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Afronegrismos rioplatenses

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/ Abolida la esclavitud hace más de un siglo, en los países del
/ Plata (i) apenas si subsisten vagos recuerdos de los antiguos
esclavos (2). Después de rastrear en el pasado, el escritor argen-

(1) Con fecha 2 de febrero de 1813, la Asamblea Constituyente ar­


gentina aprobó la llamada ley de “libertad de vientres”, que, si no abolió
la esclavitud, declaró libres a los hijos que tuvieran los esclavos.
En 1833, un decreto de Rosas prohibió la venta de seres humanos, y
en 1839 un tratado con la Gran Bretaña impidió la introducción de escla­
vos en la Argentina; aunque no hubo ley escrita que aboliera la escla­
vitud, la libertad existió de hecho. La Constitución de 1854 no hizo más
que dar forma legal a la liberación de los esclavos.
En el Uruguay la libertad de vientres fue establecida por la Constitu­
ción de 1830, y la abolición fue decretada por el gobierno de Joalquín Suá-
rez en 1842. El gobierno de Oribe abolió la esclavitud en 1846,
(2) Por la misma razón es esca,sa la bibliografía acerca de los negros
en el Río de la Plata y se limita a las siguientes obras fundamentales:
— Miguel Jorge Ford, Beneméritos de md estirpe, La Plata, 1899.
— 'Vicente Rossi, Cosas de negros, Buenos Aires, 1926.
— Ildefonso Pereda Valdés, El negro rioplatense, Montevideo, 1937.
— Bernardo Kordón, Candombe, Buenos Aires, 1939.
— 'Homero Martínez Montero, La esclavitud en el Uruguay. Contribu­
ción a su estudio histórico-social, en Revista N a cio n a lMontevideo, 1940-
1942, año III, núm. 312; año IV, núms, 41 y 45..
— 'Diego Luis Molinari, La trata de negros,Buenos Aires, 2a ed.,
1944.
— José Luis Lanuza, M'orenada, Buenos Aires, 1946.
— Horacio Jorge Becco, Negros y moremos en el Cancionero Rioplaten-
\ se, Buenos Aires, 1953.
\ — Luis Soler 'Cañas, N'egros,/gauchos y compadres en elCancionero
\ de la Federación (1830-1848), Buenos Aires, 1958.
28 b o le tín d e l a r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o la

tino José Luis Lanuza resume su impresión con las siguientes


palabras: “ Nuestros morenos casi no nos han dejado ni su re­
cuerdo. Nuestra historia parece complacerse en olvidarlos, en
evitarlos” (3). La sociedad rioplatense, a la par que explotó los
servicios de los negros, silenció sus méritos y celo cívico.
Fue inútil que los negros derramaran pródigamente su san­
gre en la lucha por la independencia y contribuyeran, más tarde,
con su fidelidad sin ambiciones, al afianzamiento de las institu­
ciones en ambas márgenes del Plata. Para el negro no hubo, en
general, otra alternativa que 'la de trocar las cadenas de la es­
clavitud por la libertad del soldado. Las guerras diezmaron atroz­
mente ese material humano y actualmente apenas quedan mo­
renos, sobre todo si sé compara su número con el que mencionan
las viejas estadísticas (4).
Pese, sin embargo, al enfatuado engolamiento de los blancos
de otrora, una parcela del espíritu del negro-esclavo se coló de
rondón en la sociedad rioplatense y arraigó tan profundamente
en ella que aún subsiste.
Nos referimos a la presencia en el habla cotidiana de los
países del Plata de cierto número de vocablos procedentes de las
lenguas africanas habladas por los negros esclavos. En la in­
troducción de las palabras afronegras debieron representar papel
preponderante las negras esclavas que, en el seno de los hogares
rioplatenses, desempeñaron la casi totalidad de las tareas domés­
ticas, pues fueron lavanderas, amas de cría, cocineras y mucamas.
A los vocablos del idioma español pertenecientes originaria­
mente a las lenguas negroafricanas, es decir, a las habladas por
los pueblos negros del sur del Sahara, se les ha denominado
afronegrismos (5). Según el país en que comenzó su uso, los

/
7 ------------
(3) Mormada, Buenos Aires, ed. Emecé, 1946; pág. 7.
(4) Según Vicente Fidel López, en 1810 había en Buenos Aires seis
/ mil negros africanos y cinco itíil criollos de tez más ’o menos oscura, llama -
f dos pardos, morenos o chinos en el lenguaje culto y oficial. En 1840, el
número de africanos existentes en Buenos Aires alcanzaba a 15.000, de­
bido a la importación efectuada por los buques negreros del Brasil (La­
nuza, ob. cit., pág. 88).
I (5) Fernando Ortiz creó en 1924 el término al publicar en La Ha-
^ baña su Glosario de Afronegrismos.
\ Aunque el Diccionario de términos filológicos de Lázaro Carreter
N*
(
AFRONEGRISMOS R IO PLA T E N SE S 29

afronegrismos se distinguen con el nombre de afro cubanismos,


si aparecieron en Cuba; afroperuanismos, cuando surgieron en
el Perú; afroargentinismos, en caso de tratarse de la Argen­
tina, etc.
En nuestro caso particular, debido a la imposibilidad de des­
lindar, en muchísimas ocasiones, si el afronegrismo comenzó a
usarse en la Argentina o en el Uruguay, hemos considerado con­
veniente emplear el calificativo rioplatense, pese a las suspicacias
que este término despierta a veces (6). •
Fuera de un vocabulario de afronegrismos del habla rioplaten­
se, reunido y publicado en 1937 por Ildefonso Pereda Valdés en
su obra E l negro rioplatense y otros ensayos, nadie, que, sepa­
mos, ha vuelto a tratar de este tema (7) a pesar de que dista mucho
de hallarse agotado.
Mientras la lunfardía consigue cada día nuevos cultivadores
y hasta apologistas (8), no se ha renovado en los lexicógrafos rio1
platenses el interés por el estudio de los afronegrismos. Ésta es
una de las razones que nos impulsó a penetrar en esta solitaria
zona lingüística.
Las lenguas afronegras hace tiempo que dejaron de ejercer
influencia sobre el habla rioplatense. A l cesar el inicuo comercio
de esclavos y extinguirse, a fines del siglo pasado, la vida de los
viejos africanos, se cegó definitivamente 'la fuente de los afrone­
grismos, y, desde entonces, sólo por excepción, alguno que otro
vocablo de este origen se ha incorporado al habla de los países del

/ (Madrid, ed. Gredos, 1953) no registra el vocablo, éste es usado por Juan
Corominas (Diccionario Critico Etimológico de la Denigm Castellana,
pássim, y por otros lingüistas).
(6) Leimos recientemente en un semanario humorístico argentino la
siguiente definición de rioplatense: “vocablo que usan los uruguayos para
designar lo que es auténticamente argentino” .
(7) Justo es consignar que Vicente Rossi, su anotador Horacio Jorge
Becco y José Luis Lanuza explican, en Cosas de negros y Moreteada., el
significado de muchas voces afronegras, pero se trata de definiciones y
comentarios cuyo número no alcanza a formar vocabulario.
(8) E l estudio del lunfardo es lingüísticamente inobjetable y lo con­
sideramos indispensable, pero la exaltación de esta jerga, en que han caído
sus cultivadores argentinos, constituye una aberración más de las tantas
\que proliferan en nuestra desdichada época.
\
30 BOLETÍN d e l a r e a l a c a d e m i a e s p a ñ o l a

I
Plata (9). Es evidente que los afronegrismos se irán convirtiendo, f
con el transcurrir de los años, en fósiles lingüísticos, y su número, |
como ya se viene observando, disminuirá inevitablemente. ■
»*
E l estudio de los afronegrismos cae de lleno dentro del domi­
nio de la lingüística diacrónica; constituye una parte — y no la
menos importante— de la influencia que ejercieron las lenguas
negroafricanas sobre el habla rioplatense; su estudio es impres­
cindible para el conocimiento de los significados y evolución se­
mántica de muchas voces actualmente en uso y de otras obsoletas
pero de frecuente empleo en el pasado.
Los afronegrismos son, fundamentalmente, un tema de archi­
vo y biblioteca, porque en la mayor parte de los casos sólo el do­
cumento escrito puede suministrar los datos indispensables para
esclarecer ya el significado primitivo de las voces, ya la fecha apro­
ximada de su introducción en el habla escrita rioplatense. Sin em­
bargo, este estudio ha de completarse con el del habla chapurrada
de los negros, acerca de la cual se conservan suficientes testimo­
nios, con rastreos exhaustivos en los archivos, que por falta de
tiempo no hemos podido encarar, y con comprobaciones y encues­
tas sobre el propio terreno para determinar la extensión y límites
de las zonas de empleo de los afronegrismos.
• f E l estudio de los afronegrismos debe comenzar por el de los
pueblos y lenguas de los antiguos esclavos rioplatenses; desdicha­
damente los informes de que se dispone acerca de unos y otros
son bastante escuetos.
El poeta Francisco Acuña de Figueroa y el cronista Isidoro de .
#María proporcionan algunos nombres de las naciones o pueblos
■negros del antiguo Montevideo. El primero escribe de pasada los
siguientes nombres: camundá, casanches, cabindas, banguelas y
; monyolos (10). La lengua de los camunda — y no camundá— , de
■'i________
/
(9) Actualmente, la incorporación al 'habla rioplatense de muy conta­
dos vocablos afronegros se realiza por la vía culta o semiculta, como ocu­
rre con la voz banjo (pronunciada banyo), que no pertenece, pese a su ori­
gen, al orbe del habla coloquial, sino al del arte musical.,
(10) Francisco Acuña de Figueroa, Canto patriótico de los negros,
celebrando a la ley de libertad de vientres y a la Constitución; fue publi­
cado en E l P oírnosoyOriewtal, antología poética compilada por Luciano Lira
y editada en Montevideo en 1835. Km la reedición de esta obra, efectuada
AFRONEGRISMOS RIOPLAT^NSES 31

los cabindas y de ios munyolos — y no monyolos— era la congo­


leña; los casanches y banguelas hablaban lengua quimbunda (11).
La lengua congoleña y la quimbunda forman parte del grupo
de lenguas negroafricanas llamado bantu (12). Por su parte,
Isidoro de María menciona los siguientes pueblos negros del an­
tiguo Montevideo: congos, mozambiques, benguelas, minas, ca­
bindas y molembos (13), Los malembo (en realidad, malemba),
benguelas (o mejor dicho, banguelas)- y mozambiques hablaban
quimbundo; los cabindas y congos, la lengua congoleña; los mi­
nas procedían de la Costa de Oro y hablaban lenguas pertene­
cientes al grupo guineosudanés (14).
Respecto a Buenos Aires el panorama es aún más compli-
cado. ¿e dispone de los nombres de las antiguas sociedades de
negros; una lista de ellas fue publicada en La Gaceta Mercantil
del 25 de junio de 1842, a raíz de una donación que efectuaron
para proporcionar fondos al Gobierno; figuran en el documentó
más de treinta nombres africanos que, en su mayor parte, corres­
ponden a agrupaciones de lengua bantu (mujumbi, quizama, qui-
para, lubono, mayamba, basundi, lucango, etc.), aunque otros, como
los hausás, bornú y mina-nagós, indican pueblos de lenguas gui-

f "por el Instituto Histórico y Geográfico• del Uruguay (Montevideo, 1927), la


/composición a que nos referimos ocupa las páginas 229-23.2 del tomo
primero.
(ri) La lengua quimbunda, nombre que utilizaremos para referirnos
a ella, .se conoce también por las denominaciones siguientes.: ambundo,
lumbwndo, mnbundo y hunda (véa.se Jacques Raimundo, O Elemento Afro-
negro na Lingm Portuguesa, Río de Janeiro, 1933, pág. 3.9).
(12) Bantu significa 'hombre’ en. quimbundo y es palabra llana (Renato
Mendonga, A Influencia Africana no Portugués do Brasil, Sao Paulo,
1935, pág. 176).
Es errónea la acentuación aguda (bantá), empleada! por casi todos los tra­
tadistas; este desliz es debido a que los franceses agudizan la palabra, pero
revela a la vez escaso conocimiento de las lenguas africanas por parte de
muchos lingüistas, que ignoran que las lenguas bantu carecen dé voces
agudas. Se trata de un error del mismo tipo del padecido’ con los nombres
de las lenguas indígenas sudamericanas, quichua, ayunara, que durante
mucho tiempo, y aun en. nuestros días, se han convertido en quichua y
aymará.
\ (13) Montevideo antiguo. Tradiciones y recuerdos, Montevideo, Ia
y ed. 1888, 2!0 vol. ; el. 1957, t. 1", pág. ,279.
\ (14) J. Raimundo, ob. cit, págs. 31 y 34,
32 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

neosudanesas (15). La identificación de muchos nombres de la


lista se ve dificultada por su incorrecta grafía: los mujumbi pa­
recen ser los ¡majungas, los quipara son verosímilmente los quibala,
y los lubono, los lubolos; pero en bastantes casos resulta suma­
mente expuesto a error cualquier intento de identificación, por
lo cual hemos renunciado a esa tarea y a transcribir íntegramente
la lista. Pese a tales tropiezos, hemos insistido en determinar da
lengua de donde proviene cada uno de los afronegrismos riopla­
tenses. ^
Pero antes creemos necesario informar ai lector acerca de 5
algunos vocablos de discutible origen, que la mayoría de los le­
xicógrafos modernos se inclina a considerar falsos afronegrismos
por las razones que se expondrán en cada caso.
He aquí la lista de los afronegrismos espurios:
%jBombo 'tambor grande’. Renato Mendonca (16) incluye esta
palabra entre los afronegrismos del Brasil por el' hecho de exis­
tir en congolés el vocablo bumba con el significado de 'batir’, pero
reconoce que viene del griego fióp&oz 'ruido’, a través del latín
bcmybus, que puede ser onomatopéyico.
V Bujía 'vela de cera o estearina’ . Proviene del árabe vulgar
B agía, que deriva del árabe clásico Bug aya, nombre de la ciudad
argelina de Bujía, de donde se traía la cera con qué se fabricaban
las velas así denominadas (17). Renato Mendonca la considera
afronegrismo; pero, si bien es voz africana por su lugar de na­
cimiento, no pertenece al área afronegra, que, según se dijo, co­
mienza al sur del Sahara, y tampoco deriva de ninguna de las
lenguas negroafricanas.
V Cajila 'cárcel, prisión’, en la jerga arrabalera rioplatense co­
nocida con el nombre de lunfardía (18). La voz, según señaló

(15) El documento que contiene la lista de las sociedades negras de


Buenos Aires en 1842 fue publicaldo por Luis Soler Cañas en su obra
citada, págs. 42-44.
(16) Renato Mendonga, ob. cit., pág. 180.
(17) Corominas, Diccionario Crítico Etimológico, s. v. bujía. Cf. O.
Bloch et W. von Wartburg, Dictíomaire Étymologique de la Lcmgue Fran-
gaise, París, 1950, s. v. Bougie.
(18) José Gobello, Lunfardía, Acotaciones al lenguaje porteño, Bue­
nos Aires, 1953,, págs. 102,7X03. José Gobello y Luciano Payet, Breve Dic-
AFRONEGRISMOS RIOPIyATENSES 33

Lisandro Segovia (19), proviene del gallego y portugués. En ga­


llego designa una “ choza de terrones cubierta con paja o ra­
mas” (20). En portugués significa 'cueva’, 'antro’, 'escondrijo’,
'lugar oscuro’, como el cuarto en que se encierra a los escolares
castigados (21).
El Diccionario Histórico de la Academia Española, cuya pu­
blicación quedó interrumpida en el segundo tomo (Madrid, 1936),
y los diccionarios de Garzón, Segovia y Bayo localizan la voz
únicamente en la Argentina; Malaret registra su uso en la A r­
gentina y Uruguay (22).
Tanto Bayo como Malaret admiten la procedencia afronegra
(el segundo, a través del portugués); Renato Mendonca es del
mismo parecer, pero sus étimos, basados en la idea de penetra­
ción o de clavar y en los vocablos afronegros cafundó 'clavar’ y
cafuné 'papirotazo’, no son muy convincentes (23). Por tanto,
d<1 os considerar a cafúa como pseudoafricanismo.
„„nga ,'yugo’. La voz carece de etimología en el D R A E (Dic­
cionario de 3a Real Academia Española, i8ia ed., Madrid, 1956).
Para Corominas viene probablemente del céltico, y en su acepción
primitiva — que le hemos asignado— se usa en gallego y portu­
gués. Su presencia en el quimbudo, señalada por Mendonga, ha
de interpretarse como un préstamo del portugués, introducido
en el África simultáneamente con el instrumento de labor.
J Catanga 'escarabajo pelotero’. Es voz quichua que significa

/domarlo Lunfardo, Buenos Aires, 1959, s. v. Fernando Hugo Casullo, Dic-


: cionario de vo-ces lunfardas y vulgares> Buenos Aires, 1964, s. v.
(19) Segovia, Diccionario1 de Argentinismos, Buenos Aires, 1911; sec­
ción Argentinismos, pág. 166.
(20) José Ibáñez Fernández, Diccionario Galego da Rima, pág. 200.
(21) Francisco Torrinha, Novo Diccionario da Lingua Portuguesa,
Porto, 1951, s. v. cafúa.
(22) Tobías Garzón, Diccionario Argentino, Barcelona, 1910. Ciro
Bayo, Manual del Lenguaje Criollo de-Centro y Sudam,erica, Madrid, 1931.
Augusto Malaret, Diccionario de Americanismos, Buenos Aires, 1946. Nos
parece oportuno consignar que Daniel Granada ( Vocabulario Rioplatense
Razonado, Montevideo, 1890), D R A E (18a ed.), el Diccionario V O X
(2a ed., Barcelona, 1953) y Corominas (’ob. cit.) no registran la voz cafúa,
(23) Mendonca, ob. cit., págs. 185-186. En portugués, por cruce de ca­
fúa con la voz fuma 'cueva’, 'cayerna profunda’, ha surgido la voz ca-
\ fuma (cí. Raimundo, ob. cit., pág. 114),
34 BOLETÍN DE I/A REAE ACADEMIA ESPAÑOLA

literalmente empuja estiércol, según explica el Inca Garcilaso (24)


al referirse a la voz acatanca; luego se dijo acatanga, según po­
demos leer en E l Tempe Argentino de Marcos Sastre: “ Entre
los coleópteros hay esmaltados coprófagos o acatangas” (ob. cit.,
pág. 143); y por aféresis se dice hoy catanga (Segovia y Grada,
en Supersticiones del Río de la Plata, Montevideo, 1896, capí­
tulo X X IX , pág. 429). Ildefonso Pereda Valdés, si hien reconoce
1 que Granada le asigna origen quichua, incluye la voz en su Voca­
bulario de palabras de origen africano en el habla rioplaten-
se (25), sin que sepamos la causa.
Y Catinga 'olor sofocante y desagradable que despiden algunos
animales y plantas y que también se atribuye a la transpiración
de los negros’, aun cuando muchos blancos superan a los more­
nos en esta época en que abundan los productos antisudoraies y
desodorantes. Por haberse atribuido a los negros, pasa 'común­
mente por voz afronegra. Sin embargo, la mayoría de los lexi­
cógrafos le asignan origen guaraní: de cati, catinga' 'olor pesa'
do’ (26).
Cebra 'équido del África, parecido al asno, de pelaje blanco
con listas transversales pardas o negras (Equus zebra). Todavía
el Larousse, el V ox y algún otro diccionario consideran congoleña
esta voz por haber prestado fe a las palabras de Francis Drake,
quien, en su relato de viaje, afirma haber oído la palabra en boca
de los indígenas del Congo. Hay constancia documental de que
la palabra cebra se usó en España y Portugal, durante la Edad

/ (24) “acatanca quiere dezir escaravajo. Nommbre con mucha propiedad


/ compuesto de este nombre acá■ , que es estiércol, y de este verbo tanca (pro­
nunciada la última sílaba en' lo interior de la garganta), que es emptixar.
Acatanca quiere decir el que empuxa el estiércol” (Inca Garcilaso, Comen­
tarios Reales de los I'ncas, P’rimera Parte, libro 210, cap. V, Montevideo,
1963, pág. 61).
(25) E l negro rioplatense, pág. 73. No entramos a considerar las
acepciones secundarias de catanga, pues nada aclaran acerca del origen de
la palabra, ya que son posteriores a la correspondiente a su étimo.
(26) Mendonca,, ob. cit., pág. 193. Cf. Malaret, ob. cit., s . v .; Granada,
ob. cit., s. v .; Segovia, ob. cit., pág. 175: Berta Helena Vidal de Battini,
E l habla rural de San Luis, Buenos Aíres, 1949, pág. 341. D R A E ,
18a ed. Madrid, 1956, s. v.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 35

Media, para designar el asno salvaje, y en el siglo x v i fue apli­


cada por los portugueses al équido que hoy lleva ese nombre (27).
\ / M alambo... 'danza rioplatense caracterizada por su ejecución
por dos hombres’, o sea, mal ambo o mala pareja. Pese a que esta
explicación se parece a las.etimologías populares y a que existe
en quimbundo la voz matamba 'desgracia5, no encontramos razo­
nes que vinculen necesariamente el significado de la voz afro-
negra con nuestro baile.
Por otra parte, los bailes negros, en el Plata, hacen su apa­
rición en das capitales (principalmente en Buenos Aires y en Mon­
tevideo) con posterioridad a la Independencia, cuando los negros
comenzaron a ganar libertades y adquirir personalidad. En cam­
bio, el malambo surge en forma documentada en el año 1789
como baile propio del guaso o gaucho, es decir, del hombre de
campo y no del negro; la mención corresponde al marino espa- •
ñol José Espinosa y Tello, quien al describir el ^uasojdice: “ si
es invierno, juegan o cantan unas raras seguidillas," desentonadas,
que llaman de cadena, o el pericón o malambo, acompañándolo
con una desacordada guitarrilla, que siempre es un tiple” (28).
E l mismo Lisandro Segovia, que considera el malambo como
baile de negros {véase Diccionario de Argentinismos, sección A r­
gentinismos, pág. 2:39), en otra parte de la misma obra lo incluye
entre las voces campesinas (ob. cit., sección Estancia y Campaña,
pág. 437). Y efectivamente, Eleuterio F. Tiscornia ha señalado la
presencia del vocablo en gran número de autores gauchescos,
como Ascasubi en Santos Vega, versos 1.781 y 1.829; Rafael
Obligado, en E l cacuí; Reyles, en B l gaucho florido, capítulo
X I V ; Güiraldes, en Don Segundo Sombra, capítulos X V II y
X X V I ; Lynch, Costumbres del indio y . del gaucho, pági­
na 27 (29).
En resumen, tanto la temprana aparición del vocablo como

/ (27) Corominas, ob. cit., s. v. cebra. O. Bloch y W . v. Wartburg,


i Dictionnmre Étymólogique, s. v. zébre. Mendonca,, ob. cit., s. v. zebra,
f Pág. 247.
(28) Emilio Coni, B l gaucho, Buenos Aires, 1945, pág. 179.
(29) Poetas gomchesoos, Hidalgo' Ascambi, D el Campo; ed. con notas
y estudio de Eleuterio F. Tiscornia, Buenos Aires, Losada, 1945, pág. 329.
BOLETÍN DE DA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

su uso en ambientes campesinos, tienden a descartar el origen


negnxj
Es voz empleada tanto en la Argentina como en el Uruguay,
sin que se pueda, por ahora., establecer a cuál país le corresponde
la prioridad. Afirmar, como lo hace „el Dr. Bouton (La vida
rural en el Uruguay, pág. 392), que é?% f& e^e origen argentino,
o argumentar, como Vicente Rossi ( Casas de negros, Buenos
Aires, 1958, pág. 199), que “ el recuerdo de la samba creó el M a­
lambo en la península charrúa” es formular conclusiones infun­
dadas, expuestas a graves errores.
v Papagayo 'ave trepadora del género Psitacus, cuyas muchas
especies presentan plumajes variados, de colores brillantes’. Se
admite que procede del árabe babbagá y aparece hacia 1251 en
la versión castellana del Calila y Dimna. Renato Mendonga la
incluye entre los afronegrismos, no obstante reconocer que no es
término africano (30). A ello hay que agregar que debe eliminarse
de los afronegrismos por no haber sido introducida por los negros
esta palabra.
Zambomba. “ Instrumento rústico musical, de barro cocido o
de madera, hueco, abierto por un extremo y cerrado por el otro
con una piel muy tirante que tiene en el centro, bien sujeto, un
carrizo a manera de mástil, el cual, frotado de arriba abajo y de
abajo arriba con la mano humedecida, produce un sonido fuerte,
ronco y monótono” (D R A E, 18a ed., 1956). Según Coromi­
nas (31), del cruce de zampona con bombo o bomba salió &ambom-
ba. No es, pues, voz afro-negra, pese a que Mendonca le asigna
estp^rigen.
f De las voces que anteceden, unas estaban en uso en España
antes de llegar al Plata, como bombo, bujía, canga, cebra, pupa-
gayo y zambomba; otras son de origen indígena americano, .como
catanga, catinga; y las hay cuyo origen no está bien determinado,
como cafúa y malambo: pero de todas puede afirmarse que no
llegaron al Plata con los negros esclavos, por lo cuafpueden con­
siderarse afronegrismos^jl
"jíCon el mismo propósito esclarecedor con que se acaban de

/ (3o) Corominas (ob. cit., s. v.) no está muy convencido acerca ■del
| origen árabe de.-la voz y acoge dicha hipótesis con salvedades y dudas,
ji . . .
¡ (31) Diccionario CriticoEtimológico, s. v. zampona.
!
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 37

j estudiar los pseudoafronegrismos, se examinarán a continuá-


! ción algunos vocablos usados principalmente en el Río de la Plata
I í*
| que, aunque no son de origen africano, se hallan estrechamente
;$ vinculados al negro, por cuya razón merecen el nombre de ne-

JI grismos.
/Éntre los negrismos rioplatenses cabe mencionar:
V Bozal Según Covarrubias es “ el negro que no sabe otra len­
gua que la suya” , caso gn que se encuentran los “ recién sacados
de su país” , razón por la cual el D R A E define la palabra de la
segunda manera; se les aplicó ese nombre porque producían el
mismo efecto que si tuvieran un bozal que les impidiese hablar.
Se trata de una voz muy expresiva, que fue aplicada tempra-,
namente en la trata negrera para significar lo contrario de ladino.
Aunque la voz aparece por primera vez documentada en la
Historia Natural y General de las Indias, de Gonzalo Fernández
de Oviedo (32), y ciertos lexicógrafos la consideran americanis-'
mo {33), no es seguro que tenga ese origen, tanto si se atiende
a su formación y significado como al hecho de usarse corriente-
mente en España ;«n los siglos x v i y x v n , según acreditan los
siguientes pasajes ¡de Diego Sánchez de Badajoz (Recopilación
en metro, Sevilla, 1554, ed. de J. López Prudencio, Badajoz,
1941,.t. I, pág. 118: ¡O h sacro verbo divino! / ¡O h misterios
eternales! / Oue aun a los negros bozales / Manifiestas tu ca­
mino” ) ; Alfonso Velázquez de Velasco (La Lena, Milán, 1602,
acto III, escena I I I : “ De manera, hermano, que soy medio vivo,
sin más conversador que la de un negro bozal que cura al caba-

