n te de tantos billones de in ex p e­
riencias, de irracionalidades, de tanteos, de necesidades, de
a d a p ta c io n e s ... Es ex p e rim en tal, como la función, en cada
estru c tu ra orgánica.

*
* *

“La revolución e sp iritu al que im plica la invención del


análisis m atem ático.
L a escolástica ha m uerto como sistem a y como filoso­
fía, como m étodo y como esp íritu ” .
“Según el tom ism o, el problem a del conocim iento an tes
d e ser definido en el plano de la inteligencia, ap arece ya
resu elto en el plano de la vida. No solo lo inteligible se con­
cibe y se realiza a im itación de lo sensible; tam poco lo es­
p iritu a l en ningún m om ento es separado de lo biológico” .
L a cosm ología tom ista reposa en u n a p erp e tu a petición
d e principios. Y en el abuso constante de la deducción d is­
cu rsiv a”.

*
* *

El episodio de la T entación: cuando el agitad o r mesiá-


nico asciende con su te n tad o r a lo alto de un m onte, y con­
tem plando am bos cuanto abarca la vista, le dice aquel: "todo
eso y m ás será tuyo, sí quieres".
Episodio vivido, en el que el líder, ten tad o po r su p ro ­
pia o por ajen a am bición, a p asar de la acción ideal, ética,
a la acción, política, revolucionaria, titubea, y fin alm en te se
abstiene.
Los cronistas dicen que resiste a la tentación. Ciertos
m anuscritos, de la época, y la versión del Josefo eslavo, ev i­
dencian que pasó a la acción real; se d eja a r r a s tra r a la in-
m irreción; es vencido, capturado, juzgado y ejecutado como
autén tico reo: "Jesús, rey de los ju d ío s”, como ex p resa la
divisa crucial.
Luego la crónica es rectificada, según las n u ev as co­
rrie n te s doctrinarias, internacionalm ente, cuando el m o v i­
m iento se extiende por el m undo greco rom ano. V arias v e ­
ces hubo de m odificarse el tono y la tra z a política d el r e ­
lato. MoHifí^aiio, según las crecientes exigencias m ístico r e ­
ligiosas, hasta co n v ertir al in su rrec ta, en el m á rtir de un
m isterio cultural.
Tnn desfigurado todo, que cuando se lee el episodio de
la tentación, no se pen etra su sentido esotérico, su intención
i evolucionaría, bajo el sim bolism o c r u c ia l.. .
*
* •

Según las m aneras de se n tir y de concebir lo ideal


—según los ideales asi concebidos,— estim am os el v alo r de
las cosas Decimos que tienen v alor cuando reflejan , o con­
tienen algún aspecto del ideal, que valen según el ideal
q u e im plican; según el grado en que lo encam an .

O bserva R ousseau que la soberanía no puede ser re p re ­


sentada, ni puede ser delegada.
Que lodu ley que el pueblo no ratifica, es n u la. No
es ley.
Q ue el gobierno p arla m en tario ap arece como una co­
m edia de la se rvidum bre del pueblo.

* *

A natale F ran ce sobre el poeta Coppée: "Es u n poeta


v eraz Es n a tu ra l. P o r ello es casi único, pues lo n a tu ra l
en arte, es lo que h ay de m ás raro. A gregaré que es casi
u n a m aravilla. Y cuando el artista, es un artesano, hábil,
que p o ste los secretos del oficio, viendo ta n p erfecta se n ­
cillez. no es poco reconocer el prodigio. Si b asta un a m e-
‘b a ñ a cu ltu ra p a ra com prenderlo, es m en ester u n esp íritu
m in a d o p ara saborearlo.” S erá por eso, q u e yace tan olvi-
. ..
l.ii lisien greco rom ana, la física de la escolástica, se
limm en la tesis de q u e el universo sensorial del niño, es
<•1 universo real. Es la física de las teogonias, de las m ito ­
logías, de las teologías.
Así, tantos aforism os de devoción sacro m ística, de
especulación agustinianas o tom istas, sólo expresan la ilu ­
sión del realism o ingenuo.
Esto explica el hondo decir del filósofo m oderno que
(unto ha sondeado el desarrollo histórico de la consciencia
occidental: la edad de cada pensador, corresponde al estrato
Ideológico, al cual continúa arraig a d a su ideología.

*
* *

A sus vagancias las llam an excursiones turísticas, giras


do propaganda p a rtid a ria . A sus pordioseos de sufragios,
o sus m endicidades de adhesiones, las llam an “cam pañas
electorales”, labor p o lític a !... L a b o r ...!
Mayo de 1934.

*
* *

"M ás que poetas, estos magos son la revelación de la


poesía. Su razón aguda y refin ad a, su lengua sintética,
fuerza el genio del idiom a. Im pone a n u estro sentir, su
d ensidad parado]'al. Su canto en sordina, sus bajos tenues,
hu dulce y grave desplegarse de órgano.”

*
* *

Los fenóm enos ópticos, en vez de considerarlos a b stra c ­


tam en te como hacen los m atem áticos, considerarlos espectros-
cópicam ente, espectrográficam ente, in tu itiv am en te.
D ejar de lado, la visión místico ale ja n d rin a d e “La Luz".
El concepto ptolom eico de la Luz única: “E l Ego sum L u z”.
.li-nn Rictus: “Soy an ti m ediocre. Amo a los fuertes, si
liiin tiernos, y a los tem peram entos originales.
“Mi inm enso esfuerzo por su stra e r la poesía a la e x p re ­
sión convencional. C onsidero que la retórica fija, las form as
fijas, la m onotonía de los ritm os y de las rim as, de los
alejandrinos, han conducido la poesía fran cesa a un ato lla­
dero. H ay que volver a las surgentes populares del lenguaje.
L a poesía d ebería ser el pan cotidiano de las m ultitudes,
sin distinción de castas” .

*
* *
Evoca las playas del pais — D onde vaporosa ceniza
gris — Florece, la flo r del tam aris.

* *

F a b re ha visto a la escorpiona del Langedoc se p a ra r a


sus crios de los residuos fetales del huevo, con las te rn u ra s
de la oveja, y de la gata. Asi, el escorpión, ha iniciado a
los vivientes, a los actos de una m a tern id ad vecina de la
n u estra . En las épocas rem otas de la flora h u llera, ya p re ­
parab a las te rn u ra s de los alum bram ientos. (Souv, E nl.
Cap. IX).

* +

M aurois, junio, del 38: “L a m onotonía d el v iv ir en las


grandes ciudades, el tedio de las existencias harto o rd en a­
das, inspiran el deseo de evasión, esencia del ro m an ti­
c ism o ” “P orque se fastid ia el lector am ericano busca el
" th ril”, el frisson de h o rro r o de placer. De ahí el gusto de
ia b ru talid ad , la violencia sensual de C aldw ell, la crueldad
de Steinbeech. De ahi tam bién el éxito de Joice, que Ies
da el Irisson de lo ininteligible.
Los in telectuales de A m érica son antisociales, porque
su posición social no es sólida. N inguna institución perm ite
d a r al sabio, al artista, su puesto en la je ra rq u ía. Esto es
im prudente. Una sociedad bien organizada debe asim ilar sus
élites.”
Se sobe que cada átom o absorbe o em ite un m ovim iento
vibratorio, cuya írecuencia depende del potencial de g rav i­
tación en el cual se halla. Lo mismo acaece v italm ente, n eu-
i opsíquicam ente. Cada psiquis absorbe y em ite su f re ­
cuencia v ib rato ria, receptora, e m i s o r a , condensadora,
transform adora, creadora, según el potencial neuro m en tal.

*
* *

"Individualidad, fuerza, libertad, son nociones an tro -


pom órficas. Ya se ha renunciado a la noción de fuerza. Se
com ienza a ren u n c iar a la de individualidad. R enunciando a
la noción de in div id u alid ad corpuscular, se d eja de lado la
exigencia de la libertad. Ese lib re arb itrio qu e q u erría im ­
p licar alguno de los indeterm inistas. (Diracl. En efecto, no
h ay porqué a trib u ir individualidad a las p artícu las m icro-
físicas. En fisiología, en biología, en sociología, la in d iv id u a­
lidad ap a reja la com plejidad. Como o bserva L angevin, es
inadm isible individualizar los corpúsculos electrónicos. H ay
que englobarlos en u n a abstracción superior.
L a m icro física no p lan tea problem as psicológicos, m o­
rales, ni m etafísicos.

* *

A unque lo discontinuo, lo individual, se im ponga a


n u estra experiencia norm al, h ab rá que ren u n c iar a consti­
tu ir u n a im ageria p ara fig u ra r con representacio n es visuales,
los procesos m icrofísicos.
D ejar de lado las nociones de individualid ad y de q u a n ­
tum . E nglobar el análisis de los fenóm enos intraatóm icos, en
nociones m ás generales. A quellas se rele g arán a la descrip­
ción de los procesos de las dem ás ciencias. D ichas nociones
recuerdan las de lo individual y de lo general, dol debate
sobre los universales en los siglos m edios. Entonces, se in ­
ten tab a saber cuál de esas dos nociones, —lo individual,
según los nom inalistas, lo gen eral según los realistas, ex ­
presaba la realidad oculta de las cosas.
M allarm é ha usado violencia de tono y d e color. Con­
se rv a la tendencia a las form as pesadas del verso, en las
que cree hacernos p ercib ir u n tim b re mágico. Joven, en
1862, qu iere que su p en sar se vuelv a técn icam en te difícil.
P ro te sta contra la dem ocratización de su arte . “Si hay que
som eterse a la vulgarización, que sea a la del Bien —moral
práctica,— nunca a la de la poesía. P oetas que habéis sido
siem pre ta n orgullosos, sed m ás, haceos desdeñosos.”
R ep rim ir la turbu len cia, p u rific a r la inspiración. El a r ­
tis ta insatisfecho, lím pido, debe esculpir religiosam ente sus
figuras.
El poeta no enseña, no busca, no rev ela. C anta, adora,
sacrifica. Enferm o, fatigado en ta re as docentes, lu ch a con el
espectro de su im potencia. Así se explica que conciba su
vocación como oficio litúrgico. Sólo los g randes emotivos,
los de alto potencial visionario y v erbal, pueden concebirla
como m isión. El caso de Hugo, de Carduccl, de Palacios.
Si mmel

En 1912 hallé en una lib rería de Rom a u n a versión


francesa o ita lia n a de algunos Ensayos rela tiv istas de Sim-
m el, profesor de histo ria de la Filosofía en la U niversidad
do B erlín. T ra d u je uno de ellos, —m etafísica de la m u e r­
te— , p ara la obra que estaba p reparando, "L a Conciencia
y la M uerte", cuyo m anuscrito se esfum ó en la im p ren ta H e­
lénica de M adrid antes de ser im presa en 1923 o 1924. V a­
rios años después, hacia 1928 o 1930, com enzaron a p u b li­
carse algunas obras del filósofo v ertid as al español.
Sim m el considera que K a n t liberó al esp íritu alem án al
evidenciar que es él el que organiza los fenóm enos en n a ­
tu raleza. Esto que es exacto con relación a los fenóm enos
n atu rales, tam bién lo es con respecto a los históricos. Es
el yo, quien ordena, concadena, señorea, natu raleza, h isto ­
ria, cu ltu ra, ciencias, filosofías.
Ya H egel en su Lógica había escrito: ‘‘U na de las vis­
tas m ás hondas y exactas de la critica de la Razón P u ra,
es que la unidad que ha creado la esencia del concepto, ha
de ser reconocida como la unidad sintética p rim a ria d e la
apercepción; la u nidad del YO pienso, o de la conciencia
de si. Sin esta función unificadora —decía K ant— no h ab ría
enten d im ien to ” , H egel agrega: "No h ab ría razón” . En 1802,
H egel declara que existen dos espíritus en el K antism o:
“u n espíritu de filosofía que a rru in a el sistem a; y u n espí­
ritu de sistem a que tiende a asfix iar la idea de Razón. A l­
gunos siguen a ese espíritu, sin espíritu, qu e el es del
sistem a” . H egel, entiende insp irarse en el esp íritu d e la fi­
losofía que se eleva a la conciencia de la idea de Razón.
U ltim am ente A ndler, en su estudio sobre H egel conclu­
ye: "Reconozcamos en nosotros, dos yo inseparables- . A sí
20 años después que la psicología ex p e rim en tal con Binet
y sus colaboradores h an disuelto el "yo” del idealism o tr a ­
dicional, en el YO, sujeto - objeto, en el YO coexístencial,
estos geniales retard ad o s reh a b ilita n , reengan ch an la y u n ta
yoista, como ciertos intuicionistas rusos, (1933 - 35).
T ornem os a nuestro Sim m el: “Hemos ad q uirido — es­
cribe— el sentim iento de la diversidad de las cosas. Nos
concebim os como realizando solo una de las posibilidades
de se n tir y de pensar, e n tre otras igualm ente pasibles. S a­
bem os que lo que juzgam os se r verdadero, lo es sólo con
relación a lo que nosotros somos. Y lo que somos, sólo se
define d entro de n uestro espacio tiem po v ita l” .
Asi en la historiografía, todo depende de n u estra m a­
nera de concebir los hechos, los acontecim ientos, los hom ­
bres dirigentes, las m asas dirigidas o dispersas, las luchas
de clases, de pueblos, de razas. N uestro criterio , procede
como la naturaleza, por elim inación, selección, azar, acci­
dentes.
Unos años antes, W. Jam es — 1880 - 1890— observa que
las sociedades obedecen a sus ideales. U n éx ito accidental
parece establecerlo; un desastre accidental basta p ara d es­
plazarlo. Los m ism os grandes jefes que v an plasm ando las
generaciones, que dan u n determ inado p erfil a cada épo­
ca, suelen ser productos azarosos, contingentes.
Asim ism o el azar, los accidentes felices, suelen in te r­
v enir en la invención de los instrum entos, de los m edios de
transporte, de intercam bios, de producción. "Teoría tecno­
lógica de la Historia”: M organ). Como en d ecir d e Schopen-
Hauer han intervenido en la creación de la m em oria, de la
inteligencia, de la vo lu n tad creadora.
A sí la dom esticación de ta n tas especies de bestias: v a ­
cas, ovejas, cabras, borriquillas; de aves de ta n ta s espe­
cies. De los m edios de transporte: caballos, asnos, cam ellos,
drom edarios, elefantes. Invención de la rueda, del carro,
del arad o de m adera, del yugo p ara los bueyes; de las a r ­
m as, de los instrum entos de caza, de pesca. De nuevos m e­
dias de tran sp o rte, de ag ru p ar, de d istrib u ir contingentes
g u errero s; desecación de pantanos, desviación de ríos, in ­
vención de corazas, de calzados, de cascos. M edios nuevos
de producción, de intercam bios, de señales. Todas esas con-
tiligcncias históricas h an determ inado la su erte de las b a­
tallas, de las ciudades, de los pueblos; la esclavitud o el
surgim iento de los im perios.
Cada vez, han sido ciertos detalles, pequeñeces, olvidos,
inadvertencias, atrasos, im previsiones, las que h an d e te r­
m inado el acontecim iento. Poca favila.
A ndler ha dedicado varios años al estudio de la labor
filosófica de H egel. R ecuerda que éste nunca creyó que el
universo pud iera ser englobado, — pescado— en redes de
ecuaciones m atem áticas. Com batió vivam ente la ley de la
gravitación de N ew ton. Según es notorio dicha ley com bi­
na la ley de la caida de los cuerpos, descu b ierta pur G ali­
lea, con las leyes de K epler. D iversas asociaciones de ideas
Indujeron a N ew ton a sostener que la m archa to ta l de la re a ­
lidad, obedece a una sola ley. Hegel no postula que la ley
de N ewton sea errónea. O bserva “que no es ex p lica tiv a” .
N ew ton la había adelantado ací: No da su ley como ex ­
plicación de los fenóm enos. E scribe: "P arece qu e las casas
«e producen asi”.
Ya tengo expresado la pesada herencia creacionista,
que grava el p en sar hegeliano. Ello explica su creencia en
que el espíritu de la n atu raleza es u n esp íritu oculto: que
kóIo os espíritu p ara el espíritu concocedor, o bien, es es­
p íritu en sí, —an sich— , y no para sí, —fu r sich. E stas dis­
tinciones inspiraban respeto en su época. Luego fueron des-
I >t esligiándose, como tantos otros ocultism os: el de las
"■'Ni'ncius causales”, el de la abstracción de la causa. Poco
i poco ios planos reflejos, son substituidos por el plano
ilr lo concreto, de lo fenom énico, de lo vital.
O tro de los supuestos de H egel es el de creer que su
illiiliVIica es m ás que un m étodo para filosofar; es el deve-
tili mi uno del espíritu: una ley del ser que v ib ra al unísono
il' l flujo o duración de las cosas. De ahí su m isterio acerca
»Ir i ' n aturaleza de su dialéctica. F in alm en te an te ciertas
'■........ .. de G oethe, acerca de la dialéctica platónica,
II■• ■I ilvrliua "que la suya es una experien cia que la con-
■•' "i la liare de olla y de su objeto, p ara lo g ra r la m áxim a
imiirli tu llí. Ente esfuerzo p o r av an zar sobre ella m ism a, es-
1 ■ •.........lien pensante es lo que caracteriza su d ialéctica”.
i 'miiii no desarrolla en un plano, idealm en te abstracto,
. mu rp pirgn de contraposiciones o antítesis sensitivo dis-
SB

cursivas, —ya elim inadas por Spinoza ("E lica", p a rte final)—
en la m ayoría de los casos no resu lta ni co n stru ctiv a n i
realm en te profunda.
En fin, H egel reafirm a que lo A bsoluto, es persona. E sta
aflojada m etafísica, —que a su vez suscita la contraposición
panteística de S cbopenhauer— , es reiterad a un sigla des­
pués, por nuestro Bergson, “como u n a necesidad m etafísica”.
La expresión y la idea pedagógicas pertenecen a K ant. B erg­
son escribe: “Que el A bsoluto es P erso n alid ad ” . EL, en vez
de L O . EL. survival creacionista: el Señor, el P ate r, el
C reador.
*
* *

Ya he dicho que para el m atem ático H ad am art, la a b ­


soluto, es p u ram en te físico m atem ático: electrodinám ico.
B rehier, historiador de la filosofía occidental, hace obser­
v a r como el desarrollo cu ltu ral va elevándose del concepto
de orden cósmico, prim ero anim ista, al concepto de orden
cósmico m oral y fin alm en te al de orden cósmico e s tric ta ­
m en te técnico, im p e rs o n a l... Solo relaciones fenom énicas:
“des rap p o rts sans su p p o rts”.
A pesar del axiom a de P arm enides: “del vacío, n a d a ” .
EX nihilo —nil fit. H egel reem polla el adbsurdo im plicado
en el m ito de la Creación.

*
* •

Según H artm an n , la teoría de la lucha de clases pro ce­


dería del apólogo el SEÑOR y el servidor de H egel. A su
vez, la idea de conciencia de clase, idea que pone en m arch a
el resorte m oral de los antagonism os de clase, procede de
la idea de conciencia de la nacionalidad, d esarro llad a por
F ichte en 1806. De modo que el concepta de conciencia de
clase, de antagonism o de clase, —de M arx y de Engels— ,
ten d ría dos surgentes: en F ichte y en Hegel.
H artm ann, hace n o ta r que la contradicción corresponde
ni plano conceptual, a la esfera discursiva. Contradicción,
■npoiii' tesis, proposición. Cada afirm ación da cuerda a la
i'oiilrudlcclón.
Al pasar al plano de la acción, de la fenom enología
concreta, a la vida, las contradicciones se m anifiestan d in á­
m icam ente: en form a de conflicto, de luchas, de choques, de
antagonism os.
Así la doble lanzadera que suscita las contradicciones
y los antagonism os va tejiendo el tejido de las vidas in d i­
viduales nacionales, universales; va haciendo la H is to r ia ...

*
+ *

"Los resu ltados prodigiosos de las investigaciones —


escribe Belot— , han transform ado la vida de las sociedades
m odernas. El pen sar científico por el carácter im personal <ke
su objetivo, es la m ás p otente escuela de desinterés. El ob­
jetivism o que constituye su esencia, lo a p a rta de las dispo­
siciones geocéntricas. S aber ubicarse en un punto de v ista
objetivo, es una de las condiciones de la probidad, y sobre
todo, de la ju sticia” .
¿C uál es la base de toda superior convivencia social?
La sinceridad. ¿D ónde se form a m ás seguram ente, q u e en
la búsqueda y en la afirm ación de la verdad?

*
★ ★

Las tre s form as de S inceridad: en el pensar, en el sen ­


tir, en el actu ar; acción. L a sinceridad in telectu al es la m e­
nos su jeta a equívocos, a los sofism as de la pasión y del ín -
lerés, a las presiones externas. H ay en la verdad, como un
hogar de vida espiritu al. La sinceridad intelectu al es la m ás
pura, la m ás fu erte; la que m ás se acerca al c a rácter abso­
luto del deber. L a ciencia desarrolla el esp íritu autonom o.
I.o cual es tam bién una característica de la conciencia m o ral.
El snbio se som ete dócilm ente a la escuela de la experiencia.
Toda doctrina que p rete n d a sacrificar la autonom ía
ilrl p ensar científico a la vida social, o, sim plem ente absor-
vrrlo, será m oralm ente y socialm ente desastrosa. H ab ría
que deslin d ar el dom inio del p en sar puro, del de la acción;
»ubre todo del de la acción social, en los dom inios donde
mi luí adquirido el carácter de una técnica científica. P a ra
tju e el individuo pueda e jerce r su p en sar puro, lib re d e la
tu te la de la au to rid ad social, debe se p a ra r el dom inio d e la
especulación, del de la acción. U na cosa es la lib e rta d de
p en sar y o tra la lib e rtad de actu ar. L a p rim e ra es supraso-
eial, la segunda, social.
P ero como la disciplina de la vida p ráctica procede de
la au to rid ad del grupo social, es necesario p a ra su ex isten ­
cia. Es respetando la disciplina social q u e el pen sad o r v erá
re sp e ta d a la lib e rtad de su genio espiritual.

* .

