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SANTA RITA DE CASIA († 1457)

"¿Quién eres Tú, Señor?" Pregunta acuciante y angustiosa que nos hacemos muchas veces en la vida
ante el roce de Dios. Porque, como dice Müller, "Dios es, en verdad, nuestro único tú en el cielo y en
la tierra".

Dios tiene infinitas maneras de hacerse presente. Pero casi siempre se le adivina. Y, dentro de esas
infinitas maneras, tiene como modos que le son más propios y característicos. Hay un estilo de Dios.

Una de las formas de hacerse presente es la de tomarse "revanchas a lo divino". Entonces Dios es
más grande, más majestuoso, más inaccesible a nuestra raquítica talla que cuando despide rayos
desde el Sinaí. Porque entonces es el Dios del Evangelio, el Dios que, a fuerza de ser bueno, hace el
milagro de hacernos buenos a nosotros.

Los santos suelen ser las figuras representativas de esas "revanchas a lo divino" porque sólo ellos se
prestan a colaborar con absoluto desinterés en los planes de Dios.

Un escenario: Italia. Una época: últimas décadas de la Edad Media. Unos personajes: Urbano VI,
el antipapa Roberto, Pedro de Luna...

Las ausencias de los papas en Roma por la falta de seguridad de Italia y por la lucha de los partidos en
Roma provocan el cisma de Occidente, con todas sus consecuencias de relajación, indisciplina y
desorientación de los espíritus.

Wenceslao tenía entre sus manos el Imperio de Occidente. Manuel Paleólogo había sucedido a su
padre en el Imperio de Oriente, que había entregado al sultán Bayaceto. Casia, después de su rebelión
a la Santa Sede, se vio obligada a combatir con los güelfos.

La Iglesia tenía razón para llorar su unidad rota, las costumbres licenciosas de sus hijos, la
servidumbre de los papas al poder real.

Los derechos de Dios son conculcados. Urge una revancha por parte de Dios, pero Él se la toma a lo
divino.

Para confundir a los fuertes y "a los que son" saca de "los que no son" una espada que ha quedado
blandiéndose en los siglos sobre aquel gris informe de tormentas y vejaciones. La saca de Roca
Porrena, aldeílla próxima a Casia, perteneciente a la Umbría, para que tenga sólo la luz y la fuerza
recibidas de Dios.

Nació en Mayo del año 1381, un año después de la muerte de Santa Catalina de Siena. La casa natal
de Sta. Rita está cerca del pueblito de Cascia, entre las montañas, a unas 40 millas de Asís, en la
Umbría, región del centro de Italia que quizás más santos ha dado a la Iglesia (S. Benito, Sta.
Escolástica, S. Francisco, Sta. Clara, Sta. Angela, S. Gabriel, Sta. Clara de Montefalco, S. Valentín,
Santa Gema Galgani , Santa Catalina, san Bernardino, san clestino V y muchísimos más).
Su vida comenzó en tiempo de guerras, terremotos, conquistas y rebeliones. Países invadían a países,
ciudades atacaban a ciudades cercanas, hermano contra hermano.

Rita de Casia es una revancha a lo divino contra los abusos del Medievo italiano.
Es una manera de hacerse Dios presente.

Bien se podían preguntar en Italia ante aquella niña ignorante y extraordinariamente poderosa:
"¿Quién eres Tú, Señor?".

Vivió Rita 76 años. Y fue santa en todas las penosas alternativas de su vida. Pasó por todos los estados:
matrimonio, viudez, consagración a Dios en el claustro.

Dice Thomas Merton que "cada llamada especial confiere al hombre un lugar particular en el misterio
de Cristo, le otorga algo que hacer por la salvación de la Humanidad". Pues bien; a Santa Rita le otorgó
Dios mucho quehacer por la salvación de la Humanidad al hacerla pasar sucesivamente por todos los
estados.

Nace la niña el 22 de mayo de 1381 7 de abril de 1378, (elección de urbano VU) ; de una madre estéril.
Sin duda, Amada Ferri, como Isabel, dio saltos de júbilo al sentir sus entrañas fecundas. Y se siguen los
prodigios que, contemplados hoy desde la atalaya de su santidad, son como lucecillas de Dios en el
camino doloroso de su vida. ¿Qué le cuesta a Dios rebasar el orden de la naturaleza por amor a sus
escogidos o por amor a cualquiera de sus hijos? Lo raro es que no lo rebase más veces. ¿Será porque
nuestra fe no es ni como un grano de mostaza?

