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FilosofÌa
Ivana Costa
Marisa Divenosa
2° AÒo Polimodal
EDITORIAL MAIPUE
FilosofÌa
Ivana Costa y Marisa Divenosa
1° ediciÛn
ISBN 987-9493-15-X
DiagramaciÛn: Paihuen
Costa, Ivana
FilosofÌa / Ivana Costa y Marisa Divenosa. ñ 1° ed. ñ Buenos Aires : Maipue,
2005.
220 p. ; 27x19 cm.
ISBN 987-9493-16-8
BibliografÌa............................................................................................................................................. 217
CAPÕTULO I
La filosofÌa
De profesiÛn filÛsofo
Hablar de filosofÌa es siempre entablar una conversaciÛn compleja. Ya sea porque en
general se piensa que la filosofÌa es una actividad aburrida o complicada, ya sea
porque se considera que est· reservada a unos pocos intelectuales, o porque se ve en
ella una maraÒa compleja de pensamientos inabordables, el tratamiento filosÛfico
de un tema suele ser evitado de manera expresa. Sin embargo, considerar la filosofÌa
de esta manera es una forma de ignorar realmente de quÈ se trata. Ahora nos dedica-
remos a intentar esclarecer este concepto, y en las p·ginas que siguen el lector se
dar· cuenta de hasta quÈ punto la filosofÌa forma parte de sus actividades cotidia-
nas, aunque no lo perciba.
Si hay algo que todo el mundo sabe de la filosofÌa es que se relaciona con los antiguos
griegos, y que SÛcrates, PlatÛn y AristÛteles fueron los m·s reconocidos filÛsofos de
la Grecia cl·sica, la que abarca los siglos V y IV a.C. Como noble hija de padres
griegos, su nombre proviene justamente de este idioma.
FilosofÌa es un tÈrmino compuesto por dos palabras griegas: philos, que significa
ìamorî, ìafecciÛn aî y tambiÈn ìamistadî, y sophÌa, que quiere decir ìsaberî, ìcono-
cimientoî. Si decimos solamente esto, se pensar· que ella se ocupa de aumentar el
saber, de intentar conocer todo el tiempo m·s, y el filÛsofo ser· alguien enamorado del
saber, ·vido de conocer, y que siente necesidad de aprender siempre m·s y nunca se
satisface con lo que sabe. En parte, esta conclusiÛn es correcta; pero si decimos sÛlo
esto, corremos el riesgo de pensar que el filÛsofo es un erudito, es decir, una persona
centrada solamente en incrementar constantemente la cantidad de datos o de infor-
maciÛn que posee, o en especializarse en todas las ciencias y conocimientos, y eso no
es exactamente un filÛsofo. Se trata, mejor, de alguien que hace de la reflexiÛn una
actividad central de su vida. Utilizamos aquÌ el tÈrmino ìreflexiÛnî en su sentido
primario, es decir, aquel que menciona un reflejo, como si fuera un espejo. Reflexio-
nar quiere decir mirarse a sÌ mismo en un gesto de flexiÛn, en un movimiento sobre
uno mismo, un repliegue interior en el que uno se pone frente a sÌ mismo para obser-
var, asÌ, sus ideas, opiniones, pensamientos. Si reflexionamos sobre el sentido de la
vida, por ejemplo, el ejercicio consistir· en percibir quÈ es lo que pensamos nosotros
mismos sobre Èl. Y es por esto que la reflexiÛn implica siempre el cuestionamiento:
øquÈ pienso que es la vida? øen quÈ creo que consiste la existencia?
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CapÌtulo I
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La filosofÌa
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CapÌtulo I
La filosofÌa en casa
A la hora de hablar de filosofÌa parece que estamos obligados a citar sÛlo la palabra
de los filÛsofos cÈlebres; sin embargo, no son ellos los ˙nicos que filosofan y reflexio-
nan. Muy por el contrario, preguntas como las que acabamos de formular pueden
ser hechas por cualquiera de nosotros en cualquier momento. De hecho, todos
filosofamos con mayor o menor frecuencia, con mayor o menor rigor, porque re-
flexionar es parte esencial de la vida humana. Suele decirse que las circunstancias en
las que m·s frecuentemente nos ponemos filosÛficos est·n determinadas por ciertos
hechos que pasan en nuestras vidas. Una de estas situaciones tiene que ver con
enfrentarmos a algo que nos causa extraÒamiento; el filÛsofo alem·n Martin Heidegger
(1889-1976) habla de la ìrelaciÛn de familiaridadî que tenemos con las cosas. Cuan-
do utilizamos las cosas que forman parte de nuestro mundo cotidiano ñdiceñ no
tenemos una relaciÛn de real conocimiento con ellas, sino de ìutilidadî. Pero de
pronto, por alguna razÛn, porque algo cambiÛ o porque nosotros cambiamos, un dÌa
empezamos a percibirlas de manera diferente y particular, y nos surge la pregunta
acerca de por quÈ las cosas son de la manera que son o por quÈ pasa lo que pasa.
Tomemos un ejemplo. Todos sabemos en quÈ consiste el nacimiento de un niÒo, nos
parece un hecho absolutamente natural, y no nos asombra ni nos cuestionamos so-
bre el hecho. Pero muchas veces, cuando nace alguien cercano a nosotros, tenemos
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La filosofÌa
tendencia a sentir que no se trata del mismo hecho que sabÌamos bien en quÈ consis-
tÌa. Se trata ahora de que ha nacido un ser humano, cuya vida ha surgido del deseo
de sus padres, de una situaciÛn determinada que lo ha generado, o de una suma de
hechos independientes de Èl, pero una vez que este ser ha nacido ya no puede redu-
cirse al solo deseo de sus progenitores, ni tampoco a una situaciÛn ni a una suma de
hechos, sino que ahora existe como un ser nuevo, un sujeto diferente de todos los
dem·s. …ste es el ìmilagro de la vidaî, que no deja de ser un misterio para los hom-
bres desde que son hombres. El misterio de la muerte no es menos intrigante para la
filosofÌa. O la injusticia que cometen unos seres humanos contra otros. O las severas
desigualdades entre ciudadanos de un mismo paÌs. Otras circunstancias que gene-
ran la reflexiÛn filosÛfica en nuestra vida cotidiana son las llamadas situaciones lÌmi-
te: hechos que nos afectan dram·ticamente, y que nos inducen a preguntarnos por
quÈ estos hechos nos suceden a nosotros o a determinadas personas y no a otras,
øpor quÈ la vida es asÌ? o tambiÈn øquÈ sentido tiene ese hecho en nuestra vida?.
Ejemplos claros de situaciones lÌmite son la muerte de alguien muy querido, o de
alguien joven, el padecimiento de graves dolencias, a veces de por vida. Lo cierto es
que ninguno de nosotros puede escapar a este tipo de reflexiÛn, porque es, hasta
donde podemos ver, esencial a todo ser humano.
En fin: la filosofÌa est· presente, de alg˙n modo, en la vida de todos y mucho m·s de
lo que sospechamos. Aunque no todos elaboremos una teorÌa sobre la vida o sobre la
especie humana, no podemos evitar la reflexiÛn, que finalmente constituye un acto
natural para quienes poseemos pensamiento.
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CapÌtulo I
fondo la filosofÌa, porque ella todavÌa no existe. Pero si suponemos que existe una efectiva-
mente, ninguno de los hombres que la aprendiera podrÌa decirse ìfilÛsofoî, pues el cono-
cimiento que tendrÌa permanecerÌa siendo subjetivamente histÛrico. Es diferente en mate-
m·ticas. Esta ciencia puede, en cierta medida, ser aprendida; pues aquÌ las pruebas son
tan evidentes que cada uno puede convencerse; y adem·s, en razÛn de su evidencia, pue-
de ser considerada como una doctrina cierta y estable"(I. Kant, LÛgica, 1800).
La filosofÌa es un ejercicio, dice Kant. Hacer filosofÌa no es sÛlo leer lo que otros
dijeron y considerarlo verdadero. No se trata de aprender teorÌas y explicaciones; se
trata en realidad de pensar, de usar nuestra propia razÛn para ser crÌticos frente a los
hechos de la realidad. No hay una filosofÌa prefabricada. La filosofÌa es un hacer. De
ahÌ que este filÛsofo diga que la filosofÌa todavÌa no existe, porque es una tarea actual,
de este momento y de esta circunstancia. La misma idea estaba en SÛcrates, de quien
se dice que no escribiÛ ning˙n texto que diera a conocer su propia filosofÌa ya que
consideraba que no tenÌa sentido transmitir un contenido filosÛfico determinado.
La filosofÌa es aquÌ y ahora, es reflexiÛn con los otros, es intercambio de opiniones,
argumentos y discusiones. Por eso para muchos autores no es posible la filosofÌa en
soledad absoluta, porque es una actividad eminentemente social, comunitaria, con-
junta y, sobre todo, viviente y cambiante. Las otras ciencias, nos dice Kant, no son
iguales, porque poseen unos contenidos m·s o menos fijos y no se espera que estos
contenidos se pongan en discusiÛn una y otra vez.
A pesar de que pertenecen a siglos y momentos histÛricos muy diversos, el pensador
contempor·neo Karl Jaspers (1883-1969) complementa la posiciÛn de Kant y explica
la filosofÌa desde otro punto de vista:
"øQuÈ es, pues, la filosofÌa, que se manifiesta tan universalmente bajo tan singulares for-
mas? La palabra griega philÛsophos (filÛsofo) se formÛ en oposiciÛn a sophÛs. Se trata del
amante del conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que estando en posesiÛn del
conocimiento se llamaba sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta
hoy: la b˙squeda de la verdad, no la posesiÛn de ella, es la esencia de la filosofÌa, por
frecuentemente que se la traicione en el dogmatismo, esto es, en un saber enunciado en
proposiciones, definitivo, perfecto y enseÒable. FilosofÌa quiere decir ir de camino. Sus
preguntas son m·s esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en una
nueva pregunta.
Pero este ir de camino ñel destino del hombre en el tiempoñ alberga en su seno la posibi-
lidad de una honda satisfacciÛn, m·s a˙n, de la plenitud en algunos elevados momentos.
Esa plenitud no estriba nunca en una certeza enunciable, ni en proposiciones ni confesio-
nes, sino en la realizaciÛn histÛrica del ser del hombre, al que se le abre el ser mismo.
Lograr esta realidad dentro de las situaciones en que se halla en cada caso un hombre es el
sentido del filosofar" (K. Jaspers, La filosofÌa, 1949).
Jaspers nos hace ver que un filÛsofo no es un sapiente o un sabio, en el sentido de
alguien que se siente completo y satisfecho, considerando que ha aprendido ya sufi-
ciente y que debe ahora echarse a descansar. El dogmatismo del que hablan Kant y
Jaspers se refiere a la filosofÌa como una doctrina cerrada, est·tica y no cuestionada,
que forma parte de quien se considera sabio, pero no del filÛsofo. …ste es, en reali-
dad, alguien que siente su carencia, su falta de saber, su necesidad de cuestionar, y al
sentirlo est· impulsado a avanzar en el cuestionamiento. Por eso la filosofÌa es un
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La filosofÌa
andar, un caminar, m·s que un resultado final. Para un filÛsofo, este avance a travÈs
de las preguntas es m·s importante que la meta de las respuestas, porque poseer
respuestas para todo serÌa convertirse en un sabio. Un aspecto diferente de la activi-
dad filosÛfica se resalta a continuaciÛn; ve·moslo:
"Cada Època histÛrica tiene emergentes caracterÌsticos que van conform·ndose de mane-
ra singular. La filosofÌa, que pretende reflexionar sobre ellos, no puede substraerse a los
problemas, las fascinaciones y las obsesiones de su tiempo. La problem·tica filosÛfica
actual es m˙ltiple y variada. No obstante, parecerÌa que existen algunos denominadores
comunes alrededor de los cuales gira el pensamiento actual. Ellos son: el lenguaje, la
ciencia y la Ètica. (Ö) El tema que ahora da quÈ pensar es el de la libertad con respecto a la
informaciÛn. He aquÌ la cuestiÛn para nuestra reflexiÛn. La filosofÌa hace 2.500 aÒos, en
Grecia, comenzÛ a plantearse el problema de la libertad. Muchos fueron los interrogantes
y muchas las respuestas que a travÈs del tiempo se han dado respecto de la libertad. (Ö) Es
decir que, en ˙ltima instancia, y a pesar de los cambios espectaculares, nos seguimos
replanteando las mismas preguntas. Es como si, despuÈs de tantos adelantos tecnolÛgi-
cos, de tanta ciencia y de tantas situaciones superadas, volviÈramos la mirada a Grecia
con nostalgia... total, 2.500 aÒos no es nada". (Esther DÌaz, Para seguir pensando, 1989)
El ˙ltimo texto nos lleva a prestar atenciÛn a un nuevo aspecto: la importancia
del contexto histÛrico en el que se desarrolla la filosofÌa, para su desarrollo mismo.
En aquel camino filosÛfico que seÒalaba Jaspers, en el cual las preguntas son m·s im-
portantes que sus respuestas, no ha cambiado demasiado el panorama; los antiguos se
cuestionaban quÈ es la libertad y cÛmo conservarla, y hoy nos hacemos la misma pre-
gunta. Sin embargo, cada Època estar· marcada por un problema o tipo de problemas
m·s bien especÌficos, y entonces es natural que los filÛsofos se ocupen especialmente
de unos temas y dejen otros de lado. Para la docente argentina Esther DÌaz, uno de los
problemas actuales que se impone pensar es el de la relaciÛn entre la informaciÛn y la
libertad. Un problema tal como si se debe permitir la clonaciÛn humana o no, segura-
mente no era posible en la Època medieval cuando la ciencia no podÌa hacer efectiva
la clonaciÛn de ning˙n modo; sin embargo, en el fondo de este problema hay otro
que sÌ tiene vigencia en todas las Èpocas: øtenemos libertad para manejar la vida
humana como si fuÈramos sus dueÒos absolutos?, øquÈ derecho tiene el hombre de
interferir en el recorrido natural y espont·neo de los acontecimientos?
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La filosofÌa
mente igual en todos los hombres; y asÌ, que la diversidad de nuestras opiniones
no viene de que unos son m·s razonables que otros, sino solamente de que condu-
cimos nuestros pensamientos por diversas vÌas, y no consideramos las mismas
cosas. Pues no es suficiente tener un buen pensamiento, sino que lo principal es
aplicarlo bien (Rene Descartes ñ1596-1650ñ, Discurso del mÈtodo, 1637).
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CapÌtulo I
Men˙ filosÛfico
Con el paso del tiempo, el pensamiento filosÛfico se ha desarrollado de manera tal
que sus preguntas pudieron ser agrupadas en diferentes ·reas. De este modo, como
para los filÛsofos las preguntas siempre fueron m·s importantes que las respuestas,
los cuestionamientos se hicieron cada vez m·s especÌficos, de manera que se hizo
posible clasificarlos en ramas de la filosofÌa. Preguntas como øes posible el conocimien-
to?, øquÈ es el conocimiento objetivo?, o øpercibimos los objetos tal como ellos son?,
øtodos
los sujetos los percibimos de la misma forma por todos los sujetos?, no se refieren al mismo
·mbito de interÈs que si nos preguntamos øquÈ es un hombre?, por ejemplo. Mientras
que las primeras preguntas conforman la parte de la filosofÌa que se llama Gnoseolo-
gÌa o TeorÌa del conocimiento, la ˙ltima le importa a la AntropologÌa filosÛfica. Veamos en
quÈ consisten, entonces, algunas de las ramas de la filosofÌa.
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La filosofÌa
ï …tica: el tÈrmino que designa este ·mbito proviene del vocablo griego Íthos, que
significa costumbre o h·bito; por lo tanto, tiene que ver con la conducta humana, que
se ocupa del obrar del hombre, de su manera de actuar óactuar bien o mal, por
ejemploó, especialmente cuando ese actuar involucra a otros hombres. En este libro
le dedicaremos un mÛdulo a la Ètica, para caracterizarla mejor; por el momento
digamos que trata de contestar preguntas como øquÈ es el bien?, øquÈ son los valores?,
øquÈ es una norma moral?, entre otras.
ï AntropologÌa filosÛfica: como dijimos, una de sus preguntas preferidas es øquÈ es
el hombre? AntropologÌa es un tÈrmino compuesto por ·nthropo, que significa hom-
bre, y por logÌa, que viene de lÛgos y que, como sabemos, significa pensamiento o
discurso que argumenta sobre algo. En este caso, se trata de una reflexiÛn sobre el
hombre. Pero, øen quÈ sentido se reflexiona? No como hacen las dem·s disciplinas
que se dedican al hombre, como la psicologÌa, la sociologÌa, etcÈtera, sino que hace
preguntas sobre lo que constituye al hombre en el sentido m·s profundo: øquÈ
cosas tiene que tener un ser para ser un hombre?, es decir, se cuestiona sobre la
esencia de lo humano.
ï GnoseologÌa: este tÈrmino que designa a otra rama de la filosofÌa tambiÈn est·
compuesto por dos tÈrminos que provienen del griego: gnoseo, que significa cono-
cimiento, y logÌa (pensamiento o discurso), al que ya nos referimos en el caso ante-
rior. Se trata, entonces, de la rama que hace preguntas acerca de cosas relativas a
nuestro conocimiento: øes posible el conocimiento?, øcu·l es el lÌmite de mi conocimien-
to?, øde dÛnde obtengo yo mi saber (de los sentidos, de mi pensamiento, etcÈtera)?
ï MetafÌsica: es la rama de la filosofÌa que se cuestiona acerca de cosas que van m·s
all· de lo evidente a los sentidos. Sus preguntas suelen ser las m·s abstractas, y son
sus ejemplos øquÈ es la existencia?, øquÈ es el ser?, øexiste Dios? Muchas veces se le ha
llamado ontologÌa, que significa literalmente disciplina que se ocupa de los entes, pero el
campo de la MetafÌsica (que significa literalmente lo que est· m·s all· de la naturaleza)
parece ser m·s amplio.
ï EstÈtica: comprende la reflexiÛn acerca de la naturaleza del valor de la belleza, y
de su aplicaciÛn en el campo de la producciÛn humana (como el arte, por ejem-
plo). Trata de dar cuenta de preguntas como øquÈ es la belleza?, øquÈ tipo de existen-
cia tienen los valores estÈticos?, etcÈtera.
ï La lÛgica es un instrumento ñlos griegos la llamaban Ûrganon, es decir, herramien-
ta, instrumento o ˙tilñ que utiliza la filosofÌa para reflexionar y razonar correcta-
mente; tambiÈn nos dedicaremos a desarrollar algunos conceptos de lÛgica, pero
adelantemos aquÌ que elabora y analiza las reglas que nos permiten argumentar
correctamente. Por lo tanto, la lÛgica es importante para todas las ramas de la
filosofÌa.
ï La filosofÌa polÌtica, la filosofÌa del lenguaje, la filosofÌa de las ciencias, la filosofÌa de
la educaciÛn, son otros ·mbitos de la filosofÌa y, por lo tanto, otras ramas por las que
se abre la capacidad de reflexionar rigurosamente, sin supuestos.
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…stas son los principales campos en los que se organiza la actividad filosÛfica, pero
digamos tambiÈn que no es siempre f·cil determinar a cu·l pertenece una cierta
elaboraciÛn filosÛfica, ya que un filÛsofo no decide antes de reflexionar a quÈ rama
de la filosofÌa se va a dedicar, sino que toma un problema y lo aborda desde los
·mbitos que considera necesarios. Es decir, al responder øquÈ es el hombre? lo m·s
probable es que un filÛsofo se encuentre en la antropologÌa filosÛfica, pero tambiÈn
en la Ètica, si habla de su relaciÛn con los otros, y en la metafÌsica, si habla de las
cosas que lo trascienden. El lÌmite entre las ramas no es neto ni puede estar excesiva-
mente fijado de antemano, pero podemos, sin embargo, agrupar de esta manera las
preocupaciones filosÛficas.
Como queda claro, en estas filosofÌas a la carta hasta el m·s severo comensal encontra-
r· su preferencia. SÛlo hace falta que veas cu·l corresponde a tu gusto.
Atilio, de Roger.
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CapÌtulo I
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La filosofÌa
Prehistoria filosÛfica
La filosofÌa no existiÛ siempre como un saber claramente separado de los dem·s
conocimientos. En un principio, muchos siglos antes de la era cristiana, cuando to-
davÌa no se hablaba de filosofÌa, la reflexiÛn ñel pensamiento racionalñ estaba mez-
clada con mitologÌas y cosmogonÌas, es decir con relatos que daban cuenta del naci-
miento del universo, fruto de la uniÛn, combinaciÛn o separaciÛn de distintas
divinidades. No es f·cil definir quÈ es un mito. Podemos decir que se trata de un
relato que intenta explicar algo que, en principio, no puede explicarse de un modo
racional. Para dar cuenta de la existencia pasada de una ciudad, por ejemplo, el mito
nos dir· que un dios mandÛ construirla para proteger a su hijo o a su enamorada, y
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La filosofÌa
DIJO UN FIL”SOFO...
"En efecto, la mayorÌa de los que han filosofado primero creyeron que los ˙nicos principios de todas
las cosas est·n en el ·mbito material; pues aquello a partir de lo cual existen todos los entes, y a partir
de lo primero de donde devienen y lo ˙ltimo hacia lo cual se corrompen finalmente, por permanecer
la esencia, pero modific·ndose en sus afecciones, esto dicen que es el elemento y principio de los entes.
Por eso creen que nada se genera ni se corrompe, de modo que se conserva siempre esta naturaleza,
como no decimos que SÛcrates nace absolutamente, en tanto se vuelva bello o m˙sico, ni que perece
del todo en tanto desaparecen estas disposiciones, porque permanece el sustrato SÛcrates mismo, asÌ
ninguna de las otras cosas nacen ni perecen; pues es necesario que haya una naturaleza ˙nica, o m·s
de una, a partir de la cual se generan las dem·s cosas mientras que aquÈlla se conserva.
Sin embargo, no todos dicen lo mismo acerca del n˙mero y la naturaleza de ese principio, sino que,
por un lado, Tales, el fundador de tal filosofÌa, dice que es el agua (puesto que opina que la tierra est·
sobre el agua) teniendo acaso esta creencia por observar que el alimento de todas las cosas es h˙me-
do, por generarse lo caliente mismo a partir de esto h˙medo, y por vivir en ello (pues aquello a partir
de lo cual algo se genera, esto es el principio de todas las cosas). Y efectivamente tomÛ esta creencia
no sÛlo por esto, sino tambiÈn porque las semillas de todas las cosas tienen una naturaleza h˙meda,
y porque el agua es el principio de la naturaleza para las cosas h˙medas.
(...) AnaxÌmenes y DiÛgenes colocan al aire antes que al agua y lo colocan como principio mejor de
los cuerpos simples; Hipaso de Metaponto y Her·clito de Efeso ponen al fuego; y EmpÈdocles coloca
los cuatro elementos, junto a los ya mencionados agrega a la tierra como el cuarto (pues Èstos siem-
pre permanecen y no se generan, sino por aumento y disminuciÛn numÈrica, uniÈndose y separ·n-
dose hacia y a partir de la unidad).
Y entre los que decÌan que el todo es uno, ninguno tuvo Èxito en comprender tal causa, sino excepto
tal vez ParmÈnides, y para Èste, seg˙n postulÛ que no sÛlo una sino incluso dos son las causas [el ser
y el no ser]"
AristÛteles, MetafÌsica, siglo IV a.C.
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CapÌtulo I
Contemos la historia
La historia de la filosofÌa se divide en cuatro periodos o Èpocas principales: filosofÌa
antigua, medieval, moderna y contempor·nea. Los acontecimientos histÛricos que
determinaron el paso de uno a otro periodo ñsi bien a veces la frontera no es estricta
sino que se construye a partir de la suma de dos o tres datos significativosñ no son
menos importantes que los hechos sociales y polÌticos que condicionaron el surgi-
miento y cambio en los movimientos intelectuales de cada momento. He aquÌ una
sumaria cronologÌa para identificar a cada uno de ellos. M·s adelante los
retomaremos, a medida que veamos las diferentes problem·ticas abordadas en los
bloques que siguen:
PerÌodo antiguo
Los filÛsofos que vivieron con posterioridad a los presocr·ticos son los primeros a
los que realmente se llamÛ ìfilÛsofosî, ya que se diferenciaron de los que investiga-
ban el cosmos en general. Se dice que el primer filÛsofo propiamente dicho fue SÛ-
crates, ya que Èl comenzÛ a poner al hombre en el centro de sus preguntas. Se pre-
ocupÛ b·sicamente por cuestionamientos Èticos, y las preguntas que lo caracteriza-
ron fueron, por ejemplo, øquÈ es la virtud?, øa quÈ llamamos justicia?, øes mejor para el
hombre recibir un castigo cuando ha sido injusto, o tratar de escapar a los que quieren
hacerlo
pagar por lo que ha hecho? Para SÛcrates lo m·s importante era el conocimiento de uno
mismo y la introspecciÛn, es decir, la observaciÛn, el examen, de sÌ mismo. El mÈto-
do que aplicÛ se llamÛ ìmayÈuticaî ñen griego, dar a luzñ porque se dice que ayuda-
ba a la gente a sacar a luz o hacer nacer las ideas en ella. El mÈtodo contaba con dos
momentos: el primero servÌa para revisar las opiniones de la persona con la que
conversaba, y analizar si eran apropiadas o no; en el segundo, positivo, la persona
pensaba nuevamente el concepto que investigaba y construÌa una respuesta m·s
adecuada que la anterior. Por ejemplo, SÛcrates le preguntaba a alguien øquÈ es la
sabidurÌa? y Èste le respondÌa: ìsaber muchas cosasî. El filÛsofo tomaba esa respues-
ta y volvÌa a formular una pregunta con la cual le mostraba al interlocutor que su
respuesta habÌa sido imprecisa. Por ejemplo, volvÌa a preguntarle: ìEntonces, øla
sabidurÌa es saber muchas cosas de mis vecinos, de mis amigos y parientes?î. De
este modo, el interlocutor estaba obligado a reformular su respuesta anterior y a
esforzarse por dar una respuesta m·s exacta. El mÈtodo no consistÌa en decir quÈ es
la sabidurÌa sino en ayudar a los dem·s a descubrilo por sÌ mismos. La mayÈutica
hacÌa referencia, adem·s, a la profesiÛn de la madre de SÛcrates, que habÌa sido par-
tera. Se decÌa, entonces, que mientras que su madre ayudaba a dar a luz personas,
SÛcrates ayudaba a dar a luz ideas.
En la misma Època que SÛcrates vivieron los llamados ìsofistasî, que eran un grupo
de hombres dedicados tambiÈn al saber, pero que fueron duramente criticados por
otros filÛsofos. Los sofistas no eran de Grecia, venÌan de otras ciudades y tenÌan
como profesiÛn la enseÒanza paga: eran maestros que vendÌan sus lecciones por
dinero. Parte de su mala fama, de hecho, proviene de que vendÌan su saber y lo
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La filosofÌa
La muerte de SÛcrates,
de Jacques Louis David (1787).
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CapÌtulo I
PerÌodo medieval
La Època medieval se conoce injustamente como la Època del ëoscurantismoí, como
un periodo oscuro e improductivo en la historia de las ideas. Lo que es cierto es que,
tras la prohibiciÛn de enseÒar filosofÌa impuesta a los paganos en el 529 por el empe-
rador Justiniano y, el retiro de los filÛsofos neoplatÛnicos a Persia, el cristianismo
pasÛ a ser la enseÒanza m·s difundida. De ahÌ que tanto los temas a estudiar como
los modos narrativos de encararlos estuvieran teÒidos desde el inicio de este perio-
do por preocupaciones teolÛgicas. La cuestiÛn sobre el car·cter filosÛfico de la ense-
Òanza cristiana es m·s compleja de lo que puede parecer a grandes rasgos. El hecho
de que algunos cristianos ñcomo al comienzo lo hicieron Pablo de Tarso o Juan el
Evangelistañ presentaran su credo como un fenÛmeno de continuidad de la filosofÌa
griega no debe resultarnos extraÒo: de hecho ya habÌa estrechos lazos entre el pensa-
miento helenÌstico y la exÈgesis bÌblica de judÌos como FilÛn de AlejandrÌa.
En el siglo II d.C., los escritores cristianos, llamados apologistas porque intentaban
presentar el cristianismo de una manera comprensible al mundo grecorromano, uti-
lizaron la nociÛn griega de Logos (palabra, discurso, razÛn) identific·ndola con Dios,
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La filosofÌa
como al comienzo del Evangelio de Juan. AsÌ, buscaban definir al cristianismo como
la filosofÌa, puesto que ñdecÌanñ los griegos sÛlo dispusieron de porciones de logos,
mientras que los cristianos poseen la llave del Logos verdadero y de la RazÛn perfec-
ta, encarnada en Jesucristo. A partir de aquÌ, es cierto que durante todo este periodo
la filosofÌa se centrÛ en cuestionamientos de orden teolÛgico, es decir, relativos a
Dios, a su existencia, a su influencia en la vida de los hombres. Claro que las pregun-
tas de orden teolÛgico no impidieron significativos desarrollos de la filosofÌa en to-
dos los ·mbitos. En el de la teorÌa del conocimiento ñuna de las preguntas funda-
mentales de la filosofÌa medieval fue: øCu·l debe ser mi guÌa: la fe en Dios o la razÛn?
øQuÈ debo hacer: creer en las Sagradas Escrituras o reflexionar por mÌ mismo?ñ.
En la antropologÌa filosÛfica ñen la medida en que las Sagradas Escrituras los obliga-
ban a tomar posiciÛn en relaciÛn con la libertad humana y su libre arbitrio para
pecar, por ejemploñ, en la Ètica, en la lÛgica, en la filosofÌa del lenguaje y la semiÛtica
(es decir, en todo lo que relaciona a la realidad con sus manifestaciones como signos
o en el discurso).
Durante el extenso periodo medieval, algunos autores retomaron el pensamiento de
PlatÛn y leyeron sus obras a la luz del modo de vida cristianismo, como lo hizo San
Anselmo de Canterbury, quien seguÌa, a su vez, a San AgustÌn. Otros consideraron
que el sistema filosÛfico de AristÛteles era el que mejor se adecuaba a la visiÛn que
del hombre y la naturaleza tenÌa entonces el catolicismo, como ha sido el caso de
Santo Tom·s de Aquino, quien intentÛ por todos los medios conciliar la filosofÌa.
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CapÌtulo I
PerÌodo moderno
La Modernidad est· marcada por un firme e incesante proceso de secularizaciÛn en
todas las ·reas de la vida humana, esto es, una separaciÛn, en cada una de las esferas
de la vida ópolÌtica, cognoscitiva, Èticaó, de la tutela religiosa que habÌa sido do-
minante en el periodo anterior. La crisis del mundo feudal, sumada a la revoluciÛn
cientÌfica y polÌtica del Renacimiento que protagonizaron pensadores de la talla de
N. Maquiavelo, J. Kepler, Galileo Galilei y otros, culminÛ en un nuevo modo de
pensar todas las relaciones del ser humano con el cosmos, con la naturaleza y con
sus congÈneres. Simplificando en gran medida este fascinante proceso de cambios,
podrÌamos decir que durante esta Època el ser humano, tras separar las Ûrbitas de
Iglesia-Estado y de religiÛn-ciencia, procura colocarse a sÌ mismo en el centro de las
reflexiones, en una posiciÛn de autonomÌa respecto de los preceptos y autoridades
que regÌan el universo medieval; el hombre pasa a ser autor de su propia vida, en
tanto ser racional dotado adem·s de libertad y voluntad. Para utilizar la expresiÛn
de Immanuel Kant en su cÈlebre artÌculo ´øQuÈ es la IlustraciÛn?ª (1784), el hombre
se concibe ahora como ëmayor de edadí, dejando de lado la necesidad de cuidado y
protecciÛn del padre-Dios, en la medida en que ya puede valerse de su razÛn, que es
suficiente. Esta mayorÌa de edad consiste, precisamente, dice Kant, en el ´tener el
valor de servirse de la propia razÛnª. Este pasaje a la mayorÌa de edad se llama
IlustraciÛn y sus cultores, los ilustrados.
Desde esta nueva perspectiva, los filÛsofos modernos intentaron explicar el surgi-
miento de la sociedad polÌtica y se retomaron las preguntas que el mundo cl·sico
habÌa llegado a formular, pero desde una perspectiva decididamente diversa, sobre
la necesidad de ser gobernado por un rey, o tambiÈn por representantes del pueblo
en el poder. La idea de que existe un ´contrato socialª que funda toda sociedad huma-
na, y con el cual todos acordamos fue formulada y discutida por no pocos pensadores
en esta Època. Argumentaban que ese contrato permitÌa cierta tranquilidad y estabi-
lidad social, ya que en Èl cada uno se compromete a no invadir ni violentar el dere-
cho de los otros, para no ser invadido ni violentado uno mismo; esta idea de un
´contratoª fundante volviÛ necesaria la existencia de un gobernante capaz de vigilar
que todos respetemos el ´contratoª, y que estÈ socialmente autorizado a castigar al
infractor que asÌ no lo hiciera con el objetivo de mantener el orden. Los filÛsofos
modernos se cuestionaron tambiÈn el origen de los problemas sociales, el significa-
do de la educaciÛn, de las leyes, de las normas Èticas, de la belleza, de la religiÛn.
El potencial casi inconmensurable que veÌan los modernos en la capacidad racional
humana llevÛ a pensadores como Denis Diderot a plantearse objetivos de produc-
ciÛn intelectual gigantescos. Este pensador, junto con DíAlembert, pensÛ en elaborar
una Enciclopedia, que contuviera todo el conocimiento humano, una empresa segu-
ramente imposible. La obra se concretÛ entre 1751 y 1772, con aportes de muchos
intelectuales de su Època, como J. J. Rousseau, Montesquieu, Voltaire, etc., y llevÛ
por nombre Enciclopiedia. O Diccionario Razonado de las Ciencias, las Artes y los Oficios,
y la primera ediciÛn tenÌa 28 vol˙menes, a los que se agregaron otros 5 vol˙menes
aparecidos entre 1776 y 1777. Su objetivo no sÛlo era conservar el conocimiento ad-
28
La filosofÌa
29
CapÌtulo I
PerÌodo contempor·neo
De la Època contempor·nea es m·s difÌcil trazar una historia, simplemente por el
hecho de que estamos tan prÛximos a ella. Sin embargo es evidente que los proble-
mas filosÛficos que se sit˙an en el centro de la escena son desarrollos ulteriores de la
herencia moderna. El especialista en filosofÌa contempor·nea Edgardo Castro escri-
biÛ, recientemente:
ìSeg˙n una versiÛn aceptada, la modernidad comienza con Descartes; con su esfuerzo
por convertir al sujeto que se conoce, a la conciencia, en el punto de partida de toda
certeza. Y, a partir de aquÌ, la historia del pensamiento moderno ha sido una historia del
sujeto. Pero hasta una r·pida ojeada nos muestra que Èsta no ha sido una historia f·cil.
Los filÛsofos no han dejado de retomar y reelaborar la nociÛn de sujeto. No sÛlo en el
·mbito de la teorÌa del conocimiento, tambiÈn de la polÌtica. Y en ambos, la nociÛn de
sujeto ha interiorizado una vieja problem·tica que domina la filosofÌa desde sus orÌgenes:
la relaciÛn entre multiplicidad y la unidad. Por ejemplo, en el plano del conocimiento,
entre la multiplicidad de nuestras sensaciones y la unidad del concepto que les corres-
ponde. En la filosofÌa polÌtica liberal (en el pensamiento de Thomas Hobbes, por ejem-
plo), la unidad y multiplicidad del sujeto polÌtico se planteÛ en tÈrminos de pluralidad de
individuos y unidad del soberano, del Estado. La nociÛn de contrato sirviÛ para pasar de
uno a otro, del sujeto-s˙bdito al sujeto-soberano. En cuanto a su alternativa, el marxismo,
el sujeto de la acciÛn polÌtica no es ni el individuo ni el Estado, sino la clase. Pero tambiÈn
aquÌ reaparecer· la tensiÛn entre la pluralidad de clases (la burguesÌa y el proletariado)
que caracteriza la contradicciÛn social, y la unidad de una sociedad sin clases. AquÌ, la
revoluciÛn, la realizaciÛn del sentido de la Historia, funciona como paso de una a otra. Lo
que se ha llamado el fin de la modernidad es, en gran medida, la crisis de esta nociÛn
moderna de sujeto. Desde finales del siglo XIX asistimos a una crÌtica multiforme de la
nociÛn de conciencia y de representaciÛn. Estas crÌticas, que comenzaron por destituir a la
conciencia de sus privilegios en el campo del conocimiento, se trasladaron al ·mbito de la
filosofÌa polÌtica.î
AsÌ, la secularizaciÛn como una emancipaciÛn de los seres humanos de toda tutela
religiosa, avanzÛ hacia la emancipaciÛn de toda autoridad polÌtica, intelectual, insti-
tucional e ideolÛgica, con una consecuente sensaciÛn de desorientaciÛn moral, pues-
to que los valores en los que se sostenÌan la Ètica y la moral, antes firmemente esta-
blecidos, aparecen ahora negados o relativizados. Por otra parte, el desarrollo cien-
tÌfico y tecnolÛgico avanzÛ tambiÈn hasta colocar al hombre en un lugar privilegia-
do dentro de la historia de la humanidad, a la vez dej·ndolo preso del vÈrtigo y de la
incesante rapidez con la que todo avanza en nuestras vidas, en fin, de la precariedad
con la que se viven esos cambios veloces.
El relativismo extremo y el individualismo; la permanente fragmentaciÛn de lo real y
la sensaciÛn de vivir en un mundo de simulacros y apariencias, son fenÛmenos que
caracterizan lo que ciertos filÛsofos en los aÒos 70 llamaron ´posmodernidadª. La
misma palabra ´posmodernidadª seÒala la contraposiciÛn con la modernidad. Si
Èsta era un proceso de secularizaciÛn, la posmodernidad se presenta como un proce-
so de fragmentaciÛn del sentido en varias direcciones:
La caÌda de los ideales de conocimiento de la modernidad, por medio del rechazo de la idea
moderna de verdad. ìNo hay verdades universales, necesarias ni definiti-
vas, sino m·s bien verdades provisorias y contingentesî.
30
La filosofÌa
La crÌtica y rechazo de los ideales Èticos y del progreso social inherente a la moder-
nidad. No sÛlo se descree de las grandilocuentes construcciones teÛricas del pensa-
miento moderno sino tambiÈn de la posibilidad de acceder por medio de ellas a un
ìprogreso socialî. Las tesis esenciales del credo tardomoderno rezan ìno hay futu-
roî. Las sociedades posmodernas son sociedades del desencanto.
Los cuestionamientos a la ciencia y el cientificismo: criticas tanto al desarrollo ab-
solutamente ilimitado de la ciencia cuanto a la desmesurada adoraciÛn a Èsta, lo que
da lugar a una reducciÛn de la razÛn a la mera racionalidad cientÌfica. La posmoder-
nidad inaugura un tiempo en el cual se cierra el supuesto incuestionado de la esen-
cial bondad del conocimiento cientÌfico. El desarrollo de dicha investigaciÛn, no de-
berÌa ser considerado un fin en sÌ mismo, sino un bien cuyo valor principal ha de ser
medido sobre la base de criterios de impacto social.
Otros han reflexionado acerca del lugar en el que, dentro de este panorama, se sit˙a
la libertad humana, y con ella, la responsabilidad tanto social como polÌtica por el
presente y el futuro. Y hay quienes centran su reflexiÛn en los juegos de poder esta-
blecidos entre partes de una sociedad o entre las sociedades interrelacionadas del
mundo globalizado.
Esto no es todo, Quino.
31
CapÌtulo I
Principia Mathematica,
Bertrand Russell 1872-1970
El método científico en filosofía
32
La filosofÌa
33
CapÌtulo I
LECTURA:
´Los mÈdicos, junto a otros profesionales de la salud, tiene la doble responsabilidad de preservar la
vida y de aliviar el sufrimiento. Este mandato varias veces centenario se halla admirablemente resu-
mido en el aforismo: Curar a veces, aliviar a menudo y confortar siempre. Sin embargo, una respon-
sabilidad dual puede, y en ocasiones asÌ sucede, desembocar en dilemas Èticos. øHasta dÛnde se
debe llegar tratando de preservar la vida de alguien que padece una enfermedad progresiva incura-
ble? øHasta dÛnde se puede llegar tratando de aliviar el sufrimiento si eso significa que, como conse-
cuencia de ello, la vida del paciente se acortar·? øQuÈ se entiende por riesgo aceptable cuando se
apela a opi·ceos para aliviar el dolor, u otras drogas que mitiguen sÌntomas penosos?
Estas y muchas otras preguntas, como las referidas a las terapias alternativas, la investigaciÛn clÌnica
y la asignaciÛn de los recursos, son abordadas sistem·ticamente y con gran sensibilidad en BioÈtica
paliativa (de Jorge Luis Manzini, La Plata, QuirÛn, 1997).
Los lectores diligentes encontrar·n en este libro algunas claves que los ayudar·n a enfrentar los
desafÌos Èticos y pr·cticos de los cuidados paliativos. Al hacerlo, se centrar·n m·s en el paciente y asÌ
se transformar·n en un apoyo m·s real. Ser·n mejores acompaÒantes profesionales de aquellos que
estÈn en el trance de enfrentarse al que quiz·s es el mayor desafÌo de la vida: la aceptaciÛn de la
muerte inminente de una forma tal que enaltezca la vida misma, para uno, para la familia y los
amigos.
