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LA SERPIENTE Y EL HOMBRE

– Mitos y petroglifos de la Anaconda Ancestral –

Fernando Urbina Rangel

Figura Nº 1 (Fotografía)

Figura Nº 1 (Calco) Figura Nº 1 (Dibujo)

Cuando el día 13 de febrero de 1978 localicé el grabado en piedra (petroglifo) que


encabeza este artículo (fig. Nº 1), cerca de la raudalera de Guaimaraya, sobre la
margen derecha del curso medio del río Caquetá –arriba de Araracuara–, coroné
la primera etapa de una larga búsqueda, iniciada en 1969, durante un extenso
recorrido por el Vaupés: encontrar en el ámbito amazónico una evidencia que
garantizara la similitud temática entre una realización de la plástica rupestre y un
relato mítico.
Poca cosa es ésta frente al cúmulo de preguntas sin respuesta que plantea
el arte rupestre1 amerindio, especialmente el de Colombia, uno de los menos
estudiados, sólo que garantizada la equivalencia –al menos en un caso– se puede
avanzar más confiadamente en el planteamiento y complementación de otras
hipótesis.
Con demasiada frecuencia resulta imposible captar el sentido de las
múltiples realizaciones gráficas prehistóricas –pictografías y grabados–
localizadas en muchas regiones del país. La dificultad de aplicar métodos directos
de fechado y la carencia de un contexto oral, que explicite el significado de los
símbolos, hacen de esas obras documentos de muy difícil manejo en orden a
aportar al establecimiento de las secuencias culturales indispensables para la
comprensión de nuestra historia. Aun así son de un valor inapreciable aunque no
sea por otra razón que por su logro estético2, que también hace parte fundamental
de nuestra vida y por ende de nuestra larga historia cultural.
Porque la nuestra tiene raíces muy hondas. No quedan afianzadas, como
muchos aún piensan, en el fenómeno libertario que no llega a las dos centurias o,
un tanto más atrás, cuando Colón al mando de sus sanguinarias turmas3 , con su
tropel, avistó codicioso el fantástico “Nuevo Mundo”, que, al ritmo de avance de las
investigaciones arqueológicas va resultando más y más viejo, haciendo evidente
una profundidad temporal tal que da buena cuenta de los prodigiosos desarrollos
autóctonos, erosionando esa “necesidad” de recurrir a los préstamos culturales
que nos han querido endilgar siempre para siempre hacernos sentir dependientes
e incapaces. El invasor ultramarino trató de aniquilar nuestros grandes avances

