Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Alegórico &
Literal
¿Cuál es la diferencia?
¿ Quién determina que es alegórico y que es literal,
el autor o el lector?
¿Cómo se reconoce cuando algo es literal o
alegórico?
Contenidos
1. 1 El Método Alegórico de
Interpretación
2. 2 El Método Literal de Interpretación
El Método Alegórico de Interpretación
"La alegoría es el método de interpretar textos
literarios que considera el sentido literal como
vehículo para un segundo sentido más espiritual
y más profundo".
SE IGNORA:
Autor
Propósito
Historia
Destinatario
Texto
Evidencias
El Método Literal de
Interpretación
En oposición directa al método alegórico de
interpretación está el literal, o método gramático-
histórico.
1. Establece la interpretación
sobre hechos. Busca
establecerse en datos objetivos:
gramática, lógica, etimología,
historia, geografía, arqueología,
teología.
2. Ejerce un dominio sobre la
interpretación, similar a lo que la
experimentación para el método
científico... la justificación es el
control sobre las interpretaciones.
Todo lo que no esté a la medida
de los cánones del método literal
cultural-crítico debe ser
rechazado o puesto bajo
sospecha. Además de esto el
método ofrece el único freno
seguro para la constante
amenaza de dar interpretaciones
de doble sentido a la Escritura.
3. Ha tenido el más grande éxito en
hacer clara la Palabra de Dios.
La exégesis no comenzó en serio
hasta cuando la iglesia tenía
milenio y medio. Con el
literalismo de Lutero y Calvino, la
luz de la Escritura se encendió
literalmente. Este método ha sido
honrado por la más alta tradición
escolástica del protestantismo
conservador.
1. El lenguaje de la Biblia
frecuentemente contiene figuras
literarias. Esto es verdad
especialmente en cuanto a su
poesía. En la poesía de los
Salmos, en el estilo elevado de la
profecía, y aun en la simple
narración histórica, aparecen
figuras literarias que obviamente
casi no tienen intención de ser y
no pueden ser entendidas
literalmente.
2. El gran tema de la Biblia es
Dios y su compromiso redentor
con la humanidad. Dios es
Espíritu; las más valiosas
enseñanzas de la Biblia son
espirituales; y estas realidades
espirituales y celestiales
frecuentemente se presentan
bajo la forma de objetos
terrenales y relaciones humanas.
3. EL hecho de que el Antiguo
Testamento es tanto preliminar como
preparatorio para el Nuevo Testamento,
es demasiado obvio para que requiera
prueba. Al referir a los cristianos
corintios, a manera de advertencia y
admonición,, los eventos del Éxodo, el
apóstol Pablo declaró que estas cosas
eran "ejemplos" (tipos). Esto es,
prefiguraban las cosas venideras. Esto
da significado e importancia especiales a
mucho de lo que se encuentra en el
Antiguo Testamento. Tal interpretación
reconoce, a la luz del cumplimiento del
Nuevo Testamento, un significado más
profundo y mucho más maravilloso en
las palabras de muchos pasajes del
Antiguo Testamento del que parecen
contener cuando se toman solamente en
su contexto y conexión con éste.
2 Pedro 3:15-17
Esto es grave, es
la apostasía que estaba profetizada en la Biblia,
"apostasía" apostatar de la fe, burlarse de
ella, venir en contra, negarla.
1 Timoteo 4:1
Pero el Espíritu dice claramente que en los
postreros tiempos algunos apostatarán de la
fe, escuchando a espíritus engañadores y a
doctrinas de demonios;
Habacuc 2:14
Porque la tierra será llena
del conocimiento de la gloria de
Jehová, como las aguas cubren el
mar.
Esto va a venir, Dios mismo
despertando su verdad y dándose a
conocer tal como Él es. Y bueno que tu
tomes parte, ve la Biblia literalmente y
reconoce la autoridad que tiene
Teología
Marcos Zúniga
Marcos Zúniga
Post navigation
¿Por Qué Debemos Estudiar la Biblia?