Es de fundamental importancia recordar que, por un innato instinto de supervivencia, los seres hu-
manos temen a la muerte. Esto puede llevar a actos Èticamente dudosos, a mÈdicos y otros profesio-
nales de la salud, a medida que la angustia existencial oscurece los pensamientos, las palabras y las
acciones. Lamentablemente, en estas circunstancias, la manera cl·sica de intentar liberarse de la
angustia es la de abandonar al paciente moribundo. La necesidad de reconocer y sobreponerse a esta
tendencia es fundamental para el movimiento de los cuidados paliativos.
En relaciÛn con esto, es interesante recordar que en el siglo XVIII -una Època en que la polÌtica de la
mayorÌa de los hospitales en Gran BretaÒa excluÌa especÌficamente el cuidado de los pacientes incu-
rables y moribundos- un mÈdico de Edimburgo escribiÛ: PermÌtanme exhortarlos en contra de la
usanza de algunos mÈdicos que abandonan a sus pacientes cuando son desahuciados y cuando ya
no es decoroso involucrarlos en m·s gastos. El deber de un mÈdico consiste tanto en curar enferme-
dades, como en aliviar el dolor y allanar los caminos de la muerte, Èsta es inevitable. A˙n en los casos
en los cuales su habilidad tÈcnica especÌfica como mÈdico no pueda hacer ya nada m·s, su presencia
y asistencia amistosas puede ser agradable y ˙til, tanto a su paciente como a la familia.
Esto implica que todos los miembros del equipo de salud deben adquirir la aptitud tÈcnica necesaria
para ser comunicadores efectivos, sensibles y compasivos, evitando los extremos: encarcelar a los
pacientes tras un muro de silencio, o engaÒarlos, con palabras con doble intenciÛn o con una sobredosis
insensible de informaciÛn negativa. Pienso que tanto existe el imperativo Ètico de ser honesto con el
paciente, como el de ser sensible y compasivo. En otras palabras, administrar la verdad en dosis
cuidadosamente medidas, valoradas de acuerdo a las necesidades y a la capacidad de cada paciente
en particular. Unido a esto est· la necesidad de comprender la farmacologÌa clÌnica de la esperanza.
Como dijera Coleridge -un poeta brit·nico del siglo XIX- el mejor mÈdico es el que inspira esperanza.
Pero recuperar y mantener la esperanza dentro del contexto de la comunicaciÛn abierta es una habi-
lidad que no muchos mÈdicos poseen.î
Robert G. Twycross, prÛlogo al libro BioÈtica paliativa, de J. Manzini.
34
La filosofÌa
35
CapÌtulo I
36
CAPÕTULO II
La lÛgica
øPor quÈ empezar por lÛgica cuando nos proponemos desarrollar algunos ejes de la
reflexiÛn filosÛfica? No es porque hayan comenzado por ahÌ los primeros que
filosofaron, all· lejos y hace tiempo. En realidad, los primeros filÛsofos (los que bus-
caban la sabidurÌa, ya que eso significa originalmente la palabra filÛsofo) no se ocu-
paron especialmente de cuestiones de lÛgica y mucho menos de los problemas lÛgi-
cos tal como nos los planteamos actualmente, sino que intentaron hallar las leyes
que ordenan al universo todo, y al hombre dentro de Èl.
El motivo para comenzar por aquÌ no es tampoco porque confiemos en que la lÛgica
nos lleve indefectiblemente al llamado sentido com˙n de la gente, ni porque sea una de
las ·reas de la filosofÌa contempor·nea m·s desarrollada en los paÌses de habla in-
glesa, ni porque se haya puesto de moda, ni nada por el estilo. La razÛn para empe-
zar abordando algunos temas de lÛgica es que la reflexiÛn filosÛfica, en la medida en
que se propone indagar los porquÈ de muchas cosas que habitualmente damos por
supuestas o por sabidas, debe utilizar todas las herramientas a su alcance para evitar
malentendidos y para deslindar como dilemas filosÛficos aquellos problemas que en
verdad sÛlo son imprecisiones o trampas que aparecen con el uso del lenguaje. Em-
pezaremos entonces con algunas precisiones acerca del lenguaje.
Lenguaje y ArgumentaciÛn
Aprendemos a hablar poco despuÈs de nacer, y desde entonces no dejamos de co-
municarnos a travÈs del lenguaje. Estamos tan acostumbrados a utilizarlo que cree-
mos que no tiene secretos para nosotros o por nuestra familiaridad con Èl no somos
conscientes de las trampas que encierra su uso. Para aclarar en quÈ consisten algu-
nas de ellas debemos empezar hablando de los signos, que son el primer elemento
de cada lenguaje. Los signos remiten siempre a otra cosa: el humo es signo de que
hay o hubo fuego; la fiebre es signo de enfermedad; las ojeras pueden ser signo de
cansancio. En estos ejemplos se establece una relaciÛn natural entre el signo y aque-
llo a lo que remite. Pero hay otros signos cuya relaciÛn con aquello a lo que remiten
no es natural sino convencional, es decir que ha sido establecida por el hombre para
un cierto uso comunitario. A esos signos los llamamos sÌmbolos.
Volvamos entonces al lenguaje. Todo lenguaje es un conjunto de sÌmbolos organiza-
do convencionalmente de acuerdo a un sistema que tambiÈn es convencional. Por
ejemplo: los sÌmbolos que componen el lenguaje que hablamos cotidianamente son
las palabras, y ellas se organizan seg˙n un sistema, una gram·tica que establece, por
ejemplo, que para que una frase tenga sentido debe constar de sujeto y predicado (o
37
CapÌtulo II
que al menos alguno de ellos puede inferirse del contexto de nuestro discurso). Los
lenguajes como Èste que se acaba de mencionar ñes decir, idiomas como el castella-
no, el inglÈs, el francÈsñ se llaman naturales porque aunque sus sÌmbolos, las pala-
bras, son convencionales, se han formado sin deliberaciÛn, paulatinamente, por el
uso de una comunidad a lo largo de su historia.
Los lenguajes naturales pueden ser analizados desde tres puntos de vista: sint·ctico,
sem·ntico y pragm·tico. La sintaxis especifica la organizaciÛn interna de los sÌmbo-
los. Por ejemplo, la sintaxis del castellano establece que en toda oraciÛn el artÌculo
debe estar coordinado con el sustantivo y el verbo, y en ese sentido podemos afir-
mar que es correcta sint·cticamente la oraciÛn Los dinosaurios van a desaparecer, aun-
que no sea del todo aceptable desde el punto de vista de su significado. La que se
ocupa de este segundo aspecto del lenguaje es la sem·ntica: a ella corresponde el
estudio del significado de los sÌmbolos (las palabras) y puede decir, en este caso, que
los dinosaurios ñuna especie animal extinguida hace miles de aÒosñ no van a desapa-
recer sino que ya han desaparecido.
Sin embargo, quien escribiÛ Los dinosaurios van a desaparecer no quiso decir algo sin
sentido sino que probablemente rescatÛ otro uso de la palabra dinosaurio. Un uso
equivalente a ser bestial y feroz, o tambiÈn a persona anquilosada, detenida en el tiempo,
que vive fuera de la realidad. Por cierto, ese uso no est· especificado en los diccionarios
castellanos, pero sÌ puede ser entendido correctamente por un grupo de hablantes
que comparten ese cÛdigo de uso. Este tipo de cuestiones, es decir, los distintos usos
que puede adquirir el lenguaje en la pr·ctica, son las que estudia la pragm·tica.
En ciertos casos es muy difÌcil deslindar el significado de una palabra de su uso, es
decir que no siempre la distinciÛn entre sem·ntica y pragm·tica es tan clara y evi-
dente, pero la clasificaciÛn seÒalada, adem·s de ser una distinciÛn cl·sica de la se-
miÛtica, sirve para los fines modestos que aquÌ nos proponemos.
Nos queda plantear dos dificultades que conllevan los lenguajes naturales. Decimos
El fin de este curso es en diciembre y tambiÈn El fin de este curso es aprender nociones
b·sicas de lÛgica. Pero ønos referimos al mismo fin en los dos casos? Parece que no: en
el primer caso nos referimos al final del curso y en el segundo, a la meta del curso en
cuestiÛn. Pero si alguien viene y pregunta øCu·l es el fin de este curso?, uno no tiene
por quÈ saber de antemano a cu·l de los dos significados de la palabra fin se refiere.
Esto se debe a la ambig¸edad del lenguaje natural.
La otra dificultad es la que aparece cuando el significado de una palabra es vago y
no nos permite seÒalar con toda precisiÛn a quÈ
Actividades para el alumno se refiere. Usar pelo largo es muestra de suciedad,
Leer el chiste de Fontanarrosa de la decÌa una abuela a su nieto. Pero øa quÈ altura
página siguiente y reponder: el pelo se considera largo? øAl hombro? øAl cue-
1) ¿Qué juegos se hacen aquí con el
lenguaje? Dar ejemplos.
llo? øY a quÈ se llama aquÌ suciedad? øNo es un
2) ¿Para qué los utiliza Fontanarro- tanto impreciso su significado en este contex-
sa? to? Este tipo de malentendidos se deben a la va-
guedad del lenguaje.
38
La lÛgica
39
CapÌtulo II
Los lenguajes naturales tienen una gran riqueza significativa y esta riqueza les per-
mite una serie de funciones muy variadas: transmitir informaciÛn (el relato de un
partido de f˙tbol, un anuncio en el diario, un simple saludo), enviar directivas (°Cuerpo
a tierra! o Saquen una hoja), persuadir a uno o a muchos (VenÌ con nosotros que la fiesta
va a ser la m·s divertida del aÒo, o Vote por el partido que le asegura la estabilidad
econÛmi-
ca) y tambiÈn expresar emociones (a travÈs de una buena poesÌa, por ejemplo). Esta
misma riqueza, sin embargo, se convierte en desventaja cuando necesitamos utilizar
el lenguaje natural para formular oraciones que exigen suma precisiÛn ñtales como
las formulaciones de la cienciañ y que no pueden estar sujetas a la vaguedad propia
de los lenguajes naturales. Para paliar esta dificultad surgen los llamados lenguajes
artificiales, lenguajes que definen con precisiÛn el significado y el uso de ciertos
sÌmbolos para evitar al m·ximo la vaguedad y la ambig¸edad que suele acompaÒar
al lenguaje natural. Existen b·sicamente dos clases de lenguajes artificiales: los len-
guajes tÈcnicos y los lenguajes formales.
Un lenguaje tÈcnico es el que usa, por ejemplo, un abogado cuando habla de homici-
dio culposo en primer grado o presunto robo: sobre la base del lenguaje natural, el abo-
gado estipula un significado restringido y preciso para algunas palabras como robo,
culposo, primer grado. Cada ciencia y tambiÈn los diferentes oficios estipulan el signi-
ficado tÈcnico de algunas palabras acotando o precisando el significado de ciertas
palabras del lenguaje natural o creando palabras nuevas que resultan necesarias para
describir cosas o estados de cosas. AsÌ, por ejemplo, la psicologÌa habla de superyÛ, la
fÌsica de big-bang, y la bot·nica de fotosÌntesis.
Cuando la precisiÛn debe ser tal que todas las estipulaciones resultan insuficientes
para quitarle la ambig¸edad o la vaguedad a las palabras, se recurre a un lenguaje
formal, en el cual los sÌmbolos no refieren a algo determinado: son variables indeter-
minadas (que luego pueden ser interpretadas en tÈrminos del lenguaje natural o de
alg˙n lenguaje tÈcnico). Lo que estos lenguajes formales se proponen es centrar la
atenciÛn en las relaciones que se pueden establecer entre esos sÌmbolos a los que
precisa manipular sin las dificultades de las que habl·bamos antes. Por ejemplo,
cuando un matem·tico dice que:
a+b=b+a
no le interesa si a son manzanas y b son peras o cualquier otra cosa. Lo que le intere-
40
La lÛgica
sa es dejar en claro que si tengo a y sumo b tengo la misma cantidad que si tengo b y
sumo a. O, en otras palabras, est· formulando la reciprocidad de la operaciÛn de
suma. Cuando un lÛgico se encuentra con frases como:
abstrae la fÛrmula: Todo S es P, sin atender a la verdad del contenido que expresa
cada proposiciÛn (oraciones compuestas por sujeto y predicado), sino concentr·n-
dose en la estructura de lo que dicen.
Ahora bien, en nuestra vida cotidiana, sÛlo en algunas ocasiones utilizamos el len-
guaje tÈcnico y decididamente ninguna en los lenguajes formales. Es decir que cuan-
do discutimos, debatimos o argumentamos no estamos a salvo de las ambig¸edades y
vaguedades del lenguaje natural. Y por otra parte, tampoco est·n exentas de ambi-
g¸edades o imprecisiones las argumentaciones de los dem·s.
Para estar mejor dispuestos para una reflexiÛn del tipo filosÛfico necesitamos estar
prevenidos de las trampas que puede acarrear la argumentaciÛn, trampas que pro-
vienen de distintos aspectos a estudiar en el lenguaje.
* La tira hace referencia a los tÈrminos libertad y libertinaje (aunque no los menciona), y la misma relaciÛn que tienen Èstos
est· pensada respecto de alimentaciÛn y alimentaje. Si desconoces el significado de los primeros, investiga cu·l es su uso y
aplica tus conclusiones tambiÈn a los tÈrminos de este chiste.
41
CapÌtulo II
42
La lÛgica
parte de los escritos aristotÈlicos sobre lÛgica, Èl diferenciÛ entre los razonamientos
demostrativos, que parten de cosas evidentes y arriban a conclusiones universales y
necesariamente verdaderas, y los razonamientos dialÈcticos, que son los que se uti-
lizan en general en las discusiones. A la manera de lo que hoy llamamos un "argu-
mento", estos razonamientos dialÈcticos no parten de premisas evidentes y llegan a
verdades necesarias sino que parten de "cosas que pertenecen a la opiniÛn", es decir
de "las que parecen bien a todos o a la mayorÌa, o a los sabios, y entre estos ˙ltimos,
a todos, o a la mayorÌa o a los m·s conocidos y famosos". Lo que nos interesa ahora,
porque nos puede ayudar a entender la distinciÛn entre argumento y razonamiento
es que, como nuestros argumentos, los que AristÛteles llamaba razonamientos
dialÈcticos no tienen por objetivo alcanzar una verdad necesaria y universal (aun-
que podrÌa ocurrir que asÌ fuera) sino que su meta es la discusiÛn de problemas.
Para referirse, a su vez, a los trabalenguas que practicaban los sofistas, AristÛteles
distinguiÛ el razonamiento erÌstico (propio de la sofÌstica, o al menos de aquellos
sofistas cuyo ˙nico objetivo es discutir por discutir ñeris, en griego, es una de las
palabras utilizadas para significar "guerra"ñ): que, a diferencia del razonamiento
demostrativo y el dialÈctico, pretende partir de cosas verdaderas que pertenecen a la
opiniÛn pero que no lo son en realidad y el que parece razonar pero, por usar una
estructura fallida, tampoco lo hace realmente.
Para AristÛteles, la ciencia debe estar constituida por razonamientos demostrativos y,
sin embargo, destaca la utilidad de los argumentos, es decir de la dialÈctica ño teorÌa de
la discusiÛnñ, para Èsta y para la filosofÌa. Por ser esencialmente una actividad crÌti-
ca, la dialÈctica puede "abrir el camino a los principios de todos los mÈtodos".
Entre los muchos abordajes que ha tenido la argumentaciÛn en el pensamiento con-
tempor·neo ñcomo funciÛn del lenguaje, como tipo de discurso, como pr·cticañ re-
sulta interesante la caracterizaciÛn que de ella hicieron Charles Perelman y Louis
Olbrechts-Tyteca en su libro Tratado de la argumentaciÛn (1989). En ese texto, que parte
de las reflexiones de Perelman sobre las formas de argumentar en cuestiones jurÌdi-
cas, se contrapone la argumentaciÛn a la demostraciÛn propia de la lÛgica formal,
que se desentiende de los casos particulares, de las motivaciones de los interlocutores,
etcÈtera. Veamos lo que dicen Perelman y Olbrechts:
"Para exponer bien los caracteres particulares de la argumentaciÛn y los problemas inhe-
rentes a su estudio, nada mejor que oponerla a la concepciÛn cl·sica de la demostraciÛn y,
m·s concretamente, a la lÛgica formal que se limita al examen de los medios de prueba
demostrativos. En la lÛgica moderna, la cual tuvo su origen en una reflexiÛn sobre el
razonamiento, ya no se establece una relaciÛn entre los sistemas formales y cualquier
evidencia racional. El lÛgico es libre de elaborar como le parezca el lenguaje artificial del
sistema que est· construyendo; es libre de determinar los signos y las combinaciones de
signos que podrÌa utilizarse. [...] La ˙nica obligaciÛn que se impone el constructor de
sistemas axiom·ticos formalizados es la de elegir los signos y las reglas de modo que se
eviten las dudas y ambig¸edades. [...] La b˙squeda de la univocidad indiscutible ha lle-
vado, incluso, a los lÛgicos formalistas a construir sistemas en los que ya no se preocupan
por el sentido de las expresiones: est·n satisfechos con que los signos introducidos y las
transformaciones que les conciernen estÈn fuera de toda discusiÛn. [...] Pero cuando se
trata de argumentar o de influir por medio del discurso, en la intensidad de la adhesiÛn
43
CapÌtulo II
de un auditorio a ciertas tesis, ya no es posible ignorar por completo, por irrelevantes, las
condiciones psÌquicas y sociales sin las cuales la argumentaciÛn no tendrÌa objeto ni efec-
to. Pues toda argumentaciÛn pretende la adhesiÛn de los individuos y, por tanto, supone la existen-
cia de un contacto intelectual. Para que haya argumentaciÛn es necesario que, en un mo-
mento dado, se produzca una comunidad efectiva de personas. Es preciso que se estÈ de
acuerdo, ante todo y en principio, en la formaciÛn de esa comunidad intelectual y, des-
puÈs, en el hecho de debatir juntos una cuestiÛn determinada. Ahora bien, esto no resulta
de ning˙n modo evidente. Para argumentar, es preciso atribuir un valor a la adhesiÛn del
interlocutor, a su consentimiento, a su concurso mental. Por tanto, una distinciÛn aprecia-
da a veces es la de ser una persona con la que se llega a discutir. El racionalismo y el
humanismo de los ˙ltimos siglos hacen que parezca extraÒa la idea de que sea una cuali-
dad el ser alguien cuya opiniÛn cuenta, y, en muchas sociedades, no se le dirige la palabra
a cualquiera, igual que no se batÌan a duelo en el pasado con cualquiera. Adem·s, cabe
seÒalar que el querer convencer a alguien siempre implica cierta modestia por parte de la
persona que argumenta: lo que dice no constituye un ´dogma de feª, no dispone de la
autoridad que hace que lo que se dice sea indiscutible y lleve inmediatamente a la convic-
ciÛn. El orador admite que debe persuadir al interlocutor, pensar en los argumentos que
pueden influir en Èl, preocuparse por Èl, interesarse por su estado de ·nimo".
Por su parte, Jean-Blaise Grize en su libro De la Logique a líArgumentation (1982), nos
da otra caracterizaciÛn igualmente fecunda de argumentaciÛn, deudora tambiÈn de
la cl·sica distinciÛn aristotÈlica. Dice Grize:
"Argumentar es buscar conducir, a travÈs del discurso, a un interlocutor o a un auditorio
dado a realizar una cierta acciÛn. Se sigue de esto que una argumentaciÛn est· construida
siempre para alguien, al contrario de una demostraciÛn que es para ´todo el mundoª. Se
trata, entonces, de un proceso dialÛgico, al menos virtualmente. [...] Como una argumen-
taciÛn existe siempre para alguien, es necesario que el que argumenta se haga, entre otras
cosas, una representaciÛn de su destinatario. No sÛlo de los conocimientos de este ˙ltimo,
sino de los valores a los que adhiere. Es asÌ que el aspecto seductor de una argumentaciÛn
residir· en la evocaciÛn de valores ideolÛgicos del destinatario".
Nuestra tarea, de ahora en adelante, se concentrar· especialmente en la formalizaciÛn
de razonamientos (porque queremos avanzar hasta acercarnos a las nociones b·si-
cas de an·lisis lÛgico y c·lculo lÛgico). Por lo tanto, salvo cuando estudiemos los
tipos de falacia (en el punto 12 de este capÌtulo), dejaremos moment·neamente de
lado el problema de la argumentaciÛn. Esto no significa, sin embargo, que hoy en dÌa
los lÛgicos se desentiendan completamente de la teorÌa de la argumentaciÛn. Por el
contrario, el desarrollo de las llamadas lÛgicas informales dio un fuerte impulso a
los estudios filosÛficos sobre la cuestiÛn de argumentar.
44
La lÛgica
de: y de:
Todos los porteÒos
son fanfarrones Mario es porteÒo
(premisa 1) (premisa 2)
obtengo:
Mario es fanfarrÛn
(conclusiÛn)
45
CapÌtulo II
46
La lÛgica
En este razonamiento por analogÌa, las premisas son singulares porque nos hablan
de el auto de Diego o el auto de Ernesto, y la conclusiÛn es igualmente singular o parti-
cular. Veamos otro caso:
Quino.
47
CapÌtulo II
2. ¿QUIÉN ES QUIÉN?: A partir de los datos ofrecidos, resolver el siguiente enigma lógico. Una vez
resuelto, transcribir los razonamientos deductivos que fue preciso realizar para llegar a la solución
(extraído de la revista Joker):
Cinco equipos participantes del Nacional B disputan un torneo de fútbol. Los datos que aparecen en la
tabla de posiciones son suficientes para deducir los resultados de todos los partidos dispu-
tados. Cada equipo enfrenta una sola vez a todos los demás. Tener en cuenta que por partido ganado se
adjudican tres puntos al vencedor y por partido empatado cada equipo obtiene un punto. Completar la
tabla de posiciones e indicar los resultados de los partidos.
TABLA DE
POS IC I ONE S J G E P G.F.
QUI LMES 7
PLA TENSE 2
FERRO 4 6
BANFI ELD 4 1
TIG RE 4 0
48
La lÛgica
La forma lÛgica
DecÌamos en el punto anterior que la lÛgica es capaz de determinar la correcciÛn o
incorrecciÛn de un razonamiento atendiendo solamente a su forma y deslig·ndose
del contenido de las proposiciones que lo componen. Pero øen quÈ consiste la for-
ma? Y øde quÈ manera podemos llegar a ver la forma de un razonamiento?
En primer lugar, la forma de un razonamiento es su estructura abstraÌda de su con-
tenido concreto. Para dar con la forma lÛgica de un razonamiento se opera abstra-
yendo esa estructura de las proposiciones ñpremisas y conclusiÛnñ que lo compo-
nen. Veamos algunos ejemplos. De las siguientes proposiciones:
Todo M es P
Ning˙n H es P
Alg˙n S es P
49
CapÌtulo II
El Cuadrado de la oposiciÛn
Actividades para el alumno
En el siglo IV antes de Cristo ya era manifiesta
Abstraer la forma de los siguientes ra-
zonamientos: la utilidad de la lÛgica para el desarrollo del
conocimiento en general y sobre todo para el
A los argentinos no les gusta trabajar
de la ciencia. AristÛteles fue uno de los prime-
A alguna gente le gusta trabajar ros pensadores que se tomÛ el trabajo de poner
Alguna gente no es argentina por escrito sus estudios sobre esta disciplina,
que hoy llamamos lÛgica. En aquellos tiempos,
Los salteños son argentinos
sin embargo, a los varios tratados aristotÈlicos
Ningún argentino es maorí sobre lÛgica se los llamÛ Organon (en verdad, el
Los salteños no son maoríes Organon incluye tambiÈn tratados sobre episte-
mologÌa o sobre la teorÌa de la discusiÛn, que
Algunos hombres no son especÌficos de lo que hoy llamamos lÛ-
son buenos cocineros gica, pero se relacionan con ella). En griego,
Los buenos cocineros nunca prueban
la comida que hacen Organon significa "instrumento, herramienta",
Ningún hombre prueba y precisamente eso es lo que pensaba AristÛte-
la comida que hace les que debÌa ser la lÛgica: un instrumento para
toda investigaciÛn seria que uno quiera encarar.
Los integrantes de la selección
son argentinos
En el tratado Sobre la interpretaciÛn (m·s conoci-
El arquero Chilavert es paraguayo do como De Interpretatione, que es su nombre
El arquero Chilavert no es integrante en latÌn), AristÛteles estableciÛ una serie de re-
de la selección laciones lÛgicas que se dan entre premisas uni-
versales afirmativas ( A), universales negativas
(E), particulares afirmativas (I), particulares ne-
gativas (O). AristÛteles sostuvo (en De
Interpretatione) que A y O son contradictorias,
lo mismo que E e I, y tambiÈn afirmÛ que A y E
son contrarias.
Esto debe entenderse de la siguiente manera:
dos proposiciones son contradictorias cuando
una afirma universalmente lo que la otra niega
en forma particular o tambiÈn cuando una nie-
ga universalmente lo que la otra afirma en for-
ma particular. En cuanto a su relaciÛn con la
verdad, las proposiciones contradictorias no
pueden ser ambas verdaderas y tampoco pue-
den ser ambas falsas. Por ejemplo: son contra-
dictorias Todos los hombres son mortales (A) y Al-
g˙n hombre no es mortal (O), y tambiÈn Ning˙n
gato es batracio (E) y Alg˙n gato es batracio (I).
Queda claro con el ejemplo que si uno de los
tÈrminos de la relaciÛn de contradictoriedad es
verdadero, el otro debe ser necesariamente fal-
50
La lÛgica
so y viceversa.
Por otra parte, son contrarias las afirmaciones y negaciones universales: Todos los
gatos son batracios (A) y Ning˙n gato es batracio (E). De estas ˙ltimas, dice AristÛteles
que "no pueden ambas ser verdaderas" (por cierto, en el ejemplo dado est· claro que
la proposiciÛn A es falsa) pero aclara que las proposiciones opuestas a Èstas (es decir
I y O) "pueden ser ambas verdaderas respecto de lo mismo". El ejemplo que da Aris-
tÛteles es: No todos los hombres son blancos (una forma de O que puede ser equivalente
a Alg˙n hombre no es blanco) y Alg˙n hombre es blanco. Al ilustrar estas relaciones lÛgi-
cas obtenemos la siguiente figura:
A óó E
Referencias:
óó (contrarias)
....... (contradictorias)
I O
Aunque en el texto aristotÈlico al que nos estamos refiriendo no figuren, sin embar-
go, estas oposiciones implican tambiÈn otras relaciones lÛgicas: I y O son
subcontrarias, es decir, una afirma (o niega) en forma particular lo que la otra niega (o
afirma) en forma particular. Ellas no pueden ser ambas falsas (porque si I es falsa,
entonces su contradictoria, E, es verdadera, y por lo tanto la contraria de E, A, es
falsa, y por ende, la contradictoria de A, O, es verdadera; y asÌ llegamos a demostrar
que I y O no pueden ser ambas falsas).
El cuadrado de la oposiciÛn, en su forma tradicional, tambiÈn permite hablar de
relaciones subalternas: son subalternas las proposiciones que afirman (o niegan) par-
ticularmente lo que la otra afirma (o niega) en forma universal. Por ejemplo, Alg˙n
gato es felino (I) es subalterna de Todos los gatos son felinos (A), y Alg˙n gato no es batra-
cio (O) es subalterna de Ning˙n gato es batracio (E). La verdad o falsedad de una pro-
posiciÛn subalterna depende de la verdad o falsedad de su subalternante, es decir: si
A es verdadera, I debe serlo necesariamente; y si E es verdadera, O debe serlo. En
cambio si A o E son falsas, I y O deben ser, respectivamente, falsas. La figura com-
pleta del cuadrado de la oposiciÛn en lo que se conoce como su forma tradicional
podrÌa ilustrarse asÌ:
Referencias:
A E óó (contrarias)
....... (contradictorias)
(subcontrarias)
(subalternas)
I O
51
CapÌtulo II
I O
En su libro Introduction to Logical Theory (Londres, 1952), Peter Strawson intentÛ una
rehabilitaciÛn del tradicional cuadrado de la oposiciÛn y hasta cierto punto consi-
guiÛ conservar algunas de las relaciones lÛgicas provistas por esta herramienta uti-
lizada durante dos milenios, pero al costo de sacrificar la aplicaciÛn del cuadrado
fuera del ·mbito estricto de la lÛgica.
Simbolización de las formas tradicionales mediante la lógica cuantificacional:
52
La lÛgica
53
CapÌtulo II
Para todos los casos se sobreentiende que la conclusiÛn (que en esta ilustraciÛn no
figura) corresponde a la forma SP, o sea sujeto (= tÈrmino menor) y predicado (=
tÈrmino mayor), dado que como ya dijimos el tÈrmino medio, M, no figura en ella.
Est· claro que en el lenguaje coloquial no siempre (ni siquiera la mayorÌa de las
veces) encontramos los razonamientos formulados como un silogismo categÛrico en
el que las premisas mayor y menor y la conclusiÛn est·n asÌ ordenadas. Sin embargo,
esta forma est·ndar de ordenar el razonamiento nos permite determinar con mayor
claridad si un razonamiento es correcto o incorrecto. La clave, en todo caso, consiste
en que nosotros sepamos traducir las proposiciones del habla cotidiana en premisas
de un silogismo, y que tratemos de hallar para cada caso la forma que le correspon-
de (puede ocurrir, de todos modos, que un argumento no admita ser reformulado
como silogismo). La ordenaciÛn de los silogismos en la forma est·ndar ñaquella que
coloca en primer tÈrmino a la premisa mayor, en segundo lugar a la premisa menor
y en tercer lugar a la conclusiÛnñ tiene la exclusiva funciÛn de simplificar nuestra
tarea en el momento de determinar la correcciÛn de un razonamiento.
Ahora bien, m·s all· de su figura, las proposiciones del silogismo pueden ser uni-
versales afirmativas (Todos los hombres son mortales), universales negativas (Ning˙n
hombre es eterno), particulares afirmativas (Alg˙n gato es blanco) o particulares negati-
vas (Alg˙n gato no es gris), y estas diferentes proposiciones, como ya vimos, se abre-
vian A, E, I, O, respectivamente. Para obtener el modo de un silogismo dado tene-
mos que aplicar esta clasificaciÛn a las premisas y a la conclusiÛn. En otras palabras:
el modo de un silogismo es una lista en la que se enumeran, ordenados seg˙n la
forma est·ndar, los distintos tipos de afirmaciÛn o negaciÛn particular o universal
que se dan en cada una de sus premisas y en su conclusiÛn. Un silogismo del modo
OAO, por ejemplo, tiene una proposiciÛn particular negativa en la premisa mayor
(Algunos americanos no son argentinos), una universal afirmativa en la premisa menor
(Todos los peruanos son americanos) y una particular negativa en la conclusiÛn (Algu-
nos peruanos no son argentinos). En este caso se trata, adem·s, de un silogismo de
figura 1. En el caso del ejemplo que vimos m·s arriba ñel de los martillos ˙tilesñ
podemos decir que ese silogismo corresponde a la figura 1 y que su modo es AAA.
En total, existen 256 formas de silogismos categÛricos, que resultan de multiplicar
las cuatro posibles clases de premisa mayor por las cuatro posibles clases de premisa
menor por las cuatro posibles clases de conclusiÛn y por las cuatro posibles posicio-
nes relativas del tÈrmino medio. Pero no todas las formas posibles de silogismo son
v·lidas. Para determinar cu·les lo son existen reglas especÌficas.
54
La lÛgica
Todo M es P
Todo S es M
Todo S es P
Ahora bien, en el primer ejemplo podemos apreciar que tenemos dos premisas ver-
daderas y una conclusiÛn tambiÈn verdadera. En cambio, no ocurre lo mismo en los
razonamientos que siguen: el segundo tiene premisas falsas y conclusiÛn falsa; el
tercero, si bien tiene premisas igualmente falsas, sin embargo, tiene conclusiÛn ver-
dadera. Esto es admisible a˙n en un razonamiento deductivo v·lido. No olvidemos
que lo que nos promete un tal razonamiento es conservar la verdad de las premisas:
55
CapÌtulo II
O puede ocurrir que de premisas falsas obtenga una conclusiÛn verdadera, y esto es
posible tanto mediante inferencia v·lida como mediante inferencia inv·lida. Como
ejemplo puede darse el siguiente razonamiento, cuya inferencia es v·lida:
Lo que sucede en estos ˙ltimos casos es que se llegÛ a una conclusiÛn verdadera por
casualidad y no por necesidad lÛgica, y por lo tanto la utilidad de este razonamiento
es nula para el desarrollo de la ciencia o de cualquier tipo de conocimiento riguroso.
56
La lÛgica
DIJO UN FILOSOFOÖ
"SÛlo una prueba apodÌctica (necesaria), en tanto ella es intuitiva, puede llamarse demostrativa. La
experiencia nos enseÒa bien lo que es, pero no que lo que es no puede ser de otro modo. Los argu-
mentos empÌricos tampoco pueden proveer una prueba apodÌctica. Pero la certeza intuitiva, es decir
la evidencia, jam·s puede resultar de conceptos a priori (en el conocimiento discursivo), no importa
cu·n apodÌcticamente cierto pueda ser, adem·s, el juicio. No hay, entonces, otra cosa que la matem·-
tica que contenga demostraciones, porque ella no deriva su conocimiento de conceptos sino de la
construcciÛn de conceptos, es decir, en la intuiciÛn que puede darse a priori como correspondencia
con los conceptos. El mÈtodo algebraico mismo con sus ecuaciones, de las que saca por reducciÛn la
verdad al mismo tiempo que la prueba, aunque no es sin duda una contrucciÛn geomÈtrica, es sin
embargo una construcciÛn caracterÌstica en la cual, con la ayuda de los signos, se representan los
conceptos en la intuiciÛn, sobre todo los de relaciÛn de cantidades donde, incluso sin mirar el lado
heurÌstico (que sirve para descubrir), todos los razonamientos est·n garantizados contra el error sÛlo
por ser puestos delante de los ojos. El conocimiento filosÛfico, al contrario, est· necesariamente pri-
vado de esta ventaja, porque debe considerar siempre la generalidad in abstracto (por medio de con-
ceptos), en tanto que la matem·tica puede considerarla in concreto (en una intuiciÛn singular) y, no
obstante, por medio de una representaciÛn pura a priori donde no todo lo falso deviene visible. Tam-
biÈn yo darÌa con m·s convencimiento a las pruebas filosÛficas el nombre de pruebas acroam·ticas
(discursivas), porque no pueden ser hechas m·s que por simples palabras (por el objeto en el pensa-
miento), m·s que la de demostraciones, porque estas ˙ltimas, como lo indica la expresiÛn, penetran en
la intuiciÛn del objeto".
Immanuel Kant, CrÌtica de la razÛn pura, Siglo XVIII.
57
CapÌtulo II
58
La lÛgica
LÛgica simbÛlica
Si bien una gran parte de nuestros razonamientos habituales pueden ser representa-
dos formalmente mediante el modelo de la lÛgica categorial a la que nos referimos
hasta ahora, los lÛgicos han desarrollado nuevos sistemas m·s poderosos y comple-
jos para traducir razonamientos atendiendo solamente a su estructura. Uno de los
pasos clave que dio la lÛgica en los tiempos modernos consistiÛ en adoptar el mÈto-
do de la matem·tica. øQuÈ significa esto? Que los lÛgicos se dieron cuenta de que
adoptando un lenguaje simbÛlico propio y sujet·ndose a reglas precisas de opera-
ciÛn, como lo hace desde hace siglos la matem·tica, la lÛgica tambiÈn podrÌa desa-
rrollar mucho m·s su capacidad de c·lculo. AsÌ, por ejemplo, al detectar la incorrec-
ciÛn de un razonamiento podemos calcular que la extensa argumentaciÛn que se
apoya en ese mismo razonamiento ser·, a su vez, incorrecta o inv·lida. Pero esta
tarea resulta mucho m·s sencilla si podemos efectuarla mediante un lenguaje formal
que se haya liberado de la ambig¸edad y la vaguedad propias del lenguaje coloquial
y tambiÈn mediante la sistematizaciÛn de determinadas reglas de c·lculo.
59
CapÌtulo II
60
La lÛgica
de enunciados compuestos a partir de unidades mÌnimas del lenguaje que son los
llamados enunciados atÛmicos. Por ejemplo:
Juan es analfabeto.
Madrid est· en Europa.
Ayer barrÌ el patio.
El examen es difÌcil.
son considerados enunciados atÛmicos, mientras que se llaman enunciados com-
puestos o moleculares los que se componen de dos o m·s enunciados atÛmicos, como
por ejemplo:
Juan es analfabeto y abandonÛ la escuela, entonces no aprender· nunca.
Ejemplos: La terraza no es un lugar seguro, Pablo no juega vÛley, Miramar no est· en Santa Fe.
61
CapÌtulo II
La implicaciÛn, es decir la relaciÛn a la que nos referimos cuando decimos "si... en-
tonces...", se simboliza
p q,
y se lee: "si p entonces q".
Ejemplo: Si llueve voy al cine, Si tenÈs fiebre, quedate en cama.
62
La lÛgica
considerando que p = "la prueba es oral", q = "la prueba es escrita", r = "me va bien",
el razonamiento se puede simbolizar:
pwq
p ñr
q
r
si r m ?????????????
63
CapÌtulo II
2) Propone ejemplos tomados del lenguaje coloquial que sustituyan a los siguientes razonamientos:
a. p q b. p q c. p.q
pw r q r p -r
r p r q -r
ñq
Verdad o falsedad
Valor de verdad y tablas de verdad
Llegados a este punto, serÌa legÌtimo preguntarnos øquÈ relaciÛn guardan todas es-
tas clasificaciones con la verdad o la falsedad de los enunciados que ellas expresan?
Pues bien, es hora de asumir los lÌmites de la lÛgica, al menos en cuanto a los aspec-
tos de la disciplina que nosotros estamos estudiando: decidir sobre la verdad o la
falsedad de un enunciado atÛmico no es problema de an·lisis lÛgico sino de infor-
maciÛn empÌrica. En otras palabras: la verdad de un enunciado depende de su con-
formidad con los hechos. O sea, para saber si es verdadero o falso que Fulano tiene
calificaciÛn sobresaliente (p v ñ p), por citar uno de los ejemplos anteriores, habr·
que ir a ver el boletÌn de la persona en cuestiÛn. No hay c·lculo lÛgico que me permi-
ta sortear ese paso. O para saber si es verdad que si llueve Fulano va al cine (p q)
tengo que averiguar si efectivamente ha llovido y, en caso afirmativo, debo averi-
guar adem·s si efectivamente Fulano fue al cine.
Sin embargo, podemos hablar, en sentido tÈcnico ñes decir, sin agotar exhaustivamente
los sentidos de la palabra "verdad"ñ del valor de verdad positivo (verdadero) o ne-
gativo (falso) de cada enunciado y, consecuentemente, del valor de verdad de un
razonamiento o varios razonamientos encadenados. La tabla de verdad es un gr·fi-
co que nos permite obtener el valor de verdad positivo o negativo de un enunciado
compuesto en relaciÛn con todos los posibles valores de verdad de los enunciados
64
La lÛgica
atÛmicos que lo componen. Veamos lo que ocurre con los enunciados compuestos
que definimos recientemente.
La negaciÛn revierte el valor de verdad del enunciado atÛmico que es negado. Es
decir: si el enunciado p es verdadero, entonces su negaciÛn, ñ p, es falsa, y viceversa.
O sea: si "Diego es el mejor" es verdadera, entonces "Diego no es el mejor" es falsa. Y si
"Menem es el actual presidente" es falsa, entonces su negaciÛn, "Menem no es el actual
presidente" es verdadera. La tabla de verdad podrÌa confeccionarse asÌ:
p ñp
V F
F V
En la primera columna aparecen los posibles valores de verdad del enunciado p (V y
F son abreviaciones de "verdadero" y "falso", y en la segunda columna, los que co-
rresponden, en consecuencia, a p.
La conjunciÛn es verdadera sÛlo si los son los dos enunciados atÛmicos que la compo-
nen. En cambio es falsa en cualquier otro caso. "CÛrdoba es una provincia mediterr·nea y
Salta no limita con ninguna otra provincia argentina" no puede ser un enunciado com-
puesto verdadero porque, si bien es verdadero el primer enunciado ("CÛrdoba es una
provincia mediterr·nea"), el segundo no lo es (puesto que es falso que Salta no limita
con ninguna provincia argentina). La tabla correspondiente tendr· esta forma:
p q
V V V
V F F
F F V
F F F
En el caso de la disyunciÛn incluyente, resulta que es verdadera cuando uno o am-
bos enunciados que la componen son verdaderos. Y solamente puede ser falsa en el
caso de que ambos componentes de la disyunciÛn sean falsos. Pero que sÛlo uno de
los dos enunciados lo sea, no implica la falsedad de la disyunciÛn. La tabla corres-
pondiente serÌa:
p v q
V V V
V V F
F V V
F F F
En el caso de una disyunciÛn excluyente, en cambio, sÛlo uno de los tÈrminos puede ser
verdadero, pero no ambos: si uno es verdadero, el otro es necesariamente falso. Es
decir, utilizando los enunciados de un ejemplo anterior, si es verdadero que River
ganÛ el cl·sico, entonces es falso que lo ganÛ Boca, y viceversa. No pueden ser am-
bos verdaderos ni ambos falsos. Veamos la tabla:
65
CapÌtulo II
p w q
V F V
V V F
F V V
F F F
La implicaciÛn material (o enunciado condicional) es verdadera a menos que el an-
tecedente del enunciado compuesto sea verdadero y el consecuente sea falso. Es
decir, un enunciado de la forma: "Si llueve voy al cine" ser· verdadero a menos que
ocurra que efectivamente haya llovido y que, a la vez, yo no haya ido al cine. Pero si
el antecedente, es decir el enunciado "llueve", es falso, la implicaciÛn material se con-
sidera igualmente verdadera. Y lo mismo se considera verdadera si los dos integran-
tes de la implicaciÛn son falsos. Veamos la correspondiente tabla:
p q
V V V
V F F
F V V
F V F
La coimplicaciÛn (llamada tambiÈn equivalencia o bicondicional) es considerada
verdadera cuando los enunciados que la componen tienen el mismo valor de ver-
dad, es decir cuando son ambos verdaderos o ambos falsos, y en cambio es falsa
cuando alguno de sus enunciados ñcualquiera de ellosñ es verdadero y el otro, falso.