* *

L as sociedades en form ación, debieron su u n id ad a


creencias com unes. Las sociedades m odern as tie n e n otros
vínculos: E n la actualidad, las creencias religiosas an tes divi-
-den que unen. L a fe m ás v ital, es la fe en el v alo r d e la cien­
cia, en el espíritu y en el m étodo científicos.
T oda do ctrin a que tie n d a a confundir e l p en sar y la ac­
ción, la fac u ltad de a firm a r y el modo de v iv ir, com prom ete,
a la vez, el v alo r d e la ciencia y la consistencia d el o rd en so­
cial. Em pero, aparece o tra solución de largo alcance, q u e se
d ib u ja en la política de los pueblos m ás civilizados. P arec e
p o d er definirse p o r el esfuerzo en su b stitu ir en la o rganiza­
ción social, u n principio racional, ex p e rim en tal y crítico,
— a l principio tradicional, em pírico y auto ritario .
E sta te n tativ a, no in te n ta fu n d a r u n a política cien tí­
fica. S ería su b o rd in ar la ciencia a la política. E lla te n d ería
a in fu n d ir en la conciencia de los individuos, de los pueblos,
los principios de la m oral y de la política hom ogéneos a los
d e l p en sar científico. E n vez de h acer de la sociedad la re ­
g u ladora de la ciencia y de la razón, q uerríam o s q u e la r a ­
zón, el esp íritu de la ciencia, fu era el regu lad o r de las so­
ciedades. Lo q u e nos in sp ira es e l esp íritu cartesiano, e l del
d iscurso acerca del Método.
E l m étodo racional de D escartes, es uno de los re su lta ­
dos del m ultisecular m ovim iento in su rrecio n al populista, de
fratichellos, begardos, valdenses, etc., q u e ex p resa sus pos­
tulados lib ertario s en los Concilios de P isa, de C onstanza,
d e B ale. R enacim iento m oral, crítico, d en tro d e los m arcos
■evangélicos de la fe apologética. R enacim iento q u e suscitan
los hum anistas, los averroístas, los libertado res cultuales:
W icleff, J. de P raga, Zw inglio, H uss, L utero, Calvino, K notz.
El anglosajón W icleff, qu ería establecer com unidades
religiosas pobres sin gerarquías, en las que los inspirados
se ría n los sacerdotes. La propaganda an ti rom ana, an ti g erar-
q u ista se am plía en el "D e E cclesia" de Huss. Esta O bra sus­
cita la cólera crítica de L utero. Luego los ferm entos hussistas,
conm ueven su esp íritu . Pasados unos años, aparece haciendo
suyo el ideario de sus precursores. Sólo Zwinglio lleva a las
últim as consecuencias, el principio de lib ertad d e le ctu ra y
de in te rp retació n de los textos bíblicos.
E n tre tanto, L u tero los trad u ce del latín al alem án. Co­
mo se ha repetido, esta traducción es un acto revolucionario.
Uno de los m ayores acontecim ientos germ anistas, En cierto
modo, es una de las surgentes del nacionalism o alem an.
L as tesis de L útero, son célebres. L a unidad y la verdad
de la Iglesia no pueden se r la falsedad unánim e p ro clam a­
d a por el A ntecristo rom ano. C ualquier creyen te inspirado
puede te n er razón co n tra un Concilio. L a Iglesia está don­
d e vive el espíritu de Jesús. M uchas veces un hom bre solo,
p ued e h ab e r recibido como P au lu s las prim icias del esp í­
ritu . (Rom. 8, 23).
L útero, com bina con las tésis de P aulus, doctrinas de
los P ad res y de sus precursores alem anes. Su fe en el c a ta ­
clismo final, —donde los prim eros serón los últim os,— lo
que U nam uno llam a la doctrina de "la vuelta de la to rti­
lla ”,— la convierten en una fe subversiva, como la de Pablo.
P re fig u ra ya la tran sm u tació n de los valores sociales.
S u b v ierte las autoridades form ales; tradiciones, concilios,
sacerdocio. S uprim e las actividades de índole ritu al. No más
sacram entos. Sólo subsiste una gracia: la del Dios viviente,
q u e según el Evangelio, se da a los m ás pobres, si saben in ­
te rp re ta r su P ala b ra . En el fondo, cree que “la lu z” se ex ­
tie n d e a todos los hom bres. En vez de considerarla n atu ral,
fru to del estudio, de la m editación, como la consideran los
h um anistas, la in te rp re ta fluyendo de la fe.
J u n to a esas rebeldías, L útero conserva el criterio de
la catolicidad de la Iglesia, del C orpus C ristianorum . Si re ­
niega del Derecho Canónico, “nada de derecho en el reino
d e la gracia”, m antiene el prestigio de los nuevos refo rm a­
dos, vinculados a la autoridad tem poral de los P ríncipes
aliados. C ontinúan siendo los soportes de m ism a realid ad
social De esta suerte, la R eform a en la fe y en la je ra rq u ía
eclesiátiea, se detiene an te el Estado y an te la Sociedad
D ejando subsistir en tram b as P otencias, tales cuales son,
tan inicuas como el E stado Iglesia rom ano, castra la d o ctri­
na de la reform a. S erán las Sectas sucesivas, de M unzer
de Zw inglio, de Calvino, las que in te n ta rá n la R eform a in ­
teg ral: La revolución política y la revolución social. El v e r­
dadero m ovim iento revolucionario de esos siglos, ta n poco
estudiado, tan calum niado po r las O rdenes confesionales,
lanzadas a rep rim irlo; y los brazos seculares de los Estados
que lo com batieron a sangre y fuego.
L útero, acaba vinculando sus Iglesias a los Estados re ­
form istas de A lem ania. Escribe contra los “sectario s” que
quieren la revolución integral. P ide que se les “ap laste”
inexorablem ente. Así es finalm ente aniquilado el m ovim ien­
to insurreccional de los cam pesinos alem anes; las rebeliones
com unales, del tipo de la de M unster (1534).
Son las sectas nacidas de la R eform a, perseguidas por
sus usufructuarios, las que establecen la separación de la
Iglesia y del Estado; las que im ponen la lib ertad de con­
ciencia. Las que p rep a ra n la libertad religiosa y la lib ertad
política.
De aquellas sectas, de aquellos sectarios, surgieron los
regím enes m odernos, m ás o m enos constitucionales. L as in ­
dependencias cultuales, las treguas y toleran cias legales
Asi p. ej., del calvinism o surgieron las sectas p u ritan as que
m ás ta rd e fueron suscitando las libertades m odernas. El
calvinism o de G inebra, m odelado por su fundador, sobre los
tipos de despotism o que entresaca del antiguo T estam ento.
El calvinism o es urbano, burgués, rebelde al p atriciado lo ­
cal. No se som ete a la nobleza como lo hizo el luteranism o.
L ucha contra ella N aturalm ente, tam poco Calvino quiso
ad m itir la revolución general. Se tra ta de refo rm istas con­
fesionales, de m ísticos ortodoxos. Reconocen como n a tu ra le s
tas desigualdades de condición social. Se co ncretan a sece-
íio n a r, a nacionalizar, a dem ocratizar, a cercen ar los d ere­
chos y privilegios h ered itario s de la nobleza, en la esfera
w ligiosa y en p arte social.
A su vez, Jo h n K nox, reform a la Iglesia de Escocia, y
»11 «lertn modo, reorganiza la nación.
A lgunos historiógrafos, h an notado diversas in flu e n ­
cias secretas e n tre el ideario del m ovim iento an ab ap tista
alem án, y ciertas m anifestaciones del m isticism o español:
derecho de cada cristiano a ju zg ar po r sí, con independencia
de las autoridades confesionales; que toda alm a pu ed e ser
h onrada con una revelación especial, divina. Igu ald ad de
todos los cristianos. D eber de poseerlo todo, en com ún; n e ­
cesidad de sup rim ir la m ediación de los interm ed iario s sa­
cerdotales; fe en el inm inente fin del m undo, que establece­
ría “el reino de Dios”. Reino ofrecido a los pobres, a los
m iserables, por los “resentidos” , los “cain itas”, qu e h ab ían
predicado “la vuelta de la to rtilla ” social, m undial.
O bedecer a la revelación interior, —axiom a d e los a n a ­
b ap tistas— , es u n a de las surgentes del m isticism o hispano
teutónico: G ranada, T eresa, S an Ju a n Molinos, etc.

*
* *

E ste aspecto de las intim idades gótico confesionales e n ­


tre G erm ania y E spaña, desde an tes de Carlos V, h asta F e ­
lipe IV, —ha sido poco estudiado— ; reserva grandes nove­
dades a los que ahonden en él.

*
* *

Lo que llam am os gérm enes de las floras prehulluras,


como luego los gérm enes u n icelulares; orígenes do lu
doble vida, v egetal y biológica, aparecen como larv as ruda
véricas, en la putrefacción de los hum us planetnrioH. Lns
especies vegetales, como las especies anim ales, surgen cu el
seno de los cadáveres planetarios, después de I oh ciclos del
luego y del agua, como surgen en el vien tre de los coclóvo-
ios unim ales los gusanos de la putrefacción.
La vida es eso, estru ctu ralm en te eso. GusunoniH do m i­
llones de especies vegetales y anim ales. Tal, lu función de
la Vida orgánica en los planetas. Posee tan to sentido cósm i­
co, como la de los gusanos, que prosperan unos días on el
v ientre de los cadáveres enterrad n s o insepultos.
T al debió ser la secreta intuición de S hakespeare, cu an ­
do discurre acerca del festín de los G usanos; y la de su
evocador Poe al ca n ta r "al triu n fad o r G u s a n o ...”

"Dos elem entos, —com onta R enán—, el tiem po y la


tendencia al progreso, explican el universo. M ens ag itat
molens. Sin este germ en de progreso, el tiem po queda es­
téril. U na especie de resorte intim o, continuo, im pulsa todo
a la vida, a una vida de m ás en m ás desarro llad a; h e ah í
la hipótesis necesaria.
H ay un conciencia obscura — (Leibnitz, dice sorda)—
del universo, que tiende u hacerse, un secreto resorte que
im pele lo posible a existir. H ay que ad m itir en el Cosmo9,
los que se observa en la p lan ta y en el anim al: u na fuerza
Íntim a que im pulsa al germ en a lle n ar un cuadro trazado
ya: solo es, lo que tie n e razón de ser; y todo lo qu e tie n e
razón de ser, ha sido o se rá”.

*
* -*

De los tres planos o modos de sinceridad —escribe Be-


lot— en el sentir, en el pensar, en el actu ar, la que ofrece
m enos dificultades es la intelectual. La m enos su jeta a eq u í­
vocas, la m enos expuesta a sucum bir a los sofism as de la
pasión y del interés o a las presiones sociales.

* *

B erthelot, hace n o ta r "cómo el progreso del alm a, en


Spinoza, a lo largo de los tres géneros del conocimiento,
tiene su precedente en la dialéctica platónica acerca del co­
nocim iento y del am or. Cómo el spinozism o precede, a n u n ­
cia, la dialéctica de H egel”.
E ntre P latón y Spinoza, abundan los in term ed iario s tr i­
partito s: Filón, P lotino, A gustín, padres y m ísticos góticos,
averroístas, aristotélicos. El pensar greco sarraceno, judeo
sarraceno, judeo árabe, itálico, francés, hispano. Tomás de
A quino y su sistem a, D ante y sus Cánticas, una p ara cada
estadio aním ico. A su vez, la M ística: purgativ a, ilu m in ativ a,
u n itiv a. La E scolástica, su trivium : gram ática, lógica, d ia ­
léctica. Pascal y sus tres órdenes de grandeza. Colón y sus
tres carabelas.
El prestigio m ágico del núm ero tres, —tan to como el
del siete— , es m uy an terio r a las surgentcs cristianas. Viene
de la India, de P ersia, de los m ás arcáicos m itos orientales.
Es la presión m ítica tradicional, tanto coma los azares doc­
trinales, los que van condensando la doctrina del dios tr i­
no y uno. Los que m ás ta rd e incorporan al p an teó n m ito ­
lógico in le rn al, la figura del C erbero trifacie o trilin g ü e.
La trilogía socrática —verdad, bien, belleza— , m ás ab s­
tra c ta que la trilogía judeo cristiana: pater, fílius, sp iritu s.
O la trilogía escolástica: voluntad, inteligencia, m em oria. O
el trivium : gram ática, lógica, dialéctica. O los tre s estadios,
industrializados, de la m itología católica rom ana: infierno,
purgatorio, paraíso.

*
* *

A l final de la filosofía del espíritu, H egel m enciona al


poeta persa D jebel H eddin, p ara esclarecer como en el am or,
—m uriendo a la v id a egoísta del yo fisico— , el “alm a” r e ­
nace a la v ida del espíritu.
“A unque la m u erte suprim e las necesidades vitales, la
vida tiem bla ante la m uerte. Así el corazón tiem b la an te el
am or. Como an te u n a am enaza de m uerte. Ya que donde
surge el am or, m uere el yo, ese déspota feroz: T ú lo dejas
e x p ira r en la noche, — Y lib re renace a la luz m a tin a l'1.

*
* *

El Código de H am m on —rabí, unos 2000 unos nntes de


H erodes— , rep resen ta al dios Sol dictando ni roy “decisio­
nes de eq u id ad ”. Los soberanos persas y asirlos, io n reli­
giosam ente adorados, como los faraones eglpclAs. Siguiendo
tales modelos, A lejandro se hace ad o rar como hijo de Zeus.
El cesarism o rom ano, heredero de tantea aRpcctus del im-
perialism o alejandrino y del faraónico, erige al César en
P ersona A ugusta.

«
* *

C leanto, en su oración a Zeus, no pide pan, leche, c a r­


ne, peces, ni frutos. Ni riqueza, ni victoria, ni b ienestar, n i
am or. Pide, luz inteligible:
“Zeus B ienhechor, lib ra a los hom bres de su desdicha­
da ignorancia. Oh P adre!, D isípala de n u estras m entes.
D ádnos la razón, con la cual todo lo gobiernas con ju s ti­
cia". ;Con ju s tic ia ! ...

* *

“C reer —escribe L eibnitz—, es e sp erar que el pasada,


tal como lo n arran , es la verdad. La esperanza es u n a fe
en lo fu tu ro , como la fe es una esperanza en lo pasado” .
L eibnitz, ta n grande en la cu ltu ra m atem ática de su época,
que tuvo e n tre ta n ta s o tras intuiciones geniales, la d e la su b ­
conciencia, nunca supo ad m itir el genio m etafisico, ni la
religiosidad de Spinoza.

*
* *

De u n cuaderno de 1931, entresaco u n as lineas autobio­


gráficas. Son de V alery. “Todos m is gustos se h an d esen­
vuelto en contradicción con la instrucción recibida. Cuando
e ra joven, era fantasista; la en señanza m e aplan ab a:
‘‘m ’assom ait”. P o rq u e todas las cualidades d e inteligencia
y de iniciativa se d esarro llan así: la oposición es la form a
m ás n a tu ra l de la iniciativa.
Creo que la enseñanza podría ser sin g u larm en te m e­
jo rad a . Pero hágase lo que se haga, ex istirá siem pre u na
distancia inevitable, en tre el m étodo más perfeccionado y
las singularidades de los individuos. De u n a m an era gene­
ral, considero que es un deber no creer: “c‘est u n d evoir de
ne pas croire” . Lo cual significa q u e no hay que olvidar
que lii p a la b ra sólo es palabra, elem ento provisorio. E sen­
cialm ente provisorio del espíritu. N unca ha habido crisis
religiosa e n m i esp íritu . Me parece que nunca he sido c re­
yente, ni siq u ie ra en m i in fan c ia”.
E xiste, pues, u n poeta francés, —no recuerdo cual es la
n ctitud esp iritu a l de P . F o rt— , cuya p robidad ha resistido
todas las insidias del ta rtu fism o confesional. ¿Qué será de
EL? ¿De E llos? R aros incorruptibles, equipo heroico de la
m ás p u ra filosofía, en el O ccidente ático. En estos años, en
que p arece que solo filosofan Cañones, T anques y B o m b ar­
deros? En q u e estos m onstruos tienen la palabra, de v id a y
de m u erte. E n que sólo ellos deshacen y rehacen los “d e­
rechos” p ú blicos y privados.
¿P ara q u é? ¿P ara que después, todo continúe peor?

* *

V iajes de G ulliver (1726 —SW IFT). “A lguien que am a­


ba al DEAN escribía acerca de su genio: “E ra im placable,
con sus enem igos, sus amigos, y consigo. D eshacía todas las
burb u jas, p in c h a b a todos los globos, sobre todo los más ir i­
sados. A la vez era h a rto sensible, los ataques lo h erian v i­
vam ente; la s m ism as caricias lo arañ ab an . De su erte que
no cesaba de sufrir.
Sólo le fa lta b a n dos o tres cualidades secundarias, co­
mo la p ac ie n cia o la m oderación. E llas h ab rían dism inuido
su genio; p e ro h ab ría n m ejorado sus días. A traía, in q u ie ta ­
ba como los hom bres que incuban m orbos ex trao rd in ario s.
ATo es e x tra ñ o que concluyera enagenado. N inguno hu po-
1 ‘ído un e s p íritu m ás n atu ra lm e n te sarcástico ”.

“N u estra s m ás elevadas esperanzas, —escribe— , la idea


de infinito, de eternidad, sólo pru eb an n u estra dem encia.
N ada es cierto, n ad a es seguro, salvo la m iseria del h o m bre”.
' El que tu v ie re dos túnicas, dos pares de zandalias, dos
puñales, dos arcos, dos alforjas, dos borriquillos, dé uno
a! que no tuviere n a d a ”. T al el santo y seña del líd er jo rd á-
nico, del apostolado m esiánico J u a n B a u tista' asociación de
socorros m utuos, de m enesterosos. El llam ado d e P ablo:
"Si no tenéis caridad no sois creyentes en el Señor, que dió
eu sangre por vosotros". La m áxim a del m aestro al joven:
"V ende lo que posees y repártelo a los pobres” . E l clam or
de Lucas: "R iquezas inicuas, riquezas in h u m an as” .
De hecho, en la rebelión palestiniana, como luego en la
propaganda e n tre los judíos, judaizantes, am igos gentiles,
los pobres son las ovejas del “buen p asto r” . La b u en a nueva
es de pobres, p ara los pobres.
P or ello el episodio en el que se in tercala la sentencia
"siem pre habrá pobres en tre vosotros”, es ta n an ti ev an g é­
lica como esa sentencia. Q uien la intercala en el tex to de]
rom ance, ya no cree en el inm inente fin del m undo. Es la
expresión desencantada del se n tir de otro am biente, otra
época, o tra cu ltu ra y je ra rq u ía sociales. Si “siem p re h ab rá
pobres” ; si el que ha prom etido salvarlos de la m uerte, con­
fiesa que El tam bién, pronto se irá, "m ás a mí no me te n ­
dréis siem pre” . E ntonces ¿para qué u n nuevo credo, una
nueva fe en el m isterio expiatorio? ¿P ara qué ta n ta ag ita­
ción, ta n ta esperanza de resurrección? La frase cu ad raría
m ejor en un líder político, a punto de lanzarse a una av en ­
tura de guerra; un líder exclusivam ente hom bre. T odavía
no endiosado, por la propaganda m ás que secular de sus p ro ­
sélitos. El dicho: “a mi no me tendréis siem p re” es de un
sujeto que sabe que se irá definitivam ente. O que escribe en
nom bre de alguien que ya se ha ido así; que profetiza a
posteriori. Lo evidente es que pred icar co n tra la caridad,
contra el pordiosero, es an ti evangélico, an ti cristiano, an ti
dem ocrático. Estos m ovim ientos se basan en tales n ecesida­
des de socorros m utuos. De suerte que p. ej. “el ejército de
salvación", adem ás de sus funciones de p. s. I. del R. U. a c ­
túa dentro de la más p u ra tradición evangélica. De ah í lo
grotesca que ap a ren tem en te resu lta la acción p o p u lar de
sus m endicantes uniform ados. G rotesca en estos m undos m o­
dernos de m aqum ism o, capitalism o invisible, tru ts incorpó­
reos. Y espectros dictatoriales, cuyas succiones te n tac u la re s
casi todos padecen, y tan pocos logran e n tr e v e r ...
Carecen de sentido critico, de lógica dem ocrática, cu a n ­
tos pro testan contra la m endicidad y la vagancia, que d i­
cho género de lab o r im plica. ¿Qué otra cosa hacen los lla ­
m ados políticos? L a vagancia es vagancia aunque se la d is­
frace de "giras políticas” , como la m endicidad es m endici­
dad au n q u e se la llam e "propaganda electo ral” . M endigar
panecillos o votos, m onedillas o sufragios, recom endaciones
o influencias, todo es uno: todo es propaganda electo ral. . .
N uestra civilización fué surgiendo asi, como obra de
desocupadas, de m endicantes, de m iserables. Ese es su p e ­
cado original, apostólico, p o n tific io ...

Se había organizado una Lógica sobre la supu esta exis­


tencia prim ordial del verbo "ser", vinculo e n tre los voca­
blos de cada proposición, o modo de afirm ación, base de to ­
do silogismo.
Luego se descubrió que el verbo ser h a surgido asaz
tard e, como cópula, en la frase nom inal. La frase verb al
poco tiene que v er con el verbo ser, (Vendriyes: "Le Lan-
gare", 1944, 0921).

*
* *

La física clásica tiene dos bases teóricas: conservación


de la energía, y conservación de la m asa. La tesis de la re ­
lativ id ad las red u jo a u na: ya que la tesis de la gravitación
y la del cam po electrom agnético constituyen una sola ley.
La fusión de la gravitación y de la electricidad en unn geo­
m etría única es obra de Weyl (1918).
La teoría de Einstein, p arte del supuesto de qu e la nc-
rión electrogravídica es m ediata como la velocidad de "lu
luz". D ebe ser m ediata como la radiación m ás veloz, Yo
P‘* existen ta n tas radiaciones, como tipos de gases o c u e r­
pos actúan en cada sol. El tópico de “la luz" único, unlver-
.' ¡ilm entc única, es una abstracción, como lo es la do los a r ­
que tipos socráticos: la verdad en si, belleza, en si, el bien,
«'ii ■(.
ll)i! un cuaderno de Agosto de 1931).
I ..i tensión del potencial electro psíquico, sería análoga
,i lu tic las ondas electrom agnéticas, que percibim os como
leñém onos ópticos. La tensión electro psíquica d ependería
de la calidad del ap a rato neuro m ental, racial. D el in stru ­
m ental cultural, técnico. La frecuencia de onda psíquica
sería análoga a la frecuencia de vibración electrónica. D e­
pendería del potencial del cam po gravitacio n al respectivo.
A nálogam ente a lo que acaece en el plano intraatóm ico, o
en el astrofísico, o cu rriría en el plano v ital, sensible, neu
ropsíquico.

*
* *

A strofísicos y m atem áticos continúan calculando y m i­


diendo, las distancias estelares, sobre la base de los 300.000
k. por segundo, de tiem po te rrestre , que supusieron, reco ­
rría este tipo de luz re fle ja que ondula en los bajos fondos
de n u estra atm ósfera. No perciben aún, qu e cada surgen-
te o reflecto r lum inoso, —planeta, sol, astros, nebulosas— ,
es un caso especial, como potencia lum ínea, calórica, ígnea,
rad ia n te. Q ue cada sol em ite tantos tipos d e radiaciones,
como gases ard en en su seno. Y cada gas, irra d ia según un
ritm o propio de propagación. Las ondas lum inosas de los
satélites, por lo m ismo que son reflejas, no poseen el po­
te n cia l de propagación de las radiaciones solares directas.
Lo propio debe o cu rrir con los rayos cósmicos, de ta n ta po­
tencia de penetración. Su peligrosa in tensid ad ex p resa su
excepcional celeridad de propagación. E n tan to que las lu ­
ces o lam pos cansados, serian reflejos, o de cúm ulos a s tra ­
les rem otísim os, o en vías de extinción.
El problem a a resolver con respecto a cada sol, p. ej.
sería llegar a establecer, si los m últiples tipos de gases irra ­
diados conservan su especiíidad rítm ica rad ial, a l p ro p a­
garse, o se confunden, se unifican en las m arcas irrad iad as.
El hecho de que el análisis espectroscópico distinga p.
oj, en el espectro solar ta n tas rayas o m atices, correspon-
rlirulcs a otros tan to s cuerpos gásicos, evidencia rad ian te-
iih ule 1ii verosim ilidad de n u estra hipótesis.
No ic trata, pues, de “la lu z”, de u n a luz única. Se tr a ­
ta de innum erables lam pos, de in num erab les intensidades
y celeridades radiales. Como no es “La V ida” , ni una vida.
Son innum erables form as vitales. In num erab les estru c tu ras
vivientes, planos y modos de vida. Como no es “la V erdad",
ni tina v erdad. Son in num erables tipos y planos de ev id en ­
cias. de certidum bres, de verdades.

*
* +

E xiste una evidente solidaridad electro ten so rial en tre


los astros de cada sistem a, de cada nebulosa, de los en jam ­
bres galácticos.
Según E ddington, el brillo estelar, la irradiación in te­
gral, depende sensiblem ente de la m asa, no de la densidad.
H asta grandes densidades la m ateria continúa siendo gas.
P ara estabilizar su m ecánica, N ew ton tiene que u tili­
zar el cálculo infinitesim al. Con este nuevo in stru m en to ,
coinventado por él y por L eibnitz, logra d eterm in ar las
ecuaciones diferenciales del m ovim iento de los planetas.
T am bién ha de re c u rrir al cálculo diferen cial absoluto, o
cálculo de los tensores.
E instein, postula que todos los cuerpos en el vacio,
cualesquiera sea su peso, caen con la m ism a velocidad. E s­
te hecho universal, —com enta B orel— es lo que E in stein
"vio con ojos nuevos". ¿Vió, o creyó ver? ¿C uidado con los
hechos universales, p ara com odidad de m atem áticos. De in ­
telectos abstractos. ¿Dónde existe ese “vacio” ta n m a tem á­
tico, ta n igualitario?
Ya escribíam os en 19.11, fecha de estos apuntes: “Acaso
ese ver con los ojos nuevas, sea ta n novedoso como el su ­
puesto, acerca de la luz única, y el supuesto, acerca de su
constancia, de su uniform idad de propagación. Lo que d e­
bió v er con ojos nuevos es la com odidad que esos “su p u es­
tos” dan para fu n d am e n tar sus teorías: R estringida y G e­
neralizada.
C reyó que le bastaba con el resultado de la experiencia
ile M ichclson, acerca de la velocidad de propagación de la
luz en la superficie p la n eta ria. Así convierte en ley cósmica,
< I resultado de varios ensayos de m ediciones ópticus; resul-
Iinicia considerados erróneos, desde 1031.
"Todo pasa —escribe N ew ton— como si los cuerpos se
a s tra je ra n en proporción directa de sus m asas, y en razón
inverso al cuadrado de sus distancias".
Todo pasa, como si ia velocidad de propagación d e las
m areas rad ian tes se p ro pagaran en proporción d irecta de
la m agnitud de radiación de los gases solares o galácticos;
de su cercanía o de su alejam iento; de la resistencia de los
cam pos gravídicos, de las densidades m oleculares in te r­
puestas".
N ew ton continúa: “No quiero fo rm u lar una hipótesis
acerca de la causa de la pesantez, ni sobre el modo de p ro ­
ducirse. V arias razones m e hacen p en sar qu e los fenóm enos
dependen de fuerzas cuyas causas son desconocidas. Del
punto de vista m ecánico declara im posible un a atracción a
distancia, efectuándose e n tre dos cuerpos, sin un medio m a ­
terial in te rm ed ia rio ”.
Las causas desconocidas eran de n atu raleza electro d i­
nám ica. E sta natu raleza es la que sugiere a H uyggens que
la causa de la gravitación proviene de la elasticidad del
éter. La elasticidad es electrodinám ica.
La ley de N ew ton, es la de los m ovim ientos de los cu er­
pos som etidos a esta acción univ ersal de gravitación. P a ra
E instein, la gravitación aparece como potencia de inercia.
Los cuerpos aparecen som etidos a ella, con independencia
de su n aturaleza, en relación con su posición en el continuo
espacio tiem po. La equivalencia de m asa de inercia y de
m asa pesante se trad u c e en igualdad de equivalencia, de
aceleración, para todas las m asas ubicadas en el m ism o p la ­
no de gravitación. D e ellos parece re su lta r que la acelera­
ción de la gravedad sólo depende de la intensidad del cam po
de la gravitación en que están situados los cuerpos, y no
de sus masas. De modo que m asa p esan te es igual a masa
inerte.
A Einstein, le in teresa ese estado de m ovim iento, igual
en dirección, igual en velocidad, para todos los cuerpos. A
fin de d eterm in a r el efecto gravitacíonal sobre el m ovim ien­
to de los cuerpos, E instein im prim e al sistem a de referencia
u n a aceleración constante.
E ddigton, considera que la deform ación d el continuo
espacio tiem po no es la causa de la gravitación. E n tre la
estru c tu ra del continuo y la gravitación, no h a b ría relación
de causa a efecto. S erían la m ism a cosa. Los fenóm enos de
gravitación serían m anifestaciones de la deform ación que
produce la presencia o la p roxim idad de la m ateria.