3 Mitos Acerca de la Navidad
Artículos populares
Oraciones Efectivas: De Cómo Ester Le Hablaba Al Rey
¿Qué son las cisternas rotas de Jeremías 2:13?
¿Cuál es el Método Correcto Para Interpretar la Biblia?
Esperar en Dios - ¿Qué es eso?
¿Por Qué Debemos Estudiar la Biblia?
3 hábitos espirituales en 1 verso: Miqueas 7:7
Requisitos Para Ser Pastor (3): Marido De Una Sola Mujer
Mis tuits
Suscríbete al blog por correo electrónico
SUSCRIBIR
Marcos Zúniga
© 2020
Powered by WordPress
Theme: Masonic by ThemeGrill
La hermenéutica es la ciencia de la interpretación. El
lenguaje y la escritura.
1.
JUL
27
INTRODUCCIÓN
Aunque teó ricamente todos los sistemas teoló gicos del cristianismo
han sido elaborados a partir de la Biblia, la verdad es que tales
sistemas pronto han adquirido en muchos casos una autoridad propia
que ha impuesto sus conclusiones con toda rigidez a la labor exegética.
La teología no siempre ha sido sometida a constante examen, en
sujeció n al texto, iluminado por un mayor conocimiento hermenéutico.
Por el contrario, la interpretació n ha sufrido los efectos de un fuerte
ceñ imiento con las fajas de tradiciones teoló gicas.
La interpretació n dogmá tica se ha practicado y se practica aú n- en
mayor o menor grado en todas las confesiones cristianas, pero ha
caracterizado de modo especial al catolicismo romano.
En el caso de los escrituristas cató licos, a pesar de la libertad
creciente de que disfrutan, su exégesis siempre está hipotecada por el
dogma. Como sinceramente reconoce Leo Scheffczyk, profesor cató lico
en la universidad de Munich, «si se pregunta a la dogmá tica cató lica
por el sentido y el método de la verdadera interpretació n de la
Escritura, esta pregunta aparece en seguida incluida en un vasto
sistema de relaciones, que tiene que ser descubierto en las respuestas.
Por eso la pregunta no sería contestada por la dogmá tica cató lica de
una forma suficiente, si procediera exclusivamente de la Escritura y
só lo tuviese en cuenta los requisitos que provienen de la Biblia; porque
para la dogmá tica cató lica la Escritura no es el ú nico principio del
conocimiento, sino que también lo es el dogma»."
Segú n la teología ortodoxa del catolicismo, ninguna interpretació n
puede estar en contradicció n con el dogma o con el magisterio
eclesiá stico, lo que niega el principio protestante de que ningú n dogma
puede estar en contradicció n con las claras enseñ anzas de la Escritura
y que ésta debe ocupar siempre un lugar de supremacía, por encima de
toda tradició n y de toda formulació n teoló gica. Só lo la Escritura es
plena y exclusivamente normativa (norma normans, non normata).
Sin embargo, como ya hemos indicado, también en las confesiones
cristianas no cató licas ha sido a veces mediatizada la exégesis por
exigencias dogmá ticas. No habían transcurrido muchos añ os desde que
la Reforma arraigara en Europa cuando Matthias Flacius escribió en su
Llave a las Escrituras (1567): «Todo cuanto se dice respecto a la
Escritura o sobre la base de la Escritura debe estar de acuerdo con lo
que el catecismo declara y con lo que se enseñ a en los artículos de fe.»
Esta postura era la negació n de uno de los propó sitos fundamentales
de los reformadores: liberar al pueblo cristiano de la tiranía de la
tradició n cató lico-romana y volverlo a la posició n de una sumisió n
directa a la Palabra de Dios, al contenido de la Escritura.
Lo peor es que el error de Flacius se extendió ampliamente en el
seno del protestantismo durante el llamado periodo confesionalista.
