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Capítulo 6

Síndrome alucinatorio
E. Barbudo del Cura y J. Correas Lauffer

Introducción

A menudo suelen acudir al servicio de urgencias pacientes con la siguiente


queja: «alucinaciones». Puede ser la queja espontánea del paciente, pero sue-
le ser la etiqueta que, a modo de «diagnóstico», le han impuesto los acompa-
ñantes o, lo que es más habitual, un médico. No es infrecuente que llegue un
parte médico en el que sólo se destaque como síntoma lo alucinatorio, diag-
nosticándose de inmediato al infortunado paciente de «esquizofrenia». Así
llegan a veces ancianos con una demencia incipiente, o ya en pleno delirium;
así, nos traen adolescentes intoxicados con estimulantes, o personas con una
crisis histérica. Colocar el diagnóstico de esquizofrenia a una persona es un
acto dramático, de profundas implicaciones pronósticas, terapéuticas y socia-
les, que no puede tomarse a la ligera. Los psiquiatras a veces decimos que la
esquizofrenia es el «cáncer de la mente». ¿Acaso alguien sensato diagnosti-
caría un cáncer en el servicio de urgencias? Semejantes dislates son explica-
bles por la escasa formación psiquiátrica que aún padecen bastantes faculta-
tivos, y por dos ideas populares (y falsas) sobre las psicosis crónicas:
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1. Que son enfermedades compuestas fundamentalmente de


alucinaciones.
2. Que las alucinaciones más frecuentes o características son visuales.

A continuación se describen los pasos que hay que dar para no caer en este
error y, además, orientar el diagnóstico hacia otras condiciones patológicas
en las que puedan darse alteraciones sensoperceptivas.

Cómo acude el paciente

A menudo el paciente con alucinaciones esquizofreniformes es traído


debido a los delirios y a las conductas extravagantes, que llaman la atención
de quienes les traen. Cuando se interroga al propio paciente, es posible que
este no se queje directamente de las alucinaciones (a veces ni alude a las
mismas si no se le pregunta al respecto) sino indirectamente: no pone en
duda su realidad porque no hay conciencia de enfermedad o por la perple-

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jidad inocente y la falta de referentes conceptuales para expresarlo cuando


se trata de un primer brote. Lo que a él más le preocupa es la angustia que
va asociada al temple delirante, que a veces intentará nombrar con térmi-
nos vagos o minimizadores como ansiedad, depresión o presión del medio
familiar y social. Puede mostrar además conductas congruentes con lo alu-
cinatorio: actitudes de escucha e interrupción súbita del discurso, mirada
suspicaz con tendencia a la lateralización por la hipervigilancia, «conductas
alucinatorias» (de huida, de defensa, de obediencia, o de búsqueda de emi-
sores y receptores: cámaras de televisión, micrófonos, chips, ruidos a través
de las paredes, espías, etc.), soliloquios y musitaciones, risas o furia cortan-
tes e inapropiadas a la situación con alusiones indirectas y evasivas: «Usted
no sabe nada, doctor, si usted supiera, porque ellos me han dicho que…».
Durante los primeros brotes, cuando la conciencia de enfermedad aún es
mínima, el paciente puede tratar de aliviar la hiperestesia y las alucinacio-
nes auditivas (sobre todo si son «funcionales», es decir, si son susceptibles
de activarse por el ruido de fondo) colocándose tapones en los oídos u
orejeras o auriculares con la música a gran volumen, en situaciones sociales
inapropiadas.
Si es un paciente con alteraciones sensoperceptivas no psicóticas, puede
ocurrir inicialmente lo mismo: que oculte el síntoma de fondo y se queje sólo
de la sintomatología ansiosa secundaria. Acabará finalmente sucediendo lo
contrario: romperá el silencio y tal vez califique lo que le pasa como «aluci-
naciones», a falta de otros vocablos, y transmitirá su temor a volverse loco.
Además, el afán de consultar al psiquiatra, o al menos la emisión de la queja,
habrán provenido principalmente de él, mientras que los acompañantes no
existen, o son una mera comparsa.
Sospecharemos un hiperdramatismo involuntario (histeria) o voluntario
(simulación o facticismo) cuando el paciente refiere sus alteraciones senso-
perceptivas desde el primer momento con aparatosidad, sin congruencia
con el resto de las facetas mentales, destacando una concepción «popular»
de lo alucinatorio: ver cosas, e incluso oírlas, pero preservando la crítica o
exagerando la certeza denotando a la vez indiferencia afectiva, sin los otros
componentes perceptivos sutiles y característicamente esquizofreniformes
(como los fenómenos de control mental y corporal, la disgregación de los
límites del yo y de la identidad, el «temple delirante» del que emergen las
percepciones delirantes y las alucinaciones, etc.); sin alteraciones cualitati-
vas del nivel de conciencia o con alteraciones cualitativas especiales (estados
crepusculares); mostrando conductas automáticas pero adaptadas al contex-
to, y comprensibles en el seno de la entrevista, con un acontecimiento estre-
sante reciente, con sugestionabilidad y búsqueda de contacto transferencial
con el examinador.
Cuando las alteraciones se manifiestan en la ancianidad, o la modalidad
sensorial de las alucinaciones es visual, directamente debe sospecharse orga-
nicidad.

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Capítulo 6 ■ Síndrome alucinatorio 199

Cómo captar el fenómeno

Deben formularse una serie de preguntas al realizar el examen mental


(tabla 6-1).

