Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
TESIS DOCTORAL
La iglesia de Cuenca en la Edad Media (Siglos XII-XV).
Estructura y relaciones de poder
PRESENTADA POR
DIRIGIDA POR
Madrid, 2002
TESIS DOCTORAL
LA IQLESIA DE QJIENCA EN LA
EDAD MEDIA (SIQLOS XII-XV)
ESTRUCTURA INSTITUCIONAL Y RELACIONES DE PODER
Madrid, 1996
SIGLAS Y ABREVIATURAS 1
INTRODUCCIÓN 3
1
Primera parte
ESTRUCTURA INSTITUCIONAL DE LA IGLESIA CONQUENSE
II
12-Gonzalo Díaz Palomeque 145
13-Pascual . 147
14-Fray Esteban 150
15-Fernando Gutiérrez 152
16-Juan del Campo 153
17-Odón 154
18-Gonzalo Pérez de Aguilar 156
19-García 157
20-Bernardo o Bernal Zafón • . . • 159
21-Pedro Alfonso de Toledo • . . . 162
22-Nicolás Fernández de Biedma • . . . 163
23-Álvaro Martínez 165
24—Juan Fernández Cabeza de Vaca • . . • 168
25—Diego de Anaya Maldonado 171
26—Alvaro Núñez de Isorna 176
27-Fray Lope de Barrientos 182
28-Antonio Jacobo de Veneris • . . . 193
29-Fray Alonso de Burgas • • . . 196
30-Fray Alonso de Fonseca • . . . 199
31-Rafael Riario • . . • 203
III
2—El cabildo de canónigos 231
3-Racioneros y mediorracioneros 235
4-La extracción social de los capiculares 236
111—LA NORMATIVA BENEFICIAL 245
1V—EL CABILDO CATEDRALICIO Y SU PARTICIPACIO~ EN EL
SERVICIO LITURGICO DE LA CATEDRAL 256
y—LA POTESTAD CAPITULAR 261
VI—LOS OFICIALES Y SERVIDORES DEL CABILDO CATEDRALICIO . • . . 264
1-Servidores del culto 265
A) Los capellanes 265
A.l) Los capellanes de San Ildefonso
y Corpore Christi 265
A.2) Otros capellanes 269
B) Otros auxiliares del servicio cultual . . . . 271
2—Otros oficiales y servidores 280
VII—LA PREEMINENCIA SOCIAL DE LOS CAPITULARES 286
VIII—EL PATRIMONIO Y RENTAS DEL CABILDO CAT?DRALICIO
CONQUENSE. APROXIMACIÓN A SU ESTUDIO 296
1-Las propiedades rurales 299
A) Siglos XII—XIII 299
B) Siglo XIV 307
C) Siglo XV 314
C.1) Heredades y propiedades rurales menores
del cabildo en 1495 315
C.1.1) Propiedades ruraJes menores en
los alrededores <Le Cuenca . . . . 317
C.1.2) Heredades, casas y propiedades
rurales menores en Tierra de
Cuenca y resto de la diócesis . . . 319
C.2) El Arca de la Limosna 320
C.2.l) La caridad del Cero y los laicos • 320
C.2.2) La administración del patrimonio
del Arca de la Limosna . . . 326
2-Las propiedades urbanas 334
A) Rasgos generales del patrimonio urbano del
cabildo catedralicio . . 334
IV
B) Un caso especial: la confllict:Lvidad en torno
al comercio de la carne 343
3-Privilegios, exenciones y otras Fuentes de
ingreso • 347
A) Portazgos • .347
B) Salinas • 349
C) Otras rentas de origen real 353
D) Privilegios y exenciones del pago de rentas 354
E) Derechos eclesiásticos • 358
E) Fuentes de ingreso de la fábrica catedral 360
V
4-Las parroquias rurales 442
5-La Colegiata de San Bartolomé de Belmonte 451
VI
B) Monasterio de terciarias franciscanas 509
C) Monasterio de la Inmaculada Ccncepción • • 509
D) Monasterio de Santa Catalina ce Siena 510
10-Salmerón: Monasterio de Santa María del Puerto 510
11—Carboneras: Monasterio de Santa Cruz 511
12-Otros 512
111—LOS HOSPITALES Y EL EJERCICIO DE LA CARIDAD 513
1-Hospitales urbanos • . . 514
A) Hospitales de Cuenca • . 514
B) Hospitales de Huete 522
2-Hospitales rurales 525
Segunda parte
LA IGLESIA CONQUENSE EN SUS RELACIONES DE PODER
VII
2—Los obispos de Cuenca como serviÉLores de la
política regia 578
3-La participación de los obispos <Le Cuenca en
Cortes 584
4-La ciudad e Iglesia de Cuenca ba;jo los conflictos
políticos del reinado de Pedro 1 587
VI—EL PLANO ECONÓMICO 593
1-La protección regia para la economía de la
Iglesia conquense 594
A) Donación e intercambio de bie:.2es inmuebles 594
B) Confirmación y otorgamiento de privilegios 596
C) El intervencionismo regio en la conflictividad
Iglesia-concejos 603
2-Entre la fiscalización y el proteccionismo regios:
el diezmo 603
3—La fiscalización regia de las rentas eclesiásticas 608
4-La dimensión conflictiva de las relaciones económi-
cas de la Monarquía castellana con la Iglesia con-
quense 621
A) La pugna realengo—abadengo 621
B) La usurpación de rentas 628
VIII
3—Los obispos de Cuenca y la ceremonialización
de la vida política 673
4—Los conflictos políticos 678
A) La Iglesia y el Episcopado conquense en las
coyunturas políticas convulsivas del reino . . 679
B) La internacionalización de los conflictos
políticos. Participación de los obispos de
Cuenca en actividades diplomáticas durante
el Cisma y años posteriores 686
V—EL PLANO ECONÓMICO 696
1-La protección regia para la economía de la
Iglesia conquense 696
A) Confirmación de privilegios y nuevas
concesiones 696
B) El intervencionismo monárquico en la conflie-
tividad de la Iglesia conquense con los
concejos y la Orden de Santiago 701
2—La fiscalización regia de las rentas eclesiásticas 701
A) Las tercias reales 702
B) Cruzadas, subsidios y décimas 706
3-La dimensión conflictiva de las relaciones
económicas de la Monarquía castellana con la
Iglesia conquense 724
A) La pugna realengo—abadengo 724
B) La confiscación de bienes eclesiásticos
por la Inquisición 726
IX
B.2) La concesión pontificia ie beneficios
eclesiásticos 733
B.2.1) Algunas concesion?s de beneficios
hasta mediados del siglo XIV • . . 734
B.2.2) Las suplicaciones reales de
beneficios 737
B.2.3) El cardenal Albornoz y los benefi-
cios de la Iglesia conquense . . . 739
B.2.4) Otras suplicaciones de beneficios
realizadas por la alta jerarquía
eclesiástica 750
B.2.5) Las suplicaciones de centros
universitarios 755
B.2.6) Las suplicaciones de la Nobleza
castellana 758
2—La fiscalidad pontificia 761
A) El pago de servicios comunes y menudos por
los obispos de Cuenca 761
3) Otras contribuciones fiscales de la Iglesia
conquense 768
3-Intervenciones pontificias de naturaleza
disciplinaria 784
4-Licencias, mercedes e indulgencias pontificias . . 789
A) Fundación de monasterios y centros hospita-
larios 789
3) Mercedes pontificias de carácter diverso . . • 792
C) Concesión de indulgencias 795
5-La participación conquense en grandes concilios
generales de la Iglesia 798
6—Comisiones pontificias 799
II—RELACIONES CON EL ARZOBISPADO DE TOLEDO V CON OTRAS
DIÓCESIS LIMITROFES 806
1-Relaciones con el arzobispado de Toledo 806
A) La dependencia de la Iglesia de Cuenca
hacia el arzobispo toledano 806
3) Las elecciones episcopales 812
C) Algunas situaciones conflictivas 816
x
2—Relaciones con otras diócesis limítrofes 819
111—RELACIONES EN EL SENO DE LA IGLESIA CONQUENSE 822
1-Conflictos entre el obispo y el cabildo
catedralicio 823
2-Conflictos entre canónigos y el cabildo
catedralicio 842
3-Relaciones del obispo y cabildo catedralicio
con el clero diocesano 847
A) Derechos económicos del obispo sobre el clero
diocesano y algunos conflictos en torno a su
pago 847
A.1) El catedrático 847
A.2) La luctuosa 849
A.3) Las procuraciones de visLta 851
A.4) Servicios episcopales 853
A.5) Otros derechos 854
B) Algunos conflictos entre el clero diocesano
y el cabildo catedralicio 855
C) Un caso particular: el cabildo de clérigos
beneficiados de Huete 858
4-Conflictos entre el clero diocesano: el diezmo . . 864
5-Relaciones del obispo y cabildo catedralicio con
algunos monasterios de religiosos 869
A) Relaciones con el monasterio de Santa María de
Monsalud 869
B) Relaciones con otros monasterios 878
1V—RELACIONES CON LAS ORDENES MILITARES 883
1—Relaciones con la Orden de Santiago 884
A) Relaciones económicas 884
B) Relaciones jurisdiccionales 899
2-Relaciones con otras Ordenes militares 902
XI
B) Conflictos con otros concejos del obispado . . 932
2—Conflictos jurisdiccionales 939
3-Un caso especial: los concejos y aldeas de
señorío episcopal 948
4-La colaboración Iglesia-concejo y la particula-
ridad del caso del obispo Barrientos 961
II—RELACIONES CON LA NOBLEZA CONQUENSE 967
1-Conflictos económicos: el diezmo 967
2-La Iglesia conquense y las agit¿.ciones
nobiliarias del siglo XV 974
A) Las revueltas de 1429 974
B) El obispo Barrientos como defensor de la auto-
ridad regia frente a la nobleza rebelde . . . 977
B.l) Reinado de Juan II 977
B.2) Reinado de Enrique IV 986
3-El cabildo catedralicio como plataforma de promo-
ción social de la oligarquía urbana conquense . . 993
4—El mecenazgo nobiliario hacia la Iglesia 994
A) Albornoz 995
B) Carrillo 999
C) Hurtado de Mendoza 1005
D) Pacheco 1006
E) Cabrera 1008
F) Chirino 1010
O) Álvarez de Toledo 1011
111—RELACIONES CON LAS COMUNIDADES JUDIA Y MUSULMANA 1011
XII
APÉNDICES 1059
XIII
SIGLAS Y ABREVIATURAS
1
Sínodo de 145/ Constituciones Sinodales del. obispo de
Cuenca Fray Lope de Barrientos promul-
gadas en el año 1457. Biblioteca del
Colegio de Santa Cruz de Valladolid,
Ns. 340.
Sínodo de 1484 Constituciones Sinodales del obispo de
Cuenca Fray AJonso de Burgos (1482-
1485) promulgadas en 1484. Ejemplar
incunable unico conservado en la Bri-
tish Library de Londres.
s.a. Signatura antigua (ACC)
5.5. Documento sin ~;ignatura.
NOTA ACLARATORIA.
2
INTRODUCCIÓN
‘Los resultados de aquella priDera tan de contacto con el teia quedaron recogidos en ni Menoría de
Licenciatura que, bajo el título El obispado de Cuenca durante ¾ Baja Edad Media (siglos XII-X VI>. Una
aproximación de conjunto, fue leída en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Goniplutense el
18 de novienbre de 1992.
3
podremos llegar a comprender en su máxima dimensión los fenómenos
eclesiásticos.
Por otro lado, y de forma indTholublemente unida a la
fenomenología social, entra en juego una cuestión que desde hace
ya tiempo vienen poniendo de relieve la sociología y
antropología, y sobre la cual la histo:iografía europea de los
últimos años se está volcando de lleno: las relaciones de poder.
Cuando hablamos de poder nos estamos refiriendo a un concepto que
se manifiesta en todos los niveles de la sociedad, incluido el
campo eclesiástico, y de formas diferentes según los casos.
Supone el resultado de la constatación ¿.e una realidad histórica
concreta, pero a su vez es una categoríaL subjetiva, lo cual hace
que la aplicación de dicho concepto sobre la sociedad conlleve
una fuerte dimensión interpretativa, piLesto que el poder no se
manifiesta objetivamente. Tal como aquí se entiende y se aplicará
dicho concepto, el poder capacidad que
vendría dado por la
directa o indirectamente, y a través de Los más variados métodos,
tienen los individuos o grupos para afectar con un fin
determinado a la conducta de otros individuos o grupos en el
marco de los procesos de interacción sccial.
De lo dicho anteriormente se deduce que el concepto de poder
nos lleva ante la presencia de una dialéctica de intereses, por
lo que resulta fundamental hablar de la existencia de unas
relaciones de poder, cuyo análisis he p:ietendido que constituya
el fin primordial de la presente investigación, dadas sus enormes
y ricas posibilidades interpretativas.
Ahora bien, la amplitud del campo de manifestación de este
enfoque analítico me hizo ver en seguida que hoy en día aún
resultaba pronto como para pretender apLicar el estudio de todo
el amplio abanico de relaciones de poder posibles al conjunto de
la Iglesia castellana bajomedieval, y ello debido
fundamentalmente al insuficiente conocimiento que tenemos de
muchas de las diócesis que la integran. Es por ello por lo que
fue necesario centrarse en una diócesis concreta, la de Cuenca,
abordando su estudio, eso sí, pata todo el periodo medieval,
aunque partiendo de algunos precedentes ya analizados por José
Manuel Nieto, y sin que por ello haya que desechar la posibilidad
4
de que en un futuro pueda realizarse alguna tentativa de síntesis
sobre el conjunto de todas estas relaciones para la totalidad de
la Iglesia castellana bajomedieval.
La elección de la Iglesia de Cuenca vino determinada por
varios factores. Por un lado, al tratarse de una diócesis de
categoría media, el volumen de documentación existente, aún
siendo grande, permitía poder abordar en un plazo de tiempo
razonable su estudio para toda la Edad ¡<edia, hasta la etapa de
transición a la Modernidad, lo cual desde un primer momento se
consideró como esencial dadas las amplias posibilidades
comparativas y de interpretación que ofrecía la utilización de
un marco cronológico tan amplio. Por otro lado se trataba de una
diócesis para la cual, exceptuando su primer siglo de existencia
y algún que otro trabajo puntual para épocas posteriores, aún
estaba casi todo por estudiar, disponiéndose para ello de una
documentación extraordinariamente rica :i variada. Por último, y
dejando momentáneamente de lado el tono frío tan característico
de estas exposiciones, debo reconocer qn? en la elección del caso
conquense también ha sido determinante mi. particular y entrañable
vinculación con Cuenca, así como el enorme apego que siempre he
sentido y siento hacia esta hermosa ciudad medieval...
Inicialmente se planteó la posibilidad de incluir también
en esta investigación todos los asectos tocantes a las
ideologías y mentalidades religiosas en la diócesis de Cuenca
durante la Edad Media, pero en seguida me di cuenta de que dicha
inclusión supondría un aumento desmesurado en el volumen de
información acumulada, por lo que decidí dejar dicha temática,
sin duda de enorme importancia, para u.n estudio posterior. De
este modo fueron quedando bien perfilados los dos grandes bloques
temáticos que se corresponden con las dos partes en que ha sido
dividida esta obra: estructura institucional de la Iglesia de
Cuenca y relaciones de poder constatables en el seno de la misma
durante todo el conjunto de la época medieval.
Esta división establecida no ha sido en modo alguno el
resultado de un proceso casual, sino que viene dada por la propia
orientación metodológica de la obra. Si hemos de estudiar en qué
modo un determinado cuerpo social, en este caso la Iglesia
5
conquense, es capaz de influir en otros grupos sociales e
instituciones con un fin concreto a través del establecimiento
de un determinado sistema de relaciones, o bien en qué medida ese
mismo cuerpo social recibe influencia de los otros grupos
sociales e instituciones, resulta evid?nte que lo primero que
hemos de analizar es cuál es su estructura tanto eclesiástica
como socialmente, pues ello nos facilitsrá la tarea posterior de
estudiar las relaciones sociales y de poder mantenidas con otros
grupos, o incluso en su mismo seno, durante el periodo
cronológico propuesto.
Así, por tanto, el primer gran bloque de análisis
corresponderá a la estructura institucional de la Iglesia
2Desde un punto de vista aetodoldgico y conparativo, ha resultado niuy útil para el estudio de la
estructura institucional la consulta de, entre otras, la obra de José Sánchez Herrero, Las diócesis del reino
de León. Siglos XIV y XV, León, 1978, y sobre todo la excelente hais Doctoral de Ilurtinado Sanz Sancho, La
Iglesia y el obispado de Córdoba en la Baja Edad Media (1236-1426), 2 yola., Madrid, 1989.
6
durante la Edad Media, así como del desarrollo de la red
hospitalaria y asistencial, para pasar por último a hacer una
exposición sobre los rasgos básicos de la normativa y
organización decimal imperante en la Igliesia de Cuenca durante
la Edad Media.
La segunda parte de la obra es la que se dedica al análisis
de las relaciones de poder mantenidas por la Iglesia conquense
a lo largo de la Edad Media. Para ello he partido del estudio
inicial que realizara José Manuel Nieto en su Memoria de
Licenciatura, en la cual se analizaron Las relaciones de poder
mantenidas por la Iglesia de Cuenca durante el periodo
cronológico comprendido entre los años ll8O-l28O~. Mi análisis
personal se inicia desde este último año, a pesar de lo cual para
cada tipo de relación he incorporado las conclusiones
fundamentales en lo que respecta a la:; tendencias observadas
durante todo el siglo anterior, añadien¿.o frecuentemente nuevos
datos con el fin de completar la información ya recogida por
dicho autor para el periodo 1180—1280.
La finalidad de la Tesis desde ahcra planteada consistirá
en demostrar cómo la Iglesia conquense durante la Edad Media,
junto al indudable desempeño una funcionalidad eclesiástica y
religiosa, también se vio inmersa desde el mismo momento de su
fundación dentro de todo un complejo entramado de relaciones de
poder de la más variada índole, y tantz> de orden interno como
externo. Con este tipo de enfoque metodológico no pretenderé sino
llamar la atención sobre una important~ faceta de la realidad
histórico—eclesiástica que hasta ahora considero que no había
sido puesta suficientemente de relieve a través de un análisis
metódico que se volcara de lleno en el estudio sistemático de
todo el amplio abanico de relaciones de roder susceptibles de ser
constatadas en el análisis de una diócesis concreta4.
3josé Manuel Nieto Soria, El obispado de Cuenca en sus relaciones de poder, 1180•1280, Menoria de
Licenciatura inédita leída en la Facultad de Geografía e Historia d? la Universidad Conplutense de Madrid en
octubre de 1980.
4Adeiiás de la ya nencionada Meioria de Licenciatura de Jose Manuel Nieto, otro precedente raetodolágico
en el estudio de estas relaciones de poder, aunque centrado en una parcela nás reducida de la realidad
eclesiástica, lo constituiría la obra de Rafael Vázquez Les~es órdoba y su cabildo catedralicio en la
Modernidad, Córdoba, 1987, en la cual se analizan las principales relaciones de poder nantenidas por el cabildo
Las relaciones mantenidas con la Monarquía castellana
constituirán el primer ámbito temático de estudio. Desde el siglo
XIII hasta fines del XV la Monarquía irá ejerciendo un control
cada vez mayor sobre toda la Iglesia del reino, a la vez que la
presencia de eclesiásticos en la política y gobernación del reino
será cada vez más acusada. Habiendo sido ya estudiadas estas
relaciones con carácter general para todo el conjunto de la
Iglesia castellana5, la aplicación de su estudio al análisis
individualizado de la diócesis conquense permitirá comparar en
qué modo se desarrollaron estas relaciones con respecto a la
tónica general constatable para el conjunto de la Iglesia de
Castilla.
Las relaciones de orden intraeclesiástico constituirán otro
ámbito temático de análisis: relaciones con el Papado; con la
archidiócesis de Toledo y otras diócesis; relaciones de los
obispos de Cuenca con el cabildo catedralicio; relaciones de los
componentes de este último con el cabildo como institución;
relaciones del obispo y cabildo catedralicio con el clero
diocesano, así como las de orden interno entre los clérigos
parroquiales; relaciones con algunos monasterios de religiosos;
por último, se estudiarán las relaciones del obispo y cabildo con
las Órdenes militares de la diócesis, primordialmente la de
Santiago. Todo ello posibilitará el ofrecer una clara exposición
sobre la enorme diversidad de situaciones de poder que se daban
en el seno de la propia Iglesia.
El último campo de análisis vendrá dado por el estudio de
las relaciones mantenidas con los laizos y otras comunidades
religiosas de la diócesis. De este nodo, se analizarán las
relaciones Iglesia-concejos, sobre todo con el de Cuenca y
aquellos que eran de señorío episcopal, así como las relaciones
catedralicio cordobés durante los siglos del Antiguo Régimen. Por otro lado, en la ya aludida Tesis Doctoral
de Iluminado Sanz sobre la Iglesia cordobesa durante la Edad Media también se toca bastante el tema, aunque
no de forma sistemática.
refiero a las tres obras fundamentales del profesor Jo:;é Manuel Nieto Soria sobre esta cuestión:
Las relaciones Monarquía-Episcopado castellano como sistema de poder, 1252-1312, 2 vols. Madrid, 1983; Iglesia
y poder real en Castilla, El Episcopado, 1250-1350, Madrid, 1988; e Iglesia y génesis del Estado Moderno en
Castilla (1369.l480>, Madrid, 1993.
8
con la nobleza conquense y, en último lugar, con las comunidades
judía y musulmana.
De esta forma se cerrará la obra, cuyas conclusiones
fundamentales espero que contribuyan a abrir las puertas a un
amplio campo de estudio de enormes posibilidades e importancia
primordial para un mejor conocimiento de la Iglesia y sociedad
castellana bajomedievales, y que aquí no quedará sino esbozado
mediante el ejemplo conquense.
II-FUENTES DE ESTUDIO
9
mayor de documentación a medida que aumentase la complejidad
organizativa del clero de la catedral. Será ya en el siglo XVIII
cuando, tras haber estado localizado en diversos asentamientos
dentro del recinto catedralicio, pase a ocupar el edificio
adyacente a la catedral, junto al claustro, que aún hoy sigue
siendo la sede del Archivo, y donde también se encuentra
instalada la Biblioteca Capitular6 -
6La Biblioteca Capitular de la catedral de Cuenca no comaerva hoy en día ningún libro de época
medieval, aunque sí que conocemos por diversas referencias bastantes de los libros que la formaron a fines del
Medievo. Entre otros, a esta Biblioteca pertenecía el ejemplar del hero de Cuenca que actualmente se conserva
en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Por lo demás. hoy en día está integrada por bastantes
cientos de volúmenes, fundamentalmente de Teología y Derecho Canónico, todos ellos impresos a partir del siglo
XVI-
lo
realizó numerosas copias de documentos de esta sección del
Archivo, sobre todo regios, continuando iespués esta misma tarea
en otras iglesias catedrales españolas.
Ya en el siglo XX, algún tiempo antes de que estallara la
Guerra Civil española, el padre agustino Julián Zarco Cuevas y
Angel González Palencia trabajaron en tareas de catalogación de
estos fondos del Archivo, fundamentaLmente los medievales,
manteniéndose aún, en líneas generales, la ordenación de caja-
legajo-número. Tras los desastres de la Guerra Civil parece que
algunos canónigos de Cuenca, como don Simón, se hicieron cargo
esporádicamente del Archivo, hasta que en 1963 pasara a ocupar
el puesto oficial de canónigo-archivero don Clementino Sanz y
Díaz. Estando así las cosas, llegamos al año 1979 en que se
perpretó un importante robo de documentación en el Archivo,
tratándose fundamentalmente de pergaminos medievales de esta
sección, de los cuales se lograrían recuperar en torno a unos
doscientos, algunos de ellos en un lamentable estado de deterio-
ro7, mientras que otros (no muchos) no se recuperarían.
Finalmente, en 1981, tras todos estos lamentables incidentes, se
haría cargo del Archivo Antonio Chacón Gómez-Monedero, quien en
la actualidad sigue desempeñando el puesto de canónigo-archivero,
y que al tomar posesión de su cargo tuvo que emprender, con muy
pocos medios, toda una labor de reorganización de los maltrechos
fondos documentales, sobre todo los de esta sección Institucio-
nal, dado el caótico estado en que se encontraba: documentación
mezclada y sin ningún orden, antiguas fichas de catalogación
perdidas en gran parte, algunos documentns desaparecidos y otros
muy deteriorados, etc.
Debido a todas estas razones el actual canónigo-archivero
ha optado por otorgar a la documentación de esta sección una
ordenación de carácter cronológico, dentro de la cual los
documentos de los siglos XII y XIII estáv~ clasificados por caja-
número, existiendo una ficha para cada documento. Los documentos
7flurante el robo muchos de los pergaminos medievales recibieron serios ataques de humedad y agua, por
lo que, tras su recuperación, ha sido necesario llevar a cabo una re tauracién total o parcial de los mismos,
tarea que ha corrido a cargo de especialistas del Archivo Históric Nacional. Pero, desafortunadamente, en
algunos documentos el grado de deterioro era tal que su restauración resultaba imposible, por lo que en estos
casos el documento ha quedado prácticamente inservible.
11
del XIV también están ordenados cronol5gicamente y tienen su
propia ficha, pero para su cita y localización sólo se les ha
otorgado un número aleatorio, dado que aún no han sido metidos
en cajas, y que en un futuro será sustituido por otro número de
carácter más definitivo junto con el de l.a caja correspondiente.
En lo que respecta a la documentación del siglo XV y posterior,
su labor de clasificación aún no ha sido emprendida, por lo que
el manejo y localización de estos documentos en ocasiones ha
resultado ser extremadamente complicai.o. Habría que añadir
también que esta era la organización de esta sección a fines de
agosto de 1993, momento en que finalizaron mis pesquisas en el
Archivo debido al cierre incondicional del mismo para comenzar
las obras de restauración del edificio donde se encuentra
ubicado. Se trata, por tanto de una organización aún provisional,
susceptible de experimentar modificaciones, siendo incluso
posible, en opinión del actual canónigo—archivero, que en un
futuro lejano se vuelva a la antigua clasificación temática de
caj a—legajo—número.
En función de todo lo expuesto, a la hora de citar los
documentos de los siglos XII y XIII utilizaré la referencia caja-
número. Para los documentos del XIV emplearé el número que se les
ha otorgado recientemente y que, aunque tiene un carácter aleato-
rio, constituye una referencia posible le cara a su identifica-
ción. En lo referente a la documentación del siglo XV, al no
haber sido aún objeto de catalogación reciente, utilizaré la
signatura correspondiente a la antigua ordenación por caja—
legajo—número, o incluso cajón—letra. Ya por último, también cabe
mencionar la aparición de algunos documentos medievales sin
signatura alguna, circunstancia que se indicará cuando se haga
empleo de alguno de ellos.
De esta sección Institucional he consultado varios cientos
de documentos de carácter muy variado tocantes a la temática
objeto de estudio en la presente investigación. No obstante, dada
la pérdida de documentación que ha sufr:do el Archivo a lo largo
de la Historia, también ha sido necesar:Lo acudir a otras fuentes
de cara a localizar parte de la docu:nentación que en su día
12
perteneció a esta sección del Archivo pero que hoy no se
encuentra en ella. Estas fuentes han sido las siguientes:
11Además de las copias de documentos, en estos legajos también se encuentra un episcopologio conquense
probablemente elaborado por el propio Ascensio de Morales.
13
realizados durante el siglo XVIII por los archiveros que entonces
trabajaban en la catedral13. No obstante, la consulta de este
libro ha resultado ser útil en el sentido de que algunas de las
reseñas recogidas en el. mismo aluden a documentos desaparecidos
que actualmente no están en el Archivo y tampoco aparecen en los
microfilmes arriba indicados ni en las copias de Ascensio de
Morales.
13ííío lo he podido comprobar comparando las reseñas del libro de Clementino Sanz con los regestos
del siglo XVIII escritos sobre las camisas que se utilizaban para proteger los documentos. La inmensa mayoría
de las veces aquéllas son una copia literal de estos últimos.
14Las Actas Capitulares que se conservan del siglo XV han údo consultadas en su mayor parte a través
de los microfilmes que de las mismas existen en el Archivo Mstórico Nacional (Servicio Nacional de
Microfilmes, rollos 14279 a 14359).
14
Santa Iglesia de Cuenca15. Se trata de un lujoso códice del
siglo XV escrito en pergamino, en el cují se recogen casi todos
los sínodos medievales de la diócesis16, además de diversas
transcripciones o regestos de documentazión perteneciente sobre
todo a la época fundacional. De muchos de los sínodos y demás
documentos contenidos en este códice se han extraído abundantes
datos que han proporcionado una información de primer orden para
esta investigación.
Igualmente útil ha sido el empleo del Necrologio—Obituario,
otro códice del Archivo. Analizado por José Trenchs Odena hace
ya bastantes años17, se trata de un documento fundamental para
el conocimiento de diversos aspectos de la organización capitu-
lar, ofreciendo además una gran variedad de noticias históricas
relacionadas con la catedral y vida ciudadana en general.
Este texto conquense se concibió en un principio como
necrológico, y a mediados del siglo XIII se convirtió en
Obituario. En él se anotaron los óbitos de los difuntos y las
cantidades de bienes dejados al cabildo catedralicio. Recoge
también algunos datos referentes a la vida de los canónigos y su
cultura. Incorpora, asimismo, una relación de las fiestas
solemnes que debía celebrar el cabildo :onquense a lo largo del
año, así como también otra relación de varios capítulos catedra-
licios en los que se legisló sobre muy diversos asuntos. También
hay normas de comportamiento y silencio durante la asistencia a
coro, indicaciones sobre quiénes debían servir en el Altar Mayor
y normativa para las procesiones durante las fiestas solemnes.
En el texto están copiadas, además, toda una serie de notas
eruditas referentes a algunos hechos de la vida ciudadana o del
15Sección de Secretaria, nO 410. Existen en el Archivo otrcs dos ejemplares, uno del siglo XV y otro
de fines del siglo XVI, que son copias casi idénticas del códice arriba indicado, y en los cuales también se
recogen los sínodos de la diócesis y bastantes transcripciones o regestos de documentación perteneciente sobre
todo al periodo fundacional.
16En el momento de escribir estas líneas los sinodos conquenses medievales conservados en el Archivo
de la catedral aún permanecen inéditos. Transcritos hace ya varios años por Antonio Chacón Gómez.Monedero y
Miguel Jiménez Nonteserín, se encuentran todavia a la espera de su publicación dentro de la colección Syoodicon
Hispanum, cuya dirección corre a cargo de Antonio García y Garcia.
17José Trenchs Odena, <<El Necrologio—Obituario de la catedril de Cuenca: noticias históricas y crónica
de la vida ciudadana>>, MM, 12 1982), pp. 341-379.
15
reino que tuvieron especial relevancia: eclipses de sol,
tormentas, inundaciones, noticias sobre la conquista de Granada,
traslado del cuerpo de San Julián, etc. Por último, el documento
nos proporciona también noticias sobre ½s distintas familias de
Cuenca, sobre los oficios practicados en los diferentes barrios
de la ciudad, sobre los bienes propiedad del cabildo y lo que
rendían anualmente, sobre algunos libros de la Biblioteca
Capitular durante la Edad Media, sobre reliquias y oficios
litúrgicos, obras de la catedral, capillas, etc.
En definitiva, se trata de un texto fundamental por
ofrecernos una información de enorme interés desde los puntos de
vista social, económico, prosopográfico, genealógico, toponímico,
onomástico, cultural, litúrgico y artístico. De este códice he
extraído abundantes datos de muy diverso carácter, utilizando
para ello tanto el manuscrito original ¿el Archivo Catedralicio
de Cuenca como la información que sobre el mismo recoge José
Trenchs en el mencionado artículo.
18
De la sección de Pitancería , 19así secomo de losutilización
Libros .de
Rentas de la Santa Iglesia de Cuenca ha hecho
para ciertas cuestiones de carácter muy puntual. Desde una
perspectiva económica la información recogida en ambas secciones
es extraordinariamente rica, pero a su vez un análisis exhaustivo
de la inmensidad del volumen documental contenido en ellas habría
requerido de un trabajo centrado exclusivamente en el estudio de
la economía capitular, lo cual desborda. el marco temático y de
análisis propuesto para esta investigación.
Ya para terminar, deben citarse las secciones de Fábrica20,
18Los llamados Libros de Pitancería se conservan desde 1400 Para los tres primeros cuartos del siglo
XV hay bastantes años en los que el libro correspondiente se ha perdido, pero desde el último cuarto de la
centuria se conserva prácticamente un libro por año. El pitancero qu’~ redactaba el libro solía ser un canónigo
o racionero, figurando su nombre al principio. Cada libro está div:.dido en los doce meses del año, y dentro
de cada mes por días, comenzando el Ide enero. En estos libros se apuntaba la asistencia de los beneficiados
a coro en las diversas horas del Oficio Divino, y lo que cobraban por ello.
19Zsta sección comienza en 1337. Para el siglo XIV se conservan pocos volúmenes, pero desde 1430 nos
encontramos con prácticamente un libro por año.
20De los llamados Libros de Fábrica, para la época medieva., sólo han llegado hasta nosotros algunos
cuadernillos sueltos a partir de 1396, muchos de ellos incompleto5 , pero que aportan datos de gran interés
sobre la obra de la catedral. A partir del siglo XVI ya se conservan con más regularidad y la riqueza de
información aumenta extraordinariamente, Los datos que he utilizade procedentes de esta sección, así como de
16
Obras Pías y Pleitos21 (jurisdicción del jeán), de las cuales se
ha obtenido un cierto volumen de inform¿ción concerniente a la
temática en ellas recogida.
la de Obras Pias, me han sido facilitados por Gema Palomo Fernández Universidad Autónoma de Madrid), con la
cual coincidí en el Archivo Catedralicio conquense durante los mese~ de verano de 1992 y 1993 mientras ella
realizaba también investigaciones para su Tesis Doctoral sobre la irquitectura y fábrica medievales de la
catedral de Cuenca, y con la cual también compartí todos los avatares y situaciones de trabajo en sumo
pintorescas que precedieron al cierre del Archivo a fines de agosto de 1993. Por dicha ayuda prestada deseo
expresarle mi más sincera gratitud, así como por las aclaraciones sobre aspectos artísticos que me hizo a lo
largo de las conversaciones que mantuvimos sobre la Iglesia y catedial de Cuenca.
21De los pleitos contenidos en esta sección, para la época nedieval sólo se conserva una caja, cuya
documentación comienza en 1337 y llega hasta 1533.
22Muy útil fue la labor realizada hace ya bastantes años por el actual archivero diocesano de Cuenca,
don Dimas Pérez Ramírez, quien con mucho esfuerzo, y no sin la opsición de numerosos párrocos, consiguió
reunir en su Archivo la documentación antigua de casi todas las parroluias del obispado de Cuenca, facilitando
de este modo su consulta.
23A0C, Libros, nP 69. Este libro fue redactado en 1573 por Juan de Cáceres, contador mayor en época
de los obispos Pedro de Castro y Fray Bernardo de Fresneda, y consta de 226 folios escritos. Su contenido versa
sobre la organización diocesana y el extraordinariamente complejo si;tema de reparto y recaudación del diezmo
y, según señala su autor, se elaboró consultando numerosos libros y tmiendo en cuenta las diversas costumbres
antiguas y más modernas vigentes entonces sobre el sistema decimal.
17
En el Archivo Histórico Provincial de Cuenca se ha hecho uso
de sus fondos de Pergaminos y Desamortización. El primero de
ellos recoge una colección de pergaminos fundamentalmente de
época medieval, muchos de ellos procedenzes del que fue Archivo
del cabildo de clérigos beneficiados de Huete, otros sobre el
monasterio cisterciense de Santa María ¿.e Monsalud, y el resto
sobre temática diversa. Respecto a la sección de Desamortización,
los 1103 legajos que la integran proceden de numerosos conventos,
monasterios y parroquias de la ciudad y liócesis de Cuenca, así
como también de parte de los fondos del cabildo catedralicio
conquense. Tras la desamortización eclesiástica del siglo XIX
fueron inicialmente a parar a la Delegación de Hacienda de
Cuenca, para pasar finalmente a engrosar el patrimonio documental
del Archivo Histórico Provincial. Entre todos estos legajos,
aunque contienen sobre todo documentació:~i de la Edad Moderna, se
ha podido localizar no obstante un importante número de
documentos del siglo XV, e incluso alguncs de fines del XIV, todo
lo cual ha proporcionado datos de gran interés sobre economía
parroquial y monástica, así como sobre el patrimonio económico
y censos del cabildo catedralicio y Arca de la Limosna a fines
de la Edad Media.
El último centro que se ha visitado en el ciudad de Cuenca
ha sido su Archivo Municipal que, aunque no tanto como el
catedralicio, también ha sido víctima de importantes pérdidas de
documentos a lo largo de su historia. Toda la documentación de
este Archivo hasta el año 1417 ha sido objeto de un reciente
estudio y transcripción como Tesis Doctoral24 siendo precisa-
mente a partir de este año cuando comienzan las Actas concejiles
y el volumen documental aumenta extraordinariamente. Aunque he
utilizado algunos documentos de los siglos XIII y XIV, son sin
embargo las Actas concejiles las que me han proporcionado un
mayor volumen de información relativa sobre todo a relaciones
Iglesia—concejo, aspecto sobre el cual los datos son particular-
24Antonio Chacón Gómez-Monedero, La documentación del Archivo Municipal de Cuenca, 1190.14 1?. Estudio
diplomático e histórico-ínstítucional, 3 vols. , Tesis Doctoral presentada en la Universidad Autónoma de Madrid
en 1993.
18
mente ricos y abundantes durante el pontificado de Fray Lope de
Barrientos (1445—1469).
Ya fuera de la ciudad de Cuenca, pem aún dentro del marco
territorial de su obispado, otro centro del que he obtenido
cierta información de interés es el Archivo Eclesiástico de
Huete, situado en la parroquia de dicha localidad. Se conservan,
aunque en muy pequeña medida, algunos fondos medievales tanto del
cabildo de clérigos beneficiados como del cabildo de capellanes
de Huete, y actualmente se encuentran en vías de ordenación. De
gran utilidad ha resultado ser, en particular, la consulta de un
inventario que ha llegado hasta nosotros y que contiene reseñas
de los principales privilegios y escrituras del cabildo de
clérigos beneficiados, cuyos documentos originales se han perdido
— 25
en su mayoria
De importancia capital para la presente investigación, y
enormemente enriquecedora desde un punti de vista profesional,
ha resultado ser la consulta de los extraordinariamente ricos
fondos del Archivo Secreto Vaticano, Lo cual me fue posible
gracias a la concesión de una ayuda económica especial para
desplazarme a Roma por parte del Ministerio de Educación y
Ciencia. Los Registros Vaticanos han proporcionado sin duda el
mayor volumen de datos, y en menor medida los Aviñonenses,
Lateranenses y Registros de Súplicas. El estudio de las obliga-
ciones fiscales del Episcopado conquense ha sido posible gracias
al análisis de documentación procedente de los fondos de Cámara
Apostólica denominados Introitus et E;citus y Obligationes et
Solutiones, mientras que el Archivo Consistorial, algunos
Armarios y el fondo Instrumenta Miscellanea han proporcionado
datos sobre ciertas cuestiones de carácter ya más específico. Con
todo ello y la información obtenida de fuentes pontificias ya
publicadas ha sido posible profundizar bastante en el conocimien-
to de las relaciones mantenidas entre la Iglesia de Cuenca y el
Pontificado durante la Edad Media.
2¾ este respecto conviene señalar que es probable y hay qie admitir que algunas de estas reseñas y
las fechas que poseen quizá sean inexactas con relación al ignorado contenido real del documento originario;
no obstante, ante la falta de este último, se ha optado por aceptar como relativamente fiable la sin duda
interesante información recogida en el mencionado inventario.
19
Sin salir todavía del terreno de los archivos eclesiásticos,
también debo citar el Archivo Capitular de Toledo, donde he
consultado algunos pergaminos de los siglos XII al XIV concer-
nientes a la elección de ciertos obisps de Cuenca, así como
sobre diversos aspectos de las relaciones de la Iglesia de Cuenca
con la metrópoli toledana. Ya por último, otros dos archivos
eclesiásticos que cabe señalar son el del monasterio de Buena—
fuente de Sistal (Guadalajara) así como la Biblioteca del Real
monasterio de San Lorenzo de El Escorial, aunque en estos dos
últimos centros la información obtenida ha sido muy pequeña y
concerniente a cuestiones muy puntuales
Pasando ya a los archivos españoles de carácter general,
debo aludir en primer lugar al Archivo Histórico Nacional, de
cuyas secciones de Clero y Ordenes Militares—Uclés se ha
consultado un importante volumen de documentación medieval, sobre
todo pergaminos, y en menor medida papeles y libros, concerniente
a algunos monasterios de la diócesis le Cuenca y a la Orden
militar de Santiago. Otras secciones consultadas han sido la de
Estado?6, Órdenes Militares-Calatrava y Nobleza-Títulos y
Familias, aunque la cantidad de datos en ellas obtenidos ha sido
menor que en las otras dos secciones antes citadas. Por último,
en lo relativo al Servicio Nacional de Microfilmes, me remito a
lo ya dicho al hablar del Archivo Catedralicio de Cuenca.
En el Archivo General de Simancas la sección en la que, con
sobrada diferencia respecto a otras, he localizado un mayor
volumen de documentación ha sido el Registro General del Sello,
cuya consulta ha sido indispensable para el estudio de las
relaciones entre la Iglesia de Cuenca y la Monarquía a fines de
la Edad Media. Otras secciones de las que, en mayor o menor
medida, he obtenido algunos datos sobre cuestiones diversas de
carácter puntual han sido las de Cámara de Castilla—Pueblos, Casa
y Sitios reales, Escribanía Mayor de rentas, Expedientes de
Hacienda, Patronato real, Patronato eclesiástico y Quitaciones
de Corte.
26Se trata del legajo 3190, que contiene las copias de docr~mentos del Archivo Catedralicio de Cuenca
realizadas por Ascensio de Morales en el siglo XVIII a las cuales se aludió páginas atrás.
20
ímprescindible resulta también aludir al manuscrito 340 de
la Biblioteca del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, redactado
en el siglo XVI y cuyo contenido es eL siguiente: un sínodo
conquense celebrado por Lope de Barrientcs en 1446 (ff. lr-69r);
un breve estatuto dado en 1493 por el rrovisor Pedro de Costa
sobre los diezmos de los barraños del chispado de Cuenca (ff.
69r-71r); un Libro sinodal dado para Cuenca por su obispo Lope
de Barrientos (ff. 71v-128r17; otro sÑnodo conquense de Ba-
rrientos celebrado en 1457 (ff. 129r-138r); un documento sobre
la anexión del préstamo de Valera a la abadía de la Sey en 1461
(ff. 138v—140r). El mayor volumen de datos extraídos ha corres-
pondido al sínodo de 1446, y en menor medida al de 1457.
Ya para terminar debo señalar la utilización de algunos
fondos procedentes de la sección de manuscritos de la Biblioteca
Nacional de Madrid28, también algunos documentos de la sección
de Cancillería regía del Archivo de la Corona de Aragón, un
documento de la sección de Hidalguía leí Archivo de la Real
Chancillería de Granada, asi como ciertos fondos de la Biblioteca
de la Real Academia de la Historia. En este centro he consultado
la colección Ascensio Morales?9 y algunos documentos aislados de
las colecciones Salazar y Castro y Velázquez.
111—BIBLIOGRAFÍA LOCAL30
27Este Libro sinodal es copia del que otorgó el propio Barrientos para Segovia en 1440, que a su vez
es copia del dado por el obispo de Salamanca Gonzalo de Alba en abril de 1410. Éste último se encuentra
publicado en el Synodicon Hispanum, vol. IV, Pp. 174-293.
28Sobre todo los manuscritos 13071 y 13072, que recogen k nuevo las copias de documentos de la
catedral de Cuenca realizadas por Ascensio de Morales en el siglo 1<1111. Es esta versión de dichas copias la
que más he manejado.
C 19/95439. De nuevo se trata de las ya aludilas copias de documentación del Archivo
catedralicio de Cuenca.
301a referencia bibliográfica completa de todas las obras :itadas a continuación se encuentra en el
apartado dedicado a bibliografía local que aparece al final de la iresente obra.
21
primitivas manifestaciones historiográificas que centran su
interés en la Iglesia de Cuenca. Se trata de la Vida y milagros
del glorioso confessor San Julián, segundo obispo de Cuenca, obra
de Francisco Escudero publicada en Cuenca en 1589. Un siglo más
tarde Antonio Santa María escribiría una Vida de San Julián,
obispo de Cuenca (1686), y Bartolomé Alcázar su extensa Vida,
virtudes y milagros de San Julián, segundo obispo de Cuenca
(1692). Todas estas obras, imbuidas deL espíritu religioso y
espiritual postridentino propio de la época en que se redactaron,
poseen un fuerte carácter apologético, además de una carencia
total de rigor histórico al presentarnos una imagen completamente
deformada del segundo prelado que ocupó la mitra conquense. No
obstante, a pesar de que la mayoría de sus páginas están
dedicadas a la narración entusiasta de los milagros del santo,
dándose por ciertas las leyendas y tradiciones más inverosímiles,
en ocasiones es posible extraer de ellas algunos, aunque escasos,
datos de cierto interés.
En 1629 se imprimió en Madrid la Historia de la muy noble
y leal ciudad de Cuenca, de Juan Pablo Mártir Rizo. Esta obra es
esencialmente historia eclesiástica y nobiliaria y, en su fondo
y exposición, todavía conserva mucho de Lo que fueron los viejos
cronicones medievales. Se recogen los hechos de armas famosos y
la actividad de los personajes más destacados, y el autor, muy
en la línea de las tradiciones legendarias, no duda en afirmar
como cosa probable que Cuenca se fundas? el mismo día que Roma
y que su emplazamiento corresponda al d? la indómita Numancia.
En lo que respecta a las noticias eclesiásticas que nos ofrece,
la confusión e inexactitud reinantes en La obra hacen que apenas
se puedan extraer de ella datos objetivamente fiables.
La Historia del santo rey don Alonso el bueno y noble,
noveno de este nombre entre los reyes de Castilla y León, obra
del licenciado Baltasar Porreño escrita en la primera mitad del
siglo XVI§1, debe ser encuadrada en ana época de verdadera
furia canonizadora en que cada ciudad quería elevar a los altares
al monarca que la había conquistado ‘le manos musulmanas. A
22
Alfonso VIII (IX según el autor) se le aplica el calificativo de
santo, cosa que se trata de justificar con diversos argumentos,
y al relatar los avatares del sitio y conquista de Cuenca se dan
por ciertas y buenas todas las tradiciones y leyendas piadosas.
También del mismo autor es la Declaración del mapa del obispado
de Cuenca32, que consiste en un listado alfabético de los
pueblos y villas de la diócesis conquense, indicando los
conventos e iglesias en ellos exist2ntes y algunas otras
particularidades, relatado todo ello de forma muy escueta.
De alguna mayor utilidad resulta el empleo del episcopologio
conquense que Gil González Dávila incluye en el primer volumen
de su Teatro eclesiástico (1645), aunque la mayoría de los datos
de esta obra aparecerán incluidos, en parte corregidos y
ampliados, no con excesiva fortuna, en los episcopologios
posteriores de Mateo López y Trifón Muñoz y Soliva.
Situados ya en el siglo XVIII cabría citar el Viaje de
España de Antonio Ponz (1777), cuyo tercer volumen está dedicado
por completo a Cuenca. Aunque la otra es básicamente una
descripción de la Cuenca contemporánea al autor, en ocasiones se
recogen en ella algunos datos históricos de épocas anteriores que
no se deben desdeñar. -
33Más tarde la obra sería ampliada con algunos datos de principios del siglo XIX. El manuscrito
original de la obra, en borrador, se encuentra en la Biblioteca Naciimnal de Madrid, y sobre él se harían varias
copias posteriores con ciertas añadiduras, copias sobre las cual’~s sabemos que estuvieron en posesión de
algunos eruditos como Pascual de Gayangos y Fermín Caballero, tal como nos informa Angel González Palencia
23
intención por ser lo más objetivo posible, ello unido a cierta
desconfianza hacia aquellos datos que no le parecen fidedignos,
y además cita con frecuencia las autorickades que respaldan sus
afirmaciones, recogiendo parte de ese inmenso caudal epigráfico,
documental y artístico que los eruditos del XVIII pusieron su
empeño en recopilar y estudiar. El Episcopologio y otras páginas
de Historia eclesiástica que se incluyen en la obra suponen una
notable superación con respecto a todos los autores anteriores,
aunque no por ello los errores de diverso tipo que aparecen a lo
largo de la exposición dejan de ser frecuentes.
Pero quizá el Episcopologio conquense más conocido sea el
que escribió a mediados de la centuria decimonónica el magistral
de la catedral de Cuenca don Trifón Muñoz y Soliva, bajo el
título de Noticias de todos los ilustres obispos que han regido
la diócesis de Cuenca, obra que se publicaría en esta ciudad en
1860. Pocos son los méritos objetivos de estas Noticias, pues el
autor copia casi literalmente, y a veces de manera equivocada,
los datos eclesiásticos recogidos en ~l manuscrito de Mateo
López, incurriendo de este modo en sus mismos aciertos o errores,
aunque también hace algunas aportaciones personales, por lo demás
no excesivamente significativas. Algo parecido cabría decir de
su Historia de la muy noble, leal e impertérrita ciudad de Cuenca
y del territorio de su provincia y obispado, publicada en Cuenca
en 1866—1867, obra que, aunque deja entrever un cierto caudal de
lecturas y libros consultados para su elaboración, adolece con
frecuencia de una ausencia casi total de aparato crítico que
apoye sus afirmaciones, así como de un escaso cuidado en la
selección de testimonios. Por lo demás, aparte de incluirse
páginas y páginas sobre la Historia general de España, de las que
se hubiera podido prescindir, la información se centra casi por
completo en los hechos políticos y militares.
Centrándonos en la bibliografía reciente sobre la Iglesia
de Cuenca, y entrando ya en el terreno de los estudios realizados
conforme a los modernos métodos de análisis histórico, procederé
24
a hacer una valoración de la producción bibliográfica existente
para algunos campos temáticos concretos.
En primer lugar, y en lo referente a la fundación de la
diócesis, el estudio principal con que contamos es el de José
Manuel Nieto Soria: «La fundación del. obispado de Cuenca»
(1982), que se complementa con otro trabajo de Antonio Chacón
Gómez-Monedero: «Las bulas de fundación leí obispado de Cuenca»
(1985), y algunos breves apuntes de Dimas Pérez Ramirez:
«Vestigios del tiempo fundacional» (1983).
Entrando en el ámbito de las relaciones de poder, debo
aludir a la Memoria de Licenciatura de José Manuel Nieto: El
obispado de Cuenca en sus relaciones de poder (1180-1280)
(Madrid, l980)~~, obra que, a pesar de permanecer inédita, me ha
servido de punto de partida para realizar el análisis mucho más
amplio y completo de dichas relaciones cue constituye el objeto
fundamental de la presente investigación, abordando ya su estudio
para todo el conjunto del periodo medieval. Algunos aspectos de
las relaciones de poder estudiadas en di:ha Memoria de Licencia-
tura quedarían plasmados en sus artículos «El carácter feudal
de las relaciones Monarquía-Episcopado en el ámbito castellano.
El caso del obispado de Cuenca (1180-1280)» (1982) y «El
intervencionismo pontificio sobre la Iglesia conquense en el
siglo XIII» (1985). Sobre este mismo ti~o de temas también puede
citarse mi artículo «Monarquía y conflictos Iglesia-concejos en
la Castilla bajomedieval. El caso del obispado de Cuenca (1280-
1406)» (1994).
En lo relativo al análisis de las relaciones mantenidas
entre la Iglesia de Cuenca y la Orden <le Santiago ha resultado
muy útil la consulta de la obra de Milagros Rivera Carretas: La
encomienda, el priorato y la villa de Uclés en la Baja Edad Media
(1174-1310). Formación de un señorío le la Orden de Santiago
(Barcelona, 1985), pudiendo destacarse también el breve artículo
de Derek W. Lomax: «La Orden de Santiago y el obispo de Cuenca»
(1982), a lo que podrían añadirse los datos que han aportado
34?odos los artículos de este autor sobre Cuenca fueroi elaborados a partir de su Memoria de
Licenciatura, que fue leída en la Facultad de Geografía e Historía Le la Universidad Complutense de Madrid en
octubre de 1980.
25
otras obras de carácter más general sobra la Orden de Santiago,
como la de José Luis Martín Rodríguez: Orígenes de la Orden
militar de Santiago (1170—1195) (Barcelona, 1974), o P>A. Porras
Arboledas: Los señoríos de la Orden de Santiago en su provincia
de Castilla durante el siglo XV (Madrid, 1981). En cuanto a la
Orden del Temple sólo puede citarse la breve monografía de J.
Iglesias Gómez: Cuenca Templaría (Cuenca, 1990), trabajo que, por
lo demás, es poco lo que aporta.
Para las cuestiones de economía eclesiástica durante los
siglos XII y XIII contamos con los trabajos de José Manuel Nieto:
«El equipamiento económico de una sede episcopal castellana de
nueva creación: Cuenca, 1180-1280» (1982) y Antonio Chacón
Gómez-Monedero: «El patrimonio rural d~ la Iglesia de Cuenca.
Siglos XII—XIII» (1987). También para los siglos XII—XIII
contamos con el estudio de Santiago Aguadé Nieto: «Molino
hidráulico y sociedad en Cuenca durante la Edad Media (1177-
1300)» (1982), que aunque aborda una temática más amplia que la
estrictamente eclesiástica ofrece bastantes datos sobre el papel
desempeñado por el cabildo catedralicio conquense en el control
de los molinos hidráulicos.
Para el siglo XIV, el reciente libro de José María Sánchez
Benito: Las tierras de Cuenca y ¡fuete en el siglo XIV. Historia
económica (Cuenca, 1994), también toca algunos aspectos de
economía eclesiástica durante dicha centuria, referidos sobre
todo al cabildo catedralicio.
Asimismo, resulta de interés el trabajo de Santiago Aguadé:
«Crisis de subsistencia, rentas eclesiásticas y caridad en la
Castilla de la segunda mitad del siglo MV» (1982), así como el
de este mismo autor en colaboración con M~ Dolores Cabañas
González: «Comercio y sociedad urbana en la Castilla medieval.
La comercialización de la carne en Cuenca (1177-1500)» (1984),
en el cual se analizan las implicaciones eclesiásticas del tema
abordado. Por último cabría citar el ar:ículo de Miguel Jiménez
Monteserín: «Aproximación al funcionamiento del fisco decimal
en el obispado de Cuenca» (1978), que aunque se centra en los
siglos del Antiguo Régimen también aporta algunas apreciaciones
de interés para la época anterior.
26
No muy abundantes son, por tanto, los estudios de economía
eclesiástica, debiendo destacarse sobre todo la inexistencia de
trabajos que aborden detenidamente el a:~álisis de los sistemas
de explotación y distribución de los bienes y rentas del inmenso
patrimonio capitular durante el siglo XV, época para la que,
paradójicamente, el volumen de documentación que sobre el tema
se conserva en el Archivo Catedralicio de Cuenca es realmente
enorme.
En lo referente a cuestiones parro4uiales cabe señalar el
interesante artículo de Dimas Pérez Rarlírez: «La sinagoga de
Cuenca, iglesia de Santa María La Nueva» (1982), el libro de
Luis Andújar Ortega: Belmonte, cuna de Fray Luis de León. Su
Colegiata (Cuenca, 1986), y en concreto sobre la arquitectura de
las parroquias de la diócesis el pequeño libro de Miguel Ángel
Monedero Bermejo: La arquitectura de la repoblación en la
provincia de Cuenca (Cuenca, 1982), y sobre todo la reciente y
extensa obra de Tomás Nieto Taberné, Esther Alegre Carvajal y
Miguel A. Embid García: El Románico en uenca (Cuenca, 1994).
Otro ámbito de estudio es el constiLuido por el análisis de
la formación cultural del clero, tema para el cual contamos con
los trabajos de Santiago Aguadé y M~ Dolores Cabañas: «La
formación intelectual del clero conquense a fines de la Edad
Media» (1981), y José Trenchs Odena: «La cultura jurídico-
piadosa del cabildo conquense (1450—1476)» (1981), que se
centran fundamentalmente en el análisis de la cultura del alto
clero catedralicio. En cambio para lo telativo a la formación
cultural del bajo clero diocesano durante la Edad Media la
carencia de estudios es casi total, si bien contamos con un
análisis sobre el tema referente a épocas posteriores realizado
por Miguel Romero Sáiz: La enseñanza y Áa formación clerical en
Cuenca y provincia durante los siglos >71 y XVII. Los colegios
de Gramática (Cuenca, 1991)
Casi algo parecido puede decirse respecto al análisis de la
religiosidad del clero y laicos durante fi Medievo, cuestión que
queda ya fuera de nuestro ámbito de estudio y para la que aún hay
mucho por hacer, y ello a pesar de que ms sínodos medievales de
Cuenca proporcionan una información de primera magnitud sobre el
27
particular. Un anticipo sobre esta temática queda recogido en mi
trabajo «Fray Alonso de Burgos y el sínodo conquense de 1484»
(1995), y también en relación con las manifestaciones de
religiosidad cabría mencionar mi otro trabajo «Pobreza y
marginación en la Castilla bajomedieval. flotas sobre el ejercicio
de la caridad en Cuenca a fines de la Edad Media» (1995).
Contamos, asimismo, con algunos estudios sobre el tema referidos
ya a la Edad Moderna, pudiéndose citar, Entre otros, los de Sara
T. Nalle: God in La Mancha. Religious R3form and the People of
Cuenca, 1500—1850 (Baltimore, 1992); Miguel Jiménez Monteserín:
«Notas de sociabilidad religiosa: el culto a San Julián en
Cuenca» (1992); o A. López de Atalaya Albaladejo: «Una
reivindicación necesaria: algunas noticias indirectas relativas
a las emparedadas conquenses» (1990).
En lo que se refiere al desarrollo iilcial de la Inquisición
en Cuenca a fines de la Edad Media, y aunque este es también un
tema que en esta investigación apenas se abordará, cabría citar,
entre otros, los trabajos de Dimas Pérez Ramírez: «Los orígenes
de la Inquisición en Cuenca» (1982); Carlos Carrete Parrondo:
«La Inquisición y los clérigos judaizantes de Cuenca (1489-
1491)» (1979) y «Los clérigos judaizantes de Huete» (1982);
Y. Moreno Koch: «La comunidad judaizante de Castillo de
Garcimuñoz, 1489-1492» (1977), pudiendo señalarse también su
breve trabajo «El cementerio judío de Cuenca» (1985); y Juan
Blázquez Miguel: ¡fuete y su Tierra: un enclave inquisitorial
conquense (Huete, 1987), obra esta últinrn que, aunque se remonta
al siglo XV, ya se centra sobre todo en la Edad Moderna, al igual
que sucede con el libro de Mercedes García—Arenal: Inquisición
y moriscos. Los procesos del Tribunal ce Cuenca (Madrid, 1978)
Sobre los monasterios y conventos de la ciudad y diócesis
de Cuenca durante los siglos medievales son pocos los trabajos
con que contamos. Un estudio muy completo sobre la abadía
cisterciense de Monsalud puede verse en mi reciente y extenso
artículo: «Santa María de Monsalud. Reconstrucción histórica de
un cenobio cisterciense. Siglos XIiI—XVI» (1995). Cabe citar,
asimismo, los breves trabajos de Ignacic Omaechevarría: «Oríge-
nes de la Concepción de Cuenca» (1974) y E’. Javier Villalba Ruiz
28
de Toledo: «Propiedad y explotación del monasterio de Santa
Clara de Alcocer en la Baja Edad Media» (1994).
En lo relativo a los aspectos artísticos de la maltrecha
catedral de Cuenca son varias las obras existentes, aunque quizá
la más destacada sea la de Jesús Bermejo Díez: La catedral de
Cuenca (Barcelona, 1977), que por otro lado es la única de la que
he extraído algunos datos de interés. También hay que señalar que
acaba de finalizarse una Tesis Doctoral sobre la arquitectura y
fábrica medievales de la catedral conquerse, cuya realización ha
corrido a cargo de Gema Palomo Fernández (Universidad Autónoma
de Madrid).
Por último, dentro del ámbito eclesiástico y religioso, pero
ciñéndonos a un marco local muy concreto, debo aludir a mi
reciente libro El clero y la vida religiosa en ¡fuete durante la
Edad Media. Estudio y colección documental (en prensa), donde
abordo el análisis de gran diversidad d~ aspectos relacionados
con el tema, incluyendo asimismo, como el título indica, una
extensa colección de documentos hasta ahora inéditos de época
medieval, desde fines del siglo XII hasta comienzos del XVI.
Dejando ahora la temática eclesiástica, resulta ineludible
hacer un breve repaso a la producción bibliográfica fundamental
con que contamos en lo que atañe a los estudios concejiles y
nobiliarios.
Respecto a los primeros se debe citar ante todo el reciente
trabajo de Yolanda Guerrero Navarrete y José María Sánchez
Benito: Cuenca en la Baja Edad Media: un sistema de póder urbano
(Cuenca, 1994), que constituye la tan esperada monografía sobre
el concejo conquense durante el siglo XV. También de ambos
autores cabe mencionar: «La Corona y el poder municipal.
Aproximación a su estudio a través de la elección a procuradores
en Cortes en Cuenca y Burgos en el siglo XV» (1990). Además, de
José María Sánchez Benito también contamos con algunos otros
trabajos, entre los que pueden citarsa los siguientes: «La
fínancinanciación de la Hermandad de los Reyes Católicos en la
provincia de Cuenca» (1987), «Crisis de abastecimietos y
administración concejil. Cuenca, 1499—1509» (1991) y «La
sociedad urbana ante la guerra a fines de la Edad Media. El caso
29
de Cuenca en los conflictos militares de los Reyes Católicos»
(1991).
Siguiendo con la temática concejil deben mencionarse,
asimismo, los trabajos algo anteriores de María Dolores Cabañas
González, sobre todo La Caballería popular en Cuenca durante la
Baja Edad Media (Madrid, 1980), y tan.bién «Notas sobre los
monederos de Cuenca en el siglo XV» (1982), «La reforma
municipal de Fernando de Antequera en CuEnca» (1982) y «Ciudad,
mercado y municipio en Cuenca durante la Edad Media (siglo XV)»
(2985). De gran interés para el estudio del poder concejil
resulta ser, por otra parte, el reciente estudio de Pedro Luis
Lorenzo Cadarso: «Esplendor y decadencia de las oligarquias
conversas de Cuenca y Guadalajara (siglos XV y XVI)» (1994). Por
último, no debemos dejar en el olvido eL fundamental trabajo de
Paulino Iradiel Murugarren: Evolución de la industria textil
castellana en los siglos Xfl7I—XVI. jwactores de desarrollo,
organización y costes de la producción manufacturera en Cuenca
(Salamanca, 1974), obra básica para el estudio de la economía
conquense.
Finalmente, y pasando ya al ámbito de la temática nobilia-
ria, hay que aludir en primer lugar al excelente estudio que
sobre el linaje conquense de los Albornoz realizó hace ya años
Salvador de Moxó: «Los Albornoz. La elevación de un linaje y su
expansión dominical en el siglo XIV» (1972). Otros trabajos
importantes, ya más recientes, son los realizados por Ma
Concepción Quintanilla Raso, sobre todo su libro La ciudad de
¡fuete y su fortaleza a fines de la Edad Media (Cuenca, 1991), y
también sus artículos «Reflexiones sobre los intereses nobilia-
rios y la política regia en torno a Huete en el siglo XV»
(1988), «Huete, la patria del Halconero, a fines de la Edad
Media» (1988), y «El condado de Priego de Cuenca. Un ejemplo
de estrategia señorial en la Baja Edad Media castellana» (1992).
Por último, para el Marquesado de Moya contamos con un breve
estudio de Pilar Molina Gutiérrez: «La formación del patrimonio
de los primeros marqueses de Moya» (1989).
30
Capítulo preliminar
31
de una cifra situada en torno a los 700 habitantes. El propio El
3
Edrisí hace hincapié en la pequeñez del lugar
Cuenca se encontraba situada en un enclave natural de gran
valor estratégico. A ambos lados de ella había sendos cerros (son
los actuales cerro del Socorro y cerro de la Majestad) , y entre
cada uno de ellos y la ciudad discurría, al igual que hoy sucede,
un río. Se trata de los ríos Júcar y Huécar. En la cima de un
montículo central, entre ambos ríos y en una situación estratégi-
ca que la hacía prácticamente inexpugnable, se encontraba la
ciudad4.
Cuenca no sería conquistada hasta 11??, pero ya en 1172 se
había producido un asedio de la ciudad por parte de las tropas
cristianas, que finalmente fracasaría. Ente asedio, además, debe
ser puesto en relación con el sitio de Huete perpretado por los
almohades el mismo año, y que igualmente acabaría fracasando.
Por entonces Huete ya había pasado a manos cristianas, y la
importancia adquirida por la villa y su dilatado alfoz hasta el
Júcar se puso de manifiesto precisamente en dicho año de 1172,
cuando podía verse el progreso cristiano en la sierra de
Albarracín y Teruel; incluso Cuenca estaba a la vista de los
castellanos. Así, nada extraña que contra Huete se dirigiese todo
el poder de los almohades con su califa al frente, tan pronto
como se enteraron de la muerte del rey Lobo, ocurrida a fines de
marzo de ese año, el cual había dejado algunos castillos de su
reino en manos de sus auxiliares cristianos, concretamente 105
de Vilches y Alcaraz. Los almohades decidieron conquistar el
saliente fronterizo de Huete antes que apropiarse de Murcia y
Valencia.
3En el verano de 1172, al entrar el sultán almohade en CuEnca tras ser liberada de un cerco al que
había sido sometida por las tropas cristianas durante cinco meses, se mandó hacer el padrón de todos sus
habitantes, contándose 700 almas entre combatientes, mujeres, jóvenes y niños. Julio González, <<Repoblación
de las tierras de Cuenca>>, p, 188.
4Debido a esta situación el acceso a la parte alta de la ciudad siempre fue durante toda la Edad Media
tremendamente difícil, y aún lo seguiría siendo durante las centurias del Antiguo Régimen, hasta que a fines
del siglo XVIII o comienzos del siglo siguiente el arquitecto Mate López emprendiese la realización de toda
una serie de reformas urbanísticas destinadas a suavizar las inclina.isimas pendientes que conducían a la parte
alta de la urbe, haciendo de este modo más fácil el acceso a ella.
32
Los musulmanes sabían que Huete era una plaza fuerte situada
junto a un río. También conocían el defecto de la muralla de la
villa y desdeñaban su capacidad de resistencia. A fines de abril
de 1172 llegaron a la corte del califa lo; jeques familiares del
difunto rey Lobo con la sumisión, y le pidieron que organizase
una expedición contra los cristianos, haciéndole ver que Huete
era de nueva construcción y buena para los aprovisionamientos.
También le dijeron que sus muros no estaban defendidos, y que no
tenía puertas ni guardias de entrada. Ahí estaba el objetivo para
la campaña en vez de dirigirla primero a Cuenca: buena despensa
y fácil acceso.
Aquello de la muralla era verdad, pero precisamente el gran
volumen del animoso ejército musulmán salvaría a los cristianos
de Huete. Éstos, al saber que llegaba tanLaño peligro, construye-
ron en dos días un foso fuera del arrabal de la villa y colocaron
en él una empalizada, pero luego, ante el fácil asalto de los
musulmanes, se replegaron a su alcazaba, que aunque vieja era
inabordable. El amplio alfoz, en grar. parte, fue razziado,
agotándose sus existencias de pastos y sembrados. Pronto se
presentó a los sitiadores el problema de los abastecimientos,
obligándoles a retirarse por el camino <le Cuenca.
En pocas jornadas llegaron los alziohades a dos millas de
Cuenca, y pronto salieron a saquear los sembrados de los
cristianos, que tenían allí por conces:.ón del rey Lobo. En la
tarde del mismo día de llegada el emir entró con los jefes en la
alcazaba de la ciudad. Sin duda el ob.jetivo de la expedición
contra Huete consistía en liberar a Cuenca de la presión
castellana. Sabían los musulmanes que los cristianos habían
puesto sitio a la ciudad del Júcar en marzo, y cuando el ejército
almohade llegó el 25 de julio a ella el. asedio duraba ya cinco
meses. Así, la llegada de los almohades fue oportuna para la
ciudad, cuyos defensores se veían ya en las últimas, viéndose
obligados los cristianos a levantar el asedio5. Entre los
5Julio González, <<Repoblación de las tierras de Cuenca», Ip. 187-188. lIna descripción pormenorizada
de esta expedición que en 1172 realizaron los almohades contra Hueve y Cuenca puede verse en el artículo de
José A, Almonacid, <<De Huete a Cuenca con los almohades en 1172 ~An:ecedentes para la conquista de Cuenca>»,
en Cuenca revista editada por la Diputación Provincial de Cuenca), 28, semestre II (1986), pp. 7-38. Para la
realización de este trabajo el autor se basa fundamentalmente en la crónica del historiador musulmán Abó Marván
33
miembros de la expedición musulmana estaa Sahib Al-Sala, quien
nos ofrece una detallada descripción <Leí aspecto externo de
Cuenca en 1172:
pueda atacar esta ciudad más que por el dicho foso y por la al~buhayrahk
Abd al-Malik ben Muhammad ben Sáhib al-Salá conocida con el nombre de Al-Mann Ril-Imáma, y que ha sido
traducida del árabe por Melchor 14. Antuña.
6Sahib Al-Sala, Historia de los almohades, apart. 29. Tomado de José lfanuel Nieto Soria, «La fundación
del obispado de Cuenca>>, Pp. 112-113.
34
en los actos inmediatos a la ocupación as indudable. Con fecha
de 1 de octubre de 1177 expide un docimento por el que hace
donación al maestre de Santiago, Pedro Fernández, de unas casas
en el alcázar de Cuenca, además de otras posesiones, señalándose
en la data del documento: «Facta carta in Conca quando fuit
8
capta, Era M~ CCa XVa, kalendas octobris»
A lo largo de los interminables rueve meses que duró el
asedio el rey castellano, ayudado por ~l aragonés Alfonso II,
estuvo repetidamente tentado de abandonar la empresa. Las
características de inexpugnabilidad de la fortaleza conquense,
la falta de colaboración en lo económico de la nobleza castella-
na, amén de otras circunstancias de carácter coyuntural, fueron
elementos que incidieron de forma negativa en el ánimo del
monarca. Buen ejemplo de estas dificultades económicas nos lo da
la reunión tenida en Burgos por el rey con los representantes de
la nobleza con el fin de obtener nuevos subsidios destinados a
la ocupación de Cuenca. Todo el apoyo dil rey en este trance se
vería reducido a la persona de su alférez mayor, Diego López de
Haro, faltando poco para llegar al entrentamiento armado con una
9
amplia representación de los nobles
Finalmente Alfonso VIII, además de contar con el apoyo del
monarca Aragonés Alfonso II, también btendría ayuda para su
empresa por parte de las Órdenes militares de Santiago, Calatrava
y seguramente también del Temple10. Entre los prelados asisten-
tes al asedio cabría citar a Joscelmo, obispo de Sigúenza~, y
es probable que también acudiesen los obispos de Burgos, Ávila
y Palencia. De entre la representación nobiliaria debe destacarse
la presencia de don Pedro Ruiz de Azag:a, señor de Albarracín,
entre otros, no faltando tampoco algunos representantes de la
8
ARN, Ordenes Xílitares-?Iclés, carp. 4, nO 1. Vid. José Manuel &ieto Soria, «La fundación,,.>>, p.
111. Sobre los avatares acaecidos durante el asedio de la ciudad y os elementos feudales que concurrieron en
el mismo puede verse el trabajo de H. Grassotti: <<El sitio de Cuelhca en la mecánica vasallático-señorial de
35
nobleza aragonesa’2. El cardenal Jacinto fue el encargado de
promulgar la cruzada, prestando de este modo su auxilio al
monarca castellano13
Sobre la dureza del asedio realizado por las tropas
cristianas durante estos nueve meses resulta en cierto modo
ilustrativa la descripción que al respecto nos ofrece la Primera
Crónica General:
“Grandiusculus autem fac tus idem rex cepit viriliter agere et confortari
in domino et exercere iusticiam quam semper dilexit et potenter et sapienter
exercuit usque in finem vite sue. In adolescenti.2 constitutus obsedit Concam,
quam longo tempore tenuit obsessam, et per gram dei expugnavit eam et cepit,
quam per industriam suam dignitate pon tificali cecoravit, et est hodie una de
nobilioribus et munitioribus natura et arte civitatibus regni Castelle... ~l5
‘2Trifón Muñoz y Soliva, Noticias de todos los ilustres obspos..,, pp, 63-68.
‘6Una copia de esta obra, sin lugar a dudas apócrifa, puede rerse en la Real Academia de la Historia,
Colección Velázquez, vol. XL
36
falsa esta obra17, e igual opinión es la que manifiesta Muñoz y
Romero, quien señala que hay que dudar de la autenticidad de esta
obrita escrita en romance al existir en ~dla ciertas voces nunca
usadas en la Edad Media, por lo que probablemente se trate de una
obra apócrifa escrita en tiempos modernos 18 Aún menos verosimi- .
‘9Esta leyenda ya la recoge el padre Francisco Escudero en su Vida y milagros de San Julián, f. 22,
aludiendo a ella del siguiente modo: <<. aunque en el modo de tomada ay memoria y tradicion muy antigua en
.
esta ciudad de padres a hijos differente de la que havemos dicho Y es que viendo el rey que Cuenca era
inexpugnable por su fortaleza, y en aquel tiempo no se havia hallade polvora y artilleria para podella batir,
uso de este ardid que se concerto con un pastor christiano, llamad< Martin Albaja, captivo que guardava los
carneros del rey moro, el qual les dio los carneros y se cubrieron Los soldados con los pellejos, y entraron
por un puerta falsa, que oy dia se muestra, la qual guardava un moro viejo y ciego, y solia tentar de noche
quando se recogían los carneros a la fortaleza, y quando entraron l’s soldados cubiertos con los pellejos se
engaño pensando que eran carneros, y lo mataron a el y a los que giardavan la fortaleza>>. Al hablar de una
puerta falsa se está refiriendo a la Puerta de San Juan, por la cu~¡l según la tradición habrían entrado las
tropas cristianas al conquistar Cuenca, cosa que poco o nada tiene que ver con la realidad.
:37
Sobre ello y todo el empeño que puso Alfonso VIII en favorecer
el desarrollo de la ciudad que acabatia de arrebatar a los
almohades nos ha dejado un vivo testimonio la ya mencionada
Primera Crónica General:
“Et despues que fue suya et en su poder dEste noble rey don Alffonsso
de Cas tiella, guarnesgiola de todas las cosas q~e mester fueron, et fizola
gipdad real qual ella meresgie. Assento en ella catedra de la fe, esto es,
síella de obispo de la ley de Cristo; exalto en ella nombre de obispo; ayunto
en ella pueblos de muchas partes, et fizo y pueblo de grandega, et establesgio
en ella fortaleza de firmedumbre, et onrro en ella palagio de fermosura. Diol
aldeas que fuessen suyas, enssanchola de muchos pastos, algo en alto los muros
della, gercola de fortaleza segura et cresgio elia en gipdad de muchudumbre,
enssanchada en terminos de pueblos... 22
23Julio González, <<Repoblación de las tierras de Cuenca>>, MM, 12 (1982>. Sobre el mismo tema también
pueden verse las páginas que dicho autor le dedica en su Repoblación de Castilla la Nueva, 2 vols., Madrid,
1975-1976, e igualmente útil resulta, sobre todo para los siglos posteiiores, el trabajo de María Emma Espoille
de Roiz, <<Repoblación de la Tierra de Cuenca. Siglos XII a XVI>>, A~M, 12(1982), Pp. 205-239.
38
1-De La Alcarria a La Mancha
39
2-Valle del Júcar
40
Mantiel, Cereceda, La Puerta, Viana, Solanillo, Peralveche,
Arbeteta, Palomarejo y Huerta Vellida (17 de enero de 1190).
Además de esto, el concejo compró otros términos. Al morir el
conde Pedro Manrique, el de Tragacete por 4000 mrs, confirmándolo
el rey con reserva de la sal, y también compró la aldea de
Albaladejo al monarca por 2000 mrs (15 de diciembre de 1208).
En lo referente a la amplia dotación de bienes y tierras
para la nueva Iglesia conquense,aunque este es un tema que será
analizado detenidamente páginas adelante, cabe destacar, entre
otras, las siguientes donaciones regias: los castillos de Peñas
Alcatenas y Peralveche, el 24 de febrero de 118224; la aldea de
Huerta con todos sus términos, el 14 de noviembre de 118325, y
la de Abia el 24 de diciembre del mismc ano 26; los castillos de
Monteagudo y Paracuellos, el 12 de abril de 118727; Pareja con
sus aldeas, cuya posesión será confirmada el 11 de abril de
119828. Se trata en todos los casos de centros de población que
pasarían a convertirse en señoríos jurisdiccionales del obispo
y cabildo catedralicio conquenses. De este modo el monarca
trataba de animar a estos últimos a integrarse plenamente en la
actividad repobladora y favorecer su impulso, concediéndoles los
derechos más amplios en aquellos puntos cuya repoblación le
interesaba potenciar. De este modo la IgLesia quedaba inmersa de
lleno en el proceso repoblador y se convertían en un componente
activo del mismo.
Otro ámbito de repoblación fue el cLe Alarcón, ocupada poco
después de 1184. El monarca la fortificó y dispuso su población
siguiendo el modelo de Cuenca y dotando a su concejo con muchas
aldeas, puesto que el casco urbano era de reducida capacidad.
Para reforzar más la defensa fronteriza y, al mismo tiempo,
recompensar servicios, el rey don Alfonso entregó un término no
caj. ~, nP 6.
41
pequeño a otro magnate, don Diego López de Haro, el cual no
tardaría en poblar allí la villa a la que puso el nombre de Haro,
y que sería dotada pronto con media docena de aldeas y con el
Fuero de Cuenca. De este modo, con la repoblación del alfoz de
Alarcón, proyectado en La Mancha hacia la actual provincia de
Albacete, quedaban las tierras conquerses organizadas en lo
fundamental.
42
anteriores pobladores, aunque es probable que perdurasen algunos
aspectos de la organización musulmana. El número de pobladores
musulmanes o judíos que permanecieron debió ser pequeño, sobre
todo en comparación con los nuevos contingentes de pobladores
cristianos que iban llegando.
La vida se estructuró de nuevo sobre contados núcleos
urbanos, que vieron ampliar su solar a:. recibir una población
mayor que la de época musulmana. En Cuenca se inició pronto el
arrabal, del cual antes había carecido. En Huete, fuera de la
parte fortificada de antes, se desarrollé con cierta amplitud una
villa típicamente extremadurana. Respecto a Moya y Alarcón, no
consta que hubiesen tenido importancia antes de su repoblación.
Un indicio del volumen o categoría alcanzada por tales
núcleos puede verse en el número de collaciones a que pronto
habrían de llegar, básicas para la organización concejil: 13 en
Cuenca (14 desde principios del XV), más que en Guadalajara,
Madrid o Talavera, diez en Huete, se:.s en Uclés, cuatro en
Alarcón y otras tantas en Moya, y tres en Requena. Las advocacio-
nes que llevan sus iglesias eran las usuales en Toledo, Castilla
la Vieja y en la Extremadura castellana. La de Santa María
aparece en todas, y se repiten de diversa forma las de San
Salvador, Trinidad, San Juan, San Pedro, San Andrés, San Nicolás,
Santo Domingo, San Esteban y San Vicente.
Las collaciones de Huete acusan, por su situación y por su
título, que los núcleos correspondientes; se formaron con cierta
autonomía por los pobladores agrupados según procedencias: así,
allí se dan tres collaciones de Santa María (una la de Castejón,
otra la de Atienza y otra la de Lara) y dos de San Nicolás (la
real de Medinaceli y la de Almazán), concordando ello con los
nombres de las puertas de las murallas más cercanas.
Respecto a la procedencia general de los pobladores, los
datos que pueden hallarse en los documentos de los primeros años
indican una considerable afluencia de pobladores de tierras
castellanas. Además, en esta concurrenci.a de pobladores también
influiría parcialmente la comarca del viejo solar en que gozaban
tenencias los magnates honrados con algunas posesiones en las
tierras de Cuenca: Haro, Lara, Cameros, Girones y Téllez de
43
Campos. En segundo lugar acudieron de la Extremadura castellana.
No extraña la ausencia de musulmanes, pero puede parecer raro el
silencio respecto a los mozárabes, y elíD a pesar de que todavía
los del reino de Toledo eran numerosos y de que los primeros
obispos conquenses procedieron de la ciudad del Tajo. Debe
destacarse, por otro lado, la presencia de un grupo de francos
asentados en Cuenca, tales como W.Dnat, W. Brun, Palol,
Mauricio, Juan de Tenga, Ademar, Raimundo de Blaya y Bernal,
zapatero (1185).
En cuanto a los judíos que acudiero~~ a las pueblas conquen-
ses, probablemente procedían más de la cuenca del Duero que de
Toledo. Aunque en menor medida también parece claro que entre los
nuevos pobladores pronto se vieron moros, de dos formas: unos,
los cautivos, a los que aluden el Fuero y otros documentos; otra
forma era la de los moros de paz que acudían a tierra cristiana
por razones mercantiles o laborales, entre los cuales, como entre
algunos cautivos, podían darse los conversos o tornadizos a que
alude el Fuero de Cuenca.
Entre las normas más generales y apreciadas de los castella-
nos que se impusieron en las tierras conquenses estaban las
relativas a la facultad del peón para ¿irmarse caballero, a la
igualdad jurídica del noble con el villano, a las transmisiones
de bienes sin sujección a mañería y a la prohibición de enajenar
bienes raíces a favor de nobles o de la Iglesia; de esta última
se conocen privilegios y también protestas concejiles contra la
liberalidad regia.
Los textos de los fueros conquensef; tendieron pronto a la
uniformidad. El más antiguo era el de Fuete, hoy perdido, con
vigor en su alfoz hasta Beteta. Probablemente no difería mucho
del texto dado como «foro optimo» en 1121 a Belinchón, el cual,
sin aludir a esta localidad, fue otorgado por el maestre y el rey
a Liclés en 1179, a Zorita en 1180 y a Extremera en 1182. Por eso
lógicamente, el mismo Fuero de Huete se daría al principio a
Cuenca, sobre la cual consta que tuvo un Fuero primitivo al que
alude una escritura en 1185. Este texto, como el primitivo de
Huete, se perdería, dando paso al texto extenso y ordenancista
que tradicionalmente se conoce como Fuero de Cuenca, redactado
44
posteriormente, ya en el siglo XIII, y que pronto alcanzaría gran
difusión en otras tierras29
Finalmente, ya solo queda apuntar algunos breves datos sobre
la orientación económica inicial de los nuevos territorios
incorporados, que se relaciona también con la extremadurana,
apreciable más que en la agricultura en la ganadería y cuidado
de los recursos naturales, para lo cual pronto se organizaría el
servicio de los caballeros de la si~rra. Esta orientación
repercutió en la ciudad desde un princiFio, especialmente en el
abastecimiento de carnes <documentado ya en el siglo XII), cueros
que pronto dieron ocasión para el desarrollo de la artesanía de
la piel, y lanas que alentaron el desa:rollo de una industria
textil. Esta última, además, iría indL;olublemente unida a un
creciente desarrollo de la molinería hidráulica desde fines del
siglo XII, en el cual el cabildo catecLralicio conquense y la
Orden de Santiago jugarían un primordial papel30.
Si la ganadería proporcionaba materia para los molinos
traperos y la actividad textil, había en cambio un producto
serrano con escasa repercusión en la ciudad: la extracción de
madera de los pinares que ya había sido apreciada en la época
musulmana, durante la cual se enviaba por el Júcar a puerto para
la construcción naval en el Mediterránec. Desde la conquista de
Cuenca y de la Sierra, aunque se hubiera intentado incluir la
madera en las relaciones mercantiles con los musulmanes, lo
impedirían las prohibiciones vigentes or tratarse de madera
29Para el Fuero de Cuenca contamos con la magnífica edición crítica que hace ya más de medio siglo
realizara Rafael Ureña, El Fuero de Cuenca, Madrid, 1935. Otra ed:.ción más reciente, consistente en una
tradwcción al castellano del texto latino contenido en la «Forma Sistemática» de la edición de Urefla, es la
de Alfredo Valmaña Vicente, El Fuero de Cuenca, Cuenca, 1978. Por otro lado, la bibliografía existente en torno
a este importante código legal es extensa, pudiendo citarse, entre otr¿s, las siguientes obras: Rogelio Sanchíz
Catalán, Apuntes sobre el Fuero municipal de Cuenca y sus reformas, Cuenca, 1897; 1. Caruana Gómez de Rarreda,
<<La prioridad cronológica del Fuero de Teruel sobre el de Cuenca>>. ANDE, 25 1955>, Pp. 791-797; Alfonso
María Guilarte, <<Cinco textos del Fuero de Cuenca sobre la potestas ¡arentum», en Homenaje a Ramón Carande,
II, Madrid, 1963; Níceto Alcalá-Zamora y Castillo, <<Instituciones judiciales y procesales del Fuero de
Cuenca>>, AEN, 12 (1982), pp. 59-132; Ana Maria Barrero García, <<El proceso de formación del Fuero de
Cuenca>>, AEM, 12 (1982), Pp. 41—58, y <<La familia del Fuero de Cuenca>>, ANDE, 46 (1976), pp. 713—725;
Salvador Claramunt Rodríguez, <<La mujer en el Fuero de Cuenca>>, AE~, 12 (1982), Pp. 133-147; Jean Gautier
Oalché, <<Formes et organisation de la vie rurale dans le Fuero de Cuenca>>, AM, 12 (1982), Pp. 149.165;
Manuel Riu, <<Agricultura y ganadería en el Fuero de Cuenca>>, ¡lEN, 2 (1982), PP. 167.181.
30Sobre este tema resulta muy ilustrativo el trabajo de San :iago Aguadé Nieto: «Molino hidráulico
y sociedad en Cuenca durante la Edad ~Iedia(1177-1330(>>, AM, 12 (V821, Pp. 241.277.
45
destinada a la construcción de barcos. Sin embargo renació el
trabajo de las extracciones madereras, enviándolas por el Tajo
hasta Toledo y abriendo de este modo un amplio y duradero
mercado, aunque se restableciesen las exportaciones por el Júcar
después de la conquista de Valencia.
Por último, y a pesar de la ya mencionada importancia de la
ganadería, también debe hacerse mención de un paulatino desarro-
lío de la agricultura, dentro del cual, junto al cultivo de
huertas en las proximidades de los principales núcleos de
población, la orientación cerealística será predominante.
46
Albarracín—Segorbe, y con los de Santiago por las de Zamora,
Salamanca y Plasencia31.
Tratar de determinar una fecha exacta para el momento de
fundación del obispado de Cuenca no constituye una tarea fácil,
y de hecho son varias las hipótesis emitidas al respecto por
parte de diversos autores, entre las cualEs quizá la más acertada
sea la formulada por Antonio Chacón, actual canónigo—archivero
de la catedral conquense, que tiene a st. favor el haber podido
manejar de primera mano las tres bulas originales de Lucio III
por las que se instaura la nueva diéce~3is, lo cual otorga un
sólido respaldo a sus argumentos.
Según este autor, las bulas en las que se concede la anexión
de las antiguas sedes visigodas de Ercávica y Valeria a la de
nueva creación de Cuenca han de fecharse el 1 de junio de 1182,
y para afirmarlo se basa en el hecho de que, dado que la bula en
que Lucio III autoriza el nombramiento cje los nuevos canónigos
se fecha con seguridad el 15 de mayo de 1183, es lógico pensar
que las bulas concediendo la anexión de las antiguas sedes
visigodas, y que están fechadas en Velletri a 1 de junio (sin
indicación de año), hubiesen sido emitidas el año anterior. Lucio
III estuvo en Velletri de marzo de 1182 a fines de septiembre de
1183, y por tanto pudo haber emitido estas dos bulas el 1 de
junio de 1182. No obstante, aunque parece muy poco probable,
cabría la posibilidad de que lo hubiera hecho en íí8332.
Lo que sí es cierto es que se consex-van tres bulas origina-
les de Lucio III, encontrándose custodiadas en el Archivo
Catedralicio de Cuenca. Dos de ellas fueron enviadas por Lucio
III a Alfonso VIII y al obispo electo do:~ Juan Yáñez concediendo
la unión de Ercávica y Valeria en favor de la nueva diócesis
conquense, y se han de fechar en Velletri a 1 de junio de 1182
(quizá l183)~~. Del carácter fundacional de este acto sirva como
ejemplo el texto de la bula enviada por el papa a Alfonso VIII:
texto íntegro de estas bulas está publicado por Anton.o Chacón, op. cit., docs. nQ 1 y 2.
47
‘Lucius episcopus, servus servorum Dei. Karissimo in Christo filio A.
Illustri regi Castelle, salutem et apostolica.n benedictíonem. Sicut per
excellentie tue triumphales et magnificas actiines sancte christianitatis
termini dilatantur, sic decet nos omnimodis esse sollicitos ut in locis illis
de qui bus inimicos crucis Christi per sudores bellicós exturbasti, religionis
et fidel cultura succedat et ubi per te sumpalt domina tio christiana
principium atabile ponat Christi eccíesia fundamentum, hinc est quod concemsem
civitatem que per victoriam tíbi favore celestis numinis atributam a dominio
liberata est paganorum et ad cultum sancte chr:.stianitatis adducta, honore
duximus episcopii sublimandam, statuentes ut a-chabricensís et valeriensis
episcopa tus auctori tate apostolica in unwn redacti, cariz eos ad christianitatem
con tigerit auctore domino revocan, concensi epis copa tui cum suis ubique locís
et terminis diocesana lege subdantur. Ea vero l~ca que iam sunt mfra eorum
terminos conquisita, vel post hec acquirí conti~enit, praedicto episcopatui
eadem lege decernimus amodo subiaceret qua tena:; ex hoc eL christiane fidei
gloria, ¿eta iugíter incrementa suscipiat, et tu? magnificentia pietatis, dum
ex his que retro acta sunt iocunda in domino exultatione reficiatur, in
anteniora sempen feliciten extendatur. Daturn Velletri kl. ¿unu
341b1d., doc. nQ 1.
35E1 texto de esta otra bula también está publicado por Adonio Chacón, op. cit., doc. nQ 3.
48
diócesis al arzobispo toledano, aunque hasta ahora no ha sido
37
hallada en ninguna parte
Lo que sí parece evidente es que el. pontífice actuó en todo
momento, respecto a la fundación del obispado, secundando las
iniciativas del monarca y del arzobisio de Toledo, sin poner
ninguna objección por el hecho de que la nueva creación episcopal
pudiera contravenir la tradicional organización eclesiástica
peninsular procedente de la época visigo ja, organización que, por
otra parte, ya se había visto alterada con motivo de anteriores
fundaciones.
Un caso típico de unión de antiguas sedes visigodas fue el
de Cuenca, en cuyo obispado se trató de unir, al menos en teoría,
las sedes de Ercávica y Valeria. La fuente que entonces venía a
legalizar esta unión era la llamada División de Wamba o Liber
Itacii, obra que hoy es considerada por la mayoría de los autores
como una falsificación. Lo cierto es que vino muy bien a la hora
de proteger los intereses del arzobispo toledano de cara a la
defensa de su primacía, consiguiendo la creación de varias sedes
sufragáneas suyas esgrimiendo ante la. autoridad romana este
documento. Es sobre la base de este texto como se produce la
creación del obispado de Cuenca, a pesar de lo cual éste no se
va a ajustar en absoluto a los límites que se señalan en la
División de Wamba, dado que al fundar la nueva diócesis no se
aludirá a la antigua sede de Segóbriga, que geográficamente era
la más próxima a Cuenca. Ello fue debido a que en 1176 el
arzobispo toledano don Cerebruno había reconocido a la sede de
Albarracín como sucesora de la antigua sede segobricense, y es
por este motivo por lo que, aunque administrativa e históricamen-
te fuera erróneo, la sede conquense debía aparecer únicamente
como sucesora de las antiguas sedes de Valeria y Ercávica38.
En el proceso de organización del obispado recién creado
destacará como primer hecho señalado la constitución del cabildo
catedralicio, para lo cual el electo dor Juan Yáñez, tal como ya
se dijo, había recibido autorización de Lucio III a través de una
38José Manuel Nieto Soria, <<La fundación del obispado de uenca>>, Pp. 10-11,
49
bula fechada el 15 de mayo de 1183. Poco después, el 28 de julio
del mismo año, el obispo don Juan procede:Áa a la institución del
cabildo catedralicio, compuesto inicialmente por 16 canónigos
regulares que no tardarían mucho tiempo en secularizarse39.
LLama la atención la procedencia geográfica de los nuevos
canónigos, predominantemente burgalesa, aunque también habrá
representantes de Soria y León. Estas procedencias geográficas
hay que encuadrarías dentro de las características propias de la
repoblación conquense en lo que se refiare a la procedencia de
su nuevos habitantes, muchos de ellos burgaleses y de zonas
próximas de la Meseta Norte.
En cuanto a las dignidades que pronto pasarían a formar
parte del nuevo cabildo catedralicio, cabe señalar que en un
principio fueron ocho: prior, que en seguida será sustituido por
el deán; arcediano de Cuenca; arcediano le Huete, que ya existía
antes de la conquista de Cuenca como dignidad dependiente del
cabildo catedralicio toledano; arcediano de Alarcón; arcediano
de Cañete, que en abril de 1215 ya había sido sustituido por el
de Moya; chantre; maestrescuela; tesorero. Estas dignidades ya
comienzan a figurar en la documentación de principios del siglo
XIII, pero es probable que se creasen muy poco después de la
institución inicial de cabildo catedralicio, dado que en la
mencionada bula del 15 de mayo de 1182 el papa también había
autorizado al electo don Juan para la creación de las primeras
dignidades. En cuanto a su número inicial, ocho, cabe decir que
permanecerá invariable hasta comienzos del siglo XV en que se
instituyan las abadías de Santiago y de la Sey. como nuevas
dignidades. Por último, respecto a los racioneros, ya se hace
mención de ellos en los estatutos gua otorgó San Julián al
cabildo en 12020, siendo también probable que su creación se
remonte al pontificado de don Juan Yáñez, aunque sobre ello no
nos ha quedado testimonio documental alguno.
documento de creación del primer cabildo catedralicio iuede verse en Antonio Chacón, <<Las bulas
de fundación...>>, doc. ng 4.
50
Otro aspecto de importancia fundanental en los momentos
iniciales de existencia de la nueva diócesis es el que viene dado
por la creación de las primeras iglesias parroquiales, aspecto
éste que siempre marchará indisolublemente unido al proceso
repoblador. Por entonces la parroquia ya se estaba convirtiendo
en todo Occidente en una célula básica Lanto en lo que atañe a
la organización eclesiástica, administración de los sacramentos
y cobro de diezmo como en lo referente al encuadramiento social
y geográfico de los diferentes grupos de individuos, siendo esto
último mucho más acusado en el medio rural que en el urbano.
En la mencionada bula del 15 de mayo de 1183 el electo don
Juan Yáñez también había recibido autor½ación de Lucio III para
organizar las iglesias de Cuenca y otorgar beneficios eclesiásti-
cos. Si exceptuamos la parroquia de Santa María La Nueva, sobre
la cual se sabe con certeza que fue instituida como tal en 1403
por el entonces obispo de Cuenca don Juan Cabeza de Vaca, se
desconoce el momento exacto en que fueron erigidas cada una de
las restantes trece parroquias de la ciudad, con sus respectivas
collaciones, dado que no se ha conservadc ningún documento en que
ello conste. A pesar de todo, no parece arriesgado afirmar que
su establecimiento tuvo que haber tenido lugar muy poco después
de la conquista de la ciudad y fundacidn del obispado, para de
este modo atender a las demandas religiosas y necesidad de
encuadramiento social y administrativo de los contingentes de
pobladores que fuesen llegando a la ciudad. Así, pues, es muy
probable que a principios del siglo XIII, o como muy tarde a
mediados de dicha centuria, el número de :ollaciones parroquiales
de Cuenca fuera ya de trece, sobre todo si tenemos en cuenta que
por las mismas fechas aparece documentado, como lineas abajo se
verá, que en un núcleo de población cn menos habitantes que
Cuenca, como era Huete, el número de parroquias era ya de diez.
Las trece parroquias que inicialmerLte hubo en Cuenca fueron
las siguientes: San Pedro, San Nicolás, San Miguel, Santa María
(catedral), cuyas funciones específicamente parroquiales se
51
41
desempeñarían en una capilla del templo catedralicio San ,
Martín, Santa Cruz, San Gil, San Esteban, San Vicente, San
Salvador, Santo Domingo, San Juan y San Andrés. Las advocaciones
que llevan estas iglesias eran las usuaLes en Toledo, Castilla
La Vieja y en la Extremadura castellana, de donde procedían la
mayor parte de los repobladores, a los cuales, a medida que iban
llegando, se les distribuía más o menos por igual y en función
de su origen y dedicación entre las diversas collaciones,
dándoseles casas y tierras de cereal o huertas en los términos
que se asignaban para cada collación en el alfoz de la ciudad.
Respecto a las parroquias de la villa de Huete, el segundo
gran centro de población de la diócesis, en este caso sí que está
documentado que para el año 1225 su número era ya de diez, siendo
las siguientes: Santa María de Atienza, Santa María de Castejón,
Santa María de Lara, San Nicolás de Medina, San Nicolás de
Almazán, Santiago, San Pedro, La TrinLdad, San Miguel y San
42
Esteban Con todo, aunque la primera mención documental de
.
estas diez collaciones date de este año, parece más que probable
que ya se hubiesen comenzado a establecer desde mediados del
siglo XII, tras la conquista de la vilLa por Alfonso VII y de
forma paralela al desarrollo del procesq repoblador. Tal como ya
se dijo, en un momento inicial el arcedianato de Huete que
integraba todo el amplio alfoz de la villa era dependiente de la
metrópoli toledana, pero tras la conquisi:a de Cuenca y estableci-
miento en ella de la nueva sede episcopal pasaría a integrarse
dentro del territorio dependiente de la nueva diócesis conquense,
desvinculándose de este modo de una dependencia directa hacia
Toledo.
Junto a este establecimiento de las parroquias urbanas, y
estrechamente unida al proceso repobLador, también se iría
41Hacía fines del siglo XIV o principios de la siguienre centuria sabemos que estas funciones
parroquiales de la catedral pasaron a desecmpeñarse en la capilla de Santiago fundada por el obispo don Álvaro
Martínez, por lo que desde entonces a esta capilla se la denominaria también como parroquia de Santiago.
42ACC, Estatutos, privil. XLV, ff. 13v.lúr. Se trata de ur documento fechado el 8 de marzo de 1225
a través del cual el obispo electo de Cuenca don Lope realiza un a’:uerdo con el concejo y con el cabildo de
los clérigos de Ruete de cara a tomar medidas para evitar que s~ viole la inmunidad eclesiástica en las
parroquias de la villa. En el documento se hace mención de las diez collaciones parroquiales con que contaba
¿fuete.
52
configurando, con algo más de lentitud, La red parroquial rural
de la diócesis, en cuyo establecimiento, tal como más adelante
se verá detenidamente, la incipiente señorialización, los
concejos y la Orden de Santiago jugarán urL importante papel junto
al fundamental desempeñado por el obispo y cabildo catedralicio.
De este modo se irá configurando una red parroquial rural
estructurada en arcedianatos, arciprestazgos y vicarías.
Otra cuestión que hay que apuntar, aunque será desarrollada
ampliamente más adelante, es la que concierne a la marcada
jerarquización que dentro del estamento clerical se observará
desde un primer momento. Así, la cúpula estará representada por
el obispo y cabildo catedralicio, este último fuertemente
jerarquizado en su seno. El siguiente escalafón vendría dado por
los clérigos beneficiados parroquiales de Cuenca y Huete, muy
pronto agrupados en sendos cabildos para la defensa de sus
intereses, mientras que un nivel inferior sería el constituido
por los clérigos beneficiados rurales que normalmente estaban en
desventaja de privilegios con respecto a los anteriores. Los
servidores del cabildo catedralicio, capellanes, clero no
beneficiado y familiares de canónigos constituirían el escalafón
más bajo dentro de esta jerarquía cler:.cal. Todo ello pone en
evidencia la enorme diversidad de niveles de poder existente
dentro del propio estamento clerical, lo zual podría interpretar—
se como un reflejo en lo eclesiástico de la tendencia a la
jerarquización que también se daba en la sociedad laica.
Sobre los límites territoriales de la nueva diócesis durante
su etapa inicial de existencia, en pu-imer lugar habría que
señalar un ensanchamiento del obispado por el lado oriental hasta
Moya, ya en los límites con el reino de Valencia y el obispado
de Albarracín, así como hasta las proximidades de Requena y
Utiel, que finalmente serían incorporadas tras su conquista en
l238~~, y La Roda, que vendría a ser su extremo suroriental. Por
lo que se refiere al lado oeste, su límite máximo vendrá dado por
Santa Cruz de la Zarza y la archidiócesis de Toledo. El límite
esta expansión del obispado hacía el este resulta evidelte la intervención de factores políticos,
pues el paso a la jurisdicción conquense de las localidades de Requena y Utiel está en plena consonancia con
la política castellana tendente a una expansión oriental.
53
norte lo marcarán el propio obispado de SigUenza y el río Tajo,
mientras que la frontera sur estará dada por los límites con la
tierra de los musulmanes44.
Pero también hay que observar la presencia de no pocas
anomalías en la delimitación territorial del nuevo obispado. Los
límites con la archidiócesis de Toledo durante esta etapa inicial
nunca estarían demasiado claros45 y, con respecto a la diócesis
de Albarracín, en teoría la frontera se situaba en la serranía
de Cuenca, pero también en este caso observamos una anomalía en
cuanto que la localidad de Cañete pasará a jurisdicción del
obispado conquense en 1190, y ello a pesar de encontrarse al otro
lado de la serranía conquense. En lo que se refiere al límite con
el obispado de Sigúenza, hay que señalar que el monasterio de
Ovila, si bien eclesiásticamente dependía del obispo de Sigilenza,
una buena parte de su dominio se encontraba dentro del obispado
46
conquense Con todo, una vez establecidos durante esta etapa
.
proximidad inicial de este limite sur con las tierras musulmanas es evidente. Gregorio IX, eh
1234, y el papa Inocencio IV, en 12k?, dieron la facultad al obispo de Cuenca para absolver a varios de sus
fieles que, aprovechando su cercanía respecto a los musulmanes, se dEdicaron a la venta de armas, José Manuel
Nieto Soria, <<La fundación.,,>>, p. 16.
45Más que una cuestión de límites, lo que el arzobispo de Toledo llegaría a poner en duda fue la misma
validez de la anexión de los antiguos obispados de Ercávica y Valerh al de Cuenca, problema que acabaría por
dar lugar a un litigio entre la sede toledana y su sufragánea conquense en 1220. Dado lo escasamente poblada
que estaba la zona de Cuenca en el momento de su ocupación, el arzobispo de Toledo no puso ningún reparo en
unir las antiguas sedes de Valeria y Ercávica en una sola. Es a partir de 1215 cuando, pensando en los propios
intereses de la mitra toledana, el arzobispo tratará de conseguir la desmembración del obispado conquense,
reclamando para si toda la parte occidental del mismo. Pero fraca~aré en su intento al darse en 1220 una
resolución contraria a sus intereses por el tribunal eclesiástico formado al efecto y presidido por el obispo
de Burgos. AHN, Estado, leg. 3190, nO 3, ff. 29v-33v, Vid. José Manuel Nieto Soria, <<La fundación...>>, p.
16.
54
y el del arzobispo de Toledo, mientras que, en principio, el
Papado aparece como aceptando la existencia de tales intereses.
A partir del momento de la fundación, Alfonso VIII y sus
sucesores van a encontrar en los obispos de Cuenca colaboradores
asiduos e interesados en una actividad de importancia fundamental
en el desarrollo político del reino de Castilla: la repoblación
de las tierras recién incorporadas. Además de ello, pronto
veremos también a los obispos conquenses colaborando con la
Monarquía en otro tipo de actividades de diversa índole relacio-
nadas con la política y gobernación del. reino. De este modo la
fundación del nuevo obispado, sin negar su significación desde
un punto de vista estrictamente eclesiástico, también debe ser
interpretada como un hecho de marcada relevancia política, social
y económica.
55
Primera parte
LA INSTITUCIÓN EPISCOPAL
57
nantes factores de carácter político y social que deben ponerse
muy en relación con la propia dinámica evolutiva de la Iglesia
occidental y con el desarrollo histórico de la Realeza y sociedad
castellana. Así, en la elección de los obispos de Cuenca durante
la Edad Media, junto al escaso papel que en la práctica desempeñó
inicialmente el cabildo catedralicio, fue mucho más determinante
el que jugaron la Monarquía castellana, el Papado y en ocasiones
los arzobispos de Toledo.
En el canon 24 del IV Concilio de Letrán se establecieron
claramente las tres formas básicas de elección de obispo por el
cabildo catedralicio: .ccquasi per inspirationem», por sufragio
de la «maior vel senior pars» y mediante el sistema de
compromisarios. A su vez, en Castilla las Partidas también se
harían eco de toda esta tradición legislativa de origen conciliar
sobre el papel desempeñado en las elecciones episcopales por los
cabildos catedralicios y sobre los tres tipos de elección arriba
mencionados .Una vez que dicha elección era llevada a cabo
dentro de un plazo máximo de tres meses desde la muerte del
obispo anterior, tal como establecía el Derecho Canónico, el paso
siguiente era la aceptación por el electo y por el metropolitano
de Toledo, procediéndose después a su consagración y, si se daba
el caso, a la correspondiente confirmación pontificia.
Las únicas elecciones efectivas tedricamente realizadas por
el cabildo catedralicio conquense sobre las que nos ha quedado
constancia documental fueron las de don Pedro Lorenzo en 1261,
don Gonzalo Pérez Gudiel en 1273, don Gonzalo García Gudiel en
1280 y don Gonzalo Díaz Palomeque en 12B9. En todos estos casos
el sistema elegido fue el de compromisarios, pero al tratarse de
personajes muy vinculados a la Monarqu:la castellana es más que
probable una intromisión de esta última en el proceso electoral.
A su vez todos ellos, excepto don Pedro Lorenzo, previamente a
su elección ya ostentaban dignidades en el propio cabildo
catedralicio conquense. A lo dicho antes podrían añadirse las
elecciones fallidas del deán de Cuenca Pedro Martínez, por
renuncia de éste, en 1322; del noble conquense Gil Álvarez de
58
Albornoz, futuro cardenal que entonces era arcediano de Huete,
en 1326 y 1327, a cuya elección por el zabildo catedralicio se
opuso en ambas ocasiones Juan XXII aludiendo razones de defecto
de edad y órdenes; y la del también noble conquense Juan Hurtado
de Mendoza, realizada a instancias del concejo de Cuenca en 1469,
y a la que también el papa se opuso tajantemente.
Así, por tanto, las elecciones efectivas llevadas a cabo por
el cabildo catedralicio fueron pocas si se tiene en Cuenca que
fueron un total de 31 obispos los que ostentaron la titularidad
de la mitra conquense durante los siglos medievales. Además en
todos los casos citados, tal como se ha dicho, es probable una
intromisión de la Monarquía castellana, así como del arzobispo
de Toledo, pues los Gudíel y los Palcmeque eran familias de
mozárabes toledanos muy vinculadas a la mitra arzobispal y a su
cabildo catedralicio. Además, en ningún caso fueron elegidos
prelados pertenecientes a familias de la nobleza conquense,
debiendo llamarse la atención sobre 10:3 esfuerzos que en vano
realizaría el cabildo para intentar lograr esto último, que
finalmente no se conseguiría debido a la oposición pontificia.
Respecto a la intervención directa o indirecta del arzobispo
de Toledo en la elección de los obispos de Cuenca, puede decirse
que parece muy probable fundamentalmente durante los siglos XII
y XIII, pues en esta época casi todos los prelados conquenses
procedían de familias mozárabes toledanas muy vinculadas a la
sede arzobispal. Así, a los casos ya citados, cabría añadir los
de don Juan Yáñez, electo de Cuenca e~i 1178 y hasta entonces
arcediano de Calatrava en la Iglesia de Toledo; San Julián,
obispo de Cuenca desde 1197 y hasta ese momento también arcediano
de Calatrava; don García Ruiz, electo conquense a fines de 1208;
don Lope Ruiz, elegido como obispo en 1225; y don Gonzalo Ibáñez
Palomeque, obispo de Cuenca al menos desde 1231. Durante los
siglos XIV y XV, en cambio, los prelados conquenses dejarán de
proceder de estas familias de mozárabes y el grado de intromisión
de los arzobispos de Toledo en su elección será casi inexistente,
dejando paso a un mayor afianzamiento de la voluntad pontificia,
aunque en el caso de don Bernardo Zafón, elegido como obispo de
Cuenca en 1362, quizá pueda sospecharse un cierto influjo de
59
Toledo por haber ostentado hasta entonces el cargo de tesorero
en el cabildo catedralicio toledano.