L. Berkhof describe bien la situació n: «En el periodo que siguió a la
Reforma se hizo evidente que los protestantes no habían quitado
enteramente la vieja levadura. En teoría mantenían el só lido principio
de Scriptura e interpres, pero mientras por un lado rehusaron someter
su exégesis al dominio de la tradició n y a la doctrina de la Iglesia
formulada por papas y concilios, cayeron en el peligro de dejarse llevar
por los principios confesionales de cada denominació n.
Fue preeminentemente la edad de las denominaciones. Hubo un
tiempo en que cada ciudad importante tenía su credo favorito (Farrar).
Cada cual trató de defender su propia opinió n apelando a la Escritura.
La exégesis vino a ser servidora de lo dogmá tico y degeneró en una
simple bú squeda de textos favorables.»
No es de extrañ ar que se produjeran reacciones contra este
resurgimiento del espíritu cató lico-romano. Algunas tuvieron un
cará cter marcadamente racionalista (socinianos). Otras dieron origen
al pietismo, sano y benéfico en su principio, pero que evolucionó hacia
actitudes subjetivas respecto a la Biblia en las que prevalecían las
ansias de edificació n por encima del estudio gramá tico- histó rico de la
Escritura.
La interpretació n dogmá tica, no como método abiertamente
reconocido, pero sí generalizado en la prá ctica, ha tenido sus periodos
de auge siempre que se han elaborado sistemas teoló gicos minuciosos
cuya trabazó n ha dependido má s de la coherencia filosó fica que de la
investigació n hermenéutica, concienzuda y perseverante, del conjunto
de la Escritura. Tales sistemas tienen su origen en hechos o doctrinas
que se consideran fundamentales y que aparecen claramente en la
Biblia. Pero el camino que se ha seguido después ha sido el de una
reflexió n teoló gica que por ser deductiva má s que inductiva, no
Siempre se ha mantenido en sintonía con la verdad revelada.
Segú n la tendencia de cada confesió n, o de cada escuela teoló gica, se
ha hecho uso de determinados textos con omisió n má s o menos
intencionada de otros e incluso se han interpretado de manera
artificiosa con tal de evitar la contradicció n con los postulados del
sistema.
Es conveniente, a partir de una sana teología bíblica, llegar a una
teología sistemá tica. Só lo así puede tenerse una perspectiva adecuada
de la revelació n. Pero una teología sistemá tica llevada má s allá de sus
justos límites, en vez de facilitar la comprensió n de la Escritura, puede
má s bien nublar algunos de sus textos y despojarlos de su verdadero
significado. Sirva como ejemplo la interpretació n que algunos
comentaristas reformados han dado a Juan 3:16, segú n la cual «el
mundo» al que Dios ha amado queda reducido al «mundo de los
escogidos». Salta a la vista que en este caso la exégesis ha estado
totalmente dominada por la perspectiva predestinacionista de un
calvinismo extremado.
Otra muestra de los abusos del método en cuestió n es la utilizació n
de pasajes bíblicos en apoyo de una doctrina dá ndoles un significado
que en realidad no tienen. A menudo otro ejemplo se ha dado a Isaías
1:6 un sentido moral, lo que ha permitido usarlo como texto
demostrativo de la «depravació n total» del hombre. Pero só lo
implícitamente y por deducció n podría extraerse esta doctrina del
texto mencionado. Lo que el profeta hace resaltar es la condició n
lastimosa a que ha llegado el pueblo escogido bajo los juicios divinos
acarreados por la maldad y la deslealtad.
Aun el versículo 4 del mismo capítulo, que menciona de modo
explícito la depravació n de Judá y podría usarse como paradigma, en
sentido rigurosamente exegético no puede decirse que sostiene la
doctrina de la depravació n total. Esta doctrina es bíblica, pero son
otros los textos que la avalan.
