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Yo el peor de todos: las


consecuencias de la
desvalorización personal
Podría decirse que la desvalorización personal es uno de los padecimientos más
profundos y comunes de nuestro tiempo. ¿Cómo se desarrolla y cuáles son sus
características? ¿Hasta qué punto puede afectarnos?

La valorizació n personal o buena autoestima  es la autoconsciencia de los recursos y

potenciales propios, así como el reconocimiento de cuá les son las deficiencias y

aspectos dé biles. Sin embargo, la mayoría de las personas no son buenas

valorándose y hacen lo posible para tener autoestima tomando caminos relacionales

equivocados.

Generalmente, los intentos por solucionar la baja autoestima fracasan y, por

tanto, las personas sostienen su desvalorización a lo largo de años. Profundicemos.

Desvalorización personal, persistencia


y resistencia al cambio
Muchas personas buscan reconocimiento en su entorno convirtiéndose en
ayudadores o complacientes de otros. Pueden ser má s o menos susceptibles a que no

los tengan en cuenta, pero viven y crecen otorgá ndole preeminencia a los deseos de

los otros y postergá ndose sistemá ticamente.

Estas son algunas de las estrategias a las que recurren para salvarse de

sentirse trapos de piso, cucarachas, inútiles, ineptos, minusválidos, granos de arena,

burros, tontos, idiotas, entre otras alegorías descalificantes. Sin embargo, ninguna es

efectiva. Por ello, en el fondo eso de sentirse cucaracha sigue persistiendo. Y si algo

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así persiste, quiere decir que no se ha solucionado. Esto conduce a la resistencia al

cambio.

Sí, cuando ese algo (un gesto, una acció n, una etiqueta, un estilo, un problema, etc.)

se sistematiza en el tiempo, luego se resiste a ser modificado, lo que hace que la

creatividad disminuya. Por ende, quienes se quedan anclados en la desvalorización

personal se conducen con un repertorio estrecho de formas de solución que los lleva

a hacer más de lo mismo, en vez de buscar otras opciones.

Aunque parezca extrañ o e increíble, hay personas que aplican una y otra vez las

mismas medidas para resolver sus problemas, aú n cuando el resultado no haya sido

favorable. Dicho en otras palabras: hay personas que aplican má s de la misma dosis

de un medicamento a sus males, aú n cuando ya la hayan aumentado en repetidas

oportunidades y el “medicamento" no haya sido efectivo.

Las personas tienen facilidad para repetir el mismo método que las condujo a un

resultado erróneo. Sin cuestionarlo o modificarlo para realmente obtener resultados

diferentes.

Repetir los mismos métodos una y otra vez a menudo conduce a los mismos

resultados y muchos de ellos vienen a ser fracasos. Estos ratifican la desvalorizació n

personal, reafirman la baja autoestima y todos sus sentimientos concomitantes y

subsecuentes.

Ejemplos de soluciones fallidas hay cientos. El que tiene fobia a los ascensores y

demá s espacios cerrados frente a la situació n temida se repite una y otra vez:  ¡no

me va a suceder, no me va a pasar…!, para lograr que esa frase sea la llave efectora

toda una cadena de síntomas.

La persona con anorexia que, de cara al no comer, todo su círculo afectivo le

dice:  ¡come, come! mientras ella rechaza má s la comida. O el hombre que padece de

depresió n y se encuentra desganado, triste, angustiado y no siente ganas de

levantarse de la cama y al que la esposa le sugiere:  ¡mira qué hermoso día, levántate,

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salgamos a pasear!, lo que conlleva a que se sienta un inepto todos le recomiendan lo

que debe hacer y é l no logra realizarlo con gusto.

Buscar valor en el entorno, una


estrategia desatinada
Quienes se refugian en la desvalorizació n personal, en el intento fracasado de

obtener reconocimiento, al conseguir un resultado contrario al que

desean, terminan consolidando su propia desvalorización en la realidad; cuando en

realidad la cuestió n es lograr la valorizació n del entorno.

Este es el caso de los  dadores que siempre está n dispuestos a ayudar a todo su

círculo afectivo y por semejante incondicionalidad, terminan siendo usados y

maltratados. Tambié n es el caso de los desvalorizadas que siempre privilegian el

deseo de los otros, sufren y se sienten frustradas  porque han pasado su vida sin

cumplir los propios.

Ambas especies de ayudadores, intentan denodadamente encontrar la seguridad de

las relaciones convirtié ndose en incondicionales hacia el otro. Estos desvalorizados

abastecen a pleno a los otros buscando el valor hacia ellos, los colocan en primer

lugar, no dejan fisura en los vínculos y terminan dependiendo en una posició n


vincular por debajo. No permiten que el otro desee o sienta necesidad de ellos,

puesto que antes que requieran algo, allí está n ellos abasteciendo la demanda.