Evaluación del nivel y la cualidad de la conciencia

Como principio general, un cuadro con disminución del nivel de conciencia


es un trastorno psicoorgánico, mientras no se demuestre lo contrario, y debe
ser evaluado por médicos y neurólogos antes de ser considerado un caso
psiquiátrico. No obstante, desde la práctica psiquiátrica clínica, sabemos que
el paciente psiquiátrico puede a veces venir, además, intoxicado por drogas
de abuso; también puede tener un trastorno orgánico solapado con el episo-
dio psiquiátrico (en pacientes de edad mayor no son raras las reagudizaciones
de psicosis crónicas en coincidencia con crisis de encefalopatía hepática o
hipercápnica); finalmente, existen raras formas de psicosis aguda que cursan
con obnubilación mental per se (formas de transición desde lo confusooníri-
co a lo psicótico de Wïeck, algunos síndromes catatónicos, la manía confusa,
la depresión confusa y las psicosis agudas polimorfas o bouffées). Pero en el
servicio de urgencias es mucho mayor el perjuicio de pasar por alto un cuadro
orgánico cerebral (p. ej., una encefalitis herpética) que un episodio psiquiá-
trico, y el principio general de dar prioridad a la evaluación médica debe ser
siempre respetado.
De las psicosis agudas de base somática que cursan con confusión, el
delirium tremens es un caso frecuente y característico. Puede haber alucina-
ciones en varias esferas sensoriales, aunque habitualmente son visuales sim-
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ples (manchas coloreadas móviles), que por la alteración de la conciencia

TABLA 6-1 Cuestiones para dirigir el examen mental del síndrome alucinatorio

• ¿Cómo es el nivel y la cualidad de la conciencia?


• ¿Hay causas orgánicas identificables de inmediato?
• ¿Es una percepción o la interpretación de una percepción?
• ¿Está el objeto percibido presente en el momento de producirse la experiencia
perceptiva?
• ¿Qué cualidades formales tiene el fenómeno perceptivo?
• ¿Es una experiencia aislada o se acompaña de un cortejo sintomático y de una forma
de vivenciar característicos?
• ¿Qué alteración perceptiva predomina?
• ¿En qué modalidad sensorial se produce la alucinación?
• ¿Está preservado el juicio de realidad?
• ¿Qué implicaciones afectivas tiene: tema, humor de fondo, repercusión emocional?

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pueden tornarse en ilusiones y alucinaciones, «bichos» (alucinaciones


microzoópsicas), característicamente que pueden ser desencadenadas por el
explorador mediante sugestión. También puede haber escenografías visua-
les complejas y conductas acordes de defensa, huida y pánico. A veces, se
observan conductas automáticas complejas que ejecutan la escena onírica
percibida o que representan las actividades habituales del paciente («delirio
ocupacional»: hacer como que plancha, como que pone ladrillos, como que
conduce, etc.).
En los estados crepusculares el nivel de conciencia es casi normal, y lo
característico es un estrechamiento del campo de atención, con focalización
de todo el aparato sensorial y atencional en una «idea fija», mientras que el
resto del medio percibido es vivido como algo «irreal», de límites desdibuja-
dos y lejanos (onirismo), y las conductas pueden ser complejas pero tenden-
tes al automatismo perseverante, al estar condicionadas por la «idea fija». La
atención está mermada y, como esta dirige el aparato fijador del recuerdo,
puede existir amnesia del episodio. Aquí también es intensa la capacidad de
sugestión, lo cual condiciona la mayor frecuencia de ilusiones y eidolias que
de verdaderas alucinaciones. Cuando se recupera el estado normal de la con-
ciencia, las alteraciones perceptivas desaparecen, y el episodio no se recuerda,
se recuerda mal o es criticado como absurdo.

Causas orgánicas identificables de inmediato

Cuando el nivel de conciencia es normal, deben descartarse otras causas


orgánicas potencialmente causantes de alteraciones perceptivas y fácilmente
identificables con los medios disponibles en el servicio de urgencias.

Consumo de tóxicos
Si el paciente acude intoxicado, y si no hay antecedentes conocidos de una
psicosis crónica de base, la alucinación puede relacionarse directamente con
la intoxicación. En las intoxicaciones por cánnabis se dan sinestesias senso-
riales (activación de una modalidad por la estimulación de otra, sobre todo
visuogustativas y visuotáctiles), e ilusiones. Con los estimulantes (cocaína,
anfetaminas y alucinógenos anfetamínicos) suele darse una progresión desde
la hipervigilancia suspicaz, pasando por las ilusiones, hasta las alucinaciones
paranoides de persecución, perjuicio y agresión, insistentes y volátiles: «Voy
conduciendo y veo por el retrovisor salir un hombre del asiento de atrás con
un cuchillo, y me giro y no está, y luego sale por un lado…». Los alucinóge-
nos suelen provocar alucinaciones visuales y cenestésicas simples o comple-
jas, de carácter colorista y caleidoscópico; las intoxicaciones por fenciclidina
(«polvo de ángel») pueden provocar alucinaciones y fenómenos de control
difícilmente distinguibles de la esquizofrenia. En las fases de bajada de tono
vital tras el consumo de cocaína (crash) pueden producirse alucinaciones tác-
tiles subcutáneas como si pequeños bichos se desplazaran bajo la piel (for-

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Capítulo 6 ■ Síndrome alucinatorio 201

micación o síndrome de Magnan). Algunos fármacos producen con cierta


frecuencia alucinaciones visuales, sobre todo en pacientes con vulnerabilidad
orgánica cerebral, como es el caso de la ranitidina y de los opiáceos usados
como analgésico (fentanilo) en ancianos.

Demencia
Incluso cuando no está en descompensación confusional, el paciente con
demencia puede tener alucinaciones olfatorias (parosmias, disosmias o
cacosmias), alucinaciones visuales sin crítica inmediata pero sin gran reper-
cusión afectiva ni conductual (especialmente en la demencia por cuerpos de
Lewy difusos) y alucinaciones visuales con crítica inmediata, como las aluci-
nosis de la arteriosclerosis cerebral y en enfermedades con lesiones neuroló-
gicas focales. Puede haber alucinaciones somáticas en el delirio dermatozoi-
co y enterozoico de las demencias; la escucha de ruidos, y las alucinaciones
musicales que se manifiestan en la ancianidad son un indicador potencial de
demencia.

Epilepsia
Si el paciente es epiléptico conocido, o se objetivan crisis epilépticas reales:

1. Durante las crisis, puede haber momentos de intensas vivencias


alucinatorias visuales y somáticas, olfativas y gustativas, estados
crepusculares, crisis psicomotrices, éxtasis místicos, orgasmos, etc. Si
son crisis parciales simples (sin pérdida de conciencia), pueden pasar
desapercibidas al médico y ser un motivo de consulta al psiquiatra.
2. Entre las crisis o independientemente de las mismas, puede haber estados
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delirantes y alucinatorios, con síntomas esquizofreniformes a veces. Si


son muy polimorfas, variando la clínica rápidamente en el tiempo, y
son cercanas a una crisis real, deben ser inicialmente abordadas como
un fenómeno epiléptico más, aunque por pura contención de
emergencia nos veamos obligados a usar un antipsicótico neuroléptico
que descienda poco el umbral convulsivo (p. ej., haloperidol), asociado
a benzodiacepinas y antiepilépticos.