/ (32) Fernández de Oviedo (ob. cit., libro II, cap. X IV , Madrid, 1851,
/ t. I , pág. 57) emplea por primera vez la palabra en el trozo siguiente:
“Pero en algunos negros bógales son peligrosas [las niguas], porque, o por
su mala carnadura o ser bestiales o no se saber limpiar ni decirlo con tiem­
po, vienen a se mancar de los pies” . '
(33) Cf. Daniel Granada, ob. cit.y.s. v. bozal: “En sentido figurado y
familiar, que se expresa con dificultad y aturulladamente en castellano” ;
Granada registra también bozalón, derivado de bozal. Francisco Santa­
maría, Diccionario de Americanismos, M éxico, 1942, t, I, pág. 231: “En
Antillas y Suramérica, dícese del que se expresa con dificultad en caste­
llano, principalmente de los negros. En Cuba y Puerto Rico, negró nacido
s en África. En varios países dícese^én general, de persona ruda y torpe.
\ Negro recién llegado de África”,
3:8 b o le tín d e la r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o la

lio, con quien paso mis ratos, hartándonos ambos de zinguerrear


en una guitarra” ); Cervantes (E l Celoso Extremeño, en Novelas
Ejemplares, Madrid, 1613, pág. 140: “ Compró asimismo cuatro
esclavas blancas y herrólas en el rostro, y otras dos negras bo­
zales” ) ; Mateo Alemán (E l Picaro Guzmán de Alfarache, Lisboa,
1603, ed. Madrid, 1661, pág. 390: “ Ved quién somos, pues para
los negros de Guinea, borníes y bárbaros, llevan cuentecitas, dijes
y cascabeles” ) ; Gonzalo de Céspedes y Meneses (Varia Fortuna
del Soldado Píndaro, Lisboa, 1626, ed. Rivadeneyra, t. 18, pá­
gina 326: “ Hallando la silla dos esclavos bozales y un anciano
escudero” ), etc.
-js. En A mérica su uso no se circunscribió al Río de la P lata.
Fray Reginaldo de Lizárraga, hacia 1605, al hablar del Perú ob­
serva que “ entonces aún no valían tanto los negros bozales” (Bre­
ve descripción colonial, Buenos Aires, 1928, t. II, pág. 81). En
1638, fray Antonio de' la Calancha, en La Coránica Moralizada
del Orden de San Agustín en el Perú, escribe: “ le habían puesto
aquel nombre en 'la mar los cargadores para:.diferenciarle de los
1 "
otros bozales” (Los Cronistas de Convento/ selección.de José
de la Riva Aglüero, París, 1938, pág. 83). Concolorcorvo, en su
Lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires a Lima, pu­
blicado en 1773, menciona que en los viajes por carreta no ha­
bía que fiarse “ de los criados que, como por lo regular son negros
bozales, pierden muchos muebles que hacen notable falta” (edición
de París, 1938, pág. 85).
Posteriormente, se extendió en América el significado -de bo-
zal a los indios y extranjeros que hablaban muy el espa­
ñol (34), y en el Río de la Plata a todo el que se expresaba con
dificultad! Un ejemplo del primer caso nos lo proporciona José
Hernández en el Martín Fierro, al referirse a un italiano: /‘ Era
un gringo tan bozal / Que nada se le entendía” (versos 847-848);
un ejemplo del segundo aparece en el cuento E l Desquite, de
Manuel Bernárdez, quien, al hablar de un sargento de policía,

La Academia Española no registra aún esta acepción en la 18a


del D R AE , pero la incorporó a su edición manual e ilustrada,
¡ precedida de corchete y localizada en Cuba y Puerto Rico; es de notar que
se emplea también en el Río de la Plata.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 39

dice: “ Era Difunto por naturaleza huraño y callado, y por eso


tal vez era bozal como un colla” (35).
Con el significado de "negro recién sacado de su país” figura
en el Diccionario de la Academia desde la edición llamada de
Autoridades (1726); se trata, por lo tanto, de una voz española
con/'algunas acepciones americanas.
n/Escobero. La función de director o bastonero en los bailes
de negros la desempeñaba un individuo que, por haber adoptado
una escoba en vez del bastón, fue denominado escobero.
Vicente Rossi (Cosas de negros', pág. 76) y Rubén Carám-
bula (Negro y tamibor, Buenos Aires, 1952, págs. 51-61 y 183-
185) hablan del escobero, verdadero tambor mayor de las com­
parsas montevideanas de negros luibolos, que hace malabarismos
con( su escoba.
\/Gramillero. Recibe el nombre de gramillero, en las agrupacio­
nes carnavalescas de negros lubolos que todavía desfilan en Mon­
tevideo, el individuo que representa el médico o hechicero (llama­
do quimboto entre los congos). E l nombre se debe a las hierbas
medicinales, o sea, yuyos o gramillas, que emplea para las cura­
ciones.
El gramillero viste sombrero de copa y levita negra, lleva
grandes anteojos y barba blanca, un maletín que contiene los yu­
yos en la mano izquierda y un bastón en la derecha.
s/Bscobero y gramillero son palabras que carecen .de historia,
pues su uso ha sido siempre oral.
Morana_&q. Término eufemístico usado desde el siglo x v i ,
para designar a los negros. El desconocimiento de la historia del
vocablo ha causado más de un error; no ha faltado quien haya
imaginado que moreno era producto "del lenguaje recatado de
los gauchos” (36) y otro supuso que se trataba de una creación
de los propios negros (37) del Río de la Plata.

('3S) Véase Panorama del Cuento Nativista del Uruguay, selección de


Serafín J. García, Montevideo, 1943, págs. 27-28. Manuel P. Bernárdez,
Narraciones, Montevideo, 1958, pág. 147,
(36) Edmundo W emicke es el imaginativo autor (véase Lanuza, Mo-
renada, pág. 176).
(37) Vicente Rossi escribió: “en lenguaje rioplatense, moreno, refirién­
dose a color de piel, es riguroso sinónimo de negro, adoptado entre las per-
b o l e t ín de la r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

Horacio Jorge Becco puso las cosas en su lugar al señalar que


en el Lazarillo de Torwies y en las Novelas Ejemplares de Cer­
vantes se encuentran antecedentes del empleo de moreno con el
significado de 'negro’ (38).
Ouevedo critica esta forma de expresarse en el Mundo por de
dentro: “ Amistad llaman al amancebamiento, trato a la usura,
burla a la estafa... valiente al desvergonzado, cortesano al vaga­
mundo, al negro moreno” (39).
Por consiguiente, la voz moreno, en su acepción de 'negro’,
fue de empleo general en el siglo x v i y se usó tempranamente en
el Plata, según muestra el pasaje siguiente de Martín del Barco
Centenera, quien refiere que, en Lima, a la llegada del corsario
Drake: “ Los negros la ocasión consideraron / y acuerdan entre
sí un ardid famoso: / los frenos a sus amos les hurtaron / ...
Que fue concierto hecho de morenos, / Que al blanco tienen tan­
tos desamores” (40).
No puede, pues, sorprender que, en el siglo x ix , los poetas
argentinos Hilario Ascasubi y José Hernández usaran el voca­
blo (41) ni que no lo registren los vocabularios criollos, ya que la

/sonas de esa raza por parecerles menos grosero” (Cosas de negros, pági-
/ na 67). No son cosas de negro, sino cosas de Rossi.
(38) “Ella y un hombre moreno dé aquellos que las bestias curaban
vinieron en conoscimiento... De manera que, continuando la posada y con­
versación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito: el qual yo brin­
caba y ayudaba a calentar. Y acuerdóme que estando el negro de mi pa­
drastro...” (Lazarillo, ed. Oxford, 1877, reproducción de la de 1554, pá­
ginas 5 y 6). “Enseño 'a tañer a algunos morenos y a otra gente pobre,
ya tengo tres negros esclavos de tres Veyntiquatros, a quien he enseñado
de modo que pueden cantar y tañer en qualquier bayle y en qualquier
taberna, y me lo han pagado muy rébién” (Cervantes, E l Celoso Extreme­
ño, en las Novelas Ejemplares, Madrid, 1613, pág. 143).
(39) Diccionario de Autoridades, t. IV, Madrid, 1734, s. v. moreno:
“Llaman también al hombre negro atezado por suavizar la voz negro, que
es la que le corresponde.”
(40) La Argentina, Lisboa, 1602 (ed. facsimilar, Buenos A ires, 1912),
canto X X II, fol. 183 recto.
(41) A Hilario Ascaburi pertenecen estos versos: “esos siete batallo­
nes / de morenos que1 son limes” . José Hernández pone en boca de M ar­
tín Fierro las siguientes palabras: “Me hirvió ¡la sangre en las venas / y
me le afirmé al moreno, / dándole de punta y hacha / pa dejar un diablo
. meno” (Martín Fierro, comentado y anotado por Eleuterio F. Tiscornia,
AFRONEGRISMOS RIOPLAT^NSES 41

palabra figura, con la acepción que estamos considerando, desde


la primera edición del Diccionario de la Lengua, conocida con el
nombre de Autoridades.
Acerca del empleo actual de la voz informan las dos citas que
siguen: “ ¿Sos de por aquí, negrillo? — JZi, zeñor oficial. Y o zoy
Jazmín. — Lo conozco, alférez — apoya Tiburcio. — Este mun-
yinga vive en esa tapera. Es hijo del finao Pastor, un moreno
que nos mataron en Carreta V ie ja ...” (Yamandú Rodríguez,.
Jazmín, en Cansancio ( Cuentos Criollos)} Buenos Aires, 1928,
Pág- 65).
— “ De tiempo en tiempo aparecía por la estancia Bernabé,
un negro viejo que se ganaba la vida tocando el acordeón en los
boliches y en los bailongos de las rancherías. Para Churrinche
no había en el mundo otro hombre como aquel moreno de pier­
nas cortas” (Serafín J. García, Burbujas (Cuentos), Montevi­
deo, 1.945 > Pág. 44)-
\ f Mota. En el Río de la Plata, Bolivia, Chile, Ecuador, Colom­
bia y las Antillas se denomina mota lo que el D R A E define bajo
el nombre de pasa: cada uno de los mechones de cabellos cortos,
crespos y ensortijados de los negros. Se trata de una acepción
derivada de la que en la voz mota consigna el Diccionario de Auto­
ridades: “ nudillo o granillo que se forma en el paño y se quita
o corta dél para perfeccionarle con unas pinzas o tixeras” .
SÍ bien Garzón, Segovia, Bayo y Malaret incluyeron en sus
respectivos lexicones la acepción americana de mota, la Academia
española no la ha reconocido ni incorporado a sus diccionarios,
no obstante ser la única voz usada en estos países del Plata, en
que la expresión pelo de pasa es actualmente poco menos que
desconocida.
Pero nadie ha señalado estos pormenores, ni tampoco, que
sepamos, ha consignado el empleo en el Uruguay de la acepción de
mota que estamos considerando; para disipar toda duda acerca
del uso de la voz, transcribimos a continuación algunos pasajes
de escritores uruguayos donde aparece el vocablo (42):

i I edición de Jorge M. Furt, Buenos Aires, Com, 1951, versos 1,227-1.230,


| | pág. 62).
V 1 '(42) Garzón y Malaret registran otra acepción de mofa: 'mechón de
\ lana ensortijada de cierta clase de ovejas’. Yamandú Rodríguez, en. su
\
t'

42 b o l e t í n d e l a r e a l ACADEMIA e s p a ñ o l a

— “ A l ver cruzar al liberto con sus maletas repletas, todo


de nuevo y muy plantado en los lomos, sintióse tentado a gri­
tarle con voz ronca: — ¿De dónde venís, cuervo, tan cirimonio-
so? — ¡Véanlo! — exclamó otro----con las “ motas” muy peinadas
y las maletas, que revientan” (Eduardo Acevedo Díaz, Nativa,
'[Montevideo, 1890], ed. Biblioteca Artigas, Montevideo, 1964,
pág. 172).
— “ Las pobres negras casi esclavas pasaban sin transición
del llanto ocasionado por los tirones de las “ motas” a la alegre
carcajada” (Javier de Viana, Gaucha '[Montevideo, 1899], edi­
ción O. Bartani, Montevideo, 1913, pág. 1Ó9).
— “ No — dijo Pancha sonriendo y acariciándole las motas
al negro— . M i negro siempre jué gallo” (Carlos Reyles, Hl galo­
cho florido, Montevideo, 1932, pág. 191).
En la Argentina nos basta con mencionar los siguientes ver­
sos del Martín Fierro, de Hernández: “ Y vino ciego el more­
no. / Y en el medio de las aspas / Un planazo le asenté / Que le
largué culebriando / Lo mesmo que buscapié. / Le coloriaron las
motas / Con 'la sangre de la herida” (versos 1.214-1.220).
L a primera documentación de la voz corresponde a un anun­
cio aparecido en el Diario de la Tarde, de Buenos Aires, del ó de
febrero de 1835, en el que se ofrecía gratificación a quien propor­
cionara informes sobre “ la parda criolla llamada Isabel, estatura
algo alta, delgada, ojos negros, poca mota, pie chico, color pardo
olaro, picada de viruelas, vestido de muselina ordinaria, etc.” (43).

cuento Jazmín, emplea la/ voz en esta acepción, según muestra el siguiente
/
pasaje: “¿T i acordás de aquella ucasióm ejn. que tu tata, que Dios guarde,
/ le sumió la daga a la ternera matíhorra ? A l balido que pegó di pobre vicho
j se le desenriedarow las motas” (Cansancio, Cuentos Criollos, Buenos Aires,
/ 1928, págs. 63-64).
f (43) Cita de José Luis Lanuza en Morenada, pág. 91. No debe sor-
¡ prender la aparición, un poco tardía, del término mota, porque hasta en-
< tonces parece que sólo se usaba la voz pasa, conforme se desprende de los
■ dos ejemplos siguientes:
\ En un número de B l Monitor, diario político y literario, que redactaba
\ en Buenos Aires don Pedro de Atigelis, un padre de familia se lamenta
\ de los peinetones que tiene que comprar a .su mujer y a sus hijas, “ sin
\contar con las trompudas de mis negras, que también llevan peinetas,

r
AFRONEGRISMOS RIOPLATFNSES 43

Motoso, sa Se dioe de la persona que tiene el cabello ensor­


tijado como los negros. Segovia y Garzón atestiguan su uso en el
Plata; Torcano Mateus (44), en el Ecuador, Colombia y Anda­
lucía.
Los siguientes pasajes acreditan su empleo en la Argentina y
el Uruguay:
— “ Era un zambo motoso, siete pies de alto, gordo como un
pavo cebado” “ Lucio V . Mansilla, Una excursión a los indios
ranqueles, t. II, pág. 131).
— ” ] Cállate comadreja — replicó el negro al pasar— porque
no he de complacerte!...
— ¡Oigan al chumbo! Motoso... Rabudo” (Eduardo Aceve­
do Díaz, Nativa [Montevideo, 1890], ed. Montevideo, pág. 174).
Idéntico significado tiene motudo, que K any (45) y otros le­
xicógrafos localizan en Chile, aunque también se emplea en el
Uruguay. “ A su llamado, una motuda cabeza se dibujó en el
hueco oscuro de la puerta como una mancha más densa” (Mauro
Bardier Indart, Lobos, Montevideo, 1946, pág. 50).
A veces también se emplean los vocablos porra y porrudo
para referirse al cabello del negro; no obstante, estas voces no
pueden ser consideradas como negrismos, pues no se aplican al
negro con carácter exclusivo. Según señala certeramente Tiscor-
nia (Martin Fierro comentado), esas voces se aplicaron en sen­
tido recto a las crines, cerdas o pelo largo y enredado de los ani-

medias de seda y las pasas muy peinadas” (cita de José L. Lanuza, en M-o-
renada-, pág. 91).
En 1844 estuvo en la cárcel, por orden de Rosas, su esclava cocinera
María R osa; en el informe policial se da la siguiente descripción: “Es mo­
rena, viste pollera de coco punzó, con pañuelo de taparse de coco punzó,
con pañuelo de seda punzó en el cuello, con zapatos de hombre, sin medias;
su pelo pasa lacia, con divisa federal” (Lanuza, Marenada, pág. 138-).
Las citas que anteceden demuestran concluyentemente que en el lenguaje
escrito no .se empleaba la palabra mota sino la voz académica pasa.
(44) Humberto Toscano Mateus, E l Español en el Ecuador, Madrid,
1953, págs. 403-404. Antonio Alcalá Venceslada, Vocabulario Andaluz,
Madrid, 1951, confirma su uso en Andalucía.
(45) Charles E. Kany, Semántica Hispanoamericana, Madrid, ' 1963,
44 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

males; por traslación se dijo más tarde de ia cabellera enredada


las personas, pero no de los negros solamente,
bien no son negrismos exclusivos, fue el trata-
gente de color empleaba preferentemente. La pri­
mera es aféresis y apócope de señor y la segunda, aféresis y sín­
copa de señora.
El cronista don Isidoro de María confirma lo que antecede
cuando expresa que en el antiguo Montevideo "el don no se daba
a /cualquiera, sino a las personas de alguna posición social' aven­
tajada, y en que el ño fulano era de uso común en las clases in­
feriores” (46).
En Los tres gauchos orientales, Antonio D, Lussich hace
alternar a sus interlocutores el trato de don y el de ño; así el
gaucho Julián Giménez dice unas veces: "Medio crudo es ño
José” (verso 1.394), y en otro lugar: "Largue tanta comprada-
da, / Don José, y siga la danza” (versos 1.417-1.418) (47).
Todavía sigue usándose entre los morenos si nos atenemos a
Mauro Bardier Indart, que le hace decir a uno de ellos: "Ahora
tampoco es fea, ¿verdad ño Raúl? (48).
Tío, tía. Era el tratamiento que se aplicaba hasta fines del
siglo pasado a los negros viejos y dignos de aprecio.
“ Y o la recuerdo todavía — dice Sansón Carrasco— a tía
Catalina, con su canasto de caña tejida equilibrado en la cabeza
sobre un rodete de trapo, contoneándose por esas calles, con su
rebozo a media espalda y la mano apoyada en -la cadera” (49).
Isidoro de María, al referirse a los reyes negros de los can­
dombes, nos dice que "en el trono aparecían sentados con mucha
gravedad el rey tío Francisco Sienra, o tío José Vidal, o tío A n ­
tonio Pagóla con su par de charreteras, su casaca galoneada y su
calzón blanco con franja y sus colgajos con honores y decora­
ciones sobre el pecho. A su lado la reina tía Felipa Artigas, o
tía Petrona Durán o tía María del Rosario, la mejor pastelera,
con su vestido derango, su manta de punto, su collar de cuentas
_ —
/ (46) Isidoro de María, ob. cit, vol. I, pág. 38.
(47) Antonio D, Lussich, Los tres gauchos orientales,. Buenos Aires;
1872, ed. Montevideo, 1964, págs. 64 y 65.
(48) Mauro^Bardier Indart, Lobos, Montevideo, 1946, pág. 51.
(49) Artículos, Montevideo, 1884, ed. 1953, pág. 315.
AFRONEGRISMOS RIOPLATFNSFS 4.5

blancas o su cadena de oro luciendo en el cuello de azabache, y


las princesas y camareras por d estilo” (50).
Q uedanaün mucfibTn^riáE5os'’porlxatar, corno sirigonza, en­
fermedad que hacía presa en los negros acabados de reducir a la
esclavitud y los diezmaba (51); pieza, unidad comercial en la
trata de esclavos ; liberto, el esclavo manumitido-, y otras voces
que dejaremos intencionadamente a un lado para entrar de in­
mediato a estudiar los auténticos afronegrismos rioplatenses, que
son los que siguen/
1 Banana. Esta voz designa la planta Musa paradisiaca Linneo
y su tru to ; ambos son conocidos en España y algunos países de
América (Santo Domingo, Cuba, Venezuela, Colombia, el Ecua­
dor y el Perú) con el nombre vulgar de plátano.
Da Academia Española incorporó la voz banana a su Diccio­
nario en 1884 (12a edición) y a partir de la 13a edición agregó
la siguiente etimología: “ voz formada por los indios chaimas, de
balatana, corrupción caribe de plátano” . E l étimo se debe a Ju­
lio Calcaño, quien explica la formación de la palabra dé la si­
guiente m anera: “ Dos indios, digo, corrompieron la voz plátano.
El cumanagoto lo llamaba curatane; el goagiro, prana y pu-rana;
el caribe, balatana; el galibí, paratanón, parantana y balatana; el
aruaca, platena; el rucuyano, parurú; el carijona, parú; el pia­
poco, paratuna; el baré, parana y palanu; el puinavi, saua; el
piaroa, parurú; el guaraúno, simó; el cariniaca, palulú; el chai­
mas, balatana y banana; y así las demás lenguas y dialectos in­
dígenas, derivando la voz bárbaramente, casi todos, de la caste­
llana plátano. Dos chaimas, que designan el plátano con la corrup­
ción caribe balatana, son los qué llaman banana al cambur. Los
chaimas están en la costa de Venezuela, cerca de las Antillas, y
por ello, los isleños franceses han dado al idioma francés como
indígena la palabra banane” (52). Lástima grande que seme-

(50) Montevideo antiguo, t. I, pág. 281.


(51) Lanuza, Marenada, pág. 50.
(52) Julio Calcaño, E l Castellano -en Venezuela, Madrid, 1950; párra­
fo 619, pág. 343.
x / Contrariamente a lo que supone Calcaño, todo inclina a admitir que
ha sido la voz balatana la que, por etimología popular, ha dado origen
a plátano. Entre los elementos confirmatorios debe mencionarse la apari-
BOLETÍN de la r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

jante alarde de erudición sea completamente estéril y sólo haya


servido para confundir a 'la Academia Española, pues el origen de
banana no es el que indica Calcaño, ni fue a través de los chai­
mas como adquirieron la voz los franceses.
Corominas comienza por declarar que es voz de origen in­
cierto ; reconoce, más adelante, que “ parece provenir de una len­
gua del Oeste de África” ; y, finalmente, 'admite que las últi­
mas investigaciones de Friederici, consignadas en su obra Ameri-
kanistisches Wórterbuch (Hamburgo, 1947, págs. ,74-75), confir­
man el origen africano. Consecuente con lo expresado, Coro-
minas, en el último volumen de su Diccionario Crítico Etimoló­
gico (Madrid, 1954, t. IV , pág. 1100), incluye banana 'en el grupo
de 'los afronegrismos. N o nos ha sido posible consultar la citada

f ción de la voz plátano en América; en efecto, la palabra se halla documen­


tada por primera vez en 1526, en el Sumario de la Historia de Gonzalo
Fernández de Oviedo: “H ay asimismo unas plantas que los cristianos
llaman plátanos, los quales son altos como árboles y se hacen gruesos en
el tronco como un grueso muslo de un hombre, o algo más, y desde abajo
arriba echa unas hojas tonguísimas y muy anchas, y más de diez o doce
palmos de longura; las quales hojas después el aire rompe, quedando en­
tero el lomo dellas. En el medio de este cogollo, en lo alto nasce un racimo
con quarenta o chiquenta plátanos, más o meno.s, y cada plátano es tan
luengo como palmo y medio y de la groseza de la muñeca de un brazo”
(edición Madrid, 1942, págs. 166-167).
.Entre las personas cultas el nombre de plátano despertó tempranamente
resistencia por su notoria impropiedad; Pedro Mártir expresaba: “Le lla­
man plátano, aunque se diferencia muchísimo del plátano y no tiene pa­
rentesco ninguno con é l: como que el plátano es uin árbol sólido y ramoso,
más frondoso que los demás árboles, estéril, alto, recio, vivaz, como es
de creer que Vuestra Excelencia lo habrá oído alguina vez; pero este otro,
conforme lo he dicho, es casi inútil aunque no de fruta, poco frondoso,
muere cada año, es frágil, tiene sólo un tallo, sin ramas, echa pocas
hojas...” (Década V II, libro V II, capítulo I, Buenos Aires, 1944,'"pá­
gina 548).
Por su parte, Fernández de Oviedo formuló parecidas observaciones:
“H ay una fructa que "acá llaman plátanos, pero en la verdad no lo son, ni
éstos son árboles, ni los avia en estas Indias, e fueron traydos a ellas; mas
quedarse han en este impropio nombre de plátanos... segund he oydo
a muchos fue .traydo este linage de planta de la ysla de Gran Canaria, el
año 1516, por el reverendo padre fray Tomás de Berlanga, de la orden de
los Predicadores, a,.esta cibdad de Santo Domingo” (Historia General y
,Natural de las Indias, t. I, Madrid, 1851, págs. 390-392).
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 47

obra de Friederici, y en la que escribió anteriormente, titulada


Hiljszvorterbuch für den Amerikanisten (Halle, 1926), nada aclara
acerca del origen de banana. Pero la historia de la palabra, ba­
sada en documentos auténticos, y la bibliografía a nuestro alcance
no dejan lugar a dudas acerca de la procedencia de la voz y a la
vez confirman que desde el siglo x v i estaba perfectamente acla­
rado su origen.
Mientras los españoles usaban la voz plátano, los portugueses
comenzaron por aplicar a la planta el nombre de higuera de la
India y a sus frutos el de higos de la India, pero pronto se impuso
la voz banana, que aparece hacia 1541 en la obra de un español:
el Islario de Alonso de Santa Cruz; en el Islario se atribuye a
la Guinea él origen de la voz banana, lo cual no impide que al
tratar de la isla Española aplique a la misma planta y fruto el
nombre de plátano (53).
El pasaje del Islario que contiene la voz que nos ocupa es el-
siguiente: “ ay en la ysla de Santo Torné un género de planta
que se dize vananera, que coge mucho la humidad de la tierra;
lleua un fruto que se dize vanana, que es el propio pan de la tierra,
que, quitándole la cáxcara y metiéndolo de baxo del rrescoldo como
batatas y ñames, tiene el mesmo sabor” (M s. de la Biblioteca Na­
cional de Madrid, Reservado 38, fol. 246 verso).
El portugués García da O'rta, en su obra Coloquios dos simples
e draguas e cousas medicinaes da India (Goa, 1563, coloquio 22),
coincide con Santa Cruz al escribir: “ Tambem ha este figuos em
Guiñé, ehamam-lhe bananas” (54).