Asi, el continuo, aparece revestido de toda su e rte de p la ­


fones tensoriales, en los m ás variados grados de tensión y
de concentración electrodinám icos. Tejiéndose, cruzándose en
in num erables ritm os de propagación, de aceleraciones. Estos
telares energéticos, invisibles, son sin duda m ayores que
las m areas rad ian tes diluviales, visibles, del in fra rro jo al
u ltra violeta, y en ta n tas otras tonalidades im perceptibles.
E llas constituyen la arm a d u ra tensorial, electro gravidica,
del continuo. In m ensurables ritm os de propagaciones de las
energías cósmicas. Ya que cada cuerpo sim ple posee su in ­
tensidad propia, su frecuencia vibratoria.
Vése cuán erróneo era el concepto de los vacíos in te r ­
p lanetarios: en tre sol y sol, en tre constelaciones y co n stela­
ciones, de una m ism a galaxia.

* *

El tem a final del gran artesano M ichelet, es la ed u ­


cación del pueblo. “H ay que in stru ir a los hom bres, hay
que ilu m in ar las alm as” . Es la secuencia — en tono dnaola
do— del him no solar de C leante a ZEUS.
Ya en 1789, la revolución racional, había sido napolaó
n icam ente d esvirtuada, subyugada. P o r segunda vez lo ib
ría en junio de 1848. En 1852, el seudoN apoleón 111, volva
ria a d esv irtu arla. Y de nuevo, po r cuarta vez, Tillara y
G aliffet en 1871.
Entonces, M ichelet, luego del desastre do la Com una
en P arís, em igra. Se encam ina a N ervl, aldea cercana a fló-
ro v a. De esa triste época es la doble confesión: “Cjulen sa ­
be ser pobre, lo sabe todo”. Y la m ás terrib le, la que resu ­
m e su experiencia de historiador, —m edio siglo de labor
recreadorn—, su filosofía de la historia: “Nunca he conoci­
do una paz de trein ta años”.
El te rro r que acom paña la contrarrevolu ció n del corso
"N nboulione P ao li” —conocido po r B uonap arte— , hiela a
Francia. L a retro g rad a a una su e rte de serv id u m b re agríco­
la cuartelera. R egresión auspiciada en lite ra tu ra y en poe­
sía por las nostalgias de algunos rom ánticos alem anes e in ­
gleses.

*
* *

E n tre B id art y G uethary, se halla la casona del poeta


y novelista P . J . Toulet. S ensibilidad finisecular, esp íritu
refinado, sentido crítico digno del de sus am igos, M allarm é,
de G ourm ont, M oreá, B arres. E n tre los vein te volúm enes
de prosa y versos que constituyen su la b o r de fan tasía, h u ­
m orism o y nostalgias exóticas —los h ay p ara v ariad as ca­
tegorías de lectores. A unque am igo del ta rtu fillo F rancia
Jam m es, T oulet fué una v aried ad de H eine m o d ern ista. U na
de sus novelas se in titu la "Las tres Im p o stu ras”, títu lo sig n i­
ficativo, desde A verrois, reverdecido po r L essing en "Nalhan
el Sabio". E n T oulet, expresa el valor de su liberación espi­
ritu al. De otro de sus volúm enes, —"C om m e un e Fanlaisie"— .
entresaco unas estrofas que afirm a h ab e r traducido en I n ­
dochina, del poeta chino Lao - Tseu:
"Como las cuerdas del arp a, cada una con su tim bre,
ju n ta s se conciertan, así son nuestros días. T am bién son co­
mo los dedos de tu am iga, cuyas caricias su p eran el hechi­
zo del opio. Cada una al posarse en tu cuerpo es apenas el
Toce de una hoja. P ero una tras o tra acaban por d o b larte
sobre el divan. A nólogam ente te doblará la ú ltim a de tus
horas. H oras fugaces cuyo cúm ulo va adensándose sobre el
corazón. H oras de ensueño, de m elancolía. Y vosotras todas,
horas idénticas, pero divinas, parecidas a los m iles de p é­
talos de esa flo r que en tre v i una m añ an a al ab an d o n ar el
b arrio de las acariciadoras; flor cuyo nom bre he olvidado. . .
Como el de otras m ás am adas a ú n . . . ”
Asi canta Lao - Tseu, henchido de vino enfriado, en
tanto el río de las perlas su surra contra el esquife rec u ­
bierto de flores, y la au ro ra surge d etrá s de C h am in á” .
Lean a T oulet, jóvenes hispano am ericanos, catadores de
lieoiMii llnoH, de los delicados cham pagnes líricos de F ra n -
cía T oulet es el a rtista integral. Caso único en el B earn de
su generación y de su tiem po; m ás puro que E arrés, m ás
sano y esp iritu al que tantos que lo relegan por hedonista.
Toulet, es un caso ta n raro en el B earn de 1886 a 1905,
como el de Lafcadio H eart en el Boston de 1880 a 1890; o
en el Jap ó n de 1895 a 1910; o el del Lugones de "Los C re­
púsculos del ja rd ín ", en el Buenos A ires de 1897 a 1902.
Caro Toulet, a ú n estará allá tu Sim ulacro, co n tem p lan ­
do sin ver, los escuadrones de Sigfridos que acom pañan la
a rtille ría ligera, las m otos trep id an tes, los tan q u es de la
últim a Invasión. Es un nuevo Islam cuyo M ahom a les h a
infundido el credo electrodinám ico que los unifica en com ­
pactas m areas de héroes. Los lanza al triun fo como a la
m u e rte con la prodigalidad de quien no tiene lin a je ni
vástagos.
Como ah o ra eres de m árm ol, quizá no sientas la p re ­
sión de esas m areas elem entales. Acaso te respeten, y un
día pueda reverte, contem plando sin ver, las colinas d iv in as
y las m ontañas de tu B earn, Del B earn de mi m adre. D e
nuestro Bearn!

N oviem bre, 1934. — Luego de escuchar cierta sinfo­


nía de B eethoven.
Cuán insensato es ap lau d ir la interpretació n de las
grandes OPUS. Sólo d ebería aplaudirse cuando se desea
disipar la im presión de las m alas "ejecuciones”. Más, a v e n ­
ta r así, in stan tán eam en te las etéreas arq u itectu ra s m u si­
cales, olvidarlas con tan violentos palm oteos y pataleos. Q ué
conducta m ás p aradojal.
Los Beatos quienes agradecen silenciosa, esp iritu alm en ­
te. S oportando las explosiones de la M agna Bestia. A g u ar­
dando épocas m enos insensatas.

*
* *

Agosto, 1934. — El C araba ouriverde.


La conducta del cascarudo cazado al vuelo, en la s u r-
k<nfi' «l< 1 valle, a la vista del caserío L a rre ta , en la cuesta
ali't m irador de A legría de O ria.
M achucado, herido, pasó tres días y tres noches, in ­
móvil en la g rillera. En la m añana del cuarto día, lo saca­
mos de su encierro, creyéndolo exánim e. D aba pena obser­
v a r su cuerpecillo, al p arecer cadavérico. Lo observam os
lurgo rato, yacente sobre la m esa. De im proviso pareció
m overse; en treab rien d o las alitas dió un salto de costado;
desplegó las alas, tornó a reso n ar el m icroscópico m otor;
y desapareció por la ven tan a ab ierta sobre el río, fre n te a
los m ontes natales.
Qué herm oso iba, sú b itam e n te transfig u rad o , con su
caparazón auriverde, como si acabara de d esp ertar en la
selva.

El político nos dice: “ Sólo creo en las personalidades.


Y por tal no entiendo; ni hom bre célebre de g ran fam a, de
gran talento, y de pequeño espíritu, o de pequeño carácter.
Ni ciudadanos de m ucha experiencia y de exigua voluntad;
tra b a ja d o r intelectu al de viva inteligencia y poca ap lica­
ción; ni hom bre político más apto p ara h a b la r qu e para
pensar; ni sabio erudito, dado al estudio pero alejado de
las realidades.
La personalidad es a la vez física, por el equilibrio de
la salud, intelectu al por el don de observación, y de deduc­
ción, por la capacidad de ap ren d er m ucho en los libros, pero
tam bién en correlación con el m edio am biente; m oral por
la firm eza de la voluntad, la a ltu ra del carácter, y de los
puntos de v ista.”
N ecesitam os potentes personalidades p ara p rev er, ad m i­
n istra r, tra b a ja r, crear. E stas personalidades no pueden im ­
provisarse. S urgen poco a poco, se van desarrollando; flo­
recen, y algunas fructifican. Las reacciones de los am bientes
sociales en que actúan, una veces aceleran su desgaste, otras
m i desaparición, an tes de la plenitud. Los qu e triu n fa n su e­
len parecer m ayores. Su grandeza histórica o leg en d aria
M i e l e ser tina im agen estereotipada de la época del apogeo.
M i.n vez de dicha visión pinacular, pudiéram os ver el film
• 1« mu vida pública, com prenderíam os m ejo r el sentido de
la evolución espiritu al de las personalidades. Las potencias
que m ás los caracterizan; los resultados en que van e x p re ­
sándose Y por otro lado la acción destru cto ra del esfuerzo
sostenido, de al tensión en que vibran, del sobretrab ajo m en­
tal, que im plican sus m om entos de creación. P o rq u e el d es­
gaste el agotam iento, form as con frecuencia invisibles de
destrucción interna, son in herentes a todo sistem a nervioso
superior, som etido a pru eb as tan excepcionales.

+
* *
D espués de p resen tad as al Consejo de Indias, las M em o­
ria s del P ad re las Casas denunciando ta n ta s y tales ínqui-
dades, fueron declarados tiranos cuantos con sem ejantes
p retextos habían hecho g uerras y sujetado esclavos; conde­
nándolos a la restitución de los daños y perjuicios que h u ­
bieren causado.” (Fág. 147 Ídem).

*
* *

Ya sabem os en qué fu eren quedando tales condenas,


escritas y archivadas. De ahí el titulo de la ultim a obra del
P ad re las Casas: "D e la D estrucción de las In d ias”.
S in em bargo aquellas sanciones ta rd ig rad as sancionadas
p o r el Consejo y desoídas por conquistadores, corregidores,
encom enderos y soldadescas, son los testim onios qu e invo­
can los M otolíneas contem poráneos que rehacen 'la H istoria
apologética de la C onquista” . La H istoria vivida por los ab o ­
rígenes, es harto m ás trágica que la H istoria escrita por
los Rem ésales, los Casas y los Q uintanas.
Un C errato, presidente de la audiencia de Santo D o­
m ingo en 1534, apoya, sostiene los alegatos de Las C asas.

*
* *

E nero de 1798: —G oethe a S chiller:— “Me habéis p ro ­


curado una segunda ju v e n tu d ; habéis d espertad o al poeta
q u e ya había dejado de se r.”
Asi, su esfuerzo hacía la sapiencia lo aísla, como o tio s
i r sintieron aislados por su esfuerzo hacia la santidad,
i'u n n d o en 1813 el Im perio se derrum ba, G oethe abandona
csp iritu alm en te el m undo occidental. H alla en la poesía
persa, —F erdussí, Hafiz, S aadí— un poco de olvido en ta n ­
tas c a tá s tr o fe s ... H ace «u DIVAN.

* *

E n 1930 la bibliografía napoleónica ascendía a m ás de


52.680 volúm enes. N atu ra lm en te no he podido revisar, o jear
o leer m ás de un centenar. H e tenido la su erte de h a lla r
u n estudio m édico legal sobre la neurosis de los B u o n ap arte
Paoli, realm en te sensacional. T anto como la atrib u ció n d e
la p atern id ad del hijo de M iriam , al soldado rom ano P a n ­
th e r o P an th e ra .
En la referid a obra se tran sc rib en crónicas de p erió d i­
cos corsos de los años 1764 - 1770 en los que se re la ta n las
intim idades del general Paoli con la joven Ram olino, an tes
y después de su enlace con el secretario de Paoli. El genio
político, táctico y estratégico del corsito afrancesado, se e x ­
p licaría como herencia del genio m ilita r y despótica del
gTon Paoli.

* *

De C hn rd o rn n r «obre Hacine:
'E n el, ninguna desenvoltura, ningún abandono. En
cada una de sus obras lia tendido toda su energía, p ara
realizar e! designio de su espíritu, la necesidad de su alma..
D esarrollando cada vez m és lejos dicha tensión.
La m edida de su esfuerzo es el de su agotam iento suce­
sivo. ¿Va a sostener siem pre ese ritm o in fern al? H a son­
deado su ser. Se ha soborendo en su esencia. P a ra realizarse
dignam ente, es m enester una elevación de m iras, de v o lu n ­
tad, una depuración de orgullo, que es privilegio de pocos
espíritus. A dem ás, trasciende de eso el sentim iento íntim o de
la saciedad.
D onde hay mucho, hay dem asiado. C o n tin u ar sería
com placerse en sí mismo. ¿Va a in c u rrir en ello, él que em
tan difícil. El hom bre superior se disgustó de si, como de
los otros. El hom bre de gusto no puede acep tar n inguna
repetición, ninguna p aráfrasis. Ya que tam bién existe ese
terrib le gusto francés, que exige la concisión. Todo v e rd a ­
d ero francés es el am an te desesperado de la concisión
L a concisión es lo co ntrario de lo precioso. En fin, el
hom bre de genio es un hom bre de pasión. ¿D espués de cu a­
re n ta años puede uno co n centrarse con el m ism o ím petu?
¿Va a rem over v iejas brasas? El genio se h alla h arto
vinculado a la carne, no puede ren acer fuera de ella, tan
vivo, ta n flavo. Se ha adaptado pues, luego de enm udecer.
H abiendo vencido todo, puede retira rse . ¡Se Va!"

* *

“P orque es poeta —d ic e reg iam en te “el hijo del M ila­


gro” L uis X IV — q u erría se r M inistro” . . .
— ¿Y él no es rey, sin ser poeta, ni hijo de Rey? . ..
— R ecuerdo a nu estro Z orrilla, que en decir de S ien ra
C arranza (1900) —porque era el poeta de L a L eyenda y
del T abaré,— "q u ería ser P residente".
Y otros, que no eran nada, ni nada hab ían hecho, no
lo fueron. ¿No lo serán?
No son precisam ente los estériles, los que m ás nos re-
limi'liun loa ocios creadores, las soledades m editativas?
No «i. i'i iLici esto porque sueñe en lo uno ni en lo otro.
Niulii i- ¡"Ih más vivificante, p ara un ser de mis fatigas y
iul> ni —-1 -1 1 i <iii(i el silencio de las soledades. Lo escribo
Jim n lu- nrii i ni ciipi li'lin de Rocino, la am bición de Z orrilla.

* »

« ■¡u» « -hn llu n but limi ih riti1li imi I IntiiM —o b s e r v a


Ili>1«il b h 'ix l u lux nfiiiiiliulrx iiinfim iI iin ile! e sp íritu d e n ­
u d i l i y iIr In i ni imi h-m»( ij iinniil. Hnliui' u b ic a r lo v a u n a
iii'i iii'd lv n iilijnllva <« i no.Ili m a ile p ro b id a d . La o b jetlv i-
itnil < i l'm'iirlul al |i<<nnai científico; lo s u b s t r a e a las s u g e s ­
tiones geocèntrici!« y m i t i o p o c é n t i i c M , .
Los regím enes de D em ocracia q u errían ser experiencias
de organización racional de las sociedades. Al régim en de
in sta s cerradas, de credos, de variadas oligarquías, q u errían
su b stitu ir un orden de igualdad civil y juríd ica. Estos v a ­
riados ensayos de igualdad facilitan la aparición de los más
activos, enérgicos, hábiles, algunas veces de los m ás genia­
les; otras, de los cesarism os m odernos de parentesco, de
equipo u n iversitario o sim plem ente cu ltu ral. De esta guisa,
el control de los técnicos, se extiende, de la producción, de
los intercam bios, de los consum os, a la cu ltu ra, a la ju ris ­
prudencia, a las instituciones, al gobierno.

* *

—¿De dónde surgen las innovaciones, las m ejoras, las


creaciones institucionales, p regunta un am igo a de M ann.
(1935),
—De la voluntad de cierto núm ero de personas. Todo
lo grande que se ha ido creando en el m undo, ha sido hecho
siem pre por núcleos selectos. Es norm a biológica. E l p ro ­
greso social consiste en el ensancham iento de las bases p e ­
dagógicas que facilitan el su rg ir de las élites; y en la tra n s ­
form ación de los procedim ientos de selección.
La dem ocracia lo es, en la m edida en que va seleccio­
nando sus equipos dirigentes; en que logra destacarlos, h a ­
cer fru c tíferas sus iniciativas creadoras, apesar de los despo­
tism os de las em presas de publicidad, de los pastores electo­
rales, etc.
— ¿C ree Vd. que la organización fu tu ra del Estado re d u ­
cirá la sociedad a una sola clase de ciudadanos?
—No hab rá tal E stado futuro. C on tin u arán las series de
Estados con las características de cada trad ició n política
nacional, confedera!, o continental. M uchos de ellos no a l­
canzarán a realizar la socialización de sus instituciones.
O tros, la so b rep a sarán . , . ”

*
* *

¿Q uienes esculpen, pintan, dibujan, arq u itectan , sinfo-


ción de la Iglesia y el E stado. Son ellas las q ue fom entan,
las que fin alm en te establecen, la lib e rtad de conciencia, base
de la lib e rta d religiosa y de la lib e rtad política.

*
* *

E n F ran cia los paladines hugonotes, en G inebra los com­


pañeros de Calvino, suscitan las sectas p u ritan as, q u e asi­
m ism o, m ás tarde, tan to contribuyen a c re ar las lib ertad es
políticas m odernas. Todos estos precursores, héroes y m á rti­
res, hicieron posible la independencia institucional, la resis­
ten cia g u errera y m oral de los P aíses Bajos. S in aq u el re fu ­
gio de la cu ltu ra jurídica, de la independencia ideológica,
de la lib e rtad m oral, no h ab ría n surgido — e n tre o tras g ran ­
des obras— el "De Ju ris " de Grocio; el "D iscurso del M é­
todo", de D escartes; ni la "E tica", de Spinoza.

*
* *

F ich te y sus "O ráculos" (1806 - 1820).


Ecos m agnificados de la doctrina de Lessing. T ra té de
leerlos a trozos. Im posible. A llá quedaron.
¿Qué pedía? ¿Qué sugería a sus contem poráneos teu tó ­
nicos, doblados bajo el caporalism o napoleónico? Sondeaba
las surgentes de la nacionalidad germ ánica. Q uería h a lla r
los m anan tiales aborígenes, en tre ellos, con ellos, revigorizar
el sentido de la germ anidad: D eutschheit.
‘‘E sta germ anidad — escribía— lo es, en tan to es sen tid a.
S en tirla es desearla viviente. No sen tirla, es no se r alem án.
LA CONCIENCIA ES MAS CIERTA, m ás v erd a d era que
la H istoria. E xiste en la m edida en que cada uno ad q u iere
consciencia de ella. U na sola consciencia b asta p ara conce­
b irla y a lu m b ra r el ideal de su realización.”
E ste criterio de id eal guía, paulista, h u ssista, de ideas
fuerzas, g u erreram e n te pangerm anista, lo reconocem os en la
in terp retació n que M arx aplica desde 1860 a su teo ría de
la lucha de clases. M arx extiende el concepto d e se n tir
conscientem ente la nación, a se n tir conscientem ente a su
clase. De consciencia de patria, raza, culto, idiom a, a cons-
nlzan, poetizan, crean, inventan, descubren, en cada época?
Consum idores, recrcadores de energía espiritual; condensa­
dores, transform adores. Tipos de e x tra norm ales, de sen si­
bilidad extrem a, de m ás fin u ra crítica, de pasión reco n stru c­
tora, de más refin ad a exquisitez estética, de p en sar potencial
m ás consciente o de intuiciones m ás videntes o previsoras.
El tipo com ún, — retórico, académ ico, leguleyo, torchicu-
laire,— nunca ha sido, según canta Díaz M irón, "ni artista,
n i vidente, ni paladín, ni red en to r, ni n a d a .. .! ! ”
Los e x tra norm ales, o anorm ales, son los que hacen de
tu rb in as, de m otores.
Me es grato evocar aquí, la im agen de un gran raté lírico
que intentó ren o v a r la poesía de su generación: Renee
Ghil. Y del cual sólo q uedan algunos tópicos literarios:
El de los extranorm ales, según acabo de exponerlo. Y el de
las tácticas jesuíticas, en la form ación de los prestigios lite ­
rarios, filosóficos y poéticos. Los jesuítas, son los que los
im ponen. Algo de eso suele producirse. P ero tam b ién actú an
otros factores. No todas son ovejas; hay tam b ién carneros.
Y cerderitos. Y de tan to en tan to los “bucs” expiatorios que
se arro ja n al desierto cargados con los pecados de cad a
g e n e ració n . . .

*
* •*

H artm an n ha visto en la fábula de "E l Amo y el S erv i­


dor" de Hegel, la surgente de la teoría de la lucha de clases de
M arx y Engels. Como D im ier —en la tesis de "la conscien­
cia de la nacionalidad —germ ánica de Fichte— o Dousts-
cheit— , la base de la tesis de la “consciencia de clase", da
M arx.
C uanto al llam ado "m aterialism o h istórico”, so luí visto
que im plica u n a ética de la personalidad, cuyus finalidades
son la form ación de organizaciones técnicas, que faciliten
"el salto de la necesidad a la Libertad", de que habla Engels,
en su ContTa D uhring. En tal sentido, entrum bos continúan
la tradición del idealism o, de D escartes a lle g rl, pasando
por F ichte y Schelling. L a m isma teoría de la "plus valia",
tiene su significado jurídico y m oral, adem ás do económico.
Im plica la creencia de que la personalidad hum ana no es
una m ercancía. Que el hom bre tiene derecho a la lib ertad .
Sin duda la historia, p ara M arx como p ara Engels, es la
historia de la lucha de clases. N unca creyeron que la evo­
lución histórica se produce como efecto de las solas poten­
cias económicas. P a ra ellos los v erdadero s m otores de la
evolución, son las necesidades psicológicas de las m asas,
sobre todo sus aspiraciones conscientes. L a acción es soli­
d aria de la idea, y es sólo m ediante las ideas guías de las
m asas, que les parecía posible explicarse los procesos h istó ­
ricos. No pensaron que la revolución social p u d ie ra su rg ir
fata lm e n te de la agravación de la m iseria de los trab ajad o res.
E ntendieron que las causas del d esp ertar de las consciencias,
rad ic an en las m ism as consciencias.
Su filosofía de la histo ria es energética, v o lu n ta rista .
Esta dialéctica supone la reacción del h o m b re sobre las
cosas habituales; confía en la eficacia de las energías espi­
rituales,
Las interpretaciones corrientes acerca d el "m aterialism o
histó rico ” son contradichas por el esp íritu de dicha d ialéc­
tica.

* *
Lo que ellos no pudieron p rev e r es qu e en los reg ím e­
nes to talitarios, de tipo m ás o m enos colectivizado, se acen ­
tú a lo que o curre en los estados seudo dem ocráticos. Se
form an equipos, privilegiados, de políticos profesionales. Con
frecuencia, de técnicos de la incom petencia, de ética sui gé-
neris, quienes ejercen de hecho, en nom bre del pueblo, p o ­
deres absorventes. P oderes y prestigios que d esarro llan en
ellos, suficiencias y orgullos como de príncipes de la Iglesia
o de m inistros tradicionales. E ste aspecto tragicóm ico de las
dem ooligarquias, y de los caporalism os alejan d rin o s o cesa-
ristas, es ta n antiguo como los ensayos de las ciudades
griegas, de sus colonias m editerráneas, d e los despotism os
orientales, y del filipism o m acedonio. E stas tristes ex p erien ­
cias político sociales, altern ativ am en te renovadas, ya hab ían
sido observadas y estudiadas, tanto por Y sócrates como por
A ristóteles. D e la obra en que este últim o estu d iab a los cen­
te n ares de constituciones de Estados ensayadas h asta su
época, p erd id a en su texto griego, se creyó hacia 1830 que
i, a l a II ii min versión àrabe. U na com isión académ ica fra n -
, .. i i umili io jjor las ciudades ju d eo árab es de A frica, en pro-
■iiiai iln algún ejem plar. P arece que nu n ca se pudo h allar
ni, i De haberlo hallado, quien sabe qué m odificaciones
IinIii In Inspirado a los legistas y políticos m editerráneos!
il ii.i que luego los sofistas contem poráneos, digan que no
«e lincile hab lar de la espiritu alid ad de A ristóteles. M agni­
la u nao hocen ellos de ella).