Por ejemplo, el bicondicional "Ser· presidente si y sÛlo si gana las prÛximas elecciones" es
verdadero si ambos enunciados coinciden o si ninguno de ellos se da. Veamos la
correspondiente tabla:
p q
V V V
V F F
F F V
F V F
66
La lÛgica
p v q r
V V V
V V F
V F V
V F F
F V V
F V F
F F V
F F F
Luego habr· que resolver las dos columnas restantes, en el orden en que est·n da-
das, seg˙n las tablas de verdad conocidas. En nuestro ejemplo debemos comenzar
por la disyunciÛn, de manera que en la primera lÌnea: si p es V y q es V, la disyun-
ciÛn incluyente ser· V, y asÌ ñdejando de lado por el momento la conjunciÛnñ conti-
nuamos hasta finalizar esta columna, de modo que en este momento la tabla, toda-
vÌa incompleta, se ver· de la siguiente manera:
p v q r
V V V V
V V V F
V V F V
V V F F
F V V V
F V V F
F F F V
F F F F
Por ˙ltimo, tomamos la columna resultante de la primera operaciÛn, en este caso la
disyunciÛn incluyente, que ha sido resaltada en el gr·fico anterior, y comparamos
sus valores de verdad con los del enunciado r que hasta ahora no habÌa entrado en la
comparaciÛn. Ahora, entonces, dejamos de lado las columnas correspondientes a los
enunciados atÛmicos p y q y analizamos cÛmo puede resultar en cuanto a su valor
67
CapÌtulo II
Veremos aquÌ sÛlo algunas de las principales y m·s utilizadas reglas de inferencia.
Pero si tenemos a mano la lista completa de reglas de inferencia, todas ellas juntas,
aplicadas con apropiadas reglas de sustituciÛn, garantizan un completo c·lculo
proposicional.
ï Modus Ponens
Esta regla de inferencia podrÌa enunciarse asÌ: "si de una hipÛtesis se sigue una con-
secuencia y esa hipÛtesis se da, entonces se da necesariamente la consecuencia". Su
forma serÌa asÌ:
68
La lÛgica
p q HUMOR:
p ¿Qué es la lógica?
q Caminaba Venancio por la calle cuando
se encuentra a Manolo y dice:
Ejemplo: "Si el termÛmetro marca m·s de 36º, en- - Ala Manolo ¿qué andais haciendo?
tonces tenÈs fiebre. El termÛmetro marca 38º. Por lo - Nada Venancio, que ando estudiando
tanto: tenÈs fiebre". la Lógica.
- ¿La Lógica? ¿y qué es eso?
ï Modus Tollens - Verás Venencio, cómo explicarte...
¿te gusta el agua?
"Si de una hipÛtesis se sigue una consecuencia
- Sí.
y esa consecuencia no se da, entonces no se da
- Por lógica te gusta la playa,
la hipÛtesis". Formalizada es asÌ: Venancio.
p q -Sí.
ñq -Por lógica te gustan las muchachas
en bikini.
ñp
-Sí.
Ejemplo: "Si baja la humedad del ambiente, la ropa -Bueno, pues eso es la lógica
se seca. Pero la ropa no se secÛ. Entonces no bajÛ Venencio.
la humedad del ambiente". -Venancio se va y se encuentra con
José y le dice:
ï Silogismo hipotÈtico -Ala José, ¿qué andais haciendo?
"Si de una hipÛtesis se sigue una consecuencia, -Nada.
y de Èsta, a su vez, una nueva consecuencia(2), -Pues yo ando estudando la Lógica.
entonces de la hipÛtesis se sigue la consecuen- -¿La Lógica, y qué es eso?
-Pues verás, ¿Te gusta el agua José?
cia(2)". Formalizada se verÌa asÌ:
-NO.
p q
-¡Entonces por Logica no te gustan las
q r mujeres!!!!!
p r
Ejemplo: "Si Juan aprueba el examen, Germ·n tambiÈn lo va a aprobar. Pero si Germ·n
aprueba el examen, Karina se va a enojar. Entonces si Juan aprueba el examen, Karina se
va
a enojar".
ï Silogismo disyuntivo
"Ante la disyunciÛn entre hipÛtesis(1) o hipÛtesis(2), si la hipÛtesis(1) no se da, en-
tonces se da la hipÛtesis(2)". Esta regla de inferencia tiene la forma:
pvq
ñp
q
Ejemplo: "O le hizo mal la milanesa o las papas fritas. Pero las milanesas no fueron. Enton-
ces le hicieron mal las papas fritas."
69
CapÌtulo II
DIJO UN FILOSOFOÖ
"La geometrÌa cl·sica, bajo el nombre que le dio Euclides en sus Elementos, ha pasado mucho tiempo
por un modelo insuperable, e incluso difÌcilmente igualable, de teorÌa deductiva. Los tÈrminos pro-
pios de la teorÌa no son introducidos jam·s sin ser definidos; no se avanza jam·s sobre las proposi-
ciones si no son demostradas, a excepciÛn de un pequeÒo n˙mero de ellas que son enunciadas pri-
mero a tÌtulo de principios: la demostraciÛn no puede, en efecto, remontar al infinito y debe apoyar-
se sobre algunas proposiciones primeras, pero se ha tenido cuidado de elegirlas de manera que no
subsista ninguna duda sobre ellas en el espÌritu sano. Aunque todo lo que se afirma sea empÌrica-
mente verdadero, la experiencia no es invocada como justificaciÛn: la geometrÌa procede sÛlo por vÌa
demostrativa, no funda sus pruebas sino sobre lo que ha sido establecido anteriormente, form·ndo-
se en las ˙nicas leyes de la lÛgica. Cada teorema se encuentra de este modo unido, por relaciÛn
necesaria, a las proposiciones de las que se deduce como consecuencia, de manera que cada vez m·s
cerca se constituye una red apretada en la que directa o indirectamente todas las proposiciones se
comunican entre sÌ. El conjunto forma un sistema en el que no se podrÌa sustraer o modificar ningu-
na parte sin comprometer la totalidad. De este modo, ìlos griegos razonaron con toda la justeza
posible en matem·tica, y dejaron modelos del arte de demostrar para toda la humanidadî. Con
ellos, la geometrÌa dejÛ de ser un resumen de recetas pr·cticas, o mejor, de enunciados empÌricos,
para devenir una ciencia racional".
R. BlanchÈ, La axiom·tica, Siglo XX.
1) Formalizar los siguientes enunciados. Luego construir con ellos razonamientos que tengan la
misma forma de las reglas de inferencia aprendidas (cada uno de los enunciados debe ser
utilizado para formar al menos una regla de inferencia).
a. Brecht era socialista o comunista
b. Si consigo trabajo voy a dejar la facultad
c. Los jugadores no quieren entrenar
d. Si el correo anda mal, la carta llegó atrasada, pero no es cierto que le haya llegado la carta
atrasada
70
La lÛgica
71
CapÌtulo II
Veamos ahora algunos casos de falacias formales, es decir falacias que pueden ser
detectadas por un an·lisis lÛgico del razonamiento.
ï Falacia de afirmar el consecuente
Se comete esta falacia cuando se intenta hacer creer que la afirmaciÛn del consecuen-
te implica la verdad del antecedente. El razonamiento tiene la siguiente forma:
si p entonces q p q
q q
entonces p p
Podremos entenderlo mejor con un ejemplo. Alguien dice: ìSi el gobierno aumen-
ta desmedidamente los impuestos, la carne sube de precio. Y de hecho la carne
72
La lÛgica
si p entonces q p q
no p ñp
entonces no q ñq
Veamos el siguiente ejemplo. Dice la publicidad de zapatillas: ìSi us·s este calza-
do deportivo vas a conquistar a la chica que te gusta. Pero hay uno que no lo usa.
Ese no va a conquistar a la chica que le gustaî. M·s all· de la dudosa relaciÛn entre
la conquista amorosa y la marca de zapatilla del conquistador, lo que interesa ver
en este razonamiento es que el consecuente ñla conquistañ puede ocurrir indepen-
dientemente de que ocurra o no el antecedente ñel uso de tal zapatillañ. Le guste o
no al publicitario.
ï PeticiÛn de principio o razonamiento circular
Se toma como premisa del razonamiento una parte de la proposiciÛn que se pre-
tende deducir en la conclusiÛn.
ìSomos la alternativa que se necesita para sacar al paÌs de la crisis ñdijo un polÌtico
en el marco de la campaÒa electoralñ. Porque tenemos un programa econÛmico
que puede reactivar la industria y reducir el desempleo, y porque somos la alter-
nativa.î
73
CapÌtulo II
1) Identificar qué tipos de falacias intervienen, en sentido más preponderante, en los siguientes
argumentos y razonamientos.
a. Un delegado del Fondo Monetario Internacional dijo que si los argentinos se ponen a trabajar
seriamente, van a lograr superar la crisis económica que atraviesan. Pero los argentinos no
quieren trabajar. Entonces no van a superar su crisis económica.
b. La vecina del piso de arriba quiere que contratemos a una persona que limpie todas las
tardes la escalera porque eso la mantendría siempre limpia y la limpieza es la base de la
convivencia en el vecindario.
c. El novio de Mariana dijo que el árbitro del partido Boca vs. Chacarita había sido sobornado
por los de Boca para que les marcaran un penal. Pero él no puede hablar porque es gallina.
d. Yo creo que no hay que estudiar. La educación está en su peor momento porque los planes
de estudio no contemplan el dictado de la materia “La importancia del hip hop en la cultura
rock”.
e. Si los reclamos de los obreros en huelga son satisfechos, la fábrica va a obtener cuantiosas
ganancias. Y por cierto, este año los dueños de la fábrica ganaron fortunas. Eso quiere decir
que los reclamos de los obreros fueron satisfechos.
2) Elaborar cinco razonamientos que incluyan, respectivamente, una falacia de apelación a la
fuerza, una de apelación al pueblo, una petición de principio y un argumento ad hominem.
3) Resolver el siguiente enigma y explicar qué tipo de razonamiento utilizaste para hacerlo.
Este juego tiene semejanza con el tiro al blanco, con la particularidad de que el blanco está dividido
en cuatro sectores y cinco zonas circulares. El juego consiste en marcar los impactos de forma que
sumen el valor indicado en cada uno de los sectores, respetando:
a. que cada zona tenga por lo menos un impacto y no más de tres;
b. que en ningún sector haya más de un impacto en la misma zona;
c. que el total de impactos sea el que se indica.
4) a. Realizar con un compañero un crucigrama que tenga como eje vertical la palabra RAZONA-
MIENTO, y en el cual estén volcados la mayor cantidad posible de conceptos aprendidos en
esta unidad. Deben elaborar claramente las referencias pero sin anotar las soluciones sobre
el eje fijado.
b. Intercambiar los crucigramas con otro par de compañeros y resolver el crucigrama recibido.
5) ¿Qué operaciones lógicas debes utilizar en la resolución del juego de la página siguiente?
74
La lÛgica
ENIGMA SURFISTA
Varios surfistas que disputaban una competencia en la costa septentrional de Queensland, Australia, sufrieron
leves accidentes al colisionar con los arrecifes coralinos. Deducir en quÈ lugar naciÛ cada uno, dÛnde se lasti-
mÛ y quÈ puesto obtuvo (extraÌdo de revista Quijote).
Pierna
Los Angeles
Pecho
Brazo
S Francisco
Cara
Pie
LUGAR LESIÓN PUESTO
Sydney
Hawaii
2º
1º
3º
4º
5º
Java
SURFISTA
Charles
Edward
Harrison
Lee
PUESTO
Trevor
1º
2º
3º
4º
LESIÓN
5º
Brazo
Cara
Pecho
Pie
Pierna
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CapÌtulo II
76
CAPÕTULO III
La Ètica
Con mayor o menor frecuencia todos usamos palabras como Ètica, moral, valores, prin-
cipios, que solemos incluir en frases como los polÌticos no tienen Ètica, en esta Època ya no
hay moral, yo aprecio a mis amigos porque tienen principios, mi abuelo dice que no
comparte
los valores de esta Època. En los diarios, en la TV, en la calle nos quejamos de la corrup-
ciÛn y de la inmoralidad. Una mitad del mundo pasa horas discutiendo si estuvo bien
lo que hizo o lo que decidir· hacer con su libertad, al tiempo que la otra mitad culpa de
irresponsabilidad a la primera. No podemos evitar preguntarnos øquÈ debo hacer? en
muchos momentos de nuestra vida. Todos Èstos son los problemas que ocupan a la
Ètica. En lo que sigue precisaremos un poco a quÈ llamamos Ètica y moral.
…tica y moral
En su uso corriente no hacemos ninguna diferencia entre los tÈrminos Ètica y moral, y
los usamos como si fueran sinÛnimos. De alguna manera esto refleja que, en un prin-
cipio, los tÈrminos que usamos hacÌan referencia a las costumbres de un grupo social.
Contamos con estos dos tÈrminos porque el primero lo heredamos del griego (ethos),
y moral, en cambio, proviene de una palabra latina (mos). Pero a lo largo de la historia
de la ideas estos dos tÈrminos se han ido diferenciando y cada uno adquiriÛ un sig-
nificado especÌfico. Hablamos de moral cuando nos referimos a todos los comporta-
mientos, los valores, los principios, las acciones entre los hombres, etcÈtera; esto sig-
nifica que los problemas morales son los que comprenden la acciÛn intersubjetiva,
acciÛn que involucra directa o indirectamente a m·s de un sujeto, y todo aquello que
una sociedad ha establecido para que sea posible la convivencia, sin que se haya
escrito, por ejemplo, en cÛdigos civiles. En cambio, si queremos hablar con preci-
siÛn, tenemos que aplicar el tÈrmino Ètica exclusivamente a una parte de la FilosofÌa
que analiza y sistematiza los actos que quedan comprendidos en la moral. Es decir,
77
CapÌtulo III
78
La Ètica
Reflexionar sobre los hechos morales es pensar acerca de los actos de la interioridad
del hombre, las normas y los valores sobre los que se basan sus decisiones. Como
dice Marta LÛpez Gil (una pensadora argentina contempor·nea):
ìVivir en sociedad requiere que los individuos no satisfagan sÛlo sus deseos, sino que
adapten y autocontrolen sus comportamientos y los sometan a ciertas reglas. Esas reglas
nos recuerdan que el otro no es una ´presaª sino un hombre con sus propios deseos, su
libertad, sus exigencias de una vida buena o satisfactoriamente feliz.î LÛpez Gil, M. y
Delgado, L. (1995).
No aprendemos las normas morales de libros o de cÛdigos escritos. Sin embargo,
todos conocemos y usamos frecuentemente frases como no hagas a otro lo que no quie-
ras que te hagan, ama al prÛjimo como a ti mismo, que expresan principios o normas
morales b·sicas que toda sociedad quiere que sus miembros cumplan.
En general, hay acuerdo acerca de las cosas que constituyen b·sicamente un acto
moral. Como vimos, debe haber un sujeto (agente) que delibere, piense quÈ es bue-
no hacer y luego ejecute esa acciÛn que involucra a otro hombre. La acciÛn debe ser
libre para que el agente sea responsable de ella. Si tengo una enfermedad que me
hace decir mentiras todo el tiempo sin que me dÈ cuenta, no elijo mentir (no es un
acto voluntario) y, por lo tanto, no soy responsable de esas mentiras.
Pero, øquÈ pasa si no cumplimos con las normas que sostiene nuestra sociedad? En
ese caso recibimos la reprobaciÛn y las crÌticas de los dem·s (e incluso la nuestra
propia) porque, como dijimos, esas reglas est·n Ìntimamente ligadas a un grupo
social de un momento histÛrico y a un lugar determinados. Pensemos por ejemplo
por quÈ nuestras abuelas iban a la playa casi tan vestidas como las chicas van hoy
por ahÌ. Porque en su Època se consideraba inmoral (contrario a una norma moral)
exhibir ciertas partes del cuerpo. Y øquÈ sucedÌa si alguna chica m·s audaz que el
resto se animaba a llevar una pollera unos centÌmetros m·s corta que lo usual? Pro-
bablemente fuera criticada tanto por sus padres como por los desconocidos. Sin em-
bargo, a no ser que su atuendo fuera ofensivo, ning˙n policÌa tenÌa derecho a llevar-
la a la c·rcel. La norma moral no es una ley escrita que merezca una pena legal al ser
violada.
79
CapÌtulo III
Ahora bien, ¿todas las acciones que Sin embargo, no es cierto que la ley escrita (ley
no cumplen con una norma moral son positiva) estÈ totalmente divorciada de lo mo-
inmorales? Si compro un vestido azul ral, ya que muchas de ellas nacen de las cos-
o un pantalón negro, por ejemplo, no tumbres. Incluso alguien podrÌa decirnos que
estoy cumpliendo con regla alguna,
existen juicios por daÒos morales. SÌ, los hay;
pero nadie me podrá decir que soy in-
moral por eso. En casos como éstos la sociedad puede reclamarnos ante un tribu-
se dice que la acción es amoral, es nal por una acciÛn que va en contra de la moral
decir, está excluida del ámbito propio general. Pero todavÌa en estos casos, si tenemos
de la moral. la conciencia tranquila (como suele decirse), no
nos sentiremos culpables, porque la moral se
juega exclusivamente en nuestra interioridad.
DIJO UN FILOSOFOÖ Si alguien nos acusa de haber robado dinero, nos
"Antes de AristÛteles se hallan ya prece- denuncia y hasta nos hace un juicio por eso, pero
dentes para la constituciÛn de la Ètica no lo hemos hecho, no estar· afectada en nada
como disciplina filosÛfica. Entre los pre- nuestra moral. Veremos esto a continuaciÛn.
socr·ticos, por ejemplo, pueden encon-
trarse reflexiones de car·cter Ètico que
no est·n ya ligadas a la aceptaciÛn de Conciencia moral y virtud
ciertas normas sociales vigentes ño a la Cuando somos chicos no sabemos en absoluto
protesta contra tales normas-, sino que
lo que debemos o no debemos hacer. Nuestros
procuran descubrir las razones por las
cuales los hombres tienen que compor- padres nos indican todo el tiempo compartÌ tus
tarse de una cierta manera. Podemos ci- muÒecos, devolvÈ el autito, no le pegues a Juan, por-
tar a este respecto las reflexiones Èticas que no sabemos poner un lÌmite entre lo que
de DemÛcrito. Pero sobre todo entran en deseamos y lo que debemos hacer. Somos hete-
este capÌtulo las meditaciones al respec-
rÛnomos seg˙n la definiciÛn que ya vimos. Pero
to de SÛcrates y de PlatÛn. Muchos au-
tores consideran a SÛcrates como el fun- cuando crecemos, vamos aprendiendo que hay
dador de una reflexiÛn Ètica autÛnoma, cosas que est·n permitidas y cosas que no. En
aun reconociendo que la misma no hu- poco tiempo empezamos a dejar de necesitar
biera sido posible sin el sistema de ideas que otros nos digan quÈ hacer; es que ya apren-
morales dentro de las cuales vivÌa el fi-
dimos las normas, aunque no siempre las res-
lÛsofo y especialmente sin las cuestiones
suscitadas acerca de ellas por los petemos. Nos hacemos m·s autÛnomos porque
sofistas". desarrollamos la conciencia moral, que se nutre
J. Ferrater Mora, Diccionario de FilosofÌa, con las normas y los valores que rigen nuestra
Siglo XX. sociedad. Ya dijimos que la moral tiene que ver
80
La Ètica
81
CapÌtulo III
En general, todos anhelamos lo que nos resulta bueno a travÈs de cada cosa que
hacemos. De esto no hay duda, aunque un loco nos diga me gusta que me peguen,
disfruto sufrir, es evidente que aquÌ lo normalmente malo para Èl es un bien. El bien, lo
bueno es un valor positivo que todos buscamos. M·s precisamente, en sentido mo-
ral el bien es lo que nos guÌa, lo que debemos hacer, y determina de quÈ modo conse-
guiremos ser virtuosos, llegaremos a la virtud. Pero, como en las afirmaciones de arri-
ba, parece que cada uno de estos tÈrminos (bien, bueno, virtud, excelencia) toman
un significado algo distinto cuando se aplican al ·mbito de la moral y cuando los
usamos en otras situaciones. No necesariamente un artista virtuoso es un hombre
virtuoso, y tampoco lo contrario. Aunque generalmente tenemos la impresiÛn de
que alguien excelente en su profesiÛn mantendr· tambiÈn una conducta moral inta-
chable, muchas veces nos desilusionamos. A lo largo de toda la historia, eminentes
mÈdicos han hecho grandes estafas y deportistas inmejorables han sido corruptos.
Sabemos establecer lo que se considera moralmente bueno y malo en nuestra reali-
dad, y a quiÈnes se considera virtuosos por cumplirlo. La madre Teresa de Calcuta
(que dejÛ su vida por ayudar a los enfermos), Mahatma Gandhi (que no se dejÛ
corromper para liberar a su pueblo) y Martin Luther King (que peleÛ por finalizar
con la discriminaciÛn racial) fueron indiscutiblemente seres virtuosos. Pero, øes sufi-
ciente ayudar a alguien una vez para ser una persona virtuosa? En general conside-
ramos (como lo hacÌa el filÛsofo griego AristÛteles al decir que una golondrina no hace
verano) que alguien virtuoso realiza el bien habitual o corrientemente. En este senti-
do decimos que las personalidades mencionadas antes lo son.
DIJO UN FILOSOFOÖ
"Ahora bien, øde quÈ manera el bruto (o la bruta), a˙n elaborando inmediatamente su repertorio
instintivo de nociones universales, puede llegar a entender, no sÛlo que desea hacer ciertas cosas y
que no desea que le hagan otras, sino tambiÈn que no deberÌa hacer a los dem·s lo que no quiere que
le hagan a Èl? La dimensiÛn Ètica empieza cuando entra en escena el otro. Toda ley, moral o jurÌdica,
regula siempre relaciones interpersonales, incluidas las relaciones con ese Otro que ley impone.
TambiÈn atribuyen al laico virtuoso la convicciÛn de que el otro est· en nosotros. Pero no se trata de
una vaga propensiÛn sentimental, sino de una condiciÛn ëfundadora¥. Es el otro, es su mirada, lo que
nos define y forma. Nosotros (asÌ como no conseguimos vivir sin comer o sin dormir) no consegui-
mos entender quiÈnes somos sin la mirada y la respuesta del otro. Incluso el que mata, estupra, roba,
atropella, lo hace en momentos excepcionales, pero el resto de su vida se lo pasa mendigando de sus
semejantes aprobaciÛn, amor, respeto, encomio. E incluso a los que humilla les pide el reconocimien-
to del miedo y de la sumisiÛn. A falta de este reconocimiento, el reciÈn nacido abandonado en la
jungla no se humaniza (o, como Trazan, busca a toda costa al otro en el rostro de un mono), y podrÌa-
mos morir o enloquecer si viviÈramos en una comunidad donde todos hubiÈramos decidido
sistem·ticamente no mirarnos jam·s y portarse como si no existiÈramos.
øCÛmo es posible entonces que haya o que haya habitado culturas que aprueben la matanza, el
canibalismo, la humillaciÛn del cuerpo ajeno? Sencillamente porque restringen el concepto de ëotros¥
a la comunidad tribal (o a la etnia) y consideran a los ëb·rbaros¥ como seres inhumanos; tampoco los
cruzados sentÌan que los infieles fueran un prÛjimo al que debÌan amar excesivamente. Y es que el
reconocimiento del papel que desempeÒan los dem·s, la necesidad de respetar en ellos esas exigen-
cias que consideramos irrenunciables para nosotros, es el producto de un crecimiento milenario.î
U. Eco, Cinco escritos morales, Siglo XX.
82
La Ètica
Actividades grupales
1) a. Realicen una lista de personalidades que consideren moralmente virtuosas.
b. Escriban un argumento explicando por qué consideran que lo son.
c. Discutan los resultados con los de tus compañeros.
DIJO UN FILOSOFOÖ
"Para decir en una palabra lo que son en sÌ mismos el bien y el mal, diremos primero que ciertas cosas
est·n en nuestro entendimiento y no en la naturaleza: ellas no son entonces m·s que nuestra propia
obra y son ˙tiles sÛlo para comprender las cosas con distinciÛn; entre ellas, contamos con todas las
relaciones que se refieren a cosas diferentes y las llamamos entia rationis [seres de la razÛn].
Esta es la pregunta que se formula: øel bien y el mal pertenecen a los entia rationes [seres la de razÛn]
o bien a los entia realia [seres de la realidad]? Como el bien y el mal no son otra cosa que relaciones, no
hay dudas de que hay que colocarlos entre los entia rationis; pues jam·s se dice que una cosa es buena
sino por referencia a otra que no es tan buena o que no nos es tan ˙til; entonces, no se dice que un
hombres es malo sino por referencia a otro que es mejor; o incluso que una manzana es mala sino por
relaciÛn a otra que es buena o mejor.
No se lo podrÌa decir si no hubiera bueno o mejor que, por comparaciÛn, nos permitiera llamar a una
cosa mala.
En consecuencia, si se dice que una cosa es buena, eso significa simplemente que concuerda con la
idea general que tenemos de las cosas de esa especie. Pero, ya lo dijimos antes, las cosas deben
concordar con su idea particular, cuya esencia debe ser una esencia perfecta, y no con la idea general,
pues entonces ellas no existirÌan en absoluto". (Ö) De donde resulta una vez m·s que el bien y el mal
no son ni cosas ni efectos que estÈn en la naturaleza.
B. de Spinoza, Tratado Corto, Siglo XVII.
Rudy Pati,
P·gina /12.
83
CapÌtulo III
La Ètica socr·tica
Como hemos visto en el CapÌtulo 1, SÛcrates viviÛ en Atenas durante el siglo V a.C.
Antes de revisar quÈ pensaba SÛcrates tenemos que aclarar que no contamos con
ning˙n texto escrito de este autor, porque Èl pensaba que la filosofÌa era un ejercicio
que debÌa realizarse en una situaciÛn donde quienes reflexionan se encuentren re-
unidos, debatiendo y analizando juntos; si se escribe un texto filosÛfico ñpensaba
SÛcrates- se pierde la posibilidad de discutir e intercambiar realmente las ideas, que
es el fin principal del ejercicio filosÛfico. Por lo tanto, no se trata de que antiguamen-
te se hayan perdido sus obras, sino que ñal parecer- no las escribiÛ por principios.
Entonces, øcÛmo sabemos que SÛcrates existiÛ y cu·l era su pensamiento? Lo sabe-
mos porque este filÛsofo tuvo un alumno que lo admiraba mucho y que valoraba
tanto lo que su maestro pensaba que no quiso que se olvidara. Ese discÌpulo de SÛ-
crates se llamÛ PlatÛn y escribiÛ una serie de di·logos en los que incluye como pro-
tagonista a un personaje llamado SÛcrates y que, al menos en la primera Època en
que PlatÛn escribiÛ, parece reproducir bastante fielmente el pensamiento de aquÈl.
SÛcrates parece haber basado su pensamiento en dos afirmaciones fundamentales:
la virtud es conocimiento y nadie obra mal voluntariamente.
84
La Ètica
86
La Ètica
idea que tiene la misma funciÛn que tiene el sol Mundo Mundo
en este mundo sensible en que vivimos: es la inteligible: sensible:
causa de las dem·s cosas, de que se produzcan Ideas, Objetos,
Idea de copias de
las estaciones y de que vivamos los seres vivos. bien Ideas
Esa idea que es causa y fundamento de las de-
m·s, sin la cual nada existirÌa y que podrÌamos DIJO UN FILOSOFO...
decir que es el sol entre las ideas, es la idea del "Es posible que PlatÛn hubiera sido el
bien. Cuando recordamos esos modelos del primero en escribir di·logos, y que los
mundo inteligible ñdice PlatÛnñ es la ˙ltima idea otros discÌpulos socr·ticos lo siguieran
en eso, al encontrar una forma adecua-
que conocemos. Esto significa que la Ètica tiene da de plasmar su pensamiento. Pero fue-
su fundamento en las ideas perfectas y, espe- ra PlatÛn el primero o no, lo imitaran los
cialmente, que PlatÛn postula un fundamento dem·s o no, pienso que todos han de
para nuestra acciÛn; esa base son las Ideas in- haber experimentado algo parecido a
mutables, inengendradas, imperecederas. PlatÛn, en una Època en que comenzaba
a difundirse la lectura como aprendiza-
Para este pensador no es posible que un hom- je o esparcimiento. Y sobre todo, se me
bre act˙e como le parezca, y despuÈs se justifi- ocurre que han necesitado preservar la me-
que diciendo que cada uno tiene su verdad. Este moria de su inigualable maestro, y han pen-
serÌa el argumento de un relativista, es decir, de sado tal vez que sus palabras podÌan ser
alguien para quien la verdad depende de, es re- llevadas por el viento si no se las ponÌa
de alguna manera por escrito".
lativa a una circunstancia o a un momento. Para
C. Eggers Lan, ApologÌa de SÛcrates, Si-
PlatÛn, en cambio, la verdad es una sola, y la glo XX.
hemos conocido alguna vez, pero ahora no la
recordamos. La verdad est· justamente en el
mundo inteligible, que nos provee de la idea de
bien, fuente de nuestro obrar bien. Y PlatÛn agre-
ga algo m·s en cuanto al conocimiento del los
valores y de las ideas: quien las ha recordado
bien debe guiar a los dem·s hombres para que
sigan su camino o, si no pueden, para que al
menos compartan con Èl lo que ahora sabe.
PlatÛn.
La Ètica de AristÛteles
Ahora que ya sabemos quiÈnes fueron los pri-
meros filÛsofos que reflexionaron sobre la Èti-
ca, tenemos que decir que AristÛteles fue el pri-
mero en escribir un tratado especÌficamente de-
dicado a analizar cÛmo debemos actuar. El li-
bro del que hablamos se llama …tica Nicomaquea
ñaparentemente, porque fue dedicado a su hijo
NicÛmaco, aunque otros la llaman nicomaquense,
porque su hijo no era el destinatario sino el edi-
tor del textoñ y, aunque no fue el ˙nico tratado
de Ètica que este filÛsofo escribiÛ, es el que con- AristÛteles.
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CapÌtulo III
88
La Ètica
"[SÛcrates le dice a GlaucÛn, al hablar de la forma de vivir de los hombres] Compara nuestra
naturaleza respecto de su educaciÛn o de su falta de educaciÛn con una experiencia como Èsta [a].
RepresÈntate hombres en una morada subterr·nea en forma de caverna, que tiene la entrada
abierta, en toda su extensiÛn, a la luz. En ella est·n desde niÒos con las piernas y el cuello enca-
denados, de modo que deben permanecer allÌ y mirar sÛlo delante de ellos, porque las cadenas
les impiden girar en derredor la cabeza. M·s arriba y m·s lejos se halla la luz de un fuego que
brilla detr·s de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino m·s alto, junto al cual
imagÌnate un tabique construido de lado a lado, como el biombo de los titiriteros levantan delan-
te del p˙blico para mostrar, por encima del biombo, los muÒecos.
ñMe lo imagino.
ñImagÌnate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensi-
lios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y
entre los que pasan unos hablan y otros callan.
ñExtraÒa comparaciÛn hacen, y extraÒos son esos prisioneros.
ñPero son como nosotros [b]. Pues en primer lugar, øcrees que han visto de sÌ mismos, o unos de los
otros, otra cosa que las sombran proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tiene
89
CapÌtulo III
frente a sÌ?
ñClaro que no, si toda la vida est·n forzados a no mover la cabeza.
ñøY no suceder· lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?
ñIndudablemente.
ñPues entonces, si dialogaran entre sÌ, øno te parece que entenderÌan estar nombrando a los obje-
tos que pasan y que ellos ven?
ñNecesariamente. [...]
ñøY los prisioneros no tendrÌan por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?
[c] ñEs de toda necesidad.
ñExamina ahora el caso de una liberaciÛn de sus cadenas y de una curaciÛn de su ignorancia, quÈ
pasarÌa si naturalmente les ocurriera esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse
de repente, volver el cuello y marchar mirando la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del
encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras habÌa visto antes. øQuÈ
piensas que responderÌa si se le dijese que lo que habÌa visto antes eran fruslerÌas y que ahora, en
cambio, est· m·s prÛximo a lo real, vuelto hacia cosas m·s reales y que mira correctamente? Y si
se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a
contestar preguntas sobre lo que son, øno piensas que se sentir· en dificultades y que considerar· que
las
cosas que antes veÌa eran m·s verdaderas que las que se le muestran ahora? [d]
ñMucho m·s. [...]
ñY si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar
hasta la luz del sol, øno sufrirÌa acaso y se irritarÌa por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendrÌa los
ojos
llenos de fulgores que le impedirÌan ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son verdaderos?
[e]
[...] En primer lugar mirarÌa con mayor facilidad las sombras, despuÈs las figuras de los hombres
y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continua-
ciÛn contemplarÌa de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y
la luna m·s f·cilmente que, durante el dÌa, el sol y la luz del sol. [...] Finalmente, pienso, podrÌa
percibir el sol, no ya en im·genes en el agua o en otros lugares que le son extraÒos, sino contem-
plarlo como es en sÌ y por sÌ, en su propio ·mbito.
ñNecesariamente. [...]
ñPiensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, øno tendrÌa ofusca-
dos los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol? [...] Y si tuviera que discriminar de
nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo mo-
mento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se
acostumbraran en un tiempo nada breve, øno se expondrÌa al ridÌculo y a que se dijera de Èl que,
por haber subido hasta lo alto, se habÌa estropeado los ojos, y que ni siquiera valdrÌa la pena
intentar marchar hacia arriba? Y si intentara desatarlos y conducirlos hacia la luz, øno lo matarÌan,
90
La Ètica
egresar percibiÛ claramente que su trabajo y su realizaciÛn profesional debÌa ser completada con
su realizaciÛn familiar. AsÌ fue que, con el tiempo, formÛ su pareja y tuvo dos hijos. Todo esto le
apareciÛ con el tiempo como una serie de medios para conseguir un bienestar que diera sentido a
su vida.
En su trabajo se ponÌan en juego una serie de valores personales que, si bien ella pensaba que se
daba por el car·cter de su profesiÛn, en realidad intervienen en todo ejercicio profesional. Tener
mucha claridad con respecto a lo que significa ser justo y equitativo, por ejemplo, era algo que le
quitÛ el sueÒo durante mucho tiempo. Su reacciÛn inicial fue estudiar mejor los libros de leyes, la
jurisprudencia y los comentarios sobre los mismos. Pero al poco tiempo se dio cuenta de que no era
un conocimiento teÛrico el que necesitaba, porque esto la hacÌa capaz de argumentar sobre muchas
cosas, pero no la ayudaba a formarse un criterio totalmente sÛlido para tomar las decisiones que
tenÌa que realizar corrientemente. La soluciÛn que encontrÛ para decidir con tranquilidad lo que
debÌa fue hacer su pr·ctica cotidianamente, que la ayudÛ a aprender lo que significa ser justo,
piadoso, equitativo o temperante. AprendiÛ tambiÈn que sÛlo podrÌa transmitir estas virtudes a
sus hijos si se las mostraba en una pr·ctica constante, si los corregÌa desde niÒos para que, de
manera casi imperceptible, lo integraran a su acciÛn cotidiana; esto es, que se les volviera un h·bi-
to el decidir evitando llegar a situaciones extremas. Pensaba que tal vez su hermano tambiÈn hu-
biera sido un hombre mesurado si sus padres no lo hubieran consentido tanto desde niÒo por ser el
benjamÌn."
3. Lee el siguiente texto de Aristóteles y realiza un cuadro sinóptico con los principales conceptos
que aparecen en él.
"Puesto que todo conocimiento y toda elecciÛn tienden a alg˙n bien, volvamos de nuevo a plan-
tearnos la cuestiÛn: cu·l es la meta de la polÌtica y cu·l es el bien supremo entre todos los que
pueden realizarse. Sobre su nombre, casi todo el mundo est· de acuerdo, pues tanto el vulgo como
los cultos dicen que es la felicidad, y piensan que vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz.
Pero sobre lo que es la felicidad discuten y no lo explican del mismo modo el vulgo y los sabios.
Pues unos creen que es alguna de las cosas tangibles y manifiestas como el placer o la riqueza o los
honores; otros, otra cosa; muchas veces, incluso, una misma persona opina cosas distintas: si est·
enferma, piensa que la felicidad es la salud; si es pobre, la riqueza; los que tienen conciencia de su
ignorancia admiran a los que dicen algo grande y que est· por encima de ellos. Pero algunos creen
que, aparte de toda esta multitud de bienes, existe otro bien en sÌ, que es la causa de que todos
aquellos sean bienes.
[...] En toda acciÛn y decisiÛn [el bien] es el fin, pues es con vistas al fin como todos hacen las dem·s
cosas. De suerte que, si hay alg˙n fin de todos los actos, Èste ser· el bien realizable, y si hay varios,
ser·n Èstos. [...] Puesto que parece que los fines son varios y algunos de Èstos los elegimos por
otros, como la riqueza, las flautas y, en general, los instrumentos, es evidente que no son todos
perfectos, pero lo mejor parece ser algo perfecto. Por consiguiente, si hay sÛlo un bien perfecto, Èse
ser· el que buscamos, y si hay varios, el m·s perfecto de ellos.
Ahora bien, al que se busca por sÌ mismo lo llamamos m·s perfecto que al que se busca por otra
cosa, y al que nunca se elige por causa de otra cosa, lo consideramos m·s perfecto que a los que se
eligen, ya por sÌ mismos, ya por otra cosa. Sencillamente, llamamos perfecto al que siempre se elige
por sÌ mismo y nunca por otra cosa.
Tal parece ser, sobre todo, la felicidad, pues la elegimos por ella misma y nunca por otra cosa,
mientras que los honores, el placer, la inteligencia y toda virtud, los deseamos en verdad, por sÌ
mismos, pero tambiÈn los deseamos a causa de la felicidad, pues pensamos que gracias a ellos
seremos felices". (…tica Nicomaquea, siglo IV a.C.)
91
CapÌtulo III
Concepciones de lo Ètico
Durante una clase de Historia, un alumno contÛ que su padre habÌa llegado del
trabajo indignado por las novedades que se comentaban en la oficina. El caso era el
siguiente: JosÈ PÈrez trabajaba en el Departamento Administrativo de un estudio
jurÌdico. Su jefe, AnÌbal Orlandi, le habÌa dado dinero para que devolviera a un cliente
de la empresa (la CompaÒÌa MM) cuando lo visitara prÛximamente. Al dÌa siguiente
de esto, Orlandi tuvo problemas con el gerente administrativo y, abruptamente, re-
nunciÛ a su trabajo.
PÈrez supo que Orlandi se habÌa llevado alguna documentaciÛn al retirarse y pensÛ
que, tal vez, tambiÈn habÌa desaparecido con ella el registro del egreso de dinero
para la CompaÒÌa MM; en consecuencia, nadie sabrÌa que Èl era el encargado de lle-
varlo y podrÌa quedarse con ese monto sin ser descubierto. PensÛ durante varios
dÌas quÈ iba a hacer porque no querÌa ser descubierto por alg˙n imprevisto y que lo
echaran del trabajo. Por otra parte, tampoco lo convencÌa del todo dejar tan mal el
nombre de Orlandi, con quien nunca habÌa tenido problemas. Pero al tÈrmino del
tercer dÌa, decidiÛ quedarse con el dinero, y asÌ lo hizo.
Como era de esperar, cuando saliÛ a la luz la falta del dinero, todos pensaron que
Orlandi lo habÌa tomado. Pero como no se trataba de un gran monto, los directivos
pensaron que no se justificaba hacer una denuncia ni un juicio. De todos modos, la
reputaciÛn del ex empleado quedÛ afectada para siempre por este hecho, con el ries-
go de que se diera una mala referencia si alguien la pedÌa. Y no sÛlo eso, el resto de
los empleados del estudio jurÌdico perdieron un premio que recibÌan anualmente
porque las ganancias de la empresa ese aÒo se vieron disminuÌdas por la reposiciÛn
de este dinero faltante.
Al oÌr el caso, el profesor de Historia dividiÛ la clase en tres grupos y pidiÛ a sus
alumnos que analizaran si la acciÛn de PÈrez habÌa sido buena o mala, y en este
˙ltimo caso, quÈ era lo equivocado y por quÈ.
Al tÈrmino del trabajo dos alumnos dijeron que les parecÌa que PÈrez habÌa hecho lo
correcto, porque ellos hubieran actuado de la misma manera. Obviamente, sabÌan
que no es bueno robar, pero opinaron que no habÌa razones para dejar de hacerlo, si
nadie podÌa demostrar su culpabilidad. Ahora bien, øpuede alguien sostener que lo
que es bueno para sÌ mismo, no es bueno para los dem·s?, es decir, øuna moral pue-
de postular que los hombres se comporten de una manera que no tolerarÌan si otro lo
hiciera con ellos? Definitivamente no, porque sin el respeto mutuo y la confianza
b·sica los hombres no podrÌan mantenerse en sociedad. Sin embargo, el profesor
dijo que en nuestra Època muchos piensan de este modo. Vivimos en un momento
en el que nos inunda el individualismo, el sentimiento de que no vale la pena hacer
cosas por los dem·s y de que lo importante no es ser bueno, honrado, noble, sino
parecerlo. Dijo tambiÈn que estos dos alumnos representaban a la Posmodernidad
dentro de la clase, y que debÌan pensar quÈ les pasa a ellos mismos cuando otros los
tratan seg˙n estos par·metros, y por quÈ.