La provisiones pontificias también son otro factor a tener
en cuenta, aunque en este caso es muy importante discernir sobre
la base de diversos indicios entre las elecciones llevadas a cabo
por iniciativa del propio pontífice y aquellas otras en las que
el papa se está limitando a elegir a un candidato previamente
propuesto por el rey a través de alguna súplica. Con todo, de un
total de 21 casos de provisiones episcopales realizadas por el
papa durante la Edad Media, de las cuales casi todas corresponden
a los siglos XIV y XV, la existencia de una clara iniciativa por
parte del pontífice puede señalarse al menos para las elecciones
de don Mateo Reinal (1247), Fray Estebar. (1322), Antonio Jacobo
de Veneris (1469) y el cardenal Rafael Riario (1493), dándose
también otros casos en que el nombramiento se realizó tanto por
iniciativa pontificia como regia. Lo que sí que resulta evidente
es que la centralización aviñonesa tuvo una clara incidencia en
la diócesis conquense, pues a partir del siglo XIV el cabildo
catedralicio dejaría de desempeñar el, aunque teórico, pequeño
papel que hasta entonces había jugado en 1.as elecciones episcopa-
les.
Pero fue sin duda la Monarquía casteLlana la institución que
más influyó en la elección de los obispos conquenses a lo largo
de toda la Edad Media, ya desde el mismo momento de la fundación
del obispado a fines del siglo XII hasta fines del XV. Durante
los siglos XII y XIII la elección de casi todos los obispos de
Cuenca estuvo manipulada por la Monarquía, bien dando a conocer
el parecer regio en las elecciones realizadas por el cabildo
catedralicio, o bien a través de otro tipo de medios. Durante los
siglos XIV y XV, en cambio, la Realeza castellana tendría que
compartir su protagonismo en los procesos electorales con el
desempeñado por el papa, pues si bien en muchas ocasiones el
pontífice eligió al candidato propuesto por el monarca, tampoco
faltaron algunos casos, como más arriba se ha señalado, en que
la iniciativa electoral partió fundamentalmente del papa. Por lo
que resp~cta a la diócesis de Cuenca, el más claro ejemplo de
este choque de intereses Monarquía-Papado, por lo demás muy
60
característico de casi todos los reinos occidentales durante el
siglo XV, lo tendremos en la pugna que se suscitó entre 1479 y
1482 entre el papa Sixto IV y los Rayes Católicos por la
provisión de la sede conquense, de la cual saldrían finalmente
triunfantes los monarcas al serle entregada la mitra a su
candidato Fray Alonso de Burgos. Todo ello, en definitiva, pone
de relieve que durante todos estos siglos la Monarquía trató de
ejercer un control creciente sobre los obispos de Cuenca, pues
era consciente de la enorme carga política que revestía el
Episcopado y por ello le convenía que los ocupantes de las sedes
fuesen personas de su confianza, lo cual, no era sino un eslabón
más dentro del creciente proceso de interpenetración Iglesia-
Monarquía propio de los siglos bajomedievales.
Al tomar posesión de su cargo todos los obispos de Cuenca,
al igual que sucedía con las dignidades y canónigos, debían jurar
los Estatutos de la Iglesia conquense, siéndoles tomado frecuen-
temente dicho juramento por el deán.
En lo que respecta a la extracción social del Episcopado
conquense durante la Edad Media, aunque más adelante se analizará
individualizadamente cada caso concretc, de forma general cabe
señalar que durante los siglos XII y XIII casi todos procedían
de algunas de las principales familias de mozárabes toledanos,
mientras que en las dos centurias siguientes, exceptuando los
2
casos de obispos extranjeros , procedertn fundamentalmente de la
mediana nobleza de diversos lugares ¿Le Castilla, pero no de
Cuenca, pues sobre todos aquellos casos en que el origen
geográfico nos es conocido no tenemos couistancia de ningún obispo
de origen local, y ello fue debido fundamentalmente a la poca
iniciativa electoral del cabildo catedralicio conquense, que a
pesar de haber abogado en ocasiones a favor de algún miembro de
los linajes más conspicuos de la ciudad, como eran los Albornoz
y los Hurtado de Mendoza, nunca conseguiría su propósito al
impedirselo los intereses pontificios o monárquicos que apuntaban
en otra dirección.
2Los tres prelados extranjeros que ocuparon la sede conquesse fueron Fray Esteban (1322-1326), natural
de Portugal, Antonio Jacobo de Veneris (1469—1479>, natural de Italia, y Rafael Riario (1493-1518), también
de origen italiano.
61
II-EL PODER EPISCOPAL
3E1 23 de febrero de 1416 don Diego de Anaya, obispo de Cuen~a, se dirigió a través de un coaunicado
al cabildo catedralicio y a toda la clerecía secular y regular de su alócesis, asi coao a todos los laicos de
la ais~ia, infornéndoles de que, por estar él ocupado en diversos negocios al servicio del rey y no poder hacer
frente a sus deberes episcopales, habla pedido al obispo don Fray Manuel que acudiese a la diócesis de Cuenca
para residir en ella por algún tieapo y cwiplir en su nonibre ciertos deberes episcopales coco eran la
confinación de los fieles cristianos, consagración y bendición de abades y abadesas, consagración de altares
e iglesias, etc. Don Diego ya había dado a dicho obispo auxiliar licencia para todo ello, por lo que aandó que
se le auxiliase con todo lo necesario para facilitarle el cumpliaientc de su ministerio, dándole posada donde
residir y todos los ornamentos y libros litúrgicos que necesitase. De este modo, el 5 de marzo de dicho año
62
Su poder de magisterio convierte al obispo en el responsable
de toda la vida intelectual de la diócesis. Debe velar en primer
lugar por la formación cultural de los clérigos, sobre todo de
aquellos que tienen a su cargo la cura de almas. Por otra parte,
la instrucción de los laicos a trav&; de la catequesis, la
predicación y la escuela está bajo su inmediata responsabilidad.
Todos estos aspectos son recogidos profusamente por los sínodos
conquenses bajomedievales, de los que se hablará algunas páginas
más adelante.
En cuanto al poder de jurisdicciór., al obispo corresponde
dentro de su diócesis el otorgamiento de leyes y estatutos,
sinodales o no, sobre diversos asuntos relacionados con el
Derecho Canónico y el gobierno de la diócesis. De ello se deriva
el derecho de la justicia episcopal ¿L intervenir sobre esos
mismos asuntos emitiendo sentencias y castigando a los culpables
con penas espirituales y temporales de mayor o menor dureza según
la gravedad de la falta cometida. El obispo administraba justicia
mediante sus propios tribunales, personalmente o, como fue lo más
común, a través de sus vicarios generaes a los que transfería
el poder jurisdiccional. A sus tribunales acudían las causas
contenidas en la legislación episcopal en primera instancia o en
apelación, y las sentencias dictadas, a su vez, podían ser
apelables ante el tribunal metropolitano o pontificio. De esta
potestad jurisdiccional también se derivaban algunos derechos del
obispo, tales como procuraciones de visita, el llamado impuesto
del catedrático4 y la luctuosa. Finalmente, como administrador
y gobernador de su diócesis, el obispo supervisa la organización
material y beneficial; erige, divide y delimita las parroquias,
autorizando su construcción o demolición; interviene junto con
el obispo Fray Manuel se presentó en la catedral conquense con la mencionada carta por la que don Diego de
Anaya le nombraba obispo auxiliar, y tras procederse a su lectura nte el cabildo catedralicio, éste prometió
cumplir todo lo establecido en ella. ACC, AC-1416, f, 124v.
4Se trata de una capitación fiscal de gran valor siribólico que entregaban al obispo los clérigos
diocesanos en señal de sujección a su jurisdicción, y cuyo pago era condición indispensable para que la
jurisdicción eclesiástica inipidiera cualquier intromisión de la usticia secular en delitos cometidos por
clérigos y otorgase su protección a éstos.
63
el cabildo catedralicio en la colación de beneficios5 y, en
última instancia, bajo su responsabilidad se encuentra la
correcta conservación de todos los bierLes eclesiásticos de la
diócesis.
5Un interesante testimonio sobre la potestad que tenían 1o~ obispos de Cuenca en materia beneficial
es el que queda recogido en una carta de poder que el 6 de novieÉre de 1416 otorgó el obispo don Diego de
Anaya a su vicario general, Juan Alfonso, en la cual se señalan las facultades que éste tendría, en nonbre del
obispo~ con relación a la colación de beneficios: otorgar cualquier beneficio que quedase vacante en el
obispado, incluidas las dignidades y otros beneficios de la catedral, aunque la colación de canonjías, raciones
y nediasrraciones en la catedral habría de hacerse conjuntamente con el cabildo; recibir renuncias de cualquier
beneficio, haciendo luego colación de ellos a otras personas; anejar un beneficio a otro si sus rentas
individualizadas no fuesen suficientes para mantener a una persona, asi como dividir beneficios cuyas rentas
sean excesivas. ACO, AC—1418, f. iBúr. El 19 de octubre de 1420, haciendo uso de esta facultad, y por citar
un ejemplo, el vicario general Juan Alfonso baria colación de una cipellania instituida en la parroquia de La
Trinidad de Huete, que fue otorgada en favor de un tal Pedro Ferráidez. ACC, AC-1420, f. 111v.
6/.
al obispo, y en ocasiones podía incluso subdelegar el ejercicio
de la justicia en un lugarteniente que actuase en su nombre.
En un nivel inferior a la del vicario general se encontraba
la potestad jurisdiccional ejercida por el deán y los arcedianos,
así como por los arciprestes y vicarios rurales y sus respectivos
lugartenientes. No obstante, tal como ya dejó bien claro el
obispo don Juan Cabeza de Vaca en el. sínodo de 1399, los
arciprestes y vicarios rurales sólo podfan actuar sobre causas
de carácter menor, dado que la potestad jurisdiccional sobre
todas las causas criminales, civiles, matrimoniales, beneficiales
y mixtas en todo el territorio diocesano estaba reservada en
exclusiva al obispo o su vicario general.6. En el sínodo de 1446
Fray Lope de Barrientos reiteraría esta medida, estableciendo
además que cuando dichos arciprestes y vicarios administren
justicia lo hagan siempre en las pobLaciones cabeza de sus
respectivos arciprestazgos y vicarías7, y prohibiéndoseles dar
licencias de enterramiento dentro de las iglesias o para hacer
cualquier tipo de obra o cambio en ellas, dado que el otorgamien-
8
to de dichas licencias estaba reservado en exclusiva al obispo
De todas formas, en última instancia., la jurisdicción que
ejercían los arciprestes y vicarios rurales para causas menores
siempre estaba supeditada a la jurisdicción episcopal, y ya en
el siglo XVI incluso se llegaría a poner en duda el que pudiesen
tener de derecho algún tipo de potestad. jurisdiccional, que en
9
la práctica sí que poseían
8lbid,, E. 19v.
98n las constituciones sinodales de 1531 don Diego Ramírez de Villaescusa negará que los ocho
arciprestes rurales del obispado tengan de derecho jurisdicción al,;una, especificando que si la tuviesen es
porque la ganaron clandestinamente. En función de ello don Diego establece que, si se demostrase que algún
arcipreste posee de derecho algún tipo de potestad jurisdiccion;l, jamás deberá entroneterse en causas
criminales, beneficiales, matrimoniales ni decimales, dado que según todas las constituciones anteriores estas
causas están reservadas en exclusiva al obispo. Respecto a la jurisdicción de los vicarios rurales, señala que
éstos habrán de demostrar si efectivamente la poseen para ciertos asuntos menores, en cuyo caso se les habrá
de guardar. Diego Ramirez de \Iillaescusa, Constituciones synodales del obispado de Cuenca, fE. 5v—Sr. Estas
mismas disposiciones serán reiteradas por Fray 3ernardo de Fresneda en sus Constituciones synodales de 1566,
E. 9v, así como por el obispo don Andrés Pacheco en sus Constituci2nes synoda les de 1602, p. 78.
65
Varias observaciones cabe hacer scbre esta ramificación
jurisdiccional. Por un lado cabe interpretarla como un resultado
de la imposibilidad de los prelados de hacsrse cargo personalmen-
te de todos los procesos judiciales que teóricamente debían ser
resueltos por ellos. Hay que tener en cuenta el enorme espacio
geográfico ocupado por la diócesis conquense, en la que llegó a
haber más de trescientas parroquias, lo ctáal haría necesaria una
distribución de las facultades jurisdiccionales. No obstante, hay
que llamar también la atención sobre el hecho de que, debido a
los excesos cometidos por los arciprestes y vicarios rurales en
el ejercicio de su jurisdicción, a fines de la Edad Media los
obispos conquenses tratasen de limitar la potestad jurisdiccional
de estos últimos, lo cual iría encaminado a lograr un mayor grado
de centralización en el ejercicio de la justicia episcopal. Por
lo demás, esta existencia de varios niveles de jurisdicción
eclesiástica dependientes de la del obispo era un fenómeno
frecuente en todas las diócesis.
Cuando la justicia episcopal iniciaba algún tipo de proceso
judicial, el primer paso consistía en citar a juicio a los
encausados. De ello se solían encargar el portero y el pertiguero
del obispo «segund costunbre antigua guardada en nuestra iglesia
e obispado», citando a las partes y testigos a juicio a requeri-
miento del obispo o sus vicarios generales. A mediados del siglo
XV sabemos que por cada persona a la que citasen cobraban un
maravedí. En el sínodo de 1446 Fray Lope ie Barrientos estableció
que cuando el portero y el pertiguero es:uviesen ausentes fuesen
el provisor y vicarios del obispo los encargados de dar sus
cartas con nombres y sellos para cita.r a los que debían ser
llamados a juicio en la ciudad de Cuenca, cobrando por cada
nombre o sello que diesen un maravedí. En el mismo sínodo también
se mandó que los beneficiados de la catedral no pudiesen ser
citados a juicio para fuera de la ciudad de Cuenca por carta de
ningún juez10. Además, tanto en los juicios del obispo como en
aquellos que se resolvían ante los vicarios y arciprestes
rurales, también había unos auxiliares llamados “nuncios” que se
66
encargaban de llevar a su destino las cartas de citación, para
lo cual tenían que recorrer a veces varias leguas de distancia,
cobrando a cambio una pequeña remuneración económica en función
11
de la distancia recorrida
En el sínodo de 1411 don Diego de Anaya, tratando de
corregir una costumbre al parecer bastante extendida, mandé que
nadie, clérigo o seglar, pudiese citar más de una vez con una
misma carta citatoria a la persona o personas en ella contenidas,
sino que dicha carta, una vez empleada, pierda todo su vigor.
También se estableció que la validez de dichas cartas citatorias
fuese de cuatro meses a patir de su data, y que pasado dicho
12
plazo carecerían de valor jurídico
Tiempo después Lope de Barrientos, en el sínodo de 1446,
para tratar de evitar la usurpación de los derechos jurisdiccio—
nales del obispo, mandaría además que toda persona de cualquier
estado y condición que en adelante citas? a alguien a juicio con
alguna carta, debía declarar en ésta las causas por las que
pretendía ejercer dicha jurisdicción y demostrarlo con títulos,
ordenando también que en las cartas otargadas por los jueces,
vicarios y arciprestes se indicase siempre el nombre de la
persona a la que se citaba a juicio, cosa que no siempre se
hacía’3
Otra cuestión objeto de regulación fue la de los honorarios
que tenían derecho a recibir los jueces, arciprestes, vicarios,
notarios y escribanos por la labor desempeñada en los juicios.
Para evitar que cobrasen cantidades mayores de aquellas que les
correspondían, don Juan Cabeza de Vaca estableció por primera vez
detalladamente en el sínodo de 1399 cuáles serían los honorarios
que cobrarían por emitir sentencias en los juicios o participar
en la expedición de los documentos. Se trata de cantidades que
en general oscilan entre 1 y 12 mrs. para cada negocio particu-
lar, y según los casos es el vicario del obispo o su notario
quien lleva la mayor parte. Por lo que respecta a los arciprestes
67
y vicarios rurales y sus notarios o escribanos, se determina que
cobren una tercera parte menos de lo ind:Lcado para los vicarios
generales del obispo y sus notarios, prohibiéndose además que
qualquiera de ellos reciba de manera oculta alguna cantidad de
dinero extra por acuerdo con alguna de las partes en litigio,
14
para de este modo evitar que se dieran sentencias amañadas
Este mismo tipo de disposiciones serán :reiteradas de nuevo por
Lope de Barrientos en el sínodo de 14461>.
Hay que recordar también que, además de los honorarios
cobrados de forma particular por todos estos oficiales de
justicia, en ocasiones los obispos de Cueaca exigían del conjunto
del. clero el pago global de ciertas cantidades de dinero para
costear el mantenimiento de los pleitos judiciales de diversa
índole en que veía involucrada la Iglesia para defensa de sus
intereses 16
La gravedad de la pena con que los jueces del obispo,
vicarios o arciprestes castigaban a los culpables estaba en
función del tipo de falta cometida, y podía ir desde el pago de
alguna pequeña cantidad de maravedíes hasta hasta la cárcel,
privación de beneficios o excomunión, todo lo cual se encontraba
legislado en las constituciones sinodales.
Sabemos que la cárcel del obispo ¿Le Cuenca estaba situada
en algún lugar seguramente próximo a los palacios episcopales de
la ciudad, y en ella eran recluidos los clérigos que hablan
cometido alguna falta grave que requería tal castigo17, los
cuales en ocasiones incluso acudían a la cárcel episcopal por
iniciativa propia cuando en el delito cometido estaba involucrada
68
también una parte laica, pata de este ¡nodo ampararse en la
jurisdicción eclesiástica frente a la sezular que les era menos
favorable.
Respecto a la forma de ejecutar las sentencias excomunión,
se legisló ampliamente sobre ello en el sínodo celebrado por don
Diego de Anaya en 1411. En esta asamblea el obispo mandó a todos
los curas, clérigos parroquiales y sacristanes de la diócesis que
hiciesen ejecutar cualquier sentencia de excomunión, suspensión
o entredicho pronunciada por el obispo, deán, juez del palacio
episcopal, vicarios generales y arcipres:es de todo el obispado.
Al parecer la clerecía diocesana era bastante remisa a la hora
de hacer ejecutar dichas sentencias. Por ello el obispo establece
que los clérigos parroquiales lean y publiquen las sentencias en
sus iglesias y lugares próximos, registrándolas además en un
libro en el que conste el tipo de sentencia de que se trata,
quién la pronunció, dónde se leyó y cuándo, y contra quién va
dirigida. En dichos libros también se recogerán las cartas de
absolución que den los jueces y sp fecha. De este modo se
trataría de controlar a las personas sobre las que recaían dichas
sentencias, evitando y prohibiéndoseles de este modo su asisten-
cia a las iglesias durante la celebración de los oficios divinos
mientras no fuesen absueltos18. Este tipo de disposiciones
también se repetirán en algunos sínodos josteriores, y la amplia
utilización que a veces hicieron los jueces eclesiásticos de la
sentencia de excomunión acabaría determinando una progresiva
indiferencia de los fieles hacia sus con3ecuencias espirituales.
De la jurisdicción del obispo también se derivaba el derecho
de éste o su vicario general a la colación de beneficios
capitulares, parroquiales, capellanías y prestameras en Cuenca
y su obispado, actividad en la que también intervenían el cabildo
catedralicio, el papa y a veces los monarcas. De ahí que el
obispo también pudiese privar de sus beneficios a los clérigos
de su diócesis cuando éstos cometían aLgún tipo de falta grave
que según las constituciones merecía tal castigo.
69
Por último ya sólo cabe hacer una breve alusión a los
choques de la jurisdicción eclesiástica con la ejercida por los
concejos, el rey y los señores laicos, que serán frecuentes a lo
largo de toda la Edad Media. Pero, al tratarse de un tema que
será estudiado por extenso al analizar las relaciones de poder
de la Iglesia conquense con los concejos y laicos, aquí no nos
extenderemos más sobre el particular.
A) El catedrático
70
tres mencales anuales que pagaban los clérigos de la ciudad y sus
aldeas al arcediano de Cuenca en concepto de catedrático,
estableciéndose que si una parroquia no pudiese pagar dicha
tributación debería asociarse a otra para tal fin. Respecto a los
mencales que debía pagar cada clérigo al obispo por el catedráti-
co, su número también se redujo de cinco que hasta entonces se
pagaban a cuatro19.
Algunos años más tarde, el 25 de abril de 1215, se realiza-
ría un acuerdo de similares características entre el obispo de
Cuenca don García y todos los clérigos de las aldeas de la Tierra
de Huete, a través del cual éstos se comprometieron a entregar
anualmente para el día de San Miguel por cada iglesia parroquial
la cantidad de siete mencales «pacifice e sine fraude»20, y el
23 de julio del mismo año don García realizaría un acuerdo muy
parecido con los clérigos parroquiales de la propia villa de
Huete, aunque en esta ocasión el número de mencales a entregar
anualmente por cada iglesia para el día de San Miguel se vio
reducido a cinco 21
En adelante el pago del catedrático seguiría siendo siempre
forzoso, y habrá que esperar al sínodo celebrado por Fray Lope
de Barrientos en 1446 para encontrarnos de nuevo con una,
legislación sobre el tema. En esta asamblea se reiteró de nuevo
la exención de que disfrutaban las personas, canónigos, racione-
ros y compañeros del cabildo catedralicio con respecto al pago
del catedrático. Por esta época, además, las cantidades de
mencales antes citadas ya habían sido sustituidas hacía tiempo
por los dos reales que debía pagar cada clérigo beneficiado y de
orden sacra, y el real único con que debía contribuir cada
clérigo no beneficiado. Esta cantidad se mantuvo, y además se
estableció que los clérigos no beneficiados ni de orden sacra
menores de 1.8 años no pagasen nada, excepto si sus padres o
parientes se lo quisieran pagar. Los arciprestes y vicarios
19AC0, caj. 2, nP 34/ AHN, Estado, leg. 3190, nP 3, fE. 2(r-21v. El mencal era una moneda de vellón
usual durante el siglo XIII en Castilla, equivalente a 18 pepiones
Mier., rollo 14227.
71
rurales habrían de encargarse de recoger dichos catedráticos
hasta ocho días antes de la Pascua de «qinquesma» en los
lugares de su jurisdicción, apuntando lo recaudado en un libro
que se presentaría anualmente al obispo y pagando los maravedíes
recaudados al mayordomo episcopal en Cuenca dentro del término
de los ocho días siguientes a la Pascua de «ginquesma»22.
Todas estas disposiciones sobre cantidad a pagar, personas
exentas y forma de recaudación serán reiteradas por las constitu-
ciones sinodales de don Diego Ramírez de Villaescusa de 1531, en
las que se insiste en que «antiguo derecho es que al prelado en
cada diocesis paguen el cathedratico, que es renta devida en
sennal y reconoscimiento de la cathedra pontifical» 23 De este .
B) La luctuosa
de 1446, f. 37v. Respecto a la cantidad con que debín contribuir para el pago del catedrático
los clérigos de otras diócesis podría citarse, por ejemplo, el caso de Toledo, en cuya diócesis hacia 1354 este
tributo forzoso consistía en el pago anual al arzobispo de la cantidad de 6 maravedies por parte de la clerecia
diocesana. José Sánchez Herrero, Los concilios provinciales y sínodos toledanos..., p. 110.
23Diego Ramirez de Villaescusa, Constituciones synodales de. obispado de Cuenca, ff. 33v—34r. Otras
constituciones posteriores también seguirán insistiendo en la obligación de pagar el catedrático, tal cono
sucede en las Constituciones synodales de Fray Bernardo de Fresneda le 1566, E. 51v, o en las de don Andrés
Pacheco de 1602, p. 204.
72
renunció a la muía y cifo de plata a ~ue tenía derecho a la
muerte de cada canónigo o racionero, a la vez que el cabildo
renunciaba a la muía y copa de plata que tenía que recibir a la
24
muerte de los obispos Pero además de esto, poco después, el
.
73
clérigos no podían hacer frente a su pago en la suma en que
estaba tasada. Tras escuchar todas estas consideraciones don
28
Diego acabaría accediendo a lo que le habían propuesto Este .
E. 67r.
29En este canon se aborda el problema fundamental de la onservación del patrimonio eclesiástico y
de su correcta administración, cuya verificación se encomienda precisamente a las visitas de todas las iglesias
a realizar. Se ordena hacer inventarios de bienes de iglesias, conventos y monasterios, que debian ser
conservados cautelosamente. Importa ante todo el espíritu del canoi, centrado en la defensa y administración
de las propiedades y rentas eclesiásticas. Ch. llefele y H, Lecrerq, ~istoiredes Canches d ‘aprés les documents
originaux, VI-l, Paris, 1914, Pp. 649-651, tomado de Iluminado Sanz Sancho, La Iglesia y el obispado de
Córdoba,,,, 1, p. 400.
74
organización parroquial de la diócesis conquense, tenían como fin
esencial supervisar el estado material y espiritual de todas las
iglesias de la diócesis, mandando corregir las irregularidades
encontradas, y por su realización los vicarios y oficiales
visitadores cobraban de las rentas parroquiales ciertos derechos
de procuración, cuestión esta última que en ocasiones daría lugar
a que se produjeran airadas quejas contra el obispo y sus
oficiales por parte del clero de la ciudad y diócesis, que
consideraba abusivas dichas procuraciones.
El primer ejemplo de ello lo tenemos en 1221, durante el
pontificado del obispo don García, y viene dado por un enfrenta-
miento que dicho año se produjo entre el obispo y el clero de la
ciudad de Cuenca y sus aldeas, y que entre otras cosas estuvo
motivado por la negativa de estos últimos al pago de los derechos
de visitación del obispo, lo cual finalmente haría necesaria una
intervención de Roma que dictaminó a fa~or del prelado conquen-
se30.
En ocasiones posteriores la precarJedad económica del bajo
clero inclinaría a éste a tratar de eludir las visitas episcopa-
les. Así, en el sínodo celebrado por don Juan Cabeza de Vaca en
1399, el clero diocesano solicitará al obispo que cese por ese
año la visita de las parroquias, dado que estaban en muy mal
estado a causa de la pobreza de la clerEcía:
“Por quanto la vuestra clere~ia del vuestro obispado esta pobre por los
pechos grandes ansy realengos como eclesiasticos, pedimos vos por merged que
sea la vuestra merged que cese la visita~ion vuestra y de los argedianos este
anno, porque se puedan treparar para quando la vuestra merged quisiere
visitar...
75
y arcediano32. No obstante, el documento anterior es muy
revelador en cuanto que denota la realización efectiva de visitas
por parte de este prelado a las iglesias diocesanas durante
algunos años de su pontificado, exceptuando por supuesto aquellos
en que la visita fue suprimida.
No ocurriría lo mismo, en cambio, con alguno de sus
sucesores, como por ejemplo Fray Alonso de Burgos, el cual en el
inicio de las constituciones sinodales <le 1484 se lamenta de no
poder visitar personalmente cada una cte las parroquias de su
diócesis «ansy por nuestra indispusigion corporal como por la
grandeza y numerosidat de los arduos negogios que el rrey e
rreyna nuestros sennores para la governagion de sus rreynos e
sennorios continuamente nos cometen...>>
Un testimonio ya de época posterior sobre el tema de las
procuraciones viene dado por las constituciones sinodales de 1531
promulgadas por el obispo don Diego Ramírez de Villaescusa, en
las que se establece que todas las iglesias, hospitales y ermitas
del obispado sean visitadas por lo mencs una vez cada dos años
por el obispo o personas comisionadas para ello por éste,
mandándose además que si la iglesia visitada fuese tan pobre que
no pudiese pagar la procuración, que en este caso el visitador
34
reciba sólo una pequeña cantidad de ella o incluso nada
D) Qtros derechos
f. 54r-v.
25 de Eebrero de 1350 el obispo don García concedería a todos los miembros del cabildo
catedralicio exención del pago de derechos por la colación de bEneficios así como por la expedición de
documentos en la cancillería episcopal. ACC, siglo XIV, nP 284. En cambio el resto del clero de la diócesis
76
debió de ser siempre bastante pequeño en relación a las rentas
obtenidas por otras vías.
seguiría obligado al pago de los mencionados derechos, lo cual viene a ser una clara muestra de la situación
de privilegio ostentada por el cabildo catedralicio.
36ACC, Estatutos, privil. VII, ff. 2v—3r (es una copia, pus el original se ha perdido). Se trataba
de un antiguo emplazamiento musulmán que habia quedado desocupado ante el avance cristiano. La idea de abandono
de antiguas aldeas y castillos que ahora interesa repoblar queda nflejada cuando el documento se refiere a
<<aldeis populatis et heremis», mientras que la intención republadora queda manifiesta en el término
<<populandis».
77
de cetero rex, nec dominus terre, nec merinus, nec aliquis alius
homo habeat potestatem in ipsis».
Al año siguiente tendrán lugar otras dos importantes
donaciones. La primera de ellas el 14 de noviembre de 1183, a
través de la cual Alfonso VIII donó a don Juan Yáñez y a la
Iglesia de Cuenca la aldea de Huerta con todos sus términos, para
él y todos sus sucesores 37 La siguiente tuvo lugar el 24 de
.
37ACC, caj. 1, nQ fi. Se trata de una aldea de repoblación episcopal que había sufrido el abandono de
sus pobladores cristianos ante una incursión almohade.
38ACC, Estatutos, privil. X, E. 3r, Se trata de una antigua aldea musulmana que habia sido abandonada
ante el avance castellano. En torno a esta aldea los obispos de Cuenca llevarían a cabo una importante
actividad repobladora, contando también para ello con la colaboración del concejo de Cuenca.
39AC0, caj. 1, nO 10. Tiempo después nos encontramos con ottos privilegios relacionados con las rentas
a percibir en estos sedorios. Así, el 25 de abril de 1220 Fernando III donad al obispo don García y a todos
sus sucesores una renta anual de 300 mrs, en las salinas de Monteagudo: ACC, caj 3, nO 46, mientras que el
23 de septiembre de 1234 mandará de nuevo que se pague al obispo de Cuenca el portazgo del ganado que pase por
el castillo de Paracuellos, sin duda debido a la reticencia que debía de existir a la hora de efectuar este
pago: ACC, Estatutos, privil. LIV, U lár,
78
tes40. En 1198, por tanto, los obispos de Cuenca ya poseían un
nuevo dominio, el de Pareja, que con el ziempo se convertiría en
el señorío episcopal más importante de la diócesis. De este modo
se cerraba la formación inicial de los dominios señoriales de la
Iglesia conquense.
Pero todas estas donaciones regias rio obedecían simplemente
a un deseo del monarca de dotar a la nueva Iglesia, sino que con
ello Alfonso VIII también buscaba obtener de esta última una
fuerte colaboración para una tarea de importancia capital en la
política regia: la repoblación de las tierras recién conquista-
das.
Geográficamente se distinguen varias zonas dentro de la
diócesis en las que se pondría un especial cuidado para su
repoblación por parte del obispo y cabildo catedralicio. Como
zona más importante habría que destacar la margen izquierda del
Tajo en el extremo noroccidental de la diócesis, teniendo como
centros repobladores a Pareja y a los castillos de Peñas
Alcatenas y Peralveche. La repoblación sería alentada por el
monarca, y también a instancias de este último el concejo
conquense colaboraría en la repoblación de esta zona. Así, si en
1198 obispo y cabildo habían iniciado la repoblación de Pareja,
Chillarón y otras aldeas de la zona, desde ocho años antes el
concejo de Cuenca se venía ocupando de las aldeas próximas de
Mantiel, Cereceda, La Puerta, Viana, Solanilla, Peralveche,
Arbeteta, Palomarejos y Huerta Vellida, que le habían sido
donadas por Alfonso VIII para su repoblación el 17 de enero de
1í9041. De este modo quedaba constituido uno de los principales
núcleos repobladores de la diócesis.
En segundo lugar destaca por su importancia estratégica la
repoblación de la zona meridional, en la que estarían como
centros motores de toda la actividad repobladora los castillos
del señorío episcopal de Paracuellos y Monteagudo. En esta zona
también hubo cierta presencia repobladora del concejo conquense,
dado que el 5 de septiembre de 1225 Fernando III confirmaría un
79
deslinde de términos que se había hecho ?ntre los pertenecientes
al concejo de Cuenca, por un lado, y los pertenecientes a
42
Monteagudo y Paracuellos, señoríos de la Iglesia, por otro
Ya en último término tendríamos t.n centro repoblador de
menor relieve que giraría en torno a las aldeas episcopales de
Huerta y Abia.
Ante todo debe destacarse que desde un punto de vista
jurídico es en torno a estos centros d~ repoblación donde los
obispos consiguieron formar sus señoríos jurisdiccionales más
importantes. Así, el rey, tratando de animar por todos los medios
al obispo y su cabildo para que se irLtegren en la actividad
repobladora, les concedió los derechos más amplios en aquellos
puntos cuya repoblación le interesaba desarrollar. Pero a pesar
de todos estos esfuerzos la empresa repobladora no se vio
coronada por un éxito pleno. Así, en 1257 aún continuaba la labor
repobladora, pues dicho año el obispo don Mateo otorgaba una
carta puebla a los nuevos pobladores del lugar de Vallermoso43,
mientras que tan sólo cinco años más tarde, en 1262, el obispo
Pedro Lorenzo se quejaba de la tendencia a la despoblación en la
diócesis de Cuenca en favor de las tierras que acababan de ser
44
incorporadas en la región andaluza
De todos estos señoríos episcopales, los castillos de Peñas
Alcatenas y Peralveche a lo largo del siglo XIII irían cayendo
43E1 19 de septiembre de 1257 el obispo don Mateo, con consentimiento del cabildo catedralicio, entregó
a los pobladores de Vallerimoso la heredad que poseia en el cañizar de Yémeda y el Ero Hermoso, con la condición
de que los que tuviesen dicha heredad le pagasen 40 mrs. alfonsíes cada año. Los habitantes de Vallermoso que
no disfrutasen de dicha heredad también deberian pechar al obispo en Eunción de lo que tuviesen, y hacer todos
los otros servicios que hacian al obispo los habitantes de los señorís de Paracuellos y Monteagudo. El nombre
de Vallermoso ( Valfermoso) le fue puesto a este nuevo pueblo por el propio obispo, el cual otorgó además a sus
habitantes el Fuero de Cuenca según lo tenían los de Paracuellos y donteagudo. En adelante todos los hornos
y molinos que se construyesen en la villa y su término serian del obispo, estando además obligados sus
habitantes a pagar siempre el diezmo <<e que non ayan poder de dexar la heredat por razon ninguna>>. Por último
se establece que ninguno de los nuevos pobladores pueda vender nada d2 su parte de heredad basta pasados cinco
años. ACC, caj 6, nP 103. El mismo dia en que fue emitido el documento anterior don Mateo concederá al cabildo
.
catedralicio conquense parte de los mencionados 40 mrs. que habría de recibir el obispo con la condición de
que el cabildo pusiese su sello en la carta puebla. ACC, caj 6, n~ 134. No obstante, a pesar de todos los
.
derechos que tendría el obispo en el lugar, lo cierto es que no acabaría constituyéndose en un auténtico
señorio jurisdiccional, pues en la documentación de épocas posterioies nunca se le mencionará como tal.
80
en franco declive al perder la funcionalidad militar con que
fueron creados. De este modo se explica el hecho de que el 1 de
febrero de 1305 el obispo don Pascual junto con el cabildo
catedralicio conquense realizasen un trueque con la infanta doña
Blanca, hija del rey de Portugal, a través del cual ésta recibió
del obispo y cabildo el castillo de las Peñas de Viana (Peñas
Alcatenas) que les había donado Alfonso VIII, haciendo entrega
a cambio de la aldea de Gascoñuela, cerca de Alcocer45, en la
cual el cabildo veía una mayor fuente de provecho.
El resto de los señoríos se mantendrían a lo largo de toda
la Edad Media e incluso Antiguo Régimen, debiendo ser destacada
la importancia prioritaria que pronto adquirió el señorío de
Pareja46. También debe hacerse una referencia a otros dos
señoríos episcopales que aparecen documentados como tales desde
fines del XV, las pequeñas aldeas de Poveda y Vindel, sobre cuya
formación no se ha conservado ningún dato. Aunque parece probable
que fuesen adquiridas a través de alguna donación regia durante
el proceso inicial de dotación, resulta i.mposible confirmar esta
hipótesis ante la falta de información documental.
Tal como se acaba de señalar, Pareja pronto se convirtió en
el más importante de los señoríos episcopales de la diócesis. En
la villa los obispos tenían un palacio con una capilla donde se
celebraban algunos oficios litúrgicos. Una clara muestra de esta
importancia adquirida por Pareja lo constituye el hecho de que
algunos sínodos diocesanos se celebraron en este lugar: así los
de 1364 y 1413, en la parroquia de Santa María; el de 1409 en la
capilla del palacio episcopal; y el de 1484, también celebrado
en Pareja. Por otra parte, en la vecina aldea de Casasana los
obispos de Cuenca tenían un castillo al menos a fines de la Edad
Medía. Esta temprana predilección episcopal hacia Pareja
motivaría, entre otras cosas, que el 7 dc octubre de 1255 Alfonso
X, sin duda a instancias del obispo conquense, concediese a la
45AC0, siglo XIV, nQ 326 ¡ AHN, Estado, leg, 3190, nO 3, ff. 159r-lóOv.
46Como recuerdo de la potestad señorial ejercida por los ob~.spos de Cuenca en Pareja durante siglos,
tras la supresión de dicha potestad en el siglo XIX los obispos de Cuenca aún seguirían añadiendo a sus títulos
el simbólico de <<señor de Pareja y Casasana>>, hasta que muy recien:emente el obispo de Cuenca don Inocencio
Rodríguez Díez decidiera suprimir definitivamente dicho titulo.
81
villa la celebración de una feria anu.ZLl durante los 15 días
anteriores a la fiesta de la Cincuesma. A dicha feria podrían
acudir para comprar y vender cuantos compradores de Castilla u
otros reinos quisieran, tanto cristianos como musulmanes o
judíos 47
En su señorío de Pareja, así corno en el resto de los
señoríos episcopales de la diócesis, los obispos de Cuenca, como
señores, cobraban de sus vasallos toda una serie de derechos
feudales que se venían a unir a las rentas de la mesa episcopal,
y además intervenían junto con el cabildo catedralicio en el
nombramiento de los oficiales concejiles y del alcaide de la
fortaleza.
Sobre los derechos que cobraba el obispo nos han llegado
algunos testimonios. Así, el 11 de julio de 1281 el obispo don
Gonzalo realizaría un acuerdo con sus vasallos de Paracuellos a
través del cual éstos habrían de pagarle cada año, por el pecho
de San Miguel, el horno, la dehesa de conejos y por el molino del
obispo en la hoz de Huércemes, 210 mrs. de la moneda blanca «que
fagen quinge dineros blancos el maravedi», más quince pares de
conejos con sus pieles. Esta cantid¿Ld a pagar sería fija,
independientemente de que aumentase o disminuyese la población
del lugar, y se entregaría anualmente en Cuenca al obispo o a su
mayordomo. Además se establece que los ballesteros que moren en
el lugar y maten venado estén exentos de pagar el pecho de San
Miguel, mientras que los nuevos pobladores que acudan al lugar
tampoco habrían de pagarlo durante los tres primeros años. Por
último se determina que el obispo mantendrá sus derechos de
48
yantar, pedido y fonsadera
Sin duda todo ello constituía una notable fuente de ingresos
para el mantenimiento de la institución episcopal, aunque de
mucho menor relieve que la obtenida por otras vías, debiendo
llamarse también la atención sobre las facilidades iniciales
47ACC, Estatutos, f. 16v. Cinco años más tarde el monarca ccncederia igual merced a Guadalajara, aunque
en esta ocasión se otorgó que fuesen dos las ferias anuales, una 15 días después de la Cincuesma, para no
perjudicar a los de Pareja, y otra la semana de antes y la de despiés de la fiesta de San Lucas, en el mes de
octubre. Juan Catalina García López, La Alcarria en los dos primeros siglos de su reconquista, p. 81.
82
concedidas a los nuevos pobladores que acudiesen al lugar,
poniéndose así de manifiesto el interés de los obispos por
fomentar la repoblación de sus señoríos. En algunos de ellos,
además, los prelados retenían ciertos derechos especiales frente
al concejo del lugar. Así sucedía por ejemplo en Pareja, donde
el obispo de Cuenca tenía vedada para la pesca una parte del
49
rio
Aunque son de época mucho posterior, también resultan
ilustrativos ciertos datos que sobre estas contribuciones
señoriales nos ofrece el llamado Libro del Becerro de la Dignidad
episcopal. Así, sabemos que en 1573 los concejos de Monteagudo
y Paracuellos entregaban cada uno anualmente al obispo, para
Pascua de Resurrección, 400 huevos, 4 ó 6 cabritos, dos carneros
y dos cántaros de miel53.
Esta potestad señorial en ocasicnes dio lugar a serios
conflictos entre el obispo y sus vasallos, que consideraban
injustos los abusos y nuevas imposiciones a que a veces se les
sometía. El primer conflicto serio de que tenemos noticia se
produjo en el siglo XIV, durante el pontificado del obispo don
García II, y la gravedad alcanzada por el asunto, dado que el
obispo al parecer había ejecutado a bastantes de sus vasallos de
Pareja y Casasana, hizo incluso necesaria la mediación pontifi-
cia.
En la centuria siguiente, aunque sin revestir tanta
gravedad, los conflictos serán constantes en todos los señoríos
fundamentalmente a partir del pontificado de Fray Lope de
Barrientos, llegando hasta principios del siglo XVI, y estuvieron
motivados por toda una serie de nuevos tributos que se impusieron
a los vasallos: imposiciones de paja, leña, pan, peones, carros
y bestias, posada al séquito del obispo, velas de las fortalezas,
entre otras cosas51. Sobre todos estos conflictos, en los que
fue necesaria la mediación regia, se hablará por extenso en la
segunda parte de esta obra, cuando se arLalicen las relaciones de
83
poder mantenidas entre los obispos y los vasallos de sus
señoríos.
Por último, respecto al número de vecinos que habitaban
estos señoríos episcopales, carecemos de datos concretos para la
Edad Media, pero sí que sabemos en sambio, gracias a una
investigación mandada realizar con carácter general por Felipe
II en todos los señoríos episcopales de Castilla, cuál era el
número de vecinos en los señoríos conquenses hacia mediados del
siglo XVI: Pareja y su Tierra, 534 vecinos; Monteagudo y
Paracuellos, 172; Huerta y Abia, 119; Vindel, 62; Poveda, 5352•
SL.
Desde luego el diezmo se perfilaría muy pronto como la
principal fuente de ingresos de la mesa episcopal. La distribu-
ción de los diezmos se realizaba según el sistema habitual en
Castilla que consistía en su desglose por tercios que se
repartían del siguiente modo: uno para el obispo y cabildo
catedralicio, otro para el clero parroquial, y un último para la
fábrica de los templos, del cual muy pronto se desglosarían a su
vez dos tercios correspondientes a las tercias reales. No
obstante, en Cuenca, ya desde un principio, se procedió a la
división del territorio diocesano entre obispo y cabildo, de
forma que cada uno tenía el derecho exclusivo a percibir el
diezmo en los sectores geográficos que les correspondiesen,
aunque a la norma general luego se sumaban multitud de excepcio-
nes que podían variar con el tiempo y contribuían a aumentar el
extremado grado de complejidad que caracterizaba al fisco decimal
en la diócesis conquense. Así, ciertos conceptos de ingreso se
sometieron a criterios específicos de reparto, distintos del
sistema general basado en tercios, y además cada cierto tiempo
algunos productos podían experimentar cambios en las proporcio-
nes.
Tras los pasos iniciales, en el siglo XIV se había llegado
ya a una situación en que el obispo de Cuenca se reservaba el
derecho a percibir el diezmo en Requena, Uclés -donde el cabildo
también percibía una parte—, el sector de Iniesta, todo el
arcedianato de Huete y las tierras del señorío episcopal53. El
cabildo catedralicio, por su parte, percibía los diezmos en los
arcedianatos de Alarcón, Moya y Cuenca, aunque en este último el
obispo también retenía ciertos derechos. Este era el esquema
general en el que, por supuesto, se daban muchas excepciones. A
esto habría que añadir que, en las parroquias fundadas por la
Orden de Santiago, y a raíz de toda una serie de acuerdos
iniciales, el prior de Uclés retenía por lo general tres cuartas
partes de los diezmos, proporción que tanbién se solía dar en las
iglesias propias fundadas por laicos. Además la documentación
consultada también alude a transferencias a la mesa capitular
85
hechas en ocasiones por los obispos de Cuenca de algunos
prestimonios decimales pertenecientes hasta entonces a la mesa
episcopal, lo cual generalmente se hacía con el fin de dotar
mejor algún servicio litúrgico.
En cuanto a las cantidades exactas percibidas por los
obispos en razón del diezmo, para la Edad Medía carecemos de
cifras al respecto. En este punto dejamos ya lo relativo al
diezmo, puesto que el asunto será retomado más adelante con mayor
detenimiento en el apartado dedicado a su estudio.
Otra fuente importante de ingresos de la mesa episcopal
provenía de los señoríos jurisdiccionales que habían sido donados
por Alfonso VIII y de los tributos que estaban obligados a
satisfacer los vasallos. De todo ello ya hemos hablado en el
apartado anterior.
Las salinas y, en menor medida, los portazgos, constituían
otra fuente de renta. En cuanto a las primeras, la donación del
castillo de Monteagudo realizada el 12 de abril de 1187 coníleva-
54
ba también el diezmo de las salinas del lugar , que los obispos
de Cuenca percibirían hasta el 20 de octubre de 1297, fecha en
que el obispo don Gonzalo Díaz Palomeque donaría al cabildo
catedralicio, para dotación de las procesiones de los Domingos,
los 500 rs. anuales que hasta entonces percibía en los diezmos
de dichas salinas55.
Pero los obispos de Cuenca también obtuvieron rentas de
otras salinas. Así, el 25 de octubre de 1202, Alfonso VIII
donaría conjuntamente al obispo y cabildo el diezmo de las
salinas de Tragacete, situadas en la Sierra, próximas al
nacimiento del Júcar56, y cuyo montante económico en los momen-
tos iniciales debía ser importante. No obstante, parece ser que
el obispo de Cuenca mantuvo durante muy poco tiempo su derecho
sobre estas salinas, pues después Fernando III donaría enteramen-
te al cabildo el diezmo de estas salinas de Tragacete, aunque su
86
posesión por la institución capitular se perdería en el siglo
X1V57.
Otra renta importante de sal concedida por Alfonso VIII, en
este caso en exclusiva a la mesa episcopal, consistió en la
donación, el 21 de julio de 1203, de una renta de sal de 60
cahíces anuales en Medinaceli y su térm:Lno58, debiendo destacar-
se que en esta ocasión se trata de rentas que quedan ya fuera del
territorio de la diócesis conquense. Desconocemos durante cuánto
tiempo mantuvieron los obispos conquensas su derecho a percibir
esta renta de sal, aunque lo cierto es que en la documentación
manejada las nuevas alusiones a esta renta en Medinaceli son
prácticamente inexistentes.
Con todo, los obispos de Cuenca vieron en la sal un
complemento importante a las rentas de su mesa, y ello explica
que el 3 de abril de 1253 Alfonso X, a petición del obispo don
Mateo, concediese a éste un privilegio prohibiendo la entrada de
sal en la diócesist lo que sin duda favorecería los intereses
económicos del prelado y cabildo respecto a la sal.
En relación con esta importancia adquirida por la renta de
la sal se encuentra un documento del 5 ¿Le agosto de 1257 por el
que Alfonso X, a petición de los caballe:~os y «hombres buenos»
del concejo conquense, que se quejaban de tener que pagar a la
Iglesia el portazgo del ganado que pasase por el castillo de
Paracuellos, concedería al obispo y cabildo conquense los pozos
de agua para hacer sal en Valtablado, Valsalobre y Behamud, con
cuatro yugadas de heredad, así como el derecho para poder vender
la sal en todo el obispado, además de 600 mrs. sólo por ese año
para que pudiesen poner en funcionamiento dichos pozos, todo ello
a cambio de que en adelante no cobrasen portazgo al ganado que
57Así se deduce de las peticiones dirigidas por el cabildo catedralicio de Cuenca a Enrique II
probablemente en las Cortes de Toro de 1371, entre las cuales figura una queja exponiendo que en el momento
presente habían perdido la posesión de las salinas de Tragacete que les había donado Fernando III, por lo cual
solicitaban al monarca que les fuesen devueltas. ACC, siglo XIV, nP 288 ¡ Mi, Ms. 13072, f. ISir.
58ACC, Estatutos, privil. XIX, EL 4r—Sv.
87
pasaba por el castillo de Paracuellos60. Ya en el siglo XIV, el
cabildo entregaría a García Áívarez de Albornoz los pozos de
Valsalobre y Beamud a cambio de una heredad en Arquillos y su
61
término
En 1338, como es sabido, Alfonso Xl promulgó urs conocido
ordenamiento en virtud del cual se reglamentaba la posesión para
la Corona de las salinas, regulándose el monopolio regio de este
producto. Lógicamente, la nueva dispos:cion no dejó de tener
consecuencias sobre la producción salinera de la diócesis
conquense, al potenciar la intervención de la Monarquía y
modificar algunos de los derechos que sobre ella se venían
ejerciendo. En lo que toca al obispo de Cuenca, Alfonso XI
reconocería en 1339 el pago anual a favor del prelado y cabildo
catedralicio de 2200 mrs. sobre las salinas de Monteagudo, como
compensación por antiguos derechos que al parecer habían sido
cancelados sobre aquella salina62
En definitiva, a pesar de todas las vicisitudes y cambios
por las que pasó el derecho a percibir cierta renta de sal que
tenían los prelados conquenses, lo cierto es que estos siempre
tuvieron en ella un complemento necesario a su economía que
defenderían durante el resto de la Edad Medía al presentarse
algún pleito relativo a su percepción. Por último hay que poner
de manifiesto que, junto al derecho de los obispos sobre algunas
salinas, el cabildo catedralicio conquense se iría convirtiendo,
a medida que avance la Edad Media, en la institución eclesiástica
de la diócesis con más derechos sobre la renta de la sal.
Centrándonos ahora en el portazgo, los obispos de Cuenca no
sólo estaban exentos de su pago, sino que también tuvieron
concedido inicialmente por la Monarquía su cobro en ciertos
lugares. Así, el 7 de diciembre de 1200 Alfonso VIII confirmaría
al. obispo conquense su derecho para cobrar el portazgo del ganado
que pasase por el castillo de Paracuellos hacia tierra de moros
88
para ser vendido aííA. Hay que tener en cuenta que en esos
momentos Paracuellos estaba muy próximo a la frontera musulmana.
Además la importancia que para el obispe tenía el cobro de este
portazgo, sobre el cual parece que el cabildo también tenía algún
derecho, venía dada por el relieve cada vez mayor que alcanzaba
la cañada conquense en el tráfico ganadero, siendo además
Paracuellos un punto estratégico de paso hacia Valencia. No
obstante, tal como se ha señalado antes, en 1257 el obispo de
Cuenca perdería su derecho sobre dicho portazgo.
También en relación con la ganadería, parece ser que el
obispo de Cuenca, al igual que el maestre de Santiago, tuvo en
ciertos momentos el privilegio de obligar a todos los campesinos
y pastores sujetos a su jurisdicción a r.o vender la lana de sus
ovejas a ningún mercader, debiendo entre~arla a los recaudadores
del obispo al precio que éstos establecieran, lo cual nos ilustra
64
sobre el papel de la ganadería en la economía episcopal
A lo dicho hasta ahora sobre salinas y portazgos habría
añadir el privilegio que, el 10 de saptiembre de 1195, fue
concedido por Alfonso VIII conjuntamente al obispo y cabildo
catedralicio, y a través del cual se les entregó el diezmo de
todas las rentas reales en Cuenca, Huete, Valera, Monteagudo y
Cañete. Sin duda es una de las donaciones más importantes de las
otorgadas por el monarca, pues comprendía el diezmo de todas las
salinas, portazgos, caloñas, quintos de las cabalgadas, de las
labores de pan, vino, molinos, huertos, y de todas las otras
cosas pertenecientes al rey en dichos lugares, excepto pedidos
y fonsaderas65. Años más tarde, el 9 de septiembre de 1225,
Fernando III confirmaría la donación anterior, trasladando además
los portazgos de Cañete y Valera, respectivamente, a Moya y
66
Alarcón Respecto a Moya, la explicación de este traslado
.
89
1210, adquiriendo pronto mucha mayor importancia que Cañete, que
en 1225 era ya una aldea dependiente de Noya. Especial importan-
cia tendría, además, el diezmo del portazgo que se cobraba en
esta villa, dado el relieve ganadero de la comarca.
Otra fuente de ingresos para la mesa episcopal, con carácter
más bien complementario, vendría dada por los derechos que el
obispo percibía en función de su potestad jurisdiccional:
catedrático, procuraciones de visita, etc. Sobre todo ello ya se
ha hablado páginas atrás. A ello habría que añadir, además, la
parte que al obispo correspondía en las ofrendas y oblaciones que
se realizaban en la catedral conquense.
De cara al afianzamiento del patrimonio de la mesa episcopal
sería de fundamental importancia el privilegio concedido el 3 de
abril de 1199 al obispo San Julián y sus sucesores, y también al
cabildo catedralicio, para que pudiesen poseer todas aquellas
heredades que adquiriesen por compra o donación en el territorio
diocesano67. Así se les posibilitaba extender tanto como pudie-
ran las posesiones abadengas, frente al retroceso inevitable que
experimentarían las realengas, como efectivamente sucedió a lo
largo de la Edad Media.
Pero en cuanto a los bienes fundiarios que integraban la
mesa episcopal tan sólo poseemos datos dispersos, la mayoría
centrados en los momentos iniciales de la diócesis. Aparte de los
señoríos episcopales, de los que ya se ha hablado, los obispos
de Cuenca poseían otros bienes, fundamentalmente rurales. El 1~+
de diciembre de 1208 Alfonso VIII había concedido conjuntamente
al obispo don García y al cabildo catedralicio, todas las
posesiones reales en la hoz del Júcar, excepto molinos, además
68
de los diezmos de las viñas de Alcocer, junto al río Guadiela
aunque estos últimos se dejarían de poseer en tiempos de Alfonso
X, como más adelante se verá.
Tres años más tarde, el 6 de juLio de 1211, el monarca
castellano donará al obispo don García y sucesores cuatro yugadas
90
de labor en el carrizal de Yémeda69, y el 21 de noviembre de
1214 confirmará a don García la donación del castillo de
Paracuellos con todos sus términos, así como la heredad del
carrizal de Yémeda y unos molinos situados entre Huércemes y el
carrizal 73 No mucho después, el 22 de enero de 1215, Enrique 1
.
1495 nos encontramos con una esporádica mención de ciertas casas censuales a la mesa episcopal
en las que vivía un tal Gonzalo de Montealegre. AHPC, Desamortización, leg. 249, cuaderno de censos del
cabildo, E. Sr.
91
Los obispos de Cuenca, al menos inicialmente, sí que
ejercían un importante control sobre los molinos hidráulicos,
junto con el cabildo catedralicio y la Orden de Santiago. Así,
a fines del siglo XIII sabemos que la institución episcopal
conquense ya tenía la propiedad de al menos 8 molinos75. En
cuanto a los siglos XIV y XV, no es posibLe establecer fehacien-
temente cómo evolucionó la posesión de molinos por parte del
Episcopado, dado que casi todos los datos que tenemos se refieren
a la institución capitular. Lo que sí parece cierto es que fue
realmente el cabildo catedralicio quien ejerció un mayor control
sobre los molinos hidráulicos, muchos de los cuales eran batanes,
cuestión esta última que debe ser puesta en relación con el
desarrollo experimentado por la industria textil en Cuenca.
Desde luego las donaciones de particulares jugarían un papel
muy escaso, o nulo, en la formación del patrimonio episcopal,
dado que en la inmensa mayoría de los casos los laicos dirigían
sus donaciones al cabildo catedralicio a cambio del mantenimiento
de capellanías y aniversarios.
Recapitulando, puede decirse que elL diezmo fue, sin lugar
a dudas, el principal sustento económico de la mesa episcopal.
En segundo lugar tendríamos las rentas procedentes de los
señoríos epistopales y otros bienes rurales propiedad de los
prelados, debiendo destacarse la importancia inicial de los
molinos hidráulicos. En cuanto al patrimonio urbano, parece que
su presencia en la mesa episcopal fue mínima. En un nivel
inferior tendríamos las rentas procedentes de los derechos del
obispo sobre salinas y portazgos, aspecto sobre el cual, como
hemos visto, hubo diversos cambios a lo largo del tiempo. Como
complemento a todo lo anterior hay que citar el impuesto del
catedrático que pagaba todos los años el clero diocesano, así
como otros derechos derivados del ejercicio de la jurisdicción
episcopal y parte de los donativos y oblaciones que realizaban
los fieles en la catedral.
Al establecer una valoración global, aproximada, por
supuesto, de las rentas episcopales de Cuenca a lo largo de la
92
Edad Media, llama la atención el enorme y paulatino ascenso que
experimentó la diócesis en su posición económica con respecto a
otras. Así, el nivel de rentas episcopales durante los siglos XII
y XIII, en una etapa de impulso inicial a la repoblación y
economía diocesana, no debió de ser muy alto. En 1215, por
ejemplo, sabemos que el obispo don García Ruiz tuvo que pedir un
préstamo a fin de costearse su asistencia al IV Concilio de
Letrán76. En 1300, año del cual data el primer testimonio que ha
llegado hasta nosotros sobre el pago de servicios comunes a la
Cámara Apostólica por parte del obispo de Cuenca, sabemos que don
Pascual se obligó a entregar la cantidad de 500 florines de
oro77, cifra bastante baja que en aquel momento situaba a Cuenca
entre las diócesis castellanas de escaso nivel económico, aunque
también es cierto que las valoraciones establecidas en los
documentos pontificios suelen tener un carácter más bien
aproximado con respecto a los verdateros niveles de renta
episcopal. Pero, de manera orientativa, el dato es válido.
Poco después, en 1322, Juan XXII se reservaría el expolio
del obispo don Pascual y los frutos de la mesa episcopal durante
la vacante, que había durado dos años, por un importe total de
84.439 mrs 76 Hay que tener en cuenta que esta cifra, además de
ser orientativa, incluye también el derecho de expolio y se
refiere a las rentas episcopales durante dos años.
Mayor utilidad es la que quizá ofrece un documento ya poste-
rior, del 15 de enero de 1479, a través del cual sabemos que el
obispo Antonio Jacobo de Veneris había asrendado al protonotario
Gabriel Condulmario, su provisor, los friLtos de la mesa episcopal
conquense por un valor de 4000 ducados anuales79. Claro que
también es cierto que el valor del arrendamiento nunca coincidía
de forma exacta con el valor real de las rentas arrendadas. Pero
de manera orientativa el documento reviste interés. Además
76José ~¶anuel
Nieto, «El intervencionismo pontificio...», p. 47.
93
sabemos que en esta época el nivel de las rentas episcopales
conquenses había experimentado una gran mejoría con respecto al
siglo anterior. Ello lo demuestra el hEcho de que en 1470 la
Cámara Apostólica actualizase la cantidad a pagar por los obispos
de Cuenca en concepto de servicios comunes, que quedaría fijada
en 3000 florines de oro frente a los 500 que hasta entonces se
pagaban80, lo cual situaba a Cuenca entre las diócesis con un
nivel de rentas episcopales alto. Quizá ello explique el deseo
pontificio durante esta época de entregar la mitra conquense a
alguno de sus familiares y allegados, dado que el beneficio a
recibir constituía un complemento económico cuantioso.
Ya para el siglo XVI, contamos con datos igualmente
importantes que nos ilustran sobre la evolución de las rentas
episcopales conquenses a lo largo de esta centuria. Así, Lucio
Marineo Sículo, en su obra De rebus Hispaniae memoralibus,
publicada en 1530, cifraba para ese año las rentas episcopales
conquenses en 16.000 ducados, cantidad qie situaba a Cuenca, por
este concepto, entre las diócesis con urL nivel de rentas medio—
alto, tras Toledo, Sevilla, con 24.000, y Sigilenza, Santiago,
Zaragoza y Burgos, todas ellas con 20.00081. En 1557 sus rentas
ya habían ascendido a 26.000 ducados, y seguía manteniendo una
posición económica de importancia, con unas rentas bastante
similares a las de Sigúenza (25.000), Cartagena (24.000) o
incluso Burgos (28.000)82. En el siglo siguiente esta situación
de privilegio aún se mantendría, dado que en 1630 las rentas
anuales de la mesa episcopal ascendían aproximadamente a 55.000
ducados, y las del conjunto de la diócesis conquense, excluido
el clero regular, a 550.000. Así, en este año Cuenca también
aparece entre las diócesis con mayor nivel de rentas de Castilla,
80ASVat., Chi, et Solut., vol, 84, f. llOr. Tengamos en cu:nta que el arzobispo de Toledo satisfacía
8000 florines, y si a ello unimos el enorme nivel de riqueza de la ~[itratoledana se llega a la conclusión de
que los 3000 florines que correspondían a Cuenca son un claro indizativo de un nivel económico importante.
81santiago Aguadé Nieto, <<Crisis de subsistencia...», p 31.
823 Escandel Bonet, <<Las rentas episcopales en el siglo XVI», p. 68.
94
pues por delante de ella sólo estaban Toledo, Sevilla, Santiago
83
y Plasencia
Así, pues, partiendo de una situación económica inicial que
se nos muestra como bastante precaria, el nivel de las rentas
episcopales en Cuenca iría paulatinamente ascendiendo, de modo
que, a fines del siglo XV, Cuenca ya se situaba entre las mitras
con un nivel de rentas medio-alto, manteniendo esta posición al
menos durante los siglos XVI y XVII.
85A11N, OGMM-Uclés, carp. 98, nP 16. Es un documento datado el 20 de septiembre de 1307 sobre un pleito
entre el obispo de Cuenca don Pascual y el maestre de Santiago don Juan Osórez, motivado por un incendio del
palacio episcopal de Mude acaecido mientras lo habitaban el comentador mayor de Segura, don Diego Muñiz, y
otros caballeros santiaguistas.
86AEH, Inventario, nQ 8. Se trata de un privilegio del obispo de Cuenca don Élvaro Martínez fechado
el 4 de mayo de 1387, y en cual se alude a esta capilla de Santa lista.
95
como otras residencias y fortalezas que tenían los obispos en el
resto de sus señoríos.
Los símbolos principales de su elevada dignidad eran la
mitre, el báculo y el anillo, que junto cjn la posesión de sello
87
propio contribuían a realzar el prestigio de su autoridad.
Además el obispo, cuando participaba en las procesiones celebra-
das en la catedral, siempre ocupaba en ellas el lugar de máxima
preeminencia, e igualmente destacado era su puesto en el coro y
en las reuniones del cabildo. Por otra parte, cuando acaecía su
fallecimiento y el sepelio tenía lugar en la catedral, siempre
se le tributaban las máximas honras fúnebres en medio de un
enorme cortejo que acompañaba sus restos mortales hasta el lugar
de la inhumación, que en la catedral concuense solía tener lugar
en el presbiterio o en algunas sepulturas situadas en el lado de
la Epístola.
sellos que se conservan de los obispos de Cuenca tienen en general las características formales
e iconográficas típicas de los sellos episcopales de la época, apareciendo en ellos el prelado de pie o
sedente, en actitud de bendecir, revestido de pontifical y con los atributos simbólicos de su poder, como son
la mítra y el báculo. No obstante, han llegado hasta nosotros algunos sellos de obispos conquenses que, debido
a su particular riqueza iconográfica y simbólica, requieren una especial mención. Tal es el caso, por ejemplo,
de un sello del obispo don Bernardo Zafón cuyo contenido iconográfi:o es el siguiente: templo gótico de dos
cuerpos; en el superior la Virgen sedente, de 3/4 a la derecha, velaca y nimbada, con túnica y manto recogido
sobre las rodillas y con el niño en brazos; a la altura de la cabeza le la Virgen aparece una estrella de ocho
puntas; en los ediculos laterales dos personajes separados por una rina columnita; en la parte inferior del
campo, dentro de una hornacina, el obispo orante de 3/4 a la izquierda; a ambos lados, un escudo de dos fajas
(El sello se encuentra adherido a un documento del 1 de mayo de 1370 por el que se concede a Alvar López,
racionero de Toledo, el arcedianato de Ledesma). ACT, 0.90.1.20 ¡ 1, Aroz Pascual, Sellos eclesiásticos.,,,
II, p. 483, Del obispo don Alvaro Martinez también se conserva un sello de cera roja cuyo contenido reviste
especial interés: templete gótico; en el centro la Virgen de pie, con velo, túnica y manto, y con el niño en
el brazo izquierdo; en los edículos de la derecha e izquierda aparecen dos ángeles arrodillados, con un cirial
en las manos; en la parte inferior del campo, Sajo un arco trilobulado, aparece el prelado orante con el báculo
sobre el hombro; en los ángulos, dos escudetes, el de la derecha con creciente de luna renversado, y el de la
izquierda con barra (Documento datado en Brihuega, a ide agosto de 1386. Es una concordia entre el arzobispo
de Toledo y la abadesa y monjas de San Clemente sobre percepción de portazgo). ACT, V.l1.G.1.6 1 L. Aroz
Pascual, op. nt., II, p. 485. Como último ejemplo cabría mencionar otro interesante sello de cera roja del
obispo don Alonso de Burgos, ya del siglo XV, que Se encuentra guardado dentro de una cajita de madera de pino
y cuyos motivos iconográficos son los siguientes: retablo gótico; en el altar central aparece Cristo sedente,
togado y con nimbo crucífero, y con la mano derecha levantada para bendecir; a sus lados, personajes
indistintos; en la parte inferior del campo, bajo arco apuntado, aparece el prelado en pie y orante, acostado
de dos escudos y timbrado de sombrero eclesiástico [Enun documento del 11 de abril de 1485, en Córdoba, que
contiene el nombramiento del obispo de Cuenca para entender en las causas sobre conservación de bienes
eclesiásticos del cardenal Pedro de Mendozal. ACT, I.5.C.l16 ¡ 1. Aroz Pascual, op. cit., II, p. 486. Esta
evolución en el contenido de los sellos episcopales, en los que desd~ el último tercio del siglo XIV se tiende
a que aparezca el prelado en actitud orante y rodeado de elementos propiamente espirituales, podría responder
al influjo de las corrientes reformistas que abogaban por un modElo de prelado entregado a la pastoral y
cumplidor de los deberes específicamente religiosos que le estaban elcomendados, un reflejo de lo cual quedaría
plasmado simbólicamente en los propios sellos episcopales.
96
Acorde con el prestigio del ob:Lspo estaba también la
posesión por parte de éste de ricas vestimentas y material
litúrgico, necesario todo ello para el correcto desempeño de sus
funciones eclesiásticas de una manera acorde con la dignidad que
ostentaba. Una valiosa información en este sentido es la que nos
ofrece una carta de recibo que el 1 de junio de 1300 dio Sancho
Ramiro, canónigo de Cuenca, a Juan Domínguez y Fernando Pérez,
canónigos de Toledo, por los bienes que éstos le entregaron a
nombre y por mandato del obispo de Cuenca don Pascual. La
relación de bienes del ajuar del obispo que aparecen citados en
ella es enormemente interesante:
97
un ordinario de letra gorda con tablas de nogal; otro libro de consagraQion
de los obispos de letra gorda con tablas cubiertas de cuero berraeio; otro
libro de letra gorda de consagraqion de la crisma, cubierto de guadalmea
bermeio; una Biblia con tablas de marfil et de evano con plata; un decreto
glosado’88
88ACT, X.l.S.2.l ¡ EN, Ms. 13035, fE. 114-115 / Antonio Mnavides, Memorias de don Fernando IV de
Castilla, II, nQ 157.
89En un documento de octubre de 1417 nos encontramos a un tel Juan González de Frómista como canónigo
y camarero del obispo de Cuenca. AMO, leg. 185, exp. 1 / Antonio Chacón, Documentación del Archivo Municipal
de Cuenca, III, nO 122.
90En 1452 un personaje llamado Juan de Quirós aparece menc:,onado en la documentación como <<barvero
de nuestro sennor el obispo, su siervo>>. AMPO, Desamortización, leg. 782, nO 831.
91Puede citarse, por ejemplo, la carta que el 19 de abril de 1421 otorgó el obispo don Alvaro de Isorna
a favor del arcediano de Cuenca Diego Martinez, tomándole por familiír y continuo comensal suyo. ACO, AC-1421,
E, 136v.
98
Itt-LOS SÍNODOS DIOCESANOS92
1—Consideraciones generales
92Este es un campo de estudio muy especializado que, para el caso de los reinos hispánicos, cuenta
hoy con la magnífica edición en curso del Synodicon Hispanum, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1981
y Ss; publicados hasta ahora los seis primeros volúmenes con tos síndos de Galicia, Portugal
3 Astorga, León,
Oviedo, Ciudad Rodrigo, Salamanca, Zamora, Extremadura, Badajoz, Otria-Cáceres, Plasencia, Avila y Segovia.
Sobre el mismo tema también pueden destacarse los trabajos siguient?s: José Sánchez Herrero, <<Los concilios
provinciales y los sinodos diocesanos españoles. 1215-1550», Quaderni Catanesi di studi classici e medievali,
III, 5 1981), pp, 113—181 y IV, 7 (1982), pp. 111-197, obra en la que se facilita un repertorio bastante
completo de las reuniones de este tipo a partir del IV Concilio de Letrán; del mismo autor también hay que
destacar Concilios provinciales y sinodos toledanos de los siglos ¡¡1 y XV. La religiosidad cristiana del clero
y el pueblo, La Laguna, 1976; F. Cantelar Rodríguez, Colección sinodal Lamberto de Echevarría. Catálogo,
Salamanca, 1980; José Rodríguez Molina, Sinodo de Jaén en 1492, Jaen, 1981; José Luis Martín Rodríguez, <<El
sínodo diocesano de Cuéllar (1325)», en Homenaje a fray Justo Pére: de Urbel, vol, II, Silos, 1977, pp. 143-
176; Iluminado Sanz Sancho, <<Sínodos de la Iglesia de Cartagena—~urcia en el siglo XV>>, Hispania Sacra,
XXXVIII (1986), pp. 53-126; Juan O. Matías y Vicente, Los laicos en los sínodos salmantinos, Salamanca, 1990.
93Antonio García y García, Iglesia, sociedad y Derecho, 1, pp. 378-380.
99
que, estando impedido, puede ser representado por un vicario
idóneo. El primer día se celebrará misa solemne, en la que el
obispo, u otro en su lugar, predicará un sermón exhortando a
vivir conforme a las buenas costumbres. Se leerán los estatutos
provinciales y sinodales, y algún tratado sobre el modo de
administrar los sacramentos. A continuación el prelado investiga-
rá sobre la vida y costumbres de sus súbditos, sobre todo los
clérigos, para así tratar de corregi.r los defectos que se
encuentren. Finalmente se instituirán los testigos sinodales.
Raramente participa el laico, y si lo hace su concurrencia es
sobre todo protocolaria 94
En Castilla, tras dos épocas precedentes de actividad
sinodal importante <1322—1356, 1379—1406), llegará un tercer
período también relevante y de gran impulso reformador (1473-
1550), que se abre con el Concilio de Aranda de 1473 y que
coincide plenamente con el reinado de los Reyes Católicos,
95
alargándose hasta Trento No obstante, los. antecedentes
hispánicos más directos de toda la producción sinodal posterior
hay que buscarlos en los importantes corLcilios vallisoletanos de
1228 y 1322, convocados por legados pontificios y en los que se
hizo un gran hincapié en la reforma de la moral y costumbres del
clero y los laicos. Las disposiciones de ambos concilios
generales, basadas a su vez en los cánones del IV Concilio de
Letrán, ejercerán una notable •influen:ia en todas las normas
sinodales de ámbito local fundamentalmente desde principios del
siglo XIV hasta Trento, que fue el más eficaz intento de puesta
en práctica de los ideales lateranenses. De hecho el IV Concilio
de Letrán será mucho más citado e invocado en los siglos XIV-XVI
96
que durante la decimotercera centuria
Los sínodos diocesanos revisten una enorme importancia para
el conocimiento de la religiosidad bajonedieval y de otros muchos
aspectos de la Iglesia y sociedad en general, y de ahí que en los
últimos años se haya puesto un mayor enpeño en su publicación y
94José Sánchez Herrero, <<Los concilios provinciales y los sínodos diocesanos españoles...>>, p. 131.
95Ibid., p. 154.
loo
estudio, para así poder extraer de ellos todo el valor socioideo—
lógico que poseen.
97un grado de actividad sinodal parecido al de Cuenca se observa, por ejemplo, en diócesis como Oviedo,
con un total de 15 sínodos celebrados durante la Edad Media, Mondoñedo, con 17, u Orense, con 19, Algo menos
intensa fue la actividad sinodal en León, con 12 sínodos, Segovia, con 11, o Salamanca, con 10, mientras que
Coria y Badajoz, con 5 sínodos para cada una de ellas, y Zamora, con tan sólo 2, resultaron mucho menos
favorecidas en este sentido (datos tomados del Synodicon «íspanuml,
98La excomunión es la mayor censura eclesiástica, y durante la Edad Media fue abundantemente utilizada,
lo cual determinaria una progresiva indiferencia en los fieles ante sus consecuencias. En el ámbito del Derecho
común eclesiástico reiteradas veces se reglamentan las causas de excomunión, la necesidad de su publicidad,
los excesos cometidos y las formalidades de las sentencias que decreten esta severa censura.
101
obispado de Cuenca durante la Edad Media, cuya abundante
normativa, exceptuando por lo general los asuntos de índole
religiosa, sobre los que ya se ha señalado que quedan fuera de
nuestro ámbito de estudio, aparece recogida y distribuida mucho
más por extenso a lo largo de diversos capítulos de la presente
obra -
~Eí texto original de este sínodo puede verse en: ACO, Estatutos, ff. 24v-30v. Una copia del siglo
XVIII se encuentra recogida en: BM, Ms. 13071, ff. 218r-239r (En esta copia se indica equivocadamente el año
l34~ como el de celebración del sínodo, en vez de 1364 que es cuando realmente se reunió).
Ms. 13071, f. 218r.
101Sobre este tipo de catecismos, para otras diócesis, cabe ci:ar los trabajos de F. Rubio, <<Don Pedro
Gómez Barroso, arzobispo de Sevilla, y su catecismo en romance caste Jano», Archivo Hispalense, 27 (1957);
José Luis Martin Rodríguez y Antonio Linaje Conde, Religión y sociedad medieval. El catecismo de Pedro de
Cuéllar (1325), Salamanca, 1987; y la visión de conjunto que nos ofrece José Sánchez Herrero, <<La literatura
catequética en la Península Ibérica, 1236-1553>>, En la España Medieval, 5 (1986), pp. 1051-1117.
102
-De Articulis Fidei.
-De Sacramentis.
-De Decem Preceptis Legis.
-De Septem Virtutibus.
-De Septem Vitiis.
-De los Artículos de la Fee.
-De los Sacramentos, que son siete
-De las Siete Virtudes.
-De los Siete Pecados Mortales y Virtudes a ellos contra-
rias.
-De las Catorce Obras de Misericordia.
—De Festibitatibus Observandis.
103
Vaca también se haría eco mediante la intensa actividad sinodal
desarrollada en Cuenca.
El contenido general de todas las extensas constituciones
emanadas de los sínodos celebrados por esl:e prelado es enormemen-
te amplio y variado, abordando la práctica totalidad de cuestio-
nes susceptibles de ser tratadas en este tipo de reuniones
eclesiásticas: administración y recaudación del diezmo, situacio-
nes múltiples de conflictividad decimal, estado material y
espiritual de las iglesias parroquiales, jurisdicción de
arciprestes y vicarios rurales, cultura y comportamiento general
del clero, aprendizaje de las virtudes y mandamientos básicos,
vestimenta y apariencia externa clericales, mejoras en la
celebración de la misa y administración de los sacramentos,
concubinato clerical, excomunión, excesos de los laicos, usura,
fiestas que se han de guardar, relaciones con los musulmanes y
judíos, etc. Todo ello convierte a don Juan Cabeza de Vaca en uno
de los prelados con mayor celo pastoral y preocupación por sus
deberes estrictamente episcopales de todos aquellos que ocuparon
la sede conquense durante la Edad Media, y de hecho las constitu-
ciones sinodales por él promulgadas se convertirán en la base
fundamental de toda la producción sinodal conquense posterior.
Veamos a continuación cómo y cuándo tuvo lugar la celebración de
todos estos sínodos.
Al celebrar su primer sínodo como obispo de Cuenca, en 1399,
don Juan se propuso reunir y reorganizar todas las constituciones
dispersas dadas por sus antecesores, trasladando algunas del
latín al romance «porque sean avidas comunes e usen dellas ansy
los clerigos simples como los letrados», eliminando las que ya
habían sido revocadas por otras posteriores y añadiendo otras
— 102
nuevas elaboradas por él de nuevo cuno , todas las cuales
serían publicadas y leídas en sínodo el lunes 7 de abril de 1399,
«estando el dicho sennor obispo asentado en pontifical dentro
en la capilla de Corpore Christi, que es en la claustra de la su
yglesia cathedral, celebrando la sancta sinodo». Estuvieron
presentes el deán de Cuenca don Guillén Barral; don Andrés
104
Fernández, arcediano de Cuenca; don Alfonso Carrillo, arcediano
de Moya; don Juan Rodríguez, chantre; don Pedro Fernández,
maestrescuela; y don Miguel Fernández, tesorero, todos ellos
dignidades de la catedral de Cuenca. También asistieron varios
canónigos prebendados junto con todos los arciprestes y vicarios
rurales y una amplia representación de la clerecía de Cuenca y
su obispado. Tras la publicación de las constituciones todos los
asistentes solicitaron al obispo que Les dejara examinarlas
detenidamente, y ocho días después, un martes, le presentaron
ciertas peticiones concernientes al contenido de dichas constitu-
ciones, entre las que pueden señalarse las siguientes:
105
o sus procuradores, arciprestes y vicarics rurales y dos clérigos
de cada arciprestazgo y vicaría informados sobre el estado
material y espiritual de sus parroquias. Además los arciprestes,
vicarios y clérigos asistentes deberárL llevar al obispo por
escrito una relación con los nombres de todos los clérigos que
poseen beneficios servideros, prestameras y capellanías perpetuas
en sus respectivos arciprestazgos y vicarías, indicando también
si existe algún beneficio vacante y quiénes están ausentes de sus
beneficios ~ De este modo quedaban establecidas las bases
teóricas para épocas posteriores de la convocatoria y asistencia
a sínodo, aunque, como pronto se verá, eL precepto de convocato-
ria anual no se cumpliría.
El siguiente sínodo fue el celebrado en la parroquia de
Santa María de Alcocer el lunes 3 de abril de 1402. Asistieron
el deán don Guillén Barral; el chantre don Juan Rodríguez; el
arcediano de Alarcón; los vicarios de Huete, Belmonte, Cañete y
otros que no se citan; los arciprestes de Pareja, Moya, Uclés y
otros clérigos en representación de los abades y cabildos
106
clericales Al igual que hiciera en la reunión sinodal ante-
-
106
23 de abril, jornada en que la clerecía hizo varias peticiones
al obispo sobre asuntos diversos108.
Otro nuevo sínodo fue el que se celebró también en la
capilla de Corpore Christi, junto al claustro de la catedral, el
miércoles 9 de abril de 1404, presidido, ahora sí, por el obispo
don Juan en persona. Asistieron de nuevo don Guillén Barral,
deán; el diantre don Juan Rodríguez; Benito Sánchez, tesorero;
don Ruy Bernal, arcediano de Ledesma en la Iglesia de Salamanca;
Gil Martínez, sochantre; el licenciado Ruy Diaz; varios canónigos
de la catedral; los vicarios y arciprestes; el abad mayor del
cabildo de clérigos de Cuenca y una amplia representación de la
clerecía de la ciudad y del obispado. En este sínodo se publica-
ron de nuevo todas las constituciones dadas en los sínodos
anteriores, algunas se modificaron en ciertos puntos, sobre todo
en lo tocante a penas pecuniarias, y también se promulgaron
nuevas contituciones emanadas de nuevo cuño~.
El último sínodo celebrado en Cuenca por don Juan Cabeza de
Vaca se reunió también en la capilla de Corpore Christi de la
catedral, entre el lunes 19 y el miércoles 21 de abril de 1406.
De nuevo lo presidió don Juan vestido de pontifical, y contó con
la asistencia del deán Guillén Barral, el chantre Juan Rodríguez,
el tesorero Benito Sánchez de Salmerón, el licenciado Ruy Díaz,
canónigos, arciprestes, vicarios, abades y varios clérigos de los
cabildos de la diócesis. Se publicaron y leyeron las constitucio-
nes dadas en los sínodos anteriores, estableciéndose de nuevo las
110
modificaciones oportunas
Casi tan intensa como la de su antecesor fue la actividad
sinodal de don Diego de Anaya Maldonado (1407-1418), pues durante
su pontificado en Cuenca convocó un total de cuatro sínodos, que
se reunieron en 1409, 1411, 1413 y 1414111. El contenido de las
Ef. 53v-54r.
f. 55v.
1101bid., f. 58r.
111Siendo obispo de Salamanca, don Diego ya había celebradni un sinodo en esta ciudad el 30 de enero
de 1396. Se trata de una asamblea en cuya temática predomina la econmia sobre el espíritu reformista, aunque
contiene alguna normativa sobre enseñanza, sacramentos y culto. Juan O. Matías y Vicente, Los laicos én los
107
constituciones de ellos emanadas es amplio, aunque no tanto como
en el caso de los sínodos de su predecesor. De forma genérica,
la temática tratada versa sobre los siguLentes aspectos: mejora
de la formación cultural del bajo clero, administración de los
sacramentos, excesos diversos del clero, mejora del estado
material y espiritual de las iglesias, excomunión, una no
demasiado amplia normativa decimal, excesos de los laicos e
utilización indebida de las iglesias por éstos y algunas
cuestiones tocantes a las relaciones de los cristianos con judíos
y musulmanes.
El primer sínodo de los convocados por el obispo don Diego
se celebró el Domingo 14 de abril de l~09 en una capilla del
palacio episcopal de Pareja. Asistieron don Ruy Bernal, arcediano
de Ledesma y vicario general del obispo don Diego; el deán de
Cuenca Guillén Barral; Pedro Fernández (de Montiel), maestrescue-
la y colector pontificio; arciprestes, vicarios, algunos clérigos
y capellanes, bien personalmente o por medio de sus procuradores.
En esta asamblea el obispo aprobó y confirmó las constituciones
de don Juan Cabeza de Vaca, publicando además algunas nuevas
dadas por él con acuerdo de todos los presentes112. Al día
siguiente, lunes 15 de abril, en la línea de lo acecido en
algunos sínodos anteriores, el clero presentaría al obispo
ciertas peticiones sobre temas diversos que habían sido tratados
en la asamblea anterior113.
El siguiente sínodo se reunió anta el altar mayor de la
catedral de Cuenca el lunes 14 de sept:embre de 1411, tras la
celebración de una misa solemne y cantada. Asistieron el deán
Guillén Barral; el arcediano de Ledesna Ruy Bernal; algunos
canónigos y racioneros de la catedral; seis arciprestes y cuatro
vicarios, bien personalmente o por medio de procuradores; y una
amplia representación de los abades y clérigos de los cabildos
de Cuenca y su obispado. Tras una solemrLe predicación don Diego
sinodos salmantinos, p. 18, El texto de este sínodo se encuentra putlicado en el Synodicon Hispanum, IV, PP.
23—48.
Estatutos, f. 61r-v.
‘13lbid, E. 66v.
108
aprobó todas las constituciones anteriores, publicando además
algunas nuevas y mandando a todos los presentes sacar una copia
de ellas114.
Otro sínodo fue el celebrado en la parroquia de Santa Nana
de Pareja el Domingo 17 de septiembre de 1413. Asistieron don Ruy
Bernal, vicario general del obispo y arcediano de Ledesma; el
maestrescuela Pedro Fernández; los arciprestes y vicarios de la
diócesis, personalmente o por medio de procuradores; el abad del
cabildo de clérigos de Alcantud, el procurador del cabildo de
clérigos del común de Uclés, el abad del cabildo de Tierra de
Moya, y otros abades y clérigos de la diócesis. Con el consenso
de todos los asistentes, se procedió a publicar ciertas constitu—
ciones sobre materia diversa 115
-
ff. 68r—72r.
1151bid., f. 72v.
109
da; don Ruy Gómez de Anaya, arcediano de Alarcón; Juan Sánchez
de Loranca, abad de la Sey; el maestrescuela Álvaro de Jarava;
Nicolás Martínez de la Campana, arcediano de Moya; varios
canónigos y racioneros; los arciprestes ds Cuenca, Huete, Uclés,
Requena, y los lugartenientes de los arciprestes de Alarcón
Castillo de Garcimuñoz, Moya y Pareja; los vicarios de Belmonte,
Montalvo, Huerta, Cañete y lugartenientes de los de Iniesta y
Utiel; diversos abades y clérigos representantes de los cabildos
clericales de Cuenca y su obispado. EstanCo todos estos presentes
se hizo predicación y lectura de las extensas constituciones de
este sínodo con el objeto de mejorar las costumbres del clero y
laicos de la diócesis116, estableciéndos? que en adelante sólo
se guardaran estas constituciones, que eran el resultado de una
recopilación de Las de sus predecesores con ciertos cambios y
añadiduras117, y reiterando de nuevo las disposiciones del
sínodo de don Juan Cabeza de Vaca de 139 sobre obligatoriedad
de asistencia al sínodo y convocatoria ¿nua1118
La temática tratada en las constituciones sinodales de 1446
es enormemente amplia, atañe al clero y en menor medida a los
laicos, y es un reflejo de la preocupación del obispo por conocer
y mejorar el estado material y espiritual de la diócesis cuyo
gobierno se le acababa de encomendar. Er..tre los muchos aspectos
sobre los que se legisló pueden destacarse los siguientes:
materia económica y decimal, que recibe un tratamiento amplísimo;
arrendamiento de bienes eclesiásticos; materia beneficial;
asuntos jurisdiccionales, tanto de ámbito intraeclesiástico como
en lo relativo a las intromisiones de la justicia secular en la
eclesiástica; economia y administración parroquiales; inmunidad
eclesiástica; regulación de las relaciones entre los diversos
niveles del clero, así como entre éste los laicos; relaciones
de cristianos con judíos y musulmanes; aspectos de religiosidad
referentes tanto al clero como a los laicos: concubinato, excesos
de conducta, excomunión, administración de los sacramentos,
1t7Ibid., f. ir.
118lbid., E. Lv.
lío
tiestas, celebración de la misa, etc119. Conviene poner de
manifiesto el hecho de que en este sínodo la normativa destinada
a corregir aquellas costumbres de los laicos que se consideraban
incompatibles con la vida cristiana va a recibir una atención
bastante reducida en comparación con otra materias.
Una vez leídas y publicadas las constituciones de este
sínodo, todos los asistentes las conf;intieron y aprobaron.
Finalmente don Lope mandó a todos los arciprestes, vicarios,
clérigos y capellanes presentes que hiciesen sacar y se llevasen
un traslado de estas constituciones así como de un Libro sinodal
que el obispo presentó para mejorar la instrucción del clero
diocesano conquense120. La temática de este Libro sinodal desti-
nado al clero es esencialmente religiosa, y hoy sabemos que su
121
elaboración original no es del propio Barrientos a pesar de ,
ff. 1-69.
f. 68v,
121Bibíioteca del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, Ms. 340, ff. 71v—128r. Este Libro sinodal es
copia del que otorgó el propio Barrientos para Segovia en 1440, que a su vez es copia del dado por el obispo
de Salamanca Gonzalo de Alba en abril de 1410, Lste último se encu~ntra publicado en el Synodícon lfispananr,
IV, Pp. 174—293.
111
estar «en sus palagios de la dicha gibdad ocupado de otros
arduos negogios». Una vez finalizada su celebración todos los
asistentes fueron convocados para el día siguiente por la mañana,
para oir publicar y leer las constituciones del sínodo. De este
modo, en la sesión del lunes día 2 de: mayo primeramente se
confirmaron y aprobaron las constituciores del sínodo de 1446,
aunque corrigiendo algunas de ellas y publicando también otras
nuevas, mandando finalmente que en el plazo de 60 días todos los
arciprestes, vicarios y curas de la diócesis se hiciesen con una
122
copia de las nuevas constituciones
La temática de las constituciones <le este sínodo es mucho
menos amplia que la del anterior, y las nuevas disposiciones
dadas se limitan a recoger algunas normas muy puntuales sobre
pago de diezmos, sentencias de excomunión, correcta administra-
ción de la justicia eclesiástica y deberes religiosos de clérigos
123
y legos
Durante el pontificado de Antonio Jacobo de Veneris (1469-
1479) no tenemos constancia de que se c&.ebrara en Cuenca ningún
sínodo, y ello fue debido probablemente al absentismo casi total
de este prelado. No ocurrió lo mismo, en cambio, con su sucesor
Fray Alonso de Burgos, que durante su breve pontificado en Cuenca
(1482—1485) convocó dos sínodos124
El primero de ellos se celebró el 1.3 de noviembre de 1482
en la villa episcopal de Pareja, presidi¿o por el bachiller Alvar
González de Capillas, provisor y vicario general en el obispado
de Cuenca en nombre de Fray Alonso de Burgos. En este sínodo el
mencionado provisor promulgó varias constituciones, algunas de
Ef. 129r—138r.
124sabemos que Fray Alonso de Burgos, siendo obispo de Córdoba (1477-1482), celebró allí un sínodo
diocesano, También participó en la Asamblea del clero celebrada en Sevilla en 1478, siendo uno de los que la
presidieron por parte del estamento eclesiástico. José Sánchez Herrero, <<Los concilios provinciales y lOS
sínodos diocesanos españoles. 1215—1550>>, p. 152. Su participaciór. en estas reuniones es una muestra de la
preocupación que este prelado mostró por los aspectos tocantes a la reforma eclesiástica, lo cual también
quedaría patente poco después en el sínodo conquense de 1484,
112
ellas relativas a asuntos de tercerías125. Pero, indudablemente,
la iniciativa de la convocatoria de este sínodo se debió a Fray
Alonso de Burgos que, recién nombrado obispo de Cuenca, quiso
celebrar sínodo diocesano para conocer el estado de su nueva
diócesis y, no pudiendo él asistir en persona, encargó a su
vicario general que lo convocase y presidiese en su nombre.
Dos años más tarde se celebró un nievo sínodo en la villa
de Pareja. Fray Alonso de Burgos, en el inicio de las constitu-
ciones sinodales de 1484, expresa su deseo de mejorar las
costumbres de sus súbditos y corregir todos los defectos, tanto
de los clérigos beneficiados de la catedral y resto de la
diócesis como de los laicos, motivo por el cual había decidido
reunir el sínodo. A su vez se lamenta de no poder visitar
personalmente cada una de las parroquias de su diócesis «ansy
por nuestra indispusigion corporal ccmo por la grandeza y
numerosidat de los arduos negogios que eIL rrey e rreyna nuestros
sennores para la governagion de sus rreynos e sennorios continua-
mente nos cometen.. » 126
El sínodo fue convocado por Fray álonso de Burgos en la
villa episcopal de Pareja, donde se publicaron los estatutos
sinodales el Domingo 17 de octubre de 1484. Asistieron el
bachiller Rodrigo de Fuensalida, canónigo de Cuenca y visitador
de la diócesis en nombre del obispo, los lugartenientes de los
arciprestes del obispado, el vicario de Huerta, varios testigos
y Francisco de Leyera, notario apostólico y procurador del
obispo127. Pocos días después, el 23 de octubre del mismo
año, estos estatutos sinodales se publicaron de nuevo en la
parroquia de San Nicolás de Medina, de la ciudad de Huete, en
presencia del cabildo de clérigos de la ciudad, capellanes, el
sacristán y varios testigos128
125Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Esco Ial, Ms. M.II.22, f. 2v.
1281bid., E. 15v.
113
Se establece que en adelante todas l¿.s parroquias tengan una
copia de estas constituciones, y que cada cura parroquial las lea
en alta y clara voz el primer Domingo de cada mes antes de
vísperas, tañida la campana de la iglesia y reunido el pue-
blo129. Para facilitar esta tarea, poco después se encargará al
tipógrafo Áívaro de Castro, que por esas fechas estaba estableci-
do en la ciudad de Huete, que lleve las constituciones a la
prensa, para posteriormente distribuir los ejemplares de la
edición entre las parroquias de la diócesis 130 -
f. lSr-v.
único ejemplar incunable que ha llegado hasta nosotros de aquella prematura edición es el que
actualmente se conserva en la British Library de Londres, con la signatura IB 53403. Un estudio pormenorizado
y transcripción de estas constituciones sinodales puede verse en mi trabajo <<Fray Alonso de Burgos y el sínodo
conquense de 1484>>, Hispania Sacra, XLVII (1995), Pp. 299-346.
114
los cabildos, capellanes y otros clérigos. Debe llamarse la
atención sobre el envio por parte del concejo conquense de dos
regidores a este sínodo, con la misión de vigilar que no se
hicieran innovaciones en materia decimal131. Por lo demás, la
reunión no abordó una temática demasiado amplia, limitándose a
la publicación de unas pocas constituciones y confirmación de
132
otras anteriores
Finalmente ya sólo queda poner de rei.ieve la gran influencia
que tendría toda esta producción sinodal de la Edad Media en los
sínodos conquenses de los siglos postermores. Durante el siglo
XVI celebrarían sínodo don Diego Ramírez de Villaescusa, en 1531;
Fray Bernardo de Fresneda, en 1566; dorL Gaspar de Quiroga, en
1574; y don Juan Fernández Badillo, en 1592. Para el siglo XVII
pueden mencionarse los sínodos de don Andrés Pacheco, en 1602,
y de don Enrique Pimentel, en 1626. Las constituciones sinodales
emanadas de estas asambleas, aún cuando desde mediados del siglo
XVI se haga sentir también en ellas el. inevitable influjo de
Trento, se basarán sobre todo en los sírodos conquenses bajome-
dievales, que de este modo sentarían mucbas de las bases teóricas
para el posterior gobierno de la diócesis durante las centurias
133
del. Antiguo Régimen -
claro ejemplo de ello nos lo ofrecen las constitucbnes del sínodo celebrado en mayo de 1626
en la catedral de Cuenca por el obispo don Enrique Pimentel. P~.ra la redacción de estas constituciones
sinodales se tuvieron en cuenta, tal como se reconoce en ellas, las le don Diego Ramirez de 1531, Fray Bernardo
de Fresneda de 1571, y las medievales de don Juan Cabeza de Vaca de 1402 y de Fray Lope de Barrientos de 1446,
entre otras.
115
IV-EPISCOPOLOGIO MEDIEVAL CONQUENSE134
‘34Las fuentes utilizadas para la elaboración de este nuevo y necesario episcopologia han sido muy
variadas, y se ha eludido casi siempre echar mano de los antiguos y defectuosos episcopologios ya existentes.
Respecto al contenido de este nuevo episcopologio, debe indicsrse que la información en él recogida
frecuentemente aparecerá de nuevo, pero mucho más desarrollada, en otras partes de la presente obra.
136S11o tuvo lugar a través de dos documentos pontificios que actualmente se conservan en la catedral
de Toledo, uno de ellos fechado en Letrán un 13 de junio, probablcnente de 1179, y otro en Viterbo un 11 de
julio quizá de 1181. Juan Francisco Rivera Recio, <<La provincia ecesiástica de Toledo en el siglo XII>>, PP.
143—l~4.
116
de 1183 y dirigido a los collazos de la Iglesia de Toledo, en el
cual se dice de forma expresa en el apartado de confirmantes:
«loannes conchensis episcopus confirmat»138. Fue probablemente
en el momento de su consagración cuané.o don Juan Váñez hizo
promesa de obediencia al arzobispo toledano139.
Este prelado, primero en ocupar .a sede conquense, era
natural de Toledo, al igual que otros de los que inmediatamente
le sucedieron, y pertenecía a una ilustre familia de mozárabes,
siendo quizá biznieto del conde Peranzures, aunque sobre esto
último no existe certeza absoluta. Tanto su padre como su tío
habían intervenido junto a Alfonso VIII en la toma de Cuenca.
Tal como se ha dicho, antes de ser nombrado obispo de Cuenca
había sido arcediano de Calatrava, al parecer por nombramiento
directo del arzobispo de Toledo don Cerebruno. Muy poco después
de la toma de Cuenca Alfonso VIII, quizá por mediación del
prelado toledano, le nombraría para la nueva sede que habría de
ser fundada en la ciudad recién conquistada, en recompensa por
los servicios militares que su padre y tío le habían prestado,
1~40
y también porque había destacado como arcediano de Calatrava
El 15 de mayo de 1183 Lucio III le autorizó para instituir
el nuevo cabildo catedralicio y organizar las iglesias de
141
Cuenca , y poco después, el 28 de julio del mismo año, don
Juan fundaría el primer cabildo, compuesto inicialmente por 16
canónigos regulares que no tardarían en secularizarse. A través
del documento de fundación el obispo estableció las bases
económicas iniciales del nuevo cabildo 142 , que se verían aumen-
tadas mediante un nuevo reparto de rentas, en favor del refecto-
rio y vestuario de los canónigos, realizado por don Juan el 16
de enero de 1295143.
117
Durante su pontificado se inició el proceso de dotación
regia de la nueva diócesis, debiendo ser destacada la donación
de los castillos de Peñas Alcatenas y Piedras Luches, el 24 de
febrero de 1182144, las aldeas de Huerta, el 14 de noviembre de
tías’45, y Abia, el 24 de diciembre del mismo ano146, así como
los castillos de Paracuellos, con su portazgo, y Monteagudo, con
sus salinas, el 12 de abril de ll87~~~. Estos lugares se consti-
tuirían en señoríos jurisdiccionales de los obispos de Cuenca,
cuya repoblación inicial correría a cargo de don Juan Yáñez y el
cabildo catedralicio, que de este modo se mostraron como asiduos
colaboradores de la Monarquía en las fundamentales tareas
repobladoras de los territorios recién i:.icorporados. Además don
Juan Yáñez también estuvo presente en las Cortes de Carrión de
148
1188 junto con otros obispos , lo cual viene a ser otro claro
ejemplo de la estrecha vinculación que siempre mantuvo con la
Monarquía.
En este periodo inicial de la diócesis, siendo obispo don
Juan, se establecerían toda una serie de acuerdos con la Orden
de Santiago y algunos monasterios de la diócesis de cara a
regular sus relaciones en materia decimal con el obispo y cabildo
catedralicio conquenses, acuerdos que, con ligeras variantes,
tendrían una gran vigencia posterior.
Es muy probable que hacia el final de su pontificado tuviese
lugar la dedicación a Santa María del altar mayor de la catedral
conquense, y ello siempre y cuando tomenLos como cierta la breve
noticia que al respecto nos ofrece el Obituario catedralicio:
«Eodem die, anno Domini millesimo centesimo nonagesimo sexto,
fuit dedicatum altare maius eccíesie conchensis. XVIII kalendas
145AC0, caj. 1, nP 6.
146ACC, Estatutos, U 3r.
118
septembrii». De este modo dicha dedicación habría tenido lugar
el 15 de agosto de 1196149.
Su muerte debió de tener lugar en 7.197, pues en julio de
este año su sucesor San Julián aún figura como arcediano de
Calatrava, y según el Obituario de la catedral habría acaecido
un 15 de diciembre, fecha de la celebrac:Lón de su óbito150.
149ACC, Necrologio-Obituario, U 26r. En los <<Anales>> de Ga~ci Sánchez, jurado de Sevilla, redactados
en el siglo XV, también se recoge esta noticia, aunque según el autcr habría sido San Julián el encargado de
la dedicación: «Sí año de 1196, y de la era de Cesar 1234 años, din de la Asunpcion de Nuestra Señora, a 15
de agosto, se dedico el altar mayor de la yglesia cathedral de Cuenca. Y en este año fue puesto por obispo
segundo el glorioso San Julian, que se presume dedico el este santo altar con sus manos». Juan de Nata
Carriazo, «Los Anales de Garci Sánchez..,>>, p. 18. Menos credibilidad es la que debe atribuirse, en cambio,
a la opinión expresada por Gil González Dávila, quien señala que fte Rodrigo Jiménez de Rada, siendo obispo
de Osma, quien consagró la catedral conquense, cosa poco probable si tenemos en cuenta que don Rodrigo no
alcanzaría la titularidad de la sede de Osma hasta varios años más tarde de la fecha en que se presume tuvo
lugar la consagración del altar mayor conquense. Gil González Dávila, Teatro eclesiástico.. , , PP. 451-452.
119
familiares eran mozárabes. Ello es lo que muy fundamentadamente
hace suponer a González Palencia que Julián, hijo de Tauro, era
de origen mozárabe. Por lo demás, fuera del mencionado patroními-
co Tauro, nada sabemos de la familia mozárabe de San Juliánm.
Su nombramiento para la sede conquense tuvo que haber tenido
lugar seguramente después de julio de 1197, dado que en esta
fecha, según el documento antes mencionado, aún era arcediano de
Calatrava. En su elección para obispo de Cuenca cabe sospechar
una intervención conjunta de Alfonso VIII152 y del arzobispo
toledano don Martín de Pisuerga, quien poco después le consagra-
ría en la ciudad del Tajo. Desde luego en julio de 1198 ya figura
como obispo de Cuenca, y en esta fecha le encontramos en Sigúenza
acompañando al prelado toledano don Martín en sus andanzas por
esta diócesis para solucionar ciertos p].eitos relacionados con
su clerecía~.
Uno de los actos administrativos más importantes de su
pontificado fue el otorgamiento y confirmación en 1201 al cabildo
catedralicio, con consentimiento de éste, de los primeros
estatutos capitulares conocidos, en los cuales, entre otras
cosas, se establece la normativa de residencia y condiciones para
ausentarse que habrían de cumplir en adelante los canónigos,
figurando también diversas normas sobre arrendamiento por los
propios canónigos de las heredades de los aniversarios, así como
sobre la forma de distribución de las rentas obtenidas por esta
via 154
-
151’Angel González Palencia, tos aozárabes de Toledo en los siglos XII y XIII, vol, preliminar, p. 183,
y vol, 1, doc. nP 274.
t5tuan Francisco Rivera Recio, <<La provincia eclesiástica de Toledo en el siglo XII», p. 144.
154ACC, caj . 2, nQ 30, Este documento, al llevar la suscr.pción autógrafa de San Julián, ha sido
tradicionalmente venerado como reliquia por parte de la Iglesia concuense.
120
vestuario la mitad de las posesiones que tenía en Cañete y sus
aldeas, refiriendo cómo su antecesor, don Juan, ya les había
concedido previamente la otra mitad 155
De gran importancia fueron toda una serie de acuerdos que
se establecieron el 7 de marzo de 1207, por mediación del obispo
San Julián y con la aprobación de Alfonso VIII, entre el cabildo
catedralicio de Cuenca y los clérigos parroquiales de la ciudad
y sus aldeas, a través de los cuales se regularían diversos
aspectos tocantes a las relaciones econóiricas y jurisdiccionales
entre los canónigos y el clero conquense, suavizándose algo la
potestad ejercida por aquéllos sobre este último56. El día
anterior, 6 de marzo, San Julián había actuado también como
mediador en un convenio realizado entre el cabildo catedralicio
y el concejo de Cuenca, a través del cual. se trataron de regular
las relaciones entre los familiares y criados del cabildo, por
un lado, y los laicos, por otro’57
Según Muñoz y Soliva, el obispo San Julián tuvo un litigio
con el arzobispo toledano don Martín de Pisuerga en cierto
momento de su pontificado, cuya fecha no nos es facilitada por
dicho autor. Al parecer el obispo conquense había procedido con
severidad contra varios eclesiásticos de la diócesis, algunos de
los cuales hicieron una apelación al metropolitano de Toledo, que
la admitió, declarándose de este modo en contra de la actuación
del obispo conquense. Por ello San Julián, al no conseguir que
el arzobispo de Toledo don Martín desistiese de su empeño
dejándole las primeras instancias en la reforma del clero de su
diócesis, apelaría a su vez al papa Inocencio III, que finalmente
habría mandado al arzobispo de Toledo que en ningún momento
actuase en las primeras instancias de sus sufragáneos, y
singularmente en las pertenecientes al obispo de Cuenca Ju-
lián158. Con todo, al no haber podido ser localizado ningún
leg. 1, exp. 2.
121
documento original en que se haga referencia a este litigio, y
teniendo en cuenta la enorme confusión que caracteriza a Muñoz
y Soliva, resulta imposible determinar si el conflicto al que
alude este autor se corresponde o no entesamente con la realidad.
Por lo demás, durante este pontificado continuarían las
tareas repobladoras de los señoríos episcopales iniciadas en
época de su antecesor, que se verían aumentadas con la nueva
incorporación de Pareja y sus aldeas, en cuya repoblación
centrarían sus esfuerzos a partir de ahcra el obispo y cabildo.
Según el Obituario catedralicio la muerte de San Julián
habría tenido lugar el 20 de enero de l2O8~, siendo enterrados
sus restos en la catedral conquense, aunque para otros autores
su muerte tuvo lugar el día 28 de este mismo mes.
Por último, ya sólo queda señalar algunos datos acerca del
culto tributado a San Julián durante la Edad Moderna. El inicial
culto a San Julián ya aparece claramente documentado durante el
último tercio del siglo XV, época en que el cabildo ya intentaba
fomentar a nivel estrictamente catedralicio el culto solemne de
un obispo al que se comenzaba a venerar como santo patrono, y en
cuyo honor, al menos desde 1471, el cabildo celebraba una fiesta
anual con procesión todos los 28 de enero. Además, sabemos con
cetteza que bastantes años antes de producirse el hallazgo de los
restos “incorruptos” del santo, en enero de 1518, gozaba ya su
sepulcro catedralicio entre los conq~ienses de cierta fama
terapéutica y milagrosa.
En la noche del 17 de enero de 1518 se produciría la solemne
apertura del viejo sepulcro medieval en que había estado
enterrado durante más de trescientos años. Al acto asistió el
cabildo catedralicio y un selecto grupo de personas de elevado
rango social de la ciudad, y todos se sorprendieron por el
elevado grado de incorrupción que al parecer presentaba el
cadáver del obispo. Muy poco después, el 1 de febrero, se
celebraría una solemne procesión por las calles de Cuenca para
conmemorar el acto, procediéndose además a sacar el cuerpo de su
antiguo sepulcro en espera de su definitiva instalación en la
122
nueva capilla que se había construido en la catedral para su
culto.
Quince días después, como respuesta de la mentalidad popular
ante el sorprendente hallazgo, se iniciaría una fugaz corriente
de peregrinación hacia su sepultura que duraría apenas hasta
finales de aquel mismo año, durante La cual los peregrinos
asistentes, que procedían fundamentalmente del obispado conquense
y diócesis limítrofes, se convencieron de haber experimentado
milagrosas curaciones de diversos tipos de enfermedades:
parálisis de miembros, tumores y úlceras, ceguera, sordera y
mudez, fiebres, etc. Pero las peregrinaciones y esta corriente
de fenómenos terapéuticos, que para el pueblo tenían un origen
milagroso, sólo duraron el mencionado año de 1518, y después
desaparecieron para dejar paso a una promoción ceremonial del
culto al santo que serviría como un aglutinante más de la
comunidad urbana de Cuenca a lo largo de los siglos del Antiguo
160
Régimen
El afianzamieto e institucionalización de este culto
constituirá la base para que desde fines del siglo XVI comiencen
a aparecer las primeras biografías apologéticas del santo161,
cuyo contenido estará muy en la línea de las hagiografías del
160Todos estos datos sobre el culto a San Julián aparecen recogidos por extenso en el artículo de
Miguel Jiménez Nonteserin, <<Notas de sociabilidad religiosa: El culto a San Julián en Cuenca», Ciudad de
Cuenca (revista del Ayuntamiento de Cuenca), 96 <1992), pp. 3-31. Sobre el traslado del cuerpo de San Julián
a su nueva sepultura en 1518 puede ofrecerse, a modo ilustrativo, aste fragmento de las Actas Capitulares
relativo a la reunión celebrada el 16 de abril de dicho año entre el provisor del obispado, Miguel de
Carrascosa, y el cabildo catedralicio: «Votaron e platicaron sobre eL lugar donde pornan el cuerpo del sennor
Sant Julian, obispo segundo que fue de Cuenca, el qual esta en el s~tgrario de la dicha yglesia desde que lo
sacaron del sepulcro antiguo donde ha estado tresientos e dies anno5, segund se falla por escriptura, et lo
sacaron el primero dia del mes de febrero deste presente anno para lo trasladar al sepulcro nuevo que en su
devoQion esta fecho averca del altar mayor, a la mano derecha donde di:;en la epístola, e praticaron sobre donde
se debe colocar...». ACC, AC-1518, f. lSSr-v.
161Las principales biografias que cabe mencionar sobre Sn Julián son las siguientes: Francisco
Escudero, Vida y milagros del glorioso confesor San Julián, segundo úbispo de Cuenca.. Ansi mismo la vida de
don Nuño Alvarez, diantre y canónigo de la Santa Iglesia de Cuenca, Cuenca-Toledo, 1589; Bartolomé de Segura,
Del nacimiento, vida y muerte, con algunos particulares milagros, del glorioso con fessor San Julián, segundo
obispo de Cuenca, Cuenca, 1599; Juan Bautista Valenzuela Velázquez, Discurso en comprobación de la santidad
de la vida y milagros del glorioso San Julián, segundo obispo de Cue ira, Cuenca, 1611; Fray Antonio de Santa
Maria, Vida de San Julián, obispo y patrono de Cuenca, y del Ilustmo. y Rmo. Sr. don Enrique Pimentel, obispo
de aquella Santa Iglesia, Alcalá de Henares, 1686; Bartolomé Alcázar, Vida, virtudes y milagros de San Julián,
segundo obispo de Cuenca, Madrid, 1692; Juan José Bautista Martínez, Biografía de San Julián, Cuenca, 1945.
También puede mencionarse la obra de Rogelio Sánchiz Catalán, Noticia leí culto tributado a San Julián, segundo
obispo de Cuenca, Cuenca, 1909.
123
momento. De este modo se producirá un fuerte grado de deformación
de la realidad histórica y biografía origÑnaria que nos presenta-
rá una imagen idealizada de prelado con~struída anacrónicamente
sobre la base de los esquemas pastorales plasmados en el Concilio
de Trento.