*
* *

(Ion La p alab ra, al designarlas, se crean las cosas, los


•a res, los dioses; nom ina num ina. Con la s p alab ras de sus
rnm dnres, los dioses crean los m undos. A sí los cultos se
o rganizan sobre la base de esta fe en la eficacia so b re­
n a tu ra l de la p alab ra. De ahí las invocaciones, oraciones,
letanías, aleluyas, silencios m ísticos, gestos litúrgicos, re c a r­
gados de m agias secretas, de m im etism os divinos.
Au com encem ent c’e ta it la Blague!, como decía el bear-
néfl T ailhade.
Esto viene de la prehistoria. Ya en el Código pétreo de
llnm um rabbi, en el que se en fren ta n la im agen del sol y
el p erfil del rex babilónico, el dios solar le ex h o rta a deci-
.ilones de equidad. Esto es, el sacerdote que escribe en n o m ­
in e del dios. Más allá, el salvaje cree que basta invocar un
objeto, u n ser, con su nom bre, p ara obligarle a som eterse,
n servir. De ahi el p oder de los bru jo s de la trib u . Más
tn rde el saber esotérico da el poder esotérico. (“I un esoté­
rico A m érico” , can tab a D arío recordando a su am iga de
1898). Q uienes saben las p alabras precisas, señorean las ca­
nas. Q uienes tem en las cosas, las bestias, las fieras, las ali­
m añas, no dicen las palab ras, callan los nom bres pánicos.
(Ilu b e rt, "L es Sciences S ecretes", t. II, p. 276).
De los sofistas antiguos a los de nuestros días, e! culto
de la palab ra, — inocentando a los crim inales, incrim inando
a los inocentes;— el proceso de espeeialización se ram ifica
en ta n tas virtuosidades pedagógicas como ju ríd ic as y polí­
ticas.
Así, la expiación del orador profesional (Rivaud, "Les
Riegues S erieuses", es que su “propio yo” se le ap arece como
un ya hablado, a sem ejanza del yo de los otros. E l p ro fe ­
sional (¡ue se h ab itú a a sim ular, o a disfrazar su pensar, a
fin de aju sta rlo al ro p a je que caracteriza la fu nción que
ejerce, o le han im puesto, no puede esp erar m ás sen tirse ni
estar intim am ente satisfecho de sí; ni ser de buena fe con­
sigo inismo, puesto que ha cesado de serlo con los dem ás.
Es siervo de su sim ulación vital, de su duplicidad funcional.
Además de la generalización de la orato ria sofística, la
tradición de tantos absolutism os hace q u e cualesquiera form a
de autoridad, p rim e sobre la verdad, sobre las certidum bres.
S uele h acer las veces de evidencia, de verd ad . “L a v erd ad
oficial”. Es como el g arro te "D IO S” que esgrim e el sacerdo
p a ra su uso y p ara el de los afines de su institución.
*
* *
O curre con la predisposición poética lo que con la r a ­
dioactividad. H ay substancias y aguas radioactivas, n a tu ra ­
les. Y aguas y substancias artificialm en te radioactivas.
Hay m entes poéticas, y m entes que se poetizan; m en tes
en las que la propensión es ésa, desde los comienzos d e la
sensibilidad y de la fantasia; y m entes que m ás ta rd e o p a u ­
latinam ente van derivando hacia la expresió n poética. M en­
tes surgentes, y m entes fuentes.
Acaso estos ejem plos no correspondan a las realid ad es
psíquicas poéticas. Ya que en no pocos casos una voluntad
ardiente, un ánim o encendido por algún sentim iento, o alguna
pasión, pueden y suelen a rd e r poéticam ente, o sim u lar que
arden. Kn este sentido voluntnrlslu, lu in d u stria lírica suele
hacer prodigios radioactivos. Como lu in d u stria vinícola, y
alcohólica, en ciertas destilerías. . . creacionistas. De u n caos
de verbosidades, de hniiulldades discursivas, de tópicos m i­
lenarios o simplemente) seculares, ex traen , de tan to en tanto,
algunos m iligram os de oro lírico, de radio esencia poética.
E xisten asim ism o los tipos que son poetas en prosa, y
prosaicos en verso. Un día resuelven h acer u n a p a rtid a de
versos, como una p a rtid a de golf o de ajedrez. Los coge el
p ru rito m étrico, m enos o m ás "poncif". “Y vam os a la f a ­
rán d u la, — A ním ulu — vagula — b l á n d u l a . .. ”
N ada de “e x tra s ” ni de “su p ras” escribe Jacobi. D eje­
mos esos conceptos espaciales, como las bolas de colores de
los prestim anos. L a m u e rte sólo destru y e “ap arien cias” .
F ilón insiste con frecuencia en el concepto d el “orden
sideral, como p ru eb a de la existencia, y de la p a te rn a l vigi­
lan cia del C reador” . Ese concepto de u n a vigilancia divina,
se fué haciendo m oral. Como vigilaba los astros v igilaba
las alm as. M ás tard e, los m ísticos se v ieron de nuevo en la
necesidad de sacarlo del tiem po, de esfum arlo en la e te rn i­
dad. E l m ascarón espacial quedó p ara los pobres d e espíritu,
y p a ra los vivos, que cultivan esa pobreza.
E n tre tan to las novaes, de rep en te aparecen ardiendo,
días, sem anas, como si h u b ie ra n hecho explosión, o chocado
con otro sol, o incendiado los gases obscuros de u n sistem a
destensionado, cuando los p la n eta s recaen en sus soles.
L a guerra, m ás que e n tre el Dios p erso n al y el Dios
S ubstancia, e n tre el Dios de los filósofos y el Dios d e los
creyentes, se acentúa e n tre el Dios Im perso n al y el Dios
personal. E n tre el Dios de las filosofías panteístas, y el Dios
de las religiones y de las filosofías personalistas.
Los autóm atas beatos, no pueden conform arse con los
caracteres que lo divino ha de poseer p a ra la consideración
de los espíritus filosóficos. No es p ara los inconscientes, n i
p ara los subconscientes, —sean ovejas o pastores,— súbditos
o reyes— el em píreo de las ideas p uras. A quel reino p la ­
tónico de las ideas, que los idólatras con v irtiero n en el
“venga a nos, tu rein o ”, ju n to “con el p an de cada d ía ”.
Los seres vulgares, n ecesitan ídolos, ido latrías y visio­
nes vulgares. P a ra las sensibilidades gregarias, son las cere­
m onias gregarias, los credos y los cultos p arro q u iales: la
ética cerem onial. “Un Dios que nos h ab la de alm a a alm a”,
sólo es el eco de la sensiblería gótica, incapaz de su p e ra r
el plano verbal, apologético, propio de los pueblos de dom es­
ticación fideísta, “A ram os”, dicen los m osquitos; “E x isti­
m os”, dicen estos otros m osquitos: “luego Dios es”. A sí dis­
c u rren desde A gustín el africano hasta L e Roy el francés.
De ah i las divisas: “D ieu est m om d ro it”, o la otra: “G esta
Dei p e r franco s”. “Lo que no im pide la sucesión de eclipses
g uerreros.” Y a p esar de ellos, la continuid ad heroica de
sus generaciones creadoras. L a sucesión de renacim ientos,
de revoluciones, el clim a esp iritu al que h a convertido a
esa tie rra en la p atria de la cu ltu ra y del espíritu.
Eso, a p esar de la su p erab u n d an cia de cascarudos q ue
en los tiem pos de eclipses se m ultip lican a la som bra d e las
in d u stria s im a g in a ria s .. .
P ero en fin, e n tre esos desdichados, dopados de la in ­
fancia a la ju v e n tu d por “la blague serieu se” en los sem i­
narios, em ergen tipos extralúcidos, m alabaristas, clariv id e n ­
tes, como los Blondel, los Loisy, los Le Roy, los G ibson.
La blague serieuse arra n c a de la fan ta sía alegórica des­
arro lla d a en el Tim eo. acerca de las “esferas celestes", de
u n “m undo celeste” . F áb u la creída literalm en te; convertida
en "m etafísica e te rn a ”, por gracia de cuatro coloniales a fri­
canos, de cuatro bárbaros. Las esferas del m undo celeste
dieron asidero al rejuvenecim iento de los mitos. A “la isla
de los b ie n av en tu rad o s” y ni "a v ern o ” de los léprobos, la
m alicia rom ana añadió el purgatorio. E ste im portantísim o
anexo, fué suscitando el gran com ercio pontificio de las in ­
dulgencias, tan abrum ador p ara la econom ía como p ara la
fe de los pueblos nórdicos. Los contem poráneos denu n cian
dicho com ercio como uno de los m ayores factores d e la
rebelión, prim ero pasiva, luego intelectual, crítica, de los
precu rso res de M artín L utero: Sw inglianos y H ussistas.
F inalm ente, la s sordas p rotestas de las com unidades con­
fesionales y de los pueblos esquilm ados, fueron condensán­
dose en la P ro te sta de L utero: en las 91 proposiciones con­
trad icto rias de su M anifiesto clavado po r el mismo en el
pórtico del P alacio de la D ieta. Com plem ento de su versión
alem ana, popular, de la BIBLIA , que hasta esos días sólo
los frailes podían leer e in te rp re ta r en latín. Esos dos gestos
d estru cto res del derecho pontificio vigente, y el d el invento
de G utem berg,— tam bién creación teutónica,— constituyen
su contribución decisiva al R enacim iento de Occidente.
Es sabido que el llam ado Derecho canónico, es la e x p re ­
sión político ju ríd ic a del Im perialism o P ontificio. Ya desde
el siglo IV el Im perio Rom ano em plea los brazos de las
cruces, en m angos de las hachas de sus lictores. D ecreta
penas de m u erte contra los idólatras y los heréticos, como
antes, en ocasiones se había usado con los cristianos.
Las dos corrupciones im periales deg en eran en la m ism a
ferocidad represiva. Se ex tinguen el derecho pob'tieo y el
derecho civil antiguos, en la servidum bre confesional, como
jihorn, en este ocaso que parece A urora, am enazan ex tin g u irse
de n u e v o ...
H acia el V II siglo, este tipo de derecho canónico unido
ol usual, suscita en C astilla el F uero Juzgo. Como los reinos
góticos son en g ran p a rte instrum entos pontificios, los no­
vadores políticos o jurídicos sólo pueden su rg ir e n tre los
teólogos disidentes, entre las ju rista s adictos a la causas
nacionales de los reyes, m ás o m enos antiteocráticos.
W iclef, an terio r a Jerónim o de P raga, a Jacobel, a Huss,
nos da u n a sensación aproxim ada del tono de la p ro p a g a n ­
da revolucionaria, antipapal.
“Los once agentes del A ntecristo, son los cardenales,
p atriarcales, arzobispos, obispos, oficiales, decanos, can ó n i­
cos, herm anos m enores, pedigüeños, etc. Es h eregía sostener
que los sacerdos pueden recibir legados de tierras, y bienes
tem porales. N inguno puede hacerse am a de los dem ás si no
es m ás v irtuoso que ellos. El vicioso no es señor d e nada.
P uede ser despojado. No hay que en v iar diezmos, ni dinero,
a Rom a n i a A vigñon.
L a apelación al Rey suspende las censuras de la Iglesia.
El O bispo que las niega es tra id o r a Dios y al P rin cip e.
Un sacerdo o un diácono, puede p redicar, sin la au to rid ad
del P apa, o del Obispo. E l pecado anula toda dignidad o
señoría. E l pueblo puede corregir al señor feudal que peca.
El F eu d al puede p riv ar de sus feudos al clero pecador.“
De esta suerte los W icleistas propalan la censura y la
am enaza públicas contra los señores feudales, dignatarios,
eclesiásticos y m onásticos. L legan a d eclarar: “Hay que d es­
tro n ar al P ap a p ara que todos seam os iguales en L ib ertad ,
nohlcza y potencia.” A su vez J u a n H uss, el m á rtir de Praga,
escribe: “la dignidad papel debe su origen n las em perad o res
rom anos. El que hace de P ontífice en Ilnmu no es Jcfo de
ninguna Iglesia p articu la r. Los cardenales riada llenen do
sucesores de Cristo, ni de sus apóstoles.” "L ulero denuncia
públicam ente como m onstruoso el D erecho Canónico." “ Nada
de derecho en el m inisterio de la gracia y do la carid ad .'
Según reconocía Erasm o, —ni trad u c ir L otero la Iliblla,
ul ponerla ni alcance de los pueblos germ ánicos,— 'h a b la
hundido aun m anos en las e n tra ñ a s de los frailes y abatido
lu llura del A ntecristo Rom ano."
El 21 «le octubre de 1517 elava «'n el p ortal del palacio
da la D ieta el M anifiesto de sus 91 tesis. Y en enero de 1523
Ja D ieta de N urem berg prom ulga el derecho público a la
le c tu ra y a la enseñanza de los Evangelios, traducidos al
alem án. E sas jo m a d as heroicas son las de los com ienzos de
la instrucción pública en E uropa. La conm em oración de e n ­
tram bos dias, d ehería se r obligatoria en los países regidos
por instituciones civiles. Son las grandes jo rn ad a s de la d e­
m ocracia. ¿Pero dónde hay hom bres que sien tan lo sublim e
que irra d ia n estos heroísm os?
Los p ro testan tes hicieron del cristianism o la religión del
L ibro D ejaron de ser com parsas v agam ente oyentes. A p re n ­
dieron a leer en el L ibro. So hicieron lectores, In terp retes,
como lo fu era el trad u cto r. D e esta suerte, el cristianism o
bíblico resu lta ser una vez m ás, uno de los fundam entos de
la cu ltu ra, de la em ancipación laica, del resurgim iento civil.
El derecho de le er el libro, las posibilidades cada vez
m ayores de leerlo, por la m ultiplicación d e las ediciones
im presas, redim ieron a m illones de analfabetos, que a p re n ­
dieron a deletrear, a le er en el L ibro. A si adem as de ser
u n soliviantador de alm as, en el plano de la instrucción p r i­
m aria, fu é prep aran d o los am bientes, p a ra el resurgim iento
de m aestros populares, auspiciando las orientaciones que
m ás ta rd e florecerían en “la filosofía de las luces , en la
renovación de la filosofía del Derecho.

+
★ *

Son las sectas, —las que luego, desautorizan a L utero,


—y que a su vez él acaba por desau to rizar— son las sectas
las que realizan la R eform a religiosa; las q u e in ten tan , p re ­
m atu ram en te, la revolución política y social. L a R eform a
que el m undo recuerda; como que las fran q u icias ulteriores
proceden en pai"te de aquellas sectas. Sí, señoritos hispano
am ericanos. De aquellas sectas provienen las lib ertad es pri
m arias, las treg u as legales que disim ulan la g u erra civil
la ten te, la g uerra de clases.
S egún es sabido, L utero acaba vinculan d o lo que él
llam a su Iglesia al E stado, a los estados de los ducados que
abrazan la causa de su secesión confesional. F om en ta fu rio ­
sam ente la dispersión, la destrucción de las insurrecciones
I IU

com unales y cam pesinas. E l aplastam iento de los com uneros


an ab ap tistas q u e con Tom ás M unzer, en 1544, sublevan las
turbas, establecen regím enes com unales. Los reform adores
integrales, tienen así que lu c h ar contra dos fren tes: contra
el papado y co n tra los sectarios m ísticos.
E rasm o h a com entado la sugestión que han ejercido en
M artín L utero, las enseñanzas de J . Huss y de W ycleff.
E specialm ente los principios expuestos en "De Ecclesias". de
Huss. Según se sabe sólo Zw inglio, en tre los reform adores
de procedencia germ ánica lleva a consecuencias ex trem as
el postulado de la lib e rtad de lectu ra, el derecho in dividual
a la in terp retació n de la BIBLIA . Entonces, esencialm ente
m ás que ahora, esto era, esto es, la revolución p erm an en te.
A su juicio la Iglesia está donde alien ta el esp íritu de
Cristo. En no pocas circunstancias, u n hom bre puede recibir,
como Pablo, las prim icias espirituales. E sta in terp retació n
e x tra je rá rq u ica , prefig u ra ya la tran sm u tació n de los v a ­
lores religiosos y sociales. E lim ina toda au to rid ad form al:
tradiciones, concilios, sacerdocios. S uprim e to d a actividad
ritu a l. Sólo ex iste u n a gracia: el Dios v ivien te — q ue se dá
a los m ás pobres, —si in te rp re ta n su doctrin a. E n la m e­
dida en que a ju sta n su vida a ella.
E n el fondo esta “b uen a n u ev a” se vincula a la de los
h u m an istas. C ree con ellos que la luz ilum ina a todos. Sólo
que en vez de considerarla n a tu ra l la supone so b ren atu ral.
A gregúese a ello la influencia del antiguo plan pales-
tin ian o com unista, de los prim eros desocupados apostólicos.
D e depositarlo todo en un acervo com ún. La ren o v ad a con­
vicción de que el “reino de D ios” , — esta vez no es el reino
d e las ideas, reino de pocos;— es el reino de los monducR-
m entos, ofrecido a los pobres, a los m íseros, ya que el S a l­
vador, —esta vez no es u n filósofo, u n ideólogo— sino un
pobre, un artesano, un reo.
Es indispensable te n e r p rese n te estas perspectivas del
clim a histórico, lo propio que el principio de los an ab ap tistas
acerca de la obediencia, ante todo, a la revelación interna,
— al llam ado divino,— p a ra situ ar y com prender la actitud,
y algunos de los rasgos de la ex periencia m ística y de la
ncción social del m ovim iento reform ador.
Son pues las sectas surgidas de la reform a, proseguidas
por los u su fru ctu ario s de ésta, las que in stau ran la se p a ra ­
ción de la Iglesia y el E stado. Son ellas las que fom entan,
las que fin alm en te establecen, la lib e rtad de conciencia, base
de la lib e rta d religiosa y de la libertad política.

*
* *

En F ran cia los paladines hugonotes, en G inebra los com ­


pañeros de Calvino, su scitan las sectas p u ritan as, que asi­
m ism o, m ás ta rd e, ta n to contribuyen a crear las libertades
políticas m odernas. Todos estos precursores, héroes y m á rti­
res, hicieron posible la independencia institucional, la resis­
tencia g u errera y m oral de los Países Bajos. S in aquel re fu ­
gio de la cu ltu ra jurídica, de la independencia ideológica,
de la lib e rtad m oral, no h ab rían surgido — e n tre otras g ra n ­
des obras— el "De Juris" de Grocio; el "Discurso del M é­
todo". de D escartes; ni la "Etica", de Spínoza.

*
•k *

F ichte y sus "Oráculos" (1800 - 1820).


Ecos m agnificados de la doctrina de Lessing, T raté de
leerlos a trozos. Im posible. A llá quedaron.
¿Q ué pedía? ¿Qué sugería a sus contem poráneos te u tó ­
nicos, doblados bajo el caporalism o napoleónico? Sondeaba
las surgentes de la nacionalidad germ ánica. Q uería h a lla r
los m anantiales aborígenes, e n tre ellos, con ellos, revigorizar
el sentido de la germ anidad: D eutschheit.
“E sta g erm anidad —escribía— lo es, en tan to es sen tid a.
S en tirla es d esearla viviente. No sentirla, es no ser alem án.
LA CONCIENCIA ES MAS CIERTA, más verdadera qua
la Historia. E xiste en la m edida en que cada uno ad q u iere
consciencia de ella. U na sola consciencia basta p ara conce­
b irla y a lu m b ra r el ideal de su realización.”
E ste criterio de ideal guía, paulista, hussista, de idea*
fuerzas, g u erreram e n te pangerm anista, lo reconocem os en la
in terp retació n que M arx aplica desde 1860 a su teoría de
la lucha de clases. M arx extiende el concepto de se n tir
conscientem ente la nación, a se n tir conscientem ente a su
clase. De consciencia de p atria, raza, culto, idiom a, a cons-
121

ciencia de clase social. De g erm anidad a pro letarid ad . Luego,


esta consciencia va p ro liferan ao sus conceptos doctrinales,
correlativos. S ubstituye la idea de autom atism o progresivo,
de evolución pau latin a, de cu ltu ra clásica, — análoga a la
teoría geológica de las causas len tas y constantes,— por la
idea de cu ltu ra, de m oral de clase, de lib re arb itrio v o lunta-
rista, de iniciativas geniales, opo rtu n am en te revolutivas. De
experiencias técnicas, realm en te renovadoras. In siste en que
sólo esta cu ltu ra, esta m o ral nuevas, esta m arcialid ad de
clase, podrán estim u lar y llegado el caso ap ro v ech ar d e las
condiciones tecnológicas indispensables p a ra in te n ta r colec­
tiv a m e n te “el salto de la fatalid ad a la lib e rta d ” .
E sta tesis, este m étodo de acción creadora, de M arx,
que im plica el concepto de la m oral, como secresión de clase,
constituye la base teórica de las especulaciones de G. Sorel,
de los fu ndadores del sindicalism o intern acio n al (1908), y
del plan de A cción R evolucionaria, y de Cómo se h ace la
Revolución— de M alatesla. (1918).
“La sociedad —escribe M arx— conserva el sen tim ien to
de su m oral, como disciplina de ejército en m archa. Cada
clase dom inante crea su m oral como instru m en to de dom i­
nación y de lucha. M ediante ella se juzga, se desm oraliza
a las dem ás clases, al p a r que se las aprovecha p ara su s
fines.”
D e hecho, en la Ita lia de 1918 - 1919, la insurrección
p ro letaria no pudo hacerse cargo de la producción fab ril
por falta de técnicos; los técnicos burgueses se re tira ro n de
fábricas y de talleres. E n F ran cia el sindicalism o apolítico,
n u n ca pudo asum ir, n i siquiera lo intentó, la dirección de la
producción n i de los intercam bios. E n A lem ania el socialis­
m o burocrático, con sus m illones de electores, acabó p o r ser
desplazado por las falanges nacionalsocialistas, q u e tra ía n
el ím petu revolucionario, la violencia g u errera qu e fa lta b a
a aquél. E n In g la te rra los laboristas sólo h an segregado m i­
nistros laboristas. D e su e rte que p asada m edia ce n tu ria de
experiencias históricas, vem os cómo las doctrinas, au n la s
m ás m odernas, no contienen toda la realid ad , n i pueden
prever, cuáles serán los elem entos sociales n i los factores
dinám icos que se van im poniendo. Sin em bargo hay u n a
evidente correlación e n tre el desarrollo de la h isto ria y la s
innovaciones tecnológicas. E sta es la visión y la teo ría del
n orteam ericano L ew is M organ, au to r de "L a Sociedad A n­
tigua", m aestro en p a rte de Engels y de M arx.
P o r h ab e r sentido la necesidad, po r h a b e r creído en la
posibilidad de la D eutschleidad, F ich te es en p a rte resp o n sa­
ble de las torrenciales derivaciones p angerm an istas actuales.
Como por h a b e r creído y esperado acaso dem asiado en
la posibilidad del salto de clase; del salto de p ro letario a
com andatario, —lo expreso así, p ara que se v ea casi g ráfica­
m ente la d ificultad que supone,— M arx y Engels, son en
p a rte responsables de ta n ta s ten tativ as prem atu ras, desvia­
das, retorcidas, desvalorizadas.
Es que las sociedades m odernas son organizaciones en o r­
m es y com plejas, en las que funcionan m últiples in te r­
ferencias de clases y subclases. De ahí que no se p reste n a
ensayos esquem áticos, a estrenos prem aturos, a soluciones
im previstas. A dem ás de las estru c tu ras económico funcio­
nales, de producción y de intercam bio nacionales, se h a
visto, en las g uerras civiles que sobrevienen, la función im ­
p revisible de las intervenciones e x tra n je ra s. T anto en Rusia,
p ara fac ilita r la intervención de líderes en la revolución
p ro letaria, como en E spaña p ara m alo g rar el asentam iento
de la dem ocracia, y la colaboración de los socialistas de
A teneo y de U niversidad.
Y a lo decía H ieroclem en el siglo V: “Los m ilagros no
p ru e b a n la divinidad, como tam poco lo probaro n los p ro d i­
gios, p o r los cuales algunos héroes antiguos fu eran hero i-
cizados”.
De esta su erte los W icleistas pro p alan la censura y la
am enaza públicas contra los Señores feudales, y dignatarios,
eclesiásticos y m onásticos. L legan a d eclarar: “H ay que des­
tro n a r al P apa, p a ra que todos seam os iguales en lib ertad ,
nobleza y potencia.”
A su vez J u a n H uss, el m á rtir de P raga, escribe: “La
d ignidad p ap a l debe su origen a los em peradores rom anos.
E l que hace de P ontífice en Rom a no es jefe de n inguna
Ig lesia p articu la r. Los cardenales n ad a tien en de sucesores
de Cristo, ni de sus A póstoles.’
Las Tres

La doblem ente secreta poesía de la intim id ad qu e n u tre


las raices de las añoranzas y las nostalgias, y íilrn a loa
sueños del dorm ir, reserv a su preciosa calidad.
L a otra, cuyas vibraciones tonales, subconscientes, su e ­
len colum piar n u e stra vigilia, no posee la m agia de la po­
tencial.
L a C enicienta que por e x tra e r el caucho en la selva
neurona], no capta n i objetiva los m ensajes cifrados de sus
herm anas, su labor e s ...n u e s tr a poesía.
M as nuestra, que el tejido de las telas que nos cubren,
o el cuero de las suelas con q u e avanzam os. P o rq u e ev id en ­
tem ente avanzam os. T anto, que cierto día saltarem os del
tiem po al e s p a c io ... Con la gravedad del c a s o ...