El resto del curso estuvo de acuerdo con que la acciÛn de PÈrez habÌa sido mala. Pero
cuando tuvieron que explicar por quÈ, los tres grupos lo hicieron de manera diferente.
92
La Ètica
93
CapÌtulo III
El grupo B, en cambio, argumentÛ que debemos ser justos, es decir que cada uno
debe recibir lo que le corresponde y no apropiarse de nada ajeno. Los alumnos pos-
tularon la existencia de valores que todos perseguimos al actuar y que una acciÛn
buena posee esos valores. Uno de los posmodernos objetÛ a este grupo que lo justo para
mÌ puede ser injusto para vos. Sin embargo, sus compaÒeros estaban convencidos de
que todos sabemos quÈ es lo justo, lo bello, lo agradable porque lo intuÌmos, lo perci-
bimos de alguna manera.
El filÛsofo Max Scheler, como ellos, creyÛ que los valores son cosas o contenidos con-
cretos y determinados. Dice, adem·s, que guardan relaciones entre sÌ y es posible
realizar una jerarquÌa a priori (independientemente de la experiencia) entre ellos.
Como hicieron los miembros de este segundo grupo, Scheler hubiera contestado que
los valores no son subjetivos, es decir, no dependen la opiniÛn individual de cada
uno, sino que son objetivos y absolutos, v·lidos para todos.
En la escala de valores que postula Scheler, los m·s bajos son los del placer y el
displacer (cercanos a las instancias propias de la sensibilidad m·s animal); sobre
estos se apoyan los que denomina vitales, es decir aquellos relativos a la salud, la
enfermedad, la conservaciÛn de la vida y la evasiÛn de la muerte. En tercer lugar,
coloca los valores espirituales, dentro de los cuales discrimina los estÈticos (relativos
a lo bello), los jurÌdicos (como lo justo) y los valores propios del conocimiento (pro-
pios de lo verdadero). Por ˙ltimo, en la cima tenemos los valores religiosos, represen-
tados por lo santo y lo profano. El cuadro siguiente lo muestra m·s claro:
valores
religiosos
valores espirituales
valores vitales
Por ˙ltimo, el grupo C explicÛ que PÈrez habÌa actuado moralmente mal porque na-
die debe usar a otra persona como Èl habÌa usado a Orlandi. Lo utilizÛ como un
medio para conseguir un beneficio personal, tal como si se tratara de un objeto. To-
dos los hombres, dijeron, tienen que ser valorados por igual; sÛlo asÌ yo serÈ respeta-
do tambiÈn. Es m·s, agregaron que Èste es el ˙nico principio moral que nos permite
decidir siempre lo que es correcto. Si me pregunto øpuedo querer que otros en esta
situaciÛn hagan lo mismo que yo? y respondo afirmativamente, entonces, y sÛlo enton-
ces, mi voluntad fue buena y mi acciÛn es correcta.
94
La Ètica
El filÛsofo alem·n del siglo XVIII Imanuel Kant pensaba de este modo. ArgumentÛ
que el adjetivo bueno puede ser aplicado correctamente sÛlo a la voluntad cada vez
que el sujeto persiga el bien con su acciÛn.
En este planteo el concepto de deber es fundamental. Una anciana te pide dinero y algo
para comer porque est· totalmente desamparada. Dispones de algo para darle pero
est·s malhumorado porque tuviste mucho trabajo y no le prestas atenciÛn. …sta es una
acciÛn contraria al deber porque, aunque sabes lo que debes hacer, no lo realizaste.
Un amigo te pide que le expliques un tema de matem·tica que no comprendiÛ; para
vos es f·cil porque es una materia que te gusta, pero te niegas a ayudarlo porque
prefieres quedarte resolviendo un nuevo juego en tu computadora. Kant dirÌa tam-
biÈn en este caso que tu acciÛn es contraria al deber: se evita cumplir con lo que se
debe deliberadamente.
Ahora bien, volviendo al primer ejemplo, supongamos que le diste a la anciana lo
que pedÌa. Supongamos tambiÈn que tus padres quieren fomentar en vos esta acti-
tud solidaria recompens·ndote en cada ocasiÛn con el doble de lo que das. Y supon-
gamos, finalmente que le entregaste el dinero a la anciana pensando en la ganancia
posterior. O que, en el caso de tu amigo, lo ayudas porque sabes que asÌ Èl quedar·
comprometido a ayudarte en otra materia que te resulta difÌcil. øQuÈ dirÌa Kant al
respecto? øEs buena una voluntad que act˙a asÌ? De ning˙n modo. Casos como es-
tos, en los que aparentemente se act˙a bien, pero en realidad uno tiene otra intenciÛn,
son los que llama conformes al deber pero no se hacen por el deber mismo, y por lo tanto
no hacen buena a la voluntad. Son acciones que parecen o casualmente coinciden
con lo que harÌa una voluntad buena, pero en realidad est·n guiadas por alguna
inclinaciÛn o preferencia egoÌsta. SÛlo cuando quieras ayudar a la anciana porque
consideras que Èsa es la acciÛn que corresponde, sÛlo cuando ayudes a tu amigo
porque es lo que se debe hacer, es decir, cuando hagas lo que quieras que hagan
todos los seres humanos y realices la acciÛn por deber, tu voluntad ser· buena.
El grupo A y el grupo B se concentraron en demostrar que lo bueno reside en algo, en
un contenido que guÌa las decisiones. Hablaron de felicidad, de beneficios, de valores.
A las argumentaciones Èticas de este tipo se las llama Èticas materiales, precisamente
porque les interesa que tengamos claro quÈ hacer; a esto se lo llama contenido de la
acciÛn. En cambio en la argumentaciÛn del grupo C (similar a la de Kant) la respuesta
es cÛmo, de quÈ manera actuar para que la acciÛn sea buena: teniendo siempre en
cuenta a los dem·s y sin querer obtener sÛlo un beneficio privado. Se trata de una
Ètica formal porque se preocupa por la forma de actuar.
DE BIENES O
MATERIALES FINES
FORMULACIONES
…TICAS DE VALORES
FORMALES
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CapÌtulo III
Juzgar la acciÛn de los dem·s y decir lo que se debe hacer es muy sencillo cuando no
somos nosotros los que tenemos que decidir. Pero sabemos lo complejo y engorroso
de estas elecciones que, por otro lado, estamos obligados a tomar constantemente.
Sabemos que la abuela de una amiga est· enferma y no sabemos si decÌrselo; vimos a
un compaÒero en apuros con el director de la escuela y no sabemos si mentir para
ayudarlo; nuestro hermano engaÒÛ a nuestros padres y no estamos seguros de si
debemos contarlo. øQuÈ hacer? øCÛmo tomar la mejor decisiÛn? Kant habla de un
mandato o una orden que nos damos a nosotros mismos, a los que llama imperativos.
Haz esto, no hagas aquello nos dice la voz de la conciencia.
Kant habla de dos tipos de imperativos o mandatos: hipotÈticos, del tipo no debo matar,
si no quiero ir preso. En Èstos hay una condiciÛn (no quiero ir preso) que quiero cumplir
con lo que hago. La acciÛn depende de esa condiciÛn que se impone sobre mÌ desde
fuera. Entonces no soy totalmente libre porque dependo del cumplimento de eso
exterior (por lo tanto, es heterÛnoma). Diferente es el caso del imperativo categÛrico,
que es incondicional, objetivo y autÛnomo. Me ayuda a decidir que no se debe matar,
m·s all· de las consecuencias que me traiga esa acciÛn despuÈs; por lo tanto, es
propia de una voluntad autÛnoma. La voluntad est· determinada por el deber, y la
acciÛn cumple cabal y completamente lo que se debe hacer. El imperativo categÛrico
nos ordena hacer algo sÛlo cuando es adecuado tanto para quien act˙a como para
todos los dem·s: Obra de manera tal que puedas querer que la m·xima de tu acciÛn sea
llevada a ley universal.
El imperativo categÛrico se diferencia del hipotÈtico, como se ve, en que no necesita
de ninguna circunstancia particular del sujeto para que se imponga su cumplimien-
to. Como dice Kant, el deber se impone sin m·s, porque todo deber es absoluto.
DIJO UN FILOSOFO...
"En la conciencia moral se da un contacto con algo absoluto porque la conciencia moral es la concien-
cia del deber, es decir, la conciencia que manda de modo absoluto, la conciencia que ordena de modo
incondicionado. La conciencia moral no nos dice, por ejemplo: ëhay que hacer tal cosa para congra-
ciarse con Fulano¥; este mandato no es expresiÛn de la conciencia moral, sino un criterio de ëconve-
niencia¥ pr·ctica, una regla de sagacidad o prudencia. La conciencia moral, en cambio, es la que dice:
ëDebo hacer tal o cual cosa, porque es mi deber hacerlo¥, y ello aunque me cueste la vida, o la fortuna,
o lo que fuere. Podr· ocurrir que no cumplamos nuestro deber, pero tal circunstancia se la excluye de
nuestra consideraciÛn, porque no interesa ahora lo que efectivamente hagamos, sino que interesa
sÛlo fijarnos en esta exigencia seg˙n la cual algo debe ser, aunque de hecho no sea y aunque quiz·
nunca sea. Lo que el deber manda, repetimos, lo manda sin restricciones no condiciÛn alguna; ëdebo
hacer esto¥, pero no porque ello me vaya a dar alguna satisfacciÛn, o me granjee amigos o una fortu-
na, sino tan solo porque es mi deber."
A. Carpio, Principio de FilosofÌa, Siglo XX.
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La Ètica
DIJO UN FILOSOFO...
"Consideremos un caso sencillo: el agrado que siento al beber un vaso de cerveza. Para un subjetivista,
todo el valor de la cerveza depende del agrado que experimento; si por alguna razÛn, sea fisiolÛgica
o psicolÛgica, no siento ning˙n agrado, la cerveza no tiene valor. El objetivista, por el contrario,
afirmar· que el agrado est· Ìnsito en la cerveza y, si no lo estuviera, Èsta no serÌa agradable.
Pero el agrado supone un paladar capaz de traducir las propiedades fÌsico-quÌmicas del objeto en
vivencia de agrado; y hasta aquÌ tiene razÛn el subjetivista. Mas se trata de la ëtraducciÛn¥ de ciertas
propiedades que est·n en el objeto y no en la creaciÛn o proyecciÛn de estados psicolÛgicos. De
modo que la presencia del objeto es indispensable para que exista la valoraciÛn.
Lo dicho no basta. El problema es mucho m·s complejo porque tanto el sujeto como el objeto no son
homogÈneos ni estables. Comenzaremos por el sujeto. No siempre valoro la cerveza del mismo modo.
Las condiciones biolÛgicas y psicolÛgicas en que me encuentre modifican mi reacciÛn. AsÌ, por ejem-
plo, si tengo sed, la cerveza me produce una sensaciÛn distinta a si he ingerido mucho lÌquido;
cuando estoy enojado tiene un gusto distinto a cuando estoy contento. Todos los otros estados fisio-
lÛgicos y psicolÛgicos influyen igualmente; desde la presiÛn arterial hasta la actitud que tengo frente
a la vida, pasando por el funcionamiento del sistema nervioso y glandular, el cansancio, la preocu-
paciÛn y la esperanza.
TambiÈn es complejo el factor objetivo. Hablamos de la cerveza como si fuera algo inmutable, pero
no es asÌ. Hay cervezas y cervezas, a juzgar por su constituciÛn fÌsico-quÌmica. Si se altera su densi-
dad, temperatura, etc., la sensaciÛn de agrado ser· distinta. Otros elementos objetivos influyen igual-
mente; el vaso en que se bebe, la temperatura del ambiente fÌsico en que uno se encuentra, etc.
Adem·s de los elementos subjetivos y objetivos, influyen tambiÈn factores sociales y culturales; no
es lo mismo tomar un vaso de cerveza con un amigo que con un enemigo, solo o acompaÒado, en el
propio paÌs o en el extranjero, en un bar de moda o de pie en mala compaÒÌa."
Rizieri Frondizi, øQuÈ son los valores?, 1995.
Cuando hablamos de bien no siempre hablamos de lo mismo. Por eso es interesante pensar la
siguiente clasificaciÛn de Enrique Rojas (El hombre light, 2000):
ï Bien ˙til. Est· considerado desde un punto de vista pr·ctico. Por ejemplo, es m·s ˙til ir de
Madrid a Buenos Aires en aviÛn que en barco, porque supone ahorro de tiempo y de dinero.
ï Bien agradable. Aquel que nos brinda alg˙n tipo de placer, que percibimos por medio de la
satisfacciÛn que nos produce.
ï Bien moral. Aquel que tiene la bondad en sÌ mismo, ya que apunta a la mejor evoluciÛn del ser
humano, aunque sean necesarios esfuerzo y lucha para conseguirlo. Por ejemplo, Tom·s Moro
hizo una cosa buena cuando se opuso a Enrique VIII; aunque este hecho le costÛ la vida,
quedÛ para la historia su ejemplo de bien moral y coherencia interior.
Como queda claro, no es tan simple definir el bien. øCÛmo lo definirÌas, despuÈs de estos usos
alternativos?
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por Fontanarrosa.
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can. Ahora, sÛlo le restaba pensar y deliberar lo que parecÌa mejor a su conciencia
moral. Finalmente, emitiÛ un juicio moral, es decir, declarÛ lo que le parecÌa bien y
debÌa hacer, y lo hizo.
Un dilema es una forma de razonamiento que tiene en su conclusiÛn una proposi-
ciÛn disyuntiva, es decir, del tipo pasa esto o pasa aquello. En un sentido general, se
llama dilema a dos tesis opuestas entre las cuales es necesario decidir. Concretamen-
te, un dilema Ètico se da al menos entre dos posibles hechos, y el sujeto tiene que
elegir lo que derivar· en una acciÛn.
Son tantos los factores que intervienen en la resoluciÛn de un dilema que muchas
veces asistimos a debates y discusiones sobre la mejor manera de dirimirlo. Por eso
tiene sentido que te preguntemos øquÈ hubieras decidido vos en el lugar de FÈlix?
DIJO UN FILOSOFOÖ
"La fundamentaciÛn ëdeontolÛgica¥ es el desarrollo sistem·tico de una actitud que, a grandes rasgos,
suele darse tambiÈn en el nivel de la ëreflexiÛn moral¥, a saber, la actitud de quien dice, o piensa o
siente que tal o cual lÌnea de acciÛn ha de seguirse por cuestiÛn de principios. Al margen de que se
indique o no cu·les son esos principios, ello debe ñy suele- sostenerse sin pretensiones estrictamente
filosÛficas. Es una actitud moral basada en la convicciÛn de que el ˙nico criterio v·lido para el obrar
moral se encuentra en la dignidad humana y en la justicia. Ser ëinmoral¥ resulta casi equivalente a ser
ëinjusto¥. Importa pues saber que se ha obrado con justicia, y, en todo caso, ëcon buena intenciÛn¥, al
margen de las consecuencias efectivas que se deriven de ese obrar.
(...) La fundamentaciÛn ëteleolÛgica¥ o ëconsecuencialista¥ representa tambiÈn el desarrollo sistem·-
tico de un tipo de actitud moral, consistente en otorgar mayor importancia a las consecuencias (efec-
tivas o previsibles) que a los ëprincipios¥. Estos son ërespetables¥ sÛlo en la medida en que su respeto
u observancia no acarree ëmalas consecuencias¥.
(...) El deontologismo y el consecuencialismo suelen formularse tambiÈn, respectivamente, y siguiendo
sobre todo el criterio de Max Weber, como ëÈtica de la convicciÛn¥ y ëÈtica de la responsabilidad¥. Lo
caracterÌstico del planteamiento de Weber al hacer esta distinciÛn es que las considera como dos
posiciones absolutamente inconciliables."
R. Maliandi, …tica: conceptos y problemas, Siglo XX.
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øQue monstruoso rector les cierra el camino a la legÌtima expansiÛn de su espÌritu juvenil, insuflado de
esa sana agresividad que toda persona necesita desparramar a manos llenas, salvo que se trate de un ser
apocado, represivo y enfermo? øQuÈ mentes autoritarias intentan evitar que un puÒado de jÛvenes
vuelque su natural sed de violencia sobre algo tan in˙til como un edificio? øAcaso hubieran preferido
que agredieran a seres humanos?
øCÛmo festejar algo sin una cuota razonable de violencia? øCÛmo acceder a la madurez sin dejar en el
camino alg˙n rastro de barbarie? øQuÈ idea tienen los rectores y los educadores de la vida? øNo saben
que toda cultura tiene sus tradiciones y sus ritos? øNo han visto alguna vez por televisiÛn lo que un
equipo de rugby neozelandÈs es capaz de hacer cuando se trata de hurgar en sus raÌces at·vicas?
Antes de que llegue la semana prÛxima, el rector Horacio Sanguinetti deber· encontrar una respuesta a
todos estos interrogantes. De lo contrario, los padres de los 85 jÛvenes del Colegio Nacional de Buenos
Aires en trance de perder su condiciÛn de alumnos regulares se lo llevar·n por delante.
El rector dispone de una sola carta de triunfo: consiste en exhibirles la resoluciÛn 664, que prohibiÛ
expresamente, con la debida antelaciÛn, la realizaciÛn de vueltas olÌmpicas en el colegio. No parece una
carta demasiado fuerte. Las normas ñya se sabeñ fueron hechas para ser violadas. øO no?
Los graduados apoyan la medida
El episodio de la sanciÛn a los alumnos que dieron la agitada vuelta olÌmpica suscitÛ la reacciÛn de
diversas personalidades, figuras del mundo de la polÌtica, el periodismo y el espect·culo, todos ellos ex
alumnos del Nacional Buenos Aires.
´La sanciÛn me sorprende, porque esos chicos han pasado cinco o seis aÒos en el Nacional Buenos Aires.
Si en ese tiempo el colegio no fue capaz de enseÒar ideas normativas, las que deberÌan ser sancionadas
son las autoridades, porque son ellas las que han fracaso, y no los estudiantesª, dijo a La NaciÛn MartÌn
CaparrÛs, escritor y periodista de la revista VeintidÛs.
A pesar de criticar a las autoridades, CaparrÛs no justificÛ la vuelta olÌmpica ni, menos a˙n, sus arreba-
tos. ´Yo cursÈ durante la dictadura militar y me recibÌ en el í73. Cuando di la vuelta olÌmpica era una
forma de revancha contra la represiÛn y la sumisiÛn de seis aÒos de colegio. No sÈ si tiene o no sentido
darla ahoraª, agregÛ.
Por su parte, el actor Diego Peretti, uno de los protagonistas del programa televisivo ´Campeonesª,
justifica la sanciÛn si los protagonistas tenÌan conciencia de sus consecuencias. ´No sÈ si los alumnos
conocÌan las sanciones a las que se enfrentaban si hacÌan la vuelta olÌmpica. Si Sanguinetti se los advir-
tiÛ, entonces calavera no chilla. La vuelta olÌmpica no es mala en sÌ misma, siempre y cuando no se
hagan daÒosª, dijo Peretti.
Capricho de niÒos bien
Para el periodista Horacio Verbitsky, de P·gina /12, los estudiantes tienen su sanciÛn bien merecida, sin
atenuantes. ´Estoy totalmente de acuerdo con la decisiÛn del rector de sancionar a los estudiantes. La
vuelta olÌmpica es un capricho de los niÒos bien, que desaprensivamente rompen, daÒan y pintan bie-
nes p˙blicos. Me parece imperdonable que en un momento de penurias del paÌs, chicos que tienen el
privilegio de estudiar se entreguen a este tipo de actitud.ª
Por el lado de la polÌtica, el ministro del Interior, Carlos Corach, respaldÛ sin reservas la medida de
Sanguinetti. ´Estoy de acuerdo con las sanciones. No hay derecho a daÒar el lugar donde uno cursÛ sus
estudios. En mis aÒos de estudiante tambiÈn habÌa festejos, pero no se rompÌa, se daÒaba ni se ensuciaba
el colegio.
TambiÈn manifestÛ su apoyo total al rector del Buenos Aires el periodista Mario Mactas, para quien los
estudiantes ya deberÌan estar en sus casas. ´La sanciÛn ha sido justa, incluso benigna, porque los alum-
nos debieron ser expulsados. El Nacional Buenos Aires es uno de los mejores colegios del mundo hispa-
no; si dejase pasar esto, perderÌa mucho prestigioª, dijo el conductor del programa ´A la vueltaª, de
Radio Continental.
´Cuando dan la vuelta olÌmpica se sienten hombres que se llevan todo por delante. Pero cuando se los
castiga justamente, se refugian con la complicidad de los padres en la dictadura de la adolescencia. Y los
padres no tienen el menor espÌritu de crÌtica, porque defienden a sus hijos como si fueran vÌctimas
inocentes.
LA NACI”N, 12 de Agosto 1999
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CapÌtulo III
entonces, un asesinato?, øest· bien que los mÈdicos practiquen la eutanasia o deben
defender
la vida a toda costa?, øquÈ hacer cuando un paciente se niega a recibir una transfusiÛn porque
sus creencias religiosas se lo prohÌben, pero corre riesgo su vida en ello?, øquÈ
responsabilidad
le cabe a quien descubriÛ los poderes de la desintegraciÛn atÛmica, que luego fue utilizada
para fabricar la bomba? Como se ve, la ciencia no es tan asÈptica o ingenua frente a
estos profundos y difÌciles problemas Èticos.
Adem·s de todo esto, en esta Època presenciamos otra serie de revoluciones cientÌfi-
106
La Ètica
cas que traer·n una nueva ola de conflictos y dilemas Èticos. La manipulaciÛn genÈ-
tica, es decir, la posibilidad de seleccionar, agregar o quitar genes en un organismo
para formar otros iguales o diferentes, es uno de los descubrimientos m·s revolucio-
nario a los que asistimos. Permitir· saber desde el nacimiento de cada ser humano ñ
o incluso antesñ a quÈ enfermedades ser· propenso (si a un c·ncer o a una patologÌa
cardiaca), quÈ problemas psicolÛgicos lo afectar·n m·s f·cilmente (incluso depre-
siÛn o esquizofrenia), o cu·les ser·n las tendencias de su personalidad. Ni que ha-
blar de las caracterÌsticas fÌsicas que podr·n seleccionarse a pedido de los padres
(color de ojos, altura, contextura fÌsica, etc.). Todo esto que en otra Època, no hace
mucho, nos hubiera parecido una novela de ciencia ficciÛn, ahora forma parte de
nuestra realidad. El problema principal que se avecina es que la discriminaciÛn y la
marginalidad pueden agudizarse si este saber se pone sÛlo al servicio de quienes
poseen el poder. Quienes nos den empleo, por ejemplo, ser·n quienes podr·n verse
tentados m·s f·cilmente a juzgar al posible empleado por lo que indica su mapa
genÈtico y no por sus cualidades laborales.
Pero todavÌa m·s grave parece la posibilidad de poder crear vida humana sin la
uniÛn de dos seres, ya que la concepciÛn puede realizarse con los genes de una mis-
ma persona. Esto que tanto ha dado que hablar por el caso de la oveja Dolly es lo que
se llama clonaciÛn. Por el momento, estos experimentos sÛlo se han permitido en
animales y se ha prohibido la clonaciÛn humana. øQuÈ consecuencias puede tener la
aplicaciÛn de esta manipulaciÛn en los seres humanos? øQuÈ diferencia te parece
que hay entre clonar animales y seres humanos? Las respuestas no son f·ciles. De
todos modos, aunque Èste es todavÌa un campo prematuro, debemos empezar a pen-
sar estos problemas que, como dijimos, comienzan una nueva serie de la ciencia
actual.
Veamos algunos aspectos polÈmicos del problema en el texto que siguiente.
107
CapÌtulo III
Seg˙n lord Alton, desde 1990 se han destruido entre 300.000 y medio
millÛn de embriones humanos en experimentos que prometÌan ´curas
milagrosas para 4.000 enfermedades hereditariasª. Alton estimÛ: ´Lo
que est· claro es que no estamos preparados adecuadamente para vo-
tar hoy sobre estas regulaciones y que el proceso Ètico y polÌtico que
utilizamos para decidir estos asuntos no es apropiadoª.
Varios cientÌficos se oponÌan al retraso en enmendar la ley de 1990,
aduciendo que esto perjudicarÌa a personas que padecen enfermeda-
des como el Parkinson y que podrÌan verse beneficiadas si se experi-
menta con embriones humanos. Desde una perspectiva distinta a la de
lord Alton, otro lord defendiÛ la propuesta del gobierno laborista, al
pedir a la C·mara que tuviese en cuenta los millones de personas afec-
tadas por enfermedades congÈnitas y degenerativas. ´La ciencia ha
dejado en claro que esta investigaciÛn tiene el potencial de aportar las
respuestas a estos malesª, dijo lord Hunt.
La mezcla de cÈlulas adultas humanas con Ûvulos de alguna especie animal no deber· ser permitida, como
tampoco se autorizar· el uso de la clonaciÛn para tener un hijo, una modalidad que seguir· siendo ilegal. La
clonaciÛn terapÈutica, seg˙n los cientÌficos, podrÌa acabar con el rechazo del organismo al trasplante de Ûrga-
nos ajenos para tratar enfermedades.
Dicen que podrÌan obtener el clon de una persona este aÒo
Un clon humano podrÌa llegar a nacer muy pronto, incluso este aÒo, seg˙n un artÌculo que el periodista Brian
Alexander escribiÛ en el ˙ltimo n˙mero de la revista estadounidense Wired. La nota cuenta que un cientÌfico
experto en biologÌa celular ñal que no se identificañ reconoce que clonar a un ser humano serÌa algo sencillo.
"Esto es lo m·s f·cil que usted puede hacer. Toma el maldito n˙cleo y lo pone dentro de un Ûvulo sin n˙cleo,
y reza a Dios para que algo suceda. Luego lo coloca dentro de la madre subrogante (la que lleva adelante el
embarazo) y espere. La cosa m·s f·cil que podemos hacer ahora, crÈame, es un clon humano", dijo el cientÌfi-
co, quien terminÛ su posdoctorado en 1990.
Seg˙n el artÌculo de Wired, el cientÌfico es llamado "El creador". No desea ser identificado porque per-
tenece a una prestigiosa universidad y serÌa despedido si revela sus planes de clonar humanos. El
re˙ne todas las herramientas: un conocimiento avanzado en biologÌa celular y la habilidad para culti-
var cÈlulas. Y ya tiene un cliente.
Un hombre de negocios que vive en Europa del Este perdiÛ a su hijo: una enfermedad terminÛ con su vida
hace un aÒo. Pero, seg˙n se cuenta en la revista Wired, el hombre tomÛ muestras de tejidos del cuerpo de su
hijo. DespuÈs se comunicÛ con cientÌficos que han clonado animales y puso las muestras en nitrÛgeno lÌquido
y en bloques de parafina.
El hombre entrÛ en contacto con "El creador". El periodista de Wired contÛ que "El cliente" tampoco quiere
revelar su nombre, pero le confirmÛ: "SÌ, hay un plan. Nosotros vamos a proceder. Intentamos llevarlo adelan-
te. Literalmente, tendremos a nuestro hijo de vuelta".
El plan de "El creador" y de su "cliente" consistir· en que volar·n a un laboratorio de fertilizaciÛn in vitro que
est· en una de las m·s grandes ciudades de Asia, en un paÌs sin prohibiciÛn legal contra la clonaciÛn repro-
ductiva de humanos.
El director de la clÌnica est· entrenado en el manejo de Ûvulos humanos y las manipulaciones con fertilizaciones
in vitro que, de alg˙n modo, son un mÈtodo de reproducciÛn asistida cercano a la clonaciÛn.
El proceso empezarÌa por tomar los n˙cleos de Ûvulos provenientes de mujeres donantes. Luego, las cÈlulas
del hijo de "El cliente" se implantarÌan en los Ûvulos. Ambos se fusionarÌan. Los embriones que resulten de la
fusiÛn ser·n implantados en 5 Û 10 madres subrogantes.
El emprendimiento del cientÌfico ocurre en un momento especial, en el que se da una convergencia entre
gente a favor de la clonaciÛn, la caÌda de ciertos tab˙es y la marcha inexorable de la ciencia, seg˙n Wired. Ya
se ha conseguido clonar vacas, ratones y ovejas ñla famosa Dollyñ a partir de animales adultos. "La clonaciÛn
humana podrÌa ser hecha maÒana", aceptÛ Alan Trounson, un experto australiano en clonaciÛn de animales.
Pero "El Creador" no est· solo. Una secta de Quebec, Canad·, tambiÈn expresÛ que quiere clonar personas,
con un proyecto que llamÛ "Clonaid". Y adem·s hay gente que, por lo bajo, tambiÈn pide el servicio de la
clonaciÛn. A un cientÌfico de la Universidad de Hawaii, que trabajÛ con ratones, una pareja le pidiÛ que
clonase a su hijo joven que muriÛ en un accidente automovilÌstico. Y una nena con c·ncer tambiÈn lo llamÛ
por telÈfono para hacerle un pedido similar.
108
La Ètica
Mientras varios lÌderes religiosos se manifestaron en contra de la clonaciÛn, ya se est· desarrollando una
infraestructura para llevarla a cabo. Una empresa de San Marcos, en California, Canine Cryobank, est· guar-
dando cÈlulas humanas para clonaciones futuras y otra en Australia, llamada Southern Cross Genetics, tam-
biÈn planea hacer clonaciÛn de Ûrganos.VacÌo legal en la Argentina
VacÌo legal en la Argentina
Poco despuÈs de que en febrero de 1997 se dio a conocer el nacimiento de la oveja Dolly ñel primer mamÌfero
clon obtenido a partir de una cÈlula de un animal adultoñ, el gobierno de Carlos Menem fijÛ su posiciÛn sobre
el tema. Por decreto, el entonces presidente prohibiÛ los experimentos de clonaciÛn reproductiva de seres
humanos.
Pero con respecto al uso de la clonaciÛn con fines terapÈuticos no hubo prohibiciÛn ni aprobaciÛn explÌcita en
el paÌs. El experto en biotecnologÌa del Conicet y la UBA Lino BaraÒao seÒalÛ a ClarÌn que "no est· prohibida
la clonaciÛn terapÈutica usando embriones humanos, por lo cual estarÌa permitido realizarla". BaraÒao dijo
que la situaciÛn serÌa la misma que ocurre con las tÈcnicas de reproducciÛn asistida ñcomo la fertilizaciÛn in
vitroñ que hoy se practican pero no est·n normativizadas por una ley nacional. "Hay un vacÌo legal en este
tema", advirtiÛ.
Respuestas a interrogantes b·sicos
øQuÈ es clonar?
Es tomar el material genÈtico de un organismo para obtener otro idÈntico, que ser· el clon. A travÈs de la
clonaciÛn, no hay una uniÛn de Ûvulos con espermatozoides.
øEn quÈ consiste la clonaciÛn terapÈutica?
Los cientÌficos piensan tomar el material genÈtico de una cÈlula de un paciente para despuÈs fusionarlo con
un Ûvulo. Esto darÌa lugar a un embriÛn que llaman ìsintÈticoî. A este embriÛn se le extraerÌan las cÈlulas
madre, que serÌan controladas para desarrollarse en una funciÛn determinada. Ellas se implantarÌan en el
paciente donante del material genÈtico. Por ejemplo, las cÈlulas obtenidas por clonaciÛn se manipularÌan para
ser convertidas en cÈlulas nerviosas y asÌ tratar una enfermedad como el mal de Alzheimer.
øPor quÈ puede ser necesaria la clonaciÛn terapÈutica?
Para los cientÌficos que la aprueban, este proceso garantiza una total compatibilidad entre el paciente con
alguna enfermedad y la cÈlula que serÌa implantada y que le servirÌa para curarse. M·s all· de que se obten-
gan a travÈs de la clonaciÛn o por cultivo, investigadores de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados
Unidos afirmaron en un informe que las cÈlulas madre tienen el potencial necesario para revolucionar la
pr·ctica de la medicina y mejorar la calidad y la extensiÛn de la vida.
øQuÈ enfermedades se podrÌan tratar por medio de la clonaciÛn terapÈutica?
Si bien todavÌa no hay evidencias comprobadas, se estima que las cÈlulas madre obtenidas del ìembriÛn
sintÈticoî se utilizarÌan para tratar la diabetes, el mal de Parkinson y el de Alzheimer, la fibrosis quÌstica, la
esclerosis m˙ltiple, accidentes cerebrovasculares, algunos tipos de c·ncer, leucemia, artritis reumatoidea y
algunas enfermedades cardiovasculares.
øLa clonaciÛn es la ˙nica manera de obtener las cÈlulas madre embrionarias?
No, se estima que Èstas podrÌan ser extraÌdas de embriones y serÌan sometidas a cultivos especiales. Aunque
en este ˙ltimo caso, los embriones no tendrÌan una total compatibilidad con la persona que necesita un trata-
miento medicinal.
109
CapÌtulo III
…tica y polÌtica
En tanto la Ètica es un campo de estudio Ìntimamente relacionado con lo social,
muchas veces es difÌcil marcar un lÌmite neto con lo polÌtico. Ambos tienen que ver
con las relaciones intersubjetivas y con un ·mbito humano en el cual la presencia de
otro hombre es fundamental. En rigor, como AristÛteles ha seÒalado, toda reflexiÛn
Ètica termina necesariamente en una reflexiÛn polÌtica, y viceverda. Sin embargo, es
posible determinar una diferencia de objetivos de cada una, ya que mientras que la
polÌtica tiene su particuparidad en lo concerniente a la organizaciÛn de la vida colec-
tiva de los hombres, lo moral remite a la determinaciÛn del bien y del mal y de los
principios que juegan en el fuero humano Ìntimo; la polÌtica se ocupa de lo relativo
al comportamiento humano en tanto que pasa por las instituciones colectivas y no
sÛlo de un comportamiento individual, como es el caso de la Ètica.
En este sentido se puede hablar de la filosofÌa polÌtica, que es el ·mbito de la filosofÌa
que se ocupa especÌficamente del an·lisis de los sistemas polÌticos y de la legitimi-
dad de la manera en que se llevan a la pr·ctica, de la reflexiÛn sobre la implantaciÛn
de la justicia y la obligatoriedad de las leyes, por ejemplo, todas estas cuestiones que
exceden la Ètica.
Los planteos que est·n entre la Ètica y la polÌtica ya se presentaban en la antig¸edad.
En escritos como la Rep˙blica de PlatÛn encontramos el esfuerzo del filÛsofo por
trazar un paralelo perfecto entre lo relativo a la vida moral y la vida polÌtica, defi-
niendo un cierto tipo de agente moral que determinar· el perfil de la sociedad que
integre. Esto ha dado lugar a la reflexiÛn sobre las diferentes modalidades de gobier-
no ñdesde la realeza hasta la tiranÌa, pasando por la timocracia, la oligarquÌa y la
democracia- y de la naturaleza de vida que es propia de cada una.
Avanzando en la historia, uno de los problemas que m·s ha preocupado a la filosofÌa
polÌtica en la modernidad es tal vez el del llamado ëpacto socialí, ya que Èl concentra
la esencia de lo polÌtico. Rousseau, por ejemplo, ha desarrollado la idea de que este
pacto social consiste en que los individuos se den un representante y que este repre-
sentante encarne la voluntad colectiva. El ser· el encargado de asegurar la protec-
ciÛn necesaria a cada individuo que forme parte del estado ñy que participe, por
tanto, del pacto-, bajo la condiciÛn de que
ning˙n individuo haga justicia por sÌ mis-
mo. En los momentos de crisis social y
polÌtica, en los que este pacto se ve debi-
litado, es f·cil ver cÛmo los ciudadanos
tienen una natural tendencia a volver a
recuperar su poder de autodefensa y ha-
cer justicia por sÌ mismos. Esta forma de
concebir la sociedad se relaciona obvia-
mente en una manera de concebir al hom-
bre, razÛn por la cual hemos visto cÛmo
lo concebÌan algunos contractualistas.
110
La Ètica
Problemas / Paradojas
- øPodemos escapar de la moral? øHay algo que sea realmente amoral?
- øHay sistemas morales mejores y peores? Si ese fuera el caso, øcÛmo serÌa posible
establecer su jerarquÌa?
- Si toda moral se hace a partir de sujetos, øcÛmo es posible llegar a una instancia de
objetividad?
- øPuede haber una moral de inmoralidad? øUna ëanti-moralí no es ella misma mo-
ral?
- øPuede existir una moral que no tome en cuenta el respeto y la tolerancia, y basada
en principios totalmente egoÌstas?
DIJO UN FIL”SOFOÖ
"Si entonces se separa del pacto social lo que no est· en su esencia, se descubrir· que se reduce a los
tÈrminos siguientes: ìcada uno de nosotros pone en com˙n su persona y todo su poder bajo la supre-
ma direcciÛn de la voluntad general; y recibimos en cuerpo cada miembro como parte indivisible del
todo.
Inmediatamente, en lugar de la persona particular de cada contratante, este acto de asociaciÛn produce
un cuerpo moral y colectivo compuesto por tantos miembros como la asamblea tiene de voces, la cual de
este mismo acto recibe su unidad, su ëyoí com˙n, su vida y su voluntad. Esta persona p˙blica que se
forma tambiÈn por la uniÛn de todos los otros tomaba antes el nombre de ëciudadí, y ahora toma el de
ërep˙blicaí o de ëcuerpo polÌticoí que es llamado por sus miembros ëestadoí cuando es pasivo, ësoberanoí
cuando es activo, y ëpotenciaí al compararlo con otros similares. Respecto de sus asociados, ellos toman
colectivamente el nombre de ëpuebloí, y se llaman en particular ëciudadanosí como participantes de
una autoridad soberana, y ësujetosí como sometidos a las leyes del estado."
J. J. Rousseau, Del contrato social, Siglo XVIII.
Cortázar (Forma parte del libro Todos los fuegos el fuego). Investiga quién fue Cortázar y qué
importancia tuvo su obra.
b. Analiza lo que sucede a partir de la muerte de Alejandro de acuerdo con el Principio de Mayor
Felicidad de la ética utilitarista.
c. ¿Cuál es el mandato o la máxima de la acción de esta familia? ¿Esta máxima puede ser válida
para todos? Justifica tus respuestas.
4) En la sopa de letras de la siguiente página, se esconden 12 conceptos desarrollados en nuestro
capítulo sobre El Problema Ético. Están dispuestos en todos los sentidos posibles (de izquierda
a derecha, de derecha a izquierda, de arriba hacia abajo y al revés, y en todos los sentidos
diagonales).
a. Encuentra los conceptos escondidos.
b. Da una breve caracterización de cada uno.
111
CapÌtulo III
A A S W P U T F B N M C
R D D E N G Z V A L O R
X A U T O N O M I A F H
F P M I E P Y E M D B M
O S O C T D S A P I W P
R C R A N E T P E L D T
M M A U E O V N R E K K
A A L L G N I F A M J S
L U X E A T W T T A L P
CDR I A I VB I O I B
M V G T M C S P V V B C
HYTUOASAOJHA
6) a. Presenta una situación vivida por vos o por alguien conocido, en la cual esté presente un
dilema ético.
b. Analiza cómo se resolvería el problema desde el punto de vista de la ética de Kant.
112
CAPÕTULO IV
113
CapÌtulo IV
SUJETO
imagen
captación de las
determinaciones regreso a la
objetivas OBJETO esfera subjetiva
En esta tarea, el sujeto es modificado por el objeto ñpuesto que una vez que captÛ al
objeto ha obtenido un conocimiento que previamente no tenÌañ, mientras que el ob-
jeto no padece modificaciÛn alguna. El autor dice tambiÈn que esta relaciÛn es en
realidad una correlaciÛn ñya que no hay sujeto sin objeto, ni al revÈsñ, y que ambos
son independientes el uno del otro. Cualquiera sea la clase de conocimiento que conci-
bamos, Èstos son los elementos que formar·n parte del proceso de conocer.
Dijimos que, a pesar de que en todo uso del tÈrmino conocimiento se presupone esta
relaciÛn que acabamos de describir, las aplicaciones pueden variar de acuerdo con el
objeto que sea aprehendido en cada caso. AsÌ, si vemos nuevamente los ejemplos
que dimos antes, notaremos que los dos primeros ñConozco a la abuela de mi amigo
Juan y Conozco la ruta a Mar del Platañ ilustran el llamado conocimiento directo o de
experiencia. En ambos casos se supone que hubo alg˙n contacto directo entre el que
dice conocer y el objeto material del conocimiento: haber visto a la abuela de fulano,
o haber recorrido el camino hasta Mar del Plata; y Èstos son motivos suficientes para
afirmar que los conozco.
Los ejemplos que dimos despuÈs ñSÈ calcular cantidad necesaria de cemento para cons-
truir una pared y SÈ jugar al ajedrezñ involucran otro posible significado de conoci-
miento: la habilidad. SÈ hablar ruso o sÈ cantar la Marsellesa son otras posibles
ejemplificaciones del mismo tipo de estado, que afirma la posesiÛn de una determi-
nada capacidad adquirida con cierta pr·ctica. Esto implica, en consecuencia, un pa-
pel un poco m·s activo del sujeto que conoce. Habitualmente utilizamos en este caso
el verbo saber, y no tanto conocer, ya que el verbo saber tiene un matiz de conocimien-
to pr·ctico que lo hace m·s especÌfico.
