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J. FLOREZ
GOTAS DE AJENJO
–¡Un cometa!
–¡El mar...!
–¡El infinito...!
–¡Vengan!
III
IV
y enfermos de la carne
repugnantes y horribles,
Pisadas silenciosas
relampaguear de cirios,
de azucenas y lirios.
VI
Insondables aflicciones
VII
–¿Escuchas?
–Sí.
–¿Qué escuchas?
–Un gorjeo
–¿Escuchas?
–Sí.
–¿Qué escuchas?
–¡El crujido
–¿Ves?
–¡Sí!
–¿Qué ves?
–¿Sientes?
–¡Oh sí!
–¿Qué sientes?
–¡Ella! ¡Ella!
VIII
va descendiendo al ocaso
de crespones y de estrellas?
en el corazón herido,
IX
XI
el medroso aullido
o el alerta
del gallo
me incorporo en el lecho,
me incorporo y medito
En el mal infinito
Y evoco, soñoliento,
* *
Muertas encantadoras?
XII
Fue en tiempo de borrascas, en una selva obscura
XIII
XIV
la huérfana Margarita,
Pero la desventurada,
a su constante clamor
y en él ya se iba a tirar,
De su intento arrepentida
esa noche recorrió
la ciudad, y se quedó
¡Despertola un caballero;
es decir, al matadero!
de blancura inmaculada
de la orgía en el estruendo,
de vergüenza y de dolor!
y si se tiró al arroyo...
XV
XVI
* *
XVII
a modo de mariposas
XVIII
XIX
XX
vi en horizonte lejano;
un arrebol de verano.
brillar en la lejanía
Vi arder en tu corazón,
la llama de la pasión;
XXI
floreció en un momento
XXII
XXIII
¡Oh, tú, la más hermosa de todas las mujeres!
XXIV
en la frente triunfadora,
punzadora
XXVI
XXVII
XXVIII
contra las mudas rocas que intentan atajar sus cóleras siniestras, retuércese y se
espanta,
XXIX
XXX
De noche, cuando voy al camposanto,
Y, entonces, confundido,
ansioso le pregunto:
XXXI
XXXII
el sepulturero, un día,
XXXIII
Si yo fuera serpiente
XXXIV
¡Ah! los canes, los Zoilos, que en toda lidia
XXXV
hermosa, jadeante,
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
pequeñita en mi tumba.
y lívidos despojos.
al solitario muerto:
¡sólo de ti!
¿No es cierto
¡Escucharás adentro...
XXXIX
XL
Y, enseguida,
La ancha frente
XLI
he querido y he cantado,
XLII
¿Me preguntas por qué mi verso es rudo?
XLIII
XLIV
XLV
en medio de la orgía,
la cortesana enteca
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
irás al camposanto
de la muerte y me espanta?
LI
la calavera se ríe.
LII
LIII
LIV
Y en un momento trágico,
LV
LVI
LVII
LVIII
LIX
LX
LXI
Blanco velo que al mármol importuna,
LXII
LXIII
LXIV
Y me dijo, llorosa
LXV
Así decía un loco,
«Espíritus enfermos
en el que se estremecen
cascarón miserable.
»Espíritus enfermos:
diminutas y frágiles...
LXVI
LXVII
Porque los que pasaban, inopinadamente, por cerca de la choza del mísero ermitaño,
LXVIII
LXX
LXXI
Yo soy como esas olas gigantescas
el corazón me roen,
LXXII
LXXIII
se refleja en el río.
tú al arrebol, yo al río:
LXXIV
LXXV
LXXVI
LXXVII
LXXVIII
LXXIX
blancas y purpurinas;
LXXX
la noche sombría;
si todo me hastía!
El oro, el talento, los dulces placeres,
fugaz ambrosía,
si todo me hastía.
a mi alma procura;
do nadie se hastía.
LXXXI
LXXXIII
y en tono de reproche,
LXXXV
Voluptuosamente
Voluptuosamente
Yo salí sonriente!
LXXXVI
te acaricio... y te poseo!
LXXXVII
LXXXVIII
Yo moriré primero
u oirás (si has sido pérfida) en la sombra, esta palabra acusadora: ¡Infame!
XC
Empaña la tristeza del pecado sus ojos:
XCI
En la sala anatómica
el peor estudiante.
su dinero y su sangre...
tiritaba de frío...
se moría de hambre.
En la sala anatómica,
el profesor le dijo,
mostrándole un cadáver:
Se acercó el estudiante...
de su olvidada madre!
XCII
XCIII
XCIV
XCV
XCVI
XCVII
Sus ojos se entornaron; sobre los blancos hielos
XCVIII
XCIX
CI
CII
CIII
¡Oh, calavera sombría:
en sordas melancolías,
la estúpida realidad,
y la fosca oscuridad,
de la noche de la muerte!
CIV
CV
CVI
de la Muerte?
CVIII
–En tu existencia.
–Está en mi noche.
–En mi reproche.
–En mi vida.
CIX
CX
CXI
Por hacerte sufrir, ángel de hielo,
CXII
CXIII
CXIV
CXV
CXVI
CXVII
Ya se detiene, ya huye
sin recelo, sin temor;
CXVIII
Acento susurrante
Y respiro tu aliento,
CXIX
CXX
Le aserraron el cráneo
y el corazón ya frío
Todo lo examinaron
de la muerte de Pedro;
no me aserréis el cráneo,
ni el corazón, ya frío,
es el mismo de Pedro:
CXXI
ni la risa cobarde
doblaré la cabeza,
CXXII
CXXIII
Oyendo está tus rumores
CXXIV
CXXV
–¡Pareces un fantasma!
que un cadáver!
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
Ni saben todavía,
por qué pierdo el color... ¡cuando te veo!
CXXVI
–Llegar quiero a aquel monte,
en el turbio horizonte,
y en él alza tu mano:
sé virtüoso y sano…
CXXVII
CXXVIII
CXXIX
Y, para que no sangren después de heridas tantas, otra vez, en el mundo, mis
doloridas plantas.
CXXX
CXXXI
Solo un instante me amó,
CXXXII
CXXXIII
Ve Dios insignificantes
¡a imagen y semejanza
CXXXIV
CXXXV
y oscura eternidad,
¡porque no te creerán!