166J.F. Rivera Recio, <<Personajes hispanos asistentes en fiS al IV Concilio de Letrán>>, Hispania
Sacra, IV, nP 7 (1951), pp. 351-352. Tomado de 3M. Nieto Soria, El obispado de Cuenca en sus relaciones de
poder, p. 157.
124
almacén de granos 168 , asi como una casa cedida a una sobrina
suya 169
Respecto a sus relaciones económicas con el cabildo
catedralicio, sabemos que don García hizo donaciones a este
último al menos en dos ocasiones. A través de la primera, fechada
en 1210, hizo entrega de una heredad cue poseía en Uclés, y
mediante la segunda, realizada el 29 te septiembre de 1217,
renuncié en favor del cabildo a la parte que le correspondía en
la heredad de Noheda y que compartía con los canónigos por
donación de Enrique 1, aunque la renuncia entraría en vigor tras
su muerte 170 . También conviene destacar el estatuto que otorgó
al cabildo el 5 de noviembre de 1210 sobre las normas que habrían
de seguirse en relación con el testamento de los canónigos171
Pero este prelado siempre tendría también muy presente su
pasada vinculación con Toledo y su cabiLdo catedralicio, en el
que había ostentado la dignidad de arcediano desde 1191, y quizá
sea ello lo que explique la donación que en 1211 hizo al cabildo
toledano de todos los bienes que poseía a título personal’72
En julio de 1215 se disponía a viajar hacia la curia romana
para asistir al trascendental IV Concilio de Letrán173, en el
que estuvo presente junto con otros tres representantes del
obispado de Cuenca. Además sabemos que d~n García tuvo que pedir
un préstamo a fin de costearse su asistencia a la reunión
cociliar174.
Entre 1217 y 1221 tendrá lugar un grave enfrentamiento entre
don García y algunos miembros del cabildo catedralicio conquense,
que le atribuían una gran diversidad de faltas e inmoralidades
172Araceli Guglieri Navarro, Catálogo de sellos de la sección de sigilogralia del Archivo Histórico
Nacional, II, p. 243.
125
de distinto orden, aunque fue un asunto que tuvo implicaciones
que iban mucho más allá de la simple moralidad del prelado
conquense, pues detrás de todo ello es probable que estuviese el
propio arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada175. La
oportuna y equilibrada actuación pontific:a fue definitiva, a fin
de evitar que la cuestión se desbordase, y así, en varios
documentos pontificios emitidos entre 1221 y 1222 se reconocerá
definitivamente la inocencia del obispo conquense respecto a las
acusaciones sobre él vertidas, cerrándose así definitivamente el
pleito176. También en 1221 tuvo lugar un Litigio de este prelado
con el clero diocesano, que se negaba a pagarle las procuraciones
de visita, lo cual haría igualmente necesaria una intervención
177
de Roma en favor del obispo conquense
La última vez que don García aparece en la documentación es
en septiembre de l224~~~, y según el Obituario su muerte habría
tenido lugar el 26 de octubre de dicho año179, pues el 8 de
marzo de 1225 ya figura como electo su sucesor, don Lope.
175Desde 1215 el arzobispo toledano estaba tratando de conseguir la desmembración del obispado
conquense, reclamando para si toda la parte occidental del mismo. br ello le interesaba presentar ante el
pontifice una mala imagen del obispo don Garcia, que se negaba a la d~smenbración de su obispado, para de este
modo intentar lograr que el pontífice se inclinase del lado toledano. Pero fracasaría ea su intento al darse
en 1220 una resolución contraria a sus intereses por el tribunal eclesiástico formado al efecto y presidido
por el obispo de Burgos. José Manuel Nieto Soria, <<La fundación...:>, p. 126.
126
de obediencia al arzobispo toledano que debían hacer todos sus
- 182
sufraganeos
Este obispo también pertenecía a la familia mozárabe de los
Ruiz toledanos, siendo además sobrino de ~u predecesor en la sede
183
conquense
Su primera actuación sobre la diócesis de que tenemos
noticia tuvo lugat el 8 de marzo de 1225, siendo todavía electo
de Cuenca. Fue en esta fecha cuando don Lope actuó como mediador
en un acuerdo entre concejo de Huete y el cabildo de los clérigos
de dicha villa destinado a preservar el derecho de inmunidad de
las diez parroquias optenses, y a travé~; del cual se establece
que se nombren por cada collación dos jurados, un clérigo y un
lego, que se encargarían de prender a los que violasen el derecho
de inmunidad eclesiástica184
La siguiente noticia que tenemos sobre don Lope Ruiz viene
dada por una intervención pontificia que tuvo lugar el 9 de mayo
de 1226, a través de la cual Honorio LII mandó al obispo
conquense y a Mauricio, obispo de Burgos, que tomasen a su cargo
la diócesis de Segovia encargándose de que se restituyeran a la
Iglesia en esta diócesis todos los bie:~es que le habían sido
185
arrebatados por diversas personas . Tres años después, el 22
de junio de 1229, tendría lugar en Cuenca la intervención del
cardenal Juan de Abbevílle, legado pontificio, a través de la
cual se intentó evitar la posesión de varios beneficios por un
mismo eclesiástico, exigiéndose además seis meses como mínimo de
residencia continuada en la Iglesia conquense para poder percibir
la renta del 186, tratando de ialiar de este modo el
absentismo.
127
Ignoramos el año en que tuvo lugar la muerte de don Lope,
que según el Obituario habría acaecido un 28 de marzo187, y lo
único que podemos asegurar es que tuvo que ser antes de 1231,
pues a comienzos de este año ya era obispo de Cuenca su sucesor
don Gonzalo Ibáñez.
190José Manuel Nieto Soria, El obispado de Cuenca en su~ rUaciones de poder, p. 158.
128
ocupación de un puente sobre el Guadalquivir. Además, la Primera
Crónica General y la Crónica Latina de los Reyes de Castilla nos
hablan de la presencia de este obispo en el momento de la entrada
triunfal de Fernando III en la ciudad recién ocupada. Además don
Gonzalo Ibáñez, junto a los obispos de Osma, Baeza, Plasencia y
Coria, también intervino en el acto de consagración de la
mezquita cordobesa 191. Muy poco tiempo después, el 1 de febrero
de 1237, y sin duda en recompensa por su intervención militar en
la toma de Córdoba, Fernando III le liará donación a título
personal de cuatro ruedas de aceña en el Guadalquivir, cuya
posesión compartiría con Alfonso Téllez, uno de los caballeros
192
que participaron en la conquista -
Pero ahí no terminaron sus andanzaEl militares, dado que en
1238 sabemos que también intervendría en la toma de Requena en
unión de las tropas del concejo conquense 193 En adelante esta
villa, junto con Utiel, pasarían a formar parte del territorio
de la diócesis conquense. Su carácter de obispo guerrero,
manifestado claramente en su intervención en la toma de Córdoba
y Requena, es lo que motivó que la tradición historiográfica
conquense le atribuyese el calificativo de malleus sarraceno—
ruin194, revelador por sí mismo de las actividades militares que
llevó a cabo.
Conocemos varias operaciones de doración o cambio de bienes
que realizó este obispo en favor del cabildo catedralicio. En
1232 donaría al cabildo, para su refectorio, un huerto en el
hocino que había sido de un tal Rodrigo Girón, además de otro que
él tenía en la hoz del Huécar195, y mediante otra donación
realizada ese mismo año, a 3 de marzo, entregaría a los canónigos
ciertos molinos en el Júcar196.
191José Manuel Nieto Soria, <<El carácter feudal de las relaciones..,>>, p. 214.
193José Nanuel Nieto Soria, <<El carácter feudal de las relaciones...», p. 215.
129
La siguiente operación económica de que tenemos noticia tuvo
lugar el 30 de septiembre de 1235, y a través de ella el obispo
don Gonzalo entregó al cabildo, en compensación por la cesión que
éste le había hecho de los molinos de La Parra y Fresneda, las
tercias de Nohales, Villar de Domingo García, Torralba, Collados,
Ribagorda y La Losilla, y además las rentas del primer beneficio
que vacase en la diócesis hasta que se completasen con ellas los
22 mrs. que faltaban para cerrar el convenio197
Finalmente, a través de otro documerLto que carece de fecha,
confirmará al cabildo la donación que var:Los años antes les había
hecho del huerto en el hocino que fue de Rodrigo Girón junto con
otro huerto en la hoz del Huécar, concediendo ahora también la
mitad de los frutos de las iglesias de la Zarza, Santa Cruz y
Belinchón para que el cabildo los poseyese perpetuamente para su
refectorio 198
También conocemos dos operaciones de trueque de bienes entre
este obispo y la Orden de Santiago, realizadas ambas el 14 de
julio de 1237. A través de la primera de ellas don Gonzalo
permutó con don Pedro González, maestre de Santiago, y su
convento los derechos que poseía en e]. portazgo de Uclés, a
cambio de varias tiendas en Cuenca y algunas casas y heredades
199
en Alcocer que los santiaguistas deberían entregar al obispo
La segunda operación seria realizada en:re el obispo y cabildo
catedralicio, por una parte, y el maestre de Santiago y su Orden
por otra. La Orden cedió al obispo y cabildo la mitad de los
molinos de la Peraleja, la mitad de la presa de los molinos de
Fresneda, la mitad de unas aceñas que habían sido de Martín de
Barca, situadas entre los molinos de Valdeganga y los molinos
nuevos que fueron del arcediano de Moya don Jocelín, y la mitad
de sus Casas, heredades y viñas en la Peraleja. El obispo a
cambio cedió a la Orden la mitad de sus molinos llamados «del
obispo», la mitad de los molinos de la Parra, la mitad de dos
130
muelas en la presa de Fresneda y la mitad de otra presa «que es
de iuso de la Peraleja>203
Su muerte debió de acaecer en 1247 o a fines del año
anterior, pues en agosto de 1247 ya era electo su sucesor.
202Beltrán, Cartulario, 1, pp. 72-73. Los buenos propósitos del pontífice al nombrarle obispo de
Salamanca chocarían contra la resistencia del cabildo salmantino a d¿r entrada a un prelado que no era de ~u
gusto. Ignoramos la forma en que se desenvolvieron los acontecimientos. Lo cierto es que el maestro Mateo,
nombrado a mediados de diciembre de 1246 para regir la diócesis de Salamanca, en agosto del año siguiente ya
había sido trasladado a Cuenca.
131
obispo don Mateo que asignase el palio al electo toledano205.
Finalmente, en 1251 tendría lugar la importante intervención del
cardenal Gil de Torres sobre la Iglesia conquense, a raíz de la
cual se determinó que en adelante el núniero de racioneros fuese
de diez y el de medias raciones de doce206, debiendo ser desta-
cada la enorme estabilidad futura de estas reformas, dado que en
pleno siglo XVIII el número de raciones enteras y medias seguía
siendo el mismo que se estableció en 1251.
En lo relativo a las relaciones de don Mateo Reinal con la
Monarquía castellana debe destacarse ante todo su presencia en
la toma de Sevilla, que queda bien evidenciada a través de
algunos documentos reales emitidos dtLrante el asedio de la
ciudad. Una vez concluida la ocupación militar de la ciudad, el
obispo de Cuenca aún permanecería durante bastante tiempo en
Sevilla ayudando en las tareas de gobierno al monarca, siendo muy
probable su presencia en la ciudad en e.L momento de la celebra-
ción de las Cortes de 1252207.
Gracias al Libro de Repartimiento de Sevilla sabemos que don
Mateo Reinal recibió varias donaciones del monarca a nivel
personal como compensación por su participación en la conquista,
en concreto 60 aranzadas de olivar e 2igueral en Albaranniz,
situado en el término de Fazalcázar, y er. este mismo término seis
yugadas para cereal, aparte de otras seis en Haznalcázar208.
Parte de estas donaciones le serían confirmadas por Alfonso X el
8 de marzo de 1253 a través de un documento dado en Sevilla
mediante el cual el rey le reconoce al obispo de Cuenca la
electo toledano, hasta entonces obispo de Córdoba, lutria de prestar juramento de fidelidad al
obispo de Cuenca, que actuaría en representación de la Iglesia romana y del papa. este encarga que el palio
se asigne según se establece en la bula que ha emitido al respecto: <<ldeoque, mandanus qu~tenus illud el
asaignes sub forma quam tibi sub hulla nostra mittimus interclussaii, et ab ipso nomine nostro et Eccíesie
Romane, sub forma quam sub eadem hulla dirigimus, fidelitatis recipias juramentum fornan autem juramenti quod
ipse prestabit de verbo ad verbum nobis per eiusdem patentes litteras sub sigillo signatas per proprium
nunitium quantocius destinare procures>>. ASVat, Reg. Vat. 21 A, ff. 139r-140r, ng 350 y 351 ¡ E. Berger, Les
Registres d’Innocent IV, II, n9 4342 y 4343.
206José Manuel Nieto Soria, <<El intervencionismo pontificit. .>>, pp. 54-55.
207JOSé Manuel Nieto Soria, <<El carácter feudal de las relaciones...>>, p. 214.
208Ju1io González, El Repartimiento de Sevilla, II, p. 241 y p. 266. Tomado de J.M. Nieto Soria, El
obispado de Cuenca en sus relaciones de poder, p. 210.
132
posesión de cincuenta aranzadas de olivar, higueral, huertas y
viñas en el lugar de Albaranniz, además de las seis yugadas que
le habían sido concedidas en la heredad de Notías, en término de
Fazalcázar209
Hay que poner de relieve el interés de este prelado por
intentar frenar el absentismo del clero catedralicio, y un claro
ejemplo de ello lo tenemos en un estatuLo que en 1250 otorgó al
cabildo, mediante el cual se establecía la obligatoriedad que
todos los canónigos y racioneros tendrían de residir un año
íntegro y continuado en Cuenca para poder percibir los frutos de
su canonicato o ración, reiterándose además la disposición dada
años atrás por el cardenal Juan de Abbeville que obligaba a
residir al menos durante seis meses útiles en la Iglesia de
Cuenca para tener derecho a la renta del vestuario 210
Respecto a sus relaciones económicas con el cabildo
catedralicio sabemos que don Mateo, siendo obispo de Cuenca, donó
al cabildo conquense unas casas y viñas en Castejón y otras en
Albendea, aldea de Huete, unas casas en Chillarón, aldea de
Pareja, otras casas situadas delante de la catedral, y ciertos
molinos, todo lo cual les sería confirmado el 13 de mayo de 1258,
siendo ya don Mateo obispo de Burgos211. También sabemos que el
16 de febrero de 1256 este prelado entregó al cabildo catedrali-
cio un préstamo que poseía en la parroquia de San Juan de Cuenca,
liberándole además del pago de 18 mrs que gravaba su posesión de
Mohorte, y recibiendo a cambio de todo ello unas casas hasta
entonces del cabildo y ahora derribadas~ para ampliar el palacio
episcopal 212
El 20 de junio de este mismo año de 1256 el obispo don Mateo
dio sentencia como árbitro en unión de cierto capitular de Burgos
en un pleito que había entablado entre el obispo y cabildo
133
catedralicio de Segorbe sobre cierto asunto de distribución de
diezmos 213
Debe ser destacada por último la preocupación de este
prelado por continuar las tareas de repoilación de la diócesis,
dado que los resultados hasta ahora obtenidos no eran plenamente
satisfactorios, y un ejemplo de este interés es la carta puebla
que otorgó el 19 de septiembre de 1257 a los nuevos pobladores
del lugar de vaílermoso214.
Don Mateo fue titular de la sede conquense hasta el 18 de
diciembre de 1257, fecha en al cual Alejandro IV, a pesar de no
estar de acuerdo con la elección que el cabildo catedralicio de
Burgos había hecho mediante compromisarios del hasta entonces
obispo de Cuenca don Mateo para presidir la diócesis burgalesa,
confirmó en el cargo al electo para así evitar a la sede
episcopal los peligros que pudieran derivarse de la prolongación
de la sede vacante. En la bula de confirmación el pontífice le
calificará de «virum utique probatae vitae, famae celebris et
magnae scientiae ac circumspectionis expertae»215. Su muerte
- 216
tuvo lugar tan sólo dos años despues
2t5ASVat., Reg. Vat. 25, f. 104v, n9 768 ¡ MMC. Bourel ce la Ronciére, Les Registres d’Alexandre
IV, it, ng 2388 ¡ F.J. Pereda Llanera, Documentación de la catedraL de Burgos, ng 38.
13/4
de 1259 convocadas con motivo del proyecto de Alfonso X de ir a
Roma para recibir la corona imperial2t8. También sabemos que el
17 de marzo de 1260 concedió al cabildo de clérigos beneficiados
de Cuenca un privilegio a través del cual todos aquellos que
muriesen desde el día de San Juan Bautista en adelante tendrían
derecho a todos los frutos de su beneficio de ese ano 219
Su muerte tuvo lugar en 1261, y segan el Obituario catedra-
licio habría acaecido el 1 de octubre223
135
estancia sevillana, servicios que se verían interrumpidos si
tuviera que marchar a Toledo para recibtr la consagración de su
metropolitano222. Así, pues, nada extraña que cuando en 1262 el
obispo conquense se dirija en un documento al papa Urbano IV
aluda a los <cregis servicia» que desempeñaba como la función
más digna que un prelado puede desempeñar con respecto a su
223
rey
Sin haber ejercido, que sepamos, ningún cargo oficial,
permaneció sin embargo colaborando en las actividades de gobierno
junto al rey durante la mayor parte de su pontificado conquense.
Entre 1262 y 1264 lo encontramos en Sevilla trabajando con el rey
a fin de organizar las tierras recientemente incorporadas a lo
largo del valle del Guadalquivir. Por aquel entonces se ocupa
también de la repoblación de Niebla, y es probable su presencia
en las Cortes sevillanas reunidas en marzo de 1264. El 20 de
junio de este año Alfonso X pedirá también a don Pedro Lorenzo
que mande predicar la Cruzada en todo su obispado contra el rey
de Granada224.
Pero si bien este periodo inicial ea el de máxima actividad
como funcionario real, con posterioridad a esta época también lo
encontramos en nuevas acciones a favor del rey. Así lo son su
intervención en las Cortes burgalesas de 1269 y 1272, y en las
vallisoletanas de 1271225, donde en todo momento se nos muestra
defendiendo los intereses de la Monarquía, así como su actuación
en calidad de acompañante del monarca durante la entrevista
mantenida por éste en Badajoz con el rey de Portugal en 1271,
aparte de otros hechos de menor interés. Por todo ello el propio
Alfonso X, poco después de la muerte de don Pedro Lorenzo,
dirigirá un documento al cabildo catedralicio conquense recordan—
caj. 7, nO 120.
136
do la actitud siempre servicial de este prelado para con su
226
rey
Una de las primeras noticias que teiemos sobre su actuación
al frente de la diócesis de Cuenca viene dada por la. apelación
que el 2 de enero de 1262 presentó ante la Santa Sede, sumándose
a la formulada por el arzobispo de Toledo, contra el impuesto de
la veintena del valor de todos los beneficios que el legado
pontificio Raimundo había establecido, aduciendo la penuria de
los tiempos227. Es un claro ejemplo de reacción proteccionista
local frente a las pretensiones pontif:Lcias, que se volverá a
repetir al año siguiente, el 22 de agosto de 1263, cuando don
Pedro, en nombre del cabildo conquense, presente otra protesta
ante la Santa Sede contra una nueva imposición pontificia228
Pasando a las operaciones económicas realizadas por este
obispo, pueden destacarse en primer lugar varias compras de
bienes raíces. Sólo para el mes de enero de 1265 tenemos
constancia de tres importantes compras realizadas por don Pedro:
el día 6 de este mes compró unas viñas en Olmeda de San Pedro y
otras viñas y casas en Villaverde229; el día 23 compró a don
Hyfuda, judío de Huete, un haza en Villalba del Campo 233 , y el
día 31 tenemos otra nueva compra de un haza231. El 1 de febrero
de este mismo año compraría nuevamente otra haza232 y, finalmen—
te, el 1 de marzo, otra viña situada en Olmeda de San Pedro 233
Respecto a las donaciones que higo a favor del cabildo
catedralicio, debe destacarse ante todo la preocupación de este
prelado por dotar correctamente a la ma:Ltinada, sin duda con el
226~~ Manuel Nieto Soria, <<El carácter feudal de las relaciones...>>, p. 213.
caj. 7, nP 129
caj. 7, nP 130
137
objeto de fomentar de este modo la asistencia de los canónigos
al rezo de esta hora.
La primera donación tuvo lugar el 5 de septiembre de 1264,
y a través de ella entregó cuatro quintas de heredad, un huerto,
tierras y casas en Requena que poseía por donación de Alfonso 1<,
todo ello con la condición de que sus rertas fuesen a parar a la
maitinada234. El 21 de diciembre del mismo año tendría lugar la
siguiente entrega de bienes a favor de la maitinada, consistente
en las rentas que poseía en las salinas de Valsalobre y Beamud
con los heredamientos de este término y el de Olmedílla junto con
otros bienes y casas, a lo que se añadirían dos almudes de trigo
en cada una de las tercias de fábrica de todas las iglesias del
obispado, que habrían de ser entregados a:niualmente al cabildo por
los terceros que se encargasen de su recaudación235. Sobre esto
último hay que destacar que nos encontramos ante un ejemplo de
enajenación de rentas procedentes de las tercias a favor del
cabildo catedralicio, pudiendo sospecharse que dicha enajenación
fue realizada por el obispo a instancias del mismo monarca
castellano.
El 20 de febrero de 1265 realizaría una nueva donación a
favor de la maitinada, consistente en las heredades y viñas que
poseía en Huércemes, San Pedro de la Olmeda; Villaverde, El
Pulpón, Villalba y otros lugares de alrededor236 , aunque al día
siguiente cederá al cabildo, también para la maitinada, la mitad
de los cahíces a que tenía derecho en la sierra a cambio de que
le entregasen las heredades de HuércemeE, San Pedro de la Olmeda
y Yémeda237.
El 29 de abril de 1265 don Pedro agregó a una capellanía
que había fundado en la catedral la primera ración servidera que
vacase en la parroquia de San Miguel de Cuenca, dando al cabildo
caj. s, nP 134.
138
238
facultad para su provisión , y sabemos también de una donación
que este año hizo al cabildo de un huerto para que dotasen con
su renta la fiesta de Santa Catalina239
La siguiente donación con que nos encontramos data del 6 de
septiembre de 1266, y a través de ella el. obispo, por ruego del
cabildo, renunció en su nombre y en el de sus sucesores a todos
los derechos que pudiera tener sobre las tercias de Haro, en
240
beneficio del vestuario de los canónigos . De las dos últimas
donaciones conocidas ignoramos su fecha. ~ través de una de ellas
sabemos que don Pedro hizo entrega al cabildo catedralicio del
diezmo de las rentas del almojarifazgo de Requena que en 1264 le
241
había donado el rey . Finalmente, por medio de una última
donación realizada un 28 de diciembre pero cuyo año aparece
borrado, don Pedro entregaría a la catedral conquense toda su
plata labrada, valorada en más de 180 marcos, para hacer un
frontal y un sobrefrontal; su Biblia glosada y un Libro de las
Sentencias para que el cabildo lo vendiese y comprase con el
dinero adquirido una heredad para decir misas por su alma y la
de sus padres; y por último diez sortijas para comprar con ellas
una heredad con cuyas rentas se celebrasen 12 aniversarios, uno
cada mes, por su alma242.
No es de extrañar que ante todas estas muestras de generosi-
dad el cabildo catedralicio también intentase recompensar de
algún modo la benevolencia de su prelado. Un ejemplo de ello
sería la donación que el 7 de abril de 1265 hicieron los
canónigos conquenses a su obispo, a título personal y vitalicio,
240ACC cay 8, nP 145. En relación con el vestuario debe señalarse que el 24 de abril de 1271 el
obispo don Pedro habria de reconocer, a instancias del cabildo, que el préstamo de Algarra, en término de Moya,
que él pensaba que era de su mesa episcopal y por eso lo dio a Gard Alvarez, canónigo, era en realidad del
vestuario de los canónigos. ACC, caj. 9, nO 159.
241ACC siglo XIV, nO 288 ¡ ON, Ns. 13072, f, 132r. En 1371 el cabildo catedralicio se quejaria ante
Enrique II de que tenían problemas para percibir tales rentas deciuLales.
caj. 9, nP 162.
139
de todos los préstamos que vacasen en Huete y su término por
243
muerte de los compañeros que los poseíarL
Merece ser destacada también la renuncia que este prelado
hizo al cobro de la luctuosa de los bienes pertenecientes a los
canónigos y clérigos de la diócesis. Respecto a su entrega por
parte de los canónigos, el 18 de agosto de 126.4 don Pedro Lorenzo
realizaría un acuerdo sobre el part:Lcular con el cabildo
catedralicio, en virtud del cual renunció a la muía y cifo de
plata a que tenía derecho a la muerte de cada canónigo o
racionero, a la vez que el cabildo renunciaba a la muía y copa
de plata que tenía que recibir a la muerte de los obispos 244
Pero además de esto, poco después, el 25 de noviembre del mismo
año, don Pedro renunciaría de forma general, en su nombre y el
de sus sucesores, al derecho de la luctuosa que sus antecesores
venían cobrando de todos los clérigos de la diócesis, tachando
esta costumbre de corruptela y calificárLdola de «irracionabili
consuetudine»245.
Por último conviene poner de relieve la vinculación de don
Pedro Lorenzo con la universidad de Bolonia, pues el 26 de
octubre de 1268 lo encontramos en esta universidad junto con
varios peninsulares hispanos graduados y maestros de este
246
importante centro docente
El 31 de octubre de 1272 aún vivía, pues en esta fecha
confirmó como obispo de Cuenca un privilegio rodado de Alfonso
X confirmando al concejo conquense todos sus privilegios241.
140
9-GONZALO PÉREZ GUDLEEL (1273~l275)248
estos momentos existe una hiografia en curso de preparación sobre este prelado, cuya elaboración
corre a cargo del profesor Francisco 3. Hernández {Department of Spanish. Carleton University. Ctawa, Canadá).
Una vez finalizada, la publicación de esta obra sin duda supondrá ura importante aportación historiográfica,
dado que este prelado fue una destacada figura de la cultura castellana del siglo XIII y, ya como arzobispo
toledano, habria de ser el principal promotor de la creación de la iniversidad de Alcalá de Henares.
141
mozárabes la terminación -el para indicar un cierto tono
despectivo252. Este linaje formaba parte del grupo de familias
más destacadas de Toledo, manteniendo especiales relaciones con
Alfonso X, durante cuyo reinado Fernandc Gudiel de Toledo prestó
importantes servicios al monarca castellano253. Por vía paterna,
sus antepasados se remontaban a uno de los primeros jueces
toledanos del periodo próximo a la conquista de la ciudad,
mientras que por vía materna era sobrino del anterior obispo
conquense Rodrigo Juanes.
Su ascenso en la carrera eclesiástica fue posible gracias
a esta destacada posición social. Hacia 1.05 años cincuenta parece
que se le entregó el arcedianato de Moya en Cuenca, y por esa
misma época también obtendría una canonjía en Toledo. A partir
de 1262, además, también comenzará a aparecer citado en la
documentación como deán de Toledo.
Es probable que Gonzalo Pérez Gudiel fuese un vasallo real,
pues por un lado sabemos de la vincuLación de varios de sus
parientes con Alfonso X, y por otro los documentos nos dicen que
entre 1270 y 1280 fue notario real, fn.nción ésta que solía ir
asociada a la condición de vasallo regio 254
Debe ser puesta también muy de reli~ve su faceta como hombre
de inquietudes culturales. Así, sabemos que siempre tuvo un vivo
interés por las obras greco—árabes, ternas esotéricos, obras de
Derecho —entre los libros que poseía figuran el Decreto de
Graciano y las Instituciones de Justiniano- y, asimismo, por la
obra de Santo Tomás de Aquino. Pero anze todo hay que destacar
que fue a instancias de este prelado, siendo ya arzobispo de
Toledo, como se creó la Universidad de Alcalá de Henares. Así,
aunque la fundación oficial fue realizada por Sancho IV, en el
fondo detrás de todo el proceso fundacional hoy sabemos que
estuvo don Gonzalo Pérez Gudiel.
En 1275 fue trasladado por el papa a la diócesis de Burgos,
para terminar en 1280 como arzobispo de Toledo, cargo que
2543osé Manuel Nieto Soria, <<El carácter feudal de las relaciones...>>, p~ 206.
142
ostentaría hasta su nombramiento como cardenal albanense en
diciembre da 1298, muriendo al año siguiente en Roma, donde fue
enterrado en la basílica de Santa María La Mayor. Más tarde sus
restos serian trasladados a la catedral :oledana.
255ASVat,, Reg. Vat. 37, 1, 238r—v, ep. 54 ¡ 5. Guiraud, régoire X et Jean XXI, 1, nQ 633 ¡ FI.
Pereda ilarena, Docuentación de la catedral de Bu-gos..., nO 129,
256ACC caj. 10, nP 123,
257Sanz, nP 159.
258ACC caj. 10, nO 179.
143
por su alma en la catedral, para lo cualL habría de nombrarse un
259
capellán
Se conoce también una venta realizada por don Diego
Martínez. Tuvo lugar el 15 de junio de 1277, y a través de ella
el obispo, actuando como heredero y testamentario de Martín
González, que había sido arcediano de Cuenca, vendió a Mateo
Pérez, despensero mayor del rey, unas casas con huerto que el
citado Martín González poseía en Burgos, al precio de 2500
mrs263
Según se desprende del documento de elección de su sucesor,
la muerte de don Diego debió de tener lugar en Cuenca a fines de
1279.
2~’Entre Diego Martínez y Gonzalo García Gudiel, autores como Mateo López y Trífón Muñoz y Soliva,
así como Gama y Eubel, sitúan a un prelado llamado «Tallo». Ignoro el motivo por el que siempre se le ha
incluido en las listas de obispos conquenses, pero lo cierto es que este enigmático personaje nunca llegó a
ser obispo de Cuenca, lo cual se deduce del documento de elección de Gonzalo Garcia Gudíel el 19 de marzo de
1280, en el cual se setala que el anterior obispo de Cuenca había sid Diego Martínez, al que ahora sucedería
el nuevo electo. ACT, X.l.E.2.4a ¡ BM, Ms. 13035, ff. 106r—llOv (copia algo defectuosa~. En los registros
vaticanos, por otra parte, tampoco he localizado ninguna alusión a e5te supuesto prelado conquense de nombre
Tello.
262AC7 X.l.E.2,4a ¡ SN, Ns. 13035, ff. lOdr-llOv (copia defectuosay
X. lE. 13.
144
estuvieron la propia Monarquía casteLlana y el arzobispo
toledano, con quienes la familia mozára~e de los Gudiel venía
manteniendo estrechas relaciones desde hacía tiempo. Además, este
prelado era pariente del anterior obispo conquense Gonzalo Pérez
Gudiel..
Un acontecimiento de gran relieve político que tuvo lugar
durante su pontificado fue la coronación en 1284 de Sancho IV y
doña Maria de Molina en la catedral toledina. El obispo de Cuenca
don Gonzalo fue precisamente uno de los cuatro prelados que se
encargaron de la coronación del nuevo monarca, siendo los otros
Fray Fernando, obispo de Burgos, don Alonso, obispo de Coria, y
don Gil, obispo de Badajoz265. Es evidente que Sancho IV, que
había llegado al trono tras una sublevación contra su padre,
necesitaba otorgar la máxima legitimidad a su coronación, y por
ello escogió a cuatro prelados que le habían sido afines durante
la revuelta contra su padre, entre los que se encontraba el
obispo conquense.
Finalmente conviene hacer referencÑa a un acto legislativo
importante que tuvo lugar en Cuenca durante su pontificado, y que
consistió en la reforma y moderación del Fuero de la ciudad,
realizada por Sancho IV el 24 de marzo de 1285266.
La muerte de este obispo acaeció en Cuenca el 25 de
diciembre de 1288, tal como se señala en el documento de elección
de su sucesor267.
145
ser que tuvo lugar entre el 8 de diciembre de 1290 y el 30 de
enero del año siguiente269. No obstant?, dadas las estrechas
vinculaciones existentes entre la familia mozárabe de los
Palomeque y la Monarquía castellana, resulta muy probable una
intromisión regia en el proceso electoral, debiendo tenerse
también en cuenta el influjo del arzobispo toledano. Parece ser
que era hijo de don Diego Sánchez Palomeque y doña Teresa Gudiel,
la cual era a su vez hermana del arzobispo de Toledo y anterior
obispo de Cuenca don Gonzalo Pérez Gudiel270
El 20 de octubre de 1297 don Gonzalo Díaz doné al cabildo
catedralicio 500 mrs. anuales que percibía sobre los diezmos de
las salinas de Monteagudo, asignándolos como pitanza que se
habría de ganar en las procesiones de los domingos, excepto el
de Resurrección y el de Pentecostés271.
El 5 de noviembre de este mismo año de 1297 el arzobispo de
Toledo, que en aquel momento se encontraba en Orvieto, y en
virtud de un mandamiento apostólico de Bo:rxifacio VIII, encomenda-
ría al obispo conquense don Gonzalo que confiriese en su nombre
la consagración episcopal a don Juan A~;carón, electo de Osma,
tomándole además juramento de fidelidad a la metrópoli toledana
y su arzobispo, y dándole después cuenta de ello para que él lo
pudiese transmitir al papa, que es quien lo había nombrado272.
El 19 de marzo del año siguiente don Gonzalo Díaz cumplió con lo
que se le había encomendado, recibiendo dicho día de don Juan
Ascarón el juramento de fidelidad y cbediencia al arzobispo
271ACC, caj . 13, nP 238 ¡ ACC, sa. caj . 3, leg. 12, nP 174 Itraslado del documento anterior). Se
establece que cada Domingo se repartan 10 rs. Debe destacarse la mención que en el documento se hace de
canónigos extravagantes, que también participarán en estas procesiones.
272ACT X.l.E.l.13 ¡ BN, Ms. 13035, ff. 236r-237r.
146
del monarca Fernando 1V274. Don Gonzalo fue obispo de Cuenca
hasta el 16 de enero de 1299, fecha en la cual Bonifacio VIII le
nombró titular de la sede toledana215 , q~.ae presidiría hasta el
advenimiento de su muerte el 2 de febrero de 1310276.
13—PASCUAL (1299—1320)
II, nP 132.
276Juan Francisco Rivera Recio, Los arzobispos de Toledo en la Baja Edad Media, p. 72.
ser trasladado don Gonzalo Diaz a Toledo, y antes del nombramiento de don Pascual, la Iglesia
de Cuenca babia sido proveida por el papa a favor de Sancho Martínez, ircediano de Talavera, quien renunciaría
al nombramiento hecho a su favor, por lo que el 22 de febrero de 1299 el papa nombré como nuevo obispo
conquense a don Pascual. ASVat., Reg. Vat. 49, f. 141r, nP 20 ¡ O. Digard, Boniface VIII, II, nP 2908. El 5
de noviembre de 1299 el papa concederá a don Pascual licencia para proveer en una persona o personas idóneas
el arcedianato de Olmedo y la canonjía y prebenda con prestimonios que se habían quedado vacantes en la Iglesia
abulense cuando fue promovido a la sede conquense. ASVat. Reg. Vat. 4?, f. 217v, nP 366 ¡ G. ligará, SonHace
VIII, II, nP 3240.
278ASVat, , Reg. Vat. 49, f. 168r, nP 142. <<Quod eadem :onchensís eccíesia sub tuo ministerio
apíritualiter et temporalíter annuente divina clementia salutaribu5 presitiat incrementís». El documento
señala que poco antes don Pascual, por encargo pontificio, babia sido consagrado por Mateo, obispo de Porto
y Santa Hufina <en el Lacio).
279ACT, X.1.&.2.1 ¡ BM, Ms, 13035, Ef. 114—115.
147
prelado se desconoce todo, y ninguno de los episcopologios
conquenses dicen nada sobre ella.
Al año siguiente de su nombramiento el papa habría de
requerir los servicios de este prelado, pues con fecha 23 de
septiembre de 1300 expidió la bula Ad apostolicae dignitatís
apicem, poniendo en manos de los obispos Pascual de Cuenca y
Fernando de Calahorra, junto con el obispo de Sigúenza don Simón,
la secularización del cabildo catedralicio de esta última
diócesis, que hasta entonces había sido regular. El 1 de enero
de 1301 estaban en Sigúenza los prelados y, leída la bula,
procedieron a elaborar los estatutos por los que habría de
regirse en adelante el nuevo cabildo secular280. Quizá como
premio a su actuación en esta empresa, el 7 de marzo de este
mismo año el papa concederá al obispo conquense facultad para
testar281.
Entretanto, y ya desde comienzos de 1300, se había iniciado
un serio conflicto entre don Pascual y el anterior obispo
conquense, don Gonzalo Díaz Palomeque, abora arzobispo de Toledo.
El obispo de Cuenca, poco después de ser nombrado para esta sede,
había presentado una querella ante la audiencia pontificia contra
don Gonzalo Díaz, acusándole de tener secuestradas algunas
fortalezas y bienes de la mesa episcopaL conquense, así como de
haber cometido ciertos abusos en la colación de beneficios
capitulares y haber sometido al clerc diocesano a indebidas
exacciones mientras duró su pontificado en Cuenca. Por todo ello
Bonifacio VIII, el 18 de enero de 1300, ordenaría abrir una
investigación sobre el caso para que le fuesen devueltas al
obispo de Cuenca las posesiones arrebatadas282.
En 1302 los conflictos aún seguían latentes, aunque en esta
ocasión el motivo de disputa era la pertenencia de ciertos bienes
situados en la diócesis de Cuenca -pan, vino, ganado y otros
productos- que según don Pascual le estaba arrebatando el
arzobispo toledano. Ambos litigantes pondrían finalmente el caso
281ASVat., Reg. Vat. 50, 1. 1k, ep. 63 / G. fligard, Bonilace VIII, III, nQ 3989.
282ASVat., Reg. i~at, 49, f. 241r-v, n9 461 ¡ G.Uigard, Le~ Registres de RonHace VIII, II, nQ 3338.
148
en manos del obispo de Sigtienza don Simón de Cisneros, el cual,
el 4 de marzo de dicho año, como juez árbitro nombrado para dar
un veredicto, tras las investigaciones oportunas condenó a don
Gonzalo flíaz a pagar al obispo conquense 20.000 mrs. en compensa—
ción por los bienes arrebatados 283
En 1302 el obispo don Pascual asistiría, junto con el resto
de prelados de la provincia eclesiástica de Toledo, al Concilio
provincial reunido en Peñafiel bajo la j,residencia del arzobispo
toledano284, cuyo objetivo fundamental Eue defender los intere-
ses eclesiásticos frente al poder civil. También debe destacarse,
asimismo, la presencia de don Pascual en las Cortes de Valladolid
de 1307285.
Se conocen al menos dos donaciones realizadas por este
obispo a favor del cabildo catedralicio. Una tuvo lugar el 27 de
septiembre de 1308, y a través de ell¿L don Pascual doné a los
canónigos, para sus sepulturas, todo el pavimento de la catedral
situado entre la capilla de los santos Santiago, Domingo y
Benito, y la de Santa Catalina286. Otra donación fue la realiza-
da el 19 de noviembre de 1312, mediante la cual Sancho Ferrández,
arcediano de Olmedo y procurador del obispo don Pascual, hizo
entrega al cabildo catedralicio conquense de todos los bienes
muebles y raíces que el obispo poseía en Pareja y en Chillarán,
su aldea, obligándose a cambio el cabildo a decir anualmente por
él una misa de Santa Maria281.
No obstante, tampoco faltarían los momentos de tensión en
las relaciones de don Pascual con su cabildo catedralicio, y un
ejemplo de ello lo tenemos en la apelación que este último hizo
el 8 de noviembre de 1308 ante el arzobispo de Toledo, acusando
al obispo conquense de querer entromenterse en ciertos asuntos
286ACC, siglo XIV, nQ 60. Dicho pavimento al que se refiere el documento se hallaba situado en la nave
del Evangelio de la catedral conquense, y en adelante sería un Lugar habitual para enterramiento de los
canónigos.
siglo XIV, nQ 241
149
que no eran de su competencia relativos al gobierno y distribu-
288
ción de las rentas de la mesa capitula:
La preocupación de este prelado por mitigar el despoblamien-
to de algunos lugares de su diócesis queda manifiesta a través
de un documento del 10 de abril de 1309, en el cual consta cómo
el obispo, con consentimiento del cabildo, entregó su casa de la
Mata con todas sus heredades a ocho pobladores, con la condición
de que cada uno de ellos le entregase anualmente el diezmo de
todo lo que recogiesen, y además en cada una de las Tres Pascuas
un almud de trigo, una gallina y una carga de leñaU9
Su muerte tuvo lugar en 1320290, y según el Obituario de la
catedral conquense habría acaecido el 2 de febrero291. La larga
vacante que se produjo tras su fallecimiento, que habría de durar
más de dos años, motivaría que más tarde se produjesen serios
conflictos entre la Cámara Apostólica y el cabildo catedralicio
sobre la cantidad a satistacer por el expolio de don Pascual y
los frutos de la vacante, hasta que finalmente, el 23 de marzo
de 1333, previo pago de 2500 florines de oro por el cabildo, la
deuda quedó definitivamente cancelada292
29%~ un documento del 5 de agosto de 1320 la sede de Cuerca ya figura como vacante por muerte del
obispo dom Pascual. Alfil, Sellos, art. 4, caj. 54, nQ 24. Se trata de una carta sobre dispensas dada al prior
de Uclés por el arcediano de Cuenca Alfonso Martínez y los canónigs Mateo Pérez y Sancho Pérez, estando la
sede vacante.
29l~~ Trenchs, «El Necrologio-Otituario. . .», p. 372.
Goñi Gaztambide, <<El fiscalismo pontificio en Esptña en tiempo de Juan XXII», Pp. 67-68.
150
años, trasladó al hasta entonces obispo <le Lisboa, Fray Esteban,
a la Iglesia de Cuenca293.
Este prelado, de origen portugués, es muy probable que
perteneciese a la Orden franciscana, tal como señala Luca
294
Waddingo , cuya opinión es también respaldada por Eubel. Mucho
menos verosímil resulta en cambio la opiaión expresada por otros
autores, tales como Juan Pablo Mártir Rizo y Gil González Dávila,
según los cuales Fray Esteban habría sido canónigo regular de San
Agustín, cosa poco probable si tenemos en cuenta que en esta
época las agrupaciones de canónigos regulares ya estaban en pleno
declive y eran francamente inusuales.
Según Muñoz y Soliva, este prelado antes de su llegada a
Cuenca había estado refugiado en la corte pontificia de Aviñón
debido a que tuvo que huir de Portugal por estar enfrentado con
el rey Dionis, y parece ser que también asistió a las reuniones
del Concilio de Vienne en que se decretó la supresión de la Orden
Templaria 295
Su situación económica al llegar a la sede conquense no
debía de ser demasiado solvente, dado que tuvo que pedir
prestados 15.000 mrs. al joven Gil Álvarez de Albornoz, devol-
viéndoselos el 19 de febrero de 1324296
La última noticia que tenemos de este obispo data del 28 de
enero de 1326, fecha en la cual aparece entre los confirmantes
de un privilegio rodado de Alfonso XL291. Su muerte debió de
acaecer muy poco después, dado que el 11 de abril de ese mismo
año ya era obispo de Cuenca su sucesor, don Fernando, y al
parecer sus restos fueron trasladados a Portugal.
295Trifdn Muñoz y Soliva, Noticias de todos los ilustres nbispos. .., pp. 102-103.
297AHN, Clero, carp. 1433, nP 12 ¡ ~stberGonzález Crespo, Colección documental de Alfonso XI, nP 87.
Se trata de un privilegio rodado de Alfonso XI mediante el cual ~econfirma al monasterio da Celanova otro
privilegio de Alfonso VII por el que se confirmaban al cenobio toda una serie de posesiones.
151
15-FERNANDO GUTIÉRREZ (1326—1327)
299ASVat., Reg. Vat. 81, Ef. 39v-bOv, n9 166k; Reg. Aren. 25, E. flr / Dli, Ms. 13035, Ef. lJOr-IJlr¡
ACT, X.l.E.2.l. ¡ G. Mollat, Jean XXII, VI, n2 24882.
152
actividades que llevó a cabo durante su brevísimo pontificado
conquense, que sólo duraría un año, dacio que murió en 1327.
302ASVat,, Reg. Vat. 84, ff. 194v-195v, nQ 2512; Reg. Aven 28, f. 99v ¡ G. Mollat, Jean XXII, VI,
nQ 2936a.
303ASVat. Reg. Vat. 85, f. 26r, nQ 54; Reg. Aven. 29, f. IQEr /0. Mollat, Jean XXII, VII, nQ 29895.
153
El 3 de enero de 1328 Juan del Campo, cuyos orígenes
familiares se desconocen, aparece como «obispo de Cuenca e
notario mayor de la Andalusia» confirmando un privilegio rodado
de Alfonso X1305, y el 9 de marzo de este mismo año sería
enviado por el monarca castellano, junto con el obispo de
Cartagena y el noble Fernán Sánchez de Valladolid, como embajador
de Castilla ante el papa para solicitar de éste ayuda económica
para la guerra contra los musulmanes306 lo cual puede dar una
clara idea de las estrechas relaciones que mantenía este prelado
con Alfonso XI.
En mayo de 1328 fue trasladado por el papa a La Iglesia de
Oviedo, desde donde pasaría en 1332 a la diócesis de León, que
rigió hasta 1344, y un año más tarde de su llegada a León, en
1333, sabemos que ya era consejero real, cargo que se sumaría al
que desde tiempo antes desempeñaba como notario mayor de
Castilla. Fue por entonces cuando dar Juan del Campo, según
señala la Crónica de Alfonso XI, actuaría frecuentemente como
mediador en las relaciones, bien difícilas, del monarca castella-
no con don Juan Manuel, quien parecía tener una cierta confianza
en el prelado307.
17—000W (1328—1340)
Clero, carp. 1768, ng 20/ Esther González Crespo, op. cit. ng 124, Se trata de un privilegio
por el que Alfonso XI confirma al monasterio de Armenteira (en Pontevedra) todos sus privilegios anteriores.
306flemetrio !ansilla Reoyo, La docuentación sspaAola dei archivo de Gaste) 5. Angelo, p. 66.
307José Manual Nieto, «Los obispos de la diócesis da Letn. . .», pp. 206-207.
308ASVat., Reg. Vat. 87, f. Sr—y, n2 2013; Reg. Man. 30, E. 526 ¡ G. Mollat, Jean XXII, VII, nQ 41114.
154
natural de Gascueña3t0, aunque lo cierto es que sobre ello no
existe ninguna certeza. La siguiente noticia que tenemos sobre
él data del 6 de octubre de 1328, fecha en que confirmaría un
privilegio de Alfonso X1311
Se conocen al menos dos donaciones de este obispo a favor
del cabildo catedralicio conquense, fechadas ambas el 10 de junio
de 1339. Mediante una de ellas el obis:?o entregó al cabildo la
mitad de un molino que poseía en la hoz de Yémeda, cuya renta
anual habría de repartirse como pitanza. el día de la fiesta del
Corpus Christi312. La otra donación consistió en la entrega al
cabildo de un molino en Monteagudo, a cambio de aniversarios,
donando también mediante este mismo documento otro molino en
Monteagudo a los capellanes que el obispo había puesto en Santa
María de la 5ey313.
El obispo don adán recibiría varios privilegios pontificios.
Así, el 30 de septiembre de 1333 Juan XXII le concedió facultad
para que ocho clérigos familiares suyos, domésticos y comensales,
314
pudiesen percibir los frutos de sus beneficios en ausencia
El 15 de septiembre de 1339 Benedicto X].I le otorgaría una carta
de absolución in articulo mortis315, y este mismo día, además,
en respuesta a una súplica previa deL prelado conquense, el
pontífice proveyó una canonjía en la Iglesia de Cuenca a favor
del maestro Jacobo Berlandi, bachiller en Medicina y médico del
propio obispo conquense3 íó• Por último, a través de una bula del
7 de marzo de 1340, el papa le encargaría que, junto con el
obispo de Áviía, predicase la bula de Cruzada en todo el reino
311AHN, Clero, carp. 1856, nQ 6/Esther González Crespo, op~ cit., ng 127. Es un privilegio de Alfonso
XI confirmando otro de Fernando IV por el que a su vez se confirmar todos los privilegios del monasterio de
San Juan de Poyo.
312ACC, siglo XIV, nQ 12.
155
311
de Castilla , aunque desconocemos si esta predicación se llevó
o no a efecto.
Su muerte debió de acaecer en novíemire o diciembre de 1340,
pues a fines de este último mes Benedicto XII reservaba a su
provisión la sede conquense, que se acababa de quedar vacante por
fallecimiento del obispo don Odón.
156
irá creando entre ambas ciudades lazos 4ue, andado el tiempo, y
sobre todo en el siglo XV, tendrán importancia en el terreno
cultural.
La carrera eclesiástica de este prelado, al que casi todos
los episcopologios conquenses denominan erróneamente como Gonzalo
de Aguilar e Hinojosa, se vería sin duda favorecida por su
pertenencia al linaje de los Aguilar, varios de cuyos miembros
venían desempeñando desde hacía tiempo acciones militares contra
los musulmanes al servicio de la Monarquía castellana, motivo
éste que determinaría la protección regia hacia esta familia.
Respecto a las relaciones económicas de este prelado con el
cabildo catedralicio, sólo ha llegado hasta nosotros un testimo-
nio a través del cual sabemos que el 15 de junio de 1342 el
obispo don Gonzalo conf irmó la donació2 que su antecesor había
hecho al cabildo de la mitad del molino de Yémeda322.
Su pontificado conquense fue muy breve, dado que el 18 de
julio de 1342 Clemente VI le trasladaba a la Iglesia de Sigilen-
za323. En 1348 sería nombrado arzobispo de Santiago, para pasar
finalmente en 1351 a ser titular de la sede toledana.
19—GARCÍA (1342—1362 ?)
324ASVat., Reg. Vat. 152, fi’. 124v—125r, nP 11. El 30 de julio del mismo año el papa entregaría la
canonjía y prebenda que hasta entonces había tenido García en Palencia al noble Pedro López de Ayala. Beltrán,
Bulario, 1, nP 38.
157
parte de Pedro, cardenal de Santa Susana, éste descubrió que al
parecer el obispo conquense trabajaba en negocios que se
califican de infames. Además don García, y he aquí lo más grave
del asunto, había mandado dar muerte a quince vasallos de su
señorío de Casasana, encarcelando por otra parte a un médico
llamado Pedro y dándole poco después muerte ante el temor de que
revelara sus crímenes. También se le acusaba de cometer adulte-
rio, incesto y de tener públicamente concubinas, así como de
haber violado la inmunidad de la iglesia de San Juan de Pareja.
Ante la gravedad de las acusaciones, el 1 de marzo de 1352,
Clemente VI comisionará al arcediano da Talavera y al tesorero
de Cuenca para que citen al obispo don García y le manden
comparecer personalmente ante la curia pontificia en el plazo de
dos meses para ser juzgado por los delitos de que se le acusa-
ba325.
En agosto de este mismo año el concejo de Pareja, respaldado
por Pedro 1, prohibiría a don Garcia, pero no al cabildo
catedralicio, la entrada en el lugar, así como en Casasana, hasta
que se resolviese el pleito pendiente ante la Santa Sede326.
Desconocemos cuál fue el veredicto dado por el tribunal pontifi-
cio, pero lo cierto es que los serios incidentes protagonizados
por el obispo conquense ponen de man:Lfiesto los momentos de
conflictividad no exenta de violencia por que a veces pasaban las
relaciones de los obispos con sus vasallos, aunque acontecimien-
tos de tanta gravedad no volverán a darte durante el resto de la
Edad Media.
En agosto de 1353 sabemos que don García se encontraba en
Aviñon327, quizá compareciendo ante el Consistorio a causa de
32¾<uudum proposito in consistorio corau nobís quod Gar~;ias, episcopus conchensis, inter ceLen
enEma et exceasus per eu¡ seu de mandato suo co¡missa ohm a41 ecclesiam Sancti Iokannis de Paralía,
conchensis diocesis. . .vulnerarat seu vulneran fecerat in ipsam e4:clesía¡ et cinitenio contiguo.. .et quod
insuper in quadam sua doto vocata Casasana, dicte diocesís tune exístena, procuraverat, niandaverat et fecerat
interficí quindecim botines eL pa nediun secan aliquos ex eisdem, ~uodque adultenia et incestus caimiserat,
et babuerat et tenuerat plures publice ac notonie concubinas...». A¡Vat. , Reg. VaL. 145, fi’. 200v-201r ¡ GiL.
E. Déprez, Clément VI (1342-1352). Lettres closes, 1, nP 2590.
326Juan Catalina García López, Relaciones topográficas de España. Relaciones de pueblos que pertenecen
hoy a la provincia de Guadalajara, p. 116.
OOKM-Uclés, carp. 206, nP 5.
158
las acusaciones contra él vertidas, y al parecer formaba parte
del grupo de prelados castellanos que, debido a su oposición
hacia Pedro 1, se refugiaron durante un tiempo en la corte
pontificia328
La última mención documental en qua consta que este obispo
aún vivía data del 13 de agosto de 1359129, y según Gams y Eubel
su muerte habría acaecido en Aviñón estE mismo año. No obstante,
y teniendo en cuenta que su sucesor no fue proveído de la sede
conquense hasta mayo de 1362, lo más probable es que el adveni-
miento de su muerte hubiese tenido lugar pocos meses antes de
esta última fecha, sobre todo atendiendo a que ni en el documento
de elección de su sucesor ni en ningún otro testimonio documental
se alude a que hubiese habido una larga etapa de sede vacante
tras la muerte de don García, con todoa los problemas que ello
siempre conllevaba.
32¾rifón Muffoz y Soliva, Moti cias de todos los ilustres obispos..., p. 109
sa. caj. 4, leg. 15, nQ 212. Es una canta de pago del legado apostólico Guido por la que éste
reconoce haber percibido del obispo de Cuenca García, así como del cabildo catedralicio y diócesis conquense,
50 doblas de oro en dos veces.
330ASVat,, Reg. Aven. 155, fi’. 5v-6r.
159
establecido que debía de tener lugar su consagración, alegando
que sería incapaz de cumplir con lo establecido debido a que
tenía que ir previamente a Roma a recoger las bulas de elec-
ciónJW. Fue sin duda por ello por lo que Urbano V, el 24 de
noviembre de 1362, concedió al electo una prórroga de cierto
- 332
tiempo para su consagracion
De este prelado deben ser puestas de relieve sus actuaciones
en el terreno religioso. Así, al año siguiente de su llegada a
Cuenca, con fecha 21 de octubre de 1363, el obispo don Bernardo
concedería una licencia especial a todos los beneficiados de la
catedral para que pudiesen elegir el confesor secular o regular
que quisieran, otorgando a éste plena facultad para la absolu-
ción333
Pero sin duda el hecho más importante acaecido en la
diócesis durante su pontificado consistió en la convocatoria por
este prelado, en febrero de 1364 y en la iglesia de la villa
episcopal de Pareja, del primer sínodo :onocido celebrado en el
obispado conquense. Las constituciones da este sínodo, publicadas
el 11 de febrero del mencionado año, están dirigidas sobre todo
al clero diocesano, pues la normativa referente a los laicos es
escasa, debiendo ser destacada la inclusión de un catecismo o
manual para instrucción de clérigos33 Tiempo más tarde el
cabildo catedralicio protestaría ante el obispo contra algunas
de las disposiciones sinodales que había establecido, concernien-
tes sobre todo a reparto de diezmos y materia beneficial, temas
en los que desde hacía tiempo se venía produciendo una importante
conflictividad en las relaciones entre obispo y cabild&35.
332ASVat,, Reg. Vat. 252, 1. 42r, nQ 106; Reg. Aven. 154, f. 480v. Previamente Inocencio VI, con fecha
3 de agosto de 1362, ya le había otorgado una primera prórroga para donsagrarse hasta la fiesta de San Miguel,
pero posteriormente Urbano V, debido a la protesta del electo, alargaría algo nás el plazo de consagración,
que habría de tener lugar antes del primer día de la próxima Cuadragésima.
333ACC, original, sa. letra O, nQ 7.
160
Con todo, algunas de las actuaciones del obispo don Bernardo
estarían claramente encaminadas a mejorac la dotación de ciertos
grupos de rentas capitulares. En este santido hay que poner de
relieve su preocupación por dotar correc:tamente a la maitinada,
al igual que sucediera en la centuria anterior con el obispo don
Pedro Lorenzo.
Así, el 10 de septiembre de 1363 al obispo don Bernardo,
dadas las pocas rentas que hasta entonces tenía la maitinada en
la Iglesia de Cuenca, decidió con acuerdo del cabildo catedrali-
cio que se le asignasen 3100 ¿urs. anuales, 800 para los maitines
de las fiestas y 2200 para repartos diarios entre los asistentes.
Estas cantidades se habrían de tomar de las rentas de pan y
dinero que el obispo recientemente había anejado a la fábrica de
la catedral, por lo que el obrero se tendría que encargar de
entregar cada año por adelantado dichos 3100 mrs. A cambio de
ello el cabildo catedralicio se obligó a cantar diariamente en
el coro, acabados los maitines, un responso de requiem por el
alma de los padres del obispo, y por la de éste cuando muriese,
comprometiéndose además, el 6 de septiembre de cada año, a decir
en el altar mayor de la catedral un aniversario con misa cantada,
ente cuyos asistentes se repartirían los 100 mrs. restantes de
336
la donación realizada . El 18 de sept:Lembre de 1369 el obispo
realizaría una nueva donación, a través de la cual entregó al
cabildo a perpetuidad los diezmos prediales de todas las
posesiones anejas a la maitinada de los 80 canónigos extravagan-
tes que había en la catedral337.
Su muerte debió acaecer poco antes de marzo de 1373, que es
cuando su sucesor fue nombrado nuevo obispo de Cuenca. Al año
siguiente, con fecha 30 de marzo de 1:374, el maestrescuela de
Cuenca don Guillén Barral y el canónigo Pedro Fernández encarga-
rían al maestro Ah del Castillo que hiciese la obra de la
sepultura del difunto obispo don Bernal, al precio de 130
338
florines de oro del cuño de Aragón
336ACC,siglo XIV, nQ 48
161
21-PEDRO ALFONSO DE TOLEDO (1373-1378)
340Tnifón Muñoz y Soliva, Noticias..., p. 126. El primero de estos dos Pedro Gómez Barroso fue obispo
de Cartagena hasta 1327, pasando a ser cardenal en la curia de Aviñóu desde este último año hasta 1348. El otro
Pedro Gómez Barroso, que era nepote del anterior, se doctoró en Leyes por la Universidad de Bolonia en 1348;
en 1343 ya era deán de Toledo, y luego pasó a ser obispo de Sigflenza (1343), Coimbra (1358>, Lisboa y Sevilla
jaed. en 1371), añada de cardenal en Kviñón 11371-1374). Beltrán, Bulario, 1, pp. 48-51.
341ASVat., Reg. Suppl. 39, f. 136v.
162
antes ya poseía una canonjía34~. Este último año de 1373 también
figura ya en la documentación como «Marchie Anconitane recto-
ri», nombrado por Gregorio
El 13 de septiembre de este mismo año Gregorio XI le
encomendó la visita del Colegio español de San Clemente de
Bolonia, donde habían surgido parcialidades, para restablecer en
él la disciplina 345 , y el 7 de enero de 1375 el mismo papa le
encargaría la reforma de los estatutos del Colegio 346 Además,
en atención a los méritos contraídos en la puesta en marcha del
Colegio, se le concedió de manera excepcional que junto con
Alfonso Fernández, obispo de Áviía, que había sido camarero del
fundador, pudiera residir en él347.
Respecto a los servidores de don Pedro de Toledo puede
citarse a un tal Juan Martínez, que en 1377 aparece como
racionero de Cuenca y mayordomo del obispo 348 . Éste ocupó la
sede de Cuenca hasta 1378, año en que fue trasladado por el papa
a la de Évora.
3461b1d., nQ 144. Estos estatutos están publicados pon Vicente 3eltrán de Heredia, <<Primeros estatutos
del Colegio español de San Cleiente de Bolonia>>, Hispania Sacra, 11 (1958>, pp. 187-224. Sobre el Colegio de
San Clemente taimbién puede verse: 3M. Martí, 1’he Spanish College at Bólogna in the Fourteenth Centnry,
?hiladelphia, 1966.
347aeltnán, Cartulario, 1, p. 158.
163
Este prelado era hijo de don Diego Fernández de Biedma,
señor de la Casa de Biedma en el reino de Galicia, linaje éste
muy vinculado tradicionalmente a la Monarquía, sobre todo a
través de los servicios militares prestados por sus miembros en
la lucha contra los musulmanes. Don Nícol.ás se graduó como Doctor
en Decretos y obtuvo el arcedianato de Écija en la Iglesia de
Sevilla, hasta que Urbano V le nombró obispo de Jaén en 1368.
Parece que su labor administrativa en esta Iglesia fue importan-
te.
También sabemos que al parecer al 8 de junio de 1376
Gregorio XI le había encomendado que visitase el arzobispado de
Sevilla y los obispados de Córdoba, Jaén, Badajoz, Plasencia,
Cádiz y Coria, encargándole reformar todo lo que creyera
conveniente. Según Jimena Jurado el obispo de Jaén habría
finalizado esta visita en 1378, marchando a dar cuenta de ella
al papa de Aviñón Clemente VII, que como recompensa a los
servicios prestados le habría promovijo a Cuenca350. Pero la
falsedad de este último dato queda puesta en evidencia por el
hecho de que, tal como se ha señalado arriba, no fue Clemente VII
sino Urbano VI quien promovió a don Nicolás a Cuenca, de lo que
puede deducirse que lo más probable es que dicha visita nunca
llegara a realizarse, o al menos no se culminé con éxito.
Este prelado fue obispo de Cuenca hasta julio de l38l~~~,
año en que por decisión propia decidió regresar a Jaén, siéndole
ello concedido por el papa. El 13 de agosto de este último año,
ocupando ya de nuevo la diócesis de Jaén, donó al cabildo
catedralicio conquense un báculo, algunas biblias, un misal y un
breviario, obligándose el cabildo a cambLo a rezar un aniversario
por su alma tras su muerte352. Pero nc habría de vivir mucho
tiempo más pues, enfermo de gota, otorgó su testamento el 7 de
350Martín de Jimena Jurado, Catálogo de los obispos de lts iglesias catedrales de la diócesis de
164
marzo de 1333 y murió muy poco después, siendo sepultado en medio
353
del coro de la catedral giennense
165
Respecto a sus orígenes familiares, parece ser que don
Álvaro Martínez era de baja extracción social358, lo cual no
impediría que, gracias a su valía personal, lograra hacer una
brillante carrera eclesiástica y de servicios a la Monarquía,
llegando a ser preceptor del futuro Enrique III y oidor de su
Consejo por encargo expreso de Juan 1, así como canciller mayor
de Castilla con Enrique III~. También participó frecuentemente
en Cortes, como por ejemplo en las segovianas de 1386, las de
Briviesca de 1387 y las burgalesas de 1392360, y de su colabora-
ción ocasional en actividades fiscales es un ejemplo el nombra-
miento que en 1384 le hizo el papa como ejecutor, junto a los
obispos de Zamora y Osma, de una nueva décima que se había
concedido al rey castellano361.
Debe ser destacada, asimismo, su intervención en actividades
relacionadas con el Cisma de Occidente. Así, en abril de 1390 fue
uno de los testigos que estuvieron presentes en Guadalajara en
el acto mediante el cual la princesa doña Catalina de Lancaster
abandonó la obediencia al papa de Roma rara adherirse a Clemente
VII de Aviñón362, y en 1395 marchaba don Álvaro como embajador
del rey castellano para reanudar los contactos con el monarca
francés y tratar de hallar nuevas soluciones para el Cisma363.
De las operaciones económicas llevadas a cabo por el obispo
don Álvaro cabría mencionar en primer Lugar la compra el 26 de
mayo de 1391 a varios vecinos de Cuenca de unas casas situadas
cerca de los palacios episcopales de la ciudad, por precio de 250
florines de oro del cuño de Aragón 364 . )eben de ser destacadas,
asimismo, las donaciones realizadas a favor de la mesa episcopal
360Ana Anranz GUZ¶án, «Reconstrucción y verificación de las Cortes castellano-leonesas», pp. 100-104,
166
y cabildo catedralicio. Así, el 3 de ma:~zo de 1392 donó para los
obispos que le sucedieran unas casas y solares que poseía en
Huete365, y en esta misma fecha también hizo una donación al
cabildo de un solar en Cuenca cerca del postigo de San Martín,
junto a los palacios episcopales, 10.0(30 mrs. y madera para que
en dicho solar se construyesen unas casas para instalar en ellas
escuelas de Gramática, que también habrian de servir de vivienda
para los capellanes de la capilla de Santiago que recientemente
había mandado construir en la catedral366. Es a partir de ahora
cuando cabe hablar de la existencia en Cuenca de una institución
docente que, bajo el patrocinio de los prelados de la diócesis
y del cabildo catedralicio, se destinaría a proporcionar los
primeros estudios de carácter elementaL.
Entre las tareas eclesiásticas realizadas por este prelado
en Cuenca a lo largo de su pontificado cabría mencionar la
reforma y aprobación que hizo de las coE’radías conquenses de San
Francisco, San Pedro y San Pablo, mandando además que entrasen
a formar parte de ellas todos los neoconversos del judaísmo que
hablan abrazado en Cuenca la fe cristiana tras las conversiones
masivas que sucedieron a las violencias antijudías de 1391367.
También es probable que por iniciativa de este prelado, y ya a
fines de su pontificado, se realizase la transformación en
iglesia tras los sucesos de 1391 de la sinagoga conquense, bajo
el nombre de Santa María La Nueva, que en 1403 sería erigida en
parroquia por su sucesor, Juan Cabeza de Vaca368. En adelante la
nueva collación de Santa María La Nueva estaría habitada
fundamentalmente por conversos.
Su muerte debió de tener lugar pcco antes de noviembre de
1396, que es cuando su sucesor ocupó la sede de Cuenca. El 18 de
noviembre de este mismo año, habiendo ya fallecido don Álvaro,
el obispo de Áviía, como legado pontificio, mandaría a Juan
167
Fernández, sacristán de Valladolid y conservador por él nombrado
de los bienes del difunto obispo conquense, que retirase del
inventario de los bienes de este último todos los ricos paños que
se habían utilizado para cubrir las andas donde se colocó el
cuerpo del prelado durante sus exequias en la catedral conquense,
debido a que dichos paños eran propiedad del cabildo catedrali-
cio, a quien debían ser res tituídos36t Los derechos de expolio
tras la muerte del obispo conquense se pagarían a la Cámara
Apostólica en mayo de 1397, y la cantidad entregada ascendió a
370
9565 gros . Don Álvaro fue enterrado inicialmente en el
pavimento ante el altar de la capilla de Santiago que él mismo
había mandado construir en la catedral, pero varios años después,
el 6 de febrero de 1402, sus restos serían trasladados a una
nueva sepultura311. En la actualidad su tumba, cubierta con una
estatua yacente del prelado, se encuentra en la capilla de
Santiago de la catedral conquense.
369ACC, siglo XIV, n2 181. Se trataba de dos ricos paños, uno bordado en plata y otro en oro, cuya
~1<<Lunes seys días del mes de febrero, anno flominí ?ICCCCII, fueron trasladados los restos del obispo
don Alvaro, de buena memoria, del pavimento de ante el altar de la :apiella de Santiago a su propia sepoltura,
e dial maestro cantero por adobar el dicho pavimento ocho maravedies>>. ACO, Libros de Fábrica, 11-3, 1. 9v.
168
III le enviaría de nuevo como embajador a Aviñón en relación con
el Cisma. Al año siguiente fue nombrado obispo de Cuenca373.
Hay que poner de relieve la vinculación familiar que tenía
este obispo con la familia aragonesa da los Luna. Así, en un
documento del 1 de abril de 1405 don Jaime de Luna aparece como
374
sobrino del obispo conquense , y es incluso probable que
tuviese algún tipo de lazo familiar con Pedro de Luna, el papa
Benedicto X111375, tratándose además de uno de los prelados
castellanos que asistieron el 29 de abril de 1403 a la ceremonia
de restitución de la obediencia de Castilla al papa Luna
celebrada en Santa María de Valladolid37>. Por otra parte, en el
linaje de los Cabeza de Vaca, aparte del obispo conquense,
destaca también la presencia de varios personajes que estuvieron
al servicio de la Monarquía, tanto en el terreno eclesiástico
como militar, entre los cuales cabría mencionar al maestre de
Santiago don Pedro Fernández Cabeza de ‘Zaca, hermano del obispo
don Juan377.
En 1407 este prelado asistiría a les Cortes de Segovia, las
primeras celebradas durante el reinado <le Juan II, en las cuales
la reina madre doña Catalina y don Fernando, tío del monarca,
juraron sus cargos como tutures ante todos los eclesiásticos y
378
procuradores presentes
Uno de los actos administrativos mes importantes realizados
por don Juan Cabeza de Vaca durante su pontificado en Cuenca
consistió en la división de la ciudad de Cuenca en catorce
collaciones, uniendo otra a las trece ya existentes al erigir en
parroquia, con fecha 31 de enero de 1403, la iglesia de Santa
374Sanz, nQ 607.
22 de abril de 1403 don Juan Cabeza de Vaca no pudo asistir personalmente al sínodo diocesano
que se celebró dicho dia en la capilla de Corpore Christi de la ca:edral, justificando su ausencia con estas
palabras: «Por quanto de presente somos ocupado de muchos negocios acerca del servicio de nuestro sennor el
papa, e otnosi por quanto somos llamado por nuestro sennor el rrey. . .». ACC, Estatutos, f. 53v.
3763osé Godi Gaztambide, Los españoles en el Concilio de Constanza, p. 211
169
María La Nueva, que con anterioridad había sido sinagoga de los
judíos y probablemente a fines del pontificado de su antecesor
o comienzos del suyo ya había sido transformada en iglesia para
los neoconversos del judaísmo 379 . Otra reforma administrativa de
importancia sería también la reimplantación en 1406 del arcipres-
tazgo de Huete, que ya había existido en los primeros tiempos de
— 380
la diócesis pero había pasado después a ser una vicaria
Durante este pontificado tenemos constancia de la convocato-
ria de cinco reuniones sinodales, que tuvieron lugar en 1399,
1402, 1403, 1404 y 1406381, lo cual puede dar una clara idea de
la preocupación de este prelado por la vigilancia y reforma de
las costumbres del clero y laicos de :La diócesis. Además, con
estos sínodos nos situamos ya en el siglo XV que, para el
conjunto de la Iglesia, representa uno de los momentos más
intensos y típicos en cuanto a actividad reformadora, de la cual
don Juan Cabeza de Vaca también se haría eco mediante la intensa
actividad sinodal desarrollada en Cuenca.
El contenido general de todas las extensas constituciones
emanadas de los sínodos celebrados por este prelado es enormemen-
te amplio y variado, abordando la prácti.ca totalidad de cuestio-
nes susceptibles de ser tratadas en este tipo de reuniones
eclesiásticas: administración y recaudación del diezmo, situacio-
nes múltiples de conflictividad decimal, estado material y
espiritual de las iglesias parroquiales, jurisdicción de
arciprestes y vicarios rurales, cultura y comportamiento general
del clero, aprendizaje de las virtudes y mandamientos básicos,
vestimenta y apariencia externa clericales, mejoras en la
celebración de la misa y administración de los sacramentos,
concubinato clerical, excomunión, excesos de los laicos, usura,
fiestas que se han de guardar, relaciones con los musulmanes y
judíos, etc. Todo ello convierte a don Juan Cabeza de Vaca en uno
de los prelados con mayor celo pastoraL y preocupación por sus
deberes estrictamente episcopales de todos aquellos que ocuparon
170
la sede conquense durante la Edad Media, y de hecho las constitu-
ciones sinodales por él promulgadas se convertirán en la base
fundamental de toda la producción sinodal conquense posterior.
Además de toda la importante normativa contenida en estos
sínodos, también debe hacerse aquí una mención de algunos
estatutos que a principios de 1400 estableció don Juan sobre
ciertos aspectos del culto y organización catedralicia: fiestas
solemnes que debía celebrar con procesión la Iglesia de Cuenca
como sufragánea de Toledo; lugar que debían ocupar en estas
procesiones y en el coro los clérigos beneficiados de la ciudad
de Cuenca; colocación en el coro de los beneficiados de la
catedral; forma en que éstos habrían de ganar su pitanza; quiénes
y de qué manera debían servir cada día en el altar mayor; y
número de capellanes de la catedral y su salario382.
El 17 de marzo de 1407 fue trasladado por Benedicto XIII a
383
Burgos , diócesis que gobernaría basta el advenimiento de su
muerte el 7 de enero de 1413384.
386ASVat., Reg. Aven. 326, ff, 132r-133r. Sobre este prelado existen al menos dos biografias: Francisco
Ruiz de Vergara y Álava, Vida del illustrissimo señor don Diego de Anaya Maldonado, arzobispo de Sevilla,
fundador del Colegio Viejo de San Bartolomé.,., Madrid, 1662, y A. Muñoz Tornado, Don Diego de Anaya, arzobispo
de Sevilla, 1417—1437, Sevilla, 1918..
171
Don Diego de Anaya Maldonado había nacido en Salamanca, en
el seno de la noble familia de los Anaya. Terminada su carrera
en la universidad salmantina Juan 1 lo escogió como preceptor de
sus hijos Enrique y Fernando, futuros reyes de Castilla y Aragón,
y es gracias a ello como se le abrieron las puertas para su
incorporación a los medios cortesanos. Durante esta época también
sabemos que mantuvo relaciones con una joven de la aristocracia
castellana, María de Orozco, que le daría dos hijos 387 -
El 20 de julio de 1384, con 27 años de edad y siendo
bachiller en Decretos, fue promovida a La sede episcopal de Tuy,
desde donde pasaría a la de Orense el 28 de junio de 1390 y de
ésta a Salamanca el 16 de octubre de 1392. Fue siendo obispo de
esta última diócesis cuando comenzaron a hacerse frecuentes sus
intervenciones en actividades politizas388, y por entonces,
además, ya formaba parte del círculo de influencia del arzobispo
toledano don Pedro Tenorio, lo que propiciaría extraordinariamen-
te su ascenso en la carrera política y eclesiástica 389
En 1401 iniciaría la construcción en Salamanca del Colegio
de San Bartolomé, pero antes de su finalización, y al parecer
contra su voluntad, fue trasladado a la diócesis conquense por
Benedicto XIII. A pesar de ello don Diego de Anaya sería en aquel
momento uno de los doce obispos hispanos que juraron permanecer
siempre fieles al pontífice de Aviñón, rechazando como una medida
estéril en orden de la unidad de la Iglesia la sustracción de
obediencia a Benedicto XIII proclamanda nuevamente por Fran-
390
cia
387José Goñi Gaztambide, «Los españoles enel Concilio de Constanza>>, p. 151. Estos dos hijos fueron
Juan Gómez de Anaya y Diego Gómez, que llegarían a ser canónigos sali¡antinos. Beltrán, Bulario, 1, p. 91. Juan
Gómez, además, en 1440 era ya arcediano de Salamanca, y el 14 de febrero de este mismo año juntaría gentes de
armas consiguiendo expulsar de la ciudad al maestresala del monarca. que había tomado posesión de la misma en
nombre de Suan 11. José Goñi, op. dL., p. 151.
Goñi, op. cit., pp. 151-152.
390José Goñí, op. cit., p. 153. De hecho el 31 de octubre de 1412 asistiría a la lectura del testamento
espiritual de Benedicto XIII en Peñíseola, y cuatro años más tarde se opondría enérgicamente a la sustracción
de obediencia a este pontífice que había sido decretada por Castilla. Ibid., p. 154.
172
Casi tan intensa como la de su artecesor fue la actividad
sinodal de este prelado, pues durante su pontificado en Cuenca
convocó un total de cuatro sínodos, que se reunieron en 1409,
1411, 1413 y 1414391. El contenido da las constituciones de
ellos emanadas es amplio, aunque no tarto como en el caso de los
sínodos de su predecesor. De forma genérica, la temática tratada
versa sobre los siguientes aspectos: mejora de la formación
cultural del bajo clero, administración de los sacramentos,
excesos diversos del clero, mejora del estado material y
espiritual de las iglesias, excomunión, una no demasiado amplia
normativa decimal, excesos de los laicos e utilización indebida
de las iglesias por éstos y algunas cuestiones tocantes a las
relaciones de los cristianos con judíos y musulmanes.
El 2 de junio de 1410 don Diego de Anaya instituyó junto con
el cabildo las abadías de Santiago y de la Sey, esta última en
recuerdo de la antigua sede visigóttca de valería392. Estas
abadías habían sido en su origen curatos, uno en la parroquia de
Santa María de la Sey, en Valera, donde antiguamente había estado
la sede del obispado valeriense, y el otro en la parroquia de
Santiago de la catedral. Fueron estos curatos los que el obispo
don Diego instituyó en abadías, dando silla a sus poseedores en
el coro catedralicio, uno frente a otro, después del último
- .
canonigo 393
Respecto a las donaciones realizadas por este prelado a
favor del cabildo catedralicio conquense cabría destacar una del
7 de mayo de 1414, mediante la cual el obispo don Diego entregó
al cabildo una cruz de plata sobredorada, labrada y esmaltada;
dos candeleros de plata, también dorados y esmaltados; un cáliz
391ACC Estatutos, Ef. Mr y as. Siendo obispo de Salamanca, don Diego ya había celebrado un sínodo
en esta ciudad el 30 de enero de 1396. Se trata de una asamblea en cuya temática predomina la economía sobre
el espíritu reformista, aunque contiene alguna normativa sobre enseflanza, sacramentos y culto. Juan It Matías
y Vicente, Los laicos en los sínodos salmantinos, p. 18. El texto d~ este sínodo se encuentra publicado en el
Synodicon Hispanum, IV, PP. 23-48.
392ACC, s.a. caj. 0, nQ 7/ BN, Ms. 13071, Ef. 246v—257v.
393Posteriormente don Álvaro de Isorna elevaría estas abadías a la categoría de dignidades
catedralicias, dándoles silla en el coro antes de los canónigos y después de las otras dignidades. Reglamento
que deben observar las dignidades..., pp. 70-71,
173
dorado con su patena; y un portapaz de plata dorado, labrado y
39’
con imágenes
Durante sus ausencias de la diócesis, que fueron bastante
frecuentes debido a los muchos compromisos políticos que tuvo que
atender este prelado, fueron fundamentalmente dos los vicarios
generales que se hicieron cargo de su gobierno en nombre del
obispo. Ruy Bernal, arcediano de Ledesma en la Iglesia de
Salamanca, canónigo de Cuenca y familiar de don Diego, fue muchas
veces vicario general en la diócesis conquense entre 1409 y 1413.
El otro vicario fue Juan Alfonso de Oña canónigo conquense, que
regiría frecuentemente la diócesis en rombre de don Diego entre
1414 y 1418, actuando igualmente cono vicario durante los
primeros años del pontificado de su sucesor, Álvaro de Isorna.
Por otro lado, en 1416 don Diego de Ana3’a también nombraría a un
obispo auxiliar, de nombre Fray Manuel, para que en su nombre se
hiciese cargo de llevar a cabo en la diócesis ciertos deberes
episcopales que él no podía cumplir por estar ocupado en diversos
395
negocios al servicio del rey
Al margen de sus actividades en la diócesis de Cuenca,
mientras duró en ella su pontificado seguiría preocupado por el
desarrollo de la empresa que había dejado iniciada en Salamanca
cuando se produjo su traslado a Cuenca: el Colegio de San
Bartolomé, que habría de ser el primer Colegio Mayor existente
en España. En 1414 el centro ya estaba terminado. Don Diego dotó
la nueva institución con 13.000 ducados y pensaba ampliar la dote
con 7000 florines más. El 30 de septiembre de 1414 Benedicto XIII
aprobaría la fundación y dotación inicial del Colegio, así como
el aumento de dote proyectado, nombrandi administradores de sus
rentas al abad de la Sey de la catedral conquense y a sus
174
sucesores en esta dignidad, y designanto como conservadores del
396
centro a los obispos de Ávila y Sigúenza y al deán de Cuenca
El centro fue dotado de unas pr:Lmeras constituciones en
1415, y más tarde de unas segundas fueri:emente influenciadas por
las del Colegio de San Clemente de Bolonia397. Contaba inicial-
mente con quince estudiantes de Teología y Derecho Canónico, y
las rentas de su dotación estaban situadas en Salamanca y Cuenca.
Disponía además, por donación del propio don Diego, de una
importante colección de códices que en buena parte había sido
adquiridos por el obispo al pasar por Eollonia en su regreso del
viaje al Concilio de Constanza al frente de la embajada castella-
na. Fue en este sentido un gran meceneLs de las letras y de la
cultura castellana. Relacionado con Cuenca a través de la persona
de su fundador, el Colegio de San Bart2lomé lo estaría aún más
íntimamente a través de las promociones de clérigos estudiantes
conquenses que saldrán de sus aulas, y a través de las rentas que
sostenían económicamente el centro y que estaban situadas en
buena parte en tierras conquenses 398
Sin duda alguna la misión política más importante que
protagonizó don Diego de Anaya siendo obispo de Cuenca fue la
presidencia de la embajada castellana que acudió al Concilio de
Constanza. Su nombramiento como jefe de la misma por Juan II tuvo
lugar el 24 de octubre de 1416, y el monarca le designa como
397Sabei¡os que a su vuelta de Constanza don Diego pasó por Bolonia, donde visitó el Colegio de San
Clemente fundado en 1364 por el cardenal Alboruz, sacando copia de los primeros estatutos del colegio
boloniense, que databan de 1369, para adaptarlos al suyo de San Bsrtolomé. Sobre ello puede verse: L. Sala
Balust, <<Las primeras constituciones del colegio de San Bartolcmé de Salamanca, copia de los primeros
estatutos del colegio de San Clemente de Bolonia», Estudios eclesiásticos, 35(1960).
398Santiago Aguadé Nieto y Ma Dolores Cabañas González, «La formación intelectual del clero
conquense...», pp. 11-12.
175
«don Diego, obispo de Cuenca, nuestro consejero». La llegada
a Constanza se produjo el 30 de marzo de 1417, y algún tiempo
después, como presidente de la legación castellana, tomó parte
en el cónclave que elegió como nuevo papa a Martín V, y ello a
pesar de que tradicionalmente se había declarado firme partidario
del papa Luna, al cual sólo dejaría de apoyar en el último
momento. Como gratificación por su actitud al frente de la
legación castellana Martín V, además de confirmarle la fundación
y dotación del Colegio de San Bartolomé, también le otorgaría,
con fecha 29 de noviembre de 1417, licencia para testar a favor
de sus familiares, servidores, personas a las que estuviese
obligado y obras pías hasta la cantidad de 10.000 florines de
oro, y el 1 de diciembre le concedería también facultad para
399
absolver de reservados y censuras a los clérigos de Cuenca
Don Diego de Anaya fue obispo de Cuenca hasta el 16 de marzo
de 1418, fecha en que Martín ~1le promovió a la sede arzobispal
de Sevilla, también en recompensa por su brillante actuación en
el Concilio de Constanza al frente de la embajada castellana”00.
Moriría en Cantillana en 1437, siento todavía arzobispo de
Sevilla y tras haber superado no pocas dificultades en defensa
del mantenimiento de su titularidad de La sede hispalense, de la
que fue privado por el papa y restktuído de nuevo en dos
ocasiones. Cuando murió contaba con más de ochenta años, y en su
testamento dejó sus bienes y rica biblioteca, compuesta de unos
trescientos ochenta volúmenes, al Colegio de San Bartolomé de
Salamanca. Su cuerpo fue trasladado a la catedral de esta ciudad,
donde fue enterrado en una capilla que había sido construida a
401
sus expensas
400Beltrán, Cartulario, 1, p. 264 ¡José Goñi Gaztambide, <<Recompensas de Martín V, ..>>, p. 11.
176
de la sede conquense a favor del hasta entonces obispo de León,
Alvaro de ísorna~’02.
Según el padre Flórez este prelado habría nacido en Santiago
de Foz, cerca de Mondoñedo, y según López Ferreiro, historiador
de la Iglesia de Santiago, su nacimiento habría tenido lugar
hacia 1370 en el pazo de Quintas, parroquia de Santa María de
Isorna, diócesis de Santiago. Fueron sus padres Juan Núñez de
Isorna y Constanza Vázquez de Insoa. Le joven hizo estudios en
Salamanca, donde adquirió su principal formación403, y pronto
pasaría a formar parte del círculo de familiares del arzobispo
toledano don Pedro Tenorio%
Debe ser puesta de relieve la estrecha vinculación que
siempre mantuvo el obispo don Alvaro con la Monarquía, desempe-
ñando diversas funciones al servicio d.e Juan II. Así, en 1419,
un año más tarde de su llegada a Cuenca, nos lo encontramos como
oidor de la Audiencia Real405, y este mismo año asistiría a la
ceremonia de reconocimiento de la mayoría de edad y plenos
derechos políticos de Juan II que tuvo lugar en el alcázar de
406
Madrid . Otra ceremonia de marcado carácter propagandístico y
legitimador en que participó don Álva:o de Isorna fue la jura
como primogénita de la infanta Catalina, que tuvo lugar en 1423
en el alcázar de Toledo, y en la que el obispo de Cuenca
pronunció un discurso en nombre del rey justificando y exigiendo
el juramento de la infanta como primogénita al trono, aunque al
‘Ql
año siguiente habría de tener lugar su fallecimiento
El 5 de enero de 1425 tenía lugar en Valladolid el nacimien-
to del que habría de ser Enrique IV, produciéndose su bautismo
ocho días más tarde y siendo el obispo don Alvaro el encargado
‘0hbid,, p. 30,
177
de administrar el sacramento408. Poco Éespués, el 21 de abril
del mismo año, se celebró en el monasterio de San Pablo de
Valladolid la ceremonia de juramento deL príncipe recién nacido
como heredero del trono, siendo de nuevo en esta ocasión el
obispo conquense el encargado de pronunc Lar un discurso en nombre
del rey, tras lo cual tuvo lugar el homanaje individualizado de
todos los asistentes409. La última cerem~nia de relieve político
en que estuvo presente, entre otros, el obispo don Álvaro de
Isorna fue la boda entre el príncipe don Enrique y la princesa
doña Blanca de Navarra, que tuvo lugar en el monasterio de San
Pablo Valladolid el 15 de septiembre de :L440, siendo oficiada por
el cardenal Juan de Cervantes410.
El obispo don Álvaro fue además uno de los grandes especia-
listas en mediaciones complejas en nonibre de la Monarquía con
motivo de los enfrentamientos políticos internos de la época. Así
sucederá, por ejemplo, cuando intente infructuosamente hacer
retornar al servicio del rey, por encarto de éste, a su primo el
maestre Alcántara, don Juan de Sotomaycr, en 1432. En situación
aún más extrema, a punto. de producirse una batalla frente a
Maqueda, se prestará de nuevo a negociar en compañía de don
Alfonso de Cartagena, esta vez con el almirante Fadrique Enríquez
y el conde de Benavente, que tenían dispuesta una tropa de 1300
hombres de armas y 200 de a caballo, evitándose en el último
momento la lucha411.
Muy en la línea de la intervención de don Álvaro de Isorna
en política se inscriben los testimonios sobre su participación
en Cortes, aspecto sobre el que conocemos con certeza su
asistencia a las de Madrid de 1419412, Palenzuela de 1425413 y
4081bid., p. 48.
4091bid., p. 31.
4101bid., p. 54.
411José Manuel Nieto Soria, Iglesia y génesis..., pp. 268-269.
p. 116.
178
del Real sobre Olmedo de 1445414, en las que siempre actuaría
respaldando las posturas regias.
De gran importancia fue también la participación de este
prelado en embajadas de política exterior para mediar las
relaciones de Castilla con el Pontifi:ado. Así, en 1421 fue
enviado por Juan II a Roma para obtener favores económicos del
papa de cara a hacer frente a la lucha contra los musulmanes, y
don Alvaro, gracias a su buena gestión, alcanzó la concesión de
forma estable de las tercias de fábrica, segun se contiene en una
bula del 8 de octubre de 1421415.
Al año siguiente, el 12 de abril de 1422, día de Pascua de
Resurrección, se vería envuelto en un grave incidente con Tomás,
obispo cicastrense y embajador de Enrique y de Inglaterra.
Sucedió en Roma, celebrando misa solemne en San Pedro el propio
Martín V. Parece ser que en un determinado momento de la
ceremonia don Alvaro de Isorna y el obispo inglés discutieron
sobre el puesto a ocupar. El obispo irglés, sin reparar en la
solemnidad del acto, dio dos bofetadas al castellano, huyendo
luego con los suyos a refugiarse en su posada. Pero el papa al
día siguiente, impresionado por el escéndalo de la víspera, sin
esperar a mejores informes, dirigió a Jtan II una carta en la que
condenaba por igual el proceder de ambos prelados 416 - Por ello
Isorna expresaría sus quejas al pontífice que, mejor informado
y reconociendo la precipitación con que había procedido,
dirigiría el 12 de junio una nueva carta a Juan II haciendo
411
encomio y defensa del obispo conquense
Pero sin duda la misión de política exterior más importante
en que participó don Alvaro de Isorna consistió en ostentar a
partir de 1434 la presidencia, que pronto compartiría con el
4141bid., p. 119.
ipso pene consecrationis articulo contendentes dn loco in rixam inhonesta devenerunt, qui
tumulto suscitato, omni Deo et nostra reverentia postposita, in seipsos manus violenter et turpiter
injecerunt. . .». Vicente Beltrán de Heredia, <<La embajada de Castilla en el Concilio de Basilea>>, Pp. 16-17,
179
obispo de Burgos Alfonso de Santa María, de la embajada de
Castilla en el Concilio de Basilea> Esta embajada también
contaría con la participación de Nuño Álvarez Osorio, acompañante
del obispo don Álvaro y futuro chantre de la Iglesia conquense.
En lo que respecta a la actitud de Isorna en las discusiones
conciliares, el obispo conquense siempre se mostró como firme
partidario del papa, tratando de llegar a un acuerdo con los
conciliaristas, a pesar de lo cual tuvo que enfrentarse repetidas
veces con algunos exaltados que trataba:i de restringir excesiva-
mente los poderes y derechos del papa4~8. Fruto de su brillante
participación en el Concilio sería la concesión que, por bula del
8 de julio de 1435, se le hizo para poder disponer por testamento
de 12.000 florines de oro de cámara de sus bienes personales
recibidos del rey o por herencia o adquiridos por su indus-
tria~~9, así como la concesión que el 15 de junio de 1436 se
otorgó a la Iglesia conquense de siete años y siete cuarentenas
420
de perdón para las fiestas de la Asunczón y Natividad
Años más tarde, cuando en la primavera de 1439 acuda a la
Dieta de Maguncia en representación de Castilla y Portugal, el
obispo don Áívaro habrá de ser el más acérrimo propulsor de la
paz para llegar a un acuerdo entre los representantes del
Concilio y los del papa421. En julio de aquel año se encontraba
en Estrasburgo con la legación castellana, en espera de órdenes
de Juan íx422
Toda esta intensa y dilatada en el tiempo participación de
don Áívaro en numerosas tareas al servicio de la Monarquía
castellana fue lo que sin duda motivó que no pudiera hacerse
cargo correctamente de su ministerio ¡astoral al frente de la
Iglesia de Cuenca, que muy a menudo estuvo gobernada por los
48Todo esto lo trata con detalle Vicente Beltrán de Heredíi:: <<La embajada de Castilla en el Concilio
4205anz, nP 696.
180
provisores que actuaron en nombre dEl obispo, entre los que
cabria destacar a don Pedro Arias Bahamonde, deán de Orense, que
figura como provisor al menos desde 1429>423, ostentando dicho
cargo hasta el final del pontificado ¿e don Alvaro.
Así, sólo tenemos noticia de la convocatoria de un sínodo
por este prelado, en 1424, por lo que debe llamarse la atención
sobre el enorme contraste que se observa entre la intensa
actividad sinodal desarrollada por don Juan Cabeza de Vaca y don
Diego de Anaya, y la pobre labor que en este sentido llevó a cabo
su sucesor don Alvaro de Isorna, y ello a pesar de los más de
veinte años que duró su pontificado en Cuenca. Habrá que esperar
la llegada de Lope de Barrientos a la sede conquense para
encontrarnos de nuevo con una normativa sinodal de gran amplitud.
Hay que poner de manifiesto el interés que don Alvaro mostró
por mejorar las rentas de la chantría y tesorería de Cuenca. Así,
sabemos que de acuerdo con el cabildo catedralicio determinó que
se anejasen a la chantría las prestneras de Alcañate, Santa
María del Campo y Santa María de Alcocar, que hasta ese momento
eran de Lope Hurtado de Mendoza, arcediano de Huete. Respecto a
la tesorería, anejó a ella las prestameras de las iglesias de
Santiago y de La Trinidad de Alarcón, que en aquel momento poseía
Gonzalo Fernández de Valladolid, la prestamera de San Juan de
Castillo de Garcimuñoz, que entonces tenía un tal Juan Cándido,
y la prestamera de San Salvador de CuerLca, que a la sazón poseía
Juan Sánchez, así como las de San Juan de Alarcón y Santa María
de Salmerón. Don Alvaro de Isorna determinó que dichas prestame-
ras pudiesen ir siendo ocupadas por los titulares de las
dignidades a medida que se fuesen quedando vacantes 424,
De las donaciones que hizo al cabildo conocemos por un
testimonio indirecto la de ciertas casas en la calle de Solera
y otras en la calle de los Pescadores, junto a la Puerta de
181
Valencia425. También cabria mencionar otra a través de la cual,
según diversos testimonios, el obispo con Álvaro habría donado
un rico pontifical y una imagen grande de plata dorada del
apóstol Santiago, que años más tarde se acostumbraría colocar en
el altar mayor durante las fiestas principales426.
Durante su pontificado también sabemos que tuvo lugar un
incendio de las torres de la catedral, eL 19 de mayo de 1432, que
al parecer ocasioné gravísimos daños427.
Don Álvaro de Isorna fue promovido al arzobispado de
Santiago el 7 de abril de 1445428, y gobernaría esta diócesis
hasta el advenimiento de su muerte el 9 de febrero de 1449429.
425AHPC, Desamortización, leg. 249 (cuadernillo de censos del cabildo catedralicio en 1495. Se alude
indirectamente a estas donaciones de casas que años atrás había ri~alizado el obispo don Álvaro de ¡sarna al
cabildo).
biografía de Fray Lope de Barrientos fue hace ya años objeto de un estudio monográfico por parte
de Luis Alonso Cetina, Vida y obras da $ray Lope de Barrientos, en finales Salmantinos, vol. 1, Salamanca, 1921,
trabajo que no se huta únicamente al estudio biográfico, sino que también analiza de forma general sus
principales obras. Con todo, este trabajo de Alonso Cetina debe consíderarse únicamente como un punto de
partida para un análisis mucho más profundo sobre la biografía de este prelado, tanto desde una perspectiva
eclesiástica como social y política, análisis que hoy en día aún está par hacer, dado que sólo contamos con
distintas aproximaciones parciales sobre el tena.
431ASVat., Reg. Lat. 421, ff. 179v—lBOv.
182
tarde el 4 de octubre de este mismo ato el prelado ya estaba
instalado en su nueva sede conquense, pues en esta última fecha
firmaría un estatuto sobre la primera residencia anual que debían
432
hacer los canónigos Al año siguieate de su promoción a
.
432ACC s.a. caj. 5, leg. 21, n9 291. La Crónica del Haiconero, en cabio, nos dice que su llegada
a Cuenca tuvo lugar en 1446, señalando que este afio «.. el obispo de Cuenca don Lope de Varrientos deinandd
li~engia al rey para se yr a su obispado, e el rey no ge la quería dar, e el obispo le aquexó aucho sobre ello
deziendo que en tienpo de sus travajos nunca del se avía apartado, e pues ya todos los fechos estavan ya
conQertados, que pluguiese a su señoría darle li~encia para yr visitar su obispado. E después de auchos
á’quexamientos otorgóle la dicha ligengia». Pedro Carrillo de Hu~te, Crónica de Joan U, p. 474.
434Lu1s Alonso Cetino, Vida y obras de Fray Lope de 3anientos, pp. XVII y sa.
183
435
Real, como obtuvo en 1438 el obispado de Segovia , y el de
Ávila en 1440436, acudiendo al año siguiente como embajador del
monarca castellano ante el rey de Navarra437. Parece ser que por
esta misma época, o poco después, fue también nombrado canciller
mayor del. príncipe 438 , de quien tambiérL fue confesor por algún
tiempo439, figurando asimismo como tenedor de Los sellos de la
Chancillería al menos desde l445~~~.
En febrero de este último año el monarca castellano le
ofreció la vacante de la Iglesia de Santiago de Compostela, pero
don Lope la rechazaría por no desear tras ladarse a aquellas
tierras de Castilla. Fue por ello por lo que Juan II le ofreció
finalmente la Iglesia de Cuenca, que vacaría promoviendo a don
Áívaro de Isorna a la de Santiago, como finalmente se hizo441.
De este modo pasó don Lope de Barrientos a ser obispo de Cuenca,
cargo que ostentaría hasta el advenimiento de su muerte en 1469.
Durante la primera etapa de su pon Lificado conquense uno de
los acontecimientos político—militares nás relevantes protagoni-
zados por el obispo Barrientos fue la defensa armada que en 1447
y 1449, por mandato de Juan II, hizo de la ciudad de Cuenca
contra el noble don Diego Hurtado de Mendoza y sus partidarios,
Manuel Nieto Soria, Iglesia y génesis..., p. 426. Su consagración CO¶O obispo tendría lugar
en Roa, donde se hallaba la Corte, produciéndose con la tanta sdemnidad en presencia de la familia real,
siendo ello una prueba evidente del reconocimiento regio de que gox¿ba esta personaje. Pedro Carrillo de HueLe,
Crónica de Juan II, p. 253.
un privilegio real por el que Juan II le otorga el derecho para constituir mayorazgo, como
manifestación de agradecimiento por sus muchos servicios y lealtad, y que está fechado el 20 de diciembre de
1440, don Lope ya figura coto obispo abulense. José Manuel Feto Soria, «Las inquietudes de reforma
eclesiástica y religiosa de un colaborador de Juan II de Castilla el obispo Barrientos>> {en prensa).
44Beltrán, Cartulario, 1, p. 348. Don Lope aceptaría la mitra conquense, aunque se vio contrariado
al no conseguir, cono pretendia, la de Toledo, al imponer don Alvaro de Luna a su candidato, Alfonso Carrillo.
Fernán Pérez de Guzmán, Crónica de Juan II, p. 625.
184
que en aquel momento estaban enfrentados con el monarca castella-
no, saliendo en ambas ocasiones vencedo:r el obispo442
Al desaparecer don Áívaro de Luna en 1453 fue llamado junto
al rey el obispo Barrientos, que como hemos visto ya había
ejercido un importante protagonismo político durante la privanza
del condestable. Don Lope y el prior de Guadalupe Fray Gonzalo
de Illescas se encargarán de asegurar la gobernación del reino
durante los últimos meses del reinado de Juan II, asumiendo
también la función de albaceas testamentarios, por lo que
debieron atender un buen número de encargos reales443.
Durante el reinado de Enrique LV el obispo conquense
mantendría aún una importante influencia política hasta su muerte
en 1469, pero sin el predominio en los medios cortesanos que
había caracterizado a otros privados de tiempos atrás. Desde
luego continué desempeñando diversos cargos al servicio de la
Realeza. Así, el. 2 de agosto de 1454 eL monarca le confirmó la
posesión de los oficios de confesor real, oidor de la Audiencia
y tenedor de los sellos de la Chancí1l~ría, con sus correspon-
dientes quitaciones 444 En cuanto al caz-go de confesor real, el
.
Quitaciones de Corte, leg. 4, 12. hr-9v. Las quitaciones que le fueron confirmadas son las
siguientes: 14400 rs. anuales que recibia desde 1434 coito confesor real; 18000 mrs. anuales que, como tenedor
de los sellos de la Chancilleria, recibía desde 1445; y 30000 mrs. anuales que desde 1454 se le asignan como
oidor de la Audiencia real. En el documento también se recogen la:; libranzas de estas quitaciones realizadas
entre 1455 y 1464.
ff. 455r—456r.
185
prisión sólo duraría algunos meses446. Además durante los
últimos años de su pontificado conquense don Lope sería nombrado
por el rey guarda mayor de la ciudad de Cuenca447, ejerciendo
todo este tiempo un gran control sobre muchos asuntos concejiles,
y sin duda fue gracias a su mediación ante el rey como se llevó
a cabo la concesión a Cuenca, por Real Cédula del 12 de noviembre
de 1465, del título de muy noble e muy leal448, así como la que
ese mismo año se le hizo de un día de mercado franco a celebrar
el jueves de cada semana449.
Toda esta importante presencia del obispo Barrientos en
actividades políticas explica perfectamente su participación en
Cortes, que también se había dado siendo obispo de Ávila y
Segovia. Así, en 1447 asistiría a las Cortes de Valladolid, más
como representante regio que en nombre te su estamento, y en 1453
es probable que también estuviese presente en las celebradas en
Burgos, que habrían de ser las últimas del reinado de Juan II.
Al morir el monarca los representantes de las ciudades juraron
al nuevo rey en el verano de 1454, y aunque no se convocaron
Cortes con tal motivo la presencia del astamento eclesiástico en
el solemne acto fue nutrida, asistiendo también el obispo
Barrientos. Años más tarde, en 1462, Enrique IV convocaría varios
Ayuntamientos «itinerantes» con intención de llevar a cabo una
restauración del poder real a través del esfuerzo de las
Hermandades, en cuya organización, para mantener la paz y el
orden, el obispo conquense jugaría un papel de primera magnitud.
Pero el rey, a pesar de los consejos del prelado, quien deseaba
una acción militar enérgica, iniciaría poco después unas
negociaciones escalonadas en varias fases con los procuradores
de las ciudades450.
186
Pasando ya a las actividades de Barrientos en el campo
estrictamente eclesiástico, en primer lugar se debe señalar que
durante su pontificado en Cuenca celebró dos sínodos, ambos en
la catedral451. El primero y más importante de ellos se reunió
en 1446452, y el otro en l457~~~.
La temática tratada en las constituciones sinodales de 1446
es enormemente amplia, atañe al clero y en menor medida a los
laicos, y es un reflejo de la preocupación del obispo por conocer
y mejorar el estado material y espiritual de la diócesis cuyo
gobierno se le acababa de encomendar. Entre los muchos aspectos
sobre los que se legislé pueden des~acarse los siguientes:
materia económica y decimal, que recibe un tratamiento amplísimo;
arrendamiento de bienes eclesiásticos; materia beneficial;
asuntos jurisdiccionales, tanto de ámbito intraeclesiástico como
en lo relativo a las intromisiones de la justicia secular en la
eclesiástica; economía y administración parroquiales; inmunidad
eclesiástica; regulación de las relaciones entre los diversos
niveles del clero, así como entre éste y los laicos; relaciones
de cristianos con judíos y musulmanes; aspectos de religiosidad
referentes tanto al clero como a los laicos: concubinato, excesos
de conducta, excomunión, administración de los sacramentos,
fiestas, asistencia a misa, etc. En este punto hay que señalar
que las medidas destinadas a la ez-radicación de aquellas
costumbres de los laicos que se consideraban incompatibles con
la vida cristiana van a recibir una atención bastante ruducida
en comparación con otras materias.
Además en este sínodo don Lope también mandó a todos los
arciprestes, vicarios, clérigos y capellanes asistentes que
hiciesen sacar y se llevasen un traslado de un Libro sinodal que
presentó para mejorar la instrucción del clero diocesano
conquense. La temática de este Libro sinodal es esencialmente
187
religiosa, y hoy sabemos que su elaboración original no es del
propio Barrientos454, a pesar de lo cual éste consideró útil la
promulgación de la obra en Cuenca para de este modo tratar de
mejorar la formación y preparación doctrinal del clero diocesano.
Respecto al sínodo de 1457 puede destacarse que en él se
confirmaron y aprobaron las constituciones del sínodo anterior,
aunque corrigiendo algunas de ellas y publicando también otras
nuevas. La temática de las constituciones de este sínodo es mucho
menos amplia que la del anterior, y las nuevas disposiciones
dadas se limitan a recoger algunas normas muy puntuales sobre
pago de diezmos, sentencias de excomunión, correcta administra-
ción de la justicia eclesiástica y deberes religiosos de clérigos
y legos.
Toda la normativa de estos dos sínodos, sobre todo el
primero de ellos, viene a ser una prueba evidente de las
pretensiones reformadoras del obispo Barrientos, si bien, como
recientemente se ha señalado, tales planteamientos reformadores
parecen contradecirse inevitablemente con algunas circunstancias
personales del prelado como, entre otr~s factores, el limitado
desarrollo de su actividad como visitador, o su excesivo apego
a la posesión de bienes materiales, pues sabemos que amagó una
importante fortuna personal y que con ella, si bien realizó no
pocas obras caritativas y atendió muchas necesidades de la
Iglesia, también hizo indudable ostentación de riqueza y
favoreció a sus familiares •y colaboradores más directos,
reclamando reiteradamente del Pontificado la mayor libertad
posible en la administración de los bienes acumulados, al margen
de los límites impuestos por su condición episcopal455.
Son varias las donaciones que don Lope hizo a favor del
cabildo catedralicio. Así, el 8 de juaio de 1457 compró unas
454Biblioteca del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, Ms. 340, Ef. llv-128r. Este Libro sinodal es
copia del que otorgó el propio Barrientos para Segovia en 1440, qu~ a su vez es copia del dado por el obispo
de Salamanca Gonzalo de Alba en abril de 1410. Éste último se encuantra publicado en el Synodicon Hispanu¡,
IV, PP. 114—293.
188
casas situadas en la plaza mayor, que luego derribaría para
ensanchar la plaza y construir unas tiendas que más tarde
entregaría al cabildo456. Otras donaciones a favor del cabildo
de que tenemos noticia son las siguientes: un rico pontifical;
una mitra; una casulla de carmesí raso chapada de plata; una cruz
de oro con una reliquia del Lignum Dornini adornada de muchas
piedras preciosas, entre ellas una riquísima esmeralda que al
parecer pasó pronto a constituir orgullo del tesoro capitular;
un gran collar labrado con aljófar; 50.000 mrs. con los que se
compró una heredad en Palomera, más otros 40.000 ¡nrs para la
Limosna457. Por otro lado, el 22 de agosto de 1466 anejó a
perpetuidad a la mesa capitular todos los diezmos prediales del
obispado «que no esten situados dentro de Qierto termino y
limita~ion de gierta parroquia», que se denominaban diezmos
llecos, a excepción de los situados en los señoríos de la mesa
458
episcopal Además durante el pontificado de don Lope se
hicieron ciertas vidrieras en la catedral, unos órganos grandes
y un nuevo retablo459.
Debe ser puesta de relieve la preocupación de este obispo
por impulsar el desarrollo de instituciones asistenciales, y
prueba de ello son los varios hospitales que fundó para pobres,
tanto en Cuenca como en Medina del Campo. El 18 de abril de 1447
Nicolás V ratificó a don Lope la facultad que ya tenía concedida
para disponer por testamento de los bienes recibidos por donación
y de sus rentas eclesiásticas, facultándole además para fundar
y dotar con esos mismos bienes un hospil:al para pobres en Medina
del Campo460. Así, pues, poco después don Lope procedería a la
‘5kstos datos sobre las donaciones de Barrientos aparecen recogidos en las declaraciones que hicieron
el 6 de noviembre de 1500 varios testigos -Francisco Hurtado de Mendoza, deán de Cuenca; Gil Mdoz, canónigo;
Martín García de Huélamo, beneficiado de la catedral; Juan de Guzaán, diantre; Juan de Coro, capellán de la
catedral— en el curso de un proceso que presentó el cabildo catedralicio conquense para tratar de obtener
ciertos bienes que les había dejado a deber el anterior obispo de Cuenca, ya difunto, Alonso de Burgos. AGS,
Cáaara de Castilla—pueMos, leg. 7, nQ 39.
189
creación en su villa natal del hospital de Nuestra Señora de la
Piedad <no de San Antonio, como a veces se ha pretendido)461,
que sin duda fue su principal fundación hospitalaria y en la que
462
puso más empeno
Pero también sabemos que en Cuenca se crearon bajo sus
auspicios algunos hospitales. Así, con fecha 22 de diciembre de
1447, don Lope y el cabildo catedralic:Lo conquense determinaron
instituir un nuevo hospital «para resgebir los pobres»,
destinándose para ello unas casas en que había vivido el difunto
Ruy Bernal, arcediano de Alarcón, y que estaban situadas detrás
de los palacios episcopales. La nueva fundación recibiría el
nombre de Hospital de Nuestra Señora Santa María de la Consola-
ción, y se sustentaría con las rentas del Arca de la Limosna,
dependiente del cabildo conquense463. Además la tradición
también le atribuye el haber fundado en Cuenca el hospital de San
Sebastián, y por otro lado algunos testimonios nos informan de
que a fines de su pontificado era costumbre de este prelado
lanzar al mercado a un bajo precio las rentas en grano proceden-
tes de la mesa episcopal con objeto de ampliar la demanda,
facilitando de este modo el abastecimiento de la población menos
pudiente, evitando o paliando el alza de los precios y tratando
de luchar contra los efectos de la especulación y el acaparamien-
to464.
Muy diferente fue en cambio su actitud en los señoríos
episcopales de la diócesis, especialmente el de Pareja, pues
durante su pontificado se establecieron muchas nuevas imposicio-
nes señoriales que originarían el descontento de los concejos
dependientes del obispo465
461José Manuel Nieto Soria, «Las inquietudes de reforma ‘~clesiástica y religiosa de un colaborador
de Juan II de Castilla: el obispo Barrientos» (en prensa).