1
El arte rupestre –denominado también, en ocasiones menos estrictas, «arte de las cavernas», por
ser las de Altamira y Lascaux, entre muchas otras, las que más han contribuido a hacerlo objeto de
admiración mundial– está representado principalmente por pictografías y petroglifos –pinturas y
grabados en piedra–. En Colombia representa el más copioso y ubicuo testimonio del profundo y
denso pasado aborigen; pero de todos es el menos conocido.
2
Todo ser instalado en un ahí posee un valor independiente de las cadenas causales que lo
hicieron posible; esto es particularmente válido para los seres humanos y demás entes culturales y
entre éstos, de modo muy puntual, las obras de arte.
3
Del latín turmae: escuadrón.
civilizatorios, fundamentado en la ignorancia fanática que lo llevó a “descubrir” y
saquear, para luego dilapidar, las riquezas inmediatas, encubriendo con su
desprecio el mayor de los tesoros: el espíritu amerindio que aún perdura, para
fortuna nuestra, en la palabra, en el gesto y en el obraje de los Sabedores indios
sobrevivientes del mayor genocidio de la historia, y en las realizaciones de
aquellos que por haber grabado sus obras en la piedra pudieron perdurar más allá
del silencio.
En las rocas de Guaimaraya reposa la evidencia de una correspondencia: el
discurso de los glifos también habla de los temas desarrollados en las tradiciones
orales de los pueblos amazónicos... y es el concepto de la unidad del género
humano uno de los temas simbolizados allí en unos trazos sobrios, seguros,
bellamente proporcionados (fig. Nº 1).
¡Irónico! Los conquistadores de las regiones indias, portadores de la
“civilización”, tardaron muchos lustros en elaborar un concepto tal de humanidad
que diera cabida al amerindio. Los criollos, continuadores de esa conquista, aún
no han terminado de asimilarlo y por eso miran, con marcada indiferencia, cómo
se atenta día a día contra los derechos de las etnias sobrevivientes a la masacre
hispana.
El mito amazónico que habla de la unidad del género humano narra cómo
los hombres venían en el vientre de la Canoa-culebra. Era la Canoa-Anaconda-
Ancestral que remontaba los ríos desde oriente. Una vez que llega al «lugar» (el
hábitat de la tribu a la que pertenece el relator de la variante mítica que se narra
en ese momento), la segmentación de la serpiente da origen a los diferentes
grupos humanos, incluyendo, en algunas de las múltiples versiones del mitema, no
sólo las naciones indias vecinas del clan al que pertenece el relator, sino también
a esos hombres extraños, que continúan llegando de lejos en sus naves insólitas,
atronadoras, que contrastan y apagan el canto líquido del remo.
Esa noche, después de mi hallazgo, reunidos en el coqueadero, a la luz
vacilante del mechero rústico cuya llama prolongaba las variaciones de las cosas y
los sueños, profundizamos en la tradición con el abuelo don José García, nieto de
Kïmabaiji (Boca-de-Maguaré) quien había sido el más grande Ráfuema (Dueño-
de-la-palabra-poderosa) entre los Muinanes de La Sabana, en el río Cahuinarí, la
gran nación india hoy dispersa. También se encontraban presentes su hijo don
Octavio García, compañero de muchas aventuras, y su sobrino don Noé
Rodríguez, a quien llaman el Tigre de Guaimaraya, o el Loco porque, según esa
fama, “fue capaz de masturbar al tigre y rayarle la cara a la luna...” Noé era
nuestro anfitrión; nos ofrecía su coca y su tabaco y respondía en el contrapunteo
ritual la cantinela del Abuelo. Y así habló don José:
Todos somos los mismos hombres porque todos salimos del trozo de la
misma boa, Todos los grupos somos iguales como iguales fueron los
pedazos en que se repartió la gran culebra. Tanta fue la prudencia en el
reparto que el trozo central, donde la boa es más gruesa, no se tocó en
la distribución, sino que, cortando desde los dos extremos hacia el
centro, al llegar a la parte gruesa, se la dejó intacta para no cometer
injusticia.
De ese trozo central saldrá la pareja de tambores sagrados, el Maguaré,
cuya voz convoca a la unidad del rito, en especial en la ceremonia del Yadiko, el
Baile de Serpiente, en el que, con cierta periodicidad, las tribus se integran
mediante la danza en la indeterminación niveladora del origen común.
En el petroglifo (fig. Nº 1) se plantea, mediante un surco continuo (de
derecha a izquierda), la relación serpiente-hombre. Recién encontrado el grabado
pensé que podría simbolizar la salida de Dïïjoma - personaje legendario de la
mitología de los Uitotos y Muinanes- por la jeta de una formidable anaconda que lo
había devorado. Esa serpiente se había formado a partir del mismo Dïïjoma, un
poderoso hechicero que deja inconclusa la brujería que habría de transformarlo en
boa.
El mito comporta variables del relato de la Canoa-culebra, incluyendo, entre
otros, el tema anterior: la manducación de Dïïjoma y su salida posterior. El acto de