Enfermedades somáticas locales


Se suele tratar de alucinaciones elementales:

1. Si son lesiones neurológicas focales, habrá alucinaciones de una


modalidad sensorial acorde con el área dañada: olfativas en los
tumores orbitofrontales y del lóbulo temporal, visuales si se dañan las
vías o la corteza visuales.
2. Alucinaciones acordes con el órgano sensorial dañado: alucinaciones
auditivas funcionales (dentro de un acufeno o de una hiperacusia) en
lesiones cocleares.

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3. Alucinaciones por desaferentización sensorial, como en el fenómeno


del miembro fantasma de los amputados, en las alucinaciones visuales
de las personas con déficit visual o con deprivación sensorial
(frecuente en ancianos recién operados de catarata) o
hiperestimulación, así como las alucinaciones auditivas en personas
con hipoacusia.

Alucinaciones «fisiológicas»
Ocurren en la normalidad, y en ciertos momentos se exacerba su intensidad,
lo que preocupa al paciente o a sus familiares. Es el caso de las alucinaciones
hípnicas (hipnagógicas en el estado de transición hacia el sueño, hipnopóm-
picas al despertar), que casi siempre son visuales y fugaces; pueden estar
exacerbadas por el estrés y por contextos vitales intensos, y llegar a asociarse
con los «fenómenos de presencia» y las percepciones eidéticas, ilusorias y
alucinatorias de difuntos que pueden encontrarse en los duelos normales; en
estos casos, la crítica a veces puede faltar transitoriamente en ciertos ambien-
tes socioculturales en los que prima un modo de pensamiento mágico-pri-
mitivo. En cualquier caso, se trata de vivencias no patológicas, no disgrega-
doras del Yo y autolimitadas (fig. 6-1).

Alucinaciones sensoriales
de causa medicoorgánica

Nivel deconciencia Conciencia Nivel de


normal cualitativamente alterada conciencia
(estado crepuscular orgánico) alterado
(obnubilación)

Alucinosis Onirismo Delirium


(alucinaciones con (desrealización, (alucinaciones
crítica, de cualquier ilusiones visuales) visuales)
modalidad)

Figura 6-1 Orientación diagnóstica de las alteraciones perceptivas de causa


medicoorgánica.

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Capítulo 6 ■ Síndrome alucinatorio 203

¿Es una percepción o es la interpretación de una percepción?

Las percepciones sensoriales auténticas pueden adquirir una significación


anormal debido al delirio (a menudo en el sentido de autorreferencia), que
no les corresponde «objetivamente». La percepción delirante, síntoma de
primer rango diagnóstico de la esquizofrenia, es, por tanto, un juicio patoló-
gicamente construido desde una percepción en sí misma correcta. Conviene
recordar que puede haber:

1. Formaciones delirantes sin alucinaciones, como en el trastorno delirante


crónico, en gran parte de las psicosis afectivas y en ciertas
esquizofrenias paranoides crónicas.
2. Vivencias alucinatorias de las más diversas causas, sin formación de
delirio, como en las alucinosis orgánicas y en gran parte de las
alucinaciones sensoriales de causa orgánica reconocible.
3. Presentación conjunta de alucinaciones y de delirio, como en la
esquizofrenia y en las psicosis afectivas.

¿Está el objeto percibido presente en el momento de producirse


la experiencia perceptiva?

Si el objeto de la percepción está presente en el momento de producirse la


experiencia perceptiva, puede excluirse la alucinación, que por definición
es la «percepción sin objeto». Hay que buscar, además, otras cualidades,
dado que la dicotomía con objeto/sin objeto es una condición necesaria
pero no suficiente para clasificar las vivencias perceptivas (tabla 6-2 y
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fig. 6-2).

TABLA 6-2 Alteraciones sensoperceptivas con objeto

Anomalías de la percepción
• De la intensidad
– Disminución (hipoestesias): depresión, agotamiento grave, psicastenia
– Aumento (hiperestesias): manía, psicosis esquizofreniformes y afectivas, epilepsia,
alucinógenos
• De los tamaños y de las formas (metamorfopsias). Sanos (cansancio excesivo, estados
de presueño), trastornos oftalmológicos y neurológicos focales, psicopatología (epilepsia
temporal, esquizofrenia incipiente, psicosis orgánicas)
– Deformaciones (dismorfopsias)
– Alteración de los tamaños (dismegalopsias: micropsias, macropsias)
– «Dismegalopsia neurótica»: la deformación expresa un sentido simbólico-afectivo

Continúa

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TABLA 6-2 Alteraciones sensoperceptivas con objeto (cont.)

Anomalías de la percepción (cont.)


• Cualitativas: síntomas «disociativos» de la percepción. Sujetos sanos, episodios
neuróticos, trastornos orgánicos y psicosis. Son inespecíficos, pero pueden por sí mismos
motivar la consulta al psiquiatra. Si son particularmente intensos, hay que valorar
causas orgánicas (epilepsia), si se asocian a otras experiencias disociativas, cambios de
personalidad y si son persistentes, hay que valorar la posibilidad de una psicosis
incipiente («pequeños automatismos de Clérambault»)
– Síndrome de despersonalización/desrealización
– Sensación de distancia/proximidad insólitas
– Modificaciones de la resonancia afectiva, del color, de la percepción espacial, etc.
(experiencias próximas a la desrealización)
– Sinestesia
– Supuestos reconocimientos: déja vu, déja lu, déja vecu, etc.