(53) Los nombres de higuera e higo de la India aplicados al banano


y a la banana, respectivamente, los hallamos en la Descripción de las rei­
nos, costas, puertas1 e islas qv\e hay desde el cabo de Buena Esperanza
hasta los Leyquios, manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid atri­
buido a Fernando de Magallanes (Madrid, 1921, págs. 18 y 99); también
aparece el nombre de higos en el relato del primer viaje alrededor del
mundo escrito por Antonio Pigafetta; defectuosas traducciones hacen apa­
recer en el texto tía palabra banana, pero en el original italiano dice lo si­
guiente.: “Quando visteno la cortesía del capitano, li presentarano' pesci,
uno vaso di vino di palma, che lo chiaimano vraca, fichi piú lunghi d’un palmo
e altri piu piccoli, piü saporiti e due cocchi” (II Primo Viaggio Imtomo al
Mondo, Milano, 1928, pág. 120); la longitud de estos higos es lo que per­
mite identificarlos con las bananas; cf. págs. 171, 180, 197, 239, 255, 249.
(54) Sebastián Rodolfo Delgado, en el Glosario Luso Asiático, ex-
4-8 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

Otro pasaje de la obra de García da Orta confirma la identi­


ficación al mencionar que los árabes le llamaban Musa: “ Nasce
in Ganara, in Decan, in Guzerate & in Begala; sono da loro
chiamati Quelli. Nasce parimente in Malauar; doue se gli dice
Palan; e in Malaio, doue se gli dice Pizan.-Nasce in molti altri
luoghi, & in Africa ancora, in quella parte chiamata Guinea,
doue lo chiamano Bananas. Gli arabi chiamano questo frutto
Musa oueramente Am usa; cosí l’hanno chiamato Auicenna, Se-
f,apione e Rasis, che hanno per particolar capitolo scritto di questo
frutto” (55).
Por su parte, Charles de l’Écluse, más conocido por su ape­
llido latinizado de Clusio, en su traducción del libro de García
da Orta, agrega: “ In Lisbona, doue n’ho alcune piante vedute,
benché infruttifere, si chiama ancora adosso figuera Bananas” (56).
Poco después, Cristóbal de Acosta, en su Tratado' de las Dro­
gas y Medicinas, Burgos, 1578, confirma lo dicho por García da
Orta al expresar: “ Llámanle en el Malabar, Palao; en Decanin,
y en Guzarote y en Bengala, Q ueli; y en Canarin, Q u eli: los
Malayos, Pissaon; Arabio, Musa, vel Amusa; Auicena, Se-
rapio y Razis le llaman el mismo nombre; los Portugueses lla­
man a uno de estos higos Cenorins, a otros Cadelins, y a otros
Chincopanoes, en Guinea, Bananas; y los Cafres de Qofala, In-
ninga. El propio nombre de qualquiera destos higos, entre los
Arabes y Parsios (según me certificó un curioso médico natural
de Ormuz) es M ous; y a la Higuera, Daracht M ous; y dixo' que
Musa vel Amusa es corrupto. — Tiene este hermoso y apazible
árbol, diez y ocho o veynte palmos de alto; el qual consta de

presa: “O nome portugués do fruto, mais antigo e mais vulgarizado na


Asia, é jigo da India, que posteriormente foi suplantado em Portugal
pelo de banana
(55) Transcribimos el pasaje tomándolo de la traducción italiana ano­
tada por Carlos Clusio y publicada en Venecia el año 1576; el pasaje co­
rresponde al folio 80 vuelto. No pudimos consultar la edición portuguesa
princeps.
(56) La traducción de Clusio del libro de los simples de Orta fue pu­
blicada en Amber.es en 1567 (Hoeffer, Histoire de Ict Botanique, París,
1882, pág. 138), pero nuestras citas pertenecen a la traducción italiana de
1576. X
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 49

ayuntamiento de muchas cortezas contiguas unas con otras. Su


tronco es grueso del grossor de la pierna de un hombre, la rayz
redonda y gruessa: Mantenimiento muy familiar a los Blephan-
tos; su hermosa hoja es verde clara por la parte interior y más
obscura por la exterior. Tiene hasta nueue palmos de largo, y dos
y medio de ancho... No da este árbol más que vn solo ramo de
higos, el qual tiene de ciento hasta dozientos” (57).
Aparte de los testimonios que anteceden, tanto Fernando Ortiz
como Jaeques Raimundo probaron antes que Friederici la afri-
canidad del vocablo, indicando que procede de la región de Gui­
nea y proximidades, pues en las lenguas walofo, fula y mandinga
(Sierra Leona y Gambia) se dice banana; en sussi o susso banani;
en las lenguas vei y limba o iembé, baña (58).
La difusión del vocablo no se efectuó desde Portugal, pues,
como ya señalaba Clusio, las plantas llevadas a Lisboa no daban
fruto. En cambio, en el Brasil la planta se aclimató fácilmente
y creció al lado de las especies americanas (59), llamadas pac ovas
en tupí; en el gran centro esclavista que era Brasil, los negros
preferían para su alimentación las bananas introducidas del Á fri­
ca (pertenecientes a la Musa paradisiaca, subespecie sapientum,
caracterizadas por ser comestibles al llegar a la madurez) a las
pacovas indígenas (pertenecientes a la Musa paradisiaca, subes-

/ (57) Ob. cit., capítulo IX, págs. 74-77; en la página 73 hay figura de
/ la planta.
(58) Según Corominas, en 1947 llegó Friederici a la conclusión de
que banana es voz perteneciente a la región de Guinea; Fernando Ortiz
llegó al mismo resultado en 1924 y Jaeques Raimundo en 1933, lo cual no
puede sorprender, pues ya desde el siglo xvi el hecho era conocido.
(59) Aunque no era nuestra intención tratar el problema botánico del
origen' de la planta, la estrecha vinculación existente entre las cosas y
sus nombres nos obliga a indicar, de pasada, que la Musa paradisiaca
procede del Asia, donde su antigüedad y espontaneidad son reconocidas
unánimemente. El cultivo dd banano en el África y en las islas del Pa­
cífico se admite que es muy antiguo y data verosímilmente de la invasión
bantu (Guyot, Origine des Plantes Cultivé es, París, 1949; págs., 108-109).
■En lo relativo a América, se haJ discutido mucho si se cultivaba la banana
én el Nuevo Contiente antes del descubrimiento ; hoy se reconoce que en
eP Brasil existían especies indígenas a la llegada de los portugueses.
BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

pecie normalis, cuyos frutos han de comerse cocidos o asa­


dos) (6o).
Desde el Brasil, la voz, junto con la fruta, fue llevada a los
países limítrofes: parte oriental de Venezuela, el Uruguay y la
Argentina. La voz banana es, por consiguiente, un afrobrasile-
ñismo.
La primera documentación de banana en el Brasil es del año
1576 y se halla en la Historia da Provincia de Santa Cruz, de
Pedro Magalháes de Gandavo, donde se lee: “ huma planta se
da tambem nesta provincia, que íoy da liha de Sam Thomé, com
a fructa da qual se ajudam muitas pessoas a sustentar na térra.
Esta planta he muy tenra e nam muito alta, nam tem ramos, senam
humas folhas que setráo de seis ou sete palmos de comprido. A s
fruitas della se chaman bananas: parecense na feicao com pepi­
nos e crianse en cachos” (61).
Gabriel Soares de Sousa distingue perfectamente la fruta in­
dígena de la importada, según se desprende del siguiente pasaje:
“ Pacoba — dice— é urna fruta natural desta térra, a qual se da
em urna arvore muito molle e fácil de cortar, cujas folgas siáo de
doze e quinze palmos de comprimento e de tres e quatro de largo;
as de junto so olho sao menores, muito verdes urnas e outras, e
a arvore da mesma cor, mas mais escura; na India chaman a
estas pacobeiras figuairas e ao frueto figos. — Cada arvore d’estas
nao dá mais que um só cacho que pelo menos tem passante de
duzentas paoobas, e como este cacho está de vez, cortam a arvore
pelo pé” . Y más adelante agrega: “ A s bananeiras tem as arvores,
folhas e criaclao como as pacobeiras, e nao ha ñas arvores de urna
as outras nenhuma differenca, as quaes foram ao Brasil de
S. Thomé, aonde ao seu fruto chaman bananas e na India chamam
a estas figos de horta, as quaes sao mais curtas que as pacobas,
mas mais grossas e de tres quinas... Os negros de Guiñé sao mais

í (66) F. C. Hoehne, Botánica e Agricultura no Brasil no secwlo X V I,


¡Col. Brasilitma, núm. 71, Siao Paulo, 1937, págs. 121, 152 y 233,.
/ (61) Hoehne, <ob. cit., pág. 167. Nos referimos, claro está, a la apa-
| ción de la voz banana, pues la primera, mención de la planta y fruto bajo
¡'| los nombres de pacoveira y pacova datan de 1556, fecha en que André
\| Thevet publicó. Sñigularitez de la Franee Antaretique, donde se los men-
\ ciona (Hoehne, ob. cit., pág. 120).
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 51

afíeigoados a estas bananas que as pacobas, e d’ellas usam ñas


suas rogas...” (62).
Por consiguiente, en pleno siglo x v i, García da Orta, Cris­
tóbal de Acosta, Pedro Magalhaes de Gandavo y Gabriel Soares
de Sousa coinciden en afirmar que en Guinea se le daba a la fruta
de la Musa paradisiaca el nombre de banana; como los lexicó­
grafos ignoran estos detalles, nos hemos visto precisados a re­
cordarlos para que no se siga repitiendo que Friederici dejó acla­
rado en 1947 el origen de la voz.
El vocablo banano, que designa la planta y el fruto (63), es
de formación posterior y simple derivado de banana; aparece
documentado por primera vez en el vocabulario de voces ameri­
canas de Antonio dé Alcedo, editado en 1789: “ banano (Musae
species), nombre de una de las especies de plátanos que hay en
América, la más común y que sirve de alimento general a los
...vnegros y a los indios, comiéndolos asados en lugar de pan” (64).
^ ^ f . ue^a ° i benaue!a. Nombre de un pueblo negro de la pro­
vincia portuguesa del mismo nombre en Angola, que se distin­
guía por la costumbre de limar exageradamente los incisivos.
Los banguelas hablan lengua quimbunda, y en ella ngela es 'cuer­
no’ y be-nguela su plural; pero, debido a la costumbre menciona­
da poco antes, ha pasado a significar en esa lengua 'persona des­
dentada’ y también 'persona que pronuncia mal las palabras
como si le faltaran los dientes’ (65).
Fue voz coloquial en Montevideo y Buenos Aires mientras

(62) Hoehne, ob. cit., págs. 221, 223-224.


/ (63) El D R A E , en sus ediciones 12a (Madrid, 1884) y 13a (1899),
asigna a banana y banano los dos significados de planta y fruto. En la
/ 14^ ed. (1914), sin duda por error, ambas Voces designan únicamente
la planta, con lo cual quedó sin nombre; el fruto. Desde la 15a (1925.) hasta
la 18a edición (1956) banana y banana representan la planta; y mía segunda
acepción de banana, localizada únicamente en la Argentina, designa la
1 fruta. Según puede observarse, la historia académica de las voces banana
^ y bananio 'ofrece curiosas alternativas y aún resta mucho por hacer.
\ (64) Antonio de Aloedo, Diccionario Geográfico-Histórico de las In-
\ dias Occidentales o América, 5 vols., Madrid, 1789, El volumen V con-
\ tiene el Vocabulario de las voces provinciales de la América usadas en la
\ obra; la voz banano está registrada en la página 22.
\ (65) Raimundo, ob. cit., pág. 106.
52 BOLETÍN DE LA r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

existieron negros banguelas, pero actualmente su uso es estric­


tamente geográfico.
(jj^) ¿ Bjolmo Con el nombre de banjo se designa un ins-
hjtruniento musical, especie de guitarra de cinco cuerdas, con caja
redonda a modo de pandero, usada principalmente por los ne­
gros norteamericanos.
El Oxford Dictionay, sin noción siquiera de su origen, le
atribuye como étimo la voz griega pandoura, sin otro motivo que
'la semejanza de la forma de la caja.
E l nombre de banjo que se le dio en los Estados Unidos de
América proviene de la palabra mbanza, voz que en la lengua
quimbunda designa al citado instrumento musical (66). En el
Brasil se utiliza la voz banzo.- para nombrar al instrumento, se­
gún atestigua Renato Mendonca (67).
El D R A E Manual y Malaret adoptaron la grafía inglesa
banjo, sin reparar en la diferente pronunciación de la consonante
j en inglés y en español. Sé explica, por consiguiente, que la
Academia Española incluyera la voz en su Diccionario Manual
precedida de corchete y que allí continúe desde la primera edi­
ción (1927), sin indicios dé su incorporación definitiva.
Pese a los reparos que nos merece la forma banjo, no se nos
oculta la imposibilidad de sustituirla por banza, grafía usada
únicamente en el Brasil. Es natural que en estos países de lengua
española se adoptara el nombre del instrumento en el país de
donde procedía directamente. Pero es hora de que mejoremos
el calco y adoptemos la forma banyo, que contempla el aspecto
fonético.
Banjo o banyo constituye, tal vez, la única voz afronegra usa­
da en el Plata que no h a.sido introducida por los negros esclavos,
y por su forma dé incorporación y clase de usuarios merece el
noihbre de (semicuitismo.)
' )x¡Batuqjá£. Según "Grana da (68), esta voz tiene las siguientes
acepciones: 1) Baile y mezcla desordenada de hombres y muje-

(66) Chatelain, Folk-Tales of Angola, Boston y New York, 1894,


| ■
pág. 294.
(67) Renato Mendonca, ob. cit., pág. 176.
(68) Daniel Granada, ob. cit., s. v. batuque.
AFRONEGRISMOS RIOPI*AT£NSES 53

res; 2) baraúnda; 3) confusión, desconcierto en acciones y cosas


en que intervienen muchas personas.
Raimundo adjudica a la voz, en el Brasil, las dos acepciones
siguientes: 1) danza de negros con zapateados, palmas, cantos
y toques de tambor; 2) barullo con golpes repetidos y frecuentes.
Con arreglo a los dos autores, hay coirícidencia de significados
en el Plata y en el Brasil. Sin embargo, actualmente, en el Plata,
la voz se usa sólo con el significado que 'le atribuyen.Monner
Sans (69), Garzón, ,Segovia, Bayo, Malaret y Guarnieri, que es el
de 'barullo, desorden, bochinche’ .
Respecto a su origen, Granada se pronuncia por la proceden­
cia africana, y Garzón registra la voz como argentinismo, pero nin­
guno de los dos aportan pruebas de sus afirmaciones. Malaret
declara que viene del portugués; Bayo, del Brasil, y Segovia in­
forma que és “ en portugués un baile introducido por los negros
africanos, y ya se sabe que estas danzas suelen ser estrepitosas” .'
Jaeques Raimundo corrobora lo afirmado por Segovia y Bayo, al
decir que batuque ds un baile originario de Angola y del Congo;
en los cantos que acompañaban a la danza entraba la expresión
kubat’ uku: 'aquí’, 'en esta casa’ ; de ella se formó batuque para
designar la danza; al llegar a Mozambique, la voz fue transfor­
mada por los negros landinO'S en batchuque (según atestigua
P. Raposo en su Diccionario Landino).
Pero no todos piensan del mismo modo; dejando a un lado
algunos étimos no justificados, como el araucano (70), el mismo
Segovia, si bien reconoce la procedencia africana del 'baile, ad­
mite que la voz es apócope de batuquerío, voz usada én España
en el siglo x v n y registrada en el Diccionario de Autoridades
con la indicación de jocosa. Es interesante señalar que el Dic­
cionario de Autoridades registra batuquério y no batuquerío.
Según Malaret, en el Río de la Plata se usa también batuquear
con el significado de 'meter batuque’,' 'armar gresca’. En el Uru­
guay no hemos oído nunca la voz' batuquear, que el Diccionario
V O X considera exclusiva de la Argentina, con el significado de

(69) Ricardo Monner Sans, Notas al Castellano en la Argentina,


Buenos Aires, 1944, pág. 106.
(70) Fernando Hugo Casullo, Diccionario de Voces Lunfardas y Vul­
gares, s, v. batuque, pág. 36.
54 BOLETÍN D £ L,A REAIv ACADEMIA ESPAÑOLA

'alborotar’, 'meter batuque’. Batuqueaw tiene también otra acep­


ción, localizada por él mismo Diccionario en Colombia, Cuba,
Guatemala y- Venezuela, que es “ batir o mover con ímpetu al­
guna cosa” . Para Cuervo no hay duda de que batuquear es va­
riante de “ batucar, especie de verbo diminutivo sacado de batir,
como machucar de machar o majar, besucar de besar, y en astu­
riano jartucar, hartar. Este batucar — agrega Cuervo—- se halla
en el Diccionario de Autoridades comprobado con un ejemplo
de La Pícara Justina, y ha sido olvidado o desechado en las edi­
ciones modernas” (71)..
La identificación de batuquear con batucar o bazucar (admi­
tida también por Coraminas, s. v. bazucar) haría admisible la de
batuquerio con batuque, señalada por Segovia, si no fuera porque
los 'diferentes valores semánticos de unos y otros impiden atri­
buirles el mismo origen.
En lo referente a la presencia dé 'la palabra batuque en el
Plata, resulta difícil deslindar si fue introducida directamente
desde el África por los negros esclavos o si vino desde 6l Brasil.
Con arreglo al paralelismo semántico de la voz en el.Brasil. Con
Plata, que al principio del artículo hemos mostrado, y a su apari­
ción en el Uruguay con posterioridad a la ocupación portuguesa,
la segunda hipótesis parece más verosímil.
? L a primera documentación de batuque se encuentra en el
f Canto patriótico de los negros en celebración de la ley de liber-
. tad de vientres, compuesto por Francisco Acuña de Figueroa
I en 18134-; en esa composición se lee: “ Cantemo nese batuque, /
1 Con tambóle y con malimba” (72).
\ Desde entonces, la palabra, en la acepción de 'bochinche, ba­
rullo’, sigue vigente. L a encontramos en Los tres gauchos orien­
tales de Antonio D. Lussich (1872): “ Y hasta el pingo relincha­
ba / Si lo viera de contento, / Y diay colegí al momento / Que
el batuque le agradaba” (73).
Y a en 19 32;-Carlos Reyles la emplea en E l gaucho florido:
“ El patrón dise que le pida a tuito vicho viviente las armas. Es
7
/ (71) . Rufino J. Cuervo, Apuntaciones Críticas sobre el L m gm je Bo-
igotano, Bogotá, 1939, párrafo 316, pág. 199.
f(72) Parnaso -.Oriental, ed. 1907., t. I, pág. 230.
I (73) Versos 999-1.002.
AFRONEGRISMOS RIOPLAT^NSEÍS 55

la orden del comisario y no quiere darle pie pa’ que arme algún
batuqué’ (74).
Aunque se trata de una voz eminentemente popular, no es ad-
' misible su inclusión en el lunfardo (conforme aparece en el Dic­
cionario V O X , en Castillo y en Gobello) ni tampoco dentro del
léxico campesino (Guarnieri), pues se usa tanto en la ciudad como
en el campo.
/JZ) Bombear v |bombero. Estas voces no incluidas en el D R A E las
registran Granada,. Garzón, Segovia, Bayo, Malaret y Guarnieri
con los significados de ‘espiar’, 'atisbar’, 'explorar5y 'observar’ , la
primera, y de 'espía’ y 'explorador’, la segunda. Segovia agrega
bombeador — que nunca he visto empleado— como sinónimo de
bombero en la acepción que se está considerando.
Malaret localiza la voz bombear en el Perú, B olivia y el Río
de la Plata, y bombero en el Plata 'exclusivamente. Granada anota
también su empleo en la provincia brasileña de Río Grande del
Sur con los mismos significados que en el Rio de la Plata.
Provienen ambas voces del quimbundo pombe, que significa
'mensajero’ (75); de pombe se formó pombear (que según Rai­
mundo todavía se usa en Goyaz) y pombeiro (cuyos equivalentes
españoles son palomear y palomero); pombear y pombeiro, por
asimilación regresiva, dieron bombear y bombeiro, que, al pasar
al castellano, se convirtieron en bombear y bombero, con los sig­
nificados ya indicados.
Se trata, por consiguiente, de voces afronegras modificadas en
el Brasil ; las usadas en el Plata son simples calcos de esos afro-
brasileñísmos.
C íro B a y o , que desconocía el origen afrobrasileño de la voz
bombero, forjó una etimología de las llamadas populares, basada
en el sentido más común de la palabra: “ vigía de la pampa en las
guerras civiles o contra la indiada. El atalaya tenía que subir a
un palo o cucaña; de ahí el nombre de bombero que sus camara­
das le aplicaban, haciendo honor á su habilidad gimnástica” .

/(74) E l Gaucho Florido, Montevideo, 19321, pág. 75.


í(75) Bernardino José de Souza, Diccionario da Terra e da Gente do
| Brasil. Col. B r a silia m núm, 164, Sao Paulo, 1939, s. v. pombeiro, pági-
I na 321. Cf. Raimundo, ob. cit., 5, v. bombear, pág. 107, bombeiro, pá-
\gina 108, y pombeiro, pág. 149.
5'ó BOLETÍN DE; LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

La voz pombeiro — de donde provienen bombeiro y bombero} y


que todavía sé usa en el Brasil (76)— primitivamente designó el
encargado de buscar esclavos en el África; simultáneamente de­
signaba en el Brasil a los que apresaban indígenas para reducir­
los a la esclavitud. En 1636, el P. Antonio Ruiz de Montoya, en
su Conquista Espiritual, se refiere a estos individuos en el si­
guiente pasaje: “ tuvo noticia '[el P. Romero] 'de unos tupíes que
son banqueros o cajeros de los vecinos de San Pablo, a quien en
lengua portuguesa llaman pomberos y en nuestro castellano palo­
meros, a la similitud de los palomos diestros en recoger y hurtar
palomas de otros palomares” (77).
Granada aceptó la explicación etimológica de Ruiz de Mon­
toya, pero negó que la transformación de pombeiro en bombeiro
se hubiera realizado, como sostenía Beaurepaire-Rohan, cuando
las tropas brasileñas ocupaban el territorio uruguayo (1817-1828)
y que desde el Uruguay el vocablo bombeiro hubiese sido llevado
a Río Grande del S ur; para ello mostró que con anterioridad a
la ocupación portuguesa ya se empleaba en 1752 la palabra
bombero.
En efecto, fray Pedro José de Parras, en el Diario de su viaje
al Río de la Plata, refiere que al llegar al pueblo de Santa Lucía
(Corrientes), “ habiendo descansado un rato, llamó el cura al
bombero del pueblo. Por bombero debe entenderse un explora­
dor a cuyo cargo está salir a correr el campo y traer las noticias
de si hay indios enemigos por las cercanías” (78).
La primera documentación de la voz bombear también corres­
ponde al año 1752.; en las actas del Cabildo de San Miguel de
Tucumán se halla transcrita una carta del gobernador Martínez
de Tineo en la que dice que los indios del Chaco “ continuaban

(76) Bernardino José de Souza, loe. cit., después de abolido el comer­


cio de esclavos, pombeiro designó en algunas partes del Brasil a los hom­
bres que ayudaban a la fuerza pública en la búsqueda de criminales por
selvas y desiertos. En otras regiones significó mercader ambulante.
(77) Antonio Ruiz de Montoya, Conquista Espiritual, Bilbao, 1892,
\ cap. L X X , pág. 261.
\ (78) Fray Pedro José de Parras, Diario y Derrotero de sus Viajes
'Ü749-I753), Buenos Aires, 1943, pág. iS 9 -

1
AFRONEGRISMOS RIOPI,AT£NSES 5,7

el querer invadir en dos trozos a la ciudad del Tucumán y fron­


tera del Rosario, que tenían ya bombeadas” (79).
Granada dio a conocer varios empleos documentados de bom­
bear y bombero durante la época colonial en su Vocabulario
Razonado; a ellos agregaremos los siguientes:
— E n el Diario del capitán D, Francisco Graell referente a
las operaciones a que dio lugar el tratado de límites de 175° se
le'e que el 22 de enero de 1756, “ saliendo los baqueanos a recono­
cer la aguada de la marcha inmediata, prendieron un indio bom­
bero o espía de los enemigos, el cual desde río Y i venía obser­
vando nuestras marchas” (80).
— -El P. José Sánchez Labrador escribe en E l Paraguay Ca-
thólico (1772) que “ esperaron los Misioneros la escolta de los
soldados,' expuestos cada instante a s e r ' sorprendidos de los In­
fieles, que embiaban continuas espías, o como se dice acá, Bom­
beros, que casi todas las noches registraban la reducción espe­
rando un descuido” (81).
— En el Lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aíres
a Lima, su autor relata que “ estos pampas, y aun las demás na­
ciones, tienen sus espías, que llaman bomberos, a quienes echan a
pie y desarmados para que, haciendo el ignorante especulen las
fuerzas y prevenciones de los caminantes, tanto de caballería y
recuas como de carretería y demás equipajes, para dar cuenta
a sus compañeros” (82).
Ejemplos más recientes los proporcionan Antonio D. Lussich,
quien en B l matrero Luciano Santos dice: “ A su carpa fi llevao, /
Me preguntó a quien servía... / L e retruqué que tenía / Familia

(79) Manuel Lizondo Borda, Historia dei Tucwnm, Siglos X V II-


X V III, Buenos Aires, 1928, pág. 137.
(80) Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Espa­
ña, por el Marqués de la Fuensanta del Valle, Madrid, 1892, t. 'C IV ,
pág. 455.
(81) E l Paraguay Cathólico, Buenos Aires, 1938, pág. 139.
(82) Concolorcorvo [Alonso Carrión de la Bandera], Lazarillo dfí rie­
gos caminantes desde Bum o'S Aires as Lima, 1773, ed. París, 1938, pá-
gina 52.
58 BOIvSTÍN D £ IfA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

pa mantener. / ¡Bombero 'blanco has de ser! / Echenlo a la In­


fantería” (83).
Eduardo Acevedo Díaz también hace uso de la palabra en Is­
mael: “ Los árboles negros y tupidos, la soledad selvática, las
señas misteriosas del espía o bombero colocado a la entrada del
monte” (84).
Yamandú Rodríguez, en su cuento E l invitado de harriera,
hace exclamar al protagonista: “ Esta mi estancia parece apesta­
da... Pa vino que llega aquí, de equívocao las más de las veces,
la miran dende lejos y siguen camino adelante cinco o seis cris­
tianos al año... Dejuro que se santiguan al bombearla y casti­
g a n ...” (85).
Conforme se desprende de las citas que anteceden, tanto bom^
béar como bombero se usan preferentemente en los medios cam­
pesinos (86);
jgs) Buhonero. Isidoro de María, en 1880, al describir la Plaza de
la Verdura menciona las siguientes clases de zapallo: criollo,
bubango, de tronquillo y andaí (87). Con el nombre de bubango
se reñere evidentemente al llamado en la Argentina sapallo de
Angola, que se caracteriza, según Garzón, por' tener “ la cáscara
dura y resistente al frío, a diferencia del criollo, qué la tiene blan­
da; su carne es hebrosa, blanda y aguachenta” .
E s la única mención del nombre afronegro de esta variedad de
zapallo. Actualmente nadie le aplica este nombre ni lo registra
ningún diccionario.
/ - (83)
/
- - - Los
- tres gauchos •orientales, versos 4.098-4.103 de E l matrero
Luciano Santos.
(84) Ismaél, Montevideo, 1930, pág. 144.
(85) Cansancio, pág. 49. Yamandú Rodríguez parece sentir especial
predilección por el verbo bom bearpues aparece varias veces en los cuen­
tos de esta obra, págs. 62, 88, 126, 161 y 190.
(86) Prescindimos de algunos autores cuyo conocimiento de estas vo­
ces es muy superficial. T al ocurre con Corominas, que considera errónea­
mente a bombear y bombero derivados de bomba ''máquina para elevar
agua’ ; es enteramente fantástica la vinculación con el verbo inglés to
ptmp 'usar la máquina de elevar agua, la bomba’. Según hemos mostrado,
bombear no deriva de bomba. La semejanza entre dicha voz y to ’pump
es simplemente un parecido que los biólogos denominan de convergencia,
■jpero no de oñgpn.
V (87) Montevideo antiguo, t. I, pág. yo.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 59

Cabinda, Es el nombre de un distrito de la colonia portuguesa


de Angola, situado al norte del río Congo, y el gentilicio de los
indígenas de la misma región, cuya lengua es la congoleña. Se­
gún ya se dijo, el poeta Francisco Acuña de Figueroa, al nombrar
a los distintos pueblos negros que formaban la población de es­
clavos de Montevideo en 1834, menciona a los calinda en la si­
guiente estrofa de su Canto patriótico de los negros:

“ Compañelo di candombe,
pita pango e bebe chicha,
ya le sijo que tiengüemo
ne si puede sé cativa
poleso lo Camundá,
■lo Casanche, lo Cabinda,
lo Banguela, lo Monyolo,
tulo canta, tulo glita.”

También menciona a los cabinda el cronista Isidoro de Ma­


ría en su Montevideo Antiguo. No poseemos datos acerca de la
existencia de este pueblo negro en la Argentina, pero sí en el
^Brasil (88).
' Cacimba, casimba, cachimba. La voz cacimba, de la que ca­
simba y cachimba, según veremos, son meras variantes, designa
un hoyo que se hace en las playas o lugares húmedos para acu­
mular en él agua potable.
E n 1726 la Academia Española registró eñ su Diccionario
de Autoridades la voz cacimbas con el significado' de “ baldes u
otras vasijas con que se saca el agua que hace el navio, quando
es tanta que no se puede agotar con las bombas” ; pero >en la pri­
mera edición del D R A E (1780) la voz fue suprimida y no volvió
a ser incorporada hasta la 13a edición (1899), con las dos acep­
ciones ('pozo’ y 'balde’) y el étimo: de caso (89).
Cacimba figura con sus dos acepciones en el Diccionario Ma­
rítimo Español (1831) y en él se, indica que la de 'balde’ era ya

/ (88) Mendon^a, ob. cit., pág. 182.


