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El Castellar
El Castellar
El hechizo de El Castellar
CUADERNOS
DE
ARAGÓN
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ANTONIO GASCÓN RICAO
El hechizo de El Castellar
FICHA CATALOGRÁFICA
24 cm
Irregular
ISSN: 0590-1626
CUADERNOS DE ARAGÓN
N.º 35
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Ahora bien, hay que resaltar que tales relatos han llegado hasta no-
sotros escritos, con tantas evidencias de influencia y metodización erudi-
tas, que uno se pregunta si fueron alguna vez hijos de la creación colec-
tiva popular o nacieron ya tal cual en gabinetes académicos. Pero deje-
mos con esto el tema, que no la esperanza, de que alguien más docto lo
retome en el futuro de forma metodológica, purificando en lo posible los
añejos contenidos del folklore local.
No puedo dejar de agradecer aquí la gentileza del párroco de Torres
de Berrellén, Andrés Carreras, hoy ya desaparecido, que facilitó en su día
documentos de gran interés y que discutió algunos aspectos del presen-
te trabajo, ni la entusiasta colaboración en la aventura de mi propia fami-
lia que además tuvo que soportar estoicamente los riesgos que conlleva a
menudo la extraña afición de hacer fotografías a un paso demasiado pró-
ximo al borde del abismo.
Y aun a riesgo de hacer inacabables los agradecimientos debo de men-
cionar también la ayuda que prestaron unos buenos amigos: Luis en
especial, guía infatigable, a quien, de regreso de una de las múltiples visi-
tas al Castellar, le abrimos en la barca unas cuantas vías de agua y que
estuvo a punto de naufragar solidariamente con nosotros, pero también
a su esposa Pilar y su hijo Víctor; a Ramón, buen conocedor de la histo-
ria local, su esposa Obdulia, que se graduó como descubridora de hue-
sos humanos y de tumbas, y su hijo Jorge. O al grupo de «cruzados» del
Castellar que, en moto o a pie, han redescubierto para este trabajo luga-
res ignotos y olvidados.
Y, por último, dos advertencias que estimamos de interés para el lec-
tor. La primera es que tras pensarlo muy detenidamente, hemos optado,
en contra de lo habitual, por suprimir las habituales notas, al final de los
capítulos o a pie de página, pasando a referenciar directamente a los
autores o las obras utilizadas, que son citados, o citadas según el caso,
dentro del propio cuerpo del texto, siempre en la búsqueda de una lec-
tura más sencilla, más ágil y menos agobiante, aun a riesgo de parecer
acientíficos. Lo cual, por otra parte, no implica que todas las referencias,
tanto bibliográficas como documentales citadas o utilizadas, hayan sido
recogidas en el apartado genérico de Bibliografía.
La segunda, es que las referencias entre paréntesis, cuando se men-
ciona por vez primera en el texto una estructura arquitectónica determi-
nada, aluden a su ubicación en uno de los cinco sectores geográficos en
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1. EL CASTELLAR
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descarga natural hacia las zonas topográficamente más bajas. Sus terre-
nos terciarios se caracterizan por su baja permeabilidad, lo que unido a
la escasez de precipitaciones de la comarca proporciona un cuadro poco
favorable a la existencia de acuíferos con alguna entidad. Es también
característica general del monte de El Castellar la ausencia de cursos de
agua permanente. Así la circulación de las aguas de los barrancos se limi-
ta a la evacuación de las procedentes de la lluvia, que por causa del régi-
men torrencial de sus precipitaciones, acontece muy rápidamente, y
generalmente de forma harto aparatosa.
Sin embargo, y dentro de este contexto, hay que señalar dos excepcio-
nes: los tramos finales de los dos grandes barrancos de El Castellar: el de
la Virgen y el de Los Lecheros, donde existen veneros que aseguran la
circulación permanente de flujos de aguas, con un recorrido breve y
carente de interés práctico por ser muy escasas y además salobres, aun-
que continuas. De ahí que los montes estén acribillados de balsas o bal-
setes, que debieron proporcionar a sus primitivos habitantes, en su día,
el necesario líquido elemento a partir de su recogida pluvial para uso de
animales y personas.
En la actualidad toda su extensión, un total de 33.839 hectáreas, está
ocupada por el Campo de Entrenamiento Militar de San Gregorio, cuyo
nombre oficial es Centro Nacional de Adiestramiento N.º 1, San Gregorio. Su
perímetro tiene una longitud de 108 km, cuya mayor longitud la presen-
ta de Norte a Sur, con una extensión de 29 km, y con una máxima anchu-
ra, de Este a Oeste, que abarca 22 km. Sus dimensiones lo convierten en
el mayor campo militar de España y uno de los mayores de Europa.
Su historia militar actual se inició en 1911 cuando el Estado, en la
época de la monarquía, expropió la finca de la Atalaya de San Gregorio
y el Acampo de Gil, de una extensión de 3.892 hectáreas. El campo mili-
tar pasó a denominarse de Alfonso XII, el rey de la época, construyéndo-
se en estos mismos terrenos, en el año 1926, la Academia General Militar,
que actualmente pervive en activo. En el año 1974 se realizó una nueva
ampliación del campo, expropiándose una superficie de 21.259 hectáre-
as. Y en el año 1976, nuevamente se procedió a ampliarlo aún más
mediante la adquisición de 8.688 hectáreas, con lo que se llegó a la super-
ficie actual.
El campo militar actual abarca así la totalidad del histórico monte de
El Castellar, desbordándolo al Norte por los montes de Zuera y Castejón
de Valdejasa y al Oeste por los de Tauste y Pola, de todos los cuales ocupa
porciones más o menos importantes.
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2. LOS ORÍGENES
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1155, en que aparece documentalmente por vez primera con ocasión del
nombramiento del señorío o la tenencia de Alamán in Luna y in illo
Castellario, pues para entonces ya no guardaba relación con el castillo
existente, el castro de nuestro escribano, que fiel a la realidad física, nos
escamotea, en cambio, el nombre que le daban de habitual sus habitan-
tes musulmanes.
Dicho de otro modo, si illo Castellario designaba en 1155 el castillo y
sus términos, igual tenía que ocurrir en 1115 y, seguramente, mucho
antes.
Sólo la descripción de lo que había sobre el Ebro en este punto por
los musulmanes en el siglo IX a raíz de la ocupación como castellar o for-
tín (qaixt’al) —no como castillo (hisn) ni como fortaleza (qal’at)—, o la
mera adaptación al árabe del posible viejo nombre romano de castellum,
explicaría su posterior fosilización en topónimo mucho antes de que se
construyera allí ningún castillo.
Existió, pues, un castellar previo al castillo. Cosa muy distinta, y
mucho más difícil, es precisar cuándo se edificaría, porque ya en la pro-
tohistoria la zona que nos ocupa era doblemente fronteriza.
Así, con la llegada de las tribus célticas procedentes del centro de
Europa, asentadas en las inmediaciones del valle central del Ebro en el
siglo VII a. de C., se inició en la comarca la civilización del hierro, I Edad
de Hallstatt.
Estos pueblos portadores de una lengua y una cultura indoeuropea, y
de las técnicas del hierro, construyeron sus poblados de planta cuadrada
o rectangular fortificados en las elevaciones del terreno e incineraban a
sus muertos que eran enterrados en campos de urnas o vasijas de cerámi-
ca, una de cuyas necrópolis, de la época del Bronce final y del Hierro I,
se encuentra justamente en el límite Oeste del Castellar, en Valdemoro,
junto a las Casas de Pola, mientras que otro asentamiento, en este caso
un poblado del siglo V a. de C., está contiguo al castillo de Miranda, situa-
do en el Cabezo de Juslibol, excavado en su día por Guillermo Fatás.
Aguas arriba del río y al otro lado del Jalón, la más rápida vía de pene-
tración al centro de la Península, cuya desembocadura entonces se debe-
ría hallar algo más al Oeste que en la actualidad, comenzaba, a la llega-
da de los romanos, la Celtiberia propiamente dicha, con las colectivida-
des de los belos y lusones, y ciudades como Bílbilis (Calatayud), mientras
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Ebro Viejo, antiguo cauce de este río. Desde allí atravesaba el monte de
El Castellar dirigiéndose por el antiguo camino de Castejón de Valdejasa
hacia esta localidad. Después de Castejón, por las cercanías del barranco
de Valdecarro, se dirigía al pie del castillo de Sora, lugar donde hace
unos años se encontró un miliario de Augusto, y se encaminaba hacia
Ejea atravesando los llanos de las Cinco Villas.
Lo que, por otra parte, no descarta que de haber existido, como pare-
ce, un campamento romano en Valdeviñas, que más tarde se pudo con-
vertir en la ciudad de Castra Aelia, por lógica, tuvo que existir un ramal
secundario que desde esta calzada principal se alargaría hasta la ciudad
propiamente dicha.