Engaños
Son experiencias más próximas a la alucinación
• Ilusión. Es tomar por algo distinto objetos que están efectivamente presentes, debido
a un cambio de configuración en la percepción de los mismos. Son percepciones
falseadas por errores en el reconocimiento del objeto, pero no por ideaciones
patológicamente constituidas (a diferencia de la percepción y de la interpretación
delirante). Es un fenómeno favorecido por toda aquella circunstancia que condicione
el proceso perceptivo: enturbiamiento de la conciencia (confusión, estado
crepuscular), monotonía o focalización excesiva de la conciencia (cansancio, actitud
de espera, tensión emocional), factores que distorsionen el estímulo
(hiperestimulación e hipoestimulación lumínica, ruido de fondo) y estados afectivos
(depresión, manía y humor delirante)
• Pareidolias. Consiste en ver figuras en un campo visual vagamente estructurado (p. ej.,
en las nubes o en una pared de pintura desconchada), o creer escuchar palabras a
partir de ruidos, o frases con sentidos concretos a partir de un ruido de fondo de frases
amorfo. Se diferencian de las ilusiones en que cuando se están dando coexisten el
objeto real y lo fantaseado, sin llegar a darse un reconocimiento erróneo del objeto.
Pueden ser, por lo tanto, suscitadas y sugestionadas a voluntad

¿Qué cualidades formales tiene el objeto percibido?

Las alucinaciones se dan en todos los sectores sensoriales y también en varios


de ellos simultáneamente (alucinaciones combinadas). Son una modali-
dad de la experiencia próxima a la percepción sensorial normal, donde ade-
más de faltar el objeto real percibido, hay otras características que las deter-
minan de modo oscilante y que deben ser evaluadas.

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Capítulo 6 ■ Síndrome alucinatorio 205

¿Hay objeto real presente durante la percepción?

Sí No

– Anomalías ¿Hay juicio de realidad?


– Ilusiones
– Eidolias

No

¿Intrapsíquica, abstracta, poco nítida?

Alucinosis
Sí No

Seudoalucinación o Alucinación «verdadera»


alucinación psíquica o sensorial (trastornos
(esquizofrenia) psiquiátricos y medicoorgánicos)

Figura 6-2 Alteraciones sensoperceptivas sin objeto.


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El carácter de la percepción
Oscila desde la clara vivencia sensorial hasta la experiencia próxima a la
representación mental de una idea. En las alucinaciones auditivas, por ejem-
plo, puede tratarse de algo que se oye claramente; de un «oír, pero no igual
que con los oídos»; de sentir voces en el cuerpo como «ondas o vibraciones»
(y, por tanto, contaminadas con fenómenos de disgregación del yo y de con-
trol); o de un saber acerca de las voces, las cuales son extrasensoriales. Este
continuo se manifiesta en las transiciones que a veces describe el paciente
psicótico desde el pensamiento propio hasta las vivencias de sonorización del
pensamiento, pasando por la vivencia de pensamiento intervenido.

Claridad
Oscila desde figuras de contornos netos, bien estructuradas hasta frescas, y figu-
ras de contornos difuminados, esquemáticas, desdibujadas, fluidas y abstractas.

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206 Parte II ■ Los grandes síndromes

Determinación espacial
Las alucinaciones ópticas y táctiles son casi siempre experimentadas como
procedentes de fuera del propio cuerpo. Las alteraciones auditivas sin
objeto emisor pueden ser percibidas como externas (alucinosis y esquizo-
frenia) o sólo internas (esquizofrenia). Puede ocurrir que la alucinación
no esté fijada en modo alguno al correspondiente campo sensorial: en las
alucinaciones extracampinas puede verse u oírse algo que está fuera del
campo visual o a una distancia que impediría una audición real («Doctor,
oigo los gritos de mi marido que me dice cosas desde el otro lado del
mar»).

Conciencia de objeto
Según la intensidad se puede juzgar el objeto como «corpóreo», masivo, o
como «esfumado», en cuyo caso, aunque se mantenga espacialmente deter-
minado, el objeto percibido pierde parte de su carácter sensorial y se torna
más abstracto, ideal.

¿Es una experiencia aislada o se acompaña de un cortejo sintomático


y de una forma de vivenciar característicos?

A menudo esta cuestión nos dará la clave sobre si nos encontramos ante un
trastorno psiquiátrico o ante otra cosa. Si la queja aislada de «alucinaciones»
refleja una vivencia realmente aislada o sólo se asocia con alteraciones cog-
nitivas o del nivel de conciencia, entonces se trata casi con seguridad de una
alteración orgánica (tabla 6-3).

TABLA 6-3 Cualidades asociadas a la presentación de una alucinación para pensar


en un síndrome psiquiátrico

• Ningún síndrome psiquiátrico tiene un síntoma sensoperceptivo patognomónico. Sólo


hay agrupaciones sintomáticas características
• Ningún tema (ruina, celos, persecución) es necesariamente psicótico, y tampoco hay
temas patognomónicos, sólo característicos, en las enfermedades psiquiátricas
• Una alteración sensoperceptiva aislada (sin correlato afectivo ni cognitivo ni conductual
ni una alteración en el modo de vivenciar el mundo) nunca constituye un síndrome
psiquiátrico, pero sí puede ser la señal de un síndrome orgánico
• Aunque el diagnóstico «formal» (operativo, de consenso, de mínimos exigibles) en
psiquiatría exige de la suma de un número suficiente de criterios semiológicos, en el
diagnóstico «clínico» (fenomenológico, total) la suma de síntomas es necesaria pero no
suficiente: sólo es el reflejo de una alteración que el paciente tiene de todo el
vivenciarse a sí mismo y al mundo, alteración que debe ser captada por un psiquiatra
durante el examen mental y el contacto empático

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Capítulo 6 ■ Síndrome alucinatorio 207

¿Qué alteración perceptiva predomina?

La experiencia clínica muestra que hay coexistencias y transiciones entre las


anomalías perceptivas, los engaños, las percepciones sin objeto y las altera-
ciones del pensamiento ligadas a percepciones. De hecho, en la esquizofrenia
son frecuentes las hiperestesias auditivas que, si se deja que evoluciones libre-
mente, desembocan en alucinaciones auditivas y en percepciones delirantes
autorreferenciales; es más, existen alucinaciones auditivas que se activan en
paralelo a la actividad sonora de fondo («alucinaciones funcionales»). En la
esquizofrenia es extremadamente raro encontrar alucinaciones visuales ver-
daderas, pero en cambio abundan las anomalías perceptivas (síntomas diso-
ciativos o «pequeños automatismos de Clérambault»), las pareidolias y las
ilusiones visuales; como estos fenómenos visuales son inespecíficos, nunca
son «síntomas de primer rango diagnóstico de Schneider», a diferencia de los
automatismos auditivoverbales y de los fenómenos de control.
En las psicosis afectivas ocurren también estas transiciones desde las altera-
ciones de la intensidad hasta lo alucinatorio. Por ejemplo, en la manía psicótica
es frecuente encontrar una progresión desde la hiperestesia visual de carácter
luminoso y colorista, hasta la ilusión afectiva interpretada de modo megaloma-
níaco («Dios me ilumina», «Las cosas brillan para mí, soy capaz de ver en ellas
más que los demás»), hasta la franca alucinación visual (tabla 6-4).