La abejas

Parecía que desde el primer momento de su nacimiento Dios tenía designios especiales para Rita.
Según una tradición, desde que era bebé, mientras dormía en una cesta, abejas blancas se agrupaban
sobre su boca, depositando en ella la dulce miel sin hacerle daño y sin que la niña llorara para alertar a
sus padres. Uno de los campesinos, viendo lo que ocurría trató de dispersar las abejas con su brazo
herido. Su brazo se sano inmediatamente.

Después de 200 años de la muerte de Santa Rita, algo extraño ocurrió en el monasterio de Cascia.
Las abejas blancas surgían de las paredes del monasterio durante Semana Santa de cada año y
permanecían hasta la fiesta de Santa Rita, el 22 de Mayo, cuando retornaban a la inactividad
hasta la Semana Santa del próximo año.

El Papa Urbano VIII, sabiendo lo de las misteriosas abejas pidió que una de ellas le fuera llevada a
Roma. Después de un cuidadoso examen, le ató un hilo de seda y la dejó libre. Esta se descubrió más
tarde en su nido en el monasterio de Cascia, a 138 kilómetros de distancia. Los huecos en la pared,
donde las abejas tradicionalmente permanecen hasta el siguiente año, pueden ser vistos claramente
por los peregrinos que llegan hoy al Monasterio.
Santa Rita vive su matrimonio ungida con la mirra más amarga. Fernando Pablo es cruel. Y la reduce a
una vida dura y penosa. Así dieciocho años. Hasta que él muere asesinado. Los santos aman con una
intensidad y con una pureza extraordinarias, porque su amor es la quintaesencia del amor, y el
corazón de la Santa sufre.

La encina nacida entre los riscos de la Umbría tiene estremecimientos terriblemente dolorosos. Es
fuerte, pero se siente sacudida hasta las raíces más íntimas de su ser. Sus hijos Juan Santiago y Pablo
María quieren vengar la muerte de su padre. Ella ofrece sus vidas antes de que lleguen a consumar el
crimen y mueren los dos. No quedan ya lágrimas en los ojos de aquella mujer, que templa su fortaleza
en la Madre de un Hijo que murió por todos. Ahora ya puede realizar sus primeras aspiraciones;
consagrarse totalmente a Dios en el retiro de un convento de agustinas. Pero es rechazada porque no
es virgen.

¡Qué madurez maravillosa la de Rita! Huele su campo a espigas granadas y en la quietud serena de sus
treinta y dos años puede ya contemplar su vida fecunda a lo humano y a lo divino.

Es preciso que vuelva Dios a intervenir con un prodigio para que Rita sea admitida en el convento. Tres
santos la introducen en él milagrosamente. Tommaso Nediani describe así este pasaje de la vida de la
Santa:

“No hay nadie en la ventana y la calle está en silencio y desierta, pero una gran luz meridiana
sostiene el cielo. Finalmente vio, no sueña, está bien despierta: sus santos patronos en un halo
dorado brillante , Y austero San Juan Bautista en piel de camello, San Agustín con su mitra
episcopal hierático y San Nicole de Tolentino en el hábito agustino negro, que la invitan a ir con
ellos ".

Viene después la época de intensas efusiones divinas. El dolor pasado ha concentrado y purificado el
amor, y ahora su unión con la voluntad divina, su oración, su amor a la Eucaristía, su entrega al
prójimo, su fortaleza, su prudencia, su justicia, alcanzan unas cimas insospechadas.

Hemos dicho que Santa Rita era "una revancha a lo divino". Allí, en un rincón de la Umbría, como un
gigante, mientras la Iglesia se desangra, lucha ella las grandes batallas de Dios. Porque estas batallas
no se ganan con fuego y con acero, sino con la sangre del propio corazón a costa de un holocausto
secreto y constante.

Allí vivió pobre, obediente y casta. Bien se le podían aplicar aquellas palabras de San Agustín:
"Mantente en obediencia para alcanzar la sabiduría y alcanzada la sabiduría, no dejes la obediencia"

Ella adquirió esa sabiduría ignorada, pero nunca abandonó la obediencia. Penetró hondamente el
misterio de la cruz. Como Francisco de Asís, se ve sellada con uno de los estigmas de la Pasión: una
espina en la frente, que le produce dolores insoportables y el martirio de ser enojosa a los demás por
el repugnante olor que despedía.

Es el misterio de la cruz incorporado a su vida, que es ya un tejido indescifrable de dolores. Pero esta
crucifixión interior no se manifiesta al exterior más que por un derroche casi infinito de dulzura y de
caridad. El amor ha llegado a su plenitud y se desborda en entregas.
Va a Roma. Aquella Roma combatida recibiría con la visita de la Santa un impacto nuevo.