Permítase aquí un inciso. La expresión Super Zaragoza (o Cesaraugusta)
que ya vimos, y que aparecerá a menudo en los dos apartados siguientes,
es la denominación «culta» altomedieval, alternante con la Supra
Cesaraugusta, de un territorio que se correspondería poco más o menos
con los montes del Castellar (luego se matizará esta afirmación que, de
momento, vale).
Curiosamente, nuestros informantes del vecino pueblo de Torres de
Berrellén, que no han oído hablar jamás de Super Zaragoza, sí nos han
hablado en cambio de Zaragoza la Vieja —topónimo que solo hemos visto
documentado en un Croquis de las Vertientes de los Montes del Castellar al Soto
de Candespina levantado por orden del conde de Sobradiel a principios
del siglo XX—, nombre popular con que el cual se designaba localmen-
te al pueblo primitivo de El Castellar.
Ahora bien, si estando tan próximo a Zaragoza el Alaum o Alavone
romano del Castellar que «fue localidad de estancia de los pretores […]»
tras la división de Hispania en dos provincias el 195 a. C., una de dos: o
lo fue antes —o antes y después— de la fundación de aquélla junto a la
Salduvie ibérica en el año 23 a. de C. o bien lo fue sólo después, en cuyo
caso, y puesto que Zaragoza se convirtió bien pronto en la principal ciu-
dad del valle del Ebro, tal preeminencia podría obedecer igualmente a
una mayor antigüedad de la primera, en este caso de El Castellar.
A eso mismo parece apuntar el hecho de que, mil años más tarde,
cuando ya Zaragoza era considerada en la práctica cabeza de Aragón, y
tras la promesa en matrimonio de la hija de Ramiro II el Monje e Inés de
Poitu, la futura reina Petronila, con el conde de Barcelona, Ramón Be-
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3. EL CASTELLAR MUSULMÁN
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Pero hay otra posibilidad: que sólo hubiera habido una ermita y que
lo que cambiara fuera el claustro: uno, primitivo —al que corresponde-
rían los dos arcos visibles, más un tercero bajo la puerta rectangular que
vemos hoy—, desde el que se accedería a la nave por medio de unos
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cuantos escalones y que sería rellenado más tarde para dejarlo a su nivel,
practicándose entonces la puerta (1.17).
De hecho, en el siglo XVI, y tras el abandono de El Castellar por sus
moradores, y el cierre posterior de la Iglesia de San Pedro, en este lugar
se venía celebrando la misa los festivos para los pastores y trabajadores de
las salinas, y en el mismo lugar debió existir el hospital de El Castellar,
refugio de enfermos pobres y transeúntes, financiado con las rentas de
las heredades de la Iglesia consistentes en «Cinco cahizes de Trigo en
cada un año», y dotado, en 1567, «con dos ramas de tablas con sus ban-
cos quatro sabanas y dos mantas».
En otro orden de cosas, y admitida la movilidad del delta —su verosí-
mil progresión sobre el Ebro—, sería en algún punto, hoy interior, del
Abrevadero, donde debía fondear permanentemente la barca que per-
mitiera el paso del río a juzgar por el nombre que ostenta, en la otra mar-
gen, la acequia de Lorés, cuyo probable étimo, (al-) aurad, significa
«lugares de llegada: desembarcaderos», y que desagua enfrente mismo
de la Riera Salada.
El cementerio musulmán tardío, en cambio, no hay que buscarlo
aquí. Se hallaba, al parecer, al otro lado del Ebro, poco antes de la
desembocadura del Jalón y en su margen izquierdo, en la partida llama-
da justamente Campo del Moro donde, a raíz de unas obras de repara-
ción de una acequia, llevadas a cabo entre los años treinta a cuarenta, se
recuerda en Torres que aparecieron gran cantidad de restos humanos.
También la población judía del Castellar —donde a raíz de su expul-
sión en 1492 (el 20 de julio), se embargaron bienes que sumaron 4.436
sueldos a tres familias de esta etnia, las de Ezmel y Abram Abnarrabi y
Salomón Trigo—, tenía su propio lugar de inhumación, el Campo del Ju-
dío, situado entre el anterior y la partida de los Runxales, que linda al
Este con el Jalón.
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4. EL CASTELLAR CRISTIANO
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aguas subterráneas. Ello pudo ocurrir, como fecha más tardía, a partir de
la relativa despoblación que se registró en la segunda mitad del XV y, en
cualquier caso, dejaría de utilizarse con el abandono definitivo de la villa
en 1574, fecha en la que el portugués Labaña le da nombre: Atalaya de
Roldán.
Avalaría esta función la existencia de una cisterna, que sospechamos
en la misma cresta y más al Este, oculta bajo una gran piedra que suena
claramente a hueco. El agua, que mediante el engranaje del molino y a
impulso del viento se elevaría del pozo mediante una rueda de arcadu-
ces y vendría por un canal hasta aquí, habría permitido, por otros cana-
les y conforme a las propiedades del sistema de vasos comunicantes,
seguir abasteciendo el castillo.
Es de suponer que el Sector 1, en este período, se iría despoblando
en favor de los nuevos núcleos de población. Algún lugar del mismo, en
cambio, se constituyó —si es que no tenía ya el mismo destino bajo domi-
nio musulmán—, en uno de los puestos perceptores del peaje fluvial que
se aplicaba a las mercancías que descendían o remontaban el Ebro,
mediante sirgas, desde Tudela a Tortosa, probablemente situado en el
embarcadero próximo al Abrevadero.
El peaje documentado más antiguo corresponde a la época de
Alfonso II de Aragón (1161-1196) que fue recogido en tiempos de Jaime
I, publicándolo Gual Camarena en 1967. (Ver Anexo 1.3.)
Embarcadero que en el siglo XVI, y tras el abandono de El Castellar,
pudo ubicarse en un lugar distinto, a medio camino entre los términos
de El Castellar y Sobradiel, en el lugar nominado Soto del Ramillo, tal
como se aprecia en un Croquis de las vertientes de los montes del Castellar al
Soto de Candespina, propiedad del conde de Sobradiel, de finales del siglo
XIX, y donde aparecen ubicados tanto el paso de la barca de Torres
como su lugar primitivo de amarre en el escarpe izquierdo del río, deno-
minado el lugar con el topónimo de «Agujeros de la barca».
Circunstancia que se confirma en una sentencia del Tribunal Supremo,
publicada en la Gaceta de Madrid de 1871, con motivo de uno de los plei-
tos entablados entre el Ayuntamiento de Torres y el duque de
Villahermosa por la posesión de El Castellar, y donde se recoge que en el
año 1839 el duque había autorizado «el paso a los ganados de Torres por
el soto de Ramillo y frente al sitio donde estaba la barca hasta el barranco».
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con el título del Castellar […]. El edificio era grande, y además de una Yglesia per-
fectamente adornada, capaz y suficiente […], contenía tres completas habitacio-
nes con sus respectivas cocinas y numerosas piezas, algunas con sus alcobas y bal-
cones de yerro, un espaciosísimo refertorio, bodega, caballeriza y cuantas como-
did[ade]s podían imaginarse en un terreno tan quebrado […].
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5. LA SUPUESTA DESTRUCCIÓN DE EL CASTELLAR
DE 1466
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pueblo, que se puso en armas, por aver sido muerto un ciudadano prin-
cipal della, y Maestre Racional del Rey que era Pedro de Caballería […]»,
quien mandara, en represalia por lo anterior, «derribar las casas de Iuan
Ximénez Cerdán». «Y el procurador de la Ciudat dio su denunciación, y
querella contra dos Cavalleros principales, que eran inculpados de aver
cometido este delito, que fueron Iuan Ximénez Cerdán, y Iayme Cerdán
su hijo, y aunque ellos hazian toda demostración de justificarse con la
Ciudat y se ofrecían de provar, que estavan libres de aquella culpa, y que
se pondrían en poder del Rey, y de la Reyna, aprovechó muy poco para
que no rebolviesse sobre ellos la furia del pueblo, como después suce-
dió».
Este «después» tuvo finalmente efecto al cabo de poco más de un año,
en enero de 1466, cuando se puso de nuevo el pueblo en armas y no sólo
por haber «seydo muerto et fecho matar por esforçar como virtuoso offi-
çial los privilegios de la dicha çiudat [de Zaragoza]» Pedro de la Cavallería,
sino porque, según se lee en la sentencia del capítulo de la ciudad datada
el 7 de marzo de 1466, de «la dicha muerte se havia[n] seguido çiertas
nafras mortales [?] en la persona del dicho mossen Jayme çerdan et for-
mándose bando particular entre el magnifico micer alfonso de la cavalle-
ria é sus hermanos fillos del dicho micer pedro é sus criados é servidores
é amigos parientes é valedores suyos de la huna part et los magníficos mos-
sen Johan é mossen Jayme é mossen geronimo çerdan é sus criados servi-
dores amigos y parientes e valedores suyos de la otra part […]».