En errores parecidos han caído exegetas sometidos a otros sistemas
teoló gicos. Y así se ha incurrido en el mismo desacierto del catolicismo
y de las sectas que imponen sus particulares esquemas doctrinales a la
exégesis.
Una teología evangélica nunca debería ser una forma nueva de
escolasticismo. Habría de buscar el má ximo de coherencia en el
examen y ordenació n de Jos elementos de la revelació n bíblica, pero
admitiendo que siempre quedará n cabos sueltos, que subsistirá n las
antinomias, que no todo lo que hallamos en la Biblia se compagina
fá cilmente y a entera satisfacció n de quien la estudia.
Mientras vivimos en espera del día en que conoceremos como somos
conocidos, todo ordenamiento teoló gico ha de ser constantemente
revisado a la luz de la Palabra, a cuyo servicio tiene que estar siempre.
No es la Escritura la que debe interpretarse con una formulació n
teoló gica determinada.
Es la teología la que debe someterse en todo momento, a los
resultados, de una escrupulosa exégesis de la Escritura. Y solo sobre
una exegesis de amplia base bíblica puede levantarse el edificio de la
dogmá tica. Como el teó logo cató lico ya Citado, Leo Scheffczyk, admite,
«los puntos de apoya para los dogmas só lo pueden actuar como tal.es
si se muestran en relació n con el contexto y con toda la Escritura.
La Escritura pues nunca puede ser utilizada en apoyo de una verdad
de un todo puntual, sino só lo en toda su extensió n, o mejor dicho
corporativa y pluridimensionalmente. Así se exige a la dogmá tica que
con respecto a una verdad de fe que está en tela de juicio, siempre
escuche a toda la Escritura y se la ponga ante la conciencia.»
Las consideraciones precedentes sobre la interpretació n dogmá tica
nada tienen que ver con la aplicació n del llamado «principio de
analogía de la fe», segú n el cual la interpretació n de cualquier texto
debe estar en armonía con el conjunto de las enseñ anzas doctrinales
bíblicas má s claras. A este principio volveremos oportunamente. Pero
una cosa es la subordinació n de todo trabajo exegético al tenor general
de la Escritura y otra la servidumbre bajo el dominio de la dogmá tica.
CUESTIONARIO
La hermenéutica es la ciencia de la interpretación. El
lenguaje y la escritura.
1.
JUL
27
LA INTERPRETACIÓN LIBERAL
INTRODUCCIÓN
Surge este método dentro del liberalismo teoló gico que tuvo sus
inicios a mediados del siglo XVIII, se desarrolló en diversas fases y
mantuvo su primacía en amplios sectores protestantes hasta bien
entrado el siglo xx.
No se distingue el liberalismo por la homogeneidad de conceptos de
sus defensores -a menudo muy dispares entre sí, sino por la
coincidencia en unos principios que se consideraban fundamentales en
el desarrollo de la teología. Tales principios pueden resumirse en la
siguiente enumeració n:
A) Libertad de pensamiento y de acció n, lo que equivalía a la eliminació n
de toda traba impuesta por los prejuicios y convencionalismos
tradicionales.
B) Como consecuencia del principio anterior, una actitud de gran reserva
o de franca hostilidad hacia cualquier forma de coerció n o autoridad
externa.
E) Autonomía y supremacía de la razó n, aunque no se concretaba ni la
naturaleza de ésta ni su alcance, y a pesar de que en algú n momento se
dio prioridad al sentimiento.
D) Exaltació n del hombre como centro del pensamiento y de la
experiencia religiosa.
E) Adaptació n de la teología ora a la filosofía ora a las ciencias naturales e
histó ricas.
F) Apertura constante al cambio en los conceptos teoló gicos en la medida
en que el progreso cultural lo hiciese aconsejable.