I (89) D'e la segunda acepción de cacimba, hoy desusada, no volveremos
| a ocuparnos, pero creemos interesatate destacar que también proviene del
quimbundo, en cuya lengua balde es k is a m b u dedonde se dijo cagamba
i (usada aún en el Brasil, según Raimundo, ob. cit.,pág. -109) y de ella, por
\ confusión, se originó cacimba.
\
6o BOLETÍN DE LA r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

entonces anticuada, aunque sigue en el D R A E (18a ed.) sin nin­


guna anotación.
La primera documentación-es del año 1687; en el Diario de
los descubrimientos en el golfo de México de Andrés del Pez se
dice: “ en este río halláronse algunas cacimbas y huellas de pisa­
das de gente descalzos” (90).
En el Uruguay aparece por primera vez en 1737 en un do­
cumento portugués; se trata de da carta del brigadier Andrés Ri-
beiro Coutinho, en la que se lee: “ resolveo o Brigadeiro hir ver na
Bahia de Maldonado se a sua Ilha ou térra firme havia capacidade
de fazer hua fortificacao... e passando a Ilha achamos hum pu-
nhado de areia sustentado por varias partes de rocha, sem lenha
nem mais agoa que a de casimbas, que 'entre salobre e barrenta
nao possa se manter a 40 ou 50 homens” (91).
Las dos citas que anteceden muestran que la voz era usada
indistintamente por españoles y portugueses a fines del siglo x v ii
y principios del x v iii. Hasta entonces, para designar ese mismo
tipo de aguada, se había usado en toda América la voz taina ja­
güey (que adquirió en Chile y la Argentina la forma jagüel) (92).
Pero estos ejemplos nada revelan acerca del origen dé la voz
si no se tienen en cuenta ciertos factores circunstanciales. Estos
factores están constituidos por el empleo de cacimba o casimba- en
América y no en otros continentes. Y a Corominas, al hablar de
este vocablo, sugirió que “ cabría la existencia de dos focos de
difusión, uno brasileño y otro cubano” . Repárese que esos focos
corresponden a los dos centros esclavistas más grandes de Amé­
rica ; a ello hay que agregar la aparición tardía de la voz (que ex­
cluye pueda tratarse de un indigenismo) y, por último, la pre-

(90) Colección de Diarios y Relaciones para la Historia de los Via­


jes y Descubrimientos. Instituto Histórico de Marina, Madrid, 1944, tomo
IV, pág. 122.
(91) Jonathas da Costa Regó Monteiro, A Colonia do Sacramento,
Porto Alegre, 1937, tomo á°, documento núm,.42, págs. 124-126.
(92) No podemos detenernos en la historia de la voz jagüey y su va­
riante jagüel, porque saldríamos de los límites de este trabajo. No hay
diferencia entre jagüey y cacimba, significantes distintos de un mismo sig­
nificado, o sea ejemplos de un caso concreto de onomasiología, al que algún
día dedicaremos nuestra atención.
AFRONEGRISMOS RIOPI vATENS^S ói

senda 'en la costa africana de Angola de una localidad llamada


Kasimba, situada al sur de Mossamedes. •
Los hechos enumerados son corroborados por la existencia
en la lengua quimbunda de la voz kacimba 'pozo, fuente’, com­
puesta de ka, prefijo diminutivo, y cimbo, denominación dada a
los lugares donde se encuentra agua cavando pozos (93).
En vista de lo expuesto, no nos explicamos por qué Mendonga
insiste en el étimo kisima que, por razones fonéticas, no puede
constituir el origen de casimba; en el mismo caso se encuentra
Corominas.
Granada, si bien reconoce que en el Río de la Plata decían
antes cacimba, como en el Brasil, registra sólo cachimba, con los
significados de “ pozo de corta profundidad, ojo de agua, manan­
tial” .
Segovia informa que “ cacimba o casimba (de la voz africana
kichima, pozo)” se dice en la República del Uruguay cachimba
y lo mismo afirma Tobías Garzón. Pero a la Academia Española,
no obstante la opinión bien categórica de los mencionados lexi­
cógrafos, no se le ocurrió otra cosa que localizar la voz cachimba
exclusivamente en la Argentina, con lo cual adjudicó a nuestros
vecinos la paternidad del engendro.
Acerca de la formación de cachimba a partir dé cacimba sólo
podemos conjeturar la probable intervención de cachimbo, voz
afronegra con la que Corominas confunde la que estamos estu­
diando, lo que también debió de ocurrirle a los creadores de 'la
variante.
Durante la dominación española, en el Plata sólo se usaba
cacimba. A l ejemplo de José María Cabrer, recogido por Grana­
da, puede agregarse el que figura en el Diario de la Primera Par­
tida de los demarcadores españoles de límites del tratado de
1777: “ E l agua que se usa [en la villa de Río Grande de San
Pedro] es de cacimbas hechas én la misma arena con una, dos o
más pipas o toneles desfondados unos sobre otros. Alguna de
ésta no se puede beber por lo salobre” (94).

i f
f / (93) M. Soares, Diccionario- Brasileño, 1889 (cita de Mendan^a, ob.
| cit., pág. 183). / '
1(94) Jerónimo Becker, Diario de la Primera Partida de la Demar-
t

62 BOLETÍN DU LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

En la Argentina se siguió empleando cacimba, como muestra


el siguiente pasaje de La guerra gaucha de Leopoldo Lugones:
“ Carroñas de animales y aun de hombre inficionaban las agua­
das ; los manantiales cavados adrede cegaban a su paso, viéndose
obligados a practicar cacimbas en sus arenas para beber sin pe-
peligro” (95).
E n cambio, en el Uruguay sólo se usa cachimba. Serafín J.
García es el autor de una composición así titulada y Julio Esta-
villo denominó su primer libro de versos criollos Trovas de la
Cachimba (96).
Carlos Rey les, en E l gaucho florido•, escribe: “ Alzó un
poquito la tapa que cubría el agrietado brocal de la cachimba y
pudo ver el fondo lleno de huesos y despojos de ropas” (97).
Otto Miguel Cioné, en su novela Lauracha, dice: “ Antes de
irse pidió un vaso de agua al dueño de la casa. — <¿Si quiere de la”
¿achimbaf” (98).
( jí) -Cchcunda, Es voz usada en la Argentina y el Uruguay, aplica­
da a los negros para nombrar la parte superior del espinazo, o
cuando es algo abultado. (Granada, D R A E Histórico y M a­
laret.) Actualmente, en el habla campesina rioplatense designa el
caballo de lomo convexo, o sea, con el defecto contrario al llama­
do sillón (Malaret, Saubidet y Guarnieri).
Coraminas sostiene que el proceso formativo de esta voz es
el siguiente: por deformación burlesca de corcova y el influjo
de voces semicultas como facundo, fecundo, rubicundo y, espe­
cialmente, iracundo (cualidad que se atribuye a los jorobados) se
formó corcunda = joroba, joroba do. De la forma cor cunda, pre­
ferida en el Brasil, se pasó a carcunda, forma familiar en gallego
y portugués. De carcunda provendría cacunda, popular en el
Brasil y en el Río de la Plata. De ser así, tiene razón Coraminas
en estimar superflua la búsqueda de un origen africano a la voz

cañón de Límites rntre España y Portugal en América, Madrid, 1920,


tomo 1°, pág, 242.
(95) Ob. cit., Buenos Aires, 1950, pág. 128, ¿iota 524.
(96) Véase Panorama de la poesía gauchesca y nativista del Uru­
guay, selección de Serafín J. García, Montevideo, 1941, págs. 124 y 255.
(97) Ob. cit.y -gkg. 130.
(98) Lauracha, Montevideo, 1911, pág. 218.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSEÍS 6,3

carcunda , como hicieron el cubano Fernando Ortiz, el portugués


Antenor Nascentes y el brasileño Gon-calves Viana.
Pero ocurre que ni el propio Corominas ni posiblemente nin­
gún lexicógrafo se encuentran en condiciones de probar docu­
mentalmente qüe el orden seguido fue el siguiente: corcova >
carcunda > carcunda > cacunda.
Por otra parte, Jacques Raimundo y Renato Mondonga han
mostrado la existencia en lengua quimbunda de la voz (ri)hunda,
que significa 'espaldas’, en singular (el prefijo n indica en quim-
bundo el singular y el prefijo ma el plural, en los nombres de
cuarta clase).
Como el diminutivo en quimbundo se forma con el prefijo ka,
de ahí surgió kakunda 'espaldita’, que se emplea en el Río de la
Plata en su verdadera y primitiva forma.
En cambio, en el Brasil, por influjo de la voz carcunda (que
aparece ya a principios del siglo x rx en Portugal con el signifi­
cado de 'absolutista’ o 'reaccionario’ en los escritos de José Agos-
tinho de Macedo), cacunda adoptó esa forma y luego, por conta­
minación con corcova, se obtuvo corcunda, que transmitió el sig­
nificado de joroba a carcunda y cacunda. En consecuencia, el
proceso formativo de la voz-debió de ser el siguiente:

carcunda.

En favor de esta hipótesis acude el argumento de que en es-


pañol, lengua donde no son frecuentes en el habla coloquial las
voces carcunda y corcova, se conservó sin modificaciones la forma
afronegra original: cacunda.
De la acepción primitiva de cacunda proporciona Serafín J.
García, en su cuento Churrinche, el siguiente ejemplo: “ Segura­
mente que el negro viejo estaría empezando a chochear y por
eso afirmaba semejante balaso. ¡.También, con la camasada de
años que ya debía tener en la cacunda, el pobre!... (99).
De la acepción secundaria encontramos en Yamandú Rodrí­
guez el siguiente empleo: “ Pasan algunos toros melenos, de

García, Bwfa/jas, Montevideo, 1945, pág. 48.


b o l e t ín de la real ACADEMIA españ ola

cruz erizada, bueyes cacundas y terneros con pretensiones de


bravos” (100).
Cachimbo, ha. Es Ja pipa para fumar. Son voces académicas
desde 1884 la forma femenina, y desde 1899 masculina.
La forma masculina se usa exclusivamente en Venezuela (Cal-
caño), en el Brasil y en el Río de la Plata (101). L a femenina se
emplea en Canarias (102), Cuba (103), Perú (104), Chile (Zoro-
babel Rodríguez) y Colombia (Cuervo, Apuntaciones, párr. 983).
, Respecto al origen de la voz han circulado las más variadas
hipótesis. Calcaño opina que cachimbo es derivado de cacho
(gacho) y, por lo tanto, voz castellana. Arona se inclina por el
origen cubano. Granada le asigna procedencia portuguesa. Cuer­
vo fue el primero en establecer que es voz africana, y son de la
misma opinión la Academia Española y Segovia, pero ninguno
de ellos estudió suficientemente el punto.
Corresponde a los lexicógrafos brasileños el haber determina­
do mejor su origen. Para Renato Mendonca viene del quimbundo

•j3
(100) Camcmcio, Buenos Aires, 1928, E-l Agradecido, pág. 34.'
(iox) En lo referente al Brasil consúltese a J. Raimundo y a R. Men-
donga. En lo relativo al Río de la Plata consúltese a D . Granada, que
la considera voz portuguesa, a L- Segovia (ob. cit., pág. m ) , que registra
las dos formas y remite al D R A E , después de consignar que es término
africano usado en el Brasil.
(102) Según Luis y Agustín Millares Cubas (Cómo hablan los ca­
narios, Las Palmas, s. a., pág. 30) es “voz portuguesa que sustituye a la
castellana pipa (de fumar)”. “Le agradaba su amigo con la cachimba entre
los dientes” (Luis y Agustín Millares Cubas, De la Tierra Canaria, Ma­
drid, 1894, pág. 113).
(103) En Cuba, según Constantino Suárez (Vocabulario Cubano, Bar­
celona, 1921), se usa también cachimbo en las siguientes acepciones: 1)
. vasija grande de metal que se usaba en los ingenios (anticuada); 2)--inge­
nio de azúcar pequeño, de escasa importancia industrial; 3) aplícase a
cosas despreciables o de poco valor relativo. Malaret registra las tres
acepciones, localizando la primera en Cuba y sin indicar que es anticuada,
y dej a sin localizar las otras dos.
(104) Según Arona (Diccionario de Penmdsmos, París, 1938), la
voz cachimba en su acepción de 'pipa’ era ya anticuada en 1884, año en
que publicó su diccionario; en el Perú se usa también cachimbo para de­
signar a los componentes de la Guardia Nacional, y por extensión a cual­
quier militar ridículo.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSÉS 65

kixima 'pozo’, 'cosa hueca’, mediante el trueque del prefijo ki


por el diminutivo ka.
Para Raimundo es palabra formada por el .prefijo diminutivo
ka y tchimbu, alteración de njimbu, nombre de una concha; se­
ñala también Raimundo que los landinos, negros de Mozambique,
llaman al cencerro hecho con la cáscara del coco cJñ-imbo, cuyo
diminutivo es ka-chi-imbo, que bien pudiera ser el verdadero
étimo de cachimba (105).
Se desprende de todo lo expresado que cachimbo y cachimba
no tienen el mismo origen ni el mismo significado que cacimba
si bien esta última, por influjo de la primera, adoptó en el Uru­
guay la forma cachimba, quedando relegado el masculino para de­
signar la pipa.
Insertamos a continuación algunos empleos de cachimbo en
el Plata: “ Las negras lavanderas, allí en el verde, en invierno
y en verano hacían fuego, tomaban mate y, provistas cada una
de un pito o cachimbo, desafiaban los rigores de la estación”
(José Antonio iWilde, Buenos Aires desde setenta años atrás,
Buenos Aires, 1944, pág. 96). — “ Se dirigió’ a la cocina y supo
por una negra que allí fumaba su cachimbo junto al fogón apa­
gado que la criolla andaba por el campo” (Eduardo Acevedo
Díaz, Is m a e lMontevideo, 1930, pág. 1212).
— “ Hacían su fueguito con charamuscas, para calentar el
agua en la calderita de fierro para el mate y encender el ca­
chimbo” (Isidoro de María, Montevideo Antiguo, 1890, ed. de
¿¿9 .57, t. 3°, pág. 45).
Calenda. Baile de negros originario del África que estuvo
muy en boga en las Antillas. Dom Pernetty, en el relato del pri­
mer viaje de Bougainville (1763-1764), afirma que la calenda se
bailaba en Montevideo, y de ahí que hayamos incluido' la voz
entre los afronegrismos.
En Cuba se conoce el baile a que nos estamos refiriendo con
los nombres de calinda o calinga; ambas voces figuran en el Dic­
cionario de Voces Cubanas de Constantino Suárez (Barcelona,
1921) y en el de Americanismos de Malaret. La Academia Espa-

(105) Mendonga, ob. cit., págs: 182-183,. Raimundo, ob. cit., pági-
66 b o l e t ín de la r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

ñola incorporó calinda a la 16a edición del D R A E (1936) y la de­


finió así: “ f. Cuba. Baile de negros a estilo africano y muy li­
cencioso” .
Dos franceses transformaron calinda en calenda al pronunciar,
la palabra con arreglo a las normas de su lengua. E l P. Juan Bau­
tista Labat, que escribió el relato del viaje del caballero Des Mar-
chais a Guinea y Cayena, efectuado en los años dé 1725 a 1727,
refiere que en la isla de la Martinica los esclavos negros tenían
como baile preferido la calenda, que- él suponía originaria de
Ardra, pequeño reino negro del siglo x v m situado en el Daho-
méy, sobre el golfo de Guinea (109). Su descripción de la danza
es la siguiente: “ Dos participantes se disponen en dos hileras
enfrentadas, las mujeres a un lado y los hombres del otro. Uno
de ellos improvisaba una canción, de la cual bailadores y espec­
tadores tomaban el estribillo, cuyo ritmo marcaban con un pal­
moteo general. Dos danzarines mantenían das' manos levantadas
en la posición de los tocadores de castañuelas, saltaban y hacían
mil piruetas, avanzando hacia la fila opuesta y retirándose in­
mediatamente para adelantarse de nuevo hasta que un cambio
de ritmo del tambor daba la señal de un nuevo movimiento y los
danzantes realizaban entonces pasos y figuras. Este baile llegó a
ser tan idolatrado entre los criollos españoles de las Américas
que apenas si los dejaba pensar en otra cosa. Bailan en sus
iglesias y procesiones religiosas, e incluso llegan a practicarlo
las monjas por Nochebuena, en unos estrados levantados expro-
féso en el presbiterio, tras una reja abierta para que el pueblo
pueda compartir la alegría que manifiestan aquellas buenas almas
en ocasión del nacimiento de su Salvador. Cierto es que no se per­
mite a los hombres tomar parte en la danza” (n o ).
En 1764 hizo escala en Montevideo la expedición de Bougain-
ville, y Dom Pernetty, autor de la historia del viaje, consignó
entre las impresiones que recibió en la ciudad: “ H ay un baile
muy entusiasta'y lascivo que se baila algunas veces en Montevi-

/ (109) Labat, V'oyages du Chevalier Des Marchais en Guinée, Isles


I Voisines et a Cayerme, fait en 1725, 1726, et 1727, Amsterdam, 173,1.
(110) Patrik Leigh Fermor en su Viaje a las Antillas (Barcelona,
Labor, s. a., j>ágs. 77 y 78) reproduce el pasaje transcrito del dominico
\ Labat.
AFRONEGRISMOS RIOPLAT^NS^S 67

deo; se llama calendai, y a los negros lo mismo que a los mulatos,


cuyo temperamento es fogoso, des gusta con furor. Este baile ha
sido llevado a América por 'los negros del reino de Ardra, en la
costa de Guinea” . La descripción de la calenda de Dom Per­
netty coincide con la de Labat, incluso en los pormenores de que
se bailaba en iglesias y procesiones. Los comentadores de este
pasaje de Dom Pernetty, aun sin saber que se trataba de una re­
producción casi literal del texto de Labat, habían ya expresado
sus dudas ( m ) acerca de la autenticidad de la noticia. Hoy no
cabe la menor sospecha de que el benedictino atribuyó a Monte­
video lo que no correspondía a la ciudad y jamás pudo presen-
ciajr en ella.
Por consiguiente, hay qüe eliminar la voz calinda o calenda
repertorio de los afronegrismos rioplatenses.
Catengo. L a existencia de un lugar denominado Kalengo en
el Africa Occidental portuguesa (Angola) y la estructura del vo­
cablo permiten considerarlo afronegro, si bien no hemos podido
determinar el significado en quimbundo, lengua a la que parece
pertenecer.
Se usa en las frases ¡que lo diga Catengo! o ¡que lo haga
Catengo! con que se denota la dificultad de contestar o hacer
una cosa. D e acuerdo con nuestras noticias, Adolfo Berro Gar­
cía es el único lexicógrafo que ha estudiado esta voz (112).
Yamandú Rodríguez, en uno de sus cuentos criollos, presenta
a un personaje que, derrotado en duelo, dice a su' contrincante:
. “ Me doy por redotao. Que lo siga peleando Catengo” (113).
( V i iCalunaa. Este término de la lengua quimbunda que significa
mar’, fue aplicado por los negros al Dios incognoscible de los mi­
sioneros, para ellos vago como la extensión del mar. Lo repre-

/ (111) Y a en 1946, José Luis Lanuza afirmó en Morenada (pág. 42)


/ que el testimonio de Dom Pernetty debía tomarse con cautela e insinuaba
que había recogido sus informes sobre la danza de algún otro viajero.
D. Horacio Arredondo, en sus Estampas del viejo Montevideo (Anales
Históricos de Montevideo, tomo III, Montevideo, 1959, págs. 106-107),
| manifiesta su extrañeza ante las afirmaciones del fraile francés,
j (112) Prontuario de voces del lenguaje campesino uruguayo, en Bole-
| tin de Filología del Instituto de Estudios Superiores, Montevideo, 193.7,
\\ tomo I, núms. 4-5, pág. 401. /
\ (113) Cansancio, pág. 102.
68 b o le tín d e la r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o la

I sentaban por figuras y muñecos, y de allí que haya pasado en el


/ Brasil a significar 'ídolo’, 'fetiche’, a más de tener otros signifi-
I cados secundarios (114).
/ En Montevideo no trascendió al habla coloquial y sólo se usó
\ en los cánticos que acompañaban a los bailes de los negros. Se-
\gún Isidoro de María, los morenos “ se entregaban contentos al
candombe con su calunga cangúe... ese... elumbá... y otros cán­
ticos acompañados con las palmadas cadenciosas de los danzan­
tes, que movían piernas, brazos y cabezas” (115). Según Vicen-
J te Rossi, el bastonero cantaba calungan-güe y la rueda contestaba
oyé-ye-yumba ( n 6). Sea como fuere, lo cierto es que, si se pres­
cinde de los cánticos de los candombes, la voz calunga no se em­
plea en el Río de la Plata y sólo mencionan la palabra historia­
dores y folkloristas.
En el mismo caso de calunga se encuentra la voz cachumbo
(que también se escribe caxwmba), término quimbundo que de­
nota inflamación de las parótidas, o sea, la enfermedad conocida
vulgarmente con el nombre de paperas. En el Río de la Plata se
usa como voz onomatopéyica en estribillos como el de cachimba,
caracatachún, de que habla Ildefonso Pereda Valdés en sus obras
La rasa negra y Mi negro rioplatense, pero fuera de ese 'em­
pleo no tiene otros.
En resumen, calunga, cachumba, borocotó y otros vocablos
similares son meros flatus vocis que no merecen incluirse en los
lexicones.
\j^V Camunda. Por su estructura, esta voz acredita pertenecer a
la lengua quimbunda, pero es posible que el término original haya
sufrido alguna alteración; en tal caso, podría provenir de la voz
muntu 'persona’ o 'gente’ en quimbundo y el prefijo ka, dimi­
nutivo o de concordancia.

(114) Mondonga, ob. cit., pág. 187. Raimundo, ob. cit., pág. 115. Según
Horacio Jorge BéCeo, calunga es una deidad conga que sacan los maracatús
can ocasión de la fiesta de la Vir)gen del Rosario en di Brasil (Lexicografía
religiosa de los afro-americanos, en B A A L , tomo X X , 1951, núm. 77, pági­
na 314. Arthur Ramos, en A s Culturas Negras no Novo Mwndo (Río de
Janeiro, 1937, pág. 359), confirma lo que acaba de expresarse respecto a
calunga.
(115) Montevideo Antiguo, tomo I, pág. 279.
(116) Cosas de negros, pág. 77 y nota 7 de la pág. 232.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES

La voz camunda aparece en el Canto patriótico de los negros


de Acuña de Figueroa, composición de la que hemos reproducido
la parte que interesa en la voz cabinda. En quimbundo la pala­
bra camunda debe ser llana, pero 'en la antología de Luciano Lira
aparece con acentuación aguda (camunda); se trata de un error,
pues por exigencias de la versificación la voz ha de ser grave; a
Acuña de Figueroa, hábil versificador, no puede imputársele seme­
jante falta; se trata, por consiguiente, de un error tipográfi­
co (117).
E l error hay que atribuirlo a la influencia ejercida por el ape­
llido del negro que fue clarín de órdenes del caudillo Aparicio
Saravia y que todos pronunciaban Camundá, tal vez por la in­
fluencia guaranizante que convierte en oxítonas las voces que tie­
nen parónimos en guaraní; tal ocurre con camundá, pues en gua­
raní existe cumandá para designar los porotos, alubias o frijoles.
H ay constancia de que en Buenos Aires se decía Camundá,4
porque con esta acentuación aguda aparece la palabra en la lista
de agrupaciones negras que efectuaron una donación al Gobier­
no y de la que se habló al principio de este estudio.
i I S )V / Candombe. En el Río de la Plata la voz candombe designa
una fiesta de negros, de carácter profano, con danzas, cánticos
y toques. Se le ha querido vincular con el camdomblé bahiano;
pero, si ambas fiestas tienen el mismo étimo, en cambio difieren
por sus caracteríticas, ya que el candomblé brasileño es una ins­
titución religiosa de origen sudanés, en tanto que el candombe
rioplatense es fiesta profana de origen bantu (118).
L a voz fue incorporada en 1925 a lá 15a edición del D R A E sin
localización, como voz de la Nigricia y con las acepciones si­
guientes: “ 1) Baile grosero y estrepitoso entre los negros de la
América del Sur. 2) Casa o sitio donde se ejecuta este baile. 3)
Tambor prolongado, de un solo parche, en que los negros gol­
pean con las manos para acompañar al baile candombe.” Debe­
mos formular al artículo los siguientes reparos: 1) la voz can-

j (117) Por ,no haber podido consultar la edición de 183.5 de B l Parnaso


| Oriental de Lira no hemos podido deslindar si el error se arrastra desde la
"4 j primera edición de la antología o comenzó en la reedición de la obra, en
\ 1927. / '
\ (118) Arthur Ramos, ob. cit., pág. 261.
V
70 b o le tín d e d a r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o la

dombe no se usa en toda la América del Sur según se despren­


de del contexto de la primera acepción; Malaret la localiza en
la Argentina, Bolivia, el Ecuador, el Perú y el Uruguay; 2) el
término Nigricia designaba en el siglo pasado la inmensa región
habitada por los negros en el África que abarcaba desde el parale­
lo 17" norte hasta el 18o austral (Adrián Balbi, Abrégé de Géo-
graphie, París, 1847, pág. 889), y comprendía, por lo tanto, todas
las familias de lenguas afronegras. Actualmente, Nigricia es si­
nónimo de Nigeria (Fernando Villalba y Rubio, Diccionario Geo­
gráfico Universal, Madrid, 1953) y sólo comprende la región
del África bañada por el río Níger. Como puede observarse, en
ambos casos el término Nigricia es inapropiado, pues en el pri­
mero, lingüísticamente, no determina nada y én el segundo de­
signa una región donde no se hablan lenguas bantu, a las que
pertenece, según se «dirá, la voz candombe. 3) El lugar en que se
celebran los bailes, contrariamente a lo expresado en la segunda
acepción, no se denominaba candombe. El error académico pro­
viene del Diccionario de' Argentinismos de Lisandro Segovia, por
haber sido utilizada esta obra para redactar las dos primeras
acepciones de candombe. En el Montevideo colonial los negros
bailaban al aire libre, y a estos lugares se los denominaba can­
chas; posteriormente se bailaba en locales cerrados llamados
salas (119). 4) Respecto a la tercera acepción cabe observar que en­
tre la multitud de nombres afronegros utilizados para designar las
diferentes clases de tambores — -y a los que’ nos referiremos más
adelante in extenso— no se encuentra el de candombe. La Aca­
demia Española, en el tomo 20 de su inconcluso Diccionario H is­
tórico, reproduce la tercera acepción del D R A E , pero sin aportar
ninguna cita de su empleo. Malaret, apoyándose en Reyles. afirma
que én la Argentina, Bolivia, Ecuador y Uruguay es un-“ tam-
borcillo pequeño parecido al candombe africano’'. Lo malo del
caso es qué no. sabemos cómo era 'el candombe africano, ni siquiera
si existió. Tobías Garzón registra la voz candombe, que define
como un tamboril largo y angosto usado en las fiestas carnava­
lescas. Nada más sabemos acerca de esta variante.