Entonces, lograda la adhesión de varios nobles, entre ellos Juan
Fernández de Híjar Cabrera, primer conde de Aliaga, Lope Ximénez de
Urrea y Artal de Alagón, el concejo de Zaragoza reunió una tropa de 300
jinetes y 4.000 infantes (mucha tropa nos parece y mucho problema de
logística a resolver, pero esto es aquí una cuestión secundaria), que, al
mando del jurado primero Jimeno Gordo, salió el 9 de febrero de 1466
—esta vez sí— de la ciudad.
Ahora bien, se nos pretende hacer creer, a partir de Asso, que a su vez
lo tomó de una interesada relación del arzobispo zaragozano Pedro
González de Mendoza, que fue quien así lo sentenció, que los expedicio-
narios entraron entonces a sangre y fuego en El Castellar, y hasta una
historiadora de renombre, María Isabel Falcón, afirma que ello fue «por
segunda vez» (menos mal que «aunque algo quebrantado, el lugar rena-
cía de sus cenizas una y otra vez»). ¿Estarían todos ellos mejor informa-
dos que Zurita?
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6. LA DESPOBLACIÓN
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Por otra parte, Cock vuelve a sufrir otra nueva equivocación, al decir
que el señor del lugar de Sobradiel es Martín Cerdán, puesto que su
auténtico señor, en aquellas fechas, era Miguel Cerdán de Escatrón.
Hilando aún más fino, Martín Cerdán, señor sólo de El Castellar, Torres
y La Zaida, y pariente del señor de Sobradiel, había fallecido en Zaragoza
dos años antes, el 17 de febrero de 1591, siendo enterrado en la capilla
del «Santi Spiritus» del Pilar, vulgarmente conocida como capilla de los
Cerdanes, habiendo sido substituido en el señorío en aquel mismo año
por su nieto mayor Baltasar Jiménez Cerdán de Gurrea.
Luego el palacio en que se aposentó Cock, de ser propiedad de
Martín Cerdán, no pudo ser el de Sobradiel, arrasado en aquellas fechas,
sino el de Torres de Berrellén, recién construido por Baltasar Jiménez
Cerdán, de dar por buena la noticia dada en una Memoria-Descriptiva, rea-
lizada por el arquitecto Juan C. Kuhnel Ros, que lo restauró hace unos
pocos años, noticia que entra en discordia con el comentario de Cock de
que dicho palacio era obra de Martín Cerdán, su abuelo.
La prueba de nuestra anterior afirmación es que según nos explica
Cock, después de desayunar siguieron su marcha hasta el río, circunstan-
cia que no se hubiera dado de haber estado aposentados en Sobradiel
«por estar como estaba el dicho lugar de Sobradiel tan propinquo y cer-
cano a dicho río». Hecho que hasta los años cuarenta de este siglo se
daba, al lamer casi las aguas del río los basamentos del actual palacio del
lugar. No así en el caso particular de Torres, cuyo palacio queda a más de
2 km de él, lo que debió obligar a Cock, y a su acompañante, a tener que
ir a pie hasta el embarcadero, «ganando los malos pasos», al estar el cami-
no medio inundado a causa de las riadas.
Otro detalle interesante, que confirma más aún nuestra interpreta-
ción sobre el tema de la Veintena, lo aporta también Cock al decir que al
llegar al Ebro «nos daba mal paso (y) los barqueros no nos querrían
pasar sino con mucho dinero, proponiéndonos el peligro del río y miedo
a pasarlo. Vinieron con todo esto con esperança de ganancia y nos lleva-
ron a las salinas poniéndonos en la ribera del otro lado […] y pagamos
a los barqueros y al sobrestante doce reales». Lo que demuestra que las
grandes avenidas eran cíclicas en aquel periodo, al igual que en el siglo
XV.
Tras la gran inundación de 1582, el estado de abandono y miseria del
lugar y sus moradores era tal, que sorprendió el espíritu refinado y cor-
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del mismo autor, sobre que sus habitantes bajaron a poblar la vega en
aquellas fechas, caiga por su propio peso, y más aún al saberse que
Alagón, el pueblo más próximo, fue ocupado por Alfonso I en 1119, o
sea, tras la conquista de Zaragoza.
De hecho no se conoce cuándo Torres pasó a depender de El
Castellar, al no existir un documento específico que así lo declare. Y es
más, las pocas pistas existentes apuntan a que dicha dependencia, si exis-
tió, fue más bien tardía. La prueba reside en el documento de la segun-
da compraventa de El Castellar por Pedro IV a Pedro de Luna en 1343.
En dicho documento se detalla que los términos de El Castellar de aque-
lla época lindaban, al Este, con los de Zaragoza, al Oeste, con los de
Remolinos y Pola y, al Norte, con los de Castejón de Valdejasa, dándose
por supuesto que en el Sur el límite era el río. O sea, exactamente igual
que en la carta de población de Sancho Ramírez.
En el mismo documento también se venden a Lope de Luna, y den-
tro de los términos de Zaragoza, los lugares de Belchite, Quinto, Rodente
y Torres, vocatis (llamadas) de «Galindo». Toponimia esta última que
Francisco Moxó, en su obra La casa de Luna (1276-1348), identifica con
Torres de Berrellén. Este último dato se confirma en Zurita cuando dice
que concluida la guerra de los nobles unionistas vemos que se restituyen
a Lope de Luna dos lugares tomados por los nobles unionistas de
Zaragoza: Sobradiel y Torres de «Galindo». De dar por buena esta inter-
pretación, en 1348, Torres todavía era un ente independiente de El
Castellar.
En cuanto hace a la despoblación de El Castellar vamos a tomar en
primer lugar las tres fuentes locales más próximas: la Novena de Florencio
Palasí, y las respectivas Memorias de Castillo Genzor y el arquitecto
Kuhnel. En la primera, siguiendo a Ignacio Asso, se da por supuesto que
se produjo tras el ataque de la Veintena en 1466. Idéntica teoría que la
mantenida por María Isabel Falcón. Por su parte, Castillo Genzor, no se
manifiesta. En cuanto al arquitecto Khunel basa el abandono de El
Castellar en una autorización dada en 1570 por Pedro de Luna, abad de
Montearagón, que permitía trasladar a la parroquia de Torres las déci-
mas, frutos y jurisdicción del lugar, al estar éste abandonado. De todos
modos, y de seguir una secuencia cronológica, la cuestión no resulta tan
sencilla.
Ahora bien, como «la traslación al dicho lugar de Torres de la iglesia,
vicaría, raciones y sacristía con todos sus frutos, derechos y emolumen-
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tos, así como del hospital con sus rentas [… requirió] la bula […] expe-
dida por el Papa Gregorio XIII en 8 de las calendas de Junio de 1572»,
según la sentencia del Tribunal Supremo, del 3 de enero de 1871, que se
consigna en el Anexo número 2.10, cabe suponer que, con independen-
cia de la autorización del abad de Montearagón dos años antes, ésta no
se haría efectiva antes de junio de 1572, sino después de expedirse la bula
Papal.
Pero habría que matizar también que los traslados de las prebendas
eclesiásticas no tienen por qué corresponder precisamente a los traslados
mobiliarios y humanos de los civiles. Aunque, unos y otros, lógicamente,
debieron estar muy interrelacionados.
Así, en principio, cabe pensar que debió influir poderosamente en la
decisión del estamento religioso el corto número de habitantes de la villa
de El Castellar, insuficientes a todas luces para un mantenimiento econó-
mico holgado de las prebendas de la iglesia parroquial de la villa y de su
vicario, tal como se aprecia en las estadísticas de población de aquellos
últimos años. Motivo por el cual se debió decidir autorizar, ya fuera por
el abad de Montearagón o por el Papa, el traslado de las rentas eclesiás-
ticas de El Castellar a la parroquia de Torres, que a partir de aquel
momento, y por dicho motivo, se tuvo que hacer cargo efectivo de la obli-
gación de cuidar las almas de los últimos habitantes del lugar.
De hecho las noticias recogidas en la Novena, y cuya fuente son los
registros parroquiales así lo confirman. Según la Novena, «la iglesia de
San Pedro (de El Castellar) se cerró al culto por su estado ruinoso el año
1587. Pocos años más tarde, el 1594, el beneficiado de la Magdalena que,
por fundación de 32 cahizadas de tierra de la huerta, tenía la obligación
de celebrar tres misas semanales, dejó de subir por la misma causa.
Después, solamente un coadjutor subía a celebrar misa los domingos en
la capilla de la Virgen del Castellar.»
También lo confirman las posesiones de tierras por los eclesiásticos.
En el caso de Montearagón, citado por Kuhnel, poseía sendos campos en
la «puerta de la Viña» (¿Valdeviñas?) y en la Malvasía. La vicaría de El
Castellar los tenía en la Noguereta, en el Frasno, en Casillas y en Copalo
Alto, y la sacristanía, en la Malvasía, camino de Alagón, en el Frasno y en
la torre de Lora. La ermita de Santa María Magdalena tenía a su vez cam-
pos en la Malvasía del señor, en Las Arribas, en la Noguereta, junto al
campo llamado de la Pontecilla y en Copalo. Y por su parte la ermita de
Santa María del Rosario, o del Castellar, en el Frasno.