¿En qué modalidad sensorial se produce la alucinación?

Alucinaciones acústicas
Se experimentan sonidos amorfos, o bien palabras, melodías, murmullos,
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voces o frases. Hay que distinguirlas de los acufenos, de las hiperacusias, de


las algiacusias y de las autoescuchas de soplos en pacientes con aneurismas,
fístulas arteriovenosas y tumores glómicos intracraneales. Pueden ser oídas
clara y cercanamente o ser tan sólo adivinadas como un susurro o incluso
como un murmullo lejano y vago procedente de lejanas distancias (extracam-
pinas). El enfermo sitúa la fuente de sonido unas veces fuera del propio cuer-

TABLA 6-4 Orden de primacía diagnóstica (para el psiquiatra) de las alteraciones


perceptivas en las psicosis con nivel de conciencia normal

• Conjunto sindrómico y la captación fenomenológica


• Percepciones sin objeto y sin juicio de realidad
• Percepciones con objeto y sin juicio de realidad, siendo los engaños prioritarios sobre
las anomalías
• Percepciones sin objeto pero con juicio de realidad (alucinosis)
• Percepciones con objeto y con juicio de realidad

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po y otras dentro («… como si me hubieran insertado un transmisor», «…


como si me hubiera tragado un duende»). Lo alucinado puede no ser inteli-
gible, o bien serlo parcialmente, y a veces los neologismos proferidos por el
enfermo de esquizofrenia son previamente alucinaciones auditivas.
La modalidad auditiva es la más frecuente y característica de la esquizo-
frenia. Puede tratarse de ruidos simples ulteriormente interpretados de
modo delirante, o de voces en primera persona (autoescucha y eco de pensa-
miento), segunda persona (voces que insultan, que animan u ordenan o
inculcan ideas) y tercera persona (una o varias voces que acompañan y
comentan los actos o pensamientos). Suele haber transiciones fluidas con los
fenómenos de intervención o control de pensamiento (inserción, lectura,
robo, difusión, interceptación), y el paciente puede tener entonces la sensa-
ción de que en realidad no percibe sonidos por el oído, sino que «los siente
en el cerebro», «en la cabeza» o «a través de su cuerpo»; este es el motivo por
el que algunos autores llaman a las alucinaciones auditivas del esquizofréni-
co «seudoalucinaciones», concepto que en modo alguno contradice el hecho
de que los pacientes las sientan como absolutamente reales.
Aunque en las psicosis afectivas predominan las formaciones deliroides,
puede haber alucinaciones auditivas que suelen ser congruentes con el áni-
mo. En la depresión melancólica se escuchan reproches, insultos o amenazas.
Esto también puede ocurrir en la alucinosis alcohólica, pero la diferencia es
que en esta última el juicio de realidad está preservado.
En las demencias, en las psicosis tóxicas y confusionales orgánicas, inclui-
do en el delirium tremens, puede haber alucinaciones auditivas, pero esto es
poco frecuente y poco característico. Las alucinaciones de melodías nos
deben hacer sospechar demencia, epilepsia, desaferentización sensorial o
lesiones neurológicas focales.

Alucinaciones visuales
Pueden ser simples (luces, colores, etc.), sobre todo en enfermedades oftal-
mológicas y neurológicas, o complejas, incluso escenográficas. Obligan a des-
cartar organicidad en la urgencia. No son frecuentes en la esquizofrenia, y
cuando las hay ni son intensas ni claramente configuradas. Pueden ser com-
plejas en los cuadros confusionales de cualquier causa, en los de arterioscle-
rosis cerebral, en las deprivaciones sensoriales (es frecuente en ancianos
recientemente operados de catarata) y en las crisis epilépticas. En algunos
melancólicos y en los duelos normales y patológicos, si se dan ciertas condi-
ciones socioculturales (como una primacía de las ideas de pecado y de conde-
nación), pueden darse visiones de demonios y difuntos que gesticulan.
Cuando el paciente histérico y el simulador que aún estén poco versados en
lecturas psiquiátricas dicen que tienen alucinaciones, suelen aludir a la moda-
lidad visual más que a la auditiva. Las alucinaciones visuales no paroxísticas
de figuras humanas con una transición sutil hacia el mero fenómeno de pre-
sencia o hacia la alucinación extracampina (el paciente puede decir: «Siento

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Capítulo 6 ■ Síndrome alucinatorio 209

que hay alguien junto a mí, a veces veo una figura humana y otras sólo sien-
to que está a mi lado o detrás de mí»), vivenciadas con neutralidad afectiva, son
muy características de la demencia por cuerpos de Lewy difusos y de la enfer-
medad de Parkinson tratada con levodopa y, aunque son frecuentes, la mayoría
de las veces el paciente no las refiere por miedo a que lo tomen por loco.

Alucinaciones olfativas y gustativas


Se dan con intensidad en tumores del área olfativa, en el aura de ciertas crisis
epilépticas y en las lesiones del área orbitofrontal (incluidas las lesiones por
demencias frontales incipientes). No son infrecuentes los comienzos esquizo-
frénicos con alucinaciones y percepciones delirantes autorreferenciales de
temática olfatoria. Cuando hay delirios de envenenamiento (esquizofrénicos
o no), la percepción real de un olor sospechoso tiende a ser interpretada de
modo delirante como una señal de alarma. Existe una forma de trastorno
delirante crónico centrada en el tema del olor: el delirio somático de referen-
cia por olor, en el que hay una certeza angustiosa de que el propio cuerpo o
partes del mismo emiten mal olor; suele tratarse de anomalías perceptivas y
de ilusiones interpretadas de modo delirante, más que de verdaderas alucina-
ciones. En algunas melancolías graves el paciente puede quejarse de malos
olores (se debe descartar aquí, no obstante, que no se trate del inicio depresi-
vo de una demencia), y en el delirio nihilista de Cotard el paciente puede
llegar a percibir un olor a podrido, hasta el extremo de interpretarlo como el
olor de un cadáver en descomposición, propio o ajeno.