’ í | (119) Vicente Rossi, ob. cit., pág. 82.

r
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 71

Granada registró otra acepción de candombe — la de “ inmoral


desgobierno político” — recogida sólo por Malaret, a pesar de que
se emplea corrientemente en ambas márgenes del Plata.
La voz candombe proviene del adjetivo quimbundo ndombe,
que significa 'negro', y el prefijo de concordancia ka (Raimundo).
En el Brasil la palabra se agudizó en candombe y produjo luego,
por epéntesis, la forma, hoy generalizada allí, de candomblé, que
designa, según se dijo, las prácticas religiosas y de hechicería
de los negros mezcladas con danzas y comilonas (120). En el
Río de la Plata ha conservado siempre da forma etimológica y ha
sido palabra llana.
La más antigua documentación de candombe hasta ahora co- v
nocida se encuentra en la Carta de la morena Catalina a Pancho
Lugares, composición poética publicada en el periódico bonaeren­
se E l Gaucho, número 8, del 25 de agosto de 1830, cuya última
cuarteta dice: “ Y a vites ene Candombe / Que toditos lo more­
no / Gritaban viva L A R O S A , / Nuestro gobernado güeno” (121).
En el mismo Buenos Aires se publicó en La Gaceta Mercan- /
til del 5 de diciembre de 1^31 una poesía cuya última estrofa es /
del tenor siguiente: “ Vamos a juntá, moreno, / Y vámonos a I
bailá; / Que hoy es día de Candombe / Y no es día de lava” (122).
La primera documentación de candombe en el Uruguay apa­
rece en la primera estrofa del Canto patriótico de los negros, de
Acuña de Figueroa, publicado en 1834, reproducida por nosotros
en la voz cabinda de este trabajo.
A continuación insertamos algunos empleos de la v o z :
— Antonio D. Lussich, en B l matrero Luciano Santos, co­
menta: “ Y que habían lograo hacer / De esta patria tan ama-

/ (120) Arthur Ramos, ob. cit. eodem loco. Nina Rodrigues, Os Africanos
I no Brasil, Sao Paulo, 1935, págs. 354 y sigs.
(121) Héctor Pedro Blomberg fue quien dio a. conocer ésta y otras corn- ¡
posiciones poéticas de la época de Rosas en "E l Cancionero Federar, Bue­
nos Aires, 1935. José Luis Lanuza transcribe la estrofa que nos interesa en \
\ Marenada, pág. 112. Luis Soler Cañas, en Negros, gcmchos y compadres '
\ (págs. 11 y 33), reveló que la cuarteta había sido publicada por Blomberg con
\ alteraciones de forma. En este trabajo seguimos el texto original dado a
Vonocer por Soler Cañas.
\ ^ i2 2 ) Luis Soler Cañas, ob. cit., págs. 24 y ¡25.
72 BOLETÍN DE l a REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

da / U n candombe de negrada / Que ni Dios podía enten­


der” (123).
— Sansón Carrasco, en su artículo dedicado al corneta Saya-
go (1883), al referirse al viaje de éste a la aldea donde vivía su
.padre, el reyezuelo Lucango Cabango, expresa que “ grandes fes­
tejos hubo con tal motivo en la aldea de Lucango. Se bailaron
candombes interminables, se destaparon sendas botijas de chi­
cha” (124).
, — Por último, Isidoro de María refiere que en el antiguo Mon­
tevideo “ la costa dd sur era el lugar de los candombes, vale decir,
la cancha, o el estrado dé la raza negra para sus bailes al aire
libre” (125).
Entre los derivados de candombe merece mencionarse can­
dombero, nombre que se aplicaba a los integrantes de las com­
parsas carnavalescas de negros en Buenos Aires (126).
fía) Canyuengue. Del quimbundo ngenge 'inútil’ y la partícula
concordante ka surgió canyengue. En el Brasil se usan caxi-
rengue, caxirenguenge y otras formas que provienen de la mis­
ma voz quimbunda (Raimundo, pág. 121).
Canyengue permaneció en estado latente durante mucho tiem­
po hasta hacer su aparidón, a finés del siglo pasado, en el am­
biente del hampa porteña (127). Forma parte, pues, del léxico
lunfardo y se distinguen dos acepciones: la primera está de acuer­
do con el étimo de la voz y designa la “ cualidad de lo arrabale­
ro; de poca clase, soez, vulgar” .; la segunda indica la “ manera
compadrona de bailar el tango” ; ambas acepciones las registra
Fernando Hugo Casullo en su Diccionario de Voces Lunfardas

(133) Los tres gauchos orientales, versos 971-974, de E l matrero1 L u­


ciano Santos.
(124) Artículos, pág. 317.
(125) Montevideo Antiguo, t. I, pág. 279.
(126) Tobía:s....Garzón, Lisandro Segovia y Roberto Arrázola (Diccio­
nario de Modismos Argentinos, Buenos Aires, 1943) registraron la voz can­
dombero.
(127) El estado latente en los fenómenos lingüísticos ha :sido estudiado
por Diego Catalán Menéndez Pídal en La Escuela Lingüística Española y
su Concepción del Lenguaje (Madrid, Gredos, 1955, cap. V I I ) ; es funda­
mental para la explicación de los cambios lingüísticos, en cuyos pormenores
no podemos entrar.
AFRONEGRISMOS RIOFI,AT£NSES 73

y Vulgares, con ejemplos que, más que autorizar, obligan a re­


chazar en los medios cultos el empleo de esta voz (128).
En el Uruguay se usa también canyengue, y Guarnieri inclu­
yó la voz en su léxico campesino con la definición: “ baile o re­
unión de negros o gente de baja condición” ; cabe observar que
ni la definición ni el ambiente en que se sitúa 'la voz son los ade-
. xuados.
j j p Capanga-x Designa el guardaespaldas, el valentón mercenario.
Es de uso corriente en el Brasil y de allí debió de pasar al U ru­
guay y al litoral argentino (129).
Da etimología de esta voz no es clara; para Raimundo pro­
viene del quimbundo kapanga, locución adverbial que significa
'debajo del sobaco’, atendiendo a que los capangas llevaban su bol­
sa de armas debajo del brazo; también en quimbundo existe la voz
capange, de pange 'hermano’, y, por lo tanto, significaría 'uno
como hermano’ ; y por último panga es él puñal, y kapanga pu­
ñal pequeño con sentido despectivo. Hasta es posible que haya con­
currencia de las tres ideas (Raimundo, pág. 118).
Se trata, pues, de un afrobrasileñismo, registrado en los dic­
cionarios portugueses, pero no en los españoles. En el Uruguay
su circulación es principalmente oral.
En Corrientes también se designa con el nombre de capanga
al capataz de los yerbales, conforme indica el siguiente pasaje de
un cuento de Velmiro Ayala Gauna: “ De las estrechas picadas
del monte vecino comenzaron a llegar los 'tariferos’ con sus
'raídos’, o sea la cosecha de yerba, sobre las fuertes espaldas. En­
tre ellos, soeces y altivos, con sus altas botas, la fusta en la mano

(128) Tiende a aumentar el número dé voces del lunfardo que pasan al


lenguaje coloquial. Es censurable el uso indiscriminado de voces lunfardas,
pues buen número de ellas :se refieren a actividades y vicios del hampa; por
ello convendría que los centros docentes e instituciones oficialesi, en vez de
preocuparse por alcanzar una pureza ridicula del idioma, negando el acceso
de voces populares que siempre remozan la lengua, se preocuparan por im­
pedir la penetración en la lengua familiar del léxico de los tahúres profe­
sionales o de los tratantes de blancas. Una cosa es admitir las voces popu­
lares y otra es tolerar la invasión de un léxico carcelario que implica un
nuevo factor de disolución social entre los que ya obran impunemente.
(129) Luis Alberto Flores, Vocabulario de regionalismos correntinos, en
BAAL,, X X III, Buenos Aires, 1958, núm. 81, pág. 408.
74 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

y el revólver al cinto, venían los capangas, brutales, delegados de


la autoridad del patrón” (130).
Capiango. En lengua quimbunda, kapiangu significa 'ladrón’
" (Mendonga y Raimundo). En el Brasil se sigue usando con ese
significado. Segovia registró la voz en su Diccionario de Argen­
tinismos con el significado de 'ladrón sagaz’ y la indicación de
que es voz portuguesa.
En el Uruguay hay constancia histórica de su uso en el Can­
to patriótico de los negros, de Acuña de Figueroa, una de cuyas
estrofas dice: “ Y gosalán nueto sijo / La liberta bien tendila; /
Cuando homble de biene, plemio, / Cuando capiango, musinga” ; la
transcripción en lenguaje comprensible del texto que antecede es
la siguiente: “ Y gozarán nuestros hijos / la libertad bien en­
tendida; / Cuando i[sea] hombre de bien, premio, / Cuando la­
drón, paliza” .
Hacia fines del siglo x ix , la voz había caído en desuso en el
Uruguay; en un artículo titulado Una caravana de bohemios,
el periodista Sansón Carrasco escribió, en 1883, lo siguiente: “ El
idioma [de la gitana] éra endemoniado; mucha k, mucha jota,
y repetía con frecuencia la palabra Kaimelia, y hasta, Dios me
perdone, creo que también dijo uña vez algo de Kapianga, cosa
rara, porque entiendo que la joven bohemia no conoce' todavía
al joven brigadier” (131). Tanto la grafía dé la palabra como el
sentido, poco preciso, indican que la voz ya no era corriente y
así lo confirma la ausencia del vocablo en el Vocabulario de Da­
niel Granada.
La voz experimentó en la Argentina una curiosa mutación
semántica y pasó a designar un hombre-tigre (132). Juan B.
Ambrosetti en 1S96 se ocupó de la leyenda del yaguareté abá o

(130) Valmiro Ayala Gauna, Cuentos Correntinos, Santa Fe, 1953, pá­
gina 75. . ■<
(131) Artículos, pág. 180.
(132) Berta Helena Vidal de Battini, en E l habla rural de Saw Luis,
sostiene que es voz portuguesa que significa 'ladrón’, ‘taimado’, y en San
Luis, 'hombre-tigre’. Los demás lexicógrafos son menos precisos que -la
señora de Battini y se refieren a un a'nimal fantástico, terrorífico (Garzón,
Malaret). Majaíet atribuye la supersticiosa creencia al Uruguay, sin res­
paldo que justifique su afirmación.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 75

tigre capiango, y afirma que es común en el norte de Córdoba,


Tucumán y Santiago del Estero (133).
E l general José María Paz refiere en sus Memorias que el
vulgo atribuía al general Quiroga un ejército de cuatrocientos
capiangos (134). Otro autor comenta así esa leyenda: “ Además el
jefe [Quiroga] dispone de unos hombres que se transfiguran en
tigres, auténticamente. Son los capiangos animales misteriosos
que nadie ha visto, pero que no permiten duda. El jefe los suelta
hombres, de noche, y al entrar al real enemigo son fieras” (135).
Por último, Leopoldo Lugones, en La guerra gaucha, men­
ciona esta leyenda en el siguiente pasaje: “ Por las noches, cuan­
do al amor del fogón contaba cuentos — la historia del niño que
salió a rodar tierras en un potrillo de siete colores, o la de los
hechiceros que se transformaban en tigres capiangos— cada cual
,_le reconocía rasgos de padre” (136).
/ jjj Carimbo. E s .la marca a fuego con que los negreros señala1
ban a los esclavos. La voz, con algunas variantes, se difundió por
América y aun por España; en el Perú circuló la forma carimba
y en Cuba calimba; la Academia Española incorporó a la 14a
edición del D'RAE las formas calimba (localizada en Cuba con el
significado de hierro para marcar el ganado) y carimba (locali­
zada en el Perú y con el sentido de hierro para marcar esclavos).
En la 15a edición del D R A E dio entrada a carimbo (localizado
en Bolivia, 'hierro para marcar las reses’) y calimbo, derivado
de calimba, con el sentido de 'calidad’, 'pelaje’, 'marca’ .
A ' excepción de Cuba y Bolivia, en donde la voz carimbo o
sus variantes experimentaron variaciones semánticas, en todos
los demás es anticuada. En el Río de la Plata ya no se usa la voz.
L a etimología no es clara; los lexicógrafos portugueses y

(133) Awales de la Sociedad. Científica Argentina, Buenos Aires, 1896,


tomo X LI, .págs. 321 a 334. Posteriormente :se incluyó el estudio sobre la
leyenda del yaguareté abá en Supersticiones y Leyendas, Santa Pe, 1953,
págs. 89 a 99.
(134) Memorias, La Plata, 1892, tomo d °, pág. 176.
(135) Víctor Arreguine, E l caballo moro de Quiroga, en la revista Caras
y Caretas, Buenos Aires, 26 de agosto de 1905 (cita de Garzón, Dicciona'-
rio Argentino, s. v. capicmtgo). y, -’
(136) La guerra gaucha, págs. 51 y 58.
JÓ b o l e t ín dl la real a c a d e m ia española

brasileños se inclinan a admitir que proviene del quimbundo ki-


rimbu 'señal’, 'sello’ (Raimundo, pág. 119), lo cual exige la trans­
formación del prefijo ki en ka, por influencia probable de karim-
bu, voz de la misma lengua que significa 'tumorcillo’ ; el proceso
sería semejante al que condujo de kisambu a cucamba 'balde’
(Raimundo, pág. 109).
En cambio, Corominas sostiene que kirimbu sería en quim­
bundo un portuguesismo; cree que carimbo proviene de gálibo o
gálibo, étimos dé calibre; esgrime en apoyo de su tesis la presen­
cia en La Pícara Justina (1605) del vocablo calimbo con el sen­
tido de 'calaña’. Semánticamente es dudosa tal procedencia. Tam-
poco está probado documentalmente que las variantes con l sean

S
j anteriores a las formas con r. A todo ello hay que agregar que la
Í estructura del vocablo y especialmente’ su desinencia -mbo son
netamente quimbundas. Nos inclinamos, en consecuencia, por el
origen afronegro de la voz, pero sin dejar de reconocer que el
problema etimológico no está aún resuelto definitivamente.
De carimbo y calimba se han formado los verbos carimbar y
calimbar, con el significado de 'marcar’.
En los inventarios de los esclavos de las estancias de Juan
Manuel de Rosas, levantados en 1825, aparecen, en un total de
treinta y tres esclavos, cuatro carimbados con distintas marcas
en la frente, carrillos, pecho o brazos (137).
A l constituirse el U ruguay en país independiente se aplicó
el nombre de carimbo para indicar el contramarcado con que el
gobierno uruguayo señaló la moneda de cobre portuguesa que co­
rría en el país, mientras no se la sustituyese por la nacional; he
aquí cómo se refiere al hecho el cronista Isidoro de M aría: “ Inter
se iba efectuando la operación, para que no faltase por completo el
cambio menor, se recurrió al marchamo o carimibo de los cobres,
asignándoseles la mitad del valor qué habían representado” (138).
La voz carimbo y sus variantes son de tardía aparición; en
el siglo x v i, a lá'operación de marcar a fuego a los esclavos se
la conocía con el mismo nombre que la del ganado: herrar.
En la quinta carta de relación de Hernán Cortés, éste refiere

(137) José Luis Lanuza. Marenada, pág. 101.


(138) Montevideo Antiguo, t. II, pág. 118.
V

AFRONEGRISMOS RIOPI^AT^NS^S 77

que “ les habían tomado ciertas mujeres y muchachos, los cuales


aquel bachiller Moreno había herrado por esclavos” (139).
Hacia ió i2 Ruy Díaz de Guzmán escribía que “ despachó
Domingo de Irala al capitán nuflo de chaues a la prouincia de
guayrá para que redujese los naturales de aquella tierra y re­
mediase la desorden que los Portugueses del Brasil tenían, entran­
do en los términos deste gouierno y asaltando ¡los pueblos de los
yndios naturales para los llevar pressos y Cautiuos al brazil, don­
de los vendían y berrauan por esclauos” (140).
Casan che. A l estudiar la voz camunda se vio que el poeta
uruguayo Francisco Acuña de Figueroa mencionaba, entre los
pueblos de raza negra que componían la población esclava de
Montevideo, a los casanches. Se trata de una tribu negra de A n ­
gola que se caracterizaba por la costumbre de limarse con exceso
los dientes delanteros, lo que tal vez influía en su defectuosa ma­
nera de hablar. De ahí que en el Brasil la expresión jalar cassari-
je = hablar casanche, signifique hablar mal (Raimundo, pá­
gina 110).
En el Río de la Plata, la voz casancke ya no se emplea.
CjjLJ/ Conga. Baile que estuvo de moda hacia el final de la segunda
guerra mundial. La Academia Española incorporó la voz a la 18a
edición del D R A E (1956) con la siguiente definición: “ Danza
popular de Cuba, de origen africano, que se ejecuta por grupos
colocados en fila doble y al compás de un tambor. Consta de tres
pasos seguidos de un sacudimiento de todo el cuerpo. 2) Música
con que se acompaña este baile.”
Hacia 1945, Malaret consignaba en su Diccionario de Ameri­
canismos que “ en las Antillas y Río de la Plata es cierto son mu­
sical afrocubano, cuya música está compuesta por tambores” .
La conga se difundió rápidamente por casi todo el mundo,
pero apenas alcanzó a estar de moda una década. No hay certeza
acerca de su existencia en Cuba antes del siglo x x , aunque sí la
hay respecto a su aparición en ese país sobre ritmos afronegros.
Tienen relación léxica con la conga los bailes llamados congo

(13,9) Hernán Cortés, Cartas de Relación de la Conquista de Méjico,


Madrid, 1922, 2.0, pág. 211.
(140) La Argentina, ed. Buenos Aires., 1945, libro III, cap. I I ; pá­
gina 167.
7'8 b o l e t ín de la real a c a d e m ia española

y cangada. El primero sé baila en Cuba, y Pichardo registró su


existencia hacia 1837, definiéndolo como “ baile entre dos, poco
decente, música monótona, ejecutada más frecuentemente en el
arpa y usada entre la gentualla del departamento Occiden­
tal” (141). En cuanto a la congada, como su nombre lo indica, es
danza de los negros congoleños en el B rasil; se trata de una danza
guerrera en que se efectúan combates simulados con espadas.
En el mismo Brasil se realizan festejos en que intervienen los
negros, que se denominan congos y congados (Mendonga, pági­
na 195 ; Raimundo, pág. 1212).
Fuera de su común origen afronegro, nada sabemos acerca de
- J-as vinculaciones que puedan existir entre esas danzas.
Concro. Viene de la voz congoleña kongu 'viejo’ y es el gen­
tilicio preferido por los negros para designar a los oriundos de
esa región africana, que fueron muy muchos en el antiguo Mon­
tevideo.
Todavía hoy, en das fiestas carnavalescas, desfilan en Monte­
video comparsas tituladas de negros congos, que evocan las an­
tigu as agrupaciones de ese pueblo.
Curimba. Apodo que se aplica a los negros en el Uruguay,
según se desprende de los siguientes ejemplos.
E l Dr. Roberto Bouton afirma en la Vida rural en el Uru­
guay: “ Muyinga, muleque, curimba, catinga, tisnao, tizón. Nom­
bres que se dan a los negros” (142).
Guarnieri precisa algo más en su Vocabulario: “ Negro, es­
pecialmente negro chico. Nombre que también dan a los policías
y soldados, a quienes llaman curimbas. Es posible que sea un
africanismo.”
Por último, Vicente Rossi cree que deriva de mandinga, y es­
cribe: “ En Montevideo el pueblo ha aprovechado la consonan­
cia para apodar cariñosamente a sus negros: Munyinga, Misirin-
dinga, Curimba, etc.” (143).
*

Por su estructura y significado, curimba es voz afronegra, pero

(141) Esteban Pichardo, Diccionario provincial casi razonado de vozes


y frases cubanas, Habana, 1875 (4a edición), s. y. congo.
(142) Ob. «¿.^-Montevideo, 1961, pág. 56.
(143) Cosas de negros, pág. 224.
AFRONEGRISMOS RIOPLAT£NSES 79

respecto a su etimología existen dudas acerca de si constituye


una variante de carimbo.
\ Z 4) Fulo, la. E l nombre de fula o fulbe se aplica a un pueblo que
ocupa toda la región del África del Norte que va desde el alto
Níger alSenegal; son gente de color bronceado o aceitunado, que
recuerda al de los javaneses; étnicamente no son negros (144).
Debido a esta, última característica se aplica el nombre de' fulo
en el Plata — y también en el B r a s il— a los que palidecen por
efecto de la ira que-los embarga.
Tobías Garzón y Lisandro Segovia registran esta voz entre
los argentinismos, pero son más los lexicógrafos que la con­
sideran portuguesismo o brasileñismo.
Por falta de pruebas es difícil decidir si la voz llegó al Plata
desde el Brasil, caso en el cual sería un afrobrasileñismo, o direc­
tamente del África.
Malaret le asigna las tres acepciones siguientes: “ Panamá!
Rubio. (En el Brasil di cese del negro y del mulato). 2) Argent.
En lunfardo, triste, feo, malo. 3) Rabioso, pálido de ira (Fulo de
raiva, dicen en portugués). Deriv. fulería: desdicha, miserias.”
E l derivado fulería permite reconocer que Malaret confundió
en la segunda acepción fulo con fulo = fulero, palabras lunfar­
das, lo que ha dado motivo a que ciertos autores no bien docu­
mentados incluyan a fulo entre las voces lunfardas (145).
Con el significado etimológico de 'pálido’, 'atónito’, emplea­
ron la voz los poetas gauchescos Estanislao del Campo: “ Dio
en el suelo una patada, / una paré se partió, / Y el dotor, fulo,
miró / A su prenda idolatrada” (Fausto, versos 857-860), y Asca-
subi, Paulino Lucero, página 411, Polonia Collazo, página 14.
Eleuterio F. Tiscornia, de quien tomamos los ejemplos que
anteceden, agrega: “ H oy fulo significa más bien rabioso, eno­
jado” (146), aun cuando ya aparece con este sentido en el si-

(144) Arthur Ramos, ob. cit., pág. 340, Cf. J. Raimundo, ob. cit., pá­
gina 30.
(145) Nos referimos a Gobello, quien incluye a fulo entre las voces lun­
fardas (L<imfardía, pág. 69; Breve Diccionario Lunfardo, en colaboración
con Luciano Payet, s. v. fulo). Gasullo ha corregido el error, y en su D ic­
cionario de Voces Lunfardas y Vulgares registra la voz fiálo entre las voces
vulgares.
8o b o l e t ín de la r e a l a c a d e m ia española

guíente pasaje del Fausto, de Estanislao del Campo: “ ¿Diaónde


este lujo sacásf / L a vieja* fula, decía” (versos 809-810).
húbolo. Nombre de una tribu negra de Angola, de lengua
■"""quimbunda. Se trata de uno de dos escasos gentilicios negros aún
usados en Montevideo, debido a la circunstancia de que a las
comparsas carnavalescas de negros, cualesquiera que sea su pro­
cedencia, se les llama indistintamente de lubolos.
Según Vicente Rossi la primera agrupación de blancos disfra­
zados de negros apareció en Montevideo en el carnaval de 1874
bajo el título de “ Negros Lubolos” , y a ella se debió la adopción
.del nombre en una y otra margen del Plata (147).
Macota. Esta voz no forma parte del repertorio léxico del
D R A E y sólo la registran los diccionarios de Sagovia y Ma-
laret.
Según Segovia significa “ caudillo, hombre de valer y presti­
gio en una localidad” , a lo cual agrega: “ Este término brasilero
lo he oído muchas veces en Corrientes.” E l Dr. Bouton reproduce
casi textualmente la definición de Segovia (148).
Por su parte, Malaret localiza el vocablo en el Uruguay y
afirma que entre campesinos designa a la gente de la ciudad. Este
artículo de Malaret adolece de dos errores consistentes en que ni
la voz es exclusiva del Uruguay ni el significado que le atribuye
es el verdadero. Ahora bien, es fácil equivocarse cuando los in­
formes con que se cuenta son incompletos, y se intenta extraer la
definición de una palabra deduciéndola de un ejemplo poco claro.
Los errores de Malaret configuran que se trata de una voz des­
usada y cuyo significado es hoy poco conocido, incluso de los
especialistas.
La voz presenta una variante, macote, usada en Catamarca
(Villafuerte), Salta (J. Vicente Solá) y Bolivia (Malaret) con el
significado de 'grande’. Ciro Bayo es el único lexicógrafo que
al referirse a macote le adjudica origen africano (“ palabra impor­
tada en el Río de'la Plata por los esclavos africanos” ).

.(146) Los poetas, gauchescos, Hidalga, Asccmobi, Del Campo, Buenos


Aires, 1945, pág. 302, s. v. fulo.
(147) Cosas de Negros, págs. 106 a 1x2.
(148) Roberto Bouton, La vida rural en el Uruguay, Montevideo, 1961,
pág. 48.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 8l

Proviene, en efecto, del quimbundo ma, prefijo plural de


cuarta clase, y cota> que significa 'mayor’. Entre los negros es­
clavos designó el mayoral, persona de prestigio e influencia.
En el Brasil se emplea con su significado etimológico, si bien
la palabra ha experimentado la consiguiente evolución semán­
tica y significa también 'hábil5; en los estados brasileños de Mi­
nas y San Pablo designa lo que es grande en tamaño; y en Río
Grande del Sur 'grande5, 'poderoso5, 'generoso5; los riogran-
denses indican con .esta palabra la superioridad en la suerte, en la
belleza, en el tamaño, etc.: “ Suerte macota” , “ tropa macota” ,
“ mujer macota” (149).
Con el sentido riograndense de 'grande5, 'importante5, empleó,
la voz Antonio D. Lussich en E l matrero Luciano Santos, hacia
el año 1873: “ ¡ Y a me atajó! viejo cumpa j Luego se pondrá las
botas / Cuando oiga cosas macotas. / Pero aura no me interrum­
pa” (150).
Con su sentido etimológico la emplea otro poeta uruguayo en
la composición campera titulada E l pañuelo color mordoré; dice
así don Benjamín Fernández y Medina: “ También su lengua
era / ladina y decidora J Cuando a Miguel veía, / Miguel, indio
macota, / campero como él solo / Y de fama notoria / Como
cantor de décimas, / Bailarín de polkas” (151).
Por último, otro poeta gauchesco, E l Viejo Pancho, seudónimo
de José A. Trelles, emplea la palabra en el siguiente pasaje: “ Bien
sabe él que uno de botas / No está bien entre macotas / N i en una
r fiesta campera55 (152).
iZ-'t) Malungo. Esta voz no la registra ningún lexicógrafo riopla-
tense. Aparece en el Diccionario de Americanismos de Malaret,
localizada en Puerto Rico y con significados distintos de los que
tiene en el Brasil' y tuvo en el Plata, donde hoy es voz obsole­
ta (153). Mendonca y Raimundo coinciden en que malungo sig-

(149) Para la etimología consúltese a Raimundo y Mendonca, obras


citadas, y para la semántica del vocablo recúrrase a Roque Callage, Voca­
bulario Gaucho, Porto Alegre, 1926. £
(150) Versos 2.894-2.897. -
(.151) Benjamín Fernández y ¡Medina, Poesías camperas y serranas,
Montevideo, 1912, pág. 74.
(152) Paja Brava, Montevideo, 1.915, ed. 1926, pág. 21.
(153) Según, Malaret (Diccionario de Americanismos), en Puerto Rico
o

82 BOLETÍN d e l a r e a l a c a d e m i a e s p a ñ o l a

niñea 'compañero’, 'camarada’, y en que es término congoleño.