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pietarios del sitio, también hacían constar entre sus títulos que eran seño-
res de El Castellar, y de los lugares de Torres de Berrellén y de La Zaida,
forma explícita de indicar y diferenciar señorialmente los tres lugares,
hecho que no se da con la Almahaja, o barrio, de El Castellar, que se da
por supuesto incluido en el término.
Pero regresando al tema principal, y con indiferencia de que un
censo registra aún en 1646 cuatro fuegos en El Castellar, muy probable-
mente los correspondientes a trabajadores de las caleras, los pastores o a
los obreros de la salina, cuya explotación intensiva en 1589 está docu-
mentada, podemos concluir razonablemente que la despoblación defini-
tiva de la antigua villa de El Castellar se produjo de manera efectiva en
los primeros días de 1574. Con la cual se cerraba y clausuraba definitiva-
mente un asentamiento humano, tras más de 2000 años de ocupación
permanente.
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7. EL OTRO ABANDONO
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APÉNDICE DOCUMENTAL
ANEXO 1
1.1
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Propiedad Real
1268 Trasunto de sentencia en la controversia entre los hombres de
Zaragoza y el Consejo del Castellar, otorgada por Jaime I
(Archivo Municipal de Zaragoza, Villahermosa, Ref. 5/5/1).
1243 Artal de Alagón dio poderes al rey Jaime I sobre los dineros que
tenía por razón de la prenda de El Castellar (SINUÉS, núm. 1145).
1258 Jaime I de Aragón concedió El Castellar a García Pérez de
Figueroles (SINUÉS, núm. 768).
1295 Es del rey Jaime II (CODOIN, 39, pág. 256).
1336 Pedro IV de Aragón vendió El Castellar a Fadrique de Aragón,
conde de Luna, (Archivo Municipal de Zaragoza, Ref. 119).
1337 Fadrique de Luna vendió El Castellar a María, mujer de Juan
Alfonso de Haro, cuyo procurador restituyó el castillo a Pedro IV
(SINUÉS, núm. 1469).
1341 Pedro IV vendió a María Fernández de Luna el lugar de El
Castellar y las villas de Luna y Fuentes, Lope de Luna, señor del
Segorbe y hermano de María se lo revendió al rey (A.C.A. Annº
de Zaragoza, núm. 18, sacos An. 32 y 102).
1343 Pedro IV vendió a Lope de Luna El Castellar (SINUÉS, núms. 1150
a 1154).
1348 Era de Lope de Luna (CARUANA, Dos relaciones, p. 490).
1358 El conde de Luna disponía de El Castellar en su testamento
(UBIETO ARTUR, Nobiliario, p. 158).
1409 Era de María de Luna, esposa de Martín I (ARROYO, División,
p. 102).
1430 Por traición de Fadrique conde de Luna la propiedad de El
Castellar vuelve a la corona.
1430 Alfonso V vende El Castellar a Martín Díez de Aux (Sentencia de
la Gaceta de Madrid, nº 3, 3 de Enero de 1871).
1440 Por traición de Martín Díez de Aux, Alfonso V redime la escritu-
ra y vende la reserva a Juan Jiménez Cerdán (Sentencia de la
Gaceta de Madrid, nº 3, 3 de enero de 1871).
72
El hechizo de El Castellar
73
Antonio Gascón Ricao
1.2
9 de Noviembre de 1567
Relación de las familias habitantes del lugar de Torres de Berrellén
y de la Villa de El Castellar en aquellas fechas. Información extraída del
Pleito de aprehensión del Soto de Santa Inés en 1604. En ella ya es bien
visible la supremacía de la población de Torres sobre la de El Castellar,
anterior a la despoblación de este último. Entre los habitantes de El
Castellar cabe destacar a dos personajes: Pedro Despés, padre de Pedro
Despés menor que en 1580 dará a trehudo sus tierras de Martín
Cerdán, señor del lugar, y a Francisco Bonet, abuelo de Juan de Pablo
Bonet, el autor de la Reducción de las letras y Arte para enseñar a hablar a
los mudos.
TORRES DE BERRELLÉN
Pedro de Fonfría: Corredor de la villa Martín Juan Menor
Juan Trigo: Justicia Domingo Primo Las
Francisco Navarro: Jurado Joan de Vaños
Menau de Sola: Jurado Antón de Aunes
Melchor Navarro Gabriel Gallego
74
El hechizo de El Castellar
EL CASTELLAR
Guillén de Moles: Corredor de la villa Diego Moreno
Pedro Despés: Justicia Guillén García
Pedro Las: Jurado Francisco Bonet
Miguel de Aparicio: Jurado Antón de Cortes
1.3
El presente cuadro resumido está extraído de otro mayor de Miguel
Gual Camarena, publicado en su Peaje fluvial del Ebro (Siglo XII). La infor-
mación original pertenece a la época de Alfonso II (1162-1196), aunque
se ha conservado gracias a una confirmación hecha en Barcelona por
Jaime el Conquistador, el 8 de julio de 1252. Se refiere a los pagos del
impuesto de peaje, que tenían que abonar las mercaderías que descen-
dían desde Tudela hasta Tortosa, o ascendían desde ésta hasta aquella
población. Por motivos obvios hemos reflejando únicamente en él los
peajes de Zaragoza, El Castellar y Alagón, que vienen a indicar los luga-
res de peaje o embarcaderos más cercanos al estudio. Cabe también des-
tacar que medio siglo después de la conquista de Zaragoza por Alfonso
I, el valle del Ebro aparece comerciando con la zona musulmana, cues-
tión que se hace patente en el tráfico de los colorantes, especias y teji-
dos procedentes de aquel territorio, que como contrapartida recibiría
los cereales, cueros y lana, productos típicos de la zona cristiana.
75
Antonio Gascón Ricao
Brasil
Grana
«Cunils»
Índigo Carga 8 ss. 12 ds. 2 ss.
Laca
Cordobán
Papel
«Buchines»
Carga 4 ss. 6 ds. 12 ss.
Cera
Estaño
Core
Alumbre Carga 2 ss. 3 ds. 6 ds.
Comino
Orégano
Hierro
Acero Carga 12 ds. 3 obls. 3 ds.
«Cleda»
Alquicel
«Cenicir» Pieza 3 ds. 1 ds. No fig.2
«Albernochs»
*
Siglas y equivalencias: ss. = sueldos; ds. = dineros (1 sueldo = 12 dineros); obls. =
óbolos o meajas (1 óbolo = 1/2 dinero).
1
Carga equivale aquí a cinco quintales.
2
Es muy raro que estos tres productos textiles no abonen peaje en Alagón; podría
tratarse de un olvido de los escribanos de Jaime I, que transcribieron la tarifa de Alfonso II,
ya que el contexto parece exigir un sueldo de peaje, al igual como en los paños de seda.
76
El hechizo de El Castellar
ANEXO 2
2.1
Sancho Ramírez, rey de Aragón, concede fueros a los pobladores de El
Castellar en el año 1091.
—Publicado por LACARRA, Documentos, (Zaragoza, 1982), doc. 10.
El texto está reconstruido según el que facilita J. TRAGGIA en Aparato a la
historia eclesiástica de Aragón, II (Zaragoza, 1792), pp. 440-443, desarrollan-
do sus abreviaturas. También según TRAGGIA en su época el original se
hallaba en el Archivo del Duque de Villahermosa, más que probable el
mismo original que actualmente se encuentra en el Archivo Histórico
Provincial de Zaragoza (pergamino original). Villahermosa leg. 5, caja 6-1.
El mismo TRAGGIA añade: «El Rey Don Alonso II, no contento con firmar
este instrumento, añade al pie su confirmación. Finalmente, el Rey Don
Jaime al dorso del pergamino corrobora este instrumento con su signo,
y de Pedro de Villanova que de orden del Rey puso el signo real por
Guillelmo Rabaza, su notario. XVIII kalendas januarii, era M. CC. LXX,
secunda».
In nomine sancte et indiuidue Trinitatis regnantis in secula amen. Hec esta
carta de illos foros quos ego Sancius, gratia Dei Aragonensium uel
Pampilonensium rex, dedi ad illos homines de Super Cesaragusta quando ego
illos populaui ibi, ut sedeanat francos et ingenuos et liberos, illi et filii eorum,
salua mea fidelitate et de mea posteritate, per secula cuncta.
Placuit mihi libenti animo et spontanea uoluntate ut donet illi foros: Ut si uici-
nus uicinum percusserit aut homicidium fecerit, alteri rectum non faciat nisi
parentibus defuncti aut qui omnes uicini laudauerint.
Et si cauallum, aut equam, aut mulum, aut bouem aut aliquid auere perdide-
rit in tota mea terra, homines de illo termino ubi perditu fuerit parient illi.
Et si iudicium habuerint cum nullo homine de mea terra, rectum faciat et acci-
piat ad illa turre de illa alhandeca de Super Cesaragusta.
