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ilustraciones: Bek
Página 1
2016
Autoras: Leire
Buzunáriz y Sara Duque
Ilustraciones: Bek
Corrección de texto: Irene Guzmán
Página 3
La ilustradora
Bek
Página 4
La editorial
www.weeblebooks.com
Página 5
Los personajes
Alarmista
Faquir
Mago
Domadora
de leones
Escupe-fuegos
Mujer barbuda
Payasos
Página 6
Las emociones
Ira
Sorpresa
Miedo
Asco
Tristeza
Alegría
Página 7
El equilibrista Alarmista
El Gran Circo Mundial de las Emociones estaba lleno de
sentimientos, como tú, como yo y como todos los protagonistas de
esta historia, aunque no todos conocían la mejor manera de
controlarlos.
Y así comienza nuestra historia.
—Ladies and gentlemen, bienvenidos al Gran Circo Mundial de la
Emociones, les recuerdo que el gran estreno será dentro de 5 días
—. gritaba el director una y otra vez por las calles de la ciudad
seguido de todos los artistas y animales del circo.
Este circo contaba con grandísimos artistas, como el faquir, que era
capaz de dormir en una cama de afilados pinchos y atravesar
descalzo un camino de brasas sin inmutarse; el increíble mago,
que podía dejar a todo el público con la boca abierta con sus
sorprendentes trucos de magia; la grandiosa domadora de leones,
que con su valentía era capaz de controlar a las bestias más
peligrosas del mundo; el escupe-fuegos, que era capaz de soportar
los sabores más ardientes como si de un dragón se tratase; la
mujer barbuda, que pese a su terrible apariencia, enamoraba al
mundo entero; la magnífica pareja de payasos, que hacían reír
hasta que se te saltasen las lágrimas; y, por último, la gran
novedad, el equilibrista de nombre Alarmista, nuestro gran
protagonista.
Alarmista acababa de incorporarse al elenco de artistas del Gran
Circo Mundial Emocional, pero cuando salía a la pista, ayudado por
su larguísima pértiga, la cantidad de emociones que sentía le
pesaban tantísimo que terminaban desequilibrándole y caía al
suelo. Por eso, el pobre Alarmista todavía no había recibido la
recompensa más ansiada por un artista: un gran aplauso del
público.
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A cinco días de la función, Alarmista ensayaba su número cuando
cayó repentinamente al suelo antes de llegar al otro extremo de la
cuerda. Nuestro equilibrista desequilibrado, sin pensárselo
demasiado, comenzó a gritar.
—¿Por qué? ¿Por qué yo? ¡Jamás seré un gran artista!
Alarmista se dio cuenta que respiraba muy deprisa, hablaba muy
deprisa y decía palabras sin pensar. El corazón le latía tan fuerte
que parecía que se le iba a salir del pecho. Se estaba poniendo
rojo y le dolía la cabeza.
El faquir, que estaba durmiendo en su cama de pinchos, se
despertó sobresaltado de su tranquilo descanso debido a los gritos
de Alarmista. Era un hombre muy tranquilo y calmado, ya que su
trabajo requería de mucha templanza y seguridad. Decidió
acercarse a nuestro protagonista.
—¿Qué te sucede? —preguntó el faquir.
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—Mi número me está resultando difícil y me siento enfadado
porque no consigo mantener el equilibro para poder pasar la
cuerda —gritó Alarmista.
El faquir enseguida se dio cuenta de lo que sucedía.
—Creo que la IRA te pesa demasiado y eso hace que no puedas
mantener el equilibrio. Yo tengo algunos trucos para mantener la
calma y sentirme más tranquilo.
Así que le confesó el primero de sus trucos.
—Cuenta hasta diez. ¿Te sientes más tranquilo? —preguntó el
faquir.
—Un poquito mejor. —contestó Alarmista.
—Respira profundamente; llena tus pulmones de aire y suéltalo
muy despacio. ¿Funciona? —dijo el faquir.
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—Creo que sí —contestó Alarmista.