Respecto a la etimología, Raimundo expresa que los negros lla­
maban malungos a los compañeros de viaje en los barcos ne­
greros, generalizándose después, en el Brasil, el epíteto que pro­
viene del locativo m’alungii, contracción de mu’alungu 'en el bar­
co’, 'én el navio’.
Existe constancia del empleo de la palabra en Montevideo ha­
cia 1834, pues aparece en los versos del tantas veces citado Can­
to patriótico de los negros, de Acuña de Figueroa: “ Y Malungo
y su nenglita, / Como buena quilitiana, / Que si casa y que si
clía, / Y golosán nueto sijo / La libetá bien tendila” (154).
J®} Mandinga. Nombre de los negros pertenecientes al que fue
poderoso reino situado al oeste del Sudán; los mandingas se ca­
racterizaron por su índole guerrera y fueron el azote de los pue­
blos vecinos, con los que abastecían el mercado de esclavos (155).
Se ha señalado el empleo de esta voz por ingenios españoles
del siglo x v i (156), lo cual descarta que esta palabra fuera in­
troducida en el Plata por los negros esclavos.
Con el significado etimológico se usa el vocablo en las Anti-

"malungo se dice del gallo o gallina grande. P:or extensión se aplica a per­
sonas gordas”.
(154) E l Parnaso O rien ta lt. I, pág. 232; los versos transcritos, pues­
tos en claro, dicen : “Y Malungo y su negrita, / como buenos cristianos /
que se casan y procrean, / gozarán nuestros hijos / la libertad bian enten­
dida”.
(155) Arthur Ramos, ob. cit., págs. 276-280. Cf. V. Rossi, Cosas de
Negros, págs. 222-224.
(156) Calcarlo (E l Castellano en Venezuela, párrafo 854, pág. 406)
muestra que Gil Polo usó la voz en una de sus silvas. Corominas, •ob. cit.,
señala su presencia en Bartolomé del Alcázar, en el último tercio del siglo
xvi, cita que constituye ía primera documentación de la palabra, a juicio" de
él. Eleuterio F. Tiscornia menciona el uso de mandinga en el Romancero
General y en Hurtado de Mendoza, Consejos de D. Diego, verso 17. Pro­
porciona además datos acerca del empleo de este vocablo por los escritores
gauchescos: Lussich, Tres gauchos, II, 355; Acevedo Díaz, Nativa, capí­
tulo IV , X I X ; Lángara, Los gauchos, págs. 44-81; Viana, Gurí, capítulo
X II; Reyles, Florido, cap. I V ; Gjüiraldes, Segwüdo Sombra, caps. X II y
X X I ; Lynch, Rommce, caps. X II y b ; Polonia Collazo, pág. 39 (Poetas
gauchescos, pág. 269, nota 3311). No nos hemos detenido a verificar estas
citas.
AFRONEGRISMOS RIOPI^ATENSES 83

lias, Colombia, el Ecuador y d Perú (en ios dos últimos países


es popular el dicho “ quien no tiene de inga, tiene mandinga” ,
con el que se da a entender que, en esas partes, quien no tiene
sangre india, tiene sangre negra) (157); pero el significado más
corriente de la voz en América es el de 'diablo’, derivado del ca­
rácter díscolo, rebelde, de los negros mandingas. En la Argentina
y el Uruguay circula la voz con la acepción de 'muchacho travie­
so’. E l vocablo, con sus distintas acepciones, fue incorporado en
1925 a la 15a edición del D R A E.
A continuación se insertan algunos ejemplos del uso de la voz
en el Plata, antes de que recibiera el beneplácito de la Academia
Española.
— '“ ¿Cómo se dejó engañar? / — Mandinga es capaz de dar /
Diez vueltas a medio mundo” (Estanislao del Campo, Fausto,
Buenos Aires, 1866, versos 330332).
— “ ¡Eso no puede ser cierto! / ¿ Cómo ha de volver un muer-,
to?... ./ Si compriendo que reviente; / ¿Tendrá a Mandinga esa
gente?” (Antonio D. Lussich, E l matrero Luciano Santos, en
Los tres gauchos orientales, Montevideo, 1873, ed. de 1937, pá­
gina 143).
— “ E l yuyo jue úna boquita / En la que Mandinga puso /
Miel de camoatí en los besos” (El V iejo Pancho, Daño, en Paja
Brava, Montevideo, 1926, pág. 29).
— “ Había criado a un pardito como hijo. Lo reprendió por no
sé qué diablura y el mandinga abrió las alas y se fue” (Yaman-
dú Rodríguez, E l Agradecido, en Cansancio, Cuentos Criollos,
uenos Aires, 1928, pág. 33).
Marimba„ Instrumento musical de percusión usado antigua-
mente por los negros en el Río de la Plata.
Proviene de la lengua quimbunda, en la que es voz Compues­
ta del prefijo ma y rimba 'tambor’ (Mendonca).
Según Vicente Rossi, el instrumento se componía de dos ca­
labazas largas y angostas, colocadas paralelamente a unos veinte
centímetros, sobre las cuales ataban tablitas de madera de escaso
espesor, que formaban una escalerilla; al golpear con un palillo
las tablitas se obtenían sonidos sordos y secos (158).

(157) Humberto Toscano Mateus, E l Español en el Ecuador, pág. 413.


(158) Cosas de Negros, pág. 243. Tobías Garzón y Lisandro Segovia
84 b o l e t ín de la real a c a d e m ia española

En las Antillas, en vez de las calabazas, se utilizó un cajoncito;


al perfeccionarse este instrumento, se obtuvo una especie de tím­
pano de sonidos muy agradables. En el Río de la Plata, la ma­
rimba no pasó del primer estado, por lo cual al piano de las ma­
las voces se le denomina marimba, según recuerda Segovia.
L a marimba desapareció junto con los candombes y sólo
pervive documentalmente su recuerdo. Vicente Fidel López re­
fiere en su Autobiografía que, siendo estudiante, un condiscípulo
llevó a clase varios paquetes de agujas gruesas, de las que usan
los sastres: las clavaron en el cajón interior de los pupitres y las
hicieron vibrar con una llave o un cortaplumas. El. profesor, es­
candalizado, exclamó: “ ¡ Han traído wmrimbm de negros a la
clase!” (159).
E n 1834, el poeta Acuña de Figueroa recuerda, en el Canto
patriótico de los negros, la presencia de marimbas en el Montevi­
deo de entonces: “ Cantemo nese batuque / Con tambóle y con
malinga” , lo que puesto en claro significa: “ Cantemos en ese ba­
tuque / Con tambor y con marimba” (160). . .
Hacia finales del siglo x ix , Isidoro dé María, al evocar las
fiestas del Montevideo de antaño, escribía: “ Si la raza blanca
bailaba al compás del arpa, del piano, del violín, de la guitarra o de
la música de viento, ¿por qué la africana no había de poder ha­
cerlo también al son del tamboril y de la marimba? (161).
Desapareció el instrumento, pero subsistió la palabra con el
significado de 'castigo riguroso’, 'flagelación o paliza’ (Garzón,
Segovia, Malaret).
A sí emplea la voz el folletinista Eduardo Gutiérrez en Hor­
miga negra: “ Parece increíble, dijo, que en todo San Nicolás
no haya habido un hombre que le sacudiera una marimba de
palos” (162).

describen, en sus respectivos diccionarios, la! marimba, pero prescindimos


de su información porque el primero manifiesta serle desconocida esta acep­
ción del vocablo y el segundo porque declara, muy campante, no haber visto
el instrumento.
(159) José Luis Lanuza, Esteban Echeverría y sus amigos, Buenos Aires,
1951, pág. 61.
(160) E l Parnaso Oriental, t. I, pág. 230.
(161) Montevideo Antiguo, t. I, pág. 279.
(162) Cita de'José Gobello, en Limfardía, pág. 100.
AFRONEGRISMOS RIOPEATENSES 85

José Gobello se inclinó a considerar la voz marimba, con


su último significado, como propia de la jerga' arrabalera y la
incluyó en Lunfardía, sin otras aclaraciones; posteriormente no
la registró en el Breve Diccionario Lunfardo (Buenos Aires,
I 959)> escrito en colaboración con Luciano Payet. Tampoco Fer­
nando Hugo Casullo considera que marimba sea voz lunfarda,
sino vulgar (163), lo cual requiere una aclaración, pues general­
mente se entiende por lengua vulgar la del vulgo inculto', en tanto
^que marimba pertenece a la lengua de uso o coloquial (164).
,ó p ) Maxixa o machicha. Esta voz, no registrada por los diccio­
narios rioplatenses, designa una danza de negros y su música,
muy populares en el Brasil. La danza, la música y la palabra
mackicha fueron introducidas en este siglo en el Río de la Plata.
Según Vicente Rossi, “ la maxixa, de fama mundial, que en
el Plata pronunciamos nrachicha, es el tango brasilero creación
del negro” (165).
Rimundo y Mendonga coinciden en que maxixe proviene
de ila voz quimbunda maxixi, plural de rixixi (Mendonca escribe
maxixe y rixixe), que corresponde originariamente a la cucur-
bitácea Cucumus anguria y su fruto. Para Raimundo el nombre
de la danza se debe al hecho de que las parejas se mueven muy
juntas, confundiéndose como las ramas de la planta. Nos parece
. .poco convincente este étimo.
¿A) Mazagaya. L a masa-gaya es una maraca africana, o sea un
“ instrumento de hojalata lleno de piedras que suena imitando
el ruido del cedazo” (Malaret). La grafía de este instrumento es
indecisa: Vicente Rossi escribe masacalla; Malaret, 'masacaya;
Isidoro de María, masacalla; Benjamín Fernández y Medina y
el doctor Bouton se inclinan por la variante que hemos preferi­
do : masa-gaya: En cambio, ciertos escritores, no sabiendo por cuál
forma optar, han utilizado tres variantes distintas en la misma
obra (166).

(163) Fernando Hugo Casullo, ob. cit., s. v. marimba, pág. 140.


■(164) Véase F. Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos,
pág. 329, s. v. uso.
(165) Cosas de Negros, pág. 213,
(166) José Luis Lanuza, en M'premda, escribe masacaya en la pági­
na 109, masacalla en la pág. 192 y masacalla en la pág. 194.
86 b o l e t ín de la r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

Este nombre es exclusivo del Río de la Plata, pues para de­


signar el mismo instrumento se emplean en el Brasil las voces
xequeré y xaque-xaque (Mendonca).
Respecto a la etimología, nos parece verosímil que provenga
de la voz zagaya, registrada como anticuada en el D R A E , y que
ha dado origen a azagaya 'dardo o venablo corto’ (cuyo étimo,
según la Academia Española, es el berberisco az-zagaya = el
venablo). Es posible que la voz zagaya no sea bereber, sino prés­
tamo- de alguna lengua afronegra, caso en el cual mazagaya cons­
tituiría un auténtico afronegrismo; pero también cabe la posi­
bilidad del origen bereber de zagaya, y entonces tendríamos una
voz híbrida por la presencia del prefijo bantu ma. Si bien Ma­
laret localiza la voz en la Argentina, conviene advertir que ya
no se usan ni el instrumento, ni la palabra; en cambio, en el
Uruguay sigue utilizándose el instrumento, no musicalmente,
pero sí como auxiliar en las tareas campestres para ayudar a me­
ter en los bretes a las ovejas mañeras que, al ruido de las piedras
en la lata, disparan (167).
Disponemos de los testimonios siguientes acerca de su empleo
en el Uruguay a fines del siglo x ix .
Benjamín Fernández y Medina, en el glosario que acompaña
a su obra Cuentos del Pago, editada en 1893, proporciona la si­
guiente información: “ Mazagaya. Instrumento de lata pequeño,
que, lleno de piedras, suena imitando el ruido del cernidor. Es el
mbaracá de los indios guaraníes” . Esta definición de Fernández
y Medina fue utilizada por Bouton y Malaret.
Isidoro de María, en Montevideo Antiguo, recuerda: “ todos
los de Angola hacían allí su rueda, y al son de la tambora, del
tamboril, de la marimba en el mate o porongo, del mazacalla y
de los palillos, se entregaban contentos al candombe” (t. I, pá­
gina 279).
Vicente Rossi fue el único que se refirió al origen africano
de la palabra y del instrumento, que describió tal como era an­
tiguamente: “ l e rnasacalla es el-instrumento que la selva ha dado
ya listo para usar; no hay más que desprenderlo del tronco ma­
terno y sacudirlo. E s una calabaza o mate de los que usan nues-

(167) Roberto Bouton, ob. cit., pág. 147.


AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES

tros muchachos como flotadores para aprender a nadar. Esos


mates encierran semillas sueltas y sacudiéndolos producen un
“ chas-chas” que alternaba bien con los tamboriles. Si el mate era
de la variedad sin semillas, lo perforaban por el mango y le in­
troducían piedritas. El vocablo masacalla es africano y lo con-
. servaron en toda América con raras variaciones” (168). Lp trans­
crito es verdad, menos que el vocablo se haya conservado en toda
América, pues fuera del Río de la Plata es desconocido.
tJ S j) Menguengue. Voz procedente del quimbundo ngenge 'inútil' y
el prefijo ma, con transformación ulterior de manguengue por
asimilación regresiva. E n el Brasil no se conoce menguengue,
pero en cambio se utiliza nambebe, con el significado de 'poquí­
simo valor’, y voces compuestas en que entra la componente
nguengue, como en caxirenguengue (Raimundo, págs. 121 y 139).
Se empleó con su sentido etimológico para referirse a los
niños de pecho, que no pueden valerse por sí mismos. Actualmen­
te no se usa.
El vocablo aparece registrado únicamente en Buenos Aires,
en la canción de una comparsa de negros denominada Los Negros
Azúcares, que actuó en el carnaval porteño de 1876; el trozo que
nos interesa es el siguiente: “ ¡A y ! si Flan cisca muere, / ¡Pobre
menguengue j Se va a querá / Sin tené teta golda / de la mo­
rena / Para chupa!” (169). La canción se titula E l Menguengue,
y José Luis Lanuza, al darla a conocer, aclaró que la voz men­
guengue significa 'pequeño’.
Con arreglo a los datos disponibles hay que considerar este
pcablo como afroargentinismo obsoleto.
v 3) Milg^ga. Es voz quimbunda, plural de mulonga, que signi­
fica palabra. Se usa en el Brasil con los significados de 'palabre­
río’ y 'enredo’ (Raimundo, s. v. mironga, pág. 143; Mendonca,
pág. 218).
Con el significado de 'desbarajuste’ o 'enredo’ la usa Her­
nández en Martín Fierro: “ Y o he-visto en esa milonga / Muchos
jefes con estancia” (170).

(168) Cosas de negros, pág, 243.


(169) Lanuza, Marenada, pág. 189.
(170) Martín Fierro, verso 817^
88 BOI/FTÍN de; I,A REAL, a c a d e m ia Es p a ñ o l a

Su etimología queda bien establecida en los .primeros lexico­


nes que registran la palabra: Diccionario de Vocábidos Brazi-
leiros, de Beaurepaire-Rohan, y Vocabulario Rioplatense Razo­
nado, de Daniel Granada, ambos editados en 1889.
A l llegar al Río de la Plata, el vocablo evolucionó semántica­
mente y pasó a designar una “ tonada muy sencilla y monótona”
(así define la voz Daniel Granada); con estas mismas palabras,
pero localizada en la Argentina, la incluyó, precedida de cor­
chete, la Academia Española en el D R A E M anual; más tarde, en
1956, incorpora la voz a la 18a edición del D R A E con la siguien­
te definición: “ Tonada popular del Río de la Plata que se canta
al son de la guitarra y danza que se ejecuta con este son.” Tam­
bién dio entrada al derivado milonguero (171).
El musicólogo Carlos Vega piensa que se trata de un des­
cendiente de la danza de negros brasileños llamada lundú u
ondú (172), en tanto que Vicente Rossi, menos dubitativo que
aquél, se pronuncia por el origen afrobrasileño de la milonga (173).
En el Río de la Plata fue inicialmente una reunión del subur­
bio en que se bailaba y se improvisaban cantos en cuartetas octo­
sílabas. El ambiente en que sé desarrollaban esas reuniones se­
mejaba al de un burdel con baile (174); así lo entendió José Her­
nández en la siguiente estrofa de Martín Fierro: ''Supe una vez
por desgracia / Que había un baile por allí / Y medio desespe-
rao / A ver la milonga fui” (175).
El siguiente paso en la evolución semántica fue denominar
milongas a las mujeres fáciles. Ildefonso Pereda Valdés y Guar­
nieri registran esta acepción, inexplicablemente ausente de los vo­
cabularios lunfardos de Casullo y Gobellc-Payet (17Ó).

(171) El Diccionario V O ;X proporciona una definición m.uy acertada


de milonga: “Baile popular que se canta en versos octosílabos y *se acompa—
ña monótonamente a la guitarra en compás de dos por cuatro” . En cambio,
yerra al localizar d vocablo únicamente en la Argentina y Bolivia, pero no
en el Uruguay,
(172) Carlos Vega, Pcmorama de la Música Popular Argentina, Buenos
Aires, 1944, pág. 228.
(173) Casas de negros, págs. 1x3-128.
(174) V. Rossi, ob. cit., eodem loco.
(175) Martín Fierro, versos 1.139-1.142.
(176) Ildefonso Péreda Valdés, E l negro riopiateme, pág. 76. José
AFRONEGRISMOS RIOPLAT^NSES 89

Los siguientes ejemplos documentan el uso del vocablo en


Montevideo a fines dél siglo pasado.
— Antonio D. Lussich, en E l matrero Luciano Santos, emplea
varias veces la palabra milonga con el sentido figurado de dan­
za: “ Y no creyendo sigura / La milonga comenzada, / Jué a ,
comprar otra parada... / luyendo a la sepoltora.” • /
— -“ La otra guasquió la pata / Sin meterse en tal milonga, /
Diciendo: que Dios disponga, / Que yo me he librao agota” (177).
— 'Sansón Carrasco también usa la voz en su artículo MI P a ­
tio, é e E l Nacional, escrito en 1882: “ Tras de él está el Conejo, de
nombre y ,de cara, con los ojos vivos y redondos, los labios abulta- í
dos y salientes, gran tocador de polkas y milongas, que ejecuta
con una de esas flautas de lata ” (178).
La voz sigue usándose con su sentido recto de música y baile:
— :“ Se creiban que la vida era una milonga de tocarse con un \
dedo” (Benito Lynch, E l romcmce de un gaucho, Buenos Aires,'
1933, cap. LI). I
— “ Por la noche, mientras se jugaba al truco en la pulpería
y el galpón de las esquilas, se bailaba en la casa de los mayordo­
mos, los capataces y los ranchos... Polcas con relación, mazurcas, l
valses vertiginosos, milongas querendonas y, de largo en largo, \
un nacional” (Carlos Reyles, E l gaucho florido-, cap. V I, pági- \
,naoj).
i 34 } ty Mucama. Aunque el D R A E , desde 1899, localiza en toda
América esta palabra, en realidad no tiene uso fuera del Brasil,
el Uruguay, la Argentina y Chile.
En portugués aparece en 1813, en el Diccionario de Moraes, .
con la siguiente definición: “ escrava que acompanha a cadeira
da senhora, em que sai a rúa, no Brasil e Africa portuguesa” .
Respecto a la etimología, Corominas declara que le falta com­
petencia para decidir si viene del tupí-guaraní poro mocambu-
hara 'ama de leche’, como quieren Beaurepaire-Rohan y Lenz;

Gobello, en Lun'fatrdícn, se refiere solamente a milonga en la acepción de


'enredó’ (pág. 81).
(177)- Lussich, E l Matrero Luciano Scait-os, versos 1.247-1.250 y 3.732-
3 -735» págs. 177 y 271 de la éd. de 1937
(178) Artículos, pág. 198.
90 b o l e t ín de la r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

o si es africano, como pretenden Granada, Mendonca y Friederici.


Aduce Corominas que el empleo actual en quimbundo de mucama
no es prueba suficiente, pues en tiempos de Moraes se empleaba
ya en el portugués colonial del África, adonde tal vez llegó des­
de el Brasil y pudo transmitirse luego a esa lengua africana. En
pro dél origen guaraní no hay argumentos, ni pruebas históricas,
ni lingüísticas. En favor del origen africano, cuentan las circuns­
tancias de que las mucamas fueron, primero, negras esclavas y
además la existencia de voces africanas similares como mucambo.
Termina, no obstante, Corominas por reconocer que todo eso no
es decisivo.
Si bien Renato Mendonga mostró que en Angola se emplea
el término mukama para designar a la esclava concubina de su
señor y que mu es prefijo de los nombres de cosas animadas e
inanimadas, no pudo indicar cuál es el significado de kama, li­
mitándose a decir que es radical bantu y que en cafre — lengua
distinta del quimbundo— ■existe el verbo kama con el significado
de 'ordeñar’. Tiene razón Corominas en que las explicaciones de
Mendonca respecto al origen africano de mucama no son convin­
centes.
Tampoco contribuye a clarar el enigma la 'existencia en el
Brasil de. las formas camba, mucamba y mumbanda (véase Men-
domga), que significan lo mismo que mucama.
Y a en 1933, Jacques Raimundo había dejado resuelto el pro­
blema al mostrar que el étimo de mucama es mu-huma, que sig­
nifica en quimbundo al lado de, pues designaba la esclava que
acompañaba e iba “ al lado de” la señora cuando ésta salía a la
calle. De mu-kuma se originó macuma, hoy anticuado, y de
ésta, por metátesis, mucama (Raimundo, pág. 138, macuma).
Esta evolución de la palabra se realizó totalmente en el Brasil;
de allí llegó al Plata, donde sólo se conoció la forma final mucama.
La voz es, pues, un afrobrasileñismo.
Respecto a la evolución semántica, señala muy certeramente
Daniel Granada que en un principio designó a las jóvenes de raza
africana que servían a la señora y señoritas de la casa; después
se llamó, en general, mucamas a las sirvientas de una casa, con
excepción de la cocinera; por último, se aplicó a los criados el
nombre de mucamos.
AFRONEGRISMOS RIOPLATFNSES 91

A fines del siglo pasado era vocablo muy usado tanto en Mon­
tevideo como en Buenos Aires.
— “ Venían por fin los saludos, que, por lo general, iban ro­
ciados de algún j arrazo especial, combinado con la mucama,
estratégicamente colocada para no errar el golpe’ ’ (Sansón Ca­
rrasco, Los carnavales, en Artículos, Montevideo, 1953, pá­
gina 277).
— '“ Las muchachas, después de regaños y rezongos mil con
la mamá, con la mucama y con la modista durante cuatro horas,
se presentan en el recibo a eso de las doce de la noche” (Santia­
go Calzadilla, Las beldades de mi tiempo, Buenos Aires, 1891,
ed; 1944, pág. 95)-
¡u£,„Se trata de una voz de claro origen africano; exis­
te, en efecto, en quimbundo la palabra muleke, que significa 'niño
o mozo de servicio’ ; en América el vocablo tuvo amplia difusión
para designar, tanto en Cuba como en el Río de la Plata, al ne­
grito; En el Brasil se dijo moleqúe y todavía subsiste^ en tanto
que en el Río de la Plata tiene poco uso (179).
En el Uruguay, el topónimo Los Muleques, que designa un
arrecife de piedras de una de las isletas — López del Este— del
grupo situado frente al puerto de la Colonia, recuerda el abun­
dante uso de esta voz en otro tiempo.
La Academia Española incorporó el término al D R A E en
1869, localizándolo en Cuba. Granada documentó su uso en Tü-
cumán en 1631. Sin embargo, la Revista de Buenos Aires ya ha­
bía publicado en el año 1866 la relación de los bienes de Hernan-
darias, efectuada en 1619, y en ella figuran varios muleques de
siete y seis años (180).
Acerca de su empleo en el Río de la Plata informan los si­
guientes pasajes:
— “ Brillaba el sol de las diez, puro y radiante, cuando Perico
clavó el primer asador a la sombra del ornbú, gritando a un mu­
lato de cabellera crespa, negra y" espesa como un matorral, que
revolvía en sus manos un sobre-costillar jugoso y caliente: — ¡Eh

(179) Ningún lexicógrafo rioplatense, con excepción de Granada y


Segovia, registra la voz, tal vez por tratarse de una palabra incluida en
el D R A E . '
(180) Revista cle Bwen-os Aires, Buenos Aires, 1866, t. X , pág. 449.
92 b o l e t ín de l a r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

muleque! ¿Trujiste el pan bazo? Mové esas tablas, mule-


que” (181).
— “ Alférez, ¿usted sabe si el general se acuerda de mi tata?
No obtiene respuesta. Algunos guerreros sueltan la carcajada.
— Y o maliceo que no, muleque... le dice Eleutério. — ¡Pos claro
j u e era tu tata como pa acordarse !” (182).
(Sjg) Musinga, muchincfa, munyinaa v muvinqa. Se trata de distintas
variantes de la voz quimbunda muxinga 'disciplina’, 'soba’, 'zu­
rra’,-que bajo la grafía original se sigue usando.en el Brasil para
significar 'tunda, azotaina’ (183). En el Uruguay, la empleó con
el mismo significado el poeta’ Acuña de Figueroa en el repetidas
veces citado Canto patriótico de los negros, bajo, la forma mu-
singa, en la estrofa que hemos reproducido al tratar la voz capian-
go; la grafía musinga no prosperó ni tampoco perduró su sig­
nificado etimológico, que desapareció al adquirir marimba el sen­
tido de 'zurra, tunda’ . Paralelamente al cambio de sentido, la voz
se transformó en muchinga (Guarnieri), muyinga (Bouton) y
munyinga (Rossi) (184), desplanzando a muleque y adquiriendo el
significado de 'negrito’ o 'negrita’.
Insertamos dos ej emplos de esta última acepción:
— “ ¿Sos de por aquí, negrillo? — -Zi, señor oficial. Y o soy
azmín. — Lo conozco, alférez — apoya Tiburcio— . Este munyin-

(181) Eduardo Acevedo Díaz, Ismael, Montevideo, 1930, pág. 169.


(182) Yamatidú Rodríguez, Jazmín, en Camando, pág. 65.
(183) Raimundo, ob. cit., pág. 146, s. v, mMxiwga. Mendonca, ob. cit. ,
pág. 226, s. v. mu.vmiga.
(184) Hemos omitido consignar la forma mmchinga, empleada en el
Vocdbulario del Habla Común Umgwayc\ (Montevideo, 1958) por el pro­
fesor Adolfo Berro García, en razón de que esa grafía es propia de otros
idiomas (como el alemán), pero no del nuestro. Por las mismas razones
hemos prescindido de la forma nnvshingo, empleada en Oatamarca-, según
Carlos Villafuerte (Voc.es y Costumbres de Catamarca, Buenos Aires, I 95L
t. II, pág. X19), por-ser más propia del inglés que del español. Tampoco
hemos tenido en- cuenta las acepciones que no tienen relación aparente con
la voz estudiada, como nncchingo, que significa 'gato’ en Salta (José Vicente
Solá, Diccionario de reg-iomlismas de Salta, Buenos Aires, 1947, s. v.
muchingo).
Los ejemplos de muyinga, proporcionados por el doctor Bouton y los de
mnmyinga, de Rossi,' son los mismos que se transcribieron en ía voz carim­
ba, por lo cual >no hemos vuelto a reproducirlos.

t
AFRONEGRISMOS RIOPLATFNSFS 93

ga vive en esa tapera” (Yamandú Rodríguez, Jazmín, en Cansan­


cio, pág. 65).
— “ ¿Tratá de no dejármele ni un cañuto a ese bicho, muyin-
ga!, agrega doña Cirila” (Serafín J. García, Burbujas, 1928, pá­
gina 70).
PXjh} Ondú,_En el Brasil se denomina lundú una danza de negros
africanos, especie de batuque, en que las danzantes se mueven
con bastante desenvoltura.
Se le atribuye origen congoleño o quimbundo y proviene, se­
gún Raimundo, de la forma nasalizada lundum, aunque no está
del todo clara su etimología. Según Mendonga era una fiesta cam­
pestre que seguía a la cosecha, y proviene del cafre. También se
llama lundú a la música que acompaña a la danza.
El musicólogo argentino Carlos Vega identificó el lundú con
el ondú; “ desde fines del siglo x v m hasta 1850 — afirma— Río
de Janeiro envía, su ondú o lundú a gran parte de América, in­
cluso a las ciudades del Pacífico; más tarde, ya en el presente
siglo, consigue interesar al mundo con su m axixe” (185).
En el Río de la Plata se produjo la transformación de lundú
en ondú, similar a la que condujo de lectorile a atril, pasando por
Istril y ¡atril; el proceso lundú > londú > ondú, consistió, pues,
en una disimilación regresiva combinada con una aféresis.
Consecuente con lo expresado por Carlos Vega, el lexicó­
grafo Malaret localiza en el Perú la voz ondú, “ nombre de una
danza que se conocía en el país por los años de 1855. No se cono­
ció en Colombia, sino en pueblos más meridionales del continen­
te” . Y , efectivamente, en la década de 1830 a 1840, el ondú se
bailaba en Montevideo, según lo acreditan los empleos de esta
voz por Acuña de Figueroa en sus- composiciones poéticas; pri­
mero, en la glosa denominada (Metromanfal: “ Jacob sobre esta
jarana / Escribió un libro de a folió J Y en lo alto del Capitolio /
Bailó el ondú y la tirana” (186); segundo, en la letrilla que com-

(185) Carlos Vega, ob. cit., págs. 226-227. Pedro González Blanco en el
apéndice D, inserto en su traducción de las ÜUrnas cartas de Fccdriqm Men-
des, de José Mia. Eea de Queiroz (México, 19319, págs. 253-304), trató- de “el
fado, el lunldú y otras^ canciones”. En este estudio, González Blanco deja
establecido que el lundú es afrobrasileño y de él deriva el fado.
(186) E l Parnaso Oriental, t. I l f pág. 218.
94 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

puso al polemizar con Bartolomé Mitre, que dice así: “ Toca


Panuncio el cumbé / Y Bartolomé el ondú, / Si Panuncio dice...
mú, / Responde Bartolo... mé. / ¿Qué responde? No diré, / Y
si lo he dicho, perdone / Non facciamo confusione” (187).
i 2,%) Quibfhe. A l guisado de zapallo deshecho se le llama quibebe
en el Brasil, la Argentina, el Paraguay, Bolivia y él Uruguay.
Registran la v o z : en la Argentina, Garzón (guisado de zapa­
llo deshecho y con queso), Segovia (guisado de zapallo deshecho
por la cocción); en Corrientes y el Paraguay, Luis Alberto Flo­
res (plato compuesto de zapallo andaí, harina de maíz, queso y
cebolla, reducido a puré o crem a; en el Paraguay se dice kivevé) ;
en la Argentina y Bolivia, Malaret (guisado de zapallo (Cucúr­
bita) deshecho y con queso); en el Uruguay, Bouton (guisado de
zapallo en grasa, al que se condimenta con cebolla, ají verde, to­
mate, sal, pimienta y un poco de queso rallado) (188).
Granada registra la voz 'bajo la forma quiveve y su definición
fue copiada por Segovia; en cuanto a Ciro Bayo, se limita a con­
signar que se trata de un guiso de zapallo, sin indicar localiza­
ción de la voz.
Los mencionados autores nada dicen acerca del origen de
la voz, con excepción de Luis Alberto Flores, que la considera
brasileña.
Ildefonso Pereda Valdés la incluye entre los afronegris­
mos (189), en lo cual tiene razón. En efecto, tanto Mendonca
como Raimundo la consideran proveniente del quimbundo; según
Mendonca deriva de ki-bembé, asimilado en quibebe por. influen­
cia del verbo beber; Raimundo le asigna como étimo el adjetivo
quimbundo tchipepa 'agradable al paladar’, dé donde provendría
por alteración.
L a voz adquirió, en Buenos Aires, según Segovia, la acepción
de 'prostíbulo’, que también le asignan Ildefonso Pereda Valdés

(187) Lanuza, Esteban Echeverría y sws Amigos, pág. 98.