Et qui uoluerit illos pignorare per aliqua rancura teneat pignos in Super
Cesaraugusta usque rectum accipiat, et qui de illo termino tranxerit peitet illi mile
solidos.
[Si] homicida aut aliquis malefactor ad eos fugerit, postea aliquem non
timeat.
77
Antonio Gascón Ricao
Et ullu hoste non faciant nisi fuerint lite campale cum pane de tres dias.
Et mando et nullus miles aut nullus homo per uim non pauset in dominus
eorum nisi illi consencientibus.
Facta carta era M.C.XX. VIIII, in tertio mense hedificationis ipsius castri.
2.2
1091, Agosto, 10 - El Castellar
Según el documento los reyes Sancho Ramírez y su hijo Pedro dotan
la iglesia del Castellar, que habían encargado construyera el obispo
Pedro de Pamplona, y éste cede a su vez la mitad de los derechos al abad
de Leire, con el encargo de que colaborara en la construcción de la
misma. Este mismo documento, por varios motivos, es sospechoso de
haberse falsificado, tal como apunta Julio Caro Baroja.
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El hechizo de El Castellar
79
Antonio Gascón Ricao
Si qua uero persona hec infringere temptauerit uel in aliqua re contraria exti-
terit, iram omnipotentis Dei sciat super se uenturam usque ad emendacionem
ueniat, et si emendare noluerit quod iniuste cupit irritum habeatur et uacuum, et
insuper coniunctus auctoritate huius scedule ecclesie cui calumpniam intulit
libram auri componat, et ista carta regie donacionis atque auctoritatis firma sit et
stabilis permaneat omni tempore et in eternum, amen.
Data est hec donacio IIII idus Augusti, in castro iam dicto, per manus supra
dicti regis et filii eius Petri et principuum eorum. Facta carta ista in era
MªCªXXªVIIIIª. Regnante Sancio rege in Pampilona et in Aragonae, in
Montesono et filio eius Petro cum eo et Anfonsso rege in Toleta et in Legione.
Raimundus indignus abbas confirmo.
2.3
Entre 1104 y 1115 - El Castellar
Alfonso I el Batallador, estante en El Castellar, hace donación a
Gincha de Eisquayn y a sus hijos Blasco, Cic y Pedro de las Casas de la
Cortina de Araust y otros bienes, por haber muerto su marido Cic de
Flandres y sus cinco hijos por salvar la persona del rey.
— AHN, San Victorián, 41 R, traslado notarial del siglo XIV.
— ACA, Reg. 867, fol. 170.
— Publica también MIRET Y SANS en Boletín de la Rea Academia de Buenas
Letras de Barcelona, t. VI (1911), p. 53, con la salvedad de que el escri-
bano de Pedro el Ceremonioso, que autorizó, en 1339, la trascrip-
ción de la donación, erró en la data del documento al fecharlo en
1114 de la Era, o sea el año 1076 de Cristo, en cuyo tiempo reinaba
todavía Sancho Ramírez, padre del Batallador. Circunstancia que
unida al propio contenido del documento le lleva a la conclusión de
que el mismo debe situarse entre los años 1104 y 1115, no decidién-
dose dentro de este margen temporal por ningún año. Así pues, aun-
80
El hechizo de El Castellar
Facta carta era MªCªXIIIIª, in mense ianuario, in castro quod dicitur Super
Zaragoza. Regnante me, Dei gracia, in Aragone et in Pampilonia et in Superarui
et in Ripacurcia. Episcopus Stephanus in Osca. Episcopus Petrus in Urunna.
Episcopus Raymundus in Barbastro. Don Redemiro in Montison. Senior Enego
Sangiz in Calasanz.
Ego Sancius, sub iussione domni mei regis, hanc cartam scripsit hoc
sig[lac.]num fecit.
2.4
1121, Noviembre, 30
Concordia entre Guillermo, obispo de Pamplona y Pedro, de
Zaragoza, sobre las iglesias de El Castellar, Pola y Tauste.
81
Antonio Gascón Ricao
Facta est carta ista anno ab Incarnatione Domini MºCºXXºIº IIº kalendas
decembris. Signum [signo] Raimundi Barbastrensis episcopi. Signum A P [signo]
Cesaraugustani episcopi. Signum Guillermi Pampilonensis episcopi [signo]. IIII.
nonas octubris: Dedicatio huius ecclesie. XIIIº kalendas nouembris, traslatio
Sancti Valerii episcopi de Rota in Cesaraugusta, propriam sedem.
2.5
13 de Noviembre de 1137 - El Castellar
El 13 de Noviembre de 1137, estando en El Castellar, cerca de
Zaragoza, Ramiro II daba un nuevo paso en la dejación de derechos y
82
El hechizo de El Castellar
Nunc ergo spontanea voluntate ac firmo cordis affectu, volo, precor et mando
cuactos homines meos, milites scilicet clericos ac pedites, quatenus castra et mini-
ciones sive alios omnes honores, ita per eundem Raimundum comitem deinceps
teneunt et habeant, sicut per regem debent tenere et habere. Et ei tanquam regi
in omnibus sub continua fidelitate obediant.
Supradicta omnia illi dono et firmiter laudo, sicut melius unquam babuit fra-
ter meus Andefonsus et habeat ea omnia ad fidelitatem mean omni tempore.
Sig[signo]num Poncii scriptoris comitis, qui hoc scripsit domini regis precepto.
2.6
23 de Abril de 1343 - Barcelona
Venta a don Lope de Luna por el rey Pedro IV de los castillos y luga-
res de Luna, El Castellar y Fuentes. Es de destacar en ella que Torres,
83
Antonio Gascón Ricao
In nomine Domini amen. Notum sit cunctis presentibus et futuris quod nos
Petrus Dei gratia et cetera. Gratuito animo et spontanea voluntate, consulte et ex
certa scientia, de nostro et regni iure plene certifficati et de singulis circumstan-
tiis contractus huius certiores efecti, cum presenti publico instrumento perpetuo
valituro in totum vel in partem nullatenus revocaturo, propter multas et varias
expensas et necessarias quas evitare non potuimus nec adhuc possumus in execu-
tione quam facimus contra Maioricarum regem nobis rebellem suosque subditos
ac rei publice eorumdem subire non convenit. Quamvis enim per nos et officiles
nostros indagaverimus et indagari fecerimus pro solvendis expensis huiusmodi et
omnibus supportandis aliquas peccunie quantitates et plura castra et loca insignia
necnon etiam censualia ac iurisdictiones dictioni nostre subiecta et subiectas velle-
mus vendere vel pignori obligare, et licet in parte emptores invenerimus et aliqua
de premissis cisdem vendiderimus, non tamen potuimus invenire emptorem nec
quemquam qui nobis presupositam pecuniam mutuaret; et cum precia rerum ac
iurium per nos ut premititur venditarum venditorunque nec suficiant nec sufice-
rent ad dictas expensas et onera suportandas, ideo precibus instantibus apud vos,
nobilem et dilectum nostrum Luppum de Luna dominum civitatis Sugurbii,
habuimus instare ut subscripta castra et loca cum suis appendiciis a nobis emere-
tis nobisque traderetis pro premissis missionibus et oneribus expensarum ut pre-
mititur subportandis infrascriptam peccunie quantitatem. Vos vero nobilis Luppus
de Luna prefatus, nostris precibus adherendo, nobiscum convenistis ea emere pro
precio infrascripto, cum neminem emptorem invenerimus in infascriptis locis tan-
tum precium offerentem. Ideoque per nos et successores nostros castra et loca
vocata de Luna, de Castellario et de Fontibus, Cesaraugustane diocesis, cum aldeis
locis et appen diciis suis confrontata, videlicet dictum castrum vel locus de Luna
et eius termini cum terminis locorum de Moriello, del Frago, de Luesia, de Exea,
de Erla, de Castillione vallis de Iassa, de Gurrea et de las Caçaperes; et castrum vel
locus de Fontibus et eius termini cum terminis civitatis Cesaruguste et locorum de
Belchit, de Quinto, de Rodent, et de Turribus vocatis de Galindo; et Castrum vel
locus de Castellario et eius termini cum terminis dicte civitatis Cesarguste et loco-
rum de Remolinis et de Pola et de Castillionis vallis de Iassa libera et immunia ab
omni servitute, debito, donatione, obligatione, actione, onere et vinculo quibus-
cumque, cum turribus,… casalibus, vineis campis, ruppibus lapidicinis apparenti-
bus et no apparentibus, pascuis, nemoribus, arboribus fructiferis et infructiteris,
ramis, truncis, radicibus, terris cultis et incultis, aquis rivis, stagnis bassis peremp-
nibus et non perempnibus, alveis, piscariis, devessis, peytis, demandis, ademprivis,
hoste et cavalcata, alfonsadera et redemptione earum, quintis, spoliis, cenis, deci-
mis, primitiis, tertiis, quartis, quintis, medietatibus almagera, çoffra, montatico,
trobis, thesauris, accionibus, exceptionibus et defensionibus naturalibus, civilibus,
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El hechizo de El Castellar
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Antonio Gascón Ricao
86
El hechizo de El Castellar
et legi seu auttentice dicenti quod prius convieniatur principalis quam fideiussor
et omni alii iuri, foro, usui, usatico, rationi et consuetudini contra hec repugnan-
tibus. Hec igitur omnia supradicta et singula nos rex et infantes predicti facimus,
paciscimur et promittimus videlicet quilibet a se dicta vobis dicto nobili Luppo de
Luna licet absenti tanquam presenti et vestris et quibus volueritis perpetuo et
vobis et subscripto notario tanquam publice persone pro eis et pro aliis et perso-
nis quarum interest et intererit et interesse potest et poterit recipienti et pacienti
ac etiam legitime stipulanti. Quod est actum in civitate Barchinone nono kalendas
madii anno Domini MºCCCºXLº LLLº. Petrus Cesaraugustanus.