—Busca un lugar apartado y chilla todo lo que puedas hasta
descargar tu rabia —le sugirió el faquir—,¿Cómo te sientes ahora?
—Más tranquilo. Gracias por tus consejos, me han sido de gran
ayuda—dijo el equilibrista Alarmista mientras volvía a la pista para
volver a intentarlo.
A cuatro días de la función y con la IRA controlada, Alarmista
ensayaba su número cuando de repente, un ratón en medio de la
cuerda lo sorprendió. Al no esperarse tal sorpresa, Alarmista perdió
el equilibrio y cayó al suelo. Mientras se levantaba dolorido por
semejante trompazo, el increíble mago, que también ensayaba por
allí, se acercó para preguntarle qué había pasado.
—¿Qué te sucede? —preguntó el mago.
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—He perdido el equilibrio porque un ratón me ha sorprendido
mientras intentaba cruzar la cuerda, por lo que me he caído y no he
podido conseguirlo —contestó nuestro equilibrista.
–Alarmista, creo que la SORPRESA que te has llevado ha pesado
demasiado y ha hecho que no puedas mantener el equilibrio. Yo
tengo algunos trucos. No son de magia, pero te pueden ayudar a
mantener el equilibrio cuando te encuentres situaciones que no
esperabas —le confesó el mago—. El primer paso es tomarte unos
segundos para observar aquello que te ha sorprendido. Si es una
sorpresa bonita, como este ramo de flores —el mago sacó un ramo
de flores de la manga—, disfrútala. Si la sorpresa no es tan bonita
tendremos que realizar el segundo paso que consiste en respirar
profundamente y calmarse. No alarmase. Cuando lo hemos
conseguido, podemos poner en marcha el tercer paso. ¿Qué
podemos hacer para mejorar nuestra situación?¿Se te ocurre algo,
Alarmista?
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–Podría llevarle algo de queso cuando me toque ensayar, para que
así se entretenga y yo pueda cruzar —propuso el equilibrista.
–Me parece muy buena idea, Alarmista. Buena suerte —le dijo el
mago mientras se alejaba.
A tres días de la función y con la IRA y la SORPRESA controladas,
Alarmista decidió subir a la escalera para enfrentarse de nuevo a la
cuerda. Sin embargo, antes de poner un pie en ella, como se había
caído tantas veces, se sintió paralizado por el miedo y no pudo
intentarlo de nuevo. Decidió sentarse y observar el número que
ensayaba la domadora de leones. Parecía que ella no temía a
nada. Como era muy valiente, nuestro protagonista pensó que
quizás ella pudiera ayudarle con este problema. Cuando se acercó
a nuestra domadora, esta enseguida se percató de la cara de
miedo que tenía Alarmista.
—¿Que te sucede? —preguntó la domadora de leones.
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—Me ha sido imposible poner un pie en la cuerda porque, después
de tantos trompazos, he sentido miedo de volver a perder el
equilibrio y hacerme daño de nuevo, por lo que no he podido
ensayar mi número —replicó Alarmista atemorizado.
—Alarmista, creo que el MIEDO te pesa demasiado y eso te ha
inmovilizado. Yo también siento mucho miedo cuando estoy con
esos animales tan feroces, pero aprendí a controlarlo —le confesó
la domadora—.Cuando sientas que el miedo te invade, respira
profundamente, cuatro o cinco veces, las que necesites para sentir
tu cuerpo más relajado. Probemos juntos. Inspira, espira. ¿Te
sientes más relajado?
—Un poquito mejor —contestó Alarmista.
—¿Qué puedes hacer para controlar tu miedo? —le preguntó la
domadora.
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—Se me ocurre que puedo poner una red debajo de la cuerda. Así,
si me caigo, no me haré daño. Gracias por tu ayuda, domadora —
dijo Alarmista despidiéndose.
Nuestro equilibrista, descubrió lo divertido que podía ser rebotar en
la red cada vez que caía de la cuerda, pero sin embargo, seguía
sin conseguir su objetivo principal: realizar un número perfecto para
escuchar su ansiado aplauso.