29 de septiembre de 1452 Nicolás 1 concedería toda una serie de indulgencias a favor de este
hospital fundado en Medina del Campo por el obispo Barrientos. ASVat., Reg. VaL. 424, f. 163v.
190
En ocasiones el obispo Barrientos actuó en determinadas
misiones por encargo pontificio. Un ejemplo de ello lo tenemos
en el mandato de Nicolás V del 20 de atril de 14513 mediante el
cual le encomendó que visitase la Provincia dominicana de
Castilla, nombrándole juez reformador para poner remedio en ella
a los siintomas de relajación de la Observancia que se estaban
produciendo a causa de las claudicaciones del provincial. Don
Lope cumplió lo que se le mandó y, una vez terminada la visita,
convocó un capítulo de la Orden en Toledo, deponiendo al
provincial Esteban Soustello, que fue sustituido por Pedro de
Villaviciosa, con lo que las cosas volvieron momentáneamente a
su cauce466. De esta forma el obispo Barrientos se nos presenta
como uno de los dominicos que primero se implicaron en la reforma
de su Orden, mostrándose firme partidario de la implantación de
las tendencias observantes entre los predicadores.
Poco antes, el 24 de marzo de dicho año de 1453, el papa le
había otorgado un privilegio de dispensa del juramento de
realizar la visita ad limina que hizo al ser promovido a
Cuenca467, y mediante una nueva intervención pontificia de Pío
II, datada el 28 de febrero de 1461, le serian ratificadas y
confirmadas todas las fundaciones y donaciones realizadas por él
basta ese momento468
Cabe mencionar también una concesión de indulgencias por el
obispo don Lope el 17 de mayo de 145546¾ la normativa que junto
con el cabildo estableció en 1448 sobre la organización de las
capellanías de la catedral470, y la institucionalización que
llevó a cabo en 1446 para toda la diócesis de Cuenca de la fiesta
de Santa María de las Nieves, a celebrar en adelante el 5 de
esta fecha don Lope concederla cuarenta dias de indulgencia a todos aquellos que estuviesen con
la cabeza descubierta y de rodillas durante el rezo de los Gloria Patri, Evangelios, Salios, floulinus vobiscum,
o en la Misa u horas del Oficio divino, todo ello en la catedral conquense y sie¶pre y cuando estuviesen
verdaderamente arrepentidos, ACC, original, s.s.
191
agosto y según el ejemplo de la catedral de Toledo, donde ya se
celebraba esta fiesta471, instituyendo también en 1458 las
fiestas de la Corona de espinas de Cristo y de San Luis en toda
472
la diócesis conquense
Otros sucesos de interés acaecidos durante su pontificado
que merecen ser destacados son la fundación en Cuenca en torno
a 1450 por el chantre don Nuño Álvarez Osorio del monasterio de
Santa María de la Contemplación, de bencdictinas; la erección en
Colegiata de la iglesia parroquial de Belmonte a través de una
bula del papa Pío II dada el 1 de diciembre de 1459, y previa
súplica del marqués de Villena don Juan Pacheco, bajo cuyo
patronato habría de permanecer la nueva fundación473; la finali-
zación en 1457 de la torre del Ángel de la catedral, sillas del
coro y retablo474; un grave incendio de la torre de campanas el
20 de julio de l459~~~, y un eclipse de sol que tuvo lugar el 29
de julio de l468~~~.
Por último debe ser puesta de relieve la faceta literaria
e intelectual de Fray Lope de Barrientos. Entre las obras que
dejó escritas cabría señalar en primer lugar la Refundición de
la Crónica del Halconero de Juan XA7, sealizada a partir de la
Crónica de Pedro Carrillo de Huete. También debe ser destacado
el breve tratado titulado Contra algunos cizañadores de la nación
de los convertidos del pueblo de Israel, que se fecha hacia fines
de octubre de 1449, y a través del cual el obispo de Cuenca, a
solicitud del Relator del Consejo Real, Fernán flíaz de Toledo,
dia (20 de ji¡lio~, anno de aill e quatrogientos e ginquenta e nueve annos, se quito la torre
de las canpanas de hun rayo que cayo en la dicha torre, e se quemaron e consumieron todas sus canpanas». José
Trenclis, <<El Necrologio-Obituario. . .», p. 354.
192
expuso su defensa hacia el grupo de los conversos del judaísmo
tras el duro golpe que había supuesto para éstos la Sentencia-
Estatuto de Pero Sarmiento promulgada en Toledo el 5 de junio de
ese mismo año, por la que se había declarado incapacitados para
desempeñar cargos públicos a los conversos y sus descendien-
tes478. Otras obras de Barrientos son su Clavis Sapientiae479,
trabajo que contiene algunos elementos de retórica jurídica de
cara a defender la primacía del rey en el marco del ordenamiento
legal480, así como las que llevan por título Tractado de la
DivinanQa48 h
Vra ctaclo de los sueños482 y Tractado de Caso y
Fortuna483, escritas por encargo de Juan II.
Según el Obituario de la catedral conquense la muerte del
muy anciano obispo Barrientos acaeció en Cuenca el 29 de mayo de
1469, en torno a la hora tercia~84, siendo trasladados después
sus restos mortales al hospital que había fundado en Medina del
Campo, conforme se especificaba en una cláusula de su testamento.
478Eloy Benito Ruano, Los orígenes del problema converso, p. 59-61. Xl texto completo de este tratado
lo publicó Luis 6. Alonso Iletino, Vida y obra de fray Lope de Barrier tos, en «Anales Salmantinos», Salamanca,
1927, Pp. 181—204.
Ms. 1795. Recientemente fue presentada en la Universidad de Valladolid por Ángel Martínez Casado
una Tesis Doctoral sobre esta obra de Barrientos.
480José Manuel Nieto Soria, Iglesia y génesis..., p. 202.
481Sobre esta obra puede verse el estudio y transcripción recientemente publicado por Paloma Cuenca
Muñoz: El ‘Tractado de la Divinan~a’ de Lope de Barrientos. La magia medieval en la visión de un obispo de
Cuenca, Instituto Juan de Valdés, Cuenca, 1994.
482~,< Mss. 6401, 18455, 8113 y 2915. Publicado por Getino, op. cít., Pp. 1-85.
Mss. 6401, 18455 y 2915 / Biblioteca de la Universidad de Salamanca, Ms. 2096. Publicado por
Getino, op. ciÉ., Pp. 205-245 (edición realizada a partir del manuscrito de la Universidad de Salamanca).
484«Bste dia falles~io el reverendissiino sennor don Lope de Barrientos, obispo que fue desta Iglesia,
entre las ocho e las nueve horas, agerca de la hora tergia. Anno de LXIX annos, XXIX madii, anno Domini
MCCCCLXIX>>. ACC, Necrologio-Obituario, f. lár.
193
el fallecimiento varios meses antes del obispo Barrientos485.
Pero a esta elección se opuso en un principio el cabildo
catedralicio conquense que, a instancias del concejo de la
ciudad, eligió por su cuenta como nuevo obispo al noble conquense
Juan Hurtado de Mendoza, que tan sólo era clérigo de órdenes
menores, pero que contaba con el apoyo regio, pues Enrique IV
había suplicado al papa a su favor. Habiendo hecho Paulo II caso
omiso de esta súplica, el 4 de diciembre del mismo año el concejo
de Cuenca escribiría al rey manifestando su oposición y la del
cabildo conquense hacia Antonio Jacobo de Veneris y declarando
abiertamente su apoyo al noble Juan Hurtado, y el día 19 del
mismo mes el rey respondió declarándose también a favor de la
elección de Juan Hurtado y en contra de la provisión hecha por
486
el pontífice
Entre tanto, el 17 de diciembre, Paulo LI se había dirigido
al cabildo catedralicio conquense conm.Lnándole a aceptar como
obispo a Antonio Jacobo de Veneris y a entregarle las rentas de
la mesa episcopal, rechazando rotundamente la elección hecha a
favor de Juan Hurtado487. Finalmente la balanza se inclinaría a
favor de la decisión pontificia, y pocos meses después el cabildo
conquense tendría que reconocer como nuevo obispo al cardenal
Veneris. En esta ocasión, pues, los intereses regios no pudieron
imponerse a los pontificios, cosa que ya no sucedería con la
provisión del siguiente prelado conquense, en la que saldría
vencedor el candidato presentado por los monarcas.
Antonio Jacobo de Veneris ostentaba el título de cardenal
de San Clemente gracias al favor pontificio. Ya había sido nuncio
del papa en Castilla en 1457, y obispo de Siracusa hasta 1464,
año en que pasaría a ostentar la titularidad de la mitra leonesa
hasta 1.469 en que pasó a Cuenca. En 1465 había actuado como
194
embajador de Enrique IV ante el papa, y fue legado pontificio en
Castilla entre 1467 y 1469488.
Su toma de posesión de la sede conquense tuvo lugar el 7 de
agosto de 1470489, pero mientras ostenté la titularidad del
obispado de Cuenca sabemos que llevi a cabo un absentismo
prácticamente total, preocupándose sobre todo de que se le
entregasen puntualmente todas las rentas que le correspondían y
que de este modo pasarían a engrosar las que ya recibía a través
de otros numerosos beneficios que poseza.
Un claro ejemplo del talante de este prelado lo tenemos en
el conflicto que en 1470 le enfrenté con el cabildo catedralicio
conquense, motivado por una venta de cereal procedente de las
rentas de la mesa episcopal que el cabildo había llevado a cabo
en 1469, estando la sede vacante, con el objeto de paliar la
carestía que en aquel momento de crisis afectaba a un amplio
sector de la población conquense. El cardenal Veneris y su
vicario Gabriel Condulmario se negaron a reconocer la validez de
la venta efectuada por el cabildo, llegando a exigirle por ello
el pago del correspondiente interés legitimo, hechos ambos que
motivaron el que los miembros del cabildo conquense se dirigieran
al. claustro de la Universidad de Salamanca en solicitud de un
dictamen sobre el particular, que finalmente resultaría ser
favorable al cabildo por llegarse a la conclusión de que la venta
fue lícita y se realizó conforme al justo precio, implícitamente
contrapuesto al precio del mercado coyunturalmente elevado por
la especulación y el acaparamiento 49) . Rodrigo Sánchez de
Arévalo, que le conocía bien, denuncia Ras “engañosas artes” de
491
este prelado
No tenemos constancia de que se c&.ebrara en Cuenca ningún
sínodo durante su pontificado, lo cual debe achacarse sin duda
al absentismo de este obispo al que se ha hecho referencia.
195
Durante los diez años en que ostentó la titularidad de la sede
conquense el vicario general que normalmente se hizo cargo del
gobierno de la diócesis fue Gabriel Cndulmario, arcediano de
Alarcón, protonotario apostólico y .aombre muy allegado al
cardenal, a quien éste arrendaría poco antes de morir los frutos
de la mesa episcopal por la suma de 404)0 ducados anuales492
Cabe mencionar por último la donación que hizo a favor de
la catedral conquense de una capa de brocado carmesí y 2000
ducados de oro493, estos últimos a trav4s de su testamento, para
la percepción de los cuales el cabildo conquense tendría que
realizar no pocos esfuerzos.
Su fallecimiento tuvo lugar en Recanate el 13 de agosto de
1479, y el día 13 de ese mismo mes Sixto IV, en una sesión
secreta del Consistorio, habiendo tenito noticia de su reciente
muerte, proveyó la Iglesia de Cuenca a favor del joven de 19 años
Rafael Riario, cardenal de San Jorge y sobrino del papa 494
196
en Córdoba el 13 de junio de 1482 a través de un pequeño concorda-
to en el que, entre otras cosas, se determina entregar la Iglesia
de Cuenca a Fray Alonso de Burgos. Así Domingo Centurión conf irmó
y ratificó en nombre del papa un acuerdo que parecía poner fin
a una tensa situación en las relaciones Monarquía—Pontificado que
se había prolongado durante más de tres anos495. Las bulas
oficiales de su provisión a la sede de Cuenca por Sixto IV están
fechadas el 15 de julio de 1482, y a través de ellas el pontífice
renuncia definitivamente a la anterior provisión que había hecho
a favor del cardenal Riario496.
Este prelado era un dominico de origen converso vinculado
a la familia de los Santa María de Burgos497. Estudió Artes y
Teología en San Pablo de Valladolid, y profesó en San Pablo de
Burgos, convento del que en 1449 aparece ostentanto el cargo de
prior. Lo fue también del de San Pablo de Valladolid, y entre
1465 y 1468 se declaró partidario del príncipe Alfonso. El 17 de
abril de 1473 fue nombrado capellán mayor de Isabel la Católica,
con 17.400 ¡urs. anuales de quitación por el desempeño de dicho
oficio, estableciéndose además que pase a formar parte del
Consejo real498, y al menos desde 1476 ya figura como confesor
de la reina499. Colaborador asiduo y hombre de confianza Isabel
la Católica, en 1476 llegaría a ostentar junto con el obispo de
Cartagena la presidencia de la Santa Hermandad. Fue gracias a
esta relevancia política y al apoyo regio por lo que entre 1477
y 1482 ostenté la titularidad de la sEde episcopal cordobesa,
pasando este último año a Cuenca, diócesis que gobernaría durante
tres anos 500
—
495Todo este conflicto originado en torno a la provisión de la sede conquense fue hace ya tiempo
analizado con detalle por Tarsicio de Azcona, La elección y réforna del Episcopado español.. .,pp. 109-136.
El texto completo del acuerdo firmado en Córdoba el 3 de junto de 1482 está además publicado por Justo
Fernández Alonso, Legaciones y nunciaturas en España de 1466 a 15U, Roma, 1963, vol. 1, nQ 166.
197
El 15 de mayo de 14813 estuvo presente en Burgos acompañando
al cardenal de España en la visita que hicieron a esta ciudad la
reina y el príncipe don Juan, que se desarrolló en medio de un
gran boato y solemnidad bajo las aclamaciones de todo el pueblo.
Varios días después el concejo burgalés liarla un obsequio al
obispo conquense por su colaboración en los actos501. No mucho
más tarde, el 14 de octubre de este mismo año, Fray Alonso de
Burgos se encontraba en Córdoba, donde en ese momento estaba la
Corte, junto con los obispos de Jaén, Palencia y Calahorra, otros
grandes y el cardenal de España, para. asistir a las fiestas
reales que se celebraron en esta ciudad en conmemoración de las
victorias recientemente obtenidas sobre los musulmanes de
Granada 502
Durante su breve pontificado en Cuenca celebró dos síno-
dos503. El primero de ellos en 1482, en la villa episcopal de
Pareja, que fue presidido por el bachiller Alvar González de
Capillas, provisor y vicario general en toda la diócesis en
nombre del obispo. En este sínodo el mencionado provisor promulgó
varias constituciones, algunas de ellas relativas a asuntos de
tercerías504, pero indudablemente la ini:iativa de su convocato-
ria se debió a Fray Alonso de Burgos que, recién nombrado para
la sede de Cuenca, quiso celebrar sínodo diocesano para conocer
el estado de su nueva diócesis y, no pudiendo él asistir en
persona, encargó a su vicario general que lo convocase y
presidiese en su nombre.
En 1484 se celebraría un nuevo sínodo, más importante que
el anterior, también en la villa de Pareja, cuyas constituciones
50%ibíioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Ms. M.II.22, f. 2v.
198
serían llevadas muy poco después a la prensa por el tipógrafo
Áívaro de Castro, que por esas fechas estaba establecido en la
ciudad de Huete, para posteriormente distribuir los ejemplares
de la edición entre las parroquias de la diócesis505. Respecto
al tipo de temática recogida en estas constituciones sinodales
puede decirse que es en general bastante similar a la tratada en
los sínodos conquenses anteriores, y sus disposiciones normativas
afectan tanto al clero como a los laicos. Entre los temas en
ellas tratados cabría destacar los siguientes: formación cultural
del bajo clero, concubinato y otros vicios clericales, obligacio-
nes eclesiásticas del clero, cuidado y limpieza del material
litúrgico de las iglesias, catequesis de los laicos, asistencia
a misa y observancia de las fiestas de precepto, confesión y
comunión, sentencias de excomunión, defensa del patrimonio
eclesiástico, apuestas en el juego por parte de clérigos y
laicos, cabildos y cofradías de clérigos o laicos.
Fray Alonso de Burgos fue obispo cte Cuenca hasta el 26 de
agosto de 1485, que es cuando tuvo lugar su traslado a la sede
episcopal palentina506 , cuya titularid~d ostentaría hasta el
advenimiento de su muerte el 8 de noviembre de 1499. Durante esta
última etapa de su carrera eclesiástica hizo amplias reformas en
la diócesis de Palencia y fundó el Colegio de San Gregorio de
Valladolid Sa?
único ejemplar incúnable que ha llegado hasta nosotros de aquella prematura edición es el que
actualmente se conserva en la British Library de Londres, con la signatura IB 53403. Un estudio pormenorizado
y transcripción de estas constituciones sinodales puede verse en mi trabajo «Fray Alonso de Burgos y el sínodo
conquense de 1484» Hispania Sacra, XLVII (1995), pp. 299-346.
199
abulense, a la diócesis de Cuenca539. Pero sabemos que esta
provisión se hizo a instancias de los Reyes Católicos, tal y como
510
nos informa la Crónica de Hernando del Pulgar
Nacido en 1422, había sido en su juventud capellán de Juan
II. Tras ostentar los cargos de prior comendatario del monasterio
de San Román de Hornija y canónigo de Avila, entre otros, pasó
en 1469 a ser obispo de Ávila, sede ~ue presidiría hasta su
traslado a Cuenca en 1485511. Durante su pontificado abulense
sabemos que tuvo un hijo, que se llamacía Gutierre de Fonseca,
nacido de sus relaciones con doña Teresa de las Cuevas, mujer
soltera512, desempeñando por esta misnxa época algunos cargos
militares al servicio de los Reyes Cat~licos513.
Su toma de posesión de la Iglesia conquense, realizada a
través de un procurador, no tendría lugar hasta el 2 de mayo de
1486. Este día llegó a Cuenca don Pedro López de Calatayud, deán
de Ávila, y presentó ante el cabildo catedralicio conquense una
carta firmada por el obispo don Alonsc de Fonseca mediante la
cual le nombraba su vicario general en toda la diócesis de
Cuenca, así como otra carta de los Reyes Católicos por la que se
instaba al cabildo catedralicio, concejos y eclesiásticos de
Cuenca y su diócesis a aceptar como n~aevo obispo a Alonso de
Fonseca, obedeciento en todo al vicario general que actuaría en
su nombre. Además también les presentó la bula pontificia por la
que el papa comunicaba al cabildo conquense la provisión que
había hecho de la Iglesia de Cuenca, así como una breve carta del
obispo Fonseca, dirigida también al cabildo, por la que les
rogaba que obedecisen a su vicario general.
~~~José
Kanuel Nieto, Iglesia y génesis.,., p. 437.
Sl2~ 20 de mayo de 1492 se otorgaría una carta de legitina:ión a favor de dicho Gutierre de Fonseca.
AGS, Registro General del Sello, 20-V-1492, f. 71.
513Asi, por ejemplo, en 1477 sería uno de los capitanes del ejército de los Reyes Católicos que tomó
la ciudad de Toro. Hernando del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos, 1, pp. 281-283.
200
Una vez leídas estas cartas el deán de Cuenca, Francisco
Hurtado de Mendoza, en nombre del cabildo catedralicio, dijo que
obedecían la bula pontificia y admitían como nuevo obispo a don
Alonso de Fonseca, declarando además que estaban dispuestos a
obedecer a su vicario Pedro López de Calatayud. Acto seguido «e
en recibiendo, comengaron e dixeron a alta voz Te Deum Laudamus,
e ansy fueron en pro~esion con el dicho don Pedro de Calatayud
en nombre del del [sic] dicho don Alonso de Fonseca, obispo de
Cuenca, por el cuerpo de la yglesia catredal alrededor del coro,
diziendo el dicho Te fleum Laudamus fasta el coro della, e lo
asentaron en la sylla en el dicho coro asignada al dicho sennor
obispo de Cuenca, poniendole en ella e resqibiendolo e admytiendo
al dicho magnyfico sennor don Alonso de Fonseca e al dicho don
Pedro de Calatayud en su nombre en la dicha posision del dicho
obispado de Cuenca...». Luego volvieron a la sala del cabildo,
donde don Pedro de. Calatayud juró los estatutos de la Iglesia de
Cuenca, para pasar después a la capilla de la Pila donde estaban
reunidos la justicia y regimiento de la ciudad., los cuales,
mostrada la bula pontificia, también aceptaron como nuevo obispo
a don Alonso de Fonseca514.
Pero este obispo, plenamente inmerso en la política del
momento, practicó un absentismo casi total de su diócesis durante
el periodo que duró su pontificado conquense, lo cual no
impediría que en ocasiones se produjese algún pleito entre el
cabildo y el provisor episcopal515. No tenemos noticia de que
alguna vez se personara en Cuenca, y si lo hizo debió de ser por
etapas muy breves de tiempo. En cambio st sabemos que mantuvo una
correspondencia bastante abundante con el cabildo catedralicio
sobre diversos asuntos relativos a la administración de su
diócesis516.
516flastantes ejemplos de estas cartas dirigidas por el obisp2 Fonseca al cabildo catedralicio conquense
han quedado recogidos en las Actas Capilulares correspondientes a los años 1486, 1487 y 1490, entre otros.
201
Teniendo en cuenta su anterior participación en algunas
empresas militares, parece probable su resencia en el campo de
batalla en el curso de las victorias militares que obtuvieron las
tropas castellanas en la frontera granadina durante la primavera
de 1486. Desde luego lo que sí es seguro es su participación
junto con otros prelados en los actos ceremoniales celebrados en
la catedral cordobesa poco después en conmemoración de las
victorias obtenidas por el rey don Fernando, que estuvo presente
en Córdoba durante el desarrollo de todos estos acontecimien-
tos517.
Un hecho fundamental que tuvo lugar durante su pontificado
fue el establecimiento del Tribunal de 1.a Inquisición en Cuenca,
en el año 1489. Muy poco después el obispo cedería al Santo
Oficio, en usufructo, las casas episcopales, ya que él no residía
en la ciudad518.
El obispo Fonseca en alguna ocasión recibiría ciertos
encargos pontificios, y un ejemplo de ello que se puede mencionar
es la comisión que el 4 de octubre de 14B9 le hizo Inocencio VIII
para que promoviese al Doctorado en Cánones a Alfonso Rodríguez
de Castrillo, hasta entonces bachiller por la Universidad de
519
Salamanca
Dentro del marco de la estrecha vinculación de este prelado
con los Reyes Católicos cabe interpretar la facultad que el 3 de
marzo de 1493 concedieron los monarcas a don Alonso de Fonseca
y a sus sobrinos, Pedro de Avendaño y Juan de Solís, para
repartir, conforme lo concertasen, los bienes que había dejado
por vía de mayorazgo Pedro de Ulloa, padre del obispo, no
obstante las cláusulas y vínculos con que había sido establecido
520
dicho mayorazgo
Fue obispo de Cuenca hasta el 24 de mayo de 1493, fecha en
la cual Alejandro VI, en una sesión secreta del Consistorio, le
202
absolvió del vínculo y obligaciones que le unían con la Iglesia
conquense para trasladarle a Osma521, diócesis que presidiría
hasta el advenimiento de su muerte en iflOS.
203
con Paolo Riario, y de esta unión nació Violante, de cuyo
matrimonio con Antonio Sansoni nacer:La a su vez el futuro
cardenal Rafael. Dada la estrecha vicuiación de su familia con
el Pontificado, el joven RafffaelIo pronto habría de convertirse
en imagen viva del curial que va acumulando beneficios numerosos
y pingúes para el mantenimiento de su alto rango. Protonotario
apostólico apenas adolescente, el 10 de diciembre de 1477 fue
nombrado cardenal titular de la diacon:La de San Jorge ad Velum
Aureum, por lo que en adelante se le conocería como el cardenal
de San Jorge. Pocos años después, en íkSJ, Sixto IV acrecentaría
sus ingresos con la concesión de una nómina de camarlengo y,
además, el 17 de octubre de este mismo año, el papa también le
nombraría titular a perpetuidad de la Iglesia de San Lorenzo en
Damasco, a pesar de que aún no había recibido las órdenes de
presbiterado.
Desde esta época comenzaría a desarrollar una importante
actividad oficial en el terreno ecles:Lástico, participando en
numerosos cónclaves y ceremonias del Vaticano y otras iglesias
de Roma. Tras la muerte de Sixto IV presidió los preparativos del
cónclave para la elección de nuevo papa, asistiendo a la
ceremonia de coronación de Inocencio VIII. En 14913 obtendría en
encomienda la Iglesia de Cuenca, lo cuaL contribuiría a aumentar
los muchos beneficios que ya poseía por entonces. A fines de 1499
abandonó Roma para reunirse con los Borgia, regresando de nuevo
el 9 de septiembre de 1503, poco daspués de la muerte de
Alejandro VI, para encargarse, en calidad de camarlbengo, de la
administración de la sede vacante y organización del cónclave,
y fue él quien como protodiácono anunció al pueblo de Roma la
elección del nuevo papa Pío III. El 1 de abril de 1504, en la
sacristía de San Lorenzo en Damasco, fue ordenado sacerdote por
el obispo de Caiazzo, Giacomo de Lucis de Sutri. Además el
cardenal Riario también fue obispo de Albano (15013-1507), Sabina
<1507-1508), Santa Rufina (1508-1511), deán del Sacro Colegio y
obispo de Ostia (1511—1521).
En 1517 intervino en una conjura contra León X, dirigida por
Petrucci y otros cardenales, por lo cual fue encarcelado en el
castillo de Sant’Angelo y privado de todos sus beneficios
204
eclesiásticos. Pero no habiéndose probado del todo su culpabili-
dad sería finalmente perdonado tras el pago de una fuerte pena
pecuniaria de 150.000 ducados. Así obtuvo la reintegración del
título cardenalicio, pero no del de Sar. Lorenzo en Damasco, que
fue conferido al cardenal Julio de Medicis. Conservó la dignidad
de camarlengo, pero le fueron sustraídas sus funciones523.
También por esta misma época, en 1518, es cuando renunció a la
Iglesia de Cuenca en manos del papa, recibiendo a cambio en
encomienda la de Málaga.
Su nombramiento como obispo de Cuenca había tenido lugar el
24 de mayo de 1493, y hasta 1518 ostentaría la titularidad de
esta sede sin personarse jamás en ella, por lo que durante todo
este largo periodo la diócesis fue gobernada mediante un provisor
que actuaba en representación del cardenal. El primer provisor
general fue don Pedro de Costa, doctor en Decretos, canónigo de
Pisa y familiar del cardenal Riario, y su recepción en la Iglesia
de Cuenca tuvo lugar el 15 de agosto de 14913, fecha en la cual
se presentó ante el cabildo catedral.icio conquense con dos
cartas, una de los Reyes Católicos y otra del propio cardenal
Riario, a través de las cuales se mandaba al deán y cabildo que
en adelante le obedeciesen en todo como provisor nombrado para
esta sede524. Ya hacia el final del pontificado, en 1516, nos
encontramos como provisor y vicario general de la diócesis al
525
doctor Eustaquio Muñoz, canónigo conquense
Poco después de su llegada a Cuenca, el 13 de noviembre de
1493 y en la villa de Pareja, don Pedro de Costa convocaría un
sínodo diocesano, el único que se tiene constancia que se
celebrase durante los muchos años en que el cardenal Riario
ostentó la titularidad de la sede de Cuenca. Por lo demás, la
reunión no abordó una temática demasiado amplia, limitándose a
523Arnando Schiavo, «Profilo e testamento di Raffaello RLario>>, pp. 414.429. Un brevísimo estudio
sobre el cardenal Riario, bastante anterior al recién citado, y alemas muy incompleto y de peor calidad, es
el de Francesco Cancellieri, «Notizie del cardinale Raffaello Riajio>>, extracto de Efferueridi letterarie di
Roma, Roma, 1822.
AC—1493, U. 190r-192r.
205
la publicación de unas pocas constituc:Lones y confirmación de
otras anteriores526.
Si hacemos una valoración global de las relaciones manteni-
das entre el cabildo catedralicio y el provisor don Pedro de
Costa, que fue quien gobernó durante más tiempo la diócesis en
nombre del cardenal, nos encontramos con que la tónica general
fue la de una conflictividad casi constante en el desarrollo de
estas relaciones, y prueba de ello es el grave pleito que en 1496
ya estaba pendiente ante Alfonso Paez, vicario general en el
arzobispado de Toledo, a raíz de la larga lista con un total de
32 acusaciones sobre agravios y abusos le la más variada índole
que el cabildo catedralicio conquense y toda la clerecía de la
diócesis habían presentado contra el. doctor don Pedro de
Costa527
Igualmente conflictivas fueron, además, las relaciones
de éste con los señoríos episcopales de la diócesis, debido a las
excesivas imposiciones señoriales que obligaba a pagar a los
vasallos de estos lugares, lo cual incluso haría necesaria una
mediación regia en el litigio durante los años finales del siglo
XV528.
Un hecho de importancia que tuvo lugar durante este
pontificado consistió en la institución en la catedral de la
nueva dignidad de prior, creada el 28 de mayo de 1516 mediante
un documento pontificio de León
El cardenal Riario tuvo en encomienda la Iglesia conquense
hasta el 12 de abril de 1518, fecha erL la cual, al parecer de
manera voluntaria, dejó el cargo en manos del pontífice León X
para que procediese a su provisión, que recaería en Diego Ramírez
nP 872.
206
530
de Villaescusa, hasta entonces obispo de Málaga , diócesis
esta última que en la misma fecha fue entregada en encomienda a
Rafael Riario como compensación de su renuncia a la titularidad
de Cuenca531. El 3 de julio de 1521, tras varios meses de
problemas de salud, el cardenal de San Jorge haría testamento en
Nápoles, adonde se había trasladado er. busca de un clima más
favorable para su débil salud. Murió pozos días después en esta
misma ciudad, el martes 9 de julio de 1521, y sus restos fueron
trasladados a Roma para ser sepultados en la basílica de San
Lorenzo en Damasco en medio de solemnes exequias 532 . Días más
tarde, el 23 de julio del mismo año, tendría lugar la toma de
posesión de la Iglesia de Cuenca por parte de don Diego Ramírez
de Villaescusa, una vez que éste dejó su cargo de presidente de
la Chancillería de Valladolid y tres años después de haber sido
nombrado para esta sede533
sía << . .eccíesia conchensis, quam venerabilis fratris aostri Raphael, epíscopus Ostiensis, ex
concessione et dispensatione appostolice in administrationem nuper obtinebat administratione huiusmodi ex ea
cessante, quod dictus Raphael episcopus illi hodie in manibus nostris aponte et libere cessit, nosque cessionem
huiusmodi duximus adíittenda...>>. El pontífice manda a don Diego ianiíréz que, antes de tomar posesión de la
Iglesia de Cuenca, jure fidelidad a la Santa Sede en manos de les obispos de Osma y zamora, a quienes se
comísiona para que reciban dicho juramento en nombre del papa. AS’Iat., Reg. Lat. 1365, ff. JIlv-313r, En la
misma fecha León X también entregó en encomienda la Iglesia de MLaga al cardenal Rafael Riario. Ibid., ff.
JIkv—316r.
207
Capítulo segundo
EL CABILDO CATEDRALICIO
208
a título individual1. Teóricamente debían elegir al obispo, así
como asegurar la marcha de la diócesis en época de sede vacante,
aunque, tal como ya hemos visto, en la práctica dicha potestad
electiva estuvo fuertemente limitada.
Al servicio del cabildo encontraremos desde muy pronto a
toda una serie de auxiliares, cuyo número fue creciendo paralela-
mente al aumento del grado de complejidad en la organización del
culto catedralicio. Algunos de estos auxiliares llegarían incluso
a agruparse formando auténticos colectivos clericales, tal como
sucedió con los capellanes.
Todos estos aspectos y otros serán tratados a continuación
con más detalle, lo cual servirá de base para cuando más adelante
se analice la inserción del cabildo en el complejo entramado de
relaciones de poder del que formó parte prácticamente desde los
momentos iniciales de su existencia.
tEn lo relativo a este punto, y a modo de ejemplo, resulta enormemente ilustrativa una serie de sellos
del siglo XIII, de gran riqueza iconográfica, que aún se conservan en el documento de elección del obispo de
Cuenca Pedro Lorenzo (7—XII.1261), custodiado en el Archivo Capitular de Toledo. El documento conserva un total
de 7 sellos, uno del cabildo catedralicio conquense y el resto de canónigos y dignidades de Cuenca. Existía
un octavo sello, que se ha perdido. Estos sellos, ordenados de iz~uierda a derecha, son los siguientes: 11
Sello del maestro Juan, canónigo de Cuenca. Aparece un águila con liLS patas abiertas y alas extendidas. Encima
una estrella y abajo un cáliz. El águila tiene influjo iconográfico del escudo imperial de los Staufen. 2)
Sello de Aparicio, canónigo de Cuenca. Cera natural. Aparece una ro3a de ocho pétalos entre los cuales encajan
las letras AVE STELLA, excepto la T, en la punta e invertida. En la parte superior del campo aparece una cruz
potenzada. 3) Sello del maestrescuela de Cuenca, Adán López. Cera natural. Personaje de 3/4 a la derecha,
sedente en un banco. Dándole la espalda aparece un clérigo de pie sobre una peana, con manipulo y un libro
entre las manos. Por encima hay una luna. 4) sello del arcediano de Huete, Gonzalo García. Cera roja. Aparece
el arcángel San Miguel con nimbo de puntos, alanceando al dragón cun lanza rematada en cruz patente. 5) Sello
del cabildo catedralicio conquense, en el centro. Es más grande que el resto de los sellos. Cera natural.
Sedente en una especie de trono rematado por cabezas de perros apirece la Virgen con velo y diadema de tres
florones, con cetro flordelisado apoyado sobre el hombro, y con el nióo de frente sentado sobre la pierna
izquierda, nimbado y bendiciendo. 6) Sello de Pascual, chantre de Cuenca. Cera natural. Cepa de vid con flores
y sarmientos. Sobre el tronco una estrella de seis rayos y encima un cáliz a cuyos lados hay dos aves
afrontadas. 7) Sello de Martín González, arcediano de Alarcón, Aparece un serafín con nimbo radiante nembrado
de seis alas, entre dos cipreses frutados que reposan sobre un listel. En la parte inferior del campo, un
orante de perfil, ACT, X.l.3.2.4.
209
1-FUNDACIÓN Y PERIODO CONSTITUCIONAL DEL CABILDO CATEDRALICIO
HASTA LAS REFORMAS DEL CARDENAL GIL DE TORRES EN 1251
210
servicios que dichas familias le prestaban en sus empresas
reconquistadoras. Por otro lado, también hay que ver la mano del
monarca en el nombramiento del maestro Giraldo, canciller real.
Muy poco después, y seguramente durante el mismo pontificado
de don Juan Yáñez, o en el de su sucesor, San Julián, se crearían
las primeras dignidades del cabildo, que inicialmente fueron
ocho: prior, que en 1215 ya había sido sustituido por el deán;
arcediano de Cuenca; arcediano de Huete que, como ya se señaló,
existía antes de la conquista de Cuenca como dependiente de
Toledo; arcediano de Alarcón; arcediano de Cañete que, como
pronto veremos, en 1215 ya había sido sustituido por el de Moya;
chantre; maestrescuela y tesorero. Tras su creación, este número
de dignidades se mantendrá inalterable hasta el siglo XV, en que
se instituirán las nuevas dignidades de abad de Santiago y abad
de la Sey.
Por lo que respecta a las raciones enteras y medias, es
probable que su creación tuviese lugar también en el pontificado
de don Juan Yáñez, aunque sobre ello no ros ha quedado constancia
documental. Desde luego su presencia ya aparece documentada en
los estatutos de San Julián de 1201, y pronto su número aumenta-
ría hasta tal punto que en 1251 seria necesaria una intervención
del cardenal Gil de Torres para frenar este excesivo aumento.
En cuanto a las bases económicas iniciales del nuevo
cabildo, a través del citado documento del 28 de julio de 1183
don Juan asignó las primeras rentas para el refectorio capitular,
siendo las siguientes: la mitad de los diezmos de todas las
iglesias de Cuenca y sus aldeas; la mitad de los molinos y veinte
vacas; la mitad de todos los réditos reales donados por el rey,
es decir, de los diezmos de pan, vino, quintos, portazgo y
caloñas; un majuelo junto al Júcar y la mitad de una heredad en
la hoz del Huécar; y finalmente la tercera parte de los diezmos
de la capilla y todas las oblaciones de pan y vino que se
ofrezcan en el altar de la misma. Sin duda el montante económico
fundamental de esta primera donación estaría constituido por la
mitad de los diezmos de todas las iglesias de Cuenca y sus
aldeas. A su vez, del documento se desprende que, evidentemente,
ya desde el primer momento se establecería una mesa capitular con
211
rentas propias independiente de la mesa episcopal, y ello debe
ser puesto en relación con la división <le mesas que precisamente
durante la segunda mitad del siglo XII se estaba estableciendo
en casi todas las catedrales de CastilLa y León.
Mucha mayor importancia tendrá una segunda donación de
bienes y rentas a favor del cabildo reaLizada por don Juan Yáñez
el 16 de enero de ll95~, a través de la cual también se confir-
man algunas de las donaciones realizadas por el obispo en 1183.
Las rentas que en esta ocasión se asignan van dirigidas a la obra
del refectorio de los canónigos y al veE~tuario. Para el refecto-
rio el documento enumera las siguienteE~ rentas:
212
—La mitad de los diezmos de las iglesias de Alarcón y todos
los diezmos de las iglesias fundadas y por fundar en término de
Alarcón.
5ACC, caj. 2, nQ 30. Este documento, al llevar la suscripción autógrafa de San Julián, ha sido
tradicionalmente venerado coto reliquia por parte de la Iglesia conquense.
213
siendo prioritario, y que con el tiempo irá adquiriendo un
elevado grado de complejidad.
Además de todo ello, durante este periodo se consolidaría
la jerarquización interna del cabildo, se iría delimitando su
capacidad legislativa, la forma en que L~iabrían de desarrollarse
las reuniones capitulares, el derecho teórico del cabildo a
elegir obispo y administrar los bienes de la mesa episcopal en
época de sede vacante. Además, y sobre todo a partir del IV
Concilio de Letrán, se consolidaría el sistema beneficial como
forma básica de sustentación del clero catedralicio, imponiéndose
un mecanismo a través del cual tanto e:. obispo como el cabildo
intervendrían en la colación de beneficios capitulares, amén de
las provisiones pontificias que más adelante comenzarían a ser
frecuentes. Sobre la normativa beneficial de estos momentos
iniciales se hablará más adelante.
Más arriba se ha señalado cómo in:icialmente los canónigos
de Cuenca fueron regulares, por lo que estarían sometidos a la
regla de San Agustín. De hecho los primeros documentos siempre
aluden al convento de canónigos. Así, en un documento del 5 de
noviembre de 1210 del obispo don García sobre el testamento de
los canónigos, se habla de «conventui canonicorum»6, y dicha
denominación aún se sigue utilizando en l224~.
No obstante, en la documentación nunca aparecen alusiones
referentes a la realización de vida en común por parte de los
canónigos, ni a la existencia de una casa donde vivieran
conjuntamente, por lo que cabe sospechar que en la práctica el
tipo de vida que llevaban los primeros canónigos debía de ser
bastante similar a la de los canónigos seculares. De hecho en la
primera mitad del siglo XIII se observa una fuerte tendencia a
la secularización en otros cabildos ca’:edralicios castellanos.
Desde luego a mediados de la citada centuria las alusiones
documentales al convento de canónigos d~saparecen por completo,
214
por lo que cabe pensar que hacia estas fechas, como muy tarde,
los canónigos conquenses ya estaban plenamente secularizados.
El final de toda esta etapa, a la que podríamos denominar
como periodo constitucional, vendría da¿.o por la intervención del
cardenal Gil de Torres sobre la Iglesia conquense que tuvo lugar
en 1251, y que debe ser enmarcada dentro del proceso de transfor-
mación, delimitación de funciones y número de beneficios que
experimentaron casi todos los cabildos catedralicios castellanos
a mediados del siglo XIII, proceso que no venia a ser sino un
intento pontificio de aplicación de las disposiciones emanadas
del IV Concilio Lateranense8.
Desde principios del siglo XIII el cabildo catedralicio
conquense, al igual que lo sucedido en otros lugares, comenzó a
experimentar un progresivo aumento en el número de racioneros y
mediorracioneros, que en 1251 era ya excesivo con respecto a lo
que las rentas capitulares podían dar de sí. Fue por ello por lo
que este mismo año tuvo lugar una intervención del cardenal Gil
de Torres sobre la Iglesia conquense, a raíz de la cual se
determinó que el número de racioneros fuera de diez y el de
mediorracioneros de doce, prohibiéndose además que en el futuro
se trate de introducir cualquier cambio sobre este número de
beneficios9. En este sentido conviene llamar la atención sobre
el alto grado de estabilidad posterior en el número de benefi-
cios, dado que el cronista conquense del siglo XVII Juan Pablo
Mártir Rizo nos indica que en su época el número de raciones
lo
seguía siendo de diez y el de mediasrraciones de doce
En cuanto al número de canónigos, 16 inicialmente, sabemos
con completa seguridad que en el sigLo XV era ya de 26. No
obstante, y aunque no se conserva el documento de creación de las
diez nuevas canonjías sobre las 16 iniciales, no sería demasiado
aventurado sospechar que dicho aumento pudo haber tenido lugar
1245, por ejemplo, tuvo lugar, también a través de una intervención pontificia, una importante
reorganización en el seno del cabildo catedralicio salmantino, sobre todo en materia beneficial, de cara a
deteminar el número de beneficiados y sus rentas. José Luis Martín Martín, El cabildo de la catedral de
Salamanca..., p. 27.
215
hacia mediados del siglo XIII, dado que hemos visto cómo por esa
misma época el número de raciones se había visto afectado por una
clara tendencia al alza. De esta forma y si damos por válida
esta hipótesis, como muy tarde en el siglo XIV el número de
canonjías quedaría establecido en 2611.
En definitiva, en este periodo constitucional, que llegaría
hasta mediados del siglo XIII, se crearían las bases fundamenta-
les para el posterior desarrollo y maduración de la institución
capitular que, aunque experimentará algunas reformas futuras, en
general mantendrá siempre los esquemas básicos de organización
perfilados durante esta etapa.
1-Dignidades o personas
11Muy similar a la de Cuenca será la composición del cabildo catedralicio de Salamanca, en el cual,
en 1245, había ocho dignidades, veintiséis canónigos y veinte racioneros, composición que seguirá siendo la
misma en 1421. En Zamora a mediados del siglo XIII había veinticuatro canónigos y doce racioneros. Muy
diferente era el caso de Palencia, donde en 1370 habla sesenta canónigos y veinticuatro racioneros. José
Sánchez Herrero, Las diócesis del reino de León..,, p. 103.
216
Cuando no eran absentistas, frecuentemente el obispo escogía
de entre estas personas a sus colaboradores más directos para el
gobierno de la diócesis. Hay que señalar también que por lo
general estas dignidades, además de su prebenda por tal cargo,
poseían también una canonjía en el cabildo catedralicio conquen-
se, siendo además frecuente el caso de que también poseyesen
otros beneficios dentro o fuera de la diócesis conquense.
Según el Derecho Canónico, en principio la provisión de las
dignidades estaba reservada al obispo, y en ciertos casos al
papa. Esto era la teoría. No obstante, durante el siglo XIII en
Cuenca serán frecuentes las intromisiones del arzobispo toledano
y del monarca castellano, y durante las dos centurias siguientes
a las intervenciones del rey se unirán cada vez con más fuerza
las frecuentes reservas pontificias. A. este respecto hay que
señalar que durante los siglos XIV y XV se realizaron algunos
acuerdos generales entre la Santa Sede y los monarcas castellanos
concernientes a la provisión de las dignidades capitulares,
siendo la norma general en muchas diócesis que el papa se
reservase la provisión de las dignidade:s que hubiesen vacado en
ciertos meses del año, mientras que, en teoría, en el resto de
los meses las dignidades serían proveídas por el obispo. Para el
caso conquense carecemos de datos concretos al respecto, pero lo
cierto es que, sobre todo en los siglos XIV y XV, la potestad que
pudiera tener el obispo en la colación cte dignidades se vio muy
limitada por las frecuentes intervenciones pontificias y regias.
Veamos a continuación cuáles eran los rasgos más característicos
de estas dignidades.
A) Deán
12ACC caj. 2, nP 30
217
documento13. Esta sustitución del prior por el deán, además,
también se produjo en otras catedrales castellanas14
Cuando el cabildo se reunía en el coro de la catedral, esta
dignidad presidía el lado llamado Coro del deán, frente al otro
lado que era el Coro del obispo. Si asistía, presidía siempre las
reuniones capitulares, y en general debía supervisar la economía,
buena marcha y disciplina del colectivo capitular. Normalmente
también poseía una canonjía en Cuenca15, y debía ser presbíte-
ro16.
En cuanto a sus atribuciones, poseemos una interesante
información al respecto procedente ya del siglo XVI, pero que sin
duda recoge toda la tradición medieval. Así, entre las obligacio-
nes y atribuciones del deán pueden citarse las siguientes:
13ACC, caj. 3, nP 41. Se trata de una concordia entre el oJispo don García y los clérigos de Huete,
que está fechada en Cuenca el 23 de Julio de 1215.
141a1 es el caso de Córdoba, por ejemplo, donde hacia aediados del siglo XIII también se produjo una
sustitución del prior por el deán. Iluminado Sanz Sancho, La Iglesia y el obispado de Córdoba..., 1, p. 580.
‘5Así, por citar un ejemplo, en 1500 el deán don Francisco Htrtado de Mendoza señalaba que era canónigo
de Cuenca desde bacía 30 años, y deán desde hacía 26. AGS, Cámara re Castilla-pueblos, leg. 7, nP 39.
‘6Fray Lope de Barrientos, en el sínodo celebrado en 1¿46, estableció que el deán y las otras
dignidades de la catedral, excepto los arcedianos, e igualmente talos los arciprestes, vicarios perpetuos y
clérigos de la diócesis con beneficios curados, habrían de ordenarse de presbíteros, y los arcedianos deberían
recibir al menos la orden del diaconado. En adelante todos los ~ueostentasen tales beneficios estarían
obligados a recibir dichas órdenes en el plazo de un año a partir del momento de recepción del beneficio, so
pena de ser privados de éste. $ínodo de 1446, f. 4r.
218
-Debía vigilar que los capellanes y beneficiados de la
catedral dijesen puntualmente todos los oficios a que estaban
obligados.
-Cuando el deán pronunciaba lección, el resto de canónigos
le debían escuchar en pie atentamente.
-Ningún capellán ni beneficiado podía salir del coro sin
licencia del deán.
-Cuando el deán decía misa en el Altar Mayor, le debían
acompañar dos canónigos vestidos de diázono y subdiácono.
-Podía poner pequeñas multas a los oficiales subalternos que
servian en la catedral cuando no cumplían con sus obligaciones.
-Debía hacer que en cada reunión capitular se leyese una
constitución, para que de este modo a fin de año estuviesen todas
leídas y así cada beneficiado supiese bien cuáles eran sus
obligaciones.
-Debía vigilar por el buen estado te los bienes del cabildo
y del Arca de la Limosna, haciendo guardar silencio sobre todos
los asuntos tratados en las reuniones capitulares de cara a
evitar que se produjese algún perjuicio para el patrimonio
capitular.
-Debía atender todos aquellos
tocantes pleitos a su
jurisdicción, que sabemos que era bastante amplia17.
17ACC, Pleitos, 2/34 (“Memorial de las obligaciones del deán en la administración de la Iglesia y
219
19
Guillén Barral, su valor estaba tasado en 800 libras No
obstante, estas cifras procedentes de fuentes pontificias sólo
poseen un valor aproximativo que, como es sabido, no siempre se
correspondía con la realidad económica existente en cada
diócesis.
B) Arcediano de Cuenca
C) Arcediano de Huete
19Beltrán, Cartulario, 1, p. 357. Ss una cifra bastante Euperior a la observada en otras diócesis.
Así, por ejemplo, en 1457 el deanato de Oviedo estaba valorado en 203 libras ¿José Rius Serra, Regesto ibérico,
nP 2995).
21ACC, caj. 2, nP 28. Se trata de un documento de principios del siglo XIII por el que U. Pérez,
canónigo de Cuenca, cede al cabildo catedralicio, para reparar su~ baños del Júcar, 100 mencales de los 1000
que le babia dejado su tío don Lope, primer arcediano de Cuenca, ~‘aracomprar unas tierras con las que dotar
ciertas festividades religiosas.
220
haciendo donación de la aldea de Córcoles con todos sus términos
al monasterio cisterciense de Santa María de Monsalud22.
Se trata de uno de los pocos docunentos anteriores a la
conquista de Cuenca en que se hace mención del arcediano de
Huete, el cual, junto con el arzobispo de Toledo y el monarca
castellano, tendría que hacerse pronto cargo de la reorganización
eclesiástica del extenso territorio recién ocupado que se había
encomendado a su responsabilidad, tanto en lo referente a la
villa de Huete como a su amplio alfoz. Más tarde, al ser fundada
la diócesis conquense, el arcedianato de Huete pasaría a
integrarse en ella con todo su amplio alfoz, desvinculándose de
este modo de una dependencia directa hacia la metrópoli toledana
y pasando a formar parte el arcediano de Huete de las dignidades
del cabildo catedralicio conquense.
Esta dignidad ocupaba el segundo lugar en el Coro del deán,
situándose a continuación de este último, y debía ser al menos
diácono23. Tras la conquista de Cuenca, uno de los testimonios
más tempranos que poseemos sobre este cargo es el de un tal Lope
Rodrigo, sobrino del obispo García Ruiz, que en 1215 figura como
arcediano de Huete2~’. Pero entre los personajes que ostentaron
el título de arcediano de Huete hay que destacar ante todo a Gil
Alvarez de Albornoz, futuro arzobispo te Toledo y cardenal, el
cual desde 1325, siendo aún muy joven, ya aparece ostentando
dicha dignidad, que poseería hasta el momento de su muerte en
1367, y ello a pesar de que, debido a sus múltiples empresas al
servicio de la Monarquía castellana y del Papado, pronto dejaría
de cumplir los deberes a que estaba teóricamente obligado con
respecto a su cargo arcedianal.
En cuanto a la valoración económica de este beneficio, puede
señalarse que en 1391 el arcedianato de Huete, con canonjía,
prebenda, prestimonios y porciones prestimoniales, estaba
valorado por la Cámara Apostólica en 800 florines de oro del cuño
22AHN Clero, carp. 569, nP 20; libro 4235, ff. 13v—14s’ / Jorge Díaz Ibáñez, «Santa Maria de
Monsalud.. .>>, doc. nP 1.
221
de Aragón, cifra que, por supuesto, poE;ee un carácter meramente
25
aproximativo
U) Arcediano de Alarcón
E) Arcediano de Cañete-Moya
222
la repoblación de Moya desde 121029, muy poco después, ya en
1215, nos encontramos al arcediano de Moya confirmando un
documento30. En enero de 1224 el cargo, con evidentes funciones
repobladoras, lo ocupaba un tal U. Pérez31.
Esta dignidad ocupaba el tercer puesto en el Coro del deán,
situándose a continuación del arcediano de Huete, y debía poseer
como mínimo el grado de diácono 32
F) Chan tre
29La repoblación de Moya, tras su conquista a fines del siglo XII por Alfonso VIII, se pospuso algunos
años hasta que en 1210 este mismo monarca la autoriza e impulsa, apreciando sus caracteristicas de enclave
fronterizo frente a Aragón y Valencia, Según Julio González, en el territorio conquistado quedaban, además de
la propia Moya, algunos núcleos antiguos como Algarra y Landete, pero la mayor parte surgirían en el momento
de la repoblación. Así, es probable que la jurisdicción de la villa de Moya coincidiese desde época muy
temprana con los 31 enclaves que formaron el Marquesado de Moya en e:. siglo XV. Fue significativa la presencia
repobladora de la Orden de Santiago, que en 1211 fundó un hospital e~ Moya, y en menor medida la de Calatrava.
Además, para favorecer la llegada de nuevos pobladores a este territorio, Alfonso VIII otorgaría a Moya el
Fuero de Cuenca, convirtiéndose en una villa de realengo hasta que ~n1369, con la dinastía Trastámara y pese
a la oposición del concejo de Moya, pasara a tonar el señorío de lloya otorgado por Enrique 11 a la familia
Albornoz, señorío que, sin embargo, tendrá una duración efímera, Dada su situación fronteriza, fueron
frecuentes los enfrentamientos y pleitos con el reino de Aragón. Fintlmente, en 1480, Andrés Cabrera recibiría
el título de Marqués de Moya de manos de los Reyes Católicos. Y. Alvarez Delgado, «Repoblación y frontera en
la Sierra baja de Cuenca», pp, 145-148.
30AHN, Micr., rollo 14227. Se trata de una concordia, fechada el 25 de abril de 1215, entre el obispo
de Cuenca don García y los clérigos de las aldeas del término de Huete. Entre los confirmantes figura la
suscripción autógrafa del arcediano de Moya, <<Modiensis archidíaconus»,
31AU11, OOE-Uclés, carp. 98, nQ 8] Milagros Rivera Garretas, La encomienda..,, doc. nP 104.
32Diego Ramírez de Villaescusa, Constituciones synodales. . , f. Sr.
223
actuaba en nombre del chantre cuando este último estaba ausen-
te34.
Entre todos los personajes que ostentaron la dignidad de
chantre en la catedral conquense cabría destacar a don Nuño
Álvarez Osorio (o de Fuentencalada), familiar del obispo Álvaro
de Isorna, que ejerció el cargo al menos entre 1446 y 1476, año
de su muerte, y al cual posteriormente en la Iglesia de Cuenca
siempre se le recordaría como el chantre por antonomasia 35
G) Tesorero
puno de los testimonios más antiguos que se conservan sobrt la existencia de un sochantre en Cuenca
data del 18 de julio de 1302, fecha ea la cual el cabildo catedralicio vendió en almoneda a Alvar Sánchez,
canónigo y sochantre de la catedral, unas casas en la “calleja del :anto”, al precio de 600 mrs. ACC, siglo
XIV, nP 64.
~Másdatos sobre este personaje pueden consultarse en la prosopografia que aparece en los apéndices
finales de este trabajo.
225
—El. obrero estará obligado a dar carbón para calentarse
sólamente a los ministros que estén en el altar mayor celebrando
el oficio divino desde el 1 de noviembre hasta Pascua Florida,
y también estará obligado a darlo para el brasero que se
acostumbra poner en el coro la noche de Navidad.
-El sacristán del tesorero estará obligado a dar harina y
hostias para celebrar las misas en el altar mayor y en los
altares de San Mateo y del Alba. Para todas las otras misas que
se celebren en la catedral las hostias las habrá de dar el abad
de Santiago.
—El tesorero deberá hacer lavar las fasalejas, paños de
manos, vestimentas y todas las otras cosas que fuese necesario
lavar en la catedral. Además, cuando se rompan dichas fasalejas
y vestimentas, el. obrero habrá de dar otras nuevas al tesorero.
-El tesorero deberá hacer remendar todas las vestimentas de
la catedral que estén deterioradas.
-El tesorero se encargará de vigilar el suministro de agua
bendita y para lavar las manos a los mLnistros que oficien. El
obrero, por su parte, dará aguamanil y fasalejas para limpiar las
manos, y peines para los ministros. El tesorero se encargará de
que se laven las fasalejas cuando estén sucias.
-Los sacristanes habrán de buscar las palomas para lanzar
en la fiesta del Espíritu Santo, y habrán de limpiar el coro en
los días capitulares.
-El tesorero se encargará de que se barra y desolline la
catedral, y hará que se riegue el coro y limpien las sepulturas
de los obispos. También habrá de dar esteras para ponerlas en el
suelo del coro en invierno.
—Se establece finalmente que los 3.50 florines a que tiene
derecho el tesorero en las rentas de la obra le sean pagados cada
año en dos turnos: la mitad el día de Pascua de Resurrección y
39
la otra mitad para Santa María de agosto
226
amplia referencia que al respecto se hace en el antes citado
acuerdo capitular del 2 de abril de 1417 sobre competencias del
obrero y tesorero. Así, en dicho año las rentas anejas a la
tesorería eran las siguientes: una ración en el coro además de
las dos que ya tenía por canónigo y pot dignidad, que eran en
total tres raciones; la mitad del diezmo de corderos, vino y
vestuario de la parroquia de Santiago de la catedral, dado que
la otra mitad era del capellán mayor; una tercera parte del de
vecinos, puesto que las otras dos terceras partes eran una del
cabildo y la otra de la obra; de los judíos y moros que viven en
Cuenca, de cada uno 30 dineros viejos; una prestamera en la
parroquia de Santa Cruz de Cuenca, y otros préstamos en Embid,
Verdelpino, Fuentes, Zarza y Cañizares4~.
H) Maestrescuela
1) Abad de Santiago
227
esplendor de todas las catedrales de la Iglesia, lo cual viene
a constituir una justificación para la creación de las nuevas
abadías en la Iglesia conquense. Una de ellas fue la abadía de
Santiago, cuya titularidad recayó en Bedr~ Martínez de Chillarán,
canónigo prebendado en la catedral conquense. En adelante el abad
de Santiago tendría potestad sobre la parroquia de Santiago de
la catedral43
Inicialmente sabemos que al titular de esta abadía, como aún
no era dignidad, se le asignó asiento en el coro de la catedral
después del último canónigo y frente al abad de la Sey44. Más
tarde, el obispo don Álvaro de Isorna y el cabildo catedralicio
elevarían esta abadía a la categoría de nueva dignidad, y se le
anejaron varias prestameras en las parroquias de San Salvador y
San Miguel de Cuenca, otra prestamera en Santa María de Alcocer,
y otra en Santa María de Escamilla, de todas las cuales el
titular de la dignidad podría ir tomando posesión a medida que
fuesen quedando vacantes45. A partir de este momento el abad de
Santiago pasaría a ocupar el quinto lugar en el Coro del deán,
situándose a continuación del maestrescuela. También sabemos que
en principio estaba obligado a recibir 1a orden del presbitera-
do46.
Al contrario de lo que sucedía con el abad de la Sey, parece
ser que el abad de Santiago teóricamente debía desempeñar ciertas
funciones parroquiales en la parroquia de Santiago de la
catedral, funciones que malamente podía compaginar con la
asistencia a coro, lo cual pronto ocasionaría problemas sobre
cuál de ambas competencias debía primar47, por lo que frecuente—
228
mente sería necesario el nombramiento de un capellán que se
hiciese cargo de dichas funciones parroquiales48.
J) Abad de la Sey
48Así, por ejemplo, el 29 de enero de 1421, se nombró capellán de la capilla de Santiago a Martín
Gómez, compañero del cabildo, por el tiempo de un año a partir del mes de febrero. Habría de cumplir
debidamente todos los servicios que requería la capilla parroquial, por lo que se le entregarían 800 mrs. por
sus servicios durante un año. Esta cuantía le seria entregada en tres tercios por el abad de Santiago y
canónigo Pedro Martínez. ACC, AC-1421, 1. 120v.
49ACC, s.a. caj. O, nP 7/ UN, Ms. 13011, Ef. 246v—257v.
229
que quedasen vacantes51. Además, a parti:~ de este momento, esta
dignidad pasaría a ocupar el quinto lugar en el Coro del obispo,
situándose a continuación del tesorero, y su titular quedaría
52
obligado a recibir la orden de presbítero
Durante el pontificado de Fray Lope de Barrientos esta
dignidad verla aumentadas sus rentas, pues el 16 de abril de 1461
este obispo daría autorización para que el préstamo de la iglesia
parroquial de Valera al que renunciaba su titular Fedro Bordallo,
mediorracionero, en favor de la abadía ¿Le la Sey, fuese anejado
a ésta. De este modo, al día siguiente tendría lugar la anexión
definitiva y perpetua de dicho préstamo a la abadía de la Sey,
siendo aprobada y admitida por el cabilio catedralicio 53
El abad de la Sey tenía obligación de residir por su
prebenda en la catedral, ganando según los días y horas que
faltase o residiese, pero en cambio no tenía ningún tipo de
obligación parroquial en la iglesia de Nuestra Señora de la Sey,
en Valera54, que séría servida por un capellán.
~Biblioteca
del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, Ms. 340, fE. 138v-140r.
54Regamento que deben observar los dignidades..., p. 72. Durante la Kdad Media el nombre de esta
población figura frecuentemente en los documentos como Valera de Euso, apareciendo ya en 1580 con el nombre
de Valera de Arriba, que ha perdurado hasta nuestros días. Sobre iste lugar puede verse el trabajo de Jorge
Juan Fernández González, Excavaciones medievales en Valeria (Cuenca,, en Arqueología conquense, vol. V, Cuenca,
1981,
230
esta nueva dignidad estarían situadas, al menos en parte, en una
prestamera de la parroquia de San Nicolás de Almazán, en
Huete55. Finalmente, en 1534 se crear:La la nueva dignidad de
capellán mayo?. De esta forma, en este último año ya eran
trece las dignidades que integraban el cabildo catedralicio
conquense.
~Sanz,
nP 872.
56Trifón !Iuuoz y Soliva, Woticias. . ., p. 15.
231
desprende del documento fundacional de Ion Juan Váñez de 1183,
y sabemos con completa seguridad que en el siglo XV eran ya
~ No obstante, y aunque no se conserva el documento de
creación de las diez nuevas canonjías sobre las 16 iniciales, no
sería demasiado aventurado sospechar que dicho aumento pudo haber
tenido lugar hacia mediados del siglo XIII, dado que hemos visto
cómo por esa misma época el número de raciones se había visto
afectado por una clara tendencia al alza. De esta forma, y si
damos por válida esta hipótesis, como muy tarde en el siglo XIV
el número de canonjías quedaría estable:ido en 26.
Ahora bien, tal como más arriba sa ha apuntado, al menos
desde el siglo XIV fue muy frecuente que las dignidades poseyesen
alguna de estas canonjías, por lo que hay que tener en cuenta
que, si había 26 canónigos, varios de ellos eran también
dignidades. Aunque carecemos de datos que nos permitan afirmar
que todas las dignidades siempre poseyeron también una canonjía,
lo cierto es que muchas veces la documentación al referirse a las
dignidades también alude a ellas como «canónigos». Así, pues,
puede decirse que al menos varias de las dignidades de Cuenca,
incluso quizá todas, acabarían poseyendo una canonjía, pero no
tenemos datos que nos permitan precisar con exactitud la
cronología de este proceso o las posibles excepciones a la norma
general que quizá pudieron darse en ciertas etapas. Por lo demás,
esta posesión de canonjías por parte de las dignidades no fue ni
mucho menos algo exclusivo de la Iglesia conquense, sino que se
trata de un fenómeno frecuente en otras diócesis 58
51Mateo López alude a la creación de las 10 nuevas canon; ías sobre las 16 iniciales en un momento
indeterminado, lamentándose de no haber podido encontrar el documento de creación de las 10 nuevas canonjías.
Mateo López, Memorias, 1, p. 189. En las Actas Capitulares del 19 de agosto de 1493 aparece una frase que alude
a <<todos veynte e seys canonigos>> de Cuenca. ACO, AC-1493, f. lVv~ Pero ya antes, por ejemplo en el Libro
de ?itancería del año 1439, consta la asistencia a coro en ciertos días de al menos 20 canónigos, y sí a elio
añadi¶os las canonjias que sin duda poseían varias dignidades que taribién se citan, obtendríamos como resultado
que en ese año el número de canónigos, documentadamente, ya sería también de 26. ACC, Libro de Pitancería de
1439, ff. 134v—135r.
58Por ejemplo, de las sesenta canonjías que había en el cabildo catedralicio de Palencia a fines del
siglo XV, ocho estaban repartidas entre el deán, chantre, tesorero, maestrescuela y los cuatro arcedianos, y
además el deán tenía otras dos. José Sánchez Herrero, <<Vida y costumbres de los componentes del cabildo
catedral de Palencia>>, p. 492. Algo similar sucedía en Sevilla, doide una misma persona podía ocupar a la vez
canonjía y dignidad, en cuyo caso la renta a percibir aumentaba notablemente. Miguel Angel Ladero quesada, El
siglo XV en Castilla. Fuentes de renta y política fiscal, pp. 202••203.
232
Hay que llamar la atención sobre la enorme estabilidad
posterior que tendrá este número de canónigos que, una vez fijado
en 26, se mantendrá invariable durante siglos. Buena prueba de
ello es el testimonio que recoge en sus Memorias Mateo López,
autor que señala que en su época -fines del siglo XVIII- aún se
mantenía el número de 26 canonjías en l~L catedral conquense, 24
servidas por canónigos más otras dos, una aneja a la fábrica
catedral y la otra al Tribunal de la Inquisición, manteniéndose
también, asimismo, el número de diez raciones enteras y doce
medias que había sido establecido a mediados del siglo X11159.
Ya a fines del siglo XV se instituirían en casi todos los
cabildos catedralicios castellanos las canonjías doctoral y
magistral, que formaban parte de las llamadas canonjías de
oficio. La existencia del magistral -era el encargado de la
predicación en la catedral— como canóni,~o de oficio, juntamente
con el doctoral, no comienza sino a partir de la bula Creditam
nobis de Sixto IV del 1 de diciembre de 1474. En Salamanca su
creación tuvo lugar con posterioridad a 1480, y en Palencia hacia
1490. Estas canonjías etan seleccionadas normalmente por el
procedimiento de oposición, aunque también se concedieron sin
ella60
Centrándonos ya en el. caso concreto de Cuenca, al menos
desde 1498 consta la presencia del canónigo magistral, pues en
las Actas Capitulares de una sesión que tuvo lugar el 26 de
octubre de dicho año se menciona la existencia de dicho cargo,
que en aquel momento era ocupado por el maestro Bartolomé de
Valladolid61. Con todo, es probable que esta canonjía hubiese
sido creada algunos años atrás, y es factible pensar que por
aquellas fechas ya existiese también e] canónigo doctoral, cuya
creación corrió pareja a la del magistral en casi todos los
cabildos catedralicios. Mateo López nos confirma la existencia
de ambas canonjías a fines del siglo XVIII, momento en que se
60José Sánchez Herrero, Las diócesis del reino de León,.., pp. 104-106.
233
accedía a ellas por oposición, pero no señala su fecha exacta de
creación.
También a fines de la Edad Media se establecería en la
Iglesia conquense la anexión de una canonjía al oficio de
inquisidor. Así, en el año 1495 está documentada la posesión de
una canonjía en el cabildo por parte del. inquisidor de Cuenca,
62
que en ese momento era el licenciado de Ampudia Este mismo .
62ACC AC-1495, f. 11v. La creación del Tribunal de la Inquisición de Cuenca, aunque durante mucho
tiempo se pensó que había tenido lugar en 1498 -así lo señalaron en su día Mateo López’ y Muñoz y Soliva-, en
realidad debe situarse en el año 1489. Hacia 1530 encontraremos ya plenamente consolidado y establecido el
Tribunal conquense, y bien determinado el ámbito de su jurisdicción, cue durante los años anteriores babia sido
muy variable. La etapa que va desde 1489 hasta 1530, que globalmimte podría considerarse como la de los
origenes de la Inquisición en Cuenca, será la de mayor rigor en las actividades del Tribunal. Podemos decir
con toda seguridad que es en la primavera de 1489 cuando comienza la Inquisición a actuar en la ciudad de
Cuenca, Los primeros inquisidores fueron los licenciados Francisco Ilórez y Bartolomé de Gumiel. En marzo de
1489 se publicó el primer edicto de gracia y comenzaron a recibirse las primeras confesiones y testificaciones.
Esta primera Inquisición durará hasta í500 aproximadamente. Durante algunos años hubo por las tierras de Cuenca
un Tribunal itinerante que atendía a un distrito muy amplio formaco por los obispados de Osma, Calahorra,
Sigúenza y Cuenca. Rl Tribunal de Sigñenza existía como independiente del de Cuenca desde 1492, pero desde 1499
tanto los de Cuenca como los de Sigúenza se titulan inquisidores de ambos obispados, y a partir de 1502 son
inquisidores de las cuatro mencionadas diócesis, Globalmente pueden presentarse las siguientes fases para el
periodo originario de la Inquisición conquense: establecimiento de la Inquisición en Cuenca: 1489; etapa de
la «primera Inquisición»: 1489-1500; época de inestabilidad de la Eede: 1500—1507; Cuenca unida a Cartagena-
Murcia: 1507-1517; establecimiento definitivo del Santo Oficio en Cuenca: 1517; Sigaenza unida para siempre
a Cuenca: 1522. Sobre todo ello puede verse el trabajo de Limas Pérez Ramírez, «Los origenes de la Inquisición
en Cuenca», AEN, 12 (1982), PP. 399—410.
Ns. 13072, f. 203v
64Nuchas veces la adquisición del grado de presbítero podía tener lugar tiempo después de estar en
posesión de la canonjía. En este punto puede señalarse la confirm¡ción que el 20 de junio de 1264 hizo el
obispo don Pedro Lorenzo de la costumbre que existia en el cabildo Je que ningún canónigo ni racionero fuese
obligado a irse a ordenar fuera de la catedral, siempre y cuando al obispo no se le impidiera entrar en ella.
ACC, caj. 7, nQ 121.
65Asi se deduce de una carta de poder que el 6 de noviembre de 1416 el obispo de Cuenca don Diego de
Anaya otorgó a su vicario general, Juan Alfonso, sobre las competencias que le correspondían en materia
beneficial. ACC, AC-1418, E. 186r.
234
más frecuentes. Esta colación podía llevarse a cabo bien
conjuntamente por el obispo y cabildo, o bien podían alternar
colaciones realizadas por el obispo con otras realizadas por el
cabildo catedralicio.
En las Actas Capitulares se recogen frecuentes testimonios
de colación de prebendas canonicales, repitiéndose en casi todos
los casos una ceremonia que solía ser siempre bastante similar.
Previamente se convocaba una reunión capitular en la cual se
presentaba el prebendado, o un procurador en su nombre, suplican-
do que se le hiciese colación oficial da la canonjía correspon-
diente, asignándole un estrado en el coro y lugar en el cabildo.
Acto seguido se encomendaba a un canónigo que acompañase al coro
al nuevo capitular, o a su procurador, otorgándole un estrado,
y luego volvían a la sala del cabildo, donde se le asignaba
también un asiento. Finalmente el nuevo canónigo tenía que jurar
sobre los Evangelios guardar los estatutos y costumbres de la
Iglesia de Cuenca.
3—Racioneros y mediorracioneros
235
No obstante, no siempre sucedió de este modo, pues parece que en
el caso de Cuenca la obligación que en algunas catedrales existía
de pasar necesariamente por los puestos inferiores de la
jerarquía catedralicia antes de acceder a los superiores muchas
veces se quedaba en pura y simple teorÑa, dado que dicha norma
raras veces era tenida en cuenta en la~s frecuentes provisiones
pontificias a través de las cuales, pcr iniciativa del papa o
previa súplica regia, se otorgaban d:Lgnidades o canonjías a
personas que no habían pasado antes por el grado de mediorracio-
nero ni racionero.
En cuanto a la colación de las raciones y rnediasrraciones,
que frecuentemente recaían en criados y familiares del obispo o
dignidades, en general corría a cargo tanto del obispo como del
cabildo catedralicio, al igual que sucedía con las canonjías 66
exceptuando, por supuesto, las reservas pontificias que a partir
del siglo XIV serán cada vez más frecuentes. Esta colación podía
llevarse a cabo bien conjuntamente por el obispo y cabildo, o
bien podían alternar colaciones realizadas por el obispo con
otras realizadas por el cabildo catedralicio.
se deduce de una carta de poder que el 6 de noviembre de 1416 el obispo de Cuenca don fliego de
Anaya otorgó a su vicario general, Juan Alfonso, sobre las competencias que le correspondían en materia
beneficial. ACC, AC-1418, f. ISár, Otro testimonio anterior qu puede citarse es el poder que el 7 de
septiembre de 1349 otorgó el obispo don García a Martin Sánchez, canónigo conquense, para que en su nombre y
junto con el deán y cabildo catedralicio hiciese colación de tna mediarración que estaba vacante en la
catedral. ACC, siglo XIV, nP 234.
236
Para los siglos XII y XIII una fuente interesante para
conocer la caracterización social de los capitulares es el
Necrologio—Obituario de la catedral conquense, pues en él, entre
otras muchas cosas, figura una amplia relación de personajes que
ostentaron algún tipo de cargo de mayor o menor importancia en
el cabildo catedralicio67. No obstante, un problema que ofrece
esta fuente radica en el hecho de que a menudo sólo se indica el.
nombre del personaje, sin su apellido, aunque también es cierto
que en muchos otros casos sí se indica este último. Cuando se
hace, lo primero que llama la atenczón es que en general
predomiman apellidos como Pérez, Martínez, García, González,
Rodríguez, López y otros diversos que por sí sólos no permiten
precisar el origen familiar. Sólo se menciona a un tal Juan de
Lara, que fue el primer prior de la catedral, y a Rodrigo de
Castro como canónigo, pertenecientes a la alta nobleza castella-
na. Hay que recordar que estos dos personajes formaron parte del
primer cabildo de canónigos creado por el obispo don Juan Yáñez
en 1183. Por lo demás, los datos del Necrologio apenas dejan
vislumbrar que en esta primera época existiese una diferenciación
social demasiado marcada entre dignidades, canónigos y racione-
ros, tal como sí ocurrirá en los siglos XIV y XV, aunque sí que
cabe sospechar que hubiese al menos una pequeña gradación social
en correspondencia con los grados jerárquicos del cabildo.
De este modo, y si nos basamos en los datos del Necrologio,
tendríamos que durante los siglos XII y XIII no abundaron en el
cabildo catedralicio personajes de la nobleza. Pero la explica-
ción a este hecho no resulta difícil si tenemos en cuenta que
durante esta época aún no existía en Cuenca una nobleza tan
netamente configurada como la que sí hará en las dos centurias
siguientes. En una época de repoblación, la formación y estrati-
ficación de la oligarquia urbana estaba aún en pleno proceso de
desarrollo, y todavía no había alcanzado pleno vigor.
Fue en esta etapa cuando comenzó el. proceso de formación de
la caballería popular en Cuenca, que correrá paralelo a la misma
repoblación. A este grupo social se dedican bastantes disposicio—
67Sobre ello puede verse: José Trenchs Odena, <<El Necrologio-Obituario. . .», Pp. 372-315.
237
nes en el Fuero de Cuenca, que reconoce una superior categoría
a quienes dispongan de caballo de guerra. Pronto desempeñarán
importantes actividades militares que contribuirán a su enrique-
cimiento, y los monarcas, ya desde el siglo XIII, les irán
otorgando diversos privilegios económicos y exenciones tributa-
rias de cualquier tipo de pecho, lo que facilitará el ascenso
gradual de estos primitivos caballeros villanos al gobierno
municipal y su distinción con respecto al resto de ciudadanos.
Todo ello irá fomentando la formación de clientelas alrededor de
estos caballeros, ya que podían, al igual que los canónigos de
la catedral, tener excusados y paniaguados, a la vez que la
institución de la caballería villana empezaba a mostrar algunos
síntomas de confusión con la nobleza de linaje. Es de destacar
también el amplio control que el grupo ejercía sobre los recursos
ganaderos de la Tierra de Cuenca 68
Así, pues, aunque en los siglos XII y XIII aún no se había
implantado en Cuenca una verdadera alta nobleza, sí que existía,
en cambio, una auténtica oligarquía en proceso de desarrollo
constituida por la caballería villana. Situados en este punto,
resulta inevitable preguntarse si pudo existir algún tipo de
relación entre los componentes de la oLígarquía caballeresca y
los miembros del cabildo catedralicio. Es más, puesto que sabemos
que estos caballeros villanos pronto lograron acceder al gobierno
municipal, ¿no sería lógico pensar que estas familias dirigieran
también su atención en ocasiones al cabildo de la catedral, que
sin duda podía constituir una excelente plataforma de promoción
social urbana?. Evidentemente, los caballeros villanos que
centraron su interés en las actividades militares y el control
del gobierno municipal no formarían parte del cabildo catedrali-
cio, pero sí es posible que quizá algunos segundones u otros
miembros de estas familias ocupasen diversos cargos de mayor o
menor importancia en el cabildo catedralicio, que irían desde
dignidades hasta mediasrraciones. De hecho, el cabildo tenía que
nutrirse en su mayor parte con habitantes de la ciudad de Cuenca
y, puesto que constituía indudablemente la élite de la jerarquía
68Todo ello, con una información mucho más amplia y detallada, aparece recogido en el trabajo de Maria
Dolores Cabañas González, La caballería popular en Cuenca durante ia Baja Edad Media, Madrid, 1980,
238
eclesiástica urbana, es probable que mu:hos de sus integrantes
procediesen de la oligarquía urbana que en aquel momento estaba
representada por la caballería popular. No obstante, hay que
dejar bien claro que esta es una hipótesis que, aunque parece muy
probable, resulta imposible de demostrar con rotundidad ante la
falta de suficientes datos al respecto.
Una situación especial vendría dada por los obispos de
Cuenca de esta época que previamente ostentaron alguna dignidad
en el cabildo catedralicio, pues frecuentemente se trataba de
mozárabes toledanos pertenecientes a la aristocracia de esta
ciudad. Tal sería el caso, por ejemplo, de Gonzalo Pérez Gudiel
(1273—1275), que hasta entonces había sido arcediano de Moya, el
de Gonzalo García Gudiel (1280—1288), previamente arcediano de
Cuenca, o el de Gonzalo Díaz Palomeque (1289—1299), hasta
entonces canónigo conquense.
Para los siglos XIV y XV la información aumenta muy
notablemente, y ello nos permite establecer valoraciones más
precisas sobre la extracción social de los capitulares. Muchos
de los datos que se expondrán a continuación aparecen también
recogidos en la prosopografía que se incorpora en este trabajo.
Durante estos siglos sí que puede hablarse de una clara
presencia en Cuenca de representantEs de la alta nobleza
castellana. Por un lado los Albornoz, ya desde el siglo XIV. Por
otra parte los Carrillo, Hurtado de Mendoza, Acuña, Álvarez de
Toledo y Alarcón, fundamentalmente desde el siglo XV. Se trata
de miembros de la gran nobleza territorial castellana que residen
en la ciudad, y hay que dejar bien claro que representan tan sólo
una parte mínima del patriciado urbano conquense. Durante el
siglo XV algunos personajes de estas familias aparecen ocupando
69
oficios concejiles y sobre todo regidurías perpetuas
En lo que atañe a la proyección eclesiástica de estas
familias, algunos casos hablan por sí stlos. El ejemplo sin duda
más relevante lo constituye Gil Áívarez de Albornoz, nacido hacia
1302—1303 en Cuenca10, y que al menos en 1325 ya era arcediano
239
de Huete71, siendo probable que desde años atrás ostentase
también alguna canonjía en Cuenca. Tal como ya se dijo, en 1326
y 1327 fue elegido como obispo de Cuenca por el cabildo catedra-
licio, a pesar de su juventud, pero en ambas ocasiones dicha
elección sería finalmente anulada por el papa. Con todo,
finalmente llegaría a ser arzobispo de Toledo y cardenal,
desempeñando un papel protagonista en la pacificación de los
Estados Pontificios. El cardenal Albornoz, además, aparte de
ostentar una dignidad en el cabildo catedralicio conquense, ya
durante los años cincuenta y sesenta del siglo XIV facilitaría
el acceso de muchos de sus familiares a dignidades y canonjías
en la catedral conquense, siendo éste un aspecto que se analizará
detenidamente más adelante. Otro eclesiástico relevante de esta
misma familia fue García Álvarez de Albornoz, que en 1388 figura
como deán de Cuenca72, y también podría citarse a Fernando
Áívarez de Albornoz, sobrino del cardenal, que en 1354 era
73
canónigo conquense
En lo que respecta a los Carrillo, emparentados desde muy
pronto con los Albornoz, será fundamentilmente durante el siglo
XV, y también en el XVI, cuando aparezcan ocupando canonjías y
dignidades en el cabildo catedralicio. Así, puede citarse, entre
otros, a Fernando Carrillo, canónigo al menos entre 1437 y
l469~~; Juan Carrillo, arcediano de Cuenca entre 1439 y 1470;
Alfonso Carrillo de Acuña, arcediano de Moya (l487-l497)~~;
Alfonso Carrillo de Albornoz, canónigo y arcediano de Cuenca en
el primer tercio del siglo XV, y que en 1408 era ya cardenal de
76
San Eustaquio ; otro Alfonso Carrillo de Albornoz, canónigo en
240
l54l~¼ o Gómez Carrillo de Albornoz, canónigo en l5Ot y
tesorero al menos entre 1508 y 15l8~~.
Los Mendoza y Hurtado de Mendoza también ocuparon puestos
de relieve en el cabildo catedralicio durante el siglo XV. Como
ejemplos pueden citarse, entre otros, los siguientes: Lope
Hurtado de Mendoza, arcediano de Huete en 1420; Rodrigo de
Mendoza, canónigo en l429~~; Iñigo de Mendoza, arcediano de
Huete en 145181; Francisco Hurtado de Mendoza, deán de Cuenca
entre 1476 y 150182; o Diego Hurtado de Mendoza, hijo de Lope de
Acuña, que en 1498 fue nombrado arcediano de Moya por provisión
83
pontificia
Algunos de estos personajes, aparte de poseer beneficios en
Cuenca, también poseían otras preberdas de mayor o menor
importancia en otras diócesis, tal como puede comprobarse
consultando la prosopografía de este trabajo.
De lo dicho hasta ahora queda claro que las dignidades de
la catedral, que constituían el escalafón más alto del cabildo,
fueron con cierta frecuencia ostentadas por representantes de
algunas de las más conspicuas familias de la alta nobleza
castellana que estaban asentadas en Cuenca. Sin duda estas
familias, que ejercían un importante control sobre el gobierno
municipal, se dieron cuenta muy pronto de que el cabildo
catedralicio también podía constituir .ina excelente plataforma
de promoción social para algunos de su~ miembros, aparte de ser
una fuente de ingresos a tener en cuenta.
Es así como estas familias, dado que eran la élite de la
sociedad urbana conquense, dirigieron pronto su atención hacia
77Sanz, nP 939.
241.
la consecución de alguna dignidad capitular, acorde con su
elevada posición social, o como mínimo de alguna canonjía a favor
de sus representantes. En ocasiones htLbo incluso intentos de
acceso al Episcopado, como fueron las elecciones fallidas de Gil
Álvarez de Albornoz en 1.326 y 1.327 o la de Juan Hurtado de
Mendoza en 1469. Es mucho más infrecuante, en cambio, ver a
miembros de esta alta nobleza ocupando simples raciones o
mediasrraciones, y si alguna vez aparecer. ostentando tales cargos
es por muy poco tiempo y sólo como paso previo a la consecución
de una prebenda de más categoría.
No debe pensarse, sin embargo, que todas las dignidades
estuvieron siempre acaparadas por estas familias. Da la impresión
de que la ocupación de altos cargos en el cabildo por la alta
nobleza constituía sin duda para ésta un complemento esencial en
el ejercicio del poder urbano, dado quE también tenían cierto
control sobre el poder municipal. Pero también es cierto que
durante los siglos XIV y XV muchas dignidades de la catedral
estuvieron ocupadas por personajes de nivel social inferior al
de estas familias, aunque en general pertenecientes como mínimo
a una mediana nobleza castellana. Hubo también dignidades que
fueron ostentadas por personas no originarias de Cuenca. En todos
estos casos, y puesto que se trataba de personas que no pertene-
cían a la alta nobleza conquense, los motivos que facilitaron su
acceso a dignidades en Cuenca fueron de muy diverso tipo:
posibles servicios a la Monarquía; familiaridad con algún obispo
de Cuenca u otro eclesiástico castellar<o de relieve; o incluso
el estar en posesión de una buena preparación intelectual. En la
prosopografía pueden verse numerosos ejemplos de personajes de
mediana extracción social que llegaron a acupar dignidades en
Cuenca.
Dentro del patriciado urbano de Cuenca, un escalafón
inferior, por debajo de la alta noblEza, lo constituían los
segundones de algunas familias hidalgas. Estos hidalgos fueron
ocupando progresivamente muchas regidurías, que pasaron a tener
pronto un carácter hereditario. Entre estos regidores aparecen
personas pertenecientes a las familias Zahorejas, Ribagorda,
Guadalajara, Chinchilla, Jaraba, Beteta, Sacedón, Torralba,
242
Carvajal, de la Muela, Cañizares, Valera. Alcalá, Dones, Molina,
Cañaveras, Chirino y Castillo. Sin emba:go, el número reducido
de regidurías -aunque en aumento a lo largo del siglo XV- y el
carácter vitalicio de las mismas hiciercn que los caballeros de
origen hidalgo, que buscaban interveni: en el gobierno de la
ciudad, tuviesen que participar junto con los caballeros
ciudadanos en el sorteo de los catorce oficios que anualmente
realizaba el concejo. Por otra parte, todos los regidores tenían
como mínimo a un miembro de su familia ocupando algún otro cargo
84
concejil
En lo que atañe a la presencia de miembros de estas familias
hidalgas en el cabildo catedralicio, debe señalarse que ocuparon
a veces canonjías, raciones y mediasrraciones, pero casi nunca
dignidades. Desde luego no hay que pensar que estos cargos
capitulares estuviesen plenamente monopolizados por estas
familias hidalgas, ni mucho menos, pues para estos hidalgos lo
más importante siempre fue el control del poder municipal. Así,
pues, da la impresión de que el cabildo catedralicio no constitu-
yó para estas familias un objetivo prioritario de control, como
sí sucedía con el concejo, sino más bien un complemento a tener
en cuenta en el ejercicio del poder urbano, a la vez que una
fuente de rentas para algunos de sus miembros.
Como ejemplos de personas pertenecientes a estas familias
de hidalgos que ostentaron algún cargo en el cabildo catedralicio
pueden citarse, entre otros, los siguientes, que figuran también
en la prosopografía final de este trabajo: Juan de Cañizares,
compañero (1498); Juan Alfonso Chirino, canónigo (1448—1455);
Ferrán Martínez de Cañaveras, racionero (1421); Juan Martínez de
Cañaveras, racionero (1451); Diego de Molina, canónigo <1494);
Juan de Molina, canónigo extravagante (1487); Ruy Sánchez Dones,
canónigo (1385); Alfonso Sánchez de Torralba, canónigo extrava-
gante (1403); Pedro de Torralba, compañero (1451); Diego de
Valera, canónigo <1461—1497).
Por supuesto, también hubo canónigos, racioneros y mediorra-
cioneros que no pertenecieron a ninguaia de estas familias de la
243
oligarquía urbana, sino que procedían cLe estratos más bajos de
la sociedad conquense, lo cual se daba sobre todo en el caso de
los racioneros y mediorracioneros. A est habría que añadir todos
aquellos casos de personas absentistas cLue poseían algún tipo de
beneficio en el cabildo catedralicio conquense, frecuentemente
por concesión pontificia, en cuyo caso su origen social y
procedencia geográfica podían ser de lo más variados.
Otro aspecto que conviene poner (le relieve es el que se
refiere al origen converso de alguncs miembros del cabildo
catedralicio. Las familias conversas de Cuenca, al igual que
también sucedía en otros lugares, como resultado de su nivel de
riqueza y de sus servicios a la Corona y a la aristocracia
señorial durante la Baja Edad Media, habían conseguido, ya a
comienzos del siglo XV, ejercer algunos altos cargos cortesanos
y acaparar amplias parcelas de poder concejil. No obstante, más
tarde la instauración del Santo Oficio, de los estatutos de
limpieza de sangre y la creciente hostilidad contra los conver-
sos, provocarán la práctica desaparición de esta comunidad a
fines del siglo XVI: primero su exclusión de la mayor parte de
los centros de poder, y luego la drástica modificación de sus
85
comportamientos sociales, políticos y aconómicos
Entre las familias conversas de Cuenca cuyos miembros
ocuparon alguna vez cargos de importancia en la Corte cabe
destacar a los Alvarez de Toledo, Yáñez, Valdés, Beteta o García
Chirino. Además la designación de regidores conversos fue
frecuentísima y se intensificó con el paso del tiempo. Si
seguimos las conclusiones de un reciente estudio realizado sobre
el tema, tendríamos que entre 1450 y 1489 el 85 % de los
regidores de Cuenca fueron conversos86. Además de las ya cita-
das, otras familias conversas presentes en Cuenca eran los
Alvarez de Alcalá, Flores, Guadala:ara, Castillo, Baeza y
Alcocer 87 . En algunos casos se trata, como ya habrá podido
85Pedro Luis Lorenzo Cadarso, <<Rsplendor y decadencia d~ las oligarquias conversas..,>>, p. 53.
87Ibid., p. 65.
244
comprobarse, de las mismas familias hidalgas a las que se hizo
alusión más arriba.
En lo que atañe a la proyección eclesiástica de estas
familias de conversos, hay que llamar la atención sobre la
presencia de algunos de sus miembros en el cabildo catedralicio
conquense. Así, entre otros, pueden citarse los siguientes
ejemplos: Gregorio Áívarez de Alcalá, canónigo en 1495 y deán en
1508; Juan Alfonso Chirino, canónigo al menos entre 1448 y 1455;
Luis García de Alcocer, racionero en 1465; Gonzalo Váñez,
canónigo en 1448; o Alonso Yáñez, diantre en 1492.
Ya para terminar, hay que señalar que el acaparamiento de
cargos capitulares por miembros de la oltgarquía urbana y nobleza
fue una constante en muchas otras ciudades castellanas, donde a
veces incluso podían darse fenómenos de competencia para
introducir partidarios en el cabildo, dado que éste constituía
una excelente plataforma de promoción social 88 El cabildo
catedralicio, por tanto, no era una institución con funciones
única y exclusivamente eclesiásticas, sino que, tal como se acaba
de ver, revestía una evidente funcionalidad social al incorporar
en su seno a un importante número de miembros de la ¿ligarqula
urbana y nobleza, que veían en la corporación catedralicia un
organismo de poder urbano que no debía permanecer ajeno a su
control.
parecido: Miguel Santamaria Lancho, «El cabildo catedralicio de Segovia...>>, pp. 60-67.
245
general los componentes básicos del beneficio capitular fueron
uno o varios préstamos situados sobre :Las rentas decimales de
algunas parroquias de la ciudad o diócesis, el vestuario estimado
en una cuantía determinada de maravedís al año, y una o varias
raciones situadas sobre las rentas de la mesa capitular.
Es necesario tener muy en cuenta que el Derecho Canónico
establecía una clara diferenciación entre bienes patromoniales
que poseían los eclesiásticos a título personal y aquellos otros
bienes de carácter beneficial que no formaban parte del patrimo-
nio personal del clero. Un antiguo tratadista sobre la materia
ya insiste en el hecho de que los beneficiados no son señores
absolutos de sus rentas «porque no ay texto en el mundo que
prueve que los beneficiados son señores enteros y absolutos de
89
sus rentas, como lo son los seglares de las suyas»
Ahora bien, una vez concedido el beneficio capitular a una
determinada persona, su percepción quedaba, al menos en teoría,
sujeta a toda una serie de normas que pronto comenzaron a ser
precisadas con exactitud. La primera normativa que para la
Iglesia de Cuenca se conserva sobre el particular data de fecha
muy temprana, y se encuentra recogida en los ya mencionados
estatutuos que otorgó San Julián al cabildo catedralicio en 1201,
que son probablemente los primeros ciue poseyó el colectivo
capitular. Entre los aspectos en ellos tratados figuran bastantes
puntos tocantes a normativa beneficial, que son los siguientes:
246
volver, en función de la mayor o menor dilación podrá perder el
vestuario, excepto si la causa de mayor tardanza fuese enfermedad
u otro motivo grave que, a juicio del pri3r y cabildo, constituya
excusa legítima.
—El canónigo que no asista a los funerales de difuntos, si
está en la ciudad perderá la mitad de lo ciue le habría correspon-
dido ganar si hubiese asistido, y si tampoco acude a la procesión
o entierro perderá la otra mitad, excepto si previamente tuviese
licencia del prior y cabildo para ausentarse por causa legítima.
Pero el canónigo que no esté en la ciudad tendrá durante un mes
derecho a los estipendios de los funerales.
—Todos los canónigos que acudan a estudiar a algún lugar
serán tenidos por residentes, y cobrarán como si estuviesen
presentes. Igual norma regirá con los que se ausenten para
realizar peregrinaciones sagradas.
-Los canónigos residentes que por asunto propio o concer-
niente a la Iglesia de Cuenca acudiesen a visitar al papa, serán
tenidos por residentes y cobrarán su beneficio durante todo el
tiempo que dure el viaje.
—El canónigo o racionero que apele al rey sobre asunto
propio o de la Iglesia de Cuenca podrá recibir enteramente las
distribuciones y rentas durante un mes como si residiese, e igual
sucederá con el que apele al arzobispo toledano.
-Respecto al que apele ante el obispo, gozará durante quince
días de las distribuciones y rentas en caso de haber empleado
dicho tiempo para la resolución de su negocio.
—El canónigo o racionero que por algún motivo sea desterrado
de la ciudad y no se atreva a entrar en ella, podrá gozar
enteramente de su ración como si residiese en la Iglesia,
independientemente del lugar donde viva fuera de los muros de la
ciudad.
-Si algún residente, canónigo o racionero, estuviese
impedido por enfermedad o cautiverio, tendrá derecho a percibir
la ración de su prebenda como si asistiese.
—Los que estén auxiliando al obispo serán tenidos por
residentes, y podrán gozar de los funerales y vestuarios.
247
-El canónigo a racionero residente que muera gozará de una
ración entera desde el día de su muert~ hasta un año después.
Previamente dicho canónigo o racionero, al hacer testamento,
habrá de designar a un canónigo para que se encargue de que, con
los emolumentos de dicha ración, se sufrague su entierro y misas
que se hayan de decir. Si muriese sin testamento, la ración
quedará a disposición del cabildo y se empleará igualmente en
decir misas a favor del difunto. Además de ésto, al hacer
testamento el enfermo habrá de dejar a algún canónigo, si los
tuviese, cuatro escudos de oro alfonsirLos para que se encargue
de que se empleen en decir misas90.
90ACC, caj. 2, n2 30. Una traducción al castellano de estos estatutos de San Julián está recogida en
la Vida de San Julián escrita por Bartolomé Alcázar, pp. 269-273.
248
residentiam, nichil. habeat de vestiaria»91. De este modo se
ratificaba una norma que ya había sido esi:ablecida con anteriori-
dad en los estatutos de San Julián.
Una legislación algo más amplia y detallada sobre la
residencia es la que se recoge en unos estatutos promulgados por
el obispo don Mateo Reinal y el cabildo catedralicio en 1250. En
primer lugar se establece que todos los beneficiados habrán de
residir durante un año íntegro y continuado para tener derecho
a los frutos de su canonjía o porción. Si durante este primer año
se ausentasen un solo día, al año siguiente tendrán que comenzar
de nuevo desde el principio el periodo completo de residencia
obligatoria anual en Cuenca para poder tener derecho a los frutos
de su beneficio. En cuanto a la renta concreta del vestuario, se
ratifica la norma de obligatoriedad de residencia durante seis
meses para poder tener derecho a ella: «Quod canonici seu etiam
persone qui per sex menses utiles in eccíesia residentiam non
fecerint nichil vestiarii percipiant» 92 El 22 de julio de 1287
.
caj. 4, nP 65/ losé Manuel Nieto Soria, «El intervencionismo pontificio...>>, pp. 53-54.
caj. 5, nP 86.
Necrologio-Otituario, f. 64v.
249
El obispo Barrientos manifestó una especial. preocupación por
que todos los beneficiados cumpliesen correctamente con sus
obligaciones como tales, tratando de impedir, asimismo, la
acumulación de varias prebendas en una misma persona. Por lo
menos ello es lo que se deduce de un estatuto otorgado por este
prelado y el cabildo catedralicio conquense el 4 de agosto de
1458, y a través del cual se determinó r.o aceptar como dignida-
des, canónigos, racioneros ni compañeros de la Iglesia de Cuenca
a todos aquellos beneficiados que fresen presentados y ya
tuviesen previamente prebendas con pensiones en otras catedrales.
La razón que se aduce para ello es que «el beneficio se da por
razon del oficio e trabaio, mayormente que muchas vezes en los
tales tractos de las dichas pensiones intervienen partiones
illicitos et simonía o alguna spegie deLia, e por tanto non deven
ser resgebidos en las eglesias cathedrales». Si alguien se
presentase gozando ya de pensiones, el cabildo y obispo abrirán
una investigación para determinar lo que habrá de hacerse al
respecto, y en caso de que el pensionario fuese finalmente
aceptado, éste no tendrá perpetuamente voz en el cabildo ni podrá
servir en el altar mayor, salvo si fuese diácono o subdiácono.
Desde luego nunca se le considerará como un verdadero beneficiado
ni podrá gozar de todas las prerrogativas y honores del. resto de
97
beneficiados del cabildo
Igualmente, durante el pontificado de Fray Alonso de Fonseca
nos encontraremos de nuevo con normativa de carácter beneficial.
Así, el 6 de julio de 1487 este obispo 3’ el cabildo catedralicio
legislarían sobre la primera residencia anual que debían hacer
las dignidades, canónigos y racioneros al ingresar en el cabildo,
excluendo de ella al mediorracionero. tal como ya se había
decretado años atrás, excepto si quisiese hacerla voluntariamen-
te. Así, en adelante todas las dignidades, canónigos y racioneros
que llegasen nuevamente a Cuenca habrian de hacer una primera
residencia anual que comenzaría el día de San Miguel del mes de
septiembre, a las primeras vísperas, y ;ue habría de durar hasta
las segundas vísperas de San Miguel del, año siguiente, para de
250
este modo poder ganar el vestuario98 Durante este año estarían
.
98Por numaerosas referencias que aparecen en las Actas Capitulares del siglo XV sabemos que todos los
canónigos recibian anualmente las cédulas correspondientes a su vestuario.
sa. taj. 5, leg. 21, nQ 298.
251
de dispensas pontificias otorgadas a favor de estudiantes que
poseían prebendas en la catedral conquense10 1, y además durante
el siglo XV serán frecuentes las licencias concedidas por el
cabildo catedralicio a algunos de sus miembros para realizar
estudios universitarios.
La corriente migratoria del clero conquense, sobre todo del
catedralicio, hacia las aulas de las universidades peninsulares
y extranjeras ya se había iniciado en pleno siglo XIII, y se
intensificó a partir los decenios centrales del XIV, alcanzando
a fines de esta segunda centuria una notable intensidad. Así,
durante el transcurso de la Baja Edad Media se detecta la
presencia, mayor o menor, según los zasos, de miembros del
cabildo catedralicio en Universidades cono Bolonia, Aviñón, Roma,
Cahors, Toulouse y Salamanca. Pero denLro de este conjunto de
Universidades destaca con fuerza el papel de dos de ellas, tanto
desde el punto, de vista cuantitativo como cualitativo: la de
Bolonia y la de Salamanca. Seguiría en iziportancia la de Aviñón,
si bien para un periodo mucho más concreto (1309-1377). En cuanto
al tipo de estudios realizados, fueron &undamentalmente jurídi-
cos, sobre todo de Derecho Canónico, y en mucha menor medida
teológicos, mientras que sólo muy esporádicamente hubo algunos
estudiantes de Medicina, Artes y Derec~xo Civil. Por lo demás,
esta clara orientación del clero secul¿Lr hacia los estudios de
Derecho Canónico no es un fenómeno exclusivo del caso conquense,
sino que también se percibe en Castilla en general102
No obstante, hubo casos de clara resistencia por parte del
cabildo contra el éxodo masivo de ~mus miembros hacia las
Universidades. Así, un primer enfrentamiento se produce ya en
t01Asi, por citar algún ejemplo, el 27 de julio de 1327 Ju~¡n XXII concede una dispensa pontificia a
Than de Luna, canónigo conquense, para que pueda percibir los fruto; de todos sus beneficios por un trienio,
tienpo durante el cual cursará disciplinas escolásticas en un Estucio General. 0, Mollat, Jean XXII, VI, nQ
29359. 7 el 9 de septiembre de 1330 se otorga de nuevo a Juan de Luna, canónigo conquense, facultad para
recibir los frutos de sus beneficios por otro trienio, estando ausente en el Estudio General de Paris u otro
Estudio General. Ibid., IX, nQ 50831.
102Todos estos aspectos sobre la formación cultural del clero conquense, sobre todo del catedralicio,
a fines de la Edad Media son analizados con detalle por Santiago Aguadé Nieto y M~ Dolores Cabañas Gonzalez:
<<La formación intelectual del clero conquense a fines de la Edid Media>>, Actas del simposio sobre el
horizonte bistóri co—cultural del Viejo Mundo en vísperas del Descub=imiento de América {Cuenca, 21—24 de mayo
de 1979), Madrid, 1981, Pp. 1—61.
252
1335 entre Velasco Alonso, arcediano de Cuenca, a quien Juan XXII
había facultado en 1331 para percibir los frutos de su prebenda
durante el tiempo que estuviese ausente cursando estudios en la
Sede Apostólica, y que a la sazón se hallaba en Roma estudiando
Teología, y el cabildo catedralicio que, a pesar de la disposi-
ción pontificia, se negaba a pagarle las rentas correspondientes
a su beneficio. Finalmente el cabildo, teniendo en cuenta los
servicios que el mencionado arcediano le prestaba y le podría
prestar en el futuro en la Curia romana, consintió en darle
cierta cantidad en metálico contra la entrega del documento de
dispensa pontificia y de un justificante extendido por el lector
de Teología del Estudio romano, el dominico Fray Armando de
Belvis 103
Otro choque de intereses es el que enfrentó en 1344 al-
cabildo con García Jiménez, canónigo conquense que se encontraba
estudiando en la Universidad de Cahors y que invocaba las
concesiones pontificias. El cabildo se negaba a pagarle su ración
y derechos de vestuario, aunque finalmente acabaría cediendo y
entregando al litigante la suma de 1400 maravedís, concediéndole
además una licencia de tres años por estudios y reconociéndole
su derecho a percibir durante el mismo pLazo de tiempo los frutos
correspondientes a su canonjía y prebenda, salvo las pitan-
zas 104. La norma que generalmente alegaba el cabildo en los
pleitos para negarse al pago de rentas a los beneficiados
ausentes era la obligatoriedad de realizar una primera residencia
anual íntegra en Cuenca. Ahora bien, esta disposición casi nunca
era tenida en cuenta por las concesiones pontificias, y es
entonces cuando surgía el pleito.
A fines del siglo XIV y principios del XV el éxodo dell clero
beneficiado catedralicio hacia los Estudios Generales de dentro
y fuera de la Península debió alcanzar proporciones tan amplias
que finalmente acabaría afectando a la buena marcha de la
institución capitular, situación a le que trataría de poner
103Santiago Aguadé Nieto y M~ Dolores Cabañas Gonzále:~, <<La formación intelectual del clero
conquense...>>, p. 29.
‘04Ibid., p. 30.
253
límite el obispo don Diego de Anaya a través de una constitución
promulgada en 1412. Aunque la parte di.spositiva del documento
resulta actualmente ininteligible debid a la humedad, los otros
fragmentos que sí son legibles permiten atisbar una realidad que
afectaba en ese momento a la Iglesia de Cuenca: falta de
ministros para el culto divino; muchos miembros del cabildo
ausentes pretextando ser familiares ¿e algún cardenal de la
Iglesia romana o bien habérseles conced:Ldo algún privilegio para
estudiar en Salamanca o en otro lugar, lo cual frecuentemente se
prestaba a la comisión de verdaderos fraudes, puesto que, en
realidad, muchas veces los períodos de ausencia se utilizaban
105
para gestionar los negocios particulares del interesado
Pero no sólo la realización de estudios podía suponer un
motivo de ausencia. El estar al servicio del obispo o la
realización de negocios en nombre del cabildo también solían ser
motivos de exención, y sobre ello conservamos algunos testimo-
nios. Así, por ejemplo, el 30 de sept:Lembre de 1333 Juan XXII
concederá al obispo de Cuenca facultad para que ocho clérigos
familiares suyos, domésticos y comensales, perciban los frutos
de sus beneficios en ausencia136. El 26 de mayo de 1464 el
cabildo catedralicio otorgó dispensa de residencia al canónigo
Juan Gutiérrez hasta que volviese de realizar ciertos negocios
de la Iglesia de Cuenca que se le habían encomendado, y entretan-
to cobraría todas sus rentas107. Para 1465 pueden citarse dos
ejemplos: el 15 de mayo el cabildo dispensó de residir a Fernando
de Alarcón, racionero, mientras realizase ciertos negocios a los
que había sido enviado por el propio cabildo108; y el 21 de
octubre se otorgó otra dispensa basta fines de diciembre al
pp. 30—JI.
13% Mollat, Jean XXII, XIII, nQ 61601
254
canónigo Juan de Brihuega, enviado por el cabildo a la Corte de
109
Enrique IV para librar ciertos negocios
El destierro de la ciudad de Cuenca también podía suponer
un motivo justificado de ausencia. Así, el 30 de mayo de 1450 el
cabildo catedralicio determinaría que cualquier beneficiado de
la catedral que contra su voluntad fuese expulsado de la ciudad,
sin poder entrar en ella, ganase toda la pitanza y distribuciones
como si fuese presente110. Hay que tener en cuenta que esta
norma se emite en una época de particular conflictividad social
en la ciudad de Cuenca, en la que a menudo se veían involucrados
algunos miembros del cabildo, siendo precisamente la expulsión
de la ciudad uno de los resultados de los enfrentamientos
sociales.
Otra situación en la que se permitía la ausencia de los
beneficiados era cuando se desencaderaba alguna epidemia de
peste. En octubre de 1453 el cabildo catedralicio decidió que,
dado que recientemente habían fallecido en Cuenca algunas
personas a causa de una epidemia de peste, los canónigos que
quisieran podrían ausentarse durante varios meses para así evitar
el contagio, teniendo derecho a ganar los vestuarios y rentas
correspondientes al tiempo de su ausencia, aunque previamente
debían jurar que si se iban era sólo por miedo al contagio y no
por otra causa. Pocos días después varios canónigos se ausenta—
rían por motivo de la peste 111 . Similar disposición nos encon-
traremos el 27 de octubre de 1489, poco después de haberse
112
declarado otra epidemia de peste en la ciudad
Un último caso de exención de res:Ldencia que citaremos es
el que se producía cuando algún canónigo acudía en romería a
109ACC, AC-1465, f. 48v. El 13 de febrero de dicho año de 165 el cabildo catedralicio había otorgado
un estatuto regulando el salario que se debía entregar a los beneficiados que fuesen enviados a realizar
negocios, y asimismo estableciendo cuántos mozos y escuderos les debían acompañar. El salario y nú¶ero de
acompañantes será mayor conforme aumente la categoria del personajE enviado a dichos negocios, que podrá ser
desde un simple capellán hasta una dignidad capitular. Esta última, por ejemplo, cobraria 100 ns. diarios y
sería acompañada al menos por dos escuderos y dos mozos. ACC, AC-165, E. 28r—v.
255
visitar algún lugar sagrado. Así, por ejemplo, el 14 de octubre
de 1487 el canónigo Alonso Ruiz de Belmonte pidió licencia al
cabildo catedralicio para ir en romería a Guadalupe, siéndole
finalmente concedida dicha licencia113. Otra situación similar
es la que se produjo el 25 de septiembre de 1500, fecha en la
cual el cabildo otorgó licencia al bachiller Gonzalo González de
Cañamares, canónigo de Cuenca, para ir a Roma a ganar el
114
jubileo
En definitiva, de lo dicho hasta ahora se infiere que el
cabildo catedralicio siempre trató de que se cumpliese toda una
prolija normativa beneficial con la cual no se pretendía otra
cosa sino evitar abusos en la percepción del beneficio por parte
de los capitulares, que teóricamente debían cumplir con toda una
serie de deberes previos a la obtención de las rentas beneficia-
les. Por ello el cabildo tuvo que legislar pronto muy minuciosa-
mente sobre todos aquellos casos en que, a pesar de la ausencia,
se podría cobrar el beneficio, tratando de evitar de este modo
las ausencias injustificadas que a veces se producían. En última
instancia, ello viene a ser un claro exponente del empeño que
debía poner la entidad capitular en la salvaguarda de su
patrimonio y rentas.
256
social e incluso política que intrínsecamente poseía la institu-
ción capitular.
Los miembros del cabildo debían en teoría asistir al rezo
de al menos alguna de las horas canónicas del oficio divino:
maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y
completas. Precisamente una parte importante del beneficio
capitular se percibía por raciones, y su percepción estaba
supeditada a la asistencia o no de los capitulares al rezo de
cada hora, misas u otros actos de culto.
La asistencia a coro se regulaba minuciosamente, existiendo
un oficial llamado pitancero, el cual. solía ser canónigo o
racionero, que se encargaba de controlar dicha asistencia
apuntando en un libro la presencia o ausencia de los capitulares
-desde dignidades hasta mediorracioneros- en cada una de las
horas del oficio divino. Se trata de los llamados Libros de
Pitancería, que conforman una extensa sección del Archivo
Catedralicio de Cuenca. Se conservan a partir de 1400, y para los
tres primeros cuartos del siglo XV hay tastantes años cuyo libro
se ha perdido, mientras que a partir del último cuarto de la
centuria hay prácticamente un libro por año. Cada libro se divide
en los doce meses del año, y dentro de cada mes por días,
comenzando el 1 de enero. A su vez, en las anotaciones que se
realizaban cada día se distingue entre capitulares que se
sentaban en el Coro del deán y los que lo hacían en el Coro del
obispo, indicándose siempre el puesto que cada uno ocupaba en la
corporación, desde dignidades hasta mediorracioneros. En estos
libros también consta la asistencia a coro de los llamados
canónigos extravagantes.