No faltan en el último período de la vida de Rita detalles deliciosamente poéticos. Cuando su alma es
como una viña cargada de frutos maduros, en un día blanco y adusto de enero, fue a visitarla una
amiga. Al despedirse le dijo que si quería algo para su aldea.

—Sí —le contestó—. Os ruego que, apenas lleguéis al pueblo, vayáis al huerto de mi casa, cortéis
allí una rosa y me la traigáis. También le pidió dos higos maduros.

La mujer creyó que la Santa deliraba. No sabía que los delirios de los santos, Dios los hace realidades.
En el jardín encontró milagrosamente florecida una rosa y maduros los higos.

¡Qué significativo es este pasaje de su vida! Tiene conmovedoras resonancias del Cantar de los
Cantares, cuando el Esposo, ansioso ya de la plena posesión de la Esposa, le canta:

"Levántate, amiga mía, esposa mía, y ven, que ya ha pasado el invierno y han cesado las lluvias. Ya,
han brotado en la tierra las flores.... ya ha echado la higuera sus brotes... Levántate, amada mía,
esposa mía, y ven" (3, 10-13).

¡Qué importa que la naturaleza esté de invierno, si el alma de Rita está como los trigales, rojos y
granados por el sol!

El 22 de mayo, al cumplir cabalmente 76, en el año de gracia de 1457, entregó a Dios su espíritu.

Sirvió de edificación en su muerte, como había servido en su vida, porque la muerte de los justos es
preciosa a los ojos de Dios.

Fue santa hasta la hora de nona... y ¡qué difícil resulta eso a la frágil naturaleza humana!

La noche de la fe de los santos, y por extensión de los cristianos, es la contrapartida más lograda a la
noche de desesperanza y angustia de la época actual.

En cambio, en las noches de la fe, aunque más torturantes porque el alma ha experimentado en otros
tiempos algo de la luz de Dios, "estamos llenos de presentimientos, experimentamos una proximidad
muy grande como de brazos abiertos y desde las estrellas un interminable advenimiento..." "Nos
hallamos envueltos por este nocturno raudal de la luz de la fe, y allí estamos y vivimos, amando como
se ama con sencillez, sin buscar la razón o la esencia de la vida" (MÜLLER, Angustia y esperanza).

La fe es la que tiene poder para cambiar el "hálito oscuro" de los modernos pensadores en hálito de
esperanza. Y ya con la esperanza se superan obstáculos, se allanan los caminos.

Los santos están revestidos de un cierto sentido de infinitud y producen en el alma la impresión de lo
que está muy cerca de Dios. Dijimos que Él les constituye en sus colaboradores, y por ello se obliga a
regalarles más con sus dones. Los santos son un eco de la eternidad de Dios. Por eso para ellos no hay
tiempos ni lugares, aunque también respondan, en el orden de la Providencia, a la necesidad concreta
de un tiempo y un espacio.

Santa Rita, como todos los santos, es un triunfo definitivo de la fe y del amor. De ese amor que nunca
se da por vencido.

Es admitida, hace la profesión ese mismo año de 1417, y allí pasa 40 años, sólo para Dios.
Las religiosas refieren una hermosa Florecilla. La Priora le manda regar un sarmiento seco. Rita
cumple la orden rigurosamente durante varios meses y el sarmiento reverdece. Y cuentan los testigos
que aún vive la parra milagrosa.

Su cuerpo continuo aún hoy incorrupto. Cuando Rita murió, en 1457, la llaga de su frente
resplandecía en su rostro como una estrella en un rosal. Así premiaba Jesús con dulces consuelos el
calvario de tan devota alma.

Más Pruebas

Durante su primer año, Rita fue puesta a prueba no solamente por sus superioras, sino por el mismo
Señor.
Un día Rita fue puesta a prueba por su Madre Superiora. Como un acto de obediencia, Rita fue
ordenada a regar cada día una planta muerta. Rita lo hizo obedientemente y de buena manera.

Una mañana la planta se había convertido en una vid floreciente y dio uvas que se usaron para el vino
sacramental. Hasta este día sigue dando uvas. Amor a la Pasión de Cristo Rita meditaba muchas horas
en la Pasión de Cristo, meditaba en los insultos, los rechazos, las ingratitudes que sufrió en su camino
al Calvario

Amor a la Pasión de Cristo


Durante la Cuaresma del año 1443 fue a Cascia un predicador llamado Santiago de Monte Brandone,
discípulo de san Bernardino de Siena, quién dio un sermón sobre la Pasión de Nuestro Señor que
tocó tanto a Rita que a su retorno al monasterio le pidió fervientemente al Señor ser participe de sus
sufrimientos en la Cruz. Recibió las estigmas y las marcas de la Corona de Espinas en su cabeza. A la
mayoría de los santos que han recibido este don este don exuden una fragancia celestial. Las llagas de
Santa Rita, sin embargo exudaban olor a podrido, por lo que debía alejarse de la gente. A diferencia de
las llagas de Jesús que se abrieron en otros santos, la de Rita se manifestó con aspecto repugnante,
con salida de pus y un olor fétido, lo que la llevó a una vida aislada dentro del convento, en una
habitación alejada a la que una religiosa le llevaba lo necesario para vivir. Ese sufrimiento se extendió
por quince años.