salir coincide con la muerte de la víbora a la que el brujo reparte luego entre las
gentes para su consumición, hecho que permite configurar en definitiva las
diferentes etnias, pues éstas obtendrán sus gentilicios según el nombre de los
diversos recipientes ofrecidos por los jefes de los varios linajes al recibir su
perspectiva porción de güío.
Tres alternativas se presentaban para interpretar el grabado a partir de este
mito: el episodio de la manducación de Dïïjoma por la sierpe, su salida de la
panza, o la repartición de la devoradora. Por fortuna, el examen de los trazos del
extremo inferior izquierdo del petroglifo permitió hacer la identificación. Este diseño
conforma una segunda figura oblicua de proporciones humanoides. La bifurcación
de la línea serpentiforme en dos figuras antropomorfas hace pensar no en la salida
de Dïïjoma, ni en la manducación sufrida, sino en la segmentación de la Culebra
Ancestral cuyo reparto permite fijar en su esencia a la humanidad primordial,
mediante la asignación de los nombres de las naciones, pues sin nombre no se
es.
Otros mitos vinieron en mi ayuda. El mismo don Noé Rodríguez, nuestro
dicharachero anfitrión, me contó meses después el mito de Añiraima, en el que se
puntualiza aún más el origen ofídico de la humanidad. En esta historia se cuenta
cómo los hombres primordiales dejaron tirados los ombligos (cordones
umbilicales) en la laguna donde se habían bañado recién nacieron. Dichos
ombligos se unen y dan lugar a la Boa Ancestral en donde reside la clave de la
verdadera Humanidad: la cultura. Los primordiales se han ido sin recibir el nombre
(esencia), ni las «historias más pesadas» –incluido el banco desde donde han de
ser contadas–, aquellas referidas al muy secreto origen de las Fuerzas
demiúrgicas, ni la coca, ni el tabaco (elementos rituales); eran, sin esta porción de
dones, como simples animales. Han de regresar a obtener lo que les falta. Y
«eso» reside en la Culebra, a la que deben capturar. Ayudados por un ave rapaz,
agarran la bestia, la segmentan y reparten, obteniendo sus nombres. A
continuación el Demiurgo les da las palabras («historias»), el banquito y las
plantas rituales; con estos poderes ya podrán ser verdaderos hombres. Porque
para serlo, según la antropología miticofilosófica de estas etnias, se requiere tener
un nombre para ubicarse en el concierto universal, saber una historia de origen
para incrustarse en el tiempo, un banco para sentarse a narrar y aprender, y usar
unas plantas sagradas para comunicarse con las Fuerzas que originaron el
desenroscarse de la espiral cósmica.
Versiones del mito procedentes de las culturas del Vaupés, mucho más
explícitas en lo que a la segmentación de la Serpiente se refiere, vendrían a
confirmar la conexión de algunos mitos amazónicos con el grabado descubierto en
1978.
Una vez reseñados y analizados los 1.500 petroglifos sitos en la zona de
Guaimaraya y aledaños (entre 1980 y 1991 visualicé alrededor de 1.000 más),
concluí que el tema hombre-serpiente había sido tratado y simbolizado de
diferentes maneras, tal como se muestra en las figuras 2 a 8, Traigo a cuento,
claro está, ejemplos de obras figurativas, pues los denotados de las muy
abstractas –entre las cuales muy seguramente hay otros casos con similitud de
sentido– nos resultan ininteligibles, toda vez que ignoramos las cadenas de
metáforas visuales que intermedian muchas de las estilizaciones. Es altamente
probable que en algunos glifos se aluda a la segmentación de la Anaconda
Ancestral, o a la salida (simbólicamente equivale a partición) en secuencia de los
hombres primordiales de la Canoa-serpiente, ente que transporta a la Humanidad
a la manera de un útero. Esta codificación simbólica (todo código es simbólico y
todo símbolo lo es dentro de un sistema) puede tener como trasfondo el arribo y
dispersión de los pobladores prístinos de algunas regiones de la Amazonía
(descubridores esos sí originales, no como los hispanos y lusitanos que lo fueron
segundos o terceros, en el mejor de los casos). Si bien para mí es ya evidente,
planteo, al menos a manera de hipótesis, que los glifos presentes en las figuras 4
a 7 representan cuatro momentos de la segmentación de la Culebra Ancestral,
origen de la etnias cuyos significantes, aquí, son los cuatro rostros. La Nº 4 podría
constituir la base de esta secuencia.
Dentro del ámbito amazónico colombiano son muy pertinentes las
representaciones de la Anaconda Ancestral ejecutadas por los indígenas Tukanos
(orientales). La línea almenada, o meándrica es la más frecuente, tal como lo
confirman las reseñas de Reichel-Dolmatoff y otras que he tenido la oportunidad
de consignar al examinar las decoraciones de numerosas piezas artesanales
procedentes del Vaupés.
La fortuna me fue en especial propicia al adelantar averiguaciones