Por asistir al rezo de cada hora los componentes del cabildo
catedralicio cobraban pequeñas cantidades de maravedís cuyo
montante varió de unas épocas a otras, siendo mayor o menor según
la categoría jerárquica del cargo ocupado en el cabildo. Además
no todas las horas estaban dotadas con la misma cantidad de
maravedís, pues había algunas en las que la renta a cobrar era
mayor que en otras. Así, por ejemplo, la maitinada era la hora
por la que más se cobraba, lo cual sin duda estaba motivado por
el deseo de paliar el frecuente absentismo que se producía en el
257
rezo de esta hora. En este punto hay que recordar los esfuerzos
realizados por algunos obispos, como don Pedro Lorenzo, para
aumentar la dotación de la maitinada, cuestión sobre la que ya
se habló en el episcopologio.
En general las ausencias al rezo de las horas fueron
frecuentes, tal como se deduce de la lectura de los libros de
pitancería, aunque no solía ser muy comtLn que se ausentasen más
de una tercera parte de los miembros del cabildo. Pero no sólo
las ausencias fueron objeto de un control pormenorizado, sino que
también se regulaba la permanencia efectiva de cada capitular en
el coro durante el rezo de las horas.
Una ejemplo de ello lo tenemos en las normas que en 1400 dio
el obispo don Juan Cabeza de Vaca estableciendo que las dignida-
des ganen la pitanza al fin del segundo salmo de cada hora; los
canónigos al fin del himno, y si no hubiese himno, al final del
primer salmo; y los racioneros y compañeros al principio de cada
una de las horas acabándose Deus in adiutorium meum intende, y
diciendo in secula seculorum, Amen, Allellula o Laus tibi domine
Rex e terne glorie. La misa la ganarán todos al tercer Kyrie, como
es costumbre. Una vez que entren en el coro, ninguno podrá salir
hasta que se acabe la hora, salvo por necesidad y con licencia
del deán o de la más antigua persona o canónigo que esté en el
coro, y el que salga sin dicha licencia perderá la pitanza de la
hora115
En lo que atañe a la colocación de las dignidades en el
coro, siempre se mantuvo invariable, s.Lendo la siguiente:
258
Esta ordenación ya figura en un documento del obispo don
Gonzalo García Gudiel emitido el 14 de julio de 1285116, excep-
tuados, por supuesto, los dos abades y eIL arcipreste, que aún no
existían. También sabemos que, al menos durante el siglo XV, en
la parte alta del coro se sentaban los canónigos y beneficiados,
117
y en la parte baja los capellanes y mozos de coro
A través de una detallada normativa dada el 18 de febrero
de 1450 por don Juan Carrillo, arcediano de Cuenca, y Alfonso
García de San Felices, jueces comisarios nombrados por Fray Lope
de Barrientos, se precisaría con mayor exactitud el modo como
deberían estar colocados los beneficiadas en el coro, procesiones
y reuniones del cabildo. Los que tengan dignidades, independien-
temente del tipo de orden sagrada que posean, se colocarán en las
sillas asignadas para cada dignidad. LtLego irán los canónigos,
racioneros y compañeros. Este orden de prioridad era inamovible.
A su vez, dentro de cada grado -dignidades, canónigos, etc-,
también habría de existir un orden de prioridad: los presbíteros
siempre precederán a los diáconos, éstos a los subdiáconos, y
éstos a los de órdenes menores. Luego, dentro de cada uno de
estos subgrupos, también debía guardar:se un orden de prioridad
en función de la antiguedad en la recepción del beneficio. Estas
normas también afectarían a los capellanes y canónigos extrava-
gantes, y el beneficiado que no cumpliesE lo establecido perdería
la pitanza de la hora en que no hubiese respetado este orden de
118
prioridad
Vemos, pues, que las normas sobre colocación en el coro y
procesiones eran tremendamente puntillosas, y ello se debia a la
importancia que la idea de jerarquía tuvo siempre para todos los
miembros del cabildo catedralicio. Un caso extremo sobre estas
normas de jerarquía es el que queda recogido en el acuerdo
capitular del 2 de abril de 141? sobre las competencias del
127ACC, AC—1448, fE. 22r—24r, Se trata del estatuto dad en 1448 por Fray Lope de Barrientos y el
cabildo sobre las competencias del tesorero y obrero de la catedril
118ACC, AC-1450, E. 115r.v. En realidad esta misma norma ya babia sido dada con anterioridad por el
obispo don Juan Cabeza de Vaca en 1403. AGO, Necrologio-Obituario, It. 66v-SIr.
259
obrero y tesorero de la catedral, en el :ual figura una cláusula
sobre la diferencia que debía existir incluso entre los cirios
que portaban los miembros del cabildo en las procesiones:
260
y simples, mientras que las procesiones podían ser solemnes, con
121
órgano y simples
Por último, en lo relativo a la obLigación que tenían los
capitulares de servir en el altar mayor de la catedral, en 1400
el obispo don Juan Cabeza de Vaca estableció que las misas del
altar mayor fuesen celebradas y cantadas por las personas y
canónigos de la catedral, salvo el deán que estaba escusado de
esta tarea. Cada semana correspondería d~cir misa a una determi-
nada dignidad o canónigo. El que estuviese ausente o no la
pudiera decir tendrá obligación de poner como sustituto a otro
canónigo o algún racionero o compañero, pagándole por ello los
derechos correspondientes. Pero también se establece que los
racioneros y compañeros deberán servir el altar mayor cada uno
una semana, y en caso contrario poner un sustituto al que
pagarán. No obstante, el 21 de abril de este mismo año de 1400,
y al ser informado el obispo don Juan de que los racioneros y
compañeros salían perjudicados con esta norma, decidió «que
todos fuesen restituydos e tornados a la su primera costun-
sin que el documento permita averiguar a qué costumbre
se está refiriendo exactamente.
121Una relación bastante coapleta de las fiestas y procesiones que se celebraban en la catedral puede
verse en el trabajo de José Trencha Odena, «El Necrologio-Obituario...», pp. 376-379.
Kecrologio-Obítuario, Ef. 67v-áSr
261
Cuenca cometía algún delito, debía ser juzgado y castigado por
un canónigo letrado junto con el obispo o su vicario123. También
en virtud de su poder jurisdiccional, sabemos que el cabildo
intervenía en el nombramiento de los oficiales concejiles en los
señoríos episcopales de la Además, fue en el
terreno jurisdiccional donde pronto se producirían los primeros
enfrentamientos entre el cabildo y el concejo conquense, sobre
todo relativos a la jurisdicción a que tabrían de someterse los
familiares y paniaguados del cabildo. Eata problemática, que se
mantendría latente a lo largo de toda la Edad Media, será
desarrollada por extenso en la segunda parte de este trabajo.
Otra faceta de la potestad capttula:: es la que se venía dada
por su derecho a intervenir en la colacién de canonjías, raciones
y mediasrraciones, aparte de capellanías y otros beneficios
menores. Sobre esta potestad, que compartía con el obispo, ya se
habló páginas atrás.
Las frecuentes reuniones capitularas siempre constituyeron
una clara ocasión de manifestación de Los poderes del cabildo,
sobre todo a través de los numerosos y diversos estatutos que en
125
ellas se promulgaron Los capitulares asistentes a estas
.
‘24Por ejemplo, el 16 de diciembre de 1352, Miguel Pérez, racionero, como procurador del cabildo
catedralicio conquense, noimbró a los oficiales propuestos para el concejo de Pareja. Acto seguido éste aceptó
a dichos oficiales, ACC, siglo XIV, nQ 280.
125Las reuniones capitulares se celebraron durante la Edad Media en diversos lugares de la catedral,
tal y como consta en los numerosos testimonios que al respecto recgen las Actas Capitulares. Por ejemplo, el
Domingo 26 de mayo de 2413 se celebró una reunión en la capilla de Corpore Christi de la catedral. ACC, AC-
1413, E. lv. El lunes 7 de mayo de 1414 se celebró una reunión en una sala situada en el claustro. ACO, AC-
1414, f. 49v. El miércoles 30 de mayo de 1414 se celebró una reunión en la capilla de Santa Maria Magdalena.
Ibid., E. 52r. El sábado lUde noviembre de dicho año de 1414 la reunión tuvo lugar en el coro. Ibid., E. 64v.
Esporádicamente también se celebraba alguna reunión en la capilla de Caballeros. Mo obstante, en general,
durante el siglo XV el lugar más habitual de reunión fue una sala que, según la expresión utilizada casi
siempre en la documentación, se encontraba «conjunta con el coro», y cuya localización debe situarse
probablemente en la zona del claustro de la catedral. Pero siempre siguió habiendo ocasiones en que las
reuniones tenian lugar en otros lugares, tales como las capillas d~ Santiago y San Juan, la capilla de Corpore
Christi, la capilla de Caballeros o incluso en los palacios episcopales.
262
en ellas tratados, sobre todo con el objeto de preservar los
126
bienes de la Iglesia
Las reuniones tenían que estar en teoría presididas por el
deáno su lugarteniente, y a ellas debían asistir los canónigos
junto con el notario de la Iglesia de Cuenca, siendo también
127
frecuente la presencia de diversos testigos No obstante, las .
t26Así lo estableció el obispo Lope de Barrientos, bajo pena de censuras, en un mandato del 19 de julio
de 1458. AGC, sa. caj. 5, leg. 21, n2 295.
t2kono testigos de los negocios capitulares y episcopales figuran frecuentemente en la documentación
racioneros y mediorracioneros, que también actuaban muy a menido como secretarios o notarios públicos
encargados de ratificar y validar los documentos,
128AHPC Pergaminos, 12-A.
263
defendiendo su derecho a elegir al prelado de la diócesis,
aspiración que nunca se vería cumplida dabido a las intervencio-
nes pontificias y regias. También se estableció que para todo lo
referente a la administración de la mesa capitular sólo tendrían
voz y voto las dignidades, canónigos, racioneros y mediorracione-
ros que estuviesen constituidos en órdenes sacras, excepto cuando
tuviesen lugar los arrendamientos de rentas del cabildo,
situación en la cual todos tendrían voz129. Estas mismas medidas
serán reiteradas en 1460130.
En ocasiones da la impresión de que se tendía a desestimar
la opinión de los racioneros y compañeros, y una prueba de ello
es la solicitud que eJ. 11 de enero de L464 hicieron éstos para
que se cumpliese el estatuto según el cual ellos también tenían
derecho a estar presentes en ciertos actos del cabildo y ser
llamados para ello previamente131
En definitiva, la institución capitular siempre defendería
su derecho para ejercer una potestad, que fue mayor o menor según
los momentos, sobre diversas parcelas de la realidad eclesiásti-
ca. Ello, unido a la potencia económica que pronto adquirió;
provocaría la temprana inserción del cabildo catedralicio en un
complejo juego de relaciones de poder de diversa índole, cuestión
ésta que será objeto de estudio más adelante.
264
propios capitulares. Veamos a continuación cuáles eran estos
servidores y oficiales del cabildo.
A) Los capellanes
conserva un documento sin la fecha, pero que por sus caracteristicas paleográficas y diplomáticas
pertenece sin duda al siglo Xlii, a través del cual don Simón, can~nigo de Cuenca y capellán de la capilla de
Santa Maria, hace donación a la catedral de todas las propiedades que tiene en Moborte. ACO, caj. 13, nP 241.
el testamento del maestro Juan de Trajecto, chan:re de Cuenca, otorgado en 1352, se deja
encargado que los capellanes de San Ildefonso y los de Corpore Christi acudan a su entierro. También se mandan
24 nrs. a los <<veynte e quatro conpanneros que somos en el cabiLdo de Corpore Cbriste que solien faser la
fiesta en casa de Asensio Peres», para que digan su oficio y al día siguiente diga cada uno su misa y rueguen
a Dios por su alma. AHM, Mier., rollo 14221,
265
siglo XIV. Algunos de estos capellanes eran criados o familiares
de los canónigos y dignidades, y al frente de todos ellos había
134
un abad y un prior
Es a partir del pontificado del obispo don Juan Cabeza de
Vaca cuando nos encontramos con una legislación más detallada
sobre este colectivo clerical y las capallanías de la catedral.
El 23 de mayo de 1404 el obispo don Juan y el cabildo catedrali-
cio se reunieron y comentaron cómo en la catedral había gran
número de capellanías que antiguamente fueron instituidas por
reyes, cardenales, arzobispos, obispos, y otras personas, tanto
eclesiásticas como seglares, que habían dejado para su manteni-
miento ciertas posesiones que al presentE se encontraban perdidas
y disipadas, de forma que ya no era posible cantar todas las
dichas capellanías, por lo que resultaba necesario reducir su
número para que con las posesiones y bienes conservados se
pudiesen mantener los capellanes que se hiciesen cargo de ellas.
De este modo, don Juan ordenó que todas las capellanías
hasta ese momento instituidas en la catedral fuesen reducidas a
diez capellanías perpetuas. Se determina que en adelante la
colación de estas diez capellanías, que correrá a cargo del
cabildo, se realice a modo de beneficio simple, anejándolas a
diez canonjías extravagantes, de formaL que la canonjía con la
capellania fuese todo un beneficio perpetuo bajo un mismo título.
Los diez capellanes encargados de estas capellanías se nombrarían
de los que hasta entonces habían venido sirviendo en la catedral,
que no eran otros que los que se agrupaban en el cabildo de
Corpore Christi y San Ildefonso. A continuación se hizo colación
de estas capellanías a favor de diez capellanes, siendo necesario
en la mayoría de los casos zuntar varias de las capellanías
antiguas en una sola. De este modo, cuando cada capellán cantase
la capellanía asignada habría de recordar en el rezo a varios
personajes a la vez -obispos, canónigos, reyes, nobles, etc-, los
cuales se indican pormenorizadamente en el documento.
1435 aparece un tal Andrés López cono <<capellan en la eglesia de Cuenca, prior de los capellanes
de Sant Alefonso e Corpore Christi». ACC, Libros de Fábrica, ¡¡.10, f. 3r. Y en el mismo año tenemos a un tal
Luis Sánchez como <<abad del cabillo de Corpore Christi e Sant Ylefonso de la 9ibdat de Cuenca». Ibid., E.
17r
266
En adelante las nuevas capellanías se cantarían en los
altares del Alba, Santa Agueda, capilLa de Corpore Christi,
capilla de San Blas, capilla de Caballeros (de la familia
Albornoz) —en esta capilla se establecieron cuatro capellanías-,
capilla de Santa María Magdalena y capilla de San Juan. Los
capellanes que estuviesen a su cargo :20 podrían tener otras
capellanías ni en la ciudad de Cuenca ni en otra parte, ni
tampoco podrían agruparse en cabildo cori los capellanes de las
parroquias de la ciudad, teniendo tambiÉn obligación de asistir
al rezo de las horas en la catedral 135
En cuanto al salario a cobrar por estos capellanes, don Juan
Cabeza de Vaca estableció que fuese de BCO mrs. anuales para cada
uno, que se pagarán de las rentas de l¿Ls posesiones que fueron
dejadas para el mantenimiento de dichas capellanías. Estos 800
mrs. se cobrarían del siguiente modo: a los que sirvan a prima,
tercia, misa, sexta, vísperas y completas se les pagaría por cada
hora a cada uno un maravedí; los maravedi.s correspondientes a los
que falten a las horas serían sumados a la paga de los otros
capellanes que sí asistiesen. En case de que algún capellán
faltase a decir la misa en su capellania, el deán se la hará
cantar a otro. Como privilegio especial se les otorga que un día
a la semana, el que ellos quieran, puedan dejar de celebrar sin
tenérseles en cuenta la falta. Por últirao se determina que estas
136
capellanías no las puedan tener los racioneros ni compañeros
Los capellanes de San Ildefonso, a los que sobre todo desde
la segunda mitad del siglo XV se les conocería también como
capellanes del coro o del número, se distribuían entre el coro
del deán y el coro del obispo en igual número y, como se ha
señalado, debían asistir al rezo de las horas, excepto cuando les
tocaba decir la misa en su capellanía correspondiente a la hora
previamente determinada. No podían salir del coro sin licencia
del deán, ni tampoco ausentarse de la ciudad ningún día sin
previo permiso. Si se ausentaban sin l:.cencia por espacio de 15
días perdían su capellania, e igual sucedía si permanecían
267
durante más de 30 días sin celebrar la misa en su capellanía,
excepto en caso de enfermedad y otro tipo de impedimento
legitimo, situación en la cual tenían derecho a seguir cobrando
su salario137
La provisión de estas capellanías, que, como se ha dicho,
corría a cargo del cabildo catedralicio, y que solía recaer en
sus criados y familiares, se realizaba mediante la aposición de
un birrete en la cabeza al nuevo cajellán, asignándosele a
continuación un asiento en el coro. De asta tarea se encargaban
uno o varios canónigos. A continuación el nuevo capellán debía
hacer un juramento de estar siempre al. servicio del obispo y
cabildo, so pena de ser privado de su capellanía. Es probable que
el resto de capellanes de la catetral también estuviesen
obligados a realizar este juramento138. En algunas épocas no
faltarían tampoco los casos de intromisión del obispo en la
provisión de estas capellanías, lo cual provocaría las inmediatas
protestas del cabildo139.
En 1448 Fray Lope de Barrientos aprobaría las diez capella-
nías establecidas en época de don Juan Cabeza de Vaca, agregándo-
les otras dos que habían sido instituidas después de 1404: una
más en la capilla de los Albornoz, instituida por doña María de
Albornoz, y otra en la capilla de Santa Catalina, instituida por
Pedro Arias Bahamonde, obispo de Mondoñedo. Cada capellán sólo
140
podrá decir una misa en su altar
Un aspecto importante era la correcta conservación de las
posesiones sobre las cuales estaban situadas las rentas tanto de
estas capellanías como de otras que había en la catedral. Por
‘39Asi sucederia, por ejemplo, en época del obispo don Diego Ramírez de Villaescusa, ya en el siglo
XVI. EN, Ms. 13035, f. 123r.
140«Mandamos e ordenamos que los dichos dose capellanes digan misas en los altares infrascriptos.
La primera misa en Santa Maria del Alva, et la segunda misa del Alva en Santa Agueda, et las otras misas que
se digan sugesivamente una en pos de otra en los altares de Corpore Christi e la capilla de los Cavalleros
segund se contiene en la dicha ordenagion, e de San Blas e de San Juan e de Santa Cathalina, en tal manera que
acabandose una misa la otra se comienge, porque los fieles christianos que vinieren a esta dicha eglesia
sienpre fallen misa que oyan>> ACC, AC-1448, fi 31.
268
ello periódicamente el cabildo encomendaba a uno o varios
canónigos la visita de estas posesiones, así como de las capillas
de la catedral, con el objeto de que emitiesen un informe sobre
su estado material, conservación de los ornamentos, etc. También
se había de comprobar si todos los capelLanes cumplían fielmente
con sus obligaciones 141
Los capellanes de San Ildefonso, er. definitiva, fueron sin
duda la corporación de servidores del cabildo más importante que
hubo en la catedral conquense. La extracción social de estos
clérigos, muchos de ellos criados de los canónigos, solía ser más
bien baja, al igual que su salario, en nada comparable al que
percibían los altos cargos capitulares. Esta precariedad de su
situación fue sin duda el factor que les llevó desde muy pronto
a agruparse en un cabildo en defensa de sus intereses.
16 de mayo de 1487 el cabildo catedralicio emitió un •~dicto obligando a los capellanes de Corpus
Christi y San ildefonso, y demás capellanes de la catedral, tanto irdinarios como extraordinarios, a cumplir
con sus obligaciones de residencia y servir correctamente sus capellanias, so pena de ser privadas de ellas.
El motivo del edicto radicaba en que muchos capellanes estaban au~¡entes y sus capellanías abandonadas. ACC,
Pleitos, 1/20.
AC-1421, f. 120v
269
Albornoz, el capellán, cuya presentación correspondía a los
patronos de la capellanía, tenía un sueldo anual de 1500 mrs’43.
Además, la documentación también distingue entre capellanes
ordinarios y otros extraordinarios, retiriéndose en este último
caso a los que sólo desempeñaban temporalmente el cargo en la
catedral, en general sustituyendo por plazos breves de tiempo a
los capellanes perpetuos.
A veces, para el caso de algunas capellanías instituidas por
personajes de relieve social, existía una normativa muy detallada
sobre el. nodo como habría de mantenerse la capellanía. Un ejemplo
claro al respecto lo constituyen los esi:atutuos de la capilla de
San Miguel otorgados por su patrón don Luis de Fuentencalada,
sobrino de quien fundara y dotara la capilla en 1476, el chantre
don Nuño Álvarez Osorio. En ellos se establece que en adelante
el patrón elija dos capellanes perpetuos para la capilla, que
habrán de ser confirmados en su cargo por el prelado. Dichos
capellanes no podrán poseer ningún beneficio curado ni vivir en
concubinato público. .Cada capellán dirá ~na misa diaria personal-
mente la semana que le corresponda, y di:ha misa habrá de decirse
a la vez que la misa del Alba de la catedral, excepto en las
fiestas solemnes y los Domingos, en que se dirá mientras se dice
la misa mayor. A continuación se especifica detalladamente el
modo como habrán de decirse las misas cotidianas y las misas de
las fiestas principales.
También se manda que los capellanes tengan siempre limpia
la capilla y sus ornamentos. Los frutos que rindan las casas y
heredades anejas a la capilla se los repartirán por mitades.
Todos los años el cabildo designará a un canónigo para que visite
dicha capilla y examine su estado material, así como el de los
bienes raíces anejos a la misma, y los capellanes pagarán
anualmente a dicho visitador 200 mrs. o dos pares de perdices por
su trabajo.
Entre los bienes y ornamentos que .aabía en la capilla cabe
destacar los siguientes: cruces, candileros, cálices, varios
frontales, diversas vestiduras litúrgicas, un brasero, campani-
270
lías, sábanas, un manual toledano para. decir misas, un misal
romano viejo, otras libros litúrgicos, un arca y diversas
escrituras relacionadas con los bienes y posesiones raíces de la
capilla’44.
271
sobre la anexión que en 1404 hicieron el obispo don Juan Cabeza
de Vaca y el cabildo de diez canonjías extravagantes a diez
capellanías perpetuas de la catedral.
Estos canónigos no siempre tenían obligación de ser
presbíteros, pero no podían casarse 148. En cuanto a la colación
de las canonjías extravagantes, corría a cargo sobre todo del
cabildo catedralicio -son raras las colaciones episcopales-, se
realizaba mediante aposición del birrete, y frecuentemente se
otorgaba a favor de criados o familiares del obispo y dignidades,
para así facilitar su sustento149.
14881 8 de mayo de 1613 se hizo colación a favor de un clérigo de la diócesis de Cuenca de una canonjía
extravagante que batía quedado vacante en la catedral al contraer ~atrinoniosu anterior titular. ACC, AC—lt,13,
f. 12v.
14981 6 de marzo de 1417 Juan Alfonso de Oña, canónigo de Cuenca y vicario general en nombre del obispo
don Diego de Anaya, hizo colación de una canonjía extravagante en la catedral a favor de Juan de Pareja, criado
del canónigo conquense Ruy Bernal, con~ el derecho a percibir los fruhs anejos a dicha canonjía. ACC, AC-1417,
E, 155v. También en 1417 contamos con algún caso de colaciones realzadas conjuntamente por el vicario del
obispo y el deán de la catedral, Guillén Barral. ACC, AC-1417, E, llBr. Con todo, las colaciones realizadas
por el cabildo catedralicio siempre fueron las más frecuentes. Alguno~; ejemplos de canónigos extravagantes que
pueden citarse, ya de fines del siglo XV, son los siguientes: Juan de Requena (14873, Juan de la Torre (14871,
Juan de Molina (1487), Tomás de Mariana (1487), Francisco de Salmerón (1493), Alfonso de Valdecabras (1493),
Juan de Calahorra (1494), Juan de Olivar (1494), Juan Martínez (1496), Rodrigo de Tévar (1499).
50ACC, siglo XIV, nP 64,
272
desempeño de este oficio la cantidad de 3000 mrs. anuales, que
se le entregarían por tercios, según la costumbre entonces
vigente. Dicho Juan Sánchez era también capellán y canónigo
extravagante, pero el cabildo le autoriza a seguir manteniendo
estos otros cargos con sus correspondientes sueldos, incluso en
el caso de que faltase a sus obligaciones como capellán, dado que
ante todo debería cumplir con sus funciones como sochantre,
poniendo un sustituto en caso de au.sentarse151. En 1496 el
salario anual del sochantre no había variado, pues seguía siendo
de 3000 mrs152
273
* Sacristán. La primera referencia conservada sobre este
oficio data de una época muy temprana, pues se conserva un
documento del 30 de enero de 1196 a través del cual un personaje
al que se denomina como Bonus Horno, sacristán de la Iglesia de
Cuenca, hace donación al refectorio de los canónigos de una viña
de nueve aranzadas más allá del. Júcar, •~i un huerto «in reali»
con sus casas y palomares, fundando tres aniversarios155.
En un acuerdo capitular del 2 de abril de 1417 se establece
que el tesorero se encargue de nombrar al sacristán para que se
haga cargo de la sacristía «tal como cumpla a servigio de Dios
y estado de la yglesia, para que administre los ornamentos e
capas asi al altar como al coro, segunt que es uso e costumbre,
e que el thesorero le pague su salarzo segunt que con el se
conviniere». También se manda que el sacristán tenga todas las
llaves de la catedral y torres, encargándose de abrir y cerrar
las puertas. Asimismo, deberá limpiar las sillas del coro y
asientos de la sala capitular, así como quemar la ceniza para el
miércoles y «dar ramos para el dia cte ramos, e aguamaniles,
tovaiones limpios e onestos para el lavar de los pies de los
156
pobres» En el siglo XV también existía
. un sacristán del
157
Alba, cuyo salario anual en 1485 era de 700 mrs
274
portero, junto con el pertiguero, también se encargaba de citar
a las partes y testigos a juicio por mandato del obispo o de las
partes en litigio, y en 1446 cobraba pox cada persona que citase
un maravedí 159. En 1492 su salario era de 1000 mrs. anuales160,
y en general su nombramiento corría a cargo del cabildo161.
veces algún provisor de la diócesis trató de entrometerse en el nombramiento del portero. Así,
por ejemplo, el 27 de septiembre de 1497 el cabildo catedralicio expresaría su opinión en contra de un
nombramiento de portero de la catedral y de la Audiencia episcopal hecho por don Pedro de Costa, provisor del
cardenal de San Jorge. ACC, s.s.
275
realización de otras pequeñas tareas en la catedral por las que
se le pagaban pequeñas cantidades.
El toque de las campanas de la catedral estaba sujeto a una
normativa muy concreta que se encontraba en estrecha relación con
el desarrollo del culto catedralicio165 Para tañer fuera de los
casos ordinarios el campanero debía obtener licencia del deán,
y al tañer por muerte u honras fúnebres no debía, en teoría,
aceptar nada de dinero de los familiares del difunto’66. Ocasio-
nalmente, el campanero también realizaba pequeñas tareas en la
catedral, tales como barrer el claustro, transportar material o
reparar algunas cosas, y a cambio de ello recibía unos pocos
maravedís como compensación económica. A veces la mujer del
campanero también aparece realizando pequeñas tareas de limpieza
en la catedral, por lo que se le pagaba igualmente una pequeña
cantidad. Por ejemplo, el 26 de octubre de 1408 se pagaron 25
mrs. a Martín Ferrández, campanero, qie con su mujer e hijos
había limpiado y barrido la capilla de Corpore Christi, el corral
y el claustro de la catedral161.
276
salario anual de 10.000 mrs168. En cambio el 30 de marzo de 1495
el cabildo contrataría como cantor al franizés Juan de Forteville,
para que desempeñase dicho oficio en la catedral y también
enseñase a cantar a los beneficiados que quisieran aprender a
ello; se le hizo un contrato por un año, que comenzaría el
próximo 1 de abril de 1495, otorgándosele para dicho año el
elevado salario de 24.000 mrs. y seis cahíces de trigo mayores.
De la mesa capitular se le entregarían 8000 mrs., de la obra
otros 8000, y otros tantos de los vestuarios, mientras que los
seis cahíces de trigo se le entregarían del Arca de la Limos-
na169. Poco después, sin embargo, el 17 de mayo de 1499, el
cabildo contrataría como cantor por el tiempo de un año a
Francisco Tostado, criado del chantre, ascendiendo en esta
ocasión su salario anual a tan sólo 4000 mrs., que se le
entregarían a cambio de que cantase y enseñase a cantar a los
170
niños
AC-1499, f. 62v.
277
174
construyesen unos órganos nuevos en honor de Santa Maria , y
en noviembre de 1496 el provisor Pedro de Costa entregaría otros
nuevos órganos que había hecho Cristóbal Cortejo, organista, para
que se colocasen en la tribuna donde se leía la epístola 115
También a fines del XV la documentación ]lace ya distinción entre
órganos mayores y medianos, y en 1498 se menciona al entonador
de los órganos, que tenía un salaric anual de 1000 mrs’76,
mientras que en 1485 el marcador de los órganos cobraba 400
mrs’77.
178Una relación de las reliquias que babia en la catedral conquense puede verse en José Trenclis Odena,
<<81 Necrologio-Obituario. . .», p. 316.
AC-1498, E. 43r.
278
* Candelera. Se encargaba de reponer, encender y apagar las
candelas de la catedral, por lo cual. recibía una pequeña
remuneración del cabildo, que era quien la nombraba. Así, por
ejemplo, el 14 de enero de 1461 el cabildo encomendé el oficio
de la candelería y nombré como candelera a una mujer apodada tía
giosa”182
183Algunos musulmanes aparecen frecuentemente como herrerot. Así, por ejemplo, maese Mahomat el Viejo,
herrero, y su hijo figuran constantemente en los libros de fábric~ de los años 1405 y 1406 trabajando en la
obra de la capilla de la Pila. El 29 de agosto de este último año recibieron 3050 mrs. por los jornales hasta
entonces cumplidos. ACO, Libros de Fábrica, año 1406, E. 32v, Otro ejemplo seria el de M, Abrahem, moro
herrero, que en 1397 recibió 25 mrs. por adobar el martillo de una :ampana vieja que se babia quebrado tañendo
a visperas. ACC, Libros de Fábrica, año 1397, E. 12v.
184ACC Libros de Fábrica, año 1396, E. Sr.
279
fiesta de Pentecostés 188 Son sólo algunos ejemplos de entre los
.
280
pitanzas correspondientes. Las pitanzas, hecha la tabla por el
pitancero, se pagaban diariamente. Al final de cada mes, u ocho
días después, el mayordomo debía pagar las misas que hubiesen
190
dicho los capellanes
Pero aparte del mayordomo principal del cabildo, sobre el
que se acaba de hablar, también hubo, aL menos durante el siglo
XV, otros mayordomos encargados de la administración de grupos
de rentas más específicos. Tal era el caso, por ejemplo, del
mayordomo de Uclés, el de Alarcón, o el mayordomo de los molinos
y heredades de Olivares. En 1487 este último recibía 2000 mrs.
anuales de salario’91.
190ACC, AC-1497, f. llOr—v )7-IV—1497: estatuto capitular sobre las obligaciones del mayordomo del
cabildo).
191ACC, AC—1486, E. 83v.
281
serlo para pasar años más tarde a ostentar de nuevo el cargo.
Muchas veces se le nombraba en reuniones conjuntas del cabildo
y obispo, no faltando tampoco los casos en que el nombramiento
se realizaba de forma independiente por el cabildo. En el momento
de recibir su cargo, el obrero debía jurar cumplir fielmente con
sus obligaciones.
Su función principal era de tipo ecDnémico, encargándose de
redactar los libros de fábrica, de los que para la Edad Media
sólo se conservan fragmentos sueltos dc algunos años, ya desde
fines del siglo XIV. En ellos el canónigo obrero apuntaba los
gastos hechos en compras de material paza realizar reparaciones
en la catedral -madera, clavos, cuerdas, yeso, tejas, llaves
cerraduras, etc-, así como la cantidad de maravedís con que se
pagaban los servicios de artesanos, pintores, carpinteros,
canteros, peones u otras personas que realizaban tareas al
servicio del cabildo. Al hacer las cuentas de fábrica, además del
obrero, generalmente también intervenían otros dos canónigos. En
ellas se indica la fecha en que se efectúa cada pago, cuya
cantidad estaba en función de la tarea realizada193.
193Aqui no se entrará a analizar todas estas cuentas de fábrica, dado que ésta es una tarea que realiza
Geas Palomo Fernández en su Tesis Doctoral sobre la arquitectura y fábrica medievales de la catedral conquense.
Por otro lado, algunos datos extraídos de estas cuentas ya han silo expuestos en páginas anteriores.
282
canónigo, en 1465; el prior de Belmonte, en 1466-1467; Fernando
Carrillo, en 1468-1469; Rodrigo de Anaya, canónigo, en 1470; Luis
García de Alcocer, racionero, en 1471; el doctor de Ervyas, en
1472; Pedro Ruiz de Montealegre, canónigo, en 1473-1474; Pedro
de San Felices, de 1475 a 1481; Luis de Fuentes, en 1482; Martín
Fernández del Peso, canónigo, en 1483: Diego Muñoz, en 1484-
1485194
‘95Así, por ejemplo, el 11 de agosto de 1486 el cabildo isígnó como salario a Alfonso de Olarte,
carpintero, por sus servicios como visitador de los bienes de la meEa capitular y limosna <<por cada hun anno
de aqui adelante hun cafiz de trigo menor e quinientos maravedis, e mas, que si fuere fuera de la gibdad que
le paguen por cada día su jornal>>. ACO, AC-1486, f. 65v.
196A00, AC—1498, E. 29r.
283
ría, en los que debía apuntar qué beneficiados asistían a coro
y cuáles no. Asimismo, tenía obligación de conocer cuáles eran
los motivos justificados de ausencia que. daban derecho a percibir
197
la pitanza correspondiente En 1485 su salario anual era de
.
197ACC, AC—1497, fE. 96r-97v (25—1-1497: estatuto capituhr sobre las obligaciones del pitancero).
14 de abril de 1485 el cabildo catedralicio asignó a Juan de Huete, capellán, los oficios de
semanero, maestro de los mozos y pitancero de la maitinada ordina la. Su sueldo anual sólo por este óltimo
cargo seria de 4000 mrs. estando obligado a acudir cada noche a maitines para controlar las asistencias. Oicbo
,
sueldo se le pagaría de las rentas anejas a la maitinada, repartiéndose el resto entre los asistentes a
maitines. ACC, AC—1485, Ef. 2v—3r.
200ACC AC-1485, E. Br.
201Así por ejemplo, el 26 de noviembre de 1449 el cabilÉo nombró oficiales para el año siguiente.
Como contadores de las pitanzas del coro del obispo se nombró a Ruy Gómez de Anaya, arcediano de Alarcón, a
Nicolás Martínez de la Campana, canónigo, y a Francisco Martínez de Baeza, racionero, y como contadores de las
pitanzas del coro del deán se nombró a Alvaro de Jaraba, maestrescuQla, al canónigo Francisco López de Sacedón
y a otro canónigo mas. En cuanto a los contadores de los vestuarioE del coro del obispo, se nombró al chantre
Nuño Élvarez de Fuentencalada y de nuevo al canónigo Nicolás Mirtinez de la Campana, mientras que como
contadores de los vestuarios del coro del deán se designó al maestrescuela Kívaro de Jaraba y al canónigo
Sancho Ruiz. ACC, AC-1449, E. 105r-v.
284
año en que ejerciese la procuración202. En 1499 su salario era
ya de 3000 mrs203. Generalmente su nontramiento se realizaba
cada año. En ocasiones la documentación también hace mención de
un procurador específico para los asuntos concernientes al Arca
de la Limosna.
203ACC, AC-1498, f. 43r. A modo comparativo, resulta interasante señalar que en 1473 el salario anual
del procurador del cabildo catedralicio de Burgos era de 2000 mrs. , y entre 1414 y 14/8 se situaba ya en 3000
mrs. anuales. Angus Mackay, Money, prices and politics..., p. 158.
204AC0 AC—1485, E. 3v.
AC-1486, f. 84v. En otras diócesis, en cambio, el sueldo del abogado del cabildo era mayor,
tal y como sucedía, por ejemplo, en Burgos, donde en 1478 su saLario anual era de 3000 nrs. Angus Mackay,
Money, prices aud política..., p. 153.
206AGC, siglo XIV, nQ 42
.40-1458, E. 98r.
285
de la Cámara,
estableciéndose que para el año siguiente su
salario fuese de 3000 mrs208.
AC.1489, E. 7v.
AC.1485, E. 3kv.
286
los privilegios económicos de que gozaban eran muchos, y de ello
se hablará algunas páginas más adelante.
En cuanto al nivel económico de los capitulares, ya desde
fines del siglo XII contamos con ejemplos que revelan una
importante posición en este sentido. Así, por ejemplo, sólo a lo
largo del año 1194 el canónigo conquense don Gil realizaría un
total de 7 compras mediante las cuales obtuvo 11 tablas de
carnicería en Cuenca a un precio global de 454 mrs212. Y en 1196
este mismo personaje donaría al cabildo catedralicio una casa,
seis tiendas y nueve de las tablas de carnicería que había
comprado poco antes213.
Situados ya en el siglo XIV, otro ejemplo relevante de
poderío económico personal lo tendríamos en el arcediano de
Cuenca Alfonso Martínez, que entre 1314 y 1325 realizó no menos
214
de 21 compras por un valor global de cerca de 15.000 mrs.
consiguiendo reuni,r así un importante pal:rimonio rural sobre todo
en Arcos de la Cantera, Chillarón y Valdeganga, y que estaba
formado por hazas, heredades, viñas, casas, cubas, bueyes y
molinos.
Para el siglo XV podrían citarse las compras de tierras en
Cólliga y Colliguilla que en 1435 real:Lzó Juan Alfonso de Oña,
abad de Santiago, por un valor totaJ. de 6600 mrs. 215 la
o
compra que en 1458 hizo el arcediano de Cuenca, Juan Carrillo,
de unas casas con huerta en Cuenca, en la calle de San Vicente,
al precio de 15.000 mrs. 216
No obstante, resulta mucho más significativo el caso de Juan
del Pozo. Este poderoso personaje, ya en enero de 1491, siendo
2t2Santiago Aguadé Nieto y M~ Dolores Cabañas González, «La comercialización de la carne en Cuenca>>,
p. 490.
216Sanz, nP 729.
287
racionero del cabildo catedralicio, aparece tomando a censo de
éste último unas casas en la calle de San Juan217, y en los años
siguientes seguirá con esta misma actividad de censatario e irá
comprando también numerosas casas en Cuenca. Así, en 1503 su
fortuna ya había llegado a ser lo suficientemente importante como
para que el 12 de abril de dicho año el cabildo le entregase una
capilla en el trascoro de la catedral a cambio del pago de 30.000
mrs. para la fábrica, obligándose adeniás a hacer construir en
dicha capilla un buen retablo y a dotarla adecuadamente218. En
219
1512 compró unas casas en la Pellejería y en 1517 aún ,
AC-1491, E. 85r.
2203anz, oQ 877.
221Juan del Pozo fue el fundador del convento de San Pablo de ~uenca,
donde se encontraba su sepultura,
situada en medio del crucero de la iglesia conventual, Antonio Poaz, viajero de la segunda mitad del siglo
XVIII que visitó el convento, nos la describe detalladamente: <<En medio del crucero está cubierta con un
tablado la sepultura del fundador Juan del Pozo con su lápida, en que se representa de baxo relieve una figura
del natural echada, con vestido sacerdotal, bonete en la cabeza y las manos cruzadas. La figura está executada
en piedra blanca, con toda inteligencia. En la orIa de la piedra s~ lee alrededor: Aquí está sepultado el
indigno canónigo Juan del Pozo, primero fundador de esta iglesia y mcnasterio. Pide y ruega por reverenda de
nuestro señor Días le supliquéis haya misericordia de su ánima». Antu’nio Ponz, Viaje de España, III, pp. 118-
119. El mismo autor también recoge la atribución al canónigo iuan dl Pozo de la construcción del puente de
San Pablo, situado junto al convento del mismonombre. Ibid., p. 126.
288
criados, sirvientes o mozos222. En cuanto a la distribución de
los capitulares en las diversas collaciones y barrios de la
ciudad, puede señalarse en primer lugar que en Zapatería y San
Miguel su presencia era muy moderada. En San Nicolás durante el
siglo XIV hubo varias residencias a nombre de caseras o criados
de canónigos, y en San Pedro, donde el precio de los inmuebles
era elevado, ya se detecta una más sólida presencia de los
capitulares. En la collación de Santa María, en torno a la
catedral, habitaban lógicamente bastantes miembros del cabildo,
aunque también vivían en ella otros ind:~viduos pertenecientes a
los más diversos planos laborales, tales como olleros, hortela-
nos, carniceros, escribanos, tejedores, etc. Con respecto a las
zonas más altas de San Martín, en las proximidades del mercado
y de la catedral, se puede detectar aLguna casa notable y, a
título de ejemplo, en 1374 sabemos que vivía allí el deán del
cabildo. En las otras zonas de la ciudad la presencia clerical
era ya más escasa, con excepción quizá de la calle de Solera,
junto a San Andrés, donde el elemento ~clesiástico revistió en
algunos momentos cierto relieve 223 Por otro lado, al menos para
.
se deduce de un privilegio de Fernando III, dado il 27 de abril de 1230, por el que concede
a Adán Vélez y ilvaro Pérez y sus descendientes, hijos de Vela, su portero mayor, unas aceñas regias situadas
en Cuenca, en el Júcar y junto al baño de los canónigos: <<a9enias meas que sunt in Conca, in rivo de Xucar
propre balmea canonicoruz», .400, caj. 4, nP 68.
289
La propia solemnidad del culto catedralicio, el rezo de las
horas y sobre todo la celebración en la catedral en determinadas
fechas del año de fiestas y procesiones especiales, en las cuales
los canónigos podían lucir sus ricas vestiduras y manifestar su
posición de supremacía en la jerarquía clerical de la ciudad,
constituían sin duda elementos y situaciones que contribulan a
realzar visualmente el prestigio socia). de los capitulares ante
la presencia del resto de los ciudadanos.
Otro momento en que se manifestaba muy claramente esta
preeminencia social era cuando se producían las exequias y honras
fúnebres de los capitulares. De antemano, el simple hecho de ser
enterrado en el recinto catedralicio ya constituía en cierto modo
un privilegio. Sabemos que durante la Baja Edad Media hubo en la
catedral conquense una nave de los canónigos, situada en el lado
del Evangelio, y otra nave de los racioneros, que se encontraba
en el lado de la Epístola. En cada una de estas naves se
enterraban respectivamente los canónigos y racioneros, aunque
también lo hacían en otras sepulturas situadas en el coro,
claustro y en capillas particulares.
En cuanto a estas últimas pueden citarse varios ejemplos,
tratándose en todos los casos de canónigos de elevada posición
económica, que con estas fundaciones manifestaban también su
posición de supremacía social. Así, La capilla de San Juan
construida en la catedral por el arcediano de Cuenca Alfonso
Martínez en tiempos del obispo don Pascual225; la capilla de
Santa María Magdalena, que se estaba construyendo en 1351 por
mandato del canónigo y futuro maestrescuela Lope Álvarez de Lesa,
para enterramiento suyo y de sus parientes 226 ; la capilla de San
Bartolomé, construida ya entrado el siglo XV por Ruy Gómez de
Anaya, arcediano de Alarcón; la capilla de San Miguel, fundada
por el chantre Nuño Álvarez de Fuentericalada hacia 1475; una
capilla en el claustro para cuya construcción se otorgó licencia
en 1485 al bachiller García de Cañamares, canónigo227; la
290
capilla de Nuestra Señora y de Todos los Santos que a fines del
siglo XV construyó en el trascoro de la catedral el canónigo
Gonzalo González de Cañamares; o la otra capilla en el trascoro
228
que en 1503 entregó el cabildo al canónigo Juan del Pozo ; En
todas estas capillas sus titulares dejaban instituidos y dotados
aniversarios perpetuos, capellanías y misas por su alma y la de
sus parientes. En ocasiones también encontramos a algunos
canónigos o racioneros edificando algún altar en la catedral y
pagándolo de su dinero.
229
El enterramiento podía tener lugai.’ también en el coro
En lo tocante a este punto, el 14 de noviembre de 1.399 el cabildo
determinó que todas las dignidades, canónigos, racioneros y
compañeros, así como sus padres, abuelcs o hermanos, y también
los canónigos extravagantes, no habrían de pagar derecho alguno
por ser enterrados en el coro de la catedral. Pero para el resto
de sus familiares y criados que quisieran ser enterrados allí se
habría de pagar previamente por cada uno un marco de plata al
canónigo obrero para la obra de la catedral230
Cuando fallecía un canónigo, la presencia en su entierro del
resto de los miembros del cabildo, o a?. menos de gran parte de
ellos, solía ser habitual, tratándose de una manifestación
evidente de la solidaridad y concienc:La de grupo que se daba
entre los capitulares. Así se deduce del. testamento del canónigo
Ferrando Yáñez de Escalona (17-XII-1462 , quien deja establecido
que el día de su entierro, que habrá de ser en la catedral, su
cuerpo «sea levado a la dicha yglesia por los sennores susodi-
chos dean e cabildo de la dicha yglesia como a canonigo presbite-
ro, con su progesyon solepne, segund que lo han de costunbre
faser a los otros sennores e canonygos que fallesgen de la
yglesia, e que vengan a la dicha progesyon los clerigos de la
dicha gibdad e capellanes e canonygos extravagantes, como quier
229Aqui el término ‘coro ha de entenderse en un sentido amplio, pues la documentación utiliza esta
denominación para referirse a un dilatado espacio para enterramientos que se encontraba situado aproximadamente
tras el presbiterio y junto al claustro de la catedral.
?lécrologio-Qbituario, f. 69r-v,
291
que segund constitugion los dichos sennores dean e cabildo lo
devian faser syn ningund premyo.. .
292
para que hagan un oficio perpetuo cada ¿LflO por su alma y la de
sus padres; establece que las casas que dejó en Fuentes, aldea
de Cuenca, para cumplir la función de hospital, sigan desempeñan-
do dicha función; a María Martínez, su sirvienta, todos los
bienes que posee en su casa de puertas adentro más varias ovejas,
en señal de gratitud por sus buenos servicios; otras donaciones
de yeguas, ovejas y maravedís a algunos clérigos y laicos
concretos; todos sus libros a sus sobriros Felipe y Pedro, para
que aprendan con ellos; establece que el día de su entierro se
dé a diez pobres de comer234. Esta última cláusula, muy frecuen-
te en otros testamentos de personajes de relieve, es interesante
no sólo por su significación religiosa, sino también por su
simbolismo social, dado que denota la eminente posición del
testador.
Pero sin duda uno de los testamentos más relevantes por la
riqueza de su contenido que han llegado hasta nosotros es el del
chantre Nuño Álvarez de Fuentencalada (o Álvarez Osorio), que fue
otorgado en Cuenca el 7 de agosto de 1476 235• Había sido criado
y acompañante del obispo don Áívaro de Isorna, participando
asimismo en la embajada castellana al Concilio de Basilea entre
1434 y 1436, y doctorándose en Derecho canónico en el Colegio de
España en 1438, desde donde llegaría a Cuenca. Se trataba de un
personaje de enorme relieve en Cuenca, tanto desde el punto de
vista eclesiástico como social, tal y como se deduce de las
numerosas cláusulas de su testamento, cuyo contenido esencial es
el siguiente:
234AHPC, Pergaminos, nP 5.
235ACC, Obras Pías, le;. 287, np. 8. Para el conocimiento de la forma de vida y sobre todo del nivel
cultural del chantre don Nuño Alvarez, taimhién resulta de gran int~rés el contenido de una manda piadosa que
este personaje hizo años antes, el 27 de marzo de 1450, a favor del cabildo catedralicio conquense, y cuyo
texto original se halla recogido en el flecrologio-Obituario, ff. 44v.-45r. Se señalan muchos de los bienes
materiales, ajuar, ropas, tierras y casas que entonces poseía el clantre, y también se indican los libros que
constituian su biblioteca personal, que reflejan una formación juri&ica en la especialidad de flecretos, aunque
también figuran libros sobre otras materias. Un estudio y transcripción del texto de esta manda piadosa fue
publicado por José Trenchs Odena, <<La cultura jurídico-piadosa de?. cabildo conquense (1450-14761>>, en Livre
eL lecture en Espagne eL en France sous 1 ‘ancien Bégine, Nadrid, 1981, pp. 35-45. Este autor señala que se
trata del testamento del chantre, pero en realidad no es sino una simple manda a favor del cabildo, pues el
verdadero testamento fue otorgado en 1476.
293
-Comienza invocando a la Santísima Trinidad.
-Manda ser enterrado sin excesiva pompa en su capilla de San
236
Miguel, en la catedral conquense
-Deja establecido que mientras duren los oficios y misas de
su entierro ardan trece cirios «a honor í=t reverencia de nuestro
sennor Ihesuchristo et de sus dose apostoles» y «se fagan tres
antorchas, cada una de seys lybras, a honor et reverengia de la
Santa Trenydad, et que ardan con los dichos trese girios»..
-Encarga numerosas misas y oficios al cabildo catedralicio,
al cabildo de clérigos beneficiados de Cuenca, a los frailes de
San Francisco y a los de Nuestra Señora de la Merced, a los
capellanes de la catedral y a los canón:~gos extravagantes.
-Manda que se le haga un «anual de pan et vyno et gera
segund que es costunbre, et que lo faga la priora et monjas del
monesterio, a las quales mando porque lo fagan quatro cafiges de
trigo et mill maravedis en dyneros para ~ue conpren vyno et gera
para el dicho anual, et que fagan desir una misa cantada cada dia
en todo el dicho anno que se fisiere el dicho anual, que son
tresientas et sesenta et qinco o seys misas, para las quales les
mando tres mill maravedis, et que paguen ellas el capellan que
dixere la misa del anual cada dia. o> Se refiere a las monjas
.
6 de diciembre de 1475 Sixto IV confirmaría la anex:.ón hecha por el diantre don Nuño Alvarez
de los prestimonios y porciones prestimoniales que poseía en la parroquia de San Esteban de Cuenca a la
capellanía por él fundada en su capilla de San Miguel Arcángel de la catedral. ASVat, Reg. Lat, 763, ff. 165r.
,
294.
-Encarga al cabildo catedralicio que celebren cinco
aniversarios por el cardenal Gil de Albornoz, por su señor don
Álvaro de Isorna, por don Pedro Ariaa~ Bahamonde, obispo de
Mondoñedo, por sus padres y otro por e.. mismo, dejando 10.000
mrs. para que se compre una posesión en que se sitúen los
aniversarios.
-Dona para la maitinada unas casas nuevas en el barrio de
San Pedro, y de lo que rindan se habrán de pagar al cabildo 400
mrs. anuales para que se celebren dos memorias al año en su
capilla de San Miguel.
—Deja una Biblia y otros libros litúrgicos a la Colegiata
de San Bartolomé de Belmonte, y dos breviarios, uno de la regla
toledana y otro de la romana, a su capilla de San Miguel en la
catedral.
-Dona varias heredades y casas para mantenimiento de dos
capellanes que sirvan perpetuamente en su capilla de San Miguel.
Luis de Fuentencalada, su sobrino, será patrono y tendrá derecho
a presentar a dichos capellanes, que no habrán de ser concubina-
rios. Cada capellán dirá una misa diaria, y en dicha labor se
turnarán por semanas.
-Deja 1000 mrs. a los frailes de San Francisco de Cuenca,
para que rueguen por su alma.
-A su criado Juan de Ocaña, por los servicios que le hizo,
deja 20.000 mrs.
-Distribuye más de 130.000 mrs. entre diversos parientes,
conocidos y criados.
—Una vez cumplidas las mandas anteriores, lo que aún sobre
de su patrimonio determina que sea para su sobrino, Luis de
Fuentencalada-
—Establece «que los ninnos que estan por criar que los
críen a mi costa, et que despues que los den a quien mis
testamentarios quisieren».
295
para que reparen su monasterio de la Fueat Santa; establece que
el canónigo Diego de Valera y todos sus criados puedan sepultarse
en su capilla de San Miguel sin pagar derecho alguno. La muerte
del chantre don Nuño Áívarez tuvo lugar pocos días más tarde, el
13 de agosto de dicho año 1476, siendo enterrado, tal y como
había dejado establecido, en su capiLLa de San Miguel237. No
mucho después Luis de Fuentencalada, como patrón de la capilla,
otorgaría unos estatutos para la organización de la misma.
De todo lo dicho hasta ahora es fácil deducir la eminente
posición social ostentada por el diantre don Nuño Álvarez de
Fuentencalada. Así, pues, este testamento debe ser interpretado
no sólo desde el punto de vista de unas ineludibles obligaciones
religiosas, sino también desde la perspectiva de su significación
en cuanto a unos deberes sociales que el prestigio de que gozaba
el chantre en la ciudad de Cuenca le obligaba a cumplir.
296
analizado tan sólo en algunas de sus líneas básicas, dado que un
estudio exhaustivo de todo el patrimonio capitular y su evolución
durante la Edad Media, teniendo en cuenta el enorme volumen
documental conservado, constituiría de or sí materia suficiente
como para poder elaborar un amplio trabajo de investigación
centrado exclusivamente en este tema. Pro obstante, y puesto que
se trata de una cuestión de referencia ineludible, en las páginas
siguientes trataré de ofrecer una visión general lo más clara
posible sobre la formación y evolución del patrimonio del cabildo
catedralicio conquense durante la Edad Media.
El patrimonio capitular estuvo compuesto, ya desde sus
inicios, por un conjunto de bienes y rentas muy diversos, tanto
de tipo rural como urbano, aunque los ingresos rurales siempre
serán los más importantes. El impulso inicial vendrá dado por el
proceso de dotación regia, pero pronto se iniciarán también las
frecuentes donaciones por parte de eclesiásticos y de numerosos
particulares a cambio de misas y aniversarios, que motivarán el
constante incremento de este patrimonio a lo largo de la Edad
Media y siglos posteriores.
Aunque en los momentos iniciales la explotación directa
parece que tuvo algún peso, lo cierto es que pronto se impondría
un sistema indirecto de explotación PO:: el colectivo capitular
que será cada vez más complejo. Las diversas rentas eran
percibidas por el mayordomo o mayordomos encargados de su
administración y distribución entre los beneficiarios de las
mismas segun una compleja normativa y, al menos en teoría, según
el grado de cumplimiento por parte de los capitulares de toda una
serie de obligaciones a las que ya se hizo referencia.
Para los siglos XII? y XIII contamos con un estudio sobre el
patrimonio rural de la Iglesia conquense, realizado por Antonio
Chacón238, cuyas conclusiones básicas serán utilizadas aquí,
añadiendo además algunas apreciaciones personales y ciertos datos
de origen documental con el fin de complementar lo ya señalado
por dicho autor. Asimismo, también resulia de utilidad el trabajo
238Antonio Chacón Gómez-Monedero, <<El patrimonio rural de la Iglesia de Cuenca. Siglos XII—XIII>>,
Cuenca <revista de la Oiputación Provincial de Cuenca3, 30 <ISBfl, op. 51-71.
297
de José Manuel Nieto Soria sobre el equipamiento económico de la
239
diócesis de Cuenca
Para el siglo XIV me basaré fundamentalmente en el análisis
que sobre el patrimonio del cabildo catedralicio conquense, tanto
rural como urbano, durante dicha centuria realiza José María
Sánchez Benito en algunos capítulos de su reciente libro sobre
las tierras de Cuenca y Huete en el siglo X1V240. A las obras
señaladas habría que añadir los trabajos de Santiago Aguadé y M~
Dolores Cabañas sobre la comercialización de la carne en Cuenca
durante la Edad Media241 y el de SarLtiago Aguadé sobre los
molinos hidráulicos en Cuenca durante los siglos XII y X111242,
en los cuales aparecen numerosas referencias a la participación
del cabildo en dichos sectores de la economia.
En cuanto al patrimonio, tanto rural como urbano, del
cabildo durante el siglo XV, que es precisamente la época para
la cual existe un mayor volumen documental, hay que decir que
hasta ahora no ha sido objeto de atención en ningún estudio. Un
factor que probablemente haya contribuido a ello es el caótico
estado de desorganización en que aún hoy se encuentra la
documentación económica de este siglo perteneciente a la sección
Institucional del Archivo Catedralicio conquense, al contrario
de lo que sucede con los documentos de los siglos XII al XIV, que
están bien catalogados.
Pero sin duda la fuente más interesante para el estudio del
patrimonio y rentas del cabildo durante este siglo viene dada por
la larga serie de libros de rentas de la Iglesia de Cuenca que
se conservan igualmente en el Archivo Catedralicio conquense. En
este punto debo señalar que mi desec habría sido extraer un
cierto volumen de información económica de estos libros, pero
239José Manuel Nieto Soria, <<Rl equipamiento económico de una sede episcopal castellana de nueva
creación: Cuenca, 1180—2280», AEM, 12(1982>, 311-340.
240José María Sánchez Benito, Las tierras de Cuenca y ifuete en el siglo XIV. Historia económica,
Universidad de Castilla-La Mancha, 1994.
241Santiago Aguadé Nieto y M~ Dolores Cabañas González, <Comercio y sociedad urbana en la Castilla
medieval. La comercialización de la carne en Cuenca (1177-1500), AEM, 14 (1984>, PP. 487-516.
242Santiago Aguadé Nieto, <<Molino hidráulico y sociedad en Cuenca durante la Edad Media (1177-1300>,
AEM, 12 (1982>, Pp. 241—277.
298
ello me fue absoluta y totalmente imposible debido al cierre
incondicional del Archivo Catedralicio antes de que hubiese
obtenido dicha información. Por otro lado, algunos intentos
posteriores de consultar o microfilmar cualquier documentación
del Archivo tras el cierre del mismo acabaron fracasando.
No obstante, y en la búsqueda desesperada de documentación
que pudiese aportar alguna luz a esta cuestión, tuve la suerte
de poder localizar en el Archivo Histórico Provincial de Cuenca
un documento de extraordinario valor informativo, pues se trata
de un libro que contiene una relación de bienes tanto urbanos
como rurales que el cabildo catedralicio tenía entregados a censo
en el año 1495. A partir de este libro se ha elaborado el extenso
cuadro que figura en los apéndices finales de este trabajo, de
cuyo análisis se han obtenido las conclusiones que serán
expuestas más adelante sobre el patrimonio del cabildo a fines
del siglo XV.
Por último hay que señalar que en este apartado quedará
excluido todo lo referente a las rentas decimales pertenecientes
al cabildo catedralicio, dado que se t::ata de una cuestión que
será objeto de análisis en el quinto capítulo de esta primera
parte, dedicado al estudio del fisco decimal en la diócesis de
Cuenca.
A) Siglos XII-XIZI
299
la mitad de la heredad de Noheda, y el concejo de Alarcón en 1229
la de Villar de Cantos.
Durante este periodo el cabildo tarabién obtendría al menos
17 viñas, situadas sobre todo en las proximidades de Cuenca.
Estas viñas serían donadas fundamentalmente por miembros del
propio colectivo capitular y por particulares, a cambio de
aniversarios, aunque también se registran tres donaciones de
obispos y una regia.
Asimismo, en esta etapa el cabildo obtuvo 11 huertos, casi
todos muy próximos a Cuenca, y sobre tojo en la hoz del Huécar.
Bastantes de estos huertos fueron donados por obispos, y otros
por canónigos y particulares. También hay que hacer mención de
otros bienes que recibiría el cabildo: ctos hocinos en la hoz del
Huécar, cedidos por canónigos; varias zumaqueras que se obtuvie-
ron en Cabeza Molina por donación de un particular; ciertas
posesiones que deja un obispo en Cañete y, finalmente, los bienes
que dejan cinco canónigos en Mohorte, Nariana y Cuenca243.
En cuanto a las donaciones de bLenes raíces hechas por
obispos, su finalidad, en unos casos, Eue el sustento material
de los miembros del cabildo mediante la anexión de rentas al
refectorio y vestuario, mientras que otras veces tuvieron una
significación espiritual al incentivar la asistencia a la hora
más difícil del culto divino: la mait:Lnada. Finalmente, otras
donaciones se dirigieron a honrar la memoria de algún santo, tal
como sucedió con la dotación de la fiesta de Santa Catalina que
244
hizo el obispo don Pedro Lorenzo en 1265
Durante este periodo sólamente se conservan testimonios de
cinco canónigos que hicieron donaciones de bienes rurales al
cabildo, y en todos los casos fue a cambio de capellanías o
aniversarios.
También para esta etapa sólo encontramos dos donaciones
hechas al cabildo catedralicio por concejos. La primera es la
realizada por el concedo de Alarcón el 3.1 de marzo de 1229 de una
243AntOníO Chacón Gó~ez-Monedero,. <<El patriaonio rural d~ la Iglesia de Cuenca, Siglos XII-XIII>>,
pp. 67—68. En este trabajo se recoge una relación cnpleta de los diversos tipos de propiedades rurales que
fueron donadas al cabildo catedralicio durante los siglos XII y X~Ái.
pp. 59—60.
300
heredad en Villar de Cantos. La segunda es la donación del lugar
de Valtablado con todos sus términos que El 23 de febrero de 1231.
hizo el concejo de Cuenca al cabildo245
Respecto a las donaciones de bienes rurales a favor del
cabildo catedralicio hechas por particulares, se conservan un
total de cinco casos, siempre a cambio de aniversarios 246
Mención especial merece la posesión, desde el siglo XIII,
de algunos molinos hidráulicos por parte de la institución
capitular. Dentro de las donaciones recibidas por el obispo y
cabildo catedralicio, ya en tiempos de Alfonso VIII, los molinos
hidráulicos, en su aplicación como molinos harineros, jugaron un
importante papel de cara a la molturacion del grano. Además,
independientemente de la existencia de un contingente importante
de molinos heredados de la época musuLmana, hay un hecho que
resalta con fuerza a través de las fuentes: al mismo tiempo que
tiene lugar el proceso repoblador, y formando parte del mismo,
se desarrolla una intensa actividad constructora de molinos
hidráulicos, tanto en su modalidad de molinos harineros como
traperos. En Cuenca se percibe sobre todo una fuerte concentra-
ción de instalaciones en el corto tramc del Júcar que bordea la
ciudad 247
Durante los siglos XIII y XIII el destinatario más frecuente
de las transmisiones de molinos hidráulicos resultó ser, con
mucho, la Orden de Santiago <13 sobre uvi total de 40 transaccio-
nes documentadas), seguida por la sede episcopal conquense (8
transacciones) y e). cabildo catedralicLo (también 8 transaccio-
nes). Al lado de estas instituciones, los eclesiásticos y laicos
particulares, monasterios, Orden de Calatrava y concejos no
jugaron sino un triste papel (11 transacciones repartidas entre
todos ellos). Ahora bien, el. ritmo de adquisición de los ingenios
hidráulicos fue distinto según los casos. Mientras que en la
Orden de Santiago el proceso ya se inicia en la segunda mitad del.
siglo XII, y se interrumpe bruscamente en torno a 1225, para no
Pp. 62-63.
p. 63.
301
resurgir ya, al parecer, durante el resto del siglo XIII,
ocurriendo algo similar con la sede episcopal, si bien con un
cierto retraso, en cambio el cabildo, cuyo papel en este sector
de la economía comenzó más tarde, fue La entidad que actuó con
mayor regularidad en las adquisiciones: una en el periodo 1201-
1225, tres en el periodo 1226—1250, otras tres entre 1251—1275,
y de nuevo una entre los años l276~l20O248. En definitiva, lo
que sí parece evidente es que estamos ante un claro proceso de
señorialización en la propiedad del molino hidráulico, que será
ejercida en su mayor parte por la Crden de Santiago, sede
episcopal y cabildo catedralicio.
Este régimen de monopolio en que runcionaba el sistema de
explotación de molinos a veces dará lugar a ciertos conflictos
por su control entre las instituciones qie ejercían la propiedad.
Un ejemplo de ello vendía dado por la fuerte oposición de
intereses que en este sentido se produjo entre el cabildo
catedralicio y la Orden de Santiago en época del obispo Gonzalo
Ibáñez249.
Por otro lado es necesario poner de manifiesto que, a medida
que avance el siglo XIII, tanto los santiaguistas como el cabildo
transformarán en batanes algunos de sus molinos harineros, de
forma paralela al desarrollo inicial de la industria textil
conquense ya durante esta centuria, preludio de la importante
expansión textil que se producirá en el siglo XV250. Así, por
ejemplo, en 1275 Domingo Pérez, arcediano de Cuenca, llegaría a
un acuerdo con el cabildo catedralicio para transformar unos
molinos harineros de Villaba en molinos traperos, y en 1290 el
cabildo estaba construyendo en Valdeganga y Olivares unos molinos
que, al menos en parte, debían de ser traperos 251 De este modo, .
248~~ p. 269.
249Panlino Iradiel Murugarren, «Bases econdaicas del hos!ital de Santiago de Cuenca>>, pp. 191-192.
250Pauiino Iradiel Murugarren, Evolución de la industria textil..,, PP. 46-48. Ya a fines del siglo
XIII sabenos de la existencia de bodegas, tinas y cubas junto al linécar, en una zona próxin a la Puerta de
Valencia, que servian sin duda para la tintnra de paños.
302
y sobre todo desde finales del siglo XIII, el cabildo obtendría
también ciertas rentas de la explotaciór. de estos batanes.
En lo que respecta a la posible utilización dada por el
cabildo a sus molinos harineros, aunque carecemos de datos
concretos al respecto, parece probable su empleo para la
transformación en harina de parte de las grandes cantidades de
cereal que el cabildo percibía anualmente en concepto de rentas
eclesiásticas, y en caso de utilización de dichos molinos por
otras personas para moler el grano, circunstancia que en esta
época resulta imposible de asegurar, el :abildo también debió de
percibir algún tipo de renta.
Por último, dejando ya los molinos y pasando a referirnos
a los señoríos episcopales de ámbito rural que se formaron
gracias al proceso de dotación regia, ya se señaló con anteriori-
dad cómo el cabildo también compartió junto al obispo un cierto
grado de pótestad en estos señoríos, puesto que el rey los donó
conjuntamente al obispo y cabildo catedralicio. Aquí no se
repetirá de nuevo el proceso de formación de estos señoríos, dado
que fue objeto de análisis pormenorizado en el apartado dedicado
el estudio de la institución episcopal.
Durante los siglos XII y XIII, sin duda, los bienes rurales
serán predominantes, si bien, tal como más adelante se verá, ya
desde fines del XII se iniciaría también la formación de un
patrimonio urbano que no tardaría en adquirir un relieve
importante.
A la vista de todo lo dicho hasta ahora surge de inmediato
una pregunta: ¿Cómo exploté durante este periodo el cabildo
catedralicio todo este patrimonio rural en constante incremento?.
Sólo contamos para esta etapa con seis documentos que hablan de
explotación indirecta, Estos contratos se llevan a cabo entre el
cabildo y algunos eclesiásticos o laiccs. En unos casos se trata
de arrendamientos vitalicios y en otros de contratos enfitéuti-
cos.
Si exceptuamos un arrendamiento vitalicio de una viña entre
el cabildo y Pedro Gil, a través de cual. éste pagaría 13 mencales
anuales el día de Todos los Santos, y que está datado en 1226,
los otros cinco contratos son más tardíos, situándose concreta-
303
mente entre 1270 y 1282. En este último ¿¡ño el cabildo arrendaría
de por vida al obispo don Gonzalo, junto con unas tiendas en
Cuenca, un huerto en la hoz del Huécar ror 28 mrs. anuales, y en
1280 se había realizado otro arrendamiento vitalicio, de la
heredad de Noheda, a Ferrant López, arcediano de Alarcón, a
cambio del pago anual de 320 mrs. y otras muchas condiciones que
se especifican en el contrato. En cuanto a los arrendamientos
enfitéuticos, los tres ejemplos que se han conservado datan de
1270, y en todos los casos se arrienda t.na viña: el 4 de febrero
a Miguel Pérez, carpintero, «en el pago de la Fuent Sancta»;
el 27 de abril a Yagtie, el pisador, «entre la carretera que va
a Nohales y la que va a Arcos»; y el 10 de agosto a Domingo
Martínez, vecino de Valdemorillo, «en el pago tras la Fuent
Sancta». Esta escasez de contratos que hablen de explotación
indirecta, según Antonio Chacón sería un claro indicio de que la
inmensa mayoría del patrimonio capitular durante este periodo era
explotado directamente por el cabildo252
No obstante, esta opinión debe ser matizada a la luz de toda
una serie de importantes disposiciones que sobre arrendamientos
aparecen recogidas en los estatutos que otorgó San Julián al
cabildo en 1201. En ellos se establece, entre otras cosas, que,
según deseo expreso del cabildo, se puedan arrendar las heredades
y viñas vinculadas a los aniversarios, tanto las que al presente
se tienen como las que se posean en un futuro, con la condición
de que el canónigo que actúe como arrendatario pague al cabildo
el dinero correspondiente al aniversario en la víspera de su
celebración, y que en caso contrario sea obligado a efectuar la
paga doblada. Además todo canónigo estará obligado a tratar
correctamente la heredad de que se haga cargo, que tendrá derecho
252Aotonio Chacón, op. alt., pp. 69-71. En cuanto a los tres contratos enfitéuticos que se han
indicado, las condiciones que se fijan en ellos son nuy parecidas en todos los casos. La cesión se hace a
perpetuidad, pudiéndose transaitir libreniente a los herederos u otras personas, siempre y cuando éstos respeten
las condiciones aceptadas por el primar arrendatario. La renta que se exige es mixta: por un lado se ha de
entregar una cantidad anual en dinero, que se fija en un mencal por aranzada, y por otra parte se pagará una
renta en especie, que será el diezmo del fruto que produzca la viña. ~stepago se habrá de hacer efectivo ocho
días antes de Navidad. Ibid., p. 71.
304
a poseer en usufructo durante toda su vida hasta que muera,
momento en que volvería a posesión del cabildo253.
Estas disposiciones que se establecen en 1201 revisten gran
relieve, y es probable que tras el establecimiento de dichas
normas la actuación de los propios canónigos como arrendatarios
de bienes del cabildo fuese frecuente, aunque no se nos hayan
conservado muchos testimonios documentalas sobre ello. Lo cierto
es que, ya en una fecha muy temprana, San Julián y el cabildo
catedralicio se dieron cuenta de que para la institución
capitular un sistema muy cómodo que podía utilizarse de cara a
explotar sus bienes consistía en el arrendamiento de éstos a los
propios canónigos. En este caso, pues, ya nos encontraríamos ante
un sistema indirecto de explotación y, evidentemente, si el
cabildo estableció normas al respecto no pudo ser por otro motivo
que porque ya entonces estaba comenzando a desarrollarse una
clara tendencia a la explotación indirecta mediante arrendamien-
tos, aunque hay que observar que esta forma indirecta de
explotación no se afianzaría definitivamente hasta el siglo XIV.
Por otro lado, durante el siglo XIII el sistema de arrendamientos
ya se daba también en otros cabildos catedralicios castella-
nos 254
Con todo, también es cierto que durante este periodo inicial
el trabajo de los dependientes del cabildo catedralicio debió de
tener un cierto grado de importancia de cara a la explotación
directa de algunos bienes capitulares de origen rural. La
existencia de un contingente de cierto relieve formado por
hombres que tenían la condición de paniaguados o dependientes del
cabildo la conocemos gracias a un dociLmento del 7 de marzo de
1207 a través del cual, y a instancias <leí obispo San Julián, se
253AGC, caj. 2, n9 30. Un traslado al castellano de estoE estatutos lo recoge Bartolomé Alcázar en
su Vida de San Julián, Pp. 269-213.
Segovia, por ejemplo, ya a mediados del siglo XIII, los bienes tanto urbanos como rurales del
cabildo eran arrendados, dándose sobre todo el arrendamiento ñtalicio. A todas estas operaciones de
arrendamiento podían acudir no sólo los capitulares, sino también los laicos, y debían satisfacer el precio
convenido en los plazos fijados. Miguel Santamaría lancho, <<La organización de la gestión económica del
cabildo catedralicio de Segovia...>>, pp. 514-515. En el cabildo catedralicio cordobés desde la segunda mitad
del siglo XIII el sistema de arrendamientos también comenzaría a ser frecuente. Iluminado Sanz Sancho, La
Iglesia y el obispado de Córdoba..., II, p. 1153.
305
realizó una concordia entre el cabildo catedralicio y el concejo
conquense de cara a regular en qué casos los hombres dependientes
del cabildo debían someterse a la justicia eclesiástica y en
cuáles otros estarían sujetos a la jurisdicción laica. El simple
hecho de que se realice un acuerdo de estas características nos
está indicando que el número de dependientes del cabildo no debía
de ser despreciable. En el documento se utiliza la expresión
«homo canonici» para aludir a este elemento dependiente, que
estaba integrado por yugueros, hortelanos, molineros, pastores
y otros hombres al servicio del cabildo. En cuanto a su condición
jurídica, los dependientes carecían de los derechos propios de
cualquier ciudadano libre, puesto que r.o eran pecheros, aunque
se les ofrecía la posibilidad de abandonar su estado de dependen-
cia para pasar a ser pecheros y convErtirse de este modo en
vecinos de pleno derecho255.
Muchos de estos hombres vivían en las propias casas de los
canónigos, bajo su directa dependenc:.a. En cuanto al papel
concreto que jugaron en la explotación directa de los bienes
capitulares, las referencias que tenemos se reducen prácticamente
al documento antes señalado. Así, los yugueros y hortelanos se
encargarían de labrar la tierra, los molineros de trabajar los
molinos y los pastores de cuidar los rebaños. Pero también cabe
preguntarse si estos hombres trabajaron sólo al servicio de la
institución capitular, explotando directamente sus bienes, o si
además también lo hicieron al servicio ie los canónigos a título
personal, explotando las propiedades privadas que poseyesen, cosa
que parece probable si tenemos en cucnta que el servicio del
culto catedralicio y su propia condición social dentro del
sistema feudal no permitía a los canónigos dedicarse a los
trabajos de la tierra. Además, si se daba el caso de que un
canónigo tomase en arrendamiento una propiedad del cabildo, su
explotación, lógicamente, también cor::ería a cargo del «homo
canonici». Lo cierto es que, si bien en el siglo XIII este
elemento dependiente tuvo cierto relieve, sobre todo para algunos
trabajos de la tierra y explotación de los molinos, en la
255ACC caL 2, nQ 33
306
centuria siguiente pasaría a un plano muy secundario al imponerse
definitivamente el arrendamiento como forma de explotación del
patrimonio capitular.
E) Siglo XIV
256osé Maria Sánchez Benito, Las tierras de Cuenca y Huete ~O el siglo XIV. Historia económica, pp.
136— 131.
307
En cuanto a los donantes, hay que citar a los propios
obispos de Cuenca, canónigos y todo género de particulares. A los
primeros corresponde el 13,89 % de las donaciones realizadas,
repartiéndose las restantes entre canónigos y particulares de un
modo bastante equilibrado: a aquéllos corresponde un 38,89 %, y
a estos últimos un 47,22 %. Casi todos los donantes eran
habitantes de la ciudad de Cuenca, y dentro del grupo de
particulares laicos las mujeres muestran un peso destacado, dado
que representan un 64,7 %.
Atendiento a la condición de los donantes no eclesiásticos,
salta a la vista algún ejemplo especialmente llamativo. Tal es
el caso de la reina Leonor de Aragón, que en 1347 entregaba al
cabildo una heredad en la vega de Fresneda, en la que se incluía
un molino harinero. Avanzado el siglo Fernán Gómez de Albornoz,
comendador de Montalbán, cedería una casa y heredad en Sotoca.
Pero casi veinte años después, en 1394, su sobrina Urraca Gómez,
mujer de Gómez Carrillo, realizaba un cambio, dando por aquella
heredad, que se consideraba insuficiente para el pago de dos
capellanías, la llamada dehesa del Vasallo, situada en las
proximidades de Tragacete, en la Sierra conquense, y que años
atrás había sido comprada por García Álvarez de Albornoz. Así,
con esta donación, el cabildo obtenía un extenso territorio cuya
explotación sería muy rentable en el ámbito de la economía
ganadera de la región. Tiempo antes, el cardenal Gil de Albornoz
y sus dos hermanos Alvar García y Fernán Gómez habían donado
también los molinos de Castelar y una heredad en Chillarón257.
El incremento del patrimonio capitular por medio de compra
fue muchísimo más reducido, concentrándose casi íntegramente en
la primera mitad del siglo. Sólo en una ocasión los vendedores
fueron clérigos, mientras que el resto de las veces se trata de
laicos particulares. Así se adquirieron, por ejemplo, algunos
bienes raíces en Nota de Altarejos. Hay que observar, además, que
en ocasiones algunos eclesiásticos donaron cantidades de dinero
al cabildo con el fin de que éste comprase así algunos bienes.
Pero en general las compras revistieron muy escaso relieve, sobre
308
todo si tenemos en cuenta que las cantidades invertidas fueron
muy pequeñas.
En cuanto a las permutas, cabría citar en primer lugar dos
trueques pactados con García Alvarez de Albornoz. El primero, de
menor relieve, data de 1214, y aportó aL cabildo unas tierras en
Las Zomas, a cambio de sendas casas en Cienca. El segundo resulta
más interesante, pues en virtud del mismo el cabildo cedería unas
heredades con pozos de sal en Valsalotre y Beamud a cambio de
ciertas tierras en Arquillos y su término, no lejos de Cuenca.
En cuanto al resto de las permutas conservadas, casi siempre se
trata de la obtención de huertos y hocinDs en la ciudad, llamados
a ofrecer una mayor rentabilidad o a ser unidos a otras tierras
adyacentes del cabildo, a cambio de casas situadas en las
diferentes collaciones del. casco urbanc 25%
Respecto a la distribución geográfica de la propiedad
capitular durante este siglo, se observa una tendencia a la
polarización en ciertas áreas concretas. Es cierto que encontra-
mos algunas posesiones en La Mancha, La Alcarria y Sierra, a
pesar de lo cual la mayoría de propiedades del cabildo se
concentrarán en la Tierra de Cuenca, y en concreto en estos
sectores geográficos: el cuadrilátero formado por Mohorte, Las
Zomas, Fuentes y Atalaya, al sureste del núcleo urbano; al norte
del mismo, el ámbito delimitado por Villalba de la Sierra, Sotos
y Mariana; al noroeste destaca el área de Villar del Saz de
Navalón, junto con las tierras próximas a la sierra de Bascuñana,
Noheda, Tondos y Arcos de la Cantera. Se trata, pues, de zonas
no muy alejadas del núcleo urbano y en muchos casos cercanas a
cursos fluviales. En algunos de estos lugares, además, el cabildo
ya tenía posesiones el siglo anterior, que ahora se verían
complementadas con otras nuevas adquisiciones. Es de destacar,
asimismo, el esfuerzo del cabildo por afianzar sus propiedades
en determinados ámbitos, entre los que cabría destacar Nota de
309
Altarejos, al mediar el siglo, Escamilla. a comienzos del mismo,
o Villar del Saz de Navalón entre 1318 1321259. ~‘
310
capitulares que actuaban como arrendatarios debían conservar
adecuadamente la propiedad a su cargo, que retornaría al cabildo
una vez fallecido el beneficiado, con el fin de evitar los
problemas que pudieran darse con sus herederos.
Pero también se produjo con frecuencia el arrendamiento de
propiedades a laicos de diversa condición, circunstancia que ya
se había dado en ocasiones durante la centuria anterior, pero que
ahora se convertirá en más habitual.
Según las cuentas catedralicias de 1338, ya en ese año el
cabildo tenía arrendados a particulares numerosos viñedos en los
diferentes pagos del entorno urbano de Cuenca, y en menor medida
algunas hazas y huertos al lado de la urbe. Es probable que la
búsqueda de esta fórmula contractual para explotar las viñas
pretendiese impedir que cayesen en Ja improductividad. Sin
embargo, desde los años cuarenta de la centuria cada vez será más
frecuente el arrendamiento de huertos ir hocinos en las hoces y
áreas regables de los alrededores de la ciudad. En estos casos
los arrendatarios fueron casi siempre habitantes de Cuenca.
Algunos de ellos eran clérigos de diversa condición, desde
canónigos hasta simples curas o capellanes, aunque en la mayoría
de los casos se trata de ciudadanos laicos diversos, muchos de
ellos simples artesanos261.
En cuanto a la fórmula del contrato, hay que destacar el
predominio casi absoluto del censo perpetuo, sin apenas excepcio-
nes en el curso del siglo, realizándose los pagos casi siempre
262
en moneda y muy raras veces en especie . En este sentido, y a
modo comparativo, resulta interesante señalar que durante la
segunda mitad del siglo XIV el pago de la renta de los contratos
de arrendamiento del cabildo catedralicio toledano también se
estipuló sobre todo en dinero, tanto ?ara bienes rurales como
263
urbanos, siendo muy pocos los pagos en especie
26l~~ Maria Sánchez Benito, Las tierras de Cuenca y Hu~te en el siglo XIV.. ,pp. 157-158.
pisA.
26¾icardo Izquierdo Benito, El patrimonio del cabildo de la catedral de Toledo en el siglo XIV, pp.
268—269.
311
En ocasiones, para acensuar algunas propiedades se precisaba
de la autorización episcopal. A este respecto, el 27 de abril de
1370, el obispo don Bernal Zafón daría poder al deán y al
arcediano de Alarcón, así como a su vicario, para que en su
nombre autorizasen al cabildo catedralicio a entregar a censo las
posesiones que estimasen oportunas. Esta autorización se otorgó
porque el cabildo se había quejado de lo gravoso que a veces les
resultaba mantener algunas posesiones264
Entrando ahora a comentar algo sobre los molinos hidráuli-
cos, hay que señalar en primer lugar que en este periodo
continuaron afianzándose las posiciones del cabildo en cuanto a
la propiedad de estos molinos. Así, desde comienzos de siglo
hasta 1375, aproximadamente, el cabildo será beneficiario de la
mayor parte de las transacciones de molinos, mientras que en el
último cuarto de siglo, en cambio, el número de transferencias
265
se reducirá en extremo
El incremento del número de molinos del cabildo se inicia
justo al comenzar el siglo, en 1300, dado que entre ciertos
bienes recibidos por donación en Chillarón de Pareja figura
también algún molino. Luego, en general, durante los tres
primeros cuartos de la centuria el cabildo incrementaría de
manera constante este patrimonio, en un 90 % de los casos gracias
a donaciones, haciéndose tanto con instalaciones completas como
con parte de otras. A veces, la donaQión de molinos llevaba
aparejada también la de otros bienes; así, por ejemplo, entre las
heredades, casas y viñas donadas por e.l obispo don Pascual a
comienzos de siglo también aparece algún molino, e igual sucede
con los bienes que entregó tiempo después la reina doña Leonor
de Aragón. Entre las donaciones parciales recibidas cabría citar
la mitad del molino de Vémeda, un tercio que todavía les faltaba
en los de Villalba, o la parte de unos molinos en Mariana que en
1348 donó el cardenal Gil de Albornoz, concretamente cinco
ruedas. Algunos años más tarde, en agosto de 1257, el maestres-
cuela Lope Alvarez de Lesa haría donación de otras dos ruedas en
312
estos últimos molinos. Por otro lado, también fue frecuente la
adquisición de nuevas tierras junto a algunos molinos de relieve,
tal como sucedió en Olivares y Villalba268.
Como resultado de todo este proceso, sabemos que al final
de siglo el cabildo catedralicio poseía molinos hidráulicos al
menos en los siguientes lugares: Cuenca., Valdeganga, Chillarón
de Pareja, Villalba de la Sierra, Monteagudo, Fresneda, Villalví-
lía, Paracuellos, Castelar, Olivares, Pareja, Noheda, Yémeda,
Mariana, Gúércemes267
La compleja tarea de conservación de estos molinos originaba
grandes gastos, mucho mayores cuando se trataba de efectuar
ampliaciones. En 1356, por ejemplo, ciertas reparaciones de
mantenimiento en los molinos de Mariana -hacer una pared, adobar
el portillo, reforzar con nueva piedra una presa, poner nuevos
rodeznos y otras piezas. obligaron al. cabildo catedralicio a
desembolsar 3750 mrs., y el mismo año «adovar la falda de presa
de Olivares» suponía una inversión de 500 mrs. Pero, si como
ocurrió en 1403 y 1404, se hacia preciso realizar arreglos de
consideración en varios —los de Villalba, Olivares y los Molinos
Nuevos-, en ese caso los gastos podían ascender a más de 200
florines. Todas estas actividades de mantenimiento o ampliación
de molinos fueron frecuentes, y también aubo casos de transforma-
ción de molinos harineros en batanes al final de siglo, pero en
cambio durante este periodo la construcción de molinos de nueva
planta apenas aparece documentada268. De ello cabría deducir que
fue durante la etapa anterior cuando se gestó en su esencia la
red de molinos hidráulicos, que posteriormente seria objeto de
ampliaciones y mejoras en puntos ya preexistentes.
En cuanto al modo de explotación de las instalaciones
hidráulicas, parece que en esta época su arrendamiento ya se daba
con bastante frecuencia. Los molinos más importantes pasaron a
manos de personajes de sólidos recurses, como el canónigo Lope
Áívarez de Lesa, que en 1338 pasó a encargarse de los de Olivares
2661óid p. 110.
p. 111,
pp. 106—107.
313
con la condición de realizar en ellos toda una serie de costosas
obras y reparaciones. Otras instalaciones más modestas, de uso
exclusivamente agrícola, tuvieron por renteros a individuos a los
que a veces se designa explícitamente como molineros. Por último,
respecto a la fórmula utilizada en el arrendamiento, abundaron
los plazos temporales variables, entra dos y nueve años, y
respecto a la forma de efectuar los p¿Lgos, en el caso de los
molinos industriales parece que por lo general se realizaba en
moneda -ejemplo de ello son los 2450 mrs. anuales que recibía el
cabildo por los Molinos Nuevos en Cuenca—, mientras que en el
caso de molinos rurales de uso agrícola a veces encontramos
rentas en especie 269. Esta forma de arrendamiento a tiempo
parcial, por un determinado número de años, también se mantendrá
durante el siglo XV270.
C) Siglo XV
Pp. 111—112.
1458, por ejemplo, el cabildo alquiló una botica en Cuenca por espacio de dos años, al precio
de 100 mrs. anuales. ACO, AC-1458, f. lOSr. Y en 1464 se arrendarían a un canónigo unas casas en la ciudad por
800 mrs. anuales. ACC, AC-1464, f. 2~r.
314
septiembre y Todos los Santos. Asimismo, y aunque en épocas
anteriores ya encontramos algunos ejemplos de apeo de propiedades
por parte del cabildo, es en esta centuria cuando se desarrolla
de forma mucho más generalizada la realización de apeos en las
propiedades capitulares 272
Aquí no analizaremos en profundidad la evolución del
patrimonio capitular durante el siglo XV, pues se trata de una
temática amplísima que requeriría de un estudio aparte centrado
exclusivamente en el tema. Pero lo que sí se hará es ejemplificar
algunos rasgos esenciales de este patrimonio, por un lado
mediante el análisis de los censos que a fines de la Edad Media
tenía el cabildo situados sobre heredades y propiedades rurales
pequeñas, y por otro lado estudiando la formación y característi-
cas del patrimonio capitular vinculado al Arca de la Limosna,
institución asistencial de gran importancia desde el siglo XV.
272Este mismo fenómeno de proliferación de los apeos sobre todo a partir del siglo XV también se
observa en otros cabildos catedralicios castellanos, cono por ejeuplo el leonés. Vid. José Antonio Fernández
Flórez, El patrimonio del cabildo catedralicio de León.. .,pp. 8998.
315
irrelevantes. No se incluyen, pues, muchas rentas en especie que
percibía, por ejemplo, el Arca de la Limosna, cuestión sobre la
que se hablará en el apartado siguiente. Por otro lado, el
documento recoge todos los censos situados sobre las llamadas
genéricamente heredades y sobre propiedades rurales menores
(viñas, huertas, hocinos, hazas, majuelos, etc), pero hay que
observar que en él no se incluyen todos los molinos hidráulicos
que poseía el cabildo, ni tampoco las extensas dehesas del
Vasallo y Valsalobre que, por ejemplo, el 26 de abril de 1485 el
cabildo había arrendado por espacio de cuatro años al elevado
precio de 25.000 mrs. anuales, dada la importancia que revestían
para el pasto del ganado273. Por tanto, las cifras y porcentajes
que se indiquen a continuación sólo irán referidos a los censos
sobre heredades y propiedades rurales pequeñas que se cobraban
en dinero274.
En el documento de 1495 normalmente no se especifica la
duración del contrato, y cuando se hace casi siempre se trata de
censos enfitéuticos, salvo alguna esporádica mención de censos
vitalicios. Las cantidades a pagar estaban en función de la
importancia y extensión de la propiedad así como del momento en
que hubiese sido realizado el contrato inicial de arrendamiento,
cuestiones éstas que no se pueden determinar a través del
documento.
Los ingresos totales, incluyendo censos urbanos y rurales,
que según el documento se percibieron en 1495 ascienden a
129.674,5 mrs. Por los bienes rurales se percibieron 34.077 mrs.,
lo que supone un 26,28 % del total, mientras que los ingresos
213A0C AC-1485, fU 5v-6r. Durante el siglo XV los pastoE altos de la Sierra conquense alimentaban
a miles de ovejas, y de sobra conocida es la importancia ganadera que revestía esta zona. Aunque sabemos que
a titulo individual algunos canónigos poseyeron pequeños rebaños, la institución capitular conquense, en
cambio, parece que nunca poseyó una cabaña ganadera de importancia, dado que el control sobre el ganado y la
Mesta conquense era ejercido fundamentalmente por la oligarquía laica. No obstante, el cabildo sí que obtuvo
beneficios de la ganadería a través del arrendamiento de algunos términos para pasto que, como las extensas
dehesas del Vasallo y Valsalobre, proporcionaban considerables rentas.
relación de heredades y propiedades rurales pequeñaE que figura en el documento de 1495 es sin
duda muy completa. Prueba de ello es que tres años antes, entre enaro y mayo de 1492, el cabildo realizó una
amplia visita de las posesiones que en ese momento se tenian acensuÑas, las cuales también figuran en la lista
de censos de 1495, aunque esta última aún es mucho más completa y ordenada. Rn cuanto a la renta a pagar,
prácticamente no se observa ninguna variante entre 1492 y 1495. Los censos de 1492 aparecen recogidos en: ACC,
AC—1492, ff. 154v—184r.
316
urbanos eran superiores al ascender a ~5.597,5 mrs., lo cual
supone el 73,72 % restante.
317
nes que se daba en todas estas zonas <le las inmediaciones de
Cuenca, donde los dos tipos fundamentales de cultivo eran huertas
y viñas. Se mencionan un total de 47 huertas: 20 en el Júcar, en
el Huécar 22, mientras que en la albufera son 5 las menciones que
aparecen. También se mencionan un total. de 7 hocinos, 1 en el
Júcar y 6 en el Huécar.
La vid era otro cultivo esencial en esta zona del perímetro
urbano. En el documento figuran al menos 145 viñas entregadas a
censo: 61 en el pago de Grillera, 37 en el pago de Nohales, 17
en Cabeza Molina, 12 en el pago de Casa el Viejo, 10 en el pago
del río Moscas, 4 en la Fuent Santa y otras 4 en el pago de
Tarostaros. Es de destacar el elevado número de viñas que había
en los pagos de Grillera y Nohales con respecto a los otros
lugares. En cuanto a los majuelos, se mencionan un total de 68:
había 56 en el pago de Grillera, 10 en el pago de Buenavista y
tan sólo 2 en el del río Moscas. Al igual que sucedía con las
viñas, predomina su concentración en el pago de Grillera.
Pasando a las rentas que se obtenían del acensuamiento de
estas unidades de cultivo, si se observan los porcentajes salta
a la vista que las huertas y hocinos proporcionaban cerca de un
90 % de la renta de los censos situados sobre tierras de los
alrededores de Cuenca, en concreto un 88,89 Y., mientras que el
resto procedía esencialmente de viñas y majuelos.
En cuanto a las cantidades a pagar, en lo relativo a las
huertas van desde los 10 mrs. que pagaban los herederos de Juan
Carrares por una huerta en el Júcar, hasta los 1000 mrs. que
pagaba la mujer de García de Silva por la huerta llamada del
Vadillo, en el Huécar. Respecto a los hocinos, las cuantías del
censo oscilan entre 30 y 284 mrs. Para las viñas van desde 1
hasta 173 mrs., y para los majuelos desde 1 hasta 39,5 mrs. Es
de destacar el elevado número de viñas y najuelos que figuran sin
entregar a censo -71 menciones entre majuelos y viñas-, lo cual
viene a ser un claro indicio de las dificultades que tenía el
cabildo para rentabilizar estas explotaciones, aunque quizá ello
podía deberse también a un cierto desinterés por parte del
cabildo, sobre todo teniendo en cuenta que la renta anual que
318
proporcionaban las viñas y majuelos era muy escasa, a veces
insignificante.
Por último, en cuanto a los censatarios de todos estos
bienes en los alrededores de Cuenca, la mayoría eran vecinos de
la ciudad de media-baja extracción social, aunque muy esporádica-
mente se mencionan también a algunas dignidades o canónigos de
la catedral como censatarios de algunas huertas o viñas.
319
iba unida alguna huerta o viña. Incluso consta la presencia de
30 colmenas en Villalba. Las cantidades a percibir varían mucho
de un lugar a otro. Así, van desde los 5 mrs. que se pagaban por
una casa con heredad en Sotos o en Embid, hasta los 3000 mrs. que
el concejo de Tragacete pagaba por la heredad del Poyal con una
casa. También aquí los pagos siempre se hacían en maravedís,
salvo alguna esporádica e irrelevante mención que se hace sobre
la entrega de un cierto número de gallinas.
En cuanto a los censatarios, figuran desde aldeanos de baja
extracción social y clérigos rurales hasta canónigos y regidores
de Cuenca, el concejo de Tragacete y el señor de Valverde.
320
El Arca estaba vinculada al cabildo catedralicio de Cuenca,
y pronto encontraremos a la figura dil limosnero (que casi
siempre era un racionero, canónigo o dignidad catedralicia)
encargándose de la administración de las rentas y patrimonio de
esta importante institución benéfica. Conviene resaltar el hecho
de que dicho patrimonio, compuesto primordialmente por bienes
raíces, se formó y enriqueció básicamente a partir de donaciones
realizadas por eclesiásticos, y en particular por miembros del
cabildo catedralicio, aunque tampoco faltarán las donaciones de
laicos276
En efecto, el Derecho Canónico establece la obligación que
todos los cristianos tienen de atender a los pobres mediante la
limosna pero, tal como ya se indica en las Partidas, son en
primer lugar el alto clero y los prelados quienes deben atender
a los pobres que a ellos acudan, so~re todo si son pobres
vergonzantes. En general la mentalidad de la época considera que
son aquellas personas que ocupan los puestos más elevados en la
sociedad quienes están particularmente obligados a la limosna,
dado que la riqueza cumple una determinada función en tanto que
compensadora de la pobreza 277
Tal como se acaba de señalar líneas arriba, el Arca de la
Limosna de la catedral de Cuenca recibiría importantes donaciones
por parte de algunos miembros del cabildo catedralicio. Son
varios los testimonios documentales que sobre esto han llegado
hasta nosotros. A su vez, todo ello nos ofrece bastante informa-
276Estas «Arcas de Misericordia>> también las encontramos en otros lugares de la Corona de Castilla,
como por ejemplo en la catedral de Salamanca y en la iglesia parroquial de San Ildefonso de Zamora. Se
encargaban de recoger las limosnas que los fieles quisieran depo~itar y que, en el caso de la catedral de
Salamanca, los canónigos entregaban a los pobres, cofradias y hospitales. Algo similar ocurre con los “platos
o ‘bací” de los pobres en las iglesias catalanas, o con las diver~as limosnerías fundadas por particulares,
ya desde principios del siglo XIII, y administradas por los cabildis catedralicios o las órdenes monásticas.
José Sánchez Herrero, <<Cofradías, hospitales y beneficiencia en ~lgunas diócesis del Valle del Duero...»,
p. 44. En los monasterios que poseían limosnería solía ser siempre un monje de la comunidad quien desempeñaba
el oficio de limosnero; sobre ello puede verse el breve trabajo de Margarita Cantera Montenegro, <<El oficio
de la limosneria en Santa Maria la Real de Nájera. Siglos XI-XV>>, En la España Medieval, 4 (1984), pp. 175-
182. En 1431 fueron aprobadas por una bula de Eugenio ¡Vías Arcas de Limosna del conde de ¡faro. Fueron creadas
para asistir a lospobres, y por ello su fundador dotará con 11.560 florines de oro las que establece en las
distintas parroquias de su territorio. Sobre ello puede verse el ~studio de E. López Yepes y Sagredo, <<Las
Arcas de Limosna del conde de Haro y las instituciones de préstam benéfico. Siglos XV-XVI>>, A pobreza e a
assistencia aos pobres..., vol. II.
321
ción sobre el sistema empleado en la adrrinistración del patrimo-
nio perteneciente al Arca.
En un documento datado en Cuenca, a 10 de octubre de 1404,
se nos indica cómo el canónigo Pero Moriel, ya fallecido, había
dispuesto en su testamento que sus bienes y dinero se destinaran
a comprar heredades con el fin de entregar las rentas que
produjesen a los pobres y al Arca de la Limosna. Pero el cabildo
catedralicio determinó que sería más p:ovechoso destinar parte
de ese dinero a reparar unos molinos de Villalba. De este modo
Guillén Barral, deán de Cuenca, y Juan Rodríguez, chantre, como
testamentarios del dicho Pero Moriel, darán su consentimiento al
cabildo conquense para que puedan emplearse hasta 200 ó 300
florines de oro del cuño de Aragón en la reparación de dichos
molinos, pero con la condición de que tc’dos los años se entregue
a los pobres un tercio de la renta de Los molinos y heredad de
Villalba. En caso de que el cabildo devolviese el dinero prestado
para dichos molinos, entonces ya se vería libre de entregar dicha
tercera parte de la renta para los ;obres y el Arca de la
Limosna 218
En los años siguientes el cabildo invertiría el resto del
dinero dejado por Pero Moriel en la compra de bienes raíces cuyas
rentas irían destinadas, al menos en teoría, al Arca de la
Limosna. Así, en 1405 Ferrant García de Tordera venderá al Arca
de la Limosna una casa y corral con dos yuntas de heredad en
Tordera, aldea cercana a Cuenca, por 180 florines de oro del cuño
de Aragón procedentes de los que había dejado en su testamento
el canónigo Pero Moriel. El intermediario que actuó en dicha
venta en nombre del cabildo fue Juan Rodríguez, diantre-limosnero
en la Iglesia de Cuenca. Dos años más tarde, en 1407, Fernán
Sánchez de Teruel otorgará la mitad de una heredad, también en
Tordera, que cinco años antes le había vendido Gonzalo García,
en favor del limosnero Juan Rodríguez, por precio de 220 florines
de oro del cuño de Aragón; las rentas que produjese la mitad de
dicha heredad se destinarían, lógicamente, al Arca179
322
El 3 de abril de 1426 Martín González, canónigo de la
Iglesia de Cuenca, hará una donación perpetua inter vivos de
todos sus bienes a la Iglesia de Cuenca, la mitad de los cuales
habría de ser para la limosna que, procedente del Arca, se
entregaba todos los días a los pobres en la catedral. La otra
mitad sería para el cabildo, a cambio de tres aniversarios al año
a perpetuidad, uno por su alma, y los otros dos por las de sus
padres y parientes. En el documento se especifica que dichos
bienes pasarán a posesión efectiva deL cabildo y Arca de la
Limosna sólo una vez que Martín González haya muerto280.
No obstante, el 29 de junio de 1439 el mencionado Martín
González hará un nuevo testamento revocardo todos los anteriores.
En éste se establecen ciertas variantes con respecto a las
anteriores disposiciones. Así, entre otras cosas, hará una
pequeña donación monetaria de 50 mrs. a todas las iglesias
parroquiales de Cuenca, excepto a la de San Salvador, que
recibirá 250 mrs., y a cada una de las cuatro casas de San
Lázaro, que eran modestos centros hospitalarios, entregará la
cantidad simbólica de 2 mrs. Pero en ~sta ocasión también el
cabildo catedralicio y el Arca de la Limosna seguirán siendo, con
mucho, los más beneficiados, pues recibirán la donación de cerca
de 20 casas situadas en las collaciones de Santo Domingo, San
Pedro, San Andrés y en otros lugares de la ciudad, a cambio de
seis aniversarios perpetuos por su alma y las de sus padres. En
el testamento también se especifica que al día siguiente de su
entierro se dé de comer a doce pobres, número con el que sin duda
281
se está haciendo una alusión simbólica al colegio apostólico
También en la manda piadosa hecha por el chantre don Nuño
Álvarez en el año 1450, y cuyo texto está contenido en el
Necrologio—Obituario de la catedral conqLlense, se donarán ciertos
bienes al Arca de la Limosna. En efecto, además de dejar varias
cantidades de dinero, libros y otros bienes muebles e inmuebles
al cabildo, dotará con una casa y diversas tierras al Arca de la
Limosna y al hospital de la catedral, tal como señala el texto:
2811bid
323
“Item, dio el dicho chan tre a la Elimosna et Ospital de la dicha Iglesia
una casa de heredat en Embit, con cuatro o [¿sta cinco yuntas de tierras
aboyadas con dos bueyes nuevos, segun se contiene en una donacion que fizo a
la dicha Elimosna...
324
este sentido, y sobre ello conservamos varios ejemplos documenta-
dos.
El 30 de septiembre de 1433 otorgó su testamento< Toda
Sánchez, mujer de Fernando Ortezuela, y por una cláusula del
mismo dejó al Arca de la Limosna la cas¿L y heredad que poseía en
Valdecabrillas y que posteriormente el cabildo entregaría acenso
enfitéutico285.
El 27 de enero de 1478 Gonzalo Sánchez de Valdemeca, vecino
de Cuenca, incluirá un codicilo en su testamento a través del
cual otorga a sus hijos la mitad de urLas casas en la calle de
Santo Domingo que eran de su propiedad, y la otra mitad al Arca
de la Limosna de la catedral de Cuenca, para el bien de su alma
y la de su segunda mujer. Dejará encargado que, dado que estaban
alquiladas, la renta que produzca la parte de dichas casas
correspondiente al Arca de la Limosna se invierta en una fanega
de trigo para ayuda de los pobres que habrá de entregarse
perpetuamente cada año al limosnero en el día de Santa Haría de
agosto286.
Algunos años después, en 1489, hará testamento Teresa
Fernández, vecina de Cuenca. Entre sus cláusulas figura una por
la que deja al Arca de la Limosna ciertas casas que eran de su
propiedad y que se encontraban situadas en la calle de los
Pescadores. También mandará a su sobrini, el bachiller Sancho de
la Torre, que se encargue de que digan parpetuamente cada semana,
los miércoles y viernes, dos misas por su alma y por las almas
de Diego de Cañete y de Bartolomé García, su marido, y establece
que las diga un clérigo seglar en el monasterio de San Francisco
de Cuenca. También encargará a su sobrino, como patrono de la
capellanía que se va a fundar en este monasterio, que se ocupe
de que se ponga cera para el día de Todos los Santos y durante
el día en que se hace conmemoración de los Difuntos. Asimismo,
manda que se compre una heredad por precio de 30.000 mrs. para
con sus rentas hacer frente al coste de dichas misas, y que el
325
patronazgo de dicha capellanía siempre lo tenga un miembro de su
familia, el cual se encargará de decir dichas misas, si fuera
sacerdote, o de mandar decirlas a otros. Se establece que la
administración de dicha heredad la tenga siempre un descendiente
de su linaje, pero que nunca se inmiscuya ningún arzobispo,
obispo ni legado pontificio. Para el patronazgo de la capellanía
manda que se entreguen unas casas que tiene en la calle de los
Caballeros. Finalmente se indica que, pasada la cuarta generación
desde su sobrino, dicha heredad y casas pasen a formar parte del
patrimonio del Arca de la Limosna con cargo de las dos misas
cada semana en San Francisco287.
En definitiva, a través de los ejemplos recién expuestos
puede apreciarse cómo, aunque fueron lDs eclesiásticos quienes
más donaciones hicieron al Arca de la Limosna, en ocasiones los
laicos también jugaron un papel importante en este sentido.
326
-Arcas. El 23 de febrero de 1473, Estando reunidos el deán
y cabildo conquenses, compareció ante ellos Pedro Fernández,
vecino de La Melgosa, al cual cedieron en calidad de censo
enfitéutico una heredad en Arcas que anteriormente había donado
al Arca de la Limosna Francisco BordalLo, abad de la Sey. El
censo será de 32 almudes de trigo de la medida menor, pagaderos
288
todos los años para el día de Santa Mar La de agosto
leg. 681.
d.
327
-Cuenca. En la ciudad de Cuenca el Arca de la Limosna poseía
un importante número de bienes inmuebles, fundamentalmente casas.
En este aspecto conviene recordar cómo el 29 de junio de 1439 el
canónigo Martín González había hecho un nievo testamento, donando
al cabildo y al Arca de la Limosna más de 20 casas situadas en
los barrios de Santo Domingo, San Pedro y San Andrés291. Todas
estas casas se explotaban de forma indirecta, entregándolas a
censo. Así, por ejemplo, en 1452 tenemos noticia de un censo de
dos florines de oro al año a pagar sobre unas casas en la Puerta
Ferrada, pertenecientes al Arca, siendo Francisco López de
Sacedón canónigo-limosnero. En 1472 el cabildo entregará, en
calidad de censo enfitéutico, a Francisco de Cuenca, sastre, unas
casas en la collación de Santo Domingo, ~ue eran de las que donó
al Arca de la Limosna el canónigo Martín González. El acuerdo se
hace siendo Luis García racionero—limosnero, y en él se establece
que Francisco de Cuenca habría de pagar todos los años al cabildo
140 mrs. de censo sobre dichas casas, cantidad que iría destinada
íntegramente al Arca. En 1483 nos encontramos con un nuevo censo
de dos florines de oro anuales para al Arca de la Limosna,
situado sobre unas casas en la Zapatería, y en 1492 tenemos
constancia de un censo perpetuo de 200 mrs. anuales sobre unas
casas en la plazuela de San Andrés, que pagaban Fernando de la
Rambla y su mujer al Arca de la Limosna~92.
328
procedió a hacer un inventario y apeo de los bienes pertenecien-
tes a la mesa capitular y al Arca de la Limosna en Ribagorda.
Este inventario de tierras dio como resultado un total de 201
almudadas de labranza pertenecientes conjuntamente a la mesa
capitular y al Arca de la Limosna. En 1494 se haría un nuevo
inventario y apeo de esta heredad294.
329
miembros del cabildo catedralicio que actuaban en calidad de
visitadores de la Limosna decidieron y aceptaron ceder dicho
censo al hijo del vecino de Sotos antes citado, que se obligó a
pagar cada año 8 almudes de trigo de la medida mayor más el
diezmo, todo ello para la Limosna. Después poseyó esta heredad
Juan Martínez de Paniagua, lugarteniente del cura de la parroquia
de San Miguel de Cuenca, como sobrino del anterior, y pagó
cumplidamente durante todo el tiempo que vivió296.
330
Todos los datos expuestos hasta a~aora permiten establecer
una aproximación al nodo de administración y sistema de explota-
ción de los bienes patrimoniales pertenecientes al Arca de la
Limosna.
Este patrimonio se formaría fundamentalmente gracias a las
donaciones llevadas a cabo por algunos miembros del cabildo
catedralicio de Cuenca y, en menor medida, por los laicos de la
diócesis, aunque también contamos con algunos ejemplos de
pequeñas ventas al Arca de la Limosna por parte de los laicos.
Asimismo, ya a principios del siglo XVI, sucede en varias
ocasiones que, cuando el Santo Oficio confisca los bienes de
ciertas personas que van a ser condenadas, parte de dichos bienes
299
se ceden al Arca de la Limosna
El patrimonio rural será, con mucho, el más predominante.
Se trata de heredades que en la mayoría de los casos se encuen-
tran situadas en aldeas muy próximas a Cuenca, y en las cuales
se cultiva sobre todo cereal, siendo dentro de este grupo el
trigo la especie cerealicola que más a menudo se cita en la
documentación. Le sigue en importancia el cultivo de huerta, y
puede señalarse la presencia del lino ~n Sotos. Por otro lado,
la documentación nos indica cómo casi todas estas heredades
llevaban aneja una o varias casas.
EJ. cabildo catedralicio tenía dificultades para explotar
directamente este patrimonio, y de ello es un ejemplo la heredad
de Cólliga, que primero fue abandonada y luego ocupada por
campesinos de las zonas próximas, para finalmente ser entregada
por el cabildo en calidad de censo perpetuo. Debido a ello, ya
desde poco después de instiruirse el Arca de la Limosna, el
cabildo optaría por un sistema de explotación indirecta,
entregando las tierras a censo perpetuo. En la mayoría de los
casos el cobro anual se realizaba en almudes de trigo de la
medida menor, que habrían de entregarse para el día de Santa
Maria de agosto. A veces la documentacLón indica que el trigo
debía ser llevado hasta Cuenca y ser depositado en casa del
limosnero, oficio que siempre recaía en un miembro del cabildo
331
catedralicio, pudiendo ser desde una dignidad hasta un simple
racionero.
Aunque casi todos los censatarios serán laicos, en ocasiones
también podían ser eclesiásticos, los cuales, a su vez, solían
proceder a subarrendar los bienes de que eran censatarios, aunque
también contamos con algún ejemplo de subarrendamientos por parte
de laicos.
Cada cierto número de años este patrimonio rural era objeto
de inventarios, apeos y amojonamientos para comprobar el número
de almudes de siembra de que constaba cada heredad. Estos apeos
y deslindes se realizaban sobre todo cuando el cabildo se
enteraba de que alguien había ocupado parte de las tierras
pertenecientes al Arca. Como visitadoras de la Limosna aparecen
canónigos e incluso dignidades de la catedral, y su función era
la de visitar temporalmente las posesiones del Arca para
comprobar su estado de conservación, así como pará tramitar
cualquier posible renovación de censo.