A dos días de la función y con la IRA, la SORPRESA y el MIEDO
controlados, Alarmista se sentía más cerca de conseguir su
objetivo. Le separaban 4 palmos del otro extremo, cuando de
repente un olor horrible y asqueroso distrajo a nuestro protagonista
haciéndole caer de nuevo. Allí se encontraba también el escupe-
fuegos, que utilizaba unos líquidos especiales que olían fatal, para
sus números.
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—¿Por qué pones esa cara, Alarmista? —le preguntó asombrado al
verle.
—He vuelto a perder el equilibrio porque me ha dado asco el olor
que desprenden tus artilugios y me ha sido imposible llegar al otro
extremo —le explicó Alarmista.
—Creo que el ASCO te pesa demasiado, por eso has perdido el
equilibrio. Yo también sentía asco cuando comencé, pero aprendí a
controlarlo y me acostumbré a ello. Al principio me tapaba la nariz,
así no podía olerlo, pero era un poco incómodo porque necesitaba
las dos manos para actuar. Así que cuando el olor se iba metiendo
en mi cuerpo, me decía a mí mismo «¡Basta, no voy a hacerte
caso!» Y pensaba en algo bonito, como en la preciosa y valiente
domadora de leones —le confesó el escupe-fuegos—. Al cabo de
un tiempo terminé controlando el asco y ahora puedo hacer mi
número totalmente concentrado.
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—Gracias, señor escupe-fuegos, intentaré seguir tus consejos —le
contestó Alarmista.
Alarmista decidió que cada vez que le tocara ensayar su número a
la vez que el escupe-fuegos, se pondría una pinza en la nariz hasta
que pudiera controlarlo.
A un día de la función y con la IRA, la SORPRESA, el MIEDO y el
ASCO controlados, Alarmista se sentía más cerca de conseguir su
objetivo. En una de sus caídas, Alarmista vio como un grupo de
artistas del circo se reían de su torpeza.
—¡Patoso! ¡Nunca lo vas a conseguir! —decían mientras se reían
del pobre Alarmista.
Nuestro equilibrista no pudo evitar echarse a llorar
desconsoladamente; ya no le quedaban ganas de volverlo a
intentar. Los sollozos de Alarmista se escuchaban por todo el circo,
por lo que la mujer barbuda no pudo evitar acercarse a él.
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—¿Qué te sucede? —le preguntó.
—Un grupo de artistas se han reído de mi torpeza y me siento muy
triste porque no voy a conseguir realizar el número mañana —le
contestó Alarmista entre lágrimas.
—Creo que la TRISTEZA te pesa demasiado y eso hace que no
puedas mantener el equilibrio y no te queden ganas de intentarlo.
Puedo entenderte muy bien, porque yo también he tenido que
escuchar las burlas de mucha gente por mi aspecto. Al principio,
también me ponía triste como tú, pero después aprendí a
controlarlo —la mujer barbuda tomó aire y continuó—. Cuando algo
me hacía sentir triste, buscaba cosas que pudiesen hacerme sentir
mejor: salía a correr, me echaba una siesta, iba a pasear, salía a
jugar con los amigos al parque, tomaba el sol, hacía bizcochos,
pintaba, bailaba… Pero lo que mejor me hacía sentir era un fuerte
abrazo y un beso.
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Alarmista comenzaba a sentirse mejor. La mujer barbuda daba muy
buenos abrazos. Antes de irse, esta mujer tan peculiar le agarró de
la mano a nuestro protagonista y mirándole a los ojos, le dijo:
—Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacerlo.
Recuérdalo. Ve a por ello, Alarmista.
Alarmista no pudo evitar sonreírle y se marchó agradecido.
Y entonces llegó el gran día. Hoy era la función del Gran Circo
Mundial de las Emociones. Hoy, todos los artistas vestían con sus
mejores galas y estaban deseando dar el mejor de los
espectáculos.
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FIN
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Buzunáriz y Sara Duque
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