detalladas sobre un ritual de los Uitotos que tiene ocurrencia, con todas las
formalidades, sólo unas tres veces en vida de cada uno de los Sabedores Dueños
de esa tradición específica. Se trata del «Baile de Yadiko», considerado el de
mayor rango entre los cuatro grandes rituales constituidos por el héroe cultural
Buinaima, en el momento de repartir las ramas de la yuca primordial entre sus
hijos. La rama mayor dio nombre al baile de Menizaï (fiesta de la tortuga charapa);
la segunda, al de Zikïi (fiesta de las flautas); la menor, al Baile de Yuaï (Fiesta de
frutas).
Buinaima, hecha la repartición, se va el mundo subacuático llevándose
consigo el tronco de la planta de yuca, tronco que se constituirá en el ícono del
gran Baile del Yadiko, símbolo a su vez de la Serpiente Ancestral. Sólo los más
poderosos caciques tendrán derecho a hacer este Baile, el que convoca las
mayores Fuerzas, siendo el más peligroso y el que requiere, por tanto, mayor
preparación por parte del Sabedor que lo sustente.
El ícono central de la ceremonia del Yadiko, Baile de la Boa Ancestral, es
una talla en madera. Se trata de un gran palo, de unos 15 metros de largo por no
menos de 2 de abarcadura; se labra dándole forma de canoa. Sus extremos se
suspenden a poca altura del suelo de la maloca (casa comunal) donde tiene lugar
el rito, haciendo coincidir la entalladura con una zanja excavada en el piso de
tierra. La coreografía de la danza prescribe a los bailarines apoyar al unísono su
pie derecho en el tronco haciéndolo cimbrar hasta que, arqueado, golpee el suelo.
Las dos cavidades contrapuestas sirven de caja de resonancia. Esta vibración y
resonancia, símbolo de procreación, me recuerden la escena de un ritual de
cópula, precedido por el vibrar de una vara agitada por el brujo, en un episodio de
la magistral obra cinematográfica de Annaud, La guerra del fuego (1981). Pero,
volviendo a los Uitotos, otra escena de la danza muestra a un bailarín, ataviado
con atuendos de águila, corriendo (volando) desde el fondo de la maloca y
saltando al otro lado luego de apoyar sus dos pies en el tronco del Yadiko, en una
clara simbolización del ataque de la rapaz que sí logra, en el mito, agarrar a la
Sierpe, lo que no habían podido hacer los hombres primordiales, representados en
el rito por los bailarines. Posteriormente, en los antiguos rituales, el palo del
Yadiko era despedazado.
Queda así demostrada la persistencia de esta tradición, cuyos más viejos
testimonios gráficos son los grabados rupestres; es continuada ya no sólo en el
nivel de los mitos, que aún sistematizan y expresan en metáforas verbales la
experiencia cultural, sino también en el de los rituales que permiten a los pueblos
extasiarse en las danzas reordenadoras de cosmos.
Averiguaciones posteriores posibilitaron encontrar similitudes, no sólo
formales, en el tratamiento de la relación hombre-serpiente, con otras culturas
extra amazónicas (Agustiniana, Muisca, Inca, Maya, Azteca...), semejanzas que se
dan no sólo en el nivel gráfico, sino también en el oral de los mitos. Tal el caso de
Quetzalcoatl, uno de cuyos símbolos (Sejourné) conserva el trazo básico (línea
almenada) presente también en toda la serie de petroglifos que desarrollan el
tema de la Canoa-culebra, especialmente en la región de Guaimaraya. Igual
ocurre con la representación de la Serpiente Originaria a quien los descendientes
actuales de los Mayas identificaban con su ancestro: el Noh Chi Chan, el Señor
Serpiente (figura Nº 9). En sus mitos y rituales los pueblos centroamericanos
todavía guardan algunas tradiciones muy puntualmente semejantes a las
amazónicas, y tal parece que estas últimas tienen precedencia, permitiendo
asignar un puesto menos marginal y más fundamentador a la civilización gestada
en la selva tropical húmeda más grande de nuestro azul hogar planetario.
Una vez más, pero ya a escala del continente, se vuelven a encontrar las
evidencias que permiten hablar de un entronque fundamental de muchas culturas
amerindias garantizado por la similitud temática, formal y material de algunas de
sus respectivas tradiciones.
Esa América India que fue una va emergiendo del pasado: serpiente
original que unifica en las raíces del mito las múltiples culturas que interactuaban
en un vasto escenario espacial y temporal. Después vendrían los tiempos del
desastre: roto su cuerpo en la Invasión y Conquista, deshechos los vínculos, sigue
el despojo, el reparto, la negación de las culturas y el no reconocimiento de la
estirpe humana de sus gentes. Ya no es la segmentación anulada en los ritos
reconstructores de la unidad primigenia: es el reparto de un botín... Pero en los
mitos, en los rituales y en los glifos quedaron grabadas las vivencias que nos
convocan a una comunión a partir de nuestras más hondas raíces: las que se
afianzan en el pasado y en el presente indígena.