Por lo que respecta a los bienes urbanos que pasaron a
engrosar el patrimonio del Arca de la Limosna, hay que señalar
que en su inmensa mayoría eran casas en la ciudad de Cuenca,
muchas de las cuales habían sido donadas al Arca en 1439 por el
acaudalado canónigo Martín González. Todas estas casas se
explotaban indirectamente entregándolas a censo perpetuo y, si.
bien durante el siglo XV el pago soLía hacerse en metálico,
durante la centuria sIguiente también se realizará en especie,
tal como nos muestra el inventario elaborado en 1515 por el
limosnero Alonso de la Mota.
Este sistema indirecto de explotación a veces podía dar
lugar a pequeños problemas a la hora da que se llevase a efecto
una percepción puntual de la cantidad establecida en el censo.
Contamos con algunos ejemplos que nos hablan de la existencia de
pequeñas irregularidades en este sentido. Así, en 1452 el
administrador del Arca de la Limosna hará un requerimiento a Ruy
Gómez de Anaya, arcediano de Alarcón y lugarteniente del deán,
para que mandase a Ángel García de Molina, marido de Man García,
heredera de Domingo García, compañero de la catedral de Cuenca,
pagar al Arca de la Limosna los dos florines de oro que el dicho
332
Domingo García al morir había donado para la Limosna, renta que
estaba situada sobre unas casas de la Pellejería. Finalmente Ruy
Gómez de Anaya daría una sentencia mandando a Angel García de
Molina pagar al Arca los dos florines de oro que le correspon-
dían300
Otro ejemplo de situaciones conflictivas lo tenemos en la
sentencia que el 16 de octubre de 1489 pronunció don Francisco
Álvarez de Toledo, maestrescuela y vicario general del arzobispo
en la archidiócesis de Toledo, como juez-árbitro en el pleito que
tenía lugar entre Alonso de Fonseca, obispo de Cuenca, y el
cabildo catedralicio, por un lado, y Pedro Ruiz de Montealegre,
canónigo de Cartagena, por otro. El pleito era sobre ciertas
cuentas de la Limosna correspondientes a los años pasados, y de
las que el dicho Pedro Ruiz fue receptor. La sentencia será
contraria a Pedro Ruiz de Montealegre, al que se condena a pagar
al cabildo 40.130 mrs. que les debía y que pertencían a la
Limosna. Se establece cierto plazo de tiempo para que el pago se
lleve a efecto, y en caso contrario se procedería contra los
bienes del mencionado canónigo de Cartagena 30í• En este pleito
la gravedad del asunto explica que el obispo y cabildo de Cuenca
hiciesen un recurso de apelación a la metrópoli toledana, de la
que dependían eclesiásticamente.
Sobre el patrimonio del Arca de la Limosna a principios del
siglo XVI resulta particularmente ilustrativo el cuadro elaborado
a partir del libro de censos que redactó el limosnero Alonso de
la Nota en 1515 (ver apéndice) . Del análisis de estos datos puede
inferirse cómo la mayoría de los censatarios del Arca de la
Limosna eran laicos, pues de un total de 61 casos en que el
nombre del censatario nos es conocido, sólo en diez ocasiones se
trata de eclesiásticos: figuran seis miembros del cabildo
catedralicio, dos capellanes y dos simples clérigos. Las
cantidades a pagar por los censatarios son muy variables, y están
en función del valor y extensión de los bienes entregados a
censo;. así, van desde los 2 almudes de trigo anuales de la medida
3001bid.
3011bid.
333
menor que pagaba la mujer de Francisco dE Torrecilla por ciertos
bienes de Navalón hasta la considerable cifra de 327 almudes que
por las tierras de Ribagorda pagaba el potentado canónigo Juan
del Pozo. La suma de todas las cantidades a entregar al Arca en
concepto de censo ofrece un resultado de 1588,5 almudes de trigo
de la medida menor para el año 1515, lo que da una clara idea del
nivel de rentas del Arca de la Limosna en esta época.
302Santiago Aguadé Nieto y R! Dolores Cabañas Oonzález, <‘Comercio y sociedad urbana en la Castilla
medieval. La comercialización de la carne en Cuenca (1177—1500)>>, AEM, 14(1984), pp. 487-516.
334
-Entre otras donaciones hechas al cabildo catedralicio el
30 de enero de 1196 por Bonus Homo, sacristán de la catedral,
figuran varias casas, una cuba y palomares en Cuenca, a cambio
303
de la celebración de aniversarios
—También en 1196 el canónigo don Gil donó al cabildo una
casa cerca de la catedral, seis tiendas y nueve tablas de
carnicería, con la carga de tres aniversariosTh.
—Antes de 1224 el canónigo don Asensio había dejado al
305
cabildo unas casas en Cuenca a cambio de un aniversario
-El 26 de mayo de 1226 don Mateo Dcnoro y su mujer donaron
al cabildo, entre otras cosas, unas casas en el barrio de San
Pedro de Cuenca, a cambio de aniversarios306.
-En 1230 nos encontramos con la mención de unos baños
propiedad del cabildo 307
-El 12 de diciembre de 1256 don Diego y su mujer donaron al
cabildo unas casas en Cuenca, a cambio de tres aniversarios,
disfrutándolas en usufructo mientras vivan 308
-El 13 de mayo de 1258 don Mateo, obispo de Burgos, confirmó
al cabildo de Cuenca las donaciones quE: les había hecho siendo
obispo de esta ciudad, y entre los bienes donados figuran varias
casas delante de la catedral309.
—El 27 de octubre de 1263 Juan de la Tienda donó al cabildo
varias tenerías y casas en el Barrio Nuevo, a cambio de una
capellanía, aniversario y procesión310
-El 21 de diciembre de 1264 el obispo don Pedro Lorenzo
haría donación al cabildo, para la maitinada, y entre otras
303Sanz, nP 25.
3045anz nP 21.
3065anz, nP 65.
307ACC, caj. 4, nP 68.
308
Sanz, nP 92.
309ACC, cal. 6, nP 106.
31%anz, nP 106.
335
cosas, de varios grupos de casas en las cercanías de la cate-
dral311
-El 26 de enero de 1284 el cabildo recibió unas tiendas en
la Correría a través de una manda testamentaria hecha por doña
Mayor, mujer de Martín García, a cambio de la celebración de
312
cuatro aniversarios
—El 6 de febrero de dicho año de 1284 el maestro Domingo
Juan hizo entrega al cabildo de unas casas en Cuenca que les
había dejado su tío don MillAn, con la carga de un aniversa-
313
rio
-El 19 de julio de 1286 Rodrigo García, arcediano de Huete,
donó a). cabildo, entre otras cosas, unas casas y dos tiendas en
Cuenca, a cambio de aniversarios 314
-El 7 de diciembre de 1292 Mateo Pérez, vecino de Cuenca,
donó al cabildo unas casas en la collaciÉn de San Pedro, a cambio
de aniversarios 315
-El 4 de enero de 1297 el maestro Juan de Montalbán,
arcediano de Huete, haría donación al cabildo de unas casas en
Cuenca con la carga de una misa de Santa María a celebrar cada
año por don Gonzalo, arzobispo de Toledo, y un aniversario a
celebrar tras su muerte316.
caj. 7, nP 127.
3125anz, nP 179.
nP 180,
314Sanz, nP 184,
3155anz, nP 201.
3165anz, nP 209.
336
las casas también figuran algunas propiedades comerciales, como
tablas de carnicería y tiendas.
En cuanto al modo de explotación de este patrimonio urbano,
ya desde fechas muy tempranas comenzaría a implantarse la fórmula
del arrendamiento. Así, por ejemplo, en :L224 el cabildo catedra-
licio arrendaría de por vida a doña W. las casas que les había
dejado el canónigo don Asensio para su aniversario, al precio de
diez mencales anuales317. Ya en la segunda mitad del siglo,
entre los bienes arrendados el 6 de agosto de 1282 por el cabildo
catedralicio al obispo de Cuenca don Gonzalo García figuran unas
tiendas en la ciudad. En esta ocasión el arrendamiento también
tuvo carácter vitalicio318. Así, pues, vemos que, al igual que
sucedía en el caso de los bienes rurales, los arrendatarios de
propiedades urbanas del cabildo podíar.. ser tanto laicos como
eclesiásticos.
Durante el siglo XIV continuará el proceso de aumento
constante de este patrimonio urbano del cabildo, que durante esta
centuria ya se extendía por prácticamente todos los barrios de
la ciudad. En este siglo, y como continuación del proceso que ya
se venía observando durante la centuria anterior, la inmensa
mayoría de los bienes urbanos del cabildo se explotarían
indirectamente mediante su entrega a censo, lo cual aportaba una
renta anual importante y segura.
Un problema con el que topamos al tratar de profundizar en
la evolución de la propiedad urbana catedralicia durante esta
centuria radica en las considerables limitaciones documentales
existentes, al ser los contratos ccnservados relativamente
escasos en comparación con la suma de inmuebles que con seguridad
pertenecieron a la institución capitular. No obstante, ello no
nos exime del estudio de los contratas disponibles, lo cual
permite al menos semiesbozar la evolución del proceso de nuevas
adquisiciones durante este siglo.
Por una parte, una mayoría clara de las adquisiciones se
concentra en el periodo central de la canturia que va desde 1342
33?
hasta 1369. Algunos años hubo duplicación, tal como sucedió en
1359, en que se registran dos compras. Por otro lado llama la
atención la existencia de dos baches cronológicos en los cuales
no se registra ninguna adquisición. Se trata de los años
comprendidos entre 1.318 y 1333, de una parte, y, posteriormente,
el amplio espacio de tiempo que va desde 1369 a 1392, fechas para
las cuales no se conserva ningún testimonio directo que nos hable
de incremento319, a pesar de lo cual rio debe descartarse la
posibilidad de que durante dichos años hubiese habido alguna
nueva adquisición, pues el vacío de datos es muy probable que se
deba a las muchas pérdidas de documentación que ha sufrido el
Archivo Catedralicio conquense.
En cuanto a las fórmulas a través de las cuales se incremen-
tó el patrimonio urbano del cabildo, hay que llamar la atención
sobre el evidente predominio de la donación, siendo los donantes
mayoritarios los propios canónigos. Las compras, aunque también
las hubo, fueron mucho más escasas.
El libro de rentas capitulares de 1338 ofrece una detallada
panorámica de la densa propiedad urbana del cabildo. Así, se
cuentan un total de 140 casas, un lagar, una bodega, dos tiendas,
un mesón, tres establos, baños y unas tenerías con cámara aneja,
sin olvidar las tablas de carnicería de que el cabildo era
titular. De todo ello, sólo una casa se cita como caída, y otras
cinco y un lagar estaban sin alquilar en aquel momento. Parece
claro que una gran parte de este nutrido conjunto de inmuebles
se formó durante la centuria anterior.
Sin embargo, esta situación contrasta ampliamente con los
datos recogidos en el libro de rentas de 1369, en el que la
impronta de la guerra civil se deja sertir extraordinariamente,
perfilando una importante crisis. Así, tan sólo 73 casas se
mencionan ahora, y de ellas 31 estaban dañadas o reducidas a la
ruina, por lo que eran únicamente 42 las que ofrecían algún
rendimiento. Hay que añadir también dos bodegas, dos lagares, una
tienda, un horno, un establo, baños y un mesón, pero teniendo en
cuenta que también una tienda, un lagar y unos baños estaban
319José Maria Sánchez Benito, Las tierras de Cuenca y MufLe en el SiAlo XIV..., p. 51.
.338
demolidos. Aunque las destrucciones fueron más que abundantes y
se perciben por toda la ciudad, predominan en la judería de un
modo muy claro, y también la Correría, barrio de los Pilares, San
Martín, Zapatería Nueva, Ferrería y, en la parte inferior de la
ciudad, Barrionuevo. Todo ello motivaría durante los años
siguientes una reducción de ingresos y un proceso de restauración
de propiedades. Pero a fines de siglo la situación ya había
cambiado, pues, tal como permite deducir el contenido del libro
de rentas de 1396, en este último aSo la recuperación del
320
patrimonio urbano del cabildo ya era bastante firme
En cuanto al modo de explotación de todos estos inmuebles,
hay que destacar el predominio absoluto del sistema de arrenda-
miento. En la collación de San Pedro los valores medios de los
arrendamientos de casas no eran muy altos en 1338, situándose en
el orden de los 10 mrs., con alguna renta excepcional que
asciende hasta 60 mrs. y otras, muy pocas, que van de los 2 a los
6 mrs. En la collación de San Nicolás, en cambio, la renta oscila
entre 20 y 180 mrs. en 1338, y en 1369 va de 50 a 300 mrs. En la
collación de San Miguel los valores tornan a la baja, con
cantidades máximas de sólo 20 mrs. ci 1338. Zapatería Vieja
muestra unas rentas ya más caras, que llegaban a 110 mrs. en 1338
y a 150 mrs. en 1369, mientras que en al barrio de los Pilares
321
baja de nuevo la renta anual
En la collación de Santa María la frlayor, en 1369 los valores
medios de renta oscilan en torno a los L60 mrs., con dos máximos
de 300 y 400 mrs., y en 1396 se observan unos valores relativa-
mente uniformes que van de 45 a 220 nIra. Una situación más o
menos similar es la que se daba en San Gil, donde para 1369 la
renta media gira en torno a los 175 mrs., alcanzando máximos de
300 mrs. anuales. En cambio en Barrionuevo y el sector del
Postigo el nivel es mucho más inferior, sin que en 1338 se
superen los 45 rnrs. en ningún alquiler322
3201óid p. 52.
3211bid., p. 44.
pp. 47.48
339
Durante el siglo XV todo este patrimDnio urbano experimenta-
ría un constante incremento hasta llegar a la situación que se
observa en el año 1495, que a continuación se analizará con
detalle gracias a la información que nos proporciona el ya
mencionado libro de censos del cabildo catedralicio que se
conserva en el Archivo Histórico Provincial de Cuenca.
A la vista del cuadro que figura en los apéndices finales,
en primer lugar hay que destacar el hechi de que en dicho año de
1495 las rentas procedentes de censos urbanos ascienden 95.597,5
mrs., lo que supone un 73,72 % del total de ingresos por censos,
frente a los 34.077 mrs. de renta proveniente de censos rurales,
que supone un 26,28 % y se sitúa, por tanto, por debajo de la
renta urbana.
En el documento aparecen un total dc: 211 menciones de casas,
distribuidas a lo largo de toda la ciudad. Pero además, y aunque
de forma más minoritaria, también se poseían otros otro tipo de
inmuebles en Cuenca: nueve pares de boticas, al menos cinco
carnicerías, dos establos, tres bodegas, un horno, unas ollerías,
unos baños y ciertas tenerías, a lo que habría que añadir también
un mínimo de seis solares.
La renta obtenida de las propiedades urbanas que no eran
casas suma un total de 5393 mrs., de los cuales 4830 provenían
del acensuamiento de las boticas que estaban situadas en al
barrio de los Pilares y en la plaza de Santa María, es decir, en
los alrededores del templo catedralicio. No obstante, dichos 5393
mrs. provenientes de propiedades comerciales sólo suponen un 5,64
% de toda la renta urbana, de lo cual se deduce que del total de
renta urbana un 94,36 % procedía del acensuamiento de casas.
Al igual que sucedía con los bienes rurales, también con los
urbanos todos los pagos son en moneÉ.a, salvo excepcionales
entregas de algunas gallinas como complemento a la renta asignada
en maravedís. En cuanto al tipo de contrato, raras veces se
indica en el documento, pero cuando se hace vemos que siempre se
trata de censos enfitéuticos o vitalicios. Esporádicamente se
mencionan bienes urbanos sin entregar a censo -casas caídas,
solares de escasa utilidad, etc-, pero en general son pocos.
340
En cuanto a la distribución de los ingresos por barrios y
calles, puede establecerse la siguiente ordenación en función del
mayor o menor nivel de renta (los porcentajes son con respecto
al total de renta procedente de los censos urbanos):
341
El resto de las zonas proporcionaban una renta progresivamente
más baja.
También en la calle de San Pedro es donde se observa una
mayor abundancia de rentas elevadas. El bachiller de la Gramática
por ejemplo, pagaba 3000 mrs. anuales de censo por unas casas en
las que anteriormente había vivido el arcediano don Juan
Carrillo. Otros pagos elevados en la calde de San Fedro eran
efectuados también por miembros del cabildo catedralicio que
actuaban como arrendatarios. Así, Juan de Hervás, abad de la Sey,
pagaba 2025 mrs. por unas casas; el canónigo Bartolomé de la
Parrilla 2400 mrs.; el compañero Juan Martínez 2000 mrs.; y el
deán Francisco Hurtado de Mendoza 1000 mrs. En el barrio de la
Peñuela también figura alguna renta elevada, como los 3000 mrs.
que pagaba eJ. prior de Belmonte. Otras zonas donde también se
registran algunas rentas altas son el barrio de San Juan,
Zapatería Vieja y el barrio del Colmillo.
Se observa fácilmente que, en la mayoría de los casos,
cuando la renta a pagar es elevada el censatario suele ser un
miembro del cabildo catedralicio, aunque también otras veces
algunos canónigos aparecen pagando rentas mucho más bajas. A
veces un mismo canónigo también figura cemo censatario en lugares
diferentes: tal es, por ejemplo, el caso del abad de Santiago,
que aparece como censatario en el. barrio de los Pilares y
Zapatería Vieja.
Pero aunque eran los capitulares los que más frecuentemente
costeaban censos elevados, en ocasiones aparecen otras personas
afrontando el pago de elevadas rentas. A.3í, por ejemplo, Ferrand
Pérez de Párraga pagaba un total de 4100 mrs. por diversas casas
en la calle de San Pedro, y Juan Cerezo y Juan Manzano pagaban
4000 mrs. por unas casas en la Zapatería Vieja, cerca de la plaza
de la Picota.
Hay que poner de manifiesto, asimismo, que en todos estos
lugares donde figuran algunas rentas elevadas, simultáneamente
también había casas por las que se pagaba mucho menos. Así, por
ejemplo, en la calle de San Pedro nos encontramos a un tal Pedro
Martínez, pertiguero, pagando 40 mrs. anuales por unas casas, y
en esta misma calle también figuran pagos de cantidades interme-
342
dias, entre 100 y 1000 mrs. Todo ello dependía del tamaño y
estado de conservación de la casa, así como de la fecha en que
se hubiese efectuado el contrato inicial del censo, factores
éstos que no se pueden determinar a través del documento.
En cuanto a las zonas más populares de la ciudad, como la
calle de la Pellejería, calle de la Moneda, calle de Santibáñez,
plazuela de Santo Domingo, calle de los Pescadores o plazuela de
San Andrés, entre otras, las cantidades a pagar nunca superan los
1000 mrs. En estos lugares no aparece ningún canónigo como
censatario, sino que se trata casi siempre de individuos de nivel
social medio o bajo, siendo muchos de ellos simples artesanos.
Ya para terminar, y en lo que atañe al número de casas
propiedad del cabildo en 1495, los lugares donde más abundan son
la calle de San Pedro, donde hay al menos 32 casas, el barrio del
Colmillo, con 25, y la plazuela de Santo Domingo, con 17. En el
resto de calles y barrios su número va descendiendo progresiva-
mente.
323 Santiago Aguadé Nieto y M~ Dolores Cabañas Conzále~., <<La comercialización de la carne en
Cuenca.,.», p. 490.
p. 496.
343
El cabildo pronto mostraría interés por la consecución de
unas rentas derivadas de la explotaci¿n de sus instalaciones
comerciales, y en particular de las tablas de carnicería. Así,
cuando el canónigo don Gil lleva a cabo su donación de 1196,
mientras se reserva el usufructo vitalicio de una casa, cinco
tiendas y ocho tablas de carnicería, hace cesión inmediata al
cabildo de la plena propiedad de otra tienda y otra tabla «ut
ipsi recipiant omnes redditus quos inde potuerint habere». Y en
el libro de cuentas capitulares de 1337 figura que este año el
cabildo obtenía 30 ¡urs. por el arrendam:Lento de cada una de las
ocho tablas de carnicería que se mencionan325. Así, pues, parece
clara la explotación de este tipo de propiedades comerciales
mediante el sistema de arrendamiento, al igual que sucedía con
el resto de bienes urbanos del cabildo.
Ante todo hay que destacar que ya desde fines del siglo XII,
a raíz de las donaciones del canónigo don Gil, el cabildo
catedralicio lograría hacerse con el control de la mayor parte
de las tablas de carnicería de la ciudad. Esta situación aparece
plenamente consolidada en la primera mitad del siglo XIV, momento
en que la Orden de Santiago también figura cono propietaria de
algunas tablas de carnicería en Cuenca, aunque de mucho menor
relieve que las que poseía el cabildo. Así, pues, en estas fechas
existía un claro proceso de señorialización del comercio de la
carne, y como consecuencia de ello los comerciantes carniceros
aparecen convertidos, al menos parcialmente, en arrendatarios,
con lo que una parte sustancial de los beneficios obtenidos de
la comercialización de la carne se canaliza hacia la entidad
326
señorial propietaria
No obstante, y partiendo de esta situación, a lo largo del
siglo XIV se irá desarrollando también una clara competencia
entre el cabildo catedralicio y el concejo de ciudad por el
control de la carne, que evolucionará, ya en la centuria
siguiente, hacia lo que, con todos los matices, podría denominar-
p. 498.
p. 499.
344
se como una «situación de monopolio», a través de la cual se
impone un creciente control municipal del mercado de la carne.
En 1293 el cabildo había obtenido la conversión de la
situación de lacto de control de la propiedad de las instalacio-
nes comerciales en privilegio avalado p~r la autoridad regia. No
obstante, ello no impediría que en el siglo siguiente se
produjera una lucha abierta, de un lado, contra la otra entidad
señorial que desempeñaba un cierto papel en el sector, que era
la Orden de Santiago, y de otro contra los carniceros, que se
esforzaban por aumentar el número de puntos de venta en beneficio
propio y en detrimento del cabildo, y contra su poderosa
cofradía, capaz ya de manipular el nombramiento de los oficiales
concejiles que controlaban el comercio, con el objetivo de
obtener de éste beneficios extraordinarios. Los enfrentamientos
tuvieron lugar fundamentalmente a fines de los años treinta del
siglo XIV, y el cabildo no dudó en acudir al uso de las sanciones
espirituales más graves, ni de la violencia, en caso necesario.
Violencia recíproca, por otra parte, ya que la vemos aplicada,
al final de la centuria, por los propios carniceros y por los
oficiales del concejo contra las tablas propiedad de la Orden de
Santiago. Así, pues los carniceros tendieron a agruparse
corporativamente y a luchar de cara a imponer el derecho de su
corporación y del municipio a controlar el mercado local en
beneficio propio, pudiendo vislumbrarse en ello unas claras
327
aspiraciones monopolísticas
Así, pues, a lo largo del siglo XV veremos confluir en
Cuenca los intereses del gobierno municipal y los del gremio de
carniceros. El primero, ya desde fines del siglo XIV, se nos
muestra ejerciendo un creciente control de la utilización
comercial del espacio urbano, convirtiéndose enpropietario de
carnicerías y arrendador de las mismas, aplicando el derecho a
percibir impuestos indirectos sobre el comercio de la carne, de
los que obtiene muy saneados ingresos, y estableciendo un sistema
de abastecimiento de carne al mercado urbano mediante adjudica-
ción a cambio de un compromiso de contención de precios. En una
3271ñid p. 515.
345
palabra, puede decirse que buena parte de la ganancia derivada
del comercio de la carne estaba pasando del cabildo catedralicio
al municipio.
En cuanto a los segundos, los carniceros, van accediendo a
la oligarquía urbana que se desarrolla en Cuenca durante los
siglos XIV y XV, y ven consolidarse su posición monopolística en
el mercado urbano con el respaldo del municipio y mediante el
sistema de obligados, que les asegura la exclusiva de la
producción y venta de la carne, así como la estabilidad del
número de carnicerías existentes en la ciudad. Además se
benefician del abaratamiento de los costos de producción de la
carne que venden, originado por la concesión que les hace el
municipio de disponer de sus pastos gratuitamente. Propietarios
ellos mismos de carnicerías, o arrendatarios de las del concejo,
a su vez se convierten en rentistas. Por último, intentan
conservar sus antiguos beneficios, y auti ampliarlos, reforzando
su dominio sobre el gobierno municipal y practicando el frau-
de328.
Ya para terminar, conviene señalar que este tipo de
conflictos por el control del comercio cte la carne no constituye
ni mucho menos un fenómeno exclusivo del caso conquense sino que,
por el contrario, dicha conflictividad también se produjo en
otras ciudades castellanas329 y además, volviendo de nuevo a
Cuenca, aún durante la Edad Moderna nos encontraremos con algún
conflicto motivado por la misma cuesti.5n, y un ejemplo de ello
es el pleito que en una fecha tan tardía como 1778 tuvo lugar
entre el municipio conquense y el cabildo catedralicio, originado
por la demanda formulada por aquél para que este último procedie-
se a cerrar las carnicerías que tenía abiertas a la venta
pública 330
p. 516.
329Asi sucedió, por ejemplo, en Córdoba. Sobre ello puede verse: Jesús Padilla González, <<fi conflicto
de las carnicerias de cristianos de Córdoba, 1281-1311», Axerqula, 2 (1980), pp. 121—155, y también del mismo
autor <<Relaciones y pautas de comportamiento de las autoridadet civiles y eclesiásticas de la ciudad de
Córdoba ante un conflicto de intereses: el monopolio de la carne (1fl1-1457) , Axerqula, 4 1982), Pp. 143-182,
330Santiago Aguadé Nieto y N~ Dolores Cabañas Gonzále~, «La comercialización de la carne en
Cuenca...>>, p. 488.
346
3-Privilegios, exenciones y otras fuentes de ingreso
A) Portazgos
347
El 12 de abril de 1187 nos encontrarnos con la ya mencionada
donación que hizo Alfonso VIII a la IglesÑa conquense y su obispo
don Juan Láñez del castillo de Monteaguclo con sus salinas y el
de Paracuellos con su portazgo sobre todos los ganados que
pasasen por su término333. Sabemos que los derechos sobre este
portazgo recaían tanto en el obispo como en el cabildo catedrali-
cio. El documento también nos remite a uno de los sectores
económicos más importantes de la diócesis de Cuenca: la ganade-
ría, cuya importancia iría en aumento sucesivamente, dado el
relieve de la cañada conquense. Paracuellos, además, en aquel
momento era un punto estratégico de paso hacia tierra de moros,
así como hacia Valencia.
La siguiente intervención regia tendrá lugar el 21 de marzo
de 1189, pero en esta ocasión no consistirá en la concesión de
rentas sobre portazgos, sino en una exención de su pago.
Efectivamente, en la mencionada fecha Alfonso VIII otorgó al
cabildo catedralicio conquense la exenc:Lón del pago de portazgo
en todo el reino para todo el pan, vino y pescado que una vez al
año transportasen a Cuenca cuatro acémilas para consumo del
cabildo334.
El 10 de septiembre de 1195 Alfonso VIII donaría al obispo
y cabildo conquense el diezmo de todas las rentas reales de
Cuenca, Huete, Valera, Monteagudo y Cañete, excepto pedidos y
fonsaderas335, donación que años más tarde, el 9 de septiembre
de 1225, sería confirmada por Fernando LII, trasladando en esta
ocasión los portazgos de Cañete y Valera
1 respectivamente, a Moya
336. En cuanto a Moya, la explicación de este traslado
y Alarcón
viene dada por el hecho de que había sido repoblada a partir de
1210, adquiriendo pronto mucha mayor importancia que Cañete, que
en 1225 era ya una aldea dependiente de Moya. Dado el relieve
ganadero de la comarca, y teniendo en cuenta que Moya era un
caj. 1, nQ 10.
caj. 1, nP 12.
348
punto estratégico de paso hacia Valencza, el portazgo que se
cobraba en esta villa revestía una indudable importancia.
Volviendo ahora al portazgo que se cobraba por el ganado que
pasaba por el castillo de Paracuellos para ir a tierra de moros,
parece que su pago pronto suscitó imporilantes quejas por parte
de los caballeros y hombres buenos del concejo conquense. Fue
ello lo que finalmente determinaría que, a través de un documento
datado el 5 de agosto de 1257, Alfonso X suprimiese el cobro de
dicho portazgo por parte del obispo y cabildo conquense, que en
compensación recibieron unos pozos de agua para hacer sal en
Valtablado, Valsalobre y Beamud, junto con cuatro yugadas de
337
heredad y 600 mrs. para poner en funcionamiento dichos pozos
Por último, y respecto a los derechis que el cabildo poseía
sobre el importante portazgo del ganado que pasaba por Hoya,
resulta difícil determinar durante cuánto tiempo se siguieron
manteniendo dichos derechos, dado que no contamos prácticamente
con testimonios documentales de épocas posteriores en que se
aluda a posibles beneficios económicos qu~ el cabildo obtuviese
por esta vía.
B) Salinas
349
diezmo de las salinas del lugar, sobre las que muy pronto, además
del obispo, el cabildo también retuvo algún derecho340.
El siguiente testimonio con que nos encontramos consiste en
la donación que el 25 de octubre de 1202 hizo Alfonso VIII
conjuntamente al obispo y cabildo catedralicio del diezmo de las
importantes salinas de Tragacete, en la Sierra alta, próximas al
nacimiento del Júcar341. No obstante, parece ser que el obispo
de Cuenca mantuvo durante poco tiempo su derecho sobre ellas,
pues después Fernando III donaría enteramente al cabildo los
derechos sobre estas salinas de Tragacete, aunque su posesión por
la institución capitular se perdería en el siglo XIV en que
pasaron a la familia de los Albornoz para, finalmente, en 1338,
ser enajenadas a favor de la Corona 342
Otra intervención importante de Fernando III tuvo lugar en
1220, y a través de ella se reconoc:Ló al obispo y cabildo
catedralicio la percepción de una renta de 300 mrs. anuales sobre
las salinas de Monteagudo, y en función del privilegio que ya les
había otorgado Alfonso VIII343. Además, parece que fue a partir
del reinado de Fernando III, o como muy tarde durante el de
Alfonso X, cuando el cabildo conquense comenzó a recibir cierta
renta anual de sal en las salinas de Fuente el Manzano, situadas
344
en término de Moya Al menos desde el siglo XIV, como más
.
caj. 1, nP 10.
342Asi se deduce de las peticiones dirigidas por el cabE do catedralicio de Cuenca a Enrique II
probableifiente en las Cortes de Toro de 1311, entre las cuales figuri una queja exponiendo que en el momento
presente ya no tenian la posesión de las salinas de Tragacete que les había donado Fernando 111, por lo cual
solicitaban al monarca que les fuesen devueltas, ACO, siglo XIV, nP 288 / BN, Ms. 13072, f. 131r. Pero a pesar
de todo el cabildo no lograría la recuperación de dichas satinas.
34tuíío González, Reinado y diplomas de Fernando III, III, nP 117.
3445anz, nP 112.
350
Mateo, concedió a éste un privilegio prohibiendo la entrada de
sal en la diócesis de Cuenca, lo que sin duda favorecería los
intereses económicos tanto del prelado como del cabildo catedra-
licio con respecto a la sal345. Otra intervención es la que tuvo
lugar el 5 de agosto de 1257 y que, l:al como se señaló más
arriba, consistió en la donación por par:e del monarca al obispo
y cabildo catedralicio de unos pozos de agua para hacer sal en
Valtablado, Valsalobre y Beamud, con cuatro yugadas de heredad
y 600 mrs. para poner en funcionamiento dichos pozos, además de
otorgárseles el privilegio de poder vender la sal en todo el
obispado, todo ello a cambio de que en adelante no cobrasen
portazgo al ganado que pasaba por el castillo de Paracuellos para
ir a tierra de moros346. Ya en el siglo XIV, el cabildo entrega-
ría a García Álvarez de Albornoz los pozos de Valsalobre y Beamud
a cambio de una heredad en Arquillos y su término347. Finalmen-
te, el 25 de octubre de 1268, Alfonsc X confirmó al cabildo
catedralicio su derecho sobre el diezmo de todas las salinas del
obispado, según lo tenían concedido por los monarcas anterio—
348
res
Pero en ocasiones también podían ser los propios obispos
quienes contribuían a aumentar los derechos del cabildo sobre la
sal. Un claro ejemplo de ello es la donación que el 20 de octubre
de 1297 realizó el obispo de Cuenca don Gonzalo Díaz Palomeque
a favor del cabildo catedralicio de los 500 mrs. anuales que en
aquel momento, y al amparo de la donación de Alfonso VIII del 12
de abril de 1187, correspondían a la mesa episcopal sobre los
diezmos de las salinas de Monteagudo. Don Gonzalo asignó dichos
500 mrs. anuales al cabildo como pitanza que se habría de ganar
en las procesiones de los Domingos, excepto el de Resurrección
351
y el de Pentecostés, estableciendo que cada Domingo se repartie-
sen 10 mrs.349
En 1338, como es sabido, Alfonso XI promulgó un conocido
ordenamiento en virtud del cual se reglamentaba la posesión para
la Corona de las salinas, regulándose el monopolio regio de este
producto. Lógicamente, la nueva disposición no dejó de tener
consecuencias sobre la producción salinera de la diócesis
conquense, al potenciar la intervención de la Monarquía y
modificar algunos de los derechos que sobre ella se venían
ejerciendo.
Así, el 16 de junio de este mismo año de 1338, y sin duda
corno consecuencia del mencionado ordenamiento sobre la sal,
Alfonso XI mandaría al concejo de Moya que le fuese reconocido
al cabildo catedralicio conquense el privilegio que tenía para
poder percibir 52 cahíces anuales de sal en las salinas de Fuente
el Manzano, en término de Moya 350 , y en 1339 el mismo monarca
reconocería el pago anual a favor del obispo y cabildo de la
cantidad de 1200 mrs. sobre las salinas de Monteagudo, en función
de los antiguos derechos que tradicionalmente se habían percibido
en estas salinas 351
En cuanto a las salinas de Fuente el Manzano, hay que
destacar que en adelante el derecho que el cabildo poseía para
poder percibir 52 cahíces anuales de sal sobre ellas dará lugar
a frecuentes conflictos, para cuya :sesolución será siempre
necesaria la intervención regia obligando a que se pagase al
cabildo la renta de sal que tenía derecho a recibir anualmente.
Sobre estos conflictos hablaremos con detalle en la segunda parte
de este trabajo, en el capítulo dedicado al estudio de las
relaciones Iglesia—concejos. En cuanto a la distribución de estos
52 cahíces, una vez que eran entregados al cabildo se procedía
a su reparto entre los capitulares 352
352
Una última renta de sal que sabemos que el cabildo tenía
derecho a percibir es la que procedía d~ las salinas de Villar
del Humo, situadas no muy lejos de Moya. Desconocemos desde qué
momento exacto el cabildo percibió rentas sobre estas salinas,
pero lo que sí es seguro es que en el siglo XV la institución
capitular retenía ciertos derechos sobre ellas. Así, por ejemplo,
el 10 de agosto de 1487 el cabildo otorgó poder al racionero
Pedro de Biedma y al mediorracionero Francisco de la Muela para
que pudiesen llevar a Cuenca las 50 fanegas de sal “de los annos
pasados” a que tenía derecho el mencionado Pedro de Biedma en las
salinas de Villar del Humo, encargándoseles también que tomasen
cuenta de la sal perteneciente al cabildo en dicho ano 353
353
Alfonso X, su amante doña Mayor Guillén, al fundar el monasterio
de franciscanas menoretas en Alcocer, concedería a éstas las
viñas cuyos diezmos correspondían a la Iglesia conquense, y al
quedar todas las propiedades del monasterio exentas del pago de
diezmos como consecuencia de una intarvención pontificia de
Alejandro IV en 1259, el cabildo y obispo conquense perderían
definitivamente sus derechos sobre tales vinas 356
El cabildo parece que también llegó a percibir otras rentas
reales por mediación episcopal. Aunque sobre ello no existe
certeza absoluta, parece que el obispo don Pedro Lorenzo hizo
donación a la institución capitular, en una fecha que ignoramos,
del diezmo de las rentas del almojarifazgo de Requena que en 1264
le había donado el rey. Un siglo después, en época de Enrique II,
el cabildo conquense se quejaría ante este monarca de que tenía
351
problemas para percibir tales rentas
Un último testimonio que puede niencionarse es el de la
donación que el 28 de julio de 1268 concedió Alfonso 5< al cabildo
del diezmo del peso, caloñas y portaz,~o en el arcedianato de
358
Cuenca , aunque ignoramos durante cuánto tiempo retuvo el
cabildo su derecho sobre estas rentas.
354
las posesiones abadengas, frente al retroceso inevitable que
experimentarían las realengas.
Ya durante el siglo XIII serán muy frecuentes los privile-
gios reales otorgando al cabildo exención del pago de determina-
das rentas y pechos, lo cual, además de suponer una gran ventaja
desde el punto de vista económico, contribuía a afianzar el
estatuto de privilegio clerical de que gozaba el cabildo.
Una de las primeras exenciones de que gozó el cabildo
catedralicio conquense fue la concedida por Fernando III, a
través de la cual se eximió del pago de pecho y fonsadera a los
canteros que sacaban piedra para la obra de la catedral, lo cual
sería confirmado por Alfonso 5< el 1 de febrero de 1271360. Este
mismo privilegio, por otro lado, lo corifirmó Sancho IV el 4 de
mayo de 1284, y en esta ocasión se especifica que se exime del
pago de todo pecho y fonsadera a cinco arrancadores de piedra,
cinco maestros asentadores del canto y dos carreteros que se
361
encargaban de su traslado para la obra de la catedral
También fue Fernando tít quien concedió al cabildo el
privilegio de que sus vasallos y paniagt.ados no pagasen servicio
de Cortes, siendo confirmado ésto por Alfonso X el 28 de mayo de
1273362
Otra de las exenciones de que gozó el cabildo fue la de
pechar moneda forera. Fue concedida por Alfonso 5< el 29 de enero
de 1255, fecha en que dicho monarca eximió del pago de este
tributo a las dignidades, canónigos, racioneros, capellanes y
363
clérigos de coro de la Iglesia conquense . Por otro lado, se
trata de un privilegio que entre 1253 y 1258 fue concedido a los
prelados y cabildos catedralicios de la mayoría de las sedes
castellanas, en uno de los momentos de máxima identificación
364
entre obispos e intereses regios , observándose además cierto
caj. 9, nP 157.
355
paralelismo con las exenciones otorgadas por estas mismas fechas
365
a otro grupo urbano privilegiado, el de los caballeros
Sancho IV otorgaría otra importante exención al cabildo
catedralicio conquense, dispensándole del pago de 600 mrs.
correspondientes al yantar del monarca, lo cual, al parecer, ya
en tiempos anteriores no tenían costumbre de pagar366. No
obstante, este sería un privilegio que en ocasiones, como más
adelante se verá, daría lugar a ciertos conflictos motivados por
el intento de cobro del yantar al cabildo por parte de los
oficiales regios, lo que motivaría inmediatas quejas de los
canónigos ante el monarca.
Aunque sobre ello no existe completa seguridad, parece que
fue también Sancho IV quien otorgó al cabildo conquense el
privilegio de que por las heredades que poseyesen y comprasen no
pudiesen ser obligados a comparecer en pleito relacionado con
ellas ante los alcaldes y jueces seglares. Un siglo más tarde,
el cabildo solicitaría de Enrique II la confirmación de este
367
privilegio , que sin duda revestía indudable importancia de
cara a la salvaguardia de la jurisdicción eclesiástica frente a
la seglar.
El siguiente privilegio con que nos encontramos no sólo
afectó a la Iglesia conquense, sino también a las demás diócesis
de la provincia eclesiástica de Toledo. Su concesión tuvo lugar
el 8 de diciembre de 1205, y a través <le él Fernando IV eximió
de pechos reales a todos los clérigos asados de las diócesis de
la provincia eclesiástica de Toledo, así como a sus hijos y
viudas que no se casasen de 368• Se trata de un privilegio
que, en cierto modo, también afectaba al cabildo catedralicio,
en el sentido de que algunos de sus servidores eran clérigos
casados.
356
El. 20 de marzo de 1344 Alfonso XI concedería que no pagasen
alcabala los que arrendaban los frutos de las iglesias y
beneficios eclesiásticos369. Esta exención sin duda trataba de
facilitar de algún modo el arrendamiento de los bienes eclesiás-
ticos, incluidos los capitulares, en el sentido de que la
dispensa del pago de la alcabala constituía un indudable
incentivo de cara al arrendamieto de dichos bienes.
Parece que el cabildo catedralicio conquense también gozó
del privilegio de exención de dar posada en sus casas a las
tropas del ejército. Al menos así se señala en las peticiones que
el cabildo conquense dirigió a Enrique II probablemente en las
Cortes de Toro de 1371. En estas peticiones los canónigos
conquenses decían tener un privilegio “de los reyes anteriores”
por el que estaban exentos de dar posada en las casas donde ellos
vivían a todos los oficiales y hombres del ejército, excepto
cuando llegaban a la ciudad el rey, la reina o el heredero. Pero
durante la reciente guerra civil este privilegio no había sido
respetado, y habían tenido que alojar er. sus casas a buen número
de tropas, con el consiguiente gasto que ello conllevaba, cuando
en realidad, según el cabildo, esta posada debía hacerse
únicamente en las casas de los legos. Por ello el cabildo
catedralicio solicitó a Enrique II que Les fuese devuelto dicho
privilegio370. Por lo demás, es necesario indicar que se trata
de un privilegio que se extendió ampliamente entre el clero
castellano durante los primeros años del reinado de Enrique II,
y en particular a partir del ordenamiento de prelados de Toro de
1371, disponiendo para ello el monarca de abundantes precedentes
en que ya se otorgaba esta exención371.
La última exención económica concedida durante la Edad Media
al cabildo catedralicio conquense por la Monarquía de que tenemos
noticia corresponde ya al reinado de Enrique IV, y consistió en
el otorgamiento al cabildo por parte de este monarca, el 11 de
febrero de 1466, de un privilegio para que pudiese elegir
357
anualmente 60 vecinos excusados de todo tributo regio -yantar,
martiniega, portazgo, escribanía, moneda forera.. y concejil . -
E) Derechos eclesiásticos
358
obligados a realizar por diversos conceptos los propios capitula-
res.
Una primera manifestación de ello yiene dada por el derecho
que el cabildo catedralicio retenía s obre la herencia de los
canónigos. Así, en un estatuto otorgado el 21 de diciembre de
1264, el obispo don Pedro Lorenzo ordenó que cuando muriese un
canónigo o racionero de la catedral, des terceras partes de sus
bienes muebles y raíces fuesen para sus herederos, y la tercera
parte restante para el cabildo, salvo si no tuviese herederos,
circunstancia en la cual el cabildo tendría derecho a retener el
375
montante global de la herencia
Por otro lado, en las Actas Capitulares del siglo XV
aparecen alusiones a ciertas cuantías cue todos los canónigos y
racioneros debían pagar a la mesa capiLular, obra y Arca de la
Limosna por razón de labores y carreras.. además de algunos pagos
que también debían hacer para el servicio de altar, cantoría y
reparación de casas. Por otro lado, todos los miembros del
cabildo, al tomar posesión de su beneficio, debían comprometerse
a saldar las deudas que su antecesor en el cargo hubiese
376
contraído con la mesa capitular, obra o Arca de la Limosna
Además, al menos desde el siglo XV, y quizá ya desde tiempo
antes, los obispos de Cuenca debían donar al cabildo un pontifi-
cal, cada dignidad dos marcos de plata, y cada canónigo una capa
de seda 6 20 florines de oro, todo ello en cumplimiento de los
311
estatutos que juraban al recibir su cargo
Por último, otra pequeña fuente de ingresos del cabildo
venía dada por las ofrendas que los fieles realizaban en la
catedral. A este respecto, Fray Lope de Barrientos, en el sínodo
celebrado en 1446, estableció que las ofrendas realizadas el día
caj. 7, nP 127.
376Algo similar sucedía en el cabildo catedralicio segoviano, donde frecuentemente los beneficiados
capitulares se comprometían a saldar las deudas contraídas por su antecesor en el cargo. Niguel Santamaría
Lancho, <<El cabildo catedralicio de Segovia...>>, p. 60.
359
que el obispo celebrase misa en la catedral se repartiesen del
siguiente modo: si se ofrecen monedas de oro, plata o de otro
tipo , o bien pan y vino, será todo para la mesa capitular; si
se ofrecen paños o cera, se destinará a la fábrica catedral; por
último, si se ofrece oro o plata que no sea en monedas, o bien
aljófar, piedras preciosas o bestia:;, todo ello habrá de
repartirse por mitades entre obispo y cabildo. No obstante, se
determina que el día que por primera vez el obispo cante misa en
la catedral, todas las ofrendas sean íntegramente para él378.
360
otro lado, sabemos que era el canónigo obrero quien se encargaba
de demandar dichas penas correspondientes a la fábrica catedrali-
381
cia
Otra pequeña fuente de ingresos venía dada por las mandas
que en los testamentos solían hacerse a favor de la obra de la
catedral. Así, por ejemplo, en el testamento otorgado el 19 de
enero de 1350 por Sancho Pérez, chantre de Cuenca y canónigo de
Sigúenza, entre otras cosas se dejan 100 mrs. para la obra de la
catedral conquense382. Por otro lado, al menos para el siglo XV,
sabemos de la existencia en la catedral de un arca de la obra,
destinada seguramente a recoger pequeñas limosnas de los fieles.
El 9 de mayo de 1406, por ejemplo, se procedió a abrir este arca
ante varios testigos, hallándose en su interior un total de 1701
383
mrs.
Ya en último lugar, habría que poner de relieve que en
ocasiones los propios pontífices trataron de incentivar a los
fieles para que ayudasen a la fábrica catedralicia, y un ejemplo
de ello lo tendríamos en la concesión que el 19 de agosto de 1385
hizo Clemente VII de cuarenta días de indulgencia a todos
aquellos fieles que devotamente ayudasen con sus manos o con
limosnas a la fábrica de la Iglesia conquense 384
Estatutos, 1. 59v.
361
Capítulo tercera
362
En los centros urbanos de Cuenca y Huete la parroquia—
collación actuaba como núcleo aglutinador de moradores, tanto en
lo eclesiástico como en lo civil, y punto de referencia básico
de cara a la tributación decimal, pudiendo decirse lo mismo
respecto a las parroquias rurales.
El templo parroquial, con cementerio anejo, era el centro
básico de la cura pastoral donde los parroquianos asistían a
misa, recibían los sacramentos y canalizaban la devoción común
.2
hacia el santo titular de la parroquia , pero también solía ser
a menudo un eje de vida social de la comunidad perteneciente a
cada jurisdicción parroquial. Así, por ejemplo, en Cuenca el
.3 , y en el
mercado se solía reunir en plazas junto a parroquias
mundo rural era frecuente que las reuniones concejiles tuviesen
4
lugar dentro de la parroquia del lugar . No obstante, tampoco
faltarán los casos de uso ilícito del templo parroquial por parte
de algunos laicos, bien como almacén5 o a través del encastilla-
miento, fenómeno éste muy frecuente durante el siglo XV6.
el sínodo diocesano celebrado por don Juan Cabeza de Yaca en 1399 se señala que todas las
parroquias deberán celebrar solemnemente todos los años la fiesta dEl santo a cuyo honor estén edificadas. ACC,
Estatutos, f. 34v.
3En el siglo XV el mercado semanal conquense se ubicaba en la plaza de Santa María, en las proximidades
de la catedral. Pero desde mediados de esta misma centuria se obs3rva una creciente importancia del mercado
diario, que se solía reunir en un eje comercial que comprendía .as plazas de la Picota, Santa María, San
Andrés, Santo Domingo, y el Campo de San Francisco.
4Así sucedía, por ejemplo, en la parroquia de Alocén, al nirte de la diócesis. AMPC, Desamortización,
leg. 296, concordia Alocén-Pareja, f. Br. Según la época del año la reunión podía tener lugar bien en el
interior de la iglesia o ea el portal exterior de la misma.
5Bjempío de ello es una disposición recogida en el sínodo eelebrado por Fray Alonso de Burgos en 1484,
a través de la cual se prohibe que en las iglesias o ermitas se introduzca trigo, madera o ganado, y mucho
menos que se descerrajen sus puertas para tal fin. Sínodo de 1484, f. 13v,
6En el siglo XV era frecuente que los nobles y señores temporales, justicias seglares e incluso algunos
eclesiásticos poderosos procediesen a veces a encastillar, cercar y ocupar a modo de fortaleza algunas iglesias
de la diócesis. Lope de Barrientos, en el sínodo celebrado en 1446, prohibió que ello se hiciese sin licencia
del prelado. Sínodo de 1446, f. Sir. Por otro lado, esta misma di5posición será recogida por el obispo Diego
Ramírez de Villaescusa en las Constituciones sinodales de 1531, ff. 48v-49r. Como ejemplo de este tipo de
fenómenos puede señalarse la protesta que hacia 1495 el provisor le la diócesis conquense don Pedro de Costa
expuso a los Reyes Católicos quejándose de que, habiendo quedado vacante el arciprestazgo de ¡fuete, algunos
vecinos de esta ciudad se habían encastillado en la parroquia de Santiago sin querer salir de ella ni permitir
que se celebrasen los divinos oficios. Por ello los monarcas mandaron que se hiciese una información sobre
estos sucesos de cara a averiguar por orden de quién se había piocedido a dicho encastillamiento, para así
evitar que este tipo de sucesos se repitiesen con posterioridad. AGS, Registro General del Sello, s.f. (1-
1495), f. 149.
363
En lo relativo a las bases materiales de la parroquia, es
fundamental el concepto de fábrica, que hace referencia al
conjunto de bienes y rentas destinados al sostenimiento del
templo y su materialidad, incluyéndose también aquí diferentes
derechos eclesiásticos, fundamentalmente una tercera parte del
diezmo, de la cual, como es sabido, pronto se destinarían a su
vez dos terceras partes para las tercias reales.
Así, pues, la importancia que revestía la parroquia resulta
incuestionable. Dicho esto, a continuación se analizarán las
características esenciales del clero diocesano conquense, el
beneficio y rentas parroquiales y la esLructura diocesana, para
pasar finalmente a elaborar la lista ie parroquias urbanas y
rurales del obispado.
7Lope de Barrientos, en el sínodo de 1446, estableció que todos los beneficiados de la diócesis que
tuviesen beneficios servideros con obligación de continua residencia se coiprouietiesen a recibir órdenes sacras
en el plazo de seis neses. Sínodo de 1446, E, 45r. Sinilar disposición ya babia sido establecida taibién por
don Juan Cabeza de Vaca en el sínodo celebrado en 1399. ACC, Est¿&tos, E, 41v.
364
Un documento básico para acreditar la condición clerical era
el. llamado título de corona8. La corona y el hábito son elemen-
tos que distinguen al clérigo de los legos. Fray Lope de
Barrientos, en el sínodo de 1446, estableció que todos los
clérigos de la diócesis portasen hábito clerical con corona para
diferenciarse de los legos, so pena de privárseles del privilegio
eclesiástico de ser defendidos por los jueces de la Iglesia. Esto
era particularmente importante para los clérigos de órdenes
menores de cara a que se les reconociera. como tales y los jueces
seglares no pudiesen juzgarles alegando ignorar su condición
clerical 9
En ocasiones, algunos legos se hacían pasar por clérigos de
corona para así intentar beneficiarse del amparo de la justicia
eclesiástica. Por ello el obispo Barrientos, también en el sínodo
de 1446, estableció que los arciprestes y vicarios de la diócesis
mandasen en sus respectivos arciprestazgos y vicarías a todos los
clérigos coronados de órdenes menores que en el plazo de dos
meses llevasen ante ellos sus títulos ¿e corona, pues a los que
en dicho plazo no mostrasen su titulo no se les tendría por
lo
clérigos Años más tarde, en el stnodo de 1457, Lope de
.
8E1 31 de Darzo de 1415, por ejeaplo, Diego Sincbez Dones presentó ante el provisor del obispado Juan
Alfonso de Ob una carta que contenía su titulo acreditativo de ser clérigo de corona de órdenes aenores, que
le babia sido otorgada años atrás por el obispo don Álvaro Martiaez. El nencionado Diego Sánchez solicitó
autorización para sacar uno o nás traslados de dicha carta origina), por si acaso se perdía, y el provisor de
la diócesis, una vez exa¶inada la carta y coDprobada su verácidad, concedió dicha autorización, ACC, AC—1416,
E. 128v,
265
En cuanto a las condiciones para poder recibir las órdenes
clericales, también en el sínodo de 1457 Fray Lope de Barrientos
exigió que para ser clérigo no se pudiesEn tener graves defectos
corporales y tampoco se fuese hijo ilegítimo. Respecto a la edad,
para recibir la primera corona y órdenes menores se habría de
tener al menos 7 años, 18 para el suidiaconato, 20 para el
diaconato y 25 para el presbiterado. Quien desease ordenarse
debía acudir ante su cura, quien se Lnformaría sobre si el
ordenando cumplía todos los requisitos necesarios y llevaba una
vida honesta. Si fuese preciso, el cura examinará al candidato
para averiguar si posee los conocimientos litúrgicos mínimos
asociados al tipo de orden que aspirase a recibir. Reunidas todas
estas condiciones, el cura habría de entregar al ordenando una
carta testimonial para presentar ante El obispo de Cuenca, que
‘2
era quien tenía potestad para otorgar las órdenes clericales
No obstante, si bien esta era la teoría, es necesario señalar que
en la práctica también hubo numerosas dispensas pontificias,
sobre todo para defectos de edad y nacimiento.
Todos los clérigos del obispado se encontraban sujetos al
señorío y jurisdicción episcopal, beneficiándose asimismo del
amparo favorable de la justicia eclesiástica—episcopal, lo cual
se conseguía al recibir la tonsura clerical y se manifestaba
sobre todo en el pago anual y forzoso al obispo del simbólico
tributo del catedrático, sobre el cual ya se habló al analizar
la institución episcopal. En caso de cometer algún crimen o falta
grave, los clérigos coronados debían ser encarcelados por los
arciprestes o vicarios rurales antes de ser remitidos a los
vicarios generales del obispo para ser de nuevo encarcelados y
13
juzgados Esta dependencia con respecto a la jurisdicción
.
266
Cabeza de Vaca de 139914 y en las de Fray Alonso de Burgos de
15
148/.
Desde luego, en teoría, los clérigos estaban obligados a
llevar una vida correcta y honesta conforme a su condición
eclesiástica, debían vestir con los hábitos adecuados, guardar
el celibato los que estuviesen obligados a ello, poseer una
formación cultural mínima16, no podíar. participar en juegos
prohibidos y ante todo debían cumplir con sus obligaciones
religiosas y servicio parroquial. No obstante, si esto era la
teoría, en la práctica en muchos casos se producían desviaciones
con respecto a la que debía ser conducta adecuada de los
clérigos, y prueba de ello son las numcrosas disposiciones que
aparecen en los estatutos sinodales conquenses tratando de paliar
estos defectos. Son cuestiones que, por- entrar de lleno en el
terreno de la religiosidad y costumbres del clero, aquí no se
17
analizarán al quedar ya fuera de nuestro ámbito de estudio
165i bien para la Edad Media no contamos hasta ahora con ringún estudio sobre la formación cultura:
del bajo clero diocesano conquense, en cambio para épocas posteriores sí que existe algún trabajo de interés.
Sobre ello puede verse: Miguel Romero Séiz, La enseñanza y la formación clerical en Cuenca y provincia durante
los siglos XVI y XVII, Los colegios de Gramática, Cuenca, 1991. Durante estas dos centurias tuvieron un
especial relieve en la diócesis conquense de cara a la formación cultural del clero los siguientes centros:
colegio de Gramática de Santa Catalina, en Cuenca, fundado en 115; colegio de Gramática de Jesuitas en
3elmonte, fundado en 1558; colegio de Gramática de Villamayor de Santiago; colegio de Gramática de San Julián
en Cañete, fundado en 1617, En todos estos colegios se enseñaba U Gramática latina. En el colegio de Santa
Catalina de Cuenca la enseñanza de esta disciplina se encomendaba a un catedrático o rector y a un preceptor
o maestro, con cargo además de celebrar ciertas misas y solemnilades religiosas en la capilla del mismo
colegio, por lo que se exigía que fuesen sacerdotes. Además, en e:;te colegio de Cuenca también se impartían
clases de Lógica, y en él podían matricularse tanto sacerdores conqíenses como de otros lugares. Miguel Romero
Sáiz, op. ch,, pp. 55-56.
‘7un pequeño anticipo sobre esta materia puede verse en mi articulo <<Fray Alonso de Burgos y el sínodo
conquense de 1484>>, Hispania Sacra, XLVII 1995).
367
su frente, que no debe confundirse con el. capítulo catedralicio.
Se trataba de colectivos para la defensa de los intereses
eclesiásticos, económicos y sociales de todos y cada uno de los
miembros integrantes del cabildo en cuestión, y en cierto modo
podrían equipararse a las cofradías profesionales de laicos, dado
su evidente carácter proteccionista.
Las dos agrupaciones más relevantes de este tipo que hubo
en la diócesis conquense durante la Edad Media fueron el cabildo
de clérigos beneficiados de Cuenca y el cabildo de clérigos
beneficiados de Huete, encontrándose este último mejor documenta-
do que el anterior. Pero, aparte de estos dos amplios colectivos
clericales urbanos, también existieron otros muchos de carácter
rural que se encontraban distribuidos ior toda la diócesis, y
cuyo número irá en aumento a medida que avance la Baja Edad
Media. Por otro lado, aparte de los cabildos de clérigos
beneficiados, hubo otros que estaban integrados por capellanes
parroquiales.
La cantidad de integrantes de todas estas asociaciones
clericales variaba de un lugar a otro, pero estaba sobre todo en
función de si se trataba de un cabildo formado simplemente por
los clérigos de una parroquia, o si por el contrario lo integra-
ban todos los clérigos beneficiados de las diversas parroquias
de un núcleo urbano, tal como sucedía en Cuenca y 1-fuete, o bien
un grupo amplio de clérigos de toda una comarca rural.
Tal como se estableció en el sínodo reunido por don Juan
Cabeza de Vaca en 1406, una de las obligaciones que tenían los
abades de los cabildos de clérigos consistía en acudir a la
celebración de sínodo diocesano18, tanto para conocer las
disposiciones que emanasen de la reunión como para defender los
intereses de sus respectivos cabildos ante el obispo y exponer
a éste los problemas y quejas que hubiese. En caso de que no
pudiera acudir el abad, el cabildo debía enviar al sínodo a uno
de sus clérigos bien informado de toda:; las cosas sobre las que
tenía que dar cuenta al obispo.
268
Por otro lado, en las constituciones sinodales promulgadas
por Fray Alonso de Burgos en 1484 se determinó que para la
formación de cualquier cabildo, tanto de clérigos como de laicos,
fuese siempre necesaria una autorización pontificia o episcopal,
imponiéndose multas a los incumplidores de esta norma. Además se
estableció que los cabildos existentes hasta el momento requirie-
sen la aprobación del papa o del obispo, pues en caso contrario
carecerían del necesario respaldo lega.’9.
Dicho esto, a continuación se analizarán, en función de la
documentación disponible, las dos fundamentales agrupaciones de
clérigos parroquiales que hubo en la diócesis de Cuenca durante
la Edad Media: el cabildo de clérigos beneficiados de Cuenca y
el cabildo de clérigos beneficiados de Huete, para pasar
finalmente a mencionar algunos ejemplos sobre otros cabildos
rurales de menor entidad que tambi4n hubo en el obispado
conquense.
20La mayor parte de la documentación sobre este cabildo, tanto medieval como moderna, se encuentra
en la actualidad en el Archivo Histórico Provincial de Cuenca, en su sección de Desamortización, y se trata
de documentos que en su día pertenecieron al Archivo del propio cabildo de clérigos beneEicíados,
caj. 2, nQ 34.
269
bajo la misma advocación 23, pero ignoramos a partir de qué
momento el cabildo adoptó a dicho santo como su titular.
Se trataba de una agrupación integrada por todos los
clérigos beneficiados de las parroquias de Cuenca, y cuya
finalidad esencial era la defensa de los intereses de sus
miembros frente a cualquier amenaza exte:ior, tanto por parte de
laicos como de otros eclesiásticos. A su frente había un abad
mayor y, al menos desde el siglo XV, también un prior, cargos que
se iban turnando entre los clérigos de las diversas parroquias
de la ciudad. Para referirse al resto de los integrantes del
cabildo la documentación utiliza los términos de hermanos y
cofrades. El arcipreste de Cuenca también formaba parte de la
agrupación.
Los miembros del cabildo se solían reunir periódicamente
para tratar diversos asuntos concernientes fundamentalmente a la
administración de su pequeño patrimonio y rentas. Las reuniones
solían tener lugar en las parroquias de la ciudad, aunque a veces
se celebraban en alguna capilla de la c&tedral, como la de Santa
María Magdalena, o incluso en alguna de las ermitas de la
ciudad24.
En ocasiones este cabildo se benefició de algunos privile-
gios especiales que le fueron concedidos por los propios obispos
de Cuenca, y un ejemplo de ello es el oi:orgado el 17 de marzo de
1260 por el obispo don Rodrigo, concedie~ado que aquellos clérigos
que muriesen desde el día de San Juan Bautista en adelante
tuviesen derecho a los frutos íntegros de su beneficio de ese
año. Este mismo privilegio fue confirmado por el obispo don Pedro
Lorenzo el 6 de febrero de 127125.
Dado el fuerte espíritu corporativo que caracterizaba a esta
agrupación clerical, no es de extrafar que en ocasiones se
realizaran acuerdos de hermandad con o’zros cabildos de clérigos
o entidades eclesiásticas. Así, por ejemplo, en 1261 el cabildo
370
de clérigos de Cuenca se unió en herriandad con la Orden de
Santiago y su maestre Pelay Pérez, estableciéndose que a los
freiles del hospital santiaguista de Cuenca los enterrase el
cabildo de clérigos, y a los miembros de este último la referida
Orden. Además de esto, los santiaguistas se obligaron a defender
el patrimonio y bienes del cabildo, y ésLe a decir oraciones por
el maestre y sus sucesores 26 Por otro lado, el 26 de mayo de
.
271
Medina, consistente en una casa y bienes raíces en la misma aldea
de Valdeganga, instituyendo con ello una capellaníá perpetua en
el altar de San Blas de la catedral que habrían de cantar los
30
clérigos del cabildo Otra noticia que tenemos data de 1369,
.
32Ibid., p. 53.
372
3’
correspondiente Por ejemplo, durante esta centuria sabemos
.
373e trata del acuerdo del obispo electo de Cuenca don Loje con el concejo y cabildo de clérigos de
Huete para evitar que se viole la inmunidad eclesiástica y jurisdicúón de las parroquias de la villa, que está
fechado el 8 de marzo de 1225. ACC, Estatutos, priv. XIV, fE. 13v•14r.
:373
del colectivo, pero por desgracia dichas ordenanzas medievales
38
no se conservan
Dado el evidente carácter proteccionista que poseía este
colectivo de clérigos, no es de extrañar que en ocasiones se
realizasen acuerdos de hermandad con otros institutos de clérigos
o religiosos implantados en el obispado de Cuenca, destinados a
la defensa mutua de sus intereses. Para la época bajomedieval
tenemos constancia de la realización de al menos cuatro acuerdos
de este tipo:
38En el inventario de documentos que pertenecieron al Archivo del cabildo de clérigos beneficiados
de Huete se alude a ciertas ‘ordenanzas antiguas” dadas al parecer e. 12 de octubre de 1391. Pero todo se queda
ahí, en una simple alusión con carácter de regesto documental, dado que no se conserva el original ni ninguna
copia de él. AEH, Inventario, leg. 19, nQ 27.
Inventario, leg. 19, nP 18.
leg. 12, nP 17.
274
amplias que englobaban a la práctica totalidad del estamento
eclesiástico de Castilla, sobre todo en épocas de particular
conflictividad sociopolítica. Las hermandades arriba señaladas
sin duda tenían como fin preservar los derechos de todos los
eclesiásticos involucrados de cara a la defensa mutua de su
potestad jurisdiccional e intereses económicos, tanto en 10
relativo al cobro de diezmos como en lo referente a otras rentas
y propiedades. Por lo demás, es probable que los clérigos de
Huete realizasen otros acuerdos de este tipo sobre los que no nos
ha llegado ninguna información.
Cada cierto tiempo los miembros integrantes del cabildo, o
al menos parte de ellos, se reunían en alguna parroquia o
monasterio de Huete, muy frecuentemente en el de Santa María de
La Merced, para tratar diversos asuntos fundamentalmente
relativos a la administración económicaL de su patrimonio.
Poco después de su fundación, el cabildo había comenzado a
recibir diversas donaciones de bienes arbanos y rurales, tanto
por parte de clérigos como de laicos, y este proceso continuaría
durante los siglos siguientes. Desde fines del siglo XIII, y
sobre todo para las dos centurias posteriores, se conserva un
número relativamente importante de documentos sobre donaciones,
compras, cambios y censos del cabildo, aunque también es cierto
que una parte importante de esta docunentación ha desapareci-
do43.
Aunque aquí no se entrará en el análisis pormenorizado de
la formación y evolución de este patrimonio, sí que conviene
hacer una valoración general del mismo. Así, para el siglo XIV,
sabemos con certeza que el cabildo de clérigos tenía al menos 28
casas en Huete, dispersas por los arrabales, Ferrería, Pelleje-
ria, Santiago, Zapatería y Puerta de Almazán, entre otros
lugares. Documentalmente consta un incremento durante este siglo
de 22 locales, obtenidos en sus dos tercios mediante compra, a
menudo con la intención de redondear o ampliar otros inmuebles
ya disponibles mediante el control de los situados en las
431a¶ayor parte de documentación económica del cabildo d~ clérigos beneficiados de Huete se conserva
en el Archivo Histórico Provincial de Cuenca, en la sección de Per¡;aminos, y también hay algo en el legajo 539
de la sección de Desamortización.
275
inmediaciones. Hubo también donaciones, salpicadas en distintos
años, y dos trueques datados en 1256 y 1367, cuando el cabildo
atravesaba momentos de interés inversor. El proceso seguido por
la política de ampliación patrimonial de la institución clerical
presenta muchas alternativas. Con muy escaso desarrollo durante
la primera mitad de siglo, hay un brote inicial de crecimiento
desde mediados de la centuria hasta 1367. Desde entonces se
percibe con facilidad una etapa de 21 ¿ños, entre 1367 y 1388,
de máximo despliegue de tales conductas de adquisición, pues por
entonces pasaron a su poder 12 de las 22 casas cuya obtención
conocemos con certeza a través de la le:tura de los contratos 4’
De este modo, el cabildo de clérigs beneficiados poseía a
fines del siglo XIV uno de los patrimonios económicos más
importantes de Huete, quizá el mayor, situación que también se
mantendrá a la largo del siglo XV, durante el cual el patrimonio
del cabildo seguirá en aumento gracias a nuevas adquisiciones.
Como donantes figuran tanto clérigos como laicos, y algunas
veces estas donaciones se realizaban a través de los testamentos.
Cuando el donante es un clérigo, frecuentemente pertenece al
propio cabildo de Huete, y otras veces se trata de algún miembro
del cabildo catedralicio de Cuenca, no faltando tampoco los casos
en que concurren ambas situaciones en una misma persona. Las
donaciones siempre se realizaban a cambio de que los clérigos del
cabildo celebrasen oficios y aniversarios por el alma del donante
o sus familiares y personas más allegadas. Cuando se trata de
bienes adquiridos por compra, figuran como vendedores tanto
clérigos como laicos, conservándose taubién algunos ejemplos de
propiedades obtenidas mediante el sistema de trueque.
Es así como este cabildo consiguió formar un patrimonio de
importancia a nivel local. En Huete, corno bienes urbanos, poseía
sobre todo casas, y en menor medida algunas cámaras o baños, todo
ello situado casi siempre en el arrabal.. Como bienes rurales el
cabildo tenía heredades, huertas, viñedos y algún molino en los
alrededores de la villa. Así, entre lc’s lugares en que figuran
estas posesiones, cabría citar la vega del llamado riatillo de
376
las Fuentes y el paraje de Fuenzorita. Respecto al sistema de
explotación, podemos decir que casi todos los censos conservados
datan ya de la segunda mitad del siglo XV% y en esta época
estaba ya plenamente asentado el mecanismo de explotación
indirecta consistente en la entrega de todos los bienes, tanto
urbanos como rurales, en calidad de censo enfitéutico con
carácter de perpetuidad, figurando como censatarios sobre todo
vecinos de Huete y a veces algún judío o moro del lugar. No
obstante, es probable que desde el siglo XIV o incluso antes ya
se recurriese a la explotación indirecta mediante arrendamientos.
Una cuestión de gran relieve es la que viene dada por las
relaciones que mantuvo el cabildo de clérigos beneficiados
optenses con el obispo de Cuenca. El hecho de que Huete fuese uno
de los núcleos poblacionales de mayor importancia existentes en
el obispado explica que muy pronto, ya desde el siglo XIII, nos
encontremos con diversas intervenciones de los prelados de Cuenca
encaminadas a regular sus relaciones con los clérigos optenses,
así como con otorgamientos y confirmaciones de privilegios
diversos por parte del obispo diocesano.
Respecto a las relaciones mantanidas con el cabildo
catedralicio conquense, por un lado a veces éste aparece
respaldando la actitud del prelado en sus intervenciones sobre
los clérigos de la villa, a la vez que también nos encontramos
con algunos canónigos realizando donaciones o trueques de bienes
a favor del cabildo de beneficiados de Huete, del cual en
ocasiones ciertos capitulares formaban parte en calidad de
46
companeros
Dejando aparte los acuerdos que en 1215 se realizaron entre
el obispo don García y los clérigos de Huete y su Tierra sobre
el pago del catedrático, cuestión sobre la que ya se habló en su
lugar, una temprana e importante intervención del prelado
46La primera donación de este tipo que se conserva es la qu? realizó el 15 de noviembre de 1280 Juan
Dominguez, canónigo de Cuenca y compañero del cabildo de los clérigus de Huete, a favor de éste, consistente
en dos casas cerca de la parroquia de San Nicolás de Medina y 330 maravedis, todo ello a cambio de la
celebración anual de tres aniversarios por su alma y la de sus padres y algunos de sus bienhechores. AHPC,
Pergaminos, nQ 2. En épocas posteriores también nos encontraremos con otras donaciones parecidas otorgadas por
canónigos conquenses, asi como con algunos trueques de bienes.
277
conquense sobre Huete es la que tuvo lugar el E de marzo de 1225.
En esta fecha el obispo electo don Lope realizó un acuerdo con
el concejo de Huete y con el cabildo de clérigos beneficiados de
la villa de cara a evitar que las parroquias del lugar fuesen
devedadas. Se establece que en adelante se ponga a dos hombres
de cada collación como jurados, un clérigo y un lego, «por
prendar e por constrenir a aquellos por quien la yglesia fuera
devedada». Cuando alguno de los hombres nombrados faltase, la
collación con el arcipreste habrían de erLcargarse de poner a otro
en su lugar. Estos jurados tendrían la misión de prender a aquél
o aquéllos que atentaran contra la jurisdicción e inmunidad
eclesiástica de la parroquia de su collazión, y en el caso de que
ésta fuese devedada por alguno de los propios jurados, entonces
la collación junto con el arcipreste se encargarían de prender
al infractor47. Con ello entramos de lleno en un problema casi
siempre latente durante la Edad Media y aún después: la violación
del derecho de inmunidad eclesiástica.
En adelante bastantes de las sucesivas intervenciones
episcopales en Huete estarán encaminadas a conceder o confirmar
diversos privilegios al cabildo de clérigos beneficiados de la
villa. El obispo don Rodrigo (1258—126V y el cabildo catedrali-
cio de Cuenca, en fecha desconocida, hicieron gracia de las
medias annatas a los beneficiados del cabildo de Huete que
muriesen desde el día de San Juan, para que de este modo ganasen
la renta de todo el año48, y el 26 de junio de 1262 el obispo
49
don Pedro Lorenzo confirmaría el privilegio anterior Este .
278
-Los herederos del clérigo beneficiado que muera desde el.
día de San Juan podrán cobrar toda la renta anual de sus raciones
correspondientes al año del fallecimiento, para de este modo
poder cumplir las disposiciones testamentarias del difunto y
hacer frente a las deudas, si las tuviese. Además, desde el día
de la muerte de dicho clérigo hasta :reinta días después su
familia podrá mantenerse de la renta procedente de sus raciones
(se trata del mismo privilegio ya indicado líneas arriba).
-Si una iglesia estuviese en estado de entredicho, el día
de su advocación y la vigilia del día anterior podrán celebrarse
con sus horas correspondientes, expulsando previamente fuera de
la iglesia a los que estén excomulgados.
-El clérigo del cabildo que prediqtLe a los feligreses en el
día de la advocación de su parroquia o en los de San Lázaro,
Domingo de Ramos, Santas Justa y Rufina, San Clemente o en un día
que fuese de rogativas, podrá conceder cincuenta días de perdón.
-Cuando el obispo cobre procuraciones a los clérigos del
cabildo, éstos no tendrán que pagar nada a sus oficiales.
-Cualquier clérigo o beneficiado sólo podrá ingresar en el
cabildo si éste otorga previamente su baneplácito.
—Cuando algún miembro del cabildo Lleve vida perniciosa se
le podrá expulsar sin darle ración alguna de su beneficio, y no
podrá ser absuelto hasta que haya enmendado sus defectos y
recibido de nuevo la aceptación del cabildo con el correspondien-
te castigo 50
279
Un nuevo privilegio episcopal fue el concedido al cabildo
de clérigos de Huete por el obispo don Gonzalo Díaz Palomeque el
2 de agosto de 1292, a través del cual se otorgó que el abad del
cabildo pudiese dar sentencia definitiva y firme contra todos
aquellos que violasen sus rentas y derechos, compeliéndoles al
respeto de estos últimos51
Durante la primera mitad del siglo XIV los únicos testimo-
nios documentales relativos a las relaciones de los clérigos
beneficiados de Huete con el prelado conquense sobre los que nos
ha llegado alguna referencia se centran en dos situaciones de
apelación al obispo diocesano y cabildo catedralicio sobre
asuntos de carácter económico, cuyo desarrollo exacto desconoce-
mos por disponer únicamente de un regesto incompleto y no
demasiado fiable de los documentos originales. La primera noticia
data del 19 de enero de 1212, fecha en la cual nos encontramos
con un testimonio de haberse admitido ante el obispo y cabildo
catedralicio conquense una apelación interpuesta por el cabildo
de clérigos beneficiados de Huete junto con el cabildo de
clérigos de Cuenca sobre cierta cuestión de agravios en los
diezmos52 En este caso debe llamarsE la atención sobre la
actuación conjunta de los clérigos optenses y conquenses,
destinada sin duda a otorgar un mayor relieve y fuerza a su
petición. La otra apelación a que se hizo referencia se produjo
el 22 de abril de 1350, fecha en la cual el cabildo de clérigos
beneficiados de 1-fuete apeló ante el cabildo catedralicio de
Cuenca sobre el pago de una décima al monarca castellano53.
Para la segunda mitad del siglo XIV pueden destacarse dos
intervenciones del diocesano conquense sobre este cabildo de
clérigos. La primera de ellas se prodijo el 22 de octubre de
1366, y consistió en una confirmación que el obispo de Cuenca don
Bernal Zafón realizó de una carta del cabildo de clérigos
beneficiados referente a las collacionas de sus parroquianos y
.380
54
al modo de pagar los diezmos cuando se cambiaban de parroquia
La otra, que estuvo protagonizada por el obispo don Álvaro
Martínez, tuvo lugar el 5 de abril de 1389, y a través de ella
este prelado confirmó al cabildo de clérigos beneficiados de
Huete el ya aludido privilegio anterior por el que se le concedía
facultad para poder expulsar sin compensación alguna al clérigo
que llevase mala vida, que no podría ser acogido de nuevo hasta
que enmendase su postura y ganase el beneplácito del cabildo,
tras haber recibido el correspondiente castigo por sus faltas55.
Centrándonos ya en el siglo XV, hay que hacer referencia a
una actuación del obispo don Juan Cabeza de Vaca relativa a un
conflicto sobre diezmos del ganado. En el sínodo diocesano que
este prelado celebró en 1406, el arcipreste de Huete, abad mayor
y clérigos beneficiados del cabildo de la villa le informaron de
que el ganado de Pedro Carrillo el Viejo, vecino de Huete, andaba
en término de Cervera, por lo que el clérigo beneficiado y
arrendadores del diezmo de este lugar pretendían llevar las
rentas decimales correspondientes a dicho ganado cuando, en
realidad, debían pagarse en la villa de Huete, donde era vecino
Pedro Carrillo. Tras haber escuchado la exposición de las quejas,
el obispo don Juan determinó al respecto que dicho diezmo se
pagase en el lugar en que el propietario del ganado fuese vecino
e hiciese más continuadamente su residencia56
Por último se debe señalar que el cabildo de clérigos de
Huete no sólo gozó de la protección episcopal, sino que también
se benefició del amparo de la Monarquía castellana, que otorgará
a la agrupación clerical diversos privilegios y protección a lo
largo de toda la Baja Edad Media, tal como tendremos ocasión de
ver cuando analicemos las relaciones de la Iglesia conquense con
la Monarquía.
54 Ibid., leg. 12, nQ 22. De nuevo hay que lamentar la exigu. información proporcionada por el regesto
documental.
381
3-Otros cabildos de clérigos
58flichos censos de fines del siglo XV se conservan en el Archivo Ulesiástico de Huete. Por otro lado,
en el Archivo Histórico Provincial de Cuenca hay algunos censos de Li primera mitad del XVI (Desamortizacidn,
leg. 539).
282
dicha parroquia. Este cabildo recibía diversas donaciones de los
vecinos de Alcocer a cambio de misas, aniversarios y capella-
nías59
Otro ejemplo lo constituye el cabildo de clérigos de la
iglesia parroquial de San Juan Bautista de la villa de Castillo
de Garcimuñoz. Lo formaban los clérigos b~neficiados y capellanes
perpetuos de esta iglesia, y a su frente había un abad mayor y
un prior. Los primeros datos que tenemos sobre esta agrupación
clerical datan del siglo XV, y se trata casi siempre de censos
enfitéuticos de casas y tierras en los alrededores de la villa
entregadas por el cabildo a algunos vecinos del lugar60. En 1494
nos encontramos a Juan López Bermejo y Juan del Castillo como
61
«capellanes en el dicha iglesia e del cabillo della»
Un último ejemplo que citaremos es el del cabildo de Corpus
Christi de la villa de Valdeolivas, integrado por los clérigos
del lugar. Los censos a favor de este cabildo que se conservan
comienzan ya entrado el siglo XV162.
59AHN, Clero, libro 4453 (Parroquia de Santa María de Alco:er: <<Libro de capellanias, 1414.1596>>).
Se conserva, igualmente, documentación sobre pleitos que mantuvo es:e cabildo desde fines del siglo XV y sobre
todo desde la centuria siguiente. Se trata casi siempre de pleitos de carácter económico, relativos a la
propiedad de heredades y censos, Sobre ello puede verse: AHN, Clero, leg. 1970.
60ÁHPC Desamortización, leg. 885. El 23 de febrero de 1462, por ejemplo, el cabildo entregó a censo
«nas casas con cueva en la villa del Castillo: ADC, Parroquias, libro 1687, fE. 266r.269r.
383
dotación catacterística63. Frecuentemente, aunque no siempre, el
beneficio se encontraba vinculado a un determinado oficio.
Asimismo, es necesario distinguir entre los bienes beneficiales
correspondientes al patrimonio de la I4esia y aquellos otros
bienes pertenecientes al patrimonio personal de cada eclesiásti-
co.
Desde la canonística de la Igles:La antigua el beneficio
clerical poseyó personalidad jurídica propia, y por tanto en sí
era independiente del ejercicio del oficio a que eventualmente
pudiera estar unido, como lo prueba el hecho de que en muchas
diócesis se exigiera la posesión de un beneficio antes de recibir
siquiera la tonsura clerical, o la existencia de los llamados
beneficios simples o no servideros. La personalidad del beneficio
venía determinada por el derecho del clérigo a una congrua
sustentación con los bienes de la Iglesia, congrua sustentación
entendida en relación con el tenor de vida exigible a cada
persona de acuerdo con su posición.
La normativa que sobre esta materia rigió en Castilla
durante la Baja Edad Media está representada sobre todo por los
cánones 9 y 10 del Concilio General de Valladolid de 1322. Los
fines de esta normativa fueron la creación de beneficios
eclesiásticos institucionales suficientemente dotados económica-
mente para que permitiesen una congrua sustentación de los
beneficiados, su dependencia inmediata <Le los obispos y favorecer
la incardinación de los clérigos evitando la girovagia. Pero a
menudo hubo contravenciones a la normativa, pues en la práctica
la “congrua sustentación” dependía más ie la evaluación final de
unas rentas anuales percibidas por el beneficiado que del
disfrute de un único beneficio más o menos ricamente dotado. En
cuanto al otorgamiento de los beneficios, fueron coladores
ordinarios los obispos, cabildos catedralicios, papas e incluso
patronos de capellanías e iglesias que tenían la facultad de
presentar ante el obispo a los clérigos candidatos al benefí-
64
cio
384
Los beneficios podían ser de diversos tipos. Económicamente,
los había mayores y menores. Por otro lado, podían revestir un
carácter perpetuo o temporal (esto último en el caso de que
hubiese que renunciar a un beneficio al recibir otro de mayor
cuantía), y por razón de conllevar o no oficio podían ser curados
-con cura de almas-, servideros o sine cura. Los servideros
conllevaban asistencia al culto de la iglesia a que pertenecía
el beneficio, y los sine cura no conllevaban obligación alguna.
Estos últimos muchas veces consistieron en simples prestimonios
o porciones prestimoniales conferidos por el papa a ciertos
clérigos o estudiantes. Tanto los clérigos ordenados in sacris
como los de órdenes menores podían ser beneficiados, pero también
podían no serlo, caso este último el de los numerosos clérigos
capellanes no beneficiados que frecuentemente sustituían a los
titulares de un beneficio a cambio de un modestísimo salario.
Entre los clérigos de órdenes menores también abundaron los que
carecían de beneficio.
Una misión muy importante que debía llevar a cabo el obispo
consistía en controlar y supervisar los beneficios de la
diócesis. Así, por ejemplo, en el sínodo celebrado por don Juan
Cabeza de Vaca en 1299 se estableció que los clérigos, arcipres-
tes y vicarios que acudiesen cada año a la convocatoria de sínodo
llevasen al obispo por escrito los nombres de todos los clérigos
que tuviesen beneficios servideros, prestameras y capellanías
perpetuas en sus respectivas parroquias, vicarías y arciprestaz-
gos, indicando además si había algún beneficio vacante y qué
clérigos estaban ausentes de sus iglesias y por cuánto tiempo 65
Lope de Barrientos, en el sínodo de 1446, prohibió que
cualquier clérigo ocupase por fuerza algtn beneficio de cualquier
tipo, tanto si estaba vacante como si no lo estaba, tratando de
evitar de este modo la usurpación ilegal de algunos frutos
beneficiales. Además el obispo Barrientos también mandó que los
que estuviesen a la expectativa de recibir un beneficio no
pudiesen recibirlo sin presentar previamente ante el obispo o su
vicario general la carta expectativa del beneficio corres-
385
pondiente para comprobar su autenticidad, dado que al parecer
algunos clérigos se apoderaban de los beneficios con cartas
falsas66. Por otro lado, en esta misma reunión sinodal se
determinó que cuando un clérigo beneficiado muriese sus herederos
pudiesen cobrar los frutos correspondientes del beneficio hasta
el día en que se produjo la muerte, debiando ser el resto de los
frutos para el clérigo sucesor67.
Un requisito fundamental que siempre se debía cumplir para
poder percibir los frutos del beneficio consistía en no estar
bajo sentencia de excomunión. Ello es algo que se establecía
tanto en la legislación general del Derecho Canónico como en la
particular de la Iglesia conquense. Así, ya el obispo don Álvaro
Martinez había determinado que ningún clérigo beneficiado de
cualquier orden o condición pudiese recibir los frutos de su
beneficio ni tampoco ofrendas de altar o distribuciones cotidia-
nas estando bajo sentencia de excomun§ón mayor, y esta misma
disposición fue reiterada por don Juan Cabeza de Vaca en el
sínodo de 139968 y por Fray Lope de Barrientos en el de 11.4669.
En cada parroquia podía haber uno o más beneficios servide-
ros, lo cual estaba en función de las necesidades específicas del
lugar. En cuanto al valor de estos beneficios, resultan intere-
santes los precios que podían llegar a alcanzar en una almoneda
pública. Así, por ejemplo, en 1453 el beneficio servidero que el
maestrescuela de Cuenca poseía en Iniesta se arrendaba al precio
de 1.000 mrs.70, el de Villarejo de Fuentes alcanzaba en 1.458 un
precio de 5000 mrs.71, de nuevo el beneficio servidero de
Iniesta junto con el préstamo del Campillo en 1463 se remataban
67Ibid,, f. Ir-y.
69Sinodo de 1446, Ef. GSv-66r. En este mismo sínodo el obispo Barrientos mandó que todo clérigo que
permaneciese excomulgado por espacio de un mes pagase 30 nra. de ulta, pero el que lo estuviese durante mas
de dos meses habría de ser prendido y llevado ante el obispo o su vicario general. Ibid., f. 66r.
286
72
por 8700 mrs. , y en 1487 un beneficio simple servidero de
Salmerón se arrendaba por 2500 mrs.73. Sc trata tan sólo de unos
cuantos ejemplos, pero que muestran claramente cómo según las
épocas y lugares el valor de los beneficios parroquiales podía
variar notablemente.
AC—1487, E. 117v,
287
catedral, aunque, eso sí, debían poner un capellán que sirviera
75
el beneficio del que permanecían ausentes
Esta constitución fue confirmada por Fray Lope de Barrientos
en el sínodo de 1446, precisándose en esta ocasión que durante
el tiempo que un clérigo se ausente sin licencia del obispo los
frutos y oblaciones de su beneficio se repartan entre el capellán
sustituto y la fábrica parroquial. Pero ahora también se concede
que los clérigos puedan ausentarse con licencia por espacio de
dos meses al año, continuos o interpolados, para ocuparse de sus
haciendas, dejando, eso sí, un capellán sustituto, caso en el
cual de la ausencia no se derivaría castigo alguno. Esta norma
no afectaría a los beneficiados de la catedral ni tampoco a los
familiares del obispo que estuviesen continuamente a su servi-
cio76. Hay que llamar la atención sobre el hecho de que esta
exención de residencia en sus beneficios parroquiales a favor de
los beneficiados de la catedral también se daba en otras
diócesis, y un ejemplo de ello lo tenemos en el cabildo catedra-
licio toledano77.
Además de residir, los clérigos beneficiados también debían
cumplir con sus obligaciones parroquiales, sobre todo en lo
relativo a la cura animarum. De este modo, en el sínodo de 1446
Lope de Barrientos establecerla que a los clérigos beneficiados
que los Domingos o fiestas de guardar no celebrasen los divinos
oficios y la misa en su parroquia, bien personalmente o mediante
capellanes sustitutos que tuviesen para ello licencia episcopal,
que por este motivo se les privase de cobrar las oblaciones y
distribuciones de la hora en que faltasen, debiendo pagar además
un multa de dos maravedís que serían para el clérigo o clérigos
que sí asistiesen, y en la parroquia donde sólo hubiese un
clérigo curado, en caso de incurrir en dichas faltas estaría
obligado a pagar cinco maravedís para La fábrica parroquial 78
Estatutos, E. 37r.
388
Una particular obligación de residencia personal entre sus
parroquianos era la que se exigía a los clérigos curas, excepto
los beneficiados de la catedral, durante el periodo de tiempo que
iba desde el primer Domingo de Cuaresma, inclusive, hasta el
Domingo de la Trinidad, dada la especial significación que
revestía dicho periodo en el calendario litúrgico. Así se
establece en las constituciones de Fray Alonso de Burgos de 1484.
Además, en caso de que algún parroquiano no se pudiese confesar
durante esta época del año, queriendo hacerlo, por culpa de la
ausencia de su cura, a éste se le impondría una multa de dos
reales de plata por cada día que ello sucediese79.
Los arciprestes y vicarios rurales también estaban obligados
a residir en el territorio de su jurisdizción, y para ausentarse
o poner un sustituto debían igualmente obtener la correspondiente
autorización episcopal so
En definitiva, de lo dicho hasta ahora puede inferirse que
si la obligación de residencia fue otjeto de una regulación
constante no pudo ser por otro motivo cue porque las ausencias
injustificadas debieron ser relativameite frecuentes, lo cual
hacía necesaria la mediación episcopal de cara a intentar
corregir las irregularidades existentes, que nunca desaparecieron
del todo. En este punto hay que hacer constar también que, en
ocasiones, las ausencias de los be:ieficiados parroquiales
llegarían a contar incluso con el amparo pontificio a través de
81
la correspondiente dispensa
Los capellanes que sustituían a los titulares de algunos
beneficios servideros cuando éstos no re~sidían siempre fueron muy
abundantes, y su número incluso irá en aumento a medida que
avance la Baja Edad Media82. Especialmente numerosos eran los
389
capellanes que sustituían a los beneficiados de la catedral que
también poseían prebendas parroquiales, dado que estos últimos
estaban obligados a hacer la residencia en la catedral. Li
documentación deja traslucir que frecuentemente la formación
cultural y capacidad de estos clérigos era muy deficiente, cosa
que siempre se trató de paliar, sin excesivo éxito, mediante
numerosas disposiciones emanadas de los sínodos diocesanos.
Además, a menudo el salario anual que recibían estos
capellanes por parte del titular del beneficio era bastante
escaso y apenas les daba para subsistir. Es por ello por lo que
Fray Alonso de Burgos estableció en el sínodo de 1484 que en
adelante se asignase competente salario a los clérigos que
sirviesen tanto los beneficios curados como los no curados o
capellanías por parte de los clérigos titulares a quienes
sustituyesen. Para evitar los abusos hasta entonces frecuentes,
se determina que dicho salario sea establLecido mediante arbitrio
de dos sacerdotes honestos del lugar, y en caso de que el titular
del beneficio no quisiera pagar a su sustituto, a éste se le
pagaría directamente con los frutos del beneficio en cuestión83
Aunque ignoramos la eficacia posterior que tuvo esta medida, lo
cierto es que suponía un primer paso de zara a tratar de mejorar
la precaria situación económica en que se encontraban muchos de
los numerosos capellanes no beneficiados de la diócesis.
Además de estos capellanes encargados de sustituir a los
titulares de beneficios, también había otros que tenían a su
cargo capellanías perpetuas. El obispo don Álvaro Martínez ya
había establecido que estos últimos sirviesen siempre correcta-
mente sus capellanías, asistiendo además a los oficios, horas y
misa en las iglesias donde estuviesen dichas capellanías, y estas
mismas disposiciones serían confirmadas por don Juan Cabeza de
Vaca en 139984. En el sínodo de 1409 don Diego de Anaya reiteró
que sirviese el ~encionado beneficio parroquial a Miguel Sánchez d~ Torralba, quien habría de hacerse cargo
de la cura animarum y administración de los sacramentos a los parro~uianos del lugar. ACC, sa. caj 8, leg.
.
34, n~ 698.
290
estas medidas, mandando además que lcs capellanes perpetuos
acompañasen a los clérigos beneficiados cuando éstos acudiesen
a las procesiones y oficios de difuntos85. Fray Lope de Barrien-
tos, en el sínodo de 1446, confirmaría de nuevo esta obligación
de residencia en sus iglesias que tenían los capellanes perpe-
tuos, estableciendo también que éstos se encargasen de cuidar y
reparar las posesiones y bienes anejos a su capellanía 86
En lo tocante a este último punto, también en los estatutos
sinodales de 1446 se expone cómo a veces sucedía que cuando los
frutos de las heredades y posesiones de algunas capellanías no
eran suficientes para mantener a un capellán, tales capellanías
se tenían que encomendar a un clérigo beneficiado de la iglesia
en que estaban instituidas, anejando las heredades y posesiones
a algún beneficio de poca renta87.
Otra obligación que tenían tanto lis beneficiados como los
capellanes perpetuos consistía en contribuir económicamente con
la cantidad que en proporción les correspondiera en el pago de
pechos reales, papales y episcopales. Ya el obispo don Áívaro
Martínez había legislado sobre esta obligación, así como don Juan
Cabeza de Vaca en í399~. Por su parte, Fray Lope de Barrientos,
en el sínodo de 1446, estableció que, junto con los clérigos en
posesión de beneficios servideros, todos los eclesiásticos que
tuviesen prestameras en cualquier parroquia de la diócesis
también estuviesen obligados a pagar íD que les correspondiera
en los pechos reales, papales y episcopales, así como las
procuraciones de visita, aunque de esta obligación quedarían
exentos los beneficiados de la catedral poseedores de alguna
prestamera89. Esto último viene a ser un ejemplo más de la
situación de privilegio de que gozaban los miembros del cabildo
catedralicio con respecto al resto del clero diocesano. Más
85Ibid,, E. 66r.
86Sínodo de 1446, E. 14r
871b1d., E. 32r.
291
adelante tendremos ocasión de ver cómo a. veces el pago de estos
pechos suscitaba airadas protestas por parte de la clerecía del
obispado.
El obispo don Diego Ramírez de Villaescusa legisló de nuevo
sobre el tema en las constituciones sinodales de 1521, estable-
ciendo que la contribución en todos estos pechos se hiciese en
función de la renta del beneficio correspondiente al año de
establecimiento de cada imposición fiscal en cuestión, y en caso
de no haberse recogido aún los frutos y rentas beneficiales de
ese año, la contribución se habría de hacer en función del valor
de los frutos del beneficio durante el año anterior. Además don
Diego también mandó que, según ya había establecido tiempo atrás
el obispo Fray Alonso de Burgos, las fábricas sólo pagasen una
novena parte del subsidio correspondierte a cada parroquia, en
justa correspondencia con la renta decimal percibida90.
292
1-Derechos eclesiásticos
A) Diezmos y primicias
B) Derechos funerarios
292
enterrados en su iglesia o monasterio92, tratando de evitar así
este tipo de actitudes por parte del zlero. En cuanto a los
derechos a satisfacer, se determina que quien se entierre en
cualquier iglesia de la diócesis conquense donde tenga sepultura
patrimonial de padre o abuelo estará obligado a pagar por ello
a la fábrica de dicha iglesia la cantidad de 50 mrs. En caso de
no tener sepultura patrimonial se pagará un marco de plata o su
equivalencia en maravedís, y si el enterramiento fuese en el coro
serán dos los marcos de plata a entregar. Los clérigos beneficia-
dos y capellanes perpetuos se podrán enterrar en su iglesia, pero
para ello sus herederos y testamentarics habrán de dar 50 mrs.
para la fábrica de la iglesia en el plazo de seis meses93. Por
último, el obispo Barrientos estableció que en las iglesias donde
hubiese uno o dos clérigos éstos no pudiesen cobrar por decir los
oficios de difuntos más de 30 mrs., y tratándose de niños menores
de catorce años no más de 6 mrs.94
de 1446, E. 20r.
f. 18v.
1. 21r. Sobre el modo como se llevaban a cabo iris enterrahaientos en la ciudad de Cuenca a
comienzos del Antiguo Régimen nos ofrecen una descripción las Constituciones sinodales de don Diego Ramirez
de Villaescusa, Ef. llv-18r.
394
misma reunión sinodal también se determinó que las ofrendas que
hiciesen los fieles en cada parroquia fuesen sólo para los
clérigos beneficiadosde ella y no para los capellanes perpetuos,
excepto en el caso de que aquéllos accediesen voluntariamente a
repartirlas con estos últimos96.
Las fábricas parroquiales también se solían beneficiar de
pequeñas mandas simbólicas -generalmente unos pocos maravedís-
que algunos de sus fieles realizaban en los testamentos y, por
otro lado, en casi todas las constituciones sinodales conquenses
se determina que la totalidad o parte de las multas impuestas a
los incumplidores sea para la fábrica de la parroquia en cuya
jurisdicción se cometió la infracción. Desde luego los clérigos
y también los laicos vinculados a cada parroquia tenían la
obligación al menos teórica de contribuir en lo posible a la
reparación de la fábrica de sus iglesias, y así se establece en
las constituciones de don Diego Ram:~rez de Villaescusa de
l52l~~
2-Rentas patrimoniales
961bi4., E. 37r,
97fliego Ramírez de Villaescusa, Constituciones sinodales, E. 46r.
295
las enajenaciones tendieron a limitarse, estableciéndose como
norma general la previa licencia del obispo. Por ejemplo, don
Juan Cabeza de Vaca, en el sínodo de 1299, determinó que para
entregar a censo las tierras de las iglesias fuese siempre
necesaria la previa licencia episcopal, pues en caso contrario
el censo carecería de validez98. Ya por entonces bastantes
tierras habían sido enajenadas, y es por ello por lo que algunos
años más tarde, en el sínodo de 1404, el obispo don Juan anuló
todas las licencias que hasta entonces habla dado para otorgar
99
censos, excepto las dadas a favor del cabildo catedralicio
Pero para estas fechas el sistema indirecto de explotación de
bienes eclesiásticos a través de censos estaba ya muy extendido
por toda la diócesis, con lo que el proceso de enajenaciones
seguirá un curso imparable.
Fray Lope de Barrientos, en el sínodo de 1446, volvió a
legislar de nuevo sobre la misma materia. En primer lugar
prohibió que los arciprestes y vicarios rurales diesen licencias
para acensuar tanto los bienes de las iglesias como los de las
ermitas y hospitales, dado que dichas licencias sólo le corres-
pondía darlas al obispo. De este modo revocó todas las enajena-
ciones que hasta entonces se hubiesen hecho sin la correspondien-
100
te licencia episcopal Vemos, pues, cómo las disposiciones
.
296
—Todos los bienes se arrendarían a quien más diese por
ellos.
-El arrendatario estaría obligado a reparar cualquier daño
que sufriesen los bienes arrendados por causa de fuego, robo u
otras vicisitudes.
-El contrato de arrendamiento se habría de firmar en el
101
plazo de nueve días tras la puja
1011bid., f. 17r-v.
1021bid., E. 38v.
397
tico, dispondrían de un plazo de tres meses para presentar al
obispo o su vicario las cartas auténticas de dichos censos o
contratos, dejando el traslado de cada una de ellas al notario
encargado de este negocio. De este modo, examinado el contenido
de cada carta, se podría saber si el contrato se hizo conforme
al Derecho y se determinarían las medijas a tomar con respecto
a dicho contrato. Las personas que en el plazo de tres meses no
presentasen las cartas de arrendamiento perderían dichas posesio-
lo’
nes, que tornarían de nuevo a la IglesELa
Asimismo, se establece que en atalante, para que puedan
enajenarse cualesquiera bienes de parroquias, cabildos, cofra-
días, monasterios, hospitales, etc, tanto urbanos como rurales,
habrán de concurrir las siguientes condiciones:
398
cofradías, obras pias y de otros lugares religiosos136. Además,
ninguna persona, clérigo o lego, deberá :Lmpedir ni perturbar los
arrendamientos de cualesquiera rentas y bienes eclesiásticos de
la diócesis. Tendrá que existir completa libertad para que dichos
bienes y rentas se arrienden por el que más puje y esté dispuesto
a pagar más cantidad. Por último, se manta que quien perturbe las
almonedas de bienes eclesiásticos para Lntentar que se remanten
107
a menos precio será excomulgado y multado
En definitiva, y al igual que años atrás hiciera el obispo
Barrientos, con todas estas normas Fray Alonso de Burgos,
plenamente consciente del imparable prceso de enajenación de
bienes que se daba en las iglesias de su obispado, no trataba
sino de regular legalmente dicho proceso para que de este modo
los bienes eclesiásticos recibiesen el menor perjuicio económico
posible. Todo ello, en última instancia, era consecuencia del
sistema indirecto de explotación de los bienes eclesiásticos que
a lo largo de la Baja Edad Media se impuso en toda la diócesis
de Cuenca, al igual que en el resto de Castilla.
106íbió E. Sr.
1311bi4,, E. Sr—y.
299
natos, pero igualmente esta era una obligación que a menudo no
los
se cumplía
No obstante, ya para los últimos años del Medievo, han
llegado hasta nosotros algunos testimonios de gran riqueza
informativa relativos a visitas parroquiales realizadas por
ciertos delegados en nombre del obispo. En concreto se conserva
documentación referente a visitas efectuadas en algunas parro-
quias de aldeas pertenecientes a la Tierra de Huete, tales como
Castejón o Culebras. Estas visitas, como a continuación se verá,
nos proporcionan una rica imagen sobre los bienes espirituales
y temporales de las parroquias, y en genaral sobre las funciones
eclesiásticas que en ellas se desarrol½ban’39.
El miércoles 1 de octubre de 1488 Diego de Salas, visitador
en lo temporal y espiritual de todo eL obispado de Cuenqa en
nombre del obispo don Alonso de Fonseca, realizó una visita de
la iglesia parroquial de Santa María del lugar de Castejón, aldea
perteneciente a la jurisdicción de Huete, en la cual había un
beneficio curado. Esta parroquia no se visitaba desde 1483.
Primeramente se procedió a examinar eL Sagrario y objetos de
culto que en ella había:
Juan Cabeza de Vaca, en el sínodo de 1399, se lamentaba de que los arcedianos eran remisos a
la hora de visitar las parroquias de sus arcedianatos, de lo cual :;e derivaba un gran perjuicio para dichas
parroquias. Por ello mandó que los arcedianos, personalmente o a través de un procurador, visitasen sus
arcedianatos de dos en dos años, presentando luego al obispo una relación escrita de la visita realizada. El
arcediano que no cumpliese esta normativa perdería la tercera parte de los rediezmos de su arcedianato
correspondientes al año en que no se efectuase la visita, destinándase dicho montante a la reparación de las
iglesias maltrechas del arcedianato y a pagar a una persona idu¡nea para que realizase la visita. ACC,
Estatutos, fE. 32v-33r. No obstante, parece que en años sucesivos e5tas normas no se cumplirian con demasiada
frecuencia.
ha llegado basta nosotros, en cambio, ningún testimonio sobre la realización de visitas durante
la Edad Medía a la propia catedral conquense, cuestión sobre la que si que tenemos noticias para otras
diócesis. Sobre ello, por ejemplo, puede verse: José Sánchez Herrero, «Vida y costumbres de los componentes
del cabildo catedral de Palencia», Historia, Instituciones, Documentos, 3(1976>, pp. 485-532, donde se habla
de la visita realizada a la catedral palentina en 1481 por el obispo don Uiego Hurtado de Mendoza.
400
nual y la pila del bautizar, olio e crisma.. .y todas las otras cosas
spirituales que en la dicha yglesia son...
401
correspondiente libro de ingresos y gastos en el que debían
señalarse las fechas de entradas y salidas.
El visitador se informó asimismo sobre todos los enterra-
mientos realizados en la parroquia en los últimos años. También
mandó al cura de Castejón y a su lugarteniente que recogiesen en
un libro todos los bautismos realizados, indicando el nombre del
bautizado y los de sus padres y padrinos, y que llevasen una
lista de todos los parroquianos que estuviesen excomulgados,
indicando por qué juez y causa lo estaban. El cura también
recibió orden de hacer conmemoración en la misa por el papa,
obispo de Cuenca y monarcas, debiendo giardar tras la misa bajo
llave el óleo, crisma y corporales.
En último lugar el visitador mandó a los escribanos de
Castejón que no cerrasen testamento algnno sin estar presente el
cura o su lugarteniente, ordenando asimismo al concejo de
Castejón que nunca obligase al mayordomo parroquial a ejercer
oficios concejiles en contra de su voluntad, so pena de dos
marcos de plata para la fábrica de la iglesia 110
La siguiente visita de esta parroquia no tendría lugar hasta
el 11 de julio de 1496. El itinerario y esquema seguido en la
visita es prácticamente idéntico al de la visita anterior, aunque
el visitador en esta ocasión fue otro111. Otras visitas de la
misma parroquia serían las realizadas en los años 1500, 1506,
1510 y 1512112.
Se conserva, asimismo, un interes3nte libro de visitas de
la parroquia de la Santísima Trinidad del lugar de Culebras,
aldea perteneciente también a la Tierra de Huete113. Esta parro-
quia se visitó en los años 1487, 1488, 1492, 1496, 1498, 1501 y
otros más hasta 1537, y el esquema de visita es prácticamente
idéntico al de las visitas realizadas en Castejón.
testimonio de la visita realizada en 1488 a la parrquia de Santa Maria del lugar de Castejón
402
De estas visitas resulta de gran interés la relación de
libros que aparece contenida en la visita efectuada el 23 de
agosto de 1488 por el ya mencionado bachiller Diego de Salas. Con
ocasión de esta visita se hizo un inventario de todas las
posesiones de la parroquia de Culebras, y en el inventario de
libros que formaban parte de la pequeña biblioteca parroquial
114.
figuran los siguientes
-Te Igitur.
-Un Misal mixto.
-Un Santoral.
—Un Dominical de lectura y canto.
—Varios salterios.
—Un cuaderno nuevo de las horas de Nuestra Señora.
-Un cuaderno de papel donde figuran las oraciones que deben
decirse cuando se lleva el Corpus Christi a los enfermos.
—Un cuaderno de pergamino para bautizar.
-Un manual pequeño para velar y bautizar, y ciertas misas
votivas y unas tablas de papel.
—Otro manual de misas votivas para ciertas fiestas del año.
—Un cuaderno de la Historia de Corpuis Christi, con lecciones
y oficio de misa.
-Otros cuadernos para las fiestas.
-Un sacramental escrito en letra de molde de los que mandó
tomar a todas las iglesias y curas el señor Alvar Gómez de
Capillas, provisor que fue del obispado.
—Unas constituciones escritas en letra de molde del obispo
don Alonso de Burgos 115
-Otros misales y cuadernos de reglas.
trata de las constituciones sinodales promulgadas pcr el obispo de Cuenca Fray Alonso de Burgos
en octubre de 1484.
403
de las parroquias, así como sobre Las diversas funciones
eclesiásticas que se desarrollaban en torno al templo parroquial.
Dejando aparte estas visitas a parroquias concretas, el
primer libro de visitas con carácter más amplio y general que se
conserva queda ya fuera de nuestro periodo de estudio, pues
corresponde al año 1579, llevando por título Visita de el partido
de la Mancha de el obispado de Cuenca, siendo obispo el Ilustrí-
sinio señor don Rodrigo de Castro, de el consejo de su magestad.
Fecha por el doctor Juan de Castañeda, visitador de su señoría
ilustrísima116. A título informativo sólo indicaremos que para
cada parroquia visitada este libro recoge su número de vecinos;
tipo de arquitectura del templo; advocación bajo la que se
encuentra; nombre, edad y estudios de). cura rector; renta (en
ducados) del curato; beneficios y presLameras que hay situados
en la parroquia; número de capellanías, si las hay, y nombre del
capellán a su cargo; estado de la fábrica y otros problemas y
cuestiones específicas de cada parroquia.
404
El tema, dada la importancia que revestía, fue también
objeto de atención en la normativa sinodal conquense. Don Juan
Cabeza de ‘Jaca, en las constituciones sinodales de 1399, impuso
severísimas penas a quienes violasen la inmunidad eclesiástica:
excomunión, privación de recibir los sacramentos y prohibición
de recibir eclesiástica sepultura. Sólo en el caso de que
satisfaciesen del daño causado a la iglesia y personas ofendidas
podrían recibir la absolución episcopal y ser absueltos del
castigo. El motivo de este mandato venía dado por el hecho de que
frecuentemente, cuando algunas personas se refugiaban en las
iglesias de la diócesis, las autoridades laicas les obligaban a
salir para encarcelarles sin respetar el derecho de inmunidad
eclesiástica 118
Don Diego de Anaya ratificaría de nuevo estas medidas en el
sínodo de 1409, declarando que nadie sacase por fuerza de las
iglesias a quienes se hubiesen refugiado en ellas hasta que fuese
determinado por el obispo o su vicario general si tal persona
debía gozar en ese caso concreto del derecho de inmunidad119
Dos años más tarde, en el sínodo de 3>411, se mandará bajo pena
de excomunión que ninguna persona, alegando razones de justicia,
ose arrebatar bienes y posesiones de sin; casas a los clérigos del
obispado, pues ello también iba contra la inmunidad eclesiásti—
120
ca
En ocasiones incluso llegaron a darse intervenciones
pontificias en defensa de este derecho de inmunidad. Así, por
ejemplo, el 28 de junio de 1425 Martín V concedería al rey Juan
II que el obispo de Cuenca fuese juez en todas las causas
motivadas por las protestas de los jueces eclesiásticos contra
la justicia seglar cuando ésta sacaLba por fuerza a algún
malhechor de las iglesias. De esta forma, aquí la autoridad
pontificia se nos presenta otorgando e]. necesario respaldo a la
autoridad episcopal de cara a reforzar aún más el derecho de
1191hid., 1. 62v.
1201bid., E. 69v.
405
inmunidad, a la vez que la Monarquía aparece actuando como
121
mediadora
Toda esta problemática también sería objeto de atención en
las constituciones sinodales promulgadas por el obispo Barrientos
en 1446. En ellas se prohíbe que las justicias seglares encarce-
len dentro de las iglesias a los que huían y se refugiaban en
ellas, cerrando la puerta con cadenas y no dejándoles comer, pues
ello iba en contra del derecho de inmunidad122. También se
expone, lo que era aún más grave, cómo en ocasiones incluso
algunos clérigos coronados violaban la inmunidad favoreciendo el
prendimiento de otros clérigos. Por ello se prohíbe que en
adelante cualquier eclesiástico, tanto de órdenes mayores como
menores, actúe en contra de la inmunidad, so pena de excomunión
123
para los transgresores de esta norma
En definitiva, la violación del. derecho de inmunidad
eclesiástica fue frecuentemente objeto de atención en la
normativa sinodal, que la condenó y castigó reiteradamente, pero
ello ~o logró evitar que la justicia 3.aica, en defensa de sus
propios intereses y haciendo caso omiso de unas normas que a
menudo se quedaban en pura y simple teoría, violase dicha
inmunidad con el fin de imponer su autoridad.