2.7
Nada mejor para desmentir definitivamente la supuesta destrucción
de El Castellar en el año 1466 por el Privilegio de los Veinte, un hecho
actualmente aceptado como histórico, que las propias palabras de
Jerónimo Zurita, Cronista de Aragón, que con ajustados términos relata
el suceso. Gracias al mismo relato sabemos que la presencia en Pinseque
de unos pocos hombres de los Cerdanes, armados y fortificados, fue sufi-
ciente disuasión para evitar su asalto por el Privilegio. Por otra parte,
Zurita no afirma en ningún lugar de su Crónica que el castillo ni la villa
de El Castellar sufrieran destrucción alguna, cosa muy razonable, ya que
visto el ejemplo de Pinseque, un asalto frontal a la fortaleza y el castillo
de El Castellar hubiera sido harto más problemático. Sin embargo, lo
que si explica Zurita es la destrucción por el Privilegio zaragozano de
gran parte de la vega o huerta de El Castellar, y de los lugares de Torres
y Peramán, todo ello situado en la margen derecha del Ebro. Lo que no
cabe duda es que aquel arrasamiento de los lugares de Torres de
Berrellén y Peramán debió producir suficientes daños, tanto materiales
como de victimas civiles, para que el hecho dejara una triste memoria del
87
Antonio Gascón Ricao
88
El hechizo de El Castellar
le pedia que le diesse la fuerça, y torre de Agon con el lugar, y como no se hizo,
entraronle por combate, y le quemaron, y aquella tarde se fueron al lugar de
Magallon. Otro dia por la mañana, queriendo bolver a destruyr lo que quedava de
aquel lugar de Agon, y ir sobre Gañarul, llego el Arçobispo de Zaragoça, y dio su
palabra, que haria Iayme Cerdan su reconocimiento, y sugecion a la Ciudad, y los
suyos se recogieron a la torre de aquel lugar, y el Capitan, y su gente se volvieron
a Zaragoça, un Domingo a veynte y tres de Hebrero, con palabra del Arçobispo,
que el Lunes siguiente, o Martes, padre y hijo se irian a poner en poder de la
Ciudad, y asi lo hizieron.
2.8
En 1604, y con motivo de la aprehensión del Soto de Santa Inés por
impago de las censales, Baltasar Ximenéz Cerdán, señor de El Castellar;
inicia un nuevo pleito. El notario recoge con ese motivo la documenta-
ción aportada por el litigante. Entre ella, se citan textualmente las actas
de los concejos de cada uno de los lugares del señorío de los Cerdanes.
De las actas referidas entresacamos las correspondientes al lugar de
Torres de Berrellén y la de la villa del Castellar del año 1567, por su
carácter testimonial y documental en lo referido a sus moradores.
Pleitos civiles 1381 - 1711. Lanuza 1604-79, Aprenhension del Soto de
Santa Ines.
[…] El (?) el dicho concejo concejantes concejo parientes y representantes los
presentes y por los absentes y advenideros el llamado llegado y ajuntado el conce-
jo y Universida de los Justicias y jurados concejo y Universida vezinos y labradores
del lugar de Torres de Verrellen por mandamiento de los justicia y jurados abaxo
nombrados y por llamamiento de pedro fonfria corredor publico del dicho lugar
el qual hizo fe y relacion a mi martin de bureta notario y testigos infraescritos el
del mandamiento de los dichos justicia y jurados hacer llamar el dicho concejo en
la plaça del dicho lugar en donde otras veces para tales y semejantes actos como
el presente el concejo del dicho lugar sea acostumbrado y acostumbra llegar y
ajuntar en el cual dicho concejo yntervinieron y fueron presentes los infraescritos
siguientes El Primo Joan trigo Justicia francisco navarro menau de sola jurados
melchor navarro juan gregorio Pedro de alcomandi martin Joan menor Domingo
primo Las Joan de Varros anton de Aunes Gabriel gallego Joan caprado andres
calais miguel madrino Alexandre de Alminen Joan de Almorabi alexos de
Alminen El Rajo de rueda anton de nebra Domingo Roldan Joan de Momi Joan
Valero Joan de azuer Joan guerguet(1) miguel de clota miguel ferron hernando
moarte Pedro montero y Joan Vosquet vecinos y habitadores del dicho lugar de
Torres….
[…] El desi todo (?) el dicho concejo concejantes concejo parientes y repre-
89
Antonio Gascón Ricao
sentantes los presentes por los absentes y advenideros el llamado llegado y ajunta-
do el concejo y Universida de los Justicias Jurados concejo y Universida vezinos y
labradores de la Villa del Castellar por mandamiento de los justicia y jurados
abaxo nombrados y por llamamiento de guillen de moles corredor publico de la
dicha villa el qual hizo fe y relacion a mi martin de Bureta notario y presentes los
testigos infraescritos el de mandamiento de los dichos Justicia y Jurados haver lla-
mado el dicho concejo para el dia y lugar se presenten el llegado y ajuntado el
dicho concejo en la portaca de la dicha villa en donde otras veces el dicho conce-
jo sea acostumbrado y acostumbra llegar y ajuntar en el cual dicho concejo inter-
vinieron y fueron presentes los infraescritos y siguientes El Primo Pedro despes
Justicia pedro las miguel de aparicio jurados Diego moreno Guillen garcia francis-
co bonet(2) y anton de Cortes vezinos y habitadores de la Villa del castellar […].
(1)
Tío abuelo de Juan Pablo Bonet.
(2)
Abuelo del mismo.
2.9
De la visita de Enrique Cock a la Casa de las Salinas y mina de El Castellar.
20 de Marzo de 1585.
Crf. Enrique COCK, Relación del viaje hecho por Felipe II en 1585 a
Zaragoza, Barcelona y Valencia, escrita por —, notario apostólico y arquero
de la guardia del cuerpo Real (edic. J. GARCÍA MERCADAL, Viajes de
Extranjeros por España y Portugal desde los tiempos más remotos hasta fines del
siglo XVI (Madrid 1952). De entre los múltiples comentarios de la visita
de Cock cabe destacar las penosas condiciones de trabajo de los mineros
de las salinas o sobre su sistema de vida.
[…] El veinte de Março […] por la mañana, á las siete, queriendo el tiempo
llover, deseando el Sr. Juan Moflin, capellán de Su Majestad y confesor de nuestra
guarda, veer conmigo la mina de sal, nos pusimos en camino, yendo á verla tres
leguas de la ciudad hacia el solsticio vernal en sendos caballos. Salidos que fuimos
de la puerta (dexando primero la Alchavería, que es la casa del santo Oficio, á
mano derecha) encontramos con el monasterio de San Lamberto, que es de frai-
les de la órden de la Santísima Trinidad […] De allí se encuentra con la ermita de
San Miguel puesta entre unos olivares, no léxos de los pueblos de Moçabarba y
Oteva (sic), entrambos é man derecha del camino, en una llanura puestos, pasaron
el año pasado mal por la crescida de Ebro, porque están muy poco de su ribera;
con todo esto son más abundantes de pan y vino que otros pueblos comarcanos.
90
El hechizo de El Castellar
mísero lugarcillo nos daba, Es este género de hombres tan inclinado á miseria que
con solo pan, leche y yerbas se contentan, y conosciendo muy bien dineros no
saben aposentar, ni regalar personas.
Están estas salinas en las sierras del Castellar, villa ya ruinada donde agora
ahora tienen su nombre; corre Ebro al pie dellas. Allí está una casa rationable
grande, á la cual habiendo acabado su jornal los que trabajaban en la mina acu-
den, y en ella comen, beben y duermen. Otra casa está en la ribera donde se guar-
da la sal cortada y de allí la embarcan para Çaragoça. Nosotros, encendiendo una
hacha, con un guía entramos en la mina con deseo de verla; habiendo entrado
nos entró luego un mal olor, moviéndonos cuasí al vómito; la razón es porque
todos los que allí trabajan se ensucian donde quieren, el cual hedor no evapora,
y como no tiene por donde salir este aire se corrumpe y hace á los que entran
tener cuasi vómitos y los que allí trabajan no lo sienten acostumbrados del conti-
nuo olor.