BIBLIOGRAFÍA
Girard, Rafael
1976 Historia de las Civilizaciones Antiguas de América, Ed. Istmo, Madrid;
tres vols.
REICHEL D. Gerardo
1978 Beyond the milky way. Hallucinatore imageny of the Tukano Indians,
Ed. University of California.
SEJOURNÉ, Laurette
1984 El Universo de Quetzalcoatl, Ed. Fondo de Cultura Económica,
México.
URBINA Rangel, Fernando
1986 Amazonia – Naturaleza y cultura, Ed. Banco de Occidente, Bogotá.
ILUSTRACIONES Y PIES DE FOTO

Figura Nº 2 (Fotografía)

FIGURA Nº 2
La línea almenada (se denomina así por recordar las almenas de los castillos
feudales) se encuentra asociada en muchas culturas amerindias con la Serpiente
Ancestral de donde se cree proceda la humanidad primordial. En el caso de este
glifo se la muestra integrada a un rostro. El grabado fue localizado en Guaimaraya
durante trabajos de campo efectuados en el año 1978. La gran ventaja que ofrece
el arte rupestre de la región amazonense se debe a la clara persistencia de unas
tradiciones orales que conectan las culturas sobrevivientes con aquellas antiguas,
varias veces milenarias, que se desarrollaron en la selva húmeda tropical más
grande del planeta y a las cuales se atribuye la hechura de los glifos. Esto no
ocurre en la mayoría de la infinidad de obras de este tipo presentes a lo largo y
ancho del país, por cuanto la desaparición de los grupos indígenas, presentes
desde una muy remota antigüedad en esos territorios y posiblemente autoras de
esas obras, rompió la probable continuidad de la tradición oral asociada a esas
pinturas y grabados. La hipótesis básica imagina que en algún momento –en esa
prolongada y no discontinua historia cultural amazónica– hubo coincidencia entre
algunos grafos y algunos mitos. Esos relatos explicitarían el sentido de los trazos.