* *
*
\

It

i
El Día de las Razzias

Evoco el origen de la in iciativa de conm em orar el día


del an iversario del descubrim iento de las Indias, como d ía de
la Raza! D e la galaico portuguesa? De la catalan a provenzal?
De los agregados asturianos? De los visigodos que las su b s­
titu y ero n ? De los varios conglom erados andaluces? Moro his_
panos, judeo hispanos, judeo sarracenos? A borígenes m ás o
m enos cartagineses? rom anos? tartesios? castellanos? c á n ta ­
bros? vascones?
En sus tie rra s, de clim as, orografía y topografía ta n d i­
v ersas, se h a n m ezclado linajes de todas las razas. C ráneos
de todos los form atos, cerebros de todas las invasiones, m entes
d e todos los estratos m íticos y c u ltu a le s ...
M enos inexacto h a b ría sido in stitu ir el D ía del Idiom a,
dada la univ ersalid ad del habla castellana. Sin o lv id ar que
cada región hispánica posee su len g u a o dialecto regional:
gallego, catalán, castellano, vasco.
D ebe ex istir una conciencia, acaso m uchas, que en cada
d ía del aniversario, del trágico D escubrim iento, evoque las
civilizaciones indias ex tirp ad as. M edite en las ciudades a r r a ­
sadas, los regím enes destruidos, los incalculables tesoros m o­
n u m entales aventados.
C onciencia continental, m últiples conciencias, que en m e­
m oria de ta n ta ru in a, estrago, desolación, escarnio, falsifica­
ción de valores históricos, se abstenga de todo jú b ilo g astro ­
nómico, de toda o ratoria floral. P a ra esas Conciencias, sin ­
ceram ente religiosas, sea un D ía de expiación, de silencio,
d e piedad!
La Historia Negra

H ubo u n a E spaña que encarno la continuidad de la


consciencia histórica evangélica. M anifestóse en sus grandes
h ijo s del altruism o vivificador. Y en los que en las aulas
y en los cam pam entos enseñaron —tra s largos años de ím ­
probos estudios,— las norm as del derecho de gentes, la h is­
toria de las luchas del derecho divino de los reyes y do]
derecho canónico, encarnado en los P apas. P a ra estos guias
de extraviados, no había lábaro que ju stifica ra los despojos,
logrados po r la fuerza; n i crucifijo que sa n tificara la sangre
de las m atanzas.
E n g eneral los m isioneros, dominicos, gerónim os, f ra n ­
ciscanos, agustinos, cuando acom pañan gentes de arm as, van
como com isarios confesionales, p a ra facilitar, y fiscalizar las
acciones g u erreras; p ara colaborar en las em presas conquis­
tad o ras, antes que p ara im poner el m inisterio evangélico.
A ntes p ara se rv ir al rey que p ara se rv ir a Dios, au n q u e
en tien d an creer que sirviendo al rey sirven a entram bos.
N inguna p otestad p arece recordarles ejem p larm en te la má
xim a olvidada en los siglos de las invasiones: no se sirve a
das amos.
E l rom ancero cídiano irra d ia el acento sacro qu e fluyo
del sentim iento que acom paña las gestas pro ara el Inila
Nos electriza en la m edida en que va expresando el mi
lagro de la reconquista de las h eredades pntrlim i r mI■I
su m agia.
El descubrim iento de las Colom bias, las Invadióla* mi
cesivas p ara lo g rar su conquista, los m illones de Indio* onl
quilados en tales guerras, los trasp lan te s de poblaciones de
aborígenes según las conveniencias de los rep artim ien to s de
tie rra s y de señoríos; los indios y las indias sobrevivientes
convertidos en esclavos, p ara la búsqueda de oro, perlas,
frutos naturales, especias, cultivos, desbrozam ientos y talas
de selvas. Los rebaños de indios trocados en acém ilas p ara
tra n sp o rta r arm as, bagajes, vituallas, etc. Todas las v a rie ­
dades de to rtu ras infligidas a los nativos, au n a los que les
se rv ía n en sus em presas, no pueden su scitar u n nuevo Ro­
m ancero.
Los valores m orales —creadores de los valores líricos,—
están con los que defienden sus tierras, hogares, fetiches,
m adres, esposas, hijos, eultos, usos, libertades.
¿Con qué derecho, en gracia de qué gracia, uñ gitano de
Rom a autoriza o otro de España, a que disponga y d is tri­
buya en tre sus súbditos, las tierras, riquezas y vidas de
tantos m illones de autóctonos precolem bianos?
¿Sim plem ente, porque se dice “Vicario de C risto ? ¡Qué
titu lo p a ra la gran novela! ¡Porque conviene evangelizar a
esos infieles! ¡Evangelizar a hierro y fu e g o ! ...
P ues como afirm a Suce. obispo de H ostia, ’ La venida
del Mesías, produjo los efectos jurídicos, de qu e todos los
infieles, —indios p re y post colom bianos,— que no recono­
cieran a Jesucristo, ni abrazaron su doctrina, p erd iero n por
derecho la propiedad de sus cosas, que se traspasó a los
fieles cristianos” . — ("Vida y Escritos de F ray B. de las
Casas", t. I, p. 22. M adrid 1879).
Q ue precedente histórico, católico y apostólico p ara los
ju rista s del pongerm anism o; o p a ra los ju rista s del im perio
del S al L evante, si éste logra forzar las defensas de los
E stados Unidos!
*
* +
“A la noche —n a rra R em esal— p rim e r biógrafo de Las
Casas— con u n tam bor en el recinto del real, en tre so ld a­
dos, uno de ellos decía; “A vosotros los indios de este p u e ­
blo, os hacem os saber que hay un Dios, u n P ap a, y u n R ey
de C astilla, a quien este Papa, os ha dado por esclavos! Y
p o r tanto, os requerim os que vengáis a d a r la obediencia,
y a nosotros en su nom bre, so pena —si os reh u sá is— que
os harem os guerra, a san g re y fuego.”
Luego, llegada el alba, calan sobre ellos, i'« u IIvmIiiiii los
q u e podían, a título de rebeldes, y u los drnifih Ion quem a
ban o pasaban a cuchillo, les robaban lu luiclnmln, y ponían
íuego al lu g a r” . (Rem esal, lib. 7, cap. 17; "V lds da I Ib
de les Casas", por D. José M. Q uintnnn, plíg. M7>,
M enciana R em esal las sublim es palabras de m|iiel niel
que indio, que contestó a la intim ación del cnpllfni i iiriiii;
"Q ue ese P ap a que daba lo que no ero suyo, y «t u - lli>y
que le pedía o tom aba ta l m erced, debían de ser como «f»c
iivam onle e ra n — un p a r de locos” .
N arra el cronista español, que luego de innumonililivi
tro p elías e iniquidades de todo linaje, el Consejo de India*
acabó po r d ec la ra r tiranos a cuantos con sem ejanleii p rr
textos habían hecho g uerras y sujetado esclavos; condcniín-
dolos a la restitución de los daños y perjuicios que hubieren
causado.” Ob. cit., p. 147.

CONFESIONARIO

"A quí se contienen avisos y reglas p ara los confesores


que oyeren confesiones de los españoles qu e son, o han sido
en cargo, e n tre los indios de las Indias del m ar Océano;
colegidas po r el Obispo de C hiapa don F ray Bartolom é de
las Casas, de la O rden de S. Domingo.
Confesionario aprobado po r los M aestros en Teología:
m aestro G alindo, m aestro M iranda, A rzobispo do Toledo;
m aestro M elchor Cano, M aestro M ancio, m aestro Solo Mu
yor, y m aestro F ra y F. de San Pablo, etc.
Como condición prev ia los confesores habían de exigir
de sus penitentes, que se obligaran ante escribano, dandi)
caución de sus bienes, a estar y p asar por la dlstilhiicli'ni,
que dichos confesores, en vida o después dn la nincrlc, In
cieren de toda la hacienda de sus penitentes, que lo eran,
conquistadores, encom enderos, m ercaderes, etc.; de rmihliai
h u b ie ra n tenido encargo de indios (usufructuado indio«).
La 4° regla del C onfesionario expresa:
"Q ue au nque el difunto tenga cien hljnn legitiman, el
confesor no les ha de d ar ni aplicar un m aravedí, poiq u e
se crean de derecho ni les venga de hcieiiclu, ni tengan
p a rte en aquella hazienda. Solam ente leu puede dur por vía
de lim osna, lo que al confesor pareciere para sus alim entos.
P o d rá tam b ién darles p ara con que vivan, haziéndose veci­
nos, y p odrá preferirlo s a otros extrañ o s; y no de o tra m a­
nera. L a razón es porque ninguno de estos conquistadores
tien en u n solo m arav ed í que sea suyo. A ntes, si cada u n o
de ellos tu v ie ra u n estado grande y ta n rico, como tie n e el
d uque de M. Sidonia, no satisfaría a la restitu ció n y sa tis­
facción de lo que es obligado; y po r tan to no ten ien d o cosa
suya, no tie n e que d ex a r a sus hijos, ni que h e re d a r sus
h erederos.”
E n época de creencias y obligaciones religiosas, como
lo era aquella, la instrucción de Las Casas a los Confesores
de su Diócesis am ericana, equivalía a u n D ecreto d e e x p ro ­
piación u niversal. Esto explica los tum ultos qu e o cu rriero n
en C iudad R eal de Chiapa, contra Las Casas, y q u e llegaron
h asta p oner su v ida en peligro.”
“P a ra el teólogo y canonista, las riquezas de los esp a­
ñoles que h ab itab a n en Indias eran sin duda producto de
la rap iñ a. P o r ta n to restitu irlas a sus dueños o a sus des­
cendientes, o em plearlas en beneficio de los de su raza,
era condición precisa p a ra alcanzar el p erd ó n d e aq u el
pecado.”
“ ¿Pero p u eden juzgarse así los grandes hechos h istó ri­
cos? ¿Se puede ap licar este criterio a la serie d e Invasiones
que se h an sucedido en los continentes, y qu e fo rm an el
tejid o de la historia?
“Si se aplica el principio de la lucha por la existencia,
a cuyo efecto las razas débiles y m enos in telig en tes son
elim inadas por las m ás fu ertes e inteligentes; si se aplica
este principio a los individuos, d entro de cada raza, nación
y pueblo, la m oral y el derecho sólo consistirán, en el uso
d e la fuerza m ateria l o espiritual; y las asociaciones h u m a ­
n as de todos sus grados sería im posible; no h a b ría llegado
a form arse nin g u n a sociedad.”
“L a responsabilidad pues de los C onquistadores y Enco­
m enderos, — o sea Indieros— como luego se diría N egreros,—
p o r sus actos p articu lares, no podía ofrecer dudas. P o r ello
el C onfesionario de la Casas, fué aprobado po r cuantos te ó ­
logos lo exam inaron, y no fué condenado por los Poderes
P úblicos de su tiem po.”
“A esto debe atrib u irse el h o rro r con qu e m ira b an a
L as C asas los españoles residentes en las Indias. Dado qu e
su intervención en los negocios esclavistas, la consideraban
la m ayor de las calam idades’'. "Vida y Escritos de Fray B.
de Las Casas", p o r el académ ico español, de la A cadem ia d e
la Historia, D, A. M. F abié. M adrid, 1879, tomo I, págs.
308 -311.
*
* *
E ste académ ico español que ha editado en dos gruesos
volúm enes la V ida y las obras del apóstol de las Indias, no
sospechaba que su rg irían generaciones de españoles y de
am ericanos capaces de desm en tir tales testim onios; ta n p a ­
tentes exterm inios de Indios. Como m ás tarde, d e m estizos
y de criollos.
No quiero n o m b rar a estos frivolos de la cu ltu ra. A l­
gunos subsisten aún, en je ra rq u ía s logradas, a fuerza de tales
m endacidades. O tros fueron barridos, según m erecían. Yo
continúo en el u m b ral de la tienda de cam paña, viéndolos
p asar. P o rq u e el g rande apóstol de las In d ias no es el ju d io
Santiago, ni el jesu íta de Leyóla. El gran A póstol íu é F ra y
Bartolom é, glorificado por Q uintana y p o r M arti, otro de
n uestros últim os apóstoles p anam ericanistas. P o rq u e no hay
que hacerse ilusiones. El panam ericanism o viene de lejos.
Y cuando surgieron ciertos políticos cisplatinos de la D oc­
trin a , hacía años que la practicábam os y la enseñábam os.
D esde la guerra de liberación de Cuba, desde la p ro paganda
en pro de la intervención de N orte A m érica. Desde la venida
a B uenos A ires en 1898, de la M isión presid id a por R ibas
A güero, com pañero de M arti, de Sanghili, de Gómez. D esde
el D iscurso pro C uba L ibre, de L ugones en el A teneo. —
(1898).
E n n uestros libros, alienta, algún rasgo de esa v ieja afe c­
ción por los E stados U nidos del N orte. P o r sus estadistas,
sus profesores, sus poetas, sus trab a jad o re s. Así, p o r eso,
B rum en 1915 siguió esta senda que era la n u estra. En 1915
a 1916 el diputado italiano D e M artino, publicó en ‘‘II M at-
tin o ”, de Nópoles, tres artículos denunciando los planes de
los C olonialistas A lem anes residentes en el S u r del B rasil.
P lanes m ilita re s p ara la conquista de los Estados B rasileños
del su r y la anexión del U ruguay. Fuim os quienes le e n ­
viam os esos artículos, llam ando su atención sobre ellos.
C uanto a los pensadores del N orte, desde 1901 en que
i:u

- om ritlábam üS “Las Instituciones Occidentales" —de En-


ñus basábam os en el etnólogo L. M organ inspirador
«le Engcls y de M arx. V éase en el prologo a los "Cantos del
otro yo" (1909) la ex altación del idealism o d e sus poetas, y
la D efensa de la c u ltu ra de los N orte A m ericanos en "El
Día" de M ontevideo de 1911 a 1912; reeditan d o en "Maestros
C antores", M adrid 1936. No conocem os en el P la ta escrito r
d e esa época m ás fiel al panam ericanism o,

*
* *

C ontinuem os con las H ispanidades. En su vigésim a se­


gunda C onferencia en torno a la H istoria de E spaña. —re i­
nados de Carlos V y de F elipe II—, luego de com probar qn*
la C édula R eal de 12 de Julio de 1564 acepta in teg ralm en te
las resoluciones acordadas en el Concilio de T rento, —com o
Que eran sugeridas por L ainez— , rep rese n tan te de la Com ­
pañía y sucesor de Loyola, el catedrático de D erecho H ispá­
nico concluye. “Significa esto, una enfeudación de E spaña
a la Iglesia? Es una equivocación. E spaña no se h a enfeudado
a la Iglesia. Se ha enfeudado a la causa de la C atolicidad
S e ha enfeudado en unión con la Iglesia o un m ism o fin". —
(¿Como ahora, verdad?)
P ero reservándose la libertad de fiscalizar la acción con­
ju n ta y paralela de la Iglesia. E spaña tien e ya un n o rte dog­
m ático. (Este norte es la Com pañía).
E ste “norte dogm ático” tien e su salm u era g ran ad in a.
P o rq u e Loyola y su m ilicia son del N orte, — G uipúzcoa— , y
p o rq u e la voz m ás catequística en el Concilio, es la d e Lainez,
sucesor del diabólico Cojuelo. A sí p ara el republicano de
banco azul, la adhesión a la política jesuítica, "p a ra los fines
d e la catolicidad”, no es enfeudam iento inqu isito rial, no es
enfeudación de los diversos credos, cu ltu ras, civilidades, q u e
a ú n coexisten, al S anto Oficio crem atorio.
De este jaez eran ciertos catedráticos de la te rcera oli­
garquía republicana.
De suerte que habiendo arrojado a las hogueras toda lo
q u e significaba posibilidades de convivencia hispano _ judeo -
sa rrac en a s; todos los gérm enes de hum anism o, ilum inism o.
— “de alu m b rad o s”— como despectivam ente los apodaban; ya
133

no era E spaña, la m ùltiple España. E ra la dinastia F araó n ica,


y las Com pañías C onstrictoras, las que se su b stitu ían a las
diversidades étnicas de sus pueblos.
Así p re p a ra n b ajo la tu te la del "n o rte dogm ático" la
esterilización d e las tie rra s y los cerebros, con el d ilu v io
cinéreo: C enizas de m á r t ir e s ... T an esencial, es “sa lv ar la s
"á n im a s” . . . y “la u nidad fideista del E stado” !
"V einte clérigos gobiernan m is reinos en p az”. La paz,
del segundo Felipe! E sta justificación de los pecados h istó ­
ricos capitales, de la dinastía e x tra n je ra , de los consejeros
ex tran jero s, de la política e x tra n je ra , por intelectuales m o ­
dernistas, evoca el apòstrofe de Croce a los congéneres ita ­
lianos, del g ranadino. "Esos intelectuales, hijos espúreos de
la libertad, que al negarla, reniegan de ellos mismos".

* *

“La L eyenda N eg ra” no procede de A m érica n i de A m e­


ricanos. P roviene de “la H istoria N egra” . P o rq u e como es­
cribe V ivero en “La L ib e rta d ” de (M adrid, Marzo 3 de 1935);
—V ivero, el descubridor del lin a je P aoliano de B onaparte—
"L a N eurosis de los B onaparles", (M adrid 1918). "T enem os
una historia negra no solo m ayor que la L eyenda, sino d e ­
m ostrable, por m an era docum ental. S ería ocioso negarlo. H a ­
b ría leyenda negra sin la base firm e de la h isto ria negra?
No se h a b ría olvidado la leyenda negra, si la h isto ria n eg ra
hubiese concluido tam bién?
El esp íritu de la historia negra bulle en las novelas p i­
carescas, en los rom ances de germ anias. El propio Q u ijo te
constituye arse n al incom parable de m onstruosos porm enores.
R ecuérdese el episodio del desencanto de D ulcinea: C o m o ,se
niega a recib ir tre s m il y quinientos azotes, se le vilifiendJa.
“3.500 azotes no hay niño de la D octrina, por jfuifr que seaírj
q ue no se los lleve cada m es” . C ada m es. Y un flifió! Y en
la escuela. I'1 .
Q ue no será en las cárceles, escuelas de “¿a n te” y i«-
güeldo! L a h isto ria negra, rea lid ad v iviente, p e rd u ra legal- r
n

m e n te h asta las C ortes de Cádiz. E llas desm ontan .loa ho­


U

rrendos instru m en to s de la Inquisición, fu e n te d(£j h o rrib les


sadism os, p erd u rab les; abrogan en E spaña h o rro res { p i l t r o b,->'■? /
países abolieron siglos antes. E n la sesión de 22 de A bril
de !8I1, acordóse:
"L as Cortes generales y ex tra o rd in arias, con unan im id ad
absoluta, declaran por abolida p ara siem pre —oh ilusos!— el
to rm ento en todos los dom inios de la m o n arq u ía española; y
la práctica de aflig ir y m olestar a los reos, por lo q ue ab u si­
v am en te llam ab an los "ap rem io s”. P ro h ib e n los q u e se co­
nocen con el nom bre de esposas, grillos, calabozos, e x tra o r­
dinarios y otros; sin que ningún Juez, T rib u n a l ni Juzgado,
p o r privilegiado que sea, pueda m andar n i im poner la to r­
tu ra , n i u sa r de los inusitados aprem ios, bajo resp o n sab ili­
d ad y pena, por el hecho de m andarlo, de se r destituidos
los jueces, de su em pleo y dignidad, cuyo crim en podrá p e r­
seguirse por acción popular, derogando cualesq u iera O rd e­
nanza, leyes, órdenes, y disposiciones, que se hay an dado, y
publicado en co n tra rio ”.
Con eso a la vista, ¿podrá negarse que hasta el siglo
19 prosiguió la historia negra por modo legalísim o? Un D an-
vila, en su ensayo, —"Da! P oder Civil en E sp añ a"— escribe:
"E l sistem a inquisitorial habla consagrado u n a form a, que
au n q u e aceptada por nuestras antiguas leyes, resu ltah a inicua
y b árb a ra , p ara la averiguación de los delitos; y subleva a
las conciencias honradas, cuando se leen sus resultados en
los procesos, que los Archivos conservan p ara vergüenza de
su s au to re s” .
L ogran las Cortes de Cádiz su designio? Los qu e lla ­
m an leyenda a la H istoria N egra d irán que sí; y h asta que
se había logrado sin eso. Con todo, lo proscripto entonces, y
después por las leyes, subsistió en los usos y costum bres.
Testim onio? El proceso de ”la M ano N eg ra” . . .
No basta? P ues M ont J u ií, o dicho a la m oderna, M ont
Ju ich . D enunciado, probado, reprobado por L erro u x a fines
d el siglo 19. Las to rtu ra s que se aplicaban allí, casi todas
iguales a las que en el siglo X I re la ta el A nónim o de
Sahagum .
Su nom bre solo debería b astar: M o n tju ifl. . R ecuérdese
la celebrada fra se de P ablo Iglesias, que hizo suya al d iv u l­
g arla C analejas: “Toda E spaña es M ont Ju ic h .
M adre de aquella o tra frase del siniestro M aura: "Toda
E spaña es un presidio. .. suelto. . P recisam ente, en los fo­
sos de M ontjuich, M aura y su cóm plice La C ierva hicieron
íu silar al fu n d ad o r de la Escuela M oderna, en Barcelona, Don
Francisco F e rre r” , (d u ra n te la R epública el M unicipio de M a­
d rid llam ó A venida Francisco F e rre r a la A venida P laza de
ios Toros, donde yo, A lvaro A rm ando V asseur residía con
m i fam ilia; y donde continué conservando el pisa h asta N o­
v ie m b re de 1939. El nuevo M unicipio, entronizado a p rin ci­
pios de ese año, en tre las p rim eras m edidas qu e adoptó, fué
la de reb a u tiza r la calle, denom inándolo A venida de F elipe II.
Ni menos, ni más).
"Pocos años después de M ontjuich, Julio B u rel denuncia
aquello terrorífico de A léala del V alle. Qué resu ltó de ello?
Q ue los sádicos in ju ria ro n a B urel, como an tes a L e rro u x ” .
(Este L erro u x es e l m ism o que 30 años después, — (1934)— ,
en com plicidad con los rep resen tan tes de “la C om pañía” y
dem ás ’’elem entos de O rd e n ”, ya Je fe del D esgobierno R e p u ­
blicano, hizo v en ir d e A frica, fuerzas m arroq u íes y reg im ien ­
tos del Tercio, para sofocar las huelgas de los m ineros de
A sturias: E jem plo que im itaro n en Julio de 1936, los G ene­
rales sublevados al grito de: “Viva la R e p ú b lic a ... sin r e ­
publicanos. . . ”).
"Luego, an tes de ser aventado Alfonso X III, conm o­
vió a E spaña lo de Oso de la Vega. H allaro n , vivo, sano,
a un hom bre por cuya m u erte p en ab an en presidio, convictos
y confesos, dos españoles que nunca habían altercado con
e l . ..
No vale confundir lo que no tolera em brollos. D esdicha
d am en te hubo una H istoria N egra, m uy larga, m uy firm e,
de inm ensa raigam bre. T anto que p a ra im p ed ir una de sus
últim as m anifestaciones, —La Ley de F ugas—, se llevó a la
Ley de O rden público, de 1933, el lam oso artícu lo 58.
No es am ar a E spaña q u ere r co n v ertir en L eyenda lo
que es H istoria. . . Lo que interesa es algo muy d istin to . . .
v e rd a d ? . . . ”.

*
* *

C uanto a la H istoria N egra, de 1930 a 1041, son otras


P irám ides de cráneos y de osam entas, otros diluvios de ce­
nizas, que expresan g ráficam ente lo que sería de las Amé-
ticas, si los F araoncillos actuales lograran H is p a n iz a rn o s ...
Según se recordará, u n a de las obras del san to P ad re L as
C a ía s se in titu la : De la D estrucción de las In d ias O ccidenta­
les. D e la D estrucción de las Indias. De la D estrucción de
las In d ias” .
Lo escribo tre s veces p ara que lo lean dos veces y lo
m editen la tercera. P or aquello que enseña el E cclesiastes y
re ite ra C arducci: “Quello che fu, torna, e to rn erà nei se­
coli. . . ” .