Alucinaciones somáticas
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Alucinaciones táctiles (hápticas o de contacto). Están referidas a sensaciones


cutáneas. El paciente experimenta que lo agarran, lo sujetan, le soplan, lo
queman, le pinchan, lo atraviesan, le hacen cosquillas, lo oprimen, lo estran-
gulan, con o sin dolores. Puede tener alucinaciones térmicas (sensación de
ser calentado o de ser enfriado) o de ser humedecido (alucinaciones hígri-
cas). Surgen en primer término en síndromes orgánicos: la alucinosis táctil
aguda se encuentra en adictos a cocaína (síndrome de Magnan), en los cua-
dros tóxicos en general y en los trastornos epilépticos. En la alucinosis táctil
crónica sobre la piel (delirio dermatozoico) o bajo ella, con sensaciones de
hormigueo y horadación en el interior del cuerpo, intestino y genitales (deli-
rio enterozoico) se puede llegar a carecer del juicio de realidad, y el paciente
puede llegar a creer que está infestado de parásitos; este cuadro se observa
sobre todo en enfermedades cerebrales difusas y es, por tanto, un psicosín-
drome orgánico; pero cuando más que alucinaciones hay ilusiones e hiperes-
tesias cutáneas interpretadas de modo delirante sistematizado sin deterioro
cognitivo, el cuadro se adscribe a los trastornos delirantes crónicos (paranoia)
de tipo somático: el paciente acude a la consulta con una colección de restos
cutáneos y de cabello, intentando aportar pruebas de que tiene parásitos, los

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210 Parte II ■ Los grandes síndromes

cuales suelen tener un carácter simbólico vergonzante, con la idea de la cul-


pa o del agravio en torno a la convicción de contagio (piojos, ladillas, sarna,
etc.). Cuando se dan en la esquizofrenia, van asociadas a las alucinaciones
corporales generales y a la desestructuración de los límites del yo corporal, y
son indistinguibles de la forma vivencial de ellas.

Alucinaciones cenestésicas. Son extraordinariamente variadas y muestran flui-


das transiciones con respecto a las alucinaciones táctiles. El enfermo refiere
sensaciones de estar petrificado, desecado, reducido de tamaño, vaciado,
ahuecado, horadado, etc., creer que se es por dentro de cristal o de metal,
sentir que el cuerpo es inundado por rayos o calambres, o que el cuerpo es
sometido a torsiones, estiramientos y desgarros (para los que el paciente
utiliza descripciones bizarras, incompatibles con presentaciones sintomáticas
habituales, o incluso neologismos), etc. Es frecuente que afecten a los órga-
nos genitales: extracción de esperma, estimulaciones eléctricas, vivencias
alucinatorias de coito. Pueden ser vivencias de deformación corporal: el
cuerpo es desfigurado, crece, se engrosa, se vuelve pesado, más ligero o
determinadas partes cambian de tamaño y de forma. A veces hay sensaciones
de ser levantado, de levitar, de oscilar (alucinaciones cinestésicas). Son frecuen-
tes en las esquizofrenias no paranoides, de modo intenso y masivo en las
formas catatónicas, y de modo atenuado, fugaz y subagudo en las formas
residuales, más defectuales y de inicio insidioso. En el enfermo de esquizo-
frenia estas alucinaciones asumen el carácter de lo «hecho desde fuera», de lo
añadido o puesto; el agente causante es variable según el bagaje cultural del
sujeto (espíritus, fuerzas telúricas, extraterrestres, dioses, hipnosis, radiacio-
nes, chips, embrujos y mal de ojo). Cuando se presentan de modo paroxísti-
co, focalizado en una región, autolimitado y con juicio de realidad preserva-
do en personas sin una vivencia global esquizofreniforme, hay que descartar
fenómenos epilépticos e irritativos locales, y si se manifiestan en la anciani-
dad, hay que descartar siempre una causa orgánica. En la melancolía psicó-
tica el fondo de la alteración perceptiva es el afecto deprimido que todo lo
impregna, y se suele tratar más bien de ilusiones y anomalías, acompañadas
de temores dismorfofóbicos e hipocondríacos («Se me va a caer el pelo», dice
una joven deprimida), aunque pueden darse alucinaciones de putrefacción y
destrucción corporal. En la hipocondría delirante el fondo es la autoobser-
vación condicionada por un sistematismo delirante, y más que alucinaciones
hay interpretaciones delirantes de sensaciones normales sobrevaloradas o de
anomalías perceptivas. En el delirium tremens a veces hay alucinaciones ves-
tibulares y cinestésicas intensas.

¿Está preservado el juicio de realidad?

El concepto de juicio de realidad no interroga acerca de la mayor o menor


conciencia del objeto percibido, sino sobre la posición existencial que el indi-

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Capítulo 6 ■ Síndrome alucinatorio 211