La entrada de la salina mira hacia al poner del sol en invierno. Dicen los veci-
nos que una cabra, cuya naturaleza es muy salaz, la halló primero, y cierto es cosa
maravillosa de ver tanta copia de sal cavar de la tierra mayormente cortado. En
otras tierras bien he visto sal cavado y más menudo, pero este es más duro que
alguna piedra y se corta con mucho trabajo de la montaña. Trabajan al presente
en la salina veinte y cinco hombres poco más ó menos, algunas veces trabajan más,
conviene á saber de invierno, porque entonces es la mina por su naturaleza más
caliente, de verano es tan fría que por entonces no se halla quien quiera trabajar
en ella.
Todos se desnudan para la obra, sino que con un lienzo cubren sus vergüen-
ças, y usan otro vestidillo á manera de escapulario para defenderse de las pieças
que saltan de la montaña de cada golpe que dan. Por cada quintal se les paga un
real, de manera que algunos ganan fácilmente cada día seis reales. El sal, siendo
cortado, se lleva con mulas hasta la casa donde se guarda, que está en la ribera de
Ebro, como dixe.
91
Antonio Gascón Ricao
ciente, más raro. En muchas partes ansimismo hallan tierra, la cual ellos no tocan.
Hay gente en esta tierra que se acuerda que aun la salina no era descubierta y
creen que no hay más que ochenta años que primeramente se cortó della sal. Los
provechos y las rentas son del Rey, al cual pagan los que la alquilan cada años seis
mil ducados, y ellos pagan á los trabajadores sus salarios. Ponen un sobrestante á
su costa que tiene cuenta con la obra.
Las viandas se traen cada dos semanas de Çaragoça para que no les falte, por-
que cresciendo Ebro no hay por donde salir. Las montañas tienen de largo dos
leguas; Ebro corre tal suerte al pié dellas que nadie puede llegar á ellas si no es
por la barqua. Algunas peñas cuando hace sol muestran de léxos blanquear el sal.
Demás desto á boca de la salina cría la tierra çierto género de yeso bueno para
fábricas, y los que hacen también tienen su ganancia.
Véndese este sal por todo el reino de Aragón, la arroba, que son treinta y seis
libras, vale diez y seis dineros del reino, las treinta y seis libras aragonesas son vein-
te y çinco castellanas donde entran diez y seis onças en cada libra, aquí no más que
doçe. En los reales de plata no hay differencia, pero esto es de saber que veinte y
cuatro dineros aragoneses son un real. En el reino de Castilla se haçen todas las
cuentas en maravedís, y treinta y cuatro de ellos haçen ansimismo un real. Desto
fácilmente se puede haçer cuenta la ganancia que sale de la mina.
Nosotros, al fin, cansados de ver más los rincones della, dando á los trabajado-
res algunos reales para beber, salimos poco á poco della, deseando la luz que ya
estaba cerca. La entrada de la salina es hecha de piedra más que treçientos piés de
largo, y tanto de ancho que dos animalias pueden fácilmente pasar cuando se
encuentran. Salidos, pagamos á los barqueros y al sobrestante doçe reales, los qua-
les nos dieron muchas gracias por tal cortesía y nos llevaron sin peligro al otro
lado del rió y regresamos a la ciudad.
Tras su visita a la Casa de las Salinas, Cock relata las causas de una
supuesta destrucción del Castellar acaecida unos pocos años antes,
según él, un incidente producido durante el dominio de Martín
Jiménez Cerdán. Episodio muy intrigante, pues no está documentado ni
recogido por otros autores. Lo que permite sospechar que Cock debió
mezclar el incidente de 1466 con alguno otro sucedido en aquel tiempo
mezclándolos.
La villa de Castellar, de la cual hablamos al principio de la salida, dio nombre
a estas sierras: ha sido situada la villa, como paresce, en una peña con un fortísi-
mo castillo, las ruinas della se veen hasta agora. El señorío y derecho della perte-
nescia a Martín Cerdán, al cual, notificando un notario no sé qué por parte de
Çaragoça, con quien tenía pleito, se descomidió por la notificación con el notario
y le dio option ó que saliese por las ventanas, ó que besase tres veçes a su mula en
las nalgas. Este descomedimiento é inobedientia del caballero habiéndolo el nota-
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El hechizo de El Castellar
rio referido á los jurados de Çaragoça, con ira movidos, mandaron la villa y el cas-
tillo arruinar, de manera que al presente no se ve allí más que las ruinas.
2.10
Sentencia publicada en la Gaceta de Madrid nº 3, de 3 de enero de
1871, como consecuencia del último gran pleito entre el Ayuntamiento
de Torres de Berrellén y el Duque de Villahermosa sobre los aprovecha-
mientos y servidumbres del monte de El Castellar.
Los cambios políticos producidos en las primeras décadas del siglo
XIX agudizaron aún más las tensiones entre vecinos y nobles en todo el
conjunto de Aragón. Un decreto legislado en las Cortes de Cádiz, de 6 de
agosto de 1811, ordenaba la inmediata abolición de los señoríos jurisdic-
cionales y de toda clase de viejos derechos feudales, pero el artículo 5 del
mismo decreto establecía también que los señoríos territoriales y solarie-
gos quedaban desde aquel momento dentro de la clase de los demás
derechos de la propiedad particular. Y fue ésta la principal fuente de los
conflictos posteriores. El problema residía en quién decidía de qué clase
eran los señoríos y si estos debían ser eliminados o no. Hoy en día tanto
los juristas como los historiadores están de acuerdo en que esa distinción
fue un error histórico y jurídico, porque todos los monarcas medievales
entregaban únicamente la jurisdicción territorial y no la propiedad de la
tierra. Naturalmente los vecinos de los pueblos se apuntaron en masa,
durante aquel siglo, a esta interpretación, mientras los nobles se apunta-
ban a la segunda, que el origen del señorío era territorial, y por tanto se
debían mantener como nuevos propietarios, y en todo caso con nuevas
relaciones contractuales con los campesinos. Pero la reposición de
Fernando VII en 1814, y la posterior reacción absolutista volvió de nuevo
las cosas al estado anterior. En 1820, y durante el trienio liberal, se volvió
a reponer la vigencia de la constitución de Cádiz y la legislación sobre la
abolición de los derechos señoriales, siempre con la incertidumbre jurí-
dica de si el señorío era jurisdiccional o por el contrario territorial. La
invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, en 1823, con la consiguiente
derrota de los liberales, tornó de nuevo el problema a sus principios.
Con el regreso de los liberales y de la nueva constitución, se repuso en la
Ley de 26 de agosto de 1837 la vigencia de la abolición de los derechos y
de los señoríos jurisdiccionales, perdida en 1823. Advirtiéndose de forma
particular en ella que mientras no dictaminasen los tribunales competen-
tes, aunque se trata de señoríos jurisdiccionales y por lo tanto extingui-
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Antonio Gascón Ricao
bles, los campesinos deberían seguir pagando las viejas rentas feudales,
pero en caso de que se decidiera en los tribunales que eran territoriales,
deberían pasar los señoríos a ser propiedad libre y plena de los antiguos
señores. Todo ello provocó un nuevo alud de pleitos entre campesinos y
nobles, con sentencias que acabaron siendo en casi todos los casos favo-
rables a los señores.