Este grado de esclavitud afectiva no posibilita que el otro sienta necesidad de estar

con el protagonista. Tampoco extrañ arlo: si extrañ ar es recordar con deseo el hecho

de estar con el otro, un desvalorizado que llene todas las grietas no da lugar a que

sientan su falta, a que lo necesiten, por lo tanto, se vuelve invisible.

O sea, la incondicionalidad amorosa lleva a la invisibilidad, cuando lo que se busca

es el efecto contrario. Con lo cual, el que tiene baja autoestima confirma su

desvalorizació n personal  en la realidad.

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Otro recurso que fracasa es mostrarse como un buen alumno. Esos jó venes que a

travé s de las buenas notas y los actos con un grado supremo de perfecció n, esconden

la necesidad imperiosa de ser aprobados, valorados y queridos. Entonces generan

expectativa cero, porque sus padres, amigos, tíos y familia saben van a obtener los

mejores resultados. Y es así có mo pierden protagonismo, ya que de ellos siempre se

espera una buena nota y cualquier descollar no va a causar ningú n tipo de sorpresa.

Nuevamente, el efecto contrario a lo que se desea.

Tambié n hay quienes se colocan en una posició n de dar lá stima, o de debilidad, con

la secreta expectativa de que los demá s les devuelvan una imagen de fortaleza en la

que les expresen reconocimiento por sus recursos y capacidad. En general, terminan

generando repulsió n en la gente porque su queja y su actitud de pobrecitos llevan a

que los demá s se cansen y eludan cualquier encuentro con los quejosos.

En algunas ocasiones, la toma de consciencia de aptitudes personales se realiza a

nivel racional. El protagonista reconoce que posee una variada gama de recursos y

aduce que se valora. En realidad, es un reconocimiento racional que, a la hora de

hacer valer sus herramientas, cae en la trampa: se apoca, no tiene fe en sí mismo, se

siente menos y esto se nota físicamente porque incluso encorva la espalda .

Detrás de la desvalorización personal:


inseguridad, miedo y culpa
Otra de las consecuencias es la inseguridad. Cuando un individuo no se estima, no

tiene seguridad a la hora de afrontar cualquier situació n. En este sentido, la

desvalorización personal y la inseguridad van de la mano. Una camina de forma

paralela a la otra.

Un inseguro es inseguro porque cree que no tiene posibilidades, ni recursos que

avalen su actuació n. Pero, existe un tercer concepto que completa la trilogía: el

miedo.

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Una consecuencia de la baja autoestima es el miedo . La persona se llena de

pensamientos negativos que lo inmovilizan y por los que se siente avergonzado para

afrontar situaciones… Ademá s de experimentar sentimientos y pensamientos que lo

conectan con la impotencia.

Existe un cuarto sentimiento que los desvalorizados sienten: la culpa. Este es el

sentimiento constante que acompañ a en general a todas las formas de

desvalorizació n personal. “Yo tendría que haber hecho; como soy tan estúpido que no

lo hago…; si lo hubiese terminado ahora estaría trabajando en otro cargo…" y una

amplia cantidad de rumias internas que hacen que el acuciado por la baja

autoestima se autoflagele aú n mas.

Una persona que no se valora ni cree en sus capacidades se siente incapaz de actuar

porque se siente insegura de que su forma sea coherente y acertada. Entonces, le

surge la duda. Se llena de preguntas que le incrementan la ansiedad  y aumentan sus

dudas iniciales. Entre cuestionamientos, intenta diseñ ar una planificació n o

construir diversas estrategias y formas para cumplir con el objetivo. De esta manera,

tratará de anticiparse a la situació n en pos de sentirse má s segura.

Para el imaginario de la persona con desvalorizació n personal, cualquier situació n

se puede convertir en una prueba en la que se evaluará si vale o no vale. La asaltan

fantasías de fracaso y falta de reconocimiento, fantasías que lo llevan a que sienta

miedo. Miedo a que lo desvaloricen y descubran realmente quién es. Miedo a que sus

imperfecciones e incapacidades queden a la intemperie. El miedo lo opaca, le hace

perder el brillo de sus capacidades.

Una autoestima saludable: ¿es


posible?
La baja autoestima es una sensación que dilapida y desbarata proyectos, bloquea

posibilidades de ser creativos, genera inseguridad, incrementa por ende la angustia

y ansiedad y transforma en complicada la complejidad de las relaciones humanas. Es

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tal cual una plaga que paulatinamente carcome, arrasa, penetra, en forma escueta o

abrupta deteriorando la personalidad.

En cambio, la verdadera autoestima se siente. Es una sensación que emerge

espontáneamente de cara a la experiencia. Es un sentimiento interior que no

depende adictivamente del reconocimiento externo, sino de uno mismo.

Sentirse valorizado es un estado, una tendencia a rescatar lo positivo de las

situaciones, las personas y la vida en general, así como tambié n entender que no se

es apto para todas las actividades o situaciones. Sería un mecanismo omnipotente

creer que somos idó neos para todo.

Cuidémonos, cultivémonos y evitemos caer en la desvalorización personal. No la

necesitamos, ni de lejos.

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