(188) Luis Alberto Plores, ob. cit., pág. 436. R. Bouton, ob. cit., pági­
na 122. En Entrerríos también se dice qmbebé, según consigna Miguel Á.
Esteva Sáenz, en Voces Entrerriamas (B A A L , t. XXVIIT, núms. 109-110,
Buenos Aires, 1963, pág. 358).
(189) E l negro rispíateme, pág. 77.
AFRONEGRISMOS RIOPEATENSES 95

y Malaret. Es poco usada, según expresa Casullo en su Diccio­


nario de voces lunfardas y vulgares.
Acerca del uso de la voz en el Rio de la Plata, informa el si­
guiente pasaje de Santiago Calzadilla: “ Y uno era capaz dé co­
merse todo lo de la fuente, si no se esperaran los guisos, entre
éstos el estofado con pasitas de uva, el quibebe o la clásica y
..„,§a'brosa carbonada” (190).
Quilombo. Se dio este nombre primitivamente en el Brasil
al refugio silvestre de los negros cimarrones, o sea, de los escla­
vos que habían huido del cautiverio.
Según Raimundo, en quimbundo la voz kilombo significa
'campamento1, 'arrabal’'; según Mendonca, en la misma lengua
es 'población’ (191).
En el Río de la Plata, al final dél siglo x v i i i , la palabra, se­
gún el marino español Juan Francisco de Aguirre, designaba el
almacén donde ponían en venta a los negros esclavos recién lle­
gados al país (192). Este sentido de 'casa de venta’, en el sentir
de Groussac, condujo a la acepción de 'burdel’ que hoy tiene en
la Argentina y el Uruguay, y también en Chile, según el D R A E,
y en él Perú y Bolivia, según Malaret.
La Academia Española dio entrada al vocablo, con dos acep­
ciones, en la 16a edición del D R A E (1936), sin indicar etimolo­
gía (193); con anterioridad la voz figuraba <en casi todos los vo­
cabularios rioplatenses, de Granada, Segovia, Garzón, Monner
Sans, etc.
Granada dejó bien establecido que era palabra africana de la
lengua bunda. E n cambio, Monner Sans, Malaret, Bayo y Coro-
minas afirman que la voz procede del Brasil, lo cual es dudoso,
pues pudo muy bien llegar directamente a la Argentina y al Uru-

(190) Las beldades de mi tiempo, Buenos Aires, 1944, pág. 74-


(191) H ay constancia histórica de que en 1812 se aplicó el nombre de
quilombo al campo atrincherado de Borbón, establecido por Joaquín Paz
y Felipe Contucci cerca del río Yaguarón (Flavio A. García, Los campa­
mentos españoles del río Yaguarón, Montevideo, 1965, págs. 17 y 18, notas
22 y 24).
(192) Diario... en la demarcación de límites mtre España, y Portugal,
en Anales de la Biblioteca, Buenos Aires, t. IV , 1905, pág. 99.
(193) El artículo quilombo del D R A E dice así: “m. V.encs. Choza,
cabaña campestre. // 2. Chile y R. de'ia Plata. Lupanar.”
gó BOLETÍN d e LrA REAE ACADEMIA ESPAÑOEA

guay desdé África, como parece surgir de la temprana apari­


ción del vocablo en el Río de la Plata y del hecho de no usarse
en estos países las acepciones con que circula én el Brasil (194).
El P. Pedro Grenón, S. J., én su Diccionario Documentado
(Córdoba, 1929, s. v.), anota la presencia de la voz en los legajos
del Archivo de los Tribunales de Córdoba (República Argentina)
en el año 1836, pero las circunstancias de no transcribir el pasaje
én que aparece la palabra, ni de indicar el sentido con que la voz
era empleada, impiden tomar en cuenta este dato, por no ser
utilizable.
En el norte de la Am érica meridional la voz conserva su sen­
tido etimológico, pues en Venezuela significa 'cabaña campestre5
(Rivodó, Voces Nuevas de la Lengua Castellana, pág. 257), y en
el mismo país, así como en el Ecuador y Colombia (Malaret),
también se usa con el senti do cíe J-andurriales’.
_p- En dos de sus cuentos, 5 erajín J. García? nos proporciona
ejemplos del empleo de la voz; en Comienzo dice: “ Eudoxio tiene
en su haber dos hechos de sangre, que en el campo es como de­
cir dos certificados de hombría. De ahí el respeto que se le profesa
y la aureola de fascinante prestigio con que le han circundado
las gentes del quilombo” (195).
“ Desde las doce hasta el alba, su cuerpo es propiedad del
comisario del pueblo. Y ese personaje acostumbra a presentarse
dos o tres horas después de la estipulada en el convenio, porque
le gusta que lo vean llegar al quilombo” (196).
Estas voces son desconocidas fuera
Uruguay y del Brasil, y los propios lexicógrafos rioplatenses 1
no las registran en sus vocabularios: Granada, Segovia, Saubidet,
Monner Sans.
En el siglo pasado, sólo el escritor uruguayo Benjamín Fer­
nández y Medina incluyó la voz quitandera en el Glosario que

(194) Con arreglo á' Raimundo, ob. cit., pág. 153, qmlombo es 'casa del
monte’ donde se refugiaban los esclavos fugitivos; significa, pues, lo mismo
que mocambo; procede del quimbundo, en el que kilombo es 'campamento’,
'arrabal’. Para Mendonea es 'población fortificada de los negros huidos del
cautiverio” (ob. cit., pág. 236).
(195) Panorama tlel Cuento Nativista del Uruguay, pág. 294.
(106) Serafín J' García, La ¡zorra, en Burbujas, pág. 87.
AFRONEGRISMOS RIOPEATENSES 97

acompaña a su obra Cuentos del Pago (Montevideo, 1893, Pa­


gina 275) y la define así: “ La mujer que va a las reuniones de
carreras a cebar mate, vender tortas fritas y pasteles y hacer
comidas” .
Malaret registra quitanda como voz afrobrasileña localizada
en el Uruguay y con el significado de “ especie de comercio am­
bulante de comidas camperas muy simples: pan, roscas, empa­
nadas, dulces. Las mujeres que ejercen este comercio se llaman
quitanderas” .
Respecto a la procedencia de quitanda, no cabe la menor duda,
pues en quimbundo esta voz significa 'mercado’ (Raimundo,
págs. 154-155), 'feria’ (Mendonga, pág. 2139). E n el Brasil su
acepción más corriente es la de 'venta de verduras, frutas y otros
comestibles (como huevos y aves)’ ; también se da el nombre de
quitanda a la embarcación que lleva hortalizas para vender a los
navios surtos en el puerto.
Nada puede ilustrar mejor acerca de las dificultades que ofre­
ce el tratamiento de estas voces que el artículo del escritor en-
trerriano Martiniano Leguizamón titulado Las quitanderas (197).
Leguizamón, que emprendió este estudio para evacuar una con­
sulta del escritor uruguayo Enrique M. Amorim acerca del empleo
de la palabra con el sentido de “ la vagabunda amorosa de los
callejones patrios” , comienza por declarar que ignoraba el sig­
nificado de la voz. Buscó el término en varios diccionarios y, tras
varios intentos frustrados, terminó por hallarla en el Diccionario
de Vocábulos Brazileiros, de Beaurepaire-Rohan, quien consigna
que “ quitanda es mercado de frutas, hortalizas, aves, pescados y
otros productos similares” ; “ quitandeiro, del bunda quitander, el
que ejerce el oficio de comprar y vender géneros alimenticios” ;
y quitandeira, regateadora, mujer que usa términos groseros y
se ocupa de la reventa” .
Confirmado lo que antecede por Amadeu Amaral en su obra
0 Dialecto Caipira, Leguizamóh'se expide en los siguientes tér­
minos: “ Se trata, como se ve, de un vocablo del folklore brasi­
leño, pero no del nuestro. Y aunque es bien posible que del Bra­
sil pasara al Uruguay, sin embargo no lo registra en su Vocabu-

(197) Hambres y cosas que pasaron, Buenos Aires, 1928, págs. 375-380.

7
98 BOI/STÍN D £ LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

¡ario Rioplatense Granada, ni el Diccionario de Argentinismos


de Segovia. Siendo de extrañar que a este prolijo escritor corren-
tino se le escapara, lo que comprueba que en Corrientes no se
emplea dicha denominación. Pero, de cualquier modo, en su país
originario quitandera no califica a la vagabunda amorosa, sino a
la mujer de humilde condición que vive honestamente de su tra­
bajo, vale decir, a la vivandera, voz clásica que tiene su etimolo­
gía en la latina vivere: vivir, pasar y mantener la vida” (198).
Leguizamón desautoriza, pues, a Amorim, que había escrito en
1925 el cuento Las quitanderas, en que 'las protagonistas son ven­
dedoras de caricias que se desplazan por la campaña en carreteras,
y manifiesta que el consultante no debía de estar muy seguro del
significado de la voz. Pero en este caso Leguizamón se equivocó,
por olvidar que en materia de acepciones no prevalecen las opi-
miones personales, sino el uso. Y , precisamente, quitanda y qui­
tandera acababan de experimentar en la campaña uruguaya una
mutación semántica, de la que informa Juan Carlos Guarnieri
en su Nuevo Vocabulario Campesino Rioplatense al definir qui­
tanda de la siguiente manera: “ Carpa de prostitutas ambulantes
que recorrían parte de la campaña uruguaya. También las carpas
que se instalaban en las carretas, en las que se expendían paste­
les, frutas, etc.” ; el mismo Guarnieri, al hablar de quitandera, re­
mite a carpera, que define en la siguiente forma: “ Prostituta am­
bulante que en grupos recorría la campaña, instalándose en car­
pas, lejos de las poblaciones. En las carpas se expendían bebi­
das y se jugaba. Se les llamaba también quitanderas” .
Tal es lo ocurrido, y ante ello es inútil que el doctor Bouton,
emulando a Leguizamón, exclame compungido: “ No debe con­
fundirse la quitandera (de antes) con las carperas de hoy, que,
en general, son simples vagabundas que salen a vender cari­
cias” (199).
Véase el empleo de esta voz por Javier de Viana en Gurí
(1901):
“ Desde una semana antes había empezado a concurrir la gen­
te: los que venían de lejos, los grandes errabundos que a leguas
de distancia olfatean las reuniones como los cuervos la carniza,

(198) Ob. cit., eodtprí loco.


(199) La vida rural en el Uruguay■
, pág. 36.
AFRONEGRISMOS RIOPIyATpNSES 99

los vendedores de baratijas, los dueños de parejeros, empresarios


de bolos, coimeros de taba, cancheros de bochas y, sobre todo, el
ejército de quitanderos y quitanderas33 (200).
E l mismo autor vuelve a emplear la voz en su obra Potros,
toros y aperiases (1922): “ Desde la mañana del sábado había
comenzado la afluencia de quitanderos y quitanderas’1 (201).
En los dos casos, Javier de Viana emplea también el masculi­
no para designar a los vendedores ambulantes de la campaña
uruguaya, pero esta voz, usada igualmente por el doctor Bou­
ton 1(202), tuvo vida aún más corta que la femenina.
Por último, el mismo Javier de Viana emplea en un pasaje
de su novela Gaucha (1899) la palabra quitanda en una acepción
no señalada aún por ningún lexicógrafo: “ Pero hay que ser juer-
te, ¡caramba!, y si los hombres nos mortifican, hacerles mascar
fuego y tragal yel} porque el amor es almibara, y cuando se pone.
muy dulce relaja. Y o tengo mucha quitanda y a más de un potro
bufador lo he hecho caballo manso a juerza’ e. rigor” (203).
Todo lo dicho configura que quitanda y quitandera son voces
del léxico campesino uruguayo, principalmente de la parte norte
del país, y ninguna de las dos pertenece al habla montevideana.
r H ) Yimbo. Respecto a la palabra yimbo, afirma Bouton que “ en­
tre negros jóvenes es común llamarse así unos a otros” (204).
~J> Es sabido que en el Congo se decía njimbu (y de ahí yimbo)
a una concha que servía de moneda (Raimundo, pág. 135). Es di­
fícil decidir si dicha denominación pudo originar el apodo que es­
tamos estudiando. Tampoco es posible saber si proviene de mun-
yinga, porque ello supondría un proceso del cual no queda rastro
alguno.
Acerca de su uso informa el siguiente pasaje de la novela de
José María Delgado titulada Juan María: “ Salió a relucir una
trompa averiada de la que un “ yimbo” , soplándola, arrancó un
largo cacareo metálico” (205).

(200) Gurí, Madrid, s. a., pág. 94.


(201) Ob. cit., pág. 123.
(202) La vida rural, pág. 36.
(203) Gaucha, Montevideo, 1913, pág. 201.
(204) La vida rural, pág. 57. /
(205) Juan María, Montevideo, 1941, pág. 24.
100 BOLETÍN D £ l a r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o la

Otros emplean chumbo en vez de yimbo, como Eduardo Ace-


vedo Díaz en este pasaje de Nativa (1890): “ ¡Calíate, comadre­
ja — replicó el negro al pasar— ■
, porque no he de complacerte!...
— ¡Oigan al chumbo! Motoso... Rabudo...” (206).
Yimbo, por consiguiente, es un afrouruguayismo.

Hasta aquí las palabras son todas incuestionablemente afro-


negras, según surge claramente de sus étimos. Pero al lado de es­
tas vocés existen otras que, si bien no tienen ese origen, fueron
traídas desde el África por los negros esclavos e introducidas,
gracias a ellos, en el habla rioplatense. Por el hecho de formar
parte del repertorio léxico de los pueblos afronegros, merecen, no
obstante su origen exótico, ser consideradas como auténticos afro-
negrismos, ya que la característica fundamental de éstos es la de
estar constituidos por voces, giros o modos de hablar propios y
peculiares de los negros, cualesquiera sea su origen.
Dentro de estas voces merecen señalarse las dos siguientes:
1 ; ; Cafres A 'los pueblos bantu del Sudeste del África los musul-
marieslós denominaban cafres, de la palabra árabe cáfir, que sig­
nifica 'infiel’, 'descreído’.
En la Descripción de los reinos, costas, puertos e islas que
hay desde el cabo de Buena Esperanza hasta los Leyquios, ma­
nuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid que se atribuye a
Fernando de Magallanes y debió de ser compuesto hacia 1518, se
lee que “ entrando desta tierra de Qofala para la tierra adentro,
está el reino de Benamatapa, que es muy grande y dé gentes a
que los moros llaman cafres. Son hombres prietos, andan desnu­
dos” (207).
En la época de los grandes descubrimientos geográficos se
usaba esta voz con arreglo a su sentido etimológico y se aplicaba,
tanto a los pueblos del África (que hoy conservan esta denomina­
ción) como a los de Oceanía. Así, Antonio Pigafetta, en su relato
del Primer Viaje en torno del Globo, al referirse a los isleños
del archipiélago de San Lázaro — hoy Filipinas— , dice: “ estos
pueblos son cafres, esto es, gentiles” (208).

(206) Nativa, Montevideo, 1964, pág. 174.


(207) Ob. cit., Mádrid, 1921, pág. 13.
(208) Primer Viaje en torno del Globo, Madrid, 1927, pág. 87.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES IO I

Por su parte, Hernando de la Torre, de la expedición de Gar­


cía de Loaisa, escribe en 1528: “ Y esta isla se dice Polo, la gente
della son cafres, adoran en los ídolos; estos ídolos los fazen de
madera y los pintan lo mejor que pueden, como nosotros a los
santos” (209).
Sin embargo, la voz cafre, aunque de origen árabe, en el Río
de la Plata, por haber sido introducida por los negros, constituye
un afronegrismo; al desaparecer los negros de ese grupo étnico, la
voz cayó en desuso ,y hoy sólo se emplea con un sentido estricta­
mente geográfico.
'J.j, i Pango 1 Esta voz fue por primera vez incluida por Ciro Bayo
en su Diccionario con el sentido de 'confusión5;, 'desconcierto5 y
la presunción de que proviene de pánico.
Posteriormente, Tiscornia, al preparar su edición crítica del
'Martín Fierro, definió la voz como Bayo — 'enredo, confusión’—
y expresó su parecer de que proviene del portugués pancas (210).'
Malaret es e-1único lexicógrafo que ha registrado las dos acep­
ciones de la v o z : 1) Argent. Cierta yerba que, a fuer de tabaco,
fuman los negros en su cachimbo; 2) Bol. Enredo, confusión. Sin
embargo, Malaret no aclaró cuál era el origen de la voz ni indi­
có la especie vegetal que constituye el pango.
Ello nos obliga a recordar al lector que los árabes denomina­
ban haxix, que en su lengua significa 'hierba5, a las sustancias
narcotizantes extraídas del cáñamo (Cannabis sa tiv a var. indica).
La costumbre de fumar cáñamo se extendió por todo el Oriente
y alcanzó al África, donde se hallaba arraigado el vicio al comen- u
zar el tráfico negrero. Los negros esclavos trajeron a América
esa costumbre, pero, debido a la falta de plantas de cáñamo en el
Río de la Plata, se vieron competidos a sustituir el haxix por
hierbas locales dotadas de efectos embriagadores; la preferida
fue el chamico, conocida también por higuera del diablo o estra­
monio (Datura ferox L.). Los negros fumaban esas hojas, des­
pués de someterlas a cierta preparación, mezcladas o no con ta-

(209) Martín Fernández de Navarrete, Colección de los Viajes y Des­


cubrimientos que hicieron por Mar los Españoles, t. V, Madrid, 183.7, pá­
gina 280.
(210) Martín Fierro, ed. Furt, pág. 423.
102 b o l e t ín d e l a real a c a d e m ia e s p a ñ o l a

baco en pipas o cachimbos; en eso consistía lo que denominaban


pitar pango.
E l escritor argentino José Antonio Wilde, cuyo testimonio, por
ser médico, es más valioso, escribía en 1881 que “ muchos '[ne­
gros] fumaban chamico (Datura stramonium), que ellos llamaban
pango” (211).
Beaurepaire-Rohan creyó que pango era el nombre congoleño
del cáñamo y se le atribuyó este origen durante largo tiempo.
Más tarde, al descubrirse que el nombre congoleño del cáñamo
era diarnba, liarnba o riamba (Raimundo, pág. 12Ó), quedó sin
explicación la voz pango.
Renato Mendonga señaló que el término no es africano, sino
indostano (212).
En la India, los productos del cáñamo que se venden en las
droguerías son de tres clases : Bangh, Ganja y Charas. E l Bangh
es obtenido de las hojas; el Ganja, de las inflorescencias feme­
ninas resinosas; y el Charas o Churus está formado por la re­
sina (213).
Por un proceso de ensordecimiento de la consonante, similar
al qué de babagá condujo a papagayo, debió de producirse la
transformación de bangh en pango.
Hacia 1834, se usaba pango en el Uruguay con su significado
de 'preparado de hojas de chamico para fumar’, conforme surge
del Canto patriótico de los negros, en que Acuña de Figueroa
hacé decir a uno de ellos en su lengua bozalona: “ Compañelo di
candombe / Pita pango o bebe chicha / Y a ie sijo que tiengueno /
No se puede sé cativa.”
En su estudio de la vida de Don Clemente López, abuelo de
Rosas, su autor, Mario A . López Osornio, hace intervenir la pa­
labra: “ dijo el negro, sacando de la chuspa una pizca de pango
que llevó a la boca” ; López Osornio aclara en nota al pie d e’
página que pango es “ chamico picado (Datura ferox), a la cual

(211) Wilde, Buenos Aires desde 70 años atrás, Buenos Aires, 1944,
pág. 92.
(212) Mendonica, ob. cit., págs. 232-233.
(213) Obtención, preparación y uso del haxix, por el Dr. Peralta, en
Actas C IB A , E l Hccjiáx, núms. x y 2, enero-febrero de 1942, págs. 11-12.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES 103

los negros eran muy afectos después de haberlo sometido a una


especial preparación” (214).
A l tratar del chamico el lexicógrafo peruano Pedro Paz Sol­
dán y Unanue, más conocido por su seudónimo de Juan de Aro­
na, expresa que esta planta encierra propiedades narcóticas y ve-’
nenosas y se dice que engendra la locura. Cita en su apoyo a Bart-
lett, quien, en su Diccionario de Americanismos, la registra con
los nombres Apple of Perú y Jamestown weed, y refiere el siguien­
te episodio — tomado de Beverly, Historia de Virginia, libro II—
de unos soldados que utilizaron las hojas tiernas de la planta
para hacer una ensalada cocida que les ayudara a digerir el to­
cino que habían comido y “ resultó una graciosa comedia, porque
naturalmente se volvieron locos por varios días” (215). Ricardo
Palma confirma que el chamico es una yerba que administran los
indios para entontecer a una persona (216).
Estos efectos del chamico, principal componente del pango'
en el Río de la Plata, explican la evolución semántica de la voz,
que hacia 1870 pasó a significar 'enredo, confusión’, según ya
vimos en Bayo, Tiscornia y Malaret.
Ejemplos del uso de la voz con este significado los hallamos
en Lussich y Hernández.
“ Tiene colas y rrniy largas / La historia de este gran pan­
go, j Prieste atención al fandango, / Que oirá verdades amar­
gas” (Lussich, Los tres gauchos orientales, versos 49-52).
— '“ Preguntó, haciéndose el bobo, / L a picada más cerca­
na... / Y o pa mí, dije... mañana! / Y el pango se me hizo robo”
(Lussich, ob. cit., versos 1.061-1.064).
— “ Con gato y con fandanguillo / había emperno el chan­
gango / y para ver el fandango / me colé haciéndome bola; / mas
metió el diablo la cola / y todo se volvió pango” (José Hernán­
dez, Martín Fierro, parte I, versos 1.939-1.944).
— “ Cuente usté que es gaucho alpiste / las trajerias que ha
pasao... J ¿Qué trifulca lo ha obligao / Abandonar la querencia? /

(214) Don Clemente López. Vida del abuelo de Rosas, Buenos Aires,
1950, pág. 221.
(215) Arona, Diccionario de Peruanismos, s. v. chamico, págs. 159-160.
(216) Ricardo Palma, Papeletas-- Lexicográficas. Lima, 1903, 5 . y.
chamico, pág. 65.
104 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

Tal vez su sola albertencia / De algún pango lo ha salvao” (Lus-


sich, E l matrero Luciano Santos, versos 149-154).
— “ Si el arreglo jue un fandango, / La iscrición se volvió
embuste, / La elisión, un barajuste, / L a paz, caldera sin man­
go ; / De Güenos Aires el pango / Con un Vidal se nos v in o : /
j Mal aigal que en el camino / A l barco que aquí lo trujo J Lo
hubiese echao algún brujo / E n medio de un remolino!!!” (Lus-
sich, E l matrero Luciano Santos, versos 319-328).
Las cjtas que preceden justifican plenamente que la palabra
era entonces muy usada; carece, pues, de fundamento la crítica
de Vicente Rossi que censura a Hernández por el uso de pango,
vocablo que.no fue corrieínte, con el solo objeto de obtener con­
sonancia. Del mismo modo, es errónea la etimología dé pango que
da Rossi al suponer que esta voz proviene de panga, “ voz quichua
que significa hoja” (217).
Además de las voces que se acaban de estudiar existen otras
que denotan indudable influencia afronegra. Se trata, unas ve­
ces, de palabras españolas o indígenas americanas deformadas
por la pronunciación bozalona de los negros; otras veces, de vo­
ces híbridas que contienen a la vez elementos españoles o indíge­
nas y afronegros; y, finalmente, voces españolas o indígenas
americanas que presentan sufijos afronegros.
Vamos a pasar, una ligera revista a cada una de estas clases:
a) Voces españolas deformadas por la pronunciación de los
negros. L a más significativa de estas voces es tango, que, según
parecer de Vicente Rossi (218), podría ser factible que procediera
de tango por tambor, que el africano pronunciaba tambó. Según
el mismo autor, la pérdida del acento (análogamente a lo ocurri­
do con candombe) originó la forma actual del vocablo. Pero a
continuación Rossi, contradiciéndose a sí mismo, afirma que no
es posible tal étimo porque tango aparece con mucha anteriori­
dad a tambor, forma final de atabal, atambur y atambor. Estas ob­
jeciones de Rossi son.infundadas, pues en el siglo x v n ya se.
había cumplido la evolución morfológica de tambor, como lo de­
muestra el hecho de aparecer este vocablo varias veces en las obras

(217) Vicente Rossi, Folletos lenguaraces, Desagravio al lenguaje de


Martín Fierro, núm. 21, Córdoba (R. A.), 1936, pág. 24.
(218) Cosas de Negros, pág. 99.
AFRONEGRISMOS RIOPEATENSES 1 05

de Cervantes (219). En América se decía tambor en el siglo x v iii,


pues aparece esta voz en E l Lazarillo de Ciegos Caminantes de
Concolorcorvo, quien, refiriéndose a los negros, dice: “ En lugar
del agradable tamborillo de los indios, usan los negros un tronco
hueco y a los dos extremos les ciñen un pellejo tosco. Esté tam­
bor lo carga un negro...” (220). Por consiguiente, antes de apa­
recer la palabra tango, ya se usaba tambor, contrariamente a lo
que suponía Rossi
Por otra parte, se conservan rastros documentales de la trans­
formación de tambor en tango. Uno de estos testimonios nos lo
proporciona la palabra tambo, usada para designar las agrupa­
ciones y bailes de los negros en la época de Rosas.
Vicente Fidel López, en su Manual de Historia Argentina
(Buenos Aires, 1916), refiere que “ desde que subió al gobierno,
Rosas se hizo asistente asiduo de los Tambos” . Esta palabra
tambo nada tiene que ver con la voz homónima quichua que sig­
nifica en el Plata 'casa de vacas, vaquería’.
En una composición poética publicada el 21 de julio de 1833
en el periódico La Negrita, la morena Juana Peña se jacta así:
“ Negrita que en los tambores / Ocupo el primer lugar / Y que
todos me abren cancha / Cuando yo salgo a bailar” (221).
José Antonio Wilde, por su parte, nos dice que ciertos barrios
dé Buenos Aires donde predominaban los negros eran determi­
nados corrientemente barrios del tambor (222).
De la comparación de los pasajes que anteceden se extrae la
conclusión de que tambo es lo mismo qué tambor. Tambo cons­
tituye, pues, simple alteración de tambor, convertido primero en
tambó y luego en voz grave bajo la influencia de la palabra qui­
chua con la que se lé identificó. Tambo representa, por lo tanto,
la etapa intermedia de una transformación que de tambor con­
dujo a tango.
Hacia 1807, en Montevideo, en las actas del Cabildo de la
ciudad se trata “ sobre tambos bailes de negros” y en las mismas

(219) Corominas, Dicc. Crít. E t i m s. v. tambor.