+
* *

E n tre tanto, P ueblos de las A m éricas, vigilad a esos r e ­


negados, que osan ofrendar, el corazón de su P atria, —y p re ­
ten d en que los im iten los cleros de las otras P atria s A m eri­
canas,— a los pies del seudo apóstol judeo galaico, que, de
h a b e r existido, solo h ab ría m ontado, como su m aestro, en
borriquilla.
V igilad a esos R enegados del ideario lib e rad o r de los
H éroes que 1es dieron una P atria , que no m erecen. P orque
esos sádicos, ya confabulados, con los de allá, solo a g u a r­
dan la ocasión para recom enzar en las A m éricas, aquella
Historia Negra, que el mayor cristiano de su tiem po llam ó:
De la D estrucción de las Indias!
T estimonios

"LA REVOLUCION SINDICALISTA" (1908 - 1942)

Los nom bres de G rifuehelles, L agardelle, que aún su e ­


len reap arecer en las crónicas de P a rís (1942) nos retro traen
a los años 1908 - 1909. F ué por esos días que descubrim os
en una lib re ría de Burdeos, los prim eros opúsculos de c a ­
rác ter sindicalista. T radujim os uno de ellos, el que contenía
los cinco o seis discursos pronunciados por los líderes del
m ovim iento, en el l.e r Congreso Internacional Sindicalista,
celebrado en P a ris ese año o el an terio r. N uestro amigo
B ertan i publicó esa versión castellana en 1912.
L a teoría sindicalista reposa en el supuesto de que más
que agente de progreso técnico, económico, lo es de m e jo ra ­
m iento ético, de reform a m oral. Supone que la conducta
obrera, base de la acción sindical, se rige por co o rd an sd ai
ailim alivas. Escogiendo, seleccionando, m ejora, se tra n sfo r­
m a, y revoluciona los elem entos m ás activos de la produc
ción. S iendo el acto de producción u n acto de solidaridad
económico social, el productor pasa a ser el hóroe de au
espacio tiem po. Y como tal, tiene derecho al producto poco
m enos que in teg ral de su labor. La teoría sindicalista implica
el derecho del trab a jo a organizarse librem ente, so lid aria­
m ente. S i en las sociedades actuales la lib ertad es esclava,
lo es porque el trab a jo es esclavo. De ubi la necesidad de
que el acto de producción se base en la independencia, en
el lib re consentim iento del productor. Sólo en la m edida en
que el trab a jo obtenga ta l organización autónom a, podré
generalizarse la lib ertad económ ica y social de loa tra b a ja ­
dores. A quellos teóricos de 1908, postulab an asi el trab ajo
v o lu n tariam en te libre, en la sociedad libre. Esto es, la em an ­
cipación de cada p ro d u cto r po r obra de la organización s in ­
d ic a l de la producción. S oñaban su b stitu ir la disciplina ca­
p ita lista por la disciplina v o lu n ta ria de los productores. M e­
d ian te esta transform ación ética del talle r, acelerar la tr a n s ­
form ación d e la econom ía y de la m oral social. S u p rim ir
la apropiación individual de los m edios de producción; socia­
lizarlos, a fin de ir suprim iendo la existen cia de clases.
P ero aun adm itiendo la nacionalización de los m edios
de producción, subsisten las diversas je ra rq u ía s d e p ro d u c­
tores. El ejército tecnológico, n ecesariam en te ta n je ra rq u i­
zado, como los ejércitos o las arm adas m ilitares.
No hay modo de sup rim ir las je ra rq u ía s técnicas, coma
no lo hay de sup rim ir las je ra rq u ías culturales, creadoras,
inventoras; los estados m ayores geniales.

LA MONTABA GORRITI Y LA INVASION


FRANCO . NAVARRA DE 1322

En el tomo I se m enciona una Invasión fran co -n av a rra


a G uipúzcoa, con destrucción de la Casa F u e rte de los Go-
rritis, en E lduayen, en 1138. E ste tomo se nos ex trav ió en
1940.
En el tomo II, el historiador C apefigue, n a rra la I I in ­
vasión franco n a v a rra de 1322: “H acia el m ediodía los N av a­
rro s súbditos del Rey de F ran cia acababan d e padecer u n a
triste d errota, en los célebres desfiladeros de Roncesvalles, no
lejos de los lugares donde la bocina de R oldán y d e O tger
el Danés, retu m b ab an por últim a vez en la m o ntaña.
Los N avarros habían invadido G uipúzcoa en núm ero de
catorce m il hom bres en arm as. A solaron el país, arrean d o
rebaños, ganados, piaras. C onquistando y d estru y en d o el C as­
tillo fortificado de G orriti. R etornaban victoriosos a sus tie ­
rra s, cuando en ciertas angosturas escarpadas, ochocientos
vascos, ligeram ente arm ados desde las altu ras d estru y ero n
toda "esa noble caballería". En medio de las rocas, e n tre za r­
zales y espinas silvestres p u lu lab an espuelas de oro, a rm a ­
d u ra s, cascas y arm as.
Luego los Bascos repitieron d u ran te décadas su canto
d e v ictoria: “H em os v en cid o a esos guerreros de N av a rra qu e
h ab ían venido a d e s tru ir los cam pos y los C astillos d e los
nobles barones d e B iscaya. Los hum os deshecho en n u e s­
tras g arras como las á g u ila s de nuestra* m ontañas cogen a
los corderos. Q ue los fra n c o s no olviden a R olando, y a B e r­
n ard o del C arpió que sofocó en sus bruzo* id amigo in v u l­
n erab le de la H ada M o rg an a ' .
1° M. C apefigue: "H isio ire de Franc*"i en 4 vol. P arís,
I « « . 3 edil
Spicite!. 1. III, ps. 79-80 — "H islolr* d* Franca"— Capa-
lig u e t. II, p. Í47
“L as noticias de ta n in fa u sta derrota llegaron a ia C orte
de F ran cia; y esta se c u b rió de duelo, lam caballero s de N a­
v a rra e ra n ya súbditos d e l Rey, Cario» <1 Relio. L a inco rp o ­
ración de esa provincia a la corona de F ranela habla m u lti­
plicado los enlaces fam iliare s, las relacione» de C aballería. V a­
rio s barones de F ran cia h a b ía n p a rtic ip a d o en la invasión, con
los n av arro s. Se m encionaba a un gir* da M oni Morency.
m u erto o c r un arquero basco.
Da suerte, que en la A sam blea plenurlu los franco na
v arro s ju ra ro n v engar la d erro ta de sus pares. S e d ecretó un
im puesto de g u erra y u n a Leva para lu « n e n a en G ascuña.
Los M ercaderes de P a rís fueron autorizndn* a cotizarse p ara
o rg an iz ar una F alangel d e doscientos hom bre» —de arm as— .
M as no quisieron a n tic ip a r e l dinero del Im puesto h asta que
se les g ara n tiza ra que este Ies sería devuelto si la g u erra se
postergaba. Las cuentas debían hacerse en tre los hurgue »na
y el P revoste de P arís, sin q u e pudieron In terv en ir en ello, los
A gentes del Fisco” .
(“C odex del L nuvie I I. p. 798)
L a “Casa F u e rte ” o “ C astillo" de G orrltl se alzaba en El
D uayen, quizá Le D oyen— cerca de T oIohii. MI Pico G o rn ti o
M ontaña G o rriti en N a v a rra se eleva a .1 2110 m etros. Puede
esas altitu d es se p u ed en contem plar con c riterio geológico,
los dualism os antropológicos, y los rizare» lii.,bn icoh!
A propósito de aquel, y de otros “Castillo»" do cuyos a n ­
tiguos cim ientos apenas subsisten plcdrus, evocábam os la s e n ­
tenciosa copla:

C astillos he visto yo
A ventados do la tie rra ;
N adie p resum a de grande
Q ue en cuanto presum e, y erra.

* *
*

No tengo noticia de que algún N evado de la C o rd illera


del H im alaya ostente nom bre de héroe, de n ú m en o de
dios hindú. P arecería que esta noble usanza de glorificar a
sus Epónim os no form ara p arte de la tradición de aquellas
razas.
Ignoro si en los A lpes alguna m ontaña lleva nom bre de
u n conquistador, lib e rtad o r o defensor de patrias. Acaso ni
T ell haya m erecido ta l hom enaje en los Alpes Helvéticos.
Tam poco se de n ad a análogo en los P irineos franco h isp á­
nicos. R esulta pues excepcional el bautizo histórico regional
de Pico G o rriti a esa m ontaña de los P irineo s F ranco N a­
v arros.
A náloga despreocupación ocurre con las nevados de la
C ordillera de los A ndes. H ace ya un siglo que el A concagua
d ebería llam arse San M artin; el T upungato, O’Higgins; el
A yacucho, Sucre; el Chim borazo, Bolívar. Y m ás allá, otros
nevados, M iranda, Morelos, Juarez.
Los héroes aborígenes —L autaro, G uatim ozin— como los
m áxim os L ib ertadores que prefiriero n el ostracism o a la sece..
sión; la muej-te civil o el suplicio al separatism o provincial,
m erecen tales m em oriales.

★ *
*

U na de las características de los pueblos bascos es ese


olvido de sí, que ciertos historiógrafos denom inan "falta de
consciencia histó rica”, o sea carencia de esa vanagloria lite ­
ra ria , que suscita el épos g u errero o anales de fastos na
cionales.
E n ellos, ni “A nales", ni “com entarios” , n i leyendas, ni
rom ances épicos. A pesar de su espléndido em plazam iento
geográfico los bascos parecen h ab e r subsistido sin conflictos
cultuales, sin luchas civiles, sin invasiones conquistadoras. N o
MI

-obstante, su m ilenario silencio no es el de los pueblos sin


historia.
P o r la Chanson de R oland sabem os como los m ontañeses
pirenaicos contribuyeron a la d erro ta de las huestes tran c as
de Cario M agno en Roncesvalles. P o r el "S picelei" y el "C o ­
dear del LouTre", entrevem os la m agnitud del d esastre de la
invasión franco n a v a rra de 1322.
La m ism a alusión a un M ont M orency, en tre esa “noble
cab allería” invasora, explica la anécdota folklórica en la que
alguien de ese lin a je aparece preg u n tan d o a unos bascos: da
d o nde y de cuando provenían! L a oí una noche, de 1897, de
labios del viejo B asaldua, en casa de A lm afu erte en La
P lata.

LOS DISCOS POEMALES DE WALT WHITMAN

Luego de habernos obsequiado con los S iete grandes


Discos poem ales de W alt W hitm an, el C oordinador d e A su n ­
tos Interam erícanos quiso se nos in v itara a in au g u rar la
serie de radiaciones continentales de los mismos, con alg u ­
nas p alab ras conm em orativas de la versión castellan a com ­
p rendida de 1908 a 1910, y publicada en V alencia, en 1912.
R eiteram os entonces, como “el B ardo de la D em ocracia”
fu era uno de los anim adores de n u estra juventu d , como lo
h abía sido de las generaciones de L aforgue y de V ielle
G rifíin, sus p rim eros trad u cto res franceses, desde 1880; de
Cam polonghi y F um ag alli en Italia, hacia 1897; de D arío y
Lugones, desde 1896; de B azalgette, en 1907; de los poetas
del “S ab lie r” en 1917; hasta las generaciones de S ab at E r-
casty y de P a rra , de la M istral, de G arcía L orca y de Franco.
El poeta de la N aturaleza y de la D em ocracia h a ap o r­
tado u n a revelación de ta l m agnitud que ab arca desde las
fan tasm agorías de la esp iritu alid ad de S w enden b u rg a las
intuiciones y visiones del m undo como representació n y vo­
lu n tad de S chcpenhauer. Todo ello, con esa potencia heroi-
tad c u ltu ra l y de co n fratern id ad in tercontinentales, lo propio
C elebram os, como un triunfo m as del espíritu de liber-
eam ente optim ista que h ace de E l uno de las m ayores su r-
gentes de vitalid ad y de exaltación coexistenciales.
que de estím ulo artístico p a ra todas las nobles voluntades
creadoras, este m ágico salto del silencio del L ib ra a la in ­
m ensidad electro radial.
Desde ella, la m agia de sus inspiraciones p o d ra cen ­
tu p lica r su influencia bienechoro.
P orque si p ara los n atu ra listas la vocación del canto
solo lig u ra e n tre los caracteres sexuales secundarios; si p a ­
ra los críticos, abstractam en te sistem áticos, los cantos d e
W hitm an revelan los desbordam ientos del P rim itivo, los
deslum bram ientos del B árbaro, para las ju v en tu d es que se
inician en el culto lírico, su obra, es y co n tin u ará siendo,
u n a de las m ás reconfortantes surgentes de em oción y de
representación poéticas de n u estra época. Coma tam bién lo
es, en la esfera m ornl, p ara las nostalgias de v u elta a la n a ­
turaleza, de esperanzas m esiónicas, de m archas heroicas h a ­
cia la conquista de la siem pre soñada justicia social.
C elebrem os pues, según m erece, esta m etam orfosis del
V erbo electro dinám ico del enferm ero de los ejércitos de
la g u erra de Secesión, de los ejército s libertadores, como
lo es ahora de los nuevos ejércitos an ti esclavistas del
m undo.
Cuando resuenan los redobles de sus tam bores, Las d ia ­
nas de sus clarines, —como en el canto fú n eb re en la m u e r­
te de Lincoln, hasta los viejos inválidos se ponen de pie y
saludan, con el respeto que inspiran los héroes—, a la N a­
ción E stelar en el genio de su grande A eda, identificado
ahora con la del fu lg u ra n te L íder, el nuevo L incoln m undial!
Confiem os en que la voz y el acento am ericano del
in té rp re te rad ial elegido p ara tam añ a em presa de co n fra­
te rn id ad aníictiónica, sea digna de los m ensajes seleccio­
nados.
Acaso estas audiciones radiales estim u larán a algunos
de los nuevos trad u cto res a b rindarnos u n a versión caste­
lla n a de los altos poem as de E m erson, de las páginas m ás
lib é rrim as de T horeau, y de tantos artífices análogos. Estos
y otros héroes espirituales constituyen la poesía, y la filo­
sofía de las p atrias am ericanas. M erecen rev iv ir en n u estro
idiom a, incorporarse a la Legión C readora d e los nuestros.
Como algunos de éstos, a la de los m em orables de allá.

F ebrero, 1043.
POLITICA CULTURAL

La influencia cu ltu ral hispánica en las A m éricas, ad e­


m ás de la gravitación consanguínea e idiom àtica, procede
de la antigua política confesional, de la m agia dogm ática,
y a p o r interm edio de los proselitistas de las O rdenes M o­
násticas, y de los pastores eclesiásticos, ya po r la peren n e
Tepublicación y difusión de las obras literaria s de sus p rim i­
tivos, clásicos, contem poráneos y modernos.
E sta saturación apologética, intensificada por los m á x i­
mos am ericanos, que sólo resp iran y d iscu rren en ta l clim a
trad icionalista, sólo podría ser lentam ente, sabiam ente p u ­
rificada de las aberraciones de su infantilism o colonial, m e­
d ian te una influencia m ás selecta y superior.
Con la superioridad de los cultores del método h is-
lórieo critico sobre los idólatras de] m elado escolástico.
Infelizm ente, ni Estados U nidos n i In g la te rra poseen
u n a politica cultural, u n plan ecum énico de acción lite ­
ra ria . Sus im perialism os continúan siendo to rpem en te m e r­
cantiles. P udiendo im ponerse en el plano de la producción
de valores técnicos, de valores filosóficos, de valores lite ­
rario s, au n no han hallado los hom bres. O éstos no h an
podido crear los M inisterios de la Acción C ultu ral. M uchas
d e sus riquezas ideológicas, de sus bellezas literarias, de
los esplendores de su poesía, continúan como inexistentes,
por falta de adecuados m edios de propaganda; d e In s titu ­
tos d e V ersiones M odernas y de E ditoriales subvencionadas.
D esconocen y olvidan que sólo los pensadores, los a rtis ­
tas, p ueden c re a r esa atm ósfera espiritual, esas grandes p a ­
tria s ideológicas y m orales, en las que n uestros hijos y n u es­
tro s nietos p odrán convivir y ap re n d e r ju n to s las técnicas
cread oras del porvenir.
H ay que rep etirlo ; la labor de los diplom áticos, como
la acción de los guerreros, carecerá de eficacia civilizadora,
d e p oder coexistencia], en tanto no se im plante el in te r­
cam bio de las versiones de las obras de los v erdad ero s em ­
b ajad o res espirituales de cada T ie rra A m ericana, de cada
L engua E uropea. P a ra estim arse, es m enester conocerse; p ara
ello, es indispensable estudiarse, convivir intelectu alm en te.
E stas corrientes de fuego aním ico, de N orte a S u r, de
S u r a N orte, son ta n vitales p ara su scitar el clim a co n fia-
tc m a l, como la q u e em erge de la F lo rid a y ni tiu v és d el
A tlántico pasa vitalizando las flores y las faun as nórdico»
de E uropa.
Q uienes no sepan organir«*- sus siem bras, no cosecha­
rán . No basta p a rir genios en caaa generación. ¡Hay que
saber y p oder unlversalizarlos!
F ebrero, 194S.

LEON BRUNSCHWING

Ya estás helado, iiiiténtlio León, glorioso hijo de la c o n ­


ciencia creadora de F rancia, G enial p ararray o s critico c u ­
yo altísim o potencial, capto y tran sio rm ó en tu r ático, la»
m as violentas descargas irraciona^-Uns de la época. Salve,
continuador, d ep u ra d o r del m ejor Deigaon. A v en tad o r de
los últim os ' aparecidos” góticos, de los espectros nectom is-
tas, neohegelianos, neopiagm áticos, q u e au n in te n ta n eclip­
sar al sol inteligible
H.i* ruido an tes de que apareciera el H om enajo q u e le
p ro m etiera en 1930, y te re ite rá ra en 1936.
Un día ap arecerá
E n tretan to , el ejército de tu s ideas, —“La gran d e A r-
m iV ‘ flam íjera,— proseguirá, a trav é s y por encim a de los
desastres guerreros, La Gesta de los Francosl

M arzo 1944.

REVUELOS PAR ADISI ALES

E n tre o íros trab ajo s, d u ra n te los año» 1915 1'JIO d ed i­


qué especial atención u los estudios críticos de V en tu ri, F ó s­
enlo, Do Sanetls, Torco, etc., en torno a L« D ivina Com edia.
Algunos, aparecieron traducidos ni castellano, a m ediados de
1919, en dos lomo«, editados po r la E ditorial A m érica.
Esc m ism o año, en pletui ac tu alid ad dantesca, u n clé­
rigo n rab iin n tc, R. Aceta Palacios, fué elegido «endémico de
la lengua. En su discurso de ingreso desarro lló tn tóala de
qu e el plan del viaje m ístico poético de A lighieri al P a r a í­
so, p ro v en ía de L eyendas m usulm anas en to m o a la f a n ­
ta sea d a ascensión de M ahom a.
H ab ríam e sorprendido q u e u n clérigo hispano, educado
en la tradición evangélica judeo rom ana, p u d iera ex p o n e r ta l
h ereg ía exegética, sino supiera d e cuanto son capaces cier­
tos corteses cuando se proponen d eslu m b rar a sus contem ­
poráneos!
L as surgentes de las tre s peregrinaciones de A lighieri
son notorias.
E l m ism o las reitera. Lo propio que la m ayoría de sus
com entaristas tradicionales. T am bién yo las m enciono en
d iversas m arg in ad as a m i versión de 1916.
E l descenso de E neas con V irgilio y la S ibila de C um as,
en busca de A nquíses, p a d re de Eneas. E neida, lib. V I;
V ersos 260-900, Rem edo del descenso de O ríeo en procura
d e E uridice.
El Som nium Scipionis, descripto po r Cicerón, — cap.
I l i y IV; E l vuelo y estada de S. P ablo en el P araíso , p á ­
rra fo interpolado en la E pístola ad Corintias. V ersículos qu e
h a n servido p a ra tra m a r las escenas parad isiales de a lg u ­
nos Evangelios apócrifos de los siglos I I y III.
Es d e estas surgentes hagiográficas legendarias q u e los
ára b es y los renegados arabizantes tom an el tem a paradisial,
7 lo adoban p a ra uso de los m ahom etistas.
A lighieri es te rm in an te : “Io non E nea, io non Paolo,
sonio. — “Ma degno a ciò, ne io, n e altri, credo. — S ui.
II, 32, 33.
“Or, va, che u n sol volere e t d ’am bedue: T u duca, tu
signore, tu m aestro. — Suf. II, 139, 140.
E n el tomo I, p. 199, d e E n torno a la D ivina Com edia,
fig u ra la siguiente nota: "L a Com edia com ienza en el libro
V I de la E neida. D ante en com pañía de V irgilio, reh ace el
v ia je , cuyo itin erario h a b ía n contribuido a com plicar los
E vangelios A pócrifos, en to m o a la ascensión de S. P ablo
a l te rc e r cielo, con el relato de cuanto e n tre v ie ra j oyera.
Y o tras fantasm agorías góticas".
Los hagiógrafos de M ahom a zurcen y bordan sus a r a ­
bescos p aradisiales en los m arcos de aquellas tradiciones
grecola tinas.
E l concurso c u ltu ra l neogòtico, ren a cen tista árab e no
pro ced e de esos sectarios y m ísticos m ahom éticos, m ás o m e­
nos ilum inados. No son ellos los q u e redescubren, traducen,
com entan, difu n d en a A ristóteles y a otros m aestros áticos.
Son los médicos, astrónom os, lingüistas, poetas y p en sad o ­
res críticos del Islam .
A ntes que los m edioevalistas R enán, Zocco, etc., dem os­
tr a r a n la existencia de aq u ellas corrientes espirituales, en ­
carn ad as en las m áxim as íig u ra s árabes, estos hechos h is­
tóricos se exponían como tem as de ex altació n racial, en la
enseñanza de las cátedras franco árabes, anglo o rien tales
e ítalo arábigas.
* *


D esde 1940 el m ahom etista A zinc, presid e la Im p erial
A rcadem ia. Política c u ltu ra l ara b iza n te de Q uienes eligiendo
a estos fetiches de P im P am Puní, parecen m ira r alto y lejos.
A m edida que P lató n avanza de la m adurez a la senec­
tud, su genio se vuelve hacia el reino de las ideas, que ilu ­
m ina la idea del Sum o Bien. Lo que acaso no sabrem os es,
en qué m edida, dicho reino p ertenece a la trad ició n h elé­
nica; en qué proporción, es recreación suya.
R eiteradam ente escribo que el anhelo del sabio es elevar
el p en sar hacia el sol inteligible. E sta elevación im plica u n a
ascesis liberada de las pusloncs vitales. A sí con el pensar,
por el pensar, puede convivir en la beatitud , id en tificarse
con el sol que no se ve.
P a ra ello es m enester que, Insensible a lo visible y au d i­
ble, se sienta pronto para desvanecerse. Así se asciende al
reino de la s ideas, se com parte la ben litu d del sum o Bien.
(Rep. V II, G orgias, 327; l'haetlon 67, 7.)
“Sólo pocos m ortales pueden con el pensar elev arse al
eterno, al Unico. A quello en que pienso, se identifica con­
m igo. Cuando pienso, soy como Dios su rg en te del ser. Co­
nocer a Dios es volverse divino. Es to rn ar a l p u ro ser. Co­
nocerlo es iden tificarse con él. El conocim iento es id e n tifi­
cación.” (Timeo, 51. 54).
“Es difícil d escubrir al C reador, al P a d re de este m undo.
No es posible n o m b rarle d elan te de todos.” (Timeo. 28. 6).
P urificarse, lib erarse de los halagos v itales, sociales, m o­
r ir al m undo, sen tirse v o lu n tariam en te desterrad o . En su
ética, A ristóteles com parte el sentido in te le ctu a l de la ascesis
platónica. A nálogam ente se expresa F ilón en algunas de sus
obras m ísticoreligiosas.
De estas tres surgentes, fluyen las co rrien tes ideológicas
y sentim entales que constitu irán el ideal de v id a y d e c u ltu ra
de bus ciiMllmimluri'B neoplatónicos. Inclu siv e de varias de
las p rim e ro . l'ailreH, tam bién neaplatónicas, y a d irectam en te,
ya por interm edio de F ilón, o d e P letin a.
Es pues creencia platónica que “b asta p en sar en el sum o
B ien p ara id entificarse con El." (Phaedon 75, R epub. 6, 4Ü0,
Tim eo, 90).
E l autor de la E tica a Nicomaco se ex p resa: “V iv ir en la
contem plación es re a liz a r la v oluntad p u ra, racional. Cuando
el hom bre concentra su esp íritu , v iv e en el m ira je de lo
eterno, en la contem plación p u ra. Es v id a h u m an a p orque
es vida divina. Y a que lo divino es la v erd a d era n atu ra lez a,
e l v erdadero destino del hom bre.”
Vemos cómo esto, —ta n substan cial en la cu ltu ra re li­
giosa y laica de O ccidente— es ática, an tes que judaico, o
alejandrino, judeo cristiano o latino. Como es ático llam ar
C reador, P ad re, a l D em iurgo. Como es ática la tesis d e la
id en tid ad de la s inteligencias y de las cosas. D e ah í que los
sujetos que conocen se identifican con los objetos conocidos.
Tesis q u e im plica la id en tid ad de todos los intelectos.