Por ˙ltimo, nos resta mencionar un tercer significado de conocimiento, que es el que
con mayor frecuencia identificamos con ese nombre (porque es el tipo de saber del
cual est·n compuestas las ciencias) y que ejemplificamos con la frase Conozco el teore-
ma de Pit·goras o tambiÈn SÈ que dos lÌneas paralelas no se cruzan nunca. Se trata del
conocimiento proposicional, que est· compuesto de proposiciones descriptivas que
expresan la verdad de un hecho o un estado de cosas. El conocimiento proposicional
no est· basado en el contacto directo entre el sujeto y un objeto material concreto (no
me hace falta haber visto las dos paralelas completas ñque es imposible, adem·s,
porque son infinitasñ para saber que nunca se cruzan) ni en una determinada habili-
dad adquirida. El conocimiento proposicional debe estar fundado sobre un criterio
114
TeorÌa del conocimiento
115
CapÌtulo IV
Tipos de fundamentaciÛn
Hemos establecido que el conocimiento tiene que apoyarse en criterios sÛlidos. A
esta tarea de sostener un conocimiento en base a otra cosa la llamamos fundamentar
el conocimiento. Existen varios tipos de fundamentaciÛn. Cuando decimos, por ejem-
plo, Los vinos de esta bodega son m·s dulces porque los probÈ o La marea est· bajando
porque
siento que el agua me arrastra mar adentro fundamentamos nuestras afirmaciones en la
experiencia sensible. Nuestros sentidos nos proporcionan un conocimiento empÌrico
directo que es muy ˙til, pero que, en ciertas ocasiones, al tratarse de una experiencia
personal e intransferible, no puede derivar en conocimientos m·s generales.
El recuerdo nos permite sistematizar: es decir, clasificar, comparar, reunir informa-
ciÛn de experiencias pasadas. Y si al ejercitar la memoria construimos razonamien-
tos correctos, Èstos nos permitir·n pasar de unas verdades a otras, y el razonamiento
dar· asÌ frutos valiosos. Por ejemplo, he visto durante meses que la marea baja despuÈs
de las siete de la tarde y, por lo tanto, puedo razonar inductivamente que en los meses de
verano la marea baja a la hora del crep˙sculo. A este procedimiento se lo llama conoci-
miento empÌrico indirecto: no tiene la inmediatez de la experiencia sensible directa,
pero la utiliza como base y la sistematiza mediante procedimientos metÛdicos.
Existe otro tipo de fundamentaciÛn todavÌa m·s riguroso, que no depende en medi-
da alguna de la experiencia sensible. Se trata del razonamiento formal de base no empÌ-
rica, y un ejemplo del tipo de conocimientos que se fundamentan de esta manera es
el que dimos anteriormente: SÈ que la suma de los ·ngulos interiores de un tri·ngulo es
igual a 180 grados. Este conocimiento no se fundamenta en la experiencia de haber
visto muchos tri·ngulos ni nada por el estilo, sino que se demuestra mediante c·lcu-
lo, y es verdadero dentro de un sistema en el cual las verdades se prueban por proce-
dimientos formales.
117
CapÌtulo IV
118
TeorÌa del conocimiento
caminando, pero cuando lo cruzamos percibimos que era otra persona, o est·bamos
convencidos de que dejamos la luz de casa prendida, pero al volver nos damos cuen-
ta de que en verdad la habÌamos apagado. Evidencias como estas hicieron que los
curiosos filÛsofos se preguntaran si todo lo que conocemos no ser· ni m·s ni menos
que fantasÌas de nuestra imaginaciÛn, es decir, se preguntaron si realmente es posi-
ble conocer y hasta quÈ punto el contenido de nuestra conciencia es reflejo de una
realidad exterior a nosotros. øCu·l es la posibilidad de que conozcamos y cu·l es el lÌmite
de nuestro conocimiento? Como es de esperar, muchas y muy distintas fueron las res-
puestas que se le dieron a esta inquietud a lo largo de la historia de la filosofÌa. Las
posiciones que siguen resumen las principales:
ï Escepticismo: Los escÈpticos han tomado una posiciÛn extrema, pues argumen-
tan que no es posible conocer, que no es posible para un sujeto salir de su esfera
para aprehender al objeto. El nombre que ha recibido esta corriente proviene de un
tÈrmino griego ñspÈpsis, skopÈo- que significa investigar cuidadosamente. Ob-
viamente, han habido diferentes intensidades en la adhesiÛn al escepticismo, es
decir, no todos los escÈpticos han sostenido que no es posible conocer en absoluto.
Algunos piensan que no existen entidades metafÌsicas, como Dios o el alma, por
ejemplo; a estos se los denomina escÈpticos metafÌsicos. Quienes argumenten que los
valores morales no existen, ser·n escÈpticos Èticos. Pero esto no significa que
consideren que ning˙n conocimiento es posible.
ï Relativismo: Es la posiciÛn que afirma que nuestro conocimiento es relativo. øRe-
lativo a quÈ? A una circunstancia histÛrica, social o cultural. Es decir, se opone a la
convicciÛn de que es posible el conocimiento absoluto. Para ellos el conocimiento
es posible, pero con restricciones. Una posiciÛn que suele confundirse con esta es
la subjetivista, que tambiÈn sostiene que el conocimiento es relativo, pero en este
caso, que es relativo a un sujeto particular e individual. Esto tiene sus riesgos,
porque si lo que cada uno conoce depende de uno y es verdadero para cada uno,
øcÛmo podremos tener un criterio de verdad? Toda cosa que yo tenga por eviden-
te ser· una verdad para mÌ, subjetiva.
ï Agnosticismo: El agnÛstico, como su nombre lo indica ñag = no; gnosis = conoci-
mientoñ, dice que no es posible llegar a un conocimiento absoluto. Como puede
verse, est· Ìntimamente relacionado con el escepticismo; la diferencia entre ellos
es que el agnÛstico argumenta que, como nuestro conocimiento es siempre conoci-
119
CapÌtulo IV
DIJO UN FILOSOFO...
"Igual que el dogmatismo, tambiÈn el escepticismo puede referirse tanto a la posibilidad del conoci-
miento en general como a la de un conocimiento determinado. En el primera caso, estamos ante un
escepticismo lÛgico. Se llama tambiÈn escepticismo absoluto o radical. Cuando el escepticismo se refie-
re sÛlo al conocimiento metafÌsico, hablamos de un escepticismo metafÌsico. En el terreno de los valo-
res, distinguimos un escepticismo Ètico y un escepticismo religioso. Seg˙n el primero, es imposible el
conocimiento moral; seg˙n el ˙ltimo, el religioso. Finalmente, hay que distinguir entre el escepticis-
mo metÛdico y el escepticismo sistem·tico. AquÈl designa un mÈtodo; Èste, una posiciÛn de principio.
Las clases de escepticismo que acabamos de enunciar son sÛlo distintas formas de esta posiciÛn. El
escepticismo metÛdico consiste en empezar poniendo en duda todo lo que se presenta a la concien-
cia natural como verdadero y cierto, para eliminar de este modo lo falso y llegar a un saber absolu-
tamente seguro.
El escepticismo se encuentra, ante todo, en la Antig¸edad. Su fundador es PirrÛn de Elis (360-270
a.C.). Seg˙n Èl, no se llega a un contacto del sujeto y el objeto."
J. Essen, TeorÌa del Conocimiento, siglo XX.
120
TeorÌa del conocimiento
121
CapÌtulo IV
122
TeorÌa del conocimiento
base de la experiencia), los que provienen del arte o la tÈcnica razonada, y los que
pueden ser no sÛlo razonados sino adem·s deducidos necesariamente de ciertos
principios primeros y verdaderos. Estos ˙ltimos son los conocimientos cientÌficos,
superiores a los dem·s, siendo a su vez superados sÛlo por la sabidurÌa (sophÌa) que
se identifica con el conocimiento filosÛfico de las primeras causas y de los primeros
principios. En estas distinciones, AristÛteles tiene en cuenta adem·s una cuestiÛn de
mÈtodo y reflexiona que nuestros conocimientos tienen diverso grado de certidum-
bre seg˙n cÛmo lleguen a nosotros, es decir, seg˙n cu·l sea su objeto y su modo de
acceso. Nuestro conocimiento de la esencia del hombre es diferente de nuestro cono-
cimiento de que ahora est· lloviendo, del mismo modo que nuestro conocimiento de
un teorema de la geometrÌa difiere de nuestro conocimiento acerca de los sistemas
polÌticos corrientes o acerca de los movimientos de los astros en el cielo. La diversi-
dad de mÈtodos de acceso al conocimiento sobre los cuales AristÛteles escribiÛ es
hoy motivo de profundo interÈs para los estudios gnoseolÛgicos y epistemolÛgicos.
Una problem·tica bien diferente es la que encontramos en los desarrollos filosÛficos
desde el siglo I hasta el siglo XIV. La irrupciÛn en escena del cristianismo y sus m˙l-
tiples intentos por traducir una serie de creencias religiosas (incluyendo el conteni-
do Ìntegro de las Sagradas Escrituras) en un sistema de pensamiento m·s o menos
riguroso llevaron a que la polÈmica fundamental girara en torno a las habilidades y
a los lÌmites tanto de la razÛn como de la fe. Y ambas, en relaciÛn con las materias
m·s diversas, que van desde la eternidad o creaciÛn del mundo hasta la jerarquÌa del
alma dentro del plan cÛsmico divino e incluso el papel de los hombres en esta vida.
En sus Principios de FilosofÌa, el filÛsofo y docente argentino Adolfo Carpio sintetizÛ
asÌ las variantes en que se manifestÛ esta polÈmica entre la Antig¸edad tardÌa y la
Edad Media: ´Frente a este problema de las relaciones entre razÛn y fe cabe pensar
cinco soluciones posibles, que de hecho son a la vez otras tantas actitudes perma-
nentes del hombre frente a la cuestiÛn, atestiguadas histÛricamente: a) eliminar la
razÛn; b) eliminar la fe; c) separar radical y antitÈticamente la fe de la razÛn, como
dos dominios por completo heterogÈneos e incomunicables; d) considerar la fe como
supuesto de la razÛn; e) distinguirlas y armonizarlasª.
La primera (eliminar la razÛn) fue la posiciÛn de la ´antifilosofÌaª de Tertuliano (160-
220), quien sostenÌa que era necesario que la curiosidad dejara lugar a la fe y prego-
naba que precisamente en lo vergonzoso, en lo absurdo, en lo insensato y aun en lo
imposible debÌa hallarse la razÛn para creer.
La segunda postura (eliminar la fe) considera que sÛlo puede ser aceptada la Revela-
ciÛn que pueda demostrarse racionalmente o que pueda ser interpretada como sÌm-
bolo de verdades racionales. En esta lÌnea encontramos al exÈgeta judÌo FilÛn de
AlejandrÌa (25 a.C. - 75 d.C.), a OrÌgenes (185-254) y, en el siglo XI, a Berengario de
Tours (1000-1088).
La tercera postura (separar radicalmente la fe de la razÛn), conocida como doctrina de la
doble verdad ñla verdad de la religiÛn y la de la filosofÌa son incomunicablesñ, fue la
que impusieron sobre todo a partir del siglo XIII, algunos de los averroÌstas, es decir,
quienes se apropiaron y reformularon seg˙n sus propios criterios el pensamiento de
123
CapÌtulo IV
un escÈptico; pone en marcha lo que se llama duda metÛdica, ya que duda y descree
del conocimiento que posee, pero lo hace sÛlo con un fin: encontrar al menos una
verdad a partir de la cual pueda construir un conocimiento verdadero; de ahÌ lo de
124
TeorÌa del conocimiento
metÛdica porque, como todo mÈtodo, es sÛlo un camino para llegar a otra cosa.
En ese momento, a Descartes se le ocurriÛ una posibilidad m·s extrema, que lo hacÌa
dudar incluso de las verdades matem·ticas: øY no podrÌa pasar ñdijoñ que existiera un
genio muy poderoso y muy maligno que todo el tiempo me estuviera engaÒando, incluso en
las verdades matem·ticas, y que yo no pueda darme cuenta? Esta hipÛtesis desbarata ab-
solutamente todas las posibilidades de encontrar una verdad. Pero precisamente en
ese momento el filÛsofo se da cuenta de que mientras duda, piensa, y si piensa, Èl mismo
es algo. Esto queda expresado en su famosa frase de su Discurso del mÈtodo, que se ha
popularizado en latÌn: cogito, ergo sum (pienso, luego existo). De esto ya no puede
dudar. Aunque el genio sea muy malo y muy poderoso, nadie puede quitarle la
certeza de que es algo; aunque no sepa quÈ es, sabe que es una cosa que existe. En este
punto Descartes deja de ser escÈptico y pasa a ser un solipsista: sÛlo confÌa en el
contenido de su conciencia.
DIJO UN FILOSOFOÖ
"Si la obra de la filosofÌa no es nada m·s que la especulaciÛn sobre el universo en tanto hace conocer
al Artesano (quiero decir, en tanto que es obra de arte, pues el universo no hace conocer al Artesano
m·s que por el conocimiento del arte que revela, y cuanto m·s perfecto es el conocimiento del arte
que revela, tanto m·s perfecto es el conocimiento del Artesano), y si la Ley religiosa invita y excita a
instruirse por la consideraciÛn del universo, a partir de ello es evidente que el estudio designado por
el nombre de filosofÌa es, por la Ley religiosa, obligatorio o meritorio.
Que la Ley divina invite a un estudio racional y profundo del universo es lo que aparece claramente
en m·s de un versÌculo del Libro de Dios (el Bendito, °el AltÌsimo!). Cuando dice, por ejemplo, ì°Sa-
cad enseÒanza de esto, vosotros que est·is dotados de inteligencia!î, es una enunciaciÛn formal que
muestra que es obligatorio utilizar el razonamiento racional, o racional y religioso a la vez. Igual-
mente, cuando el AltÌsimo dice: ìøNo han reflexionado sobre el reino de los cielos y de la tierra y
sobre todas las cosas que Dios ha creado?î es una enunciaciÛn formal que exhorta a la reflexiÛn sobre
todo el universo. El AltÌsimo ha enseÒado que entre los que …l ha honrado con el privilegio de esta
ciencia estuvo Abraham (°la paz estÈ contigo!), pues el AltÌsimo dijo: ìEs asÌ que hicimos ver a Abraham
el reino de los cielos y de la tierraî. El AltÌsimo tambiÈn dijo: ìNo ven cÛmo han sido creados los
camellos ni cÛmo ha sido elevado el cieloî. Dijo tambiÈn: ìLos que reflexionan sobre la creaciÛn de
los cielos y de la tierraî, e igualmente en una cantidad innumerable de versÌculos.
Como est· bien establecido que la Ley divina hace una obligaciÛn de aplicar a la reflexiÛn sobre el
universo la especulaciÛn racional, como la reflexiÛn consiste ˙nicamente en sacar lo desconocido de
lo conocido, a hacerlo salir, y eso es el silogismo, o se hace por el silogismo, para nosotros es una
obligaciÛn aplicarnos a la especulaciÛn sobre el universo por el silogismo racional; y es evidente que
esta suerte de especulaciÛn a la que invita e incita la Ley divina, toma su forma m·s perfecta cuando
se hace por la forma m·s perfecta de silogismo, que se llama demostraciÛn."
Averroes, Tratado decisivo, 1179.
125
CapÌtulo IV
2) Señalar en cuál (o en cuáles) de las cinco posibilidades en que los filósofos medievales intenta-
ron circunscribir la relación entre razón y fe podría situarse el texto que sigue. Fundamentar la
respuesta.
“Si las palabras de Dios son verdaderas y si nos invitan al razonamiento filosófico que conduce a la
búsqueda de la verdad, resulta ciertamente para el hombre de fe que el razonamiento filosófico no nos
lleva a una conclusión contraria a la verdad divina, pues si una es verdad y la otra verdad, la verdad no
momento
puede contradecir la verdad sino armonizarse con ella y testimonia en su favor” (Averroes, Tratado
negativo
decisivo, 1179).
momento
positivo
GENIO MALIGNO duda verdades matemáticas y geométricas
DIJO UN FILOSOFOÖ
"øSoy yo tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no pueda ser? Pero ya estoy
persuadido de que no hay nada en el mundo; ni cielos, ni tierra, ni espÌritu, ni cuerpos; øestarÈ, pues,
persuadido tambiÈn de que yo no soy? Ni mucho menos; si he llegado a persuadirme de algo o
solamente si he pensado alguna cosa, es sin duda porque yo era. Pero hay cierto burlador muy pode-
roso y astuto que dedica su industria toda a engaÒarme siempre. No cabe, pues, duda alguna de que
yo soy, puesto que me engaÒa; y, por mucho que me engaÒe, nunca conseguir· hacer que yo no sea
nada, mientras yo estÈ pensando que soy algo. De suerte que, habiÈndolo pensado bien y habiendo
examinado cuidadosamente todo, hay que concluir por ˙ltimo y tener por constante que la proposi-
ciÛn siguiente: ìyo soy, yo existoî, es necesariamente verdadera, mientras la estoy pronunciando o
concibiendo en mi espÌritu.
Pero yo, que estoy cierto de que soy, no conozco a˙n con bastante claridad quiÈn soy; de suerte que
en adelante debo tener mucho cuidado de no confundir, por imprudencia, alguna otra cosa conmigo, y
de no equivocarme en este conocimiento, que sostengo es m·s cierto y evidente que todos los que he
tenido anteriormente."
RenÈ Descartes, Meditaciones metafÌsicas, 1640.
126
TeorÌa del conocimiento
øCÛmo termina esta historia? El final es feliz: Descartes sale de este encierro solipsista
porque confÌa en ciertas ideas (innatas, es decir, que posee en su mente desde el
nacimiento), entre las que est· la idea de un Dios que es bueno por naturaleza y que,
como tal, no va a querer engaÒarlo siempre; asÌ que, aunque con cautela y sostenien-
do que lo m·s f·cil de conocer es el alma, vuelve a confiar en lo que los sentidos le
brindan.
Un tiempo despuÈs, en el siglo XVIII, saliÛ al encuentro de este planteo cartesiano
un filÛsofo inglÈs llamado David Hume (1711-1776). Este pensador perteneciÛ a una
corriente llamada empirismo, justamente porque respondiÛ a la pregunta por el ori-
gen del conocimiento diciendo que su fundamento es la experiencia ñ empeirÌa en
griegoñ. Para Èl, todo hombre tiene percepciones de dos tipos: las que son directas y
captamos con fuerza (que llama impresiones), y otras m·s dÈbiles y menos vivaces,
que dependen de las primeras (que llama ideas). Algunas impresiones son colores,
olores, sonidos, es decir, de cosas que provienen del exterior, del medio en el que nos
encontramos; son las impresiones de la sensaciÛn. Otras de ellas corresponden a
sentimientos de alegrÌa, tristeza, etcÈtera, es decir, provienen de nuestro mundo in-
terno; a Èstas las llama impresiones de la reflexiÛn. En cuanto a las ideas, son repre-
sentaciones mentales derivadas de las impresiones; esto quiere decir que despuÈs de
haber tenido experiencia del color verde tendrÈ una idea del color verde, y despuÈs
de haber experimentado un sentimiento de alegrÌa podrÈ tener una idea de la ale-
grÌa. Las ideas dependen, como se ve, de nuestra memoria o de nuestra fantasÌa. Por
eso es que en este caso, como derivan de las impresiones, tambiÈn tendremos de dos
tipos: ideas de la sensaciÛn e ideas de la reflexiÛn.
El camino por el que nos conduce este planteo implica que todo lo que tenemos
como contenido de nuestra conciencia proviene de una u otra manera, m·s o menos
directamente, de la experiencia. Lo que nuestra mente puede hacer es guardar re-
cuerdos o fantasear en base al material que recibe de las impresiones; nada puede
inventar sin ello. Pero hay una pregunta que pone en jaque este planteo. Si todo lo que
tengo en mi mente proviene de la experiencia, øcÛmo es posible que tenga una idea
del centauro, de una montaÒa de oro o de una sirena, si nunca vi nada de esto? Bien,
dice Hume, no es difÌcil responderlo. Tanto las impresiones como las ideas pueden
ser simples ñsi no pueden separarse en partes m·s pequeÒasñ o complejas ñsi, con-
trariamente, pueden ser divididas en sus elementos constitutivosñ. La impresiÛn
que corresponde a una manzana, por ejemplo, es compleja porque puede verse en
ella la impresiÛn del color rojo, del sabor dulce, etcÈtera. Lo mismo suceder· con la
idea que tenga de ella. Mi imaginaciÛn ñagregañ puede jugar con las ideas simples y
volver a combinarlas en un orden diferente de aquel en que las obtuvo y formar
nuevas ideas. No vi una montaÒa de oro, pero conozco el oro y tambiÈn una monta-
Òa: la combinaciÛn que mi mente realiza por medio de las leyes de asociaciÛn me per-
miten ver nuevamente que todo cuanto hay en mi mente debiÛ pasar primero por mi
experiencia.
PodrÌamos organizar lo dicho en este cuadro:
127
CapÌtulo IV
simples
de la sensaciÛn complejas
Impresiones
simples
de la reflexiÛn
complejas
Percepciones
simples
de la sensaciÛn
complejas
Ideas
simples
de la reflexiÛn
complejas
Hume enumera tres Leyes de asocia- Estos dos planteos, el racionalista y el empiris-
ciÛn de ideas: ta, son muy extremistas, es decir, cada uno de
ï AsociaciÛn por semejanza: la copia
de un objeto o persona nos remite
ellos tiene el defecto de no tener en cuenta los
inmediatamente a la idea de su ori- aportes del otro. Es necesario estar de acuerdo
ginal. Si veo la foto de alguien que con Descartes en que la racionalidad es impor-
conozco, la asocia inmediatamente tante en el proceso de conocimiento, que es nues-
con la persona que representa. tra mente la que muchas veces va a hacer sus
ï AsociaciÛn por contig¸idad espacial aportes para que tengamos realmente un saber.
y temporal: cuando hay dos objetos
que solemos percibir juntos en el
Pero por otro lado, tambiÈn es cierto ñy tenemos
tiempo o en el espacio, y aparece uno que darle su parte de razÛn a Humeñ que el co-
de ellos, lo asociamos con la idea del nocimiento sensible es fundamental para acceder
otro elemento. Si me prestan un al mundo en que vivimos. Estas crÌticas ya las
tomo de un diccionario, asociarÈ lo hizo en Alemania, m·s exactamente en la ciudad
que tengo con la idea de los tomos
restantes. de Kˆnigsberg, el filÛsofo Immanuel Kant (1724-
ï AsociaciÛn por causa y efecto: veo 1804). No fue racionalista ni empirista, sino que
sangre en la mano de alguien y la tomÛ lo que considerÛ valioso de ambas posicio-
relaciono con la idea del dolor pro- nes y realizÛ su propia formulaciÛn, que se lla-
ducido por la herida. mÛ apriorismo. Kant dice que el conocimiento
comienza con los sentidos, es decir, empieza una
vez que tenemos impresiones, pero despuÈs es
preciso que el sujeto, nosotros, cada hombre que
conoce, ordene, organice y dÈ sentido a eso que
proviene del exterior. El conocimiento, seg˙n este
planteo, tiene dos fases. En la primera obtene-
mos lo que Èl llama fenÛmeno ñuna organiza-
Actividades para el alumno: ciÛn de los datos que provienen del exteriorñ, y
al finalizar la segunda tenemos posibilidades de
1. Da ejemplos de cada una de los
conceptos presentes en el cua- formular un juicio, una proposiciÛn que caracte-
dro anterior. rice al objeto; sÛlo entonces el proceso de conoci-
2. Explica cómo se aplican en él las miento ha terminado, cuando podemos pensar ñ
leyes de asociación de ideas. Da para Kant juzgar equivale a pensarñ en los fenÛ-
un ejemplo de cada ley. menos.
128
TeorÌa del conocimiento
por alguna otra cosa, etcÈtera. En este punto todavÌa soy incapaz de hacerlo, porque
el proceso no ha terminado; como dijimos, en verdad todavÌa no conozco al objeto,
sino que tengo sÛlo una imagen organizada de Èl. Entonces apelo a otras formas, que
en este caso son formas a priori del entendimiento o categorÌas, y las aplico al fenÛmeno.
Como se ve, ahora la materia no son las impresiones, sino el resultado del primer
momento del proceso de conocimiento. Esos conceptos o categorÌas ordenan a los
fenÛmenos seg˙n sean causa /efecto, accidente /sustancia, uno /m˙ltiple, etcÈtera.
Resumiendo:
FASE MATERIA
+ FORMA
impresiones formas a priori
de la
+ de la sensibilidad: = FEN”MENO
I sensaciÛn espacio y tiempo
formas a priori
II fenÛmenos + del entendimiento: = JUICIO
categorÌas
130
TeorÌa del conocimiento
Problemas / Paradojas
- Si la verdad es la propiedad de un enunciado, øcÛmo puede ìcorresponderî a un
hecho empÌrico?
- øEn quÈ reside la verdad? øEn las cosas del mundo o en otras representaciones de
la conciencia?
- øPodemos tener verdades subjetivas? øSe puede decir ìcada uno tiene su verdadî?
øO toda verdad es necesariamente universal?
- øLo falso es necesariamente contrario a la verdad? øNo puede haber una parte de
verdad en la falsedad?
- øPuede superarse la oposiciÛn verdadero-falso con un planteo dialÈctico?
El conocimiento cientÌfico
Como dijimos al comenzar este capÌtulo, hay dos ramas de la filosofÌa que se ocupan
del conocimiento: la gnoseologÌa, que trata del conocimiento en general ñy del que he-
mos hablado hasta ahorañ, y la epistemologÌa, que se ocupa del conocimiento cientÌfico.
En esta secciÛn del capÌtulo nos centraremos en las caracterÌsticas de este ˙ltimo.
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CapÌtulo IV
132
TeorÌa del conocimiento
saber, que el sol giraba alrededor de la tierra. Galileo trajo una explicaciÛn diferen-
te de esta: afirmÛ que es la tierra la que gira alrededor del sol. De esta misma
manera, las teorÌas o resultados de la ciencia actual est·n expuestas a nuevas con-
firmaciones o a ser refutadas. En fin, como el conocimiento cientÌfico es falible,
cada nueva experiencia a la que se someta este saber puede resultar en una refuta-
ciÛn de lo que se intenta mostrar (es decir, su negaciÛn, descubrir que era definiti-
vamente falso), o en una confirmaciÛn provisoria, pero nunca la demostraciÛn de
que se trata definitivamente de algo verdadero porque la ciencia no est· hecha de
verdades, sino de hipÛtesis provisorias.
ï El hecho de que sea falible significa que la ciencia se encuentra abierta a que, en
experiencias futuras, pueda descubrirse que lo sostenido antes de manera provi-
soria era, en verdad, falso. Pero son precisamente estos ida y vuelta propios de lo
falible los que permiten a la ciencia progresar.
ï El conocimiento cientÌfico es sistem·tico: esto quiere decir que cada ciencia parti-
cular es un sistema ordenado y racional en el cual las ideas se conectan lÛgicamen-
te entre sÌ y no por casualidad o por mera acumulaciÛn de datos. Las ciencias est·n
conformadas por una serie de teorÌas, que son, a grandes rasgos, conjuntos de
hipÛtesis referidos a un sector de la realidad. De estas hipÛtesis, que son los prin-
cipios de la ciencia, se obtienen conclusiones. Pero como estas teorÌas no est·n
relacionadas de manera arbitraria y casual entre sÌ, cualquier correcciÛn en los
principios de una determinada teorÌa provoca correcciones y sustituciones en el
resto de las teorÌas que se relacionan con ella.
ï La ciencia es analÌtica: esto quiere decir que para poder proceder cientÌficamente
estamos obligados a desmenuzar a nuestro objeto de investigaciÛn en sus elemen-
tos, asÌ como para arreglar un reloj, un juguete o cualquier artefacto roto primero
lo desarmamos o desmenuzamos para entender su mecanismo y luego poder
rearmarlo ya reparado. La ciencia, ilustra Bunge, ìno se pregunta øCÛmo es el uni-
verso en su conjunto? o øCÛmo es posible el conocimiento? Trata, en cambio, de enten-
der toda situaciÛn total en tÈrminos de sus componentes: intenta descubrir los
elementos que componen cada unidad y las interconexiones que explican su inte-
graciÛn. Los problemas de la ciencia son parciales y asÌ son tambiÈn, por consi-
guiente, sus soluciones; pero m·s a˙n: al comienzo los problemas son estrechos y
es preciso estrecharlos. Pero, a medida que la investigaciÛn avanza, su alcance se
amplÌaî.
ï Por esto mismo, la investigaciÛn cientÌfica es metÛdica y especializada. Lo prime-
ro significa que la ciencia no avanza en forma err·tica sino planeada. No sirven a
su propÛsito (ni pueden ser confiables) los datos aislados y crudos. Lo segundo es
una derivaciÛn del hecho de que la ciencia sea analÌtica: descomponer el objeto en
sus elementos lleva a una especializaciÛn acorde con esta particularizaciÛn. Pero
la especializaciÛn de la ciencia no impide, por otra parte, la colaboraciÛn mutua de
sus diversas disciplinas, como ocurre en la bioquÌmica o en la psicologÌa social.
ï El conocimiento cientÌfico es claro y preciso: sus problemas deben ser formulados
claramente, partiendo de nociones tambiÈn ellas claras y precisas, que no dejan
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TeorÌa del conocimiento
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CapÌtulo IV
Pues bien, los historiadores de las ideas, los cientÌficos y los filÛsofos consideraron siempre como un
atropello a la razÛn y a los derechos humanos el trato vejatorio y autoritario que se practicÛ con el
cientÌfico oriundo de Pisa. En el campo de los pensadores catÛlicos todo esto fue visto con cierto
complejo de culpa. Y, en general, este episodio histÛrico se viviÛ como una verdadera tragedia que
enturbiaba las relaciones entre cientÌficos y creyentes.
La rehabilitaciÛn formal de Galileo por parte del papado viene a dar un giro definitivo a esta cuestiÛn.
Pocas veces las autoridades de la Iglesia se mostraron dispuestas a expresar un mea culpa, y es una
prueba m·s de la lucidez del actual pontÌfice que haya decidido tomar al toro por los cuernos y hacer
justicia.
Hay, de paso sea dicho, otro aspecto interesante en la declaraciÛn del Papa. …l intenta disculpar a la
InquisiciÛn, pretendiendo que ella actuÛ de buena fe, de acuerdo con los conocimientos disponibles
entonces y a una interpretaciÛn impuesta por el sentido literal de las Sagradas Escrituras. En esto
˙ltimo hay implÌcita una tesis interesante, y es el reconocimiento de que una actitud fundamentalista
en las controversias lleva al error, al abuso y a la intolerancia irracional.
Es muy comprensible que el pontÌfice quiera de alguna manera no dejar totalmente mal parados a los
organismos de la Iglesia.
Pero pensamos que todo este acto de justicia serÌa m·s completo y conseguirÌa dejar las cosas en una
situaciÛn Ètica totalmente positiva, si alguna vez el papado ubica claramente a la InquisiciÛn como la
instituciÛn negativa que realmente fue.
Desde la Època de la Contrarreforma hasta mediados del siglo pasado, la InquisiciÛn actuÛ como una
verdadera Gestapo teolÛgica, practicando torturas (genialmente reflejadas en los dibujos de Goya
expuestos en el Museo del Prado y otros museos), persecuciones ideolÛgicas, genocidios (como en el
caso de Torquemada causando la tr·gica expulsiÛn de los judÌos de EspaÒa) y, sobre todo, la muerte
de miles de personas en Europa -especialmente en EspaÒa- y en MÈxico, Brasil, Per˙, etc., en los
horrorosos actos de fe en que se quemaban vivas personas con motivos teolÛgicos, genealÛgicos o,
simplemente, a causa del deseo de apropiarse de sus bienes. En este sentido, el ejemplo de Galileo no
es m·s que un eslabÛn entre tantos de una larga, inmensa y tr·gica cadena de acontecimientos que
constituyen un lado muy sombrÌo de la historia.
No es f·cil, claro est·, tomar la decisiÛn de reconocer tales hechos y condenarlos, cuando uno forma
parte de la comunidad responsable de que esos episodios ocurrieran. No obstante, alguna vez eso se
hizo. Por ejemplo, el propio pasado el 16 de mayo de 1920 declarÛ formalmente que el tribunal que
juzgÛ, condenÛ y mandÛ quemar a Juana de Arco, tribunal presidido por el obispo Cauchon, habÌa
procedido dolosamente. Y la heroÌna francesa fue santificada. øPor quÈ no extender tal actitud a toda
la InquisiciÛn, que en n˙mero y calidad fue responsable de crÌmenes semejantes o muchos peores?
Seg˙n el escritor inglÈs Arthur Koestler, Galileo tuvo su parte de culpa en lo sucedido. Para Èl, el
investigador italiano, sin quitarle mÈritos, era un fanfarrÛn y un pendenciero. Se complacÌa en tratar
altiva y agresivamente a sus contendores (que, sin duda, lo merecÌan). Ridiculizar a los rivales era uno
de sus placeres, y tenÌa talento para hacerlo. Pero parece que adem·s caÌa en cierta omnipotencia, y
por ello no advertÌa que su falta de diplomacia podÌa perjudicarle. Por ejemplo, fue una enorme
imprudencia que uno de sus personajes (en los di·logos imaginarios mediante los que Galileo expo-
nÌa sus teorÌas), el algo ingenuo y est˙pido Simplicio, repitiera conceptos y opiniones del Papa. °Hay
algo de cierto en lo afirmado por Koesler! Pero eso no justifica revanchas ni condenas filosÛficas.
Vivimos en el siglo de la ciencia y de la tÈcnica. Y estas son en la actualidad las herederas directas del
pensamiento, la tenacidad y el ingenio de Galileo Galilei. Los partidarios del racionalismo asÌ como
los creyentes tienen que sentir todos una gran alegrÌa por este episodio de sensatez y reconciliaciÛn al
que estamos asistiendo. Es el momento para brindar en honor del sabio italiano con un buen vaso de
vino, actividad a la cual -seg˙n algunos de sus biÛgrafos- era muy afecto, rasgo humano que lo hace
a˙n m·s simp·tico.
Gregorio Klimovsky, epistemÛlogo y profesor titular de la Facultad de FilosofÌa y Letras de la UBA.
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CapÌtulo IV
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TeorÌa del conocimiento
esta ˙ltima le brinda sus resultados para una mejor pr·ctica cientÌfica. Pensemos,
por ejemplo, en los estudios de la fÌsica que hicieron grandes aportes al campo de la
tecnologÌa electrÛnica. Desde esta ˙ltima, a su vez, se hicieron importantes avances
en el campo de la electromedicina (tomÛgrafos computados, ecÛgrafos, etcÈtera),
por ejemplo, que le permiten a la ciencia mÈdica ampliar tambiÈn el campo de la
investigaciÛn.
El mÈtodo cientÌfico y los mÈtodos para hacer avanzar el conocimiento en ciencias formales y
f·cticas
El epistemÛlogo Ernest Nagel dice, en su artÌculo ìNaturaleza y fin de la cienciaî,
que el mÈtodo, si bien es ìdifÌcil de describir en pocas palabrasî, es ìla caracterÌstica
m·s constante de la ciencia y la garantÌa ˙ltima de la confianza en las conclusiones
de la investigaciÛn cientÌficaî. Seg˙n Nagel, ìtodas las ciencias emplean un mÈtodo
com˙n en sus investigaciones, en la medida en que aplican los mismos principios
para evaluar el peso de las pruebas, los mismos c·nones para juzgar la adecuaciÛn
de las explicaciones propuestas y los mismos criterios para decidir sobre hipÛtesis
alternativas. En suma, el mÈtodo cientÌfico es la lÛgica general empleada, t·cita o
explÌcitamente, para evaluar los mÈritos de una investigaciÛn...î
AsÌ definido, como una especie de estrategia general para enfocar problemas, para
solucionarlos o para alcanzar conocimientos, el mÈtodo cientÌfico no se diferencia
en nada de lo que hoy entendemos por ciencia: b·sicamente un modo de pensar los
problemas, acorde con el mÈtodo cientÌfico. Pero la identidad entre estas dos nocio-
nes no es total y absoluta. TambiÈn hablamos de diversos mÈtodos que deben em-
plear las diferentes ciencias para obtener m·s conocimiento y para garantizar la cali-
dad de ese conocimiento.
Ahora bien, tal como clasificamos anteriormente a las ciencias, est· claro que no
podemos esperar que todas ellas obtengan nuevos saberes sobre sus objetos de estu-
dio utilizando los mismos procedimientos metodolÛgicos. En este sentido de la pa-
labra, es decir, entendido como la secuencia de pasos que debo seguir para que avance
mi conocimiento cientÌfico en una rama especÌfica, el mÈtodo difiere seg˙n el objeto
de estudio. Obviamente, las ciencias formales no avanzan mediante pruebas de la-
boratorio, sino que sus demostraciones son de tipo formal. Su punto de partida est·
dado por un conjunto de axiomas, es decir, de formas proposicionales que se toman
como principios y que se suponen verdaderas dentro del marco de una investiga-
ciÛn determinada y reglas de deducciÛn lÛgica, mediante las cuales se derivan de
aquellos principios o axiomas, una serie de teoremas y demostraciones.
Este mÈtodo se llama mÈtodo axiom·tico y tiene su origen remoto en la geometrÌa
de Euclides (siglo IV a.C.). En su texto Elementos, publicado alrededor del aÒo 300
a.C., el matem·tico Euclides intentÛ deducir y demostrar toda la geometrÌa conocida
hasta ese momento partiendo de cinco axiomas (Èl los llamaba ìpostuladosî). Los
primeros cuatro axiomas no ofrecÌan ninguna duda. Pero el quinto axioma, que dice
ìdada una recta cualquiera A, y dado un punto P que no est· en la recta A, hay una
y sÛlo una recta que pasa por P y que es paralela a A, aparecÌa ya como dudoso o
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CapÌtulo IV
sospechoso para los pensadores antiguos, que suponÌan que no se trataba de una
proposiciÛn con el mismo nivel de evidencia y simplicidad de los otros cuatro. Du-
rante siglos se intentÛ probar o bien que ese axioma no era independiente de los
dem·s (o sea, que se podÌa deducir de los otros cuatro y por lo tanto no debÌa ser
considerado como principio o axioma sino como teorema, o sea deducciÛn derivada
de aquÈllos) o que, por el hecho de ser utilizado sÛlo una vez a lo largo de las demos-
traciones geomÈtricas de Euclides, quiz·s no fuera necesario para efectuar las de-
ducciones geomÈtricas pertinentes. Los muchos intentos por negar al quinto axioma
nos legaron, ya en el siglo XIX, dos grandes inventos: las llamadas geometrÌas no
euclideanas y ñlo que nos interesa ahorañ la base del mÈtodo axiom·tico formal,
cuya principal caracterÌstica es que se rige por un orden estrictamente deductivo
regulado por procedimientos lÛgicos.
Como si reinventara un juego como podrÌa ser el ajedrez, quien crea un mÈtodo
axiom·tico precisa:
1) fijar la lÛgica presupuesta (lÛgica cl·sica, lÛgica alternativa) y precisar allÌ tanto su
vocabulario lÛgico como las reglas de construcciÛn de las proposiciones dentro de ese
sistema y las reglas de la deducciÛn que se utilizar·n;
2) determinar el vocabulario del sistema dentro del cual habr· tÈrminos primitivos
(los cuales, por su simplicidad, no necesitan definiciÛn; por ejemplo, las variables
p, q, r, y las constantes , =, etcÈtera) y tÈrminos definidos (por ejemplo, p = ñp);
3) de las proposiciones que se pueden formular dentro del sistema, determino algu-
nas que son las iniciales a las que llamo axiomas; estos axiomas deben cumplir
ciertos requisitos b·sicos, como por ejemplo, no ser contradictorios entre sÌ, ser
independientes unos de otros (es decir, que unos no se deduzcan de otro u otros
como teoremas);
4) teoremas, que se obtienen a partir de las deducciones que tuvieron como punto de
partida, y demostraciones efectuadas partiendo de los axiomas y teoremas.
Para las ciencias f·cticas, dado que su objeto no es formal y dado que buscan deter-
minada informaciÛn sobre los hechos, el mÈtodo axiom·tico resulta de muy poca
utilidad. Detenerse a analizar cu·l es el mÈtodo que utilizan para hacer crecer su
conocimiento las ciencias f·cticas resulta un poco m·s complejo y controvertido.
Existe la idea muy difundida de que las ciencias empÌricas ñes decir, aquellas relacio-
nadas con la experienciañ comienzan con la observaciÛn: el cientÌfico utiliza sus sen-
tidos para detectar cosas en el mundo y a lo que formula a partir de ellos lo podemos
denominar un enunciado observacional. Muchos de estos enunciados
observacionales, que son enunciados singulares, forman la base de una generaliza-
ciÛn que se efect˙a por medio de la inducciÛn. En esto consistirÌa, en su versiÛn m·s
simplificada, el mÈtodo inductivo. En lÛgica estudiamos la diferencia entre razona-
mientos inductivos y deductivos: en los primeros, uno pasa de enunciados singula-
res o particulares a conclusiones universales que se utilizan como hipÛtesis o teorÌas.