(220) Ob. cit.,, pág. 269.
(221) I/uis Soler Cañas, Negros^gauchos y com padrespág. 26.
(222) Buenos Aires desde 70 años atrás, pág. 93,
io6 b o l e t ín de la r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

actas aparece ya la expresión “ tangos de negros” (223), Se trata


de la primera aparición del vocablo en el Uruguay. E l investigador
argentino R. Rodríguez Molas presentó una testificación del año
1802 referente a la existencia en Buenos Aires de una “ casa y
sitio del tango” (224). Tales son las primeras documentaciones
de la voz tango. Sin embargo, hay constancia de un origen más
antiguo: el musicólogo argentino Carlos Vega se refiere a una
denuncia presentada a la Inquisición de México en 1803, en que
se describe un son mexicano “ nombrado el Torito, deducido dek
antiquísimo tango” (225).
Corominas admite que tango, antes que “ reunión de negros
para bailar al son del tambor” , significó el tambor mismo. Este
sería el significado primitivo, y cree probable que se trate de una
voz onomatopéyica. En la hipótesis de Corominas hay que des­
cartar que tango pueda ser el nombre del tambor en alguna len­
gua afronegra. Basta recordar los nombres aplicados al instru­
mento en el Brasil y en Cuba, donde la influencia negra fue
enorme,
En el Brasil se usan los siguientes afronegrismos para desig­
nar las diferentes clases de tambores: caxambú (Raimundo es­
cribe caxambu). ilú (tambor grande), le (término yorubano que
designa un tambor pequeño), puita (voz quimbunda que indica
un tambor cilindrico), rum (nombre yorubano del tambor gran­
de), rumpi (tambor de barro) {226).
Tos tambores afrocubanos reciben los siguientes nombres:
encomo es la denominación general, que se subdivide en benco­
mo, cositteremá, llaibi, llembi, bonc'ó o boncó enchimilla, bongó,
tahona, tumba (227).
Isidoro de María menciona el tango en sus recuerdos del

(223) Vicente Rossi, Cosas de negros, pág. 143,, nota al pie de página
de Horacio Jorge Becco.
(224) R. Rodríguez Molas, La Música y la Danza de los Negros -en el
Buenos Aires de los siglos X V I I I y X IX. Buenos Aires, 1957, pág. 13.
(225) Carlos Vega, Panorama de la Música Popwlan' Argentina, pág. 228.
(226) Mendooca, ob. citp á ssim . Raimundo, ob. cit., pássim.
(227) Arthur Ramos, ob. cit., pág. 151.
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES IO 7

Montevideo antiguo, pero nada dice acerca de la fecha de apari­


ción de la voz o de la danza (228).
-i^En Buenos Aires, la comparsa denominada Los Negros A zú­
cares denominaba, en 1876, tango a una de sus canciones (2:29).
En la zarzuela Justicia Criolla, estrenada en Buenos Aires en
1897 por Soria y Reinoso, un negro jactancioso canta: “ Y ella
callaba, y entonces yo / hice prodigios de ilustración, / luego en
un tango, che, me pasé / y a puro corte la conquisté” (230).
b) Voces indígenas alteradas por la influencia negra. Elegi­
remos cómcTpáradigmá de este caso la voz ''mangangá,), que, se­
gún Daniel Granada, designa un abejón que fabrica” úna miel de
consistencia pastosa y hace el nido en las cumbreras y palos de
los ranchos y en las cañas tacuaras.
Tanto Granada como Tobías Garzón, quien reproduce el ar­
tículo de aquél sin más variante que la de localizar la voz ex­
clusivamente en la Argentina, sostienen que mangangá es voz
guaraní. Lisandro Segovia también registra mangangá como voz
guaraní, pero observa que. Restivo y Almeida ponen mangangá o
mamangal y que en Corrientes y el Paraguay se dice siempre ma-
vnangá. Basta compulsar el Diccionario Guaraní-Español de Ortiz
Mayans para convencerse de que la voz guaraní es mamangá.
Ahora bien, en lengua quimbunda existe la palabra manganga,
compuestajdg nganga 'hechicero’ o 'sacerdote’, y el prefijo con-
ry\P- cordanteína, ^.que designa una persona importante y poderosa
(Raimundo, pág. 140).
Bajo la influencia guaranizante, muy fuerte en el Brasil, se
verificó la agudización de manganga en mangangá y luego esta
voz fue aplicada al insecto,
t Pero también tuvo lugar el proceso inverso, y hay quien para
" nombrar al insecto utiliza el nombre afronegro manganga, según
atestigua Guarnieri.
La palabra aparece tempranamente en el Uruguay, según
muestran los siguientes pasajes:
. — '“ Cual zumban con susurro destemplado / Los negros man­
gangás, del mismo modo / Las viejas circunstantes hacia un

(228) Montevideo Antiguo, t. I, pág. 279.


(229) Lanuza, Morenada, pág. 189.
(230) Lanuza, M•arenada, pág. igó^
IÓ 8 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

\ lado / Se hablan, se guiñan y se dan del codo” (Francisco Acuña


de Figueroa, La Malambrunaida, Bl Parnaso Oriental, selección
de Luciano Lira, Montevideo, 1835, e^- Montevideo, 1927, tomo
| III, pág. 332).
i
j — “ Los rebaños tendidos sobre la yerba parecían aguardar
a que pasasen aquellas horas de abrumante: calor; sólo interrum-
i pía el maj estuoso silencio de vez en cuando el áspero zumbido del
\ mangangá, el rechinante y monótono canto de las chicharras”
i (Alejandro Magariños Cervantes, Caramurú, Madrid, 1848,
i ed. Montevideo, 1939, pág. 140).
¡ — “ Los gauchitos del pago no perdonaban fácilmente a Ve-
larde su vienaventuranza; y esta murmuración de mangangaes,
mordaz y enconosa, adquirió creces en la ausencia” (Eduardo
Acevedo Díaz, Ismael, Montevideo, 1888, ed. Montevideo, 1930,
pág. 250).
— “ En los extremos de los troncos de las tijeras, los man­
gangaes de fuerte aguijón habían horadado la madera fabrican­
do hondas cuevas, a los bordes de cuyas aberturas circulares for­
maban excrecencias amarillas los residuos de su miel ardiente”
(Eduardo Acevedo Díaz, Nativa-, Montevideo, 1890, ed. Monte­
video, 1964, pág. 35).
— “ Bajo la enramada, las palabras del padre Cipriano sona­
ban como el ronquido de un mangangá, inclemente con el silen-
/ ció” (Enrique M. Amorim, Tangarupá, Buenos Aires, 1925,
pág. 50).
— '“ Las carcajadas de ella se oían a toda hora... cubriendo el
zumbar de los tábanos, mangangaes y jejenes” (Mauro Bardier
Indart, Lobos, Montevideo, 1946. pág. 44). .
c) Entre las voces híbridas que presentan en su composi-
ción elementos españoles o indígenas americanos v afronegros
merecen"señalarse las siguientes:
—rCachibeíwbe. iva única mención de esta voz se halla en Se­
govia, quien proporciona la siguiente noticia: “ Cachibembe (voz
africana ?) m. Nombre que la,s hermanas de Caridad dan al diablo” .
— Cachicandonga. Según Guarnieri es voz del Uruguay y se
emplea para designar un “ baile o fiesta denegros o personas
de baja condición. También pelea” . Teniendo en cuenta que can­
donga es voz afroríegra, incluida ya en el Diccionario de Autori­
AFRONEGRISMOS RIOPEATENSÉS 109

dad es, hemos incorporado esta voz, cuya etimología no nos mere­
ce los mismos reparos que a Corominas.
— Cachiquenga o cachiquengue. Adolfo Berro García prefiere
la primera forma, mientras que Montiel Ballesteros y el Dr. Bou­
ton sé deciden por la segunda (231).
Para Berro García, seguido por Malaret, esta voz proviene del
quichua cachi 'fiesta pública’ o 'mojiganga’ y el sufijo peyora-
"-dg^tivo -engo con qu epentético. Pero basta comparar esta voz con las
dos anteriores para convencerse de que cachi- es un prefijo “ iden­
tificado popularmente con el adverbio casi, aunque sin relación
etimológica con él” (Corominas); según este mismo autor, “ rela­
cionando entre sí los componentes de este grupo heterogéneo se
tuvo la impresión de que cachidiablo era algo parecido a un dia­
blo; cachiporra, un objeto como una porra; cachiboda, una es­
pecie de boda, y así nació un nuevo prefijo cachi- como variante
de casi, que se hizo productivo: cachimorro, cachipolla, cachi-
podar, etc.” .
En nuestro caso particular, cachiquenga está formado por el
prefijo cachi y la voz quimbunda quenga 'tacho’, que tiene en el
Brasil los significados de 'guisado’, 'prostituta’ y 'cosa inútil’
(Raimundo).
■ La palabra cachiquenga es exclusiva del Uruguay y tiene el
significado de 'baile de gentualla’ .
Javier de Viana emplea la plabra en su obra Gurí: “ quisie­
ra verlo jediendo entre cuatro velas pa bailarle un cachiquenga
arrlba’e la panza!” (232).
Montiel Ballesteros también usa la voz en este pasaje de Vida
y Mundo de Juancito el Zorro: “ En lo mejor del cachiquengue,
cuando la gente ya estaba mariada” ... (233). Esta variante cachi­
quengue es etimológicamente menos correcta que cachiqu,enga.
Macuco, ca. Es voz que ha hecho errar a más de un lexicó­
grafo. Según Ciro Bayo es adjetivo que significa “ grandullón, de

(231) A. Berro García, Prontuario de Voces del Lenguaje Campesino


Uruguayo, en Boletín de Filología. Instituto de Estudios Superiores, t. I,
núms. 4 y 5, Montevideo, junio-septiembre de 1937, pág. 400. R. Bouton,
La vida rural, pág. 375.
(232) Ob. cit., pág. 67.
(233) Ob. cit., pág. 106.
n o b o l e t ín d e l a r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

tamaño grande; así: árbol o niño macuco” (Manual del Lenguaje


Criollo). Cuervo, Malaret y el D R A E Manual siguen a Bayo
(aunque también adjudican a la palabra otras acepciones, loca­
lizadas en el Ecuador y Chile, que no se usan en el Plata).
Garzón y Malaret expresan que en la Argentina, Chile y V e­
nezuela macuco significa 'macanudo’, esto es, 'excelente’, 'muy
bueno’, 'magnífico’. Para José Vicente Solá significa 'lindo’ .
V Los siguientes pasajes ilustran bien acerca de su significado:
j — '“ ¡Eche y que no se redame / La chirucita macuca / Con
/ un rulito en la nuca / Que va diciendo: ¡besáme!” (El V iejo
/ Pancho, Zofrenazo, en Paja Brava, Montevideo, 1926, pág. 64).
— “ Iba a alquilar una casita con huerta al fondo. Amueblaría
un dormitorio macuco, digno de tan linda prenda” (Víctor Pé­
rez Petit, Un sabandija> en Panorama del Cuento Nativista del
Uruguay, selección de Serafín J. García, Montevideo,. 1943, pá­
gina 93).
\ — “ Y ya dentro en una arboleda macuca, que no dejaba pa-
I sar ni un rayito de la noche estrellada” (Ricardo Güiraldes, Don
Segundo Sombra, Madrid, 1930, pág. 129).
Nadie, ha emitido parecer sobre el origen de la palabra. En
nuestra opinión proviene de la voz española cuco, ca = pulido,
mono, lindo, y el prefijo concordante ma (en quimbundo), que se
le agregó, pues en esa lengua afronegra existe la voz kuku 'abue­
lo’, 'antepasado’. Esta etimología está de acuerdo con su signifi­
cado y con la zona en que se usa el vocablo. Contribuye a con­
firmar este étimo la voz macumbé que, según se verá, alterna en
su uso con macuco, ca.
Macumbé. Ciro Bayo adjudica a esta voz el significado de
'grande’ ; espuelas macumbé ~ espuelas grandes de vaquero (M a­
nual del Lenguaje Criollo).
Malaret localiza la voz en Bolivia y reproduce la opinión de
B ayo: macumbé — grande. Guarnieri consigna que es vocablo
usado por Antonio D. Lussich y parece significar 'excelente’,
'bueno’.
Tal es, en efecto, el sentido que fluye de los siguientes pasajes
fr^de Lussich:
— “ Mis espuelas -úacumbé, / mi rebenque con birolas, / Rico
AFRONEGRISMOS RIOPLATENSES III

facón, güeñas bolas, / Manea y bosal saqué” (Los tres gau­


chos orientales, versos 861-864, ed. Montevideo, 1937, pág. 59).
— “ Una rubia macumbé, / De pelo fino, amarillo / Como el
oro de un anillo / Que en una banca empeñé” (Lussich, Los
tres gauchos orientales, versos 1.361-1.364, pág. 77).
—■ “ Hice en el monte un potrero / Y un ranehito macumbé”
(Lussich, E l matrero Luciano Santos, versos 4.218-4.219, pá­
gina 287).
— ‘ ‘Enseguida les trujeron / Unos ramos macumbeses J sos­
tenidos en tres pieses” (Lussich, Cantalicio Quirós y Miterio
Castro en el Club Uruguay, versos 817-819, pág. 388).
De los pasajes que anteceden se desprende que la palabra ma­
cumbé puede ser sustituida por macuco, macuca sin ningún in­
conveniente.
Los pocos lexicógrafos que han hablado de la voz nada dicen
acerca de su origen. H ay que descartar que pueda proceder de
la voz afronegra macumba 'hechicería’, 'brujería’-, porque no hay
relación entre los significados de una y otra. En cambio, es ve­
rosímil que pueda proceder de la voz quichua cumbe, con que se
designaba la ropa de tejido más delicado y fino entre los in­
cas (234), agudizada por influencia guaraní (además en esta lengua
existe la voz cumbé) y el prefijo quimbundo de concordancia ma.
Trepamuleque. V o z compuesta del verbo trepar y el sustanti­
vo afronegro muleque. Designaba un peinado que estuvo de moda

(234) Según el historiador José de Acosta, “la lana [de las llamas
y alpacas] labran los indios, y hacen ropa, de que se visten: una grosera
y común, que llaman navasca; otra, delicada y fina, que llaman cumbi. De
este cumbi labran sobremesas, cubiertas, reposteros y otros paños de muy
escogida labor, que dura mucho tiempo y tiene un lustre bueno, cuasi de
media seda” (Historia Natwal de las Indias, Sevilla, 1590, libro I V , capí­
tulo X LI, ed. de Madrid, 1894, t. I, pág. 496).
Ovalle, en su Histórica Relación d,el Reyno de Chile (Roma, 1646, pá­
gina 13 a), confirma los datos de A costa: “ay muchos guanacos y carneros
que llaman de la tierra, que son a manera de camellos, poco menores, de
cuya lana se hazen los cumbes, que se texen en el Perú, y -se estiman más
si fuessen de seda, por la fuerza de sus colores y -suavidad’ de su tacto”.
En cuanto a cwmbé, en guaraní significa 'borbotón’ y .también, el ruido
producido al comer o al hablar por aquellas personas que carecen de dien­
tes (Antonio Ortiz Mayans, Diccionario Guaraní-Español, Buenos Aires,
1941, s. v. cumbé).
112 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

entre las damas montevideanas en el siglo x ix , según nos informa


el cronista Isidoro de María en su Montevideo Antiguo (t. I,
pág. 294).
Este nombre compuesto es del mismo tipo que el del adorno
usado por las mujeres españolas en ese mismo siglo y conocido
por síguemepollo. De esta voz trepamuleque sólo subsiste el re­
cuerdo histórico.
d) Por último, queda por considerar la influencia afronegra
en la presencia de sufijos muy característicos, de esas lenguas
africanas y que sólo o principalmente se usan én América de
lengua española.
Y a don Juan B. Selva había reclamado., con justa razón, la
atención de los lexicógrafos hacia los sufijos -mgo, -anga, -ingo,
-inga, -ongo, - onga, -ungo, -unga, pero poco se ha avanzado por
el camino que él abrió al estudíarTos" que llamó sufijos olvidados.
Algunos de estos sufijos (como -ango, -anga) se'usan en pa­
labras de origen indígena y especialmente quichuas por- sonori­
zación de los sufijos -anco, -anca, propios de esta lengua; esta
circunstancia impide deslindar con certidumbre cuáles son las
voces en que los sufijos representan influencia indígena y cuáles
son aquellos que revelan influencia afronégra. Esta indiserimina-
ción fue la que impidió a Selva (235) llegar en todos los casos a
resultados concretos respecto a la etimología de voces provistas
de sufijos olvidados.
En cambio, hay sufijos, tales como -entibo, -imbo, -imbu, ca­
racterísticos de las lenguas quimbundas y que, por lo tanto, 110 dan
lugar a confusiones.
Así, el término malembo, usado en Cuba para significar ma­
lucho o pachucho, contiene un sufijo que revela, sin ninguna
duda, la incorporación al radical castellano de un elemento afro-
negro.
En el Plata, donde la influencia afronegra fue mucho menor
que en Cuba. eLnúméro de voces dotadas de elemeñtgg~~sfrone-
gros también es menor, pero existen voces que múestran~esta
influencia; entre' éstas podemos mencionar a iarimVa'.' SeTrata

(235) Juan B. S^lva, Crecimiento del Habla, Buenos Aires, 1925, pá­
ginas 90-103: Sufijos olvidados.
AFRONEGRISMOS RIOPLAT^NSES J I 3,

de una variante de la voz castellana tarima, de origen árabe, que


designa el entablado móvil en que duermen los soldados. L a va­
riante indica influencia quimbunda, pues presenta el mismo su­
fijo que voces de esta lengua, como carimba, marimba, etc., y de­
bió de ser forjada por los soldados negros, en la época en que
éstos abundaban, a imagen de otras voces de su lengua nativa^
■ Un ejemplo de los sufijos negros en voces indígenas ameri­
canas lo proporciona la palabra huvmbm utilizada en el Río de
la Plata para designar una preparación de huevos en dulce; la
voz, según Corominas, proviene del término quichua quingo,
pero bajo la influencia de las negras cocineras se transformó en
quimbo, dotado de un sufijo quimbundo. ......
Algo parecido ocurre con el sufijo -üfigo;yen quimbundo
existen.. voces con tal terminación, según vimos con calunga y
malungo; eso explica que los lexicógrafos brasileños consideren
a-matungo voz afronegra, pues existe en quimbundo el parónimo
matungo, que designa un instrumento musical de los negros,
compuesto de una concha o platillo con punteros de hierro; al
mutungo se le dice hoy matungo (Mendonca). Matungo, con el
sentido de caballo viejo e inútil, figura en la Colegéo de Vocá-
bulos e Frases Usados mu Provincia de San Pedro do Rio Gran­
de do Sul, que Antonio Alvares Pereira Coruja publicó en 1852;
por ello el profesor 'Walter Spalding, lo mismo que Renato Men-
donga, son de opinión de que es término vernáculo brasileño (236).
Sin embargo, cabe señalar que matungo se usa en Cuba y que
en 1836 Pichardo incluyó la voz en su Diccionario de Voces Cu­
banas con la siguiente definición: “ E l animal flaco, débil, frun­
cido que conviene aprovecharlo, matándole antes que muera.
Aplícase también al negro que se halla en aquel estado, al cual
dicen muchos en Cuba Negro Cangrejo” (237).
En el Río de la Plata no hay constancia documental de la exis­
tencia de la voz •matungo con anterioridad al año 1873, en que
aparece en el poema gauchesco de Antonio D. Lussich titulado
El matrero Luciano Santos: “ Y ni tiempo me dejó / Para bo-

(236) Boletín de Filología, Montevideo, 1948, núms. 37-38 y 39, pá­


ginas 356 y 359.
(237) Oh. cit., 4a ed., s. v.-'úmfomgo, pág. 250.
U 4 b o l e t ín de la r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

liármele al flete / Y lo mesmo que a soquete J Sobre un matun­


go me ató” (238).
Si se repara en que al caballo inútil y viejo se le llama en es­
pañol matalón, esto es, lleno de mataduras, y que tanto esta voz
como matungo contienen la misma raíz, se comprende que la
forma más fácil de explicar la génesis de la última es admitir
que fuera forjada sobre matalón mediante la acción del suñjo
-ungo, que indica la intervención negra tanto en Cuba como en el
Brasil y -el Plata, sin que podamos concretar en qué lugar apare­
ció primero. ....
También el sufijo' -ongo) revela influencia afronegra, pues no
sólo interviene en las palabras milonga, candonga (esta última
usada fuera del Río de la Plata), etc., sino en las voces riopla­
tenses bailongo, ronda catanga (239); jitongo, que con el signi­
ficado de 'achispado’, proviene de la voz frito deformada y el su­
fijo que estudiamos (240), mistongo, mongo, tongo (241).

* * *

No abrigamos la presunción de que los afronegrismos que he­


mos presentado al lector sean los únicos del habla rioplatense.

(238) Versos 4.060-4.063, en Los tres gauchos orientales, ed de


1937, pág. 282. Aunque Hernández usó la voz matucho con el sentido de
'matungo’ (Martín Fierro, primera parte, verso 362), se trata de un error
del gran poeta, ya señalado por Eleuterio F. Tiscornia (ed. de Furt, pá­
gina' 369), ya que matucho se usó siempre con el significado de 'mal jinete’
o 'maturrango5.
(239)' Para Vicente Rossi ( Cosas de negros, ipágs. 194 y 195), r o n d a
catonga es otra de las perdurables cosas de negt'os, si bieni admite que el
segundo vocablo es “onomatopeya de la percusión sobre cualquier obj eto que
pudiera oficiar de tambor”. “También dijo el negro ronga, variante me­
nos popular, ya olvidada”, según Rossi (ob. cit., eodem looo), pero que
Segovia registra en su Diccionario de Argentinismos (pág. 280) como voz
de formación caprichosa.....-
(240) José Luis Lanuza dio a conocer en Morenada, pág. 194, una
canción de la comparsa porteña titulada Los Negros Azúcares, donde
aparece la v o z : “Francisco ta un poco fitongo / Y le dice a tía María /
que viene la noche que e Diablo / y hacemo... cosa sería, / Jua, jua, jua,
¡ ay qué risa que me d a!”.
(241) Mistongo, mayvgo y tongo son, según Casullo, voces lunfarda®
(Diccionario de Voces Livnfardas y Vulgares, s. v.).
a f r o n e g r is m o s RIOPLATENSES 115

Bste trabajo no lo emprendimos con la ambiciosa mira de


agotar el tema y proporcionar el inventario completo de los afro­
negrismos usados en el lenguaje coloquial del Río de la Plata,
sino con el más modesto de continuar la obra de Ildefonso Pe­
reda Valdés y despertar el interés de los estudiosos hacia esta re­
gión del idioma tan poco conocida como poco cultivada.
E l insigne filólogo Rufino J. Cuervo limitó a dos voces — ca­
chimbo y bambuco— su aportación a los ofronegrismos bogota­
nos y expresó que entre las voces que “ damos por de origen des­
conocido es posible que haya algunas de esta procedencia, pero
nos faltan tiempo y humor para averiguarlo” (242). También a
nosotros nos faltan tiempo y humor para seguir averiguando,
cuáles son los afronegrismos con que deberíamos completar nues­
tra lista. Confiamos en que alguien más joven y esforzado nos
releve dé ésta ingrata tarea.
No queremos poner punto final sin antes, señalar qué nos he-'
mos visto compelidos a prescindir de muchas voces como ca­
chafaz, cachasa, cambueta, cantimpla, cuco, lulingo, mataco, ti­
lingo y samba por no haber podido llegar a resultados aceptables
acerca de su origen.
También hemos eliminado de este estudio todas las voces
afronegras que forman parte del español general, como bornea,
candonga, dengue, ñame, sandunga, zambaigo, zambapalo, saram-
b'eque, etc.
E n gen eral, los afronegrismos se caracterizan por su localis­
mo, a tal punto que son raros los afrocubanismos- usados en el
Plata, y viceversa. Sólo hemos comprobado seis coincidencias:'
cacimba o casimba, conga, marimba, matungo, muleque y tanga.
H ay más vinculaciones entre los afronegrismos brasileños y
rioplatenses, aunque faltan o escasean las pruebas documentales
para tener certidumbre acerca de los afronegrismos que llegaron
al Plata a través del Brasil; sólo se ha podido establecer, con
bastantes probabilidades a favor, que batuque, bombear, bombero,
cachimbo, capanga, capiango, macota, malungo, maxixe, milonga,
mucama, qtiibebe y quitanda son afrobrasileñismos. Si se consi-

(I242) Cuervo. Apuntaciones Criticas sobre el Lenguaje Bogotano, pá­


rrafo 983.
Il6 BOLETÍN de LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

dera que Raimundo registra en su obra 312 afrobrasileñismos


y Mendonga 369, hay que convenir en que la influencia afronegra
brasileña sobre los paísés del Plata ha sido muy pequeña.

R o l a n d o A . L a -g u a r d a T r ía s .

Montevideo, 16 de abril de 1965.


90 b o l e t ín de la r e a l a c a d e m ia e s p a ñ o l a

o si es africano, como pretenden Granada, Mendonca y Friederici.


Aduce Corominas que el empleo actual en quimbundo de mucama
no es prueba suficiente, pues en tiempos de Moraes se empleaba
ya en el portugués colonial del África, adonde tal vez llegó des­
de el Brasil y pudo transmitirse luego a esa lengua africana. En
pro dél origen guaraní no hay argumentos, ni pruebas históricas,
ni lingüísticas. En favor del origen africano, cuentan las circuns­
tancias de que las mucamas fueron, primero, negras esclavas y
además la existencia de voces africanas similares como mucambo.
Termina, no obstante, Corominas por reconocer que todo eso no
es decisivo.
Si bien Renato Mendonga mostró que en Angola se emplea
el término mukama para designar a la esclava concubina de su
señor y que mu es prefijo de los nombres de cosas animadas e
inanimadas, no pudo indicar cuál es el significado de kama, li­
mitándose a decir que es radical bantu y que en cafre — lengua
distinta del quimbundo— ■existe el verbo kama con el significado
de 'ordeñar’. Tiene razón Corominas en que las explicaciones de
Mendonca respecto al origen africano de mucama no son convin­
centes.
-Ste Tampoco contribuye a clarar el enigma la 'existencia en el
Brasil de. las formas camba, mucamba y mumbanda (véase Men-
donga), que significan lo mismo que mucama.
Y a en 1933, Jacques Raimundo había dejado resuelto el pro­
blema al mostrar que el étimo de mucama es mu-kuma, que sig­
nifica en quimbundo al lado de, pues designaba la esclava que
acompañaba e iba “ al lado de” la señora cuando ésta salía a la
calle. De mu-kuma se originó macuma, hoy anticuado, y de
ésta, por metátesis, mucama (Raimundo, pág. 138, macuma).
Esta evolución de la palabra se realizó totalmente en el Brasil;
de allí llegó al Plata, donde sólo se conoció la forma final mucama.
La voz es, pues, un afrobrasileñismo.
Respecto a la evolución semántica, señala muy certeramente
Daniel Granada que en un principio designó a las jóvenes de raza
africana que servían a la señora y señoritas de la casa; después
se llamó, en general, mucamas a las sirvientas de una casa, con
excepción de la cocinera; por último, se aplicó a los criados el
nombre de mucamos.

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