El particular caso de Torres de Berrellén
En 1838, al iniciar el estado español el expediente de abolición de los
derechos señoriales en contra del duque de Villahermosa, en el caso par-
ticular de Torres, cuyo Ayuntamiento se había personado al principio del
mismo como parte beneficiaria de dicha abolición, y en contra de la
corriente general campesina, no tardaría mucho tiempo en cambiar de
idea, pasándose radicalmente al bando contrario, y apoyando sin reser-
vas al duque en su defensa personal por los títulos del señorío. Esta alian-
za, que unía de hecho frente al estado partes tan dispares e intereses tan
antagónicos, se había plasmado de forma previa en una escritura de
pacto firmada por ambas partes el 17 de junio de 1839, y donde, en bene-
ficio del duque, la corporación municipal argumentaba los motivos por
los cuales éste no debería ser desposeído ni despojado de sus propieda-
des. En el trasfondo de aquel documento subyacía el intento de negocia-
ción llevado a cabo por el conde con el Ayuntamiento de Torres, sobre
la base de un total de 13 puntos. Puntos en los cuales transigieron de sus
mutuos derechos unos y otro, más en el caso del Ayuntamiento que en el
del conde, pero cuya firma y conformidad reportaría, como consecuen-
cia final, el que el Ayuntamiento de Torres aceptara el hacer renuncia
expresa a continuar en los pleitos que quedaban pendientes con la casa
ducal, retirándose de ellos como parte particular. Y éste fue el error. Ya
que en dicha concordia, el Ayuntamiento, en su afán por pactar algunas
mejoras de sus condiciones contractuales, reconoció de hecho la legíti-
ma legalidad de la adquisición de las propiedades de los duques, y por
ello que éstos eran los dueños del terreno en que estaba comprendido el
término de Torres. Reconocimiento que con el tiempo el pueblo de
Torres pagaría bien caro. Finalmente, cuando en 1866 se dictó sentencia,
declarándose no haber lugar a la incorporación del señorío al estado, y
reconociéndose que el monte de El Castellar era un señorío territorial y
solariego, uno de los apartados de la misma también recogía explícita-
mente que con ella no se habían prejuzgado los derechos que pudieran
tener, en dichos montes y sus terrenos, terceros, como era en el caso de
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Antonio Gascón Ricao
Resultando que el mismo Rey D. Alonso de Aragón (sic), por otra escritura de
18 de Noviembre de 1440, expresando que por cuanto había vendido a D. Martín
Díez de Aux el castillo y lugar del Castellar por precio de 13.000 florines de oro
de Aragón, mediante la reserva de poderío todo luir y redimir con igual cantidad,
según escritura cuyo protocolo se había perdido en el sitio de Gaetá, pero cuyo
contenido constaba por declaración de testigos, vendió en uso de dicha reserva a
D. Juan Jiménez Cerdán por el precio de 45.000 sueldos jaqueses el «jus luendi»
del nombrado castillo y lugar del Castellar en la forma que resultaba vendido, o
sea con todos los hombres y mujeres habientes, presentes y futuros, réditos, pes-
tias (sic), tributaciones y demás derechos y emolumentos correspondientes al
mismo Rey y sus sucesores y a la dominicatura de dicho lugar, con toda la jurisdic-
ción alta y baja, civil y criminal, mero y misto (sic) imperio; y con sus montes,
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aguas, selvas, dehesas, territorio y término que se deslindan, sin ninguna servi-
dumbre, en franco y alodio, salva la superioridad y fidelidad al Rey:
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vecinos: que el Duque había podido y podía arrendar, como privativas suyas, las
yerbas de la huerta del Castellar y Garcillan (sic) a quien le pareciese, pero con el
cargo y obligación de que el arrendador de las yerbas había de abastecer carne a
los vecinos: que habían sido y eran propias y privativas de los vecinos y habitado-
res del referido lugar las yerbas de los prados alto y bajo, el de detrás de la huer-
ta, el de la Eferilla, el de la Salina, el del plano, la huerta y partida de Berrellén y
la mejana baja; y por último, que por cuanto a más de las tierras que los quiñones
había otras que de algunos años a esta parte se habían dado a treudo perpetuo a
diferentes vecinos, se declaraba, para que en todo tiempo constase, que eran las
que se mencionan y deslindan, cuyas tributaciones, cargos de los referidos treu-
dos, se aprobaban por el presente capítulo:
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Duque tan solo para el abasto de su casa y hogar; excepcionó que la demanda del
Ayuntamiento de Torres ofrecía la anomalía de que los supuestos derechos que en
ella se deducían no eran de naturaleza común, sino propio de cada uno de sus
vecinos en particular, de manera que en rigor no debería haberla puesto el
Ayuntamiento, sino los vecinos a quienes el Duque hubiera inferido agravio en sus
pretendidos derechos sobre el Castellar; que de todos modos negaba el supuesto
derecho que se demandaba, toda vez que, atendido el título con que los causantes
del Duque adquirieron el Castellar, no podía haber otro título ni derecho al legíti-
mo sobre el mismo que los que emanaban del propio Duque o los suyos, como lo
evidenciaban las escrituras de 3 de Noviembre de 1430, la de 18 de Noviembre de
1440 y la de 9 de Agosto de 1457, así como las sentencias dictadas en 5 de Julio 1775
y 5 de Septiembre de 1783 con la de 27 de marzo de 1866, en todas las cuales se
reconocía el dominio del Duque de Villahermosa en los montes y términos del
Castellar, sin que se hiciera calificación alguna en favor de Torres de Berrellén,
cuyos vecinos no podían legitimar los derechos que pretendían tener sino median-
te títulos, documentos o traslaciones que emanasen de los precitados Duques; sin
que valiera argüir con la prescripción, como lo hacia el Ayuntamiento demandan-
te, porque como Torres había pertenecido al señorío de los Duques de
Villahermosa, sus actos, cualesquiera que hubieran sido, habían de entenderse sub-
ordinados al señorío, no obrando por lo tanto los vecinos de Torres con derecho
propio, sino con el derecho y la personalidad del Duque que en las escrituras de
división otorgadas entre los quiñoneros de Torres de Berrellén y el Duque de
Villahermosa sólo se concedió a los primeros el privilegio de surtirse de leña para
el abasto de su casa y hogar de la del monte del Castellar, propio del Duque y se
consignaba igualmente el número de yuntas de tierra que cada otorgante podría
cultivar en dicho monte; y por último, que las fincas pertenecientes a antiguos
señoríos debían considerarse como propiedades particulares desde el momento
que habían sido legitimados los títulos de adquisición:
Resultando que seguido el juicio por sus trámites, dictó sentencia el Juez de
primera instancia; que confirmó en 5 de Noviembre de 1869 la Sala segunda de
la Audiencia, absolviendo al Duque de Villahermosa de la demanda y declarando
ajena de este pleito la pretensión de que se decidiese que los vecinos de Torres de
Berrellén son verdaderos propietarios de todos los predios, tanto rústicos como
urbanos, que posean en el monte titulado del Castellar, la cual se dejaba intacta
para que los individuos en particular a quienes interesase la dedujeran en la forma
y modo que considerasen procedente:
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Considerando que dueños ya los Duques del castillo y términos del Castellar,
celebraron la concordia de 1771 con el Concejo y vecinos de Torres de Berrellén,
y después la otra concordia de 1839, cuando estaban publicadas y restablecidas las
leyes de los señoríos, en la cual reconocieron los recurrentes, o sea aquel
Ayuntamiento, la legítima adquisición de los Duques de Villahermosa y que eran
dueños del terreno en que estaba comprendido el término de Torres de
Berrellén, y pactaron lo demás que resulta de aquellos documentos:
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leyes para que pueda tener lugar la adquisición del dominio, la sentencia no ha
infringido los Fueros de Aragón, leyes de Partida y doctrinas que se citan con este
propósito:
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Pergamino núm. 161, 7-3-1466 (Villahermosa, leg. 5, caja 5-1), carp. 15-13,
AHPZ.
109
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Testamento de Don Martín Ximénez Cerdán Señor de la villa del Castellar Y de los lugares
de Torres de Berrellén y la Zaida, 1591, Villahermosa, leg. 5 caja 7-1, p. 12,
AHPZ.
Testamento y Ultima Voluntad del difunto Pedro Despes Mercader Menor en días
Ciudadano de la Ciudad de Çaraçoza y lohacion de francisca Castillo su muger. Todo
Como en el se expresa, 27-9-1582, Villahermosa, leg. 7, caja 2, exp. 1, AHPZ.
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PLANO GENERAL DE EL CASTELLAR HISTÓRICO
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REFERENCIAS UBICADAS EN EL TEXTO
Sector 1
Sector 2
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Sector 3
(3.1) Tramo occidental (primitivo) de la muralla del castillo.
(3.2) «Saeteras» del castillo primitivo.
(3.3) «Dedo», resto del castillo.
(3.4) «Cueva» de Doña Urraca.
(3.5) Plataforma del castillo primitivo.
(3.6) Brazo exterior occidental del castillo primitivo.
(3.7) Huesos humanos bajo la plataforma del castillo.
(3.8) Tramo oriental (musulmán) de la muralla del castillo.
(3.9) Torre de planta trapezoidal.
(3.10) Brazo exterior oriental del castillo musulmán.
(3.11) Puerta del palacio.
(3.12) Torre de planta cuadrada.
(3.13) Abertura en la muralla.
(3.14) Fortín almenado.
(3.15) Torre mocha.
(3.16) «Tuberías» en la planta superior del palacio.
(3.17) Galería de obra (qanat).
(3.18) «Fuente».
(3.19) Fortín sobre el barranco.
(3.20) Puente o Alcántara
Sector 4
(4.1) Sillar romano.
(4.2) Embarcadero.
(4.3) Ermita antigua de Nuestra Señora del Rosario.
(4.4) Casamata de vigilancia «El Tambor».
(4.5) La Casa de las Salinas.
Sector 5
(5.1) El Molino.
(5.2) «Portaca» de la villa nueva.
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MATERIAL GRÁFICO *
Visión general de El Castellar, desde el castillo medieval hasta el barrio de San Pedro.
* Col. Gascón-Aparicio.
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Fragmento de la muralla del castillo primitivo ataludada y con las saeteras cegadas.
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La llamada popularmente «Cueva de Doña Urraca», fuente de la leyenda del Batallador y Urraca su esposa.
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Detalle de la muralla oriental con restos de una poterna vista desde el exterior.
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