Un ejemplo de razonamiento inductivo es aquel en el cual, despuÈs de haber obser-
vado diez gatos blancos de mi calle infiero que todos los gatos de esta calle son
blancos; o tambiÈn, despuÈs de ver una cantidad de casos de personas con saram-
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TeorÌa del conocimiento
piÛn en los que un cierto remedio eliminÛ las En los sistemas axiom·ticos formales, la
ronchas, infiero que el remedio en cuestiÛn cura verdad de los axiomas no se pone en
duda ni interesa al comienzo de la inves-
el sarampiÛn. tigaciÛn puesto que se trata de cuasipro-
Pero el problema de la inducciÛn es que, como posiciones que necesito como puntos de
han seÒalado muchos crÌticos de este mÈtodo, partida, pero que por tratarse de enun-
las inferencias inductivas no est·n justificadas ciados formales, construcciones lÛgicas,
no hay manera de verificar su verdad o
lÛgicamente porque m·s all· de la cantidad de falsedad. Al menos en el sentido tradi-
enunciados singulares que uno haya conside- cional de verdad como correspondencia
rado, la conclusiÛn siempre correr· el riesgo de de un discurso con la realidad. Este paso
resultar falsa alg˙n dÌa. Un inductivista podrÌa reciÈn podrÌa darse si los elementos for-
males del sistema son ìtraducidosî, uti-
apelar a formular un principio de inducciÛn, que lizando un vocabulario cientÌfico ade-
rezarÌa m·s o menos asÌ: ìSi en una gran varie- cuado y riguroso, a alg˙n campo concre-
dad de condiciones se observa una gran cantidad de to en el cual ese sistema formal que se
ha construido tenga una posible aplica-
ciÛn. AsÌ, una vez convertidos en propo-
A y todos los A observados, sin excepciÛn, poseen la siciones con alg˙n significado real, po-
propiedad B, entonces todos los A poseen la propie- drÌa hablarse de la verdad o la falsedad
dad Bî. Sin embargo, no podemos tener la segu- con la que esos axiomas se corresponden
ridad de que partiendo de premisas verdade- con la realidad a la cual los aplico.
ras llegue necesariamente a una conclusiÛn ver-
dadera. PodrÌa darse el caso de que las premisas
fueran verdaderas y la conclusiÛn falsa porque
la mera acumulaciÛn de informaciÛn singular
no me garantiza la veracidad de una ley uni-
versal. Por eso la inducciÛn no puede justificar-
se sobre bases estrictamente lÛgicas.
Veamos sumariamente cu·l es la respuesta que
dio Karl Popper, un cÈlebre epistemÛlogo con-
tempor·neo, al sin salida del inductivismo. Con-
tra la idea de que la ciencia se apoya fundamen-
talmente en la inducciÛn, Popper formulÛ un
mÈtodo deductivo de contrastaciÛn, al que se
ha dado el nombre de mÈtodo hipotÈtico deductivo o falsacionismo. En su libro ya
cl·sico La lÛgica de la investigaciÛn cientÌfica (1934), Popper argumentÛ extensamente
en favor de determinar a Èste como el mÈtodo propio de las ciencias f·cticas.
El mÈtodo hipotÈtico deductivo tiene varios pasos que describiremos a continua-
ciÛn, pero podrÌamos intentar describir en pocas palabras su fundamento y su modo
de funcionar. En principio, el mÈtodo hipotÈtico deductivo da por supuesto que el
observador no es absolutamente neutral frente a la observaciÛn: un bagaje teÛrico,
cultural y social puede intervenir a la hora de observar. Por lo tanto, su modo de
proceder no es desde lo particular hacia lo universal como el del inductivista (cami-
no que ya hemos declarado lÛgicamente injustificable) sino que procede al revÈs:
desde la universalidad propia de las hipÛtesis o teorÌas, el cientÌfico va hacia lo par-
ticular, es decir: busca las observaciones y deducciones pertinentes que le permitan
contrastar sus hipÛtesis o teorÌas.
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DIJO UN FIL”SOFO...
Encontramos un ejemplo de este tipo de problemas "Es bueno comenzar recordando que la
Èticos sobre cuestiones relativas a la ciencia en lo que
ciencia es una instituciÛn social, y que
se ha llamado darwinismo social. Hacia fines del siglo
los cientÌficos son miembros de una co-
XIX y principios del XX se aplicaron al ·mbito de lo
munidad intelectual autÛnoma, dedica-
social una serie de conceptos formulados por el cien-
da a la b˙squeda de la verdad conforme
tÌfico Charles Darwin. Este investigador habÌa dicho
a criterios que se han desarrollado y de-
en su libro El origen de las especies que los seres vivos
mostrado su solidez en un proceso con-
evolucionan logrando paulatinamente una adaptaciÛn tinuo de crÌtica recÌproca. Muchos pen-
mayor al medio ambiente en el que viven. En este pro- sadores han supuesto que la objetividad
ceso adaptativo sÛlo sobreviven los miembros de la de las conclusiones alcanzadas en la cien-
especie que son m·s aptos, es decir, que est·n m·s pre- cia ser· asegurada si los cientÌficos re-
parados para esa adaptaciÛn, siendo eliminados los suelven como individuos aceptar sÛlo
ejemplares m·s dÈbiles por no poder lograr esa adap- proposiciones que no presenten la m·s
taciÛn. Ahora bien, la aplicaciÛn de estos conceptos al mÌnima posibilidad de duda y sean ver-
·mbito social llevÛ a los cientÌficos a declarar que los daderas en forma transparente. Sin em-
individuos menos aptos a adaptarse a determinada bargo, los hombres no son, por lo gene-
sociedad ocupaban lugares marginales, y los que se ral, conscientes de los muchos supues-
adaptaban mejor ocupaban los mejores lugares den- tos t·citos implÌcitos en lo que conside-
tro de ella. Esto equivale a decir que cada hombre va a ran como indudable y a menudo creen
ocupar un lugar en la sociedad para el cual se encuen- que no est·n contrayendo compromisos
tra ya determinado por su naturaleza, y que nunca intelectuales de ninguna clase, aunque
podr· cambiar dentro de ella. Paralelamente, comen- de hecho est·n suscribiendo muchas fal-
zaron a hacerse tests de inteligencia y a medir capaci- sedades. Por tanto, mientras que las re-
dades craneanas, para justificar ìcientÌficamenteî la soluciones individuales de adoptar una
marginalidad y la discriminaciÛn de ciertas razas. actitud crÌtica ante los propios supues-
tos pueden tener un cierto valor, la obje-
tividad de la ciencia no es primariamen-
te una consecuencia de semejantes reso-
Actividades de integraciÛn de contenidos luciones. Por el contrario, esa objetividad
A partir de lo estudiado, buscar al menos dos ejem- es el producto de una comunidad de
plos de historia de la ciencia (astronomía, física, bio- pensadores, cada uno de los cuales criti-
logía, química) y a partir de ellos: ca implacablemente las pretensiones
1) Confeccionar un esquema en el que aparezcan los cognoscitivas de los dem·s. Porque nin-
estadios que distingue Kuhn sobre la estructura de g˙n cientÌfico comprometido en este pro-
la actividad científica relacionados con las rupturas ceso de crÌtica es infalible y cada uno tie-
concretas de paradigmas. ne sus propios prejuicios o propensiones
intelectuales y emocionales. Pero estos
2) Señalar en cada uno de estos ejemplos un aspecto
prejuicios y propensiones rara vez son
relevante en el que esté comprometida la ética de
los mismos, y las ideas que sobreviven
la ciencia.
al fuego cruzado de los diversos y va-
riados comentarios crÌticos emitidos por
un gran n˙mero de espÌritus que traba-
jan independientemente, tienen m·s po-
Actividades para el alumno sibilidades de ser buenas que las concep-
1) Lee atentamente el artículo siguiente y responde: ciones que se asumen como v·lidas en
¿Por qué este problema compete al campo de la éti- razÛn de parecerles evidentes a alg˙n
ca? pensador individual."
2) Discute el contenido del artículo con tus compañe-
Ernest Nagel, Naturaleza y fin de la cien-
ros y emite tu opinión a favor o en contra de la
cia, siglo XX.
clonación humana. Fundamenta tu respuesta.
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CapÌtulo IV
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TeorÌa del conocimiento
El tamaÒo de la esperanza
En 1859 Charles Darwin publicÛ su obra Sobre el origen de las especies por medio de la selecciÛn
natural. En ella proponÌa que la inmensa diversidad de la vida en la Tierra resultaba de variaciones
al azar en la transmisiÛn de la informaciÛn hereditaria entre generaciones y de la supervivencia de
aquellas variantes con mayor capacidad de adaptaciÛn. Con refinamientos posteriores, esta teorÌa
goza de aceptaciÛn general en la comunidad cientÌfica. A partir de los experimentos de Gregor Mendel
en 1865, se sabe que la informaciÛn hereditaria se transmite en unidades discretas llamadas genes.
En los 40 se comprobÛ que los genes eran ·cido desoxirribonucleico (ADN). En 1953, Watson y Crick
en Cambrige y Wilkins y Franklin en Londres demostraron que la molÈcula del ADN tenÌa la forma
de una doble hÈlice. Este hallazgo permitiÛ descifrar el cÛdigo genÈtico, esto es del lenguaje con que
se transmite la informaciÛn hereditaria. Muy poco tiempo despuÈs la herencia biolÛgica, que du-
rante 3.800 millones de aÒos habÌa estado controlada sÛlo por los mecanismos propuestos por Darwin,
se hizo accesible a la intervenciÛn directa del ser humano. Esto ha permitido, entre muchas otras
cosas, la incorporaciÛn de genes a microorganismos para que produzcan sustancias de uso mÈdico
(como por ejemplo hormonas humanas ) o la modificaciÛn de los genes de vegetales para conferirles
propiedades comercialmente ˙tiles.
En el caso de los seres humanos, se ha hecho posible la detecciÛn de los genes responsables de enfer-
medades hereditarias, los que en un futuro no lejano podr·n modificarse o reemplazarse para preve-
nir o curar estas enfermedades. La atenciÛn p˙blica, sin embargo, est· atrapada por especulaciones
m·s o menos fantasiosas acerca de las posibilidades de la manipulaciÛn de genes en humanos sanos
para obtener cualidades como inteligencia y longevidad o lograr copias idÈnticas (clones) de un
individuo.
øEstamos cerca de realizar el ancestral anhelo de inmortalidad y la eterna juventud? La respuesta
parece ser negativa. Se sabe que la duraciÛn m·xima de la vida humana no ha cambiado desde hace
miles de aÒos; ha aumentado su duraciÛn promedio porque enfermedades antes mortales pueden
ahora ser curadas o evitadas, lo que permite que muchos m·s alcancen la edad m·xima. Pero los
adelantos de la medicina no han afectado el hecho de que estemos programados para morir en un
plazo determinado ni han extendido ese plazo. Si la duraciÛn m·xima de la vida no es modificable,
cabe preguntarse por quÈ no buscar la prolongaciÛn indefinida de la existencia de una persona rea-
lizando sucesivas clonaciones que vayan reemplazando con "copias" nuevas las "copias" previas a
medida que estas envejecen y mueren. Esta propuesta contiene la peligrosa falacia de suponer que
las caracterÌsticas de una persona est·n ˙nicamente determinadas por sus genes sin participaciÛn
de factores sociales, econÛmicos y culturales.
Aceptar esto puede significar el retorno a las teorÌas del esclavo natural de AristÛteles y del ario puro
del nazismo o a los lesser breeds without the law (las razas inferiores que son carentes de leyes) de Rudyard
Kipling. Hoy en dÌa se sabe que una parte importante de las cualidades de una persona est· dada por
factores no genÈticos vinculados a las condiciones que han acompaÒado su desarrollo. Tam-
biÈn se sabe que no hay razas o grupos genÈticamente superiores y que la variabilidad y no la unifor-
midad genÈtica es la mejor garantÌa para la supervivencia de la especie.
Adem·s, fijar la atenciÛn sÛlo en las manipulaciÛn genÈtica conlleva el peligro de olvidar el destino
que aguarda al gran sector marginado de la humanidad que no ha sido afectado por los avances
cientÌficos de las ˙ltimas dÈcadas. Las consecuencias de esta marginaciÛn se ven con m·xima clari-
dad en el destino de los niÒos pobres, 600 millones de los cuales -el 10 por ciento de la poblaciÛn
mundial- vive en la pobreza absoluta. Durante los 90, cincuenta millones de niÒos han muerto por
falta de acceso a tratamientos simples y baratos. A causa de este silencioso genocidio, en el Africa
subsahariana la mitad sus habitantes habr· muerto antes de cumplir los cinco aÒos de vida.
Como el 90 por ciento de los nacimientos ocurre en los paÌses pobres, el futuro estar· crecientemente
poblado por los sobrevivientes del silencioso genocidio que llegar·n a la edad adulta irreversible-
mente incapacitados para incorporarse activamente a la sociedad. Entre los grandes desafÌos de las
prÛximas dÈcadas est· encontrar el modo de evitar que esto siga sucediendo, responder a este desa-
fÌo es tan importante como orientar adecuadamente las herramientas que la manipulaciÛn genÈtica
ha proporcionado al hombre.
PATRICIO GARRAHAN. Doctor en medicina
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CapÌtulo IV
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CAPÕTULO V
El problema antropolÛgico
øQuÈ es el hombre?
El tÈrmino AntropologÌa nos remite directamente al hombre. Por su significado lite-
ral este tÈrmino nos hace pensar en un estudio o una explicaciÛn (logos) acerca del
hombre (anthropos). En este capÌtulo vamos a centrarnos en la antropologÌa filosÛfi-
ca que es una disciplina que forma parte del ·mbito de la filosofÌa. Pero al decir esto
no hemos dicho demasiado todavÌa acerca del tema que nos ocupar· en las p·ginas
siguientes, porque hay muchas disciplinas que tienen como objetivo el estudio del
hombre. La psicologÌa, la medicina y la antropologÌa cultural, por ejemplo, se ocu-
pan igualmente del ser humano. Entonces, øcu·l es el tema especÌfico de la antropo-
logÌa filosÛfica?, øquÈ cosas la diferencian de estas otras especialidades? La distin-
ciÛn entre ellas no la constituye el contenido de su objeto de estudio (el hombre),
sino la perspectiva o el punto de vista desde la cual se observa y analiza al hombre.
En primer lugar, la psicologÌa se interesa por los procesos personales, subjetivos e
individuales del hombre, cÛmo desarrolla su personalidad, quÈ factores pueden in-
fluir en la formaciÛn de su car·cter. Por otro lado, la medicina se preocupa por las
condiciones en las que el hombre conserva o recobra su salud, cu·les son sus proce-
sos biolÛgicos naturales y las condiciones fÌsicas que favorecen su desarrollo. La
antropologÌa cultural, en cambio, estudia la producciÛn material y simbÛlica de dife-
rentes grupos humanos, su organizaciÛn, sus costumbres. A diferencia de estas tres
disciplinas, la antropologÌa filosÛfica parte de una pregunta muy simple y despoja-
da: øQuÈ es el hombre?
La antropologÌa filosÛfica realiza un an·lisis de las caracterÌsticas esenciales y deter-
minantes de lo que significa ser un hombre. Se cuestiona acerca de aquello que hace
que un hombre sea tal, y quÈ lo diferencia de los dem·s seres. No se ocupa, de re-
flexionar sobre las acciones del ser humano, ni sobre las caracterÌsticas de lo que Èste
considera verdadero, sino que trata de indagar quÈ significa ser un hombre.
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CapÌtulo V
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El problema antropolÛgico
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CapÌtulo V
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El problema antropolÛgico
rÌa: privilegiÛ la razÛn por sobre las dem·s capacidades: el hombre es un animal racio-
nal, decÌa. AristÛteles sostuvo que es la razÛn justamente la que lo diferencia de los
dem·s seres vivos, agregando que est· determinado tambiÈn a desarrollarla en una
vida comunitaria. En un principio, concibiÛ al hombre con un alma y un cuerpo, y
dijo que la primera es el principio del movimiento y del conocimiento. En su obra De
Anima o Acerca del alma, realizÛ una clasificaciÛn de los seres. Nos hablÛ allÌ de seres
vivientes o animados, que tienen poder de alimentarse, crecer y morir, y de seres no
vivientes o inanimados, como las piedras o el fuego. Los animales y las plantes, al
igual que el hombre, pertenecen al primer grupo por nacer, desarrollarse y morir,
alimentarse o moverse. A estas capacidades de los vivientes las denominÛ almas, y
estableciÛ una jerarquÌa entre ellas que, desde la forma m·s primitiva hasta la m·s
elaborada, son: nutritiva o vegetativa (que sÛlo puede alimentarse, desarrollarse,
morir, y corresponderÌa a las plantas), sensitiva, desiderativa, locomotriz (de estas
participan los animales) y racional (que sÛlo aparece en el hombre). PodrÌa graficarse
como sigue:
No animados metal, tela
racional o hombre
discursiva
Ahora bien, øquÈ era al alma para AristÛteles? A diferencia de la concepciÛn platÛnica,
parece que para Èl no era un principio que pudiera vivir separado del cuerpo. La
relaciÛn que hay entre ellos ñcuerpo y almañ es la que encontramos entre materia y
forma: entre quÈ contenido tiene algo y cÛmo se presenta. Estas categorÌas metafÌsicas
aristotÈlicas merecen que nos detengamos un momento. La materia es aquello de lo
cual una cosa cualquiera est· hecha; digamos, madera, cera, tierra o cartÛn. La for-
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CapÌtulo V
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El problema antropolÛgico
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CapÌtulo V
estÌmulo
externo
X animal
respuesta
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El problema antropolÛgico
El hombre, en cambio, posee una capacidad que act˙a entre el momento de recibir
un estÌmulo y el de dar una respuesta: la capacidad simbÛlica. El gr·fico se modifica-
rÌa asÌ:
decodifica
estÌmulo
externo
X HOMBRE
respuesta
codifica
De esta forma, cada ser vivo habita en un mundo diferente de los dem·s: una mosca
vive en un mundo de mosca, en tanto le es posible percibir e interactuar sÛlo como se
lo permite su cuerpo, su instinto y su naturaleza de mosca. En el caso del hombre,
tenemos una diferencia sustancial en ese mundo del que formamos parte: el sÌmbo-
lo, elemento de mediaciÛn, nos permite ampliar el universo en el que habitamos.
Interpretamos lo que percibimos, lo que nos llega desde el exterior, y le damos res-
puesta de acuerdo con esa interpretaciÛn. Por eso agregamos en el esquema las ope-
raciones de decodificaciÛn, de traducciÛn a tÈrminos que comprendemos; luego
volvemos a colocar en un cÛdigo cuando damos respuesta, para que los dem·s nos
comprendan tambiÈn. Es precisamente lo que realizamos cuando hablamos porque,
como dice Cassirer, el lenguaje, por ejemplo, es una de las simbolizaciones de las
que participamos. Este cÛdigo, ya sea oral u escrito, hace posible que el hombre
participe de situaciones y eventos en los que nunca ha estado. AmplÌa nuestro mun-
do porque nos libera de la realidad concreta en la que vivimos. La lectura de una
novela nos transporta a un mundo que puede llegar a ser muy diferente del nuestro
concreto; si alguien me cuenta que hizo un viaje a JapÛn y yo nunca estuve allÌ, algo
de ese relato me transportar· ahÌ por un momento y sabrÈ cosas de lugares en los
que nunca estuve. Adem·s, ninguno de nosotros puede aislarse o salirse del mundo
simbÛlico, porque el proceso no puede re-
troceder; nos guste o no, ser humanos nos
inserta directamente en un mundo
discursivo. Pero el lenguaje no es la ˙nica
forma simbÛlica en la que los seres huma-
nos participamos. Los mitos, la religiÛn y
el arte son otros ejemplos en los que
Cassirer se apoya para fundamentar su de-
finiciÛn de hombre, mostrando que puede
independizarse de la esclavitud del tiem-
po y del espacio que forman su realidad.
Ernst Cassirer.
159
CapÌtulo V
DIJO UN FILOSOFOÖ
"En el mundo humano encontramos una caracterÌstica nueva que parece constituir la marca distinti-
va de la vida del hombre. Su cÌrculo funcional no sÛlo se ha ampliado cuantitativamente sino que ha
sufrido tambiÈn un cambio cualitativo. El hombre, como si dijÈramos, ha descubierto un nuevo mÈ-
todo para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema receptor y efector, que se encuentran en todas las
especies animales, hallamos en Èl como eslabÛn intermedio algo que podemos seÒalar como sistema
ësimbÛlicoí. Esta nueva adquisiciÛn transforma la totalidad de la vida humana. Comparado con los
dem·s animales el hombre no sÛlo vive en una realidad m·s amplia sino, por decirlo asÌ, en una
nueva dimensiÛn de la realidad. Existen una diferencia innegable entre las reacciones org·nicas y las
respuestas humanas. En el caso primero, una respuesta directa e inmediata sigue al estÌmulo exter-
no, en el segundo la respuesta es demorada, es interrumpida y retardada por un proceso lento y
complicado de pensamiento. A primera vista semejante demora podrÌa parecer una ventaja bastante
equÌvoca; algunos filÛsofos han puesto sobre aviso al hombre acerca de este pretendido progreso.
(...) Sin embargo, ya no hay salida de esta reversiÛn del orden natural. El hombre no puede escapar
de su propio logro, no le queda m·s remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no
vive solamente en un puro universo fÌsico sino en un universo simbÛlico. El lenguaje, el mito, el arte y
la religiÛn constituyen parte de este universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbÛlica, la
urdimbre complicada de la experiencia humana. Todo progreso en pensamiento y experiencia afina
y refuerza esta red. El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no
puede verla, como si dijÈramos, cara a cara. La realidad fÌsica parece retroceder en la misma propor-
ciÛn que avanza la actividad simbÛlica. En lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido,
conversa constantemente consigo mismo. Se ha envuelto en formas ling¸Ìsticas, en im·genes artÌsti-
cas, en sÌmbolos mÌticos o en ritos religiosos, en tal forma que no puede ver o conocer nada sino a
travÈs de la interposiciÛn de este medio artificial. (...) La razÛn [humana] es un tÈrmino verdadera-
mente inadecuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversi-
dad, pero todas estas formas son formas simbÛlicas. Por lo tanto, en lugar de definir al hombre como
animal racional lo definiremos como un animal simbÛlico. De este modo podemos designar su diferen-
cia especÌfica y podemos comprender el nuevo camino abierto al hombre: el camino de la civilizaciÛn".
E. Cassirer, AntropologÌa FilosÛfica, Siglo XX.
Unidad y dualidad
Cualquiera sea la posiciÛn que se tome acerca de lo que es el hombre, no puede
discutirse que el cuerpo fÌsico es, al menos, una parte que lo constituye de manera
esencial. Es indudable que somos nuestras piernas, nuestros brazos, nuestro cabello;
somos, en fin, seres que ocupan espacio, mensurables y con un peso determinado; en
este sentido, participamos de las mismas cualidades que el resto de los objetos fÌsi-
cos. Pero hay, sin embargo, una actividad intelectual y afectiva de la cual tambiÈn
tenemos experiencia y que es distinta de la netamente fÌsica. Nuestros pensamien-
tos, nuestras ideas, nuestra memoria, nuestras emociones, por ejemplo, nos pertene-
cen tambiÈn, pero estas cosas no tienen el mismo car·cter que los objetos fÌsicos ni se
rigen por sus leyes. Esta capacidad no-fÌsica ha recibido diferentes nombres en la
historia de las ideas (mente, espÌritu, psiquis, etcÈtera), pero es imposible no recono-
cerla. Ambos aspectos, el fÌsico y el mental, constituyen una dualidad.
Desde otro punto de vista, debe admitirse que estas dos partes conforman una uni-
dad indisoluble. El hombre, tal como es, no podr· definirse sÛlo a partir de lo que es
su cuerpo o de su actividad intelectual. Es el conjunto de ambos elementos que man-
tienen una estrecha uniÛn entre sÌ. Podemos decir que uno sobrevivir· cuando mue-
160
El problema antropolÛgico
ra, que otro es m·s importante porque tiene un peso y ocupa un lugar, etcÈtera. Pero
lo que siempre tendremos que admitir es que, al menos mientras sea hombre, se man-
tendr· la dualidad. Pero, adem·s, se dice que el hombre es una unidad, es un solo
ser, lo cual le permite formar su identidad y poseer individualidad. Es uno a travÈs
de sus cambios parciales y es diferente e independiente de los dem·s hombres.
Hubo quienes intentaron demostrar que el hombre es sÛlo un cuerpo fÌsico con un
grupo de funciones; hubo tambiÈn quienes pensaron que es sÛlo su alma o su espÌri-
tu, y que el cuerpo no forma realmente parte de Èl. En ambos casos se ignora la
experiencia b·sica de la dualidad que todos tenemos en la vida diaria.
El filÛsofo argentino Jorge Gracia describiÛ las siguientes caracterÌsticas constituti-
vas de la estructura de todo ser humano:
Cualidades ï DistinciÛn: Cada hombre es distinto de todos los dem·s seres del mundo.
estructurales ï Semejanza tipolÛgica: sin anular su diferencia con respecto al resto de los seres,
del hombre comparte ciertas caracterÌsticas con los dem·s hombres (piensa, vive en so-
ciedad, etcÈtera) y con los dem·s animales (se mueve, se alimenta, etcÈtera)
ï Identidad: Es la cualidad de seguir siendo el mismo a travÈs de los cambios
parciales que se sufren en el tiempo. Engordamos, nos salen arrugas, nos teÒi-
mos el cabello, sin embargo somos los mismos gracias a la identidad que per-
manece a estos cambios accidentales.
ï Dualidad fÌsico-mental: Es la doble naturaleza corporal y mental o espiritual a
la que hicimos referencia algunos p·rrafos m·s arriba.
DIJO UN FILOSOFOÖ
"Tanto si reflexionamos sobre la experiencia propia como sobre los otros seres humanos que nos
rodean, nos damos cuenta inmediata de que el hombre se presenta en dos aspectos fundamentales.
Uno es puramente fÌsico y est· representado por el cuerpo y sus funciones. Este aspecto del hombres
est· sujeto, como nos dice Descartes, a la extensiÛn ñocupa espacio y tiene medidas. Un brazo, una
reacciÛn quÌmica en el cerebro, la sangre, etc., son todos elementos fÌsicos que est·n sujetos a leyes
similares a las que operan en el resto de la naturaleza. Pero, por otro lado, los hombres tambiÈn
tenemos otro aspecto que parece ir m·s all· de las leyes fÌsicas naturales y que no est· sujeto a la
extensiÛn y las medidas. Una perspectiva, un pensamiento, una idea, un sentimiento, la memoria, la
conciencia, todos estos elementos carecen de car·cter fÌsico y est·n sujetos a leyes de tipo diferente a
las que operan en el resto de la naturaleza y que gobiernan las operaciones quÌmicas y mec·nicas de
las cosas. Este aspecto no fÌsico del hombre est· generalmente representado por lo que llamamos la
mente. (...) Por ejemplo, fue es la dualidad lo que dio origen al llamado problema de la relaciÛn entre
el cuerpo y la mente, que lleva preocupando a los filÛsofos desde PlatÛn y que ha adquirido impor-
tancia capital tanto en la filosofÌa moderna como en los cÌrculos analÌticos contempor·neos".
J. Gracia, La concepciÛn estructural del hombre, Siglo XX.
161
CapÌtulo V
DIJO UN FILOSOFOÖ
"En lo que concierne a la inteligencia hu-
Actividades para el alumno
mana no hemos resaltado suficiente que 1) Lee los párrafos siguientes, que corresponden a
la invenciÛn mec·nica ha hecho un tra- pensadores de diferentes épocas.
bajo tan esencial, que todavÌa hoy nues-
tra vida social gravita alrededor de la fa- • “Puesto que tener una cosa en la inteligencia es
bricaciÛn y de la utilizaciÛn de instru- muy distinto que entender que esa cosa existe. Ya
mentos artificiales, y que las invenciones que cuando el pintor piensa de antemano en lo
que jalonan la ruta del progreso tambiÈn que pintará, lo tiene ciertamente en su inteligen-
han trazado allÌ su direcciÛn. Nos cuesta cia, pero no piensa que existe lo que aún no ha
percibirlo porque las modificaciones de hecho. Mas cuando ya lo pintó, no sólo lo tiene en
la humanidad retardan ordinariamente su inteligencia, sino que también entiende que
las transformaciones de su herramienta. existe lo que ya hizo” (San Anselmo, de su
Proslogium).
Nuestras costumbres individuales y so-
ciales sobreviven muy largamente a las • “Pues ya que es cosa manifiesta para mí ahora,
circunstancias por las cuales estuvieron que los cuerpos no son propiamente conocidos
hechas, de manera que los efectos pro- por los sentidos o por la facultad de imaginar, sino
fundos de una invenciÛn se hacen ver por el entendimiento solo, y que no son conoci-
cuando ya hemos perdido de vista la no- dos porque los vemos y los tocamos, sino porque
vedad. Ha pasado un siglo despuÈs de los entendemos o comprendemos por el pensa-
la invenciÛn de la m·quina a vapor, y miento, veo claramente que nada hay que me sea
apenas comenzamos a sentir la marca más fácil de conocer que mi propio espíritu” (René
profunda que nos ha dejado. La revolu- Descartes, Meditaciones metafísicas, Segunda
ciÛn que ha operado en la industria no Meditación).
ha transformado menos las relaciones
• “Lo más cierto de todo es la conciencia, ha dicho
entre los hombres. Hay ideas nuevas que
alguien, y ninguna teoría acerca de la naturaleza
se levantan. Sentimientos nuevos que
fisiológica de ciertas vivencias, ni las tesis de
est·n apareciendo. En miles de aÒos,
moléculas, átomos o electrones dentro de la masa
cuando la distancia del pasado no de je
gris del cerebro, ha tenido ni tendrá nunca la fuer-
percibir m·s que las grandes lÌneas,
za de convicción del hombre que, entregado a los
nuestras guerras y revoluciones contar·n
más altos goces del arte o a la más pura dicha
para pocas cosas, si es que todavÌa las
del amor, sabe con toda certeza que su vida po-
recuerdan; pero de la m·quina a vapor,
see un sentido” (Víctor Frankl, Psicoanálisis y exis-
con las invenciones de todo gÈnero que
tencialismo).
la siguen, tal vez se hablar· como noso-
tros hablamos del broce y de la piedra
a. ¿En qué términos expresan los autores la duali-
tallada; ella servir· para definir una
dad presente en el hombre?
edad. Si podemos despojarnos de todo
orgullo, si para definir nuestra especie b. Marca los términos que te guiaron para dar la
nos atenemos solamente a lo que la his- respuesta anterior.
toria y la prehistoria nos presentan como
las caracterÌsticas constantes del hombre 2) Leer el artículo de la página siguiente.
y de la inteligencia, no dirÌamos tal vez
homo sapiens, sino homo faber. En definiti- a. Discutir con tus compañeros cómo aplicarían
va, la inteligencia, mirada en la perspectiva los términos de la dualidad humana al planteo
de lo que parece ser su desarrollo original, que se hace aquí.
es b. Elaborar un argumento escrito con las conclu-
la facultad de fabricar objetos artificiales, siones de la discusión.
en
particular ˙tiles para hacer ˙tiles, y de va-
riar su fabricaciÛn hasta el infinito".
H. Bergson, La evoluciÛn creadora, Siglo
XX. 162
El problema antropolÛgico
Otras encarnaciones
Los implantes de chips y biomateriales inaugu-
raron la era de los repuestos para el cuerpo. Hom-
bres y mujeres con Ûrganos biÛnicos se har·n nue-
vas preguntas civilizatorias: øQuÈ queda de mÌ?
øCu·l es el adentro y cu·l es el afuera de mi cuer-
po? øQuÈ soy?
El atractivo de la ciencia ficciÛn se basa frecuente-
mente en que incluye en sus fantasÌas al cuerpo hu-
mano y sus metamorfosis. Pero su capacidad de ima-
ginar mundos futuros est· hoy amenazada, porque
la carne viene siendo colonizada por la tecnocien-
cia de un modo avasallante. La ficciÛn es desplaza-
da por momentos de la punta en la carrera, mira
desde atr·s y elabora sus obras a partir de nuevos
puntos de partida que establecen la biogenÈtica, la
electrÛnica y diversas tecnologÌas.
Los implantes de chips y biomateriales hacen que el viejo cuerpo humano ñcon sus huesos
provenientes del paleolÌticoñ se vuelva por fin tÈcnicamente contempor·neo. ComenzÛ la era
de los repuestos para el cuerpo, considerado de hecho como una colecciÛn de partes. Hombres
y mujeres con Ûrganos biÛnicos, algunos manejables por control remoto, se har·n nuevas
preguntas civilizatorias: øQuÈ queda de mÌ? øDÛnde empiezo y dÛnde termino? øCu·l es el adentro y
cu·l es el afuera de mi cuerpo? øQuÈ soy?
Estos interrogantes son desencadenados desde una coordenada cultural cada vez m·s im-
portante: la de los bordes entre lo vivo y lo artificial.
Luego de las creaciones ficcionales de vida humana por la leyenda (Golem) o la literatura
(la criatura del Dr. Frankenstein), entramos en la Època de los paradigmas de la
bioelectrÛnica. El injerto de tecnologÌa en el cuerpo, con su estÌmulo a la fantasÌa de comba-
tir definitivamente la muerte y la fragilidad del cuerpo humano, alimenta la seducciÛn de
lo inorg·nico.
Para colmo, los cuerpos cyborg no son hechos a imagen y semejanza de un original, no son
copia de nada superior o inferior. El cuerpo humano pierde entonces su dimensiÛn sacra e
inmutable. La ficciÛn, a su turno, divide a los cyborg en monstruos rom·nticos (un policÌa
queda transformado en un justiciero mitad m·quina y mitad humano) y en criaturas del
mal (un hombre al que le transplantaron el brazo de un asesino ve cÛmo su personalidad
comienza a cambiar de forma terrorÌfica).
Naturaleza artificial
Dice Pierre Levy que cuando todos eran campesinos y habitaban en pequeÒos lugares,
el espacio geogr·fico era idÈntico al espacio afectivo: todos aquellos que se podÌan
conocer o amar pertenecÌan a la misma villa. Se nacÌa y se morÌa en el mismo lugar. Era
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CapÌtulo V
Genoma y destino
El futuro biolÛgico de una persona est· preestablecido en sus genes: hay que tirar las cartas
del ADN. El descubrimiento del patrimonio genÈtico de un individuo endulza el futuro
con la posibilidad de prevenir o curar enfermedades, y lo torna no tan claro en lo referido
a la sociedad en que vivir· su beneficiario. La agenda del debate ya se nutre de la cuestiÛn
de los derechos de una persona sobre su propio genoma, y desata la voracidad de multina-
cionales que patentan modelos y tÈcnicas para poseer las claves de nuestro destino biolÛ-
gico personal.
Estos fenÛmenos son tamizados por la mezcla entre ficciÛn y realidad propia de esta Època,
por la exageraciÛn medi·tica sobre el porte de los descubrimientos cientÌficos y sus efectos
inmediatos en la vida social y por ciertas formas que toma su recepciÛn en el imaginario
popular. Sin embargo, el repertorio de cuestiones culturales, polÌticas y religiosas que abre la
figura humano-tecnolÛgica del siglo XXI es inquietante: la preponderancia del borde entre
lo vivo y lo artificial; Internet como una segunda naturaleza; esos bebÈs, øson naci-
dos o producidos?; el genoma como llave para alterar el destino carnal del ser humano. A todo
esto, el cuerpo humano sigue siendo al mismo tiempo un objeto y un antiobjeto de conocimiento.
Transformado por la manipulaciÛn fÌsica y la biogenÈtica, parece cada vez m·s materia de
dominio de ingenierÌas que escandalizan a los que creen estar en presencia de la voluntad del
hombre de ponerse en el lugar de Dios.
Este es el cuerpo que ´tenemosª como un dÛcil instrumento. El cuerpo que ´somosª, el que
forma parte de la intercorporeidad del mundo, nos habla en cambio del sobrepasamiento
inconsciente de la razÛn. Remite al deseo, al exceso y a ese plus que contiene como aconte-
cimiento y que escapa al dominio de toda tecnologÌa. Es lo m·s familiar que tenemos y lo
m·s extraÒo al mismo tiempo; evoca los espejos y los dobles.
164
El problema antropolÛgico
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CapÌtulo V
166
El problema antropolÛgico
diendo todo el tiempo eso. Ahora bien, øcÛmo interpretar lo que las cosas de mi vida
me van marcando? øSon signos de lo que debo hacer o de lo que tengo que evitar?
øNo es un signo evidente de que debo dejar una carrera el hecho de que siempre
desapruebo los ex·menes? øNo es alg˙n tipo de seÒal el cruzarme todos los dÌas con
un cura en la calle? øNo hay algo que el destino quiere decirle a esa mujer a travÈs
sus constantes fracasos matrimoniales? Muchas veces los hombres nos escondemos
detr·s de eso que llamamos signos, que no son m·s que interpretaciones de lo que
pensamos, creemos, consideramos mejor o peor. Pero nada de esto corresponde a la
realidad, nos dice el existencialista; porque, si asÌ fuera, tendrÌamos que aceptar que
hay una realidad superior ñdigamos, una divinidad o un destinoñ que da esas seÒa-
les para marcarnos lo que tenemos que hacer. Pero no hay que engaÒarse; todo est·
en nuestra decisiÛn: mejorar los resultados de los ex·menes estudiando m·s, yendo
a la iglesia cuando parece apropiado, o eligiendo mejor un marido.
Entonces, todo hombre se elige a sÌ mismo y cada cosa que concreta es parte de su
proyecto subjetivo; por lo tanto, su esencia se conforma de acuerdo con sus propias
decisiones. Y como la esencia tiene car·cter universal, porque no puede haber una
esencia de lo particular, la elecciÛn que toma cada individuo vale para toda la huma-
nidad. Por esta cuestiÛn, porque al elegir se elige al hombre, cada uno siente angus-
tia ante toda decisiÛn. La angustia, por lo tanto, es algo natural para el hombre, cada
vez que se reconoce como un legislador de la humanidad. Legisladores somos cada
uno de nosotros al decidir lo que est· bien y lo que est· mal, de acuerdo con lo cual
actuamos. Pero, øpor quÈ algunos hombres no tienen este sentimiento? Porque vi-
ven de manera inautÈntica y se engaÒan a sÌ mismos, no aceptando que lo que eligen
para sÌ tambiÈn deberÌan querer que tuviera validez para el resto de la humanidad.
Supongamos que alguien le miente a un amigo y su hijo lo sabe; entonces el chico le
pregunta si eso le parece bien y si quiere que todos lo hagan, y Èl responde que no,
pero que se trata de une mentira piadosa, de una cosa menor, etcÈtera. øEs autÈntico
este modo de actuar? Para Sartre no lo es en absoluto; al contrario, hacer algo desho-
nesto y excusarse en que es algo menor es lo que denomina mala fe y se trata de una
actitud completamente inautÈntica. Es hacer algo que est· mal hasta para el mismo
agente, pero que Èste niega para evitar la angustia que traerÌa responsabilizarse por
ese acto.
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El problema antropolÛgico
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CAPÕTULO VI
La globalizaciÛn
La pobreza mundial. El ìfin del trabajoî
Los elevadÌsimos Ìndices de pobreza y desempleo de nuestro paÌs (en 2004, m·s del
40 por ciento de la poblaciÛn vivÌa por debajo de los niveles de pobreza), asÌ como de
buena parte de AmÈrica latina (sobre los cuales, adem·s, no parece haber soluciones
a corto plazo), son una realidad de la que no puede desentenderse quien se propone
reflexionar sobre los asuntos humanos. Esta dram·tica situaciÛn se combina en la
pr·ctica con hipÛtesis cientÌficas acerca del fin de la sociedad del trabajo. Estas hipÛtesis
sostienen que la idea de que el trabajo es uno de los ejes fundamentales a partir de
los cuales se construye el ser humano como ser social, ha caducado. Es cierto que una
forma de ejercer el trabajo resulta hoy perimida: a la vez que pierden su importancia
las categorÌas de trabajo ìformalî o ìestableî, las nuevas tendencias del trabajo van
determinando un nuevo modo de vida, m·s inestable e inseguro. Los derechos del
trabajo son desregulados (las leyes sociales que garantizan muchos de los derechos
de los trabajadores han sido derogadas) y flexibilizados (es decir que los empleadores
tienen cada vez mayor libertad para despedir o disponer del empleo y de la forma
de empleo de sus trabajadores), y los capitales se adecuan r·pidamente a esta nueva
modalidad del mundo productivo. En esta perspectiva, adem·s, la ìmundializaciÛnî
del capital constituye una nueva sociedad global, un modelo de sociedad que estarÌa
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pensar el mundo. Desde otro punto de vista, la irrupciÛn de ataques terroristas como
los llevados a cabo el 11 de septiembre de 2001 en el World Trade Centre neoyorqui-
no y la consecuente reacciÛn de los Estados Unidos, embarcados desde entonces en
una desenfrenada ìguerra contra el terrorî en nombre de la cual ya han invadido los
territorios de Afganist·n e Irak, nos plantean una conformaciÛn geopolÌtica y tam-
biÈn un panorama de problemas nuevos, diversos.
Por un lado, la desigual distribuciÛn del poder planetario nos colocan frente a lo que
muchos autores consideran ñcomo han hecho el historiador de las ideas polÌticas
Natalio Botana y el sacerdote jesuita especializado en pensamiento marxista Jean-
Yves Calvez (en su libro reciente El horizonte del nuevo siglo, 2004)ñ un novedoso
orden imperial encabezado por los Estados Unidos, quien no sÛlo ejerce un dominio
polÌtico y militar en el mundo, sino tambiÈn, y claramente, se perfila como lÌder
indiscutible de todo el espectro cientÌfico y tecnolÛgico. Son muchas y diversas las
preguntas que la filosofÌa social y polÌtica se ha formulado frente a las injusticias que
puedan provenir de este poder unilateral y de los riesgos que conllevan para la paz
mundial. Botana y Calvez eligen las formulaciones teÛricas de autores como John
Rawls (1921-2002), y proponen luchar en el terreno polÌtico por un acceso paulatino
de los sectores postergados (AmÈrica Latina, Asia y ¡frica) a las tomas de decisiÛn
de los organismos polÌticos internacionales ñy aun a los organismos ìimperialesîñ, y
por la implementaciÛn de tribunales internacionales de justicia que, como ya propo-
nÌa Rawls en textos como Una teorÌa de la justicia (1971), actuarÌan a la manera de
mecanismos racionalmente consensuados de prevenciÛn contra la opresiÛn, la ex-
plotaciÛn y la discriminaciÛn en todo el mundo.