Las consecuencias subsiguientes a la aplicació n de estos principios
en la hermenéutica bíblica las veremos má s adelante. Pero antes de
considerarlas, y a fin de poder tener una mejor comprensió n de las
mismas, conviene hacer un esbozo de la génesis y desarrollo del
liberalismo teoló gico.
Aunque podrían fijarse antecedentes del liberalismo en épocas
antiguas, las raíces de este movimiento-al menos en su manifestació n
moderna-las hallamos en el Renacimiento, terreno abonado en el que
pronto germinaría el racionalismo. Como señ alamos en otro lugar, «el
Renacimiento sacó a luz las glorias de la civilizació n greco-romana
para luego poner en tela de juicio los principios y normas algunos de
ellos insostenibles- que habían recogido la sociedad y la religió n
durante la Edad Media.
En la esfera religiosa, la Reforma trasladó a la Palabra de Dios la
autoridad que se habían arrogado el Papa y la Iglesia. Pero,
paulatinamente, el mismo impulso dio lugar a preguntas que afectaban
toda la estructura de la sociedad, de la filosofía y de la religió n. Tanto
Bacon, en Inglaterra, como Descartes, en Francia, iniciaron el método
inductivo, afaná ndose por llegar a conclusiones razonables sobre la
base de la experimentació n, en contraste con la filosofía anterior que,
arrancando fundamentalmente de Plató n y de Aristó teles, tomaba
como punto de partida algú n concepto maestro, procurando luego
adaptar los hechos al concepto. Se había iniciado la era de la razó n».
Descartes, con su célebre cogito, ergo sum (pienso, luego existo),
dejaba sentada una base sobre la cual se efectuaría el giro del
pensamiento religioso hacia el antropocentrismo teoló gico. La realidad
ontoló gica del hombre se convertía en el fundamento de toda
deducció n relativa a otras realidades, incluida la de Dios.
Por consiguiente, los métodos del conocimiento religioso ya no
estarían presididos por la revelació n, sino por la razó n.
En el periodo racionalista del liberalismo teoló gico (desde mediados
del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII), ademá s de Descartes,
sobresalen Spinoza, Leibnitz, Lessing y los platonistas de Cambridge;
pero la figura má s destacada es John Locke, considerado como el
constructor del racionalismo.
Contrariamente a lo que algunos pudieran suponer, y en contraste
con algunos teó logos de épocas posteriores, Locke se esforzó por
mantener una relació n de equilibrio entre la autoridad de la Biblia y la
razó n. Segú n Bernard E. Meland, «Locke retuvo un sentido vivo del
"juicio de la Sagrada Escritura" sobre la razó n humana, aunque insistía
en la necesidad de atender a las demandas de la integridad propia en el
uso de la razó n.
Al leer la Escritura escribió - la integridad del entendimiento de uno
mismo está tan comprometida como la audició n de la Palabra. Y la
razonabilidad de la Palabra de Dios -insistió - debe ser comprendida de
modo tal que la razonabilidad del propio entendimiento del hombre
pueda ser puesta en correlació n con ella».' Desgraciadamente, este
respeto de Locke hacia la Escritura y su autoridad pronto
desaparecería del pensamiento de los teó logos liberales.
Al periodo racionalista sigue el romá ntico, que se extiende hasta
finales del siglo XIX. Tal periodo ha sido definido como un
retorno apasionado a los. instintos naturales, a la vida, a la libertad, a la
predilecció n individual, a la espontaneidad de la imaginació n creadora.
Se caracteriza, en términos generales, por el relieve que adquiere el
individuo en su realidad concreta, en su experiencia personal o en su
responsabilidad ética.
La perspectiva de las realidades infinitas debe contemplarse desde
el plano de la persona individual. Resultado de este énfasis en la
individualidad y en el valor de la experiencia fue el relativismo
histó rico que de modo poderoso influiría después en la hermenéutica
bíblica.
EL MOVIMIENTO ROMÁNTICO PRONTO INVADIÓ EL CAMPO DE LA
TEOLOGÍA.