viduo toma respecto a lo percibido: en un espejismo yo puedo ver una pal-


mera corpórea, con apariencia de objeto real, pero a la vez juzgo que lo que
veo no es real; y viceversa: un esquizofrénico puede ser consciente de que las
voces que oye proceden de dentro de su cabeza, y que las siente como ideas
fijas con límites de sonoridad variables, como representaciones abstractas; sin
embargo, las vivencia con la convicción de que son reales y de que afectan
profundamente al sentido de su existencia.
El juicio de realidad respecto a un fenómeno perceptivo no es inamovible.
En plena crisis epiléptica, en plena alucinosis o en pleno delirium, el sujeto
está convencido de la realidad de la alucinación, convicción que se desmoro-
nará en cuanto se recupere el nivel de conciencia o disminuya la ansiedad
inicial; no obstante, esta recuperación a veces puede ser incompleta o puede
retrasarse si las condiciones físicas y socioculturales del ambiente, así como
la personalidad previa del paciente (y los potenciales beneficios secundarios
de «permanecer alucinando»), favorecen la ausencia de crítica. Comoquiera
que sea, se tratará de una experiencia yuxtapuesta a un vivenciar normal
previo que queda inalterado. Se puede percibir con certeza, pero en el fondo
se siente un «como si…».
En la esquizofrenia es tan importante la persistencia de la convicción de la
realidad de lo percibido como la alteración persistente del modo de viven-
ciarse a sí mismo y al mundo que esto desencadena. Se rompe el modo
previo del existir, por lo que en el diagnóstico no importa tanto la corporei-
dad o la conciencia de objeto como la carga de nuevas significaciones y de
resonancias afectivas que la vivencia alucinatoria o «seudoalucinatoria» apor-
ta. En lo perceptivo puede sentirse un «como si…», pero en la vivencia total
se siente una certeza (tablas 6-5 y 6-6).
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Para explorar el juicio de realidad, se le pregunta al paciente indirecta-


mente sobre la explicación que él da a lo que le está pasando. En general,
el paciente que tuvo una psicosis y ya se ha recuperado no gusta de reme-
morar sus ya desaparecidas vivencias alucinatorias, y el psicótico reagudi-
zado, que ha recibido múltiples intervenciones psiquiátricas, ya puede
haber aprendido a fingir. Por eso es importante saber indagar por la vía
indirecta, preguntando sobre el sentido de las conductas llamativas, los
comentarios intempestivos y los juicios fuera de tono emitidos por el
paciente. Es obvio que un diálogo auténtico, empático y respetuoso pero
sin tapujos, conseguirá detectar más anomalías que un interrogatorio
exhaustivo y de tono policial.

¿Qué implicaciones afectivas tiene: tema, humor de fondo, repercusión


emocional?

Si bien no hay un tema patognomónico, sí es cierto que ciertas narrativas


culturales y personales se ajustan más a un tipo de experiencia alucinatoria
que a otra y pueden darnos pistas diagnósticas. En la esquizofrenia existen

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212 Parte II ■ Los grandes síndromes

TABLA 6-5 Orientación diagnóstica según la modalidad sensorial


de la alucinación

Acústicas
• Esquizofrenia («pseudoalucinaciones»). Frecuentes y características
• Otros cuadros esquizofreniformes (psicosis afectivas atípicas, agudas polimorfas o
cicloides)
• Psicosis afectivas. Infrecuentes, suelen ser congruentes con el humor
• Alucinosis alcohólica. Necesarias para el diagnóstico. Insultantes, con juicio de realidad
preservado
• Alucinosis por desaferentización, tumores y demencias incipientes:
melodías, ruidos

Visuales
• Con nivel de conciencia disminuido: síndrome confusional (delirium,
intoxicaciones, etc.)
• Con estrechamiento del campo de conciencia: estados crepusculares (trastornos
disociativos neuróticos, estados disociativos epilépticos, presentaciones oniroides de las
psicosis agudas)
• Alucinosis por desaferentización: lesiones oftalmológicas y neurológicas focales,
deprivación sensorial
• Demencias (con nivel de conciencia normal): arteriosclerosis cerebral, demencia por
cuerpos de Lewy difusos)
• Efectos secundarios de fármacos

Olfativas y gustativas
• Trastornos medicoorgánicos: epilepsia, demencias, lesiones neurológicas focales,
lesiones de los órganos gustativos y olfatorios
• Depresiones endógenas graves
• Esquizofrenia

Somáticas
• Táctiles
– Alucinosis táctiles agudas: cocaína, otros tóxicos, epilepsia
– Alucinosis táctiles crónicas: enfermedades cerebrales difusas, tóxicos
– Alucinaciones e interpretaciones delirantes: trastorno delirante crónico de tipo
somático (síndrome de Ekbom)
– Alucinaciones con disgregación del yo corporal y cenestopatías: esquizofrenia
• Cenestésicas
– Esquizofrenia
– Epilepsia (alucinosis paroxística, focalizada, autolimitada)
– Lesiones neurológicas difusas (en el anciano)
– Delirium (vestibulares, cinestésicas)

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Capítulo 6 ■ Síndrome alucinatorio 213

TABLA 6-6 Modos de vivenciar las alucinaciones

Otras condiciones
Esquizofrenia patológicas
Sentimiento ligado a la «Como si…» (pseudoalucinación)
percepción Certeza (alucinación)
Sentimiento ligado al juicio de Certeza «Como si…»
realidad de la vivencia
Consecuencias en la forma de Ruptura, Continuidad, yuxtaposición
vivenciarse a sí mismo y al transformación
mundo

unas vivencias primarias muy características de naturaleza compleja, difí-


cilmente calificables como pura alucinación o puro delirio, que traducen la
disgregación de la conciencia, de la identidad y, por tanto, de los límites de
todas las modalidades del yo: yo psíquico, yo corporal y yo social. A efectos
prácticos, estos cambios pueden encontrarse reflejados en los síntomas
disociativos y en los de primer rango diagnóstico de Schneider (respecti-
vamente, pequeños y grandes automatismos de Clérambault). Son la
manifestación más próxima al núcleo lesional, neutro y atemático, del que
surgen los otros síntomas psicóticos. A la vez que mitiga la angustia psicó-
tica, el paciente construye relaciones de sentido consciente e inconsciente-
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mente a partir de estos fenómenos «nuevos». Así surge el delirio paranoide


«secundario» del esquizofrénico, trabajado a partir de vivencias primarias
(o «delirio primario»), por medio de la afectividad, de las fuerzas de pul-
sión y de las estructuras simbólicas que el sujeto traía consigo antes del
brote. De cualquier modo, el delirio «secundario» esquizofrénico casi nun-
ca alcanza el sistematismo y la verosimilitud del delirio paranoico, que es
«secundario» desde su nacimiento, a partir de una personalidad dada, sin
participación de vivencias «primarias» (es decir, con escasa probabilidad
para las alucinaciones, pero con gran probabilidad para las ilusiones afec-
tivas) (tabla 6-7).
Hay ciertas temáticas que se ajustan más que otras a las vivencias esquizo-
freniformes primarias: la vivencia de control ejercido por entes externos más
o menos poderosos se suele adscribir a los padres y a la gente del barrio («me
presionan, me agobian»), a la sociedad, a persecuciones de tonalidad policial
sin motivos claros, a fuerzas sobrenaturales, religiosas o extraterrestres, y a
fuerzas naturales susceptibles de ser ligadas a lo mágico-trascendental, como
la radiactividad, las ondas electromagnéticas o los hallazgos médicos. La
vivencia de rotura de límites psíquicos y corporales a menudo se expresará