Completamente diferente es la perspectiva de cientistas polÌticos como el italiano
Toni Negri y su colega norteamericano Michael Hardt, autores de dos exitosos vol˙-
menes de an·lisis polÌtico: Imperio (2001) y Multitud (2004). Negri y Hardt, inspir·n-
dose en las tesis filosÛficas de Hannah Arendt, Michel Foucault o Paolo Virno, sos-
tienen que la lucha contra la forma imperial de dominaciÛn no puede provenir nun-
ca de luchas ´nacionalesª sino de las luchas que se ´desarrollan en los movimientos
de poblaciones m·s all· del marco nacional, aspirando a la supresiÛn de las fronteras
y a una ciudadanÌa universalª. Estas luchas, dicen, ´comprometen a individuos y
multitudes que intentan reapropiarse de la riqueza producida gracias a instrumen-
tos de la producciÛnª y tienen como condiciÛn ´el auto reconocimiento subversivo
de los ciudadanos de las grandes ciudadesª.
Una de las voces que se alzÛ para cuestionar la
idea de una lucha contra el Imperio encarnada
por una cierta multitud es la del sociÛlogo mar-
xista norteamericano James Petras, para quien
las distinciones de Hardt y Negri entre Impe-
rio e imperialismo son insustanciales, y para
quien la definiciÛn de multitud resulta lo sufi-
cientemente vaga como para no constituirse en
categorÌa analÌtica v·lida.
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Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
la compleja organizaciÛn del Imperio? Para la teorÌa crÌtica, una utopÌa razonable no tiene nada de
raro. Adem·s, no hay otra alternativa porque estamos siendo explotados y dirigidos en este Imperio,
que representa la actual organizaciÛn de un capitalismo en plena reestructuraciÛn, despuÈs de un
siglo de luchas proletarias sin equivalente en la historia de la humanidad. Ahora, øcÛmo puede
estallar, en el Imperio, la guerra civil de las masas contra el capital mundo? Las primeras experien-
cias de batallas, declaradas o subterr·neas, en este nuevo territorio del poder, proporcionan tres
Ìndices preciosos. Estas luchas exigen, aparte de un salario garantizado, una nueva expresiÛn de la
democracia en el control de las condiciones polÌticas de reproducciÛn de la vida. Se desarrollan en
los movimientos de poblaciones m·s all· del marco nacional, aspirando a la supresiÛn de las fronte-
ras y a una ciudadanÌa universal. Comprometen a individuos y multitudes que intentan reapropiarse
de la riqueza producida gracias a instrumentos de la producciÛn que, a causa de la revoluciÛn tecno-
lÛgica permanente, se han convertido en propiedad de los sujetos; m·s aun: en autÈnticas prÛtesis de
sus cerebros.
Toni Negri, Le Monde Diplomatique, abril de 2001.
Quisiera referirme a la alusiÛn de la que fui objeto en la entrevista a Antonio Negri. AllÌ, afirma:
ìUstedes, por ejemplo, tienen a un seÒor Atilio BorÛn, que sostiene que sÛlo a travÈs de la lucha
nacional se puede luchar a nivel mundial. Eso es una gran estupidez, un discurso profundamente
reaccionario. [...] Lo que es absolutamente ilusorio es el hecho de poder hacer la revoluciÛn o incluso
reformas en un solo paÌsª.
Tres comentarios. Primero, jam·s dije, ni escribÌ, que sÛlo a travÈs de la lucha nacional se puede
luchar a nivel mundial. øCÛmo negar que es imprescindible combinar ambos tipos de lucha? Es por
ello que en lugar de pontificar, participo activamente desde sus comienzos en el Foro Social Mundial
de Porto Alegre, ·mbito privilegiado de organizaciÛn y coordinaciÛn de las luchas anticapitalistas y
antiimperialistas a nivel mundial. En cuyas sucesivas ediciones los activistas e intelectuales latinoa-
mericanos esperamos en vano la presencia de Negri para enriquecer nuestros diagnÛsticos sobre la
situaciÛn de la economÌa mundial y el imperialismo. Lo que constituye un may˙sculo error es el
globalismo abstracto de este autor, quien por un capricho del intelecto pronuncia la defunciÛn del
Estado-naciÛn y la futilidad de cualquier lucha planteada y resuelta a travÈs de la toma del poder en
ese ·mbito. Deslumbrado como Narciso ante el brillo del fantasmagÛrico imperio imaginado junto a
su colega norteamericano, Negri ignora que la resistencia global contra el neoliberalismo y el impe-
rialismo pasa necesariamente por los espacios nacionales. AllÌ se encuentran las trincheras funda-
mentales de la dominaciÛn del capital, los aparatos represivos del Estado y las estructuras ideolÛgi-
cas y culturales que perpet˙an la opresiÛn de las clases populares. Ignorar estas ´nimiedadesª cons-
tituye no sÛlo un gravÌsimo error de interpretaciÛn; es tambiÈn fuente segura de nuevas derrotas
para quienes creemos que otro mundo es necesario y posible.
Segundo: decir que es imposible hacer la revoluciÛn o incluso reformas en un solo paÌs revela el
empecinamiento del intelectual que cree que las cosas son como Èl, o ella, las imagina, o no son.
Descubre tambiÈn el lado m·s oscuro del pensamiento de mi crÌtico al proyectar la imagen reaccio-
naria y desmovilizadora de un imperio omnipresente, invencible e inexpugnable contra el cual sÛlo
resta confiar resignadamente en la milagrosa eficacia t·ctica de San Francisco de AsÌs. La historia
demuestra la posibilidad tanto de la reforma como de la revoluciÛn: pero como no hay teleologÌa en
la historia, a veces Èstas pueden consolidarse y otras, ser aplastadas. øNo hubo acaso una revoluciÛn
social en la Comuna de ParÌs y, luego, en Rusia, China, Cuba? øNo resistiÛ la revoluciÛn cubana a 45
aÒos de agresiones imperialistas? øNo fueron las luchas populares las que lograron imponer refor-
mas en las sociedades capitalistas avanzadas a lo largo del siglo XX, algunas de las cuales han resis-
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GlobalizaciÛn y comunicaciÛn
Pensar la ìopiniÛn p˙blicaî
Las nuevas tecnologÌas de la informaciÛn y la comunicaciÛn han sido decisivas en la
construcciÛn de la opiniÛn p˙blica y en la definiciÛn del espacio p˙blico actual. Los
pensadores que se han enfrentado a este tema est·n, en general, atravesados por dos
grandes met·foras conceptuales: la infinita fragmentaciÛn que proponen los me-
dios por un lado, y la dominaciÛn global, casi como amenaza totalitaria, de los me-
dios masivos, por el otro. Quienes han pensado en la relaciÛn de los medios con la
sociedad tienen como horizonte de discusiÛn las definiciones de J¸rgen Habermas
en Historia y crÌtica de la opiniÛn p˙blica (publicado originalmente en 1962) sobre la
conformaciÛn del espacio p˙blico y de la opiniÛn p˙blica. Habermas, que estudiÛ
con admiraciÛn la construcciÛn de la opiniÛn p˙blica durante la IlustraciÛn, no sien-
te el mismo optimismo con respecto al presente:
"Junto con la comercializaciÛn y la condensaciÛn de la red de comunicaciÛn, junto con el
creciente despliegue del capital y el ascendente grado organizativo de los dispositivos
publicistas, los canales de comunicaciÛn pasaron a estar regulados de manera m·s inten-
sa y las oportunidades de acceso a la comunicaciÛn p˙blica quedaron sujetas a una pre-
siÛn selectiva aun mayor. SurgiÛ asÌ una nueva clase de influencia, a saber, un poder de
los medios que, utilizado con manipulaciÛn, hace perder la inocencia al principio de la
publicidad. La esfera p˙blica, dominada y preestructurada al mismo tiempo por los mass
media, degenerÛ en un ruedo impregnado por el poder, y en ese ruedo se librÛ una batalla
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CapÌtulo VI
no sÛlo por el control de la influencia sino tambiÈn por la regulaciÛn de los flujos de
comunicaciÛn que act˙an con eficacia sobre el comportamiento."
La influencia de las ideas de Habermas ha sido tan profunda que escribir sobre estos
temas significa, en primer lugar, discutir su inmenso trabajo. El sueco Peter Dahlgren,
por ejemplo, le critica al filÛsofo alem·n que mientras que por un lado idealiza la
construcciÛn del espacio p˙blico en el siglo XIX, por el otro es demasiado pesimista
con la posibilidad de un espacio p˙blico actual. Para Dahlgren no se debe idealizar
el papel de los canales consagrados de la cultura sino que hay que atender a las
voces marginales y a la cultura popular. Escribe Dahlgren: ìNi siquiera en su mo-
mento culminante, el discurso burguÈs manifestÛ el grado de racionalidad que
Habermas le atribuye. Por otro lado, la situaciÛn en el perÌodo de capitalismo avan-
zado ñpor sombrÌa que seañ dista mucho de ser tan irreparable y tan desesperada
como afirma Habermasª. Gran parte del optimismo de Dahlgren se basa en el hecho
de que, en su visiÛn, ´el sentido (de la comunicaciÛn) nunca est· fijadoª de antema-
no. Y esta esperanza est· basada en una mirada de los receptores del mensaje no
como sujetos pasivos, sino activos. Esta concepciÛn es compartida por otros analistas
de la recepciÛn, como David Morley o Ien Ang. Dahlgren coincide con Habermas en
cuanto al papel que les cabe a los medios en ´la decadencia del espacio p˙blicoª, sin
embargo, critica la miopÌa para detectar tensiones y fisuras que nos impedirÌan cap-
tar nuevas formas de determinaciÛn de la esfera p˙blica. Estas tensiones pueden
sintetizarse en cuatro fenÛmenos: la crisis del Estado-naciÛn, la fragmentaciÛn de los
p˙blicos, la apariciÛn de movimientos polÌticos y sociales novedosos y la relativa
libertad de acceso de los consumidores a las tecnologÌas avanzadas de la comunica-
ciÛn.
Diferente es la perspectiva del filÛsofo italiano Gianni Vattimo. Para Vattimo, la rela-
ciÛn de los seres humanos de nuestros dÌas con los medios es an·loga a la que se
puede establecer con la historia como narraciÛn de una Època y, en este sentido,
nuestra Època se define por ìla disoluciÛn de la idea de historia como curso unita-
rioª. ìNo hay una historia ˙nica ñescribe Vattimo en su obra La sociedad transparente
(1990)ñ, hay im·genes del pasado propuestas desde diversos puntos de vista, y es
ilusorio pensar que haya un punto de vista supremo comprensivo, capaz de unificar
todos los restantesª. Vattimo considera que los medios cumplen un papel determi-
nante, y que Èstos, lejos de hacer m·s transparente a la sociedad, la vuelven m·s
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Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
compleja y caÛtica. Y ´es precisamente en este caos relativo donde residen nuestras
esperanzas de emancipaciÛnª. Para Vattimo
"Occidente vive una situaciÛn explosiva, una pluralizaciÛn que parece irrefrenable y que
torna imposible concebir el mundo y la historia seg˙n puntos de vista unitarios. [Ö] La
intensificaciÛn de las posibilidades de informaciÛn sobre la realidad en sus m·s diversos
aspectos vuelve cada vez menos concebible la idea misma de una realidad. Realidad,
para nosotros, es m·s bien el resultado del entrecruzarse, del ìcontaminarseª (en el sen-
tido latino) de las m˙ltiples im·genes, interpretaciones y reconstrucciones que compiten
entre sÌ, o que, de cualquier manera, sin coordinaciÛn ìcentralª alguna, distribuyen los
medios masivos. [Ö] Se abre camino asÌ a un ideal de emancipaciÛn a cuya base misma
est·n, m·s bien, la oscilaciÛn, la pluralidad, y, en definitiva, la erosiÛn del propio princi-
pio de realidad."
El filÛsofo francÈs Paul Virilio observa en su ensayo El arte del motor. AceleraciÛn y
realidad virtual, que el poder de los medios como constructores de la opiniÛn p˙blica
no est· tanto en su poder de mostrar, como en su facultad de esconder y de borrar; y
Virilio, que toma probablemente esta idea del funcionamiento de los medios en los
Estados totalitarios, la extiende a los medios de paÌses democr·ticos. Asimismo, Virilio
ve cÛmo los medios han colaborado a construir ´una masa anÛmicaª, ´una ciÈnaga
social inextricableª formada por guetos tan numerosos como los individuos. Por su
voluntad de llegar a todos los p˙blicos posibles (diferentes razas, sexos, condiciones
econÛmicas, opiniones polÌticas, preferencias sexuales), los medios han lavado su
mensaje y han perdido asÌ su poder. Han llegado, como escribe Virilio, a su ´umbral
de toleranciaª.
Las consecuencias de la difusiÛn global de los medios abarcan todo el espectro de la
sociedad humana en sus diversas facetas, pero han marcado especialmente a la polÌ-
tica. La omnipresencia de los mass media ha obligado a la polÌtica a reorganizarse en
torno a las estrategias de comunicaciÛn. El sociÛlogo espaÒol, especialista en comu-
nicaciÛn, Manuel Castells, uno de los investigadores que m·s ha reflexionado sobre
la relaciÛn entre medios, sociedad y polÌtica, escribe: ´Debido a los efectos conver-
gentes de la crisis de los sistemas polÌticos tradicionales y del espectacular aumento
de la penetraciÛn de los nuevos medios, la comunicaciÛn y la informaciÛn polÌtica
han quedado capturadas en el espacio de los mediosª. El ensayista espaÒol observa
en su trabajo La era de la informaciÛn (1998) que la democracia polÌtica tal como se
difundiÛ en los siglos XIX y XX es un ´cascarÛn vacÌoª que necesita una nueva for-
mulaciÛn. ´Y como los sistemas polÌticos se siguen basando en formas organizativas
y estrategias polÌticas de la era industrial ñsigueñ, se han quedado obsoletos en cuanto
a polÌtica y ven negada su autonomÌa por los flujos de informaciÛn de los que depen-
den. …sta es una fuente fundamental de la crisis de la democracia en la era de la
informaciÛnî. Lo que est· en crisis es el sistema de representaciÛn en los dos senti-
dos del tÈrmino: la representaciÛn democr·tica se convierte en representaciÛn
´actoralª, y los espacios de representaciÛn de los medios pretenden ser una repre-
sentaciÛn efectiva de los ciudadanos.
En este sentido, Virilio observa, tambiÈn en El arte del motor, que ´el reparto an·rqui-
co de las tÈcnicas de representaciÛn, al provocar la implosiÛn del mundo visible que
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CapÌtulo VI
era el dominio de la opiniÛn p˙blica, nos precipita inexorablemente hacia esta fase
˙ltima de la mediatizaciÛn polÌtica, que vuelve a ser el privilegio de grupos cada vez
menos numerosos, poseedores de una ˙ltima amalgama de la velocidad de la luz (el
secreto) y la abusiva elocuencia de las cifras, los mensajes, las im·genes (la informa-
ciÛn)î. Ahora bien, existe entre quienes estudian esta problem·tica una generalizada
coincidencia en que detr·s de esta transparencia excesiva de la sociedad, se encuen-
tra la acciÛn de grupos pequeÒos, que trabajan al oscuro; es cierto que mientras se
difunde la idea de un poder que est· en muchas manos, los medios se concentran en
muy pocas, pero tambiÈn es cierto que estos grupos pequeÒos no siempre a la vista
son capaces de modificar nuestra actual visiÛn de los medios como operaciones
hegemÛnicas inasibles por su poderÌo inmenso o por su infinita fragmentaciÛn en
discursos y soportes.
Castells afirma que la revoluciÛn de las tecnologÌas de la informaciÛn y la reestruc-
turaciÛn del capitalismo ´han inducido una nueva forma de sociedad, la sociedad-
redª, que se caracteriza por la globalizaciÛn de las actividades econÛmicas, por la
flexibilidad e inestabilidad del trabajo, por una cultura de la ´virtualidad realª y por
´la transformaciÛn de los cimientos materiales de la vida, el espacio y el tiempo
mediante la constituciÛn de un espacio de flujos y del tiempo atemporalª. Pero fren-
te a esta globalidad de la sociedad-red, Castells ñcomo seÒalaba antes Dahlgrenñ
detecta una reacciÛn de la identidad. Se trata de la contraposiciÛn de la singularidad
cultural, la individualidad personal y el control de la vida propia frente a esa ten-
dencia red. La globalizaciÛn de los medios de comunicaciÛn y la comunicaciÛn elec-
trÛnica suponen para este autor una desnacionalizaciÛn y desestatificaciÛn de la in-
formaciÛn que sit˙a a los Estados-naciÛn en una batalla ñseg˙n Castells, perdida de
antemanoñ para controlar la circulaciÛn de la informaciÛn en las redes globales. Esta
circunstancia podrÌa abrir el paso a nuevas formas de lo que Vattimo concebÌa como
emancipaciÛn. En este mismo sentido, J. Meyerowitz ñen el l˙cido ensayo No sense of
place (Oxford, 1985)ñ sostiene que muchos de los rasgos de nuestra ´era de la infor-
maciÛnª nos asemejan a las m·s primitivas de las formas sociales y polÌticas: la so-
ciedad cazadora y recolectora.
"En tanto nÛmadas, los cazadores y recolectores no tienen una relaciÛn de fidelidad con
el territorio. TambiÈn tienen poco sentido del lugar; las actividades especÌficas no est·n
estrechamente fijadas a asentamientos fÌsicos y especÌficos. La ausencia de fronteras tan-
to en las sociedades cazadores y recolectoras como en las sociedades electrÛnicas condu-
ce a toda una serie de chocantes paralelismos. De todos los tipos societales conocidos
anteriores al nuestro, las sociedades recolectoras y cazadoras han tendido a ser las m·s
igualitarias en tÈrminos de los roles de machos y hembra, niÒos y adultos, jefes y segui-
dores."
Habermas, por su parte, toma en cuenta algunas de las crÌticas que se le han formu-
lado desde que apareciÛ su estudio sobre la evoluciÛn de la opiniÛn p˙blica, y seÒala
en el prÛlogo a la segunda ediciÛn de su obra que existen nuevas instancias forma-
doras de opiniÛn ñasociaciones voluntarias que est·n fuera de los ·mbitos del Esta-
do y de la economÌañ cuya funciÛn consiste en ´mantener y redefinir las fronteras
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Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
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CapÌtulo VI
En relaciÛn con ella, la antiutopÌa de George Orwell, 1984, prestÛ luego su met·fora
central ñel Gran Hermanoñ para los productos televisivos que imitaron o parodia-
ron a la sociedad de control.
La profusiÛn de los medios electrÛnicos y el planteo del fin de la privacidad ha obse-
sionado a muchos pensadores, entre los que se encuentra Reg Whitaker; asÌ como ha
ejercido su fascinaciÛn sobre tantos guionistas de cine: pelÌculas como Enemigo p˙bli-
co o El show de Truman tienen en su centro la desproporciÛn entre el poder del Estado
o las corporaciones y la vida privada, por no hablar de las tantas antiutopÌas futuristas
m·s o menos inspiradas en Orwell. Los medios actuales permiten alcanzar una ´vi-
gilancia totalª, como la llama Whitaker en su estudio El fin de la privacidad (1999),
quien construye adem·s una semblanza de la ciudad como territorio de vigilancia
constante:
"Aunque no formen un sistema integrado y ˙nico, el mosaico de ojos electrÛnicos p˙bli-
cos y privados empieza a cubrir potencialmente toda la ciudad. [...] La misma din·mica
conlleva la extensiÛn de la cobertura a la misma ciudad, ya que la instalaciÛn de c·maras
desplaza el miedo hacia los lugares sin cobertura, por lo que se acaba exigiÈndola en
todas las calles residenciales y en todas las ·reas p˙blicas."
Entre los ejemplos que podrÌan enumerarse para hacer m·s explÌcita la posiciÛn de
Whitaker, figuran internet, las bases de datos y el uso global de las tarjetas de crÈdi-
to, entre otros. Dice el autor:
"Henry Ford, el gran empresario de las cadenas de montaje masivas, no quedaba satisfe-
cho con la vigilancia y el control de los trabajadores que podÌa llevar a cabo en las f·bri-
cas. Como es sabido, esperaba que la vida privada de sus trabajadores tambiÈn estuviera
conforme con sus expectativas de probidad moral, por lo que organizÛ una compaÒÌa de
espÌas para que investigara el comportamiento de los trabajadores en la horas libres."
Pueden discutirse estas visiones un tanto apocalÌpticas argumentando que espÌas y
medios de control han existido siempre, y que la falta de micrÛfonos nunca desalen-
tÛ a las verdaderas ´sociedades de controlª en su b˙squeda de informaciÛn, llevada
a cabo por medios menos sutiles.
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CapÌtulo VI
DIJO UN FILOSOFOÖ
ìøQuÈ es un lugar en la mundializaciÛn? øQuiÈn habla y desde dÛnde? La fascinaciÛn de estar en
todas partes y el desasosiego de no estar con seguridad en ninguna, de ser muchos y nadie, cambian
el debate sobre la posibilidad de ser sujetos: ya aprendimos en los estudios sobre la configuraciÛn
imaginaria de lo social cu·nto pueden tener los procesos sociales y los sujetos de construidos o simu-
lados. Quiz· comienza un tiempo de reconstrucciones menos ingenuas de lugares y sujetos, aparecen
ocasiones para desempeÒarnos como actores verosÌmiles, capaces de hacer pactos sociales confiables,
con alguna duraciÛn, en intersecciones disfrutadas. øPor quÈ el arte reciente est· redescubriendo el
sujeto o buscando recrearlo? Nombres de artistas del pasado y actuales se convierten en iconos de las
exposiciones-faro, de pelÌculas europeas, chinas y estadounidenses, de interpretaciones musicales es-
telares. Los editores registran el ascenso de ventas de biografÌas y autobiografÌas. øLas identidades
personales resucitan como marcas para reactivar los mercados, o hay algo m·s en este deseo de ser
sujetos, o tenerlos como referencia?
Es notable que la mayor desconstrucciÛn del sujeto se haya cumplido en el siglo XX, cuando m·s se
hizo para erigir nuevos sujetos individuales, Ètnicos y de clase, nacionales y de gÈnero. Esta Època,
que aumentÛ las dificultades para hablar de la subjetividad, mostrÛ a la vez que no es f·cil despren-
derse de esa nociÛn. Llegamos asÌ a estas preguntas: øcÛmo avanzar desde la sospecha necesaria para
librarnos de afirmaciones ingenuas de la subjetividad hacia el trabajo reconstructivo indispensable
para dar solidez a ciudadanÌas posibles? øQuÈ tareas de investigaciÛn, teÛricas y polÌticas se necesitan?
Las ciencias sociales encuentran difÌcil poner en el centro de la teorÌa a los actores cuando la sociedad
es reducida a un mercado anÛnimo. La polÌtica se paraliza o se desintegra ante el determinismo neo-
liberal, que somete la complejidad de la economÌa al juego financiero de inversiones sin rostro. Los
partidos polÌticos y sindicatos nacionales no aciertan a formular elaboraciones alternativas sobre cues-
tiones globales de gran escala, que son asumidas sÛlo parcialmente por Ong y movimientos ecolÛgicos
o de derechos humanos.
La posibilidad de que existan sujetos y sean reconocidos es cada vez m·s limitada a campos imagina-
rios: el cine, las telenovelas, las biografÌas de divos y deportistas. La fascinaciÛn generada por sus
aventuras heroicas o melodram·ticas, asÌ como por noticieros que informan de acontecimientos polÌ-
ticos como si fueran dramas personales o familiares, parece responder a la necesidad de los consumi-
dores de encontrar alg˙n sitio donde haya sujetos que importan, padecen y act˙an.
Pero øes el sujeto sÛlo una construcciÛn ficcional de los medios, o puede haber tambiÈn sujetos crÌti-
cos, espectadores que ejerzan iniciativas propias a pesar de las astutas manipulaciones medi·ticas?
Los estudios sobre el lado activo de la recepciÛn demuestran que no hay medios omnipresentes, ni
audiencias pasivas, pero la concentraciÛn monopÛlica y transnacional de las industrias de la cultura,
y la debilidad de las asociaciones de televidentes y consumidores, deja a˙n irresuelta la cuestiÛn de
cu·nto nos permite ser sujetos el capitalismo de redes globalizadas. La posibilidad de serlo aparece
no sÛlo como la capacidad creativa y reactiva de los individuos; depende tambiÈn de derechos colec-
tivos y controles sociales sobre la producciÛn y circulaciÛn de informaciones y entretenimiento.
La desconstrucciÛn m·s radical de la subjetividad est· siendo realizada por procedimientos genÈticos
y sociocomunicacionales que favorecen la invenciÛn y simulaciÛn de sujetos. Desde la robÛtica hasta
la clonaciÛn, desde el travestismo de gÈnero hasta el fingimiento de personalidades en juegos electrÛ-
nicos, la pregunta por lo que hoy significa ser sujetos est· ñm·s que cambiandoñ asom·ndose al pre-
cipicio de la disoluciÛn.
´Nuestras lÌneas est·n ocupadas; lo atenderemos en un momentoª, dice una voz grabada cuando
queremos pedir una informaciÛn o expresar una queja. Cada vez es m·s arduo encontrar a un fabri-
cante que venda el producto, incluso al mismo empleado que nos lo vendiÛ o nos dio una informa-
ciÛn. Detr·s de los empleados que rotan de una empresa a otra, de las voces anÛnimas que se reempla-
zan seg˙n el azar de los turnos, hay ´cadenasª de tiendas, ´sistemasª bancarios, ´servidoresª de
Internet. Cuando algo no funciona es porque ´se cayÛ el sistemaª o ´se desconectÛ el servidorª. La
digitalizaciÛn de los servicios, aliada con la precarizaciÛn laboral, est· propiciando una
desresponsabilizaciÛn de los sujetos individuales y colectivos. Entre las consecuencias de este proce-
so, seg˙n Richard Sennett, encontramos mayor vulnerabilidad de los individuos y un sentimiento
creciente de impotencia.
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Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
En vez de conocer a los amigos y las parejas en el trabajo o en la universidad, los encontramos en la
Red. Me conecto con alguien que del otro lado del chat dice ser mujer y le digo que soy veterinario o
fotÛgrafo, tengo 40 aÒos y acabo de llegar de Australia. Ella dice llamarse Ofelia, y asÌ vamos compar-
tiendo desconocimientos, que es lo que m·s nos acerca a los tÌmidos. ìTe siento tan cercaª, le digo con
entonaciÛn de quien acompaÒa al otro. Estos juegos con personalidades inventadas pueden ser in-
ofensivos mientras alguien no diga que le gustarÌa que nos encontr·ramos.
Guillermo Bon Bonz·, doctor en EducaciÛn de la Universidad AutÛnoma de Barcelona, enviÛ a varios
congresos tres ponencias con nombres falsos, p·rrafos plagiados e insultos racistas escondidos en
citas en alem·n. Una de las comunicaciones la firmaba Hans Heidelberg, supuesto profesor titular de
la inexistente Universidad PolitÈcnica de M¸nchengladbach. Al develar su trampa, dijo que los traba-
jos, aceptados por comitÈs de especialistas y editados en los CD-Rom de tres universidades importan-
tes, revelaban los teatros inverosÌmiles en que se han convertido las ferias de vanidades acadÈmicas.
Estos ejemplos hacen pensar en los riesgos de confiar demasiado en los mercados, incluso en los
mercados de bienes cientÌficos. Una posible ´salidaª es afirmar la necesidad de verificar los hechos y
controlar neopositivistamente la producciÛn y difusiÛn de conocimientos. Otro camino serÌa cuestio-
nar las condiciones en que se producen teorÌas y procesos educativos en medio de la masificaciÛn
cultural, y la competencia canÌbal por los cargos y el prestigio. Una tercera posibilidad es criticar la
simulaciÛn de identidades y el restablecimiento de poderes, desigualdades y desencuentros a que nos
ha llevado la intensificaciÛn de comunicaciones electrÛnicas que prometÌa aumentar y horizontalizar
los intercambios. Cabe preguntarse, entonces, si no seguimos necesitando afirmar con un mÌnimo de
claridad y contrastabilidad en quÈ consiste ser sujeto despuÈs de las desconstrucciones estructuralistas,
marxistas y psicoanalÌticas.
Un ejemplo m·s. En octubre de 2000 una lectora de la novela Sabor a hiel, con la cual la locutora televisiva
espaÒola Ana Rosa Quintana se estrenaba en la literatura, revelÛ que muchas p·ginas de ese relato
estaban copiadas de ¡lbum de familia, de Danielle Steel, y otras del libro de ¡ngeles Mastretta Mujeres
de ojos grandes. Sorprendida por el descubrimiento, la ´autoraª intentÛ justificar el plagio diciendo
que los p·rrafos importados habÌan caÌdo en su relato ´por un problema de inexperiencia, un error
inform·tico y un fallo de los documentalistasª. øDocumentalistas? En el mundo editorial suele ha-
blarse de negros al referirse a quienes trabajan anÛnimamente para que un supuesto literato firme,
´pr·ctica generalizada ñseg˙n el diario El PaÌsñ en el salvaje mercado del best sellerª. La cuestiÛn tras-
ciende esta novela editada por Planeta que vendiÛ m·s de cien mil ejemplares. Pregunta Juan JosÈ
Mill·s: ´øPor quÈ una locutora famosa no puede alquilar su nombre para vender un folletÌn? TambiÈn
el Rey y el presidente del Gobierno firman discursos que les escriben otros sin que nadie se escanda-
lice. øPor quÈ pedirle a una presentadora de televisiÛn m·s que a un Jefe de Estado?ª. M·s all· del
juego humorÌstico, la comparaciÛn entre una trampa editorial, una t·ctica publicitaria y un modo de
producciÛn delegada de los discursos polÌticos plantea la necesidad de considerar los problemas de
correlaciÛn entre construcciones verbales y referentes empÌricos, la adecuaciÛn entre conceptos y co-
sas, no sÛlo como un asunto sem·ntico. Est· en cuestiÛn el sentido pragm·tico que adquiere el proble-
ma de la representaciÛn en interacciones diferentes. Se trata de los esquemas compartidos de valora-
ciÛn de los pactos de confiabilidad que dan consistencia a unos y otros modos de interactuar. Toda
referencia, afirma Paul Ricoeur, ´es correferenciaª, o sea que se construye con los otros.
En un sentido, es ˙til detectar que las identidades son producto de las narraciones y actuaciones. Pero el
entusiasmo posmoderno por esta ficcionalizaciÛn de los sujetos, por el car·cter construido de las
identidades, no se justifica del mismo modo en contextos l˙dicos o de riesgo. El travestismo, intere-
sante como ocasional juego carnavalesco o experiencia personal, no es un modelo para todos. øPuede
existir sociedad, es decir pacto social, si nunca sabemos quiÈn nos est· hablando, ni escribiendo, ni
presentando ponencias? Convivir en sociedad es posible en tanto haya sujetos que se hagan responsa-
bles. No se trata de regresar a certezas f·ciles del idealismo ni del empirismo, ni de negar cu·nto
imaginamos de lo real, de los otros y de nosotros mismos al representarnos en el lenguaje. Se trata de
averiguar si en cierto grado es viable hallar formas empÌricamente identificables, no sÛlo
discursivamente imaginadas, de subjetividad y de alteridad.î
NÈstor GarcÌa Canclini,Un mundo sin sujetos, Revista —, septiembre de 2004.
189
CapÌtulo VI
190
Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
191
CapÌtulo VI
Evidencias genÈticas
Los datos embriolÛgicos permiten afirmar que desde la fecundaciÛn existe un individuo de la espe-
cie humana; existen varias caracterÌsticas fundamentales que lo justifican:
1. Novedad biolÛgica: nace algo nuevo al fundirse los n˙cleos de las cÈlulas germinales; no se ha dado
ni se dar· una informaciÛn genÈtica exactamente igual. AhÌ est· escrito el color de los ojos, la
forma de la nariz, etc. Se trata de un ser biolÛgicamente ˙nico e irrepetible.
2. Unidad: si se trata de una individualidad biolÛgica, de un todo compuesto de partes organizadas,
tiene que haber un centro coordinador; es el genoma el centro organizador que va haciendo que se
den las sucesivas fases en esa novedad biolÛgica de forma armÛnica.
3. Continuidad: no existe ning˙n salto cualitativo desde la fecundaciÛn hasta la muerte; no puede
decirse que en un momento es una cosa y m·s adelante otra diferente; todo el desarrollo est·
previsto en el genoma. Desde la fecundaciÛn existe un individuo de la especie humana que se va
desarrollando de manera continua.
4. AutonomÌa: desde el punto de vista biolÛgico, todo el desarrollo sucede desde el principio hasta el
final de manera autÛnoma. La informaciÛn para dirigir esos procesos viene del embriÛn mismo,
de su genoma. Desde el inicio, es el embriÛn quien pide a la madre lo que necesita, estableciÈndo-
se un ´di·logo quÌmicoª.
5. Especificidad: todo ser vivo pertenece a una especie. El embriÛn, analizando su cariotipo, vemos
que desde el primer momento de su desarrollo pertenece a la especie homo sapiens sapiens.
6. Historicidad o biografÌa: todo viviente tiene ìuna historiaî, no es solamente lo que se vÈ en un
momento dado (un conjunto de cÈlulas vistas con el microscopio), sino que todo viviente es lo que
ha sido hasta ese momento y lo que ser· despuÈs.
Ya se han mencionado varias objeciones a que el preembriÛn sea un individuo de la especie humana;
vamos a analizarlas brevemente a continuaciÛn.
* La posibilidad de gemelaciÛn antes de la implantaciÛn en el ˙tero; si el preembriÛn se puede divi-
dir en dos o m·s (de forma natural o por clonaciÛn), entonces no es un individuo. La afirmaciÛn de la
˙ltima frase no es cierta; por ejemplo, una ameba es un individuo biolÛgico, aunque pueda dividirse y dar lugar
a otras amebas. Individuo no es igual a indivisible; un individuo se puede dividir, como puede ocurrir con el
embriÛn humano antes de implantarse y dar lugar a otro embriÛn ìhijoî, que ser· otro individuo (caso de los
gemelos univitelinos).
* La totipotencialidad de las cÈlulas del preembriÛn. Si una de las cÈlulas puede dar lugar a otro
individuo, o incluso a la placenta, øcÛmo el blastÛmero puede ser un individuo? En realidad esto
refuerza el hecho de que es un individuo, pues si siendo cÈlulas totipotenciales acaban formando un todo, eso
indica que hay un centro organizador. Aunque cada cÈlula podrÌa dar lugar a cualquier miembro, a la
placenta,
etc., el centro organizador va colocando a cada cÈlula a formar una cosa. La placenta adem·s puede ser
conside-
rada como un miembro temporal y necesario para el individuo que en un momento dado se pierde.
* La ausencia de la lÌnea primitiva; hasta el dÌa 14 no aparece el esbozo del sistema nervioso central,
que ser· el centro organizador del organismo, por lo que algunos piensan que hasta entonces no se
192
Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
puede hablar de individuo. El verdadero centro organizador en las primeras semanas es el genoma, presente
desde el primer instante; m·s adelante ser· el sistema nervioso central el organizador. Efectivamente, el
preembriÛn o el embriÛn es un individuo de la especie humana, pero no es una persona, dicen algunos.
Lo que merece respeto es todo ser humano, llamÈmosle o no persona; es el hombre y la mujer en
cuanto tales los que tienen unos derechos: se trata de los derechos del ser humano. Persona humana
es ese ser humano en cuanto es capaz de interioridad (autoconciencia, autonomÌa, libertad),
relacionalidad (activa o pasiva), trascendencia... La persona tiene sentido en sÌ misma, es fin en sÌ
misma. Para algunos, persona es relacionalidad, por lo que, hasta que no se produce una relaciÛn
fÌsico-quÌmica en la nidaciÛn, el embriÛn no es persona. Antes de la nidaciÛn, ya existe una relaciÛn
del nuevo ser con la madre a travÈs de diversos factores y hormonas. De todas formas, un ser huma-
no se manifiesta como tal porque es persona (el actuar sigue al ser y no al revÈs, dicen algunos
filÛsofos).
Por ejemplo, si oÌmos ladrar pensamos: es un perro; pero no es un perro porque ladre, si no ladrara
seguirÌa siendo un perro. De forma parecida puede afirmarse que todo ser humano es persona aun-
que todavÌa no act˙e como tal porque no se han desarrollado sus capacidades (como ocurre en los
primeros momentos de la existencia del hombre y de la mujer), o porque las haya perdido (como en
un enfermo en coma o en un demente). øCÛmo un individuo humano podrÌa no ser una persona
humana? Por lo dem·s, est· en juego algo tan importante que, aunque alguien dudase sinceramente
de que el embriÛn sea un ser humano, deberÌa ser respetada en todo momento su dignidad. Al igual
que en Derecho penal se dice ìin dubio pro reoî, y en Derecho laboral ìin dubio pro operarioî,
debemos afirmar en este caso ìin dubio pro embrionî.
Javier Vega GutiÈrrez, publicado en www.es.catholic.net.
TEXTO 2
Lo que sigue forma parte de la fundamentaciÛn del Proyecto de Ley Nacional sobre la Despenaliza-
ciÛn del Aborto, elaborado en la ComisiÛn Nacional de la Mujer del Partido Socialista y presentado
por el Diputado Socialista RubÈn Giustiniani en noviembre de 2002.
El aborto, un problema de salud p˙blica
En Argentina, como en la mayorÌa de los paÌses donde el aborto constituye un delito, la tendencia
tradicional es desconocer o negar su incidencia, sus causas y consecuencias para la mujer y para el
conjunto de la sociedad. La ilegalidad de esta pr·ctica provoca una deficiencia en los registros, por
eso la morbilidad materna es sÛlo estimable de manera indirecta.
En AmÈrica Latina y el Caribe se producen alrededor de 4.5 millones de abortos inseguros en un aÒo
y muchos de ellos derivan en complicaciones que colocan en riesgo de vida a las mujeres.(1)
Cada dÌa se realizan 55 mil abortos inseguros en el mundo y el 95 por ciento en paÌses en desarrollo.
Se estima que el aborto inducido ñen forma clandestina y en condiciones insegurasñ es la causa de
una de cada tres muertes en la regiÛn latinoamericana y de aproximadamente 800 mil hospitaliza-
ciones por aÒo.
Seg˙n la OrganizaciÛn Mundial de la Salud, AmÈrica Latina es la regiÛn del mundo donde se reali-
zan la mayor cantidad de abortos. La relaciÛn entre embarazos interrumpidos y adolescencia no deja
de ser alarmante; en todo el mundo m·s del 10 por ciento de todos los nacimientos que ocurren
anualmente suceden entre los 15 aÒos y los 19 aÒos con consecuencias y riesgos de muerte materna
que es de dos a cuatro veces mayor que en mujeres mayores de 20 aÒos. En Argentina, el aborto
ocupa el primer lugar como causa de muerte materna. Se estima que cada aÒo mueren en el paÌs
alrededor de 500 mujeres y otras 15.000 quedan afectadas en su estado de salud por causas relacio-
nadas con el embarazo, parto y puerperio. Se calcula que se realizan en el paÌs 500.000 abortos por
aÒo. Las complicaciones del aborto son la primera causa de internaciÛn, excluyendo el parto, de
mujeres en los hospitales p˙blicos.
Como primera aproximaciÛn a la problem·tica del aborto, el pacto de silencio que se ha construido
en torno a la interrupciÛn del embarazo se quiebra a partir de las estadÌsticas. A pesar de la dificul-
193
CapÌtulo VI
tad de cuantificar la magnitud del problema, las cifras que se obtienen nos demuestran la existencia
de un hecho social que se niega y se invisibiliza. Pero la realidad nos ratifica una contradicciÛn
innegable entre las necesidades reales de la sociedad y los intereses materiales, econÛmicos e ideolÛ-
gicos de sectores sociales, religiosos y polÌticos conservadores y dogm·ticos. La generalidad de este
procedimiento clandestino es considerada una verdadera y mortal endemia, por lo tanto estamos en
presencia de un problema de salud p˙blica que los gobiernos deben enfrentar. Los decisores polÌti-
cos contin˙an soslayando el problema del aborto en nuestro paÌs, negando la posibilidad de formu-
lar polÌticas integrales de salud.
El aborto es un problema de salud p˙blica y como tal debe ser incorporado en la agenda de los
gobiernos. La Conferencia Internacional de PoblaciÛn y Desarrollo (1994) establece en su capÌtulo
ìSalud de la mujer y maternidad sin riesgoî lo siguiente: ìLos objetivos son: promover la salud de
las mujeres y la maternidad sin riesgo; lograr una reducciÛn r·pida y sustancial en la morbilidad y
mortalidad maternas y reducir las diferencias observadas entre los paÌses desarrollados y los paÌses
en desarrollo, y dentro de cada paÌs, sobre la base de un esfuerzo decidido por mejorar la salud y el
bienestar de la mujer, reducir considerablemente el n˙mero de muertes y la morbilidad causados
por abortos realizados en malas condicionesî.
194
Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
2) Con fecha 12 de agosto de 2004, las senadoras Vilma Ibarra, Diana Conti y Amanda M. Isidori
presentaron un proyecto de ley de despenalización del aborto (Expte. 2473/04).
Buscar el texto, analizarlo y explicar en qué casos sostienen las senadoras que debería
despenalizarse el aborto.
• Investigar y explicar en qué consiste la anencefalia.
• Presentar, en el marco de un debate grupal en la clase, cinco argumentos destinados a
defender y cinco destinados a rechazar este proyecto.
de un embarazo si es producto de una violación (sea la víctima capaz o incapaz); en tanto solo
un 35 % acepta la despenalización si se trata de un embarazo no deseado.
El nivel de menor aceptación de dejar impune un aborto es para el caso de la adolescente que
concibió por descuido o ignorancia. Ante esa circunstancia, el 63 % rechaza la decisión de
interrumpir el embarazo. Los casos intermedios son en los que peligra la vida de la madre, o si
las condiciones de marginalidad de la madre hacen peligrar la supervivencia del bebé (con un
consenso para la impunidad alto y bajo respectivamente). Un dato relevante en la concepción
social, es que el 57,9 % está muy de acuerdo en que en el tema del aborto existe una “discrimi-
nación entre las mujeres de buena posición que pueden practicar un aborto en las clínicas priva-
das, en relación a las pobres que no tienen a donde recurrir”. En el otro vértice, el 25,8 % rechaza
esta idea.