Figura No.3 (Fotografía)

Figura Nº 9

FIGURA Nº 3

Este espléndido petroglifo es uno de los de mayor tamaño (95 cms) hallados hasta
ahora en la región de Guaimaraya, expresamente en los pedregales que hacen
frente al quebradón de Amefa. El diseño corresponde a una serpiente con cabeza
humana coronada de plumas. En su realización se incluyen una serie de
apéndices laterales que entran en el trazo principal serpentiforme. No se puede
menos que pensar en la tradición mítica que habla de una gran serpiente formada
mediante a unión de los cordones umbilicales abandonados por los hombres
prístinos en la laguna primordial. Ver su paralelo centroamericano en la Figura Nº
9.
Figura Nº 4 (Fotografía)

FIGURA Nº 4
Petroglifo que muestra una línea almenada con rostros. Observando con detalle se
percibe cómo la continuidad de la línea almenada se rompe en el extremo
izquierdo dando lugar a una cara independiente. En la tradición mítica la Canoa-
culebra (Serpiente Ancestral), que remonta (y hasta genera) los ríos desde oriente,
se empieza a segmentar (o a depositar a los ancestros de los clanes) en
determinados puntos de su recorrido. Este glifo puede ilustrar el inicio de la
segmentación. Los mitos que hablan de la partición de la Anaconda Ancestral son
de gran antigüedad. Prueba de ello es su amplísima dispersión geográfica unida,
desde luego, a una notoria proliferación de versiones del tema básico.
Figura Nº 5 (Fotografía)

FIGURA Nº 5

Los grabados 1, 4, 5, 8 se encuentran ubicados junto con muchos otros (casi un


centenar) en una gigantesca loza de unos 50 x 70 mts. del lecho seco del río, en lo
que he denominado Guaimaraya V. Los traídos a cuento aquí se encuentran muy
próximos. En el Nº 5 puede verse como ya concluido el proceso de segmentación
iniciado en el Nº 4. La continuidad de la línea almenada se ha roto y los rostros ya
no están contrapuestos.
Figura Nº 6 (Fotografía)

FIGURA Nº 6
En algún punto de la región de Guaimaraya o de sus inmediatas vecindades
(entre el Cañón de Angosturas y Cuemaní) localicé este petroglifo (perdí el dato
exacto de su ubicación). En él se muestran cuatro rostros enfrentados. En uno de
ellos la línea almenada se trifurca en sus dos extremos. Su conexión estilística con
los trazos básicos de las figuras 4, 6, 7 y 8 es evidente. La tradición mítica insiste,
en muchas de las variantes, en hablar de cuatro ancestros en los que queda
simbolizada y constituída la humanidad primordial. Cada uno conforma a su vez
una orientación cósmica. Entre los Uitotos y Muinanes los cuatro postes
principales de las malocas son tenidos por serpientes, íconos de los cuatro
ancestros, y también representantes de los cuatro puntos cardinales, por cuanto la
maloca es un microcosmos. La cruz a que da origen esta simbolización, tiene esas
mismas connotaciones, ajenas totalmente a las elaboradas en la iconografía
cristiana.
Figura Nº 7 (Fotografía)

FIGURA Nº 7
Son muy numerosos los grabados que reúnen los dos rasgos básicos
identificadores del hombre y la serpiente: la línea almenada y tres cavidades
interiores que fungen de ojos y boca (no nariz). Con frecuencia la línea almenada,
estilización de la Anaconda Ancestral, torna agudos sus ángulos rectos, o bifurca
sus extremos compendiando así la bicefalia de la sierpe, variante de este
polisémico símbolo tanto en la tradición gráfica como en la oral. En la región de
Guaymaraya y en sus inmediatas vecindades se encuentran muchas
representaciones de estos segmentos –aislados y autónomos– de la Serpiente
Primordial; contrastan con los conjuntos de rostros-serpiente que significarían la
partición recién hecha, cuando aún los cuatro ancestros (pueden ser símbolos de
grupos) no se habían apartado unos de otros, desperdigándose al poblar la tierra.
Figura Nº 8 (Fotografía)