L a com plejidad de los dogm as básicos de la do ctrin a j u ­


d eo cristiana, —idea de Dios— , único en esencia, doble en
las personas, trin a en sus aspectos con ese E sp íritu s — dis­
frazado de palom a— ; P a te r, filius, sp iritu s, obliga a sus
m ísticos a m editaciones, selecciones, contem placiones y é x ­
tasis desconocidos, inconcebibles, en el teísm o de los filó ­
sofos ¿ticos.
En el T im eo el m undo es p resentad o como perecedero.
C oncluirá cuándo y cómo qu iera la v o lu n tad del A lfarero.
S i el m undo lo es, m ayorm ente lo son los seres qu e lo p u e ­
b la n . Es la opinión de los áticos m ás m em orables. P ín d aro ,
e n u n a de sus odas canta: “El hom bre es ta n efím ero como
su so m b ra” . P ericles, en el discurso a la m em oria d e los h é­
roes m uertos en S alam ina, sólo les p ro m ete la g ratitu d de
los sobrevivientes. H onras fúnebres a cuantos sabiendo “qu e
la lib e rtad es felicidad, y la felicidad es lib e rta d ”, h an afro n ­
tado la m u e rte por y p a ra la lib e rta d d e la H élade.”
H ay u n a página en el G orgiat q u e p arece contradecir
rl doble in jerto mitifico de Le República.
"¿C uál es el objeto de la vida? — p reg u n ta S ócrates u
Cálleles. ¿Cómo debe vivirse? ¿Cuáles san los hom bres re a l­
m ente dichosos? E l p lacer y el bien son diferentes. D escen­
d er al H ádes cargado de iniquidades, m o rir así, esto si es el
m ayor de los m ales.
“Sí, Calicles, el m e jo r m odo de vivir, es v iv ir y m o rir
ju stam e n te, como hom bre Ju sto .”
El poeta M im nerm o sentencia: “Zeus infligió un castiga
a Ticio: u n a vejez etern a, cosa m ás te rrib le que la m u erte."
La respuesta de G lauco a Dióm edes: “Como el n aci­
m iento de los follajes, es el de los seres hum anos. Luego
los vientos esparcen las hojas, que en cada p rim a v era laa
selvas reproducen. A sí pasan las generaciones hum anas;
u n as nacen, otras d esaparecen” . E ste se n tir ático, adaptado
n a tu ra lm e n te a la inevitable fugacidad orgánica, se rep ite
en las in num erables estelas fúnebres, recogidas en las n e ­
crópolis griegas.
A ludiendo al gallo que en vísperas de su deceso S ócra­
tes dice deber a Esculapio, “Debo u n gallo a E sculapio”.
N ietzsche d iscu rre en torno al pesim ism o que supone im ­
plica esa inm olación.

* *

E ste proceso regresivo en la cogitación de lo divino


propuesto a la adoración de sus creyentes, se explico por
la m an era de form arse los m itos respectivos.
Así p. ej. en el rom ance evangélico de S. Juun , kc hm n
d ecir a Jeschoua: “¿No crees tú, que yo sea en el l’ad ie, y
el P a d re en m í?” . Acaso por ello C alixto, obispo de llninu
dice: “Yo no considero al P ad re y al H ijo como don dtoMim,
sino como u n Dios. El P a d re y el H ijo form an un sol" Mu»**
C alixto enseña que en Dios coexisten el P ad re y el Hijo, y
se llam a de e n tre am bos modos. C lem ente escribe “ Itcrnin
nos, h ay que co nsid erar a Jesucristo como uu Ilion, rom o
al ju ez de los vivos y los m u e rto s”. Lo que Iii Epístola de
P ab lo a los Efesios insinúa, el 4? Evangelio lo proclam a: “Lo
d iv in id ad de C risto”. E n P ablo subsiKte la distinción e n tre
Dios y Jesús. En T ertu lian o aparece el tenia de la trin i­
d ad El dogm a de la redención supone el dogm a del pecado
original, y el de la gracia. E l dogm a de la en cam ació n , el
dogm a de la trin id ad .
S. A gustín d esarrolla las consecuencias d e las p re m i­
sas de Pablo; A tanasio, las d e S. Ju a n . Poco a poco el heroe
m á rtir, e l M ehsiah v a trocándose en el dios cu ltu al de la
n u ev a fe. E ste proceso de divinización d o ctrin aria es m as
acelerado que el proceso iconográfico. T odavía en los siglos
I I y III lo que se ad o ra y lo q u e se com bate, es la cruz, o
la cruz con el cordero a l pie. Ya tengo escrito q u e el cesar
Ju lia n o que sabe la doctrina, —pues fué iniciado en ella— ,
escribe: “Yo hago la g u erra a la C ruz". L as m as an tig u as
im ágenes de Je sú s lo rep rese n tan como u n p asto r que con­
duce un cordero, análogo al M ercurio helénico, q u e lle v a su
cordero a Orfeo, cuando va al H ades en b usca de E urtdice.
O tras veces es figurado como u n cordero reclinado al pie
de u n a cruz; o ju n to a u n vaso en el qu e flu y e su sangre.
E stas representaciones sim bólicas del nuevo culto subsiste»•
h a s ta el año 680, (pontificado de A gathon). El 6 . Sínodo de
C onstantinopla, dispone que el cordero sea substituido por
u n hom bre clavado en la cruz. El p ap a A d n an o I, confirm a
e sta refo rm a iconográfica.
Con D ionisio la m ística prosigue la trad ició n »freco ale­
ja n d rin a. E n sus com entos acerca de “los nom bres de Dios' ,
como en las especulaciones de Tom ás de A quino —en to r ­
no a sus atrib u to s—■, hallam os en el fondo, lo qu e en Des­
cartes, en Spinosa, o en H egel. “A nálogas exigencias racio ­
nales, análogas dificultades, en p unto a co n cretar en nocio­
nes precisas las resp u estas que se dan. L a m ism a ten tació n
d e inm ovilizar en conceptos, la m ism a necesidad de v in cu ­
larlo s al flu ir d e los fenóm enos, en el tiem po. Ig u al anhelo
de conciliario todo, en u n a suprem a afirm ación de la u n i­
dad, del valor, de la evolución esp iritu al”.
E ste modo de pensarse, de sentirse v iv ir, en e l clim a
aním ico de u n U niversal viviente, les ha llevado a conside-
d e ra rle como condición de vida, de inteligencia, d e m ora í-
dad: L ux, veritas, vítae.
A los m ísticos no les b asta con sab erla o reverenciarlo
en sus obras. H an m enester sentirlo, convivir en su in tim i­
dad, engolfarse en su esencia: “no co nserv ar n ad a de nada,
p a ra poseerlo todo”. Tom ás de Aquino, como Dionisio, cree
que la inteligencia puede R egar “a v er a D ios” en su esen ­
cia. A dm ite la posibilidad de la visión de la esensia d ivina.
E sta tradición d e seudos visionarios, ca racteriza la s p rin c i­
pales tradiciones m edievales: alem anas, belgas, españolas.
U no de los finos psicoanalistas de esta neurosis escribe:
“Los m ísticos h a n com prendido que la v id a u n itiv a sólo p u e ­
de alcanzarse como coronam iento del esfuerzo m etódico de
in terio rid ad , de desinterés. E l problem a e strib a en sab er
si no se detienen en m itad del cam ino; reten id o s por el p e r­
juicio m aterialista, en sim ple abstracción sen tim en tal. A sí
se explicaría, q u e a m edida que parecen ap ro x im arse de la
cu m b re a que aspiran, —la ex periencia psicológica en qu e
p resum en apoyarse— , n ecesariam en te les abandona. N ece­
sitarían poseer la conciencia de su inconciencia. L a co n tra­
dicción es irred u ctib le. L a visión que d ebería ser u n a p re ­
sencia, queda como id eal retrospectivo que se desvanece,
sin estela. E n todos los tiem pos y países, vem os el im pulso
hacia la esp iritu alid ad p u ra, acom pañarse de u n Uamado a
las potencias so brenaturales, que b ruscam en te la hace r e ­
c a e r en la m agia.
E l ascetism o como disciplina, como m étodo, no pu ed e
su p lir al im pulso idealizador. E n vano, p o r vía n egativa, se
supone q u e si la carn e es enem iga d el espíritu , b asta m o rti­
fic a rla p a ra v iv ir en form a no m aterial, p a ra m erecer y a l­
can zar “gracias” y “visiones” . E l problem a de la e sp iritu a li­
dad, exige un proceso p eren n e de superación. Y de p u rifi­
cación de las representaciones m entales.
M il quinientos años después de P latón, el p o eta de La
C om edia, antes de ponerse en tran c e de describ ir la ro sa
incandescente, que los espíritus beatos fo rm an e n e l m á x i­
mo círculo paradisíaco, —y cuyo cáliz es el sol divino— , re ­
cu e rd a que “ha bebido con V irgilio en las fu en tes p la tó n i­
cas”. “Col vaso di V irgilio aUe p lath o n iq u e fo n ti” .
D e esta su e rte se pasa insensiblem ente, del rein o etéreo
de las ideas, de las intuiciones m ás incorpóreas, a un em pí­
reo de hipótesis, im ágenes, sím bolos y figuraciones alegóricus.
P a te r, Filius, E spíritus, V irgen M adre, A póstoles, Santos,
O rdenes A ngélicas, F alanges dem oníacas.
lí i ü

Los prim eros esbozos de L b L eyenda te rm in an con la


captura, enjuiciam iento, condena y cucifixión del G alileo.
O tros cristianos, en diferentes regiones, m odifican el relato
H acen del insurrecto, “un sa n to ”, un “hijo de Dios” . Nuevos
creyentes, m ás letrados, m ás am biciosos, lo tran sfo rm an de
nuevo, dándole el tono y el c a rácter de u n m isterio sacro.
C onvierten a l m á rtir, en el V erbo personificado de Y aw hé.
N o h a quedado en la cruz, e n tre sus secuaces tam b ién c ru ­
cificados. No se ha desecado en una fosa. D espués d e y acer
tre s días en un sepulcro, ha resucitado como los m istos de
ciertos m isterios egipciacos. R esucitado, ha vuelto a reco­
r re r ciertos lugares. A lgunos de sus discípulos h an creído
reconocerlo. Se recuerda cu án tas veces h a prom etido v o l­
v e r antes de que desaparezca esa generación. Sin d uda v o l­
v erá a h ac er justicia. Esa ju sticia q u e desde h ace dos si­
glos azuza las esperanzas de los judíos; y q u e estos h an
tran sm itid o a los cristianos.
Como él ha resucitado, re su c ita rá n quienes crey eren
en él. R esucitarán en cuerpo y en alm a. A scenderán a l cie­
lo, tales cuales. Ju n to a él ju z g arán a las trib u s de Israel,
com erán y beberán en m esas extendidas sobre las nubes.
Los que creen, no m orirán. Los que no creen, y a están
m uertos en vida.
E sta prom esa de vida eterna, p arece u n a in te rp re ta ­
ción populista del im prom ptu atribuido a S ócrates acerca
de nous im perecedero. (República, 10, 408). La doble tesis,
anim ista e inm ortaU sta. T esis que en el p rim e r esbozo de
La R epública era negodu (Rep. 0. 1 . ) .
Si se recuerda que toduvla después de A vicena y de
A verroes, “n u estra S anta M adre” había confeccionado un
A ristóteles alm ista e inm orlolistn. Y que éste " e ra e l A ris­
tóteles, colum na de la fe ”, q u e se enseñaba en la cristian d ad
gótica. E l A ristóteles de S. Tom ás, que to d av ía reg ü eld an
los neotom istas, del tipo de M aritain y de C hevalier. No
debe so rp ren d em o s que en las versiones de P lató n , se h u ­
b ie ra rectificado, " t o u i por n ou s. . . P n m u m v iv ere' . ..
*
* ■»

E laborado len tam en te, e l Manual da Eem píc o Im ita­


ción de Nuestro Señor, aparece hacia 1441. M em ento p ara
m onjes. Lo h e tenido sobre la m esilla, ju n to al lecho, en
u n a versión francesa, d u ra n te años.
E l idiom a de la Im itación es el la tín gótico. T raducido
a l alem án, es en el orig in al la tin o que se propaga e n tre las
O rdenes m onásticas y los m aestros de la cristiandad. D e ahí
su rá p id a difusión en la E uropa de fines de 15(10.
Incalculable es su influencia en el v iv ir y en las m ed i­
taciones m onásticas y eclesiásticas. No puede olvidarse
Si se q u iere com prender el florecim iento de los m an u ales
españoles sim ilares. P . ej. El Libro de la Oración, de F . L.
de G ranada, o los N om bres de Cristo, de F. L. de León.
El latín es todavía el idiom a in ternacional de cuantos
ad o ctrinan, enseñan, curan. Y en no pocos casos, de los qu e
m an dan. El instrum ento literario de los m agistrados: K em -
pis. Vives, Lullio, E rasm o, P e tra rc a . Como es, el de EcKart,
T au ler, Susso, H uss, Sw inglio, Calvino, L útero. Si algunos,
com o D ante y P etrarca . Versifican en tonco, ado ctrin an en
la tín .
A ntes de K em pis actúan aquellos m ísticos nórdicos, sin
o lv idar a R uysbrook, el de las Bodas E spirituales, Asee-
sis de recogim iento, de soledades penitenciales. T áctica con­
tr a m undo, dem onio y carne, resum ida en la m axim a que
P asc al entresaca de La Im itación: “Todo el m al del hom bre
p ro v iene de su incapacidad de perm an ecer en la celda .
L a v irtu d que atrib u y en a la oración, es contem poránea
d e la m agia; o a rte de señ o rear los elem entos. De su scitar
con fórm ulas y exorcism os, la sum isión de los genios, cuyo
in flu jo se creía universal. De la astrologia, o arte de v a ti­
cin ar sucesos por el exam en de las posiciones de los astros
d el Zodíaco. B aste m em orar el ta lle r módico nigrom ántico
d e Faracelso, en A lem ania, de N ostradam us, en P rovenza,
d e F autos, en su laboratorio, según el ag u a fu erte de D urero.
O tras evocaciones del m agism o de la época, en La
Tempestad y en El Sueño de una Noche de Verano, d e S h a­
kespeare. E n el plano de la purificación, de las m o rtifica­
ciones, el anhelo de im itar al C rucificado, p ara con su in ­
tercesión alcanzar la beatu tid . Como en la esfera p ro fan a,
p o r m edios de claves secretas, p ro cu rarse poderes ocultos,
captar fu erzas desconocidas.
La exégesis historiográfica ha com probado q ue D ioni­
sio areopagita es la su rg en te de la m ística judeo cristiana.
E n E spaña las divagaciones m ísticas se ex p a n d en d u ran te
u n p a r de siglos: XVI - X V II. E n unos, es afectiva, id o lá­
tric a, genuinam ente p o p u lar. E n otros, intelectu al, especu­
lativa. E n general, la tendencia fideista, es caritativ a, m n e­
m otècnica, adoracionista. Unos, a la V irgen M adre, otros
a l C risto crucificado. A veces, en algún arro bam iento, a p a ­
rece u n ángel que traspasa con su lan za ígnea las en tra ñ as
d e la m ística. Estos lances son raros. L a ten d en cia q u e p a ­
rece m ás com ún, es la que inspira L a im itación. A bundan
los kem pistas hispánicos.
A sí F ray Luis de León, cree q u e la fin alid ad de los
nom bres es h acer que por su m ediación las cosas designa­
das estén en nosotros. “Plotino dijo d ivinam en te —escribe—■
q u e las ideas están en el mismo DIOS, (un dios espacial
conteniendo las im ágenes e intuiciones de las cosas) y de
E l lo tomó m i p ad re S. A gustín (era agustino) y de éste,
los teólogos”.
E n la doctrina de S. J u a n de la Cruz, la influ en cia qu e
p rim a es la del areopagita, al p a r que la d e los m aestros
germ ánicos. E ckart, Boehm e, Susso, R usybrook. (1260 - 1400).
Sin duda, la reform a populista franciscana, la ex p an ­
sión cread o ra de la R econquista, las vinculaciones anglo
sajonas y germ ano hispánicas; la actividad cu ltu al erasm is-
ta ; ciertos com entarios no conform istas de W icliff, y otros
precu rso res de L uterò. El m ovim iento insurreccional, de los
anab ap tistas; todo ello concurre al estallido de las “ G erm a-
n ia s” valenciana, de los C om uneros castellanos, a la fecun­
dación de la m ística peninsular.
Zwinglio insiste especialm ente en el derecho a la le ctu ­
r a del L ibro sacro; a su interpretación personal. D e ahí la
p ro testa del L egado: “Esto es m onstruoso”. Claro, es la r e ­
volución en cada esp íritu . L a elim inación de las je ra rq u ías,
d e los privilegios cultuales. L a popularización de las “r e ­
velaciones”, hasta entonces reservadas a la casta clerical.
Estos ferm entos inauditos, p asab a n las fro n te ras lle ­
vados p o r los frailes y los dignatarios eclesiásticos, cuyos
privilegios com prom etían. S obre todo, aquellos ferm en to s
:—cuya potencia Subjetiva— podían asim ilarse sin d a r asi­
dero a las críticas o a los castigos de los S uperiores. E l p rin ­
cipio de la obediencia a la revelación íntim a, al llam ado
so b ren a tu ral, —ta n caro a los tem peram ento s m ísticos— , a
nr.

cuantos lab o ran en lo que Jam es llam a "L a E xp erien cia


M ística". (1898). (T am bién es Ja m es quien h ab la d e ferm en ­
tos (1890 - 1898), y d e la función que desem peñan como
agentes de tran sfo rm ació n ín tim a y de propagación doc­
trinal).
Consigno esta, po rq u e las bases esenciales de la M o­
ra l —sobretodo e n tre intelectuales— son: p ro b id ad y sin ce­
rid ad . Las tres sinceridades de q u e hablan, Belot y C rece.
Sin ellas, las m ás preciadas com petencias, se co n v ierten en
m odos escolásticos de exponer sistem as, teorías, escuelas.
Juegos erudíticos que desvitalizan las doctrinas; las re d u ­
cen a tem as discursivos, a pasatiem pos de b a ja tensión.

•k *

Estos góticos q u e creen v e r o en tre v er a Dios en su


esencia, son dopados con las logom aquias p lotinianas, filo-
nianas, p atrístic as y angélicas de Diosinio, Tom ás, E ckart,
etc.: “V er a Dios, es p en sar en EL. P e n sa r en Dios, es ser
Dios. P ues en Dios, se r y p en sar son coexistenciales” . Q uie­
nes no alcanzan ta l videncia, d an en c re er que h ab lan con
Dios, o se com unican con EL, “como M olinos (m ediados
del siglo X V II). y que EL, les rev ela la m ás alta sa b id u ría ”.
S i de la E spaña ta citu rn a , pasam os a la Ita lia apologé­
tica o de “doble v erd a d ” , vem os como N icolás de Cusa, nos
dice: “Sólo se alcanza la cim a del conocim iento divino m e­
d ia n te la supresión de la dualid ad sujeto - objeto; cosa casi
inalcanzable. Es por la consciencia de n u e stra inconsciencia
de lo absoluto, que alcanzam os la ciencia de D ios”. L a do­
ble ce rtid u m b re de n u estra inconciencia su p ra sensible, y
su p ra inteligible, es la que él llam a, “docta ig n o ran cia”.
H ab ría que dedicar u n m a n u a l a l d etalle de las m a n e­
ras, según las cuales, estos posoídos en tienden en trev isio n ar
lo divino, o u n irse a su esencia. “V ariedades de lo cu ra” —
escribe K an t, a propósito de algunos casos ocurridos en su
época— “consistentes en c re er que se reciben inspiraciones
y fav o res de lo alto.”
E stas espirituosidades de la greguería m ístico apologéti­
ca, constituyen la substancia del pensam iento europeo gótico.
Y en ciertos países, au n después del renacim iento artístico
lüiliniio. Rajo lu acción n eurótica de esas radiaciones in v i­
sibles, fueron ennegrecidos los m ás geniales intelectos, com o
se ennegrecen las p ied ras in fern ales expuestas a los ray o s
u ltravioletas.
Im pelidos, im pregnados p o r las corrientes generales, los
tem peram entos m etafisicos creen q u e u n esp íritu lo es, en
el grado en que recibe esa irra d ia ció n divina; en qu e tien d e
a conocer “lo e sp iritu al” ; a p a rtic ip a r de su b ea titu d . E ste
p lano espiritual, no es el de la inteligencia crítica, d e la con­
ciencia racional. Es el plano del discurso, en el qu e solo
alien ta el “ílogístico" apologética. G enios m atem áticos como
K epler, “se rep rese n tan el U niverso como la expresión sim ­
bólica de la T rinidad! C reen que los plan etas tie n en sus
ángeles custodios, que los guían ”.
P in tu ra, escultura, m úsica, arte s decorativas, poesía,
ilum inaciones de los L ibros de H oras, de los M isales, son
o rnam entos de la lite ra tu ra sacra. “O rnam entos d e las
bodas esp iritu ales”, llam a R uysbrook a sus Opus M agna,
E ste clim a m ágico providencial, estas representacio n es “d el
m undo celeste” , que ocupan todos los ánim os, es contem po­
rán eo del otro, tam bién mágico, que v a de M erlin a N os­
trad a m u s. Se ex p resa en las figuraciones teológicas, q u e to ­
dav ía nos sonríen o parece que sueñan, en las telas d e los
prim itivos; de C im abue a M em lim . E n los renacen tistas, de
D urero al G reco; en los fondos enguirnaldados de q u e ru ­
bines, en las perspectivas de azules paradisiales, clav e tea­
dos de estrellas, de los N acim ientos, de la llegada d e los
M agos. Esas colum nas de luz en las A nunciaciones; la p e­
n u m b ra como estelar de la presentación en el T em plo; los
escenarios de nubecillas y de perfiles seráficos nim bados d e
oro y ópalos de las A scenciones, de las A nunciaciones, de
las T ransfiguraciones. Esas y otras fantasm agorías, ta m b ié n
sobreviven en los L ibros de H oras, en los rom ances d e ca­
b allerías, en los poem as m ágicogalantes, en los ensueños
d e los trovadores, im pregnando con los vapores de sus fu e ­
gos m ísticos las m entes m ás realistas. In term ed io s diver-
I idos, feerías, en los e n tre actos del d ram a sacro q u e se r e ­
p resenta año tra s año en los atrios de las iglesias, d e las
i utcdrales. Y anim ando, exaltando, arrobando todo, m ú si­
ca*, cánticos, plegarias, corales, que po r unos in stan tes rea-
ll/m i Ju unanim idad m oral.
De esos fondos de m isterios orientales, de esas vinln
n es y alucinaciones, m ás o m enos enfriadas, en las liéis
d eras m onásticas y un iv ersitarias, —al m arg en de las lla ­
m arad as de las hogueras— , p asar los arabizantes, averrois
tas, franciscos, v agam ente panteizantes, renacen tistas, hu
m anistas, iconoclastas, heresiarcas y “secretario s d el d ia­
blo”, como el pobre M achiavelli.
No o b stan te las te n tativ as secretas, los esfuerzos aisla­
dos de algunos catedráticos, cultores de la doble v erd ad : “Lo
que es v erd a d en el plano teológico, puede no serlo en el
plano filosófico; y vice v e rsa ” . A pesar del ansia m ás o m e­
nos rep rim id a de liberación, la fe pública, el a rte público,
fo m en tan la id o la tría c u ltu a l y la c u ltu ra idolátrica.