En cuanto a la opinión de la iglesia católica, que considera al aborto como un homicidio al aborto
por lo considera que su despenalización no debería tratarse en el Congreso; el 92 % opinó que
«debe discutirse como cualquier otro asunto de interés para la sociedad», mientras el 7,1 %
sostiene que el debate no debería tratarse a nivel parlamentario.
Preocupación de Salud Pública nacional
Días atrás, el ministro de Salud Ginés González García advirtió que en el país se realizan medio
millón de abortos ilegales al año y definió como «una bomba social» el alto porcentaje de emba-
razos de adolescentes. «Se hacen medio millón de abortos por año... La cantidad total de naci-
mientos es de 700.000, así que estamos en un número (de abortos) realmente altísimo», dijo el
ministro.
«Esto pasa en todos los sectores sociales, pero particularmente en los que tienen menos fortu-
na, menos información y menos dinero», añadió, por lo que su ministerio decidió lanzar un
programa de educación sexual en las escuelas primarias. «El programa quiere disminuir los
abortos clandestinos y previniendo embarazos no deseados va a bajar la cantidad» de interven-
ciones de ese tipo, dijo.
(Rio Negro on line, 12 de diciembre de 2004).
195
CapÌtulo VI
196
Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
filiaciÛn difiere del nacimiento y del encuentro sexual entre hombre y mujer.
La cuestiÛn de la pluriparentalidad es diferente en el caso del niÒo que se inscribe en el
marco de una familia biparental. AhÌ se plantea la cuestiÛn del sexo ausente: es evidente
que el niÒo no naciÛ de dos madres ni de dos padres. øPor quÈ no decir que su filiaciÛn
difiere de su nacimiento pero agregando que otro cuerpo permitiÛ la llegada de ese niÒo
por medio de una donaciÛn de semen o el vientre de la madre portadora? Los homo-
sexuales que eligen la adopciÛn o la asistencia para la procreaciÛn hacen caer una ficciÛn
posible y que la ley sostiene en los padres heterosexuales: la de que los padres adoptivos
podrÌan ser o reemplazar a los progenitores, dado que obedecen al esquema de un solo
padre y una sola madre (el esquema bisexuado de la procreaciÛn); lo mismo pasa, por
otra parte, en el caso del padre o madre que recurre a la asistencia mÈdica para la procrea-
ciÛn. Estos ˙ltimos, sin embargo, dejan un lugar vacÌo que, en mi opiniÛn, hay que anali-
zar: el del papel insoslayable de lo biolÛgico en lo social. Reivindicar ese lugar no supone
enarbolar la bandera totalitaria de un orden simbÛlico inmutable de un solo padre y una
sola madre, sino reflexionar sobre la instalaciÛn de una pluriparentalidad.
En tÈrminos fisiolÛgicos, un niÒo es producto de la mezcla de sustancias maternas y pa-
ternas (sangre, genes, gametos, seg˙n las Èpocas y las consideraciones cientÌficas), pero si
no hay una disposiciÛn de los adultos para criarlo, el niÒo no sobrevive despuÈs de su
nacimiento. øPor quÈ, entonces, en el proceso de creaciÛn de un ser humano los occidenta-
les hicimos tanto hincapiÈ en lo natural, en la relaciÛn sexual reproductiva? El vÌnculo de
filiaciÛn ya no debe fundarse en la supremacÌa de los lazos de sangre ña los que se llama
naturalesñ, sino en una moral de la responsabilidad y el compromiso: el deseo de ser
padre o madre; el derecho de un niÒo a tener padres; el compromiso de los padres a criar
un niÒo, pero un compromiso que, para escapar a la fragilidad temporal del deseo, debe-
rÌa estar asegurado, protegido por la instituciÛn.
Por ˙ltimo, cuando ya no hay relaciÛn entre sexualidad, procreaciÛn y filiaciÛn, y cuando
en la gestaciÛn del niÒo intervienen m·s cuerpos que los de los padres, ese niÒo tiene
derecho a conocer su origen, producto del deseo de sus padres, pero tambiÈn de la carne
y del acuerdo de los otros ´transportadoresª de parentalidad, ya se trate de los padres
biolÛgicos en el caso de la adopciÛn o de los donantes de gametos y madres portadoras. Y
los padres tienen el deber de respetar a esas otras figuras."
197
CapÌtulo VI
• Buscar en equipo otros casos que hayan sentado jurisprudencia respecto de la filiación
homoparental en el mundo y contrastarlos con el caso argentino.
198
Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
øQuÈ es la violencia?
La definiciÛn de la violencia exige una reflexiÛn sin supuestos. El filÛsofo argentino
Conrado Eggers Lan (1927-1996), en su libro Violencia y estructuras (1970), explica asÌ
el origen etimolÛgico de la palabra: ìViolentia es una palabra latina que deriva de vis,
con la cual a veces se equivale. A su vez, vis, como su correspondiente griega bÌa
respecto de bÌos, guarda una estrecha relaciÛn con vita, cuyo significado es b·sica-
mente ìvidaî. Tanto vis en latÌn como bÌa en griego quieren decir, en principio, ìfuer-
zaî, ìvigorî (Ö) An·logamente violentia designa una fuerza ñno ya necesariamente
199
CapÌtulo VI
vital, puesto que es atribuida al vino, al sol, o a los vientosño una impetuosidad
temperamental. (Ö) De los significados originarios expuestos, podemos deducir que
la violencia es considerada como una fuerza que, en principio natural, puede llegar
a oponerse a la naturaleza, seg˙n cÛmo se entienda Èsta.î A lo largo de la historia
humana, la violencia, entendida como una suerte de violaciÛn de alg˙n tipo de pro-
ceso ìnaturalî, aparece sin cesar como un problema con el que han tenido que lidiar
gobernantes y gobernados. A tal punto es una constante presente en las relaciones
entre los individuos, grupos, naciones o pueblos que muchos filÛsofos y ensayistas
han considerado que el ser humano se define esencialmente por y para la violencia.
Se suponÌa que con el advenimiento de la Modernidad, con sus procesos de
racionalizaciÛn y el establecimiento del derecho entre la poblaciÛn se superarÌan las
violencias cl·sicas y tradicionales, pero los acontecimientos sociales en sus distintas
dimensiones demuestran que esto no es asÌ. De hecho, durante los periodos moder-
no y contempor·neo surgieron algunas definiciones de la violencia no fundamental-
mente como un signo de impotencia, de insensibilidad, de decadencia de la vida e
intolerancia ni como producto de la frustraciÛn tanto a nivel individual como colec-
tivo, sino como potencia y fuerza revolucionaria, capaz de torcer ciertas condiciones
injustas de la sociedad.
Junto a estas teorÌas (que en algunos casos funcionaron como justificaciones a priori
de la violencia polÌtica), la filosofÌa contempor·nea tambiÈn desarrollÛ una serie de
teorÌas acerca de la no-violencia de muy diversas procedencias; desde la resistencia
pacÌfica de Mahatma Gandhi (India) a la resistencia activa que propugnaban pensa-
dores como la francesa Simone Weil (1909-1943), para quien la no-violencia sÛlo es
buena si es eficaz, ´si se opone a la barbarie y la acaba, si destruye la semilla del
terror; de no ser asÌ ñdecÌañ sÛlo es retÛricaª.
Ahora, desde otro punto de vista, si consideramos no ya la esencia de la violencia
sino sus efectos y aceptamos que las distintas formas de violencia presentan una
carga negativa porque tratan de doblegar o desarticular la voluntad del otro, restar-
le autonomÌa, eliminarlo, expatriarlo o simplemente desposeerlo, hallamos una di-
versidad de situaciones que denotan descomposiciÛn y pÈrdida de vigencia de una
variedad de instituciones, incluyendo la seguridad p˙blica, que regulan el tejido
social contempor·neo. La violencia se presenta asÌ tambiÈn como una relaciÛn social
caracterizada por la agresiÛn contra la integridad fÌsica, psicolÛgica, simbÛlica o cul-
tural de individuos o grupos sociales. En su accionar rompe con las normas jurÌdi-
cas, destruye las cohesiones sociales y perturba el desarrollo normal de las activida-
des econÛmicas, sociales y polÌticas de una determinada sociedad. Tal es el grado y
diversidad de acciones catalogadas de violentas que en la actualidad es pertinente
hablar de violencias y no de violencia como lo hacÌan enfoques tradicionales que se
encargaban de estudiar el problema.
En su ensayo ´La problem·tica de la violenciaª, Federico Rivera VÈlez hace las dis-
tinciones que siguen:
"El debate sobre los tipos de violencia tiene consideraciones de distinta Ìndole, especial-
mente cuando se trata de violencia estructural y de violencia institucional. Si la primera
200
Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
est· identificada como el contexto econÛmico, social y polÌtico que brinda las posibilida-
des concretas para la realizaciÛn de acciones violentas por y dentro de la sociedad, gene-
ralmente asociada a Ìndices elevados de pobreza, marginaciÛn y un sistema polÌtico de-
mocr·tico deficitario que limita el desarrollo de la vida de las personas con dignidad y
sus derechos humanos; la segunda puede ser pensada como aquella especie de violencia
estructural aceptada por los individuos, por hallarse formal o realmente encarnada en las
instituciones y tener consideraciÛn aceptable en los distintos ·mbitos de la sociedad."
En tÈrminos generales, las violencias que se desarrollan en la sociedad tienen acto-
res, formas y mÛviles variados y de m˙ltiples causas. Cada una de ellas se gesta en
escenarios especÌficos ñescuela, familia, barrio, comunidad campesina, que dan lu-
gar a expresiones que tienen un rostro com˙n caracterÌstico. De esa manera se pre-
sentan violencias que pueden ser catalogadas de la siguiente forma:
1. Violencias polÌticas que provienen de agentes sociales organizados que buscan
modificar, sustituir o alterar el orden institucional vigente existente, o la generada
por aquellas situaciones que restringen la legitimidad, la representaciÛn y la parti-
cipaciÛn de distintos componentes de la poblaciÛn. Este tipo de violencias, por lo
general, est·n asociadas a regÌmenes autoritarios, democracias deficitarias y
excluyentes o segmentos de la sociedad que no han podido concretar sus deman-
das de diverso cuÒo frente al Estado nacional, promoviendo de esta forma, una
constante conflictividad polÌtica y social.
2. Violencias econÛmicas que surgen de los mercados ilegales donde se trafica y co-
mercia todo tipo de productos ñarmas, drogas, vehÌculos, bienes, electrÛnica,
sexo,- ; la industria del secuestro o del sicariato ñtambiÈn vinculadas con las vio-
lencias polÌticas; las producidas en los ·mbitos del tr·fico de obras de arte; y, las
que se desprenden de la aplicaciÛn de un modelo econÛmico concentrador y ex-
cluyente de la riqueza que deviene en una polarizaciÛn socioeconÛmica entre la
poblaciÛn de una sociedad determinada.
201
CapÌtulo VI
Por su parte, Eggers Lan en el citado Violencia y estructuras discrimina ìtres formas
de violar lo que real o aparentemente serÌa un proceso naturalî:
1) violencia opresiva
2) violencia subversiva
3) violencia coercitiva.
Define la primera como una violencia que ìtraba la naturaleza del hombre en senti-
do estricto, en cuanto impide el desarrollo de sus potencialidades creadoras. Violen-
cia serÌa en este caso, pues, contrario de creatividadî. La violencia subversiva, en
cambio, ìataca al cuerpo legal vigenteî. En este caso, pues, ìviolencia serÌa lo con-
trario de orden establecidoî. Por su parte, la violencia coercitiva ìtraba la decisiÛn del
individuo, que en principio es considerada ìnaturalî en la medida en que emana de
la voluntad del mismoî. Sin embargo, aclara Eggers Lan, la decisiÛn acerca de su
ìnaturalidadî dependerÌa del criterio con que se valore Èsta o en que se halle una
coincidencia con el bien com˙n. En definitiva, lo m·s caracterÌstico de esta forma de
violencia es que se impone al individuo algo que Èste en principio no acepta volun-
tariamente (aunque resulte difÌcil decidir cu·ndo la aceptaciÛn o el rechazo son vo-
luntarios). ìViolencia se opone, en esta tercera variante, a persuasiÛn. (Ö) En cual-
quier caso ñconcluye Eggers Lan en el volumen antes mencionadoñ, la represiÛn es
violencia coercitivaî, y su legitimidad dependen no sÛlo del orden establecido sino
de la coincidencia o disidencia de la voluntad del reprimido con el bien com˙nî.
202
Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
DIJO UN FILOSOFO...
´La tarea de una crÌtica de la violencia puede circunscribirse a la descripciÛn de la relaciÛn de Èsta
respecto al derecho y a la justicia. Es que, en lo que concierne a la violencia en su sentido m·s conci-
so, sÛlo se llega a una razÛn efectiva, siempre y cuando se inscriba dentro de un contexto Ètico. Y la
esfera de este contexto est· indicada por los conceptos de derecho y de justicia. En lo que se refiere al
primero, no cabe duda de que constituye el medio y el fin de todo orden de derecho. Es m·s, en
principio, la violencia sÛlo puede encontrarse en el dominio de los medios y no en el de los fines.
Estas afirmaciones nos conducen a m·s y a diferentes perspectivas que las que aparentemente po-
drÌa pensarse. Porque de ser la violencia un medio, un criterio crÌtico de ella podrÌa parecernos
f·cilmente dado. BastarÌa considerar si la violencia, en casos precisos, sirve a fines justos o injustos.
Por tanto, su crÌtica estarÌa implÌcita en un sistema de las fines justos. Pero no es asÌ. Aun asumiendo
que tal sistema est· por encima de toda duda, la que contiene no es un criterio propio de la violencia
como principio, sino un criterio para los casos de su utilizaciÛn. La cuestiÛn de si la violencia es en
general Ètica como medio para alcanzar un fin seguirÌa sin resolverse. Para llegar a una decisiÛn al
respecto, es necesario un criterio m·s fino, una distinciÛn dentro de la esfera de los medios, indepen-
dientemente de los fines que sirven.
La exclusiÛn de estas interrogaciones crÌticas m·s finas caracteriza, probablemente como distinciÛn
m·s notable, a una gran corriente dentro de la filosofÌa del derecho: la del derecho natural. Para esta
corriente hay tan poco problema en la utilizaciÛn de la violencia para fines justos, como para toda
persona que siente el ´derechoª de desplazar su cuerpo hacia una meta deseada. Seg˙n est· concep-
ciÛn, la misma que sirviÛ de fondo ideolÛgico al terrorismo de la RevoluciÛn Francesa, la violencia es
un producto natural, comparable a una materia prima, que no presenta problema alguno, excepto en
los casos en que se utiliza para fines injustos. Para que las personas puedan renunciar a la violencia
en beneficio del Estado, de acuerdo a la teorÌa del Estado de derecho natural, hay que asumir (tal
como lo hace expresamente Spinoza en su Tratado teolÛgico-polÌtico) que antes de la conclusiÛn de
dicho contrato regido por la razÛn, el individuo practica libremente toda forma de violencia de facto
y tambiÈn de jure (de hecho y de derecho). Quiz· estas concepciones fueron a˙n reforzadas tardÌa
mente por la biologÌa darwiniana. Esta, de manera totalmente dogm·tica, sÛlo reconoce, adem·s de
la selecciÛn artificial, a la violencia, como medio primario y adecuado para todos los fines de la
naturaleza. La filosofÌa popular de Darwin, a menudo dejÛ constancia del corto paso que separa este
dogma de la historia natural con uno m·s burdo de la filosofÌa del derecho; por lo que esa violencia,
pr·cticamente sÛlo adecuada a fines naturales, adquiere por ello tambiÈn una legitimaciÛn legal.
Dicha tesis de derecho natural de la violencia como dato natural dado, es diametralmente opuesta a
la posiciÛn que respecto a la violencia como dato histÛrico adquirido asume el derecho positivo. En
tanto el derecho natural es capaz de juicios crÌticos de la violencia en todo derecho establecido, sÛlo
en vista de sus fines, el derecho positivo, por su parte, establece juicios sobre todo derecho en vÌas de
constituciÛn, ˙nicamente a travÈs de la crÌtica de sus medios. Si la justicia es el criterio de los fines, la
legitimidad lo es el de los medios. No obstante, y sin restar nada a su oposiciÛn, ambas escuelas
comparten un dogma fundamental: fines justos pueden ser alcanzados por medios legÌtimos, y me-
dios legÌtimos pueden ser empleados para fines justos. El derecho natural aspira ´justificarª los
medios por la justicia de sus fines; por su parte, el derecho positivo intenta ´garantizarª la justicia de
los fines a travÈs de la legitimaciÛn de los medios. Esta antinomia resultarÌa insoluble si la premisa
dogm·tica com˙n fuera falsa, es decir, en el caso en que medios legÌtimos y fines justos estuvieran en
irreconciliable contradicciÛn. Pero esto no puede producirse sin antes abandonar esta perspectiva y
establecer criterios independientes para fines justos asÌ como para medios legÌtimos. (...) Pero el
sentido de la distinciÛn entre violencia legÌtima e ilegÌtima no se deja aprehender inmediatamente.
SÌ es preciso rechazar el malentendido causado por el derecho natural, y seg˙n el cual todo se redu-
cirÌa a la distinciÛn entre fines justos e injustos. Es m·s, se sugiriÛ ya que el derecho positivo exige la
identificaciÛn del origen histÛrico de cada forma de violencia que, bajo ciertas condiciones, recibe su
legitimaciÛn, su sanciÛn.
Walter Benjamin, Para una crÌtica de la violencia, en Angelus Novus, 1971.
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3) Se podría dividir el grupo de alumnos en cuatro equipos y, tras ver una de las películas citadas,
organizar un debate sobre la violencia política en la Argentina de los años 70 (a partir de las
películas a y b) y sobre el episodio de violencia escolar ocurrido en Carmen de Patagones en
septiembre de 2004 (a partir de las películas c y d).
a) Trelew (2003), de Mariana Arruti
b) El tiempo y la sangre (2004), de Alejandra Almirón
c) Bowling for Columbine (2002), de Michael Moore
d) Elefante (2003), de Gus Van Sant
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Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
El propio Hobbes anticipÛ una de las grandes paradojas de la seguridad. La existencia del Estado se
justifica por la necesidad de brindar seguridad, pero un Estado que persigue la seguridad total se
convierte en un Estado absoluto. Exacerbada, la demanda de seguridad puede poner en riesgo la
vida y los derechos de los individuos. En un estado de derecho, el Estado no puede ser protector a
cualquier precio. Un ejemplo, dice Castel: la actual guerra contra el terrorismo.
Pocas dÈcadas despuÈs de Hobbes, John Locke vio esta dificultad y reelaborÛ los tÈrminos del pro-
blema partiendo del individuo como propietario y atribuyendo al Estado la funciÛn de proteger la
propiedad. El derecho de propiedad, que para Locke comienza por el propio cuerpo, pone lÌmites al
Estado. Los hombres, afirma, se someten a un Estado para que les garantice la propiedad que da
seguridad a sus vidas. No es casual que el derecho de propiedad se haya convertido en uno de los
derechos humanos, incluido en la DeclaraciÛn Universal de los Derechos del Hombre.
Debemos recordar, quiz·s, que la propiedad, especialmente en su sentido moderno, no es ni origina-
ria ni exclusivamente un concepto econÛmico, sino antropolÛgico. Y lo mismo hay que afirmar acer-
ca del concepto de mercado. Ellos no fueron elaborados para pensar primariamente una economÌa
de mercado, sino la sociedad; para encontrar un acuerdo entre libertad y justicia. La afirmaciÛn de la
centralidad del mercado y de la propiedad fue el camino para superar la paradoja hobbesiana.
Pero el derecho de propiedad y la afirmaciÛn de la centralidad del mercado no fueron suficientes.
Con las revoluciones industriales y el crecimiento de la poblaciÛn, el Estado moderno tuvo que pro-
teger a todos los ciudadanos, propietarios y no-propietarios. La soluciÛn no pasÛ por el reparto de la
propiedad privada, sino por crear protecciones sociales. AsÌ se formÛ nuestra actual sociedad de
asalariados. Propiamente, no una sociedad de iguales sino de semejantes, diferenciada y jerarquizada.
El crecimiento econÛmico y la inscripciÛn de los individuos en nuevos colectivos protectores, como
los sindicatos, hicieron posible esta transformaciÛn. En la medida en que las protecciones sociales
est·n vinculadas directa o indirectamente con el trabajo, la afirmaciÛn de la centralidad de Èste ˙lti-
mo siguiÛ y complementÛ a la afirmaciÛn de la centralidad del mercado y de la propiedad.
A partir de aquÌ, podemos pensar la otra gran paradoja de la seguridad. Sin las protecciones sociales,
que domestican el mercado, resulta imposible en los hechos garantizar las libertades civiles e indivi-
duales. Las protecciones civiles y las sociales no pueden ser abordadas como dos esferas separadas
y, mucho menos, opuestas. En gran medida ñdice Castelñ sÛlo se podr· neutralizar el aumento de la
inseguridad social si se le da, o no, seguridad al trabajo (aquÌ habrÌa que ubicar el error de las polÌti-
cas de tolerancia cero).
A partir del final de la Segunda Guerra Mundial, los procesos de regionalizaciÛn polÌtica (la Comu-
nidad Europea) y de globalizaciÛn de la economÌa condujeron a un debilitamiento del Estado y,
consecuentemente, a la crisis del Estado - benefactor. Por otro lado, el desempleo masivo tambiÈn
debilitÛ a las organizaciones colectivas. Nos encontramos, asÌ, con un proceso de descolectivizaciÛn
y de reindividualizaciÛn que confiere a la inseguridad una nueva fisonomÌa. Ahora bien, a menos
que busquemos un retorno al estado de naturaleza, el Estado no puede renunciar a garantizar las
protecciones civiles y sociales. Debe asegurar que los individuos dispongan de las condiciones socia-
les para su independencia. Se trata, como vimos, de una exigencia inscripta en el corazÛn mismo de
la modernidad polÌtico-social. Por otro lado, a menos que se persiga un retorno a un sistema
premoderno de seguridad, un sistema de relaciones feudales, el Estado tambiÈn debe asegurar que
los individuos puedan disponer de las condiciones sociales para su independencia por derecho pro-
pio. Las relaciones clientelistas ñdice Castelñ procuran potentes sistemas de protecciÛn, pero se pa-
gan con una profunda dependencia de sus miembros. Por ello, una sociedad de semejantes sÛlo
puede fundarse en una ciudadanÌa social por derecho.
ñEn su libro dice que harÌan falta nuevos organismos internacionales para regular la globaliza-
ciÛn. øPuede ampliar la idea?
ñSÌ. Ante todo, creo que la globalizaciÛn afecta particularmente a los paÌses que conocemos como
paÌses en vÌas de desarrollo, pero no solamente a Èstos. Creo que existe una suerte de ausencia de
regulaciÛn, una crisis de regulaciÛn que atraviesa todo el mundo, aunque sea m·s grave y m·s dra-
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m·tica en paÌses como la Argentina. Esto no significa que no sea grave para los paÌses del Primer
Mundo. La cuestiÛn es internacional y afecta igualmente a las sociedades de Europa occidental. Si
nos ponemos del lado de la justicia, de la justicia social, podemos efectivamente denunciar el car·c-
ter exorbitante de las deudas externas, la forma en que son impuestos los pagos por esas instancias
internacionales como el FMI o el Banco Mundial. Por eso, las instancias internacionales en las que
pienso no son las instancias internacionales tal como existen, y que se interesan en primer lugar por
la liberalizaciÛn econÛmica. SerÌan justamente instancias internacionales, como trata de hacerlo en
cierto modo la Oficina Internacional del Trabajo, capaces de administrar los intercambios internacio-
nales respetando las exigencias ecolÛgicas y sociales a escala planetaria. Pero en el estado actual es
un poco utÛpico, sin duda prematuro.
ñSe le podrÌa objetar que crear nuevas regulaciones y fortalecer el Estado encarecer· el trabajo, crear· m·s
desocupaciÛn y, finalmente, m·s inseguridad.
ñEl Estado ya no es el Estado que dominaba los par·metros de su economÌa como hasta los aÒos 70,
sin embargo constituye todavÌa un lÌmite contra lo que justamente Karl Polany denomina la promo-
ciÛn del mercado auto-regulado, es decir, una hegemonÌa total del mercado que sÛlo obedecerÌa a
sus propias exigencias. Es cierto que asistimos a un debilitamiento del papel regulador del Estado y
por eso el Estado ya no es la instancia pr·cticamente ˙nica de fuentes de protecciÛn, de derechos
sociales como pudo serlo en Europa Occidental despuÈs de la Segunda Guerra Mundial. Pero creo
que hay un razonamiento perverso, en ˙ltima instancia: el razonamiento liberal seg˙n el cual las
regulaciones sociales, los derechos sociales, la protecciÛn social son ˙nicamente obst·culos respecto
de la libre competencia. Es cierto que pone frenos a la competencia, pero detr·s est· la cuestiÛn del
modelo de sociedad y del lugar que se concede al mercado. No comparto, sin embargo, las posicio-
nes de Toni Negri y otros. El compromiso entre regulaciÛn y mercado es m·s que difÌcil, pero es la
posiciÛn que hay que defender; incluso contra ciertas posiciones de izquierda. Me parece que hay
que aceptar el mercado en cierto modo. No podemos pensar la sociedad contempor·nea y la socie-
dad del maÒana sin una fuerte presencia del mercado. Me parece que hacer como que el mercado no
existe es una mala utopÌa. No se puede creer que se lo vaya a eliminar con un golpe de varita m·gica
o un golpe de varita revolucionaria. No es algo que resulte posible o que se pueda contemplar en la
coyuntura actual. El mercado existe y tiene aspectos positivos. La producciÛn de riqueza no es un
mal, m·s bien todo lo contrario. La cuestiÛn es la limitaciÛn, la restricciÛn o cierta domesticaciÛn del
mercado. Estoy con la posiciÛn de Karl Polany. Aunque su libro (La gran transformaciÛn, 1944) sea
un poco viejo, creo que Èl habÌa visto bien el problema.
ñNo encontrÈ en su libro un an·lisis de la relaciÛn entre la degradaciÛn del individuo a causa de
la inseguridad y una estigmatizaciÛn de toda la sociedad, que usted estudiÛ en otros textos.
ñSerÌa una prolongaciÛn absolutamente posible del an·lisis. HablÈ del status del individuo y de su
degradaciÛn, porque creo que se puede decir eso, incluso independientemente de la psiquiatrÌa. La
inseguridad social mina, fragiliza y a veces destruye el status del individuo impidiÈndole que goce
de un mÌnimo de independencia social. Genera patologÌas y sometimiento a la psiquiatrÌa; con el
riesgo de volver casos psiqui·tricos problemas cuyo origen es ante todo social.
ñA pesar de los m˙ltiples nexos entre nuestros paÌses, no vemos de parte de Francia iniciativas como las que
encontramos, por ejemplo en Inglaterra, para apoyar la posiciÛn argentina sobre la deuda y su renegociaciÛn.
ñLo lamento y me parece incluso que lo que se llamÛ la crisis argentina hace dos aÒos conmoviÛ aquÌ a
mucha gente. Es un ejemplo lÌmite de los procesos de degradaciÛn en un paÌs que tenÌa mucha
proximidad con los paÌses de Europa. Al menos yo lo sentÌ dolorosamente, pero no soy el ˙nico.
Dicho esto, la pregunta que usted plantea y que es la pregunta polÌtica: øpor quÈ Francia ño sea el
gobierno francÈsñ no da suficiente importancia a esta cuestiÛn? Creo que la cuestiÛn se plantea.
Personalmente, lo lamento; tambiÈn pienso que se le pueden hacer muchos reproches a la forma en
que se maneja la polÌtica actualmente en Francia.
Edgardo Castro, Revista —, septiembre de 2004.
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DIJO UN FILOSOFO...
Beneficios de vivir en riesgo
ìLa ideologÌa generalizada e indiferenciada del riesgo (la ´sociedad del riesgoª, la ´cultura del ries-
goª) se ofrece hoy como la referencia teÛrica privilegiada para denunciar la insuficiencia, incluso el
car·cter obsoleto de los dispositivos cl·sicos de protecciÛn y la impotencia de los Estados para hacer
frente a la nueva coyuntura econÛmica. La alternativa, por lo tanto, no puede sostenerse m·s que en
el desarrollo de los seguros privados. AsÌ se puede entender por quÈ algunos partidarios del seguro
en el ·mbito neoliberal siguieron con entusiasmo an·lisis como los de Ulrich Beck o Anthony Giddens,
e incluso fueron m·s lejos. Por ejemplo, en virtud de una sorprendente inversiÛn de los tÈrminos,
Francois Ewald y Denis Kessler hacen del riesgo ´el principio de reconocimiento del valor del indi-
viduoª, ´la medida de todoª, otorg·ndole una dimensiÛn antropolÛgica ñcomo si el riesgo, probabi-
lidad de la apariciÛn de un acontecimiento exterior al hombre, pudiera constituir un componente del
individuo mismo. De hecho, la insistencia puesta en la proliferaciÛn de los riesgos corre pareja con
una celebraciÛn del individuo aislado de sus inserciones colectivas, ´desarraigadoª, seg˙n la expre-
siÛn de Giddens. Este individuo es como un portador de riesgos que navega sin instrumentos en
medio de los obst·culos y los peligros, y debe administrar Èl mismo su relaciÛn con los riesgos. No se
ve bien quÈ rol pueden desempeÒar en esta configuraciÛn el Estado social y el seguro obligatorio
garantizado por el derecho. Existe una relaciÛn estrecha entre la explosiÛn de los riesgos, la
hiperindividualizaciÛn de las pr·cticas y la privatizaciÛn de los seguros. Si los riesgos se multiplican
hasta el infinito y si el individuo est· solo para hacerles frente, es al individuo privado, privatizado,
al que le corresponde asegurarse a sÌ mismo, si puede. El manejo de los riesgos no es ya una empresa
colectiva sino una estrategia individual, mientras que el porvenir de los seguros privados est· ase-
gurado por la multiplicaciÛn de los riesgos. Su proliferaciÛn abre un mercado casi infinito al comer-
cio de los seguros.
Robert Castel, Fragmento de ´La inseguridad social. øQuÈ es estar protegido?.
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Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
DIJO UN FILOSOFOÖ
ï Lo que favorece al enemigo nos perjudica a nosotros, y lo que nos favorece a nosotros perjudica al
enemigo.
ï Aquel que durante la guerra estÈ m·s atento a conocer los planes del enemigo y emplee m·s es-
fuerzo en instruir a sus tropas incurrir· en menos peligros y tendr· m·s esperanzas de victoria.
ï Jam·s hay que llevar a las tropas al combate sin haber comprobado su moral, constatado que no
tienen miedo y verificado que van bien organizadas. No hay que comprometerlas en una acciÛn
m·s que cuando tienen moral de victoria.
ï Es preferible rendir al enemigo por hambre que con las armas, porque para vencer con Èstas cuenta
m·s la fortuna que la capacidad.
ï El mejor de los proyectos es el que permanece oculto para el enemigo hasta el momento de ejecu-
tarlo.
ï Nada es m·s ˙til en la guerra que saber ver la ocasiÛn y aprovecharla.
ï La naturaleza produce menos hombres valientes que la educaciÛn y el ejercicio. ï
En la guerra vale m·s la disciplina que la impetuosidad.
ï Si algunos enemigos se pasan a las filas propias, resultar·n muy ˙tiles si son fieles, porque las filas
adversarias se debilitan m·s con la pÈrdida de los desertores que con la de os muertos, aunque la
palabra desertor resulte poco tranquilizadora para los nuevos amigos y odiosa para los antiguos.
ï Al establecer el orden de combate es mejor situar muchas reservas tras la primera lÌnea que des-
perdigar a los soldados por hacerla m·s larga.
ï DifÌcilmente resulta vencido el que sabe evaluar sus fuerzas y las del enemigo.
ï M·s vale que los soldados sean valientes que no que sean muchos, y a veces es mejor la posiciÛn
que el valor.
ï Las cosas nuevas y repentinas atemorizan a los ejÈrcitos; las conocidas y progresivas les impresio-
nan poco. Por eso conviene que, antes de presentar batalla a un enemigo desconocido, las tropas
tomen contacto con Èl mediante pequeÒas escaramuzas.
ï El que persigue desordenadamente al enemigo despuÈs de derrotarlo, no busca sino pasar de ga-
nador a perdedor.
ï Quien no se provee de los vÌveres necesarios, est· ya derrotado sin necesidad de combatir.
ï Quien confÌa m·s en la caballerÌa que en la infanterÌa, o al contrario, escoger· en consecuencia el
campo de batalla.
ï Si durante el dÌa se quiere comprobar si ha entrado alg˙n espÌa en el sector propio, se ordenar· que
todos los soldados entren en sus alojamientos.
ï Hay que cambiar de planes si se constata que han llegado a conocimiento del enemigo.
ï Hay que aconsejarse con muchos sobre lo que se debe hacer, y con pocos sobre lo que se quiere
realmente hacer.
ï En los acuartelamientos se mantendr· la disciplina con el temor y el castigo; en campaÒa, con la
esperanza y las recompensas.
ï Los buenos generales nunca entablan combate sÌ la necesidad no los obliga o la ocasiÛn no los
llama.
ï Hay que evitar que el enemigo conozca nuestro orden de combate; cualquiera que sea Èste, debe
prever que la primera lÌnea pueda replegarse sobre la segunda y tercera.
ï Si se quiere evitar la desorganizaciÛn en el combate, una brigada no debe emplearse para otra
misiÛn distinta de la que se le tenÌa asignada.
ï Las incidencias no previstas son difÌciles de resolver; las meditadas, f·ciles.
ï El eje de la guerra lo constituyen los hombres, las armas, el dinero y el pan; los factores indispensa-
bles son los dos primeros, porque con hombres y armas se obtiene dinero y pan, pero con pan y
dinero no se consiguen hombres y armas.
ï El no combatiente rico es el premio del soldado pobre.
ï Hay que acostumbrar a los soldados a despreciar la comida delicada y la vestimenta lujosa.
Nicol·s Maquiavelo, Arte de la guerra, 1516.
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Maquiavelo no sÛlo est· pensando en cÛmo ganar una guerra con estas ìreglasî que
transmite. Su trabajo es, en buena medida, mucho m·s interesante en relaciÛn con la
metodologÌa que intenta aplicar: al igual que en la polÌtica, en la guerra no tiene
sentido basarse en principios abstractos, alejados de las condiciones reales en que se
dan los conflictos humanos, sino que el estudio debe provenir de la observancia de
casos.
Un siglo m·s tarde, el pensamiento de Thomas Hobbes (1588-1679) nos llevar· hacia
otro desarrollo filosÛfico del problema de la guerra. Hobbes piensa que los hombres
viven en perpetuo af·n de poder, af·n que cesa solamente con la muerte. La pugna
por obtener riquezas, placeres, honores u otras formas de poder, dice Hobbes, incli-
na a la lucha, la enemistad y a la guerra, por ello, en la naturaleza del hombre se
encuentran tres causas principales de discordia: la competencia, la desconfianza y la
gloria. La competencia, dice Hobbres, impulsa a los hombres a atacarse para lograr
un beneficio, la desconfianza para lograr la seguridad y la gloria para ganar reputa-
ciÛn. AsÌ, mientras el hombre viva sin un poder com˙n que los atemorice a todos, se
hallar·n en la condiciÛn de guerra de todos contra todos. La cuestiÛn de la guerra es
abordada por Hobbes como un supuesto del pensamiento polÌtico mismo. Su idea
de que el hombre es ìlobo del hombreî o de que el hombre librado a sÌ mismo estarÌa
en perpetua guerra contra sus semejantes no es sÛlo un postulado de car·cter
antropolÛgico. Hobbes est· analizando de esta manera el origen mismo de la institu-
ciÛn polÌtica. Como existe la tendencia a la guerra permanente, es preciso encontrar
un poder que neutralice la amenaza constante de hombres contra hombres. En este
sentido, Hobbes advierte tambiÈn que ese estado de guerra inicial nunca existiÛ. No
hubo un tiempo en que los hombres particulares se hallaran en una situaciÛn de
guerra del uno contra el otro, sino que en diferentes Èpocas el ser humano se encuen-
tra en estado de continua enemistad, en la situaciÛn y postura de los gladiadores,
con las armas asestadas y los ojos fijos uno en otro, por ende, en esta guerra nada
puede ser injusto. En esta perspectiva las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e
injusticia est·n fuera de lugar. Lo hombres, ìpara su propia conservaciÛn ñdice
Hobbesñ buscan la paz y la defensa de aquellos que no les dan pazî. Este es el funda-
mento para la constituciÛn de la sociedad civil a travÈs de un contrato social, que es
el acuerdo en donde cada uno est· dispuesto a prescindir de su derecho a todas las
cosas cuando los dem·s tambiÈn estÈn dispuestos a hacerlo, asÌ cada uno de los hom-
bres se obliga, por el contrato con los dem·s, a no resistir las Ûrdenes del hombre o
del consejo al que hayan reconocido como su soberano. Pero donde no hay poder
com˙n, la ley no existe, donde no hay ley, no hay justicia.
Si para Hobbes, la constituciÛn de la sociedad civil a travÈs de un contrato implica la
salida del estado de guerra, para el filÛsofo Karl Marie von Clausewitz (1780-1831),
la situaciÛn es bien diversa. Oficial prusiano, estratego pr·ctico y tÈorico, von
Clausewitz fue durante los ˙ltimos treinta aÒos de su vida el director de la Escuela
Militar de Berlin, y en su libro pÛstumo De la Guerra (1833) ofreciÛ una definiciÛn
cl·sica de la relaciÛn entre la guerra y la polÌtica que se cita con bastante frecuencia,
aunque fuera de su contexto de discusiÛn original: ´la guerra es la continuaciÛn de la
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Debates filosÛficos sobre problem·ticas contempor·neas
polÌtica por otros mediosª. La guerra, desde este punto de vista, no es sÛlo la continua-
ciÛn de la polÌtica, sino que es el recurso de mayor peso y envergadura del que la
polÌtica se puede servir, al que puede recurrir en cualquier momento y bajo cual-
quier circunstancia, de toda una serie de recursos y ante una amplia gama de posibi-
lidades. Para Clausewitz, cuando un Estado no logra satisfacer sus intereses por
medio de los recursos polÌticos ortodoxos, cuando no logra dirimir sus controver-
sias con otro Estado mediante la negociaciÛn diplom·tica, recurre a la guerra para
intentar, por esta vÌa, obtener los resultados que considera pertinentes. AsÌ, la guerra
es un recurso m·s del Estado para conseguir sus fines. Por ello, implica una serie de
evaluaciones y consideraciones, en virtud de que debe canalizar todas las capacida-
des y medios con los que cuenta.
En su definiciÛn inicial: ´La guerra no es otra cosa que un duelo en una escala m·s
amplia (...) es, en consecuencia, un acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al
adversarioª se destaca a la fuerza (fÌsica) como el medio para lograr tal objetivo. Ello
implica una nociÛn de asequibilidad de la guerra como recurso para obtener un de-
terminado objetivo, dado que Clausewitz incluyÛ en su an·lisis un elemento que no
habÌa sido considerado con la seriedad y el peso que Èl le otorgÛ: la polÌtica como
motivaciÛn, validaciÛn y fin en sÌ mismo de toda acciÛn militar entre Estados nacio-
nales. El consideraba a la guerra como una herramienta en la consecuciÛn de un
objetivo, de la que habÌa que obtener el mayor provecho posible. No es una postura
inmoral o amoral. AsÌ, la guerra ìsurge siempre de una circunstancia polÌtica, y se
pone de manifiesto por un motivo polÌticoî, se presenta en un contexto donde nin-
g˙n recurso polÌtico existente, ll·mese negociaciÛn polÌtica, negociaciÛn diplom·ti-
ca, presiÛn econÛmica, amenaza, etcÈtera, logra los objetivos del Estado.
Pero ocurre que cuando Clausewitz escribiÛ su obra, la guerra era concebida como
la actividad de un Estado establecido que empleaba fuerzas leales y subordinadas a
Èl, para combatir a otro estado de caracterÌsticas similares. Dado que lo que define el
dominio del Estado es el territorio, el control del espacio fÌsico era entonces el objeto
m·s especÌfico de la guerra; el cruce militar de las fronteras, la materializaciÛn m·s
clara de las causas de la guerra y de la iniciaciÛn de las hostilidades, y el ejÈrcito,
instrumento para la aplicaciÛn de la violencia, se constituÌa en un objetivo estratÈgi-
co militar de principal importancia. Los conflictos fuera de este ·mbito interestatal,
tales como las campaÒas coloniales contra tribus salvajes, los levantamientos de cam-
pesinos y sectas religiosas, el terrorismo de grupos anarquistas y otros, no eran con-
siderados propiamente guerra. Pero basta con hojear los diarios para darse cuenta
de que en el ·mbito internacional actual estos lÌmites ya no est·n tan claros.
Durante los ˙ltimos cincuenta aÒos del siglo XX, el incremento de la capacidad de
destrucciÛn atÛmica habÌa llevado a una reducciÛn paulatina de los actores interna-
cionales relevantes, hasta dejarlos reducidos a las cinco potencias atÛmicas y en ˙lti-
ma instancia a sÛlo dos: los Estados Unidos y la ex UniÛn SoviÈtica. Cuando Èsta
colapsÛ, en los aÒos 90, las alianzas entre potencias industrializadas y entre Èstas y
sus paÌses ìclientesî en diversas partes del mundo han dejado de ser ˙tiles y emergen
con nuevos brÌos los conflictos que, sin haber cesado, se encontraban amortiguados
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