Con motivo del año del Jubileo proclamado por el Papa Nicolás IV, en 1450, Rita manifestó el deseo de
ir a Roma con otras religiosas, pero no obtuvo el permiso de la superiora debido a su estado de salud
que empeoraba como consecuencia de la herida causada por la espina. Rita entonces pidió a Dios la
desaparición de la herida, el cual fue atendido, de modo que pudo viajar a la Ciudad Eterna para
practicar los actos de piedad propios de la ocasión. Al regresar al convento la herida reapareció y la
religiosa regresó a su vida de sufrimientos. La salud se debilitaba, los dolores aumentaban, pero la
alegría y la sonrisa continuaban en medio del santo sufrimiento por el que pasaba. En sus últimos días
de vida su único alimento fue el Pan Eucarístico.

Por 15 años vivió sola, lejos de sus hermanas monjas. El Señor le dio una tregua cuando quiso ir a
Roma para el primer Año Santo. Jesús removió la estigma de su cabeza durante el tiempo que duró la
peregrinación. Tan pronto como llegó de nuevo a casa la estigma volvió a aparecer y teniéndose que
aislar de nuevo.

Cuando estaba en el lecho de muerte, le pidió al Señor que le diera una señal para saber que sus hijos
estaban en el cielo. A mediados de invierno recibió una rosa del jardín cerca de su casa en
Roccaporena. Pidió una segunda señal. Esta vez recibió un higo del jardín de su casa en Roccaporena,
al final del invierno. Los últimos años de su vida fueron de expiación. Una enfermedad grave y dolorosa
la tuvo inmóvil sobre su humilde cama de paja durante cuatro años. Ella observó como su cuerpo se
consumía con paz y confianza en Dios.

FINALIDAD DE ESTA DEVOCIÓN


El Ritual Agustiniano dice que estas rosas se usan para recobrar la salud de las enfermedades y para
recibir la ayuda de Dios en cualquier necesidad. Como todos los Sacramentales, tiene la eficacia de la
oración de la Iglesia y la de la fe de los fieles que las emplean. En el proceso de canonización de la
Santa se presentaron muchos enfermos curados, quienes declararon haber recobrado la salud con las
rosas de Santa Rita.

MODO DE USARLAS
Para conseguir de Santa Rita una gracia, en especial la curación de alguna enfermedad, prepárese un
té con los pétalos de las rosas benditas y récese durante nueve días seguidos un Padre Nuestro con
Ave María y Gloria, considerando los sufrimientos que padeció Santa Rita durante su vida, en especial
los que soportó a través de los quince años que llevó la espina de la Cruz en su frente.

rosa; pero pasando junto al huerto de la casa de Rita, bien haya sido por curiosidad o por impulso
sobrenatural, entró en él y vio con asombro que de la rama de un rosal medio cubierto por la nieve,
pendía una rosa fresca y lozana; loca de alegría, la corta retorna a Casia y entrega a Rita la rosa
deseada, que se conservó largo tiempo fresca despidiendo un intenso perfume.

Este hecho originó el que las Religiosas Agustinas de Casia acostumbrasen cubrir con rosas la urna en
que yace el cuerpo incorrupto de Santa Rita, especialmente el 22 de mayo, aniversario de su piadosa
muerte. Estas rosas eran distribuidas todos los años entre los bienhechores y amigos de Convento, los
cuales las conservaban como
preciosas reliquias. El Señor, que se complace en honrar a sus santos y en glorificar a sus siervos, quiso
que, mediante las rosas que habían adornado el sepulcro de Santa Rita se verificaran curaciones
milagrosas. Con este motivo se extendió muy pronto por todas partes la noticia de las rosas de la
Santa, como también los muchos y extraordinarios favores, alcanzados por el contacto de estas rosas.

BENDICIÓN DE LAS ROSAS


En la actualidad y desde hace mucho tiempo, se bendicen las rosas solemnemente el 22 de mayo, con
las oraciones consignadas en el ritual de la Orden Agustiniana, distribuyéndolas entre los fieles
devotos. Son innumerables las gracias y favores obtenidos por intercesión de Santa Rita mediante el
uso o contacto de estas rosas benditas.

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