FIGURA Nº 8
Éste fue uno de los primeros petroglifos que encontré en Guaimaraya en febrero
de 1978. Muestra una cabeza con adornos plumarios. Los ángulos rectos de la
línea almeada se han redondeado y sus extremos se han curvado. Estos
enroscamientos podrían tomarse como una representación del cabello si no fuera
porque los amerindios son marcadamente lacios. El apéndice nasal está
plenamente definido, y hacia abajo un trazo adicional termina por rebordear el
rostro (quijada) uniendo las espirales. De ser válido este análisis de los rasgos
(plumas, rostro humano-sierpe) podríamos estar en presencia de una obra que
alude al hombre-pájaro-serpiente, o, en otras palabras, al chamán quien por lo
general –y especialmente en las culturas amazónicas– es el agente que puede
intermediar reuniendo en un haz el abajo (inframundo, donde está la fábrica de lo
real) y el arriba (supramundo). Los viajes de este pontifex, como culebra y como
ave, le permiten la visión y la acción totalizante. Algo muy similar al Quetzalcoatl
centroamericano.
Figura Nº 9
dD(DFotografía)

FIGURA Nº 9
Esta representación figura en uno de los pocos códices mayas que se salvaron de
la quema decretada por la Iglesia. Se trata del llamado Códice de Dresden, porque
fue en esta ciudad alemana donde fue a parar en su azaroso escape de las llamas
del fanatismo religioso. En su extensa obra (: I, 379) Girard nos cuenta que se
trata de Noh Chi Chan –El Señor Serpiente– reconocido como personaje epónimo
de los actuales descendientes de los antiguos mayas. Se autodenominan como
Chan: La Nación Serpiente. Se trata, por supuesto de la gran culebra acuática de
los bosques húmedos tropicales de Centro y Sur América. Lo que encuentro
particularmente curioso en la comparación de esta imagen con la correspondiente
a la lámina Nº 2 es que –además de la analogía estructural de los trazos– figuran
los apéndices vermiformes que se van adosando a la línea central (cuerpo de la
serpiente con cabeza humana y tocado).
LA SIERPE DEL ORIGEN

Desde el Oriente vine


y en mi larga aventura
fui la Canoa∙culebra.

Penetrando hacia el corazón de la ancha tierra


inventé los ríos,
le di forma a las rutas,
nombres a los límites
y fui el comienzo de incontables pueblos
entre la muchedumbre de los árboles.

¡Ven a ser Uno entre mi danza!


Danza∙de∙la∙sierpe,
fluida como el agua del origen.

Fernando Urbina Rangel


Bogotá, octubre de 1986
LA SERPIENTE ANCESTRAL

Anaconda·espiral
con que se piensa el final y el origen.
Güío·árbol·de·los·alimentos,
sus hojas y semillas
procrearon
las copiosas estirpes de la selva.
Culebra·río,
cauce del tiempo
por donde fluyen todas las nostalgias.
Sierpe·canoa,
entre su oscuro vientre
–desde el lugar en que la luz se nombra–
navegaron los hombres primordiales.
Víbora·palo·vibrador,
el que fecunda
el humus de la hembra y de los huertos.
Serpiente·maloca
para acunar la tribu
y encender la Palabra,
la que hombres y mujeres
harán amanecer en sus Obrajes.
Boa·arco iris
y Boa·de·las·estrellas
donde divaga el alma de los muertos.
Anaconda·tambor,
su retumbar nos llama
a cantar y a bailar para ser Uno.

Fernando Urbina Rangel


Bogotá, mayo 30 de 2000

***

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