406
aspectos de la vida local. Para el caso de la diócesis conquense
resulta imposible precisar con exactitud el proceso de estableci—
miento de la amplia red parroquial en tOdo el obispado, dada la
enorme carencia de datos al. respecto y sobre todo debido a que
no contamos con documentación referente a campañas episcopales
de limitación de parroquias como la que sí existe para otras
diócesis. Es más, incluso desconocemos si dichas campañas se
llevaron alguna vez a cabo. No obstante, sí que es posible
esbozar ligeramente las que sin duda debieron de ser etapas
esenciales en el proceso de formación de la red parroquial en el
territorio del obispado conquense.
La primera fase en la constituciór de la red parroquial se
correspondería con la repoblación de Euete y su extenso alfoz
tras su conquista definitiva por parte de Alfonso VII el
Emperador, tratándose, por tanto, de un proceso que se inició
antes de la conquista de Cuenca y fundación de la nueva diócesis,
cuando Huete y su extenso alfoz se organizaron provisionalmente,
desde el punto de vista eclesiástico, como un arcedianato
dependiente de Toledo a cuyo frente encontraremos, al menos desde
1167, a un arcediano de nombre Juan.
Huete, al ser el centro poblacional de mayor relieve en las
tierras recién conquistadas, se constituyó como cabeza del
arcedianato, y a principios del siglo XIII ya es seguro que había
en la villa diez collaciones parroquiales, como pronto se verá.
En cuanto a su alfoz en los momentos iniciales, por el norte
llegaba hasta el Tajo, abarcando un amplio sector de La Alcarria,
por el este se aproximaba a la Cuenca musulmana y por el sur
llegaba hasta La Mancha. La escasez de datos no permite precisar
con exactitud todas las fases por las que pasó el proceso de
repoblación en esta zona, pero sí que pueden señalarse algunos
hechos destacados. Por ejemplo, Alfonso VII entregó a la Iglesia
de Sigúenza la aldea de Alcocer y la villa de Pareja, esta última
en 1156, que estaban situadas al norte del alfoz de Huete y más
tarde pasarían a depender de la Iglesia conquense. Por otro lado,
consta que en 1170 la Orden de San Juan dio a poblar Alhóndiga,
concediéndole un fuero especial y, como supletorio, el que tenía
407
Huete124. La repoblación de estos lugares iría, por supuesto,
unida al establecimiento en ellos de los correspondientes centros
parroquiales.
Lo que ante todo hay que destacar es que de forma paralela
al proceso repoblador de esta zona, ya desde mediados del siglo
XII, se iniciaría la constitución de parroquias en los diversos
lugares donde se iban asentando los nuevos pobladores que
llegaban, aunque, lógicamente, la red parroquial del territorio
no se configuraría definitivamente hasta después de la toma de
Cuenca y fundación de la nueva diócesis, una vez que disminuyó
el peligro militar en la zona y el arcadianato de Huete pasó a
integrarse dentro del obispado recién fundado. Así, Jiménez de
Rada asegura que Alfonso VIII «llenó de gentes los yermos de
Huete»125, lo que indudablemente favorecería la creación de
nuevas parroquias126
Otra fase en la constitución de la red parroquial es la que
vendría dada por la creación de iglesias en Uclés y otros lugares
por parte de la Qrden de Santiago. El proceso aquí se inició
también algo antes de la conquista de Cuenca y fundación de la
nueva diócesis, aunque de forma más tardía con respecto a Huete.
Así, por ejemplo, ya en 1173 el azzobispo de Toledo exhortaba a
los fieles para que diesen limosnas con el fin de edificar la
iglesia de Santa Maria de Rozalén, que al parecer ya tenía cierta
12?
antiguedad , y que pronto pasarla a depender de los santia-
guistas.
Dada la categoría que adquirió Uclés como centro espiritual
de la Orden de Santiago, pronto comenzaría a crearse un número
relativamente elevado de iglesias, capillas y oratorios enclava-
dos en los dominios santiaguistas, tanto en los situados en la
125Rodrigo Jirgénez de Rada, De Rebus Hispaniae, VII, XXVII. Tondo de Julio González, «Repoblación
de las tierras de Cuenca>>, p, 186.
408
diócesis de Cuenca, una vez que ésta fue fundada, como en los que
se encontraban en la vecina archidiócesis toledana. Se trató
fundamentalmente de iglesias creadas «ex novo» por los freiles
en tierras de nueva repoblación y reciente conquista, o incluso
en lugares todavía sin poblar, a la espera de la llegada de
futuros feligreses y adelantándose cori ello a otros poderes
eclesiásticos en la adquisición de derechos. La fundación y
gobierno de estas iglesias propias por la Orden de Santiago daría
lugar a la realización de algunos acuerdos con el obispo y
cabildo catedralicio conquense sobre materia decimal y jurisdic-
cional, tal como se verá en la segunda parte de esta obra, cuando
se analicen las relaciones de la Iglesia de Cuenca con la Orden
de Santiago.
La posesión de estas iglesias en los lugares de su dominio
tenía para los freiles un doble interés: por una parte completaba
en ellos su señorío, permitiéndoles ejercer sobre los feligreses
autoridad espiritual, y por otra constituía una fuente de
ingresos no despreciable, ingresos que iban desde una parte del
diezmo y otros derechos eclesiásticos hasta los legados testamen-
tarios que hacían los fieles a la hora de la muerte128.
En cuanto a los párrocos, a partir de una concordia
establecida con el obispo de Cuenca en 1224, se estableció que
la Orden les escogiese entre freiles o clérigos seglares, y
cuando dos freiles presentasen un candidato al obispo, éste
tendría que aceptarle inmediatamente como párroco sin ningún
examen previo, sólo con recibir su juramento de obediencia en
materias espirituales. Pero a pesar de este juramento, la
potestad jurisdiccional sobre las parroquias de estos dominios
pertenecería al prior de Uclés por de legación irrevocable del
prelado, lo que implicaba que los clérigos y feligreses de las
parroquias santiaguistas debían llevar sus pleitos de Derecho
Canónico ante el tribunal del prior. Pero si el asunto fuese
demasiado grave o las partes así lo qui~ieran el pleito se
llevaría ante el tribunal episcopal. De este modo se formaría
dentro de la diócesis de Cuenca una jurisdicción eclesiástica
409
semiindependiente de la episcopal que tendría varios siglos de
129
vigencia
Al menos desde principios del siglo XIII sabemos que ya
existía el arciprestazgo de Uclés130. En cuanto a las iglesias
dependientes de la Orden de Santiago que se establecieron en la
diócesis durante esta primera época, con los datos disponibles
resulta imposible asegurar el carácter parroquial de todas ellas.
Dispuestas cronológicamente según las fechas en que por primera
vez aparecen en la documentación como dependientes de la Orden
de Santiago, estas iglesias son las siguientes: 1174, Uclés;
1188, Santa Maria de Rozalén; 1209, Belinchón; 1223, Santa Cruz
y Belmonte; 1224, La Zarza, Cabeza Lebrera, Villaverde, Cabezame-
sada, Villoria, Magaceda, La Muela, Valtablado, Torre de Don
Morant, Montealegre, Escorchón (Bonavalle>; 1241, Gúzquez,
Alcardete’31. No obstante, sabemos que a. fines de la Edad Media
algunos de estos lugares acabarían despoblándose.
Dejando los dominios santiaguistas, otro ámbito geográfico
viene a ser el constituido por la zona de directa influencia de
la ciudad de Cuenca. Al conquistarse ésta en 1177 y fundarse
pocos años después la nueva diócesis, una de las primeras tareas
a emprender, junto con la creación del cabildo catedralicio,
consistiría en organizar las parroquias de la ciudad, para lo
cual el electo don Juan Yáñez había recibido autorización de
Lucio III a través de la ya mencionada bula del 15 de mayo de
1183. Sobre las parroquias de la ciudad de Cuenca, que inicial—
mente fueron trece, se hablará con detalle en su lugar.
En cuanto al establecimiento de la red parroquial en todo
el amplio alfoz dependiente del concejo conquense, que pronto
será conocido como Tierra de Cuenca, lógicamente correrá paralelo
129flerek II. Loiax, <<La Orden de Santiago y el obispo de Guaca>>, Pp. 307-308.
1301b1d., p. 307.
‘31tlagros Rivera Garretas, op. oit., p. 139. Sn el siglo XV los lugares de la diócesis de Cuenca
dependientes del señorío de la Orden de Santiago eran los siguien:es: Uclés, Santa María de los Llanos,
Torreluenga, Villarrubio, Saelices, Tribaldos, Fuente de Pedro Natarro, Alaendros, El Acebrón, Torrubia,
Moraleja, Rozalén, Tarancón, Cabeza Mesada, Hinojoso, Horcajo, Haélamo, Monreal, Villaescusa de Haro,
Villaianrique, La Zarza, Valtablado. PA. Porras Arboledas, Los señoríos de la Orden de Santiago..., 11, p.
622.
410
a la repoblación de la zona. Este alfoz poco a poco se iría
completando mediante la adquisición de algunas tierras del de
Huete que geográficamente correspondían a Cuenca. Así, por
ejemplo, el 17 de enero de 1190 Alfonso VIII hacía donación al
concejo conquense de las aldeas de Mantiel, Cereceda, La Puerta,
Viana, Solanillo, Peralveche, Arbeteta, Palomarejo y Huerta
Vellida, situadas al norte de la diócesis. Pero además el concejo
también compraría otros términos: al morir el conde Pedro
Manrique, el de Tragacete por 4000 mrs., y la aldea de Albaladejo
al rey por 2000 mrs (15—XII—1208). Po: el sur, el territorio
conquense pronto quedaría limitado al llegar a los confines con
Alarcón132.
En la repoblación y erección de aldeas dentro de todo este
amplio alfoz fue fundamental la labor concejil, actuando también
la Monarquía en la fundación de algunos lugares. Por otro lado,
aquí también hay que recordar lo ya dicho sobre los sefiorios
dependientes del obispo y cabildo catedralicio, cuya repoblación
corrió a cargo de estos últimos. Casi no se conservan datos sobre
el establecimiento progresivo de las p¿Lrroquias en todos estos
lugares, pero indudablemente el proceso corría paralelo a la
repoblación, fundándose nuevas parroquias en todos aquellos
centros que contasen con un número minino de habitantes.
Otro ámbito de repoblación fue el de Alarcón, ocupada poco
después de 118k. El monarca dispuso su población siguiendo el
modelo de Cuenca y dotando a su concejo con muchas aldeas, puesto
que el casco urbano era de reducida capacidad. Para reforzar la
defensa fronteriza, Alfonso VIII entregaría en el alfoz de la
villa un amplio término al magnate Diego López de Haro, el cual
no tardaría en poblar allí la villa a la que puso el nombre de
133
Haro, y que sería dotada pronto con media docena de aldeas
De este modo, con la repoblación del alfoz de Alarcón, proyectado
en La Mancha hacia la actual provincia de Albacete, quedaba
organizado otro amplio sector de la diócesis, en el que se irían
incluyendo nuevos núcleos parroquiales, aunque de nuevo la falta
411
de datos no permite precisar con exactitud el desarrollo concreto
del proceso.
La última zona de repoblación de la diócesis es la que se
corresponde con la cuenca del Cabriel. Inicialmente el principal
núcleo de población de esta comarca era la villa de Cañete,
conquistada probablemente poco antes que Cuenca y dependiente en
sus inicios de la jurisdicción episcopal. de Albarracín hasta que
en 1190 pasara a depender de la sede episcopal conquense. Ya se
dijo en su lugar cómo en un principio Cañete incluso llegó a ser
cabeza de arcedianato, pues a fines del siglo XII y primeros años
de la centuria siguiente existía la dignidad de arcediano de
Cañete en el cabildo catedralicio. No obstante, la primacía de
esta villa durará poco tiempo al ser relegada a un segundo plano
por otro núcleo de población que pronto adquirirá mayor relieve:
Moya.
La repoblación de Moya, tras su conquista a fines del siglo
XII por Alfonso VIII, se pospuso algunos años hasta que en 1210
este mismo monarca la autoriza e impulsa, apreciando sus
características de enclave fronterizo frente a Aragón y Valencia.
Según Julio González, en todo este territorio quedaban, además
de la propia Moya, algunos núcleos antiguos como Algarra y
Landete, pero la mayor parte surgirían en el momento de la
repoblación, y es probable que hacia mediados o finales del siglo
XIII la jurisdicción de la villa de Moya coincidiese más o menos
con los 31 enclaves que formarían el ?<arquesado de Moya en el
siglo XV. Fue significativa la presencia en la repoblación de las
Ordenes militares, sobre todo la de Santiago -en 1211 se fundó
un hospital santiaguista en la villa-, y en menor medida la de
Calatrava. Para favorecer la llegada de nuevos pobladores a este
territorio, Alfonso VIII otorgaría a Moya el Fuero de Cuenca,
convirtiéndose de este modo en una villa de realengo 134
‘34Yasnína Álvarez Delgado, «Repoblación y frontera en la sierra baja de Cuenca>>, PP. 145-148. En
1369, con la dinastía Trastátara y pese a la oposición del concejo de Moya, ésta pasaría a convertirse en un
señorío otorgado por Enrique II a la fatilia Albornoz, señorío que, ~inenbargo, tendría una duración efímera.
Por último, ya a fines del siglo XV, Andrés Cabrera recibirá el título de Marqués de Moya de unos de los Reyes
Católicos (1480), creándose de este todo el Marquesado de Moya. Dac.a la situación fronteriza de la villa, a
lo largo de la Edad Media fueron frecuentes los enfrentamientos y pleitos con el reino de Aragón, lo que
tanhién explica el carácter ampliamente fortificado del lugar. Hace ya algunos años se realizaron importantes
excavaciones en Moya, sobre todo en el castillo y sendos recintos a:nurallados, encontrándose diversos restos
412
Así, por tanto, desde 1210, y ccn algo de retraso con
respecto a otros territorios de la diócesis, se irían creando en
toda esta zona nuevos núcleos parroquiales en las diferentes
aldeas que se fuesen estableciendo, tratándose de un proceso que
quizá se realizó bajo la supervisión del arcediano de Moya, nueva
dignidad catedralicia existente al menos desde 1215 en sustitu-
ción del de Cañete, tal como vimos páginas atrás.
Por último, la etapa final en el proceso de expansión del
territorio diocesano vendría dada por la conquista de Requena y
Utiel en 1238, en las cuales la repoblación, iniciada como
prolongación de la conquense, no se completaría hasta época de
Alfonso 0~ Si tenemos en cuenta que el obispo de Cuenca don
~.
materiales (cerámica, objetos ¶etálícos, hebillas, monedas bajoutedievales, etc). Sobre ello puede verse:
Yasnina Álvarez Delgado, «Excavaciones en la villa bajomedieval de Moya», Actas del ¡Congreso deArqueologia
medieval española (Huesca, 17-19 de abril de 1985), vol. IV, Zaragoza, 1986, pp. 615-638.
esta expansión del obispado hacia el este resulta evidente la intervención de factores políticos,
pues el paso a la jurisdicción conquense de las localidades de Requena y Utiel está en plena consonancia con
la política castellana tendente a una expansión oriental.
413
frontera sur estará dada por los límites con la tierra de los
musulmanes138.
Pero también hay que observar la existencia de no pocas
anomalías en la delimitación territori¿tl del nuevo obispado. Los
límites con la archidiócesis de Toledo tLurante esta etapa inicial
nunca estarían demasiado claros139 y, con respecto a la diócesis
de Albarracín, en teoría la frontera se situaba en la serranía
de Cuenca, pero también en este caso observamos una anomalía en
cuanto que la localidad de Cañete pasará a jurisdicción del
obispado conquense en 1190, y ello a pesar de encontrarse al otro
lado de la serrania conquense. En lo quE se refiere al límite con
el obispado de Sigúenza, hay que señalar que el monasterio de
Óvila, si bien eclesiásticamente dependía del obispo de Sigúenza,
una buena parte de su dominio se encontraba dentro del obispado
conquense14 ~. Con todo, una vez establecidos durante esta etapa
inicial los limites diocesanos, ésto:; se mantendrán durante
siglos, y ello a pesar de esporádicas inzidencias fronterizas que
apenas tendrán trascendencia.
Aunque resulta difícil, o casi imposible, dada la gran
carencia de datos, precisar con exactitud el momento en que la
red parroquial de toda la diócesis quedó bien estructurada, es
probable que dicho momento se sitúe hacía fines del siglo XIII
o principios de la centuria siguiente, ya completada la repobla-
ción en la zona de Requena y Utiel y más de un siglo después de
que el proceso de repoblación e instauración de la red parroquial
proximidad inicial de este limite sur con las tierras musulmanas es evidente. Gregorio IX, en
1234, y el papa Inocencio IV, en 1247, dieron la facultad al obisp de Cuenca para absolver a varios de sus
fieles que, aprovechando su cercanía respecto a los musulmanes, se dedicaron a la venta de armas. José Manuel
Nieto Soria, <<La fundación...», p. 16.
139Más que una cuestión de límites, lo que el arzobispo de Toledo llegaría a poner en duda fue la misma
validez de la anexión de los antiguos obispados de Ercávica y Valeria al de Cuenca, problema que acabaría por
dar lugar a un litigio entre la sede toledana y su sufragánea conquense en 1220. Dado lo escasamente poblada
que estaba la zona de Cuenca en el momento de su ocupación, el arznbispo de Toledo no puso ningún reparo en
unir las antiguas sedes de Valeria y Rrcávíca en una sola. Es a partir de 1215 cuando, pensando en los propios
intereses de la mnitra toledana, el arzobispo tratará de conseguir la desmembración del obispado conquense,
reclamando para sí toda la parte occidental del mismo. Pero fracasará en su intento al darse en 1220 una
resolución contraria a sus intereses por el tribunal eclesiástico fcraado al efecto y presidido por el obispo
de Burgos. AHN, Estado, leg. 3190, nQ 3, U. 29v-33v. Vid. José Manuel Nieto Soria, «La fundación...>>, p.
16.
41k
se iniciase en Huete y su extenso alfoz. Una vez establecidas las
parroquias, durante el resto de la Edad Media e incluso a lo
largo de gran parte del Antiguo Régimen no se producirán
variaciones demasiado significativas141
Ahora bien, lo que tampoco puede decirse es que desde fines
del siglo XIII la red parroquial pernianeciese absolutamente
inamovible. Por ejemplo, las epidemias y despoblamientos que se
produjeron en el siglo XIV o incluso a veces en la centuria
siguiente, podían dar lugar a la dea~aparición esporádica o
definitiva de alguna parroquia rural, anejándose sus diezmos y
bienes a otra cercana, del mismo modo que diversos factores
podían motivar la creación de alguna nueva parroquia. Además, la
constitución de señoríos, a veces, aunque no siempre, podía
implicar algún pequeño cambio en la estructura parroquial de la
comarca sometida a su dominio. El problema es que se trata de
cuestiones muy difíciles de determinar ante la falta de datos.
Por otro lado, también entrarían en juego ciertas noticias que
tenemos sobre creación de iglesias propias por parte de algunos
particulares 142 y asimismo es necesario aludir a la existencia
,
142Así, por ejemplo, en un documento a través del cual se refleja el acuerdo que hubo en 1262 entre
el obispo de Cuenca don Pedro Lorenzo, por un lado, y Gonzalo Ruiz da Albendea y sus hijos, por otro, con
relación a las iglesias que padre e hijos poseían en Fuentealbilla, Vallunquera y Boniches, determinándose que
éstos pagasen al obispo y cabildo catedralicio una cantidad equivalente a la cuarta parte de los diezmos
percibidos por dichas iglesias. De este modo Gonzalo Ruiz e hijos cuedarían como patronos de las iglesias que
hahian construido, teniendo además derecho a presentar los clérigos servidores de dichas iglesias al obispo,
que habría de confirmarles en el cargo. AHN, Estado, leg. 3190, ng 3, doc. 49. Para épocas más tardías también
contamos con otro ejemplo relativo a la construcción de iglesias pvopías. Se trata del acuerdo que se realizó
el 21 de enero de 1326 entre Alfonso Martínez, vecino de Huete, y el obispo de Cuenca Fray Esteban, a través
del cual aquél se comprometió a edificar a su costa una iglesia en La torre, lugar situado entre Valdejudios,
Fuente el Pez, Montalvo y Villavieja, que habría de dotar de tido lo necesario para el culto y para el
mantenimiento del clérigo que la sirviese, debiendo entregar además una yunta de heredad y casas para el obispo
y sus sucesores en Bonilla, aldea de Huete. Como contrapartida, el obispo otorgó a Alfonso Martínez y sus
herederos todos los diezmos prediales y personales, y oblacione;, de La Torre y El Castelar con todo su
término, quedando además dicho Alfonso Martínez y sus sucesores cono patronos de la iglesia que se construyese
en La Torre. ACC, siglo XIV, ng 228.
415
se hablará más adelantet4< A pesar de todo, lo que sí es seguro
es que hacia fines del siglo XIII o principios del XIV ya estaban
establecidas la mayoría de parroquias de la diócesis, y casi
todas ellas se mantendrán durante sigles.
143Esta iglesia era seguro de patronato real en el siglo XI, época en que encontramos a numerosos
capellanes regios sirviendo en eila, No obstante, es probable que e~te patronato se remonte a tiempo atrás,
sobre todo si tenemos en cuenta que a mediados del siglo XIII doña M~yor Guillén, amante de Alfonso X, babia
fundado en la misma villa de Alcocer un monasterio de franciscanas meroretas, que en adelante permaneceria muy
vinculado a la Realeza.
416
La Alcarria situada más al norte, en torno al Tajo, de relieve
algo más accidentado, y que se prolonga en tierras de Guadalaja-
ra.
En cuanto a La Mancha, se correspoade con la zona sur del
territorio diocesano, situándose su intcio aproximadamente en
Belmonte. En toda esta región, frente a las anteriores, predomina
claramente la horizontalidad del paisaje.
El motivo de que hayamos hecho una breve alusión a estas
zonas geográficas en que se dividía el territorio diocesano viene
dado por el hecho de que la organización del obispado en cuatro
arcedianatos se estructuró ya desde los momentos iniciales en
función de estas regiones naturales del territorio. Así, en la
zona de la Serranía, dada su amplitud, hubieron de establecerse
dos arcedianatos: el de Cuenca, que englobaría todo el sector
occidental de la Serranía, y el de Cañete-Moya abarcando la parte
más oriental de la misma. La Alcarria conquense viene a corres—
ponderse en lineas generales con el arcedianato de Huete y,
finalmente, en la parte conquense de La Mancha se sitúa el
arcedianato de Alarcón. Así, por tanto, los arcedianatos de
Cuenca y Hoya estaban establecidos en las zonas de relieve más
accidentado de la diócesis, mientras que en los de Huete y
Alarcón se tiende más hacia la horizontalidad del paisaje, sobre
todo en este último.
La cabeza de estos arcedianatos se situaba, lógicamente, en
los cuatro núcleos poblacionales de mayor importancia de la
diócesis: Cuenca, Huete, Alarcón y Moya. Además dos de ellos, la
ciudad de Cuenca y la villa de Alarcón, se hallaban junto al
importante curso fluvial del río Júcar.
Pero aparte de existir esta división en arcedianatos, en el
obispado conquense también había otras circunscripciones
eclesiásticas de gran importancia desde un punto de vista
administrativo, como eran los arciprestazgos y vicarías, que
agrupaban en su entorno a cierto número de parroquias de villas
y aldeas, con cabeza en un núcleo de pcblación cercano de mayor
importancia.
Los ocho arciprestazgos documentados para la Edad Media eran
los de Cuenca, Huete, Alarcón, Moya, Requena, El Castillo (de
417
Garcimuñoz), Uclés y Pareja. Vemos, por tanto, cómo las cuatro
cabezas de arcedianato también lo eran de arciprestazgo. En
cuanto los otros lugares que encabezaban estos arciprestazgos,
todos ellos se correspondían con villas de importante relieve:
Pareja era el principal señorío episcopal; Uclés era la sede de
la Orden de Santiago, y presidía el llamado Común de Uclés; y en
cuanto a Requena y El Castillo, también eran villas de importan-
cia. Además, hay que fijarse en que estos arciprestazgos se
enclavaban en muy diversos puntos de todo el territorio diocesa-
no, para de este modo facilitar la administración del mismo. Así,
en la zona sur, y de oeste a este, se situaban los de El
Castillo, Alarcón y Requena. En una fraLja central, y también de
oeste a este, estaban los arciprestazgos de Uclés, Huete, Cuenca
y Moya; los de Huete y Cuenca también comprendían un amplio
sector del norte de la diócesis. Por último, el arciprestazgo de
Pareja se enclavaba en la zona situada más al. noroeste del
obispado.
Sobre el arciprestazgo de Huete poseemos más información que
para el resto. Desde poco después de la fundación del obispado
conquense, además de existir el arcedianato de Huete, también se
estableció un arciprestazgo con sede central en la villa, cuyo
titular pronto desempeñaría, más que El arcediano, importantes
funciones de cara a la administración eclesiástica del territorio
sometido a su jurisdicción, que en últ:.ma instancia dependía de
la del obispo. Probablemente la mencidn documental más antigua
que se conserva sobre un arcipreste de Huete sea la que aparece
en un documento pontificio fechado en Letrán el 29 de enero de
1218, por el que Honorio III manda al obispo, arcediano y
sacrista de Osma que ayuden al arcipreste de Huete a recuperar
cierta cantidad de dinero prestada al obispo de Segovia144:
418
pecunia ipsa congrue satisfactum, ne post recessum ipsius ad sedem apostoil-
ca,», ubí fere per annum moram fecisse dinoscitur, aliquid in elus preiudicium
alt perperam attemptatum, pro vi dere de b¿?nignitate sedis apostolice
dignaremur”
145Antes de comienzos del siglo XIV la villa de Huete ya babia quedado constituida en vicaría, pues
en un documento fechado el 31 de diciembre de 1315 se hace mención de un tal <<toban Peres, vicario que fue
de Huepte>>. AHPC, Pergaminos, Ms. 5.
146ACC, Estatutos, f. 60v.
419
se situaron, de cara a facilitar la adrainistración eclesiástica
del territorio. De esta forma a mediados del siglo XIII,
conquistada ya la villa de Requena y finalizado el proceso de
expansión diocesana, es casi seguro que ya estarían instituidos
los otros siete arciprestazgos.
Por último, debe llamarse la atención sobre La gran
permanencia posterior de esta división del obispado en ocho
arciprestazgos, número que no había variado en el siglo XVIII,
siendo en esta última centuria las poblaciones que los encabeza-
ban las mismas que durante la Edad Media147.
Pasando ahora a las vicarias, hay que señalar que eran
circunscripciones eclesiásticas más pequeñas y de menor relieve
que los arciprestazgos. Las vicarías que están documentadas para
la Edad Media son las siguientes: Cañete, Utiel, Belmonte,
Montalbo, Iniesta, Huerta y Huete durante el tiempo que dejó de
ser arciprestazgo. Los lugares que encabezaban estas vicarías
eran poblaciones de menor entidad que las que presidían los
arciprestazgos, y en lo que respecta a Huete, sirva lo ya dicho
líneas arriba.
Aunque la división en arcedianato,; era importante de cara
a la fiscalidad decimal, el papel desempeñado por los arcedianos,
todos los cuales eran dignidades deL cabildo catedralicio,
acabaría siendo más bien honorífico, con escasa participación
real en el gobierno de sus respectivos arcedianatos. En cambio
la función administrativa de los arciprestes y vicarios sería
mucho más importante, como a continuación se verá.
Sabemos que estos arciprestes y vicarios rurales, cuyo cargo
casi siempre era perpetuo, ya desde fectias muy tempranas tenían
ciertas competencias jurisdiccionales sobre su territorio. Dada
la enorme extensión que abarcaba la diócesis, los obispos de
Cuenca permitieron que estos arciprestes y vicarios rurales
tuviesen cierta potestad jurisdiccionali en el territorio a su
cargo para algunos casos de Derecho CanórLíco, facilitando de este
modo la administración de justicia eclesiástica en la diócesis,
puesto que a los prelados y sus vicarios generales les resultaba
420
imposible por sí sólos llevar toda la administración de justicia
del obispado.
No obstante, tal como ya dejó bien claro el obispo don Juan
Cabeza de Vaca en el sínodo de 1399, los arciprestes y vicarios
rurales o sus lugartenientes sólo podían actuar sobre causas de
carácter menor, dado que la potestad jurisdiccional sobre todas
las causas criminales, civiles, matrimoniales, beneficiales y
mixtas en todo el territorio diocesano estaba reservada en
exclusiva al obispo o su vicario general148, al igual que
149
también sucedía en otras diócesis
En el sínodo de 1446 Fray Lope de Barrientos reiteraría esta
medida, estableciendo además que cuando dichos arciprestes y
vicarios administren justicia lo hagan siempre en las poblaciones
cabeza de sus respectivos arciprestazgos y vicarías 150 y ,
1511hid., f. 19v.
f. 39r—v. ~ltexto sinodal señala que los arciprestes y vicarios a veces imponian dichos
injustos tributos «para soportar sus inordenados gastos e ayer favor e aQeqion a los sennores asi
eclesiasticos commo seglares, e porque sean tolerados en sus maloE e vergongosos bevires>>,
f. 13v.
421
Años más tarde, en las constitucines sinodales de 1484,
Fray Alonso de Burgos mandaría que ningún arcipreste, vicario o
abad mayor de los cabildos de clérigos pidiesen poner entredicho
por autoridad suya propia en cualquier iglesia o lugar, pues en
ese caso tal entredicho carecería de validez y no debería ser
respetado 154
De todas formas, en última instancia, la jurisdicción que
ejercían los arciprestes y vicarios rurales para causas menores
siempre estaba supeditada a la jurisdicción episcopal, y ya en
el siglo XVI incluso se llegaría a poner en duda el que pudiesen
tener de derecho algún tipo de potestad jurisdiccional, que en
155
la práctica sí que poseían
Varias observaciones pueden hacerse sobre esta ramificación
jurisdiccional. Por un lado, tal como ya hemos apuntado, cabe
interpretarla como un resultado de la imposibilidad de los
prelados de hacerse cargo personalmente de todos los procesos
judiciales que debían ser resueltos en el obispado. Hay que tener
en cuenta el enorme espacio geográfico ocupado poi la diócesis
conquense, en la que llegó a haber más de trescientas parroquias,
lo cual haría necesaria una distribución de las facultades
jurisdiccionales. Pero hay que llamar también la atención sobre
el hecho de que, debido a los excesos cometidos por los arcipres-
tes y vicarios rurales en el ejercicio de su jurisdicción, a
fines de la Edad Media los obispos conquenses tratasen de limitar
la potestad jurisdiccional de estos últimos, lo cual iría
encaminado a lograr un mayor grado de centralización en el
ejercicio de la justicia episcopal. Por lo demás, esta existencia
422
de varios niveles de jurisdicción eclesiástica dependientes de
la del obispo era un fenómeno frecuente en todas las diócesis.
A) Parroquias de Cuenca
156Arcbivo Municipal de Huete, original sin signatura ¡ Juan Julio Amor Calzas, Curiosidades históricas
de la ciudad de Huete, pp. 75-76.
423
en cuenta que por las mismas fechas apareze documentado, como más
adelante se verá, que en un núcleo te población con menos
habitantes que Cuenca, como era Huete, al número de parroquias
era ya de diez.
Las trece parroquias que inicialmente hubo en Cuenca fueron
las siguientes: San Pedro, San Nicolás, San Miguel, Santa María
(catedral), cuyas funciones específicamente parroquiales se
desempeñaban en una capilla del templo catedralicio, San Martin,
Santa Cruz, San Gil, San Esteban, San Vicente, San Salvador,
Santo Domingo, San Juan y San Andrés. Algunas de estas parroquias
se encontraban situadas junto a la muralla y puertas de la
ciudad157. Las advocaciones que llevan estas iglesias eran las
usuales en Toledo, Castilla La Vieja y en la Extremadura
castellana, de donde procedían la mayor parte de los repoblado-
res, a los cuales, a medida que iban llegando, se les distribuía
más o menos por igual y en función de su origen y dedicación
entre las diversas collaciones, dándoseles casas y tierras de
cereal o huertas en los términos que se asignaban para cada
collación en el alfoz de la ciudad.
Tal como se acaba de señalar, en 1403 el obispo don Juan
Cabeza de Vaca erigió en parroquia la hasta entonces iglesia de
Santa Maria La Nueva, que fue creada sobre la antigua sinagoga
para los neoconversos del judaísmo, pasando a partir de este
momento a ser catorce las parroquias de Cuenca, número que se
mantendrá inalterable durante el Ant:uguo Régimen 158 De este .
la muralla de Cuenca había varias puertas, casi todas ellas de escasa amplitud y relieve
arquitectónico, de las cuales sólo una, la de San Juan, se abría hacia la parte del Júcar, mucbo más abrupta,
aunque un documento de 1333 nos habla de una puerta nueva sobre e~te río. Las demás, que se abrían hacia el
Huécar, eran las de Huete, en el punto inferior de la ciudad, Postigo, Valencia, San Martín, Santa Cruz,
Mercado y Portillo de Santa Maria. Además hay que contar con el ca;;tillo, en la parte superior del recinto y
rodeado por sendos fosos, uno hacia el exterior y otro frente al conjunto urbano. Otra cuestión es la llamada
puerta de La Buharda, situada fuera del recinto amurallado, junto a la orilla del Júcar, con el fin de proteger
uno de los cruces de este curso fluvial. A partir de ella se podía ascender directamente hacia el recinto
amurallado. José Maria Sánchez Benito, Las tierras de Cuenca y Hu¿te en el siglo XIV, p. 37.
‘58Una ciudad donde hubo un número de parroquias bastante Eimilar al de Cuenca fue León, donde a fines
del siglo Mil había doce parroquias, ya fines del siglo XVI también doce o quizá trece. José Sánchez aerrero,
Las diócesis del reino de León,.., p. 196.
424
incidió sobre el número de parroquias de ésta, que sólo experi-
mentó un ligerísimo aumento a comienzos del siglo XV. En cuanto
a la población de Cuenca, tras cierto estancamiento en el siglo
XIV, parece que hacia mediados del XV giraba en torno a los 5000
159
habitantes
Las collaciones eran la unidad administrativa básica para
articular la participación del común en el gobierno de la ciudad,
sobre todo en lo relativo a la elección de los cargos concejiles.
Aunque sabemos con seguridad que cada collación se correspondía
con una parroquia de la ciudad, no es posible afirmar la total
correspondencia de los límites parroquiales con los de la
collación correspondiente, dada la importante carencia de datos
al respecto160. De todas formas, parece que los límites parro-
quiales nunca fueron excesivamente prec:Lsos, y prueba de ello es
que es que, en las constituciones sinodales de 1531, el obispo
don Diego Ramírez de Villaescusa mandaría que en las ciudades de
Cuenca y Huete, así como en las otras villas de la diócesis donde
hubiese varias parroquias, se demarcasen bien sus respectivos
límites jurisdiccionalest61. Con todo, para la Edad Media no ha
sido posible hallar ningún tipo de ctocumentación en que se
recojan los límites jurisdiccionales erLtre las parroquias de la
ciudad de Cuenca, y lo mismo puede señalarse respecto a Huete.
Dicho ésto, pasaremos a indicar algunos datos sobre cada una
de las parroquias de Cuenca, que a continuación figuran en el
mismo orden en que casi siempre aparecen en la documentación
catedralicia.
159Yolancía Guerrero f(avarrete y José María Sánchez Benito, Cuenca en la Baja Edad Media..., p. 79.
Respecto a la Tierra de Cuenca, cabe decir que experimentó a lo largo del siglo XV una marcada y constante
pérdida poblacional, observándose además un diferente nivel de concentración y distribución de la población
en cada uno de los seis sexmos que la integraban. Ibid., pp. 86-8
1601b1d., pp. 19-20. Según figura en las Actas Munícipa½s de 1417, los catorce oficios concejiles
que entonces había en Cuenca eran los siguientes: juzgado, :uatro alcaldes, almojarifazgo, notaría,
almotacería, cuatro caballeros de la Sierra y dos fieldades. AMC, lag, 185, exp. 1. Estos oficios se sorteaban
anualmente, correspondiendo un oficio a cada collación.
425
*SAN PEDRO
Esta parroquia era la que se encontraba situada más al norte
de la ciudad, en las proximidades del castillo, y encabezando la
collación del mismo nombre, que duranta el siglo XV parece que
experimentó cierta decadencia, poseyendo un índice bajo de
población.
Los primeros datos que poseemos scbre esta parroquia datan
ya de esta última centuria. Una interesante noticia es la que
viene dada por un documento del 21 de abril de 1422, a través del
cual el provisor de la diócesis don Petro Arias otorgó licencia
a Alfonso Gómez de Gualda, clérigo de San Pedro, para que pudiese
empeñar cualquier joya de esta iglesia con el fin de satisfacer
ciertas necesidades materiales por las que estaba pasando la
parroquia 162 Tiempo más tarde, en 1485, nos encontramos a un
-
*SAN NICOLÁS
La parroquia y collación de San Nicolás se encontraban
situadas entre San Pedro y la catedral. La tendencia que durante
la Baja Edad Media se observa en esta collación es un descenso
426
de la población pechera, mientras que el número de caballeros
166
aumenta
El testimonio documental más antiguo que tenemos sobre esta
parroquia data del 10 de febrero de 1346, fecha en la cual se
realizó una avenencia entre Fernando Sánchez, racionero de Toledo
y Cuenca y camarero del arzobispo toledano, por una parte, y el
cabildo catedralicio conquense, por ot:a, a través de la cual
aquél dejó, para después de su muerte, una casa en Mohorte, otras
casas en Cuenca y 4000 mrs. para comprar heredades, comprometién-
dose a cambio el cabildo catedralicio a cantar tres aniversarios
solemnes e instituir una capellanía perpetua en la capilla que
dicho Fernando Sánchez tenía en la parroquia de San Nicolás de
167
Cuenca
Otra noticia se sitúa en el año 1422 en que nos encontramos
una alusión documental a la sepultura del notario Martin Alfonso
168
de Brihuega, que se hallaba en este templo parroquial -
*SAN MIGUEL
Esta parroquia se situaba de cara al Júcar, en la parte alta
de la ciudad, y encabezaba la collación del mismo nombre, que en
el siglo XV poseía una población media de caballeros en alza y
un número de pecheros más bien bajo, que decrece a lo largo del
periodo. En esta collación no cabe destacar ningún área dedicada
a transacciones comerciales, y las rentELs de sus inmuebles solían
alcanzar cifras más bien modestas169.
Por lo demás, pocos son los datos de época medieval que han
llegado hasta nosotros acerca de la parroquia de San Miguel de
Cuenca. El único que se ha podido localizar data del 29 de abril
de 1265, fecha en la cual el obispo de Cuenca don Pedro Lorenzo
agregó a una capellanía que había fundado en la catedral la
166Yolanda Guerrero Navarrete y José Maria Sánchez Benitc•, Cuenca en la Baja Edad Media..., p. 24.
‘69Yolanda Cerrero Navarrete y José María Sánchez Benito, Cuenca en la Baja Edad Media..., p. 25.
427
primera ración servidera que vacase
parroquia en la de San
110
Miguel, dando al cabildo facultad para su provisión
17holanda Guerrero Navarrete y José María Sánchez Benito, Cuenca en la Baja Edad Media..., Pp. 22-24.
428
ñaban en la capilla de Santiago de la catedral, donde se
encontraba la correspondiente pila bautismal’13. No obstante,
esta capilla ya existía al menos desde el siglo anterior, por lo
que es probable que sus funciones parroquiales se remonten a esta
centuria174, aunque lo que no sabemos es desde qué fecha exacta
esta capilla actuó como parroquia de la catedral. En todo caso,
lo cierto es que, desde poco después de los momentos fundaciona-
les de la diócesis, las funciones parroquiales de la catedral se
desempeñarían en alguna capilla de ésta, sin que sepamos si dicha
capilla fue o no la de Santiago duranta los primeros tiempos.
Por otro lado, consta que antes de 1392 el obispo de Cuenca
don Álvaro Martínez había mandado edificar en la catedral una
nueva capilla de Santiago en sustitución de la que hasta entonces
existía, y que era servida por varios capellanes 115 También .
por ejemplo, el lunes 22 de julio de 1415, estando presente Pedro Martínez de Chillarón,
canónigo conquense y abad de la capilla de Santiago, se presen:ó en la catedral un tal Martín Váñez de
Salvatierra, lancero, y dijo que venia del reino de Aragón con intanción de vivir en Cuenca, y «por ende que
era su enten~ion de avensindar e ser vesino de la dicha eglesia de Cuenca en la dicha capilla de Santiago como
perroquia de la dicha Qibdat, pidiendo al dicho abat que lo regibiese en la dicha vensindat e lo oviese por
vesino>>. A continuación Pedro Martínez de Chillarón aceptó recibirlo como vecino. ACC, AC-1415, f. 90r~
el testamento del canónigo conquense Juan Martinez dE Medina, que está datado el 24 de septiembre
de 1377, se menciona a un tal Juan Martínez como capellán mayor de .a capilla de Santiago de la catedral. AHPC,
Pergaminos, n9 5.
177Una alusión a ello es la que aparece en una carta de censo del 3 de enero de 1486. AHPC,
Desamortización, leg. 507, “Libro de censos de Mesa...”, f. Sir.
429
parroquia, cuyo contenido abarca el periodo de tiempo que va
desde el año 1548 hasta 1591178.
*SAN MARTIN
Esta parroquia, de la que aún hoy quedan algunas ruinas de
su primitivo templo, se situaba en una ladera de la hoz del
Huécar, ya en las proximidades de los palacios episcopales, y
cerca de la puerta de San Martín. La collación que encabezaba
estaba habitada durante la Baja Edad Media por un vecindario de
nivel medio bajo, muchos de ellos pequeños artesanos, con no
demasiados caballeros y un número considerable de población
pechera durante el siglo XV’79.
La documentación más antigua que se ha conservado de esta
parroquia data ya de principios del siglo XVI, y se trata de
algunos censos perpetuos situados sobre zasas en Cuenca o huertas
en los alrededores de la ciudad que eran donadas por particulares
a cambio de memorias, aniversarios o capellanías. De la adminis-
tración de las rentas parroquiales se ercargaba un mayordomo. En
cuanto a las cofradías vinculadas a esta parroquia, desde el
siglo XVII tenemos noticias del llamato cabildo del Santísimo
Sacramento y Natividad de Nuestra Señora, que estaba formado por
un conjunto de laicos parroquianos de San Martín180.
*SANTA CRUZ
Esta parroquia se situaba en una ladera del Huécar, muy
cerca de San Martín y junto a la puerta de Santa Cruz. Durante
el siglo XV la collación de Santa Cruz poseyó un número medio de
caballeros, en ascenso a lo largo de la centuria, siendo también
178ADC, Parroquias, libro 99, 104 Ef. Se trata de un registro de bautismos, matrimonios y algunas
confirmaciones. En este libro se hace constante mención del “cura áe la catedral” y su lugarteniente, que se
encargaban de atender las funciones parroquiales de la capilla de Santiago. Frecuentemente como lugarteniente
del cura aparece algún capellán del cabildo de Corpus Christi y San Ildefonso, y de forma más excepcional algún
racionero u otro clérigo. En los bautismos se apunta la fecha, nonbre del bautizado, de sus padres y de los
padrinos. En los matrimonios también se cita la fecha, nombre de lo; desposados y testigos presentes, y en las
confirmaciones, de las que se encargaba en exclusiva el obispo, s~ indica asimismo la fecha, nombre del que
es confirmado, el de sus padres y padrino~
179Yolanda Gerrero Navarrete y José Maria Sánchez Benito, Cuenca en la Baja Edad Media..., p. 25.
430
importante la población pechera de dediEación artesanal, que irá
181
mejorando su condición a lo largo de esta centuria -
‘81yolanda Guerrero Navarrete y José Maria Sánchez Benito, Cuenca en la Baja Edad Media..., pp. 25-26.
Parroquias, libro 226.
184Volanda Guerrero Navarrete y José Maria Sánchez Benito, Cuenca en la Baja Edad Media..., p. 26.
‘85Más adelante veremos cómo este prelado también se ~reocupó por controlar al contingente de
cristianos nuevos recién convertidos mandando su incorporación a la cofradía de San Francisco, San Pedro y San
Pablo de Cuenca. Por ello cabe sospechar que probablemente también se deba a la iniciativa de este prelado la
conversión en templo cristiano de la antigua sinagoga.
431
tal a partir de 1403, dado que fue en este año, a 31 de enero,
cuando el obispo don Juan llevó a cabo la erección en parroquia
de la hasta entonces iglesia de Santa Maria La Nueva, para de
este modo encuadrar institucionalmente las necesidades religiosas
del grupo de cristianos nuevos que recientemente se habían
convertido a la fe cristiana. En 1489 ~sta parroquia cambiaría
su nombre por el de Santa María de Gracia186. También hay que
señalar que, debido al pasado hebreo de la collación y sus
habitantes, las prácticas ocultas del criptojudaismo por parte
de algunos cristianos nuevos habrían de ser frecuentes, y sobre
ellos actuaría enérgicamente la Inquisición desde fines de la
Edad Media.
Desde principios del siglo XV a esta parroquia quedaría
vinculada la cofradía piadosa de San Francisco, San Pedro y San
Pablo de Cuenca, que tenía su propio hospital y estaba integrada
básicamente por conversos, dado que a fines de la centuria
anterior el obispo don Álvaro Martínez había mandado la incorpo-
ración a ella de todos los neoconversos del judaísmo. Sobre esta
cofradía se hablará más adelante.
A los pocos años de la erección en parroquia de Santa María
La Nueva, lo cual al parecer había sido suplicado al obispo don
Juan por los propios conversos del barrio, éstos empezaron a
realizar en ella fundaciones pías y a edificar algunas capillas
particulares, lo cual constituía un signo de prestigio y un
anhelo de los conversos para rubricar su integración social y
tratar de encubrir su ascendencia judía En este afán sobresalie-
ron ante todo tres familias conversas que estaban emparentadas
entre sí: los Montemayor, los Sánchez de Teruel y los Cañizares,
que fundaron sus capillas respectivas en la parroquia. Sobre dos
de ellas merece la pena señalar algunos datos.
La capilla de los Montemayor estaba dedicada a San Ildefon-
so, santo de gran devoción de esta familia. Fue fundada por Juan
Alfonso de Montemayor en 1426, y seria reedificada en 1579. Este
personaje había sido nombrado alcaide de Moya por Juan II,
perteneció al cabildo de Guisados de caballo de Cuenca y hacia
432
1456 pasó al cabildo de caballeros y escuderos, falleciendo en
1465. En esta capilla se encontraban los sepulcros de Juan
Alfonso de Montemayor el Viejo y Juan ALfonso de Monternayor el
Mozo, ambos de la segunda mitad del siglo XV187.
Otra capilla era la de Santa Catalina, fundada por Hernán
Sánchez de Teruel, regidor de Cuenca. Gracias a las Actas del
proceso inquisitorial seguido entre 149;’ y 1499 contra Catalina
de Teruel, mujer de Alfonso de t4ontemaycr, acusada de judaizar,
sabemos de algunas de las donaciones que ésta había realizado en
favor de la parroquia de Santa María de Gracia. Así, por ejemplo,
había comprado un retablo nuevo para el altar mayor, y también
había hecho pintar un San Miguel en su capilla de los Teruel188.
*SAN GIL
Muy próxima a la de Santa Cruz, y i:ambién en la ladera del
Huécar, la parroquia de San Gil encabezaba la collación del mismo
nombre, con un número de caballeros alto durante el siglo XV y
una población pechera más bien baja. Durante esta centuria
también sabemos que en los alrededores de esta parroquia se
emplazaban algunas tablas de carnicería189. Poco más puede
decirse, puesto que no ha sido posible encontrar más datos sobre
esta parroquia durante la Edad Media.
*SAN ESTEBAN
Esta parroquia se encontraba situada en la parte más baja
de la ciudad, junto al curso del Huécar y la Puerta de Valencia,
en una de las zonas más populares. Los vecinos de su collación
eran predominantemente pecheros y de nLvel económico bajo.
La documentación más antigua que se ha conservado de la
parroquia de San Esteban data ya de fines del siglo XV, tratándo-
se de censos a favor de su fábrica. La parroquia poseía algunas
187Dinas Pérez Ramírez, <<La sinagoga de Cuenca...», pp. 61-65. Estos sepulcros en 1912, tras la
demolición de la parroquia de Santa Maria de Gracia, serian trasladados a la catedral conquense, donde se
encuentran en la actualidad.
1881bid., p. 67.
189Yolanda Guerrero Navarrete y José Maria Sánchez Benito, Cuenca en la Baja Edad *edia. . ., p. 26.
433
pocas casas en Cuenca y huertas en los tlrededores de la ciudad.
El 18 de junio de 1498 nos encontramos a Mosén Diego de Valera
como clérigo cura de la parroquia de San Esteban y mayordomo de
ella, entregando a censo enfitéutico una huerta en la albufera
190
perteneciente a esta parroquia
*SAN VICENTE
A medio camino entre San Esteban y San Salvador se situaba
la parroquia de San Vicente, cuya collaczón estaba habitada sobre
todo por pecheros de bajo nivel económ:co. Por lo demás, hasta
el momento presente no ha podido localizarse documentación
medieval sobre esta parroquia.
*SAN SALVADOR
Esta parroquia se hallaba muy próxima a San Vicente y, al
igual que sucedía en esta última, los habitantes de su collación
eran fundamentalmente pecheros de escaso nivel económico.
El dato más primitivo que ha llegajo a nosotros sobre esta
parroquia data del 3 de noviembre de 12:65, fecha en la cual el
obispo de Cuenca don Pedro Lorenzo entregó al cabildo catedrali-
cio media tercia que poseía en esta iglesia de San Salvador a
cambio del llamado Villarejo Seco, que hasta entonces había
pertenecido a los canónigos191.
De la siguiente centuria procede otra noticia de interés
acerca de esta parroquia. Sancho López Moreno, vecino de Cuenca,
a través de su testamento otorgado el 18 de marzo de 1376, entre
otras cosas dispuso sobre la provisión y dotación de una
capellanía perpetua en su capilla de San Antón de la parroquia
de San Salvador de Cuenca, donde mandó ser enterrado con el
hábito de San Francisco. Se trataba de una capilla que había sido
mandada construir por él y su mujer, Juana Martínez. Para dotar
dicha capellanía dejó su casa de Villar de Olalla junto con la
434
de Cuenca, donando además 100 mrs. a cada clérigo de San Salvador
192
para que rogasen por su alma
*SANTO DOMINGO
Esta parroquia, situada entre San Salvador y San Andrés,
encabezaba la collación del mismo nombre, que incluía en su
espacio la puerta del Postigo. Se trataba de un barrio con un
elevado índice de actividades mercantiles en consonancia con una
población de nivel medio de pecheros y exentos193 Por lo demás, .
1~yoíanda Guerrero Navarrete y José Maria Sánchez Benito, Cuenca en la Baja Edad Media..., p. 26.
435
Ruiz de Barzana como clérigo beneficiatLo en la parroquia de San
Pedro de Cuenca y a la vez capellán perpetuo en la parroquia de
San Juan al cargo de una capellania perpetua cuyas rentas estaban
situadas sobre unas casas cerca de la plazuela de Santo Domin-.
196
go
Por último, ya para la segunda mitad del siglo XVI, sabemos
que el llamado cabildo de las Animas del Purgatorio y señor San
Gregorio tenía su sede en esta parroquia. Se trataba de una
cofradía de laicos que recibía donaciones diversas a cambio de
la celebración de misas, y poseían algunas casas en Cuenca
entregadas a censo. Posteriormente, ya en el siglo XVII, parece
que la sede del cabildo pasó a ser la parroquia de San Salva-
dor197.
*SAN ANDRÉS
Esta parroquia se encontraba muy próxima a la de San Juan,
y en su collacián, durante el siglo XV, el número de caballeros
y pecheros tendió al estancamiento. En la plaza de San Andrés se
comercializaba en esta centuria con pescado, hortalizas y caza.
El primer dato que se ha podido localizar de esta parroquia
procede de un documento de la segunda mitad del siglo XIV. Se
trata del traslado de una cláusula dcl testamento de Elvira
Gómez, viuda de Pedro Pablo, encargando la realización de un
óbito perpetuo en la iglesia de San Andrés por su alma y la de
sus padres198.
La parroquia poseía diversos bienes entregados a censo
perpetuo, y de la administración y cobro de sus rentas se
encargaba un mayordomo, que por lo general solía ser un laico.
En 1484, por ejemplo, figura desempeñando este cargo un tal
Andrés de Requena, vecino de Cuenca. A fines del siglo XV sabemos
que algunos de los bienes que tenía la parroquia eran casas
entregadas a censo en la Puerta de Valencia y barrio de Santo
Domingo. Otras noticias que tenemos se refieren a mandas
196AHPC,
Desamortización, leg. 782, nQ 825.
Desamortización, leg. 182, nP 829.
436
testamentarias por parte de algunos clérigos de San Andrés a
favor de su parroquia. Por ejemplo, en 1495, Juan de Pareja, cura
beneficiado de San Andrés, dejaría en su testamento todos sus
bienes para la fábrica de su parroqunL; entre estos bienes se
encontraban las casas donde él vivía, situadas cerca de San
Andrés, y varias casas en la calle de Santo Domingo. Estas
últimas en 1496 serían rematadas en pública almoneda a favor del
racionero de la catedral Juan del Pozo, que en aquella ocasión
actuó en nombre y como administrador de los bienes de don Gómez
199
Ballo, arcediano de Cuenca
4~37
dentro del recinto amurallado, sino en las proximidades de la
ciudad201.
B) Parroquias de ¡fuete
438
por los pobladores agrupados según procedencias. Así, se dan tres
collaciones de Santa María (una la de Castejón, otra la de
Atienza y otra la de Lara) y dos de San Nicolás (la real de
Medinaceli y la de Almazán), concordando ello con los nombres de
las puertas de las murallas más cercanas.
Con todo, aunque la primera mención documental de estas diez
collaciones parroquiales date de principios del siglo XIII, es
más que probable que se instaurasen durante la segunda mitad de
la centuria anterior, desde poco después de la conquista de la
villa por Alfonso VII y de forma paralela al desarrollo inicial
del proceso repoblador. Quizá pueda parecer algo excesiva la
existencia de diez collaciones desde los momentos iniciales,
cuando el número de habitantes era aún escaso, pero ello se
explica por el hecho de que frecuentemente, cuando se reconquis-
taba un lugar, el número de collaciones se determinaba pensando
en los posibles habitantes que podría haber en un futuro, una vez
finalizado el lento proceso repoblador.
Ya se ha señalado cómo en un principio estas parroquias y
el conjunto del arcedianato de Huete. que integraba todo el
amplio alfoz de la villa, eran dependientes de la metrópoli
toledana, hasta que tras la conquista de Cuenca y fundación de
la nueva diócesis pasaran a integrarse en ésta, desvinculándose
así de la dependencia directa hacia Toledo.
Pero además de estas diez parroquias que siempre hubo en
Huete durante la Edad Media y gran parte del Antiguo Régimen,
también sabemos que durante cierto periodo de tiempo existió otra
parroquia, la de San Marcos, que estaba situada en el castillo
de la villa. Este valioso dato nos lo proporciona un privilegio
otorgado por el obispo de Cuenca don ALvaro Martínez, que está
fechado en la villa de Huerta a 4 de mayo de 1387.
Según este documento, parece que «desde antiguo» el
castillo de Huete había estado poblado por cristianos, y en dicho
castillo estaba precisamente la parroc[uia de San Marcos, que
tenía sus parroquianos y un beneficio para mantenimiento del
clérigo que la servía. Pero posteriormente, en un momento que
debe situarse probablemente en torno a mediados del siglo XIV,
el referido castillo pasó a ser habitado por judíos, con lo cual
439
la parroquia de San Marcos fue clausurada y derribada, pasando
sus parroquianos a avecindar-se en las otras parroquias de la
villa.
Por este motivo, algunos obispos antecesores de don Álvaro
Martínez habían ordenado que de las restantes parroquias se
tomasen ciertos cahíces de trigo para el mantenimiento del
clérigo que había tenido hasta entonces el beneficio de San
Marcos. Don Álvaro Martínez, al parecer, revocó este mandato,
ordenando además que en la iglesia de Santa Justa de Huete se
edificase un altar de San Marcos en recuerdo de la parroquia
desaparecida. Santa Justa era en realidad una capilla de los
obispos de Cuenca, situada cerca del postigo donde solía estar
su palacio. Don Alvaro mandó también que el día de San Marcos y
el de la fiesta del Corpus Christi se hiciese una procesión
solemne a la capilla de Santa Justa, celebrándose allí una misa
con vísperas, vigilias y misa de requiein por el alma de todos los
obispos de Cuenca fallecidos. Por último se establece que, en
caso de que en un futuro volviesen a vivir cristianos en el
castillo y se reedificase la parroquia de San Marcos, el derecho
para poder instituir un nuevo clérigo en ella que perciba los
derechos de la antigua quedará reservado al prelado conquen-
se203.
Aparte de todas estas parroquias también había en Huete,
como mínimo, otros dos templos de carácter no parroquial pero
que, al menos durante la época en qu~ aparecen documentados,
funcionaron habitualmente como lugares de culto. Uno de ellos era
la iglesia de Santa Justa a la que se acaba de aludir. El otro
era la iglesia de San VagUe, que existía por lo menos desde la
segunda mitad del siglo XIV. Esta última información nos la
proporciona un documento datado el 15 de octubre de 1374, por el
que una tal Sancha García hace donaci¿n de ciertas casas en el
arrabal de Huete al cabildo de los clérigos de la villa, a cambio
de que celebren anualmente unos aniversarios en la iglesia de San
440
Yagúe por el alma de Alvar flíaz, su difunto marido, la de sus
padres, la suya propia y la de todos suas descendientes204.
Hasta principios del siglo XV no ~;e estableció ningún tipo
de diferenciación ni orden de prioridad entre todas las parro-
quias de Huete. Esto se mantuvo hasta qt.e el obispo de Cuenca don
Diego de Anaya Maldonado, en el sínodo diocesano que se celebró
en 1409, declaró que, puesto que en algunas villas y lugares de
su obispado había varias iglesias parroquiales y todas eran
iguales, sin existir ninguna declarada como principal, había que
tomar medidas al respecto para evitar que se produjesen problemas
de orden disciplinario. Por eso don Diego estableció que en
adelante en Huete fuese La Trinidad la parroquia principal. En
Uclés lo sería San Andrés, en Moya Santa María, en Requena San
Salvador, y en Cañete San Nicolás. Además se determinó que en
dichas parroquias cada día hubiese misa y a vísperas se tañese
una campana, primero en la parroquia vrincipal y luego en las
otras del lugar correspondiente. Si en alguna de estas últimas
se tañese la campana antes que en la principal, se le impondría
una multa de 20 maravedís que seria para la fábrica de dicha
parroquia principal; no obstante, dicha. multa no se aplicaría a
maitines205.
Esta diferenciación entre las parroquias debe ser interpre-
tada como un resultado del creciente grado de complejidad que iba
adquiriendo la organización diocesana, lo cual obligaba a
establecer un marco legal que rigiese Los diferentes grados de
prioridad que de hecho se daban entre las parroquias de ciertas
villas, prioridad que estaría en función de su nivel económico,
número de parroquianos, etc. Por eso cabe sospechar que quizá la
disposición dada por el obispo don Diego de Anaya en 1409 no
hacía otra cosa que confirmar de derecho una situación que ya se
daba de hecho.
441
4—Las parroquias rurales
206Tomás González, Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo
XVI, Madrid, 1829. Esta misma lista de parroquias la publica taubién José Torres Mena en sus Noticias
conquenses, pp. 242-250, obra en la que también se recogen datos de épocas posteriores sobre las parroquias
de la diócesis, incluida una lista parroquial correspondiente a la Eegunda mitad del siglo XIX. Por su parte
Mateo López, en sus Memorias, vol. II, pp. 45—65, recoge una lista de las parroquias del obispado de Cuenca
y peculiar subdivisión de éste en abadías a fines del siglo XVIII.
442
en seis sexmos, que era una división que también imperaba a
efectos de organización civil. Para otros lugares las parroquias
figuran agrupadas por mayordomías con cabeza en un núcleo de
población destacado. Finalmente aparecen las parroquias que
integraban el arciprestazgo de Alarcón.
No obstante, en esta lista también se ha observado,
inexplicablemente, alguna pequeña ausencia al compararla con la
relación de lugares de la diócesis donde el obispo conquense
tenía derechos decimales que aparece recogida en el Libro del
Becerro de la dignidad episcopal, elaborado en 1573 y conservado
en el Archivo Diocesano de Cuenca207. Por ello, a la lista de
1587 se han añadido algunas nuevas parroquias que si que aparecen
en el Libro del Becerro, lo cual se indicará en su lugar.
Aunque la lista parroquial que publica Tomás González
corresponda al último cuarto del siglo XVI, lo cierto es que su
formación viene de la etapa medieval, y de hecho la inmensa
mayoría de estas parroquias ya existían en la Edad Media. Un
argumento a favor de esto último es que, por ejemplo, los lugares
de los sexmos de la Tierra de Cuenca donde el cabildo catedrali-
cio retenía derechos decimales, y que Uiguran en los libros de
rentas de la mesa capitular de los siglos XIV y XV, son práctica-
mente los mismos que aparecen en la relación de parroquias de
1587. Por otro lado, los lugares que f:Lguran en algunas listas
de arrendamiento de tercias reales (situadas, como es sabido,
sobre las fábricas de las parroquias) en el obispado de Cuenca
a fines del siglo XV, que se conservan en el Archivo General de
208
Simancas aparecen también en la lista de 1587. Por todo ello
,
cabe pensar que entre fines de la Edad Media y este último año
los posibles pequeños cambios que pudo haber experimentado el
número de parroquias de la diócesis, aún sin negarlos, se reducen
al mínimo.
Libros, nQ 69.
443
Dicho todo esto, a continuación se ofrece la relación de
parroquias rurales de la diócesis de Cuanca209
*Mayordomía de Cuenca210
* Mayordomía de Alcocer
grafia de casi todos los nombres de los lugares que figuran a continuación ha sido adaptada a
la actual, que no siempre se corresponde con el modo como aparecen escritos en la publicación de Tomás
González.
210A esta mayordomia también pertenecían, lógicamente, las catorce parroquias de la ciudad, pero no
las incluyo en la lista por tratase de parroquias urbanas sobre :.as que ya se ha hablado en el apartado
anterior.
cinco lugares pertenecían al arcedianato de Huete, a pesar de lo cual, al menos desde mediados
del siglo XVI se integraban en la mayordomía de Cuenca a efectos de cobro de diezmos. AUC, Libro del Becerro
de la dignidad episcopal, f. 170.
el Libro del Becerro de la dignidad episcopal figura que en 1573 Buendia constituía de por si
una mayordomía independiente de la de Alcocer, e integrada por una ;ola parroquia, la de Buendia. AUC, Libro
del Becerro, f. 167.
dos últimos lugares no son citados por Tomás González, pero en cambio si que aparecen en el
Libro del Becerro de la dignidad episcopal. AUC, Libro del Becerro, f. 177.
444
* Mayordomía de Pareja
*Mayordomía de Moya
215, La
—Moya, seis San
Trinidad, pilas en San
Pedro, seis Miguel,
parroqukas: Santa Maria
San Bartolomé y San Juan.
-Landete, una pila.
—Talayuelas, una pila.
-Aliaguilla, una pila.
-Garaballa, una pila.
-Henarejos, una pila.
-San Martín, una pila.
-Villar del Humo, una pila.
-Cardenete, una pila.
-Carboneras, una pila.
—Pajarón y Pajaroncillo, una pila.
-Valdemorillo, una pila.
-Valdemoro, una pila.
-Campillos de la Sierra, una pila.
-La Huerta, una pila.
-La Laguna, una pila.
-Zafrilla, una pila.
—Tejadillos, una pila.
-Alcalá y Algarra, una pila.
-Salvacañete y Las Salinas, una pila.
-Boniches, una pila.
-Villora, una pila.
-Cañete, al menos dos pilas: San Nicolás y Santa María216.
-Valdemeca, una pila.
214EStOSlugares no aparecen en la relación de parroquias publicada por Tomás González, pero en cambio
si que figuran en el Libro del Becerro de la dignidad episcopal. AIIC, Libro del Becerro, f. 194.
parroquia de Santa María de Moya fue declarada como principal de la villa en el sínodo celebrado
por don Diego de Anaya en 1409: ACO, Estatutos, f. 63v, prioridad que se mantiene en las constituciones
sinodales de don Diego Ramírez de Villaescusa de 1531, f. 37v.
la relación de parroquias publicada por Tomás González se indica que en Cañete había tan sólo
una pila. No obstante, en las constituciones del sínodo celebrado por don Diego de Anaya en 1409 se estableció
que en Cañete fuese San Nicolás la parroquia principal de la villa, lo cual significa que en ese momento, y
probablemente ya desde mucho antes, había en ella al menos dos parroquias. ACC, Estatutos, f. 63v. En las
constituciones de don Diego Ramírez de Villaescusa de 1531, f. 38r, en cambio, se determina que a partir de
ese momento sea Santa María la parroquia principal de la villa.
445
* Mayordomía de Requena
parroquia de San Salvador de Requena fue declarada como principal de la villa en el sínodo
celebrado p9r don Diego de Anaya en 1409: ACC, Estatutos, f. 63v, e igual primacía se sigue manteniendo en las
constituciones sinodales de don Diego Ramírez de Villaescusa de 1531, f. 37v.
parroqnia de Sari Andrés de l3clés fue declarada como principal de la villa en el sínodo celebrado
por el obispo don Diego de Anaya en 1409: ACC, Estatutos, f. 63v, y con igual prioridad figura en las
constituciones de don Diego Ramírez de Villaescusa de 1531, f. 37v.
bien durante el siglo XVI eran estas cuatro las parroqiias existentes en la villa de Uclés, sin
embargo sabemos que, al menos durante los siglos XII y XIII, junto a estas cuatro parroquias había también
otras dos más, San Nicolás y Santiago, ignorándose el momento exacto de su desaparición. Milagros Rivera
Garretas, La encomienda, el priorato y la villa de ¡¡cUs.,., p. 212
esta mayordomía pertenecían también las diez parroquias de Huete, que no se incluyen en esta lista
por tratarse de párroquias urbanas que ya han sido estudiadas más auras.
446
-Valdecolmenas y Castillo, su despoblado, una pila.
-Valdemoro, una pila.
-Portalrrubio, una pila.
-Saceda del Río, una pila.
—Peraleja y Medinilla, su despoblado, una pila.
-Villanueva y Montuenga, su despoblado, una pila.
-Moncalvillo, una pila.
—Jabalera, una pila.
-Garcinarro y Mohorte, su despoblado, una pila.
-Mazarulleque, una pila.
—Cuevas de Mazarulleque, una pila.
—Alcázar y Arbolete, su despoblado, una pila.
-Huelves, una pila.
-Vellisca y Vellisquilla, su despoblado, una pila.
-Navahermosa, una pila.
-Barajas, una pila.
-Leganiel, una pila.
—Saceda de Transierra, una pila.
-Villaescusa de las Salinas, una pila.
-Gascueña, una pila.
*Mayordomía de Huerta
-Monteagudo
—Paracuellos
221~ste lugar no es citado por Tomás González, pero en caibio sí que aparece en el Libro del Becerro
de la dignidad episcopal. ADC, Libro del Becerro, f. 150.
222Esta mayordomía no aparece en la relación de parroquias publicada por Tomás González, y posiblemente
ello se deba a un error. Lo cierto es que en el Libro del Becerro d~ la dignidad episcopal consta que, en 1573,
en los señoríos episcopales de Paracuellos y Monteagudo había do~ parroquias, una en cada Lugar: ADO, Libro
del Becerro, f. 43, siendo además seguro que dichas parroquias ya existieran desde siglos atrás.
447
*Sexmo de Arcas
*Sexmo de Altarejos
*Sexmo de Chillarán
448
*Sexmo de Torra Iba
—Villar 223.
-Torralba,de Domingo
una pila. García, dos pilas
—Albalate y Ribagorda, dos pilas.
-Villaconejos, una pila.
—Priego, una pila.
—Cañaveras y Perales, dos pilas.
-Olmeda de la Cuesta y sus anejos, Villarejo y Fuentesbue-
nas, tres pilas.
-Bólliga, una pila.
-Arrancacepas, una pila.
-Olmedilla, Elizel. y Castillejo de Albaráñez, dos pilas.
—Valdecañas, una pila.
*Sexmo de la Sierra
223Aunque en la relación de parroquias que publica Tomás González este lugar figura en el Sexmo de
Chillarán, sin embargo sabemos que durante la Edad Media siempre perteneció al Sexmo de Torralba.
449
-Fuertescusa, una pila.
-Poyatos, una pila.
-Poveda de la Sierra, una pila.
—Carrascosa de la Sierra, una pila.
-Beteta, una pila.
-Lagunaseca, una pila.
-Valtablado, una pila.
-Cueva del Hierro, una pila.
-Valsalobre, una pila.
-El Tobar, una pila.
-Santa Haría del Val, una pila.
—Masegosa, una pila.
*Arciprestazgo de Alarcón
Domingo.
—San Clemente, una pila.
-Vara del Rey y Sisante, su anejo, dos pilas.
-Villar de Cantos, una pila.
—Perona, una pila.
-Rus, una pila.
-Cañavate, una pila.
-Honrubia, una pila.
—Atalaya y Cañada Juncosa, su anejo, dos pilas.
-Buenache de Alarcón, una pila.
-Hontecillas, una pila.
-Tébar, una pila.
-Villanueva de la Jara y El Peral, su anejo, dos pilas.
-El Quintanar, una pila.
-Barchín, una pila.
-Valverde, una pila.
-Gabaldón, una pila.
—El Provencio, una pila.
-Santa María del Campo, una pila.
-Minaya, una pila.
-La Roda, una pila.
-Castillo de Garcimuñoz, una pila.
-La Almarcha, una pila.
-Hinojosa, una pila.
—Olivares, una pila.
-Fuentelespino y Fuentelcobo, una pila.
—Zafra con sus anejos, Solana y Torrecilla, tres pilas.
—Villar de Cañas con sus anejos, ALconchel y Los Olmillos,
tres pilas.
-Villarejo de Fuentes con sus anejo~;, Albornoz y La Cañuela,
tres pilas.
-Montalbo, una pila.
—El Hito, una pila.
-Las Pedroñeras, una pila.
parroqnia de Santa Maria de Alarcón fue declaraúa como principal de la villa en las
constituciones sinodales de don Diego Ramírez de Villaescusa de ISiL, f. 38r.
450
-La Osa de Belmonte, una pila.
-Villar de la Encina, una pila.
-Belmonte, una pila.
-La Alberca, una pila.
-La Puebla de Almenara, una pila.
-Hontanaya, una pila.
-Villaescusa, una pila.
—Rada y Cerezo, su anejo, dos pilas.
-Tresjuncos, una pila.
-La Hinojosa, una pila.
-El Pedernoso, una pila.
—Las Mesas, una pila.
-Almonacid del Marquesado, una pila.
-Monreal, una pila.
-El Robredillo de Zángara, una pila.
-El Congosto, una pila.
-Motilla del Palancar, una pila.
-Cervera, una pila.
-Montalbanejo, una pila.
-Villalgordo, una pila.
-Villar del Saz de don Guillén, una pila.
este punto conviene citar algunos datos esenciales subre la evolución histórica de Belmonte.
Durante el siglo XIV don Juan Manuel había residido en el alcázar viejo de Belmonte, construido hacia 1323.
Fue la primera fortaleza-palacio que allí hubo, antes de que el marqués de Villena edifican el castillo que
ha llegado hasta nuestros días. El primer señor de Belmonte fue don Juan Fernández Pacheco, a quien Enrique
III entregó la villa mediante un privilegio dado en Tordesillas el L6 de mayo de 1398. Luis Andújar Ortega,
Belmon te, cuna de Fray Luis de León. Su Colegiata, p. 15. Por otro lado, también sabemos que durante mucho
tiempo Belmonte fue tan sólo una aldea dependiente de Alarcón, basta que gracias a un privilegio otorgado por
Enrique II el 8 de julio de 1367 pasara a convertirse en villa independiente, aunque no por mucho tiempo, pues,
tal como acabamos de señalar, en 1398 la nueva villa pasaría de la Corona a manos de don Juan Fernández
Pacheco, casado con doña Inés Téllez de Meneses. Su nieto, Juan P2.checo, recibiría de Juan II en 1445 el
Marquesado de Villena. Ibid., p. 30. De este modo Belmonte se convertiría en cabeza y sede del Marquesado. El
hijo del primer marqués de Villena, don Diego López Pacheco, recibiría el Marquesado en 1467, año en que su
padre fue investido maestre de Santiago. Ibid., p. 45.
451
siglo XV, antes de su erección en Colegiata, se enterrarían don
Juan Fernández Pacheco y su mujer, dota Inés Téllez de Mene-
ses226. Durante el Concilio de Basilea, y en concreto el 20 de
mayo de 1436, Eugenio IV concedería cuarEnta días de indulgencia
a todos los fieles que con su trabajo o limosna contribuyesen a
edificar el campanario y sacristía cte esta iglesia parro-
quíal2~.
La erección en Colegiata de la antigua iglesia parroquial
de San Bartolomé se llevó a cabo mediante la bula Ex Supreme
Provideritia Malestatis del papa Pío II. dada el 1 de diciembre
de 1459, y dirigida al obispo de Burgos don Luis Acuña. Previa-
mente el marqués de Villena, don Juan Pacheco, había solicitado
del papa que, dado que en la diócesis de Cuenca no había hasta
entonces ninguna Colegiata, concediese autorización para erigir
como tal a la parroquia de San Bartolomé de Belmonte. Mediante
la citada bula el papa accedió a ello, estableciendo que en la
nueva Colegiata pudiese haber un priorato, cantoria, tesorería,
canonjías, raciones, préstamos, beneficios simples y capellanías.
El pontífice mandó al obispo de Burgos que se encargase de erigir
en su nombre la parroquia en Colegiata. Pero poco después el
obispo burgalés, don Luis Acuña, alegaría no poder cumplir
personalmente el mandato pontificio por estar Belmonte «en lugar
distante», motivo por el cual subdelegar5a a don Ruy Gómez de
Anaya, canónigo de Cuenca y abad de Santiago, previo consenti-
miento del obispo Barrientos, para que se encargase de llevar a
cabo dicha erección en Colegiata de la parroquia de Belmonte228.
El 27 de noviembre de 1460 don Juan Pacheco prometió no
procurar obtener de la Sede Apostólica ningún nuevo privilegio
que pudiese perjudicar en algo al obispo y cabildo catedralicio
de Cuenca, por lo que éstos, el 4 de diciembre del mismo año,
229
otorgarían su aprobación a la erección de la nueva Colegiata
p. 39.
p. 53.
452
En definitiva, se trataba de reconocer el sometimiento de la
nueva fundación y su patrono hacia la autoridad episcopal.
En adelante la iglesia colegial permanecería bajo el
patronato de los marqueses de Villena. Don Juan Pacheco costeó
gran parte de las obras de mejora de la antigua parroquia,
construyendo la capilla mayor de la iglesia, donde se colocarían
los enterramientos de sus padres y abuelos. El núcleo de la
Colegiata siguió siendo la iglesia de San Bartolomé, donde la
comunidad parroquial era atendida por un cabildo de varios
clérigos; en torno a ella se irían fabricando diversas capillas,
que serían dotadas por los diversos patronos fundadores para el
sostenimiento de capellanías, aniversarios, etc.
453
Capítulo cuarto
454
de la propia fundación del nuevo obispado, se irían creando poco
a poco otros monasterios pertenecientes a diversas órdenes en los
centros urbanos de Cuenca y Huete y en otros enclaves del
territorio diocesano, desarrollándose este proceso durante el
siglo XIII y, de manera más intensa, a lo largo de las dos
centurias siguientes. De este modo, si establecemos una valora-
ción global sobre la presencia de las diversas órdenes religiosas
en el obispado conquense durante la Edad Media, en primer lugar
hay que destacar a la Orden franciszana, tanto en su rama
masculina como femenina, como la más implantada a través de un
mayor número de monasterios. Siguen en importancia numérica los
monasterios de dominicos, agustinos y las órdenes de redención
de cautivos —mercedarios y trinitarios-, situándose en último
término las órdenes de San Benito, Cister y algunas otras órdenes
de menor entidad escasamente representadas. Todos estos monaste-
nos de religiosos que hubo en el obis;ado de Cuenca durante la
Edad Media serán analizados individualizadamente en las páginas
siguientes.
Por último, para finalizar el capítulo, se estudiará también
el desarrollo de la red hospitalaria y asistencial en la ciudad
y diócesis de Cuenca a lo largo de los siglos bajomedievales,
siendo éste un fenómeno que estuvo en plena consonancia con el
proceso de encuadramiento institucional de la asistencia al pobre
que se desarrollá en Castilla y en el resto de Occidente durante
los últimos siglos de la Edad Media.
455
1-MONASTERIOS URBANOS1
1—Monasterios de Cuenca
1La ordenación de los monasterios que a continuación se indicarán se ha realizado de mayor a menor
antiguedad.
ka creación de la Orden de La Merced se debe a San Pedro ~olasco, y la ceremonia oficial de fundación
se cree que tuvo lugar en agosto del aSo 1218, en la catedral barcelonesa, Su finalidad esencial era la
redención de cautivos. En 1235 Raimundo de Peñafort propuso a Pedro blasco que tomase la regla de San Agustin,
a lo que accedió, procediendo después Raimundo a pedir la confirmación a Gregorio IX, el cual la concedió por
medio de la bula Devotionis vestrae precibus. Desde entonces quedaba constituida como una Orden religiosa con
los tres votos esenciales. Tuvo la Orden inicialmente un carácter militar que duró hasta 1317, época en que
termina el gobierno de los legos y lo asumen los sacerdotes, Casi desde los primeros momentos hubo dos clases
de religiosos: una de legos, cuya principal ocupación era pedir y tecaudar limosnas para la redención de los
cautivos; otra de sacerdotes, que eran los que acudían a las radanciones, asistían a los divinos oficias,
predicaban, confesaban y atendían al bien espiritual de las almas. Los superiores de las casas eran los
comendadores.
3AHN, OOMM-Uclés, carp. 99, nQ 15/ Milagros Rivera Carretas, La encomienda y el priorato de Uclés.
doc. nQ 157,
4Miguel .ngel Ladero Quesada~ Fiscalidad y poder real,.., p. 388.
5Uno de los testimonios más antiguos que sobre ello puedun citarse es el testamento otorgado el 14
de febrero de 1314 por María Sánchez, mujer de Pedro Ferrández de. 9eraleja, en el cual, entre otras cosas, se
dejan 20 mrs. al monasterio de Santa Maria de La Fuent Santa, AGC, siglo XI?, n9 211.
620 1462, por ejemplo, ejercía el cargo de comendador Fray Pedro de la Fontanilla. AGC, sa. caj. 7,
leg. 38, n§ 166, f, Ir. En 1494 era comendador el doctor Fray Pedro de Becerril, y en 1508 ocupaba el cargo
Fray Juan de Valencia. ARPC, Desamortización, leg. 108.
456
eran simples frailes que, al pertenecer a una Orden de redención
de cautivos, es probable que predicasen en ocasiones por la
ciudad instando a los fieles a entregar limosnas para dicha
redención7.
Cada cierto tiempo la comunidad se reunía para tratar
diversos asuntos económicos relacionados con la administración
de su patrimonio y rentas, consistente en algunas casas en Cuenca
y tierras en las proximidades de la ciucLad, todo ello entregado
a censo enfitéutico. Este patrimonio se aabía ido formando sobre
todo gracias a diversas donaciones recibidas. Así, por ejemplo,
el 9 de septiembre de 1401 Pedro Fernández de Garavatea, vecino
de Cuenca que se disponía a tomar los hábitos en el monasterio
de Santa Maria de La Merced, hizo donación a favor de éste de
todos los bienes raíces que poseía erL Barbalimpia, aldea de
Cuenca, y su término: casas, viñas, parrales, huertos, eras de
trillar, una cueva. .En este lugar dicho Pedro Fernández también
poseía muchas colmenas, cuya propiedad se reserva mientras viva,
pero que a su muerte pasarían también a poder de los frailes8.
Este monasterio fue frecuentemente objeto de devoción por
parte de muchos laicos, que en sus testamentos solían hacer
pequeñas mandas a su favor. Un caso destacado que puede citar se
a este respecto es el de doña Teresa de Luna, tía de don Álvaro
de Luna, cuyo preceptor espiritual era Fray Juan de Huete,
comendador del monasterio de Santa María de la Fuent Santa de
Cuenca. Esta Teresa de Luna en su testamento, otorgado el 10 de
noviembre de 1430, mandó ser enterrada en el hábito de La Merced
y donó diversas telas preciosas al monasterio de Santa María de
la Fuent Santa de Cuenca:
7En la documentación de fines del siglo XV figuran flo&bre~ de frailes como Fray Gonzalo de Palencia,
Fray Juan de Iniesta o Fray Juan de Huete, y en 1515 encontramos, como prior, a Fray Juan de Logroño, y como
frailes, entre otros, a Fray Gabriel de Huete y Fray Alejo de Pastrana. AHPG, Desamortización, leg. 108, nQ
3420.
8AHPC, Desamortización, leg. 705, nQ 6331. Poco después el monasterio comenzaría a entregar a censo
estas tierras de Barbalimpia, de las que se realizaría un apeo e inventario en febrero de 1458.
457
pequennos de panno de rexa raydos que yo dexo p¿ira reparo de un altar. ítem,
mando que siete tiras de lienQo delgado que yo dexo que lo broslen mis
donsellas que aqul saran nonbradas con el oro e plata e sirgo que yo dexo, e
asi brosladas lo den al dicho monesterio de Santa Maria de la Fuentsanta.
‘ACT, X.1.E.2.ba.
458
En otro documento correspondiente al mismo proceso electo-
ral, y que contiene ya la elección final del obispo de Cuenca,
cargo que recayó en el maestro Gonzalc Pérez, hasta entonces
arcediano de Moya —se trata de Gonzalo Pérez Gudiel, futuro
arzobispo de Toledo y cardenal—, se recoge una copia de la
mencionada carta de nombramiento de compromisarios, a la que se
alude como «quoddam publicum instrumentim sigillorum conchensis
capituli ac guardianus et conven tus .fratrum minorum eiusdem
civitatis munimne roboratum» 12, Así, por tanto, ello echa por
tierra la idea tradicional, defendida entre otros por Mateo López
y Trifón Muñoz y Soliva, según la cual los franciscanos se
habrían instalado en Cuenca en 1313, ptLesto que al menos desde
1273 ya estaban asentados en la ciudad, siendo probable que su
llegada a Cuenca se remonte a varios afios atrás.
Ignoramos en qué lugar se localizaDa el monasterio durante
el siglo XIII y principios del XIV. En cambio, entrada ya esta
última centuria, sí es seguro que se encontraba extramuros de la
ciudad, junto a la albufera, donde habría de permanecer durante
siglos. La tradición señala que en el alio antes indicado de 1313
se extinguió en Cuenca la Orden Templaria, siendo en este año
cuando los franciscanos habrían pasado a establecerse en el
convento que hasta entonces había sido habitado por los templa-
rios. Pero lo cierto es que el asunto resulta muy confuso, pues
carecemos de documentación que respalde lo que dice la tradición,
por lo que el establecimiento de los franciscanos en torno a
dicho año de 1313 en un convento que supuestamente habría sido
con anterioridad de los templarios ~ioy por hoy sólo puede
considerarse como una hipótesis imposible de demostrar.
La siguiente noticia documental sobre el monasterio la
encontramos en el testamento otorgado el 14 de febrero de 1314
por María Sánchez, mujer de Pedro Ferrández de Peraleja, en el
cual se dejan 15 mrs. a los frailes de San Francisco de Cuenca
para que fuesen a su entierro e hiciesen los oficios de difuntos
correspondientes í3• En épocas posterioras también serán frecuen—
t2lbid., X.1.Z.2.6.
459
tes pequeñas mandas testamentarias de Este tipo a favor de los
franciscanos de Cuenca.
Tal como se ha apuntado más arriba, al frente de la
comunidad de frailes había un guardián. En cuanto al número de
integrantes del convento, los primeros datos que poseemos datan
ya de fines de la Edad Media. Así, por ejemplo, para el año 1499
sabemos que el convento lo formaban al menos 19 frailes, algunos
de ellos presbíteros y el resto simples profesos, cuya proceden-
cia geográfica era diversa: Zamora, Beamud, Andújar, Ávila,
Torralba, Cuenca, Úbeda, Girona, Valenzia y Zahorejas son los
lugares que se mencionan11’
Hay que destacar la fundación de una capilla familiar de
carácter sepulcral en este monasterio por parte de uno de los
antepasados de Andrés de Cabrera, Lope López de Madrid, que es
precisamente el primero de los ascendientes del primer marqués
de Moya del que queda constancia documental. En dicha capilla se
establecería una capellanía perpetua, bien dotada tanto en rentas
como en ornamentos y objetos de carácter litúrgico, y con
obligación de celebrar gran cantidad de sufragios por el alma de
su fundador y sus allegados difuntos. La capilla continuaba en
uso en 1470, cuando testó el padre de Cairera, pues éste dispone
que se le entierre en la capilla familiar que, indudablemente,
era ésta15. Algunos años más tarde otro miembro de la misma
familia, Juan Pérez de Cabrera, arcediano de Toledo, realizaría
importantes obras de reedificación en el monasterio de San
16
Francisco
La cofradía de San Francisco, San Pedro y San Pablo de
Cuenca, sobre la que se hablará más adelante, siempre mantuvo una
estrecha vinculación con este monasterio, al cual ayudaban con
frecuentes limosnas y donaciones. Entre estas últimas cabe
destacar una que tuvo lugar el 8 de agosto del año 1499, a través
15Maria Pilar Rábade Obradó, Lgs judeoconversos en la Corte y época de los Reyes Católicos, p. 666.
Más información sobre esta capilla puede verse en la Real Academia de la Historia, colección Salazar y Castro,
0-41, f. 310v.
16María Pilar Rébade Obradó, op. ch., p. 668. Este mismo personaje también edificó una capilla
sepulcral, la de San Andrés, en el trascoro de la catedral conquense.
460
de la cual la cofradía entregó a los frailes un cementerio que
tenía en la albufera que se extendía entre la ciudad y el
monasterio, y en el cual había enterrados bastantes cofrades,
para que pudiesen transformarlo en una huerta cultivable que les
ayudara a cubrir sus necesidades, aunque previamente se deberían
trasladar al claustro del monasterio los huesos de los finados,
haciendo procesión y oficio solemne por ellos. Fruto de esta
importante donación será la realización de una concordia de
hermandad entre la cofradía y el monasterio, que también tuvo
lugar el 8 de agosto de 1499, a través de la cual se llega al
siguiente compromiso:
461
el hospital de San Francisco, San Pedro :~ San Pablo, solicitando
poco después la cofradía que dicha indulgencia también fuese para
todos sus cofrades’8
Por esta época ya estaba en pleno vigor la corriente de
reforma dentro de la Orden franciscana. En Castilla y Aragón la
reforma organizada de los franciscanos partió del año 1494 en
que, por concesión de Alejandro VI, se autorizó la incorporación
a la Observancia de cualesquiera casas de conventuales, siempre
que sus moradores consintieran en ello. Esta disposición
facilitaría extraordinariamente el paso a la Regular Observancia,
19
siendo el cerebro motor de todo ello Cisneros desde la Corte
En lo que a Cuenca atañe, la fecha que todos los autores locales
señalan como de incorporación del monasterio de franciscanos a
la Observancia es la del año 1500, opinión que también es
20
compartida por Luca Waddingo
181b1d., f. 272r.
19José Garcia Oro, La reforma de los religiosos españoles e;! tiempo de los Reyes Católicos, pp. 111—
112.
21Trifón Muñoz y Soliva, Noticias de todos los ilustres obispos.. .,pp. 110-111.
462
prior de Uclés los privilegios que tenía su Orden para poder
pedir en todo el reino, así como una ca=tadel obispo conquense
don García en que se daba testimonio de privilegios papales
relativos a la misma cuestión22. Además, los antoneros también
poseían exenciones referentes a la ganadería, pues el 10 de junio
de 1400 Enrique III confirmó todos los privilegios concedidos por
sus antecesores a la Orden de San Antón sobre exención del pago
de pechos para sus ganados, los cuales podrían pastar libremente
por todo el reino23
La siguiene noticia que tenemos sobre este monasterio data
del 6 de octubre de 1415, fecha en que Fray Cibuet, comendador
de San Antón de Cuenca, entregó dos yuntas de heredad que el
monasterio tenía en Chumillas a Lope Jiménez de Mescua, vecino
de Cuenca, a cambio de otras dos yuntas de heredad que éste
poseía en Villalbilla, aldea de Cuenca24. En general la mayoría
de los bienes que tenían los antoneros habían sido adquiridos a
través de donaciones de particulares a cambio de aniversarios u
otros oficios religiosos similares.
Ya a fines de la Edad Media nos llegan algunos testimonios
relativos a conflictos en que se vieron envueltos los comendado-
res del monasterio por la posesión de 125 bienes de su encomien-
da. Así, por ejemplo, el 4 de agosto de 1492 los Reyes Católicos
mandarán a don Francisco Hurtado de Mendoza, deán de Cuenca, juez
apostólico y subconservador del monasterio de San Antón de la
ciudad, que remita al Consejo información sobre el proceso
relativo a la posesión de ciertos bieaes que estaba pendiente
entre Pascual Rodríguez, vecino de Vil?Larejo de Fuentes, y Fray
Pedro de Montalbo, comendador de San Antón de Cuenca25. Algunos
años después, eJ. 6 de octubre de 1498, será necesaria una nueva
intervención regía a través de la cual el rey don Fernando mandó
que el corregidor y justicias de Cuenca otorgasen su protección
AC—1415, 1. 100v,
463
a Fray Cristóbal de Montalbo para que nadie le perturbase en la
libre posesión de su encomienda del monasterio de San Antón, de
la que había sido proveído por el papa por resignación de Fray
Pedro de Montaba, anterior comendador26
Este monasterio, de dimensiones relativamente modestas,
subsistiría hasta el 22 de mayo de 1791, año en que, en virtud
de una bula de Pío VI, lo clausuró el obispo de Cuenca don Felipe
Antonio Solano, secularizando a los cuatro legos que en aquel
momento había27
U) Monasterio de La Trinidad8
6—X—1498, f. 20.
464
de Castilla de la Orden Trinitaria, al igual que sucedía con el
monasterio de Santa Maria de Tejeda, situado en Garaballa,
también en la diócesis de Cuenca, y ft.ndado al parecer hacia
1395, diez años después que el de la ciudad de Cuenca30. Este
monasterio conquense de trinitarios también era conocido como
31
monasterio de San Jorge
26 de noviembre de 1490 Pedro López, cura de la parroquia de San Salvador de Cuenca acusado de
judaizar, tras proceso inquisitorial fue condenado a ser suspendido de todo oficio y ser recluido en el
monasterio trinitario de San Jorge, donde habria de hacer penitencia por el resto de su vida. Carlos Carrete
Parrondo, «La Inquisición y los clérigos judaizantes de Cuenca», pp. 53-54.
32A. Pérez Martin, Proles Aegidiana, 1, p. 260: «Álter fuit don Munnius Alvarez Ossorio, .erexit in
.
33trifón Muñoz y Soliva, Noticias..., p. 141. También ten~mos otros datos relativos a la presencia
de beatas en la ciudad de Cuenca. Asi, por ejemplo, el 26 de febrero de 1496 el cabildo catedralicio otorgó
poder a Juan de Iranzo, canónigo, «para que feble con el sennor prcvisor e pida liQengia para que se faga una
casa junto con la eglesia, en el anden junto con la de Sant lohan, junto con el escritorio que tiene Juan de
Cuellar, para que se faga una casa para que este enparedada Maria la beata», ACC, AC-1496, f. 49v. Algunos
años más tarde, el 10 de enero de 1504, el cabildo acordaria <<que la casa que esta en el anden de la dicha
yglesia, que se fizo para la enparedada que agora fallesgio, que sea para la beata o beatas e que non se
convierta en otros usos». ACO, AC-1504, f. 77v, y el dia 19 del m:.smo mes y año el cabildo estableció «que
deven de entrar en la dicha casa para enparedarse en ella y faser ~uvida alíl para servir a mi sennor Juana
½beata e la fija de Pedro buonero, la beata>>. Ibid., f. SOr, Sobe el tema de las beatas, para otros ámbitos
geográficos, puede verse el trabajo de J.M. Miura Andrades, <<Beatas y beaterios andaluces en la Baja Edad
Nedia; su vinculación con la Orden de Predicadores», en Andalucía entre Oriente y Occidente, Córdoba, 1988,
pp. 527—535.
465
González, la cual probablemente fue la primera en ejercerlo34
En 1507 aparece como priora María de Almendros35 El hecho de .
36AHPC, Desamortización, leg. 511, n9 7138. El 18 de diciembre de 1451 Pascual de Torralba, criado
del canónigo conquense Alfonso Garcia de San Felices, como procuradcr de Maria González, priora del monasterio,
tomaría posesión de la ración prestamera en la parroquia de Chillirón a la que el chantre habla renunciado.
Ibid.
466
su alma durante los treinta días que durase el treintenario. Por
último, en el testamento también les donó a las monjas un misal
nuevo para servicio del altar de la iglesia del monasterio, así
38
como varias ollas y cántaros
Pero el chantre don Nuño no fue el ánico benefactor de este
instituto de religiosas, aunque sí el principal. Por ejemplo, el
27 de abril de 1451 Rodrigo de Cañizares, vecino de Cuenca, donó
al monasterio a perpetuidad una viña situada en el pago detrás
de la Fuent Santa, a cambio de que anualmente se dijera un oficio
el martes de Pascua de Resurrección y aL día siguiente una misa
de Requiem cantada por las almas de sus padres y difuntos y por
la suya propia cuando muriese39. Posteriormente el monasterio
también recibiría otras donaciones diversas por parte de vecinos
de Cuenca y sus aldeas, siempre a camtio de la celebración de
misas y aniversarios. De este modo se formaría un pequeño
patrimonio constituido por casas, heredades y viñas sobre todo
en Cuenca y sus alrededores, que se explotaban mediante su
entrega a censo enfitéutico. De la administración de todos estos
bienes se encargaba un mayordomo, cargo que generalmente recaía
en un laico, aunque la última palabra sore todas las operaciones
económicas que se llevaban a cabo la tenía la comunidad de
40
monjas
38lbid., exp. 8.
4%íguna documentación sobre los censos del monasterio a Fines de la Edad Media y sobre todo durante
la Edad Moderna puede verse en: ARPO, Desamortización, leg. 136.
467
persiste en la actualidad, y sigue estando ocupado por monjas
concepcionistas.
Su fundación es de época ya tardía, y corrió a cargo de
Alvar Pérez de Montemayor, canónigo obrero en la Iglesia de
Toledo y hermano de Sor Juana de San Miguel, monja del monasterio
concepcionista de Toledo. Alvar Pérez, conquense de ascendencia
conversa, el 14 de abril de 1501 realizó ciertas donaciones a
favor de este monasterio, que por entonzes aún estaba en fase de
construcción, la cual corría a su costa. Las donaciones entonces
realizadas fueron las siguientes: una heredad en Chillarón, en
término de Cuenca, con todas sus casas y tierras; otra heredad
en La Melgosa, también en término de Cuenca, con cuatro yuntas
de tierras de pan, con sus huertas y egidos; una huerta en la
Vega de Toledo, en la ribera del Tajo, que rinde 20.000 mrs.
anuales. Todo esto sería para sustento de las monjas que en el
futuro habitasen el monasterio42
Pero la verdadera fundación del monasterio habría de tener
lugar tres años más tarde. Así, el 26 de abril de 1504, en el
monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo, y en presencia de
Fray Ambrosio de Montesinos, se firmarían unas capitulaciones
entre Alvar Pérez de Montemayor, fundador del monasterio de
Concepcionistas franciscanas de Cuenca, Fray Juan de Tolosa,
vicario provincial de Castilla, y Fernando de Molina, custodio
de Murcia. A través de estas capitulaziones se determinan las
condiciones de fundación del nuevo monasterio:
468
él o sus sucesores habrán de presentar ctra monja para que ocupe
el lugar de la fallecida.
—Alvar Pérez también estará obligado a entregar para
mantenimiento del monasterio y las monjas 40.000 mrs. de renta
en pan y dineros, así como ornamentos, libros, cálices y otros
objetos necesarios para el culto divinc.
-Nunca se recibirá una nueva monja mientras el monasterio
no tenga como mínimo 4000 mrs, de renta anual para cada religiosa
que en él habite.
—Las monjas estarán obligadas a celebrar todos los sábados,
perpetuamente, una misa conventual po:: la intención de Alvar
Pérez de frtontemayor mientras éste viva, y cuando haya muerto por
su alma, así como un responso cantado por todos sus difuntos. El
resto de los días el sacerdote que celebre la misa dirá un
responso rezado por Alvar Pérez y sus padres. Además, las monjas
deberán decir perpetuamente el día dc la muerte de éste una
vigilia con misa de difuntos por su alma, y el día de la fiesta
de la Concepción de la Virgen el oficio y misa mayor se celebra-
rán por la intención de Alvar Pérez.
-Mientras viva, el mayordomo del monasterio será Andrés
Pérez, hermano del fundador63.
leg. 7, nQ 2.
469
Benito de Cuenca; 2000 mrs. de censo sobre unas casas en la
plazuela de San Andrés; otros 1000 mrs. de censo; 750 mrs. de
censo sobre unas casas y heredad en Fuentes; 375 mrs. de censo
sobre unas casas en Cuenca, cerca de la Pellejería; se suprime
la anterior donación de una huerta en Toledo 44
Al año siguiente, el 19 de abril de 1505, el papa Julio II
confirmaría todos los acuerdos del proceso de fundación del nuevo
monasterio 4 Aunque las primeras monjas procedieron del monas-
~.
2-Monasterios de Jinete
44Ibid., leg. 7, n2 3.
‘5fhid., leg. 7, nQ 4.
470
En este privilegio de Alfonso XI s~ expone cómo las monjas
del monasterio de San Julián, «que es gerca de la dicha villa
de Huepte», alegaron tener una carta mty antigua por la que sus
pastores, yugueros, hortelanos y molineros estaban excusados de
pagar pechos reales; dicha carta había sido confirmada por
Alfonso X, Sancho IV y por el propio Alfonso XI. Ahora las monjas
se quejaban a éste de que sus recaudadores y pesquisidores no
respetaban dicha carta de privilegio. Por eso Alfonso XI, el 1
de julio de 1338, mandará que las monjas tengan en adelante los
siguientes excusados de pechos y servicios reales: dos yugueros
que labren con sus bueyes; un hortelano; un molinero que trabaje
con el molino del monasterio; un pastor que guarde su ganado. El
monarca ordena a los cogedores y recaudadores que no tomen nada
de dichos excusados en concepto de pechos y servicios reales, y
que lo que hayan tomado se lo devuelvan47.
Seguramente se trataba de una comunidad de monjas muy
reducida que poseía un pequeño patrimonio básicamente rural y
algunas cabezas de ganado, de cuya explotación se encargaban los
excusados a los que se acaba de hacer referencia, que serían
vasallos o paniaguados semidependiente.s del monasterio. De ahí
el enorme empeño que pusieron las monjas en la defensa de los
privilegios económicos de las personas encargadas de trabajar sus
tierras, solicitando a la Monarquía rei~:eradas confirmaciones de
unas exenciones que a veces no eran respetadas por sus oficiales,
cuya actuación frecuentemente escapaba al control regio.
Exceptuando el documento recién aludido no ha llegado hasta
nosotros ninguna otra fuente de época posterior en la que se haga
referencia explícita al monasterio de San Julián de Huete. Por
ello cabría preguntarse si este monasterio no es el mismo que
desde los años sesenta del siglo XIV se menciona con el nombre
de San Benito, y que en un principio fue también de monjas. No
obstante, aunque ello parece probable, carecemos de datos
47AHN, Clero, carp. 558, n9 4. Poco después, el 20 de enero de 1344, Alfonso XI se dirigirá de nuevo
a sus recaudadores en el obispado de Cuenca, en esta ocasión informándoles de que los canónigos, racioneros,
capellanes y clérigos de coro de la catedral de Cuenca están exentis de pechar moneda según el privilegio que
tenían concedido por Alfonso X (Burgos, 29-t-1255fl y que ahora s~ les confirma. ACO, siglo XIV, nQ 4.
471
documentales fehacientes que nos permitan afirmarlo de manera
rotunda, quedándose todo en una simple hipótesis.
1’~s~¡III3ó7. Se trata de una carta de venta en la que, casualmente, se mencionan unas «casas de las
mongas de Sant Benito>>. AHPO, Pergaminos, Ns. 18.
Juan Talamanco, Historia de la milagrosa y morenita iiagen de María Santísima de la Merced...,
BM, Ms. 7002, E 3r-v. El autor dice haber tomado el dato de la Crórica de la Orden de San Benito de Yepes.
472
del lugar, aunque a veces el arcipreste te Huete también aparece
interviniendo en ciertos asuntos de la economía del monasterio
otorgando su ratificación a las actividades que se realizaban.
Por otro lado, desde que pasó a depender del monasterio de Santo
Domingo de Silos, éste debía ser informado respecto a todos los
asuntos económicos tocantes a la comunidad de Huete, y además
daba su autorización y confirmaba todas Las actividades económi-
cas que el monasterio realizaba.
Su patrimonio estaba formado por diversas heredades, viñas,
casas, molinos harineros y batanes, sittLado todo ello en aldeas
muy próximas a Huete. Las tierras eran objeto frecuente de apeos
ya desde fines del siglo XIV, época en qua figura como priora una
tal María Martínez. El apeo más antiguo que se conserva es el
realizado en la heredad de Palomares el año 1393; otros apeos son
los de las heredades de Valparaíso (1395), San Facundo de
Horcajada (1395), Torrejoncillo y su término (1395), Hortezuela
(1399) y de nuevo Torrejoncillo (1459 y años siguientes). Todas
estas heredades se explotaban indirectamante mediante su entrega
a censo enfitéutico, siendo generalmente los censatarios vecinos
del lugar donde se encontraba la heredad51.
d.
Ms. 7002. Una breve descripción de esta obra de T&.amanco fue realizada por Ángel González
Palencia: <<Noticias históricas sobre Huete», Casa de Cuenca, Barcalona, Boletín mensual de información, 29
(1964),
473
más inverosímiles. Este carácter apologético también se aprecia
en algunas biografías que se incluyen sobre los frailes más
ilustres que figuran en los anales del monasterio. A pesar de que
la obra ofrece alguna noticia documental. de interés, en general
el tratamiento de los datos resulta hartc confuso y con importan-
tes contradiciones, pudiendo sedalarse algo similar en lo
referente a la cronología histórica.
Respecto a la fundación del monasterio, Talamanco señala que
ésta tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIII, a petición
del concejo y del cabildo de clérigos beneficiados de Huete, que
donaron a la nueva fundación la ermita de Santa Quiteria, objeto
de devoción popular y situada extramuros de la villa, pero no
ofrece ninguna prueba documental que corrobore tal afirmación,
indicando además en lo tocante a este punto que los documentos
fundacionales se quemaron en un incendio53.
Todos estos datos que sobre el proceso fundacional nos
ofrece Talamanco, aún sin negarlos, deben ser tomados con muchas
reservas, en el sentido de que sobre ello no ha llegado hasta
nosotros testimonio documental alguno. Lo que sí que puede
afirmarse es que hacia el año 1333 es muy probable que el
monasterio ya se hubiera fundado, pues contamos con una referen-
cia de un documento fechado el 20 de octubre de dicho año a
través del cual el cabildo de clérigos beneficiados de Huete se
unió en hermandad con la Orden de Santa Jíalla de Barcelona y con
la Orden de La Merced54, lo cual viene a ser un claro indicio de
que por estas fechas ya debía existir en Huete un monasterio
perteneciente a esta última Orden.
No obstante, y a manera de simple hipótesis que hasta el
presente no puede ser avalada documentalmente, tampoco debe
descartarse la posibilidad de que la fundación hubiera tenido
lugar a comienzos del siglo XIV o incluso, tal como señala
Talamanco, durante el siglo XIII, pues en esta última centuria
sí que está documentada la existencia de casas de La Merced en
f. 45r,
Inventario, leg. 12, nP 18.
474
otros lugares de la diócesis de Cuenca55. Sea como fuere, lo
cierto es que desde mediados del siglo XIV las noticias documen-
tales sobre La Merced de Huete comienzan a ser frecuentes.
El monasterio se encontraba situado en el arrabal de la
villa, y al frente de la comunidad había un comendador, que solía
ser doctor o bachiller, y un prior. Además, a veces se recibían
visitas del general de la Orden. Respecto a la procedencia
geográfica de los religiosos, las fuentes indican la presencia
tanto de frailes y comendadores originarios de la región como de
otros procedentes de zonas más alejadas del reino56. Los frailes
frecuentemente se reunían en el claustro del monasterio a canpana
tannída o en el refitorio para tratar los diversos asuntos
tocantes a la comunidad y a la administración de su patrimonio.
Respecto a este último podemos decir que en el siglo XV el
monasterio poseía, como bienes rurales, numerosas tierras, viñas,
huertos y molinos en el término de Huete o zonas próximas, tales
como Alcázar del Rey, Mazarulleque, Valparaíso o Palomares57. En
la ciudad de Huete el monasterio tenía bastantes casas en el
arrabal, además de algunas tenerías y cuavas. Todos estos bienes,
tanto los rurales como los urbanos, estaban entregados a censo
enfitéutico, y respecto al modo de cobro la documentación alude
a pagos en florines de oro del cuño de Aragón, en maravedís o
directamente en especie (sobre todo almudes o fanegas de trigo
y a veces cierto número de gallinas). A menudo el cobro de los
censos se solía dividir en dos pagas anuales, que se entregaban
55Así lo demuestra, por ejemplo, un documento del año 123C a través del cual Gonzalo Pérez, señor de
Molina, exime del pago de portazgo en esta villa a las casas <!e La Merced de Uclés, Cuenca y Huélamo,
tomándolas bajo su amparo. AHM, OOMM-Uclés, carp. 99, nQ 15.
56En 1396 figura como comendador Fray Pedro de Logroño. AHPC, Desamortización, leg. 185. En 1424
ejercía este cargo Fray Juan de Ente, y ese mismo año figuran como frailes, entre otros, Fray Martín de
Tarancón, Fray Francisco de Torralba y Fray Francisco de Belinchós. En 1429 era fraile Fray Diego de Arnedo.
Ibid., leg. 63. En 1484 figuran nombres de frailes como Fray Gonzalo de Pineda, Fray Alfonso de Almazán y Fray
Bartolomé de Valdedoncellas, todos ellos profesos y conventuales. Ibid., leg. 63. En 14&9 era comendador Fray
Pedro de ~vila, y en 1494 ejercía el cargo de prior Fray Alonso del Pozo. Ibid., leg. 185. En 1502 encontramos
como comendador a Fray Juan de Valencia, y en 1508 fignra ostentado este mismo cargo Fray Pedro de Becerril.
Este último año también encontramos a los religiosos Fray Alonso de Huete, Fray Juan de Valladolid, Fray
Sebastián de Almodóvar, Fray Francisco de Murcia, Fray Fernando de Guadalajara y Fray Juan de Alcalá. Ibid.,
legs. 532 y 191.
475
para San Juan y para Navidad, teniendo además el monasterio
derecho a percibir la mitad del diezmo de los bienes acensuados.
Como censatarios figuran sobre todo vecinos de Huete o de zonas
próximas. Todos estos censos aparecen frecuentemente en la
documentación desde el siglo XV, figurando tanto primeras
concesiones como también cartas de traspaso y renovación de
censo. En esta centuria son además frecuentes los testimonios de
apeos de heredades58. Todo ello nos injica que se trataba sin
duda de uno de los patrimonios económicos de mayor envergadura
existentes en Huete, al menos desde el siglo XV.
En ocasiones el monasterio se vio envuelto en pleitos con
algunos vecinos del lugar relativos a la propiedad de diversas
tierras u otros bienes. Además, en 1487, siendo comendador Fray
Pedro de Ávila, tuvo lugar un pleito con el monasterio de San
Francisco de Huete sobre la posesión de la heredad y molino de
La Calzadilla, en término de Huete, y sobre el pago de cierto
censo a La Merced por parte de los franciscanos. La sentencia,
dada el 28 de octubre de dicho año, será favorable al monasterio
de Santa María de La Merced59.
Sabemos de la existencia de varias cofradías de laicos que
se encontraban vinculadas a este monasterio. Una de las más
antiguas era la cofradía de Santa Catalina, a la cual Sancha
López, en su testamento otorgado el 14 de enero de 1.396, doné 50
maravedís para que rogasen por su alma, más un lecho de ropa para
el hospital anejo a la misma60. También muy antigua era la de
San Andrés, que en 1385 aparece en un documento vendiendo unos
solares a dos judíos moradores de HueÉe61; en 1437 figura como
cabildo de San Bartolomé e San Andrés, con un prior a su frente,
entregando una tierra a censo62. Otra era la cofradía o cabildo
476
de Santa Marsa, que en 1456 recibió de los frailes, para
enterramiento de los cofrades, un corral que estaba a espaldas
del coro de la iglesia del monasterio; en 1498 el cabildo de
Santa Marta donaría al convento dicho corral, quedando por ello
los religiosos obligados a celebrar ciertos oficios por los
cofrades fallecidos. Una última cofradía de la que tenemos
noticia es la llamada cofradía de las Animas, fundada al parecer
el 19 de diciembre de 151263.