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214 Parte II ■ Los grandes síndromes

TABLA 6-7 Síndrome de automatismo mental de Clérambault

Fenómenos de pequeño automatismo (prodrómicos, sensibles, pero muy inespecíficos)


• Positivos
– Fenómenos sutiles de interferencia que perturban el curso del pensamiento y son anideicos
– Intrusiones verbales (iteración de palabras, estribillos absurdos)
– Mentismo: ideorrea, flujo incoercible de representaciones visuales, fenómenos
hipermésicos, falsos reconocimientos, intuiciones, abstracciones absurdas, sentimientos
de extrañeza, de revelación inminente, de déja vu, etc.
– Emoción sin objeto
• Negativos
– Desaparición de pensamientos, detención del pensamiento, vacíos de pensamiento
– Olvidos, dudas
– Perplejidad sin objeto
– Hipoprosexia
– Fatigas
• Mixtos
– Sustitución de pensamientos
– Falsos recuerdos
– Impresión de adivinación del pensamiento

Fenómenos de gran automatismo (sensibles y específicos)


• Triple automatismo motor, ideico e ideoverbal. Se trata de fenómenos de elocución, de
ideación y de formulación ideoverbal espontánea. Destacan
– Juegos silábicos
– Cortes verbales
– Fenómenos psicotácicos (repeticiones «como un loro»)
– Palabras jaculatorias fortuitas
– Mentismo y devanamiento incoercible del pensamiento
• Fenómenos de desdoblamiento mecánico del pensamiento. Eco del pensamiento, de la
lectura y de los actos anticipado, simultáneo o retardado, con enunciación de los gestos,
de las intenciones, y comentarios sobre los actos
• Sensaciones parásitas
Alucinaciones psicosensoriales visuales, cenestésicas, táctiles, gustativas (puras, simples,
«anideicas»)

Evolución gradual hacia el delirio


De lo indiferenciado a lo diferenciado, de lo neutro abstracto a lo temático concreto

con densas preocupaciones hipocondríacas, «psicologizantes», sexuales y dis-


morfofóbicas, replanteamientos intempestivos de las normas morales y
sociales, convicciones de tener dones premonitorios y cinestésicos, de emitir
ondas energéticas, etc. El humor de fondo es el temple delirante, el «momen-

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Capítulo 6 ■ Síndrome alucinatorio 215

to fecundo» para los síntomas positivos, que puede tener una expresividad
emocional de tonalidad ansiosa y angustiada, maníaca o depresiva, de per-
plejidad o de pasividad.
Las temáticas de otros trastornos pueden rozar los temas clásicos de lo
esquizofreniforme, pero de un modo oscilante, polimorfo, yuxtapuesto a
la personalidad previa, que se preserva. En los momentos culminantes de
las psicosis afectivas puede haber vivencias muy similares a las de primer
rango; de hecho, a veces son indistinguibles, aunque una profundización
fenomenológica mostrará que la identidad del yo está preservada, y que el
fondo no es un temple delirante con rotura de los límites de la conciencia
de sí y del mundo sino la expansividad maníaca o la claudicación depre-
siva, incluso cuando los temas psicóticos parezcan incongruentes con el
ánimo.
En las crisis histéricas de apariencia psicótica hay una búsqueda de
contacto afectivo con el entrevistador y con el público, que también se
refleja en las temáticas. Suelen darse narraciones saltígradas (pero no
laxas) de lo sexual, de las relaciones parentales y conyugales, de las reali-
dades más escatológicas del procrear, con proyección de intenciones
agresivas y de abuso en el medio familiar y social («Todos los hombres de
la calle me miran con vicio… ¿Por qué mi marido me deja sola hoy?»,
decía una paciente en cuanto se rompió su mutismo disociativo, coinci-
dente con un viaje de negocios de su marido), de un modo aparatoso pero
que se hace comprensible en cuanto se recaban los datos histórico-bio-
gráficos del paciente. Lo persecutorio y lo celotípico se dan de modo
inestable, asistemático y finalmente criticado. El humor de fondo suele
ser eutímico; sin embargo, no son raras las máscaras histéricas disociati-
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vas de verdaderos fondos depresivos y maníacos en personalidades pri-


mitivas. La expresión emocional oscila entre momentos de llamativa
indiferencia y momentos de angustia aparatosa ante las presuntas aluci-
naciones.
En los fenómenos alucinatorios orgánicos el paciente no suele intentar
dar coherencia a lo que le ocurre componiendo un delirio, no hay un tema
ni una ruptura existencial y las intensificaciones de la angustia se circuns-
criben al momento alucinatorio. Esto no significa que el paciente con
delirium o con alucinosis no tienda a proyectar durante el proceso percep-
tivo su realidad existencial más próxima: en el delirium tremens el campe-
sino verá alimañas precisas y escenas de campo, mientras que el empleado
medio de ciudad verá insectos imprecisos confundidos con luces y escenas
orgiásticas o violentas de estética «peliculera». En la alucinosis alcohólica,
en la que el tema de las alucinaciones auditivas es típicamente insultante
y amenazador, el varón con incertidumbres en torno a la propia virilidad
oirá insultos de tema sexual («¡Eres un homosexual, un impotente!»),
mientras que el escrupuloso en lo laboral oirá cuestionar su capacidad de
trabajo («¡Vago, no vales para nada!»). El humor de base suele ser eutími-

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216 Parte II ■ Los grandes síndromes

co y la expresividad emocional se dispara durante las crisis orgánicas,


entre la cuales persiste una mezcla de perplejidad incrédula y de ansiedad
anticipatoria.

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

Henry Ey. Tratado de Psiquiatría. 8.ª ed. Barcelona: Masson, 1978.


Scharfetter Ch. Introducción a la Psicopatología General. 3.ª ed. Madrid: Morata, 1988.

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