*
* *

H acia el siglo X III, en algunas ciudades de Italia, se


d u d a de “la in m o rtalid ad del án im a". C iertos profesores
p rete n d en q u e es u n a invención de los príncipes p ara in ti­
m id a r a sus súbditos. D el exam en de m últiples o b ras de la
época, se desprende ‘‘que el siglo X V I ha tenido pocas he-
regías, que no florecieran en el siglo X II I ”.
A vicena y A verroes señorean la cu ltu ra de esos siglos.
E l aristotelism o árabe, pasa a los profesores de las U n iv er­
sidades. A vicena n u tre a A lberto M agno; A verroes a T o­
m ás de A quino. Como A lborto, reacciona contra su p ro ­
veedor, A vicena; Tomás, a su vez, reacciona co n tra A verroes.
Con el de A quino, el peripntetism o Judeo ára b e se extiende
convenientem ente adobado, “espiritu alizad o ” , según las ne
cesidades de la enseñanza y de la constitución cristianas.
A ristotelism o fidcislu, Irraclonalliiln, ulm ista, coslstn, su b í
tanciaanim lstn.
S. Tom ás no odia a A venan«, como m ás tnrde lo ndln
r á n Lulio, Vives, I V t n i r r n , " l e ileliin d e m a s i a d o para odiar
lo". Sin em bargo la hostilidad co n tra la snnldud racional
de A verroes, se prolonga n Kranmo. Este le llam a: "Y mplimi
A verroes”. Todavía en el siglo XVII. los sucesores de Lo
yola, se esfuerzan en apagar los últim os rescoldos de aquél
q u e los había llam ado “ch a rlata n es teológicos” .
E n tre tanto, todavía después de K ant, qu e en no pocas
■ii'iiiilniiL-s dorm ita, H egel, to rtu ra su genio en la em presa
d r racionalizar los dogm as judeo cristianos.
El designio de Loyola, de c re a r u n a m ilicia confesio­
n al p a ra la defensa de la fe, — “O rden que fu e ra u n a M i-,
licia”— , es idea que concibieron no pocos fanáticos a n te ­
riores. Y a en 1311, el frenético R aim undo Lulio, a n te el
apogeo del averroism o, eleva tres Súplicas a C lem ente V; a
fin de que auto rizara la in stitu ció n de u n a n u ev a O rden
m ilita r p a ra com batir el islam ism o; fu n d a r colegios d e es­
tudios de la lengua árabe; condenar a A verroes, a sus co­
rreligionarios y prosélitos cristianos. Q uiere que se p ro h íb a
el estudio de las obras de A verroes.
E ste Lulio, m allorquín, es el del axiom a: “La filosofía
es la sierva de la teología” . Q uiere así, som eter a la m ad re, a
una de sus h ijastras; a la m ás africana de ellas.
E n F rancia, L uis X III, al refo rm ar la enseñanza d e la
filosofía, recom ienda la doctrina de A ristóteles, y a su co­
m en tarista ára b e A verroes. Según una m ención d e P ed ro D.
Alby, C ristóbal Colón, cita a A verroes (O ctubre de 1492) co­
mo uno de los autores que le hicieron ad iv in ar la ex isten ­
cia del N uevo M undo. (N avarrete: Col. de Viajes y Descu­
brimientos. M adrid 1625). P o r donde el g ran d e judeo á ra ­
be aparece vinculado a los destinos de la A m érica Colom­
biana. P ero A m érica es católica rom ana. Y en los pesebres
donde p a sta n los “borregos del P apado", no hay h o rn acin a
p a ra ta l precursor. Los hechos históricos suelen ser im p la­
cables.
B rucker, en su Hisiaire Critique de la PhiloEophie, VI,
710, m enciona la fra se del C ardenal Toledo: “V ires catho-
licos se et esse et dici vere averro istes”. O tro C ardenal, P a -
llavicini dice: “Sin A ristóteles fa lta ría n a la Iglesia algunas
de sus bases dogm áticas”. “Esto, cuando A verroes pasab a
au n por su m ejo r in térp rete. De hecho, sus m ás enconados
ladrad o res h an sido frailes hispánicos: L ulio, Vives, qu e le
llam a: “indoctus, insulsus, frigidus, d eliram en ta, blasphe-
m us, in s a n is ..."
A verroes es m édico, au to r de De Re M édica, y como
tal, patrono de los m édicos de Italia.
E n general, los hu m an istas suelen te n e r asaz m enos
Independencia de esp íritu , m enos sentido crítico, que los
1 “ 11 patéticos escolásticos. En el fondo co n tin ú an adictos a
la ortodoxia catóRru o p ro te sta n te , como P e tra rc a , T au ler,
M elantchon. E l R enacim iento itá lic o sólo es literario , a rtís ­
tico, atento a l bien decir, al fie l pen sar tradicional. No
pued e ser aun, filosófico. H asta q u e G alileo construye su c a ­
talejo , se ignora q u e las estrellas son soles. F alta n las con­
diciones, los elem entos técnicos, la prep aració n racional, los
in stru m en to s especiales, la lib e rta d política y c u ltu ra l que
solo en p a rte p o sib ilitarán m ás ta r d e su aparición. R a rísi­
m os son los ca racteres m ag isteriales que, como Pom ponaccio,
afro n tan las fu rias confesionales, al n eg a r la personalidad
e sp iritu al del alm a y el dogm a d e la inm ortalidad.
M ientras, K epler, C opérnico, C am panella, Vinci, G alileo,
B runo, S arpi, Telesio, D escartes, rea liza n sus ensayos, com ­
p letan sus teorías, organizan su s sistem as, aciertan con
hallazgos, descubren, inv en tan . C om ienzan a am pliarse, a
m odificarse las m aneras de e n c a ra r los fenóm enos, de e stu ­
diarlos, de com prenderlos. El pan o ram a visual y seudo es­
p iritu a l gótico del m undo se desvanece poco a poco en la
m ism a Italia, en la p erspectiva telescópica del universo
estelar.
E l p la n eta inm óvil, con sus fan tasm as talares, com ien­
za a se r visto rotand o vertig in o sam en te en torno al sol. A
su vez, u n n av eg an te italiano al servicio de la C orona de
E spaña, descubre otro m undo con seres hum anos, flo ras y
fau n as insólitas.
La restauración absolutista d eterm in a el fracaso de la
R eform a en Ita lia —cómo iba a im ponerse en u n a tie rra
e n la q u e tradicionalm ente, p a rte de sus gentes, subsisten
de la profesión de en g a ñ ar al resto del m undo. U na tie ­
r ra d e ta rtu fo s confesionales, con las m anos exten d id as a
tra v é s de las m ontañas y de los m ares. E l fracaso de la R e­
fo rm a dispersa, esteriliza m últip les focos, Teadquiere ca ra c ­
teres clericales. Bruno, es quem ado en R om a; V anini, es q u e­
m ado en Toulouse. Los pueblos to rn a n a ro n ca r católica­
m en te, al rum oreo que exh alan oratorios y sem inarios. E l
la tín prosigue siendo el idiom a señorial, g ubern am en tal,
pontifical.
Sum iso a la enseñanza m ística de A gustín (de H ipona),
C am p anella basa en la evidencia inm ediata de su existencia
personal, su certid u m b re de la existencia de Dios. “E xisto,
llm

I .. ,.i l I,, US. Pienso en EL, porque EL m e hace p en sar. Sino


iii.ini de su E spíritu, Yo no te n d ría esp íritu ”.
Kilo Cnm panella, es el a u to r de C ivilas Salís, C iudad del
Sol. ensayo de com unism o social platónico, con jo rn ad a s de
trab a jo de 4 horas. F alleció en P a rís en 1639, pensionado por
Richetieu. Según se ha visto, es u n p recurso r d el sucesor de
Bergson, en la cá ted ra de la Sorbona, M r. L e Roy, q uien r a ­
zona análogam ente: “Pienso, luego EL m e h ac e p en sar". Y
en p a rte es algo precu rso r de los fenom enólogistas actuales.
Estos tam bién se bagan en la evidencia inm ed iata de su ex is­
tencia personal. A quél p ara deducir de la propia, la ex iste n ­
cia divina. Estos, la coexistencia de su yo y del m undo.
D escartes, a su vez, siguiendo análogos raciocinios, p ro ­
sig u e la encuesta que lo llevará al cogito, ergo sum . Pasa,
en u n proceso q u e d u ra años, del Pienso, luego EL es; al.
Pienso, porque soy.”
O tros ilustres, como Crem onesi, y m ás ta rd e Vico, tie ­
nen que disfrazar sus deslices heterodoxos, reafirm an d o sil
fideísm o: “A dvertid señores que no os expreso m i pensar.
M i parecer no pued e se r otro que el de n u estra sa n ta m ad re
la Iglesia. Os doy el p en sar de A ristóteles”.
H asta 1630, señorea en Fádua, el aristotelism o de
A verroes. R esiste d u ra n te 3 siglos a las agresiones de los
neoplatónicos, de los hum anistas, de los teólogos. A los
Concilios de L etrán , de T rento, de la Inquisición. E n 1619,
el g ran In q uisidor de P ádua, ad v ierte al m ag ister Crem o­
nesi el decreto del concilio de L etrán que ord en a a los pro­
fesores “r e fu ta r los e rro re s” que exponen. Y le exige su
retractación.

★ ★

A dem ás de las influencias, procedentes de las ag ita­


ciones doctrinales reform istas que tra b a ja n las h erm a n d a­
des anglo sajonas, germ ano checkas, hugonotes, calvim anas,
ac tú a n la irrad iació n racionalista crítica, de “ese flagelo del
cristianism o”, según llam a Leibnitz a A verroes. “E ste secre­
ta rio del Infierno, y p ad re de secretarios dem oníacos" (por
M achiavelli), como lo denom inan los de la Propaganda Fi-
d««, es aquél cuyo sistem a filosófico — el averroism o—, es
rl preferido en la O rden de los C arm elitas. (S. Ju a n de la
Cruz).
E l averroism o afirm a que sólo madianla la Ciencia s*
alcanza la unión con Dios. Es la concepción platónico aris
totélica del sabio: “Sólo el filósofo en su p en sar es seme
ja n te a la d iv in id ad ”. “Sólo m ediante la contem plación al
canza a en tre v er el sumo B ien”.
Es una esp iritu alid ad de la inteligencia, como el neo ­
platonism o de P lotim o expresado en su lem a: “La m áxim a
lib ertad no es la lib e rtad del querer, es lib e rtarse del q u e ­
r e r ”, es una esp iritu alid ad de la voluntad: u n buddhism o
occidental.
E stas y otras norm as m etodológicas h an concurrido *
fom entar el refinam iento, las sutilezas especulativas del
nihilista español:

C uando rep a ra s en algo,


dejas de a rro ja rte al todo.
P o rq u e p ara v en ir del todo a l todo
has do n eg a rte del todo en todo.
Y cuando lo vengas todo a te n er
has de tenerlo sin n ad a querer.
P orque si quieres te n er algo en todo
No tienes en Dios todo tu tesoro.

P a ra g ustarlo todo,
No quieras te n e r gusto en nada.
P a ra v en ir a saberlo todo.
Na q u ieras sa b er algo en nada.
P a ra v en ir a poseerlo todo.
No quieras poseer algo en nada.
P a ra v en ir a serlo todo,
No quieras se r algo en nada.

* *

De 1915 a 1930 la tesis de la evidencia coexisteneial ha


servido a los coexistenciales p ara d em o strar la coexisten­
cia del sujeto - objeto, como antaño h ab ía servido p ara d e ­
m o stra r la ce rtid u m b re d e Dios, y su coexistencia con cada
vid en te o extático. En otro capítulo nos ocupam os m ás d e ­
tenidam ente de estas prestidigitaciones neoescolásticas.
Con Spinoza, la exégesis bíblica alcanza a ltu ra s ren o ­
vadoras, como en su epistolario, la m áxim a esp iritu alid ad
de su época. Spinoza es uno de nuestros héroes, como lo fué
de tantos germ ánicos y íranceses.
A su vez, L eibnitz, ren u ev a los ataques contra A verroes
y contra Spinoza. A rnold arg u m en ta contra la filosofía de
M alebranche; Vico ve en A verroes "el re p re se n ta n te del
fondo de im piedad propio del aristo telism o ”. S in d u d a el
p obre Vico, au nque h u b ie ra com partido secretam en te ese
fondo de sanidad m ental, no h ab ría podido d eclararlo , v i­
viendo como v iv ía en u n a de las ciudades m ás idolátricas
de Italia. P rim u m vivere.
En In g laterra , N ew ton concreta sus teorem as de m a te­
m ática astronóm ica basados en las ideas m adres de la fí­
sica clásica: tiem po y espacio absolutos.
S obre esos supuestos, K a n t lev an ta su m etafísica. Ya
en 1886 en sus conferencias de H arv art, W. Ja m es observa:
"hace tiem po que el m eridiano de la cu ltu ra filosófica no
pasa por K oenisberg”. Luego, de 1910 a 1918 se produce,
con los trab ajo s de L evy C hivita, R ietm ann, M inskosky y
la síntesis de E instein, el sism o de la astrofísica relativ ista.
Caen los sistem as generales basados en los antiguos concep­
tos clásicos de tiem po absoluto, de espacio absoluto. Lo p ro ­
pio que los idealism os y n a tu ra lm e n te los neo “esp iritu alis-
m os” m ás o m enos Blondclianos. Son relegados a los sem i­
narios y a las u n iversidades católicas, donde algunos m is­
celáneas, tipo le S om aritain, le C hevalier, prosiguen sus
cursos creacionistas y providencialistas, — especies de v iru s
lib ra n te s — p ara uso de las juven tu d es clericales. Estos subs-
tancialism os parecen poseer la resistencia de las b acterias
anaerobias, descubiertas en el lecho d el Pacífico, qu e según
los bacteriólogos am ericanos (Bacteriólogos y Químicos am e­
ricanos, amigo O rtega), reviven y se repro d u cen , después
de cientos de m iles de años de inactiv id ad vital.
Es un hecho u niversal, propio de cierto grado de asep-
cia técnica, que los físicos m atem áticos, los astrónom os,
nunca hacen in te rv e n ir la presencia o la influ en cia de n in ­
gún Q uerer o P e n sa r absolutos, —como p rim e r m otor, o cen ­
tra l Consciente, o Q uintaesencia directriz— , en las relacio ­
nes electrodinám icas de las m asas, o en el plano in fin itesi­
m al de las probabilidades electrónicas.
Es significativo que ciertos tipos de m etaiísicos, no p u e­
den p la n tea r, los llam ados problem as trascend en tes, sin p r e ­
suponer la presencia p en san te o m otriz de tales dem iurgos.
A unque le denom inen P e n sa r puro o P e n sa r absoluto; de
hecho se les aparece con las m anos en la m asa. No pueden
d e ja r de suponerlo, necesitan la acción de u n a v o lu n tad , de
u n a inteligencia, de u n a conciencia s u p ra tu telares.
¿Es posible exim irse de v e r en ello, u n a supervivencia
de la educación deísta, confesional, a que fuero n som etidos
desde la infancia? ¿S upervivencias de hábitos góticos de
razonar, de postular, de adoctrin ar? Creo hab erlo dicho ya:
La gran p arad o ja de la histo ria c u ltu ra l consiste en qu e ese
substancialism o de las ideas m adres, —convertidas en m en ­
tira s vitales— , ha pasado, y continúa cotizándose como "es­
plritu alism o ” . El m aterialism o de los m itos judeo cristianos
ha asum ido la apariencia de absoluta "e sp iritu a lid a d ” .
"N o es posible — escribe H eine— concebir dos sen ­
sibilidades, dos ópticas del m undo y de la vida, dos je r a r ­
q uías de valores, m ás antitéticos, que los del H elenism o y
los del C ristianism o. P o r helenos entiendo u n a orientación
del espíritu, u n a m an era de ver, de sentir, de p ensar. Cierto,
—concluía—, ha habido helenos en fam ilias de p asto res p ro ­
testan tes; y judíos, nacidas en A tenas y acaso descendien­
tes de Teseo” .
Lo m aterial, lo pueril, se ha im puesto como el tipo
m ism o de lo esp iritu al. H a hecho que lo vitalm en te e sp iri­
tu a l, que es la inteligencia critica, la energía creadora, fu e­
ra n consideradas dem oniacas. Y como tales, p erseguidas a
san g re y fuego.

M adrid, 1934.
Carácter Paradojal de la
Idea de “Dios”
(PARODI - WEBER)

Se ha observado que el hecho de creer, sin esforzarse


en ex am in ar críticam en te lo que se cree, es la negación del
esp íritu. Lo difícil no es “p ro b a r” la creencia, es d efin irla,
salir del verbalism o, de la confusión.
Veamos, ¿de qué se tra ta ? ¿Qué es, en qué consiste eso
que debem os creer? Dios es una v en erab le p alab ra, evoca­
dora de hondos sentim ientos. D esbordante de sentidos m o­
rales, de m ás en m ás contradictorios. Debem os saber si esos
sentim ientos concuerdan, si sus sentidos no se contradicen.
S ab er si p ara conservar la palab ra DIO S h ay que e v ita r a n a ­
lizar lo que significa, prohibirse p en sarla analíticam ente.
De estos análisis de la crítica filosófica m oderna, en
torno a la idea de Dios, al trav és de la gran varied ad de
sus form as, reconocem os tres surgentes principales. Estas
surgentes proceden de las más añejas creencias, de las fa n ­
tasías m ás prim itivas. De aquellas que im aginaron u n m u n ­
do de fuerzas y de espíritus, análogos a las del hom bre. Y
análogam ente jerarquizado. Del anim ism o de los salvajes
al politeísm o de los bárbaros; luego al m onoteísm o, con sus
residuos politeístas, de ídolos lugareños o nacionales.
P alp ita adem ás, en la idea de D IO S, u n elem ento filo­
sófico; aspira a satisfacer la necesidad de u n id ad m ental,
de explicación universal; en este caso significaría el p rin ­
cipio, la fin alid ad y el fin de los fenóm enos. E n el plano m o­
ral, sería la surgente de los grandes valores hum anos; la
g ara n tía de las p uras aspiraciones: v erdad, justicia, belleza.
EL filósofo no puede ren u n c iar a e je rc ita r su razón, n i
d e ja r que el corazón co ntinúe im poniendo sus razones. P ara
é l se tra ta de u n a idea, de la idea de DIO S; no de un estado
sen tim en tal. E l problem a es saber, no p orqué se cree, sino
q u é es lo que se cree. D ete rm in ar el contenido, la m odali­
d ad de la creencia. P ues ta l idea se diferen ciara de la a lu ­
cinación, de la enagenación o del v u lg ar m im etism o social.
De esos estados de confianza, de exaltación, de b eatitu d , que
ta n to se observan en los tem plos como en los m anicom ios.
*

* *

Sobreviene u n m om ento en la historia occidental en que


se desvanece el “Dios de las E scritu ra s” . Es cuando Copér-
nico con su teo ría astronóm ica y G alileo con la invención
d el catalejo, evidencia la inexistencia del cielo geocéntrico
del sistem a Ptolom éico. Cuando G alileo descubre que las
estrellas son soles, análogos y m ayores al sol qu e se cieia
único, el viejo YAHW E desaparece.
P o r otro lado, esta idea de DIOS, en la evolución gene­
ra l de las ideas históricas, es a la vez, persona, substancia,
ideal. Dios P ersona, im plica d eterm inación y sin g u larid ad ,
Dios, principio de unidad, supone indeterm inación, in fin i­
dad, A m bos conceptos se excluyen. L a idea de DIO S como
P erso n a y la idea de DIOS, expresión del ideal, —belleza,
bondad, v erdad—, son igualm ente incom patibles
L a u nidad de la substancia, o la universalid ad del p rin ­
cipio, repugnan a toda distinción de valor, d estru y en en vez
de fundar, la objetividad del id eal hum ano, en sus diversas
form as El c a rácter abstracto de los aspectos, — etico, este-
tico, del ideal— , se opone a las condiciones de la p erso n a­
lidad. E s contradictorio adm itirlos como absolutos y dados,
en su p len itu d de perfección. P ues no hay verdad, si esta
no surge por actos de conciencia, q u e la v an constituyendo,
recreando progresivam ente. No h ay belleza, como no sea
m ediunte lim itación y autopurificación, de u n a fo rm a p e r­
cibida y gustada. Sólo hay m oralidad, m ed ian te la voluntad,
q u e luchando se realiza poco a poco.
Los tradicionalistas, que consideran la religión como
m ilicia confesional, servicio cultual, policía de disciplina
social, ven en ella, el elem ento básico de toda sociedad de
tipo judeo cristiano. A firm an, intrigan, p o r im poner dicha
convicción, que esa tradición cultual, es todav ía la base, o
una de las bases, de la estabilidad m oral del alm a m oderna,
que ta n to h a n contribuílo a plasm ar.
En v irtu d de esa “razón de E stado” —todos ellos— , es­
p íritu s políticos antes que religiosos, ev itan e sca rb a r en los
cim ientos del dogma, no p erm iten se som eta al análisis, los
cúm ulos teológicos, ni su su rg en te m etafísica.
E ste desacuerdo e n tre la razón y la fe trad icio n al, es
u n acontecim iento h arto g eneral que es m enester ex p licar.
¿Cómo es que h ay Algo? ¿Cómo es que a este Algo so le
supone om nipotente? ¿Cómo es q u e la i ida h a podido so b re­
v en ir en el planeta? ¿Sólo aquí h an podido, h an hallado
condiciones clim atéricas, p ara ap a rece r y sucederse, las es­
pecies bacteriales, vibrionales, vegetales, anim ales, h u m a ­
nas? ¿La irrita b ilid a d de los tejidos, la sensibilidad cre­
ciente de las especies vivientes, el instinto, la inteligencia,
la razón, de m ás en m ás coherente, son creaciones te rre s­
tres, o m odos universales de la v ida orgánica, tam b ién p o ­
sibles en otros planetas?
E stas m anifestaciones que consideram os selectas, que
en ocasiones parecen asum ir u n carácter divino, ¿qué re la ­
ción tienen con el universo, con las leyes generales q ue rigen
las trayectorias de las m asas estelares? ¿Y el desarrollo do
las especies anim ales superiores?

*
* *

Sin duda, ya no es dado volver al dualism o tradicional,


n i al deísm o. De u n lado el Cosmos, del otro la idea de Dios.
P ues si esta idea, se m anifiesta distin ta del U niverso y de
la V ida, decir que los ha engendrado, exnihilo, —del vacío— ,
es no decir nada; como lo es, decir que los h a ex traíd o de
sí. La inm anencia del “P e n sa r” en el universo, ex clu iría
todo principio de explicación, de orden, que le fu eran e x ­
teriores. A firm a r Dios en esp íritu , in te rio r a los avances del
p ensar, avances que son tanteos, titubeos, retrocesos, in c er­
tidum bres, errores, rectificaciones; y de nuevo reavances,
reconquistas, renacim ientos, es n eg a r el Dios en si, b a s tá n ­
dose e im poniéndose, fu era de toda relación fenom énica. De
suerte que la idea de un dios, distinto del m undo, — el Dios
de los Mitos, el Dios del G énesis o del Timeo— , es y a f ra n ­
cam ente irrealizable.
Si la inm anencia de lo divino es inevitable, la in m an en ­
cia pu ed e concebirse sin trascendencia; la m u ltip licid ad de
los fenóm enos sin principio de unidad. L ingüísticam ente, la
voz inm anencia, lo propio que la voz trascen d en cia proce-
ceden de la im aginación espacial, evocan la espacialidad.
C ierto, sin im ágenes espaciales, ningún pensam iento por es­
p iritu a l que parezca, sab ría expresarse. D ecir que el p rin ci­
pio que perm ite pensar el m undo, no le es ex terio r, ni tr a s ­
cendente, es decir que le es consubstancial. Si se adm ite
que es inm anente a la fenom enología, a la experiencia, q u ie­
re decir que ese elem ento, le es interior, que se desenvuelve
en el mismo plano experim ental. O bien se ad m ite que se
distingue como calidad, como potencia. E ntonces resu lta
abstracto, con relación al ser cuya potencia califica; m enos
rico, m enos real, inferior, incapaz de explicarlo.
El tipo m ás irred u ctib le de la trascendencia, no es el
Dios del Génesis, al cual se le hace crear el m undo, lo que
es pueril. Es la dualidad del sujeto y del objeto, la relación
en tre el p en sar y lo pensado, en tre el contin en te y su con­
tenido. A quí, en su su rgente coexistencia!, qu e es esp iritu a­
lidad p u ra, trascen d en cia e inm anencia se conciban. En
efecto, la actividad pensante, puede ser inm an en te o tra sc e n ­
dente al m undo exterio r, ta l como la percibim os en el cono­
cim iento com ún o la reconstruim os en el conocim iento
técnico.

* *

"L a p rueba decisiva acerca de lo que denom inam os


DIOS, —escribe el profesor P aro d i—, es la qu e A ristóteles
presentid, la que A nselm o y D escartes tra d u je ro n en el len ­
guaje dogm ático de su época; la que B erkeley h a rev a lo ri­
zado: "No h ay más rea lid ad que la del pensam iento"’. Toda
verdad b ro ta de la actividad espiritual, peren n em en te auto-
presente. E sta p erenne actividad, es acto puro, p en sar de
pensares".

*
* *

E sta tesis del idealism o que asim ila el p en sar a la es­


p iritu a lid a d divina, que se b asta a sí m ism a, h a sido re c ti­
ficada, sup erad a p o r la teoría de la coexistencia del su jeto -
objeto, de la coexistencia del p en sar y del m undo pensado.
C ontinuando la psicología crítica de B inet, y a W eber
en 1918 hace n o ta r que cuando evocam os im ágenes d e o b ­
jetos o form as sensibles, sólo proferim os palab ras.
Sólo con vocablos tom ados de la experien cia sensible,
podem os e x p re sar nociones m orales, intuiciones m e tafísi­
cas, abstracciones sim bólicas. Así, todos los juegos del p en ­
sa r sim bólico, son artificios de que se vale, en sus in ten to s
po r ex p re sar lo inexpresable, por asir in tu itiv a m en te lo
inasible. (1932)
I

I N D I C E
I N D I C E

A LM AFUERTE ............................................................................. 9
ESCOLIOS ..................................................................................... 45
SIM M EL .......................................................................................... 85
L A S TRES ..................................................................................... 123
EL DIA DE LAS RA ZZIA S ................................................... 125
LA H IST O R IA N EGRA .......................................................... 127
Confesiones .................................................................. 129
TESTIM O N IO S ........................................................................... 137
L a Revolución S indicalista (1908 -1942) ............ 137
Los Discos P oem ales de W alt W itm an ................ 141
Política C u ltu ra l ........................................................ 143
León B r u n s c h w in g ......................... ........................... 144
Revuelos P aradissiales ............................................. 144
ASCESIS PRE - C R ISTIA N A ................................................. 147
CARACTER PA R A D O JA L DE LA ID EA DE “D IO S” 105
ESTE LIBRO DE LA ED IT O R IA L AM ERINDIA,
D IR IG ID A POR EDMUNDO J. FAVARO, SE
TERM INO DE IM PR IM IR , SOBRE P A P E L
PLU M A FABRICADO ESPECIA LM EN ­
TE, EN LOS TA LLERES G RA FICO S
"33” S. A., EL VEINTIOCHO DE
MAYO DE M IL NOVECIENTOS
CUARENTA Y CUATRO.
•*
s
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/
E D I T O R I A L
A M E R IN D IA

I. — A l v a r o A r m a n d o V a s s e u r :

FILOSOFIA Y CRITICA
C O E X I S T E N CI A L E S .

II.— Al v a ro A r m a n d o Vasseur:

ALMAFUERTE Y OTROS
MARTIRES.

EN P R E N S A :

I s i d o r o De M a r í a :

MONTEVIDEO ANTIGUO.
— TRADICIONES
Y RECUERDOS.

Andrés Lamas:

LA ENFITEUSIS DE
R I V A D A V I A . ( Ca n u n e s i u -
d i o p r e l i m i n a r d e l I ng. J o s é
Serraio).
H u m b e r t o Zar ri ll i:

TEATRO ESCOLAR.

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