Por último debe señalarse que el monasterio recibía
frecuentes donaciones de laicos a cambio de aniversarios, misas
y capellanías, y en su iglesia y claustro habla capillas
pertenecientes a diversas familias en las que se enterraban sus
miembros, amén de la existencia de otras muchas simples sepultu—
64
ras .Respecto a los donativos de los laicos, además, contamos
incluso con un ejemplo de intervención pontificia de Clemente VII
destinada precisamente a propiciar esa corriente de ayuda al
monasterio, a través de la cual dicho papa, con fecha 26 de julio
de 1393, concede cuarenta días de indulgencia a todas las
personas que en ciertas fiestas visiten devotamente la iglesia
del monasterio de Santa María de La Merced de Huete y otorguen
limosnas para su reparación65.
para tratar diversos asuntos concernientes a la administración de su patrimonio u otros temas. AHPC, Pergami-
nos, Ms. 97.
63Fray Juan Talamanco, op. cit., f. 44r. Se trata de varias rusefias hechas por Talamanco de documentos
hoy perdidos que aluden a estas cofradias. Ante la falta del original, y a pesar de los posibles errores que
pueda haber en estas reseñas, es necesario reconocer el valor de la información que nos proporcionan.
64Sobre ello puede citarse el ejemplo de Sancha López, mujer de Pedro Fernández de Barajas, vecina
de Huete, la cual en su testamento, otorgado el 14 de enero de 1396, manda ser enterrada ante el altar de la
capilla que su marido y ella tienen en el monasterio de Santa Maria de La Merced. Además encarga dos
capellanias perpetuas para que las canten cada día los frailes del monasterio, de manera que se digan
diariamente dos misas en la capilla, y para ello deja varias casas, ~iflas y huertas, un corral y un palomar.
También hace donación a la comunidad de las siguientes cosas: tres cubas medianas; 60 varas de lienzo y otras
tantas de sayal para sábanas y mantas de las camas de los frailes; 1.0 varas de paño blanco para cada uno de
los frailes que estuviesen en el monasterio al tiempo de su muerte: dos manteles; un par de acémilas; ños
cruces pequeñas y un cáliz de plata para su capilla. AHPC, Desamortización, leg. 185.
65Bullae et privilegia sacro ac regali Ordini heatae Nariae de Mercede redemptionis captivorum, Madrid,
1636, ff. 62v—63r, La concesión se otorga para que <<ipsius domus congiuis honoribus frequentetur ac domus ipsa
reparetur, et fratres in ea degentes sustententur sc ut Christi fideleE eo libentius causa devotionis confluant
ad eandem eccíesian. .
477
D) Monasterio de San Francisco
478
E) Monasterio de Santo Domingo
479
nos encontramos con otra noticia sobre el monasterio, remontándo-
se en concreto al 17 de enero de 149L, fecha en la que Fray
Martín de Medina, subprior, actuó como procurador de Fray Luis
Méndez, prior de San Benito de Huete, en ciertos negocios
relativos a la economía de este último73.
Su patrimonio estaba formado por una pequeña cantidad de
bienes., sobre todo rurales, que se explotaban indirectamente
mediante su entrega a censo enfitéutico, siendo escasísimos los
datos que sobre ello se conservan para la Edad Media.
En este monasterio se encontraba l.a capilla del mercenario
Andrés González de Monterroso, el cual en su testamento, otorgado
el 21 de diciembre de 1485, siendo pricr Fray Alonso de Espina,
mandó ser enterrado «en my capilla qua yo hize y ordene en el
monesterio de sennor Santo Domingo de~3ta vibdad», encargando
además varios treintenarios y haciendo donaciones al monasterio
14
para la dotación de capellanías
Vinculados a Santo Domingo de Huete se encontraban la
cofradía y el hospital de Los Ángeles, que aparecen documentados
en 1485, siendo quizá probable que ya existiesen desde algunos
años atrás. Este dato nos lo proporciona también el testamento
de Andrés González de Monterroso, en el. cual se señala: «ítem,
mando que den mill maravedis al cabildo de los Angeles de sennor
Santo Domingo.. .dos mill maravedis para el ospital..»>. A cambio
de ello Monterroso deja encargado a La cofradía que se diga
anualmente un aniversario por sus parientes difuntos en el
monasterio de Santo Domingo de Huete75.
En 1499 ya había llegado la Observancia al monasterio, tal
como se desprende de un documento de procedencia regia. El prior
y frailes de Santo Domingo de Huete al parecer habían expuesto
previamente a los monarcas que, antes de que el monasterio se
incorporase a la Observancia en que al presente estaba, Fray
73Ibid., leg. 961. Consistió en entregar a censo perpetuo una heredad que el monasterio de San Benito
tenía en Alcázar del Rey.
74Archivo de la Real Chancilleria de Granada, Hidalguía, leg. 396, pieza 15, ff. 6r-16v. Es un traslado
del siglo XVI,
751bid., f. lkr.
480
Martín de Medina, que entonces era prior, y Fray Bernaldo,
religioso del monasterio, habían adquirido ciertos bienes para
su propiedad; al introducirse la reforma estos frailes se habían
marchado, dejando abandonados los bienes que compraron, que hasta
el presente estaban en poder de ciertos legos. Ahora el monaste-
rio reclamaba dichos bienes para sí por considerar que tenía
derecho a apropiarse de ellos. Por eso el 17 de noviembre de 1499
los Reyes Católicos, a petición del prior y frailes de la
comunidad, mandarán al corregidor de Huete que investigue la
76
verdad sobre todo ello e intervenga para que se haga justicia
481
II-MONASTERIOS RURALES80
81lorge Maz Ibáñez, «Santa Maria de Monsalnd. Reconstrucción histórica de un cenobio cisterciense
(siglos XII—XVI]», Cisterciun, 201 (1995), pp. 357—474, La primera obra que se escribió sobre Monsalud,
plagada de errores y revestida de un fuerte carácter apologético, e~ la de Fray Bernardo Cartes, Historia de
la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Nonsalud, Alcalá de Henarei, 1721. Otro trabajo más reciente, pero
bastante incompleto, es el de Andrés Pérez Arribas, El Monasterio d~ Monsalud, Guadalajara, 1978.
82AHN, Clero, carp. 569, nQ 20 (original) ¡ AHN, Clero, libro 4235, ff. 13v-14v (copial.
83Vicente Lngeí Alvarez Palenzuela, Monasterios cisterciensQs en Castilla..., p. 113 ¡ Javier Pérez—
Embid Wamba, El Císter en Castilla y León..., p. 274.
482
dotación, y de hecho dos años más tarde, el 7 de mayo de 1169,
el propio Alfonso VIII confirmará al monasterio la donación
realizada por el arcediano, a quien el monarca califica de
«amicus noster Ioannes»84, siendo ello un claro indicio de la
estrecha colaboración que hubo entre este último y la Monarquía
en el proceso fundacional.
La aldea de Córcoles constituiría el inicial dominio
señorial de Monsalud, siendo sus habitantes vasallos del
monasterio. Poco después, el 25 de marzo de 1150, siendo abad
Fray Raimundo, Alfonso VIII hará una ntLeva donación a favor de
la abadía, consistente en el lugar da Alocén con todos sus
términos y pertenencias, entre las que cebe destacar la presencia
de molinos y dehesas85. A partir de este momento los habitantes
de Alocén pasarían a ser también vasallos de Monsalud, y algún
tiempo más tarde, sin que sepamos con exactitud cuándo ni cómo,
pero sí antes de 1250, se incorporaría al dominio monástico un
nuevo señorío, el de Valdeloso. Todos los vasallos del monasterio
estaban obligados a entregar anualmente a los monjes ciertos
tributos en moneda y en especie, lo que a la larga habría de dar
lugar a algún que otro pleito.
Otra donación importante realizada por el rey en 1180, a 13
de agosto, fue la de 20 cahíces de sal a percibir anualmente en
las salinas de Atienza86. Con esto y algunas otras donaciones y
privilegios de menor entidad se completaba el inicial proceso de
dotación regia, que sentará las bases ecinómicas necesarias para
el desarrollo de la vida monástica. Posl:eriormente los diversos
monarcas castellanos, salvo alguna nueva concesión de escaso
relieve, se limitarían a confirmar los privilegios que ya tenía
el monasterio. También conviene señalar que en abril de 1437
muchos de estos privilegios reales, junzo con los pontificios y
otros documentos, se quemarían en un pequeño incendio acaecido
en el monasterio, por lo que los monjes expondrían su deseo de
que el papa y el rey les otorgasen de nuevo documentos de los
851b1d., nQ 335.
483
privilegios que tenían, con el fin de preservar los derechos de
la abadía. Por otro lado, poco antes del incendio todos los
privilegios de Monsalud habían sido inventariados en forma
pública, por lo que dicho inventario se incorporaría también al
87
documento que testimoniaba la quema de Los privilegios
Aparte de toda la protección regia otorgada al monasterio
por la Monarquía, algunos papas también zoncederían a los monjes
otros privilegios diversos, entre los que cabría destacar la
exención de pago de diezmos otorgada por Lucio III~~, y la gran
autonomía con respecto al obispo diocesano conferida a Monsalud
el 20 de septiembre de 1250 por Inozencio 1V89. También en
relación con el Pontificado está el fenómeno de la encomienda
monástica mediante la concesión del cargo abacial a favor de
algunas personas allegadas al papa. El Ejemplo más claro a este
respecto lo constituye Gabriel Coridulmario, protonotario
apostólico y arcediano de Alarcón, a quien le fue entregada en
encomienda por Sixto IV la abadía de Monsalud en l474~~. Parece
que la concesión se hizo gracias al favor del cardenal y obispo
conquense Antonio Jacobo de Veneris, a quien servía Condulmario
como provisor. Ello motivaría que éste recibiese en adelante una
pensión anual de 300 escudos de cámara sobre las rentas del
monasterio, que percibió a pesar de su total absentismo hasta el
momento de su muerte, acaecida en torno a 150091.
En cuanto a las relaciones mantenidas con la Iglesia de
Cuenca, dada la exención del pago de diezmos de que gozaban los
cistercienses, pronto se plantearía la necesidad de llegar a un
acuerdo a este respecto con el obispo y cabildo catedralicio,
acuerdo que finalmente tendría lugar el 30 de diciembre de 1193,
estableciéndose que los monjes quedarían exentos definitivamente
881bid., nQ 137—136.
89AHN, Clero, libro 4235, ff. 8r-9r.
96E1 8 de agosto de 1474 Gabriel Condulmario se comprometería a pagar a la Cámara Apostólica y al Sacro
Colegio Cardenalicio 56 florines de oro con dos tercios, en conce~to de servicios comunes por la encomienda
que se le había otorgado de la abadía de Monsalud. ASVat., Oblig. et Solut., vol. 81, fi Dv.
484
del pago de diezmos a cambio de la entrega anual al cabildo, en
la fecha de la Natividad de la Virgen, de la cantidad simbólica
92
de dos áureos Posteriormente, el 3 de febrero de 1270, el
.
485
otro, sobre la utilización de las tierras y pastos de la zona96.
Por esas mismas fechas también se llegaría a un acuerdo entre
Alocén y Pareja relativo al uso de un pu.ente sobre el Tajo que
habían construido los de Pareja 97
En cuanto a la organización del convento, en primer lugar
hay que señalar que a su frente se encontraba el abad, cargo que
hasta fines del siglo XIV recaería en personajes de origen
plausiblemente gascón, mientras que posteriormente ya irán
apareciendo los abades de origen castellano. Durante toda la Edad
Media los abades de Monsalud siempre fueron perpetuos, hasta que
a mediados del siglo XVI, al incorporarsE Monsalud a la Observan-
cia cisterciense, se impusiera definitivamente el sistema de
abades trienales. Otros cargos documentados eran los de prior,
subprior, cillerero, sacristán y cantor, y además, al menos
durante el siglo XV, también sabemos de la existencia de
familiares y criados del. abad vinculados a su persona. -
486
año 1560, y como resultado de la evolución medieval, sabemos que
Monsalud poseía propiedades y rentas en los siguientes lugares:
Córcoles, Alocén, Valdeloso, Alcocer, Alhindiga, Auñón, Castejón,
Escamilla, Langa, Millana, Pareja, EL Picazo y Paredejas,
100
Salmeroncillo, Valdeolivas y Villalba
Durante los siglos XII y XIII parece probable que Monsalud
explotara su patrimonio de forma directa. Pero a partir del siglo
XIV, y de acuerdo con la tónica general que se observa en otros
monasterios cistercienses castellanos, los monjes de Monsalud
comenzarían a ceder diversas propiedades en calidad de censo
enfitéutico o perpetuo, sin que aparezca ninguna alusión a
préstamos ni a foros. Por otro lado, a comienzos del Antiguo
Régimen también encontramos referencias a la existencia de
algunos arrendamientos a corto plazo, así como censos de por tres
vidas.
A la hora de establecer una valoración aproximativa del
nivel global de renta monástica resulta útil tener en cuenta la
cantidad de florines con que Honsalud estaba obligado a contri-
buir anualmente para el Capítulo General del Císter, dado que
dicha cantidad se establecía en funcióa del nivel de renta de
cada monasterio. Así, por ejemplo, en 1300 Monsalud contribuía
al Capítulo General con 3 florines, y entre una serie total de
24 monasterios castellano—leoneses ocupaba el puesto número 20
en el escalafón de rentas. Ya en el sigLo XVI, Monsalud contri-
buirá a la Congregación castellana de li Observancia con 18.650
mrs. en 1566, y con 24.867 mrs. en 1569, ocupando el número 14
en el escalafón de rentas entre un total de 19 monasterios que
habla entonces’01. La conclusión que de todo ello se obtiene es
que Monsalud siempre estuvo situado entra el grupo de monasterios
cistercienses con menor nivel de rentas de Castilla y León.
Por último es necesario señalar que, tras un ensayo
reformador previo que tuvo lugar poco antes de la visita al
monasterio realizada por el abad de Claraval, dom Emde de
Saulieu, en 1532, la definitiva incorporación de Monsalud a la
487
Congregación castellana de la Observancia no tendría lugar hasta
1549, año en que el papa Paulo III otorgó su beneplácito a dicha
incorporación, de forma que en lo sucesivo la abadía fuese
gobernada por medio de un abad trienal, en conformidad con las
102
normas de la Congregación Fray Alonso de Granada fue el
.
488
realizaría una concordia con el concejo del lugar relativa a seis
moros que se habían escapado de las prisiones de la Casa de La
105
Merced
En marzo de 1235 el patrimonio de ésta se incrementaría
gracias a la compra hecha por don Pedro Pérez, comendador de La
Merced de Cuenca, de la heredad de Torre de Mijares en Moya, que
donaría a la Casa de La Merced de esta Localidad. La heredad le
fue vendida por Gonzalo García de San Urdel al precio de 500 mrs.
alfonsíes106.
Pero aparte de poseer un pequeño patrimonio, este monasterio
también tenía el derecho teórico a recibir ciertos tributos que
debían entregarle el concejo de Moya y los de sus aldeas,
obligación que no siempre se cumpliría. Prueba de esto último es
la intervención del obispo de Cuenca don Mateo que tuvo lugar el
27 de febrero de 1250, a petición de los freiles de la Orden de
Santiago y en virtud de una comisión apostólica, mandando al
concejo de Moya y a los concejos de sus aldeas que entregasen
puntualmente todos los derechos que estiban obligados a dar a la
Casa de La Merced de Moya, lo cual se negaban a cumplir. Pero el
documento no indica cuáles son estos derechos107. A partir de
este momento no volvemos a tener nuevas noticias sobre los
mercedarios de Moya, e ignoramos cuándo pudo haber tenido lugar
su posible desaparición.
489
luego, las peculiares características ¿e esta comunidad justifi-
can el que a continuación se hagan ciertas referencias a ella.
El 12 de noviembre de 1220 el obispo de Cuenca don García
Ruiz, con autoridad del concejo concuense, determiné que en
adelante en los santos de Valera pudiese haber una comunidad de
varones religiosos que sirviesen a Dics y a los fieles con sus
diarias oraciones, con lo que si algunos vecinos de Cuenca o de
su término quisieran entregarse de por vida y donar sus bienes
al mencionado lugar, pudieran hacerlo sin que el concejo
conquense ni ningún otro se lo impidiesen. En caso de que alguno
de estos religiosos no llevara una vida correcta de devoción,
podría ser expulsado del lugar por el obispo, perdiendo además
el derecho a recuperar todos los bienes que hubiese donado a la
comunidad al ingresar en ella. Desde luego el obispo de Cuenca
siempre tendría potestad para instituir o destituir a cualquier
clérigo que quisiera permanecer en los citados santos. Se
establece, además, que ni el concejo ni el obispo conquenses, ni
ningún familiar de dichos varones religiosos, pudiesen enajenar
o arrebatar los bienes que fuesen donados a la comunidad de
Valera.
De lo dicho hasta ahora se deduce que nos hallamos ante una
carta fundacional de una comunidad de v.zrí religiosi, presumible-
mente algún tipo de clérigos: a.. .nos O. Dei gratia conchensis
episcopus, statuimus quod in sanetis qul dicuntur de Valera quod
sint ibi virí religiosi qui pro suis et pro animabus fidelium
semper ibi Domino deserviant et suis cotidianis orationibus et
helemosinis anime fidelium refitiantur».
Parece descarrarse la idea de un monasterio en regla,
extremo que habría quedado explícito en cl documento fundacional,
pues nada se habla en él del nombre del mismo ni de la Orden que
lo pudiese regentar. Tampoco se hace mención de la autoridad y
competencias de un posible abad108. Por otro lado, no aparece en
el documento, como sería usual en la fundación de un monasterio,
referencia a la dotación económica del mismo. Lo único que se
establece es la libertad para que cuantos quisieran donar sus
‘08Juan Pablo Mártir Rizo, en su Historia de la muy noble y ea) ciudad de Cuenca, p. 132, se refiere,
sin fundamentos claros, a la presencia en Valera de la Orden de San Benito.
490
bienes a dichos varones religiosos pudieran hacerlo sin impedi-
mento alguno del concejo de Cuenca, lo cual era una concesión
importante, ya que el concejo era extremadamente celoso en sus
atribuciones. Es interesante también el topónimo que aparece en
el documento, que dice textualmente: <Cm sanctis qui dicuntur
de Valera», término usado durante la repoblación para denominar
lugares donde se hallaban restos antiguos, normalmente paganos,
ya fueran estatuas, edificaciones, etc101.
Parece probable que en la determinación de establecer en
Valera esta comunidad de viri religiosí hubiese tenido alguna
influencia el importante pasado eclesiástico del lugar, cabeza
de un antiguo obispado visigótico. Cori todo, ignoramos si el
establecimiento de esta comunidad se llevó finalmente a efecto,
aunque la respuesta parece afirmativa, en cuyo caso carecemos
también de datos que nos permitan saber durante cuánto tiempo
pudo haber persistido dicha comunidad, pues ninguna nueva
referencia aparece en toda la documentación posterior.
491
debía de tratarse de un monasterio extremadamente modesto, sobre
el cual no se ha localizado ninguna aueva referencia en la
documentación posterior, con lo que ignoramos durante cuánto
tiempo persistió.
5—Alcocer
111Sobre este monasterio contamos al menos con dos breves trabajos, que analizan tan sólo aspectos
parciales. Por un lado el de A. López, <<A propósito de un centenario. Monasterio de Santa Clara de Alcocer»,
Estudios franciscanos, 7<1911), Pp. 408-414, y por otra parte el rEciente trabajo de E. Javier Villalba Ruiz
de Toledo, «Propiedad y explotación del monasterio de Santa Clara dE Alcocer en la Baja Edad Media>>, Hispania
Sacra, 46 (1994), pp. 405—412.
‘13Pabío Manuel Ortega, Crónica de la provincia franciscana de Cartagena, 1, p. 41 (AHN, Clero, carp.
568, nP 4). Algunos años después el anterior monasterio de San Miguel del Monte sería ocupado y restaurado por
religiosos franciscanos de la custodia de Murcia. Ibid., p. 46.
492
real, y en ella será frecuente la presencia de capellanes regios,
tal como se verá más adelante.
Frecuentemente la documentación alude a las monjas de
Alcocer como dueñas, lo cual es un indicio de su posible
procedencia nobiliaria. Al frente de la comunidad se encontraba
la abadesa. Dos de las primeras monjas qie ejercieron este cargo
fueron doña Urraca Alfonso, probable h:Lja de Alfonso X y doña
Mayor, que aparece como abadesa en un documento de 1285114, y
doña Mencia Pérez Carrillo115.
La primera donación conocida a favor del monasterio fue
realizada por doña Mayor Guillén, SU fundadora, el 22 de
septiembre de 1260, y a través de ella las monjas recibieron una
heredad de 20 yugadas de año y vez en la aldea de San Miguel,
además de 50 aranzadas de viñedo en Pícocer, 300 cahíces de
trigo, 200 mrs. de renta sobre el portazgo de Atienza y algunos
molinos y olivares. Esta donación seria confirmada por Alfonso
X el 8 de noviembre del mismo 116 Doña Mayor Guillén moriría
poco antes de 1267, siendo enterrada en la iglesia del monasterio
por ella fundado1’ Así, ya desde sus inicios, éste permanece-
‘.
Javier Villalba Ruiz de Toledo, «Propiedad y explotación del monasterio de Santa Clara de
Alcocer>>, p. 4a5, nota 1.
115Antonio herrera Casado, Monasterios y conventos..., p. 194.
493
derechos reales en la villa de Alcocsr’19, así como otra que
tuvo lugar el 18 de noviembre de 1345 y a través de la cual
Alfonso XI concedería a las monjas que pudiesen tener doce
120
excusados de fonsadera, servicio, yantar y todo pecho real
Respecto a las confirmaciones generales de los privilegios del
monasterio, tenemos constancia de las realizadas por la infanta
doña Blanca (l—V—1309)’21, don Juan Manuel (12-V—1317)122, la
reina doña Constanza de Castilla (8~III~l326)í23, Alfonso XI
124 125
(25—V—1329) y Juan 1 (8—VIII—1379) y ya en el siglo XV
,
1271b1d., nP 14.
nP 17.
nP 19.
494
donaría a las franciscanas de Alcocer tres tiendas en la villa
de Huete, situadas en su arrabal, junto a la plaza de San
Esteban. Refiriéndose al nuevo monasterio de la villa de Alcocer
señala lo siguiente: «el qual, con la merged e ayuda de Dios e
de la Virgen gloriosa Santa Maria su madre, e con merged e
limosna del dicho sennor rrey don Enrique e con la merged e
limosna de mi sennor el rrey don lohan su fijo, a quien Dios
mantenga, yo hedifice en la villa de Alcoger». Por otro lado,
se establece que de lo que rindan dichas tiendas en Huete se
entreguen anualmente a su sobrina Geliana, monja del mismo
monasterio de Alcocer, 200 mrs. «para ayuda a su vestuario e por
las otras costas neQesarias que las duennas pobres an menester
en los monasterios», así como 100 mrs. anuales a otra sobrina
suya, Sancha, monja en el monasterio de Santo Domingo de Madrid.
El resto de la renta de dichas tiendas se habría de invertir en
cera, aceite y otras cosas necesarias para la comunidad131
Un especial relieve es el que reviste la fundación de
capellanías perpetuas en este monasterio de Santa Clara por parte
de Enrique III, quien también fundaría otras capellanías en la
parroquia de Santa María y en el monastario de San Miguel de la
misma villa de Alcocer. En concreto fueron siete las capellanías
perpetuas fundadas en Alcocer: tres en el monasterio de Santa
Clara, otras tres en la parroquia de Santa María, y la restante
en el monasterio franciscano de San Miguel, siendo nombrado
inicialmente como patrono de las mismas Sancho Fernández,
contador del monarca, quien se encargaría de que los capellanes
que las sirvisen cumpliesen bien con su deber. Las rentas sobre
las que se sustentaban estas capellanías provenían de los
derechos que el rey tenía en las ollerías de la ciudad de
Sevilla132, cuestión esta última que a la larga habría de dar
lugar a serios conflictos respecto al cobro de dichas rentas.
495
Así, por ejemplo, el 25 de mayo de 1490 los Reyes Católicos
instaron a los alcaldes y justicias de Sevilla para que mandasen
a los olleros de la ciudad entregar puntualmente el diezmo y
almojarifazgo de la labor y oficio de sus manos a los monasterios
de Santa Clara y San Miguel del Monte de Alcocer, así como a la
parroquia de Santa María del mismo lugar. Recientemente había
habido un pleito entre dichos monasterios y parroquia de Alcocer
y los olleros de Sevilla sobre el pago de dichas rentas133. Un
año después, el 12 de febrero de 1491, les monarcas se dirigirían
de nuevo a las justicias de Sevilla para que no se exigiese a los
moros olleros más derechos sobre el diezmo y almojarifazgo del
barro que los contenidos en las cartas ejecutorias que habían
sido dadas con motivo de dicho pleito 13 y el 23 de marzo del ,
133AGS, Registro General del Sello, 25-V-1490, f, 6?. Tieupo antes los olleros sevillanos de los
barrios de Triana y Tablada habían expuesto a los Reyes Católicos qn desde hacía algunos años el monasterio
de San Miguel del Monte de la villa de Alcocer les exigía entregar anualmente, de lo que labraban con sus manos
en sus talleres de ollerías, uno de cada diez cántaros u otras piezas que no llevaran vidrio, y una de cada
veinte de las piezas que si llevaran vidrio, y a los olleros moros les exigían una de cada diez piezas,
llevaran o no vidrio. Para ello el monasterio alegaba tener cierto privilegio de Enrique IV que, al serle
solicitado por los olleros, se negaba a entregar. Por ello en septiembre de 1488 los monarcas mandarían al
monasterio de San Miguel del Monte que no exigiese ningún tipo de rentas a los olleros de Sevilla en tanto no
mostrase ante el Consejo el privilegio susodicho, en función del cual ;e tomaría una determinación al respecto.
Ibid., IX—1488, f. 133.
496
intervención del papa Paulo II que tuvo lugar el 4 de julio de
1469, a través de la cual el pontífice absolvió de la sentencia
de excomunión que pesaba sobre ellas a Constanza ¡‘onz y Constanza
Gutiérrez, monjas de Santa Clara de Alcocer, las cuales, sin
licencia de sus superiores, habían sido sacadas del monasterio
por algunos de sus parientes a causa de la penuria existente en
el mismo, producida por las frecuentes guerras que asolaban el
reino, siendo trasladadas al monasterio cisterciense de San
Bernardo de Guadalajara. El papa perdonó a ambas monjas,
permitiéndoles permanecer en dicho cenobio cisterciense’36.
Además de las donaciones regias ya citadas, el monasterio
recibiría otras por parte de algunos laicos, sobre todo vecinos
de Alcocer y sus cercanías, con los cuales también se realizarían
algunos trueques de bienes. De esta forma se iría constituyendo
su patrimonio, que presenta un elevado grado de similitudes con
el de los cenobios benedictinos. Se trataba de un dominio
bajomedieval de tipo medio en que no se detecta ninguna cesión
de tierras por parte de los campesinos propietarios del entorno
que pueda indicar presión alguna hacia ellos por parte del
monasterio, el cual se autoabastecía contando, eso sí, con
ciertas pertenencias satélites con las ;ue completar sus rentas
y cubrir sus más elementales necesidades137.
El núcleo principal del monasterio o coto propiamente dicho
se hallaba inscrito en una zona cuyos liLites aproximados serían
las villas de Alcocer, Millana, Valdeolivas y Villar del
Infantado. A partir de aquí eran pequeñas extensiones periféricas
las que redondeaban sus pertenencias, sobre todo en el término
de Alcocer y bordeando las orillas del Guadiela. En cuanto a las
localidades en que las monjas tanjan algún tipo de derechos,
sobre todo portazgos, hay que decir que se alineaban en un eje
S.E.—N.O. a partir del propio núcleo monástico, desde Escamilla
hasta Atienza, pasando por Viana, Cifueates y Palazuelos138
136ASVat., Reg. Lat., vol. 684, f. 97/ ulricus Húnteigon, Jullarium franciscanus, vol. II, nP 1567.
Javier Villalba Ruiz de Toledo, <<Propiedad y explo~:ación del monasterio de Santa Clara de
Alcocer. . .>>, pp. 405—406.
1381bid., p. 406.
497
La producción del monasterio era relativamente abundante,
habida cuenta de la cantidad de personas alojadas en sus
dominios. Del análisis de las adquisiciones y un inventario de
bienes de 1337 se deduce que la superf:Lcie destinada a pastos
superaba al terreno agrícola, y en dicho año el monasterio poseía
785 cabezas de ganado, 550 de ganado mayor y 235 de menor, cuya
producción se destinaría seguramente a las labores de los
diversos oficios de la comunidad. La sacristanía tenía su ganado
propio, de carácter menor, en el que se incluían 80 ovejas, 30
corderos, 6 cabras y 15 cerdos, así como huertas para su
individual mantenimiento139
Con respecto a la explotación agrícola cabe señalar que el
monasterio se ocupaba fundamentalmente d?l cultivo cerealístico.
Así, sabemos que en la primera mitad del siglo XIV sólo de cuatro
yuntas de heredad procedentes de las veinte de la dotación
inicial —el resto se destinaba mayoritariamente para pastos-, se
obtenían 8 cahíces de trigo, 24 de centeno, 25 de cebada y 30 de
avena. A estas cantidades habría que añadir 16 cahíces de trigo
que provenían de dos yuntas de tierra arrendada, otros 150
cahíces de trigo de la herencia ofrecid.a por doña Mayor Guillén
y, pese a no proceder del propio cultivo del monasterio, un total
de 51 cahíces y medio, también de trigo, de rentas de molinos.
Más tarde, en el siglo XV, las monjas recibirían por juro de
heredad 37 cahíces y 7 celemines de trigo. Al margen de este
cultivo cerealistico, también tenían cierta importancia los
viñedos, olivares, huertos y algunos árboles frutales140.
La economía de Santa Clara de Alcocer se completaba con la
explotación de otra serie de elementos que proporcionaban rentas
también importantes para el sostenimiento de la comunidad. En
este punto hay que destacar los mo Linos, cuya adquisición
mayoritaria tendría lugar durante los primeros años de existencia
del monasterio, si bien se complementaria con otras nuevas
adquisiciones hasta mediados del siglo XIV. Estos molinos estaban
relativamente esparcidos geográficamente, aunque muchos de ellos
p. 407.
498
se situaban en los ríos San Miguel y Guadiela, y casi todos se
arrendaban o incluso traspasaban a perpetuidad a cambio de la
entrega anual de un determinado canon en concepto de censo. Un
último elemento que proporcionaba cierta renta al monasterio
venía dado por un conjunto de pequeñas propiedades aisladas y
casas, estas últimas en lugares como Alcocer, Cifuentes, Cuenca
e Hita, durante la primera mitad del siglo XIV, aunque los
141
ingresos que de ellas se obtenían eran francamente escasos
499
aparece citado en un documento pontificio emitido el 13 de
septiembre de este año mediante el cual Eigenio IV conf irmó todos
los privilegios que tenían las casas de franciscanos observantes
del reino de Castilla’43.
El eremitorio de San Miguel del Monze de Alcocer pertenecía
a la provincia franciscana de Castilla141 Estos eremitorios por .
144flurante el siglo XV la Orden franciscana en la Península Ibérica se dividía en las cuatro provincias
de Aragón, Castilla, Santiago y Portugal, y en varias vicarías o custodias autónomas. Los conventuales
obedecían al ministro general de la Orden, y los observantes al vicario general ultramontano, En las
provincias, además del ministro provincial a quien obedecían los conventuales, también había un vicario
provincial que gobernaba sobre los observantes. Los conventos de mcnjas, unos estaban bajo la jurisdicción de
los ministros conventuales, y otros bajo la de los vicarios ob~;ervantes. Atanasio López Fernández, <<El
franciscanismo en España durante los pontificados de Calixto III, Pío II y Paulo II...>>, p. 497. En cuanto
a los observantes de la provincia de Castilla, estaban divididos en varias custodias y vicarias autónomas,
siendo las principales las de Toledo, Sevilla, Santoyo, Santa Ma:ia de los Menores y de flomus Dei y Scala
500
6—Castillo de Garcim,uñoz’45
‘45Esta villa parece ser que fue reconquistada poco despué; de la toza de Cuenca, Su nombre deriva
del hecho de que la construcción de su castillo se ha atribuido tradicionalmente a Garcia Muñoz hacia 1315,
aunque algunos autores opinan que la obra fue iniciativa de don Juar Manuel. En 1386 se habría de incorporar
al señorío de Villena. Hay que poner de relieve la importante presencia judía en el lugar durante la Baja Edad
Media. Por último recordaremos que parece que fue aquí donde murió el poeta Jorge Manrique, durante un asalto
a la fortaleza. Yolanda Moreno Koch, <<La comunidad judaizante de Cistillo de Garcimuñoz», Pp. 351-352.
documentación sobre estos censos puede verse en: AHPC, Desamortización, leg. 832.
‘48Por ejemplo, en 1483 Fray Juan de Alarcón, prior del monasterio, se quejaba de que algunas personas
habían entrado en la heredad de La Puebla, perteneciente al monasterio, y situada en término de la villa de
El Castillo, por lo que se procedió a apear dicha heredad. AHPC, DeNamortización, leg. 886.
501
a sus oficiales que hiciesen restituir dicho horno al monasterio.
Al día siguiente Fray Antón de Heredia, prior, tomaría posesión
del horno en nombre del monasterio’~. Sabemos que este horno
constituía una necesidad elemental para todos los vecinos de la
villa, quienes tenían que entregar anualmente a los frailes
cierta cantidad de maravedís a cambio de su uso. Por eso cabría
interpretar la usurpación de su propiedad al monasterio por parte
de un vecino del lugar como un indicio de reacción antiseñorial
contra el monopolio que los frailes ejercían sobre dicho horno.
Frecuentemente el monasterio recibía donaciones por parte
de algunos vecinos de la villa de El Castillo o zonas cercanas
a cambio de la celebración de capellanías y misas. Muchas de
estas donaciones se realizaban por vía testamentaria. Así, por
ejemplo, el 1 de agosto de 1486 los frailes solicitaron que se
sacara un traslado de dos cláusulas del testamento de Pedro
Sánchez del Castillo, mediante las cuales había dejado encargado
que se entregasen 8000 mrs. para la construcción de un retablo
en la capiXla que tenía en el monasterio. En el centro del
retablo habría de estar Santa Maria Magdalena, y a los lados San
Pedro y San Pablo. En adelante la capilla se llamaría de San
Pedro, y en ella se establece una capEllanía perpetua bajo el
patronato de sus herederos. Los frailes se encargarían de decir
por su alma una misa rezada semanal todos los miércoles, y el día
de las fiestas de San Pedro, San Pablo y la Magdalena la misa
sería cantada y por la noche se dirían :esponsos sobre su tumba
y la de sus parientes difuntos. Finalmente, se dejan diversos
bienes para el mantenimiento de dicha capelíanía’50.
El 4 de septiembre de 1498 tendría lugar otra donación
importante a favor del monasterio, a través de la cual el doctor
de Arboleda, canónigo conquense, entregd a los frailes 1000 mrs.
de censo perpetuo para que dijesen una misa rezada todos los
jueves del año, para siempre jamás, en la capilla de Santa
Catalina de). monasterio, que era la capilla familiar de los
Desamortización, leg. 886, nQ 6403. Tiempo después esta capilla pasaría a llamarse capilla
de la Magdalena.
502
Arboleda, rezando también un responso sobre la sepultura de su
padre y difuntos, y encargando además otras misas y aniversarios
en determinadas fechas por sus parientes 151
Los marqueses de Villena, como serores de la villa de El
Castillo, frecuentemente también encargarían, lógicamente,
algunas misas en el monasterio de San Agustín. Sobre ello tenemos
algunos testimonios ya para el siglo XVI. Así, por ejemplo, el
25 de enero de 1521 el marqués de Villena encargó, sólo para ese
año, que se dijeran 600 misas rezadas en el monasterio, y con
cada misa dos oraciones, por sus parientes difuntos. Para ello
el marqués entregaría a los frailes 9000 mrs’52
Además de las ya citadas, otras capillas que también sabemos
que existían en el monasterio eran la de Santiago, que era de las
153
familias Orihuela y Villamayor San Blas, Nuestra Señora de
,
f. Sr.
‘54Esta cofradía ya está documentada en el siglo XV. Todos Jos sábados del año los cofrades mandaban
decir en la capilla de Nuestra Señora de los Remedios una misa cantada, acabada la cual los frailes decían en
el coro cuatro responsos cantados, y el prioste de La cofradía dos ‘~raciones, por los cofrades difuntos. El
día de Nuestra Señora de la Candelaria se bendecía la cera y celebraba una procesión por el claustro y capillas
del monasterio. AIIPC, Desaortización, leg. 881, nQ 6395, f. liv,
503
Dada la importante presencia judía que hubo en la villa de
El Castillo durante el siglo XV, no es te extrañar que contemos
con algunos procesos inquisitoriales centrados en este lugar
contra algunas personas acusadas de judaizar. En concreto uno de
ellos fue contra el licenciado Fray García de Vera, fraile
profeso en el monasterio de San Agustín, que en 1490 había sido
acusado de tener relación con moros y judíos y de judaizar, así
como de leer libros de hechicería y Encantamiento. El 19 de
noviembre de 1491 el proceso fue estudiado por altas autoridades
inquisitoriales en Córdoba, quienes exptsieron su opinión de que
Fray García de Vera fuese puesto «en cargel perpetua e sine
remisione». Aunque no consta la sentencia definitiva, es de
suponer que finalmente se dictase este veredicto157.
Una última cuestión de gran relieve concerniente a este
monasterio es la que viene dada por la .Lntruducción en el mismo
del movimiento reformador agustiniano. Sabemos que ya Eugenio IV
había mandado que el monasterio «ir. capite et in membris
reforman et ad regularem observantiam reduci», puesto que desde
hacía tiempo se venían produciendo gravEs irregularidades en el
comportamiento de los frailes. No obstante, tiempo después el
marqués de Villena don Juan Pacheco expondría ante el papa Pío
II la difidultad que existía para que esta reforma se llevara a
cabo, puesto que en la comarca había escasez de frailes agustinos
observantes, lo cual dificultaba que eL monasterio pudiera ser
proveído de suficientes frailes reforniados. Por todo ello don
Juan Pacheco solicitó al papa que tomase alguna determinación al
respecto:
504
parte dicti marchionis nobis fuit humiliter supplicatum ut in praemissis
opportune providere dignaremur”
505
3) Monasterio de Santa Maria de Gracia
Desamortización, leg. 830, n§ 4223. Los primeros censos que se conservan datan del año 1485.
506
por el papa Alejandro VI a solicitud de don Diego López Pacheco,
señor de la villa162
162E Campos, <<El olvidado alcázar del infante don Juan ~anuel>>,
p. 216. Mateo López, sin indicar
ninguna fecha, también señala que don Juan Manuel había fundado un monasterio de dominicas en La Alberca, que
más tarde pasarian a Belmonte bajo la advocación de Santa Catalina ~eSiena. Mateo López, Memorias, 1, p. 339.
tradición popular habla de una supuesta aparición ce la Virgen a un pastor llamado Juan, que
estaba apacentando su rebaño de ovejas en las inmediaciones de Garaballa, y dicha aparición habría tenido lugar
sobre la copa de un tejo, en conmemoración de lo cual se habría levantado en el lugar el monasterio de
Trinitarios bajo la advocación de Santa Maria de Tejeda. Dejando a un lado el carácter legendario del suceso,
lo cierto es que estas creencias estuvieron muy arraigadas en la mentalidad de los habitantes de la comarca,
lo que motivaría una importante corriente devocional hacia la Virgen de Tejeda, sobre todo durante la Edad
Moderna, Algunas obras que pueden citarse sobre la historia de este santuario, todas ellas de marcado carácter
apologético, son las siguientes: Fray Pedro Ponce de León, Milagros y loores, confirmados con muchos exempios,
de la soberana emperatriz de las cielos Santa Maria de Texeda, VaLencia, 1663; Fray Antonio Gaspar Bermejo,
Historia del santuario y célebre imagen de Nuestra Señora de T?xeda, Madrid, 1779; José Martínez Ortiz,
Historia de Tejeda, Valencia, 1964.
507
en 1509 solicitarían licencia pontificiLa para que el monasterio
pasase a manos de dominicos, justificando dicho cambio sobre la
base de la devoción que ambos sentían hacia esta Orden religio-
sa
9-Belmonte
Pilar Rábade Obradó, Los judeoconversos en la Corte y época de los Reyes Católicos, p. 667.
168ASVat. Reg. Vat. 459, f. 151 ¡ Ulricus Hñntemann, Bullarius franciscanu¡, vol. II, nQ 245, Algunos
,
años atrás, en concreto el 14 de mayo de 1446, el papa Eugenio IV ya había concedido licencia a don Juan
Pacheco para fundar un monasterio de franciscanos observantes en la ciudad o diócesis de Cuenca, aunque sin
especificar nada relativo a Belmonte. Ulricus H6ntemann, op. cit vol. 1, nQ 995. Pero parece que esta
,
fundación no debió de llevarse a cabo en los años inmediatos, lo iue explica la posterior intervención de
Calixto III.
‘69ASVat., Reg. Vat, 502, E. 128 ¡ Ulricus Hflntemann, op. cit., vol. II, n9 720.
508
Castilla. Parece probable que su fundación efectiva se llevase
a cabo poco después de la concesión otorgada por Calixto III,
aunque carecemos de noticias concretas al respecto. Desde luego,
lo que sí es seguro es que a principios del siglo XVI este
monasterio de franciscanos ya existía, estando integrado por una
pequeña comunidad de frailes observantes con un guardián a su
frente.
170ASVat., Reg. Vat. 632, f. 246v 1 llíricus Húntemann, op. cfi,, vol. III, nQ 1756.
509
O) Monasterio de Santa Catalina de Siena
172!, Campos, «El olvidado alcázar del infante don Juan Manuel>>, p. 216,
510
los monarcas, en noviembre de 1494, mandarían que se otorgase
protección al mencionado Fray Alfonso de Morales para que pudiese
poseer libremente su prioradgo, y también que fuesen devueltos
al monasterio los bienes que dichos vecLnos le habían arrebata-
do113.
En 1504, a raíz de un capítulo extraordinario de la
Congregación agustiniana celebrado en Toledo, se decidió
distribuir a los conventos observantes en cuatro provincias:
toledana, salmantina, burgalesa e hispalense. El monasterio de
frailes agustinos de Salmerón quedaría de esta forma integrado
dentro de la provincia toledana. Al frente de ésta se encontraba
el prior del monasterio de Toledo, con categoría de prior provin-
cial, que debía visitar cada cierto tiempo las casas de su
114 —
circunscripcxon
175Por ejemplo, el 26 de marzo de 1510 Andrés Cabrera y Eeatriz Fernández de Bobadilla hicieron una
donación de 25.300 mrs. de juro de heredad situados sobre las sfguientes rentas de la diócesis de Cuenca:
10.000 mrs. en las alcabalas y tercias de Campillo de Altobuey; ollros 10.000 mrs. en las alcabalas de Arcas;
5000 mrs. en las alcabalas de Sotos. El 14 de mayo del mismo año la reina doña Juana confirmaría esta donación.
511
de cebada situadas sobre las tercias te lluete y su partido’16;
igualmente, se le anejó la heredad de Aliaga, que se encontraba
177
en el Marquesado de Moya
Aparte de esta dotación en rentas, los marqueses también
donaron al nuevo centro gran cantidad de ornamentos y objetos
litúrgicos, así como una reliquia de singular prestigio: la
Hijuela de los Corporales de Daroca, que esta ciudad había
regalado a la reina, quien a su vez la Labia donado a Beatriz de
Bobadilla, marquesa de Moya. Por su parte, Juan Cabrera logró que
el papa León X anejara a la nueva fundación un beneficio simple
en Chinchón, así como los préstamos de Miera y Saucela, ambos en
el obispado de Salamanca. Además, poco después se crearían en el
monasterio estudios de Artes y Teologí¿L’78.
12—Otros
Poco tiempo después Andrés Cabrera, en su testamento, otorgado el 1) de septiembre de 1511, dejó a los frailes
otros 10.000 mrs. de juro y 100 fanegas de trigo, todo ello situado sobre las rentas que poseía en las ciudades
de Cuenca y Huete, lo que vendría a añadirse a la donación anterior, Por otro lado, el 3 de diciembre de 1510
el canónigo toledano Alfonso Tíñez donaría al convento 20000 mrs. de juro situados en las rentas de las
alcabalas de ciertos lugares de la diócesis de Cuenca. ARPC, Desamortización, leg. 492, nQ 6350 y 6351.
‘76Estas fanegas fueron donadas también por los marques~~s de Moya el 26 de marzo de 1510. AHPC,
Desamortización, leg. 492, n9 6350.
“ka donación de la heredad de Aliaga, situada cerca de Carboneras, fue realizada por los marqueses
de Moya el 23 de abril de 1506, y la toma de posesión tendría lugar el 16 de junio del mismo año, siendo prior
del monasterio Fray Alonso de Aguilar, maestro en Santa Teología. AHPC, Desamortización, leg. 492, nQ 6353.
‘78María Pilar Rébade Obradó, Los judeoconversos en la Core y época de los Reyes Católicos, pp. 661-
668.
Estatutos, f. 41v.
512
Lope de Barrientos de 1446180. El problema es que carecemos de
datos concretos sobre las posibles casas monásticas que estas
órdenes pudieran tener en el territorio del obispado, si es que
las tenían, en cuyo caso lo más probable es que revistiesen
escasa importancia. Asimismo, se desconoce todo sobre los bienes
concretos que integraban el patrimonio de estas órdenes en la
diócesis conquense, patrimonio que, sin lugar a dudas, debía de
ser bastante modesto.
513
más urbanizadas, observándose la misma tendencia en la Corona de
Castilla183, aunque tampoco faltarán las fundaciones rurales. En
la ciudad y diócesis de Cuenca no tardara en comenzar a desarro-
llarse esta red hospitalaria, tal como tendremos oportunidad de
comprobar en las páginas siguientes.
1—Hospitales urbanos
Córdoba, por ejemplo, están documentados más de 30 huspítales. Astorga contaba al menos con 20,
de los que 16 pertenecían a cofradías de la ciudad, siendo la mayor parte de fundación bajomedieval. Lo mismo
se observa en otras ciudades como Zamora, Palencia, Valladolid, Burgos, Sevilla o Madrid.
hospital de Santiago de Cuenca, tras haber pasadí por diversos avatares a lo largo de su
prolongada existencia, aún sigue funcionando en la actualidad, y la misión que hoy ejerce es esencialmente de
carácter henéfico—asistencial. Sus fondas documentales hoy en dia se encuentran en el Archivo Histórico
Nacional de Madrid, aunque una pequeña parte se halla en manos de particulares.
514
excesivas dificultades materiales como para desarrollarse
185
eficazmente
Resulta muy significativa la concesión en 1184 por el primer
obispo de Cuenca, don Juan Yáñez, de cuarenta días de indulgencia
a los que ayudasen con sus limosnas a este hospital; además es
probable que su influencia pesase en la concesión de limosnas por
parte de ciudadanos particulares, así como de un impuesto
municipal por el que el concejo de Cuerca se obligaba a contri-
buir al sustento del hospital, cuestión esta última que pronto
daría lugar a serios altercados y dispuzas entre los santiaguis-
tas y las autoridades municipales186.
Pero será sobre todo a partir del siglo XIV, y de forma más
manifiesta durante la siguiente centuria, cuando la red hospita-
laria inicie su verdadero desarrollo en la ciudad de Cuenca, así
como en ciertos enclaves de la diócesis.
Sabemos que a mediados del siglo XIV se fundé en Cuenca el
convento de San Antonio Abad. Los llamados Antoneros eran en
realidad hospitalarios encargados de a:ender a los enfermos del
«fuego de San Antón». Su Orden había sido creada en 1095 en
Vienne, y en 1297 serían convertidos en una congregación de
canónigos regulares. En Castilla Alfonso XI y Enrique II les
otorgarían su decidida protección. Parece que fue hacia 1345
cuando se asentaron en Cuenca, extramuros de la ciudad y junto
a una orilla del río Júcar. La comunidad se componía de un
comendador y de cuatro o cinco legos que servían el hospital y
recogían las limosnas que les daban los fieles, pues tenían
privilegios reales para poder pedir er todo el reino de Casti-
lía187. Es probable que la ganadería tuviese cierto peso en la
economía de este pequeño centro hospitaLario, pues el 10 de junio
185Los donantes afirman que hacen tal concesión en presencia del rey Alfonso «per mandato et
consiliuua eiusdenm, qui fuit dator istius hereditatis et extat huius hospitalis prenominati ordinis fundator
et gubernator>>. Por otra parte, el hospital fue construido en la hlanura entre el camino y el idear que había
dado Alfonso VIII a la Orden en 1177. La tradición atribuyó si?,npre la fundación a reilo Pérez y Pedro
Gutiérrez, a pesar de que en realidad fue fundado por iniciativa ngia. dL. Martin Rodríguez, Origenes de la
Orden Militar de Santiago, 1170-1195, p. 111.
1860.W. Lomax, «La Orden de Santiago y el obispo de Cuerca en la Edad Media>>, p. 305.
‘8hrifón Muñoz y Soliva, Noticias de todos los ilustres obispos..., pp. 110-111.
515
del año 1400 Enrique III confirmará todos los privilegios
concedidos por sus antecesores a la Orden de San Antón de Cuenca
sobre exención del pago de pechos para sus ganados, los cuales
podrán pastar libremente por todo el reino188 Este hospital, de
dimensiones relativamente modestas, sub:sistiría hasta el 22 de
mayo de 1791, año en que, en virtud de una bula de Pío VI, lo
clausuró el obispo de Cuenca don Felipe Antonio Solano, seculari-
zando a los cuatro legos que en aquel momento habíat89.
Cerca del convento de los Antoneros sabemos de la existen-
cia, ya desde fines de la Edad Media, de los hospitales de San
Lázaro y San Jorge, destinados principalmente a la atención de
enfermos pobres. Hubo, asimismo, un hospital de Santa Lucia, para
cuidado de mujeres, y un hospital de San Sebastián, fundado por
el obispo Fray Lope de Barrientos, para enfermos pobres,
encontrándose al parecer ambos situados en el terreno que
posteriormente ocuparía el convento de las Bernardas. Otro centro
hospitalario importante fue el de Santa Quiteria, que se
localizaba cerca de la parroquia de San Miguel, mientras que el
de San Francisco, San Pedro y San Pablo se encontraba en las
190
proximidades de la parroquia de Santa Maria La Nueva
El hospital de San Francisco, San Pedro y San Pablo de la
ciudad de Cuenca era un centro dependiente del cabildo o cofradía
del mismo nombre191. Esta cofradía La integraban numerosos
laicos, tanto hombres como mujeres, a cuyo frente había un prior,
cargo que duraba un año. Otros cargos importantes de la cofradía
eran los de limosnero, encargado del hospital, tesorero y
escribano. Sus componentes eran vecinos de Cuenca, en su mayor
parte parroquianos de Santa María La Nueva, y se solían reunir
en el local de la hermandad los Domingos o días de fiesta para
1901bid., p. 110.
análisis detallado sobre esta cofradía benéfica queda recogido en mi trabajo «Conversos y
caridad en Castilla. La cofradía de San Francisco, San Pedro y San Pahín de Cuenca a fines de la Edad Media>>,
revista Cuenca (publicada por la Diputación Provincial de Cuenca), en prensa.
516
tratar diversos asuntos de carácter administrativo relacionados
con las acciones benéficas que corrían a cargo de la cofradía.
Parece ser que los tres cabildoa que integraban esta
cofradía, que luego se unirían en uno, ya existían desde el siglo
XLV, centuria a finales de la cual el obispo don Álvaro Martínez
los reformé o refundó, mandando que entrasen a formar parte de
ellos todos los neoconversos del judaísmo que habían abrazado la
fe cristiana tras los conflictos antijudios de í391192. Ello
explica que durante el siglo XV la mayoría de los cofrades
perteneciesen a este grupo social. Además hay que recordar que
la parroquia de Santa María La Nueva, sede espiritual de la
cofradía, había sido erigida precisamente sobre la antigua
sinagoga con el fin de atender las demandas religiosas de los
cristianos nuevos. En cuanto al hospital, su existencia es segura
al menos desde mediados del siglo XV.
Desde 1440 se conservan la cuentas anuales de la cofradía,
aunque con ciertas lagunas para algunos años. Para cada año se
apuntaban los ingresos y gastos que se habían producido, y
gracias a ello podemos conocer detalladamente las actividades
benéficas que corrían a su cargo. Sus principales fuentes de
ingresos eran las siguientes:
517
solía ser el día que más se recaudaba. Las cantidades globales
recogidas en todos los Domingos del año oscilan entre los 2000-
3000 mrs. que, como promedio, se obtenían a mediados del siglo
XV, y los 6000—7000 que se lograban recaudar a fines de dicha
centuria. La cantidad obtenida los jueves era dos o tres veces
menor que la del Domingo.
-Los ingresos totales de cada año, sumando censos y
limosnas, oscilan entre los 5759 mrs. que se obtuvieron en 1440,
los 12.554 mrs. de 1467 y los 19.199 mrs. que se ingresaron en
1497.
193A0C, Parroquias, nQ 215. Se trata del primer libro de cuentas del cabildo y hospital de San
Francisco, San Pedro y San Pablo 9436—1540), que comprende un tot;l de 247 folios, de los cuales los priieros
están muy deteriorados.
518
Antón de Cuenca, otorgó licencia al cabildo y prior de San Jorge
para fundar unas casas de hospital entre los de San Lázaro y San
Antón, cediendo al mismo tiempo para la manutención de los
enfermos pobres todo el pan que en Cuenca se recogiese con la
campanilla, y obligándose a dar el pan :i alimento necesario para
la manutención de la persona que admiaistrase dicho hospital,
además de entregar 1500 mrs. para su construcción. Poco después
se otorgarían indulgencias y perdones a todas aquellas personas
que contribuyesen con sus limosnas a]. mantenimiento del cen-
tro194.
El hospital de San Lázaro ya aparece documentado en el siglo
XIV en algunos testamentos, y en lo que atañe al hospital de San
Sebastián, sabemos que su fundador fue el obispo de Cuenca Fray
Lope de Barrientos. Respecto al hospital de Santa Lucía tenemos
noticias de que dependía de la cofradía del mismo nombre, la cual
ya aparece documentada a fines del siglo XIV, aunque quizá su
existencia venga de tiempo atrás En lo tocante al hospital
~
‘94AMC, leg. 1262, exp. 9, nota nQ 3. El cabildo o cofradia de San Jorge estaba formado por cofrades
laicos, a cuyo frente había un prior, cargo éste que se solía renovar anualmente. Tenemos noticias de que en
la segunda mitad del siglo XV poseían varias casas y ollerías en el barrio de Santo Domingo, entre~adas a censo
perpetuo. Más adelante la cofradía de San Jorge acabará integrándcse dentro del cabildo de las Animas de San
Gregorio Magno, cuya sede estuvo primero en la parroquia de San han Bautista y posteriormente en la de San
Salvador. Esta anexión pudo haber tenido lugar a finales del sigí> XVI o durante la siguiente centuria, sin
que se pueda determinar de forma exacta el momento en que esto su’:edió. AHPC, Desamortización, leg. 246, nQ
813.
trata de un documento del año 1396 por el cual el ~abildo de clérigos beneficiados de Cuenca
entrega a censo perpetuo un molino batán a un vecino de la ciudad. De forma casual se alude a ciertas casas
de la «cofadria de Santa Locia>>. AHPC, Desamortización, leg. íO~ , nQ 573.
519
finalidad esencial era la de atender a peregrinos y viajeros de
paso. De su capilla acabaría siendo titular Nuestra Señora de la
Esperanza y, aunque se ignora la fecha axacta de su fundación,
la tradición le atribuye una gran antiguedad196. No obstante,
sobre la gran antiguedad de este centro, aún sin negarla,
conviene señalar que hasta el momento carecemos de datos
documentales fehacientes que la corroboren. Los primeros censos
a favor de este hospital que han llegado hasta nosotros datan ya
de mediados del siglo XVI, momento en el que sabemos que algunas
del sus rentas se hallaban al parecer sttuadas en unas casas de
la plazuela de San Andrés191.
La Iglesia de Cuenca jugaría un singular papel dentro de
esta corriente asistencial, en la cual el Arca de la Limosna,
institución dependiente del cabildo catedralicio sobre la que ya
se ha hablado, adquirirá un protagonísrao indiscutible. Además,
hacia mediados del siglo XV también se fundaría un hospital para
acogida de pobres, cuya administración correría a cargo del
cabildo de la catedral. Efectivamente, el 22 de diciembre de
1447, el obispo Fray Lope de Barrientos y el cabildo catedralicio
decidieron destinar para hospital las casas donde solía vivir el
ya fallecido don Ruy Bernal, arcediano <te Alarcón, las cuales se
encontraban situadas detrás de los palacios episcopales. Él nuevo
centro recibiría el nombre de Hospital de Nuestra Señora Santa
Maria de la Consolación, determinándose además anejar las rentas
de dicho hospital al Arca de la Limosna, de manera que ambos
fuesen administrados conjuntamente por el cabildo catedrali-
cio 198
Otro aspecto de interés lo constituye la actitud asistencial
hacia niños huérfanos o abandonados. Durante el transcurso de los
últimos siglos del Medievo, en todo Occidente la suerte de los
huérfanos y de los niños abandonados Uue objeto de un cuidado
acrecentado. Fundamentalmente a partir del siglo XIV unos
520
hospitales especiales destinados a ellos comenzaron a fundar-
199
se
La existencia en Cuenca de un hospital de estas caracterís-
ticas aparece documentada en 1488. El 21 de marzo de este año el
cabildo catedralicio acordará ceder a Alonso Ruiz, canónigo, unas
casas que eran llamadas «de las Beatas», para que instalase en
ellas un hospital destinado a recibir rinos expósitos que eran
abandonados a la puerta de la iglesia sin bautizar:
..... Los dichos sennores dean e cabildo fizieron concesion de las dichas
casas al dicho Alonso Ruiz para que ifiziese et hedificase en ellas un ospital
para criar los ninnos que fueren echados a --a puerta de la yglesia por
bautizar, y halas de doctar con ciertas condiciones... e asy mesmo que pueda
en la dicha casa poner personas de honesta vida que tengan cargo de res gebir
las dichas criaturas e darlas a criar syn demandar cosa alguna a los dichos
sennores dean e cabildo...
1~Los llamados niños expósitos son sujetos que tradicioralmente se han considerado pobres en el
sentido de que son desvalidos. En Castilla contamos con varios ejemplos al respecto. Uno de ellos es la
fundación aneja a la catedral de Salamanca que atendía a estos niños expósitos, los cuales solían ser abandona-
dos a la puerta de la catedral, según una costumbre que se encuentra también documentada en otros lugares.
Otros centros fundados exclusivamente para los niños abandonados eran el hospital de Santo Tomé de Astorga,
documentado ya en el siglo XIV, o la Capellanía de los enechados dr Zamora. Carmen López Alonso, La pobreza
en la España Medieval, p. 418.
200AHN Micr., rollo 14232. El cabildo pondrá como condici5n de la donación que Alonso Ruiz y otras
personas que quieran doten anualmente con 20.000 ¡rs de renta dicha~ casas por espacio de diez años, para que
con ello se mantenga la atención hacia los niños expósitos. En caso de que esto no se cumpliese, dichas casas
volverían al poder del cabildo y se mantendrían a costa de las rertas del Arca de la Limosna.
521
sido deán de la catedral conquense, mandará a Lopálvarez, su
criado y canónigo de Cuenca, que recoja todos los bienes que
tenía allí, pues quería destinarlos a un hospital que había
mandado construir en la ciudad para el bien de su alma 201 Por
otro lado, ya se indicó cómo probablemente el obispo Fray Lope
de Barrientos creó también en Cuenca el hospital de San Sebas-
tián, aunque su fundación más importante fue sin duda el de
Nuestra Señora de la Piedad en Medina del Campo, su villa natal,
donde sería enterrado.
B) Hospitales de Huete
201ACC, siglo XIV, nQ 51. La constatación de que este preLado había sido con anterioridad deán de la
catedral de Cuenca se encuentra recogida en ACC, Actas Capitulares, A—1, año 1329 (cuadernillo aparte), f. 1.
DOMM-Uclés, carp. 100, vol. 1, ng 5, y carp. 100, vol. 11-1, nOS.
522
sucedía en otros lugares de la diócesis. En efecto, el 21 de
diciembre de 2307, el maestre de Santiago se dirigirá al papa
Clemente y suplicándole que mande al obispo de Cuenca proceder
contra los vecinos de Moya, Huete, Alarcón y Cuenca que no
pagaban lo que estaban obligados a entregar anualmente a los
hospitales que la Orden de Santiago tenía en cada uno de los
referidos lugares, y pidiéndole asimismo la confirmación de unos
privilegios que Fernando III había concedido a los vasallos de
la Orden203.
A partir de este momento no volvenos a tener ninguna otra
nueva noticia sobre este hospital de La Orden de Santiago en
Huete, sin que sepamos con exactitud cuándo pudo haber tenido
lugar su desaparición. Con todo, es conveniente señalar que su
importancia siempre debió de ser muy pequeña, sobre todo si se
compara con el relieve adquirido por el hospital santiaguista de
Cuenca.
En cuanto a los otros hospitales que hubo en Huete, sólo
poseemos brevísimas referencias documentales que nos informan
sobre la existencia de al menos otro~3 tres durante la época
bajomedieval: San Lázaro, Santa Catalina y Los Ángeles.
El hospital de San Lázaro de Huete aparece documentado por
primera vez en 1375, siendo probable que su existencia venga de
algunos años atrás. En una carta de venta fechada el 28 de
noviembre de 1375, por la que Pedro Martínez y Pedro Sánchez,
vecinos de Huete, venden un huerto al cabildo de los clérigos por
precio de 700 mrs., se hace una casual mención de San Lázaro:
“Sepan quan tos esta carta vieren commo yo Pedro Martines, fijo de Pedro
Peres, e yo Pedro Sanches su fijo, vesinos de Afuepte, otorgamos e conoscemos
que vendemos a vos el abbat e el cabildo de los clerigos de la dicha villa un
huerto que es en el riatiello de las fuentes de la dicha villa, do adoban los
pellegos, que es encima de Sant Lasaro...
2031b1d., carp. 99, nQ 32. El documento señala: <<Item, cum nonnulli homines de civitate conchensis
eL de Moya eL de 0pta et de Marcum, conchensis diocesis, pre captLvorum redemptione se certum quid soluturos
hospitalibus dicorum locorum eiusdem ordinis. . .>>, siendo ello una prueba evidente de que a principios del
siglo XIV el hospital de Huete aún seguía en pie.
523
La siguiente noticia documental que se ha localizado sobre
la casa de San Lázaro de Huete data ya de finales del siglo XV.
El 3 de junio de 1486 los Reyes Católicos, a petición de Diego
de Valladolid, comendador de la Orden de San Lázaro, comisionarán
a Ruy Gómez de Ayala, corregidor de Cuenca y Huete, para que
intervenga a fin de que nadie se entrometa en la administración
de los bienes de las tres casas de San Lázaro de Cuenca, Huete
y Uclés, que algunos pretendían usurpar al mencionado comenda-
dor205. Ello viene a ser un claro ejemplo de los problemas que
a veces tenían estas instituciones de cara a la conservación de
su patrimonio.
El hospital de Santa Catalina dependía del cabildo-cofradía
del mismo nombre, que estaba vinculado al monasterio de Santa
Maria de La Merced y cuyos cofrades eran laicos. Su existencia
data al menos de fines del siglo XIV, pues en el varias veces
citado testamento de Sancha López, vecina de Huete, que está
datado el 14 de enero de 1396, se hace una donación de 50 mrs.
al mencionado cabildo para que rueguen por su alma, y también se
manda un lecho de ropa para el hospital de Santa Catalina206.
El hospital de Los Ángeles apareze documentado en 1485,
siendo quizá probable que ya existiese desde algunos años atrás.
Dependía de la cofradía del mismo nonbre, que se encontraba
vinculada al monasterio de Santo Domingo de Huete. Este dato nos
lo proporciona el ya citado testamento de Andrés González de
Monterroso, fechado el 21 de diciembre de 1485, y en el cual se
señala: «ítem, mando que den mill maravedis al cabildo de los
Angeles de sennor Santo Domingo.. .dos mili maravedis para el
ospital...». A cambio de ello, Monterroso deja encargado a la
cofradía que se diga anualmente un aniversario por sus parientes
difuntos en el monasterio de Santo Domingo de Huete207.
206AHPC Desamortización, leg. 185. Desde tiempos muy ramotos se ha venido atribuyendo una gran
antiguedad a este hospital y, por otro lado, Santa Catalina siempte ha tenido gran tradición en el marco de
la religiosidad popular de los habitantes de la ciudad, tanto durante la Edad Media como en épocas posteriores.
207Archivo de la Real Chancillería de Granada, Hidalguía, leg. 396, pieza 15, E. 14r.
524
Aparte de estos hospitales, no sería extraño que hubiese
habido algún otro más sobre el que no nos ha quedado ningún
testimonio de su existencia, aunque esto, claro está, es una
simple hipótesis. Hay que destacar que todos estos hospitales
seguramente serían centros muy modestos, con un número reducido
de camas para la atención sobre todo a enfermos pobres, excep-
tuando el de la Orden de Santiago, cuya finalidad esencial era
la redención de cautivos. Ello debe ser enmarcado dentro del
proceso bajomedieval de institucionalización de la asistencia al
pobre, proceso en el cual las cofradías de laicos y los hospita-
les a ellas anejos desempeñarían un singular papel.
2—Hospitales rurales
208Paulino Iradiel Murugarren, «Bases económicas del hos,ital de Santiago de Cuenca», PP. 184-185.
525
exponente al respecto lo constituye el testamento de Juan
Martínez de Medina, canónigo de Cuenca, datado el 24 de septiem-
bre de 1377. A través de él mandará, erLtre otras muchas cosas,
que las casas que había mandado edifica:~ en la aldea de Fuentes
para desempeñar la función de hospital sigan cumpliendo dicha
función y acogiendo a los pobres para darles lecho y alimento.
También mandará que el abad del cabildc de clérigos de Cuenca,
junto con un clérigo de Fuentes y dos honbres buenos del concejo
de dicha aldea, pongan para que se encargue del mantenimiento de
dicho hospital a un hombre de confianza, el cual les tendrá que
dar cuenta cada año acerca de la marcha de la casa. Finalmente
se determina que Mateo Gil se haga cargo del hospital, siempre
bajo la supervisión del abad, clérigo y hombres buenos sobredi-
chos, los cuales, a su muerte, nombrarán otro encargado que nunca
deberá disipar los bienes y propiedades del hospital.
Por otro lado, en el testamento también se especifica que
el día de su entierro se dé a diez po~res de comer, lo cual,
junto a una probable finalidad caritativa, también tenía el
indudable objetivo de realzar el prestigio social del testa-
dor209.
Volviendo al hospital de Fuentes, en 1396 el arcediano de
Cuenca Andrés Fernández aparece como administrador del mismo.
Este personaje, el 23 de febrero de dicho año, otorgará en
calidad de censo enfitéutico a Nicolás Sánchez una dehesa con
casa que llamaban Gallesoga, en término de la ciudad de Cuenca,
y que pertenecía al hospital de Fuentes. A cambio de ello Nicolás
Sánchez se compromete a hacer ciertas reparaciones en la casa y
a pagar todos los años de censo 25 florines de oro del cuño de
Aragón 210 Ello nos está indicando que el sistema empleado para
.
526
En 1401 se presentarán quejas de que algunas tierras
pertenecientes a los bienes del hospital de Fuentes estaban
encubiertas, debido a lo cual intervendrá un canónigo de Cuenca
para hacer inventario de los bienes raíces de la heredad aneja
al hospital, y de este modo intentar que el centro asistencial
percibiese íntegros todos sus derechos. El 14 de marzo del mismo
año Miguel Ferrández, tesorero del cabildo catedralicio y
administrador del hospital, mandará hacer un inventario de todos
los bienes muebles que allí había, el cual resulta muy ilustrati-
vo acerca de la extremada modestia que caracterizaba a este
centro asistencial:
211AHPC, Pergaminos, nQ 5. Así, pues, de la lectura del inventario se deduce que apenas tres lechos
eran los que poseía esta modestísima institución asistencial,
527
entregador de las Mestas y cañadas de Cuenca, confirmará al
hospital un privilegio por el que se proaíbe a dichos vecinos de
Fuentes y lugares cercanos que metan sus ganados en la dehesa del
hospital, así como que corten allí madera212.
En definitiva, el hospital de Fuen’:es se nos presenta como
un centro asistencial extremadamente modesto, con apenas tres
lechos y un discretísimo inmobiliario, cuya administración corría
con frecuencia a cargo de algún miembro del cabildo catedralicio
conquense y cuyo fin primordial era la atención a enfermos
pobres, tal como dejó indicado el fundaior en su testamento, lo
cual era posible gracias a los ingresos obtenidos mediante la
explotación indirecta de los bienes raíces que eran propiedad de
la casa-hospital.
También tenemos noticia de la existencia, al menos durante
el siglo XIV, de un hospital para pobres anejo al eremitorio de
Santa María Magdalena, que se encontraba en el lugar de Almora-
diel. Ello lo sabemos gracias a un documento pontificio de
Gregorio XI datado el 13 de agosto de 1373, y a través del cual
el papa otorgó cien días de indulgencie a todos aquellos fieles
que entregasen limosnas y ayudasen a la reconstrucción del
mencionado hospital, que había quedado muy destruido a causa de
las recientes guerras que habían asolado el reino. Esta merced
pontificia sólo tendría validez por el plazo de un decenio a
partir de la fecha de expedición del documento213. Parece que la
concesión pontificia no debió de tener demasiado efecto, pues
años más tarde, el 19 de julio de 1387, Clemente VII otorgaría
de nuevo otros cien días de indulgenci.a a favor de los fieles
que, arrepentidos y confesados, ayudasen con sus limosnas a la
reparación del mencionado hospital, que aún no había sido
finalizada214
Otro ejemplo destacado es el hospital de San Andrés que
hacia principios del siglo XV fundó don Juan Fernández Pacheco
en su villa de Belmonte, dotándolo mu3’ bien para poder curar y
Pergaminos, nQ 10-A.
528
atender a enfermos pobres y hospedar peregrinos, así como para
proveer de lo necesario a algunos de sus escuderos que hubiesen
venido a menos y poder sustentar a un capellán que dijese misa
a los enfermos215.
Parece probable que con el tiempo este hospital viniese a
menos hasta dejar de funcionar, puesto que a mediados de la
centuria el marqués de Villena don Juan Pacheco solicitaría
autorización pontificia para fundar un nuevo hospital de pobres
en su villa de Belmonte. En atención a esta súplica Calixto III,
con fecha 23 de marzo de 1455, concedió dicha autorización,
estableciendo que el nuevo centro fuese dotado con los correspon-
dientes bienes, y que tuviese rectores, capellanes y otras
personas su servicio, así como un confesor para atender espiri-
tualmente a los pobres y miserables que allí acudiesen. El
carácter benéfico de la nueva fundación queda bien patente en el
documento pontificio: «pro sustentationem enfermorum et
216
miserabilum, pauperorum et aliarum personarum»
A través de un nuevo documento dado el 27 de enero de 1456,
el mismo pontífice mandaría al obispo de Burgos que se informase
sobre el carácter de las donaciones y concesiones hechas por don
Juan Pacheco a favor del hospital por él fundado en Belmonte, y
que, una vez habida la oportuna información, las confirmase en
217
nombre del papa Ello nos está indicando que para entonces el
nuevo centro hospitalario ya había iniciado su funcionamiento.
Andújar Ortega, Belmonte, cuna de Fray Luis de Uón. Su Colegiata, pp. 39-40.
529
Capítulo quinto
1José María Sánchez Benito, Las tierras de Cuenca y Huete en el siglo XIV, Pp. 206-218, y Miguel
Jiménez Monteserín, «Aproximación al funcionamiento del fisco dec [malen el obispado de Cuenca», revista
Cuenca, nQ 14—15 (1978—1979), pp. 31—42.
ka obligatoriedad del pago de diezmo había sido sancionada an los cánones 53, 54 y 55 del IV Concilío
de Letrán de 1215. Asimismo, las Partidas de Alfonso X, el canon 7 del Concilio de Peflafiel de 1302 y la
legislación posterior, como la Recopilación, tanto la Nueva como la Novísima, reiteran esta obligación
tributaria, vigente durante la Edad Media y Moderna en todas las naciones católicas hasta su supresión a fines
del siglo XVIII o principios del XIX según los lugares. Quintín AldEa, «La economía de las iglesias locales
en la Edad Media y Moderna», p. 15.
530
obligados al pago del diezmo a la Iglesia, obligación que también
será reiterada en numerosas constituciones sinodales conquenses.
No sólo los laicos, sino también los clérigos debían pagar
anualmente el diezmo por sus posesiones, salvo por aquellos
bienes que hubiesen sido cedidos en dote a las iglesias en el
momento de su fundación, puesto que por dichos bienes, según
.3
establecía el Derecho, no se debían pag¿Lr diezmos ni primicias
Asimismo, todas las cofradías, cabildos y hermandades de laicos
del obispado debían pagar sus diezmos correspondientes, tal como
se establece en las constituciones sinodales de Fray Lope de
Barrientos de l446~, en las cuales también se recuerda la
obligación que todos los collazos tienen de pagar el diezmo por
sus soldadas5. Pero los cistercienses de Monsalud estaban
exentos de su pago por privilegio pontificio, a cambio de lo cual
debían realizar anualmente una ofrenda •3imbólica en la catedral
conquense en reconocimiento de la autoridad del obispo y cabildo
catedralicio.
Una cuestión más espinosa es la que venía dada por la
obligación que los judíos y mudéjares tenían de pagar diezmos en
determinados casos. Efectivamente, en Castilla las autoridades
pontificia y monárquica habían orderLado que los judíos y
mudéjares tributasen diezmos por aquellos bienes que tuviesen
arrendados de los cristianos y por los que hubieran comprado de
los mismos. Pero lo cierto es que con frecuencia se daba una
clara oposición hacia su pago. En la diócesis de Cuenca también
sabemos que los judíos y mudéjares debían pagar algunas cantida-
des en concepto de diezmo. Por ejempLo, en 1301 el cabildo
catedralicio decidió gastar el diezmo que recibía de los judíos
de Cuenca y Uclés en candelas para los aniversarios de los
obispos, así como en la celebración de ciertas fiestas solem-
6 Con el tiempo, el montante de lo que tributaban al cabildo
531
los judíos y musulmanes iría siendo cada vez menor, y ello se
aprecia si comparamos las cantidades registradas en los libros
de rentas de 1338, por ejemplo, con las mucho más inferiores que
se pudieron percibir en 1400, cuando la comunidad judía de
Cuenca había prácticamente desaparecido.
Respecto a las primicias el obispo Barrientos, en las
constituciones sinodales de 1446, estableció que se pagasen en
las parroquias donde estuviesen situados los predios de las
primicias correspondientes, aunque esta norma no afectaría a
todos aquellos lugares de la diócesis donde existiese una
costumbre diferente al respecto, pues en estos lugares habría de
8
guardarse dicha costumbre
Pasando ahora a los productos para los que era obligatorio
el pago de diezmos, en primer lugar, dada su importancia, debe
citarse el pan. Así, también en las constituciones sinodales de
1446 se establece que todo labrador estará obligado a entregar
un cahíz por cada yunta de bueyes o mula~s con que labre, la mitad
de trigo y la otra mitad de cebada. En caso de faltar la cebada,
ésta se sustituiría por centeno, y si no por avena, dando tres
almudes de avena por dos de cebada. El cLezmero debía entregar su
diezmo del pan llevándolo a la casa de tercería que había para
tal efecto instalada en la era, pero previamente debía llamar al
tercero -persona encargada de cobrar el diezmo- para que viese
medir el montón de pan que se iba a dezmar9.
De gran importancia era también el diezmo de vino, que según
las constituciones de 1446 se debían pagar en uva en época de la
vendimía, llevando el diezmo de dicha uva al lagar de la tercería
en presencia del tercero10, Posteriormente los clérigos o
arrendadores del diezmo del vino de las parroquias donde fuese
vendida la uva debían demandar al comprador su parte correspon-
8Sínodo de 1446, f. 32v. En las constituciones sinodales conquenses son frecuentes estas alusiones
a las costumbres locales específicas para el pago de ciertos die::mos que existían en algunos lugares de la
diócesis, lo cual contribuía a aumentar la complejidad de organización del fisco decimal.
532
diente de dicho diezmo, o al vendedor eL diezmo del dinero que
11
obtuviese por su venta
Siguiendo con el diezmo que debía pagarse por los productos
agrícolas, hay que citar el correspondiente a las frutas,
hortalizas, alfalfa y uvas que se vendían en los mercados, diezmo
que, según las constituciones de 14/46, se debía pagar en
dinero12. Asimismo, don Juan Cabeza de Vaca, en el sínodo de
1406, estableció la obligación de dezmar por el pastel que desde
hacía no mucho tiempo se cultivaba en algunas zonas de la
13
diócesis
Pasando ahora al diezmo de los animales y sus productos, en
las constituciones de 1446 se determina que el diezmo de
corderos, queso, lana y ganados se entregue puntualmente y sin
demora todos los años a los terceros, durando el plazo hasta el
día de San Fedro y San Pablo del mes de junio 14 En las mismas
.
t1Ibid., f, 34r.
12lbid., f. 27v.
15Uid., f. 35r.
533
dependía en un alto grado de su número de crías y partos que
hubiesen tenido lugar16. En cuanto a los pollos, ansarones y
lechones, en 1399 el obispo don Juan Cabeza de Vaca determinaría
que por prestamos y prestameras no se demandase a los clérigos
el diezmo de estos animales, por carecer de importancia 17
medida que sería reiterada por Fray Lope de Barrientos en el
sínodo de 1446, donde se estableció también que los legos sí
tuviesen obligación de dezmar por los lechones, pollos, ansarones
y anadones cuando a estas aves les hubiesen ya dejado las madres
y estuviesen bien criadas la
La miel y cera de las colmenas también estaba sujeta al pago
de diezmo. En 1446 el obispo Barrientos mandaría que este diezmo
se partiese por mitades entre la parroquia donde fuese vecino el
dueño de las colmenas y la parroquia en cuyo término estuviesen
situadas éstas19.
Finalmente, también se debía dezmar por los beneficios
monetarios que se obtuviesen por diversos conceptos. Así, por
ejemplo, los arrendadores de casas o heredades debían entregar
anualmente el diezmo de las rentas que obtuviesen por tales
arrendamientos20, y cuando una persona fallecía o bien vendía
algunos de sus bienes, sus herederos o los que comprasen dichos
bienes estaban obligados a dezmar por ello, la mitad en sus
iglesias parroquiales y la otra mitad en las parroquias donde
fuese vecino el antiguo propietario o vendedor de tales bie-
nes21.
Ef. 27v-28r.
Estatutos, f. 41v.
19Ibid., f. 30v.
f. 34v.
21lbid., f. 23v.
534
II-DISTRIBUCIÓN Y COBRO DE LAS RENTAS flECIMALES
535
difícil seguimiento hasta acabar configurándose la división de
la diócesis en diversos sectores fiscales de participación
capitular o episcopal, en los cuales, por supuesto, también
percibían sus correspondientes derechos los clérigos beneficiados
y las fábricas parroquiales. Así, al cabildo catedralicio
correspondían diezmos en las tierras de Cuenca y Moya, más el
ámbito manchego de Alarcón, el cual se dividía en tres cuadrillas
encabezadas por Belmonte, Castillo de Garcimuñoz y la propia
villa de Alarcón. Por su parte, la mesa episcopal percibía
diezmos en los arciprestazgos de RequerLa, Uclés -donde también
recibía cierta porción decimal el cabildo—, el sector de Iniesta
con sus aldeas, todo el arcedianato de J{uete y aquellos lugares
que estaban sometidos al señorío del obispo: Pareja, Casasana,
Paracuellos, Monteagudo, y las aldeas de la Obispalía en torno
a Huerta25 , además de retener también algunos derechos decimales
en la ciudad y arcedianato de Cuenca, y en menor medida en el
26
arcedianato de Alarcón
En el priorato de Uclés, además, la Orden de Santiago tenía
derecho a percibir gran parte del diezmo en todas aquellas
parroquias que hablan sido fundadas por ella a manera de iglesias
propias. Así, en lo tocante a este punto, ya en 1193 se realiza-
ría un importante acuerdo entre el obispo don Juan Yáñez y Sancho
Fernández, maestre de Santiago, a través del cual la Orden
retendría los diezmos de sus parroquias pero debería entregar al
obispo y cabildo catedralicio la cuarta parte de los diezmos de
pan, vino y corderos y la mitad de las caloñas de cada parroquia
situada en territorio de la diócesis conquense27. Años más
tarde, en 1224, se realizaría un nuevo acuerdo entre el obispo
don García y la Orden de Santiago en el. que, entre otras cosas,
se confirmó la anterior disposición relativa a los diezmos28. En
líneas generales estos acuerdos tendrían siglos de vigencia, y
María Sánchez Benito, Las tierras de Cuenca y ¡fuete en el siglo XIV.,,, p. 213.
536
a través de ellos quedaron definidos los respectivos derechos de
la Iglesia de Cuenca y los santiaguistas en materia decimal, si
bien es cierto que en ocasiones habrían de producirse serios
conflictos sobre el tema, cuestión que será objeto de análisis
en la segunda parte de esta obra.
La parte del diezmo correspondiente al cabildo catedralicio
estaba constituida básicamente por los llamados préstamos, que
definían en gran medida la cuantía ecDnómica de los diversos
beneficios capitulares. Los préstamos y raciones prestameras del
cabildo se encontraban situados en las parroquias de aquellos
sectores de la diócesis donde los caaónigos tenían derechos
decimales. La cantidad y cualidad de los préstamos que tenía
derecho a recibir cada capitular estaba en función, lógicamente,
de la categoría del puesto ostentado en el cabildo, siendo las
dignidades quienes más derechos decimales obtenían y los
mediorracioneros los que menos. El cobro de estos préstamos y
prestameras muchas veces se realizaba madiante arrendamiento, y
el precio que podían llegar a alcanzar en una almoneda pública
variaba según los casos, pudiendo ir desde los 400 ó 500 mrs. que
a mediados del siglo XV proporcionaban algunas prestameras de
parroquias pobres hasta los 11.010 mrs.. por que se arrendó una
prestamera de La Roda en 148729.
En los libros catedralicios se da cuenta de los diversos
grupos de rentas decimales percibidas por el cabildo: pan y vino,
corderos y bestiario de las parroquias de la ciudad de Cuenca,
desglosados por separado desde fines del siglo XIV, y lo mismo
en relación a la tierra dependiente de La urbe; por otra parte,
los diezmos procedentes de las parroquias de Moya y Cañete, junto
con los de su tierra; finalmente, los ingresos originarios de
Alarcón y su tierra, en La Mancha baja, aparte de alguna otra
percepción muy minoritaria como era el diezmo de moros y judíos.
No obstante, estas rentas percibidas por el cabildo no siempre
suponían exactamente un tercio del diezmo eclesiástico que se
recaudaba en la zona correspondiente, pues con el paso del tiempo
ciertos conceptos de ingreso se sometieron a criterios específi-
537
cos de reparto, distintos del sistema general basado en su
desglose en tercios, y además en algunas cillas se fueron
operando determinados cambios en las proporciones30. De este
modo, el conjunto del sistema acabaría adquiriendo un extremado
nivel de complejidad, en cuyo análisis aquí ya no se entrará.
Un caso especial era el de los llamados diezmos de llecos,
nombre que recibían algunas tierras situadas dentro de la
diócesis pero sin estar adscritas al término jurisdiccional. de
ninguna parroquia concreta. En principio estos diezmos debían
repartirse entre obispo y cabildo, a pesar de lo cual el 27 de
junio de 1446 Fray Lope de Barrientos decidió entregar enteramen-
te al cabildo los diezmos de dichos llecos con la condición de
que sus rentas se aplicasen a un hospital para pobres que
dependía del cabildo31 Esta disposición seria ratificada de
.
538
fue confirmado por Nicolás III~. An:e todo se trataba de
garantizar el sostenimiento de la obra y fábrica de la catedral
con una pequeña parte del diezmo parroquial, al igual que también
34
se hacía en otras diócesis de Castilla
Más adelante, a esta dotación inicial de la fábrica
catedralicia se añadirían otras rentas. Así, por ejemplo, el
obispo don Bernal Zafón, poco después da ser nombrado para esta
sede, anejé a la fábrica de la catedral algunas rentas de pan y
dinero, aunque el documento no indica a qué rentas exactas se
está refiriendo35. Por otro lado, según se señala en las consti-
tuciones sinodales de don Juan Cabeza de Vaca de 1402, el diezmo
de las heredades y otras posesiones pertenecientes a las
cofradías de legos de la ciudad de Cuenca iba a parar íntegro a
la obra de la catedral, y no a las parroquias conquenses 36
Gracias a las Actas Capitulares cc’nservadas en el Archivo
Catedralicio de Cuenca conocemos algunas cifras concretas del
montante de rentas decimales destinadas a la obra de la catedral.
Así, por ejemplo, el 24 de julio de, 1417 se remataron en almoneda
pública los diezmos de pan de los sexmo~; de la Tierra de Cuenca
correspondientes a la obra catedralicia, alcanzando los siguien-
tes precios:
37
—Sexmo de Arcas: 31 florines
-Sexmo de Altarejos: 23 florines.
-Sexmo de Chillarón: 33 florines.
-Sexmo de Torralba: 20,5 florines.
~~ACC,caj. 10, nQ 176 (original de la bula pontificia> ¡ ACO, sa. caj. 5, leg. 19, nQ 258 (traslado
del 16—X—1371)
34Por ejemplo en Córdoba, donde desde 1277 la renta fundamental de la fábrica catedral procedía de
los llamados excusados, lo que consistía en que el tercer mejor d~zmero de cada parroquia de la diócesis
entregaba integro su diezmo para la fábrica de la catedral, constituyéndose de este modo la llamada renta de
los excusados, Iluminado Sanz Sancho, La Iglesia y el obispado de C~rdoba. 1, p. 143.
,,,
~~ACC,siglo XIV, nP 48. El 10 de septiembre de 1363 don Bernal mandaría que de dichas rentas que había
donado a la fábrica se tomasen 3100 rs. anuales con destino a la miitinada, Ibid.
36.400, Estatutos, f. 53r.
539
-Sexmo del Campo: 35,5 florines.
—Sexmo de la Sierra: 28 florines38
~~ACC,
.40-1418, f. 2r-v.
.40-1458, ff. 98v-99v.
540
En lo que atañe al obispo, ya se señaló antes cómo tenía
derecho a percibir diezmos en los arciprestazgos de Requena,
Uclés —donde también recibia cierta porción decimal el cabildo—,
el sector de Iniesta con sus aldeas, todo el arcedianato de Huete
y aquellos lugares que estaban sometidos a su señorío: Pareja,
Casasana, Paracuellos, Monteagudo, y las aldeas de la Obispalía
en torno a Huerta42, además de retener también algunos derechos
decimales en la ciudad y arcedianato de Cuenca, y en menor medida
en el arcedianato de Alarcón.
En el llamado Libro del Becerro de la dignidad episcopal 43
elaborado en 1573 por Juan de Cáceres, contador mayor en época
de los obispos Pedro de Castro y Fray Bernardo de Fresneda, se
indica cuáles eran los derechos decimaLes concretos del obispo
de Cuenca en diversos lugares de la diócesis, así como el
complejísimo sistema de reparto de dichos diezmos, basado en
normas antiguas y otras más modernas. De este modo, si bien por
lo general el diezmo se dividía en tres tercios para el obispo,
clero beneficiado y fábrica parroquial (de donde luego se tomaban
las tercias reales), también es cierto que eran muchas las
excepciones a esta regla, pues para ciertos productos las
proporciones variaban, existiendo en muchos lugares criterios
específicos de reparto basados en la costumbre local, criterios
que solían variar de una mayordomía a otra.
Según el Libro del Becerro, las mayordomías donde el obispo
tenía derechos decimales, pero no el cabildo catedralicio, eran
las de Huete, Requena, Monteagudo, Huerta, Buendía, Alcocer y
Pareja, con la salvedad de que algunas dignidades de la catedral,
sobre todo el arcediano de Huete, percibían también aquí una
pequeña parte del diezmo. De este modo, en el arcedianato de
Huete los diezmos se repartían entre el obispo, fábrica, tercias
reales, clero parroquial, cabildo de clérigos beneficiados de
Huete, arcediano y arcipreste de Huete, abad de la Sey <percibía
algunos diezmos de las ermitas) y el clero regular44
42iosé María Sánchez Benito, Las tierras de Cuenca y ¡fuete en el siglo XIV,,, p. 213.
Libros, nQ 69.
~ADC,
Libro del Becerro..,, ff, 49 y as.
541
En la mayordomía de Uclés y su Común,, tal como ya se apuntó,
tanto el obispo como el cabildo catedralicio tenían derechos
decimales, mientras que en la mayordomía de Alarcón era sobre
todo el cabildo quien más renta del diezno recibía, quedando los
derechos del obispo reducidos a cuestiones puntuales 45 Por .
45Ibid,, f. 6.
46Por ejemplo, el 16 de febrero de 1256 el obispo don Mateo hizo entrega al cabildo de un préstamo
que hasta entonces era de la mesa episcopal en la parroquia de San Juan de Cuenca, a cambio de unas casas
propiedad de los canónigos que habían sido derribadas para amplia: el palacio episcopal. .4CC, caj. 6, nP 99,
47ADC, Libro del Becerro..., f. 1.
542
también se manifestaba en el terreno decimal, obteniendo siempre
por lo general mayores rentas los clérigos urbanos que los
rurales, a pesar de las reiterdas protestas de estos últimos. En
cuanto a las fábricas parroquiales, el hecho de cobrarse de sus
rentas decimales las tercias reales daría lugar a que su
situación económica fuese siempre bastante precaria, lo que a su
vez era causa de frecuentes problemas materiales en los templos.
Pasando ahora al sistema de recaudación del diezmo, en
primer lugar hay que señalar que la parroquia constituía la
unidad fundamental para su cobro, de modo que en principio todos
debían pagar los diezmos en sus respectivas parroquias, salvo en
aquellos casos de cambio de residencia, vecinos que tenían
propiedades en diversos lugares, y presencia de ganado trashuman-
te, situaciones en las que una misma parsona debía repartir el
pago de sus diezmos entre dos o más parroquias.
En la diócesis de Cuenca, al igual que en otras diócesis
castellanas, había dos sistemas básicos de recaudación del
diezmo. Por un lado su cobro directo a través de los aquí
llamados terceros, cargo que solía recaer en clérigos y excepcio-
nalmente en algunos laicos. Estos terceros recogían los frutos
y dinero de las rentas decimales cuya recaudación se les había
comisionado, utilizando para ello los medios puestos a su
disposición y también sus propios med:Los: almacenes, casas de
tercia, cubas, mulas, etc. Su trabajo ss pagaba con un sueldo en
especie o en dinero, que se tomaba del. propio montante decimal
recogido por el tercero. El otro mecanismo de cobro es el que se
basaba en el sistema de arrendamiento de las rentas decimales,
muy usado en Castilla y en general en todo el Occidente medieval.
Consistía en conceder a un arrendador o grupo de arrendadores la
exclusiva de la recogida de las rentas decimales por un precio
previamente establecido en almoneda pública y con unas condicio-
nes impuestas por la Iglesia. Se trataba de un sistema que
requería una infraestructura y normativa extremadamente comple-
jas, lo que quedaba plasmado en muy divarsos estatutos capitula-
res y sinodales.
Cuando el cobro se realizaba por tercería, los numerosos
terceros que se nombraban en la diócesis se encargaban de
543
percibir, por si o por otros, el diezmo en el momento en que se
realizaba cada cosecha, custodiándolo en la casa de tercia hasta
que llegara el momento de proceder al reparto que ellos mismos
también realizaban. En este sentido er¿L mandato general en la
diócesis que las operaciones de cobranza se hiciesen de día y a
campana repicada, sin que nadie pudiesa llevar los «montones»
de noche, y además se daban instrucciones concretas para que los
párrocos instasen a sus feligreses a pagar correctamente el
diezmo49. A cambio de su trabajo, al menos desde el siglo XVI,
los terceros percibían una veintena sobre el total de los frutos
pertenecientes al obispo y cabildo catedralicio, y un onceno
sobre la porción del resto de los partícipes50
Teóricamente el oficio de tercero sÉlo podía ser desempeñado
por clérigos, prohibiéndose a los legos Ejercer el cargo, so pena
de excomunión, tal como ya se estableca en las constituciones
sinodales de don Juan Cabeza de Vaca ¿e 140651. De este modo,
frecuentemente el cargo recaía en algún clérigo de cada lugar
donde se efectuaban los cobros. Pero a veces sucedía que en
algunos lugares del obispado los concejos nombraban como terceros
a ciertos legos, que por ello cobraban el salario de la tercería
perteneciente a los clérigos beneficiados a quienes por derecho
correspondía ser terceros. Por ello Fray Lope de Barrientos, en
las constituciones sinodales de 1446, estableció que en los
arcedianatos de Cuenca, Alarcón y Moya silo pudiesen ser terceros
y cobrar su salario por ello los clérigos beneficiados curados
o servideros de cada parroquia residentes en ella, y también los
de la catedral, pero no otros clérigos ni los legos. El tercero,
una vez recibida la licencia episcopal para ejercer el cargo,
juraría cumplir con su obligación recaudando los diezmos
correspondientes, apuntando en un libro cuánto entrega cada
dezmero y distribuyendo después la reyita recaudada entre los
beneficiarios de la misma, extrayendo previamente sus derechos
544
de la tercería52• Todas estas disposiciones serían reiteradas de
nuevo en el sínodo celebrado en Pareja El 13 de noviembre de 1482
por el bachiller Alvar González de Capillas, en aquel momento
vicario general de la diócesis nombrado por el obispo Fray Alonso
53
de Burgos
Una obligación importante del tercero era redactar la tazmía
o lista de contribuyentes, en la que constaba el total de la
cosecha obtenida por cada dezmero y la condición laica o
eclesiástica del propietario de las tierras o del mismo coseche-
ro, puesto que estos eran datos fundamantales para proceder al
54
reparto .En las constituciones sinodales promulgadas por don
Juan Cabeza de Vaca en 1402 ya se establece esta obligación que
todos los terceros tenían de dar cuenta en un libro firmado de
su nombre de toda la tazmía de los diezmos a su cargo, pues si
no lo hicieran así perderían su derecho a percibir el salario por
55
su trabajo
Por último hay que señalar que el oficio de tercero fue
adquiriendo tal importancia que ya en el siglo XVIII se llegaría
a institucionalizar el cargo, creándose en los lugares más
importantes de la diócesis un beneficio tercero de ingresos nada
56
despreciables
En cuanto al sistema de arrendamiento de las rentas
decimales, hay que decir que se trata dE un procedimiento que ya
se comenzó a utilizar al menos desde el siglo XIV, si bien
quedaba reservado a las grandes instituciones eclesiásticas,
sobre todo obispo y cabildo catedralicic, puesto que los simples
clérigos beneficiados de cada parroquia residentes en el lugar
lo normal es que se hiciesen cargo de sus porciones decimales
respectivas inmediatamente después de realizado el reparto,
procediendo muy raras veces a su arrendamiento.
53flibíioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Ma, M.1I.22, fi. 2v-3v.
545
En el caso del cabildo catedralicio, el arrendamiento anual
de las rentas decimales que le correspondían ya era muy usual por
lo menos desde el siglo XIV, siendo probable que se hubiera
comenzado paulatinamente a poner en práctica a lo largo de la
centuria anterior. Normalmente el procedimiento se iniciaba cada
año en torno a junio o julio, y se desarrollaba con arreglo a las
condiciones impuestas por el cabildo, c~mo eran la presentación
de fiadores y el pago en los plazos de Navidad, Pascua Florida
y San Juan de junio, que debían ser cumplidos inexcusablemente
por los arrendatarios sin poder alegar ningún tipo de circunstan-
cia atenuante para no pagar a tiempo.
Además, en los contratos también se especificaban otras
condiciones complementarias, llegando a señalarse expresamente
los valores monetarios válidos a la hora de efectuar los pagos.
En caso de que éstos no se realizaran a tiempo, podía suceder que
el arrendatario insolvente tuviese que vender algún inmueble de
su propiedad para así poder saldar la deuda contraída con el
cabildo, siendo también posible el embargo de bienes de los
deudores y su posterior subasta bara pagar con ello lo estableci-
do en los arrendamientos. Asimismo, si sobrevenía el falleci-
miento del arrendatario antes de realizados los pagos, el cabildo
procedía a desplegar las oportunas medidas con relación a sus
herederos, para de este modo asegurarse el cobro de la cantidad
correspondiente. En cualquier caso, estas acciones reivindicato-
rias se solían iniciar con prontitud, antes de cumplido un año
tras el fenecimiento de los plazos preestablecidos, y sólo
excepcionalmente con algún tiempo más de retraso Una vez que
el cabildo recibía el dinero del arrendamiento de sus rentas
decimales, se procedía a su reparto entre los capitulares en
función de la cuantía y cualidad de los préstamos que poseyesen.
Asimismo, tal como se establece en las constituciones
sinodales de don Juan Cabeza de Vaca de 1399, era obligación de
los arrendatarios tomar anualmente cuenta de los diezmos a los
terceros, exigiéndoles su parte correspondiente de la renta de
pan hasta el día de Todos los Santos, de la renta de ganados
57José Maria Sánchez Benito, Las tierras de Cuenca y Huete. . ., Pp. 209-210.
546
hasta el 1 de agosto, y de la renta de vino hasta el día de
Navidad58. Esta misma disposión será reiterada en las constitu-
ciones promulgadas por Fray Lope de Barrientos en el sínodo de
1446, en las que también se establece que si los arrendatarios
no demandasen sus diezmos en dichos pJ.azos quedarían obligados
a pagar a los terceros la guarda del ganado, el camaraje del pan
y el encubado del vino de la parte del diezmo que les correspon-
diese y, de igual modo, si los tercero~; no entregasen el diezmo
a los arrendatarios en los plazos indicados, siendo requeridos
para ello, en ese caso tendrían que pagar a éstos las costas e
59
intereses del retraso
Ya durante el siglo XIV eran muchas y diferentes las
personas que participaban en los arrendamientos de las rentas
decimales del cabildo, desde grandes nobles conquenses hasta
simples aldeanos de cada localidad donde se debía realizar la
recaudación. De hecho, la gran extensióa geográfica del territo-
rio donde el cabildo percibía diezmos, así como la dispersión de
los mismos, forzaba a contar con un elevado número de arrendata-
rios cada año, lo que tampoco impedía que se diesen múltiples
casos en que un mismo individuo se convertía en arrendatario del
diezmo en una pluralidad de lugares.
El estamento clerical siempre estuvo presente en los
arrendamientos, aunque de diversa forma según los casos. Así, los
simples clérigos rurales aparecen con continuidad como arrendata-
rios, pero siempre de una forma minoritaria y haciéndose cargo
por lo general de los diezmos capitulares situados en el ámbito
de su propia parroquia y excepcionalmente algunas parroquias del
entorno. Así, por ejemplo, en 1400 los párrocos rurales sólo
obtuvieron algo más del 5 % de los arrendamietos efectuados en
las poblaciones de los senos de la Tierra de Cuenca donde el
cabildo percibía parte de sus diezmos, tratándose en concreto de
cuatro individuos. Los clérigos parroquiales de Cuenca tampoco
jugarían un papel de excesivo relieve, si bien suelen aparecer
de 1446, f. JOr-v.
~sínodo
547
como arrendatarios de los diezmos pertenecientes al cabildo en
60
las propias parroquias de la ciudad
Pero las cosas cambian si centrarnos la atención en los
propios miembros del cabildo catedralicio. Así, por ejemplo, para
el año 1338 el primer libro de rentas conservado permite apreciar
el importante protagonismo desempeñado en los arrendamientos por
el maestrescuela de la catedral Guillén Vidal, y a fines de siglo
hay mayor disponibilidad de datos que ros indican la frecuente
intervención de los capitulares como arrendatarios de los propios
diezmos del cabildo. Así, aparecen desempeñando tal función desde
dignidades hasta simples compañeros, peLsando por los canónigos
y racioneros. Incluso algunos personajes figuran con asiduidad
año tras año, y a veces centran su actividad en áreas geográficas
concretas.
No obstante, los arrendatarios laicos siempre fueron, en
conjunto, mucho más numerosos. Entre Ellos podía haber desde
nobles, como Alvar García de Albornoz en el siglo XIV, hasta
algunos, no muchos, aldeanos rurales, pasando por traperos,
zapateros, escribanos, cirujanos o bien individuos directamente
vinculados a algunos de los más conspicuos personajes de la
nobleza de la región. Desde luego se percibe un claro predominio
como arrendatarios de los propios habitantes de la ciudad de
Cuenca, los cuales no sólo intervenían con respecto a los diezmos
de la urbe y su tierra, sino también en relación a las rentas
decimales pertenecientes al cabildo en ctras zonas de la diócesis
más alejadas. En cuanto a los judíos, en el siglo XIV sólo raras
61
veces aparecen como arrendatarios
Durante los siglos XV y XVI el cabildo catedralicio continuó
casi siempre arrendando sus rentas de refitores y vestuarios
procedentes del diezmo que se recaud¿Lba en aquellos sectores
fiscales de la diócesis donde le correspondía percibir su
correspondiente porción de la renta. Esto se hizo así sin apenas
excepciones, salvo que por no haberse rematado finalmente la
renta o haber quebrado el arrendatario fuese preciso que el
61José Maria Sánchez Benito, Las tierras de Cuenca y ¡fuete..., Pp. 211-212.
548
mayordomo del cabildo se hiciera cargo directamente de la
administración y cobro de tales rentas en algún lugar concreto.
Con frecuencia se procedió, sobre todo durante el siglo XV y
principios del XVI, al arrendamiento global de partidos enteros
a una misma persona sin su desglose en pueblos, lo cual solía
suceder sobre todo en años de dificultades económicas en que
concurrían pocas personas a las almonedas. Interesante resulta
también durante estos siglos la presencia de eclesiásticos -sobre
todo capitulares- entre los arrendatarins.
Pero a medida que avance el siglo XVI se irán introduciendo
ciertos cambios en este mecanismo. Así, se fue procediendo al
desglose de todos los pueblos que hasta entonces se hablan
agrupado en lotes o partidos a la hora de arrendar los diezmos,
y a la vez se fue introduciendo paulatinamente la fórmula de la
administración directa de la renta de los vestuarios en algunos
pueblos de La Mancha baja situados en el arcedianato de Alarcón,
atendiendo probablemente a las mayores ventajas económicas que
en cada uno de ellos cabía esperar según se presentase la cosecha
o se manifestara la demanda del mercado circundante. De este modo
la gestión de la renta de los refitores quedó definitivamente
desglosada de la de los vestuarios, tendiéndose a examinar la
coyuntura económica rural a la hora de elegir entre el arrenda-
62
miento o administración directa de estos últimos
También los obispos de Cuenca, ya desde el siglo XIV,
comenzaron a poner paulatinamente en práctica mecanismos de
arrendamiento de la porción decimal que les correspondía en cada
una de las mayordomías en que, a efectos fiscales, se hallaba
dividido el territorio diocesano sobre el que tenían derecho a
percibir diezmos, siendo los mayordomos del obispo los encargados
de gestionar dichos arrendamientos, salvo en algunos casos en
que, por motivos diversos, se decidiese cobrar directamente los
diezmos de algunos lugares. Este empleo del sistema de arrenda-
miento de las rentas decimales del obispo encontraría durante el
siglo XIV ciertas resistencias en algunos casos, bien en Huete
549
o bien por parte del arcediano de Moya, que anteriormente ponía
terceros y se ocupaba de las particiones de diezmos en Requena,
63
Utiel y Moya
En cuanto a los simples clérigos beneficiados residentes en
cada parroquia, ya se ha señalado antes cómo lo normal es que se
hiciesen cargo de sus respectivas porcicnes decimales inmediata-
mente después de realizado su reparto, procediendo raras veces
a su arrendamiento. No obstante, en situaciones de apuro
económico, algunos clérigos arrendaban sus beneficios y prestame-
ras a precios más bajos de lo que en realidad valían. Por ello
Fray Lope de Barrientos, en el sínodo de 1446, prohibiría que en
adelante se hiciesen tales contratos «usurarios», revocando los
existentes hasta el momento, pues por culpa de ello «vienen los
dichos clerigos en gran pobreza e han de mendigar en velipendio
e desonor de la orden clerical»64. Además, también se estable-
ció que ningún clérigo arrendase su beneficio a cualquier persona
seglar o infiel sin previa licencia para ello del obispo o su
65
vicario general
Por último, respecto a las tercias reales pertenecientes a
66
la Corona, algunas de las cuales acabarían enajenándose es ,
65Ibid., f. 35v.
66Un primer ejemplo de ello lo tenemos el 21 de diciembre de 1264, fecha en la cual el obispo don Pedro
Lorenzo donó al cabildo catedralicio, para la maitinada, las rentas que poseía en tas salinas de Valsalobre
y Beamud con los heredamientos de este término y el de Olmedilla, a lo que se añadirian dos almudes de trigo
en cada una de las tercias de fábrica de todas las iglesias de la diócesis, oye habrían de ser entregados
anualmente al cabildo por los terceros que se encargasen de su recaudación. En el documento se establece que
en la maitinada se ruegue por la salud del rey y por su alma cuando nuera, por lo que cabe sospechar que la
donación se hizo a instancias del monarca. ACC, caj. 7, nQ 127. Pcr otro lado, también sabemos que Alfonso X
enajenó a favor del cabildo catedralicio de Cuenca las tercias de Iniesta, lo que sería confirmado por Sancho
IV el 28 de junio de 1286. ACC, caj. 11, nQ 207. Más adelante, durante el siglo XIV y sobre todo en el XV, será
muy frecuente la enajenación de tercias a favor de algunos nobles de la diócesis, cuestión que estudiaremos
en su lugar,
550
sen en los arrendamientos de las tercias reales67. Poco tiempo
después, el 9 de mayo de 1499, los mismos monarcas se dirigirán
al cabildo catedralicio conquense y al provisor de la diócesis
mandando que no se arrendasen las renizas decimales sin estar
presente el arrendador mayor de las alcabalas y tercias rea-
les68. Ello, en definitiva, es un dar, indicativo del empeño
puesto por los monarcas para que en las operaciones de arrenda-
miento no saliesen perjudicadas las rentas de la Corona.
551
casos de impago de diezmos por part.e de los collazos que
trabajaban las tierras, cuando su obligación era pagar el diezmo
del salario que recibían, tal como establecieron los obispos don
Álvaro Martínez y don Juan Cabeza de VeLca70.
Algunos casos concretos de impago de diezmos fueron objeto
de regulación en las constituciones sinodales. Así, por ejemplo,
en las de don Juan Cabeza de Vaca de 1402 se expone cómo con
frecuencia algunos clérigos o legos no pagaban el diezmo de sus
dehesas y pastos, y por ello se manda que lo paguen en aquellas
iglesias donde habían de entregar el. resto de sus diezmos
71
prediales Por otro lado, en las de dcn Diego de Anaya de 1409
.
76Zbid., E. 39v.
71lbid., E. 53v.
f. 65v,
552
que no se hiciese tal cosa74. Debe destacarse la alusión que en
este caso se hace a actuaciones colegiadas por parte de laicos
y eclesiásticos para no entregar dichas casas y cubas, lo cual
es un indicativo de cómo a veces clérigos y seglares no dudaban
en unirse con tal de defender sus inte:reses económicos.
Junto a la negativa e irregularidades en el pago de diezmos,
otras veces los conflictos venían dados por la pura y simple
enajenación de rentas decimales por parte de algunos legos, tal
como se denuncia en las constituciones sinodales de don Juan
Cabeza de Vaca de l399~~, y en las de Fray Lope de Barrientos de
144676, donde también se establece que LOS clérigos parroquiales
demanden los diezmos que estén así enajenados.
De todo lo hasta ahora dicho se deduce hasta qué punto era
de vital importancia para la Iglesi¿. la preservación de su
patrimonio y rentas, dentro de las cuales el diezmo era sin lugar
a dudas la fundamental fuente de ingresos. Ello explica, por
ejemplo, que en las constituciones de don Diego de Anaya de 1409
se castigue con pena de excomunión miayor a quienes usurpen
ilegítimamente los diezmos y otras rentas eclesiásticas77. Por
su parte, las de Fray Alonso de Burgos de 1484 establecen que
todos los clérigos parroquiales o sus lugartenientes saquen
anualmente cartas de excomunión contra los defraudadores de
diezmos y primicias, informando de alío al obispo o a sus
vicarios generales antes del Domingo de la Septuagésima 78 . La
absolución de estas sentencias de excorrnnión no podía realizarse
hasta que los diezmos hubiesen sido pagados en su totalidad79,
lo cual podía constituir un cierto incentivo de cara a su pago,
aunque también es cierto que el frecuente uso que la Iglesia
hacía de la excomunión en ocasiones motivaba una cierta indife-
553
rencia por parte de algunos fieles hacia sus consecuencias
espirituales.
Ya para terminar hay que señalar que, dentro de esta
conflictividad general en torno al pago de diezmos, ciertos casos
adquirirán un desarrollo y caracterización específicos, sobre lo
cual se nos han conservado abundantes testimonios documentales.
Así sucede, por ejemplo, con los conflictos decimales entre la
Iglesia de Cuenca y la Orden de Santiago, concejos y nobleza,
para cuya resolución a menudo será necesaria la intervención
regia. Pero esta es una cuestión que, al estar estrechamente
vinculada a la problemática de las relaciones de poder, sera
objeto de análisis detallado en la segunda parte de la presente
obra.
554
ABRIR